Te he echado de menos

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1 TE HE ECHADO DE MENOS. El abrazo más deseado… Estaba tumbada en la cama, sentía que el mundo se le caía encima ¿Qué iba a hacer ahora? Por la cabeza le pasaban millones de sensaciones: terror, añoranza, desagradado, intriga, odio, y ese sentimiento que nunca había experimentado hacia esa persona: el echarle de menos. Aunque sinceramente no podría echarle de menos si nunca le había conocido. Esa misma mañana su abuelo le había dicho que habían encontrado a su padre, lo primero que pensó fue en ir a buscarle pero luego le dijeron que estaba en el hospital por exceso de alcohol. Al nacer , la madre se murió en el parto y el padre pensó que era mucha responsabilidad para él , tener una hija con tan pocos años y se la dio a sus padres y se marchó así sin más , dejando atrás a su hija , una pequeña que nunca vería crecer, ni ninguno de sus cumpleaños, ni el primer diente que se le cayese…Eso era lo que le habían dicho sus abuelos cuando tenía diez años , ahora que acababa de cumplir dieciséis , ya podía imaginarse la clase de persona que era su padre y el esfuerzo que tuvieron que hacer sus abuelos. Estaba muy agradecida, de corazón. Por una parte quería conocer a la persona que le había dejado tirada cuando no era más que un bebé, y decirle varias cosas, pero por otra pensaba que era mejor seguir igual, olvidarse de que él existía y seguir felizmente viviendo con sus abuelos. Ahora mismo tenía que irse al instituto, pero sabía que este asunto no se le iba a ir de la cabeza tan fácilmente, además así podría contárselo a su mejor amiga y que ella le dijera que pensaba, siempre lo hacía, y la mayoría de las veces tenía razón. Aunque Carlota, no sabía que ese día su mejor amiga también tendría problemas y no iría al colegio…

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Cuento escrito por Raquel Cruz García de 2º ESO del colegio Zola Las Rozas y que fue galardonado con segundo premio en el 17 Certamen de Narración Joven "El cuentacuentos 2011" organizado por el Colegio Arturo Soria de Madrid

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TE HE ECHADO DE MENOS. El abrazo más deseado…

Estaba tumbada en la cama, sentía que el mundo se le caía encima ¿Qué iba a hacer

ahora? Por la cabeza le pasaban millones de sensaciones: terror, añoranza, desagradado,

intriga, odio, y ese sentimiento que nunca había experimentado hacia esa persona: el

echarle de menos. Aunque sinceramente no podría echarle de menos si nunca le había

conocido. Esa misma mañana su abuelo le había dicho que habían encontrado a su

padre, lo primero que pensó fue en ir a buscarle pero luego le dijeron que estaba en el

hospital por exceso de alcohol. Al nacer , la madre se murió en el parto y el padre pensó

que era mucha responsabilidad para él , tener una hija con tan pocos años y se la dio a

sus padres y se marchó así sin más , dejando atrás a su hija , una pequeña que nunca

vería crecer, ni ninguno de sus cumpleaños, ni el primer diente que se le cayese…Eso

era lo que le habían dicho sus abuelos cuando tenía diez años , ahora que acababa de

cumplir dieciséis , ya podía imaginarse la clase de persona que era su padre y el

esfuerzo que tuvieron que hacer sus abuelos. Estaba muy agradecida, de corazón. Por

una parte quería conocer a la persona que le había dejado tirada cuando no era más que

un bebé, y decirle varias cosas, pero por otra pensaba que era mejor seguir igual,

olvidarse de que él existía y seguir felizmente viviendo con sus abuelos.

Ahora mismo tenía que irse al instituto, pero sabía que este asunto no se le iba a ir de la

cabeza tan fácilmente, además así podría contárselo a su mejor amiga y que ella le dijera

que pensaba, siempre lo hacía, y la mayoría de las veces tenía razón. Aunque Carlota,

no sabía que ese día su mejor amiga también tendría problemas y no iría al colegio…

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¡Qué mala suerte! Silvia no había venido, tenía pensado hablar con ella de todo lo de su

padre, y va y no viene, esta tarde la llamaría, eso seguro, por ahora le quedaban cuatro

horas más de clase, en que se comería más la cabeza…

Acababa de llamar a Silvia, ésta le había dicho que estaba muy mala y que seguramente

esa semana no iría al colegio ¡qué chasco!, aunque lo más sorprendente había sido que

Silvia ya sabía lo de que su padre había regresado, porque esta mañana había ido al

hospital en el que trabaja su madre, y por casualidad había conversado con un señor que

era el padre de Carlota. Eso quería decir, que no estaba muy lejos porque el hospital se

encontraba a ocho manzanas de su casa, que tarde o temprano se le encontraría por la

calle, ya que tal y como ese señor se lo había mencionado a su amiga, él estaba

buscando a su hija.

Tenía miedo, mucho miedo, qué se supone que tenía que hacer si se lo encontraba por

la calle, bueno seguramente no la reconocería, ¿o sí?, y si le hablaba y le pedía perdón,

ella para esas cosas era muy ingenua y seguro que si viera la cara de su padre (en la

realidad… ya le había visto en fotos , pero las había tirado, en el pasado era la persona

que mas odiaba, pero ahora que había madurado entendía un poco a su padre) ¡Pero que

dice! Claro que no lo entiende, la dejo tirada, seguramente le perdonaría, ¡pero no! ¡No

podía hacer eso! Qué clase de padre abandona a su hija siendo un bebé, ya te lo contesto

yo, ¡ninguno!

Esa noche, en la cena quiso hablar con sus abuelos, pero ellos se le adelantaron. Su

abuelo comenzó diciéndole que qué pensaba hacer, que a la mañana siguiente le iban a

ir a visitar al hospital y que si quería y con ellos, que ya sabían que esto era un golpe

muy fuerte para ella conocer así a su padre, pero que debía ser valiente, que ya era hora

de conocerle y que no tuviera miedo…Eso quieras o no, la atormento mucho mas, ¿Qué

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debía hacer? No estaba obligada a ir, pero era su padre y se lo iba a encontrar un día de

estos. Y era mejor si lo veía junto a sus abuelos. Pero si iba ¿Qué se supone que le iba a

decir?- Hola, perdón soy esa hija que dejaste tirada hace mucho tiempo ¿te acuerdas? O

mejor – ¡hola papi, cuánto tiempo sin verte! Estaba loco si pensaba que iba hacer eso.

Esa noche no pudo dormir nada…

A la mañana siguiente su abuela se levanto muy cariñosamente, como solía hacer ella, y

le pregunto que si quería ir con ellos. Ella ya llevaba despierta desde hace mucho, se

levantó de la cama, se dirigió al baño sin decirle nada, y se vistió para dirigirse al

hospital…

Fue el trayecto más largo que ha hecho en su vida, o al menos eso le pareció a ella.

Cuando salió del taxi estaba pálida, tenía unas ganas tremendas de echar a correr y

perderse por algún lugar, pero eso no era posible, por lo que se agarró fuertemente al

brazo de su abuela y entraron. Su abuelo preguntó en la entrada en que habitación estaba

su padre. Sinceramente le sonaba muy raro decirle su padre, ya que en realidad los que

habían sido sus padres desde pequeña habían sido ellos, sus abuelos, los que la habían

llevado el primer día al colegio y la habían recogido, los que la habían fotografiado en

todos los festivales, los que la arropaban por las noches en la cama, y los que estaban

ahí para cualquier cosa, ya fuera mala o buena, pero ellos siempre estaban ahí. Ellos sí

que eran unos verdaderos padres.

114, era la habitación que le habían asignado, subieron en ascensor a la segunda planta.

Ella sabía que los tres estaban muy nerviosos, porque no solo era su padre, sino también

su hijo y llevaban dieciséis años sin verle. Cuando llegaron a la puerta, a su abuelo le

costó mucho llamar, le temblaban las manos y se notaba que había estado muchas

noches pensando en este momento, y no era él solo, la única que conservaba la calma

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era su abuela, pero alguna que otra vez le apretaba el brazo con mucha angustia. Desde

el interior de la habitación, oímos un “Pasad”, su abuelo cogió el picaporte y lo

giro…Allí estaba él, tumbado en la cama, con una bata, y una manta que le tapaba.

Sintió que le daba un vuelvo en el corazón, tenía muchísimas ganas de tirarse a él y

abrazarle, olvidarse de todo lo que le había hecho, y empezar de cero, pero eso no era

una posibilidad. En cambio se mantuvo en el sitio esperando a que alguno rompiera el

silencio tan incomodo que había en la habitación. Él nos observaba con una amplia

sonrisa pero sin decir nada, era guapo, se lo esperaba con aspecto desgarbado que se le

notase la vida en la calle, pero no fue así. Por fin alguien hablo, y con sorpresa fue su

abuela:¿Qué tal hijo?, se notaba que tenía muchas ganas de llorar, y ella sabía que no le

quedaba mucho para que sucediera, ella estaba tan sobrecogida, tan asombrada, que es

que parecía de piedra. Desde ese momento los tres entablaron una conversación, ella no

oyó nada, estaba en su mundo, hasta que escuchó su nombre, que venía desde la cama.

Levantó la cabeza y vio que los tres la estaban mirando como expectantes a que

respondiera, no sabía que decir ni que hacer, se quedó mirándole fijamente, hasta no se

dio cuenta que sus abuelos habían salido de la habitación, y ella estaba sola, ahí delante

del padre que nunca tuvo. Él se dignaba a sonreírla, mirándola de arriba abajo, en su

mirada se notaba orgullo, añoranza, y deseo de abrazarla, pero no hizo nada. Hasta que

él le dijo: Has crecido mucho pequeña, estas enorme, y muy guapa, he estado esperando

este momento hace mucho. Se quedó flipando, quería gritarle a la cara todo lo que

sentía, que le había echado muchísimo de menos, y que echaba en falta la figura de

padre, pero solo le dijo: Podrías haber regresado antes y no lo hiciste…las lagrimas le

empañaron los ojos, sabía que esa frase le había hecho mucho daño, pero era la verdad,

y en ese momento solo pensaba en ella. Se quedó pensando en que contestarle, pero él

no sabía que ella no necesitaba que le respondiera, ella necesitaba hechos, que le

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prometiese que se iba a quedar a su lado, que iban a ser padre e hija, que iban a

aprovechar todo el tiempo perdido, y al final de toda esta historia poderle abrazar y

sentirse una niña pequeña, agarrando fuertemente a su padre que acababa de regresar de

un viaje muy largo. En cambio, se levantó de la cama como pudo, se acercó a ella, le dio

un beso en la frente y le susurró al oído: “Te he echado de menos”- y luego le dio ese

abrazo que tanta falta le hacía. Ella no hizo nada, apoyó la cabeza en su hombro y

rompió a llorar, olvidando todo lo que había sucedido y sabiendo que nunca le volvería

a dejar irse de su vida.