¡TE PERDONO! (MEMORIAS DE UN ESPÍRITU) -...

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¡TE PERDONO! (MEMORIAS DE UN ESPÍRITU) Comunicaciones obtenidas por el médium parlante del Centro Espiritista “La Buena Nueva” de la ex-villa de Gracia COPIADAS Y ANOTADAS POR AMALIA DOMINGO SOLER

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  • TE PERDONO!(MEMORIAS DE UN ESPRITU)

    Comunicaciones obtenidas por el mdium parlante del Centro Espiritista LaBuena Nueva de la ex-villa de Gracia

    COPIADAS Y ANOTADAS POR

    AMALIA DOMINGO SOLER

  • PRLOGOEntre las muchas comunicaciones que se han obtenido en el Centro

    Espiritista La Buena Nueva, figuran en primera lnea las MEMORIAS DE UNESPRITU, relato histrico verdaderamente interesante, que aunque tiene susdefectos, no son stos hijos del espritu que dio las comunicaciones quecomenzaron en los primeros das del ao 97 del pasado siglo y concluyeron amediados del 99. En tan largo plazo sufrieron algunas interrupciones por causasdiversas, as es que, la obra en conjunto, tuvo que resentirse de falta de i lacin enalgunos captulos, en los que, las principales figuras aparecen borrosas, con pocorelieve, desligados los acontecimientos unos de otros, pero como hemos queridoque dichas MEMORIAS conservasen, en todo lo posible, su sabor especial, o sea elestilo peculiar del espritu que de tan buen grado nos cont una parte de sus penas,dndonos enseanzas verdaderamente evanglicas, e instrucciones morales, de talvala, que son, se puede decir, un tratado perfecto de moral filosfica social.

    En las MEMORIAS DE UN ESPRITU, hay que saber leer entre lneas, nohay que fijarse nicamente en la letra, hay que buscar el espritu que da vida aaquellas frases hiperblicas.

    El mdium parlante daba la comunicacin, y aunque hablaba muy despacio,y yo trataba de escribir muy deprisa, para no perder ninguna de sus palabras, enestas dos transmisiones, la comunicacin perda una gran parte de su valorintrnseco, pero no disponiendo de ningn taqugrafo, haba que valerse de losmedios que poseamos, que aunque muy deficientes, eran los nicos de quedisponamos, teniendo nicamente a nuestro favor, la gran voluntad que nosanimaba, tanto al mdium como a mi, que los dos hubiramos querido ser tan fielesintrpretes del espritu, que ste, hubiera podido extenderse en consideracionesfilosficas, dando a la escuela espiritista una obra de estudio, una obra de consulta,una obra verdaderamente inmortal, porque el espritu que dict sus MEMORIASpoda muy bien legar a la humanidad un recuerdo imperecedero de su paso por latierra si hubiese escogido otros transmisores de sus pensamientos. Mas no lo hizo,prefiri valerse (Dios sabe por qu) de dos seres de buena voluntad, que pusieron asu disposicin sus buenos, sus vehementsimos deseos de interpretar fielmente suselevados pensamientos; por eso la obra aparece con algunos defectos, que enmanera alguna, he querido corregir, no estando ya en este mundo el mdium que laobtuvo. Me pareca una profanacin, hacer la ms leve correccin en el original.

    Muchos espiritistas han pedido a los Editores Carbonell y Esteva, S. en C.,la publicacin del TE PERDONO!, que es como le llaman vulgarmente a lasMEMORIAS DE UN ESPRITU. Dichos seores, atendiendo ms a complacer a sushermanos en creencias, que no a sus propios intereses, van a publicar una obra quemerece ser leda y estudiada detenidamente. Cuan cierto es que la buena voluntades el lazo divino que une a los obreros del progreso! Ayer Eudaldo y yo, recogimosanhelantes las comunicaciones de IRIS; hoy se han unido a nosotros Carbonell yEsteva, para dar mayor publicidad a las MEMORIAS DE UN ESPRITU, unirse parahacer el bien! unirse para difundir la luz! unirse para demostrar la grandeza de lanica religin!... qu unin tan hermosa!...

    Qu bueno es comenzar una gran obra! Comenzamos Eudaldo y yo, nossiguieron despus Carbonell y Esteva y centenares de espiritistas que envan su

  • bolo para ayudar a la reimpresin de mis obras.Espiritistas! A todos os saludo, a todos os envo la expresin de mi gratitud;

    digamos todos juntos: Bendita sea la verdad! porque la verdad, es la primognitade Dios!

    AMALIA DOMINGO SOLERGracia 5 Enero 1904.

  • CAPTULO IEntre los muchos espritus que se comunican en el centro de La Buena

    Nueva, hace algn tiempo que se comunica uno que viene contando una serie desus borrascosas existencias, a cual ms interesantes y terribles todas ellas;demostrando vivos deseos de que yo escriba algo sobre su agitada y novelesca vida;no precisamente que escriba la historia de cada una de sus encarnaciones, sino unconjunto de todas ellas, en particular las que ha tenido perteneciendo al sexofemenino, que han sido muchas y consecutivas.

    Dicho espritu quiere demostrar, que dado el primer paso, se descienderpida mente por la pendiente del vicio y del crimen, y que cuando es ms rpido e!descendimiento, ms a fondo se llega de la profunda sima de la perversidad, hastallegar a la superficie plana donde crecen las aromticas virtudes; que debe evitarsela cada por las funestas consecuencias que siguen al primer paso, porque, aunquee! tiempo es eterno y el pasado es un tomo comparado con el infinito del porvenir,con todo, el espritu pensador se impresiona profundamente, cuando contempla sushechos de muchas existencias, en las cuales, no ha cometido ms que actospunibles; y cuando considera que sus actividades y sus energas, y su poderosavoluntad. empleadas en el bien le hubieran dado das de gloria, goces pursimos,delicias inefables, adelanto asombroso y por haberlas empleado en el mal, seencuentra postergado, envilecido, sumergido en el hondo abismo de la degradacin,cunto sufre el espritu que comienza a pensar y comprende su triste y humillantesituacin!

    Esto le acontece al espritu que nos va contand o algunos episodios de suturbulenta historia, se conoce que est triste, muy triste, y evoca sus amargosrecuerdos como si con ellos quisiera dar a Dios lo que es de Dios y al Csar lo quees del Csar, l mismo se acusa y se defiende, y en sus acusacione s manifiesta queno quiere sincerarse, quiere al contrario, quemar con el fuego de sus recuerdos lahonda herida de su remordimiento; mas escuchemos al espritu, que cuando dio suprimera cada se llamaba Iris.

    CAPTULO IIEn la noche de los tiempos, en una poca muy lejana, y en uno de los

    pueblos ms florecientes de la tierra, donde las artes desplegaban sus creacionesmaravillosas, donde el comercio enriqueca a fecundas comarcas, donde laindustria produca telas preciossimas y objetos bellsimos, donde una civilizacinexuberante de vida y de riqueza llevaba el bienestar y la abundancia lo mismo a lospalacios que a las casas humildes, bajo un cielo de luz y de colores, donde todohablaba a los sentidos, donde el alma senta la influencia del arte y del amor, all,bajo un pabelln de verde follaje y de rosas hermossimas, di mis primeros pasos enla senda de mi vida terrena, pues si bien ya contaba mi espritu muchasencarnaciones terrenales, en ninguna de ellas haba hecho nada de notable, ni en lasublimidad de la virtud, ni en la abyeccin del vicio; mi alma dormida, por qu no fuemi sueo eterno!... Ay!, porque ningn espritu duerme eternamente, porque todose muere, porque todo se agita, porque todo evoluciona; porque la evolucin es laley de la vida universal, desde el tomo, hasta el mundo ms voluminoso, todo giradentro de su rbita de rotacin, y mi espritu no poda eximirse de cumplir la ley; lo

  • que pudo evitar fue su cada, porque nadie nos empuja, ni nos impulsa a caer;cuando el espritu no quiere, no cae, cuando se deja llevar de la corriente y escuchasin rechazar los malos consejos, es porque siente simpata, porque le atrae lo malo,lo pernicioso, lo abyecto, lo miserable. Se dice, que sin el conocimiento del mal nose puede apreciare! bien, que es necesario caer, para conocer el goce divino de laascensin; todo eso son palabras para disfrazar la verdad, porque si es preciso caerpara sentir el deseo de subir a los cielos, bastar una cada, pero aquellos que caeny se encuentran bien en el fondo del abismo, y en lugar de mirar hacia arriba, miranhacia abajo, y en vez de atraerles la luz, les atrae la sombra, y descienden buscandoms horrores, y hieren y matan y siguen descendiendo como a m me sucedi, esporque el espritu en uso de su libertad, hace mal uso de su libre albedro como lohice yo. Cuntos siglos he perdido...! cuntos...! Es verdad que el tiempo no tienefin, porque el tiempo es el smbolo de Dios. Desaparecen los pueblos, se hunden lasciudades ms populosas, los monumentos que levantan las civilizaciones caen bajola pesadumbre de los siglos, las convulsiones de la tierra sumergen en el fondo delos mares montaas gigantescas, islas preparadas ya por la naturaleza para ofreceralbergue a tribus nmadas; se abren negros abismos y en ellos se precipitan torres,murallas, centenares y centenares de casas con sus habitantes, donde ayerfrondosos bosques ofrecan su tienda hospitalaria, hoy slo se encuentran rocasdiseminadas y agua salobre, pero sobre todas las desolaciones, sobre todos loshundimientos, sobre todas las catstrofes, hay el sol con sus rayos vivificantes, lanoche con su sombra, la luna con su plateada luz, la aurora con sus esperanzasluminosas, el crepsculo vespertino con sus sombros presentimientos, la vida en fin,vida sin trmino, vida infinita, esa es la vida de los espritus, esa vida es la ma,pero... que amarga!... cuntos recuerdos... y ninguno bueno! quiero huir de mmisma y es imposible, cmo desprenderme de mi historia, si mi historia es mi vida!Yo soy aquella que naci "bajo un pabelln de verde follaje y de rosashermossimas", en una de las ciudades ms florecientes de la tierra, "donde lasartes desplegaban sus creaciones maravillosas, donde el comercio enriqueca afecundas comarcas, bajo un cielo de luz y de colores, donde todo hablaba a lossentidos, donde al alma senta la influencia del arte y del amor", all di mis primerospasos en la senda del crimen, en la senda de la ms horrible traicin. Parecementira que mi espritu no sintiera aquella influencia divina de tantos y tantos genioscomo florecan en torno mo!, donde una generacin de espritus adelantadsimos ledaban vida a las piedras rivalizaban con sus cantos con las aves cuyas melodascontaban historias de amor, hombres eminentes anunciaban una poca deredencin, y hablaban en las academias, en las plazas pblicas, en todas partesdonde las multitudes detenan sus pasos. Se viva la vida del arte, del estudio, delinvento, todo lo que me rodeaba era grande, sublime, maravilloso!... viva en la luz...en la plena luz que difundan los artistas, los poetas, los sabios, los hombresadmirables, cuyas obras haban de servir de base a otras civilizaciones. Yo asist aldespertar de un pueblo, que despert para el bien, para el adelanto, para la msgrandiosa de las civilizaciones que registran los fastos de la historia, pero mi almase despert en sentido contrario. Por qu? no puedo explicrmelo, y estaimpotencia de mi razn, a veces me desespera, deseo hablar mucho, mucho,quisiera encontrar muchos mdiums a quienes comunicar mis pesares, son

  • tantos!... me reconozco tan culpable! yo tuve a mi alcance la felicidad, s la dichasuprema, porque fui amada por el ms noble, por el ms grande, por el sabio mseminente que ha encarnado en la tierra. Como he dicho antes, nac en una de lasciudades ms hermosas de ese mundo, rodeada de espritus adelantadsimos, yaunque con ninguno me unan los lazos de la carne, llegaba hasta mi el efluvio desus ideas, eran astros cuyo valor vivificante reanimaba al pueblo en masa, y a esamasa perteneca yo; mis padres, honrados hijos del trabajo, me vieron creceradmirando como todos mi esplndida hermosura, me llamaban Iris, y mi madredeca que yo era el iris de la maana. Muchos artistas le haban pedido a mi padreque me dejasen servir de modelo para crear sus diosas y trasladarlas al lienzo y almrmol, pero mi padre nunca quiso acceder a sus artsticas pretensiones. Por quse neg a dejarme en los brazos de la luz, y accedi complacido a entregarme algran sacerdote de la religin que, en aquel pueblo de artistas, quera imponer suvoluntad? No lo s!, pero es lo cierto, que al cumplir yo quince inviernos, secelebraron grandes fiestas en mi ciudad natal, para celebrar la victoria que habanobtenido los bravos combatientes que, meses antes, haban ido a conquistar unpedazo de tierra habitado por hroes; entre los artsticos festejos, se organiz unaprocesin de las cuatro estaciones; el otoo, el invierno, la primavera y el verano,las simbolizaban tres gallardos mancebos, vestidos con la mayor propiedad y laprimavera la represente yo; el gran sacerdote le pidi a mi padre su cooperacin, yel autor de mis das, gozoso y satisfe cho, me llev al templo, donde las sacerdotisasme abrazaron diciendo: -Que hermosa eres...!

    Cubrieron mi cuerpo con una amplia y larga tnica de una tela preciossimaque llevaba mi nombre, porque se llamaba Iris, y efectivamente era un tejidomaravilloso que tena todos los colores del arco luminoso; mi cabellera, que eraabundantsima, me cubri con su manto y en mis ondulantes rizos sembraron rosashermossimas; en mi diestra colocaron una copa de oro con piedras preciosas,llenas de rosas de embriagador perfume, aquella copa simbolizaba la vida, y micuerpo engalanado la primavera: ms de doscientas jvenes vestidas de blanco, ycoronadas de flores me rodeaban, y yo entre todas ellas, era, la ms hermosa!, lams hermosa de cuerpo, por qu no lo fui de alma?

    Se puso en marcha la procesin y una inmensa muchedumbre invadi lascal les y las plazas para ver las cuatro estaciones, un murmullo de admiracinllegaba hasta mi, todos decan: es Iris!, qu hermosa es!... Llegamos a una granplaza donde los artistas, los poetas y los sabios, ocupaban estrados lujossimos, enmedio de todos aquellos prncipes del talento, destacaba un hombre de edadmediana, vestido sencillamente, su noble figura atraa todas las miradas, era el reyde la ciencia, el sabio de los sabios, el profeta, el enviado, el precursor, el astrnomo,el hombre que posea todos los conocimientos humanos, el mentor de aquellajuventud adelantadsima, el fundador de una escuela filosfica, que amenazabaderribar los templos de la idolatra; era Antulio, el casto Antulio, que sin pronunciarvotos, ni vivir ascticamente en ningn desierto, estaba tan consagrado a susestudios y a sus observaciones astronmicas, que ninguna mujer, ninguna, habahecho latir su corazn; la ciencia era su amada, su inseparable compaera, paraella haban sido las mejores horas de su juventud y los primeros das de su segundaedad; a las mujeres y a los nios los compadeca, diciendo que vivan sin vivir,

  • porque todo el tiempo que se estn en la tierra sin relacionarse con la ciencia, sevive a semejanza del bruto. La pureza de sus costumbres, su dulzura y su sencillezle haban captado la simpata de todas las clases sociales, slo una le odiaba, lacasta sacerdotal; los sacerdotes juraron perderle, juraron hacerle caer de supedestal, y yo fui la elegida para llevar a cabo tan inicua obra; por eso meengalanaron, por eso me escogieron entre todas las jvenes de la ciudad, porque yoera la ms hermosa, por eso al llegar ante el estrado que ocupaban los artistas, lossabios y los poetas, recib orden de detenerme, ms an, me dirig a Antulio y lealargu la copa de la vida para que se dignara coger una rosa; el sabio, al ver miademn, se acerc a m, y qued deslumbrado; escogieron los sacerdotes la horams oportuna para mi presentacin, los ltimos rayos del sol poniente daban msbelleza a mi traje simblico, mi rostro iluminado con los resplandores de la juventudy de la vanidad satisfecha, tena todas las seducciones. Antulio, aunque sabio, erahombre!, y al verme, lanz un grito de admiracin, diciendo: -Qu hermosa eres!...Cmo te llamas? -Iris.-Nombre merecido; porque eres, por tu esplndidahermosura, iris de la vida;-y volvindose a sus discpulos, exclam:-Hijos mos,acercaos, admirad a esa mujer, que es la obra ms perfecta del escultor universa l;en sus ojos est la promesa divina de todos los placeres, su cuerpo rene todas lasperfecciones. Dios, al moldear esta figura, hizo la estatua de la belleza humana, esuna maravilla del arte divino, admirad conmigo esta obra de Dios, obra nica!, hijade la luz, yo me postro ante ti, porque la hermosura, la correccin de tus formas, medice que existe Dios; porque slo Dios pudo crearte tan hermosa.

    Las palabras de Antulio fueron escuchadas con religioso silencio; yo nosaba lo que me pasaba, ignoraba entonces el papel que yo representaba,nicamente mi vanidad qued satisfecha, porque Antulio era venerado como unDios, y al verle ante mi, se despert la nia, sonri la mujer y crey que era justo elhomenaje del sabio ante su belleza.

    El primer paso estaba dado, ya no volva a casa de mis padres; lassacerdotisas y el gran sacerdote se encargaron de mi educacin. Antulio en tanto,me busco por todas partes y al no encontrarme se entristeci; ya los libros notuvieron para l tantos atractivos, ya las estrellas no atrajeron por completo suatencin, ya las ciencias exactas no las encontr tan exactas, faltaba la unidad entretantos guarismos, haba un hueco que no lo llenaba ninguna cantidad, a vecesescriba mi nombre, sonriendo con amargura, as se pas ms de un ao. Unamaana, cuando estaba dando leccin a sus numerosos discpulos, me present ensu academia acompaada de mi padre, el cual le pidi que terminara mi educacin,pues demostraba disposicin para los estudios superiores. Antulio, como si viera unabismo abierto a sus pies, como si escuchara una voz que le dijera: slvate, sequedo algunos momentos mirando a mi padre sin darle contestacin, pero al fijarsus ojos en mi, yo que estaba muy bien aleccionada, le mir de un modo que elhombre, antes que sabio, fue hombre, y cogiendo mi diestra, me dijo con voztemblorosa: si es tu alma tan hermosa como tu cuerpo, a no creer yo que Dios esnico, dira que t eres una fraccin de su ser.

    Desde aquel da, Antulio se encarg en instruirme y yo de perderle; fue untrabajo muy laborioso el mo, porque como Antulio era tan sabio y conoca tan afondo a la humanidad, a veces me miraba y deca :-En la tierra, la perfeccin no

  • existe, t eres hermossima, llevas en tus ojos las promesas de todos los placeres,hay en tu boca el nctar de la vida: tu voz es acariciadora, tus hombros, tu cuello, tutalle, tus manos tus pies, todo es perfecto; los escultores, al mirarte, rompen susestatuas porque las encuentran deformes, los pintores rasgan sus lienzos, porquesus ninfas y sus diosas son figuras vulgares y groseras comparadas contigo, tienesinteligencia suficiente para ser la primera entre mis discpulos, dnde escondes laimperfeccin humana? dnde?

    Yo me sonrea y le acariciaba con la mayor ternura, y lentamente, sin que lconociera el abismo en que caa, fui apoderndome de su voluntad, hasta hacerlecompletamente mo; halagndome muchsimo al ver aquel grande hombre rendidoa mis plantas, motndome de su sabidura, que saba leer en las estrellas y nosabadeletrear en mi corazn. Le hice mi juguete, quise que conspirara y conspir, quiseque ambicionara y ambicion; sin embargo, a lo mejor me miraba con profundatristeza y me deca:-Por qu te habr conocido? yo era feliz antes de conocerte, laciencia llenaba mi vida, hoy... ya no la llena! necesito de ti, de ti! de tu hermosura!t eres la vida, pero ay! tambin eres el dolor, porque me empujas, porque meprecipitas y me arrojas en una senda que no es la ma. Yo no quiero honores, yo noquiero riquezas, me basta con el producto de mi trabajo. Por qu no te contentascon mi mediana? Seramos tan felices!... Mas yo aconsejada por el gran sacerdotey satisfecha al mismo tiempo mi vanidad de hacer de aquel sabio mi juguete, noperdon medio alguno para perderle.

    El gran sacerdote y sus secuaces prepararon hbilmente una emboscada, yAntulio, el sabio astrnomo, el enviado, el fundador de la primera escuela filosficadel mundo, el adorador del Dios nico, fue acusado de traidor a su patria, aparecicomo el jefe de una terrible conspiracin, se prob que tena hecho pactosacrlegocon los genios del mal, se le acus de perversin de menores, y cuando se le hizocomparecer ante el tribunal que deba condenarle a muerte, yo me present paradirigirle las ms terribles acusaciones.

    Al verme Antulio, el dolor y el asombro se pint en su semblante, y alescuchar mis calumniosas acusaciones se sonri con amargura, diciendo:-Aunquetarde, ya s donde escondes la imperfeccin humana, lo que no puedo comprenderes como a un cuerpo tan hermoso puede estar unida un alma tan perversa. Ohciencia! qu poco enseas! Oh sabidura! qu poco vales!... Y volvindose a susjueces les dijo:-No os cansis en acusarme, ya s que en m no queris matar alhombre, queris matar la idea filosfica que en mi se anida y que ha formadoescuela; pensis que muerto el jefe, mis adeptos, mis discpulos, sentirn miedo ypara no morir como su maestro, enmudecern, se diseminarn para no encontrarsey caer en la tentacin de propagar mis ideales; todo esto esperis y esperisfundadamente, mas no por esto ser vuestra la victoria, porque yo no muero, no;destruiris mi cuerpo, me daris a beber el tsigo que helara mi sangre y petrificarmi corazn, mi carne, mis huesos los reduciris a polvo, pero mi alma, mi espritu esinmortal, ese volver a su centro de accin y desde all ordenar su nuevo plan debatalla y volver a la tierra para decir y probar que no hay ms que un solo Dios, queel espritu vive eternamente, habitando, segn su progreso, en los mundos quecontemplamos durante las horas de la noche. Abreviad la acusacin, dictad lasentencia, no perdis tiempo, aprovechadlo en algo ms til que en condenar a un

  • inocente.Despus mirndome dulcemente me dijo con ternura:-Y t, pobre Iris! ve a ocultar tu oprobio donde nadie te conozca, preprate

    a sufrir y a seguir mis huellas. Yo ser tu cielo y su infierno a la vez. Yo te he amadosobre todas las cosas de la tierra, yo te he brindado un hogar tranquilo y una vidahonrada, yo he querido que tu alma fuera tan hermosa como tu cuerpo,instruyndote, elevndote, acercndote a Dios por medio de la ciencia. Y no cejo enmi propsito, cuando vuelvas a m, ser para ti lo que ya he sido, te amar y teacercar a Dios por medio del amor y de la ciencia; pero antes que yo reanude mistareas cerca de ti, pasarn muchos siglos, tienes que llorar mucho, tienes que irjuntando, tomo tras tomo, el mundo de felicidad que hoy tu infamia ha destruido.Pobre Iris!... tan hermosa! tan amada! duea de un corazn que slo por ti lata...infeliz!... cunto te compadezco!... porque, antes de recobrar lo que hoy pierdes...cuntas espinas herirn tu corazn! Adis iris, te perdono! te perdono porque teamo, y como siempre te amar, siempre resonar en tus odos la ltima palabra quepronunciar al dejar la tierra. Te perdono!

    Los jueces estaban emocionados, pero era necesario matar a Antulio,porque sin l, podra dominar ms tiempo y el sabio lleg al martirio tranquilo ysonriente; rodeado de sus discpulos apur la copa del veneno que deba privarle lavida, y al caer la ltima gota sobre sus labios dijo a su discpulo ms querido:-Ve ydile a Iris, que la perdono!

    CAPTULO IIIEl gran sacerdote inmediatamente me hizo acompaar muy lejos de la

    poblacin, porque con el entierro de Antulio, se promovi una verdadera revolucin,pero varios de sus discpulos fueron presos y los otros, como predijo su maestro, seocultaron y a los pocos das, qued el orden restablecido y la casta sacerdotalqued tranquila, duea del campo para mucho tiempo.

    A mi me llevaron lejos, muy lejos del teatro de mi infamia, me dejaron loindispensable para que no sintiera la angustia del hambre, prohibindome terminan-temente que dejara aquel triste lugar. Aunque tarde, conoc entonces mi torpeza ymi infamia. Yo crea que el gran sacerdote, satisfecho de mi proceder, seguiraprotegindome, hacindome brillar en la sociedad, mas no fue as, me apart de sulado como si yo llevara en mi el germen de la peste o la influencia maligna, y sola,completamente sola, porque mis padres haban muerto, me encontr en la ciudaddonde me desterraron; y aunque nadie saba mi historia, los habitantes de aquellugar me miraban con desconfianza, con recelo, con prevencin; todos convenanen que yo era muy hermosa, pero que pareca que llevaba una sombra conmigo; yno se engaaban, no; llevaba la sombra de mi remordimiento, porque, cada da quepasaba, vea ms claro mi crimen; recordando al sabio Antulio, tan bueno, tan dulce,tan sencillo, tan amante, tan confiado, comparaba su sencillez con mi astucia, sulealtad con mi traicin; recordaba sus lecciones, cuando mirando al cielo en lastempladas noches del esto, me hablaba de Dios, de los mundos habitados por otrashumanidades ms perfectas, del porvenir sin limites que tenemos las almasprogresando eternamente. Cunto echaba de menos aquellos ratos, aquellasinstrucciones!, aquella sociedad selecta de los discpulos del sabio, aquel enjambre

  • de artistas y poetas que zumbaba en tomo mo dicindome todos qu hermosaeres...! bien dice el maestro, eres la obra nica! no hay ms que t, eres elprototipo de la belleza humana!

    Qu cambio! que transicin tan violenta! aquella vida tan montona se mehaca insoportable, irresistible, y huyendo de la soledad, me un a un hombre que nole amaba primero por no estar sola, segundo por satisfacer mi vanidad; mi esposose uni a mi seducido por mi hermosura, aunque soldado rudo no pudo resistir a laseduccin de mis encantos, le atrajo la hembra, el instinto brutal, la necesitadimperiosa que sienten todos los seres irracionales y los que parecen racionales aunirse los dos sexos; l busc mi cuerpo, yo busqu... lo que no encontr. Tuve doshijos y los recib con alegra, porque eran hijos de aquel hombre que mientras ms lotrataba ms antiptico se me haca; pensaba en Antulio y me desesperaba,recordaba sus ltimas frases, cuando me dijo:-Pobre Iris! ve a ocultar tu oprobiodonde nadie te conozca, preprate a sufrir y a seguir mis huellas. Yo ser tu cielo ytu infierno a la vez. Yo te he amado sobre todas las cosas de la tierra, yo te hebrindado un hogar tranquilo y una vida honrada, yo he querido que tu alma fuera tanhermosa como tu cuerpo, instruyndote, elevndote, acercndote a Dios por mediode la ciencia. Y no cejo en mi propsito, cuando vuelvas a mi, ser para ti lo que yahe sido, te amar y te acercar a Dios por medio del amor y de la ciencia; pero antesque yo reanude mis tareas cerca de ti, pasarn muchos siglos, tienes que llorarmucho, tienes que ir juntando tomo tras tomo, el mundo de felicidad que hoy tuinfamia ha destruido. Pobre Iris! tan hermosa! tan amada!...duea de un coraznque slo por ti lata... infeliz! cunto te compadezco!... porque antes de recobrar loque hoy pierdes... cuntas espinas herirn tu corazn!

    Antulio fue profeta, porque espinas innumerables heran todo mi ser, y comomis instintos eran tan malos, como no me contentaba con las caricias de mis hijos,como quera separarme del hombre que slo quera mi cuerpo, puse en juego misseducciones, mis encantos, y otros hombres me brindaron su amor, y mi esposo notuvo ms remedio que batirse con su rival, el que lo dej muerto en el acto.

    Al quedar viuda respir, pero mis hijos vengaron la muerte de su padre,especialmente el mayor, que enterado de todo, me dijo: Pobre mujer! meavergenzo de que seas mi madre, y si no muero pronto, me har matar en elcampo de batalla, porque no quiero sufrir tal afrenta. Y se alist con los guerrilleros,muriendo en la primera accin en que tom parte.

    El ms pequeo fue ms clemente, no me dirigi ningn reproche, pero susmiradas me atravesaban el corazn, revelaban una compasin tan inmensa!...enferm gravemente y en los ltimos momentos, al verme llorar, me dijo: Pobremujer! llora! llora!... s quin eres y motivos sobrados tienes para llorar; la maldi-cin va contigo, todo lo que se pone en contacto con tu ser, muere. Muri el sabioAntulio, muri mi hermano, y muero yo... Pobre mujer!... cunto dao te haces!...Detente en tu camino, prate y reflexiona! Pobre madre ma! yo te perdono!...

    Al or sus ltimas frases me levant queriendo huir de mi misma, pero mihijo me detuvo y expir; entonces me pareci ver junto al cadver una sombra, yescuch una voz lejana que repeta: -Te perdono!... te perdono!

  • CAPTULO IVTantas y tan violentas emociones abatieron mi organismo; una horrible

    enfermedad me tuvo postrada mucho tiempo en el lecho del dolor, cuando pudelevantarme pareca un esqueleto; completamente decrpita, no precisamente porlos aos, sino por la lucha de mis pasiones. Un incendio espantoso haba destruidola finca cuyo producto me serva para mi sustento, qued reducida a la miseria, ytuve que pedir de puerta en puerta una limosna por piedad.

    En tan triste estado viv mucho tiempo, y durante las noches vea en missueos a Antulio, que me hablaba y me deca:-Aprende mujer! aprende! mira adnde te ha conducido tu infamia. Dnde est tu belleza? dnde estn tusencantos? dnde tus seducciones? dnde tus atractivos? reflexiona, lo que eresy lo que has sido; la dicha que has destruido y el remordimiento que te has creado;no olvides la leccin que en esa existencia recibes. Ay de ti si la olvidas! mujer,vuelve a m tus ojos, porque yo soy tu puerto, yo soy el que te dar maana el aguade la vida, porque te he amado, porque te amar eternamente, por eso te digo y tedir siempre, Iris de un da que an no ha brillado! Yo te perdono!

    En uno de esos sueos dej la Tierra, y para tormento de mi espritu asist ami entierro, y vi dos cuadros a la vez; por un camino solitario, en las ltimas horas deun da de primavera, iban cuatro hombres del pueblo vestidos pobremente: sobresus hombros descansaban unas tablas mal unidas, dentro de aquella caja tosca ibaun cadver medio desnudo; aquel cuerpo sin vida era el mo! llegaron ante subarranco, que serva de fosa comn y all me arrojaron pronunciando una blasfemia,lamentando el tiempo que haban empleado en el camino llevando una carga tandespreciable.

    El otro cuadro que se present ante mis ojos, qu distinto era! Una granplaza rodeada de prticos y estatuas, estrados lujossimos ocupados por magnates,por mujeres hermosas, en el ms anchuroso de todos ellos, se agrupaban losartistas de ms renombre, los poetas y los sabios, entre ellos se destacaba unhombre de edad mediana vestido sencillamente; su noble figura atraa todas lasmiradas, era el rey de la ciencia, el sabio de los sabios, el profeta, el enviado, elprecursor; el hombre que posea todos los conocimientos humanos, el fundador deuna escuela filosfica que amenazaba derribar los altares de los dioses, yderrumbarlos templos de la idolatra; la plaza estaba invadida por centenares dejvenes vestidas de blanco, coronadas con rosas, entre ellas se vea, en primertrmino, a una mujer hermossima que simbolizaba la primavera, cubra su cuerpouna amplia y larga tnica de una tela preciossima, era un tejido maravilloso quetena todos los colores del iris; aquella mujer, privilegiada por su hermosura, tenauna esplndida cabellera que se asemejaba a su vestido, pues segn se la mirabacambiaba el color; sus ondulantes rizos sostenan rosas hermossimas y en sudiestra llevaba una copa de oro llena de flores que simbolizaba la copa de la vida,aquella mujer se detuvo ante el sabio de los sabios, que al verla lanz un grito deadmiracin, diciendo: qu hermosa eres...!

    Aquella mujer era yo...! eres Iris! Iris antes de su cada y junto a ella, veasu cadver medio desnudo, un esqueleto repugnante y mal oliente.

    Que contraste, Dios mo! qu contraste...! Iris antes de su cada era elsmbolo de la belleza, y de la juventud; su cuerpo exhalaba el ms delicioso perfume;

  • su traje pareca hecho por las hadas; rosas hermossimas adornaban sus blondoscabellos, en su diestra sostena una copa del ms rico y codiciado metal,embellecida por piedras preciosas y aromticas flores; jams la primavera ha sidorepresentada por una alegora ms encantadora, ni la vejez y el crimen han estadomejor simbolizados, que por mi cadver que pareca una momia, pareciendo hastaimposible que aquellos restos negruzcos y apestosos, hubiesen asombrado a lasgentes por serla obra nica del escultor universal.

    No s cuanto tiempo estuve contemplando mis envolturas terrenas; slo sque as como atrae el abismo, me atraan aquellas dos figuras: la una palpitante,llena de juventud y de vida, la otra inerte, repulsiva; miraba a la vez la aurora de unda esplndido, y la sombra de una noche de horror, que quera huir de mis restosputrefactos, mas no me era posible; quera coger una flor de la copa que sostena ensu diestra la primavera, y al tocarla, se desprendan sus hojas que se convertan enimpalpable ceniza; mi angustia fue en aumento, hasta que una mano poderosa melevant, y una voz melanclica murmur en mi odo:-"Tienes que ir juntando, tomotras tomo, el mundo de felicidad que tu infamia ha destruido, infeliz!, cunto tecompadezco! Adis, Iris, te perdono, te perdono porque te amo, te amar siempre, ysiempre resonarn en tus odos mis frases de amor".

    Aquella infamia era obra ma!, yo haba gozado en tan inicua accin,porque si una voz maldita me deca:-hiere!-yo estudiaba con placer el modo deherir mejor. La sabidura de Antulio me haca rer, el hacerle juguete de miscaprichos, satisfaca mi vanidad, y deca: el triunfo de la materia sobre el espritu esun hecho; mi hermosura puede ms que todos los volmenes de los sabios; laseduccin de una mujer hermosa vence a todos los filsofos, y parodiando laspalabras que muchas veces repeta Antulio, exclamaba poseda de un jbilomaligno: Oh, ciencia!, qu poco enseas! Oh, sabidura!, qu poco vales!, mivoluntad es superior a todas vuestras enseanzas.

    Qu horrible ru mi despertar en el espacio!, a mi mayor enemigo no ledara semejante tormento; vea claro, muy claro, no se me ocultaban las funestasconsecuencias de mi crimen, vea a muchos discpulos de Antulio, que, dominadospor el miedo, se haba estacionado, muchas antorchas que iluminaban el abismo dela ignorancia, por m se haba apagado antes de tiempo, haba producido ms daoen el mundo de las ideas, que cien y cien conquistadores arrasando ciudades yquemando bosques frondosos; mi pasado era horrible, mi porvenir... mi porvenir elcaos!

    De vez en cuando vea en lontananza un foco luminoso en mediodestacbase la figura de Antulio que me deca con la mayor dulzura: No tiembles, note amedrentes, si tuviste energa y voluntad bastante para precipitarte en el abismo,crees que te faltar para desandar lo andado? No, la tierra te espera, vuelve acruzar sus valles, asciende por sus montaas, crate nuevas familias, ama a tushijos, honra a los que te den su nombre, el infinito es tuyo, puedes amar, puedesprogresar, puedes arrojar la tnica de tu degradacin, y cubrirte con el manto de laciencia y la sublimidad: qu es un momento de extravo ante la inmensidad de lodesconocido? sgueme, te espero, te espero porque te amo, y porque te amo teperdono!

    Cunto bien me hacan las palabras de Antulio...! un sueo reparador (no

  • encuentro otra frase), me devolva mis gastadas fuerzas, la esperanza me sonrea,y llena de nobles deseos, me deca a mi misma:-Volver a la tierra y ser muybuena...! lo fui...? Por hoy no puedo continuar, necesito coordinar mis recuerdos...cuntos siglos perdidos...! pero... ante el infinito, qu son los siglos? menos quetomos; me queda la eternidad. Sin la eternidad Dios no hubiera amado a sus hijos;y Dios... es amor!

    CAPTULO VEl espritu de Iris ha seguido dando sus comunicaciones semanales,

    siempre que el mdium de que se vale, le ha podido conceder una hora de tiempo,hora deseada, muy deseada por los espiritistas que asisten a las sesiones, pues lahistoria de Iris es interesantsima por muchos conceptos.

    No describir con todos sus detalles sus borrascosas encarnaciones, puesen todas ellas hay asunto para escribir muchos tomos en folio, y el deseo del esprituno es que yo me encargu de un trabajo tan extenso; ste, quiz, se lo encargar aotro mdium que rena mejores condiciones que yo, que dejando aparte misescasos conocimientos, la pertinaz dolencia de mis ojos, me impide dedicarme a unasiduo trabajo.

    Yo bien quisiera trasladar al papel todo cuanto escucho en las sesiones enque Iris evoca sus recuerdos, mas no siendo esto posible, escribir sobre losepisodios que me parecen ms interesantes; y no se crea que mi tarea es fcil, quea mi me sucede lo que dice el adagio: "Para bien escoger, hay mucho que entender".En verdad, tanto es as, que mi cabeza parece una olla de grillos, pensando ypreguntando a mi gua invisible qu episodio debo elegir para continuar el relato deIris. Al fin me decido, o me deciden, (mejor dicho) y contino mi trabajo, refiriendo elcomienzo de la segunda encamacin de Iris despus de su cada, ella dicta y yoescribo.

    CAPTULO VIPas tiempo, mucho tiempo, al menos a m me lo pareci, porque el

    quietismo del alma, es una medida inexacta que no sirve para precisar, con rigurosaexactitud, si transcurren siglos o segundos; slo s que escuch una voz que medijo:-Vuelve a la lucha, el que cae, est obligado a levantarse.

    Me levant? no; encarn? s; en un lugar tranquilo y apacible, dondebrillaba el sol y las flores bordeaban los senderos, donde la brisa murmurabaamores, donde todo era luz y armona, all abr los ojos alegrando con mi venida elhumilde hogar de dos seres unidos por el amor. Crec entre halagos y dulcessonrisas, me pusieron por nombre Aurora, y mi nombre era una alegora de mi gentilfigura, porque todo en mi anunciaba que sera bella, pareca una flor arrancada desu tallo antes de tiempo porque mi cutis era blanco, muy blanco, pero sin color, misojos eran grandes, muy grandes, pero slo los entreabra, pareca que no tenaaliento para abrirlos, mi talle era flexible, muy flexible, pero se doblegaba y parecauna palmera marchita; crec en poco tiempo, era alta, pero sin gallarda, misfacciones correctas, pero sin expresin, era una verdadera estatua, me faltaba elalma del amor. Lleg un momento en que la nia sinti en su ser un algodesconocido, llor sin saber por qu lloraba, suspir sin darle direccin a mis

  • suspiros, tuve deseos de correr y corr sin cansarme, y como por encanto, mis ojosse abrieron, mis mejillas se colorearon, mis labios se enrojecieron, mis formas seredondearon, y todos al verme pasar decan: -Qu hermosa es Aurora...!

    Mi organismo adquiri desarrollo, y mi alma so, qu so? amores,amores imposibles, porque yo amaba una figura que vea en mis sueos. Unamaana un rumor lejano y densas nubes de polvo me anunciaron que gentesextraas se acercaban; se oyeron gritos, relinchos, se aument el ruido, y al finaparecieron legiones extranjeras que iban a llevar la civilizacin a otros pueblos;hombres y caballos invadieron el pequeo lugar donde nac, y el jefe de aquellosguerreros, que era un hombre arrogante, se acerc a mi y mirndome fijamente medijo con acento de mando:

    -Cmo te llamas?-Aurora.-Aurora, que anuncias un hermoso da, escucha, atindeme,-y acercndose

    ms a m, estrech mi diestra entre sus manos, y suavizando el tono de su voz medijo:-Aurora; t y yo formaremos un hermoso da, esprame, yo voy muy lejos, perovolver, y volver para llevarte conmigo, para darte mi nombre, para hacerte miesposa; te llevar muy lejos de aqu, te llevar a un punto de la tierra donde lasflores brotan entre las piedras, donde el sol da ms calor a los cuerpos, donde todosonre, donde todo renace con una fecundidad prodigiosa. No te impacientes por mitardanza, porque mi camino es largo y mi empresa ardua, pero alcanzar la victoriay volver por ti, para que te den sombra los frondosos laureles de mi gloria. Sucedalo que suceda, no te atrevas a enlazarte a otro hombre porque te arrancar de susbrazos, destruir tu hogar, y fenecern tus hijos. Evita una serie de crmenes,viviendo consagrada a mi memoria: leo en tus ojos que ya tus sueos son deamores, sea yo la realidad de tus sueos, esprame que volver! y ay de ti, si nome obedecieras!

    Yo enmudec; no tuve palabras, pero tuve miradas y lgrimas... que l bebiafanoso con sus labios de fuego; qu sensaciones experiment! Aquel hombre erala realidad de mi sueo, me estrech en sus brazos dicindome:

    -No me olvides!, volver!Se fue el guerre ro seguido de su gente y volvi a quedar el lugar tranquilo,

    pero no mi corazn; una profunda tristeza invadi todo mi ser, y pasaba das y dassentada en una pea a la orilla del mar. Mis padres se desesperaban y para ver sime reanimaban me hablaron de un casamiento ventajossimo, con el joven ms ricode aquellos contornos, pero yo les cont lo ocurrido y les dije que estaba dispuestaa esperar al caudillo. Mi padre ceg de ira, mi madre dud de mi virtud, de mi pureza;el amante desairado invent, para vengarse, la historia ms calumniosa, historiaque fue creda, porque una mujer hermosa tiene innumerables enemigos,comenzando por las mujeres que la rodean, y aunque yo protestaba de mi inocencia,mi madre se exasper hasta el punto que perdi la razn y mi padre huyendo de sudeshonra, se arroj a un abismo desde la alta cumbre de una montaa y yo quedsola sin amparo de nadie; sealada con el dedo por todos los habitantes del lugar yde los pueblos cercanos. Hubo momentos que pens decirle a mi calumniador: sertuya, dame tu nombre, pero al instante recordaba las frases del caudillo: -"Suceda loque suceda, no te atrevas a enlazarte a otro hombre, porque te arrancar de sus

  • brazos, destruir tu hogar y fenecern tus hijos. Evita una serie de crmenes,viviendo consagrada a mi memoria".

    Me resign con mi triste suerte, que era bien dolorosa; todas las jvenes mevolvan la espalda, sus madres me dirigan miradas compasivas, miradas que hacenms dao que cien dardos envenenados- y lo peor del caso era, que no podaabandonar a tantos ingratos porque tena que esperar la vuelta del caudillo.

    Cuando menos lo esperaba sent el fro de la fiebre, despus el calor mssofocante, me zumbaron los odos y qued sin movimiento. Qu hacer? quiseandar, quise gritar pidiendo auxilio, quise... pero no pude realizar mi deseo, graciasque, como nunca el desgraciado est solo, un anciano, intimo amigo de mi padre,era el nico que no me haba abandonado, el nico que crea en mi inocencia, en mivirtud y desafiando necias murmuraciones me visitaba con frecuencia y aquel davino a verme, llevando sus palabras la tranquilidad a mi corazn, puesto que meprometi cuidarme en mi enfermedad como si fuera su propia hija. Gracias a l, noestuve sola en aquellos das de tribulacin, en que la viruela negra dej en todo micuerpo huellas indelebles. Cuando pude abandonar el lecho, el nombre de Auroraera un sarcasmo para m. Noche tenebrosa debieron llamarme, porque mi rostroestaba ennegrecido, mis ojos no tenan pestaas, mis cejas haban desaparecido,mis cabellos eran escasos, escassimos, pareca un monstruo, yo misma me inspirrepulsin, pens en el suicidio, pero despus repeta con amarga irona: "Suceda loque suceda, no te atrevas a enlazarte a otro hombre, porque te arrancar de susbrazos, destruir tu hogar" y esper...! esper primero con desesperacin, despuscon esperanza. porque reflexionaba y deca:-Es verdad que mi belleza ya no existe,ya no ser mi rostro lo que ha sido, pero mi alma es la misma, mejor dicho no es lamisma, es mejor, mucho mejor que antes; yo conozco que mi sentimiento se hadesarrollado, ahora ya s compadecer, que antes no lo saba; me conmuevo consuma facilidad; indudablemente soy ms buena, y la belleza del alma es muysuperior a la del cuerpo, porque ste enferma, se desfigura, pero el alma no estsujeta a semejantes descalabros y cuando venga l tendr compasin de m y medir:-Reposa en mis brazos que merecido lo tienes. Y con estas dulces ilusiones vivmuchos meses; mi semblante fue perdiendo sus manchas rojizas, mis cabelloscomenzaron a brotar, era aun tan joven! Un da, (nunca lo olvidar) sent el rumorde mucha gente que se acercaba, nubes de polvo obscurecieron el horizonte, micorazn me dijo que l llegaba y apresuradamente sal al camino seguida de lamayora de los moradores del lugar, avanzaron los guerreros y rodeado de suscapitanes vena el caudillo con el rostro ms ennegrecido por los ardientes rayos delsol, pero con ms luz en los ojos; sin miedo a los caballos me adelant hasta llegaral pie de su corcel; el noble bruto relinch con fuerza al sentir que le tiraban de lasriendas, se detuvo y el jinete desmont con viveza, y dirigindose a mi, me mir conasombro y murmur con desaliento:-Eres t Aurora?

    S, yo soy. Me dijiste: "Suceda lo que suceda, no te atrevas a enlazarte aotro hombre porque te arrancar de sus brazos", y heme aqu abandonada de todospor serte fiel.

    Pobre criatura! pero qu has tenido? qu has hecho de tu maravillosabelleza? tu tez de nieve, tus mejillas nacaradas, tus cabellos, tus arqueadas cejas,tus rizadas pestaas, dnde estn...?

  • La viruela se llev mi hermosura, pero el dolor ha engrandecido mi alma.Pobre criatura! con el alma no tengo yo bastante para hacer mi

    cruzamiento de razas; yo te quera para llevarte a mi pas como un modelo deperfeccin humana, quera que mis hijos fueran tan hermosos como eras t: y eso...ya es imposible, pero... no temas, si por serme fiel te ves abandonada de todos, tellevar con mi numerosa servidumbre; reposar un momento y preprate aseguirme.

    Hay sensaciones que no pueden describirse, y yo no puedo describir eldolor que sent al or hablar a aquel hombre que yo adoraba y por el cual habasufrido tanto:todo lo haba perdido por l...! mis padres, mi reputacin, una posicindesahogada y honrosa... todo...! todo, por serle fiel...! y al encontrarme fea, lonico que me conceda era ir con su servidumbre. Qu infamia...! Qu ingratitud.. .!pero... quedarme en el lugar de mi nacimiento tambin era horrible, porque todosme volvan la espalda menos aquel anciano, los dems... todos...! qu hacer...?no titube mucho tiempo, y no titube porque a pesar mo, si antes amaba al caudillo,al verle sent lo que nunca haba sentido, me pareci tan hermoso! tan apuesto!tan gentil...! si me iba podra verle y despus... quien sabe...! la esperanza no sepierde nunca, porque la esperanza es la savia de la vida; y dominada por el dolor ypor un amargo placer le dije:-Me voy contigo, ya que por ti lo he perdido todo.

    El me mir framente y murmur con tristeza: qu lstima...! qu lstima debelleza que no dio fruto!

    En aquella poca la mujer era puramente un instrumento de placer o unahembra necesaria para la multiplicacin de la raza; a su sentimiento, a su dulzura, asus dems dotes no se le conceda la menor atencin; as es que la ternura de mialma y mi desarrollo intelectual pas completamente desapercibido. Durante el viajeprocur acercarme a l, pero todo fue en vano, nicamente al mirarme deca: qulstima...! qu lstima de belleza que no dio fruto!

    Llegamos al trmino del viaje y a los pocos das de habitar en el palacio delcaudillo, me llam ste a su presencia y me dijo:

    -Preprate a tomar por esposo al hombre que te he destinado: si por m lohas perdido todo, yo te doy con quien formar familia; y acto seguido hizo entrar unode sus servidores, hombre vulgarsimo, feo, repulsivo, que pareca idiota: al verle,me sent tan herida y tan humillada, que no supe que contestar, pero... qu puedehacer el esclavo ms que obedecer?... obedec, me un a aquel hombre que odidesde el momento de verle y me encerr en mi morada para llorar a mares y paraodiar a todo el gnero humano".

    Mi marido era un ser envilecido, capaz de comete r todos los crmenes si selos pagaban bien; por desgracia ma, fui madre, me avergonzaba de serlo, mepareca imposible que yo estuviera unida a aquel miserable y que las leyesnaturales nos hubieran acercado lo bastante para tener yo un hijo; tras el primerovinieron otros, infelices criaturas...! por ser hijas de aquel hombre me eranrepulsivas: quise una separacin sin ruido ni escndalo, pero l se opuso, porque legustaba mi cuerpo, y tanto me desesper, que lo envenen para verme libre de susombra, mas no lo consegu, porque siempre lo vea y hasta senta su respiracin;pasaba noches angustiossimas, y eso que me rodeaba de todos mis hijos, quemuerto su padre no me eran tan repulsivos; pero mi vida era horrible porque odiaba

  • y amaba a un mismo tiempo al autor de mi desgracia; al valiente caudillo que nisiquiera se dignaba a dirigirme una mirada. El amor y el odio son dos sentimientosque se confunden entre s, porque entre un hombre y una mujer podr existir amorsin odio, pero no existe odio sin amor; cuando una mujer odia a un hombre, o unhombre odia a una mujer es porque la ama, y yo le amaba a l con toda mi alma, poreso le odiaba con todo mi corazn. Cunto sufra al verle...! Cunto! cmorecordaba sus besos de despedida! mis sueos, mis esperanzas, mi constancia enesperarle y todo para qu...! para entregarme por su voluntad a un hombre quenunca, nunca pude querer.

    Dado el primer paso se dan otros muchos, y ms cuando se lleva un infiernoen el corazn; yo lo llevaba, yo no poda sufrir ver a aquel hombre rodeado de todoslos placeres, mientras yo viva en medio de todos los dolores. Yo me arroj a susplantas, le ped compasin, le dije que no poda vivir sin l, y l entonces mirndomecon el mayor desprecio exclam:

    Crees que ignoro lo que has hecho? lo s todo, y por no perderte no te hedado el castigo merecido, pero mi clemencia no llega a descender hasta ti pararecibir tus caricias; vete a ocultar tu crimen y no desafes a la justicia.

    En aquel instante jur vengarme de aquel hombre y me vengu; la leonaestaba herida, qu horror...! esper algn tiempo, no mucho, tena sed! de qu?de amor, s de amor, le quera tanto...! tanto... y le odiaba de tal manera, quenecesitaba o su amor o su vida: me neg su amor... y le quit la vida, l y yo nocambiamos en la tierra. Mi crimen qued oculto, despus... despus... ros delgrimas y ros de sangre, visiones espantosas y momentos de asombro al or unavoz que me deca:-Hasta cuando, infeliz, hasta cuando seguirs descendiendo...?Detente, y no bajes ms te costar tanto trabajo subir!

    Corramos un velo sobre el final de aquella existencia, pongamos unoscuantos puntos suspensivos, para significar la encarnacin que sigui a laanterior...y entremos de lleno en la existencia en la cual mi alma se despert. * * *

    * * *Nac en un lugar donde el sol abrasaba los campos, hija de padres muy

    pobres y rudos, que no se ocupaban de sus muchos hijos ms que en sus primerosmeses, porque en cuanto los nios se arrastraban por el suelo, ya no se fijaban msen ellos, la naturaleza era muy prdiga y se encargaba de vigorizar a lospequeuelos. Yo crec en el campo, mi color era moreno, muy moreno, no era feacuando nia, pero estaba muy lejos de ser hermosa, si bien mis ojos brillabanextraordinariamente y mi cabellera era negra, rizada, muy rizada y abundante; ligeray esbelta, me enroscaba por los troncos de los rboles, me deslizaba entre laspeas, me esconda entre la maleza y los chicuelos me llamaban El Reptil ,sobrenombre que conserv hasta mi juventud.

    Contara pocos aos, cuando en unin de otros muchachos abandon mihogar, donde no lamentaron mi falta, por estar acostumbrados a mis largas yfrecuentes correras; anduve largo rato con mis compaeros de expedicin, ydespus, entr sola por un atajo y segu adelante hasta encontrar poblado, all medetuve y una pequea tribu que en aquel lugar reposaba, me brind su apoyo paraseguir con ellos cruzando el mundo. Yo acept muy gozosa, porque era mi espritumuy dado a las aventuras; y emprend mi marcha en unin de aquellos vagabundos

  • que de todo me ensearon, menos a ser buena. Cuntas impurezas, cuntosengaos, cuntas malas artes se pueden conocer en la tierra, todo lo conocviajando con aquellos desgraciados, que me llamaban ElReptil, y lo era en realidad;pero mi espritu comenz a cansarse de aquella vida, y aprovechando una ocasinpropicia, los enga, diciendo que iba a probar fortuna y me dirig a un hombre queme pareci a propsito para secundar mis planes. Le cont del modo que me hacatrabajar esa gente, engaando a unos, robando a otros, mintiendo siempre, y le pedsu apoyo para libertarme de aquella esclavitud.

    El hombre me escuch atentamente y dijo:-Salvada ests, si quieressalvarte, tengo autoridad suficiente para reclamarte; y cuando mis compaerosllegaron en mi busca, mi protector les dijo que si no se alejaban inmediatamentetodos quedaran encarcelados. Ante tal peligro me dejaron en paz, aunque conmucha pena, pues yo les era muy til.

    Respir mejor cuando me encontr sola en aquel puerto de salvacin,donde mi trabajo no era mucho y nadie me molestaba. All repos bastante tiempo,hasta que me cans de aquella vida tan montona y una maana, sin despedirmede nadie me dirig a la ciudad en busca de aventuras.

    En aquella poca haba llegado al completo desarrollo de la juventud, y erahermosa para mi dao, porque en la gran ciudad donde me detuve, ca con placeren el abismo del vicio; me entregu al libertinaje de tal manera, que me hice clebrepor mis locuras, y a tanto lleg mi desenfreno, que ca enferma con la msrepugnante dolencia; estuve meses y meses entre la vida y la muerte, parecaimposible que pudiera salvarme, pero triunf la juventud y al fin me levant plida,dbil, convertida en un esqueleto, no poda sostenerme en pie; para recuperar misgastadas fuerzas abandon la gran ciudad y me detuve en una aldea pintoresca,donde bosques frondosos me brindaban su tienda hospitalaria, donde manantialesde agua cristalina convidaban a saciar la sed, donde rboles frutales y gentessencillas ofrecan alimento y grata compaa. Pocos eran mis ahorros, pero tena losuficiente para vivir, algunos meses en aquel delicioso retiro, y all me instal. Biennecesitaba mi cuerpo y mi alma de aquel descanso, de aquel reposo, de aquellaquietud inalterable. Sin darme yo cuenta del cambio beneficioso que en m seoperaba, me pasaba horas y horas sentada en el bosque, a veces me renda alsueo, y sin temor ni sobresalto me dorma profundamente, sintiendo al despertarun bienestar inexplicable. Me aficion a las costumbres de aquellos aldeanos que selevantaban con la aurora, y se acostaban en el momento que en el horizontedesparecan las tintas rojizas del crepsculo vespertino. Aquella vida metdica deaquellas pobres mujeres que durante el da no reposaban ni un segundo, me atraadulcemente; aquel buen ejemplo llenaba mi alma de nuevas aspiraciones,contemplaba a las jvenes que vivan tranquilas bajo la tutela de sus padres, yrecordaba mis compaeras de libertinaje; vea a las aldeanas tan sanas, tanrobustas, tan llenas de vida, y me contemplaba a mi misma, mustia, marchita,agotada... Qu contraste!, y yo era an muy joven...! bien poda ensayar un nuevoplan de vida, y por qu no? no era ningn imposible, lo que deba hacer era huir dela gran ciudad, porque all caera nuevamente, pero en el campo, en contacto con lanaturaleza, all mi salvacin era segura. Mas... y los medios para vivir? porque misrecursos tocaban a su fin, era necesario trabajar. Dnde? en qu? dnde? en

  • un punto donde no me conocieran, en que me ocupara? en lo ms humilde, en loms sencillo, en guardar ganado; era necesario romper con mi pasado, era precisocubrir mi ayer con un velo tan espeso que yo no viera sus odiosos encantos; me fuial bosque y all confes a los rboles todos mis pecados, la brisa mova el frondosoramaje y pareca que contestaban a mis quejas los hijos de la selva; mientras mshablaba, ms deseo de hablar tena, no ocult a mis confesores mi mas levedesacierto, todo se lo cont, todo, y los rboles inclinaban sus verdes ramas como sime dijeran: -"Estamos conformes". Yo as lo CREI, y se confirm mi certidumbre alescuchar una voz que me dijo: -Ya era tiempo...! qu prisa te has dado para caer...!es necesario que tengas la misma para levantarte. Mira bien tu pasado, esindispensable que contemples toda tu infamia, toda tu criminalidad, para que no teduelan los sacrificios que tu expiacin te exija, que sern muchos, y muy dolorosos;no te engaes a ti misma, no confundas la alucinacin con la realidad, pregntatecien y cien veces a dnde quieres ir, si a coronarte de flores o de espinas: no pierdasel tiempo en vacilaciones, has perdido muchos siglos, has cometido muchoscrmenes, hora es ya que pienses en la regeneracin, sta ser lenta, muy lenta; nose pierden los malos usos y las aejas costumbres en breves segundos, comotampoco no se cometen todos los crmenes a un tiempo. Todo necesita sus horas,sus das, sus meses, sus aos, sus siglos; t te levantars, t dars un paso en lasenda del bien, y dado el primer paso ascenders rpidamente, el bien te atrae, y elbien te abre los brazos; mira lejos, muy lejos, y vers en la noche de tu pasado unafigura luminosa, mrala, no la ves? ella te mira dulcemente, no oyes lo que te dice?yo te lo repetir, te dice: -Te perdono! Te perdono, porque te amo!, ves? no estssola, hay quien te alienta, hay quien te ama, y el ser que es amado, no est solo.

    En realidad, yo no saba lo que me pasaba, pero era feliz, muy feliz!, iba aser buena, ya no servira para satisfacer los impuros caprichos del hombre, dejarade ser cosa para ser mujer, oh!, la mujer vala mucho dentro de su hogar, merodeaban muchas mujeres felices, y yo quera vivir como ellas vivan. Me orient,pregunt por otro pueblo donde hubiera mucha luz, mucha vegetacin, y meencaminaron a un lugar tranquilo, donde la naturaleza sonrea; llegu, y me detuveante una granja rodeada de rboles seculares; un hombre de edad mediana estabasentado al pie de un rbol, me dirig a l, y le ped albergue y trabajo; l me mir contristeza y murmur con melancola:-Mucho pides, pero al que mucho pide, mucho sele da. Vienes de muy lejos, se conoce que traes cansancio en el cuerpo y en el alma,necesitas trabajo moderado y muchas horas de reposo y de meditacin; has vividotan deprisa...! has corrido tanta cuesta abajo...! ests muy fatigada, pero aqureposars. Ves todas esas aves domsticas...? ves esos humildes irracionales?esos corderillos que triscan por la pradera? pues t cuidars de que no les faltealimento y agua; lo primero aqu lo tienes de sobra, lo segundo has de ir a buscarloa gran distancia, pero el camino es llano, en sus bordes crecen sndalos floridos, lasavecillas en ellos entonan sus cantares, ese camino te conducir ms tarde a tupatria eterna, recrrelo con la alegra en el corazn y la esperanza en tu mente.

    Las palabras de aquel hombre me sirvieron de gran consuelo, y al dasiguiente comenc mi trabajo. Con verdadero afn cog dos grandes nforas y medirig a la fuente: en verdad que mi protector no haba mentido; el camino eradelicioso, sombreado por rboles floridos, innumerables pjaros se contaban sus

  • amores, de rama en rama, y la fuente, oculta entre breas y verdes arbustos, era unverdadero oasis. Qu paraje tan encantador...! pareca que aquel lugar agreste noera de este mundo: all respiraba mejor, all me pareca que me desprenda de mimanchada tnica y me cubra con el sayal de la virtud. Ir a la fuente era mi trabajofavorito, all me encontraba bien!, me pareca que acababa de nacer, que nuncahaba pecado que mi mente era un libro en blanco, y que ningn mal pensamientohaba manchado sus hojas. Una tarde al llegar a la fuente, me sorprendi en granmanera encontrar un hombre entre las breas, un hombre que no se pareca aningn habitante de la tierra por ms que iba vestido como un hombre de pueblo,pero su cabeza y su rostro eran de una belleza majestuosa, sus largos cabellosdescansaban sobre sus hombros, su frente de un blanco mate no tena la menorarruga, sus ojos, ah...! sus ojos brillaban de un modo extraordinario, sus labios seplegaban con una sonrisa dulce y triste, jams haba visto un hombre tan hermoso,pero su hermosura no hablaba a los sentidos, al mirarle no se deseaba tenderle losbrazos, involuntariamente se doblegaban las rodillas y se sentan deseosirresistibles de preguntarle:

    -Eres Dios...?Yo me qued absorta, le mir extasiada y no tuve valor de dirigirle la palabra,

    l en cambio me dijo:-Mujer, te espero en esta fuente para que me des agua.-Agua...! pues qu?, vos necesitis agua?-S, pero no esta agua que sacia la sed del cuerpo, yo quiero que me des el

    agua que calma la sed del espritu.-Pobre de m, seor!, si yo he sido una gran pecadora, qu podr

    daros...?-El agua de tus buenos propsitos, el agua de tu sincero arrepentimiento, el

    agua de tu enrgica voluntad, para seguir por la senda del bien.-Ah...! entonces bebed. Seor en la humilde fuentecilla de mi pensamiento,

    quiero ser buena...!, quiero purificarme!, quiero amar!, no amar a un hombre,amar a un Dios...!

    -Lo s, por eso he venido a buscarte para decirte: el ideal de tus amores hoyse encuentran en la tierra, con l te reunirs cuando llegue la hora; trabaja en lapurificacin de tu espritu y aguarda el da de tu regeneracin. Vuelve a tu hogar, yoir contigo.

    Yo no saba lo que me pasaba; dej de pesarme mi cuerpo, recorr aquelsendero sin que mis pies tocasen a tierra; y al llegar a la Granja, aquel hombre medijo:-No te impacientes, cuando llegue el momento de reunimos, yo saldr a tuencuentro; dio algunos pasos y despareci sin poderme explicar qu camino habatomado.

    Cuando volvi mi protector, le cont lo ocurrido y me dijo sonrindose:-Cuanto me dices, todo es producto de tu imaginacin, todo es obra de tu

    buen deseo, es la cosecha que recoges antes de tiempo por lo bien que hasabonado la tierra de tu redencin.

    -Ah, no, no!; -replique con viveza,- no puede mi imaginacin crear unafigura tan hermosa, yo le he visto, yo le he odo, es una realidad superior a todas lasalucinaciones.

  • Desde aquel da viv consagrada al recuerdo de aquel hombre-Dios, porquepara m, no era un hombre como los dems; sus ojos y sus palabras no eran de esemundo, y tanto me encari con su recuerdo, y tales ansias sinti mi alma para verley adorarle, que form el plan de ir en su busca, plenamente convencida que leencontrara, dnde? lo ignoraba, pero yo senta el soplo de su divino aliento; ydecidida a todo, me diri g a la fuente, para despedirme de aquel oasis, cuando alllegar, lo encontr a l que me dijo con dulce reproche:

    -As obedeces mis mandatos? no te dije que yo te avisara la hora de salira mi encuentro? por qu te impacientas? por q u te adelantas? por qu quierescoger la fruta sin madurar?

    -Seor!, porque necesito veros y adoraros.-Vuelve a tu hogar, habla con tu conciencia y pronto recibirs el aviso

    deseado. Acompame si quieres, y emprendi el camino hasta llegar al borde deun abismo que haba entre dos montaas; all se volvi, me mir, y ca de rodillasmientras l, como si todo fuera tierra plana, cruz el abismo y subi a la cumbre dela montaa; all vi deshacerse su figura como se deshace la bruma con los rayos delsol, y murmur: -ese hombre no es un hombre, es un Dios!

    Algn tiempo despus me dijo mi protector :-Preprate a recoger tu segunda cosecha; las espigas que te pertenecen

    estn muy lejos de aqu, que lo que mucho vale, mucho cuesta. Despdete de estealbergue, que hemos de acudir al llamamiento de un Redentor.

    Acompaada de aquel hombre que tan bueno haba sido para m, emprenduna marcha muy larga, largusima, cuntas noches!, cuntos das sin llegar alpunto deseado!, haba momentos que me dejaba caer en el camino y mi compaerome deca:-Descansa, mujer, descansa, recobra fuerzas para ser dichosa.-Al fin, unatarde, llegamos al lugar donde se encontraba el hombre-Dios, rodeado de un pueblonumeroso; al vernos, se sonri con dulzura, y me dijo: -Sintate y reposa, quecansada vienes...!

    Habl con mi compaero y ste seguido de muchos hombres, se dirigi nos dnde; al fin nos quedamos solos, y me dijo: -Estoy contento de ti, te hasespiritualizado, te has elevado sobre el lodo de tus vicios, te has propuesto turegeneracin y ests dispuesta al sacrificio. Yo he venido a la tierra para curar a losenfermos, porque los buenos no necesitan mdico; yo he venido a dignificar a lamujer, que digna debe ser la madre del hombre; yo he venido a trabajar con elpueblo y para el pueblo; yo necesito enviados, que en mi nombre, lleguen a loslugares apestados por los vicios y las prostituciones, por los crmenes y los mshorribles atropellos; Sos sabios y los buenos no necesitan redentores, porque ellosse redimen por el amor y la ciencia, pero a las mujeres perdidas y a los hombresdegradados hay que ir a buscarles a sus antros de perdicin, hay que descenderhasta ellos, y en medio de sus festines, y en medio de sus delirios, hay que hablarlesde otra vida, de otra vida que no acaba, de otra vida donde el alma se engrandecepor sus mritos, se eleva po r sus sacrificios, se acerca a Dios por su progreso. T,que ayer pecaste, t, que sabes cmo las mujeres lloran en medio de los festines, tvolvers a esos antros de degradacin, t volvers a sentir las espinas del dolorcmo se clavan en tu cuerpo y en tu alma, pero, qu importa el martirio cuando seconduce al puerto a infelices nufragos que estaban condenados a desaparecer

  • bajo las olas del crimen y de la prostitucin...!-S, mujer, preprate a volver al lugar donde fuiste piedra de escndalo, y

    all, entre aquellas desventuras, entre aquellas almas encenagadas en todos losvicios, siembra la semilla de la esperanza en otra vida mejor. Si decidida ests aregenerarte, no creas que la regeneracin se consigue separndose de todocontagio; la vida contemplativa, como medida temporal, es buena, pero aperpetuidad es el mximum de todos los egosmos: No sentir...! no llorar! nocompadecer ni tomar parte en el dolor ajeno, es trabajar para el endurecimiento delcorazn, y de un corazn endurecido no brotar jams el agua del consuelo. T hascredo, mujer que para alcanzar la felicidad suprema, basta con abstenerse depecar, y ests en un error; hay que procurar quelos otros no pequen, hay que evitarla cada de los dems. Te era necesario el reposo y la contemplacin para sanar tucuerpo y tranquilizar t alma, y ya que has conseguido lo que te era precisoconseguir, vuelve al lugar donde los cuerpos se venden y las almas se degradan; yentre aquellas mujeres, entre aquellas desventuradas, da comienzo a tu hermosotrabajo. Diles a las mujeres, que harto tiempo han sido esclavas de la tirana delhombre, y que necesario es, que se dignifiquen, que comprendan lo que valen y lotiles que pueden ser para redimir a la humanidad. Vuelve, s; no te detengas, hanllegado los momentos anunciados por los profetas; se hablar en todas las lenguas,y en todas partes resonar este grito:

    redencin!!

    Pero seor, murmur con tristeza, es que tengo miedo de volver a la lucha,me creis ms fuerte y ms buena de lo que soy en realidad; estoy arrepentida demi pasado, me horroriza pensar en mis culpas, necesito veros y oros paraengrandecerme, esto es todo, no sirvo para ms.

    -Mujer de poca fe, que an necesitas tocar las cosas para convencerte, tehago falta para tu regeneracin, y crees que no vindome y no oyndome teencontrars sola, perdida en la inmensidad de las pasiones y de los vicios. Mujer, noseas tan material, yo estar contigo, aunque inmensa distancia nos separe, porquepara las almas no existen las distancias.

    -Ah; pero no podr veros...! y sin veros! y sin veros, seor... es imposible,no har ninguna obra buena...

    -Mujer, t dices que amas mi espritu, pues amando mi espritu no te hacefalta contemplar mi envoltura.

    -Oh! s, s, yo necesito veros!-Me vers en tus sueos, y recibirs instrucciones; ahora duerme, mientras

    yo velo, duerme para despertar a una nueva vida de lucha y de victoria; de estudio,de progreso para ti y para otros. Y, extendiendo su diestra sobre mi cabeza, mequed dormida.

    CAPTULO VIIJams olvidar lo que vi durante mi sueo; pasaron ante m millones de

    seres de distintas razas, vi ciudades populosas, templos gigantescos, monumentosadmirables, que ante mis ojos quedaban reducidos a polvo; y sobre tantas ruinas se

  • levantaban figuras luminosas, hermossimas; cuando ya mi espritu comenz asentir cansancio, o una voz que me dijo:-Mira bien! mir, y vi un espacio inmenso,oleadas de luz lo llenaban, aquel oleaje levantaba montaas de fuego y sobre ellascaa una lluvia de diversos colores, era como si un arco iris lo envolviera todo. Qumaravilloso espectculo...! yo no me cansaba de mirar; en el fondo de aquel cuadroluminoso, se aument la luz, qu efecto tan prodigioso! no es posible describirlo.Ah! no, no; despus, aquella luz vivsima se amortigu, olas de blanca espumainvadieron el centro de aquella rbita incandescente, y de aquellas olas, brotarondos figuras, eran dos hombres: el uno apoyaba la cabeza en el hombro del otro.Mir... mir asombrada y lanc un grito, porque aquellos dos hombres, el uno era elsabio Antulio y el otro... el hombre-Dios, el que yo adoraba; el sabio reclinaba sucabeza con dulce abandono en el precio de aquel que quera la dignificacin de lamujer. Yo miraba, miraba fijamente y vi que Antulio mova los labios, prest toda miatencin y escuch estas palabras:

    -Iris...! cunto has tardado! pero ya no me dejars, ya sers ma por lossiglos de los siglos. Mi ciencia no pudo redimirte, pero mi amor... mi amor loconsigui.

    Entonces vi al hombre-Dios que estrech en sus brazos al sabio Antulio, y alabrazarle, el sabio arroj su envoltura corprea y cosa extraa! me pareca queaquellos dos espritus formaron uno solo, y en el hombre-Dios yo reconoca aAntulio, y en Antulio al hombre-Dios, transfigurado! hermossimo! con esahermosura incomparable, que no hay en la tierra tipo que se le asemeje. Aquellafigura adorable, me tendi sus brazos y yo me refugi en ellos, y escuch de nuevo:-"Iris...! cunto has tardado...! pero ya no me dejars, ya sers ma por los siglosde los siglos! Mi ciencia no pudo redimirte, pero mi amor... mi amor lo consigui!

    Al tiempo se le han dado diversas medidas, pero nadie ha sabido medirtodava el tiempo feliz; as es, que yo no s si fueron horas o breves segundos losque permanec soando; slo s que me despert y vi al hombre -Dios sentadosobre una pea rodeado de muchos nios que le acariciaban. Me levant, y l medijo: Mujer, ya has reposado lo bastante, preprate a emprender tu viaje.Sola? Noest solo el que ama y es amado. Ya te inspirar, ya me vers en tus sueos, yvendrs cerca de m, cuando tu trabajo se acabe en el lugar al cual te diriges.

    Yo titubeaba, mas l me mir de aquella manera que l solo sabe mirar,extendi su diestra sobre mi cabeza y emprend mi marcha triste y gozosa a la vez.

    No quise volver a la gran ciudad sin visitar la Granja donde encontr misalvacin; all me detuve breves momentos, y me dirig a la fuente, al oasis de mivida.

    Las avecillas pareca que daban su adis; todas cantaban a un tiempo;cunto las envidi...! ellas podan vivir entre flores! yo iba a vivir entre espinas...!

    Llegue a la gran ciudad, y al punto muchos de sus habitantes mereconocieron; todos me encontraron muy hermosa! de mis antiguas compaerasalgunas haban muerto, otras seguan su miserable vida, y muchas jvenes, casinias, daban sus primeros pasos en la senda de la degradacin. La duea de aquelcentro de los vicios me recibi con los brazos abiertos, dispuesta a guardarme comosu ms preciado tesoro. Yo ocult cuidadosamente mis propsitos, impusecondiciones y evit, cuanto me fue posible, volver a ser juguete de los libertinos.

  • Todos encontraban en m algo extrao, me hallaban ms hermosa que antes; peromi hermosura tena un tinte especial, era que mi alma ennobleca mi cuerpo, era quemi alma senta asco en aquella sentina de todos los vicios. Con habilidad suma,comenc a tender mis redes, y algunas de aquellas desgraciadas me dijeron:Llvanos contigo, iremos donde t quieras, siempre que nos salves y nos apartes deeste inmundo lodazal.

    Qu noches tan horribles eran las mas viendo aquellas escenas y aquellosatropellos de tantas y tantas jvenes que an recordaban sus juegos infantiles!cuntos ros de oro para satisfacer impuros caprichos, mientras centenares ycentenares de hambrientos moran por las calles de la gran ciudad!

    Milagrosamente me iba salvando de sufrir aquellas humillaciones; pero fijsus ojos en m, uno de los jefes del estado, y tuve que acceder a sus deseos; maspuse ventajosas condiciones, oro en abundancia y un permiso, autorizado por l,para poder salir libremente de la gran ciudad, en unin de cuantas mujeres quisierallevarme conmigo. A todo accedi, porque yo tena sobre l un ascendientepoderossimo, tanto es as, que me deca con tristeza: -No veo en ti a una mujer; teres algo ms; ya no sirves para los placeres impuros, te miro, quiero acariciarte... yte respeto, siendo un temor inexplicable, me parece una profanacin lo que quierohacer contigo y, sin embargo, el fuego del deseo me consume. Para qu has vueltoaqu...?

    Qu noche tan horrible fue aquella para m...! tena que fingir lo que nosenta pasa conseguir la realizacin de mi plan, oro y el documento firmado por lpara librarnos de la persecucin de la duea de aquel centro de corrupcin.

    Al fin brill la aurora, el saln donde se haba celebrado un gran festn,presentaba un aspecto desolador y repugnante, repugnantsimo; mujeres beodas,hombres embriagados se entregaban al sue o; entre aquellas mujeres habamuchas que me haban jurado obediencia, ya estaban advertidas y haban evitadola embriaguez; me acerqu a ellas y les dije: No hay momento que perder,aprovechemos los instantes; la libertad nos espera, la luz! el aire! las flores!

    La mayor parte de las conjuradas me obedecieron, y antes que la granciudad se despertara, salimos al campo y, apresurando el paso, nos alejamos deaquel infierno, detenindonos en un bosque para descansar.

    Cunto goc entonces...! di por bien empleada mi noche de infamia, puestoque, por mi martirio, salvaba a tantas infelices de su horrible esclavitud. Recordabalas palabras del hombre-Dios y deca; Cunta razn tiene! La vida contemplativa,como medicina temporal, es buena, pero a perpetuidad es el mximum de todos losegosmos. No sentir!, no llorar!, no compadecer ni tomar parte en el dolor ajeno, estrabajar para el endurecimiento del corazn, y de un corazn endurecido no brotarjams el agua del consuelo. Estas mujeres son jvenes, algunas an casi nias,cuan tiles, pueden ser a la humanidad! muchas de ellas se crearn familia,tendrn un hogar! se vern amadas! y toda su felicidad ser obra ma!

    Con nuevo ardor emprend la marcha seguida de mis compaeras, hastallegara la Granja, a mi puerto de salvacin; me adelant a ellas, y encontr al dueode aquel escondido paraso, que me recibi sonriendo.

    No vengo sola, le dije algo confusa. Ya s quien te acompaa, he tenidoaviso; entra t con ellas, reposa el tiempo necesario para recuperar tus gastadas

  • fuerzas, y despus vuelve nuevamente a rescatar esclavas.Mis compaeras encontraron franca hospitalidad, y yo despus de

    descansar el tiempo indispensable, me dirig a la fuente, a mi oasis, al lugar en quemi alma se despert cuando vio aquella figura hermossima, que me dijo:-"Mujer, teespero en esta fuente para que me des agua".

    All me sent con la esperanza de verle aparecer, pero... esper en vano,apoderndose de mi alma tan honda y tan profunda tristeza, que cre desfallecer.Me horrorizaba volver a la ciudad, all, qu me esperaba? no tena amigos, noconoca ms que a mercaderes que quisieran comprar mi cuerpo, y mi ltima nochede infamia, con todo y haberme sido provechosa, me espantaba, y me avergonzabasu recuerdo. Es verdad que haba salvado a muchas vctimas, es verdad que poseaun permiso o salvo conducto del gobernador de la ciudad, con el cual poda salir yentrar libremente en la poblacin, y poda visitar sus crceles y sus fortalezas; habaconseguido mucho en pocas horas, pero ay...! aquellas horas cunto me humillabasu recuerdo! Me pareca imposible que antes me hubiese encenagado por mi propiavoluntad. Pensaba en el hombre-Dios, y no encontraba frases para demostrarle miinmensa gratitud, cunto le deba!, cunto!, por eso deba obedecer sus mandatospor eso deba rescatar esclavas. Ah!, s, s, l lo quera, y lo que l quera, debaquererlo yo. Y animada con tan nobles pensamientos segu mi camino; mas al llegarcerca de la ciudad, el desaliento se apoder nuevamente de m, sent miedo,mucho miedo!, al fin entr en aquella inmensa poblacin, preguntndome: dndellamar? en los lupanares, imposible, en todos me conocan y en ellos peligraba mivida, porque no podran perdonarme mis trabajos de redencin, los explotadores deaquellas desventuradas. Pens presentarme a mi protector, al gobernador, pero...no, porque estara furioso contra m, por la fuga de las meretrices. Miraba a todoslados y no vea ningn semblante amigo; al fin me detuve en una gran plaza dondehaba una torre clebre en la historia, que serva de morada a muchos centenaresde soldados; mir la sombra fortaleza, y de pronto sent en todo mi ser unasensacin dolorossima, como si millones de punzantes espinas, todas a la vez, melas clavaran en mi cuerpo, era que haba visto a un hombre que cruzaba la plaza yse acercaba a m, quise huir, pero l me cerr el paso, y poniendo sus manos en mishombros, me dijo sonriendo con alegra infernal: -Ya te tengo!, ya te tengo!, y loque es, ahora no te escapars.

    Aquel hombre era el jefe de la pequea tribu en la que bajo sus rdenespas mi infancia, el que hizo de mi cuanto quiso, el que me pervirti y me ensetodos los vicios.

    Qu momentos tan horribles...! cre morir de dolor al verme sujeta por aquelhombre; mi cuerpo cay al suelo y l me levant diciendo: -Es intil, no te escapars,viva o muerta te llevar conmigo-mas... no pudo conseguirlo, porque acudi unpelotn de soldados y uno de ellos me separ de l, diciendo: -No es hombre el queatropella a una mujer. -Esa mujer es ma, me la vendieron sus padres, me pertenece.Era mentira, mis padres no haban tomado parte en tal infamia, era yo la que loshaba abandonado porque padeca hambre y sed y no poda saciarla.

    Al verme protegida, ped que me llevaran a presencia del gobernador; aquelmiserable tembl de ira y los dos comparecimos ante la autoridad. Mi protector alverme me mir con enojo, pero al enterarse de lo ocurrido dijo:-Ese hombre queda

  • preso e incomunicado; de esta mujer me encargo yo.Al quedamos solos, me postr ante l y bes sus manos profundamente

    conmovida, l me levant y mirndome con tristeza me dijo con dulzura: -"Debaestar muy enojado contigo, porque has promovido un verdadero escnda lo, pero nos lo que tienes que te quiero, te compadezco y te admiro. Nunca olvidar mi ltimanoche de placer, escuch frases de tus labios que nunca haba odo, me hablaste deun hombre a quien llaman el hijo de Dios, y comprendo que t eres algo ms queuna mujer perdida, creo ms an, creo que ests purificada por tu martirio, y, paramenguar tu sufrimiento, desde hoy, por cuenta ma, tienes casa y alimento en unade las dependencias de mi palacio; puedes salir y entrar libremente, nadie te pedircuenta de tus actos, porque s que todos ellos slo tienen un objetivo, el bien!

    Mi alegra no tuvo lmites cuando me vi sola en un gran aposento dondeencontr todo lo necesario: alimento para mi cuerpo desfallecido y blando lechodonde reposar.

    Segu activamente mi trabajo de redencin y muchas infortunadasescucharon mi ruego; tantas fueron, que llam seriamente la atencin mi trabajo,produciendo gran descontento entre los libertinos y los explotadores de la juventud;y slo por estar protegida por el gobernador me libr de ser atropellada. Mi protectorse vio precisado a decirme que era necesario que me ausentase de la ciudad,porque l no responda de lo que pudiera sucederme, porque los nimos de los msfuertes estaban en contra ma, porque les arrebataba sus horas de placer, lasmujeres ms bellas, las que alegraban las sombras de la noche, las que eran vidade los festines.

    Triste y pensativa me dirig a la Granja, a ver a mis antiguas compaeras,las que al verme me rodearon y me colmaron de caricias; pareca mentira que entretanto cieno pudiera germinar la gratitud, y, germinaba...! germinaba, s; la mayorade aquellas mujeres demostraron ms tarde lo que queran.

    El dueo de aquel lugar al verme, me dijo con extraeza:-Por qu vienes? No sabes que an no puedes permanecer aqu?-Es que all no puedo estar, (y le cont lo ocurrido).-Pues all has de volver. El lo quiere y t tienes que obedecer.Me dirig a la fuente con esperanza de ver al hombre-Dios, pero no estaba,

    cunto le llam, y no vino...! segu mi penosa jornada y a la mitad del camino nopuede continuar, me dej caer al pie de una enramada y me qued dormida.Durante mi sueo vi al amado de mi alma, se acerc a m, y poniendo su diestra enmi frente me dijo con dulzura:

    -Mujer de poca fe ya no me quieres? ya te has cansado de hacer obrasbuenas?, pues para llegar hasta m, tienes que continuar el trabajo emprendido,sgueme! yo lo quiero!

    Me despert sb itamente y encontr gil y fuerte, segu andando y entr enla ciudad pensando en mi hermoso sueo; abismada en mis pensamientos, meperd en las tortuosas calles de la gran ciudad y me encontr en un callejn tanestrecho, que abriendo los brazos tocaba los ennegrecidos muros que lo formaban.Aquel paraje sombro me caus una impresin tristsima, quise retroceder, y nopoda salir de aquel laberinto, segu adelante y no se acababa aquella estrechsimava; de pronto, sent gritos horribles, lamentos desgarradores, aullidos,

  • imprecaciones, voces dbiles que decan:-Piedad!, socorro!, auxilio!-Me quedaterrada, no saba donde dirigirme; los gritos continuaban y yo me volva locaporque no vea ms que los paredones y estrechas aberturas muy altas; al fin trasde dar muchas vueltas, me encontr en una plaza solitaria en la cual se levantabaun viejo casern cuya gran puerta estaba cerrada; hasta all llegaban los gemidos, ydominada por una terraza extraa, llam con vigor a la cerrada puerta, que abrieroninmediatamente, y presentando el permiso del gobernador, dije a los hombres queme rodeaban: Quiero visitar esta prisin.

    Se miraron unos a otros, y alguien de ellos dijo: -Dejadla pasar, elgobernador la protege, aqu no hay miedo, que rescate esclavas. Uno de aquelloshombres me acompa y me hizo correr largos corredores donde haba muchaspuertas numeradas; despus me hizo bajar una largusima escalera, entramos enuna especie de cueva, y mi acompaante me dijo:-Aqu os espero, el piso es plano,podis recorrer el subterrneo sin temor de tropezar, no os asustis si al tocar lapared tocis cuerpos, son las prisioneras que llenan este lugar; y se sent en elltimo peldao, dispuesto a esperarme.

    Al verme en aquel sitio, al que no llegaba ms que un dbil rayo de luz, medetuve espantada, asombrada de mi arrojo, pero ya estaba dentro y no deba nipoda retroceder, porque resonaba en mis odos una voz lejana que me deca:-Sigue, no temas, sigue!,-y segu, mas segu a tientas, sin ver, escuchandolamentos y sollozos y voces entrecortadas por el dolor. Ay!, nunca he sufrido tantocomo en aquellos momentos; mis manos extendidas tropezaban con cuerposhumanos, y al sentir el contacto, sollozaban aquellas infelices y otras blasfemabanenloquecidas por elmartirio. Quise hablar y no pude, el espanto me hizo enmudecer,segu andando hasta que toqu la pared del fondo de aquel abismo, y al volverme, viall lejos, muy lejos, el dbil rayo de luz que penetraba por la angosta escalera.

    Cuando llegu a la puerta, mi acompaante se levant, y tuvo quesostenerme porque yo ya no poda resistir el peso de mi angustia, slo pude decirle:-Aire!, aire!

    El hombre aquel fue compasivo, me cogi como el que coge a un nio ysubi la escalera rpidamente; al cruzar los corredores, vi a varios magnates queme miraron con asombro, diciendo uno de ellos:

    -Hasta aqu llega esa mujer...?Cuando me vi en la calle me pareci mentira, corr como una loca por

    aquellos desiertos callejones, hasta que llegu a la gran plaza. Procur en seguidaver al gobernador, y al contarle donde haba ido, me dijo espantado:

    -Qu has hecho, desgraciada? dnde has ido? t quieres perderme.-Por qu?-Porque hasta aquellas mujeres t no puedes llegar, son traidoras a su

    patria, han derribado los altares de los dioses, adoran a otro Dios; rechazan lossacrificios y los antiguos ritos, no te atrevas, entiendes? no te atrevas a volver all,porque me ver obligado a lanzarte de esta ciudad, y lo sentir, porque te quiero, tecompadezco y te admiro.

    -Pero aquellas infelices deben ser atormentadas cruelmente.-Creme, no toques al fuego porque te envolvern las llamas.

  • CAPTULO VIIIComprend que deba callarme y disimular; me retir a mi aposento, y hasta

    en l me pareca que escuchaban los lamentos de aquellas desventuradas. Al dasiguiente y en los sucesivos, no hice otra cosa que rondar la prisin, y convencermeque era imposible toda tentativa de evasin, pero pens y dije: -Yo sola no puedo,pero muchos brazos, quin sabe...! y dominada por el ms noble de los deseos, medirig a la Granja, cont a mis antiguas compaeras el descubrimiento que habahecho, les ped su ayuda, y la mayora de ellas dijeron entusiastas: Teseguiremos...!-Mas, cuando enter de mi plan al dueo de la Granja, me dijoseveramente:

    -Pronto quieres recoger la cosecha, an no es tiempo, estas mujeres teseguirn ms tarde, an no es hora, vuelve a tu puesto.

    -Ser intil, (dije desesperada), qu har yo sola ante aquellos muros? esimposible la salvacin de aquellas desventuradas; y muchas juntas promoveramosuna revolucin.

    -El imposible no existe; vuelve a escuchar los lamentos de las que adoran aun nuevo Dios.

    -Pero, qu har? qu har con escucharlos?, si mi impotencia es tangrande como mi dolor!

    -Mujer de poca fe, espera en ti misma, y vuelve a la ciudad.Volv al punto de mis luchas, y durante el camino or con tanto fervor, que

    nunca he orado como entonces, es decir, no oraba, hablaba con l, con elhombre-Dios, le llamaba, le deca:-Insprame!, dame aliento!, dame fortaleza!, yoquiero llegar hasta ti, yo quiero redimir a los cautivos, yo quiero decirles que teadoren porque t eres la verdad y la vida!

    Cuan largo se me hizo el camino...! y al mismo tiempo qu corto mepareca!, porque no encontrando solucin al problema, tema llegar a la gran ciudadno sabiendo qu resolucin tomar. El gobernador estaba furioso contram, con l nopoda contar, y sin embargo, a quin dirigirme sino a l!

    Qu horas tan amargas fueron las de aquella jornada para m!, meencontraba tan sola...! y es tan triste la soledad...! me detuve varias veces en elcamino diciendo con la mayor angustia: Seor...! Seor!, concdeme la dicha demorir, no puedo ms!, me estrello ante lo imposible; qutame la vida o tpame losodos para que no lleguen hasta m los lamentos de aquellas desventuradas... peroqu digo? qutame el entendimiento, porque a tan larga distancia no es posible quecon los odos de la carne escuche sus lamentaciones; es mi alma que est con ellas.S, s, percibo claramente las voces de aquellas infelices, que me dicen: -Slvanos!socrrenos!, ampranos!, ven...! ven!, ve, que te esperamos!

    Que me esperan...! y para qu, Dios mo? si yo no puedo hacer nada porellas, si mi impotencia iguala a mi deseo, si soy una mujer perdida, de todosabandonada...!

    Al fin entr en la gran ciudad, qu horrible me pareci! Redobl misesfuerzos y pude llegar al punto donde saba que encontrara descanso y alimento.Cuando me vi sola, dentro de aquel anchuroso aposento, me encontr mejor,inmediatamente tom posesin del lecho y dorm mucho tiempo, no con el sueoordinario, sino con el letargo que produce el cansancio, la fatiga, la tristeza, el

  • abandono, el doloroso convencimiento de la propia inutilidad.Al despertarme me encontr mucho mejor, durante mi sueo haba visto a

    las prisioneras, me haban hablado suplicndome que no las abandonara, quevelara por ellas; haba odo tambin la voz del hombre-Dios, que me deca: T solapuedes abrir aquellas puertas, ten fe en ti misma!, ten fe, que estoy contigo.

    Como si una fuerza superior me impulsar, sal de mi aposento, y ped ver algobernador; al verle, me postr a sus plantas llorando amargamente, y tanta era mipena y mi congoja, que l se conmovi y levantndome con la mayor ternura medijo:

    -Deba estar muy enojado contigo, pero al verte tan desesperada teencuentro tan hermosa, no de cuerpo, de alma, que me atraes, me seduces, y tengoel presentimiento que t sers mi perdicin. Cuntame, qu tienes? qu te pasa?qu te angustia?

    -Aquellas infelices cuyos lamentos escucho siempre, siempre! entendis?siempre! las veo en mi pensamiento, me cercan, me hablan, y yo enloquecer si lassigo escuchando. Vos que sois potente, que podis tanto... yo no os digo que lesdevolvis la libertad, pero al menos, no podrais cambiarlas de prisin? nopodrais amenguar su tormento? no podrais ser para ellas ms que un Dios?

    -Es que cuando estn all, es porque han pecado mucho; no slo estn lasque adoran a otro Dios, estn las adlteras, estn las rameras de inclinacin, queson ms culpables que las que venden su cuerpo; las mujeres que all gimen hansido la deshonra de su familia, han causado la desesperacin de muchos hombresde estado, y su castigo es justo .

    -Por grande que sea un crimen, es ms horrible la pena que sufren; hay queverlo, no lo habis visto?

    -No.-Y no podis visitar las prisiones?-S que puedo.-Pues id, seor, id; queris que yo os acompae? dejadme ir con vos,

    dejadme que les prodigue alguna palabra de consuelo, que tengan una esperanza,verdad que iremos?

    -Eres mi tentacin; te quiero tanto...! que por no verte llorar ir donde tquieras; ahora vete, no salgas de tu aposento, no te dejes ver por la ciudad, no teimpacientes esperando, ten fe en mi promesa, iremos a ver a esas desventuradas.Y mirndome con la mayor ternura, me acompa hasta la puerta de su estancia.

    Llegue a mi aposento que no saba lo que me pasaba, me pareca imposibleque me concedieran lo prometido. Esper muchos das, muchos; al fin una maanarecib orden del gobernador, me present a l y acto continuo me dijo: -Partamos.

    CAPTULO IXQu hermosa me pareci aquella maana! El sol brillaba con todo su

    esplendor! y era que el sol de la esperanza iluminaba mi espritu. Mi compaero ibasilencioso, preocupado; llegamos a la prisin y acompaados de muchos servidoresque llevaban antorchas, bajamos a los subterrneos donde geman aquellasdesventuradas. Si horrible encontr aquel lugar