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1 SOUTHEAST REGIONAL OFFICE FOR HISPANIC MINISTRY THE SOUTHEAST PASTORAL INSTITUTE 7700 SW 56TH STREET MIAMI, FLORIDA 33155 TEMA 1. EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA I. PRESENTACIÓN Ante la apertura de un nuevo Año Santo extraordinario, es conveniente actualizar su significado en nuestro contexto actual para tener una mejor comprensión y vivir de la mejor manera posible este tiempo de gracia y bendición. Los Jubileos no son una ocurrencia reciente de la Iglesia o del Papa Francisco. Tienen una larga historia con origen en el Antiguo Testamento, pero debido a la separación periódica de los jubileos (ordinariamente cada 25 años), éste será el primero que celebrarán muchos jóvenes católicos. Adicionalmente nos encontramos ante un Año Santo extraordinario convocado por el Papa Francisco con unos elementos distintivos que requieren una adecuada promoción y formación entre los fieles católicos en general. Es por eso que, desde el SEPI, hemos preparado este material con el fin de colaborar en la formación de las comunidades en torno al acontecimiento de este Año de la Misericordia. Metodológicamente, hemos desarrollado el tema en partes diversas con el fin de que pueda ser utilizado, bien como guía de estudio o bien como material de trabajo que ayude a propiciar el compartir, el diálogo, el aprendizaje constructivo y el enriquecimiento colectivo de pequeños grupos. Hemos querido responder a interrogantes como: ¿Qué es un Jubileo? ¿Cuál es su fundamento bíblico? ¿Cuál ha sido su evolución a lo largo de la historia de la Iglesia? ¿Qué énfasis debemos hacer en éste año jubilar? ¿Qué provecho pastoral podemos sacar de esta experiencia que nos propone la Iglesia? Estos y otros interrogantes están desarrollados a lo largo del presente material. Esperamos, pues, que estas páginas sean un instrumento propicio para la formación pastoral de todos sus lectores. Miami, diciembre de 2015 CONTENIDO: 1.¿Qué es un jubileo?. 2. Los jubileos en las Sagradas Escrituras 3. Marco histórico-teológico de los jubileos 4. El Jubileo de la Misericordia EL AÑO DE LA MISERICORDIA ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO PARA EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA: Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación. Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido. Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios! Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso. Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios. Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos. Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

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SOUTHEAST REGIONAL OFFICE FOR HISPANIC MINISTRY

THE SOUTHEAST PASTORAL INSTITUTE 7700 SW 56TH STREET MIAMI, FLORIDA 33155

TEMA 1. EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA

I. PRESENTACIÓN

Ante la apertura de un nuevo Año Santo extraordinario, es conveniente actualizar su significado en nuestro contexto actual para tener una mejor comprensión y vivir de la mejor manera posible este tiempo de gracia y bendición.

Los Jubileos no son una ocurrencia reciente de la Iglesia o del Papa Francisco. Tienen una larga historia con origen en el Antiguo Testamento, pero debido a la separación periódica de los jubileos (ordinariamente cada 25 años), éste será el primero que celebrarán muchos jóvenes católicos. Adicionalmente nos encontramos ante un Año Santo extraordinario convocado por el Papa Francisco con unos elementos distintivos que requieren una adecuada promoción y formación entre los fieles católicos en general. Es por eso que, desde el SEPI, hemos preparado este material con el fin de colaborar en la formación de las comunidades en torno al acontecimiento de este Año de la Misericordia.

Metodológicamente, hemos desarrollado el tema en partes diversas con el fin de que pueda ser utilizado, bien como guía de estudio o bien como material de trabajo que ayude a propiciar el compartir, el diálogo, el aprendizaje constructivo y el enriquecimiento colectivo de pequeños grupos. Hemos querido responder a interrogantes como: ¿Qué es un Jubileo? ¿Cuál es su fundamento bíblico? ¿Cuál ha sido su evolución a lo largo de la historia de la Iglesia? ¿Qué énfasis debemos hacer en éste año jubilar? ¿Qué provecho pastoral podemos sacar de esta experiencia que nos propone la Iglesia? Estos y otros interrogantes están desarrollados a lo largo del presente material.

Esperamos, pues, que estas páginas sean un instrumento propicio para la formación pastoral de todos sus lectores.

Miami, diciembre de 2015

CONTENIDO:

1.¿Qué es un jubileo?. 2. Los jubileos en las Sagradas Escrituras

3. Marco histórico-teológico de los jubileos 4. El Jubileo de la Misericordia

EL AÑO DE LA MISERICORDIA

ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO PARA EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA:

Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser

misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has

dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos

tu rostro y obtendremos la salvación.

Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a

Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la

Magdalena de buscar la felicidad solamente en una

creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y

aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.

Haz que cada uno de nosotros escuche como

propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si

conocieras el don de Dios! Tú eres el rostro visible del

Padre invisible, del Dios que manifiesta su

omnipotencia sobre todo con el perdón y la

misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el

rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.

Tú has querido que también tus ministros

fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera

compasión por los que se encuentran en la ignorancia

o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos

se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.

Manda tu Espíritu y conságranos a todos con

su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un

año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con

renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los

pobres proclamar la libertad a los prisioneros y

oprimidos y restituir la vista a los ciegos.

Te lo pedimos por intercesión de María, Madre

de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y

el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

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II. ¿QUÉ NOS DICEN LOS SIGUIENTES TEXTOS?

PARA COMPARTIR:

1. ¿Para qué es el año de gracia del cual habla el profeta Isaías? 2.¿Por qué es conveniente un año de

gracia? 3. Según Lc 15,1-10, ¿cuál es la mayor alegría que puede haber en el cielo? 4. ¿Puedo compartir

algunas experincias personales o comunitarias de gracia, alegría y bendición que haya vivido en mi

camino de fe? 5. ¿Cuándo suelo experimentar tiempos de gracia y bendición personales o comunitarios

en mi vida? 6. ¿La Iglesia necesita experimentar de forma especial tiempos de gracia? ¿Por qué? 7. ¿La

Iglesia requiere anunciar un nuevo tiempo de gracia?

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III. PROFUNDIZAMOS

1. ¿QUÉ ES UN JUBILEO?

El jubileo, también llamado “Año Jubilar” o “Año Santo”, es un año de gracia, celebración y renovación, que tiene su origen en el judaísmo y fue retomado por la Iglesia desde al año 1300 con el papa Bonifacio VIII. Es un período de renovación espiritual, en el que se pueden obtener gracias particulares o indulgencias, en la medida en que cumplen con determinadas condiciones.

El término “jubileo” viene de la palabra

hebrea “yobél” que significa carnero, y por reducción, al cuerno del mismo, con

el cual se proclamaba solemnemente un año de

gracia y celebración1. Por asociación del uso exclusivo

del cuerno de carnero, la celebración terminó llamándose

“jubileo” o “año jubilar”. No obstante, el término tiene otra

raíz de origen latino: Cuando san Jerónimo tradujo la Biblia del hebreo al latín, tradujo el término hebreo yobel por el término latino iubilaeus, que inicialmente expresaba los gritos de alegría de los pastores y después simplemente gozo y alabanza, con lo que quedó incorporado el matiz de alegría al significado original que tenía la palabra en el antiguo Israel como año excepcional de remisión.2

1.1. LA CEREMONIA

El Año Jubilar se inicia en víspera de navidad en Roma. Allí, el Papa se dirige a la basílica de San

Pedro para abrir la llamada PUERTA SANTA3, toma un martillo y da tres golpes diciendo: “Aperite mihi portas justitiae, ingressus in eas confitebor Domino”4 y

1 Celebraciones de rango menor eran anunciadas con el

modesto “sofar” o trompeta metálica. 2 Cf. GALTÉS, Joan. “Vivir el jubileo”. Colección «Celebrar»,

volumen 57 (4ª edición). Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica. 1999. Pág 5. 3La apertura de la Puerta Santa simboliza un "camino

extraordinario" hacia la salvación durante Año Santo, dejando atrás el mundo y entrando en la presencia de Dios, así como los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento en Yom Kipur. Hay cuatro basílicas papales en Roma que tienen una “puerta santa”, las cuales solo se pueden abrir. durante un año jubilar y así los peregrinos, al entrar a través de ellas, pueden ganar la indulgencia plenaria vinculada al Jubileo. 4 Lo cual significa: «Abridme las puertas de la justicia; entrando

por ellas confesaré al Señor».

quita la mampostería sobre la puerta. Luego, de rodillas, toma la cruz, empieza el “Te Deum” y entra a la iglesia con el clero. Después de la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, tres cardenales delegados por el papa abren con la misma ceremonia las puertas de las otras tres basílicas romanas: San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros

y Santa María la Mayor5. A la mañana siguiente, el Papa imparte la bendición jubilar al pueblo. Una vez culminado el Año Santo se vuelve a cerrar la puerta, el Papa bendice las piedras con la argamasa y pone la primera piedra. Lo mismo hacen los cardenales en las otras tres puertas santas. 6

1.2. TIPOS DE JUBILEO

En la Iglesia los jubileos pueden ser de dos tipos: A) JUBILEO ORDINARIO: Un jubileo o Año Santo es ORDINARIO cuando se celebra en intervalos regulares de tiempo. La celebración de jubileos ordinarios se acentuó con el tiempo, y se realizaron jubileos primeramente cada cien años, luego cincuenta, luego treinta y tres, luego nuevamente cincuenta años y por último cada veinticinco años. B) JUBILEOS EXTRAORDINARIOS: El jubileo o Año Santo EXTRAORDINARIO, es el que se no se celebra en intervalos regulares, sino que se realiza para conmemorar circunstancias especiales. Los primeros se celebraron en el siglo XVI, y los últimos han sido los «Años Santos de la Redención» en 1933 y 1983 7 y el Jubileo de la Misericordia, convocado por el papa Francisco.

5 Desde hace algún tiempo, los papas conceden permiso a algunas iglesias locales alrededor del mundo para poder ganar la indulgencia del jubileo, de modo que sus fieles no tengan que pasar por Roma. 6 Cf. MELLADO, Francisco de P. “Enciclopedia Moderna”

Tomo 25. Madrid, Págs 278-279. 7 Se celebran como forma de conmemorar el sacrificio

redentor de Nuestro Señor. El primero se celebró en 1933 por el papa Pío XI. El último de ellos fue convocado por Juan Pablo II en 1983, al cumplirse el 1950° aniversario de la Redención.

PARA COMPARTIR:

1. ¿Qué es un jubileo?

2. ¿De dónde viene el término?

3. ¿Qué representa la apetura de las puertas

santas en la ceremonia de los jubileos?

4. ¿Cuáles son los tipos de jubileos y en qué

se diferencian?

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2. LOS JUBILEOS EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS

2.1. EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Los jubileos se inician en el Antiguo Testamento y van adquiriendo con el tiempo una connotación, no sólo festiva, de gran alegría, sino recurrente, cíclica, que sucede con una cadencia determinada, se espera con impaciencia y se festeja con júbilo. El Jubileo es, por tanto, un concepto plenamente bíblico que se refiere a un TIEMPO ESPECIAL reservado a Dios y a su culto. Tal culto se expresa mediante el “descanso” en memoria de Yahvé que descansó al séptimo día de la creación8. Tal descanso, no sólo debe ser imitado por el hombre, sino también debe hacerse respetar para la tierra. Es tiempo “en el que el buen judío se aplica una serie de prácticas de carácter religioso, social o moral, según la minuciosa reglamentación que se contiene en los libros sagrados. Muy en especial, en Éxodo, Levítico y Deuteronomio”.9 El jubileo, pues, se establece en la tradición del Antiguo Testamento como un nuevo comienzo, una nueva conversión al Señor, como una oportunidad para purificar la vida y resituarla, cada cierto tiempo, en la órbita de Dios, siempre con este doble sentido de imitación y obediencia a Yahvé.

Siguiendo la lógica del descanso semanal, se establece un “año sabático” cada siete años10 y otro “año jubilar” o “jubileo”11 cada siete

8 “Fíjate en el sábado para santificarlo. Durante seis días trabaja y

haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el inmigrante que viva en tus ciudades, porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra y el mar y lo que hay en ellos, y el séptimo descansó; por eso el Señor bendijo el sábado y lo santificó.” (Ex 20,8-11). 9 ORTEGA, Joaquín. “Los Jubileos, su historia y Sentido” B.A.C. Madrid, 1999. Pág 23. 10 También llamado “año séptimo” o “año del perdón de la deuda” o “año del descanso de la tierra”, promulgado de la siguiente manera: “Cada siete años harás la remisión. Así dice la ley sobre la remisión: -Todo acreedor condonará la deuda del préstamo hecho a su prójimo; no apremiará a su prójimo, porque ha sido proclamada la remisión del Señor. Podrás apremiar al extranjero, pero lo que hayas prestado a tu hermano lo condonarás. Es verdad que no habrá pobres entre los tuyos, porque te bendecirá el Señor, tu Dios, en la tierra que el Señor, tu Dios, va a darte para que la poseas en heredad, a condición de que obedezcas al Señor, tu Dios, poniendo por obra este precepto íntegro que yo te mando hoy”. (Dt 15,1.5) 11 Promulgado de la siguiente manera: “Haz el cómputo de siete semanas de años, siete por siete, o sea, cuarenta y nueve años. A

semanas de años. Ambos años, sabático y jubilar, suponían un volver los ojos al prójimo, cumpliendo con él una serie de deberes morales o sociales en concordancia de los mandamientos fundamentales del amor a Dios y al prójimo.12 Tales deberes incluían como elementos a destacar: a) El descanso de la tierra13, para que el hombre descanse y para que la tierra se restaure. b) El rescate de la propiedad14, pues se parte del principio que la tierra y la propiedad en general pertenecen a Dios: “Mia es toda la tierra” (Ex19,5) y del hombre es sólo el usufructo c) La liberación de los esclavos15, pues en el marco sociocultural del Antiguo Testamento la esclavitud era aceptada, pero sólo de forma temporal. La vida del hombre pertenece sólo a Dios, por eso, el jubileo es sinónimo de liberación. d) La condonación de las deudas16, medida que pone coto a la usura, a la posible esclavización y libera restableciendo al hombre su dignidad.

Estas disposiciones eran ciertamente revolucionarias, pero nunca fueron aplicadas de forma completa. Permanecen no obstante como

toque de trompeta darás un bando por todo el país, el día diez del séptimo mes. El día de la expiación haréis resonar la trompeta por todo vuestro país. Santificaréis el año cincuenta y promulgaréis la liberación en el país para todos sus moradores. Celebraréis jubileo, cada uno recobrará su propiedad y retornará a su familia. El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que nazca de por sí en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos Porque es jubileo, lo considerarás sagrado. Comeréis de la cosecha de vuestros campos” (Lev 25,8-12) 12 Cf. ORTEGA, Joaquín. “Los Jubileos, su historia y Sentido” B.A.C. Madrid, 1999. Pág 25. 13

“Cada cincuenta años es un año jubilar. Aquel año no sembrarás, si segarás lo que haya crecido espontáneamente, ni cortarás los racimos de las cepas que no hayas podado, porque es el año del jubileo, un año santo: come lo que crezca en los campos”

(Lv 25,11-12) 14

“Este año del jubileo cada cual recuperará el patrimonio que se había vendido… Las tierras no pueden ser vendidas definitivamente, porque todo el país me pertenece, y ante mí, ustedes no son más que emigrantes y forasteros. Por esta razón, de todos los terrenos de su patrimonio, conservarán el derecho de rescate” (Lv 25,13.23-24) 15

“Este será el año del jubileo. Aquellos que se hayan vendido a sí mismos, volverán a su clan” (Lv 25,10) “Si te venden como esclavo a un hermano hebreo, hombre o mujer, te servirán durante seis años, pero el año séptimo déjalo en libertad. Cuando lo liberes, no lo despidas con las manos vacías. Provéelo con generosidad…” (Dt 15,12-14). 16

“Cada siete años condona las deudas de todos. LA condonación se hace así: al proclamar la condonación de las deudas en honor del Señor, todo aquel que haya prestado a otro israelita, un hermano suyo le perdonará la deuda y no se la exigirá más… Entre ustedes no ha de haber pobres” (Dt 15,1-4)

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un ideal hacia el que debía tender el antiguo Israel y como una llamada válida a todos los tiempos17. La prosperidad, la excesiva abundancia que proporciona todo lo humanamente deseable es en sí una tentación, y pone al hombre en el serio peligro de olvidarse de Dios. El ciclo: producir-elaborar-tener-consumir, encierra al hombre en sí mismo, haciéndolo olvidarse de lo trascendente, de Dios y de los demás, pues es fácil apropiarse de los dones que Dios da y olvidarse luego del dador de los dones. Pero ¿Quién le dio la vida y todas las cosas? El hombre que se deja vencer por este ciclo a la larga se cree autosuficiente y se hace engreído. Se olvida de las carencias, de los malos tiempos, de lo que es realmente valioso y del mundo que le rodea y comienza a querer más y más, siendo capaz de pisar a otros con tal de conseguir cosas que verdaderamente no necesita18.

2.2. EN EL NUEVO TESTAMENTO:

Si bien el Antiguo Testamento nos presenta un tiempo de gracia y restauración a imitación del Creador, el cual descansó al séptimo día, el Nuevo Testamento nos trae la Buena Noticia de la Encarnación del Hijo de Dios, con lo cual, Dios viene a la humanidad en la plenitud de los tiempos19. Con Jesucristo, el “tiempo de Dios” empieza a formar parte de nuestra historia y se instaura su reinado20 haciendo nuevas todas las cosas21. Con la Buena Noticia comienza un nuevo tiempo de gracia marcado por el cumplimiento de las antiguas profecías en la persona del Mesías como el verdadero “Siervo de Yahvé”22 cuya misión

17

Cf. GALTÉS, Joan. “Vivir el jubileo”. Colección «Celebrar», volumen 57 (4ª edición). Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica. 1999. Pág 8. 18

Cf. LOBATO Juan Bautista. “El Jubileo en la Sagrada Escritura”. B.A.C. Madrid. 1997. Pág. 26. 19 “Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios mandó a su hijo, nacido de mujer..." (Ga 4,4) 20

“Cuando arrestaron a Juan, Jesús se dirigió a Galilea a proclamar la Buena Noticia de Dios. Decía: ---Se ha cumplido el plazo y está cerca el reinado de Dios. Arrepentíos y creed en la Buena Noticia. Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes al lago, pues eran pescadores.” (Mc 1,14-16) 21

“Si uno es cristiano, es criatura nueva. Lo antiguo pasó, ha llegado lo nuevo” (2 Cor 5,17) “El que estaba sentado en el trono dijo: ---Mira, renuevo el universo”. (Ap 21,5) 22

“Mirad a mi siervo, a mi elegido, a quien prefiero. Sobre él pondré mi Espíritu para que anuncie la justicia a las naciones. No gritará, no discutirá, no voceará por las calles. La caña cascada no la

queda claramente expresada en Lc 4,16-20: “Fue a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró un sábado en la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías. Lo abrió y dio con el texto que dice: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor. Lo cerró, se lo entregó al empleado y se sentó.

Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.” En este breve texto queda expresado el auténtico sentido de lo que la comunidad de seguidores de Jesús de Nazareth ha entendido como jubileo a través de los tiempos. Para el seguidor de Jesucristo el tiempo de gracia y salvación ya no depende de los ritos y sacrificios de la antigua alianza, sino que llegó para quedarse: Es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, que anunció el reino de Dios, murió, resucitó y nos dejó su Espíritu para continuar su obra salvadora. De modo que, como dice San Juan Pablo II, “Todos los jubileos se refieren a ese «tiempo» y aluden a la misión mesiánica de Cristo” (TMA 11) “Las palabras y las obras de Jesús constituyen el cumplimiento de toda tradición de los pueblos del Antiguo Testamento” (TMA 12). En este sentido, no hay ruptura entre el A.T. y Jesucristo: Él es el puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Lo que antes era una institución y unas leyes, ahora es su persona que nos tare el nuevo tiempo de gracia y salvación de Dios.23 Los jubileos del Antiguo Testamento son figura y anticipo del Mesías como jubileo. Cristo es para siempre el verdadero Jubileo de Dios Padre. Él es el perdón, la misericordia, la alianza, la oportunidad y la gracia de todo el género humano. Por eso, los jubileos sucesivos refieren a Cristo, pues es propio de la Iglesia “hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra” (Ef, 1,10).

quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará, hasta que haga triunfar la justicia. Y en su nombre esperarán las naciones”. (Mt 12,18-21) 23

Cf. ORTEGA, Joaquín. “Los Jubileos, su historia y Sentido” B.A.C. Madrid, 1999. Págs.26-28

PARA COMPARTIR:

1. ¿Qué diferencia fundamental encentras entre

el jubileo en el Antiguo Testamento y el jubileo

en el Nuevo Testamento? 2. Qué elemntos

positivos del jubileo en el Antiguo Testamento

crees que siguen teniendo vigencia hoy y por

qué? 3. Si según el Nuevo Testamento la

persona de Cristo el es Jubileo, ¿por qué la

Iglesia convoca a nuevos jubileos?

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3. MARCO HISTÓRICO-TEOLÓGICO DE LOS JUBILEOS

3.1. LAS PEREGRINACIONES Y RITOS 24

No es posible tener una adecuada comprensión del establecimiento de los jubileos en la Iglesia sin considerar el fenómeno de las peregrinaciones.

Entre otras cosas, el

mundo de los cristianos en la Edad Media, está marcado por el deseo de tener una aproximación mayor a la persona de Jesús mediante peregrinaciones a los “santos lugares” en los que estuvo el Señor y por la necesidad de defenderse ante la amenaza y el avance del Islam. En ese contexto en comprensible que la sociedad occidental se organizara con cruzadas masivas y entusiastas, aunque con tristes resultados. No obstante, fue un tiempo en el que se consolidó una religiosidad popular en torno a la veneración de reliquias y al deseo de recorrer la tierra del Salvador.

Con el cierre no sólo de Jerusalén, sino del

acceso a todo el oriente cristiano, ante la imposibilidad de venerar el sepulcro del Señor, cobran fuerza y atractivo las tumbas de sus apóstoles. Las rutas de peregrinación vuelven sus pasos paulatinamente a Roma, la nueva Jerusalén, sede del sucesor de Pedro. Tumbas como la de Pedro y Pablo y reliquias como el “lienzo de la Verónica” atraen a Roma una multitud de peregrinos, lo cual influyó notablemente en la proclamación del Primer Jubileo por parte de Bonifacio VIII para el 1300.

Sin caer en la minuciosidad de los ritos

que prescribía Antiguo Testamento, la Iglesia comenzó a establecer unos ritos o condiciones para recibir las gracias o la indulgencia del jubileo. Tales ritos o condiciones fueron respuesta a una necesidad del pueblo de Dios, que buscaba fortalecer su experiencia de fe en Jesucristo según

24

Cf. ORTEGA, Joaquín. “Los Jubileos, su historia y Sentido” B.A.C. Madrid, 1999. Págs. 31-33.

los tiempos y lugares propios y las peregrinaciones fueron reconocidas por la Iglesia como modos de ganar indulgencias. Por eso hay que entender que los jubileos cristianos son fruto de la consolidación de las peregrinaciones como práctica religiosa y que nacen vinculadas a las indulgencias. 3.2. LAS INDULGENCIAS

Pecado, culpa y pena

En la Sagrada Escritura se nos explica que, después del perdón de la culpa, se requiere aún un largo proceso reconciliación, no porque Dios perdone a medias el pecado, sino porque es necesario un proceso de integración personal y comunitario luego de la ruptura por el pecado. Para ello es necesario aceptar con humildad que nuestro pecado tiene consecuencias negativas a nivel personal y comunitario y que seremos juzgados ante Dios por nuestras faltas25. No obstante, la oración puede borrar las penas temporales del pecado tanto de vivos como de difuntos26; penas cuyo perdón rogamos humildemente a Dios27 tanto en la oración privada como en las oraciones penitenciales de toda la Iglesia.

Según la doctrina católica, en los sacramentos del bautismo y la reconciliación se nos perdona la culpa y también la pena eterna relacionada con el pecado, pero no la pena temporal, la cual debe ser “pagada” en esta vida o en el Purgatorio28. Dicho de otro modo, las heridas del pecado son sanadas con el perdón, pero quedan en nosotros las cicatrices de tales

faltas.29.

25

Cf. 1 Cor 11,32; 5,5; 1 Tim 1,20; Ap 2,22 ss.. 26

Cf. 2 Mac 12,43-46 27

Cf. Mt 6,12; 1 lo 3, 20-22; 5,16; 2 Tim 1,18 28

“El purgatorio es el estado de los que mueren en amistad con Dios pero, aunque están seguros de su salvación eterna, necesitan aún de purificación para entrar en la eterna bienaventuranza. En virtud de la comunión de los santos, los fieles que peregrinan aún en la tierra pueden ayudar a las almas del purgatorio ofreciendo por ellas oraciones de sufragio, en particular el sacrificio de la Eucaristía, pero también limosnas, indulgencias y obras de penitencia”. (Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, 210-21) 29

Paulo VI, Const. ap. Indulgentiarum doctrina, nn. 2a y 3.

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¿Qué son las indulgencias?

Según el Magisterio Eclesial, las indulgencias son «la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos»30. Las indulgencias pueden remover la pena pero no la culpa, la cual sólo es removida con el arrepentimiento sincero y la confesión. Se pueden ganar para uno mismo o aplicarlas a los difuntos quienes son miembros vivos en Cristo31, por eso, tienen una dimensión eminentemente comunitaria32. Pueden ser de dos tipos: a) Plenarias, que otorgan una completa remisión de la pena temporal y b) Parciales, que otorgan una remisión parcial de la pena temporal. Ambos tipos de indulgencias pueden ser recibidos sin la mediación de un Año Santo. La potestad de la Iglesia para administrar indulgencias fue claramente proclamada en el Concilio de Trento 33.

30

Según nos enseña la doctrina católica, “las penas son consecuencia de los pecados, infligidas por la santidad y justicia divinas, y han de ser purgadas bien en este mundo, con los dolores, miserias y tristezas de esta vida y especialmente con la muerte, o bien por medio del fuego, los tormentos y las penas purificadoras en la vida futura.” Por tanto, “es necesario para la plena remisión y reparación de los pecados no sólo restaurar la amistad con Dios por medio de una sincera conversión de la mente, y expiar la ofensa inflingida a su sabiduría y bondad, sino también restaurar plenamente todos los bienes personales, sociales y los relativos al orlen universal, destruidos o perturbados por el pecado, bien por medio de una reparación voluntaria, que no será sin sacrificio, o bien por medio de la aceptación de las penas establecidas por la justa y santa sabiduría divina, para que así resplandezca en todo el mundo la santidad y el esplendor de la gloria de Dios.”. (Paulo VI, Const. ap. Indulgentiarum doctrina, nn. 1. 5.7; cfr. CIC c. 911). 31

A los vivos se les aplica en forma de absolución mediante el arrepentimiento y la confesión pero no pueden aplicarse a otras personas vivas; a los difuntos se les aplica en forma de sufragio. 32

Así como el pecado tiene un efecto comunitario (afecta a todo el Cuerpo de Cristo) las oraciones e indulgencias también lo tienen. “La Comunión de los Santos, vínculo de caridad entre los fieles que ya gozan de Dios, los que sufren en el Purgatorio y los que todavía peregrinan en la tierra, hace posible esta ayuda mutua que la Iglesia se encarga de distribuir” (Lumen Gentium, 49). 33

La Iglesia concede indulgencias como administradora, no como dueña, de las gracias de Cristo determinando la cantidad y las condiciones para la concesión de la indulgencia. (Cf. Decreto Sobre las Indulgencias. Concilio de Trento).

¿Por qué son importantes las indulgencias?

Conviene recordar que el objetivo de la penitencia en los primeros siglos, no era la absolución de la falta ante Dios -lo cual se daba por sentado con el arrepentimiento del penitente-, sino la reinserción del penitente a la Iglesia, para reparar la culpa y recobrar la confianza ante la comunidad, pues la connotación del pecado era claramente comunitaria34. Por eso, al considerar que las penitencias actuales no son tan rigurosas y prolongadas como lo eran en la antigüedad (cuando era casi imposible en algunos casos pagarlas en vida), quizás sea fácil pensar que las indulgencias han perdido vigencia. No obstante, tienen plena validez y la Iglesia las recomienda como algo útil y saludable para la vida de fe cuando se reciben con las debidas disposiciones35. El ejercicio ascético es necesario para el crecimiento espiritual y símbolos externos como las indulgencias nos ayudan, cada cierto tiempo, a reconciliarnos de manera especial con los otros, con nosotros mismos y con Dios. Hoy como ayer, son un camino de integración personal y comunitario valioso. Son gracia de Dios que se da plenamente por su infinita misericordia y son motivo para celebrar, como comunidad de fe, que Dios es plenamente indulgente y que lo perdona todo.

¿Cómo recibir indulgencias durante un Año Santo?

Como norma general, para ganar indulgencias plenarias (o parciales), es necesario: a) Acudir con la debida disposición al sacramento de la reconciliación36, esto es, arrepentimiento sincero de los pecados, propósito de enmienda,

34

Por eso, ya desde el s. II, comienza la Iglesia a regular esa penitencia según la gravedad de la culpa, con la conciencia de poder determinar en general o en cada caso particular las obras penitenciales apropiadas. 35

“el uso de las indulgencias demuestra la íntima unión con que estamos vinculados a Cristo, y la gran importancia que tiene para los demás la vida sobrenatural de cada uno, para poder estar más estrecha y fácilmente unidos al Padre. El uso de las indulgencias fomenta eficazmente la caridad y la ejerce de forma excepcional, al prestar ayuda a los hermanos que duermen en Cristo”. Además, “las indulgencias aumentan la confianza y la esperanza de una plena reconciliación con Dios Padre, no dando tregua al abandono ni permitiendo descuidar el cultivo de las disposiciones requeridas para una plena comunión con Dios”. (Paulo VI, Const. ap. Indulgentiarum doctrina, n. 9 y 10) 36

“Pues las indulgencias, a pesar de ser beneficios gratuitos, solamente se conceden, tanto a los vivos como a los difuntos, una vez cumplidas ciertas condiciones, requiriéndose para ganarlas, bien que se hayan llevado a cabo las obras buenas prescritas, bien que el fiel esté dotado de disposiciones debidas, es decir, que ame a Dios, deteste los pecados, tenga confianza en los méritos de Cristo y crea firmemente que la comunión de los santos le es de gran utilidad” . Ibid, n. 10.

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decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia. b) orar por las intenciones del Papa, c) realizar una breve peregrinación hacia una de las Puertas Santas (abiertas en cada catedral o en las iglesias establecidas) como signo del deseo profundo de auténtica conversión y d) cumplir las demás indicaciones que estén dispuestas para el año jubilar en particular.

¿Méritos humanos o Gracia de Dios?

La acción de la Iglesia en el mundo a lo largo de su historia, así como las acciones de Jesucristo, tal como lo enseñan lo evangelios, son mediación simbólica37, en la que Dios comunica su gracia y salvación. Por eso, las indulgencias deben comprenderse en tal sentido como un signo mediador de reconciliación, que responde a una prolongada evolución en la comprensión del perdón y la misericordia de Dios por parte de la Iglesia. Los elementos esenciales de las indulgencias son la remisión de la pena temporal de los pecados, no por méritos propios, sino por la intercesión de la Iglesia y en virtud de los méritos de Cristo y de los mártires. Las indulgencias hay que entenderlas, por tanto, como signo de aceptación del perdón de Dios y como respuesta personal a ese don ante la comunidad de creyentes que es la Iglesia, sacramento de Cristo,. Creemos que “Dios, que te ha creado sin ti, no te salvará sin ti” (San Agustín), pues, aunque Dios nos ama infinitamente y nos ofrece su amistad, toda amistad es cosa de dos. La experiencia salvadora de su amor y gracia sólo se dan cuando nos abrimos a Él. Por eso, aunque no es posible ganar su amistad con méritos, sólo es posible tener experiencia de Él si nos disponemos debidamente a responder a su amor. Aunque haya experiencias importantes que marquen un encuentro especial con Él, la vida del creyente es un camino de continua conversión y discernimiento para buscar y hallar la voluntad de Dios en la propia vida. Así, los sacramentos, los ritos, la liturgia y la misma Sagrada Escritura entre otros, son medios que conducen al encuentro con el Señor y son fuente de gracia cuando se acogen con la debida disposición. De nada nos sirve ser perdonados y amados por Dios si no experimentamos su amor y perdón. De eso se trata el año Jubilar, de profundizar en la experiencia de la reconciliación con Dios, con los demás y con nosotros mismos.

37

El Concilio Vaticano II dijo, repetidas veces, que la Iglesia es "sacramento universal de salvación" (LG 1, 2; 48, 2; 59, 1; GS 45, 1; AG 1, 1; 5, 1) y Cristo es verdadero sacramento del Padre: "El que me ve a mí, está viendo al Padre" (Jn 14,9)

3.4. CRONOLOGÍA DE LOS JUBILEOS

Desde el comienzo del siglo XIV hasta nuestros días la Iglesia ha celebrado jubileos en una tradición cambiante pero ininterrumpida. Dado que todos se han realizado teniendo por sede papal la ciudad de Roma, a estos jubileos también cabría llamarlos “jubileos romanos”. Que a lo largo de la historia han tenido diferentes énfasis teológicos, motivaciones y circunstancias, de modo que la experiencia jubilar no ha sido en absoluto uniforme.

A modo de síntesis, podemos decir que se han realizado, hasta la fecha, veintiocho jubileos de carácter ordinario y noventa y tres de carácter extraordinario, siendo el Jubileo de la Misericordia el noventa y cuatro. Como señalamos previamente al hablar de los tipos de jubileos, el período de repetición de los jubileos ordinarios ha variado con los años hasta quedar en veinticinco años entre uno y otro.38 A pesar de esto, desde comienzos del siglo XX la cuestión se ha complicado y desde entonces se han celebrado ya diez años jubilares o años santos sin una clara distinción en su denominación, unas veces llamado Año Santo, otras, Año Jubilar y otras de ambos modos. Sólo Juan Pablo II promulgó tres durante su pontificado (1983-1984 Año Santo de la Redención, 1984 Jubileo de los Jóvenes y 1987-1988 Año Mariano) antes de promulgar el jubileo solemne del 2000. Pero, a pesar estas variaciones cronológicas y nominales, el contenido y sentido último de los jubileos se ha mantenido fielmente como año de llamamiento especial a la conversión, al perdón de los pecados, a la reconciliación, la indulgencia y la misericordia recibida y otorgada, al amor y restitución del prójimo y al ordenamiento de los bienes en favor del bien común.39

38

Cf. ORTEGA, Joaquín. “Los Jubileos, su historia y Sentido”

B.A.C. Madrid, 1999. Págs. 29. 39

Iden. Pág. 30.

PARA COMPARTIR:

1. ¿Por qué las peregrinaciones infuyeron en la

instauración de los jubileos en la Iglesia? 2. En

breves palabras, explica qué son las indulgencias.

3. Por qué las indulgencias son tenidas como

buenas en la Iglesia? 4. Por qué decimos que las

indulgencias tienen una dimensión netamente

comunitaria?

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CUADRO REFERENCIAL DE LOS JUBILEOS DE LA IGLESIA NÚM. AÑO PAPAS ASPECTOS A DESTACAR

JUBILEOS DEL SIGLO XIV

1 1300 Bonifacio VIII Primer Año Santo de la historia de la Iglesia en el que se precisan las condiciones para la obtención de la indulgencia plenaria. Se establece que los jubileos se celebrarán cada cien años.

2 1350 Clemente VI

Fue un jubileo sin papa, pues no residía en Roma, sino en Avignon, una residencia que alcanzó a siete papas consecutivos entre 1305 y 1378. Se anticipó el plazo establecido por Bonifacio VIII debido a la Peste Negra y a un terremoto que devastó al pueblo romano. Se estableció un intervalo de cincuenta años entre jubileo para hacer posible que cada generación pudiera al menos celebrar un Año Santo considerando la esperanza de vida de la época. En la lista de basílicas a visitar se agrega la de San Juan de Letrán.

3 1390 Preparado: Urbano VI y Grgorio XI Celebrado:

Bonifacio IX

Se realiza en medio el Cisma de Occidente (1378-1417). Se establece que el intervalo entre años jubilares debía reducirse a treintaitrés años en homenaje a la edad bíblica de Jesucristo al morir en la cruz. Se añadió la cuarta y última basílica a la relación a visitar incluyendo a la de Santa María la

Mayor.

JUBILEOS DEL SIGLO XV

--- 1400 Bonifacio IX

Fue un jubileo sin bula. El cambio continúo de los plazos entre Años Santos provocó que en el año 1400 confluyera en Roma un gran número de peregrinos creyendo que se había convocado el correspondiente año jubilar tras el de 1350. Ello obligó al papa Bonifacio IX a conceder una indulgencia plenaria de modo extraordinario.

4 1423 Martin V Se realiza al final del Cisma de Occidente y con motivo del cumplimiento del nuevo plazo de 33 años establecido en 1390.

5 1450 Nicolás V Papa pacificador y reformador que vuelve a cambiar la periodicidad entre Años Santos retornando al intervalo de cincuenta años. Convoca el nuevo año jubilar para 1450.

6 1475 Pablo II / Sixto IV Cumplimiento del nuevo plazo de 50 años pero es nuevamente cambiado por el papa Pablo II quien fijó la cadencia, hasta ahora definitiva, de 25 años, convocando el nuevo Año Santo para 1475, pero debido a inundaciones el papa decidió extenderlo hasta 1476.

JUBILEOS DEL SIGLO XVI 7 1500 Alejandro VI Se cumple y establece la cadencia de los 25 años y se fija el nombre de “Año Santo”

8 1525 Clemente VII Se vio afectado por una epidemia de peste.

9 1550 Pablo III / Julio III Con motivo del cumplimiento de los 25 años

10 1575 Gregorio XIII Con motivo del cumplimiento de los 25 años

JUBILEOS DEL SIGLO XVII 11 1600 Clemente VIII Con motivo del cumplimiento de los 25 años .Se desarrolló en un clima de fuerte agitación religiosa

12 1625 Urbano VIII Con motivo del cumplimiento de los 25 años

13 1650 Inocencio X Con motivo del cumplimiento de los 25 años

14 1675 Clemente X Con motivo del cumplimiento de los 25 años

JUBILEOS DEL SIGLO XVIII

15 1700 Inocencio XII / Clemente XI

Con motivo del cumplimiento de los 25 años

16 1725 Benedicto XIII Con motivo del cumplimiento de los 25 años

17 1750 Benedicto XIV Con motivo del cumplimiento de los 25 años

18 1775 Clemente XIV /

Pio VI Con motivo del cumplimiento de los 25 años

JUBILEOS DEL SIGLO XIX

19 1825 León XII Al no celebrarse el Año Santo de 1800 por los efectos de la Revolución francesa y por la agitación política en Europa, el papa León XII decretó y celebró el correspondiente a 1825.

20 1875 Pio IX Debido a la inestabilidad política en Europa derivada de las revoluciones sufridas en el año 1848 el jubileo de 1850 no se celebró, siendo por tanto el siguiente el de 1875. No tuvo gran solemnidad debido a que el papa se encontraba retenido en el Vaticano por los revolucionarios italianos.

JUBILEOS DEL SIGLO XX 21 1900 León XIII Con motivo del cumplimiento de los 25 años

22 1925 Pio XI Con motivo del cumplimiento de los 25 años

23 1933 Pio XI Fue convocado extraordinariamente por el papa Pío XI por el XIX Centenario de la Redención.

24 1950 Pio XII Con motivo del cumplimiento de los 25 años

25 1975 Pablo VI Con motivo del cumplimiento de los 25 años

26 1983 Juan Pablo II Decretado y celebrado extraordinariamente bajo el papado de Juan Pablo II, al cumplirse el MCML aniversario de la Redención.

JUBILEOS DEL SIGLO XXI 27 2000 Juan Pablo II Con motivo del cumplimiento de los 25 años

28 2015 Fancisco Decretado extraordinariamente por Francisco.

29 2025 Juan Pablo II Anunciado por Juan Pablo II al finalizar el jubileo del año 2000.8

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4. EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA

El Jubileo de la Misericordia es un jubileo que se realiza durante el Año Santo Extraordinario entre el 8 de diciembre de 2015 y el 20 de noviembre de 2016, para celebrar el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, profundizar en su implantación y situar en un lugar central la Divina Misericordia, con el fortalecimiento de la confesión.

En la Audiencia General del miércoles 9 de diciembre, el Papa Francisco comenzó a explicar las razones que le han llevado a convocar el Jubileo de la Misericordia que inauguró con la apertura de la Puerta Santa y que concluirá el 20 de noviembre de 2016, fiesta de Cristo Rey.

¿Por qué? Porque “la Iglesia tiene necesidad de este momento extraordinario. ¡No digo que es bueno, no!, digo: la Iglesia tiene necesidad”. “En nuestra época de profundos cambios, la Iglesia está llamada a ofrecer su particular contribución, haciendo visibles los signos de la presencia y de la cercanía de Dios. Y el Jubileo es un tiempo favorable para todos nosotros, porque contemplando la Divina Misericordia, que supera todo límite humano y resplandece sobre la oscuridad del pecado, podemos ser testimonios más convincentes y eficaces”. Porque “a Dios le gusta sobre todo “perdonar a sus hijos, tener misericordia con ellos, para que también puedan, al mismo tiempo, perdonar a los hermanos, resplandeciendo como antorchas de la misericordia de Dios en el mundo”.

¿Para qué? Para “experimentar en nuestra vida el toque dulce y suave del perdón de Dios, su presencia junto a nosotros y su cercanía sobre todo en los momentos de mayor necesidad”. Para “poner de nuevo en el centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades lo específico de la esperanza cristiana”. Para “dirigir la mirada a Dios, Padre misericordioso, y a los hermanos necesitados de misericordia”. Para “poner la atención sobre el contenido esencial del Evangelio: Jesucristo, la Misericordia hecha carne, que hace visible a nuestros ojos el gran misterio del Amor trinitario de Dios”. Para renovar las instituciones y las estructuras de la Iglesia, que “son un medio que debe conducirnos a tener la experiencia viva y vivificante de la misericordia de Dios que, sola, puede garantizar a la Iglesia ser esa ciudad puesta sobre un monte que no puede permanecer escondida”. Para que la Iglesia se encuentre con Jesús, “como Buen Pastor que ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos”.

¿Qué hacer? Reforzar en nosotros “la certeza de que la misericordia puede contribuir realmente a la edificación de un mundo más humano, especialmente en nuestro tiempo en el que el perdón es un invitado raro en los ambientes de la vida humana”. Renunciar al amor propio que es “la raíz del olvido de la misericordia” y a “los propios intereses, de placeres y de honores unidos a querer acumular riquezas, mientras en la vida de los cristianos se viste a menudo de hipocresía y de mundanidad”. “Los movimientos del amor proprio, que hacen extranjera la misericordia en el mundo, son tan numerosas que a menudo no podemos ni siquiera reconocerlos como límites y como pecado”.

¿A que podemos aspirar? “¿Es ingenuo creer que esto puede cambiar el mundo?”, se preguntó el Papa. “Sí, humanamente hablando es de locos, pero la locura de Dios es más sabia que los hombres, o lo que es igual, la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres”, dijo para terminar.

EL LOGO Y EL LEMA. Con el lema

Misericordiosos como el Padre (tomado del Evangelio de Lucas,

6,36) se propone vivir la misericordia siguiendo el ejemplo del Padre, que pide no juzgar y no condenar, sino perdonar y amar sin medida (cfr. Lc 6,37-38). El logo presenta un pequeño compendio teológico de la misericordia. Muestra, al Hijo que carga sobre sus hombros al hombre extraviado, recuperando así

una imagen muy apreciada en la Iglesia antigua, porque

indicaba el amor de Cristo que lleva a término el misterio de su

encarnación con la redención. En el dibujo destaca el Buen Pastor que toca en profundidad la carne del hombre, y lo hace con un amor capaz de cambiarle la vida. Además, es inevitable notar un detalle particular: el Buen Pastor con extrema misericordia carga sobre sí la humanidad, pero sus ojos se confunden con los del hombre. Cristo ve con el ojo de Adán y este lo hace con el ojo de Cristo. Así, cada hombre descubre en Cristo, nuevo

Adán, la propia humanidad y el futuro que lo espera, contemplando en su mirada el amor del Padre. La escena se coloca dentro la mandorla que es también una figura importante en la iconografía antigua y medieval por cuanto evoca la co-presencia de las dos naturaleza, divina y humana, en Cristo. Los tres óvalos concéntricos, de color progresivamente más claro hacia el externo, sugieren el movimiento de Cristo que saca al hombre fuera de la noche del pecado y de la muerte. Por otra parte, la profundidad del color más oscuro sugiere también el carácter inescrutable del amor del Padre que todo lo perdona

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CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

CON LA QUE SE CONCEDE LA INDULGENCIA CON OCASIÓN DEL JUBILEO EXTRA ORDINARIO DE LA MISERICORDIA

AL VENERADO HERMANO MONSEÑOR RINO FISICHELLA PRESIDENTE DEL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PROMOCIÓN DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

La cercanía del Jubileo extraordinario de la Misericordia me permite centrar la

atención en algunos puntos sobre los que considero importante intervenir para facilitar que la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes. Es mi deseo, en efecto, que el Jubileo sea experiencia viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz.

Mi pensamiento se dirige, en primer lugar, a todos los fieles que en cada diócesis, o

como peregrinos en Roma, vivirán la gracia del Jubileo. Deseo que la indulgencia jubilar llegue a cada uno como genuina experiencia de la misericordia de Dios, la cual va al encuentro de todos con el rostro del Padre que acoge y perdona, olvidando completamente el pecado cometido. Para vivir y obtener la indulgencia los fieles están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma, como signo del deseo profundo de auténtica conversión. Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia. Será necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo.

Pienso, además, en quienes por diversos motivos se verán imposibilitados de llegar

a la Puerta Santa, en primer lugar los enfermos y las personas ancianas y solas, a menudo en condiciones de no poder salir de casa. Para ellos será de gran ayuda vivir la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de su pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para dar sentido al dolor y a la soledad. Vivir con fe y gozosa esperanza este momento de prueba, recibiendo la comunión o participando en la santa misa y en la oración comunitaria, también a través de los diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar. Mi pensamiento se dirige también a los presos, que experimentan la limitación de su libertad. El Jubileo siempre ha sido la ocasión de una gran amnistía, destinada a hacer partícipes a muchas personas que, incluso mereciendo una pena, sin embargo han tomado conciencia de la injusticia cometida y desean sinceramente integrarse de nuevo en la sociedad dando su contribución honesta. Que a todos ellos llegue realmente la misericordia del Padre que quiere estar cerca de quien más necesita de su perdón. En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad.

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He pedido que la Iglesia redescubra en este tiempo jubilar la riqueza contenida en las obras de misericordia corporales y espirituales. La experiencia de la misericordia, en efecto, se hace visible en el testimonio de signos concretos como Jesús mismo nos enseñó. Cada vez que un fiel viva personalmente una o más de estas obras obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar. De aquí el compromiso a vivir de la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie. Será, por lo tanto, una indulgencia jubilar plena, fruto del acontecimiento mismo que se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad.

La indulgencia jubilar, por último, se puede ganar también para los difuntos. A ellos

estamos unidos por el testimonio de fe y caridad que nos dejaron. De igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin.

Uno de los graves problemas de nuestro tiempo es, ciertamente, la modificación de la relación con la vida. Una mentalidad muy generalizada que ya ha provocado una pérdida de la debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida. Algunos viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo. Muchos otros, en cambio, incluso viviendo ese momento como una derrota, consideran no tener otro camino por donde ir. Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza. El perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener la reconciliación con el Padre. También por este motivo he decidido conceder a todos los sacerdotes para el Año jubilar, no obstante cualquier cuestión contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón. Los sacerdotes se deben preparar para esta gran tarea sabiendo conjugar palabras de genuina acogida con una reflexión que ayude a comprender el pecado cometido, e indicar un itinerario de conversión verdadera para llegar a acoger el auténtico y generoso perdón del Padre que todo lo renueva con su presencia.

Una última consideración se dirige a los fieles que por diversos motivos frecuentan

las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X. Este Año jubilar de la Misericordia no excluye a nadie. Desde diversos lugares, algunos hermanos obispos me han hablado de su buena fe y práctica sacramental, unida, sin embargo, a la dificultad de vivir una condición pastoralmente difícil. Confío que en el futuro próximo se puedan encontrar soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad. Al mismo tiempo, movido por la exigencia de corresponder al bien de estos fieles, por una disposición mía establezco que quienes durante el Año Santo de la Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para celebrar el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución de sus pecados.

Confiando en la intercesión de la Madre de la Misericordia, encomiendo a su protección la preparación de este Jubileo extraordinario. Vaticano, 1 de septiembre de 2015.