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Tan lejos, tan cerca del Estado Plurinacional Lecturas y reflexiones sobre la nación boliviana en tiempos del Estado Plurinacional

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Tan lejos, tan cerca del Estado Plurinacional

Lecturas y reflexiones sobre la nación boliviana en tiempos del Estado Plurinacional

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Tan lejos, tan cerca del Estado Plurinacional

Lecturas y reflexiones sobre la nación boliviana en tiempos del Estado Plurinacional

Documento elaborado por:Víctor Orduna

Programa de Investigación Estratégica en Bolivia

La Paz, 2015

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Esta publicación cuenta con el auspicio de la Cooperación del Reino de los Países Bajos.

Programa de Investigación Estratégica en BoliviaTan lejos, tan cerca del Estado Purinacional. Lecturas y reflexiones sobre la nación boliviana

en tiempos del Estado Plurinacional / Programa de Investigación Estratégica en Bolivia -- La Paz: Fundación PIEB, 2015.

92 p.: cuads.: 23 cm. -- (Serie Documentos PIEB) D.L.: 4-1-2645-14 ISBN: 978-99954-57-95-2 : Encuadernado

NACIÓN / ESTADO-NACIÓN / ESTADO PLURINACIONAL / AUTONOMÍA / MOVIMIENTOS SOCIALES / PARTIDOS POLÍTICOS / MAS-IPSP / INVESTIGACIÓN / INVESTIGADORES / PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN / NACIÓN BOLIVIANA / ANÁLISIS DE DISCURSO / IDENTIDAD CULTURAL / IDENTIDAD NACIONAL / IDENTIDAD IMAGINADA / MESTIZAJE / JÓVENES / DEMOCRATIZACIÓN / SISTEMAS POLÍTICOS / CIUDADANÍA / NACIONALIDAD / AUTOIDENTIFICACIÓN / ICONOGRAFÍA / SIMBOLISMO / SÍMBOLOS NACIONALES / HISTORIOGRAFÍA / ETNOGRAFÍA / RITUALIDAD / HÉROES NACIONALES / WIPHALA / KANTUTA / PATUJÚ / HISTORIA OFICIAL / PACHAKUTI / ANÁLISIS HISTÓRICO / ANÁLISIS COMPARATIVO / NACIONALISMO REVOLUCIONARIO / INDIANISMO / INDIGENISMO / NACIÓN CH’IXI / ISLA DEL SOL / NACIÓN ENCARNADA / BENI / SOCIEDAD BENIANA / CULTURA REGIONAL / CULTURA POPULAR / RELACIONES INTERNACIONALES / RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES / GLOBALIZACIÓN / GEOPOLÍTICA / MODERNIDAD / INDIANIDAD /

1. título 2. serie

D.R. © Fundación PIEB, abril de 2015Edificio Fortaleza. Piso 6. Oficina 601Avenida Arce 2799, esquina calle CorderoTeléfonos: 2432582 - 2431866 Fax: 2435235Correo electrónico: [email protected]ágina web: www.pieb.orgPeriódico Digital: www.pieb.com.bo Casilla 12668La Paz, Bolivia

Elaboración: Víctor Orduna

Diseño gráfico de cubierta: PIEB

Diagramación: Alfredo Revollo Jaén

Impresión:

Impreso en BoliviaPrinted in Bolivia

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Índice

Presentación ............................................................................................................................................................................................... 7

Introducción .............................................................................................................................................................................................. 9

CAPÍTULO ITan lejos, tan cerca del Estado Plurinacional ................................................................................................. 111. ¿Por qué pensar hoy lo nacional? El PIEB fiel al PIEB ...................................................................... 132. De la frustración a la exaltación patriótica: contextos plurinacionales ............................ 163. La sorprendente persistencia de la nación: apuntes internacionales ................................... 18

CAPÍTULO IIDe la consumación del devenir indígena-campesino al retorno del Estado-nación: los registros múltiples del Estado Plurinacional ............................... 231. La fundación mítica del Estado de los indígenas y campesinos ............................................... 232. Razones estadísticas para creer en la viabilidad de la “plurinación”..................................... 293. Por su iconografía los conoceréis ................................................................................................................................. 354. El retorno de la nación, en mayúsculas ................................................................................................................ 41

CAPÍTULO IIISentir la nación desde otras orillas ............................................................................................................................... 551. La nación ch’ixi: ni blanco ni negro sino todo lo contrario........................................................... 552. Vivir la patria desde el Beni: lejanía, distancia y pertenencia ..................................................... 60

CAPÍTULO IV¿Resistencia o adscripción? Bolivia ante el pulso de la globalización .............................. 691. Inevitablemente, el centro: Bolivia, el país de las tres cuencas .................................................. 692. Dilemas de hoy y de ayer: modernidad vs. indianidad ...................................................................... 76

CAPÍTULO VSenderos para seguir pensando el país, en clave plurinacional ................................................ 85

Bibliografía .................................................................................................................................................................................................. 91

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Índice de cuadros

Cuadro 1 Trayectoria electoral del Instrumento Político (MAS-IPSP) ............................................................................................................................................................. 29Cuadro 2 Elementos de la construcción simbólica en torno al nuevo Estado Plurinacional ............................................................................................................. 38Cuadro 3 Comparativa historiográfica entre el Nacionalismo Revolucionario y el Estado Plurinacional .............................................................................. 44Cuadro 4 Variaciones en torno al culto a la personalidad: Pazestenssorismo vs. Evismo ....................................................................................................................... 50

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Presentación

La nación boliviana ha entrado en la agenda del debate en el país a partir de la conformación del Estado Plurinacional; la evidencia de nuevas reconfiguraciones territoriales, políticas, sociales, culturales y económicas; la visibilización de un país mayoritariamente indígena; la necesidad de construir una etapa de nacionalidad boliviana en un mundo globalizado, entre otros aspectos.

El Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB), en el marco de sus activida-des de promoción de investigaciones de relevancia social, política y económica, lanzó la convoca toria “La nación boliviana en tiempos del Estado Plurinacional”, con el propósito de promover la generación de información y propuestas sobre cómo encarar la construcción de otra etapa de la nación boliviana, en la perspectiva del bicentenario de Bolivia, el año 2025.

Entre mayo de 2013 y abril de 2014, como parte de la convocatoria, 20 reconocidos in-telectuales e investigadores de La Paz, Cochabamba, Trinidad y Sucre se dieron a la tarea de repensar las características y el sentido de la nación boliviana en tiempos de un Estado Plurinacional, y aportar con hallazgos, proposiciones e ideas al análisis y debate de esta importante etapa por la que atraviesa el país. Además de encontrar respuestas a diversas interrogantes, entre ellas: ¿cómo interpretar la nación boliviana?, ¿cómo repensar una per-sonalidad nacional común, un “nosotros”?, ¿cuáles son los pilares de la identidad colectiva de los bolivianos?, ¿qué nos une y justifica ser una nación, un solo país?

Los investigadores analizaron en ocho estudios, la construcción de la nación en el proceso de globalización, las identidades colectivas en la Bolivia plurinacional, las facetas entre-cruzadas del MAS-IPSP, la construcción simbólica del Estado Plurinacional, la identidad nacional vista desde el Beni, la nación encarnada en la Isla del Sol, la construcción de la nación a través de la historiografía y las ritualidades estatales; y la identidad nacional frente a las identidades regionales.

En esta misma línea, y buscando contribuir con más insumos a la reflexión, el PIEB invitó al periodista Víctor Orduna a que elabore, a partir de los resultados de las ocho investiga-ciones de la convocatoria y de otros trabajos sobre el tema, el documento que presentamos

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8 TAN LEJOS, TAN CERCA DEL ESTADO PLURINACIONAL

en esta oportunidad: Tan lejos, tan cerca del Estado Plurinacional. Lecturas y reflexiones sobre la nación boliviana en tiempos del Estado Plurinacional.

Agradecemos a Víctor Orduna por su valioso trabajo y esperamos que esta publicación sirva a los propósitos que nos hemos planteado, pero, sobre todo, contribuya a comprendernos como nación y sociedad.

Godofredo SandovalDirector del PIEB

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Introducción

Durante 20 años de labor ininterrumpida, las convocatorias de investigación nacionales del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) (25 de las 54 que se han llevado a cabo hasta 2014) han sido, en cierta medida, una suerte de “termómetro” de la capacidad de los investigadores boli-vianos para pensar el país. En otras palabras, estas convocatorias de alcance nacional han representado un desafío para calibrar el nivel de las indagaciones, reflexiones e interpretaciones sobre temas neurálgicos del quehacer nacional: las reformas políticas estatales, el racismo y la discriminación, la descentralización y las autonomías, los ciclos económicos, etc.

La mejor síntesis de esta mirada atenta al pulso del país, se puede referir al trazar el “arco histórico” del impulso investigativo del PIEB que se abrió, a mediados de los años 90, propiciando el análisis de las reformas liberales del primer gonismo (participación popular, reforma educativa, nueva política de tierras —ley INRA—, descentralización, etc.) y que hoy, 20 años después, confirma un ciclo promoviendo la reflexión sobre los derroteros de la nación boliviana bajo el

signo de la plurinacionalidad (a través de la última convocatoria nacional “La nación boliviana en tiempos del Estado Plurinacio-nal”, lanzada en 2012).

Pues bien, este documento aborda, precisa-mente, el aporte de las ocho investigaciones publicadas en el marco de esta última con-vocatoria nacional.1 Puesto que resulta un tanto difícil que el público interesado dis-ponga del tiempo y de las condiciones para leer los ocho títulos íntegramente; en estas páginas se ha tratado de condensar lo más significativo de cada trabajo, poniéndolo en contexto, ofreciendo algunos elementos de análisis y buscando, en la medida de lo posi-ble, poner en contacto y “hacer dialogar” los resultados de los estudios. Este documento aspira a ser, entonces, una suerte de “guía de lectura” para quienes se animen a abordar, de lleno, las investigaciones, pero también una síntesis en la que se extrae, comenta y analiza lo fundamental del conocimiento producido en el marco de la referida con-vocatoria, intentando que éste sea accesible a un público no necesariamente especiali-zado en las distintas categorías sociológicas en uso.

1 Al respecto, cabe señalar, que para la elaboración de este documento se trabajó con los informes finales de investigación, por lo que las citas referidas a lo largo del texto corresponden con la numeración de las páginas de los informes y no con la versión final publicada en los libros (ver Bibliografía). Esto se debe a que, cuando se elaboró el presente documento, los informes de investigación se encontraban en proceso de edición.

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En suma, el intento consiste —a través de la lectura y de la confrontación de las ideas de los ocho trabajos— en tratar de dotar de un “sentido común” global a lo producido, que sea de utilidad para debatir y construir país. En este sentido, no cabe duda que la contribución de lo investigado se inscribe en el marco de la reflexión postelectoral que vive Bolivia y, a más largo plazo, en el debate sobre el devenir de la nación en la perspectiva de la celebración del Bicentenario de la fundación de la República, que se celebrará en 2025.

Con este propósito, el documento está divi-dido en cuatro partes. La primera, introduc-toria, ofrece un breve balance de la situación de los dos grandes “dispositivos” políticos del “proceso de cambio” —el Estado Pluri-nacional y las autonomías—, acompañado de un resumen del sentido histórico de la última convocatoria nacional de investiga-ción del PIEB (incluyendo algunas claves de la guía que orientó la misma), además de algunos elementos de contexto sobre las circunstancias (entre frustradas y exaltadas) de la nación en la Bolivia contemporánea y también acerca de los avatares nacionalistas en la escena internacional.

La segunda parte —la más extensa— contie-ne los “hallazgos” de cuatro investigaciones que representan un rango de interpretación variado —y hasta opuesto— de lo que re-presenta y significa el Estado Plurinacional. Según algunas lecturas, éste es la materiali-zación estatal del “destino” indígena-campe-sino mientras que para otras percepciones, lo plurinacional es algo así como un remake potenciado del Estado “todopoderoso” que persiguió la Revolución Nacional (1952-1964). En todo caso, esta sección reúne lo

más relevante del análisis en relación al des-pliegue simbólico del Estado Plurinacional, al cotejo histórico entre el Nacionalismo Revolucionario y el “proceso de cambio”, y a las mediciones demoscópicas sobre el sentimiento de pertenencia nacional.

Dejando de lado la voz oficial del Estado como fuente de producción del sentido de nación, en la tercera parte se recorre la confi-guración del sentimiento nacional desde otras orillas: la Isla del Sol —emblema y numen del indigenismo del nuevo tiempo— y el Beni, donde la lejanía, la frontera y el contratiempo histórico marcan la adscripción patriótica. Por último, la cuarta parte está dedicada al eje de Bolivia en la globalización a partir de dos estudios; el primero resitúa el futuro del país considerando su excepcional situación geopolítica y el segundo reitera viejos tropie-zos y aparentes incompatibilidades entre las nociones de modernidad e indianidad.

Finalmente, se plantean algunas reflexio-nes generales de cierre y se proponen seis ámbitos para proseguir las pesquisas e indagaciones sobre los derroteros de la plu-rinacionalidad, advirtiendo, sin embargo, que se trata de un campo de investigación complejo y poco explorado que no permite conclusiones categóricas. Sobre el estilo y el alcance de este documento, cabe pedir disculpas anticipadas a los autores de las investigaciones por las omisiones y limita-ciones en la lectura de sus trabajos, y por haber “sacrificado” cierta densidad teórica en aras de promover una mayor circulación de las ideas entre académicos, estudiantes, docentes, investigadores y lectores que, tal vez sin pretensiones académicas, siguen apasionadamente el pulso del país.

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Tal vez pudiera juzgarse como parte de la herencia colonial letrada altoperuana —de esa vocación por lo leguleyo, por los trámites y la espera, que fueron los dos grandes atri-butos de la España imperial— el hecho de que, aún hoy, aquello que se consagra en los papeles, a fuerza de ley, se esfuma inmediata-mente de la realidad (como si todo concluye-ra en el momento de su consumación legal). Eso es lo que pareciera haber ocurrido du-rante el último lustro con dos de las grandes innovaciones políticas acuñadas en la nueva Constitución —el Estado Plurinacional y las autonomías—, aprobada vía referéndum el 25 de enero de 2009 y promulgada el 9 de febrero de ese mismo año.

Estas dos condiciones de una nueva realidad política —que fueron la síntesis final del conflicto que sacudió al país entre 2006 y 2008—, luego de hacerse cuerpo de ley con la nueva Constitución, diríase que padecie-ron un adelgazamiento acelerado, perdiendo peso, volatilizándose gradualmente hasta dejar de gravitar en la discusión pública. Claro que esto ocurrió en un ambiente de “resaca” política con una oposición deshecha y dispersa después de tres triunfos electorales consecutivos de Evo Morales —referén-dum revocatorio de 10 de agosto de 2008 (67,4%), referéndum para la aprobación de la nueva Constitución de 25 de enero de 2009 (61,4%) y elecciones presidenciales

de 6 de diciembre de 2009 (64,2%)— y con un oficialismo redundante y cansino por la repetición de las mismas consignas. Retrospectivamente, se puede advertir que lo plurinacional y las autonomías fueron heraldos eficientes en el fragor de la batalla; sin embargo, darles vida en la materialidad de las cosas es otro cantar.

El hecho es que cinco años después no resulta sencillo identificar y discernir los cimientos y las estructuras maestras sobre las que se edifica el Estado Plurinacional, ni tampoco cuáles son las políticas públicas en las que se encarna la plurinacionalidad. Salvo la nueva ley de la educación (Ley N° 070 de la Educación “Avelino Siñani-Elizardo Pérez”, de 10 de diciembre de 2010) y la ley contra el racismo (Ley N° 045 contra el racismo y toda forma de discriminación, de 8 de octubre de 2010) —en las que se hace más explícito el sentido de interculturali-dad—, en el resto de la nueva legislación lo plurinacional aparece, ciertamente, como un membrete de rigor (tal y como sucede con el “vivir bien”) pero no queda claro si es un precepto fundacional capaz de ir adquirien-do fisonomía propia.

Por otra parte, una vez “absorbida” por la nueva Constitución —que incorporó ocho capítulos en el título referido a la Estructura y Organización Territorial del Estado en los

CAPÍTULO I

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que se reconocen cuatro tipos de autono-mía (departamental, regional, municipal e indígena originario campesina)—, la cons-trucción autonómica se detuvo y cayó en un sorprendente letargo (sorprendente, sobre todo, si se considera la velocidad del “alud autonomista” que se vivió en el país entre 2004 y 2008). Durante estos últimos años, además de la aprobación de la Ley N° 031 Marco de Autonomías y Descentralización, de 19 de julio de 2010, los únicos avances que destacan en el proceso autonómico son la conversión de 11 municipios a la auto-nomía indígena originario campesina en el referéndum municipal del 6 de diciembre de 2009 y la declaración de constitucionalidad del Estatuto Autonómico de Pando, el 9 de abril de 2014.2 Por otra parte, aunque el Tri-bunal Constitucional Plurinacional (TCP) ha emitido varias sentencias constitucio-nales sobre los estatutos autonómicos y las cartas orgánicas de algunos departamentos y municipios, respectivamente, esto no im-plica una declaratoria de constitucionalidad automática puesto que existen numerosos artículos observados.

La cuasi paralización del proceso autonó-mico es un hecho admitido, en general, por todos los actores políticos; las variaciones radican en a quién echar la culpa. La oposi-ción, desde las regiones, considera que esta situación prueba que la filiación autonomis-ta del Gobierno es una impostura y que no existe una voluntad auténtica de ceder poder

político a los gobiernos departamentales puesto que, en realidad, se está viviendo un proceso re-centralizador. Por otra parte, desde el mismo oficialismo se carga contra el TCP por la demora en el tratamiento de las cartas orgánicas municipales; de hecho, el vicepresidente de la Federación de Aso-ciaciones Municipales (FAM), Jorge Silva, anunció que se presentará una denuncia contra el TCP ante la Asamblea Legislativa por el retraso en la revisión de las cartas orgánicas municipales y el entorpecimiento de la autonomía municipal.3 Asimismo, es muy significativa la crítica planteada recientemente por la autoridad rectora del proceso, Claudia Peña Claros, Ministra de Autonomías, en un artículo publicado en el número 22 del boletín del PIEB “Temas de Debate”, donde alerta de que las autonomías indígenas “están en peligro”:

Pero existen muchas estructuras dentro del Estado que funcionan con la lógica de la política formal. Por ejemplo, las autono-mías indígenas están en peligro porque dentro del Estado existen sectores que no quieren cambiar nada, es una burocracia que se limita a administrar las cosas.4

En todo caso, habría que adolecer de una significativa distorsión en la percepción de la realidad para afirmar que la constitución del Estado Plurinacional y el régimen autonómi-co son temas de alta prioridad en la agenda pública y mediática. A esto se suma el hecho

2 Esto, en apego al inc. II de la disposición transitoria tercera de la CPE que establece que “los departamen-tos que optaron por la autonomía departamental en el referéndum del 2 de julio de 2006, deberán adecuar sus estatutos a esta Constitución y sujetarlos a control de constitucionalidad”.

3 Fuente: http://www.la-razon.com/nacional/FAM-Bolivia-Tribunal-Constitucional-Cartas-Organicas_0_2 097990280.html

4 “Estamos en un periodo de bolivianización”. Boletín “Temas de Debate” N° 22, julio de 2014, p. 4.

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de que quienes atizaron la plurinacionalidad en las calles (los denominados movimientos sociales, que hicieron de esta demanda el ariete del proceso constituyente) han vivido un quinquenio de adaptación a sus nuevas funciones como parte de la burocracia estatal (tanto a nivel nacional como departamen-tal y municipal), habiéndose apagado su fuerza motriz como dinamizadores de los cambios sociales. Esta nueva realidad en la composición misma del Estado, abre un campo de estudio y debate sociopolítico muy prometedor en torno a la pérdida o no de capacidad creativa de las fuerzas sociales una vez traspasado el umbral de la realpolitik y en relación al colosal poder del Estado para la “subsunción” burocrática de las fuerzas y energías sociales que, enfrascadas en la gestión de las prerrogativas de orden corpo-rativo, parecieran perder su “visión de país”.

Otra constatación respecto al desplazamien-to del tema plurinacional y autonómico es la carrera electoral hacia las elecciones pre-sidenciales del 12 de octubre de 2014, de la que estos temas “de fondo” han estado mar-ginados por unanimidad (es decir, tanto por el oficialismo como por la oposición). Una marginación que se debe, precisamente, a que son temas que tocan el tuétano de lo na-cional y que no califican en espectacularidad para ser considerados como foco de atención mediática o como “arma arrojadiza” contra el ocasional opositor. Es comprensible, en-tonces, que durante la campaña que ha me-diado hasta octubre se haya buscado generar efecto en torno a cuestiones de criminalidad (con repentinos partidarios de la pena de muerte, como ya sucedió, por ejemplo, con el ex alcalde de La Paz, Ronald MacLean en las presidenciales de 2002), lanzando

denuncias y alegatos en defensa de la patria (como la imputación del 50/50 en materia de distribución de los beneficios de los hi-drocarburos, a raíz de unas declaraciones de Samuel Doria Medina), presentando nuevos episodios de corrupción estatal y echando mano de descalificaciones, vía narcotráfico, entre otras materias de ocasión. Esto su-cede, además, porque existe una suerte de creencia cívica bienintencionada pero poco fundamentada en sentido a que las campañas electorales deben ser momentos en los que se sublime el debate a profundidad. Todo prueba que, en realidad, sucede lo contrario y que un rasgo de las democracias evolucio-nadas es su capacidad de producir un debate plural, profundo y argumentado justamente en tiempos no electorales. En estas circuns-tancias un tanto adversas para la producción de pensamiento sosegado es remarcable el esfuerzo institucional del PIEB por analizar los avatares de la nación boliviana en tiem-pos del Estado Plurinacional.

1. ¿Por qué pensar hoy lo nacional? El PIEB fiel al PIEB

El PIEB nunca se ha apartado de un espíritu fundacional caracterizado por vincular la investigación con los temas centrales del quehacer nacional; prueba de ello es el arco temático de los 20 años de trabajo institucio-nal transcurridos (1994-2014): poco después de fundarse, en sus primeras convocatorias nacionales, el PIEB propició la investigación y la producción intelectual sobre las reformas del primer gonismo (Reforma Educativa, Participación Popular, Descentralización Ad-ministrativa, Reforma Agraria [Ley INRA]) y “hoy”, dos décadas después, hace lo mismo empujando el debate sobre el sentido de

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nación en el contexto de un nuevo ciclo esta-tal (la convocatoria que ocupa estas páginas es la número 51 de las 54 que ha lanzado el PIEB y la última de alcance nacional).

En este sentido, en la “Guía para la presen-tación de proyectos de investigación” corres-pondiente a esta convocatoria, se plantean algunas preguntas, elementos de análisis y antecedentes que enmarcan la cuestión y que tienen un carácter aproximativo de “estado del arte”. ¿Cómo debemos entender la idea de la nación boliviana?, ¿cómo reivindicar una personalidad común, un “nosotros”?, ¿cuáles son los pilares de la identidad co-lectiva hoy?, ¿qué nos une y qué justifica ser una nación, un solo país?... Éstas son algunas de las preguntas introductorias lanzadas por el PIEB “ante la vigencia de una nueva Constitución Política del Estado Plurinacional; la construcción de un nuevo Estado; la evidencia de reconfiguraciones territoriales, políticas, sociales, culturales y económicas; la visibilización de un país mayoritariamente indígena; la necesidad de construir una nueva etapa de nacionalidad boliviana con un Estado Plurinacional en un mundo globalizado...”.5 Todo esto, además, en la perspectiva de las elecciones nacionales de 2014 y de la “Agenda 2025” (es decir, del bicentenario “en ciernes” de la república hecha plurinación).

Se trata, en cualquier caso, de un repertorio de preguntas sin solución definitiva que, ante todo, pretenden “gatillar” el interés por reflexionar, investigar y seguir pensando el país como colectividad. Ante este desafío,

la guía contiene, al menos, cuatro pautas básicas que se sintetizan y complementan a continuación:

1. Los orígenes del asunto y la “plurinacio-nalidad domesticada”: El origen de la noción de “nación-plurinacional” es la propuesta del movimiento campesino e indígena organizado en el Pacto de Unidad que, finalmente, se sintetizó en el modelo de Estado Plurinacional. Al respecto, es sugerente la evaluación de Garcés (2010: 30) sobre el acuerdo congresal de 2008 que modificó más de un centenar de artículos del nuevo texto constitucional: “El texto consen-suado por el Congreso ha avanzado en el diseño de una plurinacionalidad mo-derada, domesticada (...) Se trata, pues, de una plurinacionalidad que establece los límites de la autodeterminación de los pueblos... Por eso la reinserción del concepto de nación boliviana (art. 3) y de nacionalidad boliviana (arts. 142-143) y la reinserción del concepto de ‘República de Bolivia’ que no estaba en el texto de Oruro (art. 11). Son los lí-mites y los resabios del multiculturalis-mo estatal y del desesperado intento de retener el formato del Estado-nación”. Desde esta perspectiva, el denominado “proceso de cambio” podría encerrar algo de “gatopardismo indigenal”; es decir, de la pretensión de cambiar todo para que nada cambie.

2. La nueva definición de la nación boli-viana: más allá de la sintaxis. Éste es un punto crucial en el debate puesto que

5 “Convocatoria: La nación boliviana en tiempos del Estado Plurinacional (Guía para la presentación de proyectos de investigación)” (PIEB, 2012), p. 5.

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la nueva definición de la “boliviani-dad” oscila entre la tautología (repeti-ción inútil y viciosa) y el paroxismo de la inclusión (al estilo, podría decirse, de las muñecas rusas [matrioskas] que albergan, en su interior, una tras otra, “capas” —en este caso de la nación— sobre la cáscara de una sola nación). El artículo tercero de la CPE establece que “la nación boliviana está conformada por la totalidad de las bolivianas y los bolivianos, las naciones y pueblos indí-gena originario campesinos, y las comu-nidades interculturales y afrobolivianas que en conjunto constituyen el pueblo boliviano”. Tratar de analizar sintáctica-mente la coherencia de esta proposición es del todo inútil puesto que aquí se “concilian”, como nunca antes, el dere-cho positivo occidental —el afán cons-titucionalista, podría decirse— con los “500 años”, con el “tercero incluido”, etc. Este “constructo” que a la luz de la razón parece inconcebible es del todo consistente, sin embargo, con el prag-matismo presidencial de Evo Morales quien, en momentos en los que “las dos Bolivias” parecían irreconciliables —y ejerciendo el rol, muy republicano, de “padre de la patria”—, propuso formu-laciones como la siguiente: “Somos una familia (...), todos somos originarios, algunos son originarios contemporá-neos que llegaron con la invasión euro-pea, pero el movimiento indígena origi-nario somos milenarios desde aquellos tiempos”.6

3. La nación boliviana, resultado de un “pacto discursivo”: Sólo es posible tratar

de comprender la nueva formulación legal de la nación boliviana en el plano de la dialéctica de las circunstancias his-tóricas que la engendraron. Así, la defi-nición de nación boliviana en la CPE es resultado de un pacto discursivo entre oficialismo y oposición que expresa las dos vertientes del debate (nación cívica y nación étnica), empero es un pacto que también responde a las represen-taciones sociales predominantes en el país sobre la diversidad cultural que, en ninguna de sus versiones, cuestiona la pertenencia a “lo boliviano”.

4. Un nuevo sujeto agregado e “improba-ble”: las naciones y pueblos “indígena originario campesinos”: No es sencillo ser indígena, originario y campesino a la vez; sin embargo, esta sumatoria de categorías es la nueva “identidad ima-ginada” que propone la CPE. Esta ori-ginal denominación es resultado de la combinación de tres códigos: naciones originarias —utilizado por las organiza-ciones indígenas de tierras altas—, pue-blos indígenas —nombre que adoptan los grupos étnicos de tierras bajas— y campesinos; denominación de los hombres y mujeres del campo organi-zados en sindicatos que incluye a los colonizadores (ahora “interculturales”). Es decir, es una formulación jurídica y no una realidad sociológica porque no existe colectividad alguna que reúna todos los componentes agregados (ori-ginario, indígena, campesino, coloniza-dor e intercultural), por lo que el “suje-to del Estado Plurinacional” sólo existe en términos jurídicos y, como tal, sólo

6 Fuente: http://www3.abi.bo/nucleo/noticias.php?i=2&j=20140512080943

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puede ser representado por el Estado Plurinacional.

2. De la frustración a la exaltación patriótica: contextos plurinacionales

A esto habría que añadir, como preám-bulo, algunos antecedentes históricos y valoraciones que no están contenidos en la mencionada Guía de la convocatoria y que, sin embargo, ayudan a enmarcar el sentido de una reflexión actual sobre la nación y sus vértices:

1. Las dos impugnaciones históricas más recientes al Estado-nación republica-no procedieron de extremos opuestos. Por un lado, Felipe Quispe, el “Mall-ku”, representó —durante el ciclo de conflictos que se extendió entre 2000 y 2003— la revitalización de la tesis reinaguista sobre “las dos Bolivias”, re-negando abiertamente de la validez de los símbolos, próceres y contenidos del Estado republicano y postulando la re-constitución de un “Estado indio” de cuño nacionalista aymara. Aunque su liderazgo fuera disuelto luego por la po-derosa corriente electoral masista, no es un hecho menor que Quispe alcanzara el quinto lugar en las elecciones gene-rales de 2002, obteniendo 169.239 su-fragios (6,1%), sobre todo porque este voto se concentró en El Alto y en las provincias aymaras “díscolas” del alti-plano, lo que se tradujo en una bancada de seis diputados (con la sigla Movi-miento Indígena Pachakuti, MIP).

2. Por otro lado, el arrebato autonomis-ta que se vivió entre 2004 y 2008 en

cuatro de los nueve departamentos del país (Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija) alcanzó extremos —sobre todo, duran-te el año 2008, cuando “autonomías” y “constituyente” se planteaban como antitéticas— en los que los líderes re-gionales (de Tarija y Santa Cruz, con-cretamente) llegaron a poner en duda, públicamente, la permanencia de sus departamentos en la estructura políti-ca nacional. Más allá de la factibilidad de estas amenazas —que tenían un carácter, sobre todo, discursivo— este “envión” autonomista, que rebrotó des-pués de la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada (durante el Gobierno de Carlos Mesa tuvieron lugar dos de los cuatro grandes cabildos a los pies del Cristo Redentor, en Santa Cruz, el 22 de ju-nio de 2004 y el 28 de enero de 2005), no trastocó la nación pero sí cambió la fisonomía republicana definitivamente: el 11 de febrero de 2005 el gobierno de Carlos Mesa convocó a un referén-dum sobre autonomías y el 8 de abril del mismo año a la elección directa de prefectos, por primera vez en la historia (elección que tuvo lugar, junto a los co-micios presidenciales del 18 de diciem-bre de 2005). El 2 de julio de 2006, de forma paralela a las elecciones para la Asamblea Constituyente, se realizó el referéndum para la aplicación de un régimen de autonomías departamenta-les; el “sí” se impuso en cuatro departa-mentos (Beni, 73%; Santa Cruz, 71%; Tarija, 60%; y Pando, 57%). Luego, entre mayo y junio de 2008 se llevaron a cabo los cuatro referéndums departa-mentales para la aprobación de estatu-tos autonómicos en Santa Cruz, Beni,

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Pando y Tarija. Aunque en todos los casos triunfó el “sí”, el gobierno apos-tó, políticamente, a negar la validez de los comicios, promover la abstención y desgastar los liderazgos regionales. Finalmente, el Gobierno se fue “apro-piando” paulatinamente de la bandera de las autonomías y éstas fueron inclui-das, tras una negociación parlamenta-ria, en el nuevo texto constitucional.

3. Aunque es algo que quedará como ma-teria para el análisis historiográfico, no puede pasar inadvertido que hasta hace tan sólo seis años, existían voces que ponían en duda la viabilidad de Bolivia como nación. Tributarias del “pesimis-mo histórico” que caracterizó el pensa-miento político de ciertas élites a lo lar-go del siglo XIX, estas voces (que fueron muy bien aprovechadas por el Gobierno para generar cohesión en torno a la idea de la defensa de la unidad de la patria) obedecían, como es natural, a la inmi-nente pérdida del poder económico por parte de determinados sectores sociales acostumbrados a participar de las ren-tas estatales y a su inexorable reemplazo por nuevas élites organizadas alrededor del eje indígena-campesino-popular, siendo o no parte de esta “trilogía”. Echando mano de argumentos un tanto decimonónicos sobre el impedimento geográfico para la articulación nacio-nal, la incompatibilidad entre oriente y occidente, y sobre todo, el lastre para el progreso y el desarrollo civilizatorio que representaban los pueblos indígenas an-dinos (algo muy en la línea del darwi-nismo social de otrora), estas voces se apagaron definitivamente con el fracaso de la intentona de septiembre de 2011

(que derivó en la toma de instituciones públicas en varios departamentos) cuyo punto de quiebre fue la Masacre de Porvenir (Pando, 11 de septiembre), en la que fallecieron nueve campesinos y dos “cívicos”. Desde entonces —y con el aval de la votación obtenida en el re-feréndum revocatorio del 10 de agosto de 2008 (67,4%)— el gobierno de Evo Morales se impuso definitivamente ju-gando oportunamente la carta del pro-nunciamiento unánime de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) contra cualquier conato de división de una nación sudamericana. Estaba claro que no se permitiría (y que no tenía ninguna posibilidad de reconocimien-to internacional) un proceso de balca-nización en el corazón geográfico de Sudamérica. Por todo ello, una de las mayores marcas de las transformaciones políticas que vive el país es el empeño que ha puesto el oficialismo para con-seguir que, finalmente, Evo Morales se imponga, por primera vez, en Santa Cruz, en las elecciones generales del 12 de octubre de 2014.

En síntesis, es un rasgo particular de Bolivia la oscilación entre la frustración y la exal-tación patriótica. Si bien el factor externo (el despojo territorial) ha sido la amenaza permanente a la cohesión nacional —una amenaza fundamentada pues aún hoy Bo-livia padece las secuelas psicológicas por la pérdida de la mitad del territorio con el que nació al modo republicano (un territorio sobre el que, por otra parte, se ejercía una escasa o nula presencia estatal)—, no se pue-den ignorar las fracturas internas de orden regional, étnico y producto del asimétrico

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desarrollo económico. Un ejemplo de lo fácil que todavía hoy resulta la manipulación sentimental de estos factores es el conflicto generado en torno a la capitalidad de Sucre, entre 2006 y 2008, que —más allá de la le-gitimidad histórica de la demanda— fue, sin duda, un “caballo de Troya” colocado, con mucho cálculo y precisión, por la oposición para provocar el naufragio de la Asamblea Constituyente (cosa que no estuvo lejos de suceder). En un tono un tanto patriotero, podría decirse que, después de todos estos avatares, la nación boliviana salió incólume, algo que, según cómo se lo vea, resulta bas-tante prodigioso.

3. La sorprendente persistencia de la nación: apuntes internacionales

La persistencia de la noción de nación es uno de los fenómenos más intrigantes de la postmodernidad. A la idea de nación —como concepto moderno surgido de la Ilustración a fines del siglo XVIII y de las revoluciones Americana (1775-1783) y Francesa (1789-1789)— se la ha dado por muerta repetidas veces y, sin embargo, ahí sigue. Para la teoría marxista la “cuestión nacional” fue un hueso duro de roer, pues los nacionalismos represen-taban un serio escollo para la internacionaliza-ción de la revolución proletaria, provocando el conocido dilema entre clase y nación. No en vano, Stalin, en 1913, concluía su ensayo “El marxismo y la cuestión nacional” apelan-do al “principio de la unión internacional de los obreros como punto indispensable para resolver la cuestión nacional”.

Por otra parte, en la otra vereda, desde el punto de vista de la expansión capitalista, la perdurabilidad de la idea de nación carecía también de fundamento pues la conforma-ción inexorable de burguesías transnaciona-les —que actualmente evolucionaron hasta la categoría de “capital trasnacional financie-ro”— debía comportar, tarde o temprano, en teoría, el fin de las naciones tal y como éstas eran concebidas. Sobre el fenómeno de la transnacionalización del capital y la tensión entre estados y corporaciones, vale la pena revisar el memorable discurso de Salvador Allende ante Naciones Unidas, del 4 de diciembre de 1972.7

Nación cívica, naciones étnicas, nación cultural, nación política... Lo que resulta evidente es que la teoría sociológica y las ciencias políticas han quedado rezagadas frente al ritmo de la globalización que, de la mano de la tecnología, parece estar siempre situándose en el futuro. En este sentido, las definiciones convencionales sobre nación —como una “comunidad humana con nombre propio, asociada a un territorio nacional, que posee mitos comunes antepasados, que comparte una memoria histórica, uno o más elementos de una cultura compartida y cierto grado de solidaridad, al menos entre sus élites” (Smith, 2004: 28)— e incluso las más innovadoras —como la que hace alusión a “una comunidad política imaginada como inherentemente ilimitada y soberana” (An-derson, 1993: 23)— parecen añejarse con una rapidez pasmosa frente a los cambios en los modos y en los comportamientos sociales.

7 Este discurso está disponible en: http://www.salvador-allende.cl/Discursos/1972/NU.pdf

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Por ello, el análisis en relación a los tópicos sobre la vigencia de símbolos patrios, ritua-lidades cívicas, festividades y religiosidad, lengua, etnicidad, arraigo regional y hasta hábitos gastronómicos o sociales requiere hoy ser actualizado con el estudio de la tecnología y la inmersión en un “territorio apátrida” (Internet), donde cada vez más se produce el intercambio, el ocio y el consumo cultural transformando, sin duda, los senti-dos de pertenencia y de adscripción física y geográfica.8 Todo esto condiciona, desde un nivel social y humano, el análisis del otro clivaje (entre nación y globalización) que propone la convocatoria del PIEB: “¿Qué futuro para el Estado, la nación, la nación-Estado en la Bolivia de Evo Morales?”.

En todo caso, las condiciones de inserción de Bolivia en el nuevo marco global —caracte-rizado por lo que unos consideran que es un mundo “multipolar” y otros por la extensión, a las relaciones internacionales, del principio de incertidumbre— no están exentas, pre-cisamente, del influjo de la tensión de dos fuerzas (globalización versus nacionalismo), en apariencia contradictorias. El rebrote de los nacionalismos, en su versión más cáustica y elemental es algo que no sólo deja fuera de juego las versiones de un humanismo que los creyó próximos al destierro9, sino que es una realidad objetiva que está cambiando la geopolítica del mundo, día a día. Vale la

pena rescatar algunos ejemplos para poner en contexto el debate boliviano:

1. La creación de nuevas naciones: el caso de Sudán del Sur. Después de haberse escindido de Sudán, como región autó-noma, en 2005, y de haber celebrado un referéndum por la independencia en enero de 2011, Sudán del Sur se procla-mó república independiente en julio de 2011 convirtiéndose así en el país más “joven” del mundo, reconocido por Naciones Unidas como el número 193. La región arrastraba una guerra civil prácticamente ininterrumpida desde el momento mismo de su independencia de Gran Bretaña, en 1956 y actualmen-te vive una crisis humanitaria de gran-des proporciones con miles de muertos y, al menos, un millón de desplazados a causa de las disputas étnicas.

2. Focos nacionalistas en la vieja Europa: el caso escocés y el caso catalán. Dos proce-sos independentistas han concentrado la atención en Europa. El 18 de sep-tiembre de 2014 tuvo lugar en Escocia un referéndum para decidir sobre su independencia del Reino Unido, en el que se impuso el “no” a la separación, con el 55,3% de los votos. No obstante, el primer ministro británico, David Ca-meron —que dijo que con estos resul-tados el “debate sobre la independencia

8 Un aporte destacable al respecto que ha pasado bastante inadvertido es la película Her (Jonze, 2013) sobre la soledad humana, la imposibilidad del amor físico y real en un mundo híper tecnologizado y el reemplazo de las percepciones y de la experiencia humana convencional por una meramente virtual.

9 A propósito, el filósofo rumano E.M. Cioran, apátrida convencido, decía, recordando un proverbio tibe-tano, que “la patria no es más que un campamento en el desierto” (1988: 13); el escritor argentino, Jorge Luis Borges, se divertía escribiendo que la patria es “un acto de fe” (“¿Qué es el budismo?”. En: Borges, 2002: 28) y en una versión más optimista y próxima, el escritor y periodista peruano José Carlos Mariáte-gui estaba convencido de que “cualquier hombre no engrilletado y embrutecido por el egoísmo puede vivir, feliz, todas las patrias” (1996: 438).

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se había cerrado por una generación”— tuvo que hacer numerosas concesiones de último momento (en materia fiscal, laboral y de bienestar social) para evi-tar el triunfo de los independentistas.10 La situación de Cataluña es distinta. El 12 de diciembre de 2013, el Presiden-te de la Generalitat (Gobierno catalán) anunció la realización de una consulta ciudadana (referéndum no vinculante) programado para el 9 de noviembre de 2014 con el propósito de decidir si Ca-taluña debe ser un Estado y, en caso de serlo, si éste debiera ser independien-te. Aunque esta consulta cuenta con el aval del Parlamento de Cataluña y tiene una amplia base social —que se ha manifestado, periódicamente, en grandes concentraciones por el derecho a la autodeterminación—, el Gobierno español reaccionó inmediatamente a la defensiva calificando la iniciativa de ile-gal y anunciando que no se permitiría su realización.

3. El rebrote del nacionalismo con resabios soviéticos: el caso de la anexión de Crimea y la guerra en Ucrania. A fines de 2013 se iniciaron una serie de manifestacio-nes de índole europeísta en Kiev que, tras prolongarse varios meses y después de violentos disturbios, dieron lugar a la caída del gobierno de Víktor Yanukó-vich, de filiación pro-rusa. En este con-texto, en varias regiones con presencia mayoritaria de ucranianos rusófilos se

plantearon referendos separatistas para reintegrarse a la Federación Rusa. Tras el despliegue de tropas rusas y después de celebrarse un referéndum, la penín-sula de Crimea —en disputa geopolí-tica entre Ucrania y Rusia— se declaró como Estado soberano independiente y manifestó su intención de adherirse a la Federación Rusa. El conflicto se ha extendido a varias regiones del este de Ucrania —Donetsk y Lugansk, princi-palmente— ocasionando un enfrenta-miento armado entre rebeldes pro rusos y el ejército de Ucrania que ya ha regis-trado más de dos mil muertos y cerca a medio millón de desplazados.

4. La sorprendente aparición de un califato con aroma otomano: el caso del Estado Islámico (EI). Cual si hubiera apareci-do de la nada, en junio de 2014, un auténtico ejército yihaidista suní auto-denominado Estado Islámico (EI) aca-paró repentinamente la atención de los medios internacionales tras un rápido avance desde el este de Siria al norte de Irak. Según el reporte de periodis-tas especializados en el Medio Orien-te —como el de Ángeles Espinosa, del periódico El País— esta organización es una rama iraquí de Al Qaeda que se ex-pandió originalmente en Siria; que pro-pugna un gobierno ideal basado en la ley islámica y que ha declarado un “cali-fato” en los territorios que controla tan-to en Siria como en Irak.12 Además, en

10 Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/09/19/actualidad/1411102745_284688.html11 Finalmente, pese a la suspensión cautelar por parte del Tribunal Constitucional, la consulta tuvo lugar

y los resultados (2.3 millones de votos, con 1.8 millones a favor de que Cataluña sea un Estado) fueron calificados por el Presidente de la Generalitat (gobierno catalán), Artur Mas, como un éxito. Sin embargo, el gobierno español sostuvo todo lo contrario argumentando que la participación fue sólo de un 37%.

12 Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/08/20/actualidad/1408557242_879445.html

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un alarde discursivo, esta organización ha planteado que su plan quinquenal consiste en controlar todo lo que otrora fuera el Imperio Otomano, que abar-caba desde los bordes de Europa (pues este imperio llegó a conquistar varias ciudades bosnias) hasta La Meca.

El análisis de estos cuatro casos brevemente expuestos genera todavía más interrogantes sobre la imbricación entre nacionalismo y globalización capitalista. En principio, los particularismos históricos, étnicos y religiosos parecieran ser un obstáculo para la expansión de los mercados y de una forma de consumo occidental cada vez más uniforme y global. Sin embargo, en esta dinámica paradójica, es la misma crisis financiera europea la que ha espoleado el independentismo escocés y catalán que, en ambos casos, apelan al argumento econó-mico (una mejor fiscalidad pública y mayor

competitividad desligándose de la tuición de Londres y Madrid) como clave electoral para ganar adhesiones. La demanda de materias primas y la expansión de la influencia China son factores presentes en el caso de Sudán del Sur, al tiempo que en Ucrania la pola-ridad entre la oferta del mercado europeo (debilitado) y el ruso (en crecimiento) son elementos centrales.

Por último, en los experimentos de islamis-mo yihadista repotenciado con pretensiones de estatalidad (diríase que la “semilla” de Bin Laden se ha esparcido descontroladamente, a juzgar por la islamización del norte de África y por la proliferación de enclaves yi-yihadista en países europeos) parecen oponer a la implantación irrefrenable del modo de globalización occidental (que asocia libre mercado, democracia y consumo) lo más arcaico del repertorio humano: la religión como Gobierno.

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Este capítulo está dedicado a los distintos acercamientos e interpretaciones sobre el Estado Plurinacional contenidos en cuatro de las ocho investigaciones de la convoca-toria y en algunos comentarios académicos realizados durante la presentación de las mismas. La diversidad de lecturas —y lo contrapuesto de las miradas— es aquí la cualidad sobresaliente.

Según algunas lecturas, la confección de la plurinacionalidad obedece a la consumación estatal del devenir indígena-campesino, mientras que, según otras, podría tratarse de la autoprofecía cumplida de Fausto Rei-naga cuando sentenció: “El cholaje-mestizo marxista o antimarxista de Indoamérica no podrá jamás ponerse de acuerdo y menos edificar el Estado-Nación en este conti-nente. ¡Le está reservada al indio esta tarea gloriosa!” (Reinaga, 2001 [1970]: 171. En: Nicolas, 2014: 36).

Claro que, visto de otro modo, seguramente el Estado Plurinacional de hoy tiene poco que ver con el que un día prefiguró Reina-ga... En todo caso, en el abordaje al terreno incierto de la plurinacionalidad se mezclan fundaciones míticas con razones estadísticas;

iconografías remozadas con símbolos de nuevo cuño, y estatalidades compuestas con ecos de la Revolución Nacional.

1. La fundación mítica del Estado de los indígenas y campesinos

La idea de restituir el indio al poder, como deseo o como mal presagio, ha sido una constante en el pensamiento político bo-liviano y regional. Desde casi el momento mismo de la conquista española (invasión, extermino y pacto, mediante) hasta nuestros días, el ideario de un “presidente” indígena —formulado de múltiples formas (kataris, amarus, incas...)13— ha constituido una suerte de destino inexorablemente aplazado. Ya en 1514, Fray Bartolomé de las Casas se sintió llamado por Dios para predicar contra la encomienda, por injusta, afirmando que los únicos señores legítimos del Nuevo Mun-do eran los indios y que la única razón “de ir los españoles allá era como misioneros para convertir a los indígenas a la fe cristiana, sin el auxilio de ningún hombre de armas” (De las Casas, 1985 [1552]: 5).

Cinco siglos exactos después, Álvaro García Linera, vicepresidente del Estado

CAPÍTULO II

De la consumación del devenir indígena-campesinoal retorno del Estado-nación: los registros múltiples

del Estado Plurinacional

13 En la novela Yo el supremo (Roa Bastos, 1987 [1973]: 129) figura una versión guaraní de esta misma índole. “El Supremo” —inspirado en la figura del dictador paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia (1766-1840)— acusa a los jesuitas de haber “querido monarquizar su imperio comunista coronando al indio Nicolás Yapuguay bajo el nombre de Nicolás I, rey del Paraguay y emperador de los mamelucos”.

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24 TAN LEJOS, TAN CERCA DEL ESTADO PLURINACIONAL

Plurinacional, recuerda, con frecuencia, cómo todo su empeño político, desde jo-ven, estuvo orientado por el propósito de que los indígenas gobernaran el país del que legítimamente son mayoría. Aunque con casi nueve años de gobierno se haya esfumado parte del “encanto” primigenio, es indudable que el 22 de enero de 2006, la investidura de Evo Morales representó la consumación primicial continental de una persecución de siglos; una idea que, tras su consumación, perdió parte de su poder de seducción. Después de tanta espera, resulta curioso que para una generación de jóvenes bolivianos, nacidos del fin del siglo pasado en adelante, sólo haya existido (en su viven-cia) un indígena en el poder.

No resultaría fácil convencer a esos mismos jóvenes de que hasta hace muy poco la posibilidad concreta de que Evo Morales asumiera la presidencia causaba asombro, estupor y espanto, por un lado; y exci-tación y comezón, por otro. Baste como prueba de ello un detalle, la portada del quincenario “Tiempo Político”, dirigido por Jorge Richter, que poco antes de las elecciones de 2002 —en las que Morales obtuvo el segundo lugar siendo legalmente “presidenciable”— presentó un provocativo montaje premonitorio de Evo luciendo la banda presidencial. Pues bien, en aquel entonces, este montaje (hoy vuelto realidad propagandística agobiante), de un enorme impacto visual, generó todo tipo de co-mentarios, persignaciones y preocupadas murmuraciones.

Este preámbulo sirve para introducir la investigación “MAS legalmente, IPSP legí-timamente”. Ciudadanía y devenir Estado de

los campesinos indígenas en Bolivia (PIEB, 2014), coordinada por Fernando Luis Gar-cía Yapur, que puede emparentarse, desde su título, con el planteamiento de un destino consumado. En este caso son los campesi-nos e indígenas quienes devienen (es decir, “llegan a ser”, “se convierte en”) Estado. Aquí, no se trata de un destino meramente individual (encarnado por Evo Morales) —aunque en el texto se considera que “con la llegada de Evo Morales al poder la condi-ción de la igualdad jurídica se expande en el conjunto de la sociedad para lograr la mayor democratización social y política ocurrida en el país después de la revolución del 52” (García Yapur, 2014: 233)— sino de una proyección colectiva que ha demandado una acumulación histórica de siglos. Por ello, la constitución del Estado Plurinacional representa, de acuerdo a esta lectura —que coincide, en líneas generales (aunque con mucha más densidad académica), con la historiografía oficial del proceso de cam-bio—, la culminación de una lucha secular de indígenas y campesinos que han sabido conjugar y mantener, a la vez, una doble adscripción identitaria: “inclusiva” (que se expresaría en un “nosotros, los bolivianos”) y “exclusiva” (asentada en un “nosotros, los indígenas y campesinos”). Esta es la tesis central del trabajo:

La ciudadanía es polisémica y, por ello, se inscribe en un campo movedizo de afirma-ción, comprobación y concreción de las identidades colectivas. La ciudadanía y la identidad política de los indígenas campe-sinos trae consigo una continua oscilación entre la “identidad exclusiva” que acaece en lo común (“nosotros los bolivianos”) y la “identidad exclusiva” que nos particulariza

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DE LA CONSUMACIÓN DEL DEVENIR INDÍGENA-CAMPESINO AL RETORNO DEL ESTADO-NACIÓN 25

en relación a la composición heterogénea o “abigarrada” de la sociedad boliviana (“no-sotros, los indígenas campesinos”) (Ibíd.: 240).

Sin embargo, además de esta tesis académica —que es el eje del estudio— el valor de esta indagación, desde una perspectiva más am-plia, es su contribución a la comprensión de por qué esta consumación del “devenir Esta-do” de indígenas y campesinos ha ocurrido una vez traspasado el umbral del siglo XXI y no en otro momento histórico. En este sentido, la investigación aporta un recuento de la configuración política y participación electoral del MAS-IPSP (Movimiento Al Socialismo-Instrumento Político por la So-beranía de los Pueblos), como herramienta político-electoral que ha materializado esta deriva histórica.

Sin embargo, este abordaje no tiene un valor de simple inventario democrático sino que comporta una dimensión histó-rica altamente relevante pues la decisión de optar por las urnas y no por las armas es una característica que ha distinguido al movimiento sindical, indígena y campesino boliviano en la región. En este sentido, hay que comprender la creación del IPSP, en 1995 —considerado un brazo electoral de la matriz sindical— como una herencia de la participación indígena y campesina en dis-tintas fórmulas electorales a partir de prin-cipios de los años 80 del siglo pasado.14 No

obstante, al tiempo que en Bolivia ocurría este encauzamiento democrático-electoral de las fuerzas populares insurgentes, a tan sólo mil kilómetros de Desaguadero, al otro lado de la frontera —con epicentro en el departamento peruano de Ayacucho— se desataba el conflicto interno armado más sangriento de la historia del Perú que tendría como protagonistas a Sendero Luminoso y al Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).

De acuerdo a los datos oficiales más con-servadores, la violencia que vivió Perú entre 1980 y 2000 —y que tuvo, en determinados momentos, las proporciones de una “guerra civil”— dejó 23.969 víctimas, entre muertos y desaparecidos.15 Después de varios años de investigación, el 28 de agosto de 2003, la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) del Perú emitió un informe en el

14 A propósito de este punto, la investigación aporta interesantes antecedentes de los ocho partidos con personería jurídica que fueron creados por el movimiento indígena y campesino entre fines de los años 70 y 2005 (el MITKA y el MRTKL, entre ellos) y que participaron en las sucesivas elecciones presidenciales desde 1979 (García Yapur, 2014: 78-84).

15 El informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) del Perú, emitido el 28 de agosto de 2003, elevó la estimación del número de muertos y desaparecidos a 69.820. Sin embargo, este cálculo ha sido duramente criticado por basarse en la aplicación de un factor de multiplicación poco consistente.

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26 TAN LEJOS, TAN CERCA DEL ESTADO PLURINACIONAL

que señala, como punto clave de todo lo ocurrido, ese momento de bifurcación entre lo electoral y lo armado mencionado anteriormente:

La CVR considera que la causa inmediata y fundamental del desencadenamiento del conflicto armado interno fue la decisión del PCP-SL [Partido Comunista del Perú-Sen-dero Luminoso] de iniciar la lucha armada contra el Estado Peruano, a contracorrien-te de la abrumadora mayoría de peruanos y peruanas, y en momentos en que se res-tauraba la democracia a través de elecciones libres.16

Estas valoraciones resultan en parte familia-res pues también Bolivia ingresaba entonces a un período democrático, produciéndose dilemas similares. Si bien en Bolivia también se registraron intentonas guerrilleras hasta los años 90 —con el Ejército Guerrillero Tu-pak Katari (EGTK), del que formó parte Ál-varo García Linera; la Comisión Néstor Paz Zamora (CNPZ) y la presencia de algunas células del MRTA peruano—, siguen siendo una incógnita las razones por las cuales aquí no arraigó la lucha armada y no alcanzó a propagarse el conflicto peruano, a pesar de la tan acentuada continuidad geográfica y cultural andina. Esto es algo que no ha sido

estudiado en profundidad por las ciencias sociales y que, sin embargo, reviste una gran trascendencia histórica.

Desde esta perspectiva, la investigación men-cionada adquiere otra dimensión pues aporta algunas pistas en esta dirección. Ensayando algunas respuestas a la pregunta anterior, no cabe duda que la confluencia histórica entre la fundación del MAS-IPSP17 (1995) y la aprobación de la Ley de Participación Popular (1994) dice mucho de la dinámica política boliviana que se caracterizó por una doble circunstancia: la irrupción del mundo indígena y campesino en el ámbito político-electoral (esta vez, con la búsqueda de siglas propias) y la ejecución de una serie de reformas políticas que, desde lo local, abrirían las compuertas de una toma gradual e incontenible del poder político por parte de los sectores mencionados.

A partir de la noción de una “nueva gramá-tica política” del movimiento campesino indígena —afincada en la idea de generar un Instrumento Político propio— el estu-dio hace un recuento bastante completo (intercalado con testimonios de varios diri-gentes “históricos” del MAS, como Leonil-da Zurita, Juan de la Cruz Vilca, Damián Condori, Julia Ramos y Gerardo García,

Sin embargo, al margen de esta polémica, el mencionado informe contiene información muy importante para entender el carácter del conflicto al señalar, entre otros rasgos, que el 79% de las víctimas vivía en zonas rurales y que Sendero Luminoso es responsable del 54% de las muertes y desapariciones (el resto corresponde, sobre todo, a la acción de las fuerzas de seguridad del Estado y a los denominados “comités de autodefensa”). Este informe se puede consultar en: http://www.cverdad.org.pe/ifinal/conclusiones.php

16 Fuente: http://www.cverdad.org.pe/ifinal/conclusiones.php17 En realidad, como se aclara en la investigación, aunque oficialmente el MAS considere este año como su

onomástico, lo cierto es que en 1995 se fundó la Asamblea por la Soberanía de los Pueblos (ASP) y que después de disputas, trámites y alianzas ésta derivaría, definitivamente, en 2002, en el reconocimiento del MAS-IPSP. Como es sabido, MAS es una sigla “prestada” mediante una alianza con David Áñez, jefe del Movimiento Al Socialismo Unzaguista (MAS-U), originalmente un ala de la Falange Socialista Boliviana (FSB).

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entre otros) de los esfuerzos, dilemas y for-cejeos durante la creación del Instrumento Político (IP); de las distintas movilizacio-nes, congresos y luchas que acompañaron este proceso; del carácter “performativo” (que se va construyendo en el camino) del Instrumento; y del pedregoso camino de alianzas, rupturas y obsesiones que significó su legalización:

El IP desde su germinación en las organi-zaciones campesino indígenas hasta con-sumarse en la sigla MAS-IPSP, legalmente reconocido por el Estado, transitó por una serie de momentos y hechos que configu-raron un imaginario político nuevo que encauzó su performance político. Tres eta-pas determinaron este proceso: en primer lugar, el empecinamiento de contar con un dispositivo propio que esté imbricado a las formas de organización comunitaria sindical; en segundo lugar, la persistencia legal, casi obsesiva, de contar con una sigla propia que exprese su identidad política y; en tercer lugar, la efectividad de la demo-cracia que mediante el acoplamiento de la forma de organización comunitaria sindical y la democracia representativa lograron re-sultados efectivos en el nivel local y, pos-teriormente, a nivel nacional. Camino que fue flanqueado por disputas y rupturas en-tre los liderazgos campesino indígenas que protagonizaron el ascenso y materialización del IP (García Yapur, 2014: 54).

Un aporte destacable de esta investigación es el extenso capítulo dedicado a recompo-ner la trayectoria electoral del Instrumento Político, mediante la composición de una geografía electoral de todos los comicios en los que participó el IPSP (con distintas

siglas) desde las elecciones municipales de 1995. Esto se lo hace, además, trazando una línea de tiempo que permite percibir la progresión en el desempeño electoral de la participación indígena y campesina en elecciones generales desde 1979, cuando Luciano Tapia obtuvo el 2%, representan-do al MITKA. A excepción de las alianzas del MRTK con la UDP de Siles Zuazo en 1980 (que alcanzó el 38,8% de la votación nacional), del MRTKL con Sánchez de Lozada en 1993 (que registró el 35,7% del voto total) y del MKN con Banzer en 1997 (que copó el 22,3% de la votación), el mejor registro electoral indígena-campesino fue el de Felipe Quispe (6,1%), por el MIP, en las nacionales de 2002. Hasta que llegó Evo Morales...

La candidatura y el desempeño electoral de Evo Morales en las presidenciales de 2002 constituye un fenómeno aparte pues rompió todas las tendencias y previsiones. Como se acaba de señalar y como se puede observar en el Cuadro 1, el alcance de la participa-ción electoral indígena y campesina (y, en particular, la del MAS) registró, hasta 2002, cierta expansión pero con límites muy claros que rondaban la marginalidad de un 6% como techo.

Para el análisis, hay que considerar, por lo tanto, que el salto electoral del MAS (que pasó de un 3,3% en las elecciones municipa-les de 1999 a un 20,9% en las nacionales de 2002) es incomprensible sin la concurrencia de factores “exógenos” a lo partidario: el ciclo de movilizaciones sociales vividas du-rante ese período, la crisis e incapacidad del sistema político tradicional para responder ante una insurgencia social incontenible, las

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impugnaciones de sectores radicales aymaras a la constitución racial del Estado Republi-cano, la demanda refrenada de Asamblea Constituyente, el alto impacto social de las reformas económicas liberales de la última década del siglo pasado, las proporciones de violencia y bloqueo nacional que adquirió el conflicto por la erradicación forzosa y el innegable intervencionismo extranjero en materia de política interna, entre otros (Cuadro 1).

Es decir, que además de la labor y el aporte de las cuatro organizaciones sociales que constituyen el núcleo fundacional del Ins-trumento Político18 —a las que el estudio dedica cuatro capítulos confeccionando una suerte de “atlas” de esta “tetrarquía” masis-ta— para el análisis de la singularidad electo-ral indígena boliviana —que está contenida en la glosa sobre Evo Morales como primer y único indígena que llegó a la presidencia en América Latina— es preciso analizar también la fenomenal incompetencia del sistema político boliviano tradicional que le condujo a su definitivo colapso, en octubre de 2003. No obstante, desde la narrativa afín a la memoria de la lucha de los movimientos sociales, se destaca, sobre todo, la capacidad colectiva de haber combinado, pacientemen-te, legalidad y rebelión:

La participación de los indígenas campe-sinos en la vida política del país no sólo buscaba su incorporación e inclusión po-lítica, la finalidad también era lograr que se reconozcan y acoplen sus sistemas de

autogobierno que organizan el mundo campesino indígena en un orden colectivo (...) En este cometido los intentos históri-cos fueron diversos y con diferentes resul-tados en cada caso; desde el denominado “pacto de reciprocidad” o “tregua pactada” relativa a la particular relación tardía de los indígenas con el Estado colonial, a la “reactualización” y/o “renovación” del in-tercambio de los mismos con el Estado re-publicano. Por ello, los indígenas campesi-nos combinaron la lucha legal, en el marco de las convenciones y estructuras formales establecidas con acciones colectivas de resistencia e insubordinación: revueltas y rebeliones (Ibíd.: 213).

Pero, ¿qué es lo que sucede una vez superada esta condición histórica subalterna caracte-rizada por la combinación de legalidad y revuelta?, ¿qué ocurre tras la consumación de ese movimiento pendular histórico por el cual indígenas y campesinos devienen Estado? Aquí, la investigación trata de mirar hacia el horizonte y concluye que el Estado Plurinacional irá haciendo su camino al andar:

Ello ha posibilitado que el imaginario del Estado-nación decimonónico sufra una fuerte mutación en su registro normativo y simbólico. Frente a ese imaginario se confi-guró un proyecto de construcción de un Es-tado Plurinacional Comunitario que en su versión matizada postula la descolonización y la interculturalidad como los dispositivos normativos que permitirán facilitar el flujo

18 La Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Confederación Nacional de Mujeres Indígena Originario Campesinas de Bolivia “Bartolina Sisa” (CNMIOCB-“BS”), la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIB) y la Coordinadora de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba.

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de las pulsiones de la sociedad e impulsar la emancipación de los indígenas campesinos. Con el registro normativo del Estado Plu-rinacional Comunitario en la CPE, la am-bición de reinvención del Estado-nación en Estado Plurinacional es una posibilidad de apertura para el despliegue de este flujo. Los resultados o puertos de confluencia, la con-taminación y oscilación de estos dispositi-vos son inciertos. En todo caso, la ambición de la concreción del Estado Plurinacional es un producto o un resultado performativo (que se hace al andar), ahora, no sólo de los indígenas campesinos, sino del conjunto de la sociedad boliviana (Ibíd.: 239).

Queda, sin embargo, inexplorado —aca-démicamente— el terreno recorrido por un Estado Plurinacional que tiene ya un quinquenio de vida legal, desde la promul-gación de la nueva Constitución en febrero de 2009. Es decir, falta por estudiar todo lo

que “está después” de que la historia diera alcance a aquella idea del indio en el poder perseguida por los siglos de los siglos.

2. Razones estadísticas para creer en la viabilidad de la “plurinación”

El estudio Nación, diversidad e identidad en el marco del Estado Plurinacional (PIEB, 2014), coordinado por Daniel Moreno, tiene la particularidad de ser el único de la serie —es decir, de los ocho publicados a raíz de la convocatoria “La nación boliviana en tiempos de Estado Plurinacional” (2012)— que plantea un abordaje preferentemente cuantitativo (aunque combinado con cinco estudios de caso19 que le ponen un contra-peso cualitativo al trabajo).

Si bien hay razones para tener cierto recelo hacia la aplicación de la estadística (es decir, de los llamados estudios demoscópicos) a las

19 Realizados en el Chapare (Cochabamba), en la ciudad de Cochabamba, en El Alto, en la ciudad de Santa Cruz y en el municipio guaraní de Charagua (Santa Cruz).

CUADRO 1TRAYECTORIA ELECTORAL DEL INSTRUMENTO POLÍTICO (MAS-IPSP)

Año Tipo de elecciones Sigla Resultados*

1995 Municipales ASP en alianza con IU 3,5%

1997 Nacionales ASP en alianza con IU 3,7%

1999 Municipales MAS-U 3,3%

2002 Nacionales MAS-IPSP 20,9%

2004 Municipales MAS-IPSP 18%

2005 Departamentales MAS-IPSP 32,9%

2005 Nacionales MAS-IPSP 53,72%

2009 Nacionales MAS-IPSP 64,22%

2010 Departamentales MAS-IPSP 50%

2010 Municipales MAS-IPSP 34%

* Los resultados expresan el porcentaje de votación respecto al total nacional.

Fuente: Elaboración propia con datos de García Yapur (2014: 83-98) y del Tribunal Supremo Electoral: http://www.oep.org.bo/

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cuestiones de identidad —sobre todo, si se juzga la polémica en torno a los datos intercensales 2002-2012 sobre la autoiden-tificación indígena en el país—, lo cierto es que este tipo de aproximaciones son cada vez más comunes a nivel internacional (y especialmente en la región), y ofrecen una perspectiva general interesante que luego puede ser complementada mediante abor-dajes sociológicos complementarios más profundos y específicos.

El foco de esta investigación es, precisamen-te, la manera en que las identidades particu-lares se relacionan con la identidad nacional en el marco del Estado Plurinacional vigente en Bolivia, a partir de la aprobación de la nueva Constitución, en 2009. Y es que, más allá de las definiciones constitucionales, el Estado Plurinacional como construcción societal es todavía un proceso; un producto en construcción cuya forma final dependerá de las políticas públicas que se asuman. En este sentido, el estudio parte de una pregunta central sobre la relación entre el sentido de pertenencia a la comunidad política nacional

y las identidades particulares, específicamen-te las indígenas y regionales, entendiendo que éstas son las identidades colectivas más importantes en el país (Moreno, 2014: 4).

Para abordar esta materia, la fuente princi-pal de información cuantitativa del estudio es la base de datos de encuestas generadas por “Ciudadanía en Bolivia” en sociedad con el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP). Esta base de datos cuenta con encuestas bianuales sobre muestras representativas de la población boliviana desde 1998 en un marco compa-rativo internacional que incluye a 26 países de la región. La mayor parte de los análisis de este estudio se basan en datos del período 2010-2012, aunque también se emplea in-formación de encuestas anteriores tanto de Bolivia como de otros países de la región, con fines comparativos.

Para poner en contexto teórico los resultados de este trabajo, se puede recurrir a la idea de las clásicas fracturas o “fallas” —en el sentido geológico-social del término— en la composición social boliviana que histó-ricamente han sido, sobre todo, de orden étnico y regional. En esta línea, el primer tema que aborda el estudio es el denominado clivaje étnico —que se puede entender como la separación o escisión social por razones étnicas— en relación a si existe o no una contraposición entre identidad nacional e identidad étnica. Es de resaltar que los pocos estudios latinoamericanos sobre este tópico han arrojado resultados diferentes y hasta contrarios, apoyando o desacreditando la idea de la oposición entre ambas identidades (Ibíd.: 18).

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Antes de exponer los resultados del estu-dio sobre esta primera cuestión, es preciso introducir el nuevo concepto de nación in-cluido en la Constitución que encadena, al menos, tres agregados de la nacionalidad20: “La nación boliviana está conformada por la totalidad de las bolivianas y bolivianos (1), las naciones y pueblos indígena origi-nario campesinos (2), y las comunidades interculturales y afrobolivianas (3) que en conjunto constituyen el pueblo boliviano” (art. 3).

Esta superposición de capas histórico-legales en la definición de la nación —la primera de orden “individual-ciudadano”, la segunda “colectivo indígena” y la tercera “comunita-rio-racial”— que, por otra parte, pareciera corresponder con la formulación identitaria del tan ajado concepto de abigarramiento zavaletiano, genera un intríngulis en torno a la identidad. ¿Es Bolivia una nación de naciones?, ¿prima la identidad étnica o la identidad nacional?, ¿cómo se pueden con-geniar estas particularidades nacionales con la nacionalidad colectiva? Se trata de un de-bate bastante amplio que cinco años después de la consagración del Estado Plurinacional sigue vigente, aunque atenuado.

Para añadir complejidad al asunto, ese cons-tructo (y sujeto principal) constitucional trivalente referido a las naciones y pueblos “indígena originario campesinos” (así, sin comas y con un solo plural pues es un único ente) es definido por la Constitución como “...toda colectividad humana que compar-ta identidad cultural, idioma, tradición histórica, instituciones, territorialidad y

cosmovisión, cuya existencia es anterior a la invasión colonial española” (art. 30, inc. I).

Pues bien, con estos antecedentes y a partir de un análisis estadístico comparativo sobre la percepción social en torno a las múltiples identidades bolivianas (nacional, étnica y regional) el aporte central de la investiga-ción es una suerte de confirmación de la viabilidad de la “plurinación”, a partir de una conjugación virtuosa de las distintas categorías indentitarias, al parecer, capaces de convivir sin excluirse. Se puede llegar a esta conclusión, a partir de distintas cons-tataciones. La primera tiene que ver con la prevalencia general de un fuerte sentimiento de identidad nacional:

...la identidad nacional boliviana, en tanto sentimiento de pertenencia a la nación bo-liviana existe y está fuertemente afianzado entre la mayoría de la población. La con-figuración política de Bolivia como Estado Plurinacional tiene como punto de partida la existencia de “naciones” particulares en el país. Pero los datos analizados en este estu-dio, tanto a nivel cuantitativo como cuali-tativo, muestran que la nación boliviana es sentida como una realidad por los propios bolivianos, independientemente de su per-tenencia a alguna de las naciones particula-res que la componen (Ibíd.: 116).

¡Habemus nación!, podría exclamar alguien, aliviado. Una nación, sin embargo, unida por la diferencia, se puede decir, a juzgar por las conclusiones de este trabajo sobre el valor que se asigna en el país, en general, a la diversidad:

20 La numeración que figura entre paréntesis es propia y tiene un fin ilustrativo.

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Uno de los elementos que los bolivianos reconocen más fuerte y consistentemente como fundacionales de la identidad nacio-nal boliviana es la diversidad. En otras pala-bras, lo que tenemos en común los bolivia-nos es la diversidad, lo que nos diferencia. Esa negación explícita de la homogeneidad es uno de los elementos cohesionadores más importantes de la nación boliviana. En un país de escasos éxitos a nivel deportivo, artístico, diplomático o incluso bélico, este reconocimiento es absolutamente funda-mental (Ibíd.).

La apelación a la “unidad en la diversidad” como crisol de la nacionalidad es una idea bastante reiterada, por ello tal vez lo más relevante como contribución de esta in-vestigación es el argumento estadístico que sostiene esta apelación:

En una escala del cero al cien, el promedio de intensidad del sentimiento de orgullo de ser boliviano llega a poco más de 88 puntos (en 2012). Este dato es alto en términos ab-solutos pero no particularmente alto en tér-minos relativos cuando se lo compara con promedios de otros países de la región (algo inferior en México, Ecuador, Costa Rica, Guatemala y Honduras, y algo superior en El Salvador, Colombia, Panamá y Nicara-gua) (Ibíd.: 24-25).

Siendo, al parecer, el elevado sentimiento nacional un rasgo más o menos homogéneo en toda la región, el dato que parece aquí más revelador es el referido a cómo ha evolu-cionado esta percepción durante los últimos años. Según registra el estudio, en ocho años —entre 2004 y 2012— Bolivia es el país en

el que más se ha incrementado (“variación positiva”, es el término técnico) el senti-miento de orgullo nacional (concretamente, en 2,5 puntos). Una de las interpretaciones posibles de este dato —que corre el riesgo de tacharse de oficialista (y de excesivo optimis-mo también)— es que lo indio, finalmente en el poder, dio sentido a la nación. En otras palabras, en lugar de desmembrar Bolivia —como muchos pensaban— el proyecto hegemónico indígena-campesino cohesionó la nacionalidad.

Esta interpretación es consistente, por otra parte, con varios aportes sociológicos como el de Cecilia Salazar, socióloga (2012: 87), quien introduce el concepto de “nuevas mayorías mestizas” como corolario político de un proceso de integración horizontal que finalmente termina por darle una cualidad re-lativamente uniforme a la nación a través de un intercambio cultural que, en el transcurso de la historia, viene a ser el soporte necesario para la recreación del mestizaje en Bolivia. Es decir que, a contrapelo del discurso estatal boliviano —que deplora el mestizaje por su deriva homogeneizante—, este estudio ofrece una nueva recreación del mestizaje boliviano, tutelado, esta vez, por las mayorías indígenas. De este modo, las recientes transformaciones políticas que ha vivido el país habrían cam-biado el signo histórico del mestizaje: de un mestizaje tutelado por los blancos (probada-mente inviable) a un mestizaje tutelado por la mayoría indígena-mestiza.

Otro aporte al respecto, es el de Ximena So-ruco, socióloga, quien considera que el reto, hacia el futuro, es construir una “articulación compleja sin dominación”:

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El reto de este período parece ser convertir lo abigarrado o el hecho colonial-nacional en una articulación compleja sin domina-ción, una intersección entre los horizon-tes indígena y nacional-popular que tenga la fuerza de construir lo inédito (Soruco, 2011. En: Moreno, 2014: 19).

Pero además de ratificar, estadísticamente, que las identidades étnica y nacional no son incompatibles y que el sentimiento de adscripción a lo boliviano se ha afianzado a lo largo de los últimos años, este estudio contiene una serie de datos que vale la pena anotar, y que son fruto de eso que se llama “cruce de variables” de investigación:

1. El promedio de identidad en el senti-miento de pertenencia nacional es ma-yor entre quienes se identifican como quechuas o aymaras que entre quienes no se sienten parte de algún pueblo in-dígena u originario; y también es mayor para quienes se identifican con alguno de los pueblos indígenas de tierras bajas (Moreno, 2014: 27).

2. Lo señalado en el párrafo anterior se co-rrobora con los siguientes datos: en to-dos los pueblos indígenas (aymara, que-chua y de tierras bajas) se experimenta un crecimiento sostenido del sentimien-to de pertenencia a la comunidad políti-ca nacional que va, entre 2004 y 2010, de 85, 88 y 92 puntos, respectivamente, a 93, 94 y 92 puntos para las mismas categorías (aymara, quechua y de tierras bajas). Es particularmente relevante lo que sucede con la colectividad aymara: en 2004, este grupo presentaba un pro-medio de intensidad en su pertenencia nacional significativamente más bajo

que cualquiera de las otras colectivida-des étnico-culturales y, sin embargo, en contraste, el promedio para este grupo, en 2012, es mayor que el de cualquier otra colectividad en el país (Ibíd.).

3. Por otra parte, para los “no indígenas”, el sentimiento de pertenencia a la na-ción crece de forma sostenida entre 2006 y 2010 de 87 a 90 puntos, para luego, entre 2010 y 2012 bajar hasta 87 puntos, aproximadamente (Ibíd.).

4. Otra variable interesante es la lingüís-tica pues existen diferencias impor-tantes en la intensidad del sentido de pertenencia nacional entre las distintas comunidades lingüístico-culturales del país. La población que tuvo como pri-mer idioma una lengua de tierras ba-jas se siente, en promedio (78 puntos, aproximadamente), significativamente menos ciudadano que quienes tuvie-ron como primer idioma el castellano (91 puntos), el aymara (92 puntos) o el quechua (93 puntos) (Ibíd.: 28).

5. Respecto al sentido de pertenencia ét-nica, la información muestra que la pertenencia cultural al pueblo aymara está más fuertemente racializada que la pertenencia a las otras colectividades indígenas como la quechua o la integra-da por los pueblos indígenas de tierras bajas. Cuando se cruza la identificación con categorías raciales con la autoperte-nencia cultural se hace evidente que la población aymara se siente menos mes-tiza y más “pura” en términos raciales que el resto de la población (Ibíd.: 45).

6. Por último, los otros resultados del aná-lisis muestran que los habitantes que viven en las áreas rurales tienden a sen-tirse más fuertemente vinculados con la

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comunidad política nacional que los ha-bitantes de las áreas urbanas. También se sienten más fuertemente bolivianos las personas que aprueban el trabajo del presidente Morales. Esto, sin duda, tie-ne que ver con el fuerte incremento en los indicadores de legitimidad del siste-ma político boliviano que se registran desde que Morales asume la presidencia del país, en 2006. Finalmente, el nivel socioeconómico parece incidir, aunque débilmente, en el sentido de pertenen-cia nacional, que es ligeramente más bajo entre la población con mayores re-cursos económicos (Ibíd.: 31).

De estos datos podría deducirse que los indígenas se sienten más bolivianos que los no indígenas y que a mayor ruralidad mayor sentimiento de pertenencia nacional. Aunque sacar conclusiones apresuradas siempre es riesgoso, esta hipótesis parece condecir con esa forma tan solemne y entregada de vivir los rituales cívicos en el área rural y con el apego al servicio militar obligatorio como una forma de “ciudadanizarse”. Por contradictorio que parezca, es común que cuanto más alejado y marginado se está del Estado hay un mayor deseo de formar parte; de ser reconocido.

En suma, esta múltiple adscripción de identidades (sin que esto suponga una con-tradicción) reflejada por el estudio tiene una amplia explicación conceptual que se basa en lo que podría describirse como la teoría de la “relatividad de las identidades”:

Una persona tiene a su disposición un con-junto de identidades, y escoge una o un grupo de ellas de acuerdo a su experiencia personal, sus valores, y su interacción con

el medio. Por ejemplo, una persona podría identificarse como “quechua”, “indígena” o “mestizo” (además, por supuesto, de un conjunto de otras categorías identitarias potencialmente relevantes como “bolivia-no”, “mujer” o “beniano”) y lo que le lleva a “elegir” alguna o algunas de ellas es la cir-cunstancia particular de su vida. Y el hecho de que una persona pueda tener simultá-neamente más de una identidad refuerza la idea de que éstas no son mutuamente excluyentes (Ibíd.: 33).

Por otra parte, una vez resuelto el “escollo” de la etnicidad, la investigación constata que la segunda “falla” de la composición bolivia-na (lo regional) no representa tampoco una amenaza para la bolivianidad. Haciendo un breve “barrido” del peso de las regiones a lo largo de la historia republicana —desde la Cochabamba de fines del siglo XIX con su enorme capacidad productiva y su rol arti-culador del mercado interno hasta la Santa Cruz de los últimos decenios del siglo XX, pasando por El Alto y el Chapare, como enclaves regionales con identidad propia—, el estudio recala en la estadística para soste-ner su argumentación aportando, de nuevo, interesantes resultados en función a varios cruces de variables entre identidades.

Respecto a la tendencia de evolución de la intensidad de la identidad departamental en Bolivia entre 2006 y 2012 se puede apreciar que, en la mayoría de los casos, las identidades departamentales se han venido intensificando durante este período. Existen, sin embargo, diferencias relevantes, entre departamentos. Los departamentos en los cuales se incremen-ta en mayor medida el sentimiento regional son Potosí, Oruro, Santa Cruz, Cochabamba

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y algo La Paz; mientras que Beni, Pando y Tarija reportan una situación de escasa varia-bilidad. Por último, Chuquisaca es el único departamento en el que decrece el sentimien-to regional (Ibíd.: 56).

Se puede apreciar la enorme importancia que los bolivianos atribuyen a la identidad regional y a la nacional. Ambas no son con-tradictorias y reportan ligeras diferencias en la percepción de la gente acerca del grado de relevancia de la identidad nacional. En todos los departamentos la identidad nacional está por encima, aunque por muy poco, de la identidad departamental, a excepción de Tarija donde no se registra diferencia.

Respecto a la relación entre la identidad de-partamental y la identidad como parte de las culturas aymara y quechua, es evidente que mientras que en La Paz (y menos claramente en Oruro) la relación entre el sentido de pertenencia regional y la identificación con lo aymara es positiva, en los casos de Santa Cruz, Tarija Chuquisaca y Pando es clara-mente negativa. Lo anterior parece sugerir la existencia de tensiones reales entre cate-gorías identitarias indígenas de tierras altas, como “quechua” y “aymara” con la identidad regional departamental al menos en algunas regiones del país. Esto es particularmente evidente en los casos de Santa Cruz y Tarija, donde el sentimiento de pertenencia depar-tamental tiene una relación negativa con el sentimiento de pertenencia a las culturas quechua y aymara (Ibíd.: 58-59).

Salvados los obstáculos étnicos y regiona-les, el estudio concluye remarcando que el Estado Plurinacional se funda en la intersección entre lo regional y lo indígena

como base para el reconocimiento del de-recho, las autonomías y la autogestión de las colectividades particulares. Algo que no parece poner en riesgo la vigencia de la nacionalidad “mayor” pues, según señala la investigación, “la identidad nacional boli-viana en el marco del Estado Plurinacional se construye como una unidad clara, dis-cernible y que está formada por elementos particulares de la diversidad que define la sociedad boliviana” (Ibíd.: 118). Después de todo, a la luz de esta lectura pareciera que, por fin, después de incesantes búsque-das (que fueron desde la “alianza de clases” hasta lo “pluri-multi”), el Estado boliviano ha encontrado una fórmula política capaz de funcionar (y de conjurar sus demonios, que no son pocos). ¿La piedra de toque de la bolivianidad?

3. Por su iconografía los conoceréis

En tiempos inmemoriales se erigieron montañas, se desplazaron ríos, se formaron lagos. Nuestra amazonia, nuestro chaco, nuestro altiplano y nuestros llanos y valles se cubrieron de verdores y flores. Poblamos esta sagrada Madre Tierra con rostros di-ferentes, y comprendimos desde entonces la pluralidad vigente de todas las cosas y nuestra diversidad como seres y culturas. Así conformamos nuestros pueblos, y jamás comprendimos el racismo hasta que lo su-frimos en los funestos tiempos de la colonia (...) Dejamos en el pasado el Estado colo-nial, republicano y neoliberal. Asumimos el reto histórico de construir colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Pluri-nacional Comunitario...

Preámbulo, Constitución Política del Estado (CPE)

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Asumiendo que el verbo es fuente de crea-ción, todo proceso de ruptura y cambio que se pretenda auténtico requiere fundarse en una nueva discursividad. El preámbulo de la CPE es muestra de ello pues adopta un tono de génesis política plurinacional, escogiendo y mezclando factores geológicos (montañas y ríos desplazados), con elementos históricos (la “sublevación indígena anticolonial”, las “guerras del agua y de octubre”), religiosos (“...con la fortaleza de la Pachamama y gracias a Dios”) y épicos (los “mártires de la gesta constituyente”).

Se trata —según la investigación Construc-ción simbólica del Estado Plurinacional de Bo-livia. Imaginarios políticos, discursos, rituales y celebraciones (PIEB, 2014), coordinada por Yuri Tórrez— de una fuerte interpelación a la colonia, como origen del racismo, reves-tida de la lógica del “vivir bien”; síntesis de la búsqueda de equilibrio y armonía con la naturaleza de los pueblos indígenas (Tórrez, 2014: 107). Es la retórica que acompaña, de acuerdo a este estudio, el rótulo de Evo Mo-rales como último presidente de la República y primero del Estado Plurinacional.

Atento a estos nuevos signos inaugurales, esta investigación se concentró en dar cuenta de cómo se ha procesado, desde las instancias institucionales del Estado Plurinacional, el abigarramiento sociocultural y temporal propio de Bolivia en la construcción del nuevo orden simbólico, a través de mani-festaciones alegóricas, estéticas, rituales y narrativas históricas:

El objetivo principal del presente estudio es desentrañar las pulsaciones en torno a la definición del sentido de lo plurinacional desde las mismas estructuras estatales y así examinar las sinuosidades que plantea este nuevo orden simbólico. En esta perspectiva, una de las tareas insoslayables ha sido exa-minar la forma en que lo simbólico propa-gado desde el Estado Plurinacional está re-presentando la complejidad social boliviana. Se trata, pues, de estudiar la construcción simbólica del Estado Plurinacional, como parte de una preocupación insoslayable y colateral, en referencia a aquellos imagina-rios que devienen tanto de la narrativa de la “mediana duración” —el Nacionalismo Revolucionario en que se configuró una “comunidad imaginaria” cívica cimentada en torno al mestizaje— como de aquella na-rrativa proveniente de la “larga duración”; es decir, de la misma constitución de Bolivia como República (Ibíd.: 5).

Antes de abordar los contenidos simbólicos del nuevo tiempo que vive el país, en esta investigación se rememora el origen del Estado Plurinacional recordando que su conformación fue una de las propuestas centrales de las luchas y estrategias desco-lonizadoras de los movimientos indígenas a lo largo de las últimas tres décadas, tanto

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desde el ámbito andino (katarismo) como desde el de los pueblos indígenas de tierras bajas que inauguraron su presencia política contemporánea en el país con la Marcha por la Dignidad y la Vida de 1990.

Recurriendo al aporte de Javier Sanjinés (2005: 18-19. En: Tórrez, 2014: 15) en el trabajo se señala que las luchas y demandas mencionadas en el párrafo anterior partían de la ambigüedad fundacional de la nación; es decir, de la tensión entre la oligarquía liberal gobernante y el reformismo mestizo que no permitió que desde la élite se esta-blezca una dominación clara y contundente sobre el todo social, lo que dio lugar a una reinvención del lugar social que debieron ocupar las razas. Por lo tanto, fue el uso del mestizaje como discurso de poder lo que promovió una noción abstracta de inclu-sión y una práctica concreta de exclusión; un mestizaje reductor que impedía que lo diverso, lo alternativo y lo múltiple puedan verdaderamente aflorar.

A partir de la consideración de que, en Bo-livia, la plurinacionalidad se ha convertido en un espacio simbólico de corte ritual y retórico que es parte constitutiva del nuevo ethos estatal —es decir, un espacio/tiempo para la reconformación de la communitas (pluri) nacional en que la presencia y cen-tralidad indígena es un dato inequívoco—, la investigación se concentra en el análisis de la dimensión simbólica del espacio ritual/cívico estatal y del sentido de lo simbólico en el Estado Plurinacional.

A propósito de este análisis, en el Cuadro 2 se sintetiza lo más relevante en cuanto a la “disección” de cinco elementos o ámbitos

que caracterizan la nueva construcción sim-bólica en torno al Estado Plurinacional: el nuevo calendario de celebraciones del Estado Plurinacional (que crea o cambia el sentido de algunas festividades cívicas); la incorpo-ración de la enseña de las luchas indígenas y campesinas (la wiphala) en el repertorio constitucional de símbolos patrios; la con-versión de Túpac Katari en un emblema que abarca aviones, satélites y un sinfín de usos domésticos de la política cotidiana; la película Insurgentes (2012), de Jorge Sanji-nés, como la reconstrucción mesiánica del devenir indígena y, por último, el mismísimo Evo Morales como “condensador simbólico” del proceso de cambio.

A partir del análisis de estos cinco campos iconográficos y de algunos otros —los bi-centenarios, Tiwanaku y otras efemérides patrias— la investigación concluye señalan-do que existe una amalgama simbólica entre el legado nacionalista (propio de la tradición republicana y, especialmente, de la Revolu-ción Nacional de 1952) y la emergencia de lo plurinacional:

Una primera constatación de este estudio está articulada al hecho de que hoy esta-mos asistiendo a un interregno o proceso de transición entre el Estado Nación que deviene de la propia formación de Bolivia como República y que tiene su prolon-gación en el Estado del 52 —que fue un momento constitutivo para afianzar ese proyecto estatal— hacia el Estado Plurina-cional proyectado fundamentalmente por las organizaciones indígenas y campesinas en el curso del debate de la Asamblea Cons-tituyente. Aquí radica el meollo de la cues-tión... (Ibíd.: 168).

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CUADRO 2ELEMENTOS DE LA CONSTRUCCIÓN SIMBÓLICA EN TORNO AL NUEVO ESTADO PLURINACIONAL

Elementos Análisis

Nuevo calendario del Estado Plurinacional

Durante el gobierno de Evo Morales, el calendario festivo estatal ha sufrido varios cambios. Esta organización de actividades que establece, oficialmente, los momentos más importantes de la memoria colectiva relacionada con la conformación de una comunidad ha sido transformada, desde 2006, creando nuevas festividades o cambiando el sentido de algunas celebraciones, como las siguientes:

– 22 de enero, Día de la Fundación del Estado Plurinacional: Mediante el Decreto Supremo (DS) 405, de 20 de enero de 2010, se instituyó la celebración de este feriado nacional en conmemoración de la fundación del Estado Plurinacional (2009), pero también de la investidura de Evo Morales como Presidente (22 de enero de 2006).

– 21 de junio, Año Nuevo Andino-Amazónico: Ésta es la primera nueva fecha festiva decretada por el Gobierno de Evo Morales, en 2009, mediante el DS 173. Cada año, el Willkakuti (solsticio de invierno) se celebra en Tiwanaku y el Yasitata Guasú en comunidades guaranís de tierras bajas.

– 6 de agosto, Día de la Independencia: Se ha mantenido como la fecha cívica más importante, con parte de la ritualidad acostumbrada como el mensaje presidencial en la Casa de la Libertad (Sucre).

– 7 de agosto, Día de la parada militar-indígena: Aunque no se trate de un feriado nacional, ese día es especialmente significativo para el gobierno de Evo Morales pues desde 2006 —coincidiendo con la instalación de la Asamblea Constituyente en Sucre—cada año se realiza un desfile militar-indígena que ha recorrido, hasta 2014, todas las capitales de departamento del país.

– 2 de agosto, Día de la Revolución Productiva, Agraria y Comunitaria: En 1937, durante el Gobierno de Germán Busch se estableció esta fecha como “Día del Indio”, en homenaje a la fundación de Warisata, primer núcleo de educación indígena. Posteriormente, a raíz de la promulgación de la Reforma Agraria el 2 de agosto de 1953, el MNR proclamó esta fecha como “Día del Campesino”. Entre 2007 y 2011 el Gobierno de Evo Morales modificó el contenido de esta efeméride en varias ocasiones hasta que después de la promulgación de la Ley 144 de la Revolución Productiva, Agraria y Comunitaria, de 26 de junio de 2011, quedó establecida como se indica líneas arriba.

– 12 de octubre, Día de la Descolonización: En el ámbito de la “hispanidad”, esta fecha era celebrada como el “Día de la Raza”, conmemorando la llegada de Cristóbal Colón a las Américas. Dando la vuelta al sentido de esta celebración, en 2011, mediante el DS 1005, el Gobierno instituyó la celebración del “Día de la Descolonización”.

La wiphala*, como nuevo símbolo nacional

– La nueva Carta Magna, aprobada en 2009, estableció que “los símbolos del Estado son la bandera tricolor (rojo, amarillo y verde), el himno, el escudo de armas, la wiphala, la escarapela, la flor de la kantuta y la flor del patujú” (art. 6, parágrafo II).

– En esta “complementariedad simbólica” hay un afán articulador tanto de las diferentes narrativas, como también de los símbolos que representan diferentes regiones del país.

– El uso y la reapropiación de los emblemas patrios están supeditados a los distintos momentos políticos. Así, en el curso de la polarización política que vivió Bolivia entre 2006 y 2008, en el marco del proceso constituyente, la resolución hegemónica estuvo acompañada de una disputa simbólica.

(Continúa en la página siguiente)

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Elementos Análisis

Túpac Katari, emblema simbólico del Estado Plurinacional

– El uso de la figura de Túpac Katari como emblema del Estado Plurinacional se refleja en diferentes aristas del proceso de interpelación discursiva que deviene de las fuentes estatales y se plasma en diversos materiales, desde carteles hasta la denominación del primer satélite boliviano, pasando por el Transporte Aéreo Militar (TAM) que ha denominado a varios aviones de su flota con nombres de héroes y heroínas indígenas.

– El despliegue simbólico en torno a la figura de Túpac Katari está asociado a generar un fenómeno de auto representación de los sectores indígenas. Por ello, desde instancias estatales (particularmente, desde el Viceministerio de Descolonización) hay un despliegue significativo de recursos logísticos y económicos para llevar a cabo actos multitudinarios orientados a escenificar las luchas indígenas anticoloniales articulándolas con el proceso de construcción del Estado Plurinacional.

La película Insurgentes (2012), de Jorge Sanjinés

– Una de las escenas más dramáticas y, a la vez más elocuentes de la película Insurgentes es aquella donde Zárate Willka, antes de ser ejecutado, exclama: “Uka jacha uru jutasjiway” (“El gran día está llegando”). Si asociamos esta arenga de Willka con aquel otro grito legendario de Túpac Katari (“Volveré y seré millones”) tenemos el hilo conductor de esa visión mesiánica del mundo indígena plasmada en esta película.

– Como señala Pedro Susz**, ésta es una película “didáctico-apologética orientada, en definitiva, a colocar al actual proceso político en curso en el país en el punto de llegada de varios hitos históricos”. Es la reconstitución de un nuevo sujeto histórico en clave indígena que, desde la lógica temporal de la película, abandona el “tiempo de los dioses” para sucumbir al tiempo histórico.

– Insurgentes, al ser parte de la narrativa estatal trajo colateralmente un conjunto de críticas que estribaron en el carácter politizado e inclusive propagandístico del filme.

Evo Morales, como condensador simbólico del proceso de cambio

– Tres rasgos contribuyen a hacer de la figura de Evo Morales un condensador del simbolismo de este proceso: el aura mítica con la que se lo ha rodeado; su papel como principal comunicador de la gestión gubernamental y la representatividad de las transformaciones políticas en torno, por ejemplo, a la descolonización a través de su liderazgo político.

– Evo Morales no sólo se ha convertido en el “primer comunicador del proceso de cambio”, sino que su figura se ha convertido en el mensaje; en otras palabras, en términos comunicacionales Evo es tanto el sujeto, como el medio y el mensaje.

– Esta dimensión de comunicación política está asociada a lo que el vicepresidente, Álvaro García Linera, ha denominado como el evismo, definido como una estrategia de poder en cuyo núcleo está Evo Morales y que se ha convertido en una práctica política colectiva caracterizada por los siguientes aspectos: la lucha por el poder vía la auto representación política de los movimientos sociales, la construcción de la identidad como una categoría cultural flexible en que lo étnico convive y confluye con otro tipo de anclajes.

Fuente: Elaboración propia en base a Tórrez, 2014: 58-152.

* “La wiphala es una bandera cuadrangular de siete colores, compuesta por 49 espacios con los siete colores del ar-coíris y cuyo centro está atravesado por una franja de siete cuadrados blancos que simbolizan el Qullasuyu o territorio precolombino sobre el que se encuentra Bolivia” (Komadina y Geffroy, 2007: 136. En: Tórrez, 2014: 121).

** “Insurgentes”. La Razón, 2 de noviembre de 2012. En: Tórrez, 2014: 147.

(Continuación de la página anterior)

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Es decir que pese a la incorporación de nue-vos héroes y símbolos —como Túpac Katari, Bartolina Sisa o Zárate Willka— persisten en la narrativa estatal aquellos íconos que dan cuenta de la constitución de la misma repú-blica; como los próceres criollo-mestizos de la independencia, de la Guerra del Pacífico y de la Guerra del Chaco. Esto es algo que en la investigación se califica como un fenóme-no de tensión, en el ámbito simbólico, entre la “nación cívica” y la “nación étnica” y que trata de explicarse aludiendo a distintas capas simbólicas adheridas al Estado:

Desde ya, una explicación es que en la construcción del Estado Plurinacional subyacen núcleos duros o “fronteras rígi-das” que son aquellos códigos provenien-tes del imaginario nacionalista y también republicano; mientras que las alegorías que forman parte de la narrativa desco-lonizadora se expresan en los lugares de la memoria (actos rituales ancestrales) en los que artefactos simbólicos/estéticos (la wiphala) o en el uso de la imagen de los líderes indígenas (Túpac Katari, el más llamativo). Inclusive, estas manifestacio-nes están asociadas, paradójicamente, a procesos globalizadores en boga y, por lo tanto, estas alegorías indígenas operan en las capas epidérmicas de la discursividad estatal; empero, sin poner en duda aque-llos cimientos que sirven para cubrir otras capas nodales donde se sostiene la propia nacionalidad... (Ibíd.: 171).

Desde esta perspectiva, la “Agenda 2025” promocionada por el Gobierno de Evo Morales —como un punto de referencia en el horizonte celebratorio del “Bicentenario de la Independencia”— es un “indicador

inequívoco de ese continuum teleológico que se asienta tanto en los códigos nacionalistas y republicanos fuertemente arraigados en el imaginario de la sociedad boliviana, represen-tando aquellos horizontes y valores asociados a la cohesión cívica del Estado-Nación...” (Ibíd.: 172). Por ello, la investigación cierra señalando que, paradójicamente, aquellas ale-gorías indígenas que forman parte del nuevo orden simbólico y que tienen una pretensión descolonizadora, al fin y al cabo, acaban insertando lo indígena en una renovada conformación del conocido Estado-Nación.

Por último, este estudio también reúne algu-nas valoraciones sobre la estética del proceso de cambio, como la de Virginia Aillón, escri-tora y bibliotecóloga —quien considera que este es un proceso más cholo que indígena— y la de un ex funcionario público, Víctor Hugo Romero, ex director de producción artística del Ministerio de Culturas y ex di-señador gráfico del periódico Cambio, cuyo testimonio no tiene desperdicio:

Cuando estaba trabajando como consultor para el periódico Cambio, el director me ordena diseñar el almanaque que iban a re-galar para el 2013. Utilizó esta frase: “Vas a hacer el calendario, el almanaque, pero bien plurinacional, hermano”. Entonces, quería kantutitas, wiphalitas, el abigarramiento. Y ahí entra la valoración estética porque la sociedad boliviana es barroca, no es mini-malista como la europea o exquisita como las élites americanas. Nosotros los bolivia-nos, por ejemplo, no podemos ver un es-pacio vacío que lo vamos llenando, porque el vacío espanta y además entiendes que es perder campo, que están inutilizando eso para poner alguito más (...) Si estudias los

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logotipos de los ministerios desde la llegada de Evo (...) [la composición] es básicamen-te barroca (Ibíd.: 137).

La estética del proceso de cambio es, sin duda, una veta de investigación inexplorada e inagotable —desde la música (como el encumbramiento oficial de los sucesores de Los Kjarkas, el grupo musical Chila Jatun) hasta el fenómeno imitativo presidencial, tanto en vestimenta como en tono de voz, de muchos dirigentes y autoridades locales— cuyo abordaje es todavía un desafío para las ciencias sociales bolivianas.

Para concluir, esta investigación anota varias recomendaciones —a partir de la constata-ción de que se tiene muy bien identificada la ruta del colonialismo interno y sus efectos pero no así el derrotero de la descoloniza-ción— entre las que destacan las siguientes (Ibíd.: 173-176):

– Promover un debate historiográfico que apunte a un intercambio de saberes y visiones de la historia para potenciar el horizonte de la democracia intercultu-ral que está constitucionalizada.

– Coordinar con los niveles subnacionales (departamental, municipal, regional e indígena originario campesino) la im-plementación de los 17 programas na-cionales que integran la política contra el racismo y toda forma de discriminación.

– Equilibrar el peso simbólico del reper-torio cultural andino (aymara y que-chua, principalmente) con relación a

otros universos culturales de tierras ba-jas en el espacio público.

– Implementar dispositivos instituciona-les para la recuperación de la memoria histórica, de las prácticas y de ritualidad de la medicina tradicional, y de las múl-tiples expresiones religiosas y festivas.

– Desarrollar los servicios de traducción simultánea para asambleístas (plurina-cionales y departamentales), concejales y otras autoridades públicas.

– Promover programas de formación en idiomas oficiales nativos para el perso-nal de la administración pública y para la población en general.

4. El retorno de la nación, en mayúsculas

Con dos citas memorables21 y con el recor-datorio de que el profesor de la Universidad de Cornell, Benedict Anderson, añadió en la segunda edición de sus Comunidades imagi-nadas (1993) el censo, el mapa y el museo a los cinco mecanismos convencionales de transmisión del imaginario nacional que ya había estudiado en la primera edición de su famoso libro —y que fueron los siguientes: el capitalismo de imprenta, la normaliza-ción de lenguas escritas, la historiografía, el racismo y el himno nacional—, esta investigación (Pachakuti: el retorno de la nación. Estudio comparativo del imaginario de nación de la Revolución Nacional y del Estado Plurinacional [PIEB, 2014]), coordinada por Vincent Nicolas, arranca definiendo con claridad cuáles son los cuatro registros

21 “Interpretar mal la propia historia forma parte de ser una nación”, de Ernest Renan (1823-1892), filósofo e historiador francés; y “es más frecuente que las naciones sean la consecuencia de crear un Estado que los cimientos de éste”, de Erick Hobsbawm (1917-2012), historiador británico.

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principales que se exploran a lo largo del libro para aproximarse al imaginario de nación: la historiografía, la museografía, las representaciones censales y el culto a la personalidad.

Aunque este campo de investigación —la configuración simbólica estatal-nacional— es similar al del trabajo coordinado por Yuri Tórrez (reseñado en el punto anterior), la es-pecificidad de esta indagación es la perspectiva comparativa entre el imaginario de nación de la Revolución Nacional (1952-1964) y el del Estado Plurinacional (2006-2014). En con-secuencia, esto implica confrontar, en la me-dida de lo posible, el liderazgo del doctor Paz Estenssoro con el del Presidente Evo Morales.

Aunque hablar informalmente de las simi-litudes y desemejanzas entre la revolución nacional movimientista y el proceso de cambio masista es bastante común, abordar estas correlaciones históricas en clave aca-démica es innovador y estimulante. Pese al alcance declaradamente “exploratorio” de la pesquisa, este libro no defrauda en absoluto las expectativas. En este sentido, el primer

gran aporte del documento (contenido en los dos primeros capítulos) es la compara-ción historiográfica (ver Cuadro 3) entre la nación indomestiza propugnada por el nacionalismo revolucionario y el imaginario de nación del Estado Plurinacional.

Para desbrozar los componentes del naciona-lismo revolucionario, en la investigación se plantea el análisis de cinco registros: el libro Nacionalismo y coloniaje (1943) de Carlos Montenegro, a guisa de modelo interpreta-tivo de la nación adoptado por la Revolución Nacional; la creación de la Comisión de His-toria Nacional, en 1954, con la finalidad de asentar las bases de una nueva historiografía; la consagración de Tiwanaku como fuente y origen telúrico de la nación; la ambigüedad sobre un pasado colonial denostado pero, a la vez, incorporado en su faceta cultural y artística (el “barroco mestizo” es prueba de ello), y también como modelo del “mestiza-je” ideal propugnado por el movimientismo; y, por último, la identificación con las gue-rras de la Independencia contra la corona española como el antecedente inmediato de la Revolución del 52 (episodio que vendría a completar la independencia malversada por los doctores “dos caras” durante la Consti-tuyente que fundó la República).

Por otro lado, en los márgenes del Estado Plurinacional, los registros estudiados son cuatro: el marco histórico en función del discurso de investidura presidencial, del 22 de enero de 2006; la película Insur-gentes (2012), de Jorge Sanjinés, como el intento más acabado por componer una historiografía audiovisual oficial; el libro Recuperando la memoria: una historia crítica de Bolivia (2011), de Rafael Puente, como

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una propuesta alternativa de lectura histó-rica que no alcanza a configurar la versión oficialista nacional; y, por último, el “En-cuentro Plurinacional de recuperación de la memoria histórica”, realizado en octubre de 2013, que no pudo llegar a consumar el propósito de sentar los cimientos de una nueva historiografía. El contenido de este análisis es valioso, por lo que ha tratado de sintetizarse lo fundamental en el Cuadro 3.

Después de cotejar la “invención” de la historia en el imaginario de la Revolución Nacional y en el del Estado Plurinacional, el estudio propone un potente repertorio de conclusiones que se exponen a conti-nuación y que tal vez se podría matizar advirtiendo el distinto valor que se le asigna a lo intelectual en ambos procesos y el apa-rente éxito del modelo evista que recurre a una suerte de historiografía “líquida” (vaga y adaptable, según la conveniencia) y al reemplazo del debate letrado por la verdad propagandizada:

– El MNR logró movilizar a historiadores, arqueólogos y escritores para trabajar a partir de la visión del pasado que éste tenía y así revisar la historia boliviana tal como se la había escrito hasta el mo-mento. El Estado Plurinacional aún no ha logrado interesar a los investigadores para que adopten su planteamiento. Pre-cisamente, el “Encuentro Plurinacional” analizado tenía como finalidad invitar a

los académicos bolivianos a sumarse a este programa heurístico; objetivo sólo parcialmente logrado puesto que, aun-que efectivamente, muchos académicos bolivianos estuvieron presentes en este evento las ponencias presentadas estu-vieron alejadas del marco interpretativo planteado por el Viceministerio de Des-colonización (Ibíd.: 64).

– El Estado Plurinacional no tiene aún una historia oficial bien definida (al me-nos en comparación con la del 52). Esta carencia se debe, a nuestro entender, a dos factores en particular; el primero radica en una contradicción intrínseca al Estado Plurinacional: según la Cons-titución, el Estado se sostiene en la plu-ralidad de las nacionalidades y pueblos que lo constituyen y, por ende, debería haber tantas historiografías como pue-blos y nacionalidades. Pero, al mismo tiempo, el Estado Plurinacional, en cuanto Estado unitario y fuertemente centralizado, requiere legitimarse a tra-vés de una historiografía oficial y única. El segundo factor que explica la ausen-cia de una historia oficial consolidada es la ideología “abigarrada” del partido de gobierno: en el MAS confluyen diversas corrientes ideológicas y por tanto diver-sas maneras de ver el pasado (Ibíd.: 43).

– El marco histórico general que carac-teriza al Estado Plurinacional puede leerse de manera lineal o bien puede inscribirse en una cronosofía22 cíclica

22 Krzystof Pomian (Cicli, 1977) inventó la palabra cronosofía, la cual se refiere a lo que suponemos acerca de la relación entre pasado, presente y futuro. La labor de todas las ciencias sociales históricas de los últimos siglos ha estado dominada de manera abrumadora por la cronosofía lineal personificada en la teoría del progreso. La relación del pasado, el presente y el futuro en esta cronosofía es una curva ascendente. Confor-me a su versión rígida —la más difundida—, este ascenso de la humanidad ha sido inevitable e irreversible (Wallerstein, 1999: 284).

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La nación indomestiza del nacionalismo revolucionario

El imaginario de nación del Estado Plurinacional

1. El modelo interpretativo: Nacionalismo y Colo-niaje (Montenegro, 1943):

– Este texto es capital para la comprensión de la reescritura de la historia de Bolivia que tuvo lugar durante la Revolución Nacional, a partir de un mo-delo de interpretación de la historia que descansa sobre dos “ideas fuerza”.

– La primera es que la nación boliviana es pre-exis-tente a la constitución de la República de Bolivia, el 6 de agosto de 1825 y la segunda se refiere a que el decurso de la historia del país está marcado por la lucha constante entre la “Nación” y la “Anti-nación”.

– Estas dos ideas serán centrales en el discurso po-lítico del MNR por toda una década y aparecerán nítidamente expresadas en los discursos de Víctor Paz Estenssoro, el líder de la revolución.

2. Historiografía y voluntad de poder; la Comisión de Historia Nacional:

– Tempranamente, el gobierno revolucionario se dio cuenta de que la historia de Bolivia no podía ser contada como hasta entonces lo era; por ello, el 27 de abril de 1954 se creó la Comisión de Historia del Pueblo Boliviano o Comisión de Historia Na-cional.

– Aunque esta Comisión no logró escribir la tan an-helada historia nacional, se avanzó bastante en la tarea de recopilación de fuentes y la elaboración de catálogos documentales, gracias, sobre todo al trabajo de Gunnar Mendoza como director del Archivo Nacional y miembro de la mencionada Co-misión.

– Lo interesante de la propuesta nacionalista de in-terpretación de la historia boliviana —expresada tanto por José Cuadros Quiroga, fundador y teó-rico del MNR, como por Carlos Montenegro y por la Comisión de Historia del Pueblo Boliviano— es que permitía, por primera vez, tener una visión panorámica de la historia boliviana que hundía su memoria en el pasado remoto tiwanakota y con-cluía en la epopeya de 1952.

1. El marco histórico del Estado Plurinacional:

– Evo Morales inició su discurso de investidura como Presidente, el 22 de enero de 2006, pidiendo un minuto de silencio para determinados mártires; los muertos de “octubre negro” y del Chapare; el Che Guevara, Luis Espinal y Túpac Katari, entre otros.

– El eclecticismo del mandatario al momento de es-coger sus mártires (cuya lista se ha ido modifican-do según los discursos presidenciales) obedece a la voluntad de establecer una continuidad larga cuyo denominador común sería la lucha por la “li-beración” de Bolivia.

– El efecto principal de este rosario de héroes es el de borrar ciertos períodos históricos unificándolos bajo el denominativo de “Estado colonial”. Des-aparecen así la Revolución Nacional y la democra-cia como hitos históricos; al tiempo que se relati-viza la Independencia y se caracterizan los últimos 500 años como un período de “opresión, discrimi-nación y saqueo de los recursos naturales”.

– En cada aniversario patrio, los discursos del Presi-dente y del Vicepresidente son dedicados a afian-zar un guión historiográfico oficial que afirma que Túpac Katari fue el precursor de la Independencia; que 1825 significó una Independencia “a medias”; que no existió la Revolución Nacional; que la recu-peración de la democracia también fue “a medias” por tratarse de una democracia “neoliberal” y que la fundación del Estado Plurinacional representa la verdadera independencia, al fin lograda. En esta narración encaja el feriado del 22 de enero como celebración del nacimiento de la “Bolivia Digna y Soberana”.

2. La película Insurgentes (2012), de Jorge Sanjinés:

– Esta película es, hasta el momento, el intento más acabado de producir una historiografía oficial. Su guión parece estar calcado sobre el discurso de investidura del Presidente y responde a todos los criterios de la historia oficial del “proceso de cam-bio”. La historia parte de la “soberanía perdida”, relata la “lucha indígena” durante la colonia y la república y culmina con la “ascensión de un indio a la presidencia”.

CUADRO 3COMPARATIVA HISTORIOGRÁFICA ENTRE EL NACIONALISMO REVOLUCIONARIO Y EL ESTADO PLURINACIONAL

(Continúa en la página siguiente)

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La nación indomestiza del nacionalismo revolucionario

El imaginario de nación del Estado Plurinacional

3. Tiwanaku y los orígenes de la nación:– En cuanto al pasado más remoto de la nación, la

arqueología emergente de la Revolución del 52 trabajó para consagrar como fuente de la nacio-nalidad a Tiwanaku, culminando un proceso de revalorización de esta cultura que había tomado inusitado vigor durante la primera mitad del siglo XX.

– Gracias a la labor del ingeniero austriaco nacio-nalizado boliviano, Arthur Posnansky (1900-1946), y de otros intelectuales representantes de las co-rrientes indígenas, Tiwanaku fue posicionándose poco a poco en el imaginario nacional y, para 1925, era la única referencia al pasado prehispáni-co presente en el “Álbum conmemorativo del Cen-tenario de la Independencia”.

– Con el advenimiento de la Revolución de 1952, el papel de Tiwanaku como fuente u origen de la nación estaba definitivamente consolidado; lo que hizo el MNR fue insertar la historia de Tiwanaku dentro del relato lineal de la nación presentándolo, asimismo, como una verdadera edad dorada que tenía que ser orgullo de todos los bolivianos.

– Esta glorificación de Tiwanaku está también pre-sente en la historiografía nacionalista, buen ejem-plo de ello es la obra de José Fellmann Velarde Los Imperios Andinos (1961). Y será Fellmann Ve-larde quien aclare en qué consiste la bolivianidad, nada más que el producto emergente de la suma de la experiencia histórica de los tres imperios: el aymara, el quechua y el español, una sumatoria que sólo podía tener un nombre: el mestizaje.

4. El pasado colonial y la revolución:

– Tal vez sea la pintura mural de la Revolución, en particular la de Miguel Alandia Pantoja y la de Wal-ter Solón Romero, la que mejor refleja la mirada nacionalista sobre el período colonial. Por ejem-plo, la obra de Alandia Pantoja para el Monumento a la Revolución Nacional, ubicado en la Plaza Villa-rroel (La Paz) retrata los elementos más sombríos del período colonial: la conquista, la mita en Potosí y el proceso de evangelización.

– Sin embargo, junto a la faceta negra del período colonial, la Revolución del 52 significó también la puesta en valor de ciertos elementos de dicho pe-ríodo y, en particular, de la herencia colonial. Es entonces cuando se empiezan a declarar como monumentos nacionales, varias iglesias de ese período.

– A diferencia de lo que sucedió con Revolución —un cortometraje realizado por Sanjinés en 1963 so-bre la revolución del 52— en Insurgentes, Sanjinés emplea la voz en off (la suya) para explicar al es-pectador cómo tiene que leer e interpretar cada escena. El didactismo de las imágenes se ve refor-zado por los comentarios a tal punto que el espec-tador tiene la sensación de asistir a una cátedra del profesor Sanjinés.

– El ciclo histórico que plantea Sanjinés se puede resumir a partir del descuartizamiento de Túpac Katari y del comentario que hace el narrador a pro-pósito del premonitorio “¡Volveré y seré millones”. Para Sanjinés esta promesa mítica se ha cumplido a través de las prácticas ancestrales de democra-cia comunitaria; estas prácticas de poder político democrático se plasmaron en las organizaciones sindicales y condujeron a la “guerra del agua” (2000) y a la “guerra del gas” (2003). Esta parte de la clase magistral parece inspirada en el libro Cuando sólo reinasen los indios (2006) de Sinclair Thomson.

– La particularidad de Insurgentes es que da una versión indianista de la historia oficial; los criollos, en esta versión, están claramente del lado del opresor, salvo en el caso de una mención furtiva a Juana Azurduy.

– La película acaba con un teleférico en cuyas ca-binas viajan Evo Morales acompañado de su ede-cán y los demás protagonistas de la historia; es otra escena de confusa significación. ¿Se trata de una prefiguración del teleférico que Evo Morales había anunciado para la ciudad de La Paz? “¿500 años de lucha indígena para un teleférico?”, se preguntaron varios espectadores.

– En conclusión, Insurgentes celebra el triunfo elec-toral de Evo Morales como culminación de una larga lucha indígena empezada por Túpac Katari. Al poner distintos trabajos historiográficos serios al servicio de esta historia oficial, la película contribu-ye a darle cierto nivel de credibilidad; sin embargo, el uso caricatural que Sanjinés hace de estos tra-bajos, vuelve inconsistentes las referencias.

3. Historia crítica, de Rafael Puente:

– Rafael Puente, quien fue Coordinador General de la Escuela de Formación Política del MAS-IPSP, recoge en este libro su experiencia como formador político. Sin embargo, este texto no fue auspiciado por ninguna instancia de gobierno ni tuvo presen-tación oficial.

(Continuación de la página anterior)

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46 TAN LEJOS, TAN CERCA DEL ESTADO PLURINACIONAL

La nación indomestiza del nacionalismo revolucionario

El imaginario de nación del Estado Plurinacional

– Un libro fundamental en este proceso de revalori-zación del pasado colonial es el famoso Manual de Historia de Bolivia, de Humberto Vázquez Machi-cado, José de Mesa y Teresa Gisbert. La primera edición de este libro se publicó en 1958 y aunque no fue un texto auspiciado por el régimen, lo cier-to es que su contenido expresa, a cabalidad, los ideales de la Revolución Nacional.

– La virtud de este libro es que estableció una se-cuencia de personajes y acontecimientos que se ha vuelto clásica para entender el período colonial; asimismo, los autores prefirieron hablar de Histo-ria Virreinal antes que de Historia Colonial, lo cual implicaba asumir una posición historiográfica dis-tinta.

– Del mismo modo, esta obra —y otros trabajos de los esposos Gisbert— posicionaron el tema del estilo mestizo en el arte colonial; el redescubri-miento del “barroco mestizo” vino a calzar muy bien con los postulados de la Revolución que veía en el mestizaje uno de los elementos fundadores de la nacionalidad. Ello explica, pues, que el barro-co mestizo se convirtiera, al igual que las ruinas de Tiwanaku, en uno de los pilares de la nacionalidad.

5. La Independencia y la Revolución:

– Si hay un período histórico con el cual el MNR se identificó plenamente es, precisamente, el de la In-dependencia. De hecho, el partido elaboró su pri-mer programa de gobierno —en el que se incluían ya como postulados la nacionalización de las minas y la reforma agraria— el 18 de noviembre de 1941 en la localidad de Viacha, conmemorando el cente-nario de la “Batalla de Ingavi”, la cual consolidó de manera definitiva de independencia de Bolivia de la corona española.

– Así, en la narrativa movimientista, si el 6 de agosto de 1825 había significado la independencia políti-ca de Bolivia respecto a España, el 9 de abril de 1952 significaba su necesaria continuación a tra-vés de la independencia económica, expresada en la nacionalización de las minas, la reforma agraria y la diversificación económica. Los discursos de Paz Estenssoro son muy expresivos al respecto, enlazando ambas epopeyas.

– Este texto hace coincidir el comienzo de la historia de Bolivia con las guerras de la independencia; en ese sentido, retoma la tradición iniciada por José Manuel Cortés quien consideraba que no se podía escribir la historia de la colonia con el argumento de que “la esclavitud no tiene historia”.

– Al tratarse de un ensayo que abarca toda la histo-ria republicana, Rafael Puente no puede dejar de mencionar la Revolución Nacional, a diferencia de lo que sucede con el discurso oficial del MAS, pero lo hace minimizando lo más posible su relevancia histórica aludiendo al “Estado nacionalista depen-diente” y a un “modelo de Estado condenado al fracaso”.

– En suma, es posible identificar una serie de ras-gos en este texto que le impiden convertirse en la historia oficial acorde al “proceso de cambio”. En este sentido, el marco cronológico general de este trabajo no corresponde con los nuevos dog-mas plurinacionales y su lectura de la historia hace mucho énfasis en el contexto oficial y económico, en las contradicciones históricas, en las ideas y en los colectivos antes que en los individuos mientras que la historia oficial parece, al contrario, en bús-queda permanente de héroes trágicos y mártires de la revolución.

4. El “Encuentro Plurinacional para la recupe-ración de la memoria histórica de Bolivia” (octubre, 2013):

– En octubre de 2013, se realizó el “Encuentro Plu-rinacional para la recuperación de la memoria his-tórica”, convocado por el Viceministerio de Des-colonización, que puso el énfasis en “las luchas anticoloniales de los pueblos indígena originario campesinos y afrodescendientes”.

– En este caso, el marco histórico del Estado Plu-rinacional está perfectamente planteado: todo lo anterior al Estado Plurinacional es concebido como “Estado colonial” y las luchas anticoloniales a las que hace referencia la convocatoria cubren tres periodos definidos como “colonia, república y neoliberalismo”.

(Continuación de la página anterior)

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DE LA CONSUMACIÓN DEL DEVENIR INDÍGENA-CAMPESINO AL RETORNO DEL ESTADO-NACIÓN 47

La nación indomestiza del nacionalismo revolucionario

El imaginario de nación del Estado Plurinacional

– Existe un texto, en particular, que se constituye en la síntesis perfecta de la historia de la Guerra de la Independencia, bastante acorde con los postula-dos historiográficos de la Revolución; se trata de la tesis doctoral del norteamericano Charles Arnade, publicada por primera vez en inglés, en 1957, bajo el título The emergence of the Republic of Bolivia, y traducida e impresa por primera vez en español en 1964 como La dramática insurgencia de Bolivia.

– Arnade recogió, además, las ideas expresadas por Montenegro en Nacionalismo y Coloniaje respecto a la lucha entre la Nación y la Anti-Nación y a la usurpación de la gesta libertaria protagonizada por los guerrilleros patriotas por parte de los doctores realistas de Charcas (Arnade utiliza la expresión que luego devino famosa de los doctores “dos caras” para referirse a personajes como Casimi-ro Olañeta y Mariano Serrano, entre otros, que de fervientes realistas pasaron a tomar el poder en la naciente república).

– El propósito de este Encuentro Plurinacional fue construir una memoria nacional (oficial y estatal) de las luchas anticoloniales incorporando estos re-cuerdos a la historia oficial y celebraciones cívicas. Por primera vez, el Estado Plurinacional intentaba interesar a los historiadores e investigadores en general en el radio de su interpretación historio-gráfica, convocándolos a presentar ponencias so-bre la temática de las luchas coloniales.

– La invitación también fue hecha a museólogos con el objetivo de recoger propuestas para un futuro “Museo de la Memoria de Bolivia”, pero no se pre-sentaron ponencias en este ámbito.

– Durante los días que duró el evento, no se discutió la pertinencia de la temporalidad histórica plantea-da ni la de una historia hecha de héroes y márti-res; tan sólo se presentaron ponencias concretas sobre una multiplicidad de temas como insumos para la gran historiografía que se pretende cons-truir.

Fuente: Elaboración propia en base a Nicolas, 2014: 12-66.

(Continuación de la página anterior)

como lo propone la corriente más “pa-chamamista” dentro del Estado Pluri-nacional. En este sentido, el canciller David Choquehuanca propone una de-finición muy particular del pachakuti: pacha, equilibrio; kuti, retorno: retorno al equilibrio. Para el canciller, el Estado Plurinacional no sólo representa una re-volución sino un retorno al equilibrio y la wiphala no es sólo la bandera de las luchas indígenas ascendida a rango de bandera nacional, sino es “un reloj y un calendario” (Ibíd.: 47).

– El espectro historiográfico planteado por el denominado “proceso de cam-bio” es sumamente reducido: no hay una historia del período precolombino porque el paraíso no tiene historia. No hay una historiografía del Estado Pluri-nacional porque esto supondría que he-mos pasado ya a otra fase histórica. Por

lo tanto, toda la narrativa histórica se concentra en los últimos 500 años (...) La lente interpretativa es la teleología: toda la historia culmina en Evo Morales que cierra el ciclo de 500 años de resis-tencia (Ibíd.: 48).

– Al hablar de las luchas anticoloniales como si todas las luchas indígenas fue-ran iguales, como lo proponen Sanjinés (en la película Insurgentes) y Félix Cár-denas, viceministro de Descolonización (en el mencionado “Encuentro Pluri-nacional”), se ignoran las diferencias ideológicas entre cada sublevación. Al respecto, el trabajo de Sergio Serul-kinov demuestra, por ejemplo, que el proyecto político de Tomás Katari era aún un proyecto colonial y no “anti-colonial” como se suponía, y era dis-tinto al de Tupaj Amaru el cual, a su vez, era distinto al de Julián Apaza. Al

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48 TAN LEJOS, TAN CERCA DEL ESTADO PLURINACIONAL

hablar de primera y segunda guerra de Independencia, como lo propone Ra-fael Puente, se ignora también todo el debate contemporáneo entre los histo-riadores (J. Mendoza, 1997; J.L. Roca, 1998 y R. Barragán et al., 2012) respec-to al carácter independentista o no de las revueltas de Sucre y La Paz de 1809 (Ibíd.: 65).

– La historiografía académica actual de-construye los mitos del pasado, es revi-sionista por excelencia; los últimos tra-bajos de Rossana Barragán y otros sobre la Independencia son una clara muestra de aquello. En cambio, la historiografía oficial pretende construir nuevos mitos y, además, restaurar los antiguos. La historia indianista al menos pretendía destruir ciertos mitos fundadores (Bo-lívar, Sucre, Murillo) aunque sea para instaurar otros (Katari, Bartolina Sisa), pero el Estado Plurinacional no tiene esta vocación iconoclasta (Ibíd.: 66).

– Por último, la presencia de las Fuerzas Armadas en los eventos de descoloniza-ción de la historia hace sospechar que la descolonización de la historia no es más que una ampliación del panteón de los héroes cívicos en pro de una histo-ria nacionalista. Por ello, es importan-te empezar a reflexionar sobre lo que implica la historiografía plurinacional (Ibíd.: 66).

El segundo gran aporte de esta investiga-ción —contenido en el capítulo final— es el análisis de las variaciones bolivianas en torno al culto de la personalidad, cotejando pazestenssorismo y evismo. Pero además de esta compulsa de carismas, el estudio encie-rra otros aportes que por cuestión de espacio

no se pueden desarrollar aquí pero que se mencionan a modo de “guía de lectura” (y también para tentar a leer la investigación):

1. El contra relato indianista/katarita. La emergencia de un nuevo imaginario de nación. A modo de “bisagra” histórica, después de la caída de la Revolución Nacional (1964), la investigación re-corre el surgimiento del pensamien-to indianista/katarista encarnado en el principal ideólogo del indianismo, Fausto Reinaga (1906-1994) quien de-dicó la mayor parte de su prolífica obra a intentar destruir el mito de la “nación mestiza” que el MNR instaló en el ima-ginario colectivo. Aunque su adversario más explícito en La revolución india (1970) y en Tesis india (1971) fuese siempre el marxismo, todo su aparato conceptual estaba dirigido a demoler la nación del ’52.

2. El Estado Plurinacional entre dos cen-sos. La investigación contiene un en-sayo muy sustancioso a propósito de la polémica sobre el decremento en el porcentaje de bolivianos que se autoi-dentifican con algún pueblo indígena, entre el Censo Nacional de Población y Vivienda 2001 (62%) y el Censo 2012 (40%). Entre otras razones que tienen que ver con procedimiento, metodo-logía y formulación de la pregunta, se señalan dos explicaciones que ayudan a comprender el sentido de esta mer-ma: a) una dinámica sociodemográfica que hace que, en contextos urbanos multiculturales, la nueva generación se identifique cada vez menos con la per-tenencia étnica de sus padres; y 2) la re-definición de lo indígena por el Estado

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DE LA CONSUMACIÓN DEL DEVENIR INDÍGENA-CAMPESINO AL RETORNO DEL ESTADO-NACIÓN 49

Plurinacional en términos de esencialis-mo que ha excluido tanto a indígenas como a mestizos.

3. La fábrica de héroes. El libro presenta un cuadro especialmente significativo en el que se reúne todas las declaratorias ofi-ciales de héroes nacionales desde 1952 hasta 2013. Se trata de 20 declaratorias (tal vez menos de lo que uno podría esperar): siete vía decreto supremo y 13 vía ley. Agrupándolas, ocho corres-ponden a la Guerra del Chaco, cinco a la Independencia, tres a la Guerra del Pacífico, una a la Guerra del Acre y las tres restantes a la Batalla de Kuruyuki, a Gualberto Villarroel (y a los demás caí-dos el 21 de julio de 1946) y a Édgar Mendizábal Bravo (héroe de la Campa-ña Nacional de Erradicación de la Ma-laria, 1962).

Dos aspectos son sumamente elocuen-tes respecto a la tendencia histórica en la producción oficial de héroes. El primero es que el proceso de reconocimiento de héroes nacionales indígenas por parte del Estado boliviano se inicia el año 2000 con una ley firmada por el ex Presidente Hugo Banzer Suárez declarando héroe de la Independencia Nacional al cacique Pedro Ignacio Muiba; esto se produce en el contexto de la emergencia del mundo indígena como actor de primera línea en el escenario político boliviano. De he-cho, entre 2003 y 2005 es el período en el que se registra mayor número de indí-genas que alcanzan el rango de “héroes nacionales”, incluyendo a Túpac Katari y Bartolina Sisa. En segundo lugar, con-siderando la tradición histórica bolivia-na, es sorprendente la inexistencia de héroes mineros; ni siquiera alcanzó este

reconocimiento la mítica María Barzola que falleció en la Masacre de Catavi, el 21 de diciembre de 1942.

Por último, el cotejo entre el culto a la personalidad en el pazestenssorismo y en el evismo es, como ya se ha señalado, el segundo gran aporte de esta investigación. Así como Paz Estenssoro encarnó la Revo-lución, Evo Morales encarna hoy el proceso de cambio; en ambos casos la condensación de un momento histórico en la figura de un líder es un fenómeno espontáneo y, al mismo tiempo, deliberadamente “montado”. Biografía e iconografía son los dos insumos principales e indispensables de todo culto a la personalidad cuyo fin es, invariablemente, la concentración y la perpetuación del poder (Ibíd.: 173). Con el fin de desentrañar los mecanismos del culto a la personalidad y de describir qué papel jugó este fenómeno en ambos períodos, la investigación analiza dis-tintas facetas que se resumen en el Cuadro 4.

Respecto a la confrontación de estos dos cultos a la personalidad, el estudio concluye señalando que Paz Estenssoro fue un líder incontestado de la Revolución Nacional, aunque llegó al poder junto a otros hombres de mucha talla política como Hernán Siles Zuazo y Juan Lechín Oquendo. Ante esta situación, las biografías de Fellman Velarde (1954) y las publicaciones de Llosa y Coim-bra (ambas de 1960) —cuya referencia se puede consultar en el Cuadro 4— ayudaron a crear una distancia considerable entre él y las demás figuras del momento (Ibíd.: 212). En el caso de Evo Morales, en cambio, éste logró imponerse como líder único o “jefazo” antes incluso de su llegada al poder. Creció como líder sindical y político en desmedro

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50 TAN LEJOS, TAN CERCA DEL ESTADO PLURINACIONAL

Pazestenssorismo: el hombre y la Revolución Evismo: la búsqueda de la filiación con Katari

1. El pazestenssorismo en los textos:

– A pesar del fenómeno de masas que representó Víctor Paz Estenssoro para la Revolución Nacio-nal, no se publicaron muchos libros dedicados a su figura durante ese período (1952-1964). A pesar del reducido número de textos dedicados a la figu-ra de este líder, es importante recalcar que estos documentos crearon no sólo un relato biográfico oficial sino toda una mitología en torno al líder.

– Del conjunto de textos sobre Paz Estenssoro, des-taca el libro de José Fellman Velarde Víctor Paz Estenssoro: El hombre y la Revolución (1964), que puede considerarse como la biografía oficial del líder y la fuente de la cual son tributarios otros tra-bajos.

– El libro de Fellman Velarde llenó la necesidad gu-bernamental de disponer de un relato biográfico-hagiográfico del líder de la Revolución, dos años después de instalado el gobierno revolucionario y cuando el aparato de propaganda ya había sido plenamente constituido.

– El inicio del libro de Fellman no es el de una bio-grafía convencional, es decir a partir del nacimien-to del biografiado. El texto comienza con el mo-mento culminante en la vida de Paz Estenssoro, con su llegada a la ciudad de La Paz, el 15 de abril de 1952, en medio de la apoteósica concentra-ción popular que lo recibió antes de que se hiciera cargo del gobierno y después de una semana de combates que se iniciaron el 9 de abril.

– El biógrafo va construyendo la dimensión mítica de su personaje a través de ejemplos de su excep-cionalidad y de episodios de un destino revelado lenta pero inexorablemente del cual no está au-sente la idea de predestinación.

2. El líder en imágenes:

– En 1960 aparecen dos textos que se constituyen en una suerte de cajas de resonancia de las ideas expresadas por Fellman Velarde pero, al mismo tiempo, contribuyen, cada uno a su manera, a am-pliar la significación histórica y la dimensión mítica del líder movimientista, al abarcar hechos de la vida del líder que Fellman no había consignado en su libro, en particular los primeros cuatro años del gobierno de la Revolución (1952-1956).

1. Las biografías de Evo:

– El “fenómeno Evo”, tal y como ha sido denomi-nado, ha sido respaldado por una prolífica pro-ducción tanto literaria como cinematográfica destinada a crear y difundir su mito. En la inves-tigación se reúne una lista de 28 libros y cinco películas dedicadas a Evo. Aunque algunas de estas publicaciones tienen un corte académico, la mayoría responde a un estilo periodístico o po-líticamente militante.

– Esta producción biográfica sobre Evo Morales em-pezó a generarse a partir de 2002 cuando fue ex-pulsado de la Cámara de Diputados, se intensificó durante la campaña electoral de 2005 y llegó a su cúspide en 2007 cuando se registraron 12 títulos.

– El 28 de marzo de 2014, en el auditorio del Banco Central de Bolivia, Evo Morales presentó su auto-biografía Mi vida. De Orinoca al Palacio Quemado —elaborada por el ex Ministro de Comunicación, Iván Canelas— que estableció una suerte de “ver-sión canónica” de la vida del Presidente. Una de las razones para esta autobiografía, según dijo el mismo Presidente, fue la necesidad de “decir la verdad frente a tantos libros que se han escrito, buenos, malos, algunos intencionados”.

2. Jiliri Irpiri. El gran conductor (2011):

– Esta obra reviste singular importancia dentro de la bibliografía consagrada al “proceso de cambio” puesto que el autor, el abogado Eusebio Gironda, fue asesor del Presidente y es considerado por Néstor Taboada Terán como “el mayor cronista de la Revolución Democrática y Cultural”.

– El calificativo de “gran conductor” asemeja a Evo Morales con el “gran timonel” Mao Zedong y es un denominativo que también se encuentra en el fascismo italiano (duce) y en el nacionalsocialismo alemán (fürher).

– Sin embargo, el denominativo “conductor” es aún demasiado modesto para Gironda, si no viene acompañado de rimbombantes calificativos des-tinados a resaltar el carácter semidivino del perso-naje: “Thunupa moralizador”, “titán de los Andes”, “Pachakuti andino”, “ser providencial”, “personi-ficación de los dioses andinos”, “oráculo de los indios”, etc.

CUADRO 4VARIACIONES EN TORNO AL CULTO A LA PERSONALIDAD: PAZESTENSSORISMO VS. EVISMO

(Continúa en la página siguiente)

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DE LA CONSUMACIÓN DEL DEVENIR INDÍGENA-CAMPESINO AL RETORNO DEL ESTADO-NACIÓN 51

Pazestenssorismo: el hombre y la Revolución Evismo: la búsqueda de la filiación con Katari

– Lo singular de estos dos textos es que deciden abordar la biografía de Paz Estenssoro empleando dos técnicas novedosas para entonces en Bolivia: la historia ilustrada —en el caso de Víctor Paz Es-tenssoro. Adalid de la Revolución Nacional (José Antonio Llosa, 1960)— y el cómic; en El conductor de la Revolución. Víctor Paz Estenssoro. Biografía ilustrada (Jorge Coimbra, 1960).

– El primer texto mencionado se trata de un relato biográfico ilustrado con fotografías de la vida de Paz Estenssoro. Aunque todavía predomina el tex-to, se puede percibir la importancia creciente de la imagen, en este caso biográficas: los padres de Paz Estenssoro, su infancia, la casa donde vivió en Tarija, su vida escolar, sus primeros empleos, etcétera.

– El segundo libro —El conductor de la Revolu-ción...— es el más interesante por el innovador formato cómic aplicado a la política y por la cali-dad de las ilustraciones de quien destacaría como uno de los mejores ilustradores bolivianos, Jorge Coimbra. Se trata de un texto didáctico, una obra a la vez amena e instructiva destinada, al parecer, a las generaciones jóvenes que crecieron con la Revolución pero que no eran plenamente cons-cientes del proceso histórico previo que desem-bocó en la insurrección del 9 de abril de 1952.

– El culto a la personalidad llegó a su paroxismo en el último libro de Gironda Illapa de Wirakocha (2014) en el que Evo Morales es presentado como el “puño de hierro de Wirakocha”. El carácter se-mi-divino de Evo Morales es algo en lo que van a insistir los medios de propaganda del gobierno mediante la filiación Evo-Katari y la asociación Evo-Pachakuti.

3. Evo Katari:

– El libro de Román Morales El mito inmortal. Los Qala Katari (2009) publicado por la Universidad In-tercultural Indígena Originaria (UNIK-Oruro) y cuya primera edición contó con el auspicio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), cumple un papel muy importante en la legitimación de un credo ampliamente difundido mediante los órganos de propaganda del gobierno, según el cual Evo Morales sería el sucesor espiritual (cuando no el descendiente biológico) de Túpac Katari.

– El autor, emparentado con el Presidente, aunque no logra establecer a ciencia cierta el grado de paren-tesco entre el Presidente y el caudillo Julián Apa-za, considera que ambos pertenecen a una misma estirpe ancestral e inmortal; la de los “Qala Katari” quienes, en tiempos coloniales, hubieran adoptado el apellido Morales.

Fuente: Elaboración propia en base a Nicolas, 2014: 173-198.

(Continuación de la página anterior)

de otras figuras que, en su momento, pu-dieron hacerle sombra, como Félix Santos, Alejo Véliz, Filemón Escóbar o Felipe Quis-pe. Una vez en el poder, sus principales compañeros fundadores del MAS cayeron también, uno tras otro, por distintos moti-vos, de tal modo que el Presidente adquirió cada vez más actualidad como “líder único”, cualidad reforzada por un aparato propagan-dístico que ha hecho de Evo un personaje casi mítico (Ibíd.).

Finalmente, este recorrido por los reco-vecos del ’52 y por las sinuosidades del

“proceso de cambio” concluye exponiendo una serie de ideas que vale la pena resumir. De todas ellas, tal vez la más interesante se refiere a que hoy Evo Morales estaría haciendo lo que ayer no pudo el naciona-lismo-revolucionario: construir un Estado-Nación viable al fin. Paradójicamente, esto sucede previa claudicación simultánea de los dos extremos contemporáneos que impugnaban la posibilidad de la nación boliviana: el indianismo aymara de Felipe Quispe y el separatismo autonomista de ciertas élites regionales. A continuación, las conclusiones:

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52 TAN LEJOS, TAN CERCA DEL ESTADO PLURINACIONAL

– Carencia de historiografía y de relato de lo “plurinacional”. El Estado Plurina-cional se construye en contraposición a lo que se considera el modelo homo-geizante del Estado-Nación; la nación mestiza ha quedado relegada en el pa-sado pero la nación sigue presente y se imagina, a partir de la nueva Constitu-ción, como una comunidad que englo-ba una pluralidad de naciones indígena originario campesinas, cuyas identida-des fueron negadas por el ’52. Por lo tanto, el nuevo imaginario de nación está planteado; lo que no hay es una historiografía que lo legitime. Están las bases doctrinales (Estado colonial vs. Estado Plurinacional, colonización vs. descolonización) pero no existe el rela-to que les dé contenido. ¿En qué con-siste la historiografía plurinacional?, ¿puede construirse dentro del mismo modelo narrativo o pasa, más bien, por el reconocimiento de diversas maneras de contar el pasado propias de cada na-ción y cultura? Pero, en este caso, ¿en qué queda el Estado unitario y Bolivia como nación? (Ibíd.: 215).

– Historiografía plurinacional: un engra-naje sin diente. Las premisas historio-gráficas del Estado Plurinacional son como un engranaje sin diente que no impulsa nada; no invitan a reescribir la historia. Si la época prehispánica fue necesariamente la era idílica, ¿para qué cavar? Los arqueólogos podrían encon-trar algunas sorpresas. Si la colonia fue necesariamente la época más negra que se pueda imaginar, ¿para qué investi-gar? Los historiadores podrían verse obligados a matizar. El Estado Plurina-cional parece concebir la historia como

un juicio al pasado pero, en realidad, sólo ha sentado la denuncia contra el “Estado colonial” y nunca han avanza-do ni las investigaciones ni el proceso. Todos los períodos históricos (incluso los más revolucionarios) son siempre una mezcla de rupturas y continuida-des con el pasado; no hay revolución que haga “tabla rasa” con todo. Ni la propia conquista española logró rom-per totalmente con el pasado inca; por ello, es importante empezar a pensar los antecedentes del Estado Plurina-cional en las políticas multiculturales de los 90, en la Ley de Participación Popular y en la misma Revolución Na-cional (Ibíd.: 215).

– A pesar de todo, el regreso de la nación. A pesar de las limitaciones o quizás preci-samente por ellas, hoy se puede advertir el regreso de la nación. La nación vuelve pero transformada. ¿Pachakuti? El Esta-do Plurinacional, que quiso ser la antí-tesis del Estado-Nación terminó consa-grando la nación mucho mejor que la forma estatal anterior. Hoy en día los pueblos indígena originario campesinos son el presente de la nación pero quizá ya no su futuro. El Censo 2012 ha mos-trado una caída drástica del porcentaje de indígenas en Bolivia que se explica, según se puede interpretar, por una de-finición demasiado cerrada y hasta dog-mática de lo plurinacional. Así como la definición cerrada de la nación mestiza del ’52 provocó la reacción airada de los indianistas y kataristas, la defini-ción cerrada de la plurinación provocó la reacción ofuscada de sectores “mes-tizos” pero también el rechazo de los pueblos indígenas que se reconocen en

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DE LA CONSUMACIÓN DEL DEVENIR INDÍGENA-CAMPESINO AL RETORNO DEL ESTADO-NACIÓN 53

las famosas 36 naciones del texto cons-titucional. Hay que entender que si el indio, hoy, ya no es el del ’52, el mes-tizo tampoco es el mismo; actualmente ya no se vive el mestizaje culposo del Mamani-Maisman sino la celebración festiva y la reproducción creativa de la nación (Ibíd.: 216).

– La capitulación del indianismo y del na-cionalismo aymara, vía Estado Plurina-cional. A pesar de su aparente “ayma-rocentrismo” en su ropaje simbólico y ritual, el Estado Plurinacional ha sig-nificado la capitulación del indianismo y del nacionalismo aymara que resulta ser, paradójicamente, el gran perdedor

de este proceso de cambio. Tiwanaku, Túpac Katari, la wiphala... Todos los emblemas de lucha del indianismo fueron absorbidos por el Estado y ele-vados a rango de símbolos nacionales del Estado boliviano. Por ello, en las filas indianistas hay quienes festejan la consagración de sus símbolos en la ritualidad estatal y hay quienes se sienten despojados de sus emblemas de lucha. Es que la incorporación de las naciones indígena originario cam-pesinas al Estado Plurinacional tuvo un precio: la subordinación al Estado central y la renuncia a su autodetermi-nación (Ibíd.: 217).

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En este acápite se aborda la nación desde otra perspectiva: la de los márgenes y las orillas de la oficialidad. En la cotidianidad de la Isla del Sol (La Paz) —lugar emble-mático del Pachakuti Plurinacional— la nación se entreteje, día a día, entre prácti-cas y rituales agrícolas, festividades, turistas new age, migraciones y otras idas y venidas en las que el Estado parece tener menos predicamento del que se pudiera creer. Es la nación ch’ixi, donde la lógica del silogis-mo pierde validez.

Por otra parte, el departamento del Beni es el lugar de la lejanía, la distancia y el olvido estatal, donde el Estado sigue pen-sando, como antaño, en “sentar sobera-nía”. A “resguardo” de occidente por unos Andes todavía hoy difíciles de franquear y sorprendentemente desconectado de los mercados globales de la agroindustria cruceña, el Beni sigue siendo un lugar de sorprendente preservación natural e inusual vida provinciana; un paraje de llanos y fronteras rivereñas donde el sentimiento patrio parece inversamente proporcional al relegamiento histórico.

1. La nación ch’ixi: ni blanco ni negro sino todo lo contrario

Vivimos en la macha, vivimos en la oscu-ridad, vivimos el egoísmo, vivimos el indi-vidualismo, vivimos la división (...). El 21 de diciembre de 2012, hermanos, es el fin del egoísmo, de la división; el 21 de diciem-bre de 2012 tiene que ser el fin de la Coca-Cola, es el comienzo del mocochinchi, del willkaparu, hermanos; es el comienzo de la pacha, es el fin de la macha.23

Si bien la predicción sobre la transición his-tórica entre el “tiempo de la Coca-Cola” y el “tiempo del mocochinchi” no acabó de cum-plirse, estas palabras alegóricas del canciller David Choquehuanca —pronunciadas en el marco del anuncio de la celebración del Pachakuti (retorno al equilibrio) en la Isla del Sol, el 21 de diciembre de 2012— for-man parte de un discurso retórico pluri-nacional24 que pudiendo ser profundo, al situarse fuera de contexto y al carecer de un marco de política pública, resulta presa fácil de la ridiculización y de la descalifi-cación por su tono de misticismo andino

CAPÍTULO III

Sentir la nación desde otras orillas

23 Opinión, 14 de julio de 2012. En: Murillo, 2014: 196.24 Del que forman parte las alusiones a la longevidad bíblica de los ancianos indígenas, al sexo de las piedras

y, recientemente, al episodio del “reloj invertido” de plaza Murillo, que se basa en un fenómeno propio del hemisferio sur denominado “giro sur” (nótese cómo, con los años, estas declaraciones y episodios han perdido gradualmente su capacidad de generar polémica en la opinión pública).

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superficial; de “nueva era” (new age) al estilo criollo. Este fragmento del anuncio del canciller boliviano sobre la celebración del “Pachakuti del Estado Plurinacional” es la pieza introductoria del acápite de la investi-gación Paisaje, memoria y nación encarnada. Interacciones ch’ixis en la Isla del Sol (PIEB, 2014), coordinada por Mario Murillo, en el que se analizan las escenificaciones estatales de la etnicidad contrapuestas a un “diálogo” genuino con el paisaje.25 El análisis de este evento es particularmente significativo pues esta celebración —que coincidía con los augurios apocalípticos a propósito del fin del calendario maya— fue el intento más esforzado (ya en tiempos plurinacionales) por ratificar la sincronía indigenista estatal (algo necesario, sobre todo, después de la crisis del TIPNIS).

Además de mostrar el ímpetu del equipo de jóvenes investigadores que hicieron de su in-vestigación en la Isla del Sol una experiencia de vida con vocación “descolonizadora”, el análisis crítico de este Pachakuti oficialista muestra la capacidad de la práctica etnográ-fica y su alcance crítico. He aquí, los aportes más destacados al respecto:

1. Un Pachakuti gubernamental revestido de promoción del turismo etno-místico: El anuncio de esta celebración sucedió poco antes de que también se anunciara la inversión de casi Bs 46 millones para la construcción de un aeropuerto (Tito Yupanki) en Copacabana. El reforza-miento de la promoción de la Isla del Sol como un lugar sagrado propio de la espiritualidad andina y la celebración del Pachakuti como escenificación de la etnicidad a escala global, condicen con una oferta de turismo místico global (en el ámbito del movimiento new age se habla de una transición zodiacal de campos energéticos, de los Himalayas a los Andes) cuya presencia en la Isla del Sol se pudo constatar durante el trabajo de campo el equipo.

2. La prevalencia de una discursividad sobre lo indígena producto del multicultura-lismo y del etnodesarrollo: Asociando el Pachakuti con otros eventos promovidos por el Gobierno —como la Conferencia

25 En este estudio, el paisaje trasciende la mera perspectiva óptica para adquirir dimensiones profundamente subjetivas: “El paisaje nos obliga a renunciar a la pretensión egocentrista de la razón y nos invita a entablar conversación, a participar de la fiesta y a perdonar los ultrajes de la alteridad que finalmente no hemos sem-brado nosotros” (Murillo, 2014: 232); “ en la Isla del Sol el paisaje nos mostró que la hacienda enclaustraba a la comunidad y la isla misma enclaustraba a la hacienda” (Ibíd.: 232); “El relacionamiento con el paisaje que da forma a las comunidades en la Isla del Sol muestra el carácter móvil de la nación en los Andes. Las relaciones mercantiles, sociales y culturales alrededor del Lago Titicaca, dan cuenta de la importancia del paisaje frente a las fronteras nacionales” (Ibíd.: 233).

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Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los derechos de la Madre Tierra (2010)— se puede deducir que gran parte de la filosofía del “vivir bien” obedece a una estrategia de emplear principios universales para captar nuevos actores afines al proceso de cambio. Aun-que Bolivia goza de cierta imagen inter-nacional como referente por la lucha de sus movimientos sociales, muchos de los activistas que participan en los eventos descritos forman parte de una dinámica global funcional a las lógicas coloniales y civilizatorias.

3. La interpelación de las comunidades de la Isla del Sol: Aunque algunos comu-narios se beneficiaron con la realización del Pachakuti, en la investigación se re-cogen diversos testimonios que interpe-lan esta celebración por varios motivos: las disputas que se ocasionaron entre las comunidades de la isla (Challa y Cha-llapampa); la presencia de un dispositi-vo de embarcaciones de la Armada boli-viana, helicópteros e instalaciones en la bahía de Qhona por completo ajeno a lo nativo isleño; la ausencia de maestros de la isla en la celebración de los ritos andinos; y el “basural” en que quedó convertido el lugar de escenificación de la nueva era del “buen vivir”. Además, con bastante humor, los comunarios re-conocen haber vendido, ellos mismos, Coca-Cola...

4. Un Pachakuti ajeno a las rutinas festi-vas de la Isla del Sol: Pero la crítica más consistente recogida en los testimonios es la que señala que la alimentación co-tidiana y el ciclo agrícola y ritual que conforman la vivencia territorial de la

isla estuvieron ausentes del festejo. “No es necesario inventar una fecha [de ce-lebración] existiendo Sata Qallta o San Andrés”, dice un comunario reivindi-cando el valor de las festividades locales asociadas a un ciclo agrícola que se basa en el cultivo de papa y haba. La pre-sencia y descripción etnográfica de es-tos rituales —en lo que constituye una suerte de “doctrina cristiana andina”— es uno de los aportes más interesantes del libro.

Además de los contenidos del análisis sobre la composición de la nación vista “desde abajo”, una faceta destacable de este trabajo es que muestra cómo ejerce la antropología una nueva generación de jóvenes profesio-nales. En primer lugar —y tal vez como un rasgo epocal— se trata de una generación poco propicia para las idealizaciones de otrora (“nuestros debates han tenido que ver con la idealización de las prácticas ri-tuales o un intento descarnado por aceptar el devenir de la comunidad originaria en descomposición” [Ibíd.: 232-233]), que asume las limitaciones de toda pretensión científica (“asumimos la carga antropo-céntrica de toda ciencia” [Ibíd.: 231]) y su condición “foránea” a la comunidad (“nues-tra visión, aún con toda la disposición al diálogo, no deja de ser externa” [Ibíd.: 232]). Con todo, se trata de una práctica etnográfica que apuesta por lo vivencial (“el intento de acercarnos al mundo indí-gena no está mediado por características biológicas o culturalistas, más bien surge a partir de prácticas vividas” [Ibíd.: 237]) y que entiende la investigación social como “peregrinaje” y no como dogma:

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Si quisiésemos comprender la investigación social como un peregrinaje, la nuestra lo ha sido por la búsqueda del diálogo con los isleños contemporáneos. Esta sensación de vivir el pasado en el presente y verse envuel-to en la agencia que cobran los objetos y los lugares, nos ha llevado a la noción de paisaje (Ibíd.: 232).

Pero más allá de esta “poética de princi-pios”, ¿cuál es el aporte de esta investiga-ción en relación a la nación y al Estado? En primer lugar, a diferencia de las cinco investigaciones correspondientes a esta con-vocatoria que se han reseñado en los puntos anteriores, en este estudio no se analiza el hecho estatal desde la compostura del dis-curso, los símbolos o las acciones oficiales sino que se plantea “un desplazamiento entre el abordaje que otorga énfasis en el papel del Estado hacia una comprensión de la nación encarnada a partir de mecanis-mos prácticos en la relación con el paisaje” (Ibíd.: 234). En otras palabras, el punto de partida es la desmitificación en torno a las propuestas convencionales sobre la construcción de la identidad nacional en su vínculo del Estado pues éstas “hacen un énfasis desmedido en el papel que el Estado cumple en la formación de la identidad na-cional” (Ibíd.: 230). En oposición a la idea del “leviatán” todopoderoso o del Estado “orwelliano” facultado para entrometerse hasta en la conciencia del ciudadano, en este estudio se describe un Estado bastante más modesto de lo que podría creerse si se juzga su capacidad para ordenar los sentidos de la vida rural.

Después de todo, el resultado del enfoque es un relato etnográfico generoso y bien

elaborado —aunque tal vez falto de alguna información cuantitativa contextual que acompañe la narración— de todos aquellos elementos que hacen de la Isla del Sol un enclave ineludible de la nación: el pasado mítico como cuna del incario, su ambi-güedad jurisdiccional histórica entre Perú y Bolivia, las exploraciones arqueológicas, la constitución de la hacienda, la lucha por la educación para los indígenas, la implan-tación del sindicalismo movimientista, la aparición del turismo como un fenómeno de dislocación y adaptación local, las prác-ticas productivas agrícolas, la ritualidad de las comunidades, sus acciones para la recuperación de sus tierras, y los ciclos migratorios demográficos transnacionales recientes.

Aunque la investigación invoca una me-todología innovadora —ordenando las ideas en tres espacios diferentes: un lado kupi (derecho) en el que se agrupan las prácticas que parten de la forma patri-monialista de acercarse al paisaje; un lado ch’iqa (izquierdo) en el que se da cuenta de prácticas vinculadas al manejo ritual y cotidiano del paisaje; y un lugar (taypi) en el que se entretejen las interacciones entre las anteriores formas— lo cierto es que el relato etnográfico se desenvuelve de una forma cronológica bastante convencional que va desde la revisión de las fuentes co-loniales —los cronistas del siglo XVIII que reportan el pasado legendario de los “hijos comisionados” del astro sol (Manco Capac y Mama Ocllo) y las apelaciones a Wirako-cha como premonición de la llegada del hombre blanco— hasta la recolección de historias de vida de isleños que emigraron a Buenos Aires y que pudieron testimoniar,

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entre otras cosas, los dramáticos sucesos del Parque Indoamericano, a fines de 2010.26 En suma, se trata de un retrato bastante amplio y completo de las distintas facetas (lo comunal-agrícola, la religiosidad y las festividades, el turismo, la presencia “in-trusiva” estatal a través de las exploraciones arqueológicas submarinas, las migraciones y las disputas internas) que configuran la trama particular de la identidad entre los isleños.

En este sentido, la conclusión central es que en esta latitud circunlacustre la mul-tiplicidad de prácticas de significación observadas muestra que la nación se cons-tituye en términos contenciosos, a través de una “negociación compleja entre el Estado con una activa vida comunitaria” (Ibíd.: 229). Es decir que el hecho nacio-nal no viene impuesto “desde arriba” sino que se encarna a partir de diálogos rituales como el “despacho del granizo” (rito para ahuyentar el granizo); de las festividades locales-nacionales como el 2 de agosto; de las prácticas de afirmación y resistencia étnica; de la incorporación de huayños en fechas cívicas como la antes mencionada; de la vivencia extraterritorial de la migra-ción y el retorno; de los circuitos mercan-tiles transfronterizos; y de una identidad que oscila adoptando lo que conviene a un lado y al otro de la demarcación imaginaria entre Bolivia y Perú.

Es aquí donde adquiere relevancia la noción de lo ch’ixi que es el cimiento teórico de la investigación. Este concepto, desarrollado inicialmente por la socióloga Silvia Rivera, tiene diversas connotaciones:

...es un color producto de la yuxtaposición, en pequeños puntos o manchas, de dos co-lores opuestos o contrastados (...) Es ese gris jaspeado resultante de la mezcla impercep-tible entre blanco y negro, que se confunde para la percepción sin mezclarse del todo. La noción ch’ixi, como muchas otras (allka, ayni) obedece a la idea aymara de que algo es y no es a la vez, es decir, a la lógica del tercero in-cluido. Un color gris, es blanco y no es blanco a la vez, es blanco y también es negro, su con-trario (...) lo ch’ixi conjuga el mundo indio con su opuesto, sin mezclarse nunca con él (Rivera, 2006: 11. En: Murillo, 2014: 236).

No cabe duda de que el intento de traduc-ción de lo aymara a lo español (muchas veces casi imposible por corresponder con ideas sin equivalencia e intraducibles) —y su conversión en categorías de análisis so-ciológico— tiene una capacidad metafórica encomiable. Es lo que, al parecer, afortuna-damente sucede con el vocablo ch’ixi. De hecho, en el seminario de presentación de las ocho investigaciones desarrolladas en el marco de la convocatoria, que se realizó el 17 y 18 de marzo de 2014 en el Museo Na-cional de Etnografía y Folklore (MUSEF)27,

26 Ésta es una de las áreas verdes más grandes de Buenos Aires, de 120 hectáreas, ubicada en el barrio de Villa Soldati y que solía ser un punto de encuentro y recreación de migrantes, sobre todo, bolivianos y paragua-yos. En diciembre de 2010 ocurrió un enfrentamiento a raíz del asentamiento informal de un gran número de familias que ocasionó la muerte de tres personas (dos de ellas, bolivianos).

27 Es destacable el esfuerzo de difusión y socialización de los resultados de las investigaciones llevado a cabo por el PIEB como parte de su modelo de gestión de la investigación, que incluye este tipo de seminarios, además de otras actividades como coloquios de presentación de las publicaciones.

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el comentarista de esta investigación —el sociólogo Esteban Ticona—, después de elogiar el uso de “categorías propias” para el desarrollo de la investigación etnográfi-ca, señaló que, a su parecer, la traducción más apropiada de ch’ixi no sería “gris” sino “manchas menudas en la piel”. Qué mayor amplitud polisémica se puede pedir...

Al fin, lo ch’ixi pretende superar los prin-cipios homogeneizantes y excluyentes del mestizaje propagados, principalmente, por la Revolución Nacional del 52, y celebra la vivencia de un abigarramiento “donde la indeterminación es la mayor potencialidad de las identidades en disputa” (Ibíd.: 236). Pero, ¿cómo redunda esta distinta intelectua-lización de la identidad, lo indio y la nación en la dinámica del Estado Plurinacional? Por lo menos en cuatro dimensiones que subraya la investigación:

– El indigenismo multiculturalista que profesa el Estado Plurinacional, ex-presado en un sinfín de interacciones (desde la labor de la escuela hasta la ce-lebración del Pachakuti) mantiene con-tinuidad con los contenidos heredados del Estado del 52 y expresa muy pocos cambios en su manera de constituir na-ción en la Isla del Sol. El Estado sigue acercándose a las comunidades verti-calmente, sin conocer ni incorporar las prácticas rituales y cotidianas de sus ha-bitantes.

– La práctica estatal sobre el paisaje si-gue siendo de colonización. Por ejem-plo, la Ley Marco de la Madre Tierra y el Desarrollo Integral para Vivir Bien

enfatizan valores del “vivir bien” afines con las prácticas de las comunidades, siempre y cuando sus mecanismos de efectivización de la ley en el momento de ejercer políticas públicas sean afi-nes a la satisfacción de los intereses del Estado.

– Las categorías de identidad manejadas desde el Estado Plurinacional reeditan la construcción occidental del cuerpo mo-derno, que han establecido la individua-ción del sujeto, separándolo del paisaje.

– En la vida cotidiana y en la ritualidad de las comunidades de la isla, se da una dialéctica sin síntesis de diversos contenidos que ponen en duda la re-tórica indigenista del Estado Plurina-cional en su intento por plasmar una identidad esencialista y cerrada que no se vive en la práctica de las comu-nidades.

2. Vivir la patria desde el Beni: lejanía, distancia y pertenencia

Aunque resulte un cuestionamiento quizá un tanto abstracto, cabe preguntarse cómo se vive la patria desde el Beni. El título de la investigación Lejos del Estado, cerca de la nación. Ser boliviano en el Beni en tiempos del Estado Plurinacional (PIEB, 2014), coordinada por Wilder Molina, sintetiza a la perfección la tesis central de este estudio: a pesar de su lejanía respecto al núcleo es-tatal —no sólo física, sino también política, étnica y cultural— el Beni alberga un claro sentimiento de pertenencia y adscripción nacional que se sustenta, al menos, en tres elementos (Molina, 2014: 179):

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1. La historia y la educación han instaura-do en el imaginario el sentido de perte-nencia y lealtad al Estado nacional.

2. La participación activa de la pobla-ción beniana en la Guerra del Chaco ha marcado la adscripción beniana a lo boliviano.

3. La condición de frontera con Brasil ha significado que el beniano (especial-mente, el poblador indígena) cumpla la función de resguardar la soberanía territorial frente a un vecino colosal en todos los sentidos.

Estas afirmaciones —respaldadas en testi-monios de autoridades locales, vecinos y líderes indígenas presentados a lo largo del documento— parecen confirmar las estadís-ticas y la hipótesis del trabajo coordinado por Daniel Moreno (ver punto 2 del Capí-tulo II), en sentido de que no existe contra-dicción entre identidad regional e identidad nacional, y que a mayor ruralidad, mayor adscripción a lo nacional. Paradójicamente, según parece, cuanto más pronunciado es el desdén y el desentendimiento histórico estatal, mayor deseo y necesidad existe de ser considerado parte de la nación (esto sucede, comúnmente, en las áreas rurales donde se suele escuchar el reclamo de “nosotros también somos bolivianos”). Y es que uno de los rasgos de la desigualdad en Bolivia es la flagrante asimetría entre el desarrollo del eje central (La Paz, Cochabamba y Santa Cruz) y el del resto del país. Esta incondi-cional adscripción beniana a lo nacional, se analiza en la investigación en los siguientes términos:

El sentimiento nacional de boliviano en el indígena y no indígena beniano, no sólo

representa el respeto a las reglas de juego na-cional, llámese leyes, disposiciones, aportes al erario nacional, etc., sino diríamos una lealtad parecida a la sumisión. El beniano persiste leal al Estado nación en el tiempo, muy al margen de los beneficios y atencio-nes estatales. Esto demuestra un profundo arraigo y lealtad a la nación boliviana, por encima de las vicisitudes económicas, cul-turales o sociales (Ibíd.: 179).

Claro que si se hace una breve prospección histórica se verá que la lealtad del Beni a la nación parece estar siempre “pendiendo de un hilo”, es decir, “bajo sospecha”. El Estado se muestra sempiternamente receloso al no ser capaz de “sentar soberanía” en estas tie-rras que fueron territorio de colonias y cuya vecindad con una potencia acostumbrada naturalmente (en el pasado) al despojo y la anexión territorial es una amenaza latente:

El territorio beniano, desde su creación con la formación de la República ha sido esce-nario de viajes de exploración y reconoci-miento territorial desde el centro andino es-tatal, y en ese trayecto se ha definido como

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una geografía de colonización y objeto de civilización (Ibíd.: 9).

Podría decirse que hay una cierta conti-nuidad en esta lógica estatal exploratoria: mientras en las postrimerías del siglo XIX, Manuel Vicente Ballivián fungía como De-legado Nacional de Colonias y fue uno de los primeros viajeros al norte beniano (dan-do nombre a una de sus provincias) (Ibíd.: 37), recientemente, en pleno siglo XXI, el Gobierno creó la Agencia para el Desarrollo de las Macroregiones y Zonas Fronterizas (ADEMAF) y puso al frente a uno de sus “hombres fuertes” (Juan Ramón Quintana, actual Ministro de la Presidencia) en un empeño que tiene resabios de lo que antaño hiciera don Manuel Vicente: precautelar la estatalidad de estos territorios alejados. Objetivo que, de algún modo, contradice el espíritu autonómico de la nueva Constitu-ción y la tendencia hacia una descentraliza-ción cuyo principio es que las autonomías (departamentales, municipales e indígenas) desarrollen las capacidades suficientes para enfrentar y resolver sus problemas (previa asignación de recursos, por supuesto).

Así, exploración y punición son dos de los sedimentos de la memoria beniana en relación con el poder y el Estado en una oscilación histórica jurisdiccional entre el oc-cidente andino y el oriente cruceño. Como se recoge en la investigación (Ibíd.: 95-96), en tiempos de la Colonia, el 5 de agosto de 1777, mediante Cédula Real, se crea la Gobernación Político Militar de Moxos y Apolobamba que comprendía las misiones de estas dos regiones. Esta forma de organi-zación político-administrativa subsistió hasta 1823 cuando el Brigadier Francisco Xavier

Aguilera, Comandante Militar de la Nueva Intendencia de Santa Cruz, al retorno de su expedición punitiva para sofocar la rebelión de los canichanas en San Pedro anexó, de facto, esta Gobernación a la Intendencia de Santa Cruz. Poco menos de dos décadas des-pués, en 1842, el Presidente José Ballivián independizaría la provincia de Moxos del departamento de Santa Cruz, en un gesto que para la élite cruceña representaría “una pérdida de su despensa provincial y de la mano de obra indígena, tratada a punta de abusos” (Mejía, 2012. En: Molina, 2014: 96-97).

Esta articulación problemática a la nación es algo que todavía pesa en materia de identi-dad local. La cuestión geográfica, como im-pedimento e imposibilidad de “consumar” físicamente la nación, ha sido un elemento constante en el pensamiento político y sociológico boliviano que veía en el agreste desnivel andino-amazónico un insalvable obstáculo para la viabilidad nacional. Esto, además, fustigado por la conciencia de las pérdidas territoriales que dejaron al Estado en la mitad de lo que era —en cuanto a superficie— cuando éste nació a la vida re-publicana. No deja de ser cierto que Bolivia ha sido, durante gran parte de su historia como república, un enorme territorio sin nación que lo poblara.

Este impedimento era (y es) una cuestión de distancia pero, sobre todo, de topografía. Aunque la distancia entre La Paz y Trinidad (594 km) es casi la misma que la que media entre Santa Cruz y Trinidad (552 km), aún hoy —con 189 años de república a las espal-das— el Estado no ha conseguido construir una vía asfaltada que conecte los llanos del

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Beni con los Andes, es decir, con todo el mercado de occidente. Por otra parte, como se anota en la investigación, desde el extremo oriental, la carretera Santa Cruz-Trinidad recién se inauguró en 1990. A nueve años de iniciado el “proceso de cambio”, actualmente está en construcción (con serios problemas de ingeniería para vencer la cordillera) el tramo Caranavi-Yucumo (que es la puerta de ingreso al Beni) y, desde ahí, los ramales hacia Rurrenabaque e Ixiamas (norte de La Paz) y hacia San Borja y Trinidad. A este ritmo —y conocido lo sucedido con tramos como el de Cotapata-Santa Bárbara— cabe preguntarse si cuando el país celebre el Bi-centenario de su independencia, en 2025, el Estado habrá conseguido integrar, vía terrestre, al Beni.

Esta situación provoca, sin duda, una sen-sación de anacronismo tecnológico pues Bolivia dispone, en 2014, de un satélite que la conecta, en tiempo real, al mundo y al espacio pero no dispone todavía de una in-fraestructura nacional que configure la “red vial fundamental de la patria”. La discusión en torno a la construcción de una carretera entre Villa Tunari (Cochabamba) y San Ig-nacio de Moxos (Beni), a través del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) también se puede enfocar desde esta perspectiva. Al margen de las implica-ciones ecológicas del emprendimiento, este tramo representa —desde el punto de vista estatal— la definitiva vinculación de la econo-mía beniana con los mercados globales (como zona de tránsito pero también como probable

agente proveedor), la articulación entre el Beni y los departamentos del occidente y, al mismo tiempo, una posibilidad de equilibrio frente a la influencia cruceña en la región.

Aquí, es preciso subrayar un punto que explica, a cabalidad, las condiciones de la nación y del Estado en Beni y que es la constatación de su persistente desconexión de los mercados (tanto nacional como glo-bal). Quien crea que en Bolivia lo oriental es uniforme y homogéneo se engaña pues pocas cosas en el país hay tan llamativas como la disparidad de desarrollo entre Santa Cruz y Beni; departamentos fronterizos y hermanos (el segundo ex provincia del primero). De nuevo, esto tiene que ver con la acción del Estado y con las condiciones del desarrollo nacional; el Plan Bohan y el Nacionalismo Revolucionario acabaron por sembrar la semilla de lo que hoy es Santa Cruz; una economía altamente globalizada28, por la vía de la agroindustria, de los hidrocarburos y de lo ilícito (Brasil es hoy, con diferencia, el primer consumidor de la cocaína que se produce o que transita por Bolivia). Sin em-bargo, a pesar de la continuidad geográfica y natural, el Beni quedó al margen de esta expansión. Un dato es suficiente para ilustrar esta “brecha”: en medio siglo (entre 1950 y 2000) la población de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra pasó de 50 mil habitantes a más de un millón mientras que, en el mismo período, Trinidad registró un crecimiento demográfico que no superó los cien mil habitantes (de 10.600 habitantes en 1950 pasó a 75.540 en 2001)29.

28 No hay que olvidar que las preferencias de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) permitieron desa-rrollar la agroindustria soyera cruceña vinculándola al mercado externo.

29 Fuente: “Diagnóstico del municipio de Trinidad”, Universidad Autónoma del Beni “José Ballivián”. Dis-ponible en: www.uabjb.edu.bo/ecominga/.../DIAGNOSTICO%20TRINIDAD.doc

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Por qué el capitalismo agroindustrial cruce-ño no se expandió al Beni sigue siendo una incógnita digna de estudio. De lo que no cabe duda es que esta realidad implica, en correspondencia, una configuración distinta tanto de las élites locales como del tipo de regionalismo (de la identidad local, en defi-nitiva); un hecho que, a los ojos del Estado central, no siempre es fácil de discernir. So-bre estos aspectos, el estudio aporta algunas valoraciones significativas:

Cierta forma de regionalismo se vincula con la globalización y tiende a rebelarse contra el poder del centro estatal que habla en nombre de la nación, en la medida en que les abre oportunidades a grupos empre-sariales y a sus élites en la conexión de ne-gocios con centros y mercados internacio-nales. Esto no ocurre con los movimientos regionales en el Beni. En un futuro, cuando se abran carreteras estables entre Rondo-nia y Beni, y al mismo tiempo se generen procesos económicos de industrialización interna y gran producción, puede que esto incida en esa dirección, en la emergencia de otro tipo de identidad regional menos acoplada al sentimiento boliviano como no ocurre hoy, a pesar del abandono estatal que todavía se reclama. Por eso concluimos que en el Beni tenemos un regionalismo en busca de protección estatal, orientado al lo-gro de políticas estatales. En el caso de San-ta Cruz esto es diferente; lo que menos se busca es la protección del Estado hacia sus necesidades básicas, [en este caso se trata] más bien de una estrategia de contención del Estado central en su modelo económico de desarrollo, ya vinculado a la economía de la globalización justamente (Ibíd.: 180).

En este mismo ámbito de reflexión, cabe subrayar como uno de los aportes más con-sistentes del estudio, la reflexión en torno al carácter del regionalismo y de la demanda regional del Beni, generalmente confundida con la posición cruceña. Como se analiza en la investigación, la posición beniana tiene su propia fisonomía:

Ni el movimiento regional ni el regionalis-mo son, en el Beni, una unidad de acción y de discurso; son, más bien, un campo de disputa de por lo menos dos bloques de actores: los que se alían al MAS y los que se oponen. En ambos casos se trata de un regionalismo pro estatal, al menos coherente con las condiciones del departa-mento: su débil estructura industrial y una sociedad civil muy reducida con fuerte in-fluencia de la acción estatal, sin actividad estatal de transformación que les permita solvencia política (Ibíd.: 180).

Las características del “encaje” del Beni en la idea de nación boliviana serían incomprensi-bles si no se atiende a ciertas particularidades benianas que hacen de este departamento un caso singular:

1. La enorme superficie geográfica: Con 213 mil km2, el Beni es el segundo depar-tamento más grande del país; compa-rativamente, su extensión equivale a la República de Guyana (la ex Guayana Británica que tiene frontera con Suri-nam y Venezuela).

2. La escasa densidad poblacional: Con 421 mil habitantes, el Beni es el segun-do departamento menos poblado del país (después de Pando) y registra una

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densidad de 1,99 hab./km2 (el prome-dio nacional es de 9,13 hab./km2, el más bajo de Sudamérica, después de Guyana y Surinam).

3. La extraordinaria biodiversidad y alto grado de preservación de la naturaleza: Como es sabido, la conservación de los recursos naturales es inversamente proporcional al número de carreteras existentes (“a menos carreteras mayor conservación”, podría ser la máxima). En este sentido, la “desconexión his-tórica” del Beni representa una venta-ja ecológica. Con tres áreas protegidas nacionales y ocho subnacionales —tal vez las más representativas sean el TIP-NIS, Pilón Lajas e Iténez—, Beni es el segundo departamento en superficie natural protegida. Con 3,1 millones de hectáreas, las áreas protegidas sub-nacionales del Beni (departamentales y municipales) representan el 37% de la superficie total en esta modalidad (Mi-nisterio de Medio Ambiente y Agua, 2012: 47).

Existen, sin duda, muchos otros elementos de la idiosincrasia beniana que podrían des-tacarse y que están subrayados en el estudio (como la doble identidad moxeño-misional, por un lado, y amazónica-riberalteña, por otro; la fuerte impronta religiosa jesuítica y, durante las últimas dos décadas, el fac-tor migrante andino decisivo en la nueva

configuración social local) pero, ante todo, el aspecto en el que vale la pena hacer hin-capié —por su incidencia en el ideario del Estado Plurinacional— es que el Beni es el departamento más “pluriétnico” del país pues alberga, al menos, a la mitad de los pueblos indígenas reconocidos por la nueva Constitución (18 de los 36).30

Aunque demográficamente, aún sumados, estos pueblos indígenas son minoría —pues representan una población de 90.288 habi-tantes frente a los 421 mil de todo el depar-tamento (es decir, un 21% del total)31—, no cabe duda que, cualitativamente, son el alma máter de la plurinacionalidad, su quintaesen-cia. Por ello, las valoraciones que contiene la investigación al respecto bien pueden considerarse como el aporte más importante de este trabajo, que se sintetiza a grandes rasgos a continuación, complementándolo con algunos otros datos:

1. El estudio recuerda una faceta de la autonomía indígena originario campe-sina que casi ha pasado al olvido estos últimos años y es que una de las mo-dalidades de autonomía indígena es la vinculada con los Territorios Indígena Originario Campesinos (TIOC) —an-teriormente denominados Tierras Co-munitarias de Origen (TCO)—, cuya formulación está establecida en el pri-mer inciso del artículo 291 de la CPE.

30 Baures, canichanas, cavineños, cayubabas, chacobos, pacahuaras, tsimanes, esse ejja, itonama, joaquiniano, maropa, moré, movima, mojeño-ignaciano, mojeño-trinitario, sirionó, tacana y yuracaré.

31 Estos datos proceden de un cálculo propio a partir del detalle de los datos del Censo 2012 disponibles en la investigación de esta convocatoria coordinada por Vincent Nicolas (2014: 83), por lo que pueden ser no del todo precisos si se considera que la población total de algunos pueblos indígenas referidos está repartida entre los límites del Beni con otros departamentos (La Paz y Cochabamba, principalmente). Sin embargo, ante la ausencia de un dato oficial al respecto, se considera que esta sumatoria tiene un valor aproximativo importante.

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66 TAN LEJOS, TAN CERCA DEL ESTADO PLURINACIONAL

En la investigación se menciona que en el Beni existen 19 TCO y se deja abierta la cuestión de su conversión a TIOC, a través de esta modalidad de autonomía. Este es un “agujero negro” en relación a la autonomía indígena en todo el país, pues cuatro años después de aprobada la Ley Marco de Autonomías y Descen-tralización “Andrés Ibáñez” (N° 031), de 19 de julio de 2010, no se conoce que existan avances en esta modalidad y no existen estudios e investigaciones que expliquen qué está sucediendo en esta materia32:

¿Cuántas autonomías indígenas se proyec-tan en el Beni? Todavía no se tiene una propuesta y análisis a detalle, entre las or-ganizaciones indígenas. Se piensa que el TIPNIS y el TIM son las más viables, am-bas en la provincia Mojos. La CPE dice en su artículo 290 que el autogobierno de la autonomía indígena se ejercerá de acuerdo a sus normas, instituciones, autoridades y procedimientos, conforme a sus atribu-ciones y competencias, en armonía con la Constitución y la Ley (Ibíd.: 183).

2. Una cuestión que no se aborda en la investigación pero que es colateral a la referida en el punto anterior, es la con-versión de municipios en autonomía in-dígena (que es otra de las modalidades contempladas por la CPE). Siendo el Beni el departamento más “pluriétnico”

del país —y además un departamento pionero en la presencia de concejales y alcaldes indígenas en los municipios— es muy significativo que ningún muni-cipio beniano haya optado por la au-tonomía indígena.33 Tampoco existen trabajos académicos que expliquen esta situación que no guarda relación con la historia de marchas y luchas de los pueblos indígenas de tierras bajas en de-manda de autonomía y constituyente.

3. Otro aspecto relevante es el hecho de que la nueva simbología adoptada por el Estado Plurinacional —la wiphala, concretamente— no ha logrado una receptividad plena entre los actores so-ciales benianos. Un claro ejemplo de ello es que en el desfile patrio del 6 de agosto de 2013 en Trinidad, ninguno de los participantes de la sociedad ci-vil trinitaria incluyó la wiphala en su paso por el balcón oficial del Gobier-no Departamental, donde sólo fueron izadas la bandera tricolor y la bandera beniana, acompañados de un danzante machetero (Ibíd.: 143).

4. En esta misma línea, otro aspecto que se subraya en la investigación es la margi-nación de los referentes indígenas de tie-rras bajas de la construcción historiográ-fica plurinacional. En este sentido, en el estudio se remarca que en el período colonial-misional se constituyeron, en los llanos de Mojos, los fundamentos de una “identidad indígena subestatal con

32 Hasta donde se conoce no existe ninguna solicitud formal de autonomía indígena por la vía de los TIOC (ver: Albó, Xavier. “Situación y perspectivas de la autonomía indígena en Bolivia. Panorama en cuatro municipios”. En: Primer Foro Andino Amazónico de Desarrollo Rural. La Paz: CIPCA, p. 215).

33 De los 12 municipios en los que se realizó un referéndum para la conversión en autonomía indígena, el 9 de diciembre de 2009, cinco eran de Oruro (Curahuara de Carangas, Salinas de Garci Mendoza, Chipaya, San Pedro de Totora y Pampa Aullagas); tres de Chuquisaca (Mojocoya, Tarabuco y Huacaya), dos de La Paz (Jesús de Machaca y Charazani), uno de Potosí (Chayanta) y uno de Santa Cruz (Charagua).

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SENTIR LA NACIÓN DESDE OTRAS ORILLAS 67

la instalación de gobiernos y cacicazgos indígenas, en 1810” (Ibíd.: 179). Es el caso de Juan Maraza, cacique cani-chana que en 1802 protagonizó un le-vantamiento contra el Gobernador de la época y que, según la investigación, constituye “el primer gobierno indíge-na que sienta bases de una autonomía regional”, en contraste con lo que había sucedido con los intentos de emanci-pación en los Andes, donde “todos los intentos de un autogobierno indígena habían fracasado” (Ibíd.).

5. A pesar de todos los procesos de trans-formación en la representación políti-ca, la emergencia de lo plurinacional todavía no logra convencer al conjunto de los actores benianos. Si bien existe cierto nivel de reconocimiento hacia las transformaciones estatales, también se percibe con bastante pesimismo el alcance real de estos cambios. El enun-ciado de las políticas de pluralismo aún se queda en un plano meramente retó-rico. En el Beni, existe una fuerte crítica a la preeminencia de un Estado andi-nocéntrico. Se coincide en señalar que tanto el Estado colonial como el Estado Plurinacional confluyen en manifestar una visión andina de las realidades re-gionales.

En suma, puede afirmarse que la implan-tación del Estado Plurinacional en tierras bajas está todavía rodeada de incertidumbre y dudas. Si bien, por una parte, como se señala en la investigación, “con el Gobierno de Evo Morales la inversión en carreteras, energía eléctrica y servicios básicos se pre-senta como la más grande de toda la historia [del departamento]” (Ibíd.: 10), por otra

parte, ésta no parece ser sino una repro-ducción de la forma convencional como el Estado siempre ha tratado de aproximarse al Beni: con una “oferta” de integración, a través de carreteras, electricidad y obra pública “pura y dura”.

Esto se confirma con el destacamento de batallones de ingeniería —inicialmente con recursos de Venezuela— para la cons-trucción de un “anillo” de contención en Trinidad que proteja el núcleo de la ciudad de las inundaciones; con diversas obras de pavimentación en Riberalta (cuya inversión puede leerse como una forma de equili-brar el poder político tradicionalmente conservador de la capital); y con la perió-dica asistencia —en formato de campaña centro-periferia— a los desastres cíclicos ocasionados por las temporadas de lluvias y por la vocación inundable de gran parte de las llanuras del Beni.

De lo que no cabe duda, en síntesis, es que a pesar de la distancia entre la retórica y la realidad plurinacional, el Beni es un territo-rio de disputa electoral en la que también se dirimirán pleitos sobre identidad, región y nación. Al igual que sucede en Santa Cruz, hasta los comicios generales de 2012, Evo Morales y el MAS no habían conseguido ganar ningunas elecciones nacionales en este departamento; es comprensible, por ello, el empeño y los recursos destinados para obtener el primer triunfo oficialista en esta plaza, lo cual significaría, sin lugar a dudas, un cambio histórico (al margen de la baja incidencia del voto beniano, por su peso numérico, en el resultado nacional). Sin embargo, el inesperado triunfo (pues todas las encuestas lo daban como perdedor)

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del candidato opositor Carmelo Lenz en las elecciones departamentales de enero de 2013, puede ser leído como un apego a lo regional y una forma de resistencia a que el oficialismo controle todos los resortes del poder en el departamento.

Por último, la presencia de un “candidato del TIPNIS” (Fernando Vargas, postulante

a Presidente por el Partido Verde de Bolivia) y la participación de un sobreviviente de la “purga” política a la oposición del otrora famoso CONALDE (Consejo Nacional De-mocrático) —Ernesto Suárez Sattori, como candidato a la vicepresidencia por Unidad Demócrata (UD)— otorgaron a las últimas elecciones un aroma distinto, genuinamente beniano.

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En este acápite se reúnen los resultados de dos investigaciones con enfoques del todo diferentes pero con un mismo eje: Bolivia ante la globalización. En el primer caso —La Bolivia del siglo XXI, nación y globalización. Enfoque internacional y estudios de caso (PIEB, 2014)—, se propone una lectura inusualmente vigorosa y optimista del po-tencial y de las perspectivas de Bolivia en el curso del siglo XXI, a partir del entorno geopolítico y de su extraordinaria ubica-ción geográfica en el centro del continente sudamericano.

Por otra parte, en el segundo estudio —Una disyuntiva complicada: Bolivia Plurinacional y los conflictos de las identidades colectivas frente a la globalización (PIEB, 2014)— se explica la contradictoria situación histórica del país recurriendo a la oposición entre la Bolivia de raíz indígena y la Bolivia que aspi-ra a ser parte de la modernidad globalizada.

1. Inevitablemente, el centro: Bolivia, el país de las tres cuencas

A diferencia de las otras siete investigaciones referidas en este documento, el trabajo La Bolivia del siglo XXI, nación y globalización.

Enfoque internacional y estudios de caso (PIEB, 2014)34, coordinado por el ex canciller Gus-tavo Fernández, no es un estudio con preten-siones sociológicas que combine categorías en torno a la identidad, la nación y el Estado, con la cuestión étnica de fondo; éste es un estudio que corresponde, mayormente, al ámbito de la política exterior, escrito (en gran parte) con la pluma de un ex diplomático y que, como es usual en esta tesitura, considera que la economía es la variable mayor indis-cutible en el orden de las cosas.

Contra la tradición de la literatura canci-lleresca nacional —reiterativa en torno a cuestiones como la mediterraneidad del país, la falta de cohesión nacional, la caren-cia de mercados, el mero extractivismo, la porosidad de las fronteras, los inconvenien-tes geográficos, los despojos territoriales, las derrotas bélicas, las amenazas de las potencias vecinas y la imposibilidad de un control efectivo de los recursos naturales—, este documento propone una lectura ex-traordinariamente vigorosa y optimista del potencial y de las perspectivas de Bolivia hacia los adentros del siglo XXI. Como si se tratara de una remembranza de aquel adagio de Bolívar que decía “Bolivia, la hija

CAPÍTULO IV

¿Resistencia o adscripción? Bolivia ante el pulsode la globalización

34 Como se podrá apreciar en la lectura de este acápite, las sucesivas referencias bibliográficas a la investiga-ción coordinada por Fernández carecen de número de página debido a que el Informe Final de Investiga-ción con el que se trabajó carecía de paginación.

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70 TAN LEJOS, TAN CERCA DEL ESTADO PLURINACIONAL

predilecta del Libertador”, la tesis central de este estudio es que Bolivia, por su ubicación geográfica, es el único país sudamericano capaz de gravitar geopolítica y económica-mente en las tres cuencas del continente: la del Pacífico (vía andina, hacia Chile y Perú); la del Plata (vía el oriente y el sur, hacia el Atlántico) y la Amazónica (vía Santa Cruz, Beni y Pando, hacia el Brasil):

Lo primero que se observa es la situación de Bolivia, en el centro de Sudamérica, con una masa territorial importante, de 1.083.301 km2 (la quinta de Sudamérica, sólo detrás de Brasil, Argentina, Perú y muy cerca de Co-lombia). A continuación se percatará, por el color ocre de las montañas y el verde de las tierras bajas, que es el único Estado que forma parte de las tres grandes cuencas con-tinentales: la del Pacífico, la del Amazonas y la del Plata (Fernández, 2014: s/p).

Desde esta perspectiva, Bolivia es un país andino-amazónico-platense. Sobre lo andi-no y amazónico se tenía bastante conoci-miento, la novedad en cuanto a los escena-rios geopolíticos tal vez sea la inclinación

“platense” de la nación, sobre la que vale la pena detenerse:

En la década inicial del siglo XXI se escri-be el primer capítulo de una nueva histo-ria de Bolivia y su inserción internacional. Su rasgo central es la conformación de un nuevo polo demográfico, económico, político, social y cultural en el inmenso territorio nacional que forma parte de la Cuenca del Plata, en una arco que cubre las tierras bajas del Oriente y los valles del Sur. El núcleo de ese polo es el departa-mento de Santa Cruz. Ese polo —gasífero, agrícola y ganadero— se complementa, se entrecruza y compite con el polo andino histórico, minero y comercial. Entre am-bos estructuran el perfil de un nuevo país que diversifica su estructura productiva, amplía la ocupación efectiva de su terri-torio y se proyecta hacia el Atlántico y el Pacífico (Ibíd.).

Desde este ángulo, el determinismo geográ-fico boliviano no es más una fatalidad sino una oportunidad; es un factor que, en virtud de la globalización, se vuelca a favor de la nación. La globalización (el auténtico “le-viatán”, para algunos) es acá simplemente un dato de la realidad, tan evidente como inexo-rable; una fuerza benéfica que, al parecer, no amenaza las identidades locales ni colisiona con los particularismos étnicos. No hay tal contradicción entre lo nacional-popular y la globalización —esa idea, entre humorística y real de Bolivia como el “Tíbet de los An-des”, por su cerrazón física y mental, queda definitivamente desterrada—, dinámicas que, contra lo que se pudiera creer, “hace rato” que sintonizan mucho mejor de lo que comúnmente se cree:

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¿RESISTENCIA O ADSCRIPCIÓN? BOLIVIA ANTE EL PULSO DE LA GLOBALIZACIÓN 71

Hacia el siglo XXI, el mercado global mar-ca el ritmo de la economía dominante y ha penetrado en los mundos y submundos de la vida de sectores sociales históricamente invisibilizados, adquiriendo otros sentidos. Amplios sectores económicos sintonizan con el capital internacional, actualizan sus intereses y potencian sus actividades eco-nómicas a partir de una nueva vinculación con la globalización (...) Al mismo tiempo que se generan procesos de transformación identitaria, se combinan y/o yuxtaponen las matrices originarias de conformación de imaginarios, con elementos que provienen del mundo globalizado, en un juego para-dójico en el que lo local/originario consti-tuye la base a partir de la cual se establece la relación con el mundo (Ibíd.).

Precisamente, el aporte de este estudio es su mirada global y transfronteriza, trazando un cuadro de situación de la región en función de la dinámica boliviana. En primer lugar, la afortunada circunstancia de Bolivia —como eje de tres cuencas— obedece a una “cadena de mutaciones en el sistema econó-mico y político, global y regional” que ha modificado, sustantivamente, la naturaleza de la inserción boliviana en el proceso de globalización. Entre las transformaciones más importantes cabe destacar la revolución tecnológica, el cambio de eje del poder del Atlántico al Pacífico, la convergencia entre las economías de los países en desarrollo y los de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la lenta recuperación de las economías de los países avanzados de occidente y la emer-gencia de Brasil como potencia regional indiscutida.

Aunque resulte decepcionante para los fines del discurso antiimperialista, en la investiga-ción se constata la pérdida de hegemonía de Estados Unidos (en lo que algunos llaman “nuevo [des]orden mundial”) y la puja brasileña:

Los ajustes en la geografía del poder, las recomposiciones estratégico-militares, los cambios económicos y las transformacio-nes energéticas en el mundo tienen con-secuencias directas para América Latina. Dos tendencias claramente identificables son: la relativa pérdida de influencia de Estados Unidos en la región y la emergen-cia del Brasil como centro de poder tanto en el plano regional como en el global. Brasil genera más del 43% del producto de la región, convirtiéndose en una potencia energética, especialmente en biodiesel y gas natural, y tiene un tercio de la población del continente (Ibíd.).

A este contexto hay que añadir el análisis de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) confirmando que la estabilidad macroeconómica y el crecimien-to del PIB en América Latina y el Caribe se explican por la bonanza respecto al precio de los recursos naturales y por la demanda de materias primas que tiene origen en los países del Pacífico, en especial China. Asimismo, el “boom” de los precios de la minería, los alimentos y la energía que la región exporta han generado una “reprimarización” de las economías de la región, lo cual, a futuro, entraña riesgos y desafíos complejos.

Pero, después de todo, ¿qué es la globaliza-ción y cómo entenderla? Si bien hay tantas

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definiciones sobre la materia como estados de ánimo, en este estudio se propone una acepción afincada, principalmente, en las lógicas expansivas del capital:

La dinámica de la globalización involucra fundamentalmente procesos macroeconó-micos, financieros, y una profunda revolu-ción tecnológica. Significa la expansión de los mercados más allá de las fronteras nacio-nales y, con ella, la irradiación de las lógicas del capital, el trabajo, las relaciones sociales, culturales y tecnológicas a nivel planetario. Uno de los principales elementos que se destaca en su desarrollo, es el rápido creci-miento de los mercados financieros globales desde fines de los años 70.

Es difícil pasar por alto el hecho de que, apa-rentemente (y, según como se mire, por for-tuna) Bolivia parece estar todavía al margen del fenómeno de la globalización financiera que es la versión más actual y despiadada de la globalización. Éste es un tema sobre el que no existe prácticamente información e investigación académica y que, sin embargo, resulta crucial pues en la medida en que la economía boliviana adquiera peso y volumen —cosa que, de hecho, ya viene sucediendo pues el PIB boliviano superó, en 2013, los 30 mil millones de dólares35 (hay que con-siderar que, en 2000, este mismo indicador registraba 8.300 millones de dólares)— la presencia de las finanzas globalizadas será inevitable. A priori, diera la impresión de que la inexistencia de fondos financieros transnacionales y de capitales “golondrina” sin rostro ni identidad en la escena nacional

puede obedecer a la modesta dimensión del mercado interno. No obstante, el horizonte para la economía boliviana, según se aprecia en la investigación, pasa, indefectiblemente, por los mercados internacionales:

No puede perderse de vista el tamaño del mercado interno, todavía disperso en un espacio geográfico muy amplio. En el año 2012, la suma de los tres grandes conurba-nos del eje central del país (Santa Cruz, La Paz y Cochabamba) se aproxima a los cinco millones de personas (es decir, la mitad de la población de Lima), separadas por una distancia de mil kilómetros entre los dos extremos de esa línea. De esa circunstancia deriva otro dato que tiene que recordarse siempre: el desarrollo y social de Bolivia depende y dependerá, en el horizonte pre-visible, de los mercados externos, es decir, de la exportación de sus recursos naturales, con crecientes grados de industrialización y valor agregado, tal como lo han hecho, en sus propias escalas, Estados Unidos, Ca-nadá, Australia, Argentina, Brasil y Rusia, por mencionar algunos países (Fernández, 2014: s/p).

De acuerdo a las conclusiones de este es-tudio, Bolivia pareciera estar “en el lugar adecuado y en el momento oportuno”. Pero, ¿cómo ha sucedido esto?, ¿cuáles son los factores internos que explican esta repentina potentia nacional? Sobre todo, de acuerdo a lo que se explica en la investigación, esto se debe al profundo cambio en el eje económico del país durante las últimas tres décadas. Es decir, que coincidiendo con la

35 Fuente: Banco Mundial (BM), disponible en: https://www.google.com.bo/?gws_rd=ssl#safe=off&q= PIB+Bolivia

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¿RESISTENCIA O ADSCRIPCIÓN? BOLIVIA ANTE EL PULSO DE LA GLOBALIZACIÓN 73

vigencia democrática, Bolivia ha pasado de ser un país económicamente minero-andino a constituirse en una economía cada vez más diversificada con prevalencia hidrocarburí-fera-oriental (aunque sin dejar de depender de la exportación, pura y simple, de materias primas):

En 1980, el Occidente de Oruro, Potosí y La Paz exportaban el 70% del total na-cional en minería y productos no tradicio-nales; el restante 30% provenía de lo que hoy conocemos como la “media luna”. Para el año 2011, esa relación se ha invertido: los hidrocarburos representan el 44,9% de las exportaciones totales del país, frente al 26,7% de minerales, 24,6% de manufac-turas y 3,71% de agricultura y ganadería. Concurrentemente, se ha producido una reversión en la composición poblacional, Potosí y Santa Cruz son los dos extremos del flujo migratorio: uno cae y el otro sube. La gente se movió de los centros mineros de los Andes a las zonas agrícolas de tierras bajas (Ibíd.).

Podría decirse, al respecto, que la demogra-fía no engaña. Entre 1900 y 1950 —como apunta la investigación— la población de las regiones mineras (La Paz, Potosí y Oruro) representaba casi el 50% de toda la pobla-ción del país. Entonces, La Paz, como centro administrativo y político de la Bolivia andina y minera, congregaba una cuarta parte de los habitantes de la república. Actualmente, sin embargo, lo destacable es la marcada inclinación a la concentración demográfica en las zonas metropolitanas de las tres capi-tales del eje central (La Paz, Cochabamba y Santa Cruz) que concentran el 47,2% de la población nacional.

Aquí es donde la investigación “rompe una lanza” a favor de la urbanización como factor de desarrollo. Si bien, generalmente, se aso-cia el fenómeno de la tardía desruralización de algunos países sudamericanos, como Bolivia, con fenómenos de hacinamiento, pobreza, desempleo y marginación en las periferias de las grandes ciudades, en esta in-vestigación se propone una mirada distinta:

Por su parte, Glaeser recuerda que hay una perfecta correlación entre urbanización y prosperidad. En promedio, en la medida en que la población urbana crece en un 10%, el ingreso por habitante del país aumenta en un 30%. El ingreso en aquellos países en los que la mayoría de la gente vive en ciudades es cuatro veces mayor que el de aquellos en los que la mayoría de la población vive en las áreas rurales (Gaeser, 2012. En: Fernán-dez, 2014: s/p).

Éste enfoque es, sin lugar a dudas, un in-sumo para el debate puesto que pareciera responder meramente a una mirada econo-micista y desarrollista de la pobreza cuando, como es sabido, la medición del desarrollo humano en función, exclusivamente, de la denominada “línea de ingresos” es fruto de permanentes polémicas y encontronazos.

A partir de dos constataciones —la primera es que se ha producido una “sudamericani-zación” de la economía y la política boliviana por lo que, por primera vez en la historia, el “espacio vecinal” es el condicionante principal de la proyección externa del país; y la segunda es que se puede descartar la tra-dicional crispación generada por el atávico temor a que las potencias vecinas se apropien del territorio boliviano—, la investigación

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propone una suerte de “manual” de lo que deberían ser los ejes de la política exterior boliviana en este nuevo siglo:

1. Proyectar Bolivia en base al “núcleo de la nacionalidad”: En este nuevo siglo, en una etapa más avanzada de su desa-rrollo, con mayor seguridad en sí mis-ma, preservando el núcleo básico de la nacionalidad y sus atributos esenciales de país andino, amazónico y platense, Bolivia puede proyectar una política ex-terior diferente, de signo positivo, una vez que quedó atrás la penosa fase de afirmación de su territorio y su identi-dad. En el Oriente, Santa Cruz ya no es más el “espacio vacío” del hinterland sudamericano. Ahora es uno de los pri-meros departamentos de Bolivia y nú-cleo vigoroso de afirmación de la iden-tidad económica, cultural y política de la nación. Se agrega —no reemplaza— a la raíz ancestral de la meseta andina, que enfrentó y resistió catástrofes mili-tares y políticas.

2. Diversificar y ampliar la estructura produc-tiva: El norte de la acción externa bolivia-na es diversificar y ampliar su estructura productiva para aprovechar su potencial energético, minero y agropecuario, y garantizar el desarrollo de las nuevas re-giones productivas del país, a través de rutas alternativas de salida al mar, por las cuencas del Amazonas y del Paraguay y con la intención de ampliar las opciones portuarias en el Pacífico y el Atlántico, que compitan y reduzcan costos. En esta lógica, la relación con la Cuenca del Plata es una pieza fundamental, como lo prue-ba el hecho de que Puerto Aguirre, sobre el Río Paraguay, es ahora el puerto más

importante del país, a pesar de todos los inconvenientes que falta superar.

3. De “país-tapón” a “país-puente”: Es el momento de aprovechar el excepcional emplazamiento geográfico del país, en-tre tres cuencas (la del Pacífico, la del Atlántico y la del Plata) para convertir a Bolivia en un “país-puente”, que supere la condición de “país-tapón”, a la que lo condenaron las circunstancias internas y externas de la etapa de su formación como República.

4. Rumbo al Pacífico: La gravitación econó-mica y política de Bolivia en el Pacífico es un objetivo nacional permanente. La presencia de los comerciantes bolivianos —especialmente aymaras— en Arica e Iquique ha dejado de ser un dato es-trictamente económico para convertirse en un factor social y político de primer orden. Así, el anclaje boliviano en el Pacífico es un dato central para el equi-librio geopolítico interno, a la luz del crecimiento notable del polo de Orien-te, con base en Santa Cruz. Es preciso que Bolivia continúe en la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y que, por razones económicas y comerciales in-controvertibles, se incorpore a la recien-temente creada “Alianza del Pacífico”.

5. La oportunidad de la Cuenca del Plata: La proyección de Bolivia hacia la Cuen-ca del Plata es imperativa e imposter-gable para la integración energética, la expansión de la frontera agrícola y la apertura de nuevas rutas amazónicas y platenses para el comercio exterior. Sin exagerar mucho se puede afirmar que buena parte del futuro boliviano depende de su articulación con los dos grandes polos de desarrollo continental

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¿RESISTENCIA O ADSCRIPCIÓN? BOLIVIA ANTE EL PULSO DE LA GLOBALIZACIÓN 75

(Brasil y Argentina) y su alianza con Paraguay y Uruguay. Por primera vez, Bolivia se encuentra a una distancia y costo razonable de los grandes polos de desarrollo; el gran complejo industrial y agrícola que tiene a San Pablo como epicentro en Brasil y a Buenos Aires en Argentina.

6. La importancia del Mercado Común del Sur (MERCOSUR): En el plano comer-cial, el MERCOSUR se ha convertido en el primer destino de las exportacio-nes de Bolivia (45% del total), Paraguay (48%), Uruguay (34%) y Argentina (25%). Por ello, la economía boliviana del siglo XXI está cada vez más ligada a los países del MERCOSUR o de la Cuenca del Plata, como se la llama en la investigación por una connotación fluvial que es crítica para Bolivia.

Tras mencionar la necesidad de expandir y fortalecer las manifestaciones de la presencia boliviana, tanto económica como social, en el norte del país y en la cuenca amazónica, el estudio concluye señalando una serie de limitaciones estatales ante los desafíos del siglo XXI, en una suerte de compensación ante tantas previsiones patrióticas auspicio-sas: a) las enormes dificultades del Estado para adaptarse a las nuevas realidades, de-terminadas por factores externos fuera de su control y por el extraordinario dinamismo y creatividad de los grupos y actores sociales; b) la incapacidad de la plurinacionalidad para convocar e interpelar a quienes acoplan cotidianamente su identidad, de lo comu-nitario local a lo global; y c) la evidencia de que la apertura al mundo globalizado afecta los viejos códigos binarios internos, construidos históricamente, de identidad y

relación con el otro; la oposición camba y colla; o la del blanco respecto a lo aymara, puesto que el mercado penetra esos códigos, democratiza el acceso a los bienes, genera una nueva sinergia y una diferente calidad de relación (Ibíd.).

Aunque habrá quien crea que esta versión sobreestima la capacidad del mercado para cambiar la composición social generando igualdad, lo cierto es que muchos eco-nomistas consideran que los sistemas de exclusión y segregación social sólo cambian verdaderamente cuando se constituyen nuevas burguesías o clases medias. Algo así podría estar ocurriendo en el país, con ma-tices étnicos muy particulares, a juzgar por las conclusiones de la segunda parte de la investigación que incluye el estudio de caso de dos escenarios que parecerían extremos y opuestos —el de la agroindustria soyera en Santa Cruz y el de las redes de comercio informal de cuño aymara en el occidente del país— pero que, en realidad, tienen un pun-to de encuentro al articularse a los mercados de la globalización y al representar, de cierto modo, una complementariedad económica genuinamente boliviana.

Aunque por cuestión de espacio no es posi-ble desarrollar aquí el contenido de esta parte de la investigación, resulta muy sugerente la idea de que por su aproximación a los sec-tores empresariales del Oriente, por la base extractiva de la economía nacional y por el carácter gremial de los grupos sociales que son el colchón del Gobierno, el Estado Plu-rinacional estaría propugnando un modelo económico que podría describirse como “neoliberalismo popular”. Recurriendo a una reflexión de Carlos Toranzo, politólogo,

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76 TAN LEJOS, TAN CERCA DEL ESTADO PLURINACIONAL

este estudio concluye anotando que las ba-ses del MAS se dirigen, sin decirlo, hacia la construcción de un neoliberalismo popular sostenido por empresarios emergentes y por burguesías cholas. Tal vez se trate de lo que en algún momento se quiso etiquetar, desde los mismos grupos afines al Gobierno, como “capitalismo andino”.

2. Dilemas de hoy y de ayer: modernidad vs. indianidad

A partir de las ocho publicaciones de la convocatoria del PIEB que son el sustrato de este documento, el segundo posible abordaje al tratamiento de la Bolivia contemporánea en los márgenes de la globalización corres-ponde con la investigación Una disyuntiva complicada: Bolivia Plurinacional y los con-flictos de las identidades colectivas frente a la globalización (PIEB, 2014), coordinada por H.C.F. Mansilla.

Pues bien, de acuerdo a esta investigación, la contradicción actual —el “nudo gordiano” que traba la bolivianidad, podría decirse— es la oposición entre la Bolivia de raíz indí-gena y la Bolivia que aspira a ser parte de la modernidad globalizada:

Bolivia ha estado siempre partida, por lo menos en dos partes: aquella Bolivia de raíz y orígenes indígenas, versus el perfil de una Bolivia que aspira a ser parte del contexto mundial de la modernidad occidentali-zada (...) El país sería un péndulo que se mueve entre el mundo indígena sojuzgado y oprimido y el ámbito de la modernidad globalizadora y entre los deseos de construir una nación incluyente y los intentos de las castas oligárquicas que buscan imponer una

lógica de poder elitista y excluyente (Man-silla, 2014: 5).

Ésta es, de algún modo, la clásica versión de “la dos Bolivias” pero invertida. A diferencia del estudio referido en el punto anterior —en el que se considera que este antago-nismo (indianidad vs. modernidad) está ya superado por la dinámica de una realidad en la que, desde hace tiempo, lo uno y lo otro se conjugan cotidianamente sin tropiezos (prueba de ello son las redes comerciales de cuño aymara articuladas a la provisión de los mercados asiáticos)—, en la investigación de Mansilla se insiste en esta dicotomía como hipótesis de trabajo:

...estableciendo una hipótesis provisional acerca de los vínculos y las tensiones que se han establecido entre el proceso de glo-balización (de carácter moderno, capitalista y universalista) y la preservación de valores autóctonos (a menudo, de cuño particula-rista, colectivista y premoderno) que con-tribuyen a la conformación de una iden-tidad nacional propia pero en constante reconfiguración (Ibíd.).

Pero además de “particularista”, “colectivista” y “premoderno”, el comunitarismo es sobre todo pernicioso por su “relativismo moral”; por la negación de la existencia de una mo-ral universal basándose en el argumento de que todo sistema ético es contingente y está enraizado en una determinada tradición cultural cuyos valores no son transferibles a otras sociedades (Ibíd.: 33). Así, ante el avance irremisible de la modernidad, Bolivia resulta una rara avis en la escena internacio-nal; un caso exótico en el concierto de la globalización:

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¿RESISTENCIA O ADSCRIPCIÓN? BOLIVIA ANTE EL PULSO DE LA GLOBALIZACIÓN 77

Podemos aseverar que el país brinda uno de los ejemplos más interesantes y origi-nales a nivel mundial de colisión entre la expansión de los principios universalistas y el renacimiento de valores particulares au-tóctonos (Ibíd.: 7).

Conociendo ya los valores asignados a la indianidad falta únicamente saber cuáles son los atributos de la modernidad, cuya dinámica se asocia al capitalismo industrial, a la razón instrumental y a la ciencia:

Es de conocimiento en el mundo académi-co que toda teoría de la modernización y la modernidad defiende un punto de equili-brio principal; el capitalismo y los procesos de industrialización se han expandido de manera global para conformar un modelo de desarrollo único al cual aspiran e imi-tan las sociedades dependientes. La mo-dernidad también se identifica con el pen-samiento occidental donde predomina la razón instrumental y científica que asume como poder de transformación las capaci-dades del Estado y las fuerzas productivas para establecer un paradigma ideal de des-envolvimiento universal (...) El universalis-mo es, entonces, un proceso histórico que se cree ejemplar y que posee el signo domi-nante de la cultura y el mercado mundial como características específicas del proceso occidental (Ibíd.: 6).

Con la razón universal de su lado, resulta obvio que la suerte de cualquier “resistencia” a la modernidad está echada y que, al fin y al cabo, el Estado Plurinacional, la descoloniza-ción y cualquier atisbo de “particularismo an-cestral” son tan solo epifenómenos que, más temprano que tarde, se llevará la corriente:

Con alguna probabilidad y seguridad se puede alegar que la ideología oficial, las doctrinas de la descolonización y los esfuer-zos similares por construir una identidad popular diferente (de la que prevalecía hasta 2005) no podrán sustraerse de la enorme influencia normativa que irradia la cultu-ra globalizadora occidental y urbanizada. Mientras que el Estado Plurinacional frag-menta las identidades colectivas a partir de la entronización de los particularismos ancestrales, la globalización con su espe-cial cosmopolitismo termina por instaurar otro tipo de fragmentación asentado en las identidades solamente individuales. Ambas direcciones de la fragmentación desarrollan una serie de obstáculos que impiden el fo-mento de una unidad confiable del Estado-Nación en el país (Ibíd.: 10).

En suma, en el estudio se sostiene que la modernización ya se impone paulatinamente sobre los valores ancestrales, es decir, “sobre las normativas que provienen de la herencia cultural propia: los idiomas nativos, las cos-tumbres de vida rural, o la familia extendida, así como [sobre] el convencimiento de que

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la moralidad de los pueblos originarios es el verdadero lugar de una sinceridad legítima, capaz de convertirse en una razón superior frente la escala de valores del mundo occi-dental” (Ibíd.: 185).

Después de todo, es interesante advertir cómo la descalificación del “proceso de cam-bio” recurre a argumentos opuestos desde los que podrían considerarse como los ex-tremos del arco del pensamiento boliviano. Mientras para H.C.F. Mansilla el rebrote del pensamiento indianista —encarnado en el Estado Plurinacional— representa una fuerza antagónica a la globalización capitalista; para Luis Tapia, politólogo, ac-tualmente, “el Estado está operando como agente de los poderes transnacionales”.36 A juzgar por esta última interpretación, más allá de la retórica indigenista, en el país se estarían creando las condiciones para que el capitalismo se instale a plenitud y prospere como nunca antes.

Por otra parte, en la investigación que se reseña en este acápite se postula la globa-lización como una suerte de desemboque natural e inevitable; como un punto de llegada incuestionable donde prima el libre mercado, lo universal y la sana indiferen-ciación humana. Sin embargo, ¿será este un puerto tan apacible como parece? Tal vez la literatura contemporánea —a través de cierta corriente que coincide en retratar algo que vagamente se podría definir como la “an-gustia de la modernidad”— ofrece mejores respuestas que la sociología. A continuación,

cuatro ejemplos breves desde Europa, Esta-dos Unidos y América Latina.

El escritor francés Michel Houellebecq (Las partículas elementales, 1998; Plataforma, 2001; La posibilidad de una isla, 2005 y El mapa y el territorio, 2010, entre otros títulos) —quien se considera a sí mismo como un espécimen espantoso de occidente— se ha dedicado a diseccionar, combinando cinismo y ternura, la situación de una sociedad que “se empecina en el dolor” abordando el he-donismo y el exhibicionismo, la destrucción de cualquier forma física en las relaciones humanas, el desinterés y el asco por el prójimo, la sublimación del consumo37, el sufrimiento moral y la penalización de la vejez, las ventajas comerciales de la porno-grafía y la ultraviolencia; el desamparo... Por otra parte, en una transcripción narrativa de la neurosis humana actual, David Foster Wallace (La broma infinita, 1996 y El rey pálido, 2011) —escritor norteamericano que se suicidó el 2008— se recreaba en la expo-sición de las adicciones, los neuroquímicos, la competencia descarnada desde la infancia y la búsqueda de éxito y celebridad, la simu-lación y apariencia, el sentido del ridículo, la híper intelectualización de la vida como una fatalidad, la noción de héroe tan propia de la sociedad del espectáculo americana y, en general, la vanidad y la insoportable burocratización de la experiencia humana.

Por otra parte, en un registro directamente político, el escritor argentino Ricardo Piglia se reapropia, en su última novela (El camino

36 Comentario de Luis Tapia en ocasión del coloquio y presentación de publicaciones “Nación y Estado Plurinacional: rupturas y continuidades”, organizado por el PIEB, el 25 de julio de 2014.

37 “Aumentar los deseos hasta lo insoportable y a la vez hacer que satisfacerlos resultara cada vez más difícil; ése resultaba el principio único de la sociedad occidental” (Houllebecq, 2005: 50).

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de Ida, 2013), de la biografía del llamado “Unabomber”,38 reescribiendo su famoso manifiesto contra el capitalismo industrial y tecnológico en el que se desliza la tesis del terrorista individual como el “héroe del siglo XXI”, además de otras ideas sobre la fusión de tecnología y capitalismo como anuncio de la prescindencia del ser humano, la apro-piación del postulado del “hombre nuevo” guevarista por parte del capitalismo (claro que en un sentido inverso) y la conciencia individual como la última trinchera de re-sistencia ante la ocupación tecnológica de todas las facetas de la vida y de la privacidad. A propósito, una versión bastante más burda pero interesante del “neoludismo” —una ideología opuesta a la revolución digital y al desarrollo de la inteligencia artificial— está planteada en Trascendence (Pfister, 2014), una película de la industria hollywoodiense de reciente factura.

Por último, el novelista norteamericano Don DeLillo (Cosmópolis, 2009 [2003])39 se adentra en la mente febril y dispersa —hipermaníaca— de un joven especula-dor de las finanzas que va en su limusina a cortarse el pelo hasta un suburbio situado al otro extremo de Manhattan para, en el trayecto, poner en escena y teatralizar —a través de varios personajes que van entrando y saliendo del vehículo— los tópicos de esa forma del capital que abandonó el plano de lo productivo para adentrarse en un terreno meramente especulativo; tal cual también

lo es (especulativo) el discurso delirante que irradia ese mismo sistema:

Mira cómo corren esos dígitos. El dine-ro genera el tiempo. Antes era al revés. El tiempo cronológico aceleró el ascenso del capitalismo (...) Es el capital cibernético lo que crea el futuro, ¿a qué equivale esa medi-da llamada nanosegundo? (...) Necesitamos una nueva teoría del tiempo (...) Toda esta gente [manifestantes altermundistas o anti-globalización que rodean la limusina] sólo es una fantasía generada por el mercado. No existen fuera del mercado. A ningún sitio podrían ir si se empeñaran en quedar fuera. No existe ese afuera. La cultura del mercado es total. Genera a esos hombres y mujeres. Son necesarios para el sistema que desprecian. Lo dotan de energía y concre-ción (...) Esto es una manifestación contra el futuro. Lo que quieren es aplazar el fu-turo, normalizarlo, impedir que arrolle al presente (DeLillo, 2003: 79-80).

Frente a la persecución secular de una idea utópica —restituir el poder al indio— con la que se abrió el análisis de las ocho investi-gaciones resultantes de la convocatoria de in-vestigación “La nación boliviana en tiempos del Estado Plurinacional”, estos referentes literarios muestran, contrariamente, una raíz “distópica” común fundada en el hastío, la angustia y la insania mental; donde cual-quier ideal es motivo de sarcasmo. Toda esta literatura parece destilar el agotamiento de

38 El matemático de Harvard y Berkeley, Theodore John Kaczynski que llevó una vida “a lo Thoreau” en una apartada cabaña y que entre 1978 y 1995 fabricó y remitió numerosas bombas principalmente a profesores y objetivos académicos matando a tres personas e hiriendo a otras 23. Después de que se conociera públi-camente su manifiesto “La sociedad industrial y su futuro” y de que su hermano reconociera algunos rasgos de su escritura, Kaczynski fue detenido por el FBI en 1995.

39 Existe también una pobre versión cinematográfica con el mismo título que la novela, del director David Cronenberg, estrenada en 2012.

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la especie y pone de manifiesto una misma evidencia: la definitiva necesidad humana de contacto biológico que, según todo indica, no puede ser reemplazada por el contacto tecnológico.

Mientras estas últimas reflexiones llegan del núcleo de la modernidad postindustrial cibernética, es interesante advertir cómo, en Bolivia, el discurso sobre el Estado Plurina-cional se construye, ambiguamente, sobre una retórica orientada por el “vivir bien” —un paradigma de algún modo emparen-tado con las críticas antes formuladas— y una práctica que se sostiene en la idea de la industrialización de los recursos naturales (propia de la Revolución Industrial de hace dos siglos cuando, Gran Bretaña, pasó de la sociedad agrícola a la sociedad industrial) y en la promesa tecnológica. En este sentido, basta observar el efecto popular del satélite Túpac Katari y de las tres líneas del teleféri-co construidas en La Paz para darse cuenta cómo —en tiempos del Estado Plurinacio-nal— Bolivia vive tres siglos en uno.

Por otra parte —de forma consistente con la antítesis entre modernidad e indianidad— el segundo gran eje de la investigación mencionada (Una disyuntiva complicada: Bolivia Plurinacional y los conflictos de las identidades frente a la globalización [PIEB, 2014]) se refiere a la falta de “corporeidad” de la nación boliviana. En las antípodas de cualquier consumación estatal utópica cam-pesino-indígena, desde la perspectiva de este estudio, el “proceso de cambio” y el Estado Plurinacional adquieren una dimensión de

impostura propia de un régimen de falsarios. Así, el planteamiento central de este trabajo, en tono ensayístico, es la condición evanes-cente (que se desvanece o se esfuma, por lo tanto inaprehensible) de la nación boliviana:

Cuando la temática de la identidad irrumpe en el campo de las ciencias sociales bolivia-nas, lo hace siempre en cuanto conciencia de una crisis. No ha habido generalmente una identidad aceptada o sólida, reconoci-da como tal por todos los sectores sociales importantes del país, sino más bien intentos repetidos y malogrados de crear identidades nacionales a partir de la acción —nunca sis-temática— del Estado central.40

Esta inconcreción de la nación boliviana obedecería a esa larga lucha entre el esen-cialismo arcaico de un indianismo redivivo y los valores universales de la modernidad occidental. El indianismo es imputable entonces por ser particularista, retrógrado y atrasado y, sobre todo, por resistirse a la imparable corriente universal representada por el mercado, la globalización y los dere-chos humanos:

El indianismo utilizó la crisis del sistema de partidos en la democracia representativa para denostar a la Nación boliviana, fomen-tar el conflicto y revitalizar la fragmentación étnica-cultural. El resultado paradójico de esta expresión democrática es, hasta el día de hoy, el cuestionamiento sobre la existencia de una Nación boliviana, frente a lo cual ni las élites, ni las clases medias urbanas plan-tearon alguna solución factible y duradera

40 Alcócer, Pamela; Gamboa, Franco y Mansilla, H.C.F. “La ‘nación boliviana’: Entre la evanescencia y la retórica”. En: Nueva Crónica (quincenario), N° 145, junio de 2014, p. 9.

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de unidad. Eso es lo que hace pensar en la Nación como una búsqueda o aspiración evanescente (Mansilla, 2014: 183).

La encarnación más reciente de ese india-nismo a ultranza sería, de acuerdo a esta lectura, el corpus de la nueva Constitución que se fundamenta, hasta cierto punto, en el trabajo realizado por la Comisión “Vi-sión País” durante el proceso constituyente (2006-2008):

En el seno de la Comisión Visión País se reprodujo una visión simplificada y simpli-ficadora de toda la realidad social del país, visión que en forma elemental aparece en la obra de Fausto Reinaga y en las corrientes indianistas radicales que tomaron la forma y los riesgos de una forma antinómica. Surge, por ejemplo, el postulado de una moralidad de los dominados, que per se tiene un valor muy superior a la moralidad de los domi-nadores, y por ello se halla encima de toda crítica intelectual y, en casos concretos por encima de toda negociación política.41

Aunque este estudio considera como uno de sus principales hallazgos la revalorización de los escritos de Fausto Reinaga,42 podría de-cirse que, en muchos casos, la descalificación del indianismo incurre en un tono análogo al del pensador indio tantas veces denostado por su virulencia verbal contra el blanco. Así, a ratos, este texto pareciera estar dictado por el alter ego liberal de Reinaga, como se muestra en el siguiente fragmento:

...sobre todo porque se dio por sentado que el largo colonialismo sufrido desde 1825 —año de la fundación de Bolivia sin la participación de ningún indígena en la Asamblea Constituyente— no podía obte-ner justicia en el siglo XXI, sin antes dejar en la miseria a las clases medias mestizas, usurpar sus beneficios modernos así como decapitar la Bolivia señorial que había usur-pado la dignidad de los “indios del país”. El mestizaje fue considerado pútrido y enaje-nante para descartar absolutamente a la glo-balización como una oportunidad promi-soria, debido a que el capitalismo mundial irradiaba siempre el racismo y dejaba en la orfandad y la muerte a los indios, subordi-nando su cultura a la matriz colonial de po-der del Occidente blanco estadounidense o europeo (Mansilla, 2014: 163).

Así como la nación boliviana no es más que humo que se esfuma —una quimera, podría decirse—, el Estado Plurinacional resulta ser, a fin de cuentas, una mascarada: “Un baile de máscaras en medio de la globalización (...) que opera como un instrumento de legitima-ción de un partido y de un líder, orientados hacia presunciones hegemónicas” (Ibíd.: 186). Por lo tanto, a partir de estas sentencias no hay mucho más que añadir. Puede cole-girse entonces que el “vivir bien” no es más que un “ardid discursivo que reinserta los conceptos tradicionales del crecimiento eco-nómico y la globalización inescapable” (Ibíd.: 185); que “el concepto de colonización del Estado y de la gestión pública no ha generado

41 Alcócer, Pamela; Gamboa, Franco y Mansilla, H.C.F. “La ‘nación boliviana’: Entre la evanescencia y la retórica”. En: Nueva Crónica (quincenario), N° 145, junio de 2014, p. 9.

42 “...que destacan por la calidad de su prosa literaria (es decir: atrayente para un público amplio), por la fecha temprana de su elaboración (la originalidad teórica) y por haber condensado una especie de sentido común de un importante sector social: la cara oculta de la modernidad” (Ibíd.).

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ninguna propuesta clara” (Ibíd.: 187) y que “la ley educativa Avelino Siñani-Elizardo Pé-rez no contribuye ni a comprender el mundo moderno, ni tampoco a valorar los deseos profundos de la población” (Ibíd.).

No obstante, existen en el debate público intelectual boliviano otros grados de objeción a la forma que ha ido adquiriendo el Estado Plurinacional, con un argumentario más am-plio y matizado. Por ejemplo, en un subedi-torial reciente del quincenario Nueva Crónica se alerta sobre el carácter patrimonialista del Estado boliviano, víctima de una corporación de sindicatos, gremios, confederaciones y grupos de poder afines al Gobierno:

...en un momento en el que las formalida-des de la democracia liberal son un recuerdo (pues no hay ni siquiera la intención de pre-servar una separación de los órganos estata-les, ya todos son abiertamente supeditados al Ejecutivo), asistimos a la plena vigencia de una democracia de las corporaciones. Si los momentos de excedente (económi-co) son los momentos de la disponibilidad (para el cambio social), como quería el últi-mo Zavaleta Mercado, el generoso exceden-te del proceso de cambio —acaso el mayor en toda nuestra historia republicana— lo que ha producido es una democracia cor-porativa en la que, claro, aquellos al margen de las corporaciones habitan una suerte de nueva marginalidad política.43

Y es que además de haber alineado a las cuatro organizaciones fundadoras del

Instrumento Político (MAS-IPSP) —coca-leros, campesinos, “bartolinas” y coloniza-dores (ahora, “interculturales”)— si algo es inobjetable es que este “proceso de cambio” ha ido constituyendo, a lo largo de nueve años, la mayor coalición jamás conocida de organizaciones sociales de toda índole y signo: cooperativistas mineros, mineros asalariados y trabajadores en general; cen-trales obreras (departamentales y nacio-nal), petroleros, transportistas, gremiales, comerciantes, juntas vecinales, magisterio, microempresarios, jubilados, migrantes, ropavejeros y hasta chuteros (que dicen ser afines al proceso de cambio al exigir la lega-lización de sus vehículos indocumentados). El radio de acción e influencia del Gobierno en la composición popular de la nación no tiene parangón.

Empero, éste no es un tema menor; la com-posición social del Estado Plurinacional y los mecanismos de la representación política en la democracia boliviana actual son cuestio-nes primordiales. Como señala el periodista Fernando Molina (en una reseña del libro El espejo de la sociedad. Poder y representación en Bolivia [CERES-Plural Editores, 2014], de María Teresa Zegada y Jorge Komadina), el dilema de la representación política —esto es, la necesidad de designar a delegados que actúen a nombre del pueblo que pueden acabar convirtiéndose en una élite de intere-ses particulares distintos de los de sus man-dantes— puede tener graves consecuencias, como prueba la debacle del sistema político boliviano en 2003.44

43 “Temas de fondo: Representación e identidad” (subeditorial). En: Nueva Crónica (quincenario), N° 145, junio de 2014, p. 3.

44 Molina, Fernando. “La cuestión de la representación: Sobre El espejo de la sociedad”. En: Nueva Crónica (quincenario), N° 145, junio de 2014, p. 16.

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La investigación de Zegada y Komadina encuentra que esta última década ha cam-biado la composición social de los cuerpos legislativos: se ha incrementado la presencia de trabajadores, artesanos y campesinos por lo que ha aumentado “la representatividad” de estos cuerpos; sin embargo, esto no sig-nifica que haya mejorado, necesariamente, la calidad de la representación pues, al igual que sucede con la cuestión de género, un mayor número de mujeres parlamentarias no implica, automáticamente, una mejora en la legislación y en las políticas públicas en la materia. Lo que se advierte, en todo caso, con este fenómeno de “corporativización” de la representación política, es la defensa de intereses particulares en contraposición al interés público:

...la representación indígena y popular (...) se desvirtúa al llevarse a cabo en un sistema en el que los representantes poseen bajos ni-veles de autonomía respecto de sus partidos si estos son mayoritarios, y en cambio ac-túan casi sin coordinación y a su libre albe-drío cuando sus partidos son minoritarios (...) En todo caso, este tipo de representan-tes denuncia la existencia de una ‘represen-tación corporativa’: se pone en los espacios de deliberación democrática a ‘agentes’ de las instituciones sindicales y populares me-canismos tradicionales de acción política que llegan a alianzas con los partidos y usan mecanismos electorales para asegurar la de-fensa de sus intereses particulares.45

De la mano de esta “corporativización” tanto del Estado como de la representación

política, podría añadirse, como otro elemen-to de análisis, un aspecto señalado por Roger Cortez, docente de Ciencias Políticas, en relación a la constitución progresiva de una generación de políticos profesionales que se han forjado en el proceso de cambio (aunque en ningún momento disputan el liderazgo de Evo Morales) cuya dinámica contrasta con la escasa renovación de los cuadros políticos de la oposición y del sistema político boliviano en general.46

Una última impugnación a la autenticidad del Estado Plurinacional que vale la pena referir es la que formuló Luis Tapia, poli-tólogo y coordinador del Doctorado del CIDES-UMSA, en ocasión del coloquio y presentación de publicaciones “Nación y Estado Plurinacional: rupturas y continui-dades”, organizado por el PIEB, el 25 de julio de 2014. En opinión de Tapia, Bolivia está viviendo una etapa de nacionalismo corporativista, en la que algunos núcleos duros de la sociedad —como los cocaleros y los cooperativistas mineros, entre otros gremios— instrumentalizan al Estado para que éste los proteja (a diferencia de lo que sucedía con el Estado neoliberal que los combatía), a expensas del debilitamiento de la sociedad civil en su conjunto:

Este Estado ha empezado a desorganizar a buena parte del resto de la sociedad civil. Hoy, la CSUTCB y los sindicatos proba-blemente están viviendo su período más pobre de vida política interna. Es decir, hay un proceso de despolitización, fragmenta-ción y de reciclaje de las prácticas estatales

45 Ibíd.46 “Diálogo en Panamericana”. Radio Panamericana (La Paz), 5 de septiembre de 2014, 12:45 am.

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de la época de la dictadura con la creación de organizaciones paralelas y cuando éstas no bastan atacando la sede de las organi-zaciones indígenas con apoyo de algunas facciones del sindicalismo campesino ope-rando como brazo paraestatal (...) Desde el TIPNIS [las dos marchas realizadas en 2012 y 2013 contra la construcción de una carretera a través de este Territorio Indígena y Parque Nacional], el Gobierno ha recicla-do la doctrina de la seguridad nacional y el enemigo interno son las organizaciones indígenas, la CIDOB y el CONAMAQ; y esto se traduce en la criminalización de la acción política de estos sectores.47

Según Tapia, en el discurso de los gober-nantes no queda claro cuál es la idea de nación pues “hablan de patria igual que los dictadores de los años 60 y 70; es decir, la base del nuevo Estado no es la nación sino el conjunto de ciudadanos individuales, por un lado, y el de las corporaciones, por el otro”. Tapia concluye su crítica advirtiendo sobre la gestación de un peligroso “leviatán crio-llo”48; una advertencia que no puede pasar desapercibida proviniendo de quien fuera uno de los miembros del núcleo intelectual

(denominado “Comuna”) —del que tam-bién formó parte Álvaro García Linera— precursor de las ideas que enrumbaron, a fines del siglo pasado, la teorización de las transformaciones que ha vivido Bolivia en la última década:

Para terminar, yo diría que estamos viviendo un proceso de constitución de lo que yo lla-maría un “leviatán criollo”; leviatán porque es un proceso de concentración absoluta del poder político manteniendo la facha-da del Estado representativo en base a una mentalidad absolutista, y criollo porque es la reconstitución de lo señorial, porque el contenido duro del programa económico y político del Gobierno tiene que ver con el extractivismo y con la destrucción de los te-rritorios colectivos indígenas. Ése es el pro-grama de la CSUTCB y del Gobierno; es decir, es la recreación del primer elemento de la conquista: transformar a los pueblos agrarios en extractores de minerales para alimentar la acumulación mundial. En este sentido, estamos enfrentando la destrucción del Estado Plurinacional y la reconstitución de un Estado nacional corporativista con los rasgos señalados (Ibíd.).

47 Tapia, Luis. Coloquio y presentación de publicaciones “Nación y Estado Plurinacional: rupturas y conti-nuidades”, organizado por el PIEB. La Paz, 25 de julio de 2014.

48 El “leviatán” es un término bíblico que alude a un monstruo marino representativo del mal y que, por extensión ha sido utilizado, metafóricamente, para referirse a todo tipo de bestias (como, por ejemplo, la ballena que inspira la novela Moby Dick, de Herman Melville, 1851). Políticamente, el término también fue utilizado por el filósofo inglés, Thomas Hobbes, en 1651, para referirse al poder de los estados absolu-tistas de la época.

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Hasta hoy, en cinco años de vigencia del Estado Plurinacional, se puede considerar que la convocatoria “La nación boliviana en tiempos del Estado Plurinacional”, lanzada por el PIEB en 2012, ha sido el esfuerzo sistemático de mayor alcance por enmarcar y producir un análisis sistemático —desde las ciencias sociales— sobre la materialidad y el rumbo del Estado Plurinacional.

En conjunto, de las ocho investigaciones publicadas en el marco de la convocatoria y de los comentarios académicos a propó-sito de las distintas presentaciones de las mismas, destaca, como rasgo sobresaliente, la diversidad de lecturas sobre el Estado Plurinacional; no sólo por la variedad ar-gumental sino porque, en muchos casos, se trata de interpretaciones diametralmente opuestas. De esto se deduce que lo pluri-nacional en Bolivia, como hecho estatal, es todavía una materia desconcertante cuya configuración se encuentra en un proceso incierto, controvertido y polémico. Sin em-bargo, aunque la mayoría de las aproxima-ciones investigativas sean declaradamente exploratorias, vale la pena anotar algunos aportes del conjunto, a modo de conclu-siones generales:

– Con la vigencia del Estado Plurina-cional —cuya instalación dirimió una pugna política de alta intensidad

(2006-2008)— parecen haberse aca-llado (previa “claudicación” se podría decir) aquellas voces que hasta hace unos años (por la vía del nacionalismo aymara o de una autonomía con visos de secesión) impugnaban la viabilidad de la nación boliviana en su tradición republicana. Actualmente no existen actores políticos o sociales que pongan en duda el “hecho nacional” boliviano con argumentos de índole regional, ét-nica o económica. Queda en duda si aquellas discrepancias recientes con lo nacional han sido definitivamente en-cauzadas en el “proceso de cambio” o si han quedado en situación de laten-cia y resurgirán cuando el actual poder constituido se debilite o entre, even-tualmente, en crisis.

– De acuerdo a las indagaciones estadísti-cas, durante los últimos años se ha for-talecido el sentimiento de adscripción nacional en Bolivia sin que esto entre en contradicción con una fuerte vigen-cia de las identidades tanto indígenas como regionales. A juzgar por los datos cuantitativos, la nación boliviana no sólo es “viable estadísticamente” sino que registra un alto índice de identifica-ción nacional asociado a un crecimien-to de la autoestima como colectividad.

– Existen lecturas diversas y hasta encon-tradas sobre la consistencia, el sentido

CAPÍTULO V

Senderos para seguir pensando el país, en clave plurinacional

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86 TAN LEJOS, TAN CERCA DEL ESTADO PLURINACIONAL

y los contenidos del Estado Plurina-cional; registrándose interpretaciones que van desde quienes consideran este Estado como la consumación del des-tino indígena-campesino hasta quienes creen que se trata tan sólo de un “baile de máscaras”, en otras palabras, de una farsa que encubre la concentración de poder de una nueva élite. Entre las in-terpretaciones también se sostiene que, en realidad, lo “plurinacional” no ha llegado a constituirse y que, en su lu-gar, se está engendrando un “leviatán criollo”; una forma absoluta de poder completamente alejada de los princi-pios genuinos de la plurinacionalidad.

– Al margen de la existencia de unos inte-resantes antecedentes sobre la cuestión, se percibe una manifiesta carencia de información, datos y análisis sistemati-zados en torno a los contenidos exactos del Estado Plurinacional, en materia de legislación y de políticas públicas so-bre el ejercicio de los derechos de los 36 pueblos indígenas reconocidos por la CPE, de la interculturalidad y de las autonomías. Por lo tanto resulta impro-pio emitir juicios sobre los avances en materia de representación política, de educación o economía del Estado Plu-rinacional.

– Aunque existen dudas sobre el atribu-to “plurinacional” del nuevo Estado, se percibe un cierto acuerdo sobre la contundente envergadura del mismo. Es decir, el Estado Plurinacional es un hecho de poder innegable y notorio que para algunos representa la recons-titución del Estado-nación que en otros períodos históricos (especialmente, du-rante la Revolución Nacional) se quiso

construir sin haberlo conseguido plena-mente. Fiscal y presupuestariamente, el nuevo Estado tiene mucho mayor al-cance y poder que las versiones republi-canas anteriores, tanto en su expresión en el nivel central como en los niveles autonómicos subnacionales (especial-mente, en el departamental y en el mu-nicipal).

– Respecto a los símbolos y a la iconogra-fía que caracteriza al Estado Plurinacio-nal, si bien inicialmente —durante el proceso constituyente— se registraron agrias polémicas sobre este tema, en los hechos parece haber más continuidades que rupturas y la incorporación de la nomenclatura indígena en el repertorio patriótico no parece haber sido traumá-tica. Es más, se registra una escenifica-ción cotidiana de la mezcla entre sím-bolos clásicos republicanos y nuevos signos de cuño indígena sin que esto altere la convivencia ritual y sin que haya representado un trastocamiento dramático del imaginario colectivo.

– En el estudio comparativo entre el Na-cionalismo Revolucionario y el Estado Plurinacional se advierten muy intere-santes similitudes tanto en el discur-so, como en el uso de símbolos y en el culto a la personalidad de los líderes. No obstante, se señala una notable in-madurez en la narrativa historiográfica del “proceso de cambio”, caracterizada por un uso superficial y folclórico de lo simbólico-indígena, por la concentra-ción exponencial del poder en la ima-gen presidencial y por el reemplazo de lo que en el MNR fueran reinterpreta-ciones intelectuales de la historia por la propagandización del hecho político

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a todo nivel, en el Gobierno de Evo Morales.

– En relación a la inserción de Bolivia en la globalización, más por circunstancias ajenas que por méritos propios, se apre-cia un conjunto de factores geopolíticos favorables que representan una “venta-na” de oportunidad económica interna-cional para Bolivia en el siglo XXI. Una serie de mutaciones en el escenario in-ternacional —que podrían sintetizarse con la alusión a una sudamericanización de las circunstancias inmediatas— re-presentan una extraordinaria oportu-nidad para que Bolivia aproveche su condición excepcional como único país sudamericano con presencia en las tres cuencas regionales: la del Pacífico, la Amazónica y la del Plata. Desde esta perspectiva, la bonanza macroeconó-mica que vive el país se debe no sólo a los altos precios de las materias primas sino a cierto grado de diversificación de la economía boliviana y a tres décadas que han cambiado los ejes económicos y demográficos de la nación.

– Las lecturas sobre la adscripción de la nación, en términos sociológicos, a la globalización, oscilan entre interpreta-ciones que ven en la oposición entre indianidad y modernidad un escollo histórico que traba el libre desenvol-vimiento del mercado —oponiéndole valores comunitarios y ancestrales—; y quienes consideran que, de hecho, esta aparente dicotomía ya fue resuelta por una realidad económica en la que lo in-dígena hace tiempo que se acopla exi-tosamente a los circuitos del mercado global, con todo lo que esto implica en términos sociales y culturales.

Sin embargo, como suele ocurrir con toda investigación genuina, estos ocho estudios generan más preguntas que respuestas, por lo que vale la pena anotar seis ejes para seguir pensando la nación boliviana en tiempos del Estado Plurinacional, a través de nuevas iniciativas académicas:

1. ¿Cuál es la ruta oficial en la construc-ción de la plurinacionalidad?: Aunque se sabe que la interculturalidad y las autonomías son dos de los “contenidos mínimos” del Estado Plurinacional, no existe un análisis detallado sobre los avances en legislación y políticas públicas (tanto a nivel nacional como subnacional) vinculados con el ejercicio de los derechos de los 36 pueblos in-dígenas que integran lo plurinacional, referidos a la preservación de la cultura, el uso de la lengua, la autodetermina-ción, la autonomía indígena, el derecho a consulta previa, la educación, la jus-ticia comunitaria, la gestión de territo-rios indígenas, etc.

2. ¿Cuál es la calidad de la representación política en el Estado Plurinacional?: Tanto en la Asamblea Legislativa Plu-rinacional como en las Asambleas Le-gislativas Departamentales existen ac-tualmente representaciones especiales indígenas que concentran la plurinacio-nalidad del país. Además, la crisis y el cambio en el sistema político nacional ha significado que diversos represen-tantes de organizaciones sociales, gre-miales y productivas ocupen curules y cargos de responsabilidad en el Estado. Sin embargo, se desconoce cuál es el aporte cualitativo de estos cambios en la representación política, cuáles son

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los aportes concretos en materia legis-lativa y de política pública; cómo se vincula lo plurinacional con un mejor ejercicio deliberativo, legislativo y de control social; y en qué medida existe mayor proximidad con las demandas y los problemas cotidianos locales de las comunidades.

3. ¿Qué fisonomía tiene el nuevo funciona-riado estatal?: Una de las características del Estado Plurinacional es haber mul-tiplicado el número de funcionarios públicos que, entre 2004 y 2013 cre-ció, al menos, en un 145%, pasando de 49.743 a 121.600 funcionarios.49 Hay que considerar, además, que este dato se basa en el registro de declaraciones jura-das ante la Contraloría, por lo que no están considerados los consultores. En todo caso es evidente el enorme creci-miento del aparato estatal y de la “masa funcionarial” sobre todo en el nivel central del Estado (poderes ejecutivo, legislativo y judicial) pero también en las gobernaciones y en los gobiernos municipales. Al ritmo de la creación de empresas estatales y de la constitución de un Estado con mucha mayor inter-vención en la economía y en la vida pública, este fenómeno es uno de los más significativos de los últimos años y tiene repercusiones —en la generación de empleo (el Estado es, con diferencia, la primera fuente de empleo en el país) y en la “movilidad” social, en la cultu-ra institucional, en las nuevas formas de la burocracia y en las redes políticas

clientelares— que apenas han sido es-tudiadas. El funcionamiento de la Es-cuela de Gestión Pública Plurinacional (EGPP) y las distintas facetas de esta realidad son, públicamente, poco cono-cidas. Sobre este tema, uno de los pocos estudios disponibles es el coordinado recientemente por la socióloga Ximena Soruco —“Composición Social del Es-tado Plurinacional. Hacia la descoloni-zación de la burocracia”—, como parte del trabajo del Centro de Investigacio-nes Sociales (CIS) de la Vicepresidencia del Estado, en el que se sostiene que, actualmente, entre los servidores públi-cos hay más jóvenes, más indígenas y más mujeres.50

4. ¿Cuáles son los contenidos de la descolo-nización en las fuerzas de seguridad del Estado?: Desde “siempre”, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional han sido la más clara expresión institucional de la herencia colonial por los rasgos de discriminación, abuso, maltrato y pre-cariedad que las caracterizan. Al margen de la dotación de equipos y de mejor presupuesto a las Fuerzas Armadas, en casi una década de gobierno, resulta llamativo que no se haya emprendido una reforma a fondo de estas institucio-nes para que su funcionamiento esté a tono con los postulados democráticos del Estado Plurinacional. Esta situación se ha tornado crítica tanto en la ges-tión propiamente institucional —con movilizaciones internas y amenazas periódicas de motines denunciando la

49 “En diez años el número de funcionarios públicos crece en 145%”, La Razón, 31 de julio de 2014. En: http://www.la-razon.com/index.php?_url=/economia/anos-numero-funcionarios-publico-crece_0_20979 90297.html

50 Fuente: http://www.pieb.com.bo/sipieb_nota.php?idn=9228

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estructura colonial de estos cuerpos de seguridad— como en el desempeño de las funciones de seguridad pública y de seguridad del Estado; registrán-dose conflictos penitenciarios y masa-cres (como las de Palmasola y El Abra) antes desconocidas, y un gran núme-ro de denuncias por violaciones a los derechos humanos en los cuarteles y, especialmente, en el servicio militar. A esto se suma la detención (calificada de irregular por el Defensor del Pue-blo) de efectivos tanto militares como policiales vinculados con las manifes-taciones. Todo esto configura un “cua-dro de situación” preocupante y alerta sobre un probable vacío en políticas de descolonización y plurinacionalidad en las dos instituciones responsables de la seguridad nacional.

5. ¿Cómo se articula el Estado Plurinacional a la situación crítica de la justicia?: Con la aprobación de la nueva CPE, la inau-guración del Estado Plurinacional signi-ficó la instalación de un nuevo Órgano Judicial cuya mayor innovación fue el reconocimiento de la Jurisdicción Indí-gena Originario Campesina (con igual jerarquía que la jurisdicción ordinaria) y la elección por sufragio universal de los miembros del Tribunal Supremo de Justicia, del Tribunal Agroambiental, del Consejo de la Magistratura y del Tribunal Constitucional Plurinacional. Sin embargo, después de la aplicación de estas reformas, actualmente, el Go-bierno es el primero en criticar, perma-nentemente, el mal funcionamiento de la justicia y en señalar que este poder del Estado pasa por la peor crisis de su historia. A partir de varios escándalos en

la judicatura por casos de corrupción y por la existencia de redes de corrupción vinculadas con el Poder Ejecutivo, el Gobierno se ha referido a la posibilidad de plantear la revocatoria del mandato de los magistrados elegidos por voto universal considerando, incluso, una eventual reforma constitucional. Frente a este anuncio, la oposición se ha apre-surado a denunciar que la pretensión de “abrir” la CPE obedecería al interés de instalar la reelección indefinida del Presidente y que la crisis de la justicia se debe, principalmente, a su subordina-ción al Gobierno. En todo caso, siendo la justicia un factor de reproducción de los valores de la colonialidad del poder (abuso, discriminación, racismo, coi-ma, penalización de la pobreza...) no cabe duda de que se precisa un enfo-que integral que considere, además de la necesaria independencia de poderes (por lo menos, en la medida de lo po-sible), las cuestiones presupuestarias, de formación, de ética, de infraestructura y de condiciones para que la justicia no siga siendo la expresión viva de la desi-gualdad y la inequidad en el país.

6. ¿De qué forma sucede la resignificación de lo nacional actualmente?: Las inves-tigaciones producto de la convocato-ria registran importantes aportes en el análisis de los campos simbólicos con-vencionales de la nacionalidad (héroes, himnos, banderas y otros símbolos pa-trios), a partir de la incorporación de una nueva iconografía de raíz indígena. Sin embargo, para completar la mira-da sobre la producción estatal simbó-lica, sería enriquecedor indagar cómo se asumen y resignifican, socialmente,

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los valores de lo nacional. Seguramen-te, la vigencia y la vivencia en torno a los símbolos patrios no es la misma en las generaciones nacidas con el cambio de siglo que en aquellas que vivieron la Revolución Nacional. Existen, sin duda, nuevas simbologías promovi-das por el Gobierno —como la tec-nología encarnada en el satélite Tupac Katari o en el teleférico de La Paz, o la aspiración al éxito y la fama global representada por la participación en el rally “Dakar”— que son emblemá-ticas de una nueva forma de vivir lo nacional. El vínculo y la presencia de

familiares en el extranjero, a través de las migraciones transnacionales; la ex-pansión del Internet, el uso de nuevas tecnologías y el acceso a la televisión por cable o por satélite; el mayor nivel educativo de las nuevas generaciones; el crecimiento en el aprendizaje de lenguas extranjeras y la implantación de consumos culturales y de formas de ocio importadas (como la llegada de los malls y de los “multicines”) son factores que no se pueden descuidar si se quiere analizar la vigencia de la na-ción boliviana en tiempos del Estado Plurinacional.

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