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INSTITUTO DE INVESTIGACIONES DR. JOSÉ MARÍA LUIS MORA “EVOLUCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO EN EL ACTUAL CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE MÉXICO: UNA VISIÓN A TRAVÉS DE LAS POLÍTICAS URBANAS, 1928-1953” T E S I S QUE PARA OBTENER EL GRADO DE DOCTORA EN HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA P R E S E N T A : LUZ CECILIA RODRÍGUEZ SÁNCHEZ Director: Dra. Regina Harnández Franyuti México, D.F. Diciembre de 2010. Esta Investigación fue realizada gracias al apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología

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INSTITUTO DE INVESTIGACIONES DR. JOSÉ MARÍA LUIS MORA

“EVOLUCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO EN EL ACTUAL CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE MÉXICO: UNA VISIÓN A TRAVÉS DE LAS POLÍTICAS URBANAS, 1928-1953”

T E S I S QUE PARA OBTENER EL GRADO DE

DOCTORA EN HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA

P R E S E N T A : LUZ CECILIA RODRÍGUEZ SÁNCHEZ

Director: Dra. Regina Harnández Franyuti México, D.F. Diciembre de 2010.

Esta Investigación fue realizada gracias al apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología

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iii

Cada ciudadano es un urbanista que se ignora

Paul Virilio

iv

v

A mi madre por su ejemplo, a Migue por su amor y sus consejos,

a Cass mi inseparable compañero.

vi

vii

Agradecimientos

Llevar a buen puerto este proyecto fue posible gracias al apoyo de muchas

personas que de una u otra manera no sólo contribuyeron con sus comentarios y

críticas, sino que estuvieron presentes a lo largo este viaje de tres años.

En primer lugar agradezco a la Dra. Regina Hernández Franyuti por su

invaluable asesoría y apoyo que fueron fundamentales para desarrollar esta tesis,

asimismo a la Dra. Eulalia Ribera Carbó y al Dr. Gerardo Sánchez Ruiz quienes a

través de sus críticas y comentarios acertados enriquecieron y ayudaron a dar

forma y coherencia a un proyecto que se fue consolidando con el tiempo.

De igual manera agradezco todo el apoyo recibido por parte del Instituto

Mora, especialmente al personal de la biblioteca de quienes siempre recibí una

gran ayuda para conseguir el material necesario, aunque hubiese que requerirlo

más allá de las fronteras.

De manera especial, quiero expresar mi agradecimiento al Dr. Alberto

González Pozo, a quien considero uno de mis grandes maestros, pues gran parte

de mi interés y gusto por el urbanismo, la historia y la conservación se lo debo a

él.

Por último, no puedo omitir a mi madre Cecilia Sánchez a quien además de

admirar como persona, fue parte esencial en el desarrollo de este trabajo, pues de

manera altruista leyó y corrigió cada pagina más de una vez y, por supuesto, a

Miguel Ángel Ronquillo mi urbanista de cabecera que me soportó, toleró y motivó

no sólo para concluir sino para emprender el doctorado.

viii

ix

Índice

Abstract .…………………………………………………………………….. xi Lista de figuras …………………………………………………………….. xii Lista de abreviaturas ………………………………………………………. xv Introducción ..……………………………………………………………….. 1 Capítulo I 1. Tres conceptos para abordar un problema: espacio público, planificación urbana y centros históricos ....……………………………..

11

1. 1 ¿Qué es el espacio público? .………………………………….……. 12 1.2 La intervención del Estado como regulador del espacio público .... 25 1.3 El espacio público como manifestación social ..……………………. 27 1.4 La planificación urbana y su relación con el espacio público ..…... 28 1.5 El concepto de centro histórico .……………...……………………… 37

1.5.1 El centro histórico de la ciudad de México ………………… 45 1.6 Conclusiones ………………………………………………………….. 52 Capítulo II 2.0 Consolidación de una nueva disciplina: planificación urbana ...….. 57 2.1 Orígenes de la planificación urbana: George Eugenè Haussmann e Ildefonso Cerdá ..…………………………………………………………

58

2.2 Las primeras aportaciones de la escuela alemana a la planificación urbana ..……………………………..……………..…………

69

2.3 Las contribuciones inglesas y norteamericanas a la planificación urbana .…………………………………………………..…………………..

75

2.4 La Carta de Atenas y sus implicaciones en la planificación urbana 90 2.5 Conclusiones .…………………….…………………..……………….. 93 Capítulo III 3.0 Primeros ensayos de planificación en la ciudad de México: de las Reformas Borbónicas al Porfiriato .…………………………………….…

101

3.1 Policía y reglamentación factores fundamentales en el orden urbano ……………………………………………………………………….

104

3.2 La planificación urbana en la ciudad de México de 1770 a 1876 .. 111 3.2.1 La ciudad centralizada: la plaza mayor y sus alrededores .. 111 3.2.2 La ciudad bipolar: más allá del centro ....…………………… 123 3.2.3 El porfiriato: algunos ejemplos de expansión y transformación (calles, colonias y jardines) del núcleo central de

x

la ciudad de México ...……………………………………………….. 128 3.3 Conclusiones .…………………………………………………….……. 145 Capítulo IV 4.0 La vía pública como reflejo de las preocupaciones e intereses de las políticas urbanas: la planificación urbana del centro de la ciudad de México ……………………………………………………………………

151 4.1 La planificación urbana como alternativa para enfrentar los problemas de las ciudades en las primeras décadas del siglo XX .…..

154

4.1.1 La difusión una nueva disciplina: la planificación urbana moderna en México .…………………………………………………

157

4.2 La planificación urbana del centro de la ciudad como instrumento de las políticas urbanas (1928-1953) ..…………………………………..

163

4.2.1 La pérdida de la libre municipalidad y sus implicaciones en el desarrollo de la planificación urbana en la ciudad de México ..

166

4.3 Disposiciones generales relativas a la administración y a la planificación urbana de la ciudad de México: el Plano Regulador de Carlos Contreras ……………………………….…………………………..

169 4.4 La transformación física del espacio público en el centro histórico de la ciudad de México un resultado de la planificación urbana ...……

186

4.5 Del “primer cuadro” a la “zona típica”: el reconocimiento de los valores históricos y culturales del centro de la ciudad de México .……

197

4.6 Legislación urbana: la regulación del espacio público en el centro histórico de la ciudad de México ………………………….………………

204

4.6.1 Los reglamentos de construcción como instrumentos para mejorar la funcionalidad del espacio público .……………………..

206

4.6.2 Legislación del espacio público dirigida a la ciudadanía y a las autoridades ……………………...………………………………..

210

4.6.3 La regulación del trabajo en la vía pública .………………… 221 4.7 Conclusiones .………………………………………………………….. 229 Conclusiones ….…………………………………………………………… 235 Fuentes consultadas ..…………………………………………………….. 251 Anexos ……………………………………………………………………… 267

xi

Abstract

Into the urban history the transformation of the cities has been studying from

different perspectives, this thesis tries to be an approximation from the public

space as an essential element for the urban structure and the urban life, because

it’s impossible to think and understand the city without it.

The cities has been studied from multiples ways, nevertheless the study of

the public space represents an emptiness, in spite of it offers many possibilities to

understand the urban transformation, because it is a mirror of the society and it has

been a constant conflict point. Then throughout retrospective study it is possible to

indentify what have been the factors that have provoked this transformation, not

only in its morphology but also in its functions and activities that are developed in

this space. In order to understand this process this thesis is focused on the

transformation of the Historic Center of México City, since 1928 to 1953.

There are many ways to approach to this theme, yet this work is centered

only in the urban policies (regulations, laws, decrees, agreements, plans,

programs, etc.) indentifying its implications as well as the main concerns that had

the public authorities about the social, cultural and political issues that affected the

use and appropriation of the public space during the study period.

At the same time urban planning had an important role into this process as

one of the most important elements that had a transcendental participation into the

morphological and functional city changes and as a consequence, in the way of

this city has been lived.

xii

xiii

Lista de figuras

Figura Pág.

1.1 Plano del centro histórico de la ciudad de México, en el que se destacan los espacios abiertos y el perímetro A …………..

47

2.1 Plano de París de 1853 antes de la intervención de Haussmann …………………………………………………..……

64

2.2 Esquema de la intervención de Haussmann en el que destaca la apertura de nuevas vialidades ………………………

64

2.3 Proyecto de reforma y ensanche para la ciudad de Barcelona, elaborado por Ildefonso Cerdá, 1859 …………..…

68

2.4 Diagramas de la ciudad jardín propuesta por Howard en 1898 77 3.1 Mapa plano de la muy Noble, Leal e Imperial ciudad de México,

1753 ………...…………………………………………….

112 3.2 Plano iconográfico de la ciudad de México, elaborado por el

Maestro mayor D. Ignacio Castera, 1794 ………………...…….

116 3.3 José Joaquín Fabregat. Vista de la Plaza Mayor de la ciudad de

México en 1797, con la estatua ecuestre en bronce del rey Carlos IV de España, El Caballito ………………………….……

118 3.4 Litografía de Paseo de la Reforma (1869 apróx.), Casimiro

Castro ………………………………………………………………

124 3.5 Plano General de la ciudad de México de 1861 ………..…….. 127 3.6 Infraestructura de transporte de la ciudad de México en 1910 130 3.7 Plano del proyecto de ensanche de la ciudad de México,

formado por el ciudadano Salvador Malo, quien lo dedica al ciudadano presidente de la Republica, general Porfirio Díaz, 1894 ……………………………………….………………………..

132 3.8 Plano de la Alameda después de las reformas de 1901……… 138 3.9 Plano de la ciudad de México, en el que se pueden apreciar la

expansión urbana que se tiene hasta 1909 ………………....

140 4.1 Plaza de la constitución estudio de arterias de acceso a la

plaza, incluido en el Plano Regulador de Distrito Federal de Carlos Contreras, 1933 ……………………………………..……

178 4.2 Vista área de la ciudad de México, donde se distingue la Av.

San Juan de Letrán antes de las obras de alineamiento, al costado derecho del Teatro Nacional, hoy Palacio de Bellas Artes, 1927 ……………………………………………………..….

189 4.3 Proyecto para la creación de la Av. 20 de Noviembre, asesor

Vicente Urquiaga, Departamento del Distrito Federal, 1934 …

192 4.4 Plano elaborado por la compañía de seguros Sanborn. 1905 . 195 4.5 Plano del centro de la ciudad de México, en el que se muestra

la traza anterior a las trasformaciones, retomado de un mapa elaborado en 1905 ……………….…………………….

226

xiv

Figura Pág.

4.6 Plano de apertura, alineamiento y ensanche de vialidades centro de la ciudad de México elaborado a partir del plano catastral del 2000 ……………………………………..…………..

227 4.7 Plano de aproximación de zonas típicas del centro de la ciudad

de México elaborado a partir del plano catastral del 2000 ………………………………………………………..……….

228

xv

Lista de abreviaturas

AGN Archivo General de la Nación AHGDF Archivo Histórico del Gobierno del Distrito Federal Cd. ciudad CIAM Congreso Internacional de Arquitectura Moderna DF Distrito Federal DDF Departamento del Distrito Federal DOF Diario Oficial de la Federación Ibid Ibidem ICOMOS International Council of Monuments and Sites (siglas en

inglés). Consejo Internacional de Monumentos y Sitios

núm. número p. pp. página, páginas PNR Partido Nacional Revolucionario UNESCO United Nations Educational, Scientific and Cultural

Organization (siglas en inglés). Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

vol. vols. volumen, volúmenes

1

Introducción La historia urbana representa una veta de estudio que ofrece un sinfín de

posibilidades para ahondar en todos aquellos aspectos que aluden a los

procesos de formación, consolidación, transformación y desarrollo de las

ciudades, para tratar de entender de qué manera funciona el engranaje que

da lugar a la dinámica urbana, es necesario hacer referencia a un cúmulo de

factores que de una manera u otra inciden en ella, en virtud de que la ciudad

no es sólo la red de calles que define su traza sino también los edificios, y lo

que en ésta sucede, así como su pasado, lo que en conjunto le da sentido al

espacio urbano.

Es por ello que al pretender explicar de cómo se fue dando el proceso

de desarrollo de una ciudad, se indispensable incorporar tanto los aspectos

que aluden a su conformación morfológica, como los que en cierta forma le

dan significado: su población, su organización social, política y administrativa

o sus actividades económicas; la suma de todos ellos es lo que alimenta la

dinámica de la vida urbana, dentro de la cual a lo largo de la historia, el

espacio público ha significado un factor determinante, tanto en el desarrollo

de las ciudades y la sociedad misma, razón por la que hoy representa un

importante tema de discusión e intervención, pues como Jordi Borja lo

enuncia: “la historia de la ciudad es la de su espacio público”.1

Uno de los objetivos de esta investigación es entender el papel que ha

jugado el espacio público,2 dentro de este proceso de transformación,

concebido como un elemento estructural de toda urbe, que más allá de

definir su traza, ha tenido un papel esencial dentro de la historia de la

planificación urbana y, por tanto, de las políticas urbanas al ser un constante

1 Borja, Espacio, 2003, p. 15. 2 El espacio público al que se hace alusión en este trabajo es el espacio abierto de uso común, que se materializa en las ciudades a través de calles, p arques, plazas, jardines, paseos, etcétera. Más adelante, en el Capítulo I se dará una mayor explicación al respecto.

2

motivo de discusión y preocupación para las autoridades, por todo lo que en

dicho espacio acontece. Así pues a través de un recorrido general de la

historia de la planificación moderna, es posible ver cómo la problemática que

se vivía en la vía pública, se convirtió en uno de los detonantes que motivó la

conformación de esta nueva disciplina.

Ejemplo de ello, es detectar o percibir como el crecimiento que

comienzan a experimentar las ciudades durante el siglo XIX a consecuencia

de la industrialización, trajo consigo nuevos problemas, debido a que además

de una expansión desordenada, el común denominador era la insalubridad

de la vía pública, aunado a los incipientes problemas de tráfico y al conjunto

de todas aquellas cuestiones inherentes a la habitabilidad y funcionalidad de

las urbes. Es ante este panorama que los pioneros de la planificación se

vieron motivados a idear soluciones que hicieran de las ciudades espacios

habitables, lo que dio lugar a una nueva manera de pensar la ciudad, pues

los conflictos a los que se enfrentaban exigían soluciones integrales, que

dejaran atrás las obras puntuales tan distantes de un proyecto formal de

ciudad.

En este sentido, el espacio público se convierte en el escenario de

acción cuando comienzan a generarse las primeras propuestas de

intervención para revertir las anomalías, siendo las obras de Georges

Eugène Haussmann, en Paris, y el proyecto de ensanche de Barcelona, de

Ildefonso Cerdá, los referentes que darían lugar a una nueva disciplina: la

planificación urbana, en la cual el Estado adquiere un papel determinante, al

convertirse en la máxima autoridad para guiar el futuro de las ciudades, bajo

una responsabilidad compartida en la que intervienen los intereses privados y

la ciudadanía.

A partir de lo anterior, puede entenderse el papel determinante que

tiene la historia de la planificación para comprender la transformación de la

vía pública, bajo el concepto de que la relación ciudad-espacio público es

indisoluble, pues de éste depende, en gran parte, la estructura y

3

funcionamiento de toda urbe, al ser no sólo escenario sino espejo de la

sociedad que lo habita.

Es por ello que esta investigación ofrece una perspectiva que hasta

ahora ha sido poco trabajada; si bien la evolución de las ciudades constituye

un tema ampliamente estudiado desde múltiples enfoques, pocas veces se

ha abordado a partir de un análisis del espacio público, que permita ver de

qué manera éste ha intervenido en dicho proceso y, al mismo tiempo, cómo

se ha integrado dentro de las políticas urbanas.

Por otro lado, los estudios históricos que se han realizado hasta ahora

poco han profundizado en cuestiones referentes al espacio público como

elemento determinante de la dinámica urbana, razón por la cual éste ha

jugado un papel determinante dentro de las políticas urbanas y, por ende, en

la planificación de las ciudades. Dicho fenómeno es más evidente en el

centro histórico de la ciudad de México, pues la carga histórica que lo define,

permite identificar diversos elementos que ayudan a entender no sólo la

transformación de la ciudad, sino su condición actual.

Así pues, al estudiar la historia de una ciudad, más allá de identificar

cuáles han sido las modificaciones que ha sufrido el espacio urbano, lo

interesante es indagar a qué respondieron éstas y qué justificación se les dio

en su momento, lo que a su vez permite conocer la importancia que estos

lugares han tenido dentro del funcionamiento de las ciudades; de ahí que sea

importante comprender cómo las autoridades y el Estado, han actuado para

procurar su funcionalidad mediante el pronunciamiento de ciertas medidas,

dirigidas a favorecer una sana convivencia por parte de la sociedad.

Al respecto, es preciso aclarar que realizar un estudio en el que se

incluyan todos los elementos que intervienen en la conformación y definición

del espacio público de una ciudad en un periodo especifico, resulta un tanto

pretencioso, pues difícilmente puede abarcarse un espectro tan amplio como

es la complejidad inherente a dicho espacio, en la que intervienen factores

morfológicos, funcionales, económicos, políticos, sociales y culturales. Ante

4

tal premisa, este trabajo, a fin de comprender parte del fenómeno, se planteó

desde su inicio identificar y, por lo tanto, analizar cuáles han sido los

instrumentos empleados por parte de las políticas urbanas que, de manera

directa o indirecta, han tenido algún impacto no sólo en la trasformación del

espacio público, sino en el valor que el Estado le ha otorgado a éste como

medio para manifestar su poder y alcanzar así el ideal de ciudad.

Una vez aclarado lo anterior, se optó por abordar el tema mediante

una revisión y análisis de las políticas urbanas,3 entendidas como la forma de

intervención de los aparatos del Estado, en la organización y uso del espacio

urbano, cuya materialización se da a través de diversos instrumentos de

carácter jurídico que tienen como fin regular el ordenamiento y

funcionamiento de la ciudad, es por ello que la planificación urbana juega un

papel protagónico dentro de este proceso, pues la institucionalización de la

misma significa “una modalidad específica de regulación estatal de los

conflictos en torno a la expansión/consolidación-transformación del espacio

urbano. […] la planeación urbana no dirige el desarrollo urbano sino que

opera como un instrumento de gestión de los conflictos en torno a la

apropiación del espacio urbano y de la exclusión”,4 en tanto que los planes y

programas de desarrollo urbano son un acto normativo esencial para el

desarrollo social y económico de los centros de población, pues “incorporan

decisiones estratégicas sobre las dinámicas futuras de los procesos urbanos

[…]”5 por lo que constituyen un referente obligatorio para la ejecución de

obras públicas, del mismo modo su aprobación jurídica es “el acto más

importante del proceso de planeación urbana”,6 razón por la cual el estudio

de las políticas urbanas permite establecer un vínculo entre las acciones de

gobierno y el espacio urbano, que se traducen en la transformación y

regulación del espacio público, entendido éste como vía pública.

3 Rodríguez “Intervención”, 2003, p. 6. 4 Duhau, “Planeación”, 1993, p. 187. 5 Azuela, “Planeación”, 1998, p. 58. 6 Ibid.

5

Por lo tanto, bajo el entendido de que el espacio público por definición

posee un carácter multifuncional que históricamente ha sido proclive al

conflicto, ha provocado que las políticas urbanas adquieran un carácter

dinámico, pues con frecuencia a fin de optimizar el funcionamiento de la

ciudad, se ven obligadas a mantenerse actualizadas de acuerdo a las

exigencias de cada época, y sobre todo a la concepción de espacio urbano y

de ciudad, a la que aspira el Estado, en su carácter de máxima autoridad,

pues las políticas urbanas son una vía para legitimar el poder a través de

diversos instrumentos urbanísticos que regulan y norman la utilización del

espacio, y que en conjunto dan lugar a un proyecto de ciudad.

Es así, que para explicar y contextualizar este fenómeno se eligió la

ciudad de México, como un caso relevante de estudio, pues más allá de las

transformaciones a las que la traza se ha visto sujeta, se encuentran las

políticas urbanas que han buscado en distintas épocas hacer de la capital, un

ejemplo de orden y progreso, en lo que comenzaron a gestarse los primeros

ensayos de planificación que más tarde serían retomados por otras urbes,

pues la ciudad de México no estuvo exenta de los problemas que éstas

enfrentaron las urbes cuando se vieron expuestas a un crecimiento

descontrolado, que alteró su imagen y generó múltiples conflictos en las

calles y plazas, invadidas por vehículos, transeúntes y trabajadores que

encontraron en la vía pública un lugar de trabajo.

Ahora bien, a fin de acotar y poder identificar cuáles han sido los

cambios experimentados en la vía pública, se decidió hacer un acercamiento

a lo que hoy se conoce como centro histórico de la ciudad de México, área

que corresponde a la traza antigua, cuyos espacios han sufrido múltiples

transformaciones para adaptarse a las necesidades de cada época.

Asimismo, la dinámica propia del lugar, ha constituido un factor determinante,

ya que, históricamente la variedad de actividades ha estado presente desde

sus orígenes, condición que al pasar de los años propició que se conformara

una centralidad, hecho que a su vez provocó que la vía pública adquiriera

cualidades diferentes, y el espacio de uso común se convirtiera en un

6

espacio comercial, fenómeno que acentuó la problemática existente, pues

ante todo el centro continuaba siendo un área residencial en la que debía

mantenerse las mínimas condiciones de habitabilidad, tal como lo delatan

todas las leyes y reglamentos de la época.

Por otro lado, la ubicación temporal del estudio comprende de 1928 a

1953, esto responde a la primera etapa identificada por Peter Ward,7 en la

cual ocurren diversos sucesos que tienen un importante impacto en la

historia urbana de la ciudad de México: en 1928 se pierde la libre

municipalidad y se constituye el Departamento del Distrito Federal, hechos

que son determinantes para la consolidación e institucionalización de la

planificación urbana, pues al cambiar la figura jurídico-administrativa del

Distrito Federal, se suprimen los poderes locales y la designación del regente

de la ciudad se convierte en una de las facultades del poder ejecutivo,

situación que coadyuva para que la planificación de la ciudad de México se

vea materializada tanto en el ámbito administrativo, como en las

intervenciones urbanas, que en épocas anteriores se habían visto truncadas

por la falta de acuerdos entre las distintas municipalidades, lo que da lugar a

una nueva política urbana que se traduce en un gran número de

disposiciones que sientan las bases para la regulación del espacio público;

de igual forma, durante estos años surgen las primeras declaratorias de

zonas típicas que representan el origen de lo que más tarde seria

denominado centro histórico, actos que hacen que este periodo sea de vital

importancia no sólo para entender el proceso de desarrollo urbano de la

ciudad y de su núcleo central, sino también en la conformación y maduración

de las políticas urbanas en México.

Con base en las características del espacio público del centro de la

ciudad de México, se da lugar a un singular ejemplo, pues sus calles y plazas 7 El primer periodo que identifica Peter Ward, va de 1928 a 1952, el cual se caracteriza por un gran número de leyes emitidas alusivas a lo urbano. A continuación se ubica el periodo que comprende de 1953 a 1970, que a diferencia del anterior, predomina una notable ausencia respecto a la legislación urbana y, finalmente, el periodo de 1970 a 1988, que resulta significativo por su trascendencia para la planificación urbana tanto a nivel nacional como local. Ward, México, 1991.

7

han sido motivo de constantes conflictos que, desde la colonia, han obligado

a los gobernantes a ejercer un control y una regulación de los usos,

actividades y adecuaciones que en el referido espacio suceden.

En este sentido, el estudio de la planificación urbana representa a su

vez una vía para poder entender el proceso de institucionalización y

legitimación de las obras públicas que han ido conformando el espacio

público del centro histórico de la ciudad de México, lo que permite al mismo

tiempo identificar cuáles han sido los intereses del Estado y de los órganos

de gobierno local, respecto al control y regulación de dicho espacio, pues lo

que desde las primeras décadas del siglo XX las autoridades se percataron

de que la zona central de la ciudad requería ser atendida de una manera

distinta, lo que se vio reflejado en restricciones y prohibiciones específicas

que dieron lugar al llamado primer cuadro de la ciudad, identificado como un

sector con evidentes problemas de tráfico, ocasionados por la intensa

actividad comercial y administrativa, aunado a la permanencia del uso

habitacional que todavía prevalecía como una de sus características, razón

por la cual la funcionalidad y la habitabilidad se convirtieron en un prioridades

que debían ser atendidas.

Esta investigación tuvo como base la revisión documental y

bibliográfica, así como el análisis de fuentes primarias: declaraciones,

decretos, acuerdos, leyes y reglamentos de carácter oficial; al respecto cabe

señalar que varias propuestas que hacen alusión al tema, se quedaron a

nivel de proyecto, sin llegar nunca a una oficialización. De igual manera, el

material hemerográfico jugó un papel importante para referenciar algunas de

estas acciones emprendidas en el periodo de estudio.

Este trabajo se ha estructurado en cuatro capítulos. En el primero se

presenta un marco conceptual que pretende servir de referencia para

aproximarse al tema a través de la definición de tres conceptos esenciales:

espacio público, planificación urbana y centros históricos, y así establecer

desde el inicio de qué manera serán abordados y aplicados a lo largo de la

8

tesis. Asimismo, más allá de exponer una definición puntual, se pretende

explicar, analizar y, por ende, justificar, cómo estos tres conceptos

interactúan en un mismo espacio: el centro histórico de la ciudad de México,

donde la ambigüedad inherente al espacio público adquiere condiciones

únicas.

En el segundo, se lleva a cabo un recorrido histórico, relativo a la

planificación urbana en el contexto internacional, en el que se hace hincapié

en sus orígenes, como disciplina y profesión, tratando de darle mayor

importancia al espacio público, como un elemento que ha sido fundamental

para el desarrollo de la misma. En este capítulo se verá cómo ante la

situación que se vivía en las calles y la falta de infraestructura, la expansión

urbana llega a convertirse en una bomba de tiempo que exigió emprender

intervenciones sin precedente, para lo que fue preciso desarrollar una teoría

y una metodología apropiadas, en las que cada uno de los elementos que

forman parte de la dinámica urbana fuesen atendidos de manera conjunta,

razón por la cual también se hace referencia a las aportaciones de los

pioneros del urbanismo y de la planificación, como Camillo Sitte, Reinhard

Baumeister o Joseph Stübben, entre otros, quienes por medio de sus

trabajos construyeron el andamiaje de la planificación urbana.

El tercero, está dedicado a los antecedentes de la planificación en

México, durante el periodo que comprende de las reformas borbónicas al

porfiriato, puesto que es en estos años cuando los primeros ensayos de

planificación comienzan a tener efecto, no sólo en cuanto a la imagen de la

ciudad, sino también en la forma en que las autoridades hacen frente a la

problemática urbana, a través de nuevos instrumentos, propios de la

administración, como fueron la policía y la reglamentación, entendidos éstos

como elementos esenciales del orden urbano. Al respecto, hay que aclarar

que no se pretende dar una historia detallada de todo aquello que ocurrió en

la ciudad de México, únicamente se hace referencia a los hechos

significativos que involucraron de alguna forma al espacio público, lo que a

su vez permite percatarse de cómo la noción de espacio público también fue

9

sufriendo cambios de acuerdo a su temporalidad; esto refleja el significado

que tenía este espacio para las autoridades, mismas que siempre lo vieron

como un medio para expresar su poder y autoridad.

De igual modo, a lo largo de este periodo se verá como la centralidad

que imperó desde la llegada de los españoles, comienza a difuminarse,

cuando en el siglo XIX aparecen las nuevas colonias que redefinen la

dinámica de la ciudad, pues las influencias de lo que estaba sucediendo en

las ciudades europeas y norteamericanas no tardaron en llegar a nuestro

país, tales influencias se verán traducidas en el trazo de las nuevas colonias,

en la aparición de las avenidas diagonales, en la normatividad alusiva a la

higiene y, en general, en todo aquello que implique hacer de la ciudad un

espacio funcional, pues al igual que en otras épocas siempre se buscó que la

capital fuera ejemplo de progreso y modernidad.

En el capítulo cuarto, en primer lugar se aborda el proceso que

condujo a la consolidación e institucionalización de la planificación urbana en

la ciudad de México, como resultado no sólo del trabajo conjunto efectuado

por personalidades como Carlos Contreras, Jose Luis Cuevas Pietrasanta y

Alfonso Pallares, entre otros, sino también como la suma de la experiencia

acumulada de todos aquellos proyectos que buscaron mejorar las

condiciones de la ciudad, ya que parte importante de este proceso de

consolidación, fueron el conjunto de propuestas, artículos y documentos

orientados a difundir la planificación como una herramienta eficaz para

revertir las adversidades que aquejaban a la urbe, lo que esto a su vez se vio

acompañado de algunas propuestas de intervención en determinadas zonas

de la ciudad, que retoman los principios de la planificación.

Posteriormente, en el mismo capítulo se desarrolla concretamente el

periodo de estudio de 1928 a 1953, con una descripción y análisis de las

diversas disposiciones emitidas, que de manera directa e indirecta incidieron

en el espacio público e hicieron evidente dentro de un marco normativo, la

diferenciación entre el centro de la ciudad y la periferia mediante el

10

reconocimiento de la centralidad y su relevancia como área de valor

patrimonial. Esta revisión constituye una ventana que permite ver de manera

más precisa cuáles fueron las transformaciones que sufrió la traza a través

de la alineación, apertura y ensanche de vialidades, como fue el caso de la

apertura de 20 de Noviembre, la ampliación de San Juan de Letrán y José

María Pino Suárez, junto con la desaparición de algunos espacios como la

plaza del Volador. Asimismo, al identificar y analizar cuáles fueron las

disposiciones emitidas durante este periodo, salen a la luz las

preocupaciones que predominaban respecto a la vía pública, pues por regla

general cuando una situación es proclive al conflicto, lo normal es que se

busque impedir o restringir el causante de dicho problema; en consecuencia,

la normatividad siempre será una respuesta a aquello que se busca regular,

por lo tanto las leyes y reglamentos emitidos para controlar los oficios, la

venta callejera, el tránsito, la limpieza y demás asuntos relativos a la vía

pública, junto con las propuestas de planificación, forman parte esencial de

las políticas urbanas que pretenden optimizar el funcionamiento de la ciudad.

Finalmente, se concluye el trabajo con un apartado dedicado a las

conclusiones generales que a modo de reflexión exponen los puntos más

importantes y relevantes, referentes a las implicaciones de las políticas

urbanas en la trasformación y evolución de espacio público en el centro

histórico de la ciudad de México.

11

Capítulo I

Tres conceptos para abordar un problema: espacio público, planificación urbana y

centros históricos

De las ciudades, lo que más me gusta son las calles, las plazas, la gente que pasa ante mí y que probablemente no veré nunca más, la aventura breve y maravillosa como un fuego de virutas, los restaurantes, los cafés y las librerías. En una palabra: todo lo que es dispersión, juego intuitivo, fantasía y realidad.

Josep Pla, Cartes de Iluny, 1927

El objetivo de este primer capítulo consiste en exponer un marco conceptual

que represente la base para explicar de qué manera se llevó a cabo el

proceso de transformación del espacio público en el actual centro histórico de

la ciudad de México, a través de un análisis de la planificación urbana.

Para lograr lo antes dicho, a continuación se presentan las

definiciones de los principales conceptos, tales como qué es el espacio

público, cuál es la función de la planificación urbana, y de dónde surge el

concepto de centro histórico.

Es preciso señalar que más allá de elaborar una explicación

exhaustiva de dichos términos, lo que se pretende es dejar en claro desde

qué enfoque serán abordados a lo largo de este trabajo.

12

1. 1 ¿Qué es el espacio público? El término espacio público posee cierta ambigüedad, sin embargo su

significado está en función del contexto bajo el cual se emplee, por lo que

resulta necesario enunciar desde el inicio, que para los fines de la presente

investigación, el concepto de espacio público es aquel que hace referencia a

lo urbano, y que está definido según sus características morfológicas,

funcionales y simbólicas. Con base en esta perspectiva, el espacio puede

entenderse como una entidad autónoma que tiene existencia por sí misma y

se expresa a través de soportes físicos, ya sean arquitectónicos o urbanos,

los cuales mantienen una estrecha relación con toda una serie de elementos

sociales que definen la organización territorial, por ende, el espacio urbano

es un reflejo de la estructura social a la cual pertenecen.8

Ahora bien, la discusión acerca de la definición de espacio o de lugar

ha sido un tema recurrente, no sólo en el ámbito de los urbanistas, sino

también dentro de la geografía, pues no son términos que se puedan utilizar

indistintamente. Bajo la concepción de Peter Haggett, debe existir una

diferenciación entre espacio, localización y lugar, dado que su significado

está en función del contexto geográfico en el que se empleen.

Así pues, el espacio, a decir de Hagget, “significa extensión o área,

expresado normalmente en términos de la superficie de la tierra”9, la que no

supone una localización específica, ya que ésta “significa una posición

particular dentro del espacio”10, mientras que lugar, además de ser “una

posición particular sobre la superficie de la tierra”,11 se diferencia de la

localización debido a que no se utiliza en el sentido abstracto, sino que hace

referencia a una ubicación identificable a la cual se le asignan determinados

8 Carrión, “Lugares”, 2000, p. 10. 9 Haggett, Geografía, 1994, p. 5. 10 Ibid. 11 Ibid.

13

valores, por lo tanto la localización adquiere el carácter de lugar, en la

medida en que se le relaciona con características particulares.

En consecuencia, el espacio al que se hace referencia también puede

ser entendido como lugar, cuya principal característica es la de ser un

espacio adaptado y destinado para el uso del hombre, pues a decir de

Joseph Muntañola: “la capacidad de construir el lugar desde el lugar mismo

es privativa del hombre”.12

Asimismo, Milton Santos13 concibe el espacio como producto de la

labor transformadora del hombre, en virtud de que éste tiende a modificar las

características naturales y originales del lugar, con lo que poco a poco va

relegando a la naturaleza al crear nuevos ambientes construidos, lo que

provoca que el espacio se encuentre bajo un constante proceso de

transformación y readaptación,14 hecho que hace que las ciudades se

mantengan en una permanente transformación, producto de las continuas

adecuaciones que lleva a cabo la sociedad.

Hasta este punto la explicación puede resultar demasiado general o

abstracta, no obstante, paulatinamente se acotará el significado del espacio

público, de manera tal que a partir de una concepción general se pueda ver a

lo largo de este trabajo cómo el significado que se le ha otorgado, ha variado

respecto a su contexto histórico.

Así pues, para comprender la función y la razón de ser del espacio

público, es necesario concebirlo como un elemento indisoluble de una

estructura más amplia, que es el espacio urbano: la ciudad.

Si se parte del hecho de que el espacio público es un elemento

inherente al espacio urbano, entonces su función depende de la idea de

ciudad que se adopte; sin embargo, conviene esbozar brevemente qué se

entiende como ciudad, bajo una connotación más genérica, para lo cual

12 Muntañola, Arquitectura, 1996, p. 17. 13 Santos, Naturaleza, 2000, p. 54-55. 14 La concepción de Haggett no es contradictoria a la de Santos y Muntañola, si entendemos que el espacio en el sentido abstracto es construido como lugar por el hombre a través de su capacidad de transformación y readaptación.

14

resulta pertinente retomar las palabras de Horacio Capel, quien enfatiza que

no existe una definición unívoca de ciudad, no obstante es factible identificar

ciertos parámetros que aluden a la idea de la misma, como puede ser el

tamaño del asentamiento, su densidad, el predominio de las actividades

comerciales e industriales, así como la poca actividad agrícola. Por otra

parte, la ciudad también está definida por los servicios que ella alberga y por

el modo de vida de sus habitantes, lo que está determinado por las

características sociales, tales como la heterogeneidad, la cultura urbana y el

grado de interacción social, todo lo cual se antepone a lo rural como su

opuesto.15

En este sentido, conviene resaltar que a lo largo de la historia de las

ciudades ha existido una relación directa entre los procesos de urbanización,

el desarrollo de las fuerzas productivas y la concentración de población,16 por

ende, todo proceso urbano tiene directa e indirectamente implicaciones

económicas, pues es imposible pensar y entender la ciudad sin tomar en

consideración los intereses económicos, que de alguna forma intervienen en

la trasformación urbana.

Así pues, la complejidad que rodea al concepto de ciudad ha sido

motivo de múltiples debates, no obstante para efectos de este trabajo, una

de las definiciones más acertadas, es la que proporcionó Luis Unikel, en la

década de los setentas:

Las áreas urbanas y las zonas metropolitanas son dos formas distintas de definir el fenómeno urbano de modo más apegado a la realidad geográfica, ecológica, socioeconómica y demográfica de lo que en términos genéricos se denomina ciudad. […] se acepta en términos generales que el área urbana es la ciudad misma, más el área contigua edificada, habitada o urbanizada con usos de suelo de naturaleza no agrícola y que partiendo de un núcleo, presenta continuidad física en todas direcciones hasta que sea interrumpida en forma notoria por terrenos de uso no urbano como bosques, sembradíos o cuerpos

15 Capel, “Definición”, 1975, [en línea]. 16 Garza, Urbanización, 2003, p.10.

15

de agua. Esta unidad territorial es la que contiene dentro de sus límites el máximo de población calificada como urbana desde los puntos de vista geográfico, social y económico, excepto el político o administrativo.17

Al considerar estas dos visiones, es posible inferir que la ciudad está

definida según sus cualidades espaciales y funcionales, mismas que son

producto de la interacción entre diversos agentes económicos y sociales.

Lo anterior, sin duda, hace referencia a la ciudad desde un aspecto

muy amplio, sin embargo, ésta también puede ser abordada por sus

características morfológicas dictadas por la configuración física del espacio,

por sus construcciones y sus vacíos,18 por su infraestructura y los usos de

suelo, así como por todos aquellos elementos simbólicos que generan un

sistema en el que interactúan las fuerzas sociales, económicas, culturales y

políticas que impulsan la transformación de la ciudad.19

Una de las principales razones para estudiar la morfología urbana, es

que a partir de ella se pueden identificar las transformaciones que ha sufrido

la ciudad, y también hace posible una lectura de las rupturas y continuidades

del desarrollo urbano, a través del análisis de su evolución histórica.

Por lo tanto, para comprender el sentido de la forma urbana, es

necesario tener presente que ésta es un producto social, creado por el

hombre, así como por los diversos grupos sociales que la han conformado,

con lo que es fácil deducir que el binomio entre morfología y espacio social,

es inseparable, pues a decir de Capel, “el estudio de la morfología no puede

realizarse sin tener en cuenta dichos procesos y agentes”.20

Ahora bien, para estudiar la morfología urbana es preciso analizar en

primera instancia el plano de la ciudad, que está compuesto por cuatro

elementos principales: a) las calles y su relación con el sistema viario; b) las

manzanas delimitadas por las calles y formadas por agrupaciones de

17 Unikel, Desarrollo, 1978, p. 116-117. 18 En este sentido la connotación de vacío alude a los espacios no cubiertos. 19 Capel, Morfología, 2002, p. 20. 20 Ibid., p. 69.

16

parcelas; c) los lotes individuales (predios) que representan el soporte de los

edificios, y d) las plantas de los edificios.21 La suma de estos elementos es lo

que nos permite reconocer y comprender la estructura de la ciudad.

Con base en lo antes expuesto la morfología urbana, en un sentido

estricto, alude exclusivamente a la configuración física de la ciudad, producto

de la suma de sus componentes: calles, manzanas, lotificación y

construcciones, que en conjunto integran el tejido urbano.

Si lo que se pretende es comprender las causas que motivaron a la

configuraron de una estructura urbana específica, entonces se deberán

tomar en consideración no sólo las cuestiones de índole morfológica, sino

que se tendrá que prestar atención a ciertos elementos históricos de carácter

económico, político, social y simbólico.

Por todo lo que antecede, existe la posibilidad de hacer un primer

acercamiento al espacio público, pues precisamente la lotificación

(parcelación) es la que, en primera instancia, establece la diferencia entre lo

público y lo privado.

Cabe señalar que gran parte de la indeterminación del concepto reside

en qué se entiende por público, razón por la cual, y de manera

complementaria, es pertinente retomar las palabras de Nora Rabotnikof,

quien trata de establecer una definición de lo público a partir de tres criterios:

o Lo público alude a lo que es de utilidad o de interés común a todos, lo que atañe al colectivo, lo que concierne a la comunidad, en oposición a lo privado.

o En el segundo criterio, ha referido tradicionalmente a la visibilidad versus el ocultamiento, a lo público como lo ostensible y manifiesto versus lo secreto. Público parece designar, en este sentido, lo que es visible […] mientras que lo privado se entiende como aquello que se sustrae a la mirada […] Decimos así que tal cuestión es pública “ya es pública” en el sentido de conocida y sabida.

o El tercer criterio es el de la apertura o clausura. En este caso, público designa lo que es accesible o abierto a todos, en

21 Ibid., p. 70.

17

oposición a lo privado, entendido como aquello que se sustrae a la disposición de los otros. Lo público, en este caso, es aquello que, al no ser objeto de apropiación particular, se encuentra abierto(…) Los lugares públicos (calles, plazas) son así lugares abiertos a todos, mientras que el símbolo más ostensible de la privacía entendida como apropiación es la clausura, la cerca.22

Estas tres acepciones de lo público pueden trabajarse de manera

integral, debido a que ninguna es excluyente de la otra, en cuanto a que su

definición es el resultado de una dualidad de opuestos. La primera hace

referencia de manera puntal a lo colectivo-individual y a lo común-particular;

la segunda enfatiza en torno a la visibilidad-secreto, y la tercera a lo abierto-

cerrado.

Resulta arriesgado asumir que lo público se atiene a estos tres

criterios, en el sentido de que las formas de construcción conceptual del

espacio público son extremadamente variadas y siempre dependerán de la

perspectiva con la que se busque abordar cada problema.

Si se recurre a una definición de diccionario, se puede encontrar que

al espacio público también se le concibe como espacio abierto o espacio

libre. Según el Diccionario de Historia Urbana y Urbanismo, de María Jesús

Fuentes, “el espacio no edificado de las ciudades. Tradicionalmente han sido

espacios libres las calles, las plazas, plazuelas, jardines, alamedas,

parques”.23 Tal definición alude exclusivamente a la manera en que dichos

espacios se materializan en la ciudad, excluyendo sus funciones sociales y

simbólicas.

A modo de aclaración, es pertinente señalar que existen recintos

cerrados que son considerados como espacios públicos por ser de uso

común, tal condición es señalada en el Código Civil, en la parte referente a

los bienes, los cuales son divididos en propiedad del poder público o

particular, respecto a los primeros. Los artículos que hacen referencia al

tema son los siguientes:

22 Rabotnikof, “Introducción”, 2003, p. 19-20 23 Fuente, Diccionario, 1999, p. 47.

18

Artículo 765. Son bienes de dominio del poder público los que pertenecen a la Federación, a los Estados o a los Municipios. Artículo 767. Los bienes de dominio del poder público se dividen en bienes de uso común, bienes destinados a un servicio público y bienes propios. Artículo 768. Los bienes de uso común son inalienables e imprescriptibles. Pueden aprovecharse de ellos todos los habitantes, con las restricciones establecidas por la ley; pero para aprovechamientos especiales se necesita concesión otorgada con los requisitos que prevengan las leyes respectivas.24

Aunque estos artículos no especifican las características de los

espacios: abierto o cerrado, cubierto o descubierto, sus cualidades pueden

ser inferidas, sin embargo, cabe señalar que los espacios cerrados de uso

común están sujetos a mayores restricciones que los espacios abiertos, ya

que deben cumplir funciones muy específicas, por lo tanto son custodiados

de manera permanente, pues a pesar de que legalmente sean de dominio

público, los derechos de dichos recintos recaen en entidades públicas -

federales, estatales o locales-, ejemplo de ello son los inmuebles que alojan

oficinas administrativas, museos, teatros o bibliotecas.

Esta explicación responde a que para los fines de este trabajo,

únicamente se hará referencia a los espacios abiertos de uso común que son

reconocidos como vía pública: calles, avenidas, plazas, jardines o parques.

Sin dejar a un lado sus claras diferencias, pues como bien lo señaló Mr. J. C.

N. Forestier “no todo espacio plantado es necesariamente un espacio libre,

pero todo jardín es un espacio libre”,25 lo cual alude a que toda ciudad debe

considerar ambas modalidades, pues por un lado las calles y avenidas deben

satisfacer las necesidades de circulación, mientras que la existencia de áreas

destinadas a aguardar las masas verdes, los espacios vacíos –plazas cívicas

24 Código Civil Federal, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de mayo, 14 de julio, 3 de agosto y 31 de agosto de 1928. (En vigor a partir del 1o. de octubre de 1932) [Consultado en línea], p. s/n. 25 Rubuí, “Estudio”, 1917, p. s/n.

19

o glorietas de tráfico- como soluciones de urbanización, también son

necesarias como parte integral del espacio urbano.

Una vez aclarado lo anterior y regresando a la definición de espacio

público, es importante tener presente que a partir de la idea de que la ciudad

es un producto social, entonces la noción de espacio público, como un

elemento de la morfología urbana, resulta reducido, pues bajo una

concepción más amplia, la carga simbólica es inherente al espacio mismo e

inseparable a sus cualidades materiales.

En particular, Oriol Bohigas sostiene que “el espacio público es la

ciudad”,26 al mismo tiempo subraya que la planificación de dicho espacio es

una determinante tanto de la forma urbana como de la vida colectiva.

Asimismo, Daniel Innerarity, alude al espacio público como “el espacio cívico

de bien común por contraposición al espacio privado de los intereses

particulares”.27 Esta definición parece ser menos general, en el sentido que

integra el concepto de bien común, entendido éste como el lugar al cual

todos tenemos acceso.

En este sentido, el espacio público abierto de uso común, es aquel

lugar que está constituido por una estructura formal, delimitado por el espacio

privado, cuya principal cualidad es el dar acceso a la colectividad o al común

de la gente.

La materialización del espacio público en la ciudad, como se ha

mencionado anteriormente, se da en forma de calles, plazas o parques,

cuyas características están determinadas por las atribuciones físicas,

simbólicas y políticas que se les asigne, mismas que se manifiestan por sus

cualidades urbanas, su significado cultural y su relación con la ciudadanía.

De igual forma, el espacio público materializado a través de la red de

calles, se convierte en el “agente estructurador de todos los elementos que

forman la ciudad”28, pues cada componente que la integra se conecta a

26 Bohigas, “La defensa de la urbanidad”, 2005, p. 11. 27 Innerarity, Nuevo, 2006, p. 95. 28 Oliva, Confusión, 2005, p. 86.

20

través de dicho espacio, por lo tanto “una de las características esenciales

del espacio público es su configuración continua, es decir, que se extiende

en todas direcciones y a través de toda el área urbana”.29

A partir de lo anterior, se deduce que una más de las particularidades

del espacio público, es su constante dinamismo generado por los

desplazamientos peatonales y el traslado de productos a través de transporte

público o en transporte privado.

De acuerdo con lo hasta aquí expuesto, es posible ver que el espacio

público puede ser abordado desde diferentes aristas; sin embargo, su

comprensión requiere que se tomen en cuenta, no sólo sus características

formales, sino también sus cualidades sociales, pues tal vez sean éstas las

que requieran un mayor análisis para su comprensión, debido a que también

sufren transformaciones respecto a cada época.

Por último, para enfatizar el significado cultural y social del espacio

público, resulta conveniente citar a Estela Eguiarte, quien elabora una

definición bastante acertada de lo que representa dicho espacio, no sólo para

la ciudad sino también para la sociedad: “el espacio público es el signo más

evidente de una sociedad. Es el texto social en el cual se reproducen y se

pueden descifrar las relaciones de la vida social. Es el lugar donde confluyen

costumbres, tradiciones, códigos de conducta, actividades disímiles que

marcan la cotidianidad del hombre urbano”.30 A partir de estas palabras, se

infiere que la historia de la ciudad es inseparable de la historia de sus

espacios públicos, asimismo, Eguiarte lo señala, que la transformación de

estos espacios obedece a la función que cumplan en cada sociedad, de

acuerdo a su momento histórico, pues de esto va a depender su sentido y su

uso.

Como se ha enfatizado hasta ahora, la relación entre espacio público y

ciudad es indisoluble, pues en gran medida, a decir de Jordi Borja, “la historia

de la ciudad es la de su espacio público”, por lo tanto el valor que tiene éste 29 Querol, Bienvenidos, 2004. p. 56. 30 Eguiarte, “Jardines”, 1991, p. 129.

21

respecto a la ciudad y a la sociedad misma, hace que se convierta en un hito

cívico por su monumentalidad, su multifuncionalidad, su intercambio y su

función como lugar de encuentro y expresión, en virtud de que en dichos

espacios es en donde acontecen muchos de los grandes momentos de la

historia, 31 tales como manifestaciones culturales, políticas y sociales, así

como desfiles, fiestas patronales, festejos deportivos, huelgas, etcétera.

Los espacios públicos son elementos cardinales de la vida cotidiana

de la sociedad. A través de las calles, plazas, parques y jardines, la

ciudadanía expresa los valores que le dan sentido a las relaciones sociales, a

la vez que funcionan como mecanismo de inclusión, en el sentido de que

permiten y propician la convivencia de distintos modos de vida, de ideas y de

clases sociales, por ser espacios incluyentes en los cuales la heterogeneidad

social se hace presente.

Así pues, el espacio público visto como escenario de un sinnúmero de

acontecimientos sociales, se encuentra dotado tanto de potencialidades,

como de posibilidades, que adquiere diversos significados respecto a su

temporalidad y a su ubicación, además de ser objeto de la memoria

colectiva.32 El significado que estos espacios tienen para la ciudadanía,

depende en gran medida de los usos sociales que en él tienen lugar, los

cuales suelen ser muy diversos pues van más allá de los meramente

cotidianos, como son el transitar o llevar a cabo alguna actividad recreativa;

también fungen como lugares de expresión, de manifestación, de protesta,

de festejo o como vía de subsistencia para ejercer alguna actividad con

retribuciones económicas (vendedores ambulantes, limpia parabrisas,

franeleros, etc.). De ahí que el espacio público sea una ventana de la

sociedad a la cual pertenece, pues no sólo muestra sus virtudes sino también

sus carencias.

Por otro lado, del mismo modo que la arquitectura ha representado a

lo largo de la historia un símbolo de poder, ya sea político o eclesiástico, los

31 Querol, Bienvenidos, 2004, p. 55. 32 Oliva, Confusión, 2005, p. 89.

22

espacios públicos también han cumplido dicha función, pues en ellos se

erigen los monumentos y se crean calles o plazas conmemorativas, cuyos

nombres aluden a los personajes o momentos significativos de la historia,

que son enaltecidos por quienes sustentan el poder en cada época e intentan

dejar un testimonio en el tiempo.

El empleo del espacio público como símbolo de poder, en el caso de

Latinoamérica, tiene sus orígenes en la fundación de las primeras ciudades

en la época colonial, cuando se implantó la traza reticular cuyo centro era la

plaza mayor, en la cual confluían las principales calles de la ciudad y se

ubicaban los edificios más importantes de orden religioso, administrativo y

civil, pues como lo señala Ribera Carbó, la plaza mayor fungía como

“aglutinadora de todas las manifestaciones de poder, generadora y rectora

del proceso urbano mismo, hizo que el arreglo y la función de sus espacios

fueran un vehículo magnífico del ‘convencimiento’ sobre el orden social-

político, casi cosmológico impuesto por los peninsulares”.33 Por lo tanto, al

ser la vía pública un espejo de la sociedad que la habita, no siempre este

reflejo va a ser el pretendido por el Estado, condición que empuja a los

gobernantes a pretender modificar dicha imagen a través de diversos

instrumentos, como intervenciones urbano-arquitectónicas o restringiendo los

usos y funciones mediante nuevas leyes y reglamentos que regulen las

actividades que en estos lugares acontecen.

Ahora bien, la manifestación del poder en la vía pública no se da sólo

a través de materialización de los diversos elementos arquitectónicos, sino

también mediante la realización de diversas prácticas sociales.

Una vez definido qué se entiende por espacio público urbano, el

siguiente paso es profundizar un poco más respecto a sus variantes, pues

éste asume distintas formas y nombres, bajo el común denominador de ser

un espacio abierto y accesible para toda la ciudadanía, a la vez que cuenta

con cierta disponibilidad de infraestructura y permite la realización de

33 Ribera, “Plazas”, 2007, p.296.

23

actividades individuales o grupales.34 Al mismo tiempo, los espacios públicos

se caracterizan por invitar al transeúnte a permanecer en ellos: estar, admirar

y pasear. 35

Otro aspecto a considerar, en referencia al uso del espacio público, es

el carácter y la temporalidad de las actividades que se realizan en él, lo cual

es producto de la relación entre la vida y el espacio públicos. Al respecto Jan

Gehl, desarrolló un trabajo en el que evaluó la calidad del espacio público

según la percepción de los peatones, a partir de la división de los tres tipos

de actividades que éstos realizan en dichas áreas, que son:

a) Las actividades necesarias son aquellas que se realizan por obligación como: ir a la escuela, esperar el camión o ir al trabajo. Estas actividades, por lo tanto se dan más allá de cuáles sean las condiciones del espacio público. b) Las actividades opcionales o de recreación urbana, son las que se dan cuando las condiciones climáticas lo permiten, como caminar por las calles, siempre y cuando las condiciones del lugar sean atractivas; por consiguiente, dichas actividades son especialmente sensibles a la calidad del lugar. c) Las actividades sociales, son las que ocurren al recorrer una misma zona, ya sea para observar, escuchar, interactuar con más gente, mediante una participación activa o pasiva.36

Ahora bien, cabe señalar que estas actividades que identifica Gehl, no

son las únicas, sin embargo, son las que se mantienen dentro de la

formalidad, entendida ésta como lo socialmente aceptado y permitido, pues

como se podrá ver en la presente investigación, parte de la complejidad que

caracteriza al espacio público, es la diversidad de actividades que en él se

llevan a cabo.

Respecto a las actividades también se hace una división de los tipos

de usuarios que concurren a los espacios públicos. En primer lugar se

encuentran los peatones cotidianos, quienes por necesidad transitan a diario

34 Makowski, “Alteridad”, 2003, p.91. 35En la actualidad los espacios públicos de las grandes ciudades han dejado de cumplir en parte dicha función, sin embargo, es importante tener presente que en algún momento esa fue una de las intenciones que motivó su creación y los proyectos de intervención. 36 Gehl, Public, 2002, p.9.

24

por el lugar, ya sea porque habitan o trabajan en el área; en segundo lugar

están los visitantes o clientes, es decir, aquellas personas que acuden a

alguna institución o tienda dentro del área; el tercer tipo de usuario son los

visitantes recreativos, que acuden al espacio público para deleitarse o para

llevar a cabo alguna actividad recreativa, de placer, deportiva o de juego; por

último, la cuarta categoría corresponde a la gente que asiste a un espacio

público para presenciar algún evento específico.37

En suma, a través de esta explicación es posible ver que los espacios

públicos están definidos por múltiples características, que hacen de ellos

lugares sumamente complejos, por lo que difícilmente son apreciados desde

sus distintas facetas, esto responde en gran parte a la familiaridad que se

tiene respecto a los mismos, pues al formar parte de la vida cotidiana de la

ciudadanía, pocas veces se tiene conciencia de su valor y relevancia en

cuanto al funcionamiento de la ciudad y de la sociedad en sí misma.

37 Ibid., p. 10.

25

1.2 La intervención del Estado como regulador del espacio público

Hasta ahora se ha hecho mención del espacio público a nivel conceptual, no

obstante, es necesario enfatizar la relación que mantiene el Estado, como

agente regulador y controlador del dicho espacio, pues aunque su virtud

principal radique en ser un espacio asequible a todos, no está exento de ser

regulado para mantener su funcionalidad y accesibilidad para la ciudadanía.

En primera instancia, tradicionalmente la ciudad se ha encontrado

subordinada al Estado38 a través de un control jurídico y político, sin embargo

las prácticas sociales informales son las que en distintos momentos de la

historia han generado situaciones de desorden y descontrol. De ahí que el

espacio público al formar parte integral de la ciudad ha estado sujeto a la

constante vigilancia por parte del Estado, debido a que se trata de un

espacio que refleja el orden social. Es preciso recordar que el espacio

público, como elemento urbano, más allá de materializarse en plazas,

parques, jardines o sistemas viales, es un “lugar de representación y

expresión colectiva de la sociedad”;39 condición que determina la necesidad

de contar con un agente capaz de mantener esta cualidad. En este sentido,

la intervención del Estado en el espacio público se manifiesta de distintas

maneras, ya sea directamente en el aspecto formal, o en un sentido más de

carácter abstracto para ejercer su regulación.

Bajo dicha perspectiva siempre hay que tener presente la vital

importancia del espacio público para la ciudad, en virtud de que funge como

el organizador del territorio capaz de soportar diversos usos y funciones y al

mismo tiempo como elemento articulador del espacio urbano.

38 Borja, Ciudad, 2003b, p.24. 39 Ibid., p.21.

26

Ahora bien, el Estado a través de los gobiernos locales y la

administración pública, tiene la obligación de solucionar de alguna manera

las distintas demandas de la sociedad y los problemas inherentes a la

funcionalidad de las urbes. Por lo tanto, la dotación de espacios públicos es

una de las obligaciones del Estado, en su carácter de regulador de los usos

de suelo. En consecuencia, tiene la capacidad de dictar qué lugares pueden

ser destinados al uso público.

Es importante mencionar que muchos de los espacios abiertos

mantienen una estrecha relación con el valor simbólico, pues su ubicación,

en múltiples casos, corresponde a la presencia de un edificio emblemático o

un monumento que simboliza el poder del Estado, lo que sin duda los hace

vulnerables ante las manifestaciones ciudadanas.

Por otro lado, el Estado procura mantener el control del espacio

público mediante diversos instrumentos de carácter jurídico, enfocados a

garantizar el adecuado uso de dicho espacio, ya sea a través de leyes,

normas, reglamentos, cartas de uso de suelo, así como planes y programas

urbanos, elaborados para mantener un idóneo desenvolvimiento de la vida

urbana.

Finalmente, conviene hacer notar que la intervención del Estado se

efectúa por medio de la derogación de responsabilidades a distintos agentes

integrantes de la administración pública, quienes al formar parte de los

gobiernos locales están preparados para atender las distintas problemáticas

propias de la ciudad, lo que requiere de un trabajo conjunto e integral con los

diversos órganos administrativos que conforman al Estado.

27

1.3 El espacio público como lugar de manifestación social Una de las características y funciones del espacio público que es necesario

enfatizar, es su función como espacio social. Por lo tanto, decir que la ciudad

es el espacio público en sí, tal vez no sea del todo erróneo pues en él es

donde la sociedad se hace presente y deja ver su heterogeneidad y su

diversidad, al mismo tiempo que es uno de los lugares en el que se generan

las relaciones entre individuos y los múltiples colectivos.

Tales características conllevan a un alto grado de complejidad, si se

parte del principio de que la ciudad, en diversos sentidos es el antónimo a la

homogeneidad, puesto que en ella se concentran múltiples diferencias de

origen, de aptitudes y de actividades, que en conjunto le confieren a la misma

un alto grado de imprevisibilidad y por ende de desorden.40

Dichas particularidades definen también al espacio público, pues es en

él donde se evidencian, por lo tanto, para que la diversidad y la

heterogeneidad no se conviertan en un conflicto constante, se requiere que

exista “un mínimo de pautas comunes que posibiliten la convivencia”,41

condición que hace de leyes y reglamentos, elementos primordiales para el

desenvolvimiento de la vida urbana.

Ahora bien, todo esto nos lleva a tomar en consideración un punto

clave, que es el retomar la idea de la ciudad como lugar de poder, puesto

que ésta además de ser un lugar en el que se concentra la población, es

también donde el poder social y las desigualdades se hacen presentes a

través de las manifestaciones de diversos grupos en busca de que sus

conflictos sean atendidos, razón por la cual el espacio público funge como

“escenario del cambio político”,42 pues en diversos momentos en la historia

de las ciudades, los espacios públicos han acogido a las movilizaciones

40 Borja, Espacio, 2003, p. 34 41 Ibid., p. 35 42 Ibid.

28

ciudadanas que pugnan por sus derechos y manifiestan sus

inconformidades, ya sea por problemas de vivienda, transporte, servicios

urbanos o cuestiones de carácter político, cultural o social.

En este sentido, el uso de la vía pública como escenario de

manifestación de las demandas ciudadanas, hace que éste se convierta en el

lugar de la representación social, lo que evoca a una de las nociones

originales de espacio público, si se retoma la idea de la plaza pública y el

ágora, como lugares donde los ciudadanos se congregaban para discernir

sobre los asuntos referentes al gobierno de la ciudad.43

Sin duda, la función del espacio público como lugar para exponer las

inconformidades sociales es un tema bastante extenso y complejo, si se

toma en cuenta que representa también un símbolo de poder en función de

aquellos que buscan o ejercen su apropiación, ya sea de manera lícita o

ilícita al hacer de los espacios abiertos de uso común, lugares restringidos,

ejemplo de ello son las calles cerradas en algunos fraccionamientos de la

ciudad de México. Sin embargo, la temática en torno a la cual gira este

trabajo se dirige en otro sentido, por lo que dicha cuestión sólo se alude de

manera tangencial.

1. 4 La planificación urbana y su relación con el espacio público Existen múltiples maneras de abordar la historia de una ciudad. La que se

propone en este proyecto, es mediante un análisis de las trasformaciones del

espacio público a través de la planificación urbana, con el objeto de

identificar cuáles han sido los agentes que han intervenido en dicha

transformación, por lo que resulta pertinente hacer un breve esbozo de cuál

es el sentido de la planificación urbana y cuál es la relación que ésta

mantiene con los espacios públicos de las ciudades, pues como se ha

43 Inneraty, Nuevo, 2006, p. 18.

29

mencionado anteriormente, dichos espacios representan un elemento

estructural y articulador del desarrollo urbano.

Como punto de partida, es necesario concebir que toda ciudad se

expresa a través de su materialización física, que se denomina área urbana o

espacio urbano, ubicados en un territorio específico. Sin embargo, su

configuración no es algo estático, al contrario, a través de las generaciones

las ciudades se van transformando y ajustando a las necesidades y

aspiraciones de las sociedades que las habitan, por lo que la ciudad puede

ser entendida como una construcción colectiva que requiere de un proyecto

para guiar su crecimiento y adecuación.44

Adoptar la idea de que la ciudad se construye y se transforma con

base en un proyecto, implica hacer referencia a la planificación urbana en sí

misma, pues ésta tiene como uno de sus fines el “proporcionar bienestar a la

población de una ciudad”,45 para lo que se requiere de la elaboración de una

situación ideal, misma que es construida mediante la detección de los

problemas que la aquejan y el planteamiento de las soluciones a fin de

alcanzar dicho estado de bienestar.

Ahora bien, esta explicación resulta ser demasiado general y ambigua,

por lo que se intentará ahondar en cuáles son los principios de la

planificación y de qué modo éstos intervienen en la transformación y

configuración de la ciudad. Al retomar la idea de que la planificación urbana

pretende alcanzar una situación ideal, se requiere de la elaboración de una

serie de objetivos, los cuales corresponderán a las “condiciones necesarias

que debe cumplir una ciudad en el aspecto urbano”46 para mejorar la calidad

de vida de sus habitantes y sobre todo para satisfacer las necesidades de los

diversos agentes económicos que fungen como pilares estructurales de la

trasformación urbana. Así pues, el cumplimiento de tales condiciones, es lo

que se denomina desarrollo urbano.

44 Esteban, Ordenación, 2003, p. 19. 45 Greene, Planeación, 2003, p.3. 46 Ibid., p. 33.

30

En este sentido, es importante resaltar que la planificación representa

un instrumento de las políticas urbanas, mismas que a su vez forman parte

de un engranaje más complejo, es decir, las políticas públicas, que en un

sentido más amplio, son las encargadas de administrar, dirigir y regular el

bienestar social a partir de la formulación de medidas o planes destinados a

definir y estructurar una base racional que dicte los lineamientos de acción

del Estado.47

Las políticas urbanas pueden ser entendidas como la forma en que el

gobierno busca dar respuesta a las necesidades públicas que en conjunto se

manifiestan en la sociedad, así como en los diversos subgrupos que la

conforman. Al respecto, dichas políticas representan un punto de intersección

entre los problemas y las acciones, pues éstas son elaboradas a partir de

una situación o conflicto determinado que se vive en el presente o que se

intenta evitar en el futuro, por lo tanto se convierten en el punto de arranque

para la elaboración de propuestas y acciones que se traducen en planes y

programas urbanos, no obstante, su efectividad no está asegurada, pues

como todo acto, se encuentra sujeto a consecuencias previstas e

imprevistas.48

Ahora bien, en tanto que las políticas públicas representan un

instrumento a través del cual el Estado busca la legitimidad, éstas se

encuentran sujetas a una constante modificación respecto a los intereses de

cada Estado.

Por lo tanto las políticas urbanas son un reflejo de la complejidad que

afecta a las ciudades, razón por la cual el desarrollo urbano depende de la

planificación de diversos elementos, como son el transporte, las vialidades,

las áreas verdes, los espacios para la recreación y ocio, la seguridad, las

actividades económicas, la vivienda, los usos de suelos, el medio ambiente,

la arquitectura, los servicios e infraestructura, entre otros más, que en

47 Parsons, Políticas, 2007, p. 49. 48 Abbot, “Five”, 1993, p.5.

31

conjunto son los que determinan la dinámica urbana y sus cualidades

espaciales.

Cabe mencionar que las políticas urbanas públicas per se, no son un

derivado de los procesos propios de los gobiernos locales, pues como lo

señala Melosi, en el siglo XX las ciudades son parte integral de una red

regional que está sujeta a un gobierno federal a través de un conjunto de

leyes, políticas y programas que directamente afectan la toma de decisiones

en lo local.49

Resulta difícil establecer una línea divisoria clara entre las políticas

públicas urbanas emitidas a nivel federal y las políticas urbanas locales, no

obstante, a fin de acotar el tema de estudio del presente trabajo, es

importante resaltar que la manera de abordar el tema será a partir de las

políticas urbanas emitidas en el ámbito local -léase ciudad de México- lo que

inevitablemente nos llevará a evocar y encontrar puntos de convergencia con

las políticas urbanas federales

Debido al gran número de componentes que se encuentran

involucrados en la planificación urbana, y las características de los mismos,

existe un elemento más que es vital y fundamental en la toma de decisiones

y en el carácter de las mismas, éste es el político, pues como bien lo

menciona Esteban, el origen de la palabra viene del griego polis, que

significa ciudad.50

En consecuencia, pensar en la planificación de la ciudad,

necesariamente conlleva a referirse a los gobiernos, ya sean federales,

estatales o municipales, como los encargados de generar y coordinar los

proyectos de planificación, en los cuales están involucradas instituciones

tanto públicas como privadas.

De ahí que las políticas urbanas sean de carácter público, pues es

justo el Estado el que les da validez, pues además debe tomarse en cuenta

49 Melosi, Urban, 1993, p. 1. 50 Esteban, Ordenación, 2004, p. 19.

32

que toda política pública tiene que ceñirse al marco jurídico correspondiente

para que se pueda poner en práctica. No obstante, sería erróneo pensar que

dichas políticas se encuentran totalmente al margen de los intereses

privados, pues en su proceso de elaboración se requiere consultar a los

distintos agentes que conforman la sociedad, por lo que resulta necesario

que ciertos intereses de la esfera privada (cámaras empresariales,

inversionistas, organizaciones no gubernamentales, etc.) sean tomados en

cuenta, siempre y cuando no vayan en contra del bien común.

Bajo esta visión, la planificación urbana puede ser entendida como

“proceso público –estatal o participativo- dinámico de prefiguración y

regulación del desarrollo futuro de la compleja trama de procesos y

relaciones económicas, sociales, culturales, ambientales y territoriales, que

constituyen la estructura urbana”.51

Así pues, hablar de planificación implica comprender las dinámicas y

procesos de la ciudad, tomando en consideración aquellos factores que

inciden en ésta, no sólo desde una perspectiva físico-espacial (su

materialización), sino también en términos del funcionamiento social, político,

económico o cultural que se despliega en el espacio geográfico que la

contiene.

En otras palabras, la planificación urbana representa un instrumento

de las políticas públicas, que alude a las acciones efectuadas por los

distintos poderes del Estado en diversos ámbitos que de manera directa e

indirecta, intervienen en la estructura y funcionamiento de la metrópoli, de

forma permanente o temporal.52

Por consiguiente, la planificación urbana está concebida como una

serie de objetivos y lineamientos generales, elaborados a partir de la lectura

y el análisis de las distintas problemáticas y necesidades de la ciudad, con el

fin de alcanzar un estado de bienestar para sus habitantes, y al mismo

tiempo generar las condiciones para propiciar un óptimo desarrollo 51 Pradilla, “Extinción”, 2005, p.15. 52 Ibid., p.16.

33

económico, en virtud de que la ciudad representa el soporte material en el

cual se llevan a cabo infinidad de actividades productivas, por lo que la

planificación urbana se convierte en un instrumento mediante el cual se

puede dar respuesta a las exigencias de los diversos agentes económicos,

así como de los distintos grupos sociales a través del óptimo funcionamiento

de la ciudad.

Sin embargo, alcanzar esta serie de objetivos y lineamientos

generales implica llevar a cabo un proceso metodológico que permita, en

primer lugar, conocer la situación ante la cual se pretende actuar, a modo de

diagnóstico, para así poder realizar la formulación de estrategias en función

de los temas críticos identificados y proceder a la elaboración de planes y

programas de acción para finalmente ponerlos en práctica.53

De ahí que la planificación, en un sentido muy amplio, se manifieste a

través de los planes y programas urbanos, elaborados específicamente para

regular y coordinar todos aquellos aspectos propios del desarrollo urbano,

como son: el equipamiento y los servicios, la vivienda, la infraestructura, el

medio ambiente, la imagen urbana, la vialidad y el trasporte, los usos de

suelo, la estructura urbana, la conservación patrimonial, las reservas

territoriales, los asentamientos irregulares y la identificación de fuentes de

riesgo y vulnerabilidad.54

Ahora bien, se debe tener presente que en la materialización y

configuración de la ciudad intervienen recursos de origen público y privado,

por lo tanto los intereses de éstos últimos también deben ser atendidos

mediante infraestructura, servicios públicos y equipamiento, que en conjunto

coadyuvan a la eficiencia de la actividad económica.55Asimismo, lo intereses

privados también se ven reflejados en otros ámbitos de la planificación

urbana, ya sea de manera directa a través de proyectos de inversión

53 El proceso de planificación es mucho más complejo, por lo que esta breve descripción pretende ser una simplificación de la llamada planificación estratégica. Guell, Planificación, 2000. 54 Greene, Planeación, 2003, p. 73. 55 Garza, Urbanización, 2003, p.127.

34

inmobiliaria de carácter urbano y arquitectónico, como puede ser la

reactivación o mejoramiento de determinadas zonas de la ciudad (ejemplo de

ello son los centros históricos) o la urbanización y fraccionamiento de nuevas

áreas.

Al respecto, también deben considerarse los casos en los que ante la

ausencia de acciones por parte de las autoridades –federales o locales-, la

iniciativa de intervención en cuestiones de mejoramiento urbano, proviene

directamente de los agentes privados, cuyas acciones son motivadas por la

especulación inmobiliaria.

Asimismo, no hay que dejar de lado que la variable política dentro de

la planificación urbana, resulta ser un elemento decisivo que influye y

determina la dirección que ésta toma, pues debe conciliar no sólo intereses

económicos sino también atender demandas sociales, lo que hace que ésta

se convierta en un factor clave en la búsqueda de un óptimo desarrollo

urbano, y a su vez alcance la institucionalización, a fin de no formar parte de

un listado de buenas intenciones.

Como se sabe, los planes y programas representan sólo una fase de

la planificación urbana, pues ésta requiere de un segundo elemento capaz de

hacer posible su aplicación, es decir, la gestión, entendida como la

encargada de llevar a cabo las acciones, para lo que se requiere de la

coordinación y participación de los diversos agentes involucrados en la

dinámica urbana.

Por último, es pertinente hacer notar que los planes y programas están

determinados y delimitados por una legislación, razón por la cual todas las

propuestas urbanísticas deben apegarse al marco normativo vigente,

compuesto por diversas figuras e instrumentos jurídicos de carácter federal,

estatal y municipal.

Una vez expuesto el sentido de la planificación urbana, el siguiente

paso es ver cómo ésta incide de manera específica en la configuración y

transformación de la ciudad y de sus espacios públicos.

35

El espacio urbano, a decir de Esteban, está estructurado a partir de

dos categorías: el suelo de dominio público y el de dominio privado. La

primera categoría se caracteriza por ser un espacio abierto de uso común,

mientras que la segunda es un espacio cerrado.

En este último punto, es importante destacar que dicha diferenciación

responde a una mera generalización, que excluye las variantes que cada una

de las connotaciones puede tener, ya que existen espacios de dominio

público que son cerrados y espacios de domino privado que son abiertos.

La relación que se da entre estas dos categorías, es la que va a

establecer la configuración de la traza de la ciudad, misma que representa lo

que se conoce como la trama o el tejido urbano. Es por ello que una de las

funciones de la planificación urbana consiste en determinar “la configuración

–inmediata o diferida- de los espacios públicos y privados que hayan de

mantenerse, crearse o reformarse”.56

Así pues, la planificación urbana está dirigida a intervenir en todo

espacio57 o territorio que defina jurisdiccionalmente a una entidad urbana –la

ciudad en cuestión-, por lo que su alcance no se centra sólo en aquellos

ámbitos de propiedad del Estado, sino también en los que son de carácter

privado. En este sentido, es a partir de la regulación de los usos de suelo

como se determina el tipo de construcciones que son permitidas, así como

los usos que se les puede asignar. Al mismo tiempo que se establecen los

predios destinados para el uso público, bajo el argumento teórico de que a

partir de su localización estratégica en el continuum urbano, éstos connotan

una determinada utilidad y valor colectivo.

La importancia que tiene la planificación urbana en el uso y

funcionamiento del espacio público es determinante, en virtud de que éste

tiene que dar respuesta a las diversas funciones para las cuales está

destinado, y a la vez debe evitar los conflictos provocados por su inadecuada

utilización, pues el uso apropiado y aprovechamiento del espacio público es 56 Esteban, Ordenación, 2003, p. 24-25. 57 En este caso la palabra espacio es utilizada como sinónimo de suelo.

36

el reflejo de una gestión óptima, así como de normas y regulaciones

adecuadas para su utilización, hecho que se ve complementado por un

acondicionamiento urbano idóneo para las distintas funciones a las que será

destinado.

Sin embargo, al respecto existe un punto crítico: señalar quién

determina el buen uso y aprovechamiento del espacio público, puesto que no

existe una figura que evalúe de manera objetiva dicho fenómeno, pues para

ello, en un principio, se requeriría establecer una serie de indicadores

susceptibles a ser evaluados. No obstante, es importante subrayar que la

planificación urbana como tal no es la encargada de regular el uso del

espacio público, sino que son los reglamentos que se derivan de las leyes,

así como los programas que regulan las actividades permitidas que se

efectúan en dichos espacios.

Ahora bien, la gestión entendida como el eje administrativo de la

planificación urbana, puede llegar a tener la facultad de verificar el

cumplimiento de la normativa establecida y, por ende, evaluar el buen uso

del espacio público.

Cabe aclarar que como parte de la dinámica social que atañe a los

espacios públicos, éstos están sujetos a una serie de prácticas

consuetudinarias que no siempre se desarrollan dentro del marco jurídico

vigente, lo que da lugar a ciertos usos y costumbres –tradicionales- que

pueden ser considerados como informales, razón por la cual su control

constituye una labor un tanto compleja, en la medida que para algunos

sectores de la sociedad resulte inapropiado, mientras que para otros

representa una actividad necesaria o justificada, ya sea por razones

económicas, sociales o religiosas.

En resumen, la transformación de los espacios públicos es resultado

de las constantes modificaciones que se viven en la ciudad, lo que se traduce

en el cambio de las demandas de los ciudadanos, mismas que deben

37

encontrar respuesta en la planificación urbana como uno de los medios para

alcanzar una mejor calidad de vida.

1. 5 El concepto de centro histórico Debido a que la ubicación espacial del estudio se sitúa en el centro histórico

de la ciudad de México, resulta necesario contextualizar qué es lo que se

entiende por centro histórico, en virtud de que se trata de un término de muy

reciente creación, por lo tanto su comprensión involucra no sólo el entender

cuáles son sus características urbanas e históricas que lo definen como un

espacio particular de la ciudad, sino también es pertinente hacer referencia a

su relación con la protección y conservación de los bienes culturales, al

considerar que su origen, como concepto, surge justo dentro del ámbito de la

conservación del patrimonio cultural.

Aunque el término de centro histórico sea producto del siglo XX, la

noción del mismo se remonta al siglo XIX, cuando la ciudad histórica

comienza a ser considerada como monumento, en el sentido de valorar el

tejido urbano junto con los inmuebles religiosos y civiles únicamente como

conjunto urbano que conforma entidades específicas, siendo Ruskin uno de

los primeros en percatarse de dicha singularidad al considerar “el tejido como

el ser de la ciudad y como un objeto patrimonial intangible que tiene que ser

protegido incondicionalmente”58. Es por ello que no sólo se reconoce su valor

sino que a partir de ese primer paso, que es su identificación, surge la

necesidad de conservarlo como un vestigio del pasado, es decir, de la

memoria; esto por supuesto va a generar posturas encontradas acerca de

cuál debe ser el destino de estos espacios: intervenirlos para adaptarlos al

presente o procurar mantenerlos intactos como ventanas al pasado.

Al respecto, merece la pena recordar la intervención de Georges

Eugène Haussmann, en Paris durante el sigo XIX, cuando como parte del

58 Choay, Alegoría, 2007, p. 165.

38

proyecto de adecuación de la ciudad se procedió a la destrucción de barrios

antiguos, a fin de dotar a la misma de vías de comunicación más eficientes y

mejorar las condiciones de salubridad, que hasta entonces representaban un

verdadero problema, lo cual constituye un punto de referencia y, por tanto, de

crítica para la conservación urbana.

Sin embargo, la adopción del término de centro histórico resulta ser

relativamente contemporánea, puesto que comenzó a ser utilizado en las

décadas de los sesentas y setentas, cuando inicialmente se vislumbró la

degradación de los cascos antiguos de las ciudades, situación que provocó

el surgimiento de una creciente preocupación por salvaguardar el pasado,

hecho que se ve reflejado en la creación de distintos organismos nacionales

e internacionales dedicados específicamente a la protección de los bienes

culturales, los cuales comprenden no sólo a los edificios sino también a los

conjuntos urbanos de valor histórico y cultural, además de los bienes

muebles.

A través de una somera revisión de las cartas y documentos emitidos

a nivel internacional para la conservación del patrimonio, es posible percibir

cómo poco a poco la preocupación y el interés por estos lugares se fue

convirtiendo en una inquietud constante. En primer lugar se puede citar la

Carta de Atenas59 de 1931, la cuál representa el primer documento emitido

para la conservación de los monumentos históricos, en la que es preciso

citar, que no se hace una mención literal de los centros históricos, pero sí se

destaca la necesidad de proteger a ciertos monumentos que resultan

relevantes para la fisonomía y el carácter de la ciudad, enfatizando

elementos tales como la vegetación o el cableado, que alteran la imagen

urbana de un conjunto de monumentos.

Es pertinente mencionar que la Carta de Atenas representa el punto

de inicio de una serie de acciones, cuyo principio es el reconocimiento del 59 Existen dos Cartas de Atenas, a la que se hace referencia en este punto alude a la restauración de los monumentos históricos, por lo que no debe confundirse con la Carta de Atenas elaborada por el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) en 1933, cuyo propósito es señalar los principios del urbanismo moderno.

39

valor patrimonial e histórico, así pues, debe procurarse su preservación como

legado de la humanidad.

En esta misma época (1932), en Italia se emitió la Carta del Restauro,

que prescribe una serie de criterios para conservar los monumentos

históricos, en la que aún no se hace mención del patrimonio urbano, pero sí

se alude a la necesidad de respetar las condiciones ambientales que rodean

a dichos monumentos.

Años más tarde, después de un largo periodo de inestabilidad

internacional, propia de los conflictos bélicos de la Segunda Guerra Mundial,

resurge el interés respecto al tema de la conservación del patrimonio, el cual

se materializa a través de la Carta de Venecia, resultado del Segundo

Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos,

celebrado en 1964. En esta carta se hace alusión a los conjuntos históricos,

entendidos como conjuntos urbanos, es decir: “testimonios de una civilización

particular, una evolución significativa o de un acontecimiento histórico que en

el tiempo han adquirido un significado cultural”.60

A partir de este primer artículo se puede ver cómo la noción de

patrimonio urbano comienza a consolidarse y a ser comprendida como la

suma de todos aquellos elementos tangibles e intangibles que definen las

particularidades de un bien cultural de carácter histórico. Asimismo, en su

artículo décimo cuarto, referente a los lugares monumentales (conjuntos

histórico-artísticos) señala que: “Los lugares monumentales deben ser objeto

de atenciones especiales a fin de salvaguardar su integridad y de asegurar

su saneamiento, su tratamiento y su realce”,61con lo que se reconoce la

importancia y el valor de los conjuntos urbanos.

Queda claro que con el tiempo se ha consolidado la práctica de la

conservación y la restauración de los bienes culturales inmuebles, de igual

forma que se ha precisado cada vez más en las bases teóricas y

conceptúales que giran en torno a dicha disciplina, por lo que la idea de 60 ICOMOS, Carta de Venecia, 1964, [en línea]. 61 Ibid.

40

centro histórico comienza a manejarse como concepto, no obstante, es hasta

1977 cuando en el “Coloquio sobre la preservación de los centros históricos

ante el crecimiento de las ciudades contemporáneas”, celebrado en Quito,

Ecuador, se genera como parte de sus conclusiones una definición en la que

se concibe a los centros históricos como: “todos aquellos asentamientos

humanos vivos, fuertemente condicionados por una estructura física

proveniente del pasado, reconocibles como representativos de la evolución

del pueblo, […] Los Centros Históricos, por sí mismos y por el acervo

monumental que contienen, representan no solamente un incuestionable

valor cultural sino también económico y social”.62,

Esta primera definición puede ser considerada la base o referencia

para que posteriormente muchos otros autores empiecen a desarrollar con

mayor profundidad el concepto, que hoy en día es utilizado de manera

cotidiana por la sociedad para hacer referencia a un lugar específico de las

ciudades.

En este sentido, la redefinición de los centros urbanos como centros

históricos, comienza a verse traducida en las políticas urbanas que reflejan

cierto interés por frenar el deterioro y por promover acciones de conservación

del patrimonio urbano edificado.

Una vez esbozada la forma en que es adoptado el concepto de centro

histórico, el siguiente paso es ahondar en cuáles son sus características y

qué es lo que los hace ser diferentes respecto, al resto de la ciudad.

Por su parte, Patrice Melé señala que el estudio de los centros

históricos, necesariamente, requiere de la compresión simultánea de dos

elementos vinculados con la identidad de la ciudad y con el hecho urbano

bajo su connotación espacial:

62 Hardoy, Impacto, 1992, p. 27. Esta definición forma parte de las conclusiones del Coloquio de Quito efectuado por la UNESCO y el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD).

41

La centralidad: las manifestaciones o las huellas de la inscripción espacial de las funciones centrales, así como las funciones simbólicas y las representaciones asociadas a los espacios centrales. La historicidad: las relaciones de una sociedad local con los espacios heredados expresan las modalidades de la relación de cada ciudad con su historia, es decir, consigo mismas, como espacio concreto que resulta de las sedimentaciones históricas. Los espacios heredados son simultáneamente testimonios de los distintos estados de organización urbana en el pasado y de las modalidades de su inscripción en el funcionamiento de la ciudad contemporánea.63

Por consiguiente, son estos dos factores, la centralidad y la

historicidad, los que definen, caracterizan y, por ende, diferencian a los

centros históricos del resto de la urbe, no sólo en su configuración

morfológica sino también en su percepción simbólica y en su función urbana.

A decir de Hardoy, resulta reduccionista y erróneo concebir lo histórico

como “aquello que está relacionado con los momentos destacados de la

evolución política de los países”64 pues esto conlleva a excluir la arquitectura

y todos los elementos que formaban parte de la vida cotidiana de la

población, al no ser considerados como testimonios culturales o artísticos.

Del mismo modo se infiere que los centros históricos son parte integral

de la estructura urbana, cuya configuración no está únicamente determinada

por sus cualidades físicas o materiales, producto de una herencia del

pasado, sino que, como ya se ha mencionado, también hace alusión a ciertas

particularidades de la llamada centralidad urbana definida por factores

económicos, religiosos, administrativos y sociales, en las cuales se privilegia

el factor histórico y cultural.

En este sentido, resulta relevante mencionar que sólo es posible

hablar de centro, cuando la ciudad ha experimentado un proceso de

expansión urbana, lo que ha provocado que la ciudad antigua se convierta en

63 Melé, Producción, 2006, p. 12. 64 Hardoy, Impacto, 1992, p. 28.

42

el núcleo de una estructura más amplia, al mismo tiempo que se presenta

una transformación funcional de las áreas centrales.

De igual manera, la absorción de los antiguos poblados aledaños,

genera la formación de subcentros65 de menor escala, cuya influencia está

dirigida más a sus habitantes locales, a diferencia del centro histórico que es

un referente de identidad para todos los habitantes de la ciudad y no sólo

para quienes lo viven de manera cotidiana.

En el caso de la ciudad de México, el proceso de crecimiento de la

ciudad tiende a extenderse en dirección de las vías de acceso. Sonia

Lombardo, señala que a finales del siglo XVIII, las manzanas centrales que

conformaban a la ciudad desde su traza inicial persisten sin grandes

cambios, sin embargo, comienza a darse un proceso de “usurpación de

predios pertenecientes a las parcialidades de indios por parte de la corona”.66

En una segunda etapa, el proceso de expansión continúa con el

surgimiento de las colonias, a inicios del siglo XIX y durante la primera mitad

del siglo XX, que es cuando se enfatiza la relación de dependencia por parte

de estas nuevas colonias respecto al llamado centro urbano, dado que en

ellas el uso de suelo dominante era el habitacional.

Cabe señalar que en la mayoría de las ciudades mexicanas, el centro

se mantiene como el lugar principal en el que se desenvuelven las

actividades políticas, religiosas y comerciales, a pesar de la constante

tendencia de descentralizar las funciones tradicionales de dichos espacios.67

Asimismo, una de las principales características de los centros

históricos, reside en que el carácter de centralidad que los diferencia del

resto de la ciudad es resultado de la conformación de núcleos generadores

urbanos que se crearon en torno a la plaza mayor, de donde partían las

calles y se daba origen a la estructura de las manzanas y los solares.68

65 Gutiérrez, Centros, 1990, p.14. 66 Lombardo, “Gestación”, 2000, p. 112. 67 Melé, Producción, 2006, p. 11. 68 Gutiérrez, Centros, 1990, p. 41.

43

Es preciso mencionar que la relevancia de la plaza mayor no es

meramente formal o estructural respecto a la traza urbana de las ciudades

hispanoamericanas, sino que también posee un importante valor funcional,

producto de los diversos usos cívicos y religiosos que en ella acontecen, lo

que constituye una de las características principales de las áreas históricas

de Latinoamérica, pues “a partir de la plaza se sedimentan las expresiones

más trascendentales de la vida social y cultural de la ciudad”.69

Por consiguiente, cuando se habla de centros históricos, en el caso de

las ciudades de México, existen tres elementos fundamentales que los

definen:70

a) Una estructura monocéntrica que agrupa la sede de los poderes político,

religioso y económico.

b) Una alta densidad de edificaciones de valor patrimonial histórico y

artístico de los siglos XVIII, XIX y XX.

c) Una traza urbana que aún mantiene características formales

correspondientes al momento de la fundación de la ciudad.71

Ahora bien, dadas las múltiples condicionantes que caracterizan a los

centros históricos, resulta imposible mencionarlas en su totalidad, pues

siempre estarán en función de un tiempo y un espacio determinados, sin

embargo, como se ha señalado anteriormente, existen ciertos elementos

definitorios que son extensibles a la mayoría de los llamados centros

históricos, por lo tanto para efectos de la presente investigación se propone

adoptar la definición de Hardoy:

Un centro histórico no está constituido solamente por la herencia material y física –edificios, calles, plazas, fuentes, arcos, esculturas, farolas y una gran cantidad de detalles construidos con

69 Ibid. 70 García, “Centros”, 2005, [en línea]. 71 Ibid..

44

diferentes materiales y distintas texturas- sino que incluye lo que se conserva del paisaje natural y, por supuesto, a la población, sus hábitos, costumbres y actividades productoras, las relaciones económicas y sociales, las creencias y rituales urbanos. De este modo, un centro histórico es un barrio con características arquitectónicas y urbanísticas particulares en el que se desarrollan actividades económicas sociales y culturales.72

En suma, esta definición puede ser la base a través de la cual es

posible ir especificando las características y particularidades de cada centro

histórico, que siempre deben ser entendidos como parte integral de una

estructura más compleja, que es la ciudad en su totalidad.

72 Hardoy, Impacto, 1992, p.27.

45

1.5.1 El centro histórico de la ciudad de México La zona que se conoce hoy en día como centro histórico de la ciudad de

México, es un área de no más de 10 km2 que hasta la primera mitad del siglo

XIX abarcaba casi toda la ciudad, sin embargo conforme se fue generando la

expansión urbana, este sector de la ciudad se fue rodeando perimetralmente

por nuevas colonias, convirtiéndose así en el centro, también llamado primer

cuadro de la ciudad.

Ahora bien, el centro recibe su nombre no sólo por su ubicación

geográfica respecto a la urbe, sino por la concentración de funciones

simbólicas, políticas y sociales que ahí tienen lugar, pues es un punto

representativo para el país, dado que en él se encuentran los principales

edificios de gobierno, inmuebles religiosos e históricos, significativos en la

cultura mexicana.

La función de centralidad se mantiene hasta la segunda mitad del

siglo XX, cuando la dinámica de la ciudad acelera el proceso de expansión,

producto del flujo migratorio que conlleva al poblamiento de zonas

periféricas, al mismo tiempo que los capitales privados encuentran nuevas

zonas con mejores condiciones para invertir y ubicar sus oficinas, que

genera un cambio de uso de suelo de muchos de los inmuebles, aumenta el

número de vecindades lo que provoca que las clases populares se apropien

de gran parte del centro. Todo esto conlleva a un cambio radical, pues el

centro deja de ser punto estratégico para el desarrollo de las actividades

administrativas y económicas.

Aunque en cierta forma el centro de la ciudad de México, fue

perdiendo sus funciones de centralidad, mantuvo algunas de sus cualidades

que lo hacían distinguirse del resto de la ciudad, pues en él se alojaban más

de 1600 inmuebles, identificados como patrimonio cultural edificado; sin

embargo, no es hasta 1980 cuando el presidente José López Portillo, lo

46

declara como Zona de Monumentos Históricos, y se establecen dos

perímetros de protección. Cabe señalar que esta declaratoria fue respaldada

por la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e

Históricos emitida por el Instituto Nacional de Antropología en 1972,73 en la

que se establece, en su artículo 41º que: “Zona de monumentos históricos,

es el área que comprende varios monumentos históricos relacionados con un

suceso nacional o la que se encuentre vinculada con hechos pretéritos de

relevancia para el país”.

Así pues el “perímetro A” abarca aproximadamente 3.2 km2, que

corresponde al casco antiguo de la ciudad virreinal, mientras que el

“perímetro B”, representa una zona de transición entre el área de mayor

concentración de monumentos y los primeros ensanches del siglo XIX.74

El siguiente momento clave se presentó en 1987, cuando la

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la

Cultura (UNESCO) integra al centro histórico de la ciudad de México en la

lista del patrimonio mundial,75 lo que representa un punto clave para la

historia de esta zona, pues las políticas urbanas de las cuales sería objeto, a

partir de ese momento comienzan a tener un carácter puntual y específico

con base en la protección y conservación del patrimonio.

73 Esta ley fue publicada el Diario Oficial de 6 de mayo de 1972, bajo el gobierno del presidente Luis Echeverría. 74 Suárez, “Centro”, 2004, p. 83. 75 Es importante mencionar que en la misma declaratoria se incluyó la zona lacustre de Xochimilco ubicada a 28 Km. al sur del centro histórico.

47

Figura 1.1 Plano del centro histórico de la ciudad de México, en el que se destacan los espacios abiertos y el perímetro A.

Cabe señalar que más allá de saber en qué fecha se emitió la

declaratoria del centro histórico, existe una primera historia que muestra

cómo se fue conformando esta idea de centralidad y de preocupación por

conservar el patrimonio cultural urbano arquitectónico, pues aunque la

48

noción de centro histórico, como se ha señalado anteriormente es

relativamente reciente, la diferenciación de una zona central poseedora de

una carga histórica urbana y arquitectónica no es tan grande, debido a que a

partir de que las ciudades emprendieron un proceso de expansión, comenzó

a darse la diferenciación entre centro y periferia, pues más allá de su

ubicación en el territorio, la zona central de la ciudad se había caracterizado

por conjuntar a los órganos administrativos y a los principales centros de

abastecimiento.

En el caso específico de la ciudad de México, es posible vislumbrar

algunas preocupaciones aisladas por atender el llamado casco antiguo

durante las primeras décadas del siglo XX, esto corresponde a la misma

época en que surge la planificación urbana como una disciplina dedicada a

dar respuesta a las problemáticas de las ciudades.

En este sentido, como se ha mencionado previamente, el concepto de

centro histórico hace referencia a dos nociones que inciden en un mismo

espacio: centralidad e historicidad, razón por la cual la identificación de estas

dos características no se dio de manera simultanea, pues al revisar la historia

urbana de la ciudad de México, se puede ver en primera instancia que el

centro de la ciudad comenzó a ser visto como un punto de conflicto, producto

de la concentración de actividades comerciales y administrativas que en él

tenían lugar, prueba de ello es la circular emitida en 1923 por el

Departamento de Tráfico del Distrito Federal en la que se establece un

perímetro para delimitar el primer cuadro de la ciudad, acción que por sí

misma es la primera en enunciar la diferencia entre la ciudad central y el

resto de la urbe, dado que las actividades y problemas que en ella se

presentaban eran de características muy particulares, lo que obliga a las

autoridades a emitir una normativa específica, como fue la restricción del

tránsito en la zona, a una velocidad no mayor a los 20 km/h, y al mismo

tiempo implantar horarios restringidos para la carga y descarga de

mercancías.

49

Entre los ejemplos que demuestran el incipiente interés por atender

las dificultades que se vivían en el centro de la ciudad, se encuentra el

artículo de Alfonso Pallares titulado “Ante el Plano de la ciudad de México”,76

publicado en 1923 en el Anuario de la Sociedad de Arquitectos de México, en

el enfatizó la necesidad de intervenir la ciudad a partir de un proyecto de

zonificación de usos de suelo, donde se considera que la zona central de la

ciudad debe tener un uso comercial exclusivo, por ende se tendría que evitar

la construcción de viviendas, pues éstas deberían ser ubicadas en las

nuevas colonias asentadas en las periferias. Es importante mencionar que la

propuesta de Pallares viene acompañada de una preocupación por proteger

los inmuebles de valor patrimonial, en virtud de que éstos representan “un

legado de arte inconfundible, lleno de carácter vigor y grandeza y

generosidad en su manera de ser”,77 razón por la cual debía procurarse su

protección, al señalar que “es un deber de los mexicanos el conservar y

ponderar”,78 los núcleo arquitectónicos esenciales.79

En dicho trabajo, Pallares da un paso más, pues parte de su labor

consistió en identificar a los inmuebles más emblemáticos erigidos en la

época colonial, que a su parecer debían ser considerados como referentes

para promover el embellecimiento de la ciudad. Asimismo, un elemento

destacable de su trabajo es el reconocimiento del valor urbano que poseía el

centro de la ciudad, pues más allá de identificar inmuebles aislados, él hace

un listado en el que incluye conjuntos urbanos en los que toma en

consideración los espacios públicos abiertos: plazas y jardines.

En contraposición a la propuesta presentada por Pallares, quien

sostenía la importancia de procurar un uso comercial en la zona central, José

Luis Cuevas Pietrasanta, publica en 1923 en El Excelsior su artículo titulado,

76 Pallares, “Plano”, 1923, p. 21-32. 77 Ibid., p. 23. 78 Ibid., p. 22. 79 Para Pallares los núcleos arquitectónicos esenciales son los edificios emblemáticos heredados de la época colonial, siendo la Catedral y el Sagrario el más importante de ellos. Pallares, “Ante”, 1923, p. 22.

50

“Las bellezas del arte colonial son lentamente destruidas en México”,80, que

es un llamado de atención a la manera en cómo los cambios de uso de suelo

atentaban contra la conservación del legado histórico, al criticar la

descontrolada destrucción de inmuebles coloniales que eran demolidos para

dar lugar a modernos edificios, lo que conduce a un problema más complejo,

que es la expulsión del uso habitacional para ser sustituido por comercios y

oficinas, condición que da origen a un proceso de deterioro urbano, pues al

perderse el dominio del uso residencial, se da paso a una serie de

alteraciones que convierten al llamado centro de la ciudad en uno de los

puntos de conflicto más importantes de la urbe.

Con base a lo antes expuesto, es factible entrever cómo, de manera

aislada, comienzan a gestarse algunas inquietudes que en primer lugar

identifican al centro de la ciudad como una zona de conflicto, por ende,

sugieren que se tomen medidas a partir de las singularidades que definen a

dicha zona, lo cual representó una de las preocupaciones para los pioneros

de la planificación urbana, misma que se tradujo en trabajos posteriores cada

vez más rigurosos y complejos.

Prueba de ello es el Plano Regulador de la ciudad de México,

presentado en 1933 por Carlos Contreras, el cual derivó en el Plan de

Desarrollo de la ciudad de México de 1935, documento que toma en

consideración la delimitación de una Zona Monumental, Arqueológica y

Tradicional del Centro, lo que demuestra un mayor interés por atender la

problemática desde un enfoque más integral que deja atrás la valoración de

los inmuebles o de los conjuntos, de manera aislada.

Los elementos más destacables de esta propuesta son, en primer

lugar la delimitación de un polígono que circunscribe a la zona de

monumentos y, en segundo, la necesidad de reglamentar el tipo de

construcciones permitidas en las cercanías a los inmuebles patrimoniales.

80 El Excelsior, 11 de marzo de 1923.

51

En este sentido, conforme se va dando el desarrollo de la planificación

urbana, también se produce una mayor especificidad en los trabajos

dedicados a atender los conflictos de la ciudad central, tal es el caso del

“Proyecto de Planificación de la Zona de Bellas Artes”,81 elaborado por

Porfirio Alcántara y por Alfonso Pallares, quienes ante la posibilidad de

generar un conjunto de edificios de carácter administrativo al costado norte

del Palacio de Bellas Artes, consideraron que tal intervención requería de un

estudio urbano preliminar de planificación, en el que destacaron dos

aspectos: la restauración de ciertos edificios de valor histórico, como el

Palacio de Minería, a fin de evitar su desaparición, así como la presentación

de un planteamiento innovador para la época, pues proponían la necesidad

de crear nuevos núcleos urbanos con el objeto de romper con la marcada

centralidad que imperaba en aquellos años, ya que la realidad que se vivía

en la ciudad demostraba que la extensión de la misma demandaba una

descentralización de las actividades comerciales y burocráticas, situación

que ponía en manifiesto, una vez más, la necesidad de llevar a cabo

acciones propias de la planificación urbana.

A estos trabajos le siguieron acciones cada vez más definidas, que

formaron parte de propuestas de carácter oficial, como lo fueron leyes y

reglamentos, que aunque no emplearon el concepto de centro histórico de

manera textual, lo incluían de forma implícita, en virtud de que tenían como

fin atender la problemática de dicha zona, al tomar en cuenta las cualidades

propias de centralidad, así como su valor patrimonial urbano arquitectónico,

por lo tanto, se puede ver cómo la problemática de lo que en la actualidad

denominamos centro histórico, no es un asunto reciente, al contrario, los

conflictos que en él se producen han sido una constante a lo largo de

muchos años, con la diferencia de que ahora se le ha añadido un nuevo

calificativo para enfatizar su carácter monumental e histórico ante la paulatina

pérdida de la centralidad.

81 Publicado en Revista de Arquitectura y lo demás en 1939.

52

1.6 Conclusiones

A modo de conclusión y para cerrar este capítulo, resulta pertinente enfatizar

ciertas cuestiones que ayuden a hilar todos estos conceptos: espacio público,

planificación urbana y centro histórico.

Como se ha señalado anteriormente, la definición de espacio público

puede ser abordada desde muy distintas aristas, sin embargo, para los

efectos de este trabajo debe quedar claro que sólo se hace alusión a

aquellos espacios públicos que forman parte del tejido urbano y, por ende,

definen morfológicamente a la ciudad; asimismo, su principal característica

es la de ser espacios abiertos de uso común, que se materializan a través de

plazas, jardines, parques y calles, pues como se mencionó inicialmente

también existen espacios públicos cubiertos. Sin embargo, para entender la

complejidad que comprende al espacio público se requiere ir más allá de las

cuestiones meramente morfológicas, pues además de ser el eje

estructurador del espacio urbano también funge como un importante

articulador de actividades, que es y ha sido a lo largo de la historia un reflejo

de la sociedad a la cual pertenece.

Ahora bien, gran parte de las peculiaridades del espacio público son

resultado de su función como espacio social, en el sentido de que su

principal cualidad es la de dar acceso al común de la gente sin restricción

alguna, en virtud de que todo ciudadano tiene derecho a transitar libremente

por la vía pública, esto no implica que carezca de algún tipo de restricción,

pues como bien lo señala el código civil, dicho espacio se encuentra sujeto a

ciertas leyes con el fin de regular su uso, por lo que si se pretende realizar

alguna actividad ajena a las permitidas, entonces será necesario contar con

un permiso previo para no caer en la informalidad; sin embargo, esta tenue

línea entre lo formal y lo informal ha sido un constante conflicto respecto al

uso de dicho espacio.

53

Dentro de la ambigüedad del concepto cabe cuestionarse qué es lo

que se considera como un uso apropiado, pues aunque sus principales

funciones sean la circulación y la recreación, existen también otras de

carácter social y cultural, que están acompañadas de cierto grado de

subjetividad, lo que dificulta, en algunas ocasiones, el poder determinar qué

es lo permitido y que no.

A partir de lo anterior, se puede establecer que el espacio público

como tal, también es un concepto jurídico, en virtud de ser objeto de una

regulación preestablecida por la administración pública –que determina

cuáles son las condiciones de uso-, dado que por un lado posee la facultad

de dominio sobre el suelo y, por otro, es la encargada de garantizar la

accesibilidad a todos los ciudadanos.82

Queda claro que las normas que regulan el uso del espacio público

constituyen un conjunto de principios para la convivencia urbana, pues como

se ha señalado previamente, la heterogeneidad que permea a la sociedad

añade un alto grado de complejidad a la ciudad y, en consecuencia, al

espacio público.

Así que cuando se habla de planificación urbana, difícilmente se

puede omitir al espacio público, pues ¿acaso es posible pensar la ciudad sin

las calles, plazas, parques y jardines que conforman su tejido urbano?,

obviamente si se cayera en tal omisión se estaría negando la esencia misma

de la ciudad, no sólo en el aspecto morfológico sino también en el funcional,

pues además de sus características físico espaciales que definen a dichos

espacios, en ellos recae toda una carga social, política y cultural. En este

sentido, son justo los conflictos que se producen en el espacio público, los

que en distintos momentos de la historia han orillado a las autoridades a

intentar controlar y regular las actividades que en ellos de efectúan.

82 Borja, Espacio, 2003, p. 44.

54

Por otra parte, analizar de qué manera las políticas públicas y,

especialmente, la planificación urbana, han incidido en el espacio público del

actual centro histórico de la ciudad de México, responde en parte a que éste,

como el de muchas otras ciudades, representa una entidad singular para el

análisis urbano, no sólo por cuestiones de carácter histórico sino por la

complejidad a la que siempre ha estado expuesto, misma que de algún modo

puede verse reflejada en las políticas y en los planes urbanos elaborados, los

cuales, cómo se verá en los siguientes capítulos, en un principio no hacían

una distinción clara entre las distintas zonas de la ciudad, sin embargo,

conforme se va dando un acelerado proceso de expansión, surgen nuevos

problemas, pues la heterogeneidad de los conflictos exige generar soluciones

particulares, lo que en un momento conduce a elaborar políticas y propuestas

de planificación urbana exclusivas para el centro histórico.

Es por ello que analizar de qué forma las políticas urbanas, en

general, y la planificación urbana, en particular, han incidido en el espacio

público, representa una manera de estudiar la historia de la ciudad, pues

muchas de las acciones propuestas por las autoridades surgen como

respuesta a un problema y a una idea de ciudad. Por lo tanto, hacer una

revisión de los planes y programas urbanos emitidos durante el periodo de

estudio, constituye una forma de indagar cómo el concepto de espacio

público se ha transformado, asimismo se pretende identificar de qué

artilugios se ha valido el Estado para ejercer su poder sobre dicho espacio y

cuáles han sido las medidas adoptadas para enfrentar las exigencias de la

sociedad a fin de adecuarse a los constantes cambios.

55

Ahora bien, una vez expuesto el marco conceptual a partir del cual se

pretende abordar la problemática en cuestión, el siguiente paso es conocer

de manera general cuáles han sido los momentos clave en la historia de la

planificación que coadyuvaron a conformar una nueva disciplina y profesión,

razón por la que en el siguiente capítulo se hace un recuento histórico que

esboza algunos de los principios que motivaron a los primeros urbanistas a

generar las bases de una metodología y de una teoría que fuese capaz de

respaldar a la planificación urbana como una disciplina compleja que busca

hacer frente a la problemática de las ciudades.

56

57

Capítulo II

Consolidación de una nueva disciplina: la planificación urbana

Quien escribe versos sólo fracasa si es vulgar. Un arquitecto no vulgar se puede frustrar si lo son sus clientes. Un urbanista que durante los largos años que requiere la construcción de una ciudad no tenga detrás a un autócrata –como Haussmann tuvo a Napoleón III- o a un poder muy notable y pertinaz, está poco menos que condenado al fracaso, tenga o no talento, en una sociedad heterogénea y compleja como la moderna.

Arturo Soria y Puig

Para comprender el surgimiento de la planificación urbana en México, es

pertinente formular una explicación general acerca de los orígenes de esta

disciplina dentro del ámbito internacional, a fin de conocer quiénes fueron sus

precursores, así como los principales objetivos que se plantearon en su

momento.

Más allá de hacer un recuento cronológico y detallado de los hechos

que coadyuvaron en el surgimiento y consolidación de dicha disciplina, el

propósito de este capítulo consiste en hacer una presentación de algunos de

los momentos más significativos, razón por la cual existen omisiones, pues

resulta imposible describir cada una de las acciones que incidieron en este

proceso. Asimismo, es pertinente señalar que la mención de ciertos autores y

la ausencia de otros responde, primordialmente, a un intento por presentar

sólo algunas de las inquietudes -a modo de ejemplo- que lograron hacer de

la planificación una profesión creada para atender las múltiples anomalías

que aquejaban a las ciudades.

58

De manera general, los orígenes de la planificación urbana moderna

pueden ser abordados a través de cuatro momentos representativos, el

primero encabezado por los trabajos de Haussmann e Ildefonso Cerdá; un

segundo momento podría estar representado por la escuela alemana -

Camillo Sitte, Reinhard Baumeister y Joseph Stübben-, seguida por las

aportaciones que surgieron en Inglaterra y en Estados Unidos, para

finalmente cerrar con la Carta de Atenas elaborada en 1933, pero publicada

hasta 1942.

2.1 Los orígenes de la planificación urbana: George Eugenè

Haussmann e Ildefonso Cerdá Debido a que las primeras propuestas de planificación urbana se presentaron

en forma aislada, resulta difícil establecer con exactitud un punto de inicio

preciso, no obstante es factible identificar algunas acciones representativas

que más tarde se convirtieron en referencia para posteriores propuestas de

intervención.

Las primeras acciones reconocidas como propias de la planificación

moderna tuvieron lugar en Europa y Estados Unidos, con el objetivo de

atender las apremiantes necesidades de la población ante la ferviente

exigencia de una mejora en la infraestructura y en la calidad de los espacios

habitables. Durante el siglo XIX el común denominador de las ciudades era la

gran insalubridad que se respiraba por doquier, ejemplo de ello son los

informes elaborados para algunas municipalidades de diversos países, en los

que se advertía acerca de la magnitud del problema que se estaba

viviendo.83

83 Como ejemplo Gerardo Sánchez Ruiz menciona algunos de los informes entre los que se encuentran: Report on effect of public walks and Gardens on the health and morals of the lower classes (Londres, 1842) de Edwin Chadwick; Report on the importance and economy of sanitary measures to cities (Estados Unidos, 1860) de John Bell; Public Health, Eighth Report of London (1866). Sánchez, Planeación, 2008, p. 22.

59

A partir de este escenario lleno de adversidades para el

desenvolvimiento de la vida urbana, se puede ver cómo los llamados

higienistas84 fueron los primeros en preocuparse por el saneamiento de las

ciudades, puntualizando que la falta de higiene, tanto de los espacios

cerrados como en los abiertos –vía pública- constituían los principales focos

de infección y propagación de enfermedades y epidemias.

Es relevante mencionar, aunque sea brevemente, que la preocupación

por el saneamiento de las ciudades, no surgió de manera espontánea en el

siglo XIX, sino que fue producto del racionalismo ilustrado que repercutió en

la manera de concebir la ciudad durante el siglo anterior, cuando las

autoridades buscaban instaurar medidas higiénicas que mejoraran la calidad

de los espacio urbanos.

Así pues, para lograr el saneamiento de las ciudades se propuso

construir sistemas de alcantarillado, instalación de alumbrado público y de

fuentes para proveer de agua a la población; se procedió a la edificación de

hospitales y hospicios, así como a la reubicación de cementerios en las

afueras de las ciudades, y se instituyó la policía urbana. A dichos actos se

sumaron otros, como la regularización del trazado de las urbes, se

delimitaron las áreas libres, se realizaron trabajos de mejoramiento de los

paseos, se organizaron los servicios urbanos y se reglamentaron las

edificaciones.85

Cabe resaltar que este conjunto de medidas adoptadas en las

ciudades hispanoamericanas, formó parte de las llamadas reformas

borbónicas, las cuales antes que aspirar a una reordenación urbana, tuvieron

un origen de carácter político, cuyo principal objetivo era la recuperación, por

84 Cabe señalar que los primeros planificadores (urbanistas) se autodenominaron como higienistas, lo cual no implica minimizar sus aportaciones pues más allá del apelativo, fueron ellos los primeros en criticar las condiciones insalubres de las ciudades industriales, además debe tomarse en cuenta que el higienismo fue una corriente que surgió a principios del siglo XIX durante el movimiento ilustrado, cuando comienza a generarse una mayor preocupación por las cuestiones relativas al hombre y su medio, de ahí que los gobernantes presten una mayor atención al entorno urbano, como fuente de propagación de enfermedades y epidemias. Alcaide, “Publicaciones”, 1999, [en línea]. 85 Hernández, “Ideología”, 1994, p. 122.

60

parte de la Corona, del control de las colonias de la Nueva España. Los

cambios que se pretendían a través de estas reformas incidían en diversos

aspectos de la vida económica, política y social de las ciudades, por lo que el

espacio urbano se vio involucrado directa e indirectamente en dicha

trasformación.

Los ideales del pensamiento ilustrado eran totalmente opuestos a la

realidad que se vivía en las ciudades, razón por la cual uno de los fines de

dichas reformas fue el intentar “devolver el equilibrio de la virtud perdida al

‘paraíso estropeado’ en que habían devenido”.86

Ahora bien, la insalubridad que aquejaba a las ciudades europeas en

el siglo XIX, continuaba siendo un grave problema, resultado tanto de las

emigraciones a las ciudades provenientes del campo, así como del auge

industrial propio de la época, por lo que la búsqueda de soluciones para

revertir la situación que se vivía fue lo que motivó, en primera instancia, a las

autoridades y a los académicos a dar respuesta a las adversidades que

encubrían a las urbes.

En este intento por sanear las ciudades, los higienistas formularon una

serie de propuestas que implicaban modificar el modo de vida en las urbes y

el de sus habitantes, lo que inevitablemente incidió en los espacios públicos,

al establecer ciertos requerimientos mínimos de higiene pública, dentro de

los cuales se hizo hincapié en la importancia de las áreas verdes para la

salud de la ciudadanía, al ser considerados como lugares de recreación que

debían estar al alcance de los distintos sectores sociales. Asimismo, se

enfatizó la necesidad de contar con redes de drenaje y alcantarillado en la

vía pública, al igual que la pavimentación y la limpieza de calles, esto condujo

a la elaboración de reglamentos enfocados a atender los problemas más

apremiantes de sanidad.

Sin duda, uno de los factores que provocó el incremento de los

conflictos en algunas ciudades, fue el desarrollo industrial para el cual no

86 Lucena, “Paraiso”, 2006, p. s/n.

61

estaban preparadas, por lo que se perdió el control en diversas urbes,

ejemplo de ello fueron Ámsterdam, Nueva York, Paris, Liverpool, entre otras.

Asimismo, dado que las problemáticas que se presentaron en las distintas

ciudades del siglo XIX, tenían particularidades muy específicas, surgieron

diferentes planteamientos en ambos lados del Atlántico a fin de afrontar los

escenarios poco alentadores, con lo que comenzaron a forjarse las bases de

la planificación urbana.

Bajo este contexto, para comprender los orígenes de la planificación

es obligatorio evocar a dos personajes emblemáticos en dicha disciplina,

George Eugenè Haussmann (París, 1809-1891) e Ildefonso Cerdá Suñer

(Barcelona, 1815-1876). Ambos fueron unos visionarios en su época, que de

manera casi intuitiva, lograron identificar la complejidad que embargaba al

fenómeno urbano, y se dieron a la tarea de proponer las acciones que

debían llevarse a cabo para revertir el enfermo panorama de las grandes

ciudades.

Las propuestas de intervención elaboradas a mediados de los

ochocientos por Georges Eugene Haussmann,87 representan un parteaguas

en la historia de las ciudades, pues más allá de idear un proyecto de

embellecimiento de la ciudad de Paris, él buscaba regularizarla y

reorganizarla, dado que ésta carecía totalmente de unidad, al ser un espacio

poco funcional.88Así pues, el Plan Haussmann tuvo dos principios básicos,

uno que hacia referencia al sistema efectivo de circulación y ventilación, y

otro que incidía en todos aquellos problemas de sanidad.

De ahí que para hacer de Paris una ciudad más eficiente tuvo que

trasformar el sistema de vialidades a través de la apertura de nuevas

87 Georges-Eugène Barón Haussmann (1809-1891) colaboró como funcionario público del Segundo Imperio francés, teniendo a su cargo las grandes reformas urbanísticas de París. Recibió el título de Barón por parte del emperador Napoleón III, con quien trabajó en la ambiciosa renovación de París. Gracias al apoyo que demostró Haussmann al golpe de Estado en la Gironda (departamento del que era prefecto) se ganó la confianza de Napoleón III, quien lo nombró prefecto del departamento del Sena (correspondiente a la capital, París). Dicho cargo lo ocupó entre 1853 y 1870, años en los que emprendió una profunda transformación de la ciudad. 88 Choay, Modern, 1969, p.15.

62

avenidas. Cabe señalar que bajo la visión de Haussmann, las cuestiones de

funcionalidad estaban por encima de las estéticas, razón por la cual muchas

de sus acciones fueron sumamente criticadas. Sin embargo, al considerar las

condiciones en que se encontraba la ciudad, se requería de una intervención

a gran escala capaz de dar respuesta a los problemas de comunicación y

aglomeración, así como de control, pues al optimizar las vialidades se

pretendía que la policía tuviera un rápido acceso a los lugares de conflicto, lo

que representa una visión de carácter estratégico,89 para lo cual se requirió

intervenir la ciudad antigua, y demoler un número importante de edificios, lo

que provocó a su vez una serie de opiniones encontradas, pues se estaba

borrando parte de la historia al destruir una porción de la ciudad medieval, sin

embargo, en la balanza entre los beneficios por conservar una estructura

urbana poco funcional y trasformar la traza a fin de beneficiar y favorecer el

funcionamiento de la ciudad, no sólo por cuestiones de circulación sino

también de salubridad, resultó necesario sacrificar parte del tejido urbano

para hacer de Paris una ciudad más habitable y funcional.90

Como parte de la propuesta del mejoramiento de Paris, Haussmann

estableció algunos de los principios para la planificación urbana, tales como:

o Creación de un sistema vial eficiente. o Saneamiento masivo de la ciudad (sistemas de agua potable

y redes sanitarias). o Reordenamiento de actividades, zonificación de usos de

suelo. o Modernización de la vivienda, creación de zonas

habitacionales en la periferia. o Creación de equipamiento e infraestructura modernos.91

Ahora bien, aunque la propuesta de Haussmann no constituye un

trabajo propio de la planificación moderna, -si se parte de la definición

89 Chueca Goitia, Breve, 1985, p. 161. 90 Es importante señalar que en aquella época, la conservación urbana aún no figuraba de manera sustancial, sin embargo, el Plan Haussmann fue un detonante para su desarrollo años más adelante. 91 Quiroz, Malestar, 2003, p.97.

63

expuesta en el capítulo anterior, es posible ver que existen algunos factores

que no son incluidos en ella- su labor constituye una de las obras urbanas

más importantes que se han realizado en la historia de la planificación, al

intentar dar solución a una serie de anomalías que obstaculizaban el óptimo

desenvolvimiento de la ciudad, por lo que dicha propuesta representó el

comienzo del fin de una historia de meras intervenciones de carácter puntual

y causal.

Es un hecho que las aportaciones de Haussmann deben ser valoradas

desde distintas aristas, pues además de asentar las bases para abordar la

problemática urbana, introdujo importantes principios metodológicos. Entre

sus premisas destaca la elaboración de un análisis previo de las condiciones

existentes, esto era el primer paso antes de emitir cualquier juicio y de

elaborar alguna propuesta de intervención. Igualmente, sostenía que todo

objeto de estudio debía ser ubicado respecto a sus coordenadas espacio-

tiempo, lo que implicaba mantener una visión dinámica, puesto que se debía

tener un conocimiento del pasado que ayudase a comprender el presente, y

estar en condiciones de tomar las decisiones adecuadas para el futuro, pues

Haussmann concebía a la ciudad como un ente en continua transformación,

por lo que todo proyecto debía incluir medidas previsoras para enfrentar los

problemas venideros.92

A partir de lo antes expuesto, se puede reconocer que el trabajo de

Haussmann fue sumamente innovador para su época; su propuesta para

París carecía de precedentes comparables, por lo que constituye un punto de

referencia dentro de la historia del urbanismo y de la planificación urbana en

sí.

92 Choay, Modern, 1969, p. 17.

64

Figura 2.1 Plano de París de 1853 antes de la intervención de Haussmann.

Figura 2.2 Esquema de la intervención de Haussmann en el que destaca la apertura de nuevas vialidades.

También con referencia a los indicios de la planificación urbana,

resulta imprescindible mencionar a Ildefonso Cerdá,93 quien, al igual que

93 Ildefonso Cerdá Suñer, (1815-1876) fue un ingeniero, urbanista, jurista, economista y político español. Una de sus principales aportaciones fue la Teoría general de la urbanización, considerada obra pionera de la especialidad, razón por la que es reconocido como uno de los pioneros del urbanismo moderno. . Entre sus proyectos más importantes destaca su propuesta de reforma urbanística de Barcelona, conocida como Plan Cerdá, cabe mencionar que a lo largo de su vida no logró ver materializados sus proyectos, pues tuvieron que pasar varias décadas para que se diera inicio al llamado ensanche de la ciudad que hoy la caracteriza. Dentro de su desarrollo profesional trabajó como ingeniero en la jefatura de

65

Haussmann, bajo un ímpetu visionario, instituyó principios básicos de la

naciente disciplina a la que él designó como urbanización. No obstante, que

Cerdá, a diferencia de Haussmann, no logró ver materializados sus

proyectos, algunas de sus propuestas de intervención urbana fueron llevadas

a cabo posteriormente; sin embargo, su trabajo teórico constituye uno de los

pilares más importantes en la historia de la planificación urbana.

Gran parte de las aportaciones de Cerdá reflejan su manera de

entender el fenómeno urbano, pues en su obra Teoría de la Construcción de

Ciudades, publicada en 1859, presenta una metodología -única en su

tiempo- para acercarse a la problemática de las ciudades, la cual parte del

supuesto de la imperiosa necesidad de crear una ciencia capaz de dar

respuesta a las múltiples dificultades que enfrentan día a día los habitantes

de las urbes:

[…] un estado de lucha constante que se reproduce todos los días, todas las horas y en todos los instantes, lucha en que todos tomamos parte y cuyos efectos sentimos todos, todos, porque la disposición de nuestras ciudades es tal, que á todos en todo y para todo oponen obstáculos que contrarían á cada paso y embarazan la acción del individuo, cualquiera que sea la clase á que pertenezca, cualquiera que sea la posición social que ocupe.94

La postura que adopta Cerdá respecto a las ciudades, es

indiscutiblemente de desasosiego, pues a su parecer éstas eran la antítesis

de “las justas y legítimas aspiraciones de la humanidad”,95 por lo que la

creación de una disciplina que abarcara la gran complejidad inherente a las

urbes, constituía una tarea urgente, misma que él decide emprender a través

de una minuciosa labor que tiene como objetivo el desarrollo, no sólo de una

serie de principios teóricos, sino también la elaboración de ciertas propuestas

ejecutables, que a su parecer eran útiles y provechosas, pues sugiere que su

Obras Públicas de Murcia, Valencia y Barcelona, asimismo formó parte de la junta de Obras del Puerto de Barcelona. Respecto a su labor como jurista, sus propuestas para las ciudades de Madrid y Barcelona, dieron lugar a una nueva legislación referente a lo urbano. 94 Cerdá, Teoría, 1867, p. 13. 95 Ibid.

66

fin último es la creación de reglas practicables, que “cualquiera pueda sin

repugnancia contemplarlas, y hasta si cabe decirlo, manosearlas”.96

Hay que recordar que Cerdá se enfrentó a un campo carente no sólo

de nombre, sino de instrumentos y métodos que lo respaldasen, por lo que

tuvo que construir los cimientos para erigir el hoy llamado urbanismo, lo que

representa una disciplina y, al mismo tiempo, una herramienta para afrontar

las vicisitudes de las urbes, puesto que la trascendencia de sus

contribuciones tienen como inicio la creación de la palabra misma:

urbanización.

Cuando Cerdá se propuso hacer de las ciudades su objeto de estudio,

se encontró con que no existía un término que abarcase toda su complejidad,

por lo que a partir de un análisis, por decirlo de algún modo, lingüístico y

semántico, llegó a la conclusión de que la palabra más adecuada era la de

urbanización:

[…] La urbanización es un conjunto de conocimientos, principios, doctrinas y reglas, encaminados a enseñar de que manera debe estar ordenado todo agrupamiento de edificios, á fin de que responda á su objeto, que se reduce á que sus moradores puedan vivir cómodamente y puedan prestarse recíprocos servicios, contribuyendo así al común bienestar.97

Debido a que la creación de una palabra representa un acto hasta

cierto punto arriesgado y, al parecer de algunos, arbitrario, Cerdá justifica su

proceder al insistir que no existía en el diccionario –panléxico, como él lo

nombra- un término adecuado, por lo manifestó: “He preferido inventar y

escribir, que callarme”.98

Es así como Cerdá emprende una ardua labor, cuyas aportaciones

van más allá del mero hecho de haber acuñado el término, pues como bien lo

señala Francoise Choay,99 Cerdá definió un nuevo campo de conocimiento,

que en aquel tiempo era inexistente, dado que la problemática que aquejaba

96 Ibid., p. 17. 97 Ibid., p. 31. 98 Ibid., p. 27. 99 Choay, Modern, 1969, p.7.

67

a las ciudades exigía acciones inmediatas que dejasen de estar respaldadas

por un mero empirismo.

La postura que asume Cerdá, estaba dirigida a erradicar las

soluciones casuísticas, pues consideraba que la mayoría de las

ordenanzas100 emitidas en aquella época se limitaban a “una simple

colección de resoluciones casuísticas completamente aisladas que ni

constituyen doctrina ni pueden tener aplicación fuera de la localidad”.101 Tal

condición motivó a Cerdá a la búsqueda de principios básicos y generales

que ayudasen a conformar el cuerpo teórico del naciente urbanismo.

A partir de lo anterior, es posible ver cómo Cerdá desarrolló un

profundo interés por sistematizar y asentar los principios metodológicos de

una posible teoría general de la urbanización, aplicable a los problemas

concernientes a la fundación, reformas y ensanches de ciudades

existentes.102

A través del recuento de sus trabajos, es notoria la enorme

importancia que le dio a la elaboración de un marco teórico referencial, lo

cual responde a que Cerdá veía en la teoría, como bien lo señala Arturo

Soria y Puig, más que un fin, un instrumento que respaldaba las acciones,

razón por la cual sus proyectos y propuestas estaban siempre acompañados

de un soporte teórico, mismo que se evidencia en el título de sus obras:

Teoría de la construcción de ciudades aplicada al proyecto reforma y

ensanche de Barcelona, Teoría de la viabilidad urbana y reforma de la de

Madrid, entre otros más.

De hecho, las aportaciones de Cerdá al urbanismo y a la planificación

urbana en sí, van más allá de lo que hasta ahora se ha mencionado, sin

embargo, no hay que olvidar que sólo se pretende exponer un panorama

100 Es pertinente señalar que Cerdá hace referencia a las ordenanzas de obras públicas y edificación, pues respecto a las de policía urbana, él manifiesta que, en el caso específico de Barcelona, éstas representan un ejemplo a seguir, aunque reconoce que pueden ser perfectibles. 101 Cerdá, Teoría, 1859, p. 483. 102 García-Bellido, “Ildefonso”, 2000, p. 2.

68

muy general de ciertos momentos representativos en la historia de la

planificación.

Figura 2.3 Proyecto de reforma y ensanche para la ciudad de Barcelona, elaborado por Ildefonso Cerdá, 1859.

69

2.2 Las primeras aportaciones de la escuela alemana de la

planificación urbana Para continuar con este recorrido histórico, es necesario hacer referencia a

las importantes aportaciones que comenzaron a gestarse en el territorio

germánico durante el siglo XIX, cuando los higienistas dieron el primer paso

al hacer un llamado para revertir las condiciones poco favorables que se

vivían en las ciudades, lo que representaba un freno para alcanzar el tan

anhelado progreso de la nación, condición que obligó a las autoridades a

plantear innovadoras propuestas a través de las cuales se empezó a dar

forma a los principios de la planificación urbana moderna, enfocadas a la

optimización de las ciudades, que pocos años más tarde se convertirían en

referentes para otros países, entre ellos Inglaterra y Estados Unidos.

Al respecto, Frank Koester103 señala que la planificación moderna de

ciudades tuvo su origen justo en Alemania, después de la Guerra Franco-

Prusiana, cuando en 1874 la Sociedad de Arquitectos e Ingenieros Unidos de

Alemania, presentó una serie de lineamiento básicos para la planificación y

dio la pauta para poner en práctica este nuevo arte. 104 Dicha acción se

convirtió en el ejemplo a seguir para muchos otros países que retomaron los

principios alemanes y los enriquecieron a medida que los fueron poniendo en

práctica; un año más tarde se emitió la Ley Prusiana del 2 de julio de 1875,

103 Frank Koester (1876 - 1927) Nació en Alemania en donde se formó como ingeniero. En 1902 emigró a los Estados Unidos, donde trabajo como ingeniero en la construcción de las obras del metro en Nueva York, en 1911 obtuvo la ciudadanía norteamericana, asimismo da inicio a su carrera como ingeniero civil a lo largo de la cual desarrolla diversos trabajos de alumbrado público y de planificación urbana. Entre sus clientes estuvieron la ciudad de Allentown, Bethlehem y Scranton, en Pensilvania. Koster fue autor de uno de los primeros libros de planificación urbana: Modern City Planning and Maintenance, publicado en 1914. Su obra se caracterizó por hacer referencia a diversos ejemplos de ciudades europeas, lo cual fue resultado, en parte, del constante contacto que mantuvo con planificadores europeos. A lo largo de su trayectoria se preocupó por enfatizar la importancia de la ingeniería dentro de la planificación urbana, como una disciplina indispensable. 104 Koester, Modern, 1914, p.VII.

70

en la que se hacía referencia al “trazo y alteración de calles y plazas en

ciudades y lugares de campo”.105

A decir de Brian Ladd, la planeación urbana del siglo XIX es un

ejemplo de la reforma social burguesa que necesitaba una optimización de

las condiciones en las que se encontraban las ciudades, lo que fue posible

sólo a través de la intervención del Estado y de la participación de los

gobierno locales, mismos que empezaron a ejercer el control y la regulación

en el alineamiento de las calles, los usos de suelo y la regulación de las

construcciones; todo esto tuvo que verse reflejado en la elaboración de un

conjunto de instrumentos jurídicos que más tarde servirían de ejemplo para

otros países (Inglaterra y Estados Unidos).106

De ahí que una de las principales acciones que llevó a cabo el Estado

alemán, fue actuar en áreas estratégicas como la planeación de ciudades,

razón por la cual tuvo que ejercer el control de los servicios públicos, pues

como lo menciona Sánchez Ruiz, “el secreto del progreso de Alemania se

debía en gran medida a la eficiencia de sus servicios públicos”,107 condición

que sólo era posible a través de un Estado capaz de regular a los gobiernos

locales.

Entre los principales precursores de la escuela alemana, se pueden

citar a Reinhard Baumeister, Joseph Stübben y Camillo Sitte, quienes a

través de sus propuestas asentaron una nueva manera de pensar las

ciudades y, por ende, de intervenirlas. Sus propuestas abarcaron desde la

zonificación por medio de la agrupación de actividades similares o

compatibles, hasta el planteamiento de relaciones entre las diferentes zonas

a partir del trazado de las calles, las cuales no sólo debían satisfacer

requerimientos funcionales, sino también estéticos; al mismo tiempo pudieron

percatarse de lo fundamental que era dotar a las ciudades de áreas verdes,

necesarias para la recreación y la salud de sus habitantes, asimismo, se

105 Sánchez, “Escuela”, 2007, p. 81. 106 Ladd, Urban, 1990, p.2-9. 107 Sánchez, Planeación, 2008, p. 50.

71

tomó en cuenta la importancia de identificar posibles espacios para el futuro

crecimiento de las urbes.108

Camillo Sitte109 (1843-1903) es considerado uno de los precursores de

la escuela alemana; gran parte de sus aportaciones como pionero en la

materia, se ven reflejadas en su obra Der Städtebau nach seinen

künstlerischen Grundsätzen (Planeación de ciudades según principios

artísticos), en ella formula la posibilidad de abordar el urbanismo, dándole un

carácter de problema estético, en virtud de que él consideraba que las

soluciones técnicas dirigidas a remediar los conflictos de las ciudades –

infraestructura e higiene- no debían ser contrarias a ciertos principios de

carácter estético.

Asimismo, Sitte critica al sistema de traza reticular por considerarlo

poco funcional, puesto que a su parecer la ciudad debía ser pensada tanto

para los peatones como para el tráfico rodado, en su opinión la traza reticular

era poco favorable para los peatones al hacer las distancias más largas y

dificultar el cruce de las calles.

En este sentido, Sitte estaba consciente de la necesidad de llevar a

cabo un cambio de raíz para revertir la realidad que se vivía en las ciudades,

por lo que hace un llamado para abrir las puertas a los sistemas modernos, a

fin de enfrentar un estricto enfoque metodológico que dejase atrás todos

aquellos patrones preconcebidos, por ello es considerado como uno de los

pioneros del urbanismo, al incitar a la búsqueda de una manera diferente de

intervenir y de concebir a la ciudad en sí misma.110

108 Ibid., p. 56. 109 Camillo Sitte (1843-1903) Arquitecto y urbanista de origen austriaco, fue uno de los primeros teóricos de la planificación urbana, razón por la cual llegó a tener una gran influencia en el desarrollo y la regulación urbana de diversas ciudades europeas. Uno de sus principales intereses era la integración de la arquitectura moderna respecto a los espacios preexistentes, pues él abogaba por mantener cierto apego a los cánones clásicos. Asimismo daba una especial importancia a las cuestiones estéticas relativas a la morfología urbana, enfatizando la importancia de las plazas así como la inserción de monumentos y demás elementos estéticos. Una de sus principales obras fue Planificación de ciudades de acuerdo a principios artísticos publicada en 1889. 110 Sitte, “Modern”, 1889, p. s/n.

72

En su obra es notoria una profunda preocupación por los espacios

públicos que conforman las ciudades, ejemplo de ello es su libro “The art of

building cities” publicado a finales del siglo XIX, donde se evidencia su

interés por la vitalidad de dichos espacios, al considerarlos parte fundamental

de la vida pública.

Cabe señalar que Sitte presta especial atención al tema de las plazas,

inquietud que lo motivó a desarrollar un trabajo sumamente detallado, en el

que expuso la gran importancia de estos lugares en la historia de las

ciudades, razón por la cual es posible percatarse cómo a través del tiempo

sus usos y funciones se han visto modificados.111Para realizar su análisis

tomó en cuenta aspectos tales como su ubicación, la relación existente con

los edificios próximos, los monumentos y los elementos añadidos a las

plazas, con lo cual Sitte concluye que cada ciudad y cada plaza poseen

particularidades que deben ser consideradas antes de llevar a cabo cualquier

tipo de intervención.

Gran parte de los principios formulados por Sitte fueron retomados

posteriormente para conformar los cimientos de la planificación urbana

moderna en distintas partes del mundo, pues constituyeron un legado sin

precedentes que dio lugar a una base teórica, metodológica e

instrumental.112

Por otro lado, Reinhard Baumeister113 (1833-1917), considerado

también como uno de los padres de la planificación urbana alemana, fue otro

de los visionarios, que al percatarse de la caótica situación que se vivía en

las ciudades, emprendió la búsqueda de posibles soluciones.

111 Sitte, Art, 1945, p.2. 112 Sánchez, Planeación, 2008, p. 81. 113 Reinhard Baumeister (1833-1917) Nació en Hamburgo Alemania en 1833. Profesionalmente se desenvolvió como ingeniero, arquitecto y teórico de la planificación urbana. En su obra “Ensanche de ciudades desde el punto de vista técnico y económico” (Stadt-Erweiterungen in technischer, baupolizeilicher, und wirtschaftlicher Beziehung) publicado en Berlín en 1976, trató de establecer las bases científicas del diseño urbano, asimismo represento un importante precedente para los trabajos de Camillo Sitte y Joseph Stübben. Una de sus principales preocupaciones fue la de tratar de resolver los problemas que provocaba la excesiva burocracia en el ejercicio de la planificación urbana, la cual concebía como un trabajo continuo a largo plazo.

73

El planteamiento de Baumeister, referente a la planeación y trazado

de ciudades, proponía que se tomaran en cuenta cuatro principios básicos: el

estético, el económico, el social y el higiénico, los cuales debían ser

abordados tanto individual como conjuntamente a fin de alcanzar el equilibrio,

pues el cuidado de lo estético no podía estar en detrimento de los otros tres

principios.

Cabe mencionar que los aspectos estéticos hacen referencia no sólo

al tratamiento arquitectónico de las edificaciones, sino también a todos

aquellos factores que inciden en el paisaje y que provocan ciertos efectos

visuales. De igual modo, Baumeister enfatizaba que se le debía prestar una

especial atención a la conservación y mantenimiento de los monumentos,

dado que son portadores de un gran significado cultural tanto a nivel local y

nacional, lo que de cierta forma muestra cómo desde el siglo XIX comienza a

gestarse la noción de centro histórico, al detectar que la ciudad antigua

posee particularidades muy diferentes a la llamada ciudad industrial que se

empezaba a conformar.114

Una más de las premisas que defendía Baumeister, era la zonificación

de las ciudades, pues él sugería que éstas debían dividirse al menos en tres

distritos: uno destinado a los negocios, otro a las industrias y uno más para

uso residencial; por consiguiente, el óptimo desarrollo de las ciudades

dependía en gran medida del respeto de esta división.115Por consiguiente, la

ciudad además de estar dividida por distritos, también debía tener un

adecuado sistema de vialidades en el que se diferenciaran las avenidas

principales de las calles secundarias, al mismo tiempo se proponía un

sistema radial que no sólo rompiera con la monotonía de la traza sino

también favoreciera la funcionalidad de la misma.116

Es importante señalar que Baumeister fue una de las personalidades

más reconocidas en Alemania en el ámbito de la planificación, y su prestigio

se incrementó gracias a que en 1879, presentó ante la Sociedad de 114 Baumeister, “Planning”, 1907, p. s/n. 115 Baumiester (1876) en Koester, Modern, 1914, p.45. 116 Baumeister, “Town”, 1914, p. s/n.

74

Ingenieros y Arquitectos de Alemania, una serie de principios y

recomendaciones dirigidos a las autoridades alemanas para guiar el

crecimiento de las villas y ciudades.

Por último, el tercer pionero de la escuela alemana, fue Joseph

Stübben117 (1845-1936), quien al igual que Baumeister y Sitte, ha sido

considerado como uno de los principales planificadores alemanes y, por

ende, europeos. En su obra Principios prácticos y estéticos para el trazo de

ciudades, publicado en 1885, hace referencia a cuáles deben ser los

elementos fundamentales para la construcción urbana ordenada, debiendo

considerar las posibles necesidades a futuro.

Stübben tenía como premisa que la ciudad podía construirse de dos

formas, la primera consistía en la simple adición de nuevos elementos a la

forma preexistente, lo que daba como resultado una mera prolongación de

las calles y avenidas, provocando que no hubiese relación alguna entre las

construcciones existentes y las nuevas,118 mientras que la segunda opción,

con la que él concordaba y por lo tanto abogaba, era la que debía partir de

un plan general elaborado previamente, basado en una sistematización y

regularización del trazado.

Así pues, bajo la concepción de Stübben, la planificación debía regirse

por dos principios esenciales: los estéticos y los prácticos, éstos últimos

tenían como eje tres elementos fundamentales: el trazado de las calles, las

llamadas líneas de tráfico y la infraestructura.119 En tanto que los estéticos

estaban dirigidos a un correcto trazo de las calles y plazas, así como al

cuidado de la relación de éstas con los edificios.

Cabe señalar que Stübben, al igual que Camillo Sitte, se oponía a la

traza rectangular al considerarla poco funcional y hasta cierto punto

117 Joseph Stübben (1845-1936) Arquitecto y urbanista de origen alemán, a lo largo de su desenvolvimiento profesional llegó a desempeñarse como arquitecto, urbanista y concejal de la ciudad de colonia, asimismo trabajo en el diseño urbano de la ciudad de Luxemburgo. Entre sus principales obras destacan El desarrollo urbanístico (1890), La construcción de ciudades en el pasado y el presente (1895), La higiene en la planificación de la ciudad (1896), entre otros. 118 Stübben, “Practical”, 1890, p. s/n. 119 Sánchez, Planeación, 2008, p. 61.

75

antiestética, por lo que él defendía el uso de diagonales y avenidas radiales.

Asimismo, puso en manifiesto su interés por respetar los inmuebles con valor

histórico, razón por la cual abogaba por una mayor defensa de su

conservación, además de tomarlos como ejemplo para el desarrollo de las

ciudades. 120

La visión de Sitte era muy semejante a la Stübben, pues en su opinión

la modernidad en las ciudades estaba determinada por el equilibrio entre la

salud, el tráfico y la belleza, motivo por el que sostenía que era imposible

igualar la majestuosidad de las ciudades antiguas si no se tomaban en

cuenta los requerimientos de tráfico e higiene, pues ellos siempre debían

responder a ciertas demandas estéticas.121

Un aspecto relevante por señalar, es la manera en que Stübben

enfatizaba la importancia que tenía no sólo el atender los problemas físico-

espaciales de la ciudad, sino que debía considerarse como un requisito

fundamental el incluir las necesidades sociales y económicas, como factores

de atención prioritaria, puesto que sin ellas no sería factible alcanzar ningún

ideal de progreso y modernidad.122

2.3 Las contribuciones inglesas y norteamericanas a la planificación urbana

Ahora bien, como se ha mencionado anteriormente, los problemas que

ensombrecían a las urbes se extendieron a varias ciudades europeas, y

también a algunas localidades norteamericanas, donde la apresurada

industrialización hizo ver rápidamente sus efectos, pues la falta de zonas

habitacionales para los obreros se convirtió en un conflicto de carácter

político y social, debido a que las condiciones bajo las cuales vivían eran

120 Stübben, “Sumary”, 1906, p. s/n. 121 Ibid. 122 Ibid.

76

deplorables, así que para evitar un levantamiento social, se tuvo que

emprender la búsqueda de soluciones para mitigar la frágil situación.

Durante las primeras décadas del siglo XX, comenzaron a surgir

diversas propuestas de carácter urbano tanto en Norteamérica como en

Inglaterra, ejemplo de ello es la denominada ciudad-jardín de Ebenezer

Howard,123 quien es considerado uno de los precursores del urbanismo

inglés. Así pues, el proyecto planteado por Howard consistía en la creación

de nuevos espacios urbanos, y no en la intervención de la ciudad

preexistente. Al respecto, Howard proponía generar nuevos espacios

próximos a la ciudad de Londres, en virtud de que ésta representaba el

“centro de gravedad metropolitano”,124 en torno al cual se localizarían las

ciudades satélites, destinadas principalmente al uso habitacional.

Dicho modelo de ciudad tiene como origen un espacio público central

rodeado por viviendas y por una avenida principal, en el que se encontraban

los servicios y equipamiento, mientras que la zona industrial se localizaba en

la parte exterior de tal núcleo, mismo que también estaba rodeado por una

zona verde. Cabe señalar que una parte esencial de este planteamiento hace

hincapié en la importancia que se le dio a los espacios públicos, al

convertirse en ejes ordenadores, indispensables para el buen funcionamiento

de la ciudad, al igual que una marcada zonificación de usos de suelo y la

especificación de áreas restringidas, con el objetivo principal de impedir el

crecimiento amorfo de los suburbios.

123 Ebenezer Howard (1850-1928) Reconocido urbanista británico, asentado en Estados Unidos de Norteamérica. Una de sus aportaciones más importantes a la historia del urbanismo es la conceptualización que desarrollo en torno a la ciudad jardín, como un nuevo modelo de ciudad, cuya base partía de una singular manera de organizar el espacio a partir de la integración del medio natural, lo cual fue explicado e su obra Ciudades jardín del mañana. En el ámbito profesional, 1899 fundó Garden Cities Asociation, a través de la cual en 1903 elaboró proyecto de Letchworth, ubicado al norte de Londres, la cual es considerada la primera ciudad-jardín construida. 124 Querol, Bienvenidos, 2004, p. 140.

77

Figura 2.4. Diagramas de la ciudad jardín propuesta por Howard en 1898.

La ciudad jardín propuesta por Howard fungió como ejemplo para

proyectos posteriores en otras partes del mundo. En el caso de México, se

pueden citar a las colonias Lomas de Chapultepec (1922) e Hipódromo

78

Condesa (1925), ambas proyectadas por José Luis Cuevas Pietrasanta.125,

126

Otro de los iniciadores de la planificación inglesa fue Raymond

Unwin,127 quien en 1909 publicó Town planning in practice: An introduction of

the art of designing cities and suburbs -La práctica del urbanismo: una

introducción al arte de proyectar ciudades y barrios-. Cabe señalar que en

ese mismo año el parlamento inglés aprobó la primera ley sobre

planeamiento urbanístico,128 suceso que motivó a Unwin a elaborar su obra,

tal como lo señala en el prefacio de la misma: 129

Cuando el gobierno prometió una ley confiriendo a los ayuntamientos poderes para la planificación, se me ocurrió que podría ser de alguna utilidad el reunir y publicar algunos de los planos, fotografías y otro material que había coleccionado por algunos años de estudio y práctica de lo que me he atrevido a denominar el arte de la planificación urbana.130

Unwin, al igual que sus contemporáneos, comenzó a desarrollar su

preocupación por los conflictos que se vivían en las urbes, consecuencia de

un crecimiento incontrolado y desordenado: “Hectáreas y hectáreas de

terreno, […] aparecen hoy cubiertas por densas masas de edificaciones que

se apiñan en hileras a lo largo de las calles, dispuestas completamente al

125 Sánchez, Planeación, 2008, p. 93. 126 En el caso de la ciudad de México, es importante señalar que las influencias del urbanismo moderno se vieron reflejadas en otros proyectos que tenían una clara influencia de la ciudad jardín, como fueron las colonias El Pedregal, el Reloj, Ciudad Jardín, Espartaco, Avante o los conjuntos Miguel Alemán y Benito Juárez, entre otros ejemplos en los cuales se da un valor relevante a las áreas verdes, en dichos proyectos participaron Cuevas Pietrasanta y Domingo García Ramos. Sánchez, Ciudad, 1999, p. 146. 127 Raymond Unwin (1863-1940), arquitecto e ingeniero británico, reconocido por sus aportes al urbanismo. Entre sus principales preocupaciones se encontraban los problemas de salubridad, así como la integración de las áreas verdes a las zonas urbanas, tal como lo reflejan sus escritos: El arte de construir una vivienda (1901) y el Estudio práctico de los planos de una ciudad (1909). Asimismo participó como constructor, junto con Barry Parker, en el proyecto de Letchworth elaborado por Ebenezer Howard. 128 Sabaté, “Oficio”, 1985, p. 20. 129 La decisión de Unwin de elaborar el libro se da cuando es anunciada dicha propuesta. 130 Unwin, Práctica, 1984, p. 9.

79

azar, sin ninguna consideración con los intereses generales de la

comunidad”.131

Ante este panorama, Unwin expuso que la necesidad de un plan

capaz de conducir el crecimiento ordenado de las ciudades era por demás

evidente y urgente, lo que demostraba, sin duda, la incompetencia e

incapacidad de las autoridades para guiar el óptimo desenvolvimiento de las

urbes, pues los intereses privados eran los que habían ejercido el dominio

total en el desarrollo inmobiliario a fin de obtener mayores ganancias por las

rentas del suelo, situación que se vio reflejada en la ausencia de áreas libres

destinadas al esparcimiento y, en la insuficiencia de equipamiento e

infraestructura.

Ahora bien, el discurso que manejaba Unwin estaba enfocado, en

parte, a la humanización de la ciudades, pues a su parecer, aunque muchos

de los nuevos barrios que se habían generado alrededor de las urbes

contaban con los servicios mínimos de infraestructura éstos resultaban

insuficientes debido a la monotonía que se había apoderado de las calles al

carecer del toque vivificante del arte: “Es la falta de belleza, de las cosas

agradables de la vida, más que ninguna otra cosa lo que nos obliga a admitir

que nuestro trabajo de construcción de la ciudad en el siglo pasado no se ha

realizado adecuadamente”.132

La postura que adoptó Unwin, coincidía con la de Sitte y con la de

Stübben, pues a partir de las palabras de Lethaby “el arte consiste en hacer

bien aquello que se debe hacer”,133 Unwin consideraba que el conflicto no

consistía únicamente en solucionar las anomalías que padecían las

ciudades, sino en hacerlo adecuadamente y sin descuidar la parte estética,

que no sólo contribuyera con el paisaje, sino que enriqueciera la vida de sus

habitantes, en virtud de que la belleza no tenía que ser vista como algo inútil,

131 Ibid., p. 11. 132 Ibid., p. 15 133 Ibid., p. 13

80

sino que debía ser valorada como “un elemento necesario de todo buen

trabajo, la cualidad que lo corona y lo completa”.134

De ahí que las inquietudes de Unwin estuviesen dirigidas a un

equilibrio entre lo funcional, lo higiénico y lo estético, condiciones que sólo

serían viables a través de la elaboración de adecuadas ordenanzas de

edificación, en las que se promoviera la dotación de espacios abiertos

destinados a parques y campos de juego, así como una óptima ventilación y

asoleamiento de los espacios cubiertos, junto con el cuidado de la traza y de

los usos de suelo de las calles, además de reservar un área específica para

las industrias, a fin de evitar molestias a los vecinos.

Otro aspecto relevante dentro la obra de Unwin, es su preocupación

por la vida comunitaria, pues él partía del principio de que el arte urbano

debía ser la expresión de la vida de la comunidad”, 135 razón por la cual las

acciones que se emprendieran, más allá de satisfacer intereses individuales,

debían siempre ser pensadas en plural, al considerar a los habitantes en su

conjunto, condición que encierra un alto grado de complejidad, en el sentido

de que el urbanismo puesto en práctica debía propiciar las condiciones para

que la ciudad sea en sí una expresión de la vida comunitaria, misma que

tiene su máxima expresión en la vía pública.

A partir de lo anterior, Unwin sostenía que el mejoramiento de las

ciudades dependía de la puesta en práctica del planeamiento urbano, en el

que se tuviera como meta inicial la introducción de un orden que reemplazara

el caos que reinaba, para así frenar la “invasora tendencia de los intereses

personales”136 y poder satisfacer las necesidades de la comunidad.

En este sentido, la propuesta de Unwin estaba dirigida tanto a

intervenir la ciudad existente, como a prever la expansión urbana a través de

un plan en el que se tomaran en consideración, en primer lugar, todas las

necesidades públicas para así asegurar el correcto desarrollo de la ciudad.

Dicha propuesta tuvo su origen tanto en el proyecto de Letchworth de 134 Ibid., p. 15 135 Ibid., p. 16 136 Ibid., p. 19

81

Howard, de quien retomó algunos de sus planteamientos, así como del

mismo Joseph Stübben, entre otros teóricos de la época.

Ahora bien, respecto a las primeras prácticas y orígenes de la

planificación en Norteamérica, es necesario hacer mención de la llamada

escuela de Chicago, la cual posee dos vertientes, una de carácter

arquitectónico y otra de carácter sociológico. La primera hace referencia a la

construcción de la ciudad, en particular a la forma en que se concibe y se

materializa la arquitectura a través de un modelo de ciudad vertical. William

Le Baron Jenney (1832-1907), es considerado el iniciador de dicho

movimiento; entre sus principales exponentes se pueden mencionar Frank

Lloyd Wright (1869-1957), Daniel Burnham (1846-1912) y Louis Sullivan

(1856-1924), quien en 1891 publicó un artículo titulado “La ciudad de los

rascacielos”, en el que proponía que las futuras ciudades norteamericanas

debían estar dominadas por altos edificios.

El hecho de que los rascacielos surgieran en Chicago, no fue algo

fortuito, sino que es resultado de una serie de factores que motivaron el

crecimiento vertical de la ciudad, fenómeno que también se presentó en

Nueva York y que más tarde se daría en Europa.137

La ciudad de Chicago se fundó en 1830, pronto llegó a convertirse en

una de las principales ciudades de los Estados Unidos, al ser un importante

centro de intercambio comercial, así como un nodo ferroviario primordial, por

lo que se convirtió en una ciudad estratégica para la economía del país,

condición que motivó a la conformación de un centro administrativo en el

área central de la urbe, mismo que fue consumido en 1871 cuando ocurrió el

gran incendio de Chicago, que arrasó con más de 6 km2 de la ciudad.

Debido a la importancia de la urbe, se procedió inmediatamente a su

reconstrucción, acto que dio origen a un nuevo centro de negocios,

137 El First Leiter Building (seis niveles) construido en Chicago en 1879 es considerada la primera obra de la escuela de Chicago, seguido por el Home Insurance Building (diez niveleles) también diseñado por William Le Baron Jenney entre 1884-1885, el World Building de Nueva York construido en 1890, el Reliance Building (1890-1895)de Burnham y el Auditorium Building (1887-1889) de Adler y Sullivan, erigido en también en Chicago, son algunos de los ejemplos de este movimiento.

82

conformado por una serie de manzanas en las que existían grandes edificios

que concentraban múltiples actividades, pues en ellos había comercios,

almacenes, oficinas y residencias. La gran vitalidad que se generó en la zona

provocó un incremento en los costos del suelo, por lo que los inversionistas

inmobiliarios al ver la rentabilidad y la demanda que existía por ocupar un

lugar en el área, condujo a la construcción de los primeros rascacielos. Estas

nuevas edificaciones tenían la particularidad de ocupar la misma área de

desplante que un edificio convencional, pero maximizando la utilización del

espacio, no sólo por el incremento en el número de niveles, sino por la

variedad de usos y actividades que en ellos se concentraban.138

Es importante señalar que la erección de los rascacielos fue posible,

en gran medida, por el empleo de nuevos sistemas constructivos y por la

utilización de los sistemas verticales de transporte -ascensores-.139

Asimismo, debe resaltarse que la introducción de los rascacielos, más allá de

ser una nueva expresión formal de la arquitectura, representó una manera

innovadora de concebir la ciudad, pues la verticalidad se traducía en una

mayor densidad de construcción al incrementar tanto los coeficientes de

ocupación, como los de utilidad del suelo.

Por otro lado, respecto a la vertiente sociológica, se encuentra la

“escuela de ecología urbana”, conocida también como escuela de Chicago,

misma que surgió, precisamente, en la Universidad de Chicago durante las

primeras décadas de los novecientos. Una de sus mayores aportaciones fue

la conformación de la sociología urbana como disciplina dedicada a estudiar

las relaciones entre los individuos y la ciudad.140Los principales exponentes

de este movimiento fueron Robert Ezra Park (1864-1944), Ernest Watson

Burgeess (1886-1966), Louis Wirth (1897-1952), Homer Hoyt (1895-1984),

Nels Anderson (1889–1986) y Roderick Duncan McKenzie(1885-1940), entre

otros.

138 De Fusco, Historia, 1992, p. 76. 139 El ascensor de vapor fue inventado en Elisha Otis en 1853, en 1870 C.W. Baldwin creó el ascensor hidráulico y en 1880 Werner von Siemens introdujo el ascensor eléctrico. 140 Bassols, Antología, 1988, p. 89.

83

Dicha escuela partía del principio de que la ciudad podía ser entendida

como un ambiente ecológico donde tiene lugar el “complejo comportamiento

humano”,141 el cual era comparado con el de los animales, al sugerir que la

lucha por el espacio, que se producía en las ciudades, guardaba cierta

similitud con el reino animal.142

La sociología urbana, según Louis Wirth, estudia a la ciudad en su

carácter de entidad social, la cual es entendida como “un asentamiento

relativamente grande, denso y permanente de individuos socialmente

heterogéneos”.143 Dicha escuela suponía que la ciudad se encontraba

organizada a partir de franjas concéntricas circulares, definidas tanto por la

naturaleza social de sus individuos, como por sus actividades.144

Ahora bien, retomando el tema de los orígenes de la planificación en

los Estados Unidos, es importante señalar que en ese país se llevaron a

cabo diversas propuestas a nivel teórico como práctico, cuyo impacto fue

sumamente importante para el desarrollo de la disciplina, pues aunque

algunas de las intervenciones a nivel urbano, reproducían soluciones

adoptadas previamente en Europa, otras tuvieron un carácter más innovador.

Entre los ejemplos teóricos más destacados se encuentran algunos de

los trabajos realizados por Frank Koester y Charles Mulford Robinson,

obviamente existen otras obras significativas, no obstante, a fin de dar una

idea general solamente se retomaron los textos de estos dos autores, cuyo

contenido ayuda a tener una idea, no sólo de cuál era su concepción de la

ciudad y de la planificación como disciplina, sino también cuáles eran sus

preocupaciones acerca del espacio público.

Entre los textos que se escribieron específicamente sobre el tema, se

encuentra Modern city planning and maintenance, de Frank Koester,

publicado en Nueva York en 1914. En su introducción se enfatiza la poca

información existente referente al tema, a pesar de ser una cuestión de

141 Ibid. 142 Ibid., p. 90. 143 Wirth, “Urbanismo”, 1988, p. 167. 144 López, “Carlos”, 2002, p. 13.

84

interés público, por lo tanto Koester pretende a través de su trabajo,

“presentar de manera concisa y comprensible los principios del arte de la

planeación urbana, como han sido desarrollados en los tiempos

modernos”,145 Es relevante destacar la actitud visionaría del autor en

diversos aspectos, pues desde un principio considera que la planificación

urbana es un trabajo con múltiples ramificaciones, que va más allá del mero

embellecimiento de la ciudad, debido a que se requiere de la coordinación y

creación de todos los elementos que hacen de la ciudad un “mecanismo

práctico operativo”.146 En consecuencia, la planificación urbana debe ser

abordada como una labor compleja que compete no sólo a ingenieros y

arquitectos, sino que atañe también a profesionales de otras disciplinas.

La postura de Koester, no es muy distante de la adoptada por la

escuela alemana, ya que en su obra manifiesta su reconocimiento hacia las

aportaciones germanas, y a su vez las retoma como referencia para

desarrollar su trabajo.

La relevancia de las contribuciones de Koester, hicieron que su obra

llegara a convertirse en uno de los referentes para la naciente disciplina,

gracias a que intentó abarcar todos los elementos que, a su consideración,

incidían no sólo en la forma y funcionamiento de la ciudad, sino también en

todos aquellos asuntos de carácter administrativo y financiero, factor que se

ve reflejado en un capítulo dedicado especialmente a la forma en cómo

pueden ser financiados los proyectos de planificación urbana, tema poco

desarrollado en aquella época.

Respecto al espacio público –calles, avenidas, parques, plazas y

jardines-, Koester señaló varios aspectos que debían ser considerados para

el óptimo funcionamiento de la ciudad y para el desenvolvimiento de la

sociedad. Con relación a los espacios abiertos, hizo especial énfasis en sus

distintas categorías de acuerdo a las funciones que debían cumplir, por lo

que marcó una diferenciación en cuanto al tipo de plazas que se requerían

145 Koester, City, 1914, p. V. (Traducción del autor). 146 Ibid., p. VI.

85

en una ciudad, mismas que fueron divididas según sus funciones:

distribución de tráfico, terminales de transporte, mercados, lugares de

reunión, áreas ornamentales o florales y, por último, plazas de acceso a

edificios públicos.147

A lo largo del capítulo que Koester dedica a los espacios abiertos,

destaca ciertos detalles, como el comentario relativo al decremento en el uso

de dichos espacios, en comparación con épocas anteriores, pues a su

parecer, en los tiempos modernos se ha experimentado un cambio de vida

en la sociedad, lo que ha hecho que cada vez se requiera menos de los

espacios públicos; como ejemplo cita la difusión de los periódicos, los nuevos

sistemas de votación y la transformación de los sistemas judiciales,

condiciones que, en su opinión, han modificado el uso de dichos espacios,

no obstante, enfatizó que el aumento del tráfico rodado condujo a una mayor

necesidad de plazas destinadas a la distribución del tránsito.148

De manera general, se puede decir que los señalamientos de Koester,

acerca de los espacios abiertos, pertenecen más al ámbito del diseño, pues

presta especial atención a la proporción y a las dimensiones que debían

poseer las plazas y jardines, así como a la cantidad de áreas abiertas, según

la zona de la ciudad, en la inteligencia de que toda urbe tiene que contar con

un sistema de parques, los que debían ser menores en número y en

dimensión en las zonas de negocios, en comparación con las áreas

habitacionales, donde dicha condición era preciso revertir a través de un

aumento tanto en el número como en tamaño de espacios abiertos, conforme

se fueran alejando del área central de la ciudad.149

Ahora bien, respecto a las calles y avenidas, Koester, desde un inicio

coincide con una de las principales preocupaciones de la época, que era el

mantener en óptimas condiciones sanitarias las ciudades a fin de impedir la

propagación de enfermedades; asimismo, expuso algunos lineamientos

básicos que pueden ser considerados como criterios de diseño urbano, entre 147 Ibid., p. 122. 148 Ibid., p. 123. 149Ibid., p. 134.

86

los que se destacan las adaptaciones necesarias para redes de servicios

(alumbrado, alcantarillado, agua potable, etcétera).

A lo largo del texto es posible identificar entre líneas una marcada

preocupación por el tráfico rodado más que por el uso peatonal, sin que esto

conlleve a una omisión por parte del autor; sin embargo, los lineamientos que

presenta resultan un tanto generales. Por citar algunos ejemplos se

menciona que las áreas vehiculares, así como las peatonales deben

mantener una buena apariencia, al mismo tiempo evitar que las aceras sean

invadidas por todo tipo de elementos que obstruyan el paso, y que el

sembrado de los árboles se lleve a cabo de manera cuidadosa.

Bajo esta misma perspectiva, existen otros textos contemporáneos a

Koester, que permiten ver no sólo cómo comienza a ser concebida la

planificación urbana, sino que también deja entrever cuál era el significado de

los espacios públicos para las ciudades, así como la manera en que estos

espacios eran considerados dentro de las propuestas de intervención

urbana.

Respecto al mismo tema, otro de los ejemplos importantes de la época

son los textos de Charles Mulford Robinson, publicados en Estados Unidos

durante las primeras décadas de los novecientos. En ellos no sólo se hizo

una acertada presentación de la nueva disciplina, sino que buscó trasmitir la

urgente necesidad de su adopción ante el caótico escenario que se vivía en

las ciudades, como prueba de esto se puede mencionar la manera en que

introdujo lo que él denominó “civic art”, pues asemeja el descubrimiento de

un nuevo medicamento para una terrible enfermedad, cuyo uso representa

una cura prometedora.

Mulford, por su parte elaboró distintos textos en los que puede verse

cómo esta naciente profesión empezó a tomar forma a través de un proceso

de consolidación que permitió ir generando los principios y las bases que

fungirían como referentes básicos para los futuros planificadores urbanos. La

obra de Mulford se caracteriza por la claridad con la que explica los objetivos

de la planificación urbana, entre los cuales destaca que ésta tiene que

87

ofrecer soluciones no sólo a los problemas existentes que agobian a las

urbes, sino también debe tener la capacidad para identificar y prevenir el

surgimiento de conflictos futuros; asimismo, Mulford señaló que la

planificación podía actuar bajo tres escenarios: a) intervención en ciudades

existentes; b) planificación de nuevas ciudades, y c) planificación de nuevas

áreas de expansión en ciudades existentes.150

Con relación a los espacios públicos, en “City planning with special

reference to the planning of streets and lots”, Mulford resaltó que la función

de las calles iba más allá de representar vías de comunicación –elementos

conductores de tránsito- pues en primera instancia, debía tomarse en cuenta

que eran espacios públicos que contribuían al desenvolvimiento social de la

vida urbana.

Por otra parte cuando se refiere a las áreas verdes, enfatiza que toda

ciudad debe contar con un adecuado sistema de parques, mismo que

debería planificarse de manera conjunta con el sistema de calles y avenidas,

pues ambos conforman un solo sistema interdependiente, razón por la cual

ninguno de los dos debería estar subordinado al otro. Dicho comentario

responde a que por lo general se da una mayor importancia al trazado de las

calles, dejando a un lado la planificación de los parques y de las áreas

recreativas.

Uno de los aspectos que destacan en las sugerencias de Mulford, es

la propuesta que elaboró respecto a la distribución y el número de parques

con que debía contar una ciudad, lo que representó un intento por

sistematizar las acciones de la planificación en búsqueda de ciudades

funcionales, pensadas para ser disfrutadas por sus habitantes, pues a través

de sus recomendaciones es posible identificar las principales preocupaciones

e intereses que motivaron su trabajo.

De ahí que para Mulford, los parques constituían elementos vitales

para el sano desenvolvimiento de la ciudadanía, pues consideraba que el

desplazamiento entre el lugar en donde se habita y el parque más cercano,

150 Mulford, City, 1916, p. 3.

88

debía estar a una distancia no mayor a un cuarto de milla,151 lo que supone

un trayecto que puede ser recorrido tranquilamente por cualquier persona;

asimismo señaló que el área que cada ciudad debía destinar a parques y

jardines tendría que ubicarse entre el 5 al 10% aproximadamente del área

total urbanizada, mientras que el área destinada para calles y avenidas

oscilaría entre el 40 y el 50%.152 Esto en sí da una idea del significado que

representaban las áreas libres para Mulford, que al ser entendidas como

espacios públicos indispensables para el correcto desenvolvimiento de la

ciudad, a diferencia de Koester, brinda una mayor relevancia a los aspectos

sociales que tenían que cumplir dichas áreas, por encima de factores

funcionales (vías de comunicación), esenciales también para la ciudad, por lo

que ésta debe ser pensada de manera incluyente al considerar el conjunto

de elementos que intervienen en su óptimo funcionamiento.

Ahora bien, todos estos principios se convirtieron en parte medular de

lo que ahora se conoce como planificación urbana, pues aunque cada ciudad

poseía particularidades muy específicas, al mismo tiempo padecían conflictos

similares.

Es por ello que durante este periodo de consolidación de la

planificación urbana como disciplina, se llevaron a cabo muchos proyectos,

entre los que destacan la ciudad lineal en Madrid, de Arturo Soria y Mata

(1885); el plan de ocupación y usos de suelo de Frankfurt, implantado

durante la gestión del alcalde Franz Adikes en 1891; la ciudad industrial de

Tony Garnier, presentada en Paris en 1904; el plan de Chicago de Daniel

Burnham y Edward Bennet en 1908; la propuesta de la “metrópoli sin

límites”153 de Otto Wagner, para Viena en 1911; las ciudades satélite (1915)

de Graham Taylor, inspiradas en la ciudad jardín de Howard; el proyecto de

ciudad científica –City Practical- de George Burdett Ford, las Ordenanzas de

zonificación de Nueva York, emitidas en 1916; el Plan Regional de Nueva

York y sus alrededores (1927) de Thomas Adams y Charles Dyer Norton; el 151 Un cuarto de milla equivale a 402.57 metros. 152 Mulford, City, 1916, p. 188. 153 Cohen, “Arquitectura”, 1998, p.231.

89

Plan Voisin de Le Corbusier, elaborado en 1925 o la propuesta de Frank

Lloyd Wright, de Broadacre City, presentada en 1932, entre muchas

aportaciones que han sido ejemplo de las muy diversas formas de hacer

frente a los conflictos urbanos y a la búsqueda de los ideales de modernidad

que comenzaron a gestarse en el siglo XIX y vieron su máxima

materialización durante las primeras décadas del siglo XX, cuando se tuvo

que enfrentar la reconstrucción urbana a causa de la primera y segunda

guerra mundial.

Cabe señalar que además de las primeras propuestas, proyectos y

planes urbanos elaborados en dichos años, ocurrieron otros sucesos de gran

importancia y relevantes para la historia de la planificación, tal es el caso de

la fundación, en 1914, de la Sociedad Francesa de Arquitectos y Urbanistas,

el Instituto de Planeación Urbana y del Colegio de Urbanistas de Londres, así

como la impartición del primer curso de urbanismo en la Universidad de

Harvard, en 1909 y la creación, en 1917, del Instituto Americano de

Planificación Urbana. 154

Por último, es pertinente señalar que a esta serie de actos se sumaron

también diversos encuentros internacionales155 entre académicos y

autoridades involucrados en el tema, se discutieron múltiples aspectos

teóricos, prácticos y metodológicos cuyos resultados fueron sumamente

importantes para la consolidación de la disciplina. Como ejemplo destacan el

Housing, Town Planing (Inglaterra, 1909), la First National Conference on

City Planning (Estados Unidos, 1909), la Town Planning Conference

(Londres, I910), el International Housing and Town Planning Congress, el

cual se llevó a cabo posteriormente en distintos países (Ámsterdam, 1924;

Nueva York, 1925, Viena, 1926, Paris, 1928; Roma, 1929, Berlín, 1931;

Londres, 1935; México, 1938 ) y el Congreso Internacional de Arquitectura

Moderna (CIAM) que también se realizó en otras entidades entre 1928 y

1959 año en el que fue disuelto (La Sarraz, Suiza, 1928; Frankfurt, Alemania,

154 Quiroz, Malestar, 2003, p. 127-128. 155 Sánchez, Planeación, 2008, p. 122-152.

90

1929; Bruselas, Bélgica, 1930; Atenas, Grecia, 1933; París, Francia, 1937;

Bridgwater, Inglaterra, 1947; Bérgamo, Italia, 1949; Hoddesdon, Inglaterra,

1951; Aix-en- Provence, Francia, 1953; Dubrovnik, Yugoslavia, 1956, y

Otterlo, Holanda, 1959).

2.4 La Carta de Atenas y sus implicaciones en la

planificación urbana

Un momento clave en la historia de la planificación urbana es la Carta de

Atenas, producto del 4º Congreso Internacional de Arquitectura Moderna

(CIAM), efectuado en 1933, 156 en el que un grupo de intelectuales, entre

ellos Le Corbusier,157 elaboraron una lista de 95 puntos programáticos que

expresaban, por un lado una crítica al urbanismo del siglo XIX y por otro

proponían una serie de alternativas para intervenir las ciudades bajo el ideal

de la funcionalidad.158

Ahora bien, la manera en que esta carta fue redactada permite ver la

forma en que era entendida la ciudad. El primer punto propone una visión de

carácter sistémico que muestra la complejidad que envuelve a las ciudades,

al partir del supuesto de que son parte integral de un conjunto económico,

social y político que constituye la región, lo que representa un cambio de

escala al momento de abordar la problemática urbana, pues integra aspectos

geográficos y topográficos, como elementos fundamentales que interactúan

con los factores económicos, políticos y sociales.

Dentro del apartado de generalidades, el punto 8º sostiene que: “Las

razones que presiden el desarrollo de las ciudades están sometidas a

cambios continuos”,159 lo que por sí mismo expresa una de las principales

156 Aunque fue elaborada en 1933, se publicó hasta 1942. 157 Cabe señalar que Le Corbusier se formó dentro de la escuela alemana, sin embargo sus propuestas resultan ser contrarias tanto a esta escuela como a la inglesa, pues ellas favorecían los factores estéticos, y abogaban por procurar densidades bajas, mientras que Le Corbusier defendía ante todo la funcionalidad y el máximo aprovechamiento del espacio: altas densidades. 158 Capel, Morfología, 2002, p. 395. 159 CIAM, Carta, 1933 (publicada en 1942), [en línea]

91

cualidades de las urbes, al señalar que éstas se encuentran inmersas en un

proceso permanente de transformación y readecuación, a fin de satisfacer las

necesidades de cada época, por ende, son poseedoras de una naturaleza

dinámica que debe ser considerada antes de tomar cualquier decisión acerca

de su futuro.

Asimismo, una de las preocupaciones que refleja dicha carta, se

refiere a los problemas de vivienda que eran comunes en las ciudades, por lo

que se hace un llamado a exigir zonas habitacionales dotadas de servicios

básicos, así como de una localización favorable respecto al resto de la

ciudad.

En este sentido, los temas que se abordan aluden a diversos ámbitos

inherentes al fenómeno urbano, como son la necesidad de dotar a las

ciudades de suficientes lugares de esparcimiento, puesto que las áreas libres

existentes hasta ese momento resultaban insuficientes. De igual manera se

subraya que una de las consecuencias desfavorables del crecimiento de las

ciudades, es el incremento en las distancias que deben recorrer los

empleados para llegar a sus lugares de trabajo, lo que trae consigo múltiples

efectos poco favorables no sólo en sus vidas sino también para la misma

ciudad, motivo por el cual propone prestar mayor atención a la zonificación

de las urbes.

Lo anterior mantiene una estrecha relación con el problema de las

circulaciones, pues en la búsqueda de una ciudad funcional, la necesidad de

optimizar el sistema de vías de comunicación resultó ser de vital importancia,

debido a que los cambios producidos por la industrialización habían

precipitado el incremento del tránsito vehicular, el cual mostraba una

evidente tendencia a aumentar, razón por la que la ciudad debía ser pensada

también a partir de los nuevos usos y funciones, pues los requerimientos de

los automóviles son muy diferentes a los de los peatones y al de los antiguos

medios de transporte. Entre los respectivos señalamientos se encuentran:

92

60. Que las vías de circulación sean clasificadas según su naturaleza y construidas en función de los vehículos y de su velocidad. 61. Los cruces, muy solicitados serán convertidos a la circulación continua por cambios de niveles. 62. Que el peatón pueda seguir caminos distintos de los del automóvil. 63. Que las calles sean diferenciadas según sus destinos: calles de habitación, de paseo, de tránsito, vías principales. 64. Que zonas de vegetación aíslen, en principio, las corrientes de gran circulación.160

Por último, la carta hace referencia al tema de las zonas históricas de

las ciudades, mismas que representan una situación bastante compleja, si se

parte del principio de respetar los inmuebles de valor histórico, se llega a la

disyuntiva de hasta qué punto es posible intervenir estas zonas para

adecuarlas a las nuevas necesidades de la sociedad, al mismo tiempo que

se puedan eliminar ciertas anomalías causantes del deterioro, no sólo físico

sino también social.

No obstante que la carta de Atenas expone una actitud proteccionista

respecto a la conservación de los conjuntos urbanos históricos, también

expresa un inminente rechazo a la reproducción de estilos arquitectónicos

anteriores, “El uso de estilos del pasado, bajo pretextos de estética, en las

construcciones nuevas erigidas en las zonas históricas trae consecuencias

nefastas. El mantenimiento de tales recursos o la introducción de tales

iniciativas no será tolerado bajo ninguna forma”.161 Lo que refleja una vez

más el inminente deseo por alcanzar el progreso y la modernidad para poder

dejar atrás el pasado caótico de las ciudades.

En resumen, dicha carta, más allá de juzgar su contenido, puede ser

considerada como uno de los primeros frutos del urbanismo moderno, propio

de una disciplina consolidada, que ofrece una serie de alternativas enfocadas

a atender los muy diversos conflictos de las ciudades, en la que también se

incluyen elementos de carácter social que, como lo señala Capel, poseen

160 CIAM, Carta, 1933, [en línea] 161 CIAM, Carta, 1933 (publicada en 1942), [en línea]

93

cierto aire utópico propio de los precursores del reformismo social y del

liberalismo humanitario.162

Sin embargo, es un texto que refleja la visión de una época, respecto

a un ideal urbano, que pone en manifiesto las preocupaciones por intervenir

y trasformar las metrópolis a fin de satisfacer las necesidades de un presente

y dar ciertas pautas para erigir un futuro.

2.5 Conclusiones

A través de este muy general recorrido por los antecedentes de la

planificación urbana, es evidente que la problemática que se vivía en las

ciudades a inicios del siglo XX, fue consecuencia de las continuas

trasformaciones ocasionadas por el crecimiento demográfico, resultado de

las migraciones del campo a la ciudad y la acelerada industrialización que

impactó de manera significativa en distintos ámbitos de la vida urbana,

hechos que, como la historia lo demuestra, no se tradujeron en un beneficio

inmediato y homogéneo para la población y menos aun para la ciudad, sino

que formaron parte de la sumatoria de problemas preexistentes, dificultando

cada vez más el funcionamiento óptimo de las urbes.163

Sin duda, los efectos de la industrialización alteraron las condiciones

cualitativas de las urbes, en un sentido poco favorable, lo que a su vez dio

lugar al planteamiento de diversas soluciones o pautas de acción que

ayudasen a paliar la situación adversa y que fueron conformando las bases

de la planificación urbana.

Asimismo, las diversas propuestas que se generaron con el objetivo

de dar solución a los conflictos, como lo señala Peter Hall,164 muestran que

las características del fenómeno dieron lugar a un problema de índole

internacional, que condujo a la elaboración de distintos planteamientos, sin

162 Capel, Morfología, 2002, p. 406. 163 Ibid., p. 373. 164 Hall, Ciudades, 1996, pp. 53-55.

94

embargo, a pesar de que las condiciones particulares de cada caso eran muy

parecidas –estructura económica y relaciones sociales-, Hall cuestiona por

qué si existían problemáticas similares se obtuvieron planteamientos

divergentes. Una posible respuesta a dicho cuestionamiento reside en que la

planificación urbana entendida como disciplina y como técnica, no estaba

consolidada y menos aún contaba con un marco referencial teórico,

conceptual y metodológico homogéneo, por lo que los primeros trabajos, que

más tarde se convertirían en los referentes de dicha disciplina, carecían de

precedentes, por ende, no existían principios generales que dictaran el

camino a seguir basados en una teórica compartida.

Ante este caótico panorama, el urbanismo racionalista buscó dar

solución a toda una serie de conflictos provocados por una falta de

regulación en la transformación y crecimiento de las ciudades, razón por la

cual la diversificación de la problemáticas exigía que la situación fuese

abordada de manera integral, por lo tanto, se requería de una planificación

de las acciones, pues de acuerdo con Sánchez Ruiz,165 era tiempo de pensar

en términos de ciudad, no obstante, se carecía de los referentes propios de

una disciplina académica capaz de afrontar tan ardua labor, por consiguiente

las bases se tuvieron que ir construyendo poco a poco, al mismo tiempo que

se tenía que dar solución a los conflictos que aquejaban a las urbes.

Dentro de las principales dificultades que agobiaban a las ciudades,

una de ellas la ciudad de México, se encontraba la falta de higiene, la

escasez de espacios libres, los problemas de vivienda, de infraestructura y

equipamiento, situación que era más evidente en las zonas marginadas. Este

panorama indijo los médicos a prestar especial atención a todo aquello

relativo a la higiene, con lo que se da lugar al llamado higienismo, el cual no

sólo atendía cuestiones de carácter personal, sino que estaba dirigido

también a lo público, pues en una ciudad insalubre, difícilmente podría

albergar ciudadanos sanos. Uno de los pioneros este campo fue Pere Felip

165 Sánchez, Planificación, 1997, p.115.

95

Monlau,166 quien desarrolló diversos trabajos relativos a la higiene pública y

de los individuos, haciendo notar todos aquellos cambios que eran

necesarios a nivel urbano para mejorar la calidad de vida en las urbes.

La sumatoria de todos estos problemas demandaba una urgente

intervención, pues las ciudades no podían continuar un crecimiento aleatorio

sin respetar ciertos parámetros mínimos que garantizaran un buen

funcionamiento y una mejora en la calidad de los espacios. La tarea a seguir

requería de una participación conjunta que obligaba al Estado a formar parte

de este proceso de transformación, ya que de continuar dejando esto en

manos del capital privado el futuro de las urbes, traería un resultado por

demás desalentador.

Es así como comenzó un nuevo periodo en la historia urbana, en el

que el Estado jugó un papel protagónico en la toma de decisiones, en la

dotación de recursos y en la aplicación de un nuevo marco jurídico, puesto

que su intervención se vio reflejada en distintos niveles de la vida urbana,

debido a que la transformación requería ejecutar cambios radicales en la

manera de cómo, hasta aquel momento, se había venido concibiendo el

hacer ciudad.

Para manifestar su presencia, el Estado tuvo que valerse de diversos

instrumentos entre los que se encontraba la legislación, misma que le

permitió empezar a ejercer la regulación en la construcción de edificios; las

alineaciones de las fachadas; la zonificación respecto al control de los usos

de suelo para mantener las industrias separadas de las zonas habitacionales;

la construcción de parques y jardines, así como la elaboración de normas

aplicables al uso de los espacios de carácter público. Todo esto, a decir de

Capel, tenía como fin “disciplinar y armonizar el crecimiento urbano”,167 para

lo cual la intervención del Estado resulta imprescindible, en virtud de que es

el que le da validez a la legislación urbana, ejemplo de ello son las leyes y

reglamentos de zonificación de la ciudad según los usos de suelo, factor que

166 Pere, Condiciones, 1984, p.25. 167 Capel, Morfología, 2002, p.375.

96

resultaría clave para todo proceso de planificación urbana a partir del siglo

XIX.

Cabe mencionar que desde sus inicios, la efectividad de la

planificación ha dependido de la elaboración y aplicación pertinente de la

legislación, pues la idónea interacción de estos dos factores es lo que hace

posible la optimización del funcionamiento y habitabilidad de las ciudades.

Dicho lo anterior, se puede percibir una nueva manera de concebir la

ciudad y, por ende, de abordar su problemática al involucrar elementos no

sólo de funcionamiento y habitabilidad, sino también cuestiones de carácter

estético, que inciden de manera directa en los espacios públicos abiertos,

pues ellos configuran a la ciudad en sí misma, al convertirse en elementos

cardinales para la vida urbana, que deben cumplir con ciertos lineamientos

de índole funcional y estético, y al mismo tiempo sujetarse a un marco legal

determinado.

Ahora bien, el panorama hasta aquí presentado puede resultar una

tanto general, dado que elaborar una descripción detallada de todos aquellos

momentos que han incidido en la historia de la planificación urbana moderna,

resulta una tarea extremadamente compleja. En este sentido, determinar en

qué momento ésta es considerada una disciplina consolidada, resultaría un

poco atrevido establecer un acto único como punto de referencia general, sin

embargo, pueden considerarse algunos hechos que demuestran la adopción

de esta nueva disciplina como el instrumento idóneo para hacer frente a los

múltiples conflictos que aquejaban a las urbes.

Entre las acciones más significativas que evidencian el porqué la

planificación urbana comenzó a ser valorada como una disciplina y una

profesión, se encuentra la primera Ley sobre Planeamiento Urbanístico,168

aprobada por el parlamento inglés en 1909, año en el que Unwin publicó

Town planning in practice: An introduction of the art of designing cities and

suburbs, y también se impartió el primer curso de urbanismo en la 168 Esta ley tuvo como base el trabajo realizado por T.C. Horsfall, “The improvement of dwellings and surroundings ot the people: the example of Germany” publicado en 1905, que como su título lo señala retoma la metodología alemana. De Sica, Historia, 1981, p. 30.

97

Universidad de Harvard. Al respecto Ladd señala que la planificación urbana

es reconocida como una disciplina a partir de 1914, cuando las políticas

urbanas de planificación son adoptadas por distintos Estados, lo que hace

evidente una maduración teórica y metodológica. Cabe señalar que también

en 1914 en Inglaterra, se fundó el Royal Town Planning Institute. Así pues,

este proceso de consolidación se vio reflejado, de igual forma, en Estados

Unidos cuando en 1916 se elaboraron las Ordenanzas de zonificación de

Nueva York.

La suma de todos estos hechos, tanto los que les precedieron como

los que les sucedieron, lograron hacer de la planificación una disciplina y una

profesión con una teoría y una metodología propias, que hoy en día continua

en un estado constante de evolución y trasformación.

Por lo tanto, a través de este breve recorrido es factible identificar que

las raíces de la planificación urbana, como lo señalan Scott Campbell y

Susan S. Fanstein, pueden ser divididas en tres momentos que permiten

entender cómo se fue dando el proceso de consolidación de la misma:

a) Un periodo formativo en el que los pioneros no se

identificaban a sí mismos como planificadores, sino como

higienistas.

b) Un periodo de institucionalización, profesionalización y

autoreconocimiento de los planificadores, junto con el esfuerzo

paralelo de planificación regional y federal.

c) El momento de la posguerra en donde se presentó un

momento de estandarización, crisis y diversificación de la

planificación urbana.169

Así pues, el intentar ofrecer una explicación lineal acerca de los

orígenes de la planificación urbana, resulta un tanto ilógico, ya que

forzosamente se requiere de una compresión que integre todos los

169 Campbell, “Structures”, 1996, p.5

98

elementos que directa y tangencialmente han contribuido para su

consolidación.

Por último, en un intento por señalar los principales ejes de acción que

motivaron a los pioneros de la planificación urbana, a continuación se

enlistan algunos de los principios que fueron el común denominador en

varias de las propuestas realizadas durante la segunda mitad del siglo XIX, y

primeras décadas del XX.

a) Preocupación generalizada por promover principios de higiene, lo cual

se vio reflejado en el saneamiento de las ciudades.

b) Control del crecimiento urbano y regulación de la periferia, a fin de

establecer ciertos límites para la ciudad.

c) Promover un balance entre el espacio construido y las áreas libres, la

escasez de espacios abiertos comienza a verse como un problema en

las grandes ciudades, por lo que la dotación de parques y jardines

para las distintas áreas de la ciudad representa una de las

necesidades más importantes, no sólo por cuestiones de recreación

sino también de salud.

d) Promover la organización de la ciudad a través de la zonificación de

actividades (usos de suelo).

e) Regularizar la traza de las ciudades.

f) Búsqueda de soluciones al congestionamiento urbano a través del

mejoramiento de las vías de comunicación, para lo cual se opta por el

uso de trazas radiales y periféricas para optimizar el funcionamiento

de las urbes, dado que comienzan a identificarse algunos

inconvenientes de la traza reticular.

g) Intervención del Estado como actor principal para poder llevar a cabo

las reformas urbanas.

h) Elaboración y aplicación de una nueva legislación urbana.

i) Reconocimiento de la planificación urbana como disciplina, poseedora

de una metodología y de una pedagogía propia.

99

Ahora bien hasta aquí se ha ofrecido un contexto general que permite

entender cuáles fueron los orígenes de la planificación en el ámbito

internacional, a través del cual fue posible identificar de dónde surgieron los

principios teóricos y metodológicos que influyeron a los pioneros de la

planificación en México, puesto que todas estas ideas de hacer de la ciudad

un lugar más habitable y funcional, no tardaron en llegar a nuestro país, tal

como se verá en el siguiente capítulo, pues la problemática de la ciudad ha

sido una de las máximas preocupaciones de los gobernantes, motivándolos a

buscar por distintas vías el mejorar la imagen de las urbes, a fin de satisfacer

los ideales de progreso, razón por la cual la ciudad de México siempre ha

estado en la mira de las autoridades para hacer de ella una urbe de primer

orden, que cumpla con la categoría de capital, de ahí que en el siguiente

capítulo se haga referencia a los primeros ensayos de planificación que

comienzan a llevarse a cabo a mediados del siglo XVIII y hasta las primeras

décadas del XX cuando comienza el proceso de consolidación e

institucionalización de dicha disciplina.

100

101

Capítulo III

Primeros ensayos de planificación en la ciudad de México: génesis de la teoría y la práctica urbanística

Es indudable que el plano de la ciudad cuenta, relata la historia de su formación y nos dice que no han tenido parte en ella sino principios mezquinos de urbanización y que las modificaciones que han exigido nuevos conceptos sociales y sobre todo la dinamización de la vida moderna no han hecho sino destruir y derribar lo antiguo.

Alfonso Pallares170

El desarrollo y consolidación de la planificación urbana como disciplina en

México, se deriva de un proceso que va más allá del conocimiento y

adopción de instrumentos técnicos aplicables al desenvolvimiento, regulación

y control de las ciudades, pues resulta imposible y por demás equívoco

intentar entender el surgimiento y desarrollo de la planificación urbana sin

tomar en cuenta toda una serie de condicionantes sociales, políticas y

económicas que se fueron entretejiendo de manera paralela para dar

respuesta a las diversas problemáticas, propias de las ciudades mexicanas

de principios del siglo XX.

En este sentido, si se parte de que la planificación urbana como

disciplina alcanza su consolidación e institucionalización después de un largo

camino recorrido que refleja la suma de conocimientos acumulados,

entonces es fácil entender el porqué de la necesidad de revisar de manera

170 Pallares, “Ante”, 1922, p. 21.

102

general cuáles fueron los antecedentes de dicha disciplina en el país. Por

ello es conveniente resaltar que la ciudad de México a lo largo de su historia

ha sido objeto de diversas intervenciones urbanas que han permitido su

desarrollo y funcionamiento, pues el hecho de que la planificación tuviera sus

primeras manifestaciones formales entrado el siglo XX, no quiere decir que la

ciudad hubiese estado bajo su libre albedrío, prueba de ello son las múltiples

acciones llevadas a cabo durante el siglo XVIII y XIX, que aunque no

formaban parte de un estricto proyecto integral urbano, tenían como fin

solventar situaciones muy específicas que obstaculizaban el

desenvolvimiento de la urbe. Asimismo a lo largo de estos años es posible

identificar cómo las políticas urbanas comienzan a ponerse en práctica, lo

cual constituye un punto determinante en la historia de planificación urbana,

al materializar el discurso teórico en una serie de ensayos de la planificación

urbana que se expresan a través de obras públicas o mediante instrumentos

jurídicos que también inciden en el orden urbano.

Este periodo posee particularidades muy específicas producto de las

transformaciones no sólo morfológicas, sino también de carácter ideológico

que inciden en la ciudad y en la manera de concebirla. Ahora bien, para

identificar cuáles fueron dichas particularidades, resulta pertinente hacer

alusión a la periodización propuesta por Federico Fernández, quien

diferencia tres momentos respecto al desarrollo urbano que sufrió la ciudad

de México a partir de la segunda mitad del siglo XVIII hasta las primeras

décadas del XX. A fin de comprender mejor los procesos de transformación

de la urbe, Fernández denomina al primer periodo, la ciudad centralizada,

que comprende de 1770 a 1852, el cual se caracteriza por mantener la plaza

mayor como núcleo de la ciudad; posteriormente continúa el periodo de la

ciudad bipolar ubicado entre 1852 y 1877, en el cual surge Chapultepec

como un segundo polo estructurador junto con la plaza mayor y, finalmente,

el tercer y último periodo, la ciudad en expansión que abarca de 1877 a

103

1911.171 A través de esta periodización, es posible identificar ciertos

momentos determinantes en la historia de la ciudad, los cuales fueron

resultado de muchos otros sucesos que, tal vez en menor escala, han sido

parte del proceso continuo de transformación urbana.

Asimismo, tal como se explicó en el capítulo anterior, en algunas

ciudades tanto de Europa como de Estados Unidos comenzaron a verse los

resultados de la planificación urbana, lo que provocó que en México pronto

empezaran a dar fruto las influencias del extranjero a través de

modificaciones no sólo de la imagen de la ciudad, sino también de su

funcionamiento y su gestión.

De ahí la pertinencia de hacer un breve recorrido histórico que permita

entender cómo se fue dando el proceso de consolidación de la planificación

urbana en México, y al mismo tiempo identificar la forma en cómo se

establecieron importantes vínculos con lo que estaba sucediendo en otros

países, para así comprender dicho desarrollo como la suma no sólo de

decisiones sino también de influencias.

Cuando se intenta comprender la historia de una ciudad, lo lógico es

remontarse a la época de su fundación; sin embargo, por cuestiones

prácticas, en el caso del estudio de la consolidación de la planificación

urbana en México y su incidencia en el espacio público, resulta conveniente

acotar el contexto histórico, razón por la cual únicamente se hará referencia a

los antecedentes a partir de la segunda mitad siglo XVIII, por considerar este

periodo como un momento clave provocado por el auge de la Ilustración,

cuyos efectos influyeron de manera determinante en el modo de concebir la

ciudad.

Las acciones emprendidas durante en este periodo son reflejo de la

ideología propia del despotismo ilustrado que estaba transformando las

ciudades europeas y que después sería desplazado por las corrientes

positivistas durante el siglo XIX, con lo cual se fue forjando la plataforma que

dio vida a una nueva disciplina que pretendía hacer de la ciudad un lugar

171 Fernández, Europa, 2000, pp. 70-71.

104

más funcional y habitable, condición que se lograría sólo a través de una

serie de transformaciones en muy diversos niveles de la sociedad, tanto de

carácter ideológico, como de cuestiones tecnológicas, administrativas y

artísticas, entre otras.

Antes de profundizar acerca de cuáles fueron los cambios que se

presentaron en la ciudad de México durante este par de siglos, es necesario

hacer mención de dos factores esenciales en la vida de la ciudad; por un lado

la policía urbana, cuya función fue determinante en su administración y

gestión, y por otro el aspecto legislativo, puesto que ambos elementos

además de ser parte estructural del funcionamiento de la ciudad, representan

un pilar dentro del proceso de conformación y consolidación de la

planificación moderna..

3.1.2 Policía y reglamentación urbana factores fundamentales en el orden urbano Un elemento que jugó un papel esencial a lo largo de estos años fue la

llamada policía urbana, cuyo referente fue la denominada ciencia de la

policía, entendida ésta como la ciencia del gobierno de las ciudades, cuya

función era compaginar la ordenación territorial y urbana, así como la vida

misma de los ciudadanos. 172

La policía urbana tuvo su origen en el llamado cameralismo173 alemán,

producto a su vez del mercantilismo, caracterizado por la intervención del

Estado en el desarrollo económico, lo cual se vio reflejado en una mayor

participación de éste en diversos ámbitos de la administración como son las

obras y asistencia públicas y la regulación de la educación, entre otros

muchos aspectos. Por lo tanto, la intervención del Estado iba más allá de lo

estrictamente económico y político, al llegar a tener una clara ingerencia en

172 Fraile, “Gobierno”, 2002, p.182. 173 El cameralismo tiene su origen en el Estado alemán absolutista, en el que la llamada Cámara representaba la base de la administración pública.

105

el orden urbano como consecuencia de sus propios intereses en su carácter

de agente regulador, dado que el desarrollo económico que se pretendía

alcanzar, requería inevitablemente de un espacio apto para su

desenvolvimiento, en virtud de lo cual las ciudades se convertirían en el

escenario principal al tener que satisfacer las necesidades de las múltiples

actividades económicas que en ellas se suscitaban.

Esto explica por qué el Estado se vio obligado a desarrollar su

capacidad para regular, controlar y ordenar el espacio urbano, valiéndose de

la llamada ciencia de la policía, misma que cobra vital importancia al tener

como objetivo principal aspirar al orden público, por lo que, tal como lo señaló

Nicolás Delamare en su Tratado de Policía –Traité de Police- publicado en

Paris en 1705, surge la impetuosa necesidad de contar con una autoridad

fuerte y centralizada, capaz de dar fin a la interferencia de jurisdicciones y

que a su vez fungiera como la cabeza del gobierno municipal, para procurar

el óptimo funcionamiento de la ciudad.174

Ahora bien, las tareas que cumplía la policía urbana eran muy

diversas, entre las principales se pueden destacar la vigilancia de la

moralidad y la buenas costumbres para ejercer una regulación social.

Asimismo, como se ha mencionado, se buscaba procurar el orden público, en

el que se contemplaba todo lo relativo a la vida cotidiana de la ciudad en

búsqueda de la disciplina colectiva. Respecto a la salud pública, se ocupaba

de inspeccionar y vigilar los mercados, mataderos y pósitos, así como de

regular el emplazamiento de las industrias nocivas y molestas y la ubicación

de hospitales, cementerios y cárceles. En cuanto al funcionamiento de la

urbe también tenía encomendada la ordenación, prolongación y ampliación

de calles, la regulación del tráfico, la idónea relación entre edificios, la

numeración, lo concerniente a las obras de reforma, mejora y ornato, además

de encargarse del sistema de limpia y recolección de desechos, el

alumbrado, la higiene pública, la reglamentación de la ocupación privada de

174 Fraile, “Gobierno”, 2002, p. 184.

106

los espacios públicos y la vigilancia de algunas actividades económicas,

entre muchas otras funciones.

En el caso específico de España, la Ciencia de la Policía surge desde

el siglo XVI, no obstante su periodo de mayor auge se presentó hasta el siglo

XVIII, durante el reinado de Carlos III, momento en el que llega a su mayor

esplendor para posteriormente comenzar un proceso de decaimiento que se

traduce en una subdivisión en diversas disciplinas: juristas, urbanistas

(arquitectos o ingenieros), higienistas o investigadores sociales, entre

otros.175Esta subdivisión es producto de la complejidad, misma que envuelve

a las ciudades, razón por la cual un cuerpo administrativo difícilmente puede

concentrar todas las obligaciones y funciones concernientes al

desenvolvimiento de la ciudad, por lo tanto, lo más idóneo fue proceder a una

subdivisión especializada en los distintos asuntos relativos al óptimo

desenvolvimiento urbano.

Si bien la policía urbana, fue una más de las herencias de la colonia,

ésta se adaptó a las condiciones que imperaban en la Nueva España, y

cobró vital importancia en el proceso de trasformación urbana promovido por

las reformas borbónicas, ejemplo de ello es la publicación de Juan Manuel de

San Vicente, titulada El discurso sobre la policía en México, que como lo

señalan Hira de Gortari y Regina Hernández, es un trabajo que argumenta la

manera en que debe guiarse la urbanización de la ciudad, a partir de una

crítica respecto a las condiciones poco salubres en que ésta se encontraba,

por lo que propone una serie de disposiciones basadas en los ideales del

Estado ilustrado que tiene una nueva manera de concebir la organización del

espacio urbano, bajo los principios de zonificación de actividades y la

transformación de los servicios urbanos, 176 lo que a su vez permite tener una

idea del papel tan importante que jugó la policía urbana para el

desenvolvimiento de las ciudades.

175Ibid., p.182. 176 Gortari, Ciudad, 1988, p. 47.

107

Sin embargo, el funcionamiento de la ciudad no estriba única y

exclusivamente en el desempeño de la policía como agente administrativo,

sino que para hacer cumplir el orden ésta empleaba como instrumento la

normatividad, pues de ella dependía que se hicieran respetar las ordenanzas

y bandos establecidos para su gobierno, encabezado, en el caso de la Nueva

España, por el cabildo, quien a su vez organizaba el poder municipal en

diferentes ramos y tenía la capacidad de emitir los reglamentos

correspondientes.177

Como bien lo señala Ribera,178 la reglamentación es un reflejo de la

ideología de cada época, pues en ellas se manifiestan los intereses y

preocupaciones del Estado, que determinan la manera de concebir la ciudad

y, por ende, de guiar su funcionamiento y regular su desarrollo tanto urbano

como social.

Durante el periodo colonial la legislación tuvo como referencia el

llamado derecho indiano, el cual a través de diversos instrumentos jurídicos

regulaba y normaba los distintos aspectos de la vida en las colonias, siendo

el urbano uno de los más importantes, hecho que se ve reflejado en las

mismas Ordenanzas de Descubrimiento y Población emitidas en 1573 por

Felipe II, mediante las cuales se pretendía formalizar el proceso de fundación

y urbanización de las nuevas ciudades. Con el paso del tiempo la ley también

se hizo cada vez más compleja y más específica, pues mientras las

ordenanzas de Felipe II eran de carácter general, fue necesario que cada

territorio generara su propia legislación, en este sentido, lo referente al orden

urbano estuvo regulado durante el siglo XVIII y XIX principalmente a través

de ordenanzas y los bandos de buen gobierno.

Las ordenanzas como tales eran disposiciones de distinta naturaleza

que podían tener una validez meramente local o de carácter más general., ya

que eran emitidas por el Cabildo, a fin de solucionar un caso específico y

único, o fungir como antecedente para casos similares. Sin embargo, las

177 Ribera, “Continuidad”, 2002, p. 196. 178 Ibid., p. 196.

108

ordenanzas en un sentido más amplio, representan todo aquel “conjunto de

disposiciones de carácter general y variado que forman un cuerpo orgánico

de disposiciones legales, conteniendo unas veces normas de gobierno y más

frecuentemente regulaciones de la vida en la ciudad, o ambas a la vez.”179

De acuerdo a los asuntos contenidos en las ordenanzas, éstas se

dividen principalmente en tres rubros: el político-administrativo, el económico

y el social. Dentro del ámbito económico, se encuentran las disposiciones

relativas a la traza de las ciudades y a las medidas que ésta debía guardar,

así como el señalamiento de los solares oficiales y la distribución de la tierra

entre otros muchos aspectos. Mientras que las ordenanzas de carácter social

hacían alusión tanto a cuestiones de higiene y sanidad de las ciudades, así

como a todo lo relacionado a cuestiones de orden público.180

En virtud de que las ordenanzas emitidas en la Nueva España datan

desde el siglo XVI, es fácil encontrar en ellas ejemplos que aluden a los

problemas de la urbe, pues como se ha mencionado, la falta de higiene fue

una constante desde la fundación de la ciudad de México, ejemplo de ello

son las ordenanzas de limpieza emitidas en octubre de 1595, por el Virrey

Conde de Monterrey, don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, que giró

instrucciones precisas al entonces Corregidor de la Capital, Dr. Don

Francisco Muñoz de Monforte, para que elaborara dichas ordenanzas, en las

que se establecía cuáles eran las obligaciones del encargado del servicio de

limpia.181

Respecto a los llamados bandos, en términos estrictos, éstos son

definidos como “edicto, ley o mandato solemnemente publicado de orden

179 Domínguez, Ordenanzas, 1982, p.4. 180 Ibid., p. 19. 181 “… acarrear y limpiar todas las inmundicias y basuras de las calles de toda la ciudad de México, y limpiar y quitar todos los muladares que estén hechos o se hicieren, comenzando y prosiguiendo por los que la Ciudad o su diputado le mandare, y en ello ha de trabajar todo el día sin ocuparse de otra cosa alguna, que no sea en la dicha limpieza y quitar los muladares y limpiar las calles, so pena de cincuenta pesos de oro común cada vez que excediere, aplicados por cuartas partes: Cámara, Ciudad, juez y denunciador, lo cual se ejecute irremisiblemente”. Actas de Cabildo libros XIII-XIV, folios 122.3, en Rubio, “Ordenanzas”, 1956, p. 26.

109

superior, y a la solemnidad y acto de publicarse también se llama así”,182 por

lo que, como lo señala Edda Samudio, cumplen la doble función de normar e

informar. Históricamente los edictos de los municipios romanos se

convirtieron en los bandos de la época medieval, mismos que eran emitidos

por los cabildos a fin de dar a conocer de manera pública las normas del

gobierno municipal. 183

Por lo tanto, los bandos constituyen parte fundamental en la

instauración del orden urbano al ser el medio de expresión de la autoridad

que era anunciada a través de pregoneros o difundida de manera escrita en

los lugares más visibles de la ciudad. Cabe señalar que los bandos hacían

referencia a asuntos locales, por lo que eran una vía para conocer los

problemas y preocupaciones de las ciudades. Asimismo, en ellos se

contemplaban diversas disposiciones que incidían en la vida de las urbes y,

por ende, de sus habitantes. En cuanto a su aparición como instrumentos

normativos, aparentemente surgen desde el siglo XVI; sin embargo, no es

hasta el siglo XVIII cuando toman una mayor importancia y, en consecuencia,

un mayor uso.184

Por otro lado, los llamados bandos de buen gobierno, a decir de

Ronald Escobedo, en un principio tienen dos acepciones, la primera que está

dirigida al bien común, y la segunda es que hacen referencia al gobierno de

las ciudades y al orden social de las mismas, lo que permite que mantengan

una estrecha relación con el concepto de policía, que como se ha

mencionado previamente, era la encargada de procurar el orden público. De

ahí que el concepto de buen gobierno, frecuentemente se encuentre

acompañado del término policía, o sea considerado sinónimo de éste.185

A decir de Escobedo, la acepción de buen gobierno resulta difícil de

identificar en qué momento comienza a acompañar al concepto de bando,

pues al parecer no existe un documento que señale su institucionalización

182 Samudio, “Bandos”, 2009, p. 173. 183 Ibid., p. 173. 184 Escobedo, “Bando”, 1995, p. 474. 185 Ibid., p. 477.

110

como tal, por lo que su uso probablemente sea más de carácter

consuetudinario,186 que en cierta forma responde a los ideales de orden que

caracterizaron a la Ilustración, pues a lo largo del siglo XVIII, se evidencia

una aceleración en las transformaciones urbanas, en el sentido de querer

modificar una realidad contraria a lo anhelado, en búsqueda de un progreso

que se haga visible, por lo que tiende a haber una mejora en los servicios y

se le concede una mayor importancia a la ornamentación, lo que en conjunto

va a venir acompañado de una reglamentación cada vez más específica,

respecto a cada uno de los elementos que se busca normar, trasformar,

mejorar o instaurar: empedrado, tráfico, alumbrado, desagüe, jardines,

fuentes,187 entre otros muchos factores. Esto a su vez dio lugar a que se

fuera conformando un cuerpo legislativo cada vez más amplio y diverso.

Asimismo, gran parte de la relevancia que cobran los bandos, se debe a que

muchos de los instrumentos legislativos, ya sean ordenanzas, reglamentos,

provisiones, autos, son dados a conocer justamente a través de los bandos,

a fin de guiar al pueblo por el camino de las buenas costumbres, aludiendo a

cuestiones de salubridad y de orden social.

En este sentido, es conveniente enfatizar que el siglo XVIII, representó

un cambio en múltiples aspectos de la vida urbana, pues en el afán de

mejorar las condiciones tan desfavorables que caracterizaban a las ciudades,

surge la necesidad de hacer importantes modificaciones a nivel

administrativo, como es la imposición del régimen de intendencias y la

creación de la figura de intendente como una de las máximas autoridades

políticas que gozaba de amplias facultades, muy por encima de alcaldes,

corregidores o cabildos. Del mismo modo se crean nuevas instancias como

las juntas municipales de propios y arbitrios, que en conjunto dan idea de

cómo la complejidad de la ciudad va requiriendo de nuevos instrumentos y

agentes para enfrentar situaciones tan heterogéneas que, aunadas con la

normatividad buscan conducir a buen puerto el porvenir de las ciudades. 186 Ibid., p. 479. 187 Ibid., p. 480.

111

3.2 La planificación urbana en la ciudad de México de 1770 a 1876 Hasta ahora se ha visto que las ciudades a lo largo de su historia atraviesan

diversos procesos de transformación, resultado de una ideología que se

manifiesta en el cómo es concebida la ciudad, lo cual puede llegar a

traducirse de manera formal en el ordenamiento urbano.

Por consiguiente, este apartado más allá de elaborar un análisis

histórico minucioso y cronológico, únicamente pretende hacer un bosquejo

general que sirva como referencia para comprender mejor el fenómeno de

consolidación de la planificación urbana en México a través de algunos

ejemplos relevantes, razón por la cual se han omitido ciertos datos con el

objeto de acotar la información, bajo el intento de ofrecer un panorama

general que contextualice dicho proceso.

3.2.1 La ciudad centralizada: la plaza mayor y sus alrededores A grosso modo, puede creerse que la ciudad de México, durante el siglo

XVIII careció de un plan integral que entendiera sus problemas de

organización y funcionamiento. Sin embargo, es posible identificar una

preocupación constate por parte de las autoridades y de un grupo de

ciudadanos, por buscar salida a los conflictos que aquejaban a la urbe, lo

cual devino en una serie de ensayos de planificación urbana que pueden ser

identificados desde mediados del siglo XVIII, con el objetivo principal de

hacer de la ciudad un espacio habitable, funcional y saludable.

112

Figura 3.1. Mapa plano de la muy Noble, Leal e Imperial ciudad de México, 1753.188

Ahora bien, a decir de Ignacio González Polo, el urbanismo y la

arquitectura colonial alcanzan su mayor esplendor a partir de la segunda

mitad del siglo XVIII, cuando comienzan a surtir efecto las ideas del

urbanismo ilustrado que estaban en boga en Europa, lo que hace que se

conviertan en un ejemplo a seguir. En aquel entonces, la ciudad de México

era la ciudad de la contradicción, pues por un lado provocaba gran asombro

a los viajeros que al llegar se encontraban una traza ortogonal compuesta

por una “estructura vial perfecta, envidiable, inigualada por ninguna ciudad

europea”;189 no obstante, este escenario se veía opacado por la atmósfera

que reinaba producto de la basura, la suciedad y la absoluta falta de higiene,

fenómeno aunado a la división social y formal que caracterizaba a la ciudad,

que se encontraba dividida en traza y barrios, estos últimos carentes del

orden que predominaba en la primera.

188 Lombardo, Atlas, 1997, p. 317. 189 Fernández, Europa, 2000, p. 71.

113

Ante este panorama los gobernantes y las autoridades de la ciudad de

México se vieron obligados a emprender labores necesarias para hacer de la

urbe un espacio más ordenado y limpio.190 Asimismo, no hay que olvidar que

la necesidad por mejorar las condiciones de salubridad en que se encontraba

la ciudad, respondía en gran parte a cuestiones de índole política e

ideológica, consecuencia de las reformas borbónicas emitidas en 1760, cuyo

fin era revertir la forma de gobierno virreinal que hasta entonces habían

ejercido los Habsburgo, quienes poco a poco fueron delegando parte

importante del poder, lo cual no resultaba del agrado de los Borbones, lo

obligó a estos últimos a formular una serie de medidas que permitiesen a la

Corona retomar el poder sobre las colonias, de ahí que dichas reformas

fuesen una estrategia, principalmente de carácter político enfocadas a

modificar la economía en función de intereses materiales que procuraran un

aumento de la riqueza de la monarquía. Tales intenciones requirieron que se

llevasen a cabo cambios a nivel económico, político y administrativo a fin de

alcanzar una mayor centralización del poder y control de las colonias.

La influencia que tuvieron dichas reformas llegó a trastocar diversos

ámbitos de la vida en la Nueva España, en virtud de lo cual sus efectos se

vieron reflejados también en el orden urbano, al incentivar a los virreyes a

mejorar el funcionamiento de las ciudades; el primer encargado en su

instauración fue José de Gálvez, visitador de Nueva España de 1765 a

1771.191

La urgencia por trasformar la imagen de la ciudad de México, no fue

un mero capricho, sino que las condiciones en las que se ésta encontraba,

exigía una pronta intervención a fin de responder a los ideales propios del

racionalismo ilustrado. La urbe requería de una profunda reestructuración

para de poder llevar a cabo una reorganización del espacio urbano junto con

la instauración de ciertas reglas de edificación.

190 Hernández, “Ideología”, 1994, p. 117. 191 Florescano, “Época”, 2006, p. 369.

114

Tal situación representa un claro ejemplo de cómo el Estado, una vez

más, ha buscado el hacerse presente de muy diversas maneras, siendo una

de ellas la imposición del orden y dominio del espacio urbano, razón por la

que fue implementada una nueva política urbana enfocada al saneamiento

de la ciudad; de ahí que fuera preciso intervenir no sólo a nivel estructural y

de diseño, sino también en todos aquellos aspectos referentes a la

organización económica, político-administrativa y social de la ciudad.192

Asimismo, no hay que dejar de lado que la ciudad de México fungía como el

centro político administrativo de Hispanoamérica, condición que la convertía

en el ejemplo a seguir para muchas otras ciudades de la región.193

Como parte de este proceso de reorganización político-administrativa,

se emitieron diversas disposiciones que incidieron en múltiples aspectos del

orden urbano, como lo fue el uso del suelo, la propiedad y la renta de la

tierra, lo que representó a su vez una vía de control por parte de la Corona

respecto al espacio público urbano, que otrora estaba en manos de los

gremios o del gobierno de la ciudad, hecho que favoreció la libre circulación

de mercancías y al libre comercio.194

Asimismo, otro de los hechos de mayor importancia, fue la creación de

la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, fundada en 1783, que

surgió como una necesidad de la época, a fin de erigir una institución capaz

de regular y avalar las obras constructivas que se llevaban a cabo en la

ciudad, pues fungía como el cuerpo que institucionalizaba los cánones

estéticos y técnicos a través de la formación de los nuevos arquitectos,

escultores y pintores.195

Es así, bajo este escenario que se dio lugar al trabajo realizado por

Baltasar Ladrón de Guevara, quien en 1788 elaboró un discurso titulado:

“Reflexiones y apuntes sobre varios objetos que interesan a la salud pública

y la policía particular de esta ciudad de México, si se adoptasen las

192 Hernández, “Ideología”, 1994, p. 121. 193 González, “Ciudad”, 1976, p. 29. 194 Gortari, Ciudad, 1988, p. 47. 195 Fernández, Europa, 2000, p. 83.

115

providencias y remedios correspondientes”, el cual como lo señala Regina

Hernández,196 es un trabajo que representa uno de los primeros intentos por

atender la problemática de la ciudad de una manera más completa, puesto

que no sólo se expone un diagnóstico de la situación que se vivía en la urbe,

sino que también ofrece algunas soluciones para revertir la insalubridad que

reinaba en la ciudad, lo que a su vez se convierte en una obra visionaria, al

intentar abordar la problemática urbana de una manera totalmente diferente a

como se venía haciendo en épocas anteriores.

Por otra parte, González Polo considera que dicho documento hace

referencia de manera puntual a todos aquellos elementos que inciden en la

vida pública de la ciudad, ya fuese de manera directa o tangencial: abasto,

salud, tránsito, sistemas jurídicos, prostitución, vagancia, reparación de

calles, divisiones municipales, etc., dando lugar a un diagnóstico integral, sin

precedentes hasta entonces. Asimismo, es importante señalar que el trabajo

de Ladrón de Guevara se mantiene, al igual que sus contemporáneos

europeos, en la línea del higienismo, quienes, como se ha mencionado en el

capítulo anterior, fueron los precursores de la planificación moderna.

A partir de lo anterior, es posible ver como durante la segunda mitad

del siglo XVIII acontecieron importantes sucesos que repercutieron en la

historia de la ciudad de México, ejemplo de ello son todas aquellas acciones

emprendidas por los virreyes Antonio María de Bucareli (1717-1779), por el

segundo conde de Revillagigedo Juan Vicente Güemes Pacheco de Padilla

(1740-1794) y por Ignacio Castera (1750-1811), maestro mayor de la ciudad,

quienes con los conocimientos propios de su época se esforzaron por

mejorar el funcionamiento de la ciudad.

Entre los casos más representativos se encuentran los trabajos

llevados a cabo durante el periodo de Revillagigedo, para quien los

problemas de sanidad que ahogaban a la ciudad fueron su principal

preocupación, razón que lo motivó a emprender diversas obras destinadas a

196 Hernández, “Ideología”, 1994, p. 125.

116

sanear la ciudad, de igual modo organizó lo cuerpos de policía y vigilancia,

mandó elaborar el primer plano regulador de la ciudad, encomendado al

maestro Ignacio Castera.197

Figura 3.2. Plano iconográfico de la ciudad de México, elaborado por el Maestro mayor D. Ignacio Castera, 1794.198

Todo este conjunto de disposiciones impactaron de manera directa e

indirecta en los espacios públicos que conformaban a la ciudad, entre las que

destaca la regularización de la traza, que a su vez condujo a la delimitación

de los espacios abiertos, así como el mejoramiento de los paseos y de los

jardines, junto con el arbolado de las calles, la construcción de fuentes y la

instalación de múltiples estatuas y monumentos, además de la emisión de

diversas ordenanzas y bandos, elaborado con el propósito de normar el

espacio urbano.199 Como ejemplo se puede citar la remodelación de la plaza

mayor, en 1796, cuando se colocó una balaustrada elíptica en torno a la

estatua de Carlos IV, obra de Manuel Tolsá, que más allá de sus intenciones

estéticas, representaba la carga ideológica, pues era necesario hacer

197 González, “Ciudad”, 1976, p. 30. 198 Lombardo, Atlas, Vol. 1, 1997, p. 349. 199 Ibid., p. 31.

117

presente el poder de la Corona en el espacio abierto más importante de la

ciudad.200 Al respecto, hay que recordar que desde el siglo XVI la plaza

mayor de la ciudad de México, era un espejo en el que se reflejaba el “poder

civil y político, la administración pública, el poder religioso, el mercado y las

actividades de recreación y fiesta”201, dotando a este espacio de un gran

valor simbólico que lo convertía en un punto de centralidad, más allá de lo

meramente geográfico, pues como Ribera Carbó lo denomina era, “el eje de

la vida y de la personalidad de la ciudad”.202

En este sentido la plaza, como punto de centralidad funge a su vez

como núcleo de atracción de diversas actividades que se desarrollan en su

entorno, tanto de carácter administrativo, como religioso, de servicios,

comercial y habitacional, condición que se mantiene hasta mediados del siglo

XIX,203 por lo que la ciudad antigua, también llamada traza, continua siendo

una centralidad no sólo a nivel metropolitano sino también nacional, lo que

provoca que la mayor parte de las intervenciones urbanas llevadas a cabo

durante esta época se produzcan justo en esta zona de la ciudad, sin tomar

en cuenta los barrios circundantes que permanecieron casi intactos y

alejados de todo privilegio.

200 Lombardo, “Gestación”, 2000, p. 112. 201 Ribera, “Plaza”, 2002, p. 291. 202 Ibid., p. 292. 203 En la segunda mitad del siglo XIX, las familias adineradas comienzan a emigrar hacia las nuevas colonias en las afueras de la ciudad, lo que en sí va a representar un cambio estructural para el llamado centro de la ciudad, no sólo en su dinámica sino también en su morfología, al irse formando nuevas urbanizaciones en la periferia.

118

Figura 3.3. José Joaquín Fabregat. Vista de la Plaza Mayor de la ciudad de México en 1797, con la estatua ecuestre en bronce del rey Carlos IV de España, El Caballito.204

Lo anterior en sí representó más un problema que una solución, pues

a decir de Esteban Sánchez de Tagle, 205 las obras más simples o sencillas

jamás atendieron áreas relativamente cercanas al centro, por lo que poco

efecto tenía empedrar y limpiar las calles centrales cuando los barrios

circundantes se mantenían ahogados en sus miasmas, dispersadas por los

vientos en toda la ciudad.206 De ahí que la planificación urbana en la ciudad

de México tuviera desde sus inicios, como principio rector, la higienización de

la ciudad, factor que representa un común denominador compartido con

muchos otros países en los cuales comenzaba a gestarse dicha disciplina.

Asimismo, este fervor por limpiar la ciudad, implicó a su vez del surgimiento

de una política sanitaria.207

204 Lombardo, Atlas, Vol. 2, 1997, p. 37. 205 Sánchez de Tagle, “Remodelación”, 2000, p. 16. 206 La limpieza extensiva a otras áreas de la ciudad, así como el alumbrado y los empedrados tuvieron que esperar a finales del siglo XIX, durante el porfiriato. Sánchez de Tagle, “Remodelación”, 2000, p. 18. 207 Sánchez de Tagle, “Remodelación”, 2000, p. 15.

119

Es por ello que para mejorar la calidad de vida de la ciudad de México,

las tareas emprendidas estuvieron dirigidas a optimizar el servicio de limpia,

empedrar las calles a fin de evitar lodazales, construir y mantener en buen

estado las fuentes en dónde se proveía el agua, así como conservar en

buenas condiciones las plazas y los paseos, 208 acciones que al mismo

tiempo fueron llevadas al ámbito normativo a través de las ordenanzas y

bandos emitidos durante la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX;

razón por la cual la legislación urbana jugó un papel determinante para la

transformación de la ciudad. Al respecto, es interesante notar que para llevar

a cabo las obras públicas propuestas, fue necesario recurrir a la participación

obligada por parte de los propietarios de inmuebles,209 pues en aquellos

tiempos no se contaba con los recursos suficientes para ejecutar tan grandes

y costosas acciones, y menos aún existían los impuestos sobre la propiedad

inmobiliaria.210

Por ejemplo, durante la gestión del Segundo Conde de Revillagigedo,

se emitieron diversas ordenanzas, bandos y disposiciones respecto a las

fuentes públicas, el alumbrado, las festividades y procesiones, la seguridad,

los empedrados, la limpieza y buen cuidado de las calles, el comercio

ambulante, la venta de productos en las calles o caminos, la regulación de

traza, la clausura de callejones, el alineamiento y apertura de calles, las

diversiones públicas, la regulación de mercados, el mantenimiento y

conservación de los paseos, así como el control vehicular de los coches y

carros que rodaban en la ciudad.211

208 Hernández, “Ideología”, 1994, p. 136. 209 Los recursos disponibles eran bastante limitados para emprender las tareas de empedrado, alumbrado, fabricación de banquetas, vigilancia y limpieza, ente otras. 210 Ejemplo de ello es el bando emitido por el Virrey Marqués de Cruíllas, el 23 de septiembre de 1763: “… se ordena a los vecinos de la capital, ‘sin excepción de persona alguna’ que ‘pongan una luz proporcionada dentro del farol, o como mejor les pareciere, en uno de los balcones o ventanas principales de la casa en que vivieren, todas las noches, desde las oraciones hasta después de la queda, que son dadas las diez, para que de este modo estén uniformemente iluminadas las calles, y por este medio… se eviten los insultos, pecados y prejuicios a que la oscuridad alienta y provoca”. Lemoine, “Alumbrado”, 1963, p. 785. 211 Lombardo, Juan, 1999.

120

Todas estas acciones y disposiciones dieron pie a una política urbana

que comenzaba a dejar de lado el papel para ser puesta en práctica, a fin de

optimizar el funcionamiento de la ciudad, y enfrentar el problema permanente

que significaba la falta de salubridad que invadía las calles carentes de una

infraestructura adecuada, razón por la cual las autoridades se vieron

obligadas a intervenir en diversos niveles, pues dada la complejidad que

caracteriza a las urbes, comenzó a vislumbrarse la necesidad de actuar de

manera sistematizada, tal como lo señaló Ignacio Castera en su propuesta

presentada a finales del siglo XVIII, cuando sugirió que la política urbana

requería ser reformada para así poder establecer un método uniforme que

vinculara las obras públicas y los servicios urbanos;212 con lo que no sólo se

deja entrever cómo empieza a gestarse la planificación, sino también cómo

se van dejando atrás las meras soluciones casuísticas criticadas por

Ildefonso Cerdá.

Asimismo, es pertinente resaltar que las trasformaciones que

experimentan las ciudades durante este periodo, bajo el supuesto de que “la

modernización es un producto del Estado”;213 no son llevadas a cabo de

manera directa por la Corona, pues ésta no fue la que emprendió dicho

proceso de modernización en la Nueva España, sino que fueron los virreyes

los encargados de cambiar la imagen de las ciudades, aunque en ocasiones

tomaran decisiones contrarias a los intereses imperiales.214

Ahora bien, el siglo XIX no fue menos importante para la historia de la

planificación urbana de la ciudad de México, puesto que también estuvo

pletórico de cambios políticos y sociales, provocados por la Independencia y

los conflictos internos del país en formación; esto se vio reflejado en la vida

urbana de la nación, que sufrió cierto decaimiento por la inseguridad y las

carencias sociales existentes. Dichos eventos detuvieron el crecimiento

urbano, pues fue hasta la segunda mitad del siglo XIX, con el triunfo de los

gobiernos liberales cuando comenzó a vislumbrarse un primer proceso de 212 Hernández, Ignacio, 1997, p. 101. 213 Sánchez de Tagle, “Remodelación”, 2000, p. 9. 214 Ibid., p. 11.

121

expansión de la zona urbanizada, mediante el surgimiento de una política

que buscaba la parcelación individual, lo que permitió el inicio de la

fragmentación de las haciendas y la aparición de nuevas colonias; sin

embargo, fue hasta el porfiriato cuando tal fenómeno tuvo un mayor auge y

se materializó a una escala nunca antes experimentada en la ciudad.

Poco a poco las primeras modificaciones urbanas del México

independiente comienzan a evidenciarse en la vía pública, pues el nuevo

régimen también buscó hacerse presente a través de la transformación de la

imagen de la ciudad; no obstante, el ejemplo a seguir ya no eran los

referentes españoles sino la Francia napoleónica y el modelo urbanístico de

Paris,215 puesto que la ciudad, como escenario de la vida pública, también

tenía que hacer ver a la sociedad el cambio de régimen: el domino español

había quedado en el pasado, por ello Guadalupe Victoria, siendo presidente

de la nueva nación, decreta en mayo de 1826 eliminar todos los adornos

públicos que evocaran la colonización española.216 Una vez más el espacio

público funge como instrumento para que el Estado se haga presente y

ponga en manifiesto su ideología o, en su caso, el cambio de la misma. De

igual forma, durante los periodos presidenciales del general Antonio López

de Santa Anna, el espacio urbano se vio transformado, puesto que éste

demostró un especial interés y entusiasmo en embellecer la ciudad, razón

que lo motivó a realizar diversas obras de ornato en espacios abiertos, como

fue la reforestación de la Alameda, el mejoramiento de sus fuentes, la

instalación de bancas y luminarias, a todo esto se sumó la excentricidad de

mandar traer guardias suizos “para mayor distinción de las ceremonias

oficiales”.217

Entre las obras correspondientes a dicho periodo se encuentran la

remodelación de la Plaza del Volador, de la que fueron retirados los puestos

ambulantes e instalado un monumento del general Santa Anna, así como las

modificaciones hechas a la plaza mayor, con la eliminación del Parián, para 215 Fernández, Europa, 2000, p. 89. 216 Ribera, “Plazas”, 2007, p. 302. 217 Gayón, “Servicios”, 2000, p. 134.

122

dar lugar a una gran plaza cuadrangular que, supuestamente, albergaría un

esplendoroso monumento aludiendo a la plaza de la Bastilla de Paris.218

Lo anterior, más allá de ser meros datos anecdóticos, representan una

manera de ver cómo el poder y los gobernantes buscan por distintos medios

hacerse visibles en el espacio urbano, con la finalidad de proyectar la

ideología del régimen político traducida en una idea de ciudad, acto que tiene

como escenario el espacio público.

Cabe señalar que las plazas fueron uno de los espacios que más

alteraciones sufrieron en el siglo XIX, lo que en sí responde a una nueva

manera de concebir el espacio urbano, pues como lo menciona Ribera

Carbó,219 en este periodo se da una reconversión de los espacios vacíos, ya

que hasta entonces las plazas eran, por decirlo de algún modo, vacíos

urbanos, en el sentido de no estar claramente delimitados, por ellos

atravesaban carruajes, carretas, caballos y personas sin seguir ningún

camino marcado, guiados por un transitar aleatorio, pues los únicos

elementos que existían eran la fuente, el rollo o la picota –cuando se trataba

de la plaza mayor-, además de petates y mercancías de los vendedores en

turno; sin embargo, esta imagen un tanto desordenada tuvo su fin cuando la

ciudad emprendió su camino hacia la modernidad, al convertir las plazas en

espacios civilizados y decorosos, propios de una sociedad culta y ordenada,

lo que abrió la puerta a la ornamentación, al diseño de jardines y demás

elementos que reflejaran el tan anhelado orden social y urbano.

La introducción de los jardines fue uno de los elementos que más han

modificado la imagen de la ciudad, que como bien lo menciona Eguiarte,

también implicaron una trasformación de la sociedad, misma que encontró en

ellos “sanos sitios de recreo y distracción”,220 bajo la concepción

rouseauniana se veía dicho cambio, como si el campo fuese llevado a la

ciudad, lo cual permitía que se tuviese un contacto directo con la naturaleza y

218 Esta obra quedó inconclusa y sólo se alcanzó a erigir la base, por lo que la plaza mayor comenzó a ser llamado “Zócalo”, nombre que conserva hasta nuestros días. 219 Ribera, “Plazas”, 2007, 305. 220 Eguiarte, “Jardines”, 1991, p. 131.

123

así alejar la perversión social y moral, al brindar nuevos espacios de reunión

que no fueran las tabernas y las pulquerías.221

3.2.2 La ciudad bipolar: más allá del centro Ahora bien, desde la segunda mitad del siglo XIX, comienza a vislumbrarse

el fenómeno de expansión de la ciudad con la desamortización de los bienes

del clero efectuada en 1856, y la nacionalización efectiva en 1861,222 hecho

que representa un claro ejemplo de cómo los procesos políticos y sociales

que se gestaron en la sociedad mexicana decimonónica tuvieron un claro

reflejo en la morfología urbana. De ahí que Fernández Christlieb mencione

que en este periodo “la geografía de la ciudad se liberaliza y los espacios

empiezan a quedar vacíos, a merced de los urbanizadores”,223 portadores de

una ideología racionalista ansiosa de renovar la imagen de la ciudad a través

de una intervención modernizadora opuesta a los estilos rebuscados que

evocaban al poder conservador.

Durante este proceso de expansión empieza a gestarse una pérdida

de centralidad de la llamada ciudad antigua; la plaza mayor deja de ser el

único punto de atracción, pues la traza tiende a extenderse hacia el oeste

como consecuencia de la creación de la nueva colonia Francesa, el

embellecimiento del paseo de Bucareli y la reubicación de la estatua del

Caballito -obra del maestro Tolsá-, en las afueras de la ciudad, así como el

trazo y remozamiento del Paseo del Emperador.224 Todo ello respondía a una

nueva manera de pensar la ciudad, pues la tan valorada centralidad que

impregnaba los ideales urbanos comienza a desvanecerse ante la marcada

necesidad de las ciudades modernas de expandirse.225

221 Ibid., p. 132. 222 Fernández, Europa, 2000, p. 109. 223 Ibid., p. 112. 224 La estatua del Caballito fue reubicada a las afueras de la ciudad después de diversas controversias, pues evocaba a la monarquía, sin embargo le era reconocido su gran valor artístico. 225 Fernández, Europa, 2000, p.99.

124

Figura 3.4. Litografía de Paseo de la Reforma (1869 apróx.), Casimiro Castro.

El liberalismo que influía a las nuevas ideologías económicas y

políticas, trascendió a lo formal, al promover la trasformación del orden

urbano, mismo que se manifestó a través de la colocación de monumentos y

estatuas de carácter civil, que evocaban a hombres célebres como sucedió

en el Paseo del Emperador,226 que más allá de tener un efecto ornamental,

debe ser visto como un instrumento de dominio, pues una vez más, “gracias

al ordenamiento urbano, el poder se hacía omnipresente”.227 Asimismo, hay

que destacar que dicho paseo cambió de nombre a fin de ser congruente con

226 Ibid., p.108. 227 Ibid.

125

los ideales políticos, razón por la cual fue rebautizado228 con el nombre de

Paseo de la Reforma. 229

Otro aspecto fundamental concerniente a este periodo, reside en la

forma distinta de concebir lo público, pues a finales del siglo XVIII había una

notable diferenciación social respecto a quiénes tenían acceso a dichos

espacios. Por ejemplo, el uso del paseo de la Alameda estaba restringido,

era sólo para gente decente, con lo cual quedaba prohibida la entrada a

“toda clase de gente de manta o frazada, mendigos, descalzos, desnudos e

indecentes”.230 Tal situación denota una división social en el uso del espacio

urbano, pues el Paseo de la Reforma y Chapultepec eran para la clase

acomodada, la Alameda para la clase media, y para el resto del pueblo

quedaban el Zócalo y las plazuelas.231

Si bien hay que destacar que en este periodo se realizaron obras

importantes, las aspiraciones no siempre fueron proporcionales a las

posibilidades y a los recursos disponibles, puesto que los cambios reales

tuvieron que esperar para verse materializados en una restructuración

urbana. Entre las principales transformaciones, resultado de la leyes de

reforma, se encuentra la desamortización de los bienes del clero, que se

gestaron en la ciudad antigua; asimismo, se produjo la demolición y

mutilación de múltiples conventos232 a fin de abrir nuevas calles y fraccionar

los predios para estar en condiciones de promover la inversión inmobiliaria,

pues ante todo se pretendía disminuir el poder de la iglesia, la que a

principios del siglo XIX era propietaria del 47% del los terrenos de la ciudad

228 Eguiarte, “Espacios”, 1986, p. 97. 229 El hecho de colocar diversas estatuas a lo largo de esta avenida, va más allá de un mero acto ornamental, pues era la vía de comunicación entre el Palacio Nacional y el Castillo de Chapultepec, por ende, era un trayecto obligado del gobernante en turno. 230 Eguiarte, “Jardines”, 1991, p. 133. 231 Ibid., p. 133. 232 Entre los conventos que sufrieron alteraciones se encuentran el de San Francisco, San Fernando, Capuchinas, Santa Isabel, San Bernardo, Santo Domingo, El Carmen, San Diego y San Agustín.

126

de México.233 Cabe aclarar que todos estos efectos repercutieron en los que

alguna vez fueron los pueblos de indios, cuyas trazas solían ser bastante

irregulares en contraste con la ortogonalidad del damero novohispano, razón

por la cual las llamadas parcialidades suburbanas comenzaron a ser vistas

como áreas potenciales de expansión para la ciudad de México.

Por otra parte, es preciso mencionar que a lo largo de estos años, se

emitieron diversos bandos que incidían en la vía pública, algunos de ellos

relativos a la limpieza y otros de carácter más específicos de acuerdo al uso

que se le daba, así como aquellos que podrían resultar un poco triviales

como el emitido en 1855 por José García Conde, gobernador interino del

Distrito Federal, en el que prohíbe la elevación de papalotes tanto en plazas

y calles públicas, como en azoteas, balcones y azotehuelas.234 No obstante,

hay muchos otros bandos que hacen referencia a la limpieza y al orden de

las calles y plazas, por ejemplo, a causa de la falta de empedrados en las

calles, era frecuente que se levantaran tolvaneras, por lo que en 1858,

Miguel María Azcarate, Coronel retirado y gobernador del Distrito de México,

dispone que al dar las tres de la tarde, los propietarios de inmuebles -

iglesias, conventos, tiendas y habitaciones- ubicados en las calles de

Tacuba, San Diego, Plateros, Acordada y Tlapaleros, debían regar los

frentes,235 acción que representa una clara medida de higiene, pues al ser

una de las preocupaciones más evidentes de la época, pocos años más

tarde, en 1863 se emite una nueva ordenanza por parte de Juan A. Mateos,

Secretario del Ayuntamiento de México, en la que se exhorta a los

propietarios y encargados de los lotes e iglesias a barrer y regar la calle que

les correspondía.236

233 Un ejemplo es el caso de Santo Domingo, cuyo claustro fue fragmentado para crear la calle de Leandro Valle, así como la demolición de su barda atrial a fin de poder ampliar la plaza que hoy lleva el mismo nombre. 234 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 26, exp. 70. 235 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 30, exp. 5. 236 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 88, exp. 196.

127

Figura 3.5. Plano General de la ciudad de México de 1861.237

En cuanto al uso de vía pública, muchas de las disposiciones hacen

referencia a la regulación de la venta callejera, tal es el caso del bando

emitido en 1868 por el Ayuntamiento de México, en el que se prohíben las

vendimias en las calles, de igual modo señala que los vendedores que no

tengan un lugar en los mercados, tienen la posibilidad de establecerse en la

plazuela de San Fernando, en el atrio de Santo Domingo y en la plazuela de

Loreto, esto ayuda a tener una idea acerca del control y regulación del uso

del espacio, al mismo tiempo que demuestra la intención por zonificar las

actividades.238

A través de estos ejemplos, se puede comprobar cómo la vía pública

ha sido uno de los elementos que constantemente ha preocupado a las

autoridades respecto a la búsqueda del orden y el buen funcionamiento,

237 Lombardo, Atlas, Vol. 1, 1997, p. 379. 238 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 38, exp. 23.

128

pues la normatividad, históricamente ha sido un mecanismo de control y

regulación que denota cuáles son las principales preocupaciones y conflictos

que aquejan a la ciudad.

3.2.3 El porfiriato: algunos ejemplos de expansión y transformación (calles, colonias y jardines) del núcleo central de la ciudad de México Una de las características del porfiriato (1876-1911) fue el notable fervor que

surgió respecto a la creación de nuevas colonias, principalmente entre los

años de 1880 y 1910,239 periodo en el cual la construcción de edificios fue

cinco veces mayor a la alcanzada a lo largo de los cien años anteriores. Por

tanto, este proceso de expansión urbana, sin duda, provocó que la ciudad se

diferenciara por zonas, dando pie a la dualidad de centro-periferia, pues los

antiguos barrios pronto se verían convertidos en las nuevas colonias

residenciales,240 lo que a su vez dio lugar a la conformación de un centro

urbano con características y problemáticas propias, pues el crecimiento del

área urbana estimuló que se invadieran los municipios aledaños y fuesen

absorbidos los ranchos, las haciendas y los barrios de indios,241 fenómeno

que como más adelante se verá provocaría múltiples dificultades para la

administración de la ciudad y para la planificación urbana de la misma. En

este sentido, hay que recordar que las cualidades de centralidad que

adquiere esta zona de la ciudad no son meramente de carácter geográfico,

determinadas por su ubicación y su relación respecto al resto del área

urbanizada, sino que se mantiene el dominio de las actividades

administrativas, políticas y económicas.

239 Fernández, Europa, 2000, p. 114. 240 Las primeras colonias comenzaron a formarse a lo largo de la Av. Reforma, en donde surgieron la colonia Francesa, la Juárez, la Cuauhtémoc, seguidas después por la Limantour, la Roma, la Condesa y la Indinilla, las cuales se asentaron hacia el sur de la ciudad. 241 Morales, “Expansión”, 2000, p.116.

129

Por otro lado, el proceso de expansión urbana vino acompañado de un

cambio en los sistemas de transporte, que favoreció en gran medida el

crecimiento de la ciudad, pues con ello se aceleró el surgimiento de nuevos

fraccionamientos al mejorar la conectividad entre las distintas zonas, dado

que el progreso y la modernidad se hicieron visibles cuando se dio el cambio

de los tranvías de tracción animal (mulitas), a los de vapor y, posteriormente,

a los eléctricos introducidos en 1900, junto con el ferrocarril, este último

encargado de conectar a la ciudad con pueblos, villas y muchas otras

ciudades del interior de la República, mientras que los tranvías estaban

destinados a dar servicio intraurbano.242

La suma de todos estos elementos le dio un nuevo sentido a la vía

pública al ceder una mayor importancia al tráfico rodado, pues a mediados

del siglo XIX, tan sólo el 6% de las calles se encontraban pavimentas, los

puentes para cruzar las acequias eran de madera y unos pocos eran de

mampostería –cal y canto-, además eran pocas las calles que contaban con

aceras para los peatones, lo que representaba en una dificultad para transitar

la ciudad.

Desde luego hay que señalar que el auge de la transportación rodada

trajo desde principios del siglo XIX un reglamento emitido en 1802, en el cual

se establecían las normas elementales de regulación del transporte público

de personas, y además se especificaban detalles como la velocidad, las

características de los vehículos y las tarifas, entre otros.243

242 Navarro, “Transporte”, 2000, p. 127. 243 Ibid., p. 125.

130

Figura 3.6. Infraestructura de transporte de la ciudad de México en 1910.

Cabe señalar que en este proceso de expansión tuvieron que

conjugarse la intervención de dos agentes fundamentales: por un lado los

intereses privados de los inversionistas inmobiliarios –especuladores- y, por

otro, los intereses del gobierno, quién mantuvo una participación limitada en

dicho proceso, puesto que se carecía de un plan general oficial de ensanche

de la ciudad, por lo tanto la expansión adolecía del rigor propio de la

planificación urbana, al ser los intereses privados los primeros en dar la

pauta de hacía dónde debía dirigirse el crecimiento de la ciudad.

En lo que se refiere a cómo se fue dando el crecimiento de la ciudad,

hay que señalar que en un principio fue el Paseo de la Reforma el que fungió

como eje principal de expansión, pues en torno a él comenzaron a ubicarse

las nuevas residencias de las familias adineradas, que ya veían en el casco

antiguo un lugar de conflicto opuesto a sus ideales de comodidad, lo que dio

origen a las grandes residencias rodeadas de enormes jardines a la usanza

europea.

131

Al respecto, es convertiente hacer mención de los proyectos

elaborados por Salvador Malo,244 quien motivado, principalmente por

intereses personales y ante la falta de un plan oficial de ensanche, se

propuso la tarea de generar un par de propuestas para guiar el ensanche de

la urbe, en las que es posible detectar cierta influencia de Cerdá y de

Haussmann.245 Tanto en la primera de ellas, presentada en 1889, bajo el

nombre de “Plano General de la ciudad de México con el ensanche

proyectado en los terrenos de la propiedad del Señor Don Salvador Malo”,

como en la segunda, realizada en 1894, titulada “Plano de proyecto de

ensanche de la ciudad de México, formado por el ciudadano Salvador Malo,

quien lo dedica al ciudadano presidente de la República, general Porfirio

Díaz”, como bien lo resalta Fernández Christlieb reflejan “la preocupación por

estructurar la ciudad de México en un proyecto unitario”.246 Esto corresponde

a las inquietudes que comenzaban a gestarse en diversos países durante la

segunda mitad de los ochocientos.

244 La preocupación de Salvador Malo responde a que él fue uno de los principales inversionistas inmobiliarios de la época, pues al parecer fue un visionario que vio en la especulación del suelo una gran oportunidad de negocio, puesto que su esposa heredó terrenos de la antigua hacienda de La Teja y del Rancho de los Cuartos, incursionó en la inversión inmobiliaria junto con la empresa estadounidense Mexico City Improvement Company, misma de la que él era apoderado, a fin de conformar una nueva colonia. Los terrenos correspondientes a esta zona abarcan lo que hoy se conoce como colonia Juárez. 245 Fernández, Europa, 2000, p. 121. 246 Fernández, Europa, 2000, p. 122.

132

Figura 3.7 Plano del proyecto de ensanche de la ciudad de México, formado por el ciudadano Salvador Malo, quien lo dedica al ciudadano presidente de la Republica, general Porfirio Díaz, 1894.247

Aunado a lo anterior, la ciudad experimentó un gran número de

cambios que redefinieron el rumbo de su historia. Entre los más importantes

se ubican aquellos concernientes a la infraestructura, el equipamiento y, por

ende, la habitabilidad, pues al igual que en Europa y en Estados Unidos, en

México hubo importantes personalidades que mostraron un gran interés por

247 Lombardo, Atlas, Vol. 1, 1997, p.423.

133

los problemas de la ciudad, principalmente en la primera década de los

novecientos, cuando algunos arquitectos e ingenieros desarrollaron varias

propuestas referentes a la ordenación urbana; entre los más destacables se

encuentran los trabajos de Nicolás Mariscal, Miguel Ángel de Quevedo y

Jesús Galindo y Villa, quienes expresaron una gran inquietud por

fundamentar y sistematizar el diseño urbano, cada quién desde su propia

perspectiva.

Así pues, el arquitecto Mariscal trabajó temas relativos a la teoría de la

arquitectura, el ingeniero Galindo y Villa mostró mayor interés en aspectos

históricos, mientras que el ingeniero Quevedo, fue quien más enfocó su labor

en problemas urbanos, particularmente en cuestiones relacionadas con los

espacios libres y las áreas verdes.248 Desde luego todos ellos tenían

presente las problemáticas de la ciudad y, por ende, la búsqueda de sus

posibles soluciones, esto los llevó a participar en las comisiones de obras

públicas del Ayuntamiento de la ciudad de México, en donde presentaron sus

propuestas de ampliación de avenidas, creación de jardines y enarbolado de

vías públicas, entre otros aspectos, que en conjunto eran un reflejo del

conocimiento que se tenía de los trabajos realizados en el extranjero -Europa

y Norteamérica-, especialmente de los proyectos de Howard, acerca de la

ciudad-jardín.

Por su parte, Mariscal puso especial énfasis en la importancia de dar

paso a un nuevo campo profesional, la arquitectura del paisaje, que era

capaz de integrar elementos de higiene, salubridad y belleza, por lo que se

requería tener diversos conocimiento de agronomía, horticultura, arquitectura

e hidráulica. Sin embargo, él buscaba la integración de la arquitectura del

paisaje a la ciudad a través de lo que llamaba la arquitectura de relación,249

puesto que los edificios no se encuentran aislados, sino que existe un

entorno que no siempre ha sido construido, dado que cuando queda un

vació, éste puede ser llenado con la naturaleza, lo que hace que predomine

248 Eguiarte, “Idea”, 2004, p. 312. 249 Eguiarte, “Espacio”, 2004, p. 319.

134

una visión esteticista, que encontró en el espacio público y en la

remodelación del mismo, un medio para materializar la llamada arquitectura

del paisaje en las ciudades.

Por otro lado, la labor del ingeniero Galindo y Villa, estuvo centrada en

la conservación de la naturaleza y en el embellecimiento de los espacios

públicos, teniendo como referencia el arte de los jardines ingleses, de igual

modo, estaba preocupado por el óptimo crecimiento de la ciudad. A pesar de

que la mayoría de sus trabajos estuvieron focalizados más en cuestiones de

carácter histórico, referentes al desarrollo de la ciudad y a su estructura

urbana, siempre denotó un marcado interés por la relación naturaleza y

ciudad, así como por la higiene y la estética, ya que al fungir como

funcionario del Ayuntamiento, se preocupó por la planificación de la ciudad y

por defender las reservas naturales, además de poner especial énfasis en la

estética de los jardines, que dieron fin a las polvorientas plazas. Cabe

señalar que Galindo y Villa, justificaba la necesidad de intervenir las

ciudades, aunque ello implicara demoler algunos elementos, pues a partir de

la reforma que Haussmann llevada a cabo en Paris, se percató de que dichas

medidas resultaban a veces necesarias para un adecuado desenvolvimiento

de la ciudad.

Finalmente, el ingeniero Quevedo, tal vez fue el que llegó a elaborar

las propuestas más avanzadas para su época, pues trató de abarcar la

ciudad en su totalidad, teniendo como principal preocupación el crecimiento

ordenado de la misma, así como la conservación de los recursos naturales.

De ahí que una de sus principales preocupaciones haya sido la integración

de los espacios libres, además de los aspectos referentes a la higiene, la

utilidad y, como ya se ha dicho, la conservación de la naturaleza. Un asunto

relevante es que Miguel Ángel de Quevedo fue el más pragmático de los tres,

pues no sólo abordó los aspectos teóricos sino que –al igual que Cerdá-

buscó plasmarlos en propuestas prácticas, a lo que se sumo su participación

en diversos eventos internacionales, como fue la Liga Internacional de los

Espacios Libres, en 1910, en donde presentó su trabajo de “Espacios libres y

135

reservas florales de las ciudades. Su adaptación a jardines, parques y

lugares de juego. Aplicación a la ciudad de México”, en el que hizo referencia

a los problemas provocados por las aglomeraciones urbanas.250

Quevedo, a diferencia de sus colegas, Mariscal y Galindo y Villa, logró

hacer realidad algunos de sus proyectos, gracias a que llegó a ser director de

la Junta Central de Bosques, fundada en 1904, a través de la cual creó

cuatro viveros en distintas zonas de la ciudad, tal fue el caso de Coyoacán y

Desierto de los Leones; de igual forma abogó por la imperiosa necesidad de

fomentar las reservas naturales a fin de que las futuras colonias, producto

del crecimiento urbano, contaran con áreas libres suficientes.

Esto denota cómo los trabajo de Quevedo comenzaron a reflejar un

claro entendimiento de las bondades de la planificación urbana,251 resultado

en gran parte de la influencia de las reformas llevadas a cabo en Paris y en

Londres, al tener en consideración la búsqueda de criterios generales que

permitieran hacer de la ciudad un espacio más habitable; al señalar también

la necesidad de garantizar una mínima área libre en los inmuebles, con el

objeto de permitir una idónea circulación de aire. También brindó especial

atención a la relación que debía existir entre el ancho de las calles y la altura

de los edificios, así como a los espacios libres contenidos en la traza urbana.

Respecto a este último punto, hay que señalar que el ingeniero Quevedo no

concebía los espacios abiertos como algo general, sino que partía de una

clara diferenciación entre: jardines, plazas de recreación, plazas

monumentales, terrenos de juego, parques y reservas forestales, todos ellos

indispensables para la ciudad.252

Si bien la mayor parte de estas propuestas no llegaron a concretarse,

deben ser tomadas en consideración como una importante referencia acerca

de la manera de concebir la ciudad y de abordar el fenómeno del crecimiento

urbano, además de mantener la constante preocupación por la higiene y la

250 Eguiarte, “Espacio”, 2004, p. 324. 251 Quevedo llegó a manifestar una clara influencia de los trabajos llevados a cabo en Paris y en Londres, mismo que llegaron a ser hasta cierto punto un ejemplo a seguir. 252 Eguiarte, “Espacio”, 2004, p. 327.

136

integración de la naturaleza, así que cada uno, a su manera, llegó a

manifestar su interés por el vínculo naturaleza-ciudad. De igual forma, estos

trabajos muestran cómo la inquietud por la planificación urbana comienza

desde principios de siglo a dar frutos en la ciudad de México, convirtiéndose

en un antecedente para su futura consolidación e institucionalización.

Por otra parte, retomando el hilo de la historia, el porfiriato representó

un periodo de importantes transformaciones a consecuencia del desarrollo

económico que se experimentaba en el país durante aquella época, de ahí

que fuera necesario resaltar que la ciudad de México era ejemplo del

supuesto fortalecimiento político, razón por la cual se emprendieron diversas

obras para embellecer la urbe con el propósito de trasmitir una “buena

imagen de la prosperidad”253 y situar a la capital del país a la altura de las

grandes ciudades del mundo. Asimismo en esta época se da una

consolidación del suelo urbano, se lleva a cabo la construcción de grandes

edificios y monumentos, se abren nuevas avenidas para conectar ciudad

central con otras municipalidades y, como se mencionó anteriormente, se

introdujo el tranvía y las estaciones del ferrocarril, elementos fundamentales

que incentivaron el proceso de expansión urbana,254 lo que dio origen a

nuevas colonias, expulsando con ello el uso agrícola del suelo, que hasta

entonces había predominado en la periferia de la llamada ciudad central.

Una de las obras más importantes de este periodo fue la conclusión

del desagüe de la ciudad, el cual constituyó un gran cambio en cuestiones de

habitabilidad y funcionalidad, dado que durante aproximadamente

cuatrocientos años la ciudad había sido víctima de constantes inundaciones

que impactaron tanto en su proceso de consolidación como en el de

transformación, al padecer continuamente los problemas y efectos de dichas

inundaciones, que incidían de manera directa no sólo en la vía pública sino

también en los espacios cerrados, entorpeciendo constantemente el óptimo

desenvolvimiento de la ciudad. Finalmente esta historia se vio revertida el 17

253 Huarte, “Políticas”, 1991, p. 39. 254 Ibid.

137

de agosto de 1900, cuando fue inaugurado el Gran Canal y desagüe de la

Cuenca,255 lo que significó un momento clave para la ciudad de México, pues

sus espacios públicos lograron ser más habitables, humanos y vivibles. 256

Aunque el sistema de desagüe compuesto por el canal, el túnel y el tajo,

fueron sólo uno de los proyectos emprendidos durante el porfiriato, éstos

vinieron acompañados también por otras importantes obras de

infraestructura, como la red de agua potable, drenaje, pavimentación y

alumbrado, todos ellos elementos esenciales para mejorar la habitabilidad,

funcionalidad y salubridad de la urbe.

No debe olvidarse que los primeros años del siglo XX, también se

caracterizaron por prestar una mayor importancia a cuestiones relativas al

sistema de vías públicas y espacios libres, de ahí que surgiera la

preocupación por aumentar las áreas destinadas a parques y jardines, así

como el ensanche de las avenidas, situación que refleja la influencia de lo

que se estaba haciendo en Europa y Norteamérica, razón por la cual en

1901, el Ayuntamiento creó la Comisión de Embellecimiento y Mejoras de la

Ciudad, cuyo regidor fue Miguel Ángel de Quevedo. Entre algunas de las

transformaciones más evidentes se puede mencionar la inclusión de

vialidades diagonales, tal como lo había sugerido Cerdá para Barcelona, 257

hecho que rompió la tradicional traza reticular; la avenida Paseo de la

Reforma representó uno de los primeros ejemplos, pues aunque ésta se

trazó a mediados del siglo XIX, cobró vital importancia durante el porfiriato no

sólo por fungir como pauta de crecimiento, sino que también fue objeto de

diversas intervenciones urbanas, como la colocación de esculturas y

monumentos, y la plantación de arboledas y áreas ajardinadas. Asimismo,

aunado a la creación de estas nuevas calles, se introdujo la glorieta como

elemento ordenador para facilitar la circulación vehicular y ser también punto

255 Chanfón, “Primer”, 1998, p. 117. 256 Esto trajo consigo nuevos estilos arquitectónicos, pues las obras del desagüe, ayudaron para que se dejara de pensar en la conservación y refuncionalización de los inmuebles heredados, lo cual dio lugar a la ampliación del área urbanizada, gracias a la compleja infraestructura que corría por las entrañas de la ciudad. Chanfón, “Primer”, 1998, p. 118. 257 Eguiarte, “Jardines”, 1991, p. 135.

138

de referencia, tal es el caso del Ángel de la Independencia. Algunas de las

nuevas calles se caracterizaron por el empleo del camellón central sembrado

de árboles, como las avenidas Nuevo León, Tamaulipas y Álvaro Obregón,

en las colonias Condesa y la Roma.

Figura 3.8 Plano de la Alameda después de las reformas de 1901.258

Como se mencionó anteriormente, durante el porfiriato se crearon

nuevas áreas verdes, de ahí que la intervención del espacio público

representó una vez más una estrategia para embellecer la ciudad y promover

el mejoramiento urbano, en virtud de que no sólo se aumentó el número de

jardines, sino que también se retiraron los mercados asentados en las plazas

que fueron trasladados a nuevas edificaciones construidas específicamente

para dichos comercios. En cuanto a la imagen de las demás plazas, se

promovió la construcción de fuentes, quioscos y monumentos, cuyo fin era

ornamentar la ciudad.259

258 Lombardo, Atlas, Vol. 1, 1997, p. 57. 259 Blanco, Plaza, 2002, p.47.

139

En este sentido, las transformaciones experimentadas por la capital,

no sólo modificaron su imagen y la manera de vivirla, pues además de

hacerla más habitable, también tuvieron un impacto en la vida cotidiana de la

sociedad en sí, al incidir en sus usos y costumbres, lo cual, evidentemente,

tuvo un mayor efecto en la vía pública,

Si bien las acciones emprendidas durante el porfiriato no

pueden ser consideradas como un proyecto integral de planificación urbana,

no por ello se les debe restar valor, pues a través de estos ensayos de

planificación se buscó conducir el rumbo de la ciudad. No obstante, vale la

pena recordar que estas trasformaciones no fueron extensivas a todo el

espacio urbano que conformaba al Distrito Federal, sino que se concentraron

en un área restringida en torno al casco antiguo, hoy conocido como centro

histórico: “el punto de partida de esta extensión de la habitabilidad del

espacio arquitectónico-urbanístico era el centro de la ciudad”. 260 Los

cambios se hacían presentes primero en las calles aledañas al zócalo, para

de ahí distribuirse hacía las zonas donde habitaban las familias de mayores

recursos. Es por ello que el hoy llamado centro histórico, representa un

importante elemento de estudio, pues es el claro ejemplo de cómo lo que una

vez fue el casco de fundación, poco a poco se trasformó en el centro de una

gran metrópoli, con características y cualidades muy particulares al resto de

la ciudad.

Cabe señalar que el proyecto presentado al presidente Porfirio Díaz,

correspondía a los ideales de progreso que se pretendían alcanzar, a través

de una ciudad más ordenada, donde reinara la unidad, la regularidad, la

axialidad, la simetría y la proporción, elementos propios del racionalismo, que

encontraron en el estilo neoclásico una vía para materializarse.

260 Chanfón, “Primer”, 1998, p. 127.

140

Figura 3.9 Plano de la ciudad de México, en el que se pueden apreciar la expansión urbana que se tiene hasta 1909.261

Sumado al gran número de obras de infraestructura y equipamiento

que se realizaron, es preciso enfatizar que también se emitieron reglamentos

y leyes importantes que reflejan la problemática de la urbe y las

preocupaciones de las autoridades, lo cual representan una parte

significativa de los antecedentes de la planificación urbana. Entre los

ejemplos más significativos, se puede citar el Código Sanitario de los

Estados Unidos Mexicanos, emitido en 1891, en el que se manifiesta una

preocupación por atender los problemas de higiene que amenazaban a la

población, situación que evidencia la necesidad de instaurar algunos

lineamientos de carácter preventivo, dirigidos a evitar la propagación de

enfermedades y a mejorar la calidad del medio ambiente de las ciudades.

261 Lombardo, Atlas, Vol. 1, 1997, p. 445.

141

A través de los distintos apartados que conforman dicho código, se

establecen ciertas normas para la construcción y adecuación de todos los

espacios habitables, mismos que en la actualidad pueden parecer demasiado

básicos, no obstante debe tomarse en consideración no sólo las condiciones

sociales y económicas de la población, sino también ciertas cuestiones

culturales que al paso del tiempo se han visto modificadas.

Es preciso hacer notar que los criterios que se establecen en el

Código Sanitario, años más tarde serían retomados en los reglamentos de

construcción, pues su contenido, además de propiciar mejores condiciones

de salubridad, buscaban favorecer la habitabilidad y funcionamiento de los

espacios construidos. De ahí que el Estado se convierte en un avizor de la

salud, pues no sólo vigila los espacios públicos, pues también interfiere en

espacios privados, al determinar que toda construcción debe ceñirse a las

indicaciones establecidas por el Código Sanitario.

En cuanto al orden urbano se dan algunas indicaciones relativas a la

idónea ubicación de los rastros, las condiciones básicas de higiene a que

deben someterse los mercados, la localización de los basureros, cementerios

y cierto tipo de industrias que representen algún riesgo para la salud. En

alusión a los espacios públicos, el código cuenta con algunos artículos que

inciden en dichos lugares, ejemplo de ello es el artículo 268, en el que se

menciona que todo perro que salga a la calle debe portar “bozal de hierro o

cuero”, al mismo tiempo se prohíbe a los dueños de perros salir durante la

noche aun cuando los canes porten el bozal, pues de lo contrario éstos serán

sacrificados, 262 lo que representa, en cierta forma, una restricción respecto al

uso de la vía pública.

Dentro de este mismo apartado se establece que los cadáveres de

animales deben ser retirados sin demora de la vía pública y que los dueños

de animales (cerdos, vacas, carneros y aves de corral) tienen prohibido que

262 Artículos 269 y 270 del Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos, 1891, p. 62.

142

éstos vaguen por las calles de la ciudad,263 mientras que el artículo 279

señala que en los casos en que se permita usar las plazuelas para ordeñar

animales, los dueños estarán obligados a dejar limpio el lugar utilizado, así

como a recoger las “inmundicias o basuras que se causen y las que arrojen

los animales en su tránsito.”264

Lo anterior permite ver cómo los lineamientos establecidos por el

Código Sanitario de 1891, no sólo buscaban mejorar las condiciones de

salubridad de las ciudades mexicanas, sino que intentaban dar respuesta a

una parte de los problemas cotidianos, dado que las medidas tomadas,

además de regular las construcciones, limitar y prohibir algunas actividades

en los espacios públicos, también pretendían controlar los usos de suelo, al

procurar mantener alejadas todas aquellas actividades que constituyeran

algún riesgo para la salud de los habitantes.

En este sentido, el Código Sanitario de 1891 puede considerarse

como parte integral del preámbulo de la planificación urbana en México, pues

coincide con las acciones llevadas a cabo en otros países a partir de las

propuestas presentadas por los distintos grupos de higienistas, preocupados

por mejorar la calidad de vida en las urbes. Por lo tanto, dicho código es uno

de los primeros instrumentos creados para que las ciudades cumplieran con

los requisitos mínimos de habitabilidad, y al mismo tiempo forma parte de las

primeras leyes emitidas por las autoridades a fin de coadyuvar en el

mantenimiento del orden junto con diversas ordenanzas, bandos, leyes y

reglamentos elaborados para regular no sólo el trazado de la ciudad, sino

también para controlar las actividades y los usos de suelo, entre otros

muchos aspectos.

A lo largo del porfiriato, además del Código Sanitario de 1891, se

llevaron a cabo varias acciones encaminadas a solucionar los conflictos que

agobiaban a la ciudad de México, así pues, una de las principales

preocupaciones de la época era el encontrar la manera de controlar el 263 Artículos 272 y 273 del Código Sanitario de los Estados Unidos Mexicanos, 1891, pp. 62-63. 264 Código, 1891, p.63.

143

crecimiento urbano, por lo que se elaboraron algunas normas para los

nuevos fraccionamientos, y así mejorar la calidad de vida de sus habitantes

dotándolos de la infraestructura básica.

Al respecto, es importante hacer notar que el Estado no se mantuvo al

margen del proceso de expansión de la ciudad que se presentó durante este

periodo, pues aunque el fraccionamiento del suelo fue llevado a cabo por

desarrolladores inmobiliarios particulares, el Estado tuvo que intervenir a

causa de las irregularidades que se cometían en el proceso de urbanización,

al imponer algunas normas mínimas que evitaran la proliferación de

enfermedades contagiosas -tuberculosis, tifoidea, viruela- que provocaran

epidemias entre la población.265

Es por ello que en 1902, ante la multiplicación de fraccionamientos

irregulares, algunos de ellos carentes de la autorización previa por parte del

municipio, se publicara en el Boletín Oficial una lista de colonias autorizadas

y otra de las carentes de autorización, ubicadas tanto en la municipalidad de

México como en el Distrito Federal, así como las Bases generales de trazo e

higiene, en las cuales se dictan los requerimientos mínimos impuestos por el

Ayuntamiento respecto a la urbanización de los nuevos fraccionamientos,

como es el dimensionamiento de la calles, al hacer hincapié en que las

esquinas debían ser ochavadas, aludiendo al estilo francés de pan-coupe, y

al empleo de diagonales para acortar distancias entre los puntos de mayor

interés (templos, mercados, estaciones de ferrocarril). Respecto a los

espacios abiertos se menciona que la ubicación de las plazas y jardines debe

encontrarse en la intersección de diagonales, cuya extensión de terreno

requería ser igual a la de una manzana, con la acotación de que por cada

treinta manzanas una debería ser destinada para la plaza y otra similar para

el mercado, asimismo, se menciona que deben existir áreas específicas para

escuela y demás servicios urbanos (policía, bomberos, etc.).

Finalmente, además de dictar los parámetros de urbanización también

se determinó que la encargada de supervisar el cumplimiento de dichas

265 Huarte, “Políticas”, 1991, p. 40.

144

bases era la Comisión de Obras Públicas junto con la Comisión de

embellecimiento de la ciudad, pues es importante recordar que en la mayoría

de los casos el fraccionamiento de las nuevas colonias se llevó a cabo por

parte de compañías, en su mayoría extranjeras: francesas, inglesas y

norteamericanas.

Cabe destacar que en este periodo se emitieron diversos bandos que

aludían a cuestiones muy específicas referentes al orden urbano, como la

prohibición a toda persona de defecar en las calles, plazuelas o parajes

públicos, a reserva de ser multada con no menos de doce reales.266 En

cuanto a los bandos referentes a la limpieza de vía pública, éstos no dejaron

de ser una constante.

Dentro de otro rubro se encuentran las disposiciones referentes al

control del tráfico y el transporte público, tal es el caso del bando emitido en

Febrero de 1900, por Guillermo Landa, Gobernador del Distrito Federal, en el

que determina que los vagones de pasajeros sólo podrán detenerse en las

esquinas de las calles y en las calzadas.267

En lo referente al uso social del espacio público, se pueden encontrar

algunos bandos que limitan o restringen de algún modo el uso de éste, como

el bando emitido el 31 de agosto de 1909, por Ignacio Burgo, Secretario de

Gobierno del Distrito Federal, mediante el cual informa acerca de la

prohibición de llevar a cabo cualquier tipo de reunión o manifestación de

carácter político en las calles, plazas o lugares públicos, a fin de no alterar

los festejos del aniversario del centenario de la independencia.268 Dentro de

este mismo tema se encuentra una disposición publicada en agosto de 1912,

en la que Fernando González Roa, Secretario de Gobierno del Distrito

Federal, prohíbe todo tipo de reparto de papeles de anuncio (propaganda),

en las calles del área céntrica de la capital;269 esto, además de ser una

266 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 59, exp. 9. Bando emitido en 1888, por Nicolás Islas y Bustamante, Secretario de Gobierno del Distrito Federal. 267 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 70, exp. 44. 268 AHDF, Gobierno del Distrito Federal, Bandos. Caja 76, exp. 10. 269 Ibid.

145

restricción en cuanto a lo que se puede hacer o no en el espació público,

denota una clara intención de diferenciación del espacio urbano que

conforma la ciudad, pues señala de manera explícita al área céntrica de la

capital.

A través de esta breve revisión se evidencia no sólo la intención por

querer revertir las condiciones desfavorables de la ciudad, sino que también

se percibe cómo el espacio público ha sido a lo largo del tiempo uno de los

principales elementos a normar y a regular a distintos niveles, pues las

condiciones sociales en que se encontraba el país durante la ultima etapa del

porfiriato, orillan a las autoridades a ejercer un mayor control de las

actividades se que puedan tener en dicho espacio, al ser éste el principal

lugar de encuentro y de reunión y, por ende, de comunicación e intercambio

de información.

3.3 Conclusiones A lo largo de este capitulo se ha expuesto cómo los siglos XVIII y XIX

estuvieron pletóricos de cambios y transformaciones urbanas, que

modificaron no sólo la imagen de la ciudad, sino la manera de vivirla y de

concebirla; sin embargo, es conveniente subrayar que gran parte de estas

acciones tuvieron lugar justo en la vía pública, la cual ha sido un espejo que

ha reflejado a la sociedad en distintas épocas.

Asimismo, se puede resaltar que el Estado ha visto en el espacio

público una manera de hacerse presente, no sólo a través de las

intervenciones urbanas sino también mediante las diversas disposiciones

jurídicas que han sido el instrumento constante para controlar el espacio

urbano, de ahí que pueda considerarse que la legislación, desde sus

orígenes, ha sido el principal elemento para regular el orden urbano y social,

146

por ende, precede a la planificación urbana, entendida ésta bajo su acepción

moderna, que se manifiesta a través de planes y programas.

Al respecto, es importante hacer hincapié en cómo esta serie de

disposiciones jurídicas se encuentran inmersas en un constante proceso de

evolución que corresponde a la dinámica inherente a la ciudad, como un

organismo en continua trasformación tanto formal como social, lo que

provoca que dichos lineamientos sean cada vez más precisas y particulares,

de acuerdo a las muy diversas situaciones que inciden en el orden urbano.

Por otro lado, a través de este recorrido histórico general, es posible

detectar cómo la planificación urbana puede ser comparada con un gran

rompecabezas, al que a lo largo del desarrollo de las ciudades se le han ido

sumando piezas para llenar los huecos. Esto ha permitido abordar la

problemática de las urbes desde otras ópticas, pues conforme el grado de

complejidad que atañe a las urbes va siendo cada vez mayor, los

intelectuales preocupados por el tema, y más tarde las autoridades, se

percatan de la necesidad de actuar de manera integral, entendiendo a la

ciudad como un todo, cuyos problemas y soluciones deben abordarse a

través de una visión panóptica, lo cual se hace evidente a partir del siglo XIX;

no obstante, esto se da de manera aislada y desde la perspectiva del ámbito

intelectual, que pocas veces llega a concretarse como sucedió con las

propuestas de Miguel Ángel de Quevedo, de ahí, que sea hasta el siglo XX,

cuando dicha visión sea adoptada e institucionalizada por el Estado.

Está claro que las intenciones por mejorar las condiciones de la

ciudad, han sido una constante, éstas se evidenciaron más a mediados del

siglo XVIII, debido, en parte, a las reformas borbónicas, pues con ellas se

emprendieron una serie de cambios, interrumpidos durante la lucha

independentista; sin embargo, una vez que comienza el periodo de

estabilización política y económica, la ciudad vuelve a ser víctima no sólo de

la transformación sino también de la expansión urbana, como consecuencia,

principalmente, del auge económico.

147

Ahora bien, la expansión urbana que empieza a vislumbrarse desde la

segunda mitad del siglo XIX, generó una reestructuración del espacio urbano,

dando lugar a la dualidad de centro y periferia, razón por la cual comenzaran

a tomarse en consideración las diferencias que tenía la centralidad respecto

al resto de la ciudad. Dicho fenómeno empieza a verse reflejado no sólo en la

morfología –traza- de la ciudad, sino también en la normatividad, al emitirse

ciertas disposiciones exclusivas para la zona central de la ciudad. Lo

interesante es ver cómo este fenómeno se irá acentuando, conforme avanza

el crecimiento urbano, lo que a su vez dará lugar a mayores diferencias entre

las distintas zonas de la ciudad.

Los puntos más importantes a destacar durante este periodo giran en

torno a dos aspecto esenciales, en primer lugar la evidente trasformación del

espacio público, que en términos formales alude a los ideales racionalistas

que abogan por el orden y la higiene, así como la ornamentación, pues los

espacios abiertos cambian su imagen, dejan a un lado la austeridad para dar

paso a la ostentación, lucen de nuevos elementos –esculturas, monumentos,

etc.- y tiñen de verde los caminos con las nuevas áreas ajardinadas que

comienzan a aparecer por la ciudad, lo que supone una mentalidad diferente

dispuesta a cambiar el rumbo de las ciudades.

Cabe señalar que al igual que en Europa y en Norteamérica, la falta

de salubridad se convierte en el principal motivo para incentivar a los

gobernantes y autoridades a trasformar la calidad de vida de las ciudades, de

ahí que sean los higienistas los principales precursores de la planificación

urbana, pues ellos son los primeros en tratar de abordar de una manera más

integral los conflictos de las ciudades a fin de optimizar su funcionamiento y

hacer de ella un lugar más sano para vivir.

De manera similar, las influencias que llegan a México del exterior, no

sólo repercutieron en cuestiones referentes a la sanidad, sino también en

diversos aspecto relativos a la traza y a la importancia de los espacios

abiertos, ejemplo de ello fueron los trabajos de Miguel Ángel de Quevedo,

Nicolás Mariscal y de Jesús Galindo y Villa, quienes a través de diversos

148

proyectos dejaron ver una marcada influencia de las tendencias que estaba

tomando la planificación urbana en Europa y Norteamérica.

En suma, aunque la forma de abordar los antecedentes históricos

haya sido a manera de esbozo, es posible ver cómo la realidad que se vive

en los espacios públicos ha sido a lo largo de la historia, el principal incentivo

para trasformar las ciudades, para hacer presente al Estado y para poner en

práctica nuevas teorías urbanísticas; puesto que además de materializarse a

través de múltiples intervenciones urbanas, ha logrado adquirir un nivel

jurídico cuando los problemas han sido enfrentados a través del ámbito

legislativo, así como la forma de modificar costumbres respecto al uso y las

formas de apropiación de los espacios. Por lo que, a medida que se

reconoce la importancia tanto de la vía pública como de las áreas libres,

éstas se convierten en una parte fundamental de las propuestas de

intervención urbana, no sólo por cuestiones estéticas, sino por razones de

funcionalidad y sobre todo de salubridad para las ciudades y, por ende, para

la sociedad misma.

Ahora bien, el haber hecho una revisión histórica constituye no sólo

una forma de entender en qué manera se fue conformando la planificación,

sino que también permite ver que el espacio público ha jugado un papel

determinante en la conformación de la misma, a través del cual pueden ser

identificadas las principales carencias de la ciudad, lo que se convierte en

motivo de preocupación y de conflicto, de ahí que las autoridades busquen

por distintos medios darles solución, tal como ha sucedido en México durante

diversas épocas.

Por lo tanto, una vez asentados los antecedentes que dieron lugar a

esta nueva disciplina, en el siguiente capítulo se abordará cómo una vez que

la planificación se institucionaliza, empieza a tener efecto en la

transformación del espacio público, tanto en lo formal como en lo legal.

Asimismo, se verá cómo empieza a gestarse la delimitación del actual centro

histórico de la ciudad de México, al ser éste un espacio que responde a una

dinámica diferente y, en consecuencia, requiere de disposiciones especiales

149

para procurar su óptimo funcionamiento, además de reconocer sus valores

patrimoniales.

150

151

CAPÍTULO IV

La vía pública como reflejo de las preocupaciones e intereses de las políticas urbanas: la planificación urbana del centro de

la ciudad de México

Planificación -palabra nueva de estirpe latina- neologismo creado para expresar una acción más compleja que urbanizar […] que encierra el concepto completo de organizar totalmente, no sólo una ciudad, sino una región o un país, teniendo en consideración necesidades presentes y posibilidades futuras.

Dr. Atl270

El siglo XX trajo consigo múltiples cambios en distintos ámbitos de la

sociedad, por lo que entre tropiezos y vicisitudes la planificación urbana logró

consolidarse como disciplina a finales de la segunda década de los

novecientos. Obviamente, los primeros años271 del siglo pasaron sin provocar

trasformaciones importantes en las ciudades, debido a que el periodo

revolucionario provocó una desaceleración económica que impidió continuar

con las obras de mejoramiento urbano, asimismo, los primeros años

posrevolucionarios estuvieron llenos de incertidumbre económica, política y

social, en virtud de lo cual se tuvo que esperar a que llegara nuevamente la

estabilidad para retomar el rumbo que la planificación urbana antes había

iniciado.

270 Fragmento del editorial del primer número de la Revista Planificación, publicada en septiembre de 1927. 271 A excepción de los años correspondientes al porfiriato, pues durante la segunda década del nuevo siglo la lucha revolucionaria estuvo acompañada de un periodo de estancamiento, del cual el país tardó unos años en recuperarse.

152

A través del capítulo anterior se ha podido verificar cómo las acciones

emprendidas a lo largo de los siglos XVIII y XIX, fueron de vital importancia

para que en el siglo XX se lograra la consolidación y la institucionalización de

dicha disciplina. Los trabajos realizados durante la segunda mitad del siglo

XVIII y a lo largo del XIX, pueden ser vistos como una serie de ensayos por

medio de los cuales fue posible construir los cimientos del quehacer urbano:

la planificación. Hasta entonces, las intervenciones urbanas se llevaban a

cabo de manera un tanto intuitiva, enfocándose principalmente a solucionar

los problemas inmediatos, ya que no se contaba aún con una metodología

que permitiera ir más allá, a fin de planificar sobre una línea de tiempo la

manera en que la ciudad debía guiar su crecimiento y su desarrollo para dar

respuesta a las distintas problemáticas y necesidades.

Ahora bien, el panorama bajo el cual comenzó a gestarse la

planificación urbana, tuvo como referente la recién concluida revolución, por

lo que durante las primeras décadas del siglo XX, los efectos de la lucha

armada eran apreciables desde distintos ámbitos, debido a que el país tenía

que afrontar no sólo los trastornos provocados por la rebelión, sino también

dar respuesta a los rezagos que se venían arrastrando anteriores, al estallido

revolucionario y, al mismo tiempo cumplir con las aspiraciones del tan

anhelado progreso.

Ante este panorama, el primer paso para sacar adelante al país

consistió en definir las pautas a seguir y así dar lugar al complejo proceso de

transformación política, social y económica, pues durante los años veinte la

realidad de la ciudad de México estaba impregnada de carencias que se

veían reflejadas en el mal funcionamiento de la misma, razón por la cual las

aspiraciones de transformación debían traducirse en mejorar la

infraestructura y el equipamiento, a fin de subsanar las carencias más

apremiantes y evitar así el surgimiento de nuevos levantamientos sociales,272

al mismo tiempo, los problemas a los cuales se enfrentaba la ciudad eran

también inherentes a los espacios públicos, en tanto que las acciones de

272 Sánchez, 1997, Planificación, p. 31.

153

intervención tenían como propósito mejorar la calidad de vida de la urbe, a

través de la optimización de los espacios habitables y de tránsito.

Por lo tanto, para poner en marcha todo el engranaje que conduciría a

al país hacia el progreso y la modernidad, se tuvo que enfrentar la situación

adversa que representaba el haber pasado por una lucha armada, cuyas

secuelas estaban presentes en los distintos ámbitos de la vida política,

económica, social y cultural del país. Al concluir la guerra civil, la cuenta a

saldar dejó a la nación en números rojos, puesto que la economía se

encontraba totalmente fracturada, resultado de la disminución de inversiones

y de un mínimo crecimiento productivo, todo esto se reflejó en un escaso flujo

comercial, provocado por las alteraciones en la trasportación y distribución de

mercancías, lo que inevitablemente afectó a la vida social, al enfrentarse al

aumento de desempleo, de precios y de migración hacia las ciudades.

En consecuencia, las tareas a cumplir una vez ultimada la trifulca,

tuvieron tres objetivos primordiales: pacificar a todos los grupos armados que

se extendían a lo largo y ancho del país; reactivar las actividades

económicas, con la finalidad de generar recursos aplicables a la

reconstrucción y, por último, elaborar y estructurar las acciones a seguir para

atender las demandas de la sociedad. Así pues, la ciudad de México, como

la principal concentración urbana del país, jugó un papel esencial en todo

este proceso, no sólo por contener el mayor número de habitantes, sino

también por representar un punto neurálgico de la actividad política.

Ejemplo de esta situación fue el crecimiento de la población urbana,

misma que para 1910 representaba tan sólo el 11.7% del total, mientras que

para 1921 ésta alcanzó el 14.7%; asimismo, la población de la ciudad de

México, en 1910, correspondía al 3.1% del total, el cual se vio duplicado

durante los siguientes veinte años hasta alcanzar el 6.3%,273 lo que tuvo

273 Meyer, “Estabilidad”, 2006, p. 836.

154

efectos en la conformación de la ciudad, no sólo por su crecimiento territorial

sino también en su funcionalidad.274

Al respecto hay que señalar que las ciudades existentes en el territorio

mexicano eran relativamente pocas, a decir de Garza, el sistema de ciudades

estaba compuesto por 33 localidades pequeñas, en las cuales se encontraba

concentrada la mitad de la población urbana, mientras que el resto se alojaba

en seis localidades medianas, encabezadas por las ciudades de México,

Guadalajara y Puebla.275

Ante este escenario, la ciudad de México tuvo que enfrentar la

situación y definir cuál sería el rumbo a seguir, pues como parte de las

demandas revolucionarias, existía una latente exigencia por mejorar la

infraestructura y el equipamiento de los centros urbanos. Sin embargo, esto

sólo sería posible si se sorteaban los obstáculos producto del reajuste

político que trajo consigo un replanteamiento de las instituciones, tanto a

nivel federal como local.

4.1 La planificación urbana como alternativa para enfrentar los problemas de las ciudades en las primeras décadas del siglo XX Una vez concluida la lucha armada hubo que construir el andamiaje que

permitiera alcanzar el ideal de ciudad y de progreso que se anhelaba. En

primera instancia se requería confrontar las principales adversidades que

ayudasen a conseguir las condiciones mínimas de bienestar en torno a

cuestiones referentes a vivienda, salud, servicios y educación,276 para lo cual

debían emprenderse múltiples acciones, tales como la construcción de

viviendas, escuelas, hospitales, edificios públicos e infraestructura, además

274 Cabe mencionar que a principios del siglo XX el grado de urbanización del país equivalía al 10.6%, clara evidencia de que México era un país más bien de carácter rural. Garza, Urbanización, 2003, p. 25. 275 Garza, Urbanización, 2003, p. 25. 276 Sánchez, Planificación, 2002, p. 41.

155

de idear medidas para enfrentar los problemas posteriores, pues como lo

menciona Sánchez Ruiz, la ciudad exigía generar “acciones de conjunto

pensadas a futuro, es decir; planificación”.277

Uno de los problemas más apremiantes durante la década de los 20’s,

fue la escasez de vivienda, consecuencia del aumento de la población, por lo

que en 1921 se tuvo que actuar de manera inmediata a través de la exención

de contribuciones a constructores de vivienda a modo de incentivo, sin

embargo, esto trajo consigo grandes problemas para el desarrollo urbano,

pues comenzaron a crearse nuevos fraccionamientos con múltiples

irregularidades, situación que alentó una campaña de difusión de los

beneficios de la planificación de ciudades, en especial de la capital.278

Por otro lado, se vislumbró la necesidad de crear un conjunto de

instrumentos de carácter jurídico que coadyuvaran tanto a frenar los

conflictos como a promover conductas apropiadas, a fin de optimizar el

funcionamiento de la ciudad. Asimismo, las adversidades que agobiaban a la

urbe impulsaron el desarrollo de la planificación urbana, la cual demandó la

participación conjunta de un grupo de profesionales –principalmente

ingenieros y arquitectos- preocupados y comprometidos por hacer de la

ciudad un espacio más habitable, pues desde un inicio se percataron de la

absoluta necesidad de involucrar a las autoridades como agente principal en

el proceso de la planificación urbana. No obstante, dada la magnitud del

problema, desde un principio, se pudo percibir que para revertir la situación

era indispensable involucrar a los distintos niveles de gobierno; el caso de la

ciudad de México, se requería la inclusión de instancias federales y locales.

Cabe recordar que las primeras propuestas de intervención se dieron

de manera aislada, por lo que no siempre contaron con el respaldo de las

autoridades, situación que orilló a los interesados a buscar ser escuchados

por las instancias correspondientes, esto representó un paso importante en la

difusión de la disciplina, pues gracias a su compromiso, se lograron

277 Ibid., p. 83. 278 López, Planificación, 1993, pp. 47-49.

156

materializar las primeras propuestas dignas de ser calificadas como producto

de la planificación urbana.

Entre los pioneros que integraron este grupo de intelectuales se

encontraban Modesto Rolland, José Luis Cuevas Pietrasanta, Alfonso

Pallares y Carlos Contreras, entre otros, quienes bajo distintas circunstancias

tuvieron la oportunidad de conocer cómo la planificación urbana estaba

siendo ejercida en Europa y Estados Unidos,279 para atender las nuevas

necesidades de las grandes urbes, pues al igual que la ciudad de México,

enfrentaban un problema de expansión y, en algunos de los casos, de

aglomeración, lo que exigía una idónea administración y organización del

espacio y de las actividades, que se traducía en el ejercicio de esta nueva

disciplina.

Por otro lado, asumir que la planificación representaba la vía por la

cual se podía acceder a una mejora en la calidad de vida de las ciudades,

demandó un arduo trabajo, pues hubo que convencer a las autoridades y a la

ciudadanía misma, de las capacidades y beneficios que implicaba la

aplicación de una metodología rigurosa que permitiera no sólo resolver los

problemas del presente, sino actuar de manera previa para conducir el

desarrollo futuro de las ciudades.

Así pues, para que se lograra la materialización de las primeras

acciones de la planificación urbana en México, se requirió de un proceso de

maduración de las ideas, en el cual el debate intelectual que se produjo a

través de distintas publicaciones, jugó un papel determinante pues en ellas

no sólo se reflejaban las preocupaciones e inquietudes referentes a los

problemas urbanos, sino que se daban a conocer las posibles soluciones en

las cuales se vislumbraba a la planificación urbana como la mejor alternativa

para revertir la caótica realidad que imperaba en las ciudades.

279 Véase Capítulo II, apartado referente a las contribuciones inglesas y norteamericanas a la planificación.

157

4.1.1 La difusión una nueva disciplina: la planificación urbana moderna en México Una vez que las influencias de la planificación arribaron al país a través de la

difusión de las transformaciones que estaban sufriendo las ciudades

europeas y norteamericanas, en México pronto comenzaron a surgir los

primeros proyectos basados en los principios de esta nueva disciplina.

Ahora bien, determinar con exactitud en qué momento la planificación

alcanzó su consolidación e institucionalización, resulta un tanto ambiguo, no

obstante, en 1933 ocurrieron dos hechos decisivos que marcaron el rumbo

de la ciudad de México, el primero fue la publicación de la Ley de

Planificación y zonificación del Distrito Federal y Territorios de la Baja

California y, el segundo, el Plano Regulador del Distrito Federal presentado

por Carlos Contreras y su equipo de colaboradores.

Sin embargo, debe tomarse en cuenta que para que estos actos

tuvieran lugar, fue necesario someterlos previamente a un proceso de

experimentación, difusión y maduración, que logra verse reflejado en las

diversas propuestas elaboradas durante las primeras décadas de los

novecientos. Tal es el caso del texto elaborado por Modesto Rolland en

1921, titulado El desastre municipal en la República Mexicana, en el que

pone manifiesta la urgente necesidad de emplear los instrumentos propios de

la planificación urbana para solucionar los conflictos de las ciudades,

producto del crecimiento incontrolado y la evidente falta de organización,

pues esto había ocasionado a una serie de anomalías que incidían de

manera directa en la vida de las ciudades.

Lo anterior delata que la visión de Rolland representaba una nueva

forma de comprender la realidad urbana, así como una ferviente

preocupación por encontrar soluciones al caótico escenario que se vivía en

aquella época, por lo que se hace un llamado para adoptar la naciente

disciplina:

158

La planificación de las ciudades ya es fundamentalmente necesaria y si nosotros seguimos ignorando esta ciencia, no tenemos derecho al título de civilizados, puesto que la ciencia de la planificación persigue fundamentalmente el bienestar público, y nunca puede llamarse avanzado a un pueblo que no goza de toda clase de comodidades”280

Lo anterior denota una noción más exacta de lo que se entendía como

planificación, además sugiere uh claro reconocimiento acerca de la urgencia

por actuar de manera inmediata ante las múltiples anomalías que

embargaban a la ciudad, de ahí la irrelevancia en este proceso de

consolidación.

Como parte de este conjunto de trabajos correspondientes a la etapa

introductoria de la planificación en México, se ubica el artículo de Alfonso

Pallares, titulado “Ante el Plano de la Ciudad de México”,281 publicado en

1923 en el Anuario de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos, en el que se

evidencia una comprensión, hasta cierto punto, sistémica de la ciudad, pues

propone que su organización y funcionamiento pueden ser comparables con

el organismo humano, lo que en sí supone una nueva manera de

comprender el fenómeno urbano, al intentar abordar el conflicto desde

distintas aristas y partiendo del supuesto de que los problemas no pueden

ser atendidos de manera aislada, sino siempre bajo una visión de conjunto.

Es importante resaltar que aunque no se habla de manera explícita de

planificación, Pallares manifiesta la primordial necesidad de actuar en la

regulación del crecimiento y transformación de la traza urbana: “las

necesidades de tráfico y aglomeración de los habitantes están exigiendo que

el plano de la ciudad de México sea modificado en un futuro muy

próximo”.282 En tal virtud, propone una serie de cambios, varios de ellos en la

zona central de la ciudad,283 a partir del ensanche de vialidades, así como la

280 Rolland, Desastre, 1952, p. 121. 281 Pallares, “Ante”, 1923, p. 21-32. 282 Ibid. 283 En dicho artículo, como se anota en el Capítulo I, se hace mención al centro de la ciudad, en el cual se albergan los llamados núcleos arquitectónicos esenciales legado de la época colonial.

159

creación de nuevas arterias para conectar el centro con otras poblaciones:

Tacubaya, Mixcoac y San Ángel.

Entre los principales conflictos que identifica Pallares, subraya, al

igual que sus contemporáneos, las anomalías referentes a la falta de higiene

y las alteraciones causadas por tráfico; también enfatiza la necesidad de

establecer una zonificación de actividades, así como la reglamentación para

edificar nuevos fraccionamientos y vialidades.284 Esto, en sí permite ver

cómo la manera de leer la problemática de la ciudad comienza a ser cada

vez más compleja, es el primer paso para hacer frente a los conflictos, con

ello se manifiesta una idea más clara acerca de la planificación urbana, la

cual tiene como principio metodológico, ejercer un mayor rigor tanto en la

etapa de diagnóstico, entendido como paso previo para la elaboración de

posibles soluciones.

Hay que subrayar que durante este periodo además de publicarse

diversos trabajos referentes al tema, también se llevaron a cabo algunas

propuestas, que como apuntan Hira de Gortari y Regina Hernández,

constituyeron tentativas de reordenamiento urbano,285 en las que se

evidencian las principales preocupaciones de la época, asimismo éstas

comienzan a apegarse cada vez más a una metodología y a una visión

propia de la planificación, tal es el caso de la propuesta presentada por

Carlos Obregón Santacilia, (1896-1960), quien formuló ciertos cambios a la

traza de la ciudad a través de la prolongación de algunas vialidades. Entre

dichas modificaciones se encuentra la prolongación de la Avenida

Chapultepec, hasta la Plaza de la Constitución, misma que también debería

ser intervenida, pues Obregón Santacilia reconoce que el centro de la ciudad

padece múltiples anomalías, producto del desorden provocado por los

tranvías y el tránsito vehicular, situación que lo lleva a formular no sólo un

remozamiento de la plaza, sino también la construcción de un

estacionamiento y un museo subterráneos, que estarían acompañados a su

284 Sánchez, Planificación, 2002, p. 142. 285 Gortari, Ciudad, Vol. II, 1988, p. 155.

160

vez de una vialidad también subterránea, destinada para autos y tranvías,

con el objetivo de descongestionar el centro de la ciudad. Dicho proyecto

también hace alusión al arreglo exterior no sólo de las calles, sino también

de las plazas y jardines. Cabe señalar que a pesar de que el proyecto fue

aceptado, jamás logró realizarse.286

Por último, dentro de este grupo de visionarios que ayudaron a erigir

el andamiaje que consolidaría a la planificación como disciplina, se

encuentra la invaluable labor del arquitecto Carlos Contreras, (1892-

1970),287 quien tiene un papel protagónico en la historia del urbanismo

moderno en México, gracias a que sus acciones y aportaciones fueron

fundamentales para el desarrollo e institucionalización de dicha disciplina.

En sí la palabra planificación es un neologismo creado por Contreras,

pues el llamado Town planning, en inglés, el Stadtebau, en alemán o el

término urbanizar en español,288 no abarcaban, a su parecer, todo lo que

implica el quehacer de la planificación, por tratarse de un concepto más

complejo que involucra muchos otros factores, además al referirse a esta

nueva ciencia menciona que debía ser abordada como la suma de diversos

elementos entre los que destacan:

“[…] la historia del desarrollo de los agrupamientos humanos en casas, en pequeños poblados, en ciudades, en regiones, en naciones enteras; es el arte de proyectar, trazar y construir ciudades enteras; considera el estudio y las características del trazo de ciudades; distribución y ancho de calles y avenidas, de sus edificios y de sus espacios libres; explica el por qué de sus formas y de su crecimiento. […] La PLANIFICACIÓN moderna tiende a relacionar las funciones de la vida diaria de una ciudad o de una región basándose en el pasado, estudiando y conociendo el presente y previendo el futuro […]”289

286 Gortari, Memoria, 1988, p. 156. 287 Carlos Contreras, arquitecto de formación realizó sus estudios en la Universidad de Columbia donde adquirió conocimientos relativos a la planeación de ciudades. 288 Atl, “Editorial”, 1927, p. 3 289 Contreras, “Cosa”, 1927, pp. 4-5.

161

Tal definición sugiere que se trata de un concepto bastante

complicado, en virtud de que involucra diversos aspectos que inciden en

lo urbano, ya que no sólo aluda a la parte material y formal de la ciudad,

sino a todas aquellas actividades que en ella tienen lugar, así como a

todos los elementos que han conformado su pasado, aunados a los que

deben ser considerados para mejorar el futuro.

Entre las contribuciones más importantes de Contreras, se encuentran

el haber construido un cuerpo conceptual y metodológico propio de la

planificación urbana, junto con el impulso de una labor interdisciplinaria que

respaldara la puesta en práctica de la misma, asimismo brindó su apoyo en

la creación de un marco legal que apoyara a su vez las propuestas

generadas para dar solución a los múltiples problemas que se vivían no sólo

en la ciudad de México, sino en otros puntos de la República. 290

Por otro lado, las aportaciones de Contreras pueden verse reflejadas

en múltiples documentos de carácter institucional, como fue la Ley General

de Planeación de la República, emitida en 1930; el Plano Regulador del

Distrito Federal (1933), y la Ley de Planificación y Zonificación del Distrito

Federal y territorios de Baja California (1933), entre otros.291-292 Además,

participó en la Comisión de Planificación del Distrito Federal, fue jefe de la

Comisión de Programa de la Secretaria de Obras Públicas y fundó la

Asociación Nacional de Planificación de la República, entre otros organismos

relacionados con la disciplina. Sin duda, una de sus más grandes

contribuciones fue la fundación de la revista Planificación (1927-1936), cuyo

fin era el impulsar y dar a conocer las ideas de profesionales relacionados

con la mejora de ciudades, abordando temas de carácter histórico, teórico,

así como eventos y procesos técnicos relativos al tema.293

Por lo tanto, la labor de Contreras se vio reflejada en diversos áreas,

al que desarrollar una metodología propia que reflejaba el conocimiento

290 Sánchez, Planificación, 2002, p. 149. 291 Ibid., p. 164. 292 López, “Carlos”, 2002, p.19. 293 Sánchez, “Determinantes”, 2008, p. 9.

162

acumulado hasta la época; participó, en el ámbito institucional, en diversos

organismos de carácter federal y local y elaboró varios planos reguladores

de distintas ciudades de la República (Acapulco, Aguascalientes, ciudad

Altamirano y Coyuca de Catalán),294 por lo que pudo verse involucrado en la

planificación a distintos niveles, pues aunque sus propuestas no fueron

consumadas en su totalidad tal como él las planteó, sin embargo, muchas de

ellas lograron materializarse y ser parte fundamental en la transformación de

las ciudades, ejemplo de ello es el Plano Regulador de la Distrito Federal

(1933), que fue aplicado de manera parcial.

Ahora bien, respecto a la ciudad de México, Contreras identificó siete

problemas fundamentales que a su parecer requerían de una acción

inmediata:

1. Preservar la zona central de la ciudad (Centro Histórico).

2. Solucionar los problemas de congestionamiento de tránsito.

3. Atender la problemática del transporte.

4. Generar medidas para controlar el crecimiento de la ciudad.

5. Procurar el abasto agrícola.

6. Proteger la reserva ecológica.

7. Establecer un ordenamiento urbano de las industrias.295

Dichas preocupaciones dan una idea del nivel de comprensión que

llegó a desarrollar Contreras, al señalar las diversas causantes de las

anomalías y al identificar la interconexión de las mismas, condición que lo

llevó a plantear acciones integrales.

Es obvio que a lo largo de la consolidación de la planificación en

México se vieron involucradas diversas personalidades, vale la pena

destacar las aportaciones de Carlos Contreras, quien a través de un trabajo

teórico y práctico emprendió importantes proyectos que incidieron de manera

directa en el funcionamiento de las ciudades, lo que aunado a su motivación

294 Véase Árias, Carlos Contreras: planos reguladores, Planificación y arquitectura: 1946-1953, 2008. 295 López, “Carlos”, 2002, p. 18.

163

y compromiso se convirtió en parte fundamental de la consolidación e

institucionalización de la planificación urbana en México.

A través de este esbozo, es posible percatarse que la consolidación

de la planificación en México, fue resultado de una labor conjunta que estuvo

llena de inquietudes y preocupaciones compartidas, mismas que dieron lugar

a las primeras acciones propias de la planificación urbana, gracias al

esfuerzo realizado entre intelectuales e instituciones gubernamentales. Cabe

señalar que tuvieron que pasar algunos años para lograr que las propuestas

presentadas en los documentos fuesen materializadas en intervenciones

concretas de las ciudades; sin embargo, el primer paso se dio al

institucionalizar la planificación urbana, lo que implicaba adoptar una nueva

forma de entender la ciudad y de intervenirla, con el objetivo de solucionar

los conflictos presentes y prever situaciones futuras que hicieran de la

ciudad un lugar habitable y funcional.

4.2 La planificación urbana del centro de la ciudad como instrumento de las políticas urbanas (1928-1953) Una vez que la planificación ganó terreno en el ámbito institucional,

comenzó, a tejerse una segunda historia en la que se vieron implicados los

intereses políticos, las condiciones económicas, los movimientos sociales y

sobre todo las preocupaciones y conflictos que aquejaban el orden urbano;

esto a su vez se tradujo en la integración de la planificación como una parte

esencial de las políticas urbanas, lo que representó un paso fundamental en

este proceso de consolidación, pues por fin comenzarían a recogerse los

primeros frutos de las semillas sembradas durante los años anteriores.

En esta segunda historia, en que la planificación es ya una disciplina

formalmente aceptada, se emprende un nuevo camino que puede ser

recorrido hasta el presente, por lo que para simplificar su estudio resulta

conveniente hacerlo a través de una periodización, de acuerdo a su

164

evolución. Al respecto, Peter Ward296 diferencia tres periodos importantes

entre los años de 1928 y 1988, el primero de ellos, es el que se aborda en

esta tesis, comprende de 1928 a 1953, periodo que no sólo se caracteriza

por el gran número de leyes, reglamentos, decretos y acuerdos relativos al

orden urbano, sino porque es justo en esta etapa cuando surge la

consolidación de la disciplina y se generan las bases de la

institucionalización de la planificación urbana, al mismo tiempo se emiten los

primeros decretos que darán lugar a lo que hoy se denomina centro histórico.

El segundo periodo que establece Ward, abarca de 1953 a 1970, éste

se define por las escasas acciones relativas a la planificación urbana y,

finalmente, el periodo comprendido de 1971 a 1988, que se diferencia debido

a que en esos años se establecieron nuevas bases para la planificación

urbana, que afectaban no sólo a la ciudad de México, sino al país en general,

al igual que algunas modificaciones relacionadas a la legislación existente,

como fue la Ley Orgánica del Distrito Federal. Dentro de dichas

modificaciones destaca la descentralización que se generó a partir de la

derogación de funciones hacia las delegaciones.

Obviamente, cada uno de los periodos señalados por Ward, posee

rasgos distintivos respecto al proceso de evolución de la planificación urbana

en México, específicamente en el Distrito Federal; sin embargo, es preciso

resaltar que el periodo que corresponde a los años de 1928-1953, resulta ser

vital, no sólo para la institucionalización de dicha disciplina, sino también para

la regulación del espacio público, pues durante estos años se dieron dos

pasos definitorios en lo referente a la distinción del hoy llamado centro

histórico, al llevarse a cabo las primeras acciones que lo consideraban como

una zona que debía recibir una atención especial, y por ende, diferente al

resto de la ciudad, lo que se ve reflejado en la delimitación del “primer cuadro

de la ciudad”297 en 1934, y más tarde la declaración de zonas típicas de la

calle de Moneda y del conjunto de las Vizcaínas, acciones que suponen un

296 Ward, México, 1991, pp. 170-171. 297 Publicado en el Diario Oficial el 7 de febrero de 1934.

165

primer reconocimiento tanto de las cualidades de centralidad como de

monumentalidad.

En este sentido, para entender de qué manera el espacio público fue

tomado en cuenta a lo largo de este proceso, se optó por centrar el estudio

en aquellos documento que aluden de manera específica al área que

comprende al hoy conocido como centro histórico; no obstante, a través de

esta revisión fue posible identificar claramente cuáles eran las

preocupaciones e intenciones que se tenían acerca de la vía pública, y

cuáles fueron las medidas acatadas para regular y controlar el uso de la

misma, además de provocar su transformación.

Ahora bien, para comprender en qué forma las políticas urbanas han

incidido en el espacio público a largo de este periodo, en primer lugar es

preciso hacer referencia a las implicaciones que tuvo la pérdida de la libre

municipalidad en la planificación de la ciudad de México y, en segundo,

establecer una diferenciación respecto a las acciones que directa o

indirectamente involucran al tantas veces citado espacio público, como un

elemento que debe planificarse, regularse y normarse, pues al igual que en

épocas anteriores, el mismo ha constituido un lugar de conflicto ante el cual

las autoridades han intentado a través de diversos medios ejercer un control.

Es por ello que se plantea una división en seis categorías a fin de abordar lo

más ampliamente posible esta serie de acciones y disposiciones que de 1928

a 1953 afectaron a dicho espacio: a) disposiciones generales relativas a la

administración y a la planificación urbana de la ciudad de México: el Plano

Regulador de Carlos Contreras; b) la transformación física del espacio

público en el centro histórico de la ciudad de México, como resultado de la

planificación urbana; c) del “primer cuadro” a la “zona típica”: el

reconocimiento de los valores históricos y culturales del centro de la ciudad

de México, y c) legislación urbana: la regulación del espacio público en el

centro histórico de la ciudad de México. Esta división responde a razones de

meramente prácticas, cuyo fin fue organizar la información e identificar las

166

diferentes acciones que de un modo u otro inciden en la regulación del

espacio público entendido en términos jurídicos, como vía pública.

4.2.1 La pérdida de la libre municipalidad y sus implicaciones en el desarrollo de la planificación urbana en la ciudad de México Para la ciudad de México, 1928 representa un punto de referencia en su

historia político-administrativa, puesto que en ese año se llevó a cabo la

reforma al Artículo 73 constitucional, mediante la cual se suprimieron los

municipios, y se perdió la supuesta autonomía que se tenía hasta el

momento.

Artículo 73.- El Congreso tiene la facultad: VI.- Para legislar en todo lo relativo al Distrito y Territorios Federales, sometiéndose a las bases siguientes: 1ª.- El Gobierno del Distrito Federal estará a cargo del presidente de la República, quien lo ejercerá por conducto del órgano que determine la Ley respectiva. 2ª.- El Gobierno de los Territorios estará a cargo de Gobernadores que, dependerán directamente del presidente de la República, quien los nombrará y removerá libremente. 3ª. Los Gobernadores de los Territorios acordaran con el presidente de la República, por el conducto que determine la ley. 298

Tal modificación responde a la inminente necesidad de efectuar una

reorganización administrativa que permitiera terminar con los conflictos

generados por la ambigüedad en la que se encontraba la organización

municipal del Distrito Federal desde 1824, pues como lo señala Hernández

Franyuti, se carecía de una ley que “organizara y determinara los territorios y

las facultades de los órganos políticos administrativos”,299 razón por la cual

se optó por dar fin a la libre municipalidad bajo el justificante de que los

298 Diario Oficial, 20 de agosto de 1928. 299 Hernández, Distrito, 2008, p. 180.

167

municipios del Distrito Federal no representaban la autonomía municipal,

propia de todo municipio libre, de ahí que hubiese constantes pugnas entre

las autoridades federales y municipales, resultado de la confusa división de

facultades, además de que el gobierno federal desde 1824 había absorbido

gran parte de las funciones, a lo cual se sumó que la falta de fondos ende los

municipios, impidiendo la realización de los mínimos trabajos que requería la

ciudad.300

Por lo tanto, una vez modificada la Constitución, fue necesario crear

una nueva Ley Orgánica del Distrito Federal, publicada el 28 de diciembre de

1928, en la que además de ratificarse los límites del Distrito Federal,

determinados en 1898, se subdividió el territorio en un Departamento Central,

integrado por las antiguas municipalidades de México, Tacuba, Tacubaya y

Mixcoac, aparte de trece delegaciones correspondientes también a las

municipalidades antiguas.301

Asimismo, quedó establecido que el Departamento del Distrito

Federal, sería el encargado de llevar a cabo las funciones del antiguo

gobierno del Distrito Federal, mientras que en el Departamento Central

recaerían las responsabilidades meramente administrativas, propias de los

cuerpos administrativos de las antiguas municipalidades. De igual forma, el

Departamento Central y el Departamento del Distrito Federal quedan a cargo

del presidente de la República, quien nombra directamente al jefe del

Departamento del Distrito Federal, y a los delegados a través de los consejos

consultivos. Cabe señalar que el jefe del Departamento del Distrito Federal,

también es el encargado del Departamento Central. 302

Como se puede ver, esta ley cancela o nulifica el derecho de la

ciudadanía a elegir a sus gobernantes, pues el gobierno del Distrito Federal

funge como un organismo administrativo, en el que se carece de un poder

300Ibid. 301 Estas trece delegaciones eran: Guadalupe Hidalgo, Azcapotzalco,. Iztacalco, General Anaya, Coyoacán, San Ángel, la Magdalena Contreras, Cuajimalpa, Tlalpan, Iztapalapa, Xochimilco, Milpa Alta y Tláhuac. Hernández, Distrito, 2008, pp. 183-184. 302 Hernández, Distrito, 2008, p. 184.

168

legislativo local independiente, puesto que el Congreso de la Unión es el

responsable de emitir la legislación de la entidad, al cumplir la doble función

de congreso federal y local para el Distrito Federal.

Si bien todos estos cambios que, en términos generales, pueden

parecer de carácter meramente administrativo, tuvieron un importante

impacto en la planificación urbana, pues al no existir con anterioridad un

poder centralizado, los conflictos entre los gobiernos del Distrito y los

ayuntamientos representaban un obstáculo para el desarrollo no sólo de la

infraestructura urbana, sino también para la óptima administración de la

ciudad,303 razón por la cual la concentración de las funciones administrativas

en el Departamento del Distrito Federal, fue un paso fundamental para el

ejercicio de una nueva política urbana que permitiría emprender las futuras

acciones de planificación por las cuales atravesaría la ciudad en los

siguientes años.

303 Davis, Leviatán, p.88.

169

4.3 Disposiciones generales relativas a la administración y a la planificación urbana de la ciudad de México: el Plano Regulador de Carlos Contreras Durante el periodo de estudio, 1928-1953, se emitieron una serie de

disposiciones relativas a la administración y a la planificación de la ciudad de

México, que en su mayoría no tuvieron precedentes, pues constituyeron los

primeros actos que reflejaron la consolidación y, por ende, la

institucionalización de la planificación.

Ahora bien, revisar una a una todas las disposiciones que se emitieron

de manera oficial a lo largo de estos años, representa un vía para

comprender no sólo cómo se fue dando este proceso de institucionalización

de la nueva disciplina, sino que permite vislumbrar cómo la complejidad en la

que de se vio envuelta la ciudad, exigió que los lineamientos adoptados

fuesen cada vez más específicos, de ahí que la primera ley que hizo

referencia al tema, fue la Ley de Planeación de la República Mexicana,304

emitida en 1930 durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio, (1930-1932),

cuyo objetivo principal era el generar un instrumento que coadyuvara al

desarrollo del país, en el que se tomaran en cuenta los problemas del

presente y del futuro, bajo un esquema integral que abarcara a la nación en

su totalidad, tal como se enuncia en primer artículo de dicha ley:

La planeación de los Estados Unidos Mexicanos tiene por objeto coordinar y encauzar las actividades de las distintas dependencias del gobierno para conseguir el desarrollo material y constructivo del país, a fin de realizarlo en una forma ordenada y armónica, de acuerdo con su topografía, su clima, su población, su historia y tradición, su vida funcional, social y económica, la defensa nacional, la salubridad pública y las necesidades presentes y futuras.305

304 Diario Oficial, el 12 de julio de 1930. En la elaboración de esta ley participaron Carlos Contreras y José Luis Cuevas Pietrasanta. 305 “Ley de Planeación de la República Mexicana”, Diario Oficial, el 12 de julio de 1930.

170

Cabe hacer notar que esta ley muestra cómo los cambios acelerados

que se vivían en la sociedad, son tomados en cuenta al ser considerados

como factores determinantes del desarrollo, no sólo urbano, sino también

económico, de ahí que se haga alusión al proceso de industrialización que se

vivía en el momento, así los efectos que éste comienza a generar.

Queda claro que al ser una ley de índole nacional, no existe una

referencia literal respecto al espacio público; sin embargo, es necesario

subrayar que su relevancia se debe a que constituye el primer documento en

el que se plasma una idea concreta de planificación, en el estricto significado

de la palabra, además de subrayar la importancia que ésta tiene como

instrumento esencial para el crecimiento del país, es por ello que en esta ley

se hace alusión al beneficio de crear la Comisión Nacional de Planeación

(Artículo 4º), que fungiría como un órgano de carácter consultivo. De igual

forma se propone la elaboración del Plano Nacional, como instrumento para

señalar de manera gráfica la zonificación del país a partir de regiones

homogéneas, a fin de identificar las potencialidades de cada comarca

(Artículo 3º); asimismo, se establece que dicho plano sería elaborado por la

Comisión de Programa, de la cual Carlos Contreras formaba parte.

Es conveniente hacer notar que la idea de conformar el llamado Plano

Nacional, representa en sí misma un avance sumamente significativo, pues

permite ver cómo la planificación comienza a ser abordada desde una

perspectiva regional, que es bajada a nivel local a través de los planos

reguladores, cuyo objetivo era el marcar los lineamientos a futuro para el

desarrollo de las entidades.

En cuanto al Distrito Federal, esta ley destaca la importancia que éste

posee, al ser la capital de la República, razón por la cual se le debe prestar

especial atención y cuidado con el fin de generar las mejores propuestas

posibles, puesto que representa el ejemplo a seguir para el resto del país.

Tres años más tarde de haberse publicado la Ley de Planeación de la

República Mexicana, el 17 de enero de 1933 se publicó en el Diario Oficial de

la Federación la Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal y

171

Territorios de la Baja California,306 durante el periodo presidencial de

Abelardo L. Rodríguez, (1932-1934), misma que contó con la participación de

Carlos Contreras para su elaboración307

Esta ley, aunque alude de manera muy general al espacio público,

representa un pilar para las acciones que se concretarán en los años

venideros, al establecer las primeras pautas de la planificación como un

instrumento reconocido legalmente por el Estado, para regular el

ordenamiento urbano, motivo por el que en ella se establecen cuáles eran las

comisiones responsables de estudiar todo lo relativo a la planificación y

zonificación de la ciudad de México, así como las encargadas de elaborar el

Plano Regulador de la entidad y al mismo tiempo enumerar las tareas

relativas a la planificación y zonificación:

Art. 2 Se entiende por planificación para efectos de la presente Ley:

I. La apertura de nuevas vías como calles, bulevares, vías, parques, etc.; II. La rectificación, ampliación, alineamiento, prolongación y mejoramiento de las actuales vías; III. La subdivisión y lotificación de los terrenos de las poblaciones existentes; IV. La ampliación de las poblaciones y la fundación de los nuevos centros poblados; V. La creación de plazas, parques, jardines, campos de juego, estadios y reservas forestales; VI. La ubicación y construcción de edificios públicos como escuelas, mercados, cementerios, terminales (estaciones de ferrocarril, aeródromos, etc.); VII. La localización, construcción, ampliación y mejoramiento de los servicios municipales como abastecimiento de aguas,

306 En noviembre de 1927 fue aprobada por el Congreso de Nuevo León, el Proyecto de Ley sobre planificación de la ciudad de Monterrey, la cual representa la primera ley de planificación que se lleva a cabo en México., “Proyecto de ley sobre planificación de la ciudad de Monterrey” en Revista Planificación, Tom. 1, Núm. 3, 1927, p. 27. 307 Alberto J. Pani como Secretario de Hacienda y Crédito Público en apoyo a Aarón Saenz, jefe del departamento del Distrito Federal, encargó a Carlos Contreras, al Ingeniero Fortunato Dozal y al licenciado Manuel Rueda Magro, la elaboración de esta ley. “Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal”, Revista Planificación, Tom. 2, Núm. 1, 1933, p. 13. / Hernández, “Distrito”, 2008, p. 192.

172

desagües, iluminación ductos (electricidad, teléfonos, gas, vapor, etc.), limpia, incineradores, etc.

Art. 3º Se entiende por zonificación para los efectos de esta ley:

I. La restricción y reglamentación convenientes y equitativas de los usos de propiedad pública y privada; II. La reglamentación de las construcciones, alturas y volúmenes, etc.; III. La determinación de las superficies construidas en edificios públicos y privados IV. La determinación de los espacios libres en las lotificaciones; V. La división del Distrito federal y Territorios de la Baja California en zonas clasificadas de acuerdo con sus funciones propias, presentes y futuras, y según los diferentes usos a que se destinen.308

Estos dos artículos, al ser de carácter indicativo, son fundamentales

para la toma de decisiones, pues establecen de manera clara cuáles son las

cuestiones que incumben a la planificación y zonificación, respectivamente,

como instrumentos determinantes en el desarrollo de la ciudad, pues no sólo

actúan en la urbanización de nuevas áreas, sino que también inciden en la

modificación de áreas existentes, por lo que de manera directa se afecta a la

conformación del espacio público respecto a su transformación en términos

formales, como se verá más adelante cuando las primeras acciones,

producto de los planos reguladores, junto con las recomendaciones hechas

por las diversas comisiones de planificación, comienzan a materializarse

años después.

Al tratarse de una ley que determina los principios bajo los cuales se

rige la planificación y la zonificación de la ciudad de México, además de

establecer las facultades y responsabilidades de los órganos involucrados en

dichas tareas, también define los instrumentos de los que se hace valer para

alcanzar sus objetivos, tal es el caso de los llamados planos reguladores,

mismos que se convertirán en la guía para emprender toda acción, pues

308 “Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal y Territorios la Baja California”, Diario Oficial, 17 de enero de 1933.

173

como se indica en el Articulo 4º, éstos son “documentos gráficos en que se

expresan todos los aspectos estudios y programas (…)que tendrán por

objeto regular el desarrollo ordenado y armónico de estas entidades

federativas”.309 De igual forma se determina la creación de la Comisión de

Planificación, como el principal órgano encargado de la elaboración de los

estudios y proyectos, así como la formación de los planos reguladores, entre

otras funciones.

En cuanto a la incidencia de esta ley en la trasformación del espacio

público, se encuentra el Articulo 8º, relativo a la expropiación de terrenos o

edificios, necesarios para la realización de las obras proyectadas, pues como

se verá posteriormente, la expropiación de predios jugará un papel

fundamental en el reordenamiento urbano del centro de la ciudad de México,

al realizarse la apertura y alineamiento en diversas vialidades que

inevitablemente tendrán un impacto en la vía pública.

Por último, de manera conjunta a la promulgación de esta ley, se

emitió el Reglamento de la Ley de Planificación y Zonificación del Distrito

Federal y Territorios de la Baja California, conformado por siete capítulos en

los que se dictan los lineamientos, facultades y obligaciones de los distintos

órganos que participan en las diferentes tareas en materia de planificación:

autoridades, comisiones y consejos. En contraste a la ley a la que hace

referencia, el reglamento es mucho más preciso en cuanto a lo que se

entiende por planificación:

Artículo 1º. Por medio de la planificación y la zonificación del Distrito Federal (…), se proveerá la rectificación y ordenación sistemática de la urbanización de los centros de población (…) y de las vías de comunicación entre los centros urbanizados, tanto para llenar las necesidades presentes como en previsión del desarrollo futuro. Artículo 2º. La urbanización para los fines del presente Reglamento, comprende: I. El proyecto, distribución y construcción de las vías públicas de comunicación…

309 Ibid.

174

II. La reglamentación y distribución de las construcciones de toda índole, desde el punto de vista de las necesidades civilizadas y el desarrollo estético de las poblaciones. III. El proyecto, distribución, construcción y creación de bosques, parques, jardines, plantaciones y alineamiento y plazas, ya sean de ornato, ventilación o diversión, o bien deportes o para turistas; IV. El proyecto, ubicación y erección de fuentes públicas y de monumentos decorativos y conmemorativos, y V. En general el cuidado de las obras mencionadas en las fracciones anteriores y de todo aquello que embellezca las ciudades o las haga más adecuadas para la vida de sus habitantes.310

Lo anterior permite ver cómo se va perfilando una idea más clara de lo

que es la planificación y zonificación, como instrumentos fundamentales en

el desarrollo de las ciudades; sin embargo, se mantienen en un nivel que

sólo alude a cuestiones físicas, pues no involucra los factores económicos, ni

sociales, como el mismo Contreras lo contemplaba. No obstante, aunque sea

de manera general, se enuncian sus principales funciones, que incurren de

manera directa en la vía pública, ya sea en su estructuración o en su

conformación.

Es importante resaltar que la promulgación de estas dos disposiciones

representó una gran conquista para todos aquellos que veían en la

planificación la mejor alternativa para conducir el desarrollo urbano. En el

artículo “La Ley de Planificación”, elaborado en 1933 por Luis Prieto Souza,

se destaca la importancia que tuvo el haber logrado que los ideales y el

trabajo de muchos años atrás, se tradujera en un documento de carácter

legal, lo que demostraba la institucionalización de la planificación al

convertirse en un interés compartido no sólo por los intelectuales, sino

también por las autoridades. Sin embargo, Prieto subraya que la

promulgación de la ley es sólo el primer paso dentro de un conjunto de

310 “Reglamento de la Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal”, Planificación, Tom. 2, No. 1, p. 14.

175

acciones por emprender, por lo que, más vale hacer buen uso de dicha ley y

no permitir que se convierta en letra muerta.311

Debido a que en 1933 la Ley de Planificación y Zonificación,

establecía la necesidad de elaborar el Plano Regulador del Distrito

Federal,312 Carlos Contreras, junto con un equipo de colaboradores, presentó

dicho plano, el cual funcionaría como la guía para los trabajos que llevó a

cabo la Comisión de Planificación del Distrito Federal. Sin duda, la labor de

Contreras fue un claro reflejo del conocimiento acumulado hasta entonces

respecto al tema, pues buscó integrar en él diversas consideraciones de

carácter histórico, legal y estadístico, a fin de generar un proyecto integral

para el desarrollo de la ciudad.313

La propuesta del Plano Regulador, estaba dividida en diez apartados

generales que abarcan todos aquellos factores que inciden de manera

directa en el ordenamiento urbano y, por tanto, representan elementos

esenciales dentro de todo proceso de planificación: I. Población; II.

Zonificación; III. Sistema circulatorio y medios de transporte; IV. Sistema de

parques, jardines, campos de juego, estadios, reservas forestales,

cementerios y parques conmemorativos; V. Servicios municipales; VI. La

casa-habitación; VII. Recreación; VIII. Arquitectura, IX. Financiamiento, y X.

Legislación.314

El Plano Regulador, como su nombre lo indica, abarca diferentes

aspectos de la problemática urbana, razón por la cual aborda las cuestiones

relativas al espacio público en un sentido muy general. Asimismo, hay que

destacar que dentro del apartado de zonificación, diferencia al centro de la

ciudad como un área de características particulares, misma que denomina

como Zona Gubernativa Cívica Comercial, resultado de la concentración de

edificios gubernamentales, los principales centro cívicos y el comercio de

311 Prieto, “Ley”, 1933, pp. 4-6. 312 El Plano Regulador del Distrito Federal presentado en 1933, tiene como antecedente diversos estudios prelimares realizados por Contreras y su equipo de colaboradores, que se habían venido realizando desde la década de los veintes. 313 Sánchez, Planificación, 2002, p. 243. 314 Ibid.

176

mayor relevancia para la ciudad, condiciones que obligan a establecer un

perímetro para dicha zona, delimitado de la siguiente manera:

“… por el Boulevard de Circunvalación Interior, que uniría las cuatro arteria principales, señaladas como límites de la mencionada “zona” y dividida en cuatro sectores (calpullis), casi iguales, por medio de los dos ejes principales de la ciudad de México: el de Norte a Sur formado por las calles de Santa María la Redonda y Aquiles Serdán, y por la de San Juan de Letrán y Calzada del Niño Perdido, y el de Poniente a Oriente formado por la Calzada de Tacuba (Tacuba-Texcoco), Santa María la Ribera, San Cosme, Avenida Hidalgo, calles de Tacuba, Guatemala, hasta entroncar con el camino a puebla.”315

Este perímetro, aunque abarca un área más grande de lo que se ha

definido como centro histórico de la ciudad de México, es uno de los

primeros intentos por diferenciar, lo que Contreras nombra, el “corazón” de la

ciudad, como una centralidad que se caracteriza por contener la mayor

actividad comercial y administrativa, al mismo tiempo de reconocer sus

particularidades históricas. De ahí que esta zonificación se haga más

evidente cuando se defina de manera legal el primer cuadro de la ciudad de

México.

En lo concerniente al espacio público del centro histórico de la ciudad,

el Plano Regulador lo aborda desde dos vertientes, la primera que alude a

los centros cívicos y, la segunda, que hace referencia a todos aquellos

factores inherentes a la adecuación de la traza, a través del alineamiento,

ampliación y apertura de vialidades, que tienen como objetivo mejorar la

conectividad de la ciudad y solucionar los problemas de tráfico, pues en

estos años el incremento de vehículos comenzó a provocar los primeros

problemas de tránsito, dado que la traza original no estaba diseñada para

soportar tal aforo vehicular.

Respecto a los Centro Cívicos, éstos pueden ser entendidos como

aquellos lugares que por sus cualidades en ubicación, relevancia

315 “El plano regulador del Distrito Federal”, en Sánchez, Planificación, 2003, p. 99.

177

administrativa, cultural y arquitectónica generan pequeños conjuntos con

características especiales que deben ser tomadas en consideración para

optimizar su uso y función dentro del contexto urbano, por lo que Contreras

identifica ocho centros cívicos, la mayoría localizados en la ciudad central.

El primero de ellos es la Plaza de la Constitución, la cual se le

reconoce como el primer centro cívico de la ciudad, no sólo por su ubicación

y por los edificios que la rodean, sino también por el simbolismo y tradición

que tiene para la ciudadanía, razón por la que se propone llevar a cabo un

conjunto de obras para mejorar las vías de acceso a la zona; como parte se

su propuesta, Contreras presentó al Ingeniero Pani –Secretario de Hacienda-

, una lista de las intervenciones consideradas necesarias:

1. Ampliación de la calle de Correo Mayor entre Moneda y Corregidora; 2. Ampliación de las calles de la Soledad hasta la Iglesia de la Soledad para hacer ahí una gran plaza que se conectará con la gran Plaza de San Lázaro de entrada al Camino a Puebla; 3. Ampliación del Pasaje de la Diputación hasta Chimalpopoca, para formar la Avenida 20 de Noviembre (Proyecto del arquitecto Contreras, 1926). 4. Ampliación de las calles de Pino Suárez hasta la Calzada de San Antonio Abad. 5. Las de 5 de Febrero hasta Chimalpopoca. 6. Las de Moneda. 7. Las de Corregidora hasta Balbuena. 8. Las de Tacuba desde la Alameda hasta Mixcalco y Camino a Puebla, con mayor ancho a espaldas de la Catedral para definir más la Plaza de la Constitución; y finalmente, 9. Una nueva arteria de Norte a Sur que equivaldría a la de 20 de Noviembre, dividiendo la manzana entre Argentina y Brasil, desde Tacuba hasta la Plaza de Peralvillo y que acentuará el eje de la Catedral.316

316 Ibid., p. 102.

178

Figura 4.1 Plaza de la constitución estudio de arterias de acceso a la plaza, incluido en el Plano Regulador de Distrito Federal de Carlos Contreras, 1933.

Además de la Plaza de la Constitución, Contreras señala que con la

conclusión del Palacio de Bellas Artes –Teatro Nacional- , se generaría otro

centro cívico conformado por lo que él llamó el Centro de Comunicaciones

(Secretaria de Comunicaciones y Obras Públicas, Correo, Telégrafos) y el

edificio de la Escuela de Minería. Dentro de la zona de estudio, se sugieren

179

otros tres centros cívicos, uno que es el de la Iglesia de San Francisco, en el

que se propone generar una calle peatonal para mejorar la circulación entre

las calles de San Juan de Letrán, Gante, Madero y 16 de Septiembre, junto

con la creación de pasajes comerciales entre “edificio y edificio”, además de

la liberación del espacio en torno a dicha Iglesia, para que ésta tenga una

mejor vista y resalten sus cualidades arquitectónicas. Respecto a este punto,

es interesante ver cómo, de alguna forma, comienza a surgir un interés por

dotar de mejores espacios al peatón, pues como se ha visto hasta ahora, la

mayoría de las obras fueron concebidas a fin de solucionar los problemas de

tráfico, lo que mantuvo al peatón como un elemento secundario dentro de

este proceso de transformación de la ciudad, en contraposición, hoy en día

puede verse que la manera de concebir y, por ende, de intervenir la vía

pública del centro histórico le ha concedido al peatón un papel prioritario,

pues el número de calles peatonales en dicha zona ha aumentado, tal es el

caso de la Calle de Madero que conecta San Juan de Letrán (Eje Central)

con el Zócalo, lo cual denota una nueva forma de hacer ciudad.

Ahora bien, de acuerdo a la propuesta de Contreras, el siguiente

centro cívico sería el Legislativo, ubicado en las calles de Bolívar, a la altura

de la Cámara de Diputados, donde se propone construir el recinto para

Senadores, ampliar la calle de Allende hasta el “Teatro Fábregas”, generar

dos plazoletas, una en la esquina de Allende y Donceles, y otra en Allende y

República de Cuba. Por último, el centro cívico de la Plaza de Carlos IV, que

se complementaria con la construcción del edificio de la Lotería, a fin de

crear otra gran plaza.317

Todos estos centros cívicos representan lugares emblemáticos que

buscan, por un lado, reconocer ciertos edificios de carácter monumental; no

obstante, es pertinente enfatizar que la propuesta de Conteras, no se queda

sólo en un reconocimiento aislado de los inmuebles, sino que pretende

generar pequeños conjuntos urbanos dirigidos a la ciudadanía, que no se

conviertan en meras intervenciones viales en las que el peatón no sea

317 Ibid., p. 101-106.

180

simplemente un elemento secundario, puesto que la relación entre los

diferentes edificios se da justo a través de la vía pública, por lo tanto,

constituyen una intervención directa en el espacio público del ahora centro

histórico.

A partir de la densidad de construcción en la zona central de la ciudad,

la propuesta de Contreras no considera posible la creación de nuevos

espacios abiertos, además de las plazoletas antes mencionadas (centros

cívicos), esto no quiere decir que no haya sido un tema abordado en dicho

plano, pues dedica un apartado a las cuestiones relativas a la creación de

nuevos espacios abiertos ya sean parques o jardines, así como a la

conformación de un sistema de Vías-parques, lo que denota una influencia

de la visión de ciudad jardín expuesta por Howard, como de Cerdá, respecto

a los ensanches y al trazo de las nuevas vialidades.

Ante este panorama se puede ver cómo el Plano Regulador de

Contreras representa la primera referencia respecto a un plan de

ordenamiento urbano del centro de la ciudad de México, pues a pesar de

haberse quedado a un nivel de propuesta, es importante tomar en

consideración que posee una relevancia determinante en la historia de la

zona central, identificada como un lugar con características específicas que

merecen una atención especial; asimismo, no sólo sugiere ciertas

modificaciones a la traza, que aunque no fueron efectuadas en su totalidad,

algunas de ellas lograron realizarse y provocar un cambio en la estructura

vial del área, cuyos efectos van más allá de una mera alteración de la

imagen urbana, sino que en algunos casos se modificó la actividad de estas

zonas, pues desde entonces estaba reconocida la vocación comercial y de

servicios como una potencialidad del lugar. Al mismo tiempo se tomó en

consideración el valor cultural e histórico que tenían algunos conjuntos, lo

cual significó un primer paso dentro de las acciones previas para que años

más tarde al primer cuadro de la ciudad se le denominara centro histórico de

la ciudad de México.

181

Tres años después de haberse presentado el Plano Regulador, en

1936, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), se realizó una

nueva Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal y Territorios de

la Baja California, junto con su reglamento correspondiente, documentos que

muestran ciertos cambios propios del avance de la planificación y de su

integración dentro de las políticas urbanas. Cabe mencionar que al finalizar

el periodo presidencial de Abelardo Rodríguez, se elaboró el Plan Sexenal, el

cual fue un instrumento político del Partido Nacional Revolucionario (PNR)

en el que se establecían los lineamientos a los cuales debía ceñirse el

candidato del partido, pues se pretendía que fuera el programa oficial de su

mandato,318 mismo que precisaba estar basado “en el cálculo, la estadística,

en las lecciones de la experiencia” que hicieran referencia a todas las

cuestiones relativas al desarrollo del país: económicas, sociales, políticas y

territoriales.319

Si bien el Plan Sexenal al tratar aspectos generales a nivel nacional,

no hace referencia a cuestiones específicas, como lo es el espacio público,

merece ser tomado en cuenta dada su importancia dentro del marco de la

planificación, al demostrar un claro interés por parte del Estado, a fin de

establecer las pautas que conducirían el desenvolvimiento del país, pues lo

que hasta ahora se ha visto como planificación urbana, es aplicado –a nivel

de principios generales- a una escala mayor, al abordar todos aquellos

factores que interfieren en el desarrollo de una nación.

En este sentido, al haberse creado una base de referencia como lo

era el Plan Sexenal, que sirviera de guía para establecer las políticas

generales, tal como lo señala Sánchez Ruiz,320 el siguiente paso fue atender

cuestiones particulares, razón por la cual se trabajaron diversos aspectos,

como el ordenamiento urbano, que se tradujo en la elaboración de diversas

disposiciones tanto de carácter general, como fue la Ley de Planificación y

318 Meyer, “Institucionalización”, 2006, p. 853. 319 Hernández, Distrito, 2008, p. 193. 320 Sánchez, Planificación, 2002, p.282.

182

Zonificación del Distrito Federal, y otras más específicas alusivas al espacio

público del centro de la ciudad de México.

En lo referente a la nueva Ley de Planificación y Zonificación del

Distrito Federal,321 ésta no fue modificada a gran profundidad; sin embargo,

es más precisa en algunos puntos, en tanto que evidencia un mejor

entendimiento del quehacer de la planificación, al mismo tiempo que

establece de manera clara cuáles son las facultades y responsabilidades de

la Comisión de Planificación, como el principal órgano regulador del total de

las funciones de planificación encargada también de atender y valorar lo

relacionado al tema, y siempre tomando en cuenta el desarrollo actual y

futuro de la ciudad, por lo que algunos de los cambios que se le hacen a esta

ley, son las modificaciones respecto a la constitución y funcionamiento de

dicha comisión. En cuanto a la manera en que es abordada la planificación

como una disciplina, establece que la Comisión de Planificación debe ofrecer

soluciones, siempre a partir de un estudio técnico que integre las

consideraciones del interés general de la población, a fin de atender:

[…] los distintos aspectos que la técnica moderna reconoce como determinantes en la planificación de las ciudades como son: proveer un sistema de calles adecuado a las necesidades de tráfico y tránsito, presentes y futuras; buscar la solución al problema de vivienda en forma que atienda a los aspectos sociales, económico e higiénico; el procurar que la extensión de la ciudad se logre con sujeción a los dictados de la higiene y la salubridad modernas; el de obtener una mejor distribución de población con respecto a los centros educativos indispensables, el proporcionar los espacios libres parques jardines campos de deportes, etc., exigido por las necesidades modernas de cultura física y esparcimiento moral de la población, y el de conseguir la descongestión de aquellas zonas donde en la actualidad los intereses privados se han sobrepuesto a los de la comunicación. 322

321 “Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal”, Diario Oficial, 31 de agosto de 1936. 322 “Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal”, Diario Oficial, 31 de agosto de 1936.

183

Lo anterior refleja cómo esta ley concibe la planificación de una

manera más completa, pues busca que los problemas de la ciudad sean

abordados desde diferentes ámbitos, y no sólo evoca cuestiones de carácter

formal –estructura urbana- sino que abarca todos aquellos elementos que

inciden en la dinámica propia de la ciudad. Así pues, al ser una ley de

carácter general, las alusiones que se hacen a la vía pública se mantienen

dentro de este mismo carácter; no obstante, su notabilidad reside

principalmente, en las atribuciones que se le conceden a la Comisión de

Planificación, a cuyo cargo estará la supervisión de diversos proyectos que

se materializarán en una modificación real del espacio público del centro de

la ciudad.

De manera complementaria a esta ley, se emitió el Reglamento de

Planificación y Zonificación del Distrito Federal,323 en el que se establecen los

lineamientos bajo los cuales se rige la misma, por ejemplo: quiénes tienen

atribuciones en materia de planificación y zonificación, cuáles son los

órganos de planificación, quiénes integran la comisión, etc. Es preciso

señalar que esta ley, así como su reglamento, tuvieron una vigencia de

diecisiete años; la siguiente en promulgarse fue la Ley de Planificación del

Distrito Federal,324 en 1953 bajo el periodo presidencial de Adolfo Ruiz

Cortines.

Esta nueva ley tiene cambios sustanciales respecto a su antecesora,

resultado, principalmente, de dos factores, pues por un lado las condiciones

de la ciudad se vieron modificadas drásticamente durante los diecisiete años

que transcurrieron, por lo tanto los problemas a los cuales se tenía que hacer

frente eran muy diferentes, situación que provoca que la Ley de Planificación

y Zonificación de 1936 fuera derogada; asimismo, en la nueva ley, es la

definición que se le da a la planificación, es más detallada y menos general

que en las dos leyes anteriores, lo que manifiesta una evolución en la

323 “Reglamento de la Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal”, Diario Oficial, 31 de agosto de 1936. 324 “Ley de Planificación del Distrito Federal”, Diario Oficial, 31 de diciembre de 1953.

184

manera en cómo era concebida la planificación, pues integra nuevos

elementos que hasta entonces no habían sido considerados dentro de un

marco legal. Por otro lado, detalla de manera más exacta cuáles son los

organismos involucrados en la planificación, así como su papel dentro de la

toma de decisiones al dictar ciertas normas y atribuciones de los órganos

involucrados en dicho proceso.

En los dos primeros artículos de esta ley, salta a la vista la maduración

que se da respecto a la manera de definir la planificación, así como cuáles

son sus campos de acción. Un aspecto interesante es ver cómo la idea de

planificación regional está inserta al concebir la ciudad como parte de un

conjunto más grande, que es la región, entendida como una determinante

para el desarrollo económico, político y social:

Artículo 2º.- Para los efectos esta ley entiende por planificación la organización y coordinación, mediante un Plano Regulador, de las funciones de la vida urbana –población, habitación, medios de comunicación, fuentes de trabajo, centros culturales, deportivos, recreativos, médicos, asistenciales y de comercio- con el fin de que la ciudad y los centros urbanos que comprenden el Distrito Federal se desarrollen racional, estéticamente y en condiciones salubres, que satisfagan las necesidades de sus habitantes. Para lograr esa planificación, debe considerarse que cada centro urbano forma una región en que los factores geográficos, sociales, económicos y políticos, determinan su desarrollo integral. Articulo 3º.- La planificación (…) comprenderá: I.- El estudio y coordinación de la red de vías públicas. II.- La apertura y rectificación, ampliación, prolongación y mejoramiento de las vías públicas. III.- Fraccionamiento de terrenos. IV.- La creación, ampliación o reservación de plazas, jardines, parques, estadios, campos deportivos y espacios para estacionamiento de vehículos.325

Al igual que las leyes anteriores, no hay una profundización acerca del

espacio público, pues sólo se le menciona como parte de los elementos en

los cuales incide la planificación (Artículo 3º); sin embargo, se debe recordar

325 “Ley de Planificación del Distrito Federal”, Diario Oficial, 31 de diciembre de 1953.

185

que el hecho de que la planificación tenga entre sus atribuciones el incurrir

en la apertura y rectificación, ampliación, prolongación y mejoramiento de las

vías públicas, representa uno de los instrumentos que más impacto tiene en

la trasformación de traza, de ahí que cada vez que se emite un decreto que

involucre alguna alteración a la vía pública, éste sea respaldado por las

facultades que otorga dicha ley, junto con otras más. como la Ley de

Expropiación.

Ahora bien, esta revisión de disposiciones generales, más allá de ser

un recuento cronológico de las leyes y reglamentos emitidos durante este

periodo alusivos a la planificación, representan en primer lugar un logro para

todos aquellos visionarios que percibieron esta disciplina como una forma de

enfrentar las adversidades que embargaban a la ciudad, pues el hecho de

que la planificación hubiese adquirido un carácter legal, representó no sólo

un acto de reconocimiento y aceptación, sino también de consolidación e

institucionalización.

Al mismo tiempo que comienzan a manifestarse de una manera más

clara cuáles eran las posibles soluciones para hacer frente a las diversas

problemáticas, dicho de otro modo, el Plano Regulador del Distrito Federal,

se convirtió en uno de los primeros frutos de este proceso, con el cual se

brindaron soluciones puntuales bajo una visión integral de ciudad.

186

4.4 La transformación física del espacio público en el centro histórico de la ciudad de México un resultado de la planificación urbana La dinámica urbana que caracteriza a las ciudades las obliga a cambiar

constantemente para adaptarse a las necesidades de cada época, de ahí

que la vía pública haya sido objeto de múltiples transformaciones, que por lo

general obedecen a cuestiones de funcionalidad.

El llamado corazón de la ciudad, no se ha visto exento de estos

cambios, pues durante el periodo de estudio que corre de 1928 a 1953, su

traza sufrió diversas adecuaciones, como consecuencia de las primeras

obras de planificación que tuvieron lugar en la ciudad de México, ejemplo de

ello fueron las propuestas realizadas por Carlos Contreras, en el Plano

Regulador, quien identificó la necesidad de llevar a cabo el alineamiento,

ampliación y apertura de nuevas vialidades.326

En este sentido, es importante recordar que a lo largo de estos años la

ciudad vivió una gran transformación, pues el incremento de la población

trajo consigo un notable crecimiento del área urbanizada y del número de

automóviles que circulaban por las calles, por lo que comenzó a dificultarse

el tránsito de la urbe, debido a que las calles no estaban diseñadas para

soportar intensos aforos vehiculares, situación que se hacía más evidente en

el centro de la ciudad, en donde pronto se empezaron a sufrir problemas de

congestionamiento. Es entonces por esta situación que se tuvieron que tomar

diversas medidas en aras de optimizar la funcionalidad, pues el problema no

era exclusivo del centro, ya que al haberse dado un proceso de expansión de

la urbe, se requerían vialidades que comunicaran de manera adecuada las

diversas zonas de la ciudad. Ante este panorama, los conflictos de tráfico

representaron un tema prioritario para la planificación, por ejemplo en el

326 Al respecto hay que tener presente que aunque las propuestas de intervención fueron realizadas por la Comisión de Planificación del Distrito Federal, estas debía ser aprobadas y por tanto decretas por el presidente de la República, de acuerdo al artículo 73 constitucional.

187

artículo “La Planificación y los problemas de tráfico” publicado en 1927, por

Carlos Contreras, se alude al caos provocado por el crecimiento en el

número de autos que circulaban por la ciudad,327 el cual se preveía que

continuaría aumentando, por lo que Contreras sugiere que “la única solución,

permanente para todos los problemas de tráfico es la planificación de esta

región, expresada en un documento gráfico: el Plano Regional de la Ciudad

de México y sus alrededores […]”,328 pues la realización de acciones

aisladas, no serán más que soluciones temporales, sin atacar el problema de

raíz. En tal virtud, Contreras emite una serie de criterios entre los cuales se

hacía referencia al ensanche y alineamiento de algunas calles existentes.

Por lo tanto, las obras emprendidas durante la década de los treintas

para adecuar la ciudad a las necesidades de la modernidad, se manifestaron

de diversas formas; en algunos casos se perdieron áreas libres, en otros se

ganó espacio para vías públicas y, en otros más, se modificó la traza

preexistente. Además, es preciso mencionar que el impacto de estas obras

se dio en distintos niveles, pues no en todos los casos se trató de vialidades

principales como 20 de Noviembre, San Juan de Letrán, José María Izazaga

o José María Pino Suárez, sino que también hubo algunas obras que

incidieron en calles secundarias como la de la Palma.

Todo esto, a su vez, se vio reflejado en el espacio público, puesto que

no sólo se transformó la traza a través de los alineamientos o ampliación de

vialidades, ya que al incrementarse el área correspondiente a vialidades

públicas y al decretarse la apertura de nuevas calles, en algunas ocasiones

se logró dotar de mayores espacios para los peatones; sin embargo, todas

estas acciones estuvieron guiadas a priorizar la circulación de los

automóviles.

Así pues, una de las primeras alteraciones, correspondiente al periodo

de estudio, tuvo que ver justo con la desaparición de uno de los espacios

327 “Hay más de 40,000 vehículos circulando en las calles de México, comparados con los 6264 en 1911, 11,089 en 1923 y 13,450 en 1924”, en Contreras, “Planificación”, 1927 (2008), p. 22. 328 Contreras, “Planificación”, Revista Planificación, Tom. 1, Num. 1, p. 22.

188

abiertos más emblemáticos de la ciudad, la antigua plaza del Volador, misma

que dejó de existir para dar lugar a la construcción de la Suprema Corte de

Justicia, con lo que se perdió uno de los espacios públicos más antiguos de

la ciudad de México, cuando en 1932 Pascual Ortiz Rubio, como presidente

de la República decretó que fuera retirado del uso público el jardín existente

en los terrenos del Ex-mercado del Volador. Ahora bien, aunque en sí dicho

acto no representó una modificación sustancial a la traza, sí fue una

alteración importante que afectó al conjunto urbano, por tratarse de un

espacio contiguo a la Plaza de la Constitución, que había tenido un papel

importante dentro de la vida de la ciudad.

En consiguiente, una vez que empezaron a realizarse los primeros

proyectos de planificación, como lo fue el Plano Regulador de Contreras, en

1933, surgieron de manera paralela diversas propuestas dirigidas a mejorar

la funcionalidad de la ciudad, tal fue el caso de la ampliación de San Juan de

Letrán y la apertura de la Avenida 20 de Noviembre. En el caso de San Juan

de Letrán, en 1933, Abelardo Rodríguez, en su carácter de presidente de la

República, emitió el decreto329 que autorizaba la ampliación misma. En la

parte correspondiente a los considerandos, se enuncia que el tránsito del

centro de la ciudad es desalojado principalmente por dicha avenida, misma

que resulta insuficiente por sus dimensiones, razón por la cual requiere ser

ampliada a fin de ser convertida en una arteria de mayor capacidad que

facilite la circulación de todos los vehículos que entren y salgan por el centro

de la ciudad, de ahí que la solución acatada haya sido realizar la ampliación

de la calle en su lado poniente hasta alcanzar los 35 metros, dando lugar así

a lo que sería una de las avenidas más importantes de la ciudad. 330

329 “Decreto que autoriza la ampliación por su lado poniente, de la 1ª calle de San Juan de Letrán, en México, D.F.”, Diario Oficial, 21 de noviembre de 1933. 330 “Decreto que autoriza la ampliación por su lado poniente, de la 1ª calle de San Juan de Letrán, en México, D.F.”, Diario Oficial, 21 de noviembre de 1933.

189

Figura 4.2 Vista área de la ciudad de México, donde se distingue la Av. San Juan de Letrán antes de las obras de alineamiento, al costado derecho del Teatro Nacional, hoy Palacio de Bellas Artes, 1927.331 Un año después, en 1934, se pronunció un nuevo decreto para

ampliar el trayecto de San Juan de Letrán, a partir de la Avenida 16 de

Septiembre e Independencia y su continuación hacia el sur, hasta el crucero

de la Calzada de Chimalpopoca y la de Niño Perdido; a lo largo de este

tramo, el alineamiento tendría un ancho de 30 metros de paño a paño de

construcción.332 Estas obras, inevitablemente alteraron algunas

construcciones, tal fue el caso del Templo del Divino Salvador,333 que

formaba parte del Hospital Real del Divino Salvador del Mundo de la Canoa o

de Mujeres Dementes. Por lo que, si estas acciones son juzgadas desde el

331 Escudero, “Fotografía”, 2006. 332 “Decreto que declara de utilidad pública el alineamiento de las calles de San Juan de Letrán”, Diario Oficial, 19 de enero de 1934. 333 “Decreto que destina una parte del templo del Divino Salvador, para la ampliación de las calles de San Juan de Letrán, D. F.”, Diario Oficial, 8 de septiembre de 1934.

190

enfoque de la conservación del patrimonio, serían sumamente criticadas,

como sucedió en el caso de Paris, con las obras de Haussmann; sin

embargo, las necesidades y las adecuaciones de las ciudades, no siempre

pueden ser compatibles con la salvaguarda del patrimonio edificado.

A finales de ese mismo año, también durante el periodo de Abelardo

Rodríguez, se emitió el “Decreto que declara de utilidad pública el

alineamiento de las calles de la Diputación y Ocampo y su continuación hasta

la Calzada de Chimalpopoca para formar la Avenida 20 de Noviembre”, 334

como resultado de la propuesta realizada por la Comisión de Planificación del

Distrito Federal, la cual concluyó que era indispensable la apertura y

alineamiento de nuevas vías de comunicación que reunieran los requisitos de

amplitud y belleza concordantes con la categoría de la ciudad de México.

Asimismo, se menciona que la parte sur de la urbe adolecía de vías de

comunicación apropiadas, lo que implicaba un conflicto, pues el crecimiento

urbano se había dado justo hacia el sur y suroeste, por lo tanto las manzanas

que separaban la plaza de la Constitución de las nuevas colonias, se había

convertido en un obstáculo que impedía la intercomunicación entre la “la

parte vieja y sus ampliaciones”.

Por otro lado, se menciona que tal situación había provocado un

estancamiento comercial, hecho que se convierte en una razón más para

emprender dichas obras, pues con ellas, además de favorecer la actividad

comercial, se modificarían los valores de los terrenos y propiedades

adyacentes.

En ese sentido, al considerar que la apertura de 20 de Noviembre,

responde a una necesidad para solucionar los graves problemas de

congestionamiento del primer cuadro de la ciudad, el proyecto presentado

pretendía dar continuidad a las calles del Pasaje de la Diputación y Ocampo,

para abrir hacia la Plaza de la Constitución y hacia la Catedral, puesto que a

esa fecha se carecía de una calle que se conectara directamente con lo que

era el camino México-Acapulco, mismo que constituía una continuación

334 Diario oficial, 15 de noviembre de 1933.

191

natural del camino de Laredo–México, considerado el más importante del

país, de igual forma, esta nueva arteria debería continuar hasta entroncar

con el camino de Tlalpan y en la Avenida Pasteur.

Por lo anterior se decreta que la nueva avenida llevará el nombre de

“20 de Noviembre, con un ancho de 37 metros de paño a paño, en su primer

tramo, o sea el comprendido entre la Plaza de la Constitución y las calles de

Venustiano Carranza y de 27 metros en el resto de la misma, que partirá de

dichas calles de Venustiano Carranza terminando en la Calzada de

Chimalpopoca”.335

La magnitud de esta obra es comparada por algunos con las

intervenciones que llevó en su momento el Barón Haussmann en Paris,336

pues además de pretender solucionar los problemas de movilidad en la

ciudad de México, se dio origen a una avenida emblemática, que remata con

la Catedral y que hoy día también tiene de fondo, en primer plano, el asta

bandera que descansa al centro de la Plaza de la Constitución.

335 “Decreto que declara de utilidad pública el alineamiento de las calles de la Diputación y Ocampo y su continuación hasta la Calzada de Chimalpopoca para formar la Avenida 20 de noviembre”, Diario oficial, 15 de noviembre de 1933. 336Fernández, “Lectura”, 2004, p. 154.

192

Figura 4.3 Proyecto para la creación de la Av. 20 de Noviembre, asesor Vicente Urquiaga, Departamento del Distrito Federal, 1934.337 Pasaron pocos años para que se emprendieran las gestiones

necesarias que darían lugar a nuevas obras, mismas que transformarían el

aspecto del centro de la ciudad, cuando en 1940 Lázaro Cárdenas emitió el

decreto de ampliación de la calle de José María Izázaga y, dos años más

tarde, en 1942, Manuel Ávila Camacho, hizo lo correspondiente con la

Avenida José María Pino Suárez, la Avenida Hidalgo y Aquiles Serdán. En

todos estos casos las obras responden, según los considerandos, a la

búsqueda de una solución a los problemas de tránsito que aquejaban a la

zona, pues en el caso de José María Izázaga se alude a que no existe una

vialidad que permita la conexión entre 20 de Noviembre y San Juan de

Letrán en el sentido oriente-poniente, razón por la cual la Comisión de

Planificación propuso la ampliación de Izázaga, “a partir de la Plaza del Salto

del Agua hasta la calzada de Balbuena, uniendo así además, la Avenida

Chapultepec con la carretera de Puebla, sin aumentar la congestión en el

337 Sánchez, Planificación, 2002, p.254.

193

centro de la ciudad”,338 por lo tanto, los artículos que conforman a dicho

decreto enuncian los siguiente:

Artículo 1º.- Se declara de utilidad pública la ampliación, apertura y alineamiento de las calles de José María Izázaga, a una anchura de 31.32 metros de paño a paño de construcción, entre la Plaza de Salto del Agua y la Plaza de San Pablo y su prolongación hasta Balbuena. Artículo 3º.- Se retira del servicio público todas las superficies actualmente ocupadas por calles, avenidas y plazas, en virtud del proyecto de ampliación, apertura y alineamiento de las calles José María Izázaga.339

En cuanto al proyecto de la Avenida José María Pino Suárez, éste

obedece a las mismas razones que en los casos anteriores, mejorar las

condiciones de circulación del centro de la ciudad, por tanto se propone

ensanchar la avenida “para dar fácil y expedita salida a la corriente del

tránsito que por ella desemboca a la Plaza de la Constitución”340 puesto que

a partir de la inauguración del Palacio de Poder Judicial de la Federación, se

experimentó un importante aumento en el número de personas que acudían

a la zona, asimismo, se consideraba que las proporciones de tan importante

edificio no correspondían a la anchura de la avenida, de ahí que fuera

necesario declarar “de utilidad pública la ampliación del primer tramo de la

Avenida José María Pino Suárez, a una anchura de 50 metros de paramento

a paramento”341

Respecto al caso de Avenida Hidalgo y Aquiles Serdán, se menciona

que dichas obras responden a que el tránsito que fluye de las calles

338 “Decreto que declara de utilidad publica la expropiación de terrenos para la ampliación de las calles José María Izazaga en el Distrito Federal”, Diario Oficial, 6 de noviembre de 1940. 339 Ibid.. 340 “Decreto que declara de utilidad publica la expropiación necesaria para ampliar el primer tramo de la Avenida José María Pino Suárez”, Diario Oficial, 10 de marzo de 1942. 341 “Decreto que declara de utilidad publica la expropiación necesaria para ampliar el primer tramo de la Avenida José María Pino Suárez”, Diario Oficial, 10 de marzo de 1942. Cabe señalar que en este mismo decreto se hace referencia a la construcción del edificio oficial del Departamento del Distrito Federal ubicado en la misma avenida.

194

República de Cuba y Donceles, demanda la ampliación de éstas, pues el

aforo vehicular que circula por Aquiles Serdán, continúa en dirección

poniente hacia Avenida Hidalgo lo que provoca un efecto de

estrangulamiento debido a que no es paralelo el alineamiento respecto a la

manzana del Palacio de Bellas Artes, motivo por el que se hace necesario

dar solución a esta situación, por lo que se requiere ampliar y alinear ambas

avenidas:

Art. 1º.- Se declara de utilidad pública la ampliación de las calles de Aquiles Serdán, entre las de Tacuba y República de Cuba, en el lado Poniente; así como la rectificación de alineamiento de la acera Norte de la Avenida Hidalgo, entre la calle Dos de Abril y la de Aquiles Serdán.342

Las intervenciones anteriores, tal vez puedan ser consideradas entre

las más importantes o al menos las que mayor impacto tuvieron en cuanto a

la trasformación de la vía pública –espacio público-; sin embargo, no fueron

las únicas, pues también se efectuaron otras de menor escala, que

igualmente, provocaron una alteración a la traza original, tal es el caso de la

calle de Palma o la ampliación del mercado de “Iturbide” –San Juan- y el de

la Lagunilla.

Con relación a lo antes expuesto, cabe aclarar que las obras

emprendidas en la calle de la Palma, fueron realizadas en dos partes, una

primera en 1934, cuando las autoridades consideraron a esta vialidad como

un callejón inútil, estorboso e insalubre, mismo que al estar ubicado en el

primer cuadro de la ciudad, daba una mala imagen, incompatible con una

ciudad de primer orden como lo era la capital. De ahí que la Comisión de

Planificación haya sugerido que la Primera calle de la Palma fuese alineada

respecto a la segunda del mismo nombre, de modo que ambas tuvieran el

342 “Decreto que declara de utilidad pública la expropiación necesaria para ampliación y alineamiento en las calles de Aquiles Serdán y Avenida Hidalgo”, Diario Oficial, 12 de junio de 1942.

195

mismo ancho en las esquinas que se formaban con la Avenida 5 de mayo.343

En una segunda etapa, en 1943, se pronunció un nuevo decreto para realizar

la prolongación de la misma calle, pero ahora en el tramo correspondiente a

las calles de República de Cuba y Belisario Domínguez.344

Figura 4.4 Plano elaborado por la compañía de seguros Sanborn. 1905. En esta imagen se puede distinguir la diferencia en el ancho entre el extremo norte y el sur de la calle de la Palma en la intersección con la Av. 5 de Mayo.345

Así pues, como parte de este conjunto de obras de planificación,

también se llevó a cabo la rectificación de alineamiento de las calles de

Mesones comprendidas entre San Juan de Letrán y Bolívar, esto a fin de

343 “Decreto que declara de utilidad pública el alineamiento de la primera calle de La Palma, D. F.”, Diario Oficial, 2 de febrero de 1934. 344 Decreto que declara de utilidad publica la prolongación hacia el norte de las calles de la Palma, entre las de República de Cuba y Belisario Domínguez, Diario Oficial, 9 de abril de 1943. 345 Lombardo, Atlas, Vol. 2, 1997, p.479.

196

conectar San Juan de Letrán con la prolongación de Gante, lo que se

lograría justo a través de esta intervención.346

Ahora bien, como se ha mencionado anteriormente, el centro de la

ciudad ha tenido desde sus orígenes una vocación comercial, ello ha

provocado que se generen diversos conflictos relacionados con dicha

actividad, como es la colocación de puestos semifijos y ambulantes en la vía

pública, situación que se acentuaba más en las inmediaciones de los

mercados, tal situación orilló a las autoridades a buscar soluciones para

solventar el conflicto, ejemplo de ello fueron los decretos de ampliación del

Mercado de la Lagunilla,347 en 1941 y el Iturbide,348 mejor conocido como

mercado de San Juan, en 1944; en ambos casos no se alteró tanto la traza,

pero la imagen del entorno urbano sí se vio modificada, lo cual es una

muestra más de cómo el centro de la ciudad adquiere una vocación

comercial no sólo al interior de los inmuebles sino también en la vía pública.

Todas estas modificaciones que sufre la traza del corazón de la

ciudad, deben ser leídas de manera integral, pues vistas en conjunto

buscaban dar solución no sólo a un problema de circulación y conectividad al

que se enfrentó la urbe ante un crecimiento acelerado, pues al mismo tiempo

constituyeron acciones que desde su origen reconocían la importancia de

esta zona como un nodo de actividad económica y administrativa, que debía

poseer condiciones óptimas de funcionalidad y habitabilidad. Todo ello,

desde luego, bajo los cánones de la planificación moderna de ciudades, que

mantenía el orden y la modernidad como objetivos inamovibles, de ahí que la

traza antigua tuviese que adaptarse a las necesidades de la ciudad

contemporánea.349

346 “Decreto que declara de utilidad pública la rectificación de alineamientos y ampliación de las calles de Mesones, comprendidas entre San Juan de Letrán y Bolívar”, Diario Oficial, 28 de julio de 1944. 347 “Decreto que declara de utilidad pública la ampliación del Mercado de la Lagunilla en el Distrito Federal”, Diario Oficial, 10 de enero de 1941. 348 “Decreto que declara de utilidad pública la ampliación del mercado "Iturbide", conocido por San Juan, en el Distrito Federal”, Diario Oficial, 6 de junio de 1944. 349 Véanse figuras 4.5 y 4.6 en pp. 226 y 227.

197

4.5 Del “primer cuadro” a la “zona típica”: el reconocimiento de los valores históricos y culturales del centro de la ciudad de México Si bien en el primer capítulo se hizo referencia al origen del centro histórico

de la ciudad de México, como una zona con características muy particulares,

falta mencionar de qué manera esta distinción se fue haciendo presente a

través de las diversas leyes, reglamentos, acuerdos y decretos emitidos de

1928 a 1953, puesto que al tratarse de la ciudad central, el conflicto ha

estado constantemente presente, consecuencia de la gran cantidad de

actividades que en dicho espacio se llevan a cabo, aunado al gran número

de gente que atrae proveniente no sólo de las diversas partes de la ciudad

de México, sino también de otras partes de la República, sin dejar de

conservar a sus la habitantes; al identificar esta zona como un lugar

problemático las autoridades se percataron de la necesidad de emprender

una serie de acciones dirigidas a mejorar la funcionalidad, de lo que era

considerado el “corazón de la ciudad”, donde se concentraba el mayor

número de actividades administrativas y comerciales.

En este sentido, para poder detectar cuáles fueron las acciones que

dieron lugar a una diferenciación del centro de la ciudad respecto al resto de

la urbe, surgen dos niveles para abordar el tema: el primero es aquel que

alude al centro como un lugar de conflicto, mientras que en el segundo,

evoca sus cualidades particulares de carácter patrimonial al reconocer su

valor histórico y cultural.

En alusión al primer nivel, se sitúa el “Decreto por el que se fijan los

límites de la zona de la ciudad de México denominada primer cuadro”,350

emitido en 1934, cuyo fin era establecer con exactitud la delimitación de lo

que ya entonces era llamado en la práctica, primer cuadro; sin embargo, en

distintas disposiciones se hacía referencia a un perímetro que comprendía al

350 Diario Oficial, 7 de febrero de 1934.

198

núcleo de la ciudad, sin que hubiese siempre una coincidencia respeto al

perímetro. Asimismo, la necesidad de pronunciar este decreto responde a

que la situación que se vivía en la zona, exigía emprender acciones

particulares relacionadas con los problemas inherentes al tránsito y a la alta

actividad comercial de la zona, es por ello que en algunos reglamentos se

tuvieron que establecer normas específicas que restringían algunos usos en

la vía pública.

Es importante destacar que el perímetro que delimitaba al primer

cuadro, no coincide de manera exacta con lo que hoy se conoce como centro

histórico de la ciudad de México (Perímetro A y B de protección), debido a

que abarcaba un área más grande, sin embargo, éste representa el primer

perímetro que diferencia al centro como un área distinta al resto de la ciudad:

Art. 1 Para los efectos legales, se considera dentro de la ciudad de México, como zona llamada “primer cuadro” la comprendida dentro de los siguientes límites: partiendo del cruzamiento de las calles de Guerrero con las calles de Mina el límite norte seguirá de la séptima a la primera de las mencionadas calles de Mina, las de Belisario Domínguez y las de la República de Venezuela para voltear hacia el sur por las calles del Carmen y Correo Mayor hasta República del Salvador, en donde tomarán hacia el poniente por estas ultimas calles hasta San Juan de Letrán continuando por las calles de Ayuntamiento hasta el cruzamiento con las calles de Bucareli; en este punto se volteará hacia el Norte recorriendo las calles de Bucareli hasta la plaza de la Reforma que circundará en un arco de círculo que comprenda la estatua de Carlos IV de este perímetro, para seguir por la calle de Rosales y la Primera y Segunda de Guerrero hasta el punto de partida. Art. 2- se derogan todas las disposiciones que se opongan al presente Decreto.351

Por lo tanto, una vez que se dicta este decreto se verá que en

diversas leyes y reglamentos se hará alusión al primer cuadro, como un

351 “Decreto por el que se fijan los límites de la zona de la ciudad de México denominada primer cuadro”, Diario Oficial, 7 de febrero de 1934.

199

perímetro previamente definido, en donde ciertas actividades estarán

prohibidas o podrán ser desarrolladas de manera restringida.

En cuanto al segundo nivel –monumentos-, se ubican las primeras

declaratorias de zonas típicas que se encontraban insertas en el casco

antiguo de la ciudad. Cabe señalar que en 1934, se promulgó la “Ley sobre

protección y conservación de monumentos arqueológicos e históricos,

poblaciones típicas y lugares de belleza natural”,352 la cual contenía una serie

de lineamientos dirigidos a salvaguardar el patrimonio histórico y cultural de

México, para lo cual se estableció desde un principio qué se entendía por

monumentos y por zonas típicas:

Artículo 13.- Para los efectos de esa ley son monumentos históricos aquellos muebles o inmuebles posteriores a la consumación de la conquista y cuya conservación sea de interés público, por cualquiera de las dos circunstancias siguientes: a) Por estar vinculados a nuestra historia política o social. b) Porque su excepcional valor artístico arquitectónico los haga exponente de la historia de la cultura. Artículo 19.- A efecto de mantener el carácter propio de las poblaciones situadas en el Distrito y Territorio Federales y el de la ciudad de México, especialmente, el Ejecutivo de la Unión podrá declarar de interés público la protección y conservación del aspecto típico y pintoresco de dichas poblaciones o de determinadas zonas de ellas. 353

Aunque estos dos lineamientos parezcan demasiado generales,

representaron en su momento el primer intento por proteger el patrimonio a

nivel urbano, en el sentido de no referirse exclusivamente a las edificaciones,

sino al atender las características que posee el conjunto, por lo que a través

de esta ley, se establecen algunas restricciones a las cuales tendrán que

sujetarse dichas zonas, tales como:

352 “Ley sobre protección y conservación de monumentos arqueológicos e históricos, poblaciones típicas y lugares de belleza natural”, Diario Oficial, 19 de enero de 1934. 353 “Ley sobre protección y conservación de monumentos arqueológicos e históricos, poblaciones típicas y lugares de belleza natural”, Diario Oficial, 19 de enero de 1934.

200

Artículo 20.- (…) I. Para hacerse construcciones nuevas o en zona declarada típica o pintoresca, se requiere la autorización previa de la Secretaria de Educación Pública, que sólo se concederá cuando la obra se encuentre de acuerdo con el estilo arquitectónico general de dicha zona. II. En las zonas declaradas típicas o pintorescas se sujetaran al reglamento de esta ley los anuncios, avisos o carteles; los garajes, sitios de automóviles y expendios de gasolina o lubricantes, los hilos telegráficos y telefónicos, los transformadores de energía eléctrica y conductores de la misma energía, y en general las instalaciones eléctricas; los kioscos postes templetes, puestos o cualesquiera otras construcciones, ya sean permanentes o provisionales.354

El acto de reconocer el valor patrimonial que un conjunto urbano

puede llegar a tener, viene acompañado de ciertas limitantes que pretenden

evitar que las cualidades que lo caracterizan se pierdan, por lo que se

establecen ciertos parámetros para impedir que la imagen típica de estas

zonas se vea afectada, razón por la cual, una vez emitido este reglamento, el

siguiente paso fue llevar a cabo las declaratorias correspondientes, algunas

de ellas afectaron justamente al centro de la ciudad de México.

La primera zona típica reconocida como tal fue la Calle de Moneda -

desde la esquina noreste del Palacio Nacional hasta la Ex Garita de San

Lázaro- en 1934, mediante el “Decreto que declara zona típica la calle de

Moneda”,355 en donde se encontraban agrupados diversos inmuebles de la

época colonial, mismos que habían sido identificados como monumentos

artísticos por parte de la Secretaria de Educación Pública. Asimismo, se

enfatizó que su valor como conjunto residía en su “interesante y peculiar

aspecto”,356 en tal virtud, resultaba precisa su conservación “para mantener

la fisionomía característica de la ciudad de México”.357

354 Diario Oficial, 19 de enero de 1934. 355 Diario Oficial, 29 de noviembre de 1934. 356 “Decreto que declara zona típica la calle de Moneda”, Diario Oficial, 29 de noviembre de 1934. 357 Ibid.

201

Esta primera declaratoria representó el paso inicial dentro del proceso

de reconocimiento de las cualidades históricas y culturales del centro de la

ciudad, al dejar de percibir esta zona como un lugar exclusivamente de

conflicto, y comenzar a tomar en cuenta otras cuestiones que lo

caracterizaban como un área única, al contener un importante número de

inmuebles considerados de valor patrimonial que sumados representan a un

conjunto urbano histórico, cuya traza infiere cualidades únicas otorgadas por

la estructura que define a la vía pública.

Una vez efectuada la declaración de la Calle de Moneda como zona

típica, tuvo que pasar una década para que el gobierno federal, por medio de

la Secretaría de Educación Pública, emitiera la segunda declaratoria

correspondiente al Callejón de Corpus Christi,358 ubicado a un costado de la

Alameda; cabe señalar que en esa misma fecha también se decretó como

zona típica, la Plaza de la Romita,359 que aunque no pertenece al perímetro

del centro histórico, es importante mencionarla por haber formado parte de

las acciones emprendidas, dirigidas a la conservación del patrimonio urbano.

Respecto al decreto que declara como zona típica el Callejón de

Corpus Christi -ubicado entre las calles de Luis Moya, Avenida Juárez,

Primera Calle de Dolores y Avenida Independencia-, en la parte de los

considerandos se enuncia que dicho lugar era uno de los mejor conservados

en cuanto a sus características de trazo y ambiente heredados de la época

colonial. De igual forma se indica que la Iglesia de Corpus Christi había sido

previamente declarada monumento histórico, a lo que se suma un aspecto

interesante, en cuanto a la mención que se hace referente a sus pavimentos,

pues se hace notar que dicha calle aún conservaba los adoquines de piedra

originales, lo que concedía a esta calle un mayor carácter, por lo tanto se

358 “Decreto que declara zona típica el callejón de Corpus Christi con las construcciones que el mismo especifica”, Diario Oficial, 8 de marzo de 1944. 359 “Decreto que declara zona típica la Plaza de la Romita”, Diario Oficial, 8 de marzo de 1944.

202

consideró que todos estos elementos conformaban un aspecto típico que

debía ser protegido y conservado.360

En cuanto a la declaración de zona típica de la Plaza de la Romita, se

establece que las razones por las que ésta se debe conservar, residen en

que las construcciones que rodean a la plaza y al callejón de la Romita,

mantienen un “aspecto típico con carácter popular, esto gracias al templo

llamado Parroquia del Verbo Encarnado que en ella se encuentra así como

dos Ahuehuetes centenarios”,361 asimismo, se enuncia que “dicha plaza

constituye un recuerdo del pequeño pueblo que quedó incorporado a la

ciudad de México y que es conveniente conservar el aspecto típico de esta

zona de la capital”.362 En este punto resulta relevante subrayar la importancia

que adquiere el patrimonio natural al formar parte de un conjunto urbano, y

tomar en cuenta los ahuehuetes como elementos intrínsecos a la imagen

urbana y al patrimonio en sí, que deben ser incluidos dentro de las medidas

de salvaguarda.

De acuerdo con la secuencia que siguió esta emisión de declaratorias

relativas a las zonas típicas, puede percibirse que éstas se efectuaron de

manera un tanto aleatoria, pues la última se efectuó en 1949, cinco años

después cuando se decretó como zona típica el conjunto que rodea al

Colegio de las Vizcaínas,363 por ser considerado uno de los “monumentos

arquitectónicos de mayor interés para la bellas artes mexicanas y para la

historia de la educación en el país, lo que motiva la necesidad cultural de

protegerlo por medio de una zona que se ajuste al carácter y estilo del

edificio, conservándose así la unidad virreinal de la zona y previniendo el

estilo general de las nuevas construcciones, de conformidad con lo que

establecen las leyes”. Por tal motivo se propuso un perímetro que protegiera

360 “Decreto que declara zona típica el callejón de Corpus Christi con las construcciones que el mismo especifica”, Diario Oficial, 8 de marzo de 1944. 361 “Decreto que declara zona típica la Plaza de la Romita”, Diario Oficial, 8 de marzo de 1944. 362 Ibid. 363 “Decreto que declara Zona Típica el conjunto de las calles que rodean el Colegio de las Vizcaínas, en México, D.F.”, Diario Oficial, 4 de febrero de 1949.

203

a este conjunto, comprendido por la Plaza de las Vizcaínas, la calle de

Aldaco, la calle de las Vizcaínas y el callejón de San Ignacio, y así generar

una zona que salvaguardara al monumento, por lo que se dictaron algunos

lineamientos para evitar alterar la imagen del lugar, tal fue el caso de la

limitación de alturas de los edificios que se pudieran llegar a construir o

modificar.364

Ahora bien, estas tres declaratorias que aluden a diversas partes del

centro de la ciudad, representan un primer paso para conformar lo que años

más tarde sería el denominado centro histórico de la ciudad México, pues

aunque fueron propuestas aisladas temporal y espacialmente, tuvieron como

fin salvaguardar el patrimonio construido a partir de una visión de conjunto en

donde el elemento unificador era justo la vía pública, ya sea entendida como

calles o como plazas.

Por lo tanto, el “Decreto por el que se declara una Zona de

Monumentos Históricos denominada Centro Histórico de la Ciudad de

México”, promulgado en 1980 por José López Portillo, no representa el

primer intento por salvaguardar y conservar dicha zona, sino que le

antecedieron estas tres declaratorias que fueron las primeras acciones que

se emprendieron de manera legal para diferenciar las cualidades urbanas,

arquitectónicas e históricas del lugar, en contraposición al decreto que

delimita el primer cuadro, pues dicho perímetro fue establecido con otros

fines, enfocados más a la funcionalidad que a la protección y conservación

del patrimonio construido.365

364 La altura de los edificios que se construyan o reformen, deberán sujetarse a la siguientes medidas: en la calle de las Vizcaínas, trece metros; en el callejón de San Ignacio, doce metros; en la calle de Aldaco, diez metros; en la plaza de las Vizcaínas, doce metros. “Decreto que declara zona típica el conjunto de calles que rodean el Colegio de la Vizcaínas, en México, D.F.”, Diario Oficial, 4 de febrero de 1949. 365 Véase Figura 4.7 Plano de aproximación de zonas típicas del centro de la ciudad de México, p. 228.

204

4.6 Legislación urbana: la regulación del espacio público en el centro histórico de la ciudad de México El espacio público como parte esencial de la estructura urbana ha estado

sujeto a diversas regulaciones a lo largo de la historia, ejemplo de ello son el

conjunto de ordenanzas y bandos emitidos desde el siglo XVI hasta

principios del XX, en los que se intentaba frenar aquellas actividades que

entorpecían su funcionamiento, pues como se vio en capítulos anteriores, ha

sido un espacio donde el conflicto ha estado presente de manera constante,

de ahí que siempre haya existido una necesidad por regularlo y normarlo.

Ahora bien, si se cuestiona ¿de qué manera la autoridad ha ejercido el

control?, ¿qué aspectos del espacio público se ha buscado regular? o ¿por

qué ha sido tan importante ejercer dicho control?, las respuestas pueden ser

inferidas a través de una revisión exhaustiva de las diversas disposiciones

que se han emitido al respecto, algunas de ellas de carácter especifico

porque aluden de manera directa a dicho espacio, mientras que otras lo

hacen de forma tangencial al incidir en el espacio público como elemento

secundario. Asimismo, dentro de esta revisión de las disposiciones emitidas

en la ciudad de México, es posible identificar que la problemática que se vivía

desde muchos años atrás en el centro de la ciudad, obligó a las autoridades

a establecer algunas normas específicas para esta zona, en las cuales las

restricciones solían ser mayores, lo que respondía principalmente a que

históricamente ha sido un área altamente concurrida, donde se concentraron

durante mucho tiempo las actividades administrativas y comerciales de la

ciudad.

Es importante señalar que la etapa comprendida entre 1928-1953,

representa un periodo determinante dentro de la normatividad urbana, pues

se emitió un gran número de disposiciones, que en su mayoría no tenían

precedente, pues aunque anteriormente existió una intención por regular la

vía pública, la complejidad en la que se vio inmersa la ciudad creció de forma

205

acelerada en dichos años, razón por la cual se tuvieron que crear nuevos

instrumentos legislativos.

En este sentido, para abordar los distintos aspectos del espacio

público en la ciudad de México que se han regulado, y de manera específica

en el centro histórico, es preciso, en primera instancia, establecer una

diferenciación respecto al tipo de disposiciones que se emitieron a lo largo de

dicho periodo, mismos que se dividen en tres categorías: I) El conjunto de

normas técnicas que tienen como objetivo establecer los lineamientos

mínimos necesarios para que este espacio sea funcional no sólo para

peatones sino también para vehículos (Los reglamentos de construcción

como instrumentos para mejorar la funcionalidad del espacio público); II)

todas aquellas disposiciones generales dirigidas, unas de ellas, a la

ciudadanía para que haga un uso adecuado de este espacio y otras dirigidas

a las autoridades como responsables de mantener en buen estado tales

espacios (Legislación del espacio público dirigida a la ciudadanía y a las

autoridades), y III) la reglamentación que alude a las actividades que se

ejercen en la vía pública como medio de subsistencia (La regulación del

trabajo en la vía pública). Obviamente esta división se establece de manera

arbitraria con fines prácticos, pues en algunos casos hay leyes que abarcan

más de una categoría, por lo que debe ser tomada en cuenta como una mera

forma de organizar la información.

206

4.6.1 Los reglamentos de construcción como instrumentos para mejorar la funcionalidad del espacio público El espacio público entendido como vía pública, representa un elemento

fundamental para el óptimo funcionamiento de la ciudad, es por ello que a

partir de la elaboración del primer Reglamento de Construcción para la

ciudad de México en 1921, se le conceda un apartado específico a dicho

elemento, pues al tratarse de un documento que pretende normar todas la

obras realizadas en la entidad, la vía pública no queda exenta de las mismas,

por lo que en dicho reglamente se establece desde un principio que la

Dirección de Obras Públicas del Ayuntamiento es la encargada de “hacer

cumplir esas reglas, cuidando en general, de la salubridad e higiene de los

edificios, de la seguridad, comodidad y belleza de la vía pública”. 366

En este reglamento se hace referencia a cuestiones relacionadas a

todos aquellos elementos y normas mínimas de las cuales depende la

funcionalidad de la vía pública, como es la relación de la altura de los

edificios respecto al ancho de las calles, los voladizos y balcones de los

edificios, la colocación de monumentos y kioscos, la ubicación de los postes

anunciadores o de cableado:

Art. 127 En los jardines y paseos públicos, se colocaran los postes a la orilla de las calles o calzadas destinadas al tránsito y siempre que sea posible dentro de camellones o prados.

No hay duda de que esto refleja sin duda, una clara intención de orden

y control del espacio urbano, pues la funcionalidad debía estar siempre

acompañada de ciertos cánones estéticos, propios de la modernidad y del

anhelado progreso: cada cosa en su lugar, a fin no sólo de hacer de la

366 “Reglamento de Construcciones de la ciudad de México, Diario Oficial, 10 de junio de 1921.

207

ciudad de México un ejemplo en cuando a funcionalidad, habitabilidad y

belleza.

Por otro lado, uno de los elementos interesantes de este reglamento,

es justo ver cómo en el apartado de Postes, se estableció una zona

prohibida, que coincidía con parte de lo que hoy se conoce como centro

histórico, en donde la colocación de nuevos postes estaba totalmente

restringida, pues ya era considerada como un área saturada y de conflicto:

Artículo 145.- En lo sucesivo no se autorizará la colocación de postes dentro del perímetro que a continuación se señala, así como en las calles y avenidas que en seguida se expresan: Avenida de los hombres ilustres; 1ª, 2ª y 3ª, de la Mariscala; 1ª 2ª y 3ª, de Belisario Domínguez; 1ª, de la Perpetua; 1ª 2ª 3ª, de Jesús Carranza, Seminario, frente a Palacio Nacional; 1ª 2ª y 3ª de Pino Suárez; 4ª 3ª 2ª y 1ª de República del Salvador; 1ª 2ª 3ª 4ª 5ª 6ª y 7ª del Ayuntamiento. Calles cinco de febrero, Pino Suárez, Jesús carranza y Brasil.367

Esta disposición representa una de las primeras en las que se

manifiesta, por parte de las autoridades, una diferenciación de la zona

respecto al resto de la ciudad, al establecer un perímetro en el que

previamente se había identificado una problemática diferente, además vale la

pena recordar que esta zona fue la que primero gozó de los servicios, por

tanto, ya se contaba con gran parte de la infraestructura urbana existente en

aquella época.

Ahora bien, este reglamento tuvo una validez de más de veinte años,

pues fue hasta 1942 cuando se emitió el Reglamento de las Construcciones

y de los Servicios Urbanos del Distrito Federal, con lo que se deroga el

anterior al considerar que las condiciones de la ciudad eran totalmente

diferentes, por lo que la reglamentación vigente hasta ese momento

resultaba obsoleta. Asimismo dentro de los considerandos se menciona que

el anterior reglamento, al haber sido emitido antes de 1928, sólo regía a la

ciudad de México y no a la nueva organización del Distrito Federal.

367 Ibid.

208

Adicionalmente, se enuncia que para su realización se tomaron en cuenta los

principales reglamentos elaborados en otras ciudades de America, de igual

forma se buscó que existiera una coherencia respecto a otras leyes vigentes

en el Distrito Federal, y se mantuvo como una de las prioridades la higiene y

la salubridad. Dentro de los capítulos correspondientes a la vía pública se

hace referencia a cuestiones relativas a la construcción, y también se

incluyen ciertos lineamientos dirigidos específicamente al uso de la vía

pública.

Por ejemplo, en el capítulo dedicado a reglamentar la vía pública, en

un principio se define a ésta como “todo terreno de dominio público y de uso

común, que por disposición de la autoridad administrativa se destinare al libre

tránsito, de conformidad con las leyes y reglamentos de planificación y

zonificación o que de hecho esté ya destinado a ese uso público”. De ahí que

cumplir de manera satisfactoria sus múltiples funciones, la vía pública

requiera ser regulada, tanto en sus usos, como en los elementos que la

conforman y la delimitan: alumbrado, anuncios, voladizos, altura de edificios

y pavimentos.

Asimismo, es importante enfatizar que con este documento se dictan

los lineamientos generales que norman a dicho espacio, pues respecto a los

derechos sobre el mismo, se determina que las vías públicas son

inalienables e imprescriptibles (Artículo 2º), al estar regidas por el derecho

común; esto hace que su uso por parte de una autoridad, persona o

empresa, requiera forzosamente de una autorización previa (Artículo 6º). De

igual forma indica que la Dirección General de Obras Públicas del

Departamento del Distrito Federal, es el órgano encargado de vigilar su uso

racional368 y prescribir las medidas necesarias tendientes a lograr que el

tránsito de vehículos y peatones sea fácil, cómodo y seguro (Artículo 11), así

368 Por ejemplo, entre las restricciones de uso, se prohíbe usar la vía pública para juegos de pelota, patines u otros entretenimientos o practicas de esparcimiento colectivo que molesten al público que transita por los arroyos y banquetas.

209

como de procurar la conservación de los parques, jardines y paseos

públicos.369

Un aspecto importante de este reglamento es el hacer referencia a lo

público, como aquello que es de uso común, pues no sólo determina que la

vía pública es de libre tránsito, sino que también “los parques, jardines y

paseos públicos del Distrito Federal son de libre acceso a todos los

habitantes del mismo, los que al usarlos tienen la obligación de conservarlos

en el mejor estado posible”,370 por lo tanto, se prohíbe tirar basura (Artículo

5), se restringe la instalación de puestos comerciales, a reserva de tener la

autorización correspondiente, así como la colocación de propaganda en

postes o árboles.

En su conjunto todas estas disposiciones, representan la normativa

general que rigió a la vía pública por lo menos hasta 1966, cuando se publicó

un nuevo Reglamento de Construcciones, por lo que estas disposiciones se

convirtieron en el primer referente legal que estableció los principios básicos

para hacer un buen uso del espacio público de la ciudad de México, pues

aunque en el sentido estricto se trataba de un reglamento de construcción,

en el mismo se incluyeron también asuntos referentes a los servicios urbanos

como elementos sujetos a regulación, es por eso que se hizo mención de

cuestiones alusivas al uso del espacio público.

369 Capítulo 28, Parques y Jardines, Art. 1º, del Reglamento de Construcciones y Servicios Urbanos del Distrito Federal, Diario Oficial, 23 de julio de 1942. 370 Capítulo 28, Parques y Jardines, Art. 4º, del Reglamento de Construcciones y Servicios Urbanos del Distrito Federal, Diario Oficial, 23 de julio de 1942.

210

4.6.2 Legislación del espacio público dirigida a la ciudadanía y a las autoridades

El espacio público, como un espacio multifuncional, es un contenedor de

diversas actividades que deben estar sujetas a una regulación para evitar el

conflicto, por lo que la legislación respecto al uso de la vía pública, ha sido

parte fundamental dentro de la legislación urbana a fin de favorecer la libre

convivencia de la ciudadanía y permitir el tránsito fluido tanto de peatones

como de vehículos. En lo que se refiere al periodo de estudio, resulta

interesante percatarse del número de leyes y reglamentos (catorce en total)

que fueron emitidos durante los años que aluden al buen uso de dicho

espacio, ya sea de manera específica o tangencial.

Dentro de la legislación dirigida a la ciudadanía como el principal

usuario de la vía pública, se buscó regular desde aspectos generales, como

son la higiene, el ruido, hasta todos aquellos oficios desempeñados en la vía

pública, el tránsito y la cacería.371 Asimismo, es conveniente hacer notar que

dentro de esta serie de disposiciones, en algunas de ellas se establecieron

restricciones específicas para la zona central de la ciudad. Por lo tanto, a fin

de comprender cada una de ellas, a continuación se hará un breve esbozo

en orden cronológico para enunciar los aspectos más importantes, así como

destacar aquellos que aluden de manera explícita al centro histórico de la

ciudad de México.

Reglamento de espectáculos, publicado en el Diario Oficial el 12 de marzo de 1929.

Respecto al espacio público se menciona que toda carpa instalada en la vía

pública requiere de una autorización previa por parte del Departamento del

371 En 1951 se emitió un acuerdo en el que se prohibía la caza de aves silvestres de cualquier especie en parques, jardines y arboledas públicas del Distrito Federal. Lo cual refleja que en la ciudad de México aún existía una importante población de fauna silvestre proclive a desaparecer, razón por la que es pronunciado este acuerdo.

211

Distrito Federal. Asimismo, en cuanto a los revendedores de entradas –

billetes, boletos-, éstos no deberán instalarse en baquetas o en algún lugar

donde estorben al público, al cual deberían conducirse cortésmente. Este

reglamento, al igual que muchos otros, pretendía controlar el uso de la vía

pública, en aras de procurar la funcionalidad y permitir la diversidad de usos.

Acuerdo por el cual se establecen las obligaciones de los vecinos de la ciudad de México, concernientes a la limpieza e higiene del medio urbano. Publicado en el Diario Oficial el 26 de marzo de 1929.

Este documento representa un claro reflejo de cómo el higienismo se

mantiene vigente, y por tanto las condiciones de salubridad de la ciudad

continúan siendo uno de los principales problemas y preocupaciones de las

autoridades. De igual forma, las disposiciones que se establecen evocan a

las ordenanzas de limpieza emitidas en el pasado: “Es obligación del

vecindario de la ciudad de México, barrer diariamente frente a sus casas por

la mañana antes de las 8 horas, y por la tarde, entre las 15 y las 17”,

mediante lo cual la responsabilidad de mantener limpia la vía pública se

convierte en una obligación compartida entre la ciudadanía y las autoridades,

pues esta última es la encargada de la recolección. En cuanto a las

restricciones en materia de limpieza, se prohíbe estrictamente: arrojar a la vía

pública agua sucia o cualquier tipo de desperdicios, lavar ropa u otros objetos

en las banquetas y poner tendederos que obstruyan la vía pública, así como

tener animales amarrados, sueltos o enjaulados, ya sea en las banquetas o

en el arroyo. Todas estas disposiciones no sólo aluden a la limpieza, sino

también a una búsqueda de civilidad, que siempre fue una constante, desde

siglos anteriores, para las autoridades de la ciudad, pues de ello depende la

salud de la población más allá de las cuestiones meramente estéticas,

inherentes al orden y a la imagen urbana.

Reglamento de anuncios, rótulos, letreros y avisos del Distrito Federal. Publicado en el Diario Oficial el 22 de enero de 1930.

212

En este reglamento se establecen una serie de prohibiciones, como son la

colocación de anuncios, avisos, programas en postes, candelabros de

alumbrado, banquetas, guarniciones y, en general, elementos de ornato de

plazas, paseos parques y calles, pues para hacerlo debe existir la

autorización correspondiente. Además se prohíbe lanzar al aire propaganda

o que las personas porten anuncios ambulantes y se estacionen en calles o

sitios públicos.

Cabe subrayar que en enero de 1932, se le hizo una reforma a este

reglamento, en la que se prohibió repartir en la vía pública anuncios impresos

en papel, al igual que lanzarlos desde cualquier lugar o vehículo;

obviamente, esta disposición va dirigida a evitar que se tirara basura en las

calles, a fin de mantener el orden y la limpieza.372

Este reglamento, ante todo, tiene una intención por cuidar la imagen

de la ciudad, así como hacer que el orden sea visible, e impedir que las

calles y fachadas comiencen a cubrirse de elementos discordantes que

rompan con cierta armonía, con lo que la vía pública sería la primera

afectada.

Reglamento de Tránsito del Distrito Federal. Publicado en el Diario Oficial el 30 de junio de 1933.

El objetivo de este reglamento fue normar el tránsito de peatones y vehículos

del Distrito Federal, con la finalidad de propiciar una circulación expedita.

Entre los elementos destacables se encuentra la manera en que define qué

es la vía pública.

Artículo 2º.- Son vías públicas para los fines de este Reglamento, las plazas, calles y paseos de las poblaciones; las calzadas y los

372 Reforma al Artículo 10 del Reglamento de anuncios, rótulos, letreros y avisos del Distrito Federal. Publicado en el Diario Oficial el 12 de enero de 1932.

213

caminos públicos, con los puentes y demás obras que formen parte de ellos y los canales y lagos en que se practiquen navegación.373

Esta definición resulta ser una de las más completas, pues hace

referencia a las distintas modalidades de espacios públicos que conforman la

estructura de la ciudad. Al mismo tiempo señala que su conservación y

reparación es responsabilidad del Departamento del Distrito Federal.

En lo referente al uso peatonal, menciona que las personas siempre

tendrán que caminar por las aceras sin obstruir el arroyo vehicular, de igual

forma se establece que los peatones “deberán tomar inevitablemente su

derecha y no se detendrán en lugares donde su permanencia signifique un

estorbo para la circulación”, tampoco estará permitida la formación de

“corrillos que impidan el libre tránsito de los demás peatones, especialmente

en las esquinas comprendidas dentro de los ‘sectores de intenso tráfico’.

Cuando traten de adelantar a otra persona, lo harán precisamente por su

lado izquierdo”.374 Del mismo modo que estará prohibido formar grupos que

ocupen más de la mitad de la acera (Artículo 84), cruzar a media calle

(Artículo 85), trasportar bultos voluminosos en horas de alta afluencia de

transeúntes (Artículo 91). Obviamente todas estas disposiciones están

enfocadas a mejorar la circulación peatonal, lo que refleja la importancia que

se le daba a la misma, y el conflicto que se creaba en los lugares más

transitados. Para tener idea de los problemas provocados por el desorden

peatonal, puede hacerse alusión a un relato que apareció en el Boletín Oficial

del Consejo Superior del Distrito Federal, en 1905, el cual aunque no

pertenece a la misma época, es fácil suponer que las condiciones, al

transcurso de los años más allá de mejorarse pudieron haber empeorado.

“(…) la circulación por las banquetas de nuestras principales arterias, ha venido dificultándose a causa de la peregrina

373 “Reglamento de Tránsito del Distrito Federal”, Diario Oficial, 30 de junio de 1933. 374 Artículo 83, “Reglamento de Tránsito del Distrito Federal”, Diario Oficial, 30 de junio de 1933.

214

costumbre de estacionarse los hombres en filas en las esquinas de las avenidas o a las orillas de las aceras (…) Y más se dificulta el tráfico, porque aparte de interrumpirlo estos grupos o filas de desocupados, hay que repetirlo: no sabemos andar. Nadie se ocupa en poner en práctica la sencillísima regla de tomar la derecha del frente, como es rigor en toda ciudad culta.”375

A través de este relato es posible percatarse no sólo de la

problemática que se vivía en las calles, sino también del deseo que existía

por parte de un sector de la sociedad, de hacer de la ciudad de México un

ejemplo de civilidad, pues siempre era puesto en alto que se trataba de la

capital de la República, lo que justificaba todas estas normas, que en cierta

forma, lo único que pretendían era hacer funcionar de manera óptima la

ciudad.

Por otro lado, en este reglamento se establecieron ciertas restricciones

para lo que ya era denominado en aquellos años el primer cuadro de la

ciudad de México, que como se ha mencionado anteriormente, se le

consideraba como una zona de tránsito intenso; esto a su vez orilló a las

autoridades a determinar un segundo perímetro insertado en esta misma

zona, al que se le llamó “sector comercial” limitado por:

“(…) partiendo del cruzamiento de las calles de Aquiles Serdán con las de Donceles, el límite Norte seguirá de la 1ª a la 3ª de las mencionadas calles de Donceles, para voltear hacia el Sur por las calles de la 1ª. República de Brasil, calles del Monte de Piedad, Plaza de la Constitución (frente al Portal de Mercaderes y la 1ª del 5 de Febrero hasta el cruzamiento de las calles de Venustiano Carranza, volteando hacia el Poniente y recorriendo la 3ª, 2ª y 1ª de las citadas calles, hasta la esquina con las de San Juan de Letrán, corriendo hacia el norte la 2ª y 1ª de las mencionadas calles, Teatro Nacional y la 1ª de Aquiles Serdán hasta el punto de partida.”376

375 Barbosa, Trabajo, 2008, p. 227. 376 Artículo 196, “Reglamento de Tránsito del Distrito Federal”, Diario Oficial, 30 de junio de 1933.

215

El simple hecho de diferenciar esta zona como sector comercial,

denota que esta actividad comienza a dominar por encima del uso

residencial, condición que inevitablemente afecta a la vía pública, misma que

también adquiere este mismo matiz, pues en ella se ejercen diversos oficios

que de una u otra forma realizan una apropiación del espacio público

encaminada a obtener una remuneración a través de la ocupación de un

espacio de uso común, lo que da lugar a que esta serie de oficios tengan que

ser regulados por parte de las autoridades, no sólo para mantener el óptimo

funcionamiento de la zona, sino también como medio de control político.

Por lo tanto, la intención de diferenciar las zonas de intenso tráfico del

llamado primer cuadro, responde a una evidente necesidad por restringir

ciertas actividades, como eran el uso de carretillas, el tránsito de carros

repartidores de refrescos, helados, tortas o cualquier otro producto, a lo que

se sumó la implantación de un horario condicionado para la carga y descarga

de mercancías en dicha área, 377 pues ante todo había que favorecer la

circulación vehicular y mejorar las condiciones de funcionalidad y

habitabilidad.

Esta claro que todas estas medidas delatan que la zona central de la

ciudad era la más conflictiva, pues su misma traza –la estrechez de las

calles- no estaba diseñada para soportar una alta concurrencia vehicular,

pues como se ha mencionado anteriormente, en este periodo no sólo se dio

un crecimiento de la ciudad, sino también de la población, lo cual,

obviamente, acarreó problemas para el funcionamiento de la urbe, siendo el

tránsito uno de los más evidentes.

Como anteriormente se mencionó, a lo largo de estos años la ciudad

se vio inmersa en una acelerada transformación, que obligó a las autoridades

a actualizar constantemente las disposiciones emitidas, razón por la cual en

1943 se emitió un nuevo Reglamento de Tránsito del Distrito Federal;378 no

377 Artículo 189, 190 y 222 del “Reglamento de Tránsito del Distrito Federal”, Diario Oficial, 30 de junio de 1933. 378 “Reglamento de Tránsito del Distrito Federal”, Diario Oficial, 28 de octubre de 1943.

216

obstante, los asuntos relativos al uso de la vía pública, quedaron sin

modificación alguna.

Respecto a estos reglamentos, es interesante ver el trasfondo que

tienen, pues aunque estaban dirigidos a optimizar el tránsito de la ciudad, ya

fuese peatonal o vehicular, mantienen como premisa el idealizado orden

mediante esa serie de normas de conducta que, supuestamente, debían ser

acatadas por la ciudadanía, y que en cierta manera asemejan un manual de

civilidad para conducirse de manera apropiada en la gran capital.

Reglamento de la Zonificación de las Arterias Principales de la ciudad de México. Publicado en el Diario Oficial el 4 de enero de 1938.

Este reglamento no hace referencia a ninguna arteria en específico, pues

determina que es la Comisión de Planificación del Distrito Federal la

encargada de señalar cuáles son las arterias principales, motivo por el cual

sólo establece algunas normas técnicas, como ancho de calles, el cuidado de

los paseos arbolados o la sugerencia de colocar bancas a lo largo de dichas

avenidas, lo que de alguna forma hace ver la intención por mejorar las

condiciones de habitabilidad de la vía pública, al integrar elementos

destinados para el uso peatonal.

Por otro lado, este reglamento es una muestra de cómo la ciudad

comienza a transformase y a dar paso a la modernidad, pues el aumento del

tránsito vehicular exige que la vialidades sean modificadas y, por ende,

jerarquizadas, lo que viene a formar parte de todo este proceso de

planificación que se vivía en aquellos años, cuando los principios de

zonificación buscan ser aplicados.

Reglamento contra el ruido en el Distrito Federal. Publicado en el Diario Oficial el 11 de julio de 1940.

217

La principal intención de este reglamento es instaurar las normas vinculadas

a la producción de ruido en la vía pública y a las zonas privadas, con el fin de

evitar molestias a la comunidad. Entre los elementos que se consideran

fuentes provocadoras de ruido se encuentran: los cláxones, las bocinas, los

timbres, las campanas, los silbatos de fábricas, los instrumentos musicales,

los cohetes, la propaganda comercial y las orquestas, entre otros, por lo que

se implantan algunas normas y limitaciones para la emisión de ruido, así

como horarios dentro de los cuales pueden tronarse cohetes, o llevar una

serenata.

Sin embargo, es importante enfatizar que se prohíbe rotundamente

que ninguno de los elementos antes mencionados pueda ser utilizado en un

perímetro determinado, mismo que coincide con parte del primer cuadro: al

norte calles de República de Cuba, Luis Gonzáles Obregón y San Ildefonso;

al oriente, calles del Carmen y Correo Mayor; al sur, calles de la República

del Salvador, y al poniente calles de San Juan de Letrán, Ruiz de Alarcón y

Aquiles Serdán.

El hecho de delimitar dicha área, evidencia que aún el uso residencial

era significativo en aquellos años, de ahí que se procurara mantener ciertas

medidas de habitabilidad, puesto que se trata de una zona de gran actividad

comercial y de servicios que atrae múltiples visitantes y, en consecuencia, la

producción de ruido resulta ser mayor que en otras partes de la ciudad.

Reglamento de policía de parques, jardines y paseos públicos del Distrito Federal. Publicado en el Diario Oficial el 19 de abril de 1941.

La publicación de este reglamento representa el primer instrumento de

carácter legal destinado a regular específicamente los parques, jardines y

paseos públicos de la ciudad como elementos fundamentales para la

estructura urbana y para la habitabilidad de la ciudadanía. Dicho documento

refleja un notorio interés por hacer de la ciudad un lugar más saludable y

agradable para vivir, razón por la cual se pretendía mejorar las condiciones

de higiene mediante la creación y conservación de todas las áreas verdes.

218

De igual manera, se pone en manifiesto que todo ello obedece a que en la

ciudad de México, al ser la más importante en su categoría, se debe procurar

“su embellecimiento, en forma tal, que las obras de ornato correspondan a su

importancia, cuidando porque su aspecto cause una agradable impresión, no

sólo a los habitantes, sino a las personas que la visiten”379

Las disposiciones que se establecen en este reglamento están

dirigidas a promover un buen uso de estos espacios, y a prohibir todas las

acciones que puedan llegar a dañarlos. Asimismo, es importante señalar que

su contenido fue integrado casi en su totalidad en el Reglamento de

Construcciones y Servicios Urbanos, publicado al siguiente año, en 1942.380

Por otro lado, este reglamento intenta trasmitir algunas de las

intenciones que los pioneros de la planificación tuvieron durante las primeras

décadas de los novecientos, cuando empezó a otorgarse una mayor

importancia a las áreas verdes como elementos esenciales para la ciudad y,

por supuesto, para sus habitantes, al elevar a un carácter legal la

conservación, creación y protección de dichas áreas, pues se toman en

cuenta no sólo su importancia como elementos estructuradores de la traza,

sino que son considerados como espacios vitales para la recreación de la

sociedad y la salud de la misma.

Reglamento para el Servicio de Limpia en el Distrito Federal. Publicado en el Diario Oficial el 6 de junio de 1941.

Al igual que otras disposiciones de la época, en este reglamento se enfatiza

la necesidad de hacer de la capital una ciudad ejemplar, por lo que ésta

siempre debe presentar un aspecto de limpieza y estética a la altura de su

379 “Reglamento de policía de parques, jardines y paseos públicos del Distrito Federal”, Diario Oficial, 19 de abril de 1941. 380 Véanse comentarios referentes al Reglamento de Construcciones y Servicios Urbanos.

219

categoría, lo que a su vez evidencia que la higiene de la urbe continuaba

siendo un problema latente dentro de las preocupaciones por atender.

A lo largo del documento se indican las obligaciones que tiene el

Departamento del Distrito Federal respecto al servicio de limpia (barrido de

calles plazas y calzadas; lavado de calles de la ciudad de México; regado de

las plazas y calzadas y recolección de basura y desperdicios), así como de

los habitantes de la ciudad, quienes deben comprometerse a barrer

diariamente los frentes de sus casas o comercios. Asimismo, se enlistan una

serie de prohibiciones, tales como distribuir volantes, arrojar desperdicios

afuera de los depósitos; tener en la vía pública animales que puedan

ensuciar; encender fogatas; regar macetas después de las 9:30; arrojar

confeti o serpentinas, y hacer necesidades corporales en la vía pública.

Este reglamento tiene su referente en el Acuerdo emitido en 1929, a

través del cual se establecen las obligaciones por parte de los vecinos en

cuanto a la limpieza de la ciudad; sin embargo, en este documento se

mencionan las obligaciones a cargo de la ciudadanía y del propio

Departamento del Distrito Federal, como principal responsable del servicio de

limpia.

Ahora bien, además de todas las leyes y reglamentos emitidos a lo

largo de estos años, hubo otras disposiciones de carácter general que aluden

al espacio público, tal es el caso del “Acuerdo que dispone que los terrenos

destinados a parques y jardines del Distrito Federal, que formen parte del

Patrimonio del Departamento del Distrito Federal, se utilicen precisamente

para ese fin”,381 esto representa un llamado de atención en cuanto a la

importancia de las áreas libres –áreas verdes- de la ciudad, puesto que

dichos espacios son indispensables para la salud de los habitantes y para el

embellecimiento de la misma, por lo que además de conservar los parques y

jardines existentes se debe fomentar la construcción de otros nuevos; 381 “Acuerdo que dispone que los terrenos destinados a parques y jardines del Distrito Federal, que formen parte del Patrimonio del Departamento del Distrito Federal, se utilicen precisamente para ese fin”, Diario Oficial, 18 de febrero de 1949.

220

obviamente, esto último no incide en la zona central de la ciudad, sino en los

nuevos fraccionamientos.

Como se ha visto a través de esta revisión de los instrumentos

jurídicos que se han mencionado, una de las preocupaciones constantes ha

sido el procurar el buen uso de la vía pública, por lo que en 1951 se dicta el

“Decreto que dispone que cada año deberá celebrarse en la ciudad de

México, una jornada educativa de tránsito, tanto de peatones como de

conductores de vehículos”,382 a fin de prevenir accidentes y proteger la vida

de los ciudadanos, por lo que se considera que es responsabilidad de las

autoridades “desarrollar una labor de educación en materia de tránsito, para

dar a conocer las disposiciones legales respectivas y se insista en su debido

cumplimiento”.383 Este acto denota un cambio de visión, en el que las

autoridades reconocen que deben intervenir en la educación de la

ciudadanía, no sólo por su propia seguridad, sino por todas aquellas

implicaciones relacionadas a la funcionalidad, pues una sociedad moderna

debe conducirse en orden.

A través de este conjunto de disposiciones alusivas al adecuado uso

de la vía pública, puede verse cómo las autoridades comienzan a buscar por

distintos medios ejercer un control sobre todo aquello que tiene lugar en el

espacio público, y al mismo tiempo considerar los elementos que lo

conforman y las actividades que en él se realizan, con lo que se percibe no

sólo la complejidad que lo caracteriza sino la diversidad de elementos que lo

definen y, por tanto, deben ser tomados en consideración para propiciar una

sana convivencia, que permita a dicho espacio cumplir con sus múltiples

funciones, como son la diversidad de oficios que en él tienen lugar.

382 “Acuerdo que dispone que los terrenos destinados a parques y jardines del Distrito Federal, que formen parte del Patrimonio del Departamento del Distrito Federal, se utilicen precisamente para ese fin”, Diario Oficial, 28 de diciembre de 1951. 383 Ibid.

221

4.6.3 La regulación del trabajo en la vía pública La multifuncionalidad inherente al espacio público da lugar a que en él se

desarrollen diversas actividades, razón por la cual, históricamente, este

espacio ha sido utilizado como lugar de trabajo para ejercer diversos oficios,

por lo que a fin de evitar el conflicto y mantener su funcionalidad, en diversas

épocas se ha buscado regular legalmente todas aquellas actividades que de

alguna manera puedan llegar a alterar el orden.

Como se mencionó anteriormente, uno de los problemas que se ha

mantenido latente en la ciudad de México, específicamente en la zona

central, ha sido el comercio ambulante, condición que ha obligado a las

autoridades a buscar por distintas vías su regulación, lo que se ve reflejado

una vez más en el “Reglamento de comercio semifijo y ambulante del Distrito

Federal”, publicado en el Diario Oficial el 27 de Marzo de 1931, señala que la

actividad comercial en sus formas transitorias de comercio semifijo y

ambulante se ha visto incrementada de manera extraordinaria, por lo que se

ha convertido en un problema tanto para el tránsito de la ciudad, como para

la lícita competencia mercantil. Asimismo se anuncia que se prevé crear

nuevos mercados para hacer frente a tal situación.

Dentro de las normas que se instauran para regular y ordenar la

actividad comercial en la vía pública, se decreta que todo puesto semifijo

podrá instalarse bajo previa autorización “en las banquetas de las calles y

plazas de la ciudad de México se respetará por regla general, una faja de dos

metros de ancho como mínimo a partir del muro de las construcciones que

forman los edificios (…). En las esquinas no se instalarán puestos semifijos

en diez metros a partir del vértice”384

Ahora bien, en este reglamento se establece un perímetro de

restricción para la instalación de los puestos semifijos, que coincide con la

384 Artículo 2º, “Reglamento de comercio semifijo y ambulante del Distrito Federal”, Diario Oficial, 27 de Marzo de 1931.

222

parte del hoy centro histórico, que tendrá que sujetarse a las siguientes

normas:

Artículo 3º.- Deberán instalarse fuera del perímetro comprendido de las calles: partiendo de la esquina de la República de Cuba y Aquiles Serdán, siguiendo por el Teatro Nacional hasta San Juan de Letrán y avenida Uruguay y de allí hasta la esquina de Correo Mayor y partiendo al Norte hasta llegar a las calles de San Ildefonso y siguiendo por las de González Obregón y República de Cuba hasta llegar al punto de partida, así como fuera de las calles y avenidas que su importancia señale el DDF. Artículo 4º.- Sólo con motivo de alguna festividad o feria se podrán instalar en el perímetro anterior. Artículo 5º.- Se prohíbe la instalación de puestos sobre los pastos o los sembrados de la Plaza de la Constitución, lo mismo en los jardines públicos.385

Lo anterior demuestra una clara intención por controlar de manera

más estricta las actividades que se desarrollaban en esta área, a fin de evitar

el conflicto y favorecer el libre tránsito, al ser ésta una de las zonas más

concurridas de la ciudad. Dicho reglamento tiene como principal objetivo

ordenar el comercio que se desarrolla en la vía pública, para que éste no

represente un estorbo que afecte la circulación peatonal y vehicular, es por

ello que también se norman aspectos relativos a las dimensiones de los

puestos, estableciendo que deberán ser de 2.5 metros de largo por 1.5 de

ancho; sin embargo, se menciona que éstos deberán reducirse de acuerdo a

las dimensiones de las calles, pero en las calles alejadas del centro de la

ciudad podrán aumentar su superficie.

Otros puntos que se incluyen en dicho reglamento aluden a la venta

de los productos, pues se prohíben todos aquellos que puedan dañar la

moral o “despertar en los niños ideas desconcertantes y perjudiciales para su

385 “Reglamento de comercio semifijo y ambulante del Distrito Federal”, Diario Oficial, 27 de Marzo de 1931.

223

educación”,386 así como no vender artículos similares a los de los comercios

establecidos, entre otras restricciones.

Un aspecto importante que se puede vislumbrar a través de este

documento, es el advertir cómo el espacio público adquiere un carácter

económico, al convertirse en un espacio comercial, sujeto a la apropiación de

los vendedores ambulantes con lo que pierde parte de su esencia como

espacio público de uso común, condición que en cierta manera ha estado

presente a lo largo de la historia, pues es difícil pensar o imaginar las calles

de la ciudad sin vendedores y menos en la parte correspondiente al centro,

que siempre ha tenido una vocación comercial, inclusive desde la época

prehispánica; sin embargo, la complejidad inherente al la dinámica urbana

comienza a exigir que estas actividades se vean cada vez más controladas a

fin de evitar la apropiación total de este espacio por parte del llamado sector

informal y alteren la funcionalidad de la vía pública, tanto para el tránsito

peatonal como vehicular.

Aunque el ambulantaje no es el único oficio que se ejerce en la vía

pública, si representa el más importante y, por ende, el que mayor impacto

tiene, pues existen muchos otros oficios que se desarrollan a menor escala

sin que representen un problema grave que impida el óptimo funcionamiento

de la vía pública, siempre y cuando se respeten los lineamientos mínimos

que establece la ley. Al respecto durante el periodo que comprende de 1928

a1952, se emitieron los siguientes reglamentos que aluden a oficios

desempeñados en la vía pública:

Reglamento a que deberán de sujetarse los boleros en el Distrito

Federal.387

Reglamento para el ejercicio de la prostitución en el Distrito Federal.388

Reglamento de limpiabotas o boleros en el Distrito Federal.389

386 Artículo 9º, “Reglamento de comercio semifijo y ambulante del Distrito Federal”, Diario Oficial, 27 de Marzo de 1931. 387 Diario Oficial, 24 de mayo de 1924. 388 Diario Oficial, 14 de abril de 1924. En 1932 se publica un decreto que modifica a dicho reglamento, Diario Oficial, 24 de mayo de 1932.

224

Reglamento para artesanos pintores, no asalariados, que ejerzan su

actividad en los sitios públicos del Distrito Federal.390

Reglamento para músicos y cancioneros ambulantes no asalariados del

Distrito Federal. 391

Reglamento para plomeros, fotógrafos, reparadores de carrocerías,

compradores de objetos varios usados “ayateros”, afiladores y demás

actividades desarrolladas en forma ambulatoria por trabajadores no

asalariados en el distrito Federal.392

En estos reglamentos se dictan lineamientos muy generales tales

como, el tener que contar con la autorización del Departamento del Distrito

Federal para ejercer el oficio; portar la credencial correspondiente;

pertenecer a la organización del gremio; no molestar al público ofreciendo

sus servicios con insistencia; no desempeñar su oficio en estado de ebriedad

y no estorbar el tránsito. En el caso de específico del ejercicio de la

prostitución, se añaden ciertas normas que se refieren a la vía pública, y que

tienen como objetivo cuidar la moral y las buenas costumbres de la sociedad:

No transitar a pie por las calles y paseos, en compañía de otras

mujeres, formando grupos que llamen la atención.

No cometer escándalos en sus domicilios o en casas, calles o

lugares públicos.

No estacionarse en las calles o sitios públicos.

Abstenerse de ir y venir en un espacio reducido de calles,

llamando la atención de los transeúntes.393

389 Diario Oficial, 25 de agosto de 1941. 390 Diario Oficial, 25 de enero de 1944. 391 Diario Oficial, 25 de enero de 1944. 392 Diario Oficial, 7 de noviembre 1944. 393 Artículo 24, “Reglamento para el ejercicio de la prostitución en el Distrito Federal”, Diario Oficial, 14 de abril de 1924.

225

Ahora bien, a través de estos reglamentos es posible identificar que la

vía pública se ha convertido en un lugar comercial, donde se realizan

múltiples oficios, razón por la cual, más allá de prohibirlos, las autoridades se

abocan a regularlos estableciendo ciertas normas que permitan una sana

convivencia y no entorpezcan la funcionalidad de la ciudad. No obstante, hay

que subrayar que el control que ejercen las autoridades tiene una doble

intención, pues más allá de mantener un registro de todos los trabajadores

callejeros, éste llegó a convertirse en un instrumento político que permitió

atraer a los agremiados a las diversas corporaciones que, de alguna forma,

se convertirían en votos seguros, pues todo trabajador estaba obligado a

pertenecer a alguna organización respecto a su oficio.394

394 Véase Barbosa, El trabajo en las calles, subsistencia y negociación política en la ciudad de México a comienzos del siglo XX, 2008.

226

Figura 4.5 Plano del centro de la ciudad de México, en el que se muestra la traza anterior a las trasformaciones, retomado del Mapa elaborado por la compañía de seguros Sanborn en 1905.

227

2 2

4

4

387

6

35

4

2

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DR. ANDRADE

DR. LAVISTA

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EJE CENTRAL LAZARO CARDENAS

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2o CALLEJON

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JOSE MA MARROQUI

JOSE MA MARROQUI

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LOPEZ

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16 DE SEPTIEM

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EJE 1 OTE. VIDAL ALCOSER

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Figura 4.6 Plano de apertura, alineamiento y ensanche de vialidades centro de la ciudad de México elaborado a partir del plano catastral del 2000. 1) Plaza del Volador; 2) San Juan de Letrán; 3) 20 de Noviembre; 4) José María Izázaga; 5) Pino Suárez; 6) Aquiles Serdán, y 7-8) Palma.

228

CABANAS

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JOSE MARIA PINO SUARES

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EJE CENTRAL LAZARO CARDENAS

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JOSE MA MARROQUI

JOSE MA MARROQUI

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16 DE SEPTIEMBRE

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PLAZA DE LA CONSTITUCION

J M PINO SUAREZ

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ACADEMIA

JESUS MARIA

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CDA SANTISIMA

LEONA VICARIO

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MANUEL DOBLADO

SAN MARCOS

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JOSE MA PINO SUAREZ

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EJE 1 OTE. VIDAL ALCOSER

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Figura 4.7 Plano de aproximación de zonas típicas del centro de la ciudad de México elaborado a partir del plano catastral del 2000. a) Calle de Moneda; b) Corpus Christi, y c) Vizcaínas.

229

4.7 Conclusiones La transformación del espacio público del centro histórico de la ciudad de

México, como se ha visto hasta ahora, ha sido el resultado de múltiples

factores, que han incidido en el mismo, ya sea en su conformación como

elemento estructural de la traza urbana o en su control y regulación a fin de

permitir la sana convivencia por parte de los diversos usuarios que lo

transitan, lo habitan y lo viven de manera ocasional o cotidiana.

Bajo el constante anhelo de preservar el orden y hacer de la ciudad un

espacio funcional, las autoridades se han visto obligadas a imponer diversas

políticas urbanas enfocadas a mejorar las condiciones de habitabilidad, para

lo cual se ha tenido que recurrir a diversos instrumentos de carácter legal y

así establecer las normas mínimas de convivencia, junto con otras medidas

de carácter funcional y formal dirigidas a optimizar la circulación peatonal y

vehicular, producto de las diversas propuestas de planificación urbana.

Ahora bien, cuando este fenómeno se ubica en un lugar específico

como es el centro histórico de la ciudad de México, resulta interesante

percatarse de cómo la realidad que se vive en esta zona, ha sido desde las

primeras décadas de los novecientos, motivo de distinción, pues las

particularidades de su traza y de su dinámica orillaron a las autoridades a

actuar de manera específica.

Por lo tanto, cuando se pretende ver de qué manera las políticas

urbanas han incidido en la transformación de la vía pública del centro de la

ciudad, se hace necesario no sólo identificar de dónde surgieron todas

aquellas modificaciones que alteraron su traza, sino también cuáles fueron

las disposiciones emitidas para atacar las problemáticas propias del lugar.

Es por ello que la planificación, como instrumento clave en las políticas

urbanas, ha jugado un papel determinante dentro de este proceso, pues a

partir de la elaboración de los primeros estudios y propuestas por parte

distintos organismos, entre los que se destacó la Comisión de Planificación

del Distrito Federal, el centro de la ciudad comienza a ser percibido como

230

una zona diferente, del mismo modo que surge una imperiosa necesidad por

emprender importantes obras encaminadas a optimizar su funcionalidad y

atender los requerimientos de conectividad del centro con otras zonas de la

ciudad. Al respecto hay que tener presente que los cambios inherentes al

tiempo –crecimiento del la ciudad, aumento de población y vehículos-

exigieron que fuesen llevadas a cabo importantes adecuaciones viales, que

inevitablemente tuvieron un impacto significativo en la vía pública, puesto que

muchos de estos cambios surgieron justo en el llamado primer cuadro de la

ciudad.

Al mismo tiempo, se debe tomar en consideración que la ampliación y

alineamiento de San Juan de Letrán, José María Pino Suárez, Izázaga y la

apertura de 20 de Noviembre, además de estar enfocadas a solucionar los

problemas de tráfico, son también una clara respuesta de las influencias de

planificación que se estaban gestando en el extranjero, puesto que a través

de estas obras se pretendía hacer de la ciudad de México, un lugar ejemplar

de primer orden a la altura de toda capital moderna.

Ahora bien, al cuestionarse si hubo una transformación real del

espacio público del centro de la ciudad, evidentemente ésta llegó a

materializarse no sólo mediante el alineamiento, rectificación, ensanche y

apertura de nuevas vialidades, sino que aunado a ello hubo espacios que se

perdieron, como fue la plaza del Volador, lo que dio origen a una traza

diferente, la que en pocos años vio extender sus calles y alinear sus

manzanas, para permitir una mejor circulación vehicular y, al mismo tiempo,

consolidar la llamada centralidad, en el sentido espacial, debido a que la

traza original que dio lugar a la ciudad de México, comienza a verse rodeada

por nuevas colonias desde la segunda mitad del siglo XIX lo que continúa

hasta nuestros días.

En consecuencia, es posible ver cómo la conglomeración de

actividades, principalmente de carácter comercial y de servicios que se

alojaban en el corazón de la ciudad, comienzan a apropiarse también del

espacio público, hecho que orilló a las autoridades a tener que emitir diversas

231

disposiciones exclusivas para este sector de la ciudad, que coadyuvaran a

regular el uso de la vía pública, pues el espacio público se convierte en un

área comercial al estar constantemente amenazado por los vendedores y

demás trabajadores callejeros que de manera legal o ilegal ejercen algún

oficio en la vía pública, lo que obliga a procurar la funcionalidad por tratarse

de una zona altamente concurrida.

Ante este escenario, las autoridades optan por establecer el llamado

primer cuadro de la ciudad, como una estrategia dirigida a diferenciar al

centro de la urbe, mismo que debía estar sujeto a mayores restricciones,

entre ellas el uso de la vía pública, con el objeto de evitar el conflicto y

facilitar la circulación peatonal y vehicular; es obvio que al considerar que se

trababa del área comercial, administrativa y de servicios más importante de

la ciudad, características que le conferían de manera inmediata una atención

distintiva, debía ser tomada en cuenta en la reglamentación de todos

aquellos elementos que incidían en su funcionamiento: tránsito, ruido,

ambulantaje, etcétera.

El hecho de reconocer y, por tanto, delimitar el llamado primer cuadro

de la ciudad, no sólo se debió a una diferenciación de la llamada ciudad

central del resto de la urbe, sino que forma parte del avance de las diversas

propuestas de planificación que, en parte, comienzan a establecer ciertos

principios de zonificación con el fin de abordar los problemas de una manera

más adecuada, pues la ciudad, por definición, es heterogénea, en tanto que

las soluciones que se planteen deberán responder siempre a esta diversidad,

ante la cual la normatividad y, en sí las políticas urbanas, deben ser

formuladas desde dicha premisa.

Ahora bien, aunque esta diferenciación fue ideada para mitigar los

problemas propios del núcleo central, de forma paralela se emitieron los

primeros decretos de las zonas típicas, cuyo fin era proteger las cualidades

urbano arquitectónicas con valor patrimonial de determinadas áreas de la

ciudad, esto representa por un lado el reconocimiento de la centralidad y, por

otro, el de la historicidad y la monumentalidad, que años más tarde se

232

fundirían bajo un mismo concepto: el centro histórico. Así pues, aunque el

decreto bajo el cual se declara este como zona de monumentos históricos,

tiene su origen precisamente en estas declaratorias. Con la delimitación del

primer cuadro, debe tomarse en cuenta que desde los treintas, fue cuando se

empezaron a dictar las primeras restricciones que diferenciaban al centro

respecto al resto de la ciudad, muestra contundente de que la ciudad central

comienza a ser percibida desde otra perspectiva, ya no sólo como el lugar de

concentración de la actividad económica y administrativa, en donde el

comercio gana terreno sobre el uso residencial, que hasta ese entonces

continúa siendo significativo, pues empiezan a ser valoradas otras cualidades

como es su monumentalidad y su bagaje histórico, condiciones que más

tarde se convertirían en un distintivo para la zona, cuando la centralidad,

concebida en un sentido estricto, comienza a debilitarse.

Asimismo, en cuanto a las disposiciones que se emitieron alusivas al

uso y regulación de la vía pública, es posible identificar que también hubo

una diferenciación respecto al uso del espacio público en el centro de la

ciudad, pues se buscó a través de distintas leyes y reglamentos, mitigar los

problemas ocasionados por la afluencia de visitantes, ya sea a través de

restricciones de tráfico, establecimiento de horarios para la carga y descarga

de mercancía, así como un estricto control del comercio ambulante y semifijo,

todo esto en respuesta a la permanente búsqueda del tan idealizado orden y

de la funcionalidad, que aún concebía al centro como una zona residencial

en la que debían respetarse y procurarse ciertas condiciones de

habitabilidad, pues aunque la clase acaudalada que en un principio vivía en

esta parte de la ciudad, poco a poco se fue trasladando a las nuevas

colonias, pues todavía existía un importante número de familias de clase

media y baja que residían en esta área, por otra parte no hay que olvidar que

históricamente ha sido un sector favorecido con una de las infraestructuras y

equipamientos más completos, lo que hacía que la vía pública proyectara

una imagen muy vital gracias a su versatilidad y multifuncionalidad, en virtud

233

de lo cual debía mantenerse una constante regulación por parte de las

autoridades.

Es así que al comparar las preocupaciones existentes en épocas

anteriores –siglos XVIII y XIX-, respecto al espacio público en la ciudad de

México se puede percibir que ciertos elementos se han mantenido

constantes al paso de los años, ya que los problemas a los cuales se han

tenido que enfrentar las autoridades, no han variado sustancialmente; sin

embargo, se puede ver que éstas han sido persistentes al encararlos de

acuerdo a las propias posibilidades de su tiempo y a las condiciones de la

ciudad, pues como se ha visto a través de las disposiciones emitidas durante

los años antes mencionados, éstas han tenido que ser renovadas y

adecuadas, en virtud de que el cambio acelerado de las ciudades exige que

su normatividad corresponda a la realidad que se vive. Como ejemplo de ello

existen dos elementos que de manera continua han sido motivo de conflicto:

la limpieza e higiene de la ciudad y el control del comercio ambulante, para

los que en distintas épocas se han girado múltiples instrucciones con el firme

propósito de hacer frente a la situación, sin que se haya logrado dar por

terminado el problema, debido a que la normatividad, como instrumento de

las políticas urbanas, no tiene asegurada una efectividad absoluta. Ahora

bien, como su aplicación y supervisión son elementos fundamentales para

modificar toda conducta indeseada, el emitir una ley o un reglamento es sólo

un primer paso para enfrentar el problema, y mientras que éstos no se den a

conocer a la ciudadanía y para hacerla conciente de la posible sanción,

difícilmente serán acatadas al pie de la letra las disposiciones en cuestión,

por lo tanto persistirá la dificultad para hacer de la vía publica un claro reflejo

de orden, pues son demasiados los elementos que en ella inciden.

Una de las conclusiones más evidentes que pueden obtenerse de este

recorrido, es el comprender que conforme la ciudad ha ido evolucionando,

todos aquellos instrumentos diseñados para regular y controlar el orden

urbano, se han visto obligados a adecuarse a dicho cambio, pues mientras

en determinada época se tenía que regular el tránsito de animales por la vía

234

pública, décadas más tarde la ciudad se vio invadida por vehículos

automotores enfrentando problemas de conglomeración, que exigían ser

atendidos tanto a través de adecuaciones a la traza como a la normatividad

misma, siempre con el propósito de hacer de la ciudad de México un espacio

habitable.

Finalmente todo esto permite comprender cómo las políticas urbanas

han jugado un papel determinante en el desarrollo de la ciudad por medio de

distintos instrumentos que han intervenido en la conformación y regulación

de la vía pública, en su papel de elemento esencial para la ciudad. Por tanto,

resulta interesante notar de qué forma la consolidación de un área central,

que de pronto se vio rodeada de nuevas colonias, y con características muy

diferentes, comenzó a exigir que fuese atendida de manera distinta, lo que

dio lugar que las leyes y reglamentos tuvieran que tomar en cuenta sus

particularidades y actuar de manera específica, pues la complejidad

inherente al espacio público demanda que cada uno de los elementos que

inciden en él, deben ser regulados.

235

Conclusiones

A través de este recorrido se ha comprobado que en el desarrollo y

transformación de las ciudades, el espacio público constituye una pieza

fundamental, que históricamente ha sido motivo de discusión y de conflicto

por todo lo que en él sucede y por la función que tiene como elemento

estructural de la traza urbana. Es por ello que pensar en la ciudad implica

hacer referencia a su espacio público, mismo que requiere de una constante

adaptación para satisfacer las necesidades de cada época, ya que como se

pudo observar durante el periodo de estudio, más allá de generarse nuevos

usos para el espacio público, se pudo ver que el conflicto se originó por el

incremento en la intensidad de actividades, pues hay que recordar que dicho

espacio, además de su carácter estructurador posee también un papel

importante como articulador de actividades.

Por lo tanto, al realizar un análisis retrospectivo se pueden identificar

cuáles han sido las continuidades y las rupturas que han provocado la

transformación de dicho espacio, puesto que al ser uno de los principales

escenarios de la sociedad, posee un carácter dinámico que lo hace cambiar

no sólo en sus formas sino en sus funciones y relaciones. Este dinamismo ha

sido un constante motivo de conflicto que ha llevado a los estudiosos de

urbanismo y a las autoridades a mantener una inagotable discusión en

búsqueda de soluciones y medios de regulación para promover la

funcionalidad y habitabilidad de este espacio, razón por la cual resulta fácil

entender por qué los problemas de la vía pública fueron un factor

determinante para la consolidación de la planificación urbana, ya que en ella

se hacen visibles gran parte de las anomalías y los conflictos que aquejan a

una ciudad.

Ahora bien, aunque se considere que la planificación moderna de

ciudades comienza a gestarse en el siglo XIX, debe tenerse en cuenta que

236

éstá fue producto de la experiencia acumulada; sin embargo, a la llegada de

la revolución industrial, junto con los avances tecnológicos, aumentaron las

condiciones insalubres en las grandes urbes, razón por la cual los higienistas

fueron los primeros en preocuparse por el saneamiento de la ciudad, pues la

falta de higiene que caracterizaba a los espacios abiertos representaba

importantes focos de infección y propagación de epidemias, situación que

incidía directamente en el desarrollo económico.

La preocupación por sanear las ciudades no surgió de manera

espontánea, fue producto del cambio de mentalidad que trajo el racionalismo,

cuando las autoridades buscaron instaurar medidas higiénicas para mejorar

la calidad de los espacios urbanos, con lo que comenzaron a gestarse

múltiples transformaciones en las ciudades, como fue la construcción de

infraestructura, la instauración de nuevos y mejores servicios urbanos, se

pensó también en la importancia de la zonificación y se instituyó la policía

urbana, además de otras obras públicas como fue el alineamiento de calles,

la delimitación de áreas libres y sobretodo la reglamentación de las

edificaciones. Dichas acciones, en conjunto representaron una manera

diferente de pensar la ciudad y, por lo tanto, de intervenirla, con lo que se dio

lugar a los primeros ensayos de planificación, a pesar de que cada ciudad

poseía características particulares, sus problemas eran semejantes, de ahí

que las propuestas y proyectos elaborados por Eugenè Haussmann,

Ildefonso Cerdá, Camillo Sitte, Reninhard Baumeister, Joseph Stübben,

Frank Koester, Ebenezer Howard y Raymond Unwin entre otros, compartían

similitudes, pues a todos ellos los motivó la preocupación por hacer de las

ciudades lugares habitables y funcionales, en tal virtud sus aportaciones

fueron fundamentales en la construcción de los principios teóricos y

metodológicos de la planificación urbana. Al respecto, hay que recordar que

entre las inquietudes que tenía este grupo de pioneros, estaba la importancia

y relevancia que le concedieron a los espacios abiertos y a las áreas verdes

como elementos fundamentales para la salud y habitabilidad de las ciudades.

237

Si bien, al emprenderse las obras de mejoramiento el espacio público

se vio transformado, las trazas sufrieron adecuaciones y las calles

modificaron su imagen; de forma paralela también se gestaron otros cambios

de carácter menos visible, pero no por ello menos importantes, que se vieron

traducidos en una nueva política urbana, que llegó acompañada de ajustes

en la administración de las ciudades y en la normatividad del espacio urbano,

con lo que el Estado obtuvo un papel protagónico dentro de la regulación y

control del espacio urbano, al convertirse en la máxima autoridad, y al mismo

tiempo adquirió múltiples obligaciones y responsabilidades.

Asimismo, es evidente que los trabajos realizados por este grupo de

visionarios, sentaron los principios y las directrices que más tarde serían

retomados en otros países como México, pues como se ha podido apreciar,

desde el siglo XVIII, la ciudad de México fue motivo de preocupación por

parte de sus gobernantes y de sus habitantes, lo que dio origen a la

elaboración de diversos trabajos que, en conjunto formaron el andamiaje que

daría lugar a la planificación urbana en el país.

Así pues, las transformaciones urbanas a las que se vio sometida la

ciudad desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta el porfiriato, demuestran

que cada época posee una concepción propia de espacio urbano en sí, que

determina su manera de intervenir la ciudad y de regularla, pues si bien los

problemas a los que se enfrentaron las autoridades durante este periodo no

fueron muy diferentes, la magnitud de los mismo sí se vio modificada como

resultado del crecimiento de la población y de la expansión urbana, que

exigió que no sólo surgiera un perfeccionamiento en las políticas urbanas

sino también la traza tuvo que adecuarse a las nuevas necesidades, ejemplo

de ello fue la apertura, alineamiento, rectificación y ensanche de muchas

avenidas, así como en los nuevos fraccionamientos que fueron aparecieron a

finales del XIX y principios del XX, con la inserción de diagonales, áreas

dedicadas a paseos arbolado, jardines, y parques, que evidenciaron una

238

notoria influencia de la llamada ciudad jardín Ebenezer Howard, y de los

principios de Ildefonso Cerdá.

La ciudad de México, al igual que muchas otras, también fue objeto de

preocupación por parte de sus autoridades y habitantes, resultado de los

problemas de insalubridad y desorden que reinaban en el espacio urbano, lo

que devino en una serie de ensayos de planificación urbana que pueden ser

identificados desde mediados del siglo XVIII, cuyo propósito era hacer de la

ciudad un espacio habitable, funcional y saludable, lo que a su vez respondía

a cuestiones de índole política y económica, fomentadas por el pensamiento

ilustrado. Al respecto, hay que tener siempre presente que la ciudad de

México fungía como centro político y administrativo, condición que la

convertía en el ejemplo a seguir para muchas otras urbes de la región.

Es así, que en México pueden ser identificadas desde mediados de

los setecientos, propuestas y proyectos de intervención urbana, como fue el

discurso de Baltasar Ladrón de Guevara, presentado en 1788, “Reflexiones y

apuntes sobre varios objetos que interesan a la salud pública y la policía

particular de esta ciudad de México, si se adoptasen las providencias y

remedios correspondientes”, el cual posee una gran relevancia, al

representar uno de los primeros trabajos en los que la problemática de la

ciudad es vista de manera integral, lo que supone un conocimiento, por parte

de Ladrón de Guevara, de lo que se estaba haciendo en las ciudades

europeas, pues al igual que sus contemporáneos, se mantiene en la línea del

higienismo.

Otro ejemplo relevante, fueron las obras emprendidas por el conde de

Revillagigedo, quien efectuó diversas obras de sanidad, organizó los cuerpos

de policía y vigilancia y mandó elaborar el primer plano regulador de la

ciudad, mismo que se encomendó a Ignacio Castera.

A partir de estas acciones, se demuestra que la planificación urbana

en México, al igual que en otros países, tuvo sus orígenes en los principios

de higiene, hecho que se traduce en el surgimiento de una política sanitaria

239

dirigida a mejorar la calidad de vida en las ciudades, en virtud de lo cual la

vía pública constituyó el escenario principal, pues en ella tuvieron lugar la

mayor parte de las obras públicas, puesto que junto a las obras materiales

también fueron emitidas diversas ordenanzas, bandos y disposiciones que

hacían alusión a todo aquello que ocurría en el espacio público, o que

tuviese alguna implicación en su adecuado funcionamiento: alumbrado, las

festividades y procesiones, seguridad, empedrados, limpieza y cuidado de

las calles, comercio ambulante, venta de productos en las calles o caminos,

regulación de traza, clausura de callejones, alineamiento y apertura de calles,

diversiones públicas, regulación de mercados, mantenimiento y conservación

de los paseos, así como el control vehicular de los carros que rodaban en la

ciudad, buscando siempre instaurar el orden y que la sociedad se comportara

civilizadamente, a la altura de toda ciudad moderna.

Se puede vislumbrar que estas intenciones perduraron una vez que se

dio fin al antiguo régimen, pues durante los primeros gobiernos

independentistas el espacio público continuó siendo una vía mediante la cual

los gobernantes hacían presente su poder. Hay que recordar que en esta

época se dio uno de los cambios más notorios en la imagen de la ciudad, al

emprender diversas obras de remozamiento de espacios abiertos, que

pretendían hacer de las plazas áreas civilizadas y decorosas, al cubrirse de

nuevos elementos, con lo que dejaron de ser espacios indefinidos, gracias al

diseño de jardines y la introducción de elementos de ornato que reflejaban el

tan anhelado orden urbano y social.

Por otro lado, la noción de espacio público también se vio modificada,

pues las diferencias sociales en aquellos años se manifestaban en el uso del

espacio urbano, cuando el Paseo de la Reforma y de Chapultepec eran

destinados para la clase acomodada; la Alameda para la clase media y para

el resto del pueblo quedaban el Zócalo y las plazuelas, con lo que se denota

que la definición actual de espacio público como un espacio de uso común y,

por lo tanto, incluyente, ha cambiado, aunque ello no significa que en la

240

sociedad contemporánea no exista una segregación social; no obstante, ésta

se manifiesta bajo otros contextos, en parte porque la vía pública ha dejado

de ser el principal lugar de encuentro y de reunión.

En cuanto al porfiriato, la ciudad de México atravesó por importantes

cambios que abrirían las puertas a la modernidad, entre los más notables se

encuentra la expansión de la ciudad, que conduce a una división entre centro

y periferia cuando los antiguos barrios dieron paso a las nuevas colonias, con

lo que se fortaleció la condición de centralidad del casco antiguo, misma que

no responde a cuestiones meramente geográficas dictadas por su ubicación,

sino por el claro dominio de las actividades administrativas, políticas y

económicas que en el mismo se albergan.

Sin duda, una más de las características del porfiriato fue la búsqueda

por hacer de la ciudad de México un lugar de primer orden, con tintes

europeos evocando, por ejemplo, el esplendor de París,395 motivo por el cual

las calles y plazas de la ciudad de México son objeto de múltiples

intervenciones, como estrategia para que la modernidad y progreso quedara

a la vista de todos: habitantes, visitantes y turistas, que día a día transitaban

la ciudad.

Ahora bien, ante la expansión que experimenta la ciudad durante el

porfiriato, se evidencia la ausencia de un proyecto que estableciera las

pautas de un crecimiento ordenado, pues en esta época el fraccionamiento

de nuevas colonias estaba en manos de los particulares, lo que obviamente

provocó un sinfín de irregularidades. Ante tal situación, surge una de las

primera propuestas de ordenamiento urbano elaborada por Salvador Malo,

quien al pretender invertir en el mercado inmobiliario, elabora dos proyectos

de ensanche de la ciudad de México, en los que se identifica una clara

influencia de Cerdá y de Haussmann; sin embargo, la relevancia de estas

propuestas obedece a que forman parte de lo que hasta ahora se ha

395 Es importante destacar que en el porfiriato además del tan nombrado afrancesamiento, también hubo influencias italianas, inglesas, entre otras, que dieron origen a un estilo más bien de carácter ecléctico.

241

denominado ensayos de planificación, puesto que denotan una clara

intención por actuar de acuerdo a una metodología, la cual el proyecto

anteceda a la acción, lo que representa una de las bases de la planificación.

Así pues, se puede ver cómo durante las últimas décadas del siglo

XIX y la primera del XX, las nociones de planificación se fueron haciendo

cada vez más evidentes, prueba de ello son los trabajos elaborados por

Nicolás Mariscal, Miguel Ángel de Quevedo y Jesús Galindo y Villa quienes

demostraron a través de su trabajo una fehaciente preocupación por

fundamentar y sistematizar el quehacer urbano en México, pues en su

trayectoria profesional llegaron a formar parte de comisiones y dependencias

gubernamentales, con lo que en algunas ocasiones su discurso logró

traspasar la barrera de lo teórico para acceder al ámbito práctico, factor

fundamental para la institucionalización de la disciplina.

Es conveniente hacer notar que el porfiriato fue la antesala de la

consolidación de la planificación urbana en México, en virtud de que junto a

las propuestas desarrolladas en las que fueron retomados ejemplos y

principios de lo que estaba sucediendo en las ciudades europeas y

norteamericanas, también se produjo una transformación en la normatividad

y en la legislación urbana, mediante el Código Sanitario de los Estados

Unidos Mexicanos emitido en 1891, así como las Bases generales de trazo e

higiene de 1902, que constituyen documentos clave que reflejan un cambio

de visión en cuanto a la forma de conducir la ciudad.

Por su parte, el Código Sanitario muestra cómo las preocupaciones de

higiene se traducen en una política sanitaria que disfruta de un carácter

jurídico, en donde las acciones preventivas adquieren una mayor relevancia y

son consideradas fundamentales para mejorar la calidad de vida en las

ciudades. Por otra parte, si bien este código, como su nombre lo enuncia

alude a cuestiones de sanidad, en el fondo contiene los principios básicos de

funcionalidad y habitabilidad urbana, al establecer algunas normas para los

espacios construidos, al mismo tiempo que indica la idónea ubicación de

242

basureros, cementerios, mercados, rastros e industrias, que en conjunto son

los principios básicos de zonificación, pues también restringe algunas

actividades en la vía pública que pudieran llegar a alterar la salud, así pues

dicho código representa una de las primeras disposiciones de planificación.

En cuanto a las Bases de trazo e Higiene, éstas pueden ser

consideradas como una respuesta a las irregularidades cometidas por los

inversionistas inmobiliarios, situación que obliga a las autoridades a

establecer los requerimientos mínimos para la construcción de nuevos

fraccionamientos, razón por la cual se dictan ciertos principios de diseño

urbano tales como la necesidad y, por tanto, obligatoriedad, de reservar en

toda urbanización áreas libres para plazas y jardines, además se indican las

proporciones que se deben guardar entre el ancho de las calles y la altura de

los edificios. Todo esto da una idea de cómo comienzan a ser aplicados

ciertos principios de la planificación, como reflejo de una nueva política

urbana enfocada a atender los problemas y a revertir todo lo que pudiera

atentar contra el orden y el progreso.

Si bien, el proceso de consolidación de la planificación se vio

interrumpido durante las primeras décadas del siglo XX, éste retomó su

camino una vez terminada la lucha armada, bajo condiciones de mayor

estabilidad social, política y económica, pues la revolución más allá de dar

solución a los problemas que enfrentaban las ciudades, en cierto modo los

acrecentó, al darse un notable aumento de la migración del campo a la

ciudad, hecho que vino acompañado de escasez de vivienda, problemas de

infraestructura y servicios, motivo que provocó la necesidad de actuar de

inmediato, antes de que las carencias se trasformaran en mayores reclamos

sociales.

Dicha situación motivó la conformación de un nuevo grupo de

intelectuales, principalmente arquitectos e ingenieros, entre los que

destacaron Modesto Rolland, José Luis Pietrasanta, Alfonso Pallares y

Carlos Contreras, quienes decidieron actuar de manera conjunta a través de

243

proyectos, propuestas, artículos y demás trabajos en torno a la planificación

urbana, entendida ésta como una profesión y una disciplina enfocada a dar

solución a las múltiples dificultades de las urbes, junto con un proyecto de

ciudad que tomara en cuenta las necesidades futuras. Ahora bien, la

institucionalización de dicha disciplina, no se dio de manera inmediata,

previamente hubo que dar a conocer a las autoridades y a la población en

qué consistía y cómo podía ser aplicada, de ahí que esta época se haya

caracterizado por una importante labor de difusión a través de artículos en

periódicos y la creación de revistas dedicadas al tema, como fueron las

revistas Planificación (1927-1936) fundada por Carlos Conteras, Arquitectura

y lo demás… (1945-1950), y la sección de El Novedades (1946-1953)

dedicada a la arquitectura, planificación y urbanismo, que en conjunto

constituyen una referencia fundamental en la historia de la planificación

urbana en México.

De forma paralela a este proceso de consolidación, hubo cambios

determinantes en la estructura jurídico administrativa de la ciudad de México,

que favorecieron la puesta en marcha de las acciones encaminadas al

mejoramiento urbano, tal fue el cado de la pérdida de la libre municipalidad,

que devino en la creación del Departamento del Distrito Federal y del

Departamento Central, como los cuerpos administrativos que concentrarían

todo lo relativo a la ciudad. Asimismo, al perderse la libre municipalidad, el

gobierno del Distrito Federal recayó en manos del presidente de la

República, por lo tanto las decisiones tomadas al respecto, tendrían que

pasar por su aprobación, aunque existiera un jefe de gobierno nombrado

constitucionalmente por el mismo poder ejecutivo. Obviamente esta

adecuación administrativa, tiene un trasfondo político que provocó múltiples

discusiones entre aquellos que abogaban por mantener la libre municipalidad

y los que la consideraban un obstáculo; sin embargo, aunque atrás de todo

esto había diversos intereses políticos, en términos prácticos constituyó un

acto que coadyuvo a dar fin a los conflictos entre los ayuntamientos y el

gobierno del Distrito Federal, para así poder realizar obras de infraestructura

244

y optimizar el funcionamiento de la ciudad como un territorio con un gobierno

centralizado.

Es así, bajo este nuevo contexto, que a principios de la década de los

treintas las propuestas de planificación empezaron a verse traducidas en

leyes, reglamentos y planes de ordenamiento urbano, mismos que al paso

del tiempo fueron cada vez más específicos, acorde a la realidad que se vivía

en las ciudades, pues con ello se dio lugar a la institucionalización de la

planificación como parte de las políticas públicas, ejemplo de ello fue la

publicación, en 1933, de la primera Ley de planificación y zonificación del

Distrito Federal y los Territorios de la Baja California, la cual contiene una

definición bastante general de lo que se concebía como planificación, misma

que no refleja el conocimiento de la época, ya que en aquellos años

Contreras tenía perfectamente claro cuáles eran los alcances de ésta, al

considerar como fundamental el tomar en cuenta los factores políticos,

económicos, históricos y sociales, elementos determinantes para toda

ciudad, a diferencia de la concepción de planificación que ofrecía dicha ley,

pues ésta se atenía a las cuestiones meramente formales. No obstante, esta

ley puede ser considerada como el inicio de una segunda historia, porque a

partir de su publicación las políticas urbanas de la ciudad de México

adquieren un nuevo tinte, en el que las decisiones y las intervenciones

urbanas estarán guiadas por los principios de la planificación a través de la

creación de organismos, comisiones y grupos de trabajo, avocados a dar

solución a la problemática de las ciudad bajo una visión integral. Entre los

órganos creados para elaborar y coordinar los proyectos de planificación, se

encontraban la Comisión de Planificación del Distrito Federal, la Comisión de

Programa de la Secretaría de Obras Públicas y la Comisión Mixta del Distrito

Federal, las cuales tuvieron como características el haber sido conformadas

de manera interdisciplinaria y promover la integración del sector público y

privado, bajo el criterio de incluir a los diversos sectores de la sociedad e

involucrarlos en el proceso de planificación de la ciudad.

245

Todas estas acciones denotan cómo esta disciplina llegó a convertirse

en parte central de las políticas urbanas a través de una serie de

disposiciones emitidas en el periodo de estudio, 1928-1953, que dan lugar a

un proceso que ya no es sólo de consolidación, sino de maduración y

adaptación a las exigencias de la ciudad, reflejo de ello son las diversas

leyes, reglamentos, acuerdos, decretos y proyectos que adquieren cada vez

un carácter más complejo, en respuesta a los cambios por los que atraviesa

la ciudad, en la que el espacio público continua actuando como uno de los

principales ejes de acción.

Un ejemplo representativo es el Plano Regulador del Distrito Federal

de 1933, realizado por Carlos Contreras, junto con un equipo de

colaboradores, en el que se pretendían atender de manera integral diversos

aspectos de la problemática urbana. Un aspecto relevante de este

documento es la distinción que se establece respecto a la zona central de la

ciudad, al ser identificada como zona gubernativa cívica comercial, adjetivos

que definen su condición, lo que representa una de las primeras acciones

que denotan una clara diferencia entre el centro de la ciudad y sus

alrededores, al reconocer que la problemática de esta zona posee

características particulares. Dicha condición se hace más evidente un año

después, en 1934, con la delimitación del primer cuadro; sin embargo, no hay

que olvidar que desde siglos anteriores, se ejercía una distinción entre la

llamada traza y los pueblos de indios, pues las mejoras del espacio urbano

solían efectuarse en el área correspondiente al núcleo central.

En este sentido, el decreto del primer cuadro de la ciudad constituye

una formalización bajo la cual se reconocen de manera específica las

necesidades y problemas de la zona central, razón por la cual las leyes y

reglamentos establecieron un trato distintivo a la vía pública de este sector, al

ser considerado como un área conflictiva que requería de mayores

restricciones y prohibiciones para ayudar a solventar los problemas de

tránsito, mejorar la circulación peatonal y mantener ciertas condiciones de

246

habitabilidad y funcionalidad, en virtud de que el casco antiguo, como se ha

dicho reiteradamente, era el corazón de la ciudad, el lugar donde se

concentraban las actividades comerciales, administrativas y sociales,

además de continuar preservando el uso residencial, pues desde sus

orígenes ha sido un espacio heterogéneo, que se ha caracterizado por la

intensa mezcla de usos y de agentes sociales.

Así pues, las características de la vía pública del primer cuadro de la

ciudad, fueron una determinante para limitar y restringir ciertos usos, con el

propósito de hacer de esta zona un espacio funcional, habitable y ante todo

transitable, pues como ha podido apreciar, la mayoría de los reglamentos y

leyes van encaminados hacia ese tema, sin embargo, es evidente que todas

estas disposiciones reconocen el carácter comercial de la vía pública, que

además adquiere un tinte político mediante la regulación de los diversos

oficios que en él se ejercen, pues más allá de que las autoridades se

tornaran permisivas con los trabajadores callejeros, ello implicó un control

meramente con fines políticos, al obligarlos a pertenecer a una organización

gremial, con lo que se alimentó el corporativismo de la época.

Por otro lado, de manera paralela a la que se emite el decreto del

primer cuadro, se dan también las primeras declaratorias de zonas típicas,

que responden a un primer intento por reconocer el valor patrimonial

característico del casco antiguo, aunque ya existieran ciertos monumentos

catalogados de acuerdo a su valor histórico y artístico, el hecho de emitir una

declaratoria que hacía alusión a un conjunto de edificios y que establecía un

perímetro de protección, le confiere ipso facto un carácter urbano, más allá

de lo meramente arquitectónico, puesto que involucra a la vía publica como

elemento de unión que le confiere un sentido al conjunto, al relacionar el

interior y el exterior con el resto del ciudad, de ahí que la vía pública

comience a tener un valor patrimonial, en la medida que forma parte de una

traza histórica.

247

En otras palabras, al existir una delimitación del primer cuadro de la

ciudad y tres declaratorias de zonas típicas, que conformaban conjuntos

urbanos aislados, se construye el andamiaje de lo que en 1980 sería

nombrado formalmente como el centro histórico de la ciudad de México, lo

que dio lugar a una nueva normativa que integra las necesidades de la zona

con una mayor especificidad dirigida a salvaguardar los valores históricos.

Por lo tanto, el Plano Regulador, el decreto del perímetro del primer

cuadro de la ciudad y las declaraciones de zonas típicas, constituyen

acciones esenciales en la diferenciación de una centralidad, con esto no sólo

se reconoce su problemática y su carácter comercial, sino también sus

particularidades y su valor histórico, condiciones que deberán guiar el

desarrollo urbano en dicha área.

Cabe mencionar que estas acciones distaban de comprender el valor

del centro de la ciudad como contenedor de una traza antigua única, prueba

de ello fueron todas las adecuaciones viales que se llevaron a cabo, como la

apertura de 20 de Noviembre, la ampliación de San Juan de Letrán, José

María Pino Suárez e Izázaga o la desaparición de la plaza del Volador, las

cuales constituyen acciones que forzosamente afectaron de manera

irreversible inmuebles y espacios que hoy serían considerados de valor

histórico, bajo la justificación de adecuar la red vial a las nuevas necesidades

de la ciudad que demandaban una mejor comunicación entre el área central

y los alrededores. Obviamente, estas acciones dirigidas a optimizar el

tránsito vehicular transformaron la vía pública, pues además de generar

nuevas vialidades, también desaparecieron algunos espacios abiertos para

dar lugar a nuevas construcciones, no obstante, debe tenerse en cuenta que

dichas obras fueron producto de las propuestas formales de planificación

urbana.

En cuanto a la diversificación de la normatividad que se dio durante el

periodo de estudio, ésta es consecuencia de la problemática urbana que

demandó la creación de instrumentos jurídicos cada vez más precisos,

248

prueba de ello es el Código de Sanidad de 1891, pues en un mismo

documento se incluyeron diferentes rubros (limpieza, servicios urbanos,

zonificación, uso de la vía publica, etc.) que más tarde serían abordados por

separado, pues a lo largo de la primera mitad del siglo XX, surgieron leyes y

reglamentos que atendían cuestiones específicas, resultado de la

complejidad y del desarrollo mismo de las ciudades. Dicha situación se

traduce a su vez en disposiciones cada vez más precisas para el espacio

público, dirigidas a establecer los lineamientos que deben seguir tanto los

elementos que la conforman –mobiliario urbano, postes, anuncios, etc.- así

como las actividades que se desarrollan, los oficios y el comportamiento de

quienes hacen uso de este espacio, a fin de que de la vía pública sea una

clara expresión de orden y civilidad.

En suma, todo esto demuestra que las políticas urbanas y, por ende,

la planificación como un instrumento de las mismas, jugaron un papel

determinante en la transformación del espacio público del hoy centro

histórico de la ciudad de México, tanto en lo relativo a la traza como en

cuestiones de índole normativa, pues durante los veinticuatro años que

abarcó el periodo de estudio, esta zona sufrió el cambio de sus calles para

dar paso a la modernidad, adaptándose a las nuevas necesidades de su

época, al instaurar nuevas leyes y reglamentos que favorecieran la

convivencia social y respaldaran el carácter comercial y habitacional de la

zona.

Asimismo, todas estas disposiciones oficiales emitidas en torno a la

ciudad de México, y a su centro en particular, han sido ante todo un acto

político, pues la ciudad de México, históricamente, ha recibido una atención

especial, como capital de la República, en la que el ordenamiento urbano es

determinante para su óptimo funcionamiento. Dicho de otra manera, la

ciudad representa el punto neurálgico desde el cual se ejerce el control

político, económico, administrativo y social, por lo tanto debe cumplir con

249

ciertas condiciones de funcionalidad y habitabilidad, que se hacen presentes

y se materializan, justo en el espacio público.

Todo esto, finalmente, puede ser resumido en cuatro puntos

generales: en primer lugar el espacio público ha jugado un papel prioritario

como eje rector dentro de las políticas urbanas, en tanto que actúa como

escenario y estructura de la vida urbana; en segundo, se ha visto que las

particularidades del corazón de la ciudad han sido consideradas como

factores esenciales que merecen una atención distintiva, cuyo

reconocimiento se produjo en la tercera década del siglo XX, aunque su

formalización como centro histórico haya sido hasta 1980; tercero, la

transformación del espacio público en el centro de la ciudad, en el periodo de

estudio, es claro resultado de la planificación urbana que obedeció, en su

momento, a un proyecto de ciudad y, cuarto, la normatividad alusiva a la vía

pública es, una vez más, una manera de expresión del poder del Estado, que

como controlador del espacio urbano busca ejercer una regulación y

mantener el orden sobre todo aquello que suceda en las calles de la ciudad.

250

251

Fuentes consultadas

Archivos

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1928 Ley Orgánica del Distrito Federal. 1930 Ley sobre Planeación General de la

República Mexicana. 1933 Ley de Planificación y Zonificación del

Distrito Federal y Territorios de la Baja California.

1933 Reglamento de la Ley de Planificación y

Zonificación del Distrito Federal y Territorios de la Baja California.

1933 Plano Regulador del Distrito Federa. 1934 Ley sobre protección y conservación de

monumentos arqueológicos e históricos, poblaciones típicas y lugares de belleza natural.

Decreto que declara zona típica de la ciudad de México la calle de Moneda.

1936 Ley de Planificación y Zonificación del

Distrito Federal y Territorios de la Baja California.

Reglamento de Planificación y Zonificación del Distrito Federal y Territorios de la Baja California.

1953 Ley de Planificación del Distrito Federal 1954 Fe de erratas de la Ley de Planificación del

Distrito Federal, publicada en la sección cuarta del número correspondiente al día 31 de diciembre.

1962 Decreto que reforma y adiciona varios artículos

de la Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal.

1967 Decreto por el que se crea el organismo público

descentralizado "Sistema de Transporte Colectivo", para construir, operar y explotar un tren rápido, con recorrido subterráneo y superficial, para el transporte colectivo en el Distrito Federal.

1971 Decreto que reforma y adiciona a la

Ley de Planificación del Distrito Federal.

1976 Ley General de Asentamientos

Humanos. Plan Director para el Desarrollo

Urbano del Distrito Federal. Reglamento del Registro del Plan

Director para el Desarrollo Urbano del Distrito Federal.

1978 Decreto por el que se aprueba el

Plan Nacional de Desarrollo Urbano conforme al cual el Gobierno Federal participará en el ordenamiento y regulación de los asentamientos humanos en el país.

Plan Nacional de Desarrollo Urbano1981 Acuerdo No. 115 por el cual se

aprueba el Plan Parcial para la Delegación Cuauhtémoc, D. F.

1982 Acuerdo por el que se modifica el

Plan Parcial de la Delegación Cuauhtémoc, D. F., para todos los efectos legales que hubiere lugar,

en los términos y condiciones de los planos y documentos aprobados y que debidamente autorizados se tienen como parte integrante de este Acuerdo.

Acuerdo por el que se actualiza el Plan General y se establece el sistema de evaluación del Plan Director de Desarrollo Urbano para el Distrito Federal.

1984 Decreto que reforma y adiciona

diversas disposiciones de la Ley General de Asentamientos Humanos.

Decretos que modifican la traza urbana1932 Decreto que retira del uso público el jardín

existente en terrenos del ex-Mercado del Volador.

1933 Decreto que autoriza la ampliación por su

lado Poniente, de la 1ª calle de San Juan de Letrán, en México, D. F.

Decreto que declara de utilidad pública el alineamiento de las calles de la Diputación y Ocampo y su continuación hasta la calzada de Chimalpopoca, para formar la avenida que se denominará del 20 de Noviembre.

1934 Decreto que declara de utilidad pública el

alineamiento de las calles de San Juan de Letrán

1952 Decreto que modifica el artículo 4º del de 27 de

marzo de 1942, que fija normas para la altura, volúmenes y aspecto de las construcciones en la Plaza 20 de Noviembre de esta ciudad

1959 Aprobación del C. Jefe del Departamento del

Distrito Federal, del Proyecto de Planificación de la Avenida José María Pino Suárez, de la ciudad de México.

1960 Decreto que declara de utilidad pública la

construcción de varias escuelas en la zona del centro de la ciudad de México y en la de General Anaya, D. F., expropiándose para tal fin, los predios que en el mismo se especifican.

Decreto que declara de utilidad pública el establecimiento de dos jardines, en las calles de José Ma. Pino Suárez, de esta ciudad.

Decreto que declara de utilidad pública el alineamiento de la primera calle de La Palma, D. F.

Decreto que destina una parte del templo del Divino Salvador, para la ampliación de las calles de San Juan de Letrán, D. F.

1938 Decreto que retira del servicio público las

calles que se han suprimido con motivo del nuevo alineamiento en el Distrito Federal.

1940 Decreto que declara de utilidad pública la

expropiación de terrenos para la ampliación de las calles de José María Izázaga, en el Distrito Federal.

Decreto que declara de utilidad pública la ampliación del Mercado de la Lagunilla en el Distrito Federal.

1942 Decreto que declara de utilidad pública, la

expropiación necesaria para ampliar el primer tramo de la Avenida José María Pino Suárez, D. F.

Decreto que declara de utilidad pública la expropiación necesaria para ampliación y alineamiento en las calles de Aquiles Serdán y Avenida Hidalgo.

1943 Decreto que declara de utilidad pública la

prolongación hacia el norte de las calles de la Palma, entre las de República de Cuba y Belisario Domínguez.

1944 Decreto que declara de utilidad pública la

ampliación del mercado "Iturbide",

Proyecto de planificación complementario del de la Avenida José María Pino Suárez, de esta ciudad

1968 Decreto que declara de utilidad pública la

construcción del túnel necesario para el tren rápido subterráneo que operará el organismo público descentralizado Sistema de Transporte Colectivo, expropiándose para el efecto, los predios que en el texto del decreto se especifican.

Decreto que declara de utilidad pública la construcción de dieciséis estaciones para movimiento de pasajeros y diez subestaciones de rectificación de corriente de tracción para la Línea Número Uno del tren rápido subterráneo del organismo público descentralizado Sistema de Transporte Colectivo, expropiándose, para tal fin, varios predios cuya ubicación y colindancias se especifican.

conocido por San Juan, en el Distrito Federal.

Legislación urbana 1929 Acuerdo por el cual se establecen las

obligaciones de los vecinos de la ciudad de México, concernientes a la limpieza e higiene del medio urbano.

1930 Reglamento de anuncios, rótulos, letreros

y avisos, del Distrito Federal. 1931 Reglamento del comercio semi-fijo y

ambulante en el Distrito Federal. 1932 Decreto que modifica el Reglamento para

el ejercicio de la prostitución en el Distrito Federal (14.abril.1924).

1933 Reglamento del Tránsito en el Distrito

Federal. 1934 Decreto por el cual se fijan los límites de la

zona de la ciudad de México denominada "primer cuadro".

Decreto que declara de utilidad pública el alineamiento de la primera calle de La Palma, D. F.

1938 Reglamento de zonificación de las arterias

principales de la ciudad de México. 1940 Reglamento contra el Ruido en el Distrito

Federal.

1952 Decreto que modifica el Reglamento de las

Construcciones y de los Servicios Urbanos en el Distrito Federal.

Modificaciones al Reglamento contra el Ruido en el Distrito Federal. 1957 Decreto que adiciona el Capítulo 41.1 del

Reglamento de las Construcciones y de los Servicios Urbanos en el Distrito Federal.

1966 Reglamento de Construcciones para el Distrito

Federal. 1970 Decreto que reforma y adiciona el Reglamento

de Tránsito en el Distrito Federal. Ley Federal del Patrimonio Cultural de la

Nación.

1979 Decreto por a que se ordena que la

Bandera Nacional será izada diariamente a toda asta, con los honores correspondientes, en el asta bandera de la Plaza de la Constitución de la Capital de la República.

1988 Acuerdo por el que se dictan

normas sobre la prohibición de la venta en mercados y vía pública de cohetes, cohetones, petardos y en general de cualquier otro producto o artificio de tipo pirotécnico.

Decreto que declara de utilidad pública la expropiación de terrenos para la ampliación de las calles de José María Izázaga, en el Distrito Federal.

1941 Reglamento de Policía en parques,

jardines y paseos públicos del Distrito Federal.

Reglamento para el Servicio de Limpia en el Distrito Federal.

Reglamento de Limpiabotas o Boleros en el Distrito Federal.

1942 Reglamento de las construcciones y de los

servicios urbanos en el Distrito Federal. 1943 Reglamento de Tránsito en el Distrito

Federal. 1944 Reglamento para artesanos pintores, no

asalariados, que ejerzan su actividad en los sitios públicos del Distrito Federal.

Reglamento para músicos y cancioneros ambulantes, no asalariados, del Distrito Federal.

Reglamento para plomeros, fotógrafos reparados de carrocerías compradores de objetos varios usados "ayateros", afiladores y demás actividades desarrolladas en forma ambulatoria por trabajadores no asalariados, en el Distrito Federal.

1945 Reglamento para plomeros, fotógrafos,

reparadores de carrocerías, compradores

de objetos varios usados ("ayateros"), afiladores y demás actividades desarrolladas en forma ambulatoria por trabajadores no asalariados, en el Distrito Federal.

1947 Reglamento para la ejecución de obras de

planificación en el Distrito Federal. 1949 Acuerdo que dispone que los terrenos

destinados a parques y jardines en el Distrito Federal, que formen parte del patrimonio del Departamento del Distrito Federal, se utilicen precisamente para ese fin.

1951 Acuerdo que prohíbe la caza de aves

silvestres de cualquiera especie, en parques, jardines y arboledas públicas del Distrito Federal.

Decreto que dispone que cada año deberá celebrarse en la ciudad de México, una jornada educativa de tránsito, tanto de peatones como de conductores de vehículos.

Declaración de Zonas típicas/ Zona de monumentos1934 Decreto que declara zona típica de la

ciudad de México la calle de la Moneda. 1944 Decreto que declara zona típica el callejón

de Corpus Christi con las construcciones que el mismo especifica.

Decreto que declara zona típica la plaza de Romita.

1980 Decreto por el que se declara una

Zona de Monumentos Históricos denominada Centro Histórico de la ciudad de México. (Primera publicación).

Decreto por el que se declara una Zona de Monumentos Históricos denominada Centro Histórico de la

1949 Decreto que declara Zona Típica el

conjunto de calles que rodean el Colegio de las Vizcaínas, en México, D. F

ciudad de México. (Segunda publicación).

1984 Decreto por el que se modifica el

Artículo 8o. del diverso 9 de abril de 1980, publicado el 11 del mismo mes y año por el que se declaró una zona de Monumentos Históricos denominado Centro Histórico de la ciudad de México.