Tadeu Da Silva Teorias Curriculares p21 31
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Il. De las teorías tradicionales a las teorías críticas
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Nacen los «estudios sobre el currículum)): las teorías tradicionales
La aparición de teorías sobre e! currículum se corresponde con la
emergencia de! campo de! currículum como un campo profesio
nal, especializado, de estudios e investigaciones sobre e! currícu
lum. Las profesoras y los profesores de todas las épocas y lugares
siempre estuvieron involucrados, de una forma u otra, en e! currí
culum, incluso antes de que el surgimiento de una palabra espe
cializada como «currículum» pudiese designar aquella parte de sus
actividades que hoy conocemos como «currículum». La emergen
cia de! currículum como campo de estudios está estrechamente
ligada a procesos tales como la formación de un cuerpo de espe
cialistas sobre e! currículum, la formación de disciplinas y departa
mentos universitarios sobre e! currículum, la institucionalización
de sectores especializados sobre e! currículum en la burocracia edu
cativa y la publicación de revistas académicas especializadas.
De cierra forma, todas las teorías pedagógicas y educativas son
también teorías sobre e! currículum. Las diferentes filosofías edu
cativas y pedagogías, en las distintas épocas, mucho antes de la
institucionalización de! estudio de! currículum como campo
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especializado, no dejaron de hacer especulaciones sobre él, aun
cuando no utilizaran el término.
Pero las teorías educativasy pedagógicas no son, hablando en
términos estrictos, teorías sobre el currículum. Hay antecedentes
en la historia de la educación occidental y moderna, institucio
nalizada, de preocupaciones en torno a la organización de la acti
vidad educativa e incluso de una atención consciente a la cues
tión de qué enseñar. La Diddctica magna, de Comenio, es un
ejemplo. La propia creación de la palabra currículum, en el senti
do que la modernidad atribuye al término, está ligada a preocu
paciones organizativas y metodológicas, como ponen de relieve
las investigaciones de David Hamilton. El término currículum,
sin embargo, en el sentido que hoy le damos, sólo pasó a ser uti
lizado en países europeos como Francia, Alemania, Portugal,
muy recientemente, a partir de la influencia de la literatura edu
cativa norteamericana.
En esta literatura el término surgió para designar un campo
especializado de estudios. Tal vez fueron las condiciones asociadas
con la institucionalización de la educación de masas las que per
mitieron que el campo de estudios del currículum surgiese, en
Estados Unidos, como un campo profesional especializado.
Podemos enumerar entre esas condiciones las siguientes: la forma
ción de una burocracia estatal encargada de todo lo relativo a la
educación; la institución de la educación como un objeto propio
de estudio científico; la extensión de la educación escolarizada en
niveles cada vez más altos a segmentos cada vez mayores de la
población; las preocupaciones acerca de la preservación de una
identidad nacional, como resultado de las sucesivas olas de inmi
gración; y el creciente proceso de industrialización y urbanización.
En este contexto, Bobbitt escribió, en 1918, el libro que se
consideraría la definición conceptual del currículum como
I campo especializado de estudios: The Currículum. El libro de
Bobbitt se escribió en un momento crucial de la historia de la
educación estadounidense, cuando las diferentes fuerzas econó
micas, políticas y culturales procuraban moldear los objetivos y
las formas de educación de las masas de acuerdo con sus diferen
tes y particulares visiones. En esa época se buscó responder- a
cuestiones cruciales sobre las finalidades y los perfiles de la esco
larización de masas. ¿Cuáles serán los objetivos de la educación
escolarizada: formar un trabajador especializado o proporcionar
una educación general, académica, para la población? ¿Qué es lo
que se debe enseñar: las habilidades básicas de escribir, leer y con
tar; las disciplinas académicas humanistas; las disciplinas científi
cas; las habilidades prácticas necesarias para las distintas ocupa
ciones laborales? ¿Cuáles son las fuentes principales del
conocimiento que debe enseñarse: el conocimiento académico;
las disciplinas científicas; los saberes profesionales del mundo
laboral? ¿Qué es lo que debe estar en el centro de la enseñanza:
los saberes «objetivos» del conocimiento organizado o las percep
ciones y las experiencias «subjetivas» de los niños y jóvenes? En
términos sociales ¿cuáles deben ser los fines de la educación:
adaptar a los niños y jóvenes a la sociedad tal como ya existe o
prepararlos para transformarla; la preparación para la economía o la preparación para la democracia?
Las respuestas de Bobbitt eran claramente conservadoras,
aunque su intervención buscase transformar radicalmente el sis
tema educativo. Bobbitt proponía que la escuela funcionara de la
misma forma que una empresa comercial o industrial. Quería que el sistema educativo fuera capaz de especificar qué resultados
pretendía obtener, que pudiera establecer métodos para obtener
los de forma precisa y formas de medición que permitieran saber
con precisión si realmente se alcanzaban. El sistema educativo
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debía comenzar por establecer de forma precisa cuáles eran sus
objetivos. Estos objetivos, a su vez, debían basarse en un examen
de aquellas habilidades necesarias para ejercer eficazmente las
tareas laborales de la vida adulta. El modelo de Bobbirr estaba
claramente orientado a la economía. Su palabra clave era «efi
ciencia». El sistema educativo debía ser tan eficiente como una
empresa económica. Bobbirr quería transferir a la escuela el
modelo de organización propuesro por Frederick Taylor. En la
propuesta de Bobbitt, la educación debía funcionar de acuerdo a
los principios de la organización científica del trabajo propuesros
por Taylor.
La orientación dada por Bobbitt constituiría una de las ver
tientes dominantes de la educación estadounidense en lo que res
taba del siglo xx. Pero ésta tuvo que competir con vertientes más
progresistas, como la liderada por John Dewey, por ejemplo.
Mucho antes que Bobbirr, Dewey había escrito, en 1902, un
libro que incluía la palabra «currículum» en el título, The Child
and the Currículum. En ese libro, Dewey estaba mucho más preocupado por la construcción de la democracia que por el funcio
namiento de la economía. También, en contraste con Bobbitt,
creía importante considerar, en el planeamiento curricular, los
intereses y experiencias de los niños y jóvenes. Para Dewey, la
educación no era tanto una preparación para la vida laboral adul
ta como un espacio de vivencia y práctica de los principios demo
cráticos. Sin embargo, las teorías de Dewey no repercurirían de
la misma forma que las de Bobbitt en la formación del currículum como campo de estudios.
Lo que hizo que las teorías de Bobbit ejercieran con mayor
atractivo, probablemente fue el hecho de que su propuesta pare
cía hacer que la educación se tornara científica. No había por qué
discutir abstractamente las finalidades últimas de la educación:
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éstas estaban dadas por la vida laboral adulta. Todo lo que era
preciso hacer era investigar y definir cuáles eran las habilidades
necesarias para las diversas ocupaciones. Con un esquema preci
so de esas habilidades, era posible, organizar un currículum que
permitiese su aprendizaje. La tarea del especialista en currícula
consistía, pues, en descubrir esas habilidades, establecer un currí
culum que permitiese desarrollarlas y, finalmente, elaborar ins
trumentos de medición que permitieran evaluar con precisión si éstas realmente se aprendían.
Desde la perspectiva de Bobbitt, la cuestión del currículum se
transforma en una cuestión de organización. El currículum es
simplemente una mecánica. La actividad supuestamente científi
ca del especialista en currículums no pasa de ser una actividad
burocrática. No es casual que desde esta óptica el concepto cen
tral sea el de «desarrollo curriculan>, un concepto que dominaría
la literatura estadounidense sobre el currículum hasta los años
ochenta. En una perspectiva que considera que las finalidades de
la educación están dadas por las exigencias profesionales de la
vida adulta el currículum se reduce a una cuestión de desarrollo, a una cuestión técnica.
Según Bobbit, al igual que en la industria, en la educación es
fundamental que se establezcan patrones de referencia. El esta
blecimiento de estos patrones es tan importante en la educación
como, digamos, en una planta de fabricación de acero, ya que,
según Bobbirr: «la educación, tal como la planta de fabricación
de acero, es un proceso de moldeado». El ejemplo dado por el
propio Bobbitt es esclarecedor. En una clase, según dice, algunos
niños hacen sumas «a un ritmo de 35 combinaciones por minu
to», mientras que otros «suman a un ritmo medio de 105 com
binaciones por minuto». Para Bobbitt el establecimiento de un
patrón permitiría acabar con esa variación. En las últimas déca-
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das, dice Bobbitt, los educadores llegaron a «percibir que es posi
ble establecer patrones definitivos para los diversos productos
educativos. La capacidad para sumar a una velocidad de 65 com
binaciones por minuro [ ... ] es una especificación tan definida
como la que se puede establecer para cualquier aspecto del tra
bajo en una fábrica de acero».' El modelo de currículum de Bobbitt encontraría su consoli
dación definitiva en un libro de Ralph Tyler, publicado en 1949.
El paradigma instituido por Tyler dominaría el campo del currí
culum en Estados Unidos, con influencia en diversos países
durante las siguientes cuatro décadas. Con el libro de Tyler, los
estudios sobre el currículum se establecen decididamente en
torno a la idea de organización y desarrollo. A pesar de admitir la
filosofía y la sociedad como posibles fuentes de objetivos para el
currículum, el paradigma formulado por Tyler se centra en cues
tiones de organización y desarrollo. Al igual que en el modelo de Bobbitt, el currículum es esencialmente una cuestión técnica.
Veamos, de forma sintética, el modelo propuesto por Tyler.
La organización y el desarrollo del currículum deben respon
der, según Tyler, cuatro preguntas básicas: «1. ¿Qué objetivos
educativos debe alcanzar la escuela?; 2. ¿qué experiencias educa
tivas pueden tener posibilidades de que se alcancen esos propósi
tos?; 3. ¿cómo organizar eficientemente esas experiencias educa
tivas?; 4. ¿cómo podemos tener la certeza de que esos objetivos se
alcanzan?». Las cuatro preguntas de Tyler corresponden a la divi
sión tradicional de la actividad educativa: «currículum», ~(ense
ñanza e instrucción» (2 y 3) Y «evaluación» (4).
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En términos estrictos, sólo la primera pregunta se refiere al
currículum. A esta pregunta, Tyler dedica la mayor parte de su
libro. Tyler identifica tres fuentes en las cuales se deben buscar los
objetivos de la educación, afirmando que cada una de ellas debe
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considerarse por igual: l. Estudios sobre los propios aprendices;
2. estudios sobre la vida contemporánea fuera de la educación; 3 .
sugerencias de los especialistas de distintas disciplinas. Aquí,
Tyler amplía el modelo de Bobbitt, al incluir dos fuentes que éste
no consideraba: la psicología y las disciplinas académicas. La
segunda fuente es una demostración de cierta continuidad res
pecto del modelo de Bobbitt.
Estas fuentes generarían un número excesivo de objetivos, los
cuales podrían, además, ser contradictorios. Para enmendar esa
situación, Tyler sugiere someterlos a dos filtros: la filosofía social y
educativa, con la cual la escuela está comprometida, y la psicología
del aprendizaje. Tyler insiste en la afirmación de que los objetivos
deben ser claramente definidos y establecidos. Los objetivos deben
formularse en términos de comportamiento explícito. Esta orientación conductista se radicalizaría, en los años sesenta, con el resur
gimiento de una tendencia fuertemente tecnicista en la educación
estadounidense, representada, sobre todo, por un libro de Robert
Mager, Andlisis de objetivos. Sólo mediante esa formulación preci
sa, detallada y conductista de los objetivos se puede responder a
otras preguntas que constituyen el paradigma de Tyler. La decisión
acerca de qué experiencias deben alentarse y cómo organizarlas
depende de esa especificación de los objetivos. De la misma mane
ra, es imposible evaluar, como decía Bobbitt, sin haber establecido
con precisión cuáles son los patrones de referencia.
Es interesante observar que tanto los modelos más tecnocráti
cos, los de Bobbitt y Tyler, como los modelos más progresistas del
currículum, el de Dewey, que cristalizaron a principios del siglo
xx, en Estados Unidos, constituían de cierta forma una reacción
al currículum clásico, humanista, que había dominado la educa
ción secundaria desde su institucionalización. Como se sabe, ese
currículum era heredero del de las llamadas «artes liberales» que,
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provenientes de la antigüedad clásica, se establecieron en la edu
cación Universitaria de la Edad Media y del Renacimiento, bajo
la forma del trivium (gramática, retórica, dialéctica) y del quadri
vium (astronomía, geometría, música, aritmética). Obviamente, el currículum clásico humanista llevaba implícita una «teoría» del
currículum. Básicamente, el objetivo de este modelo era introdu
cir a los estudiantes en el repertorio de las grandes obras lirerarias
y artísticas de las herencias griega y latina, incluido el dominio de
las respectivas lenguas clásicas. Supuestamente, esos libros encar
naban las mejores realizaciones y los más altos ideales del espíritu
humano. El conocimiento de esas obras no estaba separado del
objetivo de formar un hombre (sí, el macho de la especie) que
encarnase esos ideales.
Cada uno de los modelos curriculares contemporáneos, el
tecnocrático y el progresista, ataca al modelo humanista por un
flanco. El tecnocrático destacaba la abstracción y supuesta inuti
lidad -para la vida moderna y para las actividades laborales- de
las habilidades y conocimientos cultivados por el currículum clá
sico. El latín y el griego -y sus respectivas literaturas- poco ser
vían como preparación para la vida profesional contemporánea.
No se aceptaban tampoco los argumentos que en siglo XIX habían
sido desarrollados por la perspectiva del «ejercicio mental», según
la cual, el aprendizaje de materias como el latín, por ejemplo, ser
vía para ejercitar los «músculos mentales», de forma que podía
aplicarse a otros contenidos. El modelo progresista, sobre todo el
«centrado en el niño», criticaba el currículum clásico por su dis
tanciamiento de los intereses y de las experiencias de los niños y
de los jóvenes. Por estar centrado en las materias clásicas, el currí
culum humanista simplemente no tenía en cuenta la psicología
infantil. Ambos rechazos sólo pudieron surgir, obviamente, en el
contexto de la generalización de la escolarización, sobre todo de
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la escolarización secundaria, que era el núcleo del currículum clá
sico humanista. El currículum clásico sólo pudo sobrevivir en el
contexto de una escolarización secundaria de acceso restringido a
la clase dominante. La democratización de la escolarización
secundaria significó también el fin del currículum humanista clá
.SlCO.
Los modelos más tradicionales del currículum, tanto los téc
nicos como los progresistas de base psicológica, serían definitiva
mente refutados, a partir de los años setenta, con el llamado
movimiento de «reconceptualización del currículum». Pero esa es
otra historia.
Lecturas
HAMILTON, David, {(Sobre as origens dos termos classe e curriculum,), Teoria e educarito, 6. 1992, p. 33-51.
KLIEBARD. Herber M., ctOS princípios de Tylen., En Rosemary G. Messick.
Lyra Paixao y Lília da R. Bastos (eds.), Currículo: andlise e debate, Río, Zahar, 19&0, p. 39-52.
KUEBARD, Hcrber M., ((Burocracia e reoria do currículum,), En Rosemary G.
Messick, Lyra Paixáo y Lília da R. Bascos (eds.), Currículo: análise e debate, Rio, Zahar, 1980, p. 107-126.
MORElRA, Antonio F. B. Y SILVA, Tomaz T. da, (cSociologia e rcoria crítica do
currículo: urna inrrodupo», En Antonio F. B. Moreira y Tomaz T. da Silva (eds.), Currículo, sociedade e cultura, Sáo Paulo, Cortez, 1999, p. 7-38.
TVLER, Ralph w., Principios básicos de currículo e ensino, Pono Alegre, Globo,
1974.
Nota
l. Para no sobrecargar el texto, las fuentes de todas estas citas se especifican al final del libro, en el sección ,<Referencias bibliográficas»
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