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    DE LA REALIDAD COMO "MERO" LENGUAJE A UN LENGUAJE PARA LA "MERA" REALIDAD: EL TEATRO DE RAFAEL SPREGELBURD1

    Luis Emilio Abraham

    Universidad Nacional de Cuyo - CONICET

    Tengo una natural tendencia a desconfiar de ciertas palabras. En general, desconfo de todas. Pero sobre todo de ciertos sustantivos abstractos que designan absolutos, o al menos, experiencias ideales de las que todos tenemos pocos ejemplos empricos. Es lo mismo que pasa con ciertos colores. [] Nos manejamos entre grises, ya que as es el mundo, pero ponemos a las cosas nombres pomposos tales como "blanco" y "negro". () El teatro es para m una herramienta de descomposicin de esas gramticas, a favor de los grises; de ejemplicar con situaciones, con emociones, con devenir, lo que las palabras y los discursos comunicacionales ya han terminado por anular, por encerrar en experiencias racionales, tan absolutas como ineficaces, tan comunicables como inocuas. El filsofo Eduardo del Estal manifiesta: "El lenguaje lleva a un olvido del cuerpo". Toda la experiencia del dolor no entra en la palabra "dolor"; el cuerpo lo sabe, pero la razn decide ignorarlo y seguir operando con palabras. Y si debo comunicar mi experiencia del dolor me valgo con una palabra de valor absoluto: comunico mi dolor en efecto, pero mi interlocutor jams tendr idea de lo que hablo. Y no se habr dado cuenta de que en realidad no me entiende. Salvo que logremos "ponerlo en escena", en vez de ponerlo "en palabra". El teatro intenta recuperar esa gramtica del cuerpo que no cabe dentro de las palabras. Me gusta el teatro cuando es lo queda "afuera" de las palabras. Se vale de ellas, incluso, pero las palabras en el teatro slo suelen significar su afuera, a fuerza de designificar su adentro, a fuerza de desvincular lo que vena dado incondicionalmente en el sentido comn, a fuerza de desatar por fin significante de significado (Spregelburd, 2006: 3-4).

    Entre las variadas expresiones teatrales surgidas en Buenos Aires tras la dictadura militar, la de Rafael Spregelburd es una de las que han atrado en mayores proporciones la atencin de la mirada nacional e internacional. Su obra se asoci en los primeros noventa a lo que se perciba como la aparicin de una "nueva dramaturgia", pero pronto gir hacia los modos de produccin ms representativos de este ltimo tramo de la historia del teatro argentino: la integracin de las labores de escritura, direccin y actuacin como procesos estrechamente ligados, e indisociables incluso. Trabajando como "un actor que se escribe las obras en las que le gustara actuar" -as se define l mismo- y tambin como un director que compone los textos con los ojos puestos ya en la escena, Spregelburd ha venido generando una obra prolfica y muy singular, que ana la prctica del teatro y la permanente indagacin terica. A lo largo de su produccin, ocupa un papel primordial la reflexin sobre la arbitrariedad de los lenguajes desde los idiomas humanos hasta la convenciones de la propia escena, sobre la habilidad de estos sistemas representativos para construir y fingir realidades, y sobre la posibilidad de hacer aparecer en el teatro la complejidad de la vida, de exhibir la "mera" presencia de las cosas al menos por un instante, de mostrar esa pura realidad que suele quedar oculta tras los modelos explicativos del mundo, las simplificaciones del pensamiento y, en definitiva, los actos de representacin.

    1 Una versin ms extensa de este artculo se ha publicado en la revista argentina Teatro XXI, Ao XIII, N 25, primavera de 2007, pp. 40-47.

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    La obra de Rafael Spregelburd y su modo de encarar la prctica del teatro fueron modificndose a la par que fue tomando forma su pensamiento esttico. Como ha sealado Jorge Dubatti (2005: 11-18), pueden observarse en su trayectoria dos momentos bastante definidos, que siguen de cerca las lneas tericas que se desarrollaron a partir del llamado giro lingstico. En un primer momento, las creaciones de Spregelburd se concentran fundamentalmente en los sistemas de representacin, se orientan hacia lo metalingstico para desvelar y a la vez devastar las estructuras del lenguaje, para mostrar el carcter construido de lo real, para exhibir que la realidad no est hecha sino de versiones y que no es otra cosa que el resultado de las operaciones del lenguaje. Sin olvidar estas ideas, las obras de la segunda fase encuentran en ese planteo acerca de la naturaleza lingstica de la realidad solo el punto de partida y, sobre ese presupuesto, procuran adentrarse ahora en lo que se escapa de los sistemas de representacin, en lo que queda fuera de las palabras, en esa mera realidad que no cabe en las simplificaciones del idioma y del pensamiento, en la inasible complejidad de la vida o, como dira el mismo Spregelburd, en la calidad incierta pero real de los grises. El mejor modo de comprender esta evolucin es remitirse a la teora que hace de soporte a la produccin escnica, examinar algunos ncleos conceptuales que Spregelburd ha venido trazando, paralelamente a su obra teatral, en su faceta de ensayista (Abraham, 2007b). As como la Heptaloga de Hieronymus Bosch resulta de transponer a los lenguajes del teatro las particularidades de una obra plstica, la Tabla de los Pecados Capitales de El Bosco, su pensamiento esttico se nutre de las ideas que tiene el pintor y filsofo Eduardo Del Estal acerca de la percepcin visual (Spregelburd, 2000: 6-9; 2001: 116). El acto perceptivo es posible porque percibimos figura sobre fondo. La figura se reconoce, por un lado, cuando el sujeto identifica en ella una imagen que ya posee, una forma que ya ha aprendido. Si alguien dibuja un cuadrado imperfecto sobre un pizarrn y le pregunta a otro qu ve, este dir un cuadrado porque percibe lo ms parecido a lo que ya sabe. Por otro lado, las formas resultan perceptibles cuando se aslan de un fondo que pasa inadvertido. Es decir, para responder un cuadrado el sujeto deja de percibir el pizarrn. La percepcin de las formas supone entonces procesos de simplificacin. Tendemos a asociar las figuras a formas que nos son familiares y las separamos del fondo informe que les hace de sostn: lo informe es siempre el soporte material de la forma (Spregelburd, 2000: 7). Ahora bien, la idea de Del Estal es que el pensamiento sigue un camino anlogo al de la percepcin: no solo vemos figura sobre fondo sino que pensamos figura sobre fondo. En el dominio del pensamiento y del lenguaje, a la forma le corresponden los conceptos de significado, necesidad y orden. Al fondo, las nociones de sentido, azar y caos:

    Aqu Del Estal propone esta grcil trampa potica y vuelve a ponerles nombres a estos conceptos: asocia la forma, lo conocido, el concepto, la figura, a un mismo trmino: el significado. Y asocia lo informe, lo desconocido, lo impensable, el fondo, al concepto de sentido. Veo figura sobre fondo, lo que es decir entiendo significado sobre sentido. Entonces pido atencin, porque ahora cuando hablemos de sentido vamos a decir el sentido es el soporte ininteligible sobre el cual se recortan los significados. Cuando vemos algo que nos desorienta solemos decir: ah, esto no tiene ningn sentido. En realidad, deberamos decir: no tiene ningn significado. No quiere decir algo, no es un signo de otra cosa. No tener sentido es imposible, quiero decir, justamente, cuando algo es incomprensible, misterioso, es porque est lleno de sentido (Spregelburd, 2000: 7).

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    Forma y fondo, significado y sentido, se organizan as en lo que Del Estal llama la maquinaria de la significacin y operan mediante una dialctica compleja, una dialctica sin sntesis. Por una cuestin lgica, fondo y forma no pueden coexistir en un primer plano de atencin. Si la mirada descarta la figura para dirigirse al fondo, este pasa a ocupar el lugar de una nueva forma y reclama la constitucin de un nuevo fondo ininteligible sobre el cual recortar lo visible (8). La relacin entre significado y sentido se articula entonces en una dialctica sin instancia superadora, una dialctica en que el momento de negacin se convierte en el paso decisivo. El espesor indefinible donde se mezclan, en potencia, todos los significados es justamente el sentido, y la misin que Spregelburd quiere para el teatro consiste en sugerirlo. Para insinuar el sentido, el artista trabaja con formas, que es lo nico que puede asirse y lo nico que puede prestarse a la mirada del pblico. Pero el arte manipula formas, construye lenguajes, propone significados, para sealar de alguna manera el sentido: El arte recrea las operaciones lingsticas para recordarnos que en ese vaco estn las respuestas que motorizan nuestro deseo (Spregelburd, 2001: 116). En esta persecucin del sentido deviene fundamental la idea de borde: (...) intentamos, a partir de estas formas, mostrar la existencia de ese borde donde el orden puede volver a desmoronarse en vaco y caos (Spregelburd, 2000: 8). Siguiendo a Del Estal una vez ms, Spregelburd explica que lo verdaderamente interesante no es ni las formas ni el fondo, sino el borde de las formas, su lugar de conversin, su transaccin con la otredad:

    Percibimos el cuadrado por los lugares en que sucumbe. Su superficie no me interesa. Ya la s. Me interesa su borde, el sitio en el que su ser cuadrado linda con el caos de fondo. De igual manera, pensamos ideas abstractas y conceptos a partir de su negacin. La libertad, la ley, la fidelidad... ideas, conceptos, son todas cosas que podemos pensar slo porque despiertan en nosotros el abismo de su ausencia y su contrario (Spregelburd, 2000: 8-9).

    Segn estos conceptos, y como lo explicita el mismo Spregelburd (en Abraham, 2007a), su teatro comienza poniendo el acento en lo formal, en denunciar la artificialidad y la arbitrariedad de la forma que los lenguajes imponen sobre el mundo, y termina por dar preponderancia al sentido. Si en un primer momento el principal enunciado que subyace a su obra parece ser el carcter artificioso de lo real la realidad que se nos aparece es pura construccin de significados, mero lenguaje, sus producciones se orientan luego a sondear el fondo de realidad que queda oculto tras la falsa apariencia de las formas, el caos sobre el que se imprime un determinado orden, la pura presencia aplazada por la sobreabundancia de representaciones, lo real complejo que pueda ser meramente vivido y que se resista a caber en los moldes de lo real pensado. Pero esto conduce a una paradoja. De la misma manera en que el fondo no puede ms que intuirse detrs de la figura, y el sentido indagarse llevando al borde los significados, la presencia cruda de las cosas puede insinuarse, apenas por momentos, en medio de la representacin teatral, y la pura realidad ajena al lenguaje no puede convocarse sino a travs de un trabajo sobre los lenguajes de la escena. Por esa razn, las modificaciones que se producen a lo largo de la trayectoria de Spregelburd dejan huellas claras en sus obras y en ciertos aspectos de su construccin, como la organizacin narrativa, el diseo global de la puesta en escena y las tcnicas de actuacin. Las producciones tempranas de Spregelburd se caracterizan por la exhibicin de un dispositivo de lenguaje que se impone como un filtro mediador entre el espectador y el mundo imaginario y que evita, de ese modo, la inmediatez prototpica de la

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    escenificacin teatral (Garca Barrientos, 1981). La historia no se desenvuelve directamente frente a los ojos del espectador, no alcanza el estatus de un acontecimiento. Se muestra deliberadamente en su extraado proceso de construccin a travs de la presencia de un narrador cuya subjetividad manipula los hechos (Cucha de almas, Remanente de invierno), la proliferacin de puntos de vista (Entretanto las grandes urbes), el desocultamiento de la relacin convencional entre actor y personaje (La tiniebla) o un fracasado proceso de ensayo o de escenificacin que impide el desarrollo fluido de la accin (Cuadro de asfixia) (Abraham, 2006). En Remanente de invierno (1995), la primera experiencia de Spregelburd como director de escena, el carcter fracturado de la fbula y la inverosimilitud de los hechos se explican porque la pieza transcurre en el clima enrarecido del recuerdo (Spregelburd, 2005: 39). Sin aviso previo y sin ningn tipo de cambio en su apariencia, la protagonista alterna los roles de personaje nia y narradora adulta, de modo que interfiere en la representacin el acto mismo de memoria que reconstruye o inventa? la historia y que da forma al mundo representado. La calidad exageradamente artificial del vestuario y de la escenografa, su carcter plstico, metlico, demasiado fabricado, coinciden en ese intento de mostrar la arbitrariedad de las formas, de presentarlas como pura estrategia de lenguaje, de hacer visibles los artificios que los sistemas de representacin hacen funcionar de manera transparente. Las pilas de televisores, los carritos de supermercado, los objetos extraos que pueblan el espacio escnico, escapan a la funcin de representar el espacio de la accin, las casas de la protagonista y de sus vecinos, y sostienen apenas el mundo recordado, que nunca pasa de ser una versin dudosa. Lo nico que constituye un acontecimiento es, en todo caso, el acto de narracin de la protagonista, el proceso mismo de la representacin, y no lo representado. La nica realidad que se presenta es un hecho de puro lenguaje. Pero las cosas van cambiando a partir de la heptaloga que Spregelburd empieza a producir en 1996 alrededor de la tabla de El Bosco y, sobre todo, a partir de que asume sistemticamente la tarea de dirigir sus obras (Abraham, 2007a). Las obras de Spregelburd siguen indagando los lenguajes y las convenciones de la representacin, pero de un modo mucho ms sutil y sin que esto limite tanto la conformacin de un mundo imaginario, sin que se quiebre de un modo tan abrupto la posibilidad de la ilusin. Los diseos escenogrficos, por ejemplo, dejan de insistir en la artificialidad de las formas y se acercan a la representacin realista. Pero, como sucede en La modestia y en La estupidez, hay instantes en que se desvela de modo muy ingenioso casi encubierto la convencin por la que un nico espacio escnico representa ms de un espacio ficticio, se seala fugazmente la realidad escnica que hace posible la representacin, el fondo material sobre el que se apoyan las formas artsticas. El teatro de Spregelburd contina huyendo de los cauces tradicionales de la representacin, pero el acento no se pone ya en desnudar los trucos del lenguaje o en deconstruir insistentemente las formas para hacer tambalear el mundo representado. Ms que acudir a lo antirrepresentativo, las creaciones recientes de Spregelburd procuran lograr momentos simplemente no representativos, acechan la pura presencia de la cosa que se resista a ser tratada como signo, como representacin de otra cosa, intentan sealar la complejidad del sentido que se oculta bajo los significados. Ante las actuales determinaciones histricas, ante el mercado de los medios, con una realidad cotizando a la baja (Cornago, 2005: 22), ante una cultura de simulacros, de imgenes y de representaciones, la obra de Spregelburd emprende la crtica tratando de producir la sensacin de mera presencia a travs de la representacin teatral, persiguiendo la

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    utopa de restaurar el contacto directo con lo real, de generar la impresin de realidad, a travs de la ficcin pura y dentro del teatro, arte por excelencia de las simulaciones. Uno de los procedimientos para alcanzar esos fines consiste en componer novedosas estructuras narrativas con el estmulo de la teora del caos, la termodinmica de Ilya Prigogine, la geometra fractal de Benot Mandelbrot, la teora de la catstrofe y otros desarrollos tericos que se incluyen dentro de la llamada ciencia de la totalidad (Briggs y Peat, 1989). Teniendo en mente ese conjunto de formulaciones cientficas y ciertos antecedentes cinematogrficos, como Magnolia, de Paul Thomas Anderson, Spregelburd comienza a ensayar un nuevo modo de organizar la historia en Fractal (2000) y lo lleva a altos grados de prolijidad en La estupidez (2003), que con casi cuatro horas de representacin, incluyendo un intervalo, propone una exhibicin desmesurada de lo complejo. En La estupidez, cinco actores se fatigan por poner en escena a los veinticuatro personajes que itineran por distintos moteles de Las Vegas. Entre dos marchands que inventan la historia de una pintura dudosa para elevar su precio en el mercado, entre un grupo de apostadores dedicados a burlarse de los casinos ejecutando una frmula que les permite ganar 151 dlares y centavos por incursin, entre la historia de un actor de malogradas series televisivas que tortura a su hermana muda, paraltica y presuntamente idiota, se intercala un hilo narrativo fundamental a la hora de explicitar los principios matemticos que articulan la pieza. Finnegan es un cientfico que ha descubierto la Ecuacin Lorenz2. Convencido de que su frmula entraa peligros para la humanidad, se recluye en diferentes moteles de Las Vegas para ocultarse de las editoriales que le ofrecen sumas extraordinarias por la publicacin. La Ecuacin Lorenz va explicndose a lo largo de la obra y aclara el tipo de relacin que se establece entre las diversas intrigas, que alternan sus modos de construccin entre lo incierto del azar y una causalidad dispersa. El azar se manifiesta en acontecimientos que no evidencian conexin alguna con el resto de los hechos que se presentan en escena y que desafan, por ello, el principio de necesidad. De la causalidad dispersa, en cambio, surge la sospecha de que existe algn tipo de vinculacin misteriosa entre situaciones distantes e independientes en apariencia. El resultado de estas operaciones es que la ficcin que se desenvuelve en escena gana en pura presencia y pierde en representacin. Los acontecimientos aumentan su espesor y adquieren autonoma. Se hacen intensamente presentes y necesarios en s mismos en vez de justificar su existencia por su capacidad para representar, en vez de constituirse en indicio signo de lo que vendr despus, en vez de preanunciar de alguna manera los hechos de los que son causa y desaparecer, as, detrs de la estructura causal de causalidad lineal que contribuyen a levantar. Al mismo tiempo, el hecho de que el devenir se sustraiga a las explicaciones de la razn aumenta considerablemente la intuicin del misterio y del sentido. Es lo que explica Spregelburd oponiendo la organizacin narrativa de la catstrofe a la composicin clsica de la tragedia:

    2 El meteorlogo Edward Lorenz formul durante los aos 60 una clase de ecuaciones no lineales mientras revisaba infinidad de series numricas con las que pretenda llegar a un sistema de prediccin metereolgica. Determinadas variaciones que introdujo en las series lo llevaron a descubrir un comportamiento matemtico catico, al que bautiz con el nombre de efecto mariposa. En un sistema catico, las fluctuaciones azarosas impiden la formulacin de leyes invariantes, la aparicin de bifurcaciones imposibilita seguir el curso que tomar la materia y la multiplicacin de las relaciones entre los elementos vuelven incontrolable el devenir. Eso es lo que ilustra la conocida parbola del efecto mariposa, que dice, entre sus muchas versiones, que el aleteo de una mariposa en Tailandia puede causar un huracn en Pars.

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    La razn tiene un destino trgico, la razn quiere explicar el universo, y nosotros no podemos sustraernos de la razn. Somos animales racionales, por eso nos seduce tanto la catstrofe. Se cae un puente y uno quiere ver cuntos muertos hay, y lo que uno ms quiere ver son esos cuerpos aplastados por las vigas del puente, porque no hay explicacin racional para el horror. Por eso apela a nuestra atencin ms viva. Es decir, hay un deseo enorme de mirar de frente al fenmeno inexplicable, hay fascinacin porque somos racionales, porque necesitamos la explicacin del fenmeno. Sin intervencin de la razn, el mundo se disolvera por entropa en el mero azar. se es nuestro destino trgico de seres racionales. Querer ordenarlo todo, establecer encadenamientos causales. (...) Entonces, la catstrofe es el sitio de la otredad, el lugar donde causas y efectos se presentan a una velocidad infinitamente ms rpida que la razn, y entonces cada cosa es causa y efecto de s misma. Es decir, como lo expresa Del Estal, en la catstrofe las causas quedan sumergidas en el efecto. Si ahora se cayera el techo y nos aplastara a todos, y nosotros no tuviramos ni siquiera el tiempo de leerlo como un procedimiento causal... ah, no, el techo se cay porque el edificio estaba mal construido, y arriba estaban zapateando flamenco, y... Si no tengo el tiempo de comprender las causas y lo percibo como catstrofe, bueno, es lamentable para todos nosotros que moriramos para siempre, pero es infinitamente atractivo. Infinitamente misterioso. Y produce fascinacin. Y por lo tanto me involucra afectivamente (Spregelburd, 2000: 11).

    El modo de concebir las prcticas del actor parece acompaar los cambios que se producen en la construccin del drama. En Remanente de invierno, la nica entre sus obras tempranas que dirigi el mismo Spregelburd, se acogen diversas poticas actorales, como sucede a lo largo de toda su produccin, pero predominan las actuaciones antiilusionistas, la composicin de formas artificiosas, poco naturales, con el manejo del cuerpo y de la voz. Sus posteriores puestas en escena, en cambio, moderan el recurso a la teatralidad expuesta, a la simulacin no disimulada, y se preocupan por generar actuaciones ms crebles. A Spregelburd le interesa promover la emergencia de un mundo ilusorio y su consecuente efecto en el espectador, el entretenimiento, y se aparta, al mismo tiempo, de las estrategias del naturalismo, tal como se entendieron, de manera dominante, en la Argentina. Desconfa de la eficacia de los mtodos y prefiere que el personaje no se vea tan construido, que no se lo componga demasiado, que no se lo represente acudiendo a la interpretacin de su psicologa (Abraham, 2007). Adhiere, ms bien, al llamado teatro de estados (Spregelburd, 2002: 6), frmula clebre en estos ltimos tiempos, que implica en realidad tcnicas y resultados muy diversos pero que coinciden en privilegiar el estar all, en producir un acontecimiento puro ms que smbolos o mensajes y en valorar la atraccin que los actores son capaces de provocar mediante la presentacin del personaje. O, como dice Spregelburd en su prlogo a La estupidez y El pnico, su modo de ser absolutamente personales siendo otra cosa (Spregelburd, 2004: 11). Por eso, ya desde la confeccin del texto, las situaciones dramticas de Spregelburd estn transidas de actuacin, pretenden generar espacios para las diversidades del actuar, intentan hacer pasar al actor por una variada gama de estados e intensidades. En La escala humana, por ejemplo, hay estados de actuacin muy bien disimulada en los que se hace difcil decidir si estamos frente a la verdad o a la impostura de los personajes. Hay intensos momentos de verdad, como sucede hacia el final de la pieza, donde sbitamente salen a la superficie sus mundos internos. Y tambin hay instancias de apariencia desnuda cuando los personajes ensayan primero y, muy a pesar suyo, malogran luego el engao con que pretenden encubrir los crmenes de su madre, que se ha convertido en una desopilante asesina serial. Situaciones, en definitiva, que exponen la teatralidad, momentos de una simulacin muy mal ejecutada del lado del personaje,

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    pero implican en el teatro, por contrapartida, un llamativo logro del actor: actuar a la perfeccin la psima actuacin del personaje. Ms que en asumir la tarea de representar sus contextos, ms que en conformar un discurso que pretenda arrojar luz sobre la realidad, es en esa puesta en escena del encubrimiento donde reside el vnculo de la obra con la realidad argentina, y es dentro del puro ejercicio del teatro donde la actuacin escnica puede transformarse, extraamente, en accin. As reencuentra el teatro su destino poltico. Haciendo ver primero lo aparente y denunciando su falsedad, para emprender luego la difcil tarea de sealar el fondo, de sugerir el sentido, de insinuar apenas esa realidad que Spregelburd define citando otra vez a Del Estal como la resistencia de las cosas a todo orden simblico. El teatro se vuelve poltico en sus momentos no representativos, cuando sella un compromiso con la presencia de las cosas, la complejidad de la vida, lo que se niega a ser apresado por el pensamiento, los sistemas totalizantes y los modos de la representacin: Cuando Del Estal afirma que la realidad es la resistencia de las cosas a lo que se dice de ellas, a m me gusta imaginar que las cosas se resisten, que tienen una voluntad militante, una voluntad de resistencia (Spregelburd y otros, 2002: 247). Bibliografa Abraham, Luis Emilio (2006): Cantar al comps de la vizcacha. Amnesia creativa y

    canon literario en la obra de Rafael Spregelburd, en Archivo Virtual Artes Escnicas. En lnea.

    (2007a): La difcil tarea de no representar. Entrevista a Rafael Spregelburd, en Archivo Virtual Artes Escnicas.

    (2007b): Un teatro al acecho de la complejidad de lo real: Rafael Spregelburd y su potica en proceso, en Gustavo Zonana (dir., ed.) y Hebe Molina (coed.) Poticas de autor en la literatura argentina (desde 1950). Buenos Aires: Corregidor (en prensa).

    Briggs, John y David Peat (1989): Espejo y reflejo. Del caos al orden. Barcelona: Gedisa, 2005.

    Cornago, scar (2005): Resistir en la era de los medios. Estrategias performativas en literatura, teatro, cine y televisin. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert.

    Dubatti, Jorge (2005): La fuga de lo real entre las redes del lenguaje. Prlogo a Rafael Spregelburd (2005: 7-30).

    Garca Barrientos, Jos Luis (1981): Escritura y actuacin. Para una teora del teatro, en su Teatro y ficcin. Ensayos de teora. Madrid: RESAD / Fundamentos, 2004: 19-49.

    Spregelburd, Rafael (2000): La funcin conjunta de autor y director. Conferencia pronunciada en el Festival Internacional de Teatro Mercosur. Texto facilitado por el autor.

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    (2002): Qu es la realidad?. Ponencia presentada en el Foro Was ist wirklich? de la Wiener Festwochen. Viena, junio de 2002. Texto facilitado por al autor.

    (2004): La estupidez. El pnico. Heptaloga de Hieronymus Bosch. Buenos Aires: Atuel.

    (2005): Remanente de invierno. Canciones alegres de nios de la patria. Cuadro de asfixia. Raspando la cruz. Satnica. Un momento argentino. Buenos Aires: Losada.

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    (2006): El robo del siglo, en Theater und mediengesellschaft lateinamerika (TMG): 1-5.

    Spregelburd, Rafael y otros (2002): Debate. Realizado durante el Festival Internacional de Teatro Mercosur 2002. III Foro de Direccin Teatral. Crdoba: Agencia Crdoba, 2003: 239-253.