Temas de historia argentina y americana N°...

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Temas de historia argentina y americana 14

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Temasde historia argentina

y americana

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Temasde historia argentina

y americana

14

Enero-Junio de 2009

Pontificia Universidad Católica ArgentinaFacultad de Filosofía y LetrasInstItuto de HIstorIa argentIna

y amerIcana

cIudad autónoma de Buenos aIres

argentIna

Ilustración de tapa: Actividad, óleo de Carlos Uriarte (1928). Museo Municipal de Bellas Artes “Juan B. Castagnino”. Rosario.

Corrección de textos: Prof. Lorena cLara casaIs

Traducción: Prof. maría soL ruBIo garcía

Facultad de Filosofía y Letras. Departamento de HistoriaInstituto de Historia Argentina y AmericanaAlicia M. de Justo 1500Edificio San Alberto MagnoC1107AFD Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentinawww.uca.edu.ar E-mail: [email protected]

Hecho el depósito que prevé la Ley 11.723Impreso en la Argentina© 2009 UCAISSN 1666-8146

Temas de Historia Argentina y Americana se encuentra indizada en el catálogo LATINDEX

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Febrero).Dr. Néstor Tomás Auza

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.

Sumario

InvestIgacIones

edBerto oscar acevedo, Aproximaciones a la obra de Mario Góngora ....15

eduardo martín cuesta, Impuestos Imperiales: la Caja Real de Buenos Aires (1700-1800) ..........................................................................................27

Leonor m. de devoto y HeBe c. PeLosI, Frondizi y Eisenhower. ¿Relación amistosa o incierta? .....................................................................57

mIgueL ÁngeL de marco (H), La dirigencia y la formación de recursos especializados para el desarrollo comercial, en la ciudad puerto de Rosario y su región, 1890-1943 ....................................................95

raanan reIn, De los grandes relatos a los estudios de “pequeña escala”: algunas notas acerca de la historiografía del primer peronismo.. ......................................................................................133

norma d. rIqueLme, Los universitarios y sus concepciones políticas a la luz del neotomismo argentino al filo de los siglos XIX y XX ..............167

LuIs aLBerto romero, “Enfrentar al enano nacionalista”: una mirada a los libros de texto ........................................................................197

documentos

mIgueL ÁngeL de marco, Dos escritos juveniles de Estanislao S. Zeballos ................................................................................................... 217

estudIos y reseñas BIBLIogrÁfIcas

eduardo martIré, Las gestiones de paz de la Corte Suprema de Justicia durante la “revolución” del ochenta ...........................................247

aLejandro PaLacIos, ¿Una melodía que se repite? Las distintas perspectivas sobre la crisis de 1890 en la Argentina, a propósito del libro Desorden y Progreso de Pablo Gerchunoff, Fernando Rocchi y Gastón Rossi ................................................................................257

enrIque martínez ruIz, Los Soldados del Rey - Los ejércitos de la Monarquía Hispánica (1480-1700) (Enrique Dick) ....................................261

jorge emILIo gaLLardo, Geografía de la infancia (César A. García Belsunce) .........................................................................263

gaBrIeLa caretta e IsaBeL zacca (comps.), Para una historia de la Iglesia. Itinerarios y estudios de caso (Miranda Lida) ..............................265

Leandro Losada, La alta sociedad en la Buenos Aires de la Belle Époque (Hebe Carmen Pelosi) ....................................................................268

germÁn BurmeIster, Viaje por los Estados del Plata, Tomo II (Rogelio Paredes) ........................................................................................270

caroLIna Barry, KarIna ramaccIottI, adrIana vaLoBra (edit.), La Fundación Eva Perón y las mujeres: entre la provocación y la inclusión (María Sol Rubio García) ............................................................272

InvestIgacIones

Aproximaciones a la obra de Mario Góngora

edBerto o. acevedo Academia Nacional de la Historia

Profesor Emérito Universidad Nacional de Cuyo [email protected]

resumen

A través de estas páginas, se realiza un acercamiento a la personalidad intelectual de quien fuera considerado como “el más respetado historiador la-tinoamericano de las últimas décadas” (Hispanic American Historical Review). Se citan las fuentes de su pensamiento histórico y se efectúa un muestreo de sus principales ideas, entresacándolas de tres de sus obras capitales.

PaLaBras cLave

Historiografía - Chile - Ideas históricas - Góngora.

aBstract

Through these pages we’ll have a close view of who was considered by the Hispanic American Historical Review “the most respected Latin-American historian of the last decades”. The analysis is based in three of his works which will give us an insight on his main ideas and historical thinking.

Key Words

Historiography - Chile - Historical Thinking - Góngora.

Temas de HisToria argenTina y americana, XIV (enero-Junio de 2009) pp. 15-25.

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I. entre HIstorIadores

Avanzando en mis estudios sobre historiografía americana contempo-ránea1, y después de haber escrito algo acerca de la obra de Ricardo Donoso (muerto en 1985)2, me resta ahora tratar sobre Mario Góngora del Campo.

Pero antes vayan algunas aclaraciones. Entre los más grandes histo-riadores chilenos del siglo XX no hay duda que se encuentran Jaime Ey-zaguirre y Mario Góngora. El primero era mayor en siete años y murió a los 60. El segundo, desapareció a los 70 (en 1985), y los dos trágicamente en sendos accidentes viales.

Pero entre ambos –con ser amigos y de muchos años– establecer un pa-ralelo resultaría imposible. Porque eran dos personalidades completamente diferentes y hasta opuestas, aunque hayan compartido ideas y una misma fe.

Creo –y en esto puedo equivocarme– que aparte de lo anterior, los diferen-ciaba la manera de concebir la Historia y hasta el oficio de historiador.

Como, según dije, ya me he referido a Eyzaguirre, sólo añadiré, después de haber leído con gran placer un magnífico estudio último acerca de su vida y su obra3, que él entendió la Historia y al historiador como un apostolado de la Verdad, comprendiendo por ésta la concepción católica de la vida, el mundo y la Iglesia4.

Eyzaguirre fue, ante todo, un historiador docente y un gran comunicador. Esto último: ¿de qué? De conocimientos históricos que sabía transmitir a sus oyentes de una manera singular, apasionadamente, en un discurso cálido, atra-yente, envolvente y convincente.

1 Me ocupé de los colegas chilenos en el Manual de Historiografía Hispanoamericana Contemporánea (Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, 1992) que, por lo relativo a ese país llegaba a comprender, en último lugar cronológico a Jaime Eyzaguirre, muerto en 1968.

2 En carLos s. a. segretI, In Memorian, Córdoba, t. I, 1999, pp. 453-462.3 ÁLvaro góngora, aLexandrIne de La taILLe y gonzaLo vIaL, Jaime Eyzaguirre en su

tiempo, Santiago de Chile, 2002. 4 Como prueba de esta afirmación, véanse estos párrafos: “Está claro para Jaime Eyzagui-

rre cuál es el motor de la historia: el voluntario cumplimiento por el hombre del plan divino, la misteriosa armonización de lo que quiere y actúa libremente la Providencia con lo que quiere y actúa libremente la criatura racional. Es Dios quien escribe la historia a través de la libertad humana”, en ÁLvaro góngora, op. cit., p. 204. Eyzaguirre escribió: “Nos parece que la tarea del cristiano de nuestros días no es tanto la de abordar la construcción de una nueva cultura como la de servir, a cada paso, en las circunstancias de la vida diaria, de testimonio vivo de la palabra de Cristo en medio del mundo que lo ha desechado”, en fernando sILva vargas, “Semblanza de Jaime Eyzaguirre”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia¸ año XXXIX, N° 86, Santiago, 1972, p. 15.

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Digo esto porque he sido testigo ocular y auditivo de sus clases-conferen-cias, aparte de haber gozado de su amistad y tratado en su casa a su esposa, y mantenido con él frecuentes encuentros y charlas durante el ario de mi resi-dencia en Chile.

Pero, con don Mario, era distinto. Porque se trataba de otra manera de entender la Historia. Yo diría que, para él, esta era la verdad profesional. Me explicaré, anticipando que también lo conocí y traté, en su Chile y en Sevilla, cuando convivimos un corto tiempo en la residencia de Casa Seras de la Es-cuela de Estudios Hispanoamericanos.

Don Mario era un hombre callado, reservado, serio y adusto. Había naci-do en 1915, y realizado sus estudios en Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Fue Ayudante en la Cátedra de Filosofía del Derecho. Su Memoria de Licenciatura (publicada en 1936) versó sobre “La conquista de América ante la doctrina de la Justa Guerra”. En su juventud estuvo en contrapuestos campos ideológicos y políticos.

Desde la década del 30, como órgano de expresión de los jóvenes univer-sitarios católicos, colabora en la Revista Lircay, interesada por las doctrinas de la Iglesia en materia política, social y religiosa. Perteneció Góngora a la juventud conservadora, separándose del grupo llamado falangista.

En ese tiempo, defiende el corporativismo inspirado en las encíclicas papales, buscando establecer un nuevo orden para Chile. Critica al comunis-mo, comparte la integridad de la verdad cristiana a aplicar desde un Estado autoritario.

Góngora dirigirá Lircay entre 1936 y 1938. En esta fecha partió a Europa ya muy escéptico respecto a la política práctica.

O sea que, entre los 25 y los 30 años de edad, fue un católico equilibrado pero de fe personal no proselitista, ya que pensaba con pesimismo en las po-sibilidades concretas de la política partidaria.

De regreso en su país, en 1940 ingresa al Instituto Pedagógico de la Uni-versidad de Chile donde, al concluir 1944, “recibió el grado de Licenciado en Filosofía, una mención en Historia y el título de Profesor de Estado en Histo-ria, Geografía y Educación Cívica”.

Entra en la Escuela de Pedagogía de la Universidad Católica como Profesor Ayudante de Seminario. Y en 1945 ingresa también en la Universidad de Chile como Jefe de Seminario de Historia Universal de la Facultad de Filosofía, “lle-gando en 1952 a ser Profesor de Historia Medieval y Moderna, su gran pasión y el eje central de su formación, junto a la filosofía de la historia”.

APROXIMACIONES A LA OBRA DE MARIO GóNGORA

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En 1947 y 1948 viajó otra vez a Europa. En Madrid se relacionó con la Cátedra de Historia del Derecho del gran Profesor Alfonso García Gallo. Trabajó e investigó en aquella ciudad y en Sevilla5.

Para recibirse como Profesor Extraordinario de la Universidad de Chile, Góngora presentó su tesis sobre Herder.

Otro viaje a España y, de regreso en 1953, se hizo cargo del Instituto de Investigaciones Histórico-Culturales de la Universidad de Chile, y desde 1960 hasta 1968 del Seminario (y después Centro) de Historia Colonial de la misma Universidad6.

Para alejarse de los problemas políticos que afectaban la vida universitaria chilena, se refugió en el Departamento de Estudios Humanísticos de la Fa-cultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, del que fue Director entre 1975 y 1976. En este último año fue designado Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades. En su opinión, decanos y rectores “no eran más que firmadores de papeles”7.

Se jubiló en 1978, año en que se incorporó al Instituto de Historia de la Universidad Católica, “donde –dijo– haría su mejor trabajo como profesor”8.

II. su formacIón

Góngora era un hombre de gran cultura. Ricardo Krebs escribió:

La universalidad de su pensamiento histórico descansaba sobre un saber realmente enciclopédico, fruto de intensas lecturas. El dominio que tenía de los principales idiomas europeos lo facultó para leer la bibliografía que le inte-resara en la lengua original. Conocía a los historiadores clásicos y se mantenía informado permanentemente sobre las nuevas publicaciones de la historiogra-fía tanto europea y norteamericana como hispanoamericana.Su vasta cultura histórica estaba inserta en una amplia cultura general. Sus estudios de derecho le permitieron adquirir una sólida cultura jurídica. Sus

5 Datos tomados de teresa Pereyra Larraín, “Lircay (1934-1938). Una expresión político-doctrinaria del joven Mario Góngora”, en Encuentros. Reflexiones sobre Historia, Política y Religión. Homenaje a Mario Góngora, Santiago, 1988, pp. 61-79. Y de fernando sILva vargas, “Mario Góngora. Trayectoria de un historiador”, en El Mercurio, Santiago, 24 de noviembre de 1985, p. 350.

6 fernando sILva vargas, op. cit., p. 351. 7 sergIo vILLaLoBos, “El historiador Mario Góngora”, en Hoy, N° 440, Santiago, 23 de

diciembre de 1985. 8 fernando sILva vargas, op. cit., p. 351.

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inquietudes espirituales se tradujeron en una amplia cultura filosófica y teo-lógica9.

Sin embargo, esa universalidad de su pensamiento no consistió sim-plemente en la cantidad y variedad de sus conocimientos e intereses, sino fundamentalmente en el peculiar modo de aprehender la realidad humana y de comprender el significado de los hechos y signos históricos. Escribió:

La cultura, en el individuo como en los pueblos o en las épocas, vive del alma, de un principio interior cada vez más rico mientras más interior, y a la vez, más capaz de expresarse hacia el exterior y de encarnarse en un mundo de lenguaje o de configuraciones del mundo humano o natural. La cultura es la realización de lo anímicamente posible (Spengler). El alma, en su esfera más alta, es alma espiritualizada. La profundidad anímica puede llegar a ser iluminada por el espíritu10.

¿Cuáles fueron las fuentes de su pensamiento? En primer lugar, su más que conocido Herder, los románticos alemanes y Burke. En el rico pensamien-to de Herder le interesaron ante todo dos aspectos. Herder supo combinar la idea de la individualidad con la idea del devenir. Las individualidades apare-cen como organismos que, al desarrollar sus potencialidades en el curso del tiempo, definen su identidad. La segunda idea que tuvo importancia decisiva para Mario Góngora fue la idea de que la cultura y la nación tienen “alma”, tienen “espíritu”.

Don Mario “profundizó esta idea mediante la lectura de los autores ro-mánticos alemanes, principalmente Justus Moser, Novalis y Federico Schlegel, quienes comprendieron la cultura como una totalidad orgánica y expresión de las fuerzas anímicas profundas.

Otro de los autores predilectos de Góngora fue Edmund Burke. Hizo suya la idea de Burke de que la cultura, siendo el resultado del desarrollo histórico, “es el conjunto de experiencias vividas por las distintas generaciones, y que la tradición está formada por los aciertos y valores probados y aprobados a través de los siglos”11.

9 rIcardo KreBs, “El historiador Mario Góngora”, en El Mercurio, Santiago, 2 de di-ciembre de 1985.

10 Ibidem y rIcardo KreBs, “Mario Góngora y la historiografía chilena”, en Encuentros, op. cit., p. 31.

11 Ibidem, p. 30.

APROXIMACIONES A LA OBRA DE MARIO GóNGORA

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Las ideas sobre la cultura tomadas de los autores citados se complementan con los conceptos de Oswald Spengler, autor por quien Mario Góngora siempre tuvo una gran admiración y en quien se inspiró para muchas de sus apreciacio-nes. Con Spengler, Góngora comprendió la cultura “como la realización de lo anímicamente posible (según ya dijimos), y de Spengler tomó también la idea de que las culturas tienen su ciclo12.

Nuestro autor conoció bien no sólo a los grandes historiadores y filósofos alemanes del siglo XIX, como Ranke, Mommsen y Hegel, sino también a los pensadores que ref lexionaron sobre la naturaleza y los contenidos teóricos del historicismo, como Ernest Troelsch, Karl Mannheim y Wilhem Diltey.

Hizo suyo los elementos más ricos y fecundos del historicismo. Compartió con Troelsch la convicción de que las ciencias históricas constituían al lado de las modernas ciencias de la naturaleza la segunda gran creación del desarrollo del pensamiento en la época Moderna. La ciencia histórica era, por excelencia, la ciencia del hombre.

Con Diltey, Mario Góngora asignaba a la Historia la función de com-prender el mundo histórico. La posibilidad de la comprensión se derivaba del hecho de que el hombre era, simultáneamente, sujeto y objeto del conocimiento histórico.

Además, “compartía con el historicismo la convicción de que el acto cog-noscitivo en el historiador no era un simple acto intelectual, sino que abarcaba todas las facultades del espíritu e incluía a la intuición y la imaginación, las aptitudes sensitivas, emotivas, estéticas y morales”13.

Con criterio historicista se acercó al pasado sin enjuiciarlo y comprendió simpatéticamente sus valores, su mentalidad y su propio horizonte. Pero, al mismo tiempo de asimilar los aspectos positivos del historicismo, soslayó sus rasgos negativos y sus peligros. Porque, al prescindir de todo juicio de valor, caía en un relativismo que lo comprendía, lo justificaba y lo perdonaba todo, haciendo surgir el peligro de una completa relativización y de una atomización de todos los valores.

Góngora supo evitar estos peligros tanto por razones inherentes al desa-rrollo de la misma ciencia histórica como por motivos personales arraigados en su conciencia moral y espiritual14.

12 Ibidem, p. 31.13 Ibidem, p. 29.14 Ibidem, p. 34.

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También conoció las obras del sociólogo Max Weber y sus análisis de las estructuras y los tipos y fenómenos sociales mediante procesos de abstracción que permiten comprender los procesos históricos reales.

Todo lo anterior explica la germanofilia del pensamiento de Góngora ex-presada en su entusiasmo por la causa del Eje Roma-Berlín durante la Segunda Guerra Mundial. Dijo: “Nunca he sido demócrata y todos mis maitres a penser son antidemocráticos”15. Pero advierto que, en otra ocasión, expresará: “En América española, el dogma jurídico natural, después de 1810, es la democra-cia, y por tanto, yo lo profeso”16.

Al pensamiento alemán, con posterioridad, Góngora le sumó el pensa-miento histórico francés, sobre todo, el de la Escuela de los Anales y particu-larmente el de Fernand Braudel, con quien tuvo contacto personal y epistolar.

De la historiografía francesa extrajo el concepto de estructura, del que haría uso en varias de sus obras17.

III. Los temas esencIaLes

De entre los numerosos asuntos, tópicos y cuestiones estudiados y plan-teados con maestría por Mario Góngora en su obra, vamos a entresacar cinco que consideramos fundamentales.

a) La tradición. Afirmó don Mario:

Se sabe muy bien que ‘tradición’ significa siempre ‘entrega, transmisión’, pero sus acepciones concretas varían: así en la historia de la Iglesia, Vicente de Lerins la ha definido como aquello que ha sido creído siempre, en todas partes, por todos. La ciencia del folklore le da otra acepción. En el sentido más propio de la historia sería el acervo de narraciones, de ideas, de sen-timientos, de actitudes cargadas de valor, que reposan en un consenso colectivo y que determinan creencias, pensamientos, sensibilidad, de un pueblo o de una cultura entera18.Si partimos, por lo tanto, del legado español, pudiéramos recapitular ese acervo así: la religión católica, el idioma y la literatura castellanos, el Dere-cho español y su inspiración romana, el Estado de tipo medieval y después

15 ÁLvaro góngora, op. cit., p. 115.16 Entrevista a Raquel Correa, “Las lecciones de la Historia”, en El Mercurio, Santiago,

9 de diciembre de 1984. 17 rIcardo KreBs, op. cit., p. 38. 18 “Mario Góngora. Un texto y una entrevista”, en Revista Universitaria, N° 2, Santiago,

Universidad Católica de Chile, junio de 1979, p. 286.

APROXIMACIONES A LA OBRA DE MARIO GóNGORA

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moderno acuñado en la Península, la jerarquía social aristocrática y el modelo social del caballero en fin, el espíritu militar del pueblo.Rasgos de esa tradición perdurarán en el caudillismo, en el Estado republicano (presidencialismo y aristocracia), en la religiosidad del pueblo, en la influencia del ejército, en la vida en las haciendas rurales, etc19.

Y, como una variante defensiva ante el liberalismo y el marxismo con-temporáneos, surgirá el tradicionalismo, que contendrá elementos como el hispanismo, el corporativismo, el nacionalismo, etc.

b) El Estado indiano. La Monarquía. En su libro clásico El Estado en el Derecho Indiano. Época de fundación: 1492-1570 (Santiago, 1951) Góngora expuso:

Que conquista y colonización estén articuladas dentro del Estado, no significa que sean necesariamente de gestión burocrática. El Estado del siglo XVI tiene ya un fuerte núcleo administrativo creado por la realeza y por la legislación en Cortés, pero no es todavía, como tiende a serlo en los siglos XVIII-XX, un todo unitario y racionalizado. Lo que denominamos el Estado es, en el siglo XVI castellano, la supremacía de jurisdicción y las demás regalías, reunidas en un haz en el Rey, ejercidas a través de la burocracia, pero susceptibles también de delegaciones y concesiones en merced, más o menos amplias, bajo la reserva del grado supremo20.[...] los conquistadores españoles del siglo XVI se sentían siempre en re-lación con el Rey; no obstante formar parte de empresas libres, no pueden ser comprendidos en una estructura jurídica como la del siglo XIX. Basta pensar en su constante necesidad de pedir la concesión regia de privilegios, en la solicitud de obtener señoríos o encomiendas con jurisdicción, como un coronamiento de la realidad social. La capitulación no es un contrato privado; es una vinculación de fuerzas libremente formadas con el poder estatal.[...] podemos pues afirmar que el rasgo jurídico vincula las fuerzas sociales al Estado, las convierte en elementos políticos.El asentamiento de los españoles en las tierras ocupadas pacíficamente o por conquista es un proceso cuya organización corresponde al Estado. El Estado en Indias es un Estado Poblador, en la amplitud más completa de esta pala-bra21.

19 Ibidem¸ p. 287.20 Ibidem, p. 301. 21 Ibidem¸ p. 302.

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Se moviliza en Indias la totalidad de finalidades del Estado, concebidas por el Derecho español desde la época de las Partidas. La colonización tiene, a causa de su conexión con el Estado, transmisor de la cultura occidental, un carácter político-civilizador, que se habría desvanecido en una migración puramente privada [...]. La concepción del siglo XIII –el Estado como equivalente insti-tucional de la vida temporal humana en toda su plenitud– se transmite hacia América.

Entre las finalidades del Estado español en América, “figuran tareas religiosas, económicas, los bienes sociales en su totalidad”. Institucionalmente, “sólo existen dos límites. Por una parte, la Iglesia; por otra, el Derecho Priva-do”22.

c) Las ideas. La Ilustración Católica. Así tituló Góngora: Estudios sobre el galicanismo y la Ilustración católica en América española a ese singular trabajo que abarca varios temas tratados con maestría, aunque apretadamente. La primera parte está dedicada a probar la existencia de una “fuerte corriente de nacionalismo eclesiástico” español, “opuesta a la centralización absolutista papal”. Señala luego la diferencia entre el galicanismo francés y el regalismo español. Y comenta las ideas galicanas de Mabillon, Fleury y Bossuet, y su in-fluencia sobre autores y políticos españoles como Jovellanos y Campomanes.

Después pasa a la recepción del galicanismo en los altos estudios ame-ricanos donde hubo de todo: escritos sobre el derecho divino de los reyes, eclecticismo ilustrado, teorías de canonistas como Noel Alexandre o Van Espen, etc.

Señala las fuentes de la Ilustración católica europea y sus expresio-nes o rasgos (biblismo, anti escolasticismo, lengua vernácula). Y, finalmente, como tendencias “actuales” de la Iglesia, a aquellas muestras se unen: moralismo, apologética contra los filósofos del siglo XVIII, oposición al barroquismo y churriguerismo en el culto, reforma de la oratoria sagrada, oscilación entre la doctrina galicana, y una reinterpretación liberal del tomis-mo y de la escolástica23.

Teóricamente, la Ilustración católica podría ser entendida como propi-ciando o acogiendo o impulsando un amplio programa de reformas (políticas, educacionales, económicas, eclesiásticas).

22 Ibidem, p. 303. 23 Apartado de la Revista Chilena de Historia y Geografía, N° 125, Santiago, Ed. De la

Universidad de Chile, 1957, p. 56.

APROXIMACIONES A LA OBRA DE MARIO GóNGORA

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d) El militarismo y el caudillismo. En pocas líneas, Góngora expuso con-ceptos fundamentales. Véase:

Al romperse la forma del Imperio español, todavía grande hacia 1800, las guerras de la Independencia fortalecieron el carácter soldadesco del pueblo, que dio lugar a un caudillismo militar de diversos rangos y en los varios frentes de lucha y de mando.El caudillismo, aunque generalmente carezca de títulos legales, tiene en toda Hispanoamérica mucho de tradicional, pues es la primera forma de gobierno en el Nuevo Mundo: el caudillismo de los conquistadores reaparece, ante el vacío de poder, en los jefes militares patriotas y también en los jefes realistas peninsulares o criollos (porque no debe olvidarse que la Guerra de Independen-cia fue una guerra civil). Los hombres dotados del carisma del mando atraen a otros hombres, y unos y otros quedan ligados por un derecho ad hoc propio de bandas, séquitos y partidos personalistas, fundados en el reconocimiento de cualidades humanas que existen o que se proyectan psicológicamente en los jefes. El caudillismo es un tipo de dominación basado eminentemente en la psicología colectiva, no en la desaparecida o dudosa legalidad racional o tradicional24.

e) El Estado y la Nación. En 1981 apareció el libro de Góngora titulado Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, destinado a probar el papel fundamental cumplido por el Estado en ese país, como creador de la nacionalidad, y como impulsor de la vida y de las activi-dades de todo tipo.

El autor define: “El Estado es la matriz de la nacionalidad. La nación no existiría sin el Estado, que la ha configurado a lo largo de los siglos XIX y XX”25.

El planteamiento de este libro levantó una interesante polémica entre los historiadores chilenos porque vino a contradecir nociones muy arraigadas (y defendidas) expuestas por otras plumas importantes.

No voy a hacer aquí la explanación de todas las posiciones. En resumen diré que, para unos, la nación “antecedió a la Independencia”. Tal sería el caso de Eyzaguirre, Meza Villalobos, Vial Correa, Encina26. Para otros, el pueblo –y no el Estado– fue el formador de Chile27.

24 “Mario Góngora. Un texto…”, cit., pp. 287-288. 25 Ibidem, p. 5. 26 BernardIno Bravo LIra, “La crisis de la idea de Estado de Chile durante el siglo XX”

en Revista Política, N° 5, Santiago, Universidad de Chile, junio de 1984, pp. 22-23. 27 PatrIcIo PrIeto sÁncHez, “El Estado, ¿formador de la Nación Chilena?”, en El Mercu-

rio, Santiago, 1 de agosto de 1982.

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La discusión siguió porque hubo quien le enrostrara a Góngora no haber definido bien la noción de Estado28. Y otro historiador –Sergio Villalobos– re-conocería que la tesis central del libro de Góngora era un acierto29, pero que esa “noción de Estado adquirió solidez y firmeza sólo en la segunda mitad del siglo XIX, en virtud de la acción sostenida de los políticos liberales”30.

Todo esto culminaría (dejo de lado las oportunas aclaraciones de don Mario, para quien “el Estado es una idea de totalidad”31, con lo escrito por Bernardino Bravo Lira en el sentido de que esta tesis “debe restringirse”, pues “en lugar de formar una nueva nacionalidad, el Estado chileno del siglo XIX contribuyó poderosamente al robustecimiento y expansión de una nacionalidad ya constituida, cuyas raíces se remontan al siglo XVII”32.

Además de las tres obras mencionadas, que consideramos funda-mentales en su producción, Góngora fue autor de otros libros y estudios, los cuales han sido recopilados oportunamente33. Algunos de ellos, resultado de una investigación laboriosa y fecunda, como por ejemplo: Evolución de la propiedad rural en el valle del Puangue (en colaboración con Jean Borde, dos tomos, Santiago, 1955); Encomenderos y Estancieros. Estudios acerca de la constitución social de Chile después de la Conquista. 1580-1660. (Valparaíso, 1970); Origen de los inquilinos en Chile Central (Santiago, 1974). Y otros, siempre llenos de conceptos incitantes, de problemáticas atendibles, por fundamentadas y razonadas, y de originalidad en los diseños.

28 arturo fontaIne, “Un libro inquietante”, en Economía y sociedad, 2ª época, N° 2, Santiago, junio de 1982, pp. 313-320.

29 “El papel histórico del Estado”, en Hoy, Santiago, 13 y 19 de marzo, y 1 de junio de 1982, p. 331.

30 Ibidem¸ p. 341. 31 Economía y sociedad, 2ª época, N° 3, Santiago, julio de 1982. 32 BernardIno Bravo LIra, “La crisis…” cit., p. 23. Este autor afirma: que “si se sostiene

que en Chile el Estado formó la nación –como lo hace Góngora– habría que precisar que ese Estado que formó o comenzó a formar la nación fue el Estado indiano”, p. 25.

33 roBerto HernÁndez Ponce, “Los estudios históricos en la Universidad Católica de Chile”, en Historia, N° 18, Santiago, 1983, pp. 26-32.

APROXIMACIONES A LA OBRA DE MARIO GóNGORA

Impuestos Imperiales: la Caja Real de Buenos Aires (1700-1800)

eduardo martín cuesta Universidad Argentina de la Empresa – conicet

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resumen

En este artículo se analiza la Real Hacienda Imperial en Buenos Aires durante el siglo XVIII. En principio, se describen las fuentes, el sistema con-table y la organización fiscal. A partir de lo anterior, se estudia la evolución de los ingresos fiscales discriminando los principales impuestos. Esto per-mite realizar un análisis de los ingresos y egresos de la Caja Real de Buenos Aires durante todo el período, en general y en relación con la evolución de la población. El resultado de ello demuestra que la hacienda real porteña no era deficitaria, por lo cual no dependía de transferencias de otras regiones para cubrir sus gastos. Al mismo tiempo se comprueba que los ingresos fiscales comenzaron a incrementarse a mediados del siglo XVIII, un cuarto de centuria antes de la creación del Virreinato del Río de la Plata.

PaLaBras cLave

Ingresos fiscales - Buenos Aires - Siglo XVIII - Caja Real.

aBstract

In this article we analyze the Royal Imperial Treasury of Buenos Aires during the XVIII century. We start by describing the sources, the accounting system and the fiscal structure, and based on that we study the flow of tax revenues, identifying the different sources of fiscal incomes. This allows us to analyze the inflows and outflows of money from the Royal Treasury of Buenos Aires during the entire period and especially in relation to the popu-

Temas de HisToria argenTina y americana, XIV (enero-Junio de 2009) pp. 27-56.

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lation growth. The conclusions are that the Royal Treasury of Buenos Aires didn’t run a constant deficit, so it did not depend on other financial sources. At the same time, we prove that the fiscal revenues started to increase by mid XVIII century, twenty five years before the Viceroyalty of the River Plate was created.

Key Words

Fiscal revenues - Buenos Aires - XVIII Century - Royal Treasury.

IntroduccIón

Entre 1700 y 1810, la Ciudad de Buenos Aires se transformó desde la “Pequeña a la Gran Aldea”. Esto implicó un crecimiento sustantivo de la po-blación y la economía en general. Estos cambios se reflejaron en la recaudación y en los gastos fiscales, lo que fue acompañado por cambios en la estructura y el régimen fiscal.

Este trabajo busca cubrir la escasez de investigaciones sobre la Real Hacienda Imperial como sistema integrado. Esto implicó revisar una gran cantidad de bibliografía que abordó uno o pocos impuestos; bibliografía que, por otra parte, no siempre coincidía con lo observado en las fuentes.

Teniendo en cuenta los límites de las fuentes y la metodología empleada, se presentará el análisis de algunos de los principales ingresos fiscales. Dicho análisis se centrará en los impuestos que se consideran relevantes para com-prender la evolución de la fiscalidad colonial bonaerense. Sin lugar a dudas, uno de los que deben ser observados con detalle es “el Situado” (ingreso que la Caja Real de Buenos Aires recibía como transferencia desde la Caja Real de Potosí para pagar los gastos de la guarnición militar del Río de la Plata). También se observarán las Alcabalas, los Donativos al Rey y el total de los ingresos y egresos. Por último se presentará el resultado fiscal de la Caja de Buenos Aires, para observar la existencia o no de déficit en las cuentas del Estado Imperial en Buenos Aires así como un cálculo de la presión fiscal per capita.

Entre los principales puntos de la historiografía económica con respecto a la Real Hacienda Colonial en el Río de la Plata se deben citar los trabajos de Ricardo Levene, Tulio Halperín Donghi, Herbert Klein y Samuel Amaral. R. Levene trabajó bajo la hipótesis de que se produjo una apertura al comercio internacional a fines de la década de 1770, lo que habría incentivado las expor-

EDUARDO MARTíN CUESTA

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taciones pecuarias1. En consecuencia, la Real Hacienda habría incrementado sus ingresos de manera sustancial. T. Halperín Donghi revisó esa posición; fue uno de los primeros en observar la influencia de la militarización y el gasto militar sobre las finanzas públicas de la región bonaerense2. En sus estudios sobre el erario estatal tardocolonial e independiente temprano, enfatizó el constante aumento del gasto militar. Así como que el gasto en administración y en productos de origen local no fue importante para la economía de la región. Herbert Klein comparó el ingreso y gasto público en el Virreinato del Río de la Plata. Ello le permitió afirmar que los ingresos por comercio estaban en aumento a fines de la colonia, por lo cual de no mediar el quiebre del vínculo colonial, los ingresos por los impuestos al comercio hubieran podido reem-plazar el aporte que realizaban a la Caja Real de Buenos Aires los ingresos de otras tesorerías3. Finalmente, S. Amaral debatió con H. Klein acerca de la metodología empleada sobre las fuentes, demostrando que las cifras utilizadas por Klein tenían serias deficiencias4.

Las fuentes

La carta-cuenta era el libro resumen de todas las operaciones de cobro o pago de dinero efectuadas por una Caja Real durante un período fiscal. En las últimas páginas el tesorero realizaba un cierre de las cuentas. Algo simi-lar a un balance, donde se consignaban los ingresos y gastos, agrupados en categorías.

La información de base para confeccionar la carta-cuenta se obtenía del Libro Manual y de los Libros Mayores5. El primero se utilizaba para registrar todas las entradas y salidas, diariamente. Los segundos eran libros auxiliares, uno para cada tipo de ingreso (y en algunas Cajas Reales, para algunos egre-sos) que resultara especialmente relevante.

1 rIcardo Levene, Investigaciones acerca de la historia económica del Virreinato del Río de la Plata, en Obras Completas, t. II, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1962.

2 T. HaLPerín dongHI, Guerra y finanzas en los orígenes del Estado argentino, Buenos Aires, Ed. De Belgrano, 1981. Y también en Revolución y Guerra, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1989.

3 HerBert KLeIn, “Las finanzas reales”, en Nueva Historia de la Nación Argentina, t. 3, cap. 15, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2001.

4 samueL amaraL, “Public Expenditure Financing in the Colonial Treasury: An Analysis of the Real Caja de Buenos Aires Accounts, 1789-1791”, Hispanic American Historical Review, 64:2, 1984, pp. 287-295.

5 Recopilación de Leyes de Indias, Libro 8, Título 7.

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

30

A continuación, como ejemplo, se presenta el cierre final de una carta-cuenta de una Caja Real del Virreinato del Perú, en el período 1766-17676:

cuadro 1: carta-cuenta de La caja reaL de jauja, 1766-1767 (en Pesos de a ocHo reaLes)7

Ramos del Cargo Monto Monto Ramos de Data

EXISTENCIA 14.549 20.576 REMITIDO A LIMA1.5% DE PLATA 1.667 13.023 SUELDOS Y LIMOSNASDIEZMOS DE PLATA 10.941 14.298 SUELDOS MILITARES

ALCABALAS REALES 1.843 47.897 TOTALALCABALAS DE TARIFA 3.118TRIBUTOS REALES DE INDIOS 11.056DEPOSITOS 1.000PAPEL SELLADO 306ALCANCES DE CUENTAS 1.985FABRICA DE IGLESIAS 768SOBRAS DE SUELDOS DE JUSTICIA 666

TOTAL 47.898

Fuente: Archivo General de la Nación, Lima, Perú. Carta-cuenta de la Caja Real de Jauja, período fiscal 1766-1767.

La que se puede comparar con un cierre de la Caja de Buenos Aires, en 1759:

cuadro 2: carta-cuenta de La caja reaL de Buenos aIres, 1759-1760 (en Pesos de a ocHo reaLes)

Ramos del Cargo Monto Monto Ramos de Data

EXISTENCIA 354.669 52.421 SUELDOS Y PENSIONES

DOS TERCIAS PARTES 7.707 16.433 EX TR AORDINARIO DE RE AL HACIENDA

6 Carta-cuenta de la Caja Real de Jauja, período fiscal 1766-1767. Archivo General de la Nación, Lima, Perú.

7 Durante el período colonial y parte del independiente, la moneda circulante era el peso de plata, que equivalía a ocho reales del mismo metal.

EDUARDO MARTíN CUESTA

31

ALCABALAS DE COMISOS 737 3.672 SISA O NUEVO IMPUESTOREINTEGROS 224 1.152 DEPOSITOSALMOJARIFAZGOS 1.309 2.320 REPRESALIAALCABALAS REALES 18 303.441 DIVISORIA DE LIMITESALCABALAS MARITIMAS 5.697 62.502 SITUADOSVENTAS 160 542 EXPEDICION A MISIONESALCABALAS DE TIERRA 940 350 BULAS DE SANTA CRUZADAOFICIOS VENDIBLES Y RENUNCIABLES 570 442.832 TOTAL

PAPEL SELLADO 2.210TRIBUTOS REALES DE INDIOS 12.081

DIEZMOS REALES 2.300SISA O NUEVO IMPUESTO 13.495PULPERIAS 3.100DEPOSITOS 72.813MEDIA ANATA 1.598

MESADAS ECLESIASTICAS 165 436.864 EXISTENCIA de 1760PENAS DE CAMARA 95DIVISORIA DE LIMITES 307.490SITUADOS 62.268BULAS DE SANTA CRUZADA 122

AVERIA 29.926

TOTAL 879.696

Fuente: Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Argentina. Sala XIII, 12-1-8.

Si comparamos ambos cierres contables, observamos que la Caja de Buenos Aires no cierra con totales iguales, mientras que la de Jauja sí lo hace. El total de los cargos (Ingresos) supera a las datas (Egresos). Pero esto no significa que hubo un superávit de más de 400.000 pesos. El sistema de cargo y data, según lo interpretaban en la Caja de Buenos Aires (de manera diferente a como se entendía en Jauja), no permite ver el resultado anual, sino el acumulado. Entonces lo que revela la carta-cuenta de Buenos Aires es que las existencias del año anterior, comparadas con las del ejercicio actual, se incrementaron en más de 80.000 pesos de un año a otro. Lo mismo ocurre en el caso de la Caja de Jauja. Como se respetaba el sistema de registro de entrada y salida, es difícil observar las diferencias en los totales finales de las cuentas fiscales. Por otro lado, las cartas-cuenta permiten un acercamiento a los in-

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

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gresos fiscales si se observan los saldos finales de cada impuesto. También es posible observar los principales gastos. La posibilidad de aplicar el principio de devengado no estaba abierta para los contadores de la Real Hacienda, y esto implicaba que no pudieran registrarse ni las deudas ni los saldos a favor de manera más precisa.

Por las características del sistema contable de partida simple8, los gastos siempre eran (o debían ser) equivalentes a los ingresos. Por lo tanto, las fluc-tuaciones (o estabilidad) en los gastos corresponde a las fluctuaciones (o esta-bilidad) de los ingresos. Esto ocurría en la mayoría de las Cajas Americanas. La comparación de los cuadros 1 y 2 permite descubrir que en el caso de la Caja de Buenos Aires este principio no se respetó. Se cerraba el ejercicio fiscal sobre la base de los resultados acumulados.

En los cierres fiscales que se presentaron más arriba, se observa una discriminación de cada categoría de ingreso y egreso. A lo largo de los años, los criterios del plan de cuentas establecidos por la costumbre y las Leyes de Indias no fueron respetados por los sucesivos tesoreros y tenedores de libros porteños. De allí que las cuentas cambien de denominación o incluyan en sus saldos gastos o ingresos correspondientes a otras cuentas. Es el caso de las Alcabalas, que en 1760 aparecen discriminadas, y en otros períodos están subsumidas en la cuenta Real Hacienda.

John J. Tepaske y Herbert Klein9 editaron los cierres finales de las car-tas–cuenta, como los que se mostraron en las páginas anteriores, de todas las Cajas Reales Americanas desde la conquista hasta la independencia. Sobre la base de las cifras fiscales que resultan de los cuadros, explicaron las tendencias de los ingresos y gastos fiscales en el largo plazo para cada uno de los virrei-natos y para toda la colonia. Entendiendo que los ingresos de cada impuesto indican la evolución de la actividad/sector que pagaba el impuesto, con esas tendencias interpretaron la evolución de la economía en general10.

8 El sistema de partida simple implica anotar sólo las entradas y salidas de dinero. Las deudas y los créditos no pueden ser asentados en este sistema pero sí son considerados en el sistema de partida doble.

9 joHn tePasKe y HerBert KLeIn, The Royal Treasuries of the Spanish Empire in America, Durham, Duke University Press, 1982.

10 HerBert KLeIn, “La economía de la Nueva España, 1680-1809”, Historia Mexicana, N° 136, XXXIV: 4, 1985. Ver también: “Historia fiscal colonial: resultados y perspectivas”, Historia Mexicana, N° 166, XLII: 2, 1992; Las finanzas reales del virreinato del Perú, Lima, IEP, 1994; Las finanzas del Imperio Español: ingresos y gastos en México, Perú y Charcas, México, Instituto Mora, 1995; y “Las finanzas reales”, en Nueva Historia de la Nación Argen-tina, t. 3, cap. 15, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2001.

EDUARDO MARTíN CUESTA

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Analizando las cartas-cuenta de Jauja y Buenos Aires se entienden las críticas de Samuel Amaral11 y de Pedro Perez Herrero12 al trabajo de John J. Tepaske y H. Klein. En primer lugar, tanto la cuenta Real Hacienda, como algunas de las incluidas dentro de la Masa Común13, eran tanto emisoras como receptoras de fondos. Esto generaba las llamadas “transferencias” entre cuentas. Mediante este movimiento las partidas con fondos escasos recibían ingresos, que luego restituían. Pero ese mismo movimiento incrementaba el saldo de la cuenta. En consecuencia, se incrementaba tanto el monto del Cargo total (al recibir la transferencia) como la Data total (por la salida de la transferencia).

Esta diferencia en el tratamiento de las fuentes queda más clara en el debate que sostuvieron H. Klein y S. Amaral acerca de los ingresos y gastos de la Caja Real de Buenos Aires en 1790. El inicio de la discusión fue el artí-culo que Herbert Klein publicó en 1973, analizando los ingresos y egresos de la Caja Real de Buenos Aires en 1790, en base a los resúmenes finales de los libros de cartas – cuenta de ese mencionado año.

Samuel Amaral cuestionó el tratamiento que Klein le dio a las fuentes, utilizando las mismas cartas-cuenta, pero discriminando los ingresos y gastos con y sin transferencias financieras entre cuentas, y eliminando los movimien-tos financiero-contables interanuales. De allí que trabajara no sólo el año 1790, sino también el anterior y el posterior. Como ejemplo, se reproduce uno de los cuadros que construye Amaral:

11 samueL amaraL, op. cit..12 Perez Herrero, Pedro, “El crecimiento económico novohispano durante el siglo

XVIII”, en Revista de Historia Económica, Nº 1, vol. VIII, Madrid, FUNEP, 1989.13 “Masa Común” era una agrupación de ingresos que la Caja Real podía afectar a dife-

rentes gastos sin importar cuál fuera su origen.

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

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cuadro 3: caja reaL de Buenos aIres. cargo y data Por categorías, 1789-1791

Nota: a) incluye las transferencias entre cuentas; b) excluye las transferencias entre cuentas.Fuente: amaraL, samueL, “Public Expenditure Financing in the Colonial Treasury: An Analysis of the Real Caja de Buenos Aires Accounts, 1789-1791”, Hispanic Ameri-can Historical Review, Nº 2, Vol. 64, 1984, p. 290.

Las cifras reconstruidas por Amaral presentan diferencias sustantivas a los datos de Klein. Salvando algunas diferencias de cuentas, los totales de ingresos de la Real Caja de Buenos Aires son distintos, ya que Amaral depu-ró, obteniendo así los ingresos efectivos anuales. Este tratamiento le permitió observar con certeza los ingresos y gastos reales de los tres períodos.

Queda evidenciada la diferencia significativa entre trabajar con los resú-menes de las cartas-cuenta, y con los datos de cada asiento contable. Diferen-cia que se origina en que el sistema contable buscaba sólo la diferencia entre ingresos y egresos. El mismo sistema contable, al contemplar la posibilidad de transferencias financieras entre cuentas, no permitía conocer con exactitud el importe de ingresado o salido de cada cuenta.

EDUARDO MARTíN CUESTA

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Según la legislación las cartas-cuentas debían ser anuales14, pero en la práctica cada Caja Real realizaba los cierres cuando le era conveniente. Por ejemplo, muchas cajas cerraban de manera anual, pero no el 31 de diciembre sino el 24 de junio (Día de San Juan). Esto ocurría generalmente en los distri-tos con gran cantidad de población indígena, ya que los indígenas solían pagar el tributo en esa fecha. Otras confeccionaban cartas-cuentas de múltiples años (dos, tres y hasta siete años). En algunos casos, ni siquiera había un patrón de cierre fiscal, cualquier día de cualquier mes se cerraba el ejercicio, como fue el caso de la Caja de Buenos Aires. En ésta se presentaron cartas-cuenta que incluían desde 135 meses hasta otras de sólo un mes15.

Esto fue normalizado después de 1755, año en que se dio cumplimiento a la Real Orden de 1751 que ordenaba regularizar los períodos fiscales de las cartas-cuenta16. De allí en adelante, en la Caja Real de Buenos Aires los cierres se efectuaron el 31 de diciembre de cada año, con períodos fiscales de 12 meses.

La BurocracIa ImPosItIva coLonIaL17

En América Española, el sistema impositivo fue una extensión del sistema metropolitano, con algunas diferencias. En España se estructuraba vertical-mente, formándose la base de la pirámide con las Cajas Reales provinciales (oficinas menores de recaudación) alcanzando el vértice en la Tesorería Real de Madrid. Las primeras, además de recaudar, realizaban las erogaciones necesarias para el sostenimiento del aparato estatal. Los fondos sobrantes fluían hacia la Tesorería Real, donde se centralizaba la información fiscal. La Corona trasladó las instituciones fiscales metropolitanas a sus dominios ame-ricanos. Pero al mismo tiempo, intentó que esta estructura fuera más moderna y sujeta a la corona. Por ejemplo, las jurisdicciones fiscales fueron exclusivas. Las oficinas fiscales eran creadas o disueltas por orden real, rápidamente. Se abrían Cajas Reales en las ciudades con mayores ingresos fiscales, con el fin

14 Recopilación de Leyes de Indias, Libro 8, Título 1, ley 23.15 Para un detalle de los períodos abarcados por cada carta-cuenta, ver: eduardo martín

cuesta, Una economía colonial en crecimiento: el caso de Buenos Aires en el siglo XVIII, tesis de doctorado, inédita, Universidad de Buenos Aires, 2007.

16 juan de soLórzano PereIra, “Libro primero de la recopilación de las cédulas, cartas, provisiones y ordenanzas reales”, en Colección de Textos y Documentos para la Historia del Derecho Argentino, vol. 6., Buenos Aires, UBA, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 1945.

17 Ver carLos neWLand y martín cuesta, “Revueltas y Presión Impositiva en el Espa-cio Peruano, 1691-1790”, en Revista de Historia Económica, Nº 3, vol. 21, Madrid, FUNEP, 2003.

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

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de recaudar y pagar los gastos locales. El Estado español abría y cerraba Cajas según la importancia de las ciudades, por interés estratégico o por razones económicas. Estas oficinas fiscales debían remitir los caudales sobrantes y la información a las Cajas Principales, radicadas en las capitales virreinales. Las Cajas Principales finalmente remitían los fondos y los resúmenes de ingresos y gastos anuales a la metrópoli18.

La recaudación de los impuestos podía realizarse de varias maneras. Una era el arrendamiento, sistema por el cual una corporación o particular obtenía en subasta pública el derecho de recaudar a cambio de un canon anual. Otra era el encabezonamiento, que tenía lugar cuando la Real Hacienda cobraba el impuesto a una corporación o municipio sobre la base de una estimación, y este último distribuía la carga entre los contribuyentes. Estos sistemas fue-ron dejados de lado en la segunda mitad del siglo XVIII, por impulso de la corona.

Si se tiene en cuenta el tipo de impuesto, se pueden clasificar los ingresos sobre la base de las tres fuentes básicas: los impuestos a la producción (por ejemplo los quintos mineros19, diezmos, cobos, azogues de Almadén, Casa de Moneda), los impuestos sobre el comercio (Alcabalas, sisa y almojarifazgo) y el Tributo (capitación) indígena. Acerca de los impuestos a la producción minera debe tenerse en cuenta que eran considerados como regalías, ya que las minas formaban parte del patrimonio real.

En la segunda mitad del siglo XVIII cobraron gran importancia los ingresos por los monopolios o estancos (sal, tabaco, pólvora, naipes, papel sellado, etc.). En estos casos la Real Hacienda administraba la producción y distribución de los productos de manera exclusiva. Adicionalmente, la Corona conseguía ingresos extraordinarios de donativos y créditos por parte de las élites, corporaciones y las comunidades indígenas. Los ingresos se aplicaban a cubrir las erogaciones del estado colonial. Los oficiales de las Cajas Reales clasificaban los egresos en cuatro grandes categorías: Guerra, Administración, Extraordinarios y Remesas a Castilla. Este último egreso correspondía a los caudales que las Cajas Reales remitían a la península.

18 Para un análisis del gasto público de la Real Hacienda española véase: jacques BarBIer y KLeIn HerBert, “Las prioridades de un monarca ilustrado: El gasto público bajo el reinado de Carlos III”, Revista de Historia Económica, 3:3, 1985, pp. 473-495. Para un estudio de la estructura fiscal, véase: francIsco comín y gaBrIeL torteLLa, “Fiscal and Monetary Insti-tutions in Spain (1600-1900)”, en m. Bordo y roBerto cortés conde (comps.), Transferring Wealth and Power from the Old to the New…, cit., 2001.

19 Aunque debe aclararse que el Quinto era una regalía que debían pagar los productores mineros al Rey, en concepto de explotación de recursos cuya propiedad era de la Corona.

EDUARDO MARTíN CUESTA

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Las cartas-cuenta eran la información fiscal básica que circulaba por el entramado burocrático colonial y eran confeccionadas por los tesoreros de las Cajas Reales20. La estructura administrativa descansaba sobre la existencia de estas oficinas de recaudación y pago de las erogaciones locales. La base de la pirámide estaba ocupada por las Cajas Reales subrogantes, que debían remitir los excedentes resultantes de la diferencia entre la recaudación y los gastos a las Cajas Principales. Allí se reunía la información fiscal (y el metálico) para enviarlo a la península21. En el caso del Río de la Plata, el gobernador (hasta 1776) tenía facultades directas de tomar los cierres de cuentas de las Cajas de la Gobernación, para luego enviarlas al Tribunal de Cuentas de Lima22. El procedimiento puede esquematizarse de la siguiente manera:

cuadro 4: regIstro y cIrcuLacIón de InformacIón en La estructura fIscaL coLonIaL

En la Caja Real de Buenos Aires:

Libro Diario

Libros Manuales: -Real Hacienda -Nuevo Impuesto -Oficios -etc.

-Pago -Cobro -Remesa recibida -Remesa enviada -Reintegro

Carta Cuenta (resumen)

Tribunal de Cuentas

(En Lima hasta 1764 y en Buenos Aires desde esa fecha hasta el fin de la colonia)

Caja Real de Sevilla - Consejo de Indias

20 Recopilación de Leyes de Indias, Libro 8, Título 6.21 HerBet KLeIn, “Las finanzas reales”, en Nueva Historia de la Nación Argentina, t. 3,

cap. 15, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2001.22 Hasta la creación del Virreinato, la Caja Real de Buenos Aires subrogaba a la Caja

Real de Lima. Después de 1776, la Caja Real de Buenos Aires subrogaba directamente a la Península.

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

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El organismo encargado del contralor de las finanzas públicas y de las Cajas Reales era el Tribunal de Cuentas23. Auditaba todas las Cajas Reales a su cargo y enviaba las cartas-cuentas finales al Consejo de Indias. Los contadores que lo integraban tenían amplias atribuciones. En un principio, sólo había tres tribunales en la América española: México, Lima y Santa Fe (Nueva Granada - Colombia)24.

Las autoridades fiscales, en cuanto a la administración fiscal, eran el virrey, el presidente de la Audiencia y el gobernador en ese orden de jerar-quía. Estaban facultados para arrendar algunos impuestos si lo consideraban conveniente (es el caso de la Alcabala y el Almojarifazgo). Las atribuciones con respecto a determinar la base imponible y la alícuota no eran claras en la legislación. Sin embargo, no hay duda de que la autoridad máxima fiscal era el rey. Otra autoridad con potestades fiscales era el visitador. Cuando esta au-toridad era investida directamente por el Rey, parece haber tenido la autoridad para modificar tanto la base imponible como la alícuota25.

eL sIstema contaBLe de La reaL HacIenda coLonIaL

En términos generales, se puede ofrecer una clasificación de las cuentas fiscales según el ordenamiento que se observa en las fuentes26. Éstas se clasi-ficaban en tres grandes grupos de ingresos, llamados también “Ramos”. Los mismos eran “Real Hacienda”, “Particulares” y “Ajenos”27.

Los ingresos del Ramo de Real Hacienda eran de carácter general; enten-didos como los impuestos básicos del sistema, eran objeto de manipulaciones contables varias. Por ejemplo, una parte de estos ingresos integraban la “Masa Común”, o Real Hacienda en Común. Esta denominación implicaba que todos los fondos ingresados podían confundirse en un fondo común, el que era uti-lizado para solventar diferentes erogaciones del Estado en la región.

23 Recopilación de Leyes de Indias, Libro 8, Título 29, ley 29.24 En el siglo XVII, por motivos de demora en la comunicación entre la metrópoli y Lima,

se había permitido a los oficiales del Tribunal de Cuentas de Lima rendir sus cartas-cuenta finales con el ritmo de la llegada de las Armadas o flotas de galeones, aunque en la práctica las cartas-cuenta se retrasaban por la demora de las Cajas subrogadas. A lo largo del período colonial se instalaron más tribunales y en Buenos Aires también se instaló uno a fines del siglo XVIII.

25 Es el caso de la Visita de Areche al Virreinato del Perú a fines de la década de 1770.26 Esta clasificación es la utilizada para los informes de los Virreyes del Perú al Ministro

de Indias. Memorias de los Virreyes del Perú, t. 5, Lima, Bailly, 1859.27 gasPar escaLona agüero, Gazofilacio Real del Perú, La Paz, Imprenta del Estado, 1ª

edición: 1775, reimpresión: 1944.

EDUARDO MARTíN CUESTA

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Los impuestos que integraban esta categoría o “Ramo”, eran generalmente los impuestos a la minería, los Novenos Reales, la Alcabala y el Almojarifaz-go, y los Tributos indígenas.

Los ingresos del Ramo de Particulares se caracterizaban por no poder ser utilizados para cualquier gasto del erario público. Sólo podían afectarse a los gastos generados por la recaudación de esos mismos impuestos. El remanente debía enviarse a la Caja Real superior para luego ser remitido a España. Los impuestos que integraban esta categoría eran las Mesadas y la Media Anata, las Vacantes, los generados por el comercio del Azogue de Almadén, los In-válidos, y los diferentes monopolios (Naipes, Papel, Tabacos, etc.).

Los ingresos del Ramo de Ajenos se caracterizaban por su origen. Nacían de actividades no regulares de la Caja Real, o de actividades de entidades no pertenecientes a la Caja Real. Por ello, la oficina fiscal no consideraba estos ingresos como “propios”, en principio. Estas entradas eran susceptibles de reintegro a los depositantes o entidades que realizaban el aporte.

Los impuestos que integraban esta categoría eran los Expolios, el Monte Pío, los Decomisos, las Temporalidades, el Contrabando, los Depósitos, las Represalias, etc.

Puede entenderse que esta división de los ingresos fue concebida conside-rando los diferentes grados de obligación que las Cajas Reales tenían con cada tipo de ingreso. Unos eran para solventar al Estado en la esfera local y otros eran privativos de la Corona. Estos últimos eran los que la Caja Real recibía, pero tenían que ser utilizados para fines determinados.

Los egresos eran clasificados de maneras diferentes, según fueran infor-mes de los virreyes o información de la Caja Real. Las Memorias de los Virre-yes solían clasificar los egresos en Sueldos y Gastos de Real Hacienda, Sueldos y Gastos de Guerra, y Sueldos, Pensiones y Gastos de Ramos Particulares.

Según las Cajas Reales, los gastos se discriminaban por Ramo, y dentro de cada Ramo se asentaban los egresos partida por partida, lo que puede verse en las cartas-cuenta de Buenos Aires y Jauja, presentadas en los cuadros 1 y 2.

Existieron variantes sobre este Plan de Cuentas, según las épocas y las regiones; algunas de ellas fueron explicadas por Klein28 y por Amaral29.

28 HerBert KLeIn, “Structure and Profitability of Royal Finance in the Vice royalty of the Río de la Plata in 1790”, en Hispanic American Historical Review, Nº3, v. 53, 1973, pp. 440-470.

29 samueL amaraL, op. cit.

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

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PrIncIPaLes Ingresos y egresos de La caja reaL de Buenos aIres

Las cartas-cuenta de la Caja Real de Buenos Aires muestran que los ingre-sos fiscales dependían de unos pocos rubros. Los ingresos por minería fueron importantes sólo después de la creación del virreinato, debido a que éste tenía dentro de su jurisdicción las zonas mineras de las tierras altas (Potosí). Los resultados de las ventas de cargos (Media Anata, Mesada, Oficios, Vacantes) y los ingresos por Papel Sellado fueron irregulares a lo largo del tiempo.

Los comisos y los resultados del tráfico naval ilícito tuvieron fuertes caídas cíclicas aunque en ciertos años aportaron una parte importante de los ingresos. En cambio, los impuestos al comercio tuvieron una continuidad y progresión importante (Alcabalas, Pulperías, Vino, Yerba). El gravamen al co-mercio exterior (Almojarifazgo)30 se cobraba del resultado de las mercaderías incautadas o decomisadas a los contrabandistas hasta 1778. De allí en adelante corresponderá a la Aduana el cobro de este impuesto, sobre el comercio ya legalizado.

Los ingresos por tributos también eran importantes, mostrando una continuidad a lo largo de todo el período. Antes de la creación del Virreinato, los indios tributarios pertenecían a la reducción de Quilmes o a las misiones guaraníes. Con la instalación de las oficinas y autoridades virreinales, los tributos indígenas comenzaron a llegar desde todas las Cajas del Virreinato con población nativa en su área de influencia. Por otra parte, los ingresos por donativos a la Corona sólo tuvieron montos elevados en años determinados, en especial en la década de 1790.

Con respecto a los egresos, las principales cuentas eran: Real Hacienda (sueldos, gastos de papelería, etc.), Sueldos (esta cuenta aparece cuando no se asignan a Real Hacienda), Guerra (esta cuenta era independiente de Situados, y sólo en coyunturas bélicas), Represalias (a los ingleses y franceses), Marina (mantenimiento de navíos de guerra, navíos correo u otros navíos de Su Ma-jestad), y Divisoria de límites (muy importante de 1753 a 1762 y de 1783 al fin del período). Por último, Gastos Generales es una cuenta que aparece desde 1776 con la creación del virreinato y suma importantes montos.

metodoLogía

Los datos fueron extraídos directamente de las cartas-cuenta, disponibles en el Archivo General de la Nación. Trabajar sobre las fuentes permitió discri-

30 Es sugerente que aún siendo Buenos Aires un puerto cerrado al tráfico ultramarino, la cuenta Almojarifazgo comienza a registrarse separada de la Masa Común ya desde 1752.

EDUARDO MARTíN CUESTA

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minar las transferencias contables entre cuentas de los ingresos y egresos rea-les, al mismo tiempo que se pudo trabajar con períodos anuales. Conociendo el sistema de registración, se realizó un depuramiento de la información de las cartas-cuenta. En principio, se eliminaron las cuentas de movimiento (Alcan-ces de Cuenta, Existencias, etc.) y las cuentas correspondientes a ingresos o egresos financieros (Depósitos, Debido de Cobrar, etc.). De esta manera sólo se consideraron las partidas de gastos o egresos efectivos. Al haber relevado los asientos uno por uno, se pudo considerar sólo los ingresos y egresos de cada impuesto, y de esta manera calcular el ingreso y egreso total.

El relevamiento de la información se realizó de manera completa para los años entre 1700 y 1728, 1755, 1758 a 1764, 1767, 1769, 1773, 1775 a 1781, 1784, 1789, 1792, 1796 y 1798. La selección se basó en la relevancia de esos años debido a la coyuntura bélica internacional. Los gráficos presentan los datos en pesos de a ocho reales. Teniendo en cuenta que la selección de los años no permitió una continuidad en la serie de datos, y también con el objetivo de obtener una aproximación a la tendencia de las series a lo largo del siglo, las series de ingresos y egresos fiscales son graficadas con sus correspondientes tendencias.

Los gastos fueron tomados considerando los gastos de guerra, los sueldos y los gastos generales. El situado no fue incluido, ya que se lo considera una erogación discriminada con destino predeterminado (tal como aparece en las fuentes). Con respecto a los gastos en administración, se incluyeron tanto los gastos generales como los sueldos. Como ingresos se consideraron todas las cuentas de impuestos (Alcabalas, Almojarifazgo, Comisos, Novenos, etc.) y nuevamente el situado se colocó en una categoría aparte.

Se observarán tres variables de análisis. En primer lugar, el impuesto de Alcabalas, pues las cifras de recaudación de este impuesto son importantes como indicador del tráfico comercial. Las cifras de ingresos de este ramo están depuradas de las transferencias.

La segunda categoría es el Situado. Se debe mencionar que desde 1780 hasta 1800 el ingreso por Situado apareció integrado en la cuenta Otras Teso-rerías, que incluía también los ingresos de Aduana (que cobraba los impuestos de Alcabalas y Almojarifazgo)31. Por ello se consideraron como Situado a los asientos que registraban las entradas de metálico procedente de la Caja Real de Potosí. Para los años de 1707, 1714 y 1716, se consideró como situado a las remesas de la Caja de Santa Fe, ya que compensaron la ausencia de envíos potosinos.

31 Esto ya fue descrito por HaLPerín dongHI, t., op. cit.

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

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Además se prestó importancia a los Donativos a la Corona, a fines com-parativos con otros espacios, y también como medida del avance del impulso fiscal colonial.

La última serie calculada y considerada es la de Ingresos y Egresos de la Caja de Buenos Aires, con y sin los Situados. Sobre ello se calculó el porcen-taje que significaba el Situado sobre los ingresos de la Caja Real de Buenos Aires32.

Finalmente, se presentan algunas cifras per capita, a partir de las cifras de población por año33. Los cálculos per capita son tomados con precaución. Primero, porque se sospecha que la ciudad contaba con un gran caudal de po-blación flotante (“transeúntes o estantes”), la que no está siempre presente en los datos. En segundo lugar, las fuertes fluctuaciones en los ingresos fiscales (incluyendo o no el Situado) provocan grandes variaciones en los datos per capita.

Las aLcaBaLas

Antes de observar la evolución del ingreso fiscal por este impuesto al comercio deben hacerse algunas aclaraciones. En el caso de Buenos Aires, la Alcabala se cobraba por el ingreso y salida de mercaderías por vía terrestre (“Alcabala Terrestre”), así como por el ingreso de mercaderías de ultramar (“Alcabalas Marítimas”). También existieron otras variantes menores, como Alcabalas de Escrituras, de Mulas o de Pulperías, pero no fueron relevantes en monto de ingresos. Siendo similar a un impuesto al comercio interno, se cobraba por toda venta realizada en el área comprendida por la jurisdicción fiscal. En el caso de mercaderías de ultramar, éstas sufrían la imposición del Almojarifazgo al entrar a tierras americanas. Más adelante las mismas mer-caderías estaban alcanzadas por el impuesto de Alcabala en el momento de la venta.

Dentro de los diferentes tipos de Alcabala existentes, las más importantes eran las Alcabalas Terrestres. Éstas fueron arrendadas al Cabildo desde prin-cipios del siglo XVIII hasta 1729. Desde 1729 a 1734 fueron arrendadas a un particular, Manuel Ponce. A partir de ese año, el Cabildo no volvió a adminis-trar este impuesto. Más tarde, los arrendatarios particulares Jacinto de Aldao y Miguel Gerónimo Ruiz, adquirieron el remate del derecho por una cifra

32 A los datos presentados en los gráficos se les calculó la media móvil de cinco años para observar las tendencias de los datos.

33 Ver e. martín cuesta, “Aspectos económicos de la población porteña en el siglo XVIII”, en Papeles de Población, vol. 49, México, UNAM, 2006.

EDUARDO MARTíN CUESTA

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similar, $50.900 y $50.500 en 1733 y 1738, respectivamente. Tomás de Arroyo y Esquivel fue el arrendatario entre 1742 y 1745. Este último se vio complica-do en la recaudación por la reducción que se mandó hacer del gravamen del 4% al 2%. Declaró haber recaudado los dos primeros años, unos $23.600 y los dos últimos, ya sólo por un 2%, unos $5.460. En el período 1746-1755, las Alcabalas Terrestres estuvieron arrendadas a Agustín de Garfias. A partir del estudio de Oscar Trujillo, quien trabajó sobre este arrendatario, conocemos algunas cifras de recaudación del impuesto entre 1746 y 1755, el valor a que fue arrendado y las diferencias entre lo pagado y lo cobrado por el receptor34. Sin embargo, nuestros datos discrepan con los de Trujillo en dos puntos: el arriendo de Jacinto de Aldao implicó cuatro pagos de $6.490 (que no alcanzan los $50.900 declarados), y de 1738 a 1742, el arrendatario de nuestros libros es Gaspar de Bustamante.

Desde 1746 a 1749 la carta-cuenta incluye el pago del arriendo dentro de Alcabalas Reales. Desde 1749 hasta 1754 aparecen las Alcabalas Terrestres en la cuenta “Alcabalas de Arrendamiento”. En 1755 vuelven a aparecer como Al-cabalas Reales, y desde 1756 a 1760 se transforman en Alcabalas de la Tierra. Desde la última fecha en adelante serán sólo “Alcabalas Reales”. Esto es una demostración de la versatilidad con que se manejaban los funcionarios de la Caja Real a la hora de registrar los ingresos fiscales.

En el Gráfico 1: Ingresos por Alcabalas Terrestres, sólo se tomaron los datos hasta 1764 ya que con posterioridad a esa fecha los asientos contabilizan conjuntamente las Alcabalas Terrestres y las Alcabalas Marítimas. Sólo en el año 1768, y entre 1776 y 1778 aparecen por separado las cuentas Alcabalas Terrestres y Alcabalas Marítimas. Desde 1779 la recaudación pasó a ser res-ponsabilidad de la Aduana de Buenos Aires. En consecuencia, la carta-cuenta sólo hace referencia a la nueva cuenta “Aduana de Buenos Aires”, que subsu-mía las diferentes Alcabalas. Desde 1781 aparece la cuenta “Otras Tesorerías”, que desde 1784 incluyó las remesas desde la Aduana (incluidos Alcabalas y Almojarifazgo).

34 oscar trujILLo, “El negocio de la recaudación: Las Alcabalas Terrestres en Buenos Aires (1746-1760)”, ponencia presentada en las Jornadas “Los comerciantes como empresarios, siglos XVIII al XX”, Universidad Argentina de la Empresa, noviembre de 2002.

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

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grÁfIco 1

Ingresos por Alcabalas (en pesos de a ocho reales)

0

5000

10000

15000

20000

25000

1700

1702

1704

1706

1708

1710

1712

1714

1716

1718

1720

1722

1724

1726

1728

1730

1732

1734

1736

1738

1740

1742

1744

1746

1748

1750

1752

1754

1756

1758

1760

1762

1764

año

Pes

os

Fuentes: Archivo General de la Nación, Sala XIII, 14-1-1/8 y Sala XIII, 14-2-1/8. Y trujILLo, oscar, ibídem, 2002.

La serie nos muestra un incremento constante de la recaudación, que supera definitivamente los $5.000 en 1730. Esto se puede explicar por el au-mento del tráfico mercantil, con navíos que llegan de manera más regular en esta década. Además el aumento de este ramo es importante para los ingresos de la Caja Real, aunque no supera el 20% de los ingresos fiscales en ningún momento. Si excluimos la caída en 1759, debida al retraso en el pago por parte del arrendador, observamos que la recaudación crece de manera regular, desde $3.000 en 1729 hasta $22.000 en 1760.

Por otro lado, parte del incremento de la década de 1750 se debe explicar por la llegada de una gran cantidad de navíos a la ciudad. Se puede comprobar esto en el aumento de la recaudación por Almojarifazgo.

A primera vista, parecería que la evolución de este ramo estuviera ligada a las condiciones económicas del interior del espacio rioplatense. El ascenso de la década de 1710 coincide con un auge de los mercados del interior, tanto como la caída después de 1720 se puede relacionar con la epidemia de viruela

EDUARDO MARTíN CUESTA

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que azotó el área en esos años35. Sin embargo, es preferible detenerse en el análisis de la serie para resaltar el efecto que este incremento pudo significar para las finanzas públicas. Entre 1700 y 1760 el ingreso se multiplicó por diez. Tamaño crecimiento debió haber sido un síntoma del desarrollo del comercio más que de la eficacia de los recaudadores. En cualquiera de los casos, puso a disposición del erario un flujo de metálico cada vez mayor. Éste, en algunos casos, debió ser importante como medio de atesorar reservas a utilizar en los años en que los gastos superaran a los ingresos, como analizaremos más adelante.

El alto valor de 1756 se debe al incremento del comercio, que está rela-cionado con el ingreso de mayor cantidad de navíos al estuario rioplatense. La caída de 1759 se debe a la reducción del monto pagado por Garfias a menos de la mitad de lo estipulado en el arriendo, lo que produjo una reducción sustan-cial en la cuenta Alcabalas Terrestres.

El aumento de los valores de remate de la Alcabala durante las décadas de 1740 y 1750 demuestra que está en crecimiento tanto la actividad gravada que era el comercio interno, como también el comercio de importación. Si bien puede haber, en parte, un incremento de la eficacia de la recaudación, el he-cho de que en la puja de ponentes el precio suba, indica que los contendientes conocen el valor real del tráfico mercantil gravado.

eL sItuado

El Gráfico 2 muestra los ingresos por Situado de la Caja Real de Buenos Aires desde el año 1700 hasta el año 1800. Por ejemplo, en 1736 llegó una partida de $100.000 para desalojar a Colonia, y en 1742 una remesa de casi $300.000 para la guerra en la Banda Oriental. Un incremento similar se pro-duce entre 1753 y 1755.

35 Se presume que esta epidemia ingresó a América procedente de un buque negrero, expandiéndose rápidamente hacia el Alto Perú.

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

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grÁfIco 2

Ingreso por Situados (en pesos de a ocho reales)

0

500000

1000000

1500000

2000000

2500000

3000000

1700

1703

1706

1709

1712

1715

1718

1721

1724

1727

1730

1733

1736

1739

1742

1745

1748

1751

1754

1757

1760

1763

1766

1769

1772

1775

1778

1781

1784

1787

1790

1793

1796

1799

año

pes

os

Fuentes: Archivo General de la Nación, Sala XIII, 14-1-1/8 y Sala XIII, 14-2-1/8.

El Situado comienza a incrementarse a partir de 1760, en que inicia una escalada ascendente que lo lleva a superar los $300.000 en 1762 y a cruzar el límite de $500.000 anuales en 1766. Los valores más altos registrados (1778) se explican por los casi tres millones de pesos para la armada de Cevallos.

Por otro lado, el gráfico también muestra qué porcentaje de los ingresos totales de la Caja Real de Buenos Aires representaba el Situado de manera anual. Se observa que este ingreso sufrió algunos incrementos importantes, en relación con los ingresos, en años determinados.

La participación del Situado en los ingresos de la Caja Real pareciera no haber sido regular a lo largo del período. En el comienzo de la serie, el Situado está destinado a la conquista de Colonia. El incremento de la década de 1760 también se explica por la actividad bélica en la Banda Oriental. Asimismo, hay otro aumento de la partida Situados con la creación del Virreinato, y las necesidades de sostener el costo de la armada de Cevallos (1778). Los picos intermedios también coinciden en alto grado con movimientos de tropas en la zona rioplatense. A grandes rasgos se observa que a principios de siglo el

EDUARDO MARTíN CUESTA

47

aporte del Situado a los ingresos fue importante, disminuyó a mediados de siglo, y creció hacia el final del período.

grÁfIco 3

Participación del Situado en los Ingresos Totales (en %)

0%

10%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

1700

1703

1706

1709

1712

1715

1718

1721

1724

1727

1730

1733

1736

1739

1742

1745

1748

1751

1754

1757

1760

1763

1766

1769

1772

1775

1778

1781

1784

1787

1790

1793

1796

1799

año

%

Fuentes: Archivo General de la Nación, Sala XIII, 14-1-1/8 y Sala XIII, 14-2-1/8.

Con especial interés se observa que entre 1705 y 1764 la participación del Situado en los ingresos fue algunas veces menor al 60%36. Esto podría haber sido causado por dos factores. En primer lugar, una reducción de la presencia militar en la zona. Una alternativa es que los ingresos fiscales hubieran au-mentado mientras el Situado se mantenía constante. Más adelante se mostrará que esta segunda hipótesis es más plausible. De todas maneras, se evidencia que durante un largo período del siglo XVIII la remesa potosina no fue tan importante como lo fue en el siglo XVII, o como lo sería en las últimas déca-das del XVIII. En especial entre 1776-1778, dicho envío sobrepasó el 90% de los ingresos, lo que se explica por las necesidades de la Corona de financiar el gran contingente armado que arribó al Río de la Plata en esos años.

A partir del estudio de las cartas-cuenta, surge la conclusión de que el Situado tenía una aplicación directa: el pago de los gastos de la guarnición militar que consistían, casi en su totalidad, en sueldos. Por supuesto, hay que

36 Así fue en veintitrés años de la totalidad de la muestra.

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

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descontar el porcentaje que correspondía al situadista y otro pequeño porcen-taje de diferencia entre lo recibido y lo pagado37.

Durante el período considerado, y observando los picos del gráfico, po-demos decir que los conflictos en la zona rioplatense afectaban el ingreso y el gasto de Situados de manera sustantiva. Los aumentos más importantes ocu-rrieron con las guerras en la Banda Oriental, contra los portugueses. También debe tenerse en cuenta que el pago de las obligaciones militares era una de las razones de ser del aparato burocrático en el Río de la Plata.

Los donatIvos a La corona

Este ingreso, según Carlos Marichal38, fue importante para el erario pú-blico mexicano durante la última parte del período colonial. Incluso observa que una parte sustantiva del incremento de la presión fiscal española sobre la colonia novohispana se canalizó por esta vía. Una visión opuesta puede ob-servarse en el trabajo de Halperín Donghi, pero sobre las finanzas del período virreinal en Buenos Aires39. Éste último afirma que el aporte de los Donati-vos a las finanzas reales no fue significativo. Esta discrepancia quizá pueda deberse a que Halperín Donghi realiza cálculos quinquenales, siendo que los donativos fueron en años específicos.

La siguiente tabla muestra las cifras de los Donativos a la Corona efec-tuados por el Río de la Plata en los años en que se realizó:

37 También se debe considerar alguna que otra malversación de fondos, como la realizada por Belgrano Perez. Ver el trabajo de jorge geLman, De mercachifle a gran comerciante, Se-villa, Universidad de Andalucía, 1995. Para una revisión sobre el tema, ver: eduardo saguIer, “La Conducción de los Caudales de Oro y Plata como Mecanismos de Corrupción. El Caso del Situado asignado a Buenos Aires por las Cajas Reales de Potosí en el Siglo XVIII”, Historia, 24, Santiago de Chile, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1989, pp. 287-317. BIrocco, carLos, “Los militares del Presidio de Buenos Aires durante la Guerra de Sucesión Española (1700-1714): demoras en la llegada del Situado, corrupción y comercio”, ponencia presentada en las Jornadas “Los comerciantes como empresarios, siglos XVII al XX”, organizadas por la Universidad Argentina de la Empresa, 18, 19 y 20 de noviembre de 2002.

38 carLos marIcHaL, La bancarrota del virreinato: Nueva España, las finanzas del Im-perio Español, 1780-1810, México, Fondo de Cultura de México, 1999.

39 T. HaLPerín dongHI, op. cit.

EDUARDO MARTíN CUESTA

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taBLa 1: Ingresos Por donatIvos a La corona

Año 1710 1712 1714 1715 1786 1787 1788 1790 1793 1794

$ 13.518 1.519 1.919 3.546 865 1.017 1.001 12 39.664 153.738

Año 1.795 1.796 1.797 1.798 1.799 1.800

$ 57.020 16.784 5.069 89 196.183 49.219

Fuente: AGN, Sala XIII, 14-1-1/8 y 14-2-1/8.

Los datos de la Caja Real de Buenos Aires indican que fue un ingreso importante en determinados años; en 1794 y 1799 este ingreso llegó a cifras que rondaban los $140.000 y $200.000 respectivamente40.

Se observa que hay un incremento sustantivo de los ingresos fiscales no regulares en la década de 1790. Esto estaría señalando que también llegó al Río de la Plata el incremento de la presión fiscal del Estado español sobre las colonias en las últimas décadas independientes.

¿La caja reaL de Buenos aIres era defIcItarIa?

Moutoukias y otros ya habían advertido que las cuentas fiscales podían estar mostrando un aumento de la eficacia fiscal en el caso porteño 41. En este mismo sentido, la Real Orden de 1751 así como otras medidas similares42 mos-trarían las intenciones de reforma fiscal por parte de España. Sin embargo, no hay que dejar de lado que el incremento de los ingresos fiscales debió también estar reflejando el incremento de la actividad económica.

A continuación, en el Gráfico 4 se presenta la evolución del ingreso fiscal total en la Caja Real de Buenos Aires a lo largo del siglo XVIII.

40 AGN, Sala XIII, 14-2-6.41 zacarías moutouKIas, “El crecimiento en una economía colonial del antiguo régimen:

reformismo y sector externo en el Río de la Plata”, en Arquivos do Centro Cultural Calaste Gulbenkian, vol. 34, Lisboa-París, 1995, pp. 771-813.

42 carLos neWLand y martín cuesta, op. cit.

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

50

grÁfIco 4

Ingresos de la Caja Real de Buenos Aires (en pesos de a ocho reales)

0

500000

1000000

1500000

2000000

2500000

3000000

3500000

1700 1705 1710 1715 1720 1725 1730 1735 1740 1745 1750 1755 1760 1765 1770 1775 1780 1785 1790 1795 1800

año

pes

os

Fuente: AGN, Sala XIII, 14 - 1 - 1/8, y Sala XIII, 14 - 2 - 1/8.

La serie permite observar que los ingresos fiscales comienzan a incremen-tarse de manera clara desde 1750. Pero hay que considerar que los altos valores de algunos años, como 1778, corresponden al ingreso por Situado, como se presentó en el Gráfico correspondiente. Teniendo en cuenta la participación del Situado demostrada anteriormente, y que ésta fue muy variable a lo largo del siglo, es conveniente calcular los ingresos fiscales sin “Situados”.

Existe un consenso bastante amplio en la historiografía económica, acer-ca de la dependencia de la Real Hacienda porteña con respecto al Situado o remesas de Potosí. Por ejemplo, según T. Halperín Donghi43, para el período 1791-1795, sólo el 27% de la recaudación correspondía a ingresos locales. El resto provenía de Otras Tesorerías, en especial de Potosí.

Sin embargo, si se calcula el gasto exclusivamente local, sin el gasto mi-litar de frontera imperial pero sí el gasto militar local (incluidas las milicias y la defensa de la frontera litoral), éstos significaron el 28% de los gastos totales.

43 T. HaLPerín dongHI, op. cit.

EDUARDO MARTíN CUESTA

51

De allí que se podría decir que los ingresos locales eran suficientes para cubrir los gastos locales.

¿A qué se afectó el resto del ingreso? Un 33% se remitió a la metrópoli o a otras cajas. El restante 39% se aplicó a sostener el gasto militar en las zonas de frontera (Malvinas, Patagonia, Paraguay y expediciones militares varias). Esto nos sugiere que casi un 75% de los gastos correspondió a salidas de metálico fuera de la región bonaerense.

Estos datos parecen mostrar que las transferencias de otras cajas eran, de hecho, afectadas al mantenimiento del gasto militar en la frontera sur del Imperio Español en América así como también eran remitidas a la metrópoli. Pero no parecen haber sostenido el aparato burocrático - militar localizado en la ciudad porteña.

Este gasto militar en las zonas de frontera fuera del Río de la Plata era el que justificaba las transferencias y el Situado. La importancia de la Caja de Buenos Aires radicaba, en gran parte, en la función de solventar estas eroga-ciones, consideradas estratégicas por la Corona española.

Los datos quinquenales editados por T. Halperín Donghi en Guerra y Finanzas44 cubren sólo la última parte del siglo XVIII. Para afirmar la hipó-tesis planteada en el párrafo anterior, con los datos anuales de que se dispone, se hace necesario observar el comportamiento de los ingresos y gastos a lo largo del siglo XVIII de la Caja Real de Buenos Aires, excluido el Situado y los gastos militares.

44 T. HaLPerín dongHI, op. cit.

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

52

grÁfIco 5

Diferencia entre ingresos y egresos de la Caja Real de Buenos Aires (sin Situados y gastos militares, en pesos de a ocho reales)

-200,000

-150,000

-100,000

-50,000

0

50,000

100,000

150,000

200,000

1700

1703

1706

1709

1712

1715

1718

1721

1724

1727

1730

1733

1736

1739

1742

1745

1748

1751

1754

1757

1760

1763

1766

1769

1772

1775

1778

1781

1784

1787

1790

1793

año

pes

os

Fuente: AGN, Sala XIII, 14 - 1 - 1/8, y Sala XIII, 14 - 2 - 1/8.

En los datos de base para este Gráfico no se consideraron el Situado de Potosí, ni los ingresos de otras tesorerías. En la parte de egresos, no se con-sideraron los gastos militares externos. Observando los años deficitarios, se podría pensar que son estas transferencias las que explican en parte su finan-ciamiento, especialmente a finales de la década de 1710 y entre 1750 y 1760. Aunque también es posible que parte del déficit fuera sostenido mediante la utilización de los saldos positivos de los años con superávit.

El primer aumento importante en los gastos se produce en 1753, por la partida de Guerra y Divisoria de Límites, superando los $300.000 en 1754 y llegando a $800.000 en 1755. En 1763 desaparece la cuenta Divisoria de Límites, pero el gasto total se mantiene constante ya que aparece la Partida de Guerra, por un monto similar y se incrementa al doble Real Hacienda. Los años posteriores muestran un incremento en los gastos de guerra por la ocupación de la Banda Oriental. Desde 1780 los gastos militares entraron en la partida de sueldos.

Pero lo más llamativo es la comprobación de que los ingresos fiscales alcanzaron a cubrir los gastos en la mayoría de los años considerados. Esto

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demuestra que la Caja de Buenos Aires no era deficitaria si se excluyen los gastos militares.

Debe considerarse que es probable que los impuestos sobre el comercio gravaran mayormente los productos que se “reexportaban” hacia el interior o el Alto Perú. Por ejemplo, el gran superávit de 1763 se origina en una excep-cional recaudación por Almojarifazgo.

A partir de la observación del Gráfico, se ve que la Caja de Buenos Aires no dependía del Situado de Potosí para sostener los gastos locales. Pero sí para hacer frente a los egresos derivados de las operaciones militares de la frontera sur atlántica del imperio español.

El incremento de los resultados fiscales positivos, de modo tentativo, podría explicarse por el aumento del tráfico comercial de ultramar. La llegada de navíos de registro se incrementa desde inicios de la década de 174045. En consecuencia, se habría producido un aumento en la recaudación por Alcaba-las y Almojarifazgos, tal como se comprueba en las cuentas. Asimismo, parte del déficit se explica por la caída en los ingresos producida por un corte del tráfico marítimo.

Disponiendo de la información de los ingresos fiscales y de estimaciones fiables de población año por año46, se presenta a continuación una estimación de la presión fiscal per capita.

Los datos indican una alta presión fiscal per capita a lo largo de todo el siglo, llegando a los 16 pesos de a ocho reales por habitante en la década de 1710, y con piso en 5 pesos per capita en la década de 1740. La presión fiscal parece haber aumentado a principios de siglo, para luego descender hacia 1750 y de allí en adelante ascender hasta 1770, para luego caer en un valor de 10 pesos por habitante.

45 fernando jumar, Le commerce atlantique au Río de la Plata, 1680-1778, Villenueve-d’Asq (Francia), Presses Universitaires du Septentrion, 2002.

46 Datos de la población de Buenos Aires en el siglo XVIII en: eduardo martín cuesta, “Evolución de la Población y la Estructura Ocupacional de Buenos Aires en el siglo XVIII, 1700-1810”, Papeles de Población, Nº 49, México, UAEM, 2008, pp. 205-238.

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

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taBLa 2: PresIón fIscaL per capiTa en Buenos aIres (medIa Por década) en Pesos de a ocHo reaLes

Década 1700-1709

1710 -1719

1720-1729

1730 -1739

1740-1749

1750-1759

1760-1769

1770-1779

1780-1789

1790-1799

$ 9 16 8 9 5 12 15 7 9 10

Fuente: AGN, Sala XIII, 14 - 1 - 1/8, y Sala XIII, 14 - 2 - 1/8. Datos de población de: cuesta, eduardo martín, “Evolución de la Población y la Estructura Ocupacional de Buenos Aires en el siglo XVIII, 1700-1810”, Papeles de Población, Nº 49, UAEM, México, 2008, pp. 205-238.

Las referencias de los contemporáneos y los escasos datos disponibles acerca de salarios para la región de Buenos Aires indican que los trabajadores no calificados ganaban un salario mensual de alrededor de 6 a 10 pesos de a ocho reales. La presión fiscal per capita de la Tabla 2, en este contexto, pare-cería extremadamente alta. Si bien en algunas décadas fue sólo de 5 ó 7 pesos, en otras superó los 8 pesos.

Es posible que estos datos cobren mayor significado si se compara la presión fiscal en Buenos Aires con la existente en otras regiones del Imperio Español o con otros lugares del mundo en la misma época. Según la bibliogra-fía disponible, se ha logrado conocer la presión fiscal per capita para varias regiones a fines del siglo XVIII, tal como se presenta a continuación:

taBLa 3: PresIón fIscaL per capiTa en Buenos aIres y otras regIones HacIa 1790

Gran Bretaña 9,5Francia 3,2España 2,913 colonias de Norteamérica 0,17Brasil 1,7Cuba 5,5Nueva España 4.0Bajo Perú 5,8

Alto Perú 4,7

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Chile 2,2

Buenos Aires 10

Fuente: elaboración propia a partir de Marichal (1999), Mathias y O’Brien (1976), Morner (1986), Garner (2001), Coastworth (1998) y Rodríguez (1999). Los datos de Cuba y Brasil son circa 1800. 13 colonias: estimación circa 1765 en Palmer, R., The Age of Democratic Revolution, Princeton, 1969, p. 155.

Comparativamente, si se considera la última década del siglo XVIII, la presión fiscal per capita de 10 pesos de a ocho reales fue superior a la de Hispanoamérica colonial. Incluso aún mayor que la presión fiscal existente en Inglaterra, la que según la historiografía fue la mayor de Europa en el siglo XVIII. Queda entonces aquí una incógnita a responder.

Una posible respuesta que justifique el alto nivel de la presión fiscal por habitante en la región de Buenos Aires se podría encontrar teniendo en cuenta que en realidad el ingreso de la Caja Real de Buenos Aires estaba configurado sobre la población de todo el virreinato, y no sólo sobre la población de Buenos Aires. Es decir, los ingresos de la Caja Real de Buenos Aires, originados de los impuestos al comercio exterior y al comercio interior (especialmente con el interior) eran trasladados a todo el espacio del Virreinato.

consIderacIones fInaLes

Si se pretende ubicar y ponderar los cambios en la economía rioplatense, una de las llaves de acceso a la respuesta a este interrogante está en conocer cuándo se produce un cambio en los gastos y en los ingresos públicos. Si bien el patrón de gastos es extremadamente dependiente de la presencia militar en la zona, una parte creciente de las erogaciones debieron realizarse en bienes y servicios locales. Aún los gastos en sueldos, que durante la etapa virreinal se puede suponer que se dirigen a sectores no vinculados con la sociedad local, en la etapa previa son recibidos por agentes locales. Éstos, la mayoría de las veces, habían comprado el cargo.

De lo anterior surge la necesidad de moderar la hipótesis de Halperín Donghi acerca de la ineficacia del aumento del gasto público en Buenos Ai-res47. El gasto público, aunque haya sido sólo en sueldos (y no todos militares), debió haber impactado en la economía y la sociedad local. Este gasto del Estado en pagar salarios habría incrementado la demanda no sólo en alimen-

47 T. HaLPerín dongHI, op. cit.

IMPUESTOS IMPERIALES: LA CAJA REAL DE BUENOS AIRES (1700-1800)

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tos sino también en vestuario, alojamiento, esparcimiento y otros productos locales e importados.

Por otro lado, el gasto militar local en la frontera con los indígenas per-mitió una expansión de dicha frontera al permitir la ocupación y uso de tierras que antes no estaban sujetas a la producción por la belicosidad indígena.

La evolución del Impuesto al Comercio interno, las Alcabalas, muestra que la actividad económica estaba en aumento desde antes de la mitad del siglo XVIII. Asimismo, los ingresos de la Caja Real muestran una tendencia ascendente desde la década de 1740.

El tratamiento fiscal que recibió el espacio del Río de la Plata por parte de la Corona española se explica por las necesidades militares (Islas Malvinas, Banda Oriental, Patagonia, frontera con el Brasil). Con la misma perspectiva se puede analizar el cambio de política comercial. Éste parece haber sido pre-vio al Reglamento de Libre Comercio (1778). Los ingresos por Almojarifazgo se incrementan ya desde la década de 1750, al igual que la Alcabala. Es muy probable que de esta manera el Estado Imperial buscara apropiarse de rentas que antes escapaban a su control.

Es evidente que el Río de la Plata fue una de las áreas del Imperio que recibió un tratamiento diferente en lo que hace a ingresos y gastos fiscales. Por recibir gran parte de sus ingresos para sostener el aparato militar (Situados) se asemejaba a la posición de Cuba, según lo explicado por Marichal para el caso del Caribe48.

Pero se ha demostrado también que si no se considera ni el ingreso de los Situados, ni el gasto militar no local, la Caja Real de Buenos Aires no sufrió un déficit permanente. Las cuentas fiscales de esta Caja Real, sin considerar el ingreso por Situado y su destino, parecen haber sido superavitarias durante gran parte del siglo XVIII. Aunque no debe olvidarse que el gasto militar no local era una de las responsabilidades de la burocracia porteña durante el período colonial.

El párrafo anterior puede entenderse como un indicador de la diferencia-ción regional entre Buenos Aires y el interior, que se observa ya temprana-mente en el siglo XVIII. En el aspecto fiscal, la región bonaerense parecía au-tosustentable. La Caja Real de Buenos Aires respondía por los gastos militares de frontera, utilizando las transferencias de fondos de las regiones mineras. Durante la etapa colonial, estos gastos eran de interés estratégico para la Co-rona, ya que cumplía la función de mantener las fronteras.

48 carLos marIcHaL, op. cit.

EDUARDO MARTíN CUESTA

Frondizi y Eisenhower, ¿relación amistosa o incierta?

Leonor m. de devoto Centro de Estudios Internacionales y

de Educación para la Globalización de la Universidad del [email protected]

HeBe carmen PeLosI Universidad Católica Argentina

[email protected]

resumen

El acceso al Centro de Estudios Nacionales (CEN), archivo personal de Arturo Frondizi, provee nueva documentación sobre su presidencia (1958-1962) de gran relevancia, considerando que el Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino permanece cerrado. Hemos estudiado las relaciones con Estados Unidos durante la presidencia de Eisenhower. El artículo examina el cambio en política exterior que Frondizi implementó para fortalecer la posi-ción argentina en el campo internacional. El país participaba de los valores de Occidente, promovía el multilateralismo y cultivaba buenas relaciones con Estados Unidos. El subyacente y principal objetivo de esta política exterior fue lograr el desarrollo nacional. El artículo se centra en la visita de Frondizi a Estados Unidos –la primera de un presidente argentino– y la de Eisenhower a la Argentina en su viaje a América latina.

PaLaBras cLave

Frondizi - Eisenhower - Relaciones internacionales - Estados Unidos.

aBstract

The access to Centro de Estudios Nacionales (CEN), personal archive of Arturo Frondizi, has provided new documentation on his presidency (1958-1962) of great relevance, considering that the archive of the Argentine Chan-Temas de HisToria argenTina y americana, XIV (enero-Junio de 2009) pp. 57-93.

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cellery has none. We chose to study the relations with the United States, par-ticularly during Eisenhower administration. The article examines the change in foreign policy that Frondizi implemented to strengthen the Argentine posi-tion in international field. Argentina would stay with the West countries, pro-mote multilateralism and cultivate good relations with the United States. The underlying and main objective of this foreign policy was to improve national development. The article is focused in Frondizi’s visit to the United States –the first of an Argentine president– and the visit of Eisenhower to Argentina in his trip to South America.

Key Words

Frondizi - Eisenhower - International relations - United States of America.

IntroduccIón

El objetivo de nuestro artículo es visualizar las relaciones que se tejieron, durante la presidencia de Arturo Frondizi (1958-1962), entre el gobierno ar-gentino y el norteamericano.

El tema ha sido objeto de varios análisis, sin embargo ello no es obstáculo para enfocarlo una vez más cuando es posible el acceso a nuevas fuentes. Éstas pueden conjugarse con las ya conocidas y contribuir a diseñar un cuadro con nuevos rasgos que definan otros aspectos del problema.

El archivo del Centro de Estudios Nacionales1 nos ha proporcionado documentación. Dada la naturaleza de éste –archivo personal de Frondizi al que él entregaba documentación– queremos dejar a salvo que ésta es fragmen-taria y en algunas ocasiones con silencios. Hemos consultado la publicación del Departamento de Estado, Foreign Relations of the United States2 para los

1 arturo casaBLanca, “El Centro de Estudios Nacionales”, en R. PIsarIeLLo y e. meno-ttI, Arturo Frondizi, historia y problemáticas de un estadista, t. 2, Buenos Aires, De Palma, 1984, pp. 33-44: “el CEN nace formalmente en agosto de 1963 presidido por Arturo Frondizi, el primer Consejo de Administración estuvo formado por E. Donato del Carril, David Blejer, Eduardo Santiago González y Mariano Wainfeld […] se trataba más bien de una refundación […] la labor se inició en 1956 […] fue un laboratorio de ideas […] se desarrollaban tareas de sistematización de información”, Guía del Fondo Centro de Estudios Nacionales, Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 2008.

2 United States Department of State, Foreign Relations of the United States, 1958-1960. American Republics, Volume V. En adelante se lo citará como FRUS. Fue consultado en: http://www.digicoll.library.wisc.edu/egi-bin/FRUS/FRUS

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documentos del gobierno norteamericano. Queremos dejar expresa constancia de que el Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino no nos ha podido proporcionar ninguna documentación sobre el tema.

Nos hemos preguntado por los objetivos de la política del presidente Fron-dizi con respecto a Estados Unidos, cómo los implementó en su primer viaje y qué resultados obtuvo. Frondizi invitó a Eisenhower a visitar la Argentina. El presidente norteamericano realizó la visita en el marco del viraje de la política del país del Norte hacia América latina. Las preguntas que surgieron de este nuevo acercamiento se refieren a los objetivos de esa nueva política y el balance de la visita.

oBjetIvos deL goBIerno de frondIzI

Frondizi3 asumió la presidencia en mayo de 1958 y declaró que el go-bierno se alineaba con el mundo “occidental”, entendiendo por ello valores humanísticos. El peronismo aisló al país del resto del mundo y la Revolución Libertadora comenzó a revertir esta situación.

El conocimiento de los asuntos de estado, las dificultades que afrontaba la Argentina en los inicios de la presidencia: déficit energético, deuda exter-na, desequilibrio de la balanza comercial, déficit de importaciones, llevaron a Frondizi a volverse hacia Estados Unidos como proveedor de tecnología, desarrollo industrial e inversiones.

El desarrollo económico se constituyó en una de las claves de su pensa-miento; ello posibilitaría el crecimiento industrial, insertar al país en el mundo a través de una transformación estructural que comprendiese los servicios básicos, tecnificación y expansión agropecuaria y manufacturera.

El nuevo presidente trazó en su discurso ante el Parlamento algunas líneas de su política. Una de ellas, reiteradamente expuesta, era la necesidad de la unión nacional. Llamó a su discurso “Mensaje de pacificación y desarrollo na-cional”. Afirmó que “la Argentina necesita que se establezcan las condiciones

3 Para la biografía de Frondizi ver: féLIx Luna, Diálogos con Frondizi, Buenos Aires, Planeta, 1962, 239 pp.; E. menottI y R. PIsareLLo, Arturo Frondizi, historia y problemática de un estadista, 7 ts., Buenos Aires, 1985; R. PIsareLLo, Arturo Frondizi, su pensamiento, Buenos Aires, Ed. del autor, 2000, 433 pp.; aLBIno gómez, Arturo Frondizi, el último estadista, Bue-nos Aires, Lumiere, 2004, 260 pp.; ceLIa szusterman, Frondizi, la política del desconcierto, Buenos Aires, Emecé, 1998, 418 pp.; M. de monserrat y R. sIePPe, Frondizi, un nuevo modelo de inserción internacional, Buenos Aires, Eudeba, 2003, 223 pp.; juan josé cresto, Presidente Frondizi: la política internacional a través de sus viajes al exterior, Buenos Aires, Edivérn, 2001, 391 pp.; A. cIsneros y C. escudé, Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, t. 13, cap. 63, Buenos Aires, Nuevo Hacer, 2000.

FRONDIZI Y EISENHOWER, ¿RELACIóN AMISTOSA O INCIERTA?

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de una profunda convivencia civilizada, comenzando por una efectiva convi-vencia política”. En su opinión, había que sellar definitivamente el reencuentro de los argentinos y alcanzar una plena y efectiva paz nacional, para ello “el gobierno baja el telón sobre cuánto ha ocurrido hasta este preciso instante”4.

Frondizi no se hacía ilusiones sobre el país que iba a presidir. La situa-ción económica era, en su opinión “dramática”: la ausencia de reservas y de recursos, la inflación y el déficit comercial obligaban al gobierno a buscar nuevos recursos. Se declaró enemigo de nuevas estatizaciones: “los problemas económicos no se resolverán transfiriendo actividades del sector privado al sector público”.

El camino enunciado era desarrollar una política económica y social tendiente a crear más riqueza para distribuirla de acuerdo a las normas de equidad: “no es reduciendo el consumo sino aumentando la producción como habremos de lograr el equilibrio y obtener una moneda de valor relativamente estable. Estamos en crisis”.

El disertante pasó lista a los problemas más urgentes a resolver: el pe-tróleo, la siderurgia, la energía, el agro. Al mismo tiempo no olvidó temas permanentes como la educación, las instituciones políticas y sociales, el orden jurídico, la vigencia de la Constitución y la soberanía del país. Dedicó una recomendación especial a nuestra pertenencia a Latinoamérica, más aún “una acción conjunta de las naciones latinoamericanas puede influir decisivamente en el desarrollo y la integración de cada una de ellas”. Frondizi presentó como objetivo tender a la formación de un mercado común latinoamericano y una acción coordinada frente a los organismos internacionales y las potencias in-versoras; la pertenencia a la OEA y a las Naciones Unidas era indiscutible.

La integración al mundo cultural de Occidente formó parte de sus su-puestos de política internacional. Precisó que “nos sentimos herederos de un legado espiritual basado en el reconocimiento de la condición sagrada y de la capacidad creadora de la persona humana”.

El rol de las Fuerzas Armadas quedó acotado a los cuarteles: “para los militares, como cuerpo, el único partido es la gloriosa Nación Argentina”. Fiel a su ideal del radicalismo, con influencia krausista, “la plena vigencia de los valores morales estará presente en la vida pública y privada”. En la toma de posesión de Frondizi el gobierno norteamericano destacó al vicepresidente Richard M. Nixon para acompañar el acto.

4 cÁmara de senadores, Diario de sesiones, 1 de mayo 1958, t. 1, pp. 60-72, las citas que siguen están tomadas de este texto.

LEONOR M. DE DEVOTO – HEBE CARMEN PELOSI

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contactos InIcIaLes con eL goBIerno de Los estados unIdos

Los contactos de Frondizi con el gobierno de los Estados Unidos comen-zaron como presidente electo. El embajador norteamericano Willard L. Beau-lac, que llevaba dos años en el país, lo visitó en dos oportunidades. La primera vez fue para felicitarlo por la elección y desearle éxito, señalando que ésta era importante no sólo para él y la Argentina, sino también para Estados Unidos y el continente. El gobierno norteamericano deseaba cooperar para que tuviera éxito. Frondizi agradeció y dijo que quería tener “las mejores y más cercanas relaciones con los Estados Unidos”. Recibió con beneplácito el ofrecimiento de cooperación y expresó que actuaría con reciprocidad.

El embajador sostuvo que su misión era contribuir, en lo posible, con el proceso de recuperación política y económica en curso en la Argentina. Su país tenía interés en una Argentina amiga y que ésta fuera fuerte y estable. Pero lo que Estados Unidos podía hacer dependía de lo que la Argentina hi-ciera. El embajador mencionó como uno de los problemas para la cooperación el crónico déficit de divisas, que debía solucionarse. Notó, sin embargo, que la Argentina estaba en mejor situación que otros países porque contaba con recursos sin explotar. Beaulac mencionó luego los problemas que los Estados Unidos tenía pendiente con la Argentina: el de los envasadores de carne, que estaba en vías de solución, y el del grupo ANSEC (subsidiaria de la American & Foreign Power)5. Frondizi esperaba que este último fuera resuelto por el gobierno provisional antes de finalizar.

Beaulac preguntó a Frondizi sobre su intención de hacer un viaje a los Estados Unidos, noticia que había publicado la prensa. El presidente electo respondió que todavía no lo había decidido, pero que le gustaría hacer un viaje rápido que incluyera a ese país. Luego enviaría a una persona o un grupo para hablar de negocios6.

En la segunda entrevista, Frondizi presentó a Beaulac a César Barros Hurtado, un abogado que el presidente electo describió como su representante permanente en los Estados Unidos. Beaulac dijo que el motivo de la visita era saber si Frondizi aceptaría la invitación que se le había hecho de viajar a los Estados Unidos. El presidente electo manifestó que estaba casi seguro de que no podría aceptarla. El embajador afirmó que su gobierno se sentía defraudado, pues la visita hubiera sido útil para él y las relaciones bilaterales. Una visita

5 Se trataba de una compañía eléctrica expropiada durante el gobierno de Perón cuya compensación estaba pendiente.

6 “Memorandum of a Conversation Between the Ambassador in Argentina and President-elect Frondizi”, Buenos Aires, 6-III-1958, FRUS, 1958-1960, vol. V, pp. 468-471.

FRONDIZI Y EISENHOWER, ¿RELACIóN AMISTOSA O INCIERTA?

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de estado era, en cambio, más difícil de organizar y posiblemente demorara más de un año.

Frondizi recordó luego la conversación previa sobre la balanza de pagos, indicando que disminuiría las importaciones al mínimo indispensable y usaría las divisas para comprar maquinaria y equipos que el país necesitaba urgen-temente. El embajador observó que lo que parecía necesitarse era una “buena política económica”. Estados Unidos quería ayudar, pero lo que se pidiera tendría que realmente contribuir al progreso económico. La deuda argentina “no debía aumentarse sin contribuir a la solución de los problemas”7.

El presidente Dwight D. Eisenhower8 declinó la invitación a la asunción de Frondizi, enviando en su representación al vicepresidente Richard M. Nixon. El secretario de Estado, John Foster Dulles, ofreció hacer el viaje a Nixon en una carta del 6 de marzo de 1958. En ella expresaba que:

la Argentina sería una parte importante de su viaje debido a la preeminencia del país en los asuntos interamericanos, el período de transición que atravesaba el país, la significativa elección presidencial del 23 de febrero, y la convenien-cia de encontrarse con el presidente electo argentino9.

Nixon, en compañía del subsecretario para Asuntos Interamericanos, Roy R. Rubottom, Jr. y del embajador Beaulac, se entrevistó con Frondizi el día anterior a la asunción. Luego de los saludos protocolares, Frondizi expresó que la Argentina y los Estados Unidos no tenían problemas políticos. La Argentina tenía serios problemas económicos y esperaba que los Estados Unidos pudiera ayudar. Describió deficiencias en energía eléctrica y transporte, y mencionó la necesidad de divisas para petróleo, y de desarrollar la industria del hierro y el acero. Nixon afirmó que los Estados Unidos quería ayudar, pero apuntó que la asistencia gubernamental tenía límites y que las tremendas necesidades de la Argentina se solucionarían con una combinación de créditos gubernamentales y la estimulación de un gran flujo de inversiones privadas para desarrollar los

7 “Memorandum of a Conversation Between the Ambassador in Argentina and the Presi-dent-elect Frondizi”, Buenos Aires, 18-III-1958, FRUS, 1958-1960, vol. V, pp. 472-474.

8 Para la biografía de Eisenhower ver: dWIgHt d. eIsenHoWer, In Review, New York, Doubleday, 1969; vIrgIL PInKLey with james f. scHeer, Eisenhower Declassified, New Jersey, Fleming H. Revell, 1979; roBert f. BurK, Dwight D. Eisenhower. Hero and Politician, Boston, Twayne Publishers, 1986; R. aLton Lee, Dwight D. Eisenhower. Soldier and Statesman, Chi-cago, Nelson-Hall, 1981; joan P. KrIeg, Dwight D. Eisenhower, New York, Greenwood Press, 1987; WILLIam Bragg eWaLd, jr., The President, New Jersey, Prentice-Hall, 1981.

9 “Letter from the Secretary of State to the Vice President”, Washington, 6-III-1958, FRUS, 1958-1960, vol. V, p. 222.

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recursos del país. Frondizi expresó su esperanza de que rápidos créditos del gobierno norteamericano pudieran alentar un gran volumen de inversiones privadas10.

El presidente electo volvió al tema de los recursos en materia de petróleo que el país tenía y observó que necesitaba los medios para extraerlo y trans-portarlo a los centros de población. Nixon inquirió sobre las posibilidades de la inversión privada para ayudar a desarrollar la industria petrolífera. Frondizi sostuvo que la mejor manera sería a través de contratos que permitieran ga-nancias razonables, indicando que era inútil seguir hablando de concesiones. Nixon expresó la conveniencia de seguir una vía que llevara a la solución del problema. Frondizi dijo que era su intención arreglar pronto ciertos problemas espinosos que estaban en discusión con la embajada, sin mencionarlos específi-camente. Manifestó su esperanza en una pronta decisión en el proyecto de Río Turbio, afirmando que los franceses habían hecho una oferta concreta que sería aceptada si la decisión del Eximbank fuera negativa. Señaló por último que la Argentina necesitaba urgentemente créditos adicionales para importaciones, que el país estaba preparado para una era de cooperación económica con los Estados Unidos y que la decisión era del gobierno norteamericano. Los cré-ditos debían ser de gobierno a gobierno como estímulo a la inversión privada. Nixon reiteró el deseo de los Estados Unidos de cooperar11.

El vicepresidente norteamericano fue portador de una misiva del pre-sidente Eisenhower, en la que éste expresaba que “la reimplantación del go-bierno constitucional, de libre y ejemplares elecciones, ha sido observado con cálida y sincera admiración por todos los países del hemisferio”. Eisenhower agregaba que los dos países tenían análogos ideales y principios, reconocía la importancia del estrechamiento de las relaciones bilaterales por la paz y la seguridad del hemisferio, y recalcaba el deseo de la cooperación entre las dos naciones12. Frondizi respondió que compartía las apreciaciones del presidente norteamericano sobre la importancia de un acercamiento recíproco, y reiteraba su decisión de afianzar los lazos que unían a los dos pueblos e incrementar la política de mutua cooperación13.

Luego de visitar Uruguay y asistir a la asunción de Frondizi, Nixon con-tinuó su gira por Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Si bien el objetivo inicial del viaje era el envío de un funcionario de alto nivel a la

10 “Memorandum of a Conversation”, Buenos Aires, 30-IV-1958, participantes: Frondizi, Nixon, Beaulac y Rubottom, FRUS, 1958-1960, vol. V, pp. 477-478.

11 Ibidem, pp. 478-479. 12 Eisenhower a Frondizi, Washington, 22-IV-1958, Archivo Frondizi (AF), caja 543.13 Frondizi a Eisenhower, Buenos Aires, s/f, AF, ibidem.

FRONDIZI Y EISENHOWER, ¿RELACIóN AMISTOSA O INCIERTA?

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asunción del presidente Frondizi, las visitas de buena voluntad a los distintos países apuntaban a expresar el interés de Estados Unidos en el área, discutir problemas de interés mutuo, y alcanzar un impacto favorable en el público, como había ocurrido en otros viajes del vicepresidente14.

Nixon fue objeto de algunas demostraciones menores contrarias a la política de su gobierno en Montevideo y Buenos Aires. En Lima, la intención del gobierno norteamericano de elevar los aranceles aduaneros y restringir las cuotas de importación de metales exportados por los peruanos generó impor-tantes manifestaciones antinorteamericanas. No obstante, Nixon consideró que las conversaciones con las autoridades habían sido provechosas15.

Finalmente en Caracas, fue recibido con muestras de hostilidad por parte de estudiantes, que atacaron con violencia su auto. El vicepresidente y su co-mitiva se refugiaron en la embajada, suspendiendo las actividades preparadas. El gobierno de Estados Unidos envió cuatro compañías de paracaidistas y dos de infantería de marina a la zona del Caribe para cooperar con el gobierno venezolano en caso de que éste las necesitara16.

A su regreso Nixon declaró que los Estados Unidos debía dar prioridad a América latina. Su país había dado por sentadas las relaciones con esa región, pero los problemas eran de tal naturaleza que se necesitaba una nueva evalua-ción de la política norteamericana para poder contrarrestar una muy ingeniosa e insidiosa ofensiva soviética de propaganda en esta parte del mundo17.

En una reunión del Consejo Nacional de Seguridad, en Washington, Nixon informó sobre su viaje a Sudamérica. Sostuvo que los nuevos líderes latinoamericanos eran hombres honestos pero orientados por un pensamiento marxista, aunque al mismo tiempo comprendían la necesidad de llevarse bien con los Estados Unidos a fin de asegurarse su asistencia económica. Prácti-camente todos habían dicho que les gustaría adoptar políticas que invitaran al capital extranjero a invertir en sus países, sin embargo, Frondizi y otros habían agregado que simplemente no podían obtener el apoyo de la gente para esa política. Lo mismo les ocurría en caso de tener que enfrentar duramente al comunismo. El vicepresidente señaló que junto con el predominio de la

14 “Memorandum From the Acting Assistant Secretary of State for Inter-American Affairs (Snow) to the Secretary of State”, Washington, 15-V-1958, FRUS, 1958-1960, vol. V, p. 236.

15 “Tributóse al vicepresidente de la Unión fría acogida en Lima”, Clarín, 8-V-1958; “Memorandum From the Acting Assistant Secretary of State for Inter-American Affairs (Snow) to the Secretary of State”, Washington, 15-V-1958, cit.

16 “Washington envía tropas al Caribe para prevenir nuevos atentados contra Nixon”, Clarín, 14-V-1958.

17 “Pidió Nixon que la Unión dé alta prioridad a Latinoamérica ante la ofensiva rusa”, Clarín, 17-V-1958.

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democracia se estaba produciendo una seria amenaza comunista en América latina. Ni la democracia ni el sistema de libre empresa eran una salvaguarda contra el comunismo18.

Poco después tuvo lugar el acto de presentación de credenciales del nuevo embajador argentino en Estados Unidos, César Barros Hurtado, quien entregó a Eisenhower un mensaje de Frondizi, expresando que muchos de los males que aquejaban al mundo tenían “raíces profundas en desequilibrios y desajus-tes económicos”. Tanto en el caso de la Argentina, como de otros países lati-noamericanos, no pocos de esos males provenían de factores internacionales. El gobierno argentino apoyaría complacido toda iniciativa tendiente a revisar aquellas políticas que incidieran, trabaran o retardaran la integración nacional de los países americanos.

Eisenhower respondió que su gobierno compartía el anhelo de estrechar las relaciones bilaterales. Comprendía también la preocupación causada por los problemas económicos y reconocía la necesidad de que todos los países del hemisferio lograran un rápido desarrollo económico. Era evidente la con-veniencia de realizar consultas sobre factores económicos y problemas que afectaban a todos. En la situación mundial de ese momento era más indispen-sable que nunca refirmar la tradición panamericana de cooperación y consul-ta. Su gobierno estaría siempre dispuesto a tratar con las demás repúblicas americanas cualquier problema de interés común, “en lo económico como en cualquier otro terreno”19.

Las conclusiones extraídas por Nixon de su viaje a Sudamérica llevaron a que distintos funcionarios del gobierno norteamericano se abocaran a estudiar un cambio de política hacia América latina. Luego de extensas consultas con las personas que conocían mejor la región, se redactó un documento provi-sorio que el presidente Eisenhower aprobó como definitivo bajo la sigla NSC 5902/1, el 16 de febrero de 195920. América latina jugaba un rol principal en la seguridad de los Estados Unidos.

Ante la amenaza de la expansión comunista, los Estados Unidos buscaría el apoyo moral y político de la región a las políticas diseñadas para conte-nerla. Los objetivos incluían: a) mayor amistad, respeto mutuo y sentido de la interdependencia con las repúblicas americanas; b) economías sanas y en

18 “Memorandum of Discussion at the 366th Meeting of the National Security Council”, Washington, 22-V-1958, FRUS, 1958-1960, vol. V, pp. 240-242.

19 Copia de ambas cartas en AF, caja 543. La misiva de Frondizi llevaba fecha de 4-VI-1958, en la de Eisenhower no aparece la fecha.

20 “National Security Council Report”, NSC 5902/1, Washington, 16-II-1959, FRUS, 1958-1960, vol. V, pp. 91-103.

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crecimiento en el marco de un sistema de libre empresa; c) aumento del flujo de inversiones y del comercio; d) gobiernos democráticos respaldados por instituciones estables; e) limitación de la influencia comunista; f) participa-ción latinoamericana en las medidas de defensa del hemisferio; g) acceso a los materiales esenciales para la seguridad de los Estados Unidos; h) surgimiento de América latina como un componente fuerte de la comunidad occidental; i) desarrollo de la cooperación regional para el mantenimiento de la paz, la seguridad regional y el avance económico-social.

Pasos PrevIos aL vIaje de frondIzI a estados unIdos

Frondizi anunció su nueva política petrolera destinada a alcanzar el autoabastecimiento sobre la base de contratos con compañías extranjeras en julio de 1958. El hecho, que significaba un cambio radical en la posición que el presidente había defendido en el pasado, generó una fuerte oposición. En noviembre el sindicato petrolero de Mendoza decidió realizar una huelga con el propósito de obligar al gobierno a modificar los contratos firmados con compañías norteamericanas, determinación que el sindicato nacional amenazó con extender a todo el país. Frondizi decretó el estado de sitio por treinta días, aprobado por el Congreso Nacional.

El embajador Beaulac informó a Washington que ese era el escenario cuando llegó al país una misión del Fondo Monetario Internacional (FMI). El embajador describía la situación en estos términos:

el gobierno argentino está literalmente quebrado, y la inflación está hacien-do más serias cada día las dificultades económicas, políticas y sociales del gobierno. Argentina urgentemente necesita créditos tanto de corto como de largo plazo para superar las dificultades del país hasta que los beneficios de las políticas económicas de largo plazo de Frondizi, especialmente en términos de reducción de gastos en moneda extranjera por importación de petróleo, tengan rédito21.

21 “Despatch From the Embassy in Argentina to the Department of State”, Buenos Aires, 20-XI-1958, firmado por Beaulac, FRUS, 1958-1960, vol. V, p. 520. Una misión del FMI había visitado el país en junio pero sin alcanzar un acuerdo, porque exigía estrictas medidas de estabilización económica como condición previa a la asistencia en problemas de balanza de pagos. Véase norma d. gonzÁLez, “U.S.-Argentine relations in the 1950s”, tesis de doctorado, University of Massachusetts, 1992, p. 354.

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No obstante, Beaulac señalaba que los créditos no estarían disponibles salvo que el proceso inflacionario fuera contenido. Aunque pudiera causarle serias dificultades, el gobierno no tendría más alternativa que poner en prác-tica un programa antiinflacionario que indujera al FMI a permitir la disponi-bilidad de créditos de corto plazo y abrir el camino para los de largo plazo. Anticipaba que Frondizi anunciaría un programa de esas características en el futuro cercano22.

Frondizi decidió aceptar la invitación del gobierno norteamericano para visitar los Estados Unidos. En ausencia del embajador norteamericano, el presidente citó al encargado de negocios, Clare H. Timberlake, para preparar su viaje. Frondizi se refirió a lo realizado en materia de petróleo y energía eléctrica, y preguntó qué temas eran importantes en opinión del gobierno norteamericano para la recuperación de la Argentina. El diplomático mencionó el transporte aéreo, recordando la cuestión de la Disposición Nº 18 y las discu-siones sobre el acuerdo bilateral en materia de aviación23. El presidente destacó además que había prestado considerable atención a las actividades comunistas y estaba decidido a tomar medidas en contra de ellas. El funcionario manifestó que su gobierno daría la bienvenida a una acción firme de parte del gobierno argentino para reducir o eliminar la influencia comunista, y que si la evidencia de esa determinación fuera previa a la visita sería vista favorablemente en los Estados Unidos24.

Pocos días después, Timberlake comunicó a la Cancillería que su gobierno estaba interesado en negociar un acuerdo bilateral sobre tráfico aerocomer-cial en base al texto del convenio de 1947, aun manteniéndose en vigencia la Disposición Nº1825.

22 “Despatch From the Embassy in Argentina to the Department of State”, Buenos Aires, 20-XI-1958, cit.

23 “Telegram From the Embassy in Argentina to the Department of State”, Buenos Aires, 13-XII-1958, firmado por Timberlake, FRUS, 1958-1960, vol. V, pp. 523-524. Las autoridades de la aviación civil argentina habían emitido, en febrero de 1958, la Disposición Nº 18, dis-eñada para limitar a las aerolíneas extranjeras no regionales con respecto al número de pasa-jeros y cantidad de carga que podían llevar entre la Argentina y los países vecinos. Un informe completo sobre el estado de la cuestión puede verse en Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, “Memorándum”, Asunto: Conversaciones con Estados Unidos de América sobre la Disposición Nº 18 del 25 de febrero de 1958, de la Dirección Nacional de Aviación Civil, 10-I-1959; Ibidem, “Memorándum”, Asunto: Conversaciones con Estados Unidos de América sobre materia aeronáutica comercial, 15-I-1959, AF, caja 542.

24 “Telegram From the Embassy in Argentina to the Department of State”, Buenos Aires, 13-XII-1958, cit.

25 “Memorándum”, Aeronáutica comercial, s/f., AF, caja 542.

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A su vez, el asesor del presidente, Rogelio Frigerio, citó al encargado de negocios en su casa, ocasión en que aquel sostuvo que el gobierno estaba convencido de que la Argentina debía alinearse públicamente con los Estados Unidos y el mundo libre respecto de asuntos económicos y políticos. Sin em-bargo, la democracia sólo prosperaría con beneficios tangibles. El gobierno estaba comprometido con la política de rehabilitación económica, pero la rapidez con que el programa podía llevarse a cabo dependía de la extensión del apoyo que los Estados Unidos pudiera o quisiera otorgar. El diplomático respondió que estaba seguro de que su gobierno vería con simpatía los objeti-vos de Frondizi y daría consideración amistosa a cualquier propuesta. Frigerio preguntó si Frondizi debía discutir este problema en los Estados Unidos. La respuesta fue que las visitas normalmente no terminaban en anuncios concre-tos de programas financieros porque crearían precedentes indeseables para todas las futuras negociaciones. Frondizi podría “discutir objetivos amplios y las medidas propuestas para alcanzarlos junto con lineamientos generales de áreas en las cuales él creyera que los Estados Unidos podían ser útiles”.

Timberlake insistió en que su gobierno esperaba una resolución favorable en las cuestiones de la aviación comercial y de los envasadores de carne. Fri-gerio dijo que el último se solucionaría antes de la partida del presidente26.

El 29 de diciembre de 1958 Frondizi anunció el Plan de Estabilización Económica, que disponía libre cotización del peso, liberación de precios, eliminación de subsidios al consumo y de restricciones a las importaciones, reducción del déficit fiscal, congelamiento de salarios, y aumento de las tari-fas de los servicios públicos. El mismo día, el gobierno de Estados Unidos, en conjunción con once instituciones financieras que cooperaban con el FMI, anunció un programa de desarrollo de 329 millones de dólares para ayudar al gobierno argentino en sus esfuerzos para facilitar la estabilización y el desa-rrollo económico. Los créditos incluían 75 millones del FMI; 54 millones de once bancos privados; 125 millones del Eximbank; 25 millones del Fondo de Préstamo para el Desarrollo, y un acuerdo por 50 millones con la Secretaría del Tesoro. También se anunció que Estados Unidos y la Argentina habían firmado un acuerdo relativo a la disposición de fondos acumulados bajo un convenio de ventas de aceite comestible concluido en diciembre de 195527.

26 “Telegram From the Embassy in Argentina to the Department of State”, Buenos Aires, 22-XII-1958, firmado Timberlake, FRUS, 1958-1960, vol. V, pp. 526-527.

27 FRUS, 1958-1960, vol. V, p. 522, nota 3. Para las discusiones sobre estos préstamos véase: “Memorandum From the Director of the Office of East Coast Affairs (Bernbaum) to the Assistant Secretary of State for Inter-American Affairs (Rubottom)”, Washington, 9-XII-1958, ibidem, pp. 521-522. También gonzÁLez, “U.S.-Argentine relations in the 1950s”, op. cit., pp. 360-361.

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En contradicción con lo sugerido por el encargado de negocios Tim-berlake, la posibilidad de conversar sobre cuestiones específicas en el viaje presidencial parece haber existido. En un memorándum del subsecretario para Asuntos Interamericanos Rubottom al secretario de Estado, Dulles, respecto de los temas que podían surgir en la visita de Frondizi, el primero señalaba que “no había habido palabra oficial del gobierno argentino de que Frondizi deseara plantear problemas particulares o involucrarse en discusiones detalla-das” durante su visita.

Rubottom consideraba que las relaciones con la Argentina eran esen-cialmente económicas y, como los problemas estaban en vías de solución, aconsejaba que en las conversaciones de Dulles y Eisenhower con Frondizi estas cuestiones no se tocaran. La estrategia sería una cortesía al visitante a la vez que demolería el mito de que la política exterior de los Estados Unidos apuntaba principalmente a la protección de los intereses de sus negocios. La recomendación se limitaba a tratar cuatro temas: 1) felicitación por las me-didas económicas recientemente tomadas; 2) esperanza de que la Argentina cooperara en el campo del anticomunismo; 3) comentario sobre la visita del funcionario ruso Mikoyan, remarcando que era privada; y 4) panorama de la situación internacional28.

vIsIta de frondIzI a Los estados unIdos (19 enero - 1 feBrero de 1959)

Frondizi fue el primer presidente argentino en realizar una visita oficial a los Estados Unidos. Permaneció en ese país desde el 19 de enero hasta el 1 de febrero de 1959. La visita de estado a Washington tuvo lugar entre el 20 y el 23 de enero, y el presidente luego llevó a cabo actividades en Chicago, Detroit, Nueva York y Miami29.

En un documento informativo el canciller Carlos A. Florit expresó que el viaje a los Estados Unidos constituía “el coronamiento de la orientación impresa a la política exterior desde el 1 de mayo de 1958”. La necesidad de fortalecer la ubicación de la Argentina en el concierto internacional y de con-tribuir, a través de ello, al desarrollo nacional habían inspirado la decisión de traducir en los hechos el reconocimiento de la posición americana y occiden-tal que correspondía a la Argentina. Una posición más afín con otras áreas

28 “Memorandum From the Assistant Secretary of State for Inter-American Affairs (Rubottom) to the Secretary of State”, Washington, 16-I-1959, FRUS, 1958-1960, vol. V, pp. 527-530.

29 “Programa Visita Oficial del Excelentísimo Señor Presidente de la Nación Argentina y la Señora de Frondizi a los Estados Unidos de América. Del 19 de enero al 1 de febrero de 1959”, AF, caja 553.

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extracontinentales había sido reemplazada por una más cercana al continente americano, colocando al país en el marco de las iniciativas multilaterales den-tro del hemisferio y en el de las relaciones bilaterales con los Estados Unidos. Esta línea ya había sido expuesta en la reunión de cancilleres en Washington, en las intervenciones en el Comité de los 21, ante el grupo de trabajo de este comité, y ante el comité técnico destinado a dar estructura a la institución financiera interamericana30.

Frondizi llegó el 19 de enero a Charleston, South Carolina, y al día si-guiente partió para Washington en el avión oficial del presidente Eisenhower, quien lo recibió en el aeropuerto. Frondizi y su esposa fueron alojados en Blair House, la residencia para los huéspedes oficiales del presidente norteameri-cano31.

Los diarios norteamericanos comentaron de manera auspiciosa la visita del primer mandatario argentino. El Washington Post and Times Herald dijo en su editorial que el éxito de la democracia argentina descansaba en gran parte en el resultado del programa de austeridad aplicado por el gobierno de Frondizi. Su visita podía ser útil si lograba afianzar la importancia del renaci-miento de la Argentina para la libertad. A su vez, The New York Times recordó diferencias que habían tenido los dos países en el pasado, pero apuntó que ya no podía permitirse que el ayer obstaculizara las relaciones bilaterales. Los norteamericanos y los argentinos habían superado la rivalidad y la llegada de Frondizi era un símbolo de ese hecho. Frondizi estaba entre amigos por dere-cho propio y como representante de su pueblo32.

Frondizi recibió la visita del secretario de Estado John Foster Dulles, el 21 de enero. Este comenzó la conversación recordando que afortunadamente había muy pocos problemas entre los dos países, que no tenía ningún asunto particular que mencionar pero que escucharía cualquier comentario que el presidente argentino quisiera hacer sobre las relaciones bilaterales. Frondizi se refirió al progreso realizado por su gobierno en el campo económico. El problema del petróleo había sido resuelto, el de la energía sustancialmente también, y el de los envasadores de carne sería solucionado pronto por medio de decretos. Faltaba avanzar con el problema de la energía hidroeléctrica, espe-cialmente el proyecto de El Chocón en la Patagonia, y la cuestión del acero. La

30 carLos a. fLorIt, “Memorándum informativo acerca de la visita oficial realizada por el Presidente de la Nación a los Estados Unidos de América”, Buenos Aires, febrero de 1959, AF, caja 542.

31 “El saludo de Eisenhower” y “Respuesta de Frondizi”, “La entrega de la llave de Was-hington”, La Prensa, 21-I-1959.

32 “Bienvenida a Frondizi en un editorial periodístico, antes de su llegada”, “Del ‘New York Times’ y del ‘Herald Tribune’”, La Prensa, 21-I-1959.

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Argentina necesitaría créditos adicionales de organizaciones internacionales y del gobierno de Estados Unidos. Los proyectos en materia hidroeléctrica y acero serían desarrollados por intereses privados y necesitarían créditos a largo plazo33.

El informe del gobierno argentino coincide en los temas tratados, pero no menciona la referencia a los envasadores de carne. Agrega además que Frondizi señaló el interés argentino en aumentar el volumen de intercambio con los Estados Unidos, destacando la importancia que para el interés de La-tinoamérica tenía el éxito del plan económico argentino34.

Por su parte, Dulles manifestó admiración por las medidas tomadas por el gobierno de Frondizi en el aspecto económico y su confianza en que resul-tarían en un rápido desarrollo de la Argentina. Expresó el interés de Estados Unidos en cooperar en ese proceso35.

A continuación Frondizi tocó el tema de la necesidad de armamento para las Fuerzas Armadas de su país, y el conflicto de límites entre Perú y Ecua-dor, que también fueron tratados con el presidente Eisenhower, por lo que los describiremos más adelante.

Por último, Dulles afirmó que su gobierno estaba preparado para discutir cualquier otro aspecto de las relaciones bilaterales que Frondizi considerara oportuno durante su estada en los Estados Unidos. El presidente argentino agradeció la visita36.

Frondizi tuvo el privilegio de pronunciar un discurso ante ambas cáma-ras del Congreso norteamericano. En primer lugar el presidente argentino se refirió a las semejanzas que unían a la Argentina y los Estados Unidos, y a la raíz espiritual e histórica de la unidad de las Américas. Pero la fuerza del es-píritu como motor histórico y dicha unidad no podían hacer ignorar el desigual desarrollo continental. No se podía ocultar la cruda realidad de que millones de seres en el continente padecieran atraso y miseria. Bajo esas condiciones sociales y económicas, que contradecían los ideales de justicia y libertad, la vida espiritual se hacía insostenible. Un país estancado y empobrecido no

33 “Memorandum of a Conversation”, Washington, 21-I-1959, Asunto: conversación entre el presidente Frondizi y el secretario Dulles, participantes: Frondizi, Dulles, Rubottom y Beau-lac, FRUS, 1958-1960, vol. V, p. 531. El memorándum fue preparado por el embajador Beaulac. Una nota aclara que Frondizi pidió al intérprete norteamericano que le hiciera un memorándum de la conversación para su uso personal, pero éste no fue publicado. Nota 1, ibidem.

34 fLorIt, “Memorándum informativo”, cit. Florit informó sobre lo conversado en la reunión pero no participó de ella.

35 “Memorandum of a Conversation”, Washington, 21-I-1959, cit.; fLorIt, “Memorándum informativo”, cit.

36 “Memorandum of a Conversation”, Washington, 21-I-1959, cit.

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podía asegurar las instituciones democráticas, siendo por el contrario campo propicio para la anarquía y la dictadura.

El desarrollo nacional era condición de bienestar, progreso, libertad y democracia. Los países latinoamericanos debían decidirse, por lo tanto, a explotar sus recursos, movilizar sus energías y aprovechar al máximo los adelantos técnicos y científicos. Esta era la marcha que había iniciado la Argentina, decidida a lograr su pleno desarrollo económico. Un programa de expansión económica apuntaba a la producción propia de hierro, petróleo y carbón. Los créditos y las inversiones del exterior hallaban en la Argentina las garantías jurídicas y un programa de estabilización económico-financiera. No obstante, así como el pueblo aceptaba toda inversión destinada a promover el progreso, también rechazaba toda propuesta que implicara una amenaza a su soberanía.

El camino emprendido por la Argentina era el comienzo de un esfuerzo integral que recién se iniciaba en América latina y “cuyo éxito o fracaso in-fluirá decisivamente en la suerte política del hemisferio”.

No podía ser indiferente a los legisladores norteamericanos que millones de individuos vivieran mal en el continente americano. La condición de estos semejantes no era solamente una apelación a los ideales de solidaridad huma-na, sino también:

una fuente de peligro para la seguridad del hemisferio. Dejar en el estanca-miento un país americano es tan peligroso como el ataque que pueda provenir de una potencia extracontinental. La lucha contra el atraso de los pueblos reclama mayor solidaridad del hemisferio que la promovida por su defensa política o militar. La verdadera defensa del continente consiste en eliminar las causas que engendran la miseria, la injusticia y el atraso cultural37.

37 arturo frondIzI, “La Argentina y los Estados Unidos”, discurso pronunciado en el Congreso de los Estados Unidos de América, 21-I-1959, Mensajes presidenciales, 1958-1962, t. 2, Buenos Aires, CEN, 1980, pp. 9-20. El canciller Florit señaló que en el discurso en el Capitolio Frondizi había asumido “una suerte de tácita representación de América latina en momentos en que se lanzaba la Operación Panamericana con Juscelino Kubitschek”. Véase carLos fLorIt, “Perfil internacional de un mundo en cambio”, carI, La política exterior y sus protagonistas, 1880-1995, Buenos Aires, GEL, 1996, p. 151. La Operación Panamericana era una propuesta formalizada por el presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek a los países americanos el 9 de agosto de 1958. Kubitschek buscaba mejorar las relaciones con los Estados Unidos, después de los incidentes sufridos por Nixon durante su visita al continente. El obje-tivo era ampliar las relaciones del sistema interamericano, además de los aspectos jurídicos y de defensa, a las dimensiones económicas y sociales de la relación con los Estados Unidos.

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El presidente argentino recibió en Blair House la visita del presidente del Eximbank, Samuel Waugh. Este funcionario señaló que el Eximbank tenía gran interés en América latina y especialmente en la Argentina. El banco deseaba colaborar, en la medida de lo posible, en la solución de los problemas. La experiencia de veinte años en materia de empréstitos, especialmente a países latinoamericanos, aconsejaba la aplicación inmediata de los créditos obtenidos38.

Frondizi recibió asimismo la visita de Eugene Black, el presidente del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento. Aquel explicó las necesi-dades crediticias de su país, además de los recursos destinados a la extracción del petróleo, y añadió que era vital para la Argentina explotar sus yacimientos carboníferos y su potencial hidroeléctrico. El plan hidroeléctrico comprendía la construcción de una planta en El Chocón y la conclusión de otros proyec-tos ya iniciados, para los cuales se requerían créditos por unos 20 millones de dólares. Black sugirió enviar una misión para efectuar, con miembros del gobierno argentino, un examen del panorama energético del país. Advirtió que el banco siempre insistía en estudios previos y detallados, con el fin de decidir su participación y evitar que el costo de los proyectos resultara el doble de lo planeado, con la pérdida de tiempo y recursos que implicaba la suspensión de los trabajos. Esto ya había sucedido en la planta de Dock Sud. El banco tenía dos principios fundamentales: no prestar fondos sin la seguridad de que se devolverían, y que el proyecto a ser financiado se completaría con éxito. Por último inquirió si la Argentina tenía intenciones de incorporarse a la Corpora-ción Financiera Internacional. Varios empresarios habían indicado al banco sus deseos de invertir en la Argentina y, dado que en ciertos casos las inversiones tendrían que hacerse a través de la citada corporación, interesaba saber las intenciones de la Argentina al respecto. Frondizi respondió que ya se habían iniciado las conversaciones para ingresar a esa institución39.

El presidente argentino se reunió con Eisenhower en la Casa Blanca el 22 de enero. El mandatario norteamericano invitó a Frondizi a hacer cualquier observación adicional que deseara a lo ya conversado con el secretario Dulles, considerando que el presidente argentino querría poner énfasis en ciertos pun-tos. Frondizi repitió en forma sumaria lo que había dicho al secretario Dulles sobre las acciones de la Argentina para resolver los problemas del petróleo, el carbón y la energía termal. Reiteró que la Argentina necesitaría créditos

38 “Ayuda Memoria - Conversación entre el presidente Frondizi y el presidente del Banco de Importación y Exportación”, Blair House, 21-I-1959, AF, caja 542.

39 “Ayuda Memoria - Conversación entre el presidente Frondizi y el presidente del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento”, Blair House, 22-I-1959, AF, caja 542.

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adicionales para energía hidroeléctrica y acero, destacando que su país no quería créditos para consumo. Señaló que apreciaría la ayuda del gobierno norteamericano para que el Banco Internacional actuara con rapidez en el caso argentino. Eisenhower respondió que el banco era experto en esos temas y actuaría rápida y eficientemente. El presidente norteamericano observó que los Estados Unidos quería ayudar a la Argentina en cualquier área en que pudiera ser útil.

Frondizi se refirió al deseo argentino de obtener armamento para sus Fuerzas Armadas, aclarando que la Argentina era un país pacífico pero ne-cesitaba una cierta cantidad de armas para su seguridad. Eisenhower afirmó que en ausencia de un pacto militar bilateral no era posible hacer donaciones. No obstante el gobierno norteamericano podría vender cualquier material que estuviera disponible al mejor precio posible. El presidente norteamericano dijo que no quería ser negativo, sólo estaba señalando posibles caminos. Dulles, también presente en la reunión, observó que algunas negociaciones sobre ar-mamentos ya se estaban llevando a cabo. El presidente argentino indicó que éstas serían continuadas por el embajador argentino40.

Frondizi mencionó luego el conflicto de límites peruano-ecuatoriano y la conveniencia del trabajo conjunto de los garantes para darle fin rápidamente. Eisenhower dijo que no había dudas sobre su voluntad de ayudar y preguntó a Frondizi si tenía alguna idea de cómo hacerlo. Frondizi señaló que Perú había insistido hasta ese momento en que cualquier solución debía alcanzarse aplicando estrictamente el tratado, pero ahora deseaba hablar de otras posi-bilidades. Todos los presentes estuvieron de acuerdo en que la solución del conflicto sería importante para todo el continente41.

40 “Memorandum of a Conversation”, Washington, 22-I-1959, Asunto: visita del presidente Frondizi al presidente Eisenhower, participantes: Frondizi, Florit, Del Carril, Barros Hurtado, Eisenhower, Dulles, Rubottom, Beaulac y Buchanan, FRUS, 1958-1960, vol. V, pp. 533-535. En su conversación previa con Dulles, Frondizi había expresado el mismo deseo de obtener armamento. En esa oportunidad, Rubottom recordó que habían existido conversaciones res-pecto de la transferencia de un submarino, y que un número de modernos aviones jet estaban disponibles, pero la dificultad residía en el precio y los asuntos seguían en discusión. Sin refe-rirse específicamente a la Argentina, Dulles observó que era deseable que los países limitaran su gasto en armamento. Frondizi respondió que la Argentina nunca había estado armada en exceso y que las Fuerzas Armadas querían una pequeña cantidad de armas modernas, con el fin de que los servicios y el costo de su mantenimiento pudieran ser reducidos. Véase “Memo-randum of a Conversation”, Washington, 21-I-1959, cit. La versión argentina sólo apuntó que algunos problemas vinculados con cuestiones militares y de defensa continental se tocaron marginalmente. Véase fLorIt, “Memorándum informativo”, cit.

41 “Memorandum of a Conversation”, Washington, 22-I-1959, cit. En la reunión anterior de Frondizi con Dulles, Rubottom hizo referencia a su conversación con el ministro Florit, en

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Rubottom señaló a continuación que al presidente Eisenhower le gustaría escuchar que las conversaciones sobre la implementación del acuerdo de ayuda técnica entre los dos países estaban avanzadas. La Argentina había expresado su voluntad de destinar todos los fondos provenientes del programa PL-480 disponibles para respaldar proyectos en campos como producción de carne, educación y energía atómica.

Eisenhower aseguró a Frondizi que los miembros de su gobierno estaban observando con mucha comprensión el progreso realizado en la Argentina y admiraban el coraje y el liderazgo del presidente. Si bien sería cuidadoso en sus afirmaciones públicas sobre los asuntos en marcha porque no quería perjudicar al presidente con elogios inoportunos, éste debía saber que estaban con él y siempre ansiosos por ayudar42.

Ante el Consejo de la OEA, el presidente argentino denunció el deterioro de los términos del intercambio en la región y respaldó la Operación Pana-mericana del presidente brasileño Juscelino Kubitschek, cuyo propósito era contribuir al crecimiento y la formación de capital en América latina43.

Luego de un descanso en Williamsburg, Frondizi se trasladó a Chicago, donde asistió a un almuerzo ofrecido por los directivos de la International Packers Company y a un banquete organizado por el alcalde de la ciudad. Voló luego a Detroit para visitar las empresas Ford y General Motors. De allí se dirigió a Nueva York, donde tuvo un encuentro con Eleonor Roosevelt, asistió a una recepción ofrecida por los presidentes del First National City Bank of New York y del Chase Manhattan Bank y recibió la bienvenida del alcalde de la ciudad. Realizó también una visita a la Bolsa de Wall Street y al edificio de las Naciones Unidas.

En los numerosos discursos pronunciados Frondizi tocó los siguientes temas:

la que éste había mencionado la excelente actitud mostrada por Perú en esos momentos y las recientes declaraciones belicosas de Ecuador. Rubottom aclaró que no siempre había sido así y que en el pasado se había dado la situación inversa, agregando que no se debía dar la impresión de favorecer a un país en contra del otro y que debía escucharse a ambas partes. Sugirió que al embajador norteamericano en Río se le dieran instrucciones complementarias para trabajar en favor de un acuerdo junto con sus colegas de los países garantes. Véase “Memorandum of a Conversation”, Washington, 21-I-1959, cit.

42 “Memorandum of a Conversation”, Washington, 22-I-1959, cit. 43 arturo frondIzI, “Estancamiento e inestabilidad en América latina”, discurso pronun-

ciado ante el Consejo de la OEA, Washington, 22-I-1959; frondIzI, Mensajes presidenciales, cit., pp. 21-30.

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1) El paralelismo entre los Estados Unidos y la Argentina, refiriéndose a las semejanzas que unían a los dos países, y a la raíz espiritual e histórica de la unidad de las Américas44.

2) Las causas del estancamiento de la Argentina y su necesidad de capitales para el desarrollo de los sectores básicos45.

3) El programa de expansión adoptado por su gobierno, y la importancia de contar con asistencia financiera continuada durante el período crítico del reajuste y la estabilización46.

4) El plan de estabilización económico-financiero aplicado en su país ten-diente a contener la inflación, asentar la política económica sobre bases reales y lograr una sana política monetaria47.

5) La consolidación de la seguridad jurídica como preocupación dominante de su gobierno. El país siempre había cumplido con los compromisos internacionales y se respetaba la propiedad privada48.

6) El deterioro en los términos del intercambio para los países productores de materias primas, y que a la Argentina había acarreado grandes défi-cit en los balances de pago e impedido atender las inversiones básicas con los propios recursos. La importancia del comercio exterior para el

44 arturo frondIzI, “La Argentina y los Estados Unidos”, cit., pp. 10-13; arturo fron-dIzI, “La prensa norteamericana y su responsabilidad frente a los procesos de desarrollo en América Latina”, discurso pronunciado en el Club Nacional de Prensa, Washington, 23-I-1959; arturo frondIzI, Mensajes presidenciales, cit., p. 40; arturo frondIzI, “El desarrollo económico argentino”, discurso pronunciado en Chicago en ocasión de la visita a la empresa International Packers, 26-I-1959; ibidem, pp. 47-48; arturo frondIzI, “El futuro de las re-laciones económicas con los Estados Unidos”, discurso pronunciado en el banquete ofrecido por el intendente de Chicago, 26-I-1959; ibidem, p. 60; arturo frondIzI, “La significación del programa argentino de desarrollo”, discurso pronunciado en Nueva York, en ocasión del almuerzo ofrecido por el intendente de esa ciudad, 30-I-1959; ibidem, p. 78.

45 arturo frondIzI, “El desarrollo económico argentino”, cit., pp. 48-50; “Expuso Fron-dizi en Chicago su plan de reactivación”, Noticias Gráficas, 26-I-1959; “Un mensaje para los hombres de empresa”, La Nación, 27-I-1959.

46 arturo frondIzI, “La Argentina y los Estados Unidos”, cit., pp. 16-17; arturo frondIzI, “El desarrollo económico argentino”, cit., pp. 50-55; arturo frondIzI, “La política financiera y el desarrollo nacional”, discurso pronunciado ante los representantes de las instituciones bancarias de la ciudad de Nueva York, 28-I-1959; arturo frondIzI, Mensajes presidenciales, cit., pp. 66-67 y 71-72.

47 arturo frondIzI, “La Argentina y los Estados Unidos”, cit., p. 17; arturo frondIzI, “El desarrollo económico argentino”, cit., p. 52; arturo frondIzI, “La política financiera y el desarrollo nacional”, cit., pp. 66 y 69-71; frondIzI, “La significación del programa argentino de desarrollo”, cit., p. 79.

48 arturo frondIzI, “La Argentina y los Estados Unidos, cit., p. 17; arturo frondIzI, “El desarrollo económico argentino”, cit., pp. 51 y 56-57; frondIzI, “El futuro de las relaciones económicas con los Estados Unidos”, cit., pp. 68-69.

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desarrollo económico de un país. La Argentina no reclamaba condicio-nes especiales, necesitaba solamente que se asegurara la libre y honesta competencia en el mercado internacional49.

7) El problema de los excedentes agrícolas norteamericanos que mereció, aparte de la alusión en los discursos, una declaración pública dada en Washington el 24 de enero de 1959. Frondizi expresó la satisfacción de su gobierno por los resultados del sistema de consultas previas e intercambio de información entre los Estados Unidos y la Argentina sobre el problema de los excedentes agrícolas, generado en virtud del Acta intercambiada en Buenos Aires el 17 de julio de 1958. La colocación de saldos exportables de Estados Unidos era motivo de inquietud para la Argentina, cuyo siste-ma económico se fundaba en la exportación de productos agropecuarios. La acumulación de excedentes representaba una amenaza a la regularidad del comercio exterior y a los justos niveles de precio. El presidente sostu-vo posteriormente que los contactos establecidos debían ser periódicos y que debía encararse la posibilidad de que el acuerdo alcanzado sirviera de base para una acción más amplia y coordinada respecto de la comer-cialización de saldos exportables y excedentes agrícolas50.

8) Un pedido de ayuda para la Argentina y para América latina. Los países latinoamericanos estaban decididos a realizar el desarrollo nacional so-bre la base de su propio esfuerzo, pero existían poderosas razones para requerir la cooperación de otros países, en particular los Estados Unidos. La colaboración de lo Estados Unidos debía ser interpretada como cum-plimiento de un mandato de la historia. Esta solidaridad era una prueba crucial de la unidad continental. Era un desafío y una oportunidad para los dirigentes del hemisferio51.

10) La significación del éxito o el fracaso económico de la Argentina para el continente. Si se producía el último, se pondrían en juego principios e

49 arturo frondIzI, “La Argentina y los Estados Unidos”, cit., p. 16; arturo frondIzI, “El desarrollo económico argentino”, cit., p. 55; arturo frondIzI, “La significación del programa argentino de desarrollo”, cit., pp. 79-80.

50 arturo frondIzI, “El problema de los excedentes agrícolas norteamericanos”, decla-ración dada en Washington, 24-I-1959, arturo frondIzI, Mensajes presidenciales, cit., pp. 43-44; frondIzI, “El desarrollo económico argentino”, cit., pp. 55-56.

51 arturo frondIzI, “El futuro de las relaciones económicas con los Estados Unidos”, cit., pp. 62 y 68-69; arturo frondIzI, “El desarrollo económico argentino”, cit., p. 56; frondIzI, “La significación del programa argentino de desarrollo”, cit., pp. 82-83.

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instituciones identificados con el mundo occidental. El atraso económico era un peligro para la seguridad hemisférica52.

vIaje de dWIgHt eIsenHoWer aL contInente LatInoamerIcano

El presidente de los Estados Unidos visitó la Argentina en febrero de 1960 como parte de un viaje que lo llevó también a Brasil, Chile y Uruguay. El periplo tenía como objetivo conocer las realidades americanas, estimular los contactos entre los gobiernos y confirmar que los Estados Unidos “quiere paz, paz con justicia y libertad”. La ocasión era propicia pues Eisenhower estaba invitado por el presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek, para la inauguración de la nueva capital carioca: Brasilia, el 21 de abril.

Sin embargo el plan se amplió a los cuatro países antes mencionados. Se buscaba “tener impacto en el área” en palabras del subsecretario de Estado Rubottom, que Eisenhower aceptó “salvo que produzca reacción en los países que no se visitan”53. Luego de diversas conversaciones el viaje fue anunciado oficialmente:

el propósito del Presidente es cumplir con el deseo de viajar a América del Sur para encontrar a los pueblos, renovar la amistad con los líderes de naciones aliadas de Estados Unidos en la OEA y trabajar con ellos en el desarrollo del sistema interamericano como un ejemplo de naciones que viven en coopera-ción pacífica54.

¿Por qué Brasil, Argentina, Chile y Uruguay? El fundamento de la elec-ción era, para el nuevo secretario de Estado, Christian Herter: Brasil por su rol preeminente y su larga cooperación con Estados Unidos. Uruguay era el único país record en estabilidad democrática, devoción por los intereses de la libertad y del mundo y larga tradición de amistad con Estados Unidos. Chile era uno de los líderes políticos y culturales de América del Sur. Chile y Brasil no habían sido visitados por Nixon. Argentina debía ser incluida por su tra-dicional preeminencia en el continente y por su programa de estabilización

52 arturo frondIzI, “Respuesta al intendente de Nueva York”, 29 de enero de 1959, arturo frondIzI, Mensajes presidenciales, cit., p. 73; arturo frondIzI, “La Argentina y los Estados Unidos”, cit., p. 18.

53 “Memorandum of a conversation”, Washington, 31-XII-1959, FRUS, 1958-1960, vol. V. p. 267.

54 “Editorial Note”, Department of State, Washington, 21-I-1960, FRUS, 1958-1960, vol.V, p. 273.

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económica. Frondizi había invitado a Eisenhower cuando visitó los Estados Unidos; la propuesta fue aceptada55. Un análisis más extenso se hizo en las Instrucciones que se enviaron a los embajadores en estos países56.

Eisenhower buscó partir con un plan de ayuda para el continente que sometió al Congreso de los Estados Unidos. La aprobación del plan despertó las críticas del Senador Mansfield, líder de la mayoría, quien entendía que el presidente no debía solicitar algo excepcional. Eisenhower fundamentó el pedido en los excesos del comunismo en el mundo y su expansión en varios países; era éste un tema que dominaba su discurso y su objetivo era impedir su difusión en América latina.

El presidente norteamericano solicitó al Congreso 600 millones de dó-lares para “promover dinamismo y efectividad a todos nuestros esfuerzos en este hemisferio”. Deseaba que el crédito se otorgase antes de la reunión de cancilleres que se reuniría en Bogotá, el 5 de setiembre. Los proyectos tenían como objetivo mejorar los estándares de vida latinoamericanos. Eisenhower reconocía que, en varias oportunidades, la defensa del país los había absorbido y que las relaciones con los países latinos habían sido a veces “por obligación”, situación que deseaba desterrar.

El objetivo de Eisenhower era “mantener la paz”, en momentos en que ella estaba seriamente amenazada por recientes acontecimientos mundiales que mostraban “una intensificación del truculento comunismo, el dictador soviético ha hablado irresponsablemente sobre un posible ataque con cohetes a los Estados Unidos”. Para ese entonces Castro gobernaba Cuba pero aún no había declarado su adhesión al marxismo; lo hará en diciembre de 1961.

El presidente norteamericano enumeró la ayuda prestada por su país al continente sudamericano por los créditos otorgados, y por la creación con repúblicas hermanas del Banco Interamericano de Fomento. Por su parte el secretario de Estado presidía un Comisión Asesora Nacional para el estudio de los asuntos interamericanos, algunos de cuyos miembros acompañaron a Eisenhower en el viaje.

Las relaciones internacionales con el continente se regían por el Tratado de Río de Janeiro de 1947 que sentaba como principio la “negativa al sistema colonial” y una adhesión persistente a la política de “no intervención”. Eisen-

55 “Memorandum From the Secretary of State to the President”, Washington, 26-XII-1959, FRUS, 1958-1960, vol. V, p. 271.

56 “Instruction From the Department of State to All Diplomatic Posts in Latin America” Washington, 4-II-1960, (adjunto) I. El documento es redactado por Mc Namara, II. Objetivos del viaje. III. Consideraciones especiales para guía de Agencias y Oficiales de US se especifica: “el viaje no comporta negociaciones, el Presidente no asume nuevos compromisos en el área en la presente política de Estados Unidos”, FRUS, 1958-1960, vol. V, pp. 274-278.

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hower buscaba inspirar confianza, despertar sentimientos de adhesión, aunar voluntades contra el comunismo, a pesar de las políticas anteriores de invasión y dominación57.

Conceptos similares expresó el subsecretario de Estado Douglas Dillon en la Primera Asamblea del Caribe que se reunió en Puerto Rico, contempo-ráneamente al viaje de Eisenhower por algunos países de América latina, y a la que el presidente norteamericano concurrió a su regreso del periplo por el continente sudamericano.

Dillon trató de disipar algunos malos entendidos y conceptos erróneos que existían respecto de su país. Insistió en que los Estados Unidos no se había desentendido de los problemas del continente al que pertenecía; su tarea más urgente consistía en cooperar estrechamente con los problemas del desarrollo económico de la región. El subsecretario enumeró y describió las herramientas con que se proponían ayudar a resolver estos problemas: el Banco Interameri-cano de Fomento, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional; estos dos últimos habían aumentado sus recursos para proveer más ayuda.

Dillon adhería a la Operación Panamericana propuesta por Kubistchek y alentaba a los países del continente para que tomasen medidas que limitasen la burocracia, disminuyesen la inflación, fomentasen la empresa privada, re-formasen el sistema tributario y desistiesen de gastos en armamentos58.

Eisenhower a su regreso del viaje por Brasil, Chile, Argentina y Uruguay asistió a esta Conferencia Americana. En el discurso se refirió a la historia del proyecto, en que él personalmente se había empeñado para que fuera una realidad. Resumió que, en los distintos países donde habló, insistió en el prin-cipio de no intervención, de respeto mutuo, de progreso económico, de fe en el régimen de cumplimiento de la ley, de progreso, de desarrollo, temas que habían sido compartidos por los gobiernos de los estados que visitó.

La Asamblea Americana podía desempeñar, en su opinión, un papel ex-traordinario por su experiencia en los asuntos humanos, por su competencia profesional. “Los países de la América latina necesitaban desesperadamente financiamiento a largo plazo para sus obras de desarrollo, ayuda técnica en su planeamiento y ejecución”. La mayor responsabilidad en cuanto al desarrollo

57 “Discurso de Eisenhower en vísperas de la partida de su viaje para América del Sur”, Washington, 21-II-1960, Boletín de la Embajada de Estados Unidos de América, AF, caja, 523.

58, “Discurso pronunciado por Douglas Dillon, subsecretario de Estado de los Estados Unidos en la Asamblea Americana del Caribe”, Puerto Rico, 1-III-1960, Boletín de la Emba-jada de Estados Unidos de América, AF, caja, 633.

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de una nación recaía en ella, siendo esto uno de los resultados del viaje que acababa de terminar.

Insistió en la necesidad de mejorar los estándares de vida; ello se con-vertía en uno de los caminos para alejar la difusión del comunismo en el continente, tema reiterativo de su discurso y una de las claves de la política norteamericana, aunque en ella se diseñaban diversas corrientes que compe-tían en la Secretaría de Estado59.

PreParacIón de La vIsIta deL PresIdente eIsenHoWer

La llegada del presidente de Estados Unidos Eisenhower reclamaba una actualización de la política mantenida con los Estados Unidos. Por ello, en la documentación, se suceden los memorandos que actualizaban, principalmente, temas económicos.

La Embajada Argentina en Washington envió al presidente Frondizi un memorando del consejero financiero Roberto T. Alemann que informaba al embajador argentino sobre el “Estado de las relaciones financieras con Estados Unidos”. El escrito pasaba revista a los Organismos Internacionales y al estado de situación con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, la Corporación Financiera Internacional (CFI), la Asociación Internacional de Desarrollo y el Banco Interamericano de Desarro-llo (BID). En ellos figuraban los acuerdos vigentes, los pedidos realizados por el gobierno argentino, las misiones presentes en Buenos Aires, los proyectos que sería conveniente presentar sobre electricidad, las solicitudes y pedidos de firmas argentinas en la CFI. En cuanto al BID la situación resultaba bene-ficiosa ya que la Argentina había sido una de las primeras en reconocerlo; en este caso “resultaría recomendable presentar a la brevedad algún pedido de crédito conjuntamente con un país limítrofe para un proyecto que no resulte

59 “Discurso del Presidente Eisenhower en la reunión de la Asamblea Americana en Puer-to Rico”, 4-III-1960, Boletín de la Embajada de Estados Unidos de América, AF, caja. 633. El secretario de Estado, Christian Herter, fue quien recomendó a Eisenhower que las políticas de Estados Unidos “debían en adelante diseñarse para alentar, dentro de Cuba, y en cualquier otra parte de América latina, la oposición al curso extremista y antinorteamericano del régimen de Castro”. Eisenhower aceptó esta postura pero en diciembre de 1959 viró hacia la postura del asesor Gordon Gray y afirmó que las posturas sobre Cuba debían ser ampliadas, Allen Dulles adelantaba que en el largo plazo Estados Unidos no aceptaría el régimen de Castro en Cuba. Aunque Eisenhower hacía declaraciones de no intentar acciones contra Cuba, para ese entonces ya estaba convencido de que la diplomacia productiva con Castro estaba terminada. Cfr. stePHen g. raBe, Eisenhower and Latin American. The Foreign Policy of Anticomunism, Chapel Hill and London, The University of North Carolina Press, 1988, pp. 127-128.

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viable frente a los demás organismos de crédito”, aconsejaba Alemann. En cuanto a colocar valores públicos en el Mercado de capitales de Nueva York, era necesario que el programa de estabilización y desarrollo avanzase a ritmo normal60.

Los temas a tratar en la entrevista de los presidentes de la Argentina y de los Estados Unidos eran objeto de preparación en diversos ministerios ar-gentinos. Como cuadro de situación se recalcaba la falta de interés que había demostrado el país del Norte por los problemas del continente sudamericano. Sin embargo esa posición había cambiado y existía un interés por esta región. Se necesitaba más comprensión, equipos, es decir capitales, técnicos e incre-mentar el intercambio comercial61.

La agenda de conversaciones entre los presidentes comprendía los temas pendientes entre los dos países. La importancia de la entrevista para Frondizi era la convicción del papel estratégico que jugaba “la tecnología y el manejo en el progreso”, al mismo tiempo la conciencia del atraso que presentaba el país y la necesidad de recuperar el tiempo perdido.

El déficit técnico era el resultado de la situación de las universidades. La Argentina en el Comité de los 21 propuso la necesidad de expertos en: tecnología agropecuaria, ingeniería industrial, administración de empresas, administración pública y economía. La situación actual reclamaba la creación de un programa técnico financiero a fin de dar a las universidades el impulso necesario para respaldar su actualización técnica62.

El Banco Interamericano disponía de 150 millones para estos fines; la propuesta de Frondizi era que si contasen con 20 millones en cuatro años sería posible vencer la resistencia al progreso de quienes acusan de “imperia-lismo” al programa del CAFADE. En síntesis: apoyo de Estados Unidos para preparar un programa técnico financiero, con préstamos de fomento de bancos

60 “Memorandum para el Señor Embajador. Estado de las relaciones financieras en Es-tados Unidos”, del consejero financiero R. Alemann. Confidencial, Washington, 12-II-1960, AF, caja 541.

61 “Para carpeta viaje Eisenhower”, Buenos Aires, 15-II-1960, AF, caja 541. En otro do-cumento de la misma fecha figura la agenda de temas a tratar: “1.Problemas de Argentina y Estados Unidos; 2. Problemas continentales; 3. Problemas de política mundial; 4. Cordialidad de las relaciones; 5. Franqueza con que hemos discutido, por encima de aspectos protocolares; 6. Nuestro desarrollo económico; 7. Lo que nos ha preocupado siempre es si Estados Unidos tomó conciencia de la gran importancia de América Latina y de la naturaleza de sus proble-mas: 8. Apoyo financiero al plan de estabilización y desarrollo; 9. “Yo no le ofrezco al pueblo argentino ventajas inmediatas sino que le pido trabajo y sacrificio para la grandeza del país y para el futuro de su propio pueblo”, afirma Frondizi en el borrador para las conversaciones con Eisenhower, ibidem.

62 “Frondizi había conversado de este tema con Petterson, quien le sugirió que lo mencio-ne en las conversaciones informales con Dwight Eisenhower”, AF, caja 541.

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internacionales, destinados a establecer disciplinas estratégicas al desarrollo económico en las universidades estatales 63.

Otro de los temas fundamentales era el de la “Operación Carnes”. La Argentina tenía el mismo nivel de producción de carne que Estados Unidos veinticinco años atrás. En ese lapso este último país había aumentado su producción en un 60% y la Argentina lo había disminuido en un 10%. La Operación Carnes significaba tecnificación del proceso ganadero del país que no se circunscribía sólo a la región pampeana. El objetivo del gobierno era expandir hacia el norte y el este la explotación intensiva de carnes. Se requería una asistencia técnica de los Estados Unidos más ágil que la actual –habían contribuido con 13 millones–, y una mayor comprensión y apoyo de Washington al programa.

Un memorando preparado para la ocasión insistía en el problema que la Argentina tenía con respecto a una balanza comercial deficitaria en razón de que la exportación de productos primarios: carnes, cereales y forrajes de origen agrícola no arrojaba un saldo favorable. Los países europeos producían estos mismos productos con costos más bajos, con lo cual el resultado era el cierre de los mercados para nuestros productos.

Esta competencia desfavorable, que había sido la política de los últimos quince años, produjo dos consecuencias: 1) Argentina estaba estancada en su desarrollo y sus productos los había

vendido a muy bajo precio. 2) Estados Unidos había acumulado enormes excedentes de estos artículos

competitivos con gran costo para su erario.El país del Norte presentaba en sus balances pérdidas de millones de dó-

lares en la venta de excedentes agrícolas que eran, en cierto modo, el precio de las pérdidas argentinas. El documento sugería que quizá se podía revertir esta situación de pérdida para ambos países.

Para ello se proponían líneas de acuerdo: 1) Que los países se pusieran de acuerdo en no vender a Europa saldos ex-

portables de cereales y forrajes a bajo precio; una comisión mixta podría, todos los años, fijar dichos precios.

2) Que Estados Unidos desviara esas ventas hacia otros continentes y países necesitados de alimentos.

63 “Para la agenda de conversaciones entre los presidentes”, Presidencia de la Nación, Buenos Aires, 24-II-1960, secreto, las citas que siguen pertenecen a este documento, AF, caja 541.

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3) Entre esos países podrían incluirse algunos de América del Sur, tradicio-nales clientes de la Argentina. Estados Unidos podría destinar los dólares obtenidos de esas ventas adicionales a nuestro mercado, comprar extracto de carne o carnes conservadas, que luego podrían venderse con conce-siones a otros países necesitados, complementando la venta de cereales con alimentos proteicos. Sería un camino para reparar el mal causado en los últimos quince años.

4) Si se llegara a este tipo de acuerdo, la Argentina podría contribuir en los años venideros a la política preconizada por Eisenhower con el nombre de “Alimentos para la paz”64.

Desde Washington el embajador argentino Del Carril sugirió recomen-daciones para la entrevista. El objetivo era recordar que los Estados Unidos había interrumpido la importación de carnes curadas, por razones sanitarias, sin previo aviso. Sin intervención argentina, los laboratorios de Plum Island65 decidieron suprimir el sistema de carnes curadas. Los técnicos argentinos no encontraron en las latas de nuestros productos ningún elemento que pudiera asegurar que éstas contenían aftosa.

El embajador interpretaba que en la decisión había intervenido la presión de los grandes frigoríficos que buscaban asegurarse el monopolio de la compra de carnes en la Argentina para exportar a Gran Bretaña. Las gestiones realiza-das no habían tenido éxito y la embajada solicitó a la Secretaría de Agricultura un técnico para trabajar en Plum Island66.

Antes de la llegada de Eisenhower al país el presidente Frondizi se reunió con el embajador de los Estados Unidos para coordinar la entrevista. En esa ocasión uno de los temas pendientes era el de la aviación comercial; Beaulac estimaba que debía celebrarse un convenio con nuestro país de naturaleza similar al que contaba los Estados Unidos con más de cincuenta países. Este tema había sido tratado en un memorando con el brigadier Angel García Bo-llini y con el ministro de Relaciones Exteriores.

En cuanto a los temas del discurso que pronunciaría el presidente de los Estados Unidos en el Congreso argentino, Frondizi dio su aprobación, y en lo

64 “Memorandum”, 24-II-1960, sin firma, AF, 541. Luis Portillo, ¿Alimentos para la paz? La “ayuda” de Estados Unidos, Madrid, Iepala, 1987, afirma que el programa es el resultado de las transformaciones de la agricultura norteamericana que produce excedentes y la presión de los crecientes intereses agrarios por la expansión de los mercados exteriores.

65 Plum Island es un Centro del Departamento de Agricultura del gobierno de los Estados Unidos para el estudio de las enfermedades animales.

66 Emilio Donato del Carril, Washington, 24-II-1960, “Para agregar a temas a tratar en la entrevista de los dos presidentes”, AF, caja 541.

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relativo a una declaración conjunta el presidente argentino aprobó los términos que le propuso el embajador norteamericano, con previa consulta de la opinión del ministro de Relaciones Exteriores.

El Ministerio de Relaciones Exteriores también presentó una carpeta en la que se ocupaba de las Relaciones económico-financieras con los Estados Unidos, que comprendía “Apreciaciones sobre el estado actual de la coope-ración militar y técnica de los Estados Unidos con respecto a Argentina”, y la situación que se había creado a propósito de la Disposición Nº 18 del 25 de febrero de 1958 sobre restricciones en el transporte de pasajeros a compañías de aviación estadounidenses67.

Este último tema era central en la entrevista del Ministro de Relaciones Exteriores con el embajador de los Estados Unidos. En primer lugar, en el pro-blema del tráfico regional, las autoridades argentinas de aviación civil habían restringido unilateralmente y de acuerdo con su propio juicio, la participación de líneas aéreas estadounidenses en el tráfico regional, a pesar de que los Es-tados Unidos no imponía iguales restricciones a las líneas aéreas argentinas.

En segundo lugar existía el problema de la capacidad entre los dos países, que se había agudizado desde la incorporación del servicio con aviones a re-tropropulsión en sendas líneas aéreas. Los nuevos aparatos a retropropulsión eran de mayor capacidad que los anteriores a percusión y realizaban el vuelo de Nueva York a Buenos Aires en casi la mitad del tiempo.

Las autoridades argentinas obligaron a la compañía Pan American Airways a reducir los vuelos a dos de percusión para facilitar uno a retropropulsión. El gobierno de los Estados Unidos no usó la misma política con respecto a las aerolíneas argentinas, a pesar de que estas últimas habilitaron servicios a Nueva York con aviones a retropropulsión, varios meses antes de que lo hicieran los Estados Unidos.

También Braniff Airways que solicitaba reemplazar los actuales DC-6B por DC-7C había sido informada de que la capacidad en estos aviones, más

67 “Entrevista del Sr. Presidente de la Nación con el Sr. Embajador de los Estados Uni-dos”, Buenos Aires, 4-II-1960, AF, caja 541, en las relaciones económico-financieras entre los dos países se enumeraba: “1. crédito de 50 millones de dólares, 2. Development Loan Fund, 3. Eximbank, 4. renegociación del convenio de consolidación tarifaria de 1941, 4. doble imposición, 6. conversión del préstamo por empresas afectadas en 1955, 7. exención imposi-tiva, 8. denuncia del convenio de excedentes de 1959, 9. reducción del inventario estratégico de tanino, 10. ampliación de la cuota para quesos, 11. permiso de CAP para exportar carne ovina de Patagonia, 12. carnes curadas”. Estos temas están expuestos en un “Memorandum” del Ministerio de Relaciones Exteriores para información de la Secretaría de Coordinación y enlace de la Presidencia de la Nación, 9-II-1960. Esta entrevista es comunicada al Ministro de Relaciones Exteriores, 16-II-1960, ibidem.

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modernos y más grandes, quedaba restringida a la de los actuales aviones. De ello surgía que el gobierno argentino buscaba reducir la participación estado-unidense en el tráfico entre los dos países a su nivel actual. La Secretaría de Aeronáutica agregaba, además, un nuevo requisito que era la presentación de una solicitud y una audiencia como condición previa para otorgar el permiso a líneas aéreas sin servicio regular o por contrato.

Estas disposiciones quitaban dinamismo al tráfico aéreo a plena carga. Los Estados Unidos utilizaba otro procedimiento; las disposiciones de la Sección 1108 de la Federal Aviation Act (Ley de Aviación Federal) otorgaban a las líneas aéreas permisos de fletamiento de hasta noventa días, siempre que hubiera reciprocidad entre los dos países. Sólo se exigía la presentación de una copia del contrato con su respectiva solicitud, pero no trasladarse y comparecer personalmente.

Esta disparidad de criterios reclamaba solucionar los problemas de la aviación civil, especialmente para la Argentina, que quería tener una sólida industria de aviación. También para los Estados Unidos, cuyo alcance de la aviación era mundial y en constante desarrollo, exigía una dinamización de los criterios y una adecuación a las circunstancias. El gobierno de este país esperaba firmar un acuerdo con el argentino semejante al que ya había firmado con otros cincuenta países. La aviación era una empresa multilateral, el uni-lateralismo la distorsionaba.

La solución presentaba dos caminos: uno proceder sobre la base de que mientras la capacidad en términos de asientos disponibles aumentaba, el tráfi-co se mantendría estacionario, o se desarrollaría mucho más lentamente; otro era asumir una actitud dinámica, plenamente justificada por la historia de los vuelos a retropropulsión a Europa y Oriente, en el sentido de que tales vuelos habían de crear mayor tráfico.

Para la Argentina se sugería que, si bien era relevante proteger y alentar las líneas aéreas argentinas y estadounidenses, quizá fuese más importante la contribución que una aviación internacional pujante y dinámica podía apor-tar a la situación económica del país. Buenos Aires podría convertirse en un gran centro de aviación internacional en el que un número cada vez mayor de aviones a retropropulsión realizara servicios a y de Buenos Aires a países extranjeros, aumentando el número de pasajeros68.

Una misión de la fuerza aérea estadounidense estaba radicada en el país69 para cooperar con asesoramiento y aumentar la eficiencia técnica y operativa

68 “Aide-Memoire”, Buenos Aires, 27-I-1960, (traducción no oficial). Embajada de los Estados Unidos de América, AF, caja 541.

69 Por acuerdo del 3-X-1956 y aprobado por decreto ley nº 13.109 del 21-X-1957.

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de la aeronáutica argentina. En 1958 el gobierno argentino autorizó la perma-nencia en nuestro país de una escuadrilla de pruebas a gran altura que había realizado experiencias de interés científico. Algo semejante sucedía en el cam-po naval, ya que una misión de asesores navales norteamericanos se hallaba radicada en el país con los mismos fines que los asesores aeronáuticos.

Estados Unidos envió al país misiones de expertos por el Acuerdo para un Programa de Cooperación y Asistencia Técnica firmado el 3 de junio de 1957, también de equipos y materiales de enseñanza o investigaciones y becas de perfeccionamiento en el exterior. Como no se llegó a un arreglo, la delegación argentina prefirió suspender las conversaciones temporalmente, opinión com-partida por la delegación estadounidense, lo que no significaba que el tema estuviera agotado.

En el horizonte de las conversaciones entre Eisenhower y Frondizi, se desprendía que el gobierno estadounidense prestaba relevancia al tema del transporte aéreo de pasajeros; de mantenerse la postura argentina parecía muy difícil obtener un acuerdo entre los dos países y resultaba inapropiado como tema de conversación entre los dos presidentes. Las precisiones técnicas que éste requería, aunque pudiese ser mencionado, hacía desaconsejable contraer cualquier compromiso durante dichas conversaciones70.

eIsenHoWer en amérIca LatIna (24 feBrero - 3 marzo 1960)

a. Brasil

El presidente de los Estados Unidos partió de su país hacia Brasil, previa escala en San Juan de Puerto Rico. En el país carioca fue recibido en Brasilia, ciudad que aún no estaba inaugurada como capital de la República; sin embar-go los actos más importantes tuvieron lugar en Río de Janeiro.

En los discursos que Eisenhower pronunció en tierra brasileña estuvo presente la ayuda que ese país brindó a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Río de Janeiro era, para el presidente de los Estados Unidos, la ciudad donde tuvo lugar la Conferencia de Río en 1942 y el Tratado de Río de 1947, que mostraban una colaboración constante entre Brasil y los Estados Unidos.

En el discurso que pronunció en el Congreso brasileño, Eisenhower ma-nifestó su admiración por Brasil “por su envidiable trayectoria de constructiva

70 “Memorando, Situación creada a raíz de la Resolución Nº 18 del 15-08-1958. Restric-ciones en el transporte de pasajeros a compañías de aviación estadounidense”, del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto para información de la Secretaría de Coordinación y Enlace de la Presidencia de la Nación, Buenos Aires, 10-II-1960, AF, caja 541.

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dirección en los asuntos hemisféricos y mundiales”. Recordó que las inversio-nes y préstamos de los Estados Unidos a Brasil alcanzaban a 2.500 millones de dólares. Reafirmó uno de los objetivos del viaje:

no queremos intervenciones, proclamamos nuestra esperanza de que cada nación se desarrollará de acuerdo a su genio y mantendrá un gobierno libre, rechazamos la tiranía que es cruel y que todos trabajemos por la consolidación de instituciones democráticas.

El presidente de los Estados Unidos aludió a la Operación Panamericana y consideró que Brasil había iniciado la batalla por “ocupar un lugar en el mundo y crear condiciones que enriquezcan el trabajo de nuestros pueblos”. Los dos pueblos participaban de los principios de la democracia, la libertad y la justicia.71.

Los dos mandatarios apoyaron un plan de cinco puntos, que invitaron a suscribir a Frondizi, en el que acordaban: 1) Futura contribución adicional de los Estados Unidos a través del Banco

Interamericano para financiación y desarrollo en América latina. 2) Defensa de los precios de los productos básicos. 3) Financiación del programa interamericano de formación de técnicos y

campaña contra el raquitismo. 4) Planes de tecnificación y mejoramiento de la agricultura latinoamericana

mediante el fortalecimiento del Instituto Americano de Agricultura. 5) Creación del Organismo Interamericano de Investigación Tecnológica y

Productividad72.

b. La Argentina

La acogida a Eisenhower en Buenos Aires reconoció un clima de fiesta. El arribo se ajustó al protocolo: recibimiento en Ezeiza, visita al presidente Fron-dizi en la Casa de Gobierno, visita y discurso de Eisenhower en el Congreso, visita a la Corte de Justicia. El presidente de los Estados Unidos partió después para Mar del Plata donde lo agasajó el intendente de la ciudad, se reunió con

71 La Nación y La Prensa, crónica del viaje de Eisenhower. El presidente americano visitó San Pablo porque allí residían combatientes de la Segunda Guerra Mundial que pelearon bajo sus órdenes, Buenos Aires, 24 y 25-II-1960.

72 “Memorando del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto para información del presidente Frondizi”, Buenos Aires, 26-II-1960. “Nota: se le acepta, conviene agregar en el punto 2: “en especial de la agricultura”, AF, caja 541.

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Frondizi y asesores y luego se dirigió a Bariloche. Allí destinó el día domingo para descansar y jugar al golf, y luego dieron a conocer la Declaración con-junta de los dos mandatarios.

De todos los discursos pronunciados rescatamos, por su relevancia, el que leyó Frondizi en la cena que le ofreció a Eisenhower y su comitiva, el que pronunció Eisenhower en el Congreso ante los legisladores argentinos y la Declaración conjunta de los dos mandatarios.

El presidente argentino, en el banquete ofrecido al presidente de los Estados Unidos, reiteró las líneas de su programa político. Saludó al general que planeó batallas y combates en la Segunda Guerra Mundial y que ahora llevaba adelante un nuevo desafío: cambiar la guerra por la paz. En este nuevo combate “tenemos que participar y gravitar en las decisiones de los problemas internacionales” postulaba Frondizi.

La visita de Eisenhower tenía una profunda significación, en opinión de nuestro presidente. Estados Unidos ocupado en las instancias de la guerra vol-vía su mirada, ya libre de esas preocupaciones, a la responsabilidad de adap-tarse a las nuevas corrientes del comercio internacional, y necesitaba “planear la batalla de la paz”. Ésta comportaba la cooperación económica internacional con dos objetivos impostergables: fortalecimiento y expansión de la economía mundial y aceleración de los pueblos rezagados, condiciones indispensables para el crecimiento armónico de todas las naciones.

La significación del viaje del presidente de los Estados Unidos estribaba en que este país prestaba atención, comprendía la situación y estaba dispuesto a colaborar con los países del sur del continente: “esta es la hora de América”, afirmó Frondizi. Los pueblos estaban dispuestos a realizar el esfuerzo necesa-rio para progresar en su situación, con trabajo y dedicación, al mismo tiempo que necesitaban de la complementación, con esfuerzos de integración regional y cooperación hemisférica mundial, en los cuales el aporte de los Estados Unidos era fundamental73.

El mensaje de Eisenhower fue previamente enviado a Frondizi, quien aprobó sus conceptos. Su eje era el mutuo conocimiento y comprensión al que habían contribuido la tecnología y la ciencia. El elogio y la admiración hacia el gobierno argentino por el coraje y la decisión con que había encarado la situación económica estaban presentes en el borrador74. En el discurso pro-

73 A. frondIzI, Mensajes presidenciales, Buenos Aires, CEN, 1961, 26-II-1960, pp. 29-34.

74 “Parte del discurso que pronunciará el presidente Eisenhower en el Congreso Argen-tino” (entregado al señor presidente Arturo Frondizi por el ingeniero Risso Patrón), Buenos Aires, 17-II-1960, cit. 541.

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nunciado por Eisenhower este aspecto se acentuó e hizo referencia a los 1.000 millones de dólares que el gobierno americano había prestado a la Argentina porque “el capital es un elemento esencial del desarrollo, es un instrumento de producción que colabora con la capacidad técnica”.

El deseo del conferenciante, en relación a América latina, consistía en que: 1) todas las naciones de América realicen progresos económicos; 2) cooperar, en la medida de lo posible, con las naciones americanas para alcanzar sus jus-tas aspiraciones; 3) adherir estrictamente a una política de no intervención y mutuo respeto, aplaudiendo el triunfo de la autonomía en todas las partes del mundo; 4) aproximar aún más la creación de un mundo en el que se garanti-zara la paz dentro de la libertad, una paz libre no impuesta.

Eisenhower reconoció que la Argentina también deseaba esa paz, que era compartida por los dos países; ello ayudaba a la mutua comprensión y a un mayor conocimiento. Este fue uno de los leitmotiv del discurso del presidente norteamericano a lo largo de toda su gira por los países del continente75.

Eisenhower se trasladó de Mar del Plata a Bariloche en auto, en compañía de Frondizi. La conversación entre ambos mandatarios se desarrolló sobre el esfuerzo que realizaba Argentina para obtener el autoabastecimiento de petró-leo, expuesto por Frondizi. Otra de las preocupaciones del presidente argentino era producir acero, lo que incidiría en la reducción del déficit76.

En Bariloche hubo una reunión importante, previa a la entrevista de Frondizi con Eisenhower, de la que participaron el Secretario de Estado norte-americano Herter, Rubottom y el ministro de Relaciones Exteriores argentino Diógenes Taboada, el embajador Del Carril y Alejandro Orfila, ministro con-sejero en la Embajada de Estados Unidos, donde se plantearon diversos temas y que luego serán abordados en la entrevista de los dos presidentes77.

En la conversación entre Frondizi y Eisenhower se volvió sobre el tema de las relaciones entre Este y Oeste. Eisenhower explicó que, en su opinión, los rusos no querían llegar a otra guerra; era posible que hubiesen entendi-

75 “El discurso de Eisenhower en el Congreso”, La Nación, 27-II-1960. 76 “Eisenhower le recomendó a Frondizi a Walter Donally, un hombre de negocios del

acero y gran conocedor de problemas latinoamericanos, el presidente norteamericano se com-prometió a ponerlos en contacto para trabajar en el tema. También se mostró muy satisfecho con el viaje a Brasil, interrogó a Frondizi sobre los barcos rusos que habían sido avistados en el Golfo Nuevo”, “Memorandum of a Conversation. En Route From Mar del Plata to Bariloche”, 27-II-1960, participantes: Eisenhower, Colonel Walters, Frondizi, Orfila, FRUS, 1958-1960, vol. V, Argentina, p. 607.

77 “Memorandum of a Conversation”, San Carlos de Bariloche, 28-II-1960, participan: Frondizi, Herter, Rubottom, Taboada, Del Carril, Orfila, FRUS, 1958-1960, vol. V, Argentina, pp. 614-619.

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do que el gasto sería enorme y perjudicaría a todos, incluso a ellos mismos. Mientras tanto no dejaban de poner obstáculos, de expandir su influencia y el gobierno de los Estados Unidos se encontraba obligado a gastar el 60% de su presupuesto en armamentos.

Con respecto al problema que presentaba Cuba, el presidente norteameri-cano lo encontraba dificultoso porque en junio de 1960 vencía el acuerdo por el cual los Estados Unidos otorgaba precios preferenciales al azúcar y el Con-greso norteamericano no era favorable a su renovación. Eisenhower insistió en que el problema cubano lo era para toda América latina y no sólo para los Estados Unidos. Esta postura se mantendrá inalterable a lo largo de los años y la no ruptura de relaciones con Cuba de parte de Frondizi, será una de las razones de su derrocamiento.

En cuanto al reconocimiento de China comunista por parte de los Estados Unidos, el tema no estaba todavía maduro para que se produjera dicho reco-nocimiento. Por su parte Eisenhower le preguntó a Frondizi sobre la relación de Argentina con los vecinos, y el presidente argentino se explayó largamente sobre las relaciones amigables con ellos.

Eisenhower mencionó luego el conflicto entre Perú y Ecuador, señalando que el arbitraje o la mediación por países como Argentina, Brasil y Uruguay podía ser aceptable a las partes. Otros temas tratados fueron la modernización de las Fuerzas Armadas, para las cuales Frondizi pedía una suma adicional a la acordada; el comercio con la Comunidad Económica Europea a propósito del proteccionismo con los productos agropecuarios que afectaba a las expor-taciones argentinas; y el refinanciamiento de la deuda argentina para la cual Frondizi demandaba que fuese a largo plazo.

Respecto de la cuestión de la aviación comercial, Frondizi mencionó que había consultado con el secretario Herter la posibilidad de financiación para nuevos aeropuertos, porque lo cierto era que si no se mantenían las restric-ciones, las compañías norteamericanas monopolizarían todo el transporte de pasajeros. Si se podían construir nuevos aeropuertos, se podrían desarrollar áreas internas para las líneas argentinas. Herter había respondido que las dos cuestiones no podían vincularse. Frondizi pidió a Eisenhower que tratara de resolver el problema, y éste prometió ocuparse.

Finalmente, se consideró el problema de las carnes curadas, en relación con el cual el presidente argentino solicitó que no se tomaran medidas unilate-ralmente –a propósito de que Estados Unidos, dos años atrás, había cancelado la exportación de carne argentina debido a la aftosa– sino que, por el contrario,

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las decisiones fuesen consultadas. Eisenhower declaró que no se tomaría una nueva decisión unilateral sin consultar a los argentinos78.

El encuentro entre los dos presidentes se cerró con una Declaración conjunta que era una síntesis de las afirmaciones enunciadas por los dos man-datarios, reafirmando “la decisión de sus respectivos gobiernos de promover mejores niveles de vida para los pueblos de América”79.

c. Chile y Uruguay

En Chile, Eisenhower fue recibido por el presidente Jorge Alessandri con los honores que correspondían a su investidura. El presidente norteamericano reiteró sus deseos de buena vecindad y mutua comprensión y también hizo referencia a su próximo viaje a París para reunirse con los líderes de Inglate-rra, Francia y la Unión Soviética; deseaba llevar “una clara comprensión de los puntos de vista de nuestros amigos de esta región”. El objetivo era conocer todo lo posible acerca del desarrollo económico de Chile y la considerable ayuda que prestaban las instituciones financieras, nacionales y particulares de los Estados Unidos. Cuando partió del país trasandino, Eisenhower manifestó admiración por los esfuerzos de Chile en pos de la estabilidad interna y el progreso80.

El último país del periplo de Eisenhower fue Uruguay, donde fue recibido por el presidente Benito Nardote. El presidente norteamericano hizo alusión a “la fama de vuestras instituciones democráticas” que se había ganado el aplauso de los ciudadanos de su país y la continua adhesión a la OEA y a la UN. El objetivo del viaje era la cooperación mutua entre todos los estados del continente y que la asociación mejorase y se perfeccionase. Los dos presiden-tes firmaron la Declaración de Montevideo en la que expresaban los principios sostenidos por Eisenhower a lo largo de su gira81.

78 “Memorandum of a Conversation”, S. Carlos de Bariloche, 28-II-1960, participan: Fron-dizi, Eisenhower, Colonel Walters, Orfila, FRUS, 1958-1960, vol. V, Argentina, p. 619-624.

79 “Declaración conjunta”, Buenos Aires, 1-III-1960, AF, caja 541. Los dos presidentes intercambiaron una correspondencia, algo más que protocolar, que no incluimos por razones de espacio.

80 “Discurso de Eisenhower”, Boletín de la Embajada de Estados Unidos, Santiago de Chile, 1 y 2-III-1960, AF, caja 633.

81 “Declaración de Montevideo”, Montevideo, 2-III-1960, Clarín, 3-III-1960.

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aLgunas consIderacIones

El objetivo del viaje del presidente argentino a los Estados Unidos ra-dicaba en reposicionar a la Argentina en el concierto internacional para apuntalar su desarrollo, colocando al país en el multilateralismo continental y consolidando su relación con los Estados Unidos. En sus conversaciones con el secretario de Estado y con el presidente Eisenhower, Frondizi describió las duras medidas económico-financieras tomadas por su gobierno e hizo explí-cita la necesidad de créditos adicionales para proyectos en materia de energía hidroeléctrica, carbón y acero, y modernización de las Fuerzas Armadas. Ante el Congreso de los Estados Unidos justificó la necesidad de ayuda de los países latinoamericanos en que el estancamiento de éstos constituía un peligro para la seguridad del hemisferio. De todos los sectores, gubernamentales y privados, obtuvo la promesa de cooperación económica.

¿Cuál es el balance de la visita de Eisenhower a la Argentina? Estamos tentados de adherirnos al título del artículo de Horacio Estol: “Hacia el descu-brimiento de América”, en el que afirmaba el estrechamiento de vínculos y una política de buena vecindad, como los objetivos fundamentales82. El New York Times y el Herald Tribune destacaban que Eisenhower había insistido en dos aspectos durante su viaje: política de no intervención de los Estados Unidos en los asuntos internos de los países latinoamericanos y elevar el nivel de vida en estas tierras. En los Estados Unidos la visita despertó interés en razón de los problemas que empezaba a presentarle Cuba al país del Norte83.

La visita de Eisenhower a América latina promovía una política de bue-na vecindad, comprensión entre los pueblos y unión en el estrechamiento de vínculos entre América latina y los Estados Unidos, aspectos esenciales en el pensamiento del general victorioso de la Segunda Guerra Mundial. A la hora de tomar decisiones en las relaciones del continente sudamericano con Cuba, estos lazos sabiamente tejidos, tratarían de ser el basamento para aceptar las orientaciones del gobierno de los Estados Unidos.

82 HoracIo estoL, “Hacia el descubrimiento de América”, Clarín, 27-II-1960.83 “Opiniones de los diarios norteamericanos”, La Prensa, 3-III-1960.

FRONDIZI Y EISENHOWER, ¿RELACIóN AMISTOSA O INCIERTA?

La dirigencia y la formación de recursos especializados para el desarrollo comercial, en la ciudad puerto de Rosario y su región, 1890-1943

mIgueL ÁngeL de marco (H) conicet

Universidad Católica [email protected]

resumen

La ciudad de Rosario y su región experimentó en las primeras décadas del siglo XX un proceso de modernización institucional sin precedentes por su magnitud. En el presente artículo se analiza la interrelación entre sectores de la dirigencia, puntualmente la vinculada al sistema educativo provincial y la Bolsa de Comercio de Rosario, por generar recursos especializados que acompañaran el crecimiento de la actividad mercantil y la transferencia de dichos recursos a una de las principales ramas de la producción: la comercia-lización de cereales.

De allí que el trabajo consta de tres partes: el movimiento Pro Escuela de Comercio, el movimiento pro universidad y el inicio del proceso de transfe-rencia de las primeras investigaciones académicas del área.

PaLaBras cLaves

Historia - Educación - Universidad - Producción - Rosario.

aBstract

The city of Rosario and its region experienced a profound process of institutional modernization during the first decades of the 20th century. In the present work we analyze the linkage between members of the educational system and of the Stock Exchange of Rosario, in an attempt to generate the necessary tools for the commercialization of the grain production. We will

Temas de HisToria argenTina y americana, XIV (enero-Junio de 2009) pp. 95-132.

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focus on the actions in favour of the commerce school and in support of the commerce studies at the University, and finally in the application of the first academic researches to the trade activity.

Key Words

History - Education - University - Production - Rosario.

IntroduccIón

El presente artículo forma parte de un plan de investigación mayor encua-drado dentro de los estudios de la nueva historia regional1 y la nueva historia política, que aborda los canales de comunicación tangibles e intangibles entre los circuitos del conocimiento, la producción y la modernización estatal en la región interprovincial del gran Rosario. Aquí se analiza uno de los procesos historiográficamente menos estudiados: la incidencia de la Bolsa de Comercio de Rosario en el surgimiento de la enseñanza superior local en el terreno de las ciencias comerciales; y la transferencia de la producción académica desde la flamante Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas de la Universidad Nacional del Litoral en la temática relacionada con una de las principales actividades regionales: el sistema de comercialización de granos, las bolsas y los mercados.

I. PrImera Parte: movImIento Pro escueLa de comercIo en rosarIo

Los orígenes

Argentina no dispuso de un ámbito oficial de formación de jóvenes pro-fesionales en el área contable y administrativa hasta que en 1890 el vicepresi-

1 A ella aportan “distintas vertientes”. La que tuvo su inicio en Sempat Assauduriam, José Carlos Chiaramonte y Carlos Caravaglia, en función de determinar el circuito de relacio-nes comerciales de productos exportables; a partir de la década del noventa e influenciada por esta corriente se encuentran los trabajos de Susana Bandieri, Sara Mata de López y Sandra R. Fernández, entre otros, y la producción de los integrantes del Centro de Estudios Sociales Regionales, del Centro Multidisciplinario de Historia Regional y el Centro Interdisciplinario de Estudios Sociales Argentinos y Latinoamericanos. Otra perspectiva de los estudios que dieron origen a una nueva historia regional reconoce como referente a miembros que en su mayoría pertenecieron a la Academia Nacional, como los académicos de número: Juan Álva-rez, Ernesto Maeder y Armando Bazán.

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dente Carlos Pellegrini, en ejercicio de la presidencia de la Nación, decretó la creación de la “Escuela de Comercio de la Capital de la República”, que pasó a otorgar diplomas de Contador Público, Traductor Público, Calígrafo o Perito Mercantil. De esta manera, quedó pendiente la apertura de un establecimiento similar en Rosario, como lo indicaba el proyecto de ley presentado en 1888 por el diputado nacional Víctor Molina2.

El estallido de la crisis financiera de 1890 afectó de lleno a la administra-ción pública de la provincia de Santa Fe y en especial al área educativa, some-tida a un proceso de ajuste y al hecho de que, por cuarto año consecutivo, la Nación no abonara las subvenciones escolares a la que estaba comprometida. A mediados de 1892 la situación comenzó a revertirse y el ministro del área, Gabriel Carrasco, pudo implementar la primera Escuela de Comercio de la ciudad de Santa Fe, especialidad brindada en algunas instituciones privadas de Rosario3 como la escuela de Isaac Newell, arancelada. Carrasco, inspirado en el deseo de un crecimiento equilibrado de la provincia, procuró despertar en la capital del Estado santefesino –de marcada tradición burocrática– vo-caciones comerciales. A cambio, se resolvió que la Escuela Normal de Santa Fe se trasladara a Rosario. La ecuación no produjo al parecer los resultados buscados aunque, en un primer momento, fue inadvertida en su verdadera magnitud a causa de la coyuntura política iniciada en 1893 con el estallido de una rebelión en las colonias y las dos revoluciones radicales, la posterior toma del poder por parte de la Unión Cívica Radical, el arribo de interventores nacionales y el proceso electoral que llevó a Luciano Leiva a la gobernación de Santa Fe en 18944.

Joaquín Argüelles, director de la Escuela Normal de Varones que comen-zó a funcionar con las mejores expectativas en el flamante Palacio de Justicia de los Tribunales de Rosario, observó que la dirigencia y la sociedad rosarina en su conjunto no prestaba su concurso al establecimiento y que cada vez menos alumnos asistían a clases. Los sectores opositores e independientes responsabilizaron por la situación a las autoridades santafesinas por haber considerado que la formación de maestros tendría en Rosario mayor acogida que la de comercio cuando la ciudad había pasado a ser en los últimos años por sus características especiales y lo activo de su comercio e industria, un

2 LeoPoLdo Kanner, El Superior de Comercio, trayectoria de un Instituto Rosarino, Rosario, UNR Editora, 1993, p. 35.

3 Revista Escolar, Rosario, Consejo de Educación Provincial, 23 de diciembre de 1892.4 mIgueL ÁngeL de marco (h), Santa Fe en la transformación argentina. El Poder Cen-

tral y los condicionamientos políticos, constitucionales y administrativos en el desarrollo de la provincia, 1880-1912, Rosario, Museo Histórico Provincial Dr. Julio Marc, 2001, p. 207.

LA DIRIGENCIA Y LA FORMACIóN DE RECURSOS ESPECIALIZADOS...

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emporio mercantil que necesitaba la formación de peritos en las disciplinas mercantiles y técnicos industriales5.

Al igual que lo acontecido con la creación y puesta en funcionamiento del Colegio Nacional Nº 1 de Rosario, el movimiento pro Escuela Superior de Comercio involucró a dirigentes e instituciones representativas, iniciando cam-pañas y movimientos públicos de opinión que contaron con el poderoso apoyo de la prensa nacional, gracias a la mediación de los “pro hombres” rosarinos con acceso a las redacciones periodísticas desde las cuales “se orientaba” a la opinión pública y se obtenía adhesiones en las oficinas de la Casa Rosada.

Argüelles, inspirado también en la reciente inauguración de la Escuela de Comercio en la Capital Federal, lanzó la siguiente premisa: “Si Buenos Aires pudo hacerlo por qué no la segunda ciudad de la República”6. Qué mejor camino entonces para iniciar un movimiento de amplio alcance que apelar al poderoso Centro Comercial de Rosario. Fundado en 1884, estaba llamado a convertirse en una institución rectora del desarrollo regional, teniendo en cuenta que la ciudad, lejos de ser capital de una provincia, no disponía de los resortes políticos y administrativos acordes a su rango. Había sido elevada a ciudad apenas tres décadas antes y su Municipio funcionaba desde 1860. Por otra parte, la política de los círculos gubernamentales se sustentaba en un sis-tema burocrático centralizado, extremadamente limitado en su accionar. De allí que encontrara como mecanismo más práctico el delegar en las Sociedades Rurales todo lo atinente a la promoción agrícola, y en el Centro Comercial –a partir de 1898 Bolsa de Comercio de Rosario– lo relacionado con el desarrollo mercantil de la región.

La IntervencIón de La BoLsa de comercIo: La mIsIón de tuteLar La caLIdad de enseñanza

La Bolsa de Comercio de Rosario contaba con experimentados dirigentes en la defensa del sector y en la salvaguarda de los intereses regionales, que por el área de los negocios excedían los límites de la provincia. Fue por eso que distintas iniciativas, en este caso, de progreso cultural y educativo, buscaron en la Bolsa su prestigioso concurso7.

5 La Capital, 16 de agosto de 1969.6 LeoPoLdo Kanner, ob. cit., p. 37.7 mIgueL ÁngeL de marco (h), “La Bolsa de Comercio de Rosario en la historia del

progreso regional. Las empresas centenarias de Rosario y su región. Los orígenes de una tradición de liderazgo y la potencialidad societaria”. En Revista de la Bolsa de Comercio de Rosario, Nº 1500, año XCVI, diciembre de 2006, p. 55.

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El presidente del Centro Comercial, Juan B. Quintana, ofreció al maes-tro Argüelles el recinto de la institución para que desde allí se motorizara el movimiento pro Escuela de Comercio, y participó activamente en las tertulias convocadas a tal fin. Con avales de estas características –que demostraban el interés por la ciudad– la comisión logró su cometido. El ministro de Justicia, Culto e Instrucción del presidente Luis Sáenz Peña, Antonio Bermejo, adoptó una decisión “estratégica” de notable repercusión; accediendo a lo solicitado aceptó que la Escuela Normal de varones se fusionara con la de mujeres para dar lugar a un establecimiento con orientación comercial8 “por estar más en armonía con las tendencias y necesidades locales”9. Bermejo explicó ante el Congreso que la Escuela Normal de Varones, de donde saldrían los futuros maestros, era escasamente concurrida pues “en el Rosario, no había dedicación para una carrera con resultados lejanos y modestos; y la organización social de la ciudad, llevaba a las personas a profesiones más activas, en la agricultura y en el comercio”10.

La llegada de Luciano Leiva a la gobernación marcó el ascenso del viejo tronco liberal (en sus vertientes mitristas, roquistas y ex modernistas) recu-perando el terreno perdido en manos del conservadurismo galvista que tuvo el control del oficialismo entre 1886 y 1893. Esto también implicó una mayor proyección provincial y nacional de la dirigencia liberal rosarina, en un pro-ceso que llegó a su punto más alto en 1898 con la segunda presidencia de Julio Roca, a través de la presencia en el gabinete y en el círculo íntimo del primer mandatario de influyentes personalidades del sector. Pelayo Ledesma, socio de Roca en la actividad rural, era al mismo tiempo presidente de la Asocia-ción Pro Canalización de los Ríos y el Puerto de Rosario, del Jockey Club y la Sociedad Rural de Rosario.

El 4 de febrero de 1896 el inspector general de enseñanza secundaria y normal, Adolfo F. Orma, elevó el proyecto de plan de estudios para la nueva escuela, que fue aprobado ese mismo día por decreto del Poder Ejecutivo Nacional y en marzo se decretó el nombramiento de autoridades y plantel do-cente: director, Joaquín Argüelles; vicedirector, Fortunato Velazco; secretario, Rafael González; profesor de Idioma Nacional, Antonio Arce; de Aritmética práctica, Diego Oxley; Aritmética razonada, Ramón Arazandi; Historia y Geografía, Joaquín Argüelles; Francés, Luis Martinell; Inglés, Guillermo Ta-

8 Ibidem, p. 627.9 Ibidem, p. 627.10 Memoria presentada al Congreso Nacional de 1895, por el ministro de Justicia, Culto

e Instrucción Pública, el doctor Antonio Bermejo, t. II, Anexos de Instrucción Pública. Buenos Aires, Taller de la Penitenciaría, 1895, p. 36.

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lon; Dibujo, Domingo Dabat; Caligrafía y Máquina de escribir; José Herrero Duclouz y celador alumno, Luis Zamboni11.

En mayo se convocó a los aspirantes de ingreso, quienes fueron sometidos a una rigurosa evaluación. El diario La Capital publicó en un sector destacado de su primera página un manifiesto escrito por un grupo de padres, estudian-tes y allegados que constituye un documento relevante acerca de la situación planteada:

La fundación de la Escuela Nacional de Comercio ha venido a llenar una nece-sidad muy sentida en esta ciudad desde hace largo tiempo y no comprendíamos cómo los poderes políticos de la Nación no se habían apercibido de esto: lo urgente que era dotar a esta eminentemente ciudad comercial, de esta clase de instituciones. Ha sido pues un acto de justicia que se ha hecho al Rosario, que tanto contribuyó al progreso material y moral de la Nación. Ahora bien, Sr. Ministro, conocemos las condiciones exigidas por la ley para ingresar a la Es-cuela de Comercio y nos encontramos en esta dificultad: los jóvenes que desean dedicarse a la carrera comercial, no pueden matricularse en el curso preparatorio a causa de la falta de conocimientos que poseen y esto se debe a que no existe en este establecimiento de educación quien proporcione los conocimientos que sean necesarios para ellos. Los programas de las escuelas fiscales y particulares de esta localidad, no están a la altura de las nacionales y por consiguiente es inofi-cioso que concurran a dichos establecimientos si más tarde la preparación que reciben no les servirá para ser admitidos en el curso preparatorio de la citada Escuela Comercial. En vista de esta dificultad, que es insuperable, pedimos a V. E. se sirva crear una clase anexa al curso preparatorio que llene la necesidad apuntada12.

El ministro no demoró su respuesta, que también fue publicada de forma destacada por el diario, y aseguró que a la brevedad se procedería a instalar el curso preparatorio13.

El 25 de junio de 1896 se iniciaron las clases de la Escuela Superior de Comercio en una vieja casona alquilada en la calle Buenos Aires 933. Fue el segundo establecimiento educativo nacional en Rosario. Se establecieron las carreras de Contadores, Calígrafos y Perito14.

“A nadie escapará la importancia que este nuevo establecimiento reportará al comercio en general, cuyos alumnos, una vez cursado el plan de estudios,

11 LeoPoLdo Kanner, op. cit., p. 37.12 La Capital, 6 de junio de 1896.13 La Capital, 21 de junio de 1896.14 LeoPoLdo Kanner, op. cit., p. 36.

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los coloca en condiciones especiales para desempeñar puestos de confianza y de trabajo, reemplazando los largos años de aprendizajes por conocimientos sólidos y adecuados”15, manifestó la Comisión Directiva del Centro al inspec-tor general de Escuelas Secundarias.

El ministerio de Educación aceptó la propuesta que le efectuara el Centro Comercial (por decisión unánime de la corporación) de convertirse en institu-ción garante de la calidad académica de la Escuela Nacional de Comercio16.

Asimismo, el Centro Comercial señaló al titular de esa cartera las razones por las que en un primer momento la inscripción de alumnos no había sido la deseada, y propuso al mismo tiempo las siguientes medidas: crear cursos pre-paratorios que salvaran la distancia existente con el bajo nivel de la enseñanza primaria, y habilitar cursos nocturnos preparatorios para la gran cantidad de jóvenes que trabajaban durante el día en las casas de la plaza y se encontraban en condiciones muy dispares con aquellos que sí podían destacarse por la dedi-cación exclusiva al estudio. También advirtió que las continuas movilizaciones y ejercicios diurnos de la Guardia Nacional, de la que debían participar la mayoría de los jóvenes en varias jornadas a la semana, influía en la asistencia a los cursos preparatorios, en especial en los nocturnos por el cansancio pro-pio del trajín del alistamiento. Para dimensionar esta observación del Centro Comercial cabe recordar que la sociedad se encontraba en un proceso de creciente militarización ante una inminente guerra con la República de Chile, por cuestiones limítrofes. Por todo esto sugería que en los cursos preparatorios nocturnos se enseñaran materias atrayentes y prácticas, comprometiéndose a prestigiar esta idea desde el Centro, “como así también todo lo que pudiera resultar en beneficio de los intereses comerciales de esta ciudad”17.

En 1896, en una visita a Rosario del inspector nacional del Ministerio José María Ramos Mejía, Nicolás de Vedia –director del Colegio Nacional– y el director de la Escuela Nacional de Comercio, Argüelles, fueron invitados a una reunión de la Comisión Directiva del Centro Comercial, y se conversó sobre la calidad de la enseñanza18.

En julio de 1897, Quintana dirigió una nota al ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, solicitándole el dictado de un curso para la Escuela,

15 Memoria presentada a los señores socios del Centro Comercial del Rosario de Santa Fe, Asamblea General Ordinaria del 20 de enero de 1897, correspondiente a 1896, Rosario, Imprenta La Plata, 1897, p. 29.

16 LeoPoLdo Kanner, op. cit., p. 38.17 Memoria presentada a los señores socios del Centro Comercial del Rosario de Santa

Fe, correspondiente a 1896, op. cit., p. 29.18 mIgueL ÁngeL de marco y oscar LuIs ensIncK, Los cien años de la Bolsa de Comer-

cio de Rosario, 1884-1984, Rosario, Imprenta de los Talleres Gráficos San José, 1984, p. 54.

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recientemente aplicado en Buenos Aires, y explicó primero el por qué de su intervención: “La Comisión Directiva (del Centro Comercial) se ha ocupado siempre en el progreso de esta institución nacional que está llamada a prestar importantes servicios al comercio proveyéndola de dependientes compe-tentes”19, y luego especificó: “últimamente se ha creado para la Escuela de Comercio de esa capital un curso de contadores y calígrafos, necesidad su-mamente sentida también entre el comercio de esta plaza, donde se carece de contadores y calígrafos diplomados”20. El Primer Censo Municipal de Rosario, del año 1900, arrojó una población de 112.461 habitantes, de los cuales 46.682 eran extranjeros (41,4%). De aquí se desprende también que existía un notorio déficit de personal formado en las ciencias comerciales porque siendo la se-gunda plaza comercial de la República –solamente en el sector de instituciones de créditos, monedas y valores, contaba con 21 casas, entre ellas seis bancos de gran actividad; un millar de comercio; y una estructura estatal municipal que contemplaba el área de finanzas y una nacional que involucraba la actividad aduanera y portuaria– contaba apenas con 46 contadores así reconocidos por el censo: 10 argentinos y 36 extranjeros (14 españoles, 8 italianos, 5 franceses, 3 alemanes, 2 uruguayos, 2 austriacos, 1 suizo)21.

La demanda de contadores y empleados mercantiles formados fue por lo tanto creciente. En tal sentido, en 1903, la Cámara Sindical de la Bolsa de Comercio realizó gestiones ante la Comisión de Instrucción Pública de Dipu-tados de la Nación para que la Escuela Nacional de Comercio fuera equiparada en todo sentido (incluso el sostenimiento económico) con la existente en la Capital Federal22.

La etaPa deL dIrector BeLLo y eL reformIsmo normaLIsta

Argüelles estuvo al frente de la Escuela prácticamente en sus primeros diez años de vida, período en el que egresaron futuros dirigentes locales de gran actuación en el siglo XX, entre ellos tres intendentes municipales: Tobías Arribillaga, Esteban Morcillo y Hugo Roselli23.

19 Memoria presentada a los señores socios del Centro Comercial del Rosario de Santa Fe, enero de 1898, correspondiente a 1897, Rosario, Imprenta La Plata, 1898, p. 25.

20 Ibidem, p. 23.21 Primer Censo Municipal de Rosario del año 1900. 22 Memoria de la Bolsa de Comercio de Rosario. Asamblea, febrero 1904, Rosario, Ti-

pografía de la Capital, 1904, p. 12. 23 LeoPoLdo Kanner, op. cit., p. 45.

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Un acontecimiento premonitorio de la relación que tendría esta institu-ción con la preservación de una tradición jurídica y el estudio y la enseñanza del derecho en Rosario ocurrió el 8 de octubre de 1896: la fundación en sus instalaciones del “Centro Jurídico Rosarino”, cuya comisión directiva quedó integrada por destacadas personalidades de su época: Nicanor de Elía, Manuel Morón, Miguel S. Coronado, José Martinoli y Benjamín López24.

En 1905 se inició la etapa de Julio Bello al frente de la dirección de la Escuela, que contaba con más de 350 inscriptos. En ese mismo año, el Poder Ejecutivo Nacional, siendo ministro de Instrucción Pública el doctor Joaquín V. González, decretó la división de las escuelas comerciales en tres categorías: Superiores, Medias y Elementales. La Escuela de Comercio de la Capital y la de Rosario pasaron a integrar la primera categoría25.

La Bolsa de Comercio mantuvo para con Bello el mismo trato asiduo que con Argüelles y colaboró con la creación del Museo de Productos Mercantiles de la Escuela. Se le proporcionó una colección formada por veinte muestras de trigo, lino, maíz, alpiste y semilla de nabo, clasificando en sus diferentes estados y pesos las de trigo y lino, suministrando a la vez a su director y a los profesores a cargo, datos ilustrativos de conveniencia práctica para los alum-nos. También se realizó un análisis calificativo de lino, que demostró también el manejo de la balanza de peso específico, sistema Schopper y la de bushel sistema Mc Guirk’s26.

Tres fueron los grandes logros de la gestión Bello: la creación de un completo laboratorio, una biblioteca (con aspiración a que fuera pública) y la construcción de un edificio acorde para la expansión de la institución. Dichas metas trazadas a largo plazo revelan una visión de notoria amplitud académica y una concepción moderna, por su integralidad e inserción con el medio27.

El director de la Escuela Superior de Comercio formó parte, en tiempos del Primer Centenario de Mayo, de aquel grupo de personalidades rosarinas que habían logrado por su trayectoria ser considerados como dirigentes repre-sentativos de los intereses regionales. La figura de Bello es aún hoy principal-mente identificada con la dirección de esa institución, sin embargo también fue intendente municipal de Rosario, presidente del Banco Provincial, presidente de la Caja de Pensiones y Jubilaciones Civiles e interventor nacional en San

24 La Capital, 9 de octubre de 1896.25 Página web del Colegio Carlos Pellegrini, www.cpel.uba.ar26 Memoria de la Cámara Arbitral de la Bolsa de Comercio, 1905, Rosario, Imprenta

Font, 1905, p. 20.27 LeoPoLdo Kanner, op. cit., p. 46.

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Juan28. Aún así era antes que nada un “educacionista” compenetrado con el sistema de enseñanza provincial. Nacido en la ciudad de Santa Fe, en 1893, obtuvo su diploma de Maestro Normal y fue maestro en Esperanza y Santa Fe. No obstante su edad y sus escasos recursos, reunió una biblioteca de obras literarias, científicas y pedagógicas que solían consultar sus propios colegas con frecuencia. Era hijo de un comerciante laborioso. Su hermano menor, Al-fredo, también se entregó por entero al magisterio, y fue en Santa Fe profesor del Colegio Nacional, de la Escuela Normal y de la Escuela Industrial, donde llegó a ser director en 1907, al mismo tiempo que Julio lo era del Superior de Comercio. Luego fue presidente del Consejo de Educación, donde creó 200 escuelas en territorio provincial, entre ellas la primera de canillitas e implantó la “olla escolar”, precursora de los actuales comedores29.

La casa de Alfredo y Luis Bello fue en los hechos un comité de la naciente Unión Cívica Radical, en la que se sostenían reuniones partidarias en tiempos en que el oficialismo conservador aún detentaba el poder y el partido era pros-cripto y perseguido. Allí concurrían asiduamente Ricardo Caballero (íntimo amigo de Alfredo), Enrique Mosca, Alfredo Lehman, Manuel Menchaca y otros líderes del yrigoyenismo30.

Además, Luis Bello colaboró en revistas y periódicos sobre temas de educación,

no ajenos, por cierto, a las ideas que los grandes de la pedagogía pregonaban a todos los vientos, desde Buenos Aires, Entre Ríos y Corrientes, sobre la ne-cesidad de la reforma escolar para encaminar la enseñanza por mejores y más seguros rumbos. Tenía condiciones de orador claro y convincente, que supo revelar en las asambleas del gremio y en actos públicos patrióticos. Era liberal; pero liberal amplio en el más exacto sentido, respetuoso de ideas y de hombres, condición que había heredado de los suyos y que le convertía en un elemento necesario para cooperar en toda iniciativa progresista recordó su condiscípulo, el maestro Eudocio S. Giménez31.

En cuanto a la enseñanza media y normal Rosario contaba, hacia el año 1910, con cinco establecimientos: El Colegio Nacional Número 1; la Escuela Normal de Maestros; la Escuela Superior de Comercio; la Escuela Industrial de la Nación, y la flamante Escuela Normal Número 2, que terminó comprando el

28 Archivo del diario La Capital de Rosario, sobre 1260.29 josé rafaeL LóPez rosas, Santa Fe, la perenne memoria, t. II, Santa Fe, La casa de

Alfredo Bello, Imprenta Lux, p. 197.30 Ibidem. p. 198.31 Archivo del diario La Capital de Rosario, sobre 1260.

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elegante edificio de la escuela graduada Gobernador Freyre32. Por su parte, la provincia de Santa Fe, alentada por la política nacional de fomentar el norma-lismo, y para colocarse a la altura de las provincias vecinas creó y sostuvo con su tesoro siete escuelas normales (la primera fue Coronda), otorgando a sus egresados los mismos derechos que los maestros normales nacionales frente a la obtención de empleos33.

La cÁtedra amBuLante de agrIcuLtura deL goBIerno ItaLIano

Desde el año 1904 funcionaba en la campaña de las provincias de Santa Fe y Córdoba una cátedra o escuela ambulante práctica de Agricultura dirigida por el profesor Antonio B. Passi. La empresa del Ferrocarril Central Argenti-no, convencida de las ventajas que la cátedra ambulante venía proporcionando a los agricultores radicados en las proximidades de sus líneas había hecho construir en sus talleres y a su costo un vagón escuela, con capacidad para 60 personas. Si bien la cátedra ambulante estaba bajo la protección del Rey de Italia, que subvencionaba al profesor Passi con la suma de 300 liras mensuales, ésta sólo alcanzaba para los gastos elementales del docente, que por esta razón no había podido dotarla de muebles. El presidente de la Cámara Sindical de la Bolsa de Comercio de Rosario, Luis Colombo, envió una nota al ministro de Agricultura de la Nación, Adolfo Mujica, solicitándole que contribuyera con esta obra a través de una suma mensual o anual.

Colombo indicaba al respecto:

Las ventajas que estas cátedras ambulantes ofrecen, no pueden discutirse por cuanto es un sistema ya establecido en Francia e Italia. Basta sólo presenciar una de ellas, donde concurren un sin números de colonos, para darse exacta cuenta de la importancia que ellas tienen y el bien que reportan al colono, puesto que se empieza por enseñarles prácticamente la mejor forma de prepa-rar la tierra, selección de la semilla, modo de sembrarla, cómo deben limpiarse los sembrados, modos de combatir las enfermedades en los sembrados, cómo

32 En 1900 abrió sus puertas la Escuela Normal Número 2 “Juan María Gutiérrez”, de Córdoba y Balcarce. Había sido creada juntamente con otros 19 establecimientos similares, como homenaje al centenario de la Revolución de Mayo, y nació como el primer “palacio” de educación construido por la provincia de Santa Fe en Rosario, antes de que fuera entregado al gobierno nacional. El maestro Martín Herrera, egresado de la prestigiosa Escuela Normal de Paraná, fue quien desde el cargo de director organizó y orientó a la institución dentro de los principios democráticos. Le sucedió en el cargo una educadora de nota, la profesora Dolores Dabat, período en el que la casa alcanzó la jerarquía de Escuela Normal de Profesores, al crearse el Profesorado Nacional de Música y Dibujo, único en su género en el país.

33 Ibidem, p. 43.

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y cuándo debe cortarse el fruto, etc. En una palabra todo el proceso agrícola desde su principio hasta el fin34.

Es más, la Cámara Sindical aseguró al ministro que las demás empresas de ferrocarriles estarían dispuestas a construir a su exclusivo cargo vagones escuelas de agricultura para que se dieran clases prácticas en sus respectivas líneas, pero que el Ministerio de Agricultura debía nombrar personal que auxi-liara a Passi porque éste no podría atender las distintas líneas que atravesaban las tres provincias exclusivamente agrícolas35.

Miguel F. Casares, de la Dirección de Enseñanza Agrícola del Ministerio de Agricultura le respondió que no se podría acceder al pedido debido a que los fondos asignados al área escasamente llegaban a cubrir los gastos que demandaban los servicios y el personal a su cargo36. Esa repartición estaba instrumentando por entonces oficinas atendidas por “Agrónomos Regionales”, con la finalidad de “propender en la mejor forma posible al progreso agrícola ganadero de la región”. En noviembre de ese año había podido crear una dele-gación en la ciudad de Rafaela, con su respectivo “Agrónomo Regional”37. En abril de 1913 el ingeniero agrónomo Luis M. Goupillaut notificó a la Bolsa que había establecido la oficina de la Dirección General de Enseñanza Agrícola, en Montevideo 1072, con la principal misión de “ejecutar la enseñanza extensiva dentro de la zona sur de la provincia, en pro de los intereses agrarios de la importante región”38.

Cuando el ministro Mujica dijo en una interpelación en el Congreso que el país “carecía de agricultores idóneos” y que la mayoría se dedicaba al cul-tivo extensivo “por la falta de conocimientos teóricos y prácticos”, la Cámara Sindical de la Bolsa insistió en su pedido suscribiendo a los dichos de ese funcionario39.

La contInuIdad de Los oBjetIvos InstItucIonaLes

Gracias a la promesa del presidente Roque Sáenz Peña, los radicales san-tafesinos abandonaron la política abstencionista y con su voto, el 31 de marzo de 1912, llevaron a la gobernación a Manuel Menchaca y a Ricardo Caballero.

34 Boletín Oficial de la Bolsa de Comercio, Rosario, Nº 3, 29 de febrero de 1912, p. 95.35 Ibidem, Nº 14, 15 de agosto de 1912, pp. 570-571.36 Ibidem, N° 13, 31 de julio de 1912, p.528.37 Ibidem, N° 21, 30 de noviembre de 1912, p. 886.38 Ibidem, N° 30, 15 de abril de 1913, p. 1289.39 Ibidem, p. 571.

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Sin embargo, este cambio político no repercutió en una reforma institucional que permitiera la descentralización del poder, que siguió en manos de la capital provincial. Los intendentes siguieron siendo elegidos desde allí40.

El primer gobernador radical, el gobernador Menchaca, rompió con la tra-dición conservadora de designar en los cargos claves del Consejo de Educación a hombres de íntima vinculación con la Iglesia. Nombró como su presidente y director general de escuelas al profesor normalista José J. Amavet, y en las vocalías a los doctores Isaac Francioni y José B. Menchaca. Ocupó el cargo de ministro de instrucción pública y agricultura el doctor Enrique M. Mos-ca, quien sería futuro gobernador de la provincia, y ex alumno del Colegio de la Inmaculada de los jesuitas. A partir de 1912 se sumaron en el discurso del Consejo dos nuevos propósitos, el de “dignificar al maestro”, y el de dar participación a los padres en la marcha de los establecimientos, además de los relacionados con la edificación escolar, la provisión de útiles y mobiliarios, y la expansión de la cobertura de la instrucción primaria, ya tradicionales. Con la intención de cubrir el vacío ocasionado por la ausencia de una estadística cierta de la población infantil, “de donde partir para establecer un plan equitativo de la enseñanza”, según se fundamentó, se levantó el primer censo de escuelas, el 1 de noviembre de ese año, el que arrojó un 66,44% de alfabetos y un 33,5% de analfabetos (42.932 infantes) en edad escolar. Asimismo se determinó que asistían a clases 143.677 niños de 5 a 14 años de edad, es decir, cinco veces más que el existente en 1883, en el último gobierno iriondista41.

La Escuela Superior de Comercio fue junto al Colegio Nacional el ámbito de la educación más relevante, gracias a la continuidad en la aplicación de las líneas de acción establecidas en 1905. El doctor Ardoino Martín pudo, a través del laboratorio, dar despliegue internacional a su cátedra de Tecnología, y se convirtió años más tarde en una figura emblemática de la Facultad de Ciencias Económicas, colaborador dilecto del decano Rafael Bielsa. La Biblioteca fue una de las primeras en su tipo en la ciudad, debido a que “la gran” Biblioteca Argentina, de carácter municipal, fue creada en 1912.

Julio Bello integró el grupo fundacional de la Asociación Cultural “El Círculo” que nació al calor de dicha institución, en septiembre de 1912, junto a Juan Álvarez, Luis Ortiz de Guinea, Camilo Muniagurria, Rubén Vila Ortiz, Clemente Álvarez, Cornelio Casablanca, Francisco Correa, Enrique Fidanza, Ricardo Foster, Emilio Ortiz, Fermín Lejarza y Artemio Zeno, entre otros, que

40 mIgueL ÁngeL de marco (h), Santa Fe en la transformación argentina, op. cit., p. 302.

41 Censo de la población escolar, levantado del 1 al 8 de noviembre de 1912, talleres de la casa Jacobo Peuser, Buenos Aires, 1913, p. 34.

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en su mayoría estaban llamados a ser catedráticos fundadores de las facultades rosarinas de la UNL42.

Para esa altura, la Biblioteca de la Escuela Comercial superaba los 5 mil volúmenes, y era su encargado Alfredo Novell, diplomado en España, quien la organizó científicamente. El 24 de agosto, Julio Bello dirigió al presidente de la Bolsa de Comercio la siguiente nota:

Las bibliotecas públicas, fuente y base de la cultura popular no sólo merecen contar con la ayuda oficial que en definitiva representa la voluntad colectiva, sino que deben existir y prosperar al calor de los esfuerzos de la población en que se desarrollan. A l ejemplo constante de la patria de George Washington donde millares de estas instituciones son creadas y sostenidas directamente por las personas pudientes o aún por el mismo pueblo, es digno de imitarse, ya que gran parte de la actual grandeza de la Unión Americana del Norte se debe a estas sencillas pero eficaces prácticas que les legaron sus antepasados gloriosos: los puritanos. Teniendo a los mismos fines y con objeto de completar las colecciones truncas que existen en la Biblioteca Pública de este establecimiento, me permito solicitar la donación de las revistas, folletos, diarios, etc. que esa institución posea, si es que no tiene mayor interés en conservarlos. Dada las elevadas y patrióticas razones que inspiran la presente, no dudo será resuelta en forma favorable”.

La Bolsa accedió a esta solicitud, encomendando a su gerente, Alejandro Álvarez, que destinara todo material periódico duplicado que recibiera, y el presidente Colombo, como señal de apoyo donó de su biblioteca personal un manual en francés43. Esta aceptación impulsó a Juan Álvarez, director de la Biblioteca Argentina, a solicitar a la Bolsa que se suscribiera a alguna publi-cación periódica y la donara a dicha Biblioteca44.

En 1912 se desempeñaba como secretario de la Escuela de Comercio Alberto Arévalo, de 22 años de edad, quien se convertiría, a juzgar por las crónicas de la segunda mitad del siglo XX, en uno de los profesores más representativos de la tradición de esa institución y de la futura Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas. Su relación con Juan Álvarez fue de estrecha confianza. La actuación de Arévalo abarcaría todo el ámbito del quehacer universitario. Además de profesor, fue asesor para la provisión de cátedras, miembro del Consejo Directivo, vicedecano y decano en la mencio-nada facultad. Su caso es ilustrativo de ese proceso de vinculación generacio-

42 mIgueL ÁngeL de marco (h), “El Círculo de los Cosmopolitas”, en el libro Teatro El Círculo, Rosario, Asociación Cultural El Círculo, 2007.

43 Boletín Oficial de la Bolsa de Comercio, N° 18, 15 de octubre de 1912, p. 744.44 Ibídem, N° 22, 15 de diciembre de 1912, p. 929.

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nal entre ciudad, puerto, empresa, formación secundaria y universidad, porque hijo de inmigrantes se graduó en la misma Escuela en diciembre de 1909, de la que pasó a ser secretario desde 1912 hasta 1926, y profesor desde 1914 hasta su retiro. En 1925 comenzó a dar clases en la Facultad de Ciencias Económicas. En el ámbito de esos establecimientos produjo obras indispensables para la formación de contadores: en 1925, Contabilidad Pública, y en 1946, su obra más perdurable: Elementos de Contabilidad General. Desde la década del veinte fue colaborador con artículos y monografías en anuarios y revistas especializadas, en especial italianas. Y como tantos otros de su generación participó de instituciones tales como la Asociación El Círculo, la Asociación Amigos del Museo Provincial Julio Marc y el Rotary Club45. Permaneció en la función docente activa cuatro décadas, hasta 1968, y siguió vinculado a la vida universitaria por doce años más, cuando murió. Fue titular de las cátedras de Contabilidad General y Contabilidad Pública y director del Instituto de Contabilidad (luego Departamento de Contabilidad y Administración), y fue también profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UNL, en la cual dictó la cátedra Fundamentos de la Contabilidad. Fue decano de la Facultad de Ciencias Económicas en 1966 y declarado Profesor Honoris Cau-sa46. Su actividad alcanzó proyección nacional e internacional, pues participó en congresos de la especialidad. Fue presidente del Colegio de Profesionales de Ciencias Económicas, y en 1960 se lo nombró presidente ad honorem de la comisión convocada por el gobierno de Carlos Sylvestre Begnis para proyectar la creación del Tribunal de Cuentas de la provincia. Cuando el 25 de marzo de 1966 se reunieron delegados de los Colegios de Graduados en Ciencias Económicas de todo el país para participar de un homenaje, hicieron uso de la palabra José Santi, Juan Quilici (ministro de la gestión desarrollista en Santa Fe) y Francisco Cignoli, representativos de lo que significó su magisterio47.

II. segunda Parte: eL movImIento Pro unIversIdad

El liderazgo de la Escuela en la defensa de intereses regionales y su proximidad a la oposición progresista

Se sostenía que la calidad de muchos de los textos adquiridos por la bi-blioteca de la Escuela de Comercio superaban el nivel propio de una enseñanza secundaria y se encontraban en distintos idiomas. Este un claro indicador

45 La Capital, 9 de junio de 1982.46 Archivo del diario La Capital, sobre 4838.47 La Capital, 25 de marzo de 1966.

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de que Bello, Alfredo Lovell y el resto de los profesores pensaban que esa biblioteca sería la base de la futura Universidad. Bello era condiscípulo de Juan Álvarez –el por entonces joven abogado, historiador y funcionario de la municipalidad– y entre ambos presentaron en 1917 al gobierno nacional un proyecto para crear un Instituto de Ciencias Políticas para la formación de funcionarios, que finalmente no prosperó48.

Cuatro años antes, Juan Álvarez había presentado su proyecto de creación de la Universidad de Rosario, autónoma y con personería jurídica propia. Entre los fundamentos se destaca la necesidad de complementar el desarrollo econó-mico con la creación de un ámbito que prestigiara el conocimiento:

No siendo Rosario capital de provincia, la falta de un instituto de cultura superior lo aleja de los centros dirigentes del país, relegándolo a la categoría de simple mercado de productos. De este modo los numerosos profesionales y hombres de estudios que alberga la ciudad carecen de la representación co-lectiva que su carácter de tales les da derecho. Córdoba y La Plata le deben su prestigio a la Universidad”49.

Desde el punto de vista de la población estudiantil, indicaba que los tres establecimientos nacionales de enseñanza secundaria pública existentes en la ciudad, se veían concurridos por un millar de alumnos cada año (400 el Co-legio Nacional, 257 la Escuela Industrial, y 351 la Escuela de Comercio); y de ellos, los que deseaban continuar estudiando se veían obligados a abandonar sus familias y trasladarse con “los gastos y molestias consiguientes”50. Sólo se trataba de agrupar bajo una misma dirección diversos establecimientos, como lo realizado con la Universidad de La Plata. Sobre la Escuela Industrial se podría fácilmente construir una Facultad de Ingeniería; transformar la Escuela de Comercio en Instituto de Ciencias Comerciales, y sobre el Hospital Escuela del Centenario, la Facultad de Medicina. La provincia de Santa Fe requería con premura de ingenieros, administradores del progreso y médicos51. Habría profesores y alumnos suficientes52. Esta iniciativa, como tantas otras presen-tadas en el Congreso, tuvo un resultado negativo.

Por otra parte “el Superior de Comercio”, convertido en un ámbito propi-cio para la defensa de los intereses regionales, también dio cabida a la oposi-

48 LeoPoLdo Kanner, op. cit., p. 47.49 juan ÁLvarez, Universidad Nacional del Rosario, Rosario, proyecto de ley, 1913, s/e.50 Ibidem, p. 11.51 Ibidem, p. 13.52 Ibidem, p. 14.

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ción progresista a los gobiernos conservadores santafesinos. A principios de siglo XX, el rosarino Estanislao Zeballos, llamado a convertirse en el númen de ese establecimiento y la Facultad de Ciencias Económicas, alentó la for-mación de una red de intelectuales liberales, al crear la Asociación Nacional del Profesorado, con la finalidad de “liberar y renovar” la enseñanza del país, según sus propias palabras, y que más adelante presentarían un mismo frente con los estudiantes progresistas liderados por Alejandro Gruning Rosas53 para peticionar la creación de una Universidad para Rosario.

En 1908 surgió la Liga del Sur, poderoso e innovador frente político con epicentro en Rosario, que a partir de 1912 no ocultó sus disidencias con el radicalismo recién llegado al poder de la provincia por considerar que éste continuaba representando los intereses de la capital provincial. Aquellos di-sidentes “tenían su acción educacional en la Escuela Nacional de Comercio”, según afirmaciones del propio gobernador Menchaca, quien además señaló como los principales detractores de su gestión a su director, Julio Bello y a Ricardo Caballero (ambos integrantes de la facción disidente dentro de la Unión Cívica Radical). En tiempos del centenario de la Revolución de Mayo, la Escuela Superior de Comercio era considerada el más definido bastión de la intelectualidad rosarina, vinculada a la Liga del Sur y luego a la Democracia Progresista, y opositora a las gestiones provinciales, perdurando su influen-cia luego a través de la Facultad de Ciencia Económica que a su vez fue la cuna de la Escuela de Derecho, antecedente de la Facultad creada en 196754. Este es un tema que he desarrollado con mayor detenimiento en el libro La Facultad de Derecho de Rosario y la persistencia de una tradición jurídica secular vinculada al desarrollo regional. A 130 años de la graduación de los primeros abogados formados en Rosario y a 40 años de que la Escuela de Derecho de la Universidad Nacional del Litoral fuera elevada al rango de de Facultad55.

La Infraestructura de La escueLa en eL contexto nacIonaL

A todo esto, el Colegio Carlos Pellegrini de Buenos Aires, que pasó a denominarse así a partir de 1908, comenzó a dictar sus clases en el edificio que ocupa actualmente, Marcelo T. de Alvear 1851, donde dos años más tarde abrió sus puertas el Instituto de Altos Estudios Comerciales, sedimento de la

53 Ibidem, p. 150.54 La Capital, 30 de diciembre de 1977.55 Editado por la Fundación de la Cooperadora de la Facultad de Derecho de la Univer-

sidad de Rosario, imprenta Borsellino, Rosario, 2007.

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actual Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y la antesala de su incorporación, en 1913, a esa Universidad, de la que pa-saría a depender con el carácter de cursos preparatorios anexos de la citada facultad56.

Mientras tanto en Córdoba, una década después que en Rosario, se creó el 24 de septiembre de 1907 la primera escuela secundaria modelo con orien-tación en tenedores de libros contables y peritos mercantiles. En ella, deno-minada “Jerónimo Luis de Cabrera”, también funcionó la carrera de Contador Público que otorgaba títulos que tuvieron validez nacional hasta 1934, que se creó la Facultad de Ciencias Económicas, que se hizo cargo desde ese momen-to de impartir la enseñanza superior de comercio57.

Las PrImeras escueLas deL País anexadas aL sIstema unIversItarIo

Buenos Aires Rosario Córdoba

Creación 1890 1896 1907

Anexión a las Facultades de Ciencias Económicas 1913 1920 1935

Cabe aclarar que en el caso del colegio cordobés Jerónimo Luis de Cabre-ra, que era provincial, pasó a depender no de una facultad, sino de la Escuela de Ciencias Económicas de la Universidad de Córdoba, creada en 1935, la que fue elevada al rango de Facultad en 1946, es decir con 26 años de posterioridad a la de Rosario.

El Superior de Comercio de Rosario pudo inaugurar oficialmente su biblioteca el 26 de junio de 1915, con la presencia de Joaquín V. González. Pasaba a ser la primera del país especializada propiamente en una materia principal: la economía. También hizo uso de la palabra Federico Valdés, el le-gendario orador riojano radicado en Rosario, abogado del Banco de la Nación, miembro de la Bolsa de Comercio de Rosario, dirigente de la Liga del Sur y la Democracia Progresista y profesor de la Escuela Superior de Comercio, y protagonista de gran parte de las reivindicaciones regionalistas relacionado con su desarrollo en los últimos veinte años. Él entendía que la inauguración de la biblioteca era un peldaño hacia la tan anhelada universidad local:

56 Página web del colegio Carlos Pellegrini, www.cpel.uba.ar57 Página web del colegio “Jerónimo Luis de Cabrera”, http//www.fotolog.com/cordo-

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Las universidades deben dejar de ser patrimonio de las clases privilegiadas para convertirse en organismos vivientes. Por eso no he escuchado argumento más inepto, contra el anhelo de fundar aquí un instituto universitario, que el pretender negarle ambiente propicio para existir y desarrollarse. Más, si ha de dársenos universidad, que sea amplia y autónoma, como corresponde a su importancia y a la vasta zona de la que Rosario es cabecera58.

Por otra parte, en 1907, se puso la piedra basal del edificio del Superior, en un terreno adquirido por la iniciativa de Julio Bello sobre bulevar Oroño. El delegado del ministro de Educación de la Nación, José Bibiloni, manifestó a los asistentes que si bien los institutos de este tipo “estaban muy lejos de lo que correspondía su valer”, había comenzado una reacción por la demanda de las empresas de ferrocarril, seguros y bancos, por contar con personal califi-cado para las tareas contables, y concluyó definiendo a Rosario como “ciudad comercial por excelencia compuesta por la población más independiente y trabajadora de la República”59.

El elegante palacio del Colegio Superior de Comercio fue inaugurado el 6 de julio de 1913. En la primera promoción de contadores públicos, peritos y tenedores de libros graduados ese mismo día en el flamante salón de actos se encuentran nombres que tuvieron una actuación destacada en las próxi-mas décadas: Armando Aprile (el primer rosarino graduado como doctor en Ciencias Económica en la República Argentina); Eusebio Blotta, Francisco Bitetti, Esteban Isern, Máximo Pochat, Vicente Pusso, Ángel González Theyler, Alfredo Aprile, Eduardo Bruera, José Lo Valvo, Hércules Tacón, Andrés Jáuregui y Alberto Arrúe Gowland. Este último sería dirigente del Partido Demócrata Progresista, autoridad académica y docente de la Facultad de Ciencias Económicas, y promotor de la creación de la Escuela y Facultad de Derecho, entre otras actividades. Dentro de aquel complejo educativo moderno, que contempló el turno noche (el Colegio Nacional aún no lo había implementado) surgieron actividades como la creación del Banco Modelo para las enseñanzas prácticas de las operaciones reales, estimular el hábito del ahorro y el cooperativismo, y familiarizar a los alumnos con las modalidades empresariales, tal como ocurría en el Carlos Pellegrini de Buenos Aires. Sin embargo por las proyecciones que éste alcanzó con su acción ininterrumpida, que desplegó paralelamente una acción cultural, fue un establecimiento señero en su género en el país60.

58 LeoPoLdo Kanner, op. cit., p. 47.59 Ibidem, p. 51.60 Ibidem, p. 53.

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También funcionó un activo Centro de Estudiantes, en el que se formaron jóvenes que luego serían docentes de la Facultad de Ciencias Económicas61.

un InstItuto suPerIor

Como coronación de este proceso de consolidación institucional, el go-bierno nacional resolvió elevar el rango del establecimiento al convertirlo, a partir del 1 de enero de 1916, en Instituto Superior de Comercio de la Nación: “destinado a fomentar la investigación y solución de los problemas económicos que se relacionan con la riqueza argentina y a proporcionar los conocimientos comerciales, de acuerdo con el siguiente plan de estudios”. Asimismo deter-minó que dicho Instituto comprendería tres clases de cursos: a) preparatorio; b) especiales; c) superiores. Los argumentos del decreto, firmado por el pre-sidente de la República, Victorino de la Plaza, y redactados por su ministro Tomás Cullen –uno de los viejos dirigentes del liberalismo mitrista que trabajó desde Buenos Aires por el progreso provincial– son por demás representativos de lo que esta decisión perseguía:

Considerando que se acentúa la incorporación de los estudios mercantiles a las costumbres nacionales, como lo prueba el creciente aumento de alumnos en las escuelas del género en el país; que el estado actual de nuestras importa-ciones y exportaciones exige personas preparadas en las ciencias comerciales y económicas, capaces de estudiar eficientemente los problemas que surgen del acrecentamiento rápido de la riqueza argentina; que para ello es necesario perfeccionar las instituciones de enseñanza comercial, creando así organismos que puedan ser las bases para futuras Facultades o Universidades de Comercio; que por su organización, número de alumnos, cursos que se dictan y técnica de los estudios, la Escuela Nacional de Comercio del Rosario es el instituto superior de enseñanza mercantil en la República; que la importancia comer-cial del Rosario de Santa Fe demanda una alta institución de cultura, donde se estudien los problemas económicos, formando profesionales técnicamente preparados para intervenir con eficacia en su mejor solución; que esa demanda se manifiesta por la aspiración pública de tener centros de educación superior, demostrada en diversas ocasiones por todos los órganos de la vida rosarina; que por otra parte, con escaso sacrificio para el erario, puede satisfacerse esa aspiración, que es a la vez una necesidad pública62.

61 Ibidem, p. 55.62 Ibidem, p. 56.

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La comIsIón Pro unIversIdad

Luego de la gran movilización de la dirigencia y la sociedad rosarina por la modernización y puesta en funcionamiento del puerto de Rosario y la ca-nalización del río Paraná (1898-1905), la creación de una Universidad fue una de las banderas regionales más convocantes. Desde 1890 existía en la ciudad de Santa Fe una Universidad fundada y sostenida por los gobiernos conserva-dores de marcada filiación santafesina, destinada a formar los recursos para la gestión pública y la conducción de la burocracia provincial que aún en la primera mitad del siglo XX seguía estando bajo el control de las catorce fami-lias gobernantes –sostiene Felipe Justo Cervera– cuyos miembros ejercieron el poder entre 1815 y 1942: Candioti, López, Aldao, Rodríguez del Fresno, Fraga, Oroño, Cabal, Zavalla, Gálvez, Crespo Rodríguez del Fresno, Iturraspe Freyre, Freyre Iturraspe, Echagüe, de Iriondo Candioti63.

Esa Universidad, nacionalizada en 1909, y la elite que representaba, se encontraba distante por completo de las aspiraciones educativas de un amplio sector de la dirigencia rosarina que quería su propia Universidad, con su propio perfil. En Santa Fe funcionaban las carreras de abogacía, notariado, farmacia y obstetricia. Sin embargo, el proyecto conservador de mantener la conducción y entidad fundacional de la Universidad de Santa Fe sufrió las consecuencias de distintos procesos que atentaron contra la consolidación de ese objetivo: el crecimiento de las reivindicaciones regionalistas del sur provincial; la pérdida del poder político de los círculos gubernistas del régimen con la llegada a la Casa Gris, a partir de 1912, del radicalismo; el nacimiento de un movimiento estudiantil liberal y reformista; y la movilización de personas e instituciones de Rosario por convencer al Gobierno de la Nación de la necesidad de dotar a la segunda ciudad de la República de una Universidad propia. En los inicios del primer gobierno radical existían tres tendencias marcadas: a) Los que querían mantener la Universidad de Santa Fe bajo el perfil con-

servador fundacional. b) Los que aspiraban a la creación de una Universidad de Rosario. c) Los que aspiraban a retener el control de la Universidad de Santa Fe pero

con un matiz liberal o fuera del control de los conservadores.La conjunción de estos dos últimos sectores llevaría a la conformación

de un frente para poner fin a la perpetuación de la Universidad de Santa Fe. En 1913, las autoridades y estudiantes de la Escuela Nacional de Comercio,

63 feLIPe justo cervera, “Nepotismo y economía en Santa Fe”, siglos XVII a XX, en la Revista de la Junta Provincial de estudios históricos de Santa Fe, Santa Fe, 2004, p. 52.

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adhirieron a la postura local de impulsar el surgimiento de la Universidad Federal de Rosario, tal como la denominaba el proyecto presentado ese año al Congreso de la Nación por el diputado nacional Estanislao Zeballos, referente nacional indiscutido del poderoso liberalismo rosarino y figura tutelar de la que sería siete años más tarde Facultad de Ciencias Económicas de Rosario. Esto sucedía al mismo tiempo que una comisión “Pro Universidad de Rosario”, encabezada por el presidente de la Bolsa de Comercio local, Luis Colombo, inició una campaña en tal sentido, entrevistándose con el presidente de la República, Roque Sáenz Peña, para entregarle un solicitud suscripta por el comercio, la banca, el foro etc., dando además por cierta que se incluiría en la misma “una Facultad de Ciencias Económicas y Comerciales”, aspiración que se tornaba más que necesaria teniendo en cuenta que en 1911, y por razones presupuestarias, se había suprimido la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires64.

El director de la Escuela Superior de Comercio, profesores, padres de alumnos, autoridades la Bolsa de Comercio, la Liga del Sur, la Asociación El Círculo, de la Biblioteca Argentina, el Colegio Nacional, entre otras institu-ciones firmaron dicho petitorio, personalidades, algunas de las cuales habían presidido la comisión local de la Conmemoración del Primer Centenario de la Revolución de Mayo. Encabezaron las siete mil firmas reunidas en la nota de agosto de 1913: Luis Colombo, presidente de la Bolsa de Comercio y Santiago Pinasco, vicepresidente; José Monserrat, presidente de la Cámara de Comercio; Nicolás Raffo, presidente de la Cámara de Cereales; Miguel Monserrat, presi-dente de la Cámara de Defensa Comercial; José Firpo, presidente del Mercado General de Productos Nacionales y Juan B. Cordiviola, secretario; Juan José Andino, presidente de la Sociedad Rural, y Alejandro Carrasco, secretario; Cornelio Casablanca, presidente del Hospital Centenario; Eduardo Paganini, presidente del Club Social; Alfredo J. Rouillón, presidente del Jockey Club, etc. También figuraban Juan Álvarez, Ciro Echesortu, Ricardo Schlieper, Manuel Ordóñez, Santiago Pusso, Víctor Recagno, Santos Manfredi, Enrique Thedy, Lisandro de la Torre, Carlos Brebbia, Gervasio J. Columbres, Alejandro Hertz, Ramón Lucero, Constancio Larguía, Manuel López Zamora, Joaquín Lagos, Fermín Lejarza, José Serrot, Carlos Lac Prugent, Luis Bello, Luis B. Lapor-te, Isidro Quiroga, Camilo Muniagurria, Juan A. Ortiz, Clemente Álvarez y Tomás Cerruti. La composición de la secretaría de la comisión evidencia las instituciones sobre las que cargaría el peso administrativo y ejecutivo su labor: Benjamín Rodríguez de la Torre, Alejandro Álvarez y Alfredo Lovell, por el

64 Boletín Oficial de la Bolsa de Comercio de Rosario, N° 45, del 30 de noviembre de 1913, p. 1961.

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Colegio Nacional, la Bolsa de Comercio de Rosario y la Escuela Superior de Comercio, respectivamente65.

Las mismas autoridades de la Bolsa de Comercio participaron ese mes de un acto de honda significación: la colocación de la piedra fundamental del futuro palacio de la Aduana nacional de Rosario, una iniciativa que tuvo una resolución aún mucho más lenta que la cuestión universitaria pero que puede enmarcarse dentro de un mismo accionar dirigencial. El viejo edificio de la Aduana almenada había quedado por completo a trasmano de los progresos de la ciudad e inadecuada para sus fines. Hacía apenas diez años que se había iniciado la construcción del puerto de Rosario impulsando una transformación sin antecedentes en relación con el incremento del desarrollo expansivo de la plaza mercantil. El 50% de las importaciones que no entraban por el puerto de Buenos Aires eran recibidas por el de Rosario, y las exportaciones habían aumentado entre el 12 y el 19%, a pesar de que la exportación de la producción también salía distribuida por los puertos de Santa Fe, Villa Constitución y San Nicolás. La Aduana, que en 1907 recaudaba 15 millones de pesos, pasó en 1910 a producir 17 millones y medio, y en 1913, 25 millones de pesos66.

Dos años más tarde, la Cámara Sindical de la Bolsa de Comercio, a través de su presidente, Luis Copello, apoyó públicamente el proyecto en el Congreso por los diputados nacionales Lisandro de la Torre, Francisco E. Correa, Ovidio Lagos y Leopoldo Melo, creando en Rosario una Facultad de Ingeniería, por ser una necesidad evidente que insumiría mil pesos mensuales, cantidad que juzgaba “insignificante”, teniendo en cuenta los beneficios que ella podría reportar a la ciudad, “centro de numerosas fábricas y usinas”67.

Año a año se sucedieron nuevos proyectos presentados al Congreso, que giraban entre las tres tendencias señaladas, aunque todas coincidían en que aún estando la sede en Santa Fe abriría en Rosario la Facultad de Ciencias Económicas68.

La generacIón reBeLde y La revIsta HorizonTes

El movimiento estudiantil en la provincia intensificó su prédica pro Universidad en Santa Fe, y la creciente interacción de sus integrantes, al que se sumó la Federación Estudiantil y el Centro de Libre Pensamiento, recibió

65 Ibidem, Nº 39, del 31 de agosto de 1913, p. 1709.66 Ibidem, p. 1710.67 Boletín Oficial de la Bolsa de Comercio de Rosario, N° 89, del 30 de septiembre de

1915, p. 3.204.68 LeoPoLdo Kanner, op. cit., p. 64.

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de parte del sector más ortodoxo de la ciudad de Santa Fe motes tales como “ateos”, “unitarios” (al alentar una Universidad no dirigida desde la capital provincial), “demagogos” o “chusma”, por su vinculación a los sectores traba-jadores de Rosario, estaba integrado por jóvenes que formarían más tarde el plantel docente de las nuevas facultades, ocuparían la magistratura y fueran reconocidos tratadistas: Sixto Bayer, Guillermo Bonaparte, Luis Bonaparte (h), Isaac Francioni, Alcides Greca, Alejandro Grüning Rosas, Eduardo Lau-rencena, Jaime Kanner, Enrique M. Moca, y Cortés Pla, entre otros69.

El 9 de julio de 1916 apareció el primer número de la revista Horizontes, publicación mensual del Centro de Estudiantes de la Escuela Superior Nacio-nal de Comercio. Su director fue José M. Iglesias y Julio Dall’ Anese, jefe de redacción, acompañado en la secretaría por José Ortega. Integraban el cuerpo de redactores Luis Gardella, Humberto Bruera, Julio Dasso, Manuel Favario (h), Esteban Buera y Alejandro Vallaro, y las corresponsalías de Gabriel Re-mondino (presidente del Centro de Estudiantes) y Luis P. Pittaluga, algunos de ellos llamados a ocupar puestos relevantes en el comercio y la formación superior rosarina. Fue entendido como un medio de difusión de ideas de los jóvenes interesados por las ciencias comerciales: “cimiento fundamental de la organización de nuestra amada patria. Fomentar de esta suerte el deseo de crear, investigar, profundizar, es hacer obra fecunda y patriótica”70, se señalaba en la editorial inicial. En el segundo año de su aparición se explicaba que Hori-zontes implicaba tener la vista puesta en la enseñanza superior: “En la Escuela Superior Nacional de Comercio, a medida que fue dejando de ser una fuente de enseñanza superficial para asumir su carácter de instituto universitario, hacíase sentir la ausencia de un órgano de publicidad”71.

Entre los integrantes de la Comisión Directiva figuraban los siguientes estudiantes: Francisco Casiello, José Garrica, Luis Ferrari, Manuel Genolet, Luis Sacchi, H. Taconni, etc. Todos ellos podrían encuadrarse en la generación del Centenario de Mayo graduada en el Centenario de la Independencia Ar-gentina, y con actuación pública en la década del veinte. Hacia 1916 egresaron Eduardo Bruera, Antonio Gaspar, Samuel Schamis, Ángel Rossini, Domingo y José Navarini, Amadeo De Santis, Mariano Enz, Vicente Aielli, Gerardo Van Oppen y Raúl Rosselli, entre otros72.

69 Ibidem, p. 76.70 Revista Horizontes, N° 1, Año I, 9 de julio de 1916, p. 2.71 Ibidem, N° 8-9, Año II, agosto y septiembre de 1917, p. 424.72 Ibidem, p. 121.

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La renuncIa de BeLLo

Hacia 1916 eran docentes de la escuela los contadores Jorge L. Alsina, Alberto Arévalo, M. Fernández Romero, Carlos J. Ghirardi, Lauro C. Juárez, Roque Blois, Benjamín Berchman, Domingo B. Cabanillas, Hiram. G. Calo-gero; los abogados: J. J. Colombo Berra, Avelino Ferreira, Julio Marc, Ernesto Marquardt, Benito T. Martínez, Antonio F. Cafferata y Emilio Cardarelli; y los ingenieros Julio Bello y Manuel J. Cafferata y el médico Tomás Farsi, entre otros73.

Autoridades, personal docente y alumnos del Superior del Comercio y el Colegio Nacional se encontrarían en las principales cátedras de las facultades de la Universidad Nacional del Litoral. Juan Álvarez, Alfredo Arfini, Juan B. Arrospidegaray, Pedro Blanqué, Manuel J. Cafferata, José S. Cardarelli, Tomás Cerruti, Ricardo Foster, Jorge García González, Fernando Gaspary, Pedro Giménez Meló, Oscar C. Meyer, Martín Munuce, Carlos J. Omnés, Ricardo Ortíz, Emilio J. Pareto, Alberto Parody, Isidro Quiroga, Enrique Sempé y Emilio F. Solari74.

La intensificación de la enseñanza comercial en la Escuela de Comercio, a raíz del plan de estudio aprobado el 28 de febrero de 1910, motivó el acrecenta-miento de la concurrencia de alumnos a la institución, lo que fue interpretado como una demostración de la importancia que la ciudad concedía al desarrollo de la ciencia comercial. De 326 alumnos en 1912, llegó a 763 en 1916. El plan de estudio vigente asignaba al curso de Peritos Mercantiles cinco años de es-tudios (con la implementación de la escuela intermedia quedó reducida a tres), a la terminación de los cuales el alumno graduado ingresaba directamente al curso de Contadores o Calígrafos. Por la noche funcionaba el curso nocturno de Tenedores de Libros, con el objeto de impartir la enseñanza indispensa-ble para que el alumno pudiera llegar a ser un buen empleado en cualquier establecimiento comercial, industrial, bancario, sociedades anónimas, etc75. En 1916, el director Julio Bello inició, sin éxito, ante el comercio local una campaña tendiente a que los que cursaban el curso nocturno de Tenedores de Libros fueran liberados de sus ocupaciones a las 17 horas y no a las 19 como entonces, para poder iniciar las clases a las 17 y terminar a las 20, teniendo

73 Revista Horizontes, Nº 5, año II, mayo de 1917, p. 352.74 El Colegio Nacional del Rosario, Antecedentes reunidos con motivo del 43 aniversario

de la apertura de los cursos, Imprenta del Colegio Nacional, Rosario, 16 de julio de 1917.75 Revista Horizontes, N° 3, año I, septiembre de 1916, p. 115.

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luego tiempo para estudiar y no como hasta ese momento, que volvían a la medianoche a sus hogares76.

A principios de 1917 el ingeniero Julio Bello presentó su renuncia a la Dirección de la Escuela para asumir la dirección del Banco Provincial de Santa Fe, por pedido del gobernador radical Lehman, a quien le unía un deber no sólo como amigo sino como correligionario de una facción que con mucho sacrificio había podido conquistar espacios dentro de la estructura interna del radicalismo. El docente creía que no correspondía mantener ambos cargos por la dedicación que le exigirían. Sin embargo el Centro de Estudiantes de la Escuela de Comercio y la Federación de Estudiantes de Rosario no compartían su criterio, dado que las nuevas funciones serían provisorias y que significa-ría una experiencia que redundaría a favor de un director de una Escuela de Comercio77.

La concrecIón de La tan anHeLada unIversIdad y La PrédIca de La BoLsa de comercIo de rosarIo

Como se señaló, la aspiración de dotar a Rosario de Universidad formó parte de las principales banderas de la dirigencia regional. En 1917, el diputado Jorge Raúl Rodríguez presentó un nuevo proyecto de creación de una Univer-sidad Nacional de Santa Fe, con una facultad en la capital provincial, tres en Rosario (Matemáticas, Ciencias Económicas y Medicinas, más la anexión de escuelas secundarias, el Hospital del Centenario y la Biblioteca Argentina) y una en Casilda. El hecho de no fijar la sede implicó la partida de defunción del proyecto porque el gobierno de Santa Fe no apoyó un eventual traslado a lo que sería la ciudad con más Facultades. La memoria de la Bolsa de Comercio de 1918 refleja su posición de forma contundente, evidenciando además que las fuerzas institucionalmente conjugadas estaban convencidas de haber logrado su objetivo y que sólo se trataba de una cuestión de tiempo:

La creación de la Universidad del Litoral, ha sido siempre propiciada por esta Institución. En julio del corriente año se intensificó su acción a fin de obtener del Congreso la más rápida y favorable consagración, tan legítima como nece-saria, latente en el espíritu de este pueblo, en el cual, y es justo ratificarlo una vez más, no se hace tan sólo la vida del comercio y de las industrias, como bien lo demuestra el gran número de jóvenes que de aquí se alejan para ampliar sus conocimientos en las Universidades Nacionales. Persiguiendo este propósito,

76 Ibidem, p. 252.77 Ibidem, N° 5, año II, mayo de 1917, p. 264.

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la Bolsa de Comercio se ha dirigido en todo momento a los Poderes Públicos Nacionales, al Congreso, a la prensa en general, propiciando en fin, toda ini-ciativa, alentando todo esfuerzo y coadyuvando en cuanto le ha sido posible para la obtención de lo que constituye más que un deseo, la realización de un derecho lealmente adquirido. Felizmente, todo induce a suponer que estos legítimos anhelos se traducirán en breve en una realidad78.

La llegada a la gobernación de Menchaca significó el desplazamiento en sus cargos públicos de los radicales no yrigoyenistas y Bello, identificado con el antipersonalismo, para sobrevivir económicamente se radicó en Buenos Aires, donde el presidente Marcelo T. de Alvear le confiaría un cargo en el gobierno nacional. Murió en 192879.

“Partes InseParaBLes, órganos de un sIstema”

Como consecuencia de la ley del 17 de octubre de 1919 que creó la Univer-sidad Nacional del Litoral, a la que se arribó luego de tres años de debates no sin intensas negociaciones relacionadas con la ubicación de su sede y su carácter regional, los preparativos tendientes a inaugurar la Facultad de Ciencias Econó-micas en Rosario corrieron parejos con los de adaptar los planes de enseñanza de la Escuela Superior de Comercio, que pasó a funcionar como un organismo anexo a ésta, a la nueva carrera, que pudo realizar su clase inaugural el 15 de septiembre de 1920. El delegado del gobierno nacional designado para ponerla en marcha, Guillermo J. Watson, invitó a la Cámara Sindical, los socios y sus familias y las demás cámaras de la Bolsa de Comercio, para asistir a tal aconte-cimiento que contaría con la presencia del gobernador de la provincia. El socio Po Olcese (abogado, político, productor rural y ex director del Banco Popular, graduado en la Universidad de Córdoba (donde su familia tenía estancia) fue designado para el uso de la palabra en representación de la Bolsa de Comercio.

Ninguna institución, por grandes que sean sus títulos, tiene en este acto mejor derecho de presenciar que mi representada. Esta Facultad, rama de la Universi-dad del Litoral, es tan genuinamente nuestra, está tan ligada a cuanto la Bolsa de Comercio ha sido y será, que separar ambas entidades fuera imposible. El derecho comercial es para la una el fundamento principal de su creación y para la otra la base de su existencia. Suprimid el comercio en todas sus fases y esta Facultad carecerá de razón de ser, a la vez que la Bolsa morirá por carecer de

78 Memoria de la Bolsa de Comercio de Rosario correspondiente a 1918, Rosario, 1919, p. 22.

79 La Capital, 22 de agosto de 1928.

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razón de existir. Facultad y Bolsa; Bolsa y Facultad, son pues entidades inse-parables, partes de un todo, órganos de un sistema80

sostuvo, para luego remarcar que la institución de su pertenencia apoyó en toda ocasión, oportunidad o momento su establecimiento prestando su más firme apoyo.

No es extraño que el representante de la Bolsa de Comercio se refiriera a las expectativas de renovación pedagógica que implicaba el funcionamiento de la Universidad Nacional del Litoral, teniendo en cuenta que en tiempos de la gobernación de Crespo había sido funcionario del Consejo Provincial de Educación. De allí que criticó los planes de estudios imperantes:

tendientes a formar hombres cultos, pero ‘unilaterales; maestros en su ciencia pero teorizadores más que prácticos; hombres que en tierra de abundancia viven al margen de la riqueza, general, en vez de ser productores directos de riqueza. Y es así que vemos escalonarse profesionales de todas las ciencias y de todas las artes, en procura de cargos rentados por el Estado, en vez de aplicar su iniciativa, su incuestionable calidad, sus energías todas, al esfuerzo creador. Nuestras escuelas, nuestros colegios, nuestras Facultades lanzan hombres que debemos suponer doctos; pero por la orientación de sus estudios, muchos de ellos no son los hombres que el país necesita81.

Por otra parte, la difícil coyuntura internacional legada por la guerra mundial alertaba que la humanidad, lejos de necesitar teorizadores, necesitaba soluciones “que sólo vendrían de los hombres que trabajan, de los hombres prácticos”, y la Argentina ofrecía una vastedad de posibilidades para la ini-ciativa individual, en especial en la zona rural:

Nuestro país, encerrando todos los climas, todas las faunas y todas las floras, es campo virgen a la iniativa privada, palenque abierto al empuje individual, escuela de docencia libre a la teoría que se afirma en la experiencia. Por un fatal destino, por un cúmulo de circunstancias exóticas, sus pobladores pare-cieran no querer ver que su futuro, su grandeza, su prosperidad no radica en las ciudades sino en la campaña; no en los puestos rentados que muchas veces esterilizan y enervan a los hombres; sino en el rango que cada uno sepa ocupar en relación a su propio valer; no en migajas de riqueza tomadas al pasar, por medios fáciles, sino en plenitud de riqueza conquistada mano a mano en lucha bravía contra el suelo y contra el cielo82.

80 Memoria de la Bolsa de Comercio de Rosario, correspondiente al año 1920, p. 24.81 Ibidem, p. 26.82 Ibidem, p. 27.

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Un planteo que pasaba por consolidar y profundizar el modelo agro expor-tador vigente teniendo en cuenta, sostuvo Olcese, que “la producción de cereal, de carne y de lana sería por mucho tiempo la base fundamental de nuestra vida individual y colectiva”. En este sentido afirmaba que el reposo del país pasaría por “crear y fomentar riquezas para colmar necesidades interiores y tener fuertes saldos exportables; dar a esa riqueza una equitativa distribución en forma que a todos los hogares llegue y todas las necesidades se remedien, hasta aparejar el bienestar social”83.

En síntesis, según este pensamiento, la flamante facultad de Ciencias Económicas respondería a las aspiraciones creadas si adoptaba por lema la siguiente declaración: “Esta casa da a la Patria hombres que son factores de bienestar social y privado, cuyo carácter se modela en el culto a la virtud y forja en la fragua del trabajo cuya misión es arrancar a la tierra sus riquezas para hacerlas circular, a la vez que servir de núcleos de cultura y progreso colectivo’’84.

La InauguracIón deL HosPItaL deL centenarIo

La creación, construcción y habilitación de lo que se dio en llamar “Hos-pital y Facultad de Medicina del Centenario”, fue la iniciativa más importante solventada por los vecinos de una ciudad en la República Argentina en home-naje al Primer Centenario de Mayo. Este emprendimiento estuvo a cargo de una Comisión que inició sus tareas en 1910 y las concluyó en la década del treinta, porque las instalaciones de aquel gran complejo educativo hospitalario se habilitó en etapas, y fue al mismo tiempo un motor de la instalación de los primeros estudios universitarios en Rosario. Los sucesivos cuatro presidentes fueron respetados socios de la Bolsa de Comercio: Cornelio Casablanca, Ciro Echesortu, Casiano Casas y Ovidio Rodríguez, al igual que los vocales que aún seguían en sus funciones en 1924: Luis Colombo, Emilio Ortiz, Santia-go Pinasco, Fernando Pessan, Lisandro de la Torre, José Castagnino, entre otros85.

83 Ibidem, p. 28.84 Ibidem.85 rodoLfo BoscH, Historia de la Facultad de Medicina, Rosario, Facultad de Ciencias

Médicas de la Universidad Nacional del Litoral, 1966, p. 17.

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eL gesto de La PromocIón 1928 y La PrImera HIstorIa deL Puerto de rosarIo

Quizás como corolario de esta etapa donde los alumnos de la Escuela Superior de Comercio fueron educados en los intereses de Rosario y su región, podría citarse la elocuente demostración dada por los ex alumnos egresados en la promoción de 1928, quienes al conmemorar los 25 años de egresados decidieron editar la obra inédita “Antecedentes del puerto de Rosario”, de Juan Jorge Gschwind, adscripto por entonces al Museo Histórico Provincial de Rosario trabajando bajo las órdenes de Julio Marc, por tratarse de “un tema vinculado a su desarrollo económico”, y “como un acto de homenaje a esta floreciente y vigorosa ciudad de Rosario fruto principalmente del esfuerzo laborioso de sus habitantes y del patriotismo constructivo de sus hijos”, no sin formular además un voto de confianza “en los altos destinos de la segunda ciu-dad de la República”. Entre los firmantes encargados de solicitar a Gschwind su autorización figuraban los siguientes exalumnos: Antonio Dotta, Abelardo Pagani, José Juan Bruera, Enrique Labourdette, Arnaldo Baudissone, César E. Vago y José Noguera. Pero como parte de esa promoción que había contribui-do a la edición de la obra se encontraban Francisco E. Lechini (comisionado municipal en tiempos del desarrollismo), Américo Brusa, Alfredo L. Fasce, Nicolás Franichevich, Ángel Oscar Presce (futuro ministro de Hacienda de la provincia durante la segunda gobernación de Sylvestre Begnis), y Roberto J. Villavicencio, personalidades de notoria actuación pública en la ciudad en la segunda mitad del siglo XX86.

III. eL Proceso de transferencIa

Los premios universitarios y la tesis Fideleff

Hacia 1928, y a propuesta del accionista, comisionista oficial y secreta-rio del Mercado General de Productores Nacionales de Rosario (Mercado a Término de la Bolsa de Comercio de Rosario), Camilo P. Zanni, fue aprobada en la Asamblea Extraordinaria, la instrumentación de un premio que permi-tiera fomentar estudios relacionados con la actividad. El Mercado había sido creado en 1909, y desde entonces fue una de las entidades económicamente más sólidas de la ciudad, que al igual que el Centro de Corredores de Cereales (1908), ocupó un lugar prominente en el comercio granario de exportación de la República Argentina. La Bolsa, como órgano madre y representativo de

86 juan jorge gscHWInd, El puerto de Rosario, su evolución histórica, factores de su progreso, Rosario, 1953.

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estos sectores se encontraba construyendo su imponente palacio de Córdoba y Corrientes.

En relación al premio mencionado, se estableció que éstos fueran ins-tituidos en el marco de la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas de la UNL, cuyo decano era el ya respetado administrativista Rafael Bielsa; y en el de la Escuela Nacional Agronómica de Casilda, dependiente de la UNL, cuyo director era el ingeniero Silvio Spagenberg87. Este fue el inicio de una relación que se acentuó con el tiempo. En ese año, los alumnos de esa Escuela visitaron el local de la institución para observar la operatoria de las ruedas y cuestiones relacionadas con la comercialización de los cereales. Mientras en el caso de este establecimiento el premio de mil pesos fue desti-nado al mejor alumno, “por su aplicación, contracción al trabajo y disciplina”, el premio de la Facultad de Ciencias Económicas, de mil pesos y medalla, se orientó a estimular la elaboración de una tesis o monografía relacionada con los Mercados a Término88. El jurado estaría integrado por el decano, por el profesor de la materia Bancos, Cambios y Bolsas, y uno de los directores del Mercado.

La dirección de la Escuela Agronómica adjudicó el premio a Raúl Bazet, el mejor alumno del establecimiento durante 1928, con la finalidad de pagar su pensión en la escuela, libros y útiles89. El galardón destinado a la mejor monografía realizada por un estudiante de la Facultad de Ciencias Económi-cas, Comerciales y Políticas, quedó pendiente de adjudicación, porque no se presentó ningún trabajo para optar al mismo90. Al término de diez años sin que se presentara ningún trabajo al concurso, el directorio decidió dar por retirado dicho premio. ¿Cuáles habrían podido ser las causas de que un tema tan estrechamente vinculado al sistema económico regional (Rosario era una de las principales plazas exportadoras de cereales del mundo) y dotado de una recompensa pecuniariamente atractiva no hubiera tenido interesados?

Una primera respuesta se relaciona con el período de turbulencia que experimentaba la UNL entre 1928 y 1934, y que se inició con el traslado a las aulas de la puja entre antipersonalistas y personalistas, entre pro alvearistas y pro yrigoyenistas91. El decano Bielsa mantenía óptimas relaciones con el rector

87 Sociedad Anónima Mercado General de Productores del Rosario de Santa Fe, libros de Actas del directorio, t. II, años 1922-1930, p. 243.

88 Ibidem, p. 378. 89 Memoria de la Bolsa de Comercio de Rosario, memoria correspondiente a 1928-1929,

p. 13.90 Ibidem, memoria correspondiente a 1929-1930, p. 12.91 ada Latucca, “Un ciclo de historia universitaria. La Facultad de Medicina de Rosario”,

en Revista de Historia de Rosario, N° 36, Año XXII, 1984, p. 41.

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Rafael Araya, de la primera tendencia, y la llegada de Yrigoyen por segunda vez a la presidencia de la República implicó el alejamiento del alvearismo de la Universidad. Por eso, en 1928, una intervención nacional a la UNL, enca-bezada por Roque Izzo, puso fin a la gestión Araya y al decanato de Bielsa. El reemplazante de este último, Oscar Meana, preguntó al directorio del Mer-cado a Término si seguía vigente la propuesta del premio y le respondieron afirmativamente, expresándole que eran ajenos a la política interna universi-taria92. Luego vino el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930, una nueva intervención, y la posterior normalización. Bielsa fue repuesto en su cargo de decano, quien dedicó energías a tratar de recuperar las coordenadas de su gestión anterior. En esa tarea no volvió a mencionarse el premio en cuestión.

Sin embargo, es más probable, sin descartar el peso de las alternativas políticas referidas, que la no presentación del premio haya obedecido a que ni desde la Facultad o el Mercado se volviera a cruzar oficialmente comunicación al respecto.

La ProduccIón escrIta en La temÁtIca de BoLsas, mercados y comercIaLIzacIón de granos

Autoridades y socios de la Bolsa de Comercio de Rosario trabajaron en sintonía con la presidencia del general Agustín P. Justo en apoyo de su polí-tica en relación al Comercio de Granos. Habían llegado a ocupar cargos en el Ministerio de Agricultura de la Nación, y cargaron en sus espaldas con la organización e implementación de la Junta Nacional de Granos. El propio sín-dico del Mercado a Término, Miguel Culaciati, sería intendente municipal de Rosario y posteriormente ministro de Relaciones Exteriores de la Nación. De allí que aquellos rosarinos pudieran constatar lo que venían advirtiendo desde hacía tiempo, tal como lo reflejaban las actas y memorias de las comisiones directivas: el grado de desconocimiento que existía en el sector público y la dirigencia política sobre las finalidades y el funcionamiento de las institucio-nes dedicadas a la comercialización de la producción cerealera, situación que no se condecía con el lugar que ésta ocupaba en la economía argentina.

En 1934, Germán M. Fernández publicó el libro Bolsas y Mercados de Comercio, reeditado en 1935, y que por años fue la única referencia biblio-gráfica en el tema, y un material de consulta obligada para los integrantes de la Bolsa de Comercio de Rosario, donde el autor se desempeñaba en una

92 Sociedad Anónima Mercado General de Productores del Rosario de Santa Fe, libros de Actas del directorio, t. II, 1922-1930, p. 243.

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función directiva. La obra, si bien se caracteriza por su claridad conceptual y metodológica, no fue fruto de una investigación universitaria, ni de la pluma de un catedrático tratadista93, sino de una persona íntimamente compenetrada con la institución.

Juan Zocchi, el destacado poeta y periodista italiano que tuvo a cargo su introducción, señaló:

Pero el problema de la vida se presenta o se insinúa por cualquier rendija y entonces la tónica civil canta en la Bolsa de Comercio. Ella es el eje. Todo lo demás gira a su alrededor. Las formaciones culturales esperan un turno, que no llega, para entrar en acción efectiva. Los dirigentes espirituales preguntan, con sincera y honda inquietud, como siempre, ‘a cuánto está el maíz, el trigo, el lino’. En un medio social de tales características, un libro que trate de las ‘Bolsas y Mercados de Comercio’, habiendo tomado como base el régimen, la historia y la vida de esos instrumentos de intercambio en la misma Rosario, tiene que ser forzosamente, un libro de la técnica de la ciudad, técnica de un mecanismo cívico-comercial94.

¿Lo que Zocchi captó y expresó con su pluma era de la misma manera observado en la casa destinada a formar recursos en ciencias económicas en la Universidad pública?

Natalio Muratti, uno de los profesores más respetados por docentes y alumnos de la Facultad de Ciencias Económicas, encargado de los seminarios de investigación, realizó un comentario del libro de Fernández para el Boletín de la Bolsa de Comercio, definiéndolo como una obra de divulgación sobre la función económica y organización de las bolsas y mercados de comercio, que venía a sumarse a las realizadas sobre el papel desempeñado por esos institu-tos “en la organización económica moderna”95.

Un egresado de esa Facultad y profesor de la Escuela Superior de Comer-cio, Lázaro Nemirovski, pudo editar en 1931 su obra Estructura económica y orientación política de la Agricultura en la República Argentina. En sus páginas explicó la necesidad del funcionamiento de los Mercados a Término, no sin antes advertir sobre los escasos trabajos de economía agraria publica-dos en la Argentina96. Esta situación era aún más llamativa en relación con el

93 germÁn m. fernÁndez, op. cit., p. VI.94 Ibidem, p. I.95 nataLIo murattI, Bolsas y Mercados de Comercio, de Germán Fernández, comentario

en el Boletín oficial de la Bolsa de Comercio del Rosario, 1934, p. 13.96 LÁzaro nemIrovsKy, Estructura económica y orientación política de la Agricultura

en la República Argentina, librería y casa editora de Jesús Menéndez, Buenos Aires, 1933, p. 25.

LA DIRIGENCIA Y LA FORMACIóN DE RECURSOS ESPECIALIZADOS...

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régimen de comercialización de las cosechas, siendo además muy pocas las fuentes que se podían consultar: los informes del Banco de la Nación, de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la Dirección de Estadística, boletines de la Federación Agraria, memorias del Mercado General de Productores de Rosario, y de los ministerios nacionales97.

En 1934 Nemirovsky asumió la función de dictar en la Escuela Superior de Comercio el tema de Bolsas y Mercados, ante los alumnos del último curso, donde señaló la escasa bibliografía nacional existente, sin dejar de recordar los trabajos de sus dos colegas y amigos, Hiram Calógero (autor de Las Bolsas de Comercio, La Plata, 1928), y Alberto Arévalo, profesores también en la Facul-tad de Ciencias Económicas. De allí que al comentar en 1934 la aparición de la obra de Germán Fernández, destacara lo valioso de esta obra:

Contados son los rosarinos que sobre materia económica han publicado obras; y si de tarde en tarde aparece alguna, ella proviene del ambiente universitario de nuestra ciudad. Exponerse a escribir un volumen es, desde luego, hacer un mal negocio, y en Rosario los negocios deben ser buenos e inmediatos. La gloria en la posteridad no nos satisface, ni hay paciencia para esperar resul-tados dudosos98.

Nemirovski afirma que las críticas al Mercado a Término eran infunda-das, y que Fernández había realizado un “análisis brillante” respecto de su función, distinguiendo el agio y la especulación, y considerando que la com-pra y venta a término eran necesarias, como un contrato de seguro contra las variaciones de los precios.

Desde que en el rectorado de Bielsa, en 1928, se establecieron los doc-torados en Ciencias Económicas, Ciencias Políticas y Diplomacia, año a año se presentaron tesis doctorales de despareja rigurosidad y aporte. Entre la mencionada fecha y 1930, se presentaron dos tesis, mientras que en la década siguiente esa cantidad se elevó a 31. De ellas, 6 se cumplimentaron en el doc-torado en Diplomacia; 2, en Ciencias Políticas, y 23 en Ciencias Económicas. Ninguna se centró en la actividad bursátil rosarina, y sólo 3 tesis se vincularon a la comercialización de granos, de las cuales 2 abordaron la situación de los Mercados a Término. La primera, presentada en 1933, de veinte carillas de extensión, fue escrita por Matías F. Chicco, y no fue editada, seguramente

97 Ibidem, p. 99.98 LÁzaro nemIrovsKy, Bolsas y Mercados de Comercio, de Germán Fernández, comen-

tario en el Boletín oficial de la Bolsa de Comercio del Rosario, 1934, p. 25.

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debido a su debilidad documental y las falencias metodológicas99. La segunda, aprobada en 1937, fue escrita por Antonio Rizzotto, y a diferencia de la an-terior encerró un mayor desarrollo de contenidos, claridad expositiva y citas al final del trabajo. Abordó los siguientes puntos: operaciones a término, las modernas bolsas y mercados, y la función económica de las operaciones a tér-mino, dedicándole apenas unas páginas finales a la situación en el país, citando la obra de Germán Fernández. De allí que no estudió específicamente el caso rosarino ni incursionó en fuentes locales. Sus consideraciones fueron favora-bles a la intervención reguladora del Estado en los Mercados a Término, no sin antes reconocerle que eran producto de una técnica comercial evolucionada, cumplían una alta función social y que por lo tanto debían ser favorecidos en su desarrollo. Sin embargo, sostuvo, debían ser puestas a salvo de la especula-ción para no caer en “derivaciones morbosas”, que las hacían “frecuentemente consideradas como elementos perturbadores en el libre juego de la oferta y la demanda”, y que por ende “no alcanzaban todavía llevar la tranquilidad al ánimo de todos los que intervienen en la producción y distribución de la ri-queza”100. En su opinión, el régimen legal vigente desvinculaba al Estado de la función de tutelar los intereses comprometidos en bolsa, ya que sólo intervenía para autorizar los estatutos de la sociedad anónima. Por lo tanto era partidario de modificar el sistema otorgándole al Estado supervisión y poder de policía, para certificar las operaciones, “constatar la veracidad de los precios e impedir que la actuación de gruesos capitales en pocos operadores pudiera falsear el curso normal de las cotizaciones”101. El estudio, que significó un aporte crítico al sistema vigente, no fue publicado.

Todo lo contrario ocurrió en 1940 cuando se editó la primera investiga-ción universitaria sobre la evolución del Mercado a Término de Rosario. Se trató de la tesis doctoral de Leopoldo M. Fideleff, presentada y publicada en la Facultad de Ciencias Comerciales, Económicas y Políticas. Pertenecía a una familia vinculada a la actividad exportadora, a la Bolsa y el Mercado a Tér-mino. Explicó que el objeto principal de este mercado era liquidar y garantir

99 matías f. cHIcco, Las operaciones a término en general: Su función económica. En especial las operaciones a término en giros bancarios y su importancia en el mercado cam-biario, tesis presentada para optar al grado en doctor en Ciencias Económicas, Facultad de Ciencias Comerciales, Económicas y Políticas de la Universidad Nacional del Litoral, Rosario, 1933. Mecanografiada.

100 antonIo rIzzotto, La función económica de las operaciones a término, manera de mejorar sus prácticas en nuestros país, tesis presentada para optar al grado en doctor en Ciencias Económicas, Rosario, Facultad de Ciencias Comerciales, Económicas y Políticas de la Universidad Nacional del Litoral, 1937. Mecanografiada. p. 162.

101 Ibidem, p. 166.

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los contratos al contado y a plazo, de compra y venta de cereales, oleaginosos y otros que realizados bajo su control y con intervención de los comisionistas aceptados por el directorio102.

Pero una de las actividades complementarias del Mercado a Término era luchar contra la modalidad de operar con los cereales en la condición de “a fijar precio”, que era el fruto de la puja sostenida entre las grandes firmas exportadoras

que avanzaban con su organización al interior para adquirir la cosecha del pro-ductor y del comercio de campaña, a precio fijo o a fijar hasta meses después de realizada, con las plazas de Rosario y Buenos Aires, donde los consignata-rios y comisionistas, banqueros e intermediarios entre la banca y el comercio acopiador, buscaban que la cosecha fuera negociada en tales centros bursátiles, donde pudiesen competir firmas de menor capital con las llamadas grandes.

Esta necesidad fue la que motivó a los negociantes de cereales a la crea-ción de los mercados a término donde por medio del arbitraje se conseguía igual finalidad pero mejor controlado el precio al que se fijaría la producción, por cuanto cada operación estaría expuesta al libre juego de la oferta y la de-manda, explicó Fideleff103.

La reorganIzacIón deL semInarIo de InvestIgacIón

La reorganización del Seminario de Investigación de la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas, creado en 1920 como una de las principales banderas académicas del reformismo, recién comenzó a tener regularidad y rango científico durante el decanato de Rafael Bielsa, a partir de 1927. Tomándose como modelo la experiencia de Alemania, Italia y España, se pretendía motivar a los estudiantes a formar un espíritu racional y crítico, desterrando el texto único. El perfeccionamiento de este sistema de enseñanza-investigación abonó el terreno para la realización de las tesis doctorales. La reorganización de 1936 impulsada por el director del Seminario, el profesor Muratti, bajo un nuevo decanato de Bielsa, motivó el incremento en la cantidad y calidad de las tesis presentadas, una combinación que no siempre se respetó. En 1941, y ante los buenos resultados obtenidos en el último lustro, se avanzó en la conformación de secciones internas, a cargo cada una de profesores de jerarquía, creando el campo propicio para que, de la mano del aumento de

102 LeoPoLdo m. fIdeLeff, Mercados de Cereales a Término, tesis, Rosario, 1940, p. 47.103 Ibidem, p. 103.

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la matrícula de alumnados, se incrementaran los trabajos de investigación, antesalas de las tesis. En tanto que en la segunda mitad del siglo XX, la dis-minución de la cantidad de tesis doctorales presentadas y aprobadas estaría relacionada con el debilitamiento de los seminarios. La realidad bursátil y de los Mercados a Término continúa teniendo aún hoy a las obras de Fernández (1934) y Fideleff (1940), como los escritos más significativos104.

facuLtad de cIencIas comercIaLes, económIcas y PoLítIcas

Período 19281929

19301039

19401949

19501959

19601969

19701979

19802008

Número de tesis doctorales

2 31 39 84 52 45 36 *

* A partir de 1980 se instrumentan las tesinas, por las que opta la mayoría, en tanto en los últimos 28 años se presentaron 36 tesis mayores contra 600 tesinas.

Principales seminarios de investigación presentados y publicados entre 1928 y 1935 en la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas del Rosario, según su director Natalio Muratti, en donde se puede apreciar la ausencia de la temática relacionada específicamente con las bolsas, mercados y comercialización de cereales105.

- La situación mundial del algodón (1928). - El mercado mundial de lanas (1928). - La municipalización de los servicios públicos en Italia (1931). - La competencia comercial (1931). - Las monedas de los distintos países y su relación con el peso oro sellado

argentino (1931). - Estudio sobre el azúcar (1931). - El impuesto a la renta (1931).

104 En 1980 se presentó la única tesis sobre Mercados a Término realizada luego de la de Fideleff (1940) registrada en la base de datos de la Biblioteca de Ciencias Económicas, de Rodolfo Gioiella: “Mercados a Término: depósitos por márgenes y diferencias en las opera-ciones a término”. En los últimos diez años parece advertirse un nuevo interés en la temática ya que se presentaron una media docena de tesinas vinculadas a la cuestión.

105 Temas de Pedagogía Universitaria, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral, p. 263.

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- La deuda pública argentina (1931). - Apuntes de economía pura (1932) - El impuesto a la renta Ley 11.586 (1932). - La concentración bancaria (1932). - El comercio exterior argentino con los países limítrofes en los años 1929,

1930 y 1931 (1932). - Sobre un nuevo procedimiento para la determinación del “trend” dentro

del método de los cuadrados mínimos (1932). - El derecho internacional del porvenir (1932). - El método en la investigación y exposición de las materias económicas

(1932). - Nicolai y la “Biología de la guerra” (1933). - El sistema de los bancos centrales y el informe de Sir Otto Niemeyer

(1933). - La política económica de Roosevelt (1933). - Los proyectos de reglamentación de la carrera diplomática (1933). - La misión Roca (1933). - El tratado comercial argentino-chileno (1933). - La conferencia económica y monetaria mundial de Londres (1933). - Bibliografía sobre municipalización (1933). - El momento económico-financiero (1933). - Comisiones de servicios públicos municipales (1934). - La sindicatura en las sociedades anónimas (1934). - La Comisión de servicios públicos de California y sus teorías sobre las

tasas (1934). - Sobre la unidad política centroamericana (1934). - Noción sumaria sobre la intervención del Estado en las instituciones

bancarias (1934). - La amortización financiera en las empresas concesionarias de los servicios

públicos (1935). - Algunas nociones sobre los bancos centrales (1935).

MIGUEL ÁNGEL DE MARCO (H)

De los grandes relatos a los estudios de “pequeña escala”:

algunas notas acerca de la historiografía del primer peronismo

raanan reIn Universidad de Tel Aviv

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resumen

Existen varias posibilidades a la hora de analizar las distintas corrientes en la historiografía reciente del peronismo; sin embargo, en líneas generales, se puede decir que a lo largo de los años el foco del debate se ha trasladado de los sociólogos a los historiadores, de las perspectivas macro a las micro y de lo político a lo social. El énfasis inicial acerca de la supuesta ruptura y anomalía que representaba el peronismo ha prácticamente desaparecido a favor de la continuidad y de su contextualización en el proceso histórico argentino. La imagen homogénea ha sido reemplazada por un cuadro complejo y heterogé-neo. Desde la perspectiva de los estudios de género, las investigaciones sobre el peronismo han producido no solamente trabajos sobre el Partido Peronista Femenino, sino otros que también han explorado temas como la reproducción, la maternidad, la infancia y las dinámicas familiares. Asimismo, la dimensión nacional, basada en la experiencia de la Capital Federal y sus alrededores, es decir la óptica metropolitana, ha dado lugar a distintas miradas provinciales, regionales y locales. Con cierta exageración se podría hablar de un desplaza-miento de los grandes relatos y los modelos teóricos a los estudios de pequeña escala de la vida cotidiana bajo el peronismo.

PaLaBras cLave

Peronismo - Historiografía - Argentina - Revolución Libertadora - Po-pulismo.

Temas de HisToria argenTina y americana, XIV (enero-Junio de 2009) pp. 133-165.

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aBstract

There are several ways to analyze the different trends on peronist recent historiography. Nevertheless, in general it can be said that the focus of the debate have recently shifted from a sociological to an historian analysis, from macro to micro perspectives and from a political to a social study. The initial ideas about the supposed breakpoint the peronism represented have been re-placed by an interpretation that takes into account the political and social con-text in which the phenomena took place, giving a sense of continuity instead of rupture. The homogeneous imaged has been replaced by a heterogeneous and complex frame of analysis. From a gender studies point of view, recent works had given us information not only about the Female Peronist Party, but also regarding aspects such as reproduction, maternity, childhood and changes in family composition. Also, there was a change in the geographical scope of analysis replacing the metropolitan focus by a regional and local perspective. Even at the risk of exaggerating, it can be said that there’s a shift from the big philosophical discourses and the theoretic models to a small scale daily life studies about peronism.

Key Words

Peronism - Historiography - Argentina - Revolución Libertadora - Popu-lism.

Una rápida revisión de los catálogos en las bibliotecas universitarias más importantes de Occidente revela que el peronismo es uno de los temas más estudiados en la historiografía de América Latina del siglo pasado. Quizá sólo la Revolución Mexicana y la Revolución Cubana puedan competir en lo cuantitativo. En el marco de la historiografía argentina, el lugar de primacía del que goza este tema es aún más destacado. La bibliografía parcial y no exhaustiva preparada por Laszlo Horvath y publicada por la Hoover Institu-tion de la Universidad de Stanford en 1993, al cumplirse el cincuentenario del golpe de Estado de junio de 1943, del que Juan Domingo Perón fue uno de sus artífices, incluye “apenas” 3392 ítems1. En los últimos quince años este número ha aumentado en forma exponencial, con una larga lista de libros y artículos publicados en la Argentina y en el extranjero, en castellano y en otros

1 LaszLo HorvatH (ed.), A Half Century of Peronism, 1943-1993: An International Bibli-ography, Hoover Institution, Stanford University, 1993.

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idiomas. Hoy en día es casi imposible seguir todo lo publicado acerca de este fenómeno político-social tan importante.

La cultura popular y la producción intelectual no-académica también refle-jan esta continua fascinación con el peronismo, evidente en películas y docu-mentales, en exposiciones, musicales (como el reciente estreno de “Eva” con Nacha Guevara) y obras de teatro, todos los cuales aluden de una manera u otra al peronismo y su impronta en la sociedad argentina. Navegando por Internet, uno se encuentra con innumerables sitios, enlaces y referencias al peronismo. El interés no disminuye con el tiempo. Al contrario, parece que en los últimos años viene aumentando de una manera amplia y bastante inusual.

En su La larga agonía de la Argentina peronista, escrito a principios de los años noventa en medio de la primera presidencia de Carlos Saúl Menem, Tulio Halperín Donghi se refirió al fenómeno peronista como un capítulo cerrado. La impresión era que el entonces inquilino de la Casa Rosada estaba por asestar el golpe de gracia al legado de Perón. Sin embargo, parece que esta vez el eminente historiador, que acaba de publicar sus memorias, se equivocó2. Los Kirchner dieron la espalda al proyecto menemista y con este giro provocaron un renovado interés en el justicialismo y en la década peronista. De tal manera que, hoy por hoy, para poder entender el desarrollo histórico de la Argentina de la posguerra mundial, así como su situación contemporánea y su cultura política, es imprescindible volver la mirada al primer peronismo.

¿Por qué tanta atención? Se trata, quizás, de la búsqueda de un origen, de una idealizada etapa fundacional en el proceso de la formación de la conciencia social argentina. O más bien la genealogía de unas míticas buenas intenciones estatales frente a tanta desilusión institucional. No cabe duda de que el trauma de la década de los noventa, con el alto precio social de la política neo-liberal de Carlos Menem, está íntimamente ligado a la respuesta. La coyuntura política actual también favorece esta preocupación casi obsesiva con el fenómeno peroni-sta. Menem, por un lado, y los Kirchner, por otro, han pretendido seguir –cada cual a su manera– los pasos del líder legendario: en los medios de comunicación una y otra vez se comparan distintas medidas y políticas de cada uno de ellos con el peronismo histórico de los años cuarenta y cincuenta (más recientemente en el tema del conflicto de los Kirchner con el agro). Asimismo, el fracaso de otro presidente radical (Fernando de la Rúa) también contribuyó al interés por los políticos peronistas y su capacidad de liderazgo y de movilización de las masas. En estos tiempos de crisis económica mundial, cuando asistimos a la quiebra de algunos conceptos fundamentales del libre mercado y del capitalismo desenfrenado, no faltarán quienes aduzcan que un estatismo al estilo peronista

2 tuLIo HaLPerín dongHI, Son memorias, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2008.

DE LOS GRANDES RELATOS A LOS ESTUDIOS DE “PEQUEñA ESCALA”...

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podría ofrecer alguna alternativa relativamente atractiva para amplios sectores frente a la debacle financiera. Después de todo, nadie puede negar que existe una función social del pasado y una constante relación entre hechos pretéritos y el relato de ellos en el presente.

De las distintas interpretaciones de este fenómeno clave de la historia argentina, la que lo identifica con otros movimientos populistas del continente sigue siendo la de mayor poder explicativo. No vamos a entrar ahora en las características del término “populismo”, considerado por algunos como el más confuso en el léxico político moderno. Tampoco vamos a referirnos aquí a las raíces del populismo latinoamericano3. Lo que queda claro es que en los últimos años estamos siendo testigos del auge de un neo-populismo que ha contribuido al renovado interés por el populismo clásico. Me explico: para en-tender mejor el fenómeno populista de hoy en día es imprescindible analizarlo en el contexto del surgimiento de los movimientos populistas en las décadas de 1930, 1940 y 1950.

La ruptura representada por el “neopopulismo” de los años noventa no debe confundirnos. Aunque sutil, lo cierto es que existe cierta relación entre los proyectos de líderes como Juan Perón en Argentina, Getúlio Vargas en Brasil o Lázaro Cárdenas en México y las propuestas políticas y sociales actuales de Hugo Chávez, Evo Morales o Rafael Correa4. Salvando las diferencias de tiempo y lugar, el neo-neopopulismo contemporáneo no representa una novedad en la escena política latinoamericana sino, más bien, constituye un regreso a una experiencia pasada y, según algunos observadores, no del todo

3 La bibliografía acerca del populismo en América Latina es vasta. Entre los trabajos más destacados podemos mencionar: gIno germanI, Authoritarianism, Fascism, and National Po-pulism, New Brunswick, 1978; fernando HenrIque cardoso and enzo faLetto, Dependency and Development in Latin America, Berkeley, 1979, cap. 4; mIcHaeL L. connIff, ed., Latin American Populism in Comparative Perspective, Alburquerque, 1982; aLan KnIgHt, “Popu-lism and Neo-Populism in Latin America, Especially Mexico,” Journal of Latin American Studies 30 (1998): 225-248; maría moIra macKInnon and marIo aLBerto Petrone (comps.), Populismo y neopopulismo en América Latina, Buenos Aires, 1998; mIcHaeL L. connIff, ed., Populism in Latin America, Tuscaloosa, 1999; carLos de La torre, Populist Seduction in Latin America: The Ecuadorian Experience, Athens Ohio, 2000. Entre los trabajos más recientes, véanse carLos de La torre, “The Resurgence of Radical Populism in Latin Ame-rica”, Constellations, Nº 3, vol. 14, 2007, pp. 384-397; raanan reIn, “Populismo”, en Hugo BIagInI y arturo andrés roIg (eds.), Diccionario del pensamiento alternativo, Buenos Aires, Biblos, 2008, pp. 418-420; ernesto LacLau,, “Hacia una teoría del populismo”, en Política e ideología en la teoría marxista, México, Siglo XXI Editores, 1978, pp. 165-233; Ibidem, La razón populista, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005.

4 raanan reIn, “De la Casa Rosada al Palacio de Miraflores: populismos de ayer y de hoy”, Araucaria (en prensa).

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exitosa. Esto no significa que sea acertado describir a Hugo Chávez como una simple reedición venezolana del liderazgo del argentino Juan Domingo Perón, es decir, como si el populismo de hoy fuera poco más que un simple caso de un “cadáver insepulto resucitado”5. De la misma forma, tampoco podemos entender el fenómeno limitándonos exclusivamente a las circunstancias andi-nas. No obstante, las semejanzas discernibles entre los dirigentes populistas pasados y presentes han empujado a varios investigadores, sobre todo fuera de la Argentina, a intentar esbozar y analizar los rasgos esenciales tanto del populismo clásico, incluyendo el peronismo, como del no-tan-nuevo populismo de hoy en día.

nuevas aProxImacIones a ProBLemÁtIcas de antes

Existen varias posibilidades a la hora de analizar las distintas corrientes en la historiografía reciente del peronismo: la anecdótica, el seguimiento de trabajos anteriores y lo que ellos apuntaban como vacíos bibliográficos, así como también la perspectiva personal basada en los aspectos estudiados por el autor de este ensayo. Mas antes de empezar este recorrido, voy a adelantar las conclusiones de este esfuerzo por delinear un mapa de este campo. En líneas generales, se puede decir que a lo largo de los años el foco del debate se ha trasladado de los sociólogos a los historiadores, de las perspectivas macro a las micro y de lo político a lo social. El énfasis inicial acerca de la supuesta rup-tura y anomalía que representaba el peronismo ha desaparecido prácticamente a favor de la continuidad y de su contextualización en el proceso histórico argentino. La imagen homogénea ha sido reemplazada por un cuadro complejo y heterogéneo. Desde la perspectiva de los estudios de género, las investiga-ciones sobre el peronismo han producido no solamente trabajos sobre el Par-tido Peronista Femenino, sino otros que también han explorado temas como la reproducción, la maternidad, la infancia y las dinámicas familiares. Asimismo, la dimensión nacional, basada en la experiencia de la Capital Federal y sus alrededores, es decir la óptica metropolitana, ha dado lugar a distintas miradas provinciales, regionales y locales6. Con cierta exageración se podría hablar de un desplazamiento de los grandes relatos y los modelos teóricos a los estudios de pequeña escala de la vida cotidiana bajo el peronismo. Lo que tenemos que preguntarnos es si no habrá llegado el momento de articular las lecciones

5 santIago ocHoa antIcH, en www.analitica.com, 28 de abril de 2003.6 El programa del Primer Congreso de Estudios sobre el Peronismo: La Primera Década,

que tuvo lugar en la Universidad de Mar del Plata en noviembre de 2008, confirma en muchos sentidos las conclusiones aquí expuestas.

DE LOS GRANDES RELATOS A LOS ESTUDIOS DE “PEQUEñA ESCALA”...

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aprendidas de esta gran variedad de estudios específicos a fin de formular una renovada síntesis de este fenómeno tan importante que es el peronismo.

Empiezo, entonces, con lo anecdótico y cuantitativo, lo cual tiene que ver con mi propia experiencia como editor primero, y co-editor después, de la revista de estudios latinoamericanos de nuestra Universidad de Tel Aviv, Estu-dios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, mejor conocida por sus siglas EIAL. Sin duda influida por mis propios intereses académicos y la red de mis contactos personales, en el curso de sus casi veinte años de existencia (el primer número salió a principios de 1990) la revista ha manifestado una cierta tendencia argentinocéntrica y dado amplio espacio a los estudios sobre el peronismo. Hasta el momento se han publicado 38 números, con un total de 254 artículos (no incluyo en esta lista los comentarios bibliográficos): de éstos, 30 versan sobre temas relacionados con la historia argentina del período 1943-1955. Es decir, aproximadamente el 12% de todos los artículos dedicados a todos los países del continente latinoamericano a lo largo del siglo XX tratan de alguna manera acerca del peronismo, estando muchos de ellos abocados a lo que podríamos caracterizar como estudios micro de distintos aspectos del movimiento en sus niveles nacional, regional y provincial.

Pasando ahora al seguimiento de trabajos anteriores, pasaré revista a una serie de publicaciones de carácter historiográfico: el trabajo de Fritz L. Hoffmann, publicado en dos entregas durante la segunda mitad de los años cincuenta en la prestigiosa y veterana revista norteamericana, Hispanic American Historical Review7; los dos trabajos de Mariano Plotkin: el ensayo bibliográfico publicado en castellano en EIAL a principios de los años noventa y una versión posterior publicada en inglés en el tomo compilado por James Brennan a finales de la misma década8; el capítulo introductorio, titulado “El enigma peronista”, escrito por Darío Macor y César Tcach para su volumen editado, La invención del peronismo en el interior del país9; dos trabajos his-toriográficos escritos por Marcelo Rougier: uno, en colaboración con Claudio Belini, sobre las políticas económicas del peronismo y el otro, con María Inés

7 frItz L. Hoffmann, “Perón and After: A Review Essay”, Hispanic American Historical Review, Nº 4, vol. XXXVI (noviembre de 1956); pp. 510-528; Ibidem, “Perón and After, Part II (Conclusion)”, Hispanic American Historical Review, Nº 2, vol. XXXIX (mayo de 1959): pp. 212-233.

8 marIano Ben PLotKIn, “Perón y el peronismo: un ensayo bibliográfico”, Estudios In-terdiciplinarios de América Latina y el Caribe, Nº 1, vol. 2 (1991): pp. 113-146; Ibidem, “The Changing Perceptions of Peronism: A Review Essay”, in james P. Brennan (ed.), Peronism and Argentina, Wilmington, Delaware, 1998, pp. 29-54.

9 darío macor y césar tcacH (eds.), La invención del peronismo en el interior del país, Santa Fe, 2003, pp. 5-31.

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Barbero, dedicado, entre otros temas, a la política exterior de los gobiernos de Perón10; por último, el ensayo historiográfico de Alejandra Salomón, “Los estudios sobre el Partido Peronista”, que acaba de publicarse11.

La somBra de La revoLucIón LIBertadora

Fritz L. Hoffmann dedicó sus ensayos bibliográficos a la ola de publica-ciones aparecidas en los meses y años inmediatamente posteriores al derro-camiento de Perón. Escritos originalmente por exiliados políticos refugiados en Montevideo o Santiago de Chile, algunos de estos folletos y libros se publicaron aun antes de la caída del líder, con ediciones argentinas preparadas de prisa en cuanto llegó al poder la Revolución Libertadora y estos exiliados pudieron volver a Buenos Aires. Para estos y otros autores que habían tenido alguna participación en los eventos políticos entre 1943 y 1955, el peronismo repre-sentaba simplemente la acumulación de una serie de hechos de corrupción, manipulación, represión, tortura y censura. Los títulos de muchos de estos libros hablan por sí mismos: Ayer fue San Perón: 12 años de humillación argentina; Doce años de oprobio; Técnica de una traición: Juan Perón y Eva Perón, agentes del nazismo en la Argentina; De la tiranía a la democracia social, etc.12.

Hoffman destaca el hecho de que el peronismo suscitó el interés de académicos y periodistas extranjeros desde muy temprano y que también fuera de la Argentina había un amplio público interesado en sus trabajos. Los libros de Robert Alexander y George Blanksten aparecieron estando Perón aún en la

10 cLaudIo BeLInI y marceLo rougIer, “Los dilemas de la historiografía económica so-bre el peronismo: certezas dudosas, vacíos persistentes. Aportes para la construcción de una agenda de investigación”, en jorge geLman (coord.), La Historia Económica Argentina en la Encrucijada. Balances y Perspectivas, Buenos Aires, Ed. Prometeo Libros/AAHE, 2006; maría Inés BarBero y marceLo rougIer, “La producción historiográfica respecto de las rela-ciones internacionales de la Argentina del período 1930-1955. Temas, problemas y enfoques recientes”, en IgnacIo KLIcH (comP.), Sobre nazis y nazismo en la cultura argentina, College Park, MD, Hyspamérica, 2002, pp. 129-156

11 aLejandra saLomón, “Los estudios sobre el Partido Peronista. Balance y propuestas acerca de la construcción política local en el ámbito”, en javIer BaLsa, gracIeLa mateo y ma-ría sILvIa osPItaL (comps.), Pasado y presente en el agro argentino, Buenos Aires, Lumiere, 2008, pp. 349-360.

12 raúL damonte taBorda, Ayer fue San Perón, Buenos Aires, Ediciones Gure, 1955 (1a ed. Montevideo, 1954); juan antonIo soLarI, Doce años de oprobio, Buenos Aires, Bases Editorial, 1956; sILvano santander, Técnica de una traición, Buenos Aires, Editorial Antygua, 1995 (1ª ed. Montevideo, 1953); amérIco gHIoLdI, De la tiranía a la democracia social, Buenos Aires, Ediciones Gure, 1956.

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Casa Rosada y sirvieron a varias generaciones de estudiantes e investigadores extranjeros de la Argentina durante muchos años13. Lo mismo se puede decir acerca de la lamentable biografía de Eva Perón publicada bajo el seudónimo de Mary Main, The Woman with the Whip (un bestseller en los EE.UU. que, años después, sirvió como base, para la ópera-rock de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber y luego, en 1996, para la película de Alan Parker con Madonna en el rol protagónico)14. Entre los libros más informados de este período, Hoffmann menciona a Arthur Whitaker, con su Argentina and the United States, y a Alejandro Magnet con Nuestros vecinos justicialistas15. Hoffman asignaba un valor documental a Los panfletos: su aporte a la Revolución Libertadora y a Perón contra Perón, de Orestes Confalonieri16.

Al final de su primera entrega, Hoffman apunta a dos vacíos en la literatura: primero, que “apenas han sido estudiados los papeles desempeñados por los radicales, los socialistas, los democristianos y otros grupos políticos en la resistencia”. Este vacío ha comenzado a llenarse con distintos trabajos, entre los que se destaca el excelente estudio de Marcela García Sebastiani, Los an-tiperonistas en la Argentina peronista: radicales y socialistas en la política argentina entre 1943 y 195117. El segundo vacío, según Hoffmann, era que “el rol de Córdoba en la Revolución carece de un escritor”, una falta que ha sido

13 roBert aLexander, The Perón Era, New York, 1951; george BLanKsten, Perón’s Argentina, Chicago, 1953.

14 mary maIn (foster), The Woman with the Whip: Eva Perón, NY, Garden City, Double-day, 1952. La versión en castellano se publicó bajo el título La mujer del látigo: Eva Perón, Buenos Aires, Ediciones La Reja, 1955. Para una vieja bibliografía de trabajos sobre Evita, ver gaBrIeLa sontag, Eva Perón: Books, Articles, and Other Sources of Study: An Annotated Bibliography, Madison, University of Wisconsin, 1983.

15 Para la edición en castellano, véase artHur P. WHItaKer, La Argentina y los Estados Unidos, Buenos Aires, Proceso, 1956; aLejandro magnet, Nuestros vecinos justicialistas, 10ª edición, Santiago de Chile, Editorial del Pacífico, 1955 (1ª ed. 1953).

16 féLIx LafIandra (H), Los panfletos: su aporte a la Revolución Libertadora, Buenos Aires, Editorial Itinerarium, 1955; o. d. confaLonIerI, Perón contra Perón, Buenos Aires, Editorial Antygua, 1956.

17 marceLa garcía seBastIanI, Los antiperonistas en la Argentina peronista: radicales y socialistas en la política argentina entre 1943 y 1951, Buenos Aires, Prometeo, 2005. Ver también sus artículos: “The Other Side of Peronist Argentina: Radicals and Socialists in the Political Opposition to Perón (1946-1955)”, Journal of Latin American Studies, 35 (2003): 311-339; “Peronismo y oposición política en el Parlamento argentino. La dimensión del conflicto con la Unión Cívica Radical (1946-1951)”, Revista de Indias, 221 (2001): 27-66; “El Partido Socialista en la Argentina peronista: oposición y crisis de representación política (1946-1951)”, en reIn y sItman, El primer peronismo, cit., pp. 1-36; así como marceLa garcía seBastIanI (ed.), Fascismo y antifascismo. Peronismo y antiperonismo: Conflictos políticos e ideológicos en la Argentina entre 1930-1955, Madrid, Iberoamericana, 2006.

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suplida en parte por Rafael M. Capelluto con su 1955. Revolución en Córdoba. Crónica de una cruzada cívico militar polémica, de reciente publicación18.

Plotkin, por su parte, dedica sus ensayos a los trabajos publicados mayor-mente en los años sesenta y setenta y a las discusiones acerca de los orígenes, la base social inicial y la naturaleza del peronismo (fascismo, bonapartismo, socialismo nacional, etc.). Este autor muestra cómo, poco a poco, aquella perspectiva que veía el fenómeno peronista como una patología que no podía comprenderse por medios racionales, la cual suponía una ruptura total en la historia de este país sudamericano (“L’illusion comique” y “La fiesta del monstruo” de Borges, por un lado, y el Libro negro de la segunda tiranía, por otro, son quizás los textos emblemáticos en este sentido)19, fue cediendo el paso a interpretaciones que enfatizaban una continuidad entre el peronismo y el pasado, sobre todo con los procesos históricos de los años treinta20.

Asimismo, Plotkin analiza las tesis de Gino Germani acerca del tardío proceso de modernización que había experimentado la Argentina y las mi-graciones internas del campo a la ciudad, siendo el peronismo uno de los resultados más importantes de estos desarrollos históricos. Plotkin también encara el argumento acerca de la supuesta dualidad de la clase trabajadora en el momento del surgimiento del peronismo y la consiguiente brecha entre “trabajadores viejos” y “nuevos”, así como la disponibilidad de estas nuevas masas urbanas, fácilmente manipuladas por un líder carismático como Perón21. El libro compilado por Carlos Fayt, con sus diversas interpretaciones alterna-tivas del peronismo, recibe una mención especial, a la vez que se destaca la

18 rafaeL m. caPeLLuto, 1955. Revolución en Córdoba. Crónica de una cruzada cívico militar polémica, Córdoba, El Emporio, 2005.

19 jorge LuIs Borges, “L’illusion comique”, Sur, Nº 237 (noviembre-dicembre de 1955); vIcePresIdencIa de La nacIón, comIsIón nacIonaL de InvestIgacIón, Documentación, autores y cómplices de las irregularidades durante la segunda tiranía, 5 vol., Buenos Aires, 1958. La versión abreviada de esta publicación oficial, que se distribuía masivamente, se titulaba Libro negro de la segunda tiranía, Decreto Ley Nº 14.988, Buenos Aires, 1958.

20 Sobre este tema ver también el excelente ensayo bibliográfico de emILIo de IPoLa, “Rup-tura y continuidad. Claves parciales para un balance de las interpretaciones del peronismo”, Desarrollo Económico, Nº 115, vol. 29 (octubre-noviembre 1989): pp. 331-360.

21 gIno germanI, Estructura social de la Argentina, Buenos Aires, Raigal, 1955; Ibidem, Política y sociedad en una época de transición, Buenos Aires, Paidós, 1962. A partir de la segunda mitad de los cincuenta, Germani se transformó en la figura central de la sociología argentina. Ver su interesante biografía: aLejandro BLanco, Razón y Modernidad. Gino Ger-mani y la Sociología en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2006; ana aLejan-dra germanI, Gino Germani. Del antifascismo a la sociología, Buenos Aires,Taurus, 2004. Véanse también federIco neIBurg, “Ciencias sociales y mitologías nacionales. La constitución de la sociología en la Argentina y la invención del peronismo”, Desarrollo Económico, Nº 136 (1995); Ibidem, Los intelectuales y la invención del peronismo, Buenos Aires, Alianza Editorial, 1998.

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importancia de El 45, el clásico de Félix Luna que desafió todas las explica-ciones estructurales y esquemáticas a favor de la “contingencia de la historia” y el complicado y confuso proceso histórico.

Un lugar especial en este artículo está reservado para el breve libro de Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, Estudios sobre los orígenes del peronismo, el cual refutaba tanto la supuesta dualidad de la clase trabajadora como las tesis de la ruptura que supuestamente representaba el peronismo, en-fatizando el hecho de que éste había sido la consecuencia de un proceso cuyos orígenes se remontaban a la década del treinta y la complementariedad entre los objetivos de Perón y los de los dirigentes sindicales tradicionales, temas que serían elaborados posteriormente por Juan Carlos Torre22. La clase obre-ra dejaba, así, de ser considerada una víctima pasiva de las manipulaciones peronistas, mientras que los viejos sindicatos, como la Unión Ferroviaria y la Confederación de Empleados de Comercio, con sus dirigentes tradicionales, asumían de pronto un papel clave en la configuración de la alianza que crista-lizó alrededor de la figura de Perón. La tradición reformista del movimiento obrero argentino facilitaba las negociaciones y los acuerdos de intereses com-plementarios con el Estado. Por último, Plotkin señala el aporte de Ernesto Laclau, quien buscaba la explicación del éxito populista en el nivel ideológico y discursivo, y específicamente en la reformulación del sujeto “pueblo”, des-plazando el discurso político dominante que se había basado en la articulación de los conceptos de liberalismo y democracia.

La literatura con fines partidarios desvirtuó la mayor parte de las publica-ciones acerca del peronismo aparecidas en períodos anteriores. Sin embargo, en los últimos años, y por lo menos en el mundo académico, ya no hay lugar para conceptos que ven en el peronismo una suerte de paréntesis, o de una ruptura en la historia argentina. Al contrario, la tendencia común es entender al peronismo como parte de una continuidad con el pasado, de forma que los grandes debates acerca de la naturaleza y los orígenes del fenómeno –el “¿por qué surgió el peronismo?”– en cierto modo ya no son relevantes. Si Plotkin la-mentaba “la escasez de trabajos importantes sobre muchos aspectos específicos del régimen de Perón”,23 entre otros sobre el apoyo de los industriales al líder, la política económica de los gobiernos peronistas y la Fundación Eva Perón,

22 mIgueL murmIs y juan carLos PortantIero, Estudios sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971; Juan Carlos Torre, La vieja guardia sindical y Perón, Buenos Aires, Sudamericana, 1990.

23 PLotKIn, p. 124. Entre la primera y la segunda versión de su ensayo, Plotkin publicó su ya clásico Mañana es San Perón (Buenos Aires, Ariel, 1993) sobre los rituales políticos, los medios de comunicación y los mecanismos de socialización política durante el primer peronismo.

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ahora estos temas ya están bien estudiados: los industriales, entre otros, por James Brennan y Aníbal Jáuregui24; la política económica, por Noemí Girbal, Mario Rapoport y Marcelo Rougier25 –aunque, tal como lo destacan en su en-sayo Belini y Rougier, resulta inexplicable que no se haya escrito ningún libro abarcador sobre la economía del peronismo en las últimas dos décadas–, y la Fundación Eva Perón por Martín Stawski, Carolina Barry, Karina Ramacciotti y Adriana Valobra, por citar solamente algunos ejemplos26.

24 james P. Brennan, “Industrialists and Bolicheros: Business and the Peronist Alliance, 1943-1976”, en Ibidem, Peronism and Argentina, Wilmington Delaware, 1998, pp. 79-123; aníBaL jÁureguI, “Empresarios y políticas de desarrollo en la Argentina y el Brasil, 1920-1955”, tesis doctoral inédita, Tandil, Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 2002; Ibidem, “Prometeo encandenado: los industriales y el régimen peronista”, en PatrIcIa BerrotarÁn, aníBaL jÁureguI y marceLo rougIer (eds.), Sueños de bienestar en la Nueva Argentina: Estado y políticas públicas durante el peronismo, 1946-1955, Buenos Aires, Imago Mundi, 2004, pp. 47-71. Para estudios anteriores, véase joeL HoroWItz, “Industrialists and the Rise of Perón, 1943-1946: Some Implications for the Conceptualization of Populism,” The Americas XLVII, Nº 2, octubre 1990, 199-217; crIstIna LuccHInI, Apoyo empresarial en los orígenes del peronismo, Buenos Aires, CEAL, 1990; jorge scHvarzer, Empresarios del pasado: la Unión Industrial Argentina, Buenos Aires, Imago Mundi, 1991; judItH teIcHman, “Interest Conflict and Entrepreneurial Support for Perón,” Latin American Research Review 16, Nº 1, 1981, 144-155; scott maInWarIng, “The State and the Industrial Bourgeoisie in Perón’s Argentina, 1944-1955,” Studies in Comparative International Development 21, Nº 3, 1986, 3-31; gracIeLa sWIdersKI, “La UIA. ¿Sustitución de importaciones o mercado externo?” en Argentina en la paz de dos guerras, 1914-1945, WaLdo ansaLdI et aL, Buenos Aires, Biblos, 1993; eLdon KenWortHy, “Did the ‘New Industrialists’ Play a Significant Role in the Forma-tion of Perón’s Coalition, 1943-46?” en New Perspectives on Modern Argentina, ed. Alberto Ciria, Bloomington, Indiana University Press, 1972; dardo cúneo, Comportamiento y crisis de la clase empresaria, Buenos Aires, Pleamar, 1967.

25 noemí gIrBaL-BLacHa, Mitos, paradojas y realidades en la Argentina peronista (1946-1955): una interpretación histórica de sus decisiones político-económicas, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 2003; marceLo rougIer, La política crediticia del Banco Industrial durante el primer peronismo (1944-1955), Buenos Aires, CEEED, 2001; marIo raPoPort et aL, Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2000), Buenos Aires, Editorial Macchi, 2000.

26 martín staWsKI, “El populismo paralelo: política social de la Fundación Eva Perón (1948-1955)”, en PatrIcIa BerrotarÁn, aníBaL jÁureguI y marceLo rougIer (eds.), Sueños de bienestar en la Nueva Argentina: Estado y políticas públicas durante el peronismo, 1946-1955, Buenos Aires, Imago Mundi, 2004, pp. 193-227; c. Barry, K. ramaccIottI y a. vaLoBra (eds.), La Fundación Eva Perón y las mujeres: entre la provocación y la inclusión, Buenos Aires, Biblos, 2008; n. castIñeIras, Fundación Eva Perón. Desde sus orígenes hasta la muerte de Evita, Buenos Aires, Instituto Nacional de Investigaciones Históricas, 2001; marIano PLotKIn, Mañana es San Perón, Buenos Aires, Ariel, 1994; m. camPIns, H. gaggero y a. garro, “La Fundación Eva Perón”, en AA.VV, Estado, corporativismo y acción social en Brasil, Argentina y Uruguay, Buenos Aires, Biblos-Fundación Simón Rodríguez, 1992; n. ferIoLI, La Fundación Eva Perón, 2 tomos, Buenos Aires, CEAL, 1990.

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De todos modos, efectivamente parece que en los últimos años se ha ido tomando conciencia de la necesidad de analizar por medio de investigaciones empíricas los distintos aspectos del peronismo: las políticas variadas de los pri-meros gobiernos peronistas; la imagen del líder y del movimiento en sectores tanto internos como externos; el papel jugado por diversos grupos, sectores y asociaciones en la formulación y el diseño de distintas políticas (no solamente las Fuerzas Armadas y los sindicatos, como hacían los estudios de los años sesenta, setenta y ochenta); la presencia e influencia del peronismo en la vida diaria de millones de personas de distintos sectores sociales, generacionales, políticos y étnicos. Alguien podría pensar que al dejar de lado las cuestiones macro, las “grandes cuestiones”, a favor de los estudios más específicos de aspectos puntuales del peronismo, esta empresa tiene menos significación. No necesariamente. A menudo los estudios de caso nos ofrecen nuevas miradas introspectivas a la vez que nos vuelven a recordar lo complejo y heterogéneo que es cada fenómeno histórico de esta envergadura.

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Darío Macor y César Tcach, por su parte, distinguen tres fases en el es-tudio del peronismo:

una, de interpretaciones ortodoxas, inaugurada por Germani en la segunda mitad de los años cincuenta; otra de interpretaciones heterodoxas, desarrollada a partir de los años setenta por diversos autores que revisan los principales postulados de la teoría germaniana; y una tercera, de interpretaciones extra-céntricas, que a diferencia de los anteriores fueron construidas por una nueva generación de historiadores que comenzó a trabajar a partir de mediados de los ochenta en la reconstrucción genética del peronismo en las provincias argentinas” (p. 8)27.

Es precisamente en esta última fase que el aporte de Macor y Tcach es notable: en sus propios estudios sobre las provincias de Córdoba y Santa Fe, en la revista Estudios Sociales de La Universidad Nacional del Litoral que di-rigen y en el tomo titulado La invención del peronismo en el interior del país que compilaron28. En su ensayo bibliográfico, ambos historiadores enfatizan la

27 Con respecto a los estudios regionales, los pioneros fueron manueL mora y araujo e IgnacIo LLorente en su compilación El voto peronista: ensayos de sociología electoral argen-tina, Buenos Aires, Sudamericana, 1980, que incluía distintos estudios sobre las características del electorado peronista en varias provincias.

28 césar tcacH, Sabattinismo y peronismo: partidos politicos en Córdoba, 1943-1955, Buenos Aires, Sudamericana, 1991; Ibidem, “Obreros rebeldes, sexo y religión en el origen del

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importancia de los estudios provinciales para aportar nuevas miradas, material empírico y claves interpretativas para mejor entender el “enigma peronista”.

Estos nuevos estudios del peronismo periférico intentan explicar el surgi-miento del movimiento en la mayoría de las provincias argentinas, las cuales representaban un universo económico y social que aún no había sido marcado por el proceso de industrialización y donde las organizaciones gremiales eran débiles. Todos destacan diversas líneas de continuidad entre los años treinta y el período peronista. Los trabajos de Adriana Kindgard sobre la provincia de Jujuy analizan el crucial apoyo prestado al peronismo naciente por parte de un caudillo del yrigoyenismo local29. Algo similar pasaba en Mendoza30. En el caso de Salta, se revela la alianza de Perón con un patriarca terrateniente, dueño de un ingenio de azúcar, considerado como un “enemigo oligarca” de los obreros31. También en Córdoba y Santa Fe se nota la participación de sectores tradicionales y conservadores en la emergencia del peronismo. En el caso de Tucumán, Gustavo Rubinstein destaca tanto el papel que le cupo al movimiento obrero provincial en el ascenso del peronismo como también la relación conflictiva de este movimiento con Perón una vez que éste asumiera la presidencia de la Nación32. Por su parte, Noemí Girbal, con su conocido rigor metodológico, arroja nueva luz sobre las relaciones entre el gobierno peronista y la provincia de Tucumán al analizar el uso del crédito oficial que, por un lado, benefició a los grandes propietarios del azúcar pero que, por el otro, posibilitó las mejoras salariales para los trabajadores de los ingenios33.

Macor y Tcach cierran su ensayo con una importante conclusión: “la tibie-za de fe del peronismo en las virtudes de la democracia política no fue sólo el

peronismo cordobés”, en macor y tcacH, La invención del peronismo en el interior del país, cit. pp. 33-55; darío macor y eduardo IgLesIas, El peronismo antes del peronismo. Memoria e historia en los orígenes del peronismo santafesino, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1997; darío macor, “Las tradiciones políticas en los orígenes del peronismo santafesino”, en macor y tcacH, La invención… cit., pp. 85-110.

29 adrIana KIndgard, Alianzas y enfrentamientos en los orígenes del peronismo jujeño, San Salvador de Jujuy, Universidad Nacional de Jujuy, 2001; Ibidem, “Ruptura partidaria, continuidad política. Los tempranos orígenes del peronismo jujeño”, en macor y tcacH, La invención.. cit., pp. 163-212.

30 yamILe aLvarez, “En torno a los orígenes del peronismo mendocino”, en macor y tcacH, La invención… cit., pp. 365-383.

31 mIcHeL azcuena, estHer torIno y ruBén correa, “Crisis conservadora, fractura radical y surgimiento del peronismo en Salta (1943-1946)”, en macor y tcacH, La invención … cit., pp. 213-264.

32 gustavo ruBInsteIn, “El Estado peronista y la sindicalización de los trabajadores azu-careros”, en macor y tcacH, La invención… cit., pp. 319-363.

33 noemí gIrBaL-BLacHa, “Economía azucarera tucumana, empresarios y crédito en tiem-pos del Estado peronista (1946-1955)”, en macor y tcacH, La invención… cit., pp. 265-317.

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resultado del estilo de liderazgo ejercido por Perón . La viabilidad de ese estilo tuvo mucho que ver con el peso de los factores tradicionales que estuvieron presentes en la génesis del peronismo: Ejército, Iglesia Católica –en especial Acción Católica–, caudillos conservadores, e inclusive fracciones oligárqui-cas provinciales” (p. 31)34. Aun así, no pasa desapercibida la ausencia de la provincia de Corrientes en el tomo de Macor y Tcach35, y más conspicua aún resulta la omisión de referencia alguna a la provincia más grande, la provincia de Buenos Aires, la cual ha merecido la atención de varios investigadores en los últimos años36, quienes han destacado las fricciones internas dentro de las filas peronistas y hasta los choques entre distintas concepciones de la política y el rol del Estado. La diversidad de la composición del peronismo bonaeren-se se notaba tanto en el nivel de las élites como de las bases, y eso explica la existencia de varios proyectos políticos que competían entre sí. Además, por lo menos durante la segunda mitad de los cuarenta, el Partido Peronista de esta provincia no parecía tan verticalista y autoritario, sino que, al contrario, se mostraba receptivo a una cierta representatividad y participación37.

34 Sobre el peronismo y la Iglesia, véanse, entre otros, LILa caImarI, Perón y la Iglesia católica, Buenos Aires, Ariel, 1995; susana BIancHI, Catolicismo y peronismo: Religión y política en la Argentina, 1943-1955, Buenos Aires, Prometeo, 2001; LorIs zanatta, Perón y el mito de la nacion católica: Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo (1943-1946), Bue-nos Aires, Editorial Sudamericana, 1999; mIranda LIda, “Catolicismo y peronismo: debates, problemas, pregunta” en: Bol. Inst. Hist. Argent. Am. “Dr. Emilio Ravignani”, Nº 27, ene./jun. 2005, pp.139-148; ezequIeL adamovsKy, “La bendita medianía: los católicos argentinos y sus apelaciones a la ‘clase media’, c. 1930-1955”, Anuario IEHS, Vol. 22, 2007, pp. 301-324.

35 Ver el reciente estudio de maría deL mar soLís carnIcer, “La Argentina (casi) pero-nista. Las elecciones de 1946 en la provincia de Corrientes y la resistencia a la hegemonía”, EIAL 2009 (en prensa).

36 Ver, por ejemplo, los distintos trabajos en juLIo meLón PIrro y nIcoLÁs quIroga (comPs.), El peronismo bonaerense: partidos y prácticas políticas, 1946-1955, Mar del Pla-ta, Ediciones Suárez, 2006; oscar H. aeLo y nIcoLÁs quIroga, “Modelos en conflicto. El Partido Peronista en la provincia de Buenos Aires, 1947-1955”, en Estudios Sociales, Nº 30, 2006; oscar aeLo, “Apogeo y ocaso de un equipo dirigente: el peronismo en la Provincia de Buenos Aires, 1947-1951”, en Desarrollo Económico, N° 173, vol. 44, abril-junio 2004; oscar aeLo “Un capítulo en las luchas internas peronistas: la expulsión de Mercante”, en cLaudIo PaneLLa (dIr.), El Gobierno de Domingo A. Mercante en Buenos Aires (1946-1952), La Plata, 2005; nIcoLÁs quIroga, “El Partido Peronista en Mar del Plata: articulación horizontal y articulación vertical, 1945-1955”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Nº 26, 2004, así como mi propio estudio: raanan reIn, “Pereparando el camino para el peronismo: Juan A. Bramuglia como Interventor Federal en la Provincia de Buenos Aires”, European Review of Latin American and Caribbean Studies, Nº 67, Dec. 1999, pp. 35-55.

37 Ver especialmente los trabajos de oscar aeLo, “Formación y crisis de una élite diri-gente en el peronismo bonaerense, 1946-1955”, en Ibidem.

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Alejandra Salomón, en su ensayo historiográfico, revisa primero los es-tudios sobre la conformación y el funcionamiento del Partido Peronista hasta 1955. A diferencia de los trabajos anteriores, que solían aludir al partido como un mero instrumento en manos del líder carismático y lo presentaban como un marco verticalista y monolítico38, los estudios más recientes pintan una imagen diferente, más compleja y heterogénea, de las estructuras partidarias peronistas, ya sea del Partido Laborista (que fue una expresión de autonomía del movimiento obrero)39, del Partido Peronista Femenino (que tenía sus dife-rencias con el Partido Peronista masculino y donde se notaba un papel activo de las dirigentes intermedias)40 o del mismo Partido Peronista (con sus ten-siones internas, entre otras cosas por la diversidad social y política existente en su seno)41. Sin embargo, también estos estudios se centran en el ámbito nacional.

Salomón elogia las nuevas interpretaciones, denominadas “extracéntri-cas”, pero insiste que “si bien estos trabajos son sumamente sugerentes, su nivel de análisis es la provincia. Ámbito demasiado grande y complejo como para hacer generalizaciones en torno a la construcción de estructuras parti-darias y liderazgos locales” (p. 351). Y en las provincias, la mayoría de estos estudios “extracéntricos” se concentran en examinar las ciudades. Salomón propone volver la mirada a lo local y a lo rural. Efectivamente, la rápida pero-nización de los ámbitos rurales requiere un mejor análisis, sobre todo tenien-do en cuenta el hecho de que en 1947 casi el 38% de los argentinos vivía en

38 germanI, Política y sociedad en una época de transición; WaLter LIttLe, “Party and State in Peronist Argentina, 1945-1955”, Hispanic American Historical Review, Nº 4, vol. 53, 1973; aLBerto cIrIa, Política y cultura popular: la Argentina peronista (1946-1955), Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1983; Peter WaLdman, El peronismo, 1943-1955, Buenos Aires, Hyspamérica 1985.

39 eLena Pont, Partido Laborista: Estado y sindicatos, Buenos Aires, CEAL, 1984; josé LuIs BeIred, “Trabalhadores e tensões políticas nas origens do peronismo. A questão do Partido Laborista”, Anuario del IEHS, Nº 8, 1993, pp. 89-103. Ver también las importantes memorias de LuIs gay, El Partido Laborista en la Argentina, Buenos Aires, Biblos, 1999.

40 susana BIancHI y norma sancHIs, El Partido Peronista Femenino, Buenos Aires, CEAL, 1986; caroLIna Barry, Partido Peronista Femenino. La organización total, 1949-1955, Buenos Aires, Instituto Nacional de Investigaciones Históricas, Ibidem, Eva Perón, 2001; ídem, “Las unidades básicas del Partido Peronista Femenino (1949-1955),” en KarIna ramaccIottI y adrIana vaLoBra, Generando el peronismo: estudios de cultura, política y género 1946-1955, Buenos Aires, Proyecto Editorial, 2004; Ibidem, “El Partido Peronista Femenino: la gestación política y legal”, Nuevo Mundo/ Mundos Nuevos, Debates, 2007, [En línea]; mIrta LoBato, Cuando las mujeres reinaban. Belleza, virtud y poder en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires, Biblos, 2005.

41 moIra macKInnon, Los años formativos del Partido Peronista (1946-1950), Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2002.

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localidades que contaban con menos de dos mil habitantes, es decir en zonas rurales escasamente industrializadas, tradicionalmente más conservadoras y dispersas. El reconstruir las dinámicas políticas locales a través de un análi-sis más minucioso es una tarea apreciable, pero nada sencilla42. Bolicheros, policías y peluqueros han desempeñado una función social y política clave en estas poblaciones, pero normalmente no han producido fuentes escritas que los historiadores podríamos utilizar para nuestras investigaciones.

Paso ahora a la perspectiva personal, la cual tiene que ver con mis propios trabajos y con los aportes y vacíos con los que me he encontrado al trabajar so-bre los siguientes aspectos del peronismo: la política internacional y la imagen exterior, la segunda línea del liderazgo peronista, los estudios regionales sobre las características del movimiento en diversas provincias, varios aspectos culturales del peronismo, y finalmente la dimensión étnica.

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Con respecto a asuntos de política exterior, cabe destacar que si bien el tema de la Segunda Guerra Mundial y la neutralidad argentina ha provocado mucho interés y dado lugar a la publicación de un importante número de estu-dios43, no puede decirse lo mismo acerca de las relaciones internacionales de la Argentina peronista; un punto destacado también por María Inés Barbero y Marcelo Rougier en su ensayo bibliográfico sobre la producción historiográfica dedicada precisamente a las relaciones internacionales de la Argentina entre los años 1930-195544. Lo más novedoso e interesante en el estudio de las rela-

42 Para un avance en este camino, ver nIcoLÁs quIroga, “El Partido Peronista en comu-nidades locales. Mar del Plata, 1945-1955”, tesis de maestría, UNMdP, 2007; Ibidem, “Las Unidades Básicas durante el primer peronismo. Cuatro notas sobre el Partido Peronista a nivel local”, Nuevo Mundo / Mundos Nuevos, Debates, 2008 [En línea]; aLejandra saLomón, “Construcción y dinámica política del Partido Peronista desde una perspectiva local y rural: Chascomús, 1945-1952”, en c. PaneLLa, cit., t. 3 (2007), pp. 155-189.

43 Entre otros, véanse randaLL Bernett Woods, The Roosevelt Foreign-Policy Esta-blishment and the “Good Neighbor”: The United States and Argentina, 1941-1945, Lawrence, Kansas, 1979; marIo raPoPort, Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argen-tinas, 1940-1945, Buenos Aires, 1981; carLos escudé, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina, 1942-1949, Buenos Aires, 1983; jacK e. frIedman, Los malos vecinos: las relaciones entre Estados Unidos y la Argentina durante la Segunda Guerra Mundial, Córdoba, 1999.

44 maría Inés BarBero y marceLo rougIer, “La producción historiográfica respecto de las relaciones internacionales de la Argentina del período 1930-1955. Temas, problemas y enfoques recientes”, en IgnacIo KLIcH (comP.), Sobre nazis y nazismo en la cultura argen-tina, College Park, MD, Hyspamérica, 2002, pp. 129-156. Otro ensayo historiográfico de

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ciones Argentina-EE.UU. es el trabajo de Glenn Dorn, con su gran base em-pírica45. Sin embargo, Dorn, al igual que Carlos Escudé en trabajos anteriores, se limita a analizar distintos aspectos de estas relaciones durante la segunda mitad de los años cuarenta, enfatizando la presión económica norteamericana sobre la Argentina y contextualizando estas relaciones bilaterales en el marco de la política interamericana de Washington. Para un estudio de las relaciones con EE.UU. que abarca toda la década peronista, nos quedamos con el libro de Mario Rapoport y Claudio Spiguel. En este buen documentado volumen, ambos autores insisten en una continuidad y homogeneidad en la política peronista hacia los EE.UU. durante los años 1946-1955, sin diferenciar entre dos períodos: primero de “nacionalismo autárquico” y “estatismo” en materia económica y un tercerismo en la política exterior, y luego, ya en los años cin-cuenta, de “ortodoxia” económica y abandono de la “tercera posición”46.

Si bien la posibilidad de consultar archivos norteamericanos amplió el campo para los investigadores en los años ochenta y noventa, no ha ocurrido lo mismo en el caso de las relaciones con la Unión Soviética y los países del bloque comunista, obviamente por razones idiomáticas47. Donde sí se han registrado algunos avances es en el ámbito de las relaciones de la Argentina

importancia es el de marIo raPoPort, “Problemas y etapas en la historia de las relaciones internacionales de la Argentina”, en Historiografía argentina (1958-1988). Una evaluación crítica de la producción histórica argentina, Buenos Aires, Comité Internacional de Ciencias Históricas, 1990.

45 gLenn j. dorn, “’Bruce Plan’ and Marshall Plan: The United States’ Intervention against Peronism in Argentina, 1947-1950”, The International History Review, XXI, 2, 1999, 331-351; Ibidem, “Perón’s Gambit: The United States and the Argentine Challenge to the In-ter-American Order, 1946-1948”, Diplomatic History, 26, 1, 2002, 1-20; Ibidem, “’Exclusive Domination’ or ‘Short Term Imperialism’: The Peruvian Response to U.S.-Argentine Rivalry, 1946-1950”, The Americas 61.1, 2004, 81-102; Ibidem, Peronistas and New Dealers: U.S.-Argentine rivalry and the Western Hemisphere (1946-1950), New Orleans, University Press of the South, 2005.

46 marIo raPoPort y cLaudIo sPIgueL, Estados Unidos y el peronismo: La política nor-teamericana en la Argentina, 1949-1955, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1994. Ver también la tesis doctoral inédita de norma deLIa gonzÁLez, “U.S.-Argentine Relations in the 1950s”, University of Massachusetts, 1992; davId m. K. sHeInIn, Argentina and the United States: An Alliance Contained, The University of Georgia Press, Athens y Londres 2006, caps. 3-4.

47 Sobre este tema veánse marIo raPoPort, “Argentina and the Soviet Union: History of Political and Commercial Relations (1917-1955)”, Hispanic American Historical Review 66, 2, 1986, 239-285; IsIdoro gILBert, El oro de Moscú. La historia secreta de las relaciones argentino-soviéticas, Buenos Aires, Planeta, 1994; monserrat LLaIró y raImundo sIePe, Perón y las relaciones económicas con el Este, 1946-1955, Buenos Aires, Centro Editor de America Latina, 1997.

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con sus vecinos, Uruguay y Chile, así como con la “madre patria”48. El libro de Juan Oddone incluye un importante apéndice documental y enfatiza el peso de los EE.UU. en las relaciones bilaterales Argentina-Uruguay. Por su parte, el trabajo de Leonor Machinandiarena de Devoto tiende a exagerar las presuntas injerencias argentinas en la política transandina y examina las relaciones y las semejanzas entre Perón y Carlos Ibáñez, así como la identificación de la se-nadora María de la Cruz Toledo con el peronismo, al punto de considerarse la Eva chilena49. Otro avance que cabe mencionar aquí es el estudio del proyecto atómico del peronismo50.

Dentro de la temática de las relaciones internacionales, las políticas migratorias y las actitudes del gobierno hacia los inmigrantes y refugiados constituyen un campo específico y polémico51. En este contexto, es impres-cindible referirse al tema de la entrada, con relativa facilidad, de nazis en la Argentina. Los libros de Uki Goñi, Perón y los alemanes: la verdad sobre el espionaje nazi y los fugitivos del Reich (Buenos Aires, 1999) y The Real Odessa: How Perón Brought the Nazi War Criminals to Argentina (London,

48 raanan reIn, Entre el abismo y la salvación: el pacto Perón-Franco, Buenos Aires, Lumiere, 2003; mónIca quIjada, “El comercio hispano-argentino y el protocolo Franco-Perón, 1939-1949. Origen, continuidad y límites de una relación hipertrofiada”, Ciclos, Nº 6, 1991, pp. 5-40; Ibidem, “Política migratoria del primer peronismo: las negociaciones con España”, Revista Europea de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, Dic. 1989, pp. 43-65; BeatrIz fIgaLLo, El protocolo Perón-Franco: relaciones hispano-argentinas 1942-1952, Buenos Aires, Corregidor, 1992.

49 juan oddone, Vecinos en discordia: Argentina, Uruguay y la política hemisférica de los Estados Unidos. Selección de documentos, 1945-1955, Montevideo, Universidad de la República, 2003; Leonor macHInandIarena de devoto, Las relaciones con Chile durante el peronismo, 1946-1955, Buenos Aires, Lumiere, 2005; Leonor macHInandIarena de devoto y carLos escudé, “Las relaciones argentino-chilenas, 1946-1953 y las ilusiones expansionistas del peronismo”, en torcuato s. dI teLLa (comP.), Argentina-Chile: ¿Desarrollos paralelos? Buenos Aires, GEL, 1997, pp. 181-200. Un interesante estudio acerca de las relaciones con otros países latinoamericanos es sILvIa t. ÁLvarez, “La crisis de Guatemala (1954) y Haití (1991-1994): dos paradigmas de política exterior argentina”, en reIn y sItman, El primer peronismo, cit., pp. 249-280.

50 davId sHeInIn, “Nuclear Development and the Shaping of an Independent Argentine Foreign Policy, 1950-1990”, EIAL, Nº 2, vol. 16, 2005, pp. 37-62; zuLema marzoratI, “La política atómica del gobierno peronista. Sus representaciones en el noticiero (1950-1955)”, ponencia presentada en las XI Jornadas Interescuelas/ Departamentos de Historia (Tucumán, septiembre de 2007); marIo a. j. marIscottI, El secreto atómico de Humuel. Crónica del ori-gen de la energía atómica en la Argentina, Buenos Aires, 1996; jonatHan d. Hagood, “Why Does Technology Transfer Fail? Two Techonology Transfer Projects from Peronist Argentina”, Comparative Technology Transfer and Society, Nº 1, vol. 4, 2006, pp. 73-98.

51 caroLIna BIernat, ¿Buenos o útiles? La política inmigratoria del peronismo, Buenos Aires, Biblos 2007.

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2002), si bien incluían muchos documentos inéditos, no cambiaron radical-mente el panorama. El autor de este ensayo coincide con Ronald Newton, en su erudito libro de principios de los noventa, en que se ha exagerado mucho la “amenaza nazi” en la Argentina52. No obstante, también Newton señaló la complicidad de funcionarios de la cancillería y de las embajadas argentinas en Europa, que facilitaban la entrada de refugiados nazis y, con mayor mag-nitud, de jerarcas provenientes de los países de Europa oriental. En total, el país acogió a no menos de 180 criminales de guerra nazis y colaboracionistas. Aun así, Newton destaca no tanto los motivos ideológicos de Perón para de-jar entrar a muchos alemanes sino, más bien, los pragmáticos, sobre todo el esfuerzo por reclutar técnicos y trabajadores calificados. Además, al adoptar una perspectiva comparativa refiriéndose a otros países, Argentina no parece un caso tan excepcional.

En cuanto a la entrada de fascistas italianos a la Argentina de la post-guerra, ahora sí tenemos un cuadro más comprehensivo gracias a los aportes de Federica Bertagna y Eugenia Scarzanella. Si bien muchos entraron en la Argentina peronista por distintos motivos que no tenían nada que ver con el régimen imperante en este país sudamericano, algunos lo hicieron impulsados por sus ideales relacionados con “gobiernos fuertes y con un sistema econó-mico corporativo”53.

ausencIas: La dImensIón étnIca

Mi propio estudio sobre las relaciones Argentina-Israel es el único, hasta el momento, que ha destacado los lazos triangulares entre Argentina, Israel y la colectividad judeoargentina. En este sentido, constituye un trabajo pionero en el ámbito de las relaciones internacionales de la Argentina en el período de posguerra, por ser el primero en introducir la dimensión étnica. Lo menciono aquí en vista de los pocos estudios existentes acerca del peronismo y la etni-cidad. Lamentablemente, muchos intelectuales en la Argentina han rechazado esta variable como una categoría analítica importante. Un caso paradigmático es el tema judío.

52 ronaLd neWton, The “Nazi Menace” in Argentina, 1931-1947, Stanford, CA, 1992. Ver también el número monográfico de la revista Ciclos, Nº 19, 2000, titulado “Los Nazis en Argentina: política y economía”.

53 federIca Bertagna, La inmigración fascista en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2007; eugenIa scarzaneLLa (comp.), Fascistas en América del Sur, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007.

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De acuerdo a lo aceptado comúnmente en la historiografía, a lo largo de sus años en el poder Perón fracasó en su intento de atraer el apoyo de sectores significativos de la comunidad judía argentina, pese a sus esfuerzos por erradicar el antisemitismo y el haber cultivado relaciones estrechas con el Estado de Israel. Los judíos argentinos, en su mayoría, según nos dicen los comentaristas e historiadores, continuaron siendo hostiles a Perón54. Los numerosos esfuerzos del líder por conquistar a la colectividad, por ejemplo mediante la creación de la Organización Israelita Argentina (OIA), de tenden-cia properonista, supuestamente no rindieron los frutos esperados55. A poco tiempo de finalizada la Segunda Guerra Mundial, una vez que comenzó a conocerse la magnitud de la hecatombe de los judíos en el Viejo Continente, los judíos argentinos, oriundos en su mayoría de las zonas devastadas en Eu-ropa Oriental y Central, manifestaron una comprensible sensibilidad hacia un gobierno con ciertas características que les recordaba a los regímenes de los recientemente derrotados países del Eje. El apoyo de círculos nacionalistas y antisemitas a Perón en los inicios de su carrera política, así como su alianza con la Iglesia católica en la segunda mitad de los cuarenta, sólo contribuyeron a fortalecer tal impresión. La identidad política de numerosos judíos (la ma-yoría de los cuales pertenecía a grupos demócratas-liberales o de izquierda), tanto como su identidad socioeconómica (el grueso de los judíos pertenecía a las capas medias de la sociedad argentina), los condujo a expresar reservas con respecto a un régimen que desarrollaba crecientes tendencias autoritarias y se identificaba con la mejora de las condiciones de la clase obrera argentina. El hecho de que Perón haya ido adoptando la lucha contra el antisemitismo

54 Ver, al respecto, raanan reIn, Argentina, Israel y los judíos: De la partición de Pa-lestina al caso Eichmann (1947-1962), Buenos Aires, 2007 (2ª edición ampliada), caps. 1-4; susana BIancHI, Historia de las religiones en la Argentina: las minorías religiosas, Buenos Aires, 2004; danIeL LvovIcH, “Entre la historia, la memoria y el discurso de la identidad: Perón, la comunidad judía argentina y la cuestión del antisemitismo”, en Indice. Revista de Ciencias Sociales, Nº 24, 2007, pp. 173-188; emILIo j. corBIere, “Perón y los judíos”, Todo es Historia, Nº 252, 1988, pp. 6-35.

55 Sobre la OIA, ver raanan reIn, “El fracaso de la peronización de la colectividad judía”, Nuestra Memoria, Nº 25, junio 2005, pp. 173-182; LaWrence d. BeLL, “In the Name of the Community: Populism, Ethnicity, and Politics among the Jews of Argentina under Perón, 1946–1955”, Hispanic American Historical Review, Nº 1, vol. 86, 2006 pp. 93-122; Ibidem, “Bitter Conquest: Zionists against Progressive Jews and the Making of Post-War Jewish Politics in Argentina”, Jewish History, vol. 17, 2003, pp. 285-308; jeffrey marder, “The Organización Israelita Argentina: Between Perón and the Jews”, Canadian Journal of Latin American and Caribbean Studies, Nº 39-40, vol. 20, 1995 pp. 125-152; Leonardo senKman, “El peronismo visto desde la legación israelí en Buenos Aires: sus relaciones con la OIA (1949-1954)”, Ju-daica Latinoamericana, vol. II, Jerusalén, 1993, pp. 115-136.

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como una parte integral de su política no logró modificar la suspicacia de los judíos hacia su gobierno.

Este cuadro no es falso, pero es ciertamente exagerado. No eran pocos los judíos que apoyaban al primer peronismo. Es verdad que la mayor parte de la dirigencia de la comunidad organizada tenía sus reservas con respecto al gobierno peronista y el movimiento justicialista, pero tampoco cabe duda de que distintos dirigentes judíos dentro del movimiento trabajador (Ángel Perelman, fundador en 1943 y primer secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica56; Rafael Kogan, secretario general de la Unión Ferroviaria; Abra-ham Krislavin y David Diskin del Sindicato de Empleados de Comercio)57, miembros de diversas asociaciones judías (tales como el Hospital Israelita “Ezrah”), intelectuales (el equipo responsable del suplemento cultural del diario La Prensa, ya bajo el control de la CGT, incluía a Israel Zeitlin [César Tiempo]58, Ezequiel Korenblit, León Benarós y Julia Prilutzky Farny), aboga-dos (como Liberto Rabinovich), hombres de negocios (José Ber Gelbard)59 y sobre todo gente común no afiliada a las instituciones comunitarias se identi-ficaban con el peronismo. Así entraron judíos a distintos organismos estatales, tales como la cancillería (Pablo Manguel, Israel Jabbaz y otros), de los cuales habían estado prácticamente excluidos anteriormente. Incluso en ciudades y provincias normalmente no consideradas “peronistas”, como Córdoba, era posible encontrar militantes justicialistas (el diputado José Alexencier o Raúl Bercovich Rodríguez)60.

Hacen falta estudios adicionales sobre los argentinos-judíos y el peronis-mo, así como sobre argentinos-árabes o miembros de otros grupos étnicos y el movimiento justicialista. Por ejemplo, varios autores sostienen que la colecti-

56 Sobre su aporte a las manifestaciones obreras del 17 de octubre de 1945 y al naciente movimiento peronista, ver sus memorias: ÁngeL PereLman, Cómo hicimos el 17 de octubre, Buenos Aires, 1962.

57 Krislavin llegó a ser subsecretario en el Ministerio de Interior. Ver reIn, Bramuglia, pp. 57-58. Diskin fue miembro del Consejo Directivo de la CGT (1946-1955) y diputado na-cional (1952-1955). Ver su El compañero Borlenghi: su trayectoria, su integridad, su temple, Buenos Aires, 1979.

58 Sobre Tiempo ver eLIaHu toKer (comP.), Buenos Aires esquina Sabádo. Antología de César Tiempo, Buenos Aires, 1997; Leonardo senKman, La identidad judía en la literatura argentina, Buenos Aires, 1983, pp. 153-195.

59 maría seoane, El burgués maldito. Los secretos del último líder del capitalismo na-cional, Buenos Aires, 2003; Leonardo senKman, “Populismo y empresarios judíos: actuación pública de Horacio Lafer y José B. Gelbard durante Vargas y Perón”, Araucaria, Nº 15, 2006, pp. 46-76.

60 césar tcacH, “Neoperonismo y resistencia obrera en la Córdoba Libertadora (1955-1958)”, Desarrollo Económico, Nº 137, vol. 35 (abril-junio 1995), pp. 63-82.

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vidad árabe-argentina, compuesta principalmente por sirio-libaneses llegados en las postrimerías del Imperio Otomano, era favorable a la candidatura de Perón en 1946. Sin embargo, tal afirmación no ha sido demostrada en ningún estudio empírico, como tampoco lo ha sido el tema de la mejor integración social y política de este grupo étnico durante la década peronista.

Entre otras cuestiones que aparecen en mi libro sobre Argentina, Israel y los judíos, específicamente en la discusión acerca de la abstención argentina en la votación en la ONU sobre la partición de Palestina, lo más notable es la ausencia de Perón, por un lado, y las visiones opuestas del canciller argentino, Juan Atilio Bramuglia, y el embajador en la ONU, José Arce. El libro también analiza la imagen exterior del peronismo. No mucho se ha publicado al res-pecto. En un reciente volumen, Peronismo y prensa escrita, en colaboración con Claudio Panella, hemos incluido cuatro artículos dedicados a la imagen del justicialismo en el New York Times, en la prensa inglesa, en los diarios españoles y en los periódicos israelíes61. Asimismo, cabe mencionar aquí la tesis doctoral de James Cane, sobre el régimen peronista y los medios de co-municación, que está en vías de publicación62.

Con respecto a la política económica internacional, la reciente tesis docto-ral de Claudia Kedar merece una especial atención63. En ella, Kedar desafía la imagen de Perón como un líder que se opuso al Fondo Monetario Internacional por su identificación con el imperialismo norteamericano, razón por la cual la Argentina no se hizo miembro del Fondo. El estudio de Kedar revela que, de hecho, hubo varios intentos por parte del gobierno peronista de llegar a un acuerdo con el Fondo, mas éstos fracasaron debido a la desconfianza reinante en Washington y en círculos económicos internacionales hacia la Argentina y el régimen imperante.

61 Ver los artículos de nIcoLÁs quIroga, gWyn HoWeLLs y raanan reIn en: raanan reIn y cLaudIo PaneLLa (comPs.), Peronismo y prensa escrita: abordajes, miradas e interpretacio-nes nacionales y extranjeras, La Plata, Editorial de la Universidad de La Plata, 2008.

62 james cane, The Fourth Enemy: Journalism and Power in the Making of Peronist Argentina, 1930-1955, Pennsylvania State University Press (de próxima aparición). Sobre el peronismo y la prensa ver también maría LILIana da orden y juLIo césar meLon PIrro (comPs.), Prensa y peronismo: discursos, prácticas, empresas (1943-1958), Rosario, Prohistoria Ediciones, 2007; cLaudIo PaneLLa y marceLo fontIceLLI, La prensa de izquierda y el peronis-mo (1943-1949): socialistas y comunistas frente a Perón, La Plata, Editorial de la Universidad de La Plata, 2007; cLaudIo PaneLLa (ed.), La Prensa y el peronismo: crítica, conflicto, expro-piación, La Plata, Ediciones de Periodismo y Comunicación, 2001.

63 cLaudIa Kedar, “The Routinization of Dependency: Argentina and the International Monetary Fund, 1944-1977”, tesis doctoral inédita, Universidad de Tel Aviv, 2008.

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Los HomBres detrÁs deL HomBre

En cuanto al estudio de la segunda línea de dirigencias peronistas, parece haber un cierto hartazgo de biografías de Perón y Evita. Tenemos suficientes trabajos de este tipo, desde la biografía oficial escrita por Enrique Pavón Pere-yra en 1953 hasta la biografía publicada por Joseph Page tres décadas más tar-de y, en el caso de Evita, desde Borroni y Vacca hasta Marysa Navarro. A este respecto cabe mencionar también las obras de ficción de Tomás Eloy Martínez, La novela de Perón y Santa Evita, con su penetrante interpretación de la vida de estas dos figuras y su papel en la historia argentina. Ya en mi Peronismo, populismo y política, publicado en 1998, planteé la necesidad de examinar el aporte ideológico y la función política que les cupo a varias personalidades que rodearon a Perón desde el primer momento, y creo que este trabajo alentó a varios investigadores a seguir por el mismo camino. A mí personalmente me interesaron sobre todo las figuras de Juan Atilio Bramuglia, Miguel Miranda, Domingo Mercante, José Figuerola y Ángel Borlenghi64. Esta segunda línea posibilitó la victoria electoral de Perón en los comicios de febrero de 1946 y su afianzamiento en el poder, y jugó un importante papel en la modelación de la doctrina justicialista.

De estas cinco figuras, la de Domingo Mercante ha despertado el mayor interés entre los investigadores, en parte, debido al libro poco crítico escrito por su hijo, así como por la impresionante labor promovida por el director del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, Claudio Panella65. En una sociedad profundamente dividida en el plano político, la gestión de Mercante ha sido elogiada en los distintos estudios por su cariz ostensiblemente toleran-te. En contraste con la figura autoritaria de Perón, a Mercante se lo presenta como un demócrata que permitió un mayor margen de libertad de prensa que el gobierno federal. Mientras que Perón se caracterizaba por una política de

64 Sobre los cinco, véase el primer capítulo de mi Juan Atilio Bramuglia: bajo la sombra del líder. La segunda línea de liderazgo peronista, Buenos Aires, Lumiere, 2006.

65 domIngo aLfredo mercante, Mercante: el corazón de Perón, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1995; y los tres tomos compilados por cLaudIo PaneLLa: El gobierno de Domingo A. Mercante en Buenos Aires (1946-1952): un caso de peronismo provincial, La Plata, Aso-ciación Amigos del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 2005-2007. Para otros aportes, véanse gracIeLa mateo, “El gobierno de Domingo Mercante: expresión singular del peronismo clásico”, en reIn y sItman (comps.), El primer peronismo, cit., pp. 211-248; caroLyn a. BecKer, Domingo A. Mercante: A Democrat in the Shadow of Perón and Evita, Xlibris Corporation, 2005. Incluso el rol público de su esposa ha recibido la atención de los investigadores: caroLIna Barry: “Lealtades, partidos y latidos. Elena Caporale de Mercante y la creación del PPF de la provincia de Buenos Aires,” en c. PaneLLa (comp.), El gobierno de Domingo Mercante en Buenos Aires, cit., vol. 2, pp. 33-72.

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enfrentamiento con la oposición, Mercante destacaba por su política de con-senso. Esta actitud tolerante, junto con la imagen progresista que logró obtener su administración, potenciaron considerablemente su popularidad.

Algunas de las discrepancias que surgieron entre la administración de Mercante y el gobierno nacional, inducidas tanto por las propias característi-cas de la provincia de Buenos Aires como por su estilo personal de liderazgo, estaban relacionadas, entre otras cosas, con el fomento de la actividad agro-pecuaria a la hora en que el gobierno central ponía el énfasis en la promoción de la industria, como con las medidas, bien cautas por cierto y ajenas a una verdadera reforma agraria, a favor de una distribución más equitativa de la tie-rra, frente a la ausencia de una política agraria progresiva del gobierno central. Según Blanco, “la marcada insistencia del gobernador Domingo Mercante en la democratización de la propiedad rural... nos plantea como interrogante la posibilidad de que haya sido una estrategia política para crear redes clientela-res que sustentaran un proyecto político alternativo al del gobierno nacional”66. La gestión como gobernador del “corazón de Perón”, considerado por muchos de sus contemporáneos como el posible heredero del jefe máximo (1946-1952), es juzgada como una de las más eficaces que conoció la provincia. Sin em-bargo, no siempre queda claro, después de leer los distintos trabajos, cuál era precisamente ese proyecto alternativo ni qué significaba este mercantismo. A veces pareciera responder más al deseo de los investigadores de identificar un peronismo de tipo socialdemócrata que al análisis de una realidad concreta.

A diferencia del interés suscitado por Mercante entre los investigadores de los últimos años, no ha ocurrido lo mismo con la figura de su sucesor como gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Vicente Aloé67. Una cierta glorificación de Mercante ha contribuido a esta tendencia injustificada a igno-rar a Aloé y mostrarlo como el gobernador que se limitó a cumplir fielmente las instrucciones emanadas de la casa presidencial, quien, a diferencia de Mercante, nunca representaría un desafío para Perón. En palabras de Pablo Vázquez, “La asunción de Aloé en territorio bonaerense, más allá de algunos aciertos en su gestión, tuvo como norte borrar de la memoria colectiva bonae-rense todo vestigio de la administración de Mercante y su equipo. Acusacio-nes, persecuciones, expulsiones del partido, cárcel a Avanza, exilio forzado

66 mónIca BLanco, “Peronismo, mercantismo y política agrarian en la Provincia de Bue-nos Aires (1946-1955)”, Mundo Agrario, Nº 2, 2001.

67 rodoLfo rodríguez, Carlos Vicente Aloé: subordinación y valor, La Plata, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 2007; gracIeLa mateo, “El cooperativismo agrario en la provincia de Buenos Aires (1946-1955): Carlos Aloé y su apoyo al cooperativismo agra-rio”, Mundo Agrario, 2002. Ver también el testimonio de aLoé: C. Aloé, Gobierno, proceso, conducta, Buenos Aires, 1969.

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de varios funcionarios, marcaron el injusto final del proyecto más exitoso en la gobernación bonaerense”68.

El estudio de la segunda línea confirma, asimismo, la tesis formulada por Torcuato Di Tella acerca de la alianza policlasista detrás de los regí-menes populistas, como el peronismo, y subraya las expresiones regionales del movimiento, desplazando la imagen algo homogénea de este fenómeno, cultivada durante años tanto por peronistas como por antiperonistas, aunque por distintas razones y con otros fines. Al mismo tiempo, se revelan de forma más clara las tensiones y las luchas internas dentro del régimen y del movi-miento: Perón deja de ser el líder todopoderoso, deus-ex-machina para unos o diablo-ex-machina, para otros. Años atrás, los estudios de Samuel Baily, L. Doyon, Walter Little, Juan Carlos Torre y otros, ya habían demostrado que ni siquiera los sindicatos estaban bajo el control total y absoluto de Perón69. Ade-más, los trabajos acerca de la segunda línea destacan las distintas influencias ideológicas sobre el peronismo naciente, sobre todo del socialismo, a través de personalidades como Bramuglia y Borlenghi70.

Juan Atilio Bramuglia y Ángel Gabriel Borlenghi jugaron un papel clave al atraer a los dos sindicatos más importantes en aquel entonces, la Unión Ferroviaria y la Confederación de Empleados de Comercio, a la incipiente coalición peronista. Los dos dirigentes, procedentes del Partido Socialista, influyeron también en la agenda social del movimiento y el régimen justi-cialista. Sin embargo, mientras que la trayectoria de Bramuglia ya está bien documentada en su reciente biografía política71, no es el caso de Borlenghi. Este vacío historiográfico es notable, pues, mientras que la mayor parte de las figuras de la segunda línea del peronismo fueron retiradas de escena en forma gradual, a la par que Perón se veía obligado a hacer frente a diversas dificultades económicas y políticas, Borlenghi permaneció en su puesto de

68 PaBLo a. vÁzquez, “Peronismo vs. Mercantismo: fase final de la consolidación he-gemónica dentro del movimiento nacional. Análisis y confrontación desde la memoria”, en c. PaneLLa (comP.), op. cit., vol. 3, pp. 193-217.

69 Casi treinta años después de presentar su importante tesis doctoral, Doyon publicó su libro en Buenos Aires, con bibliografía no actualizada pero que, aun así, constituye un impor-tante aporte: LouIse doyon, Perón y los trabajadores: los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-1955, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2006.

70 Sobre influencias socialistas en el peronismo, ver la tesis doctoral (lamentablemente inédita y no traducida) de IdIt gIL, “Argentine Leftist Intellectuals, Nationalism and Social Justice (1894-1947): The Origins of Peronism?”, Universidad de Tel Aviv, 1998; carLos mIgueL Herrera, “Socialismo y ‘revolución nacional’ en el primer peronismo. El Instituto de Estudios Económicos y Sociales”, EIAL 2009 (en prensa).

71 raanan reIn, Juan Atilio Bramuglia: bajo la sombra del líder. La segunda línea de liderazgo peronista, Buenos Aires, Lumiere, 2006.

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ministro desde junio de 1946 hasta julio de 1955: un récord de permanencia en cualquier ministerio, no solamente en el régimen peronista, sino también en la historia política del país. El único libro dedicado a Borlenghi es el mal escrito, mal redactado y confuso texto de Enrique Pavón Pereyra72. Sobre Figuerola, que desempeñó un importante papel en el Departamento Nacional del Trabajo y su posterior transformación en la Secretaría de Trabajo y Previsión, no existe ni siquiera un borrador de este tipo. Tampoco Miguel Miranda, el “mago de las finanzas” de la primera gestión peronista, ha recibido suficiente atención por parte de los investigadores.

No todos los ministros y funcionarios en los primeros dos gobiernos de Perón merecen ser incluidos en mi definición de la segunda línea. Sin embar-go, me voy a referir aquí a dos de estos ministros. Antonio Cafiero publicó sus propias memorias en varios libros, pero todavía no se ha escrito una biografía de importancia sobre su figura y su rol político a lo largo de las últimas seis décadas. Lo único que existe es el libro de Andrew McAdam, el cual deja mu-cho lugar para otros autores, entre otras cosas por abocarse principalmente a la Renovación Peronista de la década de ochenta, presentando a Cafiero como un símbolo de la democratización del movimiento peronista en aquellos años73. Otro ministro del primer peronismo que sí ha recibido más atención por parte de los investigadores es Ramón Carrillo, el secretario y luego ministro de Salud Pública durante los años 1946-195474. En 2007 también se proyectó un documental, titulado “Ramón Carrillo, médico del pueblo”, hecho por Enrique Pavón Pereyra (hijo). Mas si bien la película, al igual que varios de los traba-jos publicados, glorifican la figura de Carrillo, el de Karina Inés Ramacciotti ofrece una mirada más equilibrada, que enfatiza las tensiones presentes en la política sanitaria del peronismo. Sin obviar la notoria expansión cuantitativa de los servicios de atención médica durante su gestión, Ramacciotti revela tam-bién la faceta nacionalista y conservadora de este “progresista” santiagueño.

72 enrIque Pavón Pereyra, Borlenghi, hombre de Estado, Buenos Aires, 1999. Ver tam-bién David Diskin, El compañero Borlenghi: su trayectoria, su integridad, su temple, Buenos Aires, 1979.

73 andreW mcadam (con la colaboración de Roger Gravil), Antonio F. Cafiero: el reno-vador, Buenos Aires, Corregidor, 1996.

74 KarIna Inés ramaccIottI, “Las tensiones en la política sanitaria de Ramón Carrillo”, en P. BerrotarÁn, a. jÁureguI y m. rougIer, Sueños de bienestar en la Nueva Argentina, Buenos Aires, Imago Mundi, 2004, pp. 229-268; r. aLzugaray, Ramón Carrillo, el fundador del sanitarismo nacional, Buenos Aires, CEAL, 1988.; K. ramaccIottI y a. vaLoBra, “‘...Plasmar la raza fuerte...’: relaciones de género en la campaña sanitaria de la Secretaría de Salud Pública de la Argentina (1946-194)”, en K. ramaccIottI y a. vaLoBra (comps.), Generando el peronismo. Estudios de cultura, política y género (1946-1955), Buenos Aires, Proyecto Editorial, 2004.

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eL día a día en La argentIna PeronIsta

No es mi propósito relevar aquí la vasta producción académica acerca del peronismo que se ha publicado en la última década. Me he limitado a mencionar aquellos trabajos que resultan particularmente interesantes o que representan algún aporte novedoso al estudio de este complejo fenómeno de suma relevancia para la historia moderna de la Argentina. Por lo tanto, me gustaría concluir haciendo referencia a un par de cuestiones que me parecen fascinantes y con respecto a las cuales considero que se han realizado algunos de los avances más importantes en el estudio del primer peronismo. Se trata de trabajos que se ocupan, por un lado, del importante impacto del peronismo en la cultura argentina y, por el otro, de la vida urbana porteña, la famila y la vida diaria bajo el régimen peronista. A diferencia de la educación, la cual fue objeto de interés de muchos investigadores, sobre todo en la década de los noventa, quienes analizaron tanto la democratización del sistema educativo como su peronización75, no ocurrió lo mismo con varios temas culturales hasta los últimos años. Aparte de los excelentes estudios de Flavia Fiorucci sobre los intelectuales y el peronismo, los cuales hacen hincapié en las estrategias que el Estado ensayaba con los intelectuales, en un primer momento anima-do por el objetivo de integrar a la intelectualidad y más adelante con ánimo censurador76, recientemente se han registrado avances también en el estudio del impacto del peronismo en la literatura77 y en el cine argentino, que tuvo

75 mónIca estI reIn, Politics and Education in Argentina, 1946-1962, Armonk, NY, M. E. Sharpe, 1998; raanan reIn, Peronismo, populismo y política, Argentina, 1943-1955, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1998, cap. 3; jorge BernettI y adrIana PuIggrós, Peronismo: cultura política y educación, Buenos Aires, Galerna, 1993; sILvIna gvIrtz, “La politización de los contenidos escolares y la respuesta de los docentes primarios, 1949-1955”, en reIn y sItman, El primer peronismo, cit., pp. 37-49; Héctor ruBén cucuzza (comp.), Estudios de historia de la educación durante el primer peronismo (1943-1955), Luján, Editorial Los Libros del Riel, 1997; v. W. Leonard, Politicians, Pupils, and Priests: Argentine Education since 1943, New York, Peter Lang, 1989; josé mIgueL somoza rodríguez, “Educación y política en Argentina. Creación de identidades y resocialización de sujetos (1943-1955)”, tesis doctoral, Madrid, UNED 2002.

76 fLavIa fIoruccI, “Reflexiones sobre la gestión cultural bajo el Peronismo”, Nuevo Mun-do/ Mundos Nuevos, Debates, 2008 [En línea]; Ibidem, “¿Aliados o enemigos? Los intelectua-les en los gobiernos de Vargas y Perón”, en reIn y sItman (comps.), El primer peronismo, cit., pp. 83-108; Ibidem, “Neither Warriors Nor Prophets: Peronist and AntiPeronist Intellectuals, 1945-1956” (tesis doctoral, Universidad de Londres, 2002).

77 maría josé Punte, Estrategias de supervivencia. Tres décadas de peronismo y litera-tura, Buenos Aires, Corregidor, 2007; Ibidem, “La novela en la encrucijada de la historia: para una nueva lectura del tema ‘peronismo’ en la narrativa argentina”, en reIn y sItman (eds.), El primer peronismo, cit.,pp. 109-125; Ibidem, Rostros de la utopía: la proyección del peronismo

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un destacado desarrollo en la década del cuarenta78. Durante el primer pero-nismo, algunas producciones alabaron el régimen, mientras que otras trataron de eludir una fuerte censura, que iba desde la imposición de actores y temas hasta el manejo de los créditos. Aun así, el tema de las políticas culturales del peronismo y de su impacto, por ejemplo a través de las actividades de la Subsecretaría de Cultura y de la Dirección de Cultura después, está a la espera de estudios más detallados.

Las políticas de vivienda del peronismo promovieron la inclusión social y espacial de los migrantes internos recién llegados a la ciudad de Buenos Aires. Este proceso desafió las pautas sociales contemporáneas y contribuyó al enfrentamiento entre la clase media urbana y los llamados “cabecitas ne-gras”. Los resultantes conflictos sociales y culturales fueron estudiados por Rosa Aboy en relación a un barrio de Buenos Aires, en un trabajo en el cual se reconstruyen los mecanismos de distinción y de segregación en términos

en la novela argentina de la década de los 80, Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 2002. Para trabajos anteriores, ver andrés aveLLaneda, El habla de una ideología. Modos de réplica literaria en la Argentina contemporánea, Buenos Aires, 1983; martIn staBB, “Ar-gentine Letters and the Peronato”, Journal of Inter-American Studies and World Affairs, vol. 13, 1971; y los trabajos menos académicos de ernesto goLdar, El peronismo en la literatura argentina, Buenos Aires, 1971; norman BrIsKy et al., La cultura popular del peronismo, Buenos Aires, Cimarrón, 1973.

78 cLara KrIger, “El cine del peronismo, una reevaluación”, Archivos de la Filmoteca, Nº 31, Valencia, febrero de 1991, pp. 136-155; Ibidem, “Política cinematográfica del peronis-mo. Análisis de gestión (1944-1955)”, Cuadernos de Cine Argentino, Nº 2, 2005, pp. 32-57; vaLerIa manzano, “Cine argentino y peronismo: cultura, política y propaganda, 1946-1955”, Filmhistoria online, Nº 3, vol. XI, 2001; rodoLfo rodríguez y rIcardo rodríguez, “Deshonra o la trama enrejada del cine y la política”, Nuevo Mundo Mundos / Nuevos, Debates, 2008, [En línea]; rodoLfo rodrígues, “Frente al mar… Arte e industria: espectáculo y política en el Primer Festival de Cine Argentino, Mar del Plata, 1948”, en c. PaneLLa (comp.), op. cit., t. 3 (2007), pp. 129-153; Irene marrone y mercedes moyano WaLKer, Imágenes e imaginarios del Noticiario Bonaerense. 1948-1958, La Plata, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 2007. Para trabajos anteriores, véanse césar marangHeLLo, “La pantalla y el Estado”, en AA.VV., Historia del cine argentino, Buenos Aires, CEAL, 1984; aBeL Posadas, “El cine de la primera década peronista”, en BrIsKy et al., La cultura popular del peronismo; dIego curuBeto, Babilonia Gaucha. Hollywood en Argentina, la Argentina en Hollywood, Editorial Planeta, Buenos Aires, 1993.

Un reciente e interesante libro sobre la propaganda gráfica –afiches, folletos y avisos de prensa– en los cortemetrajes cinematográficos y en las decoraciones efímeras elaboradas para algunas celebraciones en el centro de la ciudad es el de marceLa gené, Un mundo feliz. Imágenes de los trabajadores en el primer peronismo, 1946-1955, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005.

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de clase, etnicidad y cultura79. Por su parte, Anahí Ballent analiza la vivienda masiva impulsada por la acción estatal y sus consecuencias sociales, así como las representaciones de la obra pública del peronismo en la arquitectura, la vi-vienda popular y la ciudad80. Ballent enfatiza que no existía una “arquitectura peronista” como única y privilegiada “estética de la política” del peronismo, sino una variedad de lenguajes arquitectónicos y urbanos que coexistían.

Desde la perspectiva de los estudios de género, los estudios sobre el pe-ronismo han rendido no solamente investigaciones sobre el Partido Peronista Femenino sino también otras dirigidas a la exploración de temas como la reproducción, la maternidad, la infancia y las dinámicas familiares. En este campo cabe destacar el reciente trabajo de Isabella Cosse, titulado Estigmas de nacimiento, que aborda las familias situadas al margen del modelo norma-tivo, en especial la filiación ilegítima81. Se trata de un tema de importancia, entre otras cosas por la magnitud del fenómeno. Cuando el peronismo llega al poder, aproximadamente uno de cada tres niños nacidos en la Argentina era considerado “ilegítimo”. En este, como en otros campos, el peronismo se caracterizó por su doble cara –progresista, por un lado, pero tradicionalista,

79 aBoy, rosa, Viviendas para el pueblo. Espacio urbano y sociabilidad en el barrio Los Perales, 1946-1955, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005; Ibidem, “The Right to a Home: Public Housing in Post-World War II Buenos Aires”, Journal of Urban History, Nº 3, vol. 33, (2007), pp. 493-518; Ibidem, “Ellos y nosotros”. Fronteras sociales en los años del primer peronismo, Nuevo Mundo / Mundos Nuevos, Debates, 2008 [En línea]. Son de interés, también, la tesis doctoral de marK HeaLey, “The Ruins of the New Argentina: Peronism, Ar-chitecture and the Remaking of San Juan after the 1944 Earthquake, Duke University, 2000 y el libro de HoracIo gaggero y aLIcIa garro, Del trabajo a la casa: la política de vivienda del gobierno peronista, 1946-1955, Buenos Aires, Biblos, 1996.

80 anaHí BaLLent, Las huellas de la política: vivienda, ciudad, peronismo en Buenos Aires, 1943-1955, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 2005; Ibidem, “La ‘casa para todos’: grandeza y miseria de la vivienda masiva”, en fernando devoto y maría made-ro (dirs.), Historia de la vida privada en la Argentina, t. 3, Buenos Aires, Taurus, 1999, pp. 19-49.

81 IsaBeLLa cosse, Estigmas de nacimiento: peronismo y orden familiar, 1946-1955, Bue-nos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2006; ídem, “Ilegitimidades de origen y vulnerabi-lidad en la Argentina de mediados del siglo XX”, Nuevo Mundo / Mundos Nuevos, Debates, 2007 [En línea]; Barrancos, dora, Iniciativas y debates en materia de reproducción durante el primer peronismo (1946-1952), Salta, SEPOSAL-Gredes-UNSA, 2001; susana BIancHI, “Las mujeres en el peronismo (Argentina, 1946-1955)”, en georges duBBy y mIcHeLLe Perrot (comPs.), Historia de las mujeres, t. V, Madrid, Taurus, 1993, pp. 313-323; maría HermInIa dI LIscIa, “‘Ser madre es un deber’ (maternidad en los gobiernos peronistas, 1946-1955)”, en danIeL vILLar et al (eds.), Historia y género. Seis estudios sobre la condición femenina, Buenos Aires, Biblos, 1999, pp. 33-49; donna guy, “Rupturas y continuidades en el papel de la mujer, la infancia y la familia durante el primer peronato”, en joHn fIsHer (comP.), Actas del XI Congreso Internacional de AHILA, vol. 3, 1998, pp. 384-393.

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por el otro– lo cual provocó rupturas y contradicciones al maniobrar entre los reclamos de equidad para los hijos, cualquiera fuese su origen, y la defensa del matrimonio. De todos modos, hay que reconocer que el peronismo mejoró los derechos jurídicos de los hijos ilegítimos, se ampliaron las posibilidades de reconocimiento voluntario y se duplicó la porción hereditaria para los hijos “extramatrimoniales”. Además, el peronismo propugnó un discurso de dignificación de la vida de los sectores trabajadores, humildes y populares, que rechazaba la estigmatización por orígenes irregulares, lo que se tradujo, en términos legislativos, en la prohibición de las discriminaciones.

Las políticas de bienestar (y la democratización del bienestar), el estándar de vida y la vida urbana son temas que han atraído la atención de una nueva generación de investigadores. Así, por ejemplo, los importantes trabajos de Eduardo Elena y Natalia Milanesio sobre el consumo y las ambiciones con-sumistas de distintos sectores sociales, la economía doméstica y las amas de casa82. De este modo, hoy hasta sabemos cómo las políticas peronistas con-tribuyeron a aumentar la fama y la popularidad de Doña Petrona y su libro de cocina83.

A fines de 1951, el presidente argentino Juan Domingo Perón urgió a sus compatriotas a que le enviaran sus sugerencias para la elaboración del segundo Plan Quinquenal, es decir, para la formulación de la política social y económi-ca que, en su opinión, el gobierno debería adoptar en el curso de su segundo período presidencial. El llamado se lanzó con el eslogan: “Perón quiere saber lo que el pueblo quiere”. Y efectivamente, según lo ha demostrado Eduardo Elena en otro de sus estudios, decenas de miles de cartas y peticiones fueron enviadas desde todos los rincones del país84. En una misma línea, Omar Acha analizó las prácticas epistolares para la constitución del enlace entre cultura popular e identificación populista en la política argentina de mediados del siglo

82 eduardo eLena, “Justice and Comfort: Peronist Political Culture and the Search for a New Argentina, 1946–1955” (PhD diss., Princeton University, 2002); Ibidem, “Consumer Politics and the Problem of Domesticating Markets in Argentina, 19435-1955”, Hispanic American Historical Review, vol. 87/1, February 2007; pp. 111-149; y el libro que está pre-parando: “A Dignified Life: Consumption and Populist Politics in Argentina, 1930-1960s”; nataLIa mILanesIo, “The Guardian Angels of the Domestic Economy: Housewives’ Respon-sible Consumption in Peronist Argentina”, Journal of Women’s History 18.3, 2006, 91-116 y su ensayo bibliográfico, “Urban Space and Peronism in Argentina”, Journal of Urban History, Nº 6, vol. 34, 2008, pp. 1064-1069.

83 reBeKaH e. PIte, “Creating a Common Table: Doña Petrona, Cooking, and Consump-tion in Argentina, 1928-1983”, tesis doctoral inédita, University of Michigan, 2007, cap. 3.

84 Véase eduardo eLena, “What the People Want: State Planning and Political Participa-tion in Peronist Argentina, 1946-1955”, Journal of Latin American Studies, vol. 37, 2005, pp. 81-108. Las cartas están depositadas en el Archivo General de la Nación, Buenos Aires.

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XX. En su «Cartas de amor en la Argentina peronista: construcciones epistola-res del sí mismo, del sentimiento y del lazo político populista», Acha revisa las cartas enviadas a Perón y Evita y su función para la estructuración popular de relaciones de demanda, afecto e identificación esenciales para la legitimación del régimen peronista y la perduración de su mitología sentimental85.

Las temáticas del tiempo libre y el ocio, así como el turismo popular o social en tiempos en que el Estado alentaba la inclinación de las clases medias bajas y trabajadoras hacia el consumo de una variedad de actividades recrea-cionales, fueron estudiadas por Eugenia Scarzanella y Elisa Pastoriza86. Más recientemente, Marcela Gené ha explorado el uso político del humor a través del análisis de las caricaturas aparecidas en la revista Descamisada (1946-1949), la cual fue creada por un grupo de redactores y dibujantes simpatizan-tes de FORJA y transformada, dos años más tarde, en un órgano oficialista, financiado por la Subsecretaría de Informaciones87. Fue en esta revista donde apareció la primera historieta peronista, “José Julián, el heroico descamisado”. Por otro lado, no deja de sorprender el hecho de que el tema del deporte no haya recibido suficiente atención88. Finalmente, hay que destacar el progreso efectuado en los estudios sobre crimen y castigo, muy especialmente con

85 omar acHa, “Cartas de amor en la Argentina peronista: construcciones epistolares del sí mismo, del sentimiento y del lazo político populista”, Nuevo Mundo / Mundos Nuevos, Debates, 2007 [En línea]. Ver también su acHa, “Sociedad civil y sociedad política durante el primer peronismo”, en Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, Nº 174, julio-setiembre de 2004.

86 eugenIa scarzaneLLa, “El ocio peronista: vacaciones y ‘turismo popular’ en Argentina (1943-1955)”, en Entrepasados, Nº 14, Buenos Aires, 1998; eLIsa PastorIza, “Usted se paga el viaje, la provincia el hospedaje. Mar del Plata, el turismo social y las vacaciones populares durante el gobierno de D. Mercante”, en cLaudIo PaneLLa, El gobierno de D. Mercante en Buenos Aires (1946-1952). Un caso de peronismo provincial, La Plata, AHPBA 2005; Ibidem, “El turismo social en la Argentina durante el primer peronismo. Mar del Plata, la conquista de las vacaciones y los nuevos rituales obreros, 1943-1955”, Nuevo Mundo / Mundos Nuevos, Debates, 2008 [En línea].

87 marceLa gené, “José Julián, el heroico descamisado. Una historieta peronista” , Nuevo Mundo / Mundos Nuevos, Debates, 2008, [En línea]. Ver también su “Risas, sonrisas y carcajadas en tiempos de Perón. Pasando revista al humor político”, en cLaudIa sorIa, PaoLa cortés rocca y edgardo dIeLeKe (comp.), Políticas del sentimiento, Buenos Aires, Edhasa, en prensa.

88 raanan reIn, “El Primer Deportista: The Political Use and Abuse of Sports in Peronist Argentina”, The International Journal of the History of Sport, Nº 2, vol. 15, August 1998, pp. 54-76.

DE LOS GRANDES RELATOS A LOS ESTUDIOS DE “PEQUEñA ESCALA”...

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respecto al funcionamiento de la justicia en el nivel nacional y provincial y su grado de politización89.

de cara aL futuro

Para concluir, a treinta y cinco años de la muerte del general Juan Perón, el debate en torno a la impronta dejada tanto por el hombre como por el movimien-to que lideró sigue ocupando el centro de las discusiones acerca de la historia argentina del siglo XX. Favorecida por las cambiantes circunstancias políticas que posibilitaron la vuelta al poder de distintos herederos autoproclamados del Líder, esta continuada discusión no puede sino enriquecer nuestra comprensión de los diversos procesos políticos, sociales y culturales que han tenido lugar en la Argentina a partir de 1943 y hasta el presente. La contextualización del peronismo requiere también el estudio de la década del treinta, sobre todo si uno quiere destacar las líneas de continuidad o de ruptura entre el período preperonista y los años de Perón en la Casa Rosada. Las miradas actuales recuperan aspectos del período que fueron escasamente considerados. Así, por ejemplo, hemos mencionado el desplazamiento de las perspectivas macro a las micro y de lo político a lo social, e igualmente la exploración de temas como la reproducción, la maternidad, la infancia y las dinámicas familiares, las distintas miradas provinciales, regionales y locales, así como la adopción de una perspectiva comparada, haciéndose referencia también al varguismo. Con todo, aún faltan estudios sobre la dimensión étnica del peronismo, sobre algunas figuras de la segunda línea de dirigentes, los estudios culturales y la cultura popular.

Todos los cambios acaecidos son en parte el resultado de la entrada de una nueva generación de investigadores, aprovechando la perspectiva brindada por el paso del tiempo y el debilitamiento de las pasiones que teñían la discusión. Influidos, tal vez, por el contexto de la cultura posmoderna, muchos de esta nueva generación dejan de lado las cuestiones macro y los grandes relatos a

89 LILa caImarI, “Remembering Freedom: Life as Seen from the Prison Cell (Buenos Aires Province, 1930-1050)”, en carLos aguIrre, gILBert josePH y rIcardo saLvatore (eds.), Crime and Punishment in Latin American History. Law and Society since Late Colonial Time, Durham, Duke University Press, 2001, pp. 391-414; Ibidem, Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en la Argentina (1880-1955), Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2004; eze-quIeL aBÁsoLo, “La dimensión política de la Corte Suprema, 1947-1955”, en reIn y sItman, El primer peronismo, cit., pp. 127-151; josé B. marcILese, “La justicia bonaerense durante la gobernación de Domingo A. Mercante”, en c. PaneLLa, El gobierno de Domingo A. Mercante, t. 3 (2007), pp. 33-52; Ibidem, “El Poder Judicial bonaerense en el primer peronismo: de la autonomía a la dependencia”, EIAL, Nº 2, vol. 18, 2007, pp. 69-96.

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favor de estudios de pequeña escala de la vida cotidiana y/o privada bajo el peronismo, y de este modo abren nuevas ventanas para entender mejor este movimiento social y político que marcó a fuego la Argentina contemporánea. Todo lo cual nos permite ahora dar respuesta a la pregunta que planteamos al comienzo de este trabajo: definitivamente ha llegado el momento de articular las lecciones de esta gran variedad de estudios específicos para formular una renovada síntesis de este fenómeno tan importante que es el peronismo; una síntesis surgida de los avances efectuados en este campo de estudios que esté a la altura de los tiempos.

DE LOS GRANDES RELATOS A LOS ESTUDIOS DE “PEQUEñA ESCALA”...

Los universitarios y sus concepciones políticas a la luz del neotomismo argentino

al filo de los siglos XIX y XX

norma doLores rIqueLme conicet

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resumen

Los avances del liberalismo conmovieron, en buena medida, a la filosofía cristiana. Efectivamente él consagró el valor de la libertad como aspiración máxima y, en su nombre, se intentó sacudir el yugo de la autoridad y la Iglesia no quedó al margen, por lo que los católicos se replantearon muchas de sus posiciones, a fin de poder brindar las respuestas sociales que la sociedad estaba reclamando. Fue así que apareció la tercera escolástica, concebida como un movimiento de renovación contra el liberalismo que lo había invadido todo. Los propulsores de esta corriente decidieron restaurar en las escuelas y uni-versidades la filosofía de Santo Tomás.

La Argentina sufrió también las embestidas del liberalismo, lo que im-pulsó a los católicos a prepararse para plasmar soluciones en las más diversas áreas, con la idea de fondo de imponer el catolicismo como el principio orga-nizador del medio social, argumentando que esa había sido la tendencia histó-rica en el país. Así fue como la tercera renovación escolástica, o neotomismo, penetró en la Argentina a fines del siglo XIX y en el XX, y se impuso tanto entre los seminaristas como en la Universidad de Córdoba y particularmente en su Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.

Durante los últimos años del otoño decimonónico la neoescolástica es-tuvo presente en muchas de las tesis presentadas en la Facultad de Derecho, siguiendo, en este aspecto, una tradición de la universidad cordobesa, la que predominaba también entre ciertos profesores. En este trabajo rastreamos los fundamentos del poder político que se encuentran en esos trabajos, refirién-donos, por un lado, a la visión del grupo sobre el orden, a la igualdad y el progreso y, por otro, a los derechos del hombre.

Temas de HisToria argenTina y americana, XIV (enero-Junio de 2009) pp. 167-196.

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PaLaBras cLave

Neotomismo – Universidad – Orden – Igualdad – Progreso – Derechos del hombre

aBstract

The advance of liberalism unsettled Christian philosophy to a rather great extent. It was liberalism the philosophy which established the value of liberty as a maximum aspiration and, in its name, not only the yoke of authority, but also the church were affected. For this reason catholics reconsidered many of their positions in order to offer society the answers they were demanding. This is how the third scholastic was born, conceived as a movement of change against the liberalism which had invaded it all. The promoters of this trend de-cided to restore the philosophy of Saint Thomas in schools and universities.

Argentina also suffered the charge of liberalism, which promoted in catholics the need to find solutions to the most diverse areas, with the aim of imposing catholicism as the organising principle in the social environment, arguing that this had been the historical tendency in the country. In this way the third scholastic renovation, or Neo-Thomism, penetrated Argentina at the edge of the XIX century and in the XX century, and was imposed among the seminarians as well as in the University of Córdoba, particularly in the Facul-tad de Derecho y Ciencias Sociales.

During the last years of the decimononic century, the Neo Scholastic school was present in many of the final works students submitted in the Fa-cultad de Derecho, which followed, in this respect, a tradition in the university of Córdoba, and also predominated among certain professors. In this paper, we trace the fundamentals of political power found in these final works by referring, on one hand, to the view this group had about order, equality and progress, and on the other hand, to human rights.

Key Words

Neo-Thomism – University – Order – Equality – Progress – Human rights

NORMA DOLORES RIQUELME

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1. La unIversIdad de córdoBa1

En 1613, durante la época de la dominación hispánica, los jesuitas ins-talaron en el actual territorio argentino una universidad destinada a ejercer influencia y poder en los siglos subsiguientes. Después de la expulsión de la Orden en 1767, la casa de estudios quedó en manos de los franciscanos hasta que, en diciembre de 1800, Carlos IV dispuso que se fundara de nuevo una universidad mayor con el nombre de Real Universidad de San Carlos y nuestra Señora de Monserrat, que debía ser administrada por el clero secular aunque, en realidad, ella no había dejado de funcionar. A pesar de la orden real, los franciscanos permanecieron en ella hasta que Liniers designara al deán Gre-gorio Funes como rector del Monserrat y, poco después, el claustro lo eligiera rector de la Universidad; corría el mes de enero de 1808. El clero secular se mantuvo en ella hasta 1820, cuando la Universidad fue provincializada, situación que se revirtió recién en 1854, cuando fue nacionalizada. Ella gozó de una importancia y un prestigio particulares tanto antes como después del movimiento de mayo de 1810 y además, durante mucho tiempo, fue la única existente en el territorio que hoy conforma la República Argentina.

En las postrimerías del siglo XIX, liberales y católicos se enfrentaron en el Parlamento, en la prensa y en la calle y esa confrontación se reprodujo en la Universidad de Córdoba. Allí los liberales, blanco de críticas descarnadas por parte de los católicos, parecieron triunfar cuando se suprimió la Facultad de Teología y desapareció la de Filosofía y, entre otras cosas, se destituyó a algunos profesores de la Facultad de Derecho2.

La ciudad mediterránea fue centro geográfico y también intelectual en los años de este estudio y su Universidad reflejó los vaivenes de la cultura occi-dental; además, a pesar de que el proceso de secularización ocurrido en otras partes del mundo la afectó al finalizar el siglo decimonónico, el pensamiento cristiano logró mantener en ella una vigencia indiscutida.

Efectivamente, a principios del siglo XX, las corrientes procedentes de otras partes del mundo, llamáranse positivismo, cientificismo, espiritualismo

1 Un adelanto de este trabajo fue publicado con el título de “Concepciones políticas del neotomismo argentino a principios del siglo XX: origen e influencia”, en Trabajo intelectual y modernidad en América Latina, coedición del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Varsovia (CESLA), y Centro de Estudios Latinoamericanos (CLAS), Aarhus Universitet, Denmark, Warszawa, Polonia, 2002.

2 Fueron ellos Rafael García, Nicéforo Castellanos y Nicolás Berrotarán. Sobre este tema puede consultarse, entre otras cosas, nestor tomÁs auza, Católicos y liberales en la gene-ración del ochenta, Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, Secretaría de Estado de Cultura. Ministerio de Educación, 1981.

LOS UNIVERSITARIOS Y SUS CONCEPCIONES POLíTICAS A LA LUZ DEL NEOTOMISMO...

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ecléctico, idealismo, etc., se conocían. Pero, por entonces, también hacía su aparición una nueva expansión de la escolástica, o de renovación tomista, pre-sente en los manuales de estudio y destinada a encontrar entre los muros de la secular universidad, tierra abonada. En ella convergieron el tradicionalismo, de reducida importancia filosófica, el espiritualismo y el escolasticismo, así como fueron decisivas las prédicas de León XIII3.

En esta comunicación intentamos reseñar la imagen del poder político y de los derechos del hombre, derivada de las concepciones intelectuales del grupo neotomista –representado, en este caso, por algunos de los aspirantes a doctor de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba– al que consideramos importante habida cuenta de que, en gran medida, habría de ostentar posiciones de liderazgo a lo largo de las primeras décadas del siglo XX. Y, además, muchas de sus concepciones fueron retomadas años después por el nacionalismo, que campeó victorioso en la Argentina casi hasta culminar el mencionado siglo4. Para hacerlo nos remitimos a sus tesis de doctorado.

2. La tercera escoLÁstIca

Los avances del liberalismo produjeron un cimbronazo que conmovería, en buena medida, a la filosofía cristiana. Efectivamente él sancionó el principio de una independencia personal absoluta, consagró el valor de la libertad como aspiración máxima y, en su nombre, los individuos y la sociedad intentaron sacudirse el yugo de la autoridad, cualquiera que ella fuese, y la Iglesia no quedó al margen. En el siglo XIX todavía los remezones obligaban a los cató-licos a replantear muchas de sus posiciones; las corrientes laicistas y liberales, así como el socialismo y el anarquismo, habían ido ganando predicamento y la Iglesia asumió, entonces, que era necesario promover cambios internos tendientes a mantener unidos a sus feligreses y a dar las respuestas sociales que la sociedad estaba reclamando. El papa León XIII marcó con dos de sus encíclicas, jalones importantísimos en este sentido.

3 aLBerto catureLLI, Historia de la Filosofía en Córdoba, 1610-1983, Biffignandi, 1993. Lo referente a la tercera escolástica en tomo II: siglo XIX, p. 269 y 270.

4- No son muchos los trabajos existentes referentes al pensamiento vigente en la Univer-sidad de Córdoba en este u otros períodos. Hace unos años, nosotros encabezamos un grupo de investigación que trabajó el tema y sus resultados fueron oportunamente publicados en la revista Studia, que dirigimos. El pensamiento filosófico ha sido exhaustivamente estudiado por aLBerto catureLLI, Historia..., op. cit.

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Fue así que apareció la tercera escolástica, concebida como un movimien-to de renovación, como un dique de contención contra las desbordantes aguas del liberalismo que lo había invadido todo, tapando incluso las notables direc-tivas de la segunda escolástica o escuela teológica jurídica española, uno de los movimientos más notables del siglo XVI, que adelantó muchas doctrinas que luego popularizaron otros pensadores.

Ella, a través de eruditos como Francisco Suárez y Roberto Belarmino, habló por ejemplo del pacto social, sólo que lo hizo en forma diferente a la que luego concebiría Rousseau. A su manera de ver, el pacto se inspiró en la naturaleza y no en su corrupción. Además, y esto no es menor, los escolásticos entendieron que el contenido del pacto no implicaba la subordinación total de la persona a la comunidad, como luego afirmará el ginebrino, sino que se trataba de un compromiso de mantener una determinada orientación, siempre dentro de los límites del bien común5.

También es importante la visión escolástica de la soberanía. Para Suárez, el pueblo nunca se despoja completamente de su soberanía –como luego afirmará Rousseau– sino que sólo lo hace in actu, pero conservándolo en potencia, lo cual implica que puede retomarlo sin faltar al derecho positivo si las circunstancias así lo requirieran. Esto deriva en la lógica consecuencia de que este grupo de pensadores rechazaran de plano las formas absolutistas de gobierno.

No obstante esta orientación del pensamiento cristiano, a posteriori se derivó hacia la doctrina del derecho divino de los reyes, la que, incluso, llegó a considerarse erradamente como la auténtica doctrina de la Iglesia. Esto se man-tuvo en tales términos hasta que en el siglo XIX el papa León XIII estableció los fundamentos de una democracia de orientación cristiana, volviendo a las posturas de Suárez y Belarmino.

La Encíclica Aeternis Patris, dictada por León XIII en 1879, fue decisiva para la aparición de este movimiento. En ella se enfatizaba que para posibili-tar la convivencia en el clima de ideas presentes al culminar el siglo XIX, era necesaria una revalorización del pensamiento cristiano, como aquel capaz de conciliar los principios racionales básicos con los fundamentos de la verdadera fe y la teología. Para ello era necesario restaurar en las escuelas la filosofía de santo Tomás, de manera que el Papa, en 1880, resolvió invitar al arzobispo de Malinas a crear una cátedra de Filosofía tomista en la Universidad Católica de Lovaina6. ¿Por qué eligió este espacio físico? Justamente porque desde 1878, los liberales y anticlericales habían ganado el poder en Bélgica y habían

5 marceL PreLot y georges Lescuyer, Historia de las ideas políticas, Buenos Aires, La Ley, 1987, p. 186.

6 Para lo que sigue nos hemos basado en georges van rIet, “El cardenal Désiré Mercier (1851-1926) y el Instituto de Filosofía de Lovaina” en emerIcH coretH, W. m- neIdL y georg

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promovido, entre otras cosas, la enseñanza laica. Bélgica se mantuvo católica después de la revolución francesa, pero el liberalismo caló hondo en ella y los belgas se dieron la constitución más liberal de Europa: el Estado se separó de la Iglesia y se proclamó un amplísimo abanico de libertades garantizadas por las leyes. Al amparo de éstas los obispos decidieron crear una universidad católica en Lovaina y reivindicaron el derecho a impartir grados académicos. Y si tenemos en cuenta que la universidad era el ámbito donde se formaban los futuros dirigentes, la medida de León XIII cobra sentido. A su vez los liberales respondieron creando la Universidad Libre de Bruselas, que fue instalada al frente de la anterior.

Así las cosas, en 1882, los obispos llamaron al sacerdote Desiderio Mer-cier (1851-1926) y le informaron acerca de la sugerencia papal, encargándole ocuparse del tema y crear la cátedra7. Su designación fue un verdadera acierto pues, desde el primer momento, él se negó a ser un mero repetidor de santo Tomás y, en cambio, contribuyó poderosamente a dar forma al movimiento de renovación tomista conocido como tercera escolástica o también, como neoescolástica. Esta corriente, que como vemos se gestó en Lovaina, llegó a ser muy prominente en el campo de la filosofía y penetró en destacados cen-tros de Europa y América, constituyéndose para los católicos en fundamento doctrinario para el quehacer científico y profesional.

Mercier opinaba que la filosofía no debía limitarse a ser una materia más dentro de una carrera, sino que ella debía constituir el camino para investigar la verdad. El filósofo, decía, tenía derecho a que se le reconociera una entera li-bertad de pensamiento y así lo asentó en la primera frase de su primera lección dictada en la Universidad de Lovaina. Esto significaba una toma de posición incluso frente al Papa, que temía que una libertad desenfrenada degenerara en libertinaje. No obstante Mercier había comprendido su importancia y la trascendencia que muchos otros valores desplegados por el liberalismo habían tomado en la sociedad y, en nombre de tales principios, se negó a aceptar nin-

PfLIgersdorffer (eds.) La filosofía cristiana en el pensamiento católico de los siglos XIX y XX, tomo II: Vuelta a la herencia escolástica, Madrid, Ediciones Encuentro, 1994, pp. 191 y ss.

7 Mercier fue un sacerdote que estudió en la Universidad Católica de Lovaina, donde se recibió de licenciado en Teología y de la que, años después, llegaría a ser profesor y luego, rector. Fue ordenado presbítero el 4 de abril de 1874. Siempre dentro de la Universidad Católica de Lovaina, fundó el Instituto Superior de Filosofía. En 1906 creó la Revue Néoscholastique y fue ordenado cardenal en abril de 1907.

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guna traba que le impidiera buscar la verdad8. También en su primera clase afirmó que la filosofía de santo Tomás se reconoce por la unión de razón y fe y que el propio pensador fue cristiano y filósofo a la vez.

Mercier se convenció de que el problema principal de su tiempo era el pro-fundo divorcio entre la Iglesia y el mundo intelectual, sobre todo después que el positivismo popularizara miles de prejuicios contra ella, tanto entre la gente culta como entre el hombre común. Muchísimos se convencieron de que los católicos estaban apegados a ideas preconcebidas y que, en ciencia, esto sólo conduce a defender su credo. Todo trabajo de un creyente –decían– estaba atado al dog-ma y para continuar fiel a su fe debían renunciar al amor a la ciencia. Movido por esta realidad el trabajo intelectual de Mercier lo condujo a concebir de una manera diferente las relaciones entre razón y fe y a convencerse de la necesidad de que la filosofía buscara por sí misma toda la verdad, sin preocuparse de las consecuencias. Sólo así se obtendría el respeto de los no creyentes.

El sacerdote pensaba que la filosofía es una búsqueda personal que parte del punto al que ya llegaron otros filósofos, y que no existe una “filosofía en sí”, un monumento acabado e inmutable a cuya sombra la humanidad pueda descansar tranquila y donde reposa la solución verdadera para todas las cosas. Existen sistemas filosóficos opuestos entre sí que contienen verdades y erro-res; no hay que aceptar ciegamente ninguno, ni tampoco rechazar alguno de plano. El cúmulo de ideas ya existentes constituye la historia de la filosofía y conocerla es fundamental.

Otro hito importante marcado por el papa León XIII fue la promulgación de la célebre Encíclica Rerum novarum en 1891, profundo análisis de la cues-tión social, que dio impulso a la organización de los católicos para la lucha por los derechos de los trabajadores desde una óptica cristiana.

La Argentina, caja de resonancia de lo que acaecía en Europa, había su-frido también las fuertes embestidas del liberalismo, lo que impulsó a los ca-tólicos a organizarse –y sobre todo a formarse– ante el peligro de un probable deterioro de la sociedad. Quisieron estar preparados para plasmar soluciones en las más diversas áreas, con la idea de fondo de imponer el catolicismo como el principio organizador del medio social, argumentando que esa había sido la tendencia histórica en el país. Efectivamente en la Argentina, santo Tomás, Francisco Suárez, san Agustín y Duns Scoto habían estado presentes en las aulas desde los días de la colonia, contribuyendo a la formación de la inteligen-cia de esta región del Plata. Así fue como la tercera renovación escolástica, o

8 Sobre la posición del Papa respecto de la libertad puede verse carLos aBaItua, La doctrina sobre la libertad política en el magisterio del Papa León XIII, vol. 23, Madrid, Vic-toriensia, Publicaciones del Seminario de Vitoria, 1966.

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neotomismo, penetró en la Argentina a fines del siglo XIX y en el XX. Y fue lo que estudiaron los seminaristas en sus carreras; así como se enseñaba en Roma y también en España, se hizo lo propio en la Universidad de Córdoba y particularmente en su Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.

A fines del siglo XIX, entre otras cosas, los neoescolásticos argentinos propugnaron la creación de una universidad católica, siguiendo, también en esto, una tendencia europea. La idea se esbozó por primera vez en 1884 du-rante la Primera Asamblea de Católicos Argentinos y fue reafirmada en la Primera Pastoral Colectiva de 1899, firmada por los obispos diocesanos de Buenos Aires, Cuyo y Córdoba, y los vicarios de Salta y Paraná. Su inaugura-ción se anunció durante el Segundo Congreso de Católicos, reunido en 19079. Creaciones similares habían aparecido en Europa, Estados Unidos, Canadá y hasta en Chile en el otoño decimonónico y los argentinos no querían quedar a la zaga, por lo que se movilizaron para crearla en la primera década del nuevo siglo, propósito que, sin embargo, no cristalizaría por el momento10.

Cabe decir que debido a la enseñanza que se impartía en el país, los laicos más representativos del pensamiento católico fueron, también, desde el comienzo del siglo, tomistas. Sin embargo, para el siglo XIX se trataba de una escolástica que arrastraba sin saberlo, muchas de las tesis fundamentales del pensamiento moderno. Efectivamente la tercera escolástica está, en gran parte, dentro de su propia contemporaneidad, pues no hubiera sido razonable que estuviera ausente de su época y, por lo tanto, comprometido con ella. La primera escolástica, más todavía la segunda (que comienza ya a ser moderna) y la tercera no son idénticas.

La encíclica Aeterni Patris jugó un papel esencial, según ya hemos apunta-do. Pero cuando fue conocida no había en la Argentina –según señala Alberto Caturelli– personas capacitadas para aplicar lo que el Papa pretendía. Sus exi-gencias no podían cumplirlas ni el tradicionalismo ni el espiritualismo y tampo-

9 maría andrea PIñeda, “Antecedentes políticos y académicos de la creación de la carre-ra de Psicología en las primeras universidades católicas argentinas”, en Revista de Psicología y Pedagogía [En línea], 5 (14), 2006 y también en www.salvador.edu.ar/publicaciones/pyp/14/1.pdf. También puede verse m. a. PIñeda, “Los orígenes de la carrera de Psicología en la Universidad Católica de Córdoba y el movimiento neoescolástico”, en mIgueL KoLeff (ed.) Universidad y Sociedad, Córdoba, EDUCC, 2007, pp. 217-236.

10 En 1918, por gestiones del jesuita español Vicente Gambón, se abrió una universidad católica, pero la imposibilidad de otorgar títulos la obligó a cerrar sus puertas. Cfr. aLBerto catureLLI, Historia de la Filosofía en la Argentina, 1600-2000, Buenos Aires, Ciudad Argen-tina, Universidad del Salvador, 2001, p. 542.

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co sus hombres maduros estaban en condiciones de recuperar un conocimiento del que carecían. Cabe poner como ejemplo a Uladislao Castellano, que fuera profesor de Teología en la Universidad de Córdoba entre 1869 y 1875, cuyos programas de estudio muestran que se movía entre la escolástica decadente y el renacimiento del tomismo11. Parece haber estado mejor encaminado Jacinto Rios, quien, siguiendo al Papa aceptó y puso en práctica la renovación tomista y fue partidario de la creación de una universidad católica.

Como bien hace notar el autor arriba mencionado, durante los últimos años del otoño decimonónico la neoescolástica estuvo presente en muchas de las tesis presentadas en la Facultad de Derecho, siguiendo, en este aspecto, una tradición de la Universidad cordobesa12. Entre ciertos profesores existió la misma tendencia; y ellos absorbieron la influencia de la tercera escolástica a través de versados sacerdotes jesuitas como Luigi Taparelli13, Victor Cathrein14,

11 Castellano fue también rector del Seminario, obispo auxiliar de Córdoba y arzobispo de Buenos Aires. aLBerto catureLLI, La filosofía…, op. cit., p. 553.

12 Así lo hicimos notar en “Consideraciones sobre el pensamiento conservador: modera-dos y reaccionarios al filo de los siglos XIX y XX”, en norma rIqueLme (ed.) Ideas y sociedad a comienzos del siglo XX, Córdoba, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba, 2005.

13 Luigi Taparelli (1793-1862) fue un jurista destacado, además de sacerdote jesuita. Se enroló sin reservas en la neoescolástica y condenó abiertamente al liberalismo. Escribió mu-chas obras de carácter jurídico por lo que los profesores de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Córdoba recurrirían reiteradamente a sus enseñanzas. Entre sus libros se pueden mencionar Ensayo teórico del derecho natural fundado sobre los hechos y Examen crítico de los ordenamientos representativos en la sociedad moderna.

14 V. Cathrein (1845-1932) fue un jesuita neoescolástico y también un distinguido jurista, cuyo pensamiento se estudió en la Universidad Javeriana. En su Facultad de Filosofía se for-maban, al principio, sólo los futuros jesuitas. Escribió, entre otras cosas, Philosophia Moralis; Filosofía del Derecho, el derecho natural y el positivo; y El Socialismo: Examen crítico de sus principios y demostración de la imposibilidad de su planteamiento en la sociedad. Cathrein destacaba el valor de la justicia en la vida social. Pensaba que los hombres, por naturaleza, se inclinan a la vida social, pero la convivencia sólo es posible si se respeta la libertad y los bienes de los demás. El hombre naturalmente tiende a ser egoísta, pero “a esta aspiración se opone la Justicia, como defensora del orden social, exigiendo que cada uno se limite y contente con lo propio. Por eso la Justicia es el firme sostén de la vida social; quien remueva tal fundamento, derrumba el edificio social entero”, Cfr., Filosofía del Derecho, Madrid, Instituto Editorial Reus, 1946, p. 49.

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Mateo Liberatore15 o Rafael Fernández Concha16. Podemos mencionar entre los profesores de la Universidad de Córdoba a Ignacio M. Garzón, conocido por su religiosidad, quien desde 1897 –había egresado en 1894– pasó a desempeñarse como adjunto de Pablo Rodríguez en la cátedra de Filosofía del Derecho. Tomás García Montaño, quien a su vez fue adjunto de Rodolfo Ordoñez en Filosofía General17, mientras Estadística y Geografía Argentina estaba a cargo de Fer-nando García Montaño. Ezequiel Morcillo reemplazaría a Félix T. Garzón en la cátedra de Finanzas después de 1910 y parece haber recibido la influencia del tomismo italiano a través de M. Liberatore, corriente que él expandió entre los jóvenes católicos del interior. El mismo autor inspiró las clases de Julio Deheza, quien fuera en su momento discípulo de Rafael García, cuya religiosidad era ampliamente conocida en Córdoba: “ambos, Morcillo primero y Deheza algo más tarde, deseaban sacar la economía política del influjo liberal de acuerdo con los principios de la filosofía tomista; por eso enseñaban que la economía política es la ciencia práctica subordinada a la moral y a la política”18.

Hubo muchos otros tomistas en Córdoba, no obstante no los menciona-mos en esta oportunidad porque nos interesa sólo destacar lo que sucedía en

15 Mateo Liberatore, también jesuita, vivió entre 1810 y 1892. En Roma llegó a ser rector y, más tarde, provincial. En Italia el neotomismo empezó tempranamente con los hermanos Serafín y Domingo Sordi, ambos sacerdotes jesuitas. El primero, Serafín Sordi, orientó hacia el tomismo a Luis Taparelli d’Azeglio, y también a José Pecci, compañero suyo en Modena y cuyo nombre importa porque era hermano del arzobispo Joaquín Pecci, el futuro papa León XIII. Domingo Sordi fue maestro de Mateo Liberatore en Nápoles. En esta ciudad, tan vin-culada a Santo Tomás, Taparelli junto con Domingo Sordi, pudo crear un importante núcleo tomista. Ambos, junto con Liberatore, llevaron al tomismo al profesor de Ética en la Univer-sidad de Nápoles, el canónigo Gaetano Sanseverino (1811-1865), la figura más relevante de la neoescolástica italiana. Gracias a la perseverante y ejemplar actividad de este grupo de jesuitas tomistas, a pesar de los muchos obstáculos que encontraron, se fundó la famosa revista La Civiltà Cattolica, que fue decisiva para la restauración escolástica. En el cuerpo de redacción de esta publicación se encontraban Taparelli y Liberatore.

16 Fernández Concha (1833-1912) nació en Chile, en cuya universidad estudió y se recibió de abogado en 1856. Apenas recibido empezó a trabajar como docente de Derecho Canónico en la misma universidad y recién entonces entró al seminario, ordenándose como sacerdote en 1860. En 1901 fue designado obispo. Escribió, entre otras cosas, Derecho Público Eclesiástico y Filosofía del Derecho o Derecho Natural.

17 El doctor Caturelli indica a Ordoñez como krausista. Cfr. La filosofía…, op. cit., p. 556.

18 aLBerto catureLLI, La filosofía…, op. cit., p. 557. Este mismo autor dice haber escu-chado comentar a Luis Martínez Villada que, en la primera década del siglo, el positivismo circulaba en los manuales de la Facultad, salvo en las clases de Julio Deheza en Economía y Pablo Julio Rodríguez en Filosofía del Derecho. Cfr. pp. 667-668.

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la Universidad y, más específicamente, en su Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.

Cabe agregar, también, que entre los autores que nos proponemos analizar no hay pensadores originales –recordemos que se trata de un grupo de jóvenes doctores en Derecho– y más bien se trata de un sector formado por docentes católicos seguidores, a su vez, de las novedades introducidas por la tercera escolástica.

3. eL neotomIsmo en Las tesIs de Los egresados de córdoBa

3.1. Orígenes de la sociedad civil

Los universitarios cordobeses que adherían al neotomismo sostenían –siguiendo a sus maestros– que una sociedad estaba integrada por una re-unión de seres inteligentes, o sea una “reunión de hombres”; y –también de acuerdo con aquellos– afirmaban que la sociedad no había sido adquirida ni premeditada. Por el contrario, su causa generadora era el ser humano y sin él no era posible concebirla; y buscando el origen del hombre, llegaban a Dios. Decía Filemón Tagle:

[...] nos encontramos con el arcano insondable de los impenetrables espacios, cuyo límite es el límite mismo de la razón humana, y como eco final el Ser Su-premo... La conciencia del hombre no guarda en sí las verdades científicas, ella sólo las asimila después de tomarlas de la naturaleza; entonces pues, volvamos a ella tomando por tipo al hombre que como dijimos es la causa única social. Hundamos nuestra curiosidad inquisitiva en él, estudiemos su naturaleza y daremos por seguro con el origen de la sociedad.

El aspirante a doctor entendía que el hombre se compone de materia y espíritu: En el primer caso participa de los requerimientos de los demás seres no inteligentes: alimento, defensa contra las inclemencias del tiempo y necesi-dad de seguridad. Pero nunca podría obtener todo esto sólo por sí mismo, sino que le era indispensable el apoyo de los demás seres; esto lo llevaba a afirmar que “la idea de sociedad nace con la idea de conservación humana”. Con sólo considerar la condición humana, la noción de sociedad aparece como esencial, como inseparable de la idea del hombre. Afirmaba luego que éste nace en el seno de una familia, que no se lo puede concebir sin padres y –siguiendo a otros autores cristianos– sostenía que el origen de la sociedad es la familia.

En el segundo caso –que hacía referencia al hombre compuesto de espíri-tu–, afirmaba Filemón Tagle que éste posee poderes intelectivos y volitivos que

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tienden a expandirse, o sea a evolucionar. Pero para ello necesita contactarse con sus iguales. Nace entonces nuevamente la idea de sociedad19.

3.2 Los fundamentos del poder político

3.2.1. El orden basado en la autoridad

Es sabido que los autores cristianos y el conservadurismo, que adoptó mu-chos de los principios de aquellos, aceptaron el principio cosmológico según el cual Dios está en el centro del universo. Esta convicción se ubicó en la base de su corpus de “creencias” y definió su concepción acerca de la naturaleza humana, del alcance de la razón, del esquema de valores del hombre, de la libertad, y de las fuentes del orden y desorden de la sociedad20. En la vereda del frente, el individuo liberal se concibió a sí mismo como el centro del uni-verso; este triunfo del espíritu antropocéntrico, nacido con el Renacimiento y la Reforma, llevó al endiosamiento de la razón por encima de cualquier otra cuestión.

Dentro de la Universidad de Córdoba convivieron liberales y conserva-dores, aunque estos últimos parecen haberse impuesto durante las primeras décadas del siglo XX, tanto entre los que conformaban los cuadros del máxi-mo gobierno universitario, como en determinadas cátedras.

Nazario Sánchez, interesado en demostrar la veracidad de sus creencias, arrastradas seguramente desde la cuna y reafirmadas en el curso de sus estu-dios superiores, aseguraba que el hombre nació aislado pero, con la inmediata aparición de la sociedad, surgió el grupo familiar y también el gobierno. Por este camino Sánchez arribaba a la noción de autoridad y, en este sentido, de-bemos recordar que ese principio es una cuestión esencial para los teóricos

19 “Y filosóficamente considerada; la ley natural, una ley de caracteres tales que muy bien podríamos apellidar ley de sociabilidad humana; ley natural que como todas las de este género son inmutables y superiores, tal es pues el origen de la sociedad... Dejo ya demostrado que la sociedad se presenta con proporciones de necesaria e imprescindible para la existencia humana y si tal es en realidad, su fundamento surge desde luego que se pone de relieve la necesidad de la conservación humana.

Siendo entonces el quid de la vida del hombre, la sociedad ella se funda en la necesidad que hay de la conservación de aquel: conservación que responde a leyes superiores o mejor dicho a leyes naturales. Tenemos entonces como base o pedestal donde descansa la sociedad “La ley natural”. fILemón tagLe, Ensayo sobre la administración, Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, 1898, p. 20.

20 Entre otros, cf. WILLIam r. HarBour, El pensamiento conservador, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1985. También cLInton rossIter, La teoría política del con-servadorismo norteamericano, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1986.

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políticos y que está en estrecha relación con la noción de poder21. El autor ad-hería al principio de autoridad, surgido “naturalmente” en ese grupo primario, donde espontáneamente el hombre se impuso sobre la mujer y los hijos “para propiciar el bien y evitar el mal a la familia”22.

Opina que las unidades familiares crecieron pero siguieron obedeciendo a sus patriarcas, lo que constituye, a su criterio, “el más bello y perfecto ideal de los gobiernos”. Hay entonces un camino que conduce al hombre desde su nacimiento como ser aislado, hacia la conformación de grupos de parientes, en los que se impone el principio de autoridad como único camino de preser-vación de la paz y el orden. A ella le corresponde la obediencia, pero ésta apa-rece fundada en el amor y el respeto y no en la coerción. Filemón Tagle, por su parte, también entiende que la familia es la expresión genuina y primitiva de la sociedad23. Y tengamos presente que esta concepción está en la base del pensamiento cristiano.

En la Argentina al filo de los dos siglos, y como había ocurrido en otras partes del mundo, se impuso la sociología y sus novedosos aportes. Ella llega-ba de la mano del pensamiento avanzado de la época, dando ocasión para que los tradicionalistas y conservadores la denostaran apoyándose en principios del derecho natural. Algunos de los miembros de nuestro universo de análisis se ocuparon del tema, empeñados en defender lo existente, sacudido por el avance de las nuevas corrientes. Esto llevaba a uno de nuestros autores a preguntarse acerca del origen del hombre, y decía:

[...] el problema de la naturaleza y el fin del hombre es el más trascendental y que en sí lleva encerrado todos los otros problemas que al hombre se refieren: ¿venimos de Dios o hemos salido de la nada?, ¿somos en nuestra naturaleza iguales a los demás animales o llevamos en nosotros un principio racional e inteligente?, ¿muere todo con nosotros o la muerte no es más que el principio de una nueva vida?24

21 Si bien muchos han usado los dos términos como sinónimos hoy se los distingue cla-ramente. Sobre el tema puede consultarse, por ejemplo, marIo stoPPIno (Autoridad) en nor-Berto BoBBIo, nIcoLa matteuccI y gIanfranco PasquIno, Diccionario de política, 9ª edición, Madrid, Siglo XXI Editores, 1995.

22 nazarIo sÁncHez, Federalismo argentino, Córdoba, Establecimiento Tipográfico La Velocidad, 1899, p. 17.

23 fILemon tagLe, Ensayo..., op. cit., p. 20.24 LuIs martínez vILLada, Religión y sociología, Córdoba, Universidad Nacional de

Córdoba, 1909, p. 24.

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Desde el punto de vista cristiano, la procedencia divina con su consecuen-cia de racionalidad y libertad, así como la convicción de caminar hacia Dios después de la muerte, condiciona la conducta durante la vida. El conservador acepta que el hombre, como todos los seres, tiene un fin y una naturaleza ade-cuada a ese fin; ambas cosas están gobernadas por una ley, la cual emana “del origen de la vida, del único que tiene en sí la razón de su existencia, del único que existe por sí mismo, de Dios”25.

De esta concepción deriva también su concepto de justicia, al afirmar que si el hombre no necesita decidirse entre el bien y el mal, se convierte en un inimputable moral y, por lo tanto, la justicia desaparece. Si el individuo deja de considerar a los demás hombres como sus iguales, desaparece la abnega-ción y el sacrificio y no hay razón que detenga el triunfo de los instintos, de la concuspicencia y del crimen.

Este corpus de “creencias” ofrece, sin duda, también una poderosa arma de control social, ya que una conducta acorde a ellas obliga a aceptar el orden, la abnegación, el sacrificio y otros valores similares y a rechazar el desorden y la revolución, lo cual constituye, desde ya, una manera eficaz y segura de guardar el statu quo vigente.

El conservadurismo adhiere a la convicción de que el poder viene de Dios y, por esta razón, la autoridad se hace más respetable. Piensa también que la libertad del hombre debe obrar siempre de conformidad a la ley divina con lo cual queda amparado el derecho social, y que la base fundamental para las leyes debe ser acorde a los principios de la fe, lo cual constituye el principal obstáculo para el despotismo de los gobiernos.

Los católicos de la Universidad de Córdoba afirmaban que este estado ideal de la sociedad imperó cuando lo hizo el cristianismo con sus principios de libertad, de amor y de abnegación. Aseguraban también que las trascen-dentales ideas de libertad e igualdad en el orden político y económico, tan en boga en la época en que vivieron nuestros autores pero enarbolado en gran medida por los liberales, ya las había anunciado el cristianismo diecinueve siglos antes.

El principio de autoridad defendido por el grupo tenía –necesariamen-te– que acordar con estas creencias. Por lo tanto, afirmaban que la verdadera acción moral sólo era posible mediante la aceptación de las primeras verdades por las inteligencias, y la acción social únicamente lo era mediante una ac-tividad ordenada, factible en tanto y en cuanto existiese una inquebrantable

25 custodIo Bustos fIerro, Gobierno republicano. Derechos y garantías, Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 1894, p. 16.

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unidad intelectual. Todo ello dependía de la existencia de una autoridad capaz de custodiar aquellos principios contra los ataques del capricho individual.

Los católico-conservadores de los que nos estamos ocupando, pensaban que los desórdenes de la sociedad de su tiempo y la expansión de gran can-tidad de “doctrinas disolventes” obedecían al quebrantamiento del principio de autoridad y al fuerte individualismo –hijo dilecto del liberalismo– que terminó con la subordinación social necesaria para el progreso. Sin embargo –insistían– sólo la armonía intelectual podía garantizar la existencia del orden social. Por ejemplo, Luis Martínez Villada afirmaba que “si la armonía de las leyes naturales es la condición de la existencia del orden físico, la armonía intelectual es la condición indispensable para la existencia de un orden social o humano”26.

El individuo subordinaba sus intereses al los del organismo social en virtud de un principio de orden moral. Y ello era posible sólo cuando el hom-bre reconocía en el otro a un igual a quien no se podía utilizar para satisfacer aspiraciones egoístas. Aquí es donde la ciencia, con su crudo racionalismo, se mostraba impotente para dar bases sólidas a la conducta humana.

Pensamos que esta prédica sobre la necesidad de la existencia de la “ar-monía intelectual” como condición indispensable para la existencia del orden social, puede ser interpretada como una intención de uniformar las opiniones y ello, acaso, estaría indicando la existencia de un matiz autoritario. Además, según nuestra manera de entender, de nuevo está presente el control social. Los hombres se subordinan a otros, reconociendo las virtudes de los que los gobiernan y confiando en que no van a satisfacer sus aspiraciones egoístas porque sus convicciones le impiden hacerlo. No obstante, se vieron obligados a reconocer que esto es tan sólo teórico y poco aplicable a la praxis política.

3.2.2. Una sociedad de iguales

La aparición del positivismo tuvo una consecuencia perdurable: más allá de la etapa de su superación quedó instalada para siempre la vigencia de la sociología. Ella se introdujo en la tradicionalista Universidad de Córdoba en las últimas décadas del siglo decimonónico, conmoviendo el corpus de creen-cias aceptadas y vigentes desde siglos. Por supuesto que los más dispuestos a incorporar las novedades eran los más jóvenes y entre ellos aparecerían representantes calificados de las nuevas tendencias. No obstante –y según ya hicimos notar– a comienzos del siglo XX, el sector conservador y católico se

26- LuIs martínez vILLada, Religión..., cit., p. 55.

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imponía sobre los liberales tanto en la cúpula gobernante en la Universidad, como en las Academias y en determinadas cátedras de su muy célebre Facul-tad de Derecho y Ciencias Sociales. Ello explica la orientación de muchas tesis de doctorado rendidas por esos años.

Las posturas liberales, así como las sostenidas por el sector conservador, renovaron la disputa religiosa y las aulas fueron testigos de sesudas discusio-nes acerca del origen del hombre, sobre su naturaleza original y sobre la inicial conformación de la sociedad. Cuestiones que, en realidad, estaban en la raíz de las distintas vertientes del pensamiento político, abrazado por la sociedad de la época.

La concepción cristiana, de larga tradición en las aulas de Córdoba, ad-hería a la convicción de que no se podía estudiar la sociedad como un mero fenómeno aparecido en tales o cuales circunstancias. Como dijimos antes, en-tendía que ella y el hombre son una sola cosa; que éste es social y lo es, porque es racional, cualidad inherente a su carácter humano. La sociología entonces, a juicio de cierto sector de pensadores cristianos, carecía de sentido. Se la consideraba incapaz de solucionar las cuestiones inherentes a la naturaleza, origen y fin del hombre y, por supuesto, lo relativo a la sociedad.

Los científicos sociales saben hoy que es casi imposible hablar de “igua-les”. Y que hay numerosos puntos de vista desde donde encarar esta cuestión la que, además, está estrechamente relacionada con el mérito. Pero, sin entrar en demasiadas disquisiciones al respecto, nuestro grupo de conservadores en-tendió que el hombre subordina sus intereses a los de la sociedad, pero dicha subordinación sólo puede operarse cuando aquel reconoce en el otro a un igual que, como él, tiene un mismo origen y un mismo fin y a quien no se puede usar como medio para satisfacer ambiciones personales ni instintos egoístas. Ade-más, los fundamentos de la igualdad no pueden encontrarse en la naturaleza la que, por el contrario, es la madre de todas las desigualdades y prueba de ello –decían– es que la antropología se había encargado de mostrar científica-mente la diferencia entre razas humanas inferiores y superiores, mientras que la filosofía no cristiana se había encargado de justificar la esclavitud. El más abominable resultado de la ciencia en estas cuestiones, agregaba Luis Martínez Villada, era el darwinismo27.

27 “En cuanto a la relación de la ciencia con la teología, no cabe duda de que el siglo XIX es un siglo darwiniano. La reacción teológica a El origen de las especies (1859) no siempre se ha entendido; sólo en la cabeza de alguno de sus intérpretes se trató de una guerra entre la ciencia y la religión. Para los más visados, el auténtico conflicto se planteaba entre una nueva “historia científica”, especialmente en los estudios bíblicos, y la intransigencia religiosa ins-titucional… A finales de siglo, la evolución (más la de Herbert Spencer que la de Darwin) era el nuevo paradigma para comprender todas las cosas, fueran éstas de índole religiosa o cultu-

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Según las enseñanzas de la ciencia el principio más fácilmente compro-bable era el de la desigualdad y, rigiendo ésta, difícilmente pudiera existir libertad. Sólo la religión –opinaban los neotomistas cordobeses–, con su con-vicción acerca de la existencia de un Ser Superior hacedor de todo lo creado, tuvo capacidad para arreglar estas cuestiones; es sólo por la relación con ese Ser Supremo que la vida tomó otro carácter: los hombres son hermanos y, por lo tanto, iguales. Cada uno está obligado al perfeccionamiento moral y por lo tanto no puede haber oposición entre el perfeccionamiento individual y el social.

El cristianismo –asevera uno de nuestros autores– sostiene que hay sumi-sión de la persona a los intereses de la sociedad, mediante la subordinación de los instintos egoístas y de las pasiones antisociales, y que el mejoramiento de la personalidad se logra mediante el desarrollo de los sentimientos morales28.

Sabemos que el tema de la igualdad fue motivo de preocupación para innumerables pensadores entre los que Rousseau ocupa un lugar preponde-rante. Hoy en día se distingue entre igualdad jurídico-política, igualdad social, igualdad de oportunidades e igualdad económica29.

Nuestros aspirantes a doctor es –por cierto– se limitaron a reconocer la existencia de la desigualdad de condiciones, lo que podríamos traducir por el término más usado de desigualdad de oportunidades. Mucho se ha escrito sobre este tema y, en general, se acuerda que la igualdad de oportunidades im-plica aceptar la existencia de análogos reconocimientos para análogos méritos y que ellos, unidos a la capacidad, son los únicos requisitos para la carrera al éxito. O, dicho de otra manera, se refiere a la paridad de condiciones de los individuos –económicas o de educación– para acceder a algo.

Nuestro grupo de análisis procedía de una sociedad donde la palabra “democracia” con su carga de “igualación” estaba presente desde la inde-pendencia; sin embargo cabría preguntarse hasta qué punto la clase dirigente argentina aceptaba esta concepción en un sentido amplio y con todo lo que ello implica. Así como en el pasado y, a pesar de la letra, hubo en la práctica una decidida postura en contra de la igualación de los blancos con los mestizos, negros e indios, en el otoño decimonónico la discriminación también existía e, infortunadamente, seguiría presente en el futuro. A su vez, el liberalismo

ral”: adrIan HastIngs, aLIstaIr mason y HugH PyPer (eds.), Breve historia del pensamiento cristiano, Madrid, Alianza Editorial, 2005, p. 155.

28 Para las consideraciones expuestas hemos seguido la obra de LuIs martínez vILLada, Religión..., cit.

29 gIovannI sartorI, Elementos de teoría política, Buenos Aires, Alianza Editorial, 1992, p. 89. También féLIx oPPenHeIm (igualdad) en norBerto BoBBIo, nIcoLa matteuccI y gIan-franco PasquIno, Diccionario de política, 9ª edición, Madrid, Siglo XXI Editores, 1995.

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había asentado expresamente su convicción acerca de las diferencias entre razas, entre las que la blanca ocupaba la cabecera y, además, creía firmemente en la supervivencia del más apto, lo que implicaba que triunfaban aquellos que demostraban mayor capacidad.

Seguramente influenciados por las teorías científicas en boga más que por su religión, los jóvenes doctores se manifestaron partidarios de la des-igualdad, cuya existencia era necio ignorar o negar. Estimaron, como otros pensadores de su tiempo, que las desigualdades eran necesarias y deseables para el normal desarrollo de la sociedad. Nazario Sánchez, partidario del ré-gimen federal, estimaba que él se adecuaba a las diferencias, mientras que el unitarismo aspiraba a lo contrario: “[...] la autoridad empieza por someter un grupo, suprimiendo las desigualdades individuales, después somete los grupos y suprime las desigualdades colectivas y en su ascensión concluye por formar la monarquía”30.

Hay en esta afirmación un grueso error conceptual. Su concepción sobre la desaparición de las desigualdades se acerca más al socialismo que al unita-rismo. La unidad conduce al despotismo, argumentaba nuestro autor, porque cuando los grupos diferentes aspiraban a cosas diferentes, obligaban a la au-toridad a ser más enérgica a fin de mantener la ficción de la igualdad.

Esta manera de concebir a los seres humanos y a la sociedad condicionó, como es fácil entender, toda la cosmovisión del hombre y, dentro de ella, la cosmovisión política que adoptó el grupo analizado.

3.2.3 El progreso

El grupo estudiado había asimilado profundamente la idea de progreso, la que había evolucionado con el tiempo. El auge de la sociología y los inespera-dos avances de la ciencia en relación al mejoramiento de la vida del hombre, la identificaron con “desarrollo”. Después de Darwin, al negarse el principio de la inmutabilidad de las especies, el concepto se extendió y afirmó todavía más en el mundo occidental. Hasta 1880 el escenario estuvo dominado por la lucha entre los darwinistas y los cristianos, hasta que, finalmente, las doctrinas del sabio inglés lograron imponerse, por lo menos en el ambiente científico. Sin embargo sus teorías “degradaron” al hombre y le quitaron el aura de señor de la Tierra, pero este hecho nos interesa en cuanto significó el afianzamiento de la idea de progreso, pues si bien los seres humanos aceptaron, quizá de mala gana, su origen simiesco, pronto se conformaron convencidos de que

30 nazarIo sÁncHez, Federalismo..., op. cit., p. 19.

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el progreso los impulsaba indefectiblemente hacia la perfección. Spencer ayudó a cerrar el círculo que indicaba que existía un poderoso movimiento que marchaba hacia la excelencia y hacia el más completo desarrollo. Todo ello tendría lugar dentro de una adaptación gradual y con plena vigencia de las libertades individuales. Similares condiciones regían, obviamente, para el desenvolvimiento de las sociedades31.

Nos parece importante destacar que aun cuando estamos en presencia de un grupo de intelectuales jóvenes que, en gran medida, adhieren a principios religiosos, en casi todos los casos existe la más plena aceptación de la idea evolucionista que sostiene que todo se mueve como un engranaje perfecto y avanza en la dirección deseada. Esta teoría iniciada siglos atrás fue luego perfeccionada por Herbert Spencer, a cuyo pensamiento adhirieron en buena medida nuestros conservadores, aun cuando el pensador inglés hubiera aca-bado negando la existencia de Dios.

Así explicaba uno de ellos que, después de Mayo, problemas insuperables evitaron dictar una constitución pero –decía– tarde o temprano ella habría de conseguirse:

[...] leyes fatales e inmutables dirigen las evoluciones progresivas de las naciones en su desarrollo a la conquista de la democracia, y los pueblos lan-zados a los impulsos de sus propias inspiraciones y abandonándose sin un guía que les indique la ruta que deben llevar para la consecución de sus ideales, son como el azogue que rueda y choca con los tropiezos que a su paso encuentra, se divide y vuelve a organizarse constantemente hasta colocarse en su verda-dero y justo medio: el centro de gravedad32.

La vigencia de la idea de progreso estará presente también entre los de-fensores del federalismo o el unitarismo, de lo que no nos ocuparemos en esta ocasión, sino sólo para destacar que todos entendían al federalismo como una forma de Estado más perfecta, es decir, más evolucionada y, al mismo tiempo, creían que el pueblo argentino aún debía caminar por la senda del progreso para aprender a vivir con tal sistema, por eso –afirmaban– eran unitarios. Eso sí, los devotos de la ley de la evolución aseguraban que indefectiblemente tal día habría de llegar y entonces, sería factible aplicar el sistema federal33.

31 joHn Bury, La idea de progreso, Madrid, Alianza Editorial, 1971, pp. 299 y ss. 32 magIn angLada, El Estado de sitio. Estudio crítico-histórico, Córdoba, 1894, p. 16.

La negrita nos corresponde.33 Conceptos similares habían sido defendidos por el deán Gregorio Funes varias décadas

antes.

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Las condiciones adversas del pueblo argentino tenían mucho que ver con la llegada diaria de inmigrantes. Pero aquí también estaba presente el paradigma de aquellos días: en el futuro, argentinos e inmigrantes llegarían a constituir una raza propia, la que se acercaría cada vez más a la perfección, pues –según decían– el progreso, tanto moral como material de las sociedades, eran siempre el resultado final de un proceso, producido por leyes naturales.

3.3. Los derechos del hombre

3.3.1 Los derechos civiles

Los derechos del hombre han sido el gran tema desde que franceses y norteamericanos los proclamaron al culminar el siglo XVIII. Su concepción fue, por cierto, evolucionando a medida que avanzó el tiempo y se profundizó su estudio.

Si bien en las postrimerías del siglo XVI el jesuita español Francisco Suá-rez había dado forma a la idea de pacto, a principios del siglo XVIII, el con-cepto tomaría nueva entidad cuando los ilustrados explicaran el surgimiento de la sociedad también mediante un pacto, teoría que fue aceptada y refutada por innumerables pensadores pero que, de cualquier manera, tuvo profunda trascendencia en el pensamiento posterior del mundo occidental. A partir del iluminismo aparecieron diferentes explicaciones, cuya característica común era interpretar el surgimiento de la sociedad desde un punto de vista agnóstico. El racionalismo reivindicó la bondad natural del hombre e imputó a la socie-dad el haberlo pervertido; el individualismo había hecho su entrada triunfal en el pensamiento occidental. Desde entonces el cristianismo, convencido de la naturaleza social del ser humano, de la existencia del pecado original y de la consecuente naturaleza caída del hombre, se opuso al liberalismo.

Es necesario acotar que la irrupción de las corrientes que estamos recor-dando produjo un tembladeral dentro de la propia Iglesia católica. Pero, tras muchas controversias y polémicas, los católicos cerraron filas detrás del Papa con el objetivo de defender sus derechos y su libertad tan vapuleada por la modernidad34. Como resultado, la Iglesia resistió exitosamente los avances de la secularización sobre sus derechos y su estructura, especialmente en lo referente a la educación y a la familia. En 1864, el Papa, desde su autoridad, repudió el racionalismo y, como acabamos de decir, condenó al liberalismo. Actitud que sería seguida en el futuro por otros jefes de los católicos. Años

34 Contaron para ello con la fidelidad de la Compañía de Jesús que, tras su expulsión, fue reestablecida en 1814.

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después, sobre todo desde la encíclica Aeterni Patris, proclamada por León XIII en 1879, el pensamiento de santo Tomás de Aquino fue elevado a la ca-tegoría de paradigma del pensamiento católico35.

Para el caso que nos ocupa, cabe decir que a partir de concepciones tan disímiles como las que estamos recordando, se intentaría explicar y justificar la vigencia de los derechos del hombre.

Los derechos individuales son un desprendimiento de las doctrinas del derecho natural, dice Mario Justo López36. En general, quienes han teorizado acerca de la existencia de derechos individuales, reconocen también que existen los innatos, que corresponden a todos los seres humanos por ser tales y que no deben ser violados por ningún gobierno; por el contrario, éstos se encuentran limitados por la vigencia de los mencionados derechos. Destaca el mismo autor la vinculación de las doctrinas de los derechos individuales con las del derecho natural, principio que, cabe aclarar, también estuvo presente en la segunda escolástica. Las declaraciones de derechos que conforman parte de las constituciones son la puesta en práctica de la teoría del iusnaturalismo que afirma que los derechos existen pues son anteriores a la conformación de la sociedad, y que las constituciones sólo han hecho el esfuerzo de transformarlos en derecho positivo37.

John Locke fue el primer teórico importante acerca de esta cuestión38. En su Ensayo sobre el gobierno civil afirmó categóricamente sus conceptos sobre la libertad del hombre, a la cual éste renuncia, en parte, en aras de la seguri-dad. Los derechos del hombre marcan los límites de la actividad del Estado y éste sólo debe tender al bien común. Igual posición adoptó Sieyès y desde ya, como dijimos, fueron incorporados a la constitución norteamericana y a la francesa. En el constitucionalismo los derechos del hombre representan el fin último de la actividad estatal, sin embargo, en la práctica, no han sido un arma del todo eficaz39. Como en la mayoría de los casos, fueron los ingleses

35 Sobre este tema puede verse adrIan HastIngs, aLIstaIr mason y HugH PyPer (Eds.) Breve… op. cit.

36 Introducción a los estudios políticos, Buenos Aires, Depalma, 1983.37 “El constitucionalismo moderno tiene en la promulgación de un texto escrito, que

contiene una declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, uno de los momentos nodales de su desarrollo y de sus principales conquistas, que consagra las victorias del ciuda-dano sobre el poder.” nIcoLa matteuccI (Derechos del hombre) en norBerto BoBBIo, nIcoLa matteuccI y gIanfranco PasquIno, Diccionario..., op. cit.

38 Esto no significa que antes de él las preocupaciones por la libertad no estuvieran presentes, pero –como han hecho notar diferentes autores– con el liberalismo, la libertad se convirtió en el eje central de todo un sistema de pensamiento.

39 Giorgio del Vecchio ha señalado que la filosofía jurídica se ha mostrado poco amable con las declaraciones de derechos. Kelsen las ha catalogado de “específica ideología jusnatura-

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y norteamericanos los primeros que pensaron en la necesidad de reconocer estos derechos como parte ineludible del derecho positivo, brindando así a los ciudadanos la necesaria seguridad, tanto para mejorar su condición individual como para trabajar con el objetivo de conseguir el fin social.

Dentro de las libertades individuales se valorizaron, en especial, la libertad, la igualdad y la propiedad, mientras fueron reconocidos como derechos civi-les, aquellos que tenían que ver con la personalidad del individuo, su libertad personal y de pensamiento, el derecho a profesar su religión, de reunirse y de ejercer libremente el comercio.

El grupo conservador y católico educado en la Universidad de Córdoba, entendió que estos derechos se fundan en la naturaleza propia de la persona, ser racional y esencialmente sociable. Ellos son, por lo tanto, inherentes a la categoría de ser humano, y la legislación sólo puede reconocerlos, lo que equivale a aceptar que éstos tienen una existencia independiente, más allá de las declaraciones de cualquier legislación. Esta convicción le permitía afirmar a Custodio Bustos Fierro que estos principios constituyeron un verdadero axioma en la mente de los constitucionalistas de 1853 y que todo lo que ellos hicieron fue reconocer derechos anteriores y superiores a toda ley positiva.

Este autor entiende, también, que existen categorías absolutas acerca de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, que no están determinadas por ninguna declaración positiva, sino que, por el contrario, estas últimas están determinadas justamente por las mencionadas categorías absolutas. “Y esto es tan evidente que muchas veces damos la misma fuerza e importancia a lo que debe ser que a lo que efectivamente está declarado que es así”40. Y agregaba luego que el hombre está sujeto a la ley divina, cuyo cumplimiento satisface su conciencia, aunque sus normas no estén escritas en ninguna ley humana. Bustos Fierro entendió que del hombre a Dios no media sino un vínculo: “de parte de éste la ley, de parte de aquel el deber”.

Es fácil darse cuenta de que para estos conservadores el derecho natural tiene amplia vigencia. Él constituye la base y la ley sobre la que descansa la sociedad. Es, por lo tanto, inmutable y superior41.

lista”. Dice este autor que tales declaraciones se consideran un catálogo de libertades existentes antes de las constituciones, y que lo paradójico es que los derechos se desnaturalizan apenas se positivizan, y agrega: “las invasiones del Estado en la esfera de la libertad sólo podrán realizarse sobre la base de las leyes, pues todo acto del Estado necesita, ineludiblemente, un fundamento legal”. marIo justo LóPez, Introducción..., tomo II, cit., p. 31.

40 custodIo Bustos fIerro, Gobierno republicano... cit., p. 14.41 “[...] la sociedad se presenta con proporciones de necesaria e imprescindible para la

existencia humana y si tal es en realidad, su fundamento surge desde luego que se pone de relieve la necesidad de la conservación humana”.

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Es obvio que los doctorandos decimonónicos analizados seguían en este aspecto los postulados del derecho natural. Así, Custodio Bustos Fierro afirmaba que los derechos y garantías reconocidos por la constitución no son simples concesiones otorgadas por el legislador, sino que se basan en principios estables anteriores a toda ley positiva y que corresponden al hombre como ser sociable y racional. Las nociones humanas de lo justo o lo injusto no dependen del gusto de nadie, sino de la existencia de aquellos principios estables.

El hombre, agregaba, tiene derechos absolutos e inalienables que nacen de los deberes superiores que forman la responsabilidad humana. No puede eludir las obligaciones que naturalmente tiene, pero el gobierno no puede despojarlo de aquellas “facultades que no necesiten ejercerse según un patrón uniforme y común para todos los miembros del cuerpo político”. Es no sólo conveniente sino también justo reconocer esos derechos individuales, cuyo ejercicio sólo está reglado por la recta razón42.

El derecho de propiedad, por su parte, gozaba del más absoluto predica-mento entre el grupo analizado. Decía al respecto Feliciano Barbosa:

La propiedad [es] en el orden común el fruto del trabajo personal y el fruto del sacrificio de los mayores; la propiedad... ultima la independencia del hombre y hace del propietario un rey en su imperio, por restringido que sea, la propiedad siempre y en todas partes está protegida bajo el triple broquel de la naturaleza, de la justicia y de la religión; la propiedad [es la] base material de la sociedad, sin la que aún ésta se desvanecería; la propiedad por la que apégase la familia a la tierra natal como el árbol al suelo por sus raíces43.

El mismo autor afirmaba que la propiedad es también un derecho natural; la tierra y todo lo que se encuentra en ella es del dominio general de la especie humana, de acuerdo a las palabras de la Biblia. Su manera de entender ese derecho era –según sus afirmaciones– fundamentalmente diferente de la del socialismo. Según él, éste confundía los derechos primitivos o absolutos que el hombre tiene por su sola naturaleza y que son iguales para todos, con los derivados, que se diferenciaban según la diversidad de facultades, trabajos

Ridículo y absurdo sería suponer la creación del hombre y por consiguiente de la socie-dad tan imperfectos que por efecto de su evolución vendrían a desaparecer.

Siendo entonces el quid de la vida del hombre, la sociedad ella se funda en la necesidad que hay de la conservación de aquel; conservación que responde a leyes superiores o mejor dicho a leyes naturales. Tenemos entonces como base o pedestal donde descansa la sociedad ‘La Ley Natural’. fILemon tagLe, Ensayo sobre..., cit., p. 20.

42 custodIo Bustos fIerro, Gobierno republicano..., op. cit., p. 33. 43- feLIcIano BarBosa, El socialismo, cit., p. 25.

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y situaciones en que el individuo vive. El derecho a la propiedad también variaba –decían– según se tratara de los primitivos o de los derivados. Esto implica decir que ellos pensaban que, haciéndose alusión a bienes sin dueño, cualquiera podía apropiarse de éstos, pero otra era la historia cuando se hacía referencia a posesiones con propietario conocido. O sea que, como en muchos otros temas, había un doble discurso: “El derecho a la propiedad es igual en todos los hombres, es decir la capacidad para ocupar las res nullius, pero no así cuando se pasa a lo concreto es decir al derecho de propiedad que es derivado y variable, según los individuos”44.

El papa León XIII en su célebre encíclica Rerum Novarum, había reco-nocido la legitimidad de la propiedad privada cuando afirmaba que la tierra produce los bienes necesarios al hombre siempre y cuando éste la explote. Entonces, cuando él pone su inteligencia, su industria y su fuerza en trabajar un pedazo de tierra, es natural que le reconozca como suyo y a nadie le sea lícito violar ese derecho45.

Algunos afirmaban que la propiedad derivaba de la ley civil, teoría que Barbosa consideraba equivocada en cuanto –aseguraba– la propiedad es an-terior a la ley. Si no fuera así, la autoridad tendría derecho a abolirla siempre que fuese para beneficio de la comunidad. Los socialistas y sus prédicas sobre la igualdad, hacían temer acerca del futuro de la propiedad en aquellas sociedades donde pretendía imponerse y nuestros aspirantes a doctor, conser-vadores en política por nacimiento y educación, se sintieron en la necesidad de demostrar lo que estimaban como sus aberraciones.

44 feLIcIano BarBosa, El socialismo, cit., p. 27. El autor afirmaba seguir en esto a Fernán-dez Concha, autor cuya influencia ya señalamos.

45 Ya para la época que nos ocupa, se propagaban en Estados Unidos las ideas de Henry George quien afirmaba que el origen de la injusticia y la desigualdad, estaba precisamente en la existencia de la propiedad privada de la tierra. Defendía, en cambio, la propiedad colectiva, lo que le valió el rótulo de socialista. Mote que para muchos implicaba una actitud de repu-dio, y aun de combate, por suponerlo partidario de una ideología extrema que el Papa había condenado específicamente en la encíclica Rerum Novarum. El documento papal consagró extensos párrafos a la defensa de la propiedad de la tierra, equiparándola a los demás géneros de la propiedad, entendiendo como enemigos de ésta a los socialistas, anarquistas y a los single tax, nombre con el que individualizaba a los seguidores de George. Las ideas de este pensador y político llegaron a la Argentina y a Córdoba, varios años después y entonces, se escribieron tanto en los ámbitos académicos como en la prensa, extensos argumentos a favor y en contra de la propiedad. Cfr. marceLa BeatrIz gonzÁLez y norma doLores rIqueLme, “Las primeras izquierdas y la reacción conservadora en Córdoba”. En marceLa gonzÁLez (ed.) Poder político y estrategias sociales en Córdoba (Córdoba, 1900-1950), Córdoba, Editorial de la Universidad Católica de Córdoba, 2004.

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Desde el punto de vista económico, ellos se manifestaron abiertamente li-berales. Pensaban que esta corriente garantizaba la libertad de la industria, del trabajo, de la propiedad –sobre todo en los casos de expropiación por causas de utilidad pública–, y la inviolabilidad de la correspondencia y de los papeles comerciales. Estos principios, defendidos por la constitución de 1853, habían sido soslayados por la constitución unitaria de 1826 que olvidó estimular el de-sarrollo agrícola y comercial del que dependía el engrandecimiento del país.

También importaba el derecho de reunión, una facultad eminentemente social. Era inconcebible la vida de un pueblo sin tal derecho, “porque en las reuniones legítimas se controlan los abusos, se sofocan las ambiciones bastar-das y se preparan las victorias de la verdad”46.

3.3.2 Los derechos sociales

Hoy se reconocen como derechos sociales a aquellos en los que interviene el Estado para asistir a los más débiles. El fuerte tono individualista del Es-tado entendido como enemigo del hombre surgido al amparo del liberalismo, fue cediendo paso con el tiempo a la convicción de que a él, justamente, le corresponde velar por los más desprotegidos; lo cual no es otra cosa que una derivación del principio de la igualdad.

Entre los derechos sociales se cuenta el derecho a la salud, tema que pre-ocupó a los integrantes de nuestro universo de análisis, aún cuando en la época que nos ocupa él estaba lejos de ser expresamente reglado y, por supuesto, tampoco aparecía en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional, introducido recién en 1949 y mantenido después de 1957. No obstante, estaba ya presente entre los jóvenes doctores.

Esta cuestión, que hoy constituye un derecho público de entidad constitu-cional, preocupó en especial a los egresados de la Facultad de Medicina, pero también fue tenida en cuenta por los doctores en Derecho. La desnutrición, la falta de abrigo, el raquitismo –de corta data en Córdoba–, la falta de higiene, la proliferación de ranchos e inquilinatos, la carencia de sanitarios y de agua corriente –cuyas redes comenzaron a extenderse a fines del siglo decimonó-nico–, y su falta de potabilidad cuando existía, los residuos domésticos y de la industria y la insalubridad de los establecimientos industriales y escolares, colocaba a Córdoba “en la categoría de una de las ciudades más sucias del mundo...” y aumentaba el peligro de ser víctimas de epidemias diversas47.

46 nazarIo sÁncHez, Federalismo..., cit., p. 59.47 Sobre este tema nos hemos ocupado en “Los médicos y su mundo. Una mirada a la

sociedad de principios del siglo XX” en Investigaciones y Ensayos, N° 52, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2002.

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Realidad que obligaba a teorizar a los egresados de la Facultad de Derecho, acerca de que la salud pública era un tema que debía priorizarse por parte de las autoridades y a reconocer que, por el momento, tenía grandes falencias.

Ellos aseguraban que la salud es vida, y que de una adecuada política en este sentido dependía la existencia de los pueblos. Los gobiernos son la exte-riorización de las fuerzas congénitas de la sociedad que simbolizan y proteger su salud es salvaguardar su propia existencia.

A fines del siglo XIX, los pueblos más avanzados estaban comenzando a aplicar políticas sanitarias y abriendo consejos de higiene, hospitales etc., destinados a asegurar la salud pública, dirigidas tanto a combatir endemias y epidemias, como a establecer políticas de prevención, pues preocupándose por esto, se estaba velando por la propia felicidad del gobierno y de la socie-dad48.

Otro tema que comenzaba a ponerse de moda en la Córdoba de principios de siglo era el referente a los derechos del trabajador. La creciente urbani-zación, efecto de la inmigración y de la temprana industrialización, habían cambiado el rostro de la ciudad mediterránea en pocos años, poniendo sobre el tapete cuestiones antes ignoradas.

Afirmaba Custodio Bustos Fierro la dificultad de definir lo que constituye el bienestar social, dificultad que habían enfrentado antes que él muchísimos filósofos políticos, los que tras reconocer la importancia de su delimitación, habían tropezado con inconvenientes insalvables para definirlo. Decía Bustos Fierro:

La clasificación empieza u acaba por una división de las necesidades sociales, entre los capítulos de orden y progreso (según los escritores franceses), y de permanencia y progresión, según Coleridge. Bajo estos capítulos pueden contenerse todas las necesidades sociales, pero las palabras orden y progreso no determinan con precisión algo que contribuya a dar al gobierno la virtud de ser el más apto para promover la consecución del fin social, algo que sirva de criterio de su bondad.El criterio de un buen gobierno, debe buscarse en su aptitud para crear y cul-tivar en los individuos de la sociedad las cualidades que puedan contribuir a conservar y aumentar el bien que se posea, y combatir con éxito la causas de deterioración, como dice González; puesto que las cualidades de los indivi-duos de la sociedad son los elementos capaces de producir todos los bienes

48- fILemon tagLe, Ensayo sobre..., cit., p. 56.

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comprendidos en los capítulos de orden y progreso que combinados o reunidos determinan el fin social [...]49.

Al culminar el siglo XIX, los derechos sociales pugnaban por imponerse, en gran medida por influencia del socialismo. Diversos congresos, entre ellos los efectuados en Londres y en Pittsburg colaboraron a la difusión de estas convicciones. Los norteamericanos se conmovieron por la represión sangrienta de grandes manifestaciones obreras que pedían reivindicaciones sociales, de las cuales la primera fue la jornada de ocho horas. Muchos años y ríos de san-gre costó conseguirlas y los argentinos no supieron capitalizar la experiencia extranjera a pesar del imponderable esfuerzo de Joaquín V. González y su temprana legislación del trabajo.

En 1899, Feliciano Barbosa era incapaz de comprender la legitimidad de los reclamos, más allá de que no compartiera las convicciones políticas que anidaban tras ellas. Decía el aspirante a doctor:

No vemos todavía entre nosotros esas turbas hambrientas de sangre, que ali-mentadas con halagos quiméricos recorren las calles de las ciudades europeas llevando en sus manos la destrucción y la muerte.No oímos tampoco el estampido de la dinamita, lúgubre presagio de que el monstruoso cáncer ha llegado a su período álgido y está royendo las entrañas de la sociedad; sin embargo la semilla fatal ya se ha tirado50.

Efectivamente las primeras protestas obreras habían comenzado a produ-cirse en Buenos Aires, donde hubo diversas manifestaciones públicas, amén de haber surgido las primeras organizaciones al respecto. También se había constituido el partido socialista. La réplica de todos estos acontecimientos se tuvo pronto en Córdoba y en otras ciudades del interior.

Los círculos de obreros católicos fueron la respuesta de la Iglesia a los embates del socialismo, convencida de que si se había combatido victoriosa-mente al paganismo, no debía retrocederse ante el “nuevo paganismo de la de-mocracia social”. Los círculos habían aparecido en Europa y fueron imitados en algunas de las principales ciudades de la Argentina51. En octubre de 1898 efectuaron su primer congreso, donde las cuestiones sociales fueron tratadas

49 custodIo Bustos fIerro, Gobierno republicano..., cit., p. 35.50 feLIcIano BarBosa, El socialismo, cit., p. 100.51 Sobre este tema ha trabajado nestor tomÁs auza, Aciertos y fracasos sociales del

catolicismo argentino I: Grote y la estrategia social y II: Mons. De Andrea. Realizaciones y conflictos, Buenos Aires, 1987.

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en profundidad bajo la óptica cristiana. Una de las resoluciones de ese congre-so fue la condena al liberalismo moderno, una de cuyas consecuencias, a su criterio, fue la aparición del socialismo y el anarquismo. Su decisión, en este caso, fue proclamar la necesidad de combatir ambos fenómenos.

En 1908 Ernesto J. Echegaray miraba la cuestión desde una óptica diferen-te. Atraído por lo relativo a las asociaciones, entendía que ellas podían servir para la difusión de ideas religiosas, políticas o económicas y que eran suscep-tibles de influenciar al proceso social en provecho de los intereses morales o materiales de los asociados. En el terreno económico, las ligas industriales, las comerciales, las de defensa profesional o las de previsión, aseguraban a los obreros y a sus familias –o al menos intentaban hacerlo– una existencia más fácil, habida cuenta de sus escasos recursos.

Ya para esta época los jóvenes miembros de la elite trataban de entender, también, la aparición del sindicalismo, un fenómeno muy nuevo en la Argen-tina. Decía al respecto Echegaray:

Y a propósito de esas asociaciones que realizan las clases laboriosas en gene-ral, se hace necesario fijar siquiera de paso nuestro modo de ver al respecto, inspirado en las teorías de León Dugit, Le Syndicalisme, y que en cuanto persiguen unidos un interés jurídico, o se vinculen a la mutualidad, por la cooperación y por la previsión buscando su bienestar, entrarían también como asociaciones bajo el amparo legal; amparo y bienestar que constituyen el an-helo de todo corazón humano y que para el político tiene, entre otras ventajas muy trascendentales, la de aliviar al Estado, mediante esas uniones propias de su deber de asistencia social52.

3.3.3 La suspensión de los derechos individuales

En épocas normales la constitución garantizaba a todas las personas el pleno goce de sus derechos. Sin embargo existían dos situaciones en las cuales ellos desaparecían: la guerra exterior y la alteración de la paz interior. La ley, en este caso, facultaba a tomar medidas enérgicas y salvadoras –legales o por la fuerza– para sofocar cualquier acto que pusiese en peligro la tranquilidad pública.

Magín Anglada justificaba la imposición de un gobierno dictatorial en ma-nos del poder ejecutivo ante situaciones particulares en que debía extenderse

52 Ernesto j. ecHegaray, Asociación y sociedad, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Imprenta El Comercio, 1908, p. 17.

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por el tiempo que éstas se prolongaran. Ello significaba, ni más ni menos, que suspender la vigencia de los derechos y las garantías individuales.

La legislación argentina tenía viejos antecedentes en este sentido. Recu-rrieron a su empleo los primeros gobiernos patrios; no obstante, el Reglamento dictado por la Junta Conservadora el 22 de octubre de 1811 estableció ciertas garantías, al prohibir el arresto de personas por más de 48 horas y exigir que ellas fueran remitidas al juez. El Estatuto Provisional de 1815, en cambio, consignó que ello jamás debía ocurrir y este principio se mantuvo inconmo-vible en los cuerpos legales dictados hasta 1826. Ese criterio de defensa de las personas y de sus libertades individuales fue el que prevaleció dentro de los reglamentos dictados posteriormente, si bien todos ellos reconocieron, tam-bién, las facultades extraordinarias del poder ejecutivo para casos de conflicto y, en algunos casos, la supresión de las garantías individuales.

Anglada afirmaba en su tesis que, a pesar que se dictaron una cantidad de reglamentos, estatutos y constituciones, poco a nada se cumplieron, pues –decía– primaba la vigencia de la Recopilación de Leyes de Indias, las que “forjadas en el absolutismo de los monarcas españoles, eran los tornillos que ajustaban las válvulas de escape de los ideales republicanos dominantes; cada provincia era un poco más que un feudo y cada gobernante, un señor de horca y cuchillo”. No existía, a juicio del doctorando, lucha de principios sino, sólo, guerra de intereses. Y de acuerdo a ella aparecían gobiernos y nuevos estatu-tos, que paralelamente generaban nuevas revoluciones y nuevos estatutos, en una cadena interminable de ambiciones donde los principios estaban siempre ausentes. Durísima aseveración que, en todo caso, hace evidente el marcado antihispanismo de este autor53. El artículo 23 de la Constitución Nacional de 1853 reglamentó el establecimiento del estado de sitio, lo que significaba la ce-sación de las garantías constitucionales. Pero el presidente no podía condenar ni aplicar penas a los ciudadanos, facultad que se reservó al poder judicial.

Martín Anglada, desde sus jóvenes años, aseguraba que no era posible confundir el estado de sitio con la suspensión del habeas corpus, pues ello implicaba no sólo escaparse de los límites de la constitución, sino “cometer un grave error de principios”. Esta figura jurídica era la que garantizaba la seguridad individual y tendía a evitar que ninguna persona fuese privada del uso y goce de la libertad que le confieren las leyes, las que, entre otras cosas,

53 Efectivamente, más allá de entrar a considerar si hubo en el Río de la Plata “ideales republicanos dominantes” antes del siglo XIX, es interesante destacar la opinión de Anglada sobre la Recopilación y su tendencia hacia el más categórico de los absolutismos. Este anties-pañolismo fue heredado de la guerra de la independencia y permanecía aún vivo en el fin de siglo.

LOS UNIVERSITARIOS Y SUS CONCEPCIONES POLíTICAS A LA LUZ DEL NEOTOMISMO...

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aseguraban que nadie puede ser arrestado sin orden de un juez o de autoridad competente.

Sin embargo, nuestro hombre de ley entendía que ante situaciones con-cretas de violencia externa o interna se justificaba la suspensión de los dere-chos individuales. Entendía que este medio permitía mayor operatividad al gobierno. Era una medida preventiva que tenía el único objeto de neutralizar a cualquiera que pudiese constituir un peligro para la paz o un obstáculo para que la autoridad cumpla con su misión de preservar el orden público, dentro de los límites que la ley le otorga.

4. concLusIón

La Universidad de Córdoba ejerció a lo largo de varios siglos una im-pronta particular y única, no sólo en su propio ámbito, sino en todo el país. Su prestigio, así como su posición geográfica central, la convirtieron en el lugar de convergencia de estudiantes de todas partes del territorio argentino y de otros del extranjero, y le valieron a la ciudad que la albergó el título de docta, que aún conserva.

Esa universidad y una sociedad inquieta de novedades permitieron el ingreso de las ideas renovadoras que se producían en el mundo avanzado de la época, fueran ellas provenientes del liberalismo, el positivismo, el antipo-sitivismo, el espiritualismo, el socialismo, etc., y que encontraron entre sus hombres adherentes y detractores. No obstante es importante destacar que su secular casa de altos estudios fue el centro donde se propagó la tercera esco-lástica, movimiento de renovación tomista que halló en ella tierra abonada.

El movimiento reformista producido en 1918, no obstante, pareció sacudir esta corriente hasta sus cimientos. No obstante ella pervivió a través de sus adherentes, integrantes, entre otras cosas, de la elite de poder. Y lo que es más importante, muchísimos de los principios sustentados por estos neotomistas formaron parte del bagaje intelectual del nacionalismo que se impuso en la Argentina durante, prácticamente, todo el siglo XX y aún del propio peronis-mo –cuyas banderas contra el liberalismo son bien conocidas– y que marcó profundamente hasta nuestros días la realidad argentina.

NORMA DOLORES RIQUELME

“Enfrentar al enano nacionalista”: una mirada a los libros de texto1

LuIs aLBerto romeroUniversidad de Buenos Aires –

Universidad Nacional de San Martín – [email protected]

resumen

Se examina la contribución de los libros de texto escolares de historia, geografía y civismo a la formación del sentido común nacionalista en la Ar-gentina a lo largo del siglo XX. En la primera parte se analizan las fuentes discursivas y políticas de ese sentido común y su elaboración en los libros de texto. En la segunda se exploran los cambios ocurridos luego de 1983, tanto en los procesos de producción de los textos como en sus contenidos, y se exploran las consecuencias esperables de la reformulación de esos libros en el período democrático actual.

PaLaBras cLaves

Libros de texto - Territorio - Nacionalismo - El otro.

aBstract

We examine the contribution of school history, geography and civics text books to the nationalistic sentiment along the 20th century in Argentina. In the first part, we analyze the political and discursive sources of such sentiment and how those ideas were incorporated in text books. In the second part, we explore the changes in the contents and the production process after 1983, as

1 Una primera versión de este texto fue presentada en el Seminario Internacional sobre Textos Escolares de Historia y Ciencias Sociales. Organizado por el Ministerio de Educación del Gobierno de Chile, Santiago de Chile, 10 al 12 de noviembre de 2008. Agradezco los co-mentarios allí recibidos, así como los de Miguel Ángel De Marco.

Temas de HisToria argenTina y americana, XIV (enero-Junio de 2009) pp. 197-214.

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well as the expected consequences of such changes in the current democratic period.

Key Words

Text books - Nationalism - Territory.

En esta contribución me propongo examinar el aporte de los libros de texto escolares de historia a la formación del sentido común nacionalista en la Argentina a lo largo del siglo XX, y las consecuencias esperables de su reformulación en el período democrático actual.

Un cierto tipo de nacionalismo, que en su versión extrema ha combinado la soberbia con la paranoia, caracterizó la cultura política argentina del siglo XX. Su enorme capacidad para orientar el juicio e impulsar la acción, en los contextos y coyunturas más variados, se ha fundado en su sólida y arraigada instalación en el sentido común. Los argentinos piensan en clave nacionalista aún antes de saber que estaban pensando y decidiendo. Una de las enseñanzas que dejó la Guerra de Malvinas se relaciona, precisamente, con esta capacidad movilizadora del nacionalismo. Se impuso entonces la necesidad de examinar-lo, de tomar conciencia de sus características, su lógica, su retórica, de modo de colocar en el nivel de lo consciente y objetivo aquello que se movía en el sentido común.

Es posible encontrar en los libros de texto de historia, geografía y civismo las huellas de ese sentido común, no tanto bajo la forma de manifestaciones ideológicas deliberadas y militantes, sino más bien de esas estructuras de pensamiento tan naturalizadas que difícilmente quienes nos dedicamos a la docencia podemos eludir. Por otra parte, parece evidente que los libros de texto, como parte de un dispositivo escolar más complejo y variado, han con-tribuido a la formación de ese sentido común. Al respecto, después de 1983 ha habido un esfuerzo sistemático por revisarlos y reformularlos, cuya eficacia conviene examinar.

Para una historia de las ideas y la cultura, estos libros de texto tienen dos intereses. Por una parte, interrogados como un testimonio, dan cuenta de un cierto estado de las ideas y los saberes, difuso en cuanto a sus perfiles ideológicos, pero ampliamente difundido y naturalizado. En ese sentido, los libros de texto son una expresión decantada del sentido común. Por otra parte, colocados en su contexto de producción y relacionados con otras políticas, no sólo estatales, se revelan como un instrumento, importante pero ciertamente

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no omnipotente, de moldeamiento de ese sentido común. Un tercer interés se refiere no ya al estudioso sino al ciudadano activo que, como intelectual y profesional, aspira a incidir en la construcción de ese sentido común a través de la institución educativa y, más específicamente, de los textos.

eL sentIdo común de Los argentInos

Para cualquiera de estos propósitos es necesario sacar a la luz y examinar nuestro sentido común acerca de la Argentina, y cuestionar lo que constituye su esencia: la naturalización. Llamo sentido común a esa parte de nuestra mente que piensa cuando no sabemos que estamos pensando, y que responde en forma automática, antes del juicio crítico, y con frecuencia obviándolo2. Juzgar y actuar de acuerdo con el sentido común forma parte de la vida ha-bitual. Pero a veces, algo pone sobre aviso acerca de la disfuncionalidad de algún aspecto de ese sentido común. Es el caso de la imagen de la Argentina que se encuentra en la base de un nacionalismo referido a una nación fuerte, homogénea, convencida de su destino de grandeza y, a la vez, segura de la existencia de una conjura para impedir su realización.

Es sabido que la escuela es una de las grandes constructoras de sentido común: ese “saber olvidado” del que habla Max Scheler3, refiriéndose a lo que queda después de que uno se ha olvidado de todo, cuando los contenidos de la enseñanza entran en un cono de sombra, pero perduran las ideas simples, los valores y las actitudes que portaban. Ciertamente, la escuela no es la única, pues las voces interpelantes en una sociedad compleja son múltiples, y los referentes se encuentran en otros muchos campos. Pero la escuela tiene algo de básico y natural. Por ejemplo, un intento de caracterización de “los argen-tinos” suscita siempre polémicas –aunque no la intención misma de definir un conjunto que quizá sea heterogéneo– pero en cambio “la Argentina” parece un objeto de existencia evidente, un sujeto del que puede predicarse algo, sin mayores aclaraciones.

¿Qué es la Argentina en el sentido común? En primer lugar en una ima-gen, característica de la experiencia escolar: un mapa, con los contornos fuer-temente marcados, que corresponde a una porción de territorio de fronteras definidas y categóricas. Luego, una cierta idea de quienes habitan ese territo-rio: el pueblo argentino que, más allá de las diferencias y conflictos, conforma

2 En ese sentido lo ha usado clásicamente antonIo gramscI en Cuadernos de la cárcel, México, Era, 2001. En esta línea también escribió josé LuIs romero en los textos reunidos en La vida histórica, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2008.

3 max scHeLer, El saber y la cultura [1926], Buenos Aires, Leviatán, 1998.

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una unidad de la que se puede predicar algo. Si la experiencia contemporánea desmiente esa imagen unitaria, la atribución de un origen mítico la certifica: la Argentina empieza a existir el 25 de mayo de 1810. Un tercer rasgo básico remite a su estado, cuya forma institucional se definió con la Constitución de 1853.

Las tres referencias básicas se construyen en la escuela y, en parte, a través de los libros de texto, particularmente los de geografía, historia y ci-vismo4. En lo que sigue me referiré centralmente a los de historia, pero recu-rriré a algunas referencias complementarias de las otras dos áreas. Conviene tener presente que la escuela es muchísimo más que los textos. Éstos son una parte menor de un dispositivo más vasto, que incluye los currículos y otras prescripciones pedagógicas, los docentes y sus formaciones y tradiciones, las prácticas institucionales, en especial las referidas a la ritualidad patriótica, y otras varias. En el libro de texto confluyen al menos tres procesos diferentes. El currículo, que el texto desarrolla; la disciplina científica, cuyos resultados el autor del texto traduce, y la producción editorial, que define cuestiones tales como la selección de autores o la presentación gráfica, de múltiples implica-ciones didácticas. En el largo período que vamos a estudiar inicialmente, hubo pocos cambios en dos de ellos. Los currículos sólo sufrieron ajustes menores, sobre un diseño básico estable. La producción editorial se ajustó, durante largas décadas, a la propuesta de libro de autor –primero fueron historiadores reconocidos; luego, profesores con vasta experiencia en la enseñanza–, con un texto básico y complementos didácticos o de ilustraciones mínimos.

En cuanto a lo disciplinar, los libros de historia registran ampliamente la influencia de lo que posteriormente se llamó la “historia oficial” –mucho me-nos homogénea de lo que esta denominación sugiere–, fundada sucesivamente en la tradición de Bartolomé Mitre y luego de la Nueva Escuela Histórica, que fue la expresión de los avances disciplinares en las primeras décadas del siglo XX. Ambas tradiciones fueron recogidas en su momento por la Acade-mia Nacional de la Historia. Esta mención no tendría nada de singular, si no fuera por el vigoroso desarrollo, desde la década de 1920, de una corriente historiográfica que militantemente se contrapone con la “historia oficial”. El “revisionismo histórico”, sin renovar demasiado el enfoque disciplinar, invierte los criterios valorativos y reivindica aquellos personajes y procesos denostados

4 La disciplina escolar referida al civismo ha tenido diversos nombres; entre ellos, Instruc-ción Cívica, Formación Cívica, Educación Democrática, Estudio de la Realidad Social Argen-tina, Formación Moral y Cívica. Además de la instrucción constitucional se agregaron otros contenidos, acordes con las tendencias ideológicas de los sucesivos gobiernos. Por otra parte, a la instrucción institucional se han ido agregando otros contenidos de ciencias sociales.

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por la versión oficial, y en particular a Juan Manuel de Rosas. Esta versión tuvo un amplio desarrollo en la opinión pública, llegó a configurar una suerte de sentido común arraigado en la sociedad, y probablemente influyó en buena parte de los docentes, pero su impacto en los libros de texto ha sido menor5.

Estos problemas son similares a los de muchos otros países, donde la his-toria cumple esa función de pedagogía ciudadana. ¿Qué hay de específico en la versión argentina de ese patriotismo de estado? El nacionalismo argentino ha tenido un costado traumático que probablemente esté ausente, o menos marcado, en otros países de diferente experiencia histórica. Probablemente tiene que ver con la peculiar sociedad argentina, construida desde fines del siglo XIX con la inmigración masiva. Fue extremadamente móvil, integrativa y socialmente democrática, al menos en sus zonas modernas, sin estamentos, ni deferencia ni paternalismo. Uno de sus frutos es una opinión pública extensa y muy sensible a las cuestiones identitarias, seguramente aguzadas por una in-seguridad básica acerca de quién es quién, proveniente tanto de la inmigración como de la movilidad. En la Argentina, la cuestión de definir el “ser nacional” y establecer quién está auténticamente dentro o fuera es habitualmente litigio-sa. Las polémicas entre intelectuales se proyectan rápidamente a las fuerzas políticas: sucesivamente dos grandes movimientos políticos, el radicalismo y el peronismo, se han identificado con la nación y el pueblo, ubicando a sus enemigos en el campo del antipueblo. Una operación similar ha hecho otro actor político de peso: las Fuerzas Armadas.

Probablemente el mismo proceso de democratización social haya impedi-do que los conflictos de intereses transcurrieran en los marcos institucionales republicanos, notoriamente desbordados en el siglo XX. Las mismas pasiones nacionales pueden encontrarse en las experiencias políticas de diverso signo que, conjuntamente, contribuyeron a la barbarización de la política, hasta el extremo llegado durante la última dictadura militar. Sin duda estuvieron pre-sentes en ese momento de exaltación nacional que siguió a la ocupación militar de las Islas Malvinas por el gobierno dictatorial en 1982. En ese sentido, 1983 es un jalón y –es de esperar– un final. A ese largo período me referiré prime-ramente para encontrar el correlato del nacionalismo en los textos escolares6.

5 dIana quatroccHI-WoIsson: Los males de la memoria. Historia y política en la Argenti-na, Buenos Aires, Emecé, 1995. tuLIo HaLPerín dongHI: El revisionismo histórico argentino, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1971.

6 Sobre estas cuestiones, remito a dos libros míos: Breve historia contemporánea de la Argentina, 2ª ed. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000, y La crisis argentina. Una mirada al siglo XX, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2003.

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La nacIón Homogénea en Los LIBros de texto

Voy a examinar ahora los rasgos comunes de los libros de texto de histo-ria habitualmente usados entre 1940 y 1983 aproximadamente, en la escuela primaria y media, referidos al proceso histórico argentino7. En estos textos el relato se centra en el proceso político, institucional y militar. Cubre con no mucha densidad el largo período colonial, aunque examina con algún deteni-miento el período virreinal. El grueso está dedicado a la emancipación y las guerras de independencia, entre 1806 y 1820. Con algo menos de detenimiento, se examinan los conflictos sobre la organización institucional, hasta la sanción de la Constitución de 1853. Por último, se trata la organización del Estado y el proceso de definición territorial, concluido en 1880. Allí prácticamente concluye la historia. Voy a ocuparme de dos aspectos que definen la cuestión de la nacionalidad: el mítico origen de la comunidad de los argentinos y la cuestión del territorio.

La nación preexistente

En una frase célebre el general Mitre –estadista e historiador– sostuvo que la nación argentina preexistía al estado que habría de darle forma. La idea, típicamente romántica, combina la creencia en una nación esencial y atemporal y la postulación de su progresiva encarnación en un estado que le da forma e historicidad. Tal la tarea y el mandato del pueblo argentino, definido de manera amplia y genérica, acorde con las tradiciones del romanticismo y del consti-tucionalismo liberal. La historia de los orígenes concluye con la organización nacional y la consolidación de su Estado8.

Algunos perfiles de ese pueblo argentino pueden vislumbrarse en la larga etapa colonial –por ejemplo, Hernandarias, que fue a principios del siglo XVII el primer gobernante criollo– pero su epifanía se produce en 1806 cuando,

7 Este texto se basa en una investigación sobre la imagen de la Argentina y Chile en los libros de texto de ambos países, concluida en 1998. Lo referente a la parte argentina fue pu-blicado en LuIs aLBerto romero (coord.), LucIano de PrIvIteLLIo, sILvIna quIntero e HILda saBato, La Argentina en la escuela. La idea de nación en los libros de texto, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2004. La investigación sobre los libros chilenos estuvo a cargo de Sofía Correa, Alfredo Riquelme y Gonzalo Cáceres.

8 josé carLos cHIaramonte, El mito de los orígenes en la historiografía latinoamericana, Buenos Aires, UBA, 1993.

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como consecuencia de las invasiones inglesas, los “argentinos” derrotan a los invasores9.

Comienza luego lo que constituye la médula del relato histórico: la epope-ya de la emancipación, que transcurre en un tiempo de próceres y de héroes. También, de unidad del pueblo frente al enemigo común, que es España. Soslayando o relativizando las diferencias existentes, el relato privilegia la unidad de miras en la construcción de la nación. Cuando aparece, la política es sólo el territorio de los intereses menores, de las ambiciones personales, habitualmente esgrimidas para explicar las conductas desviadas. No existe otro interés que la patria, ni la posibilidad misma de divergencias legítimas: una concepción con la que sin duda podían identificarse muchos en la Argen-tina del siglo XX, donde por diferentes razones, las grandes interpelaciones políticas reivindicaron el lugar de la unidad de la nación, por encima de las parcialidades políticas.

Esos conflictos son, sin embargo, la sustancia ineludible del relato histó-rico posterior a 1820. Comienza con la “anarquía del año 20” y sigue con el largo ciclo de las guerras civiles, entre los unitarios y federales. En este caso, las diferencias son admitidas en los textos, en tanto se refieren a la discusión sobre la forma de gobierno, y legitimadas en la medida en que la solución definitiva contempló finalmente los puntos de vista de unos y otros. En lo refe-rente a las personas las cosas son un poco distintas. La primera gran tradición historiográfica, que viene del siglo XIX, perpetúa el clima de confrontación del período de Rosas, y coloca a éste, y en general a los federales, en el lugar de quienes retrasaron la concreción de la unidad nacional. Pero en el siglo XX, y ya bajo la influencia de la Nueva Escuela Histórica, fue ganando acep-tación la idea de que los federales, e inclusive el mismo Rosas, habían hecho su contribución a la construcción de un Estado que, finalmente, expresaría sintéticamente el espíritu de la nación10.

El punto de llegada es la sanción de la Constitución Nacional en 1853 y, un poco más adelante, la consolidación del Estado y el fin de las guerras civiles, en 1880. De esos años interesa sobre todo el proceso de control del territorio argentino. La última acción gloriosa de esta historia que entrelaza lo

9 Aquí, el relato mítico introduce una distorsión fácilmente perceptible, pues asimila a los porteños con los argentinos, y omite la importante participación de muchos que, pocos años después, serán definidos como españoles, incluyendo las dos figuras más salientes, Martín de Álzaga y Santiago de Liniers, fusilados entre 1811 y 1812 por sus simpatías realistas.

10 Si bien Rosas no fue incorporado al panteón de los héroes fundadores –al que gradual-mente ingresaron las figuras asociadas con el unitarismo– sí lo hicieron Artigas, el jefe de la Banda Oriental y prócer del nuevo Estado uruguayo, o Estanislao López, reivindicado en la provincia de Santa Fe.

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militar con lo institucional es la “Conquista del Desierto”, en sus dos aspectos: la subordinación de tribus y organizaciones políticas aborígenes, consideradas ajenas o exteriores al proceso histórico argentino, y la definición de la cuestión de límites más importante, con la incorporación al Estado argentino de la Pata-gonia. Ambos procesos se integran en una idea que por entonces se desarrolla, y que es elocuente de este giro nacional: la conquista del desierto tuvo como propósito someter a los indios chilenos11.

El territorio de la nación

La nacionalidad argentina se encarna en su territorio. Esto fue el resulta-do, quizás inevitable, de una disputa ideológica y discursiva que fue intensa en las décadas iniciales del siglo XX. Por entonces, y coincidiendo con que la nación tenía y debía tener una unidad esencial, se examinaron y confrontaron diversos criterios, en el marco de una querella que involucró a toda la elite dirigente12.

El criterio de la unidad lingüística falló, no sólo porque no diferenciaba adecuadamente a la Argentina de otros países hispanoamericanos sino porque no hubo consenso acerca de cuál era la “lengua nacional”: la que efectivamente se hablaba en el país –diferente según las regiones– carecía del prestigio que tenía el “castellano” (así se llamó durante mucho tiempo la asignatura, hasta que el nombre fue reemplazado por el de “lengua nacional”), que era la lengua del Cid y de la raza. La escuela dio su batalla, e intentó imponer el difícil “vo-sotros”. Frente a ella, se esgrimió primero la lengua gauchesca, la de nuestra gran obra literaria, el Martín Fierro, y luego la más coloquial, la del voseo, que adquirió estatus literario en los últimos cincuenta años. En suma, más querellas que un criterio unánimemente admitido.

Igualmente dificultoso fue el criterio de la raza, del que se nutren obras clásicas de las primeras décadas del siglo XX. ¿Qué raza? Otro motivo de querella. ¿La aborigen, la hispana, la criollo-gauchesca? ¿O la que se estaba formando, en el “crisol”, con el masivo aporte inmigratorio? Esta solución era verosímil, pero refería a algo en construcción, cuando lo que se buscaba era un

11 raúL mandrInI, La Argentina aborigen, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2008.12 LILIa ana BertonI, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la

nacionalidad a fines del siglo XIX, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001.

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ancla segura para la nacionalidad, ubicada fuera de la contingencia histórica. Más allá de proclamarse el “Día de la Raza”13, no se avanzó mucho en esto.

Finalmente, se postuló a la religión católica: desde comienzos del siglo XX, y reinterpretando el espíritu de la Constitución de 1853, la Iglesia católica sostuvo, con fuerza creciente, que la Argentina era una nación católica. La debilidad del criterio reside en parte en que no marca las diferencias: hasta el Brasil es católico, en un cierto sentido. Pero sobre todo, fue un discurso de combate, que obtuvo éxitos políticos, pero a la larga resultó poco convincente en un país demasiado secularizado como para hacer de la religión una iden-tidad14.

Lo más sólido fue el territorio. Se afirmó, hasta convertirlo en idea natu-ral, que la nacionalidad argentina emana de un territorio que era previo a todo, y que en un cierto sentido estaba ya dibujado antes de la llegada de los españo-les, separando y diferenciando a los aborígenes argentinos de los paraguayos, bolivianos o chilenos. En ese sentido, se dice corrientemente que en 1521 Juan Díaz de Solís descubrió la Argentina. Al encarnar en el Estado, que gobierna el territorio, la nacionalidad pasó de la potencia al acto. La explicación combina así las dos dimensiones de la cuestión: la eternidad de la nación y la necesidad de su realización histórica, que es la tarea del pueblo argentino.

Además de resolver los intríngulis lógicos, la idea de la territorialidad de la nacionalidad recibió un fuerte impulso del Ejército, uno de los grandes interpelantes de la nacionalidad del siglo XX. Desde principios del siglo XX el Ejército decidió instalarse en ese nivel, como el custodio último de la esencia nacional, por encima no sólo de los partidos sino de las mismas instituciones republicanas. La tarea específica del ejército era precisamente la incorporación del territorio al Estado y luego su defensa. A ella se agregó la de su construc-ción ideal, a través de los mapas: todo mapa que se publica, es decir que existe, debe ser aprobado por el Instituto Geográfico Militar, que vela especialmente por la clara definición de las cuestiones de límites litigiosas. Una de ellas, curiosa, es la inclusión del Territorio Antártico –que ocupa más de la mitad de la superficie atribuida a la Argentina– y ha creado la idea, no compartida

13 El 12 de octubre se conmemora tanto el “descubrimiento de América” como el adve-nimiento de la raza hispana. La celebración se estableció en 1917, en el contexto de la recon-ciliación con la “Madre patria”.

14 LorIs zanatta, Del estado liberal a la nación católica. Iglesia y Ejército en los orí-genes del peronismo, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1996. roBerto dI stefano y LorIs zanatta, Historia de la Iglesia en Argentina, Buenos Aires, Grijalbo, 2000; LuIs aL-Berto romero, “Una nación católica, 1880-1946”, en carLos aLtamIrano (ed.), La Argentina en el siglo XX, Buenos Aires, Ariel, 1999.

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por el resto del mundo, de que la Argentina tiene derechos indiscutidos sobre esa región15.

Esta inclusión forma parte de un proceso cultural más general de natura-lización de los derechos argentinos sobre los territorios que el Estado se atri-buye. Sobre todo, de fusión de las ideas de identidad nacional con el territorio, depositando en él todas las aspiraciones, ilusiones y pasiones implícitas en esta idea nacional, a la que la territorialidad agrega otros rasgos, como el irreden-tismo y el temor por el otro vecino. Esta identificación llega al extremo de que la menor porción de él que no se controle específicamente es considerada una agresión insoportable a la esencia misma de la nacionalidad. Además de la cuestión de Malvinas, sobre la que vuelvo enseguida, esto se manifestó en las últimas discusiones con Chile, referidas a terrenos pequeños, absolutamente desconocidos, como los “campos de hielo”, sobre los que se proyectó toda la imaginación nacionalista16.

La construcción del territorio

Sin embargo, la construcción de esa imagen no fue fácil, como se ad-vierte en los libros de texto, y requirió de una serie de artificios discursivos. A diferencia de otros países hispanoamericanos, no había una base aborigen consistente sobre la que iniciar la construcción de un relato, como fue el caso de los aztecas, incas, chibchas (no hablo de un relato real en términos histo-riográficos sino verosímil en términos culturales). La existencia de “indios argentinos” es ciertamente un desafío a la verosimilitud para cualquiera que conozca, por ejemplo, el caso de los guaraníes o los mapuches.

Tampoco la conquista española se produjo, en lo sustantivo, de manera unitaria y puntual como en el caso de Chile, como para iniciar con ella un relato basado en el territorio. Según leemos en nuestros textos, el territorio argentino –que obviamente ya estaba allí– fue poblado por tres corrientes colonizadoras, que penetraron –una palabra clave en este imaginario– desde España por el Río de la Plata, desde el Perú por el Norte, y desde Chile por el Oeste. Falta de unidad y presencia extranjera: mal comienzo para un territorio nacional, sólo corregido a fines del siglo XVIII con la creación de Virreina-to del Río de la Plata. Según los textos, el acto que no refiere a decisiones

15 En 1959 la Argentina firmó el Tratado Antártico. El Tratado establece que no puede ser considerado como una renuncia a reclamaciones territoriales ya hechas, pero impide la afirmación de nuevos reclamos de soberanía por parte de los firmantes.

16 carLos escudé, “Contenido nacionalista de la enseñanza de la Geografía en la Repú-blica Argentina, 1879-1996”. En: Ideas en Ciencias Sociales, N° 9, Buenos Aires, 1996.

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geopolíticas o administrativas generales para el imperio americano, sino al reconocimiento por parte de la Corona de nuestra realidad territorial: una cabeza en la capital/ puerto y unos territorios que, según se describe, incluían a la Argentina, el Uruguay, el Paraguay y partes de Brasil. El lugar asignado al Virreinato y su organización administrativa –que prefigura la del Estado argentino– testimonia la dimensión fundadora que se le asigna.

Pero poco después –insinúa este relato–, los azares de la guerra, y algunas imprudencias de los jefes políticos –quizá Belgrano debió haber sido más enér-gico en Asunción–, provocaron la “pérdida” de la Banda Oriental, el Paraguay y Bolivia. Nace así la idea de la “nación desgarrada”, probablemente por obra de los poderes exteriores que querían evitar la concreción de su destino de grandeza. Se habló así de los intereses de Brasil y de Gran Bretaña para achi-car nuestro territorio, y en el siglo XX, desde la óptica del antiimperialismo, de la “balcanización”. Un argumento complementario, que reconoce la identidad nacional de nuestros vecinos –Bolivia, Uruguay, Paraguay– pone el acento en la generosidad argentina, no siempre correspondida en esos términos por quienes deberían mostrarse más agradecidos. En los relatos del revisionismo, paralelos al de la escuela, tal generosidad comenzó a ser puesta en la cuenta de los errores de nuestra clase dirigente, enajenada de los intereses nacionales.

En una versión teleológica, el mapa de la Argentina actual preside todo el relato histórico de la definición de las fronteras. Según ese relato, por ejemplo, la provincia de Jujuy siempre fue argentina, pese a que los jujeños contempla-ron hasta la segunda mitad del siglo XX su posible pertenencia a Bolivia. Algo parecido se advierte en los límites con Uruguay y el Brasil, pese a que esas fronteras se mantuvieron fluctuantes hasta el fin de la Guerra del Paraguay (cuando en otro arranque de generosidad, la Argentina sostuvo que “la victoria no da derechos”). Finalmente, al sur de la también fluctuante frontera con los aborígenes se extendía un territorio realmente no ocupado y de pertenencia teórica indefinida, hasta que la acción militar de 1879 –la “Conquista del Desierto”– zanjó la cuestión, derrotando a los aborígenes ahora calificados de chilenos y consolidando a la cordillera de los Andes como límite natural con Chile. Aquí termina la historia de la construcción del territorio17.

17 Esta historia que debería agregar, sin embargo, la de la otra frontera aborigen, en el Noreste; pero esta era considerada definitivamente una cuestión interior, pues el límite fluvial con Paraguay era indiscutido.

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“El otro”

Construida inicialmente sobre la idea del destino de grandeza, en la segunda mitad del siglo XX la imagen de la Argentina fue incluyendo gra-dualmente una segunda idea: la no concreción de esa grandeza –y peor aún, una cierta decadencia– se debía a la confabulación de eternos enemigos de la nación. La presencia del otro hostil –muy fuerte en diversos discursos políticos públicos– es creciente en los textos. Quizá no tanto en los de historia, donde el relato estaba más fijado, como en los de geografía y de civismo. En algunos casos, como la guerra de Malvinas, se advierte la decisión estatal de incluir el tema, aún de manera forzada.

La geografía de los libros de texto, muy influida por el enfoque geopolíti-co, se plasma en la idea de frontera: un muro denso e impenetrable que separa a la Argentina de otro Estado que no interesa, pero de quien se sospechan intenciones aviesas. En tiempos en que la presencia del Ejército se afirmaba en las zonas fronterizas, en que se trataba de poblarlas, para evitar la “penetración silenciosa”, y también se intentaba poner trabas al intercambio corriente –tan fuerte en Clorinda como en La Quiaca o Mendoza–, la geografía enseñaba, por omisión, que no había nada de incumbencia de los alumnos más allá de un límite que se aprendía a dibujar cuidadosamente.

Los países vecinos eran, en general, hermanos a los que la Argentina había tratado generosamente. Con Chile existían numerosas cuestiones limí-trofes pendientes, y algo del litigio se deslizó en los libros de texto, aunque la imagen inicial fuera la de la hermandad: San Martín, prócer argentino, le dio la libertad a Chile (una historia que en Chile se cuenta de un modo sutil pero significativamente diferente). En los textos de geografía se previene sobre la alocada geografía chilena –que seguramente redundaba en comportamientos difíciles de prever– y se señalaba que mientras la sociedad argentina era “pre-dominantemente blanca”, la chilena era “predominantemente mestiza”.

El gran “otro” era Brasil, diferente por razones de origen, lingüísticas, raciales y eventualmente religiosas, dado el peso de los cultos no cristianos. El fundamento de la amenaza brasileña era geopolítico: por tamaño, posición y forma el imperio no podía querer otra cosa que arrinconar a la Argentina. Esa postura que trasciende cualquier coyuntura histórica es confirmada por otra constante: la diplomacia de Itamaratí, altamente capacitada, pudo mantener un designio hostil a lo largo de dos o tres siglos (una opinión que los brasile-ños en general no comparten). Así, los designios hostiles de los brasileños se manifiestan desde los bandeirantes del siglo XVII hasta la guerra de la Triple Alianza.

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Junto con Brasil está Inglaterra, la “pérfida Albión”, protestante, aliada desde 1700 con el imperio portugués, interesada desde entonces en el Atlántico sur, invasora en 1806, ocupante de las Malvinas en 1833, y presente en cada coyuntura política en la que podía obstaculizar la realización del destino de grandeza argentino. El revisionismo agregó el colofón de esta historia. A fines del siglo XIX, Inglaterra eligió el más pérfido de los caminos para perjudicar a la Argentina: asociar su economía con la rioplatense, impulsar su espectacular crecimiento, pero a la vez deformarla y condenarla –una vez retirada Gran Bretaña– a la decadencia irremediable. Tal el relato del nacionalismo antiim-perialista en boga desde 1930, al que siguen las versiones dependentistas de los setenta. Está presente no tanto en el relato histórico, que en los textos se detiene en 1880, sino en las versiones de la historia presentes en los textos de geografía y civismo.

En los textos de civismo aflora una nueva versión del otro, propia del clima político e ideológico de la segunda mitad del siglo XX. Por esta época se desarrolla la idea de las “fronteras ideológicas”, que cambia el centro de la antinomia de lo territorial a lo político ideológico. Alineada la Argentina en el campo occidental y cristiano, sufre la agresión del comunismo, ajeno a nuestras tradiciones y a nuestra idiosincrasia nacional, y finalmente de la “subversión apátrida”, integrada por quienes, nominalmente argentinos, en realidad eran ajenos. La figura del “otro” subversivo corona así una serie de narrativas sobre lo nacional.

Las Malvinas

Todas estas ideas confluyen en la cuestión de Malvinas, en la que es posi-ble constatar el hondo arraigo de estas nociones en el sentido común. El tema crece en los libros de texto desde la década de 1950, siguiendo las líneas argu-mentales establecidas por el Estado. Allí se enseña que los derechos argentinos sobre las Islas Malvinas –por los que se reclama en distintos foros internacio-nales- se sustentan en una combinación de razones históricas y geográficas. La “plataforma submarina” y el “mar epicontinental” –dos criterios sobre los que no hay acuerdo unánime– ratifican que el territorio de Malvinas pertenece naturalmente al continuo argentino. La presencia –bastante esporádica– de los españoles en las islas sustenta una argumentación histórico-diplomática, basada en la herencia de los derechos de la antigua metrópoli. La intervención de Inglaterra confirma la malquerencia del eterno enemigo de la Argentina. Buenos argumentos, sin duda, pero argumentos al fin, que los libros de texto,

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junto con muchas otras voces, fueron naturalizando, al punto de que la opinión pública media los asumió sin cuestionamiento18.

Es significativo que esa argumentación no incluya el criterio más propia-mente democrático: la voluntad de pertenencia de los habitantes realmente existentes, usado por ejemplo para dirimir la situación de Alsacia y Lorena después de la guerra de 187119. El argumento democrático no era demasiado prestigioso en la Argentina del siglo XX, ni en ese terreno ni en ningún otro.

En cambio, tenía una fuerza enorme la asociación entre la integridad territorial y lo que se llamaba la integridad nacional: si no existía soberanía sobre la más minúscula porción del territorio nacional, toda la nacionalidad estaba en cuestión. Se trataba de un argumento que no se basaba en intereses –eventualmente esto podía agregar un complemento– sino en esa esencia nacional intangible y eterna, pero cuya existencia estaba permanentemente amenazada por la acechanza del otro. El apoyo unánime suscitado en 1982 por la ocupación militar de las islas expresa acabadamente la firmeza de este rasgo de la cultura política argentina que, creemos, se asienta sólidamente –aunque no únicamente, y quizá tampoco principalmente– en la escuela y en los libros de texto.

La democracIa revIsa Los textos

Renovación curricular y renovación editorial

La recuperación democrática de 1983 tuvo algunos efectos inmediatos sobre los libros de texto, con la inclusión de los temas de la democracia y los derechos humanos, más como expresión de buena voluntad democrática que como reformulación global. Los cambios importantes comenzaron en 1993, cuando se encaró una reforma educativa amplia, que incluyó una renovación curricular. La consigna fue acercar los contenidos al estado del arte de las disciplinas. La empresa, a la que fueron convocados los académicos más re-conocidos, dio como fruto la formulación de un núcleo de Contenidos Básicos Curriculares.

Fue el aspecto más constructivo de una reforma de la institución educativa profunda y catastrófica, que reprodujo y potenció la crisis del Estado, y que minimizó los alcances de la actualización curricular. La actualización de con-

18 rosana guBer, Por qué las Malvinas, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001.

19 Sobre este plebiscito escribió ernest renan su célebre ¿Qué es una nación? Cartas a Strauss, Madrid, Alianza, 1987.

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tenidos quedó a mitad de camino, pues en casi ningún caso se elaboraron los diseños curriculares que debían instrumentarlos. En esa coyuntura, las edito-riales renovaron sus textos en el espíritu de los nuevos contenidos curriculares y, dado el vacío existente, funcionaron de hecho como los currículos escolares, orientando a los docentes. Podría decirse que, en materia de contenidos, la importancia de los libros de texto fue desde entonces mucho mayor.

Este cambio coincidió con una renovación profunda del proceso editorial, por razones didácticas, de diseño y empresariales, similares a los ocurridos en Hispanoamérica y España. El primero es la desaparición del libro de autor. En esta nueva etapa, un grupo de especialistas prepara los distintos capítulos, y un editor los transforma en un libro. Por otra parte, los libros son renovados cada tres o cuatro años –la “novedad” se ha convertido en un valor y en un argumento de venta–, de modo que la identidad, que antes reposaba en el autor ahora se transfiere a la editorial.

Por otra parte, hubo una profunda renovación didáctica. El libro se com-pone de actividades, recuadros, textos complementarios, infografías, redes conceptuales y abundantes ilustraciones, de modo que el texto central va perdiendo entidad. Confluyen aquí ideas sobre el proceso de construcción del conocimiento, la capacidad de lectura atribuida a los alumnos, la importancia de romper el discurso único mediante la pluralidad de voces, y sobre el atracti-vo de un diseño basado en la lógica del zapping. Lógicas diferentes concurren en un punto: la desaparición del autor y la reducción de la importancia del relato único.

Las editoriales convocaron a historiadores de formación universitaria, que aportaron a los textos criterios historiográficos renovados, junto con las convicciones de la nueva etapa democrática. En ese sentido, los textos de los años noventa y posteriores tienen una significativa homogeneidad. En todos hay una preocupación por dar cuenta, junto con la historia política, de otros procesos, económicos, sociales y culturales, facilitada por el diseño gráfico más abierto. Pero a la vez, se planteó el problema –difícil de resolver aún en el campo estrictamente académico– de integrar –habiendo renunciado a la lógica largamente establecida por el relato político– los distintos niveles y registros en un relato coherente y con sentido. La fragmentación autoral contribuyó a esa dimensión un poco anárquica, que es característica de los libros de texto de la renovación democrática, en los que las buenas intenciones no siempre se concretan en resultados adecuados para la enseñanza.

La otra gran novedad es la incorporación al relato histórico del siglo XX, y su organización alrededor del eje de la democracia, entendida más como prescripción que como problema que debe ser explicado. Respecto del siglo XIX, la intención de atenuar los aspectos más característicos del viejo

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nacionalismo consistieron en problematizar sus claves explicativas: el mito de los orígenes y la identidad nacional. El camino elegido fue, en general, el del pluralismo: agregar voces alternativas, puntos de vista diferentes, objeciones críticas, que debilitaron el viejo relato pero no lo reemplazaron por una alter-nativa clara. Por otra parte, el complejo proceso editorial hizo que emergieran sorpresivamente las viejas concepciones, arraigadas en el sentido común de un editor, un cartógrafo o un corrector.

Buscando nuevas certezas

La desnaturalización del nacionalismo, y la puesta en cuestión de su ver-sión más traumática, fue una de las contribuciones de los libros de texto de historia a la construcción de la democracia. La dimensión civil de la historia argentina fue valorizada, atenuando la anterior militarización del pasado. La postulación de rasgos esenciales fue puesta en cuestión, y se discutió la supuesta unidad y homogeneidad de la nación. Se valoró el pluralismo y se usaron con mucha prudencia sujetos como “los argentinos” y “la Argentina”. La inclusión de los procesos en su contexto latinoamericano y occidental contribuyó a relativizar su singularidad y a restar fuerza a las explicaciones conspirativas. Acorde con el incremento de las relaciones económicas y cul-turales de los países del Mercosur, se desarrolló una mirada comparativa de los procesos históricos de los países vecinos.

Esta atenuación del nacionalismo traumático transcurrió en un país sus-tancialmente distinto del que había permitido su anterior expansión. La Argen-tina lleva veinticinco años de normalidad institucional, lo cual constituye una experiencia absolutamente inédita. Los grandes enunciadores de la identidad nacional, por diferentes razones han perdido esa aspiración. Las fuerzas ar-madas, a través de un proceso largo y contradictorio, se han subordinado al poder civil y abandonaron la pretensión de tener una voz propia. La Iglesia posconciliar abandonó la pretensión de construir una sociedad homogénea-mente cristiana, y está volcada a otras tareas. Ya no hay partidos políticos que pretendan encarnar al pueblo unánime, y por otra parte, en la política demo-crática actual hay poco espacio para los discursos ideológicos.

Junto con estos cambios, que podrían catalogarse de positivos, hay otros más controvertidos o claramente negativos. La economía se globalizó y el Es-tado abandonó el centro de la escena, pero no fue una retirada ordenada sino una deserción y derrumbe que dejó a la intemperie a la sociedad. A lo largo de sucesivas crisis, ésta se empobreció y polarizó: poco queda de las clases medias y del sostenido proceso de movilidad y democratización que caracte-

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rizó el largo período de la Argentina próspera y conflictiva. Los dramáticos conflictos de intereses e ideológicos de antaño dejaron su lugar a la sórdida hostilidad de los pobres y los excluidos. El nacionalismo, entre otros discursos ideológicos, dejó de interesar. Pero a la vez, la idea de una nación construida sobre un contrato político y ordenada alrededor de sus instituciones, propia de la construcción democrática, empezó a hacer agua, en parte porque los ciuda-danos autónomos que debían sustentarla fueron cada vez más escasos.

En ese contexto, la renovación curricular encontró un público –estudian-tes y docentes– menos preparado para percibir sus sutilezas. En el caso de la puesta en cuestión de los supuestos nacionalistas, pudo percibirse una cierta desazón, pues las antiguas certezas, sobre las que se construyó buena parte de la institución escolar, quedaron erosionadas por la crítica, sin ser reemplazadas por otras. En lo personal, he recogido en muchas reuniones con docentes la misma pregunta: ¿Qué le digo a los chicos? Es decir: ¿Qué otro relato reem-plaza al antiguo relato patrio? Indudablemente, la desnaturalización de la idea de nación deja un espacio vacante, en el que eventualmente la vieja versión puede resurgir. De hecho, en el discurso público en el que la declaración de fe en la democracia se va haciendo más rara, reaparece gradualmente la reivindi-cación de la Guerra de Malvinas, y no es rara la reaparición de otras fórmulas, indicando la existencia y acción conspirativa de poderosos enemigos externos de nuestra nacionalidad.

El contexto actual es mucho menos esperanzador y optimista que el de veinte años atrás, cuando los vientos juveniles de la democracia llegaron a los libros de texto. Pero aún en este contexto, y advirtiendo que ciertamente los problemas de la Argentina tienen una dimensión mucho mayor que el de esta cuestión ideológica, puede pensarse en cómo hacer que los libros de texto cumplan más eficazmente una función que, además de ayudar al desarrollo del pensamiento crítico, ayude en la construcción de una comunidad política democrática. Creo que hay dos cuestiones que merecen una reflexión.

La primera tiene que ver con recuperar, al menos en parte, el relato histó-rico que integre en torno de una clave explicativa las dimensiones diversas de una realidad compleja. Una versión que sea abierta, pero también propositiva y coherente. Que además de deconstruir, construya. Que proponga una res-puesta a los interrogantes que abre el pasado histórico y que son los que hacen interesante y necesario su estudio. Esto tiene que ver en parte con los procesos editoriales, ya mencionados. Pero también con un esfuerzo de los historiadores –y no sólo los autores de textos– para buscar y proponer esa clave explicativa. Dicho de otro modo, quizá sea la hora de la síntesis.

La segunda, más sustantiva, tiene que ver con la idea de patria. La crítica al nacionalismo traumático, esencialista e intolerante no puede significar la

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eliminación de esa dimensión, que es esencial para la construcción de una comunidad democrática. Simplemente, se necesita una idea de patria que sea, a la vez, republicana, plural e integradora. El relato histórico debería subrayar la compleja pluralidad de la sociedad y reconocer la existencia de los con-flictos, de intereses y de ideas. A la vez, podría mostrar que la comunidad se construyó sobre la base de un contrato político e institucional, que contiene los mecanismos para procesar los conflictos, evitar sus manifestaciones extremas y hacer de ellos un factor dinámico y constructivo. Una historia en común, he-cha de acuerdos básicos, conflictos y resoluciones es central para fundamentar la existencia de una comunidad y para dimensionar y examinar críticamente otros insumos, de matriz nacionalista traumática, que no son adecuados para una comunidad que quiere ser democrática y republicana.

LUIS ALBERTO ROMERO

documentos

Dos escritos juveniles de Estanislao S. Zeballos

mIgueL ÁngeL de marcoAcademia Nacional de la Historia –

Universidad Católica [email protected]

resumen

A poco de obtener el grado de doctor en jurisprudencia en la Universidad de Buenos Aires, Estanislao S. Zeballos, que no obstante su juventud había concretado ya diversas iniciativas culturales y ejercido el periodismo de bata-lla, adhirió a la revolución encabezada por el general Bartolomé Mitre en 1874 para oponerse a la asunción del presidente Nicolás Avellaneda. Fue nombrado capitán y secretario del comandante en jefe. Durante la campaña escribió un relato de sus días infantiles en la ciudad de Rosario y acerca de su ingreso al Colegio Nacional, y un boceto sobre el clima político previo a la elección de Avellaneda como presidente de la República.

PaLaBras cLave

Rosario - Pavón - Guerra del Paraguay - Mitre - Sarmiento - Zeballos.

aBstract

Short after receiving a PHD in Law from the University of Buenos Aires, Estanislao S. Zeballos joined the revolution leaded by general Bartolomé Mitre in 1874 against president Nicolás Avellaneda. He then became secretary of the commander in chief with the rank of captain. During the campaign, he wrote his memories of his childhood in the city of Rosario and his student days in the Colegio Nacional, as well as a description of the political athmosphere during the 1868 elections.

Key Words

Rosario - Pavón - Guerra del Paraguay - Mitre - Sarmiento - Zeballos.

Temas de HisToria argenTina y americana, XIV (enero-Junio de 2009) pp. 217-244.

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El veinteañero doctor en jurisprudencia y director de La Prensa de Bue-nos Aires Estanislao S. Zeballos consideró que para ser consecuente con su prédica periodística debía incorporarse a las filas revolucionarias encabezadas por Bartolomé Mitre con el fin de oponerse a la asunción del nuevo presidente de la República, doctor Nicolás Avellaneda.

No obstante haber declarado, en junio de 1874, ante amigos políticos ávi-dos de soluciones drásticas, que “la peor de las votaciones legales vale más que la mejor de las revoluciones”, el jefe del Partido Nacionalista decidió po-nerse al frente de la rebelión cuando se conoció la aceptación de los diplomas de diputados nacionales por Buenos Aires, elegidos en forma fraudulenta. El movimiento debía iniciarse, pues, el mismo 12 de octubre de 1874, cuando el mandatario saliente le cediese los atributos del poder a su joven sucesor.

Pero el 23 de septiembre el presidente Sarmiento decidió contrarrestarlo apenas tuvo la evidencia de que se hallaban comprometidos importantes jefes del Ejército, que podían estarlo algunos de la Marina y que la revolución con-taba en Cuyo con el respaldo del general José Miguel Arredondo.

Un día después, cuando ya se conocía que Mitre estaba por llegar a la desembocadura del Tuyú con tropas mandadas por soldados veteranos, como el general Ignacio Rivas y los coroneles Francisco Borges y Benjamín Calve-te, y que acababa de sublevarse un buque de la Marina de Guerra, La Prensa –dada la clausura de La Nación por parte del gobierno– asumió la condición de vocero del pronunciamiento a través de un editorial cuyo título, del estilo de Zeballos aunque lo firmara José C. Paz, “El último recurso”, expresaba: “El periodismo honrado y patriota no conoce más temperamento que trocar la pluma por la espada. Y bien, ¡ese momento supremo ha llegado ya! [...] Cerramos desde hoy la sección editorial para ponernos al servicio del pueblo en el terreno de los hechos”.

Sarmiento declaró el estado de sitio en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, y puso al frente de la represión al coronel Luis María Campos, en tanto que designó al coronel Julio A. Roca para batir a Arredondo.

Al asumir, Avellaneda nombró ministro de Guerra y Marina al autono-mista Adolfo Alsina, que se aprestó a derrotar a sus adversarios políticos, los nacionalistas.

En tanto Mitre organizaba sus elementos de combate, entre quienes se encontraba Zeballos, capitán de la Legión “24 de Septiembre”, de guardias nacionales, al que nombró secretario militar, Arredondo parecía afianzarse en el oeste del país, sobre todo después de derrotar al coronel Amaro Catalán en la primera batalla de Santa Rosa.

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Luego de variados incidentes en que quedó de manifiesto la escasa dis-ciplina de sus tropas, en la que revistaban 1.500 indios de lanza del cacique Catriel, el general revolucionario se topó el 27 de noviembre en La Verde con un antiguo subordinado de la guerra del Paraguay, el teniente coronel José Inocencio Arias. Éste mandaba 800 hombres armados de certeros fusiles Remington. Les había mandado cavar defensas y esperó confiado el ataque. Mitre poseía en total 5.000 plazas que distribuyó en tres columnas, según el esquema clásico de las dos alas de caballería en los flancos y la infantería en el centro.

Próximo al sitio donde se encontraba Arias, le intimó rendición pero éste rechazó la exigencia. Los infantes de Borges se estrellaron contra constante fuego de fusilería que les causó grandes bajas. Las modernas armas del Ejérci-to Nacional abrían claros entre los soldados constitucionales, que contaban con pocas de ellas. El batallón “24 de Septiembre” tuvo muchos muertos y heridos. Borges y otros jefes y oficiales se desangraban y fallecerían poco más tarde.

Luego de una hora, Don Bartolo comprendió que no le quedaba otro ca-mino que la retirada para evitar que lo atacasen los cuerpos comandados por los coroneles Luis María y Julio Campos. Abandonó La Verde y marchó hacia 9 de Julio. En la noche del 27, contó no menos de 1.500 bajas, entre los 260 hombres caídos en el combate y los 1.000 guardias nacionales que desertaron. Arias había perdido sólo 40 efectivos. Perseguido por éste y por los hermanos Campos, Mitre contemplaba cómo sus tropas se desgranaban inexorablemente. Y el 2 de diciembre, sin voluntad para continuar la lucha, capituló en Junín ante Arias, a quien le entregó su espada, no sin obtener la amnistía de los ciu-dadanos que formaban parte de su ejército, el indulto de los soldados de línea y “garantías para la vida y el decoro de los generales, jefes y oficiales, desde el general Rivas hasta la clase de alférez”. Asumía así las consecuencias de ser el principal responsable de la revolución.

En Cuyo los revolucionarios iban a sufrir otra contundente derrota en manos de Roca, quien los venció completamente en la batalla de Santa Rosa, el 7 de diciembre de 1874.

En cuanto a Mitre, fue llevado preso al cabildo de Luján. Falto de re-cursos y alejado de sus seres queridos, pero dispuesto a ser fiel a su máxima de sobreponerse a las dificultades mediante la lectura y el trabajo, preparó plumas y cuartillas y decidió poner en el papel sus ideas sobre la Historia de San Martín. Amigos de la talla de Vicuña Mackenna le habían augurado que sería un “digno gemelo de su magnífico Belgrano”. Concluyó la introducción en la cárcel de Luján el 24 de febrero de 1875, y el 1 de marzo la publicó La Nación, en el folletín del primer número aparecido después de su prolongada

DOS ESCRITOS JUVENILES DE ESTANISLAO S. ZEBALLOS

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clausura. Luego afrontaría, preso en el cuartel de Retiro, un juicio militar por haberse alzado contra las autoridades nacionales.

El joven Zeballos, tan proclive como su general en jefe a descargarse a través de la escritura, redactó, casi sin correcciones, los dos documentos que más adelante se transcriben y que tratan respectivamente de sus años infantiles y del clima político previo a la elección de Avellaneda como presidente de la República1.

trayectorIa InIcIaL de zeBaLLos

Estanislao Zeballos, como figura en su acta de bautismo, sin el agregado de “Severo”, segundo nombre posiblemente adoptado en el acto de su confir-mación2, vio la luz en Rosario el 27 de julio de 1854, en el hogar de doña Felisa Juárez y del teniente coronel Estanislao Zeballos.

Era éste un viejo soldado, que había nacido en el mismo modesto pueblo el 12 de agosto de 1802. Luego de ejercer actividades mercantiles se había fo-gueado en la lucha contra los indios y en distintos campos de batalla durante las guerras fratricidas. De regreso a Rosario, fue segundo jefe de las milicias locales entre 1848 y 1851. Participó en el pronunciamiento de Urquiza, peleó en Caseros y ascendió a teniente coronel. Como juez de paz de la villa, recién agraciada con el título de ciudad (3 de agosto de 1852), concretó diversas mejo-ras, como el establecimiento de la primera nomenclatura urbana, pues mandó confeccionar tablillas con los nombres de las principales calles3.

En cuanto a doña Felisa Juárez, “distinguidísima dama que gozaba de la mayor consideración social por su elevada cultura y por las altas virtudes que

1 comPLejo museogrÁfIco “enrIque udaondo”. Luján, Archivo de Estanislao S. Zeballos, manuscrito IS Nº 158. Hemos modernizado la ortografía y respetado la sintaxis.

2 Así me lo manifestó el destacado estudioso de la personalidad de Zeballos y académico, el embajador doctor Luis Santiago Sanz, cuando conversábamos sobre esa especie de enigma que constituía el segundo nombre.

3 Cfr. mIgueL ÁngeL de marco, “Estanislao Zeballos (padre)”, en La patria, los hombres y el coraje. Historias de la Argentina heroica, Buenos Aires, Ediciones Planeta, 1998, pp. 68-71; LuIs santIago sanz, “Vida del teniente coronel Zeballos”, en Investigaciones y Ensayos, revista de la Academia Nacional de la Historia, Nº 55, Buenos Aires, enero-diciembre de 2005, pp. 343-401.

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adornaban su espíritu selecto”4 contaba veintinueve años menos que su esposo, con quien había contraído nupcias el 16 de agosto de 18485.

Como relata Estanislao S. Zeballos en sus Memorias de un Patriota, lue-go de asistir a una escuela familiar y de vivir los sucesos previos a la batalla de Pavón, se trasladó con los suyos a Montevideo en 1862, durante un breve lapso, por “desgracias de familia” y porque su padre no quería ver de nuevo cómo corría la sangre argentina en enfrentamientos civiles. Concurrían a la casa del veterano oficial, que se hallaba próxima a la Iglesia Matriz de la capital uruguaya, muchos argentinos. Entre otros temas se hablaba de la caí-da del gobierno de la Confederación. Al parecer, en esos encuentros el niño Zeballos escuchó una expresión con referencia a la retirada de Urquiza en Pavón, que recogió años después en otro escrito: “Nos vendieron como bolsa de galleta”6.

Antes que el teniente coronel Zeballos, regresaron a Rosario su joven esposa y sus hijos. Doña Felisa, deseosa de que Estanislao canalizara lo antes posible su desbordante energía y rapidez mental en estudios más o menos sistemáticos, lo inscribió en 1864 en la Escuela de Artes y Oficios inaugurada un año antes por don Isidro Aliau. Se trataba de un maestro de enseñanza primaria superior graduado en Barcelona, que había fundado en la ciudad un instituto particular hacia 1858 y que enseñaba a sus alumnos álgebra, cosmo-grafía, historia antigua, elementos de física, de química y de historia natural, teneduría de libros y agricultura:

Cuando ingresamos a ese establecimiento –allá por el año 1864– [dice Calixto Lassaga] nos toca de compañero de aula y de banco un muchacho inquieto y vivaz que fue poco a poco destacándose entre sus discípulos por su precoz inteligencia: ese muchacho se llamaba Estanislao Zeballos. […] El director daba a sus alumnos un trato verdaderamente paternal y sabía hacerse querer y respetar de todos ellos al extremo de que sin esfuerzo alguno mantenía en clase la más completa disciplina. Su fuerte era la gramática y fue proverbial el adelanto de los discípulos en ese ramo del saber cuyo estudio, árido de suyo para lo general de los niños, resultaba ameno por la manera clara y sencilla

4 Cfr. caLIxto Lassaga, “Homenaje a la memoria del doctor Estanislao S. Zeballos”, en Libro de Oro. En el 90 aniversario de su nacimiento [de Lassaga]. 1857-13 julio-1947. Home-naje de sus amigos, Rosario, 1948, p. 122.

5 sanz, op. cit., p. 345.6 Cfr. roBerto etcHePareBorda, “Homenaje a Estanislao S. Zeballos en el cincuentena-

rio de su muerte. Su trayectoria vital y su labor historiográfica”, en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, vol. XLVI, 1973, p. 271.

DOS ESCRITOS JUVENILES DE ESTANISLAO S. ZEBALLOS

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con que el maestro enseñaba los preceptos del arte de hablar y de escribir correctamente y con propiedad7.

El estallido de la guerra del Paraguay creó un clima de verdadero fervor en el hogar de los Zeballos. Su esposa se unió al grupo de señoras encarga-das de reunir fondos para bordar la bandera del batallón 1º de Santa Fe8; sus hijas participaron en los agasajos a los oficiales voluntarios, todos jóvenes de familias conocidas de la ciudad, entre los que se destacaba por su juventud el subteniente Mariano Grandoli, de sólo dieciséis años, y Estanislao se halló en el cotidiano entrenamiento de esa unidad y de otras que se formaron después, al igual que en los desfiles, en la jura de las respectivas enseñas y en la par-tida de los cuerpos de la Guardia Nacional, haciendo flamear el improvisado pabellón confeccionado por su hermana.

No le bastó y, como señala en sus recuerdos, pretendió incorporarse como cadete, sin permiso de sus padres9, en un batallón veterano, el 6 de infantería de línea.

La reacción de su progenitor, que al enterarse le infligió un duro castigo; su casi inmediato fallecimiento, el 1 de julio, a los 62 años de edad, y la cir-cunstancia de haberse mezclado, meses atrás, en violentas reyertas entre los dos clubes políticos enfrentados a muerte en la provincia, hizo que la madre de Estanislao moviera influencias para que la Cámara de Representantes san-tafesina lo becara, dada su escasez de recursos, a fin de que pudiese ingresar en el Colegio Nacional de Buenos Aires.

La legislatura tomó en cuenta los servicios prestados a la provincia por el teniente coronel Zeballos y le otorgó, con fecha 17 de agosto de 1865, una pensión de 25 pesos mensuales “hasta que termine su carrera literaria”10.

Al atardecer del 5 de abril de 1866 el niño llegó al instituto fundado por el presidente Bartolomé Mitre, y fue recibido por su director, don Alfredo Cos-

7 Op. cit., p. 205. En Memorias de un patriota…, Zeballos expresa una opinión peyorativa acerca de la enseñanza de la escuela.

8 “Curupaytí (El abanderado Grandoli)”, op. cit., pp. 151-173; add. de marco, Banderas rosarinas en la guerra del Paraguay, Rosario, Instituto de Investigaciones Históricas “Briga-dier General Estanislao López”, 1958, pp. 7-9.

9 Era bastante frecuente la incorporación de niños a los regimientos de línea como cade-tes o aspirantes, con el objeto de dar los primeros pasos para la carrera de oficiales. Cfr. de marco, La Guerra del Paraguay, 1ª edición, Buenos Aires, Planeta, 1995, p. 76.

10 Registro Oficial de la Provincia de Santa Fe (1863-1865), tomo IV, Santa Fe, Tipografía de La Revolución, 1889, p. 396.

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son, francés como su predecesor y amigo de Amadeo Jacques, con quien había emprendido varios años atrás diversos proyectos en el interior del país11.

Zeballos se destacó pronto entre sus compañeros, enlazó una amistad de toda la vida con el futuro ingeniero Emilio Mitre y escribió una novela de-nominada Zálide o el amor de los salvajes. También estrenó su pluma en las tareas periodísticas a través de una hoja de circulación interna que apareció en 1869 con el título de El Colegial. No tardó en acercarse a Cosme Mariño y a José C. Paz, quienes se disponían a lanzar un nuevo órgano de opinión: La Prensa, fundado el 18 de octubre del mismo año12. Comenzó como cronista y en pocos años se convirtió en destacado redactor y director del diario.

Según Etchepareborda, en 1868 hizo un viaje al frente de operaciones en el Paraguay y fue nombrado teniente de infantería del ejército del Brasil13. No debió permanecer mucho tiempo, ya que aún concurría al Colegio Nacional donde seguía siendo un alumno brillante.

Su inquietud cívica lo llevó a formar parte del Club Argentino, de tenden-cia liberal, que se oponía al primer mandatario santafesino, Mariano Cabal. “El gobierno y su odioso círculo supo esto, le quitaron su pensión, dejándolo en la imposibilidad de seguir su carrera literaria”, le manifestó doña Felisa Juárez al doctor Martín Ruiz Moreno en carta fechada el 21 de marzo de 1870. Varios políticos rosarinos, decía, habían influido para superar esa situación, pero se hacía necesario que trabajase con el fin de pagar sus estudios. Por eso le roga-ba al ex jefe político de Rosario durante la administración de Nicasio Oroño, que lo emplease en su estudio jurídico o en el de algún otro letrado amigo de la ciudad porteña: “Me olvido en este momento que Ud. es mi primo, pero me acuerdo al dirigirme a Ud. que es M[asón] y que mi hijo es huérfano, bastante título para Ud.”14. Zeballos lograría inscribirse enseguida en las facultades de Derecho y de Ciencias Naturales de la Universidad de Buenos Aires.

11 Miguel Cané dejó un recuerdo entrañable de su persona en las páginas de su inmortal obra Juvenilia, Buenos Aires, 1939.

12 Cfr. de marco, Historia del Periodismo Argentino. Desde los orígenes hasta el primer Centenario de Mayo, Buenos Aires, Educa, 2006, pp. 211 y ss.

13 Zeballos y la política exterior argentina, Buenos Aires, Editorial Pleamar, 1982, p. 35. En una fotografía de la edad madura que se conserva en el Fondo Zeballos del Complejo Museo-gráfico de Luján y en la que luce sus condecoraciones, se observa claramente la cruz que otorgó el gobierno de Brasil con motivo de la terminación de la guerra a los jefes, oficiales, suboficiales y soldados de sus fuerzas armadas y de las aliadas que participaron en las operaciones, lo que corroboraría su pertenencia al ejército imperial.

14 Cfr. IsIdoro j. ruIz moreno, Literatura Histórica. Martín Ruiz Moreno y la Organiza-ción Nacional, Buenos Aires, Librería-Editorial Histórica, 2006, p. 121.

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Poco antes, en enero de 1870, había estado en Rosario y presenciado el retorno de los cuerpos de la Guardia Nacional que habían combatido por cinco largos años en la guerra del Paraguay. El desembarco y desfile se produjo con la presidencia del primer mandatario, Domingo Faustino Sarmiento. Zeballos vio a varios de sus conocidos en los carruajes destinados a los heridos y al contemplar la bandera del 1º de Santa Fe, sostenida ahora por el subteniente Frutos, rememoró a Mariano Grandoli, aquel adolescente al que había visto marchar con admiración en 1865, quien había entregado heroicamente su vida en las trincheras de Curupaytí. Escribió entonces unos versos “al que fuera y no volvió”, que por aquellos días circularon impresos15.

Sus múltiples intereses intelectuales lo hicieron asumir, en 1870, dos tareas que se sumaron a las universitarias pero que le permitieron enriquecer sus conocimientos sobre la guerra de la independencia a la vez que aproximarse a dos reliquias vivientes de la epopeya. Invitado por el general Jerónimo Espejo, oficial de San Martín que por entonces se aprestaba a redactar sus recuerdos del Ejército de los Andes, se convirtió en su escribiente honorario. Similar tarea ejerció durante el tiempo en que estuvo en Buenos Aires el prócer venezolano José Antonio Páez, uno de los capitanes de Simón Bolívar y ex presidente de su patria, a quien Sarmiento había designado brigadier general del Ejército Argentino para “asegurarle el reposo de sus últimos días”16.

Las postrimerías de enero de 1871 trajeron a la aún polvorienta e insalubre Buenos Aires el flagelo de la fiebre amarilla. De inmediato Zeballos se aprestó a colaborar activamente con la Comisión Popular que presidía José C. Paz. Fue designado secretario y se lanzó a las calles, como el resto de los miembros, con el objeto de salvar vidas, mientras se producía el éxodo de los que podían buscar en las afueras refugio contra el terrible mal, que si bien comenzó a ceder a fines de abril dejó un saldo de 13.500 muertos. El joven rosarino cayó víctima del flagelo pero logró superar sus consecuencias.

Diciembre de aquel año le traería a Zeballos, de apenas diecisiete años, momentos de agitación, cuando se puso al frente de sus compañeros de estudios para protestar por el suicidio del estudiante sanjuanino Roberto A. Sánchez, por haber sido reprobado injustamente en los exámenes. Dice Etchepareborda que la crisis “dio como resultante un movimiento amplio de

15 Un ejemplar se halla en el Museo Histórico Provincial de Rosario “Dr. Julio Marc”, junto con la carta que Grandoli escribió a su madre el día antes del ataque. En ella decía: “Mamá, mañana seremos diezmados por los paraguayos pero yo he de saber morir por la bandera que me dieron”.

16 Sobre la presencia de Páez en Buenos Aires, donde residió durante dos años entre fines de 1868 y comienzos de 1871, cfr. mIgueL ÁngeL de marco, “El llanero venezolano Páez, proclamado brigadier general argentino”, en Los hombres, la patria y el coraje, cit., p. 209.

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reforma” acompañado casi unánimemente por la opinión pública. Se decidió la separación de las cátedras de los profesores que integraban el tribunal y se produjo lo que se ha dado en considerar la primera reforma universitaria. En aquellas circunstancias, Zeballos propuso la creación de un centro estudiantil, al que se dio el nombre de “13 de Diciembre”, fecha en que se había producido el trágico hecho, y polemizó sobre el asunto con José A. Terry a través de La Prensa. Por otro lado fundó, con otros estudiantes, un periódico denominado también 13 de Diciembre, que tiró quince números y contó entre sus colabora-dores, además de Zeballos, con José María Cantilo, designado director; Lucio V. López, Francisco y José Ramos Mejía y Juan Carlos Belgrano, entre otros17.

Inquieto, estudioso, interesado en las cuestiones más variadas, impulsó en 1872 la creación de la Sociedad Científica Argentina, que aún subsiste. Entre sus compañeros de la Universidad de Buenos Aires halló adherentes para tan notable empresa. Incluso logró el concurso de Luis A. Huergo, que acababa de obtener el primer diploma de ingeniero expedido por ella, quien ocupó la presidencia. Zeballos fue nombrado secretario de la entidad, y desde esa función gestionó un subsidio de 20.000 pesos para que Francisco P. Moreno realizara su proyectado viaje de exploración a lo largo del Río Negro hasta llegar a la cordillera. Por aquellos días se desempeñó como escribiente y corrector de pruebas del sabio Germán Burmeister, director del Museo de Buenos Aires, quien por entonces se hallaba empeñado en la publicación del Boletín de la Academia de Ciencias de Córdoba, cuya fundación le había encargado años atrás Sarmiento.

En aquel mismo 1872 Zeballos disertó en la Facultad de Derecho de la que era alumno sobre el Tratado de la Triple Alianza, anticipando su interés por un tema que lo preocupó a lo largo de toda su existencia. Y dos años más tarde, se graduó de doctor en Jurisprudencia18 con una tesis acerca de Apuntes sobre las quiebras, a propósito del proyecto de reformas del Código de Comercio19, mientras impulsaba la edición de los Anales Científicos Argentinos, que en

17 Homenaje…, cit., pp. 253-254. 18 El 8 de abril de 1874 el ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, de la

que dependía la Universidad, lo autorizó a cursar el 4º año de Jurisprudencia. A la semana se matriculó en 5º año, doctorándose el 1 de agosto de dicho año. El 20 de noviembre de 1875 aprobó el examen de Procedimientos Judiciales y dos días después solicitó el título de abogado, que le fue otorgado el 18 de agosto de 1877, tras lo cual juró ante la Suprema Corte de Justicia bonaerense y se matriculó para ejercer la profesión. Cfr. LuIs santIago sanz, Personalidad de Zeballos: internacionalista y fundador de la Sociedad Científica Argentina, Buenos Aires, Sociedad Científica Argentina, 1981, p. 10.

19 Buenos Aires, Imprenta a vapor de La Prensa, 1874, 43 pp., 1.

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1876 pasaron a denominarse Anales de la Sociedad Científica Argentina, nombre con el que siguen publicándose.

La revolución de 1874 lo sacó, como se señala al comienzo de esta in-troducción, de su ferviente actividad intelectual para llevarlo a empuñar la espada. A los veinte años, el niño que había soñado con pelear en las selvas paraguayas, como sus convecinos guardias nacionales, intervino en aquella estéril lucha fratricida convencido de que cumplía como “un patriota”.

Al volver reanudaría su labor ingente y polifacética, que en pocos años lo convertiría en una figura eminente de la política y la cultura argentina, cuya prolongada actuación sólo cesó con su muerte, casi medio siglo después.

* * *

ISNº 558 Memorias de un Patriota. Por “Un voluntario”.

Capitán de la “Legión 24 de Septiembre” en la revolución argentina de 1874. Recuerdos de mi tiempo. Apuntes históricos de Estanislao S. Zeballos (abogado y periodista)

Nací en una época de agitación y de trabajo. Derrocada la tiranía de Rosas, las fuerzas activas del país concurrían a la obra de la organización nacional.

Los sucesos se precipitaban para darnos los ejemplos de Cepeda y Pavón, que tanto influyeron en aquella tarea.

Doña Juanita era una pobre señora que tenía unos ranchos en la ciudad del Rosario, en la importante calle de la Aduana20. Ella vivía acompañada por dos honradas muchachas, primas mías, Florentina y Pascuala, que cosían para las tiendas y sostenían con el resultado de su trabajo a la achacosa anciana. Además aprovechaban su instrucción enseñando los primeros rudimentos de lectura y escritura a algunos niños parientes de ellas. Si bien doña Juanita no cobraba pensión a los educandos, solía de cuando en cuando suplicarles que le llevaran cuatro reales bolivianos para el fondo que hacía a fin de componer el techo de los ranchos.

20 Maipú, en la nomenclatura actual. En la esquina de esa calle con Córdoba, se hallaba la modesta casa del matrimonio compuesto por el teniente coronel Estanislao Zeballos y por doña Felisa Juárez de Zeballos. En dicho solar se alza actualmente el Jockey Club. Cfr. mIgueL ÁngeL de marco, “Estanislao Zeballos (padre)”, en La Patria, los hombres y el coraje…, cit, p. 68.

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Entre los alumnos de esta escuela familiar me hallaba yo. Apenas había tenido ocasión de conocer las primeras letras y no contaba aún siete años cuando ya empezaba a sentir en mi alma emociones superiores a mis alcances intelectuales.

Una tarde, triste y larga como todas las que pasamos en la escuela después de un día de clases, estaba estudiando el Catecismo en el rancho de doña Jua-nita, cuando el redoble del tambor y los ecos sonoros de los clarines vinieron a difundir la animación y la tendencia a cerrar los libros entre nosotros.

Poco después los rumores crecían y un batallón bizarro y numeroso des-filaba con marcial aspecto por la calle de la Aduana21.

Niños y maestros volamos a la puerta.Cuando todo hubo pasado, cuando solo se oía el rumor de la marcha y

el eco de los instrumentos guerreros, interrogué a Florentina con la vista y la noté conmovida. Una lágrima ardiente regó su mejilla y de sus labios se escaparon estas palabras: “Dios te proteja, Eduardo”.

Sufría porque no hallaba la explicación de lo que veía. Músicas alegres y solemnes, lágrimas y bendiciones, ruido de armas, aspecto imponente de las tropas cuyas bayonetas ondulaban abrillantadas por los rayos del sol, todo esto llegaba a mi alma como un misterio agradable a la vez que imponente.

Mi espíritu ardoroso necesitaba expansión y a pesar de las roncas amo-nestaciones de misia Juanita, yo promoví un diálogo con Juan José B., que era el mayor de los educandos y el más rudo.

Florentina lloraba, Pascuala estaba abatida y la buena vieja no era tan te-mible. Juan José, acosado por mis dudas, me dijo: “–Lanzo, esos van a pelear a los porteños”.

Poco tiempo después pasaba una gran multitud de gente con música, ban-deras y cohetes, dando vivas a los que se iban a pelear y como despidiéndolos en medio de bendiciones populares. Mi fantástico corazón estaba arrebatado. La idea de pelear por la patria me seducía, a la vez que nuevas dudas me asaltaban22.

21 Debía referirse al 1º de Guardias Nacionales, cuyos oficiales eran miembros de familias distinguidas de la ciudad. Poco antes, el cuerpo se había destacado en el ejercicio que se realizó en las barrancas durante la inauguración de una batería de artillería construida para hostigar a la escuadra de la provincia de Buenos Aires, pues ya se habían roto las hostilidades entre ésta y la Confederación Argentina. Cfr. La Confederación, Rosario, 11 de agosto de 1861. Add. M. A. de marco, Notas sobre la política santafesina, De Cepeda a Pavón, Rosario, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales UCA. Instituto de Historia, Rosario, 1982, p. 59.

22 El Ejército Nacional, en el que formaban los guardias nacionales rosarinos, acampó el 26 de agosto a orillas del arroyo Pavón, mientras su vanguardia, al mando del coronel Ricardo López Jordán se adelantaba para cubrir la línea del Arroyo del Medio, cosa que hizo el 29.

DOS ESCRITOS JUVENILES DE ESTANISLAO S. ZEBALLOS

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Mi ardor me arrastró al olvido de mis deberes escolásticos.“–¡Doña Juanita, doña Juanita!”, exclamé, “¡Qué bello es pelear por la

patria!... ¿Qué es la patria?”.“–La patria, dijo ella, es el suelo en que vivimos”.Yo no comprendí el alcance de estas palabras y tal vez mi maestra lo

ignoraba, pero algo había adelantado y estaba contento.Dieron las cuatro y salí para casa. Allí hablé a papá, viejo soldado, que

por última vez combatió en Caseros contra Rosas. Le pedí que me mostrara su espada y le dije: “–Papá, ¿puedo ir a pelear por la patria?”. Mi noble padre me abrazó lleno de gozo y respondió con un beso ardiente a mi candorosa pregunta.

II

En 1862 vivíamos en Montevideo donde nos habían llevado desgracias de familia, y según decía mi padre, el deseo de no ver correr la sangre argentina en las guerras civiles. Vivíamos en la calle de Ituzaingó, a cuadra y media de la Catedral hacia el sur, donde yo gozaba contemplando las agitaciones del mar [sic.: Río de la Plata] que azotaba los cimientos graníticos de la ciudad y las blancas velas que recorrían en todas las direcciones las dilatadas aguas.

Mi padre recibía de visita a gran número de argentinos que como es-tudiantes o rentistas vivían en Montevideo. Mi madre y mi hermana mayor hacían los honores de la casa con toda la fineza de que es capaz una señora ilustrada, virtuosa y amable.

Un día la conversación de los amigos era ardiente y agitada, llegando hasta conmover a mi anciano padre.

Hablaban de generales y batallas, de sangre vertida en guerra civil, de traiciones y cobardías, de Buenos Aires y la Confederación. Unos decían que el general confederado23 habíase portado mal en una batalla que llamaban de Pavón. Opinaban otros que al contrario había peleado mucho y que un famoso batallón “Palma” había sido diezmado24. El hecho es que todos estaban con-

El 17 de septiembre tuvo lugar la batalla de Pavón, y si bien el batallón rosarino se batió con valor, en general la infantería confederada no hizo un buen papel. Cfr. Notas sobre la política santafesina…, p. 63.

23 Capitán general Justo José de Urquiza.24 Como el resto de la infantería confederada abandonó el campo en desorden. La excep-

ción fue el segundo batallón de Guardias Nacionales comandado por el teniente coronel José María Ávalos y denominado “Centeno” en homenaje al coronel Dámaso Centeno que había muerto al frente de su cuerpo dos años antes en la batalla de Cepeda. Cfr. eudoro y gaBrIeL carrasco, Anales de la Ciudad del Rosario de Santa Fe, Buenos Aires, Peuser, 1897, p. 499;

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testes en afirmar que las armas de Buenos Aires habían sido coronadas por la victoria.

Mi padre oía todo con vivo interés y comprendía yo que las cosas del país en que nací le interesaban profundamente. A la vez que tal sucedía, mi espíritu era asaltado por los recuerdos, y la lección de doña Juanita sobre la patria se agitaba con vigor en la memoria.

Una idea vaga, una presunción indefinida me decía que la patria era algo más de lo que doña Juanita me enseñara. Y sin pensarlo compartía las emocio-nes de mi padre, porque con mi carácter bullicioso me asociaba a las tertulias y a los amigos que la formaban, entre los que tenía grandes simpatías, dado el afecto con que me trataban.

Un año más tarde llegaba yo con mi madre al Rosario, ciudad de mi na-cimiento y de mis infantiles recuerdos.

Llegué al puerto a las nueve de la noche. Las numerosas luces de los bu-ques fondeados, el eco de los instrumentos musicales de los marinos, el ruido de la ciudad, la algazara de sus calles pobladas de tiendas y cafés brillante-mente iluminados, el cielo tranquilo y rutilante que moría en el horizonte, el eco de las campanas religiosas, los abrazos de los amigos y de los parientes, la presencia del antiguo y solitario hogar, afectaban mi corazón produciendo dulces emociones, tristes recuerdos, inexplicables sensaciones.

Mi madre repetía sin cesar que el cielo de la patria no tenía igual sobre la tierra, y mi alma de niño era en ese momento el alma de un patriota.

III

Corría el año 1865. Más de veinte muchachos que estábamos en la escuela de don Isidro Aliau en el Rosario habíamos inventado un género de tertulia que nos divertía y aprovechaba tanto como a los viejos veteranos la no menos vieja malilla25.

Apenas oscurecía nuestro punto de reunión era el atrio de la estrecha, incómoda y pobre iglesia parroquial, cuyo teniente cura, fray Diego Ximenes, de la Orden de San Francisco, me enseñaba a ayudar misa, lo cual era un serio honor en aquel lugar y en esos tiempos.

Sentados en las gradas del vestíbulo iniciábamos nuestra tertulia de juegos infantiles con gran bullicio, hasta que éste era apagado por el ruido de

add. M. A. de marco, “La bandera del batallón Caseros”, La Capital, Rosario, 19 de junio de 1960.

25 Juego de naipes en que la carta superior o malilla es para cada palo el nueve.

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los carruajes que se aproximaban al templo. Seguramente había casamiento o bautizo.

Entonces yo y un compañero, que la suerte llevó a morir como oficial del regimiento de caballería de línea “General Lavalle”26, nos escurríamos a la iglesia o donde no entraban otros muchachos. Ayudábamos a fray Diego en el oficio y percibíamos una cuota de los padres o padrinos, variando aquella según la fortuna de los donantes. Luego nos lanzábamos a la calle y nos con-fundíamos con el resto de la gavilla, dando comienzo a los gritos especiales de “–Viva el padrino pelado que no tiene un cuartillo para el bacalado”. “Viva la madrina reboso de harina”.

Arrojados al aire los puñados de cobres, nos lanzábamos al suelo en veinte uñas, según nuestra frase entonces muy usada, y producíamos una vocingle-ría suficiente para poner en alarma a la policía que se hallaba a doce varas enfrente de la iglesia.

Nuestra tertulia terminaba con una carga de infantería traída por los vi-gilantes armados de bastones que eran picantes al decir de los camaradas que sufrieron golpes en varias ocasiones.

Dispersos al aproximarse el enemigo ganábamos la arboleda de la plaza e iniciábamos nuestro ataque a piedra contra los celadores del orden público, terminando por irnos a la orilla del río Paraná a rematar la noche en medio de gritos y signos que servían para reconocernos, tales como Tierrita, Gordo, Pedro, Fiú Fiú, José y otros que la iglesia o la tertulia nos había adjudicado.

Una noche hacía muy pocos momentos que nos hallábamos en el campo de nuestras risas y sustos cuando entró a la plaza un grupo de gente con un bombo, unos platillos y dos o tres cornetas que producían un ruido detestable.

Levantarnos, reconocer el grupo y asociarnos al rum-rum, todo fue obra de segundos. Allí se gritaba: “Viva la República Argentina”, “Viva Buenos Aires”, “Abajo el gobierno del Paraguay”.

Mi cabeza era un volcán y mi garganta prorrumpía en vivas y exclama-ciones atronadoras sin saber a quién ni por qué.

Allí estaban los principales comerciantes del Rosario, varios vecinos y otros personajes, entre los que no faltaban algunas decenas de mozos de cuerda.

26 Unidad que llevaba el número 11 del arma y se halló entre las fuerzas de la División Puan durante el establecimiento de la nueva línea de fronteras, en 1877. Cfr. Memoria especial del Ministro de Guerra y Marina. Año 1877, Buenos Aires, Imprenta del Porvenir, 1877. Una edición más reciente es La nueva línea de Fronteras. Memoria especial del Ministerio de Guerra y Marina. Año 1877. Adolfo Alsina, Buenos Aires, Eudeba, 1977.

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Un joven rubio de bello aspecto, llamado Tiburcio Benegas, subió a uno de los bancos que rodeaban la pobre y desolada pirámide de la plaza, y soste-niéndose con gran fatiga en el trémulo y desclavado asiento, habló con mucho brío y fuerte voz, de tiranos, de insultos a la bandera argentina, de guerra y de nuestros hermanos de Buenos Aires que acudían a unírsenos para borrar tamaño ultraje.

El orador era saludado con aplausos y vivas muy sonoros, que me tenían ebrio de gozo y fuera de mí, aunque nada entendía. La única cosa que veía cla-ra como el disco de la luna de esa noche memorable, era que la palabra patria tenía el suficiente poder para animar y dar vigor a tantos corazones.

El grupo que acrecía, instantáneamente se precipitó a las calles acompa-ñado por el estrépito de las campanas, de las músicas, de los cohetes y de las voces humanas.

Esa noche volví a casa a las once, faltando a mi deber que me obligaba a estar en en cama a las nueve.

Felizmente la familia se hallaba entretenida con un pretendiente de mi bella hermana y yo pude escurrirme hasta mi lecho en el que me hice una bola, arrullado por las impresiones arrebatadoras de esa noche27.

Iv

Al día siguiente el tema de la conversación de todas las personas que veía era la guerra con el Paraguay.

A pesar de ser estudiante de geografía carecía absolutamente de ideas sobre ese país, e ignoraba si era de este o de otro mundo.

Mi hermana me hizo saber que el joven pretendiente a que he aludido antes había permanecido algún tiempo en el Paraguay. Tal noticia fue para mí una revelación.

A la hora de ir a la escuela me preparé y salí pero apenas me alejé de la custodia paternal mudé de rumbo y fuime a casa de don Manuel A., joven ilustrado y de cuya conversación esperaba sacar gran provecho.

27 Zeballos narró este episodio en forma más completa al agradecer el homenaje de que fue objeto el 14 de mayo de 1910 en el Prince George’s Hall, de Buenos Aires. Al referir la convocatoria a combatir junto a los hijos de Buenos Aires formulada aquella noche, dice que una voz, “traduciendo la impresión que dominaba al grupo”, gritó: “¡No necesitamos de los porteños para vengar el honor nacional ultrajado!”, manifestación bastante comprensible si se tiene en cuenta que habían transcurrido menos de cuatro años de los sucesos de Pavón. Cfr. Revista de Derecho, Historia y Letras, año XII, tomo XXX, Buenos Aires, 1910, p. 453; add. m. a. de marco, “Estanislao Zeballos evoca los días de la guerra del Paraguay en Rosario”, La Capital, Rosario, 4 de septiembre de 1987.

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232

La recepción fue tan cordial y brillante cual si yo fuera un enviado de alguna potencia extranjera.

A los risueños saludos y apretones de manos se sucedieron mil otras cortesías y preguntas sobre la familia y muy especialmente sobre mi herma-na, que la noche anterior quedó incomodada, ignoro si por la pesadez de la atmósfera o por otra causa.

Inmediatamente salió un doméstico a la confitería de Peirano28 a buscar masas y azucaradas frutas, mientras que mis bolsillos y manos se llenaban de obsequios de otro género, entre los que iba un hermoso grupo de porcelana representando costumbres de la época de Luis XIV.

Apenas había cargado mis bolsillos llegaron las masas y dulces con los que cargué mi estómago, diciendo para mi coleto: “¡lo que vale tener lindas hermanas!”.

Inicié con toda insolencia mi conversación sobre el Paraguay y supe que era una nación vecina, cuyo áspero y montañoso territorio ofrecía mil y mil desventajas a nuestros ejércitos, y supe también que sus hijos se batían como leones.

Estos breves datos exaltaban mi entusiasmo. Las oscuras nociones sobre el patriotismo que antes me agitaban tomaban por momento formas definidas y resolví correr yo también en defensa de la bandera nacional asociándome a la juventud rosarina que con millares de ciudadanos llenaba voluntariamente los cuarteles y se alistaba en las filas del Ejército.

La patria no era ya para mí el suelo en que vivía; era todo el territorio argentino, su gobierno, las familias, las ciudades, los ejércitos, la bandera que ellos llevaban, las aguas de nuestros ríos caudalosos, las mieses de los fecundos campos, el espacio y los serenos cielos. En fin, todos los objetos y concepciones que me rodeaban desde los primeros pasos de mi vida.

Un enemigo vencedor debía ser terrible. Todo lo arrasaría, humillaría a mis padres, incendiaría los verdes y cultivados campos, teñiría de sangre las aguas puras de los ríos y con el humo del incendio cubriría el limpio celeste de los cielos. Yo mismo sería su esclavo. Era necesario pues ceder a las palpi-taciones de un corazón volcánico y correr en defensa de la patria.

28 El café de Peirano, ubicado en la calle Córdoba casi esquina Comercio (hoy Laprida), a pocos pasos del hogar de Zeballos, era ámbito de las reuniones del Club del Pueblo, como el café de Gigena, que se hallaba en la calle San Luis, servía de base de los adictos al Club Libertad. Ambos grupos políticos se habían enfrentado a tiros y puñaladas, además de atacarse a través de una prensa procaz, en los comicios del 15 de agosto de 1864 y en las elecciones para gobernador del 23 de enero de 1865. Cfr. juan ÁLvarez, Historia de Rosario, Buenos Aires, 1943, pp. 375-376; add. mIgueL ÁngeL de marco y oscar LuIs ensIncK, Historia de Rosario, Rosario, Museo Histórico Provincial Dr. Julio Marc, 1978, p. 178.

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233

A la sazón llegó el batallón 6º de infantería de línea, espléndido cuerpo comandado por el denodado y sereno coronel don José Miguel Arredondo. Reputado como uno de los primeros de nuestro Ejército y dotado de una ofi-cialidad decente y educada, me cautivó de tal modo que me presenté a sentar plaza en él. Escuchaba y ejecutaba con gusto las lecciones y movimientos que me enseñaban alternativamente los tenientes [Pedro Nolasco Salvador] Tula, [Patrocinio] Recabarren y [Edelmiro] Avellaneda29-30 con quienes me reunía durante las horas destinadas a la escuela en la que mis padres me creían.

El que mal anda mal acaba, se dice, y en verdad que mi padre no tardó mucho en apercibirse de mi conducta. Un día me interpeló y de las palabras se permitió pasar a las vías de hecho. Después del castigo que me fue muy doloroso, tanto más cuanto que ya tenía las ínfulas de cadete del 6º de línea, sufrí una horrible humillación.

Yo tenía por entonces una gran inclinación hacia las niñas solteras (per-dóneme la que va a ser mi esposa) y era según la frase de mi santa madre, un presumido.

En aquel día negro en que fui castigado estaban de visita en casa las se-ñoritas de M. cuya belleza conmovería a un infante, a un joven y a un anciano. Mi padre tuvo la ocurrencia de llevarme delante de ellas en el triste estado en que me hallaba con los ojos bañados en llanto, no porque el dolor hubiese sido grande sino porque cuanto más lloraba menos fuerte era el castigo.

Si bien este suceso enfrió un poco mis ideas patrióticas, yo no dejé por eso de seguir con vivísimo afán la cuestión del Paraguay. Cuando llegaban tropas de paso yo era el primero que visitaba los cuarteles.

Cuando venían vapores de Corrientes era el primero en esperarlos para saber el resultado de las primeras operaciones.

Reflexionando un día sobre la manera como había yo de concurrir a favor de mi patria me acerqué a mi buena madre y le rogué que obtuviera la apro-bación de mi padre para un plan que iba a desenvolverle.

Compraríamos una vara de merino azul y otra de merino blanco y además un poco de esmalte amarillo. Con tales materiales mi hermana debía hacer una bandera argentina con sol y con borlas. Un compañero llamado Domingo Palacios tenía un asta y todo quedaba a las mil maravillas.

29 Los dos primeros son hoy tenientes coroneles y el segundo murió ante los muros de Curupaytí el 22 de septiembre de 1866.

30 Tula y Recabarren llegaron a generales de brigada y Avellaneda cayó como teniente 1º del 6 de línea. Cfr. aBeLardo martín fIgueroa, Ejército Nacional. Escalafón de Oficiales de las Armas del Ejército de Línea. 1862-1902 (con prólogo de Miguel Ángel De Marco), Buenos Aires, Ejército Argentino, 2002, passim.

DOS ESCRITOS JUVENILES DE ESTANISLAO S. ZEBALLOS

234

Cuando llegase alguna noticia favorable a nuestras armas yo saldría con mi bandera y asociado a los demás niños y compañeros de vecindad, que no éramos menos de treinta, nos plegaríamos a las manifestaciones y serenatas po-pulares. Mi padre muy grave y serio no aceptó la idea y quedé muy abatido.

Por esos días tuvimos la tremenda desgracia de perderlo víctima de una breve cuanto penosa enfermedad.

Huérfano de padre y siendo el mayor de los varones me creía un coloso, porque mi madre repetía sin cesar: “Hijo mío, tú eres mi única esperanza”.

Cuando la resignación y la calma reinaban en el seno de mi desolada fa-milia, no me fue difícil realizar mi plan, y la hermosa bandera argentina que me hicieron flameó en las calles del Rosario pocas noches después celebrando la rendición de Uruguayana31.

Esa noche la ruidosa manifestación que seguía a mi bandera, compuesta de cien chiquillos, se dirigió a la casa del coronel Pablo Díaz que era jefe de Estado Mayor en el Rosario y que representaba al gobierno de la República. Después de cantar el Himno Nacional volvimos a la calle.

A las doce regresé al hogar con mi bandera. Iba cubierto de sudor, lleno de tierra, ronco y jadeante, cual si me retirara del sangriento campo de batalla.

v

Por esos días hubo una grave agitación política.Se trataba de elevar al gobierno de Santa Fe al distinguido ciudadano don

Nicasio Oroño.La gente con quien conversaba en casa lo tenía en un alto concepto y se le

reputaba capaz de hacer la felicidad de la patria. Esto era suficiente recomen-dación y yo me prendí la divisa del Club Libertad que lo sostenía.

El día de las elecciones32, fugué de mi caliente lecho a las cinco de la mañana.

Ellas fueron memorables por la sangre que costaron.En lo más recio de la lucha que tenía lugar en todas las calles a bala, arma

blanca y piedra, se desprendió del atrio de la Iglesia el grupo en que yo estaba y corrió hacia la calle de mi casa, que era al lado de la Policía, a proteger a otros correligionarios.

Yo iba con un viejo fusil, que apenas podía cargar y que obtuve con gran trabajo en un corralón.

31 18 de septiembre de 1865.32 Ver nota 9.

MIGUEL ÁNGEL DE MARCO

235

Al pasar por las ventanas de casa, mi madre que estaba desesperada al no verme a su lado durante aquel día horrible, me conoció y lanzó un grito que me hizo volver la cabeza, pero que no me detuvo.

Sin embargo, en ese momento una mano de hierro me sujetaba del pescue-zo y en un abrir y cerrar de ojos estaba en el patio de casa llevado por Albina, buena y robusta sirvienta que se crió al lado de mis padres. Mi madre pálida y trémula se hallaba confusa. En su rostro leía intenciones de reprenderme y de abrazarme.

Me estrechó violentamente entre sus brazos. Segura después de que nada me había sucedido en las horas calamitosas de esa mañana, me amonestó acremente y resolvió allí mismo alejarme de su lado para enviarme a un rígido colegio donde dominasen mis ímpetus de aventurero.

vI

El Colegio Nacional de Buenos Aires dirigido por el señor don Alfredo Cosson era el mejor establecimiento de educación a donde podía mandarme mi madre, y es el primero de la América del Sur a mi juicio.

El gobierno de Santa Fe agradecido a los servicios prestados por mi padre expidió un decreto acordando beca y pensión para costear mi carrera literaria en aquel establecimiento.

Aunque antes fui rebelde al estudio, al extremo de que en una ocasión obtuve una medalla de cobre y la arrojé a la calle al salir del salón de premios, recibí con gran júbilo la noticia de mi partida a Buenos Aires que debía tener lugar el 4 de abril de 1866.

Llegó ese día tan ansiado por mi alma ávida de emociones y de expansión en dilatados horizontes.

El 5 de abril llegaba al Tigre el vapor Ibicuy y en la noche de ese día me alojé en el Colegio Nacional en medio de la curiosidad de todos los compa-ñeros futuros, entre los que no tardé en hacerme de amigos leales que aún conservo con gusto.

Sabía leer regularmente porque me enseñó mi madre, y escribir mal por-que eso lo aprendí en la escuela.

Sin embargo, mi espíritu estaba predispuesto a guiarme por el buen cami-no y me animaba el deseo de saber, en la esperanza de que si en la guerra del Paraguay no había sido útil en otra llegaría a general con la ayuda de Dios.

DOS ESCRITOS JUVENILES DE ESTANISLAO S. ZEBALLOS

236

vII

Mis progresos fueron rápidos. En los años de estudio que completé di exámenes en los que fui honrado con la calificación de sobresaliente. Hallá-bame en tercer año de estudios preparatorios. Había ojeado ya centenares de páginas de la historia.

Conocía Grecia y Roma desde los tiempos memorables, después de ha-berme empapado en las referencias sucintas que pude hallar de la historia de Oriente.

El espectáculo de los pueblos antiguos examinado atentamente a través de los tiempos y lejos de sus actuales ruinas y despojos sobrevivientes había abierto nuevos horizontes a la imaginación calenturienta.

Scevola, Cocles y los Horacios sacrificándose por Roma patria de sus pa-dres y señora de sus corazones vigorosos; los diez mil griegos de Maratón, los trescientos compañeros de Leónidas, honra y luz de las Termópilas, Alejandro con sus huestes vencedoras desde las orillas del Egeo al centro del Oriente, en fin, los ejemplos palpitantes que ofrece cada hoja del libro inapreciable del pasado, venían a robustecer en mi espíritu la noción de patriotismo y a iluminar el camino de mi vida. La juventud de Esparta llena de fuerza física, creada con la mayor dureza, heroica en las batallas, noble y pundonorosa en las ciudades; la juventud de Atenas rica en valor, fecunda en fuerte patriotismo, deslumbrante por su genio y sus aplicaciones a las bellas artes, me servían alternativamente de modelos y deseaba profundamente imitarlas, aunque lo creía difícil en la época de corrupción y decrepitud en que yo vivía.

Era el período en que se debatía con ardor la cuestión de candidaturas para presidente de la República en reemplazo del general Mitre.

Fue electo el señor Sarmiento.Habiendo llegado de los Estados Unidos tratábase de hacerle una ovación.Una noche presentóse en el Colegio Nacional un sujeto empleado de La

Tribuna y pidió al rector que dejase salir a los alumnos para que pudieran vi-sitar al nuevo presidente. Salimos inmediatamente y sin saber cómo ni por qué nos encontramos en una sala de la calle Belgrano, acompañando una verdadera pueblada que quedó parte en la calle. En la dicha sala estaba un viejecito un tanto jorobado, con gorro y con un robe de chambre chinesco. Era Sarmiento. Ignoro lo que pasaba porque aún las cosas llegaban muy confusas a mi mente.

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Sólo recuerdo que el señor Sarmiento tradujo unas cartas acaso japonesas en que le hablaban de escuelas, y que un diputado de apellido Padilla33 dijo que Sarmiento era un viejo muy meritorio porque había llevado chasqui seco a un ejército que se retiraba a los Andes34.

Nos retiramos de allí, muy satisfecho y enorgullecido yo del papel que hice esa noche y que después comprendí ser de bulto y nada más.

Nos dirigimos a la casa de Alsina y allí comencé a gritar como un tunante. “–¡Que hable del Valle, que hable del Valle!”, a quien ni de vista conocía, pero de quien había oído decir vertía de sus labios más palabras que un torrente. Alguien me dijo: “–Mocito, no diga eso que está peleado con Alsina”. Entonces me asocié a otros gritos que por ser de poco interés paso por alto.

Lo único que pude retener del solemne palabreo de tal momento fueron algunas ideas. Alsina quien se lamentaba de que lo hubiesen creído traidor por haber figurado como vicepresidente al lado de la candidatura de Urquiza, pues según se decía, su intención no era otra que engañar a don Justo y debilitar a los mitristas para triunfar con Sarmiento. Un desconfiado decía esa noche: “–Estas son músicas… Con Urquiza y con el diablo es capaz de unirse para subir”. Todo terminó momentos después. Figúrese el lector cómo iría mi ca-beza cuando entré al colegio.

Durante dos días estuve tan distraído que no pude estudiar.

xvII

Tal fue mi primer paso en la vida política.

La campaña de 1874. Apuntes sobre las operaciones del Ejército Constitucional de Buenos Aires.

Por Estanislao S. Zeballos (Capitán de la Legión “24 de Septiembre”)35

La revoLucIón

33 Ángel Padilla, diputado por Tucumán. Cfr. El Parlamento argentino. 1854-1947, Buenos Aires, Cámara de Diputados de la Nación, 1948, p. 378.

34 Posiblemente se refería a la retirada de las milicias sanjuaninas a las que Sarmiento pertenecía, frente al incontenible avance de las tropas de Facundo Quiroga sobre San Juan, luego de haber entrado en Mendoza tras el triunfo de Chacón, el 28 de marzo de 1831. Cfr. aLLIson WILLIams BunKLey, Vida de Sarmiento, Buenos Aires, Eudeba, 1966, p. 74.

35 A pesar del título de este escrito, no se hace referencia alguna a las operaciones milita-res, lo que hace pensar que, redactadas las primeras páginas, el autor lo dejó inconcluso.

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En 1873 las luchas políticas habían causado gran agitación. Los pueblos se conmovieron y lanzaron al terreno de la jornada electoral para elegir presi-dente y vicepresidente de la República Argentina.

Los candidatos que dividían entre sí las simpatías públicas eran los docto-res don Adolfo Alsina y don Nicolás Avellaneda, y el general don Bartolomé Mitre36.

Séame permitido emitir mis vistas sobre los tres hombres que han sido el blanco y el motivo de la más ardiente de las contiendas políticas de nuestro país.

El lector, con cuya amistad cuento en mi humilde posición de leal na-rrador de cuanto he visto, conocerá cuáles han sido los motivos que me han llevado a jugar un rol activo en los sucesos, lo que si bien nada importa con relación a mi falta de personalidad política, interesa para que pueda darme el crédito que la honradez y la independencia de mi palabra merecen.

II eL doctor don adoLfo aLsIna

El doctor Alsina ha sido juzgado con severo criterio por la opinión públi-ca que lo obligó a retirar su nombre de la lista de pretendientes a la primera magistratura.

Es hombre inteligente, pero sin ilustración de ningún género. Posee ideas y nociones vagas sobre ciencias sociales que ha adquirido por su contacto frecuente con los hombres ilustrados del país, entre los que ha vivido ya como caudillo electoral, ya como representante, ya como magistrado.

Carece de voluntad para consagrarse al estudio, y dada la inmensa agita-ción de su vida, siempre llena de deseos de mando, cualquier especie que sea; no dispone tampoco de tiempo para hacerse un hombre de saber…

La prueba de esto la hallaríamos en una larga serie de hechos que le son propios, de los que citaremos sólo uno para no ser fatigosos al lector. Es doctor en jurisprudencia pero no es abogado.

La prenda brillante del doctor Alsina, el talismán que lo ha llevado a flotar en las superficies oficiales; la faz característica de su persona es la audacia con que se dedica al servicio de sus ambiciones sin límites. La audacia sin energía no podría darle jamás provechosos resultados. De esta suerte todos los progresos del doctor Alsina en su carrera pública se presentan con ropaje

36 Había también, aunque insignificantes, afectos a las candidaturas de los doctores don Manuel Quintana y don Carlos Tejedor.

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nada simpático al ojo de los verdaderos patriotas, porque llevan el sello de la imposición.

Dotado de un carácter especial, ha sabido rodearse de elementos de ac-ción, que dispensándole una adoración extraordinaria, escuchaban su voz y obedecían sus gestos como mandatos de un supremo poder.

La gente de acción es exigente en todas partes del mundo. Ella ofrece todo hasta su sangre, y la derrama, pero vuelve por la recompensa y entonces todo es poco para satisfacerla.

De ahí que el doctor Alsina se vea siempre asediado por una multitud de gente sin patriotismo, a la que ha dedicado y dedica una protección y afecto especiales, con exclusión de una gran mayoría de los hombres ilustrados que lo han acompañado aun en medio de sus imborrables faltas.

La verdad de mi apreciación se encuentra prácticamente traducida en el gobierno y en la prensa, con muy escasas excepciones.

Mirad a la Legislatura. ¿Qué veis? Allí no están las fuerzas vivas de la provincia, ni las brillantes inteligencias que la honran, ni los hombres que han realizado sacrificios culminantes por la causa de la patria.

Leed la prensa alsinista y la hallaréis personal, descomedida, sin criterio y falta de unidad. En una palabra, es un pálido lienzo en el que muchos pinceles trazan rasgos que profanan el arte: pinceladas de amigos del doctor Alsina y no de patriotas ilustrados.

Es que, con una que otra excepción, la inteligencia y la ciencia no han sido llamadas a dirigirla y darle brillo.

De esta observación deducimos también que el doctor Alsina es absoluto en sus opiniones. Las contradicciones lo irritan y si alguna vez ha cedido, sin duda lo haría abrumado por el odioso peso de una gran necesidad.

Como hombre de parlamento el doctor Alsina nunca nos ha deslumbrado. Sus discursos son fogosos como su carácter, sonoros como su voz, sin fondo científico, como su cabeza, llenos de rasgos de audacia pero sin novedad, sin chispa literaria suficiente para suplir la falta de sus conocimientos. Sus pala-bras son vulgares como sus figuras.

El doctor Alsina habla a los sentidos y al corazón de los que se exaltan al escuchar voces sonoras, pero no a la razón que busca la luz entre las dudas, ni a la inteligencia que necesita la calma para apreciar.

Ha sido y es un hombre de acción con pretensiones de hombre de estado. Un caudillo de ciudad con aspiraciones a mandarlo todo en nombre del pueblo, cuya voluntad y favores nunca ha obtenido.

Ha afirmado siempre que se sacrifica por el pueblo y es al contrario éste el que sufre por él.

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Resuelto a no detenerse en medios, le bastan veinte hombres disciplinados para decir que lo rodean las simpatías públicas.

Dueño de los destinos públicos los distribuye entre aquellos de sus adhe-rentes que más sumisos y decididos se han manifestado, con exclusión de la idoneidad y aun de los viejos servidores.

Tales son las faces que hemos considerado principales en el hombre que se presentaba con todos los elementos oficiales a disputar la presidencia de la República.

Con los elementos oficiales, hemos dicho, y seremos más explícitos. Uno de los actuales ministros del doctor Avellaneda recelaba en época no lejana de que el doctor Alsina fuese una calamidad pública y escribía así en las páginas de un diario de gran circulación37:

Los elementos oficiales

En la administración provincial, casi todos los elementos son alsinistas.Con excepción del gobernador y sus ministros, que por su propia dignidad

se han abstenido hasta hoy de manifestar simpatías electorales, la mayor parte de los demás empleados son alsinistas y se conservan en sus empleos hasta contra las indicaciones de la opinión que les viene sugiriendo el deber de dejar sus puestos elevados y de confianza para que puedan trabajar con más libertad a favor de su candidato.

Con esta composición, por más prescindente que quieran ser el gober-nador y sus ministros, todos los nombramientos responderán a la referida candidatura más tarde o más temprano, y entonces quien no sea un iluso dará crédito a las protestas de imparcialidad que afectan guardar hasta hoy el go-bernador y sus ministros.

En la administración nacional, la candidatura del doctor Alsina tiene casi todos los empleados del Ministerio de la Guerra, razón por la cual la opinión increpa al mismo ministro favorecer dichos trabajos en la medida que proyecta con motivo de la guerra de Entre Ríos.

Tenemos entonces que la candidatura que se dice virgen y nacida sólo de las corrientes populares, dispone de casi todos los elementos oficiales de la provincia y los dirige desde puestos elevados, y una de las reparticiones na-cionales cuenta también con sus empleados haciendo reflejar sobre el ministro igual participación.

37 La Prensa del 10 de mayo de 1873, Nº 1033.

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Felizmente nos alimenta todavía la esperanza de que los altos funciona-rios dignos resistirían a hacer el papel de agentes de tales trabajos electorales desde su bufete, porque esto sería no sólo renegar de todos los antecedentes de imparcialidad de que han dado pruebas las anteriores administraciones sino convertir el poder en instrumento dócil de vulgares ambiciones.

Pero no se diga que no se dispone de elementos oficiales, porque el pueblo sabe el valor que tiene esta frase en los órganos de la candidatura del doctor Alsina.

Si no dispone de más elementos oficiales, es porque éstos no son extraños a la esperanza de éxito y nadie quiere aventurar compromisos a favor de una ilusión calurosa, pero siempre ilusión.

Pero es que tampoco cuenta la referida candidatura con elementos popu-lares.

¿Dónde están esos elementos?Hasta ahora no los ha revistado ni ostentado fuera de Buenos Aires, donde

un partido fuerte y organizado le disputa el triunfo con iguales posibilidades, por lo menos.

Fuera de Buenos Aires, la candidatura del doctor Alsina, a pesar de estar en activa circulación hace seis meses, no ha levantado su voz sino en un cír-culo diminuto en el Rosario, en una reunión de imprenta en Córdoba y entre los partidarios de López Jordán38.

Hasta aquí el artículo de La Prensa.Este escritor decía la verdad, aunque después se echó en brazos de ese a

quien negaba popularidad y atribuía todos los elementos oficiales.Los que aspirábamos a ganar absolutamente nada en la lucha electoral;

los que no estábamos ligados a ningún partido ni separados de otros por las tradiciones políticas; los que hacíamos nuestra entrada a la vida civil en esta jornada, no podíamos afiliarnos al doctor Alsina porque en su candidatura, sostenida hasta por turbas armadas de puñal, no veíamos más que amenazas y serios peligros para el porvenir de la República.

* * *

38 El artículo fue recortado y pegado por Zeballos entre párrafos manuscritos.

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eL generaL don BartoLomé mItre

La candidatura del general Mitre era verdaderamente seria porque mar-chando por diferente sendero, despreciaba las armas y la matanza como me-dios para alcanzar la victoria.

Tenía en sus fieles valiosos elementos populares, pero entre ellos se des-prendían ciertas figuras de aspecto desconsolador.

Ellas daban al partido un carácter personal que en vano se esforzaban en desvanecer la inmensa mayoría de los elementos populares que la apoyaban.

A esta circunstancia, y a la de que el general Mitre había merecido ya de su pueblo todas las distinciones y ocupaciones de más alta trascendencia que pudiera alcanzar hombre alguno, atribuimos el hecho de que se alejasen de su candidatura numerosos elementos nuevos o independientes, entre los que yo también esperaba con ansiedad la formación de un gran partido popular y sin sombras de personalidad.

Por lo demás, el general Mitre, poeta, literato, historiador, ha sido juzgado por el distinguido crítico doctor don Pedro Goyena39 en estos términos: “El general Mitre es un orador culto, ilustrado, profundamente conocedor de las cosas y de los hombres de su país, y si a estas dotes se agregan sus anteceden-tes políticos, su vida entera consagrada al servicio de la patria en la prensa, en los parlamentos, en el campo de batalla, en el gobierno, es natural que se escuchen siempre respetuosamente sus discursos y se medite con atención lo que dice. Es un verdadero senador, aunque no tenga canas todavía, porque representa la prudencia, la práctica de los negocios, la vasta ilustración y esa alta imparcialidad que sabe colocarse sobre las afecciones personales y las pasiones del momento para dar consejos sensatos en medio de las luchas ardorosas y las situaciones difíciles”.

* * *

eL doctor don nIcoLÁs aveLLaneda

Con razón se le llamaba un hombre nuevo.Su vida había dejado rastros luminosos como los bólidos que inflaman

surcos en las regiones de los cielos.Ministro laborioso, abogado prudente, escritor chispeante, fue desde la

cátedra en que ejercitó su palabra largo tiempo, un hombre de porvenir.

39 “El Congreso Argentino de 1870”, en Revista Argentina, tomo VII, Buenos Aires, Imprenta Americana, 1870, p. 443.

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El doctor Avellaneda unía a su talento una vasta erudición de la que hacía gala y de la cual se apoderaba para dar a sus palabras los resplandores sorpren-dentes de la literatura y de la historia.

Dotado de extraordinarias facultades asimilativas y de rica fantasía, al día siguiente de leer un libro lo oíais reflejarlo con brillantes matices y giros profusamente arrancados a su cabeza, dispuestos con arte y dichos con esa entonación incisiva característica a su voz.

Es uno de los oradores que como los focos de la luz eléctrica tienen el poder de deslumbrar a las muchedumbres sin inspirarles el respeto que des-pierta la majestad del doctor Rawson o la solemnidad del general Mitre o los arrebatos del doctor [Manuel] Quintana, porque el doctor Avellaneda inundaba a sus discursos de más ternura que energía.

Gran amigo de Sarmiento, le gustaba compartir las originales opiniones de este viejo soldado de la prensa y del gobierno en que tantos males ha hecho, en medio de escasos beneficios.

Hombre de pasiones violentas y ambiciones impetuosas ha llegado alguna vez hasta poner en duda el talento de sus ilustres competidores políticos.

Débil y temeroso de la censura, siempre se le oía repetir que el hecho local de un diario escrito con decencia producía más efecto que un editorial. Vanidoso y amigo de leer los elogios que le hacen, especialmente los diarios extranjeros, se irrita con facilidad ante el ataque.

El doctor Avellaneda era capaz de un buen resultado rodeado de círculos honrados y de hombres nuevos como él, y pudo aleccionarnos a los que, como yo, preferían verse en absoluta minoría, pero entre elementos puros del pueblo sin reflejos personales ni violentos.

Censurábase el doctor Avellaneda de ser candidato oficial, pero demos-traba perfectamente que el Ejército y los elementos pertenecían al doctor Alsina40.

Que hubiese trabajado en la instrucción pública por interés de su can-didatura era perdonable porque la había hecho progresar hasta el punto de aumentar en cinco mil alumnos los que frecuentaban pocos años antes los colegios nacionales.

Combatía la candidatura Alsina con más vigor que la del general Mitre, porque los elementos de ésta le inspiraban más respeto.

La alianza con el doctor Alsina fue muchas veces tratada por vía de pa-satiempo, y muchas veces censurada con calor41.

40 Llamada sin desarrollar en el original.41 Llamada sin desarrollar.

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¡Hubo quien dijo que se vestiría de luto si él la realizase y quien se com-prometió a cortarse la mano antes que pactarla!... Sólo queda la vergüenza para los que la ambición o la debilidad arrastraron a faltar a esos compromisos.

La alianza vino en un momento funesto para el doctor Avellaneda.Los elementos malos se abrazaron con él y los buenos patriotas se retira-

ron protestando al seno del hogar.Profundamente desencantado rompí mi boleta de inscripción y contemplé

dolorido desde el fondo de mi retiro el cuadro doloroso que ofrecían las turbas oficiales y las tropas de línea obligadas a avasallar al pueblo en el día solemne destinado al sagrado y libre ejercicio del sufragio.

El descaro con que Avellaneda y Alsina han procedido para servir a sus ambiciones malditas, ha perdido al primero, que como hombre débil se apoya en las armas, y ha afianzado la opinión que del segundo se había formado la mayoría del pueblo que lo derrotó espléndidamente en sus aspiraciones a la Presidencia, reduciéndole al humilde papel de ministro del candidato que más había despreciado y quien conociéndolo bien, lo ha destinado a un puesto de acción.

Sólo un documento, que el pueblo no conoce, basta para demostrar hasta qué punto llegaba la audacia de los que acababan de abrazarse para declarar la guerra a la Constitución y a la soberanía popular, apoyados por Sarmiento, presidente de la República.

Helo aquí:El redactor de La Prensa, ya citado, escribía en el número del 29 de no-

viembre de 1873:

Agrupaciones caprichosas

Nuestros amigos de las demás provincias saben lo mismo: que no hay alianza posible mientras se lucha, porque no hay alianza fecunda sino en caso de enervación y de muerte.

Y ningún partido es tan indiscreto para decretar su propia muerte. Nin-guno tampoco hace cosas inútiles. La alianza entre las candidaturas de Ave-llaneda y Alsina es entonces una afirmación sin base.

Un agrupamiento caprichoso de imposiciones que no asustan a nadie ni a nadie persuaden de su seriedad.

Conviene no aceptar ni con el silencio insinuaciones que a la distancia pudieran convertirse al menos en creencias.

Estanislao S. Zeballos

MIGUEL ÁNGEL DE MARCO

estudIos y

reseñas BIBLIogrÁfIcas

Las gestiones de paz de la Corte Suprema de Justicia durante la “revolución” del ochenta

(Con motivo de un reciente libro de la historiadora Hilda Sábato sobre los sucesos de 1880)1

eduardo martIré Presidente de la Academia Nacional de la Historia

[email protected]

Hilda Sábato nos brinda un excelente trabajo sobre la violencia en la histo-ria política argentina, esta vez centrado en la “revolución” de 1880 que terminó con la disputa sobre la capital federal en Buenos Aires y decidió la asunción del general Julio Argentino Roca a la presidencia de la nación.

En una breve introducción (menos de 20 páginas), nueve capítulos y un epílogo, la autora nos muestra una vez más su calidad profesional y su rigu-rosa labor científica. Si bien apoya su texto en las obras clásicas de Bartolomé Galíndez (Historia Política Argentina. La Revolución del 80), Felipe Yofré (El Congreso de Belgrano) o en los relatos conocidos de los propios actores como Carlos Tejedor, Nicolás Avellaneda, Sarmiento, Roca, Juan Bautista Alberdi, Bartolomé Mitre, o los de los militares comprometidos en la lucha, partes de campañas, informaciones oficiales u oficiosas, lo cierto es que todo ello va acompañado de una minuciosa investigación en nuevas fuentes halladas en fondos documentales poco expurgados y sobre todo en la lectura inteligente del periodismo porteño, especie de gran espectador, en general enrolado en alguno de los bandos y partidos comprometidos en la suerte de la contienda, y a veces –no muchas– con arrestos de objetividad. Entre ellos no ha dejado pasar Sábato a los infaltables periódicos extranjeros, que tan bien han acompa-ñado los relatos de los periodistas vernáculos, no en vano el alud inmigratorio ya había comenzado a dar sus frutos.

Escrito con lenguaje claro y elegante, ceñido el texto a la referencia in-faltable a la fuente utilizada, sin por ello caer en un “datismo” fastidioso y

1 HILda sÁBato, Buenos Aires en armas. La revolución de 1880, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 333 páginas.

Temas de HisToria argenTina y americana, XIV (enero-Junio de 2009) pp. 245-254.

248 EDUARDO MARTIRÉ

torpe, el libro que ha dado motivo a este comentario se convierte en una obra atractiva, se deja leer de un solo golpe, y por ello no deja de ser un aporte fun-damental en el conocimiento de uno de los sucesos políticos más importantes y crueles de la historia política argentina.

El relato de lo ocurrido en el ochenta le permite a Hilda Sábato tratar el fenómeno de la violencia, juzgada en ocasiones como endémica en las sociedades latinoamericanas y que, nos dice la autora, se la ha atribuido o bien a tendencias atávicas de estos pueblos a una violencia sin freno, o bien, “de manera algo tautológica”, a explicarla como resistencias de una sociedad tradicional a los inevitables procesos de modernización. Últimamente, sin embargo, se han ensayado otras razones. En el supuesto del ochenta, sostiene que el enfrentamiento se da entre el afianzamiento de una nación estructurada por una elite con base en Buenos Aires pero que no es capaz de consolidar su poder, que acaba perdiéndolo en manos del interior. Cuando en 1880, dice la autora, “la decadencia de aquella elite se vio ratificada con la derrota en la elección presidencial, los perdedores emprendieron ‘el camino de la resistencia armada’, camino sin salida que terminaría por confirmar su ocaso”. Sin em-bargo acierta al plantearse que esta explicación no alcanza para entender las verdaderas razones de un enfrentamiento armado de tamaña envergadura y proporciones, donde argentinos de uno y otro bando se despedazan sin piedad, protagonizado por personas de una misma cultura, de una misma jerarquía social, de similar educación, seguidos por una masa que se enrola tras ellos, sin reservas y sin condicionamientos. Luchan hasta morir para que su círculo asuma el poder, que otros (los ocasionales enemigos de hoy) quieren arreba-tarle sin derecho.

Creemos que muchas causas se amontonan en este, como en otros enfren-tamientos de esa época (por ejemplo 1859, 1874, 1880, 1890) y podemos seguir la serie hasta que “la revolución por los comicios” pareció cerrarla. Pero no fue así. Aquella generación brillante, constructora, culta y cosmopolita, fue paradigma de una sociedad que nacía a la opulencia y a la cultura universal, que se incorporaba al trepidante mundo moderno, a veces sin defensas su-ficientes y sin experiencia, otras con pocas precauciones o con una ligereza moral reprochable. La larga siesta a que la había sometido una dictadura que no parecía acabarse estalló de pronto cuando ese mundo exterior, entrevisto por las hendijas de una cortina demasiado espesa, la atrapó para siempre.

La violencia fue entonces un elemento insoslayable para que triunfara una nueva forma de vida, enrolada en un progreso que abatía cualquier otra condi-ción. Cuando los remezones de la siesta se acabaron, la “paz y administración” de Roca y sus partidarios llevaron a la Argentina a sentarse por derecho propio

249LAS GESTIONES DE PAZ DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA...

entre los grandes de la tierra, a los que aportó sus propias creaciones –argen-tinas– en la literatura, en el arte, en el derecho, en la ciencia.

Dice Hilda Sábato que la Argentina no fue ni menos ni más violenta que otros rincones del mundo. De acuerdo, pero la violencia del ochenta tiene partida de nacimiento propia, con raíces anteriores y frutos posteriores. Basta leer el interesante epílogo de la misma autora para confirmarlo.

Quiero antes de reiterar mi elogio por una obra tan importante, puntuali-zar que en ella no se ha resaltado lo suficiente el papel que la Corte Suprema de Justicia de la Nación tuvo en los intentos de alcanzar una conciliación que alejara el enfrentamiento armado, al parecer inevitable. La autora, a pesar de haber relatado, casi diríamos que minuciosamente, los intentos de pacifica-ción habidos antes y durante los sucesos de que se ocupa, no se ha detenido lo bastante en esa gestión, juzgada en su momento muy importante, en la que muchos esperaban encontrar los frutos de paz anhelados. Tampoco del signifi-cado que se dio entonces al hecho de que la Corte no acompañara al presidente Avellaneda a Belgrano.

Para salvar esa omisión he compuesto esta nota. Acerquemos por tanto la lente a la actuación del más alto tribunal de la República en aquellos azarosos días.

El diario La Prensa del 15 de mayo de 1880 da cuenta que en antesalas de la Cámara de Diputados se propone, entre varios caminos para alcanzar una solución pacífica al enfrentamiento, someterlo a la Corte “para que emita su juicio al respecto, con el compromiso de acatarlo con el voto”. Pero esta primera noticia de llevar a la Corte el problema parece tomar mayor fuerza cuando la situación se tensa y las otras tentativas de conciliar a los bandos en pugna fracasan.

Por lo demás, los acontecimientos se precipitan y el clima de violencia contra el Gobierno Nacional llega a tal extremo que el presidente Avellaneda decide declarar en rebeldía al Gobierno Provincial y trasladarse a la Chacarita donde concentra fuerzas nacionales. Ese mismo día 4 de junio dicta un de-creto por el que designa al pueblo de Belgrano, fuera del ejido porteño, como sede de las autoridades nacionales, y lo comunica al Congreso y a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Al día siguiente la casi totalidad del Senado se traslada a Belgrano (aunque no lo hace su presidente, Mariano Acosta). La Cámara de Diputados se divide y una parte de los diputados sigue al Senado, en tanto otra se queda en Buenos Aires. La Corte guarda silencio y mantiene su residencia en Buenos Aires.

La Cámara de Diputados, ese mismo día 4, se reúne en minoría en la ciu-dad de Buenos Aires, con 42 miembros. El diputado correntino Rivera propone que se traiga por la fuerza a los diputados faltantes, a lo que se opone el dipu-

250 EDUARDO MARTIRÉ

tado por La Rioja Adolfo E. Dávila, invocando las gestiones de paz que han emprendido los miembros de la Corte, y así lo anuncia el diario La Prensa en su edición del día siguiente. La Nación, por su parte, afiliada al sector tejedo-rista, publica una proclama del gobernador ese mismo día, en la que impugna el traslado del Gobierno Nacional. Sostiene que el Gobierno Provincial respeta como corresponde a las autoridades nacionales, por lo que ofrece al presidente volver al recinto porteño, donde –dice– se ha quedado la Corte Suprema y el Congreso de la Nación. Como se ve, la presencia de parte del Congreso y sobre todo de la Corte era esgrimido en el diario de Mitre como un reconocimiento a la justicia de la posición de Tejedor.

El recurso a la Corte vuelve a ser invocado como solución. Esta vez El Nacional, que responde a Sarmiento, publica ese mismo 4 de junio un artículo en su primera plana que titula “La cuestión legal”, en donde pide se someta al alto tribunal la cuestión planteada. Para ello debería demandarse al Gobierno de la Provincia ante la Corte, a fin de que ésta decida “si habrían sido atacados los derechos de la provincia, si sus libertades habían hecho necesario la garan-tía de su fuerza, si sería un caso de propia y legítima defensa de los derechos consagrados por la Constitución Nacional o simplemente un acto violento de sedición injustificable sujeto a pena”.

Se sabe que el presidente de la Corte, José Benjamín Gorostiaga2, ha re-unido en su casa a distinguidas personalidades, como Félix Frías, Alberdi, Sar-miento, Mitre y muchos otros, a fin de aunar voluntades en busca de la paz.

El silencio guardado por el tribunal y su permanencia en Buenos Aires daba pábulo a todo tipo de rumores y comentarios. Por ello el diputado Dávila desde La Prensa, el 6 de junio sale al encuentro de esos rumores:

Hoy se llevan los ojos a la Corte Federal para entregarle la ardua tarea de la normalización, pero al mismo tiempo las gentes políticas cuentan con los de-dos de antemano, el número de votos que habría en un sentido y otro, según la filiación política de sus miembros. Esto y echar por tierra el mismo juez que se busca, es la misma cosa. […] ¿Qué poder moral restará a la Corte de Justicia Federal, si antes de reunirse, antes de sometérsele la controversia siquiera, ya se anticipan y previenen sus fallos y se crean situaciones futuras sobre esas bases… Si de buena fe se piensa en la Corte Federal como recurso salvador, rodéesela con toda la majestad de su poder moral, en vez de degradarla para inutilizar de antemano su fallo para el bien.

2 Integraban la Corte, además de su presidente José Benjamín Gorostiaga, José Domín-guez, Saturnino M. Laspiur, Onésimo Leguizamón y Uladislao Frías. La Procuración General de la Nación la ejercía Eduardo Costa.

251LAS GESTIONES DE PAZ DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA...

El diario anuncia por su parte en esa misma edición que la Corte no ha tomado ninguna resolución acerca del traslado del Gobierno Nacional a Belgrano. Celebró una reunión el día 5 a la una de la tarde y decidió volver a hacerlo a las nueve de la noche. Parece no querer pronunciarse hasta conocer el resultado de algunos resortes conciliatorios puestos en juego para recién entonces hacerlo, en tanto afirma el periódico que “carece de fundamento la noticia dada por algunos diarios, de que la Corte Suprema y Juzgados Federa-les, habían resuelto no concurrir a Belgrano”.

El sector tejedorista parecía fiarse de que la Corte se pondría de su lado, interpretaba que su residencia en la ciudad así lo indicaba. En La Tribuna, que respondía a esa postura política, se publicaba el día 6 un vehemente artículo considerando al alto tribunal la salvación de la grave situación planteada:

La Corte Suprema, el Poder Judicial ¿no será entre los argentinos la salvación de la Constitución y la Patria, como lo fue en los Estados Unidos de América? ¡Oh! Sí, esperémoslo. La Corte Suprema tiene en sus manos la suerte del país, levántese muy alto y que todos la oigan. Ella, ella sola por la Constitución tiene el derecho y el deber de decir la última palabra. Ella es el “paladium” de las libertades públicas, levántelas en alto, sálvelas. Basta su resolución o acuerdo, declarando que el Presidente de la República no puede ejercer la funciones de tal, donde se halla, para que todo vuelva a su quicio. Ningún poder, ningún hombre de la República está arriba de la Corte Suprema. Salve al Senado de la inconstitucionalidad en que se ha colocado, salve al Poder Ejecutivo, salve a la patria. Su resolución de no trasladarse a Belgrano porque el Presidente no tiene facultad para dictar el decreto que “lo manda”, es el principio de lo que vendrá enseguida […].

La Corte no dormía, deseaba la paz y actuaba en ese sentido. El día 6 a las 10 de la noche sus miembros celebraron acuerdo y anunciaron al presidente Avellaneda que lo visitarían en su nueva sede. El doctor Leguizamón por su parte se entrevistaba con Tejedor. A las diez de la mañana del día siguiente la Corte en pleno se traslada a la Chacarita para conferenciar con Avellaneda. El diario El Nacional, del día 7, anunciaba que la Corte llevaba muy importantes propuestas y que no sería difícil que esos señores propusieran a Tejedor y Avellaneda a que “sometan a un fallo la cuestión electoral”.

El sector tejedorista seguía insistiendo en que el hecho de que la Corte permaneciera en Buenos Aires, era un signo evidente de estar de su lado y de considerar inconstitucional el traslado del Gobierno Nacional a Belgrano por Decreto del Poder Ejecutivo. Así lo afirmaba La Tribuna el día 7 y el diario de Mitre lo había anunciado en su edición del día anterior: la Corte “parece

252 EDUARDO MARTIRÉ

que no saldrá de la Ciudad de Buenos Aires, por entender que esta Capital, y no otro sitio, es el lugar señalado para la residencia de las autoridades que constituyen el Gobierno de la Nación”.

A pesar de la reunión del alto tribunal con el presidente, que duró dos ho-ras, según afirmaba El Nacional en su edición del 7 de junio, nada pudo lograr-se, pues faltaba la opinión del General Roca, sin la cual era imposible cualquier solución. Por lo tanto se comisionó a uno de sus miembros, el doctor Onésimo Leguizamón, para que se trasladase a Rosario donde se encontraba Roca, a fin de hacerle conocer que era opinión general que sólo su renuncia a la candida-tura presidencial podía zanjar la difícil situación. El ministro partió el día 7 con una nota de la Corte que firmaban todos sus miembros, que decía así:

La Suprema Corte de Justicia de la Nación, profundamente afectada por la situación que en estos momentos se encuentra la República, ante el peligro inminente de una guerra civil desastrosa, ha considerado constituirse en Comisión de Paz y asociarse en este carácter a los votos y los esfuerzos de los que aman la tranquilidad y el orden público, para evitar la desgracia y el oprobio de una calamidad semejante. Penetrada de que del señor General Roca depende en gran parte la realización de su propósito, ha resuelto comisionar a uno de sus Ministros, el doctor Don O. Leguizamón, para que se traslade a esa Ciudad y conferencie con el señor General, con el fin de buscar medios prácticos que conduzcan a una solución satisfactoria y honorable. Los abajo firmados ruegan al señor General que dé crédito al doctor Leguizamón en todo lo que le manifiesta a nombre de la Suprema Corte. Y contando desde ya con las mejores disposiciones de parte del señor Presidente de la República y del señor Gobernador de esta Provincia, confían que el reconocido patriotismo del señor General sabrá poner arriba de toda otra consideración el bien y el honor de la Patria3.

Asegura el infaltable Galíndez que acompañaron en su viaje a Rosario, como “comisión ad-hoc”, Félix Frías y Saturnino Unzué, por el Comité de la Paz, el diputado Achával y el ministro del Gobierno Nacional, doctor Goyena, además de otras personalidades4. Sarmiento, si bien no fue de la partida, se trasladó ese mismo día a Belgrano, “a recibir órdenes del señor Presidente”, en el preciso momento que también llegaba Avellaneda desde la Chacarita para instalarse en el Hotel Watson, según lo publicó La Prensa del día siguiente (8

3 arcHIvo generaL de La nacIón, Manuscritos de la Biblioteca Nacional, Leg. 707, Do-cumento nº 14066.

4 BartoLomé gaLíndez, Historia Política Argentina. La Revolución del 80, Buenos Aires, 1945, pp. 280-281.

253LAS GESTIONES DE PAZ DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA...

de junio de 1880). La misión Leguizamón se prolongó hasta el día 13, en que vuelto el comisionado a Buenos Aires se reunió con los demás ministros de la Corte en casa de Gorostiaga. Había fracasado. En una bien estudiada carta que envió Roca a Leguizamón y que éste llevó a sus pares (Galíndez la ha tras-cripto íntegramente en su clásico estudio sobre el ochenta5, lo que me exime de hacerlo aquí), el General se negaba a renunciar a una candidatura que no le pertenecía ya, pues su triunfo electoral era un hecho indiscutido en todo el país, salvando las provincias de Buenos Aires y Corrientes. Sostenía que la cuestión electoral debía tener su solución independientemente de la cuestión suscitada por el alzamiento del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, y que no habiendo sido él mismo el responsable de tales sucesos, mal podía con su renuncia solucionar el conflicto.

Concluía con este párrafo:

[…] he oído, lo repito, con la atención que se merece al representante de tan alto cuerpo del Estado y le he manifestado los motivos poderosos que me obligan a o diferir por ahora a la exigencia que se me hace de eliminar mi nombre de la elección que tendrá lugar dentro de dos días, en la seguridad de que una solución tomada en estas circunstancias, producirá el caos en la Re-pública con la disolución del partido político que me ha honrado poniéndome a su frente. Confío que el doctor Leguizamón trasmitirá a la Suprema Corte estos motivos […].

La estrategia de los hombres de Buenos Aires, seguidores de su gober-nador-candidato era evidente. Unían ambas cuestiones, la electoral –en que perdían irremisiblemente, pues Buenos Aires y Corrientes no podían solas sostener un gobierno nacional–, con el enfrentamiento armado de las hues-tes porteñas contra el gobierno de Avellaneda, que ellos habían promovido y mantenían aguerridamente. Querían cohonestar su sublevación flagrante, con el argumento de que habría un fraude futuro que les impediría poner a su gobernador, el intransigente Tejedor, en el sillón de Rivadavia. Roca, al que no en vano se lo apodaba “el zorro”, no iba a caer en la trampa, en la que por uno o varios motivos parecían caer los notables porteños o aporteñados, o su gran mayoría, a punto tal que en general todas las gestiones de paz, aún las del más alto tribunal de la República, se encaminaban en ese sentido: la renuncia de los candidatos Roca y Tejedor y buscar una figura de transacción. Solu-ción que por lo simple demostraba ya su inviabilidad, pues beneficiaba sólo a

5 gaLíndez, op. cit., p. 282, nota 1. En el AGN se encuentra en los Manuscritos de la Biblioteca Nacional, Leg. 707, Documento Nº 14069.

254 EDUARDO MARTIRÉ

Buenos Aires y su gente, en tanto burlaba al resto de la nación, que apoyaba sin disimulos al General. La célebre “liga de gobernadores” que denunciara Sarmiento era una realidad omnipresente y ellos y sus pueblos ungirían al ilustre tucumano como sucesor de Avellaneda, a pesar de los porteños, que ya por entonces habían perdido el manejo de la nación desde el puerto6.

La Corte dio por concluidas sus gestiones; “ni se reúne”, decía el diario de Sarmiento (El Nacional, 18 de junio).

La temida guerra civil entre hermanos había estallado ya. De lo que habla con precisión Hilda Sábato en su libro. Poco más puede decirse de esa contien-da que no esté allí recogido.

La Corte siguió en Buenos Aires hasta la finalización de la lucha arma-da. Triunfante el Gobierno Nacional, convino con Avellaneda mantenerse en Buenos Aires y no abrir sus puertas. El presidente así se lo pidió, ante la posibilidad de graves situaciones. “Pienso que no deben proceder a la reaper-tura de la Corte, sin allanar antes dificultades, las habrá y muchas de parte del Congreso. Después de haber estado aquí los doctores Domínguez y (Uladislao) Frías he hablado con Ministros, Senadores y Diputados y todos ellos me han hecho gravísimas representaciones”7.

Todavía restaba un último acto a la dramática situación en que había quedado el alto tribunal. Se gestaba en el Congreso a instancias de Roca, la liquidación definitiva del conflicto Buenos Aires-Nación con la federalización de la Ciudad capital de la provincia rebelde. Por ley 1025 se disponía que las autoridades “que ejercen el Gobierno Federal continuarán residiendo en el pueblo de Belgrano”, hasta tanto se dictara la ley de capital permanente de la República. La Corte no había residido nunca en Belgrano, no podía por tanto “continuar” residiendo allí.

Conocemos la perplejidad del tribunal ante esta disposición, puesta de manifiesto en nota del presidente Gorostiaga alpresidente Avellaneda. Allí se decía que luego de la conversación mantenida por ambos el 27 de agosto, la Corte había resuelto reabrir sus puertas y reiniciar sus altas funciones:

que fueron suspendidas a consecuencia del estado de guerra en que se ha encontrado la Provincia. Al adoptar esta resolución que no podía postergarse por más tiempo, sin grave perjuicio de los intereses públicos, la Corte abriga sin embargo la duda de si ella se halla o no comprendida en la ley que dispone

6 He tratado el tema del predominio porteño, aún derrotadas sus fuerzas, después de Cepeda (23 de octubre de 1859), en “La política porteña en 1860. El triunfo tras la derrota”, en Anuario de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, Buenos Aires, 1994.

7 AGN, Manuscritos de la Biblioteca Nacional, Leg.706, Documento nº 13989.

255LAS GESTIONES DE PAZ DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA...

que las autoridades que ejercen el gobierno federal continuarían residiendo en el pueblo de Belgrano, mientras se dicta la ley de Capital permanente de la República; y pide a V. E. que en caso de que el Poder Ejecutivo sintiese igual perplejidad que la Corte, se sirva solicitar al Honorable Congreso de la Nación una declaración que fije la verdadera inteligencia que debe darse a la ley sobre ese punto8.

No fue necesario, pues el 21 de septiembre el Congreso daba sanción legal al proyecto del Poder Ejecutivo declarando capital de la República, con la reserva del art. 8º de esa misma ley, al municipio de la ciudad de Buenos Aires. El art. 8º se refería al requisito del art. 3º de la Constitución Nacional que exigía que la Legislatura o las Legislaturas provinciales, debían ceder el territorio que hubiese de federalizarse (según la reforma del texto constitucio-nal sancionada en 1860, a instancias de la misma Buenos Aires, luego de la batalla de Cepeda). El 6 de diciembre de 1880 la Legislatura provincial cedió el territorio, que así quedó federalizado.

Su actuación fue juzgada severamente en los círculos roquistas. El dipu-tado riojano Dávila, el mismo que en varias ocasiones había esperado que la Corte encontrara una solución de paz al conflicto, el mismo que había negado autorización a la Cámara para traer por la fuerza a Buenos Aires a los dipu-tados roquistas que habían acompañado a Avellaneda a Belgrano, por estar la Corte en tratativas de entendimiento entre los bandos en pugna, le dirigió duros reproches desde La Prensa en su edición de 29 de junio. No sólo trató a sus miembros de cobardes, sino que los acusó de ser principales causantes de la guerra civil, con su silencio cómplice. “Está muda como una piedra. Mien-tras la Nación se desangra y el Krupp suena sobre los suburbios de Buenos Aires, el más alto Tribunal de Justicia de la República no se ha acordado ni de la suspensión de los plazos judiciales en los Juzgados de su superintendencia. Teme hablar y se escuda en el silencio inexorable del cadáver. Aseméjase al zorro que se hace el muerto cuando el peligro gira a su alrededor”. Cierra su artículo con este duro comentario: “Conste en estas horas supremas, que la Corte Federal no ha ocupado su puesto en las gravísimas emergencias que envuelven a la patria”. Una caricatura de El Mosquito de 11 de julio parecía acompañar al duro criterio de Dávila. Hacía aparecer a los miembros del tri-bunal indiferentes o dormidos sobre el estrado, en tanto una figura de mujer, representando a la Patria, agonizaba a sus pies. Al pie del dibujo se lee: “Ha

8 arcHIvo de La corte suPrema de justIcIa, Notas y Oficios de Presidente (14 octubre 1863/12 julio 1881), fº 343.

256 EDUARDO MARTIRÉ

llamado la atención pública por su actitud tan patriótica la Corte Suprema mientras agonizaba nuestra querida patria.

En suma, no debe olvidarse al tratar los sucesos de 1880 de la actuación de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Su vocación pacífica tenía que chocar evidentemente con la posición del Gobierno Nacional de Avellaneda, cuando esa paz sólo se fiaba a la desaparición del candidato oficial, que por lo demás aparecía triunfando en el resto del país. En tanto la renuncia del can-didato porteño Carlos Tejedor, que se ofrecía como compensación, implicaba renunciar a una candidatura imposible9.

Pero este comentario no empece los méritos de la obra de Sábato que ya he resaltado y que son muchos. No es la primera vez que Hilda Sábato se ocupa de estos temas, siempre con solvencia.

9 Puede verse algo más acerca de la Corte en 1880 en un trabajo que publiqué en la revista Historia, que dirigía Raúl Molina (“La Corte Suprema de la Nación en los sucesos de 1880”, en Historia, Buenos Aires. nov.-dic. 1962, pp. 74-96), cuyos conceptos, en muchos casos, he reiterado en éste.

¿Una melodía que se repite? Las distintas perspectivas sobre la crisis de 1890

en la Argentina (A propósito del libro Desorden y Progreso de Pablo

Gerchunoff, Fernando Rocchi y Gastón Rossi)

aLejandro PaLacIos Universidad Católica Argentina

[email protected]

Desorden y Progreso1 es el resultado de una profunda y reflexiva inves-tigación que brinda nuevas perspectivas de análisis sobre uno de los aconte-cimientos más complejos y dramáticos de la historia económica argentina: la crisis de 1890. Sus autores provienen de la economía y la historia: Pablo Gerchunoff tiene una trayectoria de larga data en la investigación económica y la función pública, y Fernando Rocchi ha realizado aportes muy significa-tivos en los campos de la historia de empresas y del consumo a lo largo de su también extensa producción académica. Por otro lado, Gastón Rossi ha participado recientemente de la gestión de Martín Lousteau al frente la Secre-taría de Política Económica y todos ellos han realizado investigaciones en la Universidad Torcuato di Tella, de la cual los dos primeros mencionados son importantes referentes.

Este interesante libro realiza un recorrido por las políticas económicas de la Argentina entre 1870 y 1905 analizando pormenorizadamente los aconte-cimientos en torno a la crisis económica de 1890, la más importante del siglo XIX y una de las mayores de nuestra historia. Si bien la crisis del noventa ha sido un evento estudiado tempranamente2, durante bastante tiempo la histo-riografía intentó explicarla como el resultado de la corrupción e inmoralidad

1 gercHunoff, PaBLo, roccHI, fernando y rossI, gastón, Desorden y Progreso: las crisis económicas argentinas 1870-1905, Buenos Aires, Edhasa, 2008

2 terry, josé a., La crisis 1885-1892. Sistema Bancario, Buenos Aires, imprenta M. Biedma, 1893. WILLIams, joHn, Argentine Internacional Trade Ander Inconvertible Paper Money, 1880-1900, Cambridge, Harvard University Press, 1920.

Temas de HisToria argenTina y americana, XIV (enero-Junio de 2009) pp. 257-260.

258 ALEJANDRO PALACIOS

del gobierno de Miguel Juárez Celman3, que fue también la interpretación más difundida entre los contemporáneos y la que se plasmó en numerosas obras literarias4. Fueron más tarde los trabajos de Alec Ford, Roberto Cortés Conde y Timothy Duncan los que más contribuyeron a la comprensión del complejo esquema financiero que la precedió5 y la incidencia de la política juarista en la gestación de la crisis6. Más recientemente aún, Gerardo Della Paolera y Alan Taylor abordaron el tema con un análisis desde la perspectiva de la teo-ría económica moderna (muy cuantitativo por cierto), en el que subrayan las inconsistencias intertemporales de la política fiscal y monetaria implementada por Juárez Celman y explican la importancia del diseño institucional en la comprensión del estallido y posterior resolución del conflicto. Y también es necesario señalar los recientes aportes realizados por Susana Rato de Sambuc-cetti sobre el análisis del gasto público durante el período, que bien podrían haber enriquecido la bibliografía empleada7.

Desorden y Progreso tiene la particularidad de ir un paso más allá en el estudio del fenómeno incluyendo ahora en forma pormenorizada una variable a la que otros no prestaron quizá suficiente atención: las tensiones distributivas en torno a la estabilización política del país a fines del siglo XIX. Mientras que la presidencia de Roca consolidó el poder del Estado Nacional en una síntesis de equilibrio entre los poderío porteño y el resto de las provincias, para los autores fueron la política fiscal y la política monetaria los nuevos campos de batalla a donde se trasladaron las antiguas pujas entre el interior pobre y la rica Buenos Aires. La lucha por la hegemonía política después de Caseros se habría traducido en la década del ochenta en un conflicto por la captura de las fuentes de financiamiento externas e internas, sean éstas empréstitos, inver-sión directa, recursos fiscales o señoreaje. Y sería esta carrera anárquica por los recursos la que se zanjaría definitivamente con una crisis económica de

3 Si bien los trabajos de juan BaLestra (El Noventa, 1959) y roBerto etcHePareBorda (La Revolución argentina del ’90, 1966) realizan un abordaje principalmente político en el relato de las causas económicas de la crisis, abonan ampliamente la tesis moral.

4 Pueden mencionarse entre éstas a La Bolsa, de juLIÁn marteL y Quilito de carLos maría ocantos.

5 ford, aLec, Argentina and the Baring crisis of 1890, Oxford Economic Papers, Nº 2, Vol. 8, June 1956. cortes conde, roBerto, Dinero, Deuda y Crisis: Evolución fiscal y mon-etaria en la Argentina 1862-1890, Buenos Aires, Sudamericana, 1989.

6 duncan, tImotHy, “La Política Fiscal durante el Gobierno de Juárez Celman, 1886-1890. Una audaz estrategia financiera internacional”, en Desarrollo Económico,N° 89, Vol. XXIII, 1983, p. 21.

7 susana rato de samBucettI, “La evolución del gasto público en un período de crisis (1889-1895)”, en: Temas de Historia Argentina y Americana, Nº 1, Buenos Aires, Universidad Católica Argentina, 2002.

259¿UNA MELODíA QUE SE REPITE? LAS DISTINTAS PERSPECTIVAS SOBRE LA CRISIS DE 1890...

dimensiones colosales, en donde el empate inflacionario y la caída del sistema bancario dieron lugar a un período de ajuste y reestructuración en el cual el Estado Nacional impuso definitivamente su monopolio fiscal y monetario sobre el resto de las jurisdicciones.

El libro en sí está ordenado en tres partes y nueve capítulos, aunque se recomienda luego de la introducción continuar la lectura por el apéndice, que es un muy buen trabajo realizado por Mariano Szafowal Samowerkyj sobre el empréstito que el Banco de la Provincia de Buenos Aires le otorgó a Nicolás Avellaneda en 1876, y que nos introduce en el período con una visión de los conflictos latentes entre la provincia y el Gobierno Nacional en torno a la crisis de 1873. Los primeros dos capítulos detallan el accidentado y fallido proyecto de unificación monetaria y monopolio de emisión de Julio A. Roca y el surgimiento en su lugar de la descentralizadora ley de Bancos Garantidos de Juárez Celman. Pero el trabajo ilustra también sobre la compleja arquitec-tura financiera en torno a la emisión de cédulas hipotecarias y las marchas y contramarchas en la política de construcción de ferrocarriles a la luz del empeoramiento de la situación fiscal del gobierno juarista hacia el año 1889. El tercer capítulo es en su elaboración francamente ingenioso e innovador; en él se ha decidido desarrollar el minucioso fundamento empírico de sus afir-maciones a través de un diálogo imaginario entre Lord Revelstoke –director de la casa Baring Brothers8– y un analista argentino, en donde para fortuna de muchos lectores menos avezados a los temas económicos, el texto se explaya con fluidez sobre los pormenores de la crisis haciendo referencia a las riguro-sas series de datos elaboradas.

La segunda parte del libro detalla el accidentado devenir de la presidencia de Pellegrini y sus dificultades para capear la debacle financiera, en donde los autores literalmente se ponen en los zapatos de los protagonistas para entender las intenciones de los policymakers, pero también las razones de sus aciertos y errores a la hora de salvar el crédito argentino del default. Finalmente, si bien las secuelas de la crisis fueron prolongadas, la gestión de Pellegrini logró consolidar el poder económico del estado central con la creación del Banco de la Nación y la Caja de Conversión, aunque la resolución definitiva del tema de la deuda externa se prolongase mucho más allá del acuerdo que su gobierno refrendó con el Barón de Rotschild. La cuestión de las sucesivas reestructuraciones de la deuda y la reconstrucción del sistema financiero son los temas abordados en la tercer parte, en la cual, además, se deja entrever constantemente en qué medida las decisiones en materia de política económica

8 La Baring Brothers tuvo un papel preponderante en la crisis, y el quebranto al que la Argentina la indujo provocó un fuerte cimbronazo internacional.

260 ALEJANDRO PALACIOS

se encuentran relacionadas con los conflictos políticos a los que se enfrentó el PAN con motivo de las divisiones internas y el surgimiento de la Unión Cívica (luego dividida en Nacional y Radical).

El texto provee también un anexo documental con una selección de fuen-tes y una acertada biografía de los principales protagonistas. El trabajo de las fuentes periódicas, documentos y testimonios es una de las fortalezas de la investigación mientras que la rigurosidad en la elaboración y trabajo con los datos empíricos permite sustentar solventemente las principales conclusiones sin tener que apelar a modelos de compleja interpretación. Finalmente la redac-ción es amena y accesible aún para los menos experimentados en cuestiones económicas. Desorden y Progreso es simultáneamente una ventana al pasado y un espejo en el que vemos reflejadas nuestras miserias y las de de nuestros gobernantes, quienes tanto ayer como hoy: “se preocupan por su período, de salir ellos de las dificultades, sin tener en cuenta para nada el porvenir de la patria”9.

9 sIxto quesada, “Historia de los Bancos Modernos: Bancos de Descuento, la moneda y el crédito”, en gercHunoff, PaBLo, roccHI, fernando y rossI, gastón, Desorden y Progreso: las crisis económicas argentinas, 1870-1905, Buenos Aires, Edhasa, 2008, p. 366.

261RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

enrIque martínez ruIz, Los Soldados del Rey. Los ejércitos de la Monarquía Hispánica (1480-1700), Madrid, Editorial actas, 2008, 1070 pp.

Este libro del distinguido especialista en Historia Militar e Institucional, doctor Enrique Martínez Ruiz1, es una obra excepcional. En sus más de mil páginas, con una esclarecedora introducción, dividida luego en cuatro grandes partes, a su vez con numerosos capítulos, anotada con rigor y una abundante bibliografía, abarca el período del reinado de los Reyes Católicos (artífices del modelo de monarquía nacional o autoritaria) y luego de los Austrias, específi-camente de una España potencia militar que debe preservar sus posesiones así como su territorio. Cierran el libro frases contundentes, frases que son en cierta medida el destello de este fecundo trabajo: “Se puede no sentir amor hacia ellos [los soldados españoles], pero hay que admirar a estos hombres de hierro, dis-puestos a todo […]” o, como manifiesta Maquiavelo: “para caballería la turca, in-fantería la española”. Y remata Blaise de Vignère: “Por lo que a los españoles se refiere, no se puede negar que son los mejores soldados del mundo; pero son tan pocos, que apenas se pueden reclutar cinco o seis mil hombres a la vez […]”

Son éstos, ni más ni menos, los arquetipos capitales que el lector hallará una y otra vez en esta exhaustiva historia del Ejército de la monarquía.

La extensa introducción alecciona al lego y asombra al conocedor. Así, Martínez Ruiz destaca el auge historiográfico en España, materializado en abundantes publicaciones y resalta que en la década del setenta del siglo XX, la historia militar era el “patito feo” de la historia política, pues todo se cir-cunscribía a la narración de batallas y campañas. Eso cambia en los últimos tiempos, sostiene enfáticamente, con una mayor renovación historiográfica. Y si bien el autor no está muy de acuerdo con la expresión, se habla con frecuen-cia de la “revolución militar”, en esos siglos renacentistas.

Luego, el historiador entra en materia en la primera parte enunciando el denominado “modelo” militar de los Austrias y su evolución. A lo largo de este arraigado itinerario, descubrimos evidencias rectoras muy específicas: los temores de siempre de España de entrar en guerra con Francia, la importancia que se les daba a los asesores militares, el modelo suizo que se impuso para las tácticas de infantería y, por ende, la preeminencia de la infantería sobre la caballería, la gran

1 Catedrático de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid, profesor invitado de numerosas universidades extranjeras, director de memorias de licenciaturas y tesis doctorales, investigador y director de proyectos, ha publicado más de doscientos trabajos de su especialidad. Presidente y miembro de diversas asociaciones, ha sido premiado en múltiples oportunidades, tanto en España como en el exterior.

262 RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

división de las fuerzas entre los Tercios2 y las Guardas (tropas del interior perte-necientes a un vetusto modelo), las inquietudes de los reyes, en especial Carlos I por conseguir recursos para la guerra (el nervio del Ejército fue siempre el dine-ro) y para lograr puntualidad en las pagas y normalidad en los aposentamientos (era sabido que los atrasos en los sueldos podían llevar hasta setenta meses), el pensamiento militar típicamente renacentista, la trascendencia de los ingenieros militares en todo lo relativo a fortificaciones y los lustros de agobios y retrasos, sazonados por abusos, engaños, deserciones y motines de la tropa, unidades y guarniciones amenazadas por bandoleros, moros, piratas y revueltas interiores, y un ambiente de guerra inconfundible e incierto, pero donde el militar español supo destacarse por su arrojo, profesionalismo y espíritu de sacrificio. Se considera que a fines del siglo XVII el modelo de los Austrias se extingue.

La segunda parte trata del Ejército Interior. Circunstancia poco conocida –siempre se ha hablado más del accionar en el exterior–, Martínez Ruiz la des-menuza con gran solvencia. Como matices sugestivos, descubrimos varios hitos: el fracaso de las llamadas milicias, lo obtuso de la situación interior, las penurias de los presupuestos de defensa, el ocaso de las órdenes Militares, el pasaje de un ejército feudal a uno real para fortalecer la autoridad del rey, la amplísima descripción de todos los frentes interiores y la defensa costera, las carencias sempiternas y agobios permanentes de los oficiales y tropa, el calificativo de las Guardas como “mesocracia hidalga”, la aparición de las detalladísimas orde-nanzas y el gran proyecto de que el interior debe aportar hombres a los ejércitos monárquicos, entre otros. Finalmente, y lo que asombra según mi opinar, es aquella amplia consulta que realiza Felipe II por cédula real acerca de la defensa. Nos encontramos que reúne a todos los estamentos, no sólo a los militares, sino a laicos, prelados, ciudades y hasta a las universidades. Con ello, muestra su capacidad y visión. Y así de provechosos serían los resultados.

La tercera parte compete al Ejército Exterior. El autor manifiesta que no in-cluye a los Ejércitos de Indias, pero sí al escenario atlántico, las Canarias y otros sitios, entre ellos el Franco Condado y Flandes, pozo sin fondo éste último, que duraría 130 años. El dicho “España mi natura, Italia mi ventura y Flandes mi se-pultura”, es elocuente. A la postre, podemos apreciar una completa descripción de los Tercios, la cadena de mando, la estructura, las armas, las tácticas de combate y los sueldos, un todo que constituye el verdadero marco conceptual para el lector.

2 Si bien el origen de la palabra es dudoso, el Tercio es una unidad táctica y orgánica del Ejército Español de aproximadamente 15 compañías y 3.000 hombres, y su nombre se debería a que estaba compuesto por tres tipos de soldados: los que llevaban arcabuz, los que portaban picas y los que usaban espada (pp. 834/5). Su fundador habría sido Gonzalo Fernández de Córdoba, apodado El gran Capitán.

263RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

La cuarta parte, cardinal en nuestro parecer, recrea a Los hombres. Sus procedencias, el reclutamiento, el fuero militar, las ordenanzas como arranque de la legislación militar, el uso de las armas de fuego cuando no desempeña-ban funciones, la sanidad, hasta la jerga del simple soldado (“haciendo gente”, “reformar”, “bisoño”, “aventajado”, “matamoros”, “rajabroqueles”, “tornilla-zo”3, “guzmanes”, “electos”, “capear”, etcétera), y otras tantas peculiaridades, dejan al lector el gusto de lo que realmente sucedía en la intimidad de aquellos tiempos tan duros, que confluían en el retiro, la muerte o… la gloria. Entender a Los hombres significa, más allá de todo, comprender el trasfondo histórico desde el comienzo.

Tras una notable impresión de despliegues, batallas, fortificaciones, arca-buces, picas y mosquetes, maniobras, escudos, maravedíes y florines, desazo-nes y rigores, quedamos satisfechos pero con deseos de saber más. Leer lo que ocurrió después de 1700 nos entusiasma, pues lo que aconteció en las Indias y hasta el siglo XIX, nos acercaría a nuestras tierras y a aquella vida y forma-ción castrense que profesaron nuestros militares, como San Martín, Alvear, Zapiola y tantos otros, formados en una escuela de disciplina, experiencia y honor. El doctor Martínez Ruiz tiene aquí su desafío.

enrIque dIcK

jorge emILIo gaLLardo, Geografía de la infancia, Buenos Aires, Idea viva, 2008, 177 pp.

La brevedad física de este libro podrá engañar a primera vista al lector, pero a medida que avance en su lectura se dará cuenta de que está frente a una excelente pintura de lo que fue, en la larga segunda mitad del siglo pa-sado, el estilo de vida de un sector de la sociedad argentina, el emergente del patriciado. El resultado es más interesante porque el autor no pretendió hacer un ensayo sociológico ni un “estudio de caso” –¿o deberíamos decir “un caso de estudio”?–. Jorge Emilio Gallardo se propuso, simplemente, rescatar las vivencias de su infancia en el marco de su familia, como había hecho respecto de otros estadios de su vida, en el precedente Antes y después de La Chacra. En este sentido, es definitoria una frase de la primera página de la obra: “Al cabo y tras andar compruebo que no hubo tránsito entre mis sucesivos reinos sino que siempre estuve en casa, sin salir de ella”.

3 Tornillazo: deserción.

264 RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

El libro está escrito desde adentro de sí. Con contenido humor, con sagaci-dad, con espíritu crítico y con ternura. No es fácil combinar estas dos últimas condiciones, especialmente si se habla del propio padre, pero Gallardo logra describir a don Guillermo –que fue académico de la Historia y director del Ar-chivo General de la Nación– típico representante de la intransigencia naciona-lista de buena parte de la dirigencia católica de su tiempo y padre amantísimo de sus hijos, con una precisión donde la crítica de sus ideas –aparentemente impiadosa– está embebida en una ternura filial, de modo que uno termina “conociendo” al personaje paterno. Esto es un logro literario y testimonial, que pocos biógrafos profesionales alcanzan.

Tal vez menos bien entramado, pero a la postre igualmente equilibrado, es el recuerdo que el autor hace de su hermana mayor, la notable escritora Sara Gallardo. No se ocultan en este libro los “cortocircuitos” que hubo entre los dos hermanos. Las páginas 102 a 104 parecen romper la calidez del relato con una descripción sin concesiones, casi dura, de la hermana ilustre. Pero inmediatamente cita los versos que ella le dedicara de niño y luego (pp.106-108) transcribe una larga admonición que le dirige Sara: “Quiero que sepas que he tenido lo mismo que tú: el miedo de perderme… Tienes que escuchar-me porque vengo de tu mismo problema… Hay que abrirse, es la base de la humildad”. Y Gallardo confiesa con coraje: “Ella tenía razón”. Esta confesión está reforzada por la inclusión en la obra de las cartas de Sara Gallardo a su prima Isabel Ordóñez, cartas de juventud llenas de optimismo, donde despunta el amor a la naturaleza pampeana y, sutilmente, algo de la angustia existencial que evidenciaría la obra posterior de la novelista.

Los otros hermanos del autor también circulan por estas páginas: Gui-llermo (h.), Marta, Miguel y Dorotea, y la madre de todos ellos, Sara Drago Mitre, de quien Gallardo no comenta su excepcional belleza, pero la registra en varias fotografías. Delicadeza del autor como, en mi opinión, su disimulada simpatía por su hermana Marta, recordada en el soneto del hermano Miguel: “[…] y unos ojos burlones de la escuela sienesa/ combinación extraña de gaucho y vampiresa”. Enriquecen el cuadro de época muchas otras personas, cuyos nombres son útilmente recogidos en un índice final.

Estos recuerdos transcurren generalmente en la ciudad de Buenos Aires de los tiempos finales del peronismo y de la Revolución Libertadora, y en la estancia San Pedro, en la vecindad de Libres del Sur, en el partido de Chas-comús. La vida de campo acompañó las primeras incursiones del autor en las ciencias naturales, en la que tanto se destacaron otros miembros de la familia. Lo ganaron luego otras aficiones: el periodismo –con prominente actuación en La Nación–, la literatura –donde ha tenido una muy nutrida producción– y la historia en la que ha hecho valiosas y variadas incursiones.

265RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

Supongo que sería equívoco incluir esta obra en el género “memorias”, porque ellas casi siempre importan una justificación ante la posteridad. Pero éstas son memorias de infancia y de juventud, en las que nada hay que justi-ficar. Son vivencias, justas o injustas, obviamente subjetivas, pero auténticas. De ahí su valor y su interés.

Un hallazgo adicional del autor es el título Geografía de la infancia, pues una y otra tienen altos y bajos, escarpas y riberas, como –citando a Sara (p. 110)–: “[…] la llanura sin fin, del cielo inmenso, el olor a campo, a pasto, el viento… todo eso. Vos lo entendés”. Este comentarista también.

césar a. garcía BeLsunce

gaBrIeLa caretta e IsaBeL zacca (comPs.), Para una historia de la Iglesia. Itinerarios y estudios de caso, Salta, Universidad Nacional de Salta (CEPIHA), 2008, 408 pp.

En la historia de la Iglesia argentina, se ha producido en los últimos años una verdadera eclosión cuyas derivaciones todavía resultaría prematuro predecir. Existen áreas más consolidadas, que pueden ser delimitadas según los períodos que abordan, como las que se concentran en el temprano siglo XIX, y otras que lo están mucho menos. El libro que reseñamos refleja claramente esta diversidad no sólo de temas y preocupaciones, sino además de maduración historiográfica.

Los trabajos que aquí se reúnen componen un mosaico muy variado donde quizás habría sólo un único elemento en común: el afán por escribir una historia de la Iglesia despojada de los prejuicios ideológicos que no mucho tiempo atrás era frecuente encontrar en esta área de estudios. Era común que la historia de la Iglesia constituyera una prenda en disputa. Empeñada por debates ideológicos, era muy difícil que lograra consolidarse. Este libro demuestra que esta etapa de debate encarnizado está finalmente –y afortunadamente– quedando atrás.

No queda claro sin embargo cuáles serán los nuevos rumbos que a partir de aquí habrán de seguirse y qué características específicas y diferentes reviste la “nueva” historia de la Iglesia a la que en este libro se refiere. Se ofrece un variopinto mosaico de trabajos en los que se exploran alternativamente distintas líneas de investigación. Entre ellas, la religiosidad popular, los estudios de género, los estudios culturales, la historia política. No obstante, las compiladoras no jerarquizan cuál de ellas es la que creen más fructífera a los fines de alcanzar una comprensión más cabal de la historia del catolicismo argentino. Si es cierto que a partir de la década de 1980 se abrió un abanico insospechado de posibilidades en este campo de estudios, restaría definir más precisamente los criterios metodológicos con los que las compiladoras trabajan,

266 RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

puesto que la obra comprende un espectro de alternativas demasiado amplio que se presenta sin jerarquizar, así como lo es el arco temporal en el que se concentran. En el libro se pasa en pocas páginas del período colonial a los prolegómenos del Concilio Vaticano II. Son precisamente estos saltos los que le restan consistencia al libro, puesto que no queda claro con qué criterios interpretativos y según qué líneas argumentativas se ordenan las diferentes piezas del mosaico.

Con todo, quizás donde haya más cohesión sea en los trabajos que se concentran en estudiar los vínculos entre Iglesia y política, una de las áreas más sedimentadas de discusión y debate en este campo. En efecto, esta cuestión prevaleció durante años entre los historiadores. Más específicamente, se ha tendido a indagar la rela-ción entre el clero y la política; los problemas jurisdiccionales en la relación entre la Iglesia y el Estado atendiendo a las múltiples acepciones que podamos darle a cada uno de estos conceptos según la coyuntura histórica de la que se trate; el integrismo católico y sus consecuencias sociales y políticas en la historia argentina del siglo XX y la autonomía o no del laicado con respecto a la autoridad eclesiástica –una de las preocupaciones más “jóvenes” entre la más reciente historia de la Iglesia–.

En lo que atañe a los siglos XVIII y XIX, y al proceso que lleva de las refor-mas borbónicas a la crisis de la independencia, el abordaje de los vínculos entre re-ligión y política se encuentra fuertemente anclado en la así llamada “nueva historia política”, entre cuyos principales referentes se cuentan Tulio Halperín Donghi, José Carlos Chiaramonte, Hilda Sábato y Marcela Ternavasio. De allí que en los traba-jos de Roberto Di Stefano, María Elena Barral, Valentina Ayrolo, Nancy Calvo, Oriana Pelagatti e Ignacio Martínez esté presente la preocupación por la relación entre la Iglesia –o lo que puede entenderse por tal, según los diferentes contex-tos– y el incipiente Estado en formación. No es lo mismo la Iglesia en la campaña que en la ciudad, o en Buenos Aires que en las provincias; ni tampoco lo es antes y después de 1810, o antes y después de la reforma eclesiástica rivadaviana. Ni los recintos sagrados ni la sociedad en su conjunto pudieron permanecer indiferentes ante los profundos trastornos provocados por la guerra y la revolución.

Pero a medida que nos adentramos en el siglo XX, puede advertirse que el sesgo se vuelve diferente. La focalización de la relación entre la religión y la po-lítica se deriva aquí de la preocupación por comprender si la Iglesia fue o no ca-paz de acompañar la formación de la Argentina moderna, y si fue o no cómplice de las experiencias políticas más extremas del siglo XX. En el fondo, lo que está en juego es la preocupación por dar cuenta del papel político desempeñado por la Iglesia en la Argentina en el tránsito del siglo XIX al XX, el surgimiento del integrismo católico y la estrecha relación que la Iglesia pudo haber tenido en las experiencias más dramáticas de la historia argentina en el último siglo. Con un fuerte compromiso con los valores democráticos, esta nueva historiografía ten-dió a identificar a la Iglesia como un actor político de peso que habría jugado un

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papel no menor en la ruptura de la institucionalidad republicana. En este sentido, se cuentan por ejemplo los trabajos de Claudia Touris, María Mercedes Tenti, Lucía Santos Lepera, Jessica Blanco y los de las compiladoras de este libro.

No hay dudas de que estudiar el catolicismo en espejo con los procesos políticos de largo plazo es una tarea no sólo importante sino además necesaria en la historiografía. Sin embargo, ello puede opacar otros aspectos que no son menos importantes. La construcción de la Argentina y de la Iglesia modernas in-volucró no sólo al Estado y a la propia institución eclesiástica, sino además a una sociedad que estaba también en proceso de modernización y que fue también un actor relevante de la historia de la Iglesia en la Argentina, tanto en el siglo XIX como en buena parte del siglo XX. Sin embargo, este libro se concentra más en la Iglesia, el Estado y la política, antes que en los actores sociales. Lo que se quiere sugerir es que quizá los cambios que se perciben en el seno de la Iglesia respondan a dinámicas sociales más profundas que atraviesan no sólo a la Iglesia, sino también, y en un sentido amplio, a la sociedad toda.

Así, por ejemplo, si las formas de participación política del clero cambiaron a lo largo del tiempo, quizá sea porque también cambiaron a lo largo del tiempo las formas de hacer política en general, así como también las prácticas políticas, las formas de movilización, los discursos y la cultura política. Algo parecido cabe decir asimismo en relación con el integrismo católico en la Argentina. Fue en muchos sentidos un producto de su época, y contó con un sinnúmero de adeptos, no sólo entre los católicos más militantes, sino en amplios sectores de la sociedad. Visto a la distancia, ello pueda resultarnos quizás un tanto difícil de entender, pero no debería resultarnos incomprensible. Que tanta gente asistiera al XXXII Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Buenos Aires en 1934 no se puede explicar sólo por una decisión política tomada por las autoridades eclesiásticas, en connivencia con los gobiernos de turno o el poder militar.

Para concluir, pues, la historia de la Iglesia está en un momento incipiente. Como en toda eclosión, se abre ante nuestros ojos un vasto abanico de inquietu-des, interrogantes, líneas de investigación y proyectos en curso que se encuen-tran en diferentes estadios de maduración: algunos recién empiezan a dar sus frutos, otros se encuentran ya más consolidados. No hay dudas de que el abanico es estimulante puesto que esta efervescencia permite el crecimiento del campo disciplinar, así como también su pluralismo. No obstante, y tal como refleja este libro, estamos todavía muy lejos de ingresar en una etapa de sedimentación de esta área de estudios, en la que se espera que cada uno de estos proyectos y líneas de investigación decanten para dar por fruto resultados más consolidados historiográficamente. Esta es la etapa que todos anhelamos ver en el futuro.

mIranda LIda

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Leandro Losada, La alta sociedad en la Buenos Aires de la Belle Époque, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2008, 445 pp.

El autor analiza el tema, conocido a través de diversas fuentes, desde la óptica de una historia social con el objetivo de mostrar a qué se debió el éxito del deseo por ser europeo, al mismo tiempo que busca diferenciarse de una interpretación que presenta a la clase dominante como un grupo monolítico, todopoderoso, cerrado, homogéneo, sin conflictos internos. Qué, por qué y cómo hizo este círculo social para tener ante la sociedad el status de un grupo distinguido, son las preguntas que se formula Losada.

“Alta sociedad” es identificado por Losada como un personaje en el marco de la vida social y considera, a su vez, que el elenco que lo conforma puede estar recorrido por un grado significativo de heterogeneidad. Se trata de enfocar a un actor colectivo porque sus miembros comparten una forma y un estilo de vida, pautas culturales, ritos y pasatiempos y ámbitos e instancias de sociabilidad con pretensiones de exclusividad. Esto otorga al grupo rasgos identitarios, fronteras de admisión que la convierten en una élite.

La alta sociedad es recorrida desde su composición, los lugares de resi-dencia, las convenciones familiares, la búsqueda del refinamiento, los ritos de la vida de sociedad, los retratos que ella nos proporciona y finalmente el eclipse de ese mundo aristocrático.

El autor parte de la composición de la alta clase social desde la colonia y pasa revista a familias conocidas: los Anchorena, los Casares, los Alvear, el aporte inmigratorio y del interior del país, para señalar que la composición de este grupo fue el resultado de un sinuoso proceso signado por sucesivas incorpo-raciones y renovaciones, que refleja la permeabilidad y los cambios que caracte-rizaron a la ciudad y a sus altas esferas durante gran parte del siglo XIX.

También está presente el proceso que produce el cambio de residencia de la alta sociedad del sur al norte de la ciudad y que muestra, al mismo tiempo, el desarrollo urbano en su conjunto, las transformaciones sociales, los cambios económicos a través de las mansiones y la influencia de la industrialización europea en el confort y los nuevos adelantos técnicos.

La educación merece un capítulo especial porque ella forja los roles asignados a la mujer, al hombre, a la familia, la meta matrimonial y la lenta emancipación de la mujer.

La sociedad de Buenos Aires adquiere rasgos de refinamiento a través del grand tour, los viajes a Europa y lo que ellos traen consigo de imitación en cuanto a la moda femenina y masculina, los códigos de etiqueta, los salones, los deportes, los gustos culinarios que conforman una educación “civilizato-

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ria”, es decir gente distinta, con lazos de parentesco y una vida social discu-rrida en ámbitos compartidos.

Esos ámbitos reconocen rituales como las bodas y los funerales, el paseo de Palermo y el corso de las flores, los bailes, la “saison”, los salones, el teatro Colón, las veladas, el carnaval, los clubes: del Progreso y el Jockey Club. De estos ritos y prácticas dan cuenta los viajeros que cumplen el rol de testigos –y no actores– y la prensa que transmite una representación pública de la misma.

Las iniciativas filantrópicas, caritativas y benéficas, aunque siempre existieron, cobran un auge impensando a medida que la “cuestión social” se agudiza por la industrialización y los adelantos técnicos. Estas prácticas sirven de legitimación de la alta sociedad, una oportunidad para reflejar el status y difunden una imagen de preocupación y compromiso con los problemas socia-les. La beneficencia pertenece al ámbito femenino y se diferencia del mundo político, propio de los hombres.

El estilo de vida aristocrático sufre un eclipse a medida que se aceleran las transformaciones de la sociedad europea y su influencia en la Buenos Aires de la belle époque. También tiene influencia en los rasgos identitarios de la alta socie-dad la construcción de una tradición nacional en la que el arquetipo del gaucho se convierte, en los primeros años del siglo XX, en un símbolo de esa tradición que aumenta impulsada por el impacto de la inmigración masiva. Se produce un cam-bio de escenario, se está a las puertas del amanecer de una sociedad de masas.

El autor responde en las “Conclusiones” a los interrogantes que formuló al comienzo de la investigación. La historia de las transformaciones de la alta sociedad es también la historia de una época, es un reflejo de los cambios de su época. El contexto internacional en la que se inscribe forma parte de la explicación así como la movilidad social, característica de la Argentina de comienzos del siglo XX. El autor alude, en un cuadro en el que revela matices y singularidades, a la complejidad social, política y económica que se gesta en la Argentina democrática como consecuencia del triunfo del radicalismo. En definitiva, constituye una síntesis bien lograda.

Losada recurre a periódicos, memorias, descripciones, relatos de viajeros, correspondencia, guías sociales, una bibliografía abundante –rasgo que hay que señalar– y el marco teórico está basado en los presupuestos de una historia social actualizada.

La obra representa una sistematización de temas –es éste su logro más va-lioso– varias veces transitados por sus actores, de un acopio de fuentes primarias y secundarias, de bibliografía que estudia aspectos enunciados en la obra, de una visualización de historia social que surge de la especificidad del tema.

HeBe carmen PeLosI

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germÁn BurmeIster, Viaje por los Estados del Plata, tomo II, 1ª edición, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2008, 496 páginas.

La aparición del tomo II de los Viaje por los Estados del Plata completa la edición realizada por la Academia Nacional de la Historia de la obra de Ger-mán Burmeister (1807-1892), uno de los fundadores europeos de la geografía y de la historia natural de la naciente Argentina del siglo XIX.

El segundo tomo está dedicado al último tramo del primer viaje de Bur-meister a las provincias rioplatenses, que a esa altura de su historia se hallaban en el duro tránsito de constituirse como un Estado unificado cuya conducción se disputaban el gobierno de Paraná, capital de la Confederación surgida de la Constitución de 1853, y el de Buenos Aires, segregado del resto de las pro-vincias por la Revolución del 11 de septiembre de 1852. Como es sabido, la misión científica del sabio Burmeister contó con el aval del presidente Justo José de Urquiza (1854-1860), cuyo gobierno quizá requería tanto de un conoci-miento exhaustivo del interior de sus provincias como los científicos prusianos a los que representaba el exótico explorador, cuya inspiración procedía nada menos que de Alexander von Humboldt. Es así que este segundo tomo de la obra de Burmeister comprende sus recorridos por la región noroeste del terri-torio confederal, desde Santa Fe hacia Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán y Catamarca, desde donde cruzó la cordillera de los Andes para embarcarse en Copiapó con destino hacia Panamá y Europa, a la cual retornó en 1860.

La primera parte del texto de Burmeister, que se ocupaba del reconocimien-to del Litoral y de Cuyo, se completa ahora con las provincias “arribeñas” que preservaban de maneras más visibles los elementos de su tradición hispánica y colonial, por la cual parece haberse sentido especialmente atraído. La mirada experta de Burmeister busca y encuentra en el paisaje y en sus recursos las claves de la organización territorial, productiva y social. Así, por ejemplo, el segundo tomo casi se inicia con un diagnóstico preciso sobre la importancia del río Salado del Norte y de su eventual navegación para la vida económica de la Confederación, proyecto –dice el autor– que tras la expulsión de Rosas, ha azu-zado la especulación y el espíritu de empresa de los propietarios argentinos.

Esa apreciación moderna e integradora del paisaje y de los elementos que interactúan con él, aparece y reaparece en cada ocasión a lo largo de todo el libro. La mirada experta del geógrafo expresa en todo momento el contraste entre lo que cree saberse y lo que puede comprobarse a partir de la constata-ción directa. Así, al describir Catamarca y sus alrededores, explica Burmeister que esta ciudad –y su provincia– es “una de las menos conocidas de la Confe-deración, pero de ninguna manera pertenece a las comarcas menos cultivadas o peores de los Estados del Plata; por el contrario, en actividad y condiciones

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va a la cabeza de muchas otras.” Los rigurosos esfuerzos de aprendizaje en ese espacio desconocido abrieron los ojos del observador prusiano, y lo aleja-ron, como puede apreciarse, de los prejuicios de la época sobre las provincias del interior, prejuicios que suelen sobrevivir en ciertas nociones y opiniones equivocadas sobre el territorio argentino.

Este aprecio de Burmeister por el escenario geográfico y humano de las provincias argentinas tuvo decisivas repercusiones en la vida y en la carrera del sabio: su posterior elección de radicarse definitivamente en las todavía tumul-tuosas provincias del Plata y su matrimonio con la tucumana Petrona de Tejeda, su segunda esposa, son clara prueba de ello. Son estas decisiones de Burmeister las que marcan una neta diferencia con los dos mayores naturalistas que lo antecedieron en las primeras descripciones científicas del hasta entonces casi inexplorado mundo rioplatense: Félix de Azara y Charles Darwin.

Es notable, en el caso argentino, el peso específico que el aporte de todos estos naturalistas extranjeros cobró en la conformación del conocimiento del propio territorio y de su naturaleza. La tarea de Burmeister, sin embargo, en términos de restaurar o constituir un saber tras años de desidia y destrucción originadas en la guerra y en la inseguridad revolucionaria y posrevolucionaria, fue aún más importante. Su propósito de imprimirle la impronta de su maestro von Humboldt a la identificación de las regiones del interior argentino tuvo efectos sin duda perdurables. Su solemne descripción del monte tucumano, por ejemplo, con su exquisita enumeración de los ejemplares de árboles y de otros vegetales, sigue resonando incluso en el fraseo poético y folklórico de narradores y poetas del interior.

La continuación del recorrido de Burmeister por América del Sur abarca, no sólo las regiones geográficas y productivas –la provincia de Tucumán, por ejemplo, que el autor describe como “la mejor fracción por su avanzada situa-ción en el Norte y por su organización”– sino también sus componentes socia-les, culturales y artísticos. En estos inventarios de las ciudades del Noroeste argentino, el autor se esmera por llamar la atención sobre su arquitectura y sus estilos de vida cotidianos. Ya se ha mencionado, para el tomo I, el espacio que le consagra Burmeister a describir las celebraciones del 25 de mayo de 1858 en Paraná; del mismo modo, escribe sobre Córdoba, por ejemplo, que “lo que realmente deseaba conocer de cerca era el venerable estilo de las casas del tiempo de los españoles que se conservan en la ciudad”; interés que tam-bién lo lleva a considerar como menos impresionante la arquitectura religiosa catamarqueña, y a hacerse eco de que la población local, pese a la modestia relativa de sus templos “tiene fama de gran santurrona”.

Es este entramado de descripciones, observaciones e interpretaciones es lo que convierte al relato de Burmeister en un monumento literario de rara

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singularidad. Su indiscutible valor, como se dijo anteriormente, realza la im-portancia de la edición presentada por la Academia Nacional de la Historia, con el acompañamiento de estudios y comentarios que agregan elementos de indispensable consideración para su completa comprensión.

Como la de su maestro von Humboldt, también la prosa minuciosamente descriptiva, plena de detalles y vivencias de Burmeister ha dejado una huella indeleble en la imagen de la República Argentina que, en ciernes por esos años, se iba a terminar de constituir como un producto directo de sus personales formas de verla, de comprenderla y de describirla. Como se dijo, es notable que elementos tan significativos de la tradición cultural argentina provengan tan a menudo de la mirada de viajeros extranjeros deslumbrados, alarmados e interesados por recursos naturales y humanos disponibles en estas regiones tan distantes y exóticas para ellos. En el caso del Viaje por los Estados del Plata, por varios factores –su relativa proximidad en el tiempo, su coherencia, su claridad expositiva y su atractiva narración, entre otras– ese aporte se refuerza y conso-lida hasta convertirlo quizás en uno de los pilares de la identidad nacional.

rogeLIo c. Paredes.

caroLIna Barry, KarIna ramaccIottI, adrIana vaLoBra (edit.), La Fundación Eva Perón y las mujeres: entre la provocación y la inclusión, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2008, 206 páginas.

La Fundación Eva Perón y las mujeres: entre la provocación y la inclusión, editado por Carolina Barry, Karina Ramacciotti y Adriana Valobra, brinda una nueva interpretación sobre un tema del que hay variada y reciente literatura: la Fundación Eva Perón. El título alude a los sentimientos de amor y odio que despertó esta institución creada por la esposa del presidente Juan D. Perón en los márgenes del Estado. La provocación que originó su establecimiento, y a la que se refiere el título, tendría un doble destinatario: por un lado, desafiaba a los tradicio-nales canales de ayuda social –como la Sociedad de Beneficencia– con políticas sociales innovadoras y con una nueva estética, refinada y elegante. La segunda provocación estimuló a los receptores de esas políticas a encarar su vida de otra manera, pues los incitaba a creer que era posible salir del estado de precariedad en el que se encontraban. El abordaje de este objeto de estudio controversial intenta hacerse a un lado de las luchas ideológicas estériles que dividieron las aguas sobre este tema durante mucho tiempo. La estructura de la obra está organizada en seis capítulos escritos por siete autores y complementados por un interesante prólogo

273RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

a cargo de Dora Barrancos. El libro ofrece en su conjunto una mirada interdisci-plinar que permite obtener en forma acabada una visión completa sobre distintos aspectos de la Fundación: cuál era el papel que cumplía en la sociedad peronista, de qué forma implementó sus políticas de justicia redistributiva y, en particular, cuál fue el rol que las mujeres cumplieron en su seno. Sobre todo, hay un tema sobre el que discurre la mayoría de sus capítulos (y que se transformó en su hilo conductor): las disputas que se generaron entre los sectores privado y público por obtener el monopolio de la salud y la asistencia social; así como dentro del seno mismo del gobierno, entre la Fundación Eva Perón (FEP) y algunas dependencias ministeriales (en especial con el ministro de Salud, Ramón Carrillo).

Los trabajos presentados en este volumen se centran en la importancia que tuvo la FEP para la asistencia de las mujeres, los niños y los desvalidos. La hipótesis general es que la Fundación contribuyó a que las mujeres asumieran un nuevo papel en la sociedad peronista: si bien eran presentadas como vulne-rables y débiles, se las colocó en un rol de potenciales operadoras del cambio dentro del hogar y transformadoras del mercado de trabajo y de la política.

El capítulo inicial de Laura Golbert, “Las políticas sociales antes y des-pués de la Fundación Eva Perón”, está acertadamente ubicado al comienzo del volumen, pues ofrece la contextualización necesaria para abordar el tema e ilustra sobre la carencia durante las décadas anteriores al peronismo de una administración pública capaz de relevar cuáles eran las necesidades de los desposeídos y orientar las políticas públicas hacia ellos.

A continuación, Carolina Biernat y Karina Ramacciotti analizan en “Las ma-dres y sus hijos en foco” las políticas de protección aplicadas por el peronismo al binomio madre-hijo, con especial atención en las disputas que se suscitaron luego de la creación de la Dirección de Maternidad e Infancia. Es importante destacar en este artículo que resalta la diferencia en la aplicación de estas políticas entre la zona metropolitana y el interior, dado que contradice la idea de que la justicia redistributiva del peronismo llegaba a todos los rincones del país.

El siguiente trabajo, “Mujeres en tránsito”, cuya autora es Carolina Barry, constituye quizás el mejor artículo del libro. Desarrolla el tema del funciona-miento de los hogares de tránsito abiertos durante el peronismo destinados a asistir a las mujeres. El artículo está sólidamente sustentado por fuentes directas e indirectas, se encuentra ilustrado por fotografías y, en especial, por ejemplos que muchas veces resultan desgarradores por su crudeza, pero que fueron obtenidos gracias a las entrevistas logradas por la autora tanto con el personal que trabajaba allí como con algunas beneficiarias.

El capítulo escrito por Karina Ramacciotti y Adriana Valobra titulado “Profesión, vocación y lealtad en la enfermería peronista” contiene una des-cripción precisa de los cuadros de enfermeras formados durante el peronismo

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y la disputa que acarreó la creación de la escuela de enfermería de la FEP al entrar en franca competencia con la escuela que dirigía el Ministerio de Salud Pública, a cargo del neurocirujano Ramón Carrillo.

Siguiendo el hilo del trabajo de Carolina Barry, “Dos estrategias de do-mesticación de la mujer joven trabajadora: la Casa y el Hogar de la Empleada” de Omar Acha, analiza en primer término el accionar social que ejercía la Casa de la Empleada, inaugurada por monseñor De Andrea en 1932 y, con posterioridad, la competencia desleal que se creó con el Hogar de la Empleada (inaugurado a instancias de la FEP), pues mientras la primera debió solven-tarse gracias a las donaciones que hacían los particulares, el Hogar contó con los vastísimos recursos del Estado. Es por ello que la institución que la FEP creó para que las mujeres trabajadoras pudieran alojarse tenía elementos de magnificencia y confort que la Casa de monseñor De Andrea no podía costear. Cabe destacar que Omar Acha, en las consideraciones finales de su trabajo, revisa la postura historiográfica imperante hasta hoy sobre la FEP y es por ello que polemiza fuertemente con Mariano Plotkin y su teoría sobre el uso político que el Estado peronista hacía de este tipo de instituciones.

Para terminar, cierra el volumen un interesante trabajo de Anahí Ba-llent titulado “El lenguaje del Bibelot” donde se da cuenta de la renovación estilística que impuso la FEP en las instituciones que creó bajo su seno. Este artículo ayuda a articular a los demás, pues describe los ámbitos en los que se desarrollaban las actividades mencionadas en los otros trabajos.

Como conclusión, cabe agregar que este estudio sobre la Fundación Eva Perón comprende aportes significativos y una nueva lectura sobre un tema del que hay abundante bibliografía. Todos los autores utilizaron una importante cantidad de bibliografía actualizada e incluso varios de ellos incurrieron en discusiones académicas con algunas clásicas interpretaciones del peronismo que enriquecen este trabajo. El aporte de investigadores de distintas áreas de las ciencias sociales ofrece una mirada más amplia sobre este tema del que aún no se ha dicho la última palabra.

maría soL ruBIo garcía

PoLítIca edItorIaL

Temas de Historia Argentina y Americana es la revista de publicación se-mestral del Instituto de Historia Argentina y Americana (Departamento de Historia, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Católica Argentina). Se considerarán para su publicación trabajos originales relacionados con la historia argentina y americana. Las colaboraciones se reciben para el primer número (enero-junio) hasta el 30 de abril de cada año, y para el segundo nú-mero (julio-diciembre) hasta el 30 de septiembre de cada año.El no cumplimiento de las normas de la revista implicará la devolución del artículo remitido.

normas soBre La PresentacIón de orIgInaLes

1. extensIón

La extensión máxima del trabajo –incluido el aparato erudito- es de alre-dedor de 96.000 espacios.

2. suBtítuLos y cItas en eL texto

Los subtítulos serán en versaLIta.Las citas, si son breves, se incluyen entrecomilladas; si pasan de las tres

líneas, se las separa del cuerpo del texto y se las destaca mediante una sangría de cinco espacios, sin poner comillas.

3. aParato erudIto

3.1. cItas BIBLIogrÁfIcas

a. De libros

Autor (en versaLIta); título (en bastardilla); edición, desde la segunda en ade-lante; tomo o volumen si la obra comprende más de uno; lugar, editor y año de edición; número de página o de las páginas extremas.

276

rIcardo Levene, Investigaciones acerca de la historia económica del Virrei-nato del Plata, 2ª edición, t. 2, Buenos Aires, El Ateneo, 1952, pp. 114-116.

b. De artículos

Autor (versaLIta); título del artículo (entrecomillado); título de la revista o diario (o en bastardilla); número del volumen, año y otras subdivisiones si las hubiese; lugar, editor y año efectivo de edición, número de página (s).

juLIo césar gonzÁLez, “La misión Guido-Luzuriaga a Guayaquil (1820)”, Boletín del Instituto de Historia Argentina “Doctor Emilio Ravignani”, 2º serie, t. 13, año 13, Nº 22-23, 1970, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 1971, p. 10.

c. Cita segunda y sucesivas de una misma obra

Después de la primera cita, solo se pone el apellido del autor, seguido de op.cit. y del número de página. Si se cita consecutivamente la misma obra, se consig-na Ibidem, seguido del número de página. Si la obra tiene más de un volumen, se consigna también el número de éste.

carBIa, op. cit., pág. 41.

Levene, op. cit., t. 23, p. 120.Ibidem, p. 124.

Si se cita más de una obra del mismo autor, se conservan las primeras palabras del título para individualizarla.

Levene, Investigaciones, cit., t. 1, p. 24.Levene, Historia del Derecho, cit., t. 1, p. 99.

Si hay dos autores del mismo apellido se conserva el nombre de pila.

rIcardo Levene, op. cit., p. 29.rIcardo Levene, op. cit., p. 66.

NORMAS SOBRE LA PRESENTACIóN DE ORIGINALES

277

En el caso de los artículos, se procede de la misma manera.

gonzÁLez, op. cit., p. 11.

Si hay citadas otras obras del mismo autor, se agrega parcialmente el título.

gonzÁLez, “La misión Guido” cit., p. 11.

3.2. cItas de documentos

a. Inéditos

Tipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; repositorio y sig-natura topográfica.

Francisco de Paula Sanz al virrey Loreto, Buenos Aires, 23-VIII-1788, Archivo General de la Nación IX-45-6-6.

b. Editados

Tipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; autor (en versaLIta); título (bastardilla); edición, de la 2ª. en adelante; tomo o volumen si es más de uno; lugar, editor y año de edición; número de página.

El deán Funes a Daniel Florencio O’Leary, Buenos Aires, 16-X-1824, en BI-BLIoteca nacIonaL, Archivo del doctor Gregorio Funes, t. 3, Buenos Aires, 1949, pp. 304-305.

c. Cita segunda y sucesivas de un mismo documento

Se ponen los apellidos del autor y del destinatario y se conserva íntegra la fecha; en caso de ser un documento editado se agrega la página.

Sanz a Loreto, 23-VIII-1788 cit.Funes a O’Leary, 16-X-1824 cit., p. 304.

NORMAS SOBRE LA PRESENTACIóN DE ORIGINALES

278

4.1 aBstract y PaLaBras cLave

Todos los trabajos deberán hallarse acompañados de un abstract en inglés, de no más de diez líneas, en que se formule con precisión la síntesis del artículo, y de cinco “palabras claves” que permitan su utilización informática.

NORMAS SOBRE LA PRESENTACIóN DE ORIGINALES

Se terminó de imprimir en Impresiones DunkenAyacucho 357 (C1025AAG) Buenos Aires

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