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2º BACHILLERATO 5. SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868-1874) INTENTOS DEMOCRATIZADORES DE LA REVOLUCIÓN AL ENSAYO REPUBLICANO 1 5 EL SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868-1874) INTENTOS DEMOCRATIZADORES DE LA REVOLUCIÓN AL ENSAYO REPUBLICANO El reinado de Isabel concluye con una revolución que dio comienzo a un período de seis años de inestabilidad, donde se sucedieron diferentes regímenes políticos. Pero ninguno de estos fue capaz de devolver el orden a España, lo que llevó a la proclamación de nuevo de la monarquía borbónica con Alfonso XII, hijo de Isabel II. El Sexenio Revolucionario, también conocido como Sexenio Democrático, fue el primer intento de ampliar el liberalismo e imponer un sistema realmente democrático. 1. LA REVOLUCIÓN DE 1868: “LA GLORIOSA” O “LA SEPTEMBRINA” Los últimos años del reinado de Isabel II los gobiernos inestables que sucedieron a O’Donnell tuvieron que enfrentarse a la profunda crisis que vivía España. Las fuerza políticas marginadas por el gobierno moderado había firmado, en 1866, el Pacto de Ostende con el fin de coordinarse para derrocar al régimen de Isabel II. En 1868 estallaba definitivamente la revolución. Ésta, que se conocerá como La Gloriosa, comenzó en septiembre con un pronunciamiento militar en Cádiz al mando del brigadier Topete, quien publicó un manifiesto alentando a los gaditanos a unirse a la rebelión, que terminaba con el lema “¡Viva España con honra!”. Los generales Serrano (unionista) y Prim (progresista) se unieron a la revolución, que se expandió rápidamente por toda Andalucía. Las tropas sublevadas al mando de Serrano derrotan al ejército regular en la Batalla de Alcolea (Córdoba), lo que precipita la dimisión del gobierno y huida de Isabel II hacia Francia. Al mismo tiempo la población reaccionó con la formación de Juntas Revolucionarias por toda España que coordinaron los alzamientos contra la monarquía. Estas juntas proclamaban la soberanía nacional, la separación Iglesia-Estado, la supresión de las quintas, el sufragio universal, la abolición de los consumos, la proclamación de una república,… Propuestas que iban más allá de las intenciones de los líderes unionistas y progresistas. La revolución triunfó por el apoyo de los sectores financiero e industrial (pensaban que el gobierno no podía solucionar la crisis), los miembros de la oligarquía terrateniente (aceptaban que un cambio era inevitable para garantizar el orden social), los militares (recuerdo de la matanza del cuartel de San Gil) y el pueblo (que sufría el paro y la miseria). Tras la revolución el poder político fue asumido por la Junta Revolucionaria de Madrid que lo entregó a un gobierno provisional. El general Serrano presidió este gobierno integrado por unionistas y progresista, donde se encontraban, entre otros, Prim, Topete y Sagasta. Este nuevo ejecutivo disolvió las Juntas y desarmó a la Milicia Nacional. Inmediatamente, el gobierno provisional convocó elecciones mediante sufragio universal masculino, celebradas con libertad de opinión y prensa. Los comicios (los primeros en la Historia de España en reconocer el sufragio universal masculino para mayores de veinticinco años) dieron la victoria a la coalición gubernamental (unionistas, progresistas y un sector del partido democrático), partidaria de la monarquía parlamentaria, aunque aparecieron también dos minorías importantes, los carlistas y los republicanos (federalistas y unitarios).

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Quinto tema de Historia de España de 2º de Bachillerato

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2º BACHILLERATO

5. SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868-1874) INTENTOS DEMOCRATIZADORES DE LA REVOLUCIÓN AL ENSAYO REPUBLICANO 1

5 EL SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868-1874)

INTENTOS DEMOCRATIZADORES

DE LA REVOLUCIÓN AL ENSAYO REPUBLICANO

El reinado de Isabel concluye con una revolución que dio comienzo a un período de seis años de inestabilidad,

donde se sucedieron diferentes regímenes políticos. Pero ninguno de estos fue capaz de devolver el orden a

España, lo que llevó a la proclamación de nuevo de la monarquía borbónica con Alfonso XII, hijo de Isabel II. El

Sexenio Revolucionario, también conocido como Sexenio Democrático, fue el primer intento de ampliar el

liberalismo e imponer un sistema realmente democrático.

1. LA REVOLUCIÓN DE 1868: “LA GLORIOSA” O “LA SEPTEMBRINA”

Los últimos años del reinado de Isabel II los gobiernos inestables que sucedieron a O’Donnell tuvieron que

enfrentarse a la profunda crisis que vivía España. Las fuerza políticas marginadas por el gobierno moderado

había firmado, en 1866, el Pacto de Ostende con el fin de coordinarse para derrocar al régimen de Isabel II.

En 1868 estallaba definitivamente la revolución. Ésta, que se conocerá como La Gloriosa, comenzó en

septiembre con un pronunciamiento militar en Cádiz al mando del brigadier Topete, quien publicó un manifiesto

alentando a los gaditanos a unirse a la rebelión, que terminaba con el lema “¡Viva España con honra!”. Los

generales Serrano (unionista) y Prim (progresista) se unieron a la revolución, que se expandió rápidamente por

toda Andalucía. Las tropas sublevadas al mando de Serrano derrotan al ejército regular en la Batalla de Alcolea

(Córdoba), lo que precipita la dimisión del gobierno y huida de Isabel II hacia Francia.

Al mismo tiempo la población reaccionó con la formación de Juntas Revolucionarias por toda España que

coordinaron los alzamientos contra la monarquía. Estas juntas proclamaban la soberanía nacional, la separación

Iglesia-Estado, la supresión de las quintas, el sufragio universal, la abolición de los consumos, la proclamación

de una república,… Propuestas que iban más allá de las intenciones de los líderes unionistas y progresistas.

La revolución triunfó por el apoyo de los sectores financiero e industrial (pensaban que el gobierno no podía

solucionar la crisis), los miembros de la oligarquía terrateniente (aceptaban que un cambio era inevitable para

garantizar el orden social), los militares (recuerdo de la matanza del cuartel de San Gil) y el pueblo (que sufría el

paro y la miseria).

Tras la revolución el poder político fue asumido por la Junta Revolucionaria de Madrid que lo entregó a un

gobierno provisional. El general Serrano presidió este gobierno integrado por unionistas y progresista, donde se

encontraban, entre otros, Prim, Topete y Sagasta. Este nuevo ejecutivo disolvió las Juntas y desarmó a la Milicia

Nacional.

Inmediatamente, el gobierno provisional convocó elecciones mediante sufragio universal masculino, celebradas

con libertad de opinión y prensa. Los comicios (los primeros en la Historia de España en reconocer el sufragio

universal masculino para mayores de veinticinco años) dieron la victoria a la coalición gubernamental

(unionistas, progresistas y un sector del partido democrático), partidaria de la monarquía parlamentaria, aunque

aparecieron también dos minorías importantes, los carlistas y los republicanos (federalistas y unitarios).

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BLOQUE III. CONSTRUCCIIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO LIBERAL 2

2. LA CONSTITUCIÓN DE 1869

Las Cortes se encargaron de elaborar una nueva Constitución en 1869, la primera democrática de nuestra

Historia. Ésta establecía un amplio régimen de derechos y libertades como el derecho al voto, las libertades de

enseñanza, expresión, reunión y asociación, religión,… La Constitución reconoce la soberanía nacional en un

Estado monárquico parlamentario pero en el que la potestad de elaborar las leyes recae únicamente en las

Cortes. Establece la separación efectiva de poderes entre legislativo (que recae en las Cortes), ejecutivo

(desempeñado por el rey pero con un poder limitado por los ministros) y judicial (ejercido por jueces

independientes). Las Cortes serán bicamerales con un Congreso y un Senado elegidos ambos por sufragio

universal y con igualdad de facultades. Las provincias de ultramar, Cuba y Puerto Rico, gozaban de los mismos

derechos que las peninsulares, mientras que Filipinas se regía por una legislación especial. Se reconoce

igualmente la libertad religiosa, aunque se mantiene el compromiso del Estado de mantener el culto y clero

católicos.

3. LAS FUERZAS POLÍTICAS

El panorama político que sucedió a La Gloriosa era mucho más complicado que el de etapas anteriores. Éste se

puede sintetizar en cuatro grandes tendencias.

A la derecha se situaban los carlistas que entraban por vez primera en el juego parlamentario. En su programa

defendían el catolicismo y la monarquía tradicional.

También en la derecha se encontraban los moderados que conservaron su apoyo a Isabel II y a su hijo Alfonso

de Borbón. Tenían el apoyo de la burguesía latifundista y su líder más relevante fue Antonio Cánovas del Castillo.

En el centro se encontraba la coalición monárquico-democrática, que englobaba a los unionistas de Ríos Rosas,

a los progresistas de Prim, Sagasta y Ruiz Zorrilla, y a unos pocos diputados provenientes del partido demócrata,

conocidos como cimbrios. Defendían una monarquía parlamentaria que respetara las libertades públicas.

Contaban con el apoyo de la burguesía financiera e industrial, las clases medias urbanas, amplios sectores del

ejército y numerosos intelectuales y profesionales libres.

A la izquierda se situaba el Partido Republicano Federal, dirigido por Pi y Margall y Figueras. Defendía la forma

republicana de gobierno, la separación de Iglesia y Estado, la concesión de amplios derechos democráticos y la

regulación de las condiciones laborales. El federalismo contaba con el apoyo de la pequeña burguesía, de las

clases populares urbanas y de parte del movimiento obrero y campesino.

Los federales no eran un grupo homogéneo, sino que existían dos tendencias, los benévolos o transigentes,

controlados por Pi y Margall y partidarios del respeto a la legalidad; y los intransigentes, que apoyaban la

insurrección popular como forma de proclamar una república federal.

Existía también un sector de los republicanos, encabezados por Castelar, conocidos como unitarios, pues

defendían una república unitaria y mantenían posiciones mucho más conservadoras.

4. LA REGENCIA DE SERRANO (1869-1870)

Proclamada la Constitución con un trono vacante, la regencia recayó en Francisco Serrano y la presidencia del

gobierno pasó a Prim. Entre las medidas tomadas por el nuevo gobierno destacan las económicas, como la

política librecambista con el fin de reflotar la economía; una reforma monetaria que dio exclusividad de emisión

al Banco de España y puso en circulación la peseta, la liberalización de los intercambios exteriores. La delicada

situación de la Hacienda llevó a la puesta en venta y la concesión del patrimonio minero, lo que supuso la entrada

de capitales extranjeros

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Además del económico, el gobierno de Prim tuvo que enfrentarse a otros problemas como la Guerra de Cuba,

donde el odio de los criollos hacia los españoles aumentaba debido a las desigualdades y al monopolio comercial.

Así, en 1868 una junta revolucionaria dirigida por el coronel Céspedes se sublevó contra el gobierno colonial

desembocando en una guerra civil que duró 10 años y acabó hipotecando a la Hacienda Pública.

Por otra parte el desengaño político de la mayor parte de la población española (negativa a un régimen

republicano, mantenimiento del culto católico), la crisis económica y la acción obrera y republicana, acabaron

en un clima de agitación social con levantamientos de campesinos y hasta una sublevación republicana en 1869.

Asimismo el internacionalismo se empezó a expandir por España gracias al aperturismo que siguió la revolución

del 68. Las ideas vinculadas a la Primera Internacional (anarquismo y socialismo) dieron pie a la organización del

proletariado y del campesinado en torno a nuevas organizaciones alejadas de los partidos clásicos.

Una de las más importantes labores del nuevo gobierno fue la de encontrar un rey entre las familias reales

europeas. Hubo varios candidatos al trono como Espartero, el francés Antonio de Orleans (duque de

Montpensier), el alemán Leopoldo de Hohenzollern o Fernando II de Portugal. Finalmente, la persona elegida

fue Amadeo de Saboya, segundo hijo del rey Víctor Manuel, unificador de Italia. Este rey aceptó en parte por el

apoyo de Prim y la presión de su padre.

5. EL REINADO DE AMADEO I (1871-1873)

El nuevo monarca fue proclamado rey el 2 de enero de 1871, con sólo veintiséis años. El joven rey intentó desde

el primer momento consolidar el régimen parlamentario, manteniendo su neutralidad en cuestiones políticas y

reduciendo el gasto y el boato de la Corte.

Pero Amadeo contaba con pocos apoyos, su principal valedor, Juan Prim, había sido asesinado cuatro días antes,

y en las cortes sólo 191 votos de 311 respaldaron su candidatura. El partido moderado seguía fiel a los borbones,

dentro del partido la facción Alfonsina, encabezada por Cánovas del Castillo, defendía la vuelta a la monarquía

borbónica en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II; los carlistas se habían fortalecido durante La Gloriosa y,

por primera vez, tenían representación parlamentaria; los republicanos rechazaban cualquier opción que no

fuera la proclamación de una república.

La aceptación entre el pueblo no fue mayor, pues el republicanismo había arraigado durante los últimos años

del reinado de Isabel II. Similar suerte corrió entre las clases dirigentes, pues la aristocracia, el clero y parte del

ejército, ligados durante mucho tiempo a los borbones, no creían que el nuevo rey, hijo del monarca que

mantenía “prisionero” al Papa, trajera el orden social y la estabilidad al país.

A todo esto hay que sumar la inestabilidad permanente de su reinado debido a la proliferación de problemas

internos y externos. Uno de los más importantes fue la Guerra de los Diez Años, en Cuba, que había comenzado

en 1868 con el “Grito de Yara”. Aunque el gobierno se había mostrado a favor de conceder reformas políticas

en la colonia, la oposición del sector empresarial español frustró la posibilidad de una resolución pacífica y

prolongó el conflicto convirtiéndolo en un grave problema para el país.

Desde 1868 el carlismo se había dividido en dos corrientes, la política y la militar. Ante el fracaso político de

sentar en el trono al nuevo candidato carlista, Carlos VII, los partidarios de la vía militar iniciaron, en 1872, una

nueva guerra (la tercera) en el País Vasco, Navarra y Cataluña. Aunque ésta no tuvo la relevancia ni la crudeza

de la primera, supuso otro foco de inestabilidad dentro del país que se prolongaría hasta la llegada de Alfonso

XII.

También en 1872 tuvo lugar una serie de insurrecciones populares de carácter federalista, influenciadas por las

ideas anarquistas que, aunque fueron rápidamente sofocadas, no hicieron más que aumentar el grado de

inestabilidad.

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La crisis final del reinado de Amadeo vino con la desintegración de la coalición gubernamental. En dos años se

formaron seis gobiernos y se habían convocados elecciones en tres ocasiones. Finalmente el 10 de febrero de

1873 Amadeo, sin apoyo en el parlamento, presenta su renuncia al trono y se va de España dejando la sensación

de que es un país ingobernable.

6. LA PRIMERA REPÚBLICA (1873-1874)

La abdicación del rey dejaba desierta la jefatura del Estado y la proclamación de una república fue la salida más

fácil ante este problema. El día después de la renuncia de Amadeo, las Cortes deciden someter a votación la

proclamación de la República, aprobada por una amplia mayoría de 258 votos a favor y 35 en contra. Estanislao

Figueras, republicano federal, fue elegido para presidir el gobierno.

Sin embargo el nuevo sistema nació con pocos apoyos tanto dentro como fuera del país. La mayoría de la cámara

era monárquica y su voto a favor de la República se ha interpretado como una estrategia para ganar tiempo y

organizar la vuelta de los borbones. Asimismo el aislamiento internacional se evidenció en el hecho de que sólo

Estados Unidos y Suiza respaldaron a la República Española, pues la mayor parte de los países europeos, con

sistemas burgueses y conservadores, veían en este sistema revolucionario una amenaza a su estabilidad.

El gobierno recién establecido de la República pacificó el panorama nacional, disolviendo las Juntas populares

que habían surgido tras la abdicación de Amadeo y reprimiendo las revueltas que habían estallado por toda

España. Hecho esto se convocaron elecciones a Cortes constituyentes, que ganaron con amplia mayoría los

republicanos.

Las nuevas Cortes proclamaron la República Democrática Federal el 7 de junio y a Estanislao Figueras presidente,

que dimitió a los pocos días, exiliándose en Francia. Le sucede Francisco Pi y Margall, líder de los federales, cuyo

propósito era emprender grandes reformas, entre las que estaba una nueva constitución.

La Constitución de 1873 establecía una república federal de 17 estados y varios territorios de ultramar, cada

uno con municipios también con constitución local propia y división de poderes (legislativo-ayuntamiento,

ejecutivo-alcaldía y judicial-tribunales). A nivel estatal la República tendría un presidente y las Cortes estarían

formadas por dos cámaras, Congreso y Senado, elegidas por sufragio; el poder judicial recaía en un Tribunal

Supremo. La Constitución establece además el poder de relación entre los poderes y los Estados confederados

y una amplia declaración de derechos, así como la laicidad del Estado.

Pero la brevedad de la experiencia republicana y la cantidad de problemas a la que tuvo que hacer frente

impidieron llevar a cabo tanto la Constitución como el programa reformista de los republicanos. La Guerra

Carlista se había recrudecido y la de Cuba continuaba extendiéndose. El régimen apenas podía controlar a un

ejército poco fiel al proyecto republicano. A este ambiente se unió la división entre los propios republicanos y la

dura oposición que los monárquicos desempeñaban.

La insurrección cantonalista fue el conflicto más grave sucedido durante la República. Alentado por los sectores

más radicales del republicanismo, el cantonalismo consistió en un intenso rebrote de los particularismos locales

y regionales, que protestaban contra el excesivo centralismo de la República, los excesos de uniformidad y un

supuesto autoritarismo del gobierno central.

La insurrección comenzó en Cartagena el 12 de julio, que fue el cantón de más larga duración que resistió al

asedio de las fuerzas del gobierno central hasta el 12 de enero de 1874. La sublevación se extendió por toda la

provincia de Murcia y posteriormente, por Levante, Andalucía y Castilla. Mientras, los carlistas, aprovecharon

para avanzar desde sus posiciones del norte hacia el centro. Pi y Margall se opuso a sofocar la revuelta por las

armas y dimitió.

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El nuevo presidente, Nicolás Salmerón, dio un giro a la derecha para acabar con la insurrección. Salmerón dio

plenos poderes al ejército que, dirigido por generales como Martínez Campos o Pavía, fueron sofocando la

rebelión, pero ante la situación de tener que aceptar dos sentencias de muerte, dimitió.

La presidencia recayó entonces en Emilio Castelar, republicano unitario y más conservador que los anteriores.

Con el lema “orden, autoridad y gobierno”, se acentúa el giro autoritario que había comenzado con el gobierno

anterior. Castelar obtuvo poderes extraordinarios de las Cortes, restableció las quintas, suspendió varios

derechos constitucionales, ordenó un alistamiento masivo y dio más protagonismo al ejército. Con todo ello

acabó con el problema cantonal, salvo en Cartagena, que seguía resistiendo.

El 3 de enero de 1874 Castelar se enfrentó en las Cortes a una moción de Censura que perdió. Figueras, Pi y

Salmerón prepararon un nuevo gobierno de izquierdas, pero el 4 de enero el general Manuel Pavía hizo entrar

las tropas en el Congreso y declaró disueltas las Cortes. Después del golpe de Estado se estableció un gobierno

provisional formado por una coalición de progresistas y unionistas, encabezado por el general Serrano. El nuevo

gobierno intentó estabilizar el régimen republicano con una república unitaria de carácter más conservadora,

pero la base social que podía apoyarlo se había decantado ya por la opción borbónica.

Finalmente, el 29 de diciembre de 1874 el pronunciamiento militar de Arsenio Martínez Campos en Sagunto

proclamó rey de España a Alfonso XII. El 1 de diciembre del mismo año el príncipe Alfonso había firmado el

Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas del Castillo, que sintetizaba el programa de la nueva monarquía

Alfonsina: un régimen de signo conservador y católico que garantizaría el funcionamiento político liberal y

restablecería la estabilidad política y el orden social. Se ponía con esto fin a la República, dando comienzo una

nueva etapa de la Historia de España, la Restauración.

7. CONCLUSIÓN

A pesar de los intentos democratizadores llevados a cabo durante el Sexenio Revolucionario, tanto la monarquía

de Amadeo de Saboya como la experiencia republicana fueron incapaces de traer el orden y la estabilidad

política a España. La difícil situación de la endémica crisis económica que asolaba el país unido a las

insurrecciones populares tanto republicanas como carlistas y a los problemas internacionales, llevaron a las

élites sociales y económicas españolas a apoyar el proyecto de reposición de la monarquía en la figura del

príncipe Alfonso de Borbón que preparaba Cánovas desde el partido moderado. España perdió la oportunidad

de establecer una verdadera democracia, instaurándose al final del Sexenio el liberalismo doctrinario que traería

la tan esperada estabilidad política.