Tautologías de la identidad

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Tautologías de la identidad (Principios lógico-ontológicos de identidad e introspección) En busca de la identidad del ser Acceder al conocimiento de nuestra propia identidad puede resultar tautológico en términos generales, pues todo lo que pensemos de nosotros mismos será siempre nuestra identidad, según el ‘principio lógico de identidad’... José Manuel Martínez Sánchez Retírate dentro de ti mismo, sobre todo cuando necesites compañía. Epicuro Esa antigua máxima que invita a conocerse a uno mismo ha sido una cuestión fundamental

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Acceder al conocimiento de nuestra propia identidad puede resultar tautológico en términos generales, pues todo lo que pensemos de nosotros mismos será siempre nuestra identidad, según el ‘principio lógico de identidad’...

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Tautologías de la identidad (Principios lógico-ontológicos de identidad e introspección)

En busca de la identidad del ser

Acceder al conocimiento de nuestra propia identidad puede resultar tautológico en términos generales, pues todo lo que pensemos de nosotros mismos será siempre nuestra identidad, según el ‘principio lógico de identidad’...

José Manuel Martínez Sánchez

Retírate dentro de ti mismo,sobre todo cuando necesites compañía.

Epicuro

Esa antigua máxima que invita a conocerse a uno mismo ha sido una cuestión fundamental para los filósofos de todos los tiempos. Y la mayoría de ellos han llegado a la conclusión de que en el interior está la respuesta. Una respuesta que a veces nos llega susurrada, suavemente, y que conforma un mapa de realidades subjetivas que lentamente se van configurando y tomando la forma de lo que conocemos por ‘identidad’.

Pero acceder al conocimiento de nuestra propia identidad puede resultar tautológico en términos generales, pues todo lo que pensemos de nosotros mismos será siempre nuestra identidad, según el ‘principio lógico de identidad’ donde A es igual a A, es decir: toda cosa resulta semejante a ella misma (‘ens est ens’). En un nivel superior, por así decirlo, nos encontramos con el llamado ‘principio ontológico de identidad’, que, a primera vista,

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corrobora el principio lógico pero que, como toda ontología, va más allá de la lógica.

Aquí, siguiendo a Meyerson, diríamos que hablar de lo real es hablar de algo idéntico a lo que nos referimos, siendo esto, como postula el citado autor, una reducción de lo múltiple, pues toda identidad desvelada deja de lado una numerosa identidad oculta o latente. Esto es, ‘a’ es ‘a’, pero también podría ser ‘a1’, ‘a2’, ‘a3’,…

Para Meyerson la identidad responde al principio lógico de causalidad, único modo racional de establecer correspondencias. Para Hume la identidad del ‘yo’ no es posible, lo que tenemos es una multiplicidad de ‘yoes’ captados por impresiones, que por su subjetividad -en tanto que impresiones- son de naturaleza insubstancial. Habremos de llegar a Kant para encontrarnos con una auténtica formulación ‘trascendental’ de la identidad. Y es aquí donde la cuestión se nos revela extremadamente interesante.

En primer término –entiende Kant- no hay substrato de la identidad que pueda ser tocado por la razón. La lógica formal ha de ceder al idealismo si se quiere penetrar en la cuestión. ‘Idea’ –que tanto tiene que ver con ‘identidad’- viene del verbo griego ‘eidó’, que significa ‘ver’. Volvemos –paradójicamente- a lo mismo, esto es, a la forma, o dicho de una manera más elegante, a la imagen.

Pero esta forma, primitiva, entendida como imagen mental, deviene en abstracción pura del fenómeno, siendo necesario introducir otra palabra muy apropiada para este tema: la individualidad. Todo fenómeno, es, necesariamente, en su mostrarse, individual, idéntico a la imagen de uno mismo, pero distinto a la imagen del otro.

Kant entendió la condición del ‘ser inmortal’ como requisito para que se muestre la auténtica identidad, para que la imagen sea real, idéntica a la esencia, al ser, al alma.

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La impresión captada de una cosa, esa imagen mental que se nos aparece, se corresponde con una cualidad del ser, el sentido de la vista, por ejemplo, que impregna nuestra identidad, y, de alguna manera, pasamos a ser esa cosa vista, en primera instancia, pero no sólo eso, sino que es algo que se suma a esa multiplicidad de cosas vistas que conforman lo que somos desde que somos, esa identidad total. Por tanto yo puedo decir que A=A pero sólo será así en tanto que lógica formal, mientras que los demás estén de acuerdo con esa correspondencia. En tanto que la razón práctica esté conforme con el principio lógico de identidad. Veamos un ejemplo muy claro. Podemos decir que 2=1+1. Queda clara la identidad de ambos valores en su relación lógica. Sin embargo 2 no solamente es igual a 1+1 sino que también es igual a 3-1, 4-2, 5-3, 6-4, etc. Por tanto, al establecer un valor de identidad reducimos la identidad del mismo en sus rasgos formales, que aunque siendo la misma cosa, se puede expresar de muchas maneras; y solamente podremos decir, taxativamente: 2=2. Lo que, como vimos al principio, es una mera tautología que simplemente nos dice lo que ya sabíamos, lo que ya veíamos. Así, la identidad solamente puede ser lo mismo, no cabe variación alguna.

Si miramos un diccionario, vemos que las palabras establecen una relación de identidad con su significado, (casa=definición de casa). Si miramos cuatro diccionarios diferentes nos daremos cuenta de que la definición de casa –aunque parcialmente aproximada - no es idéntica en su expresión.

Yo no puedo decir hombre=alma, esta no es la identidad del hombre. Solamente podré decir hombre=hombre y alma=alma, con lo que no decimos nada. Es, por tanto, filosóficamente necesario, un enfoque trascendental para tratar cuestiones de raíz ontológica-metafísica. De alguna forma, la lógica no puede servirnos de traductor del lenguaje de Dios, aunque algunos, como en el caso de Einstein, lo interpretaran asombrosamente. (Todavía nos quedará la sospecha de si Einstein hubiera concluido exitosamente –de vivir unos años más- su teoría del campo unificado).

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Cuando operamos en un paradigma -por ejemplo, el lenguaje matemático- la lógica cumple su función dentro –siempre- de ese sistema establecido a priori. Para Leibniz (‘principio de identidad de los indiscernibles’) cuando dos individuos tienen las mismas propiedades se consideran idénticos, dentro de ese cosmos del discurso o lenguaje establecido. Pero hallar la identidad en un campo subjetivo, no convenido y no establecido, es cuestión de metafísica y de relativismo científico, donde lo empírico es el único modo fiable –o, al menos, posible- de llegar a la verdad.

La introspección se configura como una posibilidad de observación de uno mismo basada en la propia experiencia del acto vivido. A fin de cuentas, no hay verdad más necesaria y real por conocer que la que en nosotros acontece. Es la conciencia (mente, sentidos, ánimo, etc.) la que registra el conocimiento interior, la que se da cuenta de ‘lo que es su ser o su estar’. Esa auto-indagación nos devuelve la imagen de lo que somos, en un determinado momento y lugar. De lo que estamos experimentando que nos ‘es’, y –en conclusión- que se nos presenta como una identidad de nuestro ser, experimentada en primera persona.

Si dijimos que la razón –o lógica- no puede conocer la identidad, estamos hablando de una identidad no razonada, sin lenguaje alguno para llegar al anhelado conocimiento de la identidad trascendental. Esa observación interior se convierte así en pura atención al hecho en sí de estar y ser. Se convierte en observación -stricto sensu- sin añadidura. Lo que también se conoce en Oriente como meditación o ‘dhyana’, ‘zen’, etc. Pues meditar consiste en estar atento, al cien por cien, en algo: en este caso, en nosotros mismos. Estar atento consiste en no juzgar, no inferir, no razonar… Observar, sin más, lo que ‘está siendo’, aquí y ahora, en este instante y en este lugar. Tanto dentro de nosotros como fuera, todo cuanto, en definitiva, nos llegue como consecuencia del ‘estar atento’. Así, quizás, el resultado de esta atención experimental nos haga estar en el mundo de una forma más consciente, más contemplativa, despierta y perceptiva. Y, por

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tanto, más ‘identificada’ con la realidad.

REFERENCIAS:

-HUME, David. “Tratado de la naturaleza humana”, Madrid: Tecnos, 2005.-KANT, Immanuel. “Crítica de la razón práctica”, Madrid: Losada, 2008.-MEYERSON, Emile. “Identidad y realidad”, Madrid: Reus, 1929.-SACRISTÁN, Manuel. “Introducción a la lógica y al análisis formal”, Barcelona: Círculo de Lectores, 1990.