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Suso de ToroUn señor elegante

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Índice

Retrato de familiaÉpoca rosaMinotauroRetrato de mujerGuernicaCentauroFiesta de San RamónAgradecimientosÁrbol genealógico de la familia BaltarBibliografía

Créditos

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Los documentos que aparecen en este libro son reales y los hechos relatados ocurrieron, lainterpretación de los personajes y de las historias es responsabilidad exclusiva del autor.

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«Es más fuerte quien no precisa de nadie.»

Ficciones del interludio Fernando PESSOA

«Si soy yo el héroe de mi propia vidao si otro cualquiera me reemplazará,

lo dirán estas páginas.»

David Copperfield, Charles DICKENS

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Preludio

«Sigo investigando para la novela (hace dos días estuve con los Baltar: muy interesante). Meparece que va a ser un buen libro». Un apunte en mi bitácora el domingo 11 de julio del año 2004.

Estaba documentándome entonces sobre cómo era la vida y sobre lo vivido en mi ciudadalrededor del año 1936 para una novela que publiqué dos años después, Hombre sin nombre.Nunca conseguí saber si resultó ser ese «buen libro», como pretendía cuando la escribí.

En esa fase de procurar los escasos documentos accesibles entonces y hablar con algunossupervivientes se me apareció un par de veces entre las personas afectadas por la represión elprimer apellido de Rafael Baltar Tojo, un catedrático y arquitecto con el que tenía trato. Lepregunté con la discreción que pude, sabía que era un tema incómodo para todas las familias, porlo que hubiese de castigos padecidos y él me respondió proponiendo una reunión con másmiembros de su familia, cosa que me sorprendió y que casi me cohibió.

Organizó aquella reunión en su casa, el ambiente era grato y en cuanto abrí la boca para haceralguna pregunta comenzó un reguero de anécdotas y evocaciones familiares que me hacían sonreír.Yo estaba desconcertado, pues lo que aquellas personas tan amables contaban no tenía nada quever con las cosas que yo ya sabía, con los horrores en los que andaba revolviendo, con lo que mehabían contado otras personas. Incluso, cuando aparecían incidencias desagradables o dolorosaseran narradas sin dramatismo.

Tuve que disculparme, aquellas historias tan amenas no eran lo que buscaba y, además, noquería meter aquel relato de anécdotas de su historia familiar en un libro tan oscuro como el queestaba armando.

En aquel momento no pude comprender cómo era que una familia que había padecidorepresalias en la generación anterior, con lo que eso condiciona a la generación siguiente, podíamantener aquella relación tan poco dramática con su pasado. La historia que asomaba de aquellafamilia escapaba al tópico y a mis expectativas previas. De hecho, esa ambigüedad fue algo queme intrigó y aún me intriga, cómo esa familia asimiló y elaboró su pasado sin que aparentementele hiciese daño. Entonces, dije algo así como «esta familia tiene una historia que quiere sercontada, pero yo ahora estoy con otra cosa, un libro muy tétrico, y no merece estar ahí».

Las anécdotas desordenadas que me relataron aquella tarde las olvidé completamente, inclusoperdí la grabación, cosa no rara en mí. Pasaron los años y siempre me quedó la conciencia de quetenía una cierta deuda con aquella familia, pero uno tiene mala conciencia por tantas cosas que nopodría repararlas todas. Y daba por descontado que aquella era una de esas que no tenían yareparación.

Sin embargo, aquí estoy.El 2 de junio de 2019 hice este otro apunte que ahora recupero: «Quiero comenzar los trabajos

del libro de los Baltar. La novela debiera de poder ir haciéndola en paralelo y con tiempo ycalma». Es la primera referencia que encuentro en mis diarios a este libro. Entre esos dos apuntes,aquella familia que encontré quince años atrás no es la misma; yo sigo aquí, pero aquel Rafael ycomo él otros miembros de la familia que estuvieron aquel día en su casa ya no están y a aquellafamilia le ocurrieron cosas que yo desconocía cuando me puse con este libro.

Yo estaba escribiendo una novela nueva y pretendía escribir este otro libro en paralelo, como

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un proyecto que me supusiese menor concentración y trabajo. Al cabo, a diferencia de la literaturade ficción, aquí no tenía por qué intervenir mayormente la imaginación, solo tenía que ir tejiendolos hechos que iría conociendo, así pensaba yo. Uno nunca sabe cómo va a ser el libro queempieza.

Sé cómo empezó. Un día acudí a la inauguración de un museo dedicado a la obra del pintor CarlosMaside y de allí salí con algo que no me dejó de rondar la cabeza.

Entre mucha gente que saludé, encontré a tres personas de la familia Baltar.«No sabía que erais albaceas de la voluntad de Maside, de que su obra permaneciese en

Santiago», le comenté a Juan Ramón, uno de ellos. «¿Y no lo sabías? La obra de Maside, o partede ella, a partir de ahora con este pequeño museo ya queda en la ciudad, asistir a este acto comoalbaceas de su voluntad era un deber de Baltares. Los Baltar también fuimos albaceas del padrede Castelao y de sus hermanas.» Me sorprendió que hablase de un deber familiar. «Estáis en todaspartes. Vuestra familia se me aparece aquí y allí cuando reviso cosas que me interesan del pasado.Pero es como si no tuviese un lugar propio. Como si fuese un rumor confuso o estuviese allá alfondo, en una penumbra», le dije.

«¿Y sabes la historia de la huida del tío Antonio por el puerto de A Coruña?» Y me la contó enun momento mientras bebía un vino blanco y conseguía algún pincho de los que servían en lainauguración. Un episodio de los que dices: «parece la secuencia de una película». Pero en esemomento yo estaba con mis propios proyectos y dejé pasar nuevamente esa posibilidad que meofrecían. «Vuestra familia tiene una historia que pide y debiera ser contada, pero yo ahora no voya poder.» Me excusé y nos despedimos, me marché como huyendo de aquella historia. En aquelmomento no me pude parar a pensar que acababa de repetir algo que ya había dicho quince añosatrás. La historia de esa familia se me aparecía por segunda vez y yo volvía a escabullirme.

Me marché de allí confundido por el ruido de tanta gente saludando, por los tres vasos de vinoblanco sin comer y también por aquel anzuelo que me habían dejado caer en el oído. No podíameterme con aquella historia, pero había allí una materia narrativa que me llamaba.

Tanto me llamaba que después de dos días en los que anduvo rumiando dentro de mí acabaronpor salirme las palabras en voz alta mientras bajaba las escaleras, «tengo que escribir esahistoria». Así que, como esos Baltares, también yo sentí que tenía un deber, el deber de contaresto. Faltaban personas, faltaban voces, faltaba memoria, pasaron los años y todo se gasta, sinembargo lo intenté haciendo esta investigación.

Hace años, Jaime Chávarri, autor de esa película única titulada El desencanto, me contó quelo que él había pretendido era grabar un documental sobre el poeta astorgano Leopoldo Panero,simplemente. Lo que le salió fue un psicodrama, que como todo evento real es irrepetible, laimplosión de una familia patriarcal. Esa película siempre me pareció una de las formas másradicales del arte y siempre envidié esa capacidad para fundir arte y vida o hacer que el artegolpee la vida para que resuene.

Escribir un libro sobre una familia conlleva riesgos, escribiendo este hubo momentos en losque, si bien no asistí a una explosión del relato familiar, afortunadamente, sí que sentí que, alcavar en la memoria, los golpes en los recuerdos sacudían los pilares de la casa paterna. Sentí quehabía provocado ciertas sacudidas en la memoria familiar, incómodas perturbaciones queanunciaban el nacimiento de un relato nuevo de esa familia y la emergencia de un personaje que seme hizo fascinante y llegó a serme familiar e íntimo.

Claro que cuando visitas una casa cerrada tus propios pasos levantan figuras del silencio y lassombras y no sabes bien cuánta semejanza tienen con aquellos que vivieron y que recuerdan

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quienes los conocieron. De hecho, esas figuras espectrales luchan por existir con los recuerdos dequienes aún están vivos. Pero debemos conformarnos con esos pálidos espectros, es lo único queconseguimos. Ya aviso.

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Retrato de familia

«Ella sabía que en el momento en que me permitiese contar sushistorias se convertirían en mías.»

Los hundidos,Daniel MENDELSOHN

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Huida o piano

La huida de Antonio, Antón, la sabes. Incluso la leíste publicada, tendrás que conseguir algunadocumentación más detallada y que alguien de la familia te cuente el relato o, más bien, su versiónde los hechos. De lo que sabes te quedó la imagen de Antonio Baltar Domínguez a bordo deltrasatlántico Reina del Pacífico en el puerto de A Coruña donde ya esperaba su Mireya, Mireya-Magdalena Dieste, que los llevará al exilio del Uruguay.

Antonio se acerca a la borda y saluda a los falangistas que lo habían perseguido aquellos díascon un corte de mangas. ¿Dijo o hizo alguna burla más? Seguramente que les llamó algo,«cabrones e hijos de puta», por lo menos. Aunque estos Baltar eran personas educadas, se trata deuna situación excepcional. Quién sabe.

Nadie merecía morir asesinado, Antonio tampoco, se escapó e hizo bien. Antonio es así, losabían todos en Santiago y en todos los lugares por donde anduvo, decidido, desafiante, alegre,brillante. Republicano.

Esta misma estampa es un momento espléndido de su carrera por la vida en adelante, alguienque da un salto limpio por encima de una cerca sin perder la sonrisa y luego silba con las manosen los bolsillos del pantalón deportivo. Como hacía cuando paseaba por Vilagarcía, él rico einformal, llegado de la Residencia de Estudiantes de Madrid, vestido con el pantalón de mahón demarinero de Rianxo desconcertando a los «pollos pera» fascistas. Así es Antonio, desafiantementealegre, ofensivamente libre. No puedes evitar pensar que hay algo o bastante de muchacho en él,de hombre inmaduro.

Aún no tienes toda la información para contar este episodio que a la fuerza va a ocupar sulugar en el libro, ya conseguirás los detalles. Aunque hay algo ahí que no te acaba de satisfacer, yno te atreves mucho a decirlo, ni siquiera para ti. Y sabes lo que es, viene de ese fondo lúgubre ymoralista que hay en ti. Conociste en detalle los sufrimientos que padecieron sus compañeros degeneración, las mejores personas de su ciudad asesinadas, incluso lo que padecieron quienessobrevivieron, la miseria que fue tener que vivir bajo el mando de los asesinos y no acabas deencajar completamente en ese tiempo de terror la alegría olímpica, tan de Antonio por lo quecuentan, de esa estampa de su huida. Sin embargo, las cosas que ya sabes de él son admirables, nopuedes tener dudas de que es «de los tuyos». Sí, y de los más brillantes, además. No debesabundar mucho en ese ángulo de su personalidad que no te acaba de agradar, pues su afirmaciónde la vida es precisamente el triunfo frente a los tristes y canallas. Seguramente ese aspecto suyosea el mejor del personaje.

No te debe caber duda. Pero debes integrar su historia en la historia global de esos otrospersonajes de la familia Baltar, que parecen de un perfil menos épico o más discreto. Y tampocote acaba de encajar un episodio suelto así, pues promete una novela de aventuras o acción, cosaque seguramente no va a ser este libro que aún no sabes cómo será.

Te preguntas: «¿y si empiezo por la niña que toca el piano?». Ese, en cierto sentido, podría serun comienzo, pues cuando te contaron lo del piano y la niña inmediatamente comprendiste quetransmitía una imagen de continuidad familiar graciosa e infrecuente.

El piano de uno de los personajes, don Ángel Baltar, que acaba siendo cedido variasgeneraciones y cien años después a la Escola de Música donde una tataranieta hace allí sus

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estudios de piano. Claro que luego preguntas si la niña ensayaba concretamente en ese piano y teexplican que no, que es un piano que enseguida se desafina, con teclas de marfil y que resulta muyduro de tocar para los intérpretes de hoy o algo por el estilo, que tú no entiendes bien lo que teexplican porque, al cabo, ni sabes tocar el piano ni sabes de música, esa es la verdad. Aún más, teprecisaron que la niña no toca piano, que toca violín. Así que esa estampa de la niña sentada alpiano es falsa, y tú confías la fuerza del libro a que la investigación vaya descubriendo los hilosverdaderos de la vida y que te acabe ofreciendo el argumento de una historia oculta.

Pero si esto no fuese una novela que pretende contar una historia verdadera y fuese un guionpara una película comercial, entonces seguro que comenzabas con la niña sentada delante del granpiano y que sus piernas apenas llegasen a los pedales. Y con las partituras de don Ángel, que tedijo un familiar que también las guardan allí. ¿Y qué partituras serán? Hay que preguntar.

Así pues no tienes un modo elegante o efectista de comenzar, solo dudas. ¿Va a ser un libro deaventuras o acción o un libro lírico o novela de ideas? ¿Huida o piano? U otra cosa.

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Figuras en la penumbra

Hubo y hay mujeres en la familia Baltar, sin embargo desde el comienzo aparecen por delante losvarones, son ellos los Baltar, de ellos se cuentan anécdotas, de quienes hay libros y artículospublicados. Seguramente porque hay poco de épica en cada anécdota, escasean las escenasdomésticas en las que vivieron en penumbra las mujeres de su ambiente social. Esta va a serinevitablemente una historia de una familia patriarcal. No tienes duda alguna.

Y de esos tres Baltar que se dejan entrever de la niebla del pasado, Ángel, Ramón y Antonio,solo fuiste vecino y contemporáneo en algún momento de uno de ellos, Ramón. Cuando él muere tútenías veinticinco años y te tenías por un hombre ya hecho y ciudadano consciente, venías ya devuelta de tus primeras guerras y justamente habías retomado la escritura abandonada en laadolescencia. Y entiendes que es por ahí por donde debes comenzar, por el más cercano a ti deesos personajes distantes. Es el único que tiene descendencia directa viva; de hecho, fueron estosdescendientes quienes te pusieron delante esa materia para investigar y contar, pero curiosamentees del que menos información escrita hay, es el más desconocido. O el más encubierto.

Don Ramón era un hombre sumamente correcto y afable, de curiosidad cultural insaciable, burguésilustrado y cosmopolita, de fino humor, de honda estirpe democrática y de intensa vocación universitaria.La rigidez política del Estado nacional sindicalista abortó una carrera de profesor que habría sido muyfructífera.

Vuelves a leer ese párrafo. Es el comienzo de un texto que le pediste y que te envió AlfonsoÁlvarez Gándara, que fue amigo de uno de los hijos de Ramón Baltar Domínguez. Así recuerda éla Ramón, hermano de Antonio Baltar Domínguez, hijos de Ángel Baltar Cortés. En ese momentoignoras, lo vas a saber más adelante, que este Alfonso que te escribe eso es hijo de uno de losamigos más valiosos de Ramón. Es un párrafo lleno de respeto y de admiración de un jovenuniversitario que visitaba entonces la casa del cirujano. Y tú vas viendo que con eso resulta difícilhacer una narración que valga la pena, es una figura muy respetable, pero sin brillo y sin perfil.Una figura que puede resultar conformista y burguesa, cosa que no gusta a la mayoría de loslectores, que buscan figuras activas e inconformistas, y desde luego muy lejos de las lectoras dehoy, que sospechan de las figuras patriarcales y prefieren en cambio las protagonistas femeninas.Te encuentras ante una figura de autoridad con un único ángulo atractivo derivado de uncontratiempo profesional, parece que le impidieron seguir siendo profesor universitario.

Tú no recuerdas a ese hombre que fue vecino de esta misma ciudad en la que naciste y viviste,seguramente en más de una ocasión os habéis cruzado, pero la diferencia de edad, de ambientesocial, de espacios urbanos es mucha. Aunque no tanta, al cabo alguno de tus hermanos estuvotambién en su casa como compañero de estudios de uno de sus hijos. Pero tú entonces estabasmordiendo la vida, para ti su nombre era un eco y él un desconocido.

Le preguntas, un día que os cruzáis, por Ramón Baltar a un amigo tuyo, sabes que su familiavivía en la misma calle que los Baltar, en la Carreira do Conde. Qué sabe él, qué impresión tienede ese hombre, si lo recuerda... Él levanta la mirada como hacemos cuando forzamos la memoria,lo evoca y dice «don Ramón», sin más. «Un hombre importante», añade. Lo dice con indudablerespeto y admiración. Caes en la cuenta de la diferencia al referirte a la misma persona, tú y él.

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Para ti es un personaje literario, ahora que decidiste escribir esta historia, tu oficio es acercarte aél de un modo absoluto, conocerlo y comprenderlo, tanto que te tienes que hacer dueño de sufigura. Para ti es Ramón, un personaje que aún no conoces, para ti no es «don Ramón», porque túno lo conociste, tú le preguntaste por «Ramón Baltar», pero para quien lo conoció, en este casoese amigo tuyo, es siempre «don Ramón».

Seguro que si lo hubieses conocido no podrías hacer este trabajo de la imaginación que estáshaciendo ahora, si lo hubieses conocido habrías contemplado su máscara, la imagen queproyectaba en los demás, ese «hombre importante» para aquel niño que fue tu amigo yseguramente también para sus padres, y no estarías ahora haciendo pesquisas sobre él. Escribimosliteratura de lo que no sabemos, para conocer. Y con la literatura llenamos los huecos de la vidatal como nos llega.

Le preguntas a tu amigo por qué dice que era «importante» y contesta, nuevamente la miradadistraída de quien está evocando: «era un hombre elegante. Un gran cirujano». Comprendes quetampoco sabe mucho de él, era un vecino ilustre para su familia, pero al cabo él es un par de añosmayor que tú y también era un muchacho cuando Ramón vivía. Sin embargo, no hay duda, donRamón aparece en su memoria nimbado de la admiración de sus mayores. Aún no sabes si es elaura nacida del poder social o del respeto personal. No te aclara mucho.

Ramón va a ser una piedra en la que tropieces para sacar adelante el libro, una piedraaburrida y obstinada en esa historia familiar a la que finalmente te dejaste arrastrar por el poderde atracción que ejercía sobre ti.

Algo ya has leído de la saga de esos Baltar y sabes que la figura del padre, Ángel, te va aproporcionar abundantes anécdotas y episodios de la historia médica y que la peripecia deAntonio, el hijo exiliado, rebelde, activo y emprendedor en el exilio te va a dar impulso a unanarración, ahora que has decidido escribir una historia, y que a su alrededor hay toda una red depersonajes singulares. Precisamente existe un libro sobre Ángel y otro sobre Antonio, hay unaparte del trabajo de documentación que ya viene hecha y la tarea es hacer la recreación literaria.Ya sabes de una fotografía de don Ángel con su mostacho y el corte de pelo prusiano y de otra deAntonio con su enamorada a bordo de un trasatlántico. Buscas en la Wikipedia información sobreel otro hijo, Ramón, y ni siquiera figura la fecha completa de su muerte, mientras que sí viene lade su padre y la de su hermano Antonio.

Va a ser la figura de Ramón, precisamente la que está más cerca de ti, la que vas a tener queencajar como puedas. Vas a tener que buscarle algún ángulo, algún mérito más allá de ser un varónburgués y padre de familia numerosa o encontrarle algún defecto o alguna desgracia que le déhumanidad.

Cierto que en el resumen que te envió ese amigo de uno de sus hijos también figura que fueapartado de la universidad tras la sublevación militar en el 36, pero como les ocurrió a otros. Enese momento uno ya sabe que fue detenido posteriormente también, un episodio confuso, pero aesas incidencias se superpone toda una trayectoria profesional de brillante cirujano con premios ycondecoraciones oficiales, de modo que los contratiempos que hubiese no le impidieron hacer unacarrera profesional prestigiosa bajo el franquismo.

Parece el perfil de alguien que tuvo que adaptarse a la fuerza a las circunstancias de sutiempo, el largo franquismo, y supo hacerlo. La figura de un conformista finalmente que da parauna semblanza académica y no para una novela. Pero no debiera preocuparte demasiado, unanovela se hace de muchas cosas.

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El honor de los Baltares

Y ahora, cuando ya te has puesto a escribirla, te paras a pensar por qué estás escribiendo lahistoria de una familia que no es la tuya. Sobre la tuya ya escribiste algo, sí, ¿pero cuál es elsentido de escribir sobre la familia de otros, sobre esta, concretamente? No es una preguntacualquiera. Pero no puedes contestar a esta pregunta. Eso sí, constatas que casi todas las novelasque has escrito son historias de familia, entra en tu lógica de autor. Pero debe de haber otrosreclamos en esta historia que intuyes y no sabes decir, aún. Puede que el escritor más indicadopara investigar una familia con memoria de sí sea alguien que apenas tenga memoria familiarpropia.

También es interesante para ti saber cómo se estructura una familia que se siente tal, cómo seestructura una familia patricia. En aquel tiempo en el que existían familias patriarcales en tuciudad, antes de fragmentarse las estructuras familiares o confundirse tanto los perfiles sociales.Es una contestación que te das, respuesta ninguna. Al cabo, lo que tienes que investigar y contar esla historia de una familia concreta muy diferente a la tuya. Todas las familias son diferentes,aprende uno cuando se hace adulto.

Sin embargo, en esta hay un trazo peculiar, te lo dejó claro ese Baltar que te lanzó el anzueloen el que quedaste prendido cuando dijo, aquel día en que os encontrasteis en la inauguración deun museo: «esto era un deber de Baltares». ¿Qué significaba eso? ¿Una familia en la que susmiembros cargan deberes específicos por ser de la familia? ¿Y qué deberes son esos, deberes dehonor, cargas concretas? ¿Esos deberes se transmiten por generaciones, por cuántas? ¿Es undestino, una condena?

Cuando ya has hecho alguna investigación y conoces diversos asuntos relacionados con esafamilia, finalmente te decides a telefonear a uno de esos hijos de Ramón Baltar. Así que ahoraacabas de llamar para concertar una cita y poder escuchar sus voces, quieres que te dé cada unosus fragmentos de memoria para tejer tú luego lo más parecido a un relato familiar. No sabes loque sabe, lo que recuerda ni tampoco lo que ignora cada uno de ellos. Lo que sabes es que vas adesencadenar en ellos un proceso de rememoración.

«¡El almacén de la ferretería Villaverde!», exclamó cuando le propusiste por teléfono elrestaurante A Nave de Vidán como lugar donde encontraros los hermanos y tú. Él conocía la vidaanterior de ese edificio antes de ser el restaurante actual, recordaba cuando levantaron la navepara el almacén e inmediatamente hizo un excurso hablando por teléfono, reconoces el entusiasmode quien vuelve repentinamente a su infancia de muchacho que compraba en aquella tienda de losVillaverde los anzuelos para pescar escalos en el río Sar, cuando veraneaban en una finca cercana,A Amañecida, con sus padres.

Escuchas atentamente esa digresión sobre el lugar del restaurante donde le propongo vermecon él y sus hermanos. Sientes gran respeto por los recuerdos de los demás, puede que por ser deuna familia que no le dio valor a recordar, consideras que todo recuerdo es valioso y sabes que lomás precioso de una persona, lo más delicado y cercano a su mundo íntimo, son los recuerdos.Constatas que en este interlocutor están muy vivos, como si fuesen peces que bullen muy cerca dela superficie del agua y quisiesen saltar afuera.

A estas alturas también sabes algo de esa finca familiar en la que transcurrieron los días de

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veraneo de la familia de ese cirujano. Como sabes tantas otras cosas e historias sueltas de estafamilia situadas en diversos lugares, fundamentalmente en una comarca que va a ser el territoriode esta historia y que tiene su centro en Santiago de Compostela, pero el origen familiar está en lacercana villa de Padrón y una parte de su corazón en la villa marinera de Rianxo y que se extiendepor ciudades de Galicia, España y América. Desde el principio comprendes que los lugares van aser importantes en esta historia que se desarrolla en el tiempo y el espacio. Te preguntas sidebieras trazar un mapa que te ayude en el viaje para no perderte. ¿Un árbol genealógico quizátambién?

Hay algo que puedes escribir aquí y que sin embargo no puedes verbalizar en alto aún, y muchomenos decírselo a cualquiera de ellos, esta historia de su familia, algo tan particular, ya es unahistoria tuya también. Debiera de haber un verbo para decir que algo o alguien entra a formarparte de nuestro mundo, que lo hacemos nuestro, «anuestrar» vale para el plural y «amiar» para elsingular. En estos momentos, aún no hace dos meses que llevas trabajando y ya has andado uncamino que no es solo de la imaginación, se trata de esa identificación tan íntima con lospersonajes que solo conoce quien escribe ficciones.

Pero esto no es una ficción, ¿no? Quiere ser novela, pero no ficción.

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No hay fotografía. Hay fotografías

De modo que has decidido comenzar la historia con esa fotografía que se te ocurrió quitarles conel teléfono ese día a los hermanos en ese restaurante, esa imagen podría inspirar un comienzo. Sonlos tres varones de los seis hermanos y hermanas vivos de los doce hijos de Ramón BaltarDomínguez y Emma Tojo Sieyro, las otras tres hermanas no estuvieron por razones de distancia.En la fotografía faltarán esas tres hermanas, las mujeres permanecen «fuera de plano», por ahora.

Tampoco sabes nada de Emma. Como es esperable de una mujer que vivió siendo jovenesposa y madre, no hay biografía alguna de ella. En la Red la encuentras citada en la hemerotecadel ABC en la sección «Ecos de sociedad» como madre y madrina de boda de uno de sus hijos en1966, en el templo del Espíritu Santo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas enMadrid. Figura como «doña Emma Tojo Sieyro de Baltar, madre del novio». La noticia está entrela boda de «Llanza y Domecq-Primo de Rivera y Urquijo» y la de «Trocoli González-Corral RuízZorrilla». También aparece en un diario desaparecido, El Compostelano, anunciando elnacimiento de cada uno de sus hijos e hijas. Asumes que no vas a encontrar un lugar para ella enesta historia, seguro que también va a quedar fuera de plano.

El día siguiente al encuentro con los hermanos te sentaste a escribir y buscaste en la memoriadel teléfono esa fotografía que hiciste y resultó que la fotografía no estaba. Tu torpeza en elmanejo de los aparatos digitales; sin duda no hay magia de por medio, simplemente torpeza. Unalástima. Pero no puedes dejar de intuir que esa ausencia es apropiada, pues ellos no son losprotagonistas de esta historia, son únicamente portadores de mensajes y recuerdos, heraldos deese pasado que debes imaginar. Incluso pueden ser obstáculos para conocer la historia, puedentener recuerdos confusos o equivocados, pueden contar cosas que te desvíen del hilo de la historiaque quieres armar, o que oculten voluntaria o involuntariamente la naturaleza misma de los hechos.

No, no deben ser ellos los protagonistas. Está bien que prescindas de ellos en el libro, no sonlos protagonistas y están vivos, a ti lo que te interesa son los fantasmas. Los fantasmas que debesesforzarte en imaginar son varios, fundamentalmente esos tres varones, Ángel Baltar Cortés,Ramón Baltar Domínguez y Antonio Baltar Domínguez. Y, sumergido en esas historias como ahoraestás, ya van teniendo más perfil y más vida imaginaria para ti esos que ya no viven que los vivosa los que interrogas.

La falta de esa fotografía te lleva a procurar entre el lote de libros y papeles en los querevuelves otra fotografía familiar que encontraste hace días, son esos tres hombres, un padre y doshermanos. Ángel, Ramón y Antonio. En el momento de la fotografía, 1919, el padre, Ángel, tienecincuenta y un años, Ramón tiene diecisiete y Antonio, trece. Ángel está sentado en una pose deautoconfianza, plenitud y autoridad patriarcal. De pie y detrás, los dos hijos varones. Ramón, congafas, traje y corbata, tiene una expresión de hombre ya hecho y mira a la cámara y Antón, a pesarde la chaqueta de traje con pantalón corto, aún tiene una mirada de chiquillo curioso dirigidahacia un lado y esperando poder salir del instante de la fotografía.

No sabemos hacia quién o dónde mira. Como si ya estuviese entonces ahí la promesa de unafuga hacia un lado de la historia y del orden familiar previsto. Un barco trasatlántico ya estáesperándolo.

Y te preguntas dónde están las hermanas, dónde están las mujeres en el momento de esa

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fotografía, nuevamente ausentes en el retrato de los tres varones. Dónde está doña Isabel, lamadre, dónde están María, Isabel, Ángela, Carmen y Elisa. Te reafirmas en que esta fotografía delos tres varones es el núcleo, la esencia, de la historia que tienes que contar. Sabes bien que losplanes de las familias patriarcales se definieron siempre por los destinos de los varones, aunquetambién sabes que la vida transcurre verdaderamente fuera de plano y esta imagen estática no teofrece un arranque para la historia.

¿Por dónde empiezas entonces esta historia de la que por ahora solo tienes imágenes,fotocopias y secuencias rotas?

Repasas las conversaciones del día anterior en el restaurante, muchas anécdotas y risas.Recuerdas algo en la carta, entre otros platos ofrecían sardinillas de Rianxo.

Aquello despertó inmediatamente en los hermanos la evocación del lugar, Rianxo, y asociadoel de otro lugar, Tanxil. Desde ese momento en el que aparecieron las sardinillas de Rianxo,Tanxil ya estuvo presente en el resto de la larga conversación a través de anécdotas, «¿Y sabescuando Tanxil nos fue requisado y estuvo ocupado para que veranearan Millán-Astray y la legión?Ya te lo contaremos. ¿Y lo de las hermanas de Castelao?». Y aparecieron emociones, el paraísoperdido, un lugar al que volver quizás, un lugar donde desaparecer al fin... Paladeas el nombre,«Tanxil». El lugar de la villa de Rianxo donde ese patriarca sentado de la fotografía levantó en loalto una mansión frente al mar de la ría de Arousa. Tanxil. «Tanxil» es aún el nombre de laembarcación de uno de ellos, para preservar y alargar el hechizo de un lugar y un tiempo a travésde las generaciones.

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Deberías comenzar esta historia, piensas, por ese nombre delicado de un lugar, de un sueño yde un paraíso perdido, quieres que hablen, déjalos hablar. Quieres que te cuenten, déjalos contar,ya que cuando se remontan a ese tiempo de infancia cuentan con alegría. Deberías empezar ellibro por la alegría, no siempre se puede. Agárrate a ella siempre que aparezca, temes que puedaaparecer la tristeza y se enseñoree de todo.

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Las circunstancias

Quien mejor conoce la intensidad y el brillo de un sueño es quien cree que ya lo perdió parasiempre. Antón está lejos. Antonio, el muchacho que parece estar y, al tiempo, no estar dentro deesa fotografía del padre y los dos hijos, ya en el exilio y con un océano por medio y treinta y unaños después de posar para aquella fotografía, enero de 1950, está sentado delante de la máquinade escribir en su despacho de consulta médica en las oficinas de la empresa minera en ChosMalal, Neuquén, al pie de los Andes argentinos.

En Chos Malal (5 000 habitantes mal contados) no existe periódico ni revista. No hay tintorería. No haycasas de belleza para señora.

Está claro que cuando escribe esto Antonio está pensando en su esposa, Mireya Dieste, que loacompañó hasta aquí, un lugar tan apartado de Buenos Aires, de los ambientes más o menossofisticados que dejaron en aquella ciudad y del ambiente de exiliados españoles establecidos concarreras profesionales.

Esta otra fuga de Antonio, siempre con su esposa del brazo, la amada joven del caráctercomplicado, una historia de amor en marcha, toda su vida fue moverse de un lado a otro en buscadel sitio para él que puede ser que no exista.

Escribe en 1949 a su hermano Ramón, que permanece en Santiago:

Cuando salimos de Buenos Aires hace ya algo más de un año lo hicimos más bien con el propósito dedescansar una temporada y sin saber que el alejamiento había de alargarse tanto. Confirmamos, despuésde estar aquí, que habíamos estado sometidos a una serie de pequeñas causas de irritación derivadas deltrabajo intenso, desordenado y falto de contenido íntimo a que obligan las características especiales deBuenos Aires, y dependientes también de muchas otras pequeñas obligaciones extra profesionales, detipo social, etc., que nos absorbían tiempo y energía. Confirmándolo por contraste con la vida de lentoritmo y de pureza climática de estos parajes, donde por otra parte se ofrecían también posibilidades detrabajo para mí, fuimos quedando insensiblemente atados por una fácil sensación de bienestar que aúnnos dura. [...] El clima, un poco frío en estos meses de invierno, es sanísimo, cosa que aparte decomprobarla en nosotros mismos, que nos sentimos espléndidamente ágiles y fuertes, lo estándemostrando los jinetes y amazonas que cabalgan erguidos y firmes con setenta u ochenta años sobre susrecuerdos.

Un fragmento que tiene precisión y claridad, incluso limpieza tipográfica, pues la hoja no tienetachadura alguna, y también ese último añadido literario, «cabalgan sobre sus recuerdos». Sepuede pensar si esa argumentación de que el clima es sanísimo no responde a un deseo deconvencerse a sí mismo o de convencer a los demás para explicar una decisión difícil de entender.

La colonia de exiliados y emigrados de Buenos Aires es un mundo denso de individualidadesmuy autoafirmativas y de conflictos cruzados, abrazos sentimentales, personas heridas que,además de padecer dificultades derivadas de haber dejado atrás vidas y tener que empezar otrasde nuevo, pretenden negar el avance definitivo de la desesperanza. «En 1936 comenzó en elmundo un período de violencias», escribe Ramón en una contestación a su hermano. En ese 1950ya hace cinco años que acabó la guerra en Europa y las potencias occidentales, Reino Unido yEstados Unidos, renuncian a derrocar el régimen de Franco, prefieren entenderse con él, aceptarloy sostenerlo. En ese tiempo sin horizonte, Antonio Baltar Domínguez, de cuarenta y tres años, y

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Mireya-Magdalena Dieste Fernández, de treinta y uno, y sin hijos, es cuando, debido a esos rocesy conflictos particulares tanto de Antonio como de Mireya, esas «pequeñas causas de irritación»que no concreta y que te impiden comprender y valorar el origen de su situación, buscan undescanso, «apenas comenzamos a respirar este aire y a ver estos cielos —de la gran ciudad—,Buenos Aires no parece pertenecer al país sino ser un tumor o una producción patológica con unpoder nefasto para sus habitantes». Sin duda, Antonio se marchó de allí enojado y ofendido,también lúcido.

En la misma carta informa de que Rafael Dieste, el escritor y amigo de infancia de loshermanos en las vacaciones de los Baltar en Rianxo, y su esposa, Carmen Muñoz Manzano, que semarcharon al exilio por la frontera catalana, pero Antonio omite decirlo en su carta, están enParís, donde piensan quedarse una temporada. Es evidente que tanto Antonio y su esposa como elmatrimonio Dieste Muñoz son exiliados, pero cuentan con posibilidades económicas,profesionales y con apoyos de amistades y familiares que otros de condición más humilde notienen.

Sin embargo, antes de marcharse de Buenos Aires a Chos Malal, un día, en el café Richmonden la calle Florida, Antonio explicó otra motivación, que «el médico debe servir donde haga falta.En Buenos Aires habrá un médico por cada trescientos habitantes, mientras que en muchos sitiosen la Argentina no llega a uno por cada mil kilómetros cuadrados. Siempre tuve el deseo deacabar siendo médico rural en mi tierra, y ahora se me presenta la ocasión de serlo dondeencontré pan y libertad». Lo cuenta Isaac Díaz Pardo, entonces un emigrante joven que serelacionaba con los exiliados; en Argentina comienza su aventura empresarial como fabricante deloza que continuará en Galicia con la fábrica Sargadelos.

Ya es de noche y Antonio ya pasó consulta a los mineros y a sus familias, indios araucanos ymestizos chilenos. De este episodio sacamos la impresión de que Antonio Baltar, ese hombre quepertenece a una familia rica allá en su país de origen, que consiguió escapar de una muerte seguraen una huida que ya había preparado, hombre culto y médico que consiguió revalidar en el exilioese título de médico y de doctor, admira el sacrificio o le tienta la emulación de la santidad.

Él cita un referente para él también en el exilio argentino, Leoncio Virgós, presidente de lossocialistas de Santiago que no tenía dinero para revalidar su título de médico y solo estáautorizado para ejercer en la Patagonia por debajo del paralelo 42, donde le es permitido aextranjeros. Virgós, que tuvo que huir y abandonar a su mujer e hijos en Santiago, ahora esconsiderado un santo por las gentes tan pobres y necesitadas que atiende allá en la lejana einmensa Pampa. Santo y pobre es como muere a los dos años de llegar exiliado a esa nueva tierray para Antonio debe de ser algo así como uno de sus referentes morales. «Este hombre sí que seportó como un santo entre las gentes modestas donde fue a caer y entre las que muriócompletamente solo y olvidado de todos los que un día lo rodearon. Cuando estuve en Santiago enel año 1956, nadie sabía que había existido el profesor Virgós.» La memoria había sido borradade forma violenta y terminante, el cuerpo social era un sonámbulo mutilado.

Y cuando recibe la visita de uno de sus amigos del exilio, el pintor Luis Seoane, y su esposa,Maruxa, este se queda prendado de los paisajes, dibuja bocetos y hará varias series de pinturasdel lugar y, también admirado de lo que está viviendo Antón, le escribe a otro amigo pintor,Carlos Maside, superviviente allá en la Compostela recordada: «Antonio Baltar es en eseambiente un héroe como no se puede tener noticia en Europa». Héroe o santo laico, ¿qué querríaser Antón?

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Y ahora es aquí cuando se te aparece Leoncio Virgós en kayak

Cuando ya habías tenido noticia de Leoncio Virgós relacionado con Antonio Baltar en el exilio,saludaste un día en una playa de Muros a un médico del mismo apellido, le preguntaste por elparentesco y te lo confirmó, era su abuelo.

Ya sabías que cuando escribes un libro aparecen un día u otro, aquí o allí, hilos que serelacionan con la historia que estás escribiendo, eso que llamamos «las casualidades» y que noson tales sino aspectos de la trama de la vida que van emergiendo conforme la investigas yreconstruyes la historia. Porque las historias ya están ahí, preexisten y uno solo va tejiendo cabosentre personajes, vidas imaginadas. Reconstruyendo. La literatura no inventa, solo accede a esemundo de figuras. En este caso, vidas que no son imaginadas sino que fueron vividas y queintentas convocar y atender a sus ecos.

También él andaba buscando fantasmas, aunque lo que para ti al cabo eran personajes de unahistoria para él eran su familia. Tú podías narrar anécdotas de un modo ligero y alegre, cosas quepara él en cambio eran algo que le afectaba de algún modo. Así que le contaste lo poco quesabías, que Antonio Baltar sentía gran admiración por su abuelo, y él te contó lo que sabía, que suabuelo era el presidente del Partido Socialista en Santiago, médico y farmacéutico, que erahombre de paz y bondadoso y que los militares lo acusaron de preparar bombas basándose en queantes del golpe del 18 de julio había publicado un informe sobre los efectos de la intoxicación porgases de guerra. Y nos despedimos ese día sin más.

El día siguiente, a la misma playa arriba un kayak de plástico de color naranja, bajan y seacercan el mismo médico y un hombre mayor que él. Nos acercamos a saludar y dice sonriente ytriunfante: «Te presento a Leoncio Virgós». Es un primo suyo que lleva el nombre del abuelo. Ycomo suele ocurrir cuando uno anda a la busca de fantasmas, estos envían algún saludo, algúnaviso, algún guiño, bromas, y aquí estamos en la playa riendo. Este Leoncio te cuenta sus historiasy de pasada se refiere a la operación que le hizo Ramón Baltar a su madre y la que le hizo a supadre, de modo que todo viene a parar de algún modo a la historia familiar en la que estoy. Tengola impresión de que voy a ir conociendo muchos «operados» de Ramón o, ya que han pasado losaños, a descendientes de estos.

Nos despedimos y se montan apurados en el kayak de vuelta para su playa, porque tienen quepreparar una paella, por lo visto.

Así es como se presentan a veces los saludos desde el más allá, en kayak de plástico naranjaantes de cocinar una paella. No andas entonces tú tan lejos de los personajes de la historia quequieres contar, al cabo median un par de generaciones, pero durante un tiempo fuistecontemporáneo de los hijos de don Ángel. Y ese tiempo perdido vuelve a llegar ahora a ti porefecto de este trabajo que estás haciendo.

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Los pasos de esa danza

Y aquí está Antonio, ya es de noche en la clínica, en esta tierra tan lejana y distinta de la suyacomo un planeta de otro, miles de kilómetros, el agua de un océano con sus corrientes de unaorilla a aquella otra donde se crían las sardinas en la ría de Rianxo, en la tierra de otro continente,al pie de los Andes y, con todo, hasta aquí llegan las chispas de la vida lejana y de la tierraperdida.

Antón escribe, lo hace en un gallego popular y elegante aprendido en los veranos en Rianxo.Bajo el seudónimo de «Luis Estévez» hace de una experiencia vivida un hermoso cuento, «Festa eTrasmutazón nos Andes», para un libro en proyecto: Ilusión de liberdade.

Era aquel un campamento minero perdido en la precordillera andina y [...] en un galpón con piso detierra, paredes de adobe sin enlucir, tejado de chapas y alumbrado por lamparitas eléctricas colgadas delas vigas [...] se juntan para una fiesta los trabajadores de las minas, las mujeres y las autoridadeslocales y de la mina, los hombres bebiendo, las mujeres sentadas en un banco.

Cuando sí se transformó el aire fue al escucharse el inconfundible comienzo de una cueca. Entoncesno quedó hombre sin despegar de la fuente del vino ni mujer sin levantarse paño en mano. [...] Entreellos nos llamó la atención un hombre más bien bajo, ya entrado quizás en el medio siglo, ágil y diligente,que además hablaba y se burlaba con todos haciendo gala de popularidad. [...] El bailarín era delgado,alargado y blanco de cara, de ojos azules y pícaros, cruzado el cuero del pescuezo y de alrededor de losojos y de la boca de hondos surcos como se les hacen a los marineros que anduvieron curtiéndose al solde todos los mares y al viento de todos los tiempos. [...] Aquel hombre era respetado y le llamaban donDios.

Había sido Mireya quien le había hecho reparar a Antón en el bailador: «pero mira, Antonio,ese no está bailando la cueca, está bailando una muiñeira con la música de la cueca».

La música era siempre la de la cueca. Pero al quedar solo nuestro bailarín levantó más los brazos y elcuerpo, se le cambió la cara con otro reconcentrado espíritu, y de los pies fueron surgiendo los trenzadosprimero y todo el ritmo después de una muiñeira a la que el cuerpo se entregó amorosa ydescaradamente. [...] Luego supimos más. Supimos que el bailarín era reiterado ganador en losconcursos de cueca que a veces se hacían. [...] Y supimos que había nacido en Rianxo y que se habíahecho marinero en la ría de Arousa. [...] Supimos aún cómo se llamaba, de quién era hijo y tío y primo,aunque eso no lo vamos a contar hoy. Si allí, entre las piedras que se revuelven buscando carbón ocualquier otro tesoro mineral, se encuentra a veces una almeja o un mejillón petrificados, llevados a dosmil metros sobre el nivel del mar por quién sabe qué horrorosas fuerzas geológicas, ¿por qué no habríade poder llegar también un marinero de Rianxo traído por algún arremolinado vendaval? ¿Por qué esemarinero tendería a olvidar la muiñeira de su juventud de hombre y de su secularidad de espíritu? ¿Y porqué él no podría conseguir premios en los concursos de cueca bajo la inspiración vital y poderosa de esamuiñeira latente?

Si un día se recuperasen otros textos perdidos suyos seguramente tendríamos un libro derelatos espléndido, pero el camino de Antonio fue un ir yendo brillantemente hacia un inevitable yelegante fracaso. No tenemos, y seguramente no tendremos, ese libro, Ilusión de liberdade. Comono sabemos qué fue de don Dios, un apellido relativamente común en Galicia para niñoshospicianos, ni si de un modo u otro quiso y pudo volver al mundo que había dejado. Sí sabemosque Antonio nunca encontró un lugar que fuera el suyo, fuera de la compañía de su Mireya, de

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quien se enamoró siendo ella niña tocando un piano. Puede que ese lugar no existiese. O queexistiese y él estuviese condenado a huir de él.

Le escribe un amigo desde este lado del Atlántico, desde aquel su Santiago tras visitar a lamadre de Antón y contarle ella sus pasos en Argentina: «Veo que tu afán andariego no solo noacabó, sino que va cada vez en aumento». Antonio siempre escogiendo un ángulo de fuga y sinembargo parte necesaria de la fotografía familiar.

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Ramón atiende

La luz de esa bombilla es pobre, los ojos miopes del médico de la mina están cansados. Ahoracontempla la hoja en blanco sumido en recuerdos, su imaginación cruza nuevamente el océanohacia los lugares perdidos. Quiere escribir algo personal sobre ese hombre que acaba de morirhace unos días y al que él cuidó como médico mientras tuvo consulta en Buenos Aires, antes devenirse a Chos Malal.

Recuerda los lugares perdidos porque tiene que escribir sobre un hombre al que hace ya dosaños que no ve, un hombre que también tuvo que exiliarse para escapar de una muerte seguraasesinado allá en su tierra y al que al fin lo alcanzó la enfermedad acá en el exilio. Castelao hamuerto, según dice ese telegrama abierto sobre la mesa que su amigo Luis Seoane le envió desdela capital. Antonio quiere escribir un recuerdo, una lembranza de Castelao para la revista Galiciaemigrante.

Daniel Alfonso Rodríguez Castelao, rianxeiro y exiliado, es escritor, dibujante, político,presidente del Consello da Galiza, la institución de gobierno republicana en el exilio para loslectores de esa revista de emigrantes y exiliados. Pero para Antonio también es Daniel, el hijo dedon Mariano, un amigo de la familia y una presencia amable que le enseñó a nadar en la playa deTanxil.

Tenía yo ocho años y pasaba el verano en la playa de Tanxil, cerca de Rianxo. [...] Un día llegó Castelao,que había ido a juntarse en pasajera visita con sus padres. «¿Sabes nadar?», me preguntó. «No», le dije.«¿Por qué no aprendes?», me volvió a preguntar, al tiempo que soltaba blandamente su mano de la mía,mirándome con su modo alegre, burlón y bondadoso.

Luego de ese recuerdo en que la mano de Daniel se suelta y el niño se entrega a dar brazadasen el mar, su mano escribe: «ahora que Castelao no volverá a la playa de Tanxil, ¿volveremosnosotros?».

Su escrito es una oración por Daniel y también por él mismo. Parece que ese «afán andariego»del que le habla un amigo también se va cansando y la añoranza lo llama.

Daniel Castelao, escribió en aquellos días Ramón Cabanillas, que también conocía Tanxil yera natural de Cambados, en la otra orilla de la ría, «morreu do mal dos bos e xenerosos / morreude amor á Terra!» el 6 de enero sin poder volver a Rianxo, el lugar que recordaba másagudamente conforme avanzaba su dolencia. «Irmán Daniel! / Na praia de Rianxo / caían comobágoas as estrelas, [...].»

La muerte de Castelao en Buenos Aires fue un drama para su viuda, Virginia, apartada en elexilio de su familia, que vio cómo su marido ya no salía de la operación en un mismo 4 de eneroen el que había muerto su único hijo años antes en Pontevedra.

Drama privado, planto público. El entierro fue una concentración de masas y la escenificaciónde una tragedia de una comunidad humana, emigrados y exiliados, que se quedaba huérfana y quecolapsó el centro de la capital tras conocerse la noticia a través de radios y periódicos. Losgallegos habían perdido a su presidente. Tierra traída de la tierra esparcida sobre su cuerpo,vaciado en yeso de su mano y rostro, enfermeras del Centro Gallego formadas de uniforme,banderas gallegas de luto, flores desde los balcones sobre la comitiva fúnebre engalanada, doce

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coches de caballos con coronas de flores, solemne banda de música y gaitas... Comitiva que cortael tráfico de la ciudad hasta el cementerio de la Chacarita, tan lejos de Rianxo.

A Rianxo, donde su madre y sus dos hermanas estuvieron padeciendo el acoso de losfalangistas y de las nuevas autoridades militares, llegó un telegrama desde Argentina alayuntamiento comunicando el pasamiento de Daniel.

La madre y las dos hermanas, únicamente bajo la protección que le pueden dar algunosmiembros de la familia Baltar, señaladamente Ramón, y el cura párroco don José Benito Fariña.Don José Benito, un cura muy particular, con automóvil, un Ford A que luego sería sustituido porel Delage que le pasó Ramón Baltar, y chófer, no solo protege a las Castelao, también escondegente perseguida, oculta esos días en una mina escondida en la finca de los Baltar; no vamos apoder saber qué conocimiento tenían de eso los propietarios. Don José Benito, que va a visitar alos presos políticos en el pequeño campo de concentración en la antigua fábrica de conservas,entra en la cárcel su figura ancha y gruesa, envuelta en sayos, y sale flaco luego de repartir entrelos presos los panes que lleva escondidos.

Y por cierto que el campo de concentración de Rianxo, en lo que había sido fábrica deconservas y también dependencias de La Molinera, la fábrica de luz de don Ángel Baltar, poseíauna cierta especialización. En los años sesenta, vuelto del exilio, un antiguo preso vasco queregresaba a la ría a veranear llevaba una tarta a Tanxil por la fiesta de San Ramón. En aquelcampo, los presos políticos eran galleguistas, vasquistas o catalanistas; los vascos y catalaneseran particularmente devotos y ayudaban a don José Benito en la misa. Un preso catalán lecompuso un himno a la patrona de la villa, Santa Columba.

Unos años más tarde, Ramón Baltar escribirá sobre don José Benito al escritor también deRianxo Rafael Dieste, aún en el exilio,

su actitud general en los tiempos difíciles que tuvimos que soportar fue verdaderamente admirable. Creoque no se podría encontrar otra persona de su clase que haya sabido adoptar una posición más digna ymás generosa ante los desbordamientos pasionales de los últimos años.

El entendimiento y la colaboración entre don José Benito y Ramón ayudó a sobrevivir apersonas y familias en un tiempo que la misma carta califica como dominado por la «sensaciónsórdida y mezquina que aún persiste en el ambiente como consecuencia de las circunstancias»,motivo por el que aconseja a Rafael no intentar volver aún.

Cuando leíste esa carta reparaste en esas palabras cuidadosamente escogidas,«desbordamientos pasionales». La carta llega a América en mano y escondida a través depersonas conocidas que están de viaje de paso, a pesar de eso pueden caer en las manos de lacensura. Es la preocupación por la censura lo que explica que califique así el terror vivido, lasmuertes, lo terrible..., ¿o debes ver ahí un retrato mental y psicológico de Ramón, alguien muyracional que observa desde fuera y califica con mesura lo inconmensurable? Parece un hombreecuánime y sereno. ¿Lo era?

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Carácter enérgico

Acabas concluyendo que en la referencia que hace Ramón en esa carta de don José Benito y sobreese tiempo que les tocó vivir está el modo en que se sitúa él desde el punto de vista social. Hayuna cierta ética y una cierta estética, censura las violencias y crueldades tras el triunfo del golpemilitar y la guerra, pero observándolo todo desde una cierta distancia y altura. Una posición queintenta justeza y serenidad.

Pero a esta altura tú ya sabes que tuvo algún tipo de problema político, vagamente, que fuedetenido y que padeció alguna represalia. De los hijos recibes la idea imprecisa de que sí, quehubo alguna detención, pero eso te llegó envuelto en un tono distendido, nada dramático. «Mipadre ayudaba a mucha gente. Daba dinero a unos y a otros, a muchas causas y gente que se lopedía», dice un hijo, y lo hace en un tono amable que en ese momento de tu investigación tereafirma en que no hay dramatismo en la historia de Ramón y que si quieres encontrar alturadramática o emocional tendrás que buscarla en la de su hermano Antonio, el exiliado.

«Carácter enérgico», así lo considera la policía política del Régimen.

Dr. Baltar Domínguez (Ramón). Santiago de Compostela. Liga intelectuales. Libre pensador. Simpatizanteizquierdas democráticas. Tendencias comunistas. S L Masónicas: actividades influyentes. Carácterenérgico, sin violencias políticas.

Entonces no conocías esa nota, si hubieras podido leer entonces ese redactado de su fichapolicial escrito por su propia mano, esa letra angulosa de la pluma Parker, tendrías una miradadistinta ya desde el principio sobre el personaje de Ramón. Pero aún no la conocías y solo podíasconservar la imagen inicial que te habías hecho de un hombre con conciencia pero sin un perfilideológico y político definido y sin un compromiso claro.

Más tarde, cuando te llegó ese documento, pensaste: «y si el informe de la ficha policial estáescrito por su mano, ¿quién se lo dejó ver o quién se lo dictó?». Alguien tuvo que ser, algúncontacto dentro que lo informó posteriormente. Esa es su situación, concluiste, fichado y vigiladoy, al tiempo, también con contactos que lo informaban desde dentro o lo protegían.

Pero eso entonces tampoco lo sabías. No sabías exactamente qué implicaciones tenía eseRamón ni se te concretaban; de las conversaciones con los hijos o con otras personas solo sacabascomentarios semejantes: «él trabajaba día y noche, operaba por la mañana y por la tarde, cuandono consultaba. Lo que tenía es que daba dinero para una cosa y para la otra, a gente que se lopedía». Siempre la imagen de un hombre entregado a la profesión, esa imagen se te repite porpersonas distintas de modo que aceptas que no solo fue un cirujano eminente, sino tambiéndedicado exclusivamente a la profesión. Pero tú no pretendes escribir una biografía médica, nisiquiera una biografía.

¿Y no hay algo específico en esa profesión tan minoritaria, cirujano, que va justo hasta ellímite de la vida y la muerte y resuelve?

¿Y cómo fue el ejercicio de la profesión en aquel tiempo tan particular de violencia en el quese buscaba la muerte de tanta gente? En el que los asesinos disputaban los cuerpos a los cirujanos.¿Algo que debas tener en cuenta para comprender al personaje? Es una pregunta que te haces enalgún momento y que dejas a un lado sin contestar.

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En ese momento te quedas con la imagen de ese profesional brillante, exigente y ciudadanocon conciencia, y nada más. El pasado fue enterrado y bien enterrado, también, o sobre todo, paralos hijos; el destino de los hijos en ese tiempo fue heredar la beatitud de la ignorancia, eso losabes bien también tú.

Lo que sí sabías es que había organizado el funeral por Castelao.

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Castelao para Ramón

Muy lejos de ese entierro de Castelao con honores casi de jefe de Estado en el cementerio de laChacarita, en Buenos Aires, en la villa marinera vigilada y ahogada va a haber un funeral por sualma. Aquí es Daniel, el vecino, el hijo de don Mariano, que había sido alcalde.

Es Ramón Baltar quien encarga la esquela, «Alfonso R. Castelao. Caricaturista», publicada enLa Voz de Galicia el día 17 de enero de 1950. Es Ramón quien organiza un funeral en Rianxo y vaa ser don José Benito quien oficie la ceremonia el día 20.

Este funeral rianxeiro no es solamente una despedida, también es una bienvenida a casa y a latierra al fantasma del hombre que no pudo volver y cuyos restos fueron enterrados en un lugarlejano. Este funeral es convocar la presencia de un vecino de esta villa marinera y de unciudadano de un país que permanece prohibido.

Unos días antes, el 8 de enero, la Dirección General de Prensa del Gobierno de Franco envióla siguiente nota a la dirección de los periódicos españoles:

Habiendo fallecido en Buenos Aires el político republicano y separatista gallego Alfonso RodríguezCastelao se advierte lo siguiente:

La noticia de su muerte se dará en páginas interiores y a una columna.Caso de insertar fotografía, esta no deberá ser de ningún acto político.Se elogiarán únicamente del fallecido sus características de humorista, literato y caricaturista.Se podrá destacar su personalidad política, siempre y cuando se mencione que aquella fue errada y

que se espera de la misericordia de Dios el perdón de sus pecados.De su actividad literaria y artística, no se hará mención alguna del libro Sempre en Galiza ni de los

álbumes de dibujos de la Guerra Civil.Cualquier omisión de estas instrucciones dará lugar al correspondiente expediente.

Esta nota explica cómo en la esquela encargada por Ramón y publicada figura únicamentecomo «caricaturista». Cuando fue a encargar la esquela le habrían informado de la obligación deese calificativo con el que el Régimen quería reducir su figura a la de «humorista». De vivir,Castelao habría sonreído, con amargura.

Ramón nunca habría reducido a Castelao a una de sus varias facetas, pues tenía unconocimiento tanto íntimo como en perspectiva, en 1979 publica un librito, Castelao ante lamedicina, la enfermedad y la muerte, y antes un artículo, «Castelao médico», en los que retrata aun artista obligado por las circunstancias históricas a ser político movido por una identificacióníntima con su país.

Ramón considera que

es indudable que la trayectoria vital de cada persona está poderosamente condicionada pordeterminadas características individuales innatas y por las circunstancias en que transcurren susprimeros años de vida. En Castelao se muestran particularmente decisivas tales influencias. [...] Castelaonace con alma de artista [...] No es fácil determinar hasta qué punto influyó en que Castelao estuviese tanexcepcionalmente dotado para el cultivo del arte, el hecho de haber nacido en Rianxo [...] Es una zonaque se puede calificar de privilegiada, tanto por su belleza, su fertilidad y clima suave, como porque entresus hijos se da un elevado promedio de cultivadores de las diversas modalidades artísticas, que parececomo si viniesen al mundo con unas peculiares cualidades de sensibilidad y de capacidad de expresiónque los hacen especialmente aptos para convertirse en literatos, poetas, escultores o pintores.

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Ese hombre de setenta y siete años en ese momento, que atravesó distintas épocas y ejerció lacirugía toda su vida, demuestra, con eso que escribe, creer en el poder de la genética primero y acontinuación, constatando un hecho, en la fertilidad artística de ese pueblo, cediendo a la tentaciónde atribuir cualidades mágicas a un lugar tan querido también por él. Indudablemente ese RamónBaltar no es el mismo positivista que escribe sobre estudios de cirugía o sobre la historia de lamedicina y de los hospitales.

¿Y cómo se ve él a sí mismo si se compara con ese artista amigo? Si uno nace artista, como elcaso supuesto de Castelao, cómo nació Ramón, se habrá preguntado entonces él en algúnmomento.

Cuando explica por qué Castelao renunció a ejercer la medicina, por falta de vocación, cuentatambién cómo esos años que ejerció de practicante en el Hospital Real, dirigido entonces por donÁngel, el padre de Ramón, modificaron su punto de vista sobre la sociedad y sobre la vida:

La etapa hospitalaria [...] tuvo una gran importancia para el desarrollo de su personalidad y de supensamiento. Unos cuantos años de contacto íntimo y directo con el dolor, la angustia y las penalidadesde tantos pobres enfermos le hicieron descubrir el aspecto más sombrío de la existencia de las genteshumildes de la región, dando lugar a que desde entonces se sintiese impulsado a dedicar todos sus afanesa procurar que mejorase su lamentable situación económica y social.

Según Ramón, esa experiencia no solo hizo que cambiase su producción artística, sino tambiénque naciese el activista social y el político galleguista.

Leyendo esto te preguntas: «¿y cómo influyó entonces ese contacto con el dolor y el dramasocial del país en Ángel y en su hijo Ramón, ambos ejercientes de la medicina en ese mismoHospital Real?». Ramón interpreta las experiencias de Castelao, pero no dejó escrito cómo fueronlas suyas. ¿Fueron también tan intensas? Parece que las conoce.

Dos hijos diferentes te contaron en distintas ocasiones cómo en sus últimos días emergía delos delirios alterado por la preocupación: «¡hay que ir al hospital! ¡Tengo que ir al hospital!».Había que tranquilizarlo informándolo de que alguno de sus hijos médicos ya estaba allíatendiendo.

¿Fue esa la clave de toda su vida? ¿Atender a los enfermos del hospital de pobres? Aún no losabes.

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Kyrie eleison

Ese funeral organizado por Ramón en la villa de Castelao es un acto dentro de la legalidad yademás está bendecido por don José Benito, que al cabo no deja de ser un sacerdote de la Iglesiacatólica, el poder aliado de los militares, y sin embargo no hay duda de que es un acto insumisotambién. Y por eso Ramón para organizarlo procura el amparo formal de una entidad que acaba denacer, consentida por esas autoridades, el Patronato Rosalía de Castro.

Tres años antes de este funeral, Ramón, junto al comerciante santiagués Xosé Mosquera, unviejo galleguista que se había hecho popular unos años antes en la República gracias a susintervenciones a favor del estatuto de autonomía en la emisora local, Radio Galicia EAJ4,iniciaron gestiones para la compra de la última casa en la que había vivido Rosalía de Castro enPadrón, de donde provenía la familia Baltar. Pero sabes que después de hacer esas gestionesRamón fue detenido y aunque luego fue absuelto, es conveniente que permanezca formalmente almargen de la directiva fundacional. Pero es él quien ahora aquí está presidiendo el funeral ennombre del patronato. Que además del cura párroco y el vecindario de la villa participe unaentidad cultural le confiere a ese acto litúrgico un carácter inusual.

En ese momento en el que encuentras la información sobre el funeral aún no tienes datosconcretos sobre la detención de Ramón, por sedición, ni de sus actividades y consideras sobretodo su lealtad a Castelao, ese amigo de la familia y vecino de Rianxo, donde su familia tiene unaresidencia. También ves su capacidad para moverse dentro de lo que es tolerado aunque él estéestigmatizado en esos momentos. Aprecias en él que se mueve por lealtad, sí, pero también tienecálculo y astucia. Sigue siendo un personaje esquivo.

En las fotografías aparecen otros miembros del patronato, son supervivientes del desastre,como el canónigo don Jesús Carro. Carro había sido miembro del Seminario de Estudos Galegosdurante la República y fue quien, tras el asalto y quema pública de documentos e investigacionespor parte de los falangistas en 1936, más tarde consiguió autorización para la creación delInstituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento con el que paliar la pérdida anterior. Aparecetambién el pintor Carlos Maside, la figura que concitó un nuevo encuentro entre tú y esa familiapor lo que andas ahora revolviendo en estas cosas pasadas, tan recio en sus ideas republicanascomo leal a sus amigos. Maside acompaña a Ramón en la presidencia del funeral junto a lashermanas Castelao. Con ellos vinieron de Santiago compañeros galleguistas de la directiva delpatronato. Otros que vinieron desde Vigo tuvieron un pinchazo en una rueda del automóvil yacabaron llegando a bordo de un camión que los recogió.

Estas fotografías que tienes sobre la mesa te llegaron a través del tiempo y del océano desdeUruguay, tantos años después. Puro azar contar con ellas en lugar de simplemente desconocer suexistencia. Esas imágenes de gente encogida por el frío de enero posando ante la iglesia son laprueba de que la destrucción no fue completa, sobreviven rescoldos de dignidad y, a veces, hay uncatalizador, como el funeral por un vecino que fue bueno, generoso e hijo de ese lugar y esa gente.Daniel es uno de ellos, de los rianxeiros y de los republicanos y galleguistas.

Entre los asistentes también está en las escaleras de la iglesia de Santa Columba de Rianxo,después del funeral, Raimundo García Domínguez, Borobó. Borobó es un socialista que despuésde pasar por campos de concentración tras la guerra hace ya cuatro años que volvió a Galicia y en

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ese momento dirige un suplemento literario en el periódico vespertino compostelano, La Noche.Borobó aún no lo sabe, pero ese suplemento literario desaparecerá del periódico, será prohibido,en los días siguientes al de esa fotografía, debido precisamente a que él va a dedicar un número arecordar a Castelao y uno de los artículos, el de Valentín Paz Andrade, no obedece debidamente aaquellas indicaciones de la censura de la Dirección General de Prensa. Desaparecerá así la únicapublicación periódica que acogía textos literarios en lengua gallega.

Borobó tiene trato con la familia Baltar, realmente el mundo de esta familia es un tejidoendogámico de redes de parientes y allegados, un apellido que teje hilos muy diversos ydispersos, pero los teje. Su padre era médico en Pontecesures, localidad vecina de Padrón dedonde provienen los Baltar, y su apellido, Domínguez, es el mismo de la madre de Ramón,también de Pontecesures. Todo queda en la familia, todo queda en la casa. Vas constatando queestos Baltar son familia, con clan, y son lugar, lugares.

Un par de escalones delante de Borobó en la escalinata de la iglesia está Ramón, don Ramón.No mira al frente como la mayoría, sino que tiene la mirada baja y medio oculto el rostro tras lamano que lleva el cigarrillo a la boca como para pasar desapercibido; él, que fue quien organizóel acto. Siempre que vea una fotografía suya lo veré tras uno de sus cigarrillos Chesterfieldhumeante. Algún día será uno de esos miles de cigarrillos ya olvidados el que le reventará elpecho. Debajo del gabán asoma la corbata de su traje irrenunciable. El peso de esa jornada es unriesgo medido, un equilibrio sobre la cuerda de ese hombre que pretende discreción y queinevitablemente centra la fotografía.

Las escaleras están llenas de gente, mayoritariamente hombres, probablemente las mujeres sehan dispersado al acabar la misa y están fuera de plano. Se ve que una parte viene de fuera de lavilla en el contraste entre los sombreros de los que figuran en el centro y las gorras de los que,más atrás, ocupan los escalones superiores y el atrio de la iglesia. Todos están inmóviles y tiesosposando para la foto, contrasta el movimiento inmovilizado de la mano del cigarrillo de Ramón.

Lo acompañan sus hijos mayores, aunque no están en la fotografía, eso va a ser una constanteen ocasiones semejantes en las que asiste a un acto cívico público. Era parte de la cultura de laépoca el iniciar a los hijos varones en la vida social desde muy jóvenes, pero intuyes que hay otraintención de Ramón al requerir la presencia de sus hijos en actos como ese, de carácterfundamentalmente comunitario y cívico, y que en aquel momento en que estaba prohibido todo actode disidencia tenía también un inevitable carácter político. Crees que de un modo conscienteentendía que practicar esa disidencia tenía un valor educativo.

No hay figura con menos pose heroica que la de un padre de familia y, sin embargo, lasautoridades consideran a este hombre formal un ciudadano peligroso que no reconoce el nuevoEstado. «Estos días me mandan para el hotel», así resume él en carta a un amigo la orden demarcharse de Santiago en esos primeros años y encerrarse cada vez que Franco visita la ciudadpara entrar bajo palio a la catedral. En el momento en que te enteras de esto a través de un amigoque conocía a la familia, piensas que era una exageración por parte de la policía política y aúntardas en saber hasta qué punto tenía razón. Pero entonces aún no lo sabes y te escandaliza lo delpalio, destinado a cubrir la presencia de Dios, que la Iglesia le ofrece al nuevo jefe del Estadoque ya ostenta en la moneda «Caudillo de España por la Gracia de Dios». Dios es franquista yFranco tiene carácter divino, además del poder militar y judicial omnímodo sobre las vidas yhaciendas en el territorio que gobierna, de las almas ya se encargan los obispos.

Lo sorprendente para ti es que Franco acabará entrevistándose con ese ciudadano peligroso endos ocasiones, pero eso acontecerá más adelante y tú tampoco sabes eso mientras contemplas lasfotografías del funeral, ni podrías comprenderlo. En ese momento, este Ramón está organizando y

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presidiendo un funeral por un «enemigo de la patria», ese rianxeiro incómodo que murió en elexilio americano.

Los policías, llegados de fuera, vigilan el acto y toman nota de algunos asistentes, tambiénllegados de fuera de la villa marinera. Los policías no salen en la fotografía, están fuera de plano,donde ocurren muchas cosas que nos afectan y tú por ahora no alcanzas a tener constancia.

Un fotógrafo coruñés, Blanco, fue quien hizo las fotografías. ¿Quién se las encargó? ¿FueRamón Baltar o fue la redacción de La Voz que le interesó tener la información aunque no lapudiese publicar? ¿Llegaron esas imágenes a manos de la policía también? Probablemente lapolicía hizo sus propias fotografías. O no. Hay cosas que no sabemos.

El día 1 de febrero de ese 1950 se va a reunir la corporación municipal presidida por elmédico y alcalde quien dará cuenta de que se recibió un telegrama desde Buenos Airesinformando que murió el ilustre e incómodo vecino y de que él mismo se lo fue a comunicar a sushermanas, Josefina y Teresa Castelao. No convocó pleno municipal, pero la Comisión Permanentehizo constar en acta por unanimidad: «el más profundo sentimiento por la muerte de don AlfonsoDaniel Rodríguez Castelao (q. e. p. d.) como modesto homenaje a la grande persona, que con elcultivo del Arte y la literatura gallega a la que consagró su vida fue y es honra de Galicia y de estepueblo que lo ha visto nacer».

Sin embargo, esta tarde de invierno, catorce días antes de que la corporación municipalhiciese constar ese su padecer, el vecindario y amigos del finado están ya de vuelta del funeral yse van repartiendo cada uno para su lugar, encogidos de frío. Ramón y familia y algunos otrosamigos habrán acompañado a la madre y las hermanas de Castelao hasta su casa. Los acompañaseguramente Carnero Valenzuela, que tiene la farmacia a medio camino.

Carnero no va nunca a misa, pero cuando la familia Baltar está en Tanxil de veraneo y bajan amisa los domingos aguarda por Ramón a la salida al pie de las escaleras para echar unasparrafadas con él. Cosas que se dicen por lo bajo, tantos sobreentendidos. Carnero sabe bien de lodelicado que acaban de hacer, él aprendió drásticamente las nuevas reglas del terror cuandoestuvo preso en A Falcona, la cárcel de Santiago, cuando se libró gracias a las gestiones de lafamilia de la terrible muerte por asesinato irregular o fusilamiento formal que tuvieron los demáscompañeros de celda.

Carnero es un santiagués que no tenía relación previa alguna con Rianxo y vive en una casa dela familia Castelao. Sabiendo que Ramón es quien protege a las hermanas Castelao, sospechas quefue él quien le buscó acomodo en Rianxo, apartado de la ciudad donde había quien lo seguíaodiando. Como en otras ocasiones, es una sospecha, no encontrarás rastros. Ramón se mueve en lapenumbra.

Caminan con calma, dejan al farmacéutico en lo suyo y siguen unos cincuenta metros con lasCastelao y junto con ellas visitan la casa de las Dieste, doña Olegaria, muy mayor, y Olegarita, laencamada, pues Ramón protege y atiende esas dos casas, la de las Castelao y la de las Dieste, enlas que viven mujeres dependientes e indefensas. Mujeres con su destino atado al de los hombresde la familia huidos. Rafael Dieste aún está en el exilio y no puede ni quiere volver, tardará aúnotros diez años.

Vas observando ya ese rasgo de hombre protector de personas a su cargo, alguien con esedeber cívico o moral. No sabes. ¿Y será ese uno de los «deberes de Baltares»? Para Ramónparece serlo.

Como va a ser un deber lo que tenga que hacer a continuación de ese funeral por Castelao,pues sus bienes van a ser subastados en el juzgado de Padrón. Y hay que reaccionar, evitar quecaigan en mano extrañas y enemigas del finado, pero Ramón es un hombre marcado políticamente

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en ese momento, lo detuvieron hace tres años y tampoco le gusta aparecer en primer planotodavía.

Gerardo Roa, íntimo amigo de Castelao y emparentado con la familia Baltar, había estadopreso por masón y había sido indultado cuando su hijo pereció en hazaña de guerra en elacorazado Baleares, lo que le mereció la condecoración Laureada. Ramón puso el dinero yGerardo se presentó en el juzgado con una camisa azul de Falange y la Laureada en el pecho.Unos que habían llegado desde A Coruña para pujar por el lote de bienes de Castelao, viendoaquel hombre que mostraba tal condecoración, desistieron. Gerardo compró el lote y acontinuación él y Ramón fueron al Registro de Pontevedra y pusieron los bienes a nombre de lamadre de Castelao y de sus hermanas.

Por lo de ahora no ves que estas actuaciones de Ramón respondan a grandes principios oideas políticas, es y no es, más bien parecen algo más humilde, obligaciones de familia y amistad.Deberes entre familias.

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Las Castelao

Rianxo fue un pueblo muy castigado y vigilado precisamente por ser la cuna de figuras destacadasde la política y de la cultura.

«Por esa época venían por la rúa de Abaixo un grupo de gentes armadas armando muchobarullo. Juana, la criada, quiso mirar por la ventana y le dije: “Juana, esconde bien el cuerpo.Mira que tiran a dar...” Eran fuerzas armadas y venían al mando de un teniente. Juana cerró lapuerta. Vinieron ellos y, llegando aquí, pararon en seco. Los que los venían dirigiendo eran loshijos de don Germán. Se detuvieron en la puerta. Se metieron dentro. Y, unos por aquí y otros porallá, se fueron repartiendo por toda la casa», contó muchos años después Teresa, una hermana deDaniel Castelao.

Llegaban de Vilagarcía, al otro lado de la ría, en barco, treinta o cuarenta hombres. «¡Lo quetal viene ahí, cerrad las puertas!», corría una voz asustada por las calles, y todo Rianxo seencerraba en casa. Militares y civiles armados, oficiales y falangistas mezclados, a amedrentar yregistrar las casas. La casa de las Castelao, Joaquina, viuda, y sus dos hijas, Josefina y Teresa.

En uno de esos asaltos, registrando la casa les encontraron una radio y se la lanzaron por laventana para destrozarla. Los aparatos de radio, ese punto de fuga, descubrirás que son unaconstante en esas historias de aquel tiempo de cárcel.

En un nuevo registro hallaron una segunda radio, que les había facilitado Ramón, escondida enun armario, un soldado de los que registraban la casa la encontró, pero se compadeció y cerró lapuerta, «aquí no hay nada». Después de revolverlo todo, cuando ya se marchaban el teniente quedirigía el registro se acercó a Joaquina, la madre, ya ciega y sentada en un sillón, y le dijo al oído:«No se preocupe. Su hijo vive, está bien y en lugar seguro». De ese modo la madre, que tenía lacorrespondencia censurada y no tenía modo de saberlo, pudo saber que su hijo estaba vivo.

¿Cómo interpretar esos gestos de decencia en el medio de una acción tan indigna como es elasalto a una casa indefensa? ¿Cómo situó en su memoria esa acción aquel teniente que tenía comomisión humillar con violencia a personas inocentes? Lo guardó en el mayor secreto el resto de suvida, sin duda, pues para no sentirse indigno tuvo que traicionar las órdenes que tenía comomilitar. No sabemos su nombre ni su destino, puede que muriese en un frente de guerra o queviviese, la vida no deja de ser inesperada. Quién sabe si un hijo o una nieta leyendo la historiaque tú escribas diga: «pues era cierto aquello que contó el abuelo». Pero tú sabes que esas cosasno se contaron, envueltas en vergüenza y sentimientos de culpa se fueron en la caja del pecho delos que ya no están. Esos recuerdos y sentimientos que tú estás convocando.

Después de ese último registro, Ramón Baltar les propone a las hermanas Castelao:«¿Entonces vosotras no podríais reivindicar que habéis nacido en Argentina para que no os haganmás registros?». Las dos habían nacido en Argentina, pues el padre había estado emigrado y allínacieron ambas cuando la madre y Daniel, ya de diez años, lo fueron a visitar y vivieron allí unosaños antes de regresar toda la familia.

Y las dos hermanas cogidas del brazo cruzaron la ría en el vapor a Vilagarcía para presentarseen el consulado argentino, asimilado entonces al uruguayo. El recibimiento allí fue: «a ustedes noles corresponde este consulado. Tienen que ir al de otra provincia, a Coruña». Ellas explicaronque no podían ir, tenían miedo de ir lejos, pues fuera de la ría eran las hermanas de Castelao.

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Escuchando eso, un joven que escribía en una mesa del despacho levantó la cabeza. «¡Novoa,atienda sus asuntos!», le ordenó el encargado. Ellas se quedaron con el apellido, Novoa, ypensaron si no sería el hijo de un amigo de su hermano Daniel; volvieron el día siguiente yconsiguieron hablar con él. Novoa consiguió que el cónsul de Uruguay les expidiese lospasaportes número uno y número dos de las argentinas en la provincia. «Ahora ya no somosespañolas.» A partir de ese momento se acabaron los registros, cuando volvieron los asaltantesellas les gritaron: «¡No nos podéis tirar la radio! ¡Somos ciudadanas argentinas! ¡Somosciudadanas argentinas!», y los asaltantes tuvieron que atenerse y marcharse.

Ahora que reconstruyes estos hechos y los transformas en anécdota tienes que aceptar laevidencia de que naciste en un país y en una época donde desde hacía tiempo mandaban sobre losdemás las personas más indignas y viles. Ese fue el país y el tiempo que os crio y educó a ti, aotros que nacieron antes y aún a otros que nacieron después; fue demasiado tiempo de miseriamoral. El exilio, otra nacionalidad, era un camino.

El joven que trabajaba en el consulado se llamaba Leopoldo Novoa, la madre era gallega y elpadre diplomático uruguayo, tanto él como su padre se acabaron exiliando también. Leopoldollegó a tener una importante carrera como pintor abstracto en París, Uruguay y Argentina y, añosdespués y muerto Franco, volvió a pasar los veranos en las playas de Samieira, cuando las rías yano apestaban tanto a miedo. Aunque el miedo es un olor que permanece para siempre en lamemoria y quien lo conoció no puede no detectarlo.

Cuidar de las Castelao es un encargo que se hizo Ramón a sí mismo, aunque sabeperfectamente que, de vivir aún su padre, don Ángel, también se lo pediría. Es una obligación quecompartirá con otros miembros de Padrón y de Pontevedra de la familia y que él acabará pasandoa sus hijos años después. Cuando un hijo se licenció en Derecho, «Javier, ahora tienes queocuparte de los asuntos de las Castelao. De que se les respeten los derechos, no les abonan losderechos de autor por la obra de su hermano». Los trabajos de los primos de Pontevedra, ErnestoBaltar Santaló y su hijo Ernesto Baltar Feijóo, y Javier Baltar consiguieron que les reconociesen yabonasen los atrasos y los derechos como legítimas herederas. Javier incluso señaló un error en laredacción de la ley de derechos intelectuales vigente en aquel entonces que tuvo que sercorregida.

A esta altura ves a Ramón cuidar, ves a Ramón proveer, a Ramón atender. Ramón ayudado desus hijos cuida de varias familias, empezando por la suya. Parece atender necesidades de todaspartes e ir educando a los hijos en esas responsabilidades. ¿Cuánto pesa una vida así, cuántocuesta cargarla? Te empiezas a hacer esa pregunta sobre el hombre escondido tras el cigarrillo. Elde los dos paquetes de cigarrillos diarios. Por lo que ves, no puedes llamarlo heroicidad, no hayépica, pero hay constancia, persistencia, resistencia. Eso es lo que percibes en ese momento.

Recuerdas algo que le comentaste en el restaurante a los hijos de Ramón, mesa con sardinasfritas y vino blanco Ribeiro por medio, que un historiador te dijo que ya se escribió un libro sobreel padre, don Ángel, y otro sobre Antonio, el hermano, pero que la figura de Ramón no daba paraun libro, únicamente como parte de la historia de la medicina. Y que te preocupaba eso, que notuviese unos trazos personales relevantes, que la figura de Ángel y la de Antón eran muy nítidas,pero la de Ramón resultaba tan compleja como confusa. Sin duda se había implicado en laprotección de personas, pero sin unos trazos épicos claros o públicos o algún escrito queexpresase una disidencia, como sí había hecho su hermano. Como si hubiese actuado siempre deforma clandestina u oculta.

Uno de los hermanos te contestó: «en mi profesión conocí a muchas personas relevantes socialy profesionalmente en varios países y Ramón y Emma, mis padres, son las personas de más peso

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que conocí». Deseas aceptar ese juicio personal por mera cortesía, pero hasta ese momento nopuedes asumir esa valoración, no consigues trazar un perfil convincente de ese hombre. Parecemoverse en penumbra o en un lado, no aparece como protagonista de ningún hecho y si buscas susescritos, sus publicaciones, tratan fundamentalmente de asuntos médicos o de historia de lamedicina. En cuanto a su mujer, Emma, Emmita, aparece únicamente como su esposa y madre desus hijos, por lo que hasta ahora permanece completamente fuera de plano para ti.

Pero hay algo que te contaron vagamente y acerca de lo que no te atreves a preguntarles.Veinte años después de ese funeral por Castelao, en 1970, se celebró también en la misma iglesiaen Rianxo otro funeral, por Antonio Baltar, el hermano de Ramón. Asistieron parientes, asistieronlos hijos e hijas de Ramón y Emma, pero ni él ni ella estuvieron. Ramón no estuvo en el funeralpor su hermano. ¿Qué ocurrió en esos veinte años?

Pero ahora estamos en 1950, hace frío y se hace de noche, Ramón y sus hijos se habrándespedido de todas esas personas para luego volver cada uno a su lugar. Baltar y sus hijos aSantiago en uno de sus coches imponentes, el Buick, el mismo que prestó para que pasease por laciudad triunfalmente Evita Perón tres años atrás cuando visitó España para dar su apoyo alrégimen franquista, cuando visitó Santiago y plantó un abeto del Cáucaso en el parque de laAlameda, a cincuenta metros de la escultura de Rosalía de Castro.

Antes de marcharse, los Baltar se habrán acercado a la mansión de Tanxil para ver cómo tratael invierno la casa de veraneo. Algo más que una casa de veraneo, era un pedacito de cielo paradon Ángel y su familia. Y también para sus descendientes.

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Época rosa

«Ellos dicen y creen que soy un loco. Quizás lo sea, pero el orgullono me permite pensar tal cosa. Aquí está el lado divertido de todo el

asunto.»Angelo Giuseppe RONCALLI

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Excurso amoroso a la villa de Noia (Allegro y fuga)

El vínculo entre la familia de don Ángel y la villa de Rianxo es una historia de amor que no sepuede separar ni de la historia de la familia Baltar ni de la historia de la propia villa arousana.Pero Ángel llegó a ese lugar de rebote, primero pensó en levantar una casa de veraneo en la ría deal lado, en la villa de Noia, pues allí se había establecido José, un hermano mayor muy queridosuyo.

La historia de esos dos hermanos que se quieren tanto te llevó de nuevo a recordar esaausencia de Ramón años más tarde en el funeral de su hermano, Antonio. ¿Se quisieron Ramón yAntón, se querían? Resulta una pregunta demasiado inocente para resumir las relacionescomplejas, los afectos, los celos, la complicidad y los matices entre hermanos, pero ¿sequisieron?

Vuelves a Ángel y a José, quien estaba destinado a heredar la farmacia de Padrón. Sinembargo, cuando acabó la carrera prefirió emigrar antes a Cuba, donde se encargó de la estafetade correos de La Habana. Cuando el padre enfermó para morir, él volvió y se encontró con que suhermano Ernesto, que regentaba la farmacia, ya tenía familia e hijos y entonces optó por dejárselay marcharse a abrir otra en Noia. Esta parece también una historia de hermanos que se llevan bien.Así que a Noia se fue y allí abrió la farmacia en la Porta da Vila.

Y allí estaba él en esta historia tras el mostrador de la farmacia, un hombre serio que sin dudatenía un corazón romántico. Estaba acompañado de su perro Cepi, que distinguía el domingo,cuando libraba el mancebo y José hacía la guardia, de los demás días de la semana. Ese día elperro no aparecía delante con la correa en la boca para salir a pasear como hacían los demás días.Pero el fiel Cepi no era bastante compañía para aquel corazón solitario.

José, el tío Pepe en la memoria familiar, como muchos hombres de su tiempo que escogíanemigrar antes de establecerse y fundar familia, buscó casarse siendo ya mayor. Tenía carrera,farmacia y buena posición y acabó encontrando una joven de una de las familias de la villa,Saladina Abella. No hay una manera de contar una historia de amor, todas son diferentes, y elamor es cosa tan delicada que no soporta la ironía ni el cinismo.

Había una distancia de más de veinte años entre ellos. Siendo ella niña, José le dabacaramelos y pastillas de goma a Saladina cuando pasaba por la farmacia. Cuentan de Saladina quecantaba muy bien y en algunas novenas hacía de solista en la iglesia. «Hoy canta la hija de Abella,que pasó don José el boticario hacia la iglesia», y así era. Esperó unos años y en 1908 la pidió enmatrimonio.

Aquella relación y aquella boda estaban en los límites de las convenciones sociales y de latolerancia del ambiente pequeñoburgués de la villa. El propio Castelao años más tarde y ya en elexilio escribiría una cruel comedia que hacía burla de los amores de los hombres viejos conmujeres jóvenes, Os vellos non deben de namorarse. Los pueblos son crueles con los espírituslibres y castigan a quien se distingue y transgrede alguna norma, la burla con más o menos sorna oacidez es el castigo. Y así, por el carnaval cantaban por Noia: «En la puerta de la villa, hay undon José Baltar, mucho le gusta la broma, mucho más oír cantar». A esa incomodidad por ladiferencia de años se sumaba también la distancia de clase, Saladina era hija del cochero de Noiay el tal era un hombre chistoso que carecía de sutilidades, le puso a uno de sus caballos por

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nombre Boticario. Al otro le puso el nombre del oficio del novio de la otra hija, no hacíadistingos en las burlas.

Para afrontar esa suma de dificultades la mejor solución que encontraron fue hacer una bodaprivada y sin convidar a nadie. Los intríngulis que envolvían el casamiento dieron pie a que Ángelrecibiese un telegrama en Santiago advirtiéndole de que su hermano José y aquella mocita estabanen una situación muy irregular.

Aunque Ángel era más joven que su hermano, su posición profesional y social en Santiago enaquellos momentos, 1909 —acababa de inaugurar un gran sanatorio quirúrgico— le daba unacierta ascendencia o respeto por parte de José, de modo que montó en un coche de caballos y sefue a Noia «a poner orden» en la situación familiar. Se presentó en la farmacia preocupado:«vengo a conocer a tu mujer, a Salada». «Ah, pues no está aquí, está en su casa.» «Pues espero aque vuelva.» «No, ella sigue en su casa y yo aquí. No quise forzarla», explicó José avergonzado yconfuso. Ángel regresó a Santiago desconcertado y preocupado por su hermano. José fue a ver aSalada: «estuvo mi hermano Ángel en la farmacia, que vino por conocerte y, claro, no teencontraron. Y va a volver con su esposa, Isabel, y tienes que venir para casa».

Aquel primer domingo que Salada pasó en la casa de la farmacia, como se aburría y extrañabalas animadas tertulias que había en su casa, José le subió un libro, La perfecta casada, para quelo leyese. Cada uno se explica como mejor sabe, lo que cuenta es la intención, dicen. Tuvieroncinco hijos, cuatro hombres y una mujer.

Cuando llegaron los autos a motor, José, siguiendo el ejemplo de su hermano Ángel, cambió sucoche de caballos por un automóvil y parece que el demonio del progreso y la velocidad prendióen él como prendió ese mal en otros Baltares de esta historia y se apoderó de su voluntad; fueentonces cuando murió Salada en un accidente de tráfico, el primero ocurrido en Noia.

José ya había tenido un ictus y su hermano Ángel le había advertido a su mujer: «no te montescon Pepe en el auto, que no está en condiciones de conducir». Entonces José contrató un chófer,pero en vez de dejarlo conducir, conducía él con el chófer al lado, y un día, cruzando el puentesobre la ría, confundió el pedal del freno y el acelerador, el auto cayó del puente y murieronSalada y el chófer. Se salvó un hijo y él, aunque quedó grave y pensaban que moriría.

Mientras José convalecía grave, su hermano Ángel advirtió a los hijos que no lo informasende la muerte de Salada, pues contaba que era cosa de horas o días que falleciese él también,obligándolos así a cambiar la ropa de luto, que ya llevaban por la madre, cada vez que visitabanel cuarto del padre. Pero este se fue recuperando y acabó interrogando a la hija: «a ver, ¿qué pasacon tu madre?», y teniendo que encarar la muerte de su esposa y su culpa, que lo acompañó enadelante irremediablemente. No hay una historia de amor igual a otra, José disfrutó de una vida yun amor impensado y Salada de una vida sorprendida y veloz.

Se nos queda fuera de la historia la familia del chófer también fallecido, pero en las historiasnunca cabe todo y siempre hay cosas que se quedan fuera de plano.

Joaquina, la hija de Salada y José, fue la mujer que acabó saliendo de esa zona de sombra delas mujeres en esta historia familiar. Fue a estudiar al instituto en Santiago y después quiso cursarMedicina, cosa que indica un espíritu libre.

En 1919, siete años antes de que Joaquina se matriculase en la universidad, otra mujer,Olimpia Valencia López, nacida curiosamente en el municipio ourensano llamado Baltar, abriríacamino a las mujeres en esa universidad matriculándose en la Facultad de Medicina de Santiago.Olimpia, a pesar de todos los obstáculos que le pusieron, se licenció y ejerció como ginecóloga.Joaquina, como tantas, no pudo seguir ese camino, su madre, Salada, la obligó a estudiar Farmaciapor una razón de pura necesidad: José, su padre, era muy mayor, aún había hermanos pequeños

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criándose y si él faltase la farmacia quedaría sin farmacéutico y la familia sin farmacia.Aunque no hay una historia de amor igual a otra, algunas tienen semejanza, pues Joaquina tenía

amores en Santiago con un mozo estudiante de Derecho muy lindo, tan lindo que le decían:«¡mecachis, qué guapo soy!», y este enamorado tenía muchos celos, pues él solo podía estar consu enamorada cuando los acompañaban la tía Isabel y todas las primas mientras que ella en lafacultad estaba rodeada de otros estudiantes. Como un compañero suyo le llevaba cuentos sobreella, que si había estado hablando con uno o con otro, él cuando la veía le hacía todo tipo dereproches y la reacción de ella era marcharse enfadada de vuelta a Noia. No bien llegaba a casa,la madre la reprendía, que ella consiguiese el título de farmacéutica era esencial para que lafarmacia continuase en la familia si le ocurría algo a su padre, y entonces Joaquina se veíaobligada a volver a Santiago.

Y fue en uno de esos periódicos enfados por celos cuando se murió el padre, José, y el lindoenamorado no se atrevió a ir a Noia y dar un paso para la reconciliación; si hubiese tenido valorel destino de ambos habría sido muy otro, repitió siempre Joaquina. Pero entonces apareció unpretendiente recién llegado de vuelta de Cuba. Joaquina se vio obligada a sacrificarse y asumir laresponsabilidad de la familia y se casó, hizo familia y administró la farmacia. E ahí la historia dela primera licenciada universitaria y la primera farmacéutica de Noia. Que en la siguientegeneración también siguiese una mujer a cargo de la farmacia ya entra en la tradición y la lógicafamiliar.

Uno de los hijos de don Ángel, Ramón, conservó toda la vida el afecto por el tío Pepe y porNoia. De adolescente y aun con la carrera acabada siguió yendo a veranear y navegar a vela por laría. Bastantes años más tarde aún le encargó a Sesé, un nieto pintor de José y Saladina que semarchó demasiado joven, que le pintase un cuadro de aquella farmacia, aquella casa noiesa de losveraneos felices y claros. El cuadro decoró la salita de espera en su consulta; los lugares siempretan cálidos, queridos y extrañados. La lealtad a la infancia, la lealtad de Ramón.

Percibes una contradicción en Ramón, por un lado la fidelidad a los lugares, a la tierra, y porotro está ese aprender a navegar, esa ansia por embarcar, separarse de tierra y sentir el viento enla cara.

De allí entonces sacó Ramón seguramente el aprendizaje de fijar un rumbo, adaptándose aremar o velear haciendo zigzag según estuviese el mar. Pero para navegar, ora babor ora estribor,es preciso un norte. Caso de haber un norte, me pregunto cuál fue el que guio la navegación deRamón en el curso de su vida adulta. Por lo que sabes, nunca se marchó. Fue Antón quien acabómontando en un trasatlántico. ¿Quedó preso Ramón, fue un preso? ¿O fue obligado por la familia asacrificarse como su prima Joaquina de Noia?

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Llega a Rianxo un hombre ilusionado

Un amigo y compañero de estudios, y más tarde socio de Ángel, el doctor Manuel Varela Radío,había heredado de sus tías en Noia la Casa do Marqués, era descendiente como «hijo bravo» y,aunque lo intentó, no consiguió que le reconociesen el título.

En esa casa suya, alrededor del piano y el jardín y al borde de la ría, Varela recibíapersonalidades de la política y de la ciencia, y cuando Ángel acudía a visitar a su hermano Pepe,el boticario de Noia, también visitaba a su amigo y socio. Aquella casa y aquel escenario junto ala ría para acoger visitas como la corte de algún noble no dejaba de ser una idea atractiva para lacabeza siempre inquieta, soñadora y sin límites de Ángel. Tuvo que ser así.

Primero buscó en los alrededores de la villa, sin embargo de allí pasó a la ría de al lado, a lavilla de Rianxo, para levantar una torre, ese sueño tan enérgico y tan masculino. Y llegó allí delmodo que va a ser característico en esta historia, a través de las relaciones familiares.

Fue su cuñado Ramón Tojo Pérez, casado con su hermana Robustiana, quien le habló deRianxo. Ramón Tojo fue un hombre espectacular en un tiempo en el que el mundo era doméstico yfamiliar, fue uno de los miembros de la familia de protectores de Rosalía de Castro y su maridoManuel Murguía, a quien le procuró trabajo en la biblioteca de la diputación provincial de ACoruña y en el Archivo del Reino de Galicia.

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Pero esa práctica del mecenazgo o del patrocinio o de la mera protección parece que eracultura familiar, pues un Ángel Baltar Varela que era tío de su mujer, y de Ángel, y que era alcaldede Padrón, ya se ocupaba de solucionar problemas económicos de Rosalía con la mayordiscreción y salvando su dignidad, consiguiéndole dinero de la emigración en Cuba induciendoencargos literarios desde allí. Incluso le procuró al matrimonio la Casa da Matanza, en la quevivió Rosalía sus últimos años; se la recomendó pues estaba al lado de la estación del tren y lesería de utilidad a Murguía para sus frecuentes viajes.

Que un siglo después un descendiente, Ramón Baltar Domínguez, se ocupase en conseguir esacasa en la dura posguerra para que fuese lugar de veneración de la poeta y símbolo al cuidado delPatronato Rosalía de Castro entra en la lógica casi inevitable de la historia y de la familia. Unahija de Rosalía, Gala Murguía de Castro, le escribe el 8 de octubre de 1949 una carta a Ramón:

Aunque no tengo la satisfacción de conocerlo, me mueve a escribirle la buena amistad, la entrañableamistad que sostuvieron nuestros antepasados, su padre y su abuelo con los míos, Rosalía de Castro yManuel Murguía, como usted no desconocerá.

A continuación viene la «recomendación» preceptiva, la petición:

Y escribo para suplicarle a usted haga cuanto esté en su mano, porque la dadora, Carmen Janeiro,muchacha campesina a quien tengo en alta estimación, pueda ser atendida y operada por usted de ladolencia que padece.

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En aquel entonces, cuando Ángel buscaba un lugar para su recreo, el político Ramón Tojotenía en Rianxo un hombre de su confianza que era alcalde, don Mariano Rodríguez, el padre deDaniel Rodríguez Castelao, que en ese momento aún era un estudiante de Medicina —luego serámédico, dibujante y después simplemente «Castelao»—. Don Mariano fue quien le procuró losterrenos a Ángel comprando y permutando fincas hasta ofrecerle una gran propiedad fuera de lavilla y sobre el mar. Allí levantó Ángel el sueño que había ido diseñando inspirado por lamansión de su amigo Varela Radío en Noia, la Casa do Marqués. Ni uno ni otro tuvieron título.

«¡Ahí va don Ángel a ver a su hija!», dice una vecina de Rianxo al verlo pasar. Entonces aúnno habíamos sido educados por la radio y la televisión, la gente solo obedecía al genio de lalengua y no habían olvidado cómo ser poetas. La «hija» de don Ángel es el chalet o torre que estáconstruyendo en lo alto de Tanxil, sobre la playa y el mar, ese médico cirujano que llega desdeSantiago en su auto Daimler. En cuanto puede escapar de su trabajo, viene a ver cómo avanza laobra.

Su torre y un embarcadero de madera son proyecto de un joven arquitecto, de estilo ecléctico,Eduardo Rodríguez-Losada Rebellón, que también es compositor musical. Más adelante, donÁngel solicitará permiso para construir también un dique, siguiendo un proyecto del ingenieroJosé Fernández-España y Vigil.

Rodríguez-Losada, entre otras piezas, puso música a las palabras del libreto «O Mariscal» delpoeta Ramón Cabanillas sobre la figura del mariscal Pardo de Cela que comienza:

Ouvide esta historia de tempos melloresque nela frorecen uns tenros amorese hai donas fermosas e bos loitadorescadeas... misterios... e sangue... ¡e traidores!¡Ouvide esta historia de tempos mellores!

Cierto que son tiempos mejores para Rianxo y para la familia Baltar esos años en que donÁngel se instala frente a la ría. La inocencia de Ángel, un hombre que apostaba por la sensatez, laprobidad y para quien el futuro no era un lugar hostil, sino un país que lo estaba aguardando, untiempo en el que uno y su descendencia podría habitar una buena vida si se tenía suerte y si uno seatenía a su lema, «solo hay una manera de hacer las cosas, hacerlas bien». Un hombre optimista yde buena fe que no podía imaginar la violencia futura en aquellos plácidos lugares y unacarnicería en su país.

Las personas de entonces, aunque sabían de las lejanas guerras de Cuba, del Rif, de la GranGuerra en los campos europeos, no habían vivido la brutalidad planificada de los militaresafricanistas contra la población civil de su propio país. «Eliminar sin escrúpulos ni vacilación atodos los que no piensen como nosotros» fue la consigna de los conspiradores que emitió dosdécadas más tarde Mola, el Director, en los días previos a la sublevación.

Hay una diferencia total entre aquellas personas que conocieron el tiempo de antes de laGuerra Civil, que no podían imaginar el país y el futuro que les estaban preparando, y nosotros,las personas que hemos venido después, las personas «de después de la Guerra», que fuimoseducadas en un miedo nuevo que apareció entonces y que estuvo y está ahí mudo, personas quepodemos y debemos concebirlo todo porque todo ocurrió. «Aquel que no está con nosotros estácontra nosotros y como enemigo será tratado.» Tratar a la mitad de la población como enemigo aexterminar. Don Ángel no podía imaginar que en el futuro que todavía no se preparaba, aunque yaestaba ahí en algún lugar como una probabilidad, como una semilla, alguien redactaría talesconsignas contra sus dos hijos varones y otras personas como ellos, contra él mismo.

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Precisas hacer un esfuerzo de la imaginación para concebir personas como ese don Ángelconfiado en la vida y en el progreso como confían los niños, personas que viven sin miedo a sercastigadas. Piensas que si don Ángel conociese el tiempo futuro se habría encogido y puede queno hubiese levantado aquel lugar para celebrar la vida sin miedo y alegre.

Tampoco podía imaginar entonces que alguien tuviese empeño en destruir lo que estabalevantando, el embarcadero, el dique, acosar su torre, eran cosas buenas y hermosas a las quecreía tener legítimamente derecho. Había pedido los permisos, tenía las licencias, había hecho elbien a los vecinos. En el embarcadero amarraban en invierno también los barcos de los marinerosal abrigo. No podía imaginar que ocho años después de que muriese su amigo el arquitectoRodríguez-Losada, el que había musicado aquellos «tempos mellores» del mariscal Pardo deCela, su embarcadero fuese destrozado por potentes excavadoras y sepultado en arena de unacantera.

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«A Rianxeira»

El lazo que fue tejiendo el cirujano Baltar con la villa marinera fue afectuoso y profundo, tambiénmusical.

Xesús Frieiro Dourado, Pinciñas, compuso años después, en la emigración argentina, enhonor de la llegada de Castelao a Buenos Aires, una estampa de la vida de Rianxo en la letra parauna canción, la procesión por la ría de los barcos de pesca y el yate de don Ángel el día de lapatrona: «A Virxe de Guadalupe / vai no iate de Baltar / lévana os rianxeiros / a remolque polomar». El barco de don Ángel era la insignia de la procesión marítima de barcos de vela, el demayor tamaño y a motor y transportaba la imagen de la virgen.

La letra la musicó Anxo Romero Loxo y se estrenó con el título «Ondiñas da nosa ría». Sehizo popular en Buenos Aires y también en Rianxo, pues del otro lado del océano enviaron undisco de grafito en 1949 con la canción grabada al bar Feliciano y fue reproducida una y otra vezen un gramófono en el balcón del bar. Feliciano tenía sus querencias por el país y ya había sidoarrestado en una ocasión por cantar el himno gallego delante de unos guardias civiles, parece queno les gustó la canción y lo metieron para dentro. Este vecino amante de cantar cosas que no legustaban a la autoridad quiso que sus convecinos conociesen la canción hecha en honor deCastelao, así que puso a un camarero en el balcón a darle vueltas sin parar a la manivela delgramófono, aquello fue un acontecimiento que emocionó y encantó a los rianxeiros.

Posteriormente, el maestro Bernardo del Río, que dirigía la agrupación de música tradicionalsantiaguesa Cantigas e Agarimos, le cambió el título y también la letra y así fue como llegó anosotros «A Rianxeira», sin la virgen por el mar «no iate de Baltar», una referencia local que solocomprendía la gente de Rianxo.

Tan orgullosos estaban los rianxeiros de la canción y del vínculo con los Baltar que en el añoen que llega ese disco de grafito al bar de Feliciano Rial en Rianxo, este felicita a Ramón Baltaren su onomástica en una carta con el encabezado del café bar y en una letra limpia y magnífica:

Muy señor mío:Solo dos letras para rogarle que el día de su santo, en la emisión de sobremesa de Radio Santiago

preste atención porque le dedicarán un disco impresionado por los «Hijos de Rianjo en B. Aires» con elque el bar Feliciano se honra en felicitarlo.

Escogí este disco que me mandaron los rianxeiros residentes en B. Aires porque en su letra se alude alapellido Baltar uniéndolo en sus añoranzas a la Virgen de Guadalupe y a Rianxo e incorporándolos porlo tanto en sus afectos a nuestros amores más entrañables.

Leer una dedicatoria a uno así debe de ser miel en los oídos.El día del santo de Ramón era un día de comida familiar. La familia toda debió de estar

alrededor del aparato de radio para oír la dedicatoria. Aunque a la casa de Ramón también habíallegado otro disco de grafito como aquel, enviado por sus parientes en Buenos Aires. Pero ese díaun vecino de Rianxo se desplazó a Santiago, a la emisora de Radio Galicia, con su preciado discobajo el brazo para que sonase a la hora de la comida. Aquella comida familiar que entonceshacían los Baltar en Tanxil, Rianxo.

Pero entonces, unos años antes de que se compusiese «A Rianxeira», todavía don Ángel Baltarestá levantando el chalet, no tiene aún su yate, la única embarcación de Rianxo a motor, en el que

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paseará por la ría la figura de palo de la Virgen de Guadalupe. Aún no tiene su propia playa conembarcadero y caseta para mudarse luego de los baños de mar. Y aún el escultor Asorey no tallópor encargo de don Ángel en piedra su Virgen de Guadalupe de Tanxil, a Rianxeira, que casialcanza los dos metros, la obra de mayor tamaño para un particular que salió del taller delescultor. Catorce mil pesetas de entonces le costó el empeño. Bien lo valió y allí estuvo muchosaños bien segura en su pedestal despidiendo cada tarde los barcos que iban a la sardina.

Don Ángel no tiene límites, en su nuevo auto por aquellos caminos desafía la medida de lascosas y, pésimo conductor, tropieza en una columna de su propia finca y comprende que enadelante precisa un chófer. Va a ser una constante en la historia familiar el automóvil, el chófer, lavelocidad, el accidente.

Que también tuviese un accidente de coche, mortal, el ingeniero del dique de abrigo de Tanxil,Fernández-España, pues ya resulta casi esperable. Años después, ya había fallecido, Ángel nollegó a saber del grave accidente de otro de esos irreductibles y peligrosos Baltares amantes de lavelocidad, su hijo Ramón, que se lanzó a volar en Pedrafita do Cebreiro en su «autoplano» en1945.

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El Autoplano

Y llamas a la farmacéutica de Pedrafita, que está jubilada hace años, para saber. Ella era una niñacuando ocurrió, no recuerda el incidente más que vagamente, «un hombre que cayó por unterraplén» y nada más. El paso del tiempo, que lo gasta todo, que se lleva la memoria de laspersonas. Ella bien quisiera ayudarte y reconstruir para ti ese episodio en el que Ramón levantó elauto de la carretera, aquel coche americano, y voló hasta caer treinta metros, pero eso queda yamuy lejos. «Yo era una niña y seguramente los adultos no me habrían contado mucho. Sí querecuerdo a un señor echado en una camilla en la galería.» Creías que sería una informante útil y tedecepcionas, piensas si no estarás infravalorando la distancia entre este presente y todos esoshechos.

Ya tienes alguna nota de la prensa local sacada de la hemeroteca, el encabezado es alarmante:«El Dr. Baltar Domínguez gravemente herido en accidente de automóvil. Gran impresión enSantiago por el doloroso sucedido e inquietud por el estado del ilustre cirujano» (El CorreoGallego). La noticia informa de que el más grave es el pariente del cirujano que viajaba con él, susobrino Carlos, y que se desplazaban a Pedrafita su esposa, doña Emma, y doña Isabel, la madredel herido. También que «en cuanto se tuvo conocimiento del percance ocurrido al ilustre cirujanosalió para Pedrafita el médico doctor don Manuel Villar Iglesias. Poco más tarde, en otroautomóvil el Dr. cirujano Puente Castro y el médico catedrático de la universidad don UlpianoVillanueva». Por si no fueran bastantes, «con objeto de reunirse con los heridos partieron elcirujano Fernando Alsina y el médico don Luis Sánchez Harguindey. Esta mañana saldrá tambiénpara el mismo punto el Dr. Domingo García-Sabell, amigo íntimo del doctor Baltar». Todo uncónclave médico en la montaña luguesa.

En la misma página del periódico encuentras la noticia «Un español que realizó la ofensiva devon Rundstedt», noticia protagonizada por un tal Quesada, «a quien los americanos llaman “Pete”familiarmente», una batalla contra el ejército de Hitler del fin de la II Guerra Mundial. Alprincipio pensaste que se celebraba la hazaña de un soldado español de la División Azul en elejército alemán y te sorprende saber que fue en el ejército aliado. La noticia comparte página conesta otra, «Saltamontes y bellotas comerán los japoneses para no morir de hambre» y con «Seexportarán a Inglaterra 22 000 toneladas de cebolla española» y «Reunión del Tribunal deCrímenes de Guerra» en Berlín. En una sola página de la prensa española de la época, un díacualquiera, se resume el momento histórico, la Segunda Guerra acabó, las potencias aliadas deFranco fueron derrotadas, pero Franco ya venía manteniendo conversaciones con Inglaterra, unespañol que sirvió en el ejército norteamericano y las cebollas exportadas son lenguajediplomático para quien quiera entender. En cuanto a los japoneses y alemanes que perdieron laguerra, eso es cosa suya, Franco no la perdió.

Hay otra noticia también en la misma página que a ti te va a pasar desapercibida en estemomento, porque aún no sabes con claridad lo que le ocurrió unos meses atrás a Ramón BaltarDomínguez en la universidad santiaguesa: «Solemne apertura de curso en la Universidad. Misa delEspíritu Santo en la capilla del Palacio de Fonseca».

En ese momento en que te estás informando sobre estos hechos ignoras que Ramón no va acomenzar las clases ese curso. Y si lo supieses puede que te preguntases si eso no tiene algún tipo

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de relación con su accidente. Y en ese mismo contexto te podrías preguntar si que acudiesen tantosmédicos junto a él no era también un modo de desagravio por lo que le hicieron en la Facultad deMedicina. O no. Pero en ese momento aún no sabes que Ramón dejó de ser profesor en launiversidad.

Consigues que te cuenten el episodio del accidente ocurrido en octubre de 1945. La cosa porlo visto fue así: Ramón venía de vuelta de dejar en Madrid a una hija interna en un colegio, sabesque la educación entonces era muy de disciplinar, pero aun así te preguntas por las travesuras dela tal hija para llevarla interna allá, y viajaba en su coche con matrícula C-4545, un Autoplano decuatro puertas y seis cilindros. Los automóviles tienen su papel en esta historia, recuerdas, y aquelauto tuvo una segunda vida, luego de ser reparado, como taxi en las calles de Santiago. Viajabaacompañado de su sobrino Carlitos, habían parado a comer en Villafranca del Bierzo. Comida,vino, sopor, velocidad, una curva y barranco.

De allá abajo lo sacaron unos cabreros, en el relato no tienen nombre, son tipos pintorescos yparte del paisaje. Él tenía momentos en los que le fallaba la conciencia: «Devuélvame la cartera ylas joyas, que son para mi mujer. No me muevan y vayan a buscar una escalera. Digan que me ateninmovilizado, que tengo la pelvis partida y varias fracturas más». Evidentemente, no debieron deser los cabreros quienes relataron tan detalladamente el diagnóstico médico que adelantó Ramóny, además, con un comentario tan comprometido para su propia honradez; de modo que tuvo queser que la anécdota nos llegó a través de la versión del propio Ramón, quien demostró ciertosentido del humor narrando lo sucedido. Demostró cierta capacidad de posar ante los demás y dehacer reír.

Debió de haber un Ramón irónico y burlón tras la máscara del hombre serio y seco, puede queapareciese alguna tarde tras el yantar de fiesta con una copa de coñac y un puro por San Ramón,una copita de Licor 43 por la fiesta de la Guadalupe de Rianxo o por la Pascua de Padrón.

Cuando llegó arriba les dijo que tenía el hígado partido y que lo metiesen en una cama con unhueco en medio del colchón, que lo atasen y no lo dejasen mover. No lo pones en duda, pero teasombra un poco esa capacidad de dirección y de imponerse estando él herido. Y en la galería dela farmacia de Pedrafita montaron un lecho improvisado o algo semejante a una sala de hospitalpara él. Lo que aquella niña que años más tarde sería farmacéutica recordaría muy vagamentecuando tú le preguntases: «un señor echado en una camilla en la galería».

El médico más cercano era muy joven y al enfrentarse al herido, un médico ya muy reconocidoy que había sido su profesor, en tal estado se puso a llorar ante aquella responsabilidad, no sesentía capacitado para atenderlo. Acudió inmediatamente un compañero de estudios, Fermín PérezRosón, que trabajaba por la comarca. Inmediatamente decidieron reclamar de Santiago médicosespecialistas colegas del herido, pero la noticia tardó un día entero en llegar de Pedrafita aSantiago, pues pasaba a través de la «onda corta» de cuartel en cuartel de la Guardia Civil.Llegaron médicos de Lugo, que estaba más cerca, y de Santiago. Ramón guardó entre sus papelesel telegrama que le envió el general Gómez Ulla cuando se enteró. Su esposa, Emma, también semarchó a la montaña cargando a su hijo de meses porque aún mamaba. Con una mano atendía a suesposo y con la otra balanceaba al niño en el serón. Como contó la noticia, se adelantó también sumadre, doña Isabel, a quien no le gustaba viajar, pero de aquel hijo que operaba y dirigía elsanatorio familiar dependía el porvenir de toda la familia.

Después de unos días allí inmovilizado, Ramón ideó un sarcófago de madera en el queecharían yeso fresco y luego lo introducirían a él antes de que secase, dejando únicamente lasmanos libres. Así inmovilizado viajó durante varios días, despacio para evitar movimientosbruscos, en la ambulancia hasta Santiago. El viaje duró tanto que tuvo tiempo de leer La montaña

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mágica de Thomas Mann entera. Nuevo toque humorístico.Evidentemente es una anécdota del folclore familiar que te llega relatada entre risas y que te

reafirma en que esta familia tiene una alegría y un orgullo celebrador característico que no sabesinterpretar y que te desconcierta. Parece que heredaron una historia feliz y sin sombras. Y unarelación con sus padres sin contradicciones.

Ramón nos deja aquí otro momento de su vida que nos muestra una situación controlada ydirigida por él y si llega a ti a través de los hijos es porque fue elaborada luego por la familia, quela habrá repetido muchas veces. Cuando le comentaron que había salvado la vida de milagro y quepor una imprudencia había estado a punto de morir, contestó, es parte del relato: «cómo iba yo acometer la frivolidad de morir si tengo una mujer y nueve hijos, uno recién nacido, que dependende mí». Fue un trance, Ramón sabía que se había salvado de morir y lo envolvió en humor, unaanécdota en la que él era un hombre sereno en cualquier situación y capaz de superar una crisis.Todo lo que se espera de un perfecto cirujano.

Empiezas a pensar que puede que fuese cierto y que Ramón probablemente fuera un hombremuy dueño de sí, con gran autoconfianza. ¿Y si ese hombre de perfil borroso, que se mantienediscretamente a un lado del plano, fuese siempre el dueño de su relato? ¿Tenía esa conciencia desí mismo, de ser Ramón Baltar?

El retrato que hace él de su situación familiar y social en ese comentario, un patriarca decuarenta y tres años entonces, del que dependen mujer, hijos y hacienda, es un esquema claro deestructura familiar patriarcal resumida con naturalidad. A ojos de hoy puede resultar rancio yreaccionario, pero era la estructura misma de la vida social y familiar de la época. Sí, Ramón eraun hombre de ese tiempo y debes aceptarlo.

Tengo que aceptarte como eres, Ramón. Y aún no sé bien cómo eres, en esta ocasión te estáspresentando con un toque de ufanía y de triunfo. No sé si serás capaz de sostener esa imagensiempre, no sé. O tienes esa entereza, o eres de una pieza como aparentas o construiste una corazay una máscara muy consistente ante los demás.

En la historia ocupa un lugar allá al fondo el sobrino, Carlos, que también tuvo heridas y quepudo seguir el camino a Santiago en ambulancia el día siguiente al accidente. Y no figuran loscabreros más que al principio como mano de obra necesaria, no se sabe su versión de los hechos.Tampoco sabremos si recibieron alguna gratificación, luego que pasaron sin la cartera y las joyas,ni si hubo reprensión por sucumbir a la tentación del espolio en grado de tentativa de unaccidentado.

Y así había elaborado este episodio y lo había dejado atrás cuando entre los papelesdesordenados que había dejado ese hombre aparecieron recibos de un restaurante por un importebastante elevado, lo que sugería que debían ser comidas de bastantes personas. Buscando susignificado, al observar que todas eran del mismo día en distintos años, y que ese día era elaniversario del accidente, era evidente que Ramón añadió una fecha al calendario de fiestasfamiliares, el día del accidente, «san Autoplano». No cabe duda, tenía sentido del humor, elcondenado.

Pero esa imprudencia, esa temeridad conduciendo, es un rasgo de conducta que no debesignorar en ese patriarca que se dice tan responsable. Puede que sea un patriarca a disgusto.

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El ángel del bisturí

La torre, el yate, el embarcadero, el dique, la gran figura de la Virgen de Guadalupe del escultorAsorey frente al mar en Tanxil..., don Ángel ocupa y preside pacíficamente la villa marinera.

Es una figura tutelar simbólica pero también efectiva. Interviene en los conflictos y problemaslocales acudiendo a entrevistarse con el gobernador civil en una comisión vecinal o intercediendoante el presidente de la diputación provincial, que es su cuñado. Lleva la luz eléctrica a Rianxo,asfalta la carretera que conduce hasta Tanxil por conveniencia propia, pero también en beneficiode los vecinos. Y cuando la epidemia de gripe que diezmó la población europea castiga la villa,llevándose personas cada día, él encierra a su familia en la torre de Tanxil, «los días másaburridos de mi vida», recordará su hijo Ramón, acercándose a su familia únicamente a saludardesde lejos, donde pudieran verlo y él no fuese a contagiarlos, y curando a los enfermos de laepidemia.

Este episodio de filantropía, en el que también participó Castelao, que abandonó su puesto detrabajo como oficinista en Pontevedra para acercarse a su pueblo y recuperar momentáneamente laprofesión curando a sus vecinos, le valió a don Ángel el carácter de «verdadero ángel de laguarda de la villa». «Hallándose durante la gran epidemia de gripe del año 1918 en la cama yconvaleciente de la misma enfermedad en la finca de recreo que en aquel sitio posee, no receló enabandonar el lecho para asistir a labradores pobres y gente del mar, facilitándole igualmentemedios de curación.» La villa lo expresó recogiéndolo en sus actas municipales y haciéndolo«hijo adoptivo» de Rianxo en 1925 e «hijo predilecto» dos años después, en 1927, cuando Ángelda dinero para la reparación del camino a Tanxil y es condecorado con la Gran Cruz deBeneficencia. «Don Ángel, hijo de la gloriosa Universidad de Santiago por la ciencia, mas deRianxo por el corazón, en premio a su actuación meritísima en beneficio de la humanidad dolientey desvalida». «El ángel del bisturí», le llama el periódico vigués El Pueblo Gallego. Es entoncescuando el ayuntamiento decide encargar una placa de mármol con aplicación en bronce de unbusto del ilustre hijo, adoptivo y predilecto. Esa placa es la insignia del prestigio y el poder moralde Ángel Baltar.

Sin duda llegó a la villa a través de una de las dos líneas en la lucha política local, donMariano Rodríguez y su jefe político, Ramón Tojo Pérez, el cuñado de Ángel, casado conRobustiana Baltar Cortés, representa a los conservadores frente al otro cacique local, Viturro, querepresenta la línea contraria, el partido de los Gasset, que tienen en Madrid el diario El Sol.

Realmente no hay diferencias ideológicas sino mera competitividad por el poder. Lamascarada del bipartidismo de esta época de la Restauración Borbónica la ilustra que dos amigosy concuñados, Ramón Tojo y Tanis de la Riba, jefes respectivos de los dos partidos contrarios, sesuban y viajen juntos en el mismo departamento del tren en Padrón para representar al llegar aMadrid la comedia de sus encendidos enfrentamientos dialécticos, la farsa del bipartidismoborbónico. No es casualidad que el Valle-Inclán que escribe los esperpentos y la Farsa y licenciade la Reina Castiza conozca y trate a estos personajes.

Viturro, para escenificar la disputa del dominio de Rianxo con don Ángel, el protegido deRamón Tojo, decide levantar su propio pazo. En El Barbero Municipal, periódico satírico local,en el que participaba Castelao con sus dibujos, se burlan de él:

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Dícese [...] que D. Manuel Viturro va a levantar una torre en su morada, ya señorial de Rianxiño, para noser menos que el señor Baltar, y recrearse desde las alturas con la visión de la dicha que en torno suyosembró. ¡Oh!

Pero Ángel no tiene un interés político particular, no interviene de forma efectiva ni en lapolítica santiaguesa, donde dirige el Hospital Real y tiene un sanatorio, ni en Rianxo, dondepretende tener un lugar de recreo o un pequeño reino amado y amable sacado de un cuento defantasía en el que reine la armonía. Y por eso actúa evitando el enfrentamiento y procurandoasfixiar el poder de Viturro mediante un abrazo.

Da ayuda para que se instale el alumbrado público. «En breve estará terminada la instalaciónde un alumbrado público, servido por la fábrica de energía eléctrica. La importante mejora sedebe al desinteresado apoyo prestado por el dueño de la nueva industria, el notable cirujano D.Ángel Baltar», publica el periódico vigués Galicia en 1924. «Cuando pusieron la luz eléctrica,fuimos a la fábrica a mirar cómo era todo aquello. Recuerdo que nos prohibieron tocar nada. Seconoce que debía de tener corriente. Me parece que tenía un motor supongo que a gasóleo. Laelectricidad se produce con agua; pero allí, agua no tenían más que la del mar. Había luz hastaciertas horas de la noche», recordaba Teresa Castelao setenta años después.

Y que para atender el funcionamiento de la dinamo de La Molinera, aquella fábrica de luz queinstaló en una nave compartida con una conservera, contrate a un hijo del alcalde del bando deViturro no debe de ser casualidad. Y que, cuando contrate un chófer, este resulte ser tambiénfamiliar de Viturro no debe de ser casualidad tampoco. Don Ángel no tenía un interés concreto enla política municipal, sin embargo sabía hacer su política y su diplomacia particular para engrasarlas relaciones en la villa. Y te podía matar a abrazos.

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Una edad de oro de las letras en Rianxo

Que ese chófer que contrata Ángel sea quien le inspire luego a un joven escritor local, RafaelDieste, el personaje protagonista, «o Garreante», de una obra teatral, A fiestra valdeira, «Laventana vacía», no es casualidad.

Parece que nada de lo que ocurre en esa pequeña villa marinera en estas tres primerasdécadas del siglo XX es casualidad, sino elementos necesarios para que allí se diese una pequeña«edad de oro» en la que se interrelacionan personajes de dos generaciones del arte y la política. Yun lugar imprescindible para esa edad de oro es esa casa que levantan don Ángel y el arquitectoRodríguez-Losada en Tanxil y en la que ellos mismos interpretan veladas musicales, Ángel alpiano y Rodríguez-Losada al violín, y donde se recibía a científicos y artistas.

Por esos días, un joven poeta, Manuel Antonio, perteneciente a la familia de los Pérez,contraria a los intereses políticos de Tojo, los Baltar y la familia de Castelao, ensaya su rebeldíadesesperada contra todos y contra todo antes de morir tuberculoso y joven. Te podrías imaginarque en un mundo tan pequeño como el de Rianxo sería lógico que ese joven que estudió Náutica enVigo y leía literatura cediese al imán y accediese a las oportunidades que ofrecía la familia Baltara quien se acercase. Era un año más joven que Rafael Dieste y dos años mayor que Ramón Baltar,las amistades infantiles a veces aleatorias y otras veces determinadas por el origen familiar, tanimportantes en el mundo íntimo de cada quien. ¿Montescos y Capuletos, simplemente? No loacabas de creer.

Años más tarde, Ramón hizo una apreciación en familia en repetidas ocasiones que te rechinaen los oídos: «Rafael era el que tenía más talento, Manuel Antonio era un antipático». Primero tepreguntaste por la capacidad de Ramón para hacer ese juicio literario interferido por la simpatía,sabes que era un gran lector de todo, también de literatura, aun así su juicio es totalmentepartidario y parcial hacia su amigo Rafael Dieste.

¿No estará el Ramón, ya hombre adulto, proyectando en ese juicio literario aún antipatíaspropias de los recuerdos juveniles? ¿No será que aún recuerda al adolescente raro, huraño yantipático que se estaba construyendo como poeta?

Pero lo que más te interesa de ese comentario de Ramón no es la valoración literaria en símisma de las obras de esos dos autores sino que, frente a la imagen que te vas construyendo de élcomo un hombre sereno y racional, esa descalificación de quien considera un posible rivalliterario de su amigo Rafael muestra un matiz de ofuscación, de partidismo afectivo. Incluso dearbitrariedad. No sabes ya si efectivamente va a ser tan sereno y racional como se te veníamostrando. Y lo agradeces, lo prefieres así, menos perfecto y más humano.

En ese momento en el que te hacen saber ese comentario descalificador de un autor frente aotro todavía no sabes de un papelito que te llegará más adelante. Está en gallego y dice:

Juramos por nuestro honor de caballero y por la salvación de Galicia, nuestra sola patria, teniendo portestigos a Dios y a nuestra conciencia:

1.º Cumplir las obligaciones que tenemos desde ahora por este pacto de sangre.2.º Somos hermanos, en nuestro cuerpo corre y circula sangre de los tres, nuestro deber es que nos

tratemos como hermanos, por lo tanto defender, hablar y hacer unos con otros lo que haríamos connosotros mismos.

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Lo cual firmamos y ratificamos con nuestra letra y con nuestra sangre, para tenerlo siempre presente.

Marcial Rodríguez CabralManoel Xoaquín González MatoManoel Antón Pérez Sánchez

Que uno de los firmantes, Marcial, acabase siendo embajador de la España de Franco enVietnam pues ya son cosas que le pueden suceder a uno si no se muere pronto, como el poeta.Pasar de jurar «por la salvación de Galicia» a ser embajador del régimen franquista puede sercontemplado desde la distancia con humor irónico y comprensión benévola o también puederesultar desolador contemplar la fugacidad del fuego adolescente. Prefieres que prevalezca lacomprensión de los caminos de la vida, que no son fáciles de juzgar fuera de su época ycircunstancias. Y prevalece ese hombre que en otro momento de su carrera diplomática fue cónsulen Argentina y allí ayudó al rianxeiro Rafael Dieste a solucionar los papeles para volverfinalmente del exilio y abrirle camino aquí para que no padeciese represalias.

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La corte de don Ángel (Allegro vivace)

No vas a poder reconstruir aquellos días de sol y arena de los niños y niñas de la mansión deTanxil, te han llegado vagos ecos de juegos en la playa. Algunas fotografías, una de dos niños,Rafael Dieste y Ramón Baltar, imitando los juegos de los mayores, uno posa con un pitillodesafiante riendo y el otro sostiene una botella y un vaso como quien sirve vino, unas niñas a unlado, las hermanas de Ramón seguramente, ríen.

Cuento policíaco. «La Venganza.»Agraciado con un accésit. Original de D. Rafael Dieste.

The Fox se miró y remiró por última vez al espejo y se encontró elegante con aquel traje de seda rosay aquel enorme sombrero de plumas blancas. A punto estuvo de estampar un beso sonoro en el espejosobre los labios de su propia imagen, pero se reprimió con detectivesca dignidad y después de dar unospaseos por la estancia para adaptar su paso a la tiránica estrechez de la falda en boga, salió a la calle.

Papeles en un sobre que tiene escrito por fuera con la letra de Ramón adulto, «Juegos florales.1920(¿?)». Ese Ramón adulto que no recuerda exactamente y duda del año de aquellos juegos, siacierta en la fecha que apunta con interrogante, ya tiene dieciocho años, ya era un joven, y Rafaelya tiene los veintiuno. El cuento continuaba y podemos imaginar a aquellos muchachos ymuchachas de distintas edades escuchando atentos el desenlace en el salón del piano en un día deverano aburrido porque llovió y no hubo sol. Ramón guardó en un sobre aquel papel de libretaescrito a mano de su amigo, comprendió que aquellos momentos de juventud debían de servenerados. No era el valor literario, era la amistad.

Y de repente piensas, si el cuento de Dieste ganó un accésit en aquella reunión de amigos,¿cuál sería el cuento que ganó? ¿Quién lo escribió?

Recreando estas escenas de veraneantes distinguidos no puedes dejar de imaginar, no debierasolvidar, a las personas que vieron entonces cómo se levantaba aquella casa de veraneo conestanque y jardines y cómo aparecía en sus vidas una fantasía como aquella. Debes imaginar,aunque no sepas contarlo, las caras de asombro de las cocineras, de los jardineros, de loscamareros y de los marineros y el vecindario de Rianxo ante aquellas escenas de lujo y armonía.La mayor parte de la población pasaba apuros para vivir, la distancia económica, social y culturalcon la corte de don Ángel evidentemente era enorme. ¿Cómo actuaría aquella perspectiva en lasalmas de los rianxeiros?

Las distancias de clase no son una idea, son experiencias particulares a veces muy intensas deasombro, de admiración, de emulación, de disfrute vicario, de envidia. Experiencias que puedenprender muy hondo en la mente, en la sensibilidad e incluso en el alma, elevándola o dañándola.¿Aquellas músicas harían más dulces los espíritus, aquel dulce vivir animaría las imaginacionespara concebir mejoras en sus vidas o dejarían una gota de amargo, un algo de humillación tambiénpara algunos?

Vistas con distancia, esas celebraciones de la alegría y el disfrute de la abundanciaconseguida, ¿no abrirían el camino para que más adelante la admiración de todos diese paso a larabia y la envidia de algunos? Cuando piensas en esto, en el desequilibrio y la alteración depoderes que debió suponer la presencia patricia de don Ángel en Rianxo, recuerdas algo que ya

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vas sabiendo de forma confusa, que más adelante hubo contratiempos y conflictos, cuando ya novivía Ángel y tampoco Ramón, don Ramón. No sabes los detalles aún, pero puede ser que hubieseuna reacción que aguardaba el momento de debilidad de la presencia de los Baltar en la villa.Puede ser una explicación, aún no sabes los detalles del conflicto. Y preferirías no saber, perosabes, como se cumplen inevitablemente las leyes del ascenso y caída de los cuerpos y los entes,preferirías que el sueño de don Ángel se detuviese en ese momento de esplendor y no tener queconocer y contar la caída.

Pero Ángel vivía cuidando y repartiendo y disfrutaba con sincero entusiasmo, eso lo sabes pormuchos testigos de época. Aquel mundo de gente oprimida y que padecía duras vidas para Ángeltambién era la fantasía de un mundo bucólico que compartía con sus invitados, médicos y artistasllegados de fuera, una hospitalidad generosa que continuó su hijo Ramón.

El placer de ofrecer hospitalidad. En El Compostelano encontramos una estampa idílica:

Ayer regresaron de Rianxo, donde pasaron más de un mes, las Colonias Escolares organizadas por elRectorado Universitario de Santiago, bajo la iniciativa y gran entusiasmo del Inspector Jefe de PrimeraEnseñanza, D. Manuel Lorenzo Gil.

Los niños vinieron muy satisfechos de la estadía en la villa de Rianxo, donde todo el vecindario seafanó en prestarles obsequios.

He aquí cómo uno de los niños describió en su diario la última fiesta que les dedicaron en Rianxo:«En el diario que corresponde al día de hoy, tenemos que hacer mención exclusivamente de la fiesta conque nos obsequió el Sr. Baltar en el día de ayer; fiesta que jamás se ha de borrar de la memoria de cadacolono.

Puestos de acuerdo el Sr. Baltar con los directores, salimos para Tanxil a las tres y media de la tarde,recibiéndonos el referido señor; nos llevó a la playa y allí embarcamos en un balandro que nos condujoal hermoso yate Isabel. Un sobrino del obsequiante, cuyo nombre ignoramos, realizó varias fotografíasdel yate y de los colonos. Regresamos a tierra y en la amplia y bonita explanada situada en la parte estede la finca, nos aguardaba una mesa preparada con gusto artístico.

Empezó la merienda a las cinco consistente en tostadas de mantequilla, roscón, compotas demembrillo y peras, pasteles y frutas, servida por las bellas y distinguidas señoritas, Ángela, Carmen yMaría Baltar, María Cabeza, Carmela Rivas, Carmela González y señoritas de Rodríguez Castelao.

Luego de la merienda tuvimos un gracioso ejercicio ecuestre; puso el Sr. Baltar a nuestra disposiciónun bonito y cuidado burrito en la misma terraza donde se sirvió la merienda, no habiendo niño de lacolonia que no lo montase; para las niñas se dispuso una mecedora oscilante bipersonal; [...]

Cantamos varios himnos escolares y uno regional por lo que fuimos muy aplaudidos. Por últimodimos unos vivas a don Ángel y a Rianxo, regresando a la colonia ya hacia el anochecer».

Si creemos lo que dice El Compostelano, que la autoría del texto es de un niño de laexcursión, debemos constatar que en aquella época los niños eran muy resabiados y alguno yaescribía exactamente como un redactor de plantilla.

Por Tanxil anduvo el grave pintor Carlos Maside, a quien el triunfo inmediato de lasublevación militar en Galicia dejó sin compañeros de generación y amigos como el pintor LuisSeoane y sin contexto artístico vanguardista. Maside pasó sus últimos días en el sanatorio Baltaral cuidado de Ramón. Y allí en Tanxil calculó y midió el escultor Francisco Asorey el lugar y elpeso para instalar su ciclópea Virgen de Guadalupe. Por allí paró el bohemio y prolífico pintorVillafínez, que reprodujo cientos de veces el Pórtico de la Gloria, que se sabía de memoria.Villafínez dejó anécdotas que implicaban al servicio doméstico, un tanto escandalosas para doñaIsabel, y también una serie de cuadros del lugar.

De cuando en vez consigues una fotografía de alguno de los cuadros que pintó este o aquelpintor para Ángel o para Ramón, están en uno o en otro comedor de alguna casa de los hijos deRamón, y comprendes que todo está partido y repartido, sin unidad o un catálogo. Y, por cierto,que en una ocasión encargó retratos de Emma y de los dos hijos que tenían entonces al pintor

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Corredoira y no encargó el suyo. Típico de ese hombre esquivo. Pero hay algo aquí que tedesconcierta y te deja un regusto amargo, es como si todo ese pasado al que tú estás evocando ydando valor estuviese en ruinas o borrado. No te detienes ahora a constatarlo, porque podríasdudar del sentido de lo que estás haciendo y perderías los ánimos para seguir, pero ya intuyes quees algo así como un fracaso. En este momento decides dejarlo estar para seguir construyendo elrelato, aunque puede ser que el relato sea la caída de la casa Baltar.

Como ocurre más veces en esta historia de Baltares, te sorprendes una vez y otra con unamezcla muy particular de cosmopolitismo y simples relaciones domésticas. Asorey fue un enormeescultor de la figuración pasada por las influencias de su tiempo, en esa Virgen los estudiososseñalan la influencia de Matisse, pero la relación de don Ángel nace simplemente de que setrataron porque trabajaba para la Facultad de Medicina como modelador de anatomías, un trabajosemejante al que tenía también el pintor Villafínez, que las dibujaba. Y en cuanto a Maside, eranatural de Pontecesures, de donde Isabel, la esposa de Ángel.

Años más tarde, el escritor lugués Ánxel Fole describiría el recuerdo de su estancia como unaestampa arcádica:

Hace como cosa de un cuarto de siglo, en el yate de Ramón Baltar, yo había visto, asombrado, desfilarquince o veinte veleros de pesca al atardecer de un día de calor agosteña, por la ría de Arousa, cerca deRianxo. Y yo que creía que los barcos de vela eran cosa de hacía medio siglo...

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A. B. C.

Había mucho de soñador en aquel don Ángel que pensó estudiar ingeniería y que luego fue elcirujano que concebía la profesión con mecánica rigurosa. Aquel que refunfuñaba y alternaba lasexplosiones de mal humor con la carcajada y carecía de rubor para mostrar su inocencia. Unainocencia que se expresaba en el amor por su esposa, Isabel, que plasmó en versos ingenuos, porsu familia y por su país dorado y adorado.

Ves que la ética rigurosa, la admiración por la disciplina prusiana, la construcción de unafamilia, numerosa, y el enraizamiento en el país son los centros de su vida y también explicanparte de la vida de su hijo Ramón. O, al menos, te lo va pareciendo. No sabes si explican tambiénlos pasos de Antonio.

Ángel es un hombre con certezas y dentro de su espíritu riguroso esconde, como su hermanoPepe, el farmacéutico de Noia, un corazón tremendamente romántico. Cuando llega de sus trabajosen Santiago a su refugio rianxeiro le da forma literaria a esa plenitud: «Canto a la Ría de Arousa.Viaje poético por la ría una tarde de verano». Y firma ese largo poema, que manda imprimir en ElEco de Santiago, con sus iniciales: A. B. C., de Ángel Baltar Cortés.

El viaje que lo inspira es un periplo imaginado por la ría de Arousa a bordo de su yate,Isabel, llamado así en honor de su esposa, que no quiere saber nada del mar ni de barcos y nisiquiera es una entusiasta de esas temporadas en Tanxil, pero eso no detiene el ímpetu poético deÁngel. El yate de dos palos era un barco de poca quilla, que le permitía acercarse a la playa, ungaleón como los dedicados al transporte de mercancías y adaptado para el recreo, con un comedory arreglado con maderas preciosas traídas de América. Tenía tripulación marinera, camareros deuniforme y un patrón.

Ángel no sabe cómo reprimir el entusiasmo que le arde en el pecho y ya arranca alto:

¡Ría de Arosa, bello mar de ensueño!Al contemplarte en esta tarde hermosavestida con tus galas, primorosa,esclavo soy de ti, ¡tú eres mi dueño!

Acabo de llegar, vengo cansadode mi dura faena cotidiana,y para verte no esperé a mañanacon la impaciencia del enamorado.

El poema continúa en un demorado viaje por los cabos, arenales y rincones de la ría, citadosuno a uno, y va ya retornando a Rianxo:

Ante Rianxo estamos ya cruzando,el sol lo envuelve en rojos resplandores;él me inspiró los más puros amoresy en su progreso yo viví soñando.

Su sincera preocupación por la villa se manifiesta también en una amable reprensión propia

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del patriarca que contempla comprensivamente a sus hijos:

Y así puede vivir sin gran quebranto,pues la gente es alegre y bullangueray le interesa más una quimeraque aquello que suponga un adelanto.

Pero tal proceder es su condenapues los pueblos que no tienen voluntadsumidos se verán en la orfandady la pobreza, que es su mayor pena.

Unos versos que evidencian la preocupación social y el fondo grave de don Ángel, quientambién encierra un programa político y social regeneracionista, esforzarse en progresar, y unaactitud vital, la responsabilidad y la capacidad de hacer planes para el futuro frente a la entregaalegre al vivir de cada día. Ángel amaba a aquellos marineros alegres precisamente porque noeran como él.

Le reservó tres estrofas a su amigo y vecino Castelao. Daniel ya es entonces un líder delgalleguismo en este 1930, víspera de la II República, y también un artista reconocido. El propioÁngel le organizó una romería en barca en homenaje a sus éxitos artísticos.

Castelao, el artista inimitable,en este pueblo vio la luz primera,y lo habitó en lozana primaveraensayando su lápiz admirable.

Y detalla luego la llegada a su Ítaca querida, con sincero e inocente orgullo de sus posesiones,y detalla con deleite los elementos que acompañaban la mansión, el dique, el embarcadero, elmirador...

Volvemos a Tanxil en cuya alturayérguese ufana mi mansión querida,y en la cual gozaré toda mi vidadel encanto que ofrece su hermosura.

Nuestro yate su marcha ya aminora;un momento después queda parado,y al muro de la dársena atracadodesembarcamos en muy grata hora.

Seguimos por el muro alegrementeviendo surgir del mar fosforescencia,y como no sentimos impacienciavamos pasando el puente lentamente.

Subimos sin cansancio la escaleraque de la dársena asciende al mirador;Venus va luciendo su esplendor,y la Luna declina en su carrera.

Allí me quedo contemplando absorto

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la nocturna belleza de la ría,y pintar mi emoción yo no sabríasin pecar de insensato y aun de corto.

En ese relato de los atributos de Rianxo y de Tanxil no figura aún la Virgen de Guadalupe deAsorey, dos metros y medio de piedra subidos a un pedestal frente al mar. Cuando se instale, en1932, su orgullo y su entusiasmo se desbordan nuevamente en un poema, «A la Virgen deGuadalupe de Tanxil», que escribió para que el vecindario de la villa se acercase a admirar laobra y a cantarle las coplas:

Virgen querida, Virgen amada,al fin te encuentras hoy en Tanxil,puesta en el trono que te esperabasy que semeja lindo pensil.[...]Y protegiendo a los marineroscuando en mal tiempo van a pescar,a su regreso, muy placenteros,ante su imagen vendrán a orar.

Y sabiendo que Ángel no era devoto practicante, pues doña Isabel no consiguió hasta losúltimos días de su vida que asistiese a misa, debemos imaginar que encargó la virgenprincipalmente para los marineros y demás gente de la villa y no tanto para su devoción personal,más por amor a Rianxo que por amor mariano. Como un obsequio más que les hacía a los vecinosaquel patriarca que los contemplaba con reprensión y comprensión. Su amor por la gente y por laría eran conocidos, hasta un club de fútbol de Vilanova, al otro lado de la ría, le escribiópidiéndole dinero para un balón.

Aunque su ingenuidad literaria pueda hacer sonreír, uno puede imaginar al galeno entreoperación y operación con un lápiz en la mano delante de un folio o delante de su máquina deescribir destilando cuartetas y rimas, pero en esos versos hay algo que desafía la ironía, suentusiasmo, la verdad de su corazón.

Creó un mundo de fantasía salido de su imaginación, pero amaba de verdad el mundo que lorodeaba, vivía de verdad, de una forma plena en un tiempo que, a pesar de las dificultades,prometía progreso, soluciones a los problemas y felicidad. Una vida inocente y una promesa queya no les correspondió a sus hijos e hijas.

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Acercarse a Tanxil

Te acercas a Rianxo para ver lo que queda de la huella de esos Baltar en la villa, hasta ahora nadamás tienes palabras, papeles, recuerdos y evocaciones de otros tiempos.

Hace fresco y aunque el día no es soleado hay una claridad del cielo y del mar, el resol que tehace entrecerrar los ojos.

Ahí está en la fachada del edificio del ayuntamiento la placa de mármol en honor de ÁngelBaltar sobre la que ya has leído en documentos municipales. Faltan las letras de bronce, estáncaídas. Consigo leer en la sombra que dejaron sobre el mármol las letras que fueron cayendo:«Rianjo, a don Ángel Baltar Cortés, sabio cirujano, honra de Galicia y gloria de España. Entestimonio de gratitud por su constante cariño a esta villa. Año de 1929». Solo se conserva elmedallón de bronce, un bajorrelieve de la cabeza del prócer que le fue encargado al escultorAsorey, amigo del homenajeado. El viento de la historia pasó por la villa gastando el mármol yarrancando las duras letras de bronce, llevándose la memoria. Te llevas la impresión de algunaderrota irreparable.

Ya de vuelta, buscarás en la hemeroteca y encontrarás en El Correo Gallego del 12 de mayode 1982:

Rianxo: La placa del Dr. Baltara su lugar primitivo.

Rianxo. (Pancho. Corresponsal.)

En cuanto al último pleno ordinario de la corporación rianxeira, se trataron asuntos como la ratificacióndel decreto de la alcaldía sobre la placa de don Ángel Baltar Cortés, siendo acordado por el pleno devolver a ponerla en el sitio primitivo, que es la fachada principal del Ayuntamiento, dado que lacorporación anterior había apartado la placa para otra zona de la Casa Consistorial menos visible. Elacuerdo de esta corporación del cambio de dicha placa para la fachada principal del Ayuntamiento escuestión de agradecimiento a la persona de don Ángel Baltar, por su aportación a obras importantes dela villa de Rianxo como podía ser el muelle de la Rebaleira, para que los marineros tuvieran dondeatracar sus embarcaciones, esto por supuesto ya en épocas pasadas. Aparte hay que tener en cuenta quela placa ya goza de un gran valor artístico, dado que fue hecha por el escultor gallego Asorey.

Una placa que no tuvo mucho descanso y fue movida de aquí para allí. Una noticia queevidencia que la memoria de don Ángel y la consideración a su familia tuvieron momentos demayor o menor respeto, una memoria de ida y vuelta y una historia más compleja de lo queparecía. Con todo, esa lealtad, ese prolongar la memoria de Ángel con agradecimiento casi te hacecreer en el sentido de la posteridad.

Vas hasta Tanxil, lo que era un paraje apartado hoy está habitado, casas y chalets. Al lugardonde mandó construir Ángel la casa no consigues acercarte, la finca está cerrada e invadida porla vegetación. Solamente consigues divisar una parte de la mansión al final de un camino.

No hay nada ya del esplendor que buscabas, solo abandono, soledad y decadencia, lo que veste sugiere instantáneamente una imagen y una palabra sacada del cine, «Manderley», de la películade Alfred Hitchcock sobre la novela Rebecca de Daphne du Maurier. Apartas enseguida la imagenpor cursi y obvia, observas la casa ahí tras el ramaje de árboles salvajes, pero no se acaba de

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marchar esa sugerencia primera y aceptas que es la que corresponde. Pero debió de haber untiempo en que en esa casa triste hubo alegría, o te habrían estado mintiendo todo el tiempo. «Lanoche pasada soñé que volvía a Manderley.» Pero tú nunca estuviste en esa mansión ahorasolitaria, eres totalmente ajeno a esa historia, solo eres el narrador. Solo has estado imaginando lavida allí de aquella colonia familiar de veraneantes y, sin embargo, aquí estás tú intentandoconocerla y contarla. Decides hacer una fotografía con el teléfono. Sale una imagen borrosa.

Sigues paseando para buscar las otras instalaciones que mandó construir don Ángel, unembarcadero, una caseta de baño, un dique desde donde se echaban al mar dando un saltogeneraciones de jóvenes de la villa. Solo queda el dique, semienterrado en la arena traída de unacantera. Arriba, en el mirador, tampoco está la Virgen de Guadalupe de Asorey, eso ya lo sabías.Te parece ver allí arriba el lugar donde debió estar el pedestal. ¿Dónde va la Virgen? Era alta, esuna ausencia de gran tamaño.

Ya viste lo que podías ver, la visita está hecha. Te quedas con el deseo de entrar en la finca,atravesar el ramaje que casi oculta la vista de la mansión, cruzar la hierba alta y las silvas ytraspasar el umbral, entrar en la penumbra de esa gran casa abandonada, sentir tus pasos en elsilencio de lo abandonado. No estará la historia completa si no consigues entrar. Nunca estará lahistoria completa, lo sabes, del pasado solo sacamos algún eco muy vago, alguna imagen sin laspalabras que se pronunciaron entonces.

Que la casa esté a la venta en internet desde hace años es la prueba de que ya es pasado. Y deque el legado inevitable de las ilusiones y los triunfos son las ruinas y los fracasos.

Una semana después de acercarte a ver aquel lugar abandonado conversas por teléfono conuno de los hijos de Ramón y te dice: «Me estás haciendo revivir cosas pasadas, esta noche soñéque estaba en Tanxil». No se te ocurre decirle que ese es un comienzo muy apropiado para el libroque estás escribiendo y que si no te sirve para comenzar la historia es únicamente porque ya estáescrito en Rebecca, «anoche soñé que volvía a Manderley». Tampoco se te ocurre decirle que élestá haciendo un viaje onírico a un lugar y un tiempo olvidado o imaginado. Y que tú eresúnicamente un guía torpe y ciego que camina tropezando. Un Virgilio alquilado para una historiafamiliar, la de su familia.

No tienes bastante confianza, pero te atreves a preguntarle por la Virgen de Tanxil, que no estáallí. ¿Dónde está? Un silencio en el teléfono y finalmente: «La Virgen tiene que volver a su lugar.Esperamos que se den las condiciones, que se reparen los daños que se causaron allí para quepueda volver. Pero tiene que volver y volverá».

La situación en que se encuentran esos lugares de los Baltar en Rianxo es un tema que quedaabierto para ti y te incomoda no saber lo que ocurrió. Solo sabes por la hemeroteca que lo quefuese que ocurrió se hizo con palas excavadoras. Decides llamar al ayuntamiento de la villa yconsigues hablar con el alcalde, un hombre que lleva pocos años en el cargo y que te responde conafabilidad y claridad a las preguntas, incluso con algo de entusiasmo. Es cierto, las letras de laplaca de la fachada están caídas y precisamente ya encargaron a una empresa que las vuelva atallar para reponerlas. De modo que la placa aún se va a mover otra vez, va a dar un paseo pararepararla y volver. Y, por cierto, acaban de recuperar un pergamino que andaba por la villa.

Parece que las propiedades de los Baltar están abandonadas y que incluso fueron saqueadas.El alcalde te envía una fotografía del pergamino dedicado por una asociación de rianxeiros en laemigración. En letra que imita gótica, dice: «Centro Hijos del Distrito de Rianjo nombra sociohonorario al Doctor Ángel Baltar Cortés en agradecimiento a su gentil y desinteresada acción paracon el pueblo de Rianjo llevando los auxilios de la ciencia a los hogares azotados por la epidemiade gripe. Buenos Aires. 24 de abril de 1921». No le preguntas más detalles, cómo es que eso

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anduvo por ahí y cómo fue recuperado, pero te deja un sabor triste de abandono.Es evidente que hay un deterioro de la memoria del apellido en la villa, que lo que encuentras

ahora son los restos esparcidos y saqueados. Pero no siempre fue así.Nunca tendrás la historia completa, solo tienes pedazos. Y sin embargo ya estás dentro de la

historia, atravesaste ese umbral que separa tu vida ordinaria de la de la imaginación. Atravesasteel espejo, estás dentro. ¿Y a estas alturas, dónde va la otra historia que habías empezado y quepensabas ir escribiendo en paralelo con este libro? Como si fuese posible vivir dos sueños altiempo.

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Aquel hombre resolutivo

Ahí va don Ángel, ya se va de vuelta a Santiago luego de ver la marcha de las obras. Conduce atoda velocidad cuando ocurre «el milagro de Antoñito Baltar» oportunamente publicado en unarevista católica santiaguesa; por lo que sabes a estas alturas, imaginas que debió de intervenir enesa publicación la mano de doña Isabel.

No hace mucho que la familia del reputado médico de esta ciudad, el Sr. Baltar, hacía un viaje de regresoa Santiago desde Rianxo. Antoñito, uno de sus niños, venía descuidadamente arrimado a la puerta, lacual se abre casualmente, y el niño es lanzado a la carretera por la velocidad del automóvil con tanbuena fortuna que Antoñito no tuvo que lamentar lesión alguna. Este, que es ferviente antoniano y muydevoto de san Antonio, atribuye a su protección el haber salido ileso del peligro. ¡Está visto que sanAntonio protege a los suyos!

Esta anécdota celestial muestra nuevamente que en el destino de Antonio va a influir una ciertamanera de ser descuidada y alegre y que está destinado a ser expulsado o a lanzarse él delvehículo en marcha de la historia familiar.

Tras varias incidencias, don Ángel acepta que algunas de esas nuevas máquinas que lomaravillan deben quedar fuera de su dominio, para eso está el chófer, como corresponde a unhombre de su posición y que no quiere repetir la desgracia de su hermano Pepe, el farmacéuticode Noia.

Pero nunca dejó de ser un amante de los inventos de todo tipo, como buen seguidor delprogreso tecnológico en aquel tiempo de ingenios que revolucionaban las comunicaciones y lavida diaria. Ávido comprador y usuario de automóviles, enseguida compró un «heterodino», comose denominaban aquellas primeras radios en la que él intentaba captar las emisiones desdeLondres a través del mar, de costa a costa, aquellas voces y músicas lejanas, la cámara decinematógrafo recién llegada a la tienda...

Un hombre inquieto que después de comenzar la carrera de Física y Química, de probar a serfuncionario de Aduanas y de comenzar Ingeniería en Madrid se decide finalmente por estudiarMedicina en Santiago y ya, por no perder más tiempo, hace la carrera de seis años en cuatro. Cosaque repetirá su hijo Ramón, como si se midiesen padre e hijo. Así que a un espíritu de acción tal yamante de la mecánica no era raro verlo más tarde operando el radiador de uno de sus coches enla mesa del quirófano de su sanatorio, como así hizo un día que un motor averiado se le resistía. Oque cuando el relojero Mayer no consigue vencer la resistencia de un reloj se lo lleven comoúltimo recurso a don Ángel, y este ordena: «¡Pasen el reloj a quirófano!». Cuando un hombre decarácter se pone a algo no lo deja a medias, «solo hay una manera de hacer las cosas, hacerlasbien».

En la carrera toma como maestro de la profesión a Timoteo Sánchez Freire, catedrático deCirugía, sin embargo fue un personaje peculiar y excepcional, Ramón Varela de la Iglesia,catedrático de Fisiología y Terapéutica, quien lo va a modelar como médico y probablementetambién conformar ideológicamente.

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Don Ramón Varela de la Iglesia fue un verdadero activista y divulgador de las nuevas ideas ylos nuevos adelantos científicos. La ciencia médica compostelana hasta ese momento era deudorade la escuela francesa, pero Varela va a ser el introductor de la escuela alemana, traduciendo élmismo los Archivos de Volkmann y mandándolos imprimir para su difusión entre los estudiantes.Como la imprenta Paredes no iba al paso de su ritmo de traducción, acabó por instalar unaimprenta en su casa para imprimirlos él mismo siguiendo el ritmo de su edición en alemán. En suafán propagandístico o evangelizador llegó a dar clases de alemán y francés en su casa a Ángel yotros estudiantes.

Ángel gana la plaza de profesor ayudante de Varela de la Iglesia y ejerce un par de años ladocencia, pero encerrarse en un aula no era lugar para un hombre de acción. Ya antes se habíapresentado al grado de doctor y, por algún motivo, desistió. Lo intentó once años después ytampoco se presentó finalmente. Ángel tuvo que optar, el puesto de cirujano en el Hospital Real yen el sanatorio que había creado le exigía toda la dedicación y acabó decantándose por lapráctica.

Esa opción acabó siendo un rasgo de familia, pues Ramón, aunque no voluntariamente,también acabaría por ser un gran cirujano que no pudo tener la carrera académica continuada queseguramente deseó. Aquí tienes que volver al principio, recuperar algo de lo que te escribió aquelamigo de uno de sus hijos, «de intensa vocación universitaria. La rigidez política del Estadonacional sindicalista abortó una carrera de profesor que habría sido muy fructífera». No olvidesbuscar esa información que te falta sobre ese aspecto de la biografía de Ramón, porque unapersona es las cosas que fue y también las que quiso ser aunque no consiguiese realizarlas.

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Varela de la Iglesia no consiguió hacer de aquel Ángel que no tenía paciencia y abrazaba laacción el discípulo y futuro catedrático que pretendía que lo sucediese, pero ejerció influenciasobre él de otras maneras.

Te atreves a pensar si una de las maneras de influirlo no sería a través del patrocinio político.A finales y principio del siglo, el gran patrón político de la ciudad de Santiago y gran parte deGalicia era Eugenio Montero Ríos, que tuvo su estatua de bronce plantada frente a la catedral,precisamente él que había sido tan contrario a la curia, ministro que aprobó la ley de matrimoniocivil. Y Varela de la Iglesia era partidario y cercano a Montero Ríos, que tenía dominio entre otrasinstituciones sobre el Hospital Real. Cuesta creer que para el cargo de director del hospital nohiciese falta el patrocinio de Varela ante Montero Ríos. Aunque tampoco faltó la protecciónfamiliar de su cuñado Ramón Tojo Pérez desde la diputación provincial.

Varela de la Iglesia pertenecía además al círculo de Giner de los Ríos, alma de esa ambigua yexquisita secta que fue la Institución Libre de Enseñanza, un intento de realizar el ideal ilustradode mejorar la sociedad a través de una educación pública integral. Varela trabajaba con espíritumilitante para ese proyecto regeneracionista dirigido por Giner, a quien escribía, «meu queridoFarruquiño», con informaciones sobre elementos locales que podía ser interesante captar para suproyecto. Elementos como Ángel.

Sin duda, la cultura de la institución llegó a Ángel y aunque no sabemos de su integracióndirecta en sus proyectos, sí que sabemos que colaboró con alguna actividad y que uno de sus hijos,Antonio, más adelante sería asiduo de la Residencia de Estudiantes cuando estudió en Madrid.

Y el contacto directo con esa corriente y con la cultura política republicana le llegaba tambiéna través de un sobrino de Varela de la Iglesia, Manuel Varela Radío, que acabará siendo diputadopor el Frente Republicano Gallego. Varela Radío primero será compañero de estudios de Ángel yluego amigo íntimo y socio, una amistad que se prolongó en los hijos. Por sus amistades ydependencias, sin duda Ángel pertenecía a una línea ideológica progresista y republicana, perotenía que seguir sus propios pasos, que no estaban destinados a una carrera académica ni política,lo perdía la impaciencia y gustaba de vivir intensamente cada día. Y eso era operar y operar,actuar sobre las personas.

¿Puede ser adictiva la profesión de cirujano? ¿Puede crear adicción ejercer el poder de esemodo sobre las vidas de las personas? ¿De qué modo actúa esa actividad sobre la personalidadde quien ejerce la cirugía? Es un aspecto que no consideraste antes y que también deberías teneren cuenta.

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Pequeña serenata nocturna, cuerpos extraños y curaciones milagrosas

Vivir actuando, también en el amor para ese Ángel resolutivo. Siendo él de Padrón conoció aIsabel, una joven del vecino pueblo de Pontecesures, de la familia Domínguez. Los Domínguezeran una casa económicamente fuerte dedicada a la exportación de mercancías; desde el puertocesureño, sus barcos bajaban por el río Ulla a la ría de Arousa y al mar en dirección a puertosingleses y americanos, entre otros destinos.

O Roxo, el padre de Isabel, había vuelto con dinero de Cuba ya con treinta y ocho años,previamente le escribió al que había sido su maestro en la escuela y al cura de la parroquia, que lebuscasen una novia para casarse. El maestro y el cura buscaron, cavilaron y fueron con el encargode O Roxo junto a los padres de la moza que escogieron. Y estos escucharon y luego le dijeron asu hija: «Don Antonio Domínguez, hombre ilustrado y con dinero, busca con quien casarse. Elcura y el maestro pensaron que tú podías ser la mujer ideal. Rica no eres, muy guapa tampoco. ¿Ati qué te parece?». «Yo haré lo que ustedes manden», contestó ella. Y así fue que se casaron y, porlo que cuentan, hicieron un buen matrimonio y tuvieron hijos y una hija, Isabel.

En cierta medida, ese relato que se conserva en la familia es el relato fundador de esta historiay viene transmitido con cierto humor y también algo de estupefacción a través de generaciones. Escomo una contestación a una pregunta no formulada, «¿cómo se hacían las cosas antes?». Y síaparece con toda claridad la situación de desvalimiento de la mujer, pasando de padre a marido através de un trato entre ellos. ¿Qué hay en el manso consentimiento de ella? ¿Meramente una hijasumisa o cupo siquiera algún cálculo en el que ella se pudiese decir: «de las dos posibilidadesque tengo, quedar soltera en la casa paterna o hacer yo mi casa, esta es la mejor de las dos»? En elrelato no figura ese momento, es una historia aparentemente simple y desnuda en la que no cabenlos propios sentimientos. Sabemos la anécdota, desconocemos la verdad íntima de la madre deIsabel. Caes en la cuenta incluso de que sabes el nombre de él, Antonio Domínguez, O Roxo, ydesconoces el de ella, puede que lo sepan o no, no lo preguntaste, seguramente sorprendido en elmomento por la gracia y la brutalidad de lo que te contaron.

Pero don Antonio Domínguez no veía bien la boda de su hija Isabel con Ángel, el hijo delboticario padronés que ejercía entonces de médico rural en el vecino municipio de Rois. LosDomínguez aspiraban a una boda mejor, así que se opusieron e incluso el pretendiente tuvo algúntropiezo con los hermanos de la futura novia. Pero ya entonces Ángel pensaba eso de «solo hayuna manera de hacer las cosas, hacerlas bien», así que montó en una barca y remó una noche y otrahasta el balcón que daba al río de la casa de los Domínguez y así, cual Romeo, conversaron yconversaron, las palabras ascendieron de la barca al balcón y alguna cayó también del balcón a labarca y Ángel consiguió levantar una escala de palabras amorosas y tejer un nudo de promesasque O Roxo no consiguió desatar. Escribió los más inocentes y sentidos versos e hizo con ellos unlibro con las guardas de fieltro y letras de plata que guardó en un cofre de madera con llave yconsiguió entregárselo. Y prologó: «Isabel, no merecerían estos pobres versos el lujo con el queestán encuadernados si no fuera porque constituyen a mi juicio la mejor prueba del cariño que teprofeso, ya que están inspirados en tu amor y en las virtudes y en los momentos de amor que hepasado cerca de ti».

Se casaron Ángel Baltar Cortés e Isabel Domínguez Orense y tuvieron siete hijas e hijos,

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Isabel, Ramón, María, Antonio, Ángela, Carmen y Elisa.En aquellos momentos, Ángel era muy considerado como médico en la comarca donde ejercía,

fue muy celebrado su éxito en extraer del pulmón de una niña un «cuerpo extraño», una figurita deceluloide. Improvisó un instrumento específico, unas pinzas de alambre, y consiguió extraerlo. Lacirugía de aquella época tenía mucho de improvisación e invención, cada cirujano construíaherramientas específicas para los casos que se le presentaban. La industria del material médico noexistió como tal hasta unas décadas más tarde.

Años más tarde, su hijo Ramón tendría un caso semejante, «el muchacho que había tragado unabola de acero». El niño llegó a su sanatorio para ser operado con urgencia, pero el cirujano dijo:«Yo creo que lo más sensato va a ser hacer esto», y cogió al niño por las piernas, lo levantó y losacudió hasta que el chiquillo expulsó la bola de acero. El mejor cirujano sabe que sin necesidadno hay por qué cortar y abrir.

Y como todo gran cirujano tiene su leyenda, hay más casos de «curaciones asombrosas» queen el caso de los Baltar tienen un algo de gracia humilde y también de reivindicación de lahabilidad y el factor humano frente al maquinismo. Es el caso de «la niña del patacón», lo cuentaLuis Raposo Montero en El Correo Gallego en 1981, el año en que murió Ramón. Se trata de unrecuerdo tras su fallecimiento y tiene interés por la reivindicación tanto moral como cívica ycientífica; lo hace con tanta sinceridad y entrega que llega a la beligerancia contra quien lomenospreció o ignoró en vida. Esa reivindicación te demuestra lo que ya vas sospechando, que tuRamón fue una figura incómoda y sometida a juicio.

En el caso de «la niña del patacón» la narración resume las habilidades quirúrgicas y tambiénel sentido de la profesión de un modo tan inocente como eficaz. Una niña de unos diez años habíatragado un patacón, el relator se ve obligado ya en aquella fecha a explicar a los lectores delperiódico que se trata de una moneda que ya no circulaba con valor de diez céntimos de peseta,entonces todavía vigente, y que se localizaba en el esófago.

El profesor, a la consulta del cual acudió la madre con la niña por la mañana, trató de extraerle lamoneda con un aparato que, según acostumbraba a decir aquel vanidoso señor, era lo mejor y lo másmoderno del mundo.

Evidentemente, aquí Raposo ya nos deja ver su punto de vista, no siente un respeto excesivopor el tal profesor:

Mi insignificante misión consistía en mantener sujeta la cabeza de la niña en posición sentada. De vez envez tenía que aguantar el paso de una ligera corriente eléctrica por las manos, pues aquel «formidable»aparato estaba provisto de una lamparilla eléctrica alimentada por un transformador. Otros compañerosse encargaban de aplicar de cuando en cuando la mascarilla con éter a la enfermita. Pasaron los minutosy transcurrieron más de dos horas de lucha con numerosas tentativas de extracción, así como de idas yvenidas al departamento de rayos X para comprobar que el patacón, como el monóculo de unimpertinente petulante, seguía riéndose de aquel presuntuoso profesor. A todo esto, la chiquillaexpulsaba por la boca una saliva sanguinolenta que me inducía a profunda conmiseración.

Llegados aquí y leyendo tantos trabajos ya estamos sudando y sintiendo los padecimientos dela pobre niña, como los debieron sentir los lectores del periódico en su día. El relato demoradode las sevicias perpetradas contra el cuerpo de la inocente son un recurso literario de Raposopara que a continuación asistamos con alivio a la llegada de nuestro Ramón, que la rescatará ysolucionará el problema con elegancia y precisión salvífica:

Próximas ya las tres de la tarde se decidió ir a comer dejando a la niña hospitalizada con la moneda ensu esófago. Por la tarde, cuando llegó el doctor Baltar, este con unas pinzas largas y acodadas extrajo,

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con toda facilidad, y en un momento, la «perdida» moneda. Dejo a mis lectores que ellos extraigan lalección.

La lección es tan fácil de extraer como lo fue la moneda a manos de Ramón. Nos queda lacuriosidad, ¿eran las mismas pinzas de don Ángel cuando extrajo el muñeco de celuloide deaquella otra niña?

Los «milagros» y curaciones asombrosas acompañaron en forma de anécdotas a sus hijos ehijas toda su vida. Uno de los hijos te relató en una ocasión cómo había coincidido en unacelebración con una mujer de su misma edad que le dijo: «mira, atiende». Y se levantó de la mesay se puso a bailar para un lado y para el otro, «atiende, ahora con esta pierna. Y ahora con estaotra. Mira qué bien bailo». Y efectivamente bailaba muy bien. «Pues esta pierna me la salvó tupadre», dijo.

«Habíamos ido a Santiago a que me mirasen la pierna, en un sanatorio me dijeron queingresase inmediatamente y que me la cortarían enseguida, pues era preciso. Y mi padre dijo:“Mira, ya que estamos aquí, ya pagamos el autobús de línea, yo creo que es mejor preguntar enotro sanatorio”. Fuimos al siguiente, que era el del doctor Baltar. Y fuimos y nos dijo queingresase y que intentaría operar cuanto antes. Y me la operó y me la dejó.»

Naturalmente, es inevitable, también debe haber una serie de relatos de fracasos y dedecepciones, pero eso ya no me llegó. Todo relato tiene su sombra.

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Baltar versus Nóvoa

Manuel Varela Radío, el sobrino de Varela de la Iglesia y compañero de estudios de Ángel, va atener un papel decisivo en sus pasos profesionales. Seguramente inducido por su tío, anima aÁngel, carta tras carta desde Alemania donde estaba formándose, a dejar su plaza de médico ruraly optar a esa plaza de médico en el Hospital Real de Santiago. La consigue, y eso va a ser algodefinitivo en su carrera. Y que se va a continuar en la siguiente generación con su hijo Ramón, quetambién dirigirá el hospital hasta su desaparición definitiva.

Va siendo evidente que hay algo del destino escrito de Ramón en los pasos que fue dandoantes Ángel, como si fuese pisando las huellas paternas. Pero por ahora no encuentras en Ramónnada de esa alegría expansiva del padre, solo tienes un Ramón más bien reflexivo y taciturno. Siefectivamente son tan distintos, ¿cómo puede Ramón caber en el traje que le deja el padre?

Ángel va a trabajar en ese Hospital Real, fundado en el siglo XVI para los peregrinos aCompostela por los Reyes Católicos tras la victoria de Isabel sobre la legítima, doña Juana, y elsometimiento del Reino de Galicia. El hospital cumplió una función social importantísima paratoda la población a lo largo de los siglos.

El hospital que llegó a dirigir Ángel estaba dividido en dos partes, una atendida por médicos ypracticantes de plantilla del hospital y la otra atendida por profesores de la Facultad de Medicina.Esa coexistencia implicaría una competencia interna y un equilibrio inestable que va a generarconflictos primero para Ángel y más tarde para Ramón.

Desde el hospital, Ángel supervisa las dolencias de la población más pobre de Galicia, operalos cuerpos heridos que volvieron mutilados de la guerra de Cuba, como más tarde atenderá a losque vuelven de otra guerra imperialista absurda e inútil en el Rif, abre las cavidades torácicas delos pobres del país para extraer los tumores nacidos del hambre, las infecciones y las sevicias dela miseria. El más brillante cirujano de su tiempo conoce como pocos las tripas y los corazones delos pobres de Galicia. Sin duda, de ese conocimiento implacable nace su sincera preocupaciónsocial y la implicación en la política sanitaria y su interés en la Medicina como institución en lasociedad.

Su carácter impaciente y su tendencia a dejar de lado las teorías y la administración paraocuparse en la práctica constante de la cirugía hizo que ocupase un lugar social muy particular.Tenía prestigio y el poder que le daba dirigir el Hospital Real, pero se situó fuera de la poderosaFacultad de Medicina, un ente de gran peso y poder en la ciudad y el país. Y chocó con NóvoaSantos, que estaba en la diputación provincial de A Coruña y al tiempo era profesor deuniversidad, por una diferencia de criterio sobre la organización del hospital, que dependía de lasdiputaciones provinciales.

Nóvoa fue una eminencia médica en su tiempo, Ramón fue alumno suyo y contó años más tardeque «en un curso aprendí más medicina con Nóvoa que en toda la carrera». Además de eso fueportavoz de las corrientes democráticas y libertarias, enfrentado a la poderosa Iglesia en Santiago.

Con los ojos de hoy, la figura de Nóvoa se ve muy afectada por un aspecto de sus doctrinas.Fue militante defensor de las teorías positivistas y se enfrentó al tradicionalismo de la Iglesia, sinembargo, también lo fue de una corriente que existía dentro de los cientificistas que defendía lainferioridad biológica de las mujeres. Llegó a gastar energías en argumentar con beligerancia

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«científicamente» su inferioridad intelectual en La indigencia espiritual del sexo femenino. Laspruebas anatómicas, fisiológicas y psicológicas de la pobreza mental de la mujer. Suexplicación biológica. No se puede decir que Nóvoa no supiese cómo ofender y negar lacondición humana a las mujeres de una forma metódica.

Debió de ser un hombre de temperamento belicoso y marcado por un origen humilde que leexigió agresividad para abrirse camino en el mundo de la casta médica, pero no será justorecordar su odioso pensamiento teórico sobre las mujeres sin decir que también dio apoyo a lasprimeras mujeres universitarias, que recibían ataques de sus propios compañeros, las hermanasJimena y Elisa Fernández de la Vega, con las que aceptó firmar una publicación científica,mostrando así tanto un talante democrático inusitado como respeto por esas dos personas. Si nofuese contradictorio, Nóvoa no sería humano ni inteligente.

¿Y qué pensaba don Ángel Baltar de las mujeres? Como no dejó obra teórica no lo podemossaber. Los documentos solo hablan de sus intervenciones quirúrgicas, de sus éxitos y de susinnovaciones y nadie te cuenta otra cosa que sus anécdotas. Seguro que era un hombre de sutiempo, de cultura patriarcal, él ganándose la vida y su esposa pariendo y cuidando a los hijos ehijas. ¿Pero si se enamoró de una mujer no reconoció en ella su completa humanidad? Ladedicatoria previa a esos versos guardados en una caja con llave que le dedicó son los de alguienque reconoce a otra alguien. Es razonable pensar que no compartía la obcecación misógina deNóvoa, aunque quién sabe esas cosas.

Nóvoa deseaba que el hospital pasase a depender de la Facultad de Medicina, cosa que leenfrentó a Ángel e hizo que él, el primer cirujano, dimitiese de su cargo de director del hospital.Fue como una centella que cayese sobre la ciudad. Un cataclismo cívico que nadie deseaba, niÁngel ni el propio Nóvoa, y que solo cesó cuando tras una gran movilización ciudadana Ángelaceptó volver al cargo y Nóvoa retrocedió en su pretensión.

Ese enfrentamiento tuvo final feliz, hubo una estampa de reconciliación años después. CuandoNóvoa, una celebridad médica entonces, acababa de ganar la oposición a la cátedra de PatologíaGeneral de la Universidad Central madrileña y volvía a la ciudad, salieron en comitiva a recibirloa la entrada colegas, ciudadanos ilustres y autoridades, y Nóvoa, dejando a un lado a rector yalcalde, se dirigió primeramente a dar un abrazo a don Ángel Baltar. Las crónicas no hablan deque hubiese cohetes y banda de música, puede que lo omitiesen.

Una estampa solemne hoy inimaginable, propia de un tiempo en el que las instituciones nocodificaban y encerraban tanto la vida de las personas y los hombres tenían mayor libertad paraexpresarse y resolver sus diferencias de un modo personal. Y escribes hombres y no mujeres,porque en aquella comitiva no las había.

Pocos días después, ese abrazo se reafirmó con una excursión por la ría de Arousa en el yateIsabel de Ángel. De esa excursión de la reconciliación quedó una fotografía de un numeroso grupode personas subidas en unas piedras de la isla de Rúa, entre Baltar y Nóvoa, familiares y amigos,Castelao, niños y niñas. También las hermanas De la Vega, las primeras licenciadas en launiversidad gallega, porque no hicieron caso de las teorías de su maestro, Nóvoa. Las De la Vegamantuvieron el trato con los Baltar toda la vida y en los últimos días de Ramón allí se presentóJimena, la que aún vivía, junto a su lecho. Hubo un tiempo en el que las lealtades existían y losvínculos entre las personas eran verdaderos porque ordenaban la vida.

En una crónica de hechos con ese carácter tan ruidoso y solemne no puede faltar algunacondecoración. En 1927, por iniciativa del Ayuntamiento de Santiago, al que se sumandiputaciones y ayuntamientos gallegos, se solicita y se consigue que el Gobierno le conceda a donÁngel la Gran Cruz de Beneficencia de primera clase.

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Fue la apoteosis de una figura cívica muy querida, se hizo una colecta popular que él aceptópara que financiase una Fundación Baltar que otorgase becas de estudios en Alemania paracualquiera que se hubiese licenciado en la Universidad de Santiago.

En la constitución de la Fundación Baltar figura como presidente el rector, AlejandroRodríguez Cadarso, y un exrector, Luis Blanco Rivero; el alcalde, Fernando Alsina González; unbanquero, Marcelino Blanco de la Peña; un canónigo, Antonio Vicente Buela; el director deldiario local, Celestino Sánchez Rivera, y el representante de la clase obrera y el republicanismo,José Pasín Romero. Don Ángel consigue integrar a todas las fuerzas vivas de la ciudad bajo suapellido, una capacidad de integración y adhesión inédita y que sería inconcebible pocos añosmás tarde cuando las tensiones sociales y políticas primero y luego la sublevación militar de losgenerales nacionalistas separó y enfrentó de forma terminante la sociedad, transformando a rivalesen enemigos a destruir.

Si don Ángel tuviese que escoger entre unos y otros, no podría hacerlo, intentaría conservar eltrato y las lealtades. Nueve años después de aquellas ceremonias, José Pasín Romero huiría decasa en casa para no ser asesinado por los sublevados y dos de sus hijos serían fusilados. ¿Cómoharía don Ángel para proteger a su querido amigo y su familia caso de vivir aún entonces? Solotenemos informaciones fragmentarias sobre lo que hizo su hijo Ramón para proteger a otros y paraprotegerse él y su propia familia.

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La Gran Cruz (Pompa y circunstancia)

El discurso de recepción de la Cruz dice mucho de su modo de pensar. La familia conservó eltexto original escrito a máquina que leyó aquel día en un acto público celebrado en el PalacioMunicipal, en la gran plaza que ahora llamamos Obradoiro y que entonces era la plaza delHospital, su hospital, frente a la gran catedral. El papel tiene incluso las correcciones que hizo amano para ser leídas, imaginas a don Ángel con la estilográfica repasando en su despacho delhospital en voz alta las palabras que más tarde va a leer en el salón noble del ayuntamiento, en elgran edificio, a unos pocos pasos cruzando la plaza. Sabe que es el momento más solemne de suvida, su apoteosis.

«Galicia entera, por mediación de dignísimos representantes suyos, me ofrenda preciadísimasinsignias de una cruz por ellos mismos pedida al Sr. Ministro de la Gobernación.» Tal como él love, es Galicia quien le ofrenda la distinción, el ministro y el Gobierno son meros instrumentos. Elenraizamiento de Ángel parece casi una obsesión, su carrera nunca estuvo en otro lugar que nofuese el suelo gallego, el lugar donde él imagina su triunfo es «entre tantos convecinos que, aún sintratarme, me dispensan su benevolencia y simpatía». «El cariño y la consideración que con ellasme ofrenda mi amada y hermosa tierra gallega, sin cuyas bellas perspectivas yo no podría vivir.»Le da gran estima a los afectos, «simpatía, cariño, benevolencia, consideración» y proclama unsincero amor al país que no precisa de formulaciones abstractas.

Y desenvuelve su idea de la profesión, «un pobre cirujano, mejor dicho, un obrero de lacirugía, que igual que otro obrero cualquiera pasa muchas horas del día con las herramientas en lamano remediando las averías de la máquina humana y otras muchas horas estudiándola yplaneando las reparaciones que cada una exige». A Ángel, de joven aspirante a ingeniero, laconcepción pragmática mecánica de la vida humana, tan propia del cirujano, no le oculta latrascendencia de su oficio, «y que aun llegada la hora del descanso para el cuerpo, su espíritu,siempre inquieto, sigue agitándose por las esperanzas, temores y las responsabilidades de sudelicada labor en la que una falta, a veces pequeña, puede cortar una vida».

Hace un retrato de sí mismo, «un hombre trabajador y honrado, que como muchos otros queafortunadamente existen, se esforzó siempre en cumplir con su deber, por haberse educado en losmás severos principios de rectitud y de moral, de amor al trabajo y de amor al prójimo». «[...]quisiera morir cuidando a mis pobres enfermos de toda la vida, los más dignos de piedad por sermás pobres y desvalidos, los primeros que tuve, que crearon, amaron y ensalzaron y difundieronmi nombre.» Crees reconocer en este canto a sí mismo la historia de un triunfo nacido desdeabajo, fruto del trabajo y el agradecimiento popular, el ascenso social y el cenit de un «reciénllegado». Y lo acompaña de un programa familiar, «el honor y la dignidad [...] Es el patrimonioque me legó mi padre y que yo legaré intacto a mis propios hijos, como lo de más elevado valor,unido íntimamente a la persona y que sin embargo no se destruye con ella pues sigue unido a sunombre».

Y al llegar aquí tienes que detenerte con algo de asombro e incomodidad, pues ese programafamiliar se basa en el legado. En el aceptamiento de un patrimonio transmitido y también de unaobligación paterna que se recibe y que también se traslada a los hijos. Naturalmente, piensa en losvarones. Ángel, en ese discurso en el año 1927, está hablando de su dos hijos varones, Ramón y

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Antonio. Ramón tiene en ese momento veinticinco años y ya trabaja en el sanatorio familiar yAntón tiene veintiuno y todavía está estudiando en Madrid la carrera de Medicina que comenzó enSantiago.

Más adelante, aún dice: «Mi saludo y reconocimiento, que durará toda mi vida; aún más, puesperdurará en la de mis hijos». Tienes que atender y no olvidar este hilo porque implica las vidasde sus dos hijos y de un modo u otro necesariamente habrá condicionado las vidas de Ramón yAntón. Te resulta una figura simpática y muy valiente este arrojado cirujano y prócer que tieneclara conciencia social y que siempre actúa consecuente y rectamente, aunque contemplas con unaenorme distancia esa ostentación de orgullo tan falta de mala conciencia y pudor. Y también faltade hipocresía, hoy nadie se jactaría públicamente de sus propios éxitos, hay en Ángel muchainocencia y unas maneras que nos parecen inapropiadas. Pero entre Ángel y tú y tuscontemporáneos están sus hijos, ¿también eran ellos así? ¿Tenían también esta ingenuidad y faltade doblez?

Desde luego, aprecias en ese hombre rotundo una ferocidad vital que asusta y que puederesultar una condena para sus hijos.

Años más tarde, ya muerto su padre, Antonio recuerda y escribe sobre él en 1957:

Tuvo el culto de la amistad y de la familia, y su mayor placer consistía en verse rodeado de quienes eransuyos por la sangre o por su afinidad cordial.

Fue sencillo y modesto en el trato social y siempre se inclinó con alegría y espontánea fraternidadhacia los débiles, los ancianos, los desamparados de la fortuna y los inocentes.

Sintió decidida afición por la música y las artes, cultivando personalmente el piano, apoyando conentusiasmo las actividades filarmónicas santiaguesas, adquiriendo obras de pintores gallegos oencargando al gran escultor compostelano Francisco Asorey la imagen de la Virgen que hizo colocarsobre la playa de Tanxil.

Fue profundamente sensible a los encantos de la Naturaleza, como lo atestigua el amor que puso ensu finca de Tanxil, que constituyó su único esparcimiento en los escasos momentos que dedicaba aldescanso.

Manifestó siempre un recto espíritu de firme independencia, eludiendo posiciones de falsamentehalagadora mundanidad o cargos representativos que pudiesen distraerlo de lo que era su decididavocación o sus sinceras aficiones de recogimiento.

Cuando conseguiste este papel de Antonio sobre su padre no conocías algunos aspectos de suvida que irás conociendo posteriormente y, sin embargo, no puedes evitar preguntarte si una figurapaterna así no pesaría demasiado para ese hijo que retrata con devoción a su padre. ¿Qué hijopuede estar a la altura de un padre así? Parece afecto, amor, seguramente, ¿pero no habría tambiénalivio de dejarlo atrás? ¿Consiguió Antonio estar a la altura del padre? ¿Lo pretendió? ¿Y Ramón?¿Lo pretendió? Preguntas que te haces en ese momento.

Ya ni piensas en las hijas, Isabel, María, Ángela, Carmen, Elisita...

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Sanatorio

Ángel era una máquina, tenía la experiencia conseguida en numerosas operaciones desde elcomienzo de su carrera como cirujano, era inventor de diversos aparatos para solucionarproblemas concretos que se le planteaban al cirujano generalista, en un tiempo muy anterior a lamedicina y la cirugía especializada. Y acaba por aceptar la propuesta de su amigo Manuel VarelaRadío, ginecólogo formado en las nuevas técnicas traídas de Alemania, de abrir a medias unnuevo sanatorio que debiera ser la vanguardia médica y quirúrgica. Pero no abandona la direccióndel Hospital Real.

Forman la sociedad, pero antes de inaugurarlo decide viajar a Berlín para actualizar losconocimientos sobre asepsia y técnicas quirúrgicas. Y cada cosa que hace Ángel, la hace a sumodo, viaja con programación y sistema alemán y con toda la familia y las criadas para pasar allíunos meses operando y aprendiendo. De allí volvería con los guantes quirúrgicos y el autoclave.

«Hoy vi operar a Bier», contaba eufórico cuando volvía al hotel junto a la familia. Lorecordaba un Ramón que en aquel momento tenía siete años y que nunca olvidó aquel viaje enbarco y las visitas diarias al zoo berlinés. Aprecias en este viaje acompañado de toda la familiaese trazo que aparece en el conjunto de historias de los Baltares, su instalación en la sociedad esdentro de una red familiar.

Ángel y Manuel, los dos socios, debieron de tener caracteres muy diferentes. De ese viaje dela familia a Alemania llega una anécdota a través de la memoria familiar que retrata al «teutón»Baltar y resume el contraste. Cuando vuelven en el trasatlántico Köning Wilhem II, Varela Radíolos va a recibir al puerto de A Coruña y, deseando ver y abrazar de nuevo a su amigo y la familia,le da una propina a los aduaneros para que les permitan pasar cuanto antes sin esperar su turno.Cuando Ángel ve la maniobra del amigo se siente humillado y avergonzado y se niega a aceptar eltrato de favor, de modo que la familia espera a que les llegue la vez, con el consiguiente disgustode Varela. Tardaron unos días en darse un abrazo. «Solo hay una manera de hacer las cosas,hacerlas bien.» Ángel Baltar ya era prusiano antes de viajar a Berlín, allí debió de afinar aún lacosa.

Esos dos socios tan diferentes y sin embargo tan contentos de haberse encontrado abren unprimer sanatorio en una finca propiedad de los Baltar en 1908 que dura hasta 1922 y desde elprincipio funciona con éxito. Ofrecía habitaciones de dos categorías y contaba con gabinete deradiología, la primera máquina de cobalto en Galicia y servicio de análisis clínicos. Era lo más.

Cuando Manuel Varela opta y consigue la cátedra en la Universidad de Madrid la amistadentre ellos hace que el acuerdo económico entre las partes sea tan fácil y generoso por parte deVarela que Baltar no queda conforme, se siente en deuda con su amigo. Una mañana, cuandoVarela sale de su casa en Madrid, un desconocido lo esperaba y le entrega las llaves de un Buickimportado de Estados Unidos, obsequio de su amigo.

Baltar continuó con el sanatorio, ya como empresa familiar, y decide trasladarlo más cerca dela ciudad, que tenía aún su límite muy marcado por las antiguas murallas de las que seconservaban restos. Precisamente «matacán», una parte de una torre defensiva, era uno de losnombres del lugar donde se instaló el nuevo y más grande sanatorio, en la rúa da Carreira doConde en un edificio donde, con motivo de la Exposición Regional de 1909 se había reunido el

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consejo de ministros de Maura con Alfonso XIII.Ángel operaba incansablemente a caballo de dos quirófanos, el del Hospital Real y el de su

sanatorio, llegando a realizar cincuenta mil operaciones de todo tipo. Un hombre así tenía que serresolutivo, él lo era y también le perdía el genio. En una ocasión, en el quirófano, teniendo las dosmanos ocupadas en la intervención, le arreó una patada en el culo a una monja enfermera queactuaba con torpeza. Manolo de Arzúa, un enfermero, sabía de aquel genio y por eso cuando Ángello sacaba a pasear y lanzaba airado el instrumental que no estaba en condiciones al suelo seapartaba a un lado, no sin rezongar: «hay que cuidar el material...».

Manolo sabía del genio de don Ángel porque en una ocasión este encontró en el sanatorio unapistola encima de una camilla. La pistola era de Manolo, que la había traído de Argentina. «¿Quéhace eso ahí?», preguntó sorprendido don Ángel. «Es mía, ¿qué pasa?», contestó Manolo. Ángelno dijo nada pero le metió un sopapo. «Esta casa es suya, pero yo me marcho», contestó algomolesto Manolo. «Haga usted como vea», fue la despedida de Ángel.

Pero la despedida fue breve y Manolo volvió a trabajar en el sanatorio. Debía de tener algunacualidad de la que no informan los relatos o despertar curiosidad, compasión o sentimientosolidario en Ángel, porque ya lo había rescatado anteriormente. Manolo había trabajado en elHospital Real, que dependía de la diputación, y había sido expulsado por no ir a misa, así queÁngel, que era su superior médico, se lo llevó al sanatorio. Pero, como el mundo era pequeño ylos hilos se tejían fácilmente, ocurrió que aquel presidente de la diputación que había expulsado aManolo unos años después y ya muerto don Ángel se fue a operar de un tumor en la tráquea alsanatorio de Baltar, que ya dirigía su hijo Ramón.

La operación exigía que posteriormente el paciente estuviese observado constantemente por lanoche para que no se asfixiase con un vómito de sangre, encargo que Ramón encomendó a Manolo.Si se piensa bien, no sabe uno qué opinar de esa decisión de Baltar. Manolo se sentó al lado deloperado, sin conocerlo. «Como usted no habla voy a hablar yo por distraerme y no quedarnos losdos dormidos», y así comenzó a relatarle al presidente de la diputación el motivo por el que habíasido expulsado de su trabajo, por aquella misma persona a la que él, ignorándolo, le estabaconfiando sus desgracias. Finalizó su historia diciendo: «lo peor es que esos hijos de puta en lacarta de despido por no ir a misa aún me pusieron: ¡“Dios guarde a usted muchos años”!».

Cuando el operado pudo hablar, unos días después de aquella extraña madrugada que pasóforzosamente mudo escuchando a Manolo, dijo que había estado a punto de reventar de risa,afortunadamente para él la consiguió reprimir. Añadió que desde entonces siempre tuvo buenacuenta de no acabar un escrito con el «Dios guarde a usted muchos años».

El sanatorio fue una innovación en Galicia y Baltar sentía un legítimo orgullo por lasinnovaciones técnicas con que operaba, era consciente de que era un logro que trascendía su viday que era una parte del legado que dejaría. Varela Radío aspiraba a encontrar su vida en Madrid,su propia esposa se negó a vivir en Santiago y le exigió el traslado. Ángel tenía en Galicia todo loque precisaba, su tierra era el centro del mundo y el tiempo que vivía era su tiempo. La vida no lepesó, fue una brisa que lo impulsó y pudo realizarla en un tiempo de promesas.

Ángel murió dos años antes de conocer el fin de aquel mundo, el fin de un tiempo depromesas.

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Minotauro

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El gran desengaño

Ángel murió engañado, las promesas eran falsas. La historia es cruel con los inocentes.Su amigo Manuel Varela Radío, que se marchó a Madrid a ocupar su cátedra, resultó diputado

en las listas de la Federación Republicana Gallega en las Cortes Constituyentes de 1931. Ángelparticipaba de esas ideas de progreso democrático, social y económico, amigo de Castelao, aquien siguió a un mitin a Vigo, partidario del estatuto de autonomía, socio de cuota del Seminariode Estudos Galegos, la entidad republicana dedicada a la cultura gallega y los estudioscientíficos... Ángel era de un modo natural y sin escenificación pública republicano y galleguista.

Y hasta ahora que has llegado aquí, a esta altura histórica, no te habías planteado lo que lehabría ocurrido a este Ángel, que murió en 1934, cuando las tensiones políticas ya habíancambiado el clima social y se había vivido una crisis de la II República, si hubiese vivido dosaños más y hubiera llegado a julio de 1936.

Su esposa, Isabel Domínguez, era católica convencida y militante, incluso presidenta de laAcción Católica santiaguesa. Isabel no es santiaguesa de origen, sino de la cercana villa dePontecesures, pertenece a una familia rica pero accede a la presidencia de una entidad tan ligada alas familias locales más rancias, los hombres en el Casino de Caballeros y las mujeres en AcciónCatólica, sin duda ocupa un lugar simbólico en la ciudad. ¿Hasta qué punto la movió una naturaldevoción o un interés de política familiar para ocupar ese cargo?

No lo vas a poder saber, en la familia perdura el recuerdo afectivo de sus nietos y nietas, a tite llega aquella abuelita cariñosa que se reía cuando los niños sacaban el colchón de una cama ypaseaban subida como una princesa a la niña María Teresa por el pasillo. Pero aquella mujerantes de ser abuela fue una mujer con sus ilusiones y ambiciones y fue una madre que tuvo queafrontar circunstancias dramáticas y aun trágicas para salvar la vida de sus hijos y parientes ysalvar el patrimonio familiar.

Al final perdura la memoria de la abuela cariñosa y desconoceremos otras dimensiones de esamujer. Pero Acción Católica era un instrumento ideológico de la Iglesia y demás poderesreaccionarios y contrarios a la cultura republicana, de modo que en la casa de Ángel e Isabel seda una contradicción entre la cultura laica y el integrismo católico, repartida entre ambos sexos.Por lo poco que transmite la memoria familiar, ese conflicto que en la sociedad se expresa conmás o menos virulencia en el hogar de los Baltar Domínguez parece que es llevado con templanza.Algo que los nietos y nietas atribuyen a ese carácter apacible de Isabel. Cuando Emma, la esposade Ramón, se extraña de que su suegro Ángel no vaya a misa los domingos y prefiera sentarse atocar el piano y le pregunta a Isabel cómo es que su marido no va a misa, ella le contesta: «yairá». En la familia no hay memoria clara de si en los últimos tiempos acabó por ir voluntariamentea alguna misa, aunque sí que hay constancia de que doña Isabel se acabó saliendo con la suya a lafuerza.

¿Y qué lugar hay para la religión en la vida de los hijos e hijas del matrimonio? ¿En la deAntón y Ramón? ¿Es este un asunto importante en esta historia?

Pero no abandones aún el considerar lo que le habría ocurrido a don Ángel en caso de viviraún en el momento de la sublevación militar que dio inicio a la guerra, ¿qué le habría ocurrido?Dadas sus amistades públicas y sus posicionamientos alineado claramente en el bando

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republicano y galleguista, tienes que pensar que habría sido molestado de un modo u otro. ¿Habríasido castigado como sabemos que lo fueron sus dos hijos? ¿En qué medida? Ocupaba un lugarprominente en la ciudad, incluso había sido condecorado por un Gobierno bajo la dictadura dePrimo de Rivera, era popular y querido. Por otro lado, ser médico cirujano era un valor másimportante aún desde el momento en que el golpe militar no triunfó en toda España y se abrió unperíodo de guerra civil... Pero sabes que figuras igualmente prominentes con su perfil ideológicofueron represaliadas de distintas maneras. Sus propios hijos. ¿Le habría valido lo suficiente comocoartada y protección ese cargo católico de doña Isabel? No lo podremos saber, se murió antes yse libró de la humillación y de un posible castigo.

Ángel no llegó a saber que sus sueños para Galicia y para España, una vida alegre, fueronliquidados y enterrados por mucho tiempo. La vida de Ángel vista desde hoy parece unaequivocación. El tiempo de Ángel fue de fundación y proyectos para el futuro, en el tiempo que lecorrespondió a sus hijos el futuro fue prohibido, aquella luz fue apagada y tuvieron que moverseentre sombras. Ángel navegó en su Isabel con el viento de popa, en adelante y durante años elviento para su familia vino siempre de proa.

¿Se rompieron los hilos, la continuidad en la familia o hubo algún modo de que continuara esatransmisión de lealtades y deberes? ¿Prevaleció finalmente la línea cultural e ideológica de doñaIsabel o la de don Ángel?

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Once cupos de biblioteca

En toda historia familiar aparecen objetos significativos o cosas cargadas de aura, resortes quehacen brotar la memoria. En esta historia de Baltares hay casas, lugares, barcos, automóviles,relojes..., pero nada como el propósito de un farmacéutico de Padrón que un día decidió darle unargumento a su familia, algo así como crear «la familia de la biblioteca Baltar», en lugar de «labiblioteca de la familia Baltar».

Pues esta historia al cabo comienza con el siglo XIX y trata de descendientes de Ángel BaltarVarela, el boticario padronés casado con Ramona Cortés Giménez. Este hombre había sido ellicenciado número uno en la facultad compostelana de Farmacia, no sabemos si fue bueno o malestudiante ni si había otros mejores, pero lo que sabemos es que aquel curso no hubo otrosaprobados cuyo apellido comenzase por la letra «A», de modo que el primero por orden de listale correspondió a este Baltar. Y este Ángel ya heredó una misión que le dejó encargada su tío JoséBaltar Varela, que no había tenido hijos. Este tío José se había iniciado en la farmacopeaacompañando a las tropas del «Batallón Literario», formado en 1808 por estudiantes de launiversidad compostelana, que luchó en la guerra contra el francés. La noticia que quedó en lafamilia es que se formó en Vitoria y después abrió la botica en Padrón en 1816.

En su casa, en el primer piso sobre la farmacia que aún existe en la plaza Baltar de Padrón,comenzó de un modo sistemático a formar una biblioteca con libros heredados de su padre,escribano en la villa de Cambados, y que continuó con la compra de un lote de libros a unchamarilero maragato «que no sabía lo que llevaba». Esa biblioteca siguió creciendo a través delas generaciones hasta llegar a los más de dieciocho mil volúmenes y ser entregada en el año 2000al Museo do Pobo Galego.

José y Manuela no tuvieron descendientes y la farmacia pasó a ese sobrino, Ángel BaltarVarela, pero con la farmacia heredó también esa tarea, continuar y transmitir la biblioteca.

Este pasar un encargo de una generación a otra es una constante evidente en el continuofamiliar y piensas que es algo semejante a un instinto, un propósito de familia que ayudó a formaruna idea muy determinada de ser «los Baltar». Un instinto que aprecias en los miembros de lafamilia con que tratas, aunque estás seguro de que ese gen lógicamente no estará en todos susmiembros ni perdurará siempre. Aquello tan desconcertante de «esto era un deber de Baltares».

Hubo intuición, ambición e intención en esa biblioteca, como si fuese una inversión a largoplazo, como plantar un roble, una garantía de continuidad de la familia y un apellido de un siglo aotro hasta este tiempo en el que las estirpes se van diluyendo y se sacuden de encima ese sentidode un deber familiar. Puede que ese orgullo y afirmación del apellido que se fue transmitiendofuese lo que alimentase también la voluntad que manifestaba en su discurso aquel cirujano Ángelde continuar el sentido del honor y el apellido en sus hijos.

Todo tiene su duración, aunque los humanos no la conozcamos previamente, advierte bien elEclesiastés, ese viaje de la biblioteca de generación en generación, de Padrón a Pontevedra yluego a Santiago también la tuvo y en algún lugar hubo de encontrar el descanso. La bibliotecallegó a Ramón Baltar, que la transformó dándole una dimensión muy difícil de conservar por unparticular.

Buscas explicaciones al final de la biblioteca familiar y te haces el razonamiento evidente de

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que el tiempo de las grandes bibliotecas familiares pasó y que el libro es un objeto que pasó deser un bien escaso y valioso a ser abundante y luego a vivir su existencia en crisis. La de losBaltar fue fruto de una ambición propia del siglo XIX , de una familia con una pretensión y unaambición cultural y voluntad de país infrecuente, que fue continuada en el siglo XX y que enRamón tuvo una mutación, pues fue un acumulador y lector de libros inusual. Puede que el Ramónlector mereciese por sí mismo una biografía, un estudio de sus innúmeras lecturas y curiosidades.

Pero la biblioteca es una pieza de un programa cultural más amplio de protección y mecenazgode artistas, desde Rosalía y Murguía a los pintores que protegieron Ángel y Ramón.

Tras la muerte de Ramón, el reparto de la herencia fue orientado por un sobrino abogado,Ernesto, todo queda en la familia, y este propuso un reparto equitativo entre los once hijos e hijasvivos o su descendencia. «Sometida a mi opinión la forma de distribución de los libros y mueblesque se encuentran actualmente en la casa de General Pardiñas, en los hijos de D. Ramón Baltar yD.ª Emma Tojo» aconsejó la división en «once cupos». La biblioteca médica, siguiendo losdeseos de Ramón, se les ofreció a los dos hijos médicos.

Y entonces se manifestó el resorte de la continuidad del nombre de la familia, como habíasoñado don Ángel, esa carga de orgullo y esa cierta condena. Y tras la división en once cupos losherederos, siguiendo el deseo de Ramón y sus antecesores, volvieron a juntar lo que antes habíasido separado y buscaron un lugar para ella. Que únicamente los herederos de uno de estos cuposretirasen parte de lo que les correspondió del legado transmitido ya es algo muy inusual. Losdemás, a los que se sumó el primo Ernesto, refundieron los libros de los diez lotes nuevamente yentregaron el legado al Museo do Pobo Galego.

Hubo un día en que la familia como tal hizo entrega de la biblioteca, aquel día tú no estabasallí, buscas en la hemeroteca. En El Correo Gallego, el 31 de mayo de 2009, «Los Baltar cedencon su biblioteca 200 años de su historia familiar». ¿Qué fue lo que entregaron? Miles de libros yademás lotes de revistas, hojas de periódico recortadas, papeles revueltos, recibos de compras delibros... ¿Qué era todo eso? ¿La insignia de la familia? ¿El capital simbólico de los Baltar? ¿Elargumento familiar y en ese caso se quedaban ya sin argumento? ¿Si eran más que papeles quehabían sido deseados por sucesivos miembros de la familia y luego acumulados y custodiadoscomo un bien valioso y un orgullo familiar, entonces, cómo es que los entregaban? La fatiga de lascosas, las fatigas del tiempo.

Aún encuentras el día 14 de julio de 2017, en La Voz de Galicia, «El Archivo del Reinorecibe cinco libros de 1810 y 1813. La familia Baltar Tojo cedió los volúmenes de su biblioteca,que tiene más de dos siglos». Eran libros de actas de la Xunta Superior Provincial do Reino deGalicia y de la Diputación Provincial de Galicia.

En la ceremonia de la que hablan las hemerotecas se manifiesta el orgullo por losantepasados, el nombre de la familia, ¿pero no es esa entrega también una rendición? Ese día delaño 2009, además del orgullo, ¿no hay también melancolía? ¿No era un acta de defunción formaldel clan como tal? ¿El fin de una época, el fin de la casa Baltar de la que tú has ido conociendo suascenso? ¿El final del traspaso de cargas a través de generaciones?

Es una pregunta que no le vas a hacer a esos descendientes, siendo abstracta es demasiadopersonal.

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Laberinto con Picasso

«Donde se encerraba a leer», se lo oíste decir en algún momento a alguno de sus hijos. En labiblioteca y en un despacho pequeño, «la madriguera» lo llamaba uno de esos pocos amigos desus últimos tiempos. ¿De quién te encerrabas a leer esas vidas y mundos imaginarios o idos,Ramón? ¿O de qué? ¿De la vida ahí fuera?

La biblioteca ocupa ahora un amplio salón en el edificio del Museo do Pobo Galego.Reconoces el lugar, ya has estado antes aquí. Hace un par de años la dirección del museo te invitóa hablar sobre una pieza de la biblioteca.

Te propusieron la pieza, un libro de tirada limitada hecho para bibliófilos del artista dadaístaMarcel Duchamp, uno de tus ídolos artísticos de la adolescencia. Recuerdas que el libro erasemejante a una caja que contenía un pecho de goma de mujer. Una cosa perturbadora y fría, conalgo de cirugía y mucho de siniestro. Muy Duchamp. Pero, ahora que ya sabes que perteneció aRamón, ¿cómo relacionar esa perturbación, ese golpe de irracional con el Ramón que tú estásreconstruyendo, hombre equilibrado y racional?

No recuerdas ya lo que dijiste allí, pero es que entonces no sabías o no atendiste a quepertenecía a la biblioteca Baltar, a que era uno de los muchos libros que compraba Ramón de arte,de las vanguardias, Picasso... Libros que compraba cuando viajaba a París o Alemania, Italia oque le enviaban los libreros desde Suiza, Barcelona, París, Madrid, Granada... Cajas de librosque le enviaban mensualmente dos librerías de la ciudad para que escogiese los que leinteresasen. Libros prohibidos y traídos de contrabando que proporcionaba Eduardo, el Judío, ellibrero instalado en un portal de la rúa do Vilar. Libros, libros, libros. Siempre un libro en lamano. Ese refugio. Donde se encerraba a leer.

Reparas en que dentro de la sección de libros de arte de la biblioteca existe un apartado quees como una auténtica biblioteca Picasso. Cuentas los volúmenes de todo tipo y tamaño y te salennoventa y cinco. Un seguimiento de la obra en curso de Picasso desde los años treinta y de losestudios sobre su obra. Teniendo en cuenta las dificultades y molestias de entonces para conseguiresos libros no tienes duda, Ramón era un erudito en la obra de ese artista, había leído casi todo lopublicado sobre él en varios idiomas, había seguido su evolución estética y su vida personal.Hubo algo en Picasso que lo atrajo hasta el punto de hacerse un especialista en su obra.

Tú nunca le tuviste simpatía a Picasso, había siempre algo en él de atleta del arte, deplusmarquista, que te incomodaba. O quizá era un aspecto de exhibicionismo de la virilidad.Ahora repasas esos álbumes con grandes láminas de sus series y serigrafías y te impresiona sufuerza expresiva. No te desdices de tus reparos anteriores, pero te puede. Tantos años después ytienes que reconocer en él un clasicismo natural, todas sus búsquedas tienen un hilo continuo vitaly profundo, todas tienen un mismo sentido.

¿Y qué veía Ramón en esa obra, él que contemplaba a los pintores que trataba y protegía concuriosidad, como sorprendido de que hubiese personas así? ¿Qué encontraba en esa mezcla deelegancia, patetismo, violencia, lascivia y tétricos cantos a la vida, en esa obra inquietante yperturbadora de Picasso? ¿Lo que no podía expresar él, lo irracional reprimido?

Picasso era el pintor antifranquista por excelencia, el «mal español» que vivía en laRepública Francesa y era comunista y rico. Seguro que Ramón admiraba su figura, cierto, pero

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estás casi seguro de que halló en su obra esa parte de pulsión libre, el irracional desatado queestaba también en su lado oculto. En el Picasso de los faunos, Minotauro y centauros, el centauroQuirón, reconoció Ramón una cara de la vida. De su vida oculta también. En el caso de un hombreculto e intelectual que no escribió su autobiografía y que no nos dejó diarios ni expresó opinionesen público, pero que alimentó y cuidó una biblioteca toda la vida, una parte de su verdad tiene queestar en ese laberinto de libros y papeles. Entiendo que la figura de un Picasso fascinante fue elcentro de su laberinto.

Y cómo iban a faltar los libros sobre barcos o la colección de la revista Motor Mundial deautomovilismo. La velocidad, la fuga.

Esa pasión por soñar con irse por mar o por tierra no parece propia de un hombre al que legusta encerrarse a leer ni de un padre de familia numerosa, empresario y gran profesional, ni de unvecino impenitente de su misma ciudad. Que nunca te marchaste de Santiago, Ramón, que nunca temarchaste. Que no sé si quisiste, si no pudiste, que no lo sé, pero nunca te marchaste, ni siquieracuanto te lo propusieron y te pusieron delante un futuro profesional más brillante. Ni siquiera sé siquerías a tu ciudad.

Y estoy viendo qué distinto eres de tu hermano, Antonio, que se marchaba siempre, que semarchó. Él y su Mireya. Siempre suelto, siempre sin peso. Libre. ¿Cómo habría sido tu vida si tehubieses marchado también? Es imposible que no lo hayas pensado en algún momento. O muchosmomentos. Aunque no puedo imaginar a tu Emma como mujer por el mundo, la entiendo comofuertemente doméstica y atada a un lugar. Aunque se pasó años de infancia en Fuente el Saz deJarama, en la provincia de Madrid, la raíz familiar que tenía aquí fue tan fuerte que se asimilócompostelana de nuevo de forma natural. Aunque quién sabe lo que hay dentro de cada uno, decada una, y recuerdas que un hijo te contó que cuando viajaban a Madrid ella siempre acudía alcementerio del pueblo para visitar la tumba de una hermanita. Qué sabe uno.

Y cuando pensabas en la vida de tu hermano, por allá lejos y sin peso, habrás recordado ydado vueltas a lo que os ocurrió a ti y a Antonio. Lo que os separó. Porque tú no estuviste en aquelfuneral por tu hermano que organizó Rafael Dieste en Rianxo en 1970. Tus hijos, sí; pero tú, no.

Y debes saber lo que ocurrió, lo que hubo.Debes saber qué pudo separar a dos hermanos que parecen tan buena gente y tan inteligente.

Con unas ideas sobre la política y la sociedad que por lo que sabes deben de ser más o menos lasmismas. Pero no puedes ser ingenuo, todo eso y nada es lo mismo, no valen las ideas ni los librosni siquiera ser buena gente para evitar que se manifiesten los conflictos que marcan la vida de laspersonas. Imagino que en el fondo tiene relación con ese conflicto fundacional de la civilización,Caín que mata a Abel, Rómulo que mata a Remo, Jacob que engaña a Esaú para robarle lacontinuidad en la casa del padre, Esaú que lo persigue para matarlo, José que es vendido comoesclavo por sus hermanos... Quién fuese capaz de resumir la enemistad entre hermanos, la másdelicada, la que se escurre como culebra entre las manos, la que tiene mil formas y es siempre lamisma. Sabes bien que un hermano puede querer liquidar al otro porque puede necesitarlo paraexistir.

Si ese conflicto existió tienes que imaginarlo dentro de una familia numerosa con variashermanas. No es relevante, es evidente que para eso no importan las hermanas, al cabo, el futuro,la herencia, el trono se hereda por los hijos varones. Recuerda la foto del padre y sus dos hijos. Silas hermanas intervienen será de modo tangencial, tomando partido por uno u otro hermano.

Tendré que intentar localizar ese episodio de una ofensa o herida latente que en algúnmomento llegó a reventar. Seguramente tras la muerte del padre.

Y ahí estás sentado, Ramón, en tu butaca en la biblioteca o en tu silla en tu «madriguera», la

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boquilla con un cigarrillo Chesterfield humeante en la mano. Te estoy imaginando en esa planta deledificio dedicada a los libros. Humo de tabaco a tu alrededor. Y por lo que me dicen de tu aficióna la radio, siempre una encendida, debo imaginar a tu lado el aparato de radio emitiendo noticiasde la BBC o Radio París de noche. Alguna noche que tú mismo notaste que el humo de tabaco teahogaba y dejaste abierta una ventana y entró agua de lluvia y mojó la colección de fotografías,allá se perdió la obra de Man Ray. Fumando y leyendo un libro tras otro, el papel de plata de lospaquetes de Chesterfield donde apuntas cosas, que doblas con cuidado de cirujano y que te sirvepara marcar las páginas, de todos los libros asoma en el lomo una pestaña plateada que dice de lalectura y del humo.

¿De qué te encerrabas a leer, Ramón? ¿De la vida, de tu vida? Parece que ese laberinto era tulugar natural, ¿tu madriguera?

Pero eso fue años atrás, ahora un camión de Mudanzas Camilo parado delante del edificio, elpiso de Ramón Baltar y su señora, doña Emma, se está vaciando. Se reparten los cuadros, sepreparan cajas de libros para enviar al Museo do Pobo Galego. Los libros antiguos están en elamplio salón de la casa, la biblioteca de Ramón ocupaba todo el piso de arriba, los libros semarchan para su descanso final en el museo. Ahora los estantes están vacíos.

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Un hombre extraño

Este aturdimiento. Estás aturdido. Eso es lo que te ocurre, Ramón, una somnolencia profunda.«Debo reaccionar. Tengo que reordenarme», dices así para ti. Y cierras y abres los ojos paradespertarte, para recobrar el sentido. «¡Hay que ir al hospital! ¡Hay que ir al hospital!», recuerdasde repente. Y no, deja, estás aquí. El hospital está atendido, ya hace años que no atiendes elhospital. Descansa. Estás aquí, es ahora, en el sanatorio. Caíste, te fracturaste la cadera y larodilla. Te operaron, estás operado. Esta vez eres tú el operado. Y ya no es el año 1946 cuandocaíste por un barranco abajo en Pedrafita, ahora ya eres viejo y estás en el año, ¿en qué año estás?Haz un esfuerzo. En el año 1981. Ya tienes setenta y nueve años.

Debe de ser por la mañana aún, calculas, antes de la comida. Ahí está tu radio, que te latrajeron tus hijos de casa. Dan el programa de discos dedicados. «Para la niña Angelita MarcosFariña, de su tío Abel que está en la emigración y le dedica la canción “Al partir” de Nino Bravo,con motivo de su Primera Comunión». Ya nadie te dedica «A Rianxeira» por tu onomástica,¿recuerdas? Por San Ramón. Allá va todo, tan atrás, ya pasó todo. Emma y los hijos te dan ánimos,quieren que vuelvas a ser tú. El de antes.

Apaga la radio, estira el brazo para alcanzar el botón. Tu mano, de la que estuvistesecretamente tan orgulloso, ha perdido la fuerza. Ya no vas a recuperar tu famosa precisión, nuncamás vas a operar. Ya nunca. Hasta ahora seguiste atendiendo a tus pacientes en la consulta,conservaste el prestigio y casi toda la clientela. También se fueron muriendo algunos, claro. Ahoraes el final, no vas a poder continuar. Tu libretita en la que anotaste cada consulta, cadaintervención, con letra menuda, los nombres, la cantidad. No dejaste de ingresar dinero, no dejastede tener fama de médico. Tu victoria, resistir. Hasta el final. Siempre derecho, siempre de pie.Ahora va a ser el final, lo sabes bien.

Estás en un sanatorio. En La Esperanza, el sanatorio donde estuviste operando estos años,desde que cerraste el sanatorio familiar. Si tu padre lo supiese, ¿qué diría don Ángel? Quecerraste su joya de la corona. Heredaste el reino y lo perdiste, lo dejaste marchar. «¿Qué pasó conel sanatorio? ¿Qué paso con todo?», preguntaría él. Pasó la vida, pasó la historia. Pasó uncataclismo. Si volviese a la vida no entendería nada, murió antes de saber nada. ¿Qué había quesaber? Lo que iba a ocurrir, lo que iba a venir. Él no podía imaginar lo inimaginable, el desastre.Murió confortado en la confianza de que dejaba todo en orden y el viento de popa para la familia.Murió engañado, completamente. Qué distinto era tu padre de ti, nunca tuviste su alegría. Siemprefuiste taciturno, reflexivo.

¿Y tú, Ramón, también estuviste engañado? Imposible, no hubo opción a engaño. Te vas ahoray te vas desengañado de todo. Qué envidia tienes de la vida de tu padre. Ni siquiera pudo saber lode Antonio. Antón por el mundo adelante. Y la desavenencia entre los hermanos. Y Antónenterrado allá. Y el disgusto. Aparta esos recuerdos, también quedan atrás ya. Se oyen pasos en elcorredor.

Se sienten los pasos de las enfermeras con sus zuecos blancos llevando las bandejas decomida por las habitaciones, el carrito que tiene una rueda que rechina y no hay quien se preocupede echarle una gota de aceite. O puede que esté la rueda algo torcida, se le daba un golpecito conun martillo y ya estaba. Deja. Se lo dijiste una vez y no hacen caso, no insistas.

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Pero el sopor ya vuelve a cerrarte los ojos. Todo pasó, queda atrás. Eres un viejo, hueles aviejo como cualquier otro, enfermo e inútil. Perdiste la fuerza y la habilidad. Si pudiesesrecuperar las fuerzas y estar ahora tranquilamente en tu despacho leyendo, que te llevase la criadatu café con leche. Ahora estás aquí echado, aunque hagas como si conservases el control ya estásentregado. Te está llegando la hora de partir. Pero eso no lo vas a confesar en alto, no es tu modode ser.

Dónde queda aquella mano segura tuya, que dibujaba trazos certeros en la carne con el bisturí,dónde queda. Mandabas en los cuerpos y los cuerpos se te entregaban, impedías que se marcharaesa vida que ya se había rendido, cortabas y cosías, «tú no te marchas, aún te queda por vivir»,decías. Y los cuerpos solían obedecer, casi siempre. Eras seguro, certero. Tuviste poder, Ramón.Y los demás lo sabían, eras amo de vidas y tenías esa aura de autoridad que todos reconocían yque en ti parecía natural. Tú hacías que pareciese así, tantos años cargando la máscara. Tú eras lamáscara, tú fuiste la máscara. Ahora ya no puedes, aquí echado. Y ya no tienes ganas de nada, quécansado fue todo. Pero no paraste de jugar, jugaste con todos, nadie te pudo ganar. Conseguistemarearlos a todos toda la vida, vinieron a por ti y los toreaste. Qué arrogante fuiste, aún tesonríes. Venían a por ti por un lado y tú salías por otro.

Al cabo, tampoco ganaste tú, no había nada que ganar, siempre lo supiste, todas las vidastienen el mismo final. Tampoco te parabas a pensar en esas cosas, nunca te detuviste. No parastede moverte, ahora un paso para aquí y luego otro para allá. Siempre de pie. Los demásobservándote a ver si caías y tú seguías en pie. No había nada que ganar porque todo se escapa,todo se pierde, siempre lo supiste, sin embargo no hubo tiempo para detenerse. Hasta que tedetuviste, y aquí estás en un sanatorio, La Esperanza, nunca te paraste a pensar en lo irónico delnombre y sonríes. Estás bien afeitado, y sonríes. Pasó un hijo, Jaime, por la mañana a afeitarte.Pronto vendrá la enfermera a traerte la comida.

Pocos te conocieron, Ramón. La que más, Emmita. Para todos fuiste don Ramón, Ramón paraalgunos, para nadie Moncho. No dejaste que nadie traspasase la máscara. Solo Emma hace quepuedas sentir vergüenza, solo ella sabe quién eres. «Un atorrante. A vuestro padre lo que le pasaes que es un atorrante», le dice ella a los hijos. Un atorrante, aún ahora sonríes. No sonrías, haygente por los corredores de este sanatorio.

¿Y qué quería decir Emma cuando te llamaba «atorrante»? ¿Qué juicio global encerraba esecalificativo burlón en el que te encerraba, esa burla amigable con la que te despachaba? Nadiecomo Emma para tomarte el pelo. Capaz de hacer reír a cualquiera. Sabes bien lo que quiere decircon eso, se dice de alguien inoportuno o condenado a levantar la disidencia. ¿Fuiste una personamolesta para los demás? ¿Condenado a dar la nota y alterar las aguas tranquilas del estanque?¿Era eso lo que sabía de ti Emma? ¿Que no podías bajar la cabeza y hacer como los demás? Esemal ejemplo en esos tiempos que os tocaron que les podía traer problemas a tus hijos e hijas en lavida.

Y, por cierto, ¿qué día naciste, Ramón? Porque no lo sé. Busqué ese dato en la Wikipedia y noestaba, estaba el día y el mes en que nació Antonio, pero de ti solo el año, 1902. No, no fuiste muyobservado. No saben de ti. Y no sabrán de ti. En ese momento en que estás internado en elsanatorio tras la caída, en el que te van faltando pocos meses de vida, en el que ya vas a cumplirlos setenta y nueve años de vida, ya eres una sombra de lo que fuiste, destinada al olvido.

A nadie le importa saber de ti, todo el mundo mira hacia delante, además nunca fuiste unafigura pública como otros amigos tuyos. Entonces, ¿qué hago yo aquí ahora? ¿Por qué me importaa mí saber de ti, de tu vida o saber el día en que moriste? Es natural que tus hijos e hijas quieransaber cosas de sus abuelos y de sus padres, pero ¿qué hago yo reconstruyendo con pedazos tu

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figura, como un monstruo de Frankenstein? ¿Por qué hago este trabajo? ¿Porque eres un«atorrante»? Puede ser, puede que esté siendo atraído por esa figura que marca la diferencia, queno se adapta, por el disidente que molesta. Sea como fuere, no tengo duda ahora de que hice muymía esta historia tuya, Ramón. Si ahora me preguntasen: «¿y a quién le va a interesar la historiaesta de un tipo que no fue figura pública alguna y del que casi nadie se acuerda ya?», yocontestaría sin dudar: «A mí. Me interesa a mí saber quién fue Ramón Baltar Domínguez». Y nopuedo dejar de verlo, este libro se está convirtiendo en el libro de Ramón, se me está comiendo alos otros personajes. Y no puedo evitarlo ni creo que deba. Yo ahora no te voy a soltar, ya te loadvierto. Porque aquel otro libro que había empezado a escribir antes de quedar enganchado alanzuelo de esta historia lo tengo abandonado, hace meses que no pienso en él.

Pero entra una monja en tu cuarto, Ramón, toda dispuesta, «a ver, Ramón, que le voy a poneruna pinchadita en el culito», dice, y tú abres los ojos, «le está usted hablando a un médicocirujano, me llamo don Ramón, y no me va a poner una pinchadita en el culito, sino unainyección». Y ella se calla y tú apartas las mantas hacia atrás y te pones en decúbito prono.

Y yo me río, qué fuerte eres, Ramón. Cuánta dureza. Casi como si hubieses atravesado todoslos muros, como si vieses todo desde arriba o desde fuera, como si nada te importase. Debió dehaber golpes, hubo golpes, y es como si te hubiesen hecho más duro.

Te moriste un día, ahora sé el día en que moriste; primero busqué en la Red y no lo encontré,tú siempre emboscado, confundido en la espesura, oculto en tus laberintos, y sé también lo quedijeron los periódicos locales. Tú no lo pudiste saber, por duro que seas no puedes controlar loque ocurrirá tras tu muerte. No puedes saber que yo mismo esté ahora escribiendo sobre ti, tantosaños después de tu muerte, persiguiéndote. O, probablemente, habrías preferido permanecerdesvanecido en los recuerdos. ¿De dónde te viene ese impulso a esconderte, quitarte del medio,desaparecer?

Hubo conocidos y amigos, contemporáneos que escribieron cosas cuando moriste, ¿perofinalmente hubo amigos? Algunos dicen que no, uno que fue en un tiempo amigo tuyo dijo mástarde que eras «un hombre extraño». ¿Porque fuiste arrogante? Y también «un hombre sin amigos».¿Qué es lo que quería decir? Algunos amigos conservaste, te visitaban y conversabais en tudespacho, en tu «madriguera».

Tiene eso que ver con el orgullo que muestras en ocasiones, con esa aparente soberbia. ¿Serásimplemente que no precisas de los demás?

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Marcando la diferencia

Y uno dijo y luego otros repitieron: «Llegó un momento en el que dimitió de vivir». Así dijoNúñez Puertas, catedrático de Patología Quirúrgica. ¿Qué quiere decir eso de dimitir?

Esa expresión, que dimitiste de vivir, supongo que quiere decir que no esperaste por lamuerte. No, tú no podías ser un hombre agonizando como los demás que esperan su muerte.Tampoco de los que la llaman. Demasiada familiaridad tenías tú con ella. Tomaste la últimadecisión, querías entregarte a la muerte. No te rendías, tampoco te rebelabas. «Aquí estoy, mellamo Ramón Baltar. Y ya me cansé de saltar, estoy cansado y aburrido. El juego acabó, meentrego a ti», algo así debiste de pensar. Me asombras.

No me debiera causar asombro, pues leí una entrevista que te hicieron en el año 1970, aquelaño en que fuiste condecorado y fuiste celebrado, «excelentísimo señor», pero todo pasó y yanadie se acuerda de esas cosas, y en esa entrevista decías que llevabas operadas a treinta milpersonas. Te ganó Ángel, tu padre, que operó a cincuenta mil. Y, otra vez, matizaste, como paraquitarle importancia a esa cifra enorme que acababas de dar: «hay que hacer una aclaración,porque así parece que no me llegan los días para tanta intervención. En la guerra hubo días dequince, veinte o treinta operaciones». «En Teruel, durante la guerra, hice una serie ininterrumpidadurante veintidós horas. No descansé ni para comer.»

Pero llevaste la cuenta. ¿Qué cuenta lleva un cirujano, la de las operaciones, la de los éxitos,la de los fracasos? Cuando declaras eso, treinta veces mil abriste el cuerpo de alguien, enredastedentro, cortaste, hiciste un nudo y luego las suturas.

«Si no les importa, voy a seguir yo. Apártese y déjeme», le dijiste una vez a otro cirujano quetenía la especialidad de infantil y ya abandonaba y dejaba irse al niño de meses porque eraincapaz de cerrar las suturas. «No se puede hacer nada, no hay donde sujetar las suturas»,concluyó. «Las suturas si se hacen bien no se sueltan», dijiste. E hiciste bien las suturas para queno se soltasen y salvaste a la criatura. ¿Y quién era aquel niño? ¿Dónde estará? ¿Seguirá vivoahora que yo sé de él porque me lo contaron y lo estoy recordando aquí escribiendo esto? ¿Ysabrá de ti, Ramón, que le diste una vida por vivir? ¿Serás famoso para él? Él, que fue rescatadocomo un Moisés de las aguas traidoras que ya lo arrastraban. No, con seguridad, eso quedó en elquirófano, ese espacio distinto, donde se hablan cosas de otra manera. Y eso no lo contaste tú, quelo contó el médico ayudante que tanto te admiró siempre, que tanto te admiraron siempre los quetrabajaron contigo. Fuiste maestro cirujano admirado, eso lo supiste siempre, aunque no lodijeses, lo sabías. Eso debe de fortalecer el orgullo.

Si cuando tenías sesenta y ocho años llevabas operadas treinta mil personas y aún seguisteoperando unos años más, entonces estabas completamente acostumbrado a tratar con la muerte,¿puedo escribir que estabas embrutecido incluso? No, no tiene por qué ser así, siempre hablastecon respeto de los enfermos. «Si un enfermo no paga es porque no puede pagar. Bastante tienencon su enfermedad. Se le envía la factura una sola vez», estableciste en el sanatorio familiar.

Pero fueron muchas vidas y tuvieron que ser muchas muertes, pues entraste en el quirófano alos diecisiete años. «A los diecisiete años, cuando empezaba a estudiar Anatomía. Llegó unenfermo urgente al sanatorio. Era domingo. Mi padre me pidió que lo acompañase para echar unamano. No tenía ayudantes», cuentas en esa entrevista. La primera vez que ayudaste a cortar carne.

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«Inmediatamente después de terminar la carrera. Acabé en el 23, mal cumplidos los veintiún años.Una osteomielitis de tibia», contestas al periodista, Couselo, que te pregunta por tu primeraoperación. No te debían gustar las entrevistas, ¿no? De todos modos, tampoco nadie debióconsiderar que eras un personaje que merecía una entrevista hasta ese momento en que tecondecoran, gloria local como tu padre.

La entrevista es bien curiosa si uno lo piensa, porque yo sé lo que es entrevistar a alguienrenuente a contestar por algún motivo y administra cautelosamente las palabras y los silencios, enesta ocasión también son más largos los párrafos del periodista que tus respuestas. Respondesexactamente a lo que te pregunta y con precisión, con la rotundidad de quien no duda en abrir uncuerpo, pero lo hiciste sudar para que la entrevista llegara a una página.

¿Pero cómo fue que te condecoraron? ¿Cómo pudo condecorar un Gobierno de Franco con la«Gran Cruz de la Orden Civil de Sanidad» a Ramón Baltar? ¿Pero no era que te habían detenidoaños antes, que habías estado preso y que te habían procesado? «Elemento peligroso.» Detrás deesa noticia tiene que haber una explicación, una historia. Y no la conozco. Aunque, sin duda, unavez más indica que a pesar de las represalias e impedimentos también tenías fuertes soportesdentro del mismo Régimen o bien establecidas en la nueva situación.

Tenía entendido que en ese mismo año de 1970 la revista Triunfo, la más crítica tolerada porel Régimen, aunque multada y suspendida su publicación durante meses, y la más cercana a laoposición democrática, publica en dos números consecutivos el «Informe Baltar», anunciado enportada, un informe crítico sobre la situación de los hospitales españoles. ¿Eso fue antes odespués de la condecoración? ¿Te condecoraron para comprar tu silencio? ¿O fue al revés, trasser condecorado quisiste recuperar independencia y publicaste ese informe crítico? Al quetitulaste en el interior «Desventura y riesgo de los hospitales españoles», que ya son ganas debuscarse pleitos, y que comenzaba:

Por mucho que nos duela, es obligado reconocer que la organización hospitalaria española, en conjunto,no solo está muy lejos de poder ser considerada satisfactoria, sino que se encuentra en un nivel bastantemás bajo que la de cualquier otra nación europea.

A continuación, y cómo no, aportas una breve historia de los hospitales desde la Edad Media,esa obsesión tuya.

Un informe crítico que te va a reportar una llamada reprobadora del marqués de Villaverde, elyerno de Franco. Eso quiere decir que se habló de ese informe tuyo en alguna comida en elPalacio del Pardo, donde vive la familia Franco.

Sin duda, tu informe abrió un debate y tuvo efecto de un modo u otro, pues el propio marquésde Villaverde, el yerno de Franco y cirujano como tú, que comía en la mesa del Caudillo, te llamópara reprobártelo. Quién pudiese escuchar esa conversación entre tú y el yerno del Caudillo.Supongo que, incomodidad aparte, también te debió de satisfacer de algún modo, te debióengordar ese orgullo tuyo que se alimentaba de disidencia, de ser tú contra todos y contra todo. Noescondo que me encanta esa escena en el Palacio del Pardo en la que, por lo visto, Francocomprobó con desaprobación: «Parece mentira en el doctor Baltar. Un hombre tan formal». Meencanta.

Busco en la hemeroteca para intentar comprender esa contradicción y estaba equivocado yo, el«Informe Baltar» fue publicado en Triunfo en noviembre de 1971. De modo que, como a estasalturas ya voy viendo que tienes tu propia agenda política, o que vas reaccionando sobre lamarcha, pero siempre calculando tus pasos, sospecho que un año después de ser condecorado porel Gobierno decidiste hacer público tu análisis crítico con la situación de la sanidad. Sin duda,

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respondió a una preocupación sincera que atravesó tu vida y a la que dedicaste más publicaciones,casi heredada de Ángel, y probablemente pensando que la propia condecoración recibida dabamás autoridad al informe, pero no puedo dejar de pensar también en ese Ramón Baltar queconocía Emma y que necesitaba «dar la nota».

Me hacen sonreír esos dos planos tan distintos y complementarios, el público y el familiar.Don Ramón Baltar Domínguez, excelentísimo señor, Gran Cruz, cirujano y figura médica, conperfil público de izquierdista tolerado, un rojo rico, publica un informe en la más conocida revistacrítica que cuestiona la política sanitaria del Régimen..., y en casa, delante de sus hijos, su esposalo resume: «Lo que le pasa a vuestro padre es que es un atorrante». Nadie es profeta en su casa.Ella sabe que él precisa marcar la diferencia y que no tiene remedio.

Una necesidad que Emma evidentemente no tenía. Esa Emma que resumía: «a veces lo mejores hacerse la tonta».

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Retrato de mujer

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Belleza de España

Preguntas por Emmita, Emma Tojo Sieyro, a los hijos y al principio no obtienes muchainformación, aunque se resume en «era una mujer extraordinaria». Todos los hijos comparten laadmiración por la madre. En estos momentos no sabes qué pensarán las hijas, fuera de plano. Aúntardaré en saber que confirman y comparten esa admiración. «Muy conservadora en las ideas peromuy liberal en el trato.» «Muy natural y con gran sentido del humor.» Su sentido del humoraparece repetidamente en sus comentarios y para ti eso significa dos cosas, inteligencia dialécticay también un espíritu de transgresión, pero que se ve limitado a los espacios domésticos donde semueven las mujeres en la sociedad tradicional y los niños y se expresa en travesuras. Pero pocomás sabes.

Comprendes perfectamente la reserva, «debes aguardar», te dices. Este libro es para contar alos Baltar, no a Emma o a otras personas, debes recordar eso o te distraerás. Pero quieres saberlotodo, saber la realidad de esos hombres que se desenvuelven en público, aunque Ramón busque lapenumbra y sea renuente a figurar en público. Quieres saber de Emma, es una evidencia quenecesitas saber cómo era Ramón visto por los ojos de quien mejor lo conoció.

Acabas por saber cosas. Sus hijos y quien la conoció dicen que era una mujer hermosa, eso esimportante, pues es un atributo que le reconocen todos, «aún con noventa años era guapa», inclusoquien no la conoció lo repite: «por lo visto era muy guapa», de modo que es importante. La esposade Ramón Baltar Domínguez es hermosa. La esposa de Antonio, Mireya, por lo oído también loera, debes anotar eso.

Un día, un hijo recuerda de pasada que fue portada de una revista. «¿Cómo que fue portada deuna revista?» Y se abre la fuente de la memoria y afloran anécdotas entre risas en un entusiasmoprogresivo de los otros hermanos. El rostro de Emma en 1928, cuando tenía veintitrés años, unosmeses antes de casarse en Santiago con Ramón, fue la cubierta de un número de la revista LaEsfera, editada en Madrid, que contó con colaboraciones periodísticas y literarias interesantes yque duró diez años, entre 1928 y 1938. Su retrato forma parte de una serie de fotografías de mujer,«Bellezas de España». De modo que Emma no solo era una mujer bella, sino que ya en su juventudposaba como tal, tenía título de bella.

Ya tienes una confirmación de la hermosura oficial de Emma, sin duda su belleza debió de seruna parte muy importante de su identidad.

Pero es entonces cuando un hijo recuerda que el poeta Antonio Machado reparó en ella cuandotenía catorce años y le escribió unos versos dedicados. «¿Cómo es que Antonio Machado leescribió versos de amor a Emma?» Pues sí, fue cuando su padre la llevó un día al casino deValdemoro.

Su padre, el médico Gabino Tojo, heredó una fortuna traída de Cuba por su padre, y su madre,Emma Sieyro de la Riba, de la burguesía con origen en la inmigración de la sierra de Cameros quefundó en la ciudad banca e industrias y de la rancia hidalguía santiaguesa. El matrimonio de donÁngel y doña Isabel, los Baltar Domínguez, por el contrario no tenía aquel enraizamiento en laciudad que tenía el de los padres de Emma.

Los Baltar, oriundos de Padrón y Cesures, eran importantes en la ciudad porque don Ángeldirigía el Hospital Real y el lujoso sanatorio, y el padre de Isabel, importante comerciante, era

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accionista también de la «Besta», la West Galicia Railway Company. Pero en aquel entonces eranunos recién llegados y periféricos a los centros de poder simbólico de la ciudad. El matrimoniode uno de sus hijos, Ramón, con Emma Tojo Sieyro de la Riba debió de tener alguna significaciónen la ciudad. En la familia se quedó como broma una discutida estirpe noble de Emma. Pero esaboda puede que le diese una nueva legitimidad social a los ojos de esas familias de laArchicofradía del Apóstol Santiago, estirpes enterradas en el cementerio privado de la Cofradíadel Rosario, un mundo que a pocos importará, un tiempo que hoy solo existe en la medida en quealguien escribe un libro.

Y por cierto que el médico don Ramón Pimentel, presidente del Casino de Caballeros, le hizouna apuesta a Trulock, el ingeniero inglés que había venido a instalar el camino de hierro, y quepretendía entrar al casino. Un desafío muy representativo de la competitividad entre doseconomías, dos tecnologías y dos épocas. Cuando se inauguraba el primer camino de hierro enGalicia entre el puerto de Carril, en la ría de Arousa, y la estación de Cornes, a las puertas deSantiago, apostó con él que llegaría a caballo antes que la «Besta», la máquina de vapor. Y ganó.Fue una victoria pírrica y Trulock acabó por entrar igualmente en el casino.

El padre de Emma, hombre parrandero al que no le duró la rica herencia familiar, se leescurrió entre los dedos alegres, emigró a tierras de Castilla, que tenía aires más indicados parala niña Emma, que tuvo un principio de tuberculosis y pasó por el sanatorio de Guadarrama, ydonde Gabino fue contratado como médico de la «asistencia médica domiciliaria» y de «iguala»por los campesinos. Una posición social muy poco considerada en la ciudad y también allí dondeejercía. Pero estábamos en que Gabino llevó un día a su hija Emma al casino de Valdemoro.

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«Tus labios, de púrpura rojos»

Gabino se enteró de que acudiría a hablar al casino un poeta, Antonio Machado, que era hijo de unsantiagués, Antonio Machado Álvarez, que había vivido en la rúa Nova. Y allí fue con sus hijos yaquella Emma de catorce años.

Aquel poeta codiciador de púberes reparó en la chiquilla y allí mismo le escribió unos versosrepentinos que ofendieron a un hermano mayor, quien unos días después rompió el papel con elconsiguiente disgusto de la pequeña musa: «qué tiene ese viejo verde que escribirte nada a ti».Pero los versos ya habían prendido en la memoria de la niña y muchos años después se los recitóa una nieta:

Brota en tus labios la risaigual que el agua en la fuentey cuando pasa la brisapor tu mirada candenteparecen decir tus labiospalabras que son mentiray ellos, de púrpura rojos,musitan la letaníaque es la luz de tu alegría.

Escribiéndolos aquí sientes una envidia inmediata, no puedes dejar de admirar lo fáciles queson y lo fácil que le resulta al poeta decir cosas sugerentes. Luego piensas y no, no envidias lo quees mero artificio. No hay verdad en ellos, solo las mañas para seducir. Mejor la mudez.

De todos modos, el poema completo son esos versos y los otros versos que rompieron enpedazos y fueron olvidados por esa anciana que los recita con orgullo infantil a una nieta. Nosabemos si la belleza literaria que inspiró la joven musa se escondió en esos versos perdidos parasiempre. Y no sabemos tampoco si a Machado le inspiró los ripios realmente aquella niña o si yalos había escrito antes para otras muchachas o si los volvió a escribir para otras en otros casinosmás adelante. Lo que sí, que algo significaron para aquella niña que los guardó en la memoriaantes de que su hermano rompiese el papel lleno de asco.

Sí, Emma cuando llegó a Galicia a pasar temporadas con su familia de A Coruña y deSantiago se sabía hermosa y cantada. Aunque no hubiese llegado aún a ojos y oídos de RamónBaltar.

Ya habías escrito esta anécdota a partir de un comentario de un hijo, que esos versos salieronde la memoria de una Emma anciana a una nieta, y es posible que esa escena se diese de esemodo, pero María Teresa, una de las hijas de Emma y Ramón, tiene una versión distinta delmomento en que salen esos versos de la fuente de la memoria de su madre.

Ella recuerda un viaje a Montpellier a un congreso médico y que acompañaron a Ramón en sucoche Emma, un hermano, Rafael, y ella. «No me acuerdo de si fue a la ida o a la vuelta cuandohicimos una parada especial en Colliure para visitar la tumba de Antonio Machado, que papá teníamucho interés en que viésemos. Recuerdo que era una losa muy grande y gruesa de granito pulidocon el nombre tallado en la superficie. No recuerdo ningún comentario especial de papá, salvoque era un magnífico poeta y algo sobre las circunstancias trágicas de su muerte y la de su madre.

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Sí recuerdo que mamá recitó por primera vez el poema que Machado le dedicó en Valdemoro.»La escena, como tantas veces, te hace sonreír. Lo que ves es a un Ramón que hace un desvío,

una pequeña peregrinación a una tumba porque quiere transmitir a sus hijos algo de la memoriademocrática, Antonio Machado era uno de los poetas republicanos por antonomasia y al que vesque le tenía aprecio literario, hasta le había escrito un poema a la pistola de Enrique Líster, unvecino de Santiago. Ramón se muestra parco, no enfatiza su propósito educativo, pero conseguridad para él ese es un ritual de respeto. Y junto a él, Emma, quien sí conoció a AntonioMachado personalmente, evoca un personaje bien distinto y recita los versos que le dedicó aquelhombre a aquella púber. Una escena que seguramente sonrojaría al poeta caso de estar vivo. Seme ocurre pensar que Ramón ignoraba que existiesen aquellos versos y se sintiese un pocochasqueado. O no, puede que supiese del asunto y le hiciese gracia, sin que su hijo y su hijapudiesen descifrar su sonrisa.

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Miradas de amor en el Teatro Principal (Romanza)

Una señorita de buena familia, con la pequeña mácula de un padre con aquel punto de excesivaalegría e informalidad, llegó a pasar temporadas a la ciudad. Una señorita que se va a casar conRamón Baltar Domínguez, el hijo de don Ángel, pero ella aún no lo sabe. Y cuando quieresreconstruir esos pasos entre su llegada y la boda, tres años después, encuentras las dificultadesdebidas a la distancia en el tiempo y también las visiones de un mismo hecho desde ángulosdiferentes. Y no sabrás ciertamente la verdad de las cosas.

Primero consigues una versión de una prima de Ramón, Joaquina, que te llega a través de unahija suya:

Un día en el Teatro Principal estaba Emma con sus primas y también Joaquina, la prima deNoia que entonces estaba estudiando en Santiago. También estaba Ramón, que tenía entoncesveintitrés años y aún no tenía novia y salía con las hermanas y las primas al cine o al teatro. YRamón le dijo a Joaquina: «Mira cómo se me da aquella morenita de allí en aquel palco».

«Y ella entonces cuando vio que tal no se marchó de Santiago, se quedó con las tías que teníaaquí. Emma era muy guapa.» Como siempre, ese apunte de la belleza de Emma. «Él miró para ellay ella le correspondía.»

Entiendes que ese es un relato desde el palco donde estaba Ramón y las mujeres Baltar ysabes que te gustaría conocer la versión desde el otro palco y que probablemente no la vas aconseguir.

Le preguntas a uno de los hijos de Ramón y Emma, quieres saber cómo les llegó a ellos. O elpadre o la madre seguramente les habrán contado una versión resumida de un momento que, alcabo, fue el origen de que los hijos e hijas acabasen existiendo. Y recibes esta versión:

Según cuenta con ironía una mujer que ese día estaba en el Teatro Principal, Joaquina Salorio,«una castellana vino y nos llevó el mejor soltero de Santiago, el más cotizado». Todas rodeaban aRamón, «que era un triunfador». Emma estaba en el palco a la derecha de donde salía la luz delproyector a la pantalla, pues además de actuaciones también se proyectaban películas. La familiaNieto y Sieyro, propietaria del teatro, cuando alquilaron a la empresa Fraga reservaron ese palcosiempre a su disposición.

De modo que Emma estaba en el palco con sus primas y entró Ramón acompañado de susamigos al patio de butacas. Joaquina Salorio también estaba sentada abajo en el grupo entre lasbutacas.

Reparas en que aquí el relato cambia un poco, Ramón no está con sus hermanas y primas sinocon amigos y no está en un palco sino en el patio de butacas.

Emma vio entrar al grupo de jóvenes y preguntó: «¿Quién es aquel chico de gafas de allí?».«Pues es Ramón Baltar, el hijo de don Ángel Baltar.» Pasó media sesión mirando para Ramón y ledijo a sus primas: «Ese va a ser mi marido».

Los dos relatos son algo distintos e incluso contradictorios, no resulta claro quién tuvo lainiciativa o quién tuvo más interés, aparentemente fueron ambos al tiempo. ¿O fue Emma quienmiró con cierto descaro a Ramón y por eso él dijo «mira cómo se me da aquella morenita»?

Aprovechas otra ocasión con otro hijo y preguntas lo que sabe por matizar el relato de eseencuentro de miradas. Y él te cuenta con entusiasmo su versión, «sé una»:

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Había un día un concierto en el Teatro Principal, es la primera vez que te hablan de unconcierto, y Emma estaba en el palco de la familia Nieto, Sieyro Nieto. Parece ser que Ramón vioa Emma, que ya llevaba unos días en Santiago, y dijo: «¿Veis aquella chavala que está en el palcode la familia Sieyro? No sé quién es ni cómo se llama, pero con esa mujer me voy a casar yo».

No vas a poder cerrar el cuento, quién decidió casarse con el otro o la otra. Si ambos lodecidieron al tiempo, realmente fue un flechazo. Las cosas del amor. Ni siquiera podrás saber cuálfue el espectáculo, ¿fue una obra teatral, fue un concierto como cuenta uno de los relatores? En esecaso, qué obra fue o qué piezas tocaron. ¿Una zarzuela? ¿Fue una pieza romántica que hechizóesos corazones?

Más tarde conseguirás aún la opinión de una de las hijas de Ramón y Emma, María Teresa, yafirmará, sin duda, «fue un verdadero flechazo». Tienes la impresión de que esta estampa fueparticularmente cuidada y mimada en la memoria familiar.

Luego vinieron los bailes en el casino, el teatro... Un amorío común entre mozos de laburguesía en una ciudad pequeña y universitaria que los amigos de Ramón resumen en estampas deél rondando a Emma desde la calle a la ventana de la familia de Emma, quien se asomaba parahablarle al enamorado. No faltan en esa estampa los amigos estudiantes hospedados en unapensión en la misma calle que interfieren desde su ventana en la conversación de los enamorados.Años después, Emma relataba esos amores a los hijos y le preguntaba a su marido: «Ramón, ¿esome lo decías tú desde la calle o era Pepe Carrero desde el balcón de la pensión?». Y el hijo que terelata la anécdota se refiere de pasada a su madre, que «era simpatiquísima». Debía de ser muysimpática Emma, todos y todas insisten en eso.

Con todo, no dejas de ver lo evidente, esa escena misma de cortejo en la que él habla desde lacalle y ella desde la ventana es la de un hombre en el espacio público y una mujer en el espaciodoméstico. Esa vida posterior conjunta se desenvolvió en esa dialéctica de los dos espacios ycada uno en el suyo.

Un matrimonio es resolver muchas diferencias y contradicciones, incluso de carácter. Emma,que recordó de memoria toda la vida «La pulga» y otras canciones pícaras que había aprendidoacompañando a su alegre padre a las funciones de tarde de cabaré y se las cantaba a hijas y nietaspara arrullar el sueño, que imitaba voces y acentos de la gente y que divertía con burlas a hijos ynietos, que en el Día de los Inocentes provocó una estampida infantil cuando salió a la ventana agritarle a sus hijos: «¡niños, id corriendo que está ardiendo la catedral!», supo cuál era larespuesta a una pregunta que le hicieron por entonces: «¿Pero tú lo pensaste bien, Emma? ¿Seguroque te quieres casar con uno de esos Baltar? Son muy serios».

Emma debió de ser el grano de sal que precisaba aquella gente tan seria.

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La alegría de vivir

Tienes muy pocos materiales para reconstruir a Emma, prácticamente solo la memoria de sus hijoso personas allegadas, no dejó apenas rastros en el papel, excepto su correspondencia personal, enla que acostumbraba a tratar de asuntos familiares o domésticos y expresiones genéricas de afecto,mucho menos en la Red. Podrías escribir una novela muy distinta a partir de esa correspondencia,pero llegaste a la historia de esta familia por un camino muy distinto, el de los varones y la vidapública, y ahora ya no puedes cambiar. Dejó, eso sí, doce hijos e hijas, veinticuatro embarazosque ella contabilizaba en los años que pasó embarazada.

¿Y de qué modo afecta esto a la figura de Ramón? ¿Qué debes de pensar de un hombre,médico informado y viajado, que deja embarazada tantas veces a su esposa? Incluso en su época,las bromas sobre las familias numerosas eran inevitables. Camilo José Cela se ganó la antipatíaeterna de Emma cuando en una cena, al saber del número de hijos, le preguntó: «¿pero entonces enSantiago no había cine por las noches?».

Tendrías que hacer un esfuerzo para convocar aquel tiempo y aquel ambiente. Tendrías quesaber también el papel que jugó cada uno de los esposos en esas doce realidades, hijos e hijas.

Recuerdas una anécdota que te contaron y que te pareció muy significativa. Cuando, tras lamuerte de Franco, se debatía la ley de divorcio y estaba ya en el debate el aprobar una ley sobreel derecho al aborto, salió el tema en la sobremesa de un domingo en una comida familiar. Emmales dijo: «menos mal que yo no viví estos tiempos políticos ya que cuando vosotros nacisteis no sesabía, pero ahora sí se sabe que yo tengo sangre Rh negativo y vuestro padre positivo, con lo cuallos médicos podrían explicar científicamente la razón de los abortos que yo sufrí. En estostiempos me dirían de abortar o de no quedar embarazada a partir del tercero, así que Fernando,Alberto, Javier, María Teresa, María de los Ángeles, Juan Ramón, Jorge, Arturo y Jaime, calladtodos, ya no deberíais haber nacido. Así que ni divorcio ni aborto, yo me negaría a cualquiersolución que implicase no tener los hijos que tuve y os pediría a todos que hicierais lo mismo. Asíque se acabó la discusión».

Cuando te contaron eso te quedaste con una sonrisa de pasmo y, en parte, de admiración.Primero te sorprende la naturalidad con la que Emma les habla a sus hijos de la decisión detenerlos o no caso de haber una ley de aborto, de cómo no les oculta que ella fue dueña de susnacimientos y les dio la vida. Algo tan simple, tan irrebatible y que le da una posición deautoridad absoluta. Y luego te sorprende cómo ejerce escénicamente esa autoridad sobre ellos yellas nombrándolos para que experimentase cada uno su realidad personal de estar vivos ytambién la posibilidad de no existir. Y que ella es la dueña moral de sus vidas, algo tan evidente yreal como callado en la relación más habitual entre madres e hijos, basada en un supuesto amordesinteresado e indiscutido. Ni sombra de frivolidad.

Los peligros derivados de cada uno de esos embarazos, podían poner en riesgo también suvida, no entra a considerarlos. Parte de una aceptación absoluta de lo vivido, asume la vida comofue y además pretende que así siga siendo, pues entiende que la vida es así. En ese momento noestá hablando de la vida política o social, habla de lo que es la vida para ella. Tiene una visión dela vida nítida y de una sola pieza, sin contradicciones ni hendiduras que puedan abrir dudas.

Naturalmente de ahí se deriva un programa político y ella misma llega a enunciarlo finalmente,

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no debe haber posibilidades de divorcio ni aborto libre y así se lo pide a hijos e hijas, a cada uno,a cada una de las que nombró previamente. Sin duda, ya ellos y ellas son personas adultas,pretende seguir educándolos en sus convicciones. Como debes entender que hizo anteriormente.

Desde el punto de vista ideológico, Emma tiene una posición radicalmente conservadora y suvida es coherente y va de acuerdo con sus convicciones. Y con eso relacionas otras anécdotassabidas de aquí y de allí, cómo en su momento se opuso al matrimonio civil, al bikiniinicialmente... Y también que al tiempo que mantenía esas oposiciones firmes demostraba afecto.Una política familiar de palo y zanahoria, para intentar mantener una familia como ella pretendía ypara conservarla unida también. Sin duda fue ella la creadora de esa familia.

La vida para Emma, siendo ella alegre, fue algo tan serio como evidente y claro. Las astuciasnecesarias para vivir, la voluntad para sobrevivir nacían de una cierta inocencia, esa de la quenace la fe.

Lo que te deja claro la anécdota es que Emma es una mujer muy fuerte.Crees que hubo aquel flechazo, pero te cuesta encajar a Ramón en ese matrimonio. Es algo que

queda sin explicación y no podrás dejarlo sin más, no te basta encerrarlo en un cajón titulado«cosas de matrimonio». Ese matrimonio de dos personas que piensan tan diferente, porque tienesque imaginar que ese Ramón republicano y formado en Europa piensa distinto sobre esos aspectosde la vida, ¿o no? ¿Qué matrimonio es ese? Como todos, complicado.

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Emma, Barral y la Toñita

Aquella linda morenita, aquella señorita llegada de fuera tuvo que crear su lugar en la vida yconcretamente en aquella ciudad y aquel tiempo. Católica, conservadora, con un padre alegre yderrochador del patrimonio familiar y republicano y con un marido cirujano eminente, «elementopeligroso», fue quien disciplinó y se preocupó de que sus hijos se adaptasen al tiempo que lestocaría vivir. Una madre de familia numerosa no se puede hacer ilusiones con futuros imaginarios,la vida es algo que hay que temer y abrazar, ella tiene la obligación de ser realista, esto es,conservadora, por el bien de la descendencia.

No, Emma no podía permitirse el lujo de ser ingenua. «Son hijos míos y les quiero mucho,pero no os equivoquéis, no hay hombres fieles, solo falta de oportunidades», les dijo un día a susnueras. En otra ocasión fue Ramón quien expuso su visión a una nuera: «el matrimonio pide muchapaciencia y mucha educación». Y que cada quien entienda lo que le parezca.

Con un hijo, Arturo, con síndrome de Down, esa herida tan querida que hubo que cuidarmientras vivió y que recordar para siempre cuando murió. La vida, algo que hay que temer ygozar. Ella es elegante, es la señora de Ramón Baltar, esa posición social vicaria de «esposa de»,mujer de un hombre muy particular, señalado y al tiempo respetado en la ciudad. Mujer de unexcelentísimo señor, excelentísima señora ella cuando Ramón recibió la condecoración.

De eso se enteró toda la ciudad, desde luego Barral, que tenía estacionado en la Carreira doConde, frente al sanatorio y residencia Baltar, un motocarro con el que hacía pequeños transportesy recados. Un día que Emma salía de casa para visitar a una hija, María Asunción, que vivía a unkilómetro escaso, llovía. Emma abrió su elegante paraguas rojo dispuesta a salir con sus zapatosde tacón. Barral no podía tolerar aquello y la llamó amablemente: «doña Emma, se va a mojartoda y además están haciendo obras y está todo embarrado. Venga aquí y suba en el motocarro quela llevo yo en el transportín». Y Emma no le quiso hacer desprecio y se montó y allí sentada y conel paraguas abierto fueron hasta el chalet de la hija. Cuando se bajó, Barral se despidió:

—Mire, doña Emma, dicen todos y leí en el periódico que le dieron una medalla a su marido.—Pues es verdad que se la dieron.—Y leí que le corresponde el título de excelentísimo señor...—Dicen que sí que le corresponde.—Entonces usted también es excelentísima señora...—Pues parece que sí.—¡Cagoendiós, doña Emma! Mire que he transportado cosas raras en mi motocarro, pero es la

primera vez que llevo a una excelentísima señora —concluyó Barral, admirado y amable como decostumbre.

Seguramente Barral contó el episodio a su familia y amistades aquel día, no conocemos suversión, lástima, pero Emma también se lo contó a su familia, transformándolo en una anécdotamás de una vida divertida.

La anécdota enlaza con otra también chusca, cuando anduvo por Santiago del brazo de Toñita.La Toñita, el epítome del puterío compostelano, flor de la mancebía, princesa del barrio delPombal, figura fascinante y mítica que resumía la mujer reducida a objeto sexual. «¡Es más putaque la Toñita!», recuerdas que era un modo terminante de destruir la imagen de una mujer en tu

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infancia y adolescencia.Emma había bajado al barrio del Pombal a visitar en su taller a Carlos, aquel sobrino genial.

Carlos Rodríguez Baltar, hijo de una hermana de Ramón, Isabel, que tuvo un matrimonio fallido yvolvió de Pobra do Brollón a Santiago, a la casa del patriarca Ángel primero y para permanecerdespués bajo la protección de Ramón, quien pasó a ocupar ese lugar patriarcal y patricio deÁngel. Carlos fue criado como un niño protegido y muy querido en aquella extensa familia Baltaren la que dos hermanas, Ángela, la pianista, y Elisita, por enfermedad o incapacidad, se quedarontambién en la casa paterna.

Carlos, precoz inventor, ya de muchacho conseguía reparar el aparato de rayos X del sanatoriofamiliar cuando en la posguerra faltaban los repuestos. Antes de los veinte años consiguió en unconcurso abierto la representación de los aparatos de rayos de la Siemens. Otros fabricantesespañoles informaron a la casa alemana de que quien había ganado el concurso era un joven sinempresa, pero los fabricantes le conservaron el encargo a quien había ganado, Carlos, una vez quemontó su empresa. Carlos había sido alumno de adolescente de un profesor de alemán nazi y de élconservó la simpatía nacionalsocialista como un rasgo de inmadurez. Tras ganar aquellaconcesión de la Siemens, instaló su taller de montaje de rayos X en aquel barrio del Pombalmarcado por la prostitución desde donde envió cientos de aparatos de rayos a toda España.

Y Emma ya volvía de saludar a tan peculiar como querido sobrino por la calle arriba cuandose encontró con Toñita que bajaba. «Yo a ti te conozco», dice Toñita. «No me digas», contestaEmma. «Tú eres esa a la que le puso un piso uno de Betanzos.» «La mismita», dijo Emma. Y en elrelato de Emma por lo visto subieron por el Pombal arriba del brazo hacia el centro de la ciudad.

Llegó a casa y lo contó toda orgullosa. El comentario de los hijos debió de halagar sus oídosde niña traviesa: «¡pero mamá, tú cómo hiciste eso! ¡Qué pensaría de ti toda la gente!». Y surespuesta: «¿y qué queríais, que desengañase a la pobre?».

Una vez más, la Emma «simpatiquísima». Y con una atracción por la transgresión y unacapacidad de burlarse de todo, también de su propia imagen, de sí misma. No hay duda de que esamadre de familia numerosa y esposa formal gozaba con las bromas y que irradiaba su humor a esepúblico que eran los hijos y que hablan de ella con una admiración que perdura años después desu muerte.

Esos hijos e hijas que fueron pasando por las pruebas y los ritos que les fue imponiendo parahacerse adultos una madre cariñosa pero exigente. «Para pasar a comer a la mesa de los mayoreshay que ser capaz de pelar la naranja con un cuchillo y tenedor, y mientras no lo hagas no pasas.»

Y ahora que escribes esto comprendes que tú mismo estás colaborando en ese perdurar elafecto que no es tuyo, que estás evocando y celebrando una mujer que no conociste como siestuvieses al servicio del cariño de sus hijos. Extraña operación la que estás haciendo, tejiendoesta historia en la que encuentras por el medio episodios que te hacen reír y donde el dramatismoque pueda haber va envuelto en un tono de celebración vital. Y piensas si eso no será el espíritude Emma, Emmita. Un tono vital que suaviza la rigidez teutona de Ramón.

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Emma y las fräuleins

De ser este libro una novela como debiera ser podrías contar la historia desde la posiciónpresidencial y observante de doña Isabel, viuda de don Ángel y que ejercía su autoridad moralsobre hijos e hijas.

O hacerlo desde la mirada y la mente despierta de Ángela, inglés, alemán y posible pianistaprofesional con un amor malogrado por la guerra y una vida afectada por la tuberculosis. Piano,tuberculosis, sanatorios, interior de hogar burgués..., esa mirada suya daría para contar la vida deesa familia contemplada desde la comprensión analítica y la melancolía también. O podríascontarla desde la mente confusa y frenética a veces de Elisita, con sus capacidades disminuidas oalteradas, ese mirar infantil tan implacable como inocente sobre los adultos con sus ansias y susfrustraciones. Sería una novela difícil, pero también una oportunidad para experimentar con ellenguaje literario. O, también, desde el punto de vista desengañado de Isabel, que ya había vueltode Pobra do Brollón a la casa paterna con su hijo Carlos, Carlitos. Pero lo que tú quieres escomprender el devenir de esa familia patriarcal a través de las figuras que cargaron laresponsabilidad de sacar adelante una serie de hijos e hijas y atender a esas mujeres que quedanfuera de plano de esta historia y que raramente hablaron, aunque alguna, doña Isabel, estás segurode que sí ejerció su poder tutelar. Una familia que tuvo que sobrevivir como tal superando lasdificultades de la guerra y posguerra.

Supones que la decisión de traer fräuleins para educar a hijos e hijas en la lengua alemana fuede Ramón, que sabía que era difícil si no se aprendía desde niños, y respondía a su deseo deconservar y continuar la vida que se tenía antes de la guerra. Y así hubo en aquella casa unasucesión de fräuleins que acabó, como todo lo referido al orden doméstico, cuando Emma decidióque tenía que acabar, pues que una de ellas se fugase con un chófer ya era mucho aguantar.

Antes de eso tuvo que superar dificultades simplemente por tener en casa personasextranjeras. En un tiempo y un país que era una cárcel infestada de miseria moral y dondedespertaba sospechas e incluso denuncias a investigar, como ocurrió en 1943 con una fräuleinjudía que había llegado escapada de Alemania. Fue denunciada por vecinos ilustres de la ciudad,y entre ellos don Jesús, el cura párroco, por tener en casa una persona que no era católica.

Emma solicitó audiencia al arzobispo Muñiz de Pablos. Muñiz de Pablos había enviado unacircular a todas las parroquias en agosto de 1936, en los días en que corría la sangre de loscrímenes impunemente, animando a delatar a vecinos «enemigos de la religión católica» y de losmilitares sublevados, un arzobispo que introducía a Franco en la catedral cuando visitaba laciudad bajo palio, destinado exclusivamente a cubrir la divinidad. Emma le hizo un discurso quellevaba preparado: «Yo soy católica y entiendo que el cristianismo es una religión de caridad.Esta es una muchacha que está sola y no tiene cómo ganar la vida y la he acogido en mi casa». Elarzobispo asintió y Emma suspiró y volvió para casa. Y la cosa paró ahí hasta que la pobrefräulein encontró otro destino.

Llegó una nueva en 1948, Hilde, hija de Ferdinand Dietrich, ingeniero agrónomo que erarealmente un político nazi y que había estado designado para ser el gobernador de España tras elprevisto triunfo del Reich en Europa. Tras un destino en la embajada de México, lo que le dio asus tres hijas el conocimiento del castellano, fue expulsado por el presidente Cárdenas y atravesó

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con la familia Estados Unidos, Japón, pasó a Eurasia por Vladivostok y atravesó la estepasiberiana hasta llegar a la Selva Negra alemana, donde estudió Hilde antes de pasar a España,cuando su padre estuvo destinado en la embajada. Un larguísimo viaje, un tiempo de vidasextraordinarias.

Emma, preocupada por evitar nuevamente denuncias, le preguntó: «usted, ¿qué religióntiene?». Ella respondió: «ninguna. El Führer dice que...». Y Emma le cortó: «usted es católica yva a ir todos los domingos a misa de doce a la catedral, y que la vean bien». Y Hilde no solo fue amisa, sino que años después se hizo católica efectivamente e incluso participó en los movimientosde renovación de la Iglesia católica.

El episodio forma parte de la tradición familiar que se fue formando con una selección deanécdotas, esta presenta una Emma capaz de gestionar sus creencias personales con un sentidopráctico muy razonable y una mujer con personalidad y resolutiva.

Y resulta que Hilde volvió por Galicia muchos años después, casada en Madrid con hijos ynietos, para quienes escribió una memoria privada de su vida de la que dejó una copia en Galicia.Los momentos en los que recuerda su estadía dentro de la familia Baltar son muy vívidos, ella erauna muchacha que se alejaba de su familia por primera vez, deseosa de separarse de un padreautoritario y desquiciado tras la derrota alemana y la muerte de Hitler, y también completan ymatizan la narración que hace la familia de sí misma.

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Hilde va a misa

En esas memorias privadas, Hilde se refiere a la guerra como «la guerra tan estúpida» y llegadoun momento

tendré que contar cómo llevó mi padre esa derrota hasta los últimos momentos [...] Mi padre hasta elúltimo momento tenía aún esperanzas. Nos decía que en Alemania se estaba fabricando la bomba H y queesa cambiaría todo. [...] Un día me llamó mi amiga Traudel diciéndome que Hitler, junto con Eva Braun yotros ministros se habían quitado la vida en el búnker. Con temor llamé al despacho de mi padre paracomunicárselo, y fue que gritó enfurecido que por qué creía yo esos bulos, ¡que no debía escucharlossiquiera! ¿Entonces pensaba que Hitler era inmortal?, pensé yo, pero callé y no dije nada.

Cuando Hilde no podía soportar más el genio de su padre habló con su hermana pensando enmarchase de casa. Gerda tenía un novio, Nonín, y

él conocía una familia de Santiago de Compostela, de la que el padre era un médico muy conocido. Esafamilia siempre había tenido una joven alemana como educadora de sus muchos hijos (eran diez en aquelmomento). El padre de Nonín, un buen jurista, era amigo de la familia Baltar. Nonín, que estabaestudiando también la carrera de Derecho en Santiago, se encargaría de enterarse si precisaban unaseñorita alemana en ese momento y dio la casualidad de que fue así. Me dio la dirección y, junto con mipadre, le escribí una carta contando que me haría mucha ilusión ocuparme de sus niños, pero que yo noera católica. Me contestó el propio Dr. Baltar, que lo de la religión no tendría importancia y que podríaempezar cuando yo quisiese.

Cuando escribió Ramón la contestación, que no importaba la religión, ¿consultó previamentecon Emma? No lo parece. Casi parece como si quisiese desafiar nuevamente a los poderes másreaccionarios de la ciudad, despreocupado de que Emma tuviera que apagar fuegos:

Llevé un baúl y mi acordeón en el viaje hacia Santiago de Compostela, el nuevo hogar que me esperaba.Primero en la tartana, tirada por un mulo hasta Ciudad Real. En Ciudad Real cogería el tren hastaMadrid y desde allí otro hasta Galicia. ¿Qué me esperaría allí?

[...] Cansada del tren en tercera clase con sus bancos de madera, llegué al fin a Santiago. Cogí untaxi que me llevó hasta el domicilio que me habían escrito los señores de Baltar. La señora estaba en lacama, esperaba su undécimo hijo, que se llamaría Jorge. Me llevaron a su habitación para saludarla y medio unas pocas recomendaciones: tendría que compartir habitación con Juan Ramón, al que llamábamosJuancho. De los muchos niños en ese momento nada más vi a la mayor, Asunción (Chon), que tenía un añomenos que yo. Los demás estaban en el piso de abajo, donde luego estaría también yo pasando el día conellos. Ya iba yo a marcharme a mi cuarto cuando ella me vuelve a llamar para decirme una cosa: que losdomingos yo tendría que salir temprano para misa antes de empezar mi labor con los niños. ¡Casi mecaigo de la sorpresa y el susto! Nunca había ido yo a misa y, sobre todo, ¡le había escrito al señor Baltarque no era católica, por no decir cristiana! ¡Y ahora me hacen ir a misa! Al decírselo yo a la señora, mecontestó que sus hijos no deberían ver que yo, su institutriz, no frecuentaba la iglesia los domingos. Esaidea no me dejó dormir aquella noche. Juancho dormía muy tranquilo en su cuna. Tenía tres años, un añomenos que mi hermanita.

El día siguiente bajé con mi acordeón para empezar el día alegremente. También me habíaencomendado la Sra. de Baltar que hablase con los niños en alemán, pero ¡cómo iba a empezar acontarles cosas en alemán si no me entenderían! Eso quería dejarlo para más adelante, cuando yasupiesen un poquito [...] Como dije, bajé con mi acordeón el día siguiente y toqué mis cancionesensayadas mientras me miraban contentos. Lo que mucho les gustaba era que les contase cuentos deGrimm. Yo llevaba mi libro gordo de cuentos alemanes y se los contaba en español, si prometían comer

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bien esa noche. [...] Cuando jugábamos al escondite también podíamos usar el jardín de al lado, porqueera del hospital del Dr. Baltar y había una puerta que conducía a él. Les permitía subir a los árboles yescalar por la pared que dividía los dos jardines. Era yo misma una chiquilla y todo aquello merecordaba a mi propia infancia en México. A veces, oyendo la música del acordeón, venían también losHarguindey, vecinos y compañeros de clase de los Baltar.

A veces, cuando don Ramón, así se llamaba el señor Baltar, volvía a casa después del trabajo y oía elruido que armábamos, entreabría la puerta y daba un vistazo, reía y volvía a cerrarla. Cuando llegaba lahora de la cena, recogíamos rápidamente, porque ahí mismo en la gran mesa había que cenar. Luegollevaba a los más pequeños arriba porque se caían de sueño. Juancho siempre quería decirle las buenasnoches a su padre, que nada más volver del trabajo, de lo cansado que venía, ya se acostaba el primero.Juancho se abrazaba a él y, en vez de volver a mí, se metía dentro de la cama de su padre, abajo de todopara que no lo pudiese alcanzar. A mí me daba mucha vergüenza sacarlo de la cama. Lo llamabasolamente. Tenía que ser el propio padre el que me lo entregara, con gran disgusto del pequeño. Esejuego se repetía cada noche.

[...] La familia Baltar tenía en Rianxo, Galicia, en la ría de Arousa, una gran casa en un hermosojardín que se acercaba desde arriba al mar. Unas escaleritas bajaban a la playa, pasando por unaestatua tallada de la Virgen de Guadalupe, la patrona de Rianxo. Abajo, en un pequeño paseo marítimo,había una caseta donde podía uno cambiarse y ponerse el traje de baño. En el verano se trasladaba todala familia, incluso la cocinera y la sirvienta, a Tanxil, así se llamaba la playa. Los niños teníanvacaciones. El padre iba los fines de semana o solo los domingos, según se lo permitía su trabajo en laclínica. El cuarto que me tocó para mí solita era una torre en lo alto de la casa, con ventanas hacia loscuatro lados, con una vista preciosa a la ría de Arousa. Como dormía con alguna ventana abierta, oía demadrugada las barquitas de los pescadores que salían al mar, saludando desde abajo a su Virgen deGuadalupe. Al lado de la pequeña playa había un pequeño puerto rodeado de un malecón, dondeguardaban un yate y pequeñas barquitas y veleros. Con la marea alta me echaba a las olas desde elmalecón. Me gustaba tirarme hacia atrás.

[...] Sí, de invierno llovía mucho en Santiago, pero nosotros casi no lo notábamos. Seguíamos connuestros juegos, trabajos manuales y canciones. Lo peor para mí era cuando tocaba repasarles la lecciónde catequesis a Javier, María Teresa y María Ángeles, que consistía en preguntas y respuestas. No sabíanqué significaba, por ejemplo, «No fornicar» (ni yo lo sabía) o «No desear a la mujer del prójimo». ¿Cómoexplicarles eso... a niños de 6, 7 y 8 años? A mí me parecía tan absurdo tener que aprender de memorialos mandamientos cuando lo más principal era el ser buenos, no hacer daño a nadie y quererse todos.Con eso ya sabrían bastante y, además, ¡ya lo practicaban todos los días!

[...] Una mañana de verano, era domingo, me dijeron que iríamos a Rianxo. Yo tenía que preparar laropa de los más pequeños y la mía y no tuve tiempo para salir de casa y estar de vuelta para la hora de lapartida y no fui a misa. Una vez en el auto de los padres, yo iba atrás del matrimonio con los máspequeños, la señora de Baltar me preguntó de repente: « Fräulein, ¿fue usted a misa?». Antes depronunciar quedamente mi «no», vi cómo don Ramón le dio un empujoncito a su mujer murmurando algo.Entonces ella no insistió más en el tema.

Más adelante abrieron una capilla en el sanatorio que estaba al lado, e íbamos toda la familia juntaa misa. Hacía todo lo que los demás hacían, tal como los más pequeños, que aprendían como yo.

Cuando lees estas memorias de Hilde, la primera vez tienes el retrato de una familia burguesaordenada y tranquila con sus escenas bucólicas dignas de la familia Trapp de la película Sonrisasy lágrimas y te gusta creer que eso es así. Solo más adelante sabrás con detalle que esa imagendel apacible padre de familia no es una imagen completa de Ramón.

¿Y dónde está Antón en ese año de 1946? Anda por Buenos Aires, trabaja en el CentroGallego como jefe de servicio de Anatomía Patológica y en el sanatorio que fundó en Avellaneda,localidad con una importante población de origen gallego, a medias con otro médico exiliado,Gumersindo Sánchez Guisande, con el que terminará enfrentado y del que acabará por separarseese mismo año.

La vida de Ramón y de Antonio, de ambos matrimonios, sigue a cada lado del Atlántico y loscaminos se van separando más y más con la precisión inevitable del corte de bisturí.

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El cuchillo pasa de mano

Y quién supiese lo que recordaste en esas últimas semanas en el sanatorio y luego en tu casa,Ramón, horas finales entre los períodos de somnolencia cada vez más largos. ¿Algún momentoconduciendo veloz en alguna carretera vacía? ¿Un atardecer a bordo de una barca en la ría deNoia o de Arousa? ¿La tarde en Tanxil de Rianxo? ¿Algún momento con una mujer, con Emma?Aquel hijo tan querido, Arturo, que tanto cuidasteis Emma y tú, y que tanto os dolió su pérdida?Que tanto os dolió, que tanto le dolió a Emma.

Ese hijo al que le buscasteis un educador especial, para el que fuiste fundador de ASPAS, unaasociación de padres de hijos «subnormales». Allí busqué confirmar esa información ycontestaron que efectivamente habías sido el socio número uno de la que pasó años más tarde allamarse Asociación de Padres de Personas con Discapacidad Intelectual. Que entonces no seusaban esos términos y se decía «subnormal». Que tampoco se decía «down», que se decía«mongólico» y que tú mismo te habrás referido a él como «mongólico». Y tú y Emma lointentasteis todo.

Fuisteis a Madrid a consultar con tu amigo Gregorio Marañón, fue por confortar a Emma, puestú sabías que no era algo que se pudiese modificar, y trajisteis un profesor de allí, pensasteis encrear una institución para él y algún otro chiquillo con las mismas características y cuentan quenunca te avergonzaste, en aquel tiempo en que ese azar genético de un hijo era un estigma para lasfamilias; salías a pasear con tu hijo vestido de traje y corbata por el paseo da Ferradura. Y evocasahora su nombre y te viene a la boca un amargor triste. Orgullo y dignidad, un hijo querido y nuncaocultado, mantener el orgullo alto para defender la dignidad familiar. Llevar ese dulce pesoquerido. Un hijo más de Ramón Baltar, del brazo por el paseo.

El regusto de las cosas tristes. Si pudieses volver atrás. Atrás, Ramón. Antes de lo de tupadre, antes de morir don Ángel. Qué muerte tan teatral, ahora que la recuerdas. Muerte muyapropiada de un cirujano, tú no vas a tener algo así, ya lo estás viendo. La tuya tendrá que sercomo corresponde, con discreción. Con decoro. Pero tu padre siempre fue así, era un hombreespectacular, hacía todas las cosas a lo grande, incluso morirse.

Esa forma suya de morirse, operando. Lo recuerdas perfectamente. Ángel Baltar Cortés estáoperando de laringe a un hombre ayudado por su hijo Ramón, por Antonio Concheiro, pues eloperado lo trajo a este desde su consulta en Ordes, y Besada, el inseparable Besada. Ese Besadaque de viejo presumía de haber llegado a operar con cuatro generaciones de cirujanos Baltar,Ángel, Ramón, Luis y Javier.

Y en el medio de la operación, la conmoción, Ángel cae en el quirófano. Un ictus. Y entoncesRamón dice: «Antonio, atiende a mi padre que la operación la sigo yo», y toma el bisturí ycontinúa la intervención, también en la cabeza de un hombre, mientras Concheiro atiende a donÁngel y lo saca del quirófano. Una hora después Ramón cose al paciente y acaba la operación, fuesatisfactoria y ese hombre volverá a su casa y continuará su vida muchos años, y él se informa delestado de su padre. Mal, está mal, va a quedar mal.

Esa es la despedida de don Ángel, director del Hospital Real, director del Sanatorio Baltar, sefue con el bisturí en la mano; dos meses después, en ese 1934, muere sin recobrar bien elconocimiento. Esa es su despedida escénica y épica, un guerrero luchando contra la enfermedad,

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ensangrentado y armado de cuchillo.Y esa es también tu presentación en sociedad, Ramón. El cirujano hábil, sereno y frío capaz de

continuar una operación quirúrgica en un momento dramático y delicado sin alterarse. ¿Fue ahícuando construiste la máscara pública? No, ahí simplemente actuaste según el modo en queestabas programado para actuar. Ya estabas programado.

¿Naciste así o fue tu padre quien te modeló? Eso lo sabes tú, yo debo dudar entre esas dosposibilidades.

Treinta y seis años después, son muchos años, en 1970 tienes sesenta y ocho años y aceptasque te hagan esa entrevista y cuando te preguntan por ese momento tan dramático tú solo contestas:«El enfermo era de Ordes». El periodista te pregunta si recuerdas el nombre de ese paciente amedio operar y contestas: «Sí, pero de los enfermos no se debe hablar nunca nominalmente».¿Eres así o estás posando? ¿Es ética o pose? Expresas respeto y distancia con la personaanestesiada en el quirófano, con ese cuerpo que tienes abierto ante ti y en el que actúas con lamano enguantada y el bisturí, y también distancia con lo que le acaba de ocurrir a tu padre ahídelante de ti. Un momento así da para cimentar una leyenda, la del cirujano de hierro.

Don Ángel aún vivirá unas semanas postrado en el lecho. Doña Isabel cumple ahora su deseo,su marido va a ir a misa o la misa irá a su marido. En estas últimas semanas de Ángel, Isabelinstaló un oratorio al lado del lecho y cada tarde recibe un canónigo de la catedral que celebramisa. Lo que piensa el disminuido don Ángel no se supo, sin embargo se marchó con todas lasbendiciones reglamentarias.

Por lo que parece, doña Isabel debió de ser una mujer muy tenaz, muy firme en sus propósitos.Y, contrariamente a su temperamental marido, de una tranquilidad que pasma para afrontarsituaciones extremas. Cuando le fueron a anunciar que su marido acababa de caer en el quirófanopor un ictus, ella preguntó: «¿Y se murió?». «No», le dijeron. «Ah. Pues entonces voy a acabar deacomodar esta ropa que tengo que dejar todo recogido.» No era falta de cariño, era exceso decalma.

Y ahí es donde ves al Ramón que tenía tenacidad y firmeza y también pensaba que «a veces lomás urgente es no hacer nada».

Y ahora tú, el mayor de los hermanos varones, tú eres el cirujano y además ya llevas operandoaños con tu padre en el sanatorio, pasas a ocupar moralmente el lugar de ese padre que se estáyendo. Empiezo a ver que aquí comienza una situación nueva para ti, con el bisturí heredado en lamano. Una transmisión simbólica de autoridad, ocupas el lugar del cirujano mayor, el lugar delpadre. ¿Heredas, no? ¿Deseabas esa herencia? Serás el patriarca y me parece que esa posiciónestá protegida por la madre, doña Isabel, pues es el único modo de que continúe la estabilidad enel sanatorio y en la familia.

¿Pero qué lugar le queda a Antonio?¿Y dónde está él en ese momento en que cae el bisturí de la mano de Ángel y lo recoge

Ramón? ¿Dónde está aquel muchacho de la fotografía que mira hacia un lado, fuera de plano?

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Seis pensamientos y un piano

Buscas en el curriculum vitae de Antonio y declara que estaba en Berlín estudiando con el doctorRobert Meyer de la Universitäts-Frauenklinik. Así que fue avisado y tardó unos días en volver acasa y ver a su padre paralizado y encamado. Luego vuelve a marcharse a Madrid, a continuarestudios ginecológicos de la mano de Varela Radío, el antiguo socio y amigo de la familia.Volverá de nuevo a Compostela cuando fallece el padre.

Caes en la cuenta de que hasta ahora en que das con la situación de la inminente muerte delpadre, no te preguntaste por la relación entre don Ángel y sus hijos y concretamente con Antonio.

¿Cómo era Ángel con los hijos, cómo los trataba y qué esperaba de ellos? ¿Cómo eran esoshijos? Alguien te trasladó de pasada un comentario que a su vez le habían contado, que don Ángeltrataba «con látigo», con exigencia a sus hijos varones. ¿Era a sus hijos varones o el comentarioera únicamente sobre Ramón? No lo recuerdas o no te precisaron.

El 19 de abril de 1920 el alcalde de la ciudad, Máximo de la Riva, dirige un escrito a su«respetable y querido» con el «testimonio de su consideración personal» una breve comunicación:«Tiene el sentimiento de enviarle la adjunta denuncia proporcionándole un disgusto, que espero hade perdonarme ya que, al hacerlo así, tengo la seguridad de evitarle la repetición del hechodenunciado». Y adjunta la denuncia n.º 267 del guardia municipal «contra un niño hijo de D.Ángel Baltar Cortés». No especifica el nombre ni la edad del arrapiezo. En 1920, Ramón teníadieciocho años y Antón catorce, así que calculas que es más probable que se tratase de eseadolescente que estudia en el instituto y no del joven universitario que ya empezó en la Facultadde Medicina.

El delito no es gran cosa, el guardia lo acusa de «haber cogido seis pensamientos en el centroque hay al final de la Alameda y entrada de la Herradura, según manifestó el jardinero al dichoguardia». ¿Para qué querría Antón, puedes seguir suponiendo que de los dos fue él, esas seisflores de nombre tan pensativo? ¿Para una enamorada? Ya que conoces otros pasos posteriores deAntón, puedes imaginar que sí.

Es evidente que esa notificación del alcalde a un vecino ilustre y persona con quienseguramente se llevaría bien no es cosa grave, pero probablemente tuvo que incomodar a donÁngel. Qué pensaría de Antón, ese hijo que hubo que mandar fuera a estudiar a Lugo, aún en elinstituto, porque tenía amores que comprometían a una mujer casada, ese hijo estudiante brillanteque luego estudió la carrera de Medicina en Santiago y la acabó en Madrid. ¿Y por qué la terminóen Madrid y no en Santiago, cerca de su padre, el primer cirujano de Galicia, director del hospitaly del más importante sanatorio? ¿Por qué no hizo como Ramón, que estudió en Santiago, Francia yAlemania, pero cursó la carrera en Santiago? ¿Por qué no acabó la carrera en Santiago, fue por elatractivo de la capital del reino, fue por el enamoramiento con Mireya? La hija de EduardoDieste, que ya estaba de embajador en Madrid. ¿Fue por esa sobrina de Rafael Dieste? ¿Fue porese enamoramiento alocado? ¿Lo mandó Ángel por apartarlo de una incómoda relación, ella tanjoven, o fue él, que prefirió andar lejos por liberarse de lo que debió de ser un fuerte control delpadre sobre la vida de sus hijos? Ángel debió de ser hombre disciplinado y disciplinador.

Si fue así, que Antonio escapó de ese padre, yo debiera intentar comprender cómo Ramónpodía soportar una disciplina y un control de su vida tan rígido. ¿Si Ramón tenía tanta

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personalidad como presumen quienes lo conocieron y tú mismo vas comprobando paso a paso deforma vicaria, cómo es que aceptó esa tutela? Es algo que te resulta muy contradictorio, uncarácter enérgico en un hombre con una adolescencia y juventud sumisa, no sabes bien cómoconciliar eso.

¿Será que la muerte del padre lo liberó? ¿Será que quedó libre un hombre ya disciplinado, decarácter y en la plenitud de sus capacidades y sus fuerzas? ¿Es ese hombre al que debo ver enadelante?

Si Antón acabó la carrera y luego prolongó un doctorado en Madrid, donde frecuentó laResidencia de Estudiantes como cualquier otro joven esnob de buena familia republicana, pudoser una búsqueda suya de libertad y rebeldía.

O, también es verosímil, porque quisiese estar cerca de Mireya, cuando su padre estaba en laembajada de Uruguay en Madrid, la bella y joven Mireya, a la que rondaban galanes. El pintorsurrealista Eugenio Granell se lamentó años después de que prefirió a Antonio, «ese señoritoburgués».

La inocente intérprete de Serguéi Rajmáninov, esas manitas de señorita de una niña de treceaños que apenas se revela como mujer tocando en Tanxil las difíciles piezas de aquel gigante rusode grandes manos que está bien vivo y triunfante en ese año de 1928. ¿O no era tan inocente?¿Hasta qué punto tenía conciencia de sí como mujer aquella muchachita que fue a tocar el piano ala casa de los Baltar en Tanxil de Rianxo?

«¡Mira! ¡Ahí pasa Antonio Baltar con los amigos en su coche, van a la torre de Tanxil! ¡Vamosallí, venga!», le dicen las hermanas Castelao a esa niña que llegó de Uruguay y vive en la casa delos Dieste, ahí un poco más adelante. Su padre, Eduardo, es oriundo de Rianxo y hermano deRafael Dieste, primero estudió para cura en Santiago y justo antes de ordenarse decidió huir delseminario, descendió por la fachada del edificio agarrado a una cañería y se marchó a Uruguaypor Portugal. Allí estudió Derecho y se hizo diplomático. Y esas jovencitas y esa chiquilla reciénllegada a Rianxo van a pasear ahora hasta la casa de Tanxil.

En la pista de tenis al lado de la playa, Antón juega con sus compañeros, el día es claro yfresco. Y llegan las notas del piano desde la casa, Rajmáninov. ¿Quién está tocando en la casa?Antonio pasa la raqueta, los deja y se va hasta allí guiado por las notas. ¿Qué notas conducían aAntón camino de la casa, unas variaciones sobre Corelli, un preludio? Acelera el paso, entra en lacasa y en la sala... una niña toca el piano atenta. Antonio escucha y observa en silencio. ¿FueRajmáninov o Cupido? ¿Fue la música o fue la contemplación de la muchacha?

Así recordaba Mireya tantos años después, ya muerto Antonio, aquel encuentro de sus dosvidas. ¿Se sabía observada mientras tocaba? Probablemente. Así quedó enamorado Antonio, deveintidós años, de aquella niña, un amor en ese momento imposible. Al que no va a renunciar yanunca. ¿Fue esa la causa de que se mantuviese lejos de los dominios de don Ángel? ¿Ya no lo vasa saber?

No se le fue el hechizo a Antón, siguió preso de aquel querer y rondando a aquella adolescenteque crecía y a pesar de todo seguía siendo nueve años más joven que el pretendiente.

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Los hijos de Ángel Baltar

Antón enfermó gravemente de un riñón en 1931 y hubo que operar, una intervención que entoncesno se hacía en la medicina española y sí en París. Y allí mandó don Ángel a sus dos hijos, Ramóncon Antonio para que lo acompañase y cuidase después de que le quitasen el riñón. En esosmomentos Ramón lleva tres años casado con Emma y tiene veintinueve años, ya es un cirujanocompetente.

Ramón acompañó y observó la operación, no le gustó cómo se hizo. Antón se fue recuperando,pero seguía angustiado, siendo él aún joven ¿sobreviviría a aquella operación tan delicada que lehabían hecho? No se sentía mejorar, ¿se moriría? Su vida sería en vano, no podría haber gozadodel amor de Mireya, aquella exquisita criatura.

Un día en que Ramón volvía como cada mañana del hotel al hospital a visitar a su hermano,que ya estaba operado, encontró la cama vacía, preguntó y le informaron de que Antón se habíamarchado. Había cogido un avión para ir a Londres a visitar a su amada en lo que él pensaba quepodía ser su último encuentro. Y allí se plantó en casa de su padre, en la embajada de Uruguay.¿Estaría Mireya, aquella adolescente de dieciséis años entonces, tocando el piano también en esaocasión cuando se le presentó aquel hombre pálido y enfebrecido a declararle su amor absoluto ysu desesperación?

¿Cómo encajó la familia de la jovencita, y la del propio Antón, el episodio? Solo puedoimaginar a don Ángel desesperado y a su esposa abatida, ¿sería así? ¿Qué se habló en esa casacuando Antonio volvió de Londres? ¿Qué se habló por teléfono entre Eduardo Dieste y ÁngelBaltar? ¿Qué se dijo de Antón?

Ramón, profundamente enfadado con su hermano, se marchó y siguió el viaje a Berlín paraactualizarse en cirugía. Cuando llegó a casa resumió su experiencia médica: «no me gustó nadacómo hicieron la operación. Ir a París para eso es tirar el dinero y perder el tiempo. Lo hago yomejor en casa». Un compendio de autoconfianza, sentido común y estima por lo propio. Suena apresunción, sin embargo era un comentario dentro de la familia y que demostró después que secorrespondía con su capacidad; sabes, además, que se solía mostrar sin falsa modestia y con unanaturalidad y serenidad sorprendentes. Y así quedó establecido que en adelante él operaríapersonalmente a todos los miembros de la familia de cualquier cosa que fuese y siempre que loprecisasen. Y de ese modo concluyó el episodio del viaje de los dos hermanos, que mostraroncomportamientos tan dispares, a París para la operación de Antonio.

Busco fórmulas para encerrar e interpretar en alguna de ellas este episodio de la historiafamiliar y veo que ahí aparecen retratados los dos hermanos por contraste; no quisiera encerrarlosaún en una estampa definitiva, pero me parece que debió de resumir la realidad, las dosrealidades. Ese Antón de pasiones evidentes e inmediatas, inestable, escapando, moviéndose deun lado a otro, y por el contrario ese Ramón sensato, calmo, analítico, padre de familia y radicadoen Santiago. No debo aceptar esa doble imagen aún, me parece simple de más y las vidas nuncason así. Aunque es tentadora.

Me hace pensar en la fábula de la cigarra que canta alegre y desentendida en el veranodespreocupada por el invierno que llegará y la hormiga sensata y trabajadora que acumula yguarda comida para el frío que vendrá. En la fábula, la cruel hormiga no atiende los ruegos de la

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pobre cigarra que llegado el invierno pasa hambre y frío. En esta ocasión parece que la hormiga síatendió y repartió atención y cuidados a la cigarra. No hay una fábula en la que poder encerrar losmatices de la naturaleza humana.

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Conflicto de familia

Querido amigo: como preguntase yo a Ramón —de paso por Madrid— sobre el estado del conflicto defamilia y de ambiente causado por el anuncio de tu boda laica, del cambio de impresiones de ahora, yanteriormente contigo —sobre todo—, tomo ocasión para escribirte esta carta que ruego aceptes comointeresada únicamente en tu bienestar y el de Mireya.

Así le escribe Eduardo Dieste, cónsul de Uruguay en Madrid y padre de Mireya, a su futuroyerno, Antonio, el 15 de noviembre de 1934. Unos días después de ser sofocada a sangre laRevolución de Asturias, una experiencia violenta con miles de detenidos y cientos de víctimas y laproclamación de un Estat català dentro de una república federal, con sus dirigentes presos. UnaEspaña convulsa, con un Gobierno reaccionario y una república en crisis.

El asunto de la carta es la voluntad de Antón de casarse por lo civil con su hija, Mireya. En lacarta, Eduardo lo anima a ceder y aceptar la petición de la familia de una boda católica,

una solución radical acarrearía estos grandes perjuicios: gran disgusto de tu madre, que yo estimo deveras. Y aunque Mireya se cree con muchas fuerzas para sobrellevar cualquier situación a tu lado, yo séque a sus años el aislamiento y otras formas «refinadas» (católicas) de hostilidad afectan hondamente;todo el perfume de vuestro idilio cambiaría a malhumor de combate.

Eduardo considera que los argumentos de Antonio

pecan de exceso de particularidad: es decir, que iluminas intensamente un sector de conducta, haciéndolaradical, y dejas en la penumbra de la intransigencia motivaciones morales que no deberían ser menosimperativas.

Eduardo, que es diplomático, abunda en que

la solución es de táctica y no de renunciamiento. Técnicamente una buena retirada vale más que unabatalla «heroica» y estéril. No hay que entregarse.

Eduardo Dieste es republicano de profundas convicciones y masón, como lo será el propioAntonio en la Argentina, y como antifascista consecuente fue quien animó dos años después laretirada de embajadas en Madrid tras el final de la guerra con la victoria de los militaresrebeldes.

Manteniéndose en ese equilibrio entre las limitaciones de la realidad y las convicciones,después de insistir en pedirle a Antonio que reconsidere su decisión ofreciéndole su apoyo,

ahora bien, si te decides por la negativa —cosa que lamentaría— cuenta con mi adhesión y con mi casa yla mitad de mi suerte, que correríamos juntos. Te abraza.

Y firma.Eduardo es veinticinco años mayor que Antonio, en esos momentos es un hombre de cincuenta

y tres años con responsabilidades mientras que Antonio tiene veintiocho y está empezando unavida propia. Son dos perspectivas vitales muy distintas. Además, Eduardo está hablando no solodel ambiente familiar y social que rodearía esa decisión sino, sobre todo, de cómo afectaría a suhija, que en ese momento es una joven de diecinueve años que vivió hasta ese momento la

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protección paterna, alejada de trabajos y dedicada únicamente al ocio y a los estudios de piano.Son dos hombres en una sociedad firmemente patriarcal y en un ambiente social en el que lasmujeres pasan de la protección o dependencia del padre a la del marido sin tener que trabajar nihacer una vida social autónoma tampoco. En esta carta, Mireya aparece como alguien sinprotagonismo alguno, aunque enamorada y entregada al que quiere por marido. En ese trato entrehombres, tanto Eduardo como Antón tienen como un deber el cuidado de los intereses de la hija yde la esposa. Cosa que pesó seguramente en la decisión de Antonio.

«Querido amigo Eduardo», comienza Antonio una carta de respuesta extensa, profusa yconfusa, cuatro caras de folio, en la que se mezclan consideraciones éticas y políticas y en la queasoma la carga emotiva que soporta alguien en una situación apurada:

Era y es el problema tan complejo y remueve tan hondamente todos los sentimientos de uno que se meaparecía enormemente grande la tarea de desenredarlo y sintetizarlo.

Este debate con su familia, con la familia de la novia y consigo mismo se da cuando hacenueve meses que murió su padre, don Ángel, y se te ocurre cuando lo lees que debes de tener encuenta eso. Debes preguntarte si en caso de vivir su padre se habría animado Antonio a hacer unaboda civil. Porque Ángel podía ser agnóstico y entenderlo bien, pero causaría un gran disgusto asu esposa y abriría un conflicto familiar. ¿Y lo haría lejos de casa, en Madrid? Aunque Eduardoesté de cónsul en Madrid también tiene familia en Galicia, en Rianxo. Eduardo que, aunque masón,conserva la fe de cuando era seminarista, celebraría la boda en Santiago o Rianxo con gusto. Sinduda, esa boda solitaria celebrada finalmente en Madrid tiene algo de huida de su familia quecelebra todo tipo de fiestas y ritos familiares rodeados de consanguíneos y parientes y amigos detodo tipo.

Y ahora que escribes esto te preguntas si esta ocasión, esta boda casi fuera de la familia, noserá el comienzo de un proceso que acabará desencadenándose más adelante. ¿Tendrá que ver conese enemistamiento entre dos hermanos?

Antonio se esfuerza a través de las palabras de la carta por argumentar una posición difícil ylo hace con lenguaje ideológico.

Lo primero que surge en su observación de si está justificado o no detenerse intransigentemente sobre laparte religiosa del total aspecto político y económico de nuestra organización social. [...] Pienso paraexplicármelo que los esfuerzos por ser tolerante me lo permitan serlo con todo menos con la propiaintolerancia. [...] Pienso igualmente si el medio en el que vivo, Santiago y España, donde todo está tanimpregnado de esa influencia, habrá creado en mí una repulsión exagerada para ella.

Y sobre el tacticismo que defiende Eduardo, dice:

si me beneficio de algunas de las ventajas del actual régimen económico-político, es indudablemente porcreer que nada había de ganar la revolución con una total renuncia personal [...] que sean lasestrictamente necesarias para subsistir justamente sin tener que claudicar de las legítimas ansiasrevolucionarias, sin que entren en los límites de la comodidad ociosa o el estéril regalo.

En el contexto de los acontecimientos revolucionarios ocurridos y la sangrienta represión enel mes anterior bajo un Gobierno que incluía un partido antirrepublicano y parafascista, la CEDAde Gil Robles, estas referencias de Antonio a la revolución hechas desde Madrid parecen tansinceras como alejadas de la realidad, de la experiencia sufrida por los revolucionarios catalanesy, sobre todo, de los padecimientos de los mineros asturianos.

No puedes dejar de relacionar esto con lo que dice en un apartado para tranquilizar a su futuro

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suegro.

Desgraciadamente no puedo saber en este instante cuál será la importancia de ciertos medioseconómicos de los que en corto plazo podré disponer. No sería imposible sin embargo que ellos solos, conindependencia de mi trabajo, me garantizasen la vida durante tres o cuatro años.

Sin duda está pensando en la parte de la herencia que le corresponde tras la muerte de supadre unos meses antes. Antonio tiene un buen seguro económico y ya ha hecho sus cálculos.

En tal caso podría pensarse en dividir ese plazo en dos mitades, de las que la primera sería para agotaren el extranjero redondeando mi formación científica y la otra —la segunda— en España (o en Uruguay),para conseguir la continuidad de esos medios con los que fuesen siendo entonces proporcionados por mitrabajo.

Leyendo esto interpretas que Antonio hace un gesto explícito de acercamiento o integración ala familia de su enamorada, los Dieste, o incluso de solicitud de protección de esa familia. Seanuncia aquí un paso trascendente, de una profundidad psicológica tremenda, se podría decir queestá pasando de ser Antonio Baltar a Antonio Dieste. Y de Europa a América.

Al final de la carta, confiesa:

mi conciencia oscila aún entre todos los sentimientos puestos en juego. La decisión vendrá acaso deacuerdo con el color que tenga el cielo en el día que tenga que ser tomada. Hay que pensarla hasta laúltima hora porque es una decisión entre dos caminos muy divergentes.

La decisión final fue celebrar una boda católica. Antonio pretendía que fuese el día de susanto en San Antonio de la Florida, pero ese día la iglesia estaba ya solicitada y tuvo queconformarse con casarse el día siguiente. Ni esa ilusión o capricho le quedó.

Desde Santiago acudieron únicamente su madre, doña Isabel, y su hermana Ángela,conducidas por el chófer de la familia. Indudablemente en una boda tan privada como esa, o tandesasistida, hasta faltó quien había sido su protector en Madrid, Varela Radío, debes ver elamargo debate anterior y una ruptura moral entre Antonio y el núcleo familiar, marcado por elconservadurismo de doña Isabel y la posición social de la familia en la ciudad.

Tienes que preguntarte por la ausencia del hermano, Ramón, que entonces, muerto el padre,dirigía el sanatorio y debería ocupar junto a doña Isabel la representación de la familiapúblicamente. ¿Por qué no está Ramón en esa ceremonia cuando acudía en otras ocasiones aMadrid por motivos académicos o profesionales? No crees que estuviese disgustado por el hechode que Antón pretendiese boda civil, su pensamiento y el de su entorno de amistades erafundamentalmente republicano. ¿Fue doña Isabel quien decidió una presencia muy discreta de lafamilia, mostrar una posición que fuese de acompañamiento personal en privado pero sin darledimensión pública? Sea como fuese, la boda de Antonio y Mireya sienta o formaliza una relaciónfutura muy dificultosa en la familia Baltar.

¿Y, ya puestos, cómo fue la boda de Ramón? Preguntas y la respuesta es simple y previsible, elhijo formal y sensato se casó con una señorita de buena familia de la ciudad e hizo una ceremoniareligiosa como se esperaba. Eso sí, rito doméstico, fue en la propia capilla del sanatorio. Tuvo losdos componentes característicos de la imagen que Ramón Baltar ofrecía como hombre público,respetabilidad social y discreción.

Encuentro en el diario coruñés El Ideal Gallego (Diario católico, regionalista eindependiente ) del miércoles, 31 de octubre de 1928, bajo el epígrafe «Información gráficacompostelana», una fotografía que centra la página de Ramón y Emma, ella de blanco y él de

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negro, parece ser un chaqué, delante de un altar, acabarás sabiendo que fue diseñado por Castelaoen la época en que fue practicante en el Hospital Real con don Ángel de director, entre flores,santos y cirios.

La bellísima señorita Emma Tojo Sieyro y el cultísimo galeno D. Ramón Baltar Domínguez contrajeronmatrimonio en la capilla del Sanatorio Baltar.

Lo que no encaja con esa imagen de burgués integrado son esos otros aspectos conflictivos dela actuación en sociedad de Ramón que ya vas conociendo y que no forman parte de esa imagenpública. La pretensión de Antón de una boda civil es acorde con su voluntad de vivirpúblicamente de acuerdo con sus convicciones. Ramón, en cambio, parece una vez más combinarde un modo natural la escenificación pública de lo que se espera de un varón de su condiciónsocial con una vida oculta totalmente contraria, incluso subversiva.

Inquietante Ramón, escindido.

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Guernica

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La caída

Y ya comiste sin gana y ya es por la tarde en este cuarto de sanatorio. Llevas días casi sin hablar,Ramón. Y te hablan y no contestas, no tienes ya ganas de nada. Ni fuerzas. Y has dormido ahorauna buena siesta y sigues aturdido aún, y entra por la puerta ese joven. Esa cara, la reconoces.

Y es como si se abriese algo dentro de ti y sonríes y le hablas y le dices: «Eduardo». Elnombre de Eduardo Gallego, el hijo de Abelardo Gallego, el catedrático amigo. Y él se acercaafable y saluda e ignora que llevas días sin hablar, sumido en tu entrega, en tu abandono. Y terescata momentáneamente de tus penumbras sin él saberlo. Y tú repentinamente hablas, le hablascomo si volvieses a ser tú, volviendo a ser tú. Porque recuerdas aquel tiempo en el que vivías yestabas vivo y eras alguien, tú. Hace tanto. Y revives y hablas después de días sin atender, sinhablar.

Y tú ves en ese hombre con buen aspecto, bien vestido con traje, bien alimentado, a aquelchiquillo de quince años que fuiste a visitar al campo de concentración de Lavacolla, hace tantotiempo, hace tantos años. Entonces sucio, desharrapado, piojoso, con traje de preso... Qué alegríate da verlo. Eduardo. Aquel muchacho que conseguiste, moviendo tus amistades y debiendofavores, que le permitiesen salir del campo de concentración cada día, caminando a pie hastaSantiago para ocupar un puesto de trabajo que le inventaste, archivero en el sanatorio. Pagándolela carrera y el plato en una fonda. Aquella Navidad fue a cenar a tu casa. Y ahora aquí está. Hechoun hombre, pasó la vida, también pasó la vida por él. Es agradecido, y viene a despedirse de ti.Sabe que te ocurrió un accidente, un accidente de viejo. Es agradecido, un gran muchacho. Listo.

Dice que es catedrático, claro, como ya lo había sido su padre. Y tú nunca fuiste catedrático,Ramón. Que en tu currículum no figura eso, tu currículum académico no es claro. Fuiste profesor yes como si desaparecieses en algún momento de la universidad. Pero desde luego nunca fuistecatedrático.

Pero este Eduardo te está preguntando por lo tuyo, que qué te pasó. Nada, cosas de viejos.También él se hizo mayor. Qué alegría verlo hecho un hombre, aquel muchacho hambriento. Y túcontestas con naturalidad repentina, con alegría repentina, con repentina elocuencia, con elinesperado abandono de la mudez de estos días que todo fue por una caída. Que lo que te ocurrióes que te caíste. Tú, que ya habías caído tantas veces, habías caído por un barranco, habías caídodetenido por la policía, ahora te caíste por las escaleras.

Nada, que un sábado por la mañana bajabas de casa a pasar consulta a tu despacho, era pararecibir precisamente a una sobrina tuya, y que, como de costumbre, llevabas contigo tu radioabrazada, siempre con la radio de aquí para allí, esa que tienes ahí, que te la trajeron de casa, queno le pasó nada, que no se rompió. Fue porque no se rompiese que la mantuviste abrazada y queno conseguiste sujetarte a la pared. Tropezaste y caíste. Pudo ser un instante de mareo, una bajadade tensión, y caíste. Cadera, rótula, fémur fracturados.

A esta edad, ya sabes. Hubo operación, sí. Primero decidiste esperar y conocer los resultadosde rayos X, tú siempre conservando el control, como cuando caíste por el barranco en Pedrafitacon el autoplano, y viste lo que había, no tenía buen aspecto, aun así decidiste aceptar que teoperasen. Te operó un hijo tuyo, claro, tú no podías operarte a ti mismo en esta ocasión. Fue unode tus dos hijos cirujanos, el traumatólogo, Fernando, todo en la familia, como fue toda la vida. Y

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sí, la operación fue satisfactoria. Y sí, «me estoy recuperando poco a poco, por lo visto. ¿Que quéme pasa entonces? Ah, estoy fatigado. Me cansé. Anda un hijo todos los días intentado quecamine. Trabajé mucho, me moví mucho, ¿sabes, Eduardo? ¿En qué andas ahora? ¿Cómo va tucarrera?».

Te interesa lo que te cuenta, Ramón, pero no por lo de ahora sino porque esa visita te hacerevivir aquellos tiempos. Aquel tiempo en que estabas vivo y alerta. Y ahora ese tiempo queda yatan atrás, la vida está tan vivida y esto ya no es vivir. Tras el accidente comprendes que ya estásfuera de este tiempo, que este es un tiempo absurdo e insignificante. Es un tiempo sin peligro, untiempo vacío. Así lo sientes porque estás cansado. Antes decías: «cuando estoy consultando y loque cuenta la persona que tengo delante no me interesa, comprendo que es el momento de cogermeunas vacaciones». Ahora te toca dejarlo todo y coger vacaciones, ya nada te interesa.

Además, ya no podrás conducir. Y ya no podrás operar, esa prueba de vida, esa prueba derealidad, ¿qué sentido tiene seguir aquí? ¿Para qué vales si no vales? Tu juego se acabó, Ramón.Bastante fue que seguiste hasta aquí atendiendo la consulta y no te faltaron enfermos, no fueron tusenfermos, que te siguieron teniendo confianza, quienes te abandonaron. Fue esta caída absurda, esesta cadera partida. Eres tú quien los va a dejar abandonados, quien va a dejar todo atrás.

Y ahora se marcha Eduardo, que vino a visitarte desde Madrid porque le avisaron de tu caíday quería saber lo que te pasaba, vino a despedirse de ti, ambos sabéis que ya no os volveréis aver, se va de vuelta a allá. Pero no tardará mucho tiempo, unos meses, en volver a Santiago, perotú ya no lo sabrás porque ya no estarás. Volverá para tu entierro en el panteón familiar en la vecinavilla de Padrón, donde también está tu madre y tu padre. Irás allí con ellos como un buen hijo,como el buen hijo que fuiste, ¿no, Ramón? De allí, de Padrón, vino tu padre, el cirujano queconstruyó su sueño ilusionado y ahora vuelves tú y todo acaba. No es tiempo para sueños, todoson rebajas. No hay que darle más importancia.

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Las visitas

Y ya se marchó una visita y estuviste adormilado y ahora abres los ojos y vuelve a haber gente,estás en el cuarto del sanatorio. Por un momento pensaste que estabas en Pedrafita, cuando tepartiste la cadera por primera vez. Cuando estabas encamado inmóvil y acudieron visitas comouna romería de médicos, ¿recuerdas?

Recuerdas, allí estaba Besada, el practicante, para protegerte, hay personas que estuvieron ahítoda la vida, «menos mal que has venido, Besada, que no me dejan descansar, todos a preocuparsepor mí. ¿Quién está ahí para verme? Tú dime quién que ya te digo yo si lo dejas pasar y si no loconozco ya le dices que espere». Y no, no estás en Pedrafita, no te caíste por un barranco con elcoche, caíste por la escalera y no tienes cuarenta y tres años, que tienes, ¿cuántos tienes? Setenta ynueve. Estás en 1981, sí.

Ahí está Rafael, tu amigo de niño en Rianxo, de toda la vida, y desde que volvió del exilio,querido amigo. Y te está sonriendo, tu amigo niño. Y también están dos primas tuyas, tu familia deNoia. Aquellos días de sol en el barco de vela por la ría.

Te cuesta atender a la conversación, seguir el hilo. Hablan de política, qué inocencia. YRafael también conserva su inocencia. Esa primita joven, rebelde. ¿Cómo se llama esa pequeña?Asunción, María Asunción, se llama, le quitaste las amígdalas de pequeña. Y discute con Rafael,le lleva la contraria. Por el nuevo estatuto de autonomía. Y Rafael abre esos ojos de niño, túreconoces el niño en la cara de ese viejo, y le dice: «pero la revolución no es posible en estemomento...». Y tú no sabes si reír de esta conversación que ocurre delante de ti en tu cuarto delsanatorio. Y la chiquilla no sabe qué decir, porque no quiere discutir con ese señor importante quetiene delante, sabe que es un escritor, un intelectual celebrado, que ahora le están dandoimportancia, porque vino la democracia y porque ahora le dan aire y lo traen y lo llevan unos yotros. Toda esa farsa infantil que tanto les gusta a amigos tuyos y que tú contemplas a distancia,porque puede que seas demasiado orgulloso o porque tengas memoria o por algo que hubo en ti yque te fue separando y ahora ya estás lejos de todo eso. Tanto da ahora, ya lo dejas quedar todoporque este mundo infantil no es ya tu mundo. Es todo un absurdo.

Tú sabes bien quién es Rafael, desde niños, es Rafael, sois amigos. Ellos no lo conocen, nosaben que es niño. Aquel niño con el que jugabas en la playa de Tanxil. Y tú, que siempre viste lavida con cierta distancia, nunca fuiste niño del todo y nunca te dejó de sorprender la inocencia deRafael. La conservó siempre. Ahora viven Carmen y él en A Coruña y lo acaban de hacer«coruñés del año» y está todo contento. Rafael no tiene remedio, morirá sin haberse enterado decómo es la vida, siempre en su vida imaginada. Qué alegría fue aquella, los veranos en la torre deTanxil. Los juegos, los baños en el mar, el barco, las risas.

Ahora ya fue todo. Y aquí sigue él con su inocencia creyendo en estos cuentos de la nuevademocracia, pero hay que creerlos, no les queda otra, no hay otra para ellos. Y la gente quierecreer que es cierto. Ya no queda de aquello nada de lo que fue y esto es lo que les dan y tienen quecogerlo. Y todos hacen como que se lo creen y participan en el juego. Antes sabían que tenían queobedecer y callar y no creían en nada, ahora se están esforzando en creer en lo que les dicen, en loque repiten ellos. Y ahí está Rafael diciéndole a la chiquilla que no sueñe, que coja lo que le dan.Tiene razón.

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Pero en este momento te pasa por la cabeza que si tuvieses fuerzas tú podrías decir algo quesorprendería. Porque ya voy sabiendo de algunas cosas que te pasaron y también de tu carácter. Túpodrías decir que no te crees nada, que no puedes creer en lo que dicen que creen todos, en lo quedebieras creer porque tú eres un hombre de orden, un varón respetable, a estas alturas un patriciorespetado y debes callarte porque tú conociste aquel otro tiempo en el que te venían a buscar denoche y te llevaban y sabes que la vida es siempre la misma y que todo es el mismo tiempo. Y quesi aquello fue cierto, y lo fue, esto de ahora es todo mentira. Y consideras la posibilidad dedecirle a Rafael, ese chiquillo inocente capaz de ilusionarse con nada, que la chiquilla tiene razóny que todo esto es una mascarada y que estas ceremonias que le agradan a él son vacuas. Pero notienes fuerzas, no tienes ganas y eres un hombre serio y formal como fuiste toda la vida. Además aRafael le hace ilusión que le hagan caso. Y dejas que la chiquilla que tiene la rabia y la ilusiónverdadera quede desconcertada porque Rafael le dice que la revolución no es posible. Y callas yasientes y dejas que la desengañe.

¿Qué sentirá Rafael enfrentándose ahora en esta chiquilla al muchacho que fue él entonces? Éldesengañando a su imagen en el espejo. Qué cosa más triste.

Rafael consulta el reloj de pulsera. No es el de oro que tú le enviaste a Londres cuando estabaallí de lector en la universidad de Cambridge y no le llegaba el dinero para vivir él y Carmen. Nose le podía enviar dinero al exilio y tú le diste el reloj de oro a un marinero de Rianxo queemigraba a trabajar a Londres, siempre hay un marinero de Rianxo en vuestras historias. Y le llegóel reloj y lo empeñó para cambiarlo por dinero y años después lo pudo desempeñar y te devolvióel dinero. ¿Cómo se llamaba aquel rianxeiro que le llevó el recado a Rafael? Ya no recuerdas nisiquiera la cara. Qué lejos todo. ¿Y el reloj, qué fue de él? ¿Fue el mismo reloj que le diste añosdespués a un hijo cuando se fue a estudiar a Alemania? «Toma, un reloj de oro a veces resuelvesituaciones cuando se anda por el mundo.» Tu teoría de los relojes. ¿Dónde está el tuyo? En lamesilla de noche no está, debe de estar en casa, te lo quitaron cuando te trajeron al sanatorio.Tienes que pedir que te lo traigan, tu Universal. Sin él no eres nada, no tienes el control. Que te lotraiga Emma cuando venga por la tarde.

Rafael se despide y se va con torpeza, casi tropieza con las primas de Noia que están devisita. Rafael no tiene amaño, esa coquetería, no quiere aceptar que le está faltando la vista. Sevan también las primas para no molestar y dejar descansar, dicen.

Ahí quedas, Ramón. Descansa.Para saber de esa relación, ya de adultos, entre Rafael Dieste y Ramón Baltar conseguiste de

Xosé Luis Axeitos, un historiador especializado en el exilio y en ese círculo de artistas rianxeiros,esa curiosa edad de oro de la villa, cartas de los Dieste, de Rafael y de su esposa Carmen MuñozManzano. No hay literatura ni filosofía ni épica alguna que no sean los problemas de lasubsistencia y los cuidados en las mujeres de la familia solas en Rianxo. Como las Castelao. Eldesvalimiento de las mujeres solas aparece constantemente en esta historia de hombres.

Más interesante para tu historia es la correspondencia de Ramón, esas cartas que atraviesan lacensura con tantos sobreentendidos.

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Querido Rafael:

Así comienza la carta que le escribe Ramón a Rafael Dieste, aún en el exilio, relatándole lamuerte en Rianxo de su madre, Olegaria Gonçalves, en ese tiempo en que la comunicación con losexiliados es complicada y vigilada.

Por fin tengo una oportunidad de escribirte con una cierta garantía de que la carta llegue a tus manos[...] parece que esta última temporada disminuyeron notablemente las probabilidades de que lacorrespondencia enviada por conducto normal alcance su destino.

Qué cuidado tienes, qué cautelas, Ramón, para hablar sin hablar de la censura postal que elrégimen militar impuso a todos y particularmente a personas como tú.

Tuvo que quedarse en cama y perdió completamente el oído. Era muy difícil, casi imposible, dialogar conella. Sin embargo, conservó su admirable ponderación y claridad de juicio hasta la última hora.Solamente se la veía renacer cuando recibía noticias o fotografías vuestras [...] Creo que os servirá deconsuelo el saber que, aparte de lo que podéis imaginar que habrá sentido no teneros a su lado al finalde su vida, no experimentó ninguna clase de privaciones materiales y que estuvo perfectamente atendida.Elisa la cuidaba con una asiduidad y un interés irreprochables. [...] Imagino que una gran parte devuestra preocupación se concretará actualmente en la situación de Olegarita. Su estado presente esbastante distinto del de otras temporadas. Cayó en una fase de indiferencia de tipo melancólico. Deja quele hagan todo cuanto necesita, se alimenta dócilmente y no tiene nunca crisis de agitación o rebeldía.

Olegaria Dieste Gonçalves tiene una historia, un argumento y una identidad propia para losvecinos de Rianxo, seguramente las tuvo para ella misma. Ella es «la encamada». La jovencita quese enamoró de Castelao, no conseguiste aclarar si fue correspondida de algún modo en algúnmomento o si fue un enamoramiento que creció dentro de ella en silencio. Cuando Daniel llegó enbarco desde Vilagarcía a presentar a sus padres a su enamorada, Virginia, Olegarita sufrió unataque de nervios y tuvo que ser internada. Cuando volvió a Rianxo, se metió en cama y no volvióa salir ni a hablar.

La escritora Elena Quiroga se acercó a Rianxo el verano de 1954 para escribir una historiaambientada en una villa marinera y encontró allí la persona, el personaje y la historia y escribióLa enferma, que no llegó a gustar ni a la familia ni a las gentes de la villa. Una escritora no dejade ser una acechadora cotilla y una ladrona de vidas, lo que hizo Elena Quiroga me obliga apreguntarme si no estaré yo haciendo también lo mismo. Si seré capaz de hacer mi trabajo conética de escritor pero sin ofender a nadie. Difícil. Es un temor. De todos modos, es delicadoescribir sobre un personaje tan desvalido como Olegarita, tan fácil de caricaturizar, tan vulnerableal ridículo y la burla. No quisiera yo tener que escribir sobre ella.

Sin embargo, en la leyenda de la encamada que nunca volvió a hablar hay una variante que noes aceptada por todos en la villa. La mayoría prefiere quedarse con la Olegarita que enmudeció demodo absoluto y para siempre, pero en la familia Baltar se conserva la versión de que habló enuna ocasión. Cuando su hermano Rafael volvió del exilio en 1961 y llegó a casa, abrió la tapa delpiano y tocó las teclas, no sabemos lo que tocó, entonces Olegarita, que había sido buena pianistay maestra de piano de Rafael antes de encerrarse en su cuarto, dijo desde la cama: «Rafael nuncaaprenderá».

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Gracias a ella [Ramón se refiere en su carta a Elisa, la mujer que cuidó de las Dieste], no se presentaron enningún momento dificultades ni problemas. Sin embargo, ella sabe que yo estoy siempre dispuesto aatender lo que haga falta y a tratar de resolver las cuestiones incidentales que en ocasiones puedansurgir, procurando además ir por allí de vez en cuando, para hacer ver a las gentes que me ocupo deaquello. Y, por último, está siempre pendiente de todo y mantiene allí una posición de autoridad yprotección D. José Benito.

Aquí entiendes que Ramón se refiere a proteger a esas mujeres indefensas, que ya habían sidomolestadas y a las que les habían impuesto multas gravosas las nuevas autoridades municipalescon la intención de embargarlas y echarlas de casa.

Con tu carta recibí el libro que me enviaste y un giro de 500 pts. Esta cantidad la llevaré yo a Rianxo,aunque de momento me parece que no era necesaria, porque se fueron resolviendo bien las cosas hastaahora. Como sabes, tu madre vendió unas tierras, para pagar algunas pequeñas deudas que había idocontrayendo desde 1936.

Esas «deudas» tú sabes que es lenguaje encriptado de Ramón para no ser susceptible de sercensurada la carta, realmente se refiere a que tuvieron que vender tierras para pagar las multasarbitrarias que le impusieron como castigo por ser familia de «rojos».

Incluso es posible que ahora, con la disminución de gastos, resulte un pequeño superávit. En estemomento, creo que soy el único acreedor. [...] Pero ten en cuenta que mi situación económica actual esfrancamente desahogada y no me causa el menor trastorno prescindir de ese dinero ni realizar nuevasentregas si en algún momento pudiese hacer falta. [...] Algún día podremos reanudar nuestrasconversaciones en Tanxil, que tantas veces evoqué en estos últimos tiempos y que me prometo mássabrosas que nunca.

Leyendo esto y ateniéndote a la imagen que tienes de Ramón como hombre reservado y pocoexpresivo, estas líneas deben suponer un momento en el que suspende ese pudor masculino que sele debe imaginar. Revelan la necesidad de los abrazos y la amistad que debió de tener en esosaños de posguerra en los que se pudo sentir muy solo y falto de los amigos en muchas ocasiones.

En ese momento Tanxil aún sigue siendo para Ramón un lugar mítico, un lugar de infancia yamistades. El paraíso que aún existe y está ahí aguardando su propio futuro.

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Aquella otra caída

«Mi padre prefirió salir de este mundo que quedar con limitaciones de vivir», resume un hijo,Luis, en una entrevista cinco años después de morirte, Ramón.

Tras la caída por las escaleras de casa y las operaciones consiguientes, vino la imposibilidadde practicar la medicina, ni siquiera las consultas médicas que mantuviste hasta el final, fueentonces cuando empezaste a referirte a un libro que habías leído años atrás, Cuando la manotiembla, de Jürgen Thorwald, pseudónimo del doctor Heinz Bongartz. Había llegado el momentodel abandono, la entrega.

Pero mucho antes, aún eras joven, Ramón, hubo aquella otra caída, la detención yencarcelamiento, que debió de ser un terremoto en la historia familiar. Llamas a uno de los hijos,quieres saber cómo lo vivieron. Él no lo vivió, no había nacido. Te cuenta cómo se enteró.

Ocurrió cuando era un adolescente que estudiaba en el colegio Minerva. Te cuenta que elpropio colegio tuvo relación con su padre, quien facilitó terrenos para levantar allí el edificio deun colegio masculino que fuese laico.

Parte del entendimiento entre los militares y la Iglesia era que le encomendaron la educación acuras y monjas. Más tarde lo verás confirmado por otros testimonios. Es como si Ramón tuviesetodo un plan de diseño social que no solo afectase a la medicina sino a otros órdenes de la vida,como la educación, y pretendiese ejecutarlo allí donde podía, en su ciudad o donde estuviese a sualcance. Una faceta interesante que no conocías de animador de proyectos diversos y que debes detener en cuenta en adelante, como si pretendiese hacer una oposición o una alternativa al régimende un modo práctico y en todas las áreas de la vida social que se le apareciesen.

Allí en el colegio un compañero de curso le contó acerca de su padre y también de su propiamadre, que cuando su padre la estaba operando entraron en el quirófano unos policías y lollevaron detenido dejando a su madre con el cuerpo abierto. Te sorprende la truculencia de lasituación. Inmediatamente lo relacionas con el momento en que su padre, Ángel, sufre un ataque yél toma el relevo y continúa la operación. Comprendes que en este otro caso no hay en elquirófano quien tome el relevo con suficiente eficiencia, esta vez la mujer no se salva. Era lapropietaria de una pensión en la rúa do Patio de Madres de la ciudad.

Intentas imaginar a través de la voz al teléfono de tu interlocutor a un adolescente de quinceaños en aquel tiempo y no te cuesta nada, solo tienes que recordar tu tu propia adolescencia en esemismo colegio, pues aunque él es mayor que tú en aquellos años casi detenidos las cosascambiaban poco. Un tiempo en el que los hijos crecían desconociendo completamente el pasadosobre el que se levantaban sus vidas. La vida tiene una ley perpetua por la que los hijos noconocen a sus padres hasta que estos ya murieron, en aquel tiempo además estaba prohibidohablar del pasado. Aquel muchacho tuvo que quedarse desconcertado y perturbado al saber que supadre había sido detenido y envuelto en un episodio tan truculento. Un doble golpe.

En ese momento en que habláis no vas a poder pararte a pensar en el otro adolescente, el hijode la mujer abandonada a morir en medio de la operación. No vas a poder parar a imaginartecuándo supo él de la muerte de su madre. Ni siquiera si llegó a conocerla, no puedes parar a hacercuentas de la edad que tenía él entonces, porque tendrías que calcular que si era un adolescente,pongamos que entre catorce y dieciséis o diecisiete años, la edad en la que concluía el

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bachillerato y el preuniversitario, y teniendo en cuenta que era coetáneo de tu interlocutor, queahora tiene casi diez años más que tú, entonces sale la cuenta de que debía de tener entre uno ytres años cuando ocurrió. No, aquel chaval que tú no llegarás a encontrar no pudo conocer a sumadre.

¿Y tu interlocutor ya sabría antes que su padre había sido detenido? Se lo preguntas y, tras dossegundos de silencio, contesta que no lo sabía. De modo que un día en el patio del recreo de lamañana, no te cuesta imaginarlo porque tú mismo jugaste en ese mismo patio unos años más tarde,inesperadamente un compañero de curso le contó que su padre era un delincuente que había sidodetenido por la policía, que eran «los buenos», que eran quienes perseguían a los delincuentes,cuando estaba operando como cada día a las cinco de la tarde en el sanatorio familiar.

Y tú debes imaginar a aquel muchacho llegando a casa y sentado en la mesa a comer mirandode reojo a aquel hombre grande y de pocas palabras que se sentaba en la cabecera de la mesa yque aquel día hizo algún comentario común sobre los asuntos del día a su madre, Emma, al otrolado de la mesa y que se permitía la licencia de leer el periódico mientras comía porque no teníatiempo el resto del día. ¿Quién era aquel hombre que era su padre? Un desconocido. ¿Y qué sabíasu madre?

También sigue siendo un desconocido para ti en ese momento en que intentas seguir sus pasosy comprender el sentido de sus actos. En ese momento te empiezas a formular preguntas que solomás tarde te las harás y responderás más concretamente. ¿Entonces seguía una línea política,estaba organizado? ¿O tenía una agenda propia? ¿O se atenía simplemente a unos principioséticos? ¿Y, caso de ser, nacían de la moral cristiana? ¿En ese caso, era creyente? ¿O era masón,como consta en la ficha de la policía? ¿O era de simpatías comunistas? ¿Qué movía decisionestrascendentales de ese «elemento peligroso»? Porque eran trascendentales, afectaban a su vida y ala de su familia.

Saber que su padre había sido detenido años antes significó para ese hijo que toda su vida talcomo él la conocía había estado en riesgo, esa información hacía que el suelo que pisaba fuesemovedizo. Según se desenvolviesen las circunstancias y las decisiones de las autoridadespolíticas militares, su padre podía haber sido fusilado como otros o preso durante años, demanera que la familia, ya numerosa entonces, se hubiera visto privada de su único modo de vida,que era el trabajo de cirujano del padre. El sanatorio familiar podría haber sido incautadotambién. Y él y toda la familia se habrían visto sometidos a la vergüenza pública, la de suscompañeros de colegio y en toda la ciudad. Una serie de posibilidades que Ramón habríaconsiderado en ocasiones y, pese a esos riesgos, había optado por realizar actos que locomprometían tanto. Una serie de posibilidades que ese hijo adolescente no alcanzaría a imaginaren ese momento y solo sentiría confusión y preocupación.

¿Qué sabría y qué pensaría de eso Emma, que tenía su vida como esposa y madrecomprometida de tal modo? Seguramente no conseguirás saberlo.

Años después, los hijos reconstruyeron entre ellos el episodio, y por eso te lo pueden contarahora a ti, supieron quién fue el policía que lo detuvo, un conocido, difícil que no lo fuese en unaciudad pequeña, quien como otros miles de personas también había sido operado por Ramón. Erauno de «los operados» de Baltar.

También Ramón le tenía abierta una ficha a él, una ficha médica, no política.Él cumplió la orden estricta en una operación policial combinada en varias ciudades de

España y que en Galicia sirvió para detener a más de veinte hombres a la misma hora, a las cincode la tarde. Cabe pensar en la responsabilidad de ese policía al mando, dejando morir a unamujer, que también era vecina suya en esa misma ciudad. Cabe pensar que si fuese hoy podría

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hacer una llamada desde su teléfono móvil y consultar con su superior la situación antes de sacaral detenido del quirófano en mitad de una intervención, pero en aquel entonces toda llamadapasaba a través de telefonistas y tardaría minutos, puede que más, en establecer contacto con eljefe de policía provincial en A Coruña o con el gobernador civil.

Cabe pensar en el disgusto del doctor Baltar por abandonar así el quirófano, probablementeesposado. Cabe pensar en aquella mujer en la mesa de operaciones entregada a la muerte. Cabe,también, pensar en ese policía que estaba al mando y que cargó con aquella responsabilidad. Pocosabemos de él, a no ser que años después sonreía con afabilidad a los hijos del doctor don RamónBaltar. Ese fue el mundo siniestro de la infancia para algunas generaciones, nacer y crecer entreadultos que te podían sonreír, que creías conocer y eran desconocidos, quizá ominosos. Aunquecabe pensar que así fue siempre en todas partes.

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Somos niños, no sabemos

Que si el azar, ese elemento necesario y natural al tejer una narración. El azar en esta historiapermite que te encuentres casualmente por la calle con un amigo de estudios de la infancia, un tipogeneroso y cordial.

Os saludáis, él te cuenta que acaba de jubilarse y tú le cuentas en qué andas, andas en un librosobre los cirujanos Baltar. Y teniéndolo delante de repente recuerdas asombrado que su familiaera la que tenía la pensión en la calle de Patio de Madres, la familia de la mujer que fue dejada amedio operar. Y celebras ser de una ciudad de un tamaño que permite esas sorpresas, que semanifieste el azar. Podías no haber caído en la cuenta en ese momento, pero el poder de estahistoria te ilumina.

Y sabes que tienes algo para decirle, algo importante, y que seguramente se lo deberías decir ytambién que no sabes cómo. Y tartamudeas y te atropellas y acabas diciendo, sonriendo incómodo:«precisamente me enteré de una cosa de tu familia que no sé si sabrás». Y él comienza a desplazarel peso de una pierna a otra incómodo, pero tú ya no puedes parar, ahora tienes que seguir con estaconversación bruta que has iniciado.

«Verás, tu madre, o tu abuela, fue operada por el doctor Ramón Baltar.» No sabe, sacude lacabeza y aguarda a que tú sigas. Tienes que seguir. «Y esto no sé si te lo habrán contado o si losabrás. Por lo visto lo detuvieron en mitad de la operación y tu madre, o tu abuela, murió.»

No sabe nada, era muy pequeño cuando murió la madre. Hacéis cuentas en medio de la calle,la gente pasa por los lados a lo suyo. Tú sabes el año de la detención, él hace cuentas y concluyeque no podía ser su madre. De su abuela no sabe, pero entonces cae en la cuenta, en ese año lapensión aún era de otros propietarios, su familia la compró más tarde. Un camino que se te habíaabierto inesperadamente e inmediatamente ya se te cerró, se rompió el hilo.

Pero de inmediato él restaña el roto y recuerda que precisamente un compañero de estudios devuestro curso era de esa familia. Y él conserva su contacto, pues hacen una comida anual deantiguos alumnos, a la que tú solo fuiste un año. Te pasa el teléfono y te dice que llames de suparte y que seguro que te contará lo que sepa.

Telefoneas enseguida, te presentas de parte de ese amigo, él te atiende amablemente y acontinuación le preguntas por ese episodio en la historia de su familia. Le vas contando despacio,intentas acercarte al tema con cuidado, los asuntos de familia son muchas veces secretos defamilia, le cuentas lo que le ocurrió a aquella mujer y que no estás seguro de si fue su madre o suabuela quien se murió en medio de la operación, o si fue dejada morir. Y él no te sabe responder,contesta desconcertado que no sabe de lo que le estás hablando. Vuelves a relatar con los pocosdetalles que sabes lo de la propietaria de esa pensión de su familia que estaba siendo operadacuando se llevaron detenido al cirujano, Ramón Baltar. Y sigue sin saber de lo que le hablas,nunca le contaron nada.

Silencios incómodos y una sensación de vergüenza por tu parte por estar violentando a alguiencon una información delicada sobre su propia historia familiar. Y por hacerlo sentir incómodoobligándole a comprender que ignora la historia de su familia y teniendo que reconocer esaevidencia ante un desconocido por teléfono. Pero él reacciona bien y contesta que va a preguntaren la familia, que si hay algo que se va a enterar y que me lo contará. Le estoy agradecido y nos

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despedimos a la espera de que haga sus indagaciones y me devuelva la llamada.Estás ilusionado de alguna manera, pues tus pesquisas para este libro también le sirven a otra

persona para descubrir su historia familiar. No tienes duda de la naturaleza del trabajo que estáshaciendo, desencadenar procesos de investigación, despertar fantasmas, puede que fantasías y,también, abrir incertidumbres en las vidas de las personas, crear perturbaciones, cosa que no essiempre buena ni agradecida. Uno nunca sabe lo que va a encontrar cuando abre un desván cerradocon llave.

Ese camino acaba ahí, al cabo de unos días te llama de vuelta y te cuenta que en su familiafaltan los padres, hermanos y primos que ya se murieron y puede que supiesen algo, pero los queestán vivos no saben de nada que se le parezca. Pides disculpas, estás muy cerca de sentirvergüenza por una indagación tan aparentemente absurda. Él no se molesta y dice que si en elfuturo supiese algo te llamaría.

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«Unas vacaciones tranquilas»

«En aquel septiembre luminoso y triste de 1947 las familias pasábamos del espacio inconcretoque se extendía más allá de la cárcel al lúgubre pasillo dispuesto para la comunicación con lospresos, en visita colectiva bloqueada por una red de alambre, una reja de hierro y otra red másallá y escudriñábamos los rostros mal rasurados de los padres y esposos, dando y recibiendopalabras de ánimo. Entre nosotros estaba una mujer de proverbial belleza, de piel tersa y tostada.Era Emma Tojo, Emmita, la mujer de Ramón Baltar.» Así recuerda Alfonso Álvarez Gándara, esehijo de un amigo, Darío Álvarez Blázquez, también detenido, la visita a los presos seis añosdespués de la muerte de Ramón.

Y cinco años después de su muerte uno de los hijos contó en el periódico local que su padreconsideró el incidente «una anécdota»:

Él sabía muy bien quién lo había denunciado por contribuir al «Socorro Rojo», y cuando alguien lemencionaba la persona que lo había denunciado, contestaba indulgente: «Fue un pobre hombre que tuvoque hacer la denuncia presionado por los métodos de la policía». Fueron quince días que estuvo detenidoen Vigo. Yo los recuerdo como tristes. Una vez que lo fui a visitar encontré aquello muy lóbrego. Sentíacierta congoja, pero aquello nunca le dio la sensación posteriormente de ser un mártir ni de haberpadecido gran sufrimiento, sin dejar de reconocer que aquello había sido arbitrario y humillante.

Desconcierta que en ese momento, once años después de que el golpe triunfase en la ciudad yen toda Galicia y hubiese todas aquellas muertes atroces y cercanas a ti después de tres años deguerra, Ramón, aún conserves una reserva moral para calificar tu detención como algo «arbitrarioy humillante». Es curioso que no hubieses aceptado que aquello era ya definitivamente lanormalidad, que la humillación y la arbitrariedad, la falta de dignidad personal, era el pan de cadadía en una sociedad aterrorizada y vigilada. Curioso que no te hubieses rendido, que resistiesesmoralmente en tu interior. Tú siempre de pocas palabras. «De frases breves.» Si callabas esporque escuchabas, atendías. Vigilabas tu alrededor.

Arrumbaste aquel episodio y un día lo resumiste así: «unas vacaciones tranquilas». Vas viendoque esa es tu posición siempre, una cierta distancia. Y una ironía que enfría y reduce el tamaño detodo y le quita dramatismo. Te situabas en una posición superior desde la que contemplabas larealidad que te rodeaba. Incluso esa comprensión tuya de quien te denunció, «indulgencia» dice tuhijo y dice bien, pues emites un juicio, benevolente, sobre la conducta del denunciante. Creo quedebo llamarlo «orgullo». ¿Un sentimiento de superioridad?

Sin duda las amistades, tu posición social y profesional te ayudaron siempre, pero los riesgosque corrías eran ciertos. Y me sigue sorprendiendo tu entereza en ese episodio, ¿se rompió enalgún momento? No lo sé, por ahora.

Pero ese hombre que conocieron los hijos era también un hombre que desconocían. Un hombreal que encerraron en una celda tras entregarle un papel, un cuarto recortado a tijera de papelcuadriculado en el que está escrito a mano con una estilográfica:

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Sobre la fecha escrita a mano un cuño con la misma fecha y una firma ilegible. Ese hombreque vive experiencias tan particulares es un desconocido para su familia y probablemente loseguirá siendo cuanto tú acabes este libro. No lo encontrarás, no lo alcanzarás.

Porque tienes la sospecha de que todo era mentira. Era mentira tu templanza, tu distancia.Tengo la sospecha de que también tú eras humano y también sentiste rabia, además del miedo a lasconsecuencias para tu familia, y te sentiste humillado, pues de eso se trata cuando le dijiste eso atu hijo. Ocultaste esas emociones y sentimientos amargos en distancia irónica porque no quisisteque los hijos supiesen de esa experiencia que viviste. Nadie sale de la cárcel igual que cuando seentra. Se sale con la certeza de que siempre estará ahí aguardando por uno.

Allí Ramón sentado en el catre de la celda. ¿Le habrían dejado fumar? El Chesterfield, quellegaba de estraperlo, desde luego que no, le habrían dado picadura de tabaco negro. Sabes bienlo que está pensando mirando el suelo de la celda: por qué cayó, cómo fueron a por él, quién lodelató, qué saben de él, quién más puede caer, qué le pueden preguntar y qué debe responder, quépapeles pueden encontrar si hacen un registro en su consulta o en el sanatorio... Esas son laspreguntas que se hace un detenido político. Y sobre su futuro inmediato.

O, quién sabe, puede que esté reflexionando sobre sus pasos en la vida, como es que él, el hijode don Ángel, el que fue director del Hospital Real, el que fue profesor universitario, fue a dar aesa celda humillante y sucia.

Ah, ya no eres profesor universitario. Lo fuiste y ahora en 1947 ya no lo eres. ¿Qué más cosaste ocurrieron, Ramón? ¿Qué más tengo que preguntar y descubrir? Vives una vida vertiginosa. Aún

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estás en la mitad de la vida, tienes cuarenta y cinco años, pero vives como un joven feroz. ¿Cómoverás estos momentos cuando estés viejo y vencido al final de tu vida, cuando tengas esa otracaída por las escaleras? Creo que para ti este será uno de esos momentos verdaderos de tu vida,en los que fuiste tú hasta el límite. Más Ramón que nunca.

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«¡Vaya por Dios!»

Ramón Baltar, del mismo modo que no dejó memorias de ninguna clase tampoco se extendió enrelatar las circunstancias de aquella caída de la UIL, Unión de Intelectuales Libres, de 1947 y lasinformaciones que encuentras sobre esa organización no acaban de ser precisas. Sabes cosassobre la época anterior, los años de la II República, la represión y la guerra, también sabes de laresistencia antifranquista desde finales de los años cincuenta en adelante, pero hay una épocaanterior, exceptuada la guerrilla antifranquista, que desconoces. ¿Pero qué estructuras de apoyopolítico tenía esa guerrilla? Tienes la impresión de que de esa época nadie quiere saber nada,como si fuese una época de oprobio o no le conviniese a nadie.

Sabes que en esa caída fueron detenidas y procesadas más de veinte personas, todos varones,con perfil intelectual o profesional y antecedentes republicanos, en distintos puntos de Galicia y,probablemente, no encuentras información segura, en otras ciudades españolas.

En la lista reconoces los nombres de su amigo Ulpiano Villanueva; del registrador de lapropiedad en Santiago Alejandro Otero; del médico vigués Darío Álvarez Blázquez; del abogadoGonzález Pastoriza y del también abogado vigués Fernández del Riego, y de Manuel Ceruelo,comerciante santiagués de La Casa de las Máquinas a quien tu padre le compró aquellaUnderwood con la que aprendisteis tú y tus hermanos a escribir y con la que, años después,escribiste tus primeros panfletos. De saberlo, Ceruelo habría estado contento.

Hace unos días conseguiste cita en Vigo con un hijo y un sobrino de dos de los procesados enaquella ocasión, pero la víspera uno anuló la cita por un imprevisto y el otro está pendiente deencontrar un hueco entre un asunto profesional y otro. Dudaste si anular esa cita improbable que tequedaba, pero optaste por ir igualmente.

Llegaste por la mañana y pensando en cómo hacer tiempo mientras no recibías la llamada dela cita dudosa se te ocurrió ir al museo de arte contemporáneo de la ciudad, MARCO. Y allífuiste. Nada más entrar, en un lateral del portal viste fotografías en blanco y negro proyectadascontra una pantalla, conforme te acercaste identificabas las imágenes de una cárcel y de repenterecordaste que el museo había sido antes juzgado y cárcel.

Recuerdas entonces que ese lugar siempre lo tuviste relacionado en tu memoria con el «casoREACE», también llamado «del aceite de Redondela», porque allí apareció con el cuello roto enlas duchas de madrugada, cuando todos los reclusos estaban encerrados en sus celdas, un talSuárez, uno de los últimos testigos del caso. Otro fue ametrallado en su casa con toda su familia.Un caso que implicaba a altas personalidades del régimen y que se cerró convenientemente sinculpables.

Y caes en la cuenta de algo que sabes desde hace poco tiempo, que fue allí donde estuvoencerrado Ramón. Estás en la cárcel de Vigo donde encerraron a Ramón Baltar. «¡Pues claro, aquíestuvo Ramón!»

Estás sorprendido y casi eufórico, no tiene importancia alguna para construir la historia, peropara ti tiene significado, sabes que es parte del proceso de creación de un libro que el azarintervenga de un modo u otro. Nuevamente la aparición del azar. Es necesaria y también es unsigno de que ya estás dentro de la historia, y esas apariciones son parte del gozo y una bendiciónque recibes para que continúes. Contemplas incluso con deleite ahora las imágenes que se

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proyectan, rejas, piedras, corredores sombríos, portones herrados... Todo eso tuvo que ver con tupersonaje. Sacas alguna fotografía con el teléfono a las imágenes proyectadas del fotógrafoManuel García Vicente, imágenes del momento previo a que comenzasen las obras en el edificiopara transformarlo en el espacio funcional, moderno y caro que ahora es. «Aquí estuvo presoRamón», repites en voz alta y escribes en el cuaderno: «lúgubre. Puertas de madera. Cerraduras.Váter».

Queda aún mucha mañana en Vigo esperando una llamada y subes al primer piso a ver algunaexposición. Hay una muy completa del pintor Eduardo Gruber, no lo conoces pero te interesa.Pasas a la sala contigua, hay todo un trabajo del mismo pintor con un tema, «mujeres australianaspresas». Dibujos y pinturas a partir de fotografías de los archivos carcelarios, en las fichasconstan el nombre, edad y el delito por el que fueron condenadas. Al lado, el pintor, que tambiénes escritor, les inventó una biografía. Un juego interesante.

Y ya te marchas de allí sin caer en la cuenta de la relación tan evidente entre el motivo de esaexposición y el pasado de ese edificio. Pero piensas: «¿habrá una fotografía de Ramón Baltar enuna ficha policial?». No lo sabes. Ya conseguiste una fotocopia de la orden por la que era absueltode los delitos de los que fue acusado, pero la ficha, si existe, no sabes cómo conseguirla.

Ya estabas a punto de marcharte cuando das la vuelta, tienes curiosidad. Buscas un guía que teinforme, aparece un joven con acento argentino muy amable. Le preguntas por el sistema de trescorredores que se conserva, ¿cómo se organizaba? ¿Quién estaba preso en cada corredor? Él semarcha a buscar unas fotografías y planos y vuelve enseguida, te los muestra y explica que habíaun corredor de celdas para hombres, otro para mujeres y otro para menores. Preguntas cuál era elde los hombres y ya tú te contestas: «este era el de los hombres, ¿a que sí?». «Sí, debiera ser,según me informaron a mí», contesta.

Efectivamente, no podía ser de otro modo, estuviste paseando delante de las pinturas y viendola exposición de mujeres presas en lo que fue el corredor donde estuvo preso Ramón.

Ese raro entusiasmo que te posee en ese momento, y que ya viviste en otras ocasiones cuandoestás escribiendo un libro y percibes alguna leve epifanía, una de esas manifestaciones del azar,hace que telefonees a uno de los hijos de Ramón y le cuentes dónde estás, los pasos frustrados quediste ese día para completar el relato de la caída y también la casualidad de acabar deambulandopor los corredores de la antigua cárcel y entonces él hace memoria contigo al teléfono. Comoocurre cada vez que arrancas un dato aquí o allí y haces una pregunta desencadenas procesos derememoración.

Precisamente en una ocasión él acompañó a su padre a dar una conferencia al CírculoMercantil de Vigo, estaba situado en una de esas calles que bajan transversales a esa rúa doPríncipe en la que está el museo y que entonces aún era cárcel. Su cometido acompañando alpadre había sido ir pasando las filminas que se proyectaban durante la conferencia. Recuerda quetrataba sobre el Camino de Santiago y sobre los hospitales en el camino, un tema que entoncesestaba completamente fuera de moda y al que, sin embargo, Ramón dedicó un estudio que publicó.Calculé que su interés le venía de haber nacido y dirigido tanto él como su padre el Hospital Real,creado para los peregrinos. El hijo recuerda que fue en el año 1973 y que había asistido muchagente y recuerda que cuando salieron del Mercantil para montar en el coche y volver a Santiagopasaron por delante de la cárcel, entonces su padre se detuvo un momento y mirando para eledificio dijo: «¡Vaya por Dios!».

Él no pudo comprender entonces el porqué de esa exclamación inesperada y no explicada. Yni él ni tú podéis descifrar ahora esa exclamación de su padre y de mi personaje. ¿Qué expresabaRamón? ¿Era el hálito de la fatiga? En ese año ya tenía sesenta y un años y hacía dieciséis años de

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aquello. Calculas su edad vivida intensamente por la tuya, Ramón era entonces más joven de loque tú eres ahora, pero era un hombre mayor y el Régimen seguía más asentado que nunca, eraalgo definitivo, Franco había nombrado sucesor. Puedes comprender bien su fatiga de vivir tantotiempo sin esperanza ya de ver un verdadero final a todo aquello, aceptando ese vivir ignominiosocomo un destino.

También, puede ser, que recordase las pequeñas humillaciones que tú apenas conociste, esellevarte detenido acompañado de un hombre a cada lado, entregar todas tus pertenencias, lo que estuyo y personal y de nadie más, requisado, quitarse el cinturón, los cordones de los zapatos,caminar hacia una celda, una puerta que se cierra y tú te quedas dentro. Y ya estás en sus manos, lohas perdido todo, eres suyo, les perteneces. Cuando no eres libre no tienes un destino propio, todoes de ellos, hasta tu tiempo, hasta tu destino, y tú solo puedes estar esperando, aguardando todo onada. No tienes nada ni eres dueño de ti. Esperar a que se abra la puerta, no sabes cuándo será, yocurra algo que tú ignoras y ellos conocen.

Entre su paso por aquella cárcel y aquel año de 1973 pasaron muchas cosas en su vida y en elpaís. El año antes, esa ciudad, Vigo, había vivido una huelga general que duró semanas, habíansido despedidas miles de personas y cientos fueron detenidas y torturadas, por ejemplo. En esemismo año de 1972 la policía había matado a dos obreros y herido de bala a varios más en Ferrol.En Santiago, un inspector había matado a un estudiante de un tiro a trescientos metros de la casade Ramón. El régimen de Franco seguía vivo con toda su fuerza para golpear y disparar.

Él era un ciudadano ya definitivamente asentado y respetado, establecido. ¿Había algo aúnoculto en él de rebelión, de disidencia? ¿O aquel «¡vaya por Dios!» expresaba lástima poraquellas personas presas, los compañeros que se vieron afectados en sus vidas, algunos de formamás dura que él? ¿Un lamento acaso por los trabajos perdidos, tan inútiles al cabo? El Régimensiguió incólume tras su detención, seguía ahí. Esa cárcel con seguridad albergaba en ese momento,1973, otras personas presas también por ser enemigas del franquismo.

¿Tristeza, simplemente? Puede ser.

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«Esas madrugadas que nunca jamás se olvidarán»

¿O te viene, Ramón, un torrente de recuerdos de familiares, amigos y conocidos presos? ¿Tesientes momentáneamente ocupado y cargado por tantas miserias y humillaciones? ¿Será que estásdelante de ese juzgado y cárcel recordando la destrucción de vidas que conociste?

Revuelvo en tus papeles, los papeles que me han permitido leer tus hijos, papeles que notiraste, debo entender que te importaban lo bastante como para negarte a su destrucción definitiva,incapaz de romperlos o quemarlos, y separo alguna carta que te escribió Carlos Díaz. Carlos,catedrático de instituto de Matemáticas; Carlos, militante activo del Partido Comunista de España.El esposo de tu prima Carmen.

Esas cartas de preso escritas a estilográfica con letra menuda para aprovechar hasta el bordeel pedazo de papel que quiere sacar subrepticiamente de la cárcel.

Querido Ramón: supongo que habrás recibido la carta que te envié por Ulpiano hace aproximadamenteun mes, precisamente el mismo día que caí en el pozo. Por el acontecimiento ignoro si el astrónomorecibió lo que esperaba. Te escribo aprovechando una de esas ocasiones raras que aquí pueden darse yno sé cuándo podré volver a hacerlo, pero tú escribiéndome como hermano y echando la carta al tren, conremite de La Granja, puedes hacerlo alguna vez con toda la gama de lo anodino.

«Caí en el pozo», quiere decir sin duda el momento de la detención, de la «caída» y con el«astrónomo» se refiere sin duda a algún camarada a quien se le envió alguna información opaquete. Si es un paquete, ¿qué puede ser, propaganda, munición, armas? La carta presupone queel correspondiente, Ramón, sabe o intuye a qué se refiere. Una carta para alguien cómplice de susactos, por los que está preso, o parte o conocedor de la estructura a la que pertenece. Al tiempo,resulta confuso que se comunique eso a un amigo o familiar y no a través de un camino orgánico,de la estructura del partido. No sabes cómo interpretar el compromiso y situar el lugar de Ramóna través de lo que dice esta comunicación. Parece que es un familiar, ¿o también otro elemento dela estructura de la organización?

Como no está permitido escribir de preso a preso no puedo saber de Carmiña, la vi durante un momentoen la Dirección General. Estuve bastante mal con los cólicos nefríticos muy fuertes en diez días, loatribuyo a dormir en el suelo y a la valvulina que flota en el rancho, aunque también es cierto que casi nolo pruebo; adelgacé mucho y me encuentro bastante (pachucho) físicamente.

Te escribo con mentalidad de preso: pedir. Quiero condensar todo lo que deseo en un poco de papel yluego, si tú puedes hacer algo pues lo haces.

1.º Mover todos los resortes para que den a Carmiña libertad provisional en el Tribunal contra elComunismo sito en el P.º del Prado n.º 6 – juez, coronel Aimart.

2.º Si es posible, enviar todos los meses 200 pts a mi exalumna María Luisa Tapia, Ponzano, 32,Madrid, sin que figures tú como remitente; siempre en el mismo día para que la persona que me lo recojasepa a qué atenerse; no es solo para mí, como comprenderás. Si no recibí contestación a esta por la quecomprenda que no, veré de que el 1.º de marzo vayan a ver si llegó el primer giro. Me interesa mucho.

3.º Esto es puramente personal. Me muero de hambre; dos mil presos, unos 700 reciben paquetes ycajas con comida y los otros nada. Yo no tengo ni cartas hasta ahora y desconocía la envidia que da veren manos de otros un pedazo frío de tortilla, pan o conservas y embutidos que si cuadra tienen diez díasde hecho; el pan es lo más envidiable. ¿Puedes tú enviarme alguna vez cosas de comer sin olvidar unosbollitos de pan? Yo creo que facturado en g. v. o a mano por coches camas, enviándome el talón, llegaríabien.

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En Madrid, Plaza del Ángel 18, la agencia Viuda de Jiménez trae a diario hasta la puerta de laprisión todos los envíos de esta clase. En fin, ya tú verás. Mi estómago está paralizado. En la «Nestlé»,Hilario Montes daría unos botes de leche seguro y buena falta hacen, pero nunca mejor aplicado aquellode «no solo de pan vive el hombre». El otro día me regalaron un trozo de merluza frita y gocé tanto comosi me hubiese tocado la lotería.

De mis hijos no sé nada. Escribí a la niña y espero que me contestará si le dejan hacerlo. Procuropensar en ellos lo menos que puedo para no desesperar y paso el día leyendo en una vieja obra deHistoria que hay aquí, la falta de libros para estudiar... Tengo fe y esperanza. Si me envías algo, recuerdaponer un poco de tabaco que arda.

Comprenderás que no pueda serte más explícito, aunque haya tema para serlo; el mero hecho deescribirte como aquí dicen «por antiaéreo» es una infracción penada. Vivo y esto es bastante y lasráfagas de color rojo que a veces nos oscurecen la existencia de presos de madrugada —esasmadrugadas que nunca jamás se olvidarán— no son bastantes para hundirnos en otra cosa que unadesesperación sorda a la vez que impotente...

Cuando veas a mis hijitos, bésalos en mi nombre; háblales de mí y de su madre. Que ellos sepan quevivimos luchando con su recuerdo, luchando por apartar de uno su imagen que no me abandona aninguna hora. Y... no quiero seguir con este tema.

De las otras cosas no me preocupo; en su día se arreglarán. La vida es larga.

Escrito a lápiz:

Me dice un compañero de penas que los envíos de cosas de comer por g. v. no llegan o llegan saqueados.Así, si envías algo no lo hagas por facturación. Emplea el sistema de mozos de coches camas u otro.

Saludos a esos buenos amigos y para ti un abrazo de tu primoCarlos

Es la carta de un hombre que teme caer ante esas «ráfagas de color rojo» de las madrugadas.Cuesta creer, incluso parece contradictoria y absurda la afirmación de que tiene fe y esperanza.Cuesta creer, más bien imaginamos su desesperación.

Es evidente que esta carta que se mueve entre lo organizativo y lo personal y transmitida enmano a través de Ulpiano Villanueva, el catedrático amigo de Ramón, que en ese momento sehabrá acercado a Madrid por algún motivo profesional y que también hace que me pregunte por sulugar en esta cadena, también es comprometedora políticamente para Ramón. Y la apelación atransmitirle el cariño y la situación del padre a los hijos lo compromete también de un modopersonal y afectivo. No podremos saber cómo cumplió ese mandato.

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La sabiduría del «sanchopancismo»

En el mismo lote de papeles viejos, no destruidos y guardados sin orden ni intención clara en unmueble de su despacho, encuentras otra carta del mismo Carlos Díaz escrita desde «PecuariaBarlovento. Hacienda Aramina. Bomba Bar. Tacarigua de Mamporal. Estado Miranda.Venezuela», el martes, 13 de febrero de 1951.

Querido primo Ramón:Los años van pasando en silencio, pero el cariño no merma por eso, sino al contrario. Jamás me dice

nadie una sola palabra de ti y tengo unos grandes deseos de saber cómo estás.Yo vivo de costas al mundo; paso meses y meses sin asomar fuera de estas selvas en las que se

encuentran bichos raros de toda clase, menos ese monstruo que por ahí llaman «civilización». Y estoy ami gusto, a pesar de que físicamente se deshace uno y cada tarde al llegar a casa nada más piensa enmeterse uno en el «chinchorro» a dormir y no hacer nada hasta las 6 del próximo día.

[...] Lo más interesante de todo es que ni me enredo ni me interesa la política; lo mismo me da Pedroque Juan. Si hubiese pensado así siempre —¡oh, sabiduría del sanchopancismo!— tal vez habría sido másfeliz. Ahora hasta creo que España necesita del Caudillo para evitarle daños irreparables. Para llegar aeso tuve que pasar la curva de los 40 años, subir por los 41, los 42 y meterme de cabeza en los 43. Debede ser un salto espiritual atávico en el que la mentalidad de los mayores se filtró en mi cerebro. Pero creoque es una solemne tontería meterse en libros de caballería, pero sobre todo de esas «caballerías» queluego te dan coces como catedrales.

Vivo apretadamente, pero tengo ya en acciones de mi compañía QUINIENTOS BOLÍVARES, que sonalgo así como siete millones de pesetas, y ahora es que comenzamos a trabajar con fundamento por loque pienso que tendremos ingresos saneados que vayan a nuestros bolsillos en vez de ir a incrementar elcapital de la compañía.

Me agradaría mucho recibir nuevas tuyas, pues aunque no acostumbro a contestar las cartas conregularidad, de año en año gusto de saber de las personas que están en lugar preferente en mi vida y túeres de las primeras.

Un abrazo fuerte y como siempreCarlos

Escribe desde su granja de aves y cerdos. Aquel hombre que estando preso, cinco o seis añosatrás, escribía diciendo tener «fe y esperanza» ahora, te resulta un poco desconcertante, searrepiente de toda su vida pasada, abjura de cualquier esperanza e intenta levantar una vida consus límites en la economía doméstica.

El trabajo de la cárcel y sus tormentos fue efectivo. Pero lo consiguió, consiguió tener una muybuena posición económica y criar a los hijos en Venezuela.

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Se fue Darío

No lo puedo saber con seguridad, pero probablemente que ese día a esa conferencia tuya en elCírculo Mercantil vigués sobre los hospitales y el Camino de Santiago asistió tu amigo DaríoÁlvarez Blázquez. Y en ese momento en el que te detuviste delante de la cárcel viendo a través dela fachada cosas que otros no pueden ver y recordando quién ocupó celdas vecinas a la tuya,seguro que lo recuerdas unos años antes como compañero de paseos por el patio de la prisión. Enesa ocasión, a Darío aún le quedan seis años de vida, faltan seis años para su fallecimiento en1979. Será cuatro meses antes de que tú tengas esa caída absurda por las escaleras que te va aromper las piernas.

Y ahora sí, ha muerto Darío. Lo entierran mañana, Ramón. Dicen que murió en su consulta, lopuedes imaginar sentado en la mesa del despacho detrás de su máquina de escribir ocupado enhacer memoria de una vida quebrada y alegre. Pobre Darío. «Debo escribir una nota disculpandola asistencia, no puedo ir.» Así piensas, así sientes. No puedes, es mucho. Es mucho peso para ti.Tienes ya setenta y siete años, aún te quedan dos años de vida, no lo sabes, ni quieres saberloaunque a veces una corriente de aire frío te encoja la nuca. Prefieres seguir hacia delante, delúnico modo que sabes, hasta que tropieces y caigas.

Darío era más joven. Siempre te hizo reír. Incluso en la cárcel, después de la primera semanaen que estuvisteis incomunicados y os permitieron salir al patio juntos, hacía burlas de los otroscompañeros. ¿Cómo le decía a Ulpiano y a Otero, el registrador, que siempre llevaba la boinabien calada? «Don Hipérbole» al pobre Ulpiano, siempre hablando y hablando sin parar deaccionar, ¿y al otro, cómo le llamaba? Ulpiano alto y delgado y el otro pequeño. «Don Parábola»le llamaba a Otero. Hablaba poco y sentenciaba enigmático. Darío contagiaba su humor y hacíaque no pensásemos en los miedos. Él, a quien le habían fusilado al padre, nos hacía reír acarcajadas. Querido Darío.

Fue un trance para todos, Emmita estaba horrorizada. «Mira que te lo avisé veces, pero tú...»,te decía. Pero en su caso fue peor. «Que no me preocupe, que no me preocupe, me dicen todos.Que cómo van a fusilar a un hombre así y que además no hizo nada, todos me dicen así, pero es loque decían también cuando fusilaron a mi suegro, a su padre.» Así decía su mujer, consternada.

«Vamos, Ramón. Tienes que ir», te dice Emma en casa. «Era amigo nuestro, era tu amigo.Anda, hombre, no te cierres así. Si no estás de humor conduce este hijo, tú únicamente te tienesque vestir para el caso. Cierra la consulta, quítate la bata y ponte este traje oscuro. No tedesanimes. Di algo. Di algo, anda.»

Y te callas. Y no vas, Ramón, no vas. Por más que te lo pide y te lo ruega Emma y tus hijosque rondan callados esperando que su padre acuda a despedir al amigo. Enciendes un cigarrillo. Yno fuiste. Porque no puedes, hay un peso que te aplasta. Hace tiempo que te niegas y te cuesta ir aentierros, pero de repente ya no puedes con esa fatiga y ya no hay quien lo pueda entender. Darío,que te enviaba esos christmas cada año con dibujos y ocurrencias, este último año ya hizo losdibujos su nieta, también a él le fallaban las manos y la vista y todo. No va quedando nadie conquien hablar, Ramón.

Aún tienes por ahí los recortes de los artículos que publicó estos últimos años, «Historias defuxidos». Siempre escribió de esas cosas. «No sé cómo se lo permitieron publicar», piensas, hace

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dos años, si es hoy ya no se lo publicarían. «Y contó ahí algunas de las cosas que le habíanocurrido, que nos habían ocurrido a todos», pensaste. Tú preferiste no contar de eso, pero él locontaba todo, como él era, alegre y abierto. Ahora que ya se marchó Emma con el hijo que la llevaal funeral, se juntará con ellos el otro hijo que vive en Vigo, la familia estará representada. Buscasen el cajón ese artículo de Darío en el que habla de ti, buscas el recorte del periódico.

«Aquí está, cuenta cómo me trajo Adolfo Gallego al sanatorio a aquel que era un primo suyo yque lo venían buscando para matarlo, para que lo operase urgentemente de apendicitis. No fuecomplicado. Darío quiso contarlo, cuando me lo dijo a mí no me importó, me llamó para que lerefrescase la memoria y yo lo recordaba perfectamente, había sido una operación muy fácil.Únicamente que hubo que alargar algo el posoperatorio y hubo que sacarlo del sanatorio cuandolas monjas empezaron a preguntar por aquel enfermo. Y aquí está lo que escribió en La Voz deGalicia, si es hoy no se lo publican. Cosas de Darío.»

Pero estos días, para saber bien los datos, hablé con Ramón (mi gran amigo, hombre recto y gallardo,equilibrado y liberal si los hay, y quien defendería de las autoridades a sus enfermos de cualquier bando,como así me consta que hizo) y me dijo que tenía de verdad apendicitis, que ingresó en el sanatorio el 8de noviembre, que lo operó el día 9 y que salió el 19, según sus archivos de aquel tiempo que aúnconserva. Salió no sé cómo, ni tampoco con quién, para nuestra casa de Tui. [...] Allí en la casa, le quitédos puntadas que Baltar le había dejado porque la herida no le parecía bien cerrada.

Faltando Darío estás más solo. Dicen de ti que eres un hombre extraño y sin amigos. No escierto. ¿Y qué? «Estoy solo», piensas. Estás solo. ¿Con quién hablar nada de lo vivido? Por lanoche vendrá Pedro Martul, que tanto le gusta hablar. Hoy no estás de humor. Pedro no conoció aDarío. Entonces él y Maruxa aún estaban escapados en México. Hoy no tienes humor para hablarcon nadie.

¿Y cuánto te queda a ti, Ramón? Los hijos y las hijas están criados, Arturito ya no está, Emmaestá bien de salud. ¿Y cuánto te queda a ti? ¿Cuánto queda por delante? Aún estás en forma parahacer consultas, clientela no te falta, sigues haciendo dinero y anotando pulcramente los ingresosen tu libretita. Te siguen considerando y respetan tu juicio médico, pero tú sabes que ya nada es lomismo.

Este año quieres que para San Ramón se junte toda la familia sin faltar nadie. No puedenquedar ya muchos San Ramón. Este año estarás un poco más solo, todo se va haciendo más triste.No estarás hoy en el funeral en Vigo. Adiós, Darío. Tantos amigos que se marcharon. Y entoncesrecuerdas a uno, tan atrás, tan olvidado ya. Y tan dramático. Luis Morillo.

Luis Morillo Uña, pobre muchacho. Erais tan jóvenes entonces, pensabais que ya eraishombres hechos y ya habíais visto todo y todo estaba por ver aún. Él tenía tus años arriba o abajo.¿Cuándo murió? Ya había comenzado el 37, fue en los primeros días de enero, antes de Reyes. Túestabas destinado en el hospital militar. Recuerdas el frío. Entonces tú tenías treinta y cuatro, aúnno habías cumplido los treinta y cinco. Qué lástima todo. Si no se hubiese matado... Tenía una vidapor delante. ¿Cómo habría sido su vida? Probablemente se habría marchado a Madrid de vuelta,expedientado y expulsado de la universidad de aquí. Más adelante, pasados unos años, acabaríapor volver a sacar una plaza en la universidad madrileña. Ahora sería un catedrático a punto dejubilarse. No llegó a dejar hijos.

No lo pudiste impedir, la desesperación había prendido muy hondo en él, más de lo que túpensabas. Estaba obsesionado, que lo iban a matar, que lo iban a matar.

Un decano de la Facultad de Medicina perseguido por algunos de sus alumnos. Amenazado demadrugada por compañeros suyos. Qué tiempo tan miserable, qué miserable es todo. ¿Quiénrecuerda ahora a Luis? Nadie. Y no tuvo tiempo para nada, era tan joven, una vida por vivir. Ya

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era catedrático y decano. Y los que acabaron con él siguieron viviendo tranquilamente, ocuparonel cargo que dejó, tuvieron familia, hijos. Qué triste y que miserable fue todo.

Estaba aterrorizado. En aquel tiempo los días eran terribles, las noches daban miedo. Lascampanas de la catedral habían dejado de ser familiares y no anunciaban nada bueno, eran máslúgubres que nunca.

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La desesperación de la madrugada

La información que tenías sobre la muerte de Luis Morillo Uña, que él mismo se secciona lagarganta con una navaja de afeitar, era tan truculenta como difícil de creer. Es un acto que pidemucha decisión, cortarse de lado a lado con determinación suficiente, aunque podría haber sidoasí. Un médico consigue los fármacos precisos y entre los varones es más frecuente el suicidio porcortes en las muñecas. Podría ser también. Insististe y un historiador que había estudiado larepresión en la universidad santiaguesa, Ricardo Gurriarán Rodríguez, te dio una informacióndistinta, su versión es que Morillo se metió en el baño lleno de agua y se cortó la vena subclavia,un corte mucho menor y más preciso, aunque de difícil ejecución por uno mismo, lo que implicaríaayuda de otra persona. Podría ser. Ser médico también sirve para eso.

Otra vez Ramón aparece aquí como el hombre recio y sereno y como figura protectora, elhermano mayor, la figura paterna, aunque en esta ocasión no fue lo bastante como hubiese querido.Porque no fuiste capaz de detener la mano de Luis, Ramón.

Aquella noche que se alargó tanto, Luis Morillo Uña fue hasta el sanatorio a hablar contigo,que venías cansado de operar todo el día en el hospital militar que ya acogía a los heridos quevolvían del frente. Que ya estabas movilizado como capitán médico asimilado y ademásaguardabas que te llamasen esos días destinado al frente, y hablaste y hablaste con él, que estabaaterrorizado desde los primeros días de la sublevación militar, tenía motivos, republicano yrelacionado con la Institución Libre de Enseñanza. Ya había sido destituido como decano de laFacultad de Medicina en agosto por el gobierno militar de la provincia y desde entonces se sentíaacosado y amenazado. Era un miedo muy concreto, vivía a la espera de que lo fuesen a buscar demadrugada, como tantos, y quienes llamasen a la puerta serían alumnos y compañeros suyos. Ya nopodía seguir soportando la espera, quería quitarse la vida.

En el despacho de Ramón, fumando y hablando, dándole vueltas obsesivamente a la idea dequitarse la vida. Ramón razonando con él, que el peligro iría pasando con los días, que habíasoluciones, como las había habido para su hermano Antonio, que había tenido su consulta médicacompartida con el propio Morillo y que había huido unas semanas antes por barco. Ramón insistiótoda la noche, él lo escondería en el sanatorio si fuese preciso como había escondido a otrosantes, incluso lo ayudaría a pasar a Portugal, allí podría embarcar para América. Que estuviesepreparado y tuviese todo en orden por si era preciso huir, pero que no se desesperase.

Y Luis Morillo fue callando, calmándose, vencido, la fatiga de la noche, ya era tarde, pasabade la una de la madrugada. Que se marchase a descansar y durmiese tranquilo aquella noche,mañana volverían a hablar. Y salieron los dos del sanatorio, Ramón acompañándolo hasta su casa,apenas eran cien metros pero aun así lo acompañó hasta el portal, que se sintiese seguro. Y lo dejócon la convicción de que lo había convencido para que abandonase su propósito. Y no.

Por la mañana, el propietario del bar Celta, en el bajo de la casa donde tenía consulta y vivíaMorillo, avisó en el sanatorio Baltar que se había suicidado. Y a Ramón le quedó el peso de laculpa de no saber ver que no lo había convencido, que estaba determinado a quitarse la vida, deno insistir aunque fuese toda la noche, él que estaba cansado y tenía que madrugar el día siguiente.No fue capaz de detener el propósito de aquel hombre con el que había estado fumando yconversando horas, no fue capaz de ver que aquel hombre que dejó en la puerta de su casa

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fumando un último cigarrillo ya estaba muerto. No fue capaz de ver que esa conversación solo erauna despedida.

Luis Morillo Uña no tuvo fuerza para resistir e intentar vivir. Como sí hicieron otros, como síhabía hecho Antonio un mes antes, cuando Ramón lo ayudó a escapar de quienes lo querían matar.

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Acusadores y acusados

Antonio no viene a visitar a Ramón, convaleciente ahora en el sanatorio por las fracturas causadaspor la caída, Antonio no está, se murió hace once años, en 1970, en Buenos Aires. Pasó losúltimos días ingresado en el hospital del Centro Gallego, conversando en gallego con un padrefranciscano de Ourense, aunque no quiso funeral católico. Aquel funeral en Rianxo que organizóRafael Dieste y al que no acudiste, Ramón. Y en estas horas aburridas que te van comiendo poco apoco, vas perdiendo el gusto de leer. Te distraen las visitas diarias de tu amigo Pedro Martul, quete hace reír.

En los últimos tiempos te fuiste retrayendo de la vida social, eres un inadaptado, y soloconservas los amigos del pasado que resisten las pruebas exigentes a que los sometes, eresintransigente, Ramón. No cualquiera puede ser amigo tuyo. Y te fuiste encerrando. Pedro Martul esun amigo afectuoso y devoto que encuentra en ti alguien que le merece respeto y admiración, eresimportante para él, y consigue romper tus defensas y distancias. Pedro y su esposa, María Tobío,se hicieron amigos de la familia ya hace años, volvieron del exilio en México tras pasartremendas penalidades en la guerra y en el exilio en Francia. Todos los exiliados que pasan oregresan se acercan por tu casa a visitarte. En el viaje desde México, Pedro fue dejando losatributos, dejó los documentos y los atavíos de masón y el carné de socialista a unos parientes enuna escala que hizo en Cuba. Él es profesor y ella bibliotecaria en el instituto masculino enSantiago, en ese mismo instituto en el que tú estudiaste un curso y, aunque no la recuerdas a ellacomo bibliotecaria y no recibiste clase de él, sí recuerdas su presencia por los pasillos y por lascalles de la ciudad, ostentosamente desafiante, con la capa y el gorro ruso de astracán.

Pedro Martul también era un inadaptado militante. Una presencia que era una afirmación de sumodo de ser peculiar y único, resistiendo a una vida dura y una sociedad miserable afirmando lafantasía. Cuando en una tertulia en un café coruñés un magistrado le recriminó lo que decía,«¿pero usted nos quiere hacer creer semejantes disparates?», contestó: «Le voy a hacer sudiagnóstico. Usted está enfermo de realidad». Pedro, ese amigo que irrumpe alegre en tu despachocerrado, en tu «madriguera», para hablar y hablar de libros y de todo lo que está prohibido. Tú,Ramón, eres un hombre formal de estampa burguesa y él tiene esas licencias de fantasía pero en elfondo no sois tan distintos, los dos sois inadaptados y estáis más o menos solos en la ciudad. Lospocos amigos que van quedando.

Pedro vendrá al atardecer, ahora es por la tarde y estás solo con ese libro sobre Picasso, losperiódicos estos días hablan de que el Guernica va a volver a España, no irá a Guernica, irá aMadrid, dice el Gobierno. Cuántas cosas están pasando, tanto ruido, cuántas cosas se perdió dever Antonio. Ese hermano perdido.

¿Cuándo lo perdió? ¿Ya antes de marcharse a América? Sin embargo, cuando huyó aún eranhermanos. Puede que con los años tuviesen un mejor entendimiento, si Antonio prosperaba, podríahaber tenido una carrera académica importante aquí. Ser catedrático, tener su propia clínica.Seguramente habría sido así, si no hubiese sido por la sublevación militar y la guerra. Cuando semarchó aún eran hermanos que se trataban, habría diferencias, claro, Ramón ya no asistió a laboda de Antonio, pero todo se podría enderezar aún. Quién sabe. Pero no hubo ocasión.

Aquel día de diciembre de 1936, Ramón recibe una llamada telefónica urgente desde A

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Coruña, es del jefe provincial de Falange, Carlos Colmeiro Laforet, su amigo y compañero decarrera. Que saque a Antonio inmediatamente de Santiago, van a ir a por él esa noche.

Así te lo contaron. Tienes que preguntar por los detalles de esa llamada, pues lasconversaciones telefónicas entre dos ciudades en aquel entonces eran «una conferencia» quepasaba a través de una centralita en la que una operadora, siempre mujeres, recibía el encargo deconectar manualmente ese teléfono con el teléfono de otra ciudad. Esas personas, en aquellos díasque ya habían pasado meses del triunfo de la sublevación en Galicia, eran «afectas», es decir,familiares o personas de confianza de las nuevas autoridades, personas que escuchaban lasconversaciones e informaban de lo que fuese sospechoso a la autoridad competente. ¿Esaconversación entre el jefe provincial de Falange y el sanatorio Baltar, de una familia que ya estabasancionada y vigilada, cómo fue?

Esas palabras a través del hilo telefónico para que el aviso pasase desapercibido a latelefonista. «¿A tu hermano Antonio le conviene viajar a un lugar más tranquilo, para que noempeore su salud?», por ejemplo, al cabo los dos interlocutores eran médicos. Esta es una historiade médicos toda ella. O también, «¿mejor que viaje ya, antes de que anochezca, porque luego harámucho fresco y no le conviene?». Algo así pudo ser.

Carlos Colmeiro Laforet fue leal a su amigo Ramón, a Antonio y su familia y fue traidor a suscamaradas de la Falange santiaguesa que ya tenían preparada la muerte de Antonio. ¿Cómo lopensaban atrapar? Antonio, como Ramón, ya había sido expulsado de la universidad, así que laocasión era cuando saliese de trabajar, ¿en los escasos metros que había entre su consulta médicaen la rúa da Senra y la casa donde vivía, al lado del sanatorio, en Carreira do Conde? ¿Dónde lopensaban llevar para matarlo y en el auto de quién? ¿Matarlo contra la tapia del cementerio, dondehabían fusilado a toda la corporación municipal unos días antes? ¿Matarlo en una robleda en lasafueras de la ciudad y tirar el cuerpo en una cuneta como habían hecho con otros, con el propioalcalde de la ciudad, allí donde lo viesen el día siguiente por la mañana temprano las lecherascuando viniesen cargando sus cántaros a la ciudad? ¿Matarlo de un tiro en la nuca o en la sien, odivertirse antes con él?

En esos dos destinos, el del hermano que se queda y el del que se marcha escapado, hay cosasque vienen de atrás, pasos que se fueron viviendo antes. El lugar que ocupa Ramón, que escirujano, en el sanatorio quirúrgico, la boda de Mireya y Antón y la relación que establece con sufamilia. La insolencia de Antón parece que también es una.

Una insolencia que puedes atribuir a la confianza en la posición social de la familia en laciudad, don Ángel además del sanatorio había dirigido el Hospital Real, donde también trabajabasu hermano Ramón. Pertenecía a una familia emparentada con algunas de las familias más ranciasy por sus estudios tenía relación con familiares y antiguos compañeros de estudios que ocupabancargos de poder en el nuevo orden político de los sublevados. Y su madre, doña Isabel, seguíasiendo presidenta de Acción Católica. No era un cualquiera, como tantos que ya habían sidoasesinados de cualquier modo en los meses anteriores, era un Baltar. Aunque personas desituación social semejante habían sido asesinadas impunemente. Esa confianza en la posición de lafamilia debió de operar a la fuerza en la imaginación de Antonio para explicar algunasactuaciones en los días de víspera de su urgente huida.

Doña Isabel, preocupada por la falta de cautela de su hijo, lo envió a Pontevedra a hablar conRamón Tojo Pérez, concuñado suyo y hombre que siempre había tenido poder alineado en el ladoconservador y que en la nueva situación seguía siendo estimado por los militares. Doña Isabelquería que Antón le consultase cuál era su situación particular y que lo aconsejase sobre lo quedebía hacer. Ramón Tojo le aconsejó marcharse, Antonio tenía una imagen pública muy señalada.

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Ese hecho, el buscar consejo o amparo del cuñado bien situado, indica cuál es la situación dela familia. Muerto don Ángel, la matriarca se ve desprotegida y Ramón aún es un hombre joven,treinta y cuatro años, y no puede ofrecer protección cuando él mismo corre peligro. La familia seve muy frágil y vive una crisis. Puede que también signifique, muerto su padre dos años antes, unintento de encontrar una figura de autoridad sobre Antonio que le obligue a aceptar la durarealidad.

Sabemos que volviendo aquel día de Pontevedra hacia Santiago, atravesando Caldas de Reis,encontró una manifestación de falangistas celebrando la conquista de una ciudad por las tropas«nacionales» y él no detuvo el coche y rompió la manifestación. Esa misma tarde, en el caféDerby de Santiago irrumpió un grupo de falangistas obligando a la clientela a levantarse y cantarel «Cara al sol» con el brazo en alto, Antonio no se inmutó y siguió bebiendo su café. La leyendafamiliar dice que ese fue el detonante definitivo de que fuese señalado para morir aquella mismanoche. Son dos anécdotas en un mismo día de un mismo carácter, un desafío público a aquel poderviolento y no puedes dejar de preguntarte cómo pudo Antonio comportarse de ese modo tandesafiante a los dominadores del espacio público, cuando ya había corrido tanta sangre en laciudad, cuando ya habían demostrado de lo que eran capaces. Prudente no fue; libre, sí. Peroprudente no fue. Y cabe pensar que Antonio había vuelto de Pontevedra enfadado de hablar con sutío político, puede que discutiesen.

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Los hermanos Baltar ya llevaban tiempo protegiendo gente en aquellos días. Ramón había

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escondido a Fernando Barros Pumariño y a otro más en el sanatorio, los vendó de arriba abajo ycuando los fueron a buscar para «pasearlos» les dijo que tenían una enfermedad muy contagiosa yque si se los llevaban él no se hacía cargo si se contagiaban. Se marcharon e inmediatamente aFernando lo escondieron en la vivienda familiar en un escondrijo tras un armario, allí estuvovarios días hasta que lo pudieron sacar para mandarlo al exilio.

No fue la única vez que Ramón ayudó a Barros Pumariño. Exiliado en París, años después aúnle compraba material médico para el sanatorio que le enviaba desde allí. Un día de marzo de 1959su cadáver solitario fue llevado al cementerio parisino y detrás solamente caminaron dospersonas, un hijo de Ramón y su esposa francesa. Ramón pagó los gastos del entierro.

El sanatorio era vigilado, Ramón y Antón ya estaban antes en el punto de mira. Aquellos díasen los que Ramón, Antonio y Emma sintonizaban Radio París para saber lo que estaba ocurriendo,cuál sería su destino, mientras Mireya tocaba el piano para que no se escuchase la radio, no lafuese a oír alguna monja, sor Doloriñas, y diese parte a la policía. Aquellos meses y días en losque la muerte andaba por las calles y asaltaba las casas. Aquellos días fríos de Navidad de 1936,cuando fusilan a Andrés Rey Baltar, un primo socialista bajo la acusación de poseer una escopetade caza sin registro y haberla ocultado, pese al informe favorable del sargento de la Guardia Civildel cuartel de Padrón que confirmó que sabía de la existencia de la tal escopeta. Una muerte queRamón intentó evitar de todos los modos posibles. Andrés Rey Baltar tuvo juicio militar y fuefusilado por cuatro soldados en Santiago el día 1 de ese diciembre. Aquel mismo mes en que, trasun juicio militar, el día 3 son fusilados los miembros de la corporación municipal supervivientes alas sacas en la cárcel municipal, A Falcona. Aquellos días.

El aire era denso y apestaba a la sangre caída en las piedras de la ciudad y en la tierra delpaís. Te cuesta situar en unos días así el comportamiento desafiante de Antonio, tienes que hacerun esfuerzo para imaginarlo. Puede que ayude a entenderlo que su esposa Mireya, la hija deldiplomático Eduardo Dieste, quería marcharse y tenía pasaporte diplomático, por lo que podíaviajar sin problema. Y saber que el propio Antonio había solicitado un certificado médico de nopadecer enfermedad infectocontagiosa en el consulado de Uruguay unos días antes, el 2 deseptiembre, indica que estaba haciendo seriamente planes de marcharse. Y por eso teníapreparadas unos miles de libras esterlinas para marcharse. ¿A dónde? En casa debatieron siFrancia, si Alemania, pues Antón hablaba alemán, pero Ramón lo desaconsejó, ya se veía elrumbo político del país con el nazismo triunfante, o si Reino Unido, donde ya había vividoMireya, pero Antonio no hablaba inglés. Finalmente prevalecieron las facilidades que daba lafamilia Dieste en Uruguay y hacia allí fueron, aunque el camino continuase finalmente haciaArgentina.

El día en que condujo acompañado de Mireya a Coruña para solicitar el certificado en elconsulado unos meses antes de huir, en septiembre, antes de llegar a Coruña, Antonio detuvo elcoche en Mesón do Bento al ver cuerpos caídos a un lado de la carretera. Se acercó y vio que eranpersonas conocidas, de Rianxo, marineros. «¡Doctor Baltar!¡ Siga, siga! No se dé por enterado!»,le dijo un guardia civil que lo conocía de Santiago. Siguieron su camino y no volvieron adetenerse, aquel día pudieron ver de un modo absoluto cómo era un futuro posible para él.

Antonio se marchó finalmente para salvar la vida. Con la ayuda de la familia, de las amistadesy del hermano que se quedó y que vio pasar la vida en la misma ciudad hasta su muerte, hasta que«dimitió de vivir». Esa vida extraña que tú pretendes desentrañar.

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Un corte de mangas

Y hubo una llamada que avisó de una muerte que se acercaba. Y Ramón llamó a Antonio y loapuró, puso a punto un coche de la familia para que se marchase a Coruña a esconderse. CondujoAntonio con el chófer al lado, que lo llevó de vuelta.

En los alrededores de A Coruña ya lo esperaba José Gallego Asorey, amigo de la familia, quedirigía una parte de la fábrica Cross y que lo escondió en su propia vivienda familiar dentro de lafábrica. Las palabras «enemigo» y «amigo» aquellos días se escribían con sangre o con lapromesa de la sangre. Allí permaneció unos días, finalmente lo disfrazaron con las ropas de losobreros, un buzo y una gorra bien calada y un saco al hombro, y montó en una barcaza que seacercó hasta el barco donde lo esperaba Mireya Dieste, su esposa. A bordo del barco la leyendadice que después de quitarse la ropa de trabajo con la que iba cubierto el traje se asomó por laborda y, dirigiéndose a los falangistas que vigilaban en el puerto los movimientos de embarque,les hizo un corte de mangas. La leyenda de Antón, esa insolencia tan atractiva.

¿Quién va a por Antonio? Los falangistas de su ciudad, los «paseadores», entre ellos unvecino de la misma calle, un profesor antes compañero en la Facultad de Medicina... La cercaníacasi íntima entre depuradores y depurados, torturadores y torturados, asesinos y asesinados. Laobscena y criminal cercanía de las vidas y de los cuerpos, eso eran esos días en la ciudad, en elpaís.

¿Y por qué tiene que escapar Antonio y no Ramón? Al fin, eran de las mismas ideas, tenían lasmismas amistades y complicidades. Esa será una de tantas cosas que no podrás sabercompletamente, los asesinos murieron y no compartían esos propósitos siniestros con susdescendientes, no hay quien lo pueda contar. Hay cosas que sí se saben.

Tanto Ramón como Antón fueron suspendidos preventivamente de empleo y sueldo en laFacultad de Medicina por la autoridad militar inmediatamente al golpe, el 17 de agosto de 1936,seguido de un expediente de depuración que se les abrió a comienzos de 1937. Para entoncesAntonio ya no estaba.

Ramón fue acusado por el Servicio de Información Militar, SIM, de Burgos como «Cotizantedel Socorro Rojo. Izquierdista y Propagandista del Frente Popular. Tenido comúnmente pormasón». La acusación fue sobreseída en ese momento, pues Ramón y la familia movieron todoslos hilos que pudieron y su pliego de descargos fue avalado por el párroco de Santa Susana, suparroquia; el vicario del arzobispado; la comisaría carlista de guerra; el delegado territorial deFET y de las JONS, y su amigo de infancia y de escuela en el Colegio de los Irlandeses, BarciaGoyanes, quien acreditó que él le había entregado a su amigo un carné de la Asociación deEstudiantes Católicos de Medicina, cosa que era «claro exponente de la firmeza y convicción enla profesión de ideas opuestas al laicismo docente». Tres años después, la causa será abiertanuevamente, pero en ese momento Ramón queda libre de esos cargos.

También Antonio es acusado por la Comisión A de depuración, primero, y por el SIMdespués:

De Medicina. Suspendido temporalmente. Multado por la Delegación de Orden Público de esta ciudad,como enemigo de la Patria. Desterrado por la misma Autoridad por la razón anteriormente dicha. Sesabe positivamente que estaba enterado de la relación que había hecho el Frente Popular de las

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personas que eran para ser ejecutadas por los marxistas caso de triunfar. Íntimo del jefe de ejecucionesde Santiago y al ser ejecutado este, no se recataba demostrando el disgusto que le produjo.

Y cuando lees en ese informe la referencia a quien llamaban «jefe de ejecuciones», túcomprendes que hablan de alguien que apareció en un libro tuyo en el que relataste tantascalamidades. Y contaste en el libro, porque te lo contó a ti, sesenta y ocho años después de queocurriese, el único testigo, su compañero en el calabozo del cuartel de Artillería, cómo y quién losacó para ser asesinado. El único testigo, aparte de su asesino. Y recuerdas cómo te lo contó en uncafé de tu ciudad levantándose de la silla detrás de la mesa con dos cafés con leche en la queestabais y cómo escenificó para ti, indiferente a la clientela y los camareros que andaban cada unoa lo suyo, porque en aquel momento ya no estaba allí en aquel café contigo, sino de vuelta,nuevamente un joven aterrorizado en una celda esperando su muerte y dejaba que se repitiese ensu interior un momento lejano terrible que seguramente habría revivido más de una vez peroprobablemente no había contado a nadie antes.

Y asististe a cómo él volvió a ver dentro de sí cómo se abría la puerta del calabozo y aparecíaaquel otro hombre vestido con botas y correajes y dijo: «tú, ven», y él reprodujo con su mano allíen aquel café, de pie, el movimiento del dedo del otro que reclamaba a su víctima y cómo élcontestó: «¿quién, yo?», tocando con la mano en el pecho, y cómo el otro contestó: «no, tú»,refiriéndose a su compañero en aquel agujero, a quien describió como un viejecito, pues tuinformante, era en ese momento un viejo, en aquel instante terrible era aún joven y percibía comoun viejo a aquel exmilitar socialista de unos cincuenta años envejecido rápidamente por lostormentos y por el conocimiento de su destino. Sí, tú sabes a quién se refieren.

Y sabes incluso el nombre de quién lo sacó, y conoces su cara, pues aunque en este momentoen el que escribes esto ya él habrá muerto hace mucho tiempo, de niño y aún de joven lo vistevarias veces, pues vivía en tu barrio y recuerdas la expresión de ira perpetua en su cara, y lorecuerdas por su expresión, no porque supieses entonces de las cosas que había hecho aquelvecino. Así como recuerdas a su hijo, un niño dulce y de cara enferma que rondaba también porallí sin incorporarse con decisión a los juegos de las pandillas de niños. Si los hijos de losverdugos pagaron los crímenes de sus padres es algo bien triste.

Y recordando aquel episodio siempre te asombró saber cómo el ejército sublevado no solohabía formado y armado irregularmente a aquellos civiles de Falange en los días previos a lasublevación, sino que también les permitía entrar y salir de las instalaciones militares y utilizarsus calabozos para sus propios presos. Un indicador de cómo en aquellos días no hubo normas niotra ley que no fuese el capricho de los peores.

Y ahora que escribiste cómo Antonio se escapaba de la muerte por asesinato ves que noconsideraste bastante la situación en la que estaba Luis Morillo Uña cuando decidió quitarse lavida. Por lo que leíste y por lo que te contaron aceptaste que fue vencido por la desesperación, yque el peligro que lo amenazaba no era tan insuperable. ¿Y si lo era?

Conoces el recuerdo que dejó Ramón a sus hijos, cómo quedó desolado porque pensó que lohabía convencido de dejar pasar otro día y buscar una solución práctica a su problema. No sabeslos detalles. ¿Tenía Morillo una información más concreta sobre la inminencia de su muerte y nose lo comunicó a Ramón? ¿Recibió, luego de despedirse de Ramón, una nueva llamadaamenazándolo o confirmando que estaba en casa? ¿Tuvo Ramón un error de apreciación y novaloró correctamente el peligro? Quién sabe. Morillo murió y Ramón se quedó con el sentimientode culpa toda su vida.

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Días lóbregos

Ramón aún no «abdicó de vivir», volvió de la guerra y está muy vivo, incluso está encendido enesa edad de los cuarenta y cinco años que tiene cuando lo detienen en 1947. No fue algo con loque no contase, ya había vivido situaciones comprometidas antes y sabía que su vida estaba enriesgo cuando sucedió esa caída. Vivía en riesgo, ¿gozaba también con el riesgo?

Es lícito preguntarse si no gozaba también con el riesgo. Hay un goce en desafiar el peligro.No solo por las descargas de adrenalina, también por la lubricidad de asomarse a algo semejanteal verdadero rostro de la realidad. Quien corre riesgos, si sobrevive, vuelve trayendo unconocimiento nuevo ganado con la experiencia, pero ese conocimiento es intransferible, aunquerelate a los demás lo que vivió sabe que no puede ser compartido ni comprendido.

Fueron unas tres semanas, no llegó al mes. La primera semana incomunicados y la semanasiguiente veintitantos hombres que podían juntarse en el patio de la cárcel de Vigo. Un hijo, Luis,lo relató años después: «yo recuerdo aquellos días como tristes. Una vez que lo fui a visitarencontré aquello muy lóbrego». Y aunque ese hijo no lo cuenta hay que suponer que seguramentehabrá ido acompañando a su madre.

¿Qué pensaría Emma, cómo lo vivía? Ya entonces eran una familia marcada, burguesa peromarcada, ricos pero «rojos», aunque ella no lo fuese. ¿Y cómo lo viviría doña Isabel, la madre,una mujer de orden? Seguro que ambas mujeres lo vivirían con una mezcla de pesadumbre,vergüenza social y preocupación por el futuro de la familia. ¿Qué sería de la familia si Ramón nopodía atender el sanatorio? Los hijos aún eran niños. ¿Y qué años tenía entonces ese hijo?Dieciocho años, le calculas. ¿Qué lección aprende un hijo en un caso así? ¿La lección del miedo,la prudencia?

Finalmente fue el contexto histórico el que condujo a esos probos ciudadanos a estar presos yva a ser el propio contexto histórico el que los libre. No a todos.

No bien acabada la guerra europea y derrotados Mussolini y Hitler, aliados de Franco y susgenerales, Gran Bretaña consideraba varias posibilidades, mantenía relaciones con intelectuales ycuadros políticos contrarios al Régimen por si los aliados decidían tumbar a Franco e instaurarotro sistema político, preferiblemente una monarquía parlamentaria, y al tiempo manteníanrelaciones informales con Franco. Finalmente fue Churchill quien decidió contra Stalin yvenciendo las reticencias de Roosevelt, ya cerca de su muerte, sostener el régimen de Francocomo aliado frente al que creía que sería su nuevo enemigo, la URSS, el comunismo.

La UIL, Unión de Intelectuales Libres, era la correspondencia en el interior de la UIE, Uniónde Intelectuales Españoles antifascista y republicana en el exilio, que nació en ese momento deentusiasmo entre los exiliados ante la caída de los fascismos en Europa; inspirada por el PartidoComunista de España, llegó a conseguir el apoyo del nuevo Gobierno francés. La UIE pretendía«dejando de lado todo lo que no sea el supremo interés de la libertad de España y de losespañoles, constituir un Gobierno definitivo en el que figure sin exclusión alguna la representaciónde cuantos sectores están dispuestos a luchar por el derrocamiento del régimen de Franco y de laFalange». La UIL afirmaba contar con 2 500 «miembros activos» y contaba con una publicación enciclostil, Demócrito, que pretendía ser semanario. Y tú sabes esto porque pudiste leer esospapeles que, también, guardó Ramón seguramente antes en algún escondrijo y posteriormente ya en

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un cajón de una mesa.En la revista Independencia, conectada a la UIE y que se consideraba a sí misma «fortín

guerrillero», se muestra el apoyo a la resistencia desesperada de la última guerrilla antifranquistaen el interior. En abril de 1947, tres líderes de la guerrilla en Galicia son fusilados por la GuardiaCivil tras una emboscada:

Somos como esos robles centenarios de Galicia que descuartizados por el rayo, desgajados y sin ramas,tarde o temprano retoñan pujantes y frondosos porque tienen las raíces clavadas en esta tierra tan viril.

Palabras que improbablemente atribuyen a Manuel Ponte, antes sastre y uno de esos dirigentescaídos. Ponte, a quien había operado unos meses antes Ramón Baltar en secreto en las horassilenciosas de la madrugada cuando la ciudad duerme. Pero eso tú de momento aún no lo sabes,solo sabes que recibe cartas escondidas de presos que le piden favores y que forma parte osimpatiza con una red de intelectuales antifascistas.

Estos documentos que manejas los encontraron los hijos tras preguntarles si sabían de algúnpapel que relacionase orgánicamente a Ramón con esa «Unión». Naturalmente no existían carnésde afiliación, pero aparecieron algunos boletines Demócrito y comunicados de UIL y UIE. Sabesque por las características sociales de las personas que militan en una organización así, y tambiénpor la clandestinidad bajo un régimen totalitario, esa organización tendría que ser de unfuncionamiento laxo, pero de lo que no hay duda es de que el compromiso de esas personas eragrande, arriesgaban vidas y haciendas.

Te preguntas por quién le pasaba a él los boletines, ¿quién era el enlace? ¿Cuál era el camino,cuál la estructura de la organización y el lugar de Ramón en ella? ¿Simple miembro de base o uncuadro con responsabilidades? La familia lo desconoce y asumes que va a ser difícil saberlo.

El relato que fuiste reconstruyendo de esos hechos dice que la tarea de contactar y organizar lared gallega la trajo del exilio en Francia Francisco Rey Drox, Comandante Chacama, ayudadopor José Barreiro Fernández, quien trabajaba entonces en el despacho del abogado vigués RobertoGonzález Pastoriza, pero el resto de la red y la estructura es difícil de conocer. Sabemos que ReyDrox, antiguo comandante de la Guardia Civil en la República, era militante del PCE y habíavuelto del exilio enviado primero para organizar la guerrilla y continuar en la lucha política.

En ese momento entiendes que Ramón encaja perfectamente en esa figura del «compañero deviaje», que existió en muchos países en su época. Intelectuales y personas de ideas liberales,democráticas y antifascistas que no eran de ideología comunista, no tenían fe en la utopíasoviética, pero colaboraban con la única fuerza política existente entonces contra los fascismos,una fuerza organizada y disciplinada, los partidos comunistas. En el caso español se trataba derepublicanos de distintas tendencias que colaboraban con las actividades del PCE contra elRégimen. Piensas que Ramón fue un compañero de viaje, sin duda.

Unos meses después de la caída de Ponte y otros dos guerrilleros, cae esa cordada deintelectuales y profesionales republicanos, lógicamente debió formar parte de una ofensiva globalcontra la guerrilla y la demás resistencia política en el interior del país. Cuando la BBC y RadioParís informan durante varios días, que coinciden con un plenario de la ONU, de las detencionesde figuras destacadas de la vida social y profesional, el Régimen, que buscaba legitimarse y salirdel aislamiento internacional, da un paso atrás y libera a los detenidos excepto a dos.

Tras esa primera semana de preocupación y esas semanas de cárcel por un juzgado militar«para la represión del comunismo, la masonería y el espionaje» bajo el cargo de «ponerse a lasórdenes del Gobierno republicano exiliado para, llegado el momento de un cambio político enEspaña, saber con qué personas podía contar para ocupar los diferentes cargos y puestos del

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Estado en cada localidad», fueron absueltos la mayoría.

Certifico que [...] fue puesto en libertad, con fecha 22 de septiembre último, el médico don Ramón BaltarDomínguez, por no aparecer en las diligencias practicadas en dicho procedimiento indicios deculpabilidad que justifiquen la detención y cuya causa, siendo elevada a plenario, se dirigeexclusivamente contra los procesados Francisco Rey Dox [sic] «Comandante Chacama» y José BarreiroFernández.

Estas dos personas sí fueron condenadas, una de ellas acabó en el exilio en Venezuela,Barreiro, y la otra, Rey Drox, la justicia militar no se molestó en escribir correctamente suapellido, murió en prisión dos años después.

Darío Álvarez Blázquez recordaba cómo Rey Drox se dirigió a ellos para pedirles disculpasdiciendo: «Señores, yo tengo que pedirles disculpas. Ustedes comprenderán que yo hice estosiguiendo consignas, pero dentro de unos días se irán para sus casas con sus familias y yo mequedaré aquí preso».

No sabemos la interpretación que hizo Ramón. Sospechas que sabía más que eso, no imaginasa un Ramón ingenuo. Incluso habría que preguntarse por el papel político que tendría RamónBaltar en el caso de que efectivamente los aliados decidiesen tumbar el régimen de los generalesnacionalistas, acabar con Franco y permitir el restablecimiento de una república.

Puede que el suspiro desolado de Ramón al pasar por delante de la cárcel de Vigo dieciséisaños después fuese para ese hombre que murió preso y desesperado y que nadie recordaba yaentonces ni tampoco ahora.

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Clandestino

Sobre Ulpiano Villanueva, amigo antes y después de ese episodio en que fueron detenidos, escribeRamón «Evocación de un compañero excepcional» en 1978, once años tras su muerte. Hacememoria de cómo se conocieron:

Fue en 1920. Se había suscitado en el ambiente estudiantil compostelano, por motivos que ahora novienen al caso, una de tantas crisis conflictivas, con derivaciones más o menos polémicas y tumultuosas.Tratando de unificar criterios colectivos para adoptar en lo posible decisiones de cierta unanimidad, seconvocó una asamblea que tuvo lugar en el Salón Teatro. Actuaron en ella, como oradores, variosalumnos pertenecientes a diversas facultades y promociones que, en general, se inclinaron por posicionesde intransigencia poco propicias a la concordia. Después de unas cuantas alocuciones populacheras quefueron bien acogidas por la masa vociferante que llenaba el local, le correspondió el turno a UlpianoVillanueva [...] era casi desconocido para la mayor parte de los presentes, los cuales apenas dieronimportancia a su intervención cuando tomó la palabra [...] Ocurrió entonces que, por una de esasabsurdas reacciones de las multitudes exaltadas, un cierto sector del público se puso en contra de él. Diola impresión de que se atreviese a disentir de los de cursos más adelantados y que tuviese laimpertinencia de demostrar su superioridad dialéctica no sólo frente a ellos, sino a los que pretendíanimponer opiniones y líneas de conducta a base de gritos y estridencias. El resultado fue que estos últimosdesencadenaron una ruidosa protesta. La hostilidad de los disconformes, a partir del momento en que dioprincipio el alboroto, hizo casi imposible seguir hablando. [...] La favorable impresión que me produjo enaquel agitado trance me impulsó a iniciar una amistad con él que ya no había de interrumpirse nunca[...] mantuvimos un trato progresivamente más asiduo que se afirmaría en el ir descubriendo numerosascoincidencias en nuestro modo de sentir y de pensar.

En el resto del texto, Ramón se refiere por extenso a las cualidades científicas y humanas deUlpiano como médico humanista y explica lo que fue en años anteriores la aparición de laSeguridad Social y el oficio de médico. La carga de responsabilidad moral del médico ante tantodolor desatendido y desvalido. Incluso defiende la importancia que debe de seguir teniendo lacomunicación entre médico y enfermo frente a la despersonalización con trámites administrativos,reglamentos y fragmentación de la atención médica que ya se empieza a ver en esos años en queescribe. Pero Ulpiano fue más que «un compañero» como médico en esos años oscuros y amargos.

No hace referencia en el recuerdo a un episodio tan determinante como fue aquella detenciónque compartieron. Tampoco considera que deba referirse a algo tan importante como las ideassociales y políticas de su amigo, ideas e ideales que defendió hasta el punto de ser procesado porellas. Dicho de otro modo, habla de todo pero falta lo importante, lo oculta. Llama la atenciónpues que en ese año de 1978, cuando Ramón tiene setenta y seis años y ya van tres años desde lamuerte de Franco, se legalizaron partidos y asociaciones y ya se redactó una constitución, no serefiriese a esa complicidad compartida por los dos amigos. No cuenta de Ulpiano y de ese modoevita contar de su propia vida.

Buscas explicaciones y antes de nada piensas que esa omisión puede explicarse por lahistoria, el manto de silencio sobre lo vivido desde 1936 era aún muy efectivo y sólido. Lamemoria había sido prohibida y las propias familias habían ocultado a los hijos lo vivido, nohabía una memoria compartida y lo ocurrido en esas décadas estaba aún envuelto en vergüenza ymiedo. Para explicar ese episodio vivido y ocultado tantos años, toda una vida para personas másjóvenes que ellos, Ramón tendría que dar muchas explicaciones, tendría que hacer un acto

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violento, reconocer el engaño de ese ocultamiento; simplemente decidió omitirlo.Contar lo que se había vivido con ocultamiento o en silencio implicaba modificar su propia

imagen, y eso tenía varias dimensiones. Una dimensión familiar, la vida había ido pasando y loshijos habían crecido y habían ido encontrando su lugar en la vida social y profesional en aquellasociedad modelada por los vencedores, las nuevas generaciones por debajo de ellos habíanconvivido y establecido lazos unas familias con otras, vencidos y vencedores. Mencionar elpasado conflictivo en la generación anterior era muy incómodo, había que dejar atrás ciertascosas. ¿Cómo le dices a un hijo que ya se hizo adulto que lo mantuviste engañado con respecto a titoda su vida? ¿Que vivió engañado?

En este momento caes en la cuenta de que eso no se habla ni se escribe. De la experiencia deesos hijos e hijas a quienes se les oculta esa parte de la vida de sus padres y solo conocen unaparte.

Aunque él pudiese estar a gusto consigo mismo por ser coherente con sus principios hasta elpunto de ir preso, el hecho de pasar por la cárcel pide dar muchas explicaciones, no es depersonas sensatas ni respetables, es cosa de delincuentes. Y, también, él ya era otro, un hombreestablecido y respetado y tampoco tenía fuerzas o posibilidad, aunque quisiese, para hacer unaúltima afirmación de su identidad frente a todo. En todo lo que sabes de Ramón no viste unmomento en el que actuase para el público, siempre has visto que actuaba de forma privada o deperfil y no iba a ser a esas alturas cuando diese explicaciones de su vida.

Todas son explicaciones posibles y probables, pero crees que la explicación última es la mássimple; consideró pros y contras, lo meditó y decidió no contarlo. En esos años hubo quien quisocontarnos a los demás sus experiencias, entendía que, ya que al fin se podía hacer, era el modo detransmitirnos sus ideales y su conocimiento del país en el que habíamos nacido. Incluso algunopodría querer alardear de un compromiso antifranquista más o menos real para tener un papel enel nuevo escenario tras la muerte de Franco.

Te parece que ese no era el estilo de Ramón Baltar y, como no era su estilo, prefirió dedicarsea otras cosas, leer todo tipo de libros y seguir haciendo sus consultas, retirado ya del quirófano,por la única razón de que no le dio la gana. Voy viendo, Ramón, que nadie decide por ti y que norespondes a otras expectativas que las tuyas. Ni siquiera a las mías o a las de quien vaya a leeresto. Me parece que no vas a ser un personaje ejemplar y edificante.

También te obliga a reflexionar nuevamente sobre el trabajo que estás haciendo. ¿Si él noquiso tener una vida pública, y lo evitó siempre, cuál es el sentido de hacer ahora pública suvida? ¿O la legitimidad?

Y hay cosas que no vas a poder saber. Sabes que quien traspasa los límites de laclandestinidad entra en un espacio distinto que nunca podrá compartir con nadie que no lo hayahabitado también. Ramón es un clandestino y quien lo fue nunca deja de serlo, no es algocoyuntural que pasada la necesidad del momento pueda abandonarse, no. Es una mutación de lapersonalidad y un pasado confuso, turbio e incomunicable a los demás.

Sí, Ramón fue un delincuente político y se organizó para delinquir bajo aquel régimen. Ypuede que realmente eso estuviese ya en su propia naturaleza como una posibilidad, ese hombrereservado que miraba la vida siempre con curiosidad y desde fuera tenía desde joven lacapacitación para ser clandestino.

Sin embargo, ese texto sobre Ulpiano Villanueva es lo más parecido a un autorretratopsicológico, moral e incluso político de quien lo escribe. Ramón Baltar escribió textos prácticossobre medicina y sobre historia de la medicina, también semblanzas de amigos intelectuales yartistas, incluso políticos, como Castelao u Otero Pedrayo, pero no dejó nada escrito sobre su

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pensamiento excepto ese texto sobre su amigo en el que oculta su compromiso político. Eseocultamiento, lo que hurta al texto, ya es la semblanza de un clandestino.

En el texto se retrata a sí mismo como joven participando de las inquietudes y movilizacionesdel movimiento estudiantil, un universitario que adelanta dos cursos y obtiene las mejores notas,todo sobresalientes excepto quince matrículas de honor, también interesado y comprometido conlos debates políticos e ideológicos. Alguien que está presente pero observa a los demás,contempla lo que hacen como un espectáculo que él analiza.

Y en la apreciación que hace de Villanueva hay un humor soterrado, hay sorna en el relato decómo aquel joven universitario recién llegado, un advenedizo, vence con su elocuencia a losestudiantes veteranos que ya están establecidos y defienden su statu quo. Claramente toma partidopor el audaz novato. Al tiempo que señalando una característica singular de Ulpiano, esa«superioridad dialéctica» que en el caso de Villanueva acostumbraba a ir acompañada de burlairónica, retrata su particular sequedad de palabras. En el contraste entre «la multitud exaltada»,«masa vociferante» que celebraba «alocuciones populacheras», con la figura singular y solitariadel que se atreve a expresar una disidencia está el lugar que Ramón escoge para sí, porque le esnatural. Hombre de pocas palabras, reconoce en el locuaz, irónico y brillante orador que seexpone al pensamiento establecido y al dominio ahogante de la mayoría, un semejante.

En conjunto es el retrato de alguien solitario y disidente. Y, sin duda, alguien que afirma sucriterio personal sobre cualquier presión exterior. Un disidente con un punto de insolencia. Y queadmira y celebra la audacia. Estaba destinado a ser un agente clandestino bajo ciertas condicioneshistóricas como más adelante se dieron. Ambos lo fueron.

No te puedes negar que a estas alturas de lo que sabes de Ramón te gusta esa posición tansolitaria. Tampoco se debiera esperar heroísmo de nadie. ¿Fue Ramón un héroe? No lo ves comotal. Al cabo, ¿qué es un héroe? ¿Una figura viril y patriarcal? ¿Lo fue? ¿Lo fuiste, Ramón? Estásseguro de que no lo pretendió, hay en él una renuencia a figurar muy característica. El héroe es unafigura pública, no es un clandestino. Ese personaje que vas dibujando no pretendería ser héroe denadie, solo responder de su conducta ante sí mismo.

Y así escribiste, Ramón, sobre tu amigo Ulpiano, siempre sarcástico con los alumnos,compañeros y con cualquiera, impertinente y, por otro lado, comprometido donde los demás seretraían y generoso con los enfermos y los pobres. Aquel Ulpiano decaído, encamado y enfermo aquien le enviabas con un hijo, día sí y día no, algún libro: «Ya que vas a tomar café al Avenidallévale a Ulpiano de paso este libro que me llegó». Y cuando Ulpiano faltó te sentiste mucho mássolo.

«Un hombre extraño que no tenía amigos», dijeron. No acertaron, tuvo amigos, incluso hizovida social, simplemente no quiso entrar o participar de ciertas redes con las que no seidentificaba. Claro que eso siempre despierta recelos.

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Descansar de servir

Ya no fumas, Ramón. ¿Cuándo fue que dejaste de fumar tus cigarrillos Chesterfield? Dos paquetesdiarios tantos años. Tabaco rubio que llegaba de contrabando, como el café, de Portugal. Primerote pasaste al tabaco negro, Ducados, te seguía haciendo mal y no tuviste más remedio quedecidirte a dejarlo. Que te hacía mal, lo sabías de sobra, y tampoco era un buen ejemplo demédico, que un día coincidiste en un ascensor con un antiguo enfermo tuyo, uno de Betanzos, ya esla tercera vez que aparece en esta historia alguien de Betanzos, y cuando encendiste el Chester,que entonces se fumaba en todas partes, incluso en los ascensores, el otro te dijo: «Pero donRamón, usted me quitó el tabaco pero usted sigue fumando», y tú contestaste con la seriedad, ladiscreta retranca y la posición de superioridad que te permitías: «yo lo quité de fumar porque soymédico. Pero ahora el que está fumando es un hombre y no un médico». Tantas quejas de Emma,que hacías humo como una locomotora.

Pero llegó el día en que caíste por la escalera y te lastimaste y cuando saliste del sanatoriopues ya se acabó el tabaco, que ya habías pasado del Chesterfield sin emboquillar al Winstonemboquillado y luego al Ducados. Y no dijiste nada a nadie pero dejaste de fumar. «¿Os habéisfijado en que vuestro padre ya no fuma?», comentó Emma. Dijiste para ti: «Dejé de fumar», y ya.Que tanta gente dice que le cuesta y no lo consigue, que no puede y tú dijiste e hiciste. Te quedóesa tos, eso sí, que no paras de toser. Y te quedó también un bicho dentro, latiendo. Y ahora que esde noche y Emma y todos duermen, toses y no consigues dormir. Qué horas tan frías en lamadrugada.

Y sabes que no te puede quedar mucho, meses o semanas por delante. Te trajeron del sanatoriopara casa y lo que te podían hacer allí ya está hecho. Mañana haréis el traslado para la finca de AAmañecida a pasar el verano allí. Queda aquí la biblioteca, te llevarás alguna caja de libros, total,ya casi no lees. Estarás bien allí, ya viene el verano, viene el calor y estarás bien allí. Lo que tequede. Esto va yendo, tú vas yendo. El camino natural de las cosas. Y ahora quisieras dormir.

Y te esfuerzas en dormir y entonces recuerdas, recuerdas allá lejos, allá atrás, el canto de lafuente del patio del hospital, donde naciste, y vuelves a ser niño, y vuelves a oír cantar la fuentede piedra en el patio de piedra desde la cama. Y recuerdas perfectamente el agua del caño caer enel agua dentro de la piedra de la fuente en el eco de la piedra y de la noche. Y recuerdas por unmomento correr con la cartera de los libros y libretas y tú eres un niño cruzando la plaza delHospital y subiendo hacia la rúa Nova al Colegio de los Irlandeses. Allí están los amigos, JuanJosé y Angelito. Toses. Y ya te adormeces y ya te vas durmiendo con el canto del agua en la piedrade la fuente. Descansar, descansar.

Tu mundo desaparecido, Ramón, aquel mundo pequeño de tu infancia en esas calles mojadas.La escuela, el grupo scout. Scouts. «Siempre listos para servir», vuestro lema. ¿Serían los scoutssu masonería, esa que le atribuye la policía? Buscas explicaciones a su disciplina ética. «Solo hayuna manera de hacer las cosas, hacerlas bien», dice su padre. Esa rectitud de don Ángel que sesiente protector y se preocupa de los pobres y de los vecinos de Santiago, de Rianxo, de Padrón,esa figura pública protectora y paternalista. Toda una institución. Pero tú ves que Ramón ya no esasí, hay una variante particular en él, no tiene ese vivir hacia el público de Ángel, lo que hace noes visible al público, es un reservado. Pero carga consigo un sentido del deber semejante.

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Y cuando ya hizo la carrera y ya es médico, además de curar y hacer cirugía en el sanatorio deÁngel, además de ocupar la plaza de médico en el hospital, además de ser ayudante de Anatomía yPatología Quirúrgica en la facultad funda la Policlínica Médico Quirúrgica de Santiago en el 47de la rúa do Hórreo con otros amigos antiguos scouts. Lees en el documento fundacional, junto alde Ramón, los nombres de Julio Fernández Hernández, José María Ballesteros Fernández, RamónCobián Otero, Baldomero Lois Asorey, José Pérez Villamil y Timoteo Sánchez Sánchez, esahornada de jóvenes republicanos altruistas e idealistas «listos para servir» a los demás.

Artículo 1: Tiene por objeto la prestación gratuita a los pobres de los más completos serviciosfacultativos, así médicos como quirúrgicos, incluso de hospitalización, mediante la desinteresadaaportación que hacen los médicos que la constituyen, de su experiencia y conocimientos, renunciando poradelantado a obtener remuneración de su trabajo.

Artículo 2: Los gastos iniciales de la instalación son sufragados por los médicos organizadores deesta institución y para el sostenimiento de la misma contribuirán, con cuotas voluntarias, los particularesy entidades oficiales que deseen cooperar en esta humanitaria obra.

¿Fue en los scouts, una organización muy masculina y con rasgos militares, disciplinadora eintegradora en el orden social, donde se acabó de conformar una ética de servicio a los demás?Puede ser que fuese así sin tener que explicar ese trazo ético a través de la cultura masónica, tanpresente a su alrededor pero a la que no puedes certificar que pertenezca.

En todo caso, un rasgo de personalidad no se explica por la integración en una asociación deltipo que sea de personas adultas, sino por el nacimiento o puede que por la conformación en lainfancia y adolescencia. Incluso le preguntaste al gran maestre de la masonería en Galicia sinresultado, pero no necesitas saber si Ramón fue, como estableció la policía franquista, masón o nolo fue para comprenderlo.

La «Policlínica» colaboró con la Cruz Roja, sigues su rastro y compruebas que tras el triunfode la sublevación militar del 18 de julio de 1936 cambia el nombre a «Sanatorio 18 de Julio», lamilitarización de la sanidad, de la vida civil, de la vida, de los cuerpos. Para entonces ya Ramónhabía dejado de colaborar hacía dos años, tras la muerte de su padre en el 34 y hacerse cargo delsanatorio familiar.

Atrás fueron quedando los años de infancia y juventud. También las amistades infantiles,aquellos tres amigos que fueron Juan José, Ramón y Ramón García Cerviño. En esta historia dehombres no puedes dejar esa amistad de los tres niños, una amistad traicionada por la vida.

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Tres amigos

«Cerviño, Baltar y yo nos hicimos inseparables», escribe en 1986, cinco años después de lamuerte de Ramón, su amigo Juan José Barcia Goyanes.

Juan José, a quien en el año 2003 el arzobispo de Valencia propone abrirle un expediente debeatificación; tras su muerte va camino de los altares. «Ejemplo de santidad, fe y sabiduría de lasociedad.»

Ramón García Cerviño no va para santo católico, su vida fue por otro camino, exiliado enMéxico de la España franquista de su querido amigo de juventud Juan José, esa España que lohabría fusilado si lo hubiese llegado a atrapar.

Y Ramón, el tercer amigo, ¿dónde hay que situar a Ramón, que nadie pidió su beatificación nitampoco se exilió?

Los tres jovencitos que se hicieron amigos en la Facultad de Medicina, los dos amigos queacompañaron en unas fiebres tifoideas a Ramón acudiendo a estudiar a su casa cada día. Deduzcode ahí el afecto, la lealtad y, también, el atractivo que debió de tener Ramón para esos dos amigos.

En el primer piso del número 3 de la praza do Toural, antes de ir a vivir al edificio anexo alsanatorio en la Carreira do Conde, la casa de don Ángel y doña Isabel, quien les habría ofrecidochocolate y sabrosos bollitos de la pastelería para merendar. Una casa donde, al caer la tarde,cansado de operar en el hospital y en el sanatorio, don Ángel aún se sentaría delante de su pianopara tocar a Chopin, eso es lo que recordaban aquellos que fueron jóvenes estudiantes. Noespecificaron lo que le gustaba interpretar de Chopin, ¿los nocturnos, tan indicados para esa hora,la Barcarola, recordando su yate en el embarcadero de Tanxil? Don Ángel, amante de la música ytambién preocupado por la agilidad de los dedos de la mano, esos dedos que ahora tocan lasteclas del piano mientras los tres estudiantes de Medicina escuchan en silencio, pues Ángel nosoporta que haya el menor ruido mientras suena la música, ni el arrastrar de una silla ni el frufrúde una falda de las hijas en la casa, Ángela, Elisa.

Los tres estudiantes que, ya curado Ramón, pasean el laberinto de las rúas santiaguesas consus trincheras beis claro a la última moda y hablan y hablan mientras Ramón escucha,presumiblemente sin salir mucho de la castidad católica, hasta que un día él dice que tiene quesepararse en el medio de la rúa Nova porque quiere acercarse a la ventana de la casa de su tío,donde durante algunas temporadas vive una joven, Emma. Ramón conoció a Emmita, Emmitaconoció a Ramón. Dejas ahora a Ramón y Emma enamorados.

Lo que sabes de Ramón García Cerviño es que hizo la carrera de Medicina como sus amigos,los tres brillantes estudiantes, se doctoró, se presentó y aprobó a la primera las oposiciones amédico de la Marina. Estaba en Cartagena cuando la sublevación militar, en esos días el triunfodel golpe se dirimió dentro del estricto territorio de cada barco; en unos barcos, oficialesmandaron fusilar a marinos leales al Gobierno y en otros barcos marineros fusilaron a oficialesrebeldes. García Cerviño no solo no fue fusilado por la marinería leal a la República, sino quellegó a mandar un buque de guerra al servicio del Gobierno republicano. Formación específicacomo piloto de barco no consta otra que lo que aprendió en Rianxo en el yate de los Baltar, quesalía de Tanxil por la ría de Arousa adelante, y el modesto título de capitán de yate. Tal era laescasez de oficiales leales al Gobierno.

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García Cerviño al final de la guerra consiguió embarcar en Alicante en el último barco, elStanbrook, que desembarcó en Orán. Consiguió pasar a Francia y luego a México, donde hizo unacarrera de médico y docente universitario. Publicó literatura médica y de historia de la medicina,un interés que compartió con sus antiguos amigos Juan José y Ramón Baltar. En la familia deRamón precisan que los tres amigos, pese a las circunstancias, las diferencias ideológicas y lasdistancias físicas mantuvieron correspondencia, en alemán, sobre aspectos de historia de lamedicina. Muy sospechosa le debió de resultar a la censura del régimen esa correspondencia enalemán. Y que ninguno de los tres publicaba nada sin contrastar con los otros dos.

De ser eso tan cierto, de conseguir esa correspondencia, ¿qué se podría encontrar uno enmedio de las consultas científicas? ¿Alguna alusión amistosa del que escribe al correspondiente,algún nombre o mote cariñoso, el recuerdo de alguna anécdota de estudiantes, los paseos por lasrúas, las singladuras por la ría? Pero no encontramos nada de esa correspondencia que por lovisto mantuvieron saltando el océano y el exilio de Cerviño.

Y aquí estás persiguiendo esos rastros tan frágiles. Pero te llega la noticia de que en los añossesenta una hija de Cerviño vino a estudiar a Santiago desde México. ¿Y qué carrera hizo? ¿Sepresentó al amigo de su padre, Ramón Baltar, que le podía prestar alguna ayuda en su estadía en laciudad? Hiciste alguna búsqueda, alguna llamada y no conseguiste nada, no solo pasa el tiempo yestá el ocultamiento del pasado y de los parientes incómodos, también están las diferenciasfamiliares. Desandar los caminos es complicado, atar los hilos rotos cosa imposible.

Juan José Barcia, premio al mejor expediente universitario de España, ya estaba en Valenciaocupando la cátedra de Anatomía cuando esa tal hija de Cerviño vino a Santiago. Como nosabemos los términos en que se desenvolvía la correspondencia particular entre ellos tres, nopodemos saber si, caso de estar Juan José en Santiago, el padre le daría la indicación a la hija depresentarse también ante ese su antiguo amigo, pues Barcia Goyanes estaba en la antípodaideológica de Cerviño. Su pensamiento era el del integrismo católico tradicionalista, pero tras lasublevación militar, el comienzo de la Guerra Civil y la integración de todas las corrientes delreaccionarismo político diseñada por Serrano Súñer y decretada por Franco se integró en laFalange Española y de las JONS y en 1938 llegó a presidir la diputación provincial coruñesa.Desde donde protegió todo lo que pudo a su amigo Ramón Baltar.

¿Ya pensaban distinto cuando eran estudiantes? Seguramente las culturas familiares de cadauno eran distintas, Juan José escribe en sus memorias retratándose a sí mismo entre los tresamigos con una cierta ironía como «un carca» y a los dos Ramones los califica de «liberales».Sabiendo que por «liberales» se entendía entonces lo contrario que hoy día, a las personas decultura democrática y republicana. Pero solo el dilema a muerte que se planteó con el golpe y elinicio de la Guerra Civil hizo que aquellos tres jóvenes que compartían sueños y dilemas llegasena estar separados y enfrentados.

Juan José Barcia Goyanes y Ramón Baltar Domínguez pudieron continuar viéndose enencuentros médicos y congresos dentro de España, con Ramón Cerviño solo pudo haber esacorrespondencia que desconocemos. Sabemos que Ramón Baltar contrastaba con Juan José yCerviño el texto de sus publicaciones y conferencias sobre historia de la medicina, Opúsculosgallegos médicos del siglo XVIII , La Escuela Médica Compostelana, «Bosquejo histórico delGran Hospital Real de Santiago de Compostela»...

¿Cuando se encontraban Ramón y Juan José mentaban al amigo «inseparable» ausente?Escribió Juan José:

Cada cinco años acudimos a Fonseca a rezar por nuestros muertos y unirnos en ágape fraternal siendoRamón nuestro anfitrión obligado. Y por eso, al celebrar nuestras bodas de oro con la profesión, le

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hicimos patente, en una sencilla placa, el testimonio de nuestra gratitud y nuestro afecto.

Faltaba Cerviño, y otros muchos, en esos encuentros entre antiguos compañeros de estudios yamigos. ¿Cuando rezaban por los muertos recordaban también a los que estaban exiliados? ¿Quécuentas haría cada quién internamente, cada miembro de aquella generación mutilada?

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La espalda de un hermano

Voces. Voces conocidas. Abres los ojos, la claridad, es de día. Ya estás en la finca de AAmañecida. Te trajeron de Santiago para la finca. Bien, estás bien. Estás a gusto.

La voz de un hijo. Está contento, que dice que te viene a visitar porque tiene una buena noticiaque te quiere contar. Va a tener un hijo. Muy bien. Va a ser niño. Muy bien. Y piensa ponerle denombre Antón. Como su tío Antón, Antonio. «Como tu hermano», te dice. Muy bien. No le vas acontar todo lo que sabes, no le vas a contar de Antón, de ti y de Antonio. Era tu hermano, era sutío. «Muy bien, porque ese nombre está libre. Y no se deben repetir los nombres en la familia,luego dan lugar a nombres ridículos.» Como llamarle Antoñito. Ese nombre está libre. «Me dasuna alegría», le dices. Y ya te callas. No dices más. Es el nombre de tu hermano Antonio, y ya tecallas.

Pero en este momento ya sé lo que te callas, Ramón. Sé la última cosa que viste de tu hermano,la espalda. Viste a Antonio de espaldas en un portal. Ahora ya sé por qué no estabas en el funeralpor tu hermano que organizó tu amigo Rafael Dieste en Rianxo en 1970. Estuvieron tus hijos, tusparientes y faltaste tú, hasta la última hora no se supo si acudirías y finalmente, a pesar de unallamada de Rafael, no llegaste. Antonio entró en vuestra misma calle en el portal de la casa de unamigo vuestro y no quiso volverse, no volvió el rostro cuando lo llamaste entonces. Hace ya tantotiempo y fue para siempre. Trece años ya y para siempre.

No eres de hablar. «¿Cómo era Ramón?», le pregunté a un primo tuyo que te admiraba, ycontestó: «muy seco». Y, sin embargo, tú que eras tan callado y contenido, aquel día en el queestabas más callado y sombrío que nunca diste tres voces en la calle cuando viste pasar a tuhermano. «¡Antonio! ¡Antonio! ¡Antonio!», dijiste en voz alta y clara en la calle.

Fue en ese año de 1957 cuando tu hermano vino del exilio con pasaporte diplomático porprimera vez y ya estaba para marcharse de vuelta a Argentina, un océano por medio, la distanciadel mar y de los años futuros, y tú ya te habías subido al Renault Frégate, tus hijos tambiénsubidos y listos para partir a la finca A Amañecida a pasar el día, y fue entonces cuando lo vistepasar. «Ahí va Antonio».

Tu hermano, con quien estuviste encerrado en el cuarto pequeño hablando unos días antes en latorre de Tanxil. Los dos hermanos dirimiendo la vida completa de cada uno y de ambos en esaconversación a puerta cerrada. Y de allí saliste con la cabeza baja porque lo que se dijo allídentro te dejó sin palabras.

Y ahora te bajaste del coche, y fuiste detrás de él, detrás de Antonio. Ya lo alcanzabas cuandoentró en el portal de la casa de ese amigo y entonces dijiste, aquel día levantaste la voz en lacalle: «¡Antonio! ¡Antonio! ¡Antonio!». Eran las últimas tres palabras que aún podían evitar unaruptura. Y Antonio, Antón, no quiso volverse y entró en el portal y cerró la puerta tras de sí. Y tequedaste allí parado delante de aquel portal.

Y desandaste los pasos de vuelta hasta tu coche, aquel Renault Frégate donde te esperaban tushijos en silencio y viéndote llegar. Y aquel día nadie habló mientras conducías mirando al frentecamino de la finca.

Pleitos entre hermanos, esas guerras civiles que se desencadenan a veces entre hermanos trasla muerte de los padres. El pleito es por el lugar que ocupa cada uno ante esos padres ya muertos.

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La más inútil de las guerras, pues no se puede volver atrás y rehacer lo vivido y los hermanosdisputan su lugar en el reino y en la dinastía cuando ya no hay solución.

En este momento crees que puedes entender lo que dirimisteis tú y Antón, los dos hijosvarones en esa familia patriarcal, donde las mujeres son hijas o esposas. Los dos médicos quecontinúan la estirpe de don Ángel, el reino con sus propiedades en Santiago y Rianxo y susatributos, el apellido. No fue por dinero, lo sabes. Había suficiente, no les faltaba a ninguno. Tuvoque ser uno de esos pleitos de imposible solución porque no hay reparación para algunas heridasde la vida, como nacer tarde o temprano, antes o después.

Que Antón no aceptase lo que le ofrecía Ramón y su madre, doña Isabel, y que esta pidieseuna mediación del antiguo amigo de la familia y socio de Ángel, Manuel Varela Radío, solo sepuede comprender si aceptamos que no se trataba de dinero. Se trataba de una herida y se tratabade herir. Varela Radío, con quien Antonio había hecho una especialidad en Madrid tras acabar lacarrera, en cuya casa comía con frecuencia y bajo cuya preocupación había vivido aquellos añosen esa ciudad lejos de casa. Varela Radío, con quien Antonio compartía la estima por aquellacapital que contrastaba en tamaño, vitalidad y oportunidades con el pequeño y modesto Santiago,y de quien se sentía tan cercano. Y Varela aceptó e hizo un laudo.

Y tampoco le sirvió a Antonio, ni siquiera Varela Radío lo podía comprender y calmar aquellased. Porque no le podía servir ningún laudo, no habría pacto, porque no se trataba de dinero, noera codicia, era desesperación. Se trataba del lugar en la vida de cada uno, de la vida propia, dela vida misma.

Algún humor le corría por dentro desde hacía tiempo o desde siempre que nadie habíadetectado. Puede que ni él mismo, que era médico y sabía auscultarse, como el día que detectó eltumor último en el riñón que le quedaba, unos años más tarde allá en la Patagonia.

No cabe reducir la lucha de Antonio, que llegó a dividir a la familia, a una mezquinareclamación económica, debió de tener una dimensión más profunda. Antonio es el hombre quevive o quiere vivir a través del lenguaje, que escribe allá en el exilio argentino.

El mayor mal que padecen los hombres prácticos es que, en general, no creen en la poesía y en la moral,es decir: en la ética y en la estética, que son precisamente las cosas que aportan carácter de permanencia.Y esta es la razón por la que sus obras presentan ese aspecto de ruina inmediata que sobreviene cuandodejan de existir las especulaciones que los sostienen.

Ese también es Antón.«Antón, Antonio, ese nombre está libre en la familia. Me das una alegría.» Como si la

transmisión de los nombres permitiese una continuidad de las personas, la permanencia mágica delos fantasmas en la familia. La transmisión de la memoria de los muertos y también de las heridas.Esa conciencia de familia que reaparece continuamente en esta historia, que a ti tanto te siguesorprendiendo.

¿Qué te indica la actuación de esos dos hermanos? La de Antonio indica una herida profunda einterpretas que hay envidia de su hermano, por el lugar que ocupa no solamente en la economíafamiliar y el escenario social sino también en el simbólico. Ramón es el mayor, el cirujano, ellegítimo sucesor del padre fundador, el continuador de la estirpe e incluso el que es capaz dedarle continuidad más allá de sí mismo, el que da hijos e hijas al apellido. Cosa que Antonio, allápor otros lugares lejanos, tampoco consiguió.

Y en Ramón tienes que considerar los dos momentos, el de la afrenta y el del despecho. Esemomento en que recibe la bofetada sorda con las espaldas de su hermano, su capacidad parasentirse humillado y dolorido. Ramón vive las ofensas de las personas que quiere de un modoprofundo e irreparable.

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Y ese otro momento en que es capaz de mantener su posición de orgullo cuando lo reclamanpara el funeral de su hermano. No ves que sea un orgullo infantil, sino la afirmación de su verdad.Como en otras ocasiones, ves que Ramón es leal a sí mismo aunque se haga daño. Y que cuandotoma una decisión luego no vuelve a mirar atrás.

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Conversaciones de mayores

Esa preocupación de hombre formal, ocupar los nombres de la familia únicamente cuando estánlibres, cuando ya falleció quien lo portaba. No pase como le pasó a Ernesto, tu primo ErnestoBaltar Santaló. A Ernesto, por distinguir al hijo del padre, Ernesto Baltar Cortés, que aún vivía, lequedó Tito.

Tito, tu primo, un hombre al que le tienes aprecio. Tito se parece a ti, es serio y formal. Tenéisentendimientos, llevasteis adelante entre los dos, con la ayuda de tu hijo Javier, la recuperación delos derechos hereditarios de Castelao para sus hermanas. Va a ser Ernesto quien transmita labiblioteca familiar a Ramón, el acumulador de libros, quien la aumenta y transforma de modocualitativo y que acabará finalmente donada al Museo do Pobo Galego.

Ahí estáis Tito y tú en tu pequeño despacho, tu «madriguera». El tocadiscos a un lado.Sentados los dos delante del buró en el que lees cada día, el Chesterfield humeante en la mano, elcuarto lleno de humo azul. La mesa muy ordenada, lápices y gomas de borrar, cuartillas y, a unlado, tu radio, una máquina de escribir eléctrica que le compraste a tu amigo Ceruelo. También elvaso vacío del café con leche que subió la criada antes de que llegase Tito de visita, que vino hoyde Pontevedra con su hijo, también llamado Ernesto, como su padre, y están de paso.

Son conversaciones de hombres, conversaciones de mayores que no pronuncian todo porqueya todo se sobreentiende y no hay apenas nada que decir, porque esa época es la que es y si sehabla se debe hacer en voz baja. Y tú, Ramón, le muestras una fotografía en un libro de los que tellegan de Francia, y está el presidente Azaña en el centro y a su lado un militar con uniforme.«Fíjate en este, ¿te acuerdas de él? Jiménez. Evelio Jiménez», dices.

Los hermanos Jiménez Orge, los tres hermanos Jiménez, Evelio, Alfredo y Francisco,militares, republicanos. Ingresaron los tres en el Estado Mayor; el coronel al mando: «Treshermanos no pueden estar en el Estado Mayor», se levantaron los tres y dijeron: «pues lodesafiamos, porque esto es una ofensa». La cosa se resolvió sin pasar a mayores.

Uno de ellos, Francisco, Paco, fue uno de los que le metió un buen revolcón a las tropasitalianas en Guadalajara. Había estado en África coincidiendo con Franco y repetía: «no fiarse dePaquito», porque ya había visto los pasos que daba para hacer su carrera cerca del poder enMadrid. Alfredo acompañó a Azaña al exilio a Francia y murió en México y el otro, Francisco,cavaba la tierra de una finca que tenían en los alrededores de Pontevedra. Perdonada la vida ycastigado como se castiga a los perdedores. Ernesto y Ramón le llevaban comida, mantas yenseres cuando pasaban de visita de camino a algún lado. Emma lo recordaba impresionadaviéndolo con un largo abrigo de cuero oscuro cavando y pasando necesidades.

Precisamente fue viendo a Francisco cavar en la tierra cuando se te ocurrió, Ramón, lo decomprar tierras para ponerlas a trabajar. Y lo hiciste, en los alrededores de Santiago, donde lasruinas del castillo de Rocha Forte y en la finca de A Amañecida. Imaginaste cómo afrontar elfuturo si escaseaba la comida o si te cerraban el sanatorio, si faltabas tú, que nunca le faltase decomer a Emma y a tu familia. De A Amañecida salía cada día un carrito con patatas, verduras,huevos para abastecer el sanatorio, antes de reducirse en los últimos años a una finca de recreo dela familia. Un experimento de autosuficiencia. Me parece que ahí, por debajo de unaargumentación racional, se manifiesta un punto de fantasía heredado de tu padre. Me parece que

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quisiste crear otro Tanxil, pero tuyo, y sin mar. Los sueños son como los virus y contaminan y setransmiten.

Ramón y Ernesto en el despacho envueltos en humo de tabaco repasan lo vivido en aquellosaños. Ernesto, Tito, también tiene cosas que contar, estaba de viaje de novios cuando lasublevación militar en Pontevedra y lo nombraron alcalde. Fue cosa de su padrino, el veteranoRamón Tojo Pérez, como este no quiso ser alcalde propuso a su ahijado Ernesto. Pensó que podíaser el hombre indicado en la nueva situación en la ciudad. No lo era cabalmente. Los militaresfusilaron a su amigo Alexandre Bóveda, el secretario del Partido Galeguista, y él, que tuvo queaceptar el cargo, no fue capaz de durar allí. Aquellos días que pusieron a prueba la dureza de cadauno hasta hacerlo quebrar.

Y ahí están sentados uno al lado del otro, en una conversación invisible, inaudible eincomprensible para el muchacho que acompañó a su padre a Santiago ese día y pasaron a visitaren su casa a su primo, ese hombre tan serio y tan seco que tiene un sanatorio.

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Los días del vértigo

Quién va a conseguir contar lo que fue y lo que pudo ser, las cosas que ocurrieron y las queestuvieron a punto de ocurrir y no llegaron a ocurrir. ¿Dónde estabas tú, Ramón, en las vísperas dela tormenta?

Quisiste saber dónde estaba el 17 de julio de 1936 y, ordenando los recuerdos transmitidospor la familia, entiendes que el «día en que se inició la guerra» estuvo en Madrid cenando en casade Manuel Varela Radío, el antiguo socio y amigo de la familia y entonces diputado.

El día 12, cuatro o cinco días antes de esa cena, había sido asesinado el teniente de la Guardiade Asalto José Castillo, de ideas socialistas, y el día 13 Calvo Sotelo, portavoz de la derechamonárquica y elemento civil fundamental de la conspiración de acuerdo con el general Sanjurjo ycon Mola. El mismo día 13, el general Mola envió sus telegramas en clave señalando el día 18para iniciar la sublevación militar, aunque realmente por fallos de organización se anticipó al día17 en Melilla. Ese día 17, una comisión llegada desde Galicia a Madrid entregó formalmente eltexto del estatuto aprobado en referéndum en las Cortes al presidente de la República, ManuelAzaña. «Espero y deseo que el Estatuto de Galicia sirva para consolidar la República y lademocracia», dijo y deseaba él. Hoy sabemos lo que entonces ignoraba Azaña.

Ramón ese día estuvo con ese grupo de personas, los presidentes de las cuatro diputaciones,alcaldes de las ciudades, el alcalde de Santiago y presidente de la comisión del estatuto, ÁnxelCasal, y diputados gallegos. Estaba también Castelao, el amigo de la familia, lógico imaginar quehabrían hablado de cómo estaban las respectivas familias. Ese día se entrevistó con CasaresQuiroga, presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, quien había obstaculizado de modosistemático la consecución de ese estatuto de autonomía, y debió de ser Casares, que nocomprendió las informaciones que lo advertían ya desde días antes, quien le transmitió ese día lasensación con la que se volvió a Galicia de que los militares andaban revueltos pero que era algopasajero.

En la cena aquella noche estuvieron, además de Varela y Baltar, Negrín y Marañón. Siefectivamente la apreciación entre los presentes era que se trataba de inquietud militar pasajeraentonces las conversaciones que pudieron tener esa noche, alguna sobre el estatuto presentado esedía y la situación política en Galicia, pero posiblemente también sobre comidillas políticas de lacorte o quién sabe si alguna corrida de toros o un espectáculo de zarzuela, a la luz de lo quesabemos ahora nos resultarían absurdas y dramáticas. Alguna sombra debió planear sobre aquellacena.

Sabemos, Ramón, que viajaste de vuelta en coche cama aquella noche, así que imaginamosque llegaste a la estación de Pontecesures a alguna hora del día 18, probablemente por la mañana.En esa estación te separas del resto del grupo, que espera por otro tren que los llevará a Santiago,a ti te está esperando Carolo, el chófer, pues te llevará a una finca con un chalet que tenéisalquilada en los alrededores de Santiago donde la familia pasa estos días de julio, antes deestablecerse en Tanxil para veranear. Esa separación del resto del grupo tiene algo de simbólico,prácticamente todos ellos serán fusilados en los días siguientes, excepto alguno que sobrevivirácondenado al ostracismo, como Rajoy Leloup. Pero tú sobrevivirás. El recorrido vital de lamayoría de esos hombres será muy breve y no tendrán tiempo para contemplar las consecuencias

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de sus actos ni siquiera hacer preparativos para su muerte, el tuyo será largo y tendrás tiempo paraconstatar lo que es la vida, a vivirla y despedirte. Pero en ese momento tanto esos hombres queviven la política como una forma de estar en la vida, como tú, que compartes sus ideas yproyectos pero estás centrado en tu profesión, solo sois hombres que ignoráis que el futuro estáescrito y que vuestras ilusiones y ansias ya están destinadas a ser destruidas.

Tenéis unas leyes y unos proyectos y no tenéis nada; solo unos pocos hombres, algúnbanquero, nobles y oficiales del Ejército, son los amos de los días futuros y solo ellos tienen lasinstrucciones para armar ese nuevo tiempo. Desde hace semanas, civiles voluntarios están siendoadiestrados y armados por oficiales en el propio cuartel de Artillería de vuestra ciudad, como enotras ciudades. Y vosotros seguís intoxicados por vuestras esperanzas, engullendo ilusiones,enredando en las palabras y dándole forma de leyes. Y ellos ya tienen vuestros nombres escritos.

A estas alturas, según te voy conociendo, o eso me parece, imagino que observas todo conalguna distancia, y que tú estarás algo más preocupado que ellos por esos humores oscuros quecirculan por la ciudad y que también quedaban allá en Madrid. ¿O no? ¿Realmente creíste lo queos transmitió Casares Quiroga? No te puedo imaginar completamente entregado al entusiasmo y lailusión del estatuto de autonomía de esas personas que frecuentas y con las que simpatizas,imagino tus reservas. Pero puedo estar equivocado, al cabo también tú fuiste joven una vez.

Sigo reconstruyendo como puedo tus pasos y tus horas esos días. Calculo que habrás llegado aesa casa de verano algo más tarde del mediodía de ese día 18 de julio. Unas horas antes, a lascinco y cuarto de la madrugada, Franco, que tras enfrentamiento armado con militares leales alGobierno, los primeros asesinados fueron compañeros de armas suyos, ya había tomado el controldel archipiélago de las Canarias, dictó a través de las emisoras de Canarias y del Marruecosespañol su manifiesto donde prometía un nuevo orden tras el triunfo de la sublevación contra elGobierno de la República.

Casares Quiroga confiaba en que fuese una rebelión local y ocultó la situación varias horas asus propios compañeros de Gobierno y se negó durante todo el día a entregar armas a lossindicatos y organizaciones republicanas como le reclamaban y transmitía a través de RadioMadrid al mediodía que «nadie, absolutamente nadie en la España peninsular ha tomado parte eneste absurdo complot». Mucha debió de ser la confusión en aquellos días para actuar así, quiénsabe cómo habría sido la historia de España de actuar Casares de otro modo en esas horasdecisivas.

Ese día habrás estado atento a las noticias por la radio, como todos los santiagueses, y tehabrás acercado por la tarde hasta el hospital y el sanatorio a ver cómo están las cosas. A lo largodel día se irían sublevando tropas y unidades de la Guardia Civil en distintas ciudades, pero elGobierno no dará cuenta de esas rebeliones que fueron triunfando y donde las autoridadesmilitares leales y las autoridades civiles fueron fusiladas por los rebeldes.

Al atardecer de ese día dimitió Casares y Azaña nombró presidente de Gobierno a MartínezBarrio.

El día siguiente, el 19, vas a hacer un viaje a Ferrol, lo que suponía todo un día, y le ofrecistea un amigo muy cercano, Domingo García-Sabell, que te acompañase. Domingo es médicointernista y te va a ayudar a establecer un diagnóstico, pero más importante que la relación médicaes la amistad con Domingo. Creo que hicisteis amistad en una estadía en la que coincidisteis enBerlín, él es siete años más joven que tú y te admira enormemente. Probablemente lo haga demodo incondicional y eso explique el desencuentro futuro entre vosotros, cuando, por motivos queno puedo contrastar, decretarás una muerte terminante por tu parte de esa amistad. Uno de esosmomentos en los que me parece que aflora tu intransigencia o tu obcecación. Pero en ese momento

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pasas por la casa de Domingo a recogerlo para el viaje en tu Peugeot 103. Seguramente hablasteisde lo que estaba sucediendo, de lo que estaba en el aire.

Ese día 19, uno de los ministros del nuevo Gobierno, Giral, decidió al fin la entrega de armasa los sindicatos y partidos leales para defender la República y a través de la onda corta de RadioMadrid el Gobierno declaró que «aceptaría la declaración de guerra del fascismo al puebloespañol». Ese mismo día, Franco montó en el avión Dragon Rapide, pagado por el banquero JuanMarch, que lo llevaría a la Península y llegaban a Cádiz a bordo del Churruca los primerosdoscientos regulares moros del Ejército de África. Desembarcaban en la Península el horror y lascrueldades sin límite que se venían practicando desde hacía años en los campos del Rif en laguerra de África.

Vosotros, de vuelta de visitar al enfermo, paráis en Betanzos, sin motivo aparente vuelve asalir Betanzos en esta historia, allí Ramón quiere saludar a un amigo, José Vázquez Crespo, unode esos médicos muy queridos por ayudar a la gente necesitada y ya es de noche, cenáis una de lasfamosas tortillas de patatas en La Casilla, el huevo que mana de la tortilla y se escurre por el platonada más cortar un pedazo. Hay preocupación alrededor vuestro pero coméis y bebéis y reís.

Volvéis con noche y conseguís sintonizar Radio Madrid con la radio del auto, cómo no iba atener radio un auto tuyo, Ramón; cuando atravesáis la localidad de Ordes, oís lo del levantamientode tropas en África. Es noche cerrada, la carretera es oscura y atravesáis páramos camino deSantiago.

Esa noche, estoy seguro, no dormiste y empezaste a tejer planes para tu familia.Y tras reconstruir esos dos días en los que aparece tu personaje casualmente justo en el centro

del huracán vuelves a considerar la pregunta que te hiciste y que le hiciste a los hijos de Ramón enla ocasión en que te contaron que esos días había estado en Madrid, ¿y qué hacía él en Madrid?

Su respuesta fue que les había dicho que estaba allí por algo relacionado con un congreso ocon la profesión. Pero según ibas relatando sus pasos te pareció que todo era demasiadacasualidad. Por la mañana acompañando a los que presentaban el estatuto en las Cortes,conversando con Casares Quiroga un día antes de que este dimitiese, cenando con diputados,volviendo en el tren con la comitiva oficial... ¿Y si lo que le contó a sus hijos muchos añosdespués, con una guerra y una larga posguerra por medio, cuando la vida ya había ido por otroscaminos, que había ido por un motivo profesional o académico no era cierto? ¿Y si fue parte de lacobertura que fue sistemática en casi todas las familias cuyos mayores vivieron los años de laRepública y velaron lo vivido entonces y en los años de la guerra? ¿Y si Ramón simplementeformaba parte de una comitiva de ciudadanos ilustres que acompañaba a los representantesoficiales?

Su padre, Ángel, muerto dos años antes, había sido uno de los firmantes iniciales parapromover el estatuto de autonomía, eran republicanos, amigos de Varela Radío, de Castelao, unapellido socialmente significativo... Visto en conjunto parece que lo más probable es que RamónBaltar participase de aquel acto y aquel momento que los republicanos gallegos, especialmentelos galleguistas, consideraban histórico.

Quién sabe si aquel fue un momento en que ante Ramón se abría la posibilidad de la políticacomo un modo de servicio al país, la tentación de una carrera política, del mismo modo que elcatedrático en Ginecología y amigo Varela Radío era diputado, del mismo modo que el que habíasido su maestro, Nóvoa Santos, del mismo modo que el doctor Juan Negrín, fisiólogo.

Aunque también puede ser que la explicación que dio a sus hijos muchos años después de porqué había ido a Madrid y se había encontrado con tanta gente fuese la verdadera, que le coincidiópasar por allí y entró a saludar a unos paisanos. Cualquiera sabe, tratándose de este Ramón.

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De chiquitas en la rúa do Franco

Cuando Enrique Líster vuelve a Santiago en 1977, ya no era el joven militante comunista, elcantero de la vecina aldea de Calo que emigró a Cuba, el que luego fue dirigente militar formadoen la URSS, coronel del V Regimiento republicano, mariscal del ejército soviético, dirigente delPCE y rival de su secretario Santiago Carrillo. Ya era un viejo, y también una leyenda local.

Un nombre prohibido y a pesar de eso murmurado y vivo en la boca de la gente mayor tantosaños. Aquel hermano de los bravos hermanos Liste fusilados en el 36 que mudó el apellidoañadiéndole una r. El hermano de Aurora, la lechera que traía cada día la leche de sus vacas a laciudad para vender y lo hacía a bordo de un Seat 1500 de segunda mano que había comprado ensubasta y que había pertenecido a la Policía Armada y tenía el nombre popular de lechera portener sus cristales traseros, donde se llevaban a los detenidos, tintados de blanco. En ese coche,Aurora además de la leche introducía panfletos subversivos en la ciudad.

Líster era entonces un viejo comunista de setenta años, cansado y sin futuro político, apartadopor un Carrillo que se sumaba con entusiasmo a la reforma política en marcha. Y, a pesar de eso,el mitin que hizo como dirigente del PCOE, un partido escindido del PCE, en la robleda de SantaSusana fue el de mayor asistencia de público en años. Los santiagueses, que desde el 36 habíanaprendido a no manifestar entusiasmos políticos, tanto es así que ni siquiera los dirigentesconseguían reunir el público requerido cuando Franco visitaba la ciudad, querían oír la voz y verla estampa de aquel mítico vecino suyo.

En ese año de 1977, Líster, con la perspectiva de la historia y el conocimiento del Estado,afirmó que la situación era muy semejante a la de los momentos previos a la Guerra Civil ypronosticó que «en cuatro o cinco años sería el momento idóneo para un golpe de Estado». Y nose equivocó, pues en 1981 fue el golpe del 23 de febrero que reorientó el sistema político.

Pero Líster ya era un jubilado de la política y más adelante continuó pasando temporadas en laciudad y en la aldea donde había nacido y tomando tazas de vino por la rúa do Franco, por allíandaba con su gorra en la taberna El 42, entre estudiantes y trabajadores. En Santiago, Lísterrecupera su identidad primera, la lengua gallega de su infancia y juventud y prefiere también quele llamen por su nombre verdadero, Jesús, pues Enrique fue su «nombre de guerra» de militantepolítico.

En El 42, uno de los hijos de Ramón Baltar le pregunta: «¿Sabías que tus hermanosprotegieron a mi familia en el 36?». «Hombre, claro. Y tu padre operó a uno de mis hermanos.»

Bebiendo de pie en aquella taberna oscura con mesas corridas de madera gastadas por la lejíay atendidas por el malencarado Alfredo, aquel vino agridulce y traslúcido, ambos evocaban algoque no habían vivido, pues Líster estaba en Madrid aquel 20 de julio y el hijo de Ramón no habíanacido. Pero ambos sabían de lo que hablaban.

Y sabes que tú, que también frecuentabas aquella taberna y coincidiste en algunas ocasionesallí con Líster, pudiste estar perfectamente ese mismo día en que el hijo de Ramón le hace esapregunta. ¿Estabas allí ese día concreto? Qué lejos y qué cerca todo. En tu infancia las cosasremotas para vosotros los niños eran «de antes de la guerra» y se sabía de qué guerra se hablaba.«La guerra» era un pasado lejano y desconocido pero muy vivo y activo a través de verdaderoscuentos de miedo. Si estabas allí aquel día en esa taberna podrías haberte acercado a la mesa

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donde bebían y escuchar lo que siguió, pero no siguió nada. «Hombre, claro. Y tu padre operó auno de mis hermanos», dijo Líster, y nada más. No era preciso tampoco, la trascendencia de lavida atraviesa también los momentos y las frases más comunes.

No se habló nada más de lo que hicieron los Líster para proteger a la familia de don RamónBaltar aquel 20 de julio, cuando los militares que mandaban los «regulares» y las tropas de Áfricasublevadas cruzaban el mar y Franco volaba hacia la Península. En el que en Santiago el Comitéde Defensa de la República ordena las primeras detenciones de civiles que participaban en lospreparativos de la sublevación y Artillería y Guardia Civil están acuartelados preparando laocupación de la ciudad.

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Emma en auto requisado y armado

El día 20, Ramón sigue escuchando en Unión Radio Galicia EAJ4 cómo se desenvuelven losacontecimientos.

Toda la vida escuchando la radio, Ramón, leyendo prensa oficial y clandestina, leyendo librosautorizados y prohibidos, y siempre moviendo el dial de la radio. Siempre analizando losacontecimientos políticos, siempre alerta, porque la historia es como una culebra que no hay quiensujete por la cola.

Esta vez no parece un golpe frustrado como la Sanjurjada del año 1932 y no tiene nada quever con lo del 34, la revolución asturiana y la proclamación del Estado catalán, esta vez es lo quesiempre estuvo ahí.

En la tarde del mismo 14 de abril de 1931 en que se proclamó la República en numerososayuntamientos de toda España, ya hubo una primera reunión que acogió en su casa el condeGuadalhorce a la que asistieron Calvo Sotelo, el marqués de Quintanar, Ramiro de Maeztu y elhijo del dictador Primo de Rivera, José Antonio Primo de Rivera, marqués de Estella. A esareunión primera sucedería inmediatamente otra el mes de mayo con aristócratas, militares y elrepresentante de un banquero, Juan March. Una conspiración constante e incesante mientras duróla República hasta ese día 18 de julio en el que el general Mola, el Director, hace público elbando de los sublevados, en el que argumentando que «el restablecimiento del principio deautoridad exige inexcusablemente que los castigos sean ejemplares, por la seriedad con que seimpondrán y la rapidez con que se llevarán a cabo, sin titubeos ni vacilaciones» se abría la puertadel terror y el comienzo de una guerra de tres años y un régimen militar que cambiaría el país y lasociedad, partiéndola primero y amputando la mitad luego.

En la mañana de ese lunes 20 comienzan a pasar hacia la ciudad los primeros vehículos de unconvoy de mineros en camionetas y autos requisados que llegan para defender la República desdela mina de wolframio de Lousame, detrás de ellos queda la villa de Noia momentáneamente enmanos republicanas, muchos vienen caminando y traen con ellos algunas escopetas que requisarony la dinamita con la que trabajaban. La violencia contenida ya está en el aire que rodea la casaalquilada en la aldea de Roxos en la que descansa esos días de verano la familia Baltar y Ramóntiene que ir como cada día a la ciudad a operar al hospital. Decide que Emma, los dos hijos y lafräulein abandonen la casa y se escondan en una casa que ardió y está abandonada. Y allí sequedan mientras él se marcha en el automóvil a la ciudad a trabajar.

Fue entonces cuando al cabo de una hora llegó un automóvil requisado por los hermanos Liste,militantes comunistas, a la casa que había abandonado la familia Baltar. Los vecinos les indicandónde está escondida la familia y allí van, se presentan y les piden que se monten en el auto quelos llevará a su casa en Santiago donde estarán seguros.

Y así Emma y su familia entran en Santiago ese día a bordo de un auto conducido por hombresarmados, uno en cada estribo y empuñando un «naranjero» hasta su casa.

Media hora más tarde, Ramón, entre operación y operación, recibe la visita de uno de losListe que le informa: «don Ramón, su familia ya está de vuelta en su casa y está segura y bajonuestra protección». Imagino que habrás recibido la noticia con esa mezcla de susto y humor,Ramón. También de alivio, supongo.

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Una estampa así debe de significar algo o mucho, la relación con los Liste, su preocupaciónpor protegeros, la lealtad de esos hombres a vuestra familia o a ti. Esos hombres a los que lesquedaban días de vida antes de enfrentarse a un convoy armado del ejército, antes de ser fusiladoscontra una tapia. No se resume ahí tu vida, pero es imposible no pensar que esa relación es muysignificativa.

Recuerdas cuando te contaron esta historia, aún no sabías muchas cosas que luego fuistesabiendo. No sabías de los papeles que había guardado escondidos y que fueron apareciendo ni desus implicaciones en la resistencia y entonces pensaste: «este hombre tenía en aquellos añosrelaciones o simpatías mucho más cercanas a elementos izquierdistas de lo que yo pensaba. Tengoque volver a hablar con los hijos, por más vueltas que le dé no puedo resumir el compromiso deRamón en “ayudaba a mucha gente que se lo pedía, financiaba, daba dinero para esto yaquello...”». «Tengo que acceder a algún otro cuarto de esa casa imaginaria que estoyinvestigando. Tengo que conseguir entrar en los rincones oscuros de Ramón», pensaste. «A lo queescondió detrás de sus distancias y silencios. Lo que haya ahí será su verdad y no lo que muestra,que es lo que me cuentan.»

Un momento así de fuertes emociones, entrar en la ciudad con los hijos pequeños en unvehículo con hombres armados no se olvida fácilmente, ¿cómo operó esto en la memoria y laimaginación de Emma? Sin duda en ese día y los que vinieron tuvo que comprender que su vidaiba a ser mucho más intensa de lo que le habían prometido y que esa familia suya iba a tener unavida complicada. Ese debió de ser el prólogo del resto de su vida. En adelante ya nunca iba a serla vida sin sobresaltos y apacible de una familia burguesa.

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«Y no le importaba la sangre»

Es por la mañana. Y estás en A Amañecida. Echado en la cama. Canta un pajarillo ahí fuera. Yaestás aquí, te trajeron para los días de verano. Por un instante recordaste el mar de Rianxo, Tanxil,fue un momento en el que te pareció sentir el mar de la ría en su plenitud. Ya pasó. El pájaro canta,debe de ser un mirlo.

Y estamos en tus últimos meses, tus últimos tiempos, la vida se está yendo porque tú la dejasmarchar. Y cuando te marches dejarás todo cerrado y tapado detrás de ti. Pasarán años hasta queesta historia me llame, hasta que un día alguno de tus hijos me atraiga para que acabe enganchadode este anzuelo. Estás en tus últimos días y sigues sin contar nada realmente, sigues como siempre,escuchando, atisbando a tu alrededor, antes con ironía distante y curiosidad, ahora con fatiga.Estás adormecido la mayor parte del tiempo. Ya no necesitas esa máscara hierática con la queevitabas dar pistas para conocerte, para llegar a ti. Las visitas que acuden saben que vienen adespedirse y son amigas.

Pero yo no, no soy hostil pero tampoco acepto tu máscara. Yo persigo tu rastro por todos loslugares que puedo. Estoy con Antonio Concheiro Carro, hijo de un Antonio Concheiro que fueamigo tuyo. Debiste de ser un amigo tan estimado por los tuyos como peligroso, no cualquierapodía ser amigo tuyo, voy entendiendo que debiste de ser implacable en los juicios, terminante.Una discrepancia donde tú entendías que era causa ética y no transigías. En guerra con el mundo,con la historia, y no hacías transacciones ni las permitías. No negociabas, Ramón, así lo entiendoyo. «Un hombre extraño que no tenía amigos», dijo uno que fue amigo tuyo. Pero AntonioConcheiro padre fue amigo tuyo y su hijo te conoció y aprendió cirugía contigo.

Estamos en su sanatorio en Ordes y en el mismo momento me doy cuenta de que lo que me estácontando va a ser clave para comprenderte.

Seguramente es la primera vez que habla sobre Ramón Baltar Domínguez, un hombre al queconoció y, a pesar de eso, parece que ya se transformó en personaje también para él y disfruta alretratarlo e interpretarlo. Voy contagiando ese punto de vista mío del narrador por donde paso. Nopuedo hacer revivir la persona, en cambio hago que se vaya levantando una figura, un personajeque poco a poco voy reconstruyendo, ¿o construyendo?, con un papel aquí y un testimonio allí.Transformo a los testigos convirtiéndolos en narradores.

Y acaba de decir eso que intuyo que va a ser clave, acaba de decirme, y confirmo que lagrabadora está funcionando: «En don Ramón hubo siempre dos cirujanos. Era curioso, muycurioso. Cuando era joven lo formó don José Puente Castro. Curioso, no fue su padre. Era uncirujano bastante timorato, prudente. Más del estilo americano que del estilo germánico. Su padreera del corte germánico puro, él mismo parecía haber nacido bajo Bismarck, con el pelo recortadoal estilo alemán».

Eso me sorprende, me hace ver que efectivamente hay una contradicción en tu figura, Ramón,en la que no me había detenido, entre el joven cortés, buen estudiante, hijo obediente, adolescentetímido en el amor, hombre prudente que he ido trazando con la información que tengo, y quecompleta ese cirujano timorato del que me están hablando ahora, y esa otra imagen que tú mismoofreces cuando te entrevistan en el año 1970 y cuentas el número de operaciones que hiciste, unacantidad industrial, pasan de treinta mil. Casi el retrato de un cirujano salvaje.

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«Cuando volvió del frente...» Inmediatamente estas cuatro palabras, se me reveló lo queestaba ahí y yo no había visto aún. Antonio sigue. «Esto contado por Besada, el instrumentista delsanatorio, que ya había trabajado con el padre y luego trabajó con él y aún trabajó con un hijo ycon un nieto. Besada era el único que le llamaba “Ramón”. “Oye, Ramón, no hagas eso.” Besadaera un instrumentista de primerísima.»

Que vuelva a lo que estaba contando de Ramón, se lo pido. Pues acaba de emerger algoimportante ahí. Eso de que al volver del frente había cambiado.

«A la vuelta de allá no le importaba la sangre. Me lo decía Besada. “A la vuelta de allá esotro hombre. Hay que tra, tra, tra... ”», y hace el gesto de cortar. «Había cambiadocompletamente. Claro, allí llega un tío con la pierna deshecha y tienes que cortar. Era vida omuerte, vida o muerte, siempre.»

De modo que hubo dos cirujanos Ramón Baltar, el de antes y el después. El prudente y eldecidido, un cambio radical. Y tú, que andas descubriendo a Ramón, no solo al cirujano sino alhombre, que quieres construir el personaje Ramón, sabes que ahí no hubo un mero cambio deactitud o de técnica quirúrgica, sino algo mucho más profundo. Aquel hombre volvió cambiado dela guerra.

¿Qué te pasó en el frente, Ramón? ¿Qué te hicieron? Tuvo que ser una experiencia traumáticaen conjunto, una experiencia transformadora.

No, no hubo dos cirujanos; hubo dos hombres. Un hombre que se transformó en otro. Y asípuedo entender mejor los fragmentos tan diversos y contradictorios. Es y no es el mismo hombreel joven que ronda a Emmita y el hombre que va preso y mantiene la figura mientras otroscompañeros se rompen. Las experiencias vividas en el frente debieron de ser terribles, lasexperiencias salvajes hacen de uno un salvaje. Y la guerra, si sobrevives, hace de uno un guerrero.Debo presuponer en adelante que, tras la máscara de civilidad, hay siempre un hombre de unacierta ferocidad. Creo que ahora estoy cerca de alcanzarte, Ramón.

Antonio aún recuerda las operaciones que hacían Ramón y su padre en el sanatorio. Losmiércoles por la tarde llegaban a Ordes desde Santiago en su coche él, Besada y Balboa, elanestesista que Ramón había enviado a Londres para que se formase allí, y operaban. Algunasoperaciones se cobraban y otras no. Lo recuerda entre operación y operación comiendo una bollade pan con jamón y un vaso de agua. Y en un momento Antonio repite una frase de Ramón yreparas en que la pronuncia de un modo particular, le pides que te la repita y vuelve a hacerlopronunciando el arranque de la frase de ese modo particular. Y le preguntas si Ramóntartamudeaba y dice que no, pero que a veces, si se irritaba, arrastraba un poco alguna palabra.

Nadie te había hablado de eso, ni tampoco los escritos tras su muerte por personas amigas quelo habían tratado, siempre hombres, habían aludido a eso. Sabías que era de pocas palabras, seco,no sabías que tenía alguna dificultad mayor o menor al hablar cuando se alteraba. Y piensas si esotendría relación con que hablase poco, una dificultad así se tiene desde niño, habría desarrolladouna cautela a la hora de hablar para evitar las burlas. Pero tuvo que ser algo leve, pues también sete informó de que leía las conferencias perfectamente y hablaba con gran autoridad, de modo quesi ese defecto existió consiguió mantenerlo bajo control toda la vida. No siendo cuando seirritaba.

Te resulta interesante esa vulnerabilidad, algo que abunda en tu teoría de su necesidad decrear una coraza ante los demás. Ya sabes que, además de una miopía desde muy joven, arrastraalgo al hablar y que lo tiene que ocultar y que el antiguo tenista tiene una leve cojera desde elaccidente en el autoplano en el año 1945.

Sin embargo no puedes quedarte en la simplificación de un cirujano un tanto radical o bruto.

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En el mismo año 1981 en que muere Ramón, el doctor García-Sabell lo recuerda como cirujano enuna conferencia. Consigues rescatar su voz de una cinta de casete deteriorada para otro soporte yescucharla. Dice que coincidieron en Berlín en 1928 y que a Baltar le gustaba ver operar en elhospital de la Charité y que fue a ver a Bier, que años antes había impresionado a su padre, y loencontró tosco pero seguro y que él prefería la delicadeza, elegancia y rapidez de FerdinandSauerbruch. La guerra pudo haber cambiado al hombre y al cirujano, pero no destruirlo.

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Médico y militar

«Mi padre no tenía instinto militar», te dijo un día uno de sus hijos, refiriéndose a que no quisopermanecer en el Ejército tras la guerra y volvió a su vida civil en cuanto pudo.

«No os equivoquéis, vuestro padre era un médico militar. Por lo que habéis contado, era unmilitar», dijiste con temeridad e impertinencia a un hijo acerca de su padre. Hablaste desde unaposición de autoridad ilegítima, la posición de un narrador sobre sus personajes y no tienesderecho a hablar así fuera del texto que escribes. Pero también es un rasgo de carácter, esaviolencia tuya, uno de esos golpes de látigo verbal tuyos en los que lo que debería ser lucidez sevuelve brutalidad indeseable. También tú tienes algo de militar o de brutal, pues reconoces loevidente en algunos comportamientos de ese Ramón que te fueron relatando en la familia y fuerade ella. Ramón fue nombrado «capitán médico asimilado», seguramente que ese nombramientoforzado no le daría orgullo particular pero, lo quisiese o no, vivió dentro de un ejército condisciplina militar y eso no puede ser obviado para comprender a ese hombre. «Era un militar, loque ocurre es que él era su propio ejército», aún continúas. Era un lobo solitario, piensas.

¿Y qué podía pensar de aquel ejército concreto en el que se vio obligado a servir? Un ejércitoque acababa de fusilar a un primo suyo muy querido, a amigos y conocidos suyos, a quienespensaban como él o parecido, un ejército del cual había ayudado a escapar a otras personas, delque había temido por su vida. La situación de Ramón una vez movilizado como oficial era la dequien tiene que servir en el ejército del enemigo.

Antes de que Antonio Concheiro, hijo de Antonio Concheiro el amigo de Ramón, te contase loque le contó Besada a él, que cuando volvió de la guerra «era otro hombre», tú ya sabías queRamón era algo más que un médico, tenía la insensibilidad o el embrutecimiento necesario paratratar con el dolor físico o moral. Una de las primeras anécdotas te fue relatada por una mujer quevolvía a ser la niña que le tenía tanto respeto a aquel pariente que imponía, aquel patriarca en lafamilia, aquel médico tan serio que le dijo: «abre la boca» y ella la abría asustada y ras, ras, lasamígdalas sin anestesia. Ese era el médico que había vuelto de una guerra. Y ya en aquel momentoidentificaste una rudeza característica.

Los hijos que están vivos, los que tú tratas, no pudieron conocer al hombre de antes de pasarpor la guerra, aquel hombre joven que jugaba al tenis, el pollo pera que paseaba elegante con susamigos por las rúas de la ciudad, el que tenía una vida de éxito por delante. Y no vas a podersaber si esos rasgos tan característicos de su personalidad que señalan todos, escaso de palabras,serio, imponente, estaban ya en él antes de la guerra o si son del hombre que volvió.

Cuando triunfa la sublevación militar en la ciudad y en Galicia llegan tiempos difíciles,Ramón es profesor ayudante de Patología Quirúrgica, jefe de clínica de las salas de Heridos yUrgentes del Gran Hospital de Santiago y dirige el sanatorio familiar, dependen de él su madre,doña Isabel, y varias hermanas, Isabel con su hijo Ramón, Elisita, con discapacidad intelectual, yÁngela, y ya tenía una hija y dos hijos con Emma. Son muchas cargas y muchos frentes y espreciso seguir una estrategia que permita sobrevivir a la familia con sus intereses.

Desde los primeros meses de la guerra la familia ofrece la mitad del sanatorio para losheridos que vuelven del frente, cosa que va a formar parte de los descargos que él alega cuando sele abre una causa por primera vez. Empieza a operar también en el Hospital Militar y poco

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después de la huida de Antonio pasa a ocupar la jefatura del servicio de cirugía de ese hospitalcon ciento cincuenta camas. Tiene sobre sí la culpa política, pero también la confianza en sucompetencia médica.

La situación tanto de la posición profesional como de la empresa familiar, incluso de lafamilia misma, está en equilibrios delicados que dependen de que Ramón consiga el perdón o latolerancia de las nuevas autoridades y del amparo que pueda tener de familiares y amistades biensituadas en esa nueva época.

Cuando Ramón es destinado en junio de 1937 al hospital de primera línea en Salas, Asturias,comienza una nueva fase también para la familia en la que doña Isabel va a depender mucho de lasrentas de las fincas y propiedades inmobiliarias. El sanatorio queda en manos de los médicos ypracticantes que operan allí, principalmente del hombre de confianza, Besada, quien lo va amantener informado con detalle de los asuntos de la administración y de la marcha médica con unaironía y un humor que revelan gran complicidad. Y presupone también sentido del humor enRamón.

El papel lleva el membrete de «Sanatorio Baltar» y debajo figuran: «Ramón BaltarDomínguez. Profesor de la Facultad de Medicina. Cirujano del Hospital» y, al lado, «AntonioBaltar Domínguez. Profesor de la Facultad de Medicina». Debajo:

Toda clase de operaciones de cirugía general y especial. Partos. Radiumterapia. Radioterapia.Electroterapia. Diatermia y Luz Ultra-Violeta. Rayos X para fines diagnósticos (radiografías yradioscopias). Consulta de 4 a 6. Carrera del Conde, 1. Teléfono 1900. Santiago de Compostela.

Cuando imprimieron ese papel timbrado ya había muerto don Ángel y figuran Ramón yAntonio, aunque Antonio prefiriese abrir su propia consulta en la rúa da Senra, cerca y fuera delsanatorio. Antonio está y no está en el negocio familiar.

23–mayo–1938.Queridísimo Ramón:En este momento me encontraba yo en la galería de tu casa, vacunando —había terminado ya— a

todos tus infantes, recibe Emmita carta tuya. Hacía media hora que aguardaba con impaciencia [...]¿Cómo están los operados? ¿Cómo está la del estómago? Será tu primera pregunta. Oh, Ramón, manoshabilísimas, elevadísima autoridad de la cirugía. Qué gozo emocionadísimo experimentaba al levantarlos apósitos para quitar las grapas y ver aquellas cicatrices hermosas, incólumes, radiantes de belleza ypoesía si se quiere.

N.º 1. [...] La del radium sigue muy bien; ya se le colocó 4 horas en la nariz. Parece tener pocas ganasde marchar. N.º 2. Hija de D. Gervasio operada de apendicitis muy bien. N.º 3. Viuda de Mosquera, salióayer domingo del sanatorio muy contenta y muy guapa; siguió el curso admirable. N.º 4. Pepa, muycontenta, porque le vino la regla sin la menor molestia. [...]

En su correspondencia, Ramón sigue la marcha de los asuntos del sanatorio y de la familia.Carga a distancia todo el peso de la economía familiar. Y, sin embargo, qué lejos le debía resultartodo en esos días en los que se tenía que esconder de los disparos para llegar al final de cada día.

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Hospital de sangre

La situación de la familia faltando Ramón que se halla en el frente está en equilibrio delicado, sevuelve muy vulnerable y sometida a vejaciones y expolios.

Como le informa su primo Ernesto en carta de agosto de 1938 sobre las propiedades enRianxo. Doña Isabel, la madre, casi ve confiscada una propiedad en Rianxo, la central eléctricade la familia, La Molinera:

Ya sabes el pequeño susto de la tía Isabel, por el derecho de tanteo de la «General Gallega» en vuestraeléctrica. Hablé con Vicente Riestra y este con Barrié y quedó solucionado; por cierto que ya vendieronalgún motor, según me contó Riestra.

«Ya estarás enterado de la estadía de Millán-Astray en Tanxil», y con esto resume lo que yahabía acontecido también el año anterior, el «glorioso mutilado» acompañado de una escolta desus legionarios ocupó la torre de Tanxil para veranear. Dormía en el cuarto principal con doslegionarios en la puerta. Cuando se marchó tras el segundo veraneo, dejó como obsequio unretrato suyo dedicado, con lo que se dijo marco de plata que resultó ser latón.

Desde Asturias, Ramón es enviado al hospital de Monreal del Campo, en Aragón, y desde ahílo devuelven en septiembre a Galicia, pasa a encargarse del Hospital Militar de A Coruña con unservicio quirúrgico de trescientas camas. En esos días está a punto de nacer un hijo en un partocomplicado y, siguiendo el protocolo «eso lo hago yo mejor en casa» que estableció para símismo a la vuelta de aquel viaje a París para operar a Antonio, montó en su coche y viajó denoche entre A Coruña y Santiago con las luces largas en treinta y siete minutos contados por él.Nuevamente una marca, siempre aparece algo de titánico en sus anécdotas narradas por él.Siempre midiéndose.

En diciembre comienza una época que por fuerza tuvo que recordar de un modo particular yque debió de ser más dura de lo que él contó. Este es un momento límite en la historia familiar, unhijo se exilió y el otro está en el frente de guerra de Teruel, no se sabe si volverá o no, y tanto elsanatorio como la mansión de Tanxil están ocupados; «movilizados», en el lenguaje militar. Lafamilia es rehén, la casa está ocupada. Desde el punto de vista del continuo familiar, es unaexperiencia de desaparición, de liquidación del legado de Ángel a la que van a sobrevivir perocon nuevos condicionamientos y ya en una época completamente distinta.

Lo vivido por Ramón no vas a poder reconstruirlo, pero puedes imaginar cierta desesperaciónsabiéndose allá en el frente y con la situación de la familia atrás, allá lejos. Luis, un hijo,recordaba en la entrevista sobre su padre que «no le gustaba hablar de sus experiencias en elfrente». Y que su padre le había dicho que «fundamentalmente la guerra había sido aburridísima».Es un comentario común de otras personas que vivieron la guerra, de modo que debe haber partede realidad en ello, pero tras acercarse a alguna información de lo que fue el frente de Teruel, esecomentario no lo puedes entender como una banalidad sino como un modo de evitar hablar de algoincómodo. En otro momento de la entrevista recuerda que «lo que él estaba deseando era volver acasa, a sus consultas, y empezar a olvidar lo que siempre consideró una gran tragedia paraEspaña, la Guerra Civil». No dejó relato de lo vivido en ese tiempo, pero debió de operar pordentro transformándolo y orientando los pasos de su vida en adelante.

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La Guerra Civil, un hecho tan decisivo, fue algo imprevisto. La conspiración de los militarescon inspiración monárquica tenía previsto un golpe de Estado. Al verse frustrado y triunfarúnicamente en una parte del territorio mientras fracasa en Barcelona y en Madrid, donde residía lapráctica totalidad de las instituciones del Estado, ambos bandos tienen que improvisar un plan deguerra inexistente hasta el momento. Tras fallecer en respectivos accidentes de aviación losgenerales Sanjurjo y Mola y ser nombrado Franco en su lugar jefe supremo de las fuerzassublevadas en septiembre de 1936, este comprende que le hará falta soporte de armamentomoderno para toda una guerra y ya el 28 de noviembre de ese mismo año firma un acuerdo conCantalupo, el embajador de la Italia de Mussolini en la corte de los sublevados, por el querecibiría ayuda militar durante toda la guerra. Y ese mismo día llegaba a Salamanca Von Faupelenviado por Hitler.

El ejército de los generales nacionalistas sigue la dirección que le imprime Franco, quien, conmás visión estratégica de lo que se le suele reconocer, diseña un plan de guerra largo omitiendosistemáticamente operaciones posibles que habrían abreviado la guerra y para las que no estabacapacitado. Si el objetivo inicial de los rebeldes era apoderarse del Estado, de sus instituciones,desde que este objetivo fracasa, Franco ve lo que es una guerra inevitable como una oportunidadhistórica. Dirige una guerra larga de ocupación del territorio porque es la única guerra que sabehacer debido a su formación en el Rif, pero esa estrategia responde también a su convenienciaparticular, le permite asentar su jefatura militar e inmediata jefatura del nuevo Estado sobre losotros generales competidores.

Pero hay otro objetivo confeso de Franco que desesperaba a sus aliados alemanes e italianos,que preferían acabar la guerra de una vez, él deseaba una guerra larga de ocupación de territorioque le permite ir limpiando los territorios conquistados no solamente del enemigo militar sinotambién del ideológico. Se trataba de eliminar a una parte de la población que considerabaindeseable, «malos españoles». El terror sistemático que ejercen tanto militares directamentecomo los civiles armados por estos contra las personas de ideología republicana o izquierdista vacreando una población amedrentada, sin dirigentes civiles y bajo el dominio ideológicoreaccionario de curas y militares. Franco no solo quiere vencer, quiere una «victoria total» ysaltarse imaginariamente hacia atrás dos siglos y recrear una España de antes de la Ilustración, lade los Habsburgo, aunque ya sin imperio. En esa época antes de transformarse en un estadistaastuto, Franco era un visionario despiadado y soñaba una utopía medievalizante. Su visiónhistórica era inmadura, pero dura.

Por su parte, el Gobierno de la República, frente al mando jerárquico y organizadoprofesionalmente de los sublevados, tiene que improvisar un ejército que integre entre losmilitares leales los contingentes civiles de los partidos y sindicatos, con las consiguientestensiones internas. Aunque hace reiteradas ofertas de negociación, rechazadas por Franco, desdeel final de 1937 su estrategia es retrasar la derrota esperando que el conflicto entre potenciaseuropeas, que ya se veía venir, estallase y conseguir que Reino Unido y Francia apoyasen a laRepública frente a Alemania e Italia, que apoyaban a los sublevados. A ese objetivo responde labatalla de Teruel, como posteriormente lo hará la del Ebro. Una iniciativa republicana diseñadapor el coronel Rojo para distraer una posible ofensiva sobre Madrid, que prácticamente supondríala derrota de la República. El plan tuvo éxito porque respondía a la táctica de disputar el terrenotípica de Franco y también a su intención de aplazar la conquista de la capital del Estado.

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«Que los bajen muerto a muerto»

El 15 de diciembre de 1937 tropas de infantería republicanas, sin apoyo de la aviación niartillería, conquistaron Teruel, una ciudad pequeña pero capital de provincia, donde se vivió unasedio durísimo bajo la nieve. Un par de meses más tarde el ejército de Franco, más numeroso ymejor organizado, alimentado y armado, reaccionó conquistando la capital, con la intervención delos Panzer y la aviación italiana y alemana. Fue una guerra devastadora para la población civilcon episodios semejantes al bombardeo total de Guernica, como en la villa de Alcañiz, y que dejómuy debilitado al ejército republicano.

Destinado al frente de Aragón como jefe de equipo quirúrgico de vanguardia, le encarganmontar el hospital de sangre más avanzado, en Cella, en los primeros días de esa batalla que da elejército nacionalista para tomar Teruel. Siguiendo sus notas en una pequeña libreta, pasa alhospital en primera línea de Gea de Albarracín, luego al Hospital Militar n.º 1 de Teruel y el 14de diciembre de 1938 al hospital de Barbastro. Algún apunte de su destino tomaba.

«Siempre lo mandaban a sitios malos para ver si lo mataban», un hijo transmite sin duda laimpresión que le debió dar el padre, ilustrada por alguna anécdota, como la muerte de unconocido suyo de un tiro desde la retaguardia cuando salía de la tienda de campaña donde estabaél. Ramón sabía que lo valoraban médicamente pero que lo querían muerto y vivía sabiendo que lamuerte le rondaba y no solo por las balas del bando contrario.

Una camioneta con literas le iba trayendo los heridos en lotes de alrededor de quince, losdejaba en el hospital de sangre, volvía al combate y repetía el viaje cuando juntaba otros tantos.«Yo tenía calculado que atender a los que me llegaban con la camioneta me llevaba doce minutos.Primer paso, clasificarlos. Voy a atender primero a este, luego a este otro, luego a este...», un hijoreproduce para ti el relato del padre en sus palabras, en primera persona:

«Ahí había que perder poco tiempo porque se me moría alguno. Si yo atendía primero a losleves se me morían los graves... Tenía que hacer una selección muy rápida y tomar una decisión.Ellos me miraban porque, en función de cómo me veían a mí, ellos calculaban cómo estaban ocómo no estaban de graves. Pero yo estaba operando a lo mejor veintidós o veinticuatro horasseguidas y llegaba un momento en el que no podía más, entonces tenía que marcharme a dormir. Yyo sabía que en las horas que yo dormía morían algunos. Yo tenía que poner un despertador ysabía que según la hora que yo le ponía para despertar, una hora antes o una hora después, podíasuponer varios muertos. Entonces, en esa tensión tenía que dormir. Cuando había bombardeo yome marchaba a dormir porque decía: “después del bombardeo me toca a mí, tengo que trabajar,tengo que estar en forma”.»

A través de uno de sus hijos te llega la voz de Ramón. Y llama la atención el insistente «yo»del relato, se muestra, no se esconde, haciendo hincapié en la carga de responsabilidad en esasituación y cómo le pesa en su conciencia. «Tenía que hacer una selección muy rápida y tomar unadecisión», es decir, escogía a quién salvaba y, también, a quién dejaba morir. El «triaje» es unmétodo de selección propio de la medicina de guerra, en la guerra todo es a vida o muerte,también la curación. Y quien decide asume su responsabilidad, una prueba moral que pocaspersonas se ven obligadas a afrontar. La pandemia del virus que rodea estos días en que escribesestá planteando de nuevo situaciones propias de una guerra, aunque la violencia sea invisible, y la

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falta de medios para afrontarla hace que de nuevo haya médicos que se enfrentan a ese dilema quea los demás se les ahorra.

Ramón relata una situación que tenía que afrontar de un modo repetido y para la que ya teníaelaborado un sistema de respuesta mecánica. Una situación de estrés sostenida en el tiempo.Desde luego, atrás quedó aquel cirujano prudente o «timorato» como pudo haber sido antes. Tepreguntas cuál es el resultado espiritual o psíquico de un embrutecimiento como el que le tocóvivir, qué traumático puede ser. Sabes que no lo vas a saber. Sería una deducción aventuradaexplicar algún comportamiento futuro a partir de ahí.

Encuentras en un libro, Guerreros, del lucidísimo Jesse Glenn Gray, la confirmación de lo quevas deduciendo:

El miembro del cuerpo médico cuyo deber es el de recuperar los heridos del frente frecuentemente sesobrepone al miedo a la muerte y al cansancio extremo realizando su tarea. Simpatía y bondad no es loque más destaca en esta gente; se acostumbran rápidamente al sufrimiento. El motivo que los anima, creoque más que ningún otro, es la pasión impersonal por proteger y conservar la vida misma.

Ser amenazado con el fusilamiento también debe de ser una experiencia decisiva, puede sercontada luego con humor, así te fue relatada por los hijos, una anécdota de guerra. El humor puedeser el modo de elaborar y asimilar una experiencia traumática.

Cesáreo Rey Baltar, el primo que se formó en el sanatorio familiar y después se marchó aejercer como ginecólogo en Bilbao, tenía buena relación con familias vascas pertenecientes alPartido Nacionalista Vasco y consiguió transmitirle a Ramón que protegiese a dos gudaris, dosnacionalistas vascos presos, y este los reclamó como ayudantes sanitarios.

«Les enseñó a lavar, a vendar, hacer escayolas... Ellos estaban muy agradecidos de que no losfusilasen y por eso eran muy trabajadores. Si tenía unos presos de ayudantes era precisamenteporque no tenía ayudantes sanitarios. Un día el coronel le comunicó: “no me fío de estos vascos,mañana los voy a fusilar”. “Por favor, que me deja sin equipo alguno que me ayude. Me hacenfalta. Son buenos muchachos, doy yo la cara por ellos”, dice mi padre. “Mire usted, si hacen algolos fusilo a todos juntos. Usted incluido.” La situación era que mi padre tenía que mantenersesereno, ser capaz de dormir lo preciso y no decirle nada tampoco a los vascos. No les podíadecir: “no hagáis nada que vamos todos al paredón”. Esa era la tensión en la que vivía. Lo de losgudaris lo contó un par de veces, lo dejó marcado.» Y lo que deduces es que, para el coronel,Ramón era un hombre marcado para morir con la condena en suspenso.

Hay un documento, un letrero, que resume la situación en la que vivía aquel cirujano, decía:

Hay mucho desorden. Que los camiones hagan el favor de cuando lleven los muertos al cementeriodejarlos ordenados porque dejan mezclados los nacionales con los del otro bando. Que los bajen muertoa muerto porque si utilizan el volquete después tienen que venir detrás a ordenarlos.

Y Ramón se trajo el letrero de la guerra y lo guardó como guardó tanto papel. El humor, una delas formas de digerir el horror.

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Homus gallaicus. Homus hispanicus

Entre los papeles revueltos que dejó de la época de guerra apenas quedó esa lista de destinos yuna pequeña crónica de un episodio de 1937 escrito posteriormente, aunque no está datado.

En los últimos días de agosto de 1937, el ejército republicano desencadenó una inesperada ofensiva en elfrente de Aragón.

El centro de ella se dirigía a Belchite, pero se extendía por el norte hasta Alcubierre y por el sur hastacerca de Teruel. Las líneas nacionalistas estaban escasamente guarnecidas y la sorpresa obligó areorganizar rápidamente el dispositivo de defensa.

La Jefatura de Sanidad Militar de Zaragoza pidió a otras regiones un refuerzo de equiposquirúrgicos. Yo, que me encontraba entonces destinado en el Hospital Militar de Santiago, recibí orden detrasladarme a Zaragoza con unos cuantos ayudantes, médicos y sanitarios. Llegamos a esta ciudad acomienzos de septiembre. Después de permanecer allí unos días, se dispuso que fuésemos a hacernoscargo del hospital militar de Monreal del Campo.

El hospital de Monreal, instalado de manera improvisada en el edificio del asilo municipal. En él,permanecía un cierto número de heridos desde hacía varias semanas, ya que en aquella zona del frenteno se habían producido nuevas incidencias después del primer ataque. En general, se trataba de lesionesde mediana importancia, toda vez que los que presentaban mayor gravedad habían sido evacuados aotros hospitales de la capital. Predominaban las fracturas abiertas de miembros, desgarramientos departes blandas, heridas múltiples de metralla, etc. Pero todos ellos tenían una característica común,consistente en una evolución local tórpida, unida a un mal estado general que se manifestaba en laindiferencia, falta de apetito y, en muchos casos, febrícula. El capitán médico que me había precedidoestaba desconcertado por la anormal evolución de aquellos heridos.

Una vez que asumí la dirección de la asistencia, comencé a reconocerlos uno por uno. Y descubrí quese trataba de un grupo de soldados gallegos que habían llegado al frente de Aragón muy poco antes delataque en el que habían sido heridos.

El texto acaba así. No hay otra precisión ni explicación. Es un relato muy bien redactado ydetallado que presenta un enigma, unos soldados padecen una enfermedad insólita y rara, y lasolución al enigma es que son gallegos. Ramón no ofrece otra explicación que el origen de lossoldados, de modo que ahí debe de estar la explicación de su mal. Y, también, su posible solución.De un modo implícito hace constar la naturaleza antropológica del ser gallego y también larealidad de los trastornos psicosomáticos. No todo es la mecánica de los cuerpos que correspondeal cirujano.

El papel, escrito a máquina con pulcritud y pocas correcciones a mano, hace pensar que enalgún momento Ramón, que colaboró en una publicación científica colectiva sobre heridas deguerra, pudo pensar también en reunir notas sobre las experiencias vividas en el frente desde unángulo más abierto.

Te hace pensarlo el que no es la única vez que le lees cosas así, razona de ese modo cuando loentrevistan en 1970. El entrevistador afirma que los problemas que padecen los gallegos hay quiendice que es «culpa del hombre gallego» y le pregunta su opinión. La pregunta parte de laculpabilización de la víctima, quien padece un problema es culpable del problema, y Baltarcontesta dentro de esa lógica:

Yo creo que tiene la culpa el hombre gallego, pero no voluntaria. Es que no consiguió hacerse entenderdel «Homus hispanicus». Cuando se pasaron siglos sin entenderlo, hay que suponer que no toda la culpa

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es de los demás, sino nuestra, que no supimos entendernos con el resto de la Península.

Te cuesta aceptar ese punto de vista, que ser diferentes sea causa de marginación de un país,pero constatas nuevamente que para Ramón gallegos y españoles, sea eso lo que sea, sonnaturalezas antropológicas distintas y los gallegos son incomprendidos por los españoles.

En la misma entrevista abunda en el factor psíquico como causa de dolencias:

En los últimos tiempos vi una proporción mucho mayor de úlceras de estómago y de dolencias delintestino grueso en emigrantes, y que hay entre ellos claramente un factor psíquico, la angustia de viviren un ambiente hostil, costumbres desconocidas, etc. No se puede hacer medicina tradicional sin hacerlahumana y pensar en el modo de ser de cada enfermo. Y creo que esto ahora se necesitó remarcar porquela medicina empezó a deshumanizarse a fuerza de aparatos y hasta de burocracia.

Dejó bastante literatura científica, pero lamentas que no se atreviese o no tuviese tiempo paraextenderse en ese otro tipo de reflexiones, probar el ensayo a partir de su experiencia médica.Altura intelectual tenía.

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Quebrantos

En alguna ocasión uno de los hijos te refirió en el mismo tono celebrador de las anécdotas de laguerra de los padres que Emma también había estado en el frente y tú habías entendido que habíaido de visita a ver a su marido. «Qué va, fue enfermera de guerra. Hizo un curso de un mes y semarchó allí.»

Y a ti aquello te desconcertó, pues según tus informaciones en aquel entonces ya tenían doshijos y una hija nacidos antes de la guerra y un recién nacido en el año 1937, aquel niño que nacíacon complicaciones y que motivó que el padre acudiese a toda velocidad a Santiago desde ACoruña, donde estaba sirviendo en el hospital militar, para operar a su esposa. No acababas desituar en el tiempo, o incluso de comprender, que Emma dejase a los pequeños, uno de ellos unbebé recién nacido, y se marchase a acompañar a su marido al frente. Buscabas una explicaciónque te lo hiciese comprensible y aceptable para un comportamiento que a ti te parecía desapego deuna madre por los hijos.

Todos nacemos en alguna casa, crecemos dentro de unos muros y espacios amueblados,también dentro de un relato. Nuestra casa y el relato familiar es tan nuestro que nos resultainvisible, esos hijos de Emma y Ramón te relataban esa decisión de Emma como una anécdotasimpática y a ti te resultaba incómodo y casi incomprensible. No hubo una explicación cómoda ocoherente para ti hasta que no pudiste leer alguna correspondencia familiar de esa época. Entoncesleíste una carta enviada por su tía Tana en agosto de 1938 al frente desde Pontevedra: «Ladecisión de Emmita me agradó una vez que precisabas cuidados y nadie mejor que ella, aunquelos pequeños la echarán mucho de menos», y su marido, Ramón Tojo Pérez, escribe a continuaciónen la misma carta: «grandemente celebro estés acompañado y con eso los quebrantos de tu saludsean más llevaderos».

Por esas fechas ya había estado en el frente de Aragón en los hospitales de Monreal delCampo, Cella, Gea de Albarracín y en ese momento estaría en el de Teruel. Posteriormentecontinuaría en el de Barbastro.

Ahí encontraste una explicación, Ramón enfermó en esa época en Teruel y Emma tuvo queoptar por atender a los niños o acudir a cuidar de su marido para no perderlo. Le preguntas a loshijos y entonces recuerdan «la hepatitis de Teruel». La hepatitis es una enfermedad seria que enaquellos años y en aquel lugar eran un peligro de muerte muy serio. No consigues informaciónmédica más concreta, tendrás que conformarte con eso, hepatitis. Sin embargo, basta paracomprender la marcha de Emma al frente.

En el mes de mayo aún hay correspondencia de ella desde Santiago, en agosto ya está ella enel frente con el marido. Por el medio haría ese cursillo de un mes para habilitarse como enfermeramilitar.

Estás en uno de esos momentos incómodos en los que estás forzando a unas personas arevolver en los recuerdos arrumbados y en las anécdotas relatadas obligándolas a buscarexplicaciones a comportamientos que para ellos son insignificantes y que tú te ves obligado acuestionar. Pero sientes cierto alivio: Emma ya vuelve a resultar un personaje con uncomportamiento que te resulta más comprensible; no quieres juzgar, no tienes derecho, peroquieres entender. Y debes tomar nota de que ese momento en sus vidas sin duda supone una

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reafirmación de un vínculo íntimo y dramático entre ellos dos.Las condiciones son muy duras ese invierno, el frío llega a los veinte grados bajo cero, el

agua en un vaso e incluso la tinta de los tinteros se congela. Tienes una única fotografíafotocopiada de un periódico de la estadía de ambos en Teruel, están los dos posando uno al ladode la otra, él tiene un mandilón blanco y por debajo asoman polainas y botas militares, «siemprebrillantes», refería burlona Emma, mira de frente a la cámara con cara muy seria; él, más alto, lepasa un brazo por el hombro a ella. Ella tiene las manos cogidas delante, un traje chaqueta decuadritos y está de perfil, parece sonreír aunque la calidad de la fotografía no permite asegurarlo.Posan sobre un suelo de tierra delante de una casa.

Esa fotografía tiene su historia, según la familia fue hecha unas horas después de que unabomba cayese en la casa donde habían dormido. Emma estaba sentada delante de una coqueta y sepeinaba cuando cayó un tiro de cañón que se llevó la fachada de la casa y de su cuarto, a ella no leocurrió nada.

¿Qué significado tiene esa fotografía entonces? ¿La celebración de estar vivos? Un modo deconstatarlo mágicamente, también para ellos mismos, «estamos aquí, esta es la prueba». De algúnmodo, seguramente, aunque también es probable que pidiesen que les hiciesen una fotografía paraenviar a la familia como comprobante de que estaban bien y con buen estado de salud. Lasfotografías tuvieron durante mucho tiempo la función de testimoniar la existencia de alguien oconsolar las ausencias. Ahí están los dos, acababan de escapar de la muerte en compañía, peroese día podía haber cambiado completamente la historia de esa familia y esos hijos que tecomentaron la fotografía no existirían. Ese hombre y esa mujer son un matrimonio superviviente auna experiencia radical.

Al llegar aquí, a esta parte del relato, te ves obligado a detenerte otra vez y a considerar loque estás contando y cómo te llegó a ti ese material, estas anécdotas narradas con humor. Ypiensas que esa distancia irónica es necesaria para digerir experiencias traumáticas a lossupervivientes y que ese es el modo más elegante y también menos incómodo de referirlas, nosentir pena por uno ni inspirar pena a los demás. Así se hace la transmisión de la experiencia entrepadres e hijos, las generaciones que viven nuevamente experiencias semejantes comprendenentonces lo que vivieron antes sus mayores, pero las generaciones a las que la historia les ahorrarevivir situaciones semejantes no tienen ese derecho y les queda meramente una serie deanécdotas más o menos vivas y graciosas. Y aceptas que tú perteneces claramente a una de esasgeneraciones, no conociste la guerra ni el peligro de perecer de forma violenta y traumática, vivesbajo la protección de los servicios sanitarios del Estado.

Pero precisamente esa realidad tuya está ahora cuestionada, la pandemia del virus que rodea atodos lo cuestiona todo. No es una guerra, pero es una experiencia peligrosa y como tú vives enese estadio un tanto onírico que dura lo que dura la escritura de un libro y que hace que relacionestodo lo que ocurre en el libro con el mundo que te envuelve, ya hace días que recordaste laepidemia de gripe que asoló Europa en 1918 y que reviviste a través de aquel don Ángel, queencerró a la familia en Tanxil en cuarentena, y también Castelao, movilizados para cuidar de susvecinos rianxeiros.

Pero también cada miembro de la familia Baltar con los que mantienes esa relación dialécticade inquisiciones y respuestas vive sus propios procesos de rememoración; a María Teresa estapandemia le recuerda cuando estando internas ella y su hermana Ángeles en el colegio de monjasde Placeres, Pontevedra, enfermó de la gripe asiática de 1957. Cómo estuvo inconsciente dos díasy encerrada en su cuarto ella sola por indicación de su padre, Ramón, que le hablaba desde fuera através de la puerta y dirigió aquel confinamiento terapéutico que ella no podía comprender. Y su

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hermano Juan Ramón recuerda que como consecuencia de la gripe del 18 su abuela doña Isabelobligaba a lavar las manos y pasarse un cepillo de cerdas por los dedos antes de sentarse en lamesa.

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Para ellos, como para ti, que se escriba este libro supone viajes constantes entre el presente yel pasado. Y tú sigues preguntándote por el sentido y la experiencia de Emma en el frente. ¿Quéhizo allí? Quieres saber.

Emma se incorpora a participar en las operaciones quirúrgicas. Aunque sus años anteriorestranscurrieron en una vivienda anexa a un gran sanatorio en el que las enfermedades y las heridasestaban al lado a diario, imaginas que le debió de impresionar los primeros días la llegada detantos heridos graves, mutilados o a los que había que amputar y muertos. Pero ella no dejómemoria de eso. Por sentido del pudor o por ahorrarle aspectos de la vida a los hijos, nopodremos saber cómo lo vivió. Al cabo, una señora como es debido no anda por ahí cortandobrazos y piernas.

Aunque detrás de ella dejó una ciudad en la que hubo en esos días todo tipo de crímenes ycrueldades que alcanzaron también a la familia, y sabe que hay que tener cuidado de lo que se dicey lo que se hace, de que viven bajo vigilancia, desconoce las crueldades concretas del frente deguerra, la intensidad y la inmediatez de los odios y así fue denunciada por otra enfermera, unamonja, por «confraternizar con el enemigo».

Un preso republicano herido, un muchacho de unos quince años, estaba muriéndose, ella seacercó y le preguntó qué quería, el joven le dijo que tenía mucha sed. Ella fue a la cantina decampaña y compró una cerveza, mientras le daba de beber el muchacho murió. Una monja que lavio puso una denuncia, afortunadamente Ramón fue avisado y pudo parar al principio el curso dela denuncia, sin embargo, la insistencia de la monja, bien movida por enemistad con Emma o bienpor perjudicar a Ramón, hizo que hubiese que trasladar a Emma a otro destino y luego devolverlaa Santiago. Imaginas que ese hecho debes entenderlo dentro de la situación en que estaba Ramón,como hombre marcado.

Y no falta en el fragmentario relato familiar cierto folclore de guerra, como que desde el otrolado, el frente republicano, tuviesen la galantería de avisarla: «¡señora, márchese de aquí, queestá al alcance del tiro de un fusil!».

O alguna anécdota simpática, como cuando Emma quiso celebrarle el cumpleaños a uno de losoficiales amigos cocinándole una tortilla de patatas y como no había, se marcharon ella, un amigo,Antón Riestra, y otro más a buscar alguna granja. Efectivamente llegaron a una que tenía muchoshuevos almacenados para vender y cuando fueron a pagar hubo un susto por ambas partes, eldinero que tenían no valía, era dinero de «los nacionales» y estaban en territorio republicano.Deambulando de lugar en lugar habían pasado a territorio enemigo. Aquello que pudo serconsiderado delito de traición, acabó por ser considerado heroico y ella tratada de heroína. Asífiguró en el informe del día, «ante la falta de alimentos en el hospital, tres héroes cruzaron alcampo republicano para traer vituallas». No hay relato completo referido a la guerra que noincluya alguna anécdota cómica. Esa parece caerle bien a la imagen de la Emmita alegre ytriunfadora.

Como le decía uno de los dos gudaris protegidos por Ramón, «¡señora, usted y yo somos losmás guapos de esta guerra!».

Ahora que sabes de la «hepatitis de Teruel» que recordaron los hijos, comprendes mejor uncomentario que le leíste en una carta del año 1951, once años después de acabar la guerra, en laque Ramón le dice a un exiliado Carlos Díaz:

Mi hígado, por el que te interesabas en alguna de tus cartas, siguió dándome bastante que hacer. Sobretodo porque me provocó una especie de intoxicación crónica, que limita considerablemente mi capacidadde trabajo. Tuve largas temporadas en las que, por junto, podía hacer dos jornadas de trabajo cada día,de dos o tres horas cada una y el resto del tiempo tenía que pasarlo en la cama, con una intensadepresión orgánica. Esto, como comprenderás, me resultaba enormemente perturbador para mis cosas

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profesionales. Poco a poco, fui mejorando y ahora, desde hace unos meses, estoy casi completamentebien, aunque sea a expensas de numerosas renuncias en la alimentación, sobre todo en la bebida.

Te confirma la idea de que ese hombre que sobrevive a la guerra es un hombre transformadoen muchos sentidos, incluso físicos.

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Una visita al Reich

De ese tiempo de guerra quedó en la familia la historia de una particular excursión de Ramón porEuropa.

Emilio Martínez Baladrón era un santiagués nacido en Cuba y vecino y amigo de los Baltar.Cuando murió don Ángel Baltar y quedó al frente del sanatorio y de la familia un Ramón aúnhombre joven y con dificultades económicas, él avaló financieramente el futuro del sanatorio. DeCuba habían venido los hermanos Baladrón trayendo una fortuna y Emilio ayudó a financiar lasublevación militar. Como tal financiador, tenía trato y acceso a Franco. Ramón sabía que añosmás tarde Baladrón le facilitó un avión a Fidel Castro y que este le permitió sacar parte de sufortuna que permanecía en la isla, sin paradojas la vida no sería creíble.

Herido de metralla en el sitio de Madrid en una cadera y estando en un hospital en Valladolid,quiso ser operado por su vecino santiagués Ramón Baltar, quien estaba entonces en el frente deTeruel, y lo consiguió. Ramón fue llamado allí y viendo la herida dijo que quien lo podía operarmejor era un cirujano, Bier, con quien se había formado su padre y él mismo en Breslavia.

Baladrón quiso que viajase Ramón con él a Alemania, por el acompañamiento médico ytambién porque hablaba alemán. Movió los hilos de su influencia para que le concediesen unpasaporte temporal, salieron por la frontera de Tuy para coger un avión de Lufthansa desde Lisboacon escala en Valladolid, de allí a Marsella y de allí a Stuttgart y a Breslavia.

Cuando estaba a punto de cruzar la frontera en su coche, conducido por Antón Riestra,marqués de Riestra, los paró un comisario que lo esperaba en el lado español de la frontera, seacercó a Ramón y le dijo: «Doctor Baltar, usted va a acompañar a este señor a Lisboa. No olvideque en Santiago de Compostela queda su mujer, doña Emma Tojo, su hija María Asunción BaltarTojo, su hijo Luis Baltar Tojo y su hijo Rafael Baltar Tojo. Por tanto, no olvide que va a Lisboa aacompañar a don Emilio Baladrón para ser operado en Alemania, sea cuidadoso con la duraciónde su visado y vuelva el día señalado. No haga como su hermano Antonio. Y, si no, aténgase a lasconsecuencias».

Cuando uno de los hijos te lo relató te impresionó ese recitado del comisario especificandolos miembros de su familia, dándole así más peso a lo que era claramente una amenaza, la mujer ylos hijos eran rehenes. De modo que le pediste si te lo podía repetir y lo volvió a repetirliteralmente, de nuevo los nombres y apellidos de la esposa e hijos. «Me lo contó mi padre unascincuenta veces», dijo, explicando que lo contaba literalmente, «el nombre de la mujer e hijo ahijo». El hijo reproducía para ti la voz de su padre que a su vez repetía el recitado del talcomisario. Así es el único modo en que nos llega la voz de aquellas ignominias. Era un comisariodesplazado a la frontera específicamente para eso. Sin duda el peso en el bando franquista deMartínez Baladrón era mucho y sin embargo pensaban que Ramón efectivamente podía repetir lafuga de su hermano y que amenazar con represalias podía disuadirlo.

En esa ocasión se percibe claramente su situación, era un hombre vigilado y con una amenazaconstante sobre él y su familia que podía ejercerse en cualquier momento. Si retuvo en la memoriacomo para poder repetirla «unas cincuenta veces» la amenaza que le hicieron es porque era laverdad de lo que estaba viviendo. Pero también era verdad que gozaba de protecciones de amigosbien situados que casi siempre paraban los golpes.

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Pero la historia con su miga cómica sucede en cuanto pasaron la frontera y fueron a Alemaniadonde operaron a Baladrón, que quedó un algo cojo para toda la vida. «Menos mal que lo llevé aAlemania, que si lo dejo cojo yo después todo el mundo diría que lo dejó cojo el mejor cirujanode Santiago.» Sin embargo, el resultado de la operación le confirmó en que lo mejor era operar élen su casa.

El permiso para el viaje vencía y él ya no hacía nada en Breslavia, quiso visitar a antiguosconocidos suyos de cuando había estudiado allí, pero ya entonces estaban desapareciendo de suspuestos de trabajo o del país, como un compañero suyo judío que ya estaba en Estados Unidos enaquel año de 1937. El avión de línea, un Junker, de vuelta a España hacía la primera escala enStuttgart, donde también tenía antiguos compañeros y como le quedaban cinco días de permisodecidió pedir el billete de avión para detenerse unos días allí.

En cuanto llegó a la ciudad encontró un desfile nazi que lo impresionó, preguntaste cómo lohabía expresado él y te dijeron que sus palabras fueron «fue espeluznante».

Según su relato se hospedó en el primer hotel que encontró. Subió a acomodarse al cuarto y nohabía pasado una hora cuando sonó el teléfono. Era un conocido, un alemán muy simpático quehabía estado en Santiago muy introducido como profesor de alemán, había sido profesor suyo, desu hija María Asunción, su hermana Ángela, su sobrino Carlos, un adolescente que se criabaseparado de su padre y en quien ejerció influencia ideológica, de su amigo el doctor García-Sabell y de muchas otras personas. Ese alemán, el 18 de julio había subido a la bola del mundoque sostiene un titán de piedra en la fachada del Pazo de Bendaña en la céntrica plaza santiaguesadel Toural. Y cuando te cuentan esta anécdota del tal alemán tú entras en un plano particular, pueseso ya te fue contado hace años y tú mismo lo contaste en aquella novela, Hombre sin nombre. Laliteratura, la imaginación, la memoria personal y la historia se confunden ya para ti en una mismacosa, en este relato que estás armando.

Lo que no consigues aclarar es si la bandera que subió a colocar allí era la de Falange, comote está contando tu interlocutor, o la nazi alemana, como te fue referido a ti en su día.

Buscas el nombre de ese alemán y lo encuentras citado por uno de los que fueron sus alumnosy amigo de Ramón, Juan José Barcia Goyanes, Emil Blechmann, de quien dice: «si no nostransmitió demasiados conocimientos de la lengua de Goethe, al menos nos enseñó todas lascanciones estudiantiles del Kommersbuch que él acompañaba con la cítara». Y en sus memorias,Lois Tobío, galleguista y diplomático republicano, matiza: «este Blechmann daba también clasesparticulares de zither, que es el instrumento con el que en la Alemania del sur, en el Tirol y enSuiza acompañan las canciones populares, los jodeln, y que no sé a quién demonios le podríainteresar en Santiago». Y da una descripción del individuo, «un tipo verdaderamente pintoresco,muy tieso, siempre vestido de traje negro de corte pasado, de solapa corta y pantalón estrecho,collarín alto y almidonado, botas de botones, bombín y bastón que manejaba con mucho garbocuando iba por la calle». Pero el alemán que empezó a aprender Tobío con este nazi le permitióaños después traducir el Fausto al gallego y el texto antifascista de Thomas Mann ¡Escucha,Alemania!

Un buen elemento debía de ser el tal, sin duda un agente de la Gestapo como otros queoperaban ya en España, en Galicia de un modo particular por la posición geoestratégica en elAtlántico, por el abrigo que podían proporcionar las rías a sus submarinos y por las minas dewolframio que ya eran de gran interés militar para la aleación del blindaje de los tanques.

Precisamente había sido Ramón Baltar quien había conseguido anteriormente que lo expulsaseel gobernador civil de la provincia porque pretendió extorsionarlo, a cambio de dinero le ofrecióquitarlo de una lista negra que se estaba confeccionando para un futuro golpe de Estado. Leandro

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Pita Romero, ministro del Interior entonces, se fue a operar al sanatorio Baltar, Ramón porentonces se había enterado de que Blechmann seguía en Portugal esperando el momento de volver,así que se lo contó al ministro. «A ver qué podemos hacer.» Y consiguió que fuese expulsadotambién de Portugal, hasta que en las vísperas de la sublevación militar ya entró de nuevo aGalicia y reapareció con su bandera.

Si el tal sabía que había sido Ramón el culpable de su expulsión lo disimuló. Y allí estabaeste Blechmann en Stuttgart, al teléfono en el hotel: «Ya me pareció, doctor Baltar, que era usted elque bajaba de un taxi. Porque yo estaba aquí en la calle, en Stuttgart».

Un hombre que había sido advertido en la frontera de que estaba vigilado y que en cuanto sedesvía del itinerario previsto nada más entrar en un hotel es llamado por un agente de la Gestapocomprende perfectamente que está siendo seguido en todo momento, que la policía política deFranco avisó a la alemana. Pero casi todo puede ser relatado por el lado cómico, así que en esterelato, Ramón, en las horas en las que su amigo en Stuttgart trabajaba en el hospital, quedó conBlechmann y fueron de restaurantes, salas de fiestas y teatros los tres días que le quedaban. Pudotomar cervezas en terrazas, él que venía del frente de Teruel, «en terrazas en paz», recordaba.

Cuando acabó el plazo que tenía le pidió a Emil si lo podía llevar al aeropuerto, en vez de iren taxi, y aquel nuevo amigo lo llevó encantado en el coche de la Gestapo hasta el avión.

Cuando escribías esto en algún momento se te pasó por la cabeza que la idea de ir a Alemaniaa operarse su amigo Baladrón nació tanto de la prudencia médica como de las ganas de Ramón dehuir momentáneamente del frente. Puede ser, o no.

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El buzo beis

Cuando uno imagina a sus personajes los concibe libremente, les da una biografía, un carácter y unaspecto físico, cuando novelas la vida de alguien que existió y que no conociste, el trabajo de laimaginación es distinto.

Tienes que imaginar a los Baltar, puedes ver algunas fotografías de don Ángel, incluso undibujo de Castelao en el que representó una operación que le hicieron a él y allí están dibujadoslos cirujanos con sus batas blancas. Fotografías de Antonio en distintas épocas, cuando es jovenen ropa de veraneante, pantalón blanco y camisa blanca, y luego siempre de traje. Las fotografíasde Ramón son de traje en algún acto oficial o leyendo los folios de una conferencia en algúncongreso y luego dos fotografías sentado detrás de su mesa de consulta con la bata blanca decirujano, el cuello redondo.

Cada vez que entrevistas a alguien que conoció a Ramón le preguntas cómo era, ya sabes queno era tan alto, 1,76 según la cartilla militar al tallarse a los dieciocho años. Una estatura que enaquellos años era la de un hombre alto pero no demasiado, era corpulento aunque no gordo y,todos lo dicen, su presencia resultaba imponente. De su leve cojera consecuencia del accidente ode ese arrastrar al hablar en ocasiones no te hablan, si hubo tales debían ser imperceptibles, quiénsabe si porque él se esforzaba en que no lo fuesen.

Le preguntas a los hijos cómo vestía. «Era muy convencional.» No salía a la calle sin chaquetay corbata. Gabán y no gabardina. «Los trajes más elegantes los encargaba en Feal en A Coruña,más tarde en Touriño, en Santiago, en la última época en Torrelles, un sastre catalán que seestableció en la rúa do Vilar. Y en la consulta la misma bata que en la cirugía, de cuello alto ycerrado.» Debajo de la bata seguía estando la corbata.

Un rasgo de hermetismo alrededor del cuerpo en ese modo de ser Ramón. Y muy del afán deconservar una elegancia de antes de la guerra, cuando aquel presente tan vivo parecía contener ygarantizar el futuro, también. «Con un traje tuyo vestíamos a todos los hijos», le reprochabaEmma, que vestía elegante y discreta según la memoria de los hijos. A ella la ropa de más lujo sela cosía La Morandeira, que tenía taller en Lugo, algunas modistas de Santiago y también traíaropa de Madrid.

Cuando don Ramón Baltar estaba en Rianxo o luego en la finca de A Amañecida ya era Ramóny era verano y había sol y entonces «calzaba alpargatas de esparto y se ponía un mono de colorbeis».

«¡Gastaba mono para andar por Tanxil o por la finca de A Amañecida!», a ti te hace gracia.«Sí, era el buzo que tenía para operar en la guerra.» «¡No me digas! Así que se llevó para casa elbuzo de operar en el frente y luego de lavarle la sangre de las intervenciones lo seguía utilizando...¿Cómo era?» «Era de color beis, cerrado con botones, no con cremallera. Con el buzo navegaba yandaba por la finca. Si llegaba visita se lo quitaba y se ponía ropa más convencional.» Acabassabiendo de una fotografía en la que va en el yate al timón vestido con ese buzo beis.

De modo que las vivencias del frente de guerra no desaparecieron de repente, no solopermanecieron sino que fueron incorporadas consciente y voluntariamente como parte de suidentidad, quiso que siguiesen en su vida diaria. Donde los demás podrían ver una extravagancia ouna curiosidad para él era una reivindicación de su identidad, ese era él, el que operaba en el

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frente de guerra, amenazado por detrás y expuesto por delante. Cuando se ponía el mono beisevocaba el peligro. No, no era un hombre de paz, era un hombre de guerra. Aquel cirujanoprestigioso y señalado, también respetado, aquel hombre elegante y serio, aquel patricio y padrede familia no había dejado de ser el «capitán médico asimilado». No abandonó la trinchera. Lasdos pistolas que guardaba en un cajón dormían pero estaban vivas.

Sin embargo, no permaneció en el ejército tras acabar la guerra. Un hijo relató en unaentrevista que le ofrecieron dirigir un hospital militar en Madrid, lo llamaron también deBarcelona, pero optó por volver a Santiago y no quiso seguir de capitán médico.

La Guerra Civil fue esa tragedia que siempre lamentó, una tragedia con sus situacionesabsurdas para Ramón. Como que quien preside el Gobierno republicano y dirige la estrategia deguerra del ejército «enemigo» fuera el doctor Negrín, una de las personas con las que cenó enMadrid el día 17 de julio de 1936, esa misma noche en la que comenzó todo. Como que élestuviese en el bando contrario a Enrique Líster, al frente de tres divisiones, el V Cuerpo delEjército. Líster, el hermano de los hermanos Liste que se habían ofrecido para proteger a sufamilia en los primeros días del golpe.

Años después, en el yate de Ramón, el Quirón, atendido por Alvarito Mosquera como patrón,ayudaría también como marinero uno de los combatientes en el bando de los «nacionales» en labatalla del Ebro, Melchor, quien también había andado a la sardina embarcado con otro marineroque había servido en el bando contrario, a las órdenes de Líster. Te gusta imaginarlos a bordo deun barco de pesca por la ría reconstruyendo y discutiendo cómo habían sido los movimientos de labatalla.

Tragedia y absurdo.

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La viga maestra

Ese hombre que vuelve a su casa tras ser atravesado por la guerra, acostumbrado a losbombardeos y los cañones, era ese padre vigoroso que contemplaron los hijos e hijas en la terrazade la torre de Tanxil, recortado contra una noche iluminada por los rayos y los relámpagos cuandola casa estaba sacudida por los truenos. Una noche que permanece en la memoria de los hijosvivos, que «nadie de los que la vivimos podemos olvidar».

El día 5 de agosto de 1958, el Cabo Razo, un carguero que venía de Bilbao y que tambiéntransportaba pasaje, embarrancó dentro de la ría, en O Chazo, y murieron quince personasahogadas. El día 20 de ese mismo mes la silueta del carguero embarrancado se podía ver desde elalto de Tanxil bajo la luz de los rayos que cayeron incesantes en el mar toda la noche, lanzasincandescentes que levantaban humo al penetrar en la superficie de la ría. Tres tormentasconvergieron en la ría y se fueron acercando a Rianxo, a Tanxil. Aquella noche murió gente en elotro lado de la ría, en Vilaxoán, y cayeron casas y balcones.

Veinte miembros de la familia Baltar de veraneo, niños y adultos asustados.«Sobre las dos de la madrugada, en nuestro cuarto, aunque teníamos cerradas las contras

entraba la luz por las rendijas, tanta luminosidad que se veía perfectamente. De repente, apareciómi padre, que nos dijo que había peligro y que bajásemos con todos los demás inmediatamente ala sala distribuidora de la planta baja, donde estaba el piano. Allí mandó que nos sentásemos en elsuelo y que no nos apoyásemos en la pared.»

No corre brisa y el aire está cargado, la electricidad anda por los cables de la luz y saltanchispas de las cerraduras y de las bisagras de las puertas, la torre tiembla. La caja del teléfonorevienta y salta de la pared.

Ramón sale a la terraza, de pie contemplando el espectáculo de la tormenta sobre la ría. Allíestá hasta que Emmita lo llama, entonces entra y explica: «Escogí este sitio de la casa porque enla guerra aprendí que en caso de bombardeo lo mejor es juntarse y refugiarse en el punto más bajode la casa, no habiendo sótano esta sala es el lugar indicado. Recuerdo cuando se hizo la casa yaquí sobre nosotros están las vigas maestras, puede caer toda la casa y el techo de esta salaaguantaría. Así que estamos tranquilos.»

Y a continuación va a la cocina a buscar una palmatoria, vuelve, se sienta en una silla,enciende la vela y un cigarrillo y se pone a leer un libro que traía en el bolsillo de la chaqueta delpijama y pide silencio para poder leer.

«A las seis de la mañana la tormenta fue amainando y entonces dijo que nos podíamos retirar,pues las camas eran de madera. A la mañana siguiente todo era calma, el aire estaba limpio y en eljardín habían caído dos árboles y otros tenían el tronco quemado y ramas caídas.»

Ramón conoce las vigas maestras de la casa y se protege y protege bajo ellas. Su siluetasegura sentada leyendo a la luz de la vela bajo la tormenta, el punto rojo del cigarrillo en la mano,permanece en la memoria de los hijos e hijas.

Una figura paterna protectora y de una envergadura impresionante, o sofocante.

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Camino de Santiago por Burgos

Pero ahora aún tiene que volver del frente a casa. Y este fue un viaje bien curioso, el que hizoRamón Baltar desde Tarragona hasta Burgos en 1939. Y, como siempre en esta historia, hayalgunas cosas que sabes que no acabarás de comprender.

«Pues yo entonces conseguí venirme para Galicia de vuelta, y si no fuese así ahora noestaríamos aquí hablando gallego y castellano y vosotros estaríais hablando catalán», así le dijoun día el Ramón de sus últimos tiempos a dos de sus hijos recordando cómo fue para él el fin de laguerra.

Aquel día en que se lo contó acababa de comprar un SEAT 1430, con matrícula C-80588, y enla sobremesa aquel hombre de sesenta y ocho años hizo en voz alta un recuento de los treintaautomóviles que con aquel había tenido en su vida.

Según su relato, el Ejército quiso obligarlo a asumir la dirección del hospital de Tarragona,pues en Cataluña la mayor parte de los médicos eran republicanos y tuvieron que exiliarse ante elavance de las tropas franquistas. Le ofrecían un porvenir profesional ya establecido, desdeTarragona pasaría a dirigir otro hospital en Barcelona. No aparece aquí ese hospital militar deMadrid del que hablaba otro hijo en esa entrevista de 1986, pero en esencia el relato es el mismo,les interesaba que permaneciese como cargo médico para los territorios que iban ocupando y porel contrario el interés de Ramón era volver a casa.

Efectivamente aquel era uno de los momentos decisivos en su vida, tenía treinta y siete años,había sobrevivido a la guerra y comenzaba una nueva época, si hubiera aceptado la proposición suvida podía haber sido muy otra y con ella la de las personas que dependían de él. Tendría quedejar el sanatorio en las manos de un equipo médico de su confianza primero y acabar porvenderlo después y llevar a su familia, Emma y los tres hijos que tenía entonces, para Cataluña.Probablemente su madre, doña Isabel, preferiría quedarse en Santiago, y puede que también suhermana Ángela, que había perdido el novio en la guerra. En cuanto a Elisita, que era dependiente,eso sería una complicación, estaría más atendida de la mano de Ramón y sus hijos, pero ellaprobablemente no querría abandonar los lugares que le eran queridos.

Ese momento y la decisión que tomó muestran una clara radicación de Ramón semejante a lade su padre en Santiago y Galicia, toda su vida y también el futuro que quería imaginar y podíadesear estaban allí. Y tomó una decisión que no entiendes bien cómo pudo realizar, se fue aBurgos, donde tenían establecida la capital provisional los generales sublevados, a hablar conAranda. Tuvo que solicitar entrevista y supongo que el que este se la concediese es lo que explicaque le permitiesen abandonar su destino en Tarragona en aquel momento para trasladarse aBurgos.

Para llegar allí en un plazo limitado de días viajó en un coche que se averió al llegar a Lleida.Allí lo cambió por otro, pues detenerse a repararlo era perder el tiempo y poner en peligro laentrevista, pero este tenía matrícula de Gerona, que era un territorio que aún no había ocupado elejército franquista, cosa que le creó repetidos problemas pues los militares lo parabanrecurrentemente al ver la matrícula. Al llegar a Burgos se le averió otra vez el auto y volvió arepetir la maniobra de cambiarlo en vez de esperar a arreglarlo, continuó en un Citröen 11, elPato. Con él llegó a Burgos y después continuó a Santiago. En el recuento de automóviles de su

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vida que le hizo a los hijos contó este último y desconsideró los otros dos que se le averiaron porel camino. Así que descontados los dos primeros de ese viaje, fueron treinta los coches de suvida.

En aquellos últimos tiempos, mientras se dejaba afeitar por Jaime, su hijo menor, aúnlamentaba que se le hubiese escapado un coche, un BMW deportivo descapotable verde. Fue alcomienzo de la guerra, se abría un tiempo incierto y la incertidumbre le paralizó el deseo, no sesabía cuánto duraría la guerra.

Te preguntas más de una vez qué encontraba Ramón Baltar en los automóviles, en lavelocidad. Intuyes que pertenece a ese lado suyo en sombras, un lugar de pulsiones y deseos queno alcanzas a comprender.

Ramón consiguió del general Aranda que le permitiese cambiar el destino de Tarragona por eldel hospital militar de Santiago y pudiese recuperar así su vida. Este es un momento que te resultaconfuso, ¿qué le explicó Ramón a Aranda en la entrevista para convencerlo? Podía tener buenosinformes de su desempeño como director de un hospital de campaña, pero eso mismo avalaba queera más útil en un territorio falto de médicos que en Santiago, donde no faltaban y a donde sereincorporaban de vuelta otros que habían servido como alféreces. Además, el expedientepolítico, que sin duda conocía el general, no debería favorecer que lo escuchase siquiera. Caso deser cierto que Aranda fuese masón, ¿podía ser eso un motivo para atender a Ramón? Desconocessi Ramón fue efectivamente masón, aunque sí sabes que estuvo rodeado de amistades masonas. Novas a poder saber lo que hablaron esos dos hombres en un despacho de Burgos, pero hay algo quedesconoces y el caso es que Ramón se volvió a casa en su Citröen 11 Pato.

Tienes que imaginarlo como un hombre exultante, había sobrevivido a una guerra, habíarecuperado la salud, aún tenía mucha vida por delante. Y volvía a su tierra, a su ciudad y a sucasa. Sin duda comenzaba una nueva etapa en su vida. Como ya vas conociendo a Ramón, o almenos eso crees, imaginas que iría haciendo planes para el sanatorio y para recuperar su puestoen la universidad.

¿Y Antonio, qué hacía en esos momentos en los que Ramón atravesaba las tierras de la mesetarumbo a casa?

De su currículum sacas que ese año pudo revalidar en Argentina el título de médico, gracias aldinero que llevaba, en el mismo año se presentó y aprobó la tesis de doctoramiento y entró atrabajar como jefe del Servicio de Anatomía Patológica del hospital del Centro Gallego deBuenos Aires. Comenzaba una carrera profesional alternando proyectos colectivos del exiliorepublicano gallego y puestos en la administración argentina. Una vida que ya se desarrollaríalejos de su tierra y de la que había sido su familia. Una fotografía que encontraste en la Red lomuestra rodeado de Mireya y toda su familia, cuando la viste te pareció que resumía bien su nuevasituación vital.

Vuelves a pensar en Ramón. No es tan simple la cosa, no puede quedar simplemente laestampa del hombre contento de volver a casa. Si atravesó las incidencias y represalias tras elgolpe del 36 y si atravesó una guerra civil ese hombre que conduce su auto en dirección al oestees imposible que sea el hombre de hace tres años. ¿Cómo cambió internamente para explicar esosaspectos de su conducta de años posteriores? ¿Cómo explica al «elemento peligroso», al hombreque está preso en un calabozo?

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Centauro

«¿Que os hizo este país? [...] ¿Por qué no salís más y hacéis la vidaordinaria de los catedráticos?»

El irlandés astrólogo,Luis SEOANE

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Un «ex-profesor»

Dr. Ramón Baltar DomínguezCirujano de Número del Gran HospitalEx-profesor de la Facultad de MedicinaSantiago de Compostela.

13-XI-1957

Sr. D. Gonzalo Gurriarán

Mi distinguido amigo y compañero:Agradezco muchísimo los trabajos que me envió. Son por sí mismos muy interesantes y de un gran

valor. Pero para mí tienen una importancia mayor, porque aportan una sólida base a los conceptos queme guiaron para iniciar una modificación de la técnica de la gastrectomía.

Mi idea la expuse por primera vez, muy brevemente, en una reunión de la Sociedad de Cirujanos deBilbao, a propósito de las úlceras de boca anastomótica, recordando una fórmula propuesta por uncirujano ruso —Bogoras— hace unos 30 años, que derivaba la bilis al estómago, como complemento degastroenterostomía, para neutralizar la acidez gástrica. Inspirado en eso, comencé a hacer unabocamiento del asa que viene del duodeno al estómago, para que la totalidad del jugo duodenal sevierta en la cavidad gástrica. Hasta ahora operé solamente tres pacientes por este procedimiento. Entodos ellos se logró una resección económica, de solo el 50%, la desaparición completa del clorhídricolibre.

Me dice en su tarjeta que cree que no nos conocemos personalmente. Sin embargo, yo tengo elrecuerdo de que hace muchos años estuvo Vd. en alguna ocasión en nuestro sanatorio y que establecimosrelación. Independientemente de eso, es cierto que tenemos una serie de amigos comunes. Con estaoportunidad, me ofrezco muy sinceramente buen amigo suyo.

No sé si con las explicaciones que le he dado y el esquema que incluyo a continuación podré darleuna idea suficiente de la fórmula operatoria, tal como la concebí. Si con eso basta, ¿será unaimpertinencia por mi parte que me tome la libertad de pedirle una impresión sobre mi criterio técnico? Suvaliosa opinión y, sobre todo, las «pegas» que pueda encontrarle, me interesarán mucho.

Perdón por tanta molestia. Un saludo muy cordial de su affmo.

Debajo de la firma de R. Baltar aparece un dibujo a bolígrafo que ilustra la técnica y unaexplicación de las partes del dibujo.

La carta reúne muchos elementos interesantes. El corresponsal, el doctor Gonzalo Gurriarán,tenía un perfil profesional, cultural e ideológico muy semejante al de Ramón. Cirujano formado enAlemania, estudiante en la Residencia de Estudiantes de Madrid, jefe de Sanidad de Madrid en1936 y finalmente depurado e impedido de ejercer la profesión hasta el año 1948. Acabóejerciendo en O Barco de Valdeorras, de donde era natural, y allí abrió un sanatorio. CuandoRamón le dice «tenemos una serie de amigos comunes» es tan cierto que incluso podría citar a lapolicía del Régimen que vigilaba a Ramón Baltar y la Guardia Civil que vigilaba y visitabaregularmente al doctor Gurriarán en O Barco.

Ramón Baltar se formó como cirujano generalista, lo fue y nunca quiso dejar de serlo. Fue enel curso de su vida profesional y sobre todo en la generación de sus hijos donde se dio el pasohacia la especialización. Una de las motivaciones para no abandonar él ese carácter de cirujanogeneralista te va pareciendo que fue porque se divertía con la práctica profesional, con losdesafíos y por eso dejó varias intervenciones pioneras que divulgó en congresos y publicaciones

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científicas. En la carta explica uno de sus ensayos.Sin embargo, lo que más te interesa está justo en el membrete de la carta, donde dice «Ex-

profesor de la Facultad de Medicina».Un cirujano que dirige el mayor y primer sanatorio moderno de Santiago, «cirujano de número

del Gran Hospital», con un apellido médico ya reconocido..., ¿qué sentido tiene que se autotitule«ex-profesor»? No es un mérito, es un demérito. Llama tu atención. ¿Cómo lo debes interpretar?¿Como una vanidad absurda de alguien que desea ostentar un título y confiesa que ya no lo tiene?¿Una especie de autolesión, alguien que se duele de no ser ya profesor universitario y no puedeevitar confesarlo en público?

No te parece una conducta que se corresponda con la figura de Ramón que ya te fuisteconstruyendo, un hombre muy orgulloso con conciencia de su valía. Recuerdas informaciones,detalles sueltos en el curso de estos meses de conversaciones y papeles. Vuelves otra vez a lacarta que te envió al principio aquel hijo de un amigo suyo, decía de él, copias: «De intensavocación universitaria. La rigidez política del Estado nacional sindicalista abortó una carrera deprofesor que habría sido muy fructífera».

Pero tú buscaste su currículum académico y encontraste que al acabar la guerra, el 18 deagosto de 1939, fue nombrado profesor «auxiliar temporal», plaza de la que tomó posesión el 2 deseptiembre de ese mismo año. De modo que, aunque había sido suspendido de empleo y sueldo dela plaza de «profesor ayudante» que había conseguido por oposición en 1932 y luego depurado ysancionado con la «inhabilitación perpetua para cargos directivos y de confianza», además de sersancionado por el Consejo de Colegios Médicos, consiguió ser admitido como «auxiliartemporal». ¿Entonces, lo de «ex-profesor»? ¿Cuándo dejó de serlo y por qué?

Sin duda su trayectoria está llena de incidentes. Si acierta quien dice que tenía «intensavocación universitaria», entonces debió de ser un contratiempo serio y vitalmente decepcionante.Y tuvo que ser algo en cierta medida traumático, porque cuando él mismo escribe su currículumprofesional posteriormente, en una fecha no concretada en los años sesenta, omite absolutamentetanto esa reincorporación a la facultad en el año 1939 como la fecha en que deja de ser profesor.Borra eso de su trayectoria. Envía esa parte de su labor y de su trayectoria al desván en penumbra.

Entre los hijos no hay unanimidad sobre que él le diese a eso muchas vueltas o algunaimportancia, era algo de lo que no hablaba apenas. Pero tú no puedes evitar ver que en Ramón hayla decisión, en 1957, de tener para su correspondencia un membrete reivindicativo en el que diceser «ex-profesor» y posteriormente un currículum en el que decide omitir datos y esa condición deprofesor universitario.

¿Por qué lo hace? Por ahorrar extensas explicaciones, puede ser.Pero tú piensas, más bien, porque sabes que en aquel entonces Ramón ya tenía hijos mayores

estableciéndose y otros que estaban creciendo y tendrían que incorporarse a la vida social y quetenían que convivir con sus vecinos, hijos e hijas de padres con los que tú, Ramón, tenías o habíastenido diferencias o roces y que no querías cargarlos con tu pasado, transmitirles a ellos ese peso.La propia Emma, que era quien al cabo educaba a los hijos, estaría ahí muy atenta recordándotelosiempre. Déjalo estar, déjalo pasar, Ramón. Ella misma repetía que a veces era más útil yconveniente «hacerse la tonta». Lo que le debió costar a Ramón hacerse el tonto.

Y de esos contratiempos no les habló a sus hijos, como era el proceder común en aquel tiempoque os fundó a tantos.

Esos contratiempos que dejaron al margen a esos dos cirujanos que comparten en unacorrespondencia privada sus experiencias científicas porque no pueden investigar y divulgar en launiversidad.

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Lo que le hicieron

En una información sobre Ramón que publica el Álbum da Ciencia en la Red, encuentras lareferencia a las «campeladas». Y tienes que dirigirte nuevamente a la familia, que no muestramucho interés en extenderse sobre el asunto.

Llegados aquí ya fuiste comprendiendo que procurar conocer el pasado, aunque no lopretendas, supone alterarlo. Que el pasado es una percepción y un relato establecido para todos yrevisarlo afecta tanto a unas partes como a otras; en el caso de una guerra civil, tanto a losvencedores como a los vencidos. No solo las familias de los vencedores no quieren vercuestionada su situación y los privilegios conseguidos como botín a costa de los perdedores,también las familias vencidas, que se tuvieron que adaptar, temen verse nuevamente molestadas.Unos no aceptan reclamaciones, se escandalizarían, y otros ni sueñan hacerlas, el pasado estáaceptado y asumido por todos.

En más de una ocasión preguntaste por ese asunto de las «campeladas» y entre sonrisas terefirieron que efectivamente Ramón tuvo un enfrentamiento en la Facultad de Medicina con quienera entonces decano, el doctor Novo Campelo, pero esquivaron el asunto y no te ofrecieroninformación concreta. Sin embargo, entiendes que si la consecuencia de ese enfrentamiento es quequien era considerado un destacado cirujano de Galicia y uno de los mejores de España no pudoser profesor universitario entonces sí que tuvo que ser algo de trascendencia profesional y vitalpara él y también de trascendencia para la formación de generaciones de cirujanos.

Ese conflicto entre Ramón y la autoridad universitaria inmediatamente tras la guerra hace querecuerdes el conflicto en la generación anterior entre don Ángel, director del hospital que tampocofue catedrático, y la universidad. Son personas distintas y épocas radicalmente distintas, pero ahíestá para ti ese lapidario «abortó una carrera universitaria que habría sido muy fructífera».

¿Cómo entendía este hombre el rol de profesor? En 1970, con sesenta y ocho años y viendo supropia vida con perspectiva, le preguntan: «¿Usted creó escuela, don Ramón?», y contesta: «Yo notengo un modo especial de hacer cirugía. Yo enseñé a hacer el oficio. Por España adelante haycirujanos que estuvieron conmigo. Pero yo no creé escuela. Enseñé el oficio, incluso a mispropios hijos». Efectivamente, a partir de 1945 no siguió formando en la teoría y prácticaquirúrgica a través de la educación universitaria.

Y sobre si realmente tenía motivación y «vocación universitaria» sabes de una evocación deJosé María Suárez Núñez, quien fue alumno suyo en esos breves años tras volver del frente en losque se reincorporó a la docencia:

[...] finalizada la intervención, mientras fumaba un cigarrillo que siempre guardaba en una cigarrera deplata, nos comentaba los aspectos técnicos de la misma, el pronóstico del enfermo, los cuidados a seguiren el postoperatorio [...] Cuando tenía tiempo, en la quietud de su biblioteca, nos contaba anécdotas desus maestros, pedazos de su vida o casos raros de su experiencia médica y, así, con cigarrillos y té, a susamigos nos hacía agradables las obras.

Suárez Núñez, un alumno que se sentía agradecido y amigo, fue profesor universitario,catedrático y finalmente rector de la Universidad de Santiago; su maestro, no. Esa realidad tuvoque ser dura para Ramón Baltar como lo sería para la mayoría por más que él no lo manifestase demanera explícita.

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Aunque lo de «ex-profesor», ese extraño título o mérito en el membrete de sucorrespondencia, tú no dejas de considerarlo una protesta.

Y tienes que preguntarte por qué renunció a la plaza de auxiliar temporal. Porque élformalmente renunció. Y finalmente conseguiste copia del aceptamiento de la renuncia de donRamón Baltar Domínguez por parte del Ministerio en una nota que le envió el decano, NovoCampelo, el 26 de febrero de 1945: «Este Ministerio resolvió aceptar la mencionada renuncia».

Es algo que no puedes comprender en un paso importante de la vida del personaje, quién sabesi decisivo. Tienes que insistir con sus descendientes, ¿qué le ocurrió a Ramón?

Acabas consiguiendo leer alguno de esos apuntes que Ramón guardó en su día en un sobre enel que escribió por fuera «campeladas». Es evidente que hay ironía para lo que es un relato deagravios, un informe escrito a mano con estilográfica en apuntes sucesivos. No podrás saber si fueenviado finalmente a alguna autoridad, entiendes que no, que más bien es una relación deincidencias para un uso particular sin definir. Transcribes esa letra inclinada en un relatocoherente y seguido de lo sucedido en las salas del hospital, con nombres de santos:

Siendo yo encargado de Pat. Quirur. 2.ª renuncié a 4-6 camas que me correspondían en las salas declínica para tener concentrados en las salas de Heridos y Sta. Elvira que me bastaban para la enseñanza.Luego, como consecuencia de la coordinación, comenzaron a ser efectuadas arbitrariedades en larecepción de enfermos, llenándose mis salas de crónicos y desplazándose a otros enfermos útiles para laenseñanza a otras clínicas, y eso aun cuando llevaban notas mías. Así ocurrió el epitelioma por estarpróximos a párpados, en dos casos y con un quiste hidatídico de pulmón. Entonces comencé a notar laescasez en el movimiento de enfermos.

Al hacer oposiciones a cirujano de número —y a pesar de mis protestas— me fueron arrebatadas lamitad de las camas de Heridos y Sta. Elvira bajo el pretexto de que las de S. Sebastián y el Carmenvenían a suplirlas. Pero en estas apenas ingresan otra cosa que crónicos y no pueden siquiera hacerseradiografías. Con eso, es frecuente que pasen semanas enteras sin ingresar enfermos de interés paraoperar. Los pocos que lo hacen, son enfermos de paso, no tienen derecho a exigir cirujano.

Siendo encargado yo de la cátedra se me privó de los locales que antes tenía en el servicio. Intentéponer una consulta pública para la enseñanza y el Decano informó en contra. A pesar de eso, laDiputación concedió los locales, siendo objeto esa concesión de una protesta del Decano.

En Nov. 1943, se nos pidió por el Decano, a los auxiliares, el título de 4 conferencias teórico-prácticas, para los cursillos de perfec. médico. Se las dimos. A mí se me suprimió una de ellas, sincomunicármelo ni consultarme cuál había de ser. En cambio, el auxiliar del Decano da 5 y el hijo delDecano, 9.

Al principio de curso hice un vale (el único en este curso firmado por mí en los dos primeros meses)por material de librería (historias clínicas, gráficas y recetas) en número de 1 000 de cada cosa. Se meredujo a la mitad (de 500 a 250 pts) por ser excesivo.[...]

No está datado, pero puedes deducir, por el propio texto, que es posterior a 1943.Tras transcribir esa relación de algunas de las incidencias que anotó, hay más, sientes dentro

de ti una gran incomodidad, como si tú mismo, conforme transcribías e imaginabas, sintieses unahogo progresivo.

Pensabas que lo que escribió en el sobre donde guardó las notas, «campeladas», era undesahogo irónico. Ahora percibes un peso enorme, no puede ser meramente ironía, es sarcasmoamargo, el desahogo de un hombre que sufrió acoso y humillaciones. No bastó lo vivido en elfrente de guerra que, al llegar de vuelta a casa, se encontró nuevamente contra una pared.

En ese mismo sobre hay más papeles. Una copia a máquina, puede que un borrador, de unanota dirigida a alguna autoridad académica o administrativa no especificada, podemos imaginarque al decano:

Tengo el honor de poner en su conocimiento lo que sigue:

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Desde el inicio del presente curso, vine encontrando dificultades para la utilización de un aparatoproyector en las lecciones teóricas de la asignatura de Patología Quirúrgica 2.º curso a mi cargo. En eldía de hoy, estas dificultades se hicieron insuperables para mí. En consecuencia me vi obligado asuspender la lección teórica correspondiente, suspensión que tendré que prolongar en tanto no seresuelva la mencionada deficiencia, que supongo fácil de subsanar toda vez que, según mis noticias,existen por lo menos tres aparatos de proyecciones en perfecto estado de funcionamiento en estaFacultad de Medicina.

Lo que comunico a V. S. a efectos oportunos.Dios guarde a V. S. muchos años.Santiago, 31 de enero de 1945

Es evidente que Ramón está llegando a una situación límite o anunciando un desenlace. Otropapel escrito a máquina cinco días después:

Tengo el honor de poner en conocimiento de V. S. lo que sigue:Por razones de criterio personal decidí presentar con esta fecha la renuncia de mi cargo de Profesor

Auxiliar de Patología Quirúrgica, en esta Facultad de Medicina por V. S. regentada.Lo que comunico a V. S. a efectos oportunos, rogándole su tramitación reglamentaria.Dios guarde a V. S. muchos años.Santiago, 5 de febrero de 1945

Veintiún días después, el decano le envió la resolución del Ministerio. Te aceptó la renuncia,Ramón. Estás fuera de la universidad y no serás profesor universitario en esta tu ciudad dondetodos los médicos destacados lo son, donde prácticamente todos los médicos y cirujanos quetienen o trabajan en sanatorios lo son. Serás el único que no lo será. Te fue negado hacer tuescuela médica, hacer investigación científica, incluso la distinción social que eso supone en estaciudad y en este país burocrático.

No te cabe duda de que Ramón Baltar optó por el orgullo. O ni siquiera tuvo opción, semarchó porque lo echaron. E hizo de la herida una insignia, así explicas eso de «ex-profesor de laUniversidad de Santiago de Compostela».

En distintos momentos, o casi en cada ocasión, ese factor de orgullo personal, ves lareivindicación de sí mismo como una posición natural que determina sus decisiones. En esaentrevista de 1970, cuando le preguntan: «¿No pensó en dedicarse a la enseñanza?», contesta:

Sí. Siendo Auxiliar de Cirugía y Encargado de Cátedra (3 años estuve encargado de la cátedra dePatología Quirúrgica), pensé en hacer oposiciones. Pero para planear un poco la preparación fui apresenciar unas y me pareció tan disparatada la decisión del tribunal que se la dio a un señor que a miparecer no la merecía y dejó fuera a cuatro que a mí me parecía que la merecían. Me desilusioné y decidíno verme en un trance análogo a aquel.

En ese momento Ramón ya había tenido su ración completa de humillaciones y le bastaba.Aunque esa contestación a una pregunta, que en realidad oculta otra: «¿Cómo es que no está usteden la universidad?», no es la verdadera o no es la verdad completa. Lo echaron.

Pero si ya había renunciado a la venganza o reparación, si no quería transmitir a los hijos ehijas los agravios padecidos por ahorrarles conflictos y ayudarlos a encajar en la sociedad creadapor los vencedores, si quería mandar atrás, al olvido, lo vivido, ¿por qué guardó esos papeles enun sobre? ¿Por qué los escribió, por qué no los rompió o quemó?

En un cajón, revueltos con otros papeles, sin que fuesen transferidos de un modo concreto oexplícito a los hijos, con más probabilidades de ser perdidos o quemados que de ser atendidos yleídos, con una única posibilidad de que llegasen un día a manos de alguien que quisiese conocertus pasos, Ramón, ¿para qué los escribiste? Sin destino o función alguna, inútiles para una

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venganza o reparación, pero llegaron a mí. ¿Para qué los escribiste y guardaste, Ramón?Puede que los guardase en caliente, en el momento de los hechos y que luego quedasen

olvidados, sepultados por otros papeles, cosas que uno sabe que ya no sirven y que a pesar de esono quiere tirar definitivamente. Porque uno se resiste a amputarse una parte de sí mismo. Porqueno quería que aquello desapareciese completamente, quería que hubiese algún tipo de constanciade que había ocurrido. Constancia de que lo vivido había sido real. Constancia de que su vida erareal.

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Vulnerabilidad y equilibrios

Todo lo que le ocurrió a Ramón después de 1936 debe de ser entendido dentro de un marco, pasóa ser un hombre señalado y vigilado, sometido a denuncias e incidencias.

De hecho, nada más volver del frente a Santiago alguna denuncia hizo que se abriesenuevamente un expediente.

El Servicio de Información Militar lo declaró «cotizante del “Socorro Rojo”, propagandistadel Frente Popular y masón». Y aquí tienes que preguntarte qué hay de verdad en esasacusaciones, ¿son genéricas e interesadas, sin verdad alguna? ¿O realmente Ramón estaba yaentonces en contacto con la resistencia, y realmente era masón? Parece improbable que reciénllegado del frente, con el grado aún de capitán médico asimilado y prestando servicio en elhospital militar de la ciudad entrase ya en contacto con la red de resistencia. ¿Y lo de masón? ¿Lofue, lo era? Sigues sin encontrar nada hasta ahora que te lo indique claramente.

El conflicto concreto con el decano debe de ser entendido como algo que le ocurre a él y anadie más, de modo que hay que buscar parte de las causas en sus circunstancias, estaba señaladoy era muy vulnerable, a pesar de contar con la ayuda que le prestaban viejas amistades. Unasprotecciones que le permitían cierto margen de maniobra en cada ocasión, condenado a maniobrarincesantemente y zafándose de los obstáculos, para mayor ofensa a sus enemigos. En ese momentoen el que, como consecuencia del segundo expediente que le abre el SIM, lo sancionan con la«inhabilitación completa perpetua para el ejercicio de cargos directivos de confianza» es cuandoél consigue el nombramiento, por oposición, como director del Hospital Real en 1940. La plazaque ya había ocupado su padre.

Precisamente hay que buscar otra causa de su situación en el viejo conflicto institucionallatente entre el hospital, dependiente de la diputación provincial, y la Universidad de Santiago.Aquel conflicto de intereses que ya se había dado en el tiempo de su padre, entre don Ángel yNóvoa Santos. Ramón es arrinconado y expulsado de facto de la universidad, pero resiste en elHospital Real, hasta que se cierra en 1953, y luego pasa al Hospital Provincial, que conserva elcarácter de beneficencia.

En varios momentos desde el principio observaste esa peculiar situación pública de Ramón,estar y no estar, ser pero no mostrarse. Tener prestigio médico pero sin reconocimientoinstitucional. Pensaste que era lo propio de una persona tímida, o simplemente reservada. Vasviendo que era reservada, pero no le faltaba valor en absoluto, más bien al contrario. Y algo tandecisivo en su carrera profesional y en su imagen pública como ser echado de la universidad noes algo que él escogiese, quería ser profesor universitario, tenía vocación de enseñar, le gustabaformar cirujanos.

Aquí tienes un momento de duda; alguno de los hijos no le concede tanta significación otrascendencia, hay alguno que discrepa de tu visión: cree que el habérsele negado esa posibilidad,una carrera profesional universitaria, «no era algo que le produjese especial inquietud». Trasdarle vueltas y contrastarlo con otras opiniones te reafirmas en que esa distancia irónica, esedesdén por una oportunidad que le fue negada que podía expresar un Ramón ya mayor, se debía ados cosas; la primera, a la mirada de alguien que ya ha visto pasar la vida y ve con distanciamomentos que en su día pudieron ser causa de lucha o agonía y, la otra, a un rasgo que le supongo

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de orgullo o elegancia, no hay que mostrar las heridas. Cosa distinta es que siguiese adelante sinvolver la vista atrás.

En algún momento pensabas que había decidido andar por la penumbra o por los lados, queeran sus elecciones, pero no era completamente así. Debes considerar la posibilidad de que aquelhombre joven que formaba parte de una comitiva en las Cortes para entregar el estatuto deautonomía, caso de no haber triunfado el golpe militar, podría haber sido un político republicanomás. No es algo imposible. Y, desde luego, en sus planes estuvo hacerse catedrático y crear suescuela médica. No, no había nacido para ser clandestino y no le hacía ascos a tener una presenciaen la vida pública.

Cuando Alfonso de la Fuente Chaos, catedrático de Cirugía en la Universidad de Madrid yhombre bien situado en el poder del Régimen, llama a Ramón en los años cincuenta para formar untribunal de oposición a cátedra en Madrid y Ramón escusa la asistencia, pues no es profesoruniversitario, el otro se sorprende. Ramón habría dado alguna explicación para ese hecho oesquivaría los detalles, tanto da, y entonces De la Fuente continuó: «no importa, pues ven encondición de miembro de la Academia de Medicina de Galicia», y entonces Ramón le explicó quetampoco era académico. «Tengo que decirle a De la Fuente Chaos que no puedo ir al tribunal.» Yno fue a formar ese tribunal.

¿Entonces Ramón no fue académico tampoco? No te lo habías preguntado. ¿Y quiso serlo? Lafamilia no lo sabe decir. Deberías contrastar ese dato. Si realmente fue presentada su candidaturay fue rechazada sería muy significativo de la situación tan estigmatizada en la que estaba. Tambiénsería muy significativo de que él no renunciaba a la respetabilidad social y profesional que da untítulo y que lo que ocurrió es que le era nuevamente negado.

Llamas al académico más veterano, que además conoció a Ramón y visitó su casa de joven.No sabe nada, él entró en el año 74, «del siglo pasado», como él precisa, y te hace ver que habláisde cosas ya muy lejanas, y si hubo tal candidatura eso habría sido mucho antes. No sabe nada.

Comprendes que estás de viaje por el pasado y que cosas que para ti están vivas y te soncercanas en realidad son muy lejanas y están olvidadas para personas mucho mayores que tú.

Escribes a la Academia de Medicina de Galicia, ¿hay constancia de que se presentase lacandidatura de Ramón Baltar Domínguez a académico? Contestan enseguida, no hay constancia deque fuese presentada. Te lo confirma el presidente de la Academia, José Carro Otero, en los añoscincuenta para ser académico había que residir en la ciudad de A Coruña, donde tenía su sede lainstitución. El motivo argüido era garantizar la asistencia a las sesiones plenarias. Carece desentido, pues tanto los Baltar como otros médicos no residentes en esa ciudad disponían deautomóviles, pero ya nada importa, lo que te importa es confirmar que nadie presentó sucandidatura, que por los motivos que fuese estaba excluido de antemano y que no fue tampocoacadémico. Si alguna vez en esos años u otros posteriores le importó, tampoco lo sabremos. Entresus hijos hay quien piensa que sí y quien piensa que no. Y lo contrario.

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Antón masón

Ramón, como tantas personas de su tiempo que vivieron en este país, hizo un complicado ejerciciointerno para sobrevivir sin sentir que perdía la decencia y la dignidad. El sino de las personasvencidas que se quedaron aquí. En el exilio el aire corría libre.

Arturo Cuadrado, santiagués exiliado, que había sido socio en una librería de literaturaizquierdista con Xoán Xesús González, O Canteiro, fundador de la primera organizaciónsocialista gallega y asesinado en agosto del 36, cuenta así del exilio:

Al llegar al puerto de Buenos Aires me estaba esperando Luis Seoane. Así como nos dimos un abrazo yaempezamos a hablar de hacer proyectos juntos. Entre ellos, Seoane me propone que organicemos unalogia entre exiliados. A los pocos días fundamos la logia de exiliados y le pusimos de nombre «AntolínFaraldo», en homenaje de ese destacado estudiante nacionalista. [...] Creo que esta logia fue muyimportante en el trabajo cultural, creando o impulsando editoriales y todo tipo de iniciativas culturales.Creo que una de las grandes obras impulsadas por Antolín Faraldo fue la fundación del Hogar Gallegopara Ancianos de Domselaar.

El «Hogar para ancianos» comienza a nacer cuando un grupo de estos exiliados en el café LaAsamblea lee en el periódico La Prensa la muerte por frío de una anciana emigrada de Ourense.

Contamos con el señor Jacobo de André de la firma André y Touriño. Nos reuníamos los domingos en undepartamento que habíamos alquilado en el pasaje La Rural con el doctor Antonio Baltar [...].

La comisión directiva del Hogar Gallego para Ancianos le escribe en 1947 a Antonio, que yaestá de médico en el campamento minero de Chos Malal, Neuquén:

Esta comisión directiva, en su sesión ordinaria de fecha de 22 de mayo pasado, tomó entre otros elsiguiente acuerdo: lamentar la ausencia del Dr. Antonio Baltar y hacer presentes sus méritos y sudesinteresado sacrificio, prestando en muchos casos asistencia facultativa a los ancianos, así comotambién su entusiasmo por esta obra benéfica que apoyó con decisión, moral y materialmente desde eldía de su fundación.

Antonio va a vivir el resto de su vida en ese mundo que poco a poco va perdiendo viveza ypulso conforme los exiliados envejecen y el régimen de Franco permanece. Las ilusiones sedesvanecen, los proyectos decaen y la vida de quien vive sabiéndose fuera y lejos sin remedio seva volviendo más y más irreal. La Guerra Civil creó dos mundos irreales y cada hermano vivió enel suyo. Antón en el exilio vivió libre, pero fuera y lejos.

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Quirón

Ramón, entretanto, y con él su familia, ocupa un lugar extraño en su ciudad, dirige el hospital y ungran sanatorio con cuarenta personas trabajando, un cabeza de familia próspero y fecundo. Esa esla imagen pública, que incluye el estigma de ser «rojo» al tiempo que ostenta signos de riquezacomo autos deportivos y familia numerosa y alegre.

¿Dónde situar entonces al hombre que van a detener y juzgar por sedición? Un probociudadano de día y un elemento peligroso de noche. Una pieza del orden social y un portador delcaos. «¿Cómo se veía a sí mismo Ramón?», pensaste muchas veces cuando lo imaginabas. ¿Cómoordenaba dentro de sí esa contradicción, esa escisión o esa doblez?

Y un día de repente caíste en la cuenta, te habían estado hablando de eso sin quererlo sus hijoscuando te hablaban de los barcos. El Quirón, ese era el nombre del barco de vela que mandóconstruir en Cambados; «el nombre de un centauro médico y navegante», te explicaron. Y no lediste más importancia.

Ni siquiera cuando viste en uno de los libros de su biblioteca su ex libris, de nuevo elcentauro Quirón. Pidió que se lo dibujase el pintor Urbano Lugrís, hijo de un histórico dirigentegalleguista y hombre deshecho por la tragedia de la guerra, un pintor con una mitología propiasíntesis del surrealismo y mitos celtas atlánticos. Lugrís dibujó una estampa rodeada de hojas deroble, en el medio un centauro en la orilla de un mar del que asoma uno de sus monstruos marinosmirando a un velero en el horizonte. No sabes bien si mandó construir primero el velero o dibujarel ex libris. Un centauro, esa fue la figura simbólica en que se quiso ver Ramón Baltar.

Buscas inmediatamente información sobre ese centauro concreto. Sabes que los centauros sonuna mezcla monstruosa de humano y animal, el civilizado y lo instintivo, lo disciplinado y losalvaje, lo cerebral y lo bestial. También reparas en su carácter masculino, la existencia decentáurides femeninas es dudosa y borrosa. Encuentras que Quirón era caracterizado por ser«hábil con las manos», cosa que le sienta bien a un cirujano, y más a un cirujano que se cree hábil.Y Quirón es también un centauro bueno, sabio y moral que cura. Así se veía Ramón, un centauroque se guiaba por una ética rigurosa pero que no dejaba de ser centauro. Escindido, atado de día ylibre de noche. En aquel hombre educado y elegante en su traje con corbata, encerrado dentro desu bata de cirujano abotonada hasta el cuello, había un hombre preso que tenía una vida oculta. Elclandestino, la vida oculta para ser libre.

Pero algo no concuerda con esa imagen. Quirón fue educador del héroe Jasón y de su hijoMedeo y maestro del bravo Aquiles y del sabio Esculapio. Y tú no hiciste escuela, Ramón, tú nofuiste alguien esperando a que acudiesen los demás a aprender. Fuiste protagonista de tu propiahistoria. Creo que no acertaste con la figura mítica en que te quisiste ver.

Quieres acceder a esa vida oculta. ¿Cuándo empieza Ramón Baltar a tener relación con laguerrilla antifranquista, la resistencia armada contra aquel régimen militar? Porque eso es unhecho que ya lees publicado y que te confirma más o menos, de un modo u otro, la familia.

La guerrilla gallega llegó a estar organizada en un Ejército Guerrillero Gallego con direcciónpolítica del PCE, aunque estuviese formada por militantes que anteriormente habían sido deorganizaciones diversas, anarquistas, galleguistas, socialistas o republicanos simplemente. Seinstruyeron miles de expedientes judiciales militares y contó con otros miles más de personas

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implicadas. Aunque la sublevación triunfó en Galicia desde los primeros días, la guerra no acabóy la continuaron los huidos que se fueron reorganizando en un ejército clandestino. Contra laguerrilla se libraron auténticas batallas con fuego artillero y fueron la continuidad de la guerrahasta el final de los años cincuenta. En 1968 moría huido y libre el último maquis, RamónRodríguez Varela, Curuxás. La Guerra Civil llegó en sus cenizas vivas hasta nosotros, quienescreíamos haber nacido «después de la guerra».

Y con ese movimiento político y militar tuvo relación ese Ramón Baltar Domínguez, que habíasido republicano pero de quien no tenemos conocimiento de afiliación política anterior. Hay unsalto radical en el compromiso de ese hombre desde que vuelve del frente a donde había idoobligado a servir en el ejército de los «nacionales».

Esto te hace ver que la guerra para Ramón duró más que para otros y tuvo dos fases, primerofue obligado a servir en un ejército enemigo y después se alistó voluntariamente en un ejército delos suyos.

Y quien te lo va a relatar de forma muy concreta es alguien que te lo puede contar porqueestaba allí, porque transportó de madrugada a un guerrillero herido a la cueva del centauro paraque lo curase.

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Minotauro

Hoy pensabas escribir continuando donde lo dejaste, un hombre herido entraba a escondidas en lamadrugada al sanatorio Baltar. Pero mientras desayunabas fuiste tomando conciencia de lo quefermentó de noche en la cámara de la imaginación y de los sueños. Cuando escribiste sobre laexpulsión de facto de la universidad no evaluaste plenamente su trascendencia. Incluso crees queel propio Ramón no lo comprendió en su momento.

La exclusión de una institución que daba prestigio y permitía la enseñanza y la investigación losituó en un limbo particular. Navegando en una nave solitaria, un marino que primero cree quepuede subsistir perfectamente en una travesía perpetua y que finalmente tiene que ir aceptando larealidad de la fatiga de navegar sin tener un puerto donde descansar. Un Sísifo obstinado.

Ramón siguió caminando y embistiendo contra los obstáculos desde ese 1945 con una flechaclavada a la espalda sin saberlo. No podía comprender que esa expulsión no era una represalia uotra incidencia más que él podía burlar con su fortaleza autoafirmativa, la independenciaeconómica gracias al sanatorio familiar y la protección de los antiguos amigos de juventud. Nopodía prever que era su condena, porque para que realicemos nuestro destino es preciso quedesconozcamos el futuro. Y entonces no existía ni se preveía la existencia futura de algo que fuecompletamente nuevo, la asistencia sanitaria pública, la Seguridad Social. Conocía los restos delas ruinas que había dejado la guerra y sabía de la larga posguerra inacabable, no imaginaba quepudiese remontar la economía y cambiar la sociedad.

Eso lo condenó a hacer una carrera en solitario en paralelo a cómo evolucionaba la medicinaen la sociedad, porque tenía una preocupación social que lo implicaba vitalmente en la asistenciaa los pobres e imaginaba el futuro desde un modelo de asistencia sanitaria en el que había nacido,en el que se había formado y en el cual trabajaba.

Ahora comienzas a comprender la dimensión de los esfuerzos de Ramón. Ramón tenía un planambicioso, o absurdo por desmesurado, aunque no se atreviese a verbalizarlo. Siempre tesorprendía cuando alguien te contaba cómo animaba ideas de abrir un sanatorio aquí o allí opensaba en repetir con más medios y mayor dimensión aquel modelo de la Policlínica del Hórreoen cooperación con la Cruz Roja. El conjunto de empresas médicas y de intentos en los que semetió, y a los que tú no le concedías atención porque no tenían esa aura de lo épico que tanto teatrae, se resumen en algo enorme y dramático: intentó desesperadamente realizar su utopíasanitaria contra la realidad histórica. Y ahí es también donde puedes enmarcar la batalla que diopor la conservación del Hospital Real para necesitados, que acabó en lujoso parador de turismo.

Al comprender esto no puedes evitar que te venga inmediatamente a la cabeza el adjetivo, tangastado, quijotesco. Y piensas que Ramón creyó ser un centauro y era un minotauro encerrado ensu laberinto.

Y ahí te aparece escribiéndole en 1951 al exiliado Carlos Díaz en Venezuela sobre una ideaque llevaba con él desde la década anterior y que pretendía realizar en unos terrenos queposteriormente cedió para facilitar la existencia de un colegio laico, el Minerva:

En esta temporada, le estoy dando los últimos toques al proyecto, del que ya te he hablado alguna vez, deconstrucción de un nuevo sanatorio. Tengo ya el solar y los planos y es muy posible que se inicie laedificación este verano. Espero que sea de lo mejorcito de esta Península. [No falta el guiño humorístico

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de cirujano.] Te avisaré cuando se aproxime la fecha de inauguración, a ver si te animas a estrenarlo contu vesícula.

El proyecto finalmente no siguió adelante por el excesivo coste. Por esos mismos años, finalesde los años cuarenta, participó en el proyecto del «Sanatorio Modelo» en A Coruña con elpediatra Ramón Cobián Otero, un antiguo amigo de la rúa Nova santiaguesa, siempre Ramónapoyándose en familiares o amistades; los terrenos fueron recalificados en 1953 para paseomarítimo donde construyeron un acuario. Y a esa estrategia respondía otro sanatorio en Lugo encolaboración con García Portela, que tropezó con la diputación provincial, fue denunciado yRamón fue a Lugo a responder por él. Portela murió en accidente de coche y también se truncó elproyecto.

Y a ese plan estratégico responde la idea de crear una red de pequeños sanatorios quecubriesen las necesidades de un territorio tan habitado, fragmentado y disperso como el gallego.Te lo cuenta Antonio Concheiro, hijo de Antonio Concheiro, el amigo de Ramón, en su sanatoriode Ordes: «Mi padre estaba dedicado a la medicina rural, totalmente. Tenían amigos comunes,Ulpiano Villanueva, pero no había una amistad íntima entre mi padre y don Ramón, aunque era unaamistad con cierto desinterés. Y un día le dijo a mi padre: “Antonio, yo creo que con la consultaque tú tienes y con la falta de estructuras que hay en los alrededores tú podrías abrir aquí unsanatorio, ¿por qué no lo haces?”. Porque aquello..., la situación sanitaria era horrorosa y lo quetenían los hospitales daba pena. Ahora es una maravilla. Mi padre entonces tenía la consultamédica en casa y contestó: “Yo lo que tenía pensado es instalar la consulta ahí en esta casa de allado que tenía mi tío y así sacarla de casa para que quede más libre para la familia”. Porqueademás aquel era el tiempo de la tuberculosis y a los enfermos los tenían verdaderamenteencerrados y aquí venía mucha gente a curarse de todos lados. Era el tiempo de La montañamágica, de la curación por la altura, y un médico de Vigo puso de moda el venirse a curar aOrdes, algo absurdo, porque es el mismo clima que el de Santiago. Vienen las nubes del mar porahí y huele a mar. Y entonces Ramón le sugirió poner cuatro o cinco camas. Y mi padre le dijo:“Pero es que verás, Ramón, además yo no tengo costumbre de hacer intervenciones”. Y élcontestó: “No te preocupes, de todo eso me encargo yo”. Y venía a operar en su coche una vez a lasemana, los miércoles por la tarde, con su ayudante y el anestesista. Él había traído de Madrid uncoche que había pertenecido a la Gestapo, un Wanderer, y se lo regaló a mi padre: “Toma,Antonio. Yo me voy a comprar otro”. Y se lo regaló.»

«La idea, Ramón la había traído de Alemania y era algo que él había visto allí, una red depequeños sanatorios.» Acabas de descubrir una nueva faceta de ese personaje que vasconstruyendo o descubriendo, Ramón era un reformador.

Ahí encuentras una explicación de ese afán suyo de multiplicar los sanatorios, seguía unmodelo. Fue muy determinante la formación alemana en la que ya se había forjado antes el padreen La Charité, un hospital de caridad. Don Ángel, que dirigía el Hospital Real, con la mismafunción de asistencia a los pobres, confirmó luego en su estadía en Berlín que el horizontehistórico para dar protección médica a los necesitados eran las instituciones de beneficenciamientras que quien pudiese pagar sus cuidados médicos lo haría en los sanatorios privados. Y enesa idea se formó su hijo Ramón.

En ese modelo de la Medicina, la universidad sería un mundo autónomo dedicado a laformación y a la investigación. Cosa que no entraba en los planes de los profesores universitariosy que finalmente tampoco pensaron los creadores de la sanidad pública, que se confirmó a partirdel año 1974 con la Ley General de la Seguridad Social.

El modelo sanitario que pretendía realizar en la práctica quedó obsoleto, superado por la

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historia, por el desarrollo del sistema político y económico que fue diseñando progresivamente elRégimen desde el final de los años cincuenta en adelante y que incluía la protección sanitaria paragarantizar una población y una mano de obra en buenas condiciones. El camino que siguieronÁngel y Ramón era el de la sociedad tradicional en la que los pobres dependían de la protecciónpaternalista de los ricos o de la Iglesia y el Estado era incapaz o estaba ausente, propio de untiempo anterior al de los Estados modernos. Que Ramón confiase en esa vía se explica porrazones de su vida, no creía en la capacidad del régimen franquista, que había apostadoinicialmente por la autarquía, para conseguir salir de las ruinas de la posguerra. «Mi padre nocreía que fuesen a funcionar los planes de desarrollo puestos en marcha a finales de loscincuenta», te dice un hijo suyo.

Y que postulase su modelo con la mejor fe se explica también porque tanto don Ángel como éleran personas efectivamente implicadas en la curación de los necesitados, el éxito de ese modelose basaría en confiar en que en la dirección de los hospitales y en la creación de esas institucionesestuviesen personas de buen corazón, cosa estadísticamente poco probable.

Quién era ese médico paternalista y protector te lo contó un hombre que pasó por sus manossiendo niño. «Yo conocí a don Ramón por las circunstancias de ser hijo de la guerra, hijo de rojo.En la escuela el maestro fascista ya me ponía al fondo, me discriminaba. Mi padre estaba en uncampo de concentración. Y a mí me apareció una infección en la mandíbula, mi madre hacía lo quepodía. Lo que se hacía, tanto nosotros como otras personas que no tenían medios económicos, eraechar mano de los médicos amigos, Felipe Lorenzo Ruza, por ejemplo, era el pediatra que atendíaa los niños de las familias que no podían pagar. Había una conciencia médica en aquellos tiemposque ojalá la hubiese hoy. Y así, esto de aquí en la cara está operado por don Ramón. Y me volvióa operar de segundas, poco antes de cerrar el sanatorio. Me quedó aquí en la cara esta marca, pararecordar siempre a don Ramón. Él lo que me decía era que más adelante se podía hacer untrasplante y quedaría la cosa completa, pero yo preferí dejarlo.»

Como él, te contaron otras personas las atenciones y favores. No hay duda de que entendía queun médico era alguien que tenía la obligación de ir más allá de la mera ética de la profesión, quedebía ser un asistente social también.

Por otras cosas que te contaron intuyes que él mismo se fue desengañando al ver cómo desdefinales de los cincuenta las prácticas en la profesión iban siendo cada vez más venales. Y no vas asaber cómo comprobarlo, pero intuyes que eso influyó en que su entorno profesional le fuese cadavez más hostil, no hay nadie más odiado por quien desea entregarse que un moralista pues, aunqueeste no lo pretenda, su mera existencia hace que los otros se sientan señalados. Por esos años unenfermo se quejó al médico que lo atendía de que los precios de su atención eran más altos quelos del doctor Baltar y este le contestó: «Es que el doctor Baltar está anticuado».

Por otro lado, tampoco debes olvidar en ningún momento que Ramón tenía una autosuficienciaeconómica que lo salvaba de la tentación de la venalidad. Los demás siempre se lo podríanrecriminar: «claro, porque a ti no te hace falta».

Sus actuaciones y sus proyectos partían de la ética personal pero, ampliando esos proyectosmédicos y siguiendo una pauta basada en iniciativas particulares, estaban otros proyectosfamiliares casi autárquicos, como la creación de espacios particulares y autónomos para lafamilia, como Tanxil y luego A Amañecida, o la compra de tierras y bienes para abastecer laalimentación de la familia numerosa y extensa y la de los empleados e ingresados en el sanatorio.Un pequeño «país Baltar», una ínsula autosuficiente. Un espacio reservado y protegido, un mundodoméstico, racional, ordenado y gobernado por Emma que protegiese del caos de ahí fuera. Unafortaleza familiar en la que encerrarse y defender, una torre rebelde permanentemente rodeada. El

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refugio para sobrevivir un Minotauro, la cueva en la que mora el centauro curador. Ese que recibeheridos de madrugada.

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«Juan Fernández»

«Yo empecé a trabajar a los catorce años de mecánico y, aunque no tenía carné de conducir, yaandaba con los coches que llegaban al taller. Los guerrilleros, cuando se herían, alguien los teníaque curar. Había el sanatorio de Baltar, había el de Puente Castro, había algún otro que era de fiary no era de fiar, dependía de quien atendiese...»

—¿De qué año estamos hablando?—Yo tendría catorce años, nací en el 34, así que debía de ser el año 48 o 49.»Mi padre, como consecuencia de las condiciones de trabajo en el campo de concentración,

cuando llegó había veces en que padecía una ciática tremenda. Mi padre tuvo dudas de si debíaentrar en la guerrilla en los tiempos en que dirigía Ponte, pero mi abuelo le dijo: “Nosotros nosomos de matar a nadie, nosotros somos gente de paz. Cuando se mata a alguien, alguien estásufriendo y eso es lo que no quiero yo por nada del mundo que haga mi hijo o mi nieto”. Y así fue.

»El asunto es que ese día había que ir a recoger a una persona y mi padre no podía conducir.“¿Te atreves a hacer un servicio, a ir a recoger a una persona?” Yo dije: “Cómo no me voy aatrever”. Entonces nosotros ya teníamos el taxi en la parada del Hórreo, dos coches, uno de ellosera de la casa Studebaker que abría las puertas por delante y tenía como una especie de camilla.Él nunca me lo dijo, pero yo supongo que ya había hecho más veces lo de traer algún herido oenfermo.

»Fui a un lugar de Lavacolla, recogí el enlace de madrugada, que era Evaristo Mugico, en sucasa y fuimos por las pistas, yo las conocía bastante bien y él también las conocía. Allí en unacasa había un hombre y lo colocaron en nuestro coche, yo sentía cómo se venía quejando. En elsanatorio de Baltar cuando había estas cosas tenía que estar antes de las ocho de la mañana yluego pasar a recogerlo de noche. El motivo sería evitar que hubiese alguien que lo viese ydenunciase. Pero también estaba Luis, el practicante, que era el enlace. A mí me dijeron el nombrede “Luis”, llegabas allí y estaba Luis. Antes de las ocho de ese mismo día ya estaba yo allí parasacarlo.

»Una cosa es hablarlo ahora y otra la realidad de aquellos años, había una clandestinidad.Entonces recogimos a esta persona en el sanatorio y la llevamos a una casa en el barrio de OCastiñeiriño, a la casa de un camarada. Ahí se terminó mi encargo y ya no supe más. Si la personade confianza no te contaba algo tú no preguntabas, porque si caías con la tortura y tal había genteque aguantaba y había quien no. Yo me supuse que luego allí lo recogerían para otra casa.»

Estoy en un café ruidoso en el centro de la ciudad con un anciano vigoroso que recuerda aladolescente que conducía de madrugada más de setenta años atrás. Se llama Luis Pasín. Estamosen el barullo del día en un tiempo que no recuerda aquel otro tiempo, estamos evocándolo ysabemos que no es posible rescatarlo, nadie quiere rescatar aquel tiempo siniestro, ¿pero entoncestú a qué andas? ¿Este trabajo que haces qué sentido tiene? Te lo vuelves a preguntar y te lo tienesque volver a contestar. Tiene un sentido, tú se lo das, hacer constar que ese tiempo existió, queesas cosas ocurrieron, que esas personas vivieron y murieron. Por qué tú haces ese tipo detrabajo, las razones que haya, ya no las sabes realmente, pero no tienes duda de que esa es tulabor, cavar en ese pasado, cavar tumbas y levantar fantasmas.

Luis está bien vivo e incluso alegre, al cabo vivió y sobrevivió, llegó a esta edad y no

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consiguió pocas cosas, tiene que sentirse un hombre de éxito. Hasta consiguió que le pusiesen elnombre de «Ramón Baltar» a una calle en su barrio. También tú deberías, piensas, escribes. Peroqué harías sin conservar la insatisfacción, esa que te condujo aquí, a esta mesa de un café a tirardel hilo de la memoria de Luis.

Repasas su relato y encuentras algunos detalles que completan lo esencial de lo que ya sabes,el sanatorio Baltar tenía una cara de día y otra de noche, una cara pública y otra clandestina. Igualque Ramón. Y el sanatorio nocturno, con otros sanatorios y consultas médicas, formaba parte deuna estructura de apoyo a las necesidades médicas de los huidos, entraban de madrugada y semarchaban de noche por una sala donde eran observados por grandes retratos traídos de Alemaniapor don Ángel con imágenes de Mozart, Liszt, Beethoven y Wagner, y por la puerta del jardíndesde donde se perdían en las sombras por entre las fincas existentes entonces.

Cada ingresado clandestino, llegado de otro sanatorio o consulta médica o directamente delmonte, lo hacía siempre con un mismo nombre en clave, «Juan Fernández», que no constaba luegoen la contabilidad administrativa del sanatorio. Eso no podía ser sin la colaboración deladministrador, Otero, y de Besada, el practicante. Imaginas que probablemente era Besada quienrespondía por ese otro nombre en clave, «Luis», que sabía aquel muchacho que conducía un taxinocturno. Aunque más tarde vas a saber que había otro practicante llamado Luis, aunque tenía unaideología totalmente contraria. Pero todo es posible, todo era posible.

Te asombras de la audacia, el compromiso y la carga de responsabilidad de aquel cirujanoque entonces tenía ya cuarenta y siete años, arriba o abajo, y que hacía dos años aún que habíaestado preso acusado de delitos gravísimos. Era un hombre de una decisión tremenda.

Te preguntas si esa condición de hombre que dio ese paso tan trascendente y sin vuelta no lehabrá otorgado un peso mayor, un reforzamiento de su personalidad. Si no nacía de ahí parte deesa fuerza moral que se manifestaba ante los demás y de la que cuentan quienes lo conocieron, esapresencia imponente que repiten. No era inocuo, era peligroso.

«Ramón Baltar hacía lo que le daba la gana», recuerdas que te dijo un día un hijo de un primosuyo que lo conoció. Era la perspectiva de un joven sobre un adulto, pero también habría unconocimiento extraído de sus mayores, y esa era la idea que tenían de él, un hombre tan resueltoque no se le conocían límites en la acción. Y parece que no los tenía. Que mantuvo el compromisoen el curso de los años como si no tuviese miedo, pese a que implicaba la suerte de toda sufamilia y la estigmatización de su nombre público.

Evidentemente a Ramón no le importaba lo bastante la consideración que le tuviesen losvencedores de la guerra y su mundo de referencia seguía siendo el mundo imaginario de sujuventud republicana y el de los resistentes como él. Solo se rendía cuentas a sí mismo. Simulabaser un probo ciudadano en aquella sociedad militarizada y realmente seguía siendo y viviendocomo un hombre libre y conforme a sus convicciones. Esa debe de ser la explicación.

Pero no dejas de ver que ahí hay un algo de desesperación. Y conforme fueron derrotados losregímenes fascistas de Alemania e Italia y los aliados en vez de echar a Franco lo consolidaron,esa desesperación tuvo que aumentar. Tuvo que llegar a la obcecación casi nihilista.

Y esa clandestinidad. Esa condición psíquica que no tiene vuelta, quien se hace clandestinopasa a ver el mundo y los demás que lo rodean de un modo particular, desde fuera, es alguienajeno, no pertenece plenamente a ese mundo, pues si es clandestino es porque pretendesubvertirlo. Así pues Ramón nunca dejó de ser un clandestino. Para todos, también para laspersonas que quería, también para su familia. Solo la policía política y Emma sabían a quiéntenían en casa, aunque ella no compartiese sus afanes.

Fue un subversivo entonces, y también un disidente. Alguien que muestra públicamente su

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desacuerdo o una reserva a lo establecido. Era muy limitado el margen en aquel entonces paramostrar un desacuerdo con el orden de cosas y sin embargo en esas ocasiones también allí estabaél. Allí estaba en el entierro de José Pasín Romero, líder republicano y obrero que quiso entierrocivil y tuvo que dar esa batalla incluso después de muerto. Y ese muerto no estuvo solo.

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Más policías que amigos

«El entierro de mi abuelo, en 1960, fue un acto político», te cuenta Luis Pasín de un enterramientocivil al que la policía no le concedió ni los cinco metros de acompañamiento público tras elcadáver que era norma entonces.

Se trataba de impedir y, si no se conseguía, de ahogar el acto. Y relata todas las dificultadesque tuvo que vencer la familia para poder enterrar por lo civil a su abuelo, José Pasín Romero.Del enfrentamiento con el alcalde de entonces, Ángel Porto Anido, y las amenazas del comisariode policía, Morgade, de la negativa en la prensa local a publicar la esquela sin la cruz, de lanegativa a permitirle enterrarse con «sus rapaces, vilmente asesinados» tras un juicio militar en el36 y ofrecerle como único lugar un rincón del cementerio lleno de silvas en el que solo había losrestos de «dos moros, que habían venido a hacer la guerra con Franco, y un ahorcado». Y relatacómo siguieron presionando y cómo finalmente consiguieron que fuese enterrado en el cementeriode San Domingos de Bonaval, en un lateral para entierros civiles.

Tanto fue un acto político que según relató entonces el propio Luis en carta a su tío Manuel,exiliado en Argentina:

[...] a las cinco menos cuarto se presenta el coche de la policía con su comisario Morgade al frente,cargado de esbirros con metralletas y demás armas, preparados para hacer fuego, provocando eincitando a la gente, para saciar sus instintos criminales, buscaban el pretexto de decir que el finado eraun agitador de masas, un perturbador del orden, un inmoral y causante de la orgía y la masacre quepreparaban. Toda la policía secreta se encontraba diseminada y repartida entre la gran masa de genteque acudió a rendirle homenaje. Asimismo se encontraba la Guardia Civil y la Brigadilla secreta, todosellos bien conocidos, exigiéndole al conductor del coche fúnebre que arrancase rápidamente. [...] Eltráfico estuvo interrumpido cerca de media hora, era tal el número de gente y autos que se presentaronque era imposible dar un paso .

Ese entierro mostró el aprecio que se le tenía a aquel hombre y aquella familia y sin duda fueuna inesperada afirmación del republicanismo en una ciudad que permanecía ahogada por lasnuevas autoridades. Efectivamente, un acto político masivo de desafío al Régimen. En la carta a sutío Luis, escribe:

El sepelio fue una clara manifestación popular, asistiendo relevantes personalidades locales yregionales, le citaré algunas pues todas tendría que estar un día completo para poder enumerarlas porcompleto. D. Ramón Baltar, D. Ulpiano Villanueva e hijos de ambos, licenciados en Medicina y muyliberales, [...]

Aparecen ahí los dos amigos y cómplices en un acto de claro desafío político y acompañadosde sus hijos. «Presidimos Ulpiano y yo. Eso sí, más policías que amigos», contó aquel día Ramónal llegar a casa.

Como en otras ocasiones, Ramón lleva con él a los hijos a actos públicos que tienen uncarácter cívico, un modo de educarlos en las responsabilidades cívicas.

Se te ocurre ahora conforme transcribes la carta que eso también tiene una contrapartida;aunque él no lo desee, también los está situando en un espacio social de disidencia, también losestá marcando a los ojos de las autoridades y de su entorno social. Con todo, por lo que sabes a

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esta altura de tu búsqueda, no todos los hijos pensaban igual, incluso de modos contrarios, así quepuedes concluir que el condicionamiento no fue tan cerrado, se limitó a un compromiso cívico ydejó libres las conciencias y las opiniones políticas.

Lo acompañaron «los hijos», entiendo que se refiere a hijos varones y que las hijas no fueron,como era norma entonces. Los hijos de las familias burguesas eran formados para ocupar el lugarde sus padres o varones mayores en una sociedad muy jerárquica y patriarcal, mientras lasmujeres eran educadas por las madres para ocupar el rol de esposas y madres. Los hijos de lamano del padre y las hijas de la mano de la madre.

Sin embargo, te preguntas qué pensaría Emma de que su marido se llevase a sus hijos mayoresa un acto rodeado de policías armados y que tenía una dimensión política de contestación a loestablecido. Qué tensiones habría en esa casa por la educación de los hijos, una Emmapreocupada por que encajasen en su entorno social y tuviesen el mejor futuro posible y un padreque pretendía formarlos en sus valores y en la independencia de criterio, con las consecuenciasque eso podría tener. Debió de ser una tensión interna en la educación de hijos e hijas, unconstante debate familiar.

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Pasaporte de la guerrilla

Porque la actitud de Ramón en la educación de los hijos fue una constante, sobre todo en lasprimeras décadas tras la guerra. Como cuando fue a Coruña a visitar a la cárcel a su amigoAntonio Concheiro, que estaba preso por dar atención médica al guerrillero Benigno Andrade,Foucellas.

Paró el coche delante de la cárcel y le explicó a los tres hijos pequeños, nuevamente varones:«vengo a visitar a Antonio Concheiro, que está en la cárcel. Sois muy pequeños ahora pero algúndía lo entenderéis. A veces hay personas que están presas sin merecerlo, y algún día sabréis másde todo lo que hay». Y los dejó fuera esperando mientras él entraba a visitar al amigo.

Ahora que relatas esto caes en la cuenta de que seguramente también estaba hablando de símismo, pues no puedes establecer el mes de la visita pero, por la fecha de la ejecución deFoucellas, tuvo que ser en el año 1952, cinco años después de estar él mismo preso en la cárcelde Vigo. Probablemente Ramón pensaba en ese día futuro en que sus hijos más pequeñosconocerían que su padre estuvo preso y puede que sintiesen vergüenza y lástima. «A veces haypersonas que están presas sin merecerlo.»

Aquel día le llevó un libro al amigo preso, un título que parece muy inapropiado para laépoca, la ocasión y el lugar, La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset. Durante la visita, lepidió a Concheiro: «Indícame quién es Foucellas». «Aquí no está, la próxima vez que vengas se lodigo a Benigno.» Y para la siguiente visita Foucellas estaba avisado, se lo señaló entre los presosy los dos hombres se saludaron con un gesto de reconocimiento con la cabeza. Unos meses antes,Foucellas se había herido él mismo de un tiro de pistola cabalgando por el monte, le habían hechounas radiografías en el sanatorio Baltar para dar un diagnóstico, Ramón había revisado laradiografía y posteriormente fue operado en otro sanatorio de A Coruña. En ese momento conocíaal portador de aquellos huesos radiografiados en su sanatorio y seguramente estaría considerandocon ojo clínico, en los movimientos del cuerpo de aquel preso que le había devuelto el saludo, lassecuelas que había dejado la herida.

Meses más tarde, en agosto, va a ser la autoridad militar quien obligue a Ramón a revisar laherida. Lo cita para que acuda a Coruña a peritar las heridas y el estado de salud de Foucellas,era un requisito administrativo que estuviese curado antes de fusilarlo. Parece que para que elcrimen fuese completo. Ramón fue y certificó que aún no estaba curado de esa herida. Cuandovolvió a la finca de Tanxil donde veraneaba su familia, los hijos le preguntaron cómo eraFoucellas. «Un muchacho rubio y de ojos claros», dijo.

Cinco días después, Benigno fue ejecutado igualmente. Quién supiese las breves frases queintercambiaron Benigno y Ramón para escribirlas.

¿Pero por qué llamaron a Santiago a Ramón Baltar cuando tenían médicos y cirujanosmilitares en A Coruña y él ya hacía años que no lo era? ¿Para humillarlo porque sabían que habíacolaborado en la curación de Foucellas? ¿Para encararlo con sus responsabilidades? Te gustaríasaberlo.

Pero unos meses antes aquel «muchacho rubio y de ojos azules» aún andaba y cabalgaba libre.Antonio Concheiro era de orientación derechista, aunque no era entusiasta del Régimen, y noformaba parte de la red de la resistencia, pero era persona, vecino y médico. Una noche de 1952

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apareció un vecino, Manuel Ponte Pedreira, Ponte, o Xastre, un dirigente guerrillero, traía unhombre herido. «Antonio, tengo aquí un estudiante herido.» «Manolo, por Dios, que el estudianteherido es Foucellas.» Lo conocía de sobra, no solo era vecino de la comarca, sino que Benignoincluso trabajaba las tierras de la familia del propio Concheiro. Lo llevaron al sanatorio que teníaen Ordes primero y luego al de Ramón Baltar en Santiago, que dijo: «esto lo que hay que hacer esoperar». Fue llevado aún a Coruña y operado finalmente allí por el doctor Ramallal Rumbo.

Cuando detienen a Foucellas detienen también a Concheiro, por atenderlo, registran su casa enOrdes y los trasladan a la cárcel de A Coruña. Un traslado a un detenido podía suponer ser«paseado» por los guardias civiles que lo custodiaban, Antonio consiguió que lo acompañase unguardia que era vecino suyo que le merecía confianza; «quiero que me lleve Quintela», pidió parair más seguro, y lo consiguió. Las amistades entonces podían suponer la vida.

El propio Ponte le salvó una vez la vida a Antonio Concheiro, como le contó Foucellas a élestando presos ambos.

En una ocasión, había venido un militante de fuera a atentar contra el teniente de la GuardiaCivil, casado con la boticaria de Ordes, que bajaba a pasear por las tardes por un camino oscurocon Antonio Concheiro y otros hermanos suyos. «Con esta luz no voy a poder apuntar, me voy acargar a todos.» Ponte armó su pistola, «si disparas ahora te meto un tiro», lo amenazó. «A donAntonio tú no me lo matas.» Lo terrible es que después Ponte murió a tiros de la Guardia Civil, nosabemos si del arma de ese teniente al que salvó la vida un año antes. ¿Hizo bien o hizo mal Ponteen aquella ocasión? Las leyes de la guerra y las leyes de los afectos.

Antonio se salvó también de una condena gracias a que Foucellas, que cuando fue detenidohabía confesado que lo había curado, luego lo negó ante el fiscal. Cuando el juez los puso cara acara, afirmó que aquel hombre que tenía delante no era Antonio Concheiro y que nunca lo habíavisto. «Este no fue el que me curó. Este no es Antonio Concheiro.» El fiscal le reafirmó laidentidad de Antonio Concheiro, allí sentado. «Pues entonces me engañaron. Qué cabrones, meengañaron. Me dijeron que me había curado Antonio Concheiro y no era.» Dudando de suidentidad, Concheiro fue absuelto. Evidentemente, no solo Foucellas deseaba evitarle la condena.

Benigno Andrade, Foucellas, no fue absuelto. «El mayor criminal de los últimos años», segúnel tribunal que lo condenó; fue ajusticiado por garrote vil. «Muero por mis ideas, por laslibertades y por un Gobierno legítimamente elegido», dijo a su hija.

Aquel Ramón Baltar Domínguez, hijo de don Ángel, patricio y protector de una amplia familiacompostelana, tiene pasaporte para circular por las carreteras donde la guerrilla asalta objetivoseconómicos y políticos.

Él lo sabía y de algún modo debía de sentir algún orgullo. En una visita a Coruña con sushijos, su amigo Ramón Cobián le avisa: «vuelve para Santiago que se hace de noche y ayer los deFoucellas asaltaron en el camino a Blanco Cicerón». Y Ramón sonríe: «no creo que Foucellas mequiera a mí tan mal como a Blanco Cicerón».

Aquel Ramón Baltar que tenía pasaporte de la guerrilla para circular volvía una tarde de pasarel día en la playa con los hijos. Dos coches cargados de niños, en uno el doctor Villar Iglesias conlos suyos y en otro Ramón con los suyos, vuelven de la playa de Carnota hacia Santiago por lamontaña, encuentran la carretera cortada por un pino atravesado y cuando se para un coche ydetrás el otro, cae otro pino que les corta la retirada. Bajan los dos hombres, cada uno de sucoche, los niños permanecen dentro. Se oye una voz: «dejadlos pasar, son el doctor Villar Iglesiasy don Ramón Baltar que vienen de pasar el día en la playa con los rapaces». Ramón se acerca aayudar a los hombres armados a retirar el pino y se marchan a toda velocidad.

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Unión Nacional

Aquel Ramón que pasa a ser un militante clandestino en la Unión Nacional, una organización deintelectuales dirigida por el Partido Comunista de España contra el régimen militar, a la espera deque los aliados ganen la guerra contra Mussolini y Hitler y luego derriben a Franco y susgenerales. Esa es la ilusión, «cuando venga la vuelta», dicen en voz baja los vencidos que nofueron aniquilados.

La vuelta no vino nunca, jamás. El poder de los nuevos amos fue omnímodo y tuteló la vida delos supervivientes y de sus descendientes, Franco no solo fue un político y un ideólogo, escribióel destino de los españoles para siempre y no toleró que hubiese quien se rebelase contra esedesignio. Todo lo que pudieron hacer quienes se opusieron resultó vano, fueron impotentes. Peroalgunos lo intentaron.

Un documento de Unión Nacional datado «Galicia. Enero de 1945», dice:

No cabe duda de que los intelectuales, por muy antifascistas que sean, tienen una misión que cumplircompletamente distinta que el resto de los ciudadanos en general. No se va a discutir ahora que procedande la alta burguesía o no; eso es un hecho concreto y por lo tanto, nosotros, realistas antes que nada, locomprendemos así y hasta hemos llegado a decir que para el P. vale más un técnico que cien de nuestroscamaradas .

Eso quiere decir que para el PCE, que no esconde sus teóricas reticencias hacia losintelectuales, procedentes ellos de la burguesía, los médicos como Ramón y sus compañeros quecolaboran con el partido a través de la Unión son piezas fundamentales como instrumentos de supolítica.

Te resulta un poco sorprendente que el documento confiese que la tal Unión Nacional y el PCEsean la misma cosa. Desde luego no se puede decir que quienes estuviesen en la red de la UN nolo supiesen:

[...] no podemos ni queremos pedirles una acción directa, ni cosa alguna que pueda comprometerlos lomás mínimo, porque su labor y sus vidas nos son muy necesarias hoy e imprescindibles en el futuropróximo que se avecina.

Como si estar en una organización clandestina bajo un régimen fascista no fuese pococompromiso. Pero esa última consideración la relacionas con aquella acusación que les hizocuando fueron procesados tras la caída, dos años más tarde, en 1947, el juzgado militar «Para larepresión del Comunismo, la Masonería y el espionaje» en la causa n.º 438/47:

Ponerse a las órdenes del Gobierno republicano exiliado para, llegado el momento de un cambio políticoen España, saber con qué personas contar para ocupar los diferentes cargos y puestos del Estado en cadalocalidad .

El análisis del momento histórico que hace la Unión Nacional, esto es, el PCE, en ese año1945 en que acaba la guerra europea está condicionado totalmente a que en el nuevo ordeneuropeo no tenga cabida el fascismo español tampoco. En ese momento de ansiedad y de jugárselotodo para forzar ese fin no pueden saber que en la conferencia de Yalta, con un Roosevelt muy

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enfermo y cerca de la muerte, Churchill va a imponer el entendimiento con el régimen de Franco,con el que ya tenía relaciones diplomáticas, y Stalin lo va a tener que aceptar a cambio deldominio sobre el este europeo. Estamos hablando de una lucha de desesperados que acabará en ladesesperación.

A la vista del panorama internacional y de la repercusión que necesariamente tiene que tener nuestropaís, creemos que es llegado el momento de actuar y por eso nos dirigimos a los médicos de Santiagopara que ellos sean la cabeza del movimiento de su clase que, encuadrados en la Unión Nacional, salvenla Patria del caso en el que actualmente está sumergida por culpa de Franco y de la Falange, esclavosgustosos del agonizante nazismo .

Como mínimo sabes que antes de su detención, en septiembre del 47, Ramón ya llevaba variosaños organizado en esa red. Tanto es así que te consta que fue detectado por la policía llevandopropaganda clandestina a Pontevedra en su coche. Tanto es el compromiso de Ramón; si nodesesperado, indómito.

Lo que te asombra de nuevo es cómo guardó esos documentos que ahora llegan a ti, porque vacontra las normas mínimas de la clandestinidad y la prudencia. ¿Qué sentido tiene guardardocumentos que te implican en una organización perseguida por la policía política cuando yafuiste detenido antes, cuando ya estás fichado y vigilado, cuando eres un «elemento peligroso» quees enviado fuera de la ciudad cuando Franco la visita?

«Hay unas normas en el trabajo clandestino que hay que cumplir rigurosamente si queremosgarantizar la existencia de nuestro P., la seguridad de sus militantes y el éxito de nuestras tareas.»Así dice un documento del «Comité Local del P.C. de Santiago de Compostela. Circular n.º 1.Santiago, 14 de agosto de 1945», otro de los documentos que guardó. Y que más adelante dice:«Los camaradas del Partido somos militantes y no simples afiliados, y ser militante quiere decirser soldados de la revolución». Al leer esto en esas circunstancias del P.C. de Santiago, Galicia,de la España de Franco en 1945, cuando se seguía fusilando cada día, piensas qué distinto eshablar aquí de «revolución» a cuando lo escribía Antonio, en el Madrid republicano de 1934, a sufuturo suegro.

Qué explicación le puedes dar a conservar esos papeles, además de indudable falta deprudencia. La falta de prudencia puedes explicarla por la carencia de experiencia de luchaclandestina de los militantes y simpatizantes del PCE, hacía pocos años que el partido comenzaraa reorganizarse y no podían valorar aún la eficacia del Servicio de Información Militar y lapolicía política que ya habían recibido formación de la Gestapo.

Pero la explicación última seguramente sea que guardó papeles tan comprometedores, igualque otros, porque formaban parte de su historia personal, su vida secreta. Puede que tanto o másverdadera que su vida pública, en todo caso una parte muy importante de su existencia. Si volvió arevolver en esos papeles más adelante en algún momento posterior de su vida, en los años sesentao setenta, o cuando recibe una condecoración del Gobierno de Franco, ¿qué pensaría de sí mismo?¿Cómo vería a aquel otro Ramón de los años cuarenta y aún cincuenta tan apasionado ycomprometido hasta ese extremo? Como también tú vas teniendo tus años puedes imaginar que lovería con algo de ironía y puede que un poco de vergüenza por las ingenuidades y también concomprensión. Y la asunción de lo hecho también, pues en pasos posteriores suyos aprecias esacontinuidad de sus compromisos cívicos expresados de otros modos. No, ni se arrepintió ni setraicionó en lo esencial, eso ya lo ves en estos momentos.

La figura del hombre que tienes ahora ya no tiene mucho o nada que ver con la quecomenzaste, el burgués comprometido vagamente en algún momento de su vida, un diletante culto y

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progresista, este otro es un hombre duro y un militante muy consciente, eso no tiene vuelta.Y quieres conocerlo y ya que no lo conociste quieres poder oírlo y verlo en diferido. Y

detectar y reconocer en sus inflexiones de voz hablando en público o en privado y en susmovimientos al hombre completo, el público y el oculto que tú sabes ahora que es. Quieres verlocon su máscara y desenmascararlo tú privadamente. Por el placer de descubrirlo, de desvelarlo,de conocerlo de verdad, desnudo, tal como es, el hombre familiar, el hombre público y el hombreclandestino.

Le preguntas a la familia si tienen imágenes grabadas, por fuerza tiene que haber imágenes deesa familia de generaciones devotas de los aparatos y máquinas modernas. Aquel don Ángel quecompraba las primeras radios, cámaras de fotografía y de cinematografía y proyectores tuvo quedejar imágenes. Esa familia numerosa, con tanto folclore familiar, la de don Ángel y doña Isabel,la de Ramón y Emmita, tuvo que dejar imágenes. Tiene que haber imágenes de los barcos a velanavegando por la ría con sol, tiene que haber autos deportivos cargados de niños y niñas, tieneque haber comidas de fiesta, homenajes... Y te contestan que no hay, que se perdieron. Ladispersión de restos de la memoria familiar rota entre una descendencia numerosa y repartida.

Por lo visto hubo películas que estaban en mal estado y, cuentan, fueron llevadas a Madrid a laFilmoteca y que allí no las consiguieron reparar y acabaron de estropearse. Te duele saberlo.Incluso piensas que te duele más a ti que a sus descendientes, tal es la implicación que ya tienescon los personajes y sus vidas. Esas vidas que vas reconstruyendo conforme avanzas en labúsqueda y en la historia y que vas reviviendo con ellos, tus personajes, impotente paraadvertirlos de los futuros desengaños y fracasos.

No quedan imágenes de películas, algunas fotografías. Tienes que insistir, preguntar en máspuertas. Quieres ver y oír a don Ángel, a Ramón, a Emmita...

Y si guardó tantos papeles, o si no los guardó, al menos no los tiró, cuántos otros papeles yano llegarán a ti porque se extraviaron o porque manos prudentes y preocupadas por las figuras desus mayores se deshicieron de ellos. «Qué aspectos de la personalidad y de la vida de estapersona no conoceré y tendré que limitarme a enfocar claridad sobre algunas facetas. No puedoevitar pensar que un hombre con ese vigor debió de ser atractivo de algún modo, esos aspectos dela vida personal que no llegaré a conocer. Seguramente ni debo.

No, no podré saber realmente quién fue Ramón Baltar. Ni siquiera debo intentarlo totalmente.»

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En manos de cirujanos

Visita a Urgencias. Recuerdas con un resto de humor que hace años escribiste una serie de guionescómicos titulados así, «Servicio de Urgencias». Que tu última novela estaba protagonizada por unneurocirujano. Que tienes otra novela titulada Ambulancia y que otra novela tuya transcurría en uncuarto de hospital. Toda tu vida literaria, tu vida fantasmal, estuviste preparándote para entrar poresa puerta y sentarte en una silla de ruedas de la sanidad pública.

Pero es como si estuvieses en una situación equivocada, todo lo que te rodea, la tensión ensuspenso, el silencio, el olor a miedo, tiene que ver con la peste y lo tuyo es otra cosa, te duele elpecho. Es como si estuvieses fuera de lugar. Pero te atienden igual, la sanidad pública es el ángelde la guarda.

Madrugadas de hospital. Suspensión de los ritmos y del tiempo de tu vida. Internamiento,infantilización, desvalimiento, envejecimiento, limbo. El lugar donde el culo es el «culete». Nopuedes no recordar a tu Ramón en el sanatorio y la monja de la «pinchadita en el culete». El lugardonde pierdes los atributos sociales que tengas y caminas con una bata de culo abierto, eres undesconocido para el compañero de cuarto, un anciano que precisa respirador y su acompañante, suesposa. Su necesidad tan visible de un aparato para respirar, para estar vivo, te recuerda loevidente, tú y él estáis vivos gracias a aparatos y a las personas que nos atienden y sostienen esacosa que no pesa, nuestras vidas.

Ella es dispuesta y amigable, y cuenta que viven en una residencia de ancianos: «tenemos uncuarto para los dos», lo dice celebrando un bien que se tiene, aunque ahora cuando ella vuelvecada día en taxi se trae el miedo al virus que casi no queremos nombrar y las preocupaciones queenvuelven a todos ahí fuera.

El proceso de hospitalización, la secuencia de renuncias, pruebas y horas vacías e inciertas, tetraen, te llevan, estar en las manos de la institución hace que tú no puedas decidir nada. Es unproceso de renuncia y entrega. Y piensas si lo que se decía en los últimos tiempos de Ramón,«dimitió de vivir», no fue sino eso, comprender que ya no sería dueño de sí en adelante y leresultó insoportable. Pues claro. Y pues claro también que aún aquí sigues pensando en tupersonaje, nunca se separa mucho de ti.

Te preguntas, «cuando salga de aquí», das por sentado que saldrás bien, «¿seré distinto a comoentré?». Y, también, «¿tendré las fuerzas que tenía antes, el entusiasmo, para continuar esainquisición sobre los Baltar?».

Por la mañana, una ATS hace que despiertes, resulta ser una antigua amiga. Aparición grata.Todo es posible en el tiempo onírico de los días hospitalizado. Actualizáis las informaciones de lavida, comentas que estás escribiendo un libro nuevo, sobre médicos. «¿Sobre médicos? A vercómo nos haces quedar a todos», se ríe. «No, sobre médicos que ya no están. Los cirujanos Baltarmayores, don Ángel, Ramón y Antonio.» «Yo conocí a don Ramón», dice.

Acaba de aparecer Ramón aquí, no se va lejos, nunca nos separamos del todo, sigue ahí. Ellacuidó un tiempo de unos nietos suyos, la impresión que guarda de él es la de un hombre viejo, ycomo ella dice, «para ser un hombre importante» era afable y sin soberbia en el trato. Aunquetenía una presencia que intimidaba un poco de forma natural. No sabe de esa otra vida que tú vasconociendo, para ella es aquel anciano de presencia grata al que le gustaba ver a los nietos, pero

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«que no hagan mucho ruido». Lo mismo que recordaba la fräulein, el que abre la puerta para ver alos hijos jugar, observa, sonríe y cierra la puerta, el que se acuesta con el libro y cuando llega elhijo pequeño y se esconde bajo las mantas se ríe y deja que la fräulein se lo lleve para acostar.Ahora son los nietos. Por la edad de ella calculas que está hablando de un Ramón que teníaentonces unos setenta y pocos años.

La médica, los médicos jóvenes, competentes, hiperespecializados, qué distintos son de tusÁngel, Ramón y Antonio, del Ramón que vas concibiendo. Son mayoría de mujeres, eso resume yatodo el cambio de época, de mundo. Que la intervención se haga por un equipo de cuatro personasy dirigido por una mujer joven no es insignificante, lo resume todo.

Desde el principio eres consciente de que las figuras de estos personajes son de otro tiempo,del mundo patriarcal, un mundo segregado de hombres y mujeres, en el que ellas son hijas,esposas, madres y ellos son los agentes activos y dominadores. Los que ejercen violencia sobrelos cuerpos, militares, cirujanos. Sabes que esta es una historia de hombres de otro tiempo pasadoy peor y, a pesar de todo eso, a ti te atrae y te atraen igualmente los personajes. Al cabo también túperteneces a ese tiempo, reconócelo. Incluso es el momento en el que puedes y debieras admitirque sientes verdadera admiración por el personaje de Ramón Baltar Domínguez, ese hombrearmado para curar, tan médico y cirujano siempre que gastaba, oculta en un bolsillo del traje, unanavaja bien afilada como bisturí. Siempre puede ser que haya que abrir una herida, un absceso ohacer una traqueotomía de urgencia. Un hombre solitario, incapaz de trabajar en equipo, conautoridad y ejecutivo, un héroe antiguo o, si se quiere, lo que a los niños de tu tiempo lesenseñaron a ser de mayores, «un machote». Ramón es un machote. Lo es, y admiras la forma en laque ejerce su potente virilidad. ¿Estás escribiendo una novela machista? No lo sabes decir.Quieres pensar que no, simplemente masculina. No es nuevo, toda tu literatura tiene algo de eso.

Cuando salgas del hospital unos días después le preguntarás a Javier, un nieto de Ramón,también cirujano, cómo abordarían ese problema tuyo Ángel o Ramón. Te contesta que ni seplantearía el problema. Ni Ángel ni Ramón, tus cirujanos, te salvarían, no tuvieron tiempo paraaprender y practicar la intervención precisa, va a ser un equipo y una mujer cirujana quien tepermita continuar escribiendo. Este libro no tendrá ese carácter dramático, no quedará inacabadopor la muerte del autor.

Es bien curioso que este libro que no es tan personal como otros, que trata de la familia deotras personas, te muestre esa relación tan evidente, radical e íntima que a ti siempre te resultóincómoda, incluso siniestra, entre el narrador y la persona. «Si faltas tú, si falto yo, no habrá libroacabado. Me muero yo y falta el narrador. Tan simple, tan evidente: la literatura nace de ti y sealimenta de ti. De mí. No hay duda, para bien y para mal, soy un escritor. Aquí soy el escritor.»

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Los hijos de Ramón Baltar

Pero saliste del hospital, estás de vuelta. Estoy de vuelta delante de la pantalla. Hay narrador, y lahistoria aguarda y sabe que va a poder seguir alimentándose de ti.

Vas encontrando cosas y teniendo acceso a documentos. Incluso has encontrado en el revoltijode papeles algún documento sorprendente, tanto que te ves en un dilema. Un papel que muestrahasta qué punto llegó el compromiso ético y político de Ramón, pero imaginas, lo sabes, que supublicación crearía desazón entre la familia. El papel llegó a ti traspapelado entre otros menoscomprometedores, sabes que si se hubiesen percatado de su significado se habrían sorprendido,habrían dudado mucho en entregártelo y puede que no lo hubiesen hecho. Y tú lo comprendesperfectamente.

La cosa es simple, el compromiso de Ramón con sus ideas y su militancia antifranquista ya esmás que evidente y probada, publicar lo que informa ese papel es redundancia, puede quecualitativa, pero redundancia. Y por tu parte sería una deslealtad con las personas que teacompañan, con valentía, en el descubrimiento de la historia ocultada de su familia. Habrá quienpiense que debes actuar de otro modo en nombre de alguna cosa, de la verdad o algo semejante,pero la verdad ya estás intentando contarla y para ello no es imprescindible toda la información.En resumen, sientes que no tienes derecho a hacerlo, no es tuyo. Y dejas ese documento ausente,fuera del libro. Fuera de plano. Y sigues.

Y tenías esperándote en el correo también tres nuevas cartas recibidas o enviadas por AntonioBaltar en el exilio argentino.

Una de ellas, datada el «7/Sept./1937» y dirigida a Eduardo Dieste, recoge muy bien el doblecarácter de Eduardo para él. Por un lado era el padre de su esposa, Mireya, y por otro era unhermano masón y republicano militante. En la primera parte de la carta relata las incidencias paraafrontar los requisitos para ejercer como médico en Argentina y también sus cálculos para elfuturo profesional y en una segunda parte pasa a informarlo de dos cartas que recibió de suhermano Ramón.

«Este me escribe desde Alemania una de ellas, adonde fue acompañando a un enfermo, y laotra, ya en el viaje de regreso, está depositada en Marsella.» Se refiere al viaje de Ramónacompañando a Emilio Baladrón para ser operado y que en el viaje de vuelta el avión hizo escalaen Marsella. Aquel viaje en el que Ramón sintió la vigilancia muy evidente desde la frontera conPortugal y nada más llegar a Stuttgart. La carta te confirma totalmente que Ramón era un hombrevigilado por la policía política y su correo controlado por la censura. Y que él era muy conscientede ello:

La de Alemania viene escrita con iguales precauciones que si fuese desde España y por consiguiente nodice nada especial. La de Marsella es algo más explícita. Nos habla por un lado de lo que se habló denosotros a raíz de nuestra marcha, haciéndonos cargos de reuniones clandestinas, de ocultamiento deperseguidos, de emisiones de radio, etc., y de que a consecuencia de eso no debemos pensar en por lo deahora regresar ya que «la actitud de las gentes y el criterio general no cambió desde que te fuiste.Ciertamente hay menos atrocidades en la retaguardia, pero no menos crueldad en las opiniones yactitudes. Y las cosas no parece fácil que cambien en mucho tiempo, desgraciadamente».

Los cargos que se hacen de «reuniones clandestinas, de ocultamiento de perseguidos, de

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emisiones de radio, etc.» se le atribuyen tanto a Antonio, en el exilio en Argentina, como a Ramón,en la zona ocupada por el ejército nacionalista y destinado en el frente de guerra. Uno está lejosde sus acusadores y el otro a merced de estos.

A continuación, Antonio relata a su suegro Eduardo un análisis que hace Ramón sobre lasituación interna en el bando de los sublevados, en el Movimiento Nacional, esto es, los militaresnacionalistas y los grupos ideológicos Falange Española de las JONS y ComuniónTradicionalista. Franco decidió someter bajo su mando los diversos grupos con un «Decreto deUnificación» tres meses antes de escribir Antonio esa carta a Eduardo Dieste, que es posterior ala carta que recibió de Ramón. Probablemente Ramón escribió su carta un par de meses despuésde esa unificación forzada por Franco que encontró alguna resistencia tanto en el lado de lostradicionalistas carlistas como en el de los falangistas. El análisis que hace Ramón tiene muy encuenta esas resistencias a someterse a la unificación forzada y al mando de Franco y, seguramentepara darse ánimos y dar ánimos, sobrevalora su importancia.

Antonio reproduce literalmente lo que le escribió su hermano:

No es fácil darte una idea de una evolución que se observa en la masa. Hay ya señaladas dos tendenciasideológicas dentro del conjunto de los afectos al movimiento. Una de izquierda, con Falange yrepublicanos moderados. Otra, de ultraderecha (curas, viejas..., etc.) que apoyan al requeté y ven en él susalvación. A esto obedeció la orden de fusión, que tuvo efecto en cuanto a la forma, pero, naturalmente,no influyó nada en el fondo del asunto. Creo que de todo esto aún nacerán muchas derivaciones.

Es difícil de comprender ahora cómo en aquel momento ciertos trazos de la ideologíafalangista, como su valoración del papel de los sindicatos de campesinos y trabajadores, podíanser entendidos por Ramón como «izquierda» y considerar «republicanos moderados» a quieneshabían sido militantes de la CEDA y la JAP del derechista Gil Robles, pero la otra tendencia eramucho peor, la del tradicionalismo carlista. En cualquier caso, a ti lo que te interesa no es tanto siacertaba o se equivocaba en su análisis sino el hecho mismo de analizar políticamente y conlenguaje de militante la situación dentro del «Movimiento». Es decir, Ramón era claramente unmilitante político, no era en absoluto un particular desinteresado. En esta carta, Ramón siguesiendo ese clandestino tuyo.

Lo delicado de su situación aparece nuevamente al final de la carta cuando Antonio le dice aldestinatario, Eduardo Dieste: «excuso decir que teniendo en cuenta la infiltración de elementosretransmisores que puede haber en todas partes, al hacer la repetición de estos datos conviene quesea sin referirlos a ninguna persona en particular». Entre los españoles en Argentina haypartidarios de la República, pero también los hay de los militares de Franco y las informacionesenseguida llegan de América a la Península. Ramón está expuesto. La carta te confirma la figuraque has ido levantando y los pasos que fue dando.

Sigues encontrando noticias pero insistes ante sus descendientes en la importancia de poderver imágenes suyas o poder oírlo. Conoces algunas fotografías suyas, delante de un atrilimpartiendo una conferencia sobre alguno de sus temas, el tratamiento radiológico y quirúrgicodel cáncer de mama, calculas por la época de la fotografía, o posando sentado en su escritoriodonde pasaba consulta, haciendo como si escribiese con un bolígrafo del juego de escritorio, labata de cirujano cerrada hasta el último botón y no la bata abierta del médico de consulta, elcigarrillo con una boquilla en la mano izquierda, calculas que sobre el año 1970. En unasfotografías que te hicieron por esa época, el fotógrafo incluso encontró el momento en el que ríesfrancamente, Ramón. Probablemente no te haya agradado luego verte así, riendo tan informal, quete voy conociendo. Debías de estar contento en esos días en que para envidia, pasmo ydesconcierto de muchos fuiste condecorado, un rojo, por un Gobierno del Caudillo.

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Finalmente consigues que uno de los hijos te pase una sucesión de grabaciones familiares enlas que se suceden estampas de hijos, hijas, esposos, esposas, nietos, nietas y de una comidafamiliar en la finca de A Amañecida que aparece él. En la que apareces tú. Ahí estás, ahora teestoy viendo.

Son imágenes de una cámara VHS de vídeo y con luz defectuosa. Esa costumbre suya, yasabes, de esconderse. O queda a contraluz o en penumbra o fuera de plano. Sabes que hace añoshabía encargado a uno de los pintores que protegió, Corredoira, un retrato de Emma y de cada unode los tres hijos que vivían entonces. Preguntaste si había encargado su retrato también, y no,claro. Pero ahora ahí lo tienes en esta grabación, un plano de perfil, detienes la imagen, unpatricio sentado sin abandonar la compostura, derecho, con algo de prognatismo mandibular, susgafas metálicas, el cabello gris bien peinado hacia atrás. Chaqueta de punto cerrada, camisa clarasin corbata. El médico veterano que ya no opera pero aún hace todas las semanas consultas en sudespacho. El que vino hasta la finca conduciendo su coche, el último coche, el SEAT 1430 sinpretensiones pero que le resultó tan cómodo, al que encargó que le trucasen el motor para quetuviese más potencia. Ramón hasta el final.

Un patricio presidiendo un yantar familiar en su finca de recreo bajo un emparrado. Niños yniñas, adultos de distintas edades, hijos, hijas, yernos y nueras alrededor de la mesa. El hijo quegrabó las imágenes, Juan Ramón, buscó primeros planos de sus mayores, la madre, Emmita,siempre elegante y con collar de perlas, la tía Isabel, seria, la conciencia en quien graba de quehay que aprovechar la ocasión para guardar esas imágenes, son mayores y puede que el añosiguiente no esté alguno de ellos para el San Ramón, esta fiesta del patrón. Son imágenes del SanRamón en el año de 1980, tres meses antes de la caída por la escalera abrazado a la radio. Unavida entera escuchando por la radio las noticias que nunca llegaron.

Rodeado de tantos hijos e hijas, nietos y nietas, ese es Ramón Baltar, el padre de una familianumerosa. Ese es su bien, su riqueza. Sabías que Ramón había heredado de su padre terrenos ybienes inmobiliarios en la ciudad y alrededores, que luego él aumentó con su idea de tener unagranja y terrenos propios cerca para abastecer de comida a la familia y el sanatorio, y constatastecon curiosidad que no se había beneficiado mucho del crecimiento de la ciudad cuandocomenzaba la época dorada de la especulación inmobiliaria. Les decías que tú interpretabas quehabía en él una actitud principesca de no importarle que se perdiese esa riqueza heredada. Y loshijos te repetían una y otra vez que a él eso no le importaba, que lo único que quería era que loshijos e hijas tuviesen cultura y una carrera para valerse en la vida. Estaba bien decir eso, pero tecostaba comprender esa actitud y puede que no acabes de entenderla, te cuesta creer que losdemás sean también tan poco prácticos.

Hay dos anécdotas que te refirieron y que las relacionas con esa actitud. Una con su vecino yamigo Emilio Martínez Baladrón y otra en la familia.

A él y a Baladrón, el ayuntamiento en los años cincuenta les quiso comprar a cada uno partede sus terrenos colindantes en un callejón llamado de Matacáns para transformarlo en una callemás ancha. Baltar cedió al precio por el que le ofrecían el terreno de su lado y Baladrón, que eraun hombre muy rico, negoció al alza con el ayuntamiento. Baltar lo comentó con él: «pero,hombre, ¿por qué no cedes los terrenos si no te hacen falta y será un bien para todos?». Baladróncontestó: «Claro, para ti es muy fácil, porque tú tienes hijos, pero yo no». No entendiste el sentidode la anécdota en su momento y puede que tampoco ahora que la escribes, lo que entiendes es quesin el sentido de trascendencia de tener descendencia los bienes que se poseen pasan a ser loúnico a lo que agarrarse. La riqueza eran los hijos de Baladrón y los hijos eran la riqueza deBaltar.

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¿Y cómo vivía eso Ramón? En una ocasión fue claro: «sois muchos hermanos y hermanas. Noos va a quedar como para que viváis de ello, así que tenéis que tener una carrera». Y Emma, queno había hecho una carrera, animaba a las hijas a estudiarla, aunque también las instruía en laslabores de la casa, práctica como era no se hacía ilusiones sobre la vida en general y sobre lavida de las mujeres en particular.

En una ocasión, en la que una hija planteó que no quería acabar la carrera ofreciendo granresistencia a los deseos del padre, argumentando que para una mujer no era necesario, este levantóla voz de forma inusual: «¡aquí no hay hombres y mujeres, aquí todos sois hijos de RamónBaltar!». Como si esa fuese su identidad o una parte fundamental.

Saltas por encima de lo evidente, un deseo de igualitarismo para sus hijas, una nuevaconciencia que comenzaba a abrirse paso de que las mujeres en las generaciones siguientesdeberían tener autonomía en sus vidas y no limitarse a ser esposas, pero te centras en ese otroaspecto de la identidad y la representación. «Los hijos de Ramón Baltar», sin duda lo eran en elescenario de la ciudad, donde las familias de su clase se miraban y vigilaban unas a otras. Eranlos hijos de ese hombre observado, ese hombre atravesado que se negaba a hacer como todos.

Aunque tuvo dos hijos varones cirujanos, y eso lo enorgullecía, Ramón parece que noestableció un designio para ellos como parece que hizo don Ángel en el discurso deagradecimiento por la Gran Cruz de la Beneficencia, cuando se refería al «honor y dignidad queinformaron todos los actos de mi vida. El patrimonio que me legó mi padre y que yo legaré intactoa mis propios hijos» y cuando dice que su reconocimiento por ese honor recibido «perdurará enmis hijos». No, Ramón ya no tiene esa visión histórica de Ángel, que creía en el futuro, Ramónsolo cree en su presente y lo defiende, defiende que sobrevivió, resistió contra todo y allí está él,Ramón Baltar. Tiene una clara conciencia de ser el sujeto de una vida con sentido y el personajede una historia, aunque esa historia solo la conozca él. No podía imaginar que alguien estuvieseahora escribiendo esto. Y esos jóvenes, adolescentes o niños y niñas son sus hijos, los hijos deRamón Baltar. No pretende señalarles un camino, pero sin duda los carga de un condicionantefamiliar, que quieran o no una parte de su identidad va a ser esa, ser hijos e hijas suyas.

Y puedes constatar que expresa orgullo de padre, o de patriarca, cuando en el discurso deagradecimiento por la Gran Cruz de la Beneficencia también el acaba: «¡Hay Baltares para rato!».

¿Consiste en eso, también, la maternidad y la paternidad? ¿Un tipo de empoderamiento?

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Operación Termópilas

El 7 de marzo de 2020, sábado, ocurrió algo que no tenías previsto y un tanto desestabilizador,algo que habría ocurrido igualmente aunque tú no estuvieses escribiendo esta historia pero que,como estás absorbido y metido dentro de ella, quieres creer que forma parte del relato. Que eraalgo que tenía que suceder porque lo necesitaba la historia.

En La Voz de Galicia de ese día apareció un artículo firmado por Siro, dibujante y periodista,un breve texto titulado «García-Sabell no franquismo». En el texto, Siro refiere que el doctorDomingo García-Sabell tras la guerra colaboró con la resistencia dirigida por el PCE y queposteriormente se desengañó de la Unión Soviética y del comunismo, orientado por unarecuperación de la fe católica.

Conociste al doctor García-Sabell, que falleció en 2003. Habías hablado con él en un par deocasiones e incluso en una de ellas habíais conversado sobre cultura y religión, habías leído algúnensayo suyo y sabías de su trayectoria de hombre público. Sabías también, y ya lo habías escritoen este libro, que había sido amigo de Ramón y que lo acompañó en un viaje hasta Ferrol el día 18de julio de 1936.

Supiste que en algún momento Domingo y Ramón dejaron de practicar la amistad, aunque notienes una información cierta sobre el motivo o motivos, pero así como sabías de las relaciones decolaboración con la guerrilla de algún otro amigo, como Ulpiano Villanueva, ignorabas queGarcía-Sabell fuese también partícipe.

La información era bastante sorprendente, porque su biografía era la de alguien que en sujuventud había estado en la FUE, la republicana Federación Universitaria de Estudiantes, peroluego había formado parte del galleguismo cultural a partir de los años cincuenta y luego senadorpor designación real en 1977, presidente de la Real Academia Galega y delegado del Gobierno enGalicia desde el año 1981 a 1996. Una biografía de un hombre de orden, aún más, garante delorden legal, que chocaba con su implicación en acciones subversivas y de violencia durante losprimeros años de la posguerra. Actos que no encajaban con su biografía conocida, como ocurríatambién con la biografía de Ramón Baltar, lo que demuestra que esos primeros años estánsepultados y que no pueden ser comprendidos desde nuestro tiempo presente. Publicar esainformación tan sorprendente constituía sin duda violentar la imagen establecida del personaje.

Esas informaciones afectaban tanto a lo que ya habías escrito como a lo que habías dejado deescribir, a lo que estabas omitiendo. Concretamente, decía:

Él y el cirujano Ramón Baltar se hicieron filocomunistas. No entraron en el PCE, pero lo favorecieroncuanto pudieron.

Y más adelante:

Su enlace era un matrimonio muy activo. Ella, una mujer de Pontecesures, de un temple extraordinario,pariente lejana de Baltar, establecía el contacto. Un día lo advirtió de que había recibido la visita de doscamaradas con un encargo importante. El PCE había enviado dos especialistas para atentar contraFranco, durante el verano, en la carretera de A Coruña a Compostela, y precisaban que les diesecobertura. La Operación Termópilas se puso en marcha, pero los especialistas recibieron orden desuspender los preparativos y se marcharon .

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Inesperadamente, el artículo hacía público, en un diario de amplia tirada en Galicia y en undía de especial lectura, una información que ya tenías escrita en capítulos anteriores y que eradesconocida del público y precisamente la estabas manejando con precauciones, porquecambiaban la imagen que tanto la familia Baltar como su entorno social tenían de Ramón, queRamón formaba parte de las estructuras del PCE en aquellos años. Lo de si «entraron» o no, quematiza el texto de Siro, carece de sentido para ti cuando sabes que formaba parte de la estructurade la organización.

Pero la otra información, la Operación Termópilas, era algo que habías amagado en este textopor su carácter perturbador en la familia, habías decidido dejarla al margen. Tenías un documento,el plano dibujado a mano y coloreado de una emboscada a la caravana de coches de Franco,aunque desconocías que tuviese un nombre o cualquier otro dato, y en ese momento la taloperación ya era pública.

Aquella misma mañana llamaste por teléfono a Siro, a quien conocías de hace años, paracontrastar. No te podía contar muchos detalles más, lo que escribió en el artículo era lo que lehabía contado a él en 1993 García-Sabell.

Conversasteis sobre la relación entre Domingo y Ramón. Domingo era siete años más jovenque Ramón y, por la correspondencia de este con su padre, sabes que debió conocer a Domingo en1928, cuando fue a acompañar a su hermano Antonio para operarse a París. Allí pasó Ramón unatemporada, tuvo ocasión de asistir a un encuentro de Roland Garros entre Fred Perry y RenéLacoste que recordó al detalle toda su vida, y desde allí, al hacer Antonio su escapada de laconvalecencia para visitar a Mireya en Londres, continuó hasta Berlín para verse de nuevo concolegas con los que había estudiado y trabajado. Allí le escribió don Ángel y en la carta lecomunicaba que también hacia allí iba el hijo de Pitágoras, así era conocido en la ciudad el padrede García-Sabell, y significaba que lo natural era saludarse como un vecino muy joven de visitaen una ciudad ajena.

Con esa diferencia de edad, Ramón y Domingo pertenecerían a círculos de amistadesdistintos, pero coincidir en Berlín con tiempo para compartir seguramente cimentó una amistadentre un joven de diecinueve años en los inicios de su carrera de Medicina y un médico deveintiséis años. Un médico joven pero experimentado ya en cirugía en el sanatorio familiar y elhospital y que ya entonces era profesor ayudante de Patología Quirúrgica. Es decir, un alumno y unprofesor que se encuentran en Berlín y, al menos uno de ellos, de vacaciones. La relación entreRamón y Domingo tuvo que ser inicialmente la de maestro y discípulo o, al menos, la de unhermano mayor con uno menor, pero debió de ser intensa pues se prolongó años.

Esa impresión te la confirma Siro, entiendes que Domingo tenía una admiración por Ramónque conservó toda la vida y en cuanto a la relación con el PCE te cuenta que Domingo entendíaque el partido tenía más respeto por Ramón debido a que era mayor y, además, tenía un caráctermuy seguro de sí mismo y una fuerte presencia. Esa situación en la estructura política parecelógica y natural además, por cuanto «el enlace», «la pariente lejana» de Ramón a la que se referíaDomingo, era en realidad su prima carnal de la vecina localidad de Pontecesures, Carmiña SierraDomínguez, «Carmiña la Roja» en la familia, hija de su tía materna, Carmen Domínguez Orense, ycasada con un profesor de matemáticas, Carlos Díaz Rodríguez.

De Carlos ya conoces y transcribiste parte de su correspondencia desde la cárcel y también,ya exiliado, desde Venezuela. Sabes que tanto él como Carmiña estuvieron presos, él en la cárcelde Alcalá y ella en Madrid. Primero pensaste, siguiendo una información familiar, que habíancaído en 1937. Un primo segundo te contó que en su traslado desde Pontecesures a la cárcel deVigo por tren, una tía, informada de que iba detenida, se acercó hasta ella en Pontevedra y le

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entregó una manta. Años después, en los años sesenta, Carmiña pudo volver y le regaló a su tíaotra manta a cambio de aquella que se llevó a la cárcel.

No dudas de la anécdota, pero consigues establecer contacto a través de la Red con MaríaDolores Ara Díaz, una nieta de Carmiña y Carlos, y te corrige la fecha:

No fueron detenidos en el 37. Ellos pasaron la guerra en Madrid, toda. Al terminar en el 39 se marchan aGalicia y allí se establecen cerca de Pontecesures, en una granja. No es sino hasta 1944 que se produce ladetención de ambos, en diferentes lugares. Al abuelo lo apresan en Madrid, donde estaba haciendo algoque no sé qué era. Y a mi abuela unos días después se la llevan detenida de la granja cercana a la casade Cesures donde vivía todavía la bisabuela Carmen Domínguez. Los guardias la escoltan hasta la casa,a donde llega a pie, para dejar a mi mamá y a mi tío Carlos, que tenía dos años más o menos .

Está claro que Carlos Díaz y Carmiña son los militantes del partido y que Ramón, primo deCarmiña, es el siguiente eslabón en la estructura y, seguramente, quien aglutina a su vez a otroscompañeros médicos. A María Dolores le preguntaste si sabía algo de una emboscada contraFranco:

Ni idea de la Operación Termópilas. Supongo que es un tema saltado a propósito porque no loconsideraron «buen ejemplo» para las nuevas generaciones. Pero como sí supimos que organizaban unaguerrilla, y armaban campesinos, pues eso debía estar metido en el mismo saco .

De Carlos Díaz crees saber que es quien firma bajo el seudónimo «Pedro del Rincón», sacadode Rinconete y Cortadillo, la novela picaresca de Cervantes, lo deduces de su letra, y bajo esenombre firma propaganda de Unión Nacional. Deduces que es de su mano también por su letra encomentarios en el reverso del plano coloreado de la emboscada. Te sorprende que haya escogidoel nombre de un pícaro.

Escribes al archivo del PCE por la Operación Termópilas y te contestan que en la base dedatos no aparece nada. Tampoco saben de ello historiadores de la guerrilla en esa época queconsultas. Son unos años particularmente desconocidos. Tienes únicamente ese plano que yahabías decidido dejar de lado y lo que le contó García-Sabell muchos años después a Siro, quehubo la planificación de una operación y que la bautizaron «Termópilas».

El nombre tiene su sentido en que el lugar dibujado en el plano es un paso entre montes. Ellugar escogido está entre el kilómetro 23 y 24 de una carretera que, como ya imaginabas antes deleer el artículo, debió de ser la que va entre Santiago y A Coruña, en la ruta hacia el Pazo deMeirás, donde pasaba un mes de vacaciones Franco. Desde entonces la carretera cambió algo, sehabrán eliminado algunas curvas y puede que la distancia no sea exactamente la misma, tampocosabes si la referencia kilométrica se refiere al plano oficial o no, puede ser saliendo de Santiago osaliendo de A Coruña. Pero imaginas que es en las cercanías de Ordes, un territorio donde laguerrilla era muy activa. Se trata de un operativo de siete guerrilleros, uno da la señal desde loalto de un otero cuando ve que la caravana ya ha pasado por una curva para que se sucedan unaprimera explosión al frente de la caravana y una segunda a continuación, en la retaguardia.Inmediatamente, fuego de ametralladoras, tres tiradores desde el frente en un alto envueltos envegetación y otros tres desde el costado izquierdo de la caravana, desde otro alto también entrematorrales. La caravana es de seis coches y el fuego de ametralladora va dirigidofundamentalmente al tercer vehículo.

Así que se trataba de un plan para matar a Franco cuando hacía la visita anual a Santiago el 25de julio para asistir a misa en la catedral, donde entraba bajo palio el «Caudillo por la Gracia deDios».

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El plano lo firma P. del R., evidentemente Pedro del Rincón, y es «para el de las gafas», y enel reverso le pide dinero para comprar nuevas «máquinas», no se priva de dibujar el esquema deuna ametralladora. Una vez más te asombras de los papeles que guardó y no destruyó Ramón.También te asombras de lo imprudentes que eran en el manejo de informaciones tan delicadas ypeligrosas.

Según lo que le contó García-Sabell a Siro, te repites que debes mantener una reserva sobreesos detalles, pues estaba recordando hechos ocurridos cincuenta años antes, el partido envió ados militantes expertos y luego decidió retirarlos, es decir, anuló el plan. El plan era más audaz delo que pueda parecer, pues a lo largo de toda la ruta que recorría Franco cada año había númerosde la Guardia Civil conectados entre sí y registro del territorio antes; no parece viable colocar losexplosivos en la ruta y que los tiradores se instalen en sus puestos. Es posible que el plan fueseconsiderado inviable. Cabe preguntarse si el proyecto nació en la red de militantes aquí o si fueencargado desde la dirección en el exilio, pero eso no tiene respuesta ya.

Tampoco sabes el papel de Ramón en ese plan del que tenía una información tan detallada,¿ayudó a buscar el lugar y preparar la infraestructura? ¿Se limitaba a dar el dinero que senecesitaba o se excusó? ¿Simplemente lo conocía?

Como no tienes otros datos tienes que situar en el tiempo este plan en los primeros añosdespués de finalizar la primera parte de la guerra en el 39, que continúa con la guerra de guerrillashasta su disolución formal tras el final de la guerra europea y antes del 44, año en que detienen aCarlos y Carmen. Una carta clandestina de Carlos desde la cárcel el 18 de junio del 46 dice que

hoy nos han dicho que muy pronto —dentro de unos días— me pasearé por el ancho mundo; veremos si esasí y puedo así dedicarme a tirar de «ella» para afuera del pozo.

Aunque según su nieta María Dolores salieron en el 47.En su artículo, Siro alude al abandono de esas convicciones por parte de García-Sabell,

efectivamente cuando cae la Unión de Intelectuales Libres en el año 1947 ya no está en el grupo deintelectuales antifascistas.

Detrás de una acción de esa trascendencia tuvo que haber un cálculo político de lasconsecuencias de triunfar el atentado en esos primeros años cuarenta. La guerra europea comenzóen 1939 y aunque Franco jugó a todas las bandas al mismo tiempo, tenía una alianza con la Italiafascista y, particularmente, con Alemania con compromisos políticos y militares, había puesto la«División Española de Voluntarios», la Blaue Division, División Azul, al servicio de Hitler comoparte del ejército alemán. En caso de morir Franco en ese momento, lo más probable es que Hitlery Mussolini, ya en medio de la guerra, forzasen a poner al frente del Estado al cuñado de Franco,Serrano Suñer, o bien a un general, como Yagüe, partidario de intervenir directamente en elconflicto.

Es lógico pensar que ese atentado estaría en relación con la entrada del maquis por el Valle deArán, la Operación Reconquista del año 1944 organizada por la UNE.

En el momento en el que las tropas aliadas ya habían desembarcado en Francia y avanzabanconquistando terreno ocupado antes por los alemanes, 8 750 guerrilleros ocuparon el Valle deArán para establecer allí una avanzada que fuese reconocida como Gobierno republicano españolen el exilio por los aliados. Se trataba de que los aliados forzasen la caída de Franco, ignorandoel preacuerdo de Churchill y Stalin de repartir Europa tras la derrota de Italia y Alemania. Francono incomodaba a los intereses del Reino Unido, sería un aliado servil y un agradecido exportadorde naranjas.

Aunque el Régimen no dejaba de estar preocupado por el avance aliado en suelo europeo y,

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por si acaso, ante la posibilidad de una invasión, ya había reforzado antes las fronteras y Francodesplazó a Arán tropas de África. Tras nueve días de combate, los guerrilleros se retiraron. Lahistoria y los pactos entre potencias no dejan lugar para estampas románticas.

De estar relacionada con esa «Operación Reconquista» del Val de Arán, la tal «OperaciónTermópilas» sería entonces del año 1944. Si alguna de estas dos operaciones hubiese conseguidodesestabilizar el régimen militar de un modo u otro, el desenlace final de la guerra europea, laderrota de los fascismos, habría condicionado la situación en España, nuestras vidas habrían sidomuy distintas. Caso de existir, seríamos otras personas y con un pasado y una historia distintos.

La carga de responsabilidad hoy nos parece enorme, pero no lo debió de ser tanto parahombres que acababan de estar en un frente de guerra y que proseguían la guerra en la guerrilla.Pero ni ese ni otros atentados se realizaron con éxito, nadie pudo gritar «El día es nuestro. Elperro sanguinario ha muerto», como hizo el conde de Richmond tras matar a Ricardo III. No hubomagnicidio y Franco fue dueño de las vidas o muertes de millones de personas bajo su mandoabsoluto. Su muerte habría sido considerada un sacrilegio por la misma Iglesia que lo tituló«Caudillo de España por la Gracia de Dios», como rezaban las monedas que deseábamos yacariciaban nuestros dedos. Pero ese sacrilegio no se cometió.

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El rebelde devoto

Para poder juzgar un atentado contra Franco hoy tendríamos que ser capaces de situarnos en unacircunstancia histórica absolutamente excepcional. Franco había sido uno de los conspiradoresiniciales en el golpe que abrió una guerra civil y quien condujo la campaña militar de una formaparticularmente despiadada, buscando no la derrota sino el exterminio de sus compatriotasenemigos. En esos momentos, el nuevo Estado seguía fusilando sistemáticamente presos políticossacados de las cárceles y los españoles exiliados en Francia eran enviados a los campos deexterminio alemanes por indicación expresa de Franco.

Con independencia de lo que pensasen los obispos españoles que habían dado la bendición aFranco, desde el punto de vista de la teología católica y según el teólogo Francisco Suárez yTomás de Aquino, Franco, un gobernante que ostenta el cargo porque depuso al Gobierno legítimo,entraría en la categoría del que «usurpa el puesto del rey y se comporta como su sombra». Matarlosería legítimo, pues «en tales circunstancias no se mata a un rey o un soberano, sino a un enemigode la república», de la comunidad política.

No sabemos de qué modo pesaban en Ramón los argumentos de la moral cristiana,probablemente su criterio era un sentido del deber y de lo justo e injusto formado por másingredientes que la doctrina católica.

Sin embargo, la religión tuvo su lugar en su vida y ese es un aspecto que te resultaparticularmente interesante. La figura de don Ángel aparece claramente como la de un hombremoderno, que cree en la vida humana dentro de la esfera social, el sentido de su vida reside en símismo y en su relación con los demás. Es doña Isabel Domínguez quien aparece como un focoirradiador de religión católica, una mujer hondamente religiosa y que debió de educar a los hijosen la práctica de la fe.

No sabes cómo actuó esa educación religiosa en las hermanas, Carmen, María, Isabel, Ángela,Elisa, y parece que no tuvo presencia significativa en la vida de Antonio, que se enterró en laChacarita sin ceremonia religiosa. Por el contrario, las celebraciones de los santos y fiestasreligiosas estaban siempre ahí en las estampas de la vida familiar que te contaron de Ramón. Eralo más natural celebrar el San Ramón y acudir a la fiesta de la Virgen de Guadalupe a Rianxo, nofaltar a la Pascua de Padrón, ir a comer a casa de los amigos por su santo...

Y te llamó la atención un comentario que te hicieron al principio de vuestras conversaciones,Ramón llevaba un medallero, un imperdible con medallas, en el pantalón. Siempre te intrigó,quisiste verlo, saber qué medallas eran, pero está perdido. Un detalle personal, no sabes si debesdecir íntimo, que ni los mismos hijos conocían hasta que murió y su ropa quedó al alcance de losvivos. Medallas gastadas y humildes, sin valor material, de vírgenes y santos. Puede que loacompañasen en el frente de guerra y seguramente en el curso del resto de sus días.

¿Cuál es la utilidad o el sentido de las medallas, de los objetos religiosos en general? Quienlleva consigo alguna medalla que escogió o que le dieron y aceptó considera que es algo valioso.Deposita algo que es suyo en ella, confianza. De tal modo que, si se pierden, el poseedor sienteque perdió algo valioso, le crea ansiedad. Ramón contó con esa posesión preciada toda la vida.¿Hasta qué punto creía que tenían propiedades protectoras o preservativas como es la creenciapopular? ¿O hasta qué punto era un acompañamiento de la religiosidad de su infancia?

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Y su asistencia a las misas dominicales, preferentemente los franciscanos, ¿qué funcióncumple en su vida? ¿Un rito que continúa una vida sin rupturas entre la infancia y la muerte? ¿Unaceptamiento del orden del mundo, él, que era un rebelde para tantas otras cosas? Puede que todose resuma en lo que dice una hija, María Teresa: «yo creo que la religión a papá no le estorbaba».

En cualquier caso, lo que ves es un hombre capaz de compatibilizar la creencia en la ciencia yla técnica, la alta cultura y el amor por las artes de vanguardia, la cultura democrática y laica conla religiosidad popular con naturalidad. Hay algo de transgresor y algo de conservador en estehombre.

Quizá hubiese un deseo de no romper con lo comunitario, de que la cultura no lo alejase delmundo familiar y popular que rodeó siempre a la familia Baltar. Quizá la llave para comprendereso esté en su capacidad de equilibrar la sofisticación cultural con el amor por la cultura propia yel país entendido de una forma vital, como el humus que lo alimentó y al que pertenece. Al morirél, esos fetiches íntimos y humildes quedan para que los recojan con respeto los vivos, que ya nosaben qué hacer con ellos. Tal es el destino de los que mueren.

Con todo, se marchó sin querer recibir extremaunción.

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«El cirujano más popular»

El hecho mismo de que se esté escribiendo este texto, aunque el libro aún no exista publicado, yacomienza a alterar la realidad establecida en las ramificaciones de la familia.

«¿Qué cosas contará de nuestros mayores el libro que se está escribiendo que no sepamos?»,se estarán preguntando lógicamente los descendientes de esta familia. Es posible que laexpectativa los haga más conscientes de su ascendencia y piensen sobre lo que saben y sobre loque ignoran y que busquen por su cuenta en algún cajón olvidado. Una nieta de Ramón acaba deencontrar una revista de una firma médica, Eco Geriátrico Merck, con una entrevista de 1977 queno conocías a Ramón, «el cirujano más popular de Galicia», con motivo de sus setenta y cincoaños.

Te resulta muy significativo que el periodista lo califique de «el más popular», porque nosuele calificarse así a ningún médico. Aunque en aquellos años es cierto que se hizo popular uncirujano sudafricano, el doctor Barnard, que hizo los primeros trasplantes de corazón. Y con elque pretendió rivalizar el yerno de Franco, Cristóbal Martínez Bordiú, que no tenía gran apreciopor Ramón Baltar y que experimentó, con notable fracaso, en el cuerpo de un vecino de Padrón.

Y aquí en este momento te entra la risa porque piensas que lo que vas a contar no te lo van acreer. En esta historia que presume no ser de ficción se van tejiendo tantos hilos que se acabaráhaciendo inverosímil, pero no te importa y disfrutas contando que un día Ramón llegó a casaalterado a la hora de comer. Que el tal Martínez Bordiú, marqués de Villaverde, le había hecho untrasplante de corazón a un vecino de Padrón, conocido de su familia y de nombre Juan Alfonso, decuarenta años, y había fallecido a las pocas horas.

Ramón había operado a ese hombre diez años antes, le había extirpado el bazo y le habíahecho una resección de estómago, cosa que desaconsejaba una operación así. La mala suerte deJuan Alfonso fue emigrar para trabajar de fontanero a Madrid, enfermar y que una pobre mujer,madre de familia numerosa, fuese atropellada por un tráiler ofreciéndole a los cirujanos de La Pazy al yerno de Franco un corazón en buen uso.

Lo peor era que nadie desde el hospital de La Paz de Madrid se había puesto en contacto conél o consultado con el hospital de Santiago, donde se le habían hecho esas dos operaciones.Ramón comentó estos hechos en su medio profesional, con otros cirujanos, y parece que eso llegóa oídos del marqués de Villaverde. «Y Baltar, con setenta años, qué tiene que meterse en estascosas», por lo visto comentó el marqués.

Pero el hecho de calificarlo de «popular» en realidad refleja tanto que seguía siendo unprofesional de éxito como que su situación institucional es de despojamiento, es un cirujano sintítulos. Sigue siendo un nombre de prestigio, reconocido en la profesión, sigue acudiendo gente demuchas partes buscando un diagnóstico, sin embargo carece de reconocimientos académicos y elperiodista lo soluciona con lo de que es el cirujano más popular, de mayor éxito.

Hasta ese momento estuvo en ese puesto de decano del Cuerpo Médico de la BeneficenciaProvincial de A Coruña, y esos setenta y cinco años que celebraba la entrevista suponían que sejubilaba, en adelante se limitaría a hacer algunas intervenciones y mantener su consulta médicaparticular.

La entrevista comienza con una presentación en la que no falta nuestra obligada lluvia:

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Llueve intensamente en Santiago de Compostela. En una casa de la ciudad moderna D. Ramón Baltartiene su consultorio. Hay muchas escaleras y habitaciones a diversos niveles. En la biblioteca, los librosantiguos, los cuadros llenan las paredes. Los años se han ido acumulando en los objetos. Los grandessillones, el silencio, el ruido monótono de la lluvia invitan a la meditación y al estudio.

El entrevistador, que no firma, le atribuye «sesenta años de actividad quirúrgica, a los cualesse sumarán algunos más, es algo sorprendente». Cosa que casa con su relato de que fue con quinceaños cuando entró por primera vez a ayudar a su padre en el quirófano.

Ahora hago una vida muy parecida a la de antes, es decir, tengo consulta cada día, hago las visitas cadamañana y por la tarde opero. Después de cenar me dedico a leer y a escribir. La lectura es uno de mishobbies. El campo, el mar, la naturaleza me han dado muchas horas de alegría. Soy un apasionado de lanavegación a vela. En cuanto he podido me he escapado a la costa.

Sabíamos que una de las aficiones de D. Ramón eran los coches. Nos confiesa que posee carné deconducir desde 1923 y que ha tenido unos cuarenta coches. Pero la gran pasión de su vida es sin duda lacirugía .

El dato del número de coches, «unos cuarenta», en vez de la cifra de treinta justos de la quehizo recuento, te da a entender que en esa entrevista en el crepúsculo de la profesión Ramón se daun poco de aire y redondea al alza. Presume un poco y eso te hace gracia. Como te hace gracia, ati que conoces su vida ocultada, la imagen que da. Leyendo la entrevista, uno diría: «qué señor tansalado, le gustan los deportes y la vida al aire libre y al tiempo es un intelectual amante de loslibros», y uno se sentiría muy complacido con esa estampa equilibrada y apolínea. Desaparecido,inexistente el Ramón que fuiste desvelando.

¿A dónde fue a parar aquel hombre apasionado y ardiente? ¿Se murió asfixiado? ¿Permaneceoculto en una mazmorra? ¿Nunca existió? Pero sí, ha envejecido pero sabes que existió, fue real,es real. Y Ramón debió de encontrar en sus días de madurez y vejez un lugar para que semanifestase de cuando en cuando. Puede que se manifestase cuando llegaban esos pocos viejoscamaradas a su casa que lo visitaban en su cuarto de lectura, «la madriguera», tras la puertacerrada, tras la que se hablaban cosas pasadas y lejanas que desconocemos. Conversaciones demayores que no sabemos reconstruir.

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El patricio presidiendo la mesa

Y ahí estás, te estoy viendo en las imágenes en mi pantalla. Ahora masticas con dificultad deanciano el pulpo guisado que como cada año trae desde Palmeira para la fiesta familiar de SanRamón Josefa, una mujer que dice que la curaste y que te debe la vida, aunque tú no recuerdesexactamente de qué la operaste, y que antes iba a Tanxil, cuando Tanxil aún era un refugio que teacogía, Tanxil antes de la pérdida, y cada año viene ahora a A Amañecida cargando su tartera listapara cocinar las patatas y el pulpo al llegar. Ella dice que lo va a seguir haciendo hasta que tú temueras, así que le queda un año más después de este San Ramón, y así tiene que ser y así fue. Sifuese unos años antes estarías más alerta y no habrías permitido que te grabasen comiendo, eso noes decoroso para un señor.

Emmita está sentada en la mesa, pero ya gobernó la víspera los preparativos de ese día decomida familiar y desde por la mañana anduvo con su aro de llaves de las puertas y alacenas conMercedes, la cocinera, de aquí para allá, de la cocina para la huerta. Ahora está sentada en lamesa, pero no deja de ordenar los platos de tortilla, empanada, ensalada y croquetas, que comantodos y todas, y que no pase nadie sin comer. Están todos los hijos y las hijas con sus esposos yesposas y los nietos y las nietas, y esa envoltura familiar te agrada. Al cabo eres un hombreantiguo, un hombre que ya está fuera de época. Quieres creer que ese es exactamente tu mundo, elmundo en que te quieres ver ahora que ya estás viejo. El mundo doméstico que creó Emmita, quecreasteis. El mundo de vuestros hijos y nietos ya será otro.

Únicamente falta Arturo, el hijo que se fue, te viene el recuerdo pero no dices nada. Aquelnombre, Arturo, que tachaste de la relación de hijos en el testamento ológrafo que escribiste yahace años. Cómo te dolió aquel día que sacaste el papel del cajón y con la misma estilográficacon que lo habías escrito pasaste una línea sobre su nombre y otra y otra para eliminarlo de lalista. Sabes que también Emma, que está tan orgullosa de sus doce hijos e hijas, recuerda más quetú aquel hijo tan querido, seguro que hoy lo va a recordar en algún momento, seguramente luego,cuando acabemos de comer y esté recogida la mesa. Y no decís nada ninguno de los dos, fue unmomento y ya pasó. Para que pase del todo mojas los labios en la copa de vino blanco, esalbariño Pazo de Fefiñanes, son familia de tu amigo Juan Gil Armada, marqués de Figueroa,amigos desde niños en el Colegio de los Irlandeses de la rúa Nova y que dentro de dos añosacudirá a llorar a tu casa al conocer que te has muerto. Ahora paladeas el sabor del vino blanco yya se pasó el recuerdo de ese hijo de vuelta a algún lugar dentro de ti.

Son amables los días en esta finca de A Amañecida, te la ofrecieron y la compraste para que aEmma no le faltase de nada si tú faltabas. Y pensando en Arturo. Y qué bien se manejó Emma conesta finca y con la administración de las otras tierras que fuiste comprando en los alrededores deSantiago. Cuando aún tenías el sanatorio, entonces ella sabía si los cerdos engordaban como eradebido y si había que dar algún pienso además de la comida diaria, si las gallinas ponían muchoso pocos huevos, sabía si las patatas venían bien ese año, si la vaca daba bastante leche y si la otravaca quería toro. Abría y cerraba puertas y alacenas, llevaba las cuentas de las fincas en su libretade ingresos y gastos perfectamente. Y a ti te encantaba verla siendo la dueña. No faltaba nada.Como si hubiese nacido para eso, para administradora. Ahí está, es la dueña de la casa y la dueñade estos días tuyos ahora que estás mayor. No fue dueña de aquellos años en los que tú eras

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llevado por un impulso que te hacía avanzar contra la corriente, como cuentan de los salmones.Fue una buena compra esa gran finca, que tenía una buena robleda cuando la adquiriste y que

tú mandaste talar para arar la tierra. Nadie sabe por qué, Emma lo intuye y no lo dice, pero fueporque en esa robleda asesinaron a Eduardo Puente Carracedo en aquel agosto tan terrible del 36y no quieres conservar el recuerdo del crimen en la sombra de algún roble y prefieres recordar alNécoras vivo y libre. Tanta sangre en aquel entonces, allá atrás. Tan atrás, y sin embargo tan real,tan vivo aún todo si lo piensas.

Pero son apacibles los días ahora que ya no hay tampoco la pista de tenis a la que venían ajugar con tus hijos los amigos, hasta que Emmita se hartó, «se acabaron las duchas y las meriendaspara todos», dijo, y puso fin a tanta vida deportiva de los universitarios, la pista se quedó enbarbecho y a criar jaramagos. También la piscina está vacía, la finca ahora es el recreo de losveranos de un matrimonio mayor que vive los días rodeado de hijos y nietos, la vida se fuehaciendo plácida. Ya no tienes Tanxil, dónde vas ahora que perdiste Tanxil, ya el mundo se fuereduciendo al piso en la ciudad, a tu despacho, a la consulta y a tu biblioteca y a esta finca. Y aquíestás presidiendo la mesa, sentado, tranquilo debajo de la parra.

Se puede pensar que eres un triunfador y que la vida sonríe sobre tu vejez. ¿Cómo te ves a timismo, como un hombre que luchó y triunfó o como uno que luchó y fue derrotado? ¿O haces algúnbalance equilibrado, alguna negociación con tu pasado para poder tener un aceptamiento y quedarconforme? ¿Será cierto eso de que «no hay que mirar atrás»? ¿De verdad te funciona lo quepredicas, «hay que reflexionar, tomar una decisión y luego no mirar atrás»? ¿No te pesa elpasado?

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Pero, por lo que he ido sabiendo de ti, aunque te veo ahí sentado con aspecto de estar a gusto,es a un hombre a quien lo desposeyeron de muchas cosas, un hombre que perdió muchas batallasen su camino. Todas las batallas, a no ser la de quedar en pie, estar ahí sentado y poder decir: «yosoy Ramón Baltar».

Sobreviviste a la tempestad de la guerra, en aquel momento te echaron de la universidad, casipierdes el sanatorio de la familia, Tanxil e incluso la vida. Entonces casi te liquidan a ti ydeshacen tu familia. Sobreviviste y seguiste adelante. Nuevamente te pusieron fuera de launiversidad de forma definitiva, desviaron así el curso de tu vida profesional y pública.Liquidaron tu querido Hospital Real de beneficencia, el que había dirigido tu padre, el quedirigiste tú, donde habías nacido. ¿Fue entonces cuando asaltaron definitivamente tu fortaleza?¿Fue ahí cuando derribaron tu torre? Permaneció el sanatorio unos años más, hasta que lo fuecomiendo el curso de la historia. Seguiste en pie, sí, pero no sé cómo calificar lo que te ocurrió alo largo del camino.

Y ahora que ya estáis en los postres y van a traer los cafés, que ya sientes en la cocina eldelicado batir de la loza china, llegan Rafael Dieste y Carmen Muñoz. Qué bien, llegan justamentepara tomar el café. Y qué alegría, Rafael siempre con la alegría del niño se sienta cerca en lamesa. A ver qué cosas nos cuenta Rafael, que anda siempre todo ilusionado con esas cosas de quelo hicieron académico y lo premian y lo llaman, y tú escuchas sonriendo porque Rafael te hacesonreír nada más verlo. Y todos, los hombres, hijos y nietos, las hijas y nueras andan por la finca,escuchan y atienden sus anécdotas, comprendes lo que ven en él, que es un hombre importante,estuvo exiliado y tiene prestigio de escritor. Y tú sabes que es un chiquillo. Un chiquillo cariñosoque te viene a ver como cuando de niños subía desde su casa en Rianxo a la torre de Tanxil y yallegaba riendo y ahora te trae inesperadamente la brisa y el sol de la ría y un algo de morriña queno esperabas.

Alguna vez pensaste: «¿por qué no seré yo como Rafael, alegre e inocente?». Ya eraisdistintos de niños, y tuvisteis vidas distintas. Él anduvo por el mundo, ellos dos sin hijos. Túcargaste con la vida toda de aquí, alguien tenía que hacerlo. ¿Cómo habría sido esa otra vida tuya?Déjalo, no te habría apetecido, nunca te llamó, no servías tú para andar de aquí para allá.

Y escuchas y callas y no dices que aún se acuerdan de ti también, que vino el diplomáticoconservador José María de Areílza a la ciudad y que, a través de un amigo tuyo, te quiso tentarpara incorporarte a la política tras la inminente muerte de Franco, que hace un par de años tepropusieron encabezar una lista para ser alcalde y tuvo gracia la cosa, que te viesen a ti comoalcalde, no te dejó de hacer gracia la cosa, pero ya no era tu tiempo y tú ya no eras eso si algunavez lo fuiste. Y que la Medicina acabó siéndolo todo. Todo aquello, las cosas que hiciste alláatrás eran otra cosa. Qué sabrá nadie de nada hoy. Esas cosas no se pueden contar.

Ah, no les vas a contar tampoco, o sí que se lo puedes contar, que Antonio Rosón, el primo detu amigo Fermín, que te había ido a visitar cuando caíste por aquel barranco en Pedrafita, elpresidente de la Xunta preautonómica, te pidió un favor hace unas semanas, que le eches una manocon esos dos que están discutiendo en público. Valentín Paz Andrade y Camilo José, el sobrino delas Trulock de Padrón. Dos senadores por designación real, uno galleguista republicano y el otro,Cela, el escritor. Qué se puede decir del sobrino de las Trulock. Y dice Rosón que a ver si erescapaz de ponerlos a bien, que tú tienes trato con los dos y que tiene que haber acuerdos pararecuperar la autonomía, ahora que la nueva Constitución lo permite, pero que ya hay muchosobstáculos como para crear otros.

Y también te hace gracia ver a Antonio Rosón, está muy mayor, es más joven que tú peroparece mayor. También él te verá a ti viejo. Rosón fue de ellos, de los que acabaron con todo

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cuando era joven y verlo ahora haciendo todo lo contrario, tan convencido y tan entregado arecuperar la autonomía para Galicia. Desde luego, cómo es la vida. Cuando acabéis los caféspuede que se lo cuentes. Que al fin y al cabo estas cosas también tienen su gracia, que aún seacuerden de ti, aunque sea para poner de acuerdo a dos que se comportan como chiquillos.

Y tienes sentado en la mesa, escucha con atención lo que dice Rafael, a Gerardo, tu yerno, queva a ser el primer presidente de la autonomía aunque ni él ni tú lo sepáis aún y tú no llegarás asaberlo, porque eso va a ocurrir tres meses después de morirte tú. Tampoco él lo sabe. Y tampocosabes que ese presidente de la Xunta, tu yerno, asistirá a la inauguración solemne de una calle quellevará tu nombre que no es calle, pues más bien es un pedazo de carretera que conduce al nuevoHospital Provincial, ese que conseguiste tú moviéndote y presionando aquí y allá.

Pero tú ahora todavía estás vivo y sigues atento a todo lo que ocurre, escuchas la radio y leesel periódico, claro. Estás atento, el año pasado enviaste un artículo a El Correo Gallego por lapolémica por la construcción de la autopista. Y, como siempre, no quisiste firmarlo, te escondistetras un seudónimo. Tu yerno Gerardo te lo reprochó, y a mí me parece que tenía razón, en esetiempo en que se abrían posibilidades de todo tipo no era cosa de que Ramón Baltar anduviesecon esas, sin dar la cara, debía asumir una responsabilidad y un rol público. Pero tú tenías turazón de siempre, nunca habías pretendido ser figura pública, siempre te moviste por la penumbra,y no ibas ahora a contrariar tu vida, no ibas a comenzar ahora de viejo una carrera pública comohabían ido haciendo otros. No podías negar ahora esa parte clandestina de tu vida. Si te hicieseshombre público, ¿dónde dejarías lo vivido oculto?

Pero tampoco puedes entender a estos chicos jóvenes que se oponen a la construcción de laautopista, hay una nueva generación que trae algunas cosas que no entiendes, siempre quisiste elprogreso, tantos esfuerzos para modernizar el país. Galicia precisa infraestructuras, hay queasumir los costes sociales y en la naturaleza. Y, cómo no, cuando circulabas por las carreteraseuropeas te causó siempre placer conducir. Tú eres un hombre moderno y no puedes comprenderque la juventud de este tiempo venga ahora con esas cosas. En tu tiempo teníais las cosas claras,queríais industrias y progreso. Son jóvenes, les falta perspectiva histórica. Es un error laoposición de esas izquierdas y esos ecologistas, un error.

También tú cometiste errores, no viste venir cosas. Pero vinieron, y te pasaron por encima.Ahora estos chicos se equivocan. Tanto da, la autopista ya se está construyendo, no tiene vuelta.Vino esta democracia, ya hubo elecciones, vendrá otra vez algún tipo de autonomía y habráautopista. Es el tiempo de hoy. El pasado no vuelve, el pasado son las cosas que se perdieron.

Que este tiempo no es el tuyo lo sabes hace mucho. Tú que acudías a todos los actos delPatronato Rosalía de Castro y cada año a la misa por Rosalía, el único modo autorizado decelebrar el Día de Galicia, ya tuviste un aviso en el año 1968. Hubo panfletos, hubo gritos,manifestación. Cuando llegaste de vuelta a la finca de A Amañecida y te sentaste delante de lamesa de piedra y te preguntaron qué pasó, «hubo palos, intervino la policía», dijiste. Ya estabasmayor para andar corriendo delante de la policía. Y unos meses antes aún diste dinero para lafianza de los estudiantes presos, que siempre guardaste la simpatía por los disidentes presos.Sabes que «a veces hay personas que están presas sin merecerlo».

Y ahora Rafael, que dice que él vino conduciendo el coche, que tú sabes que miente como uncrío, que se puso al volante ahí atrás en la curva antes de entrar en la finca, que casi no consigueentrar por el portal, y dice que te ve borroso y que en cambio ve muy bien aquel avión a reacciónque pasa por el cielo. Y te hace reír, como siempre. Tiene cataratas.

Pero que te vea borroso también lo asumes, te estás haciendo borroso para los demás. Ya tefuiste quitando del medio, estás atento a todo pero lo ves desde fuera. Hoy la radio daba buen

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tiempo y se está bien aquí, que este sol que le está dando en la cabeza a Rafael es agradable, túprefieres ese otro lado a la sombra de la parra. Ahora parece el momento, les vas a contar lo decuando te ofrecieron encabezar una candidatura a la alcaldía, tiene gracia. A ver qué dicen.

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Tu hospital

Rodeado de hijos e hijas, nietos y nietas, como le gusta a Emma, como te gusta verte también a tien este reino doméstico particular. Pero eres un rey desterrado, despojado de ejército y territorios.Reconócelo, Ramón.

Así te debiste sentir, despojado, cuando te quitaron el Hospital Real, que era como si fuesetuyo. Y te lo quitó Franco, personalmente, además. No se entiende bien esa batalla que diste por elhospital, creado por los Reyes Católicos para peregrinos y que conservaba la función de hospitalde beneficencia, sin saber que te enfrentabas al deseo personal de Franco de transformarlo enhotel de lujo. Decidiste dar la batalla y perderla en público. Me pregunto si no hubo ahí unapulsión suicida, un afán sacrificial. Y si no hubo también el goce del orgullo por atreverte a haceresa oposición aparentemente profesional pero insistente a un deseo expresado por el Caudillo.También en esta ocasión vuelvo a ver cómo te acercas justo al borde del precipicio, cómodesafías la marea que viene. Cómo te pruebas a ti mismo, cómo te sometes a prueba.

El Hospital Real, donde habías nacido, tu hospital de pobres. En 1955 le escribes a tuhermano Antonio a Argentina, un año antes de que él volviese de viaje por Europa y por Galiciacon pasaporte diplomático, dos años antes de enfrentaros, dos años antes de perderos el uno parael otro. Ese año le escribes:

me alegra que te pareciese bien mi informe sobre el Hospital. Lo del traslado fue una cosa descabellada.De momento, nadie más que yo se atrevió a ponerle reparos. Pero luego, con la memoria que te enviélogré que se modificase bastante la opinión general y ahora hay bastantes esperanzas de que se consigaun nuevo edificio. Como consecuencia de la rebusca de datos para hacer ese trabajo encontré bastantescosas de interés y estoy ahora intentando hacer una cosa más amplia sobre historia de los hospitales .

Conseguiste un nuevo edificio, un hospital provincial de beneficencia, pero fue una derrotahumillante y total.

El periodista Borobó, amigo tuyo y de la familia, siempre los círculos de amigos y parientesprotectores, cuenta que os invitaron a ti y a dos médicos amigos, Domingo García-Sabell yManuel Álvarez Álvarez, a viajar a Argentina a inaugurar el quirófano del hospital del CentroGallego para celebrar el Día de Galicia allí, que estaba prohibido aquí. Y qué mejor manera deinaugurar un quirófano que realizando una operación, así que quién mejor que el cirujano delmomento, el hermano de Antonio Baltar, que ya era médico allí y que le va a ayudar en laoperación como «instrumentista» o «ayudante de mano». Los dos hermanos compenetradosdespués de haberse formado en el sanatorio familiar, Ramón extendía la mano sin decir nada y yaAntonio le pasaba la herramienta. Ignoramos quién fue el afortunado o afortunada que dejandoabrir su cuerpo y manipular sus entrañas colaboró en esa inauguración.

Hasta ese momento seguías siendo un «elemento peligroso», pero con motivo de ese viaje yhaciendo valer esa invitación oficial a Argentina, e imaginas que, moviendo algunas amistades,consigues que te devuelvan el pasaporte. Y allí fuiste en 1953 con tu pasaporte nuevo y vivisteunos días de comidas homenaje. «Entremeses Castelar. Ensalada Rusa. Filete de lenguado a lanormanda. Suprema de pollo con legumbres. Torta helada de chocolate. Café. Añejo La Colinablanco. Añejo La Colina tinto. Agua mineral Villavicencio. Champagne Duc de St. Remy»,

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reencuentros, conociste a Luis Seoane, el artista y cerebro de aquel grupo de activistasrepublicanos que te causó una «impresión espléndida». Rodeado de restos del tiempo republicanoque aquí había desaparecido completamente y que allí al verlos comprendías que eran eso, restose ilusiones de otro tiempo destinados a perderse. O ya perdidos.

Era agosto con calor aquí, mientras tú estabas allá con un océano por medio, todos losobstáculos y resistencias que habías puesto antes fueron vanos, tus conferencias defendiendo lanecesidad de conservar el hospital de beneficencia, los artículos en la prensa local... Elgobernador civil, que era militar, desalojó manu militari a los enfermos, que quedaronabandonados en la calle, pero eran pobres y sabían que no tenían derecho a vivir así que variosmurieron a continuación, y arrojó a la plaza delante del hospital absolutamente todo lo quecontenía. Cuarenta años después, el dramaturgo Roberto Vidal Bolaño contaría el episodio en sudrama Doentes. El hospital fue vaciado, desapareció y el edificio quedó listo para transformarloen hotel de lujo bajo el nombre «Hostal de los Reyes Católicos», contradiciendo su origen y sufin. Los archivos del hospital, documentos económicos, contratos, fichas de los enfermos desde elsiglo XVI fueron entregados al trapero para triturar al fondo del callejón de As Trompas.

Cuando Ramón volvió de América mandó a su hijo mayor y a Besada, el practicante, a hacervarios viajes en el coche pagando y recuperando los documentos del chamarilero. Los entrególuego al ayuntamiento de la ciudad, porque a pesar de vivir un tiempo en que las instituciones notenían dignidad era preciso actuar como si la civilidad existiese. Actualmente descansan su sueñoenfermo en el Museo do Pobo Galego.

Aquella era una guerra perdida, una guerra contra la historia. Ni siquiera sé decir si teníasrazón. ¿Qué fue lo que se ventiló verdaderamente? ¿El hospital de pobres? Claro, ¿y algo más?¿La utopía sanitaria heredada de tu padre? ¿Un camino para la sanidad asistencial que se fuequedando obsoleto, superado por el nacimiento de la Seguridad Social? ¿Un bastión, una posiciónde tu poder particular? No voy a ser capaz de establecerlo. El edificio histórico era tan bello ymonumental como ruinoso e inadecuado para la asistencia sanitaria moderna. Por otro lado,fomentar el turismo era un objetivo económico de los Gobiernos de entonces y la idea de Francotenía esa lógica, la ciudad solo contaba entonces con un hotel de lujo para un turismo que conveníafomentar.

Fue entonces cuando os visteis Franco y tú por primera vez, hasta ese momento cada vez quevenía a la ciudad a ti te obligaban a marcharte. Con razón, ahora sé cuánta razón no tenía lapolicía política, eras peligroso. ¿Y hasta qué punto estaba informado Franco de lo peligroso queeras esa vez cuando te mandó llamar? Sin duda sabía de tu historial de detención y seguramentetambién de tu relación como médico y simpatizante de la resistencia, ¿pero sabía que formabasparte o que habías colaborado o que habías tenido conocimiento de un plan para matarlo unadécada antes? Si es así, el encuentro de esos dos hombres es verdaderamente curioso. Y a la luzde conocer ese plan habría que revisar esos otros dos episodios, cuando acude posteriormente a tusanatorio a visitar al almirante Nieto Antúnez, operado allí, y cuando en 1970 un Gobierno suyo lepasa a firmar una condecoración de la Beneficencia.

El caso es que el Caudillo te mandó llamar y cuando acudiste te dijo: «Doctor Baltar, ahoraahí tiene su hospital». Le faltó decir: «y deje de tocarme las narices de una vez». Y tú lecontestaste: «Sí, pero el Hospital Real que teníamos antes era para ciento ochenta camas y estenada más tiene ochenta y nos hacen falta más, porque los pobres de Galicia las necesitan». «Sí,pero en la España que estamos construyendo dentro de poco no va a haber pobres.» «Ojalá»,contestaste.

La anécdota fue relatada por el inseparable Besada, el practicante, que asistió al encuentro,

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pero te hace desconfiar el que tenga algo de chiste de gallegos negociando. Como el encuentro deFranco con el cardenal Quiroga Palacios, un insólito cardenal galleguista y buena persona que seentendía muy bien con Ramón, cuando le pidió a Franco la ampliación del aeropuerto de Santiago,«pues dentro de dos años va a ser Año Santo y pueden venir muchos peregrinos y también elPapa». «Sí, ¿pero y si no viene?», repuso Franco. «Sí, ¿pero y si viene?», contestó el cardenal.

Quiroga Palacios fue prácticamente el único apoyo con que contó Ramón Baltar en aquellabatalla perdida de antemano por la conservación del Hospital Real. Cuentan que se confabularon,que hasta movilizaron a las madres de los niños de la inclusa y de la Gota de Leche para que sesumasen a la protesta.

Aquel hijo a quien Ramón envió a recuperar los archivos del hospital al lugar donde fueronarrojados recordaba treinta y cinco años después que «la manera como fueron desalojados losenfermos y los enseres de aquel hospital mi padre la consideró como catastrófica. De la noche a lamañana aquella “Casa del dolor” fue vaciada y los enfermos llevados al hospital nuevo,excesivamente pequeño. Mientras tanto, quedaba sin trasladar muchísima estructura de losservicios, archivos de documentos, biblioteca... En aquel deseo de vaciar de una manera militar elhospital hasta pusieron en la calle bajo la lluvia, a la dura intemperie, un mártir vinculado a laperegrinación jacobea desde los tiempos de los Reyes Católicos. Permaneció bastantes días enplena plaza del Hospital, hasta que un día mi padre a través de un pequeño artículo publicado enla prensa local denunció el caso del mártir abandonado. En un acto solemne se le desagravió». Eltal «mártir» era una reliquia, un resto de un santo, robado en Braga por el arzobispo Gelmírez enla Edad Media.

Un antiguo practicante mayor del Gran Hospital Real, J. Vázquez Sánchez, da cuenta en laprensa local de un homenaje que le hicieron tras el cierre del hospital a Ramón Baltar lostrabajadores:

el memorable homenaje que le rindieron y en el que le entregaron, con la ausencia de la Diputación, unareproducción exacta, en metal noble, del sello de bronce que él había estampado, junto a su firma, en losdocumentos oficiales; simbólicamente reconocían, de esta manera, que lo seguían considerando como suauténtico director a perpetuidad.

No fue solo la ausencia de la Diputación, no fueron solo una o dos ausencias, fue un círculo devacío a su alrededor que fue creciendo. Hasta irte quedando en tu confortable limbo, Ramón,sumido en tus libros, una ínsula particular, observado con distancia por tu alrededor. «Cosas deRamón Baltar.»

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Treinta años

¿Le fue mejor a tu hermano Antonio? Fue un médico con una carrera brillante y cargos importantesen la administración sanitaria argentina, ¿le fue mejor? ¿O fracasó? ¿O él fracasó más y lo perdiótodo?

Y en esa comida de San Ramón, puede ser que a última hora de la tarde, cuando esté la mesarecogida y ya estén fregando en la cocina, Emma por la finca conversando con alguna nuera, en unmomento de silencio puede que pienses en Antonio. Hace ya nueve años que murió.

Ahí está Rafael Dieste conversando con un hijo y un yerno que escuchan atentos a ese hombrede letras brillante que fue quien organizó en Rianxo aquel funeral por ese hermano muerto al otrolado del océano, al que tú no acudiste y yo tuve que imaginarte en la duda entre acudir o no acudira esa ceremonia por el hermano que se enfrentó a ti, que dividió la familia, que te causódesconcierto primero y luego ofensa y dolor. Y creí saber que dudaste aquella tarde entre coger elcoche e ir al funeral, pero entonces fuiste también Ramón Baltar, que cuando toma una decisión novuelve a mirar atrás, y para no dejar de serlo fuiste a operar al sanatorio como cada tarde, porqueeras amo de un destino solitario, testarudo y tuyo.

Pero ahora que estoy escribiendo esto algo cambió en mi percepción, pues ayer supe, porqueencontré los recibos entre los papeles revueltos que me pasó tu familia, que fuiste tú quien pagó laesquela funeraria en el periódico. Pagaste la esquela por el funeral de tu hermano Antón. Yguardaste el recibo porque eras dueño de todos tus actos, las facturas y las ausencias.

También él fracasó, él más que tú. La historia os pasó a los dos por encima, pero tú ahí estás,en este mundo particular de familiares y algunos viejos amigos que te vienen a ver. También losamigos de Antonio de allá cuando vinieron a Galicia, como Luis Seoane o Arturo Cuadrado, tevisitaron aquí.

Batallas perdidas antes de darlas porque no se podían dar desde lejos, océano por medio,desde el exilio de América, Venezuela, Uruguay, México, Argentina. Toda aquella gente que terecibió entusiasta en 1953, largas sobremesas y discursos, los hermanos de allá, cuandoinaugurasteis el quirófano del hospital del Centro Gallego, tanto fervor republicano y morriña enla Federación de Sociedades Gallegas. Y tú sabías ya entonces que no había nada que hacer, quela República y todo, todo estaba perdido. Simplemente ya no existía.

Y recuerdas entonces a este Rafael Dieste que allá en el exilio era incapaz de aceptar que aquíya nadie sabía de ellos y que ya el país era otro distinto, Franco era una realidad y la realidad eraFranco, que de aquel pasado del que ellos habían escapado solo quedaban cenizas. Y cuando vinoAntonio, tres años después, en 1956, que fue cuando os separasteis, tropezó con una realidad duray hostil.

Justamente el año anterior se había celebrado el Primeiro Congreso da Emigración Galega enBuenos Aires, donde habló también Pepe Velo Mosquera, el inspirador unos años más tarde deuna operación desesperada contra las dos dictaduras peninsulares, la de España y la de Portugal:el secuestro en 1961 del trasatlántico Santa María bautizado por ellos Santa Liberdade. Con Veloestarán José Fernández, el comandante Sotomayor, de Pobra do Caramiñal, y el capitán portuguésHenrique Galvão con otros veintiún revolucionarios. La prensa española de la época atribuyó laoperación al portugués Galvão.

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Antonio participó en ese congreso con una ponencia que había escrito antes para la AGUEA,Asociación Galega de Universitarios y Artistas. Un texto redactado mientras estaba de viaje porEstocolmo como técnico de la sanidad argentina. «Se puede enfocar Galicia —y se hacedemasiado a menudo— desde un punto de vista exclusivamente pintoresco o sentimental ohistórico». Y ves que ya adelanta lo que va a ser el resto del texto, un combate ideológico desde elexilio contra el grupo de hombres que en el interior y alrededor de la figura de Ramón Piñeiro, el«grupo Galaxia», está definiendo a Galicia como una realidad cultural y espiritual vacía deexistencia política. El único modo que pueden imaginar bajo el franquismo, asentado y respaldadopor los EE. UU.

Antonio se extiende en su defensa de la armonización de los valores culturales y tambiénmateriales.

Antonio escribe desde fuera mientras dentro del país ese Ramón Piñeiro y CelestinoFernández de la Vega, tío de aquellas hermanas De la Vega que Antonio había conocido en lajuventud y que habían estado en Tanxil, publicaron el año antes «Da esencia da verdade», latraducción al gallego de «Vom Wesen der Warheit», una conferencia del filósofo alemán MartinHeidegger. Un filósofo que interpretaba la existencia a través de un lenguaje denso, literario yhermético. Ni siquiera el vínculo del filósofo con el nazismo, que años más tarde va a serdivulgado, va a evitar que la revista Grial sea secuestrada por la censura del Régimen. El delitono está en los esquivos razonamientos del filósofo, sino en traducir filosofía a la lengua sometida.

Antonio y los del exilio están polemizando ideológicamente con los galleguistas del interior,ese diferente modo de pensar la realidad histórica va acompañado de confrontación política. Puesya para entonces se dio el enfrentamiento explícito entre Castelao, presidente del Consello deGaliza, y Piñeiro y su grupo. El grupo del exilio sigue alrededor de Castelao, en la reivindicaciónde la república y el estatuto de autonomía y en una impenitente vocación social que los hace servistos inevitablemente como agentes de la política del PCE, mientras los de Piñeiro se muevendentro de la nueva realidad ya asentada en el interior y, moviéndose en la nueva dialéctica de laGuerra Fría, siguiendo la línea ideológica marcada por EE. UU., enemiga de la URSS. Piñeiro esun ideólogo duro y marca posición, en la tertulia del Café Español santiagués y en los cenáculosdonde recibe a los nuevos universitarios que se acercan a los galleguistas advierte de que tengan«cuidado con lo que dicen esos, siguen consigna del este», del frío soviético. La mano delcomunismo, esa cosa que en los años cincuenta para las jóvenes generaciones educadas por lapropaganda franquista y norteamericana ya tiene un aura siniestra.

Sí, el grupo de Piñeiro no quiere recibir ni escuchar a Antonio, un incómodo embajador delmal, no es raro que envuelvan en vacío su incómoda visita.

Cuando Antonio regrese a Argentina y cuente lo que le ocurrió en la tierra, Luis Seoaneescribirá de vuelta conteniendo la indignación, Luis es tan limpio como airado; un día de abril de1979 le reventará el corazón de rabia.

Pienso que hicisteis mal en no dialogar con Antonio Baltar. Ahí estáis absolutamente confundidos, por loque notamos, respecto de nosotros. Si no fuese así, no se puede explicar vuestra actitud respecto delCongreso del año pasado y la actitud actual con Baltar, que llevaba nuestra representación. Casi toda laobra realizada en Buenos Aires fue hecha al margen de las gentes que aquí aparecen como apoderadosvuestros, que cada día están más solos. Yo no sé cómo hablar de esto, pero sentí una gran tristezapensando que, si fuese yo el que viajase a Galicia, podría pasarme algo semejante a lo ocurrido aAntonio. Estáis dejándoos guiar por noticias e informes de terceros, inexactos e interesados, y no espropio, creo, de vosotros ni de nosotros dejarse llevar de terceros para las cuestiones referidas aproblemas nuestros.

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Antonio encontró de frente un muro frío y el aliento de la policía política detrás, que lo apuróy lo presionó para que abandonase el país cuanto antes, aunque viajaba con pasaportediplomático. Así lo hizo, incluso dejando un coche abandonado, sin tiempo para venderlo, en elpuerto de Vigo.

Así se marchó en aquella ocasión tu hermano, Ramón. Vencido, triste y enfermo, pues se leavivó su mal de riñón, y empujado de vuelta en un barco nuevamente. Y lleno de rabia yenfrentado a ti, también. El viaje más triste para ambos.

Antonio se marchó derrotado por la realidad. Vuelve diez años más tarde y escribe a la vueltaen la revista Vieiros del exilio americano:

Mientras, los exiliados que vuelven a España —a Galicia, a Cataluña, a Vasconia— ya no se sienten tanseguros, tan dueños de sí y de su destino. Piensan que quizá perdieron la vida —su vida, esos treinta añosde su única vida— queriendo bailar la música que al fin y al cabo resultó ser música ajena.

Un largo texto en el que da vueltas a la idea de que hay que aceptar que pasó la historia y quepasó la vida.

Y tú también fuiste derrotado igualmente en tu lado del océano por la misma realidad. Antoniono tuvo oportunidad de elegir, una vez que uno toma la decisión de marcharse o fue obligado atomarla para salvar la vida es un exiliado, ser exiliado es un destino. Pero tú, que evitaste esasuerte, pese a dificultades y castigos, podías haber encontrado el momento de reincorporarte dealgún modo a la marcha de las cosas, ir yendo con la marcha del país como hicieron otros.

Aún hubo una época en que me consta que seguías haciendo alguna vida social, acudías a latertulia del Café Español cuando el otro don Ramón, Otero Pedrayo, pudo reincorporarse a lacátedra de Geografía de la que había sido apartado por los vencedores y volvió a Santiago. Comoaquel día en que Otero dijo que ya le gustaría poder entrar al convento de San Paio de Antealtares,para ver cómo era el interior, las huertas y jardines, ya que estaba escribiendo una historia deGalicia. Otero, en su cuarto en el Hotel España en la rúa Nova, sentado escribiendo hoja tras hojanumeradas y arrojándolas, llenando el suelo tras de sí. Al salir del café te acercaste condiscreción al amigo y le ofreciste acompañarte un día que fueses a hacer una visita a esas monjasdel convento que atendías.

Y así fue que un día fuisteis los dos y lo presentaste como doctor, porque efectivamente lo era,aunque en Geografía, a la monja que os recibió y, como dos chiquillos, hablasteis entre vosotrosen latín macarrónico que la monja reconoció y os puso en evidencia.

Aquel día solucionaste con tres palabras, «levántese y ande», el problema de una monja quellevaba treinta años padeciendo una rara dolencia. Llevaba encamada esos treinta años y tepidieron que la vieses para ver lo que tenía, la auscultaste y no le viste mal alguno así que lepreguntaste qué le dolía y dijo que no le dolía nada. Ella simplemente obedeció lo que le habíamandado el médico hacía treinta años, que guardase cama hasta que él volviese por allí. Elmédico, que era su amigo Juan José Barcia Goyanes, había sido destinado a Valencia hacía treintaaños y había olvidado pasar la visita antes de marcharse. No le contaste el origen de su mal, perole pediste que saliese de la cama y comenzase a andar. Y su mal se disipó mágicamente y, según lecontó posteriormente la madre superiora, la pobre inocente no paró de corretear por el convento ysubir y bajar escaleras el resto de sus días.

Pero la historia fue pasando y te iba apartando de su marcha y te ibas apartando tú. ¿Por quéescogiste no adaptarte? ¿Una elección política o ética? Sin duda. ¿Pero cuál es la razón moral ypsicológica última tuya, Ramón? ¿Por qué no pudiste hacer ese giro interior para adaptarte yevitar acabar en una esfera de silencio que te fue rodeando? No lo sé. ¿Fue cuando te disgustaste

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con aquel amigo con el que tenías tanta confianza y dijiste «ahora ya no tengo con quien hablar»?¿No podías haber pactado, disculpado, transigido? Te guiaste por convicciones, seguías una

ética, ¿pero no fue toda tu vida un orgullo desmedido también?

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Adorador devorador de libros

Los libros, la lectura permanente, esa forma de ausencia. «Mi padre siempre tenía un libro en lamano», te dice Jaime, su hijo menor. Un cigarrillo en la otra mano también.

Los libros, esa adicción tuya, Ramón, ocuparon cada vez más espacio en tu casa y en tu vidaen todas sus formas. Colaboraste comprando acciones para que la editorial Galaxia fuese posible.Entre tus papeles las acciones que compraste por valor de dos mil pesetas. Galaxia, editorialfundada como sociedad anónima en Vigo en 1950, fue muy importante en la posguerra para irrecuperando la escritura en lengua gallega que se había interrumpido tras 1936. Había continuadoen revistas antifascistas en la zona republicana como Nova Galiza, que editaron en BarcelonaCastelao, Rafael Dieste o Suárez Picallo, y en el exilio americano en Venezuela, Uruguay yArgentina. La editorial era un buen propósito y, aunque no te integraste en ese círculo de Galaxiacomo hiciste en tantas ocasiones en que se esperaba tu colaboración, pusiste dinero.

Pero el año anterior ya habías participado en la fundación de la que fue en la práctica laprimera editorial gallega en la posguerra, Bibliófilos Gallegos, en Santiago en 1949. Con quéplacer debiste recibir los primeros ejemplares llegados a casa de libros editados por vuestrosello, ya eras editor. Camiños no tempo, poesías de Ramón Cabanillas, el primero. Tú que erastan distante de la poesía con qué respeto habrás abierto con el abrecartas del escritorio los bordesde las páginas cerradas editadas en cuarto. Las páginas abiertas a cuchillo como abren los cuerposel bisturí. Encerrado con tus libros en tu cámara reservada. Participando en todo, pero siempre ensegundo plano, sin constar.

Entraste en esa época de tu vida en la que puedes ser recordado como ese médico liberal yprogresista, culto y amigo de la cultura. Una figura poco conflictiva y un tanto olvidada, en ciertomodo un traje cómodo. O un disfraz inocuo.

Siempre en tratos con los libreros, te divertían. Aquellos libreros de la ciudad que te enviabanlas cajas de libros cada mes para que escogieses tú, los libros prohibidos y escondidos que lepedías a Eduardo, el Judío, en su portal de la rúa do Vilar. Y los libreros en París, Suiza o enBarcelona, Madrid, el de Córdoba que te enviaba las felicitaciones de Navidad en verso. Laincesante correspondencia con librerías, los botones del sanatorio debían ir cada día a Correos apor libros que llegaban. Libreros que te ofrecían ediciones limitadas, numeradas, que te contabansus problemas, como este librero de París:

Pendiente de deducir los devueltos, que no sé en este momento si son dos o uno, su estimada cuentapresenta un saldo a su favor de 157 257 francos.

Me va a tener que perdonar que lo distraiga con un para mí penoso asunto. Como consecuencia decircunstancias que no relato para no abrumarlo, el negocio de zapatos que tenía con mi cuñado paradisponer de medio de subsistencia mientras lanzaba la librería, casi vino a pique; [...] Tuvimos quemantener durante tres meses los gastos de dicho negocio y los de subsistir la familia con lo que ya puedeVd. imaginar qué temporada tuvimos y estamos pasando. Ahora la librería está nuevamente abierta ycomienza a marchar, si bien con las dificultades de no disponer del efectivo necesario para su movimientode pagos.

Como consecuencia de esto, para hacer frente a la situación, decidí vender el piso que ocupo enpropiedad. Creo que ya habrá Vd. comprendido que, abusando una vez más de su confianza, dispuse delsaldo inmovilizado de su cuenta [...] estoy preocupadísimo y lleno de vergüenza pensando en el trastornoque pudiese acarrearles [...]. Le pido mil perdones por abusar de su confianza con la que Vd. siempre me

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honró y le suplico la total reserva por el descrédito que el conocer este hecho y la situación pasajera quelo motivó podría acarrear sobre nosotros.

En otras ocasiones era Ramón quien contaba sus limitaciones al librero corresponsal:

En la actualidad tengo un poco rebasadas las disponibilidades de espacio de mi biblioteca y mientras noconsiga resolver este problema —al cual espero darle solución en pocos meses— me veo obligado arestringir las adquisiciones, sobre todo de libros de arte. Por eso deseo que temporalmente limite susenvíos de volúmenes de arte, ya que estos, por sus dimensiones, resultan más difíciles de acomodar .

Me hace sonreír el que guardases tantos papeles como estos, revueltos pero sin tirar ninguno.En el sanatorio tenías facilidades para deshacerte de todo tipo de papeles en el horno, en unachimenea, quemados en el jardín. Hay un afán de permanencia, supongo. Puede que el motivofuese intentar equilibrar tu vida privada cada vez más retirada y tu vida pública, cada vez máslimitada a la profesión. Tenías que conservar la realidad de tu vida personal, tu mundo privado.

Además, la gente te sorprendía tantas veces, y los libreros no dejaban de ser gente tan distintay tan sujeta a incidencias y penurias como muchos artistas y bohemios que te pegaban sablazos. Ypara los negocios no eras ningún lince.

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Fiesta de San Ramón

«De honor sin fama. / De grandeza sin esplendor. / De dignidad sinpaga.»

Walter BENJAMIN

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1963

En 1963 fue cuando murió con noventa años encogidita y aún lúcida doña Isabel Domínguez, laviuda de don Ángel, la matriarca, la madre de Ramón. La «tía Isabel» para todas las ramas de losBaltares y los Domínguez, que vivía con dos hijas, Ángela y Elisa, y las criadas y recibía por lastardes junto al brasero para tomar el té en la salita desde donde vigilaba los paseos de la gente enel Cantón do Toural y en la rúa Nova.

Tal era el papel de autoridad simbólica de la tía Isabel dentro de la familia que en una ocasiónun pariente establecido en el Barco de Valdeorras pasó por Santiago, detuvo el coche delante dela casa y subió a cumplimentar a doña Isabel. Esta le preguntó por su esposa y como este lecontestó que estaba abajo en el coche, ella le dijo que cómo era que no había subido también, élcontestó que era porque estaba muerta. Se había muerto y la llevaba a Padrón en el coche paraenterrar allí con la idea de declarar que se había muerto en el viaje, para simplificar engorrososprocedimientos y evitar complicaciones administrativas. Y la visita de camino a doña Isabel eraobligada. Cuando acabó la visita su esposa seguía allí y su viudo continuó el viaje a Padrón.

Fue un apagarse de modo natural y esperado y sin embargo su muerte liberó las tensionesahogadas, fue como un estallido y un estremecerse todo en la familia.

Sobrepasado hacía unos años aquel conflicto que enfrentó a los dos hermanos médicos,saldado con una cantidad que requirió Antonio tras no aceptar la voluntad de doña Isabel y ellaudo de Varela Radío, enfriada la herida por la distancia entre dos continentes, la muerte de lamatriarca planteó no solo el reparto de los bienes, sino también nuevamente el lugar de cada quienen la saga familiar, particularmente el de los dos hermanos.

Fue el destino de Tanxil lo que simbolizó el fin definitivo de una época. Puede que elverdadero final de esta historia.

Aquel verano, ante la incertidumbre, Ramón consideró hacer una oferta a hermanos yhermanas por la torre y la finca. El peso de la conservación de Tanxil, donde había veraneadotodo el clan familiar aquellos años, había caído sobre él desde la muerte de don Ángel. Encontróresistencias dentro del núcleo familiar más cercano y una hermana, Ángela, soñaba que siguiesesiendo un lugar para todos, incluso imaginando la posibilidad de que volviese Antonio,reconstruir el reino dorado de Camelot de don Ángel.

Por lo que sabes sobre las intenciones de Antonio, en algún momento a comienzos de los añossesenta pensó en volver, no está claro si Mireya estaría dispuesta y si las autoridades se lopermitirían. No es fácil saber desde fuera los equilibrios y cómo se toman las decisiones dentrode un matrimonio, cómo pueden convivir a veces visiones de la realidad distintas.

Mireya acabó volviendo a Galicia en los años ochenta y permaneció hospedada en unaresidencia. Cuando la fueron a visitar mujeres interesadas en recuperar la memoria de las víctimasy las exiliadas, ella les contestó algo que las desconcertó, que ella nunca había sido una exiliada,que esa misma palabra le molestaba para referirse a ella. Que ella se había marchado a vivir unaépoca a su otra casa en Uruguay y luego Argentina y que su marido ganaba dinero y que siempre lahabía tenido bien atendida sin faltarle de nada. ¿Compartía Antonio esa visión de los pasosandados? ¿Era meramente la visión de Mireya? Entre una visión y otra puede haber muchos puntosintermedios.

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Fuese como fuese, habían pasado los años por todos, la familia de don Ángel y doña Isabel sehabía acabado, el paraíso estaba perdido y comenzaba inevitablemente un nuevo ciclo para todosy todas, también para Ramón.

Mientras no se hacían las partijas, Ramón decidió aquel año no veranear en Tanxil, los palos ylas velas quedaron guardados aquel verano en el garaje y el Quirón en el dique. Ese año lafamilia veraneó en la misma ría, muy cerca de Rianxo, en Boiro.

Cuando el notario hizo lotes y se sortearon, Tanxil no fue para Ramón, la suerte estabadecidida, Ramón ya nunca volvió a pisar la finca ni aquellas estancias. La infancia y la vidaquedan atrás, tiene sesenta y un años, es más joven de lo que eres tú ahora que escribes esto y eltiempo de iniciar nuevas empresas ya pasó. La vida ya pasó, queda mantenerse en pie. Tanxil pasóa ser un lugar aborrecido o íntimamente doloroso para él, como si el lugar lo traicionase. ElQuirón, el barco del centauro, va a envejecer abandonado en el dique a las algas y los líquenes,Ramón incapaz de ir allí a interesarse por él, a venderlo, a deshacerlo. Como en otras ocasiones,decidido a no volver la vista atrás.

Emma toma las riendas del destino futuro, es el momento en el que se decide que la casa y lafinca de A Amañecida, que eran utilizadas los fines de semana, sean el lugar de veraneo y lasegunda residencia. Emma encarga la construcción de la piscina y se acondicionan la casa y lafinca para acoger familiares y amistades. La señora de la casa de A Amañecida recibe y organizala vida familiar.

Y ese año de 1963 la fiesta de San Ramón que se celebraba cada año en Tanxil se celebra enla finca. Una fiesta extraña ese año, hay como un vacío. Hay algo de exilio o de emigración. Estápresente la ausencia de Tanxil y también el silencio del sanatorio cerrado. Porque ayer, la víspera,se cerró definitivamente el sanatorio. El sanatorio de don Ángel Baltar Cortés. La muerte de doñaIsabel fue la rúbrica a un tiempo que ya se venía estirando fuera de su época.

El edificio del sanatorio, construido con maderamen tropical, estaba infestado de termita.Habían venido dos veces técnicos desde Alemania a hacerle un tratamiento, aquel ingenieroenorme pisando con cuidado la madera y escuchando el bullir del bicho en las arterias del piso, yno habían sido capaces de acabar con él. Lo que quedaba era tirar aquel edificio, que habíaacogido un Consejo de Ministros de Maura presidido por Alfonso XIII en 1909 con motivo de laGran Exposición Regional, y construir uno nuevo.

Pero estaba la convicción de Ramón de que la época de los sanatorios familiares ya habíapasado, habría que ir a clínicas de mayores dimensiones y más complejas con equipos deespecialistas en los que él ya no tendría un encaje como un médico más, y que la Seguridad Socialacabaría abriéndose camino y satisfaciendo las necesidades de toda la población. Y, eso no sedecía, tenía sesenta y un años. No es un viejo, pero va a serlo. Es un tiempo para quitarse peso deencima, de hacer lo que le gusta y disfrutar. Ese año quedan cosas atrás, hay pérdidas perotambién alivio y el comienzo de una nueva época, más tranquila.

Y con el derrumbe del sanatorio para ser sustituido por un edificio de viviendas más moderno,que también fue sustituido por otro posterior, dos veces borrado aquel lugar de dolor, enfermedady curación también desapareció la noticia del fantasma del sanatorio.

Apareció por primera vez en el cuarto número 12 donde estaba ingresada una mujer que ya ibaa ser dada de alta. Estaban conversando con ella Angustias, una enfermera, y el practicante Balboacelebrando que se encontraba curada cuando entró una señora alta vestida de negro, la falda lellegaba hasta los pies, y los saludó a todos con familiaridad citando el nombre de cada uno yluego celebró que la enferma ya estuviese curada, no como otras personas que habían estadoingresadas en ese mismo cuarto y no habían tenido tanta suerte. Y luego dijo: «tengo que

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marcharme, que tengo que hacer», y se marchó del cuarto.Ni Angustias ni Balboa la conocían, preguntaron a Victorino, el portero y telefonista, si sabía

de aquella mujer que había entrado y contestó que no había entrado nadie.«Con ese aspecto bien podría ser la muerte que viene a por usted», bromeó Balboa con

Angustias. «O a por usted», replicó ella. Y esa noche se murió Balboa de un infarto.«Pasaron más cosas», se decía en la familia.Un edificio singular tenía que tener un fantasma al menos. Los fantasmas nacen dentro de las

cabecitas de los niños, sobre todo de aquellos que conviven o están cerca de los enfermos yagonizantes, pero desde que ya existen y caminan por los corredores silenciosos, la pregunta es ¿adónde van a parar cuando los desahuciamos y destruimos su morada?

Se me ocurre que debe de haber alguna explicación para que el edificio que sustituyó elsanatorio durase tan pocos años y fuese reemplazado por el actual. Seguro que el actual es unedificio tranquilo.

Esa nueva etapa vital fue el tiempo de recibir honores, como esa condecoración del año 1970que fue capricho del general Lobo Montero, al que operaste, y que sin duda tuvo que gustarterecibir, un honor desconcertante para muchos. ¿Cómo te arreglas para no cansarte? Siempreencuentras el modo de sacarte adelante, siempre tienes una maniobra, no pueden contigo.

Pero aún te quedan esos arranques de rebeldía, como ese informe sobre hospitales que tepublicó en portada la revista Triunfo bajo el título «Informe Baltar». Estoy seguro de que te debióreportar cierto goce ese incordiar a Franco, que te acababa de condecorar dos años antes.

En cierta medida, teníais una relación personal bien curiosa. No solo que te reprendiese más omenos amigablemente por tu oposición al cierre del Hospital Real, y ya no hablo del conocimientoque pudiste tener de aquella emboscada, sino que también os visteis cuando se operó en tusanatorio en 1957 el almirante Pedro Nieto Antúnez y Franco acudió a visitar a su amigo. Aqueldía, cuando uno de tus hijos más pequeños volvía a casa por un diccionario de latín, la policía leimpidió la entrada a la vivienda, anexa al sanatorio, tardó en convencerlos de que era hijo deldoctor y que venía del colegio.

Cuando te preguntó un periodista de qué hablasteis Franco y tú, contestaste: «De la buenasalud del operado y de barcos». Contaste más tarde que el almirante y Franco discutieron sobre siun barco de segunda mano que habían regalado los norteamericanos era mejor ampliarlo por lapopa, por la proa o por el medio. Y, también, de cuestiones hospitalarias.

Sobreviviste a Franco, cosa que llegó a parecer tan agobiante como imposible. «¿Pero estehombre algún día también se morirá, no?», le dijiste una vez a tu amigo Pedro Martul. «O no», terespondió Martul.

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Carmiña sale de la penumbra

Este día, 3 de mayo, me llevo una sorpresa, el azar sigue presentándose. Esta mañana lees en unasección del diario Nós: «¡Buen domingo! Tal día como hoy, un 3 de mayo de 1906, nace en ValgaCarmen Sierra. Cursó estudios de Historia y fue la primera mujer socia del Seminario de EstudosGalegos. También la primera que apareció en una noticia de prensa relacionada con lainstitución».

Inmediatamente piensas: «¡esta va a ser Carmiña!». Valga y Cesures, el lugar donde tenía casala familia, antes de la separación en dos municipios eran el mismo, así que va a ser la mismapersona que ya conoces porque estaba presa y se te apareció en la tal Operación Termópilas.

Buscas en la Red y la encuentras precisamente asociada al Seminario de Estudos Galegos, unaentidad de investigación galleguista y republicana. Aunque no figura su segundo apellido,Domínguez, que es el que la liga como prima por parte materna a Ramón Baltar Domínguez, teconfirma que es ella a todas luces.

Conoces la correspondencia con su marido, Carlos Díaz, desde la cárcel y desde Venezuela,pero no sabes si hubo también correspondencia con ella o si simplemente no llegó a ti. Noimporta, Carmiña se te asoma de algún desván de la historia.

Además del lugar y el día en el que nació encuentras que estudió la carrera de Historia entre1922 y 1927 y que en 1927 solicitó el traslado de su expediente a la Universidad de Madrid.Imaginas que pretendió cursar el curso de doctorado, que entonces solo se podía cursar allí. Leesque en 1953 recogió su título en la Universidad de Santiago. Te confirma que se trata de tu CarmenSierra que estaba casada con Carlos Díaz Rodríguez y que «ejercieron como docentes» enPontevedra.

La historiadora que redacta esa información en la web, y que no firma, sabe de una jovenuniversitaria claramente integrada en una generación republicana y galleguista. Y tú hasta ahorasabías de otra Carmen, la tuya, esa mujer que tras la guerra había formado juntamente con sumarido parte de la estructura del Partido Comunista que dirigía la guerrilla, que cayó presa en elaño 1945 y que tras salir de la cárcel se exilió en Venezuela, donde retomó años después elmatrimonio con su marido.

Juntando los dos pedazos construyes la biografía de una mujer con coraje y que vivió laevolución política lógica de alguien que se mantiene comprometida con sus ideas, que continúaresistiendo a quienes ganaron la guerra. Naturalmente sigues sin saber quién fue ella, cuál sucarácter, cuáles sus sentimientos y dudas, quién fue aquella mujer que para sus nietos fue unamujer viva y alegre. Y tienes tres Cármenes, la joven universitaria moderna del SEG, la militanteclandestina y la abuela cariñosa.

Calculas que esa misma evolución política y personal o muy semejante debió de ser la deRamón. Una generación formada en los ideales republicanos preparándose para dirigir un país quequería modernizar y europeizar y que ve liquidado todo lo que había imaginado y para lo que seestaba preparando. Algunas de esas personas no abandonan las esperanzas de que aún se puedarevertir la desgracia y entran en la clandestinidad contra el nuevo régimen. Y fracasan. Esa es lahistoria.

Ya habías escrito esto y seguías sin estar satisfecho, sabías que Carmen Sierra y su marido

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Carlos Díaz eran militantes del PCE, era lo único que sabías de sus actividades que teníanrelación con Ramón. Era algo importante y demasiado delicado para dejarlo así.

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Otra vuelta

Buscaste el contacto de un historiador especializado en la historia del PCE, Fernando HernándezSánchez, y conversáis por teléfono sobre ese asunto que te preocupa. Él te dice que el nombre deCarmen Sierra aparece en su libro, Los años de plomo. Consigues el libro y efectivamenteencuentras el nombre de Carmen y el de Carlos Díaz también. Y lo que encuentras te resultadescorazonador:

En abril de 1948, Carmen Sierra estaba a punto de pasar por un consejo de guerra en el que la fiscalía lepedía veinte años de prisión. [...] Estando en la cárcel de Ventas, la propia Carmen Sierra informó de quesu marido había hecho un desfalco de 200 000 pesetas a la organización y que su propia familia,burgueses gallegos, habían pagado el dinero. Carlos Díez, que se encontraba en ese momento en laprisión de Alcalá, se había convertido en un «chivato que estaba enteramente al servicio de la direcciónde la cárcel y contra el partido», según le informaron. [...] Aparte de un prurito de orgullo, es probableque Díez temiese el momento de dar explicaciones pertinentes al partido y negoció un acuerdo con losjueces. Cuando se celebró el consejo de guerra en Ocaña, Carmen y sus compañeras se enteraron de queDíez salió en libertad sin siquiera haber comparecido en la vista. «Al mes de haber salido de la cárcel sefue a Venezuela como agregado de no sé qué rama en la representación del Gobierno franquista en aquelpaís», no sin antes visitar a su mujer en Ventas.

De Carmen, además de confirmar la fecha de salida de la cárcel a finales de agosto de 1948cuando va a Galicia a hacerse cargo de los hijos, un informe del Partido Comunista dice que en1950 estaba en Madrid, que había obtenido una cátedra y que había metido a los hijos en uninternado. Sobre su consejo de guerra dice:

Carmen Sierra fue objeto de otra modalidad de presión. La noche anterior al consejo, mientras eranconducidas por las dependencias del Ayuntamiento de Ocaña, la separaron de sus compañeras deexpediente y la condujeron a un salón. De manera teatral, salió el coronel Eymar en carne mortal dedetrás de unas cortinas para ofrecerle un trato: le dijo que su familia había trabajado mucho paraconseguir su libertad, que él estaba convencido de que su familia era una buena familia gallega, deorden, católica y demás, y que ella era una oveja descarriada, una excepción en aquella familia y que éldeseaba servir a su familia, pero necesitaba la garantía de que ella le prometiese, si no una renuncia asus ideas, la pasividad absoluta en lo sucesivo en asuntos políticos.

Carmen dijo que no podía prometerle lo que pedía.

Y cumplió los plazos de la pena que le fue impuesta. La figura de Carmen sale limpia de esterelato de hechos según las fuentes internas del propio PCE.

Los hechos parecen simples, Carlos se quedó con una suma muy importante del partido, tanimportante para la época que cuesta creer, y no sabemos a qué estaba destinado ese dinero.Seguramente para los gastos de mantener la red de la guerrilla. La familia de Carmen, que teníamiembros de Falange, repuso la suma que faltaba. No sabes si Ramón ayudó a pagar esa cantidad,no lo descartas. Y el haber cometido esa falta previa, quedarse el dinero del partido, puedeexplicar que luego actuase como «chivato», delator, y que buscase la protección de la policíafrente a sus antiguos camaradas. Que se marchase después a Venezuela de la mano del Gobiernofranquista parece natural que fuese parte del acuerdo. Eso te hace recordar que tras la caída deRamón y sus compañeros de la UIL en 1947 también uno de los detenidos que había colaboradocon la policía apareció después en Venezuela.

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Desconoces la personalidad de ese Díaz, las informaciones que tienes sobre él soncontradictorias, entre la clandestinidad y la picaresca, y tampoco el motivo para su acción, ¿paraqué quería el dinero? Pero ahora es cuando te acaba de cuadrar aquella enormidad que te resultótan desconcertante en la carta desde Venezuela a Ramón en la que también alardeaba de la marchade sus negocios: «Ahora hasta creo que España necesita del Caudillo, para evitarle dañosirreparables». No encontrabas manera de explicar eso, era un caso único. Un militante clandestinoque actúa bajo un poder totalitario puede perder el sentido de su lucha, puede sentir que no sirvióde nada, puede quedarse sin fuerzas..., pero nunca escribiría eso, ni como broma. Las actuacionesde Díaz dejan una oscuridad sobre su figura y sobre todas las actividades en las que se envolvió ose vio envuelto tu Ramón.

Como la Operación Termópilas. No sabes ahora cuánto puede haber ahí de fantasmagoría o derealidad. El mismo nombre te resulta excesivamente literario para ser verosímil. No sabes si llegóa tener consistencia, ¿llegaron realmente aquí, como recordaba García-Sabell muchos añosdespués, dos tiradores expertos y luego se marcharon? ¿Fue un plan imaginado por un grupo depersonas? ¿El dinero que le pedía «P. del R.» a Ramón y otros colaboradores para «máquinas» ensu carta adjunta al plano de la emboscada era el que planeaba llevarse?

Y precisamente en ese mismo libro encuentras una última información sobre el atentado:

Manzanares fue enviado a Pontevedra por Trilla para buscar al profesor de numismática Carlos Díez,que estaba proyectando un atentado contra Franco durante una de sus estancias en el Pazo de Meirás. Afinales de mayo de 1945 pasó por Santiago, contactó con los médicos Baltar y García-Sabell, que asistíana los guerrilleros heridos, con el secretario del partido en la ciudad y con los guerrilleros de Orense.

El militante Manzanares, que venía desde Madrid y allí volvió, sería detenido seis mesesdespués por la policía política.

El libro confirma que el partido sabía de la tal «Operación Termópilas», una emboscada paramatar a Franco, y concretamente que era un proyecto de Carlos Díaz, que en el libro figura como«Díez». Confirma lo que dedujiste de la letra de las indicaciones que acompañan al plano de laemboscada, que fue elaborado por él, igual que Díaz era quien estaba tras el nombre «Pedro delRincón» que firmaba comunicaciones de Unión Nacional en Galicia y el propio plano con susiniciales, «P. del R.».

Sabías por informaciones orales que era profesor de Matemáticas en un instituto dePontevedra, en el libro que era profesor de Numismática, una asignatura que no es propia de uninstituto. ¿Sería Díaz numismático? ¿Habría alguna relación entre el dinero que supuestamente lellevó al partido y alguna operación de inversión en monedas?

La referencia a Baltar y a García-Sabell, lo que ya sabías con seguridad; colaboraban con elpartido y curaban guerrilleros heridos. No confirma de un modo exacto lo que contó García-Sabellen 1993 a Siro, que participasen en la preparación de la emboscada. Aunque el papel con eldibujo adjunta la indicación «para el de las gafas», algo que en otras ocasiones ya se refirió aRamón.

No se te acaba de aclarar la realidad o la consistencia de los planes de la emboscada y nopuedes eliminar completamente la posibilidad de que, además de su carácter aventurero, fuesealguna maniobra turbia de un personaje que se te hace cada vez más confuso.

En ese contexto parece que la entrega y la buena fe de Ramón y otros compañeros, sucompromiso, merecía ser guiado por mejores dirigentes.

Y, tras los meses de confinamiento por la pandemia, recibes un mensaje del historiadorAntonio Míguez Macho, con quien ya habías hablado antes. Pudo reiniciar la lectura de los 250folios de la causa que instruyó la Brigada Político Social a los detenidos de la UIL en 1947 y te

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confirma el lugar destacado de Ramón en la organización, era el presidente del grupo de Santiago.Hace tiempo que ya no dudas de su compromiso, era el que se ponía por delante ante suscompañeros y ante la posible represión.

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La imaginación demasiado suelta

Esta noche pasada ya estabas acostado y habías apagado la luz para dormir cuando de repente sete manifestó la evidencia de que estabas equivocado en una cosa muy importante. O en todo.Incluso la posibilidad de que todo el libro esté equivocado. Una posibilidad.

La posibilidad de que fuesen acertadas las reticencias de uno de los hijos que insistía en suvisión de su padre en sus últimos tiempos como un hombre que había gozado de éxito hasta el finaly lo había hecho sentirse conforme y satisfecho con su vida, mientras tú insistías, o recaías, enalumbrarlo hasta aquí fundamentalmente como una vida con una carga importante de agonía y bajola luz del drama.

De hecho, cuando reuniste una serie de hechos alrededor de 1963, la muerte de doña Isabel, lapérdida de Tanxil, el cierre del sanatorio..., tú lo calificaste inicialmente de annus horribilis y lointerpretaste como año de pérdidas y fracaso. Te llevó tiempo ver que también había sido un añode alivio, de liberarse de cargas y comenzar un nuevo tiempo más suelto. Porque, si lo piensas, loque parece es que, por la consecución de los dos hechos, Ramón estaba esperando la muerte de lamadre para liberarse del sanatorio.

De hecho, te contaron cómo Emma, que supervisaba la administración del sanatorio en losúltimos tiempos, cuando le dice a Ramón que con los precios que están cobrando no se cubrían losgastos, este le contestó que él no era un hostelero, que él era un médico. Una respuesta queexpresa fatiga o aborrecimiento por una carga molesta. ¿Por qué te cerrabas a ver eso cuandorelacionabas la muerte de la madre y el cierre del sanatorio? Te tienes que explicar esto a timismo antes de nada, ¿cuál fue el error?

Obcecación en una determinada visión de la historia. Ahí le pudo el narrador al escritor. Elnarrador que construye tramas que explican los comportamientos de los personajes y le dansentido a la historia. Tu oficio de imaginar personajes e historias en este caso te engañó porque notenías que imaginar, no tienes que ir tú delante de los personajes, sino que aquí tenías que ir detrásde ellos, ateniéndote a conocer sus pasos primero y luego interpretarlos con distancia. Aquí teníasque hacer algo distinto a lo habitual, tú, el narrador, no estás dentro del personaje como otrasveces, no lo conoces previamente, como en tus novelas. Aquí tenías que ir de fuera hacia dentropara conocer el yo de los personajes, de ese personaje que acabaste persiguiendo poco despuésde empezar el libro. Fue una persecución. Y llegaste aquí y tienes que confesar que no loconseguiste. Probablemente se te escapó. Tienes un personaje que le llamaste así y no sabes sicabalmente representa o no a aquel hombre que se llamó Ramón Baltar.

Sabías de esa relación entre la desaparición de sus mayores y la liquidación del sanatorio, esaparte del pasado heredado. Tenías informaciones sueltas de un hombre aparentemente feliz queviajaba a congresos y conferencias, en algún caso con algún hijo o hija o su esposa, que contabananécdotas simpáticas cuando volvían, que seguía operando al mismo ritmo de antes pero libre delpeso de la gestión de un sanatorio propio, que disfrutaba de verse rodeado de hijos e hijas y nietosy nietas... Sabes que nietos y nietas recuerdan un abuelo cariñoso, que bajaban corriendo, inclusolos hijos de los caseros, cuando llegaba en su coche a la finca de veraneo y todos corrían asubirse a él, «¡abuelitooo!». Y cómo él los subía a todos amontonados en el coche hasta la casa. Yno le dabas suficiente aprecio a esas estampas. Seguramente porque no se ajustaba a tus patrones

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narrativos, a alguno de los que cifran tus libros de ficción. Te echaste al drama, dedujiste de suspasos anteriores que la vida de Ramón por fuerza debía ajustarse a la de un drama que acabase enla constatación de un fracaso. Y no tenías suficiente base real para escribir eso.

Probablemente lo más cercano a la realidad de Ramón Baltar, a la verdad, es que, como leocurre a otras personas que viven con intensidad, pasó de una fase de la vida a otra y que tras lamuerte de la madre hubo efectivamente un aspecto de fracaso que debió de ser la pérdida deTanxil, que era tan importante afectiva y míticamente para él, cosa a la que se sobrepusoinmediatamente con una decisión práctica inmediata, buscar un lugar alternativo, y que la muertede su madre lo libró de la obligación de conservar el sanatorio que era insignia del apellido. Lastermitas ayudaron a tener una disculpa. Quizá el error fue resistirte a aceptar esa fortaleza suyapara seguir adelante sin volver la vista atrás. Aunque no puedes olvidar que ese hombre se fumódos paquetes de Chesterfield la mayor parte de su vida, algo de ansiedad sí indica eso.

Es cierto que pasaste por Tanxil, la mansión cerrada y abandonada, sola, que pasaste por AAmañecida y la ruina estaba allí, que donde estuvo el sanatorio ya no hay ni el recuerdo... Peroesas pérdidas son las propias de la vida cuando pasa el tiempo.

Pero no conseguiste entrar en él para conocer de qué materia estaba hecha esa peculiarfortaleza suya. Imaginas que le venía de su unidad interna. Un carácter equilibrado gracias a noromper con su raíz, tanto familiar como con el país. Eso le debió permitir mantener sujetas sus dospartes y sobreponerse a las dificultades e, incluso, avanzar endureciendo el carácter.

Debiste hacer más caso a las advertencias de los hijos de que su padre era capaz de atenerse alo que aconsejaba, «hay que deliberar, sopesar y luego tomar una decisión. Y después nunca miraratrás». Bastaba que dejases de lado la obcecación esteticista, que mirases la vida, que pensasessimplemente en tu propia experiencia vital, un hombre que sobrepasa los sesenta años, como elRamón de 1963, no acostumbra a vivir con las ansias y las agonías propias de edades anteriores ypuede sentirse libre para ejercer su oficio disfrutando de él y sin expectativas. Ramón, libre ya dela mirada tutelar de la madre, debió de ser entonces más libre que nunca. Lo que ocurre es queesta parte de su vida no te proporcionaba páginas con altura lírica o dramática. La modestia y latranquilidad no inspiran arte, pero es que en esta historia siempre estuvo ahí en todos susmomentos un aire y una voluntad de vida local y doméstica. Al cabo era alguien que, además delos libros, las revistas de medicina, de arte, de autos y de barcos, estaba suscrito a La Codorniz,un humor corrosivo y disidente en los límites de lo tolerado por el Régimen y que también podíarecoger un TBO que había dejado abandonado un hijo en un sofá y leerlo. Que disfrutaba del levehumor inglés del Padre Brown o Wodehouse y también del sabor áspero de los chistes de Gila. Oescuchar con atención y reírse con el programa radiofónico de «Matilde, Perico y Periquín»,inocentes tramas familiares de humor infantil que siempre acababan a gritos. O atender en latelevisión, que acabó entrando tardíamente en la casa, a Carlos Mejía Godoy y los dePalacagüina: «Son tus perjúmenes, mujer, los que me sulibeyan». O que le divirtiese El últimocuplé, protagonizado por la pícara Sarita Montiel.

Puede que todo lo que fuiste armando sea verdadero, tú te afirmas en ello, pero también lo esla realidad que le ofreció a sus hijas e hijos de padre atento, serio pero cariñoso y comprensivo.Ese otro Ramón Baltar que permanece en la memoria de hijos e hijas como alguien que «era muyrespetuoso con todo el mundo. Valoraba la buena educación, el respeto a los demás en todos losaspectos de la vida. No era presuntuoso, no le gustaba epatar. Disfrutaba con las cosas normales,valoraba mucho la sencillez, el sentido común y no le gustaba complicarse la vida con tonterías.Consideraba que las cosas buenas de la vida no eran las más caras, que incluso eran gratis». EseRamón puede que sea más real que el que fuiste dibujando. ¿Pero el tuyo es irreal? ¿Pueden

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acercarse uno a otro hasta fundirse en uno? La vida entera.Y debes aceptarlo. Porque esto es una novela, una historia, pero no puede ser una historia de

ficción. Y Ramón Baltar Domínguez merece que se cuente su verdad, nada más lejos del personajeque la impostura. Ramón vivió una vida, la suya, y no una historia, que es lo que tú cuentas.

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Tus muertos

Pero incluso siendo hombre asentado y lo más cercano a la tranquilidad de esa última época, vasviejo, Ramón, tienes tus arranques de genio. Estabas a un lado en tu vida tranquila pero aúnestabas ahí. Esa autoafirmación tan tuya que practicaste siempre y que conservaste hasta el fin, aveces de las formas más simples.

Como cuando en 1975, en una reunión de «consejeros locales del Movimiento Nacional», laFalange, el entonces alcalde de Santiago dijo sobre un posible homenaje a Castelao en elveinticinco aniversario de su muerte: «El caso Castelao se ha desorbitado, pues nunca fue unacosa del otro mundo y apenas merecería una conferencia».

Si alguien podía hablar sobre la familia Castelao era un Baltar, así que cuando fueron junto aél una profesora de la Facultad de Económicas, Dolores Villarino, y un arquitecto, Pedro de LlanoCabado, dos jóvenes «profesionales», ese sector que mimaba entonces el PCE para mostrarmadurez social, Ramón estampó su firma el primero en un manifiesto democrático que reivindicasu figura y la democracia. «Esto no sirve para nada, pero al menos se consigue que la gente sepaen Galicia por primera vez que hay ese número de personas que no está de acuerdo con estealcalde y con lo que dice», les dijo. Marcar la diferencia, marcar la disidencia. Y él sabíaperfectamente con quién trataba, eran militantes, y que representaban una generación joven, comoél había sido joven entonces, y ellos sabían de algún modo que Ramón era una referencia políticay cívica. El documento se abrió con las firmas de dos Ramones, Otero Pedrayo y Baltar, y conellos otras ciento treinta y nueve firmas que disidían de lo que decía aquel alcalde.

O como cuando tramitaste un año después la baja como suscriptor del periódico madrileñoABC como respuesta a una esquela publicada el día 30 de noviembre de 1976, un año después demorir Franco y cuando aún había un Gobierno nombrado por el sucesor de Franco, Juan Carlos I.

La solicitud de renovación de la suscripción al periódico que te llegó es del mes dediciembre, así que tu contestación debe de ser de ese mismo mes, diciembre de 1976.

En aquel entonces dentro del propio Régimen había un debate entre reformar o no el sistemapolítico, los sectores más contrarios a cualquier reforma se expresaban en los periódicos ligadosa Falange, El Alcázar, Arriba y Pueblo, y el tradicionalmente monárquico ABC asentía en cambio alos planes de reforma que conducía el rey siguiendo un plan trazado por los EE. UU. a través de laCIA y conducidos desde Madrid en persona por el general Vernon Walters en colaboración con losservicios secretos del Ejército.

Con esta fecha, devuelvo el boletín que me enviaron para renovar mi suscripción a ese periódico. Hagoconstar en él que no deseo seguir recibiéndolo.

Imagino que para ustedes carece de importancia el hecho de contar con un suscriptor más o menos.Sin embargo, me siento obligado a hacerles saber el motivo de mi baja.Se trata, concretamente, de la esquela que publicaron el pasado 30 de noviembre, recordando el

cuarenta aniversario de la muerte de D. José María del Sol y sus dos hijos, en la cual se dice que fueronasesinados por «fuerzas del Gobierno de la República al mando del hoy demócrata Santiago Carrillo».

La referida frase me parece, cuando menos, de un lamentable mal gusto, por no aplicarle otroscalificativos más duros.

En mi entender, una esquela como esa nunca debió tener cabida en un periódico que fue consideradosiempre modelo de equilibrio y de ecuanimidad.

Por desgracia, en nuestra trágica guerra civil murieron cientos de miles de personas, tanto de un

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lado como del otro. Fue una llamarada de locura colectiva en la cual ninguno de los dos bandos rivalespuede considerarse libre de culpas. Desde luego, nadie puede negar que en la zona denominada«nacionalista» hubo un gran número de «paseos» o de fusilamientos fundados en acusaciones de dudosajustificación. Personalmente conozco muchos casos de ese género. Otros son de dominio público. Solocomo ejemplo, basta recordar a García Lorca o a los que cayeron en la represión colectiva en Badajoz.

Triste método de argumentación es el de «y tú más». O el de quien considera que tiene derecho ainsultar a todos los que formaban parte de uno de los bandos porque a él, ¡A ÉL!, le mataron un pariente.

El texto expresa un pensar y un sentir muy de aquel momento histórico en el que tras la muertede Franco una parte de la sociedad tenía el deseo de salir a una nueva época y a ese espíritu seacoge.

Pero la motivación más verdadera de Ramón para escribir y enviar eso a una redacción que sedebió de reír y burlarse de aquel pobre suscriptor desconocido que se daba de baja está en losapuntes previos a la nota enviada que dejó ese hombre que no tiraba ningún papel:

En Galicia, fueron cientos los que cayeron en las cunetas en las primeras semanas del Movimiento, o quefueron fusilados con acusaciones mal comprobadas. Y los que ordenaron estas muertes siguieron viviendoentre todos e incluso gozando de suculentos sueldos oficiales.

Y en otro apunte aún anterior, manuscrito, encuentras fragmentos de ideas o argumentos másenérgicos que dejó sin utilizar para que su nota resultase más suave:

«Tirándonos los cadáveres a la cabeza.» «Esgrime sus cadáveres familiares y golpea con ellos en lacabeza de los demás.» «La democracia orgánica de Franco. La social democracia de Hitler.» «Seguiresgrimiendo infortunios personales como argumento político.» «Paz a los muertos.» «El bíblico “dejadque los muertos entierren a los muertos”.»

En esa mayor contundencia y expresión de su ánimo en esas notas previas, en esos cadáveresfamiliares, en esos cientos de muertos asesinados y arrojados en las orillas de las carreterasgallegas es donde encuentras al Ramón privado e íntimo que llegó hasta ahí y se mantuvo todosesos años en una misma posición. En esos muertos tuyos a los que fuiste leal, tu primo, tus amigos,tus vecinos, conocidos. Quedan muy atrás las militancias, perdura esa indignación ética que no seextinguió. «¡Qué honra más noble puedo yo recibir que dar sepultura a mi hermano!», RamónAntígona llegó aquí y está a las puertas de Tebas para decir esto a quien atienda, aunque sea a laredacción de un periódico monárquico madrileño.

Anciano severo y sereno y aun así atado por ese hilo de muertos a tu pasado, a tu destino. Enesa ciudad laberinto tuya, Minotauro o centauro Quirón, ser de doble naturaleza y doble cara.Ramón escindido. Doctor Baltar y don Ramón, Jekyll y Hyde, encerrado entre estantes de libroscon tu imaginación solitaria. Encerrado leyendo.

Aguardando el último San Ramón en esos días en los que ocupa mucho espacio la noticia de lavuelta del Guernica, el cuadro que pintó Picasso como encargo del Gobierno de la República. Elcuadro está en Nueva York, el Gobierno vasco pide que se instale en Guernica pero el Gobiernoespañol decide que debe estar en Madrid. El grito incesante de las personas y animales agónicos,el caballo herido, la madre con el hijo en brazos, el toro impasible, el guerrero caído con laespada quebrada..., todo eso se quedará entre diversas obras de arte contemporáneo en un museode arte que llevará el nombre de una reina griega, Museo Reina Sofía. Así se escribe esta vueltade la historia, un siglo XX quebrado y robado que se marchó avergonzado de sí mismo. LaRepública es algo que no existió u olvidado en algún momento del camino, la palabra mismapermanecerá apartada como peligrosa y prohibida.

Todo fue real y todo queda atrás y lejos y será como un sueño que soñaste y se va un poco

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contigo, con cada uno de vosotros. Sin ruido. En un tiempo en el que ha muerto el tirano y la genteestá huérfana, insegura y ansiosa, poseída por deseos y temores de libertad y quiere referencias yguías públicas y políticas, pero tú te quedaste en la vida privada y en tu ética solidaria y solitaria.No es este tampoco tu tiempo, no va contigo y tú no vas con él. Si salieses a la plaza y dijeses loque recuerdas y lo que sabes, esas cosas que escribes en algún papel que luego abandonas, seríasintruso y molesto en esta fiesta espesa, un poco histérica y siniestra. Eres un huésped incómodo.Lo que tú eras y lo que cargaste hasta aquí no hay quien lo reclame. Y si guardaste todos esospapeles pensando encontrar el día de escribir para nosotros lo que fue, ese día no lo encontraste yahora ya se te pasó. Son papeles huérfanos y muy solitarios, con ellos trabajo y no consigo unahistoria mejor que esta. La tuya será una muerte privada, doméstica y local. Ni siquierapermaneciste en la ciudad, en Santiago tras morir ¿qué te hizo la ciudad?, ¿no la amaste comotuya?, escogiste el origen de la familia en la villa de Padrón, un funeral parroquial y el entierro enel cementerio de A Matanza, al lado de la casa de Rosalía, como un buen hijo en un nicho junto atus padres. Esperando unos años por Emmita. Y nada más.

Estás ahora en la cama en la finca de A Amañecida, oyendo desde tu cuarto en el piso lasvoces de Emma dirigiendo la comida familiar del día de San Ramón. Voces de los hijos e hijas, denietos y nietas en la mesa bajo la parra. Esas voces siguen y tú te estás yendo. No lo sabes o quiénsabe si lo sabes, pero seguirá habiendo comidas familiares y risas y celebraciones familiares deSan Ramón organizadas por Alberto, uno de tus hijos, y Emma presidirá esas reuniones familiares.No lo sabes, o quién sabe si lo sabes, que tus hijos, los hijos de Ramón Baltar, acabarán porcomprar a sus parientes de nuevo Tanxil, aún empeñándose, en un intento poético y desesperadode conservar el paraíso de la infancia familiar. Sabes que la vida continúa ahí fuera, para ti ya no.

Llegué aquí, al momento de despedir, y pensé en escribir esto mientras escuchaba los Cantusin memoriam Benjamin Britten, que son tan hermosos, porque sentía que me estaba despidiendode ti y que te marchabas ya para siempre, que llegaba el momento en el que te perdía, no queríaser pedante, solo sentimental, pero tú no podrías estar oyendo eso, qué oías, quién sabe, quizá lasvoces de tu familia bajo la parra celebrando la comida, puede que la voz de Emma avisando queno gritasen los niños porque tú, el abuelo, estabas arriba y estabas mal, o el lloro de un niño o unaniña a la que no le gustaba la comida y la obligaban a probarla. Puede que oyeses el canto delagua en la piedra de la fuente del hospital y así eras niño de vuelta. O puede que te marchasespercibiendo el último perfume que asciende hasta ti a empanada de sardinas de Rianxo.

Y ahí está ese pajarito otra vez, un mirlo, ahí fuera cantando.Y navegas en tu yate, Ramón, por la ría adelante. Una brisa y el sol que te da en la cara, las

aguas se van abriendo mansamente para dejar navegar el Quirón. El viento en la vela. Detrás delbarco la estela en el agua. La marea te lleva. Allá adelante, mar abierto, quién sabe, alguna islaverde, Avalon.

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Un hermoso día de sol

(Carmen Muñoz Manzano, esposa de Rafael Dieste a Mireya Dieste Fernández, viuda de AntonioBaltar Domínguez.)

Rianxo, 10 de septiembre, 1981

Hoy debo darte una triste noticia, que siento te tome un poco más desprevenida por no habertecomunicado el accidente con que comenzó el fatal proceso, y que de ningún modo se supuso entonces ibaa tener tales consecuencias.

Como verás por el recorte adjunto, ayer se enterró en Padrón a Ramón Baltar. El accidente a queacabo de referirme fue una caída que sufrió en noviembre de 1980, al descender los tres escalones quecomunican su piso con su despacho en la clínica adjunta, escalones que había subido y bajado con todanormalidad cientos de veces. Pero ese día llevaba un aparato de radio en las manos, y tal vez porprotegerlo no hizo los movimientos adecuados para protegerse a sí mismo; o quizá le fallaron losreflejos. Entre las conjeturas, se habló de que hubiese podido tener un pequeño mareo. Lo cierto es quecayó pesadamente sobre todo su lado izquierdo, fracturándose la rodilla —en varios trozos—, la pelvis,la cadera y la clavícula de ese lado. Un accidente grave, sobre todo para persona de edad; así que sepreveía una larga recuperación y acaso alguna invalidez permanente.

Fernando tuvo que pasar por el serio trance de irle recomponiendo, lo que al parecer hizo con granarte; de tal modo que el paciente podía arreglárselas bastante bien. Pero Ramón estaba ya en unacuriosa fase de retirada de todo. Salía muy poco, lo realmente imprescindible, y pasaba la mayor partedel tiempo en su despacho, casi siempre leyendo. Ni Emmita ni los hijos conseguían que por lo menosacudiese a alguna conferencia o acto público; mantenía celosamente su plan de retiro. Al parecer lesorprendía mucho que Rafael tomara parte en tantas intervenciones como tuvo todo el año pasado. Puesbien, esta tendencia a preferir, en general, la soledad se acentuó en la larga convalecencia, agudizadaademás en lo que a sociabilidad se refiere, por haber perdido bastante oído y empezar a sufrir unasincipientes cataratas, con lo que sus distracciones favoritas —la lectura y la radio— quedaban bastanteestorbadas. Excuso decirte que todos se han portado con él de manera magnífica para alentarlo yentretenerlo, pero con poco éxito.

Fue mejorando despacio los primeros meses, pero después, cuando hubiera tenido que comenzar alevantarse y hacer un poco de ejercicio, también se resistía a ello. Le molestaban además, de cuando encuando, unas crisis de afección bronquio-pulmonar.

En las numerosas ocasiones en que le hemos visitado Rafael y yo, se mostraba siempre la mismapersona bondadosa y agradecida a la visita; pero cada vez podía prestar menos atención. En fin,últimamente se agravó con una nueva afección bronquial y, de repente, anteanoche le sobrevino la temidaembolia pulmonar, de la que falleció.

Nosotros estuvimos ayer por la mañana en Santiago con Teresa Castelao y Beba, que estaba estosdías por aquí. Volvimos a comer a Rianxo y por la tarde asistimos a los funerales y sepelio en Padrón. Eltiempo ha estado malo, pero ayer hizo un hermoso día de sol. En el cementerio había muchos cientos depersonas de todas las clases sociales .

Tras el entierro en Padrón, Carmen Muñoz y Rafael Dieste, abatido, volvieron a Rianxo y allípermanecieron durante treinta y cinco días disfrutando de ese irse entregando el otoño, hasta elmartes 13 de octubre en el que Rafael cayó por las escaleras de la casa y fue trasladado a unaclínica de Santiago, donde murió el día 15.

Crees saber que no tiene por qué haber relación de consecuencia entre las muertes de esos dosamigos, pero el escritor no puede evitar creer que también se podría establecer esa relación.

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«... impedir que el pasado se extinga, reclamar el porvenir para iluminarlo [...] es salvar seres desaparecidos,iluminar rostros y acontecimientos con una luz blanca y negra, es hacer que retroceda la arena que cubre la faz de

las cosas, combatir el olvido, rechazar la Muerte.»

Todos los torrentes van al mar, Elie WIESEL

«Quien emprende la escritura de una biografíase obliga a mentir, disimular, a falsear...»

Sigmund FREUD

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Agradecimientos

Para escribir este libro tuve en todo momento la ayuda como documentalista impagable de TeresaCuns Pérez, a quien este y todos mis otros libros deben tanto. Así como a Mariña y Nel.

Y doy gracias a Juan Ramón, Jaime, Javier y María Teresa Baltar Tojo que tuvieron la valentíade permitirme hacer esta literatura con la historia de sus mayores. Y a Asunción y SaladinaLeiceaga Baltar, Ernesto Baltar Santaló, Javier Baltar Boileve, Iría Losada Baltar, Juan CondeRoa, Carmen Farré y Amalia Cintrón. Desde luego, sin la tentación primera de Juan Ramón y supapel de musa y los debates con Jaime no existiría este libro que cuenta una historia mía peroquiero creer que verdadera.

Además, debo dar gracias a personas e investigadores que, como en otras ocasiones, meayudaron de un modo u otro en este camino de hacer dialogar investigación e imaginación.Algunos están citados en el libro, otros no, como Ricardo Gurriarán, Víctor Santidrián, AntonioMíguez Macho, Lourenzo Fernández, Emilio Grandío, Alejandro Rodríguez, Xosé Luis Axeitos,Fernando Hernández Sánchez, Xosé Antón Fraga, Siro López, Rosa M.ª Méndez García, PepeBarro...

Y a tantas personas a quien molesté con preguntas e inquisiciones. Gracias a Manuel SánchezSalorio, Xulio Maside y María Esther Rodríguez Losada, Luis Martul, Alejandro Virgós, AdolfoMuíños, Mercedes Rosón, Xoán Guitián, José Alberto Berriochoa, José Bugarín, Santiago RamosRomarís, Julio Vila Peletrón, Luis Suárez Quián, Emilio Pérez Touriño, Jaime Barreras González-Pastoriza, Manuel Villar Núñez, Xesús Alonso Montero, Manuel Peña Rey, José AntonioPajarrón, Xosé Carro Otero, Teresa García-Sabell, Marisa Melón, Alfonso Álvarez Gándara yVictoria Canella Llunas, Pedro de Llano Cabado, Marcela Rey Levi, María Dolores Ara Díaz... Ytantas otras personas de las que me habré olvidado.

Y, como siempre, gracias a la compañía que me hacen lectores amigos y amigas, escribir essolitario pero uno vive en compañía. Miriam, José María, Bea, Alberto, Toni, José Manuel, Fina,Camilo e Paz, Xoán... A quienes los personajes de este libro se les fueron haciendo familiarestambién.

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Árbol genealógico de la familia Baltar

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Edición en formato digital: febrero de 2021

Fotografías de interior: Archivo de la familia Baltar

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