Superar frustraciones

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Escuela de Padres 1 Departamento de Orientación Psicopedagógica Entendemos por frustración el estado de decepción creado emocionalmente cuando alguien espera realizar su deseo y se ve impedido de hacerlo. Cuando una persona no logra realizar un deseo, puede elaborar su frustración de formas diversas. Unas veces caerá en un estado de tristeza o depresión, cuya intensidad dependerá de la intensidad de la frustración; otras reaccionará agrediendo activamente a la persona o a la situación causante de su frustración. No todas las frustraciones son conscientes, muchas de ellas especialmente las que tuvieron lugar en la infancia, son reprimidas y permanecen inconscientes. Cuando la frustración se plantea en el plano consciente, normalmente es aceptada y no constituye un elemento distorsionante de la personalidad. Una frustración crea un estado vivencial de fijación a la situación frustrante. La persona frustrada será sumamente sensible a todo planteamiento que le recuerde su frustración. Sentirá angustia al ponerse en las mismas circunstancias en las cuales fracasó y pensará ver repetida la misma situación frustrante, esto le llevará a no arriesgarse con el fin de no repetir la misma vivencia decepcionante. Por otra parte, la persona frustrada siente la necesidad de superar su frustración, es decir, se siente a la vez atraída y angustiada ante la situación frustrante. Las dificultades no sólo pueden venirnos del exterior, sino que, con frecuencia es el mismo individuo el agente de su propia frustración. Algunas personas no son capaces de tolerar la más mínima molestia, contratiempo o demora en la satisfacción de sus deseos y no soportan ningún sentimiento o circunstancia desagradable. Es decir, no toleran el hecho de sentirse frustrados. Esto es lo que llamamos tener BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN. ENSEÑAR A NUESTROS HIJOS A SUPERAR FRUSTRACIONES

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1 Departamento de Orientación Psicopedagógica

Entendemos por frustración el estado de decepción creado emocionalmente

cuando alguien espera realizar su deseo y se ve impedido de hacerlo.

Cuando una persona no logra realizar un deseo, puede elaborar su frustración

de formas diversas. Unas veces caerá en un estado de tristeza o depresión,

cuya intensidad dependerá de la intensidad de la frustración; otras

reaccionará agrediendo activamente a la persona o a la situación causante

de su frustración.

No todas las frustraciones son

conscientes, muchas de ellas

especialmente las que tuvieron lugar en

la infancia, son reprimidas y permanecen

inconscientes. Cuando la frustración se

plantea en el plano consciente,

normalmente es aceptada y no

constituye un elemento distorsionante de

la personalidad.

Una frustración crea un estado vivencial

de fijación a la situación frustrante. La

persona frustrada será sumamente

sensible a todo planteamiento que le

recuerde su frustración.

Sentirá angustia al ponerse en las mismas

circunstancias en las cuales fracasó y pensará ver repetida la misma situación

frustrante, esto le llevará a no arriesgarse con el fin de no repetir la misma

vivencia decepcionante. Por otra parte, la persona frustrada siente la

necesidad de superar su frustración, es decir, se siente a la vez atraída y

angustiada ante la situación frustrante.

Las dificultades no sólo pueden venirnos del exterior, sino que, con frecuencia

es el mismo individuo el agente de su propia frustración. Algunas personas no

son capaces de tolerar la más mínima molestia, contratiempo o demora en la

satisfacción de sus deseos y no soportan ningún sentimiento o circunstancia

desagradable. Es decir, no toleran el hecho de sentirse frustrados.

Esto es lo que llamamos tener “BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN”.

ENSEÑAR A NUESTROS HIJOS A SUPERAR FRUSTRACIONES

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En los niños más pequeños, este es un comportamiento normal. Algo que no

resulta extraño si tenemos en cuenta que los deseos de los bebés están

relacionados con necesidades fisiológicas básicas, como alimentarse, dormir,

etc. A esta edad es importante que los deseos de los niños se satisfagan de

inmediato, porque esto les proporciona una sensación de seguridad y

estabilidad que es muy importante para su desarrollo emocional.

A medida que crecen se van dando cuenta de que no siempre pueden tener

sus deseos satisfechos de inmediato y van aprendiendo a tolerar y aceptar

cierta molestia o demora en la realización de sus deseos como algo inevitable.

Es decir, aprenden, en mayor o menor medida, a tolerar la frustración al mismo

tiempo que van adquiriendo mayor autonomía y mayor capacidad para

manejar el entorno que les rodea y contribuir por sí mismos a la satisfacción de

sus deseos en vez de esperar pasivamente a que otros lo hagan por ellos. Poco

a poco van aprendiendo que hay ciertas limitaciones en ellos y en el ambiente

que le rodea, así como normas, costumbres, leyes, etc.

Pero, por supuesto, no siempre sucede así. Otros niños siguen actuando como

si todos sus deseos fuesen necesidades orgánicas tan poderosas y urgentes

como comer, respirar o saciar la sed. No aceptan que sus deseos no sean

satisfechos de inmediato, no quieren esperar ni saben sustituir un deseo no

realizable por otro realizable, como conformarse con un juguete diferente

cuando el que desean no está disponible. Cuando no consiguen lo que

quieren son capaces de armar un verdadero escándalo: patalean, lloran, se

tiran al suelo, como un modo de exigir que sus deseos se satisfagan de

inmediato.

Las frustraciones pueden producirse:

Por privación: Existen muchas privaciones que los seres humanos

aceptamos porque las consideramos naturales y lógicas. La frustración

surge cuando se nos priva injustamente de algo material o psíquico.

Por demora: Los seres humanos somos caprichosos y queremos las cosas

"ya", pero en la vida todo tiene su proceso. En ocasiones, el tiempo de

espera causa frustración.

Por impedimento: cuando causas mayores hacen imposible el logro de

nuestro objetivo.

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Por conflicto: Atracción-Atracción: Se produce cuando la persona tiene

que elegir entre dos objetos que tienen el mismo atractivo. Al elegir uno

debe renunciar al otro.

Por conflicto: Atracción-Evitación: Este es el conflicto más difícil de resolver.

Por una parte existe un estímulo muy atractivo pero se interpone una

prohibición que censura dicho estímulo.

Por conflicto: Evitación-Evitación: La persona se encuentra ante dos

situaciones igualmente desagradables y no le queda más remedio que

decidirse por una de las dos. En este tipo de situaciones, las personas

tienden a evadirse del problema refugiándose en la fantasía o

postergando la decisión y esperando que las cosas sucedan.

La intensidad de la frustración depende de la repercusión que tiene el hecho

para la persona.

Muchas personas viven frustradas durante toda su vida debido a que se

aferran a recuerdos y a formas de pensar y de vivir que no responden a la

realidad.

Poca tolerancia a la frustración

Hay dos maneras por las cuales el niño/a se vuelve poco tolerante a la

frustración:

1. La primera es cuando se le presentan muchas situaciones frustrantes.

2. La segunda es cuando los padres dan siempre tantos caprichos

incondicionales y evitan toda experiencia de insatisfacción que el niño/a

nunca puede experimentar la frustración.

En ocasiones, los padres evitan al niño todas las situaciones de insatisfacción,

de modo que si todos los deseos, las necesidades, las ilusiones son satisfechas,

la persona no tiene el entrenamiento necesario de la frustración y basta la

mínima experiencia frustrante para sentirse desbordado.

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Las personas con baja tolerancia a la frustración siguen manteniendo un modo

inmaduro de ver las cosas, tal y como hacían en la infancia:

Creen que tienen que obtener todo lo que quieren y para ello exigen,

ordenan e insisten para que se satisfagan sus deseos a toda costa.

Creen que es necesario que la vida sea siempre fácil y cómoda.

Creen que cualquier dificultad, demora, fracaso, etc. es demasiado

horrible para soportarla.

Confunden sus deseos con sus necesidades.

Aunque este comportamiento puede ser más frecuente en niños/as, también

se da en los adultos. No soportan que las cosas no salgan como ellos quieren.

Todas esas cosas que a las personas con adecuada tolerancia a la frustración

les resultan simplemente molestas, inconvenientes o desagradables, para las

personas con baja tolerancia son como verdaderas catástrofes. Con

frecuencia se sienten de mal humor, ansiosos, tristes, humillados, insatisfechos o

enfadados con el mundo que debería estar ahí para satisfacer todos sus

deseos. Se sienten víctimas, se quejan continuamente y suelen culpar a los

demás.

Por supuesto, si alguien ve las cosas de este modo, no es extraño que sea una

persona impulsiva, pues hacen lo que desean en el mismo momento en que

ese deseo aparece en su mente sin ser capaces de soportar la espera. Si

quieren algo, lo quieren ya. Por ese motivo, la baja tolerancia a la frustración

suele estar presente en problemas relacionados con la dificultad en el control

de impulsos, como las adicciones, ludopatías, compras compulsivas, etc.

El aprendizaje es necesario

Debemos aprender desde pequeños a aceptar las frustraciones como parte

natural e inevitable de la vida.

El ser humano desde que nace está sujeto a privaciones y exigencias que son

necesarias como aprendizaje. La vida, desde niños, nos pone con frecuencia

frente a situaciones de ser frustrado.

En estas situaciones la tarea de los padres y educadores es ayudar a

comprender y aceptar esa realidad, ayudarle a entender y aceptar la

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frustración y aprender que las cosas van muchas veces independientemente

de nuestra propia voluntad.

De nada servirá que los padres pretendamos evitar a nuestros hijos/as todas las

complicaciones. La vida está llena de dificultades de todo tipo y si no

entrenamos a los niños/as para que desde los primeros años aprendan a no

desanimarse ante la dificultad, no tardarán en considerarse incapaces y en

dejarse invadir por el desaliento.

Son muchas las situaciones en las que el niño y el adolescente sólo quieren

satisfacer sus deseos sin preocuparse de la conveniencia o no de sus actos,

pero somos los padres y los educadores quienes debemos exigirle

autodisciplina desde los primeros años y procurar que no les sea rentable ser

esclavo de sus caprichos. También hemos de hacerles ver que las cosas no

siempre salen bien y de acuerdo con nuestros deseos, y que la clave del éxito

está en la persistencia, en la constancia, en no darse por vencido fácilmente.

El entrenamiento en el esfuerzo y en no desistir tras sucesivos fracasos permite

la superación de estados frustrantes que son cada vez más acusados.

Aprovechar la experiencia negativa

Pero no todo es malo en la frustración. La frustración es un S.O.S. que nos

informa de que algo no funciona en la adaptación a la vida y que existe una

incongruencia que es necesario resolver.

La experiencia de la vida sirve de poco si no se sabe aprovechar. Saber

encajar los golpes de la vida no significa ser insensible. Tiene que ver más con

aprender a no pedir a la vida más de lo que puede dar, aunque sin caer en el

conformismo; con aprender a respetar a los otros manteniendo unos principios

y una convicciones claras; con ser pacientes y saber ceder, pero sin hacer

dejación de nuestros derechos.

La frustración desencadena la agresividad en las personas. La agresividad

puede expresarse en forma de cólera, culpando a los demás, a la vida, al

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destino... o puede ser dirigida hacia uno mismo, reprochándose. En este caso,

la frustración puede ser un estímulo poderoso para superarse, o por el

contrario, puede conducir a la reducción de la autoestima.

En épocas pasadas las personas eran más realistas, más conscientes de sus

límites y posibilidades. Sus expectativas eran más acordes con la realidad.

Dependían más de sí mismos que de las circunstancias, pero en la actualidad

somos programados desde niños para la competencia, para la ambición y

para el consumismo. Nuestra mente está llena de ilusiones, de necesidades y

de expectativas que no podemos satisfacer, lo cual general frustración.

La resistencia a la frustración es un hábito que depende de la filosofía de vida

que tiene cada persona. Quienes son conscientes de que poseen un valor

personal que está por encima de los fracasos circunstanciales están

fortalecidos contra las frustraciones. En cambio, quienes se apoyan en valores

pasajeros como la riqueza, el poder, la belleza o la fama, están sujetos a

frustraciones continuas.

Cómo fortalecerse contra las frustraciones

Es imprescindible que en cada edad o etapa del desarrollo evolutivo, el ser

humano soporte las frustraciones y dificultades características de esa edad.

Ponerse objetivos realistas evita tener desengaños.

Ante cualquier proyecto es importante elaborar un plan de acción que se

adapte a la realidad, que sea viable.

Actitud positiva: ver el lado bueno de los acontecimientos.

Aceptar los fracasos como una forma de aprendizaje necesario para la

propia maduración de la persona.

Ser humilde y agradecido a la vida por tantas cosas maravillosas que pone

cada día a nuestra disposición.

"Esperar lo mejor" pero siendo conscientes de que a veces ocurrirá "lo peor".

Aceptar lo inevitable mirando siempre hacia adelante.

Tener "asideros" (principios, valores, éxitos alcanzados,...) para los fracasos

en aspectos fundamentales de la vida.

No esperar demasiado de la suerte ni de las personas. El fracaso y la

frustración pueden estar a la vuelta de la esquina, no sólo por causa tuya

sino, por causa de los demás. Así es la vida.

Dar prioridad a los valores internos, éstos mantienen en alto la dignidad y la

esperanza.

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Pensar que, a pesar de todo, somos unos privilegiados.

Aceptar la vida y la gente como son.

Si al hacer balance entre lo bueno que te ha dado la vida y las

frustraciones, te encuentras con crédito a tu favor, eres "un triunfador".

Ser paciente y perseverante porque el éxito es el premio a la paciencia y a

la constancia. El hecho de luchar en vez de "tirar la toalla", es una victoria.

En realidad, no son las frustraciones las que nos hacen daño. Lo que nos hace

daño es nuestra incapacidad para reaccionar ante el fracaso de forma

inteligente y asertiva; el no pensar en forma creativa y el no entender que la

vida conlleva lucha, dificultades, incertidumbre, etc.

¿Cómo son las personas que saben tolerar la frustración?

Para ellas la vida es más agradable, más fácil y con menos estrés, son capaces

de convertir los problemas en nuevas oportunidades, tienen más

probabilidades de resolverlos porque no reaccionan ante ellos con tanta

intensidad ni intentan escapar para no sentir frustración, aceptan con más

facilidad el dolor, el sufrimiento, la incomodidad, el fracaso, etc., y no dejan

que estas cosas les perturben excesivamente.

De hecho, una de las características principales para el liderazgo es una alta

tolerancia a la frustración. Saber responder adecuadamente ante los

imprevistos, las interrupciones, los contratiempos, etc. y mantener la calma en

estas situaciones es lo que permite pensar con claridad y, por tanto, encontrar

las soluciones apropiadas.

Puede que lo importante para crecer como persona sea aprender a aceptar

la vida y sus placeres, dentro de los límites de la propia vida y de la realidad.