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El Espíritu de Asís Subsidio

“Orar por la PAZ es orar por la VIDA”

JPIC - Cono Sur 2011

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ESPÍRITU DE ASÍS

HISTORIA Y PRESENTACIÓN

Jubileo con motivo de los 25 años

de la Jornada de oración por la paz

Asís, 27 de octubre de 1986

Dios no quiere «la pérdida de los vivientes» (cf. Sab 1,13). Es un Dios que «ama la vi-

da» (Sab 12,26). Firmes en esta convicción, proponemos a nivel de la Conferencia del Cono

Sur el lema: “ORAR POR LA PAZ ES ORAR POR LA VIDA” durante el año 2011 para que

guíe y motive la celebración y las actividades del año jubilar.

Juan Pablo II, considerando que el año 1986 había sido proclamado por las Naciones

Unidas Año Internacional de la Paz, convoca a «Un encuentro especial de oración por la paz

en la ciudad de Asís, lugar que la seráfica figura de san Francisco ha transformado en centro

de fraternidad universal». Para el Papa “vuelve a la mente lo que le ocurrió a Francesco di

Pietro di Bernardone, quien intuyó esta sencilla verdad en un momento fundamental de su

vida, tras haber participado en un enfrentamiento armado, con ocasión de una guerra entre

diversos municipios. Francisco, derrotado y hecho prisionero, permaneció en la cárcel un año

entero. Aquella experiencia le dio una concepción diversa de la vida; lo impulsó a convertirse

en auténtico artífice de paz. Un servidor extraordinario de la paz interior y social”.

“Las religiones del mundo, a pesar de las divergencias fundamentales que las separan,

todas están llamadas a contribuir al nacimiento de un mundo más humano, más justo, más

fraterno. Después de haber sido muchas veces causa de divisiones, todas quisieran ahora tener

un papel decisivo en la construcción de la paz mundial. Y esto queremos hacerlo juntos. Co-

mo decía ya mi predecesor Pablo VI en la Encíclica Ecclesiam suam: «...con ellas queremos

promover y defender los ideales que pueden ser comunes en el campo de la libertad religiosa,

de la fraternidad humana, de la buena cultura, de la beneficencia social y del orden civil» (n.

100).1

El 27 de octubre de 1986 es una fecha que ha quedado grabada para en la historia del

camino de la humanidad hacia la paz, a través de la oración. En vísperas del tercer milenio,

por primera vez en la historia, jefes y representantes de las Iglesias cristianas y Comunidades

eclesiales y de las diversas Religiones de todo el mundo se reunieron en Asís, invitados por el

Papa, para rezar por la paz. Al mismo tiempo, en casi todas las latitudes del planeta callaron

las armas, en respuesta a la llamada para una tregua universal que el mismo Papa había for-

mulado para ese día: ¡Paz! Un ideal hecho plegaria en la ciudad de San Francisco, ¡Paz!, un

grito religioso que ha subido al cielo y cuyos ecos se han difundido por el orbe entero.

En una catequesis previa al encuentro Juan Pablo II meditaba que, “El hecho de que tan-

tos líderes religiosos estén aquí juntos con el fin de orar es ya en sí invitación al mundo para

que tome conciencia de que existe otra dimensión de la paz y otro camino para promoverla,

que no es el resultado de negociaciones, compromisos políticos o acuerdos económicos, sino

resultado de la oración que, en la diversidad de religiones, expresa una relación con un poder

supremo que está por encima de nuestras posibilidades humanas… “Elegí esta ciudad de Asís

como lugar para nuestra Jornada de oración por la paz debido a lo que representa el Santo que

aquí se venera, San Francisco, conocido y respetado por infinidad de personas en todo el

mundo como un símbolo de paz, de reconciliación y de fraternidad. Inspirados en su ejemplo,

1 Juan Pablo II, Catequesis del Papa (miércoles, 22 de octubre de 1996).

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en su mansedumbre y humildad, dispongamos nuestros corazones a la oración en recogimien-

to interior. Hagamos de esta Jornada la prefiguración de un mundo de paz. ¡Que la paz des-

cienda sobre nosotros y llene nuestros corazones!”.2

El Papa en su discurso

ante los jefes de todas las reli-

giones proponía: “Tal es la

permanente lección de Asís:

es la lección de San Francisco,

que representa un atractivo

ideal para nosotros. Tal es la

lección de Santa Clara, la pri-

mera de sus discípulas. Se

trata de un ideal hecho de

mansedumbre, de humildad,

de un profundo sentido de

Dios y del compromiso de

servir a todos los hermanos.

San Francisco fue un hombre

de paz. Recordemos que él abandonó la carrera militar que había iniciado en su juventud y

descubrió el valor de la pobreza, el valor de la vida simple y austera a imitación de Jesucristo,

a quien él decidió servir. Santa Clara fue, ante todo, una mujer de oración. Su unión con Dios

en la oración sostuvo a San Francisco y a sus discípulos, como nos sostiene hoy a nosotros.

Francisco y Clara son ejemplos de paz: paz con Dios, paz consigo mismos, paz con todos los

seres de este mundo. Que este Santo y esta Santa inspiren a los hombres y mujeres de hoy a

fin de que tengan la misma fuerza de carácter y el mismo amor a Dios y al prójimo para avan-

zar por el camino que juntos hemos de recorrer”.3

ESPÍRITU DE ASÍS

En el mensaje de la Jornada Mundial de la Paz de 1987 (1° de enero), el Papa habló de

la “lógica de Asís”, definiendo la paz como “un don vinculante y comprometedor, un don que

hay que cultivar y madurar en la acogida recíproca, en el respeto mutuo, en la renuncia a la

intimidación ideológica y a la violencia, en la promoción de instituciones y formas de concer-

tación y de cooperación entre los pueblos y las naciones, pero, sobre todo, en la educación a

la paz, considerada a un nivel mucho más alto que la también necesaria y deseada reforma

de las estructuras. Es decir, de la paz que supone la conversión de los corazones”.

“Espíritu de Asís” y “Lógica de Asís” son los motivos inspiradores que han llevado a

Juan Pablo II a darle a la paz una dimensión de más voces e inspiraciones.

2 Juan Pablo, Saludo del Papa a las delegaciones en la Basílica de Santa María de los Ángeles (27-X-86).

3 Juan Pablo, Discurso al final de las plegarias por la paz en la plaza de la Basílica inferior de San Francisco

(Asís, 27-X-86).

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¿Qué es el Espíritu de Asís?

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Con el Espíritu de Asís, se recuerda el Encuentro Interreligioso que tuvo el Papa Juan

Pablo II en 1986 en la ciudad de Asís con 150 representantes de las doce principales religio-

nes del mundo. Este encuentro tuvo (y sigue teniendo) como principal finalidad el diálogo y la

amistad entre las distintas religiones y la oposición rotunda a la violencia y al abuso de la reli-

gión como pretexto para la violencia y la guerra.

Este año, el lema del Espíritu de Asís es “Ciudadanía Franciscana, una ciudadanía para

la paz” lo que nos sitúa en lo más cotidiano de nuestra vida. En unos momentos donde se está

planteando una polémica sobre la asignatura de la “ciudadanía” en el sistema educativo, noso-

tros (sin entrar en dicho debate), queremos recordarnos el protagonismo que tenemos en nues-

tra sociedad como ciudadanos.

Tenemos que ser conscientes, de que aunque muchas veces nos sentimos impotentes,

desbordados ante las injusticias mundiales, no podemos perder de vista nuestra realidad más

cercana. Está claro que nuestro compromiso debe de comenzar por lo que tenemos en nuestro

entorno, en nuestro trabajo, familia, barrio y ciudad. Debemos de ser ciudadanos comprome-

tidos con la Justicia y la Paz.

Fr. Luis Antonio Scozzina, ofm

4

Sobre la celebración del Espíritu de Asís ver: Mensaje del Cardenal Francis ARINZE para Jornada de

Oración por la Paz del 24 de enero de 2002. Cardenal Joseph Ratzinger: El esplendor de la paz de Francisco

– 2002. Conclusión del II Encuentro de Oración. Asís – 2002: Decálogo para la Paz. Carta del Ministro

general por el XX aniversario del «espíritu de Asís, 8 de setiembre de 2006. Mensaje del MG, al Encuentro

inter-religioso con motivo del “Espíritu de Asís 2008: El Espíritu de Asís: Una nueva sobriedad para habitar la

tierra. Mestre, Ricardo: “De la lógica de Asís al Espíritu de Asís. Mizzi, Maximiliano: Espíritu de Asís. El

diálogo entre religiones iniciado por Juan Pablo II. Card. Roger Etchegaray: El Espíritu de Asís. Mensaje de

la Conferencia de la Familia Franciscana, 2010.

EL PAPA BENEDICTO invita a Asís en octubre a los representantes de las religiones, 2011.

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““SSII QQUUIIEERREESS PPRROOMMOOVVEERR LLAA PPAAZZ PPRROOTTEEGGEE LLAA CCRREEAACCIIÓÓNN””

Calentamiento del planeta5

Días fríos, noches frías, y eventos como las heladas se han hecho menos frecuentes.

Días cálidos, noches cálidas, y olas de calor son más frecuentes. Adicionalmente:

Diez de los once años del periodo comprendido entre 1995 y 2006 estuvieron en el

ranking de los 12 años más cálidos en el registro instrumental.

El calentamiento en los últimos 100 años ha causado un incremento de 0,74°C en la

temperatura global. Siendo 0,6 C el incremento predicho en el anterior Tercer informe

evaluatorio de IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático)

Observaciones desde 1960 mostraron que los océanos han estado absorbiendo 80% del

calor agregado al sistema climático, y que la temperatura en los océanos ha aumentado

a profundidades de 300 mts.

Nadie puede quedar indiferente ante la cantidad de fenómenos naturales atribuibles a la

intervención del hombre, decimos que son producto del cambio climático. Por ello, podemos

afirmar con propiedad que nos encontramos en una CRISIS estructural que afecta a nuestra

sociedad y perjudica a nuestra hermana y madre Tierra. No obstante, se enciende una luz de

esperanza, pues cada día son más las personas que toman conciencia de esta situación.

De la vida de Francisco:6

El profundo amor de Francisco a Dios y a toda su creación está vigorosamente expresa-

do en el Cántico de las Criaturas. Dice Celano: “En una obra cualquiera canta al Artífice de

todas; cuanto descubre en las criaturas, lo refiere al Creador. Se goza en todas las obras de las

manos del Señor, y a través de tantos espectáculos de encanto intuye la razón y la causa que

les da vida. En las hermosas reconoce al Hermosísimo; cuánto hay de bueno le grita: „El que

nos ha hecho es el mejor” (2C 165). Buenaventura añade:”...Sirviéndose de todos los seres

como de una escala para subir hasta Aquel que es todo deseable” (LM 9,1) Francisco no

permitía a sus frailes cortar totalmente los árboles; pedía a los jardineros que dejaran un borde

de hierbas alrededor de los jardines; decía que, en invierno, se debía dejar a la intemperie una

provisión de miel y vino para las abejas; y llamaba “hermanos” a todos los animales. “Porque

la bondad fontal, que será todo en todas las cosas, lo era ya a toda luz en este Santo (2C 165).

En una ocasión, un pájaro se posó para descansar sobre las manos de Francisco (cf. 2C 167),

un halcón le anunciaba la hora de la oración (cf. 2C 71), un faisán hizo amistad con él (cf. 2C

199), y una cigarra cantaba sus alabanzas al Creador (cf. 2C 71). En Navidad, quería que se

diera a los bueyes y asnos una ración extraordinaria de grano y heno, y que se esparciera gra-

no por los caminos para alimentar a los pájaros, especialmente a las alondras (cf. 2C 199).

Los compañeros de Francisco decían “hemos podido apreciar cómo hallaba en casi todas las

criaturas un motivo de alegría íntima, que se manifestaba exteriormente; cómo las acariciaba

y las contemplaba amorosamente como si su espíritu estuviera no en la tierra, sino en el cielo”

(LP 88).

5 Cuarto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático

http://es.wikipedia.org/wiki/Cuarto_Informe_de_Evaluaci%C3%B3n_del_IPCC#Calentamiento_del_planeta

(accesible enero 2011). 6 Subsidio franciscano de JPIC 1999, pág. 68.

http://www.ofm.org/01docum/jpic/suss99SP.pdf (accesible enero 2011).

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““MMUUJJEERR,, LLAA PPAAZZ YY LLAA VVIIDDAA DDEE LLAA MMUUJJEERR AAMMEENNAAZZAADDAA””

“Dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra…

Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra

los creó»” (Gn 2, 26-27). El ser humano creado por Dios tiene una particularidad absoluta en

medio de toda la Creación; Dios traza sobre el varón y la mujer una identidad que los consti-

tuye en igual dignidad para llevar a cabo el mandato divino.

Esta experiencia de una armonía fundante que sale de las manos de Dios, contrasta con

las enormes dificultades y desafíos que impone nuestra forma de gobernar el mundo. Si con-

templamos la realidad de nuestros pueblos, a pesar de la creciente importancia e incorpora-

ción de la mujer en diversos ámbitos, urge tomar conciencia de la situación precaria que

afecta la dignidad de muchas mujeres. Algunas, desde niñas y adolescentes, son sometidas a

múltiples formas de violencia dentro y fuera de casa: tráfico, violación, servidumbre y acoso

sexual; desigualdades en la esfera del trabajo, de la política y de la economía; explotación

publicitaria por parte de muchos medios de comunicación social, que las tratan como objeto

de lucro” (DAP 48).

Desde la realidad franciscana el propio Fran-

cisco, con mucha osadía y fuerza, contradijo la

percepción de la sociedad medieval sobre el rol de

la mujer. Para Francisco la realidad integrada del

ser humano debe conjugar lo masculino y lo feme-

nino, por eso describe su propia comunidad de

hermanos como el de una mujer que tenía varios

hijos de un rey y los envió a que reclamaran sus

derechos hereditarios (LM 3, 10). No podemos

olvidar, tampoco, el rol significativo de su madre y

su amiga Jacoba.

Sin embargo, la experiencia franciscana del

seguimiento de Cristo tiene como centro femenino

a Clara de Asís. Francisco pensaba que Clara tenía

la misma vocación y la misma entrega que él; por

esto, ordenó que fuera tratada con toda igualdad

tanto ella como sus hermanas, y se preocupaba por ellas como se preocupaba por la fraterni-

dad. La misma Clara era consciente del enorme poder de aquella relación mutua e igualitaria

que prometió guardarla con cuidado en el corazón de su propia Regla (RCl 6).

Desde la perspectiva del tiempo y de la historia, Francisco y Clara comprenden y renue-

van en el seno de la Iglesia la voluntad de Dios Creador al relacionarse con diversidad y com-

plementariedad en sus roles de hombre y mujer. La vida franciscana asume un presupuesto

vital: la igualdad en dignidad del hombre y la mujer, y el respeto en la diversidad del género.

El texto del Génesis nos permite intuir una verdad que parece decidir de modo esencial la

cuestión de la dignidad de la mujer y, a continuación, la de su vocación: la dignidad de la mu-

jer es medida en razón del amor, que es esencialmente orden de justicia y caridad; así se con-

firma la verdad sobre la persona y sobre el amor. Sobre la verdad de la persona se debe recu-

rrir una vez más al Concilio Vaticano II: “El hombre, única criatura terrestre a la que Dios

ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera

de sí mismo a los demás” (GS 24).

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““OORRAARR PPOORR LLAA PPAAZZ EESS DDEEFFEENNDDEERR LLAA

VVIIDDAA PPOORR NNAACCEERR YY PPRROOTTEEGGEERR LLAA IINNFFAANNCCIIAA””

La Creación de Dios le asigna como deber irrenunciable al hombre el cuidado y la defensa

de la vida: “A cada uno pediré cuentas de la vida de su hermano” (Gn 9,5); de esta forma, Dios al

crear al hombre a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 26) demuestra una veneración y amor por la

vida del hombre y de todo hombre. Juan Pablo II refería que la vida del hombre al venir de Dios

era un don, por lo cual Dios es el único señor de esta vida, la pedagogía de Dios no ejerce este

poder como voluntad amenazante, sino como cuidado y solicitud amorosa hacia sus criaturas (cf.

Evangelium Vitae n° 39).

Esto San Francisco lo experimenta con una inusitada belleza, por lo que su vida se trans-

forma en una continua experiencia de restitución a quien Todo ha dado (cf. AlD). Desde esta ópti-

ca, la vida humana es plena en la medida que ella se desarrolla y alcanza el proyecto que Dios le

ha reservado. Fedor Dostoievski expresa maravillosamente el sentido profundo de la vida: “que-

remos amar con el corazón y las entrañas. Creo que, sobre todas las cosas, uno tiene que amar la

vida… ¿Más que al sentido de la vida?... Se debe amar la vida sin razonar, sin lógica. Así sola-

mente se puede entender su sentido”7. Y este sentido se lo da Dios, y no el propio hombre.

Las preguntas sobre la existencia y la realidad que nos rodean tienen como camino de solu-

ción al amor. Tal vez Dostoievski piensa en el amor como una respuesta que permite asumir la

vida tal cual, con sus aciertos y desaciertos; por lo tanto, desde esta instalación comprender el

porqué de lo que me acontece. El problema vital surge, cuando hay a quienes se le prohíbe este

goce, y se les impone una forma de vida o simplemente se les niega ese derecho.

La realidad nos refiere innumerables veces las dificultades que imperan en nuestro mundo

debido a estructuras de muerte; el hombre es feliz en la medida que adhiere a lo establecido, de lo

contrario se le excluye. No olvidemos, que el discurso de igualdad entre los hombre choca inevi-

tablemente con la práctica de políticas que instalan la desigualdad entre los hombres desde su

niñez, y esto es aún más trágico cuando estas, a priori, establecen que vida es factible o no. Nos

vemos enfrentados a un pecado humano, pero también un pecado social muy institucionalizado.

Desde los valores proclamados por Jesús (cf. Mt 5, 1-11) resulta evidente y comprensible

que los privilegiados del Reino sean los niños, pues ellos no están aferrados a nada y conservan la

capacidad de asombro ante lo nuevo y bello. Hoy el deber de custodiar la vida de mi hermano, nos

exige hacernos cargo de los innumerables problemas que aquejan a nuestros niños; no solo debe-

mos pensar en cómo mejorar la calidad de sus vidas, sino que también como posibilitar la vida de

tantos que no acceden a ella. Es tiempo de recordar el mandato que hemos recibido de Dios (cf.

Gn 9,5), y defender a los más débiles de todo aquello que nos aleja de Dios y que no permiten que

la vida sea un encuentro entre los hombre, todos iguales y todos con la experiencia del gozo per-

fecto (cf. 1 Jn 4, 12). El desafío para la vida franciscana es promover la evangelización de las

culturas, en virtud de la cual se desarrollan en todos los sectores de la vida los valores verdadera-

mente humanos y se extirpan los abusos nocivos a la dignidad humana” (cf. CCGG., art. 94). Hoy

debemos posibilitar que el hombre se encuentre con Dios, y escuche su Palabra para que pueda

entrar en la profunda contemplación del misterio de su existir y de la acción salvadora de Dios; es

en esta experiencia donde se hace más patente el sentido de su propio ser y esto le permitirá vivir

la vida como un punto de encuentro, donde lo vital es celebrar el don recibido. Y en una verdadera

celebración no hay espacio para la exclusión, pues la vida brota y brota en abundancia.

7 DOSTOIEVSKI Fedor, “Los Hermanos Karamazov”, Ed. Longseller, Buenos Aires 2005, pp. 321-322.

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““RREECCOONNOOCCIIMMIIEENNTTOO DDEE LLAA DDIIVVEERRSSIIDDAADD

DDEE LLOOSS PPUUEEBBLLOOSS OORRIIGGIINNAARRIIOOSS””

Es mayoritario el deseo que el desarrollo de nuestras naciones sea más igualitario, que la

brecha entre ricos y pobres aminore, e incluso que el crecimiento social y cultural vaya a la par

con la integración de lo creado, pues se busca construir una sociedad que crezca no sólo económi-

camente, sino también de manera espiritual y ética, donde nuestros pueblos originarios también

tienen su lugar, pues se han ido conquistando en nuestra sociedad, con bastante esfuerzo, espacios

de encuentro y valoración.

Sin embargo, debemos ser consientes que nuestra cultura postmoderna tiende a perder la

conexión con la sabiduría mítica y trascendental de las tradiciones arcaicas, acrecentando la bre-

cha entre tradiciones indígenas y las de occidente. También debemos considerar que el descuido

por la Creación, tan común en nuestra sociedad, constituye un peligro para nuestros pueblos an-

cestrales, lo que pone una cuota de dramatismo a esta problemática, pues si consideramos que

para los Cristianos, no sólo la custodia de lo creado constituye un imperativo, sino es necesaria su

transformación en pos del bienestar y como fuente de vida para todos, desatender su custodia

constituye un verdadero atentado a la vida y desavenencia a los proyectos divinos, pues el no cui-

dado de la naturaleza genera también vulnerabilidad de aquellos que dependen de los recursos

naturales para su supervivencia8, cual es el caso de la mayoría de los pueblos indígenas.

Por ello la existencia misma de los pueblos Originarios, su cultural y modos de vida están

amenazados, pues la falta de conocimiento de su tradición espiritual que configura su religiosidad

y el exilio de sus lugares originales, de sus territorios, menoscaba sus vidas. Así, podemos decir

que la situación de precariedad en la que vive el mundo indígena no sólo es el reflejo de la situa-

ción política y económica, sino también de la espiritual9. Las condiciones de vida deplorables en

que se encuentran la mayoría de los indígenas no sólo obedecen a cuestiones político económicos,

sino en un horizonte mucho más amplio, al aspecto anímico moral de nuestra sociedad.

Es por esto que como seguidores de San Francisco de Asís, debemos ver la problemática

indígena no sólo en sus causas más superficiales, sino dejarnos iluminar por el Santo Espíritu y

adentrarnos a sus causas y consecuencias más profundas. Así, es justo señalar que el lamento de

los pueblos originarios en general, es el clamor de los pobres de nuestro Continente, los deshere-

dados de los sistemas económicos, y es un gemido que puede y debe acoger la sociedad entera y

especialmente nosotros los Cristianos, en vistas de una interculturalidad verdadera y una reivindi-

cación justa.

Tal como hizo Francisco en su tiempo, debemos hacer un esfuerzo por ser contemplativos-

en-misión, para ahondar en la contemplación de la creación y de los hermanos, pues en ellos está

la huella de Dios; ahí la encuentra el indígena; allí la encuentra el cristiano.

Se trata, por tanto, de un acercamiento respetuoso hacia el otro-diferente, con actitud de

humildad necesaria para escucharnos, donde aceptemos que hay cosas que no entenderemos sino

hasta su tiempo justo, y por ello, tal vez, lo más adecuado sea una disposición de espera y acogida,

encarnando los misterios de la fe por medio del encuentro y del diálogo que comienza por un re-

conocimiento de que somos países interculturales, una Gracia que Dios nos concede y que debe-

mos valorar. Un acercamiento hacia el otro-hermano, que como tal merece respeto y cariño, con

los cuales compartimos penas y alegrías, y caminamos juntos construyendo el Reino de Dios, tal

como nos lo enseñó nuestro hermano san Francisco de Asís.

8 Cf. Aparecida. Documento Conclusivo. CELAM. Bogotá. Julio de 2007. Números 83-87.

9 Gloria Liempi Marifilo, “Ralco, símbolo de defensa de la tierra”, Pastoral Popular, Nº 262, 1998, pp. 9-11.

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““EELL DDIIAALLOOGGOO CCOONNDDUUCCEE AA LLAA PPAAZZ EENNTTRREE LLOOSS PPUUEEBBLLOOSS””

Fue en la Navidad de 1978. El gobierno de facto encabezado por el general Jorge Rafa-

el Videla desconoció el fallo de la corona británica favorable a Chile en la disputa sobre el

canal Beagle y los dos países se aprestaban a dirimir la cuestión por las armas. En el mo-

mento de máxima tensión militar, cuando ya se habían movilizado tropas hacia la frontera,

Juan Pablo II tuvo el gesto histórico de ofrecer una misión de paz entre los dos países, para

buscar juntos las posibilidades de una honorable solución pacífica del problema.

Nuestras sociedades constantemente se ven

asechadas por guerras y conflictos. Situaciones que

amenazan la paz al interior de una nación como entre

las naciones. Sin ir muy lejos, pareciera que el mun-

do no resiste a vivir en paz y que constantemente se

“necesitan” de guerras que solapadamente alimentan

un auspicio de negocio: las armas. Asimismo, no

dejan de surgir verdaderos héroes de la paz que cada

época han aportado al establecimiento de tan anhela-

do estado. Recordemos a nuestro querido San Fran-

cisco de Asís, Martin Luther King, Madre Teresa de

Calcuta, Nelson Mandela, entre otros.

No es casual que identifiquemos el saludo de paz y bien con la espiritualidad francisca-

na. Francisco de Asís es conocido como el Hermano de la paz, así lo narra su biógrafo Tomás

de Celano: “Un día, cuando asistía a la misa en la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles,

en la Porciúncula, oyó leer el pasaje del Evangelio en el que el Maestro envía a sus discípu-

los en misión: “no cojáis oro ni plata... en la casa donde entréis decid „Paz a esta casa‟...

Esto ilumina el corazón de Francisco. Ha descubierto su vocación, su misión”10

Como

los discípulos, se ve enviado a anunciar la gran paz mesiánica. Irá hacia los hombres, “sin oro

ni plata ni monedas”, sin ningún signo de poder o de riqueza, con la única misión de anunciar

la paz. “Para saludar, –escribe en su Testamento–, el Señor me ha revelado que debemos de-

cir: que el Señor os dé su paz”. Se presentará, no como un conquistador, sino como un amigo,

un hombre de paz. Y dondequiera que vaya, se empeñará en “convertir cualquier hostilidad en

tensión fraterna en el interior de la unidad de la creación”. Será un constructor de paz, un

creador de comunión entre los seres, comulgando él mismo con todos, “con gran humildad”11

10

1C 22. 11

Oficina General de JPIC-OFM, Franciscanos por la Justicia, la paz y la ecología, Editorial Franciscana

Arantzazu, Oñati, 1999, pág. 26.

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““EELL FFRRUUTTOO DDEE LLAA JJUUSSTTIICCIIAA SSEERRÁÁ LLAA PPAAZZ:: OOPPCCIIÓÓNN PPRREEFFEERREENNCCIIAALL PPOORR LLOOSS PPOOBBRREESS””

Las bienaventuranzas constituyen el núcleo de la acción mesiánica de Jesús, siendo un mensaje que alien-

ta en la esperanza al creyente; conforme al relato lucano, las bienaventuranzas se vuelven malaventuranzas (Lc 6,

24-25) para aquellos que pretenden dominar a los demás manteniendo sus propios privilegios. Así, el anuncio de

Dios Padre se vuelve gran denuncia para aquellos que prefieren apoyarse en sus dioses idolátricos. Estas mala-

venturanzas surgen de la entraña del evangelio: no se puede llamar bienaventurados a los pobres de Dios, si al

mismo tiempo no se dice que las riquezas pueden volverse antidivinas. La misma gracia de Dios exige que los

potentados y ricos del mundo se transformen.

Desde este horizonte profético, el verdadero discípulo de Cristo ve en las Bienaventuranzas el sustento

fundamental de la vida cristiana. Las bienaventuranzas se hacen más concretas y reales cuanto más se entregan

los discípulos a su misión y se proclaman en la vida, en el sufrimiento y en la misteriosa alegría del discípulo que

sigue al Señor. El discípulo está unido al misterio de Cristo y su vida está inmersa en la comunión con Él. Las

bienaventuranzas son la transposición de la cruz y la resurrección a la existencia del discípulo. Pero son válidas

para los discípulos porque primero se han hecho realidad en Cristo como prototipo.

Las palabras de Jesús en la montaña, no solo recogen y perfeccionan las promesas que Dios ha proclama-

do, sino que además nos posicionan en la misma promesa que es el Reino, al cual accedemos a través de la parti-

cipación divina, la vida eterna, la filiación y el descanso en Dios (Catecismo de la Iglesia Católica, 1725). En

este sentido, las bienaventuranzas, como camino de plenitud de la vida humana, nos coloca ante opciones mora-

les decisivas. Nos invita a purificar nuestro corazón de sus malvados instintos y a buscar el amor de Dios por

encima de todo. Nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria huma-

na o el poder, ni en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni en nin-

guna criatura, sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de todo amor.

Cabe recordar en este horizonte hermenéutico a San Francisco cuando escribe: “Bienaventurado el Siervo

que no guarda nada y nada reivindica para sí mismo, sino que devuelve al César las cosas que son del César, y

devuelve a Dios las que son de Dios” (Adm 11). Desde este presupuesto, la experiencia franciscana consiste en

no retener nada, y tener la virtud de saber qué es lo que le pertenece a Dios y retribuírselo.

Delimitando el discurso del monte nos encontramos con “Bienaventurados los que trabajan por la paz,

porque ellos serán llamados hijos de Dios”. El cristiano verdadero es hijo de Dios en la medida que prolonga en

el mundo la misión pacificadora de su Unigénito, el buen Jesús, constituido él mismo “nuestra paz” (Ef 2, 14); en

este aspecto, el Concilio Vaticano II nos recuerda: “La paz sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es ima-

gen y efecto de la paz de Cristo, que procede de Dios Padre. En efecto, el propio Hijo encarnado, Príncipe de la

paz, ha reconciliado con Dios a todos los hombres por medio de su cruz” (GS 78).

Para Anselm Grün, en el contexto de la sociedad actual, el tema de la felicidad es de plena actualidad; y

desde esta búsqueda se plantea una problemática que necesita ser enfrentada, pues el hombre de hoy piensa que

la felicidad o una vida exitosa no son objetivos de la espiritualidad cristiana. Al respecto, Grün dice que el propio

Jesús promete a menudo la felicidad a sus oyentes.; trabajar por la paz supone en primer lugar haber conseguido

la paz en el interior; solo cuando he conseguido la paz en mí seré capaz de lograr la paz a mi alrededor. La paz

cristiana, no es una convicción pacífica, sino una acción: “lograr la paz”. Hoy, en un mundo de permanente con-

flicto, esto requiere una actitud creativa para franquear los cauces abiertos entre los hombres y crear nuevos

puentes de comunicación. Crear estos cauces de comunicación y comprensión, es justamente, restaurar el equili-

brio querido por Dios; es acercar a los que tienen mucho con los que carecen de todos; es acercar al hombre con

el hombre para reconocerse portadores de un misma dignidad.

La llamada a la felicidad, núcleo de las Bienaventuranzas, pertenece a la raíz del Evangelio. El amor y

gozo de Dios no está al final, sino al principio. No es amor de un Dios – Juez que sanciona, conforme a lo que

hicimos, sino amor de Padre que se goza en crearnos y acogernos como somos12

; la felicidad no es consecuencia,

sino que surge allí donde acogemos la voz de Dios como explosión de vida, invitación del Evangelio. En clave

cristológica, la felicidad es más poderosa que la muerte, por eso el creyente puede ser feliz en medio de la perse-

cución del mundo, porque lleva dentro de sí el don de Dios, el gozo de su reino.

12

PIKAZA. Xavier, “Para descubrir el camino del Padre…”, Ed. Verbo Divino, Navarra 1999, p. 160.

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““LLAA PPAAZZ YY LLAA AACCOOGGIIDDAA DDEELL OOTTRROO:: EELL MMIIGGRRAANNTTEE””

Migrante, es aquel que emigra de su país. Generalmente, con el deseo de buscar mejores

opciones de trabajo, que las que le ofrece su propia nación. Bajo este criterio, pareciera ser,

que no hay mayor inconveniente sobre este deseo legítimo que tienen estas personas, por al-

canzar mejores bienes, en otros pueblos de América latina. Bien es sabido, que este anhelo, se

ve truncado, por las situaciones de precariedad con las que deben vivir los migrantes, es decir,

malas condiciones laborales (abusos laborales por parte de los empleadores y extensas jorna-

das de trabajo) y en muchos otros casos, estados habitacionales deficientes y poco dignos para

cualquier familia. Todo esto, en cierto sentido, puede ser llevado por el migrante, que ha deci-

dido dejar su patria, pero hay una palabra que destruye y lo pone por inferior ante los demás

hombres, ésta es: DISCRIMINACIÓN.

La discriminación, destruye al hombre, lo po-

siciona en el último lugar de la sociedad humana.

Desvaloriza y hace que éste pierda su condición de

persona. Debemos, sin lugar a dudas, al igual que

Jesús, en la parábola del Buen Samaritano, ser noso-

tros los que demos acogida al que está caído, en tie-

rra extranjera y medio muerto por el camino. Es de-

ber nuestro, como lo recuerda la V Conferencia ge-

neral del Episcopado latinoamericano y del Caribe,

en su número 414, de vivir la denuncia profética de

los diversos atropellos que viven los migrantes en

América latina. Esto supone necesariamente un

compromiso radical con el migrante, un compromiso

que no solo esté de palabra sino aún más importante,

con la práctica y las obras.

La ciudad medieval, como es el caso de Asís, se caracterizaba por estar rodeada y aco-

razada de murallas fuertes y altas, que permitían a sus habitantes sentirse seguros de todo ata-

que que pudieran propiciar los enemigos que tuviera esta ciudad. No solo de los enemigos

protegía esta muralla, sino también de los leprosos y pobres, ya que éstos vivían fuera de las

murallas, excluidos de la vida “normal y digna” de un hombre medieval. Francisco, deja la

seguridad de las murallas y va al encuentro de los pobres, para estar entre ellos. Deja de lado

los prejuicios de la época y vence sus propios miedos, para salir al encuentro del que necesita

una palabra de aliento, una palabra de cariño, una palabra de acogida, una palabra en donde el

hombre discriminado por la sociedad medieval, vuelva a sentir su condición de hombre, de

persona. 800 años después, el desafío es el mismo. Es cierto, no vivimos en ciudades amura-

lladas, pero lamentablemente ya no son éstas las que nos impiden ir al que nos necesita, sino

más bien, son las propias murallas que le hemos puesto a nuestro corazón, las que nos impi-

den ir, al que nos necesita, al que está caído, en tierra extranjera y medio muerto por el cami-

no. Y tú, hermano, ¿por qué pones murallas al que toca la puerta de tu corazón o al que clama

por ser escuchado?

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CCEELLEEBBRRAACCIIÓÓNN PPOORR LLAA PPAAZZ EENN EELL EESSPPÍÍRRIITTUU DDEE AASSÍÍSS ANIMADOR

El hermano Francisco enseñó a todos los hermanos a que “cuando van por el mundo, no litiguen ni contiendan de palabra ni juzguen a otros; sino sean apacibles, pacíficos y mesurados, mansos y humildes, hablando a todos decorosamente como conviene” (RB 3).

Siguiendo esta enseñanza, el Papa Juan Pablo II escogió el 27 de octubre de 1986 la ciudad de Asís para reunirse con los líderes de las grandes Religiones de la tierra, y ayunar y orar por la paz. Asís se convirtió en referencia obligada para cual-quier iniciativa de Paz.

Desde entonces, la Familia franciscana celebra el 27 de octubre de cada año la “Jornada por la Paz en el espíritu de Asís”. Los seguidores de Francisco no pueden permanecer indiferentes ante tanta violencia, ni asistir pasivos a tantas iniciativas pacificadoras que por doquier están surgiendo. De esta manera queremos sumarnos a la oración y al ayuno por la Paz.

Les invito, hermanos, a acoger el Espíritu de Dios en nuestros corazones can-tando juntos mientras recibimos a nuestros hermanos pastores, sacerdotes y religio-sas que presidirán esta celebración.

CANTO DE ENTRADA

(Mientras los pastores y ministros entran procesionalmente). SALUDO PRESIDENTE

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. La paz de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el Señor esté con todos ustedes. R. Y con tu espíritu.

ANIMADOR

Oremos con san Francisco. PRESIDENTE

Santo, Santo, Santo Señor Dios Omnipotente, el que es, y el que era y el que ha de venir.

R. Alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

(Esta antífona se puede reemplazar por alguna antífona cantada). PRESIDENTE

Digno es el Señor Dios nuestro de recibir la alabanza, la gloria, el honor y to-da bendición.

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R. Alabémosle y ensalcémosle por los siglos. PRESIDENTE

Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poderío, y la divini-dad, y la sabiduría, y la fuerza, y el honor, y la gloria, y la bendición.

R. Alabémosle y ensalcémosle por los siglos.

LECTURAS BIBLICAS ANIMADOR

Nuestro egoísmo, pecado e intolerancia ha dividido los corazones y también

los pueblos. Cristo es el único que puede derribar todos los muros que nos separan. Él es nuestra paz. Escuchemos con atención este mensaje que nos dirige Pablo a cada uno de nosotros. Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso (2,12-22)

Hermanos: Entonces ustedes no tenían a Cristo y estaban excluidos de la co-munidad de Israel, ajenos a las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo.

Porque Cristo es nuestra paz: él ha unido a los dos pueblos en uno solo, de-rribando el muro de enemistad que los separaba, y aboliendo en su propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones. Así creó con los dos pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su per-sona. Y él vino a proclamar la Buena Noticia de la paz, paz para ustedes, que esta-ban lejos, paz también para aquellos que estaban cerca. Porque por medio de Cris-to, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu.

Por lo tanto, ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo.

En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.

Palabra de Dios.

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SALMO RESPONSORIAL ANIMADOR

Proclama el salmo N.N. Nosotros repetimos la antífona. R. Dios anuncia la paz a su pueblo. (La antífona se puede cantar o usar otra semejante)

Voy a escuchar lo que dice el Señor:

“Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos”.

La salvación está ya cerca de sus fieles

y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

La misericordia y la fidelidad se encuentran se encuentran,

la justicia y la paz se besan;

la fidelidad brota de la tierra,

y la justicia mira desde el cielo. R.

El Señor nos dará la lluvia,

y nuestra tierra dará su fruto.

La justicia marchará ante él,

la salvación seguirá sus pasos. R.

ANIMADOR

Jesús en su discurso de despedida en el Cenáculo, nos deja como rico legado

el don del Espíritu Santo y el don de la paz verdadera, signos de la autenticidad del cristiano. Acojamos gozosos, con el corazón abierto, el don de Jesús.

Proclama el santo Evangelio N.N. Proclamación del santo Evangelio según san Juan (14,23-27)

Jesús a sus discípulos: El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.

Les dejo la paz, le doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN (Luego de la reflexión sigue un breve canto). PRECES (Cada Iglesia o comunidad cristiana presente hace una intención) PRESIDENTE

Elevemos nuestra voz al Señor, invocando el don de la paz de la plenitud, de

toda justicia y de todo bien; oremos diciendo: R. Escúchanos Señor. (Si es posible, se canta)

Por el mundo entero: para que todo hombre sea constructor de paz. Oremos al Señor.

R. Escúchanos Señor. Por los países en guerra: para que cesen las hostilidades y se ahorren vidas huma-nas. Oremos al Señor.

R. Escúchanos Señor. Por las superpotencias: para que cesen de incrementar sus arsenales de guerra. Oremos al Señor.

R. Escúchanos Señor. Por los perseguidos, los prisioneros, los torturados por su fe religiosa o política: para que encuentren la fuerza de expresar y vivir cuanto creen. Oremos al Señor.

R. Escúchanos Señor. Por cada hombre que se vende a la violencia, al terrorismo, al racismo, por quien cede a las divisiones, a los separatismos: para que cambie y aprenda a vivir con los demás y para los demás. Oremos al Señor.

R. Escúchanos Señor. Por toda situación de conflicto, de división en la Iglesia, en la Jerarquía, en las rela-ciones con la autoridad social y política: para que prevalezcan la justicia y la frater-nidad. Oremos al Señor.

R. Escúchanos Señor. Por todas las comunidades cristianas, congregaciones, asambleas, parroquias, los movimientos eclesiales: para que sean constructores apasionados de la unidad de la Iglesia de Cristo, superando cerrazones, reivindicaciones y envidias, y caminen ani-mados por la caridad de Cristo. Oremos al Señor.

R. Escúchanos Señor.

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Por todas las familias y parejas del mundo: para que vivan la vocación a la unidad en el amor y la fidelidad recíproca. Oremos al Señor.

R. Escúchanos Señor. Por todos nosotros: para que, como Francisco, sepamos anunciar a todo hombre con la palabra y con la vida “el Señor te dé la paz”, aquella paz que sólo Dios puede conceder a los hombres. Oremos al Señor.

R. Escúchanos Señor. PRESIDENTE

Ya que deseamos que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres, pidamos al

Padre que a todos llegue el Reino de su Hijo: Padre nuestro…

Dios Padre, de misericordia, danos el espíritu del amor, el espíritu de tu Hijo. Danos ojos para ver las necesidades y los sufrimientos de los hermanos; infunde en nosotros la luz de tu palabra para confortar a los fatigados y oprimidos; haz que nos comprometamos lealmente al servicio de los pobres y de los que sufren. Que tu Iglesia sea testimonio vivo de verdad, de justicia y de paz, para que todos los hom-bres se abran a la esperanza de un mundo nuevo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. ANIMADOR

Todos expresamos nuestro compromiso por la paz dándonos el abrazo de la paz. CANTO POR LA PAZ

Como un signo de este encuentro, los hermanos franciscanos comparten con

alegría un Olivo, como signo de esperanza, reconciliación y de vida a cada uno de los Ministros presentes en nuestro Encuentro. DESPEDIDA PRESIDENTE

“Vivan, pues, según Cristo Jesús, el Señor, tal como lo han recibido; enraiza-

dos en él, apoyados en la fe, como se les enseñó, rebosando agradecimiento. Miren que nadie los esclavice mediante la vana falacia de una filosofía, fundados en tradi-ciones humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo”. ANIMADOR

A continuación los Ministros presentes, con las manos extendidas, nos bendi-cen, les invito a ponerse de pie y a cada invocación responder “Amén”.

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PRESIDENTE y MINISTROS PRESENTES El Señor les bendiga y les guarde.

R. Amén. Haga brillar su rostro sobre ustedes y les conceda su favor.

R. Amén. Vuelva su mirada a ustedes y les conceda la paz.

R. Amén. ANIMADOR

Nos despedimos con la alegría de haber compartido un espacio de tiempo en la Oración por la Paz, cantando.