Tema 10: La Segunda Guerra Mundial - IES PEDRO SALINAS

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Tema 10: La Segunda Guerra Mundial La crisis de los años treinta puso en evidencia las limitaciones inherentes al sistema de «seguridad colectiva» de la Sociedad de Naciones. El ascenso de Hitler al poder en enero de 1933 señaló el comienzo de una nueva etapa en las relaciones internacionales, que se caracterizó por el creciente papel agresivo de los regímenes totalitarios fascistas. Entre 1934 y 1939 se sucedieron una serie de acontecimientos que condujeron a la guerra. En 1935, Italia invadió Abisinia; en 1936 se formó el Eje Roma-Berlín y Alemania e Italia decidieron intervenir en la guerra civil española a pesar de haberse unido al «Comité de No Intervención»; en 1938, Aleman1a invadió Austria, y un año después, Checoslovaquia . Las potencias democráticas europeas adoptaron una posición de claudicación ante Hitler. La cuestión de Danzig y el «corredor polaco» fue la última reivindicación nazi que desembocó en la invasión ele Polonia en septiembre ele 1939. Pero este hecho sí provocó la reacción ele Reino Unido y Francia, y acabó siendo el desencadenante de la Segunda Guerra Mundial. La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto todavía de mayores dimensiones que la Gran Guerra de 1914- 1918. Se movilizaron todas las economías y todos los recursos humanos (más ele 60 millones de personas lucharon en los frentes) y sus consecuencias humanas, materiales y morales dejaron una profunda huella. 1. Orígenes y causas de la guerra Los años treinta fueron un período de inestabilidad en las relaciones internacionales. Dos fueron los factores decisivos en los orígenes de la Segunda Guerra Mundial: el expansionismo de las dictaduras fascistas y la crisis económica de los años treinta. Frente al expansionismo de Alemania, Italia y Japón, las democracias occidentales practicaron una política de apaciguamiento que, a la larga, resultaría fatal. 1.1. Las primeras iniciativas del nazismo La crisis económica de los años treinta creó un clima favorable a la exacerbación de los nacionalismos y al apogeo de las soluciones totalitarias. Una serie de hechos pusieron fin al breve período de cooperación internacional inaugurado con los Pactos de Locarno (1925) y Briand-Kellog (1928). Con la llegada de Hitler al poder en Alemania en 1933 pronto se manifestó la fragilidad de la Sociedad de Naciones (SDN) como garante de la paz. La Conferencia de Desarme de 1932-1933, reunida en Ginebra, fue el gran objetivo de la diplomacia europea. En esta conferencia se reconoció a Alemania el principio de igualdad de derechos, pero a pesar de eso no hubo entendimiento con Hitler y Alemania abandonó la Sociedad de Naciones. El fracaso del diálogo confirmó la voluntad de Hitler de no someter a ningún arbitraje la cuestión del rearme alemán. A partir de ahí, Hitler fue conculcando las limitaciones impuestas a Alemania por el tratado de Versalles. El dictador alemán proyectaba dominar toda Europa. Primero había que crear un gran Estado nacional- socialista de base racial (Gran Reich) más allá de las fronteras fijadas en Versalles. A continuación, se le dotaría de un «espacio vital» a través del expansionismo y la guerra). El primer paso fue el intento de anexionar Austria en 1934, anexión que estaba expresamente prohibida por los tratados de Versalles. La anexión se abortó, sobre todo, por la rápida intervención de Mussolini, que no deseaba ver a Austria bajo el dominio alemán.

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Tema 10: La Segunda Guerra Mundial

La crisis de los años treinta puso en evidencia las

limitaciones inherentes al sistema de «seguridad

colectiva» de la Sociedad de Naciones. El ascenso de

Hitler al poder en enero de 1933 señaló el comienzo

de una nueva etapa en las relaciones

internacionales, que se caracterizó por el creciente

papel agresivo de los regímenes totalitarios

fascistas.

Entre 1934 y 1939 se sucedieron una serie de

acontecimientos que condujeron a la guerra. En

1935, Italia invadió Abisinia; en 1936 se formó el Eje Roma-Berlín y Alemania e Italia decidieron intervenir

en la guerra civil española a pesar de haberse unido al «Comité de No Intervención»; en 1938,

Aleman1a invadió Austria, y un año después, Checoslovaquia .

Las potencias democráticas europeas adoptaron una posición de claudicación ante Hitler. La cuestión de

Danzig y el «corredor polaco» fue la última reivindicación nazi que desembocó en la invasión ele Polonia en

septiembre ele 1939. Pero este hecho sí provocó la reacción ele Reino Unido y Francia, y acabó siendo el

desencadenante de la Segunda Guerra Mundial.

La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto todavía de mayores dimensiones que la Gran Guerra de 1914-

1918. Se movilizaron todas las economías y todos los recursos humanos (más ele 60 millones de personas

lucharon en los frentes) y sus consecuencias humanas, materiales y morales dejaron una profunda huella.

1. Orígenes y causas de la guerra

Los años treinta fueron un período de inestabilidad en las relaciones internacionales. Dos fueron los factores

decisivos en los orígenes de la Segunda Guerra Mundial: el expansionismo de las dictaduras fascistas y la

crisis económica de los años treinta. Frente al expansionismo de Alemania, Italia y Japón, las democracias

occidentales practicaron una política de apaciguamiento que, a la larga, resultaría fatal.

1.1. Las primeras iniciativas del nazismo

La crisis económica de los años treinta creó un clima favorable a la exacerbación de los nacionalismos y al

apogeo de las soluciones totalitarias. Una serie de hechos pusieron fin al breve período de cooperación

internacional inaugurado con los Pactos de Locarno (1925) y Briand-Kellog (1928).

Con la llegada de Hitler al poder en Alemania en 1933 pronto se manifestó la fragilidad de la Sociedad de

Naciones (SDN) como garante de la paz. La Conferencia de Desarme de 1932-1933, reunida en Ginebra, fue

el gran objetivo de la diplomacia europea. En esta conferencia se reconoció a Alemania el principio de

igualdad de derechos, pero a pesar de eso no hubo entendimiento con Hitler y Alemania abandonó la

Sociedad de Naciones. El fracaso del diálogo confirmó la voluntad de Hitler de no someter a ningún arbitraje

la cuestión del rearme alemán.

A partir de ahí, Hitler fue conculcando las limitaciones impuestas a Alemania por el tratado de Versalles. El

dictador alemán proyectaba dominar toda Europa. Primero había que crear un gran Estado nacional­

socialista de base racial (Gran Reich) más allá de las fronteras fijadas en Versalles. A continuación, se le

dotaría de un «espacio vital» a través del expansionismo y la guerra).

El primer paso fue el intento de anexionar Austria en 1934, anexión que estaba expresamente prohibida por

los tratados de Versalles. La anexión se abortó, sobre todo, por la rápida intervención de Mussolini, que no

deseaba ver a Austria bajo el dominio alemán.

En 1935 Hitler se anexionó el Sarre tras la celebración de un plebiscito en el que la población se manifestó

partidaria de su incorporación a Alemania. Inmediatamente después, el gobierno nazi anunció su propósito

de restablecer el servicio militar obligatorio, de constituir un ejército de 36 divisiones y crear una fuerza

aérea, la Luftwaffe.

Francia, el país más amenazado por estas iniciativas de Hitler, reaccionó in­ tentado aislar diplomáticamente

a Alemania. En 1935 en la Conferencia de Stressa, Francia logró firmar un acuerdo con Italia y Reino Unido

para asegurar la independencia de Austria y contra la política armamentista de Hitler. La red de alianzas se

completó con otro pacto de asistencia mutua con la URSS en caso de agresión y con el pacto soviético-

checoslovaco. Así, hacia 1935, Alemania parecía hallarse «cercada» diplomáticamente.

1.2. La colaboración entre los estados fascistas

Pero el eslabón más débil de esta coalición antialemana fue Italia. Entre 1935 y 1936 Italia invadió y conquistó

Etiopía, lo que provocó la oposición de las potencias europeas. La Sociedad de Naciones condenó esta acción

y decidió adoptar sanciones económicas contra Italia. La respuesta de Mussolini fue romper los pactos de

Stressa, aproximarse a Alemania y abandonar la Sociedad de Naciones.

Alemania dejó de estar aislada en Europa y retomó la iniciativa. En 1936 Hitler ordenó la ocupación de la

zona desmilitarizada de la Renania, lo que rompía el tratado de Versalles y la principal garantía de la seguridad

de Francia. Las potencias europeas aceptaron la situación, pues sobreestimaron la capacidad bélica alemana.

La pasividad de las democracias fue percibida por Hitler y Mussolini como una prueba de debilidad ante una

política de hechos consumados.

El estallido de la guerra civil española en julio de 1936 puso una vez más en evidencia la debilidad de las

democracias occidentales. En agosto se logró un acuerdo de no intervención que fue firmado por 25 países,

entre los cuales estaban Alemania, Italia y la URSS. El acuerdo pronto se convirtió en «papel mojado», pues

la Alemania nazi y la Italia fascista ayudaron con tropas y material bélico a los militares sublevados contra la

república, y la URSS ayudó a la república con armas y técnicos.

La guerra civil española (1936-1939) facilitó la alianza entre Hitler y Mussolini que, en octubre de 1936,

forjaron una alianza bautizada como el «Eje» Roma-Berlín. Poco después, en noviembre, Alemania y Japón

firmaron el Pacto Antikomintern contra la URSS, al que se adhirieron Italia y la España de Franco en 1937.

1.3. El camino hacia la guerra

Reforzados los lazos entre Alemania, Italia y Japón, Hitler tomó la

iniciativa a finales de 1937. El temor de las democracias a la guerra

les llevó a una política de apaciguamiento, que intentaba evitar la

guerra haciendo determinadas concesiones que «calmaran» a los

dictadores.

Hitler desveló sus planes en una reunión con sus más estrechos

colabora­ dores y se recogieron en el memorándum o protocolo

Hossbach de noviembre de 1937. Planteó que para alcanzar la

autarquía y el rearme era necesario aplicar drásticamente la idea del

«espacio vital»: Alemania necesitaba nuevos territorios para

satisfacer la necesidades de materias primas para su industria bélica

y alimentos para su población. En esta política expansionista estaba

previsto el recurso a la guerra. Hitler también anunció claramente

sus objetivos iniciales: primero la anexión de Austria y, después, la

incorporación de Checoslovaquia.

Tras los éxitos diplomáticos de Hitler y ante la débil respuesta de las democracias occidentales, en marzo de

1938 tropas alemanas entraron en Viena y Hitler anunció la celebración de un plebiscito que ratificó la

anexión de Austria al Reich alemán (Anschluss).

El paso siguiente fue Checoslovaquia. La excusa fue la llamada cuestión de los Sudetes, una región

checoslovaca rica en minas e industrias en la que vivían unos tres millones de alemanes. El partido pronazi

Partido Alemán de los Sudetes reclamó su anexión al III Reich. Las amenazas de Hitler de intervenir surtieron

efecto: los jefes de gobierno de Reino Unido, Francia e Italia acudieron a la Conferencia de Munich en

septiembre de 1938, donde aceptaron la anexión de los Sudetes al Reich, sin el consentimiento de la misma

Checoslovaquia.

Pero la cuestión checoslovaca no acabó aquí. En marzo de 1939 Eslovaquia proclamó su independencia y a

continuación tropas alemanas penetraron también en Bohemia, formándose un «Protectorado de Bohemia­

Moravia» como Estado satélite del III Reich.

En el mismo mes, Hitler se anexionó el puerto de Memel (en Lituania) y en abril Mussolini ocupó Albania. En

mayo, Alemania estrechó relaciones con Italia con la firma de una alianza ofensiva, el Pacto de Acero.

La anexión de Checoslovaquia puso en evidencia el estrepitoso fracaso de la política de apaciguamiento

practicada por Reino Unido y Francia, que decidieron cambiar de actitud. Las dos potencias acordaron ofrecer

garantías a los Estados que estuvieran amenazados por el expansionismo germano-italiano. En agosto de

1939 se firmó un pacto con Polonia.

La amenaza que existía sobre Polonia (Hitler reivindicaba Danzig y el «corredor polaco») hizo que la URSS

cobrase un especial relieve. En marzo de 1939, Reino Unido y Francia iniciaron negociaciones con la URSS,

que se vieron entorpecidas por los recelos polacos a que tropas soviéticas atravesaran su territorio y por la

desconfianza hacia la Rusia bolchevique.

El 23 de agosto de 1939 se firmó el Pacto germano-soviético de no agresión, por el que ambos países dejaban

de lado temporalmente sus conflictos y diferencias ideológicas. Dicho pacto contenía además un protocolo

secreto por el que se preveía el reparto de Polonia entre alemanes y soviéticos, así como el reconocimiento

de los derechos de la URSS sobre Finlandia, los países bálticos y Besarabia.

Este pacto, considerado contra natura por todos, solo parece justificarse como una alianza táctica entre dos

regímenes totalitarios que pretendían sacar partido del reparto de Polonia. Hitler quería evitar una guerra

en dos frentes en caso de conflicto con Francia y Reino Unido, asegurándose la neutralidad de la URSS. Stalin

justificó el acuerdo por el clima de evidente hostilidad

de las potencias occidentales hacia la URSS» y con el fin

de evitar el aislamiento y prevenir una posible agresión

alemana. El pacto causó estupor en las democracias

occidentales.

Respaldada por el pacto, el 1 de septiembre Alemania

invadió Polonia. Pero esta vez Reino Unido y Francia no

cedieron y el día 3 declararon la guerra a Alemania. Así

comenzaba la Segunda Guerra Mundial.

1.4. El expansionismo de Japón

Otro de los escenarios de la crisis de las relaciones internacionales en los años treinta fue Asia y el área del

Pacífico. De hecho Japón fue el primer país que desafió al sistema de seguridad colectiva.

Japón estaba profundamente afectado por la crisis económica a comienzos de los años treinta y se lanzó a

una política expansionista sobre su vecina China como remedio a sus graves problemas. En 1931 ocupó

militarmente Manchuria y en 1932 anunció la constitución de un Estado

satélite, Manchukuo. Las potencias apenas reaccionaron.

Entre 1932 y 1937, ante la falta de respuesta internacional, Japón se

dispuso a conquistar China y todo el sudeste asiático. En 1937,

aprovechando un incidente en Pekín, dirigió un ultimátum al gobierno

chino e inició la guerra de conquista de su propio «espacio vital». Británicos

y estadounidenses se limitaron a emitir protestas formales y abandonaron

apresuradamente China, mientras la Sociedad de Naciones ni declaró

2. El desarrollo de la guerra

En los inicios de la guerra, las fuerzas reales enfrentadas mostraban una clara superioridad del Reich, a pesar

de que Reino Unido y Francia eran superiores en población y recursos económicos. En el caso de las fuerzas

terrestres, las divisiones de infantería alemanas superaban ampliamente a las de Reino Unido, Francia y

Polonia. El predominio germano en fuerzas aéreas fue claro en ese momento.

No obstante, la maquinaria de guerra alemana tuvo algunos fallos, como las carencias en hierro, gasolina,

caucho, etc., que le obligaron a buscar fuentes de aprovisionamiento.

2.1. Las innovaciones técnicas y la táctica militar

Durante la Segunda Guerra Mundial se registraron

interesantes cambios en la táctica militar. Hitler y su

Alto Estado Mayor eran conscientes de que la guerra

tenía que ser corta y diseñaron la llamada guerra

relámpago (Blitzkrieg). Esta táctica buscaba alcanzar un

éxito rápido mediante la penetración en el territorio

enemigo usando carros de combate, apoyados desde

el aire por la aviación. Esta estrategia constituyó el

elemento sorpresa y explica la superioridad del ejército

alemán hasta 1941.

Los ejércitos aliados habían pensado en una guerra

similar a la Primera Guerra Mundial, que se había

basado en el avance de la infantería y la lucha en

trincheras, y no estaban preparados para esta nueva

táctica. Por eso, los aliados solo pudieron pasar a la

ofensiva cuando la guerra se alargó, con lo que la potencia económica pasó a ser un factor fundamental para

seguir fabricando armamento y ampliando el ejército.

Otras innovaciones importantes fueron la aplicación de los avances científico-técnicos (el radar inglés, los

sistemas de bombas dirigidas alemanas y la energía atómica por parte de los Estados Unidos) y la

construcción de nuevas armas (el desarrollo del tanque y de las unidades mecanizadas, de la aviación y de

potentes portaaviones).

2.2. Las ofensivas alemanas: la «guerra relámpago» (1939-1941)

El 1 de septiembre de 1939 el ejército alemán (Wehrmacht) invadió Polonia. El ejército polaco estaba

anticuado y carecía de artillería antiaérea, por lo que fue incapaz de enfrentarse a la guerra relámpago de los

alemanes. El 27 de septiembre capituló todo el ejército polaco. Ante estos hechos, Francia y Reino Unido

dejaron sola a Polonia.

Por otra parte, desde el 17 de septiembre, el Ejército Rojo penetró en el territorio oriental de Polonia y, como

se acordó en el Pacto germano-soviético, Polonia fue repartida entre Alemania y la URSS. Las tropas

soviéticas ocuparon también Estonia, Letonia y Lituania e invadieron Finlandia.

Los aliados decidieron intervenir en Noruega para cortar el

aprovisionamiento de hierro sueco hacia los alemanes, pero estos se

adelantaron e invadieron Dinamarca y Noruega en abril de 1940.

En mayo de 1940, las tropas alemanas comenzaron la ofensiva en el

frente occidental. La primera línea alemana invadió Bélgica y los Países

Bajos, mientras que otra ala rompió el frente en Sedán. Entre medias

quedaron aislados en Dunkerque más de 350.000 soldados (de los

cuales 100.000 eran franceses). Milagrosamente, la mayoría de estos

soldados lograron embarcar y refugiarse en Inglaterra, aunque las

pérdidas materiales y humanas fueron enormes.

Las divisiones blindadas alemanas continuaron su avance en Francia por

las Ardenas eludiendo la fortificada línea Maginot*, sorprendiendo y

arrollando al ejército francés. En junio, las tropas alemanas entraron en

París y se firmó el armisticio en Compiegne por el que Francia quedó

dividida en dos zonas: el norte y la costa atlántica quedaron ocupadas por los alemanes, mientras que, en el

centro-sur, la llamada Francia de Vichy estableció un gobierno autoritario dirigido por el mariscal Petain,

influido por el fascismo y colaboracionista con los nazis. Desde Londres, el general francés De Gaulle hizo un

llamamiento a la resistencia, creando los primeros núcleos de las «fuerzas francesas libres».

La ocupación de Francia dejó solo a Reino Unido frente a los alemanes.

Pero Winston Churchill, nombrado primer ministro en mayo de 1940,

contando con la ayuda estadounidense y el respaldo de las colonias,

rechazó las ofertas de paz alemanas y decidió continuar la guerra.

Hitler aceptó el plan de Goering y desencadenó, en el verano de 1940,

una encarnizada batalla aérea que duró hasta principios de 1941, la

conocida como batalla de Inglaterra. Ante las pérdidas de aviones,

producidas por la efectividad de los aviones de caza ingleses (Spitfire) y

el uso del radar, los alemanes respondieron con bombardeos

terroríficos, día y noche, sobre las ciudades (Coventry, Londres).

Pronto surgieron nuevos frentes: el norte de África y los Balcanes. En

junio de 1940 la Italia de Mussolini entró en la guerra al lado de

Alemania. En África los italianos, apoyados por el Africa Korps del mariscal Rommel, lanzaron desde sus bases

de Libia una ofensiva para conquistar Egipto, colonia británica. Pretendían llegar al Canal de Suez, lo que

obstaculizaría las comunicaciones de los británicos con su imperio, y acceder al petróleo del Próximo Oriente.

Los italianos intentaron invadir Grecia desde Albania, pero fracasaron, lo que obligó a Hitler a intervenir en

los Balcanes. Entre 1940 y 1941 Hungría, Bulgaria y Rumania firmaron pactos para entrar en la guerra al lado

de Alemania. Entre abril y junio de 1941 las tropas del Eje ocuparon Yugoslavia y Grecia.

2.3. La guerra adquiere dimensión mundial (1941-1942)

Hasta la primavera de 1941, la guerra había tenido como escenario fundamental el continente europeo y el

norte de África. La agresión alemana a la URSS y la de Japón a la flota naval estadounidense en el Pacífico

ampliaron el campo de las operaciones.

El 22 de junio de 1941, la Wehrmacht invadió por sorpresa la Unión

Soviética. El objetivo de la invasión era obtener los cereales rusos y el

petróleo del Cáucaso, es decir, los suministros que Alemania necesitaba

para continuar la guerra. El plan alemán pretendía destruir, con un

ataque relámpago, la potencia soviética antes de que esta pudiera

prepararse militarmente. En un principio, la debilidad del Ejército Rojo,

sin altos mandos tras las purgas estalinistas, favoreció el éxito alemán.

Pero la brusca llegada del invierno, la falta de carburante y la táctica

rusa de tierra quemada hicieron fracasar a las tropas nazis en el asedio

de Leningrado y en la toma de Moscú, con lo que la guerra con la URSS

se prolongó.

Paralelamente, la situación cambió en Asia. Ante la invasión japonesa

de Indochina, Estados Unidos decretó el embargo sobre el comercio

japonés. La réplica del gobierno del general Tojo fue el ataque aéreo sobre la base naval estadounidense de

Pearl Harbour, el 7 de diciembre de 1941, sin previa declaración de guerra. Este hecho provocó la entrada en

el conflicto de Estados Unidos Cuatro días más tarde, Alemania e Italia declararon la guerra a Estados Unidos.

Tras la destrucción de la flota estadounidense en el Pacífico, el dominio japonés sobre el mar le permitió un

rápido proceso de ocupaciones. A fines de 1942 eran dueños de Indochina, Siam (Tailandia), Malasia,

Birmania, la zona costera de China, las Indias Holandesas (Indonesia), Filipinas, Guam, islas Salomón y Nueva

Guinea, y llegaron a amenazar a Australia.

2.4. El viraje de la guerra (1943-1944)

A finales de 1942 los aliados tomaron la iniciativa y la

guerra experimentó un giro decisivo. Hitler sufrió su

primera y más importante derrota en Rusia. En el

verano de 1942, la toma de Stalingrado era el objetivo

básico del ejército alemán. La lucha encarnizada

concluyó con la ocupación de la mayoría de la ciudad.

Pero la contraofensiva rusa de noviembre cercó a 22

divisiones alemanas. Hitler cometió el error de dar la

orden de resistir y romper el cerco. Los rusos

impidieron la llegada de refuerzos, y el hambre y el frío

obligaron a los alemanes a capitular en febrero de 1943.

Más tarde, la decisiva derrota de las divisiones

blindadas alemanas en Kursk en julio de 1943 decidió la

suerte de la guerra en el frente oriental.

En África, la ofensiva del África Korps de Rommel fue detenida por los británicos, al mando del general

Montgomery Los aliados emprendieron la contraofensiva desde El Alamein y alcanzaron Trípoli a comienzos

de 1942. En noviembre, un cuerpo de ejército anglo-norteamericano desembarcó en los puertos de

Marruecos y Argelia. En la primavera de 1943 los italianos y los alemanes tuvieron que evacuar Túnez.

En el verano de 1943, los aliados desembarcaron en Sicilia y emprendieron la conquista de Italia. Ante el

avance aliado, Víctor Manuel III destituyó a Mussolini y nombró primer ministro al general Badoglio. En

septiembre de 1943, Italia firmó el armisticio con los aliados. No obstante, los alemanes ocuparon el norte y

el centro del país hasta Roma y liberaron a Mussolini, quien organizó la llamada República de Saló bajo el

estrecho control de los nazis.

Mientras tanto, los estadounidenses contraatacaron en

el Pacífico en el verano de 1942. Las batallas

aeronavales de mar del Coral, Midway y Guadalcanal

terminaron con la hegemonía naval japonesa y

pusieron de manifiesto la superioridad de los potentes

portaaviones y de la flota aérea estadounidense.

Este cambio en el curso de la guerra fue posible tanto

por la intervención de Estados Unidos como por un

mayor acercamiento del Reino Unido y Estados Unidos

con la URSS. En la Conferencia de Teherán (noviembre

de 1943) Stalin, Roosevelt y Churchill trataron

conjuntamente los aspectos tanto de la guerra como de

la posguerra.

2.5. La derrota del Eje y el final de la guerra (1944-

1945)

La definitiva derrota alemana comenzó en el oeste con

la gran ofensiva a raíz del desembarco aliado de

Normandía en junio de 1944, que desbarató las

defensas alemanas y permitió el avance de las tropas

aliadas. En agosto, París fue liberada y a finales de

octubre los territorios francés y belga fueron

totalmente reconquistados.

Hitler recurrió al reclutamiento masivo y a las nuevas armas (bombas y cohetes volantes V1 y V2) y decidió

un ataque desesperado en el oeste, en las Ardenas, que fue detenido por los aliados.

En el este, los avances del Ejército Rojo fueron más intensos. El asalto final se produjo entre finales de 1944

y principios de 1945.

En abril de 1945 el régimen nazi se descompuso. Berlín, la capital del Reich, fue cercada y bombardeada. A

finales de ese mes Hitler se suicidó en su búnker y la ciudad capituló, firmándose la rendición incondicional

de la Alemania nazi y la detención de sus responsables.

La guerra continuó en el Pacífico y Extremo Oriente. En

la primavera de 1945, Japón se encontraba cercado y

sin recursos defensivos, a pesar de lo cual la lucha

encarnizada continuaba. El nuevo presidente de

Estados Unidos, Truman, decidió utilizar la bomba

atómica, que fue lanzada sobre las ciudades japonesas

de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Sus efectos

fueron terroríficos: solo en Hiroshima hubo 100.000

muertos e innumerables heridos o afectados por las

radiaciones, de una población de 250.000 habitantes. El 2 de septiembre de 1945 Japón capituló. La guerra

había acabado.

3. El «nuevo orden» nazi en Europa

Hitler, después de sus conquistas y con el fin de asegurar el Gran Reich consideró esencial construir un

«nuevo orden» en el que quedase claro el dominio de Alemania sobre Europa.

3.1. La explotación económica de los países conquistados

La estrategia alemana de la guerra relámpago presuponía una guerra corta,

y su prolongación creó problemas. El ministro de armamento y municiones

del Reich, Albert Speer, logró llevar al máximo la capacidad de producción

bélica de la industria alemana. Pero desde 1942 se desvaneció la ilusión de

una guerra rápida, y Alemania no era capaz de mantener el esfuerzo de la

guerra solo con sus recursos. Por eso, se diseñó una política de explotación,

saqueo y rapiña de los recursos humanos y económicos de los países

ocupados.

Los países conquistados tuvieron que pagar los gastos militares de

ocupación y además se procedió al saqueo bajo diversas formas: requisa

de materias primas, de productos industriales y alimenticios, expoliación

de bienes judíos, etc.

El régimen de ocupación fue especialmente duro en Europa oriental, donde se establecieron miles de campos

de trabajo, en los que las SS y los grandes conglomerados industriales alemanes explotaron sin límites a una

mano de obra esclava. Unos 8 millones de civiles y prisioneros de guerra fueron deportados a Alemania y

empleados en las fábricas de armamento o en los sectores agrícolas.

Buena parte del esfuerzo de guerra alemán fue aportado, por lo tanto, por los países europeos ocupados.

Así, mientras la población alemana mantuvo un cierto grado de bienestar, la penuria, el racionamiento, el

hambre y el «mercado negro» recayeron sobre las poblaciones de los países conquistados.

3.2. Colaboracionismo y resistencia

El «nuevo orden» hitleriano instaurado en los países ocupados encontró respaldo en una minoría. Solo en

Polonia y en la URSS, dada la dureza de la ocupación, no se dio la figura del colaboracionista. Destacaron dos

regímenes colaboracionistas, el noruego del comandante Vidkun Qyuisling y el régimen de Vichy en Francia,

con el mariscal Petain al frente. Aunque el colaboracionismo también se dio de forma particular.

Las razones del colaboracionismo fueron varias: el apoyo a las ideas nazis; la consideración del nazismo como

algo «inevitable»; el temor al comunismo, que hizo ver en el nazismo una opción «salvadora», etc.

Junto al colaboracionismo apareció la resistencia en todos los países sometidos al terror nazi. Surgió como

un movimiento patriótico caracterizado por su rechazo a la ocupación alemana. En Europa del este la unidad

de las fuerzas de la resistencia se realizó bajo la hegemonía comunista, casos de Yugoslavia y Grecia. En

Europa occidental la resistencia estaba formada por todos los sectores sociales contrarios al nazismo.

Yugoslavia fue el país donde la resistencia tuvo una mayor amplitud. En la dirección de la oposición a la

ocupación alemana acabaron por imponerse el comunista Josif Broz Tito y sus partisanos. En 1944, antes de

la llegada del Ejército Rojo, Tito liberó y reunificó el país.

Italia tuvo un importante desarrollo de la resistencia en la zona de la

República de Saló (norte de Italia), donde hubo episodios tanto de

guerra contra el invasor nazi como de guerra civil contra los fascistas.

A pesar de la hegemonía comunista, en la resistencia italiana

participaron también el resto de los partidos políticos antifascistas.

En Francia y otros países de la Europa occidental los movimientos de

resistencia fueron alentados por los británicos, y sus acciones se

intensificaron a partir de 1941. Emprendieron, sobre todo, acciones

de hostigamiento, sabotaje y trabajos de inteligencia al servicio de

la causa aliada. Al frente de la resistencia francesa en el exterior estaba Charles de Gaulle, como dirigente de

la Francia libre. En el interior, los sindicatos y partidos, en la clandestinidad, se agruparon en el Consejo

Nacional de la Resistencia, que reconoció a De Gaulle como líder.

La represión contra la resistencia fue feroz. Así, en Francia, por cada alemán asesinado se fusilaba a cincuenta

rehenes franceses, en su mayoría civiles inocentes. La Gestapo, las SS y los campos de concentración fueron

los instrumentos del terror hitleriano.

3.3. Germanización y genocidio

Los aspectos más brutales de la ocupación alemana derivaron de las dos bases del proyecto de Hitler: la

purificación de la raza alemana y la expansión de sus fronteras en busca del ''espacio vital» en el este.

En Europa oriental se desarrolló el programa de desplazamiento de

los pueblos eslavos, considerados "subhumanos» y carentes de

derechos, para dejar espacio a las poblaciones alemanas.

El aspecto más horrible de la espantosa política racial nazi fue el

exterminio de los judíos, el Holocausto. En 1941 Hitler encargó el

esbozo de un plan de eliminación de los judíos de Europa, unos 11

millones, cuyo primer paso fue una masiva deportación a guetos y a

campos de concentración.

Tras la Conferencia de Wannsee de enero de 1942 empezó el exterminio masivo y planificado de los judíos

en las cámaras de gas y en los hornos crematorios de los principales campos de exterminio, como Auschwitz,

Treblinka, Chelmo, Bergen-Belsen, Buchenwald, etc. Es lo que se llamó la solución final al problema judío. En

apenas dos años, fueron exterminados unos 6 millones de judíos, así como cientos de miles de gitanos,

homosexuales, discapacitados, opositores políticos, etc.

4. Las consecuencias de la guerra

Los efectos humanos, materiales y morales de la Segunda Guerra Mundial fueron devastadores, sobre todo

en Europa, uno de los principales escenarios del conflicto. El final de la Segunda Guerra Mundial significó el

declive definitivo de Europa y el inicio del dominio de dos grandes superpotencias: Estados Unidos y la Unión

Soviética.

4.1. Pérdidas humanas

La potencia destructiva de las nuevas armas, el carácter de guerra total y la determinación de ambos bandos

de proseguir el conflicto hasta el final sin importar la pérdida de vidas humanas explican que la Segunda

Guerra Mundial sea la mayor catástrofe que ha conocido la humanidad.

El conflicto se extendió al mundo entero y desapareció el concepto de retaguardia. A los efectos de la

ocupación nazi y japonesa en los territorios conquistados (deportaciones en masa, exterminio y genocidio de

di­ versas etnias, feroces represalias sobre la resistencia, etc.) se añadió el bombardeo brutal y masivo de

muchas ciudades por ambos bandos.

En la guerra se pudieron alcanzar los 55 millones de muertos, unos 35 millones de heridos y cerca de 3

millones de desaparecidos. A diferencia de la Primera Guerra Mundial, más de la mitad de las víctimas fueron

civiles.

La URSS fue el país más afectado. Le siguieron Polonia, Alemania y Checoslovaquia, mientras en el resto de

Europa y Estados Unidos la cifras fueron algo menores. En el sudeste asiático, la guerra y la represión

provocaron también enormes pérdidas, sobre todo en China (las cifras han sido estimadas entre los 2

millones y los 13,5 millones de muertes civiles y militares). En Japón superaron el millón y medio de muertos,

en su inmensa mayoría militares.

Otro efecto humano de la guerra fueron los grandes

desplazamientos de población. Unos movimientos fueron

provocados por los nazis en los países que ocuparon durante el

conflicto. Otros se produjeron justo al final del mismo, como

consecuencia de la liberación de prisioneros de guerra en los campos

de concentración o por los acuerdos establecidos en los tratados de

paz y de los cambios de fronteras. En mayo de 1945 había en Europa

alrededor de 40 millones de hombres, mujeres y niños

desarraigados, sin hogar o en busca de un lugar en el que

establecerse, entre ellos unos 13 millones de alemanes expulsados de Checoslovaquia y de las zonas

anexionadas por Polonia y la URSS ,...

4.2 Efectos morales

La guerra provocó también un intenso trauma moral y cuestionó

todos los valores éticos en los que descansaba la civilización

occidental. El descubrimiento de las fosas de Katyn en Polonia,

donde los soviéticos asesinaron con un tiro en la nuca a más de 4.500

oficiales polacos; los bombardeos aliados sobre ciudades alemanas

y el lanzamiento de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki

fueron, entre otras, muestras de la tremenda brutalidad, crueldad y

violencia de esta guerra en la que la población civil fue, a menudo,

el blanco principal.

Con todo sobresalieron las atrocidades del nazismo, el genocidio de los «campos de la muerte» en los que

los nazis exterminaron a judíos, gitanos, eslavos, homosexuales y opositores políticos, en aplicación de sus

teorías raciales y totalitarias. Aunque se desconocen las cifras totales del genocidio, se han calculado entre 5

y 6 millones de víctimas solo en lo que concierne a la población judía.

Para juzgar estas atrocidades, por primera vez se constituyó un

tribunal internacional, compuesto por jueces de los «cuatro

grandes» (Estados Unidos, Reino Unido, Unión Soviética y Francia),

que definió un nuevo concepto jurídico en el derecho internacional:

el de los crímenes contra la humanidad. Entre 1945 y 1946, tuvo

lugar el juicio de Nuremberg, que juzgó a 21 dirigentes nazis, de los

que 12 fueron condenados a muerte. Este proceso fue seguido de

otros para castigar a los responsables del régimen nacionalsocialista

y conseguir la «desnazificación» de Alemania.

4.3. Consecuencias económicas

El final de la guerra ofreció un paisaje de ruina y desolación sobre todo en la Europa oriental, donde las

ciudades, los campos y la estructura productiva habían sido destruidos.

En la Europa occidental y en Japón los mayores daños se produjeron en las infraestructuras (carreteras,

ferrocarriles, puertos, aeropuertos, etc.). Los efectos sobre la producción industrial fueron más irregulares,

pero Europa en su conjunto perdió el 50 % de su potencial industrial.

Los más serios problemas, que hicieron pensar en la imposibilidad de la reconstrucción, fueron dos: en primer

lugar, los derivados de la destrucción de las ciudades, los problemas de aprovisionamiento alimentario y

el desamparo de la población civil; y, en el plano financiero, el elevado volumen de la deuda que se había

contraído para poder pagar la guerra, y la subida de los precios.

Una vez más, Estados Unidos fue el país en el que la guerra repercutió más favorablemente. Su alejamiento

del escenario de la lucha le convirtió en el principal centro productor de armamento y otros suministros para

los aliados, lo que le permitió un desarrollo notable de la capacidad productiva y de su equipo industrial.

Experimentó un crecimiento económico en torno al 10% anual, el ritmo más rápido de su historia. Así pues,

la guerra aceleró el declive de las viejas potencias europeas, mientras que Estados Unidos consolidó su

posición hegemónica de gran potencia agraria, industrial y financiera mundial.

La URSS, a pesar de las destrucciones de la guerra, salió confirmada como la segunda potencia mundial. Su

política de industrialización de las regiones orientales -más allá de los Urales- evitó que los ataques alemanes

destruyeran su potencial industrial, a lo que se añadió el desmontaje de fábricas alemanas y de otros países

ocupados de la Europa oriental y su traslado a la URSS.

4.4. Consecuencias políticas

En el orden político, la derrota de las potencias del Eje por los aliados supuso el fracaso de los sistemas

fascistas, aunque se mantuvieron dictaduras cercanas a e la ideología. Pero la distinta ocupación por los

aliados dividió a Europa en dos zonas políticas.

En la Europa occidental, liberada por los angloamericanos, se restableció la democracia parlamentaria y el

sistema económico capitalista de libre mercado. Resurgieron con vigor los partidos socialdemócratas y

demócrata-cristianos. También cobraron fuerza los partidos comunistas prosoviéticos, especialmente en

Italia y Francia.

En la Europa oriental (Alemania Oriental, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria), liberada por

la Unión Soviética, se impusieron a la fuerza las llamadas democracias populares, en realidad dictaduras

comunistas bajo la hegemonía de la URSS.

En Yugoslavia y Albania, liberadas por los partisanos comunistas, pero sin la intervención del Ejército Rojo

soviético, también se implantaron regímenes comunistas aunque independientes de Moscú.

4.5. Las conferencias de paz y los cambios internacionales

Ya desde 1941 los aliados empezaron a planificar cómo debía ser el orden internacional después de la guerra.

Pero las decisiones más importantes de los «tres grandes» (Estados Unidos, Reino Unido y la URSS) sobre el

nuevo mapa político de Europa y Japón se adoptaron en las Conferencias de Yalta (febrero de 1945) y de

Potsdam Julio-agosto de 1945).

En la Conferencia de Yalta (Crimea) se reunieron Roosevelt, Churchill

y Stalin. Se decidió la partición de Alemania en diversas zonas de

ocupación; se creó una comisión de reparaciones para evaluar las

cantidades que Alemania tenía que pagar a sus víctimas; se aceptó

que Polonia fuese administrada por un gobierno de unidad nacional,

que surgió del Comité de Lublin (prosoviético); se acordó la

celebración de elecciones libres en los países liberados; y se

confirmó la anexión de los Estados bálticos y del este de Polonia a la

URSS.

En la Conferencia de Potsdam (Alemania) cambiaron los personajes. Roosevelt había muerto, y Harry Truman,

nuevo presidente de Estados Unidos, se mostró más receloso con la URSS de Stalin. Durante dicha

conferencia, el laborista Clement Attlee sustituyó a Churchill como primer ministro británico. Aun así, se

pusieron de acuerdo sobre aspectos muy importantes:

En primer lugar, se definió el futuro de Alemania. El país quedaría

dividido en cuatro zonas de ocupación (estadounidense, británica,

soviética y francesa), al igual que la ciudad de Berlín, incluida en la

zona soviética; se procedería a la desnazificación de Alemania y el

juicio a los criminales de guerra (Juicio de Nuremberg); se fijaron las

reparaciones de guerra alemanas, que serían recibidas, sobre todo,

por la URSS; y se determinaron las fronteras con Polonia.

También se delimitaron los cambios territoriales como

consecuencia de la guerra. Los principales se produjeron en Europa:

Alemania perdió unos 100.000 km2 en su frontera este y en

Prusia Oriental. Polonia tuvo que ceder a la URSS las regiones del este y a cambio su frontera oeste se fijó

en la línea Oder-Neisse. La URSS fue la más beneficiada de estos cambios territoriales.

En el Extremo Oriente, Japón perdió todo su imperio en Asia y fue ocupado por los estadounidenses, que

acabaron con el régimen autoritario e impulsaron su democratización. La URSS se anexionó el sur de la isla

de Sajalín y las Kuriles. China recibió Formosa (Taiwán) y Corea quedó dividida en dos zonas de ocupación

separadas por el paralelo 38° (el norte ocupado por los soviéticos y el sur por los estadounidenses).

Finalmente, en la Conferencia de París (1946-194 7) se elaboraron y se firmaron los tratados de paz con otros

países europeos que habían apoyado a Alemania: Italia, Rumania, Hungría, Bulgaria y Finlandia. Con Austria

no se firmó un tratado de paz hasta 1955, tras el final de su ocupación por Estados Unidos, URSS, Francia y

Reino Unido.

4.6. Los cambios en las relaciones internacionales

En las conferencias que tuvieron lugar durante la guerra, las tres grandes potencias aliadas consideraron

necesaria la creación de una nueva organización internacional tendente al «mantenimiento de la paz y la

seguridad internacional». En junio de 1945, en la Conferencia de San Francisco, se fundó la Organización de

Naciones Unidas (ONU).

Los fines de la ONU, fijados en la Carta de la Naciones Unidas, son:

- El mantenimiento de la paz y la seguridad internacional,

obligándose sus miembros a buscar soluciones pacíficas a sus

conflictos.

- El reconocimiento del derecho a la libre determinación de

los pueblos, en referencia a las colonias que formaban los

grandes imperios.

- El desarrollo y estímulo de los derechos y libertades.

- El impulso a la cooperación pacífica en cuestiones

económicas, sociales, culturales, educativas y sanitarias.

En cuanto a su estructura, la ONU cuenta con tres órganos principales:

- La Asamblea General está formada por todos los Estados miembros con igualdad de voto. Solo puede

emitir «recomendaciones».

- El Consejo de Seguridad está integrado por quince miembros. Hay cinco miembros permanentes, los

«cinco grandes» (Estados Unidos, Reino Unido, URSS, Francia y China), que, además, disponen del

derecho de veto sobre cualquier decisión. Los otros diez miembros del Consejo se eligen por períodos de

dos años. Los países miembros de la ONU se comprometen a cumplir las decisiones del Consejo.

- La Secretaría General está formada por el secretario general, elegido por períodos de 4 o 5 años, y los

funcionarios de la organización.

También existen otros organismos relevantes, como el Tribunal o Corte Internacional de justicia con sede en

La Haya y el Consejo Económico y Social, instrumento esencial en la cooperación pacífica entre las naciones,

a través de sus organismos especializados (FAO, UNESCO, OIT, etc.).