Suridea 23 - Marzo 2014

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Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja Nº 23 – Febrero 2014 23 Salón Nacional de Pintura Infantil Carlos Rodríguez, organizado por la Matriz de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (Quito, 2013). Bryan Flores Chicay, Gran Premio en la categoría de 9 a 10 años SEGUNDO CUEVA CELI RAFAEL MINGA HÉCTOR MANUEL CARRIÓN RESEÑAS / CUENTO / POESÍA / ENSAYO XVII SALÓN DE NOVIEMBRE GUILLERMO HERRERA SÁNCHEZ

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Órgano Informativo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana "Benjamín Carrión", Núcleo de Loja

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Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín CarriónNúcleo de LojaNº 23 – Febrero 2014

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Salón Nacional de Pintura Infantil Carlos Rodríguez, organizado por la Matriz de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (Quito, 2013). Bryan Flores Chicay, Gran Premio en la categoría de 9 a 10 años

SEGUNDO CUEVA CELIRAFAEL MINGAHÉCTOR MANUEL CARRIÓNRESEÑAS / CUENTO / POESÍA / ENSAYOXVII SALÓN DE NOVIEMBRE GUILLERMO HERRERA SÁNCHEZ

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Suridea / Órgano informativo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja || Nº 23 – Febrero 2014 || Editor: Luis Salvador Jaramillo || Directo-rio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Loja: Presidente, Félix Paladines Paladines; Vocales principales: Adriana María Jaramillo Vélez, Jorge Mijail Valarezo Loaiza, Yovany Salazar Estrada, Alicia Piedad Ochoa Valdivieso; Vocales suplentes: Antonio Bayardo Cuenca Mayorga, Aura Elisabeth Ocampo Jaramillo, Ligia Beatriz Cárdenas Dávila, Leonardo Eudaldo Chamba Herera; Secretario (e): Julio Espinoza Bustamante || Imagen de portada: Juan Luzuriaga, Mención de Honor Salón Nacio-nal de Pintura Infantil Carlos Rodríguez || Impreso en la Editorial Gustavo A. Serrano de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja || Dirección de la Editorial, Luis Córdova Espinales; Diseño: Gonzalo Antonio Vega; Impresión offset:

Paúl Ramírez GuamánDistribución y canje: Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja – Calle Colón 13-12 y Bernardo Valdivieso – Telefax 2571672 – Apartado Postal

11.01.141 – Loja, Ecuador — [email protected] – www.cce.org.ec

C O N T E N I D O

3 Nota Editorial

4 Inolvidable Segundo Cueva Celi. LSJ.

8 Héctor Manuel Carrión. Bernardita Maldonado.

12 Entrevista a Samuel Cavero Galimidi. Patricio Guzmán

15 Rafael Minga: Vini, vidi, vinci. LSJ.

18 Una ofrenda a sus manos, el documental de Wilson Castillo

20 Breve ensayo sobre chauvinismo criollo. LSJ.

26 El crepitar pasional de las palabras.Carlos Ferrer

28 Reseñas Suridea

30 Facilitador de libros. Galo Guerrero Jiménez

31 XVII Salón de Noviembre Guillermo Herrera Sánchez

35 Literatura como divertimento. John Pérez Tapia

36 Consejos para escritores

41 El Ángel que quemó sus alas. Vicente Jaramillo Fierro

46 El hombre que crucificaba sus espasmos nasales. Epitafio Cansado

46 Ambiguo. Pamela Cecibel

48 Los inicios de la novela policial. Carlos Ferrer

53 Sofía. Arturo Vinicio Paladines

57 La educación superior pública a examen

58 Los cuentos de María Celeste

60 Setenta años de vida del Conservatorio Superior de Música Salvador Bustamante Celi. Lorena Terán Ludeña

62 Una sublime locura / Adiós amigo. Alejandro Carrillo Coronel

63 Una vez más, nuestros niños

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UNA VEZ MÁS, NUESTROS NIÑOS

Desde el año 2011 hasta la fecha, consta-tamos con gran satisfacción un importante movimiento plástico infantil en Loja, pues nuestros niños han venido obteniendo los primeros lugares en el Salón Nacional de Pin-tura Infantil, organizado por la Casa Matriz de Quito. Para no perder el ritmo en lo que es ya casi una tradición, en 2013, Bryan Flo-res Chicay obtuvo el Gran Premio Carlos Ro-dríguez en la categoría de 9 a 10 años, María Cecilia Peña el Primer Lugar en la categoría de 11 a 12 años, y los niños Juan Luzuriaga y Luis Carrión, las menciones de honor en la primera y segunda categorías. Esta vez hicie-ron de jurado Nancy Cerda, Mae de la Torre, Nilo Yépez, Carlos Viver y Raúl Pérez Torres. La Casa de la Cultura, Núcleo de Loja, junto con Alicia González, coordinadora provincial del evento, se complacen en participar este nuevo logro de nuestros niños lojanos.

Arriba: Luis Carrión, Mención de Honor en la segunda categoría.Abajo: María Cecilia Peña, Primer Lugar en la categoría de 11 a 12 años.

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Me despierto una vez más mutila-do de ella; de aquella mujer que me hace ver lo invisible, oír lo inaudible, tocar lo intangible. El delirio em-pieza a desfigurarse y vuelvo a esta tergiversada vida. Empiezo a sentir la combustión del tiempo. Mi cuerpo de aserrín está muy cansado, mi pen-samiento está más aturdido de lo ha-bitual. Aunque no quiero me levanto a beber cafeína y a fumar veneno. Me miro en mi quebrado espejo pero no veo mi reflejo, veo mis ojos pero no veo mi mirada, veo mis dientes pero no veo mi sonrisa. ¿Qué carajo hago con mi vida? Estoy equivocado, equi-vocado de vida. Pero debo seguir.

—¿De qué me disfrazo hoy? —me pregunto mientras retoco mi másca-ra mutante.

—El día que eso importe vas des-nudo. Ponte lo que sea y vamos que me atraso —me respondo.

Con el alma en ayuno salgo de casa y empiezo a caminar junto al diablo por las nubladas calles de éter. Paseamos por este cementerio de vi-vos. Ninguno dice nada, miramos al suelo, los monstruos nos miran con desprecio. El diablo con su voz ron-ca susurra: “Esta gente muere en la vida y vive en la muerte.”

Llegamos a nuestro destino. El diablo está aburrido de todo esto e intenta persuadirme para que no vaya a clases, pero, aunque quiero, no puedo hacer eso. El diablo muy gentil me acompaña. Como siempre, se queda callado y calmado en clase, atiende y aprende, no como yo que me pierdo y se me evapora el cono-cimiento. La gente ahí hace mucha bulla, se alborota, no tolero el ruido, miro al diablo que tiene los ojos fijos al frente, se percata de mí, me mira

y sonríe con sarcasmo. Al fin termi-nan las clases, salgo de ahí asfixiado. Necesito alquitrán en mis pulmones.

El diablo camina con mucha ele-gancia junto a mí, con la espalda bien erguida, la frente en alto y las manos entrelazadas hacia atrás. Yo por el contrario voy encorvado, cabizbajo y con las manos en los bolsillos sin dinero. Caminamos por un parque lleno de epitafios grafiteados, el si-lencio me ensordece, el aire empie-za a oxidarse, el cielo se desbarata, empieza a llover ese fuego que hiela

y el viento frío me quema. A lo lejos veo brillar la obscuridad de mi casa y corro para llegar al fin.

Totalmente cansado y con el co-razón adolorido preparo un brebaje para la tristeza. Tomo mi frasco de píldoras para dormir, saco una, saco dos, saco cinco, saco diez... Mi tem-blorosa mano me delata, el diablo se percata de mis intenciones y suelta una carcajada. Se serena y me dice con mucha seriedad:

—Mi estimado… Los muertos no se suicidan…

Alejandro Carrillo Coronel

NOTA EDITORIAL

En un mundo globalizado como el nuestro, con las ventajas que supone el contacto con las diferentes culturas del planeta, es preciso tener la mente lúcida para saber involucrarnos universalmente como convine. En efecto, si bien la aldea global comporta sus ventajas, también conlleva el riesgo de pérdida de entidad de las culturas minoritarias, debido al constante bom-bardeo mediático de quienes tienen en sus manos los medios de comuni-cación masiva, que buscan implantar un arquetipo estándar de cultura, con fines meramente mercantilistas. En este sentido, es perentorio encontrar los medios para fortalecer nuestras manifestaciones artísticas y culturales, con nuestro modo particular de percibirlas, entenderlas y exteriorizarlas, para darlas a conocer como conviene.

Suridea, la publicación trimestral de la Casa de la Cultura Núcleo de Loja, con los modestos medios puestos a su alcance, se esfuerza por llevar a todos los ámbitos el quehacer artístico y cultural de Loja y su provincia. Concebida como una revista ágil y hasta cierto punto desenfadada, Suri-dea abre ventanas, propone espacios y brinda tribunas en las que literatos, artistas plásticos, escénicos y músicos puedan dar a conocer sus propues-tas y someterlas a consideración del público. Ciertamente, buena parte de la actividad cultural de nuestra ciudad y provincia es aún incipiente; muchos de nuestros jóvenes artistas están aún empezando, y por ello no se puede exigir en sus primeros trabajos una perfección que está fuera de su alcance. Pero sí podemos alentar sus pasos, criticarlos constructivamente, ya que toda forma de arte implica un arduo y largo camino por recorrer, y no se puede llegar a ningún lado si no se empieza de alguna forma.

En este sentido, es grato constatar que se está dando un connotado movi-miento cultural en nuestro medio, y el termómetro infalible para verificar-lo son nuestros niños. Cuando los niños empiezan a manifestarse artísti-camente y a ganar premios nacionales, como lo hacen, es que hay todo un sustrato cultural por debajo, aun cuando las raíces no sean completamente visibles. Suridea invita a todos los jóvenes a participar en la elaboración de estas páginas, siempre abiertas de par en par para quienes lo deseen.

Una sublime locura

AdiósAmigo

Aquella madrugada él se despertó del insomnio ahogán-dose de tristeza, de agonía. Un nudo en el pecho, que ni los piratas de los sentimientos podrían deshacer, atrancaba su aire, sus lágrimas. Se levantó a fumar el último cigarrillo de su vida, o tal vez de su muerte, pero estaba decidido a aban-donar su insípido vicio que lo revivía matándolo cada día.

En la terraza de su casa invisible, acariciado por el viento, abrigado por el frío, encendió el último pedazo de placer que le quedaba en el bolsillo. Lo fumó con suavidad y delicadeza, lo saboreó con pasión entregándose al placer de cada boca-nada de nicotina. Contemplaba el cielo, las estrellas, la luna... Acabando su tabaco empezó a despedirse de su gran amigo, que lo había acompañado por tanto tiempo en su soledad, en sus momentos de mortal angustia, que fueron demasiados por cierto. Inhaló el último suspiro venenoso y lo gozó con vehemencia. Dejó a su amigo caído y se fue con una sonrisa vacía.

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María: «Jamás le decíamos papá, solo ‘Cuevita’»

Matilde: «Sí, le decíamos ‘Cuevi-ta’. Y tampoco él nos llamaba por los nombres; siempre nos llamaba con algún apodo cariñoso, que él mismo nos ponía.»

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tualmente es profesor asistente en la University of Louisville, en el estado de Kentucky, Estados Unidos, donde además está cursando un masterado en músi-ca. Israel ha tocado con varios grupos, ensambles y solistas reconocidos de la región sur de Estados Uni-dos. Además, ha tenido la oportunidad de estudiar con reconocidos maestros de composición, arreglos, teoría musical, historia y ejecución musical. Obtuvo una licenciatura en música en la University of Louis-ville, USA, en 2012. Por sus esfuerzos académicos, Is-rael recibió dos becas completas de estudio en los Es-tados Unidos. Su experiencia como solista en el área musical ha hecho de Israel un educador y promotor de la cultura hispana en Kentucky, y en Loja, un expo-nente de la música contemporánea y jazz. Después de concluir su masterado espera realizar su doctorado o participar en el desarrollo educacional en el Ecuador o Estado Unidos.

Otro nombre destacado que creció en nuestra ins-titución es Italo Coello. Titulado en el año 2001, viaja a Argentina para continuar con sus estudios musica-les, egresando en la especialidad de Música Contem-poránea, Instrumento Principal Piano. Actualmente cursa el cuarto año en el Instituto Universitario de Arte en Buenos Aires en la especialidad Composición Musical. Ganador del concurso de ensambles de la EMBA, en el año 2007, teniendo como jurados a los maestros: Leo Mashlia, Vasken Bezazian y Jorge Tre-bino, ha compuesto la música de algunos cortome-trajes ecuatorianos. En el año 2012 fue ganador del concurso «Fondo Fonográfico 2012», organizado por el Ministerio de Cultura del Ecuador.

Así mismo mencionamos a Kuky Ortega, ex alum-no de nuestro conservatorio, quien en el año 2005 se traslada también a Buenos Aires para continuar con su formación musical. Durante su estadía en Argen-tina participa en el Festival Internacional de Jazz de la Plata y en 2012 gana el concurso del «Fondo Fono-gráfico» organizado por el Ministerio de Cultura con su álbum «Camino del Sur».

Norman Augusto Saraguro, realiza sus primeros estudios musicales en el Conservatorio de Loja. Con-tinúa sus estudios superiores en la Universidad San Francisco de Quito en la especialidad de percusión donde recibe un reconocimiento y mención especial por su brillante y destacada trayectoria de estudios. En febrero de 2010 se traslada a Argentina, donde es-tudia batería jazz en la Escuela de Música Contempo-ránea. Participó en la big band del trompetista Gusta-vo Cortajerena.

Viene otra generación de destacados músicos en-

gendrados en el Conservatorio de Música Salvador Bustamante Celi como Leonardo Eras Córdova y Da-mián Ochoa, que actualmente estudian en la Univer-sidad San Francisco de Quito, en la especialidad de saxofón. Leonardo, graduado ya en esta prestigiosa universidad como Licenciado en Música Contempo-ránea, y Damián, se encuentran realizando sus estu-dios musicales a nivel superior en la especialidad de saxofón.

En este momento, hay un gran número de ex es-tudiantes de nuestro conservatorio que están rea-lizando sus estudios universitarios en la ciudad de Odessa, ellos son Raquel Ortega (violoncello), Paul Herrera (percusión), María Alejandra Herrera (vio-lín), Efrén Rojas (violín), Daniel Castro (percusión), Manuel Andrés Rojas (violín) y Carlos Ortega (direc-ción coral y orquestal).

Mención especial a ojos de quien escribe, merece la Srta. Johanna Chuquimarca, graduada en 2008, quien actualmente se encuentra estudiando la ca-rrera de Dirección Orquestal en Argentina. Debemos mencionar que al momento en nuestro país solo exis-te una ecuatoriana graduada en Dirección Orquestal, la maestra Andrea Vela que actualmente se desempe-ña como Directora de la Orquesta Sinfónica de Loja.

Y para cerrar esta larga relación de frutos obteni-dos tras (casi) 70 años de trabajo, incluyamos algunos otros nombres de egresados que continúan formán-dose y formando en el extranjero como son Franklin Ruque, que reside en Venezuela, John Hernández, en Estados Unidos y Freddy Pucha quien actualmente se encuentra en Inglaterra.

La lista de egresados que han alcanzado grandes logros en su trayectoria educativa es interminable, y esta institución, orgullosa, sigue adelante trabajando por el engrandecimiento musical de Loja y del país.

Lorena Terán LudeñaVICERRECTORA ENCARGADA DEL CONSERVATORIO SUPERIOR

DE MÚSICA SALVADOR BUSTAMANTE CELI

MATILDE Y MARÍA CUEVAHABLAN DE SU PADRE

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llamaba por los nombres cuan-do se ponía serio, que era ra-rísima la vez, ya que jamás se ponía bravo. Pero entonces, no-sotras también, cuando nos lla-maba por los nombres, no nos quedábamos atrás y le decía-mos: «¿Qué quieres, Nicanor?», y con eso lo vencíamos: no le quedaba más que reírse. (Ma-ría saca un pañuelo al disimulo y se seca una lágrima furtiva).

maba un riachuelo y el piano si-mulaba un agua cantarina; des-pués, ya era un río, y vos oías el correr de las aguas; finalmente oías el precipitarse de las ca-taratas ensordecedoras… todo con el piano.»

Matilde: «Componía músi-ca para nosotras, recuerdo por ejemplo el Vals del Perrito de Chopin…»

María interrumpe: «Como

Las dos hermanas se inte-rrumpen constantemente para terminar de contar lo que ha empezado la otra.

María: «Cuando éramos ni-ñas, nos describía el mundo con el piano. Recuerdo que una vez nos contaba acerca de las cataratas del Niágara. Empeza-ba gota por gota, con una sola tecla del piano; y luego, se for-

era profesor, tenía la música clasificada por grados, pero vino un pianista chileno, un tal De La Rosa, que se le llevó toda la obra, ofreciéndole que iba a publicarla en Chile. Jamás lo volvimos a ver…»

Matilde: «Pero papá volvió a rehacer todo ese trabajo. Bue-no, ya no tan completo como el primero. Era un hombre dedi-

El martes 19 de noviembre de 2013, hubo un evento cul-tural, muy importante, en el Teatro de la CCE-L. ¿El motivo? El rebautizo del teatro, ya refac-cionado y vuelto a la vida, que de hoy en adelante pasará a lla-marse Teatro de Artes Segundo Cueva Celi. El teatro estuvo re-pleto y el acto se celebró con la presencia de una veintena de artistas lojanos, capitaneados por el trompetista Edgar Pa-lacios. Naturalmente, para tan importante evento, era impres-cindible contar con la presencia de las hijas de Segundo Cueva Celi, el más prolífico músico lojano de todos los tiempos, y sin duda alguna, uno de los más importantes. Si no el más.

Al día siguiente del evento, charlamos con Matilde y Ma-ría, las dos hijas sobrevivientes de Segundo Cueva Celi. Fueron tres, al principio: Laura, la ma-yor, ya fallecida, pero ahora tan solo quedan Matilde, que es la segunda, y la menor, María. Charlamos amenamente con las dos en el lobby del hotel Grand Victoria y, para no alar-garles el cuento, fue una de esas conversaciones cordiales en las que uno no mira el reloj a cada rato ni se acuerda de que tiene algo importante que hacer, so pretexto de marcharse rápido. He aquí un breve resumen de la charla, lo cual nos dará una pauta de la calidad humana del célebre músico lojano, visto y contado por sus propias hijas.

Matilde: «Él jamás nos lla-maba por los nombres, a mí solo me decía ‘Makito’, o ‘Miton-guito’, diminutivo de mi tongo, o mi montón. Es que yo era algo pequeñita y además, rellenita.

María: «A mí en cambio me decía ‘Mi Negra’. Tan solo nos

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Hablar del Conservatorio de Música Salvador Bustamante Celi, es hablar de una institución que ha sembrado historia en la ciudad de Loja, otorgan-do durante todos estos tiempos satisfacciones a su gente, ya que de esta noble institución han salido y siguen surgiendo una serie de músicos que engran-decen a esta pequeñita ciudad llamada sin desmere-cerlo «Capital Musical del Ecuador».

El Conservatorio de Música en este periodo aca-démico ha acogido a un total de 1181 estudiantes en las especialidades de Piano, Cuerdas (violín, viola, violoncello y contrabajo), y Guitarra; y en el área de Vientos y Percusión: flauta traversa, clarinete, saxo-fón, oboe, trompeta, trombón, tuba, corno, fagot y percusión, y la especialidad de canto.

Cuenta con una planta docente de 70 maestros en-tre titulares y contratados en sus diversas especiali-dades para brindar educación musical especializada a este gran número de estudiantes.

A través de los años en cada una de estas especiali-dades han surgido grandes talentos, hablamos de los novísimas o (nuevas) generaciones que están llevan-do muy en alto el nombre de nuestro Conservatorio. En este artículo queremos rendir un reconocimiento a todos ellos, ex alumnos que desde cualquier lugar donde se encuentren están dejando muy en alto el nombre del Conservatorio Superior de Música Salva-dor Bustamante Celi.

Carlos Cuenca Ordoñez, inicia sus estudios mu-sicales de piano en el conservatorio de Loja don-de estudia piano bajo la guía de su hermano Daniel y del maestro Búlgaro Toshko Stoyanov. Luego de terminar sus estudios en el Conservatorio de Loja, continuó sus estudios de piano en la Fundación «Zal-dumbide- Rosales» en Quito. Se traslada a la ciudad de Moscú para estudiar en el prestigioso Conservato-rio «P. I. Tchaikovsky» bajo la dirección de la maestra Olga Eugenievna Mechetina. Terminando sus estu-dios en Rusia se dirige a Estados Unidos para realizar su maestría de piano y música en la Universidad de Louisville, Kentucky bajo la dirección de la Dra. Nao-mi Oliphant (Canada) y el maestro Lee Luvisi (USA)

quien fue estudiante de los mundialmente reconoci-dos pianistas Rudolf Serkin y Mieczysław Horszows-ki. Como solista, Carlos ha tocado con Orquestas en los Estados Unidos, Rusia y Ecuador. En su Ecuador natal, ha tocado con las orquestas sinfónicas del Ecuador, Guayaquil, Cuenca y Loja. Se ha hecho acree-dor de varios premios tanto a nivel nacional como in-ternacional. Actualmente el pianista Lojano reside en Louisville, Kentucky en donde se desenvuelve como maestro de piano en su Academia de piano «Tchaiko-vsky Piano Studio».

Luis Cueva Dávila, graduado en el Conservatorio «Salvador Bustamante Celi», en el año 1995, es Li-cenciado en Pedagogía, graduado de Máster en Peda-gogía Musical en el año 2011 en Odessa Ucrania y se encuentra realizando sus estudios de doctorado en Pedagogía Musical. Al momento se desempeña como concertino de la Orquesta Sinfónica de Loja.

Andrés López Astudillo, luego de obtener su títu-lo de tecnólogo, ingresa a la Universidad Nacional de Loja, donde obtiene el título de Licenciado en Edu-cación Musical, mención Instrumento Contrabajo. Es también Licenciado en Pedagogía Musical. En Odessa obtiene el título de Magister en Educación Musical especialidad Contrabajo otorgado por la Universidad Pedagógica Ushinski, especialista en Artes Musica-les en la Academia Superior de Música Nezhdanova, Odessa Ucrania.

Ricardo Monteros, alumno destacado de nuestra institución, graduado en el año 1999, viaja a la ciu-dad de Odessa Ucrania en donde obtiene el título de Licenciado en Artes, mención composición en la Aca-demia Superior de Música Odessa A. V. Nezhdanova. En 2010 obtiene el título de Master en Teoría y Peda-gogía de la música en el Instituto Pedagógico Ushins-ky de Odessa. Actualmente se desempeña como Vi-cerrector Académico del Conservatorio Nacional de Música de Quito. Ganador dos veces consecutivas del Concurso nacional de Composición organizado por la OSNE, 2012 y 2013, es consultor para la creación de la Universidad de las Artes del Ecuador.

Israel Cuenca Ordoñez nació en Loja, Ecuador. Ac-

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mandaba a leer muchas otras cosas y nos tomaba el resumen. Es que su papá, o sea, nuestro abuelo, el Dr. Juan Cueva Gar-cía, Embajador de Ecuador en Washington, le enviaba desde allá muchas publicaciones…»

Matilde: «Leíamos a Julio Verne, a La Marión, teníamos una biblioteca casera, de niñas nos compraba esos pequeños libretines de historietas, El Príncipe Valiente, Don Quijote, Tin Tin…»

María: «Y también nos con-taba cuentos. Nos contaba cuentos de Constancio Vigil an-tes de dormir.»

Matilde: «Pero él escribía todo el día, era incansable. Y escribía sólo las primeras lí-neas de las partituras, el resto del pentagrama se quedaba siempre en blanco. ¿Por qué no acabas de escribir y dejas el resto en blanco?, le pregun-tábamos nosotras. Nos decía que solamente le bastaba sa-ber cómo empezaba cada pie-za para acordarse del resto. Y así era, tenía la melodía entera en la cabeza, todo estaba en su memoria.»

—¿Alguna vez se enojó por sus travesuras de niñas?

Matilde: «Nunca, era de un carácter tan suave que jamás lo vimos enojado, ni lo creíamos capaz de enojarse con nadie, era la paciencia en persona... Si alguna vez no estaba de acuer-do con algo, nos lo decía de la manera más suave. Por ejem-plo, a mí, que era la segunda hija, se empeñaba en que me dedicara enteramente al pia-no, porque a lo mejor él, como músico, veía en mí aptitudes para ello, y entonces me exigía que tocara por lo menos tres horas diarias, desde las 9 hasta

las 12 del día. Pero yo a veces prefería tejer a mano y enton-ces mi papá se lo reclamaba a mi mamá: «Mírala, ya está otra vez allí, en el tramoyito».»

María interrumpe: «Mi her-mana llegó a tocar muy bien el piano, era pianista de teatro, daba conciertos con papá…»

—¿Y todavía toca el piano? Matilde: «No, en realidad ya

toco muy poco, y por lo general prefiero hacerlo en casa, cuan-do estoy sola.»

—¿Extrañaron Loja cuan-do se fueron?

Matilde: «Yo ya estaba casa-da, me casé con un militar y es-taba siempre de un lado a otro, pero el cambio fue duro para la familia: papá jamás se enseñó en Quito.»

María: «El cambio fue te-rrible. Yo tendría unos treinta años cuando nos fuimos, pero añorábamos Loja. Sobre todo mi papá; jamás se acostumbró; aquí en Loja conocía a todo el mundo, se sabía las calles de memoria, ni siquiera usaba bastón, pero allá ya fue otra cosa. De propietarios de casa pasamos a ser inquilinos.»

—¿Y cómo fue que se mu-daron a Quito?

Responden las dos al mis-mo tiempo, pero luego habla María: «Papá fue solamente a recibir una condecoración del Gobierno Nacional, pero allá estaban Manuel Agustín Agui-rre, Eduardo Mora Moreno y otros intelectuales lojanos, que le inquietaron a quedarse. Allá en Quito, cuando hacíamos cola para cobrar sus pensiones, yo le decía a mi papá, hecha la brava: «Oye, ‘Cuevita’, ¿esto en Loja? Allá todo el mundo te cedía el paso y jamás hubieras tenido que hacer colas para nada». Y

Segundo Cueva Celi, 1918

cado completamente a la lec-tura, leía libros por montones, yo no sé de dónde sacaba tanto tiempo para leer, tenía toda la colección de Selecciones, desde el primer número hasta el últi-mo, y nos señalaba los artículos que debíamos leer. Y también escribía. Alguna vez escribió un cuento con el escritor guaya-quileño Enrique Avellán Ferrer, un cuento titulado Clarita, la negra.»María: «Pero también nos

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vista no ha hecho ninguna co-rrección de estilo, ni siquiera la más mínima corrección or-tográfica, precisamente para remarcar la frescura y calidad narrativa de la pequeña María Celeste.

En una gran ciudad vivía un niño con su madre, ellos eran muy felices. Cierto día fueron a un centro comercial y el niño vio una silueta de un monstruo verde de ojos grandes y antenas. A este niño le pare-ció muy bonito por lo que le pidió a su madre que se lo compre.

Su madre le compró esta silueta, al llegar a casa el niño corrió a su cuarto y la pegó en una de las paredes de su habitación. Su madre lo llamo para ir a comer. El niño cerró la puerta de su cuarto y acudió rápidamen-te al llamado de su madre.

Meses después, cuando el niño regresaba de la es-cuela, estaba muy triste no quería hablar con nadie, se encerró en su cuarto y se puso a llorar. Entonces de pronto el monstruo verde de ojos grandes y ante-nas salió de la silueta y al verlo tan triste, le preguntó ¿Qué te pasa amigo? El niño le respondió aléjate no quiero hablar con nadie. El monstruito le dijo tienes que hablar conmigo yo soy tu mejor amigo.

El niño dijo está bien te voy a contar. En mi escuela hay un compañero que me molesta y el monstruito le respondió dame su nombre y dirección, el niño le dio los datos y él muy presuroso fue a su casa.

Lo encontró jugando videojuegos, se hizo invisible y desconectó el televisor y se le apareció enfrente del niño para pedirle y advertirle que dejara de moles-tar a su amigo. El niño muy asustado prometió que nunca volvería a molestar a ningún compañero. El monstruito regresó a casa con la buena noticia para su amigo. El niño se puso muy feliz. Y luego junto a su mejor amigo le contó como él le había ayudado a dar solución a su problema.

Los días en la escuela fueron mucho más divertidos ya que todos se respetaban y compartían momentos felices.

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entonces él me decía: «A pronto estaremos en Loja, mi Negra… Hay que volver a la tierra».»

Matilde: «En Quito ya no era el hombre activo que fue, no co-nocía casi a nadie, solo a veces daba algún concierto en la ra-dio, en HCJB o en Radio Munici-pal, a veces aceptaba entrevis-tas, pero no… jamás se enseñó en Quito.»

María: «Era mamá la que quería estar en Quito. Ella se encontró allá con todas sus pri-mas y sus amigas. La que toma-ba las decisiones en la casa era en realidad mi mamá: mamá era la mama. Cuando le pregun-tábamos a papá alguna cosa, él nos decía: «Lo que diga Victo-ria.»

Matilde: «Todos nuestros recuerdos se quedaron aquí. Aquí se quedó su piano, aquí se quedó su violín. El primer piano que tuvo fue un piano alemán, el segundo fue un pia-no americano, se lo compró en Piñas a un señor adinerado, Pardo Carrión, pero como era 1935 y no había transporte, lo trajeron a lomo de hombre. Así es, lo trajeron unos peones, por piezas. El piano que tuvo en Quito era ya un piano pequeño. El primer violín que tuvo se lo envió nuestro abuelo desde Pa-namá.

—¿Y qué me dicen de la abuela?

María: «A mi abuela, o sea, a la mamá de papá, jamás la co-nocimos, porque había muer-to muy joven. Fue la primera administradora de correos del país, según supimos. Papá la adoraba, pese a llevar ya muer-ta tantos años, añoraba su me-moria, incluso le compuso una canción: Madre, cuando sea grande/ ay qué niño que ten-

drás/ te levantaré en mis brazos / como el viento alza el trigal.»

Matilde: «Papá nos contaba que, cuando tuvo 16 años, su papá lo llevó a Panamá para ha-cerlo tratar de la vista. Fueron a Colón y se hospedaron en la casa de un hijo de Eloy Alfaro.»

—¿Su papá nació con el problema de la vista?

Matilde: «No, mi papá na-ció bien, con una vista normal, pero de niño le dio el saram-pión y, a consecuencia de ello, una infección en los ojos. El médico, que era nuestro tío, un médico eminente, el Dr. Juan Ruiz, le había recetado nitrato de plata, pero el boticario equi-vocó las proporciones y por poco lo deja ciego. Fue por ello que nuestro abuelo lo llevó a Panamá. De allá fue su primer violín. Papá era autodidacta en ese instrumento, solo recibió lecciones de piano, pero el vio-lín lo aprendió a tocar por su propia cuenta.»

María: «Anoche, en el home-naje, cuando el músico cubano tocó el violín, yo cerré los ojos porque creía escuchar a mi papá.» (Se le humedecen nue-vamente los ojos.)

Matilde: «Otra pasión de papá eran los relojes. Sentía frenesí por los relojes. Llegó a

tener once y todos marchaban sincronizados sin adelantar-se un segundo. Cuando alguno de ellos estaba atrasando, él lo notaba con su oído de músico. Eran relojes de péndulo y te-nían que dar la hora exacta los once relojes al mismo tiempo.»

La conversación se prolon-ga, continuamos hablando de muchas cosas, pero de pronto llegan una hija de María y una nieta suya, y se unen también a la charla. Pero es tiempo de ter-minar ya la entrevista, porque ellas tienen compromisos que cumplir. LSJ.

Hijas y nietas de Segundo Cueva Celi

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Ellos eran grandes amigos Ositino y Ositina y se lle-vaban muy bien. Iban a jugar juntos a los campos de su familia, ellos tenían una pequeña cueva. Cierto día Ositina le contó a su amigo Ositino que se mudaban, pues ella era su mejor amiga, pero Ositino y Ositina idearon un plan que le haría cambiar de opinión a los padres de Ositina, pero su plan no funcionó, entonces decidieron decirles a los padres de Ositina que no se mudasen a la otra selva.

Los padres de Ositina dijeron ¿De qué hablan? ¡Mu-darse a la otra selva! No lo haremos. Solo nos vamos de vacaciones. Así Ositino les pidió a sus padres que fueran también ellos, y así juntas las dos familias fue-ron de vacaciones a la otra selva y volvieron a casa y vivieron felices por siempre.

María Celeste Torres Cór-dova es una niña de once años y escribe cuentos. Su talento salta a la vista en las historias cortas siguientes, selecciona-das de entre otras 19 de igual calidad. La redacción de la re-

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prender a leer en los márgenes, buscando lo desenfocado de lo instantáneo de la fama, buscar en los trazos febriles e intensos la escritura que desencuaderne el

mundo para contarlo de nuevo, demolición de las pautas temporales para impregnar de eternidad el arte puro y el pensamiento como vías activas y transformadoras. Ese es el le-gado de Héctor Manuel Carrión (Loja, 1878–1929), precursor y forjador de una genera-ción irrepetible. Su escritura, su magisterio, su tinta conocen la violencia del aislamiento geográfico de Loja y la soledad e invisibilidad que asumió estoicamente. Después, la lápida de olvido que durante décadas ha soportado su obra, a pesar de que su hermano fuera el mismísimo Benjamín Carrión.

A una distancia de 135 años de su naci-miento y a 85 años de su desaparición física, la CCE–Loja ha realizado un ingente esfuerzo por recuperar la obra de este lojano excepcio-nal, consciente de que la lojanidad no es una característica geográfica que marca el sitio de nacimiento de una persona, sino de que la lo-janidad es un estado de anhelo, un estado del espíritu en donde tienen su centro los anhelos más profundos y nobles, un centro donde no se olvida a los hombres, que sentaron las ba-ses de una cultura con valores universales.

Más tarde o más temprano, hay que restre-garnos los ojos para saber si, con ellos, vemos lo que vemos, poner la mano en la llama para saber si somos lo que somos o, simplemente, para corroborar la existencia del fuego abri-gando el mundo y empezar a nombrarlo des-de antes, desde el ígneo balbuceo que engen-dró la llamarada.

Invertir los signos de nuestro destino y em-

pezar con el abismo enredado en las rodillas de nuestro salto, y no desde fuera, y con pér-tiga para salvarlo, empezar con la caída en la punta del ala, ahora que ya el germen del sueño de Héctor Manuel Carrión es substan-cia, grano nutricio, vuelo eterno en la obra de Benjamín Carrión. La ausencia de Héctor Ma-nuel Carrión, que sembró al azar identidad y pasión en los rincones, no es nada, ni siquiera es ausencia. Sin embargo, si se disipó la noche fue gracias al vertiginoso incendio de su salto y al pabilo que su espíritu mantiene, en plena caída, o gracias a ella, porque aquel que ate-sora luz hasta en lo más cóncavo de lo oscuro revela. El mundo está lleno de anodinos fan-tasmas y debemos hallar a nuestros fantas-mas esenciales, que nos tracen los movimien-tos de regreso a la rama enterrada, a la clave del camino, que quizá no es el camino en sí, sino las bifurcaciones. Ahí está Héctor Manuel Carrión para recordarnos que el tiempo es un grano de polvo, opacando la luz, ahí está para recordarnos que lo que él ha amado debe se-guir amándose con idéntica energía. Así debe suceder, así lo quieren el espíritu y el tiempo, el tiempo que maduró mazorcas, capulíes, hi-gueras, pues nosotros los ciegos necesitamos ver un día los milagros diminutos y ejercer nuestros pequeños salvamentos.

De la obra que se ha recuperado y que la CCE publicará en un libro en 2014, hemos seleccionado en esta ocasión algunos de sus poemas con el fin de darlos a conocer a los lectores, porque solo los lectores tienen la po-testad de hacer que este esfuerzo haya valido la pena. Para otra ocasión quedan sus ensayos sobre la inmortalidad de la luz, la timidez, el cactus sin espinas, el Romanticismo y sus na-rraciones literarias.

Bernardita Maldonado

Suridea — 57

La Universidad Nacional de Loja ha publica-do el libro del lojano Luis Gonzalo Añazco Hidal-go, La incidencia de las políticas neoliberales en la educación superior pública ecuatoriana, en el que se defiende, en cinco capítulos, que la edu-cación superior es parte vertebral del acontecer de los países. La educación superior, según el autor, debe ser un actor social del desarrollo de los pueblos y debe contribuir a la discusión y a la difusión del conocimiento. Sin embargo, los paradigmas que ha implementado el sistema ca-pitalista, como las políticas neoliberales, lo que persiguen es destruir la educación pública en todos sus niveles, según Añazco, favoreciendo la educación privada y convirtiendo a la educación pública en elitista.

Para Añazco, la investigación tiene que ser el reto que plantee y dirija la universidad como producto y necesidad del desarrollo nacional, pero es difícil que esa investigación se produz-ca cuando muchos profesores son docentes por la mañana en un colegio o escuela y por la tar-de en una universidad. ¿Cuándo tienen tiempo para investigar, cuándo leen? Además, el Estado no penaliza a los profesores que no investigan, por lo que muchos de ellos llevan años sin pu-blicar ni tan solo un artículo en una revista lo-cal. Además, sigue habiendo profesores sin Ph. D. que imparten docencia, algo insostenible en el tiempo. «Los profesores universitarios de-bemos tener un alto nivel de reflexión crítica sobre el saber científico y tecnológico, que nos permita discernir con sabiduría lo que conviene a una sociedad y lo que puede causar grandes estragos», dice Añazco, pero lo habitual es que el profesor no participe en los eventos sociales, que le permitan trasladar ese razonamiento a la opinión pública, quedándose encerrado en su palacio de cristal.

La vinculación con la sociedad es otro de los aspectos analizados por Añazco, quien sostiene

que tiene que ser el vínculo permanente que li-gue a las organizaciones sociales y a las institu-ciones de educación superior. No obstante, algu-nas universidades organizan actos con el único fin de llenar la agenda sin preocuparse de facili-tar la asistencia de los ciudadanos o sin promo-cionarlos debidamente, además de olvidar los sectores más vulnerables de la sociedad, que les alberga en su seno.

La universidad ecuatoriana tiene que llevar a cabo políticas alternativas de eliminación paula-tina de los sistemas burocráticos, que impiden aplicar servicios con eficiencia, celeridad e in-mediatez, para lo cual, según Añazco, es necesa-rio reformar la estructura actual que se mantie-ne, la napoleónica, que hoy se convierte en un obstáculo para mejorar el servicio comunitario. El encorsetado «un oficio para todo», que inun-da de papeles los archivos de oficina, debe aca-bar de una vez por todas.

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Febo va trasponiendo la andina cordilleraY surgen arreboles teñidos de oro y grana,Canoras aves trinan la sonata postreraY el bosque con sus fuentes y flores se engalana.

El día se esconde en áureos fulgores de apoteosis,Las primeras estrellas a titilar empiezan,Y opalinos crespones, polícromos de hipnosis,La aureola vespertina ligeros atraviesan.

La campanada lenta del Angelus resuenaEn el templo vecino, y a sus ásperos sones,Acuden los creyentes, de gozo el alma llena,A decir sus sencillas y dulces oraciones.

*

En un pequeño bosque que la ciudad dominaCabe una fuente límpida, que al sol muriente arde,Oreadas dulcemente por la aura vespertina,Dos doncellas preludian el canto de la Tarde.

La una con glaucos ojos, oscuros de esmeraldaCon torso heleno y formas eurítmicas y hermosas,Sostiene una bandurria sobre su nívea falda,Y se aduerme a sus mágicas, cadencias vaporosas.

La otra risueña y bruna, con ojos de gacela,Cuerpo esbelto y lascivo, muestra su piel divina…Suelta el negro cabello, que en suaves ondas rielaY apoyada en un árbol toca la mandolina.

Cerca y en medio de ellas, hermoso como Apolo,Un mancebo recoge, tendido en la pradera,las melodiosas notas del amoroso sólo,en el sonoro hueco de su guitarra ibera.

Un poeta enfermo y triste, sacudiendo su tedioSiente que aun se extremece en su interior la Vida…E imagina que existe para su mal remedioEn la mirada verde de la mujer dormida…

*

Comienza la divina canción, callan las avesLa brisa murmurante solloza en la espesura,Y en vibrantes arpegios de polífonas claves,Las armoniosas notas se pierden en la altura.

Y luego se difunden por el tranquilo ambiente,Despertando en el alma recuerdos y añoranzas,Sed de goce y de dicha, de amor, de amor ardiente,Ensueños y deseos, anhelos y esperanzas.

El mozo hipnotizado, siente que se distiendeSu cuerpo, y que se enerva con el raudal sonoro, Y en sus dormidos ojos, que la pasión enciende,Vénse brillar ardientes y tenues puntos de oro…

*

Enmudecen las ninfas de la ciudad vecinaSube murmullo sordo, que intensa vida auguraY ante la negra noche, que lenta se aproxima,La tarde huye y se esconde entre la sombra obscura…

El canto de la tarde1

1 En la revista mensual El Alba, año 1, nº 4, mayo de 1917. Publicada en Loja y dirigida por Juan F. Ontaneda, es una revista de carácter científico y literario, fundada por exalumnos del Colegio Bernardo Valdivieso; cada ejemplar tenía un valor de 10 centavos y el Comité de Redacción estaba integrado por Ángel B. Salazar, S. Vicente Carrión y Luis F. Apolo, que hacía las veces de administrador. Reproducido en la revista lojana Inquietud, nº 2–3, marzo–abril de 1923, pp. 57–59. Reproducido en las pp. 411–413 de la antología de la revista del Colegio Bernardo Valdivieso Huellas. 1826-1996, publicada por la CCE–Loja en 1996.

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POEMA

La luz opaca de los ciriosQue al compás que se tuercen se apagan,Perfuman el ambiente con esenciasDe Divinas y tristes flores.Amapolas extinguiéndose, el campoVerde arde bajo el sol canicular,Las mismas empolvadas callesDe ancianos, de viudas viejas y tristesY de ajadas prostitutas que pululan en un bar.

Ancianas madres tras los barrotesEnmohecidos, hacen pequeños sus ojos saltonesY con miedo súbito, al hijo beodo que se tuerceTras la voluptuosidad del sueñoVen estirarse en una estera vieja, opaca, sucia…

El sedoso aire de opresión y perfumesExasperantes, eleva en el ambiente una fina inconciencia;Bellas flores atrayentes cual adormiderasAbren el ardoroso flanco de sus cuerpos sin espera.Burdel de media noche, titubeante y enfermo,Dejadle al poeta, que es una perenne citara entristecida,Pueda en tus adentros, sobre una mesa cualquiera,Abandonar su alma al escupitajo y al volar bullangueroDe las moscas que se embriagan sobre la boca del ebrio.Y que vuele su poesía contemplando, la bellezaDe la noche y el embrujo divino de las «almas feas».

Ya nada importa para mi nostalgia, Puedo ver que las esquinas, siempre tiritan yGuardan mujeres sencillas y de alma acongojada,Llenas de hijos que esperan en un oscuro tabuco.Mientras, las muselinas cerradas, todo perfume, olor,El boudoir elegantísimo de la fina aristocraciaEs un nicho de seda rosa, donde la infanta sonrienteDe estira de placer y cansancio, soñando complacienteSu corazón aun virgen, desconoce del mal de las horasQue ruedan por el boulevard, donde el poeta, Con su sonrisa leve, va jugando a la ruleta.Y vuelve a sus sombras infinitasA socorrerse, a inyectarse del acíbar amargo de las cosas,A mentirse con las estrellas pequeñitasQue frusleras esconden su ajada cara en las rosas.

¡oh! dolor horrible del recuer-do de su infancia, yo le enseñé los primeros pasos y fue mi nombre el que primero asomó a su boca.

Pongámoslo sobre la cama, si los otros chicos despiertan, que parezca que está dormido; arrúllalo como si tú fueses la madre y espera, antes que pon-gas sobre su cara el lienzo, dé-jame tatuar mi boca sobre sus mejillas pálidas.

Ahora sí, descansa; nuevos rayos anuncian la mañana, y ya se me hace tarde —deben com-prender que nunca se hace es-perar tanto a quien nos ama—; vámonos J, pasos leves hay so-bre la alfombra, y no quiero co-meter otros acto que condene aún más mi alma.

Afuera la luz es tan triste, los sauces se agitan al viento y el lago es un espejo tan límpi-do de plata, que solo rompe esa tranquilidad un cisne de plu-mas blancas.

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A ti2

Pienso en ti cuando el sol dora el marPienso en ti cuando la luz de la luna se refleja en la onda. Goethe

Pienso en ti cuando asoma en el orienteEl astro que los orbes ilumina,Y luciendo en masa diamantinaAparece por fin resplandeciente.

Pienso en ti cuando avanza lentamenteHasta el zenit do vivido fulmina:Pienso en ti, cuando pálido se inclina,Al trasponer las cumbres de occidente.

Y aun pienso en ti en la noche tenebrosaCuando todos los seres olvidandoSus pasados angustias y dolores:

A la quietud se entregan deliciosa:Que mi pasión frenética y ardiente;Sin fin, tu bella faz grabó en mi mente.

Glosa3

La noche con sus sombras se guareceEn el abismo de tus ojos negros,Y un enjambre de amores se estremeceAl borde mismo de tus labios rojos.Antonio C. ToledoEn tu sonrisa sugestiva i puraVago recuerdo del Edén florece,Y en tu soberbia cabellera obscuraLa noche en sombras se guarece

El genio del amor idealizadoEn el casto pudor de tus sonrojos,Se esconde de pasión obsesionadoEn el abismo de tus ojos negros

En tu alba frente vivido escintilaRayo de luz que al verte palidece,Y al ardiente fulgor de tu pupilaun enjambre de amores se estremece

Inebriado de amor solo quisiera,Burlando tus dulcísimos enojos,El néctar saborear que se vertieraAl borde mismo de tus labios rojos.

2 En Revista literaria, año 1, nº 1, 16 de abril de 1901, p. 13. Es una publicación quincenal del Liceo Bernardo Valdivieso con un precio de veinte centavos el ejemplar. Por entonces, dirigía el Liceo Agustín Cueva.

3 Publicado en Revista Iris nº 1, 1 de junio de 1924. Reproducido en Mediodía, nº 56, noviembre de 2007.

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de ese modo, tú a quien yo amo eternamente, tú por quien he cometido este hórrido acto de amor y de sumisión absoluta?

Estás equivocada; estoy se-guro de que nadie debió escu-charme; he sido muy meticulo-so en este acto de amor sublime; nadie, óyelo bien J, nadie debió escucharme, los niños dormían tranquilos y los vecinos no se inmutaron al recio grito; los perros solo gemían débilmente al compás que mis manos iban cercenando con ternura su cue-llo lánguido y tibio; ¡J! ¿Es este el mágico frenesí que suele co-rrer por las manos del impío y del asesino?

Cubre su seno magullado, pon sobre ella la aún tibia sá-bana, cuida por favor de no ha-

mos de su sangre; manjares jamás apetecidos probaremos de sus labios y que llanto más amargo que el de sus ojos dila-tados y fríos!

Guarda los libros que aún es-tán desparramados por el sue-lo, sabes bien que son mi tesoro más preciado; pon unos cuan-tos cigarros en la maleta antes de salir y unos cuantos leños

cer, los niños pronto se levanta-rán y como de costumbre que-rrán saludar a su madre, y no quiero que me interroguen di-ciendo de quién son esas man-chas de sangre.

Escuchas J, es el mayor de los niños y parece que será el pri-mero en golpear la puerta de este cuarto. ¿Cómo que tendré que matarlo? Estás volviéndote loca, jamás podría dilatar con mano de muerte sus ojos ver-des como los de su padre. Pero tienes razón, si dejo que viva verá el horrido espectáculo, sangre por los rincones y como un leño más los brazos y pier-nas abrasadas de su madre.

Dame la señal J, cuando veas que va a entrar, asestaré un gol-pe tan mortífero que en segui-

cer demasiado ruido, los niños duermen al junto y temería que vieran el cuerpo degollado de su madre; mira por la ventana J, pero apenas abre las persia-nas, la opaca luz del cuarto es tan grata a mi nostalgia, que me apenaría mucho, si alguien vi-niera a incomodar esta horrible y romántica velada.

¡Tenemos como acorde las cuerdas vocales de la que yace muerta bajo la cama, el vino que cataremos lo exprimire-

en la gótica chimenea que em-pieza a arder; y ven, anda, ayú-dame a colocar el yerto cuerpo sobre los tizones y las brasas vivas, fundirá el fuego febril-mente sus músculos y tejidos y veras J que a la mañana no será más que ceniza sobre leños en-negrecidos.

Mira, ya despunta el amane-

da veremos al muchacho caer sobre sus pasos…

…Míralo J, parece un Ángel dormido, que, sobre su traje blanco de lino, se ha derramado un vino tinto; espera, déjame mirarlo solo un par de minutos, parece mentira que yo haya en-gendrado un vástago como este chico. ¡Son apenas sus quince años y ya vestirá una mortaja! Mira sus manitas entumecidas, no podrás negar que aún en ese estado se ve tierno y sereno;

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Suridea — 11

ITántaloBajo dosel de frutas purpurinasTántalo gime en el hermoso lago,Do las nereidas con ardiente halagoLe descubren sus tornas ambarinas…

En medio de las aguas cristalinasSiente del hambre y de la sed el estragoMientras escucha –delicioso y vago-El divino cantar de las ondinas.

Frutas, aguas y náyades se esfumanEn los ansiosos labios del precito;Su hambre, su sed y su pasión abruman.

Y el mirage fantástico y malditoSiempre hechicero, dulce é inquietanteTorna y se oculta rápido y cambiante.

4 Revista científica y literaria del Colegio Bernardo Valdivieso, nº 41, 31 de enero de 1918, año V, pp. 205–206.

IISísifoEn lo más alto del abrupto monteHermosísima ninfa está dormida…E inebriado de amor, Sísifo olvidaEl fallo oído en la barca de Caronte.

Lacerado, sudoso y anhelanteLlega a la cima con la horrible roca,Burlona risa su dolor alocaY se esfuma la bella torturante…

Rueda entonces al fondo del abismo,Cogido por la mole que le aplasta,Y aparece de nuevo el espejismo…

Al rey precito, su pasión ardienteLe ciega y torna a su labor infausta,Con la roca fatal, eternamente.

En el tártaro griego4

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un muerto, y yo seguía tus pár-pados con la ilusión de verme en ellos, mas pasó la sombra sobre nosotros. —Tengo miedo —dijiste. Y yo enlacé mis bra-zos por tu esbelta cintura.

Después, en mi cuarto, ha-blando con mis muertos, dejé rodar sobre el suelo mi inerte y pesada carga a los brazos fúne-bres del gusano y el féretro.

Diálogos sombríos con la misteriosa mujer J

La he matado; aún en contra de mi voluntad. Debes com-

prender J que mi deseo no compromete un desequilibrio psíquico o un trastorno de mi infancia.

La he matado desde el mi-nuto más antiguo de nuestra unión, desde que su carne fin-gió un deseo equívoco y per-verso, desde que su espíritu, unió al mío sombrío, una vaga y escasa penumbra, con tintes de nueva luz.

Desde ese instante ha estado bien muerta. ¿Y quién de noso-tros no finge ser feliz cuando se nos pudre el deseo más febril dentro de una coraza estrecha y nauseabunda? Debo, sin em-bargo, confesarte que la amé, ya no naturalmente con la fres-cura de los juveniles años, sino con la decadencia del recuerdo que me unió a ella; quizá, todo lo que constituye nuestra mí-sera corrupción del alma no es más que la fiel imagen pueril de nuestra existencia; eso es todo J, ahora ya puedes juzgarme, su cadáver aún está tibio, yace bajo la cama; casi ni pude dor-mir, luego de verse vencida, gol-peaba con insistencia las tablas, así que tuve que amortajarla, cubrirle y esbozarle la cara; no lo sé J, pero ¡no, no, no destapes aún su cara!, deja que la cubran bien las densas tinieblas que la tapan; ¿Cómo puedes mirarme

la quieta estancia colgarán sus testas marchitas, mustios péta-los deshojándose en cansancio y en tedio.

Ahora el cerrojo negro de la vida va descomponiéndose en piedad y misterio. Solo el recuerdo aclara los primeros versos y las primeras palabras; fue una noche constelada, so-bre las tapias cercadas divaga-ba un olor venido de no sé qué divina constelación, asomó a mis labios el misterio tan tris-te; te hablé de poesía y tú ibas con un gesto de recia cortesía frunciendo tu gesto en símbolo de mi amarga compañía. Y esta melancolía atroz yo la miraba en el huerto sembrado de gui-jarros. La neblina, siempre con su color de tedio, pone en su dominio el manto blanquecino del temor y del miedo, enton-ces los arbustos perfumados y los rosales trémulos, al mo-verse con el viento semejaban fantasmas, venidos de legiones de cementerio; me mirabas dis-tante, como quien contempla

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Es una de esas tantas tardes de nubes apasionadas que cru-zan los paisajes fríos de Santia-go de Chuco, la tierra del inmor-tal César Vallejo, cuando nos encontramos con Samuel Ca-vero Galimidi, escritor perua-no de una trayectoria inmensa, Presidente de la Asociación de Escritores y Artistas del Orbe (AEADO), Secretario General del XXXIV Congreso Mundial de Poetas, Perú 2014, actual gana-dor del V Premio de Novela Cá-mara Peruana del Libro.

Y así, sentados frente a una hoguera, comenzamos la pre-sente conversación.

PG: ¿Qué significa Escribir?SC: Para mí, escribir siempre

ha sido un ajuste de cuentas conmigo mismo, un tremendo reto, pelearme frente al com-putador con mis demonios y fa-bular, estrictamente fabular, re-crear mundos y realidades con un drama omnipresente, pues no siempre he hecho novelas con temas contemporáneos y que recrean nuestra realidad inmediata, sino más bien me he trasladado a la colonia o la

época de los incas, también al África, Asia, Oceanía, de tal ma-nera que, como MVLL, me sien-to cosmopolita y ciudadano del Mundo, cosa más difícil logra-da después de tantos viajes y lecturas, donde hay que cuidar además del tiempo, el habla de los personajes, la historia y mil detalles que encierran el com-plejo proceso de creación.

PG: ¿Cuál es su trayectoria li-teraria?

SC: He publicado algo más de 20 libros en todos los géneros literarios pero no me siento sa-tisfecho ni envanecido. Como pocos escritores peruanos, he publicado libros de novelas, cuentos, ensayos, teatro, poe-sía, biografía, autobiografía, crónicas, leyendas, en fin. Por ejemplo, tuve el honor de escri-bir y publicar una biografía au-torizada de un poeta residente en Australia al que entrevisté bastantes veces, libro volumi-noso que contiene la vida y obra literaria en vida del artista y vate uruguayo Raúl Méndez. Ahora él tiene 97 años, con ple-na vitalidad rumbo a su cente-

Patricio Guzmán Cárdenas

Suridea — 53

Sofía duerme so-bre el blando cojín. Delgada, bella; la habitación apare-ce con un color de

ensueño, las paredes tienen un crepúsculo que da pena y las finas cortinas se tienden como césped por las ventanas a me-dio cerrar. Su gracia evoca las más finas cadencias, baila con el compás triste y delicado del violín, la habitación de pronto ha tomado el aire viciado de espanto de un amplio salón; las horas de soledad circundan la frente y la jovencita siente en su alegre corazón las profundas voluptuosidades del frío. ¡Algo abate de repente a la niña de ojos almendrados y cabellos de sortija! Algo, un mal imprevisto ha penetrado, indecente, torvo y sombrío.

Sobre ella dos ojos enfermos miran sensitivos. Sobre ella, a través de la penumbra estrecha de su ventana, alguien ha osado sentirse poeta y la observa con un lento y triste mirar pensati-vo.

Dan las doce y las luces em-piezan a extinguirse, las som-bras de otros tiempos de las

grietas han evocado fantasmas de visiones ultraterrenas y vie-jas; Sofía dormirá tranquila, mañana volverá a ser feliz.

Mientras no la miren esos ojos perturbadores, podrá son-reír.

Mañana no iré a verla, sobre el vacío aire mis pies no la en-cuentran.

Mañana será ya el otoño y sobre las aceras mi nostalgia se comprime en una hoja de ol-vido. Tú la pisarás indiferente, altiva y soberana, como Ofelia que posa sus pies sobre tierra consolada; al arribar al plenilu-nio, mis ojeras besaran tus pár-pados, y lloraré.

……………

Duerme como tantas noches, en la quietecita habitación per-fumada. Ha helado la sombra del tedio; y mi corazón, en su sollozo hiriente, podría con sus garras ensangrentadas malgas-tarte las bellas horas contán-dote su dolor eterno. Mi negra silueta se pierde como un niño enfermo que va en pos de la cura, por las ciénegas fétidas de la existencia; así que duerme

tranquilamente, que yo pondré sobre tus sienes el color de las bellas amapolas que con fuerza soportan el vendaval y el in-vierno.

¿Por qué las tiernas corolas adornan con tan bello encanto las frías geometrías del fére-tro? Un infante que te ama, te besa con los pétalos fríos de sus labios de muerto; y ahora ha puesto triste la quimera sus fantásticos sueños. La tumba que se abre a mis pies es oscu-ra, ella corromperá a mil larvas cada fibra de mi cuerpo; y de mí, mañana, cuando las quietas y bellas auroras, bañadas en su claro penacho de oro, vengan con la primavera olorosa del rosal y el verde sauce a orear mi tumba, cabeceará sensitivo sobre ella una amapola mística y triste, que riega sobre la ama-rillenta tierra, que descompone mis huesos, un halo de fragan-cia exasperante y dolorosa.

Entonces la noche traerá, en sus abismales cimientes, iri-sadas formas que sostendrá el viento; en tu boudoir en pe-numbra la muselina perfuma-da, ondeará fantasmalmente sus vestidos purpurinos y de

Arturo Vinicio Paladines

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Suridea — 13

nario y su vida es memorable, una historia digna de contarse.

PG: Relátenos una o más anécdotas que desee compartir-nos.

SC: Pues tengo muchas, con-taré que cuando escribo, corri-jo y vuelvo a reescribir, sucede que en ese ínterin si bien se va mejorando la calidad de los textos es cuando se tiene varios archivos digitales a la vez, a ve-ces con distinto nombre, uno entonces termina atrapado por sus propios escritos y al final

no sabe cuál versión es la me-jor y con la que debe quedarse. Los resultados de los concurso le dan a uno recién la razón de cuál es la mejor versión escrita cuando gana un concurso, y yo gané ya, felizmente, muchos.

PG: ¿Qué significado le da a su expresión: «A mí me parieron los Andes y por eso soy rebelde, como los danzantes de tijeras de mi pueblo»?

SC: Es una frase que me na-ció desde la soledad en Austra-lia, país donde residí del 2001

al 2005. Viví allí prácticamente cinco años completos y fue una experiencia vital muy enrique-cedora que me permitió crecer no solo económicamente sino lo que es más importante es-piritualmente y como escritor gané en Australia varios pre-mios. Actualmente llevo más de 40 galardones obtenidos aparte de las distinciones, por supuesto. Y entonces me pre-guntaba: ¿Qué soy yo como escritor? ¿Quién soy yo, esen-cialmente, como ser humano? Como debieron preguntarse muchos escritores en el exilio. Y tuve el pleno convencimiento que así como es la patria un lu-gar que hoy pudiste nacer aquí o allá, con los padres sucede lo mismo. Puede ser el hijo de un hombre acaudalado o de un in-digente. Pero de lo que no me libré es de ciertos rasgos que imprimen mi personalidad, mi manera de ser, mis escritos, y son mi extracción y cuna serra-na alto–andina de ascendencia judía. Nací en Puquio, Lucanas, un pueblo muy alejado y hela-do en Ayacucho, lugar donde José María Arguedas se inspiró para escribir Agua, La Agonía de Rasu Ñiti y la monumen-tal obra Todas Las Sangres. De Arguedas me nace la vertien-te de contar en mis libros, por ejemplo, con estremecimiento poético, la vida y sueños de los danzaks, danzantes de tijeras. Pero también como en Argue-das, en mis libros están presen-tes la violencia de Sendero, los ríos, los Apus, los campesinos perseguidos o asesinados y su tierra diezmada entre eucalip-tos y sauces dolientes, entre la ternura, la angustia y el dolor. Y yo bebí, además, de la vertiente literaria de Ciro Alegría desde

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que recientemente ha publica-do Lumen en España, al detec-tive Roger Sheringham, cono-cido por historias como El caso de los bombones envenenados (1929), El crimen de las medias de seda (1928) o El misterio de Layton Court (1925) y por su afición a la cerveza y a fumar en pipa en Londres. Berkeley era amigo de John Dickson Carr (1906–1977), exponente de las novelas problema centradas en crímenes, que habían sucedido en una habitación cerrada.

… y Ellery Queen

Ellery Queen es el pseudó-nimo de los primos herma-nos americanos Daniel David Nathan y Manford Emanuel Lepofsky, cuyos alias son Man-fred Bennington Lee y Frede-rick Queen Dannay. Ellos elimi-nan las fronteras entre autor y detective al ponerle el mismo nombre a su detective, Ellery Queen. Queen es un joven autor de novelas policíacas, atlético e intelectual, lector de Proust que usa quevedos, bastón y gabán largo, que vive con su padre, el inspector Richard Queen, al que ayuda en sus investigacio-nes: mientras el padre recoge indicios, el hijo los interpreta. Entre sus novelas destacan El misterio de los hermanos siame-ses (1933), Cara a cara (1967) y Un caso difícil para el inspec-tor Queen (1956). Claude Cha-brol adaptó al cine la novela de Queen La maravilla de diez días (1948) en el largometraje La década prodigiosa (1971), que contó en el reparto con Anthony Perkins, Orson Welles y Michel Piccoli, una de las ver-siones cinematográficas más interesantes de Ellery Queen.

Siguiendo la estela de Queen podemos encontrar al abogado Perry Mason, obra de la plu-ma del norteamericano Erle Stanley Gardner (1889–1970), popularizado a partir de la lon-geva serie televisiva y de las nu-merosas adaptaciones fílmicas. El caso consiste en la defensa, por parte de Mason, de algún cliente averiguando la culpa-bilidad de otro personaje. Su primera novela fue El caso de las garras de terciopelo (1933), aunque también cabe mencio-nar El caso de las manos hela-das (1962) y El caso de la mo-rena prestada (1946). Mason es un hombre de espaldas anchas y rostro granítico, maestro del interrogatorio, que suele tra-bajar con su esbelta secretaria Della Street y que reside en Los Ángeles (EE. UU.).

Simenon y Maigret

En Francia, el prolífico Geor-ges Simenon (1903–1986) se alza a los primeros puestos de las listas de libros más vendidos con su comisario Jules Maigret, miembro de la policía judicial parisina, seguro de sí mismo, imperturbable y educado, de mirada serena y gran enverga-dura, ataviado con pipa, abrigo o gabardina y sombrero hongo. Maigret resuelve el enigma tras

comprender la crisis psicoló-gica que trastorna al asesino en el momento del crimen, así realiza un retrato de grises me-diocres y personajes patéticos, cuyo drama suele conmover al lector. Con despacho en Quai des Orfèvres, Maigret debuta en la novela La muerte ronda a Maigret de 1931, año en que publica otras nueve novelas fru-to del encargo de Joseph Kessel para la revista Détective. Pos-teriormente, la imprenta saca a la luz obras como Un error de Maigret (1937), Firmado: Pic-pus (1944), La pipa de Maigret (1947) o Maigret y el inspector sin suerte (1947). Desde 1932, muchas de las novelas han sido adaptadas al cine y a la televi-sión, como Maigret en el caso de la condesa (1959), dirigida por Jean Delannoy e interpretada por Jean Gabin.

En la actualidad, la nove-la policíaca es desarrollada con talento por autores como Donna Leon (comisario Gui-do Brunetti), Andrea Camilleri (comisario Salvo Montalbano), Benjamin Black (pseudónimo de John Banville), P. D. James (comandante de la policía me-tropolitana en Scotland Yard, Adam Dalgliesh), José María Guelbenzu (Mariana de Marco) o Petros Márkaris (comisario Kostas Jaritos), entre otros.

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niño, habiendo además de uni-versitario releído y estudiado todas su obras, así de otros clá-sicos europeos y latinoameri-canos.

PG: «Hoy bastó escuchar tu onda voz». ¿En su obra existe al-guna influencia del vate univer-sal César Vallejo?

SC: Es una expresión existen-cial, metafísica. Sí, en mi poesía hay una vertiente vallejiana de gran admiración y respeto al gran poeta universal. Es una influencia en sus escritos que no se hace vallejista, ni valle-jiana, sino que se redimensio-na desde la admiración por su obra y su legado poético, pero que busca abrir (en mí y en mis escritos) nuevos aportes–lazos–y vasos comunicantes, en la poesía experimental, desde mi propia creación personal.

PG: Ahora que se acerca el Congreso Mundial de Poetas a desarrollarse en el Perú, díga-nos qué preparativos se están realizando y el significado que para toda América tiene esta distinción otorgada al Perú por

la Academia Mundial de Arte y Cultura.

SC: Hay muchos preparati-vos, pero estamos viviendo una especie de cisma al interior del CECOMUP que es el propio Co-mité desde la complejidad de lo que somos los seres humanos, con sus sueños, sus ideales, sus proyectos. Espero se solucio-ne. Pero también desde la po-sibilidad de que este Congreso Mundial no sea uno más sino un hito de participación de poetas de todas las muestras de poesía mundial. El Perú sí puede or-ganizar congresos y festivales mundiales de gran envergadu-ra y trascendencia. Lo están de-mostrando los organizadores del II Festival Internacional de Poesía de Lima FipLima, del 4 al 7 de julio de 2013. Sesenta poetas de América, Asia, Áfri-ca y Europa, y más de 30 poe-tas peruanos. Los invitados del extranjero, he sabido por fuen-tes muy confiables, vienen pa-gados sus pasajes aéreos, más su estadía en buenos hoteles y la alimentación gourmet de nuestra variada gastronomía para asistir a eventos cultura-les masivos representativos, de más de 3000 personas, esto en Lima, aunque usted no lo crea. Por eso sostengo: todo lo imaginable es posible en el Perú. Todo depende de la uni-dad y el trabajo disciplinado de sus organizadores.

Y ojalá converjamos inspira-dos en los fraternos principios de la Academia Mundial de Arte y Cultura, WAAC, en un solo río, como el que nos habla Argue-das, el de Todas las Sangres y Los ríos profundos, para luego decalar en un mar de sabiduría, de hermandad, de fraternidad y no en un delta de mezquin-

dades, de egocentrismos, vani-dades y poses personales, que a veces pasa en los encuentros y congresos provocando las cri-sis y más bien el desencuentro.

PG: ¿Qué planes a futuro tie-ne en cuanto a producción lite-raria?

SC: Tengo varias novelas, poemarios y ensayos inédi-tos, los corrijo, los leo, releo y reescribo alternativamente, pensando en la gran vitalidad que tiene el ser humano, que a veces se vuelve Dios–poeta, Dios novelista, Dios cuentista, Dios ensayista, y que no siem-pre debe buscar la inspiración, sino la transpiración, la total exudación, para así construir adobe por adobe ese complejo proceso de forjar un buen texto literario, poético o crítico, antes de publicarlo o de mandarlo a concurso.

PG: Para finalizar, un saludo para Loja, esperando tenerlo en breve con nosotros para conocer su producción literaria.

SC: De Loja, ciudad hermosa, de tradición y cultura, enclava-da al sur de Ecuador, tengo de ella y del pueblo ecuatoriano, gente sencilla, fraterna y noble, muy gratos recuerdos. Estuve en un Encuentro Internacio-nal de Escritores justamente en las festividades de la Virgen del Cisne hace ya cuatro años. Pero no únicamente traje del Ecuador memorables recuer-dos sino también algunos li-bros como El Caudillo Eloy Alfa-ro, escrita con prosapia y rigor historicista por Miguel Ángel Gallardo Aguirre, que nos habla de este General, quien fue pre-sidente de su país, un gran re-volucionario ecuatoriano.

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vés de sus feroces ojos inyecta-dos de sangre». Por lo tanto, su estrategia consiste en adivinar las intenciones del delincuen-te poniéndose en su lugar. Su objetivo no es tanto resolver un enigma y que el delincuen-

Dos damas del crimen:Agatha Christie…

En 1920 despunta la novela problema o novela enigma, gra-cias a las obras de Ellery Queen o la británica Agatha Christie. Por entonces, la novela poli-cíaca se había aburguesado, primando el juego limpio entre autor y lector, es decir, que el protagonista y el lector cono-cieran la misma información respecto al caso a resolver, y aplicando el principio de que el criminal nunca gana. Agatha Christie (1891–1976) tiene la idea de escribir una nove-la problema durante su etapa como enfermera voluntaria en un dispensario. Quizá por ello en su primera novela, titula-da El misterioso caso de Styles (1920), protagonizada por el orondo policía belga retira-do Hércules Poirot, el Capitán Hastings y el Inspector Japp, y publicada por la editorial The Bodley Head tras modificar el final, el propietario de un viejo caserón en Essex es envenena-do con estricnina. Sin embargo, no es hasta la publicación en 1926 de El asesinato de Roge-lio Ackroyd (editorial William Collins & Sons) cuando Christie logra el éxito. Otros personajes archiconocidos de la dama del crimen son Miss Marple (ancia-na soltera que reside en Saint Mary Mead) y el matrimonio de sabuesos, Tommy y Tuppen-ce Beresford, aunque también consigue conquistar a los lec-tores con novelas sin detective aficionado, como Diez negritos (1939), llevada al cine en cinco ocasiones y considerada como su novela más vendida, y con piezas teatrales como La rato-nera, estrenada en 1952, fecha

desde la que viene represen-tándose ininterrumpidamente en Londres.

Otros narradores que se de-cantaron por la novela enig-ma fueron Earl Derr Biggers (1884–1933) con su sargen-to de policía Charlie Chan, de Honolulú, en donde trabaja en la Jefatura Superior de Policía de Bethel Street. Chan posee un peculiar lenguaje, un ori-ginal método deductivo y una

Gilbert K Chesterton

te sea detenido como lograr un arrepentimiento y que el cri-men no se lleve a cabo. De baja estatura y apariencia sencilla, este sacerdote católico y ama-ble pertenece a la iglesia de San Francisco Javier en Camberwell (Londres) y suele contar con la complicidad de su amigo Flam-beau, antiguo ladrón de guante blanco. Entre sus aventuras, podemos citar El candor del pa-dre Brown (1911) o El escánda-lo del padre Brown (1935).

Agatha Christie

agitada vida como padre de doce hijos. Bajito y regordete de ojos negros, humilde, edu-cado, inteligente y paciente, es partidario de que los hechos encajen por sí solos y de tener la mente abierta a todas las po-sibilidades. Entre sus novelas podemos citar La casa sin llaves (1925), Eran trece (1930) y El criado chino (1932). S. S. van Dine, pseudónimo del crítico de arte Willard Huntington Wright (1888-1939) idea a Philo Van-ce, deportista, aristócrata, rico, una enciclopedia andan-te, un pedante esteta que vive en Nueva York. Por su parte, Anthony Berkeley Cox (1893–1970) da vida en sus novelas,

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Año tras año, tres grandes compañías auspician a nivel mundial un aguerrido concur-so musical, el ya famoso Metal Guitar God, en el que partici-pan los más virtuosos guita-rritas de Metal Rock de todo el planeta. Estas tres compañías organizadores son Toontrack, Jackson y Jamtrackcentral, las mismas que buscan promocio-nar sus productos mediante el mencionado certamen, donde las cápsulas musicales triunfa-dores se comercializan por me-dio de softwares, instrumentos musicales y clases de guitarra. Además de ello, dichas com-pañías adquieren también los derechos de dichos solos, por si algún grupo famoso quisiera obtener con ellos algún riff que tuviera pegada en el merca-do mundial de la música. Pues bien, en 2013, nuestro joven guitarrista Rafael Minga resultó primer finalista (2º lugar) en-tre 800 participantes preselec-cionados de todos los rincones de la tierra.

Rafael, con una composición

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leche y porciones de tarta de queso, o atando y desatando cabos de un cordel. Del francés Gastón Leroux (1868–1927) es el joven reportero de L’Epoque de París Joseph Rouletabille, bola de ruleta, otra imitación de Holmes que disfrutó de for-tuna literaria en libros como El misterio del cuarto amarillo (1908), el primero de Rouleta-bille, o El perfume de la dama de negro (1909). Rouletabille es servicial y espabilado, fuma en pipa y cuenta como relator

de sus aventuras a su amigo pa-sante Saintclaire.

Los genios del mal

No solo de héroes vivió la novela de la época, también los antihéroes o genios del mal uti-lizaron la inteligencia con fines criminales y coparon portadas de libros. Raffles, personaje creado por Ernest William Hor-nung (1866–1921) es un cíni-co príncipe de los ladrones, la antítesis de Holmes, y, aunque ofrece la imagen de un modéli-co caballero inglés, lleva la vida de un elegante ladrón de guan-te blanco. Cinco años después, Maurice Leblanc (1864–1941) da vida literaria a Arsène Lu-pin, un perfecto caballero bo-hemio aficionado a las mujeres, a los duelos y al vino, apasiona-do del riesgo. Para él, el robo es un arte, por lo que desprecia el método deductivo.

El siniestro bandido Fan-tomas surge de la pluma de P. Sousvestre (1874–1914) y M. Allain (1885–1969). Sus aven-turas se alejan del enigma en beneficio del relato de perse-cuciones y del suspense. La popularidad la logra gracias al empleo de inventos recientes (autos, aviones, submarinos), su cualidad como deportis-ta y adivino y su capacidad de transformación. Él ejemplifica el poder de la ciencia y de la

técnica en malas manos. Final-mente, el sabio chino Fu–Manc-hú, original de la pluma de Sax Rohmer (1833–1959), es otro de los célebres antihéroes rese-ñables.

La novela criminal científica

Gracias a autores como Jac-ques Futrelle (1875–1912) y su personaje Augustus S. F. X. van Dusen, la novela criminal científica termina por impo-nerse. Van Dusen es conocido como la máquina pensante, un investigador pionero en el uso de métodos científicos para la investigación del crimen, caso del análisis de sangre o el em-pleo de la balística. En 1907, el doctor John Thorndyke, hé-roe creado por Richard Austin Freeman (1862–1943), hace su aparición en los escaparates de las librerías. Freeman utiliza la criminología sistemáticamente y desplaza el centro de interés del relato del delincuente al proceso investigador, siendo el entramado lógico y el enigma lo más importante. Como apunte, indicar que Freeman cuenta la historia desde el final al princi-pio.

Opuesto a Freeman se halla el inglés Gilbert K. Chesterton (1874–1936), conocido como el príncipe de la paradoja y por ser el creador del padre Brown, sacerdote bonachón y aparen-temente descuidado, que hace las veces de detective aficio-nado empleando la intuición, la psicología y la ironía como armas deductivas. Una afirma-ción del padre Brown que de-fine su manera de actuar es la que sigue: «procuro ponerme en la piel del asesino hasta el extremo de ver el mundo a tra-

Emmusca Orczy

Gaston Leroux

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de aproximadamente 20 se-gundos de duración, logró una micro pieza perfectamente es-tructurada, con cabeza, cuerpo y final, intercalada de silencios respiratorios, la misma que lo-gró desde el principio ponerse por delante de otros virtuosos rivales.

Curiosamente, Rafael Min-ga (Loja, 1977) no empezó su carrera musical como guita-rrista, sino que en su niñez re-cibió clases de canto y piano en el Conservatorio Salvador Bustamante Celi. En realidad, digámoslo abiertamente, Ra-fael empezó cantando. El can-to fue su fuerte y pensó que lo sería en adelante, incluso ganó algunos concursos, entre ellos el Eduardo Ruiz y el concurso

Petronila Burneo, hasta que su niñez terminó y el cambio natu-ral de la voz hizo que abando-nara el canto e incluso también el piano.

Pero el gusanillo musical estaba latente en Rafael. Un día se encontró en la calle con una hoja de cuaderno escrita a mano, en la que venía la letra de Yesterday, la mítica canción de los Beatles. Por supuesto, ni qué decirlo, a Rafael le encantaban los Beatles. Y venían además en el papel los acordes para guita-rra, escritos sobre los versos. Ése fue el inicio de su afición por la guitarra. Fue cuando su propuso aprender dicho instru-mento, con la ventaja de que su padre era profesor de música en la conocida Academia Santa

Cecilia, de modo que el apren-dizaje fue direccionado desde el principio. Luego de ello for-mó un grupo con otros chicos, los sábados iban a ensayar en Catamayo, hasta que le pidió a su padre que le comprara una guitarra eléctrica. Su padre le dijo: «Muy bien, te compro la guitarra eléctrica, pero antes estúdiate el método Carulli; el día que me des la última lec-ción, ese día te compro la gui-tarra». Lo que no sabía Rafael era que, su padre, por los mo-destos recursos económicos de la familia, quería darse tiempo para ahorrar algún dinero y comprarle la guitarra eléctrica. En todo caso, Rafael tomó dicho método y se aplicó de tal forma que a veces avanzaba hasta tres lecciones por día. En efecto, cuando ejecutó ante su padre la última lección, su padre le com-pró la guitarra eléctrica.

Su padre también se encar-

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El problema final, cuando Hol-mes y Moriarty caen en mor-tal abrazo por las cataratas de Reichenbach. La resurrección del héroe solo tuvo lugar por las presiones de los lectores y editores. Holmes estuvo inspi-rado en un ser real, el cirujano Joseph Bell, profesor de medici-na forense en la Universidad de Edimburgo, de quien toma las observaciones y deducciones que distinguen su método de-tectivesco (Bell protagoniza la teleserie de la BBC de cinco ca-pítulos Murder rooms: the dark beginnings of Sherlock Holmes, datada en 2000–2001).

«¡Vamos, Watson,comienza el juego!»

Gran parte del atractivo de Holmes reside en su inmuni-dad frente a las debilidades y pasiones del hombre corrien-te, además de su compleja y controvertida personalidad (egocéntrico y vanidoso), su característico atuendo (abrigo, gorra y lupa) y sus extraordi-narias dotes para el violín, el disfraz o el boxeo. Igualmente, su implacable rigor en su mé-todo de trabajo le convierte en

un personaje innovador, puesto que su método de investigación llega a condicionar la estructu-ra del relato. La narración, lle-vada a cabo por Watson, suele comenzar con una entrevista al posible cliente en el 221B de Baker Street y con una serie de deducciones, que Holmes reali-

pector G. Lestrade de Scotland Yard, el agente encargado de investigar oficialmente algunos de los casos de Holmes, rechaza los métodos de Holmes, salvo en La aventura de los seis napo-leones. Holmes es un detective de curiosas excentricidades, que se cree superior a la policía (y lo es), que tiene su propio có-digo de justicia y que dará paso a dos tendencias narrativas: las aventuras de criminales y la no-vela criminal científica.

Pero no solo Conan Doyle disfruta de las mieles del éxi-to con su genial detective. Hal Meredith crea una de las répli-cas más populares de Sherlock Holmes, Sexton Blake, médico criminólogo y detective priva-do con una mente superdotada y una extraordinaria habilidad para el maquillaje. A su vez, Edgar Wallace, autor prolífico, crea los conocidos como cuatro hombres justos, implacables vengadores de la sociedad, que se rigen por unas reglas donde la muerte es la mejor solución. Emmuska Orczy concibe al Vie-jo del Rincón, personaje que so-luciona intrincados casos mien-tras permanece sentado en un salón de té, ingiriendo vasos de

Edgar Allan Poe Arthur Conan Doyole Edgar Wallace

EL CUERVO

za a partir de la simple obser-vación del visitante. Esta en-trevista sirve para presentar el enigma. Acto seguido, se pone en marcha la investigación di-ciendo Holmes a su fiel ayudan-te: «¡Vamos, Watson, comienza el juego!». Una vez verificadas sus teorías y resuelto el caso, tras rocambolescas peripecias, Holmes explica brillantemente el misterio ante un Watson ató-nito, que es el reflejo del des-lumbramiento del lector. El ins-

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gó de enseñarle solfeo. Rafael tenía por entonces 15 años, se graduó del colegio a los 16 y empezó una etapa difícil de su adolescencia, que se vio agrava-da por el divorcio de sus padres. Rafael se fue de la casa y allí tuvo que vérselas para ganar-se la vida. Fue en ese momento que tuvo que optar definitiva-mente por la música, como un modo de procurarse el sustento diario. Tuvo que aprender a to-car el requinto, ya que le ofre-cieron un puesto en la Rondalla Municipal; tocó con grupos, con tríos, formó parte de grupos de rock, tocó con Kenny Goodman, tocó con el perro y el gato, for-mó parte de grupos de música nacional, folclórica, romántica, tocó de todo, y aquello le fue dando un amplio espectro que luego le serviría para perfeccio-nar su versatilidad ejecutoria.

Hoy por hoy, Rafael Minga tiene dos títulos; es licenciado

en Educación Musical por la Universidad Nacional de Loja, y licenciado como Guitarrista Pedagogo, por la UTM. Pero el grueso de su bagaje lo ha ido adquiriendo en el camino, ya que Rafael es prácticamente autodidacta. Entre otras cosas, tuvo que aprender por sí solo composición y transporte, para hacer de arreglista en un estu-dio de grabación; hoy mismo acaba de regresar de España, donde ha ido a hacer algunas experiencias con músicos de flamenco.

—Si tuvieras que elegir entre el piano y la guitarra, ¿con cuál te quedarías?

R. M. Definitivamente con la guitarra. Además de la versa-tilidad y facilidad de transpor-tación, te ofrece un abanico de posibilidades que difícilmente te lo da otro instrumento; o sea, hay guitarras para todo, gui-tarras de todo tipo, para jazz, para flamenco, para rock, para música clásica.

—¿Cuántas guitarras tienes?R. M. Creo que nueve o diez.—En todo caso, ¿con qué tipo

de música te quedarías?R. M. Si me dieras a elegir, no

me gustaría quedarme defini-tivamente con ningún tipo de música. Me gusta tocar de todo. Ahora mismo estamos prepa-rando un recital de flamen-co, posiblemente para marzo o abril. Me gusta el jazz, toco con Ítalo Coello, eventualmen-te toco con Kenny, a veces toco música romántica… es decir, no

me gustaría casarme con nadie, ¿comprendes?

—Además del premio econó-mico, sé que recibiste una gui-tarra. ¿Qué guitarra fue?

R. M. Una Ibañez Prestige, mástil delgado.

—¿Te consideras un autodi-dacta?

R. M. No lo sé…, no me pa-rece. Somos el producto de todo lo que hemos recorrido, la suma de las personas que hemos conocido en el camino, incluso de aquellas que nos han rechazado, que nos han dado la espalda. Es decir, se aprende de todo en la vida.

—Aún así, ¿cómo ves el cami-no recorrido?

R.M. A mí me tocó crecer en-tre el declive del arte y el avan-ce de la tecnología. Cuando era chico, la información musical nos caía a cuentagotas. Ahora abres la llave y el chorro de in-formación por internet te deja boquiabierto, tienes toda el agua que quieras.

—¿Planes para el futuro?R.M. Pues, el concierto de

flamenco que he mencionado, y también estoy metido con un libro sobre los inicios de la nueva música en Loja, quiénes fueron los precursores de las nuevas corrientes musicales, con qué recursos contaban por entonces, etcétera, porque muchos creen que las cosas se han dado así por así, y eso no es cierto. Como dije, crecemos sobre los hombros de los otros, somos la suma de todo.

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El género de la nove-la policial cristalizó gracias a los cuen-tos de Edgar Allan Poe (1808–1849)

que tienen como protagonista al primer detective literario de la historia, el caballero Auguste Dupin. Poe vio el crimen como una forma de misterio, que podía resolverse mediante un método basado en el positivis-mo científico (los fenómenos se relacionan mediante nexos lógicos) y en el determinismo filosófico (los actos humanos obedecen a leyes previsibles). Este método, aplicado a la na-

rrativa, dará pie a obras como Los crímenes de la calle Morgue.

El camino iniciado con Poe no tuvo continuidad hasta que E. Gaboriau con El caso Lerou-ge (1863) y W. Wilkie Collins (1824–1889) con La piedra lunar (1868) sustituyeron la figura del detective aficionado por la de un eficaz detective profesional, valiéndose de la aventura como generador de intriga. De Wilkie Collins ade-más cabría destacar la creación de personajes prototípicos de la sociedad victoriana, el ca-rácter ejemplar o moralizador

de la mayoría de sus obras, su capacidad para construir una trama ingeniosa, inspirada tan-to en delitos como en hechos misteriosos y su rigor en la plasmación de aspectos médi-cos y legales. Su sargento Cluff es un claro antecesor de Sher-lock Holmes.

En este éxito tuvo mucho que ver las publicaciones pe-riódicas sensacionalistas de bajo precio, que abordaron las preocupaciones de la vida en las grandes ciudades. En una de ellas, una dime–novel o novela de diez centavos, nacerá el de-tective Nick Carter, un justicie-ro guardián del orden que con-sagra su vida a la lucha contra el crimen tras el asesinato de sus padres por unos gángsters. Sus hazañas están repletas de acción.

De la mano de Arthur Conan Doyle (1859–1930) y en una publicación popular como The Strand Magazine, se dará a co-nocer el más famoso detective de todos los tiempos: Sherlock Holmes. El triunfo de Holmes fue de tal magnitud que eclip-só a su autor y fue considerado como un personaje de carne y hueso. Hasta tal punto que Co-nan Doyle le mató en el relato

Carlos Ferrer

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Así se titula el ultimo docu-mental de Wilson Castillo, de-dicado a la memoria del pintor Eduardo Kingman. El documen-tal, constituido en tres capítu-los, presenta una esencial sem-blanza del eximio artista lojano y su obra. Quienes han visto los documentales anteriores de Castillo, saben que éste apues-ta casi siempre por la reflexión sin prisas, para lo cual recurre a cámaras fijas y fondos estáti-cos, antes que a imágenes mó-viles que corran el riesgo de resultar volátiles y no decir ab-solutamente nada. A Castillo no le atrae el arrebato escénico, ni muestra especial interés por fil-mar en exteriores; influenciado por Bergman, sus tomas, por lo general domésticas, hacen que el espectador se vea abocado a interiorizar lo que escucha, y la cámara fija se transforma en una herramienta para reforzar las ideas.

Sin embargo, en el documen-tal que hoy nos ocupa, Castillo ha cuidado mejor los detalles en comparación con su trabajo anterior acerca de Fausto Agui-rre, el cual no recibió buenas críticas. En la primera parte del documental sobre King-man, aparece el hijo del pintor,

Juan Sebastián, comentando anécdotas curiosas acerca de su padre, a la par que aporta breves juicios sobre el arte y la obra del pintor lojano. A más de hacer de introducción, este pri-mer segmento pone de fondo algunos tópicos que se desarro-llarán más adelante, en la se-gunda y tercera parte del docu-mental. La estatidad fotográfica de esta primera parte se palia con dobles tomas que actúan como close ups simultáneos.

En la segunda parte del vi-deo, que es sin duda alguna la más interesante y mejor logra-da de todas, la crónica y per-cepción de José Carlos Arias marca un ritmo claro y fluido, inserto en una estructura na-rrativa que se complementa con las imágenes al cien por cien. El cuidadoso tratamien-to estético, el ritmo y color de cada toma, hace que todo gire con velocidad perfecta alrede-dor de la obra del eximio artista lojano. Aparte de ello, los deta-lles de fondo, la iluminación, la fotografía y el sonido, confieren al trabajo una singular frescura, que acompaña muy bien con el carácter preciosista del video. Los fondos no se repiten, ni hay lugar para la monotonía, pues la disertación de José Carlos Arias no se improvisa y la mú-sica cumple a perfección su pa-pel de estimuladora de resortes emotivos.

Pero hay sobre todo, en esta segunda parte, un trabajo de animación elemental hecho sobre la base de unos pocos dibujos de William Brayanes, que otorga vivacidad y carácter didáctico al trabajo. Y la heroí-na de esas minuciosidades es una artista lojana que ha cola-borado con Castillo en algunas ocasiones anteriores. Su nom-bre es Ashly Curay, y su talento empieza a notarse desde el ini-cio, en la misma presentación del video. Ashly, diseñadora, pintora y artista plástica, es quien da al trabajo de Castillo la finura estética que permite al director exponer su visión sobre Kingman de una manera acertada. En la animación de la que estamos hablando, el con-torno de un cuadro (empezado y nunca acabado) permite a Castillo exponer, a través de la voz de Arias y la animación de Ashly Curay, un trabajo de muy buen ver, que podría exhibirse en cualquier sitio.

Por el contrario, la tercera parte del video se ve afectada por la improvisación y dubita-ción de algunos de los artistas plásticos invitados, quienes presentan sus obras a par-tir de bases conceptuales de Kingman, pero de una forma que podrían ser perfectamen-te prescindibles, sobre todo cuando la música trae sin que-rer el buen sabor de la segun-

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Esta telepatía intemporal me coloca en tu cerebro como si fuera un parásito. Imagíname como un blancuzco gusano blanco en tu cavidad craneal. Soy tu cerebro en forma de un gusano regordete que es-pera salir inmediatamente. Mis pelos urticales te producen las más variadas y deliciosas sens-aciones óseas.

Me muevo un poco, para aco-modarme a tu posición. Quiero meterme a través de tu fora-men magnum hasta la garganta, donde tendré la difícil decisión de invadir tu esófago o salir por la boca. Elijo salir. Siento tus dientes entre cada una de mis acuosas ampollas ambulantes. Con mis pelos voy acaricián-dote por dentro. Y puedes ver cómo salgo lentamente por tu boca. Mis patas pasan por enci-ma de tu lengua. Me estiro y me encojo para ir ganando espacio. Es imprescindible sentir el roce de mis pelos en tus labios, y mis patas saliendo por tu boca. Pali-decerás cuando veas mi puntu-da cola agitándose de un lado a otro, como si fuera a clavarse en algún sitio de la garganta; como si buscara el sitio ideal para clavarte mi urogonfo. Como si el hecho de acariciarte con mi cornículo, fuera peor que tener agusanado el cerebro.

Como cualquier individuo, víctima de las circuns-tancias, tengo en la cara los matices de la decep-ción. Pasan los días sin que yo pueda sentirlos, una semana más. Me he obsesionado con algo lleno de absurdidad. Al despertar todo es igual, he llegado a convertirme en autómata de mi propia existencia, hay momentos en los que intento huir de esta rea-lidad. He creado un universo alterno, paralelo, mío. Siento las notas tan sutiles de sus palabras en mi mente, su recuerdo sigue impecable. Sien-to gota a gota la lluvia sobre mis miedos, me su-merjo en el mar del abandono. No sé de dónde escuché aquello, pues suena dulcemente en mi cabeza. Mi piel se estremece, mis ganas se acor-tan, mi respiración se agita, lo he visto de nuevo. No ha sido necesario ponerle punto final, no ha sido necesario colocar una coma, no es necesario decir adiós, ni poner pausas sin motivo, tampoco queda pe-dir perdón. Lo miro y tiemblo de nuevo, nada ha cam-biado, nada es igual, todo es contradictorio. ¿Qué es el todo hoy? Un suspiro más que me quita un poco de vida, un anhelo insuficiente y tantos fracasos de más. No hay luna esta noche, no hay alegría ni calor. Me atur-de tanto ruido en mi cabeza, los gritos desesperantes de mi insatisfacción, mi cerebro nada hace, sólo pro-voca un tanto de dolor. De nuevo mi reflejo me mues-tra lo que soy, lo que trato de ocultar, lo que ya no pue-do disfrazar. Poco a poco me desmaquillo y muestro aquel desastre ambiguo y la desolación. Desmaquillo la alegría, las sonrisas, la apariencia tan ilógica que creé. Me miro en el espejo, mi reflejo habla, me dice: «Dónde has quedado, qué eres que no te reconoz-co, qué has hecho contigo. Huye, aún puedes huir». Pienso en escapar, lo he pensado desde niña. ¡Oh! mi infancia, el aroma de mi casa, mezcla de cigarrillo y licor, mezcla de dulce y dolor. Vuel-ve a mí aquella fragancia, me transporto lenta-mente a esa época, tan irreparablemente triste. Lágrimas a veces, risas tal vez.

Me he quedado absorta. No hay más que decir.

Pamela Cecibel

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da parte, que no concuerda ni facilita la digestión de esta tercera.

Si bien es cierto que King-man no fue un innovador en el sentido estricto de la palabra, ya que su trabajo estuvo muy influenciado por los muralistas mexicanos Siqueiros y Rivera, sin embargo, para Castillo es un pintor de una fuerza hones-ta y poderosa, de modo que la intencionalidad política de sus cuadros no desdice de su per-sona, ya que si hay algo que deteste Castillo es la inconsis-tencia de los pintores políticos, que pintan únicamente para sus bolsillos: pintan niños po-bres o indios para construirse a sí mismos, e incluso para enri-quecerse.

En todo caso, es un docu-mental que es preciso mirar, ya que en conjunto deja una muy buena impresión. No en vano el director se pasó ocho meses realizándolo, lo cual prueba con hechos que aquello de ser artista no es para nada un tra-jín farandulero como algunos piensan, sino todo lo contrario; pues, aparte de dirigir y editar, Castillo ha compuesto en este año diez canciones, se ha man-tenido constante en sus cola-boraciones para la revista vir-tual Freelance, ha hecho varias curadurías, continúa al frente del Cine Club Lumiere, ha rea-lizado una exposición de fan art sobre la Guerra de los Tronos y está terminando de pulir un poemario, además de preparar 50 cuadros más para su expo-sición del próximo año. Y, por si alguien ya lo ha olvidado, en cuanto a recoger valoraciones , a Wilson tan solo le interesa la opinión de su musa, Gabriela Pacají. LSJ.

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Gracias, necesitaba con-versar con alguien. Esta es una cápsula temporal, escrita es-pecíficamente para conversar contigo a lo largo del tiempo. Como las hojas de cuaderno en los salones de clases, que guardan instantes en forma de huellas. Seguro que esas hojas observan, angustiosas, debajo de las faldas de las chiquillas, mientras ellas y ellos las llenan de instantes sucios.

Quiero vivir durante toda la tierra. Hoy precisamente, es el instante 28 años, cinco meses, dieciséis horas.

No te veo, pero me da igual, lo importante es que estamos aquí en cualquier parte del Uni-verso y en cualquier parte del tiempo. En París o en Roma, en Ecuador o en una de las biblio-tecas universitarias de Marte. Yo, por el momento, estoy en la quinta de la calle Zoilo Rod-ríguez, en Loja. Ejerciendo el misterioso oficio de engendrar un encuentro distante, en dife-rentes tiempos y en un presen-te infinito.

Estoy exaltado. Siempre me emocionan los ejercicios re-trospectivos. Me gusta la idea de compartir contigo ese lugar que es íntimo para ti: tu casa, tu cuarto, tu computador, hasta el espacio que usan tus dos zapa-tos en las calles y en todos los lugares públicos.

Hagamos un experimento visual: Tomamos por el filo una hoja de papel y la miramos a través de un microscopio. Tendrás todas las fibras, cru-zadas como un inmenso muro de troncos blancos. Tomamos un aparato de los que sirven para cortar troncos como estos, y cortamos uno por uno, hasta talar toda la hoja. Nos quedan dos caras con un corte casi per-fecto. Yo te veo sosteniendo una hoja de papel en una mano, y en la otra una motosierra. Sin ati-narle. No lo hagas, para qué ar-riesgar las manos.

¿Te has soñado oliendo las estrellas, el Sol, la Ingle de Orión, la Vía Láctea?

Vemos ahora una mesa de madera delante de un fondo

verde. Un dragón rojo se acerca flotando y la tritura con los di-entes. Tú eres el dragón, sién-tete como si estuvieras dentro de tu propia boca. Mira desde adentro el instante cuando la mesa entra y las patas se clavan en tus encías, cuando tu boca se cierra y adentro oscurece. Sien-tes la explosión de la madera y las astillas brincan por todo lado, algunas te caen en la cabe-za y otras en las manos, porque tú sigues adentro. Si quieres ver cómo quedó la mesa, solo tienes que meterte los dedos a la boca y sacar los pedazos que puedas. Todo el mundo tiene la sensación de ver la mesa de la misma forma que se ve un trozo de pan masticado y ensalivado.

Tengo una duda: ¿Cuál de los dos es el perso-

naje? Dirás que yo, porque no me tienes al frente o porque estoy muerto. Yo tampoco te veo, sin embargo, conversa-mos. Somos dos habitantes de un universo paralelo, unidos en el mismo instante entre dos tiempos diferentes.

Epitafio Cansado

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Antes que nada, un poco de historia a vuelo de pájaro. Mercadillo fundó la Inmacula-da Concepción de Loxa con la intención de convertirla en un gran puerto intro terram, que sirviera de acceso a los fabulo-sos emporios del oro. Una espe-cie de ciudad bisagra, si se quie-re. No nos confundamos con la fundación de la Zarza: aquello fue tan solo el frustrado inten-to de erigir un fuerte militar para vigorizar las posiciones de Gonzalo Pizarro contra la Co-rona, antes de que Mercadillo lo pensara dos veces y se aliara

más bien con el rey de España. De no haberlo hecho así, hu-biera terminado con su cabeza rodando por el suelo, igual que la de Gonzalo Pizarro. De modo que la fundación de Loja obede-ció a otros motivos. En efecto, junto con las grandes minas de Popayán (Nueva Granada), los codiciados filones de Zaruma y Zamora constituían los más grandes yacimientos auríferos encontrados por los españoles. De estos lugares salió todo el oro que maquilló el rostro del Imperio Español y la economía de Europa. En términos prácti-cos, el mítico país de El Dorado no fue sino el gran callejón que hoy conocemos como provin-

cias de El Oro, Loja y Zamora Chinchipe, además del norte peruano, incluida la entrada al río Amazonas. Y la capital de este gran corredor, ni qué decir, era Loja: para eso la fundaron, y el rey Felipe II estaba tan con-tento con los informes que le enviaban de aquí que hasta le diseñó un escudo de armas y le confirió el título de Muy Noble y Muy Leal ciudad.

«Y para que Loxa fuese más honrada y estimada, y queda-se dello perpetua memoria, le mandásemos a señalar por armas un escudo en campo rojo, que en medio de él esté una ciudad de oro y salga della una gran bandera blanca con nuestras armas reales en ella, y tras ella gente de guerra que la sigue, y la dicha ciudad esté cerrada por dos ríos de azur y plata».

Veamos por qué tanto entu-siasmo del rey:

«Las ciudades de Zamora y Nambiza (Nambija) están las-tradas en oro como hierro en Vizcaya (Información de Bravo de Santillán en 1558). El asien-

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tes que celebraron en el mismo hospital su llegada, y pocos días después la bienvenida al pe-queño hogar de la pareja. Qué de ilusiones y proyectos ante esa pequeña vida que, como ya se dijo, significaba para sus padres el final de aquella pe-sadilla vivida por la presencia continua de la muerte en la fa-milia materna. Para la madre, el hijo lograba mitigar la ausencia de su hermano recién falleci-do; para el padre, un proyecto de vida maravilloso, su primo-génito, su ilusión abrigada por muchos años y hoy hecha rea-lidad. Miró su rostro de faccio-nes finas, sus ojos de color café claro, sus manos largas que lo harían vanagloriarse ante sus compañeros maestros que lo felicitaban, de que su hermoso niño sería algún día un artista del piano, mucho mejor que su padre.

Y pasaron algunos días, una semana, siete días de felicidad, pero también siete días fatídi-cos, porque cuando se creía que la vida del pequeño ángel avan-zaba, esta lo había estado aban-donando. Era como si el que-

rubín encarnado tuviera que pagar cara su decisión de venir a la Tierra por amor a los se-res humanos, y asumir una de las más terribles contingencias de estos seres: morir. Luego de una larga noche de dolores in-comprensibles y sin respuestas médicas sobre el origen de su repentina enfermedad, al tér-mino de la semana más feliz para sus padres, y la más fatídi-ca para su tierno hijo, este falle-ció. Con la postrera bendición, cuando su corazoncito cansado dejó de latir, sus padres le pro-nunciaron por primera vez el hermoso nombre que le habían

elegido: PABLO LEONARDO. ¿Fue su nacimiento prematu-

ro, la irresponsabilidad del mé-dico que lo atendió, la inexpe-riencia de sus padres, o acaso el destino —si este existe— la causa de su prematura partida? Si las respuestas a estas inte-rrogantes no le volverán a su querido hijo, su ángel encarna-do, sus padres han preferido no buscarlas.

Como testimonio del paso fu-gaz de este luminoso querubín por la tierra, que por amor que-mó sus alas, su padre le dedicó unos versos que constituyen a la vez su lápida:

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to de estas minas de oro es un pedazo de tierra la mejor que hay hasta llegar al cerro de Po-tosí, por ser riquísimas en be-tas de oro, de donde se ha sa-cado y se puede sacar millones de años grandísima riqueza en oro, y en cada uno de muchos años se ha sacado a más de doscientos mil pesos y a Su Ma-gestad (sic) le ha venido solo los quintos reales en cada uno de ellos, pasados de cuarenta mil pesos (Relación anónima). No hay tierra más rica de oro en todas las indias que esta Go-bernación, aquí el oro es como la plata en Potosí» (Informa-ción del Contador Hernando de Aranda, 1580).

Los conquistadores vinieron por el oro; su método fue el decomiso de todo el metal en-contrado, y luego, la búsqueda de los yacimientos auríferos. De modo que Loja nació con los gastos pagados, y una vez muer-to Mercadillo, su cronista y bra-zo derecho, Juan de Salinas, lu-chó por erigir la Gobernación de Yaguarzongo independien-temente de los virreinatos de Perú y Nueva Granada, a fin de establecer una especie de co-rredor autónomo desde el Pací-fico hasta el Atlántico, con Loja como capital, donde él fuera el amo y señor, sin rendirle cuen-tas a nadie, sino únicamente al rey de España. Los territorios del Corregimiento de Loja, por su geografía particular, siempre tuvieron carácter de frontera (por aquí le tumbaron 10.000 hombres a Guanca–Auqui), y Salinas intentó hacer de este territorio–frontera una gober-nación autónoma, pero no se lo permitieron. Aún así, Salinas te-nía ya previsto un gran puerto de hondo calado en el Pacífico

(donde hoy es Puerto Bolívar) y también los dos primeros puertos pluviales en el Mara-ñón Amazonas (Zarameriza y San Francisco de Borja) funda-dos por él y sus sucesores, los intrépidos Vaca de Vega y de la Cadena. El propósito era te-ner al alcance tanto el Pacífico como el Atlántico, por medio de este territorio estratégico, rico sobre toda ponderación, y uno de los de mayor biodiversidad del planeta. Diez años antes de la fundación de Loja, oliendo el perfume del oro, Mercadillo ya había intentado llegar a las in-gentes riquezas de Zamora su-biendo por el oriente peruano, pero sus hombres le armaron un boicot debido a las dificul-tades del viaje, ya que Merca-dillo no estaba dispuesto a dar marcha atrás porque era más terco que una mula vieja y por donde metía los pies sacaba también la cabeza. Por ello sus hombres lo tomaron prisionero y lo regresaron encadenado a Jauja, donde lo entregaron a la Santa Inquisición, acusándolo de blasfemo y hereje. Pero los Inquisidores, naturalmente, no encontraron materia grave en las acusaciones contra Merca-dillo y lo soltaron con la misma viada, pues malhablados había hasta en las mejores familias. En aquella ocasión Mercadillo se quedó a 18 kilómetros de descubrir el famoso río Ama-zonas, mucho antes de que lo hiciera Francisco de Orellana. En efecto, un explorador de avanzada de Mercadillo llegó hasta el Machifaro, o lo que Ji-ménez de la Espada identifica-ría más tarde como el Marañón Amazonas. O sea que nuestro malhablado capitán Mercadillo hubiera sumado a sus hazañas

el descubrimiento del famoso río y todas sus riquezas en oro, si sus hombres no le armaban tanto relajo. Diez años después, en 1548, Mercadillo y Juan de Salinas se ubicaron ya en el sitio ideal para acceder a las minas de oro, el valle de Cuxibamba, donde fundaron la Inmaculada Concepción de Loxa, como di-ciéndose para sus adentros «de aquí no nos mueve nadie». Acto seguido, Mercadillo fundó las

villas de Zaruma y Zamora, y una vez muerto Mercadillo, Sa-linas desplegó una formidable labor de conquista erigiendo las cinco ciudades del oro: Va-lladolid, Santiago de la Monta-ñas, Logroño de los Caballeros, Santa María de Nieva y Sevilla de Oro, todas fundadas por ex-pediciones salidas de Loja. «El oro se nos adhiere a las botas», escribía un español por ese en-tonces.

Pero, todo esto, ¿tiene algo que ver con la cultura lojana?

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sacrificio había hecho inmen-samente felices a varias parejas humanas que comenzaron a llamarlos sus hijos y prodigar-les todos los cuidados que se da a los bebés. Los angelitos, o más bien los exangelitos pudie-ron entonces disfrutar perso-nalmente el amor maternal que tanto habían admirado al des-cender a la tierra, y la verdad es que eso los hacía sentirse muy bien. Eso sí, les llamó mucho la atención las discusiones de sus padres por encontrarles el nombre adecuado, discusión en la que casi siempre ganaba la madre por su insistencia en que su bebé llevara el nombre de su padre, de su abuelo, su hermano, su esposo, su tío, o quién sabe quién más. Surgie-ron interesantes nombres de santos, héroes, científicos, ar-tistas, trabajadores de la tierra, políticos, etc. Los nombres pre-feridos eran Luis, Miguel, José, Gabriel, Leonel, Pedro, Pablo, Vicente, Leonardo, Carlos, Da-vid, Antonio, Manuel, Alonso,

Bolívar, Gonzalo, Sebastián, Án-gel, Jaime, Santiago, Salvador…, etc., etc. Y si se toma en cuenta las combinaciones que los pa-dres hacían de estos nombres, es fácil imaginar qué miles de nominaciones podían darse a estos querubines encarnados. Su reciente y perdida natura-leza de espíritus puros les hizo comprender que un nombre les

daba individualidad e identidad y eso los puso muy felices, pues hasta entonces sólo habían sido nominados con el genérico de querubines.

Y hablando de querubines y nombres, viene al recuerdo una pareja de jóvenes esposos, que ilusionados por iniciar su fami-lia y amándose intensamente, tuvieron la presencia espiri-tual–corporal de un querubín de los venidos a la Tierra, en-carnado en un hermoso bebé, muy parecido a sus padres. Y hay que recordar también la larga espera, dolorosa como el Calvario y gloriosa como la Re-surrección, de la madre, madre trabajadora, que padeciendo la reciente muerte de cuatro de sus hermanos, aún llevaba fresco en su corazón y en su vestido negro el signo reciente de la pérdida de su último ser querido. Por eso es que el naci-miento de su bebé, su querubín encarnado, fue para la pareja como el final de una pesadilla y la vuelta a la realidad, una realidad que se presentaba lle-na de augurios dichosos, como cuando después de una noche de dolores e incertidumbres, se espera ansiosamente la cla-ridad del nuevo día porque de él se espera el remedio. Sus pa-dres no han comprendido has-ta hoy por qué se precipitó su nacimiento, pues aún no había cumplido los nueve meses de gestación; y para crear mayor incertidumbre, el médico que atendió el período de emba-razo de su madre se ausentó a Europa cuando faltaban sola-mente dos meses para el alum-bramiento. Lo cierto es que el infante nació en un hospital del Seguro Social, en medio de la alegría de sus padres y parien-

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Veámoslo más despacio. Pío Jaramillo habla de una inmi-gración selecta, pues el rey de España no iba a mandar por aquí a cualquier chiquilicuatro, a poblar sus villas más ricas. En efecto, según se colige de los textos históricos, los doscien-tos hombres que acompañaron a Mercadillo no eran tan igno-rantes y burdos como los que le armaron el boicot anterior, puesto que el nombre elegi-do para la ciudad evocaba un tema teológico conocido y dis-cutido únicamente por gente de amplia cultura, ya que, ofi-cialmente, el dogma de la In-maculada Concepción no sería preconizado por la Iglesia sino trescientos años más tarde. Es como si en estos días un grupo de gentes establecieran un ca-serío con el nombre de Boson de Higgs. Se deduciría sin ries-go alguno que los fundadores de tal caserío serían personas muy ilustradas, ya que hoy por hoy pocos conocen el tema del Boson de Higgs, ni saben de qué va el asunto, aunque talvez después de cien años el tema sea conocido incluso por los ni-ños de escuela.

La primera ciudad de Loja fue una ciudad española de ca-

sas andaluzas y castellanas de ventanas enrejadas y aceras de piedra blanca, pues su ingente riqueza en oro podía costear todo eso. Pero la etapa del oro finalizó por el aniquilamiento brutal de los indios, que mu-rieron incivilmente aplastados por los trabajos de las minas. Solo los frailes los defendie-ron. Sin éxito, claro. Pocos sa-ben que fueron los doctrineros quienes denunciaron las atroci-dades ante el rey, obligándolo a redactar una Nueva Ley de Indias, más justa y más huma-na, aunque jamás se la pusiera en práctica. El cojonudo obis-po franciscano fray Pedro de la Peña, por ejemplo, pasó por estas tierras fulminando mal-diciones contra los codiciosos españoles: «¡Las minas de Za-ruma… traslado del infierno, de Ginebra y de Mahoma…!» (Gi-nebra se consideraba la sede de Satanás, por ser la capital del calvinismo, gestor del futuro neoliberalismo, y Mahoma, el símbolo del fanatismo cruel e inhumano). Como dato curio-so, cuando las tribus amazóni-cas destruyeron Sevilla de Oro, Zamora y Logroño, mataron a todos los españoles, se llevaron a las mujeres, pero respetaron

la vida de los frailes, porque sa-bían que ellos los defendían.

No obstante, Loja tuvo un segundo periodo de prospe-ridad por la explotación de la cascarilla, descubierta a pocos kilómetros de la ciudad, que se constituyó en la cura para el paludismo y salvó millones de vidas en el mundo entero. Esto atraería la atención de ilustres científicos y botánicos, que vinieron a pasar largas temporadas por estas tierras, contagiando de su afición por el estudio a los jóvenes más lis-tos. La ciudad era por entonces la más rica, noble y floreciente de todo el reino español, según lo atestigua el P. Juan de Velas-co. Pero dos terremotos (1749 y 1751) terminaron con su ima-gen próspera y la mayoría de las familias de reconocida no-bleza abandonaron la ciudad y se fueron a otros lados. Sin em-bargo, vino una tercera etapa de producción agrícola y gana-dera y de un vigoroso comercio en que la Gobernación de Loja hizo las veces de intermediaria entre lo que hoy son las repú-blicas del Ecuador y Perú. Apa-reció lo que se conoce como el Arrierismo Lojano, inmensas «compañías de transporte pe-sado», con millares de mulas que cumplían una formidable labor de comercio entre el nor-te y el sur, entre este y oeste. No olvidemos que por entonces no existían los países que conoce-mos ahora ni sus fronteras, sino que todo era España, desde el Cabo de Hornos hasta el sur de los Estados Unidos: California, Texas, Kansas y Florida, etcéte-ra: todo era el Imperio Español.

En resumen, Loja fue próspe-ra, y es un hecho fehaciente que la prosperidad económica fa-

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comprendieron que el Creador, en su infinita sabiduría, había suscitado a las madres en la tie-rra para que la creación no fue-ra un proyecto acabado, sino que continuara y se renovara gracias a esos seres excepcio-nales.

Fieles a las condiciones que el Creador les había impuesto, los querubines, aunque esta-ban muy cerca de los humanos, eran invisibles a sus ojos, por lo que pudieron conocer muy de cerca sus formas de vivir, sus alegrías, sufrimientos, y sus particulares maneras de amar. Les sorprendió sobre todo que el amor que tanto buscaban los humanos, muchas veces o casi siempre les producía dolor, por lo que aprendieron asociar el amor con el dolor y el llanto.

Descubrieron también la muer-te, porque con frecuencia, el do-lor de los humanos los llevaba a una total aniquilación de su vida, lo cual a su vez traía apa-rejado más dolor de quienes los amaban. Los querubines se esforzaban por comprender las dimensiones del amor humano, porque ellos, como espíritus puros que eran, no conocían ese sentimiento. Esta inquietud los llevó a considerar el rompi-miento de las condiciones esta-blecidas por el Creador, como única forma de experimentar los sentimientos humanos, aun-que esta determinación les sig-nificaba perder la condición de espíritus puros, quedarse sin alas y, consiguientemente, no poder regresar con el Creador. Largas fueron las deliberacio-nes de los querubes, porque tal decisión significaba quedarse para siempre en la tierra y par-ticipar de la vida de amor, dolor humano e incluso la muerte. Pero en su pureza espiritual, también comprendieron que el amor redime y libera, y que en los planes del Creador la muer-te significa vida, porque ellos, al estar tan cerca de Él, conocían que el proyecto de la creación comprendía tres momentos su-premos, fundamentales y nece-sarios: Vida, Muerte, Vida. Por decisión unánime, resolvieron entonces contagiarse del amor humano, lo cual los llevó a con-descender con los seres huma-nos y, en consecuencia, volver-se visibles y mortales.

Contagiados de ese amor, los querubines pudieron experi-mentar todas las contingencias humanas: amar, sufrir, llorar, sentir hambre y dolor, nacer y morir. Comprendieron también que la visibilidad les exigía to-

mar un cuerpo humano y para ello debían nacer como nacían los bebés que ya conocían y que tan íntimamente estaban rela-cionados con sus madres. Así lograron asociarse a aquel pro-ceso de la vida humana en el que el amor crea nuevos seres, que al ser deseados y amados, aprenden a su vez a amar y con-tinuar el maravilloso proceso de la creación, o dicho de una manera más sublime: el amor crea el amor. Así, cuando las pa-rejas humanas (hombre y mu-jer) llegaban a amarse inten-samente como para perderse individualmente y constituirse en un solo ser, los querubines se convertían en una presen-cia espiritual–corporal y na-cían de la dichosa pareja; pero entonces se les quemaban las alas, porque el fuego del amor humano quema; no así el fuego del amor divino que es infinita-mente creador.

Y así, muchos querubines, convertidos ya en seres huma-nos por la maravillosa acción del amor, aparecieron en la tierra, y aunque recordaban y añoraban su primigenio esta-do de seres puros y no poder mirar cara a cara al Creador, se sentían satisfechos porque su

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vorece las actividades del ocio, ya que la abundancia de bienes puede sufragar el cultivo de las artes, porque quien está con el estómago vacío no puede pen-sar en otra cosa que en satis-facer sus necesidades más bá-sicas, mientras que el que está en una posición holgada puede darse el lujo de sentarse a pen-sar y filosofar y perseguir a las musas. Las actividades del ocio, que entonces constituían bási-camente la lectura, la escritu-ra, la pintura y la música, eran propias de sociedades que po-dían, directa o indirectamente, permitirse tales quehaceres. En las casas había libros, porque las arcas lo permitían, y donde hay libros hay cultura. En nin-guna de las etapas menciona-das, Loja permaneció aislada; todo lo contrario, sus habitan-tes se movían como un pez en el agua en los vastos territorios fundados por Salinas y los Vaca de Vega (Gobernaciones de Yaguarzongo, Mainas y Jaén), territorios de agricultura, ga-nadería y comercio, territorios tan independientes y libres como lo fueron desde el inicio, cuando nuestros aborígenes paltas se movían por el gran corredor de los Andes Bajos, desde el Pacífico hasta el Ama-zonas. El aislamiento de Loja y su decadencia no vino sino con la República, cuando fue conde-nada entre cuatro paredes y le cortaron las alas de su libertad histórica y económica. Enton-ces, de la noche a la mañana sucedió que pertenecíamos al Departamento del Azuay y que ya no podíamos pasar al Perú, porque éramos sus enemigos, y el constante bombardeo me-diático terminó convenciéndo-nos después de años de que en

verdad éramos sus enemigos, cuando antes íbamos hasta Lima como Pedro por su casa. Lo mismo hubiera ocurrido si nos hubieran anexado al Perú: hubiera terminado resultan-do que el Ecuador era nuestro enemigo cuando antes subía-mos hasta Quito sin ningún tipo de trabas. Pero una vez fundada la República, los polos de poder de Quito y Guayaquil no pusieron mucho empeño en construir carreteras por el sur, aduciendo que podían meterse los peruanos. Tal razonamiento

servir también para llegar más pronto a defender la frontera.

Los fundadores de Loja y sus primeros vecinos fueron en realidad gente culta, como lo sostiene Anda Aguirre en su li-bro Primeros vecinos de Loja. De hecho, Juan de Salinas era un hombre ilustrado, un cronista que manejaba tan bien la espa-da como la pluma, sus muchas probanzas así lo demuestran, cuando se queja ante el rey en un elegante estilo barroco, cuando implora prebendas y cuando injuria a sus contrarios.

Y así como Juan de Salinas, también don Diego Vaca de Vega y su hijo Diego Vaca de la Cadena, gobernadores siguien-tes, además de blandir la espa-da eran también literatos. Don Diego Vaca de Vega, en efecto, además de conquistar los gran-des territorios de Maynas, tam-bién era poeta y de los buenos, según lo afirma Luis Alberto Sánchez en su libro de investi-gación Literatura Colonial. Y su hijo, don Pedro Vaca de la Cade-na, para remate, era asimismo otro versificador insigne, autor de Los Actos y hazañas valero-sas del Capitán Diego Fernández de la Serpa. De modo que aquí, en Loja, para bien o para mal, estuvo presente desde el inicio el espíritu poético, y quizá sea esta una de las posibles explica-ciones de nuestro amor por la letras. Para bien o para mal.

Pero en 1851 hubo otro gran terremoto y, ahí sí: ¡mesa! Nos quedamos en estado de co-rral, como lo afirma un viajero de esos días. Los que aún no se habían ido, empacaron sus baúles y se largaron, y la silue-ta urbana se desdibujó a pasos rápidos. A principios del siglo XX éramos un pueblo con una

se parecía al chiste del mono y la escalera: los primeros huma-nos inventaron la escalera a fin de subirse a los árboles, pero su corta inteligencia no les permi-tió inferir que la escalera tam-bién podía servir para bajar, de modo que se lanzaban desde las copas y los monos les po-nían cocos debajo, para que los rompieran con sus cráneos al caer. Así, no construir carrete-ras por temor de que se metie-ran los peruanos era no descu-brir que las carreteras podían

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días y berrinches como ese de comerse los sabrosos frutos prohibidos del Paraíso, querer construir una torre tan alta que llegue hasta el cielo para po-nerse a la altura del Creador, o aquel otro de mandar a fundir un ternero de oro para adorar-lo, negando la adoración debida a quien los había colmado de tantos favores comenzando por la Creación? La verdad es que los querubines, ángeles chiqui-tos, tan transparentes como los espíritus más puros, ante tanta bondad divina para con esos seres malagradecidos que eran los hombres, quisieron conocer la tierra, para lo cual solicita-ron permiso al Creador, y Él, que tanto los amaba como ama a todo lo creado por sus manos, les concedió lo solicitado. Sola-mente debían cumplir algunas condiciones que parecieron a los querubines muy fáciles de cumplir. La primera consistía en no dejarse ver por los hu-manos; la segunda en no con-descender con ellos, es decir mantener la categoría de espí-ritus puros; y la tercera, no con-tagiarse del amor humano por-que se les quemarían las alas, se convertirían en humanos mortales y no podrían ya vol-

ver al Cielo. Un grupo de que-rubines, los más arriesgados, aceptaron las condiciones, pero otros prefirieron quedarse en la presencia del Creador, porque allí se sentían más seguros, y además tenían varias funciones que cumplir como mensajeros divinos. Los audaces angeli-tos se despidieron del Creador con un enorme beso cuyo eco se escuchó en todo el universo: era un beso de agradecimiento por haber sido creados tan pu-ros y únicos, pero a la vez era un beso de despedida, como si la presciencia divina les ins-pirara que muchos de ellos no regresarían. Es muy fácil imagi-narse cómo sería su descenso a la tierra, sino imaginémonos si nuestros bebés y niños pu-dieran volar, liberados de la gravitación universal. Lo cierto es que nuestros querubines se despidieron de su Creador con una coreografía jamás vista ni imaginada por ningún ser hu-mano: primero lo rodearon con un círculo de alas brillantes que luego se convirtió en varios se-micírculos de colores variados como el arcoíris, para formar una gran cascada luminosa que fluía desde los pies del Creador y se conectaba como un chorro envolvente con todos los plane-tas del universo, inundando de luz toda la bóveda celeste, para finalmente descender a la Tie-rra y retomar la forma inicial de los puros y deslumbrantes querubines que habían partido.

Ya en la tierra y fieles a su misión, los querubines busca-ron a los seres humanos, esos personajes que les habían ins-pirado tanta curiosidad a causa de sus continuas rebeldías con el Creador. Los sorprendió la inmensa multitud de seres que

poblaban la tierra y cómo el do-lor, la muerte y el dominio de los hombres por otros hombres había convertido la tierra en un verdadero «valle de lágrimas». Por otra parte, les sorprendió que hubiera seres bondadosos que los humanos llamaban ma-dres o simplemente mamás o mamacitas, que atendían con inmenso cariño a unos seres pequeños e indefensos llama-dos bebés, que los alimentaban con un alimento líquido de su propio cuerpo y los protegían durante las 24 horas del día del frío y del calor, y según su edad, les iban enseñando cómo enfrentar la vida, y sobre todo cómo aprender a amar, porque en eso aquellas madres sí que eran especialistas. Como seres puros que eran, los querubines

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imagen muy lamentable, como lo demuestran las fotografías de ese tiempo. Pero nos queda-ron los libros y el amor por las artes, como vestigios lejanos de una gloria pasada, sepulta-ba bajo el polvo de los siglos. No obstante, franciscanos, do-minicos y agustinos instruían a nuestros jóvenes en las Artes del Trívium (gramática, retórica y dialéctica) y del Quadrivium (aritmética, geometría, astro-nomía y música), y entonces apareció justo por aquí, como no podía ser de otra manera, uno de los primeros colegios en la costa del Pacífico, el Colegio de Loja, regentado por jesuitas, y después el famoso colegio La Unión, fundado por Miguel Rio-frío, nuestro primer novelista.

Por otro lado, la casa lojana contribuía de manera eficaz a favorecer la creación literaria. La casa lojana, heredera de la disposición arquitectónica de las casas andaluzas y castella-nas, herederas a su vez de la casa romana, posee en su es-tructura el ambiente adecuado para leer, meditar, pensar, es-cribir o componer música. La domus, o casa familiar romana, tenía una disposición rectan-gular para albergar a toda la familia, formando un recinto en torno al patio central. Allí se ubicaba el tablinum, que era el dormitorio de los padres, y por supuesto, alrededor del patio estaban las habitaciones de los hijos. El patio daba también a un jardín posterior llamado hortus. La domus poseía igual-mente una especie de cuarto-santuario, llamado lar, el cual, con la cultura cristiana, termi-naría transformándose en una capilla doméstica.

En suma, la casa lojana pro-

porcionaba un ambiente de recogimiento imprescindible para las actividades del ocio. Las casas determinan en cier-to modo el carácter de las per-sonas, aunque podría decirse también que son las personas quienes determinan el carác-ter de las casas. Pero la casa la complementan los libros, la bi-blioteca doméstica. En las casas reposaban los libros que tienen que ver con nosotros, los libros

que conformaron, desde aque-llos tiempos, nuestra devoción por la cultura. En la casa de Benjamín Carrión, por ejemplo, había muchísimos libros; fue allí, en la casa paterna, donde los hermanos Carrión recibie-ron las primeras impresiones de Baudelaire, Rimbaud, Flau-bert, Stendhal, Balzac, etcétera. Dicen que la madre de A. F. Ro-jas le conseguía libros de Poe. Quizá también Pablo Palacio tuviera acceso a muchos libros, ya que empezó a escribir desde muchacho; tras ello solo le bas-tó golpearse en la cabeza para empezar a escribir como un genio, lo cual nos enseña que quienes esperan escribir con maestría acaso necesiten tan solo un buen golpe en la cabe-za. En suma, nada reemplaza a estos primeros ambientes, que es donde nacen nuestras per-cepciones estéticas. Las casas levantinas, por ejemplo, abier-tas, alegres y llenas de luz, tie-nen una gran diferencia con las casas vizcaínas del norte de España, cerradas, oscuras y austeras. De esta diferencia se desprende en gran parte la disparidad de genios que nacen

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Érase un tiem-po sin tiem-po en el que los ángeles habían sido recién crea-

dos, por lo que el Creador no les había asignado aún ningu-na función específica; y eran tantos como tantos eran los seres humanos a los que de-berían cuidar, claro, aparte de servir principalmente de tro-no y transporte a la Divinidad. Igual que en la Tierra, las ca-tegorías también se aplicaban a los ángeles y por eso forma-ban nueve coros o categorías: Querubines, Serafines, Tronos, Dominaciones, Virtudes, Pode-res, Principados, Arcángeles y Ángeles, que, como ya dijimos, su actividad dependería de la función que el Creador les asig-nara. Mientras eso ocurría, mi-les, digo miles para que se crea que se podían contar, pero en realidad debían ser millones los querubines, o más bien di-cho los ángeles chiquitos, los preferidos del Creador, que re-

voleteaban en la bóveda celeste jugando como juegan los be-bés de los humanos. Solamen-te que, a diferencia de éstos, que apenas pueden moverse como indefensos gusanitos en los primeros meses de vida, los angelitos, en ese tiempo sin tiempo, podían hacer toda clase de piruetas en el espacio, volar de espaldas, ponerse de cabeza abajo y rosar con sus alitas la sacratísima barba del Creador, formar un halo inmenso en tor-no a Su gloriosa cabeza, cons-truir el triángulo Trinitario o construir una inmensa estela que rompiendo el principio de la gravedad —porque en el cie-lo esas categorías no existen—, caer de abajo hacia arriba — siempre que pueda aceptarse esa especie de absurdo como diríamos los humanos, acos-tumbrados como estamos a tratar de poner en desorden el «orden establecido».

Cuando se creó el universo y los seres humanos, los que-rubines, que constituían el pri-mer coro celestial y que por

tanto estaban más enterados de los planes divinos para con los hombres, sintieron curiosi-dad —otra forma humana de explicar el interés por el cono-cimiento y por tanto de la cien-cia— por saber de los seres hu-manos, pues se preguntaban: ¿cómo es que el Creador se interesa tanto por estos seres que tantos dolores de cabeza le han causado con sus rebel-

Vicente Jaramillo Fierro

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y crecen en cada uno de estos ambientes, pues nadie pondría en duda el contraste entre el alicantino Azorín y el vizcaí-no Baroja, entre la chispeante vivacidad del uno y la parca frialdad del otro, sin duda por los ambientes distintos en que ambos nacieron y crecieron.

Después vienen, por supues-to, los entornos más amplios, el paisaje natural y el paisaje construido, todo ello va esta-bleciendo lo que en lenguaje sociológico se denomina «Lu-gares» y «No lugares», es decir, espacios que nos dicen mucho o que no nos dicen nada, que son capaces de crear emociones o también de suscitar reaccio-nes, según la experiencia que se tenga de ellos. Un ambiente claro y austero, con un clima de eterna primavera, en un entor-no de campiñas solariegas, po-dría tener mucho que ofrecer al alma de los poetas.

De modo que la casa lojana favoreció sin duda alguna el quehacer literario. Lástima que de estas casas ya no queden sino muy pocas, la ignorancia histórica y la codicia han ter-minado con todas ellas. Desde

estos ambientes gentiles, la justa fama de Loja se extendió a todas las regiones del Reino Español, no solamente por sus riquezas en oro, sino por su refinada cultura. Dejemos que nos lo diga Clodoveo Jaramillo Alvarado:

«Desde los primeros tiempos de la Colonia, Loja ha sido la cuna privilegiada de inteligen-cias de primer orden. Los siglos xvii y xix son el exponente de una época en la que el espíritu creador se plasma en obras de clara ideación y singular belle-za, en las cuales la influencia del medio es definitiva».

Si bien es cierto que la am-bición colonizadora y la tiranía feudal hicieron grandes estra-gos, no es menos cierto que la aparición de mentes brillantes puso su sello ya desde el prin-cipio. De hecho, cuando Bolí-var visitó Loja, se quedó diez días por aquí tratado a cuerpo de rey, y aprovechó la quietud de la casa lojana para pulir su Delirio sobre el Chimborazo. Es aquí, donde acabaría gestándo-se una nueva generación de in-telectuales, en un periodo que empezó con Miguel Riofrío y que florecería en el siglo xx con el boom de Benjamín Carrión, Pablo Palacio, Ángel Felicísi-mo Rojas, Alejandro Carrión y Pío Jaramillo Alvarado. Pero antes, ya estuvieron por aquí Alonso de Rojas, José Félix de Valdivieso, Ramón Samaniego, Belisario Moreno, Vicente Paz, Máximo Agustín Rodríguez y otros. Aún hoy, el Centro Histó-rico de Loja, levantado sobre el recuerdo de la ciudad colonial, guarda en sus viejas casas los ambientes que propiciaron su notable actividad literaria. De modo que se podría entender

por qué razón afirmaba Pío Jaramillo Alvarado que el am-biente cultural de Loja tiene su raigambre desde la más remota época colonial. De modo que, al ver el movimiento cultural del Centro Histórico, se podría pensar que quizá el origen de todo ello estuviera aquí ya des-de muy antiguo.

Pero todo lo anterior es historia. Loja, hoy cada vez más populosa, se va tornan-do siempre más provinciana y engreída, solo pervive un chauvinismo poco permeable, anquilosado y vidrioso, que no da lugar a la crítica honesta, la cual siempre será constructiva. No podemos permitir que nos

quede tan solo el trabajo banal de aplaudirnos mutuamente, pensando que todo lo que hace-mos es gran arte, que somos la capital de la cultura; de ser así, nos iremos quedando siempre atrás en cine, música, literatura, y tan solo nos quedará nuestra ingenua percepción puebleri-na y la costumbre de continuar ingresando a nuestros modes-tos eventos culturales con una bolsita de canguil en la mano, y de ni siquiera saber cómo com-portarnos en un concierto de música clásica. Y pobre del que nos llame la atención. LSJ.

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pes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

7. No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incom-parable. Pero hay que hallarlo.

8. Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazas-te. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lec-tor. Un cuento es una novela de-purada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.

9. No escribas bajo el impe-rio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mi-tad del camino

10. No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera in-terés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.

Finalmente,unos modestos consejos de Suridea:

1. No vayas a pegar estos consejos en el respaldar de tu cama.

2. Jamás te quejes ante nadie de lo difícil que te resulta escri-bir, eso solo lo hacen los escri-tores mediocres.

3. No intentes dártelas de escritor haciéndote fotografiar frente a una máquina de escri-bir, pues la gente va a creer que: a.) Aún no te has enterado de

que existen las computadoras modernas; b.) No eres más que un farsante; d.) Que eres un gi-lipollas redondo; d.) Pretendes que todos piensen que escribes directamente a limpio, que casi no necesitas corregir porque eres es un verdadero genio.

4. Al contrario que Hemin-gway, no andes comparando tus pelotas con las de nadie.

5. No se te ocurra decir que la piratería te está perjudican-do; todos van a pensar que lo dices solamente para que crean que eres un autor muy leído.

6. Tampoco se te ocurra de-cir frases como: «Yo no sé por-que andan diciendo todos que en este país la gente no lee, si mi libro ‘Nosecuantitos’ ya va por no sé cuántas ediciones.»

7. Para causar gran impacto entre los lectores, aparece mal vestido, desnutrido, con una barba de días (si eres mujer, sin maquillaje), ojeroso, así todos creerán sin equívocos que eres un intelectual consumado.

8. No hagas caso del consejo anterior y fotografíate bien ves-tido y peinado, usa una buena corbata, así nadie se dará cuen-ta de que, como escritor, te co-mes la camisa.

8. Mejor no escribas, dedíca-te a la política.

Webgrafía:

www.elmalpensante.comwww.culturamas.eswww.palabrasobrepalabra.eshttp://verbalina.com/contacts.html ‎www.ciudadseva.com

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26 — Suridea

La Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Loja, ha renovado el tradicional premio de lite-ratura que convocaba no solo por fuera, cam-biando el nombre de Ángel Felicísmo Rojas por el de Miguel Riofrío para evitar coincidencias con el organizado por el Núcleo de Guayas, sino también por dentro, porque la editorial Libresa se encarga de editar y distribuir en todo el país y en el extranjero la novela ganadora. Además, la próxima edición tendrá carácter nacional, no regional como hasta ahora, sin incrementar por ello el presupuesto destinado al certamen. Ello implicará una mayor difusión, pero también una mayor exigencia en la organización del mismo.

Esta primera edición del certamen, el jurado, integrado por Jorge Dávila Vázquez, Carlos Fe-rrer y José Vicente Peiró Barco, galardonó por unanimidad la narración La mantis religiosa del escritor lojano Carlos Carrión, obra que forma parte de la heptalogía La seducción de los su-dacas. El segundo clasificado fue el lojano Luis Salvador Jaramillo con el libro de cuentos El espantapájaros. Al galardón se presentaron 21 originales, lo que supuso un considerable incre-mento respecto al año anterior.

Carlos Carrión consigue con acierto ponerse en la piel de las dos protagonistas, Loli y Bibi, quienes junto con Antonio, el escritor de éxito,

conforman un trío de personajes barridos por los vientos del deseo, azotados como marionetas y espoleados por los caprichosos e indomables huracanes de los instintos recónditos del cora-zón. No son personajes planos, sino de profun-didad psicológica que conforman un puzle na-rrativo de interés para todo lector, que Carrión, escritor de largo aliento narrativo carente de li-teratura vacua, resuelve con un sutil desenlace. El prosista lojano se sumerge en las zonas pro-fundas del ser humano con un lenguaje de alto voltaje emocional, donde convergen la mirada y lo contemplado y donde la belleza es un relám-pago que cruza el territorio de una intimidad de seda y perfume. Una invitación a activar la ima-ginación del lector mediante un caudal erótico de llamas devoradoras enmarcado en una coti-dianeidad desconcertante. El cuerpo es un terri-torio donde se marcan las señales del deseo y los bellos cuerpos son las epifanías de ese deseo.

Esta novela, cuya escritura tiene el dinamis-mo de una partitura y una belleza expresiva fru-to de su acertada articulación sintáctica, es una reveladora alegoría de las razones recónditas que mueven el comportamiento del ser huma-no en las distancias cortas. Su narrativa nunca pierde un profundo temblor, el grado de miste-rio que la habita, la realidad que se manifiesta o

Carlos Ferrer

LA CCE–LOJA PREMIA LA NOVELALA MANTIS RELIGIOSA

DE CARLOS CARRIÓN

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y audaz. La brevedad es herma-na del talento.

5. Lo he visto todo. No obs-tante, ahora no se trata de lo que he visto sino de cómo lo he visto.

6. Es extraño: ahora tengo la manía de la brevedad: nada de lo que leo, mío o ajeno, me pa-rece lo bastante breve.

7. Cuando escribo, confío plenamente en que el lector añadirá por su cuenta los ele-mentos subjetivos que faltan al cuento.

8. Es más fácil escribir de Só-crates que de una señorita o de una cocinera.

9. Guarde el relato en un baúl un año entero y, después de ese tiempo, vuelva a leerlo. En-tonces lo verá todo más claro. Escriba una novela. Escríbala durante un año entero, después acórtela medio año y después publíquela. Un escritor, más que escribir, debe bordar sobre el papel; que el trabajo sea mi-nucioso, elaborado.

10. Te aconsejo: a) ninguna

monserga de carácter político, social, económico; b) objetivi-dad absoluta; c) veracidad en la pintura de los personajes y de las cosas; d) máxima concisión; e) audacia y originalidad: re-chaza todo lo convencional; f) espontaneidad.

11. Es difícil unir las ganas de vivir con las de escribir. No dejes correr tu pluma cuando tu cabeza está cansada.

12. Nunca se debe mentir. El arte tiene esta grandeza parti-cular: no tolera la mentira. Se puede mentir en el amor, en la política, en la medicina, se pue-de engañar a la gente e inclu-so a Dios, pero en el arte no se puede mentir.

13. Nada es más fácil que describir autoridades antipá-ticas. Al lector le gusta, pero sólo al más insoportable, al más mediocre de los lectores. Dios te guarde de los lugares comunes. Lo mejor de todo es no describir el estado de ánimo de los personajes. Hay que tra-tar de que se desprenda de sus propias acciones. No publiques hasta estar seguro de que tus personajes están vivos y de que no pecas contra la realidad.

14. Escribir para los críticos tiene tanto sentido como darle a oler flores a una persona res-friada.

15. No seamos charlatanes y digamos con franqueza que en este mundo no se entiende nada. Sólo los charlatanes y los imbéciles creen comprenderlo todo.

Horacio Quiroga

1. Cree en un maestro (Poe, Maupassant, Kipling, Chejov) como en Dios mismo.

2. Cree que su arte es una

cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas ha-cerlo, lo conseguirás sin saber-lo tú mismo.

3. Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el in-flujo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desa-rrollo de la personalidad es una larga paciencia

4. Ten fe ciega no en tu capa-cidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándo-le todo tu corazón.

5. No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras lí-neas tienen casi la importancia de las tres últimas.

6. Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: «Desde el río soplaba el viento frío», no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocu-

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que se esconde y el lector asiste al respirar de cada palabra, capaz de captar los más mínimos detalles, porque esta prosa transmite lo que pal-pita a su alrededor, su salvaje exuberancia y su extrema fragilidad. Y es que el lenguaje no es un instrumento al servicio de algo, sino su mismo polen creador, y su escritura no se pliega a otro molde que el exigido por su propio discurrir.

Un libro puede dejarnos heridas que no cica-trizarán, porque en ellas se determina el recuer-do de un mundo que no nos pertenece, pero que hemos tomado como propio porque es el único que puede albergar este peculiar y apasionante triángulo amoroso. Este libro hipnotiza nuestra voluntad y conquista nuestro corazón, en parte a causa de Loli, joven inmigrante que vive en Ma-drid una aventura sentimental nunca imagina-da, que queda atrapada en una tela de araña de fragancia lujosa y tejida con satén. Loli se abrasa en cada sensación y en cada aroma, en la visión de cada fúlgido instante y en la fantasía que pá-

gina a página anida en su interior. El lector des-cubrirá dos historias en una: la vida de Loli y su relación con Antonio que se enreda y desenreda, se ilumina y se ensombrece por momentos. Loli deja de ser una errante en busca de un sustento para ser el jade de la ijada de Antonio. Ella en-cuentra la redención a su condición de emigran-te en el amor, porque, para Loli, España era un paraíso hostil hasta que acaba convirtiéndose en un lugar de ensueño más dulce que la miel, en un jardín de complicidades que puede cambiar su vida para siempre.

Una subyugante escritura nutre la coherente cartografía de tres personajes anudados entre sí a partir de un capricho insatisfecho y que idea-lizan los instantes en los que comparten alcoba hasta el punto de que ya nada es como antes y el futuro está a expensas de una cita, un beso, una caricia, unos ojos que miran y consienten, unos labios que aprisionan una piel entregada, un ge-mido que corona el glorioso botín cobrado, una copa de sabroso licor como efímero recuerdo.

Nada es previsible en este texto densamente lúdico, el espejismo de la perfección romántica campa a sus anchas en lo que es una prospec-ción en las profundidades del yo sin tregua, con el ritmo despiadado de una narración, que im-prime una cadencia a la prosa opuesta a la leve-dad. Estamos, por lo tanto, ante uno de los mejo-res textos de Carrión de los últimos tiempos, un texto que va a obligar al lector a avanzar en su lectura pausadamente, posponiendo sin remi-sión toda ocupación hasta saciar su curiosidad. Es el triunfo de la novela con nombre de mujer, la victoria de unas suaves sábanas deshechas, revueltas, que combaten contra la nada que ha-bita en el otro, el éxito de un narrador que hace tiempo que lo merecía.

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Hay que leer a Rulfo, a Monte-rroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá ja-más a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casa-res, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.

5. Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.

6. Un cuentista debe ser va-liente. Es triste reconocerlo, pero es así.

7. Los cuentistas suelen jac-tarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas inten-tan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la ver-dad es que de Petrus Borel ape-nas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!

8. Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Re-nard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.

9. La verdad es que con Ed-gar Allan Poe todos tendríamos de sobra.

10. Piensen en el punto nú-mero nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.

11. Libros y autores altamen-te recomendables: De lo subli-me, del Seudo Longino; los so-netos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La anto-logía de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejempla-res, de Enrique Vila-Matas.

12. Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el me-

jor cuentista que ha dado este siglo.

Ray Bradbury

1. No empieces escribiendo novelas. Toman mucho. Em-pieza escribiendo una cantidad endemoniada de cuentos, al menos uno por semana. Toma un año para hacerlo. No es posi-ble escribir 52 malas historias al hilo.

2. Puedes amarlos, pero no remplazarlos. Ten esto en mente cuando inevitablemente intentes, consciente o incons-

cientemente, imitar a tus escri-tores favoritos.

3. Examina la «calidad» de los cuentos. Lo recomiendan Roald Dahl, Guy de Maupassant, Nigel Kneale y John Collier.

4. Ocupa tu mente. Sugiero una serie de lecturas noctur-nas: un cuento, un poema (pero Pope, Shakespeare y Frost, no la «basura» moderna) o un en-sayo.

5. Deshazte de los amigos que no creen en ti. ¿Se burlan de tus ambiciones de escritor? La sugerencia es que los despi-das sin retraso.

6. Vive en la biblioteca. No vivas en tu «maldita computa-dora».

7. Enamórate del cine. Prefe-riblemente del viejo.

8. Escribe con alegría. «Escri-bir no es un negocio serio». Si una historia comienza a sentir-se como un trabajo, deséchala y comienza una nueva. «Quiero que envidien mi alegría».

9. No planees ganar dinero. Tu mujer debe hacer un voto de pobreza para casarse contigo.

10. Enlista 10 cosas que amas y 10 cosas que odias. Lue-go escribe sobre las primeras y «mata» las segundas, también escribiendo sobre ellas. Haz lo mismo con tus miedos. Escribe cualquier cosa vieja que surja en tu mente. Nunca se sabe lo que hay en ti hasta que lo prue-bas. Recuerda, cuando escri-bes, lo que estas buscando es que una sola persona llegue y te diga: «Te amo por lo que ha-ces». O, en su defecto, buscas a alguien que llegue y te diga: «No estás tan loco como la gen-te dice».

Anton Chejov

1. Uno no termina con la na-riz rota por escribir mal; al con-trario, escribimos porque nos hemos roto la nariz y no tene-mos ningún lugar al que ir.

2. Cuando escribo no tengo la impresión de que mis historias sean tristes. En cualquier caso, cuando trabajo estoy siempre de buen humor. Cuanto más alegre es mi vida, más sombríos son los relatos que escribo.

3. Dios mío, no permitas que juzgue o hable de lo que no co-nozco y no comprendo.

4. No pulir, no limar dema-siado. Hay que ser desmañado

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Roberto Almendáriz. De ladri-dos y palabras. Eskeletra Edi-torial. Quito, 2013. 132 pp.

La literatura da cuenta del mundo inventándolo por me-dio de la imitación del flujo ver-bal de la memoria. La ficción se convierte en una necesidad y por medio de ella descubrimos nuestras propias relaciones profesionales, sentimentales y hasta familiares, pudiendo lle-gar a ser un bálsamo, porque el poder de la ficción provoca una sensación de verdad en lo que solo es un sueño, un anhelo, un producto de la imaginación.

Un mundo sin pájaros. Un regreso después de doce años. Celebraciones. Un bautismo. Un cuento que acaba antes de empezar. Con tono de fábula,

conocemos la breve historia del escritor que solo escribía descripciones y nada más que descripciones, aunque la vida latiera a su lado y presenciara todas las emociones del mun-do, porque la escritura es una descripción para el autor de Descripciones de las cosas del mundo. El cuento “Breve bio-grafía del duende”, un duende alquimista, culto, clandestino, de infalible olfato, bebedor consumado de vino consagra-do, es un relato caleidoscópico, donde las leyendas de la infan-cia se convierten en realidad a la vejez, siendo el duende el débil hilo conductor. El cuento “Almotásim y el Necromicón” parece por momentos más un ensayo que un relato y desento-na del conjunto.

Este del debutante Almen-dáriz es un libro de relatos que no abre nuevos caminos, con personajes planos de fórmulas samaniegas o esopianas de es-critura descafeinada y finales sentenciosos. El libro ni remue-ve por dentro ni hace sentir la emoción a flor de piel y los cuentos están recorridos por un sistema venoso, cuya savia se compone de una fantasía de cristal, viuda de su propia som-bra. No todos los lectores po-drán evitar el bostezo y solo los más jóvenes podrán disfrutar de estas páginas de estilo sen-cillo, de prosa llana desprovis-ta de altura literaria sin mayor pretensión que pasar el rato sin exigencias. Entre los erro-res, aseverar (p. 30) que Dante Alighieri es grecolatino y no ita-liano o escribir la redundancia “sonrisa en el rostro” (p. 51).

De ladridos y palabras

Prometeo encadenadoEsquilo. Prometeo encadena-do. Eskeletra Editorial. Quito, 2013. 74 pp.

Esquilo es el más antiguo de la tríada de grandes trágicos griegos, completada por Sófo-cles y Eurípides. Nació cerca de Atenas hacia el año 526 a.C. y murió en Sicilia en el 456 a.C. Escribió y puso en escena unas ochenta tragedias, de las cuales se han conservado siete. En su epitafio escribió los siguien-tes dísticos elegíacos: “En esta

tumba yace Esquilo, hijo de Euforión/, ateniense, muer-to en Gela, la rica en trigo/ de su valor que hable el afamado bosque de Maratón/ y el Medo de larga cabellera, que bien lo ha probado”.

El dramaturgo Esquilo agru-paba sus piezas en trilogías dotadas de coherencia argu-mental; sólo nos ha llegado una completa: La Orestía (Agame-nón, Las Coéforos, Las Eumé-nides), ya que la pieza de Pro-meteo encadenado forma parte

dio. Levántate de vez en cuando para dar una vuelta a la manza-na y dejar que los sentimientos se diluyan. Hay una única cosa que no soporto y no soporta-ré: el falso sentimentalismo. 6. Sé conciso y directo. Usa un lenguaje simple y senci-llo; palabras cortas y frases breves. Esa es la forma de es-cribir en la época moderna y resulta la mejor manera. Re-cuerda: no dejes que fluyan la pelusa, las flores y la verborrea. 7. Empieza cuando crees que has terminado. El tiempo para empezar a escribir un artículo es cuando crees haberlo termi-nado y estás satisfecho. En ese momento empiezas a percibir con claridad y lógica lo que realmente quieres decir.

Jorge Luis Borges

En literatura es preciso evi-tar:

1. Las interpretaciones de-masiado inconformistas de obras o de personajes famosos. Por ejemplo, describir la miso-ginia de Don Juan, etc.

2. Las parejas de personajes groseramente disímiles o con-tradictorios, como por ejemplo Don Quijote y Sancho Panza, Sherlock Holmes y Watson.

3. La costumbre de caracte-rizar a los personajes por sus manías, como hace, por ejem-plo, Dickens.

4. En el desarrollo de la tra-ma, el recurso a juegos extra-vagantes con el tiempo o con el espacio, como hacen Faulkner, Borges y Bioy Casares.

5. En las poesías, situaciones o personajes con los que pueda identificarse el lector.

6. Los personajes suscepti-bles de convertirse en mitos.

7. Las frases, las escenas in-tencionadamente ligadas a de-terminado lugar o a determi-nada época; o sea, el ambiente local.

8. La enumeración caótica.9. Las metáforas en general,

y en particular las metáforas vi-suales. Más concretamente aún, las metáforas agrícolas, navales

o bancarias. Ejemplo absoluta-mente desaconsejable: Proust.

10. El antropomorfismo.11. La confección de novelas

cuya trama argumental recuer-de la de otro libro. Por ejemplo, el Ulysses de Joyce y la Odisea de Homero.

12. Escribir libros que parez-can menús, álbumes, itinera-rios o conciertos.

13. Todo aquello que pueda ser ilustrado. Todo lo que pue-da sugerir la idea de ser con-vertido en una película.

14. En los ensayos críticos, toda referencia histórica o bio-gráfica. Evitar siempre las alu-siones a la personalidad o a la vida privada de los autores es-tudiados. Sobre todo, evitar el psicoanálisis.

15. Las escenas domésticas en las novelas policíacas; las escenas dramáticas en los diá-logos filosóficos. Y, en fin:

16. Evitar la vanidad, la mo-destia, la pederastia, la ausen-cia de pederastia, el suicidio.

Roberto Bolaño

1. Nunca abordes los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.

2. Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.

3. Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a es-cribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.

4. Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Her-nández y hay que leer a Borges.

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de otra trilogía no conservada, que completarían Prometeo li-berado y Prometeo encendedor del fuego. Este Prometeo enca-denado, que se desarrolla en una montaña de la Escitia, lo redactó Esquilo hallándose en Sicilia y, en ella, el protagonis-ta no acepta someterse a yugo ni a deidad, puesto que es el arquetipo de la grandeza mo-ral que desafía a la omnipoten-cia del tirano Zeus en defensa del débil. El astuto Prometeo les entregó a los hombres una centella de fuego de la forja de Hefesto, a pesar de la oposición de Zeus. Eso le supuso que fue-ra encadenado a una roca junto al Cáucaso, donde cada día un águila le devoraba el hígado, regenerado por la noche para mayor tormento. Prometeo es considerado uno de los promo-tores del desarrollo de las artes y de que los hombres dejaran atrás su primitivo estado de ig-norancia. La traducción es la de Fernando Segundo Brieva y Sal-vatierra (1845-1906), aunque en la edición se omita, como es habitual en Ecuador por ra-zones que algún día alguien

debería aclarar. La edición de Eskeletra, publicación de teatro clásico poco habitual (el teatro no se lee y la cultura grecola-tina está orillada por estos la-

res), se completa con una breve introducción y una propuesta de actividades acerca del texto para escolares.

El enigma de la foto partidaEliécer Cárdenas. El enigma de la foto partida. Eskeletra Edi-torial. Quito, 2013. 142 pp.

Un periodista que fue y no lo es. Una guerra que no es la suya, pero que termina por serlo. Una patria, Ecuador, a la que no puede volver pero a la que aca-ba regresando. Un nombre, Ga-briel Torres, una edad, 21 años. Blasco Ibáñez, Marcel Proust, París, México, Nueva York. Un diario de un senegalés agoni-zante. Un retrato a lápiz de una hermosa mujer subyugante y misteriosa. Una perdida foto partida en cuatro pedazos que contiene la clave. Estos son los ingredientes de la nueva novela de Eliécer Cárdenas, que siguen las reglas del best-seller y que no defrauda, aunque resulta menor dentro de su laureada y dilatada trayectoria.

De conquistador de corazo-nes a conquistador de trinche-ras, de vigilado por sospechoso de espiar a enviado allende los mares como si se tratase de un agente secreto, el protagonis-ta de esta novela de aventuras vive el ambiente parisino de la I Guerra Mundial y el Ecuador postalfarista, acompañado por una mujer de armas tomar y con la sombra del enigmático Caba-llero Equis a su espalda. Una entretenida novela de aventu-ras, que bien podría llevarse al cine por la sucesión infatigable de acontecimientos, unos per-

sonajes bien perfilados aun-que maniqueos y un final a la antigua usanza que agradará a todos los lectores. La prosa de Cárdenas se lee de un tirón y genera una necesidad de saber lo que va a suceder después de cada página. Mirar la realidad es un ejercicio intelectual per-manente y un desafío incesante y novelar es poner un poco de luz a la oscuridad, que habita e nuestro interior. El autor cuen-cano desvela el revés de lo real a través de la extrañeza, que presentan unos entornos nada cotidianos, desnudando al tex-to de los accidentes y rellenos, potenciando la sorpresa y la sugerencia y conjugando lo in-esperado con el ingenio. Algo que el lector agradece. No obs-tante, a lamentar la escritura de títulos entre comillas y no en cursiva (p. 9, 12, 26…) y “la una suma de dinero” (p. 64).

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Por si algún joven escritor (o ya no tan joven) esté realmente interesado en

seguir el camino de las letras, he aquí algunos consejos que podrían servir para empezar a labrar su epitafio, mientras se edifica un nombre en el solita-rio mundo de las letras.

Empecemos con los consejos más básicos:

Lo primero es conoser vien la hortografia. Cuide la con-cordancia, el cual son nece-saria para que Vd. no caigan en aquellos errores. Y nunca empiece por una conjunción. Evite las repeticiones, evitan-do así repetir y repetir lo que ya ha repetido repetidamen-te. Use; correctamente. Los signos: de, puntuación. Trate de ser claro; no use hieráti-cos, herméticos o errabun-dos gongorismos que puedan jibarizar las mejores ideas. Imaginando, creando, planifi-cando, un escritor no debe apa-recer equivocándose, abusando de los gerundios. Correcto para

ser en la construcción, caer evi-te en trasposiciones. Tome el toro por las astas y no caiga en lugares comunes. Si Vd. parla y escribe en castellano, o.k. ¡Voto al chápiro!… creo a pies junti-llas que deben evitarse las anti-guallas. Si algún lugar es inade-cuado en la frase para poner colgado un verbo, el final de un párrafo lo es. ¡Por amor del cie-lo!, no abuse de las exclamacio-nes. Pone cuidado en las conju-gaciones cuando escribáis. No utilice nunca doble negación. Es importante usar los apóstrofo’s correctamente. Procurar nunca los infinitivos separar demasia-do. Relea siempre lo escrito, y vea si palabras. Con respecto a frases fragmentadas.

Ahora, veamos qué nos re-comiendan Mark Twain (el más práctico de todos), Borges, Roberto Bolaño, Bradbury (a quien no hay que prestar dema-siada atención), Chejov y final-mente Horacio Quiroga.

Mark Twain

1. Empieza por los aconteci-mientos. Primero dale forma a los hechos, luego podrás distor-sionarlos tanto como quieras.

2. Escribe correctamente. Emplea una gramática correc-ta. Usa la palabra adecuada, no

su prima segunda. En cuanto a los adjetivos, si tienes alguna duda, cárgatelo. Dios solamen-te exhibe sus truenos y rayos a intervalos, por eso nos llaman la atención. Esos son los ad-jetivos de Dios. Si tú muestras

demasiados rayos y truenos, el lector se cansa poco a poco.

3. Sé paciente y perseveran-te. No esperes tener el libro a la primera. Trabaja, edita, reescri-be.

4. Olvídate de los adverbios. Escribe la palabra «jodidamen-te» cada vez que vayas a escri-bir la palabra «muy». Tu editor lo borrará y el texto será como debería ser.

5. Pon distancia de por me-

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Galo Guerrero Jiménez

sí como con tanta facilidad se lanza un chisme a los cuatro vientos y su noticia se la difunde y se la comenta a quien más a quien menos, así de-bería ser la difusión y el comentario

de un libro. «Chismosear» un libro al que más pueda es sinónimo de cultura y sobre todo de fortalecimiento de nuestra endeble educación. Todo «letrado» debería ser un gran facilitador de libros. Tal como el bibliotecario está dis-puesto a facilitar un libro por-que alguien llega a preguntar por él, los «letrados» tendrían que ir más allá de la acción del bibliotecario; es decir, «un letrado» no tiene que esperar que le pregunten por un libro; él tiene que di-fundir el libro, que comentarlo, que valorarlo, que apreciarlo, que «chismosearlo» con la ale-gría que le caracteriza al verdadero chismoso que con lujo de detalles cuenta al otro sobre la «mala» conducta de su vecino, de su amigo o de su enemigo.

Nadie debería quedarse al margen del libro. Si somos «letrados», es decir, sin importar el nivel de educación escolarizada que hayamos logrado alcanzar, todos estamos llamados a difundir el li-bro desde nuestra particular mirada de lectores normales que deberíamos ser, sobre todo si que-remos salir de la pobreza material y espiritual a la que los pueblos se van acostumbrando por no tener metas ni ideales de compromiso para ser mejores individual y colectivamente.

Todo grupo humano está llamado a salir de su postración: a educarse, sobre todo, y el libro es el mejor condimento humano no solo para que aprendamos a vivir disfrutando desde una historia bien escrita, sino para, al aprender a conocer el mundo desde el libro, sea factible la fluidez de las mejores ideas, la intención de los

mejores pensamientos, y el desarrollo de la inte-ligencia intelectual y emocional para que desde el universo de la reflexión y la creatividad perso-nal, se pueda juntar un colectivo de creadores al-tamente capacitados para la mejor expresión de lo humano, de manera que pueda brindar lo más

granado de su inteligencia para resolver los graves problemas humanos que por falta de edu-cación, de oportunidades de trabajo y de visión para enfren-tar el mundo, aún persisten.

El facilitado de libros, por lo tanto, es aquel mediador, moti-vador y promotor que al hacer conocer el valor de un libro, trasmite el gusto de leer: «Así como un psicoanalista debe

psicoanalizarse, un facilitador de libros, sea pa-dre de familia, maestro, bibliotecario, trabaja-dor social, librero o crítico, podría meditar en su propia trayectoria» (Petit, 2008, p. 11) para que el libro, tal como el chisme, se difunda, por su-puesto, no para hacer daño, sino para con la ale-gría de compartir lo leído, sea posible una atenta lectura para disfrutar y aportar modestamente desde su «apropiación intelectual» y desde su condición de persona para hacer posible que un libro esté en la mano y en el cerebro de todo «letrado» que de boca en boca, igual que el chis-moso, participa de la particular novedad que el libro posee.

Si usted revisa un periódico encuentra la re-seña de un libro, si va a la biblioteca encuentra un nuevo libro, si sabe buscar adecuadamente en Internet y si visita una librería encuentra un libro, si escucha atentamente a su profesor, o a un locutor o comentarista de televisión bien cul-to, le hablará de un libro; en fin, si está atento a todas estas circunstancias, de hecho puede con-vertirse en un buen facilitador de libros, es decir, de lectura.

SI HABLAMOS DE LITERATURA, DESDE LA MÁS PERTURBADORA, VERBIGRACIA LA WILLIAM BURROUGHS, HASTA LA MÁS DECOROSAMENTE PULIDA (CADA QUIEN PROPONGA SUS AUTORES), NO HAY MANERA DE JUSTIFICAR UN LIBRO CON AQUELLO DE QUE EL PAPEL LO SOPORTA TODO. EN LITERATURA NO ES TAN SOLO EL PAPEL NI LAS MANOS QUE LO SOSTIENEN, NI LOS OJOS QUE LO LEEN NI LA MENTE QUE LO RAZONA. ES LA SENSIBILIDAD QUE LO PENETRA, QUE DESCUBRE EL UNIVERSO INMERSO EN CADA PÁGINA, QUE LE DA VIDA, LO

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En literatura no se puede decir que el papel lo soporte todo. Si hablamos de literatura, des-de la más perturbadora, verbigracia la William Burroughs, hasta la más decorosamente pulida (cada quien proponga sus autores), no hay ma-nera de justificar un libro con aquello de que el papel lo soporta todo. En literatura no es tan solo el papel ni las manos que lo sostienen, ni los ojos que lo leen ni la mente que lo razona. Es la sensibilidad que lo penetra, que descubre el universo inmerso en cada página, que le da vida, lo recrea y lo vuelve a leer una y otra vez, hasta que las páginas empiezan a desmoronar-se. Hay lecturas que se nos caen de las manos y hay otras que nos obligan a continuar hasta terminar con el libro. Dime lo que lees y te diré quién eres, dijo alguien alguna vez con acierto, y otro, con más propiedad acotó: dime lo que re-lees y te diré quién eres.

Hemingway quería llegar a escribir de tal for-ma que quien lo leyera deseara volver a leerlo una y otra vez, al contrario del gran Dostoievski, que, según el mismo Hemingway, una vez leído no provocaba volver a leerlo nunca más. ¿Y por qué? Porque Dostoievski lo decía todo, según Hemingway, atiborraba al lector con demasia-dos datos, con demasiadas palabras, no sabía cuándo parar. Hemingway pensaba que, para querer ser leído de nuevo, no había que decir-lo todo, que había que dejar al lector completar cada imagen, cada cuadro, cada escena; y sobre todo, cada relato, de modo que cuando el lector volviera a leerlo, lo entendiera cada vez mejor. De allí nace su teoría de que un buen cuento debe ser como un iceberg, que deja ver tan solo la punta, mientras el grueso de la masa perma-nece oculta bajo el agua.

También Borges, que detestaba a Hemingway («Hemingway por fin entendió que era un mal

escritor, y por eso terminó matándose, lo cual hasta cierto punto lo redime»), amante en su ju-ventud de Dostoievski, un día se encontró leyén-dolo sin saber por qué lo hacía. De hecho, Bor-ges terminó repudiando la novela como género literario, además de aborrecer los métodos del realismo, ya que prefería revelar en pocas pa-labras lo que él mismo había tardado años en comprender. En este sentido, alguna vez afirmó que Cien años de soledad pudo haber sido un buen cuento en lugar del largo libro que el autor había llenado con tantas cosas para convertirlo en novela. En cuanto a aquello que se ha citado al principio: Dime lo que relees y te diré quién eres, al final Borges solo toleró como cercanos a León Bloy, Chesterton y Stevenson, a quienes leyó y releyó hasta la muerte. Es más, el Borges erudito sostenía que la vasta Biblioteca era in-útil, y que en rigor, bastaría un solo volumen.

Pero en literatura, como en la música, uno puede amar cierto género y detestar otro, ve-nerar a un autor y despreciar a otro, lo cual no quiere decir que el aborrecido sea necesaria-mente un mal escritor, ni tampoco que el escri-tor amado sea forzosamente un genio, aunque para el lector en cuestión sí lo sea. Cortázar, por ejemplo no admite posibilidades intermedias, o es apreciado o repelido, pero en cambio hay muchos otros autores que difícilmente pueden descender de su categoría de elegidos, como por ejemplo Artl o Mark Twain, ya que precisa-mente han sido puestos en tal sitial por la mayo-ría de lectores.

John Pérez Tapia

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ACTA DE SELECCIÓN

Loja a 25 de Octubre de 2013

El jurado conformado por Victoria Camacho, Patricio Palomeque y José Calos Arias valoran en primer lugar las condiciones en las que hemos podido tra-bajar sin ninguna interferencia. Agradeci-endo a la organización de la Casa de la Cultura y en especial a Alicia González, que ha valorado el proceso que nos ha per-mitido optimizar nuestro trabajo.

Después de una preselección de 28 ob-ras, y una larga deliberación, el jurado de-cidió que los premios fueran los siguien-tes:

1. Manuel Serrano con la obra Sin título 1, dimensiones 1,68 x 1,26, por su es-tructura compositiva en la que hace un alarde dibujístico en una particu-lar orgía con personajes humanos y animales que demuestran dominio del dibujo, una forma de pensamiento dónde fluyen las pasiones y represio-nes, con zonas de vacíos que balancean su obra logrando el equilibrio.

2. Juan Lasso Ruiz con la obra Reserva: mundos perdidos, visitantes extraños, dis-cursos oficiales. Dimensiones 1,85 x 1,68

m. Valoramos el dominio de la pintura, pero sobre todo un lenguaje pertinente con el momento actual, la composición con un manejo excelente de la perspec-tiva.

3. Pablo Gabriel Alvear Sarmiento con la obra Salón de respiro, dimensiones 1,20 x 1,40 m. Es una obra sumada en un ambiente psíquico con preocupacio-nes oníricas con un excelente desem-peño de los elementos interiores dónde nos demuestra su oficio y su sentir.

Además de estos tres primeros premios, decidimos hacer las siguientes menciones: María Verónica Aguirre Castro, con su obra Recuerdos. Diego Paul Villavicencio Ordoñez con la obra Causa y Efecto. Diego Salvador González con Recuerdos de una partitura.

El jurado reunido en la Ciudad de Loja a 25 de Octubre de 2013, está sorprendido por el nivel de los participantes, así como por el empeño de la Casa de la Cultura por mantener e impulsar este tipo de Sa-lones.

Pensamos que este Salón se puede abrir a otras manifestaciones artísticas contem-poráneas para que siga creciendo la Cul-tura como expresión de una Ciudad que se piensa y se interpreta.

Victoria Camacho Patricio Palomeque José Carlos Arias

MENCIONES:

María Verónica Aguirre Castro, con su obra Recuerdos.

Diego Paul Villavicencio Ordoñez con la obra Causa y Efecto.

Diego Salvador González con Recuerdos de una partitura.

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PRIMER PREMIOManuel Serrano

Obra Sin título 1. Dimensiones 1,68 x 1,26 m

SEGUNDO PREMIO

Juan Lasso RuizObra Reserva: mundos

perdidos, visitantes extraños, discursos oficiales.

Dimensiones 1,85 x 1,68 m.

TERCER PREMIO Pablo Gabriel Alvear SarmientoObra Salón de respiro.

Dimensiones 1,20 x 1,40 m.