TEJIENDO MEMORIAS A MODO DE...

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TEJIENDO MEMORIAS A MODO DE RE/PRESENTACIÓN Preámbulo donde canto una canción que me enseñó mi abuela antes de morir: “Cuando en tus ojos llenos de encanto se ve una lágrima de pesar Y tú bien sabes que te amo tanto, que sufro mu- cho al verte llorar. ¿Cuál es la causa de tus enojos, qué hace a tu llanto raudo brotar? Pega tus labios sella tus ojos Me pones triste no llores más Cuando en tus labios se transparentan tus lagri- mitas como el cristal Siento al beberlas sabor de hieles, sabor de acíbar Por dios no llores más.” Ahora acciono una diminuta cajita de música con la melodía de una nana (“A dormir, a dormir, en tu cuna de rosas…”). Roxana Pineda 1 Mi abuela me crió cantando canciones. Ella siempre me preguntó por qué yo no salía por la televisión. Mi abuela cantaba para olvidar, para ser feliz, para repasar las tristezas (re/vivirlas), para tener otras experiencias de vida, pero siem- pre prefería las canciones tristes. Crecí sentada sobre sus piernas en un sillón viejo pintado de blanco, escuchándola cantar y aprendiendo a bu- cear dentro de ese mundo de emociones conteni- das que pasado el tiempo supe estaba vivo en mí. Mi papá murió hace dos años de forma ines- perada. Tuvimos una relación compleja de amor y ausencias. Él heredó la musicalidad y la tristeza de mi abuela. Y yo la heredé de él. Murió sin aviso un nueve de enero y quiso que sus cenizas las ti- raran al mar. Mi mamá casi me da a luz en el mar. Tengo muchas fotos de niña que me hacía mi pa- dre, pero en todas tengo los ojos tristes, incluso aunque sonría; debe ser por eso de la genética. Por eso no puedo contestar a Julia (Varley) cuan- do me pregunta por qué no pongo una sonrisa en mi trabajo. Fotos V.M.T.

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TEJIENDO MEMORIASA MODO DE RE/PRESENTACIÓN

Preámbulo donde canto una canción que me enseñó mi abuela antes de morir:“Cuando en tus ojos llenos de encanto se ve una lágrima de pesarY tú bien sabes que te amo tanto, que sufro mu-cho al verte llorar.¿Cuál es la causa de tus enojos, qué hace a tu llanto raudo brotar?Pega tus labios sella tus ojosMe pones triste no llores másCuando en tus labios se transparentan tus lagri-mitas como el cristalSiento al beberlas sabor de hieles, sabor de acíbarPor dios no llores más.”Ahora acciono una diminuta cajita de música con la melodía de una nana (“A dormir, a dormir, en tu cuna de rosas…”).

Roxana Pineda

1Mi abuela me crió cantando canciones. Ella

siempre me preguntó por qué yo no salía por la televisión. Mi abuela cantaba para olvidar, para ser feliz, para repasar las tristezas (re/vivirlas), para tener otras experiencias de vida, pero siem-pre prefería las canciones tristes. Crecí sentada sobre sus piernas en un sillón viejo pintado de blanco, escuchándola cantar y aprendiendo a bu-cear dentro de ese mundo de emociones conteni-das que pasado el tiempo supe estaba vivo en mí.

Mi papá murió hace dos años de forma ines-perada. Tuvimos una relación compleja de amor y ausencias. Él heredó la musicalidad y la tristeza de mi abuela. Y yo la heredé de él. Murió sin aviso un nueve de enero y quiso que sus cenizas las ti-raran al mar. Mi mamá casi me da a luz en el mar. Tengo muchas fotos de niña que me hacía mi pa-dre, pero en todas tengo los ojos tristes, incluso aunque sonría; debe ser por eso de la genética. Por eso no puedo contestar a Julia (Varley) cuan-do me pregunta por qué no pongo una sonrisa en mi trabajo.

Foto

s V.M

.T.

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No hay nada que me alivie más que la presen-cia del mar.

2No tengo hijos. Lo fui aplazando y aplazando y

llegado un momento decidí que ese vacío me iba a acompañar. Anoche, mientras esperaba para comenzar mi preparación para hacer nuestro es-pectáculo Cuba y la noche, me asomé al pasillo del fondo del teatro y por entre las rejas que protegen de los ladrones (semejante en su diseño a las ma-llas de los pescadores que Julia Varley describe para explicar que en la red de Magdalena Project existen los hilos, es decir, las personas, los en-cuentros, pero que lo más valioso, lo que define la red, son precisamente esos vacíos entre hilo e hilo visible), divisé un paisaje extraño y desafiante: la luna casi llena con un color amarillo casi naranja, el tronco de una palma sin penachos alargándose hasta un cielo ya oscuro contra el que la palma parecía llorar… En la sala pequeña Julia ensayaba su obra Ave María robando minutos a un progra-ma intenso que apenas deja tiempo para ensayos; la voz de Julia entró en ese paisaje que yo miraba y su canto del “Ave María” estremeció la noche como un presagio. Ahora lo describo separando las partes, pero anoche todo era un solo cuadro imposible de dividir, y en esa juntura cada par-te era imprescindible porque juntas creaban otra realidad, con una dimensión que me elevó a otro mundo y me llenó de una experiencia que no lo-gro compartir. Entonces pensé, inmersa en esa otra realidad, que hay cosas que no se pueden decir, y que hay cosas que siempre laten en el vacío, y que esas cosas son las que muchas veces dan sentido a nuestras vidas, y a lo que hacemos o elegimos o rechazamos: los silencios, los vacíos, aquello que no se puede nombrar, esa capacidad de la mente para juntar en una única sensación tantas cosas diferentes: la luna, la reja, la voz de Julia, la noche, mi vida, el teatro, y la rutina que sigue allá afuera.

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3En 1986 tropezamos con un maestro: Helmo

Hernández (hijo), que nos leyó un libro que no entendíamos: Las islas flotantes. Con Helmo tra-bajamos en un taller alternativo en la Facultad de Artes Escénicas del Instituto Superior de Arte, ro-bando las horas a nuestros horarios ya cargados, obnubilados por una forma de relacionarnos con el teatro que no conocíamos. Helmo trajo a Eu-genio Barba por primera vez a Cuba y Eugenio trajo consigo los videos de sus actores; cuando los ví me dije: yo quiero trabajar así. Con Helmo también leímos trabajos de Enrique Buenaven-tura y Santiago García. Yo había visto Huelga, la obra que Santiago dirigió con el grupo Cubana de Acero en la fábrica y en la que actuaba Flora Lauten, que luego fue profesora de actuación del ISA, del grupo que daría origen al Buendía, estu-diantes del mismo año académico donde yo me formaba como teatróloga y al que muy pronto me inserté apasionada por el trabajo tan peculiar de Flora. Mi tesis de grado es un estudio de la forma en que Flora trabajó con mis compañeros. Unos años antes junto a tres estudiantes de Teatrología creamos el periódico de crítica La Maza y con ese nombre bautizamos el Taller que durante algunos meses me permitió trabajar con Vicente Revuelta en una de las experiencias más inolvidables de mi vida.

4En 1989 abandono mi trabajo como profesora

del ISA para fundar junto a Joel Sáez y Fernando Sáez (hijo) el Estudio Teatral de Santa Clara. Nues-tra elección fue irnos de la capital y crear nuestro grupo en la tranquilidad de la provincia. Estába-mos decididos a inventar una manera de trabajar que nos transformara como seres humanos, un teatro que no solo fuese un camino artístico sino también un camino de vida, una vida entregada a crear ese espacio utópico donde el hombre puede ser mejor. Sabíamos lo que no queríamos, y está-bamos dispuestos y enamorados por esa decisión de comenzar de cero para construir desde nues-tro propio universo un teatro que viajara hondo

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Es lo único que se me hace todavía insoportable en mi nueva ciudad, la ausencia del mar.

5En el año 2005 comienzo a viajar al extranje-

ro. Solía decirle a Joel al inicio de nuestro traba-jo: “estamos en un hueco”. Y era un hueco sí, un hueco negro como un pozo profundo donde tirá-bamos piedras y no podíamos oír el sonido de esa piedra contra el fondo. Pero el hueco era un signo, el reto que pusimos delante de nosotros para re-tarnos como seres humanos y como artistas. Y el hueco creció, y la oscuridad se hizo gigante, pero nosotros no dejamos de tirar piedras. Y un día las piedras fueron acercando el fondo, y otro día pudimos escuchar el sonido de la piedra. Siem-pre quise tejer relaciones con otros, me anima una obsesión por crear espacios de encuentro, quiero siempre encontrar personas y hacer que otros se encuentren, pero quiero también que esos encuentros sean alrededor del pozo oscuro. Cuando escuchamos el sonido de las piedras Joel aceptó que yo creara el Centro de Investigaciones Teatrales Odiseo (CITO), un pretexto para inven-tar encuentros y hacer fluir la experiencia de mi grupo, un “centro” animado y sustentado por el propio Estudio donde yo tendría la libertad para diseñar esos espacios que ya son bastante cono-cidos y que animan la vida teatral y cultural de Santa Clara y también de toda Cuba. Comienza entonces una etapa de vivir más hacia afuera, y comienzan los viajes, y el encuentro con personas entrañables, la amistad con muchos de los maes-tros que a través de los libros habían sostenido nuestra soledad y nuestro empeño de hacer un teatro diferente. Nuestra ciudad nos reconoce y nos diferencia.

Fue Julia Varley quien me dio la punta del hilo para hacer el primer festival de Magdalena en mi ciudad. Aprovechando una casualidad, ella que sabía de mi interés en hacer el encuentro me abrió la puerta y confió en mí, y yo con la pa-sión que me caracteriza me arrojé a la entonces impensable posibilidad de hacerlo. Y se abre una nueva etapa de vida. Comienzan los viajes, los en-cuentros con muchas mujeres extraordinarias, mi participación en festivales y un universo de rela-ciones que crece a través de mi trabajo y que a su vez amplifica el entorno donde me relaciono, pienso y actúo. También llegan muchos vacíos. Mi abuela muere en el año 2001 y mi padre en el 2012. Y me separo de Joel, después de veintitrés años de relaciones que no solo fueron una rela-

en todos los sentidos de la experiencia práctica y espiritual. Este año el Estudio estará cumpliendo veinticinco años de vida. Joel y yo permanecemos como guardianes de aquellas primeras emocio-nes, de aquel primer impulso que nos trajo hasta aquí. Muchas cosas se transformaron en el cami-no, pero el camino sigue dibujándose a pesar de los tropiezos, las desilusiones y las alegrías.

Nuestro grupo, a fuerza de permanecer, y a fuerza de resistir para no dejarnos descabezar, ha ganado un cierto reconocimiento que nada tiene que ver con premios ni grandes compensa-ciones. Somos un grupo respetado por lo mismo que quisimos nacer al mundo. Y nuestro rigor y nuestra disciplina, junto a los resultados pecu-liares de nuestro trabajo, obligan a que se nos tome en cuenta, a que el silencio y la indiferencia que tanto nos acompañó, sean ahora zonas me-nos ríspidas con las que uno sigue viviendo sin problemas. Después de casi veinticinco años he-mos logrado un público que nos reconoce y nos identifica, un público y personas concretas para las cuales nuestro trabajo alumbra el sentido de muchos otros que también se sienten inconfor-mes con este mundo que nos tocó en suerte. Esa experiencia ha hecho que los jóvenes sean ahora mayoría en el Estudio, y que ellos, que nos han elegido, sientan sobre sí el peso de nuestra histo-ria y la responsabilidad de mantenerse alertas y trabajar muy duro para seguir defendiendo estos espacios de rigor.

Mi vida se identifica con la vida del Estudio, y no me concibo fuera de él ni haciendo otra cosa que la que hago como actriz del Estudio Teatral de Santa Clara. No quiero más reconocimiento, quisiera sí más tiempo para seguir ahondando en mi trabajo y para poder ver cómo otros me acom-pañan y dan su vida también a este proyecto que tantas experiencias nos hace vivir, disfrutar y su-frir. Soy habanera, nací y viví en la Habana (en El Vedado) hasta los veintiséis años. Adoro el mar.

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18premio en un concurso. El libro se llama Hojas de papel volando, y desde que lo tomé en mis manos, leí el título y leí el primer poema me dije: esto es lo que estoy buscando, y como son las cosas cuando son, el libro me encontró.

¿Qué fue lo más difícil del trabajo con la poesía de Patricia Ariza? Frente a esa pregunta puedo decir que todo fue difícil, pero también puedo de-cir que la presencia de la poesía me hizo el ca-mino más fácil, las dos cosas son ciertas. Mi pri-mer impulso fue construir un recital de poesía, al modo típico, con los poemas dichos lo mejor posi-ble, sin escenografía ni contextos, donde yo fuera una especie de cantante de poemas. Rápidamen-te negué esa solución trillada, porque nada tenía que ver con el universo de las preocupaciones que me habían llevado a elegir la obra de Patricia. En-tonces decidí ser valiente y comencé a trabajar sin saber a ciencia cierta qué tipo de obra esta-ba construyendo. Organicé los poemas del libro atendiendo al tema de las pérdidas, y la estructu-ra que diseñé y a la que dediqué un tiempo, fue la base con la que comencé a crear materiales. Tuve treinticinco minutos de material escénico cuando decidí que aquello no tenía alma, y que se trataba de la acumulación de materiales que para nada perturbaban mi condición de intérprete. Tampoco quería sacrificar las palabras de Patricia, y tampo-

ción de pareja sino una relación de vida que lo compromete todo.

6Llega el tiempo de las preguntas difíciles. Me

gustan las preguntas difíciles. ¿Por qué sigo ha-ciendo teatro? ¿Por qué permanezco en esta ciudad y a pesar de tantas contradicciones esen-ciales no puedo desprenderme de lo que me ata a mi grupo y a esta biografía de vida que ahora de pronto me lanza a tantos vacíos? He pensado irme más de una vez. Pero no he pensado irme… La soledad que ahora me invade, la persistencia, el pedazo de tierra al que se pertenece y donde todo cobra sentido, aunque a veces uno crea que está sumido en un infierno.

7La técnica. ¿Cómo me pienso ahora como ac-

triz? Cuando ya no se piensa en la técnica, cuan-do entrenarme día a día es un viaje del espíritu que me alivia y me hunde en tantas preguntas di-fíciles, cuando recibo imágenes de mí que desde afuera construyen otra Roxana con la que a veces no me identifico, cuando los años ya son suficien-tes para pararse delante de la vida y el futuro ya no es mañana sino hoy…cuando hay tantos pen-samientos que tengo que esconder de los otros y me hacen dudar… no me importa la técnica… Ahora lo que más me importa es lo pequeño, lo inasible, lo que se esconde y uno no logra discer-nir totalmente… Ahora quiero más que nunca ser yo misma, no quiero alimentar una imagen de mí que no se corresponda con lo que creo ser, no quiero regalar una sonrisa ni ser coherente con lo que se espera de mí, quiero viajar más hondo y ser valiente para que lo que siento que soy no deje grietas o haga más grandes las grietas que me sostienen.

8Hojas de papel volando.Sentí la necesidad de tener un nuevo espec-

táculo. Transitaba por un momento personal y profesional donde muchas cosas seguras habían desaparecido y yo me estaba haciendo muchas preguntas difíciles. Pero no quería escoger un tex-to o un tema porque sí, quería “encontrar” algo que me enamorara a primera vista, sin que mi in-telecto se pusiera a funcionar demasiado. Estaba en Bogotá, en casa de Patricia Ariza, y ella me re-galó una copia de su libro de poesía que acababa de ser editado porque había ganado el segundo

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co quería que mi condición de actriz sobresalie-ra, pero eran demasiadas cosas juntas las que no quería. Cuando decidí desechar todo ese material acumulado y no luchar más contra mi condición de actriz, cuando me quedé con la sala vacía, sin objetos ni vestuario, tan solo yo con las palabras de Patricia, me senté en medio de la sala y me dije: en este vacío tienes que encontrar un entor-no que te hable, un entorno que con solo mirarlo esconda para ti el misterio de las palabras que vas a decir. Y así fue. Sentada en la sala durante casi media hora, sin hablar ni moverme, imaginé el so-nido de aquellas palabras y la vida de Patricia que tan bien conozco, imaginé el sonido de la ciudad de Bogotá, y también imaginé qué cosas no podía dejar de poner ahí sin que mi alma se sintiera va-cía o no encontrara el impulso para volver a partir de cero. Entonces busqué las cortinas rojas y las puse, y después la silla con la mesita de centro, y después el túmulo de piedras, y por último la cortina blanca donde reposan los zapatos rojos. El baulito pequeño también vino desde el inicio, y la copa de vino que sabía no podía faltar aunque de-moré en decidir de dónde salía. La máscara vino muy pronto, y el libro claro está llegó desde el mismo inicio cuando comencé ya a crear los ma-teriales en esta segunda versión. Pero lo primero fue el marco escenográfico, que para mí tiene un valor contextual muy preciso porque alude a la casa, a la sala de la casa, a un lugar de encuentro, y a lo largo de la obra se va transformando en pe-queños espacios que yo asocio de un modo muy personal para que los poemas encuentren cada uno su propio lugar en la historia subterránea que se cuenta. Con ese entorno las cosas comenzaron a fluir. Ya tenía una dramaturgia de los poemas que respeté al máximo para tener pautas que me obligaran a no perderme. Lo más arduo y fatigoso y complejo fue crear los contextos para las pala-bras sin sacrificar las palabras. Crear contextos era indispensable para que el decir no se banali-zara y para que el mundo asociativo de los poe-mas pudiese emerger con fuerza creando a veces otra realidad que la que las palabras nombran. Nunca me planteé ser Patricia en el espectáculo, y nunca me planteé ser Roxana tampoco. Yo como actriz soy depositaria de un mundo de pérdidas y amor que me va construyendo en la medida que las palabras se van haciendo más duras. Hilvanar esos poemas para encontrar el sentido al todo me dejó sin fuerzas para pensar en mí. Yo no quise nunca hablar de mí, me sentí muy comprometida

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con la realidad de Colombia, un país que amo y conozco muy bien, me sentía muy comprometida con Patricia Ariza, una mujer extraordinaria y va-liente que no deja de luchar nunca, que con una pasión pocas veces vista tiene la vida atravesada por historias y experiencias difíciles de asimilar. Yo quería estar al lado de Patricia con este espec-táculo, decirle a través de él todo lo que la admiro y respeto, y también quería que el espectáculo fuese por momentos como los momentos que ella y yo solemos disfrutar o sufrir juntas. Algo así. Todo en la obra está pensado para asociar lo que el mundo de Patricia me trae. Los colores en ne-gro y rojo, salvo la cortina blanca que es la mor-taja donde la muerte se hace hermosa. El túmulo de piedras, los objetos cada uno seleccionado por una asociación precisa: el vino que aprendí a be-ber con ella, las copas que abundan en su casa, el incienso y las velas que nunca le faltan y hacen parte de su ritual de suerte, los zapatos rojos que me dijo le gustaban para mí, el vestuario negro por el luto de todos los muertos, el sobretodo por el frío de Bogotá, el chaleco de balas cual remedo del famoso chaleco que tuvo que usar por mucho tiempo, la campanita y la petaca como objetos diminutos que pueden encontrarse en la mesa de su sala, la máscara que alude silenciosamente a Frida Kahlo, una de las imágenes que más ama, la pistola y el cuchillo que signan la violencia co-tidiana de Colombia, los sonidos socorridos de la ciudad: la sirena, los tiros. Y las canciones, que provienen todas de mi universo asociativo con Patricia; Chavela Vargas que le encanta, “Veinte años” de María Teresa Vera, que siempre me la pide, el tema de Martirio que conocí en su cocina, y así cada uno de los temas que escogí y coloqué en un sitio muy preciso para hacer volar la espiri-tualidad escondida en sus palabras.

Es la primera vez que dirijo en soledad un es-pectáculo profundo. Necesitaba hacerlo. No soy directora, me concibo como una actriz que piensa y todo cuanto hago o imagino está atravesado por esa condición de actriz. Creo que si un día dejo de actuar, moriré. No se muere solo cuando el cora-zón se detiene y el cuerpo ya no anda, hay formas más deprimentes de morir, y he visto a muchos hombres vivir en medio de los muertos sin perder su condición de felicidad por la vida; también a Patricia, que prefiere la belleza al sentido de lo útil. Ella ha dicho que su vida está atravesada por tres espacios: la política, el feminismo y el tea-tro, y que ninguno sobrepasa al otro en jerarquía. Esa noción de la belleza y esos tres espacios fue-

ron también para mí una condición inviolable a la hora de concebir y estructurar mi espectácu-lo. Trabajar en soledad es muy difícil, uno pierde algo necesario, cierta objetividad que desde afue-ra te permite ver con facilidad algunos detalles técnicos, pero yo tenía que correr ese riesgo y no lamento lo que de confuso y complejo me signifi-có. Fue mi batalla necesaria en ese momento de mi vida. Cuando terminé el espectáculo y lo tuve delante de mí no lograba comprender del todo su naturaleza, a medida que lo hago voy descubrien-do quién es y qué me pide, y se convierte en un tránsito apasionado que me invita a descubrirlo cada vez. Después de varios ensayos completos y luego de la tercera función, me paré una noche delante del túmulo y comencé a llorar, descubría en ese mismo instante que Hojas de papel volando habla más de mí que ninguna otra obra en la que haya participado; queriendo alejarme, me entré tanto en mi mundo que ahora no sé bien a quién le pertenece más. Es algo que no quiero explicar con palabras porque las palabras siempre traicio-nan en su afán de adornar el verbo o querer ser originales. Siento que es un espectáculo de tea-tro muy particular y que funciona en diferentes contextos porque permite crear asociaciones que vienen de la humanidad y las experiencias con-tenidas en los poemas. Y en Colombia funciona también porque obviamente hay cosas que son muy reconocibles en ese país atravesado por los dolores de tantos años de guerra y muerte. Des-pués de estos apuntes tendría que decir que fui capaz de hacer Hojas de papel volando porque soy actriz del Estudio Teatral desde su fundación, y en el trabajo con mi grupo no he perdido un minuto para aprender los instrumentos que me permiten afrontar experiencias artísticas de esa dimensión. Soy lo que soy asociada a la vida de mi grupo, a lo que hemos logrado aprehender y defender, a una poética que no separa lo técnico de lo espi-ritual, a un modo de vida que compromete todo mi universo artesanal e intelectual con el sentido de una vida dedicada al oficio. Entonces sí, este no es más que otro peldaño en una lucha no por subir ni escalar, sino en la impertinencia y quizás locura de creer que siendo profundos y coheren-tes podemos encontrar a ratos, solo a ratos, un soplo de felicidad.1

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1 Este texto amplía la intervención de la autora en el encuen-tro Magdalena Sin Fronteras, en Santa Clara, como parte del espacio de pensamiento dedicado al tema de esta IV convocatoria: “Dramaturgias y representación”.

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