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Suplemento Científico de La Jornada Veracruz Domingo 1 de septiembre de 2013 Año 3 Número 30 Coordinador: Manuel Martínez Morales Ahora también búscanos en Facebook www.facebook.com/eljarochocuantico Probable impacto ciclónico Coatzacoalcos Veracruz Tampico Poza Rica-Tuxpan Huracanes

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Suplemento Científico de La Jornada Veracruz ❉ Domingo 1 de septiembre de 2013 ❉ Año 3 ❉ Número 30 ❉ Coordinador: Manuel Martínez Morales

Ahora también búscanos en Facebook www.facebook.com/eljarochocuantico

Probable impacto ciclónico

Coatzacoalcos Veracruz

Tampico Poza Rica-Tuxpan

Huracanes

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La importancia de los ciclones tropicales en México

Los huracanes son un fenómeno hidrometeorológico de gran interés para la sociedad, tanto por los impactos negativos que tienen (lluvias, deslaves, inundaciones y fuertes vientos), así como por sus efectos positivos (agua). México se encuentra rodeado por regiones oceánicas, de gran actividad ci-clónica tropical. Tanto el Océano Atlántico como el Océano Pacífico alrede-dor de México, son zonas propicias para la formación de ciclones tropicales (en los sucesivo CT) en el verano. La probabilidad de que al menos un CT toque tierra en México es muy alta, por lo que la vigilancia sobre su formación es parte de las acciones de las agencias ambientales mexicanas.

En general, la palabra huracán tiene una connotación negativa para la po-blación, ya que es sinónimo de desastre en los lugares que impacta. Hasta hace poco, los CT causaban cientos de muertes y grandes pérdidas econó-micas. Por ello, en el año 2000 se puso en marcha un Sistema de Alerta Tem-prana (SIAT), basado en acciones preventivas ante la aparición de un CT que moviliza entidades oficiales y de ser necesario a la población más vulnerable, con el fin de proteger su vida. Aunque los daños económicos que resultan del paso de estos sistemas sobre territorio nacional siguen siendo altos, se trabaja en esquemas de reducción de vulnerabilidad para disminuirlos.

Los CT que impactan México pueden formarse en el Mar Caribe, el Golfo de México o en el Pacífico del este. Muchos piensan que su aspecto posi-tivo radica en las lluvias que producen y que dejan una mayor disponibili-dad de agua, principalmente cuando entran a la zona norte de México. De acuerdo con registros de 30 años (climatología), los CT pueden represen-tar hasta 30% de las lluvias de verano dependiendo de su trayectoria. Por ello, años en los que no hay CT que afectan al país significan periodos en que los ríos, lagos y mantos acuíferos no se recargan lo suficiente. Por ello, hoy en día se reconoce el papel de los CT como proveedores de agua y una posible solución a los problemas de sequía que tienen varios estados, ya que le apuestan a la entrada de dos o tres huracanes para resolver sus problemas hídricos y de abasto urbano. Sin embargo, una gran incógnita año con año es cómo saber si estos sistemas meteorológicos entrarán o no a tierra, una pregunta clave para la gestión de agua.

Los modelos climáticos son las herramientas que se han utilizado para predecir el clima con meses de antelación o incluso para generar escena-rios que abarcan las décadas próximas. A pesar de los avances en materia de modelación de la dinámica del clima, aun no es posible predecir ade-cuadamente la actividad de los CTs y por tanto, su efecto en el ciclo hidro-lógico. Al tratarse de inestabilidades en el fluido atmosférico, producto de relaciones atmósfera-océano, su caracterización y pronóstico parece caer más en el terreno del pronóstico del tiempo atmosférico que del clima. Es por ello que se recurre a relaciones estadísticas para estimar la actividad ciclónica tropical en la temporada de lluvias de verano.

Desde el punto de vista científico, uno de los problemas actuales es cómo incluir el efecto de los CT en los pronósticos estacionales de lluvia y las regiones que afectarán, tanto en daños potenciales como en beneficios. El reto es resolver un problema de gestión de riesgo de forma adecuada para mejorar la prevención y la gestión de recursos naturales como el agua. Aún se continúa haciendo un esfuerzo para mejorar su representación en los modelos climáticos y así, establecer de mejor forma el papel de los CT en el clima de México y de muchas otras partes del mundo.

*Maestra en Ciencias y estudiante de Doctorado en Ciencias de la Tierra, UNAM, [email protected]

**Investigador del Instituto de Geografía, UNAM, [email protected]

DirectorTulio Moreno Alvarado

SubdirectorLeopoldo Gavito Nanson

Coordinador Manuel Martínez Morales

EdiciónMayra Licona Aguilar

CorrecciónArmando Preciado Vargas

os ciclones tropicales empiezan a trasmontar nuestras latitudes. En octubre de 2005 el huracán Vince casi lle-gó a Huelva, España, y en noviembre de 2012 Sandy inundó buena parte de la ciudad de Nueva York. Hechos

iné-ditos que nos hacen pensar qué pasará en el futuro cercano para un estado como Veracruz que, sin ser el afectado con más frecuencia en el país –lo superan la península de Yucatán y Tamau-lipas, en el Atlántico– ha sufrido daños particularmente severos en 1999, 2005 y 2010. En octubre 1999 una depresión tropical, asociada al paso de un frente polar, produjo 200 mil damnificados, 12 mil viviendas averiadas, 20 cortes carreteros y 200 muertos. En 2005 impactaron al estado cuatro tormentas tropicales, con 1.5 millones de damnificados, 130 mil viviendas dañadas y 170 cortes carreteros, pero no ocurrieron pérdidas de vidas humanas. El año 2010 dos huracanes, Karl (17 y 18 de septiembre) y Matthew (25 y 26 del mismo mes) causaron inundaciones en diversos puntos del estado y pérdidas por 5 mil millones de dólares –el presupuesto del gobierno del estado es de aproximadamente 7 mil millones de dólares anuales– y 20 muertos, pero en todo el estado y para la temporada de lluvias 2010 se acumularon 130 decesos.

Estos datos son más que suficientes para explicar el interés de El Jarocho Cuántico por dedicar uno de sus números al tema de los huracanes. Se han compilado aportaciones que van de las de-finiciones y descripciones básicas a las teorías y conjeturas más novedosas, pasando por análisis de la probabilidad de afectación de estos fenómenos y algunas consideraciones de carácter so-cial, para concluir con ejemplos de escurrimientos e inundaciones provocados por tormentas tropicales. Esperemos que este variado material sea de interés y, eventualmente, hasta de utilidad para los lectores.

Adalberto Tejeda Martínez y Antonio Luna Díaz-Peón, compila-dores de este número.

Programa de Estudios de Cambio Climático de la Universidad Veracruzana (PECCUV), [email protected]

2 El Jarocho cuántico n 1° DE SEPTIEMBRE DE 2013

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El Jarocho CuántiCo Al son de la ciencia

Correspondencia y colaboraciones: [email protected]

Comité Editorial:Carlos Vargas Madrazo

Valentina Martínez ValdésLorenzo M. Bozada Robles

Hipólito RodríguezLilia América Albert

w Christian Domínguez* y Víctor Magaña**

Huracán Ike, considerado también como un huracán mayor. 8 de septiembre de 2008. http://www.wunderground.com/hurricane/at20089.asp?feature=modis&image=A20082521905

Ciclón Tropical Barry. 20 de junio de 2013. http://lance-modis.eosdis.nasa.gov/wms/?zoom=4&lat=16.30078&lon=-93.43945&layers=B0000FFFFT&dat

um1=06/20/2013

facebook.com/ElJarochoCuantico

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Como sabemos, los fenómenos meteorológicos no respetan las fronteras que arbitrariamente ha establecido el hombre, por lo que de muy poco serviría que un país generara su propia informa-ción meteorológica si no cuenta con datos para seguir la evolución de un huracán o de otros me-teoros, que incluso puede abarcar varios países.

Por esa razón, científicos visionarios crearon, en el seno de la ONU la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que tiene entre sus funciones la coordinación del intercambio de información meteorológica internacional. Dicha información se toma como base para la ejecución de los modelos meteorológicos, mismos que constituyen la he-rramienta fundamental para la elaboración de los boletines y avisos meteorológicos.

Lo OMM ha dispuesto que en cada las re-giones donde es probable que afecte un ciclón tropical exista una oficina que se encargue del seguimiento, pronóstico y alerta de esos fenó-menos. Para la región IV –que comprende a México, Canadá, Estados Unidos Centroamérica y el Caribe– tales actividades las realiza el Centro Nacional de Huracanes de la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera (NOAA) del Gobierno Federal de los EU.

El Centro Nacional de Huracanes es, pues, el vigilante de la atmósfera en América del Norte y se encarga de coordinar con los países de la región

las observaciones de toda perturbación atmosfé-rica que se origine en las regiones tropicales de los Océanos Pacífico y Atlántico en el Hemisferio Norte; en nuestro país esa coordinación se da con el Servicio Meteorológico Nacional de la Comisión Nacional del Agua. Es por ello que el Centro Nacional de Huracanes es el primero en lanzar el aviso de la presencia de un ciclón tropical y co-rresponde a cada Servicio Meteorológico Nacional emitir las alertas preventivas para enfrentar sus embates.

Los ciclones tropicales pueden iniciar su de-sarrollo como pequeñas perturbaciones atmos-féricas, zonas de nubes con tormentas de lluvia, movimiento ascendente de aire húmedo y viento moderado en el que propiamente no se tiene un giro completo o círculo cerrado, sino más bien se manifiesta como una ondulación o curva, tal como si fuera una onda. En muchos de los casos estas ondas no adquieren mayor intensidad, y sólo se les clasifica como Ondas Tropicales. En la época de lluvias aproximadamente unas 45 ondas tropi-cales afectan a nuestro país.

Pero si las perturbaciones en algún momento se intensifican, es decir, adquieren un movimiento circulatorio, entonces se origina un ciclón tropical que, de acuerdo a la rapidez de sus vientos, es clasificado en depresión tropical, tormenta tropical o huracán.

En las depresiones tropicales, la rapidez del viento máximo sostenido es menor o igual a 63 km/h. Las tormentas tropicales se distinguen por tener vientos máximos sostenidos mayores a 63 km/h, pero menores o iguales a 118 km/h; por su parte, los huracanes se caracterizan por tener vientos máximos sostenidos mayor a 118 km/h. Estos últimos, adicionalmente se clasifican en huracanes moderados (categorías 1 o 2 en la Escala Saffir-Simpson) y huracanes intensos (categorías 3, 4 ó 5).

Ahora bien, cuando una perturbación es lo-calizada, se le mantiene en constante monitoreo vigilando su evolución. Cuando comienza a tomar fuerza pasa a ser una depresión tropical, en ese momento se le etiqueta con un número de control que es consecutivo a partir del uno y se asigna siguiendo una cuenta independiente para cada océano. En el caso del océano Pacífico se le adi-ciona la letra e y con esto se identifica en donde surge el sistema. Esta depresión pude evolucionar a una tormenta tropical y es en ese momento cuando se le bautiza con un nombre (de acuerdo con el procedimiento que se menciona en el ar-tículo titulado “El bautizo de los huracanes”). En caso de que las condiciones atmosféricas le sean favorables, la tormenta tropical puede transfor-marse en huracán, pero conservará su nombre de origen incluso, al debilitarse, a sus remanentes se les identificará por el mismo nombre.

*Licenciado en Ciencias Atmosféricas con Especialización en Métodos Estadísticos de la UV. Se desempeña como Jefe de la Unidad de Meteorología

de la Delegación Regional de la Comisión Nacional del Agua, [email protected]

3El Jarocho cuántico n 1° DE SEPTIEMBRE DE 2013

Para que nazca un ciclón tropi-cal, el cual puede llegar a ser huracán, hay varias condiciones favorables que deben actuar en combinación. La propía rotación de la Tierra es una de ellas; las otras son el viento tanto cerca de la superficie como en capas altas de la atmósfera, la temperatura de la atmósfera y el océano y la humedad del aire.

La rotación de la Tierra crea una fuerza aparente, conocida como fuerza de Coriolis, que desvía los vientos hacia la derecha de su des-plazamiento en el Hemisferio Norte (donde se encuentra México) y hacia la izquierda en el Hemisferio Sur; sin la fuerza de Coriolis no es posible mantener la perturbación tropical. El nacimiento de los hu-racanes no se da a menos de 500 km del ecuador, debido a que en esta región la fuerza de Coriolis es cercana a cero.

El viento debe estar presente en los primeros metros cercanos a la superficie oceánica, además de tener un movimiento de rotación y al llegar a la zona de la pertur-bación debe contar con la energía suficiente para subir y adentrarse en las alturas donde se presentan nubes; empero, debe haber un cambio débil en la magnitud del

viento con la altura, no tan intenso que arrastre a las nubes.

La temperatura en la atmósfera debe disminuir rápidamente con la altura, lo que permite que el aire húmedo suba y se desarrollen nubes, pero además el aire en la

altura no debe estar seco, debe haber humedad en la tropósfera media; de no ser así la humedad se disolvería en el aire en vez de formar nubes de tormenta.

La capa superficial del océano debe estar cálida, con una tem-

peratura de al menos 26.5 ºC. No se sabe con certeza el espesor que debe tener esta capa, pero se estima que entre 50 y 60 metros para contener el calor suficiente que alimente al huracán.

Todas estas condiciones son ne-cesarias pero no suficientes, ya que muchas perturbaciones que ocurren en la presencia de estos factores no alcanzan a desarro-llarse completamente. Debe existir una perturbación preexistente, ya que los huracanes no se crean espontáneamente; se requiere la presencia de un sistema organi-zado débilmente, que tenga sufi-ciente rotación.

Las variables descritas interac-túan de forma compleja para ge-nerar las condiciones adecuadas para la formación de un ciclón tropical, pero aún coexistiendo to-das ellas, a la fecha no es posible de manera precisa pronosticar lu-gar y fecha del nacimiento de un huracán.

(Para los interesados se reco-mientan dos artículos clásicos:

DeMaria, Knaff y Connell (2001), A Tropical Cyclone Genesis Parameter for the Tropical Atlantic, Weather and Forecasting, 16:219-233

Gray W.M. (1968), Global view of the origin of tropical disturbances and storms, Monthly Weather Review, 96:669-700)

*Licenciada en Ciencias Atmosféricas por la UV y Maestra en Ciencias

(Física de la Atmósfera) por la UNAM, [email protected]

Imagen del huracán Wilma dirigiéndose a Cozumel tomada desde el satélite a Octubre de 2005. http://www.wunderground.com/hurricane/at200522.asp?feature=modis&image=A20052941625

¿Cómo nacen y crecen los huracanes?

w Daniela A. Cruz-Pastrana*

¿Quién vigila y clasifica los huracanes?w José Llanos Arias*

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El término de ciclón tropical incluye a los fenóme-nos meteorológicos con un patrón de vientos con giro contra las manecillas del reloj, empezando con una depresión tropical (de 34 a 62 km/h), hasta un huracán categoría cinco (más de 252 km/h).

De los desastres documentados en el Atlántico Norte por ciclones tropicales que más vidas han cobrado, está el Gran Huracán de 1780, que pasó sobre las Antillas menores y el Caribe, y cobró entre 20 mil y 22 mil vidas. En tiempos modernos, el huracán Mitch, en 1998, cobró más de 19 mil vidas. De aquí la importancia de las medidas preventivas y las instituciones de protección civil.

Con la aparición del telégrafo, los ciclones tropicales avistados por los barcos en alta mar, se podían reportar pero sólo hasta que el barco tocaba tierra para usar el telégrafo, inventado por Samuel Morse en su forma “funcional” en 1844.

A principios del siglo XX, el uso del radio –lla-mado en un inicio telegrafía sin cables– mejoró notablemente el tiempo de aviso. El advenimiento de los satélites en los años 1960 fue un avance gigantesco. En 1974 los EU pusieron en órbita estacionaria sobre el ecuador el Synchronous Meteorologycal Satellite (SMS) a unos 36 mil kilómetros de altura, lo que le permitía mante-ner su posición en referencia a la superficie de la tierra, a diferencia de los satélites de órbita polar que cambian su posición constantemente. Después del lanzamiento de dos SMS, siguió la serie de satélites Geostationary Operational Environmental Satellites (GOES) que continúa hasta ahora, y nos permiten conocer la posición de un ciclón tropical desde su nacimiento hasta su disolución.

Con las computadoras, se inició la segmenta-

ción de las ecuaciones de la física de la dinámica atmosférica (discretización), calculadas en cada punto de una malla geográfica. El primer intento de pronóstico numérico del tiempo fue realizado en Inglaterra por Lewis Fry Richardson 1922, con un pequeño ejército de personas que calculaba con lápiz y papel. El pronóstico a seis horas les llevó seis semanas. Durante la guerra fría a pe-sar de los bloqueos radicales de información, los EUAy Cuba nunca detuvieron el flujo de informa-ción meteorológica que a ambos convenía.

En la actualidad se utilizan computadoras de alto rendimiento con mallas que pueden ser tan pequeñas como un kilómetro por un kilómetro. Para el pronóstico de las trayectorias de huraca-nes se cuenta con más de treinta modelos numé-ricos de diferentes instituciones y este número sigue creciendo. El previsor del tiempo, que es finalmente el responsable único del pronóstico, se enfrenta a menudo a resultados de modelos que no coinciden entre si y debe decidir cuál es el más probable.

El pronóstico de la trayectoria es más confia-ble si el fenómeno está bien formado, pues cum-ple mejor con las leyes de la física que la de un sistema desorganizado. El pronóstico numérico de la intensidad de los ciclones tropicales todavía es deficiente, incluso utilizando datos medidos directamente con los aviones cazahuracanes que atraviesan al ciclón tropical.

El pronóstico de la cantidad de tormentas tropicales (vientos de 63 a 117 km/h) por tem-porada, es realizado por P. Klotzbach y W. Gray en la Universidad de Colorado y es el utilizado como ‘oficial’ por nuestro Servicio Meteorológico Nacional. Se muestra en la gráfica el número pronosticado de tormentas, el que realmente ocurrió y el número que impactó al estado de Veracruz. Después del pobre pronóstico en el año 2005, los pronósticos siguientes muestran patrones que asemejan la realidad e incluso se observa relación con los impactos en las costas de Veracruz. Con los avances tecnológicos y el mejor entendimiento de la física de un ciclón tropical, esperamos mejores modelos numéricos en el futuro inmediato. Apenas en el año 1956 el climatólogo tuxpeño Dr. Julián Adem Chaín descubrió el efecto beta en los huracanes que los induce a desplazarse hacia el noroeste de-bido a la rotación del planeta tierra como cuerpo esférico. Estamos en espera de las siguientes contribuciones de nuestros climatólogos actuales y en ciernes.

* Coordinador Centro de Estudios y Pronósticos Meteorológicos de la Secretaría de Protección Civil del Estado de Veracruz, Doctorado en oceanografía física por la U de Hamburgo, maestría del CICESE y Físico

por la UASLP, [email protected]

Modelos de pronóstico

de huracanes w Juan Matías Méndez Pérez*

Un modelo matemático es una representación teórica del comportamiento de un fenómeno natural, expresado de tal forma que permite una mejor comprensión de éste. Para el caso de la atmósfera, su comportamiento está explicado por leyes físicas –expresadas por ecuaciones matemáticas– que describen los balances de materia, energía y el llamado moméntum mecá-nico, así como la interacción oceáno-atmósfera, microfísica de nubes, radiación solar, etc. Tales ecuaciones describen el estado de la atmósfera y sus cambios, en términos de temperatura, viento, humedad y demás variables, a partir de valores iniciales. Adicionalmente, es necesario conocer las llamadas condiciones de frontera, tales como topografía, tipo de suelo, vegetación, cuerpos de agua, temperatura superficial del mar, etc. De esta forma, desde principios del siglo XX el físico noruego Vilhelm Bjerknes, considerado uno de los fundadores de la meteorología moderna y del pronóstico del tiempo, estableció que si se conoce el estado de la atmósfera en un momento dado, en principio es posible resolver las ecuaciones de dicho modelo y así determinar su estado futuro, es decir hacer un pronóstico. Las ecuaciones ma-temáticas son complejas por lo que se resuelven por aproximaciones a través de métodos numéri-cos con ayuda de computadoras.

Actualmente, el avance en el pronóstico de huracanes está basado en la incorporación en el proceso de modelación de diversas fuentes de datos, desde boyas en el océano, pasando por redes de estaciones hidrometeorológicas, imáge-nes de satélite y radares de alta resolución, hasta aviones instrumentados llamados “caza-huraca-nes”. Estos sistemas registran información sobre la posición, viento, oleaje, temperatura, humedad, presión y demás variables que son recabadas para alimentar a los modelos de pronóstico del tiempo. Lo que buscan predecir estos modelos es la posición, intensidad, dirección de desplaza-miento, cuándo y dónde impactará un huracán.

Una vez que un huracán se ha formado y hasta que se disipa, los grandes centros de predicción en el mundo generan pronósticos de trayectorias de huracanes para los próximos tres a cinco días en intervalos de tiempo de tres a seis horas. Uno de los tipos de pronóstico más utilizado es conocido como “por ensamble”, que consiste en combinar los pronósticos de diferen-tes modelos individuales o los pronósticos de un solo modelo pero con diferentes condiciones iniciales, obtienen un grupo o ensamble de tra-yectorias. Al inicio del pronóstico, la mayoría de la trayectorias son muy cercanas una a otra, pero conforme aumenta el tiempo de pronóstico se separan (dispersan), por lo que generalmente se representa como un “cono”. Dependiendo la intensidad del huracán o cercanía a la zona costera, los pronósticos son actualizados con información más reciente y emitidos cada tres a seis horas.

Finalmente, el pronóstico del tiempo, inclu-yendo huracanes, ha evolucionado considerable-mente por el uso de sensores remotos (satélites y radares) modernos, redes de observación y comunicación, y cómputo. Esto permite prediccio-nes más precisas y con mayor anticipación ante la ocurrencia de estos sistemas, volviéndose un elemento fundamental en la prevención y toma de decisiones ante estos eventos.

*Licenciado en Ciencias Atmosféricas por la UV, Maestro en Ciencias y Doctor en Ciencias (Física de la Atmósfera) por la UNAM; actualmente es Profesor-

Investigador en la UV, [email protected]

4 El Jarocho cuántico n 1° DE SEPTIEMBRE DE 2013

Huracán Emily en categoría 5 considerado como uno de los mayores de la historia, presenta su ojo y gran extensión sobre el Golfo de México. 7:20 PM GMT en Julio 19, 2005. http://www.wunderground.com/hurricane/at20055.asp?feature=modis&im

age=A20052001920

El pronóstico de los ciclones tropicales en la

historiaw Saúl Miranda Alonso*

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Los tres tomos de Las inundaciones 2010 en Veracruz –cada uno con siete u ocho capítulos– recopilan trabajos de 80 especialistas en ciencias físicas y sociales, analizan las causas, consecuencias, contextos y escenarios de las inundaciones que año con año afectan a Veracruz, desde visiones históricas, sociales, meteorológicas, hidráulicas o económicas. La obra publicada en 2012 por UV y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, está disponible en papel (se puede adquirir escribiendo a [email protected]) y en una versión preliminar en pdf en www.peccuv.mx.

El primer tomo recupera la memoria de las inundaciones en Tlacotalpan y Cosamaloapan, a través de la historia oral, y repasa la meteorología de los huracanes que han afectado al estado desde

mediados del siglo XIX. Abunda sobre las causas de variabilidad climática, estimaciones de los escurrimientos de las lluvias dejadas por Karl y analiza la variación del nivel del agua subterránea ante precipitaciones intensas.

El tomo dos contiene propuestas de restauración ecológica para la reducción del riesgo ante inundaciones; un estudio de los efectos en el Sistema Arrecifal Veracruzano por los objetos arrastrados por los escurrimientos provocados por el huracán Karl; modelos de estimación de riesgos de inundaciones, una propuesta de evaluación de pronósticos meteorológicos, y mapas de probabilidad de impactos de tormentas tropicales en 100 kilómetros alrededor de Coatzacoalcos, Veracruz, Tuxpan y Tampico.

En el tomo tres se plantean estrategias de sustentabilidad y adaptación y se proponen medidas para estimar la vulnerabilidad ante inundaciones.

Un salto de seis décadas al pasado, hace recordar un trabajo singular en el tema, que se liga con números precedentes de este suplemento dedicados a la historia de la ciencia. En 1947 el etnólogo cubano Fernando Ortiz publicó El huracán: su mitología y sus símbolos. Contiene un resumen de lo que se conocía de los huracanes a esas fechas –tres lustros antes de los satélites meteorológicos y los modelos computacionales– pero sobre todo reconstruye el saber meteorológico prehispánico y colonial, no carente de mitos y símbolos –como lo dice el subtítulo del libro– que lo hacen deleitable, quizás hoy más que antes. El Fondo de Cultura Económica ha continuado reeditando esta joya que ningún interesado en el tema debe perderse. E. Escalón y A. Tejeda.

5El Jarocho cuántico n 1° DE SEPTIEMBRE DE 2013

Algunos fenómenos meteorológicos –como los huracanes– llegan a impactar significativamente la vida coti-diana de la población cuando ocurren con extrema intensidad, incluso han marcado historias locales y regiona-les. Recordemos algunos nombres que de sólo oírlos nos refieren a verdaderos desastres como los recientes Katrina y Willma en 2005, Andrew (1992), Mitch (1998) y Gilbert (1988); o en nuestra región Stan en 2005 y Karl en 2010. Pero ¿quién ha sido el responsable de que esos nombres hayan quedado satanizados en nuestra memoria? ¿Quién los selecciona y cómo lo hace?

Comencemos con un poco de historia: en la época de la llegada de los españoles en la zona del Caribe y en particular en Puerto Rico, los ciclones tropicales eran nombrados de acuerdo al santo del día en el que afecta-ban alguna localidad. Por ejemplo, el huracán San Roque, que en 1508 devastó Puerto Rico, el de Santa Ana, que azotó también a Puerto Rico el 26 de julio de 1825, y San Felipe, que afectó en “dos ocasiones” a Puerto Rico: el 13 de septiembre de 1876 y de 1928.

En la literatura también se menciona que durante la II Guerra Mundial, los meteorólogos militares asignaban números y no nombres a las tormentas tropicales, tal como, “Huracán #1”, “Huracán #2, etcétera. Durante un corto tiempo, el alfabeto fonético militar se usó para asignar nombres cortos como Alfa, Bravo, Charlie, etcétera, para facilitar la rapidez de las transmisiones.

Ivan R. Tannehill en su libro Huracanes narra que la primera vez que se utilizó un nombre de mujer para referirse a un huracán fue a finales del siglo XIX, nominación que se le atribuye al meteorólogo australiano Clement Wragge.

En 1953, los meteorólogos estadounidenses adoptaron la costumbre de llamar a los ciclones con el nombre de sus novias y esposas, ya que afirmaban que los huracanes eran como las mujeres: volubles e impredecibles. Sin embargo, al avanzar el movimiento feminista la protesta no se hizo esperar y en 1978 dio inicio el proceso para agregar nombres masculinos alternados con los femeninos para denominar a los huracanes del Pacífico Norte. Al año siguiente, la práctica también fue acogida por los países de la cuenca del Atlántico.

Qué nombre le pondremos…Hoy en día, los ciclones tropicales una vez que alcanzan la categoría de tormenta tropical (vientos máxi-

mos sostenidos iguales o mayores a 63 km/h) toman su nombre de una relación elaborada por el Comité de Huracanes de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), dentro del Plan Operativo de Huracanes de la Asociación Regional IV para América del Norte, Central y el Caribe (ARIV).

Esta relación consiste en seis listas, una para cada año, donde se alternan 21 nombres propios de mujeres y hombres en español, inglés y francés, que son los idiomas que se hablan en los países que generalmente son afectados por estos sistemas y que, por cierto, no se traducen. Un año, la lista inicia con un nombre masculino y al siguiente, con uno femenino. La regla para su selección consiste en nombres cortos, distintivos y fáciles de aprender, de manera que los meteorólogos y comunicadores los usen con claridad en los boletines informativos en todos los países de la región. Para ambos océanos las listas correspondientes al año 2013 se volverán a utilizar en 2019.

Es de señalar que cualquiera de los miembros del Comité de Huracanes de la OMM puede solicitar suprimir el nombre de huracanes que hayan sido especialmente funestas para la población. Entonces se establece que estos nombres no podrán “ser usados por lo menos durante 10 años, lo anterior para facilitar las referencias históricas, acciones legales, actividades de reclamaciones de seguros, así como para evitar las confusiones del público con otra tormenta del mismo nombre”. Si el nombre es retirado, se selecciona otro del mismo género en inglés, español o francés.

En este sentido, México ha solicitado retirar los siguientes nombres: en el caso del Pacífico se retiró Ismael (1995); Pauline (1997) y Kenna (2002). En el Atlántico, Janet (1955), Inez (1966), Beulah (1967), Carmen (1974), Anita (1977), Allen (1980), Gilbert (1988), Diana (1990), Opal y Roxanne (1995), Mitch (1998), Keith (2000), Isidore (2002), (1995), Stan y Wilma (2005).

Asimismo, en caso de que el número de tormentas supere a los nombres previstos, se usará el alfabeto griego (Alfa, Beta, Gamma,…) para denominarlos, tal como ocurrió en el año 2005 que se utilizó hasta la “zeta”.

En una tempestad

José María Heredia(Cuba, 1803-1839)

Huracán, huracán, venir te siento,  y en tu soplo abrasadorespiro entusiasmadodel señor de los aires el aliento.En las alas del viento suspendidovedle rodar por el espacio inmenso,silencioso, tremendo, irresistibleen su curso veloz. La tierra en calmasiniestra; misteriosa,contempla con pavor su faz terrible. ¿Al toro no miráis? El suelo escarban,de insoportable ardor sus pies heridos:La frente poderosa levantando,y en la hinchada nariz fuego aspirando,llama la tempestad con sus bramidos.¡Qué nubes! ¡qué furor! El sol temblandovela en triste vapor su faz gloriosa,y su disco nublado sólo vierteluz fúnebre y sombría,que no es noche ni día... ¡Pavoroso calor, velo de muerte!Los pajarillos tiemblan y se esconden al acercarse el huracán bramando,y en los lejanos montes retumbandole oyen los bosques, y a su voz responden.Llega ya... ¿No le veis? ¡Cuál desenvuelvesu manto aterrador y majestuoso...!¡Gigante de los aires, te saludo...!En fiera confusión el viento agitalas orlas de su parda vestidura... ¡Ved...! ¡En el horizontelos brazos rapidísimos enarca,y con ellos abarcacuanto alcanzó a mirar de monte a monte!¡Oscuridad universal!... ¡Su soplolevanta en torbellinosel polvo de los campos agitado...!En las nubes retumba despeñadoel carro del Señor, y de sus ruedasbrota el rayo veloz, se precipita,hiere y aterra a suelo,y su lívida luz inunda el cielo.¿Qué rumor? ¿Es la lluvia...? Desatadacae a torrentes, oscurece el mundo,y todo es confusión, horror profundo.Cielo, nubes, colinas, caro bosque,¿Dó estáis...? Os busco en vano:Desparecisteis... La tormenta umbríaen los aires revuelve un océanoque todo lo sepulta... Al fin, mundo fatal, nos separamos:El huracán y yo solos estamos.¡Sublime tempestad! ¡Cómo en tu seno,de tu solemne inspiración henchido,al mundo vil y miserable olvido,y alzo la frente, de delicia lleno!¿Dó está el alma cobardeque teme tu rugir...? Yo en ti me elevoal trono del Señor: oigo en las nubesel eco de su voz; siento a la tierraescucharle y temblar. Ferviente llorodesciende por mis pálidas mejillas,y su alta majestad trémulo adoro.

El bautizo de los huracanes w José Llanos Arias

Dos títulos imprescindibles

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6 El Jarocho cuántico n 1° DE SEPTIEMBRE DE 2013

México es uno de los pocos países del mundo que es impactado por ciclones tropicales (CT) provenien-tes de dos océanos. Estadísticamente los estados costeros que reciben un mayor número de impactos son Baja California Sur y Sinaloa provenientes del Pacifico, y Quintana Roo y Tamaulipas en el Caribe y Golfo de México (Díaz Castro, 2010).

Luna y Licona (2013) contabilizaron el impacto de 49 tormentas y huracanes al estado de Veracruz desde 1850 hasta julio de 2012 (Figura 1). Sin em-bargo, desde 2005 a la fecha, trece han sido los que afectaron directamente a esta entidad (Tabla 1), esto quiere decir que más del 25% del registro total han sido en los últimos nueve años.

Se sabe de fenómenos de escala global que ayu-dan al desarrollo de un número mayor de CT en la Cuenca del Atlántico, como por ejemplo:

La Oscilación Multidecadal del Atlántico (AMO por sus siglas en inglés), fenómeno que tiene una dura-ción en promedio de 60 años y que se caracteriza por anomalías de la temperatura superficial del océano, Desde 1994 está en su fase positiva con temperaturas por arriba de la normal (Figura 2).

La Niña, periodo de varios meses durante el cual el Pacifico registra valores de temperatura superficial más bajo de lo normal. Se conecta con patrones de circulación atmosférica que permiten el debilitamiento de los alisios y de la cizalladura (variación del viento en velocidad y dirección con la altura) en la cuenca del Atlántico. Cabe señalar que en 2005 se estableció el récord de mayor número de tormentas y huracanes con 28 siendo un año neutro.

Asimismo, una de las características del suroeste del Golfo de México es que debido a sus altas tem-peraturas durante el verano y la configuración geo-gráfica (curvatura y orografía) del país, ésta sea una zona ciclogenética, es decir donde nacen los ciclones tropicales.

Otra característica estudiada por Zehnder y Reeder (1997) es el recurvamiento que presentan algunos CT hacia el Suroeste, como resultado de su interacción con la Sierra Madre Oriental.

Pero ¿cuál será la causa para que muchos CT hayan tomado una dirección hacia Veracruz en los últimos años?

Los investigadores Cristina Archer y Ken Caldeira del Instituto Stanford Carnegie de Washington anali-zaron datos de 1979-2001, y encontraron que la co-rriente en chorro del Hemisferio Norte se movió hacia el Norte aproximadamente 200 km por década y se desplazó hacia lo alto aproximadamente entre 5 y 23 metros, además de que la velocidad del viento decre-ció cerca de 1.6 km/h durante este periodo. El estudio de Archer y Caldeira confirma otros y coinciden con lo pronosticado por la teoría del calentamiento global. Por ejemplo, Lorenz and DeWeaver (2007) encontra-ron movimientos de la corriente en chorro hacia los

polos para el 2100, según la predicción de 15 mode-los climáticos utilizados para formular el documento “Oficial” del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático 2007 (IPCC, por sus siglas en inglés).

Archer y Caldeira advirtieron que “Esos cambios en latitud, altitud y fuerza han posiblemente afectado la formación y evolución de las tormentas en latitudes medias y de los CT en las regiones subtropicales”. Un efecto que podríamos comenzar a ver en recientes décadas es una reducción o retraso en el número de CT que recurven al norte. Si la corriente en chorro continúa moviéndose al norte y debilitándose con-forme el globo terrestre se caliente, podemos esperar que los CT del Caribe y Golfo de México sea menos probable que recurven, resultando en más impactos en México y América Central.

¿Será que se esté cumpliendo lo investigado y en-tonces Veracruz deba considerarse como un estado altamente expuesto a los embates de los CT?, esto lo veremos con el paso de los años, pero esta teoría permite sensibilizar a la población sobre sus efectos destructivos y a las entidades gubernamentales me-jorar sus medidas de prevención y atención.

Referencias:Díaz-Castro Sara C. (2010)

. Interciencia, Vol 35, No, 4 pp 306-310

Masters J. (2008) WunderBlog de junio de 2008.Luna J.-Licona Y. (2013) Recuento Histórico de la

incidencia de Ciclones tropicales en el Estado de Veracruz. Boletín Meteorólogos edición de agosto de 2013. En prensa.

Klotzbach P.J.-Gray W.M. (2012) Summary of 2012 Atlantic Cyclone Activity and Verficaction of Author´s Seasonal en Two-week Forecasts. Colorado State University

Zehnder J.A.-Reeder M.J. (1997) A Numerical Study of Barotropic Vortex motion near a Large-Scale Mountain Rabge with Application to the Mortion of Tropical Cyclones Approaching the Sierra Madre. Meteorology and Atmosfpheric Physics 64, 1-19.

* Licenciado en Ciencias Atmosféricas por la UV y catedrá-tico de la misma, con 30 años de

experiencia como meteorólogo ope-rativo en el Servicio Meteorológico

Nacional y en el Gobierno del Estado de Veracruz, f_acevedo_ro-

[email protected]

Barry es el segundo ciclón tropical de la temporada 2013 de la cuenca del Atlántico y el primero que afectó a terri-torio veracruzano en este año. Pero para conocer más de él nos remontamos al día 9 de junio, cuando en las proximidades de la Isla Cabo Verde se formó la tercera onda tropical según el Centro Nacional de Huracanes (http://www.nhc.noaa.gov/); el día 13 entró al mar Caribe y el 14 cruzó por Puerto Rico con alta probabilidad de intensificase. Mientras, para el estado de Veracruz los pronósticos comenzaban a presentar zonas de lluvia por arriba de los 200 mm acumulados en 24 horas a partir de cinco días posteriores.

El día 17 sobre el mar Caribe el me-teoro se encontró con aguas propias para su desarrollo a ciclón tropical (tem-peratura de la superficie del mar supe-rior a los 26.5 °C), a las 10 de la ma-ñana es declarada como la depresión tropical 2 (vientos máximos sostenidos de 35 a 62 km/h) y por la noche toca-ría tierra en la costa sur de Belice con precipitaciones importantes que dejó a su paso. Para entonces la Secretaría de Protección Civil del gobierno del estado de Veracruz (http://www.veracruz.gob.mx/) tomaba la decisión de declarar a partir del siguiente día alerta gris por amenaza de ciclón y principalmente porque en esos momentos los modelos de pronósticos incrementaban la canti-dad probable de lluvia a 300 mm (litros por metro cuadrado) acumulados en 24 horas a partir del día 19 al 23.

El ciclón cruzó hacia el Golfo de México el día 18 por la tarde y emergió en aguas de la Sonda de Campeche a la altura de Ciudad del Carmen, Camp. Hasta ese momento el ciclón, según el NHC, ya daba muestras de una trayec-toria que anteriormente otros sistemas habían recorrido, como el recientemente ocurrido Karl (2010) o Stan (2005), Hermine (1980), el huracán 4 (1944) ó el huracán 7 (1932). Sin embargo este me-teoro era el primero que sucedía en ju-nio, ya que los anteriores habían ocurrido entre finales de agosto y principios de octubre cuando las condiciones del mar son más propicias. La tarde del día 19 lo-graba alcanzar la categoría de tormenta tropical (vientos máximos sostenidos de 63 a 118 km/h) y desde ese momento se le conocería con el nombre de Barry: ya estaba a sólo a 115 km al este-noreste del puerto de Veracruz.

Barry durante la noche avanzó rá-pidamente y por la madrugada del día 20 se encontraría con una fortaleza montañosa, el Eje Neovolcánico que ha desviado algunos ciclones tropicales, pero a Barry lo debilitó y dividió en dos partes, una al norte que cubriría la región de Misantla hasta Pánuco y la otra de la cuenca del río Actopan a la cuenca del Papaloapan.

Barry dejó del agua que traía consigo. El primer río que desbordó fue el Nautla y después el río La Antigua; después empezó a perder fuerzas y a las 22:00 horas del 20 de junio del 2013 y era de-clarado ya como un simple sistema de baja presión.

*Licenciado en Ciencias Atmosféricas y Maestro en Estadística Aplicada por la

Universidad Veracruzana, colaborador PECCUV, [email protected]

Nacimiento, vida y muerte de Barry

w Antonio Luna Díaz Peón*

Figura 1. Tormentas y Huracanes que han impactado en Veracruz durante el periodo 1850-2012 ■ Foto Luna-Licona

¿Están aumentando los ciclones tropicales por el cambio climático?

w Federico Acevedo Rosas*

Figura 2. Número de Tormentas con nombre desarrolladas en la cuenca del Atlántico durante el periodo 1950-2012 señalando una alta actividad a partir de 1995

■ Foto Climate Central

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Cuando se desarrolla un ciclón tropical en algunas de sus posibles categorías, una gran cantidad de personas a nivel internacional se conjuntan para unir sus esfuerzos y trabajo para salvaguardar las vidas de las personas y sus bienes.

Las actividades inician en los observa-torios meteorológicos de cada país donde se genera la información básica que es utilizada por investigadores en los centros de pronóstico para la ejecución de sus modelos matemáticos del tiempo; los resultados de estos modelos posteriormente son utilizados por los previsores del tiempo, para la emisión de sus boletines y avisos.

La toma de información atmosférica, la ejecución de los modelos, así como el análi-sis de los previsores es una actividad rutina-ria los 365 días del año; sin embargo, ante la presencia de un fenómeno atmosférico severo estas actividades alcanzan mayor relevancia. Se trata de responder a preguntas como ¿dónde impactará su centro?, ¿por dónde entrará?, ¿el día y la hora que tocará tierra?, y desde luego su intensidad.

Al momento en que se detecta la for-mación de un ciclón tropical da inicio su seguimiento, se intensifica la toma de in-formación, se realizan vuelos para recabar información más precisa del comporta-miento del sistema con la finalidad de que los modelos de predicción de la trayectoria puedan tener el menor error posible.

En los últimos años estos errores en el pronóstico de las trayectorias de los ciclo-nes tropicales ha disminuido en gran me-dida debido a los avances de la tecnología en especial a los sistemas de observación meteorológica, tales como aviones de reconocimiento y datos de satélite. Lo que no ha mejorado mucho es en cuanto a la previsión de su desarrollo inicial o génesis ni su intensidad.

Decíamos en párrafos anteriores que los adelantos tecnológicos en materia de observación han apoyado en mejorar los pronósticos de trayectoria, pero también es importante mencionar que el desarrollo de los modelos de predicción por computa-

dora, el conocimiento y la experiencia de los investigadores han desmpeñado un papel importante en la precisión de los pronósticos. Sin embargo, aún no se ha podido simular de manera adecuada los diferentes procesos que se desarrollan en la atmósfera, situación que impide que los pronósticos sean exactos.

Al final de cada temporada el Centro Nacional de Huracanes (CNH) realiza una evaluación de sus pronósticos de trayectoria de CT. Para el periodo de 2000-2009, encon-tró que en promedio el error en la trayectoria pronosticada puede tener los siguientes va-lores en función del tiempo: en 12 horas, 65 kilómetros; en 24 horas, 114 kilómetros; en 36 horas, 160 kilómetros; en 48 horas, 208 kilómetros en 72 horas, 309 kilómetros; en 96 horas, 400 kilómetros; y en 120 horas, 523 kilómetros, como puede observarse la tra-yectoria real de un ciclón tropical puede ser varios o cientos de kilómetros hacia arriba o hacia abajo de lo pronosticado; por lo ante-rior el CNH, incluye en sus previsiones de trayectoria un cono (color blanco) que repre-senta la zona o área donde potencialmente podría moverse el ciclón tropical tomando en cuenta los errores del pronóstico de trayecto-ria. Puede decirse que este cono representa entre el 65 % a 70 % de probabilidad de que el centro del ciclón tropical esté contenido en él en el plazo total del pronóstico.

Aunque cada año las previsiones en cuanto a la trayectoria de un ciclón van mejorando, aun no se puede determinar con mucha anticipación el lugar exacto por donde pasará un ciclón e incluso en el último momento de manera intempestiva pude cambiar su rumbo. Pero a todo esto, debemos considerar que un ciclón tropical no es un punto (ojo o centro); sino que es un fenómeno de gran extensión cuyos efectos pueden ampliarse a varios cientos de kiló-metros del ojo. Así que las zonas de alerta se deben extender más allá de ambos lados del cono de posible trayectoria.

Siendo Gerente Regional de Comisión Nacional del Agua, el fallecido ingeniero Horacio Rubio Vega cuando se desarrollaba uno de estos fenómenos decía que “no queda de otra, más que velar al muerto”. Efectivamente, cuando un ciclón tropical se ha formado no existe la manera de pararlo o desviarlo hacia lugares donde cause menos daños: sólo existe la posibilidad de obser-varlo mediante satélites, aviones, radares y estaciones meteorológicas y advertir a la población de las zonas que posiblemente sean impactadas con la finalidad de que se preparen para enfrentar los embates de es-tos devastadores sistemas meteorológicos.

7El Jarocho cuántico n 1° DE SEPTIEMBRE DE 2013

Siguiendo trayectorias o “velando al

muerto”w José Llanos Arias

La necesidad de intervenir sobre comunidades vulnera-bles a ciertos riesgos, como los implicados en huracanes o ciclones tropicales, nos obliga a poner en marcha prác-ticas que incluyen inevitablemente procesos de comuni-cación de riesgo. Pero las estrategias de comunicación han sido, históricamente, limitadas e ineficaces.

En principio, porque el alcance que ofrecen los medios de comunicación ha logrado que se privilegien como he-rramientas para la difusión informativa, y porque ofrecen la apariencia de hacer llegar el mensaje automáticamente a múltiples destinatarios que, se piensa, actuarán en conse-cuencia. Estudios en este campo han demostrado desde hace décadas que el efecto del mensaje no es automático y muchas veces, ni siquiera sucede.

Quizá se deba a que se usa, conscientemente o no, el modelo de déficit o de “vasos vacíos”, que sigue siendo dominante en la academia y el gobierno, y que parte del supuesto de que la gente no actúa de una u otra manera porque carece de información.

Esta visión reduce la comprensión del problema a un mero envío de información, más o menos masiva, al pú-blico más amplio posible. Necesaria, sí, en los sistemas de alertamiento o en los pronósticos meteorológicos, pero insuficiente cuando se busca que la sociedad rea-lice cambios en sus prácticas cotidianas, reconozca su

propia vulnerabilidad ante los fenómenos y demande o participe en la atención a sus problemas.

Es cierto que el riesgo es un factor del mundo físico, medible y cuantificable, pero también existe un entra-mado de variables sociales, culturales, económicas y políticas que intervienen a la hora de definir y enmarcar qué es riesgo y cómo afecta a la comunidad.

Los procesos de construcción de significado alrede-dor del riesgo incorporan tanto los discursos mediáticos, como la experiencia personal y cotidiana; por ello hay que tener en cuenta los razonamientos prácticos que utilizan las comunidades a la hora de integrar todos esos discursos. Mediaciones ideológicas, políticas, económi-cas, el sentimiento del lugar o la familia, la confianza o desconfianza en los expertos o autoridades, todo incide en la forma en que se construyen o no los riesgos, que pueden ser aceptados, potenciales o inadvertidos.

En diversos foros, autoridades y académicos han reconocido la importancia de la participación ciuda-dana en los procesos de gestión del riesgo, pero ésta no será posible sin incorporar a la discusión y a las acciones la visión de los actores locales. El riesgo, en todo caso, será excluir a los directamente afectados de la conversación, al asumir que lo único que nece-sitan es acatar las decisiones tomadas en su ausen-

cia, o que la efectividad no sea importante mientras se reporten acciones en informes de gobierno.

La presencia que la Universidad Veracruzana ha te-nido desde hace décadas en las comunidades vulnera-bles ha dado ciertas ventajas para ensayar otras formas de aproximación a la gestión del riesgo, es el caso del proyecto Comunicación y gestión del riesgo por Cambio Climático en el Sistema Lagunar de Alvarado, iniciado en 2013, que busca la construcción colectiva de propuestas de adaptación mediante el diálogo horizontal con las comunidades.

*Académica de la UV, especialista en comunicación de la ciencia e integrante del PECCUV,

[email protected]

Referencias: Fayard, P. (2004) La comunicación pública de la ciencia. Dirección General de Divulgación de la Ciencia. México:

UNAM.Gonzalo, J., Farré, J. (2011) Teoría de la Comunicación

del Riesgo. Barcelona: Editorial UOC.Plough, A. &Krimsky, S. (1987). “The emergence of

Risk Communication Studies: Social and Political Context”, Science, Technology & Human Values 12:4-10.

El riesgo en la comunicación del riesgo: los vasos vacíos

Uno de los factores que favorece la ciclogénesis es una temperatura su-perficial del mar igual o mayor a 26.5 ºC. Aunque se le llama superficial, realmente se trata de una capa de 50 a 60 metros de espesor. Dicha temperatura tiene un ciclo anual, con temperaturas mayores alrededor del verano y menores cerca del invierno y se ha observado que también tiene ciclos con duraciones de algunos años o hasta algunas décadas.

En el Atlántico Norte se presentan variaciones de la temperatura superficial del mar del orden de 0.4 °C, que se caracteriza por un ca-lentamiento o enfriamiento que se repiten cada 50 a 70 años y que se denomina Oscilación Multidecadal del Atlántico (AMO por sus siglas en inglés). Para dar un valor numérico a dicha oscilación se utiliza un índice definido por Enfield et al. (2001), que es el promedio móvil de 10 años de los valores por arriba o por debajo de un promedio de mayor alcance.

Esta oscilación tiene una fase cálida, cuando la temperatura del Atlántico Norte se encuentra por encima de lo normal (AMO positivo), y una fría (AMO negativo). Debido a que gran parte de la variabilidad del clima es modulada por las condiciones del océano, cambios en la tempe-ratura del mar alterarán el clima de la región. Estos periodos prolongados de océano más cálido o frío coinciden con periodos con mayor o menor actividad de huracanes en el Océano Atlántico. Cuando los huracanes tienen más calor disponible para alimentarse tienen mayor posibilidad de intensificarse a categorías 3, 4 o 5.

De acuerdo a registros del número anual de huracanes mayores, es decir categorías 3, 4 o 5, de las últimas seis décadas (1948-2008) en la cuenca del Atlántico, el número promedio anual de este tipo de huracanes es de tres. Es notable que durante la fase cálida de AMO, es mayor la probabilidad de que se incremente el número de huracanes intensos que cuando se encuentra en su fase fría. Entre 1965 y 1995, durante la fase fría de AMO, únicamente en un año (1969) se registraron cinco huracanes intensos, y en el resto de este periodo se registraron tres o menos huraca-nes de estas categorías; mientras que la fase cálida de AMO ha ocurrido en dos ciclos, el primero de 1948 a 1964 y el segundo desde 1996 a la fecha; durante 15 años (de 30) se tuvieron entre 4 y 8 huracanes intensos. En resumen, cuando la fase de la AMO es fría el 97% de las tempora-das ciclónicas tuvieron tres o menos huracanes intensos, mientras que durante la fase cálida de la AMO el 50% de las temporadas activas han tenido cuatro o más huracanes intensos. También es importante hacer notar que el número de huracanes intensos es aproximadamente el doble cuando el Atlántico Norte está más caliente que el promedio. En el último cambio de fase, de fría a cálida, que ocurrió a mediados de la década de los noventas y que se ha extendido hasta la actualidad y probablemente se prolongará un par de décadas, coincide con un incremento en el nú-mero de huracanes intensos en el Atlántico.

Finalmente, el conocer la evolución de estas oscilaciones oceánicas, en términos de la AMO, permite determinar de que sea un periodo de mayor o menor actividad ciclónica, así como qué tan prolongado será dicho periodo.

BibliografíaEnfield, D.B., A.M. Mestas-Nuñez y P.J. Trimble (2001), ‘The Atlantic multide-

cadal oscillation and its relation to rainfall and rivers flows in the continental U.S.’, Geophysical Research Letters 28(10):2077-2080

*Maestra en Ciencias y Doctor en Ciencias, respectivamente; desarrollaron sus trabajos de posgrado en el Grupo de Meteorología Tropical del Centro de

Ciencias de la Atmósfera de la UNAM.

AMO de los huracanes intensos w Daniela A. Cruz-Pastrana y J. Matías Méndez-Pérez*

w Edith Escalón*

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Los cuatro mapas que aparecen en la portada informan acerca de la proba-bilidad empírica que tendría la trayectoria de un sistema ciclónico (huracán, tormenta tropical) de entrar a tierra dentro de un radio de 110 km, con centro en el puerto de Coatzacoalcos, Veracruz, Tampico, y la región Poza Rica-Tuxpan. Se elaboraron a partir de las trayectorias de huracanes y tormentas tropicales del Golfo de México y el conteo de las que han impactado la costa veracruzana en el periodo 1851-2011, como actualización del trabajo de Jáuregui y Zitácuaro de1995.

Para ejemplifi car el uso de los mapas aquí mostrados se hace uso del símbolo de huracán ( ) para señalar una supuesta ubicación de un sistema ciclónico, en este caso 15° norte y 80°oeste. En el mapa para el puerto de Coatzacoalcos, se tendría una probabilidad entre 40% y 60% de que dicho sistema ingrese al círculo de 110 km de radio, cuyo centro es el puerto mencionado.

ReferenciaJáuregui, E. e I. Zitácuaro. 1995. La Ciencia y

El Hombre, 21:75-119. Universidad Veracruzana. *Maestra en Geografía por la UNAM. Académica de Tiempo Completo de la

Licenciatura en Ciencias Atmosféricas de la UV. [email protected]**Maestra en Ciencias de la Tierra por la UNAM y académica de la Licenciatura en Ciencias Atmosféricas de la UV. [email protected]

8 El Jarocho cuántico n 1° DE SEPTIEMBRE DE 2013

Las lluvias extremas varían de año a año, como lo ejemplifi ca la zona del sur de Tamaulipas y norte de Veracruz, representada por los la estación meteoro-lógica de Tampico. En el periodo de 1961 a 2010, los meses de junio a octubre acumulan la mayor parte (79%) de la lluvia promedio anual (1,110 milímetros o litros por metro cuadrado).

Los eventos extremos de lluvia de verano son los periodos de lluvia diaria consecutiva en los cuales se presentan por lo menos 50 milímetros en un día. Estos eventos extremos son responsables del 57% de la lluvia total ocurrida en todo el periodo de la serie (1961-2010), y están relacionados principal-mente con las tormentas de verano, huracanes en algunos casos.

La cantidad de eventos extremos de lluvia varía de un año a otro. Por ejemplo, en 1964 no se registró ningún evento extremo, mientras que en 1974, 1990 y 1992 se presentaron 6 eventos en cada caso, el mayor número de eventos extremos registrados por año. El promedio para toda la serie de los 50 años es de casi 3 eventos extremos por año. En todo este periodo se observa una ligera tendencia a un aumento de casi un evento en toda la serie de 50 años. No obstante, es más evidente una variación decadal en la ocurrencia de dichos eventos. Dividiendo la serie en décadas, se presentaron 22, 37, 32, 41 y 30 eventos en cada una.

Uno de los efectos más relevantes de los eventos extremos de lluvia es el crecimiento de los ríos, el cual puede terminar en inundaciones que afec-ten a las poblaciones ribereñas. En la zona sur de Tamaulipas y norte de Veracruz, un verano muy lluvioso induce un elevado caudal del río Pánuco y viceversa, de manera que existe una relación aproximadamente lineal entre el acumulado total de lluvia en el verano y el caudal del río. Por ejemplo, un total de 600 milímetros de lluvia induce un caudal de 510 metros cúbicos por segundo, y un total de 1,200 milímetros induce un caudal de 980 metros cúbicos por segundo.

Sin embargo, el acumulado total de lluvia por cada evento extremo y el caudal máximo del río durante esos días no muestran una relación lineal clara, ya que los datos muestran una gran dispersión. Esta dispersión debe estar relacionada con la lluvia que se presenta río arriba dentro de la cuenca del Pánuco, de aquí que los eventos extremos de lluvia y los del aumento del caudal no son siempre simultáneos. No obstante, es evidente que a mayor lluvia acumulada durante un evento, el caudal del río aumenta. Por ejemplo, un evento de 100 milímetros de lluvia en Tampico está ligado a un caudal del río de aproximadamente 1,100 metros cúbicos por segundo, y un evento de 500 milímetros induce un caudal de 4,000 metros cúbicos.

De todo lo anterior queda claro lo variable de la ocurrencia de eventos extremos de lluvia de verano en la región sur de Tamaulipas y norte de Veracruz. En la serie de 50 años analizada no se observa una tendencia clara al aumento o disminución de dichos eventos sino una variación anual y del orden de décadas en la ocurrencia de éstos. Aún se requiere mayor investi-gación para explicar de manera detallada qué modula los eventos extremos, y además poder pronosticarlos a nivel estacional.

*Doctor en Ciencias en Oceanografía Física por el Centro de Investigación Científi ca y de Educación Superior

de Ensenada (Cicese), donde ahora es investigador, [email protected]

Los escurrimientos de Barry w Domitilo Pereyra Díaz*

Lluvias extremas en Tamaulipas y Veracruz

w David A. Rivas Camargo*

Probabilidad de impacto de ciclones tropicales a las costas de Veracruz

w Beatriz E. Palma–Grayeb* y Rosa E. Morales-Cortez**

Los ciclones tropicales, a su paso, generan grandes cantidades de pre-cipitación y como consecuencia es-currimientos, que en la mayoría de las ocasiones producen inundaciones en las partes bajas de las cuencas y deslaves en las zonas montañosas. Cuando la precipitación es intensa y se produce por largo tiempo (del or-den de días) el suelo se satura y por consiguiente casi toda la precipitación escurre hacia las depresiones y par-tes bajas de las cuencas, y provoca desbordamientos de ríos que generan pérdidas económicas y, en ocasiones, de vidas humanas.

La población xalapeña y de sus alrededores tienen presente estos fenómenos meteorológicos, ya que este año fue afectada por el paso de la tormenta tropical Barry, que im-pactó la costa veracruzana el día 19 de junio, habiendo generado grandes cantidades de lluvia en el centro y sureste de México, lo que originó que la Secretaría de Gobernación decla-rara 109 municipios veracruzanos en estado de emergencia. La tormenta Barry afectó con lluvias intensas a la cuenca del río Actopan (a la parte alta de esta cuenca pertenece parcial-mente la ciudad de Xalapa) y cuencas aledañas, los días 20, 21 y 22. Estas precipitaciones provocaron el desbor-damiento del río Actopan.

La del Actopan es una de las cuen-cas de respuesta rápida que hay en el estado de Veracruz, su pendiente es de aproximadamente 4% y su área drenada hasta la desembocadura, en la barra de Chachalacas, es de 2000 km2. Con el fi n de estimar el escurri-miento máximo (en metros cúbicos por segundo, m3/s) y el volumen total generado (en metros cúbicos, m3) por las precipitaciones de la tormenta tropical Barry, para la esta-ción Naranjillo, la cual se ubica casi a la salida de la cuenca, se utilizó el modelo computacional de lluvia escurrimiento HMS (Hydrologic Model System; Arlen, 2000). Este modelo fue desarrollado por el cuerpo de ingenie-ros de la Armada de Estados Unidos y previamente calibrado en estudios anteriores para cuencas del estado de Veracruz, tomando en cuenta sus características fi siográfi cas (García, 2011; Pereyra et al., 2012; Ramírez, 2013).

La tormenta tropical Barry ge-neró en la zona una precipitación total de 515.4 mm (o litros por metro cuadrado), distribuidos en tres días

(325.6 mm el día 20, 145.1 mm el día 21 y 44.7 mm el día 22 de junio). Esta precipitación generó un escurrimiento máximo estimado para la estación Naranjillo de 3841.5 m3/s para el día 20, 3305.6 m3/s para el día 21, 1536.0 m3/s el día 22 y de 910.3 m3/s para el día 23. Estos escurrimientos máximos generaron inundaciones en la parte baja de la cuenca, provocaron el desbordamiento del río Actopan, así como desbordamientos de los ríos que drenan la ciudad de Xalapa (Carneros, Sordo). El volumen de escurrimiento estimado por el modelo HMS fue de 933 millones de metros cúbicos, de los cuales 784.4 millones fueron generados por las precipita-ciones de la tormenta Barry y 148.6 son del escurrimiento base del río. Este volumen generado por Barry es equivalente al agua consumida en 6.2 días por la población de la ciudad de Xalapa (el consumo de esta ciudad es de 1465 litros por segundo o sea 126.6 millones de metros cúbicos diarios. Fuente: CMAS-Xalapa). Por lo anterior es muy recomendable tomar en cuenta los escurrimientos extraor-dinarios que generan los ciclones tropicales, ya que causan grandes pérdidas económicas a la población, pero por otro lado esta agua podría ser aprovechada, si se almacenara en presas, para uso agrícola, industrial, doméstico, etcétera.

Referencias: Arlen, D. F., 2000. Hydrologic Modeling

System HEC-HMS, Technical Reference Manual CPD-74B.

García-López, U.P., 2011. Simulación del escurrimiento de la cuenca del río

Tecolutla ... Tesis de Licenciado en Ciencias Atmosféricas, UV.

Pereyra-Díaz D., J. et al, 2012. Escurrimiento generado por el hura-

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http://noticias.univision.com/mexico

* Maestro en Ingeniería experto en hidrología superfi cial, actualmente es

Director e investigador de tiempo com-pleto de la Facultad de Instrumentación Electrónica y Ciencias Atmosféricas de

la UV, [email protected]