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1 TÉ MADRUGADA EDMÉE CONSTANZA PARDO MURRAY

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TÉ MADRUGADA

EDMÉE CONSTANZA PARDO MURRAY

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PRESENTACIÓN

Fue Baudelaire1 quien formalizó y bautizó un género poético conocido

como poemas en prosa con su libro Spleen en Paris.2 Esta forma de

poesía libre, que no es un poema en el sentido convencional ni un

relato propiamente dicho, es el suelo sobre el que muchos escritores

cultivamos nuestros textos. Por otra parte, las narraciones brevísimas

que Juan José Arreola3 llama invención varia, precisamente por su

plasticidad en la forma y el contenido, son fertilizante para los

discursos híperbreves que se producen hoy día. Narradora yo, con un

aliento que a veces cabalga en tono lírico, desde hace veinte años

practico un género de relatos cortos que transcurren en un ambiente

poético y que hablan de las revelaciones que suceden alrededor de los

objetos. Así, muchos años tuve columnas que se publicaron en el

suplemento “Sábado”, del diario Uno más Uno y que fueron

definiendo lo que hoy practico en Té Madrugada; Lotería, Rondas de

cama y Sobremesas son tres antecedentes de este libro.

Té Madrugada es una colección de miniaturas narrativas que a veces se

convierten en poemas en prosa y otras, en invención varia; se publicó

todos los jueves en Facebook de 2012 a 2017. Seleccioné los que

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todavía me gustan, que son la mayoría, los corregí, los edité, alteré el

orden cronológico en el que aparecieron y los reuní aquí buscando un

ritmo para su lectura continua. Queda el libro en tus manos.

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Té Madrugada 1

Me despierta tu silencio. Ya no oigo el intenso aire que exhalas cuando

duermes. Sé que has vuelto, que tu alma ha vuelto. Sin embargo, te

pregunto. La respuesta es un abrazo: de lado, mi cadera acoplada en la

tuya, tu aliento en mi nuca. Voy a poner agua para té, te explico al dejar

las sábanas. Me alcanzas en la cocina. No llevamos más ropa que la

piel, pero no es la desnudez de anoche que llenaba nuestras manos; es

el desprovisto ropaje de la madrugada, en donde volvemos a

encontrarnos. Regresamos a la cama, cada uno con su taza tibia. El

sabor nos complace y también nos alenta. Todavía tenemos tres horas,

me dices y te abrazas a mi muslo. De inmediato escucho tu respiración.

Sé que tu alma se ha ido. Trato de dormir también. Me entretiene el

aire profundo que dice de la ausencia.

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Té Madrugada 2

Me despiertan las cicatrices blancas que aluzan el cielo. El sonido de

los truenos revienta el silencio de la noche, el aire se pasea

enloquecido. Es de madrugada y una tormenta se avecina. Las puertas

se azotan, los vidrios tiemblan y lo único que siento es miedo. No hay

manera de volver a dormir, de distraerse con un libro, de hacer como si

no pasara nada. Me asomo a la ventana. El agua se deja caer en una

catarata aérea. El espectáculo me aterroriza y maravilla al mismo

tiempo. La naturaleza es un portento, está viva y yo la escucho, la

siento. No puedo más que contemplarla. Llega la mañana con una

claridad insospechada.

Té Madrugada 3

Así como hay quien colecciona timbres postales o posavasos, los hay

que coleccionan etiquetas de té: por país, por año, por diseño, por

tema... Los aficionados son miembros de un club donde buscan,

intercambian y muestran su riqueza. Se registran en línea, organizan

convenciones, se conocen, crecen amores y enemistades férreas. En el

mundo del té hay todo tipo de gente, incluso quienes lo cultivamos con

palabras.

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Té Madrugada 4

Durante la noche me entero de cuánto nos amamos. No es una idea

construida ni una reflexión de los días pasados, mucho menos un

hábito. Es mi mano que busca tu cuerpo al otro lado de la cama: un

gesto menor que cruza el abismo de la inconsciencia. Tu cuerpo avanza

aun antes de que yo te toque. Quizá sea yo quien responde. Tu palma

averigua mi cadera, el hueso saliente que cubres, y me siento protegida.

El amor redime, lo sé desde siempre. Pero ahí, en ese instante preciso

de la madrugada, me doy cuenta de que finalmente estamos a salvo.

Té Madrugada 5

El silencio se apodera de la noche. Es tan fuerte su presencia que me

despierta. Las cosas están ahí, enraizadas en lo que son: los lentes sobre

el buró, la silueta de los muebles, el filo de luz que entra por la ventana.

La noche es entera en su quietud y en esa quietud aparece el alma de

las cosas. Desde ahí atiendo el mundo y de pronto me doy cuenta que

yo también soy ese silencio y soy la noche. Un minuto, un segundo,

enraizada en mí.

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ego, autumn evening, Kamilė Krasauskaitė, Lithuania

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Té Madrugada 6

¿Y los niños? Me despierta la inquietud. Todavía me lastima haberlos

dejado en su cuna mientras médicos, enfermeras y voluntarios

corríamos bajo el ritmo de la alarma del temblor. Sacarlos al jardín del

hospital los hace más vulnerables a una fractura, una infección, un

atropello. Era más recomendable salir y regresar a auxiliarlos, en caso

fatal, que exponerlos de manera innecesaria. Afortunadamente,

regresamos a su lado, ya salvos, a calmar sus sollozos. Se actuó con

inteligencia, me digo para aplacar el insomnio y ahuyentar catástrofes

imaginarias. Sin embargo, nada me consuela esta madrugada.

Seguramente a ellos tampoco.

Té Madrugada 7

Siento el movimiento de tu cuerpo que se estira para tomar la botella

de vidrio que pusiste en el buró. Me giro y apenas entreveo tu silueta

recortada contra la luz de la ciudad que alcanza a filtrarse por la

ventana. Te despertó la sed que ahora me contagias. Me cuesta

despegar los labios. ¿Me das agua? Extiendes la mano y te aseguras de

que sostenga el envase. Me refresco donde tu boca bebió hace unos

minutos. Te devuelvo la botella. Apuras otro trago. Te acomodas con

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el brazo abierto. Nos amoldamos de nuevo. Escucho tu corazón y me

pierdo en el cauce de tus venas.

Té Madrugada 8

La etiqueta del té no se refiere al empaque ni al tipo de hierba, sino a

las instrucciones para beberlo. Una lista de modales que van desde

cómo sostener la taza, qué servir primero y qué después, hasta qué

hacer con la cuchara y la bolsita. Todos me parecen ridículos, diluyen el

placer en la formalidad: el peor es el que prohíbe tomar la taza para

calentar las manos, cosa que hago cada noche de frío.

Té Madrugada 9

Tuve una pesadilla, te digo llorosa. Es horrible, ya me quiero ir a mi

casa. Acercas tu pecho y me refugias en tus brazos, me besas la sien,

acomodas el cabello. Me tranquilizan tu tibieza, la quietud con la que

vuelves a conciliar el sueño –yo he despertado por completo y los

diablos de la noche naufragaron del otro lado–, pero sobre todo, lo que

pronunciaste con voz clara: ésta también es tu casa.

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Té Madrugada 10

Desde las cuatro de la mañana estoy despierta y a la espera de

levantarme. Enfrente hay un día larguísimo de trabajo y quisiera

comenzar. Pero si no descanso, si no me quedo en el reposo de la

cama, a medio día lamentaré el ansia matinal. Espero con las

campanadas del reloj que suenan conforme avanza el tiempo: mi

inconsciencia va y viene como el péndulo. Ya son las cinco, ya son las

cinco y media. Ya dieron las seis. Ya viaja el aroma del té por la casa.

Ya estoy frente a la máquina. Ya es de día, franco y pleno. Empiezo a

trabajar y a convertirme en esa que hace. La persona que estaba en la

cama no existe más.

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Henn Kim - Laid-Back Time

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Té Madrugada 11

Los principales países productores de té son China, India y Kenia;

Argentina fabrica 70% de las bolsas de té y el otro 30% se elabora en

Italia; los rituales del té más conocidos en el mundo provienen de

Inglaterra y Japón; Rusia y Turquía son los países no productores de té

con mayor porcentaje de consumo. Una breve cápsula informativa para

confirmar que el té es un viajero de primera clase cuyo mundo se bebe

tibio en México.

Té Madrugada 12

Nuestra relación empezó con la primavera: las pieles libres, sin cobija.

Amanecíamos dentro del aroma de nuestros sueños, que pernoctaban

sobre la humedad del sexo. Luego nos cubríamos con el cuerpo del

otro, hasta que en el otoño empezamos a sentir frío. Pasamos a la

manta, al pijama de franela, a los calcetines. En esas fachas, con libro

en mano, bajo la luz del buró sentía que llevábamos toda la vida juntos:

miles de años siendo pacíficamente los mismos. Pero los ciclos se

cumplen y volvemos a nuevos principios, a la sed de media noche, a la

desnudez del cuerpo, a la invención de lo ya conocido, a las jacarandas

que estallan el cielo y que adivinamos desde tu cama.

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Té Madrugada 13

El té de bolsita tiene mala fama porque en general está hecho con el

desperdicio de las hojas grandes: polvo y trozos asentados en los

recipientes de metal. Pero las cosas cambian y hoy también hay

saquitos portadores de sabores y secretos que se comprenden en

pequeños sorbos. Basta con hacer a un lado las ideas preconcebidas y

atrevernos a nuevas maravillas. De preferencia, no solo con el té.

Té Madrugada 14

La madrugada avanza en silencio, de pronto escuchamos el ruido de

los aviones. Han de ser las cinco, me dices, a estas horas llegan los

primeros vuelos de Europa. Nos imagino allá, con abrigos, a la puerta

de una sala de concierto. Un día, a estas horas, de ahí estaremos

regresando, pienso pero no te lo digo porque tengo ya los ojos

entrecerrados. Termino el té, apago la luz y me acomodo de lado. El

sonido del avión es ahora el de una filarmónica en algún lugar del Este,

donde también hace frío.

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Té Madrugada 15

Nada más rico que dormir después de dormir. A las cinco y media de la

mañana, tras una pausa de dos horas que incluye ida al baño, té,

reacomodo de cobijas, la tos atraviesa-muros de la vecina, el aroma de

un sueño, el desperezamiento de la ciudad. Miramos el reloj; podemos

dormir un poco más. Quizá vengan sueños cargados de mensajes o

solo la espera silenciosa de la alarma del despertador. De cualquier

manera, nos acurrucamos con gratitud por el milagro de una mañana

más.

Té Madrugada 16

Me despierta el llanto de un niño. No es un bebé que tenga hambre o

no pueda dormir. Es un niño mayor, desesperado, a quien nada calma.

El dolor que se oye en esa voz es tan grande que no atino a

relacionarlo con nada. Proviene del edificio de junto y no para.

Sabemos que no todos los niños están a salvo en sus casas, que las

familias no siempre son el resguardo que esperamos. ¿Iré a buscar

ayuda, llamaré a la patrulla? Me da miedo pensar en lo que desata ese

lamento que de pronto se calla. La noche vuelve al silencio cómplice.

Me quedo alerta el resto de la madrugada.

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Té Madrugada 17

Pongo atención en las bolsas de té. Me interesa el contenedor del

contenido. Cómo se hacen, en dónde se etiquetan, quién decide si sólo

clasificar o añadir un toque de belleza. Sus otros múltiples usos: para

fertilizar la tierra, para limpiar, desengrasar, absorber olores, como

insecticida. Me sorprende el mundo que cabe un saquito de hierbas; un

mundo que cabe en una taza que sostengo en mis manos.

Té Madrugada 18

¿Te hago un té?, pregunto con una voz que viene desde la lejanía del

sueño. Tú, sentado en la cama, peleas con la nariz porque no deja

entrar el aire. Estiras y encorvas la espalda cada vez que soplas sobre

un pañuelo. Tienes una gripa que antes fue mía, que previamente fue

tuya pero que con anterioridad fue mía, y que en la escalada hemos

curado y contagiado a distintos tiempos. ¿Té de qué?, preguntas como

insinuando que no hay ninguno que pueda aliviar tus males a esta hora.

Canela con miel. Aceptas con un quejido. Nos recargamos en la

cabecera, la luz del buró ilumina tus ojos pequeños y enrojecidos.

Quiero reír, me interrumpe un estornudo.

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Té Madrugada 19

En la tradición japonesa se dice que si una mujer no desea quedar

embarazada debe evitar servirse de la misma tetera con la que se haya

vertido la infusión a otra mujer que ya sea madre. Una idea extraña,

parece de lejos. Luego pienso en las muchas maneras que hemos

encontrado las mujeres para elegir el destino individual aunque sea al

amparo de una discreta reunión con sabor a té. Sonrío.

Té Madrugada 20

Por primera vez duermo molesta contigo. Cuando nuestras caras

quedan frente a frente, a oscuras, sobre la almohada, dices que me

quieres. Yo también, contesto porque no hay manera de no quererte,

pero algo sabe mal. Te duermes al instante, que es el ritmo de siempre.

Yo me giro sobre el enfado, me cubro el disgusto con la sábana, y

nada: la cabeza está llena de ruido. Duermo ya muy entrada la noche y

ninguno de los dos despierta en la madrugada. Amanecemos una hora

tarde. Corremos para estar listos en veinte minutos. Listos y enojados.

Hago una pausa. Te tomo la mano, te beso. Si quieres luego

platicamos, dices haciendo alusión a lo de anoche. Veo que

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comprendes, que siempre comprendes. Sí, me gustaría, respondo y así,

con prisa, vemos el amanecer desde la carretera.

Té Madrugada 21

La teína, que es la cafeína del té, tiene efectos tópicos que ayudan a

resaltar el brillo de los ojos. Una bolsita de té sobre los párpados

cerrados reduce la inflamación, elimina las ojeras y ayuda a desvanecer

las líneas de expresión. Así que a veces bebo un té y luego descanso la

bolsa sobre mis ojos; como resultado, me siento en paz y me veo

mejor. Y es que el té es un tratamiento efectivo para la belleza, la de

adentro y la de afuera.

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Tazas. Autor: Ruby Silvious.

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Té Madrugada 22

Timbró el teléfono en la madrugada. El tiempo que me tomó cruzar la

cama a gatas, coger el teléfono y contestar fue suficiente para sentir

untambor ansioso de pulsaciones. Ya sabemos que son las plagas, los

accidentes, los secuestros y las sorpresas desastrosas las que viajan a esa

hora. Silencio del otro lado. Volví a mi lugar, con el auricular en mano,

en espera del siguiente timbrazo. Sólo faltaba ponerle cara a la tragedia.

Sonó de nuevo. Una voz desconocida del otro lado. Un hombre urgido

preguntaba por otra persona. Era número equivocado. Alguien pronto

estaría despertando al lamento con esa misma llamada, en otro lado.

Té Madrugada 23

Desperté en la madrugada cuando estiré el brazo y no te sentí; una

parte mía ya se acostumbra a tu presencia. Cuando estoy contigo me

despabila tu compañía: te mueves, tomas agua, te acercas. De cualquier

manera, ahora todas las madrugadas tienen tu nombre, que a veces

pronuncio cerca de tu oído, y otras evoco, cuando navegas en distinto

lado de la noche.

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Té Madrugada 24

La despertó una punzada en el pecho que estalló en dolor. Mientras se

tocaba el seno, se abrió el ropero. Salieron los monstruos de la infancia

y de la vida adulta, los creados y los reales: no era sólo una pesadilla, el

tumor crecía. Lo descubrió una madrugada y desde entonces no ha

vuelto a dormir. Me lo cuenta ahora, a partir de que lee estos textos.

Yo le pido que cierre el armario y ahuyente a esas creaturas, que confíe.

La abrazo con estas palabras que saben a infusión de hierbas y

calientan la mañana.

Té Madrugada 25

Una amiga británica, que toma dos o tres tazas de té al día, me informa

que su momento de descanso implica miles de millones de libras en

producción, embalaje, transporte, comercios y horas hombre. Y es que

en Gran Bretaña, 60 millones de habitantes consumen 165 millones de

tazas de té por jornada. El té, me alecciona con su acento delicioso, no

solo mueve el mundo de quien lo bebe.

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Té Madrugada 26

Hay dos tipos de madrugada: las que son contigo y las que son sin ti.

Las primeras incluyen tu tibieza, mis insomnios, tu posesión de las

cobijas y las almohadas, mis inquisiciones sobre las imágenes de la

noche y sus significados, el agua sobre tu buró, la mano que busca la

cercanía, la desnudez, la lectura compartida, la gratitud, el té en

pequeños sorbos que trae la mañana. Las madrugadas sin ti incluyen

libros, cuadernos y plumas ocupando el vació que dejas de tu lado; el

cruce diagonal de mis pies sobre el colchón, el sin cuidado de ruidos y

movimientos, el libro de plegarias, la prisa, de otro modo también la

gratitud. Y de cada una, sus variantes y posibilidades: de viaje, en otros

países, más amplios los cielos o más estrechas las ventanas, más

ruidosas las calles, distinto el grosor y el mecanismo de las cortinas,

más verde la copa de los árboles.

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Autor: Kancho

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Té Madrugada 27

Nos despierta el cuerpo sediento. Cuánta dicha llenó la tarde de risas,

de brindis y celebración. Nada interrumpió el ánimo y copa en mano

encontramos la noche entusiasmada entre las sábanas. Caímos en un

sueño perfecto hasta que nos despertó el malestar, la sed. Cambiamos

el té por el bicarbonato y dejamos ir la madrugada en las burbujas que

nos torturan con su ruido.

Té Madrugada 28

Llego al departamento en la madrugada. No quepo en la casa, en la

cama, en mí misma. Me descompone pasar una noche afuera por

motivos de trabajo en una junta interminable, incomprensible. Sirvo

algo de comer, que ya no sé si es desayuno o cena. Lavo mi cara y no

sé si untar la crema de día o de noche. No sólo estoy cansada, tampoco

encuentro el sentido. Me recuesto sobre el sillón, me dejo ir. La noche

es una promesa que se ha ido. La mañana es una promesa que todavía

no llega.

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Té Madrugada 29

Conforme avanza la noche recupero los fragmentos de tu cuerpo: el

tobillo con los pies, tus corvas con mis muslos, la cadera con la mano,

tu espalda con mi pecho. Respiro cerca de tu cuello y descanso. En la

madrugada reúno todas tus piezas y en ese único momento eres mío,

completo.

Té Madrugada 30

Quise recibir el primer rayo de sol con la cara lavada y el libro de

plegarias en las manos. Quise hacerlo sentada en la silla de la sala,

desde donde se ven el cielo de la ciudad y los colibríes que llegan a

beber. En voz alta di gracias por cuarenta y siete milagros presentes en

mi vida, empezando por la salud, la conciencia, los amados y la

oportunidad de ser útil a otros. En voz alta leí la lista de los cuarenta y

siete deseos que dan rumbo a los 47 años que recién cumplo: quiero

mucho y más para compartir. Bebí té de la planta de hierbabuena que

crece en la cocina. Suceden y sucederán muchas otras cosas alrededor

de este día, pero la más importante es la gratitud que bebo entre mis

manos.

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Té Madrugada 31

Las primeras bolsitas de té fueron hechas para facilitar el comercio y

uso de las hierbas. Estaban fabricadas en seda y cosidas a mano. El

invento de Thomas Sullivan se patentó en 1903 y desde 1904 ha

habido una larga historia evolutiva del té y sus empaques. Cualquier

cosa vale la pena con tal de tener un té a la mano.

Té Madrugada 32

Escucho el viento pasar entre las plantas, el sonido de insectos que no

sé reconocer, el oleaje a la distancia. Estoy en la casa del mar y es de

madrugada. Una madrugada oscura porque no hay luz de calles o casas

que se cuelen por la ventana. Salgo descalza del cuarto para encontrar

de frente, casi invisibles, cielo y mar unidos por una franja de nubes

blancas que apenas los separan. Regreso a la cama bajo el ventilador

que ahuyenta la densidad del aire, me fundo en la noche como otra

estrella en el cielo, como una estrella en el mar con un brillo de regalo.

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Té Madrugada 33

Hay una marca de té que incluye una frase en la etiqueta suspendida en

el extremo del cordel. Mientras el saco con hierbas se remoja dentro de

la taza, un mensaje pende fuera para ser leído. Expresan pensamientos

llenos de una sabiduría que si no logramos adquirir por la experiencia,

por lo menos podemos leerlas en reposo.

Té Madrugada 34

Sueño que tengo que entregar un paquete a mi hermano y acepto

hacerlo con mucho gusto, pero me doy cuenta de que ignoro dónde

vive. Me despierto angustiada porque tampoco en la vigilia sé dónde

está su casa. Recuerdo que murió hace diez años y es por eso no que sé

dónde encontrarlo ni cómo entregarle lo que es suyo. Me doy cuenta

de cuánto lo extraño.

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Té Madrugada 35

La madrugada en un aeropuerto no es la noche ni el día. Es una

maniobra a deshoras para tomar un vuelo cuyo registro empieza

cuando todavía no está cerca la salida del sol. Hay gente que hace fila

con cara de sueño, casi en pijama, otros lucen ya bañados y activos. El

aeropuerto es tierra y tiempo de nadie, un espacio amorfo, nebuloso,

que sólo adquiere sentido mientras se espera el viaje, con la mirada fija,

con un té en la mano.

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Beverages... of any kind ❤️ Getränke - jeder Art

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Té Madrugada 36

¿Duermes?, pregunto finalmente. No, dices y quitas el pelo de mi

nuca para besarme. ¿Quieres té?, preguntas dispuesto a hacerlo tú. Te

escucho lidiar en la cocina con la olla, con el cajón, con las latas.

Regresas con una charola que no habíamos usado para la cama. Me

sorprende ver lo bien que combinas las cosas domésticas con tu

sabiduría. Me siento y ofreces una taza; tomas la tuya y adoptas esa

postura en la que puedes beber y hacerme un espacio bajo el brazo de

manera simultánea. Me acurruco y escucho tu corazón. Es mi corazón

el que palpita. No hay mucho qué decir o quizá no sabemos por dónde

empezar. Apuramos el té y nos cubrimos; con los cuerpos acucharados

esperamos que sea la hora de levantarnos.

Té Madrugada 37

El té es una bebida que se adapta a los cambios de humor y

necesidades. Es útil para aliviar el cuerpo y acompañar en distintos

momentos y ánimos, por eso tiene mil posibilidades. La libertad y la

multiplicidad son ideas que me fascinan, mucho más cuando las tomo

y comparto a sorbos.

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Té Madrugada 38

En estos días tengo una oficina amarilla y azul. Amarillo el sillón de

loneta donde me siento, azul el mar que sabe permanecer ahí. Conecto

la computadora y bebo té limón helado. Todo se asienta en mi cuerpo:

la inmensidad, la belleza, el silencio. Percibo el viaje del agua de la

garganta al centro de mi cuerpo. Estiro la mano. Tecleo.

Té Madrugada 39

Me despierto como si el peso de la oscuridad no hubiera dejado de

mirarme y yo tuviera que abrir los ojos para responder. Me ves y te

veo, pensé cuando tuve conciencia de nuevo. Hasta hace unos

segundos no sabía ni quién era ni dónde estaba. Se abre la rendija de la

madrugada y ahora sé que soy yo (lo que sea que eso signifique) y que

estoy en una casa desde donde se ve el mar. No hay actividades

humanas que indiquen qué tan cerca está la mañana ni qué tan lejos la

media noche. Imagino que es de madrugada, aunque el cielo esté

negro: imagino que es la hora perfecta para servir un té y esperar el

amanecer.

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Té Madrugada 40

Empezamos con una ese dibujada con la línea que une la cabeza a los

pies. Nos imagino como la vista aérea de la curva de un río al que se

adapta el agua del cuerpo del otro, en medio de una selva blanca. En el

camino, el sueño nos convierte en una zeta, donde rodillas y codos,

pies y brazos, pican y estorban. Entonces cada quien migra para

continuar por el sendero del sueño, hasta que en medio de tanta

soledad la mano busca el cuerpo del otro, que responde de inmediato

al llamado. En ese hallazgo nos acercamos, ahora de espaldas y

formamos una equis, unidos por la cintura, como estaban las almas

gemelas en los diálogos de Platón. Despertamos con la sabiduría de un

abecedario interior.

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Henn Kim

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Té Madrugada 41

El café llegaba a la mesa por las tardes cuando la conversación se ponía

seria y cambiaba el aliento de los adultos. Los niños podíamos tomarlo,

a veces, con leche, apenas lo suficiente para convertir lo blanco en

beige. En cambio, el té era permitido a cualquier hora, refrescaba la

boca y tenía la libertad de múltiples sabores y combinaciones. Podía

tomarse frío o caliente, con aromas cambiantes según la hierba. Era el

socorro para el malestar y un cómplice de la alegría cuando en las

tardes jugaba con hielos y hojas danzantes en la jarra.

Té Madrugada 42

Dices que duermes bien, que sí descansas, que estás tranquilo a pesar

de las circunstancias, que estrenas una serenidad por la manera como

ahora ves las cosas, que puedes entregarte al sueño sin problema. Pero

como no estoy ahí para asegurarlo, dudo si tratas de calmarme o dices

la verdad. Entonces me preocupo y soy yo la que no duerme, la que no

descansa y pasa la madrugada en vela.

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Té Madrugada 43

Fue el cumpleaños 150 de Alicia en el País de las Maravillas y el mundo

editorial y el de la gráfica se dieron vuelo para conmemorarlo: nuevas

traducciones, ediciones e ilustraciones circulan en versiones impresas y

digitales. Sobre todo imágenes de liebres de marzo que beben té,

haciendo alusión a esa merienda enloquecida a la que asisten un conejo,

un lirón y un sombrerero y de la que Alicia entiende poco. Larga vida

para los libros y los rituales de té, dos de mis cosas favoritas.

Té Madrugada 44

Esta navidad una amiga muy querida me regaló galletas de jengibre.

Para que las disfrutes con tu té, dijo al tiempo que me dio un abrazo.

Olfatée un Earl Gray y luego un roibos. No podía decidir con cuál

combinaría mejor. Mordí la pasta para abrir el paladar, pero las cosas

nunca son como uno las planea y estaban tan buenas que terminé

parada frente a la estufa, ya sin galletas, esperando el hervor.

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Té Madrugada 45

La mancia de té es una disciplina oriental para predecir el futuro. Se

hace en una taza blanca, de boca ancha, con hojas de té chino. Al beber

la infusión se evoca la duda por disipar y en el último sorbo, de

acuerdo con la disposición de las hojas, emerge la respuesta. Una

práctica que solicitaba el emperador a sus sabios en busca de certeza y

que se convirtió en una manera de ayudar a la gente común en los

momentos difíciles. Yo me conformo con la paz que me da beber el té,

del futuro se encargan mis pensamientos.

Té Madrugada 46

En la teomancia el acomodo de las hojas de té y las manchas al fondo

de la taza representan sucesos por acaecer en un futuro lejano, lo que

aparece en las paredes de la taza señala sucesos a mediano plazo y lo

que está cerca del borde anuncia eventos muy próximos. Ahí mismo, y

sin mucho esfuerzo, veo huellas festivas para la Nochebuena y dicha en

el año venidero para todos los lectores de Té Madrugada.

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Té Madrugada 47

Hay luna llena. Su brillo pasea por todo el mar hasta convertirlo en un

diamante plano de destellos suaves. En la madrugada, su reflejo cabe

completo en la alberca de la casa en la que habito. Despierto a mi

sobrina, que atiende entre dormida y malhumorada mi proyecto. Nos

metemos a la alberca. A esa hora el agua hiere, pero llegar lejos tiene

sus exigencias. De pronto, por primera vez en nuestras vidas, estamos

de pie sobre la luna, conquistando el primero de todos los mundos que

hemos imaginado juntas. Sonreímos porque nos creemos la grandeza

que inventamos.

Té Madrugada 48

Me despierta una arcada que va de la punta de los pies a la cabeza. En

un brinco estoy frente al sanitario: sudorosa, con frío. Algo intuí

mientras partía la carne y la miré fijamente en el tenedor. No puse

atención a que eso quería decir “mejor no” y di el bocado. Ahora lo

confirmo, debilitada y de rodillas. Me arqueo de nuevo en un impulso

de 130 kilómetros por hora que busca vaciarme por dentro.

Desaparece mi conciencia en cada expulsión. No queda nada mío.

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Té Madrugada 49

Los vecinos. Son silenciosos y encantadores de día. En la madrugada

viajan sus hábitos llenos de ruido por el cubo del edificio. Sus alegrías

son nuestras pesadillas entre la música de la fiesta que no acaba; su

mascota es un cachorro que aúlla la tristeza durante horas; sus

insomnios laboriosos, el motor que tortura la migraña.

Té Madrugada 50

He pasado la noche adherida a su cuerpo. Tengo la piel húmeda y el

cuello goteando de sudor. Es el calor que se instaló a media habitación

y me toma a cada palmo, en cada pensamiento. No hay manera de

sacarlo ni evadirlo. Ni con la desnudez, ni con ventilador, ni con un

vaso de té helado, ni gritándole “vete ya”. De dormir no hablamos,

menos de encontrar una postura cómoda. La noche es una batalla inútil

y el amanecer se dilata en llegar.

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Foto: Drizzle and Dip

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Té Madrugada 51

Las escucho croar durante la noche. Es época de lluvia y el canto es el

llamado a su pareja. Amanece el estanque lleno de huevecillos que

pronto son renacuajos. Fue así como hace un año empecé el proyecto

de seguir el desarrollo de los bichos hasta que se hicieron ranas ante

mis ojos en la pecera de la casa. Ahora sé cómo sucede ese prodigio

verde del tamaño de mi pulgar que brinca esta madrugada en la puerta

de mi cuarto.

Té Madrugada 52

Dicen los que saben que el azúcar siempre debe agregarse al té antes

que la leche, pues de lo contrario el amor puede enfadarse. Sonrío

porque nunca añado azúcar al té, quizá estevia si es que agrego algo.

Hay infusiones que no necesitan ni dulce, ni leche, ni gotas de limón.

Coincido en que hay que prevenir el enfado del amor no importa cómo

ni cuándo, incluso cuando se bebe té o se escribe de él. Así que tomo

mis precauciones y dedico estas líneas a mi hombre, con quien tomo el

té en la cama.

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Té Madrugada 53

Una amiga acaba de hacerse abuela y su alegría no cabe en las fotos que

envía ni en las palabras con que celebramos. Una bebita crecerá cerca

de su mirada amorosa y en el tiempo que dura un parpadeo será una

niña. Mi amiga le mostrará el rito y el cariño para preparar una

infusión. Tomarán té y le leerá cómo, el día en que nació, aquí bebimos

una taza de frutos alegres para darle la bienvenida al mundo.

Té Madrugada 54

El largo pasillo de la tienda ofrece una enorme variedad de tazas.

Están vivas: me hacen guiños, saben mi nombre, me llaman. Las miro

embelesada y con miedo: las aprecio en su tamaño y diseño, pero todas

quieren irse conmigo y yo no tengo un espacio tan grande para darles

cobijo. No voy a comprar ni una taza más, me digo. Sé que llegarán las

que encuentren su camino en las manos de mis amigos.

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Té Madrugada 55

Pasamos mala noche. Tú allá y yo acá. Cambié la postura y la almohada

varias veces mientras me preguntaba qué era lo que no me dejaba

dormir. Tú allá dormiste poco, te despertó una inquietud para la que

sólo imaginaste respuestas catastróficas. Ninguno pensamos en el otro

mientras vencía o se dejaba vencer, pero si hubiéramos estado juntos el

contacto del pie o la mano hubiera disipado la negrura y alguno se

hubiera animado a consolarnos con un té.

Té Madrugada 56

Hago yoga y tomo té, en mi casa, sobre un tapete, estas mañanas frías.

Es una necesidad que sabe a lujo: algo se calienta, algo se estira, algo se

expande en mi corazón y en todos los espacios de mi cuerpo. Es una

combinación, con ritmo y tibieza, que me devuelve el orden y la

certidumbre de que todo es perfecto aunque no parezca, aunque duela.

Es en ese lugar donde sé quién soy.

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Foto: Jason Busch

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Té Madrugada 57

Hay tazas de té que se quedan vacías, a la espera de alguien que no

llega, y su silencio de porcelana quieta quiebra el corazón de quien

espera. A veces es el amado, la amiga, los hermanos o uno mismo

quien no aparece. A las hojas de té se les trunca el destino con un

encuentro que no se produjo. Queda llorarlo con estas palabras.

Té Madrugada 58

Tengo todo empacado: mañana regreso a mi casa, a mi cama, a mi

almohada. Es la última noche que paso aquí, con los muebles que

definen los hábitos de esta temporada cuando me despierto para ir al

baño, cuando acciono el ventilador, cuando amanezco con la luz del

sol filtrada por la palmera de la ventana. Cambiaré los sonidos de los

insectos y el aire por los de la calle y los motores; cambiaré el pijama

corto por uno más largo. Ya no habrá madrugadas marinas como ésta,

sino las citadinas, que vivo con un té en la mano, cerca de ti.

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Té Madrugada 59

Leí un artículo de Max Falkowitz que habla sobre el té negro y sus

muchos apellidos. Darjeeling sí creció en India; Ceylon, en SriLanka;

Nepalese, en Nepal, y Keemun, en China. La altura de las montañas y

el clima determinan la calidad de la hoja y su sapidez. Me impresionó

que el autor pusiera en ocho palabras la definición de su sabor: una

mezcla tibia de chocolate y vino tinto.

Té Madrugada 60

La media noche me baja los párpados y no vuelvo a abrirlos sino hasta

entrada la mañana. No sé de mí, ni del tiempo, ni de las necesidades del

cuerpo. Una noche que es un bloque compacto en el que no entran

dudas, sonidos ni sueños. Una masa de ocho horas que se resume en

un instante, en la nada. Me siento con ánimo y agradecida, pero

extraño esa relación que he creado con la madrugada y sus misterios.

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Té Madrugada 61

La madrugada es un golpe de conciencia: atiendo los sonidos del

exterior, del cuarto, de mi cuerpo. Me doy cuenta de la postura que

tengo y atiendo mis pensamientos. Estoy presente, totalmente, en ese

momento de la noche. Será por eso que despierto: para recordarme

quién soy y qué siento; saber de lo que tengo miedo y lo que anhelo.

Guardo esas revelaciones en el calor de la cama, las acuno y les pido

que me guíen al empezar la mañana.

Té Madrugada 62

Llego a casa cuando creo que tú ya duermes. Me descalzo en la sala

para no hacer ruido. Te encuentro despierto, a oscuras, con música en

tus oídos. No sé si llego tarde o temprano, explico. Si es el horario de

ayer son las tres, pero si es el horario de hoy, son las dos. El que tú

prefieras, dices mientras alzas la sábana y me invitas a tu lado. Elijo el

de hoy, susurro mientras escalo tu cuerpo a besos, para no desvelarnos

tanto y tener una hora más para querernos.

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By Andrada. K

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Té Madrugada 63

Cuenta una amiga que ella también se despierta todas las madrugadas;

no es el por cuerpo del amado ni las dudas, tampoco por la necesidad

de escuchar la noche o el deseo de lo sagrado. Me explica que un rayo

hirviendo la atraviesa por dentro para luego convertirse en un incendio

invisible a la altura del cuello. ¿Bochornos?, pregunto con precaución

sabiendo el enojo que provoca el reciente arribo al climaterio. No lo

había pensado, contesta ella resignada.

Té Madrugada 64

Tus madrugadas ya son otras: con el despertador a las cinco para llevar

a tu hijo al colegio. Te veo rondar a oscuras y nombrarlo, poner agua

para el café y hacerle el desayuno, animarte con las labores que habías

querido hacer desde hace tanto y que apenas ahora la vida te regala al

estar así, con él. Te veo florecer en la penumbra y sé que tus mañanas

son más atareadas, más plenas.

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Té Madrugada 65

A veces, mi mamá llama a las 6:30 de la mañana. Tiene algo que

consultarme, una duda que no puede esperar. Piensa que si marca a

esas horas no sólo no me despierta sino que además no interrumpe las

múltiples actividades que hago durante el día. Así que pregunta con

benevolencia: ¿Me puedes explicar realmente lo que sucedió en la

Revolución Francesa? Me da risa en lo que invierte las horas de la

noche, más aún que suponga que yo sé la respuesta. La madrugada, de

algún modo, a todos inquieta.

Té Madrugada 66

La bienvenida a Colombia incluía, junto con la carpeta de actividades

de trabajo, una caja de té de coca. Un gesto amable para prevenir el mal

de altura, ya que Bogotá está a 2,649 metros sobre el nivel de mar. No

lo requerí para usos terapéuticos debido a la altura de la ciudad en la

que vivo, pero ya en casa he encontrado que una taza por la mañana

me anima como para subir y bajar montañas. Andino, le llamo al

estado energético que me proporciona esa infusión.

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Cathy Quiel

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Té Madrugada 67

Me despierta una luz anaranjada que se refleja en el pasillo. Me levanto

a toda prisa y cuando preguntas qué pasa ya estoy con una toalla

tratando de apagar el fuego de una vela que se hizo llamarada.

Humedeces una jerga, cubres la mesa de madera chamuscada.

Afortunadamente no pasa a mayores y nos quedamos mudos mirando

las cenizas del infierno del que nos salvamos.

Té Madrugada 68

Dicen los que saben que a las tres de la mañana se abren las puertas del

cielo, que las abren el esfuerzo de mantenerse despierto y las plegarias,

que la voz viaja mejor a través del silencio y que la oscuridad

resplandece con las palabras salidas del corazón. Me despierto

entonces. La tranquilidad se enciende en el centro de mi pecho.

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Té Madrugada 69

Serena-TE, dice la taza. Contémplate. Ámate. Maravíllate. Sincérate.

Acéptate. Anímate. Reconcíliate. Amplíate. Expándete. Agradécete.

Sobre todo hoy, que es tu cumpleaños, felicítate.

Té Madrugada 70

Confundo el hambre con la sed. Me doy cuenta cuando, después de

picar algo para comer, sigo con un deseo que no he saciado y entonces

surge la voz que pide agua. Sirvo un vaso y cuando apuro el trago

escucho una voz más profunda que clama por una taza de té. Tardo

unos minutos satisfacer el apetito, pero cuando doy el primer sorbo y

la boca se llena de tibieza, el ansia enmudece. Solo queda la pausa que

había estado anhelando.

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De Té Infusión el arte del té

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Té Madrugada 71

Hay infusiones que curan: es la calidad de la planta que hace sus

prodigios cuando el líquido entra suave y tibiamente al cuerpo. Hay

infusiones que serenan: es la calidad de la persona que respira de otro

modo al beber el primer sorbo. Hay infusiones que dan la bienvenida:

es el rito oriental que elige el sitio adecuado para abrir el corazón. Hay

infusiones que se beben por escrito: una ebullición aromática de letras

te.

Té Madrugada 72

Mañana veremos nacer la luz, leo que dice una profecía. Lo releo

ahora, frente al mar que aparece pleno de azul y sol. Un pájaro trina un

llamado irrepetible sobre el verde de las palmeras que amarillea con el

dorado que las baña. Las voces de quienes habitan la casa empiezan a

subir el tono y se escucha el rumor de las actividades diarias. La vida

empieza, la vida continúa. Que todos los días veamos nacer la luz.

Amén.

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Té Madrugada 73

Una amiga me regaló un infusor de té que simula un alpinista que

desciende. Pende del borde de la taza y rapelea por el interior con su

carga de hojas secas. Sonrío frente a la variedad de infusores que

hacen hoy, bonitos y ocurrentes. Pero hace mucho que no veo uno

como el que usaban mi mamá y mi abuela: una cuchara metálica,

convexa, que se abría por mitad. Busco dónde quedó aquel portento de

mi infancia, con la esperanza de encontrar las raíces de este gusto que

no deja de crecer.

Té Madrugada 74

Cuánta alegría me dio saber que hay cocteles preparados con té.

Ginebra, vodka, ron, amaretto y lemoncello son los licores que

mezclados con otros ingredientes animan mi bebida favorita. Un

mojito de té verde se escucha glorioso para una tarde de calor. Los

nombres suenan a playa y sombrillas de papel: Red Daiquiri con frutillas

y ron, Gunpowder con licor de melón o Caribbean Sun Rooibos con ron y

leche de coco. En resumidas, ya tengo sabores que experimentar y

seguramente cosas nuevas por contar.

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Té Madrugada 75

Hay un té para cada hora. En la mañana, negro con un toque de leche.

Al medio día, uno que con su transparencia y verdor llene de frescura.

En la tarde una tisana digestiva. Para la noche un té herbal, endulzado

con miel, para llamar al sueño y descansar el cuerpo. En la madrugada,

un roibós contigo al lado, metidos en la cama, en medio del silencio,

maravillados con el alba.

Té Madrugada 76

Se abre el día después de una noche larguísima en vela. Contrario a casi

todas las madrugadas de mi vida en las que lucho por dormir, en ésta la

batalla era no darle al cuerpo eso que quiere, para vencer sus deseos y

estar atenta a lo que quiere mi alma. Fue una noche de luna, en que las

sombras de los cuerpos hablaron sobre la fortaleza del espíritu, sobre el

año que comienza, tiempo para mirar lejos y pensar en el largo plazo.

Fue más difícil tener claras las razones del desvelo que el esfuerzo en

lograrlo. Finalmente, me metí a dormir. Amanecí a medio día, con la

sensación de que fueron dos noches las que atravesé.

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Elena Flutterby

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Té Madrugada 77

A veces también tomó café. Cuando lo prepara él con su experiencia

cafetera que sabe elegir el grano y el molido, la cafetera y la taza, la

temperatura y el momento. Eso a veces ocurre también en la

madrugada, cuando amplío mis horizontes y acepto gustosa un

americano para animar la mañana que se aproxima.

Té Madrugada 78

De niña quería ser bruja. Tener una cocina llena con frascos de vidrio,

cada uno con una hierba y su secreto. Quería saber las cualidades

curativas de las hojas, el tiempo exacto del hervor, las cantidades y la

frecuencia de uso para influir en los estados de ánimo y en la salud de

quienes bebieran la infusión. Hoy me veo con los mismos artículos,

pero del otro lado: como la consultante que elige un té y lo bebe para

saber de sí misma en cada sorbo.

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Té Madrugada 79

Me dijeron que tenía que viajar a Rusia para ver el mundo del samovar.

Que los ritos chinos y japoneses palidecen junto a las teteras metálicas

en permanente estado de infusión, lo que permite tomar el té caliente a

cualquier hora. Lo inventaron los rusos para aminorar el blanco frío

con un fermento de miel mezclado con agua caliente, al que luego

añadieron las hierbas que dejaron los mongoles a su paso por esas

tierras. Beber té, no cabe duda, también ilustra.

Té Madrugada 80

Té con la reina, decía mi mamá con una sonrisa para llamarme a tomar

té a media tarde. Se refería a la reina de Inglaterra y sus horarios, a los

hábitos de la corte y sus emparedados de pepino. Pero yo creía que

hablaba de ella, de tomar el té con ella, la reina de la casa, la reina de mi

padre, la reina de mi lejana infancia, la reina todavía hoy con su cabello

blanco y las manos frías que rodean la taza. Té con la reina, pienso, y

sorbo un pequeño trago dando gracias por ella.

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vía ohdarlingdankeschoen

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Té Madrugada 81

Hay muchos milagros en mi vida. Uno de ellos tiene la forma de un

naranjo que da flor y fruto al pie de la ventana del departamento donde

vivo. Agradezco su aroma las noches que las flores blancas perfuman la

habitación. Preparo una bebida alegre con gajos de la fruta. Cuando

llega el día de podar el árbol y enflaquece su belleza, me consuelo con

una infusión de hojas que antes fueran paisaje y júbilo para mis ojos.

Té Madrugada 82

Entró al cuarto con un té de canela en la mano derecha y en la

izquierda, un caballito de tequila sazonado con miel, limón y jengibre.

Los puso sobre el buró, me frotó la espalda y las plantas de los pies

con mentol. Yo no era yo, sino el ser amorfo que me invade con la

gripa. Empecé a dibujarme en cada sorbo y, después de un sueño

sudoroso de fiebre y dulzor, amanecí junto a él, quien ya era más que

él: el amado que me cuida.

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Té Madrugada 83

El mate es una bebida precolombina que se usa desde siempre para

estimular el organismo. Es depuradora, desintoxicante y propia de un

ritual del cono sur que hasta los conquistadores incluyeron en sus

hábitos. La lista de sus beneficios es enorme, la cultura en torno suyo

no se diga. Y sin embargo a mí, amante del té y sus delirios, el mate no

me gusta nada. Ni el recipiente, ni la mezcla de hierbas; ni endulzado,

ni simple. Ni modo, digo con pena; hay excepciones que confirman la

regla.

Té Madrugada 84

Encontré una lista de las mejores casas de té en el mundo. Claridge’s,

en Londres, lo prepara al estilo de Anna, la séptima duquesa de

Bedford. The Berkeley, también en la capital inglesa, cuyo mérito

radica en la pastelería en forma de artículos de moda. Tea House Tea

Belle, en el centro de Tokio; Frachia, en Nueva York, que es una casa

de té coreana; y Lin Heung, en Hong Kong, donde los locales toman,

según dicen, el mejor té verde del mundo. Cinco muy buenas razones

para emprender nuevos viajes y escribir nuevos textos.

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Té Madrugada 85

Lo que más me gusta del té turco es la tetera compuesta por dos

partes, una sobre otra. En la inferior se pone el agua a hervir y en la

superior se disponen las hierbas y un poco de agua con la que empieza

la infusión. Conforme se concentra el té en la parte de arriba se añade

agua simple y caliente de la parte de abajo, que lo diluye. Es tan famoso

este té como el café de esas tierras. Pero el chiste es beberlo allá, con el

Bósforo como paisaje, con la llamada del imam en los oídos, para

verdaderamente disfrutarlo.

Té Madrugada 86

Aquí la madrugada es blanca. La luna abrillanta la nieve sobre las

montañas y el horizonte. Escribo guarecida en una cabaña de madera,

con la chimenea encendida, donde el frío no es incómodo: solo una

visión de lo que sucede afuera. Todo es parte de una imagen de tarjeta

postal: la luna, el pueblo y sus casas de dos aguas con los techos albos,

el gogón, la escritora, el zorro que ahora corta el paisaje con su andar.

La luz de cada copo ilumina mi cara y la taza de té que me acompaña.

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Via ...Zen > WabiSabi < Zen...

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Té Madrugada 87

Últimamente bebo té de manzanilla de sobre. Una bolsa con residuos

secos de la flor que apenas alcanza a darle un tinte amarillo a una taza

con agua tibia. Lo robo de la charola que le traen a mi madre aquí, en

el hospital. Esta es la razón por la que a mucha gente no le gusta el té,

pienso, tiene el sabor y la tristeza de la enfermedad. Sin embargo, esa

taza es la me conforta estos días de larga paciencia en los que ella come

su gelatina y miramos el tiempo pasar.

Té Madrugada 88

Mi madre leyó el Té Madrugada de la semana pasada y me acusó de

parcial. Es cierto que pasamos largas tardes en el hospital con té y

gelatina, pero también que un par de veces nos entretuvimos con

damas inglesas y continental. Más cierto aún que en ambos juegos de

mesa me barrió como las grandes, cosa que omití contar. Así que, para

hacer honor a la verdad, admito que mientras todo eso sucedía, ella

tuvo el consuelo de salir invicta.

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Té Madrugada 89

Una planta de hierbabuena crece en mi cocina. Según la época del año

brotan hojas más grandes o chicas. Está ahí para regalarme de vez en

vez un pedazo de sí misma con la que preparar un té. Le pido permiso

cuando trozo una rama, pues sé que al deshojarla la descompongo,

pero sólo así cumple su destino y es mucho más que un ornato que

florece bajo la luz de la ventana. Cuando saboreo la infusión, veo la

metáfora y comprendo que una parte mía tiene que ser deshojada para

cumplir un destino más alto. Nunca antes una taza de té me había

dicho algo tan cierto e incomodado tanto.

Té Madrugada 90

El diseño de las teteras me sorprende. Van de la simplicidad y la

belleza a lo más complicado y grotesco que he visto. Unas reflejan

sentido del humor y otras expresan el mundo extraño de los seres que

las crean. Pero las que más me asombran son las que demuestran que

el gusto se rompe en géneros y las teteras feas, solo con un golpe de

martillo.

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by Becca Stadtlander

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Té Madrugada 91

Los colibríes beben un té dulce y colorido que cuelga en el balcón de

mi casa. Entre ellos hay un drama de territorialidad y belleza que me

ocupa tardes enteras. Los observo mientras bebo una infusión de

flores. Aleteos, peleas, silbidos y colores tejen una novela que todavía

no alcanzo a descifrar.

Té Madrugada 92

Leer es de uno de mis verbos preferidos, pero leer-te es una palabra

que quiero porque habla de los otros y de los libros, de las hierbas en el

campo y la tibieza con la que las saboreo en una taza, de la actividad

central en mi vida. Leer-te es lo que hago cuando miro a los ojos de

alguien, lo que bebo en la madrugada, lo que escribo y me permite, si

tengo suerte, sembrar algo en la vida de otros.

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Té Madrugada 93

El mundo del té, aunque no parezca, es inagotable: en variedades de

infusiones y aromas, en modos de servirse y rituales, en objetos

múltiples de sospechosa utilidad; en sus fanáticos y coleccionistas, en

las latitudes donde se cultiva y bebe, en sus historias, en las

expresiones artísticas, que incluyen imágenes, esculturas, poemas,

música. Nunca sospeché todo lo que encierra una taza de té cuando

empecé a escribir sobre nuestras madrugadas.

Té Madrugada 94

Despertar es un proceso complejísimo, de dimensiones biológicas,

mitológicas y místicas, que toma apenas unos segundos en los que se

establece quién soy. Al abrir los ojos percibo el tiempo y el espacio,

que resuelven, en otro proceso neurológico casi inenarrable, dónde

estoy. Solo entonces sé que yo soy yo y que hay un mundo luminoso

por delante.

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Té Madrugada 95

Una mujer se levanta todas las madrugadas de su historia con una idea

en la cabeza: avanzar. Se calza los tenis y sale a correr no importa

cuánto trabajo tenga o cómo sea el clima, no importa la parte del ciclo

en que anden sus hormonas ni la edad que acumula el cuerpo. Se trata

de vencer las comodidades y obstáculos, de eliminar los pretextos y

seguir motivada. La madrugada es el momento en que reafirma sus

convicciones, paso a paso, y bebe té para celebrarlo.

Té Madrugada 96

La tos de la vecina del otro lado del edificio atraviesa las paredes y llega

a nuestro cuarto. Una tos parecida a la de mi madre antes de que dejara

de fumar y del cáncer, comentas preocupado; tos de quien ha hecho

del tabaco su compañía y no le teme al futuro ni a su sombra en los

pulmones. Preparas un té mientras escuchamos cómo se le desgarra la

garganta. Estamos a punto de ir a tocar su puerta cuando calla. El

remanso nos asusta más que el incremento del acceso. Luego la

escuchamos andar y sabemos que es el té de propoleo y menta que

bebimos nosotros el que la dejará dormir a ella.

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Té Madrugada 97

El celular descansa sobre la mesa y una taza de té va perdiendo

temperatura mientras ella aguarda la llamada. Bebe y mira la pantalla a

la expectativa de un mensaje o de que finalmente suene el timbre.

Espera y bebe. Se acompaña con el silencio y la tibieza de la taza. El

olor del té es lo único que la contiene en la demora. El siguiente sorbo

el estómago calma. El té frío permanece en la mesa solitaria.

Té Madrugada 98

La simplicidad de mis noches desaparece con la edad. Prepararme para

dormir se ha convertido en una tarea mayor, no solo porque los

hábitos de higiene de dientes y cara se alargan, sino porque ahora uso

una almohada entre las rodillas, guarda en la boca, calcetines con gel y

un antifaz negro con imanes. Ir a la cama a descansar requiere de más

producción, sí, pero también es una empresa que cada vez valoro más.

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Té Madrugada 99

Dormir sana, dicen los médicos. El cuerpo dedica sus funciones

únicamente a restaurarse y el proceso curativo aumenta. La

contradicción es que en los hospitales, que son sitios para sanar, no se

puede dormir. Las enfermeras hacen sus diligencias justo en el

momento en que el sueño empieza y cuando otra vez el cuerpo vence a

la vigilia llega el cambio de turno que avisa otro día. No hay peores

madrugadas que las de los hospitales; sin embargo, para muchos, son

las que permiten que haya un mañana.

Té Madrugada 100

Aprendí a permanecer en la cama a pesar de no dormir: darle al cuerpo

seis horas continuas de horizontalidad, sueñe o no, duerma o no, con

ansiedad o sin ella, con montones de trabajo por resolver o sin

pendiente alguno. Lo aprendí después de una temporada de insomnio

en la que perdí el precario equilibrio de mi cuerpo y de mi ánimo, a

cambio de pesadillas y la peor etapa de mi vida. Consulté a un doctor,

que recomendó resolver mis desequilibrios en el siguiente orden:

primero lo físico, luego lo psicológico y al final lo metafísico. Lo hice

todo junto, al mismo tiempo, y poco a poco empecé a dormir. Hoy,

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sigo ese hábito que me salvó la vida: permanecer en la cama a pesar de

no dormir, en un silencio se ha convertido en la fuente de estas

palabras.

Té Madrugada 101

Lo hizo sin mí. Me enteré al día siguiente cuando lo comentó. Según él,

me invitó en su momento y yo le dije que no, así de claro: No. Fue una

noche de insomnio suya y de sueño profundo mío. Entró al baño,

regresó, trató de volver a dormir y, dice él, le pregunté por su

inquietud. Decidió preparar un té, me ofreció y no acepté su oferta. En

la mañana, cuando vi una taza vacía en su buró, supe que para el té de

madrugada ya no soy necesaria.

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Vía cg-space.com

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Té Madrugada 102

Hay mañanas para todos, y una misma mañana es distinta para cada

quien. Unos se levantan con un sonido y un rayo de luz que les permite

cruzar el portal de los portales en otra galaxia. Otros nos levantamos

contentos frente al mundo iluminado, que se parece al de siempre pero

al que nos introducimos con la esperanza de encontrar otra manera de

hacer las cosas. Otros más no amanecen; por temor al cataclismo, se

quitaron la vida la noche anterior. Hay madrugadas y madrugadas; cada

quien la suya. Una madrugada para todos.

Té Madrugada 103

El despertador aún no suena, pero nosotros ya estamos arriba;

encendemos la estufa para que hierva el agua, alistamos el baño y

afinamos los últimos preparativos para el viaje. Las maletas están

cerradas y, ya vestidos, bebemos el último té de la temporada. Nos

separaremos veinte días, cada uno con sus madrugadas a solas, sus

fantasmas y sus soles en otro lugar del mundo, a distintas horas. Nos

reencontraremos. Dejamos limpias las tazas que nos esperan.

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Té Madrugada 104

La madrugada de mi cumpleaños me despertó una música de la que no

sabía si pertenecía al mundo del sueño o la vigilia, pues estaba en mis

oídos como una nube suave. Creo que se repitió varias veces y en algún

momento pude escribir algo parecido a un título y a un grupo. Sólo

porque google sabe mejor que yo lo que busco, pude escuchar de

nuevo Facing west. No entiendo bien de qué se trata la canción, pero

tiene una belleza extraña que me cautiva. Es el regalo de la madrugada

para mí y desde entonces me acompaña.

Té Madrugada 105

Una amiga me regaló un litro de té chai de limón y otra, una taza con la

imagen de El principito. Fue por mi cumpleaños que, entre otras

maneras, celebré una madrugada con taza nueva y una infusión

deliciosa, confirmando que ellas dos, y todas mis amigas y amigos,

contagian su calor a mis manos.

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Vía koenitz-shop.com

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Té Madrugada 106

En el último viaje compartí habitación con un extraño. Me preguntó

antes de dormir si había algo que necesitara saber sobre mí. Pensé en

contarle de mi insomnio crónico, del consuelo con una taza de té, de

que las noches son larguísimas en los hoteles y más en las habitaciones

que comparto, porque no quiero interrumpir el sueño del otro con la

luz del baño, el ruido de la cafetera o el de la cadena del escusado.

Nada, contesté. ¿De ti? Nada tampoco. Y cada cual se resguardó en los

confines de su noche.

Té Madrugada 107

Caminamos durante la noche. Cada quien con una lámpara en la frente.

Íbamos cuesta arriba, con frío y miedo, cada vez más alto, con menos

aire, sintiendo más pesado el cuerpo. A cada paso teníamos menos

fuerza pero más ganas de llegar. De pronto, la montaña empezó a ser

una silueta y en la cumbre apareció el sol, todavía en lo bajo del

horizonte; una bola dorada y naranja. Es la madrugada más difícil de

contar. Las palabras no serían capaces de transmitir esa belleza.

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Té Madrugada 108

El viento pega sobre una superficie plástica que nos protege del frío de

la montaña. A estas alturas es difícil adormecerse porque el cuerpo se

alerta ante la falta de aire. Estoy en una bolsa de dormir, quieta, dentro

de un capullo de pluma que me mantiene caliente. Afuera todo es

enorme: la noche, la espesura, la lejanía, la distancia. Aquí adentro soy

una oruga asustada que espera la primera luz de la mañana.

Té Madrugada 109

¿Café o té?, nos pregunta una voz oscura de un hombre más oscuro

aún del otro lado de la tienda de campaña. Un porteador tanzano cuyo

trabajo es llevar una bebida caliente a los montañistas justo al

momento de empezar el día. Es mi té madrugada, pienso feliz, aquí, en

el Kilimanjaro. Una enorme sonrisa blanca que clarea la mañana.

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Té Madrugada 110

Escucho el rastro de los animales, el ruido que hacen cuando pastan, su

andar nocturno: las hojas de los árboles se sacuden contra mi

habitación, que es una tienda de campaña. Si fuera niña estaría muerta

de miedo: sola, a media sabana, rodeada de fieras salvajes que

deambulan. Pero soy adulta, estoy en África y me siento maravillada.

Más quieta que nunca agradezco el milagro de los animales nocturnos

que acompañan mi desvelo en Tanzania.

Té Madrugada 111

La noche se fue volando, literalmente, en un avión que me llevó de

Tanzania a Holanda. Tomé té en un vaso de cartón mientras vi cómo

cientos de personas íbamos de un lado al otro del mundo en ocho

horas, sin azoro, roncando uno junto al otro. Sentí en la cara el dorado

del amanecer desde la ventanilla y me reí de los otros, de mí misma, del

regalo del mundo en la palma de la mano, del día que empezaba.

Contenta.

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Té Madrugada 112

Durante tres noches seguidas no supe lo que fue la madrugada. Tenía

los pies hinchados, ampollados y un agotamiento que no me permitió

abrir el ojo hasta el momento de despertar. Noches de un solo bloque,

estáticas, en las que no sucede nada. Preciosas y desconocidas. Me doy

cuenta de que sólo en ese estado físico es que mi mente se atreve a

descansar.

Té Madrugada 113

Tardo un par de días en verdaderamente reencontrarte. La distancia y

lo que cada cual vivió en ese tiempo nos separan. Sí, este eres tú,

aunque un poco diferente. Sí, esta soy yo con un nuevo mundo a

cuestas. Somos los que nos queremos. Lo reconozco la noche en que

me tomas de la mano, en la cama, la besas y vas a la cocina para hervir

el agua.

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Vía wasbella102.tumblr.com

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Té Madrugada 114

Aceite de lavanda, recomienda una nueva amiga que sabe de las

bondades de la naturaleza. Lo frotas en las manos, lo respiras y dejas

que entre profundamente en tu cuerpo. Sigo sus instrucciones y,

esperanzada, me meto a la cama. No duermo mejor, pero sí descanso

más. Me gusta el remedio. Lo integro. Ahora hay una botella en mi

buró, y cada noche me regala dos gotas. Quizá con el tiempo la imagen

de un sembradío verde y morado me susurre historias para dormir.

Té Madrugada 115

Sabemos que el otro no duerme porque la respiración de ninguno viaja

de un lado al otro de la cama. Estamos quietos, en vigilia y en silencio,

esperando que llegue la mañana. Hace mucho calor para preparar un

té, tampoco estamos de ánimo para empezar una conversación. Cada

quien deja que el otro siga a solas su proceso, tenemos de cómplice a la

madrugada.

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Té Madrugada 116

Fui a la cocina para prepararme un té. El resplandor que se filtraba por

la ventana hacía que la negrura de la noche tuviera sombras claras.

Pude distinguir los muebles y los trastos sin necesidad de encender la

luz. Bebí mi té casi a oscuras, mirando la silueta de una orquídea

morada que vive en el centro de mi sala. Entendí que la grisura de la

madrugada a veces tiene más claridad que la mañana.

Té Madrugada 117

Mi sobrina vino a comer y eligió con cuidado el té para tomar en la

sobremesa: olimos distintas latas, escogimos jarra y tazas, y esperamos

los minutos exactos para la infusión. Cuando lo sirvió, la mitad del

líquido, a falta de experiencia en el cálculo del pico de la jarra, fue a dar

a la mesa. Nos reímos y ella me dijo: ya tienes de qué hablar en tu té

madrugada: cuando el té humedece los manteles hace figuras divertidas

en el corazón.

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Té Madrugada 118

Me hospedé diez días en casa de mi hermana. Me sorprendí de sus

pijamas, el orden de sus cosas, los perros al pie de su cama. Hubo una

época, hace tantísimo tiempo, en que nada de ella me era ajeno:

durante veinte años compartimos el mismo cuarto todas las

madrugadas. Me gustó reconocerla en esta vida suya, en sus nuevas

formas y hábitos. Me aficioné a su cafetera y a los pájaros de su jardín.

Ya en mi casa, feliz de regresar, supe cuánta falta me hace su cercanía.

Té Madrugada 119

Mi hermana vive junto a un kínder y durante el día escucho las

canciones y las risas de los niños. Sin ningún esfuerzo sonrío a cada

rato como respuesta a las expresiones de mis pequeños vecinos.

Cuando voy a dormir, echo de menos sus sonidos, pero pienso en sus

padres e imagino la tranquilidad que sienten al saber que sus hijos están

con ellos y duermen serenos en sus camas. Ese es mi consuelo esta

madrugada.

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Té Madrugada 120

Caminar una ciudad antes del alba es toparse con bultos negros de

basura que crecen en las aceras, con voces de borrachos que no pueden

callar su mundo, con gente que sale del trabajo y se cuida del frío y de

los delincuentes, con escasas ventanas iluminadas, con gente tirada en

la banqueta y su inmundicia. Caminar una ciudad en la madrugada es

toparse con la crudeza del mundo que no puede ocultarse en la

oscuridad de la noche.

Té Madrugada 121

Mi mamá está delicada de salud y requiere compañía veinticuatro horas

al día; hijos, nietos y amigos nos turnamos para estar con ella mientras

atraviesa este tiempo denso. La otra noche me metí a su cama y le hice

cucharita. Gracias a su tibieza y a su serenidad despertamos ya muy

entrada la mañana. Cuando abrí los ojos comprendí que fue ella quien

cuidó la tranquilidad de mi sueño y no al revés, como era mi intención.

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Vía etsy.com

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Te Madrugada 122

Cada quien con su familia, dijimos sabiendo que venimos de distintas

partes y que la Noche Buena es mejor con ellos que con nosotros:

mandan las raíces y los años. Aún así, nos extrañamos en los sorbos de

ponche, en el pavo, en la madrugada de un árbol luminoso sin el otro.

Té Madrugada 123

En la madrugada de Noche Buena una pareja bebe té de frutas frente al

único regalo que descansa debajo de un pino que parpadea luces y

estrellas. Platos recién lavados escurren en la cocina y los niños

dormitan soñando con una carta que ignoran si llegó a su destino. La

pareja sabe que algo ya sucedió y al mismo tiempo hay algo que

esperan. Atraviesan ese momento cómplices, sonrientes. Clarea la

Navidad.

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Té Madrugada 124

Toda la noche escucho el mar, ola tras ola blanquea la espesura de la

playa. El mar no duerme. Tampoco tiene insomnio. Doy un paseo en

la madrugada. El plancton brilla en la arena y huellas luminosas

aparecen bajo mis pies. Una inmensa taza de té salado y tibio me baña.

Té Madrugada 125

Esta semana duermo más en tu casa que en la mía. Tu vida de papá

hace que sea yo quien haga las visitas conyugales. Para dormir

cerramos la puerta del cuarto. Esperamos a que se apague la luz de la

habitación de tu hijo y vigilamos no hacer ruido cuando nos amamos.

Nos reímos en voz baja, no vamos desnudos a la cocina, no paseo en

pijama, no hacemos un té en la madrugada.

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Té Madrugada 126

Nos despierta el gemido de la vecina. Desde el departamento de arriba

los ecos del romance viajan por el cubo del edificio. Los escucho

pensando que algo así yo nunca he sentido. Después se oye música,

que trata de ocultar la intensidad del fornicio. Mi hombre y yo nos

reímos. Oye, le reclamo traviesa, tú no me sacas esos gritos. Me besa

con el aliento de la madrugada. Me quita el pijama tibio. Arriba, la

acción ha llegado al fin. En nuestra cama, comienza a amanecer.

Té Madrugada 127

Sé que mis madrugadas se parecen a las de mi padre y mi hermano.

Ellos tampoco duermen de corrido y es así como dormía mi abuelo.

Todas las noches hago honor a los amores de familia y eso, un poco

me consuela.

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Té Madrugada 128

Hay madrugadas en las que peleo conmigo misma durante horas. Sé

que si me levanto por una cobija podré volver al sueño ya sin frío. Pero

temo que al salir de la cama me despierte por completo y no vuelva

dormir en lo que queda de la noche. Así, en una discusión sin ganador,

avanza la noche sin cobija y sin descanso. Finalmente pongo otra

manta sobre la cama. Pero la hora de levantarse se acerca y solo me

queda esperar la mañana en una tibieza que lamento no haberme

darme antes.

Té Madrugada 129

Los bebés, las semillas, las ideas se desarrollan en el silencio de la

oscuridad: protegidos del mundo en su primera fase. Las madrugadas

recuerdan ese misterio, el cascarón oscuro y silente donde todo es

posible, donde crecen la vida y los milagros. Pero hemos perdido el

respeto a la negrura con luces encendidas y ruidos. Quizá por eso, a

veces el mundo amanece con menos brillo.

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Té Madrugada 130

Salimos todavía a oscuras de la casa, con maletas y dos tazas térmicas.

En el auto, el copiloto es asistente de ruta, dice las plegarias que

protegen el camino y ofrece pequeños sorbos de té que abrazan y

asientan el pasaje. Este es el modo como vamos juntos. La feliz manera

en que andamos.

Té Madrugada 131

Estrené compañera de cuarto en otro viaje. Escuché su silencio, su no

dormir, sus movimientos cuidadosos para no despertarme. No

expliqué que yo estaba igual porque sé que son el mutismo y la

oscuridad lo que descansa, que el lenguaje hablado es lo que diferencia

la noche del día, que si te mantienes inmóvil puede ser que llegue la

inconsciencia. Miré su cama cubierta con un pabellón. Había belleza.

Quise ver algo mío que ella me ofrecía.

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Kelly Vivanco

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Té Madrugada 132

Los xhosas son un grupo de personas que viven en Sudáfrica y que,

previo a cualquier transacción comercial, preguntan al cliente o al

vendedor qué tal durmieron ellos, sus hijos, sus padres, sus cónyuges.

Si alguno de quienes viven en la choza familiar pasó mala noche, se

sabe que el comerciante –o en su caso, el comprador– no estará del

mejor humor y que el intercambio de cabras, legumbres, ropas

resultará desventajoso. Para ellos, lo que sucede en la madrugada

determina también su prosperidad.

Té Madrugada 133

Jugamos como niños a la campaña de vacunación, persiguiéndonos por

los pasillos de un hotel en el que seguramente incomodamos a los

otros huéspedes. No nos damos cuenta: somos adultos enfiestados que

en la madrugada celebran la hazaña de encumbrar una montaña. El

alcohol y el cansancio nos devuelven a la infancia en que somos, con

menos inocencia, la enfermera y el doctor.

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Té Madrugada 134

Me reuní con mi papá a media tarde, un poco antes de que yo entrara a

clase. Él tomó vino y yo té. Cuando admiraba el color de su bebida, la

manera como escurría en su copa, el gesto que hizo cuando llenó su

olfato de uvas rojas, me di cuenta de que él miraba el modo en que yo

vertía la bebida, la forma en que sostenía la taza con las manos, el

vapor que emanaba. Me dieron ganas de probar su vino y a él, de oler

las hierbas que danzaban en la jarra de vidrio.

Té Madrugada 135

El mundo del té se multiplica y se expande como una mancha líquida y

castaña en un mantel blanco. Su variedad forma una geografía de

montañas, ríos y sembradíos de hojas que se secan al sol. Está ahí la

multiplicidad de rostros, idiomas y razas que sudan al cortar las plantas,

que trabajan horas larguísimas en el campo por un sueldo miserable.

Aparece todo ordenado, en empaques lindos y tazas humeantes,

aunque a veces unas gotas caen en el mantel y vemos los manchones

de su historia.

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"Afternoon Tea" - Artist William Henry Margetson

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Té Madrugada 136

Si observamos el objeto con detenimiento, parece que la taza de té es

un tazón chino al que le pusieron asa para que los ingleses no se

quemaran las manos al imitar la costumbre oriental de beber agua

caliente e infusionada. Mientras lo escribo, la palabra me parece lógica.

Tazón más asa igual a taza. Pero la verdad es que taza es una palabra

árabe que quiere decir palangana, un cuenco cualquiera que, después de

muchos años y paseos por el mundo, fue denominado tal como lo

entendemos hoy. Si veo el objeto, veo el mundo líquido que entrará a

mi cuerpo, con toda la historia, la grafía y la gente involucrada. A

media madrugada me dispongo a recibirlo.

Té Madrugada 137

Dicen que con un trago de licor duermes más rápido y mejor. Que no

descansas igual, pero que la noche es de un solo tiro y no escuchas

rumiar los pensamientos que quieres acallar. Dicen que con éter

duermes mejor, un respiro profundo y no te acuerdas de ti hasta el día

siguiente, si acaso no te equivocaste y jamás vuelves a despertar. Digo

yo que la madrugada es la hora y el lugar de las pequeñas revelaciones

para las que vale la pena estar despierta.

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Té Madrugada 138

Veinte por ciento de la población adulta padece trastornos del sueño.

Las razones son múltiples y específicas, según el caso, pero la pregunta

es: ¿qué se hace con los ojos abiertos y la conciencia alerta a media

madrugada? Cada quien elige las formas y contenidos con que moldea

sus noches. Hay quienes sufren por no perderse en la nube del

descanso, pero también quienes leemos, tomamos té, escuchamos

música, rezamos, repasamos el Facebook o Pinterest, o simplemente

atestiguamos las horas muy quietos, escuchando nuestros

pensamientos.

Té Madrugada 139

El día en que el papá de una amiga decidió no ponerse el aparato

auditivo ni los dientes, ella supo que él daba por terminada su lucha

contra la enfermedad y su estancia en este mundo. El señor reunió a

sus hijos, les sonrío desde el lugar ausente en el que ya vivía y en su

cama descansó. Con esa despedida empezaron los insomnios para mi

amiga.

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Té Madrugada 140

Mi tía Connie era insomne desde que la conocí. Entretenía las noches

de su viudez con un radio de onda corta con el que escuchaba

programas de distintas latitudes del planeta. Lo supe unas vacaciones

que fui a visitarla a su pequeña casa en Puerto Vallarta y me sorprendió

el susurro que salía de su cama. La siguiente vez que la vi me regaló

dos libros que atesoraba de su infancia: las nubes de su mente todavía

le permitieron acordarse de que tenía una sobrina escritora. Fue a

morir a una residencia para gente con demencia senil donde, por las

noches, veía gusanos que atravesaban las paredes. Ninguna voz en el

mundo pudo consolarla.

Té Madrugada 141

La palabra madrugada comparte etimología con la palabra madurez,

que viene del latín maturicare derivado de maturare. Ambos fenómenos

son misteriosos, llenos de encanto para muchos invisible. Quizá por

eso, a estos años míos y en las horas más tempranas, me maravilla

beber té tras la ventana.

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Vía Kio-wa

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Té Madrugada 142

El repartidor de periódicos empieza su jornada a las cuatro de la

mañana. Todos los días surca el alba en su motocicleta llevando el peso

del mundo en unos dobleces de papel. Todos los días es cobijado por

el frío del amanecer y sus colores. Él apenas se da cuenta, no puede

hacerlo: sólo mira calles oscuras y puertas cerradas; tal vez la

madrugada se desperdicia en su mirada.

Té Madrugada 143

Me dices que antes los Té Madrugada eran sobre ti, sobre nosotros, y

que ahora apenas apareces. Me da ternura oír tus celos de las palabras y

escribo este texto para que sepas que todas las madrugadas de mi vida

estás conmigo, aunque no durmamos juntos, aunque no lo evidencien

estas líneas. El Té Madrugada empezó a existir cuando llegaste a mi

vida; no antes, no después.

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Té Madrugada 144

Lo que hace más bonitas nuestras madrugadas, entre otras cosas, es

que tenemos los mismos años y necesidades similares de sueño. No es

un joven que duerma más que yo ni un viejo que dormite un par de

horas. Cuando nos acostamos temprano, apenas asoma una línea de

luz sobre el horizonte negro y ya estamos haciendo un té, comentando

lo que dejamos la noche anterior en el tintero.

Té Madrugada 145

Mi amiga Orly me regaló un juego de té en miniatura que ella misma

pintó: azul las tazas, rojo el plato, amarilla la jarra. La vida me ha

regalado muchas amigas. Con diferentes edades, intereses, estilos, ellas

son el amor más constante a lo largo del tiempo. Orly tiene ocho años,

en sus ojos color verde-gris puedo ver el follaje de su alma; en la

sonrisa suave, su traviesa inteligencia; y en sus manos con huellas de

pintura, lo generoso de su corazón.

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Vía dobleufa.blogspot.mx

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Té Madrugada 146

Mi mundo del té ha crecido tanto que tengo un nuevo mueble para

tazas, hierbas y jarras. Es como el marco de una ventana con armellas

de donde cuelgo las tazas. Al centro viven las latas y bolsas con tés y

tisanas. También tengo un nuevo archivo de imágenes y textos que

buscan la edición de un libro que se llame Té Madrugada. Eso pasa con

las cosas que nos gustan y en las que se trabaja. Florecen a su tiempo y

nos sorprenden con sus frutos.

Té Madrugada 147

Los leones duermen dieciocho horas al día. Los machos creen que su

melena y la fiereza de sus genes, transmitidos en activísimas y

consecutivas sesiones de dos minutos, es suficiente para ser los reyes

de la selva, y ni siquiera están al cargo de la comida. Las hembras

duermen las mismas horas, pero son las estrategas y las ejecutoras de la

cacería, cuidan los cubiles, miran con aburrimiento a los machos cada

vez que las montan. Recuerdo esto una madrugada sin razón alguna, y

me doy cuenta de que no siempre las madrugadas son reveladoras.

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Té Madrugada 148

Me impresiona el blanco en mi mente cuando despierto después de

haber pasado toda la madrugada dando vuelta a una idea casi perfecta.

Sé que hubo una solución, que algo importante encontró su sitio tras

horas de pensamiento y silencio. Sin embargo, no la encuentro, solo

está la sensación. De la idea queda su vacío.

Té Madrugada 149

La definición exacta de madrugada es el tiempo que transcurre desde la

media noche hasta antes del amanecer. Te es el nombre de una letra, el

símbolo del telurio, el nombre de la infusión de la planta Camellia

sinensis y el pronombre de la segunda persona para el dativo y el

acusativo. Té Madrugada 149 no es nada de eso, lo que demuestra que

el todo no es igual a la suma de las partes. Y que 149 no es sólo un

número consecutivo sino parte de un título con que arrancamos el año

2015: madrugadas luminosas para todos.

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Té Madrugada 150

Hay un hueco por el que puedo entrar en mí misma: una ranura

plateada que se abre de noche, cuando todos duermen, y solo entonces

puedo escuchar lo que me vive dentro. Una puerta que se cierra

mientras trabajo y hago las cosas de todos los días. Una puerta que

trato de expandir cuando me siento a escribir y que recuerdo como un

sitio generoso al que llegué en la madrugada.

Té Madrugada 151

El vino y el té son las únicas bebidas que educan el paladar. Existen

catadores expertos; conocen sus características y saben de las cosechas

anuales y estacionales que explican por qué un kilo puede valer veinte

dólares o diez mil, dependiendo del origen y la recolecta de la hoja.

Con utensilios y envases especiales mediante los cuales analizan color,

aroma, textura y sabor, los tea-sommeliers proponen maridajes y elevan la

calidad de la experiencia. Bebida, oficio, cultura, negocio y placer

servidos en una taza.

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Vía playing with fire and water

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Té Madrugada 152

La preparación del té incluye cuatro mandamientos. Uno, usarás té de

hoja entera de la planta Camellia sinensis; dos, usarás agua de manantial;

tres, respetarás la temperatura indicada para cada tipo de hoja; cuatro,

cuidarás el tiempo de infusión. Yo no los sigo al pie de la letra, pero

para la religión y el placer cada quien tiene sus leyes y sus tablas.

Té Madrugada 153

Al nivel del mar, el agua tarda más en bullir. A las cuatro de la

madrugada es más larga la expectativa por el primer hervor. Espero.

Espero. Espero. Cuál es la necedad, me pregunto, si además hace calor.

Doy el primer sorbo: me consuela el abrazo interno que me da la

infusión. Siento cómo avanza el frescor de la mañana.

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Té Madrugada 154

Hay una aplicación de teléfono que evidencia la calidad del sueño.

Dispones la pantalla del aparato de cara al colchón y éste registra tus

movimientos de tal modo que al día siguiente ofrece una gráfica de las

horas dormidas y los niveles de descanso. La usé durante cuarenta días

para buscar patrones que expliquen lo que sucede durante la noche: lo

que no sucede en mi noche. El resultado lo estudio ahora, una

madrugada en la que bebo té y clavo los ojos entre los picos y crestas,

tratando de descifrar el misterio.

Té Madrugada 155

Todas mis madrugadas son en una cama caliente, acompañada o sola,

en lugares privilegiados. No sé lo que es la madrugada a media calle, en

la pobreza, sobre una hoja de cartón. También ignoro lo que es no

dormir por la punzada de una adicción. Mucho menos sé lo que es

despertar bajo un bombardeo, la influencia de una peste, el frío que

quiebra los huesos. Mis madrugadas, cada una de ellas, son un milagro

por todo lo que no son.

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Fotografo Dreaming In blue

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Té Madrugada 156

En algunas calles la numeración es aleatoria. Por capricho o por

cambios en la historia, la continuidad en el número de los inmuebles

no sigue el orden natural. Algo que, sospechosamente, también sucede

en el Té Madrugada. Hice el recuento de los textos y observé que el

orden numérico falla de vez en vez. En mi caso, la causa es muy

sencilla: equivocación. Muevo la cabeza de un lado a otro. En el caos

no hay error, pienso, y me consuelo con una infusión.

Té Madrugada 157

Me pregunto si cuando era pequeña esto es lo que esperaba de la vida.

Esto, ¿cuál?, me contesto con una carcajada interrumpida. Y es que

siempre quiero más y mejor. Un más y mejor tan permanente, tan

ambicioso, tan exigente que pocas veces puedo sentarme a beber el té

satisfecha de mí misma.

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Té Madrugada 158

Para mi sorpresa, existe la Escuela Mexicana del Té. Funciona con

licencia de la Escuela Argentina y certifica sommeliers, diseñadores de

infusiones y expertos en protocolos. Ellos dicen que hay que saber

distinguir entre tisanas, infusiones y té; que una bebida tan milenaria

requiere del mayor conocimiento. Leo los programas mientras bebo

una taza de roibos. Prefiero cerrar los ojos y deleitarme con ese sabor.

Té Madrugada 159

Hay madrugadas que no he visto: las que tienen luz de día en el Polo

Norte y las que pintan el cielo de colores con auroras boreales. Hay

otras que no quiero ver: aquellas en las que el fuego cruzado hace de la

noche un juego de artificio, las que se escurren tras los barrotes de las

prisiones o en el lamento de los hospitales. Hay unas terceras que

siempre anhelo: las que están llenas de quietud, de silencio, y en las que

encuentro la tibieza de tu cuerpo.

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Té Madrugada 160

Las campanadas de la catedral acompañan la noche de quienes

escogimos un hotel céntrico para pernoctar. Antes de dormirme

suspiré en el balcón frente a la belleza de la ciudad histórica. Pero ya en

la cama, el sonido del badajo llegó cada media hora sin dejarme

descansar. Tristemente no había té, ni de bolsita, para acompañar el

transcurso del tiempo a repiqueteos.

Té Madrugada 161

Miro tu torso desnudo mientras bebemos té en la cama. Con tinta

negra uno los lunares de tu pecho y tu estómago: las líneas dibujan una

constelación antes invisible. Si como es arriba es abajo, supongo que en

algún lugar del universo las estrellas están dispuestas de la misma

manera que como han quedado frente a mis manos, en tu cuerpo. Este

es mi cielo, escribo, con la letra chueca y de derecha a izquierda para

que puedas ver en el espejo lo que he hecho en tu piel, lo que has

hecho en mi vida: proveerme de una bóveda celeste.

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Té Madrugada 162

Mañana otra vez saldré de viaje. En la noche nos unimos con la

conciencia de la distancia que se abre y con la cercanía de manos y

labios. Saciamos el deseo, con el anhelo de reencontrarnos, otra vez, en

las madrugadas por venir.

Té Madrugada 163

A veces leo en la madrugada. No tengo suficiente serenidad como para

escuchar las revelaciones del silencio y estoy harta del cuerpo

incómodo en la cama. Enciendo la luz, tomo el libro que duerme a mi

lado, acomodo las almohadas tras la espalda y viajo a ese lugar que

dibujan las palabras. Ahí vivo en medio de la noche llena de emociones

y parajes. Después, el sueño me vence y duermo bajo una frazada de

letras que me hace soñar.

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Vía etsy.com

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Té Madrugada 164

Una batalla ardiente recorre mi cuerpo y en silencio lo quema por

dentro. Me despiertan el sudor y la fiebre. Todo es vértigo en la noche

oscura de los virus y las bacterias, de las alucinaciones y los miedos.

Hay más negro cuando abro los ojos que cuando los cierro. Negra es la

noche en las horas de enfermedad. Más negra, la madrugada sin

esperanza ni alivio.

Té Madrugada 165

“Té de nada” llama mi amiga a su taza con agua tibia y dos gotas de

limón que bebe antes de empezar el día. Un hábito naturista que los

más sabios han incluido en su vida diaria. Las propiedades que le

atribuye son enormes en lo digestivo, lo estético y lo espiritual. Té de

nada que, casi inexplicablemente, pone en orden todo.

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Té Madrugada 166

No me gusta el té chai en polvo ni en jarabe, el que venden envasado

para mezclar con leche. El té también es el rito, el tiempo, las

condiciones para prepararlo y beberlo, las emociones que provoca.

Apuesto que quienes saborean la versión instantánea no ven desfilar en

su mente las mujeres hermosísimas de saris coloridos que aparecen a

quienes damos un sorbo al té hecho con paciencia y fuego lento.

Té Madrugada 167

A los 50 años de él, el té es una bendición líquida que bebe

pausadamente en las madrugadas de insomnio junto con ella. A los casi

49 de ella, la bendición es él: sus manos, su paciencia para viajar por

nuevos sabores, la aventura de la vida juntos. Así entibian las mañanas

invernales, a pequeños sorbos y en silencio.

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Té Madrugada 168

El trinar de un pájaro me despertó antes del amanecer. No era el canto

que llama a otro miembro de la especie ni el que anuncia la mañana.

Era un grito de pelea territorial, de esos que van acompañados de un

fuerte aleteo. Imaginé a una pájara defendiendo el nido de algún

enemigo: otra ave, una serpiente, un monstruo gris que desconozco.

Afuera de mi cuarto se libraba en pleno la batalla por la vida en la costa

de Guerrero mientras yo estaba perfectamente a salvo bajo mi sábana

blanca.

Té Madrugada 169

El sueño es a la mente lo que la orina al cuerpo: el desecho de aquello

que, de permanecer en el organismo, nos intoxicaría hasta la muerte.

Por eso despierto de buen humor las noches en las que historias

exóticas e inexplicables me alertan en la madrugada. No las someto a la

interpretación del psicoanalista del mismo modo que no voy al

laboratorio clínico todos los días. Prefiero la carcajada en mi cama a la

seriedad de un diván.

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Té Madrugada 170

Vamos cambiando el gusto de acuerdo con la temporada. En estos

días, el té de menta es nuestro favorito. Solo, endulzado o con un

chorrito de leche. Nos gusta el verde que nos deja en los labios, la

frescura con la que baña el corazón, la calidez con que llena el

estómago. Unas gotas de líquido son pilar y fortaleza para las horas que

se despliegan.

Té Madrugada 171

Cometo un error de dedo y escribo madrigada en lugar de madrugada.

Es un acto fallido, un dislate, un lapsus. Lo miro bien y comprendo. La

madrugada es mi madriguera. Una guarida hecha de grises y silencio, a

falta de arena o piedra, donde me refugio del día, donde me preparo

para el amanecer.

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Vía my-recip12.blogspot.pe

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Té Madrugada 172

Un trozo de luna entra por la ventana, descansa en el piso y traza una

franja blanca. No deja de impresionarme la potencia de esa luz que

mueve el agua del mundo y a media noche platea los objetos. Salgo del

cuarto para observarla de frente, emblanquece mi piel, mi cara. Bajo su

fuerza todos nos transformamos.

Té Madrugada 173

A veces las madrugadas son húmedas: arrastran la lluvia de la noche en

medio del aire fresco y oscuro. Amanece pausadamente, casi a fuerza, a

un día al que le cuesta aparecer y que se vivirá en tonalidades de blanco

y negro. Como hoy.

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Té Madrugada 174

Las tisanas son mezclas de flores o frutos con los que se prepara una

bebida. El té es la infusión de hojas blancas, verdes, rojas o negras de

una misma planta. Ambos, tés y tisanas, pueden beberse solos, con

leche –y espumarla hasta crear tepuchino–, mezclados con jugos,

helados, en cocteles con o sin alcohol; incluso, se puede moler la hoja

del té para preparar panes y pasteles. Cientos de posibilidades para una

bebida milenaria. Yo me quedo con la que humea en una taza.

Té Madrugada 175

Los tea sommelieres han refinado el sentido gusto durante años enteros

de probar de modo consciente y entender lo que pasa por su boca.

Elaboran ciertas guías que indican qué alimentos se ven disminuidos

por el sabor del té o cuáles resaltan en una combinación perfecta. Para

el paladar, beber así, como conocedores, es una experiencia de viaje a

países indómitos. A veces no hay que exigirle tanto a una infusión, con

disfrutarla basta, pero es un itinerario para quien le interesa.

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Té Madrugada 176

El dolor no me deja dormir. Es el lenguaje del cuerpo, que grita aquello

para lo que no he tenido oídos. Me chillan la pierna y la cadera, y no

encuentro postura ni acomodo. Una almohada aquí, otra allá, un

analgésico más. A fuerza de descanso algo se alivia, y solo recuerdo lo

mal que estoy a la madrugada siguiente cuando, rota de dolor, voy al

hospital arrepentida de mi terquedad.

Té Madrugada 177

En los hoteles, los foquitos del aire acondicionado, del televisor, de los

contactos de luz, y los números rojos del despertador iluminan la

habitación de tal modo que tengo que cubrir con toallas y ropa todas

esas fugas luminosas para crear la oscuridad. Cierro los ojos y me

siento perdida en una cama que no es mía, en una esquina que no

conozco, y siento miedo, el miedo de niña. Ora quito una toalla, ora

una prenda, hasta que algo de luz desvanece el miedo. Trato de dormir.

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Té Madrugada 178

Me preguntó si quería que encendiera la luz cuando sintió una sombra

moverse en el cuarto para ir al baño, pero estiró el brazo y se dio

cuenta de que estaba yo a su lado. Su tensión me despertó y sentimos

miedo en esa oscuridad. Vigilantes, nos quedamos dormidos. Apenas

despertamos quisimos hacer el recuento: un mundo incompresible y

sus misterios se iba con el oleaje del alba.

Té Madrugada 179

Salimos en la madrugada, a oscuras, de nuestras tiendas de campaña:

queríamos encontrar el amanecer ya en medio de la sabana, con los

animales despertando. Jamás nos calentamos a pesar de la fogata, el té,

los ponchos que nos cubrían. Fue una madrugada hermosa bajo un

cielo anaranjado que dolía de tanto frío.

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Té Madrugada 180

¿Es hoy, ahora?, se pregunta mi amiga mientras mira a su madre

atravesar la noche con una respiración que no promete más. ¿Es hoy,

ahora?, me pregunté cuando iba rumbo a la delegación a reconocer el

cuerpo de mi hermano una mañana de enero hace doce años. Nunca

sabemos cuándo será, pero de pronto intuimos el momento, la

despedida. Sabemos que las madrugadas tienen número y son finitas.

Té Madrugada 181

Tengo un nuevo hábito: tomarme la temperatura antes de dormir y al

despertarme. Sigo un tratamiento que rastrea el funcionamiento del

sistema inmune de acuerdo con el registro del termómetro digital. Los

amaneceres ahora predicen el climatológico del día, de mi salud y de las

palabras que vendrán.

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Vía vestidos lindos satelier

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Té Madrugada 182

Me prohibieron el té con teína. Es parte de un programa de

desintoxicación que acepta tisanas de manzanilla, zacate limón y

roibos; nada de té negro, verde o blanco, tampoco frutales ni de menta,

porque inhiben la homeopatía. Mi paladar está limitado y esta columna

también. Nada me gusta más que tener que elegir entre todas las

palabras y las hierbas para escribir un texto del tamaño de un sorbo.

Té Madrugada 183

No escribo la madrugada de los miércoles lo que se publica los jueves

por la mañana. Preparo estos textos con anticipación, cuando llevo una

vida de escritora que escribe de tiempo completo, y los guardo. Llega el

jueves en turno, selecciono el número que sigue, leo, corrijo, elimino,

escojo una imagen de las que ya tengo en un archivo y entonces, subo

la colaboración. Cuando los miro, veo textos condensados a fuerza de

los días, como la tintura de una infusión.

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Té Madrugada 184

Escribir un texto breve, a modo de juego poético unas veces, o de un

apunte, una confesión, un experimento otras, empecé a hacerlo hace

muchos años, quizá veintidós, con las “Rondas de cama”. Fue la

primera vez que seleccioné un tema-objeto para explorarlo con

palabras. En una obsesión, si es buena, no hay repetición, me dije.

Publiqué las Rondas de cama en el tan elogiado y desaparecido

suplemento “Sábado” durante dos años, y luego cambié de tema:

escribí cientos de Sobremesas. Se acabó el periódico y con él, mi deseo

de entregar miniaturas, hasta que descubrí que por este medio podía

continuar con mis maneras y obsesiones. Así empezaron los Té

Madrugada, que hoy cumplen tres años. Lo celebro con una infusión

de jengibre y hierbabuena que me pone de muy buen humor.

Té Madrugada 185

Preparamos una taza de roibos en el cuarto, la infusión endémica de

Sudáfrica. No proviene de la planta del té sino de un arbusto cuyas

hojas, al secarse, adquieren un tono rojizo. Es hermoso en su tono

ocre, delicioso con un chorro de leche. Estamos en otro país, con otra

bebida, pero él y yo en lo mismo: bebiendo té en el cuarto, en pijama,

abrazados.

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Vía the nutrition watchdog

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Té Madrugada 186

Fiesta del té es como llaman los ingleses a tomar una taza de té por la

tarde. Se esmeran en la belleza de las vajillas y en el preparativo de

bocados, como sándwiches de pepino, galletas y pasteles, en un ritual

de socialización y ocio para el disfrute. Para los estadounidenses, la

Fiesta del Té es un movimiento político que cuestiona al gobierno

sobre los gastos, los impuestos, la deuda y todo lo que tiene que ver

con el manejo del dinero, inspirado en el célebre Motín del té, en

Boston, que surgió por allá de los años 70 del siglo XVIII, como

protesta de los colonos a los gravámenes imperiales a la importación

de té. Para mí, la fiesta del té es este espacio que conforta el alma a

base de palabras y bebidas que llegan en la madrugada.

Té Madrugada 187

La madruga es la hora ideal para el estudio de lo alto, dicen los que

saben; el espíritu tiene una claridad magnífica a pesar de la oscuridad

de la noche. Vislumbramos entendimientos que nos permiten unirnos

con la mente creadora. Esa es la única meta: conectarnos con la Luz.

Todo lo demás: el silencio, la penumbra, la tibieza del cuerpo es

absolutamente lo de menos.

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Té Madrugada 188

Es la primera madrugada del año 5733 para quienes cuentan los días

desde que, suponen, Adán fue creado. Es la marca de un nuevo

principio, y de manera simbólica podemos crearnos nuevamente.

Deseo es la palabra que lleva la semilla de eso que seremos. Yo deseo

desear con fiereza el futuro y no sólo esperarlo a la suma de mis años;

yo deseo desear con intensidad para no quedarme donde estoy y ser

más y mejor; yo deseo un deseo ardiente para todos, que tengamos

urgencia de amanecer a días más soleados para el corazón.

Té Madrugada 189

Hay madres que buscan a sus hijos desaparecidos, lloran mientras

arañan la tierra en busca de sus cuerpos. No hay nada, salvo las

sombras del mal que arrastra sonriente su impunidad durante el día, la

noche y la madrugada. El silencio es cómplice de esa mancha negra,

como un té fuerte y amargo, que se extiende por el mundo sangrando a

sus habitantes.

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Té Madrugada 190

Los tés curativos son el modo en que la naturaleza restablece la salud

de quienes la han perdido. La cantidad de propiedades y efectos que

lleva una hoja en sus nervaduras es un portento que no deja de

maravillarme, más cuando entrega sus prodigios al agua tibia. La

mayoría son preciosos en color y aroma, aunque otros son imbebibles

si la enfermedad no apremia. La necesidad y el gozo son el origen de

todos los tés y sus milagros.

Té Madrugada 191

¿Me escuchas?, preguntó mi mamá en voz leve una madrugada en que

preparó un té en un cuarto de hotel que compartimos y quería

ofrecerme una taza para acompañar el jet lag. Ni modo de no escuchar

su voz; el repiqueteo de las tazas y los platos, el hervor de la tetera y los

demás sonidos del preparativo no me dejaban dormir, a pesar de su

sigilo. Me dio tanta risa su pregunta, por lo absurdo, que esa frase

quedó como parte de nuestras complicidades. Bebí de lo más contenta

esa infusión.

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Té Madrugada 192

Bebo té de manzanilla frío como agua de uso. Se pone de color verde,

a diferencia del amarillo pálido que lo distingue cuando está caliente.

Con un poco de estevia me sabe a maravilla pura en estos días de calor

marino cuando nada, casi nada, me refresca.

Té Madrugada 193

Han llegado al muro del Facebook y a mi correo personal imágenes de

té sugerentes y divertidas. Son ofrenda de amigos que las comparten

conmigo, con nosotros, los lectores de estas letras. Las uso tan pronto

puedo, pues tienen un propósito mayor que acompañar esas palabras:

reforzar las complicidades de la amistad.

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Té Madrugada 194

El arte pictórico ofrece un binomio que artistas plásticos han

explorado cientos de veces: una mujer sola junto a una taza de té. En

ocasiones, el contexto es la cocina, junto a un libro, en otras, una

terraza. Más mujeres que hombres, si he observado bien. ¿Qué hay

entre nosotras y el té? Un misterio que es espejo. No sé de una

respuesta que lo clarifique.

Té Madrugada 195

Sucede que hay Día Internacional del Té, un acuerdo celebrado entre

sindicatos y organizaciones de países productores para proteger a sus

trabajadores y el comercio. Se estableció en 2005 y nueve años después

vengo a enterarme, por una amiga querida que sigue mis letras y las

infusiones que las acompañan. Así fue también como supe que el té es

la segunda bebida más consumida en todo el mundo, después del agua.

Me sorprendieron ambos datos. Lo mío es más pequeño: un gusto

personal que produce palabras y me cobija del frío.

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Vía decosdumonde.com

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Té Madrugada 196

Fortnum and Mason son los apellidos de dos británicos que unieron

habilidades comerciales y desde los años de 1700 llevaron a Londres

hierbas provenientes de China, de la región de Cathay, para preparar la

infusión que llamaban “thay”. Desde entonces, su tienda de tés es

famosa, preciosa y única: por la calidad de las hierbas, los objetos, los

empaques. Cuando puse un pie en el local me di cuenta de que hay

muchas formas para la felicidad.

Té Madrugada 197

Mi maestra me llamó para decirme que su marido se había aficionado

al té que les traje de España. Hace mucho que no voy a España y

mucho menos he traído té, pensé, pero no quise contradecirla. Haría

hasta lo imposible para conseguir lo que me pedía y levarlo a su casa, a

ellos, que admiro y a quienes agradezco tanto. Cuando me enseñó la

lata comprendí a qué se refería. Sólo tuve que viajar a la sección de

importación de una tienda departamental.

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Té Madrugada 198

Agua de té de palo seco –me aconsejó la masajista al terminar sus

labores–. No sabe lo bueno que es: desinflama, limpia la sangre, quita

el colesterol. Un vaso grande de té tibio en ayunas... –sonreí ante su

sabiduría de mujer de campo, agradecida por su recomendación– le

ayudará a bajar de peso, ahora que está tan caderona. Se me quitó la

sonrisa ante su sinceridad, pero fui al mercado a comprar la corteza,

que ahora mezclo con el agua hirviendo, por aquello de que pueda

funcionar.

Té Madrugada 199

Una amiga me regaló hierba de Neem, hoja de un árbol asiático con

magníficas propiedades curativas. Se prepara como infusión y se bebe

como agua de uso. Otro té maravilla, me dije entusiasmada cuando las

hojas bailaron sobre el hervor del agua. No pude ir más allá del primer

sorbo. Intenté con edulcorante y menor concentración. No lo logré. El

sabor amargo me alejó definitivamente. Lo lamento por todos los

beneficios y milagros que se quedaron a punto de ebullición.

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Té Madrugada 200

El té está relacionado con la salud. A largo y ancho del mundo, a través

de los tiempos, se ha hablado de los enormes beneficios de distintas

hierbas para afecciones múltiples que se alivian con la infusión

recomendada. Es una práctica tan arraigada y fundamentada que no

tengo manera ni ganas de negarla. Solo que para mí el té es la belleza, el

placer que lo abarca todo: el cuerpo, las emociones que despierta y la

dicha que hace que mi vida sea plena, sí, y quizá por ello, más sana.

Té Madrugada 201

Hay madrugadas que son un infierno. Crecen el insomnio y la angustia

como una enredadera en mi cuarto. El agotamiento no me permite huir

a través del sueño ni salir de la cama. Estoy inmóvil mientras una

asfixia lenta, verde, húmeda me atrapa entre sus ramas.

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Té Madrugada 202

El té ha jugado un papel importante en la historia; por él se han

emprendido expediciones temerarias, librado batallas, emitido decretos:

la Guerra del Té (también conocida como Guerra del Opio) entre

Inglaterra y China; el Motín del Té en Boston, contra la ley que

buscaba gravar el té y abatir el contrabando son un par de ejemplos. La

cultura nacional de tantos países que constituyen su entorno, los

negocios, los acuerdos, la salud recobrada, las pequeñas alegrías, los

mínimos sucesos cotidianos... todo está permeado por el té. De lo

macro a lo micro, y viceversa, ahí está la historia líquida con sus ciclos.

Té Madrugada 203

El té es pausa, el café es prisa. El té es claridad y color, el café es

oscuridad. El té relaja, el café alerta. El té es la historia del mundo en

una taza. El café es la historia del consumo en un costal. El té es el

pretexto para estas líneas, el café lo que toma mi hombre cuando las

lee.

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Té Madrugada 204

Esta noche le dimos vuelta al calendario. Llegó la madrugada con un

nuevo año tras ritos de gratitud, buenos deseos, abrazos, uvas y fuegos

de artificio. Había ruido en los balcones, pero yo ansiaba el silencio de

la oscuridad para ver el futuro con los ojos que anhelan que no sea un

amanecer igual y que algo distinto, mejor, mayor, inflame el pecho de

los hombres.

Té Madrugada 205

Salen caras tus terapias de sueño, confirmó él, a quien no dirigí palabra

las trece horas que duró el vuelo. Me senté, inflé la cuellera gris y no

supe más. Eso sí, todas las noches doy vueltas en la cama, me

despierto, lo despierto, me abraza, le hago un té, platicamos y

acompaña todas mis intermitencias. Pero esas trece horas que él

suponía que aprovecharíamos para dialogar asuntos delicados que

requieren su tiempo, yo no hice el más mínimo gesto. Me perdí en las

nubes, como el avión, y dormí a pierna suelta como en todos los

vuelos.

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Vía etsy.com

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Té Madrugada 206

Desde hace dos meses las noches son lo que debieran ser: lugares de

descanso profundo sin insomnio, sin ir al baño, sin la luminosidad del

pensamiento a oscuras. Mi mamá me regaló una fórmula herbal que

prepara una amiga suya. La rocías en la cama y sobre la cabeza. Poco a

poco siento el abandono del cuerpo, del que no sé nada hasta muchas

horas después. Mis madrugadas son otras, un silencio nuboso que casi

no registro. Creo que eso está bien.

Té Madrugada 207

Estas noches han sido distintas: no me despierto y tengo sueños que

recuerdo con claridad. He dormido a pesar del vaivén del barco, de lo

incómodo y pequeño de la cabina, de lo incomunicada con el mundo,

de lo cercana al mar. Increíble todo lo que tengo que hacer para

dormir: viajar por avión, embarcarme, bucear tres veces al día y no

pensar en nada. Nada que no sea el azul, la belleza de los animales, la

gratitud. Una receta cara pero efectiva. La practicaré con mayor

regularidad.

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Té Madrugada 208

Hacía tanto frío que cada uno se quedó de su lado, envuelto en una

cobija individual, como si fuéramos orugas distintas y no los amantes

que nos buscamos en los senderos de la noche. Te extraño, le dije en la

madrugada cuando lamenté no encontrar la tibieza de su cuerpo. Yo

también, pero mejor así nos quedamos, contestó cuando midió la

heladera que debíamos atravesar para un abrazo. Me mandó un beso y

sin el menor empacho y volvió a roncar.

Té Madrugada 209

Me despertó la ausencia de electricidad. Fue como si de pronto se

silenciaran los intestinos de la casa. El ruido constante, casi

imperceptible, del refrigerador, el teléfono, el regulador de la

computadora, el televisor, dejaron de existir y tanto sigilo me alertó.

Tardé en comprender lo que sucedía. Este es el verdadero silencio de la

noche, entendí, y volví a dormir.

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Té Madrugada 210

A veces me pierdo la madrugada. La noche se desliza entre un abrir y

cerrar de ojos y despierto sin haber atisbado sus misterios. Me

desconcierta la luz de la mañana, saber que atravesé el mar negro sin

conciencia. Luego me sonrío: está bien. Dormir de corrido es algo tan

inusual para mí como para otros ver el amanecer.

Té Madrugada 211

Cuando creo que la época más fuerte del insomnio ya pasó, cuando

siento que las noches empiezan a ser de una sola pieza y que las

atravieso con los ojos cerrados, vuelve una racha de horas lentas sin

dormir, en las que amanezco con el cansancio que se suma a la noche

anterior y a las de antes. Ponerme de pie es un esfuerzo enorme pero

inaplazable y así empiezo el día, los días, en busca de un té para

consolarme.

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Té Madrugada 212

A veces creo que no dormí, pero cuando hago un balance de la noche

y recuerdo la locura de mis sueños me doy cuenta de lo profundo del

descanso y del sin sentido de las historias que mi psique elabora.

Dormí y soñé, cobro conciencia, otra vez. Algo en mis noches empieza

a transformarse.

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Vía etsy.com

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