Szir, Sandra (2007) Infancia y cultura visual. Los periódicos ilustrados para niños (1880-1910)

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  • Imgenes para la infanciaEntre el discurso pedaggico y la cultura del consumo en Argentina. La escuela y el peridico ilustrado Caras y Caretas (1880-1910)

    Sandra SzirUniversidad de Buenos Aires

    En Infancia en Berln hacia 1900, Walter Benjamin se refiere al valor

    que el dispositivo visual suele desempear en los objetos culturales pro-

    ducidos para la infancia. Escrita a comienzos de la dcada de 1930,1 la

    obra de Benjamin rene breves descripciones de espacios urbanos, ob-

    jetos y formas culturales, personas y cuadros interiores2 e invoca rasgos

    biogrficos de su infancia articulados en una perspectiva histrica rela-

    cionada con la experiencia de un nio de clase media acomodada en el

    mbito urbano. Infancia en Berln recupera el mundo de la burguesa

    judeo-alemana de principios del siglo xx que pocas dcadas ms tarde

    acabara frente a la catstrofe nazi y convoca, adems, prcticas cultu-

    rales inauguradas por la sociedad capitalista industrial del siglo xix.3

    1 Benjamin previamente haba publicado fragmentos del texto en peridicos pero el libro en su versin completa vio la luz en 1950.

    2 Vase Peter Szondi, Hope in the past on Walter Benjamin, en Walter Benjamin, Berlin childhood around 1900, Cambridge/London, The Belknap Press of Harvard University Press, 2006 [1950], p. 3.

    3 Benjamin, op. cit., p. 37-38.

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  • 124 SANDRA SzIR

    Estas imgenes derivadas de la memoria de Benjamin compren-

    dan tambin otras, materiales y fsicas, aquellas de la naciente cultura

    masiva que las nuevas tecnologas multiplicaban y difundan a escala

    crecientemente amplificada que alcanzaban objetos culturales destina-

    dos a la infancia. La evocacin de Walter Benjamin revive los textos

    escolares y sus ilustraciones pero tambin los paisajes o vistas de ciu-

    dades de las pantallas circulares de los panoramas,4 las aterradoras

    ilustraciones de El Infierno de Dante, las coloridas litografas de Ro-

    binson Crusoe, los envoltorios de colores de los chocolates, los libros

    de juegos para recortar o pegar, con instrucciones copiosamente ilus-

    tradas, o su coleccin de postales, objetos a los que recurra cuando

    deseaba evadir las tareas escolares.5

    La Argentina incorporada en los ltimos aos del siglo xix a la

    economa capitalista insertada en el mercado mundial como produc-

    tora de materias primas y productos agropecuarios no permaneci

    extraa a la conquista de una cultura grfica que, conforme al nacien-

    te consumo globalizado, circulaba en libros, publicaciones peridicas,

    textos escolares, material pedaggico, juegos y juguetes, que fueron

    colmndose de ilustraciones conjuntamente con la mutacin tecno-

    lgica de la cultura tipogrfica surgida entre fines del siglo xix y prin-

    cipios del xx. La multiplicacin de imgenes conoce un impulso

    4 El panorama era una forma de espectculo visual que junto con el diorama, el cosmorama y otros dispositivos pticos representaban modos de entretenimien-to muy populares en el siglo xix. El diorama, al cual Louis Daguerre le dio forma definitiva en 1822, consista en una instalacin de telas suficientemente transpa-rentes pintadas por ambas caras, de modo que las luces colocadas estratgicamen-te pudieran representar diversos efectos, nocturnos o diurnos, con el fin de lograr la apariencia de un verdadero paisaje. El observador permaneca inmvil y estaba sujeto a un despliegue temporal prediseado de experiencia ptica. A menudo la audiencia se ubicaba en una plataforma circular que se mova lentamente, permi-tiendo ver diversas escenas y efectos de luz. El panorama haba sido patentado en 1787 por el pintor irlands Robert Baker y eran amplios espacios circulares cerrados rodeados de grandes pinturas, en los cuales el espectador poda moverse en la penumbra y se perciba incluido ilusoriamente en el espacio representado. Vase Jonathan Crary, Las tcnicas del observador. Visin y modernidad en el siglo xix, Murcia, Centro de Documentacin y Estudios Avanzados de Arte Contemporneo, 2008, p. 150-151.

    5 Benjamin, op. cit., p. 47, 67, 77, 93, 111, 145-146, 150.

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  • 125IMGENES PARA LA INFANCIA

    extraordinario por toda suerte de factores econmicos, sociales, tecno-

    lgicos y culturales,6 y el pblico infantil fue uno de los destinatarios

    de esa cultura visual. Importada o fabricada localmente en diversos

    soportes y calidades materiales, fue difundida por distintos actores

    sociales atendiendo a finalidades institucionales o comerciales y en una

    escala desconocida hasta entonces.

    El presente captulo tiene como objeto recorrer algunos aspectos

    de la construccin histrica de la mirada y las representaciones de la

    infancia en el periodo comprendido entre fines del siglo xix y comien-

    zos del xx, analizando propsitos, instituciones, discursos y tcnicas,

    a travs de los cuales se conformaron los sentidos plurales de esas re-

    presentaciones, utilizando como fuentes imgenes de la cultura visual,

    en este caso lminas de uso didctico, o insertadas en los textos esco-

    lares, y otras correspondientes a publicaciones peridicas ilustradas

    como Caras y Caretas.7 Partiendo de la consideracin acerca de que

    las maneras visuales se cruzan con cuestiones de orden histrico, el

    examen estar principalmente focalizado en la interaccin entre las

    6 Vanse para el contexto europeo, Sgolne Le Men, La cathdrale illustre de Hugo Monet. Regard romantique et modernit, Pars, Centre Nationale de la Recherche Scientifique, 2002; tambin Michel Melot, Le texte et limage, en Ro-ger Chartier y Henri-Jean Martin (dir.), Histoire de ldition franaise. Les temps des diteurs, Pars, Fayard/Promodis, 1990.

    7 No sern consideradas aqu las publicaciones peridicas ilustradas para la infancia en el periodo de fines del siglo xix y comienzos del xx ya que stas fueron ampliamente analizadas en otros artculos: Sandra Szir, Peridicos para nios. Peridicos con imgenes. La Ilustracin Infantil (1886-87), en V Jornadas Estu-dios e Investigaciones, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofa y Letras, Instituto de Teora e Historia del Arte Julio E. Payr, 2002; De la ilustracin didctica a la imagen ldica y publicitaria. El proceso de masifi-cacin de la prensa peridica para la infancia (1880-1910), en Discutir el canon. Tradiciones y valores en crisis, Buenos Aires, Centro Argentino de Investigadores de Arte, 2003; Imagen, texto y cultura visual en la prensa ilustrada para nios, Tipogrfica, Buenos Aires, 73, octubre-noviembre 2006, p. 20-27; Imagen, edu-cacin y consumo. Peridicos ilustrados para nios en Buenos Aires (1880-1910), Boletn del Instituto de Investigaciones Bibliogrficas, Mxico, Universidad Na-cional Autnoma de Mxico, v. x, n. 1 y 2, 2007. Vase asimismo Sandra Szir, In-fancia y cultura visual. Los peridicos ilustrados para nios (1880-1910), Buenos Aires, Mio y Dvila, 2006.

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  • 126 SANDRA SzIR

    representaciones y los discursos en el contexto de fines del siglo xix,

    como el pedaggico positivista que legitima y promueve la utilizacin

    de la imagen en el aula, o el discurso higienista de la medicina regis-

    trado en las pginas de Caras y Caretas.8

    Consideraciones tericas

    Las imgenes destinadas a la infancia, pertenecientes al mbito de la

    cultura popular, grfica o comercial, o a la funcionalidad pedaggica e

    ideolgica de los dispositivos para la instruccin, de carcter diferente

    al de la pintura o la escultura, representan un dominio poco explorado

    por parte de la historia del arte. En aos recientes, sin embargo, un

    conjunto de intervenciones tericas el campo de los estudios visua-

    les, surgido en debates en relacin con la historia del arte, renov los

    objetos y mtodos de estudio ampliando sus lmites disciplinarios.9

    Los estudios visuales contemporneos ubican la produccin y el con-

    sumo de objetos artsticos en una red ideolgica ms amplia de objetos,

    imgenes y mensajes y se ocupan tambin de las instituciones y las

    8 Caras y Caretas, surgida el 8 de octubre de 1898, fue fundada por Eusta-quio Pellicer y Bartolom Mitre y Vedia, y dirigida en sus primeros aos por Jos S. lvarez; Manuel Mayol funga como director artstico y el mismo Pellicer como redactor principal. Fue la primera publicacin peridica ilustrada que alcanz un carcter masivo, y promovi innovaciones en el aspecto grfico (fotograbado de medio tono, color) y diversific sus contenidos (noticias culturales, grfica satrica, actualidad, deportes, ciencias, ficcin literaria, publicidad) con una profusin visual dirigida a un pblico culturalmente heterogneo, incorporando a las clases media y popular urbanas, adems del tradicional pblico lector. Con colaboradores lite-rarios e ilustradores de calidad, logr insertarse en el mercado y alcanzar una vida de ms de 40 aos (se public hasta 1939). Se convirti en un artefacto cultural fuertemente arraigado en la memoria argentina.

    9 Vase entre una amplia bibliografa que debate esta problemtica, W. J. T. Mitchell, What is visual culture?, en I. Lavin (ed.), Meaning in the visual arts. A centennial commemoration of Erwin Panofsky, Princeton, Institute for Advanced Study, 1995; Nicholas Mirzoeff, An introduction to visual culture, Londres/Nueva York, Routledge, 1999; Svetlana Alpers, Cuestionario sobre cultura visual, Estu-dios Visuales, Murcia, Centro de Documentacin y Estudios de Arte Contempor-neo, ao 1, n. 1, noviembre de 2003; Deborah Cherry (ed.), Art : History : Visual : Culture, Malden (Massachusetts), Blackwell Publishing, 2005.

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  • 127IMGENES PARA LA INFANCIA

    condiciones materiales para la produccin y circul acin de los produc-

    tos visuales.10 Esto implica, alejarse del canon de objetos tradicional-

    mente considerados artsticos por su valor de obra de arte, e incluir

    otros, y examinarlos no slo por su carcter esttico sino por sus sen-

    tidos, la informacin cultural que vehiculizan y por su capacidad de

    definir experiencias visuales en un contexto histrico particular.

    Los estudios de la cultura visual han focalizado a la visualidad

    como uno de sus objetos de anlisis, y algunos han establecido una

    distancia entre los trminos visin y mirada. En ese sentido, la visin

    es considerada como un acto fsico, ptico, mientras que la mirada,

    formalizada como un principio interpretativo,11 concierne al papel del

    espectador, a la construccin histrica de la visin, los modos de ver y

    sus transformaciones.12 Algunos autores sealan una cualidad dual

    acerca de la mirada,13 por un lado concebida como posibilidad de ac-

    ceso al conocimiento, rasgo que, a menudo ha desembocado en pro-

    puestas que ligan las imgenes al poder, ya sea desde el control y la

    vigilancia o desde las vas ms sutiles de la coercin. Michel Foucault

    ha sealado los mecanismos de control estudiados a travs de la figura

    del panoptismo como dispositivo de vigilancia constante que permite

    a los representantes del poder mirar sin ser vistos.14 Las mltiples

    aplicaciones de los escritos de Foucault mostraron de qu modo la vi-

    sin, la mirada y las imgenes se vieron comprometidas o utilizadas

    como herramienta estratgica de ese control social.

    Pero el otro polo de esta caracterstica dual de la mirada ha sido

    sealado por los estudios feministas que la han entendido tambin

    10 Vanessa Schwartz y Jeannene Przyblyski (eds.), The nineteenth-century visual culture reader, Nueva York/Londres, Routledge, 2004, p. 4.

    11 W. J. T. Mitchell, Mostrando el ver: una crtica de la cultura visual, Estu-dios Visuales, n. 1, noviembre de 2003, p. 18.

    12 Crary, op. cit., y del mismo autor, Suspensiones de la percepcin. Atencin, espectculo y cultura moderna, Madrid, Akal, 2008.

    13 Margaret Olin, Gaze, en Robert Nelson y Richard Shiff (eds.), Critical terms for art history, Chicago/London, The University of Chicago Press, 2003, p. 208-209.

    14 Vase Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisin, Bue-nos Aires, Siglo XXI, 1989 [1975].

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  • 128 SANDRA SzIR

    como fuente de placer y de deseo, aunque tambin susceptible de ma-

    nipulacin. La atraccin visual que ha conducido, por ejemplo, a la

    conceptualizacin de la sociedad del espectculo y la exaltacin del

    sentido de la vista de Guy Debord15 complementan la caracterizacin

    plural de la mirada como un efecto de un sistema heterogneo de rela-

    ciones discursivas, sociales, tecnolgicas e institucionales de una po-

    ca dada. Las imgenes producidas para la infancia constituyen, pues,

    dispositivos privilegiados para el estudio de una mirada de poca, o de

    mltiples miradas, construidas social e histricamente, y forman par-

    te de la compleja trama cultural.

    Lo que aqu se propone es la aplicacin de esos conceptos a las

    imgenes para la infancia, no referidos particu larmente a la construc-

    cin de la mirada infantil como receptora, sino a los modos y prcticas

    a travs de los cuales el Estado, la institucin escolar o la publicidad

    controlaron la difusin de imgenes persiguiendo propsitos polticos

    o comerciales, pero a su vez, apelando al poder de seduccin de aqullas

    como dispositivos visuales. Las imgenes producidas para los nios

    construyeron socialmente una mirada, en este caso, de la infancia y para

    la infancia, que acompa las proyecciones estatales puestas en la edu-

    cacin como aspiracin a una integracin nacional, pero que a su vez

    form parte de una cultura grfica comercial en gran medida provenien-

    te de la industria de imaginera europea que desarrollaba modelos y

    valores que fueron imitados por los ilustradores locales que al reprodu-

    cir sus sistemas de visualidad propagaban en parte sus valores.

    Las estrategias analticas propuestas guan al descubrimiento de

    las tensiones por las cuales transitan las imgenes para la infancia y

    sus representaciones a fines del siglo xix y principios del xx. Por un

    lado, stas resultaban parte integrante del aparato ideolgico imple-

    mentado en la formacin de la niez desde mediados del siglo xix por

    parte del Estado. Pero por el otro, la multiplicacin de bienes cultura-

    les destinados al pblico infantil fue el objetivo de un nuevo mercado

    capitalista que incorpor a la infancia al consumo. Sin embargo, y a

    15 Guy Debord, La sociedad del espectculo, Santiago de Chile, Naufragio, 1995.

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  • 129IMGENES PARA LA INFANCIA

    pesar de la magnitud y dispersin del corpus, que impide hacer un

    relevamiento exhaustivo, el presente captulo tiene como propsito

    indagar algunos ejemplos significativos de los diversos objetos cultu-

    rales dirigidos a la infancia en el periodo tanto de libros de texto

    como de la cultura masiva16 que permiten establecer algunos diag-

    nsticos de conjunto que las representaciones visuales y su funciona-

    miento social permiten iluminar.

    Disciplinar la mirada

    Las perspectivas de una mayor disponibilidad de imgenes multiplica-

    das encuentran un campo de desarrollo en la utilizacin de las imge-

    nes para la instruccin y educacin, es decir la posibilidad de hacer uso

    de ilustraciones grabadas industrialmente a gran escala es percibida

    y explotada por la institucin escolar. Esta vinculacin entre educa-

    cin e imagen relacin que presentaba ya una tradicin aunque no

    constitua una prctica generalizada se haba visto reforzada duran-

    te el siglo xix por desarrollos intelectuales tales como el de la filosofa

    empirista ya que la imagen result til para la adquisicin y repro-

    duccin del saber experimental que permite el dominio de la natura-

    leza y desarrollos histricos como el de la produccin capitalista, que

    la utiliz como instrumento para el sistema de produccin industrial

    ayudando a la fabricacin de objetos y a difundir instrucciones para

    armarlos o utilizarlos.17

    Pero adems, complementando la informacin que los textos pro-

    vean, la imagen brind representaciones simblicas que contribuan

    a diseminar conceptos valorados por las naciones en construccin, glo-

    rificando y explicando el mundo de progresos tcnicos erigidos por la

    burguesa, u operando como instrumento de luchas facciosas o legiti-

    maciones ideolgicas, territoriales y polticas de las elites dirigentes.

    16 De Caras y Caretas, se analizan en este trabajo los primeros diez aos de su publicacin en vinculacin con mi tesis doctoral en preparacin: El semanario popular ilustrado Caras y Caretas y las transformaciones en el paisaje cultural de la modernidad. Buenos Aires 1898-1908.

    17 Melot, op. cit., p. 331-334.

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  • 130 SANDRA SzIR

    El libro escolar ilustrado de lectura, ciencias, historia, geografa, o

    lecciones de cosas,18 como una de las manifestaciones de esa vincu-

    lacin, se institucionaliz pues durante el siglo xix en Europa, y en la

    Argentina luego de la segunda mitad del siglo xix, junto con el uso de

    lminas en el aula apoyndose en la facilidad de reproduccin de un

    objeto ms grfico y en discursos legitimadores provenientes de las

    teoras pedaggicas.

    Fotografas de la poca sealan que las imgenes didcticas am-

    bientaban las aulas e ilustraban los textos escolares,19 imgenes que

    respondan a requerimientos institucionales particulares, provenien-

    tes de las estrategias pedaggicas de los espacios educativos. El Mo-

    nitor de la Educacin Comn, rgano oficial del Consejo Nacional de

    Educacin,20 ofrece numerosas evidencias acerca de la utilizacin de la

    imagen como herramienta didctica. Los inspectores de escuelas se

    refieren a la deficiencia del mobiliario en las escuelas, las malas condi-

    ciones edilicias, la carencia de tiles y libros as como de lminas para

    ilustrar las lecciones.

    18 Las lecciones de cosas formaban parte de una metodologa de aprendiza-je practicada en el siglo xix, existan libros de texto con ese nombre as como una asignatura para los primeros grados escolares. La metodologa derivaba del con-cepto pedaggico de intuicin propuesto por Pestalozzi, quien criticaba los modos de enseanza memorsticos y planteaba la educacin basada en la experiencia y en la aprehensin sensible y directa de los objetos para captar su forma, sus partes o sus cualidades. Las imgenes servan como sustitutos de los objetos si stos no podan estar presentes en el aula. Vase Mara Cristina Linares, Nacimiento y trayectoria de una nueva generacin de libros de lectura escolar: El Nene [1895-1959], en Hctor Rubn Cucuzza (dir.) y Pablo Pineau (codir.), Para una historia de la enseanza de la lectura y la escritura en la Argentina. Del catecismo colonial a La razn de mi vida, Buenos Aires, Mio y Dvila, 2004.

    19 Vase Szir, Infancia y cultura..., op. cit., p. 78-85.20 El Monitor de la Educacin Comn surgi en 1881 y su publicacin se

    prolonga hasta la actualidad. Como rgano oficial del Consejo Nacional de Educa-cin estaba destinado a los inspectores y visitadores escolares y se entregaba en forma gratuita en las escuelas. Estaba orientado a pautar la organizacin del siste-ma educativo en temas edilicios, provisin de materiales, sistemas de inspeccin y asistencia escolar, adems de temas generales de pedagoga y mtodos de ensean-za. Vase Silvia Finocchio, La escuela en la historia argentina, Buenos Aires, Edhasa, 2009, p. 42-50.

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  • 131IMGENES PARA LA INFANCIA

    En 1867 Domingo F. Sarmiento21 haba enviado al Ministerio de

    Educacin una coleccin de Cartas murales, introduciendo as en la

    enseanza un mtodo fcil y rpido de transmitir los conocimientos,

    completando las descripciones verbales por medio de figuras que, re-

    alzando los objetos a los ojos del nio, no pueden menos que dejar la

    nocin de aqullos, perfectamente grabada en su espritu.22 Estas

    cartas o cuadros murales, que consistan en lminas litogrficas ence-

    radas, representaban, adems de mapas, imgenes botnicas, zool-

    gicas, de anatoma23 y eran producidas fuera del pas, al menos

    durante el siglo xix. El peridico xito Grfico, de Buenos Aires, pu-

    blicitaba los cuadros murales litografiados, tiles, aparatos y mate-

    riales para la enseanza importados de Alemania. La exposicin y el

    catlogo comprendan: Sistema Frebel, Mapas y planos, Geografa,

    Antropologa, Microscopa, Zoologa, Fsica, Mineraloga, Qumica,

    Dibujo 24 e inclua tambin material iconogrfico de religin, cartillas

    para el aprendizaje de la lectoescritura, historia universal y mitologa,

    higiene, tecnologa, trabajo y comercio, agricultura, dibujo y labores,

    y afirmaba: La pedagoga actual se fundamenta en lo que entra por

    los ojos, principalmente porque la observacin de las cosas es una

    enseanza natural, rpida, fuente de conocimientos positivos, que no

    se borran nunca.25 La educacin por la imagen presentaba ya una

    larga tradicin reforzada a fines del siglo xix por la conviccin de la

    utilidad del mtodo intuitivo que pone ante la vista del alumno el

    objeto o su representacin, comenzando la enseanza por la observa-

    cin sensible.26

    21 D. F. Sarmiento, poltico, educador, estadista, presidente argentino entre los aos 1868 y 1874, escritor y periodista, autor entre otras obras de Facundo, Recuerdos de provincia y Viajes, entre numerosos ensayos y obras literarias.

    22 Antecedentes histricos de nuestra legislacin escolar, 1810-1855, El Mo-nitor de la Educacin Comn, n. 86, agosto de 1885.

    23 En El Monitor de la Educacin Comn, t. iv, p. 157.24 xito Grfico, Buenos Aires, ao iii, n. 33, septiembre de 1908.25 Ibidem, ao iii, n. 34, octubre de 1908.26 Vicente Ferrer, Informe del secretario del Consejo Escolar de la Seccin

    7a., El Monitor de la Educacin Comn, noviembre de 1884. Vase tambin Plan de estudios, 1888. Citado en El Monitor de la Educacin Comn, marzo de 1888.

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  • 132 SANDRA SzIR

    Los discursos legitimadores de la utilizacin de la imagen insertos

    en las teoras pedaggicas hegemnicas a fines del siglo xix, de una

    impronta fuertemente positivista, se basaban en la idea de que la cul-

    tura escolar reproduca el orden ideolgicamente dominante y estaba

    llamada a difundir los valores seculares, los principios republicanos y

    cierta visin cientfica de la realidad. La educacin deba formar al

    ciudadano en un marco definido por los parmetros de la democracia

    liberal. Los textos de Jos Mara Torres, Vctor Mercante, Rodolfo Se-

    net y de otros educadores indican que la didctica positivista estaba

    basada en una metodologa apoyada en la psicologa evolutiva fuerte-

    mente ligada a la biologa. La preocupacin por el mtodo era central

    en la pedagoga positivista y sta estaba estrechamente ligada a la for-

    macin docente. Las prcticas pedaggicas implementadas en el aula

    se relacionaban con la teora educativa y la formacin docente. Parte

    de la teora parta de la idea de pasividad de la poblacin escolar a la

    que se deba educar, por lo tanto la estimulacin del maestro deba

    apelar a todos los sentidos posibles. La influencia de las teoras peda-

    ggicas de Johan H. Pestalozzi y de Johann F. Herbart inclua un acen-

    to en el manejo de instrumentos, el control de experiencias cientficas

    y la observacin.27 Jos Mara Torres afirma:

    El nio, deca Plutarco, no es un vaso en el cual es necesario verter

    conocimientos sino un hogar que es menester calentar. Este juicio,

    debido al genio del ilustre moralista griego ha llegado ser, gracias

    Pestalozzi, una verdad luminosa que ha dado claridad la ciencia

    pedaggica [] Pestalozzi, en una de las admirables cartas que escri-

    bi a su amigo Enrique Gessner, le dijo: Si me pregunto qu he

    hecho por la ciencia pedaggica que sea obra personal ma?, me digo:

    he sentado el principio superior que lo domina, el da en que he reco-

    nocido en la intuicin la base absoluta de todo conocimiento. Las

    abstracciones no son convenientes en la primera enseanza, porque

    el nio no comprende desde luego sino lo que l mismo ve y toca. La

    27 J. C. Tedesco, La instancia educativa, en Hugo E. Biagini (comp.), El movimiento positivista argentino, Buenos Aires, Belgrano, 1985, p. 333-361.

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  • 133IMGENES PARA LA INFANCIA

    intuicin sensible es el nico medio en hacerle adquirir conocimientos

    elementales.28

    Las lecciones para el aprendizaje de la lectura, para Torres, deban

    basarse en carteles e ilustraciones, y stos conformaban el material

    didctico indicado para estimular la atencin de la clase. Pero la ima-

    gen no era slo de utilidad funcional al aprendizaje de las distintas

    materias, representaba tambin parte del programa de educacin es-

    ttica que comprenda tambin a la arquitectura escolar, segn las

    exigencias de la higiene y la esttica urbana, subordinados tanto a

    criterios de salud como de buen gusto, y que deba desarrollarse

    acorde con las exigencias del arte, tanto en el ambiente esttico, en la

    iniciacin esttica del maestro, en la enseanza elemental del dibujo,

    y en el desarrollo de otras herramientas para educar la sensibilidad y

    el gusto. En la escuela, considerada un templo del saber y del buen

    gusto [] la leccin esttica debe surgir espontneamente de los ob-

    jetos que rodean al alumno acostumbrndole a discernir sensiblemen-

    te, a comparar, a sentir la caricia de la forma y del color, que no son

    privilegio exclusivo de las formas expuestas en los museos.29

    Pero a pesar del valor otorgado al recurso icnico por parte de

    quienes tenan a su cargo las funciones de administracin, asesora-

    miento y suministro de materiales para las escuelas de todo el pas, la

    produccin local de imgenes era escasa. A comienzos del siglo xx, en

    cambio, conjuntamente con los desarrollos tecnolgicos de la industria

    tipogrfica, la produccin local de imgenes didcticas no slo cobra

    impulso sino que transforma su carcter con la inclinacin hacia la

    educacin patritica. Uno de los factores de este cambio fue la inmi-

    gracin masiva que, con el arribo de aproximadamente 4 600 000 in-

    migrantes entre los aos 1820 y 1914,30 transform el paisaje social,

    28 Citado en El Monitor de la Educacin Comn, Buenos Aires, n. 61, agosto de 1884.

    29 Carlos Zuberbhler, El arte en la escuela: Informe presentado al seor Presidente del Consejo Nacional de Educacin, Buenos Aires, Imprenta de Coni Hermanos, 1910.

    30 Fernando Devoto, Historia de la inmigracin en la Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2003, p. 45-51; Tulio Halperin Donghi, El espejo de la historia.

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  • 134 SANDRA SzIR

    particularmente en Buenos Aires. Los modos de insercin de algunas

    comunidades, que guardaban y celebraban su propia nacionalidad, y

    una identidad nacional velada por la heterogeneidad cultural, condu-

    jeron a la pretensin de encauzar la integracin de los inmigrantes al

    sistema a travs de diferentes instrumentos sociales, polticos, cultu-

    rales, educativos. Pero adems, y particularmente a partir de 1890, la

    emergencia de los conflictos sociales y laborales que enfrentaron al

    Estado con los movimientos obreros y anarquistas cuyos militantes

    eran principalmente extranjeros llevaron a los grupos dirigentes a

    ligar agitacin social con presencia de inmigrantes y a responder de

    modos variados. En primer lugar, instrumentando represivas leyes

    como la Ley de Residencia, del ao 1902, que permita expulsar del pas

    a cualquier extranjero considerado indeseable y en segundo lugar, a

    travs de la educacin y de la construccin de smbolos y valores que

    perseguan inventar una tradicin segn el frecuentado trmino de

    Eric Hobsbawm relacionada con los orgenes de la nacin.31 Esta

    tradicin, de temtica nacionalista, que busc su legitimidad en el pa-

    sado histrico,32 encontr en el adoctrinamiento escolar una de sus

    principales herramientas de cohesin y de espacios para asegurar y

    controlar su difusin.33

    Problemas argentinos y perspectivas hispanoamericanas, Buenos Aires, Sudame-ricana, 1987, p. 191.

    31 Vase Eric J. Hobsbawm y T. Ranger, The invention of tradition, Cambrid-ge, Cambridge University Press, 1983; Benedict Anderson, Imagined communities. Reflections on the origin and spread of nationalism, Londres, Verso, 1990; Eric J. Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crtica, 1995. Sobre la Argentina, vase Jos Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: or-genes de la nacin argentina (1800-1846), Buenos Aires, Ariel, 1997; Oscar Oszlak, La formacin del Estado argentino. Orden, progreso y organizacin nacional, Buenos Aires, Planeta, 1997; Lilia Ana Bertoni, Patriotas, cosmopolitas y nacio-nalistas. La construccin de la nacionalidad argentina a fines del siglo xix, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2001; Juan Carlos Garavaglia, Construir el Estado, inventar la nacin. El Ro de la Plata, siglos xviii-xix, Buenos Aires, Pro-meteo, 2007.

    32 Vase Alejandro Cattaruzza, Los usos del pasado. La historia y la poltica argentinas en discusin, 1910-1945, Buenos Aires, Sudamericana, 2007.

    33 Sobre la cuestin de la implementacin de estrategias promotoras de una identidad nacional en la educacin, vase Bertoni, op. cit.

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  • 135IMGENES PARA LA INFANCIA

    En el ao 1908 Jos Mara Ramos Meja asume el cargo de presi-

    dente del Consejo Nacional de Educacin34 y crea la Oficina de Ilustra-

    ciones y Decorado Escolar, encargada de implementar la reproduccin

    de cuadros en forma de lminas, diapositivas y tarjetas postales que se

    distribuan en las escuelas de todo el pas para la instruccin visual.35

    La creacin de la Oficina de Ilustraciones y Decorado Escolar produjo

    discusiones en el mbito educativo ya que las autoridades y quienes se

    interesaban por la implementacin de estas herramientas deban defi-

    nir: si los cuadros murales deban ser monocromos o en color; si seran

    exclusivamente fotogrficos; si su exhibicin sera permanente o si se

    cambiaran con frecuencia; si los cuadros deban llevar leyendas expli-

    cativas; si deban servir para adornar las paredes o para formar colec-

    ciones documentarias y, por ltimo, deba decidirse cules eran los

    temas que deban ser representados. Las propuestas se generalizan en

    torno a la utilizacin de las estampas a color y los diversos procedi-

    mientos de multiplicacin de imgenes explotando los desarrollos de

    la industria grfica. Se sugiere asimismo que la renovacin de imgenes

    sea constante y que la presencia de leyendas explicativas se aplique

    como herramienta indispensable para la enseanza. Respecto de los

    asuntos para el decorado mural se impone en primer trmino la do-

    cumentacin nacional, retratos, cuadros histricos, paisajes, costum-

    bres, oficios e industrias, para completarlos con una documentacin

    grfica universal, en particular paisajes y animales, escenas infantiles

    o familiares, composiciones histricas.36

    Se institucionalizan y difunden entonces los retratos que confor-

    maron el panten de prceres nacionales, las escenas de los pintores

    costumbristas y viajeros de la primera mitad del siglo xix, y las escenas

    de pintura de historia encargadas por los sucesivos gobiernos poste-

    riores. Se impone entonces la implementacin de la esttica y la belle-

    za como valores fundamentales en la formacin de las subjetividades

    nacionales, consagrando al paisaje argentino como espacio de visuali-

    zacin, apropiacin territorial y poltica, y se suman a la ya tradicional

    34 Ocup esta posicin de 1908 a 1913.35 El Monitor de la Educacin Comn, 1908.36 Zuberbhler, op. cit.

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  • 136 SANDRA SzIR

    imagen de la pampa otros cuadros que se irn erigiendo como smbolos

    de argentinidad. Las cataratas del Iguaz, los glaciares del sur o el pai-

    saje de la provincia de Mendoza, ligada en el imaginario al histrico

    cruce de la cordillera de los Andes del libertador Jos de San Martn,

    son imgenes de la nacin-Estado moderno que desarrolla la difusin

    de stas como un medio ms de consolidar una integridad espacial y la

    instruccin visual para difundir esa informacin y establecer una iden-

    tificacin ya que, junto con la cartografa, los paisajes sirven al conoci-

    miento del espacio pero tambin construyen una representacin

    poltica de l.

    Sin embargo, ciertos rasgos de estas imgenes no se alejan del todo

    de aquellas que provenan de la produccin extranjera y presentan una

    narrativa que marca una continuidad cultural y racial con las naciones

    europeas y blancas. Se presenta a los nios, por lo general, en actitud

    de lectura, reproduciendo muchas veces la pose que se recomendaba

    para ese tipo de lecciones, de pie y tomando el libro con la mano izquier-

    da; en otras ocasiones se representan sentados y en grupos, compartien-

    do un momento de lectura ms ldico. Los nios estn frecuentemente

    en la escuela o en el hogar, en un entorno social burgus, urbano, a

    menudo con la figura materna que tiernamente vigila el cumplimiento

    de las normas y la aplicacin al estudio. La Oficina de Ilustraciones y

    Decorado Escolar asuma el control de las representaciones que circu-

    laban y es de suponer que la figura de Jos Mara Ramos Meja tuvo una

    particular influencia en el tipo de representaciones difundidas. Mdico

    higienista dedicado a la psiquiatra, presidente del Departamento Na-

    cional de Higiene, con una produccin intelectual y acadmica de gran

    difusin, como muchos de sus colegas representantes de la intelectua-

    lidad positivista imperante en las ciencias y en las teoras pedaggicas

    de la poca, se adhiri a un discurso eugensico que se fortaleca en los

    mbitos acadmicos, polticos e institucionales.37

    En los libros de texto, que a fines del siglo xix alcanzaron una

    mayor difusin debido a la natural demanda que supuso la expansin

    37 Oscar Tern, Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910), Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2000, p. 83-133.

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  • 137IMGENES PARA LA INFANCIA

    de la escolaridad,38 el desarrollo de sus imgenes experiment un pro-

    ceso similar. El manual escolar, representacin textual reducida de un

    universo cientfico o cultural formalizado pedaggicamente,39 cuyas

    lecciones textuales se presentaban en general acompaadas por vietas

    ilustradas reproducidas de impresos europeos, fueron dando lugar pro-

    gresivamente a cristalizaciones ideolgicas a partir de representaciones

    que reforzaban la transmisin de valores y contenidos nacionales. Joa-

    qun V. Gonzlez, en su introduccin a uno de los primeros libros de

    texto de historia argentina ilustrados justifica la existencia de la imagen

    como estrategia para afirmar la identidad de la poblacin escolar di-

    ciendo:

    La historia, ms que ilustrada, referida por la imagen misma, tiene una

    existencia y un inters distinto del de la obra literaria, difcil de realizar

    en estos grados de la escala didctica; vive por el poder evocador del

    arte, se graba con el doble inters patritico y humano, por la induccin

    subconsciente que la figura por s misma provoca en el observador.40

    Imgenes, consumo y desigualdad social

    A partir de la dcada de 1880 una gran expansin econmica remueve

    a la Argentina de la situacin marginal en la que se encontraba en el

    contexto mundial.41 De 1880 a 1916, la poblacin se triplic, la econo-

    38 Hctor Rubn Cucuzza (dir.) y Pablo Pineau (codir.), Para una historia de la enseanza de la lectura y la escritura en la Argentina. Del catecismo colonial a La razn de mi vida, Buenos Aires, Mio y Dvila, 2004.

    39 Agustn Benito Escolano, Introduccin en A. B. Escolano (dir.), Historia ilustrada del libro escolar en Espaa. Del Antiguo Rgimen a la Segunda Rep-blica, Madrid, Fundacin Germn Snchez Ruiprez, 1997, p. 15.

    40 Joaqun V. Gonzlez, Prefacio de la primera edicin: Un buen libro, en Carlos Imhoff y Ricardo Levene, La historia argentina en cuadros para los nios, Buenos Aires, 1912.

    41 Para la economa del periodo las referencias son numerosas, vanse los volmenes del Censo Nacional de 1895 y 1914; el Censo Industrial de 1908; Jos Carlos Chiaramonte, Nacionalismo y liberalismo econmicos en la Argentina, 1860-1880, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1971; Roberto Corts Conde, El progre-so argentino, Buenos Aires, Sudamericana, 1979; Jorge Sbato, La clase dominan-

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  • 138 SANDRA SzIR

    ma se multiplic nueve veces y el producto interno bruto creci a una

    tasa de 6 % anual. El motor principal de ese crecimiento fueron las

    exportaciones de productos agroganaderos cuyo auge se relacion con

    el desarrollo del capitalismo internacional y sus intercambios comer-

    ciales, en los cuales las economas dominantes exportaban el exceden-

    te de sus productos industriales e importaban alimentos y materias

    primas para manufacturar sus bienes.

    La consolidacin de un Estado nacional unificado a partir de 1862

    haba provisto de un marco jurdico y legal que garantiz la propiedad

    privada y el movimiento libre de capitales. La Campaa del Desierto

    de 1879, que trgicamente elimin y expuls a los pueblos originarios,

    liber la tierra pampeana para la produccin, tras lo cual el precio de

    la tierra se elev y la poblacin productiva aument con la migracin

    interna hacia Buenos Aires y el litoral y con la inmigracin europea. A

    fines del siglo xix se fue conformando el rol exportador hacia los mer-

    cados de ultramar, que si bien la variedad de productos no era mucha:

    trigo, maz, lino, lana, carne vacuna, la cantidad exportada provea al

    pas de abundantes ingresos. La Argentina era el tercer exportador de

    trigo del mundo, luego de Rusia y los Estados Unidos.

    Del mismo modo, hacia fines del siglo xix la industria local expe-

    riment transformaciones a partir de la instalacin de frigorficos, y

    ese movimiento sigui evolucionando en los primeros aos del siglo

    xx. En 1914 el nmero de empresas era el doble de lo que haba sido en

    1895, lo mismo suceda con la cantidad de trabajadores mientras que

    el capital se haba triplicado.42 La creciente poblacin que se incorpo-

    te argentina. Formacin y caractersticas, Buenos Aires, Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administracin/Grupo Editor Latinoamericano, 1987; Fernando Rocchi, El pndulo de la riqueza: la economa argentina en el periodo 1880-1916, en Mirta Zaida Lobato (dir.), El progreso, la modernizacin y sus l-mites (1880-1916), Buenos Aires, Sudamericana, 2000, p. 17-69; Ezequiel Gallo y Roberto Corts Conde, Historia argentina. La Repblica conservadora, Buenos Aires, Paids, 2005.

    42 Juan Carlos Korol, La industria, en Nueva historia de la nacin argenti-na, Buenos Aires, Academia Nacional de Historia/Planeta, 2001, p. 151-152. Vase asimismo Adolfo Dorfman, La industria argentina, Buenos Aires, Solar, 1982 [1942]; Jorge Schvarzer, La industria que supimos conseguir, Buenos Aires, Pla-neta, 1996.

    INFANCIA Terceras.indd 138 21/09/12 11:26 a.m.

  • 139IMGENES PARA LA INFANCIA

    raba al mercado de trabajo impuls la produccin para el mercado

    interno al aumentar la demanda de bienes de consumo final, y en las

    dcadas de 1880 y 1890 comenzaron a surgir en Buenos Aires indus-

    trias modernas que producan alimentos, textiles, muebles. A pesar

    de las limitaciones, debido a polticas econmicas estatales fluctuan-

    tes y los altos costos de los insumos, la industrializacin, junto con el

    crecimiento econmico producto de las exportaciones agroganaderas,

    provoc transformaciones en la economa y en la sociedad, articuln-

    dose con el crecimiento urbano, la cifra de trabajadores y el consumo

    interno. Paulatinamente la produccin, si bien estaba mayormente

    localizada en Buenos Aires, fue creando un mercado nacional que se

    desarrollaba paralelamente con la formacin de la nacin argentina.

    Por otra parte, el comercio mayorista, tradicionalmente relaciona-

    do con la importacin de productos manufacturados fue cambiando en

    funcin del surgimiento de la produccin local. Ofreca productos im-

    portados y nacionales y se desarrollaron las empresas introductoras,

    mayoristas especializados en enviar mercaderas al interior. El comer-

    cio minorista se encontraba slidamente instalado, y diseminado en

    diversos sitios en el pas. Un nuevo tipo de comercio surgido en el siglo

    xix se consolid y multiplic a comienzos del siglo xx: las grandes tien-

    das departamentales. Al modo de los department stores inglesas o

    norteamericanas o del magasin francs, estos comercios se instalaron

    en Buenos Aires, como Harrods, Gath & Chaves y muchos otros, y en

    algunas ciudades del interior, algunos en edificios de varios pisos,

    en los cuales desplegaban sus distintas secciones ropa confeccionada

    para hombres y mujeres, muebles, artculos de bazar, ropa y juguetes para

    nios, y alimentos envasados.

    De modo que a fines del siglo xix, de acuerdo con Fernando Roc-

    chi, el mercado experiment cambios cuantitativos y cualitativos que

    llevaron a la formacin de una sociedad de consumo masivo que ter-

    min por plasmarse con mayor definicin en los primeros aos del

    siglo xx.43 Esta formacin se desarroll articulndose con la publi-

    cidad, que se constituy como una de las principales estrategias de

    43 Rocchi, op. cit., p. 52.

    INFANCIA Terceras.indd 139 21/09/12 11:26 a.m.

  • 140 SANDRA SzIR

    expectativas de venta, estableciendo una comunicacin directa entre

    el fabricante y los consumidores.

    La publicidad, entonces, resulta una forma moderna de vender,

    para lo cual el capitalismo debe educar a los consumidores, por un

    lado, hacia determinadas necesidades que no existan previamente, e

    introducindose en la vida cotidiana vendiendo nacionalmente a luga-

    res y comunidades distantes y dispares la misma cultura comercial. La

    publicidad cre espacios y prcticas, mayormente dirigidos a las mu-

    jeres, en los cuales intent mostrar la compra no como una obligacin

    cotidiana sino como una actividad placentera.

    La publicidad y la prensa masiva interactuaron de tal manera que

    la mutua necesidad fue expresada en trminos que la produccin nacio-

    nal de productos y su deseo de alcanzar un mercado nacional demand

    un medio tambin nacional para difundirse, a la vez que la publicidad

    facilit la disminucin de precios de los peridicos que se sostenan

    en gran medida con la venta de avisos, lo cual aumentaba las ventas

    y la masividad. De modo que las imgenes para la infancia trascendie-

    ron los libros de texto y los materiales didcticos y encontraron otro

    canal de difusin y desarrollo a travs de la cultura grfica que haba

    incorporado la imagen a gran cantidad de artefactos culturales. Los

    lectores infantiles escolarizados, y los que no lo estaban, tenan acceso

    a otros productos inscritos en la cultura del consumo, ya que el capi-

    talismo de fines del siglo xix y comienzos del xx, en gran medida glo-

    balizado, logra incorporar a la infancia a la cultura de mercado y al

    panorama comercial de los bienes.44 Las imgenes para la infancia y

    sus representaciones se multiplicaron en los semanarios populares

    ilustrados del estilo de Caras y Caretas, primer impreso que utiliz las

    nuevas tecnologas brindando a los lectores una disponibilidad masiva

    de imgenes.

    A partir de su aparicin, en 1898, Caras y Caretas se constituy en

    la Argentina en una de las primeras expresiones tempranas de la cultu-

    ra de masas que alcanz regularmente a un pblico amplio de clases

    44 Daniel Thomas Cook, The commodification of childhood. The childrens clothing industry and the rise of the child consumer, Durham/Londres, Duke Uni-versity Press, 2004, p. 2.

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  • 141IMGENES PARA LA INFANCIA

    media y popular urbanas en un contexto social y geogrfico extenso. Si

    bien no se trataba de una publicacin especialmente destinada a la in-

    fancia, incorpor contenidos dirigidos a toda la familia en su pretensin

    de alcanzar un pblico masivo. La diversidad de contenidos que carac-

    terizaron al semanario se expresaba asimismo en la estructura material

    del impreso, distinguida por una puesta en pgina fragmentada por una

    profusin de imgenes de diversas modalidades visuales insertas junto

    al material escrito. El programa grfico que articulaba texto e imagen

    en forma conjunta abarc tambin la publicidad, fenmeno en el cual

    Caras y Caretas cumpli, entre los medios de comunicacin, una fun-

    cin precursora. En efecto, los semanarios ilustrados desempearon un

    papel importante en la formacin de prcticas de consumo conforman-

    do a sus lectores como consumidores pero tambin constituyendo a los

    avisadores y a sus prcticas de publicitar.45

    En el contexto del surgimiento del consumo como un terreno que

    permiti expresar las diferencias sociales y las aspiraciones de ascenso

    de la clase media, surgen a fines del siglo xix los avisos de productos

    dirigidos a la infancia o que la representan a travs de sus imgenes.

    Gran parte de los avisos publicitaba a travs de imgenes de nios.

    stos son utilizados con una funcin persuasiva para promocionar

    cualquier tipo de producto, t, bebidas alcohlicas la cerveza nutre

    de tal manera que se le puede dar al nio en la mamadera, gram-

    fonos, cigarrillos como en el caso de los cigarrillos Pars, servicios

    funerarios o jabones.

    Del igual modo el Estado haca uso poltico de la infancia recu-

    rriendo a los grupos de escolares como parte de la liturgia patritica

    para incentivar sentimientos de devocin durante las fechas conme-

    morativas. En ocasin del 25 de mayo o del 9 de julio las notas de Caras

    y Caretas sealan que otro de los ms caractersticos aspectos del

    festival ha sido, como en el ao anterior, pero en mayor escala an, la

    45 Ellen Gruber Garvey, The adman in the parlor: magazines and the gende-ring of consumer culture, 1880s to 1910s, Nueva York/Oxford, Oxford University Press, 1996; Richard Ohmann, Selling culture: magazines, markets and class in the turn of the century, Londres/Nueva York, Verso, 1996.

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  • 142 SANDRA SzIR

    participacin del elemento escolar,46 que adems haba asistido por

    grupos al Museo Histrico y a la pirmide de Mayo. Las imgenes fo-

    togrficas abundan en estas notas al igual que en aquellas en las cuales

    se mostraba a los nios disfrazados en los das de carnaval, promovien-

    do una espectacularidad de los festejos y de las figuras infantiles exhi-

    bidas como atractivo ldico.

    Sin embargo, los nios no eran los destinatarios directos de los

    avisos publicitarios. Los anuncios de ropa o alimentos indican que,

    quienes creaban los avisos no miraban a travs de los nios, sino que se

    dirigan al mundo de los adultos. Los comerciantes y publicistas de fines

    del siglo xix orientaban su discurso hacia las madres como mercado

    primario y no hacia los nios como consumidores individuales. Las

    grandes tiendas como Al Palacio de Cristal o A. Cabezas publicitan los

    trajes de temporada para nios, con ilustraciones que los presentan

    como adultos ms pequeos, con ciertas distinciones. Los cuellos ador-

    nados, las rodillas descubiertas en las polleras de las nias como en los

    pantalones cortos de los varones, y el generalizado estilo marinero de-

    notan las diferencias con las modas de las seoras y de los hombres

    adultos. Los nios prolijos y bien alimentados evocan la preocupacin

    de la poca por la mortalidad infantil que suscitaba debates en la esfera

    pblica y que puso a la relacin madre-hijo en la agenda higienista como

    parte de una poltica de propsitos ms amplios de regulacin social,

    vigilancia y control moral de la poblacin y particularmente de los sec-

    tores populares.47

    Granja Blanca apelaba al calificativo de cientfico para anunciar

    su leche pasteurizada y su leche maternizada que haba obtenido el

    Gran Premio de Honor de la Exposicin Nacional de 1898, y 14 meda-

    llas en diferentes concursos, ya que posea el nico aparato que elimi-

    naba los microbios de la leche y todo tipo de materia impura. Similar

    idea puede observarse en los anuncios que presentaban aparatos para

    esterilizar y conservar la leche. Sin embargo, el semanario presenta en

    46 Caras y Caretas, Buenos Aires, ao iv, n. 189, 1o. de junio de 1900.47 Juan Suriano, Introduccin. Una aproximacin a la definicin de la cues-

    tin social en Argentina, en Juan Suriano (comp.), La cuestin social en Argenti-na, 1870-1943, Buenos Aires, La Colmena, 2004, p. 1-29.

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  • 143IMGENES PARA LA INFANCIA

    algunas notas el discurso mdico que sostiene la vital importancia de

    la lactancia natural como lo muestra la iniciativa del doctor Aroz Al-

    faro, que en vistas de la alta mortandad infantil haba inaugurado un

    consultorio en el Hospital San Roque, al que se denomin La Gota de

    Leche, y en el cual se dispona de varias amas que gratuitamente daban

    el pecho a los nios cuyas madres se encontraban enfermas o sin posi-

    bilidades de hacerlo.

    Otras publicidades, dirigidas sencillamente a la salud de las ma-

    dres, sostienen que el cario maternal debe ser previsor. Las madres

    que desean la felicidad de sus hijos deben tratar de conservarse sanas

    y robustas.48 De modo que el compuesto de apio de Paine fortificaba

    el sistema nervioso y contribua a evitar la neurastenia. La joven madre

    de cabello largo, sonriente, que alzaba a su pequeo hijo, tambin son-

    riente, presentaba un aspecto de mujer saludable.

    Sin embargo, progresivamente desde comienzos del siglo xx las

    publicidades de Caras y Caretas comienzan a interpelar a los nios

    como tales, primero en los avisos de juguetes y posteriormente en los

    de otros bienes de consumo, como golosinas, y las imgenes se ven

    involucradas en ese cambio, en el que se comienza a transitar a travs

    de los ojos de un nio, y no ya slo desde la perspectiva de las madres.

    Si bien los textos continuaban dirigindose a los adultos, la imagen de

    gran desarrollo, a menudo a doble pgina, era indudablemente atrac-

    tiva a la mirada infantil, ya que todo tipo de juguetes se desplegaba en

    grandes dibujos descriptivos de trazos lineales. Caras y Caretas recu-

    rri a lo ldico adems de lo instructivo homologndolo con la mayora

    de los contenidos de la seccin Pginas Infantiles de la propia revista,

    pginas que incluan relatos, cuadros con humor grfico, instrucciones

    ilustradas con juegos para armar, adivinanzas y diversos juegos visua-

    les para resolver. Con el carcter editorial satrico y humorstico, ade-

    ms de informativo y literario, Caras y Caretas pretenda abarcar

    todos los aspectos de la vida social y convertirse en un moderno medio

    de comunicacin para todos los gustos.

    48 Caras y Caretas, varios nmeros.

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  • 144 SANDRA SzIR

    Algunas notas presentan a los nios como clientes reales con poder

    de decisin, fenmeno que ya entrado el siglo xx involucr al diseo de

    objetos de acuerdo con los deseos infantiles y a la estructuracin de es-

    pacios comerciales de venta a su escala. Una eleccin difcil49 presen-

    ta a un grupo de nios frente a una vidriera en los das de Navidad,

    mientras que un hombre y una mujer se mantienen un paso atrs. El

    nio consumidor es una construccin discursiva con una historia, que

    tiene caractersticas identificables, construccin que surgi ligada a

    valores del mercado y sus mecanismos, que transmitieron sentidos y

    crearon otros, preceptos y sanciones de lo bueno y lo malo vinculados

    a pautas de la poca. La cultura del consumo acomod la definicin del

    concepto de infancia en una red de nociones histricamente situada,

    ms o menos confluyente con los sentidos sociales, polticos e institu-

    cionales que expresan las diferentes categoras de clase, gnero, grupos

    sociales y culturales, sus privilegios y exclusiones. Si las campaas

    estatales de escolarizacin tuvieron la aspiracin de incorporar masi-

    vamente a la poblacin infantil al sistema educativo, la cultura del con-

    sumo persigue asimismo el deseo de integrar al consumo a todas las

    capas sociales, pero ni las primeras ni la segunda logran evitar las ex-

    clusiones. As lo expresa la publicacin con respecto a la prctica del

    consumo.

    Viendo la fisonoma especial que Buenos Aires adquiere en esas fechas,

    un creyente pensara que el diablo toma cuerpo en las portentosas crea-

    ciones del arte y de la industria. [] Pero las vidrieras de los juguetes

    son las que renen el encanto para todos. El pequeuelo sonre embe-

    lesado viendo tanto prodigio de cartn, y los que les acompaan sonren

    an ms mirando la ingenua admiracin, la avariciosa mirada de los

    ojos infantiles. Qu estupenda coleccin de muecas, ferrocarriles en

    miniatura, soldados de plomo, mnages de liliputienses, armas de pig-

    meos y herramientas diminutas! [] Los nios pobres tienen la misma

    49 Una eleccin difcil, Caras y Caretas, Buenos Aires, ao viii, n. 325, 24 de diciembre de 1904.

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  • 145IMGENES PARA LA INFANCIA

    opinin, pero como no tienen a quin pedir nada, se contentan con

    mirar las vidrieras.50

    Se indican de este modo desigualdades sociales que son ostensi-

    blemente puestas a la luz en las pginas del semanario, desplegando

    numerosas reseas sobre la sociabilidad infantil de la alta burguesa y

    su contraparte, la infancia excluida de esos privilegios. Matins infan-

    tiles en las tardes de invierno celebradas en casas elegantes de la ave-

    nida Alvear, concursos de belleza, bailes infantiles, o rifas de muecas

    a beneficio en las cuales los nios ensayaban la caridad. Pero no slo

    en mbitos privados se practicaban estas actividades, los paseos urba-

    nos son tambin escenario de las realidades sociales como Los jueves

    en la Recoleta en el cual se registra la moda de llevar a los nios a

    jugar en el prado que se extenda entre la avenida y el muro del Hos-

    picio de Mendigos. Desde el medioda llegaban carruajes conduciendo

    a los nios de las familias ms encumbradas de Buenos Aires, que

    iban con sus madres o con las institutrices o nieras, y llevaban las

    muestras de los juguetes ms lujosos, pero de vez en cuando se ven

    asomando la cabeza por entre la hojarasca los muchachos callejeros

    que suspenden sus correras por los cercos vecinos para ver cmo se

    divierten los mimados de la fortuna.

    Y, como todo lo que ocurre en la vida, no slo los pequeuelos guiados

    por institutrices o madres cariosas, sino muchos chiquilines de indu-

    mentaria afligente, aguardan con emocin el da fijado, el da de moda

    infantil. Nos queremos referir con esto a los diminutos vendedores de

    indigestas masitas o chucheras de aplicacin imposible de reconocer.

    Van a realizar su comercio, con toda la seriedad de personas mayores

    y soando con fruicin en la ganancia en el exceso de ganancia sobre

    el total que quienes les explotan habrn fijado a la mercanca de que les

    proveen.51

    50 Nios y juguetes, Caras y Caretas, Buenos Aires, ao iii, n. 117, 29 de diciembre de 1900.

    51 Los jueves de la Recoleta, Caras y Caretas, Buenos Aires, ao iv, n. 144, 6 de julio de 1901.

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  • 146 SANDRA SzIR

    La estrecha relacin del semanario con la publicidad no impidi

    que los escritores de Caras y Caretas sealaran cuestiones sociales que

    comenzaban a ser altamente visibles en las calles de Buenos Aires y el

    semanario participaba de ese modo de las preocupaciones que ocupa-

    ban los discursos polticos del momento.

    Consideraciones finales

    Las imgenes de fines del siglo xix y comienzos del xx destinadas a la

    infancia o a su representacin, que conforman el aparato educativo

    argentino o que se destinan al consumo, mantienen en apariencia cua-

    lidades muy diversas. Las primeras exhiben una intencin prescripti-

    va, didctica, insisten en los valores morales y las buenas conductas,

    mientras las segundas muestran una retrica ms ldica, que apela al

    humor, a los tiempos de ocio y el juego. Unas persiguen la integracin

    social en una entidad nacional, otras sostienen la jerarquizacin y las

    diferencias.

    Ambos grupos pertenecen, sin embargo, al conjunto mayor de

    imgenes reproducidas en forma masiva que la cultura grfica desple-

    g, a travs de las nuevas tecnologas de reproduccin fotograbado,

    reproduccin del color, industrializacin de la litografa insertndo-

    las en la vida cotidiana y en todos los campos sociales. A partir de fines

    del siglo xix la imagen comenz a estar presente en una variedad de

    soportes y en diversos objetos de las artes industriales disputndole al

    texto su dominio en los procesos de construccin de sentido. De modo

    tal que debe observarse que las imgenes, a pesar de manifestarse en

    forma diferente al operar con funciones institucionales diversas, per-

    tenecen a un contexto de produccin comn. Las imgenes provenan

    de un mismo universo industrial de elaboracin y los modelos visuales

    eran similares.

    Pero las imgenes estudiadas tienen otro aspecto en comn am-

    bos grupos presentan modalidades de representacin que apelan a la

    construccin ideolgica de un modelo homogneo de nio blanco con-

    tenido entre los espacios de la familia y el sistema escolar, contrapues-

    to al concepto de menor. Esta categora, surgida a fines del siglo xix, y

    sostenida por innumerables discursos mdicos, criminolgicos y peda-

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  • 147IMGENES PARA LA INFANCIA

    ggicos52 que se ocuparon de ella, indica que un altsimo porcentaje de

    la poblacin infantil se inclua en esa representacin, nios que no

    asistan a la escuela, que trabajaban, o no tenan hogar, que eran po-

    bres, o estaban institucionalizados.

    A lo largo de la historia, las imgenes han sido fcilmente consa-

    gradas al uso ideolgico por parte de las instituciones de poder. Pero

    en una poca que otorg particular confianza al paradigma de lo vi-

    sible, y que instituy procedimientos capaces de reproducir y diseminar

    imgenes en una escala indita susceptibles de insertarse en todos los

    campos y saberes, las representaciones visuales adquirieron un valor

    particular.

    Las herramientas tericas y metodolgicas de la comunicacin

    visual indican que los elementos grficos a los que apelan los objetos

    culturales, sin oponerse a los modos discursivos, sugieren la introduc-

    cin de una dimensin extra de significado en el mensaje, o una ruta

    alternativa para su comprensin a travs de la mirada.53 Esto implica

    sumar nuestra mirada interpretativa para atender a las cualidades de

    la imagen en sus condiciones de produccin y sus prcticas de apropia-

    cin por parte de sus receptores.

    Las imgenes constituyen una alternativa de anlisis a la que de-

    ben aplicarse herramientas tericas y metodolgicas de carcter inter-

    disciplinar pero manteniendo cierta especificidad para observar lo

    visual. La historia de la cultura visual y su apertura hacia nuevos obje-

    tos nos permite indagar en esas representaciones que no fueron con-

    cebidas como imgenes artsticas pero que conformaron la experiencia

    visual de nuestros nios de fines del siglo xix y comienzos del xx, mo-

    mento en el cual surge el proceso de masificacin de la cultura visual.

    Considerando que la mirada, adems de una operacin fsica es

    un hecho social e histrico, o una construccin cultural, hiptesis que

    52 Carolina Zapiola, Nios en las calles, en Sandra Gayol y Marta Madero (eds.), Formas de historia cultural, Buenos Aires, Prometeo/Universidad Nacional de General Sarmiento, 2007, p. 305-332.

    53 Michael Twyman, The emergence of the graphic book in the 19th century, en Robin Myers y Michael Harris (eds.), A millennium of the book. Production, design & illustration in manuscript & print 900-1900, Winchester, New Castle/Oak Knoll Press, 1994, p. 135.

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  • 148 SANDRA SzIR

    propone que la visin se construye histricamente ligada a tcnicas y

    discursos que la informan y la habilitan, el desafo reside en poder

    indagar, por ejemplo, en los modos en los cuales la escuela como espa-

    cio de discurso formal y la cultura visual masiva construyeron la mira-

    da. Es altamente comprensible el rechazo en nuestro pas a las

    tempranas vanguardias de principio de siglo xx si lo ligamos a esa idea

    de gusto clsico de la institucin escolar y a las teoras pedaggicas y

    estticas que se generaban en esos espacios. Pero adems, el papel de

    las nacientes publicaciones peridicas ilustradas de carcter masivo se

    apoyaron en informaciones cientficas y culturales, discursos, tcnicas

    y prcticas de mirar que configuraron los modos de visin de la poca,

    en parte coincidentes con los modos de visin escolares y en parte di-

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