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Talcott Parsons y J. R. Commons ante teoría social actual Carlos Mallorquin No se profundizará sobre aquellos aspectos que explicarían el surgimiento del institucionalismo norteamericano, su hegemonía y ni su decadencia en el medio académico norteamericano, situación y proceso que el “jóven” Talcott Parsons logró percibir tempranamente. Nuestro propósito tiene como objetivo principal destacar ciertos elementos del institucionalismo de John R. Commons y el surgimiento de la teoría voluntarista de la acción de Talcott Parsons, haciendo hincapié en la ausencia de referencia a Commons en su construcción teórica y cuya similitud da lugar a muchas discusiones. A su vez, la contraposición entre Commons y Parsons, ayuda a desarrollar la discusión que el propio G. Hodgson (2008) propone para reconstruir la teoría social y las unidades últimas de la “realidad” sociológica. El orden del capítulo es como sigue: en primer lugar se describirá el medio ambiente y contexto teórico en las décadas de 1920 y 1930 para intentar comprender a Commons como a Parsons (“Textos y contextos del institucionalismo norteamericano”), a ello le sigue una presentación de la obra temprana de Parsons (“La convergencia del pensamiento social: Talcott Parsons”). Después se expone brevemente la perspectiva institucional de Commons, opción que aparentemente Parsons no considera como viable teóricamente (“La mente institucionalizada de John R. Commons”). Finalmente en “Problemas del pasado para el futuro”, no se proponen conclusiones de ningún tipo sino que una serie de conjeturas como agenda para discutir sobre lo que cabría de rescatarse de ambos teóricos con especial referencia a la estrategia teórica de G. Hodgson (2001; 2004) quien recientemente ha iniciado la reconstrucción teórica en torno a las unidades constitutivas de la realidad social desde otros puntos de partida, especialmente T. Veblen. Igualmente ese apartado hace alusión a la idea de cuestionar la pertinencia de una teoría general para la explicación social. 1

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Talcott Parsons y J. R. Commons ante teoría social actual Carlos Mallorquin

No se profundizará sobre aquellos aspectos que explicarían el surgimiento del

institucionalismo norteamericano, su hegemonía y ni su decadencia en el medio

académico norteamericano, situación y proceso que el “jóven” Talcott Parsons

logró percibir tempranamente. Nuestro propósito tiene como objetivo principal

destacar ciertos elementos del institucionalismo de John R. Commons y el

surgimiento de la teoría voluntarista de la acción de Talcott Parsons, haciendo

hincapié en la ausencia de referencia a Commons en su construcción teórica y

cuya similitud da lugar a muchas discusiones. A su vez, la contraposición entre

Commons y Parsons, ayuda a desarrollar la discusión que el propio G. Hodgson

(2008) propone para reconstruir la teoría social y las unidades últimas de la

“realidad” sociológica.

El orden del capítulo es como sigue: en primer lugar se describirá el medio

ambiente y contexto teórico en las décadas de 1920 y 1930 para intentar

comprender a Commons como a Parsons (“Textos y contextos del

institucionalismo norteamericano”), a ello le sigue una presentación de la obra

temprana de Parsons (“La convergencia del pensamiento social: Talcott

Parsons”). Después se expone brevemente la perspectiva institucional de

Commons, opción que aparentemente Parsons no considera como viable

teóricamente (“La mente institucionalizada de John R. Commons”). Finalmente

en “Problemas del pasado para el futuro”, no se proponen conclusiones de

ningún tipo sino que una serie de conjeturas como agenda para discutir sobre lo

que cabría de rescatarse de ambos teóricos con especial referencia a la

estrategia teórica de G. Hodgson (2001; 2004) quien recientemente ha iniciado

la reconstrucción teórica en torno a las unidades constitutivas de la realidad

social desde otros puntos de partida, especialmente T. Veblen. Igualmente ese

apartado hace alusión a la idea de cuestionar la pertinencia de una teoría

general para la explicación social.

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Textos y contextos del institucionalismo norteamericano

En los medios académicos universitarios norteamericanos de la década de 1920

y 1930 todavía no se presentaban las fronteras excluyentes entre las diversas

disciplinas que hoy se conocen y la ”economía” y la “sociología” aún compartían

departamentos y discusiones, mucho en gran parte debido precisamente a la

relativa hegemonía de la corriente institucionalista. Incluso había una pluralidad

teórica desconocida hoy con la actual profesionalización y especialización de la

“economía”. Paradójicamente, existía cierta ecología cultural que hoy se llamaría

“posmoderna”: la ausencia de un meta-relato, de reglas generales de

evaluación, sintéticamente: una pluralidad discursiva muy diversa.

Gran parte de lo que sigue busca rescatar precisamente algunos aspectos

teóricos de esa época cuando se intentaba redefinir los objetos de las distintas

disciplinas aún en ciernes y los elementos de una teoría social. Si bien es cierto

que los institucionalistas perdieron una batalla política en los medios académicos

–más no teórica- ante el surgimiento de la economía neoclásica, hoy cabe

reeditar algunas de las ideas que aún tienen mucho que ofrecer para repensar la

misma problemática: la teoría social y la noción del agente.

Independientemente de las teorías particulares entonces en pugna, o si se

prefiere entre las “escuelas” del pensamiento “institucionalista” y el “neoclásico”,

ese episodio beligerante entre ellas condujo a la especialización entre la

sociología y la economía eliminando consigo cualquier posibilidad de

interlocución fructífera entre sí a mediados de la década de 1930.

Fue entonces que se establecieron las bases para que subsecuentemente en la

década de 1940 la economía neoclásica norteamericana, dominada por

nociones walrasianas y con una mayor homogeneidad en su formulación teórica,

hiciera a un lado a los institucionalistas del centro de la discusión teórica. La

inconmensurable inclinación de sus postulados académicos hacia modelos de

corte econométrico y hacia la teoría de los juegos con el apoyo del

financiamiento sin límites por parte del ejército norteamericano a sus proyectos

en el campo de la “investigación en operaciones”, transformó el futuro de la

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ciencia económica (Mirowski, 2002). Ese cambio se inicia en los últimos años de

la década de 1930, con la inminente participación estadounidense en la

Segunda Guerra Mundial, momento que señala el comienzo del declive del

dominio institucionalista en las academias de economía.

Diez años antes, en la década de 1920, la academia de económica mostraba un

notable pluralismo teórico, brillaba por doquier la ausencia de terrorismo

metodológico alguno. Hay que reconocer, pese a esto, que el debate entre

institucionalistas y ortodoxos de la economía no siempre se dio con base en

esos rótulos; entonces se pensaban y se distinguían entre sí como “inductivistas”

y “deductivistas” (Yonay, 1998). En el primero de ellos se destacaba el análisis y

la explicación específica más allá de toda tradición teórica, resaltando la

importancia de comprobar con datos y hechos fácticos ciertas tesis; por su lado,

los deductivistas partían de elaboraciones teóricas más generales para explicar

el funcionamiento del mercado o del equilibrio.

A mediados de 1920, entre los economistas es perceptible la carencia de

certezas sobre la cientificidad de sus postulados y/o la forma de establecer dicha

sustentación, sin que por ello se paralizara la investigación, lo cual ilustra en

parte el pluralismo teórico dominante en aquel tiempo.

Por ejemplo, en un texto titulado The Trend of Economics (Tugwell, 1924) cuyo

objetivo era el de presentar el panorama general de la economía por aquel

entonces, lo que menos existía era “una corriente” que vaya en el mismo

sentido, fenómeno subrayado por el propio Frank Fetter (1925)1 al reseñar dicha

obra.2 W. Mitchell hablaba de “varios tipos de economistas-neoclásicos como

Marshall, la escuela de psicología norteamericana representada por Fetter,

aquellos que cultivan la lógica pecuniaria como Davenport, y los campeones de

la teoría institucional como Veblen”. (Mitchell en Tugwell 1924: 19). Tenía dudas

de cómo se producirían las “nuevas especies” en teoría económica a partir de

1 El ensayo de Fetter, aparecido originalmente en alemán, fue entregado para un libro colectivo en torno a la Obra de Friedrich Wieser en 1925, ver Warren, 1991. 2 Tugwell decía en el prólogo a la obra: “Tanto deductivistas como inductivistas están aquí, igualmente los neoclásicos que los institucionalistas (...) lógicos marginalistas y experimentalistas (...) conductistas y funcionalistas”, (Tugwell, 1924: X).

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dicha variedad, ya que las concebía como especies esencialmente

“ricardianas”.3

Respecto la manera en que se deberían establecer los principios científicos que

regirían la disciplina aparecen varias reflexiones con posturas diversas e

interesantes, sin descontar las consabidas incertidumbres. Una de las más

radicales provino de John Maurice Clark, quien planteaba uno de los más

interesantes experimentos teóricos en torno a una ciencia económica “no

euclideana” (Clark en Tugwell 1924), adelantándose en muchos años a

corrientes contemporáneas de la economía. Esto identifica la importancia que

por aquel entonces se concedía al pragmatismo en el análisis y establecimiento

de nociones sobre la verdad.4 A su muy particular modo, Frank Knight reflexionó

sobre las características de los agentes en la economía que deben ser

considerados por el economista para pensar la causalidad en cuestión,

fenómenos que aún no han sido investigados suficientemente. Amplios sectores

del medio ambiente teórico de aquel tiempo exhiben sutilmente cierto desorden

epistemológico o cierta deslegitimación de sus discursos en las ciencias

sociales, como la oportunidad y el punto de partida para la reconstrucción de las

ciencias sociales y la propia “economía”, circunstancia apreciable en uno de los

protagonistas teóricos centrales, para bien o para mal, de la sociología, Talcott

Parsons, quien creció en dicho ambiente estudiando economía.

3 “Jevons, Menger Walras, Clark y sus discípulos no produjeron realmente una nueva especie de teoría económica; lo que fundaron terminó siendo meramente una variedad de las especies ricardianas”, (Mitchell en Tugwell 1924: 15). Nótese el vocabulario darvinista. 4 (Cfr., Mirowski,1988a; 1988b). Por ejemplo: A lo largo de la Economía Euclidiana existe un cuerpo amplio de ideas, que algunos escritores distinguen como ‘arte’ de la economía política, o ‘economía aplicada’ a pesar del hecho de que son principalmente otros principios que el de los de la economía euclidiana los que se aplican. A grandes rasgos, podría ser denominada ‘economía social’, diferente de la deductiva, estática economía de los precios, valor de cambio y de distribución. (...) Tan apartadas entre sí como pueden estarlo, algo cercano a una síntesis podría ser posible, bajo dos condiciones. Una es que la descripción y el juicio deben mantenerse diferenciados, con el resultado de que la economía descriptiva sería libre para describir lo que le plazca sin la necesidad de adoptar una medida final con la cual medir todos los valores conflictivos con que se encuentra. Bajo estas condiciones, los valores que mide el mercado no necesitan ser el único material de la economía, ni el precio la única medida reconocida. Otra condición sería que la selectiva generalización sea reconocida y utilizada como un instrumento de análisis y medio de acercarse a la verdad, en lugar de fungir como encarnaciones de una veracidad última y absoluta. El método marginal, como instrumento de análisis, es invaluable; pero como única fuente de verdad es muy inadecuado.” (Clark en Tugwell 1924: 101).

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Irving Fisher, tal vez uno de los economistas de la época que con mayor ahínco

buscó construir la teoría económica en términos de los modelos de la física

contemporánea,5 no se sentía fuera de casa al desempeñarse como presidente

de la American Economic Association en 1918. Fue en esta agrupación,

precisamente, donde W. Hamilton pronunció por vez primera la noción de una

“economía institucional” (Hamilton 1919).6

No es éste el lugar para explicar y menos analizar el surgimiento, vigencia y

declive del institucionalismo norteamericano. Hay numerosas obras recientes

útiles a tal propósito.7 Los señalamientos y anécdotas de ciertos personajes

importantes de aquella corriente de pensamiento sólo persiguen subrayar el

hecho de que las derrotas intelectuales fueron en buena medida políticas,

formando parte del proceso de la propia institucionalización de la academia

económica norteamericana, en la que mucho fue olvidado debido al avance de

una corriente teórica que asumió plenamente la matematización y, por tanto, los

modelos de cientificidad de la física contemporánea.

Commons decía que los “economistas del equilibrio automático”, basándose en

las “analogías” sobre las “ciencias físicas” suponían “individuos que son libres,

iguales, moléculas y movibles. Pero sucede que la teoría económica debe

basarse también en la historia además del equilibrio” (Commons 1934a: 876-877

y 746). Igualmente, Mitchell cuestionaba la estrategia teórica de Fisher:

tú hablas sobre periodos de transición y periodos de equilibrio ‘al cual se aplica propiamente la teoría cuantitativa’. No veo nada inconsistente en tus conclusiones y cambio de énfasis, siempre y cuando yo pueda interpretar el término ‘normal’ referido estrictamente a una condición acorde con ciertas suposiciones utilizadas en el desarrollo de una teoría económica. Dado que estas suposiciones no están articuladas dentro del mundo real, yo asumo que ningún periodo es normal. Al tratar con materiales estadísticos, ¿acaso no estamos tratando con periodos de transición? Esto es, periodos en que los precios o cambios de precios pueden jugar un rol pasivo o activo. Si es que juegan lo uno o lo otro, dependen presumiblemente de un complejo de factores a los que el investigador debe acercarse en detalle. Y cuando hablas de periodos de equilibrio, ¿acaso no te refieres una vez más a las

5 Sin duda alguna el libro más importante sobre este tema es el de Mirowski (1989). 6 Véase (Hodgson 2004: 255). 7 Hodgson, 2001; 2004; Mirowski 1988; Yonay 1998; Gruchy 1982.

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condiciones imaginarias en lugar de las condiciones históricas que nuestras estadísticas reflejan? (Mitchell en Warren 1991: 281) La respuesta de Fisher no se hizo esperar:

El comportamiento del nivel de precios y de otros elementos en la ecuación de intercambio es un resultado complicado en cualquier caso individual, pero la tendencia de la teoría cuantitativa siempre está presente (...) Se asume comúnmente que la ley del movimiento elíptico de los planetas significa que los planetas sí se mueven en elipsis. Es obvio que no. Así lo harían si las fuerzas del sol actuaran sobre ellos. Esto puede ser cierto sólo en términos aproximados, dado que las perturbaciones causadas por otras influencias, incluyendo otros planetas, son pequeñas. Consecuentemente, la ley elíptica, solamente hipotética, aparece ante la mayoría de la gente como la expresión de un hecho histórico. (…) Pero la misma distinción fundamental entre la verdad histórica y la científica tiene validez (…) Evidentemente, he producido en tu mente la impresión de que durante los periodos de transición, dado que los precios ‘normalmente’ juegan un rol activo, no pueden jugar un rol pasivo. Pero no abrigo tal pensamiento. El rol pasivo o activo no son mutuamente excluyentes. De hecho, ni son nombres adecuados. La teoría cuantitativa expresa lo que debería suceder bajo ciertas condiciones ideales que nunca se cumplen absolutamente sino que son realizadas en términos aproximados en una gran cantidad de muchos casos (Fisher en Warren 1991: 282)

Tal vez Richard Ely exageró en la reunión anual de la American Economic

Association en 1931 cuando dijo que el institucionalismo de la década de 1920

no era nada nuevo y de que Veblen no podía mencionarse como el "fundador de

la economía institucional" (...) porque [ésta] como algo distintivo se remonta en

este país a 1885" (citado en McNulty 1980: 172). Pero sea cual fuese la fecha de

su "nacimiento", la genealogía y/o los predecesores en cuestión, no hay duda

que el punto culminante, desafortunadamente, de su presencia académica e

institucional, fue la década de 1920.

Para ese entonces la difusión e incorporación de la teoría marginal,

especialmente por la labor de Irving Fisher y J. B. Clark, ya había iniciado el

desplazamiento de la relativa pluralidad teórica que presentaba por ese

entonces la academia de Economía. Como hemos mencionado, la descripción

que Frank Fetter (1925) ofrece del estado de la ciencia económica

estadounidense, subraya el hecho de que no había aparecido un "texto" o libro

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"Introductorio" de la "economía Institucional" como aquellos que asumían la

concepción marginalista de la economía, o sea las "Introducciones" o los

"Principles" que podían encontrarse bajo la autoría de F. W. Taussig (1911), F.

Taylor (1911) o el de I. Fisher (1912), entre otros.

Además cabe mencionar que el panorama teórico en las universidades,

particularmente las norteamericanas, ya no ofrecía la posibilidad de un

acercamiento a este tema vía la subversión de sus conceptos hacia una especie

de "economía sociológica". Esta es la historia que Richard Swedberg nos

propone sobre la evolución en la academia de economía y su infructuosa

"sociologización":

Para los años veinte y treinta, ya era muy evidente que la sociología y la economía se estaban apartando, a pesar de los esfuerzos en contra por teóricos como Schumpeter y Weber (...) Durante el período de 1930 a 1950, hubo aparentemente una virtual separación (...) Durante el período 1950 a 1980, hubo muy poca interacción entre economistas y sociólogos, tal vez menos que antes (...) con la excepción de Francis X. Sutton, Talcott Parsons, y Neil Smelser (...) y los economistas James Duesenberry, Carl Kaysen y James Tobin (Swedberg 1990: 13 y 15). Es más, la economía se radicalizo en una especie de "imperialismo económico"

que hoy tanto abunda en sus versiones de la "elección racional". La explicación

de la estrategia adoptada por el establishment económico muy bien puede

describirse con el símil de la guerra. En este sentido, y tal vez la expresión más

radicalizada de dicha postura, la asume plenamente un joven economista de la

época, Ralph William Souter, quien a su vez, cabe mencionar, difícilmente puede

considerarse un “ortodoxo”:

La salvación de la Ciencia Económica en el siglo veinte yace en un ilustrado y democrático "imperialismo económico," que invade el territorio de sus vecinos, no para esclavizarlos o engullirlos, sino para ayudarlos y enriquecerlos y promover su crecimiento autónomo en el mismo proceso de su propio socorrer y enriquecimiento. Bajo tales circunstancias, el conflicto ocasional armado entre las ciencias es inevitable. Tales conflictos deben ser guiados de acuerdo a las reglas civilizadas de guerra; y es el deber de cada ciencia de subordinar su estrategia, de la mejor manera que sabe, a la meta última de una unificación armoniosa del conocimiento. Errores e injusticias probablemente suceden de vez en cuando; pero la "ciencia" que no puede mantener su integridad y vitalidad en dicho medio ambiente merece perecer. Y, en cualquier ciencia, un

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aislado pacifismo cobarde que grita paz! paz! cuando esta no existe, es un estigma de desintegración y decadencia intelectual (Souter 1933: 94-95). La convergencia del pensamiento social: Talcott Parsons Fue en ese contexto que Parsons se presenta a Harvard para estudiar e inicia su

carrera profesional como profesor e instructor en economía. Se observó que el

contexto de la ciencia en general -no solamente el de las ciencias sociales- en la

década de los años 1920 y 1930, está marcado por un claro giro hacia el

desarrollo teórico modelado en la física y modelos matemáticos (Russett 1966;

Weintraub 2002; 1991; Mirowski 1989; 1988); de allí surgirán ciertas nociones

sobre el “equilibrio” así como lo que se pensaba conformaría la economía como

disciplina lo cual en parte explica la aversión abierta contra los “institucionalistas

norteamericanos”.

La figura del profesor Lawrence Joseph Henderson, profesor de Harvard en

biología química tiene una importante participación en la forma de pensar la

ciencia, y su forma de evolución. Henderson difusor de la obra de V. Pareto

reunía a varios intelectuales en el llamado “circulo de Pareto” (Heyl, 1968)

incluyendo al entonces jefe de Parsons: Pitirim Sorokin. Henderson también

logró reunir en su entorno a Elton Mayo, Wallace B. Donham, Fritz

Roethlisberger, Crane Brinton, Bernard DeVoto, Chester Barnard, Charles

Curtis, Conrad Aiken, Charles Homans entre otros (Russett: 141-142).

Henderson fue miembro de la “Society of Fellows” por la misma época en la

universidad y poseía gran poder en la toma de decisión para la contratación de

profesores. El grupo tendrá gran influencia en difundir ciertas visiones sobre la

noción de la “cientificidad” en jóvenes estudiantes como Paul A. Samuelson,

subsecuentemente laureado con el Nobel en economía. Las ideas en torno a la

termodinámica y la física hegemonizaban mucho del vocabulario teórico

entonces ejemplificado por la frase: “La Matemática es un Lenguaje” (J. Willard

Gibbs, 1906 en Weintraub 1991: 62).

Parsons había estudiado bajo W. Hamilton y C. Ayres, connotados líderes del

institucionalismo perspectiva que Parsons irá desplazando como centro de

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interlocución paras elaborar sus ideas sobre las ciencias sociales y en particular

para su propuesta sociológica muy particular. También percibe el adverso

ambiente intelectual donde los “institucionalistas” ya habían sido tipificados como

simplemente recolectores de datos sin apreciación teórica alguna. (Hodgson

2004, 2001; Camic 1992, 1991, 1987). No existe mejor manifestación del clima

intelectual de la época que por propia pluma, e inclusive cuando su obra aun

presentaba aspectos teóricos del “institucionalismo” no “superados”: “La batalla

metodológica furiosa entre formas ´ortodoxas´ o institucionalistas en la economía

u otras formas no ortodoxas ha estado vigente por un buen número de años sin

muchos signos de paz.” (Parsons 1935 en Camic 1991: 181). Una historia

reciente ha descrito elocuentemente el periodo como una lucha por el “alma” de

la economía entre aparentemente dos corrientes que no lograban conciliarse

(Yonay 1998).

Por lo mismo, la situación profesional de Parsons en Harvard parecía muy frágil

lo cual explica que sus interlocutores teóricos serían aquellos menos

identificados con lo que por aquella época se entendía por “institucionalismo”

que lo indujo a cruzar el atlántico para continuar sus estudios. A su retorno,

entrenándose como instructor en economía, Parsons fue construyendo un

espacio teórico que lo alejaron de ciertas nociones ortodoxas de la “economía” y

de la “sociología”, a las cuales volvía a incorporar como fuente de interlocución

con el fin de demostrar ciertas ausencias conceptuales y contradicciones que lo

llevarían a proponer el teorema sociológico a partir de sus críticas: la concepción

“voluntarista de la acción”.

Sus primeros trabajos previos a la Estructura de la acción social (1937) resaltan

las inconsecuencias teóricas de algunos teóricos de la economía donde varios

aspectos conceptuales como “las actividades” en Marshall, por ejemplo, que

suponían repensar lo “no económico” en términos de una teoría sobre las

“instituciones” (Parsons 1932, 1934, 1935a, 1935b; 1936a, 1936b, 1937a). La

“economía” seguía apareciendo como simplemente una cadena intermedia entre

medios y fines racionales, cuyos fines o condiciones estaban fuera de la

reflexión y dados como datos pero que podrían haberse reconstruido por la vía

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del argumento institucionalista. Hoy sabemos que eso no sucedió. Sus

interlocutores demuestran por lo general deficiencias, ya que los economistas

parecen apoyarse en nociones teóricas, o categorías “residuales” que no

obedecen lógicamente a sus perspectivas teóricas. Aspectos que Parsons inicia

señalando como “sociológicos”, en algunos casos y “valorativos” en otros,

elementos que hacen del cálculo entre medios y fines un problema difícil de

resolver en los propios términos de sus interlocutores.

Hablaba de suplementar conceptualmente a la economía con aspectos

sociológicos, y es en ese espacio que lucha por construir, contra la

hegemonización del pensamiento económico ortodoxo, un ámbito que

corresponde a otras disciplinas, especialmente el sociológico. Las fronteras

disciplinarias entonces eran importantes sin haberse establecido plenamente. La

idea de las condiciones últimas y de un sistema integrado de valores últimos

como parte de un sistema más general que incluyera la noción conceptual de la

(s) cadena (s) medio-fin (es) tomaría unos años. Las cadenas intermedias entre

medios y fines eran las que corresponderían al ámbito de la economía; el

aspecto técnico de la relación entre los medios y los fines, a la teoría política y el

poder, aspectos distributivos lo cual suponía resuelto la estabilidad y la

integración de los fines.

Por consiguiente, se denota una estrategia teórica y un vocabulario específico

que elimine toda sospecha de discursos con apreciaciones cercanas a las del

institucionalismo. Es sintomático de ello el hecho de que Parsons no menciona

ni hace referencias a Commons a pesar de que, como veremos más adelante,

intenta colonizar un espacio teórico similar sobre la concepción de la acción.

Así paradójicamente, no obstante que Parsons procede con de fuentes teóricas

muy disímiles a las de Commons, si descontamos la participación de Weber en

ambos, culmina teóricamente con un esquema conceptual que podría haberse

tachado de una especie de plagio por parte del joven intelectual, lo que a su vez

da pie a ciertas especulaciones sobre el conocimiento de Commons por parte de

Parsons y/o lo que podría haber construido Parsons si no hubiera cambiado de

rumbo. Además, no es precisamente ese aspecto de los discursos lo que

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plantea Parsons con su tesis sobre la “convergencia” téorica? Más aún si

recordamos que tanto Commons, como Parsons creyeron haber resuelto el

problema tan acucioso entonces como hoy día entre los que se dicen

“metodólogos individualistas” o “colectivistas”: Commons habla de haber

“reconcilia(do) las teorías colectivistas e individualistas” (Commons: 1934: 1), lo

cual Parsons plantea en términos del “dilema individualismo-socialismo”

(Parsons, 1968: VI y XI).8

En 1937 Parsons llega a la teoría voluntarista de la acción (Parsons, 1937),

después de haber "rastreado" los orígenes del esquema conceptual "común" a

partir de A. Marshall, V. Pareto, M. Weber y E. Durkheim. Fue a ello que llamó la

“convergencia” del pensamiento social de la época. Supuso a su vez haber

superado lo que llamó la "tradición positivista-utilitarista", con H. Spencer su más

importante exponente, no obstante su desaparición del horizonte teórico: "...el

objetivo de este estudio es seguir con detalle un proceso de cambio fundamental

de la estructura de un único sistema teórico de las ciencias sociales"(Ibíd.: 81).

Operaba así un rescate y superación teórica de las estructuras elementales del

esquema utilitarista positivista hasta entonces vigente. Por tanto tenía que

explicar por qué la concepción utilitarista, que partía del punto de vista del

individuo racional persiguiendo sus propios fines e intereses, se volvió

insostenible y facilitó su superación.

La unidad básica de investigación es el “acto unidad”, no el individuo; ahora

bien, ¿cúal sería la "unidad" o "partes" que constituyen el sistema de la acción

social? La "unidad básica" a la que se refiere puede llamársele "acto unidad", es

la máxima descomposición de los elementos del esquema conceptual. De ésta

forma, un "acto" implica "lógicamente": un "agente o "actor", que tenga cierto

"fin" en mente, por eso es un "acto"; es en este sentido que Parsons define el

"fin" como un "estado de cosas futuras hacia el cual se orienta la acción" (Ibíd.:

82, 83). Por otra parte, la "acción" se da en una "situación" determinada, que

supone cambios debido a que el actor tiende a transformar algunas de sus

8 Aparece en la “Introduction to the Paperback edition” de la La estructura de la acción social (1937), que no forma parte de la versión en español.

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condiciones originales en la consecución de su (s) fin (es), es un proceso más

radical que el de una mera “adaptación” a la "situación".

La "situación" del actor está compuesta -en términos analíticos- de dos

elementos diferenciados como "condiciones" y "medios" y existe una elección

posible entre varios "medios" (alternativos) para la consecución de sus fines, por

lo cual se deduce que los "medios", en contraste con las "condiciones", están

bajo control del actor en la persecución de ciertos "fines"; las acciones incluso

pueden remitirse a cambiar las mismas "condiciones" pero a través de ciertos

"medios" determinados dentro de un contexto, con cierta "orientación normativa".

La unidad básica entonces, (actor, condiciones, medios, fin) posee cierta

articulación.

Esto supone que las elecciones del actor entre posibles medios a su alcance,

para realizar cierto fin, no se deben, ni son productos "exclusivamente" de las

"condiciones", sobre las cuales no tiene necesariamente alguna injerencia, pero

tampoco son realizadas al "azar", por eso en cuanto existe una acción ésta es

"normativa". Existe entonces el elemento subjetivo que implica que el actor tome

cierto curso de acción una vez que ha tomado en cuenta las alternativas entre

los medios y los fines en cuestión. Cuando se habla de "adaptación" a las

"condiciones" se pierde precisamente la actividad intencional del actor y se

evaporan las posibles elecciones entre los medios y sus respectivos fines. Es la

propia posibilidad de una elección entre una serie de "medios" por parte del

actor la que nos dice que la "situación" es un complejo de circunstancias que

podrían transformarse debido a su acción. Esto es lo que entiende Parsons por

la idea de que la acción tiene una "orientación normativa" (Ibíd.:118-119), o sea,

supone que el actor debe seguir y tomar en consideración ciertas reglas y

normas específicas (su "situación" particular) para seleccionar ciertos "medios"

para lograr la consecución de cierto "fin". Pero en términos analíticos las

acciones se dan a través del tiempo, son temporales y el hecho de que ocupen

el "espacio", dentro de cierto contexto ecológico, no las convierte en un objeto

de las ciencias físicas o biológicas, o por lo menos no el sentido “subjetivo” al

que hace referencia Parsons.

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El esquema de la acción, a partir del "acto unidad", tiene una serie de

implicaciones que caben resaltarse una vez descritos sus elementos. En primer

lugar debido a que se realiza en algún espacio y tiempo en particular, con la

consecución de cierto "fin", ello supone que la acción implica un cálculo. O sea,

considera las consecuencias y resultados de perseguir ciertos fines, lo cual no

garantiza alcanzarlos, ni la ausencia de "errores" como producto de una

inadecuada elección ya sea entre los medios y/o los "fines". Entonces el

elemento esencial en el esquema de la acción es la diferencia entre aspectos

normativos y los no normativos.

La teoría de la acción presupone que sus categorías se "expresen" en términos

"subjetivos"; esto significa que tienen un sustrato referencial en el "estado

mental" del actor e inteligibles por él como parte de su accionar. Lo subjetivo, no

es simplemente una estrategia metodológica según Parsons, es más bien el

principio básico de la teoría de la acción voluntarista, que estudia fenómenos

muy específicos que sólo se pueden comprender y analizar a partir de

categorías subjetivas. No niega que algunos elementos de la acción social

puedan ser analizados sin referirse a "estado mental alguno". Por ejemplo: es

posible observar y validar científicamente conceptos desde el "exterior" si

asumimos que cierto saber está "determinando" a la acción, lo cual presupondría

que sigue normas científicas de la racionalidad, haciendo innecesario conocer el

estado mental del actor o hacer referencia a su subjetividad. La física, la

biología, la química, ciencias y conocimientos que podrían influir al agente hace

factible clasificarlos bajo los aspectos de la herencia y el medio (biología) donde

no se requieren las categorías subjetivas.

Pero las partes estructurales del esquema conceptual de la acción ("acto unidad"

y sus respectivos elementos: fin, medios, condiciones y normas orientadoras),

son productos teóricos de un acto de “abstracción” que logra "descomponer" el

objeto en sus partes o unidades ("elementos más simples"), que pueden ser

incorporados también a otros sistemas teóricos. Para explicar el caso, Parsons

hace una analogía con el objeto de la física y la biología así como con una serie

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de acciones sociales que aparentemente también pueden disgregarse en sus

elementos o partes respectivas:

La explicación teórica exige que se descomponga en elementos más simples, que sirvan como unidades de uno o más sistemas teóricos, de acuerdo con los cuales será explicado (Ibíd.: 67). Proceso que se realiza a partir de cierto “realismo analítico” (Ibíd.: 887). Según

Parsons, la observación del objeto de investigación como un todo "orgánico",

integrado por sus respectivas partes, no significa perder de vista que son las

"relaciones" entre ellas lo que:

determina las propiedades de sus partes. Las propiedades del todo no son mero resultado de las últimas.(…) en la medida en que esto es cierto, el concepto de `parte´ adquiere un carácter abstracto y, en realidad, `ficticio´. Y es que la parte de un todo orgánico no es ya la misma una vez separada, fáctica o conceptualmente, del todo" (Ibíd.: 68).

En otras palabras: las partes y sus propiedades no pueden explicarse, fuera del

dominio de sus relaciones con las otras, lo cual supondría el "caso extremo

mecanicista".

La "abstracción" es indispensable en la medida que sus elementos son

"orgánicos", lo que significa de que analíticamente es posible desmenuzar el

objeto sin por ello perder la noción de su "totalidad", ya sea un sistema total de

acción o un acto unidad individual específico. En otras palabras, no se pueden

agregar un sin fin de actos unidad y describirlos adecuadamente como formando

un sistema de acción total porque los sistemas de acción son más que la suma

de sus partes, tienen:

propiedades que sólo se manifiestan a un cierto nivel de complejidad en las relaciones recíprocas entre los actos unidad. Estas propiedades no son identificables en ningún acto unidad aislado, considerado aparte de sus relaciones con otros actos unidad del mismo sistema. No pueden derivarse, mediante un proceso de generalización directa, de las propiedades del acto unidad (Ibíd.: 896).9

9 Esta indeterminación, una forma de inadecuación empírica, es la dificultad fundamental de las teorías atomistas cuando se aplican a los fenómenos orgánicos. No pueden hacer justicia a propiedades, tales como la racionalidad económica, que no son propiedades, de `la acción como tal´, o sea, de los actos unidad aislados o de los sistemas atomísticos, sino sólo a propiedades de los sistemas orgánicos de acción más allá de un cierto grado de complejidad. (Parsons, 1937: 898, cursivas mías).

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Por otra parte, las "relaciones emergentes de las unidades de los sistemas" no

son:

lógicamente inherentes al concepto de un sistema como tal, pero se muestra empíricamente que existen en sistemas que van más allá de ciertos grados de complejidad. Realmente, en contraste con el sistema utilitario, es principalmente el reconocimiento de la importancia empírica de estos aspectos emergentes de los sistemas totales lo que caracteriza a la teoría voluntarista de la acción (Ibíd.: 891).

Parsons propone que existe cierta propiedad específica a nivel del sistema de

acción total (o sea varias unidades actos) llamada "relaciones emergentes de las

unidades de los sistemas"(Ibíd.: 891), entidad supraindividual, la cual "existe

empíricamente".

El esquema de la acción social puede remontarse a ciertos elementos

provenientes de una vieja tradición hasta el siglo XVIII que hoy se denomina

como "iusnaturalista". Para el siglo XIX, un "subsistema" (o, quizá mejor, un

grupo interrelacionado de varios sub-sistemas" (Ibíd.: 90), de la teoría de la

acción "dominaba" el escenario social de Europa. Sus elementos, nuevamente

reorganizados, serían incorporados, con todas sus limitaciones, por los autores

(Marshall, Weber, Durkheim, Pareto) cuyas obras Parsons analizará para

construir el esquema de la acción "voluntarista", reconstituyendo sus elementos

y su superación teórica.

Según Parsons, el "...origen de la costumbre de pensar en términos del

esquema de la acción" es muy viejo, y que al igual que la "física clásica", ".está

enraizado en la experiencia de sentido común de la vida cotidiana (...) de un tipo

(...) que puede considerarse universal para todos los seres humanos." (Ibíd.: 90-

91). Sus elementos a pesar de haber sido organizado de variadas formas,

conserva "ciertos caracteres comunes". Uno de éstos es el "atomismo", es decir,

toma de manera "aislada" a los elementos del acto unidad y de allí deduce los

componentes de los sistemas de acción generalizándolos. Los "actos unidad"

pasan a formar parte de sistemas. Los posibles actos pueden o no ser

importantes como "medios" y/o "condiciones" para la acción del "otro". Parsons

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explica la simplicidad del esquema o teorización por su proximidad al "sentido"

común", que se supera cuando se desentrañan (Ibíd.: 91) sus consecuencias

lógicas.

El esquema "atomista" fue reforzado por toda una tradición "intelectual" a "partir

de la Reforma". Los sistemas "orgánicos" que subsumen al "individuo" en la

"sociedad" no fueron muy importantes con la excepción de Alemania. El

"individualismo" es obviamente un elemento "ético" más que "científico". La

Cristiandad creó entonces toda una serie de condiciones para que el

"individualismo" se desarrolle logrando sus máximas consecuencias con la

Reforma.

Un segundo aspecto del "subsistema de acción" es la relación "normativa de la

relación medio-fin en el acto unidad", o sea su rasgo principal es que exista una

especie de parámetro que guíe o norme el cálculo en la consecución de ciertos

fines a partir de la elección de ciertos medios. Debe considerarse la existencia

de una "norma racional de eficiencia", que presupone la elaboración de ciertos

pasos que deben tomarse con ciertos medios para alcanzar adecuadamente

ciertas metas. En síntesis se trata de la "racionalidad" de la acción, no obstante

la ausencia de una definición "positiva" del elemento normativo que regula la

relación medio-fin. La violación de la "norma racional" aparece como "ilógico" o

"irracional". La acción racional se piensa en términos de que está guiada por un

conocimiento válido o científico de las circunstancias. El actor social aparece

como la réplica del investigador científico. Así Parsons establece los gérmenes

de los elementos (atomismo y norma) que compondrían la noción de la acción

social más general. La relación medio-fin debe suponer la existencia de varias

alternativas para transformar la "situación" a raíz de diversos medios al alcance.

Es "atomista" ya que usa el modelo "acto unidad racional" (enfatizando el

aspecto racionalidad). Para analizar los sistemas de acción hay que teorizar la

manera en que dicha "unidad" al lado de otras, se constituyen en sistemas

generales de acción. Inicialmente, la teorización de "sistemas concretos de

acción" partió del supuesto que sólo cabía agregar otras unidades con las

mismas características. Pero a este nivel, el análisis se refiere, a lo sumo, a la

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relación medio-fin y ni si quiera se intuyó la posibilidad de hacerse preguntas en

torno a la "relación de los medios entre sí" (Ibíd.: 99). Y si se trata de un modelo

"concreto", existen dificultades porque excluye como importante el planteamiento

sobre las elecciones entre los medios posibles para los respectivos fines. En

otras palabras, parecería que las elecciones de los fines no pueden explicarse, y

aparecen de manera "aleatoria". No puede haber explicación alguna que no

considera pertinente razonar en torno a la elección de los medios posibles o

existentes que hicieron o hubieran hecho posible otros fines. Surge entonces, de

manera "indirecta", en el esquema del sistema, la noción de que los "fines" son

fortuitos o aleatorios. Este elemento implícito, no explícito, siempre estará

"asechando en la sombra" al sistema teórico de la acción social.

Así como partirá del "atomismo", será "racional" y supondrá un "empirismo

ingenuo", en el sentido de que no analiza las consecuencias de sumar

"unidades" con las mismas características, de donde cabe deducir

implícitamente que presupone una aleatoriedad o carácter "fortuito" de los "fines"

perseguidos, o sea, niega la pertinencia a la propia noción de racionalidad: la

consideración central entre medios-fines desaparece, es insignificativa, cualquier

"fin" es posible; en síntesis ese esquema ("centro lógico del cuerpo de

pensamiento") lo llama Parsons: "sistema utilitario de la teoría social" y del cual

surgirán una serie de alternativas, inviables según Parsons, que serán

rescatadas bajo su acepción "voluntarista".

Pero la estructura lógica del esquema de la acción utilitarista lleva a Parsons ha

plantear que ésta es en última instancia una teoría social "positivista". Esto se

debe a que si examinamos al sistema utilitarista desde el punto de vista del

actor, no obstante que presupone "cierto conocimiento científico racional" de su

situación, no le resulta muy útil “para la determinación completa de la acción"

(Ibíd.: 101), porque ante la ausencia de un "criterio selectivo alternativo para la

elección de los fines o de los medios" (Ibíd.), el sistema aparece como aleatorio,

fortuito. Este modelo hace pensar que la única vía del actor (acción, el no yo, su

mundo externo), en la acción es la "ciencia positiva". Por eso cabe la idea de

que el "sistema utilitarista" es realmente un "sistema positivista" y una versión

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históricamente previa a éste último, lo cual no implica que allí se agoten sus

posibilidades teóricas, de hecho otras variantes caben desde el punto de partida

del esquema positivista.

La estructura lógica del pensamiento positivista y sus variantes, inclusive la

utilitaria, puede verse más fácilmente si se intenta desplazar el atomismo de sus

otros dos elementos explícitos: el status de los fines de la acción y la propiedad

de la racionalidad. Habría, no obstante serias dificultades, porque el esquema

positivista impone ciertas limitaciones para dicha desviación de su base utilitaria.

Otras alternativas sin dejar el marco positivista pueden plantearse.

Una alternativa posible parte diferenciando los fines de la acción de los

elementos de la acción, es decir, la situación per se, interponiendo el aspecto

"positivista" consistente en que los fines deben entenderse como algo fortuito,

independientes, no deducibles de la relación medio-fin, ni del conocimiento por

parte del actor de su situación. Esta postura no podía quedarse sin ser

cuestionada. La misma perspectiva positivista la pone en duda intentándole dar

una respuesta, que de hecho no existe.

Si se parte de la idea de que los fines no son "fortuitos" sino que son productos

de un cálculo del actor, dentro de las bases positivistas, es decir, con

conocimiento de la realidad empírica, se produce un devastador efecto teórico:

se asimilan los fines a la situación de la acción, evaporándose la independencia

analítica de los fines. La acción se perdía como parte integrante de las mismas

condiciones, o como producto de las condiciones. El actor se convierte en un ser

que se adapta a las condiciones. Las condiciones y los medios como elementos

para la acción quedan borrados si los fines pierden su independencia o

aleatoriedad, transformándose en productos de las condiciones. Bajo la

sospecha positivista, Parsons se pregunta sobre la posibilidad de que la acción

del actor alguna vez se "equivoque" si su acción estaba subsumida y

determinada por el conocimiento de sus condiciones. En los hechos, el

pensamiento positivista se veía encerrado en lo que llamó el "dilema utilitario":

o bien la mediación activa del actor en la elección de los fines es un factor independiente de la acción, y el elemento fin debe ser fortuito, o bien se niega la implicación objetable del carácter fortuito de los fines. Pero, en

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este último caso, su independencia desaparece y son asimilados a las condiciones de la situación; es decir, a elementos analizables en términos de la herencia y del medio, en el sentido analítico de la teoría biológica (Ibíd.: 104-105). El "dilema utilitario" es, según Parsons, el trasfondo problemático teórico de los

autores que se analizarán con mayor profundidad; y lo que denominó como

"positivismo racionalista radical" es el caso límite porque prácticamente

prescinde del "utilitarismo", y la "acción" se convierte en producto de sus

"condiciones". También existe otro elemento problemático del esquema

utilitarista, la propia "norma de racionalidad", su maximización implica que el

actor posee algún conocimiento de la situación para la consecución de sus fines.

Un distanciamiento de dicha norma supone que sus "conocimientos" no son los

adecuados. Pero desde una postura utilitarista y/o positivista no existe una

norma distinta a partir de la cual se podría evaluar la extensión o razones del

"desvío", eso hace posible que surja el "error" y/o "ignorancia". Ante la ausencia

de la adaptación a la "norma racional", el esquema sólo propone que el actor

"creía que sabía, pero, en realidad, no sabía" (Ibíd.: 106).

A su vez, el "anti-intelectualismo positivista radical" lleva al extremo el uso de la

biología negando la pertinencia de la teoría de la acción voluntarista ya que los

fines están dados por las condiciones. Asimismo, Parsons tampoco acepta que

la teoría de la acción se reduzca a la psicología, cuando mucho la psicología

podría haberse supuesto vía los procesos deterministas de la herencia genética,

lo cual supone un esquema conceptual que opera a otro nivel, como el

conductismo. Una forma de alejarse de dicho reduccionismo, supondría la

posibilidad de negar la homología entre el organismo individual biológico y el

sujeto de la psicología. La biología estudiaría la anatomía y las relaciones de las

partes o elementos, que de hecho son "espaciales", pero la propia psicología no

podría deducirse de sus principios de la misma forma, se explaya en términos no

espaciales. En última instancia los dos esquemas dice Parsons, se

compenetrarían pero no pueden reducirse el uno al otro.

Además la teleología implícita de los organismos biológicos no significa que

requieran una referencia subjetiva, no obstante que son entes activos. En

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contraste, el organismo en psicología sí implica una referencia subjetiva. Utiliza

necesariamente términos como "sensación", "fin", "propósito", etc. Pero a nivel

biológico estas categorías subjetivas pierden significado porque no son

reducibles a términos de ubicación en el espacio

Al pensar en términos biológicos, nos enfrentamos con condiciones del aspecto subjetivo de la acción humana, condiciones que son necesarias pero no suficientes (…) el hecho de que los rasgos mentales se transmitan, en parte, por herencia no prueba que sean, en este aspecto reducibles a categorías biológicas. (…) Así pues, debe considerarse que los términos herencia y ambiente con los cuales se han resumido, desde el punto de vista del análisis de la acción, los factores positivistas radicales incluyen elementos tanto biológicos como psicológicos (Ibíd.: 131). En este sentido, el positivismo radical elimina la referencia subjetiva y termina en

el conductismo donde la psicología es subsumida por la biología. Por otra parte,

el esquema de la “personalidad” es otro esquema descriptivo secundario o de

acción: "es un sistema organizado de actos unidad, reunidos por su referencia

común al mismo actor." (Ibíd.: 904). Este proceso de "agregación" puede

ampliarse, cuando se deben considerar sistemas de acción donde se suponen

una pluralidad de actores que pueden identificarse como "grupos"; y la persona

se convierte en un miembro de un grupo. Asimismo los propios "grupos" tienen

propiedades que no pueden deducirse de las "personas", aisladamente. Así

podemos describir el grupo haciendo economía, excluyendo detallar los

caracteres de las personas. Al mismo tiempo, las "propiedades", del grupo

pueden ser reducidas a las propiedades de los sistemas de acción y "no hay

teoría analítica de grupo no traducible a términos de la teoría de la acción" (Ibíd.:

906), de hecho, según Parsons, Durkheim partió de las características de los

grupos produciendo el esquema de la acción y a la teoría general de la acción.

La mente institucionalizada de John R. Commons En contraste, para Commons la “ultima unidad de la investigación económica”

(Commons 1934: 4), es la “transacción”, que se convierte en la base para poder

explicar la transferencia del control legal a diferencia con aquella unidad última

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de la economía política clásica bajo la idea de “mercancías, trabajo, deseos,

individuos e intercambio”.

Una transacción, con sus participantes, es la unidad más pequeña de la economía institucional. (…) no son los intercambios de mercancías en el sentido físico de su entrega, son la alienación y adquisición entre individuos de los derechos de la futura posesión de las cosas físicas, determinadas por las pautas de trabajo de la sociedad. La transferencias de estos derechos deben negociarse entre las partes en cuestión, en acorde a las pautas de trabajo de la sociedad, antes de que el trabajo pueda producir y los consumidores puedan consumir, o las mercancías puedan entregarse físicamente a otras personas (Commons, 1934: 57-58).

Por ello el centro de atención debe darse en torno a las “transacciones” y cuya

actividad económica mayor la representaba, la del proceso interesado (outgoing

concern), donde confluyen varias transacciones dependiendo del punto de vista

observado, empleadores, gerentes, bancos, etcétera.

Si las unidades de las “transacciones de regateo” (bargaining) son las unidades

de investigación” (Commons 1934: 93), entonces el mundo cambiante de la

acción colectiva y el “cambio perpetuo del mundo futuro” es el objeto de la

economía institucional. Sin embargo, desde el punto de vista de los economistas

del pasado la unidad última de investigación fue la “mercancía” (Commons 1934:

118) tanto en las corrientes objetivas, como en las subjetivas. La primera hace

de la mercancía algo útil (valor de uso; objetivo) la segunda, recupera los

sentimientos para explicar la mercancía (decrecimientos marginales; marginales-

subjetivas), los economistas transaccionales hacen de las transacciones la

unidad última de investigación. Lo cual supone una relación de propiedad, entre

los hombres, mientras aquellos que tratan a la “mercancía” como tal, como su

última unidad de investigación, omiten la noción de posesión y la convierten en

una relación de hombre-naturaleza: una relación física de producción de riqueza

o la relación psicológica de satisfacción de necesidades. Pero ello supone que la

transacción -como una unidad propietaria o unidad de investigación- contiene en

sí misma todos los efectos que había dividido a esas escuelas. “Conflicto,

dependencia y Orden. Toda transacción las supone.” (Commons 1934: 120).

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Es cierto que en su previa obra, Legal Foundations of Capitalism (1924) ya había

hecho hincapié sobre la estructura elemental de las relaciones sociales de las

Transacciones, la cual supone a cinco partes interactuantes: por un lado, en el

caso del proceso interesado -una empresa por ejemplo-, existe el vendedor

actual de cierta mercancía a cierto precio y la contraparte potencial de otra

oferta, y por el otro, el comprador actual y el comprador potencial alternativo con

otro precio, y finalmente la quinta parte: “juez, paterfamilias, sacerdotes, árbitro”

(Commons 1924: 67), que trata el aspecto de los límites de poder que se pueden

ejercer para resolver cualquier diferendo antes o después de la “venta-compra”

(que como veremos más adelante se trata de posesiones de deudas y sus

liberaciones), en otras palabras se trata de un fenómeno que es por esencia

conflictivo, fenómeno ausente en la economía ortodoxa que lo estipula como un

simple acto de intercambio y/o demanda-oferta.

Pero lo que distingue Legal Foundations… (1924), de Institutional Economics…

(1934), es que en el primer libro, se presenta la historia legal de las

transformaciones de propiedad, de posesión en separación entre distintas

“propiedades” y la manera como evolucionaron, siguiendo de cerca las

decisiones de la Corte Suprema Estadounidense, mientras que en el segundo,

se relata la historia de la comedia de errores del pensamiento económico sobre

dicha “unidad última”, la cual se organiza bajo ciertas “pautas de trabajo”

(working rules) para que el proceso interesado pueda proseguir su actividad

hacia el futuro con cierta “estabilidad”.

Las pautas de trabajo establecen límites sobre la conducta del individuo y por lo tanto reduce su voluntad a cierta acción uniforme (...) Lenguas y muchas otras pautas de trabajo son aceptadas por individuos a través de la experiencia cotidiana e instrucción de sus mayores (...) [las pautas] nacen a raíz de los convenios que surgieron de disputas y de la acción asociada del grupo como masa en ofensiva o defensa con otros grupos. Esto necesariamente significa la selección entre los buenos hábitos y las prácticas de los individuos y los malos hábitos y prácticas que debilitan al grupo como totalidad. (...) No debe pensarse que las pautas de trabajo son algo externo, fijo o preciso, existiendo fuera del mismo comportamiento. Se manifiestan solo como actos, transacciones y actitudes -siendo la actitud una disposición para actuar de cierta manera en vez de otra. (...) Éstas pautas de trabajo (...) han atribuido su origen histórico a muchas y

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diferentes fuentes, tales como dioses, antecesores, conquistadores, ´a la naturaleza', ´la voluntad del pueblo', etcétera. (...) De todas formas, aparecen, en la historia de la raza humana, como el último medio y esencia a través de los cuales los miembros de las unidades pueden trabajar de manera conjunta por un fin común y ejercer su poder de manera conjunta contra otras unidades (Commons 1924: 135 - 136 - 138 - 140 - 68 y 69).

La economía política clásica -insiste Commons-, así como la escuela ortodoxa

suponía que la posesión era un fenómeno relacionado con cosas materiales, y

por tanto eludía temas sobre la ética, la costumbre y el derecho. Todo podía

verse como el intercambio o “circulación” físico de materiales y servicios.

Omitían derechos de propiedad, porque lo suponían natural. Subraya que los

economistas de la escuela histórica alemana enfrentaron a dichas corrientes

teóricas pero no lograron superarlas ya que no descubrieron la unidad de

actividad común al derecho, a la economía y la ética. La materia de la economía

política no son solamente “los individuos y las fuerzas de la naturaleza, sino

seres humanos obteniendo su sustento mutuo y transferencias de derechos de

propiedad entre sí” (Commons 1934: 57), Lo cual exigía observar al derecho y a

la ética para comprender los grandes cambios que dichas actividades traen

consigo. Pero en la economía clásica, basada en las relaciones de los hombres

y la naturaleza no existía el

conflicto de interés (…) entre demandante y defensor (...) no tenían conflictos de intereses las unidades de investigación, debido a que sus unidades eran mercancías e individuos (…) Estas unidades últimas produjeron, en los hechos, con la analogía del equilibrio, una armonía de intereses en lugar de conflicto. Por lo tanto la última unidad de actividad debe buscarse en el problema de correlacionar derecho, economía y la ética es la unidad de intereses de la posesión en conflicto. Pero esto es insuficiente. La unidad última de actividad debe ser también una unidad de intereses dependientes mutuos. La relación entre los hombres entre sí es de una de interdependencia al igual que el conflicto. Más aún, esta unidad última debe ser una que no solamente se repite continuamente a sí misma, con variaciones, sino que sean repeticiones que se esperan que continúen en el futuro por parte de los participantes (…) La unidad debe contener una seguridad de expectativas. A este tipo de esperanza la nombramos Orden. (Commons, 1934: 57, cursivas en el original).

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Por lo tanto la unidad última de actividad, que correlaciona el derecho, la

economía y la ética, debe contener en sí mismo los tres principios de conflicto,

dependencia y orden. Como se ha enfatizado, esta unidad es la Transacción.

Por lo mismo las acciones individuales son realmente “trans-acciones”

(Commons, 1934: 73), acciones entre individuos así como “comportamiento

individual”, ya que todo acto individual es algo que incorpora a los “otros”. Es “el

cambio de mercancías, individuos e intercambios hacia el de las transacciones y

las pautas de trabajo de la acción colectiva lo que marca la transición de la

escuela clásica y hedonista” (Ibíd.) a la escuela institucional; la transformación

teórica se da en torno a la “unidad última de la investigación económica: de

mercancías e individuos a transacciones entre individuos” (Ibíd.).

Pero estrictamente hablando se trata de

ciudadanos de un proceso interesado. En lugar de fuerzas de la naturaleza, ellos son la fuerza de la naturaleza humana. En lugar de las uniformidades mecánicas del deseo de los economistas hedonistas, ellos son personalidades altamente variables. (…) participantes en transacciones, miembros del proceso interesado (Commons, 1934: 74).

Dada la noción de propiedad explícita como implícita de los economistas

clásicos, les estaba vedada la observación de que no solamente se trataba de

bienes corpóreos sino de un poder de regateo (“bargaining power”) y la

“libertad”, como poder de regateo, en todas las transacciones económicas.

Igualmente, fue el concepto del “Tiempo” subyacente en el pensamiento

económico del pasado donde se encuentran las limitantes: Macleod fue el

primero -no obstante su inconsistencia en haber señalado que “el presente” es el

punto cero del tiempo entre el “futuro entrante” y el “pasado que se aleja”

(Commons, 1934: 83)-, en destacar que se trataba de la posesión y traslado de

deudas, de entidades incorpóreas e intangibles, de “cantidades de tiempo” entre

el precio actual y el precio “esperado” en el futuro de las deudas-débitos en

cuestión, siendo las “cosas materiales” algo incidental. Fue difícil aceptar que se

debían observar las transacciones en lugar de las “mercancías” y su producción

para incrementar la “riqueza”. Según Commons, todo gira en torno a la

“posesión”, no de los materiales sino de la venta y la compra de deuda, que

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como tal es una mercancía, lo cual supone reglas para su enajenación. Un

aspecto es de la posesión de una cosa material, propiedad corpórea, el otro es

el de una “posesión de deudas” (ownership), propiedad incorpórea. Por un lado,

una deuda de un vendedor para entregar productos a futuro como obligación y

su ejecución, y por otro, se trata de una deuda del comprador de pagar por

dichos productos, obligación de pagar: estas deudas son los equivalentes

económicos de las obligaciones legales. Esa es una idea de la “cantidad

económica” de Macleod, algo que no es una cosa física, sino una “cantidad”

comerciable.

La confusión en la economía política clásica surge de la noción de riqueza con

su doble significado, por un lado como algo material y por el otro como su

“posesión”. Los derechos y las libertades aplican no a cosas físicas per se, sino

al de su posesión y el significado de la propiedad se convierte en la expectativa

de transacciones entre individuos y/o en el proceso interesado. Por lo tanto el

“significado de propiedad se amplía de cosas físicas a transacciones y a la

esperanza de la repetición de las transacciones y de valores de uso a valores en

términos de escasez (“scarcity values”) expresados en precios.”(Commons,

1934: 168).

Igualmente, si bien en Legal Foundations… se menciona el concepto de

escasez, es en Institutional Economics… donde se desarrolla ampliamente el

tema, ya que se trata de un fenómeno que implica la exclusión de la posesión y

del uso de ciertos bienes-precios respecto otros agentes potenciales. Lo cual

nuevamente supone desarrollar la idea de posesión y su enajenación.

Cada sociedad resuelve con pautas específicas del trabajo las bases para la exclusividad de la posesión de aquello que es escaso. La escasez es causada por las misma acción colectiva política y propietaria similar a la que denunciaba (Smith) como monopolios artificiales del mercantilismo (Commons 1934: 198). Por ello el valor de la “propiedad” se incrementa con el valor de escasez. Y el

“significado de la propiedad se mantiene como la retención de aquello que es

escaso relativamente a las necesidades de otros” (Ibíd.: 201).

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Commons insiste que la base de la posesión es su escasez y la “acción colectiva

de la sociedad construye las reglas del intercambio de la posesión” (Ibíd.: 253).

Pero su significado tiene consecuencias, ya que un aspecto tiene que ver con el

monto de la producción (output) -valor de uso- que no decrece con su

producción ampliada y el otro, el del -valor de escasez-, tiene que ver con el del

ingreso que depende de la diferencia entre los materiales y su posesión, entre

riqueza y activos, con la capacidad de excluir a otros de su posesión y por tanto

incrementar su escasez para elevar el ingreso. La “economía tecnológica”

(“engineering economics”) se dedica a incrementar la producción de materiales

independientemente de quien los posea, pero el derecho de propiedad lo

convierte en ingreso. Existe una diferencia crucial: entre “output e ingreso, entre

capital tecnológico que amplia el output y el capital propietario que obtiene y

limita su demanda u oferta” (Ibíd.: 254).

Por tanto si el valor de uso, la producción de riqueza (output), se define

anticipadamente como ingreso de la riqueza, es obvio que se trata del doble

significado señalado por Fisher: “la propiedad y los servicios son, es cierto,

inseparables de la riqueza y la riqueza de ellos, pero ellos no son riqueza. Al

abrazar a todos bajo un término implica un especie de conteo triple” (Ibíd.: 253).

Pero la posible duplicación contable sólo sucede si previamente existía un doble

significado de riqueza: riqueza y activos, lo cual reniega del significado que

otorgado por Macleod, ya que no son cosas las que se intercambian o “circulan”,

sino los derechos de posesión, o mejor dicho, son deudas las que se

intercambian. En lugar de las cosas, Macleod elabora un concepto de “cantidad

económica”. El crédito, puede comprarse, poseerse y venderse. Commons

señala que a pesar de la noción contradictoria de crédito en Macleod, él fue

quien señaló que el ingreso monetario derivado de una venta futura de

productos -propiedad incorpórea- es un ingreso-deuda y que el ingreso

monetario del pago futuro de una deuda -propiedad intangible- se trata de una

venta-ingreso. No obstante, hizo del “intercambio de posesiones” el centro de su

sistema en lugar del de intercambio de cosas” (Ibíd.: 417).

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Sin embargo, una deuda-crédito es simplemente “una institución negociable, un

estatus económico de seguridad y conformidad, una cantidad económica con

futuro como una de sus dimensiones, hechas como una mercancía para

venderse”(Ibíd.: 413) lo cual se convierte en el sentido moderno de capital. Con

ello la teoría bancaria y la economía quedaron fusionadas. Producto teórico de

Macleod que trastoca los materiales al “futuro” y los sustituye por actos mentales

y el ejercicio del derecho que dan pie a derechos-propiedades. Si derechos-

propiedades “son en sí mismos créditos, entonces lo bancario es solamente un

caso especial del principio universal de comprar y vender créditos” (Ibíd.: 413).

Por lo tanto, Macleod fue uno de los primeros en relacionar la concepción de la

economía objetiva como algo relacionado con el Futuro. (“futuristic”). Fue su

significado contradictorio del “crédito como ingreso futuro de pagos de deudas e

ingreso futuro de ventas” (Ibíd.: 418), traslapado a veces como significado de

una propiedad corpórea, lo que lo excluyó del listado de los economistas

venerables quienes se quejaban que contabilizaba dos veces la misma

actividad.

Tuvo que surgir la noción moderna de propiedad incorpórea para poder distinguir

y comprender que el intercambio y la “circulación”, comprar-vender, se realiza

entre los derechos a deudas y su aplicación legal. Así el “ingreso futuro de las

ventas –a saber, propiedad intangible- es distinguida del ingreso futuro de los

pagos-deudas- a saber, propiedad incorpórea” (Ibíd.: 419). La propia empresa, el

“proceso interesado” entre la gente y los empleados, crea y libera deudas y

obligaciones al final del periodo de producción. Por lo mismo, el proceso

interesado es “una sucesión de propiedades incorpóreas e intangibles, creadas

sucesivamente” (Ibíd. 423).

Obviamente que el crédito no produce mercancías, como lo hace el trabajo, pero

“el crédito incrementa la velocidad de las transacciones sobre las cuales

depende la producción de riqueza” (Ibíd.:450). Similar a Ricardo, la maquinaria

no es capital, “solamente incrementa la productividad del trabajo”, igualmente el

crédito es productivo, pero no produce “algo”, “sino que incrementa la velocidad

de producir algo” (Ibíd.).

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Macleod cambia el sentido de la “producción” por el de “velocidad de la

producción”, un cambio de la producción por la eficiencia, de “circulación” por la

tasa de repetición, o sea, el crédito incrementa la velocidad de rotación, y por

tanto, la tasa de producción de riqueza: “Si la corriente de la Circulación o la

Producción se detendría hasta que los Consumidores hayan pagado por los

bienes en dinero, (la producción) se disminuiría considerablemente” (Ibíd.: 451).

Pero el universo “económico” del cual habla Commons, no se puede comprender

si no se recupera el aspecto “volitivo” (“volitional”), o de la voluntad de los

actores respecto del futuro: “Si la economía institucional es una economía

volitiva (“volitional”), requiere una psicología volitiva (“volitional”) que la

acompañe” (Ibíd.: 90), que es la psicología de las transacciones. Había hecho

alusión en Legal Foundations al aspecto de la voluntad:

Detrás del comportamiento está la voluntad. (...) Es esto lo que distinguimos como la diferencia entre la teoría del ´conductismo' (behavioristic) y la teoría volitiva del valor. Una teoría del conductismo toma en cuenta todos los factores de un mecanismo en movimiento bajo el principio de múltiples hipótesis (...) En otras palabras es una ciencia natural (physical science). Llega a su fin cuando todos los factores del mecanismo pueden establecerse en términos de números y ecuaciones. (...) Por otro lado, la teoría volitiva va un paso más adelante; después de eliminar la voluntad divina, el éter cósmico y toda metafísica, subsiste la voluntad humana que actúa misteriosamente a la distancia, sencillamente debido a que no toma en cuenta a todos lo factores complementarios sino que selecciona aquél factor limitante que puede ser controlado y cuyo control puede ser utilizado para guiar otros factores (...) En este sentido, todos los fenómenos de la voluntad humana son ´artificiales', en contraste con aquellos que se pueden distinguir como ´naturales'. Aquello que es ´artificial' no es por ello lo no natural, sino que es el proceso altamente ´natural' de la voluntad humana, seleccionando los factores limitantes de la naturaleza con el fin de guiar ciertos factores complementarios en la dirección deseada por las intenciones humanas (...) El atributo esencial de la teoría volitiva es el concepto del fin último o meta y los instrumentos directos o indirectos para alcanzar esa meta (Commons, 1924: 375-376 y 381).10

10 Cabe mencionar que en uno de sus primeros libros la noción de “voluntad propia” no tiene participación alguna, en A Sociological View of Soverignty (1899), solamente existen la “soberanía” de la “coerción y la persuasión”¡¡¡ Sin embargo en el libro póstumo subraya la relación entre la valuación y la voluntad: Los primeros economistas fueron descarrilados (“misled”) por lo problemas de valuación por su imitación de las ciencias naturales (“physical sciences”). Una teoría más adecuada de la valuación gira sobre el análisis de las metas humanas y la voluntada humana en acción. Tal teoría debe rechazar una teoría causal mecánica simple; también debe mirar más hacia el futuro que el pasado.

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Se trata de una causalidad pensada hacia el futuro en lugar de un anterior o del

pasado, que es donde lo ubican las teorías del trabajo de Locke, los

economistas clásicos y los comunistas. La teoría de voluntad (“volitional”) tiene

consecuencias futuras ya que mira las “negociaciones actuales y transferencias

del control legal, determinando si es que la producción se llevará a cabo” (…),

determinando hasta qué punto la “producción será expandida o contraída”

(Commons 1934: 7). Sin embargo, el tiempo es un fenómeno totalmente

“institucional” (Ibid.: 642).

Se trata del tiempo humano (durante las transacciones) dirigido hacia el futuro; y

“una economía teórica basada sobre ella no es ni una teoría materialista de

mercancías, ni una teoría subjetiva de las sensaciones o fisiología, sino una

teoría volitiva de la actividad económica dirigida hacia metas en el futuro (Ibid.:

643).

Igualmente hay subrayar que el análisis no inicia con el “individuo” sino con

las transacciones entre individuos y las repeticiones esperadas de dichas transacciones, que desde el punto de vista organizado es el de los procesos interesados y desde el desorganizado, el de la costumbre. Cada transacción de regateo en sí misma es un proceso colectivo. En su más extrema simplicidad la transacción no puede resolverse en unidades de individuos, sino que requiere la actual o potencial presencia de por lo menos cinco individuos quienes representan ante los otros varias relaciones de oportunidad iguales o desiguales, justa o injusta competencia, moral, económica y poder físico y la compartida esperanza de una decisión en disputas posibles por parte de una quinta parte representada por la colectividad de la cual cinco individuos son sus miembros (Commons 1934: 241-242, mis cursivas).

El concepto de lo volitivo -“volitional”- es distinto al de Benthan hedonista, e

igualmente diferente al del voluntarismo -“volitional”- tradicional de la ética

individualista, tratase aquí del voluntarismo -“volitional”- colectivo. Este es un

concepto de una elección entre oportunidades relativamente escasas:

es por lo tanto un concepto económico de voluntad, contra el concepto introspectivo del placer y el dolor. Estas oportunidades son la propiedad del yo y otra gente; esta propiedad depende de una acción concertada, no sólo

Finalmente una teoría del valor que sea suficiente para las necesidades de la acción moderna, debe ser relevante para la acción colectiva y los intereses en conflicto (Commons 1950: 150).

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del Estado, sino de corporaciones, sindicatos, agrupación criminal, que determinan por medio de sanciones morales, económicas físicas, cuales deberán ser los valores, conformidades, libertades y la exposición de los individuos en su elección de oportunidades, ejercicio del poder y competencias (Commons 1934: 242-243).

En el rescate de la obra de Commons, hemos intentado presentarla subrayando

la similitud con la tesis de Parsons sobre la “acción”, a veces

extraordinariamente equivalentes no obstante la manera tan dispar en la manera

de construir sus conceptos: Parsons aludiendo a nociones de “análisis” y

“abstracción” y Commons vía la reconstrucción de un vocabulario que no

percibía los significados que implícitamente llevaba el lenguaje, que a su vez se

considera como algo estrictamente “artificial” y utilizado “pragmáticamente” por

el Hombre para calcular el futuro.

Problemas del pasado para el futuro Creemos entonces poder “traducir” ciertas nociones comunes entre Parsons y

Commons y que desafortunadamente solamente pueden percibirse a posteriori.

La idea de las condiciones de los valores últimos para la acción puede ser el

análogo de las pautas de trabajo en Commons, y también podemos realizar la

misma identidad cuando se piensa en la acción como un acto volitivo o

voluntarista pensado hacia el “futuro”. Por otra parte, sin duda alguna la noción

de “transacción” en Commons es mucho menos “económica” para definir el

esquema de la acción que la concepción de Parsons con la noción del “acto

unidad” cuya simplicidad no puede dejar de subrayarse.

A su vez, la propia obra de Parsons es el claro ejemplo de intentar recomponer

tardíamente su alejamiento del institucionalismo norteamericano; sus libros

como el de Economy and Society… (1956) escrito con N. Smelser y El Sistema

Social (1951) intentan “integrar” conceptualmente a la “economía”, vía la

categoría de “subsistema”, dentro de un medio ambiente sociológico general que

previamente en la Estructura de la acción social… había sido relegada como un

sector “intermedio de la cadena medio-fines”. El análisis “estructural de los

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sistemas de acción” reveló, según Parsons que la “teoría económica no está, en

modo alguno, igualmente interesada por todos los elementos estructurales de tal

sistema” (Parsons 1937: 340), o sea solamente a lo que llama el “sector

intermedio” (Ibíd. 341) el cual Parsons divide a su vez en tres subsectores: a) “el

orden distributivo” y las reglas no explicada por la ortodoxia económica, o los

intentos por romper con las reglas en cuestión; b) el sector tecnológico de la

cadena medio-fin que las supone resueltas y finalmente c) el “subsector central”

del “sector intermedio” como el punto central de “la teoría económica”:

Es el punto en el que resultan implicadas consideraciones de asignación de medios escasos entre recursos escasos. Consiguientemente, y a efectos de este estudio, cabe definir a la economía como la ‘ciencia que estudia los procesos de adquisición racional de medios escasos para los fines del actor mediante la producción y el intercambio económico, y de su asignación racional entre usos alternativos’ (Ibíd.). De esta manera Parsons otorga a la “economía” un ámbito muy específico a

pesar de que estaría subsumido bajo la lógica más general de los sistemas de

acción que se guían por valores últimos que en ningún sentido podrían

deducirse de aspectos “tecnico-racionales”.

Las posturas de Parsons y Commons facilitan actualmente poder pensar a los

agentes/actores y sus respectivas decisiones en términos de que hacen posible

desplazar la dicotomía “individualismo-social”. Siempre y cuando no busquemos

construir a su vez lo que Parsons intentó realizar -como hemos mencionado- en

su obra posterior a La estructura de la acción social…: una teoría general del

“sistema social” o el de la “personalidad”.11

Pero la noción de un agente que toma decisiones con ciertas metas en una

situación y medios específicos todavía puede pensarse como un fenómeno de lo

11 Según Parsons: la teoría sociológica debe estar interesada con sistemas complejos, esto es, sistemas compuestos de muchos subsistemas (…) En términos muy generales, el tipo de problemas de las fronteras que surgen entre sistemas sociales y otros tipos de sistemas de acción, surgen nuevamente entre el sistema social, convirtiéndose más prominente a medida que tales sistemas adquieren una mayor diferenciación. Nuestro punto de vista es que la economía y la política deben examinarse como subsistemas funcionales dentro de la sociedad. El objeto primario de la sociología no es con el funcionamiento de estos subsistemas, sino con el de los otros dos subsistemas primarios funcionales: aquellos que tratan con las funciones de integración y el del ‘mantenimiento de patrones’ Parsons: 1961: 30 y 34).

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“subjetivo” lo cual debe problematizarse. Si no existe razón alguna para suponer

que solamente “individuos” humanos pueden tomar decisiones, entonces cabe

sostener la idea que no todos los agentes-actores son individuos-humanos cuyo

presupuesto es fundamental en Parsons y Commons. Si bien la estructura de la

acción (acto unidad) o las transacciones (bajo ciertas pautas de trabajo) son el

elemento indispensable para pensar la acción y decisión de los agentes, ya sea

en su versión parsoniana o en la de Commons, cabe plantear la existencia de

agentes de otra naturaleza con “capacidades” similares para realizar cálculos y

tomar decisiones.12 Toda una serie de agentes sociales, partidos, estados,

universidades, corporaciones, etcétera, lo hacen sistemáticamente y por tanto la

idea sobre la necesaria “orientación subjetiva” sale sobrando siempre y cuando

las entidades en cuestión posean algún mecanismo de resolución-decisión

(Hindess 1988; 1989).

Es cierto que la crítica de Savage (1999) y Hindess (1977) a Parsons tiene

sentido si nos referimos a sus escritos después del texto clásico de 1937 cuando

intentaba construir una teoría general sobre una totalidad social específica. Pero

si los discursos no tienen unidad necesaria alguna, hace factible la recuperación

de los mejores momentos teóricos de 1937 y los que le antecedieron que son

aspectos teóricos que asimilan gran parte del corpus institucionalista sin

confesarlo. Como de lo que se trata es evadir la construcción de una teoría

general sobre las decisiones y cálculos de los agentes y los sitios específicos

desde los cuales se llevan a cabo por medio de ciertos medios discursivos en

particular, entonces elementos de la obra de Commons y Parsons resaltadas

pueden sernos muy útiles. De hecho en la latitud latinoamericana, a partir de la

década de 1950 surgieron discursos en torno a la problemática del “desarrollo”

muy similares, corriente teórica denominada como la “escuela estructuralista

latinoamericna” (véase por ejemplo: Sanchez Torres y Mallorquin, 2006). 12 De hecho Parsons, en una obra posterior al de La Estrucutra de la acción… (1937) y muy importante desde su propio punto de vista, El sistema social (1959) asume la impertinencia teórica en cuestión: “Finalmente, la tercera consideración fundamental afecta al muy discutido ‘punto de vista subjetivo’, especialmente al estudio de la acción ´desde el punto de vista del actor’. Frente al punto de vista sostenido por el autor de la Structure of Social Action, este postulado aparece ahora como no esencial para al marco de referencia de la acción en su forma más elemental.” (Parsons 1984: 499, subrayados míos).

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Eso cabe solamente donde se presupone que no existen “centros” (Hirst 1982;

1979) o totalidades organizadas de antemano. Ese es el proyecto de

construcción teórica sobre la “integración” y “socialización” del sujeto vía el

intercambio entre el sistema “social” y el de la “personalidad” del Parsons post

1937 que no debemos porqué asumir.13

Por otra parte las críticas de Hodgson (2004) a Commons son sin duda alguna

coherentes, especialmente las que se refieren a la interpretación de Darwin por

parte de Commons respecto la distinción entre la “selección natural” y la

“artificial” y también si lo que se busca es establecer un principio básico último

sobre el “origen” y “causalidad” de las acciones de los agentes, lo cual supone la

teorízación de los “hábitos” y la “predisposición” del ser humano. Pero esa

postura teórica incluye como explicación “científica” de las acciones humanas

solamente los actos de voluntad, sus creencias y sus formas discursivas

específicas que se suponen determinadas bajo un fenómeno causal primordial,

que son las predisposiciones engendradas por la información genética. Sin

embargo, el supuesto de los aspectos de la herencia en los seres humanos no

implica necesariamente que sean el punto de la causalidad privilegiada para

explicar las acciones sociales. Para el caso podemos señalar la idea rescatada

por D. Davidson de que las propias “razones” explicativas de parte de los

agentes pueden operar en el sentido “causal” de su acciones y que en parte

subsume la idea que presenta Hodgson, ya que como todo “materialismo”

acepta que los eventos son algo “físico”, no obstante que reniega de la idea de

que a los fenómenos mentales se les pueda imputar una “descripción puramente

física” (Davidson en Malpas 1992: 71, nota a pie de página), postura que se ha

llamado “materialismo anómalo”. Las acciones de los agentes y los términos

planteados como las razones para sus actos -lo cual no significa que siempre

procedan correctamente- obviamente ofrece la posibilidad de eludir la idea de un

criterio “causal” ontológico privilegiado, supuesto por cierta noción de ciencia y

su validación, pero tal vez esa idea ya no sea necesaria, como argumentarían D.

Davidson y R. Rorty entre otros.

13 Parsons 1961: 45-46.

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Hodgson ha dado una explicación sobre las razones de la desaparición de la

concepción darwinista con el declive del pensamiento de Veblen: la lectura de

Darwin pudo haber apuntalado proyectos de fuerzas políticas racistas durante la

década de los treinta, tanto en Europa como en Estados Unidos, pero su

propuesta del rescate de Veblen y Darwin para la teoría social supone una

concepción teórica cuya envergadura hay que tomarla en serio pero con calma.

Paradójicamente Parsons que fue blanco de la crítica de Hodgson (2004) por

haber huido del darwinismo en los años treinta (no obstante la importancia de la

noción de las “propiedades emergentes” para explicar el “acto unidad”), para la

década de 1960 ha cambiado su postura notablemente, especialmente si

pensamos su propuesta de la teoría social en la Estructura de la acción…

(1937).

En la década de 1960 empieza a plantear la necesidad de la recuperación del

pensamiento darvinista para la teoría general de los sistemas y en particular el

sociológico:

la insistencia en una entidad socio-cultural analíticamente independiente fue una característica crucial de la historia intelectual más relevante para el trasfondo de la teoría sociológica contemporánea. Así como eso fue esencial, sus proponentes dispararon por encima de la marca denegando la relevancia de la interacción social de los niveles subhumanos del mundo biológico, así como la relevancia de los prototipos subhumanos de la cultura humana. Pero una vez que las líneas analíticas fundamentales han sido establecidas, es mucho más fácil intentar restaurar este tipo de balance y nosotros intentaremos hacerlo a en los lugares relevantes (…) La tendencia claramente singular desde entonces ha sido en la importancia de la ‘motivación’ de la interacción social a través de la escala evolutiva biológica, especialmente en la de sus mayores alcances (Parsons: 1961: 34; mis subrayados).

Y no podía ser de otra manera, es lógico y habitual que una teoría general exija

integrar nociones generales sobre el ser y su respectiva ontología. Así como

Hodgson sustenta que sin esa perspectiva la noción de ciencia y de causalidad

quedaría coja; de manera similar, en materia de la reproducción del sistema

social, Parsons también nos amenaza a su manera muy particular. Dice,

respecto la noción del “equilibrio”, que:

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la negación de la legitimidad del [equilibrio] en el armario de la ciencia social es, en mi tal vez no tan humilde opinión, sintomático de una negación que la ciencia social sea en sí misma legítima o realísticamente posible (Parsons 1961a: 339). En el texto que el lector tuvo en sus manos, se intentó demostrar que tal vez

algunos conceptos que pueden encontrarse en la obra de Parsons y Commons

valen la pena ser rescatadas por las mismas razones propuestas por el propio

Hodgson (2008) desplazando la pertinencia central del “individuos” como punto

de explicación de la interacción social subrayando ciertos aspectos que harían

posible pensar la institucionalización de ciertas prácticas rutinarias así como la

contingencia de las mismas. Igualmente a diferencia de Hodgson (2008, 2004),

se propone la conjetura de que tal vez no es necesaria una teoría general para

pensar el agente y su toma decisiones.

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