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1 Laudato si’ Encíclica del papa Francisco Una carta para ti La sonrisa de los niños Guión eucarístico Orar con el obispo del Sagrario abandonado Compartimos la fe en familia

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Laudato si’Encíclica del papa Francisco

Una carta para tiLa sonrisade los niños

Guión eucarísticoOrar con el obispo del Sagrario abandonado

Compartimos la fe

en familia

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Editorial: En busca del que nunca se esconde

La Eucaristía, antídoto frente a la indiferencia

Palabras del papa Francisco con motivo del Corpus Christi

Laudato si’, nueva encíclica del papa Francisco

Partícula para eucaristizarnos

I Centenario de la UNER en Tenerife

Fin de curso de la FER de Jaén

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Cordialmente, una carta para ti

Con mirada eucarística

Cartelera recomendada

Breves. Agenda

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

16 Resonancias en nuestra Iglesia de hoyMons. Salvador Piñeiro

8 Corpus ChristiHomilía y Ángelusdel papa Francisco

13UNER en TenerifeCelebración del

I Centenario de la ObraRevista y Editorialfundadas por el Beato

Manuel González Garcíaen 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno.: 915 420 887E-mail: [email protected]

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EDITORIAL

En busca del que nunca se esconde

La gran mayoría de los lectores de El Grani-to de Arena residen en el Hemisferio nor-te y, por lo tanto, se encuentran en los días

más cálidos del año. Junto con las temperatu-ras más altas, es común que se den tiempos de descanso más prolongados, viajes y vacacio-nes. El ser humano necesita estos momentos para reponer las fuerzas necesarias para el dia-rio vivir.

La Iglesia reconoce esta realidad de sus hi-jos y valora positivamente esta necesidad del descanso. Las conferencias episcopales de al-gunos países, como es el caso de la CEE, inclu-so tienen un departamento dedicado a la «Pas-toral de la Carretera». Objeto primordial de es-ta delegación es animar a vivir con alegría y responsabilidad los desplazamientos que se realizan en los días estivales.

Hace muy pocos días el papa Francisco fir-maba Laudato si’, su segunda encíclica, un do-cumento que tuvo abundante eco mediático, ya que está dedicada al tema ecológico y a la ne-cesidad de ser responsables custodios de la na-turaleza. La casa de todos es el regalo que Dios hizo a la Humanidad de todos los tiempos.

El número 237 de Laudato si’ está dedicado al tema del descanso, a la necesidad que todos los seres humanos tenemos de él y a la forma en que debemos vivirlo para que sea fecundo y nos plenifique como personas. Afirma el pa-pa que «la espiritualidad cristiana incorpora el valor del descanso y de la fiesta».

De esta manera el santo padre muestra que estos elementos, que se hacen realidad de mo-do especial en la vivencia del domingo cristia-no, son valiosos en sí mismos y no deberían in-terpretarse como simples momentos de disten-sión y olvido del mundo.

Corremos el riesgo, sobre todo en estos tiem-pos en los que la eficacia pugna por ser la ob-sesiva medida de nuestras acciones, de olvidar-nos de la importancia del descanso verdadero, del descanso cristiano, de ese descanso que Je-sús invitó a vivir a sus discípulos (cf. Mc 6,31).Es importante saber descansar porque, como afirma el papa, es fácil caer en el activismo va-cío y en el desenfreno voraz que solo busca el beneficio personal.

¿Qué implica descansar? ¿Cómo podemos aprovechar estos tiempos que periódicamen-te se nos dan para tal fin? Sobre todo, dejan-do tiempos para que crezca en nosotros la «di-mensión receptiva y gratuita», aquella que nos permite sabernos amados incondicionalmen-te por Dios y confiarnos serenamente en su providencia.

La contemplación de la creación se presen-ta como un ámbito privilegiado para abrir los ojos, la mente y el corazón ante las maravillas que Dios nos regala a cada instante. No se tra-ta, sin embargo, de luchar denodadamente –sea con nuestra mente, sea con nuestra voluntad– por descubrir las huellas del Omnipotente es-condido en sus criaturas sino de cambiar nues-tra mirada para descubrir que más que escon-derse, Dios se revela, se muestra en cada una de sus criaturas. La dimensión contemplativa de nuestro corazón es la que encuentra mara-villada la presencia del Creador a cada paso que damos.

La Eucaristía es, en este sentido, ejemplo y alimento para profundizar en la contempla-ción. En el Pan consagrado Dios quiere llegar a nuestra intimidad no desde arriba sino desde dentro. Maravillarnos en esta realidad es el me-jor camino para el verdadero descanso. «

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A nte esta dolorosa realidad, los obispos de la Comisión Epis-copal de Pastoral Social os in-

vitamos a contemplar, celebrar y ado-rar a Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía como el medio más efi-caz para vencer y superar la indife-rencia. La Eucaristía tiene el poder de transformar el corazón de los cre-yentes, haciendo así posible el paso de la globalización de la indiferencia a la globalización de la caridad, im-

pulsándonos a la vivencia de la co-munión fraterna y del servicio a nues-tros semejantes.

1. La Eucaristía, sacramento de comunión con Dios y los hermanos: «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1Cor 12,26)El apóstol Pablo les decía a los cris-tianos de Corinto que la recepción del Cuerpo y la Sangre de Cristo tie-

ne el poder de establecer una comu-nión tan fuerte entre quienes creen en Él que aleja del corazón humano la indiferencia y la división: «El cá-liz de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cris-to? Y el pan que partimos, ¿no es co-munión del cuerpo de Cristo? Por-que el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan» (1Cor 10,16-17).

Esta comunión eucarística, que nos transforma en Cristo y nos per-mite crecer como miembros de su cuerpo, nos libera también de nues-tros egoísmos y de la búsqueda de los propios intereses. Al entrar en co-munión con los sentimientos de Cris-to, muerto y resucitado por nuestra salvación, se nos abre la mente y se ensancha el corazón para que que-pan en él todos los hermanos, espe-cialmente los necesitados y margi-nados. «Quien reconoce a Jesús en la Hostia santa, lo reconoce en el her-mano que sufre, que tiene hambre y sed, que es extranjero, que está des-nudo, enfermo o en la cárcel; y está atento a cada persona, se compro-mete, de forma concreta, en favor de todos aquellos que padecen necesi-dad» (Benedicto XVI, Homilía en la Basílica de San Juan de Letrán, 23/6/2011).

«Nuestra participación en el Cuer-po y la Sangre de Cristo solo tiende a convertirnos en aquello que reci-bimos» (San León Magno, Sermón 12, De Passione 3, 7: PL 54): cuerpo de Cristo entregado y sangre derra-

Mensaje del Corpus Christi de los obispos españoles

El papa Francisco ha denunciado con frecuencia la indiferencia como uno de los grandes males de nuestro tiempo. El olvido de Dios y de los hermanos está alcanzando dimensiones tan hondas en la convivencia social que podemos hablar de una «globalización de la indiferencia». (Mensaje para la Cuaresma 2015).

La Eucaristía, antídoto frente a la indiferencia

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mada para la vida del mundo. Des-de la comunión con Cristo llegamos a ser siervos de Dios y de los hom-bres. De este modo, la Eucaristía constituye, en palabras de Benedic-to XVI, «una especie de antídoto» (Ángelus, 26/6/2011) frente al indi-vidualismo y la indiferencia, y nos impulsa a lavar los pies a los herma-nos (cf. Jn 13,8).

2. La Eucaristía, sacramento que nos compromete con los hermanos: «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9)De la Eucaristía derivan el sentido profundo de nuestro servicio y la res-ponsabilidad en la construcción de una Iglesia fraterna y esperanzada, así como de una sociedad solidaria y jus-ta. Esta sociedad no se construye ni se impone desde fuera, sino a partir del sentido de responsabilidad de los unos hacia los otros. Como miem-bros del Cuerpo de Cristo descubri-mos que el gesto de compartir y la vi-vencia del amor es el camino más ade-cuado para superar la indiferencia y globalizar la solidaridad.

En este mismo sentido, la campa-ña de Cáritas nos plantea este año una pregunta muy directa y concreta: «¿Qué haces con tu hermano?»(cf. Cáritas Española, ¿Qué haces con tu hermano? Campaña Institucional 2014-2015). A esta pregunta, no podemos respon-der como Caín: «¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9). Hoy y siempre estamos llamados a preguntarnos dónde está el hermano que sufre y necesita nuestra presencia cercana y nuestra ayuda solidaria.

La solidaridad, como nos recuer-da el papa Francisco, es «más que al-gunos actos de generosidad esporá-

dicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad (...), es luchar contra las causas estructurales de la pobre-za, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra, la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales» (Discurso a los participantes en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 28/10/2014; cf. Conferen-cia Episcopal Española, Instrucción Iglesia, servidora de los pobres, 48).

Ante esa multitud de hermanos que sufren, debemos mostrar nues-tra especial cercanía y afecto hacia quienes claman y esperan de noso-tros una mayor solidaridad. No po-demos ser indiferentes:• Ante la muerte violenta de miles de

cristianos, en distintos países de la tierra, por el simple hecho de mos-trar el amor de Dios a sus herma-nos y por confesar a Jesucristo co-mo único salvador de los hombres.

• Ante la situación de tantos cristia-nos y no cristianos que, a pesar de

la corrupción y de las dificultades de la vida diaria, actúan con ho-nestidad, trabajan por la justicia y se esfuerzan por atender a las ne-cesidades más inmediatas de los empobrecidos. Hemos de colabo-rar en la promoción de su desarro-llo integral y en la transformación de las estructuras sociales injustas (cf. EG 188).

• No podemos ser indiferentes ante los millones de hermanos nuestros que siguen sin acceso al trabajo, tie-nen puestos de trabajo que no les permiten vivir con dignidad y se ven abocados a la emigración. Pen-samos de manera especial en los jó-venes, en los parados de larga du-ración, en los mayores de 50 años a los que se les cierra el acceso a un puesto de trabajo y en las mujeres víctimas de discriminación laboral y salarial (cf. Conferencia Episco-pal Española, Instrucción Iglesia, ser-vidora de los pobres, 48).

• Tampoco podemos pasar por alto a los que no tienen vivienda o se ven privados de ella por los desahu-cios. Esta es otra de las muchas he-ridas sociales que acentúa la preca-riedad y la desesperación de miles de personas y familias.

• Nos duele y nos debe seguir dolien-do la pobreza y el hambre en el mun-do, sobre todo cuando la humani-dad dispone de los medios y recur-sos necesarios para acabar con ella, como nos recuerda Cáritas Interna-tionalis en la campaña Una sola fa-milia. Alimentos para todos.

• No queremos acostumbrarnos a las historias de sufrimiento y de muer-te que se repiten en nuestras fron-teras. A las de los miles de hombres y mujeres que huyen de las guerras, del hambre y la pobreza y no ven respetados sus derechos ni encuen-tran en el camino políticas migra-torias que respeten su dignidad y su legítima búsqueda de mejores

condiciones de vida (cf. Cáritas, Se-cretariado de la Comisión Episco-pal de Migraciones, CONFER, Jus-ticia y Paz, Nota de prensa No que-remos acostumbrarnos, 13/2/2015).

• Particular preocupación deben sus-citar entre nosotros los miles de personas que en nuestra propia tie-rra son objeto de trata, así como las que se ven abocadas a situacio-nes de prostitución, en su mayo-ría mujeres, y que constituyen la nueva esclavitud del s. XXI (cf. pa-pa Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1/1/2015).

3. Transformados en Cristo, globalicemos la misericordiaAnte los planteamientos culturales y sociales del momento presente, que generan tanta marginación y sufri-miento, estamos llamados a dejar-nos afectar por la realidad y por la si-tuación social que sufren nuestros hermanos más débiles y necesitados.

Es urgente romper el círculo que nos aísla llevándonos a un individualis-mo que hace difícil el desarrollo del amor y la misericordia en nuestro corazón. Como nos recuerda Jesu-cristo, la salvación y la realización personal y comunitaria pasan por el riesgo de la entrega: «El que quiera ganar su vida la perderá y el que es-té dispuesto a perderla la ganará» (Mc 8,35).

La clave para salir de la indiferen-cia está en entregarse a los demás co-mo lo hace Jesús. Él sigue partiendo su Cuerpo y derramando su Sangre en la Eucaristía para que nadie pase hambre ni tenga sed.

Por eso, mientras veneramos y adoramos solemnemente en nuestros templos, plazas y calles a Jesús Euca-ristía en la fiesta del Corpus Christi, le decimos:Gracias, Señor,por este don admirable,sacramento de tu presencia vivaentre nosotrosy de comunión con Dios y los hermanos.No permitas que nos dejemos vencerpor la indiferencia.Que nadie tenga la tentación de estar contigo,de amarte y de servirte,sin estar con los pobres,amar a los que sufreny servir a los necesitados.Que nuestra contemplación, adoración y participación en el misterio de la Eucaristíanos identifique contigo,nos ayude a superar la indiferenciay a globalizar tu amor y tu misericordia.Comisión Episcopal de Pastoral Social

Conferencia Episcopal Española

Necesitamos descubrir que la Eucaristía es el

medio más eficaz para superar la indiferencia

La salvación y la realización personal y comunitaria pasan por el riesgo de la entrega

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L o hemos escuchado: en la [últi-ma] Cena, Jesús da su Cuerpo y su Sangre a través del pan y del

vino, para dejarnos el memorial de su sacrificio de amor infinito. Y en este viático lleno de gracia, los discípulos tienen todo lo que necesitan para su camino a lo largo de la historia, para hacer extensivo a todos el Reino de Dios. Luz y fuerza será para ellos el don que Jesús hizo de sí al inmolarse voluntariamente en la cruz.

¡Y este Pan de vida ha llegado has-ta nosotros! El asombro de la Iglesia ante esta realidad nunca tiene fin. Se trata de un asombro que alimenta siempre la contemplación, la adora-ción y la memoria. Nos lo demuestra un texto muy hermoso de la liturgia de hoy, el Responsorio de la segunda lectura del Oficio de Lecturas, que di-ce así: «Reconoced en el pan al que estuvo colgado en la cruz; en el cáliz, lo que manó del costado. Tomad, pues, y comed el cuerpo de Cristo; tomad y bebed la sangre de Cristo. Ya estáis hechos, vosotros, miembros de Cris-to. Para que no viváis separados, co-med al que es vínculo de vuestra unión; para que no os estiméis en poco, be-bed vuestro precio».

Hay un peligro, una amenaza: vi-vir separados, estimarnos en poco. ¿Qué significa, hoy, este «vivir sepa-

rados» y «estimarnos en poco»? Vi-vimos separados cuando no somos dóciles a la Palabra del Señor, cuan-do no vivimos la fraternidad entre no-sotros, cuando competimos por ocu-par los primeros puestos –los arribis-tas–, cuando no tenemos el valor de testimoniar la caridad, cuando no so-mos capaces de ofrecer esperanza. Así vivimos separados. La Eucaristía nos permite dejar de vivir separados, por-que es vínculo de comunión, es cum-plimiento de la Alianza, signo vivo del amor de Cristo, que se humilló y abajó para que permaneciéramos uni-dos. Al participar en la eucaristía y al alimentarnos de ella, nos insertamos en un camino que no admite divisio-nes. Cristo presente en medio de no-sotros, bajo el signo del pan y del vi-no, exige que la fuerza del amor su-pere todo desgarramiento, y al mis-mo tiempo que se convierta en co-munión incluso con el más pobre, en apoyo para el débil, en atención fra-ternal dirigida a aquellos a los que les cuesta aguantar el peso de la vida dia-ria y corren el peligro de perder la fe.

Y después, la otra palabra: ¿Qué significa hoy para nosotros «estimar-nos en poco», es decir, diluir nuestra dignidad cristiana? Significa dejarnos contaminar por las idolatrías de nues-tro tiempo: las apariencias, el consu-

mo, el yo en el centro de todo, pero también la competitividad, la arro-gancia como actitud ganadora, el no admitir nunca haberme equivocado o que uno está necesitado. Todo es-to hace que nos estimemos en poco; nos convierte en cristianos medio-cres, tibios, tibios, paganos.

Jesús derramó su sangre como pre-cio y como purificación, para que fué-ramos purificados de todo pecado: para no estimarnos en poco, miré-moslo a él, bebamos en su fuente, pa-ra quedar preservados del riesgo de la corrupción. Y entonces experimen-taremos la gracia de una transforma-ción: seguiremos siendo pobres pe-cadores, pero la Sangre de Cristo nos liberará de nuestros pecados y nos de-volverá nuestra dignidad. Nos libra-rá de la corrupción. Sin mérito nues-tro, con humildad sincera, podremos llevar a los hermanos el amor de nues-tro Señor y Salvador. Seremos sus ojos, que van en busca de Zaqueo y de la Magdalena; seremos su mano, que socorre a los enfermos en el cuer-po y en el espíritu; seremos su cora-zón, que ama a los necesitados de re-conciliación, de misericordia y de comprensión. Así la Eucaristía actua-liza la Alianza que nos santifica, que nos purifica y que nos une en comu-nión admirable con Dios. Así apren-demos que la Eucaristía no es un pre-mio para los buenos, sino la fuerza para los débiles, para los pecadores. Es el perdón, es el viático que nos ayu-da a andar, a caminar.

Hoy, fiesta del Corpus Christi, te-nemos la alegría no solo de celebrar este misterio, sino también de alabar-lo y cantarlo por las calles de nuestra ciudad. Que la procesión que cele-braremos al final de la misa logre ex-presar nuestra gratitud por todo el ca-

mino que Dios nos ha permitido re-correr a través del desierto de nues-tras pobrezas, para hacernos salir de la condición servil, alimentándonos mediante el sacramento de su Cuer-po y de su Sangre.

Dentro de poco, cuando camine-mos por la calle, sintámonos en co-munión con tantos hermanos y her-manas nuestros que no tienen la li-bertad de expresar su fe en el Señor Jesús. Sintámonos unidos a ellos: can-temos con ellos, alabemos con ellos, adoremos con ellos. Y veneremos en nuestro corazón a esos hermanos y hermanas a los que se les ha pedido el sacrificio de su vida por fidelidad a Cristo: que su sangre, unida a la del Señor, sea prenda de paz y de recon-ciliación para el mundo entero. Y no lo olvidemos: «Para que no viváis se-parados, comed al que es vínculo de vuestra unión; para que no os esti-méis en poco, bebed vuestro precio».

ÁngelusQueridos hermanos y hermanas, ¡bue-nos días! Hoy se celebra en muchos países, entre ellos Italia, la solemni-dad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo o, según la expresión en la-tín más conocida, la solemnidad del Corpus Christi. 

El Evangelio presenta el relato de la institución de la Eucaristía, realiza-da por Jesús durante la última Cena,

en el cenáculo de Jerusalén. La víspe-ra de su muerte redentora en la cruz, Él realizó lo que había predicho: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cie-lo. El que coma de este pan vivirá pa-ra siempre, y el pan que yo daré es mi carne por  la vida del mundo... El que come mi carne y bebe mi sangre ha-bita en mí y yo en él» (Jn 6,51.56). Jesús toma entre sus manos el pan y dice: «Tomad, esto es mi Cuerpo» (Mc 14,22). Con este gesto y con es-tas palabras, Él asigna al pan una fun-ción que no es más la de simple ali-mento físico, sino la de hacer presen-te su Persona en medio de la comu-nidad de  los creyentes. 

La última Cena representa el pun-to de llegada de toda la vida de Cris-to. No es solamente anticipación de su sacrificio que se realizará en la cruz, sino también síntesis de una existen-cia entregada por la salvación de to-da la humanidad. Por lo tanto, no bas-ta afirmar que en la Eucaristía Jesús está presente, sino que es necesario ver en ella la presencia de una vida donada y participar de ella. Cuando tomamos y comemos ese Pan, somos asociados a la vida de Jesús, entramos en comunión con Él, nos comprome-temos a realizar la comunión entre nosotros, a transformar nuestra vida en don, sobre todo a los más pobres. 

La fiesta de hoy evoca este men-saje solidario y nos impulsa a acoger

la invitación íntima a la conversión y al servicio, al amor y al perdón. Nos estimula a convertirnos, con la vida, en imitadores de lo que celebramos en la liturgia. El Cristo, que nos nu-tre bajo las especies consagradas del pan y del vino, es el mismo que  vie-ne a nuestro encuentro en los acon-tecimientos cotidianos; está en el po-bre que tiende la mano, está en el que sufre e implora ayuda, está en el her-mano que pide nuestra disponibili-dad y espera nuestra acogida. Está en el niño que no sabe nada de Jesús, de la salvación, que no tiene fe. Está en cada ser humano, también en el más pequeño e indefenso.

La Eucaristía, fuente de amor pa-ra la vida de la Iglesia, es escuela de caridad y solidaridad. Quien se nutre del Pan de Cristo no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano. Y hoy, lo sabemos, es un problema cada vez más grave.  

Que la fiesta del Corpus Christi ins-pire y alimente cada vez más en cada uno de nosotros el deseo y el com-promiso por una sociedad acogedo-ra y solidaria. Pongamos estos deseos en el corazón de la Virgen María, Mu-jer eucarística. Que Ella suscite en to-dos la alegría de participar en la san-ta misa, especialmente el domingo, y la valentía alegre de testimoniar la in-finita caridad de Cristo.

Papa Francisco

El jueves 4 de junio, el papa Francisco celebró la solemnidad del Corpus Christi. Como es tradicional, al atardecer presidió la Eucaristía en el atrio de la basílica de San Juan de Letrán, catedral de la diócesis de Roma. A continuación, guió la procesión con el Santísimo Sacramento por la vía Merulana hasta la basílica de Santa María la Mayor, donde impartió la bendición. Asimismo, el domingo 7, día en el que se celebra el Corpus Christi en numerosas diócesis de todo el mundo, durante el encuentro con los peregrinos en la plaza de San Pedro a la hora del Ángelus, también reflexionó sobre el misterio eucarístico. A continuación ofrecemos los textos completos de la homilía del día 4 y de la alocución del día 7.

Imitar con la vida lo que celebramosSolemnidad del Corpus Christi

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E ste texto, con su fundamentación bíblica, teológica, histórica, eco-nómica, ecológica, filosófica, ex-

presa claramente que el cuidado de la creación es un tema cristiano por ex-celencia. Una vez más, se pone de ma-nifiesto que a los seguidores de Jesús de Nazaret «Nada de este mundo nos resulta indiferente» (LS 3).

Estructura de la encícilicaLa estructura interna de la encíclica nos la expone el papa: «En primer lu-gar, haré un breve recorrido por dis-tintos aspectos de la actual crisis eco-lógica, con el fin de asumir los mejo-res frutos de la investigación científi-ca actualmente disponible, dejarnos interpelar por ella en profundidad y

dar una base concreta al itinerario éti-co y espiritual como se indica a con-tinuación. A partir de esa mirada, re-tomaré algunas razones que se des-prenden de la tradición judeo–cris-tiana, a fin de procurar una mayor co-herencia en nuestro compromiso con el ambiente.

Luego intentaré llegar a las raíces de la actual situación, de manera que no miremos solo los síntomas sino también las causas más profundas. Así podremos proponer una ecología que, entre sus distintas dimensiones, incorpore el lugar peculiar del ser hu-mano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea. A la luz de esa reflexión quisiera avanzar en algunas líneas amplias de diálogo y de acción que involucren tanto a ca-da uno de nosotros como a la políti-ca internacional. Finalmente, puesto que estoy convencido de que todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo, propondré algu-nas líneas de maduración humana ins-

piradas en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana» (LS 15).

Siguiendo este hilo conductor, el documento, tras una parte introduc-toria (nn. 1-16), se articula en seis ca-pítulos y concluye con dos hermosos textos contemplativos: Oración por nuestra tierra y Oración cristiana con la creación (n. 246).

La Eucaristía en Laudato si’Destacamos que, en el capítulo VI, cuando el papa aborda el tema: Sig-nos sacramentales y descanso cele-brativo, pone de relieve cómo la crea-ción alcanza su mayor elevación en el Misterio eucarístico. Estas son sus palabras:

«En la Eucaristía lo creado en-cuentra su mayor elevación. La gra-cia, que tiende a manifestarse de mo-do sensible, logra una expresión asom-brosa cuando Dios mismo, hecho hombre, llega a hacerse comer por su criatura. El Señor, en el colmo del mis-terio de la Encarnación, quiso llegar a nuestra intimidad a través de un pe-dazo de materia. No desde arriba, si-no desde adentro, para que en nues-tro propio mundo pudiéramos en-contrarlo a él. En la Eucaristía ya es-tá realizada la plenitud, y es el centro vital del universo, el foco desbordan-

Carta encíclica Laudato si’

«Nada de este mundonos resulta indiferente»

te de amor y de vida inagotable. Uni-do al Hijo encarnado, presente en la Eucaristía, todo el cosmos da gracias a Dios.

En efecto, la Eucaristía es de por sí un acto de amor cósmico: “¡Sí, cós-mico! Porque también cuando se ce-lebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se ce-lebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo” ( Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 8). La Eucaristía une el cielo y la tierra, abraza y penetra to-do lo creado. El mundo que salió de las manos de Dios vuelve a él en feliz y plena adoración. En el Pan eucarís-tico, “la creación está orientada hacia la divinización, hacia las santas bodas, hacia la unificación con el Creador mismo” (Benedicto XVI, Homilía en la Misa del Corpus Christi, 15/06/2006). Por eso, la Eucaristía es también fuen-te de luz y de motivación para nues-tras preocupaciones por el ambiente, y nos orienta a ser custodios de todo lo creado» (LS 236).

El valor del domingoAdemás, vuelve a recordar el valor del domingo en la vida del cristiano co-mo espacio en el que reencontrarse con su identidad más profunda: «El domingo, la participación en la Euca-

ristía tiene una importancia especial. Ese día, así como el sábado judío, se ofrece como día de la sanación de las relaciones del ser humano con Dios, consigo mismo, con los demás y con el mundo. El domingo es el día de la Resurrección, el “primer día” de la nueva creación, cuya primicia es la humanidad resucitada del Señor, ga-rantía de la transfiguración final de toda la realidad creada. Además, ese día anuncia “el descanso eterno del hombre en Dios” (Catecismo de la Igle-sia Católica, n. 2175) De este modo, la espiritualidad cristiana incorpora el valor del descanso y de la fiesta.

El ser humano tiende a reducir el descanso contemplativo al ámbito de lo infecundo o innecesario, olvidan-do que así se quita a la obra que se realiza lo más importante: su sentido. Estamos llamados a incluir en nues-tro obrar una dimensión receptiva y gratuita, que es algo diferente de un mero no hacer. Se trata de otra mane-ra de obrar que forma parte de nues-tra esencia. De ese modo, la acción humana es preservada no únicamen-te del activismo vacío, sino también del desenfreno voraz y de la concien-cia aislada que lleva a perseguir solo el beneficio personal. La ley del des-canso semanal imponía abstenerse

del trabajo el séptimo día “para que reposen tu buey y tu asno y puedan respirar el hijo de tu esclava y el emi-grante” (Ex 23,12). El descanso es una ampliación de la mirada que per-mite volver a reconocer los derechos de los demás. Así, el día de descanso, cuyo centro es la Eucaristía, derrama su luz sobre la semana entera y nos motiva a incorporar el cuidado de la naturaleza y de los pobres» (LS 237).

Sin duda, la mejor forma de agra-decer este valioso documento será su-mergirnos en sus páginas y dejarnos impregnar de la sabiduría que encie-rra, a fin de que se abran nuevos ho-rizontes en nuestra responsabilidad hacia la casa común.

Ana Mª Fernández, m.e.n.

«Una encíclica para los católicos, pero capaz de interpelar a todos, porque nuestra casa común afecta a cada persona y nadie puede evadir la responsabilidad respecto a la creación». Con estas palabras, el teólogo Bruno Forte presenta la carta encíclica Laudato si’ (LS) que el papa Francisco, simbólicamente, ha firmado el pasado 24 de mayo, solemnidad de Pentecostés.

Los 6 capítulos

I. Lo que está pasando a nuestra

casaII. El evangelio de la creación

III. Raíz humana de la crisis ecológica

IV. Una ecología integral

V. Algunas líneas de orientación y

acciónVI. Educación y espiritualidad

ecológica

Se muestra cómo la creación alcanza

su mayor elevación en el Misterio eucarístico

Foto: Gregg M. Erickson.

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«Dejad entre los que os rodean, y a vuestro paso, un poco de luz, de olor, de sabor de Dios…

por el “celo de corazón ardiente y cara siempre buena”» (cf. Florecillas de Sagrario, OO.CC. I, n. 654)

Partícula para Eucaristizarnos

«V osotros sois la luz del mundo, vosotros sois la sal de la tierra» (Mt 5,14). La sal y la luz eran imágenes tomadas de la vida cotidiana y fáciles

de entender, y la gente que escuchaba a Jesús no eran personas cultas y resabidas, sino personas sencillas, y por eso captaban enseguida lo que quería decirles.

La sal da sabor a los alimentos, pero tiene que mez-clarse con la comida para que produzca su efecto. No se sabe dónde está, pero su presencia se nota y su ausencia aún más. Igualmente pasa con la luz, para que sea útil tie-ne que estar en medio de las tinieblas, cuando se encien-de ilumina, da claridad, permite ver donde no se veía, si se la oculta no puede iluminar nada ni a nadie.

Las palabras de Jesús son un aliento para nosotros. Podemos pensar que somos pocos, hasta insignificantes, pero metidos en el escenario de la vida, nos damos cuen-ta que vivir el evangelio da sabor y profundidad, senti-do y luz a la vida, es la llamada a vivir al estilo de Jesús que nos lleva a ser misericordiosos, alegres y humanos. Aunque seamos pocos, somos la sal que necesita la tie-rra y la luz que ilumina al mundo.

«Todos nosotros, los bautizados, somos discípulos misioneros y estamos llamados a ser en el mundo un Evangelio viviente: con una vida santa daremos sabor a los distintos ambientes y los defenderemos de la corrup-ción, como lo hace la sal; y llevaremos la luz de Cristo con el testimonio de una caridad genuina» (papa Fran-cisco, 9/2/2014).

También Jesús dice que la sal puede volverse sosa y la luz no iluminar, entonces no sirven para nada, porque no cumplen su misión. Jesús nos quiere advertir que los

creyentes también podemos volvernos sosos o estar apa-gados, es decir no vivir como seguidores de Jesús, for-maremos parte de una parroquia o de un grupo cristia-no, pero nuestra presencia no será significativa, no apor-tará nada. «Si nosotros, los cristianos, perdemos el sa-bor y apagamos nuestra presencia de sal y de luz, perde-mos la eficacia» (ib.).

Quien está acostumbrado a la sal encuentra desabri-do todo alimento que no la tiene. Esta debe ser la reali-dad de nuestra vida del espíritu, no poder vivir sin tener a Dios en todo y compartirlo con los demás. Hallar en Dios el sabor a todo lo que vivimos: lo agradable y gus-toso, lo difícil y lo doloroso.

Los seguidores de Jesús somos sal y luz cuando vivi-mos entre los demás apostando por el sabor que aporta el evangelio, no nos ocultamos y dejamos transparentar esa luz que se nos ha dado.

«Uno de los seminaristas malagueños que visitó al beato Manuel González, en el verano de 1934, escribía: “¡Qué día tan feliz el que pasamos con nuestro Obispo! Yo ya hacía dos años que no lo veía, y ahora cuando lo vi le encontré una cosa tan especial… una paz, una tran-quilidad, una cara siempre alegre, una lengua tan de fue-go de amor al Sagrario…”.

Después, toda su vida tan sencilla, con tanta paz in-terior aun en medio de muchos sin sabores y contrarie-dades… todo lo suyo, en una palabra, respira cielo y ha-bla de Dios. ¡Bendito sea Él que nos ha dado tan gran bien!» ( J. Campos Giles, El Obispo del Sagrario abando-nado, 6ª ed., p. 375).

Hna. Mª Leonor Mediavilla, m.e.n.

Junio 2015

S e comenzó con un acto de ado-ración eucarística dirigido por D. Daniel Padilla, asesor de la UNER.

Nos invitó a hacernos conscientes de la presencia del Resucitado en nues-tras vidas allí donde brota una pala-bra de esperanza, donde surge un ges-to de amor y a compartir con alegría nuestros sueños, nuestra vida, nues-tro tiempo. Nos animó a redescubrir-lo en su presencia eucarística, a de-jarnos empapar el corazón de la cer-teza de que no estamos solos ya que Él camina siempre con nosotros, co-do con codo, nos dirige una mirada de ternura que nos pone una y otra vez en camino a pesar de nuestros desalientos, nos abrasa el corazón, co-mo a los discípulos de Emaús, y nos apasiona de nuevo con su proyecto.

Don Daniel Padilla presidió a con-tinuación la celebración de la Euca-

ristía, acompañado de don Mauricio González, párroco de Ntra. Sra. de la Concepción en Santa Cruz, don Víc-tor Oliva, ecónomo diocesano, y don Valentín González, discípulo de San Juan y párroco de las Parroquias San-ta María del Mar y María Inmacula-da y Beato Manuel González.

Durante la homilía, Don Daniel hizo referencia a la fundación de las Marías en la citada parroquia, siendo párroco y director diocesano D. Fran-cisco Herraiz Malo. Se tiene constan-cia por el boletín parroquial, El Men-sajero Parroquial, que el 10 de enero de 1915 ya se encuentra canónica-mente establecida en la diócesis la Obra de las Marías de los Sagrarios. El 17 de enero El Mensajero Parro-quial queda constituido como órga-no informativo de la Obra. El 14 de febrero a las Marías de este centro

diocesano se les asigna el Sagrario que le corresponde a cada una.

Además nos explicó que también un 15 de abril, pero de un siglo atrás, siendo jueves, a las 5 de la tarde se ex-puso el Santísimo, se rezó el santo Ro-sario y se hizo la coronilla de desagra-vio y la oración propia de las Marías, bendiciéndose e imponiéndose los distintivos a más de 200 Marías.

A continuación Don Daniel ani-mó a la UNER a renovar la vivencia del carisma legado por el beato Ma-nuel González, a vivir como él, pa-sando de la contemplación a la ac-ción, del abandono de los Sagrarios al abandono de los pobres, ancianos, enfermos.

La celebración terminó pidiendo a María Inmaculada no ceder a la ten-tación de dejarnos vencer por el can-sancio con la oración Madre, que no nos cansemos. Para finalizar nos reu-nimos en los salones de la parroquia para compartir un ágape fraterno.

Mª Dolores Gámiz, m.e.n.

El día 15 de abril la UNER de Santa Cruz de Tenerife celebró con alegría y agradecimiento el centenario de su fundación en la Parroquia Matriz de Ntra. Sra. de la Concepción.

Vivir con renovada pasiónCentenario UNER en Tenerife

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L a parábola nos habla del misterio de la acción de Dios en la historia y en la vida de cada uno. Dios siempre está obrando en nosotros, aunque a veces lo hace de un mo-

do diferente al que nosotros esperamos; en lo oculto, en lo sencillo, en aquello que no se ve, en lo que tantas veces nadie percibe, incluso en aquellos rincones de nosotros mismos donde ni siquiera notamos su Presencia. Su acción nos sor-prende, de la manera en que no esperamos, ni imaginamos.

Una experiencia cotidianaEsta es también nuestra experiencia dentro de la Familia Eu-carística Reparadora. La experiencia de descubrir que la se-milla sembrada con constancia por tantas personas a lo largo del tiempo, va creciendo, de noche, sin que sepamos bien có-

La semilla que crece sola«El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto». Este pequeño fragmento de la Palabra de Dios nos ha hablado al corazón y ha iluminado esta experiencia que compartimos con los lectores de El Granito de Arena.

Familia Eucarística en Jaén (España)

mo, envuelta en ese misterio de Dios. La experiencia de descubrir que tam-bién nuestra siembra debe pasar por ese proceso de crecimiento que está oculto a nuestros ojos.

Esa es nuestra experiencia: la de seguir sembrando, la de seguir espar-ciendo con constancia en tierra la se-milla. Y confiar. Confiar en la acción de Dios que, en el silencio, en lo es-condido sigue trabajando, fecundan-do y haciendo crecer.

Fin de curso en familiaAsí, el día 14 de junio, hemos clausu-rado el curso en Jaén, con una convi-vencia en la que nos reunimos niños, adolescentes, jóvenes, padres, Marías de los Sagrarios, hermanas. Compar-timos la jornada con el lema: Conso-lidados en la fe, en la Eucaristía, en la familia. Fue una bonita ocasión para experimentar la presencia escondida

de Dios que sigue actuando, llaman-do, convocando.

Con esta convivencia hemos que-rido poner en sus manos el trabajo de todo este curso que termina, enco-mendando al Señor la siembra reali-zada a través de los diferentes mo-mentos, encuentros, vivencias, creci-miento, aprendizaje, experiencias que hemos tenido oportunidad de vivir durante este tiempo. Algunos niños y adolescentes realizaron un compro-miso especial con Jesús Eucaristía y recibieron insignias como signo de ese proceso de crecimiento que van realizando paso a paso.

Esta es la experiencia que com-partimos con vosotros. Sin duda, los tiempos de Dios son diferentes de los nuestros. A nosotros, muchas veces, nos puede el desaliento, el desánimo ante lo que no se realiza como quere-mos y en el momento en que lo que-

remos. Nos falta la paciencia de Dios para esperar el fruto. Nos falta com-prender que su tiempo, a veces no coincide con nuestras prisas; que el crecimiento tiene su propio proceso, que no podemos acelerar ni retrasar. Pero el susurro de Dios nos sigue in-vitando a mirar la realidad desde una perspectiva nueva, contando con Él, abriéndonos a sus sorpresas, confian-do con esperanza y poniendo todo de nuestra parte y dejando a Dios el cui-dado y el fruto de nuestras obras co-mo nos pedía el beato Manuel Gon-zález, con la mirada puesta en Jesús Eucaristía, que día a día se sigue sem-brando en nosotros.

Desde esta certeza renovamos nuestro compromiso de dejar que Dios decida cuándo debe brotar la se-milla, cuándo puede dar fruto y cuán-do estará lista para la cosecha.

Misioneras Eucarísticas ( Jaén)

1514

La semilla que crece sola

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Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Querido D. Salvador, queremos pe-dirle, desde su experiencia de pastor, que nos oriente sobre las pautas a se-guir para llevar nuestra misión en el mundo: ¿Qué aspectos de nuestro ca-risma debemos subrayar hoy para servir mejor a las necesidades de la Iglesia y el hombre?En los momentos actuales, creo que lo más urgente es hacer visible la Igle-sia. La Iglesia particular, y también nuestras parroquias, se expresan con la proclamación de la Palabra, la ce-lebración de los Sacramentos y la prác-tica de las obras de la caridad. Esto tiene que estar en el corazón de todo proyecto, de todo programa pastoral: Anunciar a Jesús, celebrar los signos de la salvación y ser ese brazo sama-ritano que alivia, que conforta.

Y estos son los santos. Cuando escuchamos la biografía del beato Manuel González, cuando conoce-mos sus libros, vemos que era un hombre que proclamaba el Evange-lio con fuerza, con entusiasmo, con convicción. Por eso es el gran cate-quista que orienta de acuerdo a las

edades y situaciones. Proclamar de esta forma el Evangelio nos lleva a celebrar la fe –sobre todo en nues-tras comunidades en la Eucaristía del domingo– y a participar en los Sa-cramentos, que son tan urgentes hoy día para crecer en la santidad. Es así como nacen los verdaderos frutos de cercanía, de cariño, al mundo que su-fre y a tantos hermanos que nos ne-cesitan.

El beato Manuel vivió intensamen-te el carisma del buen Pastor. Su ejem-

plo nos enseña y estimula. Debemos ser personas de la Palabra, del Altar, de la vida fraterna con los hermanos. Para eso es necesario intensificar la formación. Yo observo, en las comu-nidades que visito, que muchas veces falta catequesis. La gente se congre-ga para lo festivo, lo celebrativo, pero descuida la formación.

También vivimos en una sociedad que nos asfixia con sus egoísmos. Te-nemos que llevarla a esa vivencia del amor fraterno, a ese Cristo que está también en el rostro de tantos herma-nos que sufren. El carisma de Don Manuel está presente en la vida de la Iglesia hoy con más fuerza. Ese es el trabajo de la UNER. La Unión Eu-carística Reparadora, pues, tiene que proclamar el Evangelio, recordarnos que Jesús está en el Altar y llevarlo a los hermanos, especialmente a los más abandonados.

Pensamos que nuestro carisma, por ser eucarístico, tiene necesidad de ser acompañado por los sacerdotes y cree-mos que es, también para ellos, un

don y una gracia. ¿Puede orientarnos cómo podemos conectar con los sacer-dotes, para que en colaboración con ellos, podamos transmitir el carisma que se nos ha confiado para bien de la Iglesia?Yo creo que, en este sentido, una gran responsabilidad la tienen las Misio-neras Eucarísticas, ya que a veces, qui-zá por modestia, no han hablado del tesoro del carisma y del Fundador. Alguna vez he escuchado: «No, esto es para nuestra vida de comunidad». ¡No! Yo creo que las hermanas tienen que convocar a los sacerdotes para darles a conocer el carisma. Cuando fui nombrado obispo, en el primer re-tiro les di el libro Lo que puede un cu-ra hoy. Y cuando me cambiaron de diócesis, el primer libro que les puse en la semana de retiro fue ese mis-mo. ¡Así de sencillo! A veces nos en-trampamos en proyectos pero es muy sencillo lo que hay que hacer.

Porque nadie ama lo que no co-noce. Hay que darlo a conocer para que los sacerdotes tengan conoci-miento y cercanía con los textos, los escritos, de don Manuel. También son muy prácticos distribuir algunos folletos, un papel sencillo, sin mucho texto, pero que tenga lo fundamental. De esta forma se invita amablemen-te a seguir profundizando.

También muy importante acom-pañar a los seminaristas. ¡Qué bonito es –y eso es parte del carisma– poder acompañar a los seminaristas! De es-ta forma, desde el Seminario conoce-rán sus ideales y tendrán estos mode-los de santidad, de buenos pastores.

Otra aspecto que puede ayudar mucho es fomentar encuentros de fra-

ternidad sacerdotal. Es necesario que los sacerdotes se reúnan, se encuen-tren entre ellos y consigo mismos. Compartir aquello que nos ha dicho un texto o de la vida de un santo es algo muy sencillo y una excelente ex-cusa para tener un encuentro de sacer-dotes. Yo reconozco que soy bien san-tero. ¡Y por temporadas! Ahora mis-mo tengo en mi reclinatorio del ora-torio a Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Los santos son los amigos de Dios que nos acompañan en el cami-no. Por eso es bueno entusiasmar a los sacerdotes y seminaristas con la obra de don Manuel.

También me parece una gran opor-tunidad poder tener encuentros co-mo el I Congreso Internacional Bea-to Manuel González. Como los ví-deos están disponibles se pueden tra-bajar en nuestros grupos, parroquias y diócesis. Claro que no es como cuan-

do es en vivo, pero igual nos ayuda a reflexionar. Estoy convencido de que es indispensable seguir trabajando to-do lo que escuchamos durante el Con-greso. Y, es más, que no se reduzca al cuatro de enero o cuatro de marzo. ¡Que se viva! Hay que buscar cami-nos para conseguirlo.

Don Salvador, ¿piensa que la espiri-tualidad eucarística, que Don Manuel expresa con su vida y que plasma en sus escritos, puede conectar con el sacerdote de hoy?Sí, porque es un mensaje increíble-mente cercano y vivencial. Yo, por ejemplo, voy a utilizar el guión de la Adoración Eucarística que tuvimos en el Congreso para el primer retiro de mi clero. De esta forma estaré dan-do a conocer más a don Manuel, el obispo de la Eucaristía.

Mª del Carmen Ruiz, m.e.n.

«No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia» (Papa Francisco en la homilía en la ceremonia de canonización de S. Juan XXIII y S. Juan Pablo II).Queridísimo D. Manuel, estamos celebrando el primer congreso internacional y gozando al ver puesta sobre el celemín la luz que irradia tu vida y tu espiritualidad. La Iglesia jerárquica nos acompaña, entre nosotros está D. Salvador Piñeiro, presidente actualmente de la Conferencia episcopal del Perú, y que me ha dicho en confianza que si hubiese sabido, siendo más joven, de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos, él hubiese sido uno de ellos. Le hemos entrevistado y trascribimos para El Granito la grabación de sus palabras, sin retocarlas, para así conservar la frescura del lenguaje coloquial.

Así lo expresaba el beato Manuel«Un miembro de la UNER es... una existencia de muchas utilidades. Para el Corazón de Jesús vivo en su Sagrario: Asilo en el que Jesús se refugia, jardín

en que se recrea, castillo en el que se defiende.Para la parroquia en que vive: El primero en sacrificarse por las almas y el último en

quejarse y en pedir paga, el secreto de triunfos inesperados y de vueltas inex-plicables de almas.

Y para sí mismo: Lo sobrenatural vivido con mucha naturalidad, lo heroico hecho vulgar y el ir habitualmente contra corriente con agilidad y difícil facilidad, co-mo si fuera a favor.Nota muy importante: Un miembro UNER es todo eso con respecto a su Jesús, a su parroquia y a sí mismo, si lo es de verdad. Si no, no».

Un ejemplo que nos enseña y estimula

Mons. Salvador Piñeiro presidiendo la Misa de clausura del I Congreso Internacional Beato Manuel González.

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Orar con el obispo del Sagrario abandonado

T oda la vida del cristiano ha de ser una continua acción de gracias, porque todo es don de Dios: la

vida, la fe, la pertenencia a la Iglesia, los sacramentos, la vocación, la per-severancia en la llamada, el servicio a los demás, la sensibilidad por los más pobres... Todo es don del Altísimo.

Pero la acción de gracias por an-tonomasia es la Eucaristía. En ella la Iglesia celebra la obra salvadora del Hijo, el Enviado: la liberación del pe-cado y la muerte para que toda la crea-ción sea consagrada de nuevo y de-

vuelta al Padre, para su gloria. En esa acción de gracias participamos todos los miembros de cuerpo místico de Cristo, porque estamos unidos a quien es la cabeza, que está en continua ac-ción de gracias al Padre.

Vocación al agradecimientoSi la vida de todo cristiano es una con-tinua acción de gracias, porque todo es don divino, ¿cómo no dar gracias al Padre por el don más grande y di-vino: la vida de su propio Hijo entre-gado por nosotros en la cruz, para sal-

vación del género humano? Ante tan-to don de Dios, nos brota cantar con el salmista: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alza-ré la copa de la salvación invocando el nombre del Señor. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando el nombre del Señor» (Sal 116,12.17). «Doy gracias al Señor de todo cora-zón, en compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman» (Sal 111,1-2).

En la Eucaristía se alza la copa de la salvación, la copa de la Sangre de-rramada por el Cordero inocente e inmaculado, que muere cargado con los pecados de toda la humanidad, para nuestra justificación. En ella ce-lebramos la obra más grande de la his-

toria humana: el Hijo Amado, hecho hombre y esclavo, se hace víctima de propiciación por nuestros pecados: el Inocente por los culpables para con-ducirnos a Dios. ¡Cuánto amor!

Prolongación agradecidaLa adoración eucarística es prolon-gación silenciosa, agradecida, íntima, jubilosa, comunitaria y personal de esa acción de gracias: hay una rela-ción intrínseca entre celebración eu-carística y adoración del Santísimo Sacramento. En palabras de san Agus-tín: «Nadie come de esta carne sin antes adorarla. Pecaríamos si no la adoráramos».

Si en la Eucaristía el Hijo de Dios viene a nuestro encuentro, sale a nues-tro paso, se nos entrega y desea unir-se íntimamente a nosotros, en la ado-ración eucarística se prologa esa co-munión de amor. «La adoración eu-carística fuera de la santa Misa pro-longa e intensifica lo acontecido en la misma celebración litúrgica» (SaCa 66). Al igual que en la Eucaristía nos hacemos una sola cosa con Él, así en la adoración intensificamos esa amis-tad con Cristo; se madura una acogi-da más profunda y verdadera. Pregus-tamos anticipadamente la belleza de la liturgia celestial.

Oración inicialTe damos gracias, Padre Dios, por el don precioso de tu Hijo, entregado por nosotros para nuestra salvación; te pedimos que, en cada momento de adoración eucarística en que partici-pamos, seamos ungidos por su Santo Espíritu, para prolongar incansable-mente la acción de gracias que cele-

bramos en cada Eucaristía. Por nues-tro Señor Jesucristo.

Escuchamos la Palabra 1Co 11,23-25.

Ofrenda de la vida a DiosLa Eucaristía encierra y expresa to-das las formas de oración del cristia-no: petición, intercesión, acción de gracias, alabanza, bendición, adora-ción. Porque ella es la ofrenda pura de todo el Cuerpo de Cristo. Ella es sacrificio de alabanza a Dios en su Hi-jo, por el Espíritu Santo, a la gloria de su Nombre.

Durante toda la Eucaristía estamos en oración. En ella entramos en comu-nión con Dios Amor: «En ella, el Deus Trinitas, que en sí mismo es amor (cf. 1Jn 4,7-8), se une plenamente a nues-tra condición humana» (SaCa 8).

En ella dialogamos con Dios Tri-nidad en todos los tipos y modos que puede hacerlo un cristiano. Esa varie-dad de formas de oración ofrece una riqueza orante que ninguna otra li-turgia puede darnos. Esa riqueza oran-te nos pide, a su vez, mucha atención a cada momento eucarístico y una sin-

tonía total, por el Espíritu, a esa for-ma concreta de orar: «El cristiano es-tá llamado a expresar en cada acto de su vida el verdadero culto a Dios. De aquí toma forma la naturaleza intrín-secamente eucarística de la vida cris-tiana» (SaCa 71).

La Eucaristía es la celebración del Misterio de nuestra fe. Es la Acción de Gracias por antonomasia: damos gracias al Padre porque nos ha dado a su Hijo como Pan de vida, alimen-to celestial, participación en su vida divina, comida y bebida de salvación, medicina de inmortalidad.

«Debemos considerar la Eucaris-tía: como acción de gracias y alaban-za al Padre, como memorial del sacri-ficio de Cristo y de su Cuerpo y como presencia de Cristo por el poder de su Palabra y de su Espíritu» (CEC 1358).

En cada Eucaristía nos ofrecemos a Dios en toda nuestra persona, en co-munión con toda la Iglesia, cumpli-miento del nuevo y definitivo culto a Dios. Un culto a Dios que abarca to-das dimensiones de nuestra persona (corporal, intelectual, afectiva, espiri-tual) y todos los aspectos de nuestro existir diario (familia, trabajo, relacio-

Tomó pan y pronunció la acción de gracias La Misa es el gran Sacrificio de alabanza, acción de gracias, expiación e impetración a Dios de la gran familia católica, así como el gran banquete en torno del cual se sientan los hijos que participan de la misma vida divina (cf. beato Manuel González, OO.CC. III, n. 5173).

Letanías eucarísticasA cada invocación responderemos: Sea por siempre bendito y alabado.

u Bendito sea el Sacramento del Cuerpo entregado y de la Sangre derramada de nuestro Señor Jesucristo.

u Bendito sea el Sacramento de la Pascua eterna, anti-cipo de Reino celestial.

u Bendito sea el Sacramento del Amor, expresión jubi-losa de la entrega del Unigénito en la cruz, amándo-nos hasta el extremo.

u Bendito sea el Sacramento del Cordero Inocente, que se entregó por nosotros como víctima de suave olor por nuestra salvación.

u Bendito sea el Sacramento del Don divino, que es ofrenda pura de todo el Cuerpo de Cristo para glo-ria del Padre.

u Bendito sea el Sacramento de la Caridad, que con-duce, luego, al cristiano a la misión social de ver a Cristo en los más pobres y ponerse a su servicio en gratuidad.

u Bendito sea el Sacramento de nuestra Reconciliación, que ha roto las barreras que existían entre el Señor y nosotros, y las que nos enemistaban unos contra otros.

u Bendito sea el Sacramento de la Iglesia Universal, fun-dada sobre la roca de los Apóstoles, que une más y más al sucesor de Pedro, como cabeza visible de es-te Cuerpo Místico.

u Bendito sea el Sacramento que da la vida eterna, nos va divinizando y nos colma de los frutos del Espíri-tu: amor, alegría, paz, paciencia, servicialidad, bon-dad, amabilidad, fidelidad, dominio de sí.

u Bendito sea el Sacramento de la Iglesia una, santa y católica, que nos introduce en la Comunión Trini-taria y nos alienta a la comunión entre nosotros y a la oración y el trabajo por la unidad de todos los cristianos.

«Última Cena». Fray Angelico (1450). Convento de San Marcos, Florencia (Italia)

1Co 11,23-24

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nes humanas, pertenencia a la Igle-sia), unificándolos y transfigurán-dolos: «Ya comáis, ya bebáis o ha-gáis lo que hagáis, hacedlo todo pa-ra gloria de Dios» (1Co 10,31). Un culto que agrada a Dios implica que nos vamos dejando transformar en lo que comulgamos y por quien co-mulgamos: Cristo Eucaristía. Si Él es la ofrenda perfectísima al Padre en favor de los hombres, unidos a Él, transformados por Él, seremos ofrenda que Dios acepta con agra-do: «Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, agradable a Dios; es-te es vuestro culto agradable» (Rm 12,1).

«En esta exhortación se ve la ima-gen del nuevo culto como ofrenda total de la propia persona en comu-nión con toda la Iglesia. La insisten-cia del Apóstol sobre la ofrenda de nuestros cuerpos subraya la concre-ción humana de un culto que no es para nada desencarnado» (SaCa 70).

Escuchemos al beato Manuel González«El Sacerdote–Hostia, Sacerdote que llegó hasta el anonadamiento y Hostia de obediencia hasta la muer-te y muerte de cruz, va a recibir su paga de manos de su Padre, que no dejará en la corrupción su cuerpo inmolado, sino que lo resucitará y glorificará y exaltará su nombre so-bre todo nombre, para que “en el nombre de Jesús se doble toda ro-dillas de los que viven en el cielo, en la tierra y en los infiernos”.

Cuando nosotros los sacerdotes acabamos de celebrar nuestra Mi-sa, nuestros labios y nuestro cora-zón prorrumpen en el bellísimo himno “bendecid al Señor todas sus obras” y, rebosantes de gratitud, in-vitamos a todas las criaturas de Dios a que nos acompañen y ayuden a darle gracias por el gran misterio y beneficio inmenso de nuestro sacer-

docio y de nuestro sacrificio» (OO.CC. II, n. 2562).

«Corazón de mi Jesús Sacra-mentado, que el programa y la ac-ción de gracias de cada día en que comulgo me los dé el Ecce Agnus Dei con que el sacerdote te presen-ta a mi alma... Que el Cordero de Dios, que comulgo, sea el Cordero a quien me asimile, entregándome al trabajo, al deber y al dolor de ca-da hora en silencio y en paz. Cor-dero de mis mañanas: que a pesar de los relinchos de mi bestia y de las flaquezas de mi barro, sea tu cor-dero de todo el día.

Mi acción de gracias de la Co-munión de hoy: Hacer el mayor bien posible andando por el cami-no de la obediencia, sin torcerse por las trochas del propio capricho, res-pirando el aire de la paz de la con-ciencia limpia y guardando el ma-yor silencio de cosas propias, sin es-perar más recompensa que la mira-da de Jesús, es imitar la Hostia ca-llada del Sagrario y la mejor acción de gracias de haberla comido por la mañana (OO.CC. II, nn. 3159-3160).

Oración finalTe damos gracias, Señor Jesús, Cris-to Sacramentado, porque nos mar-cas nuestro programa de vida pi-diéndonos que te visitemos cada día, adorándote en tu presencia eu-carística, reconociéndote dueño y amo de nuestra existencia, Rey de reyes y Señor de señores, movién-donos por tu Espíritu a darte gra-cias porque podemos comulgarte en cada Eucaristía y estar largas ho-ras acompañándote en el Sagrario. Concédenos, Cordero Inmolado, que, al comulgarte, seamos asimi-lados por ti y nos entreguemos con total generosidad al trabajo y a nues-tras responsabilidades públicas, al deber y el dolor de nuestra misión evangelizadora, al servicio de los más necesitados. PJNS.

Miguel Ángel Arribas, Pbro.

E stimado lector: Como posible-mente ya conocerás, en una de sus audiencias generales del pa-

sado mes de marzo, el papa Francis-co fue pasando revista a las distintas figuras de la familia: la madre, el pa-dre, los hermanos, los abuelos,… y concluyó hablando de los niños. Di-jo el santo padre cosas realmente im-portantes y emotivas cuando habló de los niños, algo que un día fuimos y que dejó en nosotros una huella im-borrable, imperecedera.

Una riquezaRecordó el papa que «los niños son en sí mismos una riqueza para la hu-manidad y también para la Iglesia, porque nos remiten constantemente a la condición necesaria para entrar en el reino de Dios: la de no conside-rarnos autosuficientes, sino necesita-dos de ayuda, amor y perdón. Y to-dos necesitamos ayuda, amor y per-dón». ¡Qué gran verdad encierran es-tas palabras, aunque a veces nuestro

orgullo y nuestra autosuficiencia nos impidan reconocerlo!

Hay otro aspecto, apreciado lec-tor, al que hizo referencia el papa Fran-cisco y que con frecuencia olvidamos: nuestra condición de hijos al tener todos un Padre común. En efecto, siempre somos hijos, incluso cuando llegamos a la edad adulta o a la ancia-nidad. Niños, adultos y ancianos, sin excepción alguna, todos somos hijos del mismo Padre. Todos somos hijos de nuestro Padre celestial. «Este es el principal mensaje –dijo el pontífi-ce– que nos dan los niños con su pre-sencia misma: solo con ella nos re-cuerdan que todos nosotros y cada uno de nosotros somos hijos».

Nada hay más tiernoPero el aspecto que con mayor ternu-ra destacó fue cuando se refirió a la sonrisa de los niños. Porque, estima-do lector, ¿hay algo más tierno y dul-ce, más inocente y puro, que la son-risa de un niño? ¿Hay algo que cauti-

ve más que la sonrisa de los niños? El papa Francisco destacó la ternura de los niños, y dijo que ellos son quie-nes «llevan consigo la capacidad de recibir y de dar ternura». Ternura in-fantil que significa tener un corazón de carne y no de piedra. Ternura que es sentir las cosas como propias y no como si fueran meros objetos. ¡Cuán-to podemos aprender los adultos de esta ternura de los niños! ¡Cuántas cosas pueden aprender de los niños los que creen saberlo todo!

EspontaneidadComentó el santo padre que muchos niños, cuando los abrazaba, sonreían alegres, pero había otros que, al ver-lo vestido de blanco, creían que era un médico que iba a vacunarlos, y en-tonces lloraban. Pero, eso sí, era un lloro espontáneo. Y es que, como ex-plicó el papa: «Los niños son así: son-ríen y lloran, dos cosas que en noso-tros, los grandes, a menudo se blo-quean, y ya no somos capaces… Mu-chas veces nuestra sonrisa se convier-te en una sonrisa de cartón, algo sin vida, una sonrisa que no es alegre, in-cluso una sonrisa artificial, de paya-so. Los niños sonríen espontánea-mente y lloran espontáneamente».

Con frecuencia –insistió el pontí-fice– los adultos tenemos bloqueado el corazón y perdemos la capacidad de sonreír y de llorar. Es entonces cuando podemos aprender de los ni-ños, porque ellos pueden enseñarnos a sonreír y a llorar de forma natural y espontánea. De aquí lo importante que resulta mantener vivas la natura-lidad y la espontaneidad de los niños.

Pero reconocerás, apreciado lec-tor, que muchas veces los adultos no

solo no mantenemos viva esa natu-ralidad y espontaneidad de los ni-ños, sino que hacemos que desapa-rezca la sonrisa de sus labios. A esto último se refirió el papa Francisco en otra audiencia general, concreta-mente, la del día 8 del pasado mes de abril. «Numerosos niños –dijo el papa– desde el inicio son rechaza-dos, abandonados, les roban su in-fancia y su futuro. Alguno se atreve a decir, casi para justificarse, que fue un error hacer que vinieran al mun-do. ¡Esto es vergonzoso! No descar-guemos sobre los niños nuestras cul-pas, ¡por favor! Los niños nunca son un error».

Las primeras víctimasY a continuación puso el dedo en una de las heridas más sangrantes de nues-tra sociedad. Una herida que está ha-ciendo desaparecer la alegría y la son-risa de muchos niños; una herida que no por ser cada vez más frecuente re-sulta menos dolorosa. Sentenció el papa: «Los niños son las primeras víctimas de las uniones inmaduras y de las separaciones irresponsables». ¡Gran verdad la de estas palabras! La inmadurez y la irresponsabilidad de algunos matrimonios está generan-do unas víctimas inocentes: niños sin alegría en el corazón y sin sonrisa en sus labios.

Cordialmente,Manuel Ángel Puga

La sonrisa de los niñosCon su sola presencia los niños nos recuerdan que cada uno, y todos, somos hijos.

Cordialmente, una carta para ti

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U na corriente subterránea, ocul-ta, abundante, nos ha trans-portado de nuevo a la alegría

del encuentro, más allá de la superfi-cie culta de la doctrina y del conoci-miento. Otra vez nos hemos saluda-do los conocidos, los antiguos, los de siempre; pero también nos hemos encontrado los nuevos, los no vistos hasta ahora, los no conocidos hasta el momento.

Y sin embargo, todos nos hemos sentido hermanados, los de allá y los de acá, los de antes y los de ahora, como si nadie fuera extraño a pesar de las distancias, a pesar de los luga-res, como si el primer apretón de ma-nos, el primer abrazo, el primer beso fuera un acontecimiento repetido desde siempre.

Algo nos une a los humanos cuan-do nos reconocemos, aunque no se-pamos nada los unos de los otros.

¿Qué ondas sintonizan nuestros sentimientos? ¿Qué palabras juntan los espíritus diferentes? ¿Cuál es el misterio que nos une? Los pasillos se han llenado de conversaciones largas, compitiendo las paredes encaladas por extender un poco más los inter-cambios antes de reanudarlos en el próximo recreo. Las mesas del come-dor han sido testigos de confidencias personales, de expresión de inquie-tudes, de manifestación de experien-cias, de desahogo de penas. Da igual que todo ello viniera de Argentina, Venezuela, Perú, Cuba, Italia, Portu-gal, España..., da igual uno u otro mar, uno u otro océano, uno u otro mun-do, la Tierra es única, la Tierra es una sola, la Tierra es una igual cuando se siente hermana.

Una realidad invisibleTiene que haber alguna realidad, aun-que en ocasiones no se vea, que nos tiende puentes a los seres humanos tan distintos. Muchas veces no en-tendemos. No entendemos por qué una niña ha sido violada, por qué un cristiano ha sido degollado por su fe, por qué alguien no tiene techo y duer-

me en la calle, por qué los terremo-tos, el hambre, la miseria, la enferme-dad, la soledad, por qué a unos sí y a otros no.

De todo esto también hemos dia-logado en este I Congreso Interna-cional Beato Manuel González. He-mos hablado de él fuera del progra-ma oficial, cuando el programa toca la realidad del corazón lleno de vida. De él nos ha hablado la argentinita con su voz melosa y sus correrías apos-tólicas por tierras tan extensas; de él nos ha hablado el cura portugués en-trado en años como nosotros, con pa-labra docta y cálida, experimentada, vivida; de él nos ha hablado la mon-jita que por tierras americanas com-bina la piedad con remedios sociales; de él nos ha hablado el cura cubano, de articulación campanuda, que tie-ne que pedir permisos oficiales para hacer una procesión; de él nos ha ha-blado una maría cuyas fuerzas ya só-lo le permiten visitar a otras enfermas; de él nos ha hablado un cura joven, con parroquia en ba-rracones siempre abier-tos a los que resulta que

acuden nuestros sobrinos; del beato Manuel González nos ha hablado tan-ta gente...

Nos han hablado desde la expe-riencia de Dios. Sin duda alguna la realidad invisible que nos asocia a los seres humanos, que nos hace comu-nes, que nos identifica, es haber en-contrado el peso de Dios en nuestra naturaleza limitada. Cada cual a su manera y según sus personales cir-cunstancias. Un día supimos que la fuerza universal, la que justifica, la que da sentido, la que nos une es ha-ber descubierto la naturaleza divina de nuestra conciencia.

El color de la sonrisaTal descubrimiento, para los segui-dores del beato Manuel González, tiene un nombre: Sentir la compa-ñía del Sagrario en el camino de nues-tras vidas. Y el Sagrario encierra a su vez una persona de carne y hueso: Jesús de Nazaret, el Cristo. Cristo es el misterio que nos une no solo a los cristianos, sino también a los que no lo conocen, a quienes le dan la espal-da, también a quie-nes reniegan de Él. Cristo, se se-pa o no, se reco-

nozca o no, es la solución palpable a la presencia de Dios en el género hu-mano. Presencia que genera felici-dad en las conductas y sonrisas en los rostros.

Por eso en los congresistas, en los cristianos, el gesto significativo de su identificación es la permanente son-risa dibujada en los labios, la que ar-quea de felicidad la expresión de sus caras. El cristiano es un ser feliz, es un ser sonriente. Todo el Congreso es-taba repleto del color de la sonrisa.

Porque la sonrisa tiene color. Po-día apreciarse en cualquier sitio, en el aula, en los pasillos tortuosos, en el cuaderno de apun-tes, en los comentarios de todo tipo, en las ca-llejas recorridas, en el sonido de la guitarra, en las palabras siem-pre amables... La son-risa es un estandarte que siempre va delan-te anunciando una presencia misteriosa. Nos une la sonrisa.

Es fría la catedral de Ávila. Para llegar a ella tuvimos que recorrer una pequeña cuesta empinada que apun-ta como lanza a sus murallas cente-narias. Por una de sus puertas nos plantamos en la ciudad. Se respira en toda ella un aire cargado a Teresa y a Manuel, nosotros lo respiramos. Es un frío tibio que calienta por dentro, como si el alma estuviera ensimisma-da, queríamos decir sonriente. Por-que la sonrisa tiene color. Es del co-lor blanco de la Eucaristía.

Teresa y Lucrecio, matrimonio UNER

Con mirada eucarística

El misterio que nos une

Pudimos verificar, en este encuentro, que el

cristiano es un ser feliz, es un ser sonriente

Acabamos de asistir a la celebración del I Congreso Internacional Beato Manuel González. Magnífico Congreso, enhorabuena a sus organizadores, a sus gestores. Hemos aprendido de sus ponencias y mesas redondas, de sus talleres, de sus comunicaciones, hemos participado de experiencias ajenas, hemos vivido en su ambiente.

Hna. Mª Pilar Brieba, vicepostuladora de la Causa de Canonización del beato Manuel, junto a Ramón Carballás, miembro del comité organizador de este I Congreso Internacional

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P or fin ha llegado hasta nuestros cines la primera adaptación de la novela póstuma de la escrito-

ra francesa Irène Némirovski. Escri-ta en un pequeño cuaderno, Suite Francesa (Suite Française) sobrevivió a los andares de la historia durante más de sesenta años, oculta entre las pertenencias de una judía asesinada en Auschwitz. Absolutamente nadie, ni siquiera su hija, la había leído has-ta que en 2004 encontró en aquellas páginas una novela sin terminar que se convertiría tras su publicación en uno de los más espectaculares y du-ros relatos sobre la Segunda Guerra Mundial.

Es sin duda una de las obras in-conclusas que me resultan más inte-

resantes, básica para poder dar un po-co de luz a la complicada historia que rodea la rápida invasión de los alema-nes alentados por un sentimiento de venganza hacia aquellos que un día los humillaron.

Obra fría y sensible a la vezAunque pueda parecer una vez más que la pantalla grande se queda pe-queña para los que hayan leído la obra, no se puede negar el cuidado con el que han sido tratadas cada una de sus escenas. Un buen trabajo de su direc-tor Saul Dibb con algunos matices es-pecialmente en el ritmo y el montaje.

Una francesa de origen ucraniano y judía, hija de banquero, desprecia-da por su madre, formada, desde muy joven respetada escritora, conversa al catolicismo, madre de dos hijas, ca-sada con un judío, ambos muertos en Auschwitz en 1942. Repudiada por los judíos, desamparada por las auto-ridades francesas y entregada a una muerte vil viven un sin fin de expe-riencias vitales que darán un resulta-do inesperado.

Su objetivo no es exponer minu-ciosamente el horror de la guerra ni la dureza de los campos de concen-tración, sino recrearse en la historia de amor de sus protagonistas. Se tra-ta de un relato realista donde las uto-pías desaparecen y las más duras ex-periencias vitales son las verdaderas protagonistas, donde el papel funda-mental de Dios aparece de principio a fin de la película. Una visión no siem-pre comprendida por todos, pero que obliga al espectador a profundizar so-bre la realidad de un ser superior y su posicionamiento ante él.

«Si quieres conocer de verdad a un hombre, haz que estalle una gue-rra» se dice al principio de la pelícu-la. En efecto, podemos comprobar a lo largo de sus 100 minutos que son las decisiones tomadas por cada uno de los seres humanos que aparecen en el film las que hacen que la histo-ria camine en uno u otro sentido. Es sin duda alguna una película espejo para nuestros ideales y comporta-mientos.

Para SoniaNo me quiero ir sin recomendar el cortometraje Para Sonia, que ha des-pertado simpatías y admiración en la red. Sonia, su protagonista, es una jo-ven ciega que se convierte en nuestra perfecta guía por un pequeño y emo-cionante recorrido vital acompaña-dos de algunos de los dobladores más reconocibles del cine español. Las vo-ces sustituyen a las imágenes para que nuestra imaginación se deje llevar y también rememoremos algunos de nuestros recuerdos cinematográficos. Lo pueden encontrar en You Tube. No dejen de verlo.

José Manuel Bacallado

Cartelera recomendada

Espejo de nuestros ideales

Ficha técnica

Nombre: Suite Francesa

Duración: 107 minutos

Año: 2014País: Reino Unido

Género: Romance. Drama

Director: Saul Dibb

Actores: Michelle Williams,

Matthias Schoenaerts

AgendaJulio

Agosto

Encuentro Mundial de las Familias

La archidiócesis de Filadelfia, en Estados Unidos, acogerá des-de el 21 de septiembre próximo, el VIII Encuentro Mundial de las Familias. El evento se ex-tenderá hasta el 27 de septiem-bre y se estima que asistirán más un millón de personas. Actual-mente ya se han registrado fa-milias de más de 100 países y hay 6100 voluntarios inscritos.

El papa Francisco asistirá a la Vigilia del sábado 26 y presi-dirá la Misa de clausura, el domingo 27. Más información, pro-grama detallado, otros datos de interés e inscripciones en la web (worldmeeting2015.org).

Ejercicios espirituales en Nazaret

Palencia (Tel: 979 72 18 00) • 15-24 de julio: P. Manuel Robla, s.j. • 1-10 de agosto: D. Santiago Bohigues • 8-17 de septiembre: D. Luis Mª Guerra

Málaga - Villa Nazaret (Tel: 952 65 32 61)• 3-11 de julio: P. Ricardo de Luis, o.p. • 24-29 de julio: Organiza C.V.X. (personalizados)

Intenciones del papa para el mes de julio

Universal: Para que la responsabilidad política sea vivida a to-dos los niveles como una forma elevada de caridad.Por la Evangelización: Para que, ante las desigualdades socia-les, los cristianos de América Latina den testimonio de amor a los pobres y contribuyan a una sociedad más fraterna.

Intenciones del papa para el mes de agosto

Universal: Para que quienes colaboran en el campo del vo-luntariado se entreguen con generosidad al servicio de los necesitados.Por la Evangelización: Para que, saliendo de nosotros mismos, sepamos hacernos prójimos de quienes se encuentran en las periferias de las relaciones humanas y sociales.

Asuntosde familia

5Domingo

22Miércoles

15Sábado

6Jueves

5Miércoles

30Domingo

Iglesia: Hasta el lunes 13, viaje del papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay

FER: Santa María Magdalena. Discípula del Señor presente en el Calvario

Iglesia: hasta el domingo 9, Encuentro Europeo de Jóvenes en Ávila, con el lema «En tiempos recios, amigos fuertes de Dios»

Iglesia: Fiesta de la Transfiguración del Señor

Iglesia: Solemnidad de la Asunción de la Virgen María.

FER: Aniversario de la Aprobación pontificia de la Congregación de MisionerasEucarísticas de Nazaret (1960).