Temas de Historia16

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Temasde historia argentina

y americana

16

Enero-Junio de 2010

Ponti cia Universidad Católica ArgentinaFacultad de Filosofía y LetrasI NSTITUTO DE HISTORIA ARGENTINA

Y AMERICANACIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES

ARGENTINA

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Ilustración de tapa: El pueblo de Buenos Aires frente al Cabildo (25 de mayo de1810).Óleo de Francisco Fortuny, colección de Tomás de Estrada.Corrección de textos:PROF. LORENA CLARA K LAPPENBACH

Traducción:PROF. MARÍA SOL R UBIO GARCÍA

Facultad de Filosofía y Letras. Departamento de Historia

Instituto de Historia Argentina y AmericanaAlicia M. de Justo 1500Edi cio San Alberto MagnoC1107AFD Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentinawww.uca.edu.ar E-mail: [email protected]

Hecho el depósito que prevé la Ley 11.723Impreso en la Argentina© 2010 UCAISSN 1666-8146

Temas de Historia Argentina y Americana se encuentra indizada en el catálogoLATINDEX y EBSCO.

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A UTORIDADES DE LA F ACULTAD

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ARGENTINA

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Febrero).Dr. Néstor Tomás Auza

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(Academia Nacional de la Historia).

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Dra. Susana Rato de Sambuccetti(Universidad Católica Argentina).

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Dr. Raanan Rein(Universidad de Tel Aviv. Israel).

Dra. Gisela von Wobeser(Academia Mexicana de la Historia. Universidad Autónoma de México).

Dr. Arno Wehling(Instituto Histórico e Geogra co Brasileiro. Universidad de Río de Janeiro).

.

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Sumario

I NVESTIGACIONES

JUAN PABLO ALFARO, Antonio Somellera: un testimonio de violencia política en tiempos de Rosas (1838-1840)..................................................... 15

CLAUDIO BELINI, La promoción industrial durante el peronismo. Impacto y límites de la ley de industrias de interés nacional (1944-1958)................. 59

DARÍO DAWYD, Las independencias hispanoamericanas y la tesisde la in uencia de las doctrinas populistas ................................................. 99

MIGUEL Á NGEL DE MARCO (H), La edición de revistas cientí cas universitarias y la conformación inicial de redes académicasen el exterior. La experiencia de las facultades rosarinasde la Universidad Nacional del Litoral (1920-1930) .................................. 129

LEONOR M. DEVOTO Y HEBE C. PELOSI, Viaje del presidente Frondizia Canadá y Asia ...........................................................................................147

E NRIQUE R. DICK , Los o ciales del Ejército Argentino que se capacitaron en Alemania entre los años 1900-1914 y sus familias ................................................................................................177

MIRANDA LIDA, Entre los despojos del peronismo. Esplendor y ocasodel Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires (1927-1946) .......189

EDUARDO MARTIRÉ, El n de la dependencia hispanoamericana ................219

MARÍA GABRIELA MICHELETTI, Entre gauchos y gringos. Costumbresnacionales y extranjeras en Santa Fe (1880-1900) .................................... 227

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ESTUDIOS Y R ESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

VICTORIA CARSEN, Una solución feliz ............................................................261

IGNACIO K LICH Y CRISTIAN BUCHRUCKER (COMPS.), Argentina y la Europadel nazismo, sus secuelas(Julio M. Luqui Lagleyze) ................................ 265

MARISA MUÑOZ Y PATRICE VERMEREN (COMPS.), Repensando el siglo XIXdesde América latina y Francia. Homenaje al lósofo Arturo Roig (Hebe C. Pelosi) .......................................................................................... 268

TEREZA CRISTINA K IRSCHNER , José da Silva Lisboa, visconde de Cairu.

Itinerários de um ilustrado luso-brasileiro(Sandra L. Díaz de Zappia) ... 270

12 SUMARIO

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I NVESTIGACIONES

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Antonio Somellera:un testimonio de violencia política

en tiempos de Rosas(1838-1840)

JUAN PABLO ALFAROUniversidad Católica Argentina

[email protected]

R ESUMEN

La obra publicada hacia nes del siglo XIX por el Comodoro AntonioSomellera (1812-1889) bajo el nombre Recuerdos de una víctima de la Ma- zorca, es un valiosísimo documento histórico para analizar los hechos e ideasque determinaron muchos de los aspectos de la vida política del momento alque se re ere, el gobierno de Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires durante1838-1840. Allí se expresa cabalmente uno de los elementos más controverti-dos de la historia del país: la violencia política, tanto física como discursiva, aque estaban acostumbrados todos los hombres que dirigían, ya sea como go- bierno o como oposición, los destinos de la Argentina. A través de un análisiscontextualizado y profundo de estas Memorias, el presente trabajo buscarádilucidar algunos de los aspectos estructurales que caracterizaron la realidad política de esos a os.

PALABRAS CLAVES

Somellera – Memorias – Juan Manuel de Rosas – Buenos Aires - Violen-

cia política – Violencia discursiva

ABSTRACT

The work published towards the end of the XIX century by the Commo-dore Antonio Somellera (1812-1889) under the name Memories of a victim ofthe “Mazorca”, is a most valuable historical document in order to analyze the

T EMAS DE H ISTORIA A RGENTINA Y A MERICANA , XVI (E NERO -J UNIO DE 2010) pp. 15-57

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16 JUAN PABLO ALFARO

facts and ideas that determined many of the aspects of the political life of themoment at which it talks about, the government of Juan Manuel de Rosas in Bue-nos Aires during 1838-1840. It expresses very well one of the most controversialelements of the country’s history: the political violence, physical as discursive,that were accustomed all the men whom commanded, as well as governmentor opposition, the destinies of Argentina. Making a contextualized and deepanalysis of these Memories, the present work will look for explain some of thestructural aspects that characterized the political reality of those years.

K EY WORDS

Somellera – Memories – Juan Manuel de Rosas – Buenos Aires – Politicalviolence – Discursive violence

I NTRODUCCIÓN

Salga un grito del in ernoComo un trueno furibundo,Eco de ira del Eterno

Y de venganza del mundo.Y estremezca tierra y aires;Y con furias espantosas,Lance un rayo en Buenos AyresRetronando: ¡Muera Rosas!

Los versos precedentes encabezan la primera estrofa de un poema titulado“Grito del Pueblo”, que preludiaba el primer número de un periódico monte-videano publicado en el a o 18411. Este periódico era redactado por un grupode individuos argentinos emigrados en Montevideo; nucleados en torno a laComisión Argentina, se oponían al régimen que, desde 1835, Juan Manuel deRosas había impuesto en Buenos Aires. Cargado de violencia y revanchismo,invocando a la justicia divina, este acápite hace pronunciar “al pueblo” susentencia contra dicho gobierno: “¡Muera Rosas!”. Como bien a rma AdolfoPrieto, el episodio rosista “constituyó un verdadero trauma de la conciencia

1

“Grito del Pueblo”, ¡Muera Rosas! Nº1; Montevideo, 23 de diciembre de 1841.

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17ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

colectiva, un golpe que escindió a la sociedad de su tiempo en réprobos y enelegidos, condenando a los dos sectores a la mutua recriminación”2.

Cada número de este periódico traía adjunta una lámina que contenía al-

guna imagen denigratoria de la gura de Rosas o en alabanza de aquellos quelideraban la lucha contra éste. Entre los que colaboraban con dichas imágenesse encontraba Antonio Somellera (1812-1889), un joven marino que tras alcan-zar los despachos de alférez y haber participado en la guerra con el Brasil, fuedado de baja del servicio a principios de 1835, pasando a formar parte de las

las de la oposición. Luego de Caseros, brindó múltiples servicios al país ensu calidad de marino, alcanzando el grado de Comodoro3.

Sus memorias, tituladas Recuerdos de una víctima de la Mazorca, sonel objeto de estudio de esta investigación. Publicadas en 1886 por el diario La Prensa con el título Bajo la tiranía de Rosas, nos llegan hoy gracias ala gestión de José María Bustillo que las editó por Nuevo Cabildo en 19624 y que la editorial El Elefante Blanco nos vuelve a ofrecer en la versión aquíutilizada, del a o 2001. Dividida en 55 peque os capítulos, Recuerdos de unavíctima de la Mazorca se encuentra seccionada temáticamente en dos partes.La primera, corresponde a las experiencias vividas por Somellera durante lafuga que desde Buenos Aires lo llevó a Montevideo entre diciembre del a o1839 y abril de 1840. En la segunda parte, el autor nos narra los avatares dela “malograda” expedición que dirigió en septiembre de 1840 desde Montevi-

deo al Salado, con objeto de abastecer al ejército expedicionario que Lavallelideraba contra Rosas.Como bien nos lo hace notar Somellera en su proemio, la obra es una

decidida condenación histórica del periodo rosista, “funesto pasado en quelos pueblos de la República vivieron sumidos en la más tremenda y vergonzo-sa opresión”5. Publicada tiempo después de dirigir la Escuela Naval Militar,Somellera se vio motivado a escribir estas memorias al probar la completaignorancia que, según él, se tenía sobre el gobierno de Rosas en esos tiem- pos6. Su obra representa la continuación de ese sentimiento expresado en los

2 ADOLFO PRIETO, ‘Introducción’, en: Proyección del rosismo en la literatura argentina.Seminario del Instituto de Letras, Universidad Nacional del Litoral, Facultad de Filosofía yLetras, Rosario, 1959, p. 37.

3 R ICARDO PICCIRILLI y LEONCIO GIANELLO, Biografías navales: cuarenta y cinco semblan- zas de marinos, Buenos Aires, Secretaría de Estado de Marina, Depto. de Estudios Históricos Navales, 1963, pp. 271-277.

4JOSÉ MARÍA BUSTILLO, ‘Introducción. Acotaciones e informaciones’, en:A NTONIO SOMELLE-RA, Recuerdos de una víctima de la Mazorca, Buenos Aires, El Elefante Blanco, 2001, p. 15.

5A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., I, p. 17.6

Ibidem, p. 17.

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18 JUAN PABLO ALFARO

versos del “Grito del Pueblo”. La literatura escrita en tiempos de Rosas (comoel periódico¡Muera Rosas!) “agigantó y volvió más espesa la sustancia de uncon icto típicamente maniqueo, y la literatura posterior (como los Recuerdos de Somellera), desgajada de las bases históricas y sociales que le dieron origencontinuó, sin embargo, reviviendo en la conciencia colectiva las vieja tensionesdel con icto”7.

En este sentido, la acción de la Mazorca fue un elemento fundamentala la hora de exacerbar los ánimos y predisponer a la literatura de la segundamitad del siglo XIX a construir una “leyenda roja” sobre el episodio rosista.Interpretación ésta que se sustentaba en los violentos procedimientos que em- pleó el rosismo a la hora de imponer y ejercer el poder político. A partir de unanálisis profundo de la obra, este trabajo tiene por objetivo dilucidar, por unlado, algunas de las causas, los aspectos y las consecuencias de la violencia política durante los críticos a os 1838-1840, momento en el que se desarro-llaron los hechos allí narrados. Por otro lado, determinar hasta qué punto laresponsabilidad de esta situación de violencia generalizada la debe asumirúnicamente el régimen de Rosas.

A NTONIO SOMELLERA: UN OPOSITOR DEL RÉGIMEN ROSISTA

Para poder llevar a cabo un análisis sólido y riguroso de su obra, en prin-cipio debemos responder la siguiente pregunta: ¿quién fue Antonio Somellera?Lo primero que se puede a rmar al respecto es que durante el segundo gobier -no de Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires (1835-1852), el marino Somellerafue un férreo y activo opositor de este régimen. Tanto sus Recuerdos comosu vida pública con rman esta a rmación. Por lo tanto, cualquier intento deaproximación a su estudio debe tener en cuenta esta realidad.

Hijo de Pedro Alcántara de Somellera (1774-1854) y Do a Telésfora Pina-zo, Antonio nació en junio de 1812.

Desde muy temprana edad y luego en el decurso de su vida oyó el joven An-tonio tratar los asuntos vinculados al país a través de las conversaciones de su padre, aquel grave doctor Somellera, que entre las muchas funciones desempe-

adas después de egresar de la Universidad de Córdoba, había luchado contralos ingleses en 1806, acompa ado con sus talentos a Belgrano en la campa a alParaguay, asesorado al gobierno patrio en 1814, inaugurado la cátedra de dere-cho civil creada por Rivadavia en la Universidad de Buenos Aires, intervenido

7

ADOLFO

PRIETO

, op. cit., p. 37.

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19ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

en la redacción del proyecto del código de comercio en 1824, desempe ado laauditoría de guerra y marina en 18298.

El presentecurriculum paterno es testimonio su ciente para considerar aSomellera perteneciente a una de las familias ilustres de la elite criolla deBuenos Aires.

Este grupo, que ocupaba la parte superior de la pirámide social, era amplio:abarcaba a un número importante de personas que en el periodo colonial sehabía autode nido como «gente decente». A esta elite pertenecían tanto loscomerciantes y los estancieros que dominaban la economía de la provinciacomo los que formaban la o cialidad militar y/o habían ingresado en la carre-

ra política. El grueso de la elite estaba profundamente politizado desde hacíaa os y las divisiones políticas en su seno eran mayores que en ningún otrosector social9.

El círculo político íntimo de Somellera, su grupo de acción más próximo,estaba compuesto por el sargento Manuel Bustillo, Félix Tiola y el comerciantenorteamericano Charles Atkinson10. Con ellos había conformado una peque ared antirrosista que participaba en distintas actividades clandestinas11.

Miembros de la elite porte a desde el punto de vista social y opositores a

Rosas desde el punto de vista político, no es fácil ubicar a cuál de los diversossectores antirrosistas de la sociedad argentina de la época pertenecían Some-llera y sus amigos. John Lynch describe la situación de éstos de la siguientemanera:

Después de 1829, en que se trasladó a Montevideo su base activa, la oposiciónunitaria en lo interno era latente (…); y tenían un foco militar en las fuerzasdel general Lavalle. Pero los unitarios no constituían la única oposición ideo-lógica. La Asociación de la Joven Generación Argentina, inspirada por Juan

8 R ICARDO PICCIRILLI y LEONCIO GIANELLO, op. cit., pp. 271-272.9GABRIEL DI MEGLIO, ¡Mueran los salvajes unitarios! La mazorca y la política en tiempos

de Rosas. Buenos Aires, Sudamericana, 2007, p. 141.10 VICENTE OSVALDO CUTOLO, Nuevo Diccionario biográ co argentino (1750-1930) , Buenos

Aires, Elche, 1968-1985, T. I, ATK, p. 263.11 Un párrafo de la obra de Somellera ejempli ca cómo funcionaba esta peque a red:

“Impuse al Sr. Atkinson de lo que pasaba con nuestro amigo Tiola encargándole lo hicieseconocer de Manuel Bustillo si le fuese posible, mientras yo iba en su busca al remate de Arriolacon probabilidad de encontrarlo pues teníamos convenido asistir a esos puntos de reunión para comunicarnos, sin infundir sospechas a los agentes de la tiranía”.A NTONIO SOMELLERA,

Recuerdos…, cit., II, p. 18.

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20 JUAN PABLO ALFARO

Bautista Alberdi, Esteban Echeverría y Juan María Gutiérrez, representabana una generación más joven que repudiaba la polarización de la sociedad enfederales y unitarios y trataba de reemplazar a la política tradicional por va-

lores genuinamente liberales y reformistas. La Asociación comenzó como unmovimiento intelectual, in uenciado por la Revolución de 1830 en Francia y laliteratura francesa de la escuela romántica (…) Sus líderes emigraron buscandoseguridad, pero quedó un ala política en Buenos Aires, cuyos adherentes seopusieron al otorgamiento de facultades extraordinarias a Rosas, y a otrasmanifestaciones de la tiranía12.

Ahora bien, ¿a cuál de estos sectores estaba asociado Somellera? A los 16a os, “mostró su inclinación por la marina y sentó plaza como aspirante el 5 deagosto de 1828 en el bergantín Rondeau, integrante de la escuadra de Brown y bajo las órdenes del sargento Mayor John Coe”13. Como se puede apreciar, So-mellera tenía la misma edad que dicho grupo de jóvenes románticos argentinosque, nucleados en Buenos Aires, conformaron la denominada “generación del37”. Sin embargo, pese al virulento antagonismo que éstos opusieron al Res-taurador a partir de 1838, no hay pruebas contundentes que permitan a rmara priori que el joven Antonio pertenecía a dicho círculo intelectual.

Sólo un estudio minucioso de su vida y sus Recuerdos podría develarimportantes aspectos que lo asociarían con este grupo14. En primer lugar,Somellera participaba en la publicación de los periódicos más combativoscontra el régimen rosista redactados por la juventud romántica, como El Grito Argentino o ¡Muera Rosas!15, ya sea en su distribución clandestina en Buenos

12 JOHN LYNCH, Juan Manuel de Rosas: 1829-1852, Buenos Aires, Emecé, 1996, p. 210.13R ICARDO PICCIRILLI y LEONCIO GIANELLO, op. cit., p. 272.14En un reciente artículo la Lic. Eugenia Molina elabora una serie de “criterios de conec-

tividad” para determinar algunas características fundamentales de quienes formaban parte delmovimiento romántico argentino (1830-1852). El conocimiento personal, la correspondencia,las recomendaciones y citas laborales, el envío de obras y pedidos de crítica o prologamientos,

la participación en los mismos periódicos, en la misma experiencia de exilio, en los mismosámbitos de sociabilidad como la Universidad de Buenos Aires, eran elementos comunes quecaracterizaban a los integrantes del movimiento romántico en el Plata. Molina no integra a An-tonio Somellera entre los nombres de aquellos que formaron parte de éste, sin embargo aclaraque no ha incluido “a individuos que participaron de algunas de las experiencias asociativas pero no tuvieron ni la constancia ni el rol protagónico de otros a nivel de las ideas”.EUGENIA MOLINA, “Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la perspectivametodológica de redes”. RevistaUniversum, Nº 15, 2000, pp. 403-405.

15 El Grito Argentino fue editado entre el 24 de febrero y el 30 de junio de 1839 y¡Muera Rosas! fue editado entre el 23 de diciembre de 1841 y el 9 de abril de 1842. EGA contaba entresus autores a Valentín Alsina, Juan B. Alberdi, L. Domínguez, J. Thomson y M. Irigoyen;

mientras que MR fue redactado por Miguel Cané, Juan M. Gutiérrez, José Mármol, Juan B.

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21ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

Aires16 como en su calidad de artista plástico con las imágenes políticas queéstos contenían17. Por otro lado, como bien lo demuestra a lo largo de toda suobra, Somellera compartió con este grupo la dramática y confraternizadoraexperiencia del exilio. Entre los que se escaparon con él a Montevideo se en-contraba el reconocido romántico José Barros Pazos18, de quien ya para esaépoca se consideraba “amigo”19.

En tercer lugar, nuestro hombre participó de diversos ámbitos de sociabi-lidad, de los cuales formaron parte muchos jóvenes de la Asociación de Mayo.En particular, como él mismo lo re ere, fue “miembro de uno de los muchosclubs o peque as y ocultas asambleas de conspiradores”20. Gabriel Puentesindica que Somellera formó parte del “heterogéneo” grupo que dirigía el de-nominado Club de los Cinco que organizó la célebre Conspiración de Mazade junio de 183921, y que, como bien ha referido Lynch, fue la culminaciónde la creciente politización del movimiento romántico platense22. Por último,sabemos que en 1828 estudió dibujo en la Universidad de Buenos Aires en lacátedra del profesor italiano Pablo Caccianiga23, momento preciso en que mu-chos de los “jóvenes de Mayo” cursaban allí sus estudios. Las característicasfísicas de la universidad en ese entonces nos permiten admitir la probabilidadde que todos los alumnos tuvieran puntos personales de conexión entre ellos.

Alberdi, Esteban Echeverría, Gervasio Posadas y otros.A NTONIO ZINNY, Historia de la prensa periódica de la República Oriental del Uruguay: 1807-1852, Buenos Aires, Imprenta de Mayo,1883, en:MARÍA CRISTINA FÜKELMAN, “La construcción de un tipo iconográ co: la gura deJuan Manuel de Rosas en la prensa opositora: caricatura y sátira en la prensa antirrosista”. Anuario del Instituto de Historia Argentina, Nº 6, 2006, pp. 97-124. Versión digital disponibleen: http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.57/pr.57.pdf, p. 2.

16 A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., II, p. 18.17MARÍA CRISTINA FÜKELMAN, op. cit., p. 6.18A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XXXIV. Según Alfredo Nocetti Fasolino, José

Barros Pazos (1808-1877) “se destaca desde la primera hora de la Joven Argentina. Ya entonces

se le con ere la responsabilidad de redactar, con Thompson, el reglamento interno de la ins-titución”.ALFREDO N. NOCETTI FASOLINO, ‘Fundación de la Joven Argentina en Buenos Aires’,en:FAUSTINO J. LEGÓN, Doctrina política de la Asociación de Mayo, Buenos Aires, Seminariode Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Buenos Aires, 1939, p. 205.

19A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XXXVII, p. 99.20 Ibidem, XLVIII, p. 124.21 GABRIEL A. PUENTES, La intervención francesa en el Río de la Plata: federales, unitarios

y románticos, Buenos Aires, Theoría, 1958, p. 218. El mismo Somellera nos informa variasveces acerca de su participación en dicha conspiración:A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…,cit., XIV, p. 38 y XLVIII.

22 JOHN LYNCH, op. cit., p. 211.23

VICENTE

OSVALDO

CUTOLO

, op. cit., T. VII, SOM, p. 159.

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22 JUAN PABLO ALFARO

El otro grupo de argentinos opositores al gobierno de Rosas, que compar -tió con Somellera la experiencia del exilio en Montevideo, eran los veteranosmiembros del viejo partido unitario. Si bien Somellera pertenecía a una gene-

ración posterior, su actividad militar y política lo acercó a hombres como elGral. José María Paz, compa ero de fuga de Buenos Aires en abril de 184024,de exilio en Río de Janeiro en 184625, y de quien a rmaba haber “tratado decerca”26. Por otra parte, habiendo su padre formado parte del “círculo riva-daviano”27, es probable que haya heredado muchas de sus relaciones y amis-tades, especialmente a partir de 1830, momento en que Don Pedro emigró aMontevideo.

A pesar de los importantes lazos que asociaban a Somellera con los jóve-nes románticos, no son menos los elementos que lo unían a este grupo unitario.En primer lugar, debemos recordar que su padre había sido un importantecolaborador del gobierno porte o durante la “feliz experiencia” rivadavianay, como ya se dijo, no sería insólito pensar que hubiera heredado, pese a ladiferencia de edad, algunas de sus relaciones con estos conspicuos miembrosdel unitarismo porte o. Por otra parte, el hecho de haberse dedicado más ala actividad castrense que a la intelectual lo acercó mucho al ala militar deeste partido. Incorporado muy joven (16 a os) a la marina durante la últimacampa a de la guerra contra el Brasil, Somellera formó parte del grupo demilitares que, liderados por generales unitarios, volvieron del Brasil en 1828,

hicieron la Revolución del 1 de diciembre contra el gobierno porte o de Ma-nuel Dorrego (fusilado el 13 de diciembre de ese a o por orden de Lavalle) yconformaron la Liga del Interior para combatir a los caudillos federales de las provincias. En sus memorias atestigua el momento en que conoció al Gral. Pazy su participación en la expedición que volvía del Brasil:

se me representó el mismo hombre (Paz) que yo había conocido por vez prime-ra a nes de diciembre de 1828, cuando fui a ponerme a sus órdenes en la faldadel Cerro de Montevideo, para conducirlo en mi bote a bordo del bergantín

24A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XXXIV, p. 83.25 Ibidem, LIV, pp. 143-144. “En 1846, acompa ó a Paz en su proscripción a Río de Janei-

ro, donde vendió dulces y masas con tadas que se fabricaban en la casa del general, lograndocon el producto de la venta, mantener a duras penas a su familia”.VICENTE OSVALDO CUTOLO,op. cit., pp. 159-160.

26 A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., LIV, p. 143.27 Don Pedro introdujo en su cátedra de estudios jurídicos “el utilitarismo de Jeremías

Bentham, en el que se inició por sugestión de Rivadavia”.VICENTE OSVALDO CUTOLO, op. cit.,

p. 162.

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23ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

General Rondeau que fue uno de los buques en que fue embarcada para venira Buenos Aires la 2da. División del Ejército Nacional28.

Por otra parte, el mismo autor nos representa el momento en que partici- pó del sitio de San Nicolás en 1829, hecho que se enmarca en dicho periodode guerras civiles, como parte de la escuadrilla unitaria que, “al mando delcoronel Rosales dominaban el río Paraná”29, suministraba víveres a la ciudadsitiada por una división que el gobernador de Sante Fe, Estanislao López, habíadejado allí para poner n a esa resistencia30.

Lo cierto es que por las circunstancias de su vida cuando joven, es pro- bable que Somellera haya participado intermitentemente de ambas “redes derelación”. Sus memorias demuestran cómo, por un lado, estaba consubstan-

ciado con el grupo unitario que dirigía la Comisión Argentina en Montevideo.De hecho, era esta organización la que le impartía las órdenes y misiones en laguerra contra el Restaurador 31, como la “malograda” expedición de septiembrede 1840 que reconstruye en la segunda parte de sus Recuerdos32. Por otro lado,su pensamiento político-ideológico estaba, sin dudas, profundamente in uen-ciado por el movimiento romántico platense, ya sea por la virulencia de susdiatribas contra el gobierno y la gura de Rosas, como por otros aspectos desu discurso que analizaremos más adelante. Por lo tanto, debemos aceptar aSomellera como un individuo intermedio entre ambos grupos, que se relacio-

naba y trababa amistad tanto con unos como con otros, y al cual las diversascircunstancias lo acercaban más a un sector que a otro.En sus memorias, Somellera recuerda el transcurso de una conversación

sobre temas políticos con sus compa eros de fuga sobre la lancha que losllevaba a Montevideo que podría iluminarnos al respecto. Allí el General Pazle cuestionaba:

28

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., XXXVIII, p. 92.29A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., LII, pp. 137-139. Ver:TEODORO CAILLET-BOIS,‘Introducción’, en:A NTONIO SOMELLERA, De los tiempos heroicos. La última campaña navalde la guerra con el Brasil , Buenos Aires, Biblioteca O cial de Marina, Vol. X, a o 1930, p.6 (escrito en 1864).

30DAMIÁN MENÉNDEZ, Historia de la ciudad de San Nicolás de los Arroyos (1890). Edicióndigitalizada por “Ateneo Historia y Verdad”, disponible en: http://www.sannicolasfuturo.com.ar/ciudad/historia.htm

31A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XLIII, pp. 109-110. En la misma cita, Somelleramuestra cuán detallados eran sus conocimientos respecto del funcionamiento de la ComisiónArgentina dirigida por el viejo líder unitario Julián Agüero.

32

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., XLIII-LIV.

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24 JUAN PABLO ALFARO

-¿Conoce usted un folleto escrito por el joven Alberdi con el singular títulode Profecías?-Sí, se or. (Responde Somellera)

-¿Y creen ustedes que con eso se derrocan las tiranías?... ¡Cuántos disparatesse están cometiendo!Cruzamos una mirada con Barros (Pazos) al oír el juicio de tan respetable persona y guardamos silencio no atreviéndonos a contradecirlo.Por mi parte debo decir, que tal juicio, aunque me parecía demasiado severo,lo encontré justo33.

En este interesante pasaje, vemos cómo Somellera aceptaba pero al mismotiempo atemperaraba el juicio que el Gral. Paz realizaba sobre un artículo de

Alberdi, uno de los más importantes representantes de la corriente romántica,mostrando una posición política e ideológica intermedia que lo situaba entreambos grupos. Lo cierto es que hasta Caseros, al joven Antonio se lo podíaencontrar bien dispuesto tanto para cualquier manifestación como para concualquier individuo que se mostrara contrario a la gura y el gobierno del“tirano”.

U NIFORMIDAD POLÍTICA ROSISTA Y TERROR

Uno de los aspectos más relevantes del gobierno de Rosas fue la unifor -midad que trató de imponer a su pueblo. Éste era uno de los “rasgos típicos”que Carlos Ibarguren destaca de la “Tiranía rosista”34, hecho que explica comoconsecuencia de la anarquía producida en las Provincias Unidas del Río de laPlata tras la Revolución de Mayo35. Esta tendencia, que tenía como n crearuna adhesión política absoluta por parte de todos los habitantes de BuenosAires, trató de imponerse por una doble vía. Por un lado, a través de una para-fernalia que se materializaba en toda una serie de manifestaciones exteriorescomo la ropa, los distintivos, el lenguaje, los colores, las procesiones, los actos públicos, etc. Por otro lado, el régimen se ocupaba de perseguir mediante lacoerción física cualquier tipo de manifestación opositora.

Para ello, Rosas se servía de una serie de instrumentos que le permitíanorganizar la sociedad con objeto de uniformarla. Desde el punto de vista jurí-

33A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XL, p. 103.34CARLOS IBARGUREN, Juan Manuel de Rosas: su vida, su drama, su tiempo, Buenos Aires,

La Facultad, 1935, p. 262.35

Ibidem, pp. 261-262.

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25ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

dico, había sido elegido gobernador de Buenos Aires investido con “facultadesextraordinarias”, lo que implicaba la posibilidad de no respetar las garantíasindividuales si así lo consideraba necesario, y con la “suma del poder público”,que le otorgaba funciones legislativas y judiciales junto a las ejecutivas36. Ensu calidad de gobernador, Rosas tuvo a su servicio instituciones preexistentescomo la policía, los alcaldes37 y los jueces de paz38 para ejecutar sus disposi-ciones. Pero el carácter legal e institucional de estos organismos hacía que, pese a los extensos poderes con que contaba quien los dirigía, tuvieran siem- pre un límite a la hora de tratar de imponer la uniformidad política absolutaen Buenos Aires. Para sortear esta di cultad, Rosas puso a su disposición unclub de fervientes partidarios, dispuestos a la acción en su favor, que habíasido fundado por su esposa, Encarnación Ezcurra, en tiempos de su campa aen el desierto (1833): la Sociedad Popular Restauradora y su brazo armado,la Mazorca.

Mientras la primera se ocupaba de “dar muestras de apoyo a Rosas endistintos contextos: gritaban a su favor en las calles, importunaban a susenemigos, concurrían a la Sala de Representantes para presionar a los antirro-sistas”39, la segunda velaba por el cumplimiento a rajatabla de la uniformidadque auspiciaba el gobernador. Para ello, llevaba a cabo un ejercicio ilegítimode la coerción física sobre sus enemigos, tolerado e incluso manejado por elgobierno, constituyéndose en un ejemplo de terror dirigido por el Estado40.Rosas “usó el terror como instrumento de gobierno, para eliminar enemigos, para disciplinar disidentes, para advertir a los irresolutos y, nalmente, paracontrolar a su propios partidarios”41.

Recuerdos de una víctima de la Mazorca pretende ser básicamente untestimonio de esta realidad, aunque en su pretensión nos diga muchas máscosas. Somellera denuncia la violencia con que procede la Mazorca al tratarde satisfacer las pretensiones de uniformidad política de su caudillo, pero sudescripción deja entrever ciertos aspectos que permiten reconstruir, como se

36 GABRIEL DI MEGLIO, op. cit., p. 69.37Estaba subordinada al jefe de policía. Se ocupaba del orden, la higiene y el cuidado de

la moralidad pública en su jurisdicción (cuartel).38 Su jurisdicción integraba varios cuarteles. Se encargaba de los asuntos civiles y pe-

nales de menor entidad, que luego, para su resolución, debía elevar a los jueces de primerainstancia.

39GABRIEL DI MEGLIO, op. cit., p. 64.40CRISTINA TERESA GONZÁLEZ, “Relatos del terror en Buenos Aires, 1833-1842”. Anuario

del Instituto de Historia Argentina, Nº 6, 2006, pp. 77-96. Versión digital disponible en: http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.56/pr.56.pdf, p. 24.

41

JOHN

LYNCH

, op. cit., p. 218.

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26 JUAN PABLO ALFARO

verá más adelante, algunos elementos que caracterizaban, también, la violenciaque utilizaban los antirrosistas.

El relato de Somellera es un buen ejemplo de cómo los procedimientosque el régimen instrumentaba contra sus enemigos para imponer la unifor -midad coartaban ciertos derechos individuales, lo que provocaba la reacción,sobre todo, de los sectores más ilustres de la urbe porte a. Por ejemplo, nosinforma que tanto él como sus amigos tenían de hecho prohibido reunirselibremente al estar “seriamente comprometidos y vigilados como enemigosde aquella actualidad ignominiosa”42. Por esta razón se ponían en contactoen ocasión de ciertos eventos, como los remates, para poder ocultarse entrela aglomeración:

teníamos convenido asistir a esos puntos de reunión para comunicarnos, sininfundir sospechas a los agentes de la tiranía; porque a la sazón era impruden-cia grave que más de dos personas que no fuesen federales netos y cabales, sereuniesen en paraje visible43.

Por otra parte, los Recuerdos atestiguan cómo los opositores tenían veda-do todo derecho a expresarse libremente en materia política. La prohibición dela libertad de prensa en Buenos Aires, normativa que por cierto no era origi-nal del periodo rosista44, se evidencia por la circulación de ciertos periódicos

opositores clandestinos, cuya posesión y lectura podía implicar gravementeal titular:

[…] temía que este desgraciado suceso (la detención de su amigo Félix Tiola)acarrease sobre la se ora Del Sar y su hermana Da. Victoria Elía, las terribles persecuciones de la Mazorca, debido a que eran depositarias y tenían ocultosen sus roperos, números del periódico El Grito Argentino, que hacíamos llegarsigilosamente a manos de los amigos de la causa45.

42A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., II, p. 17.43 Ibidem, p. 18.44De hecho la ley que regía la prensa en Buenos Aires durante el gobierno de Rosas fue

promulgada en momentos anteriores a su gobierno. La “Ley de la Sala de Representantes deBuenos Aires” del 3 de septiembre de 1834 se mantuvo vigente hasta 1852. Su artículo N° 1contemplaba la vigencia del “Decreto Reglamentario” del 1 de febrero de 1832, el cual dicta-minaba que nadie podía establecer una imprenta sin previo permiso del gobierno. Ver:MIGUEL Á NGEL DE MARCO, Historia del periodismo argentino: desde los orígenes hasta el centenariode Mayo, Buenos Aires, Educa, 2006, pp. 481-482.

45

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., II, p. 18.

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27ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

Como se puede apreciar, Somellera acusa a los “agentes de la tiranía”como el instrumento que velaba por el cumplimiento de la uniformidad federalneta. Estos agentes, como bien consigna el autor, podían ser los miembros dela Sociedad Popular Restauradora o de la Mazorca. El mismo Don Antonio,“comprometido y vigilado como enemigo de aquella actualidad” bien prontose acostumbró…

[…] a llevar los distintivos federales, con lo que dicho sea de paso, creía andar perfectamente garantido, razón por la cual me animé a mostrarme en todas partes con gran divisa con letrero pendiente del ojal del frac y cintillo en elsombrero46.

En una ocasión que se encontraba caminando por la vía pública, Some-llera recordaba:

Siguiendo mi camino, al cruzar la bocacalle de Florida me apercibí de quede la imprenta de La Gaceta Mercantil salía el comandante Santa Coloma(mazorquero), de pantalón blanco y chaqueta colorada, acompa ado de unindividuo de tipo siniestro, y que venían en dirección contraria a la que yollevaba, de modo que el encuentro era inevitable. A n de evitar encontrarmecon Santa Coloma, que bien me conocía, entré en casa de comercio de losse ores Lavallol47.

Estos relatos atestiguan algunas de las diferentes medidas que tomabala oposición para no ser descubierta. ¿A qué se debía dicha paranoia genera-lizada y propensión al ocultamiento? ¿Qué métodos utilizaban restauradoresy mazorqueros para mantener a la población sujeta al orden impuesto porRosas? Somellera, a partir de su experiencia, nos ofrece algunas respuestas.En un remate en el cual pretendía encontrarse con su amigo Manuel Bustillo,que Somellera fechaba a nes de noviembre de 1839, cae en una celada que lo pone en manos de los mazorqueros quienes, como se podrá observar, habían procedido premeditadamente a su persecución y captura:

No habíamos llegado al zaguán (de la casa de Arriola) cuando sentí que por la puerta de calles pasaban caballos. Mi acompa ante había tomado la delantera pasando por en medio de tres o cuatro hombres de poncho; yo iba a hacer otrotanto, cuando uno de esos tipos, trigue o, de gran bigote y patillas a la anda-

46A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XI, p. 33.47

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., V, p. 23.

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28 JUAN PABLO ALFARO

luza, tan renegridas como sus ojos, sacando los brazos de debajo de su ponchoforrado de pa o colorado, impidiéndome la salida, trató de agarrarme, llamán-dome salvaje afrancesado y agregando: «ya caíste hijo de… no te escaparás»

[…] Asegurado como estaba, le fue fácil a Cuiti o, que era el mismo que me perseguía, tomarme de la barba con la mano derecha, de cuya mu eca pendíaun rebenque de cabo de plata.Mientras los mazorqueros a gritos me llenaban de improperios, los golpesde las puertas que se cerraban o abrían, y el ruido de las pisadas de los quehuían ya por el patio, ya por el interior de las piezas hacia la sala por la queyo tanto forcejeaba por escapar, producía un alboroto inmenso, una confusiónespantosa […].[...] soltome (Cuiti o) por un momento la barba de que me tenía asido; apro-vechando ese momento hice un último esfuerzo, consiguiendo librarme de

Merlo y de un salto salvé los dos escalones de aquella puerta y me precipitéy confundí entre la oleada de gente que tumultuosamente ganaba el zaguán buscando rápida salida a la calle48.

La fortuna dispuso que ese día Somellera pudiera escapar de las manosde los mazorqueros, pero de no haber logrado evadirse seguramente su suertehubiera sido muy diferente. Ello lo prueba el destino de Manuel Bustillo quetras ser alcanzado por los mazorqueros, en ocasión de una pretendida visitanocturna al Sr. Atkinson y “cansado de pasar un encierro análogo al que yo

(Somellera) observaba”, fue duramente agelado, tal como su amigo nos lohace notar a continuación:

No bien había dado el primer golpe de los tres que acostumbrábamos los ami-gos para reconocernos desde el primer momento, dos individuos que habíanestado ocultos entre los pilares de la puerta de la casa de la se ora madre delDr. Barros Pazos, se lanzaron sobre él y lo tomaron. Acto continuo princi- piaron a dar fuertes silbidos, apareciendo varios jinetes que lo amarraron ycolocándolo en las ancas de un caballo desaparecieron con él a gran galope.Lleváronlo al hueco de los sauces, donde, a pesar de la desesperada resistenciaque el valiente Bustillo oponía, lo agelaron atrozmente49.

De la lectura de estos fragmentos, se puede apreciar cómo la Mazorcaactuaba por medio de verdaderas razias contra los individuos sospechados deoposición. A éstos, el rosismo los aunaba con la denominación de “salvajesunitarios”, independientemente de si hubieran participado en este partido

48A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., III, pp. 20-22.49

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., X, p. 31.

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29ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

o no 50, con objeto de identi car conceptualmente a sus enemigos. Primero procedía a la persecución y detención del reo, como se aprecia en el caso deSomellera, para luego, agelarlo violentamente, como le pasó a Manuel Bus-

tillo. El objeto de estos procedimientos era, sin dudas, castigar y sembrar elmiedo entre quienes se resistían a adscribir al régimen, tal como lo vemos enla reacción de la familia de Bustillo ante su incidente con los mazorqueros:

Como a las dos de la ma ana, fuertes golpes a la puerta llenaron de sobresaltoal respetable padre de Bustillo, que ansioso por la tardanza de su hijo, velabacon la familia toda; (…) se encontraron con el cuerpo casi exánime del pobreManuel, a quien habían dejado tirado en el umbral, cubierto de sangre.

El cuadro de dolor y desesperación que se produjo en la familia de Bus-tillo es más fácil concebirlo que expresarlo con palabras. Sólo una prolijaasistencia médica y los asiduos cuidados de la familia pudieron salvarlo. Losmédicos le extraían de las muchas heridas que tenía, pedazos de las ropas: talhabía sido la bárbara agelación51.

En estos testimonios se puede apreciar que la persecución era premedi-tada y estaba dirigida hacia personas especí cas. En el caso de Somellera, élmismo advierte que previo a su persecución había sido víctima de una celada,tendida para lograr una efectiva detención52. Por otra parte, el hecho de no

haber procedido a la ejecución de Bustillo es un claro indicio de que la penahasta la agelación había sido ordenada, pues luego vemos cómo los mazor -queros lo depositaron malherido en la puerta de su casa paterna. La falta dediscreción y secreto en ambos casos demuestra cómo el castigo buscaba serejempli cador.

En el momento previo a su persecución y detención por parte de la Ma-zorca, Somellera cuenta que en el remate anteriormente mencionado habíasido importunado por uno de los “federales netos”, que trataba de entretenerlo por medio de una conversación trivial sobre cuadros y retratos53. Pero en el

momento que los mazorqueros aparecieron en el remate para atraparlo…[…] el de los cuadros y retratos había desaparecido como por encanto. Su rápi-da desaparición en esos momentos, para mí bien críticos, me hizo comprender

50“La gura del unitario fue armada con la carga de ser aristócrata, adversario del pueblo,y de ser amigo de los extranjeros”.GABRIEL DI MEGLIO, op. cit., p. 73.

51A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., X, pp. 31-32.52A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., III, p. 20.53

Ibidem, III, p. 19.

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30 JUAN PABLO ALFARO

que él me había tendido esa celada, pues era miembro de la célebre SociedadPopular 54.

Este hombre no era mazorquero, sino, de acuerdo con el relato de nuestroautor, un miembro de la Sociedad Popular Restauradora. La diferencia entrela Mazorca y la Sociedad Popular era que, si bien los líderes de la primeraformaban parte de la segunda, no todos los miembros de la Sociedad eranmazorqueros.

Había una división funcional en dos secciones, la mayoría de la Sociedad y laMazorca. La Sociedad era el cerebro, la Mazorca el brazo. La Sociedad ayu-daba a compilar las clasi caciones (listas de opositores), la Mazorca eran los

activistas que caían sobre los sospechosos; la Sociedad se manifestaba a favorde la política de Rosas, la Mazorca la aplicaba55.

Somellera atestigua cómo sufrió en carne propia esta doble inteligenciadel aparato de represión rosista: es un miembro de la Sociedad Popular, com- partidor de ciertos ámbitos de sociabilidad con el opositor 56, quien lo sirve ala Mazorca para que proceda a la ejecución ordenada por Rosas.

Nuestro autor también nos advierte de otras formas que tenía el federa-lismo apostólico para avasallar a la oposición, en las cuales se aprecia esta

doble inteligencia:Una noche en que nos encontrábamos reunidos un buen número de amigos,en su mayor parte extranjeros, se presentó de improvisto el Secretario de laSociedad Restauradora. El efecto que hizo en los presentes su entrada en lasala fue de sorpresa, en los extranjeros, pintándose en los semblantes de loshijos del país, algo así como una impresión de marcada alarma que se parecíaal terror.Yo fui inmediatamente a su encuentro y lo hice tomar asiento al lado mío.[…] Como era consiguiente, me manifestó que sentía mucho lo que me había pasado, agregando que en casa del gobernador se había lamentado el suceso.

54 Ibidem, III, p. 20.55“La elite de la sociedad, miembros de la clase más alta que con frecuencia se asociaban

simplemente como un seguro, incitaban y toleraban el terrorismo, pero no salían ellos al galopea recorrer Buenos Aires para degollar. Eso se dejaba a las tropas de choque, la Mazorca. Los ma-zorqueros eran los verdaderos terroristas, reclutados en sectores inferiores a los de la elite rosista,y que constituían grupos armados para salir en misiones diversas”. Op. Cit., pp. 225-226.

56Somellera reconoce haber tenido con este hombre una “ligerísima relación”.A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., III, p. 19.

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31ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

En conclusión, me dijo que no me privara de salir de casa, que nadie me mo-lestaría en lo más mínimo57.

Aquí vemos, por un lado, el estupor que generó la sola entrada del secreta-rio de la Sociedad Popular entre los reunidos en la tertulia (seguramente todosopositores al régimen), efecto sin dudas buscado por el rosismo para intimi-dar en aquella reunión disidente por medios diferentes a los utilizados por laMazorca. Por otro lado, se puede apreciar cómo, luego del ataque fallido, losfederales netos se valían de sus hombres ilustrados, en este caso el secretariode la Sociedad Popular, para tratar a los disidentes políticos de acuerdo conlas formalidades de la época. El testimonio muestra cómo se buscaba generaruna falsa con anza y, al mismo tiempo, quitar responsabilidad al gobierno delo que éste consideraba una “expansión popular”58, suceso que “en casa delgobernador se había lamentado”.

Para poder identi car a sus enemigos políticos, el régimen rosista se valía,entre otras cosas, de un sistema de delaciones que, según nuestro autor, habíasido establecido “como medio para remontar las fuerzas de la Restauración”59.Así se armaban las famosas clasi caciones de opositores, elemento integraldel aparato de represión rosista60. Estudiado cada caso en particular, general-mente era el propio Restaurador quien determinaba el castigo correspondientesegún la ocasión. En su recuerdo de los sucesos posteriores a la Conspiración

de Maza, descubierta en junio de 1839, Somellera atestigua cómo el gobiernoutilizó los sistemas de delación para reconocer a sus enemigos internos:

Los que fueron presos cuando la revolución de Maza, después de varios mesesde cárcel, si querían ser puestos en libertad, eran obligados a poner el númerode personeros que se les designaba, dos, cuatro, seis y hasta diez, como se leimpuso a D. Santiago Albarracín61.

El hecho de haber participado él mismo de esta conspiración nos permite

admitir lo bien informado que Somellera debería estar al respecto. Por otra parte, las delaciones podían surgir del seno mismo de la sociedad porte a, y

57A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., IX, p. 30.58“En su carta a Mandeville (Ministro inglés en Buenos Aires), Rosas daba la impresión

de que los hechos de octubre de 1840 eran la reacción natural y espontánea de las masas po- pulares contra los salvajes unitarios, y de que detener ese sentimiento era algo superior a loque su gobierno se atrevía a hacer”.JOHN LYNCH, op. cit., p. 240.

59A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XII, p. 35.60 JOHN LYNCH, op. cit., p. 221.61

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., XII, p. 3.

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32 JUAN PABLO ALFARO

muchas veces su efecto podía ser manipulado por el acusador para dirimir al-gún pleito personal. Es sabido que, dado el carácter popular del gobierno62, lossirvientes domésticos se aprovechaban de los sistemas de delación con objetode manipular y presionar a sus patrones63. Era éste, sin dudas, un efectivo mé-todo por el cual los sectores más bajos de la sociedad podían, con la venia delgobierno, presionar a la elite de la ciudad, generalmente hostil para sometersea la uniformidad rosista. Por su parte, Somellera a rma también haber sidovíctima de estas “falsas delaciones”:

Una vez estuve a punto de ser víctima de una falsa delación, en la que se citabacomo testigo sabedor de la falta, al respetable Sr. D. Mariano Díaz, entoncesteniente coronel reformado, que vivía de su trabajo honrado. Felizmente la

delación fue hecha al jefe de policía, que hizo comparecer al expresado Sr.Díaz, que consiguió destruir por completo la falsa imputación que se me hacíade recibir correspondencia de a bordo de los buques bloqueadores, siendo éltestigo de este hecho […].Conocía yo los sujetos que habían fraguado, para explotarme, ese infame plan, pues me ofrecieron emplear su in uencia para salvarme de una prisiónsegura. Sabían que yo había recibido algún dinero y uno de ellos llegó hasta buscarme el número de personeros que la policía me exigiese, persuadido deque la delación hubiese tenido el resultado por ellos deseado64.

Claramente se puede apreciar en este testimonio, cómo se aprovechaba elsistema de denuncias que fomentaba el rosismo para sacar ventajas personales(dinero) utilizando una falsa delación de índole política (recibir correspon-dencia de buques franceses que en ese tiempo estaban bloqueando el puertode Buenos Aires). Esta degeneración en la que caería cualquier sistema dedenuncias desarrollado fuera de un cauce jurídico-institucional generaba unestado de descon anza y temor generalizados que paralizaba a la poblaciónsometiéndola a la uniformidad promovida desde el gobierno.

A colación de este suceso, Somellera deja entrever ciertos aspectos dela naturaleza de la Mazorca y la Sociedad Popular Restauradora. Según nosinforma: “Si la falsa denuncia en vez de haber sido hecha a la policía, hubiesesido a Rosas o a la Sociedad Restauradora, habría seguramente corrido la mis-

62 GABRIEL DI MEGLIO, op. cit., p. 53.63“Los criados podían ser espías, una palabra podía comprometer la vida o la fortuna: no

se podía ni reconvenirles, ni mirarlos con severidad, la tiranía estaba en los de abajo”.VICENTE QUESADA, ‘La mashorca en Buenos Aires’. Nueva Revista de Buenos Aires, 1883, en:ADOLFO PIETRO, op.cit., p. 22.

64

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., XII, pp. 34-35.

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33ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

ma suerte que Tiola”65, fusilado en la madrugada del 1 de diciembre de 183966.El procedimiento legal e institucional por el cual procedió el entonces jefe de policía, Bernardo Victorica, salvó a Somellera. Por esta razón, el régimen sevalía de otros métodos para neutralizar a la oposición. “La policía podía perse-guir a opositores al régimen si lo ordenaba el gobernador, que estaba habilitado para hacerlo apelando a sus facultades extraordinarias; incluso alguno que otro podía ser fusilado sin proceso ordenado apelando a la situación de crisis. Perono podía matarlos a mansalva, acción que hubiera justi cado plenamente laacusación de tiranía que los emigrados enemigos de Rosas le achacaban”67.

La Sociedad Popular y la Mazorca eran los instrumentos mediante loscuales se aplicaba dicha metodología, para lograr una uniformidad absolutay adicta al Restaurador. Esto era conveniente pues, a diferencia de la policía,“la acción de la Mazorca podía ser presentada como un conjunto de excesos populares”68. Nadie podía, o cialmente, poner límites “a un cuerpo que ac-tuaba fuera de todo orden, vinculándose sólo a la persona de Rosas y con laSociedad Popular, a la que pertenecía”69. Somellera mismo era perfectamenteconsciente de esta realidad:

La Mazorca o Sociedad Popular Restauradora70, máquina de asesinatos ycrímenes atroces de toda especie, montada y manejada por Rosas, tenía másamplias funciones de exterminio y persecución que la policía, que estaba

obligada a respetarla en absoluto. La policía, que es la autoridad encargadade velar por el orden y seguridad públicos, no tenía entonces otra misión queejecutar al pie de la letra las órdenes que se le transmitían, verbalmente casisiempre, por el primer edecán del Restaurador, como ser la de pasar por las

65A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XII, p. 34.66 Ibidem, VII, p. 27.67GABRIEL DI MEGLIO, op. cit., pp. 86-87.68 Ibidem, p. 87.69 Ibidem, p. 93.70

“Algunos contemporáneos (como Somellera) siempre las consideraron una sola entidad,lo cual se debe a que en un principio eran lo mismo. El enigma del signi cado de “mazorca”contribuyó a la confusión. Una de las versiones sobre la aplicación de ese término indica queal enterarse Rosas de la invención de la Sociedad, le envió a sus integrantes una mazorca demaíz como regalo, y ella se convirtió en su símbolo a través de un uso muy concreto: servíacomo elemento para introducir en el ano de los enemigos. Ese es el sentido que más contem- poráneos asignaron al nombre “mazorca”. Hubo quien en cambio sugirió un signi cado más poético: que los granos apretados de la mazorca signi caban la unión de los federales. Otroscreían que el nombre auténtico era “más-horca”, una amenaza contra los opositores de Rosas. No es posible saber cuál fue la acepción exacta, o si “mazorca” condensaba todas esas posibi-lidades. Lo cierto es que con el tiempo ese nombre se empezó a aplicar a una especie de brazo

armado de la Sociedad Popular Restauradora”. Ibidem, pp. 67-68.

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armas a presos políticos, que sin forma alguna de juicio eran encerrados encalabozos. Sus agentes, pues, no causaban el terror que aquellos insignes cri-minales miembros de la Mazorca71.

Antonio Somellera aprovechaba esta comparación con la policía parademostrar que el carácter ilegal e ilegítimo de la autoridad y la coerción fí-sica ejercida por la Mazorca, sumado a la violencia con que procedía contrasus opositores, era lo que la transformaban en una “máquina de asesinatos ycrímenes atroces de toda especie”. Esta realidad daba lugar a que la Mazor -ca tuviera, de hecho y con el permiso implícito del gobernador, facultades para actuar con suma impunidad en diferentes circunstancias. Nuestro autorilustra con precisión esta situación al narrar una imagen recurrente de esostiempos:

Después de esos actos de salvajismo desenfrenado (persecuciones y agela-ciones), los mazorqueros se limitaron a insultar y mofarse de aquellos que secreían garantidos con la simple divisa pendiente del ojal de la chaqueta o delfrac, y atacar a las se oras que no llevaban en su peinado el mo o colorado, pegándoselo con brea, procedimiento que ejecutaban aun en la puerta de lostemplos, en horas de mayor concurrencia a las funciones religiosas72.

Estos acontecimientos ilustrativos de la violencia política vivida en esostiempos se explican por el contexto histórico en el que éstos se desarrollaron.Entre los a os 1838-1840, momento al que se re eren los hechos de los cualesSomellera da testimonio en sus Recuerdos, el gobierno de Juan Manuel de Ro-sas atravesaba una crítica situación producto de amenazas internas y externasque pusieron en jaque su hegemonía. Entre marzo de 1838 y octubre de 1840,se llevó a cabo el bloqueo francés sobre el puerto de Buenos Aires, afectandoseriamente la estabilidad política y económica de la provincia73. Por otra parte,en junio de 1839 se descubrió una gran conspiración para atentar contra la vidade Rosas que involucró a numerosos miembros de la elite porte a (incluidoSomellera), denominada “Conspiración de Maza”, en honor a uno de los máscomprometidos líderes del movimiento: el teniente coronel Ramón Maza.

71A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XI, p. 34.72A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XI, p. 32.73“Implantar de una manera estable en el Río de la Plata la in uencia política y econó-

mica de Francia, bajo una forma, disimulada o no, de protectorado o de colonización, fue elobjetivo fundamental que perseguía de tiempo atrás esta potencia. Ella encontró un pretextoadecuado para proceder con motivo de las reclamaciones que interpuso al gobierno argentino,

apoyadas por las fuerzas de una escuadra amenazadora”.CARLOS

IBARGUREN

, op. cit., p. 311.

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La crisis política y la súbita reacción del gobierno74 que provocó la cons- piración, desató en octubre del mismo a o la rebelión de los hacendados delsur de la provincia de Buenos Aires, preocupados por los perjuicios econó-

micos sufridos con el bloqueo y la paciente política de resistencia de Rosas75.Si bien este levantamiento no llegó a durar dos semanas, “el hecho de que enel corazón de la campa a sur, la que había sido una importante base de poder para el Restaurador, hubiera surgido un descontento tal que había dado lugara una rebelión, hizo que el régimen redoblara sus esfuerzos de vigilancia yacentuara la represión”76.

El gobierno logró sofocar rápidamente dichos movimientos, pero el a o1840 iba a presentar un panorama mucho más difícil que abriría aún más lasheridas dejadas por las rebeliones disidentes surgidas en el seno de los sectoresmás altos de la sociedad criolla urbana y rural de Buenos Aires. En abril seformaba la Coalición del Norte: las provincias confederadas de Salta, Jujuy,Tucumán, Catamarca, La Rioja y, efímeramente, Córdoba, se unieron bajo ladirección de Marco Avellaneda y Gregorio Aráoz de Lamadrid para formarun ejército provincial contra Rosas. Por otra parte, en agosto del mismo a oLavalle, que desde julio de 1839 reunía en la isla Martín García las tropasdispuestas por la Comisión Argentina de Montevideo en connivencia con losfranceses, ponía su pie en Entre Ríos. De este modo, a la oposición provincialy a los focos rebeldes porte os, se sumaba la acción del Ejército “Libertador”

organizado por los emigrados en la Banda Oriental.Amenazado por todos los frentes, entre los a os 1838-1842 el régimenrosista puso en marcha todos sus instrumentos para lograr su subsistencia provocando el terror y un estado de violencia generalizado, como se re eja enel testimonio de Somellera. A posteriori, el costo de esta política fue alto parael gobierno de Rosas. Tras la caída del Restaurador, sus opositores procedierona su condenación histórica, valiéndose en el recuerdo de estos procedimientos,que en muchas ocasiones sacaban de contexto y exageraban para generar en lasociedad, justamente aquello contra lo que tanto habían luchado: la uniformi-

dad de opinión. Antonio Somellera es un claro ejemplo de esta realidad.

74 En la ma ana del 28 de junio Ramón Maza fue fusilado por orden del gobernador.El día anterior la Mazorca había procedido al asesinato de su padre, Manuel Vicente Maza, presidente de la Junta de Representantes.

75JOHN LYNCH, op. cit., pp. 215-216.76

GABRIEL

DI M

EGLIO, op. cit., p. 171.

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VIOLENCIA POLÍTICA ANTIRROSISTA

Entre los a os 1838-1840, nuestro autor admitía estar “seriamente com-

prometido y vigilado” por ser “enemigo” de una actualidad que consideraba“ignominiosa”77. Como nos lo hace saber en sus Recuerdos, su acción en talsentido no se limitaba al plano verbal sino, como veremos más adelante, impli-caba una actividad concreta contra el gobierno de Rosas que muchas veces sematerializaba en forma de violencia. Su relato, es un testimonio contundentede la violencia política practicada por los miembros del régimen rosista, perotambién, como veremos a continuación, lo es de la violencia que ejerció la opo-sición. Desde el a o 1839, tanto los opositores internos como los emigrados,organizados por la Comisión Argentina en Montevideo, respondieron a sus

pretensiones de uniformidad por medio de una violenta reacción, consiguientecon una modalidad política que, desde la Revolución de Mayo, se había hechotradición en el Río de la Plata.

El historiador británico John Lynch a rma que

siempre había existido un elemento terrorista en el bando unitario, y tambiénellos habían contribuido desde 1810 al aumento de la violencia organizada,culminando con el derrocamiento y fusilamiento de Dorrego […] Éste fueel verdadero comienzo del terrorismo, que creció a medida que cada lado practicó sus calculadas venganzas. En las campa as de 1840-41, los unitariosejecutaron a los prisioneros federales. En Entre Ríos, Lavalle proclamó: «Es preciso degollarlos a todos. Purguemos a la sociedad de estos monstruos.Muerte, muerte sin piedad» […] Los unitarios, como los federales, estaban presionados para ganar una rápida victoria a n de evitar los ruinosos costosde una prolongada guerra civil […] En ese momento el terror se alimentaba así mismo, ya que cada lado respondía inexorablemente al otro78.

De las memorias de Somellera se puede dilucidar que la violencia delsector al que él pertenecía procedía políticamente por doble vía. Por un lado, a

través del golpismo revolucionario y las conspiraciones contra la vida de Rosasa través de los hombres que todavía se encontraban en Buenos Aires. Por otrolado, por medio de su brazo armado “o cial”, el Ejército Libertador, que desde julio de 1839 había puesto pie en territorio de la Confederación desatando laguerra civil en suelo argentino. De esta manera, la oposición buscaba derrocaral régimen por la acción combinada desde adentro y desde afuera.

77A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., II, p. 17.78

JOHN

LYNCH

, op. cit., pp. 243-243.

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El plan político que Somellera acu aba en esos tiempos, y que él mismonos devela, es un testimonio contundente de dicha realidad:

Yo había sido siempre y hasta ese momento de opinión, que los que habíamosestado iniciados en la revolución de Maza, debíamos conservarnos en BuenosAires para el caso de poder efectuar una reacción79.

El mismo Somellera se con esa “miembro de uno de los muchos clubs o peque as y ocultas asambleas de conspiradores”80. Su participación en la céle- bre Conspiración de Maza se demuestra al relatarnos algunos pormenores de lacon agración de los cuales se había encargado y sus intercambios personalesal respecto con el mismo Ramón Maza, a quien nuestro hombre informaba deciertas “personas de que era prudente precaverse”81.Pero el ambiente conspirativo y golpista no se reducía a la ciudad. Comohemos visto, en octubre de 1839 tuvo lugar en la provincia de Buenos Airesla Rebelión de los Hacendados del Sur. Hecho éste que según Somellera for -maba parte de ese “gran movimiento que respondía al que lleva el nombre de«conspiración de Maza»”82, del cual, según nuestro autor, Pedro Castelli yAmbrosio Cramer eran el alma; y cuya muerte (7 de noviembre de 1839) puso

n de nitivo a dicho movimiento conspirativo:

En efecto, la revolución se hizo en aquella parte de la campa a donde Rosascreía tener su mayor poder debido a los acertados trabajos de esos dos bene-méritos militares (Cramer y Castelli) con el valioso concurso de los Campos,los Ramos, los Ezeiza Rico, Holmos Arrogo y demás, todos ricos hacendadosdel sur, y habría dado seguramente en tierra con el poder del tirano si ellos nohubieren sucumbido83.

Por medio de la conspiración revolucionaria, ciudad y campa a se “pre- paraban para recuperar sus libertades, rompiendo sin estrépito las cadenas

que nos oprimían”84

. Estos acontecimientos ponen de mani esto algunasmodalidades de violencia con que procedía políticamente el bando antirrosistay que alimentaron el hermetismo y las aspiraciones de uniformidad política

79A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XIV, p. 38.80A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XLVIII, pp. 124-125.81 Ibidem, XLVIII.82 Ibidem, XLVII, p. 124.83A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XLVII, p. 124.84

Ibidem, XLVIII, p. 125.

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del régimen federal neto que, como bien expresa Somellera, también se vioafectado por un miedo generalizado:

El mismo tirano no disfrutaba de tranquilidad. Vivía encerrado porque temíaun atentado contra su persona. En su casa, por más que ella era frecuentada por sus feroces y leales esbirros, no se dejaba ver sino de alguno de ellos, aquien necesitaba dar alguna orden secreta. Su galera colorada, completamentecerrada y tirada por cuatro caballos, con sopenda de cuero crudo, solía vérselecruzar las calles de la ciudad; y a pesar de que era escoltada por seis u ochosoldados con gorras de manga, chaqueta y chiripá colorados, era sabido que noiba en ella, pues iba a Palermo y volvía a caballo y en altas horas de la noche,escoltado por hombres de su con anza, carniceros de profesión85.

Primero el miedo, luego, la reacción. El terror sólo se puede explicar eneste contexto de violencia generalizada.

Otro importante rasgo de violencia política característico de la oposición ydel cual el texto de Somellera también es testimonio era la organización, abas-tecimiento y dirección del Ejército Libertador con objeto de derrocar a un go- bierno establecido por las normas institucionales vigentes86. Formar parte delEjército liderado por Lavalle era el norte de la mayor parte de los opositoresque se exiliaban ante el acoso de la Mazorca o las persecuciones del régimen,alimentando así el odio entre sus las. Somellera cuenta cómo tras la referida

agelación que sufrió Manuel Bustillo pudo verlo una noche y lo encontró“dispuesto a abandonar la ciudad para ir a incorporarse al Ejército Libertador”,y se alándose la frente le dijo: “hasta acá he de venir de sangre”87.

Por su parte, tras lograr su fuga de Buenos Aires y exiliarse en la BandaOriental, Somellera nos anoticia de haber participado activamente en estosacontecimientos:

En los primeros días del mes de septiembre del a o 1840, salí del puerto deMontevideo a bordo de la goleta Julia con destino a las costas del Salado,conduciendo considerable cantidad de vestuario, armas y municiones para elejército Libertador que se hallaba en marcha sobre las numerosas fuerzas queRosas tenía en Santos Lugares. Esos artículos de que carecía ese ejército (…)

85A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XIV, p. 40.86Rosas fue legalmente elegido gobernador con poderes dictatoriales (facultades extraor -

dinarias y suma del poder público) por la Junta de Representantes de la Provincia de BuenosAires el día 7 de marzo de 1835 y legítimamente con rmado por el voto popular en un plebis-cito realizado unos días después.

87

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., X, p. 32.

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fueron preparados por la Comisión Argentina con el concurso de las familiasemigradas que se ocuparon de la confección de las varias piezas de que secompone el uniforme de soldado88.

A las intentonas revolucionarias y la guerra civil que la oposición emi-grada había iniciado contra un gobierno legal y legítimamente constituido, sesumaba un acontecimiento que llevaría las voluntades políticas a los extremosagravando aún más la situación general de violencia que se venía desarro-llando: los opositores emigrados argentinos concertaron una alianza con lasfuerzas francesas que hostigaban al Río de la Plata desde el puerto de BuenosAires para luchar contra la dictadura. No pretende esta investigación realizarun juicio valorativo acerca de este hecho ni de ninguno de los mencionadosanteriormente, pues ello no corresponde al historiador sino a la sociedad engeneral. Mas el primero tiene la responsabilidad de brindarle a ésta los ele-mentos necesarios para elaborar un juicio correcto y adecuado de su pasado,elemento constitutivo de su cultura e identidad.

Sobre la naturaleza y razones de dicha alianza, Ernesto Quesada re erelo siguiente:

la alianza franco-unitaria no fue, al principio, más que una entente verbal, porque ni el plenipotenciario francés tenía poderes para celebrarla ni la Comi-

sión Argentina, personería de gobierno para ser contratante. Lo que autorizabaal diplomático francés para obrar como lo hizo era que, estando en guerradeclarada con la confederación, no tenía fuerzas navales su cientes y carecíade tropas de desembarco para poder intentar con éxito hostilidades serias;en cambio, disponía de fondos abundantes, para lo que se votaron en Franciamillones en calidad de «subsidios». El problema a resolver para los francesesera reemplazar con el dinero las tropas de que carecían, evitando complicardirectamente el pabellón. Los unitarios se dieron bien cuenta de la situacióny, haciendo a un lado escrúpulos, resolvieron aprovecharla89.

Pero para llegar a la unión entre emigrados y franceses fue necesariorecorrer un largo camino desde 1838.

Los militares (unitarios) pretendían regresar a la patria con la bandera deBelgrano90; jamás sacri car los intereses de la Nación a la necesidad, general-

88A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XLIII, pp. 109-110.89 ERNESTO QUESADA, Los unitarios y la traición a la patria, Buenos Aires, Plus Ultra,

1965, p. 137.90

Bandera proscripta por Rosas.A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., XLII, p. 108.

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mente aceptada, de derrocar al Dictador, ya que tal cosa –decían– les cubriríade infamia porque cualquier socorro que recibiesen debían aceptarlo con lareserva de que no produciría menoscabo al honor y dignidad del país, como

que estaban dispuestos a rechazar la intromisión de sus futuros aliados (…) Nada de ponerse bajo la dirección de un gobierno foráneo; menos aún bajo la protección de Francia, como que todo anunciaba un con icto con este paísque, para la gente de espada, no se libraría contra Rosas; sí contra la RepúblicaArgentina91.

Consciente el grupo de emigrados unitarios que con la alianza hubieran procedido “traidoramente” contra la patria, fue el sector liderado por los jó-venes románticos quien auspició más vigorosamente la coalición con Francia para aprovechar las oportunidades que ésta les brindaría en la lucha contrael “tirano”. Fueron ellos quienes procederían a justi car ideológicamente laalianza con los buques franceses con objeto de convencer al reacio sector mi-litar unitario. Desde El Nacional 92, los redactores argentinos, como Alberdi,

asumieron el papel de abogados de los derechos no legislados de los foráneoscomo si ellos, ciudadanos del mundo, defensores de una libertad sin límites(…) que usaban conceptos de la ilustración al referirse a un estado, el propio,no fuesen ciudadanos argentinos; sí cosmopolitas, ciudadanos del mundo93.

El joven Alberdi, al igual que muchos de sus compa eros románticos,

era y se sentía ciudadano del mundo, hombre de la Ilustración. A rmaba queRosas pertenecía al pasado; era el Restaurador por excelencia. De ahí susviolentos apóstrofes (…) y los elogios que prodigaba a Francia, cuyos ca onessiempre seguían, según él, el estandarte de la libertad94.

En febrero de 1839, Lavalle había declarado que “sólo pisaría el suelonatal llevando en alto el pendón de Mayo y que no participaría en la empre-sa unido a orientales y franceses”95. No fue fácil, pero la prédica romántica

91GABRIEL PUENTES, op. cit., p. 200.92 Periódico publicado en Montevideo desde el 1 de abril de 1835, en su primera etapa,

y desde el 11 de noviembre de 1838, en su segunda etapa.MIGUEL Á NGEL DE MARCO, op. cit., p. 152.

93GABRIEL PUENTES, op. cit., p. 204.94 Ibidem, pp. 207-208.95Carril a Lavalle, Mercedes, 1-II-1839, en Archivo Histórico de la Provincia de Buenos

Aires, etc., p. 30, en:GABRIEL

PUENTES

, op. cit., p. 212.

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surtió su efecto. En agosto, las tropas del Ejército Libertador comandadas porel mismo Lavalle atacaban la provincia de Entre Ríos. De esta manera, “laentente cordiale franco-unitaria llegó a convertirse en protocolo diplomático por el acta de junio 22 de 1840, rmada por el plenipotenciario francés Mar -tigny y por la Comisión Argentina compuesta por Agüero, Cernadas, Gómez,Alsina, Portela y Varela”96. Somellera nos da testimonio en varias ocasionesde cómo los emigrados organizados desde la Comisión Argentina en Monte-video procedieron a la agresión contra el gobierno de Rosas en connivenciacon los buques bloqueadores franceses. Con motivo de la expedición al Saladoque la Comisión le con ó en septiembre de 1840 a n de abastecer al EjércitoLibertador en campa a, nos relata lo siguiente:

En la ma ana siguiente el doctor D. Julián Segundo de Agüero como presi-dente de la Comisión me dio instrucciones y una carta para el vicealmiranteDupotte, diciéndome que podía hacerme a la vela con el primer viento favo-rable […].Próxima ya la puesta del sol me dirigí a la fragata de guerra francesa Fourtu-ne en una ballenera, dejando la goleta en facha. En el portalón de babor pordonde subí me recibió el o cial de guardia con semblante placentero: no asíel secretario del jefe a quien entregué la carta de que he hecho mención, queera del se or Martiniz, ministro de Francia, a efecto de que se me expidieseel pasavante para que los buques bloqueadores en las costas argentinas no me pusieran embarazo alguno en el cumplimiento de la comisión que se me habíacon ado97.

Es necesario aclarar, por un lado, que “en una época en la cual no eranclaras ni siquiera las fronteras, y las con guraciones nacionales estaban enlento proceso de construcción, los vecinos solían proteger e impulsar sin de-masiados reparos a los enemigos de los gobiernos”98. Por otra parte, tampocodebemos subestimar el efecto psicológico que pudo haber tenido en muchosde los emigrados, el hecho de que durante el periplo de su emigración desdeBuenos Aires hacia Montevideo, hayan sido los buques bloqueadores franceseslugar de refugio contra las persecuciones del régimen rosista, predisponiéndo-los favorablemente a su causa.

Durante su fuga de Buenos Aires, Somellera recuerda la amabilidad fran-cesa para con los de su grupo de emigrados. Acogidos en la fragata Almeunluego de una jornada de navegación en condiciones infrahumanas sobre una

96ERNESTO QUESADA, op. cit., p. 138.97 A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XLIII, pp. 110-111.98

GABRIEL

DI M

EGLIO, op. cit., p. 124.

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ballenera “que apenas podía medir cinco toneladas de registro”99, el o cial deguardia…

[…] dio orden a uno de los o ciales de mar, para que me llevasen a un cama-rín y me hiciese acostar en su excelente cama, obsequio que acepté despuésde excusarme por fórmula (…). A los pocos minutos entraba un criado tra-yéndome una taza de café, y detrás de él un marinero trayendo mis vestidos perfectamente secos y mis botas lustradas que estaban bien secas. Galantería propiamente francesa100.

El mismo jefe del bloqueo, que estaba a bordo de dicha fragata, le mani-festó a Somellera y al Gral. Paz que los consideraba

[…] como a personas de su familia y que debíamos por consecuencia estar asu bordo como en nuestra propia casa: que si queríamos ser conducidos direc-tamente a Montevideo, esperaba dentro de cuatro o cinco días la vuelta de lagoleta L. Ecler y que si preferíamos ir a la Colonia o a otro punto de la costaoriental, pondría a nuestra disposición lanchas cómodas y seguras para haceresa peque a travesía101.

Esta connivencia política entre franceses y antirrosistas fue uno de los

elementos más efectivos de la propaganda política apostólica contra los “sal-vajes unitarios”, al tiempo que servía de justi cación ideológica para procederviolentamente contra éstos. Como ya hemos visto, los mazorqueros se arroja- ban sobre los antirrosistas al grito de “afrancesados”102. En este caso, se puedeapreciar cómo la agresión verbal servía de introducción a la agresión física. Laviolencia se respondía, siempre, con más violencia.

LA VIOLENCIA DISCURSIVA: “BÁRBAROS” Y “SALVAJES”

En el relato de Somellera se puede observar que los procedimientos ejerci-dos por el sector antirrosista tenían un elemento que completaba el panorama político de la época: la violencia dirigida desde el discurso. Esta modalidad,convertida en hábito durante esos tiempos, tenía por objetivo generar, por unlado, adhesión partidaria y, por otro, predisponer violentamente a los “com-

99A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XXXV, p. 87.100 A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XXXVIII, p. 98.101 A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XXXIX, p. 100.102

Ibidem, III, p. 20.

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pa eros de causa” contra los enemigos políticos. La violencia discursiva seretroalimentaba con la violencia concreta ejercida en el plano físico, estable-ciéndose como causa y, a la vez, consecuencia de la segunda.

Las diatribas del periódico El Grito Argentino, a cuya red de distribución pertenecía nuestro autor 103, eran una manifestación evidente de dicha realidad.En un texto que antecede a un grabado que representa la muerte del coronelZelarrayan, se puede apreciar claramente cómo la violencia se encarnaba enel discurso político de esos tiempos:

Este salvage de Rosas, tiene manos y corazón de tigre, y sus juegos son los deuna bestia. ¿Y quiénes serán capaces de festejarle estas gracias? Solamentealguno como cierto curita, que a pesar de la caridad que debían infundirle sus

hábitos, tiene también algo de tigre en sus sentimientos, o como su cu ado elGeneral Mansilla, que es un mono en la facilidad con que muda de cara polí-tica, y que incita a Rosas a cometer excesos104.

Aquí se puede apreciar que el redactor y el dibujante utilizan la caricaturaanimalesca como recurso satírico “para evidenciar la esfera moral de Rosas ysus allegados, como crítica a las acciones de gobierno y por la falta de aptitud para dirigir y gobernar”105. La sátira como recurso retórico representa unatendencia discursiva violenta que se explica siempre por “una postura mental

crítica y hostil, por un estado de irritación. La expresión de desprecio (…) yel impulso satírico están probablemente más íntimamente ligados a un tipo decomportamiento agresivo que al ataque abierto”106. El mismo Somellera nosatestigua cómo su amigo Tiola “recurría a la sátira, al chiste y al ridículo”107 para denigrar al régimen que dominaba la situación política de esos tiempos.

La primera estrofa de la canción compuesta por M. Irigoyen, “Bravoshijos de Mayo glorioso” que, según Somellera, El Grito Argentino divulgóentre los antirrosistas108, es una clara manifestación de la violencia discursiva promovida por estos grupos:

Bravos hijos de Mayo glorioso,Levantad a los ojos del mundo.

103A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., II, p. 18.104“Las nobles distracciones del ilustre restaurador”, El Grito Argentino Nº 5, Monte-

video, 10 de marzo de 1839.105MARÍA CRISTINA FÜKELMAN, op. cit., p. 30.106 MATTHEW HODGART, La Sátira. Madrid, Guadarrama, 1969, p. 10, en: Ibidem, p. 26.107A NTONIO SOMELLERA; Recuerdos…, cit., VIII, p. 28.108

Ibidem, XXXVII, p. 91.

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44 JUAN PABLO ALFARO

Destrozad a ese déspota inmundoQue las glorias del Plata manchó.Desplegad la bandera que un día

El guerrero argentino llevabaCuando el Andes gigante pisabaY en Junín y Pichincha triunfó109.

En estos versos se puede apreciar cómo los emigrados argentinos oposito-res al gobierno de Rosas, adjudicándose deliberadamente la herencia de los he-chos de Mayo y de las batallas de Junín y Pichincha en la gesta emancipadora, promovían explícitamente “destrozar” al “déspota inmundo”. Y lo hacían pormedio de un género, la canción, que buscaba producir una continua repetición para convencer a los receptores de lo que allí se exhortaba.

Otro aspecto discursivo de los sectores opositores a Rosas que pone demani esto la lectura de los Recuerdos era la propensión a auto identi carsecon lo que ellos consideraban “civilización”, “testimonio indeleble del pro-greso humanitario”110 y cuyo centro era Europa111, en contraposición a la“barbarie” con que etiquetaban cualquier tipo de manifestación federal neta.En el grabado anteriormente mencionado publicado por El Grito Argentino,Rosas aparece despojado de sus atributos y atuendos como jefe de Estado y selo representa como un gaucho con el fuelle y la botella de vino en sus manos.Esta disposición es “un sinónimo de la polarización entre civilización y bar - barie”112. Según Fükelman, allí se reconocen la antinomia entre rusticidad yurbanidad y la idealización del concepto de civilización europeo113.

Adscribiendo a esta modalidad de entender dicha realidad, nuestro autorse re ere explícitamente a la “época fatal” de Rosas como una “bárbara situa-ción política”114. El aspecto del régimen que Somellera, como su generación,más asociaba con la “barbarie”, era la naturaleza de la Mazorca y sus “bár - baras agelaciones”115. A sus miembros los denomina “famosos y temiblesguasos”116 . De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española,

109A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XLII, p. 108.110 ESTEBAN ECHEVERRÍA, El dogma socialista y otras páginas políticas, Barcelona,

Linkgua, 2006, p. 77.111 Ibidem, p. 78.112 MARÍA CRISTINA FÜKELMAN, op. cit., p. 21.113 Ibidem, p. 21.114A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., VIII, p. 28.115 Ibidem, X, p. 32.116

Ibidem, VIII, p. 28.

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45ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

“guaso” es sinónimo de “incivil”, “falto de civilidad o cultura”117. Somellerautiliza intencionalmente este adjetivo para oponerlo a la civilización que él ylos suyos supuestamente encarnaban.

Por otra parte, Don Antonio pone de mani esto claramente la oposiciónentre urbanidad y rusticidad que complementaba a la antinomia civilizacióny barbarie al relatarnos los prolegómenos que sucedieron cuando el asesinatodel doctor Maza tras la conspiración descubierta en junio de 1839. De acuerdocon su relato, unos mazorqueros ingresaron en la o cina de su abogado, el Dr.Zorrilla, que se encontraba “bajo el Cabildo”, y “con los cabos de rebenquehabían roto el retrato que tenía del presidente de la Cámara de Justicia”118. So-mellera nos muestra cómo los mazorqueros procedieron a un acto “vandálico” por medio de un elemento típicamente gauchesco y rústico.

Resueltos él y su grupo a “rechazar la barbarie”119, Somellera nos ofreceun claro ejemplo de esta pretensión, al describirnos las fachas de los soldadosque se encontraban en el cuartel de los Restauradores, “todos negros viejosque ni para la pasiva servían”120:

Tenía que ver la clase de uniformes que llevaban aquellos infelices andrajosossoldados: los unos usaban gorras de manga, otros tenían sombreros inmundosy ya sin forma, y otros iban con bonetes de lana: con chaquetas los unos, con poncho y chiripá los otros; sin calzones los más, con ellos hechos jirones los

menos: los que no estaban descalzos llevaban ojotas o tamangos de cuerocrudo 121.

Ante la agresión, la réplica. Por su parte, el federalismo neto también sevalía de esta modalidad con objeto de crear adhesiones y generar el odio haciael “enemigo”. Uno a uno, respondía todos los ataques verbales que le llegabandesde el otro lado del Río de la Plata creando el clima propicio para que tu-vieran lugar todos los hechos de violencia física que hemos mencionado. Enel mismo discurso inaugural de su segundo gobierno, Rosas, en respuesta al

asesinato cometido contra Quiroga en Barranca Yaco (16 de febrero de 1835)y al desorden generalizado que la lucha facciosa había provocado en BuenosAires, pone de relieve esta singular forma de expresarse políticamente:

117R EAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la lengua española, Madrid, Espasa Calpe,2001, vigésima segunda edición, Tomo I, p. 1172 y Tomo II, p. 1261.

118A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XI, p. 33.119 Ibidem, LV, p. 144.120 Ibidem, XXXIII, p. 82.121

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., XXXIII, p. 82.

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46 JUAN PABLO ALFARO

Persigamos de muerte al impío, al sacrílego, al ladrón, al homicida y sobre todoal pér do y traidor que tenga la osadía de burlarse de nuestra buena fe. Que deesta raza de monstruos no quede uno entre nosotros y que su persecución sea

tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y de espanto122

.

Como se puede apreciar, “la violencia se re ejaba en el lenguaje de la épo-ca. Degollar, degollador, eran términos que se encontraban entre las palabrasmás comunes del vocabulario rosista, empleados con depravado placer tanto por el gobernante como por sus seguidores”123. El mazorquero Martín SantaColoma (1800-1852) brindaba por matar “a palos y pu aladas” a “todo el quese conozca enemigo del Ilustre Restaurador”124. Por su parte, Somellera nos pone de mani esto acerca de esta realidad al relatarnos el origen del célebre

apotegma federal, “¡Mueran los inmundos, asquerosos, salvajes unitarios!”,que tronaban los serenos al cantar las horas durante la noche125.En un principio sólo se decía “mueran los unitarios”; pero habiendo

gritado el jefe político D. Luis Lamas, en 1837 en la plaza de Montevideo,“muera el salvaje Rosas” con motivo de la declaración de guerra, éste agregóel cali cativo de salvajes; diciéndose desde entonces “mueran los salvajesunitarios”.

Los otros dos cali cativos de “inmundos” y “asquerosos” tienen el origensiguiente. En 1839, se interceptó y publicó en La Gaceta Mercantil una carta

del general D. Matías Irigoyen a D. Miguel Martín, emigrado en Montevideo,en que le recomendaba al hijo, y entre otras cosas le decía: “Hago salir a mihijo de esta inmunda y asquerosa tierra, que ni porvenir tiene”. De ahí la agre-gación de los dos adjetivos que quedan subrayados126.

Se puede advertir en estas líneas la escalada de violencia discursiva enla que incurrían unos y otros, haciendo de los simples epítetos originarios,construcciones cada vez más precisas y mani estas del odio hacia el otro. Acontinuación de esta explicación, Somellera nos advierte de las consecuencias políticas que podían ocasionar estas modalidades verbales:

Lo de inmundos y asquerosos, Rosas lo hacía entender a sus esbirros y secua-ces al pie de la letra, autorizando la matanza de millares de indefensos ciuda-

122 CARLOS IBARGUREN, op. cit., pp. 258-259.123JOHN LYNCH, op. cit., p. 224.124CARLOS IBARGUREN, op. cit., p. 294.125A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XXXI, p. 79.126

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., XXXI, p. 79.

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47ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

danos. Todo unitario era para Rosas y los suyos, no sólo salvaje, sino tambiéninmundo y asqueroso, y por consecuencia estaba fuera de las leyes127.

De acuerdo con este relato, la violencia discursiva era utilizada por Rosas para promover “la matanza de millares de indefensos ciudadanos”. Como bienlo a rma Somellera, “estos epítetos o cali cativos dan una idea de lo que eraRosas y su política”128, pero también de lo que era la política de sus opositores,tornándose esta modalidad en un principio general de la vida pública en esostiempos. Pues también los antirrosistas justi caban su violencia política a partir de un discurso que se tornó cada vez más agresivo contra el régimen delRestaurador. Las interpretaciones literales que los partidarios hacían de estas premisas los dejaban a un paso de proceder violentamente contra sus enemigosen el plano físico a través de agelaciones, conspiraciones, degüellos, fusila-mientos, asesinatos, etc., siempre que la situación política los dispusiera.

Generalmente las alusiones degradantes hacia el otro iban acompa adasde manifestaciones que buscaban crear adhesión al propio partido. A continua-ción de “¡Mueran los asquerosos, inmundos, salvajes unitarios!”, los serenosgritaban: “¡Viva el Restaurador!”129. La agresión siempre buscaba uni carmás sólidamente los partidarios en torno de aquello por lo cual se auto repre-sentaban y en contra de un enemigo común. Somellera nos muestra cómo losantirrosistas procedían de la misma forma mediante un contenido diferente:

junto a los “mueras” contra Rosas, los suyos vitoreaban la “libertad”130

, prin-cipio fundamental que los unía contra el Restaurador y del cual ellos se auto proclamaron paladines. Habiéndose asegurado los compa eros de exilio deSomellera haber llegado a buen puerto durante su fuga éstos “se desataron engritos de ¡muera Rosas! y ¡viva la libertad!”131.

Las continuas alusiones al “tirano” o a la “tiranía” para representar aRosas o a su régimen, seguidas de los permanentes adjetivos descali cativos,nos muestran cómo Somellera comulgaba con esta manera de proceder polí-ticamente. Incluso, vale agregar que nuestro autor participaba con sus dibujos

de la edición de un periódico cuyo simple título ya es un ejemplo concreto decómo se utilizaba el discurso para avasallar y descali car al enemigo:¡Muera Rosas!

127A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XXXI, p. 80.128 Ibidem, p. 79.129 Ibidem, p. 79.130 Ibidem, XLI, p. 106.131

Ibidem, XXXVII, p. 91.

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48 JUAN PABLO ALFARO

“VER , OÍR Y CALLAR ”: EL FIN DEL ESPÍRITU PÚBLICO Y EL EXILIO

A lo largo de su obra, Antonio Somellera nos ofrece algunos indicios de

la forma como la sociedad en general percibía y actuaba en relación con estasituación de violencia generalizada que rosistas y antirrosistas habían propi-ciado. La sociedad se encontraba de algún modo paralizada. Según nuestroautor, el “espíritu público” había desaparecido entre los ciudadanos de BuenosAires. Ante la creciente inseguridad producto de la caótica situación políticaa la que hemos hecho referencia y que se venía desarrollando en el Río de laPlata desde 1810, el ciudadano común pre rió recluirse poco a poco en susactividades privadas incluso a costa de ciertos derechos civiles. El espíritu público que había agitado a los porte os en los días de la Revolución de Mayo

se había apagado casi por completo.Somellera pone de mani esto esta realidad al atestiguar la indiferenciacon que la población reaccionaba ante ciertos hechos de violencia política. Enocasión de la incursión de los mazorqueros en el remate de Arriola para atrapara Somellera, nuestro autor nos dice:

Entre los que escapaban corriendo por las habitaciones, pude conocer a D.Francisco Molina, D. José María Casal, Mr. Fousier y a Manuel Bustillo,notando con gran tristeza que a pesar de la difícil y apurada situación en queme hallaba, entre las garras del feroz mazorquero Cuiti o y sus compa erosde degüello, ninguno de aquellos se ores había vuelto la cara hacia donde yoestaba. ¡El espíritu público había desaparecido, estaba muerto!132

Por otra parte, el día en que Manuel Bustillo fue duramente agelado en elhueco de los sauces, “a pesar del gran alboroto que los mazorqueros hacían ylos gritos rabiosos y las maldiciones que la víctima dirigía a aquellos cobardesforajidos, ninguna puerta se abrió en aquella vecindad”133. Dado el temor porla propia seguridad, la población permanecía inconmovible ante los arrebatosde la Mazorca. Somellera ejempli ca claramente la actitud que los ciudadanostenían ante estos acontecimientos al relatarnos el comportamiento tomado porel comerciante Jaime Lavallol tras los hechos referidos:

Aquel se or nada me había hablado sobre la prisión de Tiola, ni del atropellode que yo acababa de ser objeto, en presencia de más de trescientas personas.Será, pensaba, que no habrá llegado a su noticia. Esto me contrariaba y me

132A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., IV, p. 21.133

Ibidem, X, p. 31.

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49ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

causaba extra eza porque conocía cuáles eran sus sentimientos y modo de pensar en política. […] En otra persona no me habría extra ado esa conducta, porque la máxima de ver, oír y callar había ya empezado a hacerse carne en

este pueblo demasiado dócil e impresionable y tímido134

.

De acuerdo con este testimonio, la población de Buenos Aires en generalse limitaba a “ver, oír y callar”. Según nuestro autor, “¡el terror había conturba-do por completo el espíritu de los habitantes de Buenos Aires!”135, el procederviolento de la Mazorca era la causa de la desaparición del “espíritu público”.Pero por otro lado, también a rma que fue justamente esta actitud generali-zada del pueblo de Buenos Aires lo que permitió al Restaurador asumir losenormes poderes que ostentaba:

Debido a estas condiciones fue que Rosas exigió y obtuvo, «el sacri cio devida, hacienda y fama», que con limitadísimas y muy hermosas excepcio-nes, rmó el pueblo de Buenos Aires en masa. Fue una especie de plebiscitoacatado sin resistencia por todo el mundo y llevado a cabo por los Jueces dePaz, que acompa ados por dos alcaldes y dos tenientes, llevando el uno deestos un tintero y el otro un voluminoso cuaderno con tapas coloradas queestaba encabezado por un larguísimo escrito, por el que se hacía árbitro alilustre Restaurador de las leyes y héroe del desierto, de los destinos presentesy futuros del pueblo más heroico. El juez de paz al presentar el álbum o cua-

derno para recoger rmas, pronunciaba el adverbio ¡voluntariamente! Palabraque estaba consignada con gran repetición en el cuerpo del escrito que debíasuscribirse136.

El documento aquí mencionado demuestra a las claras que el pueblo deBuenos Aires no quería comprometerse políticamente, aunque también queel apoyo al “restaurador del orden” era masivo en la ciudad. Tanto la primeracomo la segunda actitud se comprenden en relación con la situación de insegu-ridad generalizada que la población porte a sufría a causa de la violencia quelas distintas facciones políticas habían promovido en los días que siguieron ala emancipación. Según nuestro autor, esta complicidad y sumisión que, pordiferentes razones, el pueblo porte o brindaba “en masa” al Restaurador, eraotro importante aspecto que muestra cómo el espíritu público estaba muerto.Esta sumisión casi absoluta era uno de los eslabones más rmes sobre los queel rosismo fundaba la uniformidad del pueblo porte o. Somellera pone de

134A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., V, p. 24.135 Ibidem, IV, p. 21.136

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., V, p. 24.

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50 JUAN PABLO ALFARO

relieve tal uniformidad sujeta a la sumisión, al narrar el origen del uso gene-ralizado del chaleco colorado, el bigote y el cintillo federal:

Como Rosas llevaba chaleco colorado, fue lo bastante para que su uso segeneralizase, no habiéndose dado orden alguna que lo hiciera obligatorio. Nosucedió igual cosa con el bigote, que fue ordenado verbalmente, con motivode una célebre guardia de honor muchos meses antes, en cuya ocasión muchoshombres serios y de una posición independiente se lo pusieron, postizos unosy con corcho quemado otros. El origen del cintillo fue el distintivo adoptado por los miembros más conspicuos de la sociedad Restauradora, que algunos jefes se resistían a llevar 137.

A colación de estos sucesos, Somellera cuenta que Don Mariano Mazale aconsejaba que se abriese las patillas si no quería exponerse “a incidentesdesagradables y hasta ser víctima de algún atentado”138. Consejo que rápida-mente se convirtió en predicción, pues en momentos previos a su detenciónuno de los mazorqueros que lo tenía sujeto exhortaba: “¡cortémosle las patillasfrancesas!”139. Por otra parte, para lograr ofrecer una impresión lo más cercanaa esta realidad tal como él la percibía, Somellera evocaba al aspecto físico enel que Buenos Aires se encontraba en aquel entonces. Así nos muestra cómose materializaba el n del espíritu público en la ciudad. A sus ojos, “parecía

increíble que Buenos Aires, la ciudad tan alegre y bulliciosa de otros tiempos,ofreciese en las primeras horas de la noche el aspecto de una ciudad desierta,rodeada de un silencio sepulcral”140. Su descripción sonómica de la ciudades un claro ejemplo de lo que el autor trata de demostrar:

Las calles estaban poco menos que desiertas durante el día, y a las ocho dela noche estaban cerradas herméticamente las puertas de las casas, hasta lasde comercio. Esto, unido a que el alumbrado público se hacía entonces pormedio de velas de sebo y era escasísimo el número de faroles, hacía que des- pués de las ocho de la noche las calles estuviesen en una lobreguez y silenciosepulcrales141.

Otra de las consecuencias que, según nuestro autor, produjo la situaciónde violencia generalizada y, en particular, las persecuciones de la Mazorca,

137A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., VIII, p. 29.138 Ibidem, VIII, p. 29.139 Ibidem, IV, p. 22.140 Ibidem, XXXIII, p. 81.141

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., XIII, p. 35.

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51ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

fue el exilio de numerosos ciudadanos de Buenos Aires a Montevideo. ParaSomellera, aquellos que no eran federales se veían obligados a ocultarse yemigrar a esta ciudad, “refugio, como todos los pueblos de la costa oriental, para los perseguidos por la Mazorca o la policía de Rosas”142. La Banda Orien-tal se transformó en el refugio de muchos opositores del gobierno de Rosasdonde encontraron la acogida del presidente uruguayo Fructuoso Rivera y,desde 1838143, la posibilidad de canalizar sus inquietudes políticas a través dela Comisión Argentina en Montevideo. De acuerdo con Lynch, “las las de losexiliados políticos fueron engrosadas por emigraciones posteriores, especial-mente después de 1835, cuando un observador británico estimó su número encinco a seis mil, como mínimo”144.

La primera parte del relato de Somellera es, principalmente, el recuerdode sus avatares vividos, en cuanto opositor al régimen rosista, durante el largo periplo que lo condujo al exilio. En la segunda parte, se da testimonio de al-gunas de las actividades que Somellera desde el exilio desplegó contra dichogobierno. Nuestro autor nos asegura que fue el proceder de la Mazorca lo quelo decidió a embarcarse en la “peligrosísima empresa”145 de la emigración. Trasel intento fallido de Cuiti o y los suyos de atraparlo en el remate de Arriola,

…restablecida ya la tranquilidad de mi espíritu, me persuadí de que tendríanecesariamente que emigrar del país, a pesar de las grandes di cultades que

tenía que vencer para realizarlos146

.

Como bien lo a rma Somellera, que experimentó en carne propia la expe-riencia de la fuga y del exilio, aquellos que emigraban debían sortear grandesdi cultades, y se “nos iba la vida en ello si éramos descubiertos”147. De hecho,atestigua que Rosas había prohibido a cualquier ciudadano evadirse de la ciu-dad sin permiso correspondiente. Según nos informa, el lanchón rosista Ma-nuelita “salía por la noche a recorrer la costa”148 para vigilarla. Por otro lado,era necesario un pasaporte para poder movilizarse a distintos lugares dentro de

la misma provincia149

. Por ello, en correspondencia con la experiencia de nues-tro autor, el exilio debía estar precedido por el ocultamiento en la ciudad:

142 Ibidem, XI, p. 34.143GABRIEL PUENTES, op. cit., p. 211.144JOHN LYNCH, op.cit., p. 210.145A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XIX, p. 49.146A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., IV, p. 22.147 Ibidem, XIX, p. 49.148 Ibidem, XXXVII, p. 91.149

Ibidem, XLVIII, p. 125.

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52 JUAN PABLO ALFARO

Cuando ya la oscuridad era su cientemente densa para impedir que los ve-cinos me viesen, me lancé a efectuar mi evasión por azoteas y tejados de lavecindad. […] Dando rodeos y orillando obstáculos, conseguí llegar a los

fondos del Consulado Inglés, enseguida escalé una pared, y por una pila deescombros descendí a lo de Atkinson, donde este buen amigo me recibió conlos brazos abiertos y me condujo al escondite que me había preparado conanticipación150.

El lúgubre y pasivo aspecto que presentaba la ciudad en esos a os, hacíaque el mínimo movimiento nocturno alertara a los agentes del régimen. Poresta razón, Somellera pone de relieve la gura de “protectores” que cubríanal exiliado. Tal es el caso de su amigo Atkinson que “con toda la abnegación

de corazón noble, se empe ó infructuosamente durante más de un mes queme hospedó en su casa, en buscar los medios de proporcionarme una evasiónsegura”151. Por otra parte, eran estos mismos protectores quienes gestionabanla fuga de los expatriados:

Algunos días después, mi amigo me hizo saber que ya tenía todo preparado para mi embarque por aquellos parajes, en compa ía del Dr. Juan AntonioFernández, persona distinguida y respetable por sus cualidades morales y sureputación médica, que como yo, se encontraba oculto y debía seguir a su hijoD. Julián que había emigrado152.

La lectura de los Recuerdos de Somellera permite identi car “el exilio”de los opositores políticos como una de las consecuencias más mani estas dela violencia política ejercida por Rosas, muchas veces en respuesta a aquella promovida por sus opositores. Por otra parte, “el n del espíritu público” apa-rece como otra consecuencia que se complementaba con la anterior y que seencarnaba entre quienes quedaban en la ciudad.

LIBERTAD VERSUS TIRANÍA: DISCURSO POLÍTICO-IDEOLÓGICO DE SOMELLERA

Como se puede apreciar a lo largo de este trabajo, toda la obra de Some-llera está atravesada por un discurso cuya ideología pone de mani esto ex- plícitamente en continuadas ocasiones. Ésta se fundamentaba en la oposiciónde dos principios o conceptos considerados desde un punto de vista político:

150A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XIV, p. 39.151 Ibidem, XV, p. 41.152

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., XVI, p. 42.

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53ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

“tiranía” y “libertad”. Desde su óptica, la tiranía estaba representada por Rosasy su gobierno, mientras que él y los suyos encarnaban la libertad. De acuerdocon esta visión, profundamente in uenciada por los postulados de la juventudromántica del ‘37, la lucha entre Rosas y sus opositores era mucho más que lalucha entre dos facciones políticas disidentes. Ésta representaba la contiendaentre dos principios deliberadamente construidos y opuestos entre sí por elgrupo antirrosista para dar legitimidad a la violencia política por ellos ejercida.Según Somellera, tras la emancipación, el pueblo argentino se debatía entrequé principios iban a regir, de allí en adelante, su destino; si la tiranía repre-sentada por Rosas o la libertad, representada por los antirrosistas.

Por lo tanto, para nuestro autor, esta era una lucha que debía llevarse acabo sin cuartel, teniendo por n una victoria segura, pues ellos defendían,supuestamente, un principio consagrado por la razón contra un régimen quedirigía los destinos del país en forma irracional. Somellera mismo “creía r -memente que la tiranía sería derrocada en poco tiempo por las armas de lalibertad”153. Este optimismo triunfalista es un elemento típico de las ideolo-gías libertarias, por considerarse éstas, justamente, estar del lado de la razónuniversal. Por otra parte, como bien demuestra la canción “Bravos hijos deMayo glorioso”, cuyos versos nos transmite Somellera, los opositores a Rosasse consideraban los verdaderos herederos de la Revolución de Mayo y de lagesta emancipadora, momento cúlmine del pueblo argentino y sudamericano

en la lucha por la libertad. De acuerdo con esta visión, Rosas representaba unresabio de la tiranía que anteriormente había ejercido la monarquía espa olaen América154.

Por su parte, el exilio y todo lo que este implica, contribuía a la cons-trucción de esta ideología por parte de los emigrados. Era la búsqueda de lalibertad y el alejamiento de la tiranía lo que justi caba en ellos la expatriación.Entre otras cosas, Somellera se decide por la emigración “para ir a respiraren tierra extra a el ambiente de la libertad que no existía en tierra argentina”, pues se encontraba “bajo la sangrienta dictadura del feroz tirano que la opri-

mía”155

. Sus cavilaciones durante estos acontecimientos, que nos atestigua endiversos párrafos, son un ejemplo de la forma de pensar de aquellos que seencontraban en una situación política similar a la suya:

153 Ibidem, XI, p. 33.154Ver: CLEMENTE A NÍBAL DÍAZ, “El antiespa olismo en la doctrina de Echeverría”, en:

FAUSTINO J. LEGÓN, op. cit., pp. 261-272.155

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., XVII, p. 46.

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54 JUAN PABLO ALFARO

Al otro lado de este río, pensaba y me lo decía a mismo, esta la tierra oriental,cuyo puro ambiente de libertad no está contaminado por el aliento mefíticode la tiranía. Hacia ella pues se dirigían mis miradas ansiosas; en ella tenía

puesta mi esperanza [...]156

Como vemos, para nuestro autor era el “feroz tirano” quien “oprimía latierra argentina” y quien obligaba a los exiliados a expatriarse “para salvar elhonor y la vida”157; fueron sus “hechos salvajes” los que habían “determinadoa Francia a aliarse con el partido que combatía la tiranía en el Plata”158. Porestas razones, consideraban legítimo irse del país para luchar contra su régi-men, aliarse con los franceses y proceder violentamente contra él en aras dela supuesta “libertad” del pueblo argentino en general y de Buenos Aires en

particular.En diversos pasajes de su obra, Somellera se ocupa de legitimar a par -tir de esta ideología la violencia con que procedía el sector antirrosista y élmismo como parte de dicha facción. Con respecto a la acción del EjércitoLibertador, bautizado intencionalmente con este nombre por los antirrosistasen correspondencia con la mencionada forma de pensar, Somellera le dedicala siguiente exaltación:

Ese ejército formado por hombres libres que marchaba al encuentro del tirano

con el propósito de sucumbir o quebrar su férreo y ominoso poder que teníasumidos en la abyección a los pueblos de la República159.

Sin dudas es esta una imagen sumamente idealizada de un ejército cuyoavance fue verdaderamente catastró co para los pueblos del interior. Comose puede apreciar, para Somellera, la legitimidad de este ejército, organizadoy dirigido para derrocar un gobierno legalmente constituido, radicaba, por unlado, en la naturaleza de quienes lo componían: “hombres libres”. Y por otrolado, en la naturaleza del poder ejercido por Rosas, que catalogaba de “férreo

y ominoso” y que provocaba la “abyección”, humillación, de “los pueblos dela República”. Por otra parte, nuestro autor justi ca la violencia política conque procedieron los antirrosistas al organizar el movimiento conspirativo queimplicó la Conspiración de Maza y la Revolución de los Libres del Sur, altratar de probar documentalmente la “homogeneidad que había en la reacción

156A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., XXII, p. 55.157 Ibidem, XLI, p. 106.158 Ibidem, XXXVIII, p. 97.159

A NTONIO

SOMELLERA

, Recuerdos…, cit., XLIII, p. 110.

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55ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

que el espíritu público en la ciudad y campa a preparaban para recuperar suslibertades, rompiendo sin estrépito las cadenas que nos oprimían”160.

Por último, vale agregar que los breves panegíricos que Somellera brindaa aquellos de sus “amigos” que murieron en la lucha contra el régimen rosistasin ser póstumamente recordados, ayudan a reforzar su discurso ideológico.De su amigo Tiola elogia su…

[…] espíritu caballeresco y nobles sentimientos. […] Como buen suizo odiabala tiranía y fue ese noble sentimiento de libertad lo que lo colocó al lado delos que combatían al tirano. […] No podía contenerse ni morigerarse cuandodaba expansión a sus generosos sentimientos de hombre libre, y fulminabacon enérgica expresión a la tiranía que oprimía y llenaba de vilipendio y de

vergüenza a la patria de los argentinos161

.Una breve descripción física acompa aba a esta lisonja con objeto de

evocar su recuerdo162. En referencia a Manuel Bustillo, Somellera nos dice quetras su incorporación al Ejército Libertador,

murió con gloria en esa acción de guerra (batalla del Sauce), ese valienteciudadano y patriota insigne, merecedor de una corona cívica. Sin embargo, jamás he visto nombrarlo en lo mucho que se ha escrito respecto a ese pasado

en que él fue uno de los mártires de la libertad163

. Nuestro autor consagra a estos hombres como “mártires” de la libertad,

para justi car de esta manera la violencia política con que estos, como otros, procedieron en la lucha contra el gobierno de Rosas.

CONCLUSIÓN

Los Recuerdos de Antonio Somellera son, en primer lugar, el testimoniode las experiencias vividas por un opositor al gobierno de Rosas que parti-cipó activamente de los acontecimientos que se desarrollaron en los críticosa os de 1838-1840. En su calidad de opositor y por las circunstancias de suvida, Somellera estaba profundamente relacionado con los miembros del partido unitario original y, al mismo tiempo, con los jóvenes que formaron el

160 Ibidem, XLVIII, p. 125.161 A NTONIO SOMELLERA, Recuerdos…, cit., VIII, p. 28.162 Ibidem, VIII, p. 29.163

Ibidem, X, p. 32.

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56 JUAN PABLO ALFARO

movimiento romántico platense, con quienes compartía edad, experiencias,aspiraciones e ideas. La in uencia de este grupo intelectual en la concepción político-ideológica que Somellera tenía acerca de la realidad en esos tiemposha sido muy importante.Este testimonio tiene como objetivo principal describir, a partir de la ex- periencia del autor, la violencia con que procedía la Mazorca para fundamentarla acusación de “tiranía” con que cali ca al régimen rosista. En el relato se puede apreciar cómo la Mazorca, que velaba por la uniformidad política abso-luta que auspiciaba el gobernador en Buenos Aires, entre los a os 1838-1840actuaba por medio de verdaderas razias contra todo individuo sospechado deser “salvaje unitario”. Ello la constituía en una especie de fuerza para-policialque, asistida intelectualmente por la Sociedad Popular Restauradora, llevaba acabo un ejercicio ilegítimo y abusivo de la coerción física que se ponía de ma-ni esto en las diversas persecuciones, agelaciones, asesinatos y degüellos.

Pero en su pretensión de demostrar esta realidad, Somellera también nos brinda testimonio de algunos aspectos de la violencia política llevada a cabo por el sector antirrosista que, sumados al contexto histórico en el que estos he-chos se desarrollaron, pusieron en jaque a un gobierno que no dudó en utilizarel terror como barrera de contención cuando lo creyó necesario. La utilizaciónde la violencia como instrumento político no fue un invento de Rosas, sinoque ocasionalmente se había utilizado en el Río de la Plata desde 1810. La

innovación del rosismo fue vincular a ciertos personajes con antecedentes enla política popular porte a, como Parra, Cuiti o y otros líderes mazorqueros,con una violencia política aplicada directamente contra los opositores164. Estefue uno de los aspectos más importantes que provocó la violenta reacciónde la oposición, reclutada, generalmente, entre los miembros de aquella elitesocial urbana.

Somellera da cuenta de cómo los antirrosistas, con base en Montevideo, procedieron violentamente contra un gobierno legal y legítimamente constitui-do por medio de la conspiración revolucionaria y la organización de un ejército

que, con objeto de “liberar a los pueblos de la República”, llevó la guerra civil164GABRIEL DI MEGLIO, op. cit., p. 110. Por su parte, Halperín Donghi a rma que inteli-

gentemente Rosas se asignó el papel de “representante político de ese peligroso sector popularque los unitarios habían cometido el error de ignorar”. Dispuesto a restaurar el orden, amen-azado por la lucha facciosa que tanto perjuicio causaba a los intereses de su grupo social (loshacendados), el gobernador se dio cuenta de que este séquito popular “podría ser utilizado paraello, y no sólo para disciplinar a la inquietante elite política: la unanimidad de la plebe en unafe facciosa podría ser transformada en elemento de cohesión y estabilidad aun más e caz quela pasividad política ya dejada atrás”.TULIO HALPERÍN DONGHI, Argentina. De la Revolución de

Independencia a la Confederación Rosista. Buenos Aires, Paidós, 1980, pp. 302-303.

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57ANTONIO SOMELLERA: UN TESTIMONIO DE VIOLENCIA POL TICA...

al territorio argentino. Guerra ésta que se llevó a cabo incluso en alianza conFrancia, potencia europea con la cual la Confederación estaba en con ictodesde 1838. Por otra parte, como hemos visto, esta violencia política tambiénse gestaba y promovía a través del discurso. Por medio de periódicos partida-rios o cualquier otro tipo de manifestación pública, unos y otros denigraban alos enemigos políticos: “bárbaros”, “salvajes”; y promovían la acción violentacontra éstos: “¡muera Rosas!”, “¡mueran los salvajes unitarios!”.

El n del espíritu público en una ciudad como Buenos Aires, que en tiem- pos anteriores se caracterizó por su per l bullicioso y libertario, y el exiliomasivo a que procedió su población más “ilustrada”, según Somellera, fueuna consecuencia directa de la política irracional y “bárbara” impuesta porRosas. Sin embargo, un análisis profundo y crítico de sus propios relatos per -

mite develar que esta es una visión absolutamente parcializada de la complejarealidad que perturbó al país entre los a os 1838-1840. Y forma parte de unaconstrucción ideológica de un hombre que estaba profundamente comprome-tido con los intereses políticos de la oposición unitaria y romántica que desdeMontevideo buscaba por todos los medios la caída del régimen rosista.

Por lo expuesto a lo largo de esta investigación se puede concluir, en primer lugar, que Recuerdos de una víctima de la Mazorca es una pruebacontundente de la violencia generalizada en la que estaba inmersa la población porte a en esos a os. En segundo lugar, que esta situación fue producto, por

un lado, y como Somellera trata de demostrar, de la utilización de la violenciacomo instrumento político por parte del régimen rosista, y por otro, de losviolentos procedimientos que utilizaba la oposición para derrocarlo, procedi-mientos que en su obra Somellera intenta legitimar.

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La promoción industrial durante el peronismo.Impacto y límites de la ley de industrias

de interés nacional(1944-1958)

CLAUDIO BELINICONICET / UBA

Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”[email protected]

R ESUMEN

El objetivo de este artículo es analizar el impacto que tuvo el primer sis-tema de promoción industrial sobre el sector manufacturero en la Argentinade la inmediata posguerra. Se sostiene que si bien la ley tuvo inicialmente unescaso impacto en términos de los establecimientos afectados y del personalempleado, desde un punto de vista cualitativo logró alentar la producciónen un conjunto de industrias de las ramas química y metalúrgica. El trabajoanaliza el papel de la burocracia estatal y de los empresarios en la instrumen-tación del sistema. Adicionalmente, clasi ca el tipo de industrias protegidasy revela los límites que los incentivos aplicados tuvieron para el desarrollomanufacturero.

PALABRAS CLAVE

Peronismo - Política industrial - Industria manufacturera – Empresarios- Burocracia

ABSTRACT

The aim of this article is to analyze the impact of the rst system ofindustrial promotion in Argentina during the post-war years. It is supportedthat although the law had initially a low impact in the number of the affectedestablishments and the workforce, from a qualitative point of view promotedthe industrial growth especially in chemical and metallurgical branches. ThisT EMAS DE H ISTORIA A RGENTINA Y A MERICANA , XVI (E NERO -J UNIO DE 2010) pp. 59-97

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60 CLAUDIO BELINI

work analyzes the role of the state bureaucracy and of the businessmen in thelaw implementation. Additionally, the paper evaluates the nature of protectedindustries, and underlines its limits in order to promote the manufacturingdevelopment.

K EY WORDS

Peronism - Industrial Policy - Manufacturing industry – Entrepreneurs- Bureaucracy

I NTRODUCCIÓN

En el primer aniversario del golpe militar del 4 de junio de 1943, el ge-neral Edelmiro Farrell estableció por decreto Nº 14.630 el primer sistema defomento industrial. La medida, que era el resultado de la colaboración entre ungrupo de ingenieros y economistas discípulos de Alejandro Bunge y los jefesmilitares, se proponía responder a los temores de los sectores industriales fren-te a la inminente restauración del comercio internacional. Dos a os más tarde,el Parlamento convirtió en ley la medida, rati cando así el interés del gobierno peronista por estimular el crecimiento y la diversi cación industrial.

Los estudios sobre la política industrial peronista han sostenido la im- portancia del crédito en el aliento a la industrialización1. Más recientementese ha analizado el papel cumplido por el Banco de Crédito Industrial y seha estudiado la aplicación de otros instrumentos como la tarifa aduanera,la administración del comercio exterior mediante cuotas y prohibiciones, lacreación de empresas públicas industriales y el fomento al ingreso de capitalextranjero en diversas ramas industriales2. Sin embargo, no contamos con unestudio especí co sobre la ley de industrias de interés nacional. Si bien algu-nos estudios han mencionado el decreto Nº 14.630/44 como un antecedentede las leyes de promoción industrial aplicadas a partir de la década de 1960y presentan algunas de sus características generales, no se ha analizado el

1 Un estudio pionero es el de Hugh Schwartz, “The Argentine Experience with IndustrialCredit and Protection Incentives, 1943-1958”, Ph.D. diss, Yale University, 1967.

2 MARCELO R OUGIER , La política crediticia del Banco Industrial durante el primer pero-nismo, Buenos Aires, CEEED, Facultad de Ciencias Económicas, 2001; NOEMÍ GIRBAL-BLACHA, Mitos, paradojas y realidades en la Argentina peronista, Bernal, UNQ, 2003;CLAUDIO BELINI, La Industria Peronista. Políticas públicas y cambio estructural, 1946-1955, Buenos Aires,

Edhasa, 2009.

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61LA PROMOCIÓN INDUSTRIAL DURANTE EL PERONISMO...

contexto que condujo a su implantación ni se ha evaluado su impacto sobre elsector manufacturero3.

Este artículo tiene como objetivo analizar la elaboración e implementacióndel decreto de industrias de “interés nacional”. Se sostiene que este régimen promovió un número limitado de actividades manufactureras, que en 1946tenían una participación modesta en la estructura sectorial. Sin embargo, la promoción sectorial alentó una mayor diversi cación productiva promoviendola instalación de nuevas industrias químicas, siderometalúrgicas y eléctricas. Si bien los bene cios contemplados en el decreto Nº 14.630/44 no constituyeronincentivos su cientes para promover la instalación de industrias productorasde bienes básicos, que requerían grandes inversiones y el control sobre tecno-logías de producción so sticadas, la aplicación del decreto fue particularmenteimportante durante los a os de la posguerra en la medida en que permitió aalgunas industrias obtener protección contra las importaciones en un momentoen que la disponibilidad de divisas permitía un importante volumen de com- pras en el exterior. A partir de 1949, cuando la crisis del sector externo limitóla competencia externa, la inclusión de una industria entre las de “interés na-cional” aseguraba a las empresas el acceso privilegiado a permisos de cambioy tipos de cambio preferenciales para la introducción de equipos e insumos.Por todo ello, las industrias de “interés nacional” se vieron muy bene ciadasdurante el gobierno de Juan Perón.

La primera parte analiza las características del sistema y sus modi cacio-nes durante los a os iniciales de la segunda posguerra. El impacto del régimensobre el sector industrial es el tema de la segunda parte. La tercera evalúa losresultados de la aplicación del sistema sobre las cinco ramas o industrias querecibieron más incentivos: siderometalúrgica, metalmecánica, química, farma-céutica y eléctrica. Por último, realizamos algunas consideraciones nales.

3 Los estudios más importantes sobre el tema son:FÉLIX HERRERO, Aspectos legales de la promoción industrial en la Argentina, Buenos Aires, Editorial del Instituto, 1962, yOSCAR AL-TIMIR , HORACIO SANTAMARÍA y JUAN SOURROUILLE, “Los instrumentos de promoción industrial enla posguerra”, en Desarrollo Económico, N° 21, Vol. 6, 1966, pp. 89-144. Sobre la promociónindustrial en Argentina véaseR ICARDO FERRUCCI, La promoción industrial en Argentina, Bue-nos Aires, Eudeba, 1986;JORGE K ATZ y BERNARDO K OSACOFF, El proceso de industrialización

en la Argentina: evolución, retroceso y retrospectiva, Buenos Aires, CEAL, 1989.

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62 CLAUDIO BELINI

1. A NTECEDENTES Y CARACTERÍSTICAS DEL RÉGIMEN DE INDUSTRIAS DE INTERÉS NACIONAL

La crisis mundial de 1929 y la aceleración de la industrialización susti-tutiva de importaciones alentaron el debate entre los actores económicos ysociales en torno de los límites impuestos a la economía argentina por la espe-cialización agroexportadora. En esas discusiones, que se acentuaron durante laSegunda Guerra Mundial, los empresarios y los ingenieros y economistas fa-vorables a la industrialización demandaron la aplicación de políticas favorablesal sector tales como créditos a largo plazo, un leyantidumping , un sistema dedraw back para alentar las exportaciones de manufacturas, la creación de unMinisterio de Industria con el objetivo de dise ar y aplicar la política sectorial

y un sistema de promoción a la inversión industrial4

.A partir de mediados de la década, el Congreso otorgó algunos estímulos parciales a determinadas industrias por medio de las leyes de presupuestocomo, por ejemplo, liberación de derechos para la introducción de maquinarias para la industria textil, insumos químicos ydraw back para la industria dela conserva, las plantas de armado de automóviles y de maquinaria agrícolay las fábricas de neumáticos5. Sin embargo, los proyectos de ley destinados afavorecer más integralmente el crecimiento del sector manufacturero presen-tados por los gobiernos de Roberto Ortiz y Ramón Castillo (que incluyeron el

crédito industrial, una leyantidumping y otra de draw back ) no recibieron eltratamiento del Parlamento6.En cambio, las legislaturas provinciales se mostraron más favorables a la

hora de implantar regímenes de promoción industrial. Así lo hicieron Jujuy(1933); San Luis (1938); Buenos Aires (1938); Mendoza (1939); Santiago delEstero (1940); Entre Ríos (1940); Salta (1941); Corrientes (1941); Córdoba(1942); Santa Fe (1942) y San Juan (1942)7. Estas leyes se establecían bajoel argumento de que era necesario impulsar una mayor diversi cación de la

4

“Un petitorio de los industriales a los poderes públicos de la Nación”, Revista de laUnión Industrial Argentina (en adelante, RUIA), Nº 797, mayo de 1935, p. 22; “Se ha dado el primer paso hacia el Ministerio de Industria”, RUIA, Nº 827, noviembre de 1937, p. 3; “Conexacto criterio sobre la realidad económica argentina el Poder Ejecutivo ha proyectado la leyantidumping ”, RUIA, Nº 837, septiembre de 1938, p. 3.

5 “Al sancionarse la ley de Presupuesto se han resuelto favorablemente algunas gestionesde la UIA”, RUIA, Nº 820, abril de 1937, p. 17.

6 “Continúa la indiferencia legislativa por la industria argentina”, RUIA, Nº 850, octubrede 1939, p. 3; “Esperanzas desvanecidas”, Argentina Fabril , N° 874, octubre de 1941, p. 3.

7 Estas innovaciones en la política pública hacia el sector industrial no han merecidohasta el momento un estudio detallado. La excepción es el caso cordobés, aunque el análisis

se ha concentrado en las discusiones parlamentarias. VéaseALICIA

MALATESTA

, “La promoción

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63LA PROMOCIÓN INDUSTRIAL DURANTE EL PERONISMO...

producción, procesar materias primas regionales o bien contribuir a la ab-sorción de la mano de obra desocupada. La legislación se concentraba en elotorgamiento de exenciones scales por montos y períodos variables. En elcaso de que se tratara de “industrias nuevas” en la provincia, los bene cios seotorgaban por diez a os, en tanto que si se trataba de “industrias nuevas” enel país, se extendían por un período de quince a veinte a os. En cambio, si lasindustrias a instalar no eran una novedad, las rebajas scales se limitaban alcincuenta por ciento y por un período de tiempo más reducido. En general, los bene cios scales sólo se acordaban para los impuestos provinciales, excluyén-dose los municipales y las tasas por servicios públicos. Por otra parte, sólo enalgunos casos se establecieron subsidios directos a los empresarios y créditosa mediano plazo y baja tasa de interés. Para acogerse a todos estos bene cios,se instituyeron cláusulas relativas al uso de materias primas, localización delas empresas (fuera de los centros urbanos), nacionalidad de la mano de obraempleada y obligatoriedad de aceptar, en caso de con ictos obrero-patronales,el arbitraje del estado provincial8.

La sanción de esta legislación representó un cambio importante en la ac-titud de los estados provinciales y de sus sectores dirigentes hacia la industria.Si bien por detrás de estas leyes no existían claros programas de industriali-zación, se fortalecía la idea de que el Estado debía intervenir para alentar laradicación de nuevas empresas que elaboraran las materias primas locales.

Los ingenieros y economistas que abogaban por el desarrollo industrialsaludaron la sanción de esta legislación. Sin embargo, observaron que estasnormas provinciales presentaban límites muy estrechos para estimular laindustrialización. En especial, no podían aportar soluciones a la competenciaexterna, que era vista como el principal problema que se presentaría al sec-tor manufacturero una vez que las condiciones del mercado internacional senormalizaran. Para ellos era imprescindible establecer un sistema integral dealcance nacional9. En el país sólo existía el antecedente del proyecto de leyde Fomento Industrial elaborado en 1918 por el ingeniero Javier Padilla como

funcionario de la Dirección General de Comercio e Industria del Ministeriode Agricultura. Esta propuesta estaba destinada a fomentar tres tipos de ac-tividades manufactureras: industrias ya desarrolladas pero que no cubrían la

industrial y el marco legal en la provincia de Córdoba, 1930-1943”, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1999.

8ADOLFO DORFMAN, La Intervención del Estado y la Industria, Buenos Aires, 1944, pp.229-234.

9ADOLFO DORFMAN y FRANCISCO SINTES OLIVES, Encuesta continental sobre fomento y co-

ordinación de industrias. Respuesta referente a la Argentina, Montevideo, 1944, pp. 79-80.

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64 CLAUDIO BELINI

demanda nacional; aquellas industrias que por su sobreproducción necesitabanexportar; y las productoras de bienes imprescindibles para la defensa nacional.Con ese n, se planeaba otorgar exenciones impositivas para la introducción deinsumos y maquinarias, y la exportación de bienes manufacturados; tarifas es- peciales en las empresas de transporte público o subvencionadas por el Estado;un interés garantido del seis por ciento de la inversión realizada durante dieza os; premios a la exportación de productos cuya colocación en el mercadodoméstico fuera imposible; préstamos del Banco de la Nación Argentina nosuperiores al cincuenta por ciento del capital invertido y a un interés sensi- blemente menor al de mercado; y medidas contra eldumping , cuando éstese originara en ventajas otorgadas por otras naciones a los exportadores ex-tranjeros10. El proyecto de ley, que fue presentado nuevamente en 1923 por laConfederación Argentina del Comercio, la Industria y la Producción (CACIP),naufragó en medio del desinterés del Parlamento y de los gobiernos radicales.En los siguientes veinte a os, sólo se propondrían leyes que contemplaranmedidas destinadas a proteger la industria de la producción extranjera a travésde incrementos arancelarios y regímenes contra eldumping ; o bien a acordarincentivos a la inversión como exenciones impositivas para la introducción deequipos o insumos para algunos sectores especí cos.

El golpe militar de 1943 inauguró una nueva etapa en cuanto a las po-líticas públicas hacia el sector. Por primera vez desde el Estado federal se

pusieron en marcha políticas públicas que daban respuesta a algunos de los problemas planteados por el crecimiento industrial. Las demandas que duranteuna década habían sido sostenidas por la Unión Industrial Argentina (UIA)y los ingenieros industrialistas comenzaron a convertirse en realidad. En eltérmino de un a o, se establecieron por decreto las bases para la creación delBanco de Crédito Industrial, la organización de la Secretaría de Industria yComercio y la puesta en marcha del primer sistema de promoción industrial.Ya en octubre de 1943, la designación del teniente coronel Mariano Abarca alfrente de la reorganizada Dirección General de la Industria había signi cado

una clara se al de que la política pública hacia el sector abandonaría la timi-dez, cuando no la neutralidad mani esta, de la década previa. Por su parte,el nombramiento del ingeniero Emilio Llorens como principal colaboradorde Abarca rati có la tendencia a abandonar la idea de la “industria natural”como criterio ordenador de la política industrial11. Llorens era el principal

10 JAVIER PADILLA, Fomento y protección industrial. Un proyecto de ley. Estudios y ante-cedentes, Buenos Aires, 1925.

11 Se denominaban industrias naturales a las que empleaban predominantemente materias

primas nacionales, especialmente las de la región pampeana. En cambio, se catalogaban como

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discípulo de Bunge y un ferviente partidario de la industrialización12. Juntoa él se sumaron al gobierno un grupo de jóvenes ingenieros y economistassocial católicos que colaboraban con la Revista de Economía Argentina y queluego de la muerte de Bunge, en mayo de 1943, organizaron el Instituto deInvestigaciones Económicas y Sociales Alejandro Bunge: entre ellos se desta-caban Carlos Correa Ávila, Carlos Moyano Llerena, José Llorens Pastor, CésarBelaunde, José Luis Astelarra y José Enrique Miguens13.

Al crearse la Secretaría de Industria, en junio de 1944, Llorens fue ra-ti cado al frente de la Dirección de Economía y Política Industrial. En esaagencia, la principal tarea de Llorens y su grupo fue la elaboración de la leyde industrias de “interés nacional”. La instauración de ese sistema debió en-frentar la oposición de algunos sectores de gobierno militar y de las entidadesdel campo del comercio importador. En mayo de 1944, el presidente del Con-sejo Nacional de Racionamiento, general Julio Checchi, había presentado un proyecto similar con el n de someterlo a la discusión con los representantesde las entidades del comercio, la industria y el agro14. Ante el temor de verdesvirtuada su propuesta, Llorens y sus colaboradores recurrieron al presi-dente Farrell quien aceptó establecer la medida por decreto. Si bien el decreto Nº 14.630 recibió el apoyo de la UIA, las entidades del agro y el comerciocensuraron la práctica de legislar sin contemplar sus intereses15.

El gobierno justi có la medida al se alar “el deber primordial del Estado

de fomentar y asegurar el desarrollo de su economía”. Además se reconocíaque la industria era un importante sector productivo cuyo aporte al valor de la producción nacional era similar al del sector primario. Por último, el fomentoindustrial también se justi caba por ser el principal generador de empleo.

“industrias arti ciales” las que elaboraban insumos básicos de importación como, por ejemplo,las industrias siderometalúrgicas.

12 Para sus ideas consúlteseEMILIO LLORENS, La Argentina debe industrializarse, BuenosAires, Talleres Grá cos Porter, 1947.

13

Desde los a os treinta, otros miembros del grupo ocupaban posiciones en la burocraciaestatal; José Figuerola era Jefe de Estadística del Departamento Nacional de Trabajo; RafaelGarcía Mata era Director General de la Junta Nacional de Algodón. Emilio Llorens, entrevis-ta con el autor, Temperley, 16 de octubre de 2002. Para las ideas del grupo, véaseI NSTITUTO ALEJANDRO BUNGE DE I NVESTIGACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES, Soluciones Argentinas a los problemas económicos y sociales del presente, Buenos Aires, 1945. Para un análisis de su in-

uencia véaseCLAUDIO BELINI, “El grupo Bunge y la política económica del primer peronismo,1943-1952”, Latin American Research Review, N° 1, Vol. 41, 2006, pp. 27-50.

14Véase, La Nación, 24 de mayo de 1944 y 27 de mayo de 1944. José Enrique Miguens,entrevista con el autor, Buenos Aires, 22 de noviembre de 2001.

15 Revista de la Unión Industrial Argentina, Nº 907, julio de 1944, pp. 21-23. Centro de

Importadores, Memoria y Balance. 1944-1945, Buenos Aires, 1945, pp. 17-19.

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66 CLAUDIO BELINI

El decreto Nº 14.630/44 establecía un mecanismo para la protección sobreaquellas actividades industriales que emplearan materias primas nacionales yse destinaran al mercado interno o las que, utilizando parcial o totalmente in-

sumos de importación, elaboraran artículos de primera necesidad y productosimprescindibles para la defensa del país. Como se observa, se establecía unamplio criterio de protección y fomento industrial, abandonando la distinciónentre industrias naturales y arti ciales.

A diferencia de las leyes provinciales, que estaban inhabilitadas para rea-lizarlo, este régimen se concentraba en el otorgamiento de incentivos protec-cionistas; se contemplaba la aplicación de tres bene cios: derechos aduanerosadicionales de fomento o defensa; cuotas de importación y subsidios directos.Los derechos de fomento, que se preveía acordar cuando el valor CIF (costo,seguro y ete) del artículo importado más los derechos aduaneros y portuariosfuera superior al costo de producción nacional de los establecimientos “máse cientes”, tenían un límite del cincuenta por ciento del valor establecidoen la tarifa de avalúos. En cambio, los derechos de defensa podían superarese límite, pero sólo se aplicarían en el caso de que la industria local fueraafectada por maniobras dedumping 16. Estas prácticas comprendían los casosen que los precios FOB (franco a bordo) de los productos fueran inferiores alcosto de producción del país de origen, los subsidios o ventajas acordadas alos industriales o al transporte de productos manufacturados y factores tales

como la depreciación de la moneda, la falta de legislación social y la existenciade bajos niveles de vida.El sistema otorgaba al Poder Ejecutivo la atribución de establecer cuotas

de importación y prohibiciones. Adicionalmente, en caso de tratarse de indus-trias orientadas a la producción para la defensa nacional, el gobierno estabahabilitado para otorgar subsidios directos.

En cambio, el decreto Nº 14.630 no incluía ninguna prioridad crediticia para estas industrias ni tampoco concedía ventajas cambiarias. Con respecto al primer punto, recién en 1948, al imponerse por decreto Nº 33.425 restricciones

a la concesión de nuevos créditos industriales, el gobierno de Perón eximióexplícitamente a las industrias de “interés nacional” de esta prohibición17. Encuanto al otorgamiento de tipos de cambio preferenciales, desde un comienzo,el Banco Central concedió este bene cio adicional a las industrias bene cia-

16 Decreto Nº 14.630 en Decretos del Poder Ejecutivo. A o 1944, Buenos Aires, 1945, p. 91.

17R OUGIER , op. cit., pp. 99-100. Para justi car la concesión de nuevos créditos y eludir lasrestricciones impuestas por el Banco Central, a partir de 1949, el Banco Industrial intentó aplicar

el criterio de “interés nacional” a otras industrias no amparadas por el decreto Nº 14.630/44.

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67LA PROMOCIÓN INDUSTRIAL DURANTE EL PERONISMO...

das. La brecha entre los tipos de cambio básico y los preferenciales comenzósiendo del 12% y luego de 1950 superó el 33%. El atraso cambiario tambiénfavoreció a quienes accedían a este bene cio ya que podían adquirir equipose insumos importados a precios notoriamente más bajos. Una estimación delsubsidio que representaba la sobrevaluación del peso se obtiene si considera-mos que el tipo de cambio promedio real aplicado a las importaciones se apre-ció un 50% entre 1945 y 195518. Por otra parte, el hecho de que las industriasde “interés nacional” tuvieran prioridad en el otorgamiento de los permisosde cambios constituía un bene cio muy importante, particularmente a partirde la crisis de 1949.

La totalidad de los incentivos previstos podrían extenderse por un pe-ríodo máximo de cinco a os, ya que se entendía que la protección debía sertransitoria hasta tanto la industria mejorara su competitividad. Sin embargo,la legislación preveía la prórroga de estos incentivos para el caso en que losestudios o ciales demostraran el progreso y viabilidad de la industria.

Por su parte, los empresarios bene ciados se veían obligados a abonarlos salarios mínimos o ciales y facilitar las inspecciones contables a n dedeterminar los costos de producción. Además, en el caso de tratarse de nuevasempresas, éstas debían localizarse de acuerdo con el “plan de política indus-trial” que el Ministerio de Agricultura se proponía confeccionar. Con estadisposición, se retomaban las cláusulas establecidas en las leyes de promoción

provinciales destinadas a favorecer la descentralización industrial.El mecanismo establecido para el funcionamiento del sistema se iniciabacon la presentación de una propuesta de los industriales interesados a la Se-cretaría de Industria. Entonces, ésta iniciaba un estudio minucioso del sector,de sus características productivas, costos y volumen de la producción y delas perspectivas a largo plazo. En forma paralela, una Comisión Asesora deFomento Industrial, constituida por delegados del Centro de Importadores,la UIA, el Ministerio de Hacienda, la Secretaría de Industria, los ministeriosde Guerra y Marina y la Secretaría de Aeronáutica, realizaba las consultas

pertinentes entre los empresarios, los importadores y los consumidores in-dustriales. Sobre la base de estos informes, se elevaba la solicitud al PoderEjecutivo Nacional que disponía la sanción o el rechazo del expediente. El procedimiento consagrado por el decreto signi caba que el fomento dependíade la iniciativa privada, aunque las empresas públicas industriales podíanrealizar presentaciones similares.

18CARLOS DÍAZ ALEJANDRO, “Tipo de cambio y términos del intercambio en la República

Argentina, 1913-1976” en CEMA, Documento de Trabajo, Nº 22, 1980.

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68 CLAUDIO BELINI

En agosto de 1945, el decreto Nº 18.848 reglamentó el sistema de promo-ción industrial. Un cambio importante fue la inclusión, entre las industrias afomentar, de aquellas que en virtud de uniones aduaneras o tratados comercia-

les tuvieran un tratamiento aduanero preferencial. De esta manera, la idea deque se fomentarían las industrias que atendieran principalmente la demandadoméstica quedaba ampliada considerablemente. La otra reforma de importan-cia consistió en considerar “maniobras dedumping ” sólo a aquellas prácticasque tuvieran el propósito de destruir o afectar la producción nacional, con loque se descartó la competencia desleal originada en salarios bajos o ausenciade legislación social19.

En resumen, la ley otorgaba al Poder Ejecutivo amplias atribuciones para la aplicación de derechos aduaneros adicionales, cuotas de importacióny subsidios directos con el objetivo de fomentar a las industrias cuyo desa-rrollo se considerara esencial. A su vez, el criterio establecido para de nirlas industrias de “interés nacional” y los instrumentos de promoción citadosotorgaban un importante poder a la burocracia encargada de llevar adelante suaplicación. Estas atribuciones sólo estarían constre idas por la presencia de re- presentantes empresariales en la Comisión, aunque en clara minoría (sólo dosmiembros sobre un total de ocho). Por último, la presencia de tres delegadosen representación de las Fuerzas Armadas ponía de mani esto el peso que lasconsideraciones de carácter militar tenían en la puesta en marcha del decreto

de Fomento y Defensa de la Industria.

2. LA IMPLEMENTACIÓN DEL RÉGIMEN DE INDUSTRIAS DE INTERÉS NACIONAL

2.1. Las propuestas y la labor de la Comisión

La aplicación del decreto Nº 14.630/44 se inició de inmediato. Durantelos trece a os de vigencia se recibieron 160 solicitudes de empresas paraincluir su actividad entre las industrias de “interés nacional”. En el cuadro 1

se observa la distribución por ramas de industria de las propuestas recibidasy de las aceptadas para su incorporación al sistema. Sólo el 25% de las pro- puestas presentadas fueron declaradas de “interés nacional”. Sin embargo,como veremos, esto no parece haber involucrado la existencia de un criteriode política industrial diferente de las solicitudes de los empresarios. Pocomás de la mitad de las propuestas correspondieron a actividades ubicadas enlas ramas química y metales. A éstas les siguieron “maquinarias y aparatos

19Decreto Nº 18.848 en Anales de Legislación Argentina, Buenos Aires, 1945, pp. 340-

345.

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69LA PROMOCIÓN INDUSTRIAL DURANTE EL PERONISMO...

eléctricos” y “vehículos y maquinaria”. Estas cuatro ramas totalizaron el 75%de las propuestas. La aplicación del régimen no modi có este predominiode las industrias química y metalúrgica. Si bien la industria química obtuvouna mayor atención, también se bene ciaron las otras ramas mencionadas.En conjunto, las cuatro ramas representaron el 77,5% de las “industrias deinterés nacional”. De esta forma, la aplicación del decreto Nº 14.630/44 noinvolucró un cambio en cuanto a los criterios sobre qué industria conveníaauspiciar. Las ramas más bene ciadas correspondieron a aquellas donde sehabían hecho mayores propuestas por parte de los empresarios. De cualquiermanera, el sistema debió servir para la promoción de actividades que invo-lucraban cierta diversi cación de la producción manufacturera, que en 1946estaba concentrada en las ramas alimenticia y textil y representaban un 45%del valor agregado de la producción.

Cuadro 1Clasifcación de las presentaciones realizadas y las aceptadas por la

Comisión Asesora de Fomento Industrial, 1944-1957

Ramas de laindustria

Presentacionesrealizadas

Industrias de“interés nacional”

Porcentajede industrias

bene ciadas / propuestas Número % Número %

Alimentos y bebidas - - - - -

Tabaco - - - - -

Textiles y susmanufacturas 4 2,5 1 2,5 25%Productos forestales 3 1,9 2 5 66%Papel, cartón y sus

artefactos 1 0,6 1 2,5 100%Imprenta y publicaciones - - - - -

Productos químicos 42 16 40 38%Petróleo y susderivados - - - - -

Caucho - - - - -

Cuero - - - - -

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70 CLAUDIO BELINI

Piedras, vidrios ycerámica 3 1,9 1 2,5 33%

Metales 40 25 7 17,5 17%Vehículos ymaquinaria 15 9,3 5 12,5 33%Maquinaria yaparatos eléctricos 23 14,3 3 7,5 13%Otras industrias 29 4 10 14%Total 160 100 40 100 25%

Fuente: Elaboración propia en base a Ministerio de Comercio e Industria, Informe yanteproyecto de legislación para la promoción del desarrollo industrial, Buenos Aires,mimeo, abril de 1958.

Como dijimos, las solicitudes de los empresarios para obtener los bene-cios del decreto Nº 14.630/44 conducían a la Dirección General de la Industriay a la Dirección de Política Industrial a la elaboración de estudios sectoriales.En esta tarea, se solicitaba a los miembros de la Comisión Asesora de FomentoIndustrial la opinión de las entidades representadas20.

Un análisis de las resoluciones de la Comisión revela que, con exclusiónde los representantes de la Secretaría de Industria, los delegados del Ministeriode Guerra y de la Secretaría de Aeronáutica eran los principales defensoresdel estímulo o cial a la diversi cación industrial. Esta postura estaba presenteaún cuando se advirtiera, como en el caso de los laminados de acero, que porsus características técnicas, la producción nacional no era apta para su uso en productos destinados a la defensa militar 21.

En contraste, el Centro de Importadores mantuvo una postura de cons-tante oposición a las medidas de protección a la industria local. Esta actitud sefundaba en diversas causas. En ocasiones, como en el caso de la industria la-minadora, se se alaba la imposibilidad de cubrir la demanda doméstica con la producción nacional, con lo cual se presagiaban pérdidas económicas para los

20 Debe tenerse presente que se cuenta sólo con una treintena de informes, la mayoría deellos pertenecientes a industrias que fueron incorporadas al sistema. Por lo tanto, desconoce-mos las opiniones de la Comisión sobre las propuestas rechazadas.

21 SECRETARÍA DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Informe Nº 6, Hierro laminado sin trabajar ,

Buenos Aires, 1947, p. 28.

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71LA PROMOCIÓN INDUSTRIAL DURANTE EL PERONISMO...

consumidores y grandes ventajas para los industriales “protegidos”. En otroscasos, el Centro sostenía que la protección era un instrumento ine caz paraindustrias que requerían de grandes mercados que justi caran las inversionesnecesarias 22. De todas formas, la oposición del Centro no implicó el rechazoal pedido de protección.

La actitud de los otros miembros de la comisión era más variable. Elrepresentante del Ministerio de Marina era también favorable a la industrialocal, aunque en ocasiones se excusaba de brindar una opinión por considerarque la industria no elaboraba un producto destinado a la defensa nacional.

2.2. Características y estímulos otorgados

Entre 1944 y 1957 cuarenta industrias fueron declaradas de “interés na-cional” otorgándose los diferentes estímulos contemplados: cuotas de importa-ción, liberación de derechos aduaneros para la importación de materias primasy equipos, permisos de cambio especiales para el mismo n. En cambio, pesea estar contemplados para las manufacturas vinculadas con la defensa nacio-nal, no se otorgaron subsidios directos. El instrumento más utilizado fueronlas cuotas de importación. Sólo seis industrias recibieron todas las ventajascontempladas23.

El escaso empleo de los aranceles adicionales reforzó la creciente margi-nalidad de la tarifa aduanera. Como resultado de la aceleración de la in aciónmundial, la protección aduanera se redujo notablemente en la década de 194024.Durante el con icto, cuando había di cultades para importar, este fenómenono concitó mayor atención. En 1946 se sancionó una reforma aduanera queotorgó algunas atribuciones de importancia al gobierno, pero los aforos nofueron actualizados. Recién en noviembre de 1950, el gobierno de Perón de-cidió derogar los aforos y dispuso liquidar las importaciones sobre la base desu valor CIF. También se incrementaron los aranceles de varios artículos25. Lamarginalidad de la tarifa se vinculó con el empleo de los permisos previos,

22 Para el primer caso véaseCENTRO DE IMPORTADORES, Memoria y balance, 1946, BuenosAires, 1947, p. 27; para el segundo,MINISTERIO DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Informe Nº 38. Re- frigeración, Buenos Aires, 1951, pp. 10-11.

23HERRERO, op. cit., pp. 15-20.24K ATZ y K OSACOFF, op. cit., p. 24.25Véanse los decretos Nº 17.607/50 y Nº 25.156/50 en Anales de Legislación Argentina,

Buenos Aires, 1950, pp. 576 y 666-675; decreto Nº 25.294/50 en Leyes y decretos nacionales,

Buenos Aires, La Facultad, 1951, p. 571.

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72 CLAUDIO BELINI

cuotas y prohibiciones a la importación que eran vistos como instrumentosmás directos y efectivos para proteger el sector industrial.

Cuadro 2Clasifcación de las industrias de interés nacional, 1945-1957

Año de incorporación

Industrias para la defensa Industrias existentes Industrias nuevas

Azufre, 1945 Pilas eléctricas, 1946 Ácido cítrico, 1946

Arrabio, 1946 Cloruro de bario, 1946 Penicilina, 1947

Maderas terciadas,1946

Carreteles de madera,1946 Película virgen, 1947

Carburo detungsteno, 1947 Agua oxigenada, 1947 Fibras largas vegetales,

1947Pólvora y explosivos,

1950Laminados de acero,

1947 Sulfamidas, 1948

Fieltros y asfaltinas, 1947 D.D.T., 1948

Material fotográ co, 1948 Cojinetes, 1951

Sulfato de bario, 1948 Automóviles, repuestos yaccesorios, 1951

Película radiográ ca, 1949 Polvos metálicos, 1952

Herramientas, 1949 Cloramfenicol, 1952

Tintas grá cas, 1949 Ácido para aminosalicílico, 1952

Productos plásticos, 1949 Ca os sin costura, 1953

Dolomita calcinada, 1950 Papel para diarios, 1954

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Productos opoterápicos,1951

Maquinaria agrícola, repuestos y accesorios,1951

Tierras decolorantes yltrantes, 1952

Cristales ópticos, 1953Cuchillería y cubiertos,

1953

Bicicletas, 1953Refrigeración, 1954Motores eléctricos,

1954Tractores, 1957*

Fuente: dem. Referencias: * La industria del tractor era considerada de interés na-cional desde 1951 junto con la industria de maquinaria agrícola.

El cuadro 2 ofrece una clasi cación de las actividades promovidas deacuerdo con tres criterios básicos: a) industrias vinculadas con la defensanacional; b) manufacturas existentes, pero cuyo desarrollo –según se pensa- ba– estaría condicionado por la reanudación del comercio mundial; c) nuevasindustrias, de las que sólo se habían hecho ensayos con anterioridad o que se proyectaba instalar en la posguerra.

Casi la mitad de las actividades incorporadas eran industrias existentesque venían desarrollándose desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial. En

la gran mayoría de los casos ello no signi caba que constituyeran manufac-turas consolidadas. Así, por ejemplo, en una industria de lejano origen comola de maquinaria agrícola, todavía en 1946 un 44% del valor de la producción provenía de la fabricación no seriada de repuestos y la realización de repa-raciones a maquinarias en uso. Sólo hacia el nal del período, especialmenteen 1954, se incorporaron al sistema promocional actividades productivas queestaban consolidadas, y que contaban con una demanda doméstica alta y sos-tenida como heladeras y motores eléctricos. Aún en estos casos, se trataba deactividades en donde sus componentes esenciales eran de importación.

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74 CLAUDIO BELINI

En segundo lugar (el 40% de los casos) se ubicaban nuevas industrias. Enestos casos, se trataba de productos nuevos como, por ejemplo, antibióticos,donde era esencial el dominio sobre la tecnología de producto y de procesoo bien de industrias tecnológicamente complejas como la automotriz, que se bene ciaban particularmente de las economías de escala y especialización.En ambos casos, estas actividades tenían altas barreras de entrada para lasempresas locales. Un segundo grupo de “industrias nuevas”, como por ejemplola fabricación de cojinetes o de ácido cítrico, estaba compuesto por manufac-turas relativamente simples pero de escaso desarrollo local. Por último, el 10%de las industrias de “interés nacional” estaban vinculadas con el problemade la defensa nacional. Esto último revela que, poco después de nalizada laGuerra, las preocupaciones castrenses perdieron peso en la instrumentacióndel sistema.

El decreto Nº 14.630/44 se aplicó hasta 1958. Sin embargo, poco despuésde la asunción de Perón la Secretaría Técnica promovió su reforma con el obje-tivo de adaptarlo a “los principios losó cos del peronismo”26. El Primer PlanQuinquenal incluyó un proyecto de ley de Fomento Industrial que introducíauna profunda intervención estatal sobre la economía, pero esta iniciativa norecibió tratamiento del Congreso27. En cambio, el decreto Nº 14.630 fue rati-cado por el Parlamento como ley Nº 13.892. Entre 1945 y 1949, la aplicación dela ley fue muy dinámica y se incorporaron unas 22 industrias. En el siguientequinquenio, se sumaron otras 17 actividades. Pero a partir de 1952, se observaun mayor tiempo entre el informe de la Comisión y la decisión o cial de emitirel decreto. En este sentido parece claro que la escasez de divisas y el controlsobre la composición de las importaciones establecido por el Banco Centralhabía relegado al sistema a un lugar secundario. Estos problemas fueron adver -tidos por las autoridades. En febrero de 1954, el Primer Congreso de Funciona-rios Nacionales y Provinciales convocado por el Ministerio de Industria se alóla necesidad de reemplazar el decreto Nº 14.630 por un sistema inspirado en las

directivas del Segundo Plan “y preparado con la participación de los gobiernos provinciales”28, pero hasta septiembre de 1955 no se aprobó un nuevo sistemade promoción. En septiembre de 1957, el gobierno militar de Aramburu de-

26 ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, Fondo Secretaría Técnica, Legajo 563.27Para las alternativas del proyecto véaseCLAUDIO BELINI, “Parlamento, partidos políticos

y política industrial en la Argentina, 1946-1955”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Nº 23, 2001, pp. 86-89.

28 “Se Estudian Planes de Acción Industrial”, El Cronista Comercial , 10 de febrero de

1954, p. 1.

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75LA PROMOCIÓN INDUSTRIAL DURANTE EL PERONISMO...

signó una comisión integrada por tres funcionarios del Ministerio, el jefe delDepartamento de Industrias de la Facultad de Ingeniería y el presidente de laDivisión Técnica Industrial del Centro Argentino de Ingenieros. La comisiónconsultó a distintas corporaciones económicas y profesionales como la UIA,la DGFM, la Escuela Superior de Economía del Instituto Católico de Cultura,la Asociación Católica de Dirigentes de Empresa, el Centro de Importadores,la Cámara de Industrias Metalúrgicas, el Centro de Industriales Siderúrgicosy la Federación Gremial de Comercio e Industrias de Rosario. Finalmente, enabril de 1958, la comisión presentó su informe nal que contenía un proyectode ley. Poco después, el nuevo presidente Arturo Frondizi envió al Parlamen-to un nuevo proyecto de ley que seguía los lineamientos del redactado por lacomisión y que, junto a una nueva legislación sobre inversiones extranjeras,fue sancionado como ley Nº 14.781 en diciembre de ese a o29.

3. EL IMPACTO SOBRE EL SECTOR MANUFACTURERO

En este apartado nos proponemos brindar algunas evidencias en tornodel impacto que tuvo la ley de fomento industrial. Dado que las actividadesfomentadas incluyeron manufacturas inexistentes o de escaso peso y la limi-tada desagregación de la información censal, no nos ha sido posible evaluarel impacto del sistema sobre las 39 industrias. El cuadro 3 ofrece una estima-ción sobre el peso de las actividades incorporadas en el sistema promocionalsobre el conjunto de la industria manufacturera. Según se observa, el sistemade promoción no tuvo una gran signi cación en términos cuantitativos. Sóloel 0,4% de los establecimientos se vieron bene ciados, lo que en términos de personal empleado en la industria alcanzaba al 2,5%.

Cuadro 3Número de establecimientos y personal ocupado en la industria

manufacturera y en las de “interés nacional”-en números y porcentajes-

Industriamanufacturera 1946

Industrias de interésnacional* %

Estableci-mientos 86.440 388 0,4

29Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Diputados, A o 1958, Vol. 4, pp. 2.599-

2.600.

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76 CLAUDIO BELINI

Personal ocu- pado 1.073.871 27.328 2,5

Fuente: Elaboración propia en base a Censo Industrial de 1946 y Secretaría de In-dustria, Industrias acogidas al régimen de la ley Nº 13.892 (decreto Nº 14.630/44) deFomento y Defensa, Buenos Aires, 1945-1954. Referencia: * Se consideraron 39 acti-vidades en el momento en que las empresas presentaron la solicitud. En seis casos nose obtuvieron los datos del personal empleado. Para la industria automotriz, se incluyólas fábricas de carrocerías y las armadoras de automóviles importados, pero no lostalleres mecánicos debido al escaso grado de desagregación del censo de 1946.

A pesar de ser claro que en términos cuantitativos el sistema promocionalafectó sólo a un número limitado de plantas, un análisis cualitativo pone enevidencia que, en ciertos casos, se trataba de actividades de un complejo gradode elaboración y de considerable trascendencia para el desarrollo industrial.Por ello, en este apartado, intentaremos evaluar el impacto del régimen porrama.

Un análisis del impacto del decreto Nº 14.630/44 debe tener en cuenta queéste se enmarcaba en una política industrial que combinaba diversos instru-mentos tales como el crédito público, la tarifa aduanera, la política cambiaria yla intervención directa del Estado en la industria. A la vez, esta política indus-trial se veía in uenciada por la política económica, cuyos principales objetivos(al menos hasta comienzos de la década de 1950) eran el pleno empleo de lamano de obra y la redistribución del ingreso a favor de los asalariados.

El sistema de promoción industrial fue de gran importancia para las indus-trias bene ciadas durante los a os iniciales de la posguerra. En efecto, entre1946 y 1949, la industria local debió hacer frente a la reanudación de las im- portaciones en un contexto en que la protección ofrecida por la tarifa aduanerase reducía debido a la distancia entre los aforos y los precios internacionales.En estas circunstancias, el crédito o cial, la declaración de una industria comode “interés nacional” y algunos estímulos cambiarios brindaron un estímulodirecto al sector industrial. Esta situación se modi có como consecuencia dela crisis de la balanza de pagos iniciada en 1949, que redujo de hecho la com- petencia de las importaciones. A partir de entonces, la administración de los permisos de cambio por el Banco Central y el libramiento de los “certi cadosde necesidad” por el Ministerio de Industria, que eran imprescindibles paratramitar las importaciones, se convirtieron en importantes instrumentos parafrenar la competencia externa.

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77LA PROMOCIÓN INDUSTRIAL DURANTE EL PERONISMO...

3.1. Siderometalurgia

El fomento de la industria siderometalúrgica en la posguerra se basó en

la sanción del Plan Siderúrgico Nacional de 1947 y la implementación del de-creto Nº 14.630/44. Estos dos instrumentos afectaron de manera desigual lastres fases de la industria: la explotación y reducción de mineral de hierro, la producción de acero y la elaboración de laminados. La primera y la segundafase intentaron ser encaradas por medio de la intervención directa del Estado,en tanto que la elaboración de laminados fue alentada principalmente a travésde los incentivos establecidos en el decreto Nº 14.630/44.

En relación con la producción de arrabio, esta actividad había sido inicia-da en 1945 por la Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM) en el

establecimiento juje o de Altos Hornos Zapla. Este ente no tenía como objeti-vo la sustitución completa de importaciones sino consolidar la explotación delos yacimientos de hierro y asegurar, en caso de cese de la oferta extranjera,un abastecimiento mínimo de la demanda doméstica. Con el n de protegeresta producción mínima, la DGFM solicitó y obtuvo del gobierno la inclusióndel arrabio entre las industrias de interés nacional. Por decreto Nº 6670 del 8de marzo de 1946, se estableció que la importación estaría sometida a cuotasque serían jadas por la Secretaría en consulta con Fabricaciones Militares.

En la década siguiente, la corriente importadora continuó ocupando un

lugar principal. Por un lado, la explotación de los yacimientos de Zapla semantuvo estancada debido a los retrasos o ciales por ampliar la capacidadde producción. En 1951, se inauguró una nueva planta que duplicó lacapacidad de producción hasta alcanzar las 40.000 toneladas, pero sólo en 1957se alcanzó una producción cercana a los 35.000. Además, el arrabio juje o te-nía un alto contenido en fósforo, lo que era inadecuado para el uso en los hor -nos Siemens Martin con los que contaban las peque as acerías privadas30.

En realidad, el incremento de la producción nacional no dependía de lascuotas impuestas por el gobierno, sino del cumplimiento de los proyectos o-ciales tendientes a instalar la industria siderúrgica: la ampliación de los AltosHornos Zapla y la construcción de la Sociedad Mixta Siderurgia Argentina(SOMISA), la primera acería de ciclo completo, que constituía la piedra an-gular del Plan Siderúrgico. Como se sabe, la nalización de estas obras seretrasó durante más de una década de manera que la planta de San Nicolássería inaugurada en 1960.

30SECRETARÍA DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Informe Nº 18. Arrabio, Buenos Aires, 1948, p.

24.

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78 CLAUDIO BELINI

Una trayectoria diferente siguió la industria laminadora. Esta actividadhabía surgido durante la Guerra bajo el amparo de la escasez de importaciones.En esos a os se instalaron las principales plantas como Acindar, TAMET, Es-

tablecimientos Metalúrgicos Santa Rosa, RyCSA, La Cantábrica, entre otras.En 1945, la producción alcanzó un máximo de 125 mil toneladas. Entonces,los empresarios solicitaron la protección de esta actividad.

Luego de un cuidadoso estudio, la Secretaría de Industria estableciócuotas de importación para proteger la producción local y tipos de cambio preferenciales para la importación de insumos y maquinarias31. Además, lasempresas se vieron bene ciadas por la concesión de créditos estatales en con-diciones muy favorables. Las medidas de promoción sectorial, que habían sidoconcedidas por dos a os, fueron renovadas en 1949 y nuevamente en 195232.Con estos incentivos, la producción trepó un 441% entre 1946 y 1957 en tantoque la capacidad de producción superó el millón de toneladas. En los a oscincuenta sólo la escasez de acero impedía a las rmas la utilización plena deesa capacidad.

Cuadro 4Evolución de la producción en industrias de interés nacional.

SiderometalurgiaEn toneladas

Período de protección Industria

Producción Crecimien-to en %

Importa-ción en19571946 1957

1945-1947 Arrabio 12.300 35.000 184% 191.2321946-1957 Laminados 126.200 683.000 441% 487.900

1953-1958 Ca os sincostura - 60.000 Industria

nueva -

Fuente: Elaboración propia en base aSECRETARÍA DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Industriasacogidas…, cit., yOECEI, La industrialización y el ahorro de divisas en la Argentina,Buenos Aires, 1959.

31 Secretaría de Industria y Comercio, Informe Nº6. Hierro laminado, Buenos Aires,1947.

32Véase los estudios sectoriales realizados en cada oportunidad;MINISTERIO DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Informe Nº 23. Hierro laminado, Buenos Aires, 1949; yMINISTERIO DE I NDUSTRIA Y C

OMERCIO, Informe Nº 42. Hierro laminado, Buenos Aires, 1952.

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79LA PROMOCIÓN INDUSTRIAL DURANTE EL PERONISMO...

Además de alentar el crecimiento, la promoción sectorial fue e caz tam- bién para permitir una diversi cación de la producción. En 1947 se habíanestablecido cuotas para la introducción de hierro redondo, que era el tipo delaminado de mayor producción. Dos a os más tarde, se empezó a estimularla producción de otros laminados como alambrón, ejes y planchuela. Porúltimo, en 1953, se declaró de “interés nacional” la elaboración de tubos sincostura, que Dálmine Safta comenzaría a fabricar poco después en su plantade Campana33.

En suma, la promoción industrial permitió a la industria laminadora ex- pandirse y favoreció la sustitución de importaciones en un contexto marcado por la reanudación del comercio internacional. A nales de la década de 1940,la escasez de divisas acentuó la sustitución de importaciones, aunque limitán-

dola a la producción de laminados no planos. La escasez de acero nacional yla concentración de la industria laminadora en productos no planos explicanque, como se observa en el cuadro 4, las importaciones continuaran teniendoun peso importante en 1957.

En realidad, el decreto Nº 14.630 tendió a establecer obstáculos a los es-labonamientos anteriores. Las ventajas cambiarias otorgadas a las empresaslaminadoras para importar acero y otros insumos a tipos preferenciales dis-minuyó el interés del capital privado por el desarrollo de la producción local,que se suponía sería más costosa y estaría controlada por la empresa estatal

SOMISA. Por supuesto, el obstáculo principal para el desarrollo siderúrgico provino del desinterés del gobierno peronista por nanciar SOMISA. Esta acti-tud se modi có a comienzos de los a os cincuenta, cuando la escasez de divi-sas alentó a Perón a asumir una estrategia industrial concentrada en las ramas básicas. Entonces, la existencia de una industria laminadora ya consolidadaque no podía incrementar su producción debido a la escasez de divisas paraimportar acero se convirtió en un estímulo para concretar el Plan Siderúrgico.Las empresas laminadoras apoyaron los esfuerzos realizados a partir de 1953 para avanzar en la construcción de la acería de San Nicolás. En un marco de

escasez de dólares, sólo la producción local de acero podía permitirles incre-mentar la utilización de la capacidad instalada y la producción.

33MINISTERIO DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Informe Nº 31. Ca os de Acero sin costura, s/f.,

p. 12 y ss.

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3.2. Industrias metalmecánicas

El caso de la industria metalmecánica revela el creciente interés del

gobierno peronista por el desarrollo de nuevas industrias y la complejizaciónde actividades ya existentes. A la vez, es un claro indicador de los límites deldecreto Nº 14.630/44. Como puede observarse en el cuadro 5, seis industriasmetalmecánicas recibieron el apoyo o cial a partir de 1949. En el caso de laindustria de maquinaria agrícola, la promoción sectorial venía a poner n auna larga etapa en que la economía argentina había cubierto sus necesidadesa través de las importaciones libre de derechos, especialmente de maquinarianorteamericana. Ello no había impedido, sobre todo a partir de 1920, el sur -gimiento de una industria local compuesta por talleres peque os y medianos

destinados a la producción de instrumentos de tecnología sencilla y la repa-ración de maquinarias, pero aún durante los a os de la Guerra, el valor de lasreparaciones seguía superando largamente la producción industrial.

Cuadro 5Evolución de la producción en industrias de interés nacional.

Rama metalmecánica

Período de protección IndustriaProducción

Crecimien-to en %Impor-

tación en19571946 1957

1951-1954 Cojinetes(toneladas) 35 165* 371% 1.366

1951-1959 Automóviles(unidades) - 15.635 Industria

nueva 44.334

1951-1959 Tractores(unidades) - 10.578** Industria

nueva 4.232

1953-1958Cuchillería yarmas blancas

(mil)- 8.349 *** S/d S/d

1953-1957 Bicicletas 4.500 100.000 2.122 % 758

Referencias: * Dato de 1952. ** Comprende sólo tractores. *** Incluye sólo cubier -tos. Se excluye herramientas por no contar con datos de producción e importación.Fuente: Elaboración propia en base aSECRETARÍA DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Industriasacogidas…, cit., y OECEI, op. cit.

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81LA PROMOCIÓN INDUSTRIAL DURANTE EL PERONISMO...

A comienzos de la década de 1950, la situación se modi có; primero, elBanco Industrial estableció una línea de créditos especiales y poco después laindustria de maquinaria agrícola fue declarada de “interés nacional”. En losa os sucesivos, una comisión mixta de empresarios y funcionarios estatalesdeterminaría los planes de producción industriales, regularía las importacio-nes desviándolas hacia productos no fabricados en el país, y otorgaría tipos decambio especiales para la importación de insumos y maquinaria. El resultadosería una extraordinaria expansión: entre 1951 y 1955 el personal ocupadoascendió un 125%, el capital invertido, sin contar las fábricas de tractores,un 132% y el valor de la producción un 422%34. Para 1958, la Comisión Eco-nómica Para América Latina (CEPAL) calculaba que, con excepción de lasmáquinas motorizadas, la industria cubría la demanda doméstica35.

En el cuadro 5 incluimos sólo la fabricación de tractores. Se tratabade una actividad nueva y asimilable por su tecnología de producción a laindustria automotriz. A diferencia de la producción de maquinaria agrícola,la industria del tractor dio sus pasos iniciales en la década de 1950. En 1954, laempresa estatal Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME) lan-zó su modelo Pampa, del cual se proponía fabricar unas cuatro mil unidadesanuales en 1957. Sin embargo, a partir de 1954, el gobierno alentó la radicaciónde empresas extranjeras. Al mismo tiempo, decidió vender la nueva planta detractores del IAME a la FIAT, que había sido la rma contratada originalmente

para su construcción. FIAT y tres empresas alemanas resultaron las elegidas.Éstas rmaron contratos por medio de los cuales se proponían fabricar unas13 mil unidades anuales con un creciente grado de integración local de la producción que se alcanzaría en un período de cinco a os. A cambio, las em- presas obtuvieron los bene cios contemplados en el decreto 14.630/44 y la leyde inversiones extranjeras. Todo ello aseguraba a las empresas el control sobreel mercado doméstico. El derrocamiento de Perón postergó estos planes. Para1957, la planta de FIAT era la única que estaba activa dado que las otras tresempresas (Deutz, Hanomag y Fahr) continuaban bajo intervención o cial por

su vinculación con el empresario peronista Jorge Antonio. En noviembre de1957, presionado por la rma John Deere, Aramburu derogó los convenios r -mados por Perón y negoció nuevos acuerdos, abriendo las puertas a la empresa

34 Cálculos propios basados en Ministerio de Comercio e Industria, Informe y an-teproyecto, cit, p. 11.

35CEPAL, El desarrollo económico de la Argentina, 2da. Parte, Santiago de Chile, 1958,

p. 77

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norteamericana 36. Por entonces, la industria fabricaba unas 10 mil unidades,aunque con una gran parte de componentes importados. La decisión o cial deautorizar la radicación de John Deere agudizó el problema de una industriaque no podría aprovechar las economías de escala propias de la tecnología de producción ya que los volúmenes de producción previstos eran muy reducidos para ser encarados por cuatro o cinco rmas.

En el caso de la industria automotriz, la compleja situación del sectorexterno y las políticas de fomento peronistas fueron las que alentaron latransición entre la etapa de armado a la fabricación local de automóviles.Considerando la complejidad de la tecnología de producción del sector, parececlaro que la incorporación de la industria dentro de las de “interés nacional” noconstituyó el estímulo principal. En efecto, la intervención directa del Estadoa través del IAME impulsó una nueva etapa en la materia con la fabricaciónde camionetas y automóviles de turismo a partir de 1952. Ese a o el SegundoPlan estableció una meta de cinco mil unidades para 1957. Para ese a o, la producción había superado holgadamente esa cifra.

Este avance se debió a otras medidas de fomento sectorial como, porejemplo, la ley Nº 14.222/53 que permitió la rma del contrato, en enero de1955, entre Henry Kaiser y el IAME, por medio del cual se conformó la em- presa Industrias Kaiser Argentina S.A. IKA recibió una inversión en equipos8 millones de dólares de Kaiser Motors y fue bene ciada la concesión de

un importante crédito o cial a sólo el 4% de interés anual, la colocación deacciones en el mercado bursátil y el otorgamiento de permisos para la intro-ducción de unidades completas para el demandante mercado nacional. Paraentonces, ya estaba en marcha otra iniciativa de Mercedes Benz ArgentinaS.A., una empresa de propiedad mayoritaria de Jorge Antonio en asociacióncon Daimler Benz, que estaba instalando otra para la fabricación de camionesen González Catán.

Los ejemplos de la industria del tractor y la automotriz revelan que eldecreto Nº 14.630/44 no había constituido estímulo su ciente para alentar acti-

vidades industriales complejas. Estas actividades sólo surgirían en el momentoen que el Estado interviniera más activamente mediante la implantación deempresas públicas, la concesión de importantes bene cios al capital extranjeroo la alianza entre ambas fuentes de capital y tecnología.

En otros casos, el impacto de la promoción industrial fue menor debidoa que a partir de 1952 la escasez de divisas imponía una protección de hecho.Este fue el caso de las fábricas de bicicletas. Antes de la guerra, esta indus-

36Decretos Nº 15.254/57, 15.385/57 y 15.386/57, Anales de Legislación Argentina, Buenos

Aires, 1957, p. 931 y pp. 939-941 respectivamente.

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83LA PROMOCIÓN INDUSTRIAL DURANTE EL PERONISMO...

tria estaba en un grado de desarrollo embrionario. Pero a partir de 1946 sevio estimulada por la redistribución del ingreso, el incremento del consumointerno y la generalización de los sistemas de pago en cuotas. A nes de loscuarenta, la industria estaba representada por la rma Industria Metalúrgicay Plástica Argentina (IMPA), la única que producía íntegramente bicicletas, y28 establecimientos que fabricaban repuestos37.

A partir de 1949, la amenaza de las importaciones desapareció y la in-dustria conoció un período de gran auge. Recién en julio de 1953, tres a osdespués del estudio ministerial, el gobierno declaró de interés nacional a estaindustria. Con todo, dado que el sistema posibilitaba a los industriales ad-quirir maquinarias e insumos a tipos preferenciales de cambio, la promociónindustrial podía constituirse en un instrumento de racionalización. Si bien seestableció que el Ministerio de Industria sería encargado de vigilar al sector y proponer medidas tendientes a la reducción de los costos y perfeccionamientoindustrial, no existe evidencia de que se intentara avanzar en ese camino. Porsu parte, la producción creció a o tras a o hasta satisfacer la demanda interna.Para 1958, la producción rondaba las 120 mil unidades. La mitad se repartíaentre tres empresas: la estatal IMPA, BYR S.R.L. y Borealux. El 50% restanteera fabricado por diez empresas medianas y varios talleres.

En conjunto, las industrias incorporadas crecieron a un ritmo superior alconjunto de la rama de vehículos y maquinarias que ascendió un 153% en el

mismo período. Ello se debía a que estas actividades estaban dando los pasosiniciales, especialmente en el caso de la fabricación de automotores, tractoresy bicicletas. En el caso de aquellas industrias incluidas en la rama metales(cojinetes, cuchillería y herramientas) la situación parece haber sido más va-riada. El volumen físico de la producción de la rama metales creció un 305%entre 1946 y 195738.

3.3. Rama química

Al iniciarse la guerra, la rama química abastecía poco más del 60% de lademanda del mercado doméstico. La industria local producía principalmente bienes de consumo nal. En cambio, la producción de productos químicos básicos era muy limitada debido tanto al grado de desarrollo industrial, que

37 IMPA había sido fundada por el empresario austríaco Fritz Mandl en 1931, naciona-lizada en 1945 y transferida a DINIE. En 1949 fabricaba unas 12 mil unidades y ocupaba300 obreros en esa línea de fabricación.SECRETARÍA DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Informe Nº 22,Bicicletas, Buenos Aires, 1949, p.12.

38

Las estimaciones pertenecen aSCHWARTZ

, op.cit.

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limitaba el mercado interno para insumos como los álcalis, como a la escasezde personal técnico y cientí co39.

Durante el primer y segundo gobierno de Perón se intentó avanzar en eldesarrollo de estas industrias, con resultados muy desiguales. Las industriasque fueron declaradas de interés nacional y que resultaron bene ciadas porlos estímulos cambiarios y la jación de cuotas de importación constituyeronun conjunto heterogéneo de actividades manufactureras. Un número impor -tante utilizaba fundamentalmente materias primas del país (azufre, ácidocítrico, tungsteno, bario) en tanto que otras demandaban la importación delos insumos básicos (material fotográ co y DDT). También era variado el tipode empresa promovida. Por un lado, un grupo de productos era encarado porgrandes empresas que gracias al control sobre la tecnología de proceso y de producto podían cubrir las necesidades nacionales: agua oxigenada (Atanor,Ducilo), DDT (Atanor), polvos y resinas fenólicas (Plastiversal, Plásticos Ber -nabó, Duperial, Atanor). En otros casos, la escasa complejidad tecnológicade ciertas industrias permitía la existencia de peque as y medianas empresascomo en la industria de tintas grá cas, y de pólvoras y explosivos.

Cuadro 6Evolución de la producción en industrias de interés nacional.

Rama química

Período de protección Industria

Producción Crecimien-to1946 1957

1945-1950 Azufre 7.887 tn. 18.857 tn. 139%1946- 1953 Ácido cítrico 6.000 kg. 8.000 kg* 33%1946-1948 Cloruro de bario 180 tn. 440 tn. ** 144%1946-1954 Agua oxigenada 225 tn. 630 tn. ** 180%

1947-1951Material

fotográ co 265.000 m2 1.925.826 m2 627%

1947Carburo detungsteno - 16.000 kg.

Industrianueva

39ADOLFO DORFMAN, El desarrollo de las industrias químicas en la Argentina, Santa Fe,Universidad Nacional del Litoral, 1941;FRANCIS GODWIN, La Industria Química Argentina,

Buenos Aires, Corporación para la Promoción del Intercambio, 1944, pp. 9-16.

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85LA PROMOCIÓN INDUSTRIAL DURANTE EL PERONISMO...

1948-1951 Sulfato de bario 11.000 tn. S/d S/d

1948-1953 DDT - 600 tn.

Industria

nueva1949-1952

Plásticos. Resinasfenólicas 127 tn. 4.591 tn.*

Industrianueva

1949-1954Película

radiográ ca S/d S/d S/d1949-1952 Tintas grá cas 3.089 tn. 4.408 tn. 43%

1950-1953Pólvoras yexplosivos S/d 2.906 tn. S/d

1952-1955 Polvos metálicos S/d S/d S/d

Fuentes: Elaboración propia en base aSECRETARÍA DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Industriasacogidas…, cit.Referencias: dem. Nota: * producción de 1953; ** producción de 1951 tomado deMINISTERIO DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, “Memoria General de la Acción de Gobierno,1946-1951”, Buenos Aires, mimeo, 1952.

Una evaluación general sobre el impacto del sistema en la rama nos per -

mite se alar que éste fue relativamente e caz para incrementar la producciónde ciertos rubros, cuyo crecimiento fue superior al registrado para la rama queentre 1946 y 1957 alcanzó el 130%40. Aunque nos ha sido imposible evaluar para todos los productos el peso de las importaciones en 1957, podemos se a-lar que la industria abastecía la demanda doméstica de agua oxigenada, DDTy material fotográ co. Paradójicamente, la fabricación de productos químicoselaborados sobre la base de materias primas nacionales mostró un desempe omediocre (ácido cítrico) o bien no alcanzó a sustituir completamente las im- portaciones (azufre). En algunos casos ello estaba vinculado con evaluaciones

muy optimistas sobre los recursos naturales del país y los elevados costosinternos de producción. Este fue el caso del azufre, cuya explotación fue ini-ciada por una sociedad mixta, Industrias Químicas Nacionales, para terminarsiendo estatizada bajo la órbita de la DGFM. En 1951, el precio de la toneladade azufre argentino puesto en fábrica duplicaba holgadamente el precio del producto chileno o norteamericano41.

40SCHWARTZ, op. cit., pp. 130-131.41 MINISTERIO DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Informe Nº 36 , Azufre, Buenos Aires, 1951, p.

19.

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86 CLAUDIO BELINI

En cualquier caso, el desarrollo de la química básica quedó librado a lainiciativa de las empresas estatales como la DGFM o la Dirección Nacionalde Industrias del Estado (DINIE). La falta de inversiones públicas o las dila-

ciones o ciales para concretar los planes impidieron el desenvolvimiento deestas actividades. Este fue el caso de la soda solvay, un insumo básico queera importado en grandes cantidades. Como su producción requería impor -tantes inversiones y una provisión abundante y barata de energía, se encargóa las empresas públicas su implantación. Pero los proyectos de DINIE y de laDGFM fracasaron42.

3.4. Industria farmacéutica

El decreto Nº 14.630/44 afectó a dos grupos de especialidades medici-nales: la elaboración de productos opoterápicos y de antibióticos. Se tratabade productos muy diferentes en relación con sus mercados, la tecnología de producción y de proceso, y la naturaleza de las empresas que los elaboraban.

La producción de opoterápicos se había iniciado como efecto de la crisisde 1929. Hasta entonces las glándulas bovinas se exportaban sin elaboraciónalguna. Durante los siguientes quince a os se instalaron una veintena delaboratorios que comenzaron a producir y exportar preparados hormonales,adrenalina e insulina. En 1950, los laboratorios ocupaban unos 2.000 obrerosy empleados43.

Sin embargo, la expansión fabril enfrentaba algunas di cultades que pro-vocaban una elevación de los precios, afectando la competitividad. Por un lado,los métodos de provisión de las glándulas eran de cientes, lo que provocaba pérdidas e incrementaba los costos. Además, a partir de 1948, los fabricantesdebieron enfrentar problemas de abastecimiento de insumos críticos de im- portación como ciertos tipos de alcoholes y solventes, que se producían local-mente en peque as cantidades y alto precio. Por otro lado, la elevación de lossalarios y de las cargas sociales había incrementado los costos laborales. Porúltimo, la escasez de divisas limitaba los planes de expansión de las empresasque involucraban la importación de maquinarias y equipos44.

42 CLAUDIO BELINI, “DINIE y los límites de la política industrial peronista, 1947-1955”, Desarrollo Económico, Nº 161, Vol. 41, abril-junio de 2001, p. 108;GRACIELA PAMPIN, “Estadoy empresarios en el sector de la química básica en Argentina: el proyecto de producción deálcalis básicos”, en Estudos Iberoamericanos, PURCS, Nº 2, Vol. 34, dezembro 2008, p.132.

43 MINISTERIO DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Informe N° 32. Opoterápicos y Ácidos y Salesbiliares, Buenos Aires, S/F., pp.22-23.

44

Ibidem, pp. 25-26.

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Considerando estas di cultades, el Ministerio de Industria promovió lainclusión de esta producción entre las de “interés nacional”. Por medio deldecreto Nº 23.176/51 se estableció que los laboratorios contarían con tiposde cambio preferencial y exenciones aduaneras para la importación de ma-quinarias e insumos. En forma paralela, el Ministerio establecería cuotas deimportación a n de limitar la competencia de productos de importación.

La medida favorecía especialmente a los laboratorios nacionales; algunosde ellos eran empresas bien consolidadas como, por ejemplo, el Instituto Mas-sone S.A., Verardo y Cía., Instituto Biológico Argentino, Instituto Purissumus,Ocefa S.A., Andrómaco S.A. Pero también se bene ciarían empresas de capitalextranjero como el Laboratorio Armour S.A., subsidiaria del frigorí co norte-americano. Si bien la inclusión de la industria en el sistema de promoción po-

día signi car un importante estímulo, coincidió con el inicio de la sustituciónde algunos de estos productos por preparados sintéticos. Este fue el caso de la producción de sales y ácidos biliares, cuya exportación comenzaría a descen-der debido a la competencia en el mercado de la cortisona por síntesis.

En contraste con esta experiencia, la producción de antibióticos se en-contraba en la frontera tecnológica internacional. Se trataba de una de lasinnovaciones más importantes ocurridas en la industria farmacéutica durantela Segunda Guerra Mundial. La fabricación local de estos productos se inicióde la mano de los grandes laboratorios norteamericanos que lograron obtener

los bene cios del sistema de promoción.En 1947, una comisión mixta compuesta por funcionarios de las secreta-rías de Industria y Comercio y de la de Salud Pública analizó una propuestarealizada por la empresa norteamericana Squibb & Sons para la elaboraciónde penicilina. Este laboratorio había instalado una representación comercial en1944 con el n de comercializar el producto. Luego de algunos estudios y delapoyo entusiasta del secretario de Salud Pública, Ramón Carillo, el gobiernode Perón declaró de “interés nacional” la producción de penicilina. Se otorgó ala rma exenciones aduaneras para la importación de maquinarias y materias

primas. Por su parte, Squibb debía poner en marcha la planta en 21 meses. A partir de ese momento, el gobierno establecería cuotas de importación a n deasegurar la colocación de la producción nacional45.

Gracias a las ventajas otorgadas, la empresa construyó una planta en Mar -tínez que comenzó su actividad en 1949. Al término del período de protección,Squibb obtuvo la renovación de las ventajas. En 1953 amplió sus instalaciones,iniciando la producción de nuevos antibióticos como estreptomicina, dehydros-

45 Decreto Nº 10.933/47 en Anales de Legislación Argentina, Buenos Aires, 1947, pp.

656-659.

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treptomicina y tetracyclina. Para ello contó con nuevas ventajas cambiariasque le permitieron importar equipos cuyo pago se haría durante los dos a ossiguientes a su inauguración. Como advertía el gerente general, “la planta se pagará con parte del ahorro de divisas que la misma produzca” y, por supues-to, con las ganancias provenientes de su puesta en producción46. Hacia 1958,Squibb ocupaba 2.000 empleados y técnicos47.

Si bien la radicación de Squibb contó con importantes ventajas no cons-tituyó un monopolio legal. La declaración de industria de interés nacional nose circunscribía a una sola rma sino al conjunto de la industria48. Un a odespués de la declaración de la penicilina como industria de interés nacional,el gobierno decretó la protección a los laboratorios elaboradores de sulfamidas,entre los que se contaban empresas privadas nacionales como Galeno S.A. yla Química Schering, un laboratorio alemán que había sido nacionalizado ytransferido a DINIE. Al recomendar esta medida, el informe o cial aclarabaque el espíritu del decreto Nº 14.630 era “proporcionar medidas de fomentoy defensa a la industria en general y no al industrial en particular, pues noacepta el otorgamiento de monopolios sobre los bene cios que concede”49. Esdecir, no había un monopolio legal. Con todo, se reconocía que el control dela tecnología de producción creaba un monopolio no menos efectivo a la horade impedir la competencia de empresas locales.

A nes de la década de 1940, la escasez de dólares estimuló la radicación

de otros laboratorios norteamericanos que también aprovecharon las ventajasde la promoción industrial: en 1952, Parke Davis & Co. obtuvo franquicias para introducir equipos y materias primas destinadas a la elaboración decloromicetina. Dos a os más tarde, bajo el amparo de la ley de inversiones

46 Carta del gerente general de Squibb & Sons, E. Lozano, al Ministro de AsuntosTécnicos Raúl Mendé, 14 de julio de 1953, Archivo General de la Nación, Fondo SecretaríaTécnica, legajo 474.

47CÁMARA DE COMERCIO DE LOS ESTADOS U NIDOS EN LA R EPÚBLICA ARGENTINA, La Argentina

y las rmas norteamericanas , Buenos Aires, Santiago Rueda Editor, 1958, p. 60.48Se ha sostenido que la radicación de Squibb inhibió el desarrollo de empresas nacio-nales que ya producían experimentalmente penicilina, como el Instituto Massone y Ocefa S.A. Estas rmas habrían sido excluidas por motivos políticos. Para esa interpretación véaseA NA PFEIFFER y MÓNICA CAMPINS, “La producción de medicamentos durante el peronismo yel con icto con los laboratorios Massone. ¿Problema tecnológico o político?” enCiclos, Nº27, 2004, pp. 123-150. Empero, el hecho de que Massone se bene ciara con la inclusión delos opoterápicos entre las industrias de interés nacional cuestiona la idea de que esa empresahabría sido excluida de la producción de antibióticos por el con icto político, que recién se precipitó en 1950.

49SECRETARÍA DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Informe Nº 17. Sulfamidas, Buenos Aires, 1948,

p. 34.

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extranjeras, Merck Co. propuso instalar una planta para la producción de cor -tisona, que fue declarada de “interés nacional”. Esta política continuó luegode la caída de Perón; en 1956, Parke Davis presentó una propuesta para lainversión adicional de 285 mil dólares en su planta mientras que se declaró de“interés nacional” la fabricación de aureomicina, liberando de derechos parala importación de maquinarias a la Laderle Inc50.

De esta forma, el régimen de promoción industrial permitió a estas r -mas (que se habían instalado inicialmente como casas importadoras) abaratarlas inversiones necesarias para iniciar la fabricación local, así como obtener permisos de importación para la adquisición de maquinarias e insumos cuyaintroducción hubiera sido difícil en otras circunstancias dados los crecientes problemas de desequilibrio comercial con Estados Unidos.

En suma, la promoción industrial alentó la instalación de subsidiarias nor -teamericanas que, en virtud del dominio sobre la tecnología de producción yde las ventajas o ciales, ejercerían un control oligopólico sobre el mercado.

El avance de los laboratorios norteamericanos en la industria local sevio facilitado también por la nacionalización de las empresas alemanas y suincorporación a la DINIE, que interrumpió durante a os la relación entre esassubsidiarias y sus casas matrices. De esta manera, mientras en 1936 Suiza yAlemania eran los principales países exportadores de fármacos a la Argentina(con un 33 y 30% respectivamente), veinte a os más tarde los Estados Unidos

controlaban más del 80% del comercio importador de medicamentos51

. Laaparición de nuevas especialidades y la modi cación de la demanda no per -mitieron avanzar considerablemente en la sustitución de importaciones.

3.5. Industria eléctrica

De las treinta y nueve industrias alentadas por el sistema, sólo tres co-rrespondieron a la rama eléctrica: la fabricación de pilas y baterías, motoreseléctricos de diversa potencia y de heladeras. Estas tres actividades represen-

taban un 13% de las 23 propuestas presentadas ante la Comisión Asesora deFomento Industrial.En el primer caso, la presentación había sido realizada en diciembre de

1945 por Eveready S.A., lial del consorcio norteamericano Union Carbide quese había radicado en 1938. Esta empresa solicitó el incremento de la protección

50JAIME FUCHS, La penetración de los trusts yanquis en la Argentina, Buenos Aires, 1957, pp. 266-267.

51GUILLERMO A NHALT, “La Industria Farmacéutica en la Argentina”, Boletín de la Cámara

de Comercio Argentino Alemana, N° 54, 1956, p. 354.

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aduanera. Por entonces, la industria local, que había surgido bajo el amparo delas condiciones creadas por la Segunda Guerra Mundial, estaba representada por Eveready (1938), Otto Danneman S.R.L. (1930) y Jacobo Bohn (1944).Sólo las dos primeras constituían empresas fabriles. Ambos establecimientostrabajaban al 50% de su capacidad, produciendo poco más de 1.200 toneladasanuales52.

Cuadro 7Evolución de la producción en industrias de interés nacional.

Industria eléctrica

Período de protección Industria Producción Creci-miento en%

Importa-ción en19571946 1957

1946-1954 Pilas eléctricas 935 tn 3.194 tn 242% 74 tn.

1954-1957 Motoreseléctricos

21.600unidades

1.000.000unidades 4.529% -

1954-1957 Heladeras 6.900 u 220.100 u 3.089% 1.430 u.

Fuente: ídem.

A mediados de 1946 la industria fue declarada de “interés nacional”. Eldecreto establecía, por un período de sólo dos a os, cuotas y permisos previosde importación a n de proteger la producción nacional. Contra la solicitudde Eveready, la Secretaría se negó a incrementar la protección aduanera hastatanto no se realizara un estudio minucioso de sus costos de producción y seestabilizara el precio de los insumos importados53.

El control sobre el mercado doméstico alentó a las empresas a incrementarsus inversiones y el número de empleados. Entre 1946 y 1948, la inversión to-tal de la rma Eveready ascendió de 2,4 millones de pesos a 9,6, mientras que

52Eveready no sólo era la principal fábrica sino también la importadora de mayor peso,seguida de cerca por las empresas ferroviarias, la Anglo Argentine General Electric y SiamDi Tella.SECRETARÍA DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Informe Nº 4, Pilas eléctricas, Buenos Aires,1946, p. 50.

53 MINISTERIO DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Informe N° 29, Pilas Eléctricas, Buenos Aires,

1949, p. 54.

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el personal trepó de 228 a 568 técnicos, empleados y obreros. Algo parecidosucedió con las peque as empresas Otto Danneman y Jacobo Bohn54.

Sin embargo, había otros factores que limitaban la expansión sectorial. Altérmino de la guerra, las empresas se encontraron con serias di cultades parala importación de maquinarias debido a la escasa oferta internacional en esterubro. Dos a os más tarde, cuando la oferta internacional comenzó a reanudar -se, la escasez de divisas limitó severamente la posibilidad de importar. Así, porejemplo, Eveready debió continuar su producción en una planta ubicada en un predio alquilado en Palermo, pese a que estaba construyendo una nueva plantaen Beccar con una capacidad de producción de 3.000 toneladas. Por su parte,Siam suspendió sus planes de instalación de una planta en asociación con Ra-yo-Vac cuya capacidad de producción alcanzaría las 1.100 toneladas55.

La protección o cial y la escasez de divisas colocaron a Eveready en unasituación de privilegio. La lial norteamericana controlaba virtualmente elmercado doméstico; para 1949 Eveready fabricaba poco más del 90% de la producción nacional56. A pesar de ello, el gobierno peronista decidió renovarla protección sectorial por medio del decreto Nº 18.675/50. La medida man-tenía el régimen de permisos previos y cuotas de importación “de acuerdo alas posibilidades de producción de la industria nacional y las necesidades delmercado interno”. Estos bene cios, que la Eveready proponía extender porcuatro a os, fueron prorrogados hasta 1953.

El impacto de la política fue positivo. Durante el bieno 1950-1951, la pro-ducción alcanzó las 2.700 toneladas, lo que representaba un incremento del108% con respecto a 1947. Pero a partir de 1952 se inició un ciclo de caída dela producción originada por la escasez de materias primas importadas, que no podían ser sustituidas por nacionales. En esos a os se a anzó la posición deEveready que inauguró la planta de Beccar equipada con maquinaria modernay con una capacidad de producción de 3.300 toneladas. En contraste, la situa-ción de las otras empresas se mantuvo inalterable, aunque surgieron planes para el inicio de fabricación de tipos especiales de pilas y baterías57.

Mientras la producción de pilas secas se a anzaba al calor de la protec-ción o cial, las fábricas de motores eléctricos sólo fueron incorporadas a la promoción en 1954. En 1939, la demanda interna de motores eléctricos era

54 Ibidem, p. 12.55 Eveready sólo pudo importar maquinaria automática para la fabricación de tubos.

Además la empresa reorientó sus compras de insumos hacia el Reino Unido.56 Ibidem, pp. 46-47.57 MINISTERIO DE I NDUSTRIA. Informe N° 48, Pilas Eléctricas, Buenos Aires, 1954, pp.

9-10.

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abastecida en todos sus tipos por la corriente importadora. La estructura dela tarifa aduanera, que diferenciaba sólo tres tipos de motores, y los reducidosaranceles (que oscilaban entre el 4% y el 9% del aforo) imponían límites a la protección aduanera a esta industria.Como en otros casos, la guerra ofreció condiciones favorables para latransición de la fase de reparación a la producción local. La reducción de lasimportaciones permitió la elevación de los precios internos y facilitó la colo-cación de la producción nacional. Pese a la escasez de insumos básicos comochapa de acero, cobre y cojinetes, la producción local creció hasta abastecer el40% de la demanda entre 1943 y 1945. Este último a o, la reanudación de lasimportaciones reavivó los problemas que la industria había enfrentado antesde 1939. La Compa ía Industrial CGZ S.R.L., una empresa que había iniciadola producción en 1942, solicitó a la Secretaría de Industria la elevación de losderechos, la jación de cuotas de importación y de tipos de cambio preferen-cial. Por su parte, los representantes militares se mostraron favorables a suinclusión entre las de “interés nacional”, pero se alaron sus limitaciones58. ElMinisterio de Guerra sostuvo que la protección debía otorgarse por sólo dosa os, tiempo que consideraba su ciente para que la industria pudiera compe-tir en condiciones de igualdad con los productos importados. En cambio, elCentro de Importadores se opuso a cualquier protección adicional alegandoque ninguna de las materias primas utilizadas era de origen nacional y que la

fabricación de motores de potencia superior a los 5 hp o de motores especialesrequería de grandes inversiones en matrices que no se justi caban debido a lareducida demanda doméstica.

Pese a estas objeciones, en 1950, el Ministerio de Industria consideró quela industria debía ser declarada de “interés nacional” porque a pesar de utilizarmaterias primas de importación “interesaba a la defensa nacional” y era de“primera necesidad”. Por todo ello, propuso establecer cuotas de importación para la introducción de artículos que compitieran con los nacionales; liberarde derechos la introducción de maquinarias y otorgar tipo de cambio especial

con el mismo n. La medida regiría hasta 195359

.Pero hubo que esperar tres a os más para que nalmente el gobierno dePerón otorgara esos bene cios. En el ínterin, la industria se vio alentada porlos efectos de la escasez de divisas que obligó al gobierno a limitar al máximolas importaciones. También se bene ció con el auge de la producción nacional

58MINISTERIO DE I NDUSTRIA, Informe N° 34, Motores eléctricos, Buenos Aires, 1950, pp.13-19.

59

Ibidem, p. 90.

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de heladeras, lavarropas, ventiladores, batidoras y demás electrodomésticos.En suma, la industria ya se encontraba en expansión cuando fue incorporada.

En 1957 un informe o cial estableció que en el término de una década elnúmero de fábricas se había elevado de 14 a 150 establecimientos mientras queel personal obrero había ascendido de poco menos de 1.400 a 15 mil obreros yempleados. Se se alaba que “salvo en los casos de unidades muy especiales”la producción nacional abastecía la demanda doméstica60. Si bien la industriahabía realizado un gran progreso, también parece claro que la expansión habíasido desordenada e impulsada principalmente por la escasez de divisas antesque por el sistema promocional. El gran incremento del número de estableci-mientos así lo revela. Sólo 15 ó 20 fábricas eran de importancia mientras queel resto estaba constituido por peque os y medianos talleres que realizan una producción no seriada y en ocasiones por encargo61. En este caso, su super -vivencia dependía ante todo del mantenimiento de la escasez de dólares queimpedía importar.

Algo similar ocurrió con la fabricación de heladeras, que creció alentada por la política peronista de redistribución del ingreso, la escasez de divisas yla generalización de sistemas de venta en plazos. Siam Di Tella y la Compa íaImportadora Sud Americana (CISA) realizaron una presentación que obtuvola aprobación ministerial a comienzos de 1951. Pese a la oposición del Centrode Importadores, el Ministerio consideraba que debía apoyarse a la industria

para promover la reducción de sus costos “a n de posibilitar su adquisición por una mayor parte de la población”62. Con todo el informe o cial era cauto ala hora de describir las características de las empresas locales. Así, por ejem- plo, se se alaba que Siam, una de las rmas más importantes que fabricabaheladeras con licencia extranjera, no tenía las características de una plantaindustrial moderna63. Pese al apoyo del Ministerio de Industria, hubo queesperar hasta 1954 para su incorporación al sistema. En el ínterin, la industriaconoció un gran auge. Como en el caso de las fábricas de motores eléctricos yde bicicletas, la demanda contenida y la escasez de importaciones favorecieron

el surgimiento de productores marginales. El decreto Nº 5.878/54 estableciócuotas de importación y permisos previos para la importación de heladeras

60 MINISTERIO DE COMERCIO E I NDUSTRIA, Informe y anteproyecto..., cit., p. 9.61 La estadística industrial de 1957 reveló que sólo 89 establecimientos (el 59% del total)

ocupaban más de 11 obreros.62 MINISTERIO DE I NDUSTRIA Y COMERCIO, Informe N° 38, Refrigeración, Buenos Aires,

1951, p. 8.63La situación era más precaria en las otras empresas. CISA era una rma importadora

que participaba del capital de varias rmas industriales que la abastecían de los principales

componentes. Ibidem, pp. 17-22.

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completas, compresores, equipos refrigeradores y demás componentes. Adicio-nalmente, concedió permisos de importación para la introducción de maqui-narias y dispuso que el Ministerio dictara las condiciones mínimas de calidad para la producción interna. Esta última medida, que hubiera posibilitado unaracionalización sectorial, no fue implementada. Además del desinterés o cial,un factor que permite explicar la falta de aplicación de estas medidas provienede la actitud de los empresarios. Un estudio realizado por una consultora parala Cámara de la Refrigeración sostenía que la racionalización sectorial eraresistida por las peque as y medianas empresas, que fabricaban equipos en peque os lotes que eran adquiridas por los comerciantes, quienes imponíansus propias marcas. Por su parte, las grandes empresas, que fabricaban sobre la base de licencias y tecnologías extranjeras, tampoco mostraban interés frentea este tipo de medidas64.Aunque durante los siguientes a os la producción se incrementó notable-mente, hacia 1956 ya se observaban problemas de colocación en el mercadointerno. La devaluación de 1955, la escasez de materias primas y una políticamonetaria restrictiva estaban di cultando las ventas de heladeras. Los altoscostos de producción y la adopción por parte de la industria local de modelosde gran capacidad y mayor precio reducían las posibilidades de que ampliascapas de la población pudieran acceder a ese electrodoméstico. Por otra parte,la falta de normas de calidad y de estímulos a las exportaciones clausuraban

por el momento la salida al mercado latinoamericano.En conjunto, la fabricación de motores y heladeras creció más acelerada-mente que la rama de aparatos eléctricos cuya producción ascendió, según lasestimaciones de Schwartz, un 819% entre 1946 y 195765. En las tres industrias,la producción local abastecía casi completamente la demanda doméstica.

4. CONSIDERACIONES FINALES

El análisis de la ley de industrias de interés nacional nos permite formularalgunas conclusiones sobre las características del sistema, los instrumentosempleados, el papel del Ministerio de Industria y de los miembros de la Co-misión Asesora de Fomento Industrial, y las relaciones entre la burocracia ylos empresarios.

Con respecto al primer punto, la amplitud del criterio establecido en eldecreto Nº 14.630/44 permitía considerar casi a cualquier industria de “interés

64CÁMARA DE I NDUSTRIA DE LA R EFRIGERACIÓN, Industria de la Refrigeración. Estructuradel Mercado, Buenos Aires, Servicios Dar, 1957, p. 56.

65

SCHWARTZ

, op. cit., pp. 130-131.

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nacional”. Si bien sólo 39 actividades fueron incorporadas al sistema, debedestacarse que entre ellas se incluían manufacturas cuyas materias primas principales no se obtenían o elaboraban en el país. De hecho, el régimen pro-

movió especialmente industrias siderometalúrgicas y metalmecánicas que deacuerdo con los criterios previos eran manufacturas “arti ciales”. El decreto Nº 14.630/44 signi caba la recusación del criterio de “industria natural”. Enforma paralela, la ausencia de claros criterios de promoción industrial podíaconvertir esta norma en un instrumento para alentar cualquier industria.

A pesar de que la amplitud de los criterios establecidos en la ley otorgabagran autonomía a la burocracia estatal para alentar diversos sectores industria-les, el análisis realizado sobre la distribución de las propuestas y las industriasdeclaradas de “interés nacional” revela que el gobierno peronista auspició lasactividades en consonancia con las demandas empresariales; es decir la apli-cación del decreto Nº 14.630/44 no signi có la utilización de un criterio o cialsobre la naturaleza de industrias que convenía alentar.

La instrumentación del sistema permite observar que si bien las preocu- paciones castrenses sobre la defensa nacional jugaron un papel importante enlos a os iniciales del sistema (cuando se incorporaron al sistema la producciónde azufre, arrabio y madera terciada), perdieron importancia en la posguerra.Con todo, las Fuerzas Armadas conservaron un importante rol en la aplica-ción del régimen, y el Ejército y la Aeronáutica apoyaron con entusiasmo la

diversi cación industrial.Por otra parte, las características que asumió el sistema se vieron en granmedida determinadas por los contenidos de la política industrial peronista. Enefecto, el predominio del uso de cuotas de importación y ventajas cambiarias por sobre los derechos aduaneros correspondía a la marginación de la tarifaaduanera como instrumento de política industrial.

El análisis del impacto del sistema también nos permite extraer algunasconclusiones. Aunque es difícil encontrar evidencia sobre la evolución de to-das las actividades manufactureras, una primera mirada general nos permite

alentar la idea de que el régimen se mostró e caz para alentar el incremento dela producción. Esto es particularmente importante para el período 1945-1950,caracterizado por la reanudación de las importaciones y el incremento de lacompetencia externa. De esta forma, algunas industrias contaron con protec-ción en un momento particularmente crítico para su maduración. En contraste,la década de 1950 se caracterizó por la reducción de las importaciones y lareserva del mercado interno para la industria local. Antes de su incorporaciónal sistema, un conjunto de actividades como la producción de heladeras, bici-cletas, motores eléctricos, se vieron impulsadas por la protección que de hecho

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imponía la administración del comercio exterior por parte del Ministerio deIndustria y el Banco Central.

En otros casos, donde existían barreras de entrada que di cultaban el de-

sarrollo industrial, el decreto Nº 14.630 no se mostró siempre como un instru-mento adecuado para derribarlas. Así, por ejemplo, en el caso de la industriaautomotriz y del tractor, aunque en 1951 se la declaró de interés nacional, huboque esperar la intervención directa del Estado a través del IAME y, más tarde,la sanción de una ley de inversiones extranjeras para que se dieran los pasosiniciales con vistas a su desarrollo.

En relación con la naturaleza de las empresas bene ciadas debe destacarseque el decreto Nº 14.630/44 auspició ramas e industrias donde predominabanlas grandes empresas, muchas de ellas de capital extranjero, y aquellas dondese multiplicaban peque as y medianas rmas. En el primer caso, el sistemaconsolidó el control oligopólico del mercado por empresas como Squibb &Sons, Parke Davis, Lepetit, Eveready, Ducilo y Dálmine-Safta. El dominio dela tecnología de producción y el tama o del mercado interno, que permitía queuna o dos rmas controlaran la oferta en el mercado local, creó y consolidóla posición de las empresas en la Argentina. Adicionalmente, en el caso delas subsidiarias de rmas extranjeras, la promoción les permitió abaratar loscostos de instalación en el país, invertir las utilidades que como representantescomerciales habían acumulado en las décadas previas y que a partir de 1948

no podían girar al exterior, lo que fue particularmente importante en el casode las liales norteamericanas.Pero el decreto Nº 14.630/44 también alentó industrias donde predomina-

ban los peque os y medianos establecimientos como, por ejemplo, las fábricasde maquinaria agrícola, cojinetes, herramientas, tintas grá cas, heladeras ymaterial fotográ co, entre otras. En estos casos, aunque la promoción indus-trial permitió el incremento del personal empleado y de la producción, no pudoevitar el surgimiento de fabricantes marginales que sobrevivían gracias a lareducida competencia externa. Incluso allí donde la tecnología de producción

alentaba la formación de establecimientos más grandes (la industria lamina-dora) subsistieron peque as y medianas empresas ine cientes.El aliento a la expansión de grandes empresas y la falta de criterios míni-

mos de e ciencia económica con guraron dos rasgos básicos que en adelantecaracterizarían la industrialización sustitutiva de importaciones en AméricaLatina.

Un último aspecto a destacar nos permite se alar que la década peronistamarcó un corte importante en la naturaleza de las relaciones entre el Estadoy los industriales. La acentuación del intervencionismo estatal y el auge del

dirigismo económico estrecharon los contactos entre el empresariado y la

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burocracia pública, que era la encargada de distribuir recursos e instrumentarlas políticas de promoción sectorial. En el caso del decreto Nº 14.630/44, pesea existir cláusulas relativas al cumplimiento de ciertas condiciones para be-

ne ciarse de las ventajas acordadas, el Ministerio de Industria no se propusodisciplinar a los empresarios. Una vez declarada una industria de “interésnacional” no se les exigió el cumplimiento de metas que, más allá del incre-mento de la producción, permitieran evaluar objetivamente tanto la evoluciónsectorial como la reducción de los costos o el incremento de la capacidadcompetitiva de la industria.

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Las independencias hispanoamericanasy la tesis de la in uencia

de las doctrinas populistas

DARÍO DAWYD1

UBA – [email protected]

R ESUMEN

El presente trabajo resalta uno de los debates acerca de las independenciashispanoamericanas, aquel en torno a las in uencias losó cas sobre éstas, enespecial, de las doctrinas populistas de soberanía (Francisco Suárez en parti-cular). Para ello se rastrea en la primera obra que postuló dicha tesis, el trabajode Manuel Giménez Fernández, y luego se revisan los textos que al estudiar los procesos independentistas se preguntaron por las in uencias, así como otrostrabajos que dentro del mismo registro, hicieron énfasis en la discusión teóricade las doctrinas y sus alcances. Por último, se revisa la historiografía actualque, reacia a plantear el debate en torno a in uencias ilustradas o escolásticas, busca analizar las culturas políticas y los imaginarios colectivos.

PALABRAS CLAVES

Independencias hispanoamericanas - Doctrinas populistas - FranciscoSuárez - Manuel Giménez Fernández - Escolástica

1 El presente artículo es una versión reducida y actualizada de la versión original, de-fendida como tesis de maestría en el “IV Master de Historia del Mundo Hispánico” (Centrode Humanidades, Consejo Superior de Investigaciones Cientí cas, CSIC, y Universidad SanPablo CEU, Espa a): “Las in uencias populistas en las independencias hispanoamericanas.La tesis de Manuel Giménez Fernández sesenta a os después” (tutoría de José Andrés-Gallegoy Antón M. Pazos).

T EMAS DE H ISTORIA A RGENTINA Y A MERICANA , XVI (E NERO -J UNIO DE 2010) pp. 99-128

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100 DAR O DAWYD

ABSTRACT

This work analyses one of the debates concerning the Spanish-American

independences, that one around the philosophical in uences of them, especia-lly, of the populist doctrines of sovereignty (Francisco Suárez’s, particularly).Therefore, we seek the work of Manuel Giménez Fernandez’s, the rst who postulated the above mentioned thesis; then we analyses the texts that studiedthe independence processes, and asked about the in uences, as well as otherworks that inside the same record, did emphasis in the theoretical discussionof the doctrines. Finally, we check the current historiography, which seeks intothe political cultures and the social imaginaries, instead of the debate aroundillustrated or scholastic in uences.

K EY WORDS

Spanish-American independences - Populist doctrines - Francisco Suárez- Manuel Giménez Fernández – Scholastic

1. I NTRODUCCIÓN. LAS DOCTRINAS POPULISTAS

Durante el ciclo de las independencias hispanoamericanas, el pensamientoespa ol bebía de varias fuentes y convivían, aún con di cultades, la tradicionalneoescolástica, la ilustración espa ola y el pensamiento espa ol anti-populista(de vertiente absolutista, presente también en algunos ilustrados)2. Cabe em- pezar así, con dos breves aclaraciones respecto de este punto. Dentro de laneoescolástica se desarrollaron las doctrinas populistas, lo cual no obliga, sinembargo, a que su análisis deba incorporar los elementos teológicos, losó cosy metafísicos presentes en ellas, ya que es posible la lectura y comprensión deaquella doctrina política sin su componente metafísico, porque de lo contrario,negando la posibilidad de leer políticamente (independientemente de la reli-gión, pero no de Dios) a Vitoria y Suárez (entre otros) resulta difícil explicar

2 Asimismo, dentro de este conjunto podríamos a adir incluso a aquel plasmado siglosatrás en la tradición medieval de las Siete Partidas de Alfonso el Sabio del siglo XII, lo cualhace aún mayor al concepto tradición política espa ola. Por otro lado, podría incluirse eldesarrollo del pensamiento en el propio continente americano, la recepción de la Penínsulay cómo éste fue modi cado en el nuevo continente. En este trabajo se utilizará el término“doctrinas populistas”, en lugar de “escolástica” (el segundo de los términos más usados enlos trabajos), “neoescolástica”, “segunda escolástica”, “alta escolástica”, presentes en algunasobras; tampoco se empleará el utilizado por Jouvenel, “teoría de la soberanía popular” (deBERTRAND JOUVENEL, Sobre el poder: Historia natural de su crecimiento, Madrid, Unión Edi-

torial, 1998, pp. 80-85).

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101LAS INDEPENDENCIAS HISPANOAMERICANAS...

su alcance e in uencia en otros países y tradiciones políticas3. Otra aclaracióndebe hacerse acerca de los estudios del pensamiento político espa ol, paradestacar su escasa presencia en las historias generales de la teoría política4, aexcepción, claro está, de los manuales e historias de la losofía espa ola5.

3 John Rawls, en su obra sobre losofía moral hace alusión al carácter general del pen-samiento político de esta época que buscó construirse independientemente de la autoridadeclesiástica, y subraya el “protestantismo porque casi todos los pensadores mayores son protestantes” no obstante lo cual menciona a “los sacerdotes doctos –tales como Suárez, Be-llarmino y Molina– [...que] bajo la forma casuística termina dirigiéndose a otros sacerdotesque son confesores o consejeros. Ésta es ocupación muy práctica, no pensada para el laico,excepto en la medida en que forma parte de su formación doctrinal”. Asimismo, en esta obra,Suárez aparece como el primero de la llamada “escuela del derecho natural” donde tambiénincluye a Grocio, Pufendorf y Locke (JOHN R AWLS, “Introducción: La losofía moral moderna,1600-1800”, en Lecciones sobre la historia de la losofía moral , Barcelona, Paidós, 2001). Parauna visión de lo político como propio de una esfera diferente de la religiosa véaseA NNABEL S. BRETT, “Political philosophy”, enA. S. MCGRADE, (ed.),The Cambridge Companion to Medie-val philosophy, Cambridge, Cambridge University Press, 2003, pp. 276-278.

4 Es interesante ver cómo guran algunos representantes de las doctrinas populistas endos manuales básicos de teoría política: enJOSEPH CROPSEY, y LEO STRAUSS (comps.), Historiade la Filosofía Política, México, FCE, 1996, aparecen Vitoria y Suárez tan sólo dentro de uncapítulo dedicado a Hugo Grocio, el primero como blanco de ataque de aquel por sostener lanecesidad de causas civiles para una guerra justa y el segundo meramente como otro ejemplode teólogos del siglo XVII que escribieron tratados de derecho natural; enGEORGE SABINE, Historia de la Teoría Política, Espa a, FCE, 1992, pp. 287-291, sólo aparecen de Marianay Suárez como jesuitas defensores del derecho de resistencia y también del poder indirectodel Papa sobre cuestiones seculares; en ninguno de los dos casos se les dedican capítulosespecí cos. Sí enQUENTIN SKINNER , “segunda parte”, en Los fundamentos del pensamiento político moderno: La reforma, México, FCE, 1993. Mucho mayor es el espacio dedicado aestos pensadores en obras escritas en Espa a, como enA NTONIO TRUYOL Y SERRA, Historiade la Filosofía del Derecho y del Estado, Volumen 2, “Del Renacimiento a Kant”, Madrid,Alianza, 1995, Libro I, Caps. 4, 5 y 8;FERNANDO PRIETO, Manual de Historia de las Teorías Políticas, Madrid, Unión Editorial, 1996, Libro III, Primera Parte, Cap. VIII y Segunda Parte,

Cap. I;FERNANDO

VALLESPÍN

(ed.), Historia de la Teoría política, Vol. 2, Estado y Teoría políticamoderna, Madrid, Alianza, 1990, Caps. I, VII y VIII;E NRIQUE GARCÍA HERNÁN, Políticos de la Monarquía Hispánica (1469-1700): Ensayo y diccionario, Madrid, MAPFRE, 2002; nalmenteel segundo y tercer tomo deJOSÉ A NTONIO MARAVALL, Estudios de Historia del Pensamiento Español , Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1984.

5 Entre los manuales modernos podemos destacar aJOSÉ LUIS ABELLÁN, Historia del pen- samiento español: de Séneca a nuestros días, Madrid, Espasa-Calpe, 1996 (y su monumental Historia crítica del pensamiento español , Madrid, Espasa-Calpe, 1979-1991, 7 volúmenes).También son útiles el diccionario deGONZALO DÍAZ DÍAZ, Hombres y documentos de la losofíaespañola, Madrid, CSIC, 1980, 7 volúmenes; el tercer tomo de la obra deFREDERICK COPLES-TON, Historia de la Filosofía, Barcelona, Ariel, 1971; El capítulo cuarto dedicado a Suárez de

MANUEL

MACEIRAS

FAFIÁN

(ed.), Pensamiento losó co español: de Séneca a Suárez , Madrid,

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102 DAR O DAWYD

Para el caso del pensamiento político espa ol que se trabajará aquí, parececonveniente se alar su origen en la clave de nes del siglo XV y comienzosdel XVI. Tres elementos se distinguen por aquellos a os, que demarcaron elcontexto de emergencia de la moderna losofía política espa ola y que puedenresumirse en un a o: 1492. En primer lugar, El annus mirabilis re ere a losconocidos hechos de la conquista de Granada, la expulsión de los judíos, elencuentro con América y la publicación de la primera gramática castellana6.El encuentro consigo misma dado por la reconquista y el encuentro con el otrodado por América, marcó el primer elemento a destacar del pensamiento po-lítico espa ol: la aparición del otro y los debates acerca de quién era ese otro,la denuncia del trato a los indios, los debates en torno a la soberanía sobre lasnuevas tierras. Todo ello planteó sin dudas una novedad tan radical a la con-

ciencia espa ola y europea, máxime cuando esta última reformulaba sus prin-cipios políticos, de medievales a modernos7. El segundo elemento remarcablefue la reforma religiosa que de la mano y las tesis de Martín Lutero causógran impacto en toda Europa, produjo una fractura en la cristiandad y generóen los pensadores espa oles una ola de respuestas a las posturas referentes ala Iglesia y su jurisdicción temporal, la soberanía, el origen del poder y suslímites8. Finalmente, Nicolás Maquiavelo, quien con su Príncipe atizó el fuegodel pensamiento espa ol, haciendo que éste se viera obligado a responder a susideas, a partir del nuevo lenguaje político que supuso la obra del orentino, y

así su príncipe político encontró respuesta en un príncipe cristiano9

.Respecto de las propias doctrinas populistas, conviene decir que losteóricos de la soberanía popular sostuvieron que, si bien “el Poder viene de

Síntesis, 2001, volumen I; nalmente el capítulo “Del genocidio al derecho de gentes” enYVON BELAVAL, Historia de la losofía. La losofía en el Renacimiento , Madrid, Siglo XXI, 1979.

6 A o fundamental para Dussel, pues marca el inicio de la otra modernidad, la que en-tiende que Espa a fue el primer Estado moderno dentro del sistema-mundo creado a partir delencuentro con América, primer momento en que Europa es empíricamente el centro del mundo

y construye su alrededor como periferia (E NRIQUE

DUSSEL

, “Europa, modernidad y eurocentris-mo”, enEDGARDO LANDER (ed.), La colonialidad del saber. Eurocentrismo y ciencias sociales: Perspectivas latinoamericanas, Caracas, FACES-UVC y UNESCO-IESALC, 2000).

7 Véase entre otros,JOSÉ A NTONIO MARAVALL, “El descubrimiento de América en la his-toria del pensamiento político”, en Estudios de Historia del Pensamiento Español ; LUCIANO PEREÑA, Derechos y deberes entre indios y españoles en el nuevo mundo, Salamanca, Univer -sidad Ponti cia de Salamanca, 1992.

8 Ver QUENTIN SKINNER , Los fundamentos..., cit., Primera Parte: “El absolutismo y lareforma luterana”, Cap. I, “Los principios del luteranismo”.

9JOSÉ A. FERNÁNDEZ SANTAMARÍA, “Maquiavelo y la razón de Estado”, en Razón de Estado y política en el pensamiento español del Barroco (1595-1640), Madrid, Centro de Estudios

Constitucionales, 1986.

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103LAS INDEPENDENCIAS HISPANOAMERICANAS...

Dios” (tal como sostenían los teóricos de la soberanía divina, que se valieronde aquella sentencia para extenderla y no conceder límites a la autoridad tem- poral), “no lo es que Dios haya elegido a quién adjudicárselo […] no ha sido Élmismo quien ha organizado este gobierno. Eso es algo que pertenece al pueblode esa comunidad, quien debe, por necesidad práctica, transferirlo a alguno oa algunos de ellos”; de esta manera, quienes son investidos de autoridad, “todolo deben, pues, a Dios y a la comunidad”10. El procedimiento de esta transfe-rencia, según Francisco Suárez, se efectúa mediante un pactum translationis,según el cual la sociedad “trans ere el mando a los gobernantes”, los cualesante el uso indebido o la ausencia de ellos (por muerte o falta de un sucesorlegítimo), pueden sufrir el retiro del poder, que vuelve al pueblo, quien legíti-mamente reasume la autoridad11.

2. EL CONTEXTO DE LAS INDEPENDENCIAS Y EL PROCESO DE CRISIS DE AUTORIDAD EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA

Una mirada a las últimas décadas del siglo XVIII y primeras del XIX,muestra un panorama internacional marcado por, de un lado, las revoluciones(estadounidense, francesa y haitiana) y por otro lado, la consolidación de nue-vas ideas de la mano del “Ilustración”. Tanto las revoluciones como las nuevasideas delinearon para las últimas décadas del siglo XVIII un contexto quein uyó de diversa manera en la monarquía hispánica: en el centro de la discu-sión estaban los fundamentos de la autoridad tradicional. Podemos percibir enellos una matriz común, pero acaso ¿son estos hechos parte de la génesis delas independencias hispanoamericanas? Existían experiencias revolucionariasen las trece colonias desde 1776, en Francia, Haití, en Inglaterra (desde unsiglo atrás) y sin embargo, había llegado el a o 1808 y la monarquía espa ola,aunque en crisis, seguía en pie. ¿Qué pudo conmoverla, habiendo pasado yalos a os más duros de las revoluciones mencionadas, y habiendo sobrellevadoella misma rebeliones en las Indias, motines en la Península y conspiracionesen ambos lados?Acerca de las in uencias revolucionarias previas, cabe mencionar comola más destacable la Revolución francesa, que trastocó los equilibrios euro- peos y en cada una de sus diferentes fases revolucionarias actuó como modelo

10 de JOUVENEL, Sobre el poder…, cit., p. 81.11 de JOUVENEL, Sobre el poder…, cit., p. 82. En las obras que se analizarán a continua-

ción, estos elementos fundamentales de las doctrinas populistas son ampliados, en el contexto

particular de cada análisis.

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político, tanto positivo como negativo, pero en ningún caso insoslayable12. Almargen de lo revolucionario ocurrieron otros acontecimientos (anteriores ycontemporáneos) que impactaron en americanos y peninsulares, como fue latoma de Manila y de La Habana a manos de tropas inglesas, durante la guerrade los siete a os13, así como los centenares de rebeliones en la península y enAmérica durante todo el siglo XVIII14, y nalmente el extra amiento de los jesuitas, que afectó al punto de que “en diversos lugares se juzgó que el mo-narca había roto los términos del pacto”15.

Podría decirse que aquellos acontecimientos, que fueron tanto cuestiona-mientos a la autoridad, como reacciones frente a ciertos actos de la misma, nohabían impactado en la monarquía hispánica y que esta se encontraba alejadadel mundo ilustrado y revolucionario, pero sería un error. Desde el motín deAranjuez a Bayona se cristalizó el período de crisis de autoridad de la monar -quía hispánica con la pérdida del centro de legitimidad, a partir del momentoen que Fernando VII aceptó abdicar en su padre Carlos IV, y este pasó la co-rona a Napoleón16. Fernando VII rmó sus dos últimos decretos a proposición

12 Para una visión de la difícil relación entre revolución francesa e independencias hispa-noamericanas, véaseFRANÇOIS-XAVIER GUERRA, “Revolución francesa y revoluciones hispáni-cas: Una relación compleja”, en Modernidad e independencias: ensayos sobre las revolucioneshispánicas, México, MAPFRE-FCE, 1993.

13Como hechos que impactaron en toda la monarquía (véaseJOSÉ A NDRÉS-GALLEGO, “La pluralidad de referencias políticas” enFRANÇOIS-XAVIER GUERRA (dir.), Las revoluciones his- pánicas: Independencias americanas y liberalismo español , Madrid, Editorial Complutense,1995, p. 132). Un hecho de impacto comparable pero circunscripto al área rioplatense fueronlas invasiones inglesas de 1806 y 1807.

14 Tan sólo en la región andina hubo más de cien rebeliones (STEVE J. STERN, “La erade la insurrección andina, 1742-1782: una reinterpretación”, enSTEVE J. STERN, Resistencia,rebelión y conciencia campesina en los Andes: siglo XVIII al XX , Lima, IEP, 1990). Si estosmovimientos de protesta no fueron anticipadores de la independencia, crearon al menos unreto a la corona, marcaron los comienzos de la proto-nacionalidad y en algunos casos, dado sucarácter popular, fueron reivindicados durante las independencias (JOHN LYNCH, “Los orígenes

de la independencia hispanoamericana”, enLESLIE

BETHELL

(ed.), Historia de América Latina:5: La Independencia. Barcelona, Crítica, 1991, pp. 28-32).15 JOSÉ A NDRÉS-GALLEGO, “La pluralidad de referencias políticas” enFRANÇOIS-XAVIER

GUERRA (dir), Las revoluciones hispánicas..., cit., p. 132. El extra amiento de la Compa ía deJesús se había llevado a cabo antes en Portugal en 1759, en Francia en 1762 y nalmente en losreinos hispánicos en 1767, de los cuales fueron expulsados 2.606 jesuitas.

16 La ocupación militar de la península iniciada un a o atrás por Napoleón ya había ge-nerado con ictos en la monarquía hispánica, forzados precisamente para provocar una crisisdinástica de la que valerse para adquirir ese trono, y con ello otra sustitución de dinastíasque Napoleón ya había realizado con éxito en otras casas europeas. La percepción de que elfavorito de Carlos IV, Manuel de Godoy, gobernaba despóticamente proporcionó argumentos

para el motín de Aranjuez que, sucedido en marzo de 1808, dio inicio al breve primer reinado

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de la Junta Suprema de Gobierno y delegó la soberanía en ella17. La soberaníarecayó en la próxima instancia, el Consejo de Castilla, pero ni desde la Juntani desde Consejo se hizo un llamado a resistir a los franceses18.

El pueblo reasumió la soberanía siendo ejemplo de ello la conformaciónde las Juntas Supremas Provinciales, luego la Junta Central Suprema y Gu- bernativa del Reino (en con icto con el Consejo de Castilla, que la acusabade haber usurpado la soberanía), creadas en aquellos sitios donde hubo alza-mientos, y justi cadas ellas mismas, en que reasumían la soberanía dado queno había un gobierno legítimo. La conciencia de que ejercían la soberanía porsu origen popular se vio a rmada en innumerables ocasiones, especialmentesiempre que se enfrentaron al Consejo de Castilla, último representante de laantigua legalidad19. Tras la asunción de la soberanía por la Junta de Sevilla, a

nes de enero de 1810, ya refugiada en Cádiz ante la conquista casi completade la península a manos de franceses, el proceso siguió un nuevo camino,

de Fernando VII. Este, por la presencia en la Península de las tropas napoleónicas enviadasa conquistar Portugal, no se sintió incondicionado en el trono, lo cual hizo pensar al nuevorey en la necesidad de obtener el reconocimiento del emperador francés, no sin antes haberdejado constituida la Junta Suprema de Gobierno, a la cual había dotado de las atribucionesnecesarias para atender cuestiones de urgencia. Aunque la Junta no pudo hacer mucho frentea las presiones de Murat, y su accionar ni siquiera mermó los crecientes disturbios en Madrid,fue fundamental en tanto fue la depositaria legal de la soberanía (véaseÁ NGEL MARTÍNEZ DE VELASCO, La formación de la Junta Central , Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra – CSIC, 1972, pp. 25-40).

17Dichos decretos fueron la declaración de guerra a Francia y la convocatoria a Cortescon el n de que éstas se ocupasen de la defensa del reino; sin embargo ni fueron llevadosa la práctica ni fueron hechos noticia por la Junta (VéaseÁ NGEL MARTÍNEZ DE VELASCO, op.cit., pp. 38-40). Por otro lado, el 6 de junio de 1808 Napoleón concluyó las trasmisiones de lacorona traspasándosela a su hermano José. El emperador, para dar estabilidad a su hermano,convocó a Cortes para que sancionaran una constitución que entronizara a José I, y el 15 de junio se inauguraron las Cortes en Bayona, donde se debatió una constitución que incluyó un programa de reformas políticas, sociales, y, para beneplácito del pueblo espa ol, se a adió la

conservación de la religión católica. El 6 de julio José I juró la Constitución de Bayona, la cualno obstante jamás entró en vigor.18VéaseÁ NGEL MARTÍNEZ DE VELASCO, op. cit., pp. 40 y 44.19En este marco emergió un nuevo actor, que tendrá no poca importancia en los sucesos

políticos siguientes. A inicios de 1809 había guerrillas que actuaban en la mayor parte de la península, porque la primera reacción a la ocupación francesa y a lo que fue visto como unausurpación del trono, fue de tono popular. Estas guerrillas se conformaron con gentes del pueblo y soldados del ejército espa ol que habían abandonado la guerra. La Junta Centraltrató de darles cierta dirección, tanto en su ordenamiento como en sus objetivos, y para elloel 28 de diciembre de 1808 sancionó un Reglamento de partidas y cuadrillas, con el que in-tentó evitar (infructuosamente) que la multiplicación de guerrillas redujese los miembros del

ejército regular.

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con la convocatoria a Cortes, que ya había sido anunciado e inaugurada ainicios de 181020. Éstas se presentaron como representantes de la nación yreclamaron una nueva legitimidad que no obstante demandó otro componentefundamental, el religioso. En las Cortes también hubo grandes debates sobrela de nición de nación, pues aquellos incluidos en ella (espa oles, americanos,indios) tendrían derecho a ejercer la soberanía, que ya residía precisamenteen la nación21.

3. LA TESIS DE LA INFLUENCIA POPULISTA

Estas acciones, ¿respondieron a in uencias externas, tanto de los hechose ideas se alados, o fueron más bien motivadas por la tradición espa ola? Ni faltaron revoluciones, ni acontecimientos traumáticos, ni experiencias degobiernos republicanos, ni ideas radicales, ni tampoco un cuerpo doctrinal ori-ginal con el que responder a estos sucesos. La respuesta tradicional, construidaa partir de las historias nacionales decimonónicas, fue que las independencias

20 La crisis “se mostró desde mayo de 1808 mucho más compleja, derivando hacia unacrisis de soberanía, presentada como crisis de independencia, con la consiguiente situaciónde una compleja guerra” que “posibilitó que la crisis se resolviera nalmente en los términosde una crisis constitucional” (JOSÉ MARÍA PORTILLO VALDÉS, “Monarquía Católica de Estado”,en Revolución de nación: Orígenes de la cultura constitucional en España, 1780-1812, Ma-drid, Boletín O cial del Estado y Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000, pp.159-160).

21 ¿Qué ocurrió entonces en la monarquía hispánica? Esta pregunta plantea un recorridohistoriográ co general en el que son relevantes al menos tres corrientes como fundamenta-les para entender el período. La primera de ella corresponde a la historiografía tradicional,decimonónica (y sus herederos del siglo XX) que jó las independencias, o mejor, a la inde- pendencia de cada país, surgida de unos sentimientos nacionales ya existentes que lograronemancipar a los nacientes estados de la opresión espa ola, liberando de esa manera no sóloa la elite criolla que lideró el proyecto, sino también a los indígenas y negros que habitabanen cada lugar. Con la vista puesta en revisar esta posición (que a la postre se transformó en

la historia tradicional de cada país) surgió una historiografía que criticó a la elite criolla quelideró los procesos independentistas por haber sido mala constructora de naciones y por habertraicionado al pueblo, pues sólo buscó cambiar al depositario de la autoridad (pero no la lógica política, ni la dependencia política ni el autoritarismo). Los trabajos actuales comienzan porresaltar que debe cuestionarse por qué convivieron en un mismo lugar ciertos grupos que op-taron por la revolución, frente a otros que optaron por mantenerse eles al rey. Estos estudiosdestacan el aspecto político de las revoluciones, del cambio del centro de legitimidad política,interpretando a las pioneras juntas creadas en América como no-revolucionarias, sino comouna expresión del patriotismo hispánico frente a la invasión francesa (Véase entre otros,LUIS NAVARRO GARCÍA, “La independencia de Hispanoamérica”, en AA.VV., Balance de la Histo-riografía sobre Iberoamérica (1945-1988): Actas de las IV Conversaciones Internacionales

de Historia, Pamplona, Ediciones de la Universidad de Navarra, 1989).

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fueron parte del irresistible e irradiante in ujo revolucionario francés, y luego,cuando se consideró esta revolución como producto de las Lumières, se vie-ron consecuentemente las independencias como producto de la Ilustración22.Ello ayudó asimismo a considerarlas como hechos de ruptura total con un pasado al que se lo reinventaba cargado de opresión y oscurantismo23. Luegolas independencias fueron ubicadas en el mismo grupo revolucionario en elque estaban las divergentes revoluciones de las trece colonias y la francesa,colocando así el caso hispano dentro del grupo de las revoluciones atlánticas,lo cual no es incompatible con la interpretación anterior.

Contra la corriente, Manuel Giménez Fernández publicó en 1947 Las doc-trinas populistas en la independencia de Hispano-América, escrito pionero enla zaga de aquellos que a partir de él, discutieron la tradicional interpretaciónde las independencias hispanoamericanas como mímesis de las otras. GiménezFernández se lamentó primero de que no se hubiera rastreado seriamente las

liaciones que guiaron los procesos, las exposiciones en periódicos y cartas,y las expresiones varias que pudieran identi car las in uencias que calaronen los dos grupos americanos que entablaron las guerras (civiles) de indepen-dencia, y tras un breve examen de documentos llegó

al convencimiento de que la base doctrinal general y común de la insurgenciaamericana, salvo ciertos aditamentos de in uencia localizada, la suministró,

no el concepto rousseauniano del Pacto social perennemente constituyente,sino la doctrina suareziana de la soberanía popular [...] que exige [...] unacoyuntura existencial, para que revierta al común del pueblo la soberaníaconstitucionalmente entregada a sus órganos legítimos24.

Su trabajo comienza con la reconstrucción de la trayectoria del conceptode soberanía popular en el derecho que regía en Indias, y lo encuentra allí,tanto como en la estructura pactista de la monarquía hispánica. Por ello antela modi cación existencial que supuso Bayona, ¿por qué habrían recurrido a

22 JOSÉ A NDRÉS-GALLEGO, “La pluralidad...”, cit., p. 127.23Esta fue la primera versión historiográ ca que por ello postuló la in uencia ilustrada a

partir de Rousseau (quizás el ilustrado más sui generis, en muchas cosas anti-ilustrado aún) porlo cual su nombre fue el más pronunciado entre las supuestas in uencias externas; y el rival avencer cuando se cuestiona la in uencia externa, será principalmente el ginebrino.

24MANUEL GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Las doctrinas populistas en la independencia de Hispa-no-América, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1947, p. 521. En las dos frasesen cursivas (mías) se encuentra buena parte de la justi cación de Giménez Fernández sobre lain uencia suareciana, aunque este autor no a rma que haya sido la única in uencia ( Ibidem,

p. 556, y su tesis resumida en p. 634).

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Rousseau para fundamentar la retroversión del poder? Seguidamente rastrea lateoría (neo)escolástica sobre la soberanía a partir de sus fundamentos tomistas,y lo hace indiscriminadamente con las diversas ideas de los lósofos hispanos(sin resaltar las diferencias entre ellos), mostrando una teoría de la soberaníasin grietas, que sin duda habría sido la aplicada por los Austrias mayores enIndias y en la Península (hasta que en el siglo XVIII los Borbones, al intentarsalvar las de ciencias de la ine caz burocracia monárquica, aplicaron herra-mientas doctrinales que no calaron en el pueblo a reformar)25.

Giménez Fernández entiende que las doctrinas populistas sobre la sobe-ranía son aquellas esgrimidas por los escolásticos acerca de la soberanía civil,que tuvieron su apogeo en Suárez y que sirvieron de excusa para expulsar a los jesuitas por haber sido doctrinalmente sediciosos. Dentro de su trabajo, cabedestacar una sutileza que se encuentra en las expresiones “perennemente cons-tituyente” para el pacto rousseauniano y “coyuntura existencial” para el casosuareciano. En primer lugar nos dice que en Rousseau no se puede enajenar lasoberanía, pues la voluntad general es soberana e intransferible, por lo cual a partir de él ningún revolucionario hubiera esperado a Bayona, sino que hubieracriticado antes a la monarquía, como sostenedora de la desigualdad entre loshombres y su alienación26. Por el contrario, en Suárez, como el poder viene deDios que lo deposita en el pueblo, la soberanía es del pueblo que la traslada algobernante, al que se debe obedecer, salvo caso de incapacidad del soberano

(en esa circunstancia la soberanía vuelve al pueblo)27

.El pueblo comenzó a actuar en la resistencia y se formaron Juntas porqueabdicaron Fernando VII y Carlos IV, y un francés se proclamó rey de Espa a y

25La concepción popular de la soberanía persistió en América de todas maneras, inclusouna vez expulsados los jesuitas, y además este populismo sobrevivió en las universidades “talvez con incrustaciones terminológicas enciclopédicas” ( Ibidem, pp. 633-634).

26

Desde esta perspectiva, se a rma que entre rousseaunianos es difícil creer en la posi- bilidad de la expresión “viva el rey, muera el mal gobierno”, y por ello no hubieran esperadola coyuntura existencial para ejercer la soberanía, pues el pacto perennemente constituyentehubiera hecho que ellos cuestionaran al gobierno con anterioridad, y que buscaran su autono-mía (máxime cuando las acciones hispanas buscaron en primer lugar defender los derechos deFernando VII). Así, los sue os de una América independiente antes de los sucesos que despuésla hicieron posible, fueron los sue os de conspiradores (Francisco de Miranda, para citar unejemplo) que imbuidos de ideas ilustradas, intentaron (infructuosamente) revoluciones.

27 Una breve pero clara comparación enJ. A. DOERING, “Francisco Suárez (1548-1617)y Jean-Jacques Rousseau (1712-1778): Confrontación de sus ideas sobre el Estado”, en Actasdel III Congreso Nacional de Hispanistas, México, Asociación Internacional de Hispanistas,

1970.

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4. LA TESIS EN LOS RELATOS DE LAS INDEPENDENCIAS

La primera línea podemos encontrarla en los trabajos que más rápido se

hicieron eco de la tesis de Giménez Fernández. En 1949 Federico Suárez, enun estudio sobre “El problema de la independencia de América”, después decomentar la tradicional y liberal interpretación de las independencias comodesligue de una monarquía absolutista a partir de los ilustrados rayos galos, yde la posterior innovación que supuso el aporte de Marius André31, mencionaa Giménez Fernández, en quien lee que queda peor destacada la in uencia en-ciclopedista, en pos de subrayar un fondo común independentista en la super -vivencia de la teoría suareciana32. El aporte de Federico Suárez es la crítica aGiménez Fernández, porque no destaca la real incidencia del enciclopedismo33.

Un a o más tarde y siguiendo el mismo recorrido crítico, Octavio Gil Munilla pasa revista a las primeras otras que resaltaron la in uencia francesa, y cómoésta fue seguida por otras que resaltaron la in uencia norteamericana, para serenfrentada primeramente con tesis de Marius André, y posteriormente con laobra de Giménez Fernández, quien explicó la independencia “reduciéndolo aun problema ideológico derivado de la in uencia y persistencia en América deunas doctrinas tan arraigadamente hispánicas como las del lósofo Suárez”34.Tras destacar que existieron tres grandes conjuntos in uyentes como el espa-

ol, el francés y el inglés (reuniendo en cada grupo posturas divergentes y en

algunos casos antagónicas) aclara que todos ellos tuvieron algún papel en laemancipación pero ésta fue producto de la crisis europea del antiguo régimen

31 Quien estableció el error de la interpretación anterior, pues la guerra fue interna a laAmérica misma, entre eles y separatistas, donde contó enormemente el componente religiosoen ambos sectores y donde los separatistas fueron los que se defendieron de la propagacióndel ejemplo francés, mientras que los ilustrados estuvieron a favor del mantenimiento de lamonarquía en América.

32

FEDERICO

SUÁREZ

, “El problema de la independencia de América”, en Estudios Ameri-canos, Nº 2, Vol. I, enero 1949, p. 234.33El mismo autor en otro trabajo vuelve a destacar el hecho de las múltiples in uencias,

en este caso en las Cortes de Cádiz, donde “la existencia de una tradición política espa ola no puede negarse, y su utilización en las Cortes en la argumentación de unos y otros, tampoco.Lo que es necesario averiguar es si entre los razonamientos en los que se invocan las antiguasleyes y los hechos, existe una ligazón que haga de los segundos una consecuencia de los pri-meros”, lo cual aún no ha sido probado (FEDERICO SUÁREZ, “Sobre las raíces de las reformas delas Cortes de Cádiz”, en Revista de Estudios Políticos, Nº 126, noviembre-diciembre, 1962, p. 44).

34 OCTAVIO GIL MUNILLA, “Teoría de la emancipación”, en Estudios Americanos, Nº 7,

Vol. II, septiembre 1950, p. 331.

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(que si no se produjo con anterioridad fue por la falta de madurez y rivalidadentre los que hubieran podido dirigirla antes).

Ya en la línea de Giménez Fernández, Alfonso García Gallo, al buscarcomprender en qué derecho procuraron fundamentarse las independencias ysin dejar de mencionar el in ujo anglofrancés, a rma que aquellas se fundaronmayormente en principios espa oles, entendiendo estos como cuerpos de tex-tos legales y como las obras de los pensadores que “estuvieron siempre vivosen la conciencia popular”35, pues se manifestaban en las prácticas contractualesque implicaban para el rey una obligación de buen gobierno, y la posibilidadde retrovertir el poder al pueblo si el rey perdía su derecho o se extinguía sufamilia. De la falta de lo primero (limitación del poder por el n) se valierontodas las justi caciones de las rebeliones que acusaban al rey de tirano; sinembargo, las rebeliones no fueron independentistas ya que este proceso co-menzó en un momento muy particular, cuando José I pretendió gobernar sinque antes el pueblo le diera el poder, como era costumbre. La situación quea partir de allí comenzó fue revolucionaria, ya que comportó la creación deJuntas que resultaron una nueva forma de gobierno tanto en América como enEspa a (en la medida en que la Junta Central convocó las Cortes).

El primer estudio general dedicado especí camente a las independenciashispanoamericanas, que le guarda una mención particular a la tesis populista,fue el trabajo de 1960 de Jaime Delgado. Este autor sostuvo que las indepen-

dencias deben ser estudiadas en sus causas externas e internas, siendo estasúltimas tanto espa olas como americanas, donde dentro de éstas encontróque en los criollos seguía viva la tradición política castellana (que estudiabanen los colegios y universidades) y que en ella fundamentaban desde anta o,el pedido de exclusividad de los cargos coloniales (ya que en Indias el reycontrataba políticamente con el pueblo de cada lugar). En Espa a, esas ideasacerca del origen del poder y el “‘contrato callado’ que obligaba al rey a tenera sus súbditos en justicia”36 sufrieron grandes contratiempos debido a la mayorin uencia del reformismo borbónico, no obstante lo cual fundamentaron las

independencias.Jorge Domínguez, al considerar que en la época independentista, en elsurgimiento de leales o insurrectos, jugaron más las alianzas y las respuestas

35 ALFONSO GARCÍA GALLO, “El derecho indiano y la independencia de América”, en Revista de Estudios Políticos, Nº 60, Vol. XL, 1951, p. 160. En este punto, al mencionar a laescolástica como parte de los principios espa oles se nombra la obra de Giménez Fernández,autor al que vuelve en varias ocasiones.

36 JAIME DELGADO, La independencia hispanoamericana, Madrid, Instituto de Cultura

Hispánica, 1960, p. 30.

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del gobierno, considera asimismo que esos actores tenían conocimiento delas ideas que jugaron en las revoluciones de las trece colonias y la francesa,e incluso que fueron usadas como justi caciones, mas ello no permite esta-

blecerlas como la causa de las independencias donde más que ideológicas, lasexplicaciones deben ser económicas37. Pese a que no se extiende en el temaideológico que aquí toca, remite a un artículo de Charles Grif n, quien con-sidera que las independencias se basaron en teorías iusnaturalistas y con elloque se fundamentaron en las ideas de la ilustración, y las prácticas que anteslas habían hecho posible (revoluciones en las trece colonias y en Francia), enlugar de la difícilmente contrastable tesis de la in uencia suareciana, queincluso debería cuestionarse debido a la prohibición borbónica de ense ar alos jesuitas38.

Por el contrario, Hernández Sánchez-Barba plantea en primer lugar queel debate de las in uencias no es estéril, pues éstas con guran las concienciasy ofrecen orientación crítica de la acción, sobre todo para el caso americanodonde debemos superar “el absurdo y reiterado esquema que pretende presen-tar la ideología revolucionaria americana del siglo XVIII como un salto bruscoque lleva de la oscuridad e inocuidad de los siglos ‘coloniales’ al esplendory brillantez de las ‘nuevas’ ideas francesas”39. Para esta época debe conside-rarse la renovación que atravesaba el pensamiento escolástico, que al tiempode justi car (por el origen del poder) las Juntas de gobierno (que no fueron

separatistas), representaba incluso una parte del liberalismo espa ol, que juntoa otros (para lo cual recomienda revisar a Stoetzer) con uyó en Cádiz.Asimismo, hay una serie de trabajos dedicados especí camente a estu-

diar la independencia de una región particular, donde hallamos menciones ala in uencia que la doctrina populista tuvo en dicha región. Así, por ejemplo,Demetrio Ramos de ende fervientemente la hispanidad de los procesos deindependencia, tanto en sus motivaciones como en las teorías que los forja-ron, sobre todo en sus comienzos (pues luego cada lugar siguió su proceso particular), lo que corrobora tanto para el caso de Venezuela como el del resto

37 JORGE DOMÍNGUEZ, Insurrección o lealtad: la desintegración del Imperio español en América, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 138-139.

38 CHARLES C. GRIFFIN, “The Enlightenment and Latin America Independence” enAR -THUR P. WHITAKER (ed.), Latin America and the Enlightenment , New York, Cornell UniversityPress, 1961.

39MARIO HERNÁNDEZ SÁNCHEZ-BARBA, “Génesis intelectual de la independencia: las basesideológicas de la emancipación y del regionalismo americano”, enR AMÓN MENÉNDEZ PIDAL, Historia de España: La época de la ilustración, Las Indias y la política exterior , Tomo XXXI,

Vol. II, Parte Tercera, capítulo III, Madrid, Espasa-Calpe, 1988, p. 832.

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del mundo hispánico40. Timothy Anna, al analizar el caso novohispano y deAmérica Central, menciona que después de los sucesos de Bayona las juntas provinciales de Espa a buscaron el reconocimiento novohispano pero no obtu-

vieron ninguno, ya que el virrey asumió el poder en nombre de Fernando VII, pues en caso de ausencia “reside la soberanía representada en todo el Reyno ylas clases que lo forman; y con más particularidad en los tribunales superioresque lo gobiernan”41. Ello ya era un reconocimiento de la soberanía popular, eincluso a rmaron que la autoridad le viene al rey desde Dios pero sólo a travésdel pueblo. Esta posición fue criticada por los pro-absolutistas que vieron enello una traición al rey, se opusieron a la formación de juntas, dieron un golpeal virrey e impidieron desde 1808 hasta 1810 cualquier rebeldía (hasta que eldescontento no se pudo disimular más y comenzó la revolución de Hidalgo yMorelos).Para el caso sudamericano, David Bushnell comenta que en el virreinatodel Río de la Plata, después de descartada la opción de aceptar a José I y al“carlotismo”, la formación de Juntas se inspiró en la de Sevilla, cuya decisiónde “gobernar basándose en la soberanía popular fue revolucionaria, aunqueapelara a precedentes medievales; su iniciativa, más tarde, fue imitada en lascolonias americanas por juntas no menos revolucionarias”42. Para Bushnellfueron “escritores conservadores” los que salieron al cruce de la interpretacióntradicional de las independencias como aliadas de “las ideas liberalizadoras

de la ilustración” a través de la postulación de Suárez y no de Rousseau comoinspirador. Mencionará además que Suárez no aparece en “la propaganda delos revolucionarios” y que tan sólo podría haber facilitado la entrada de ideasde la otra Europa43.

40DEMETRIO R AMOS, “La ideología de la revolución espa ola de la guerra de Independen-cia en la emancipación de Venezuela y en la organización de su primera República”, en Revistade Estudios Políticos, Nº 125, septiembre-octubre, 1962.

41TIMOTHY A NNA, “La independencia de México y América Central”, enLESLIE BETHELL

(ed.), Historia de América Latina, 5: La Independencia. Barcelona, Crítica, 1991, p. 46. Si bienAnna no incursiona en el debate de las in uencias, sus citas llevan a creer en claras in uencias pactistas, lo cual es expuesto y con rmado en su obra general sobre las independencias, donderese a la in uencia suareciana ya para se alar el origen pactado del poder como la nalidad deéste hacia el bien común, en ambos casos como una presencia viva en la monarquía hispánica(TIMOTHY E. A NNA, España y la Independencia de América, México, FCE, 1986, pp. 32-34).

42DAVID BUSHNELL, “La independencia de la América del Sur espa ola” enLESLIE BETHELL (ed.), op. cit., p. 77.

43 DAVID BUSHNELL, “La independencia...”, cit., p. 84. Para no dejar dudas acerca de su posición anti-in uencia populista, a rma en el mismo lugar que “Indudablemente son mássólidos los argumentos que subrayan la rivalidad entre criollos y peninsulares, o la incidencia

de las presiones económicas internas y externas, que la in uencia de la ideología política en

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Una posición diferente encontramos en el caso de Charcas, analizado porMarta Irurozqui, quien ve en tres catecismos políticos (dos de ellos autono-mistas y otro moderado) coincidencias en “su común asunción de las Juntasamericanas como legítimas representantes de la soberanía popular en ausen-cia del rey [lo que] implicó la adopción de un lenguaje basado en la tradición jurídica dependiente de fuentes legales espa olas e indianas y expresión del pensamiento escolástico y neoescolástico, representado por guras como losreligiosos Francisco de Vitoria, Francisco Suárez y Juan de Mariana”, mien-tras que los catecismos de contenidos delistas argüían la “ilegitimidad detoda acción contra la autoridad constituida, ya que se concebía que nadie, porningún motivo, pudiera rebelarse contra el monarca”44, y muy in uidos porBossuet (ampliamente difundido en segunda mitad del siglo XVIII) a rmabanel origen directamente divino (sin mediación del pueblo) del poder 45.los sucesos latinoamericanos. De todas maneras, las ideas, si no una cosa, fueron armas; sobreello, cabe decir que la elección de las armas estableció no pocos lazos entre la revolución deHispanoamérica y las corrientes liberal-democráticas emergentes en la Europa occidental ylos Estados Unidos”.

44MARTA IRUROZQUI, “El sue o del ciudadano. Sermones y catecismos políticos en Charcastardocolonial”, enMÓNICA QUIJADA, JESÚS BUSTAMANTE (eds.), Élites intelectuales y modeloscolectivos: mundo ibérico (siglos XVI-XIX), Madrid, Consejo Superior de InvestigacionesCientí cas, 2002, pp. 237 y 238.

45 Finalmente al interior de relatos acerca del período independentista, encontramosque muchos autores dedican al menos unos renglones a expresar su opinión respecto de lasin uencias. Así por ejemplo que las “ideas del derecho a la resistencia en casos determinadoslas precisaron posteriormente los autores de la escolástica tardía castellana, como Mariana ySuárez en la segunda mitad del siglo XVI. El movimiento emancipador recurrirá a este intentode legitimación, lo cual prueba su vigencia a lo largo de la época colonial” (HORST PIETSCH-MANN, “El ejercicio y los con ictos del poder en Hispanoamérica”, enALFREDO CASTILLERO CALVO (dir.) yALLAN K EUTHE (codir.), Historia General de América Latina. Consolidación delorden colonial , Vol. III, Tomo 2, Madrid, UNESCO-Trotta, 2001, p. 671); Lynch se preguntaacerca de si la in uencia escolástica estaba en los libros de Suárez, si era contemporánea o serecuperó tras Bayona y si los revolucionarios se consideraban suarecianos, para de nir que

la retrovesión también podría haber sido ilustrada y que “fue el nacionalismo criollo (forjadoen buena parte por jesuitas), más que el escolasticismo o la Ilustración, el agente que activólas revoluciones hispanoamericanas”. Si Suárez fue la in uencia (con lo cual Espa a habríaconquistado y dado las herramientas de la liberación) no se da cuenta de que el catolicismoy la libertad no se llevaban bien a inicios del siglo XIX, pero sin considerar que la tesis de lain uencia suarista es mayormente para la etapa 1808-1810, no con la etapa de constitución dela libertad (JOHN LYNCH, “La revolución como pecado: La Iglesia y la Independencia Hispa-noamericana”, en América Latina, entre colonia y nación, Barcelona, Crítica, 2001, pp. 183-4y 156-7); Chust, cuando se ocupa de la indagación acerca de la soberanía, la legitimidad y lanación para el período abierto en las abdicaciones reales hasta las Cortes de Cádiz incluidas,menciona que “El recurso jurídico-ideológico escolástico del ‘pacto traslatii’ justi ca pero no

explica la legimitimidad de las nuevas soberanías” (MANUEL

CHUST

, “Un rey para el pueblo,

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5. CRÍTICAS TEÓRICAS DE LA INFLUENCIA POPULISTA

Tulio Halperín Donghi fue de los primeros en inquirir sobre estas cues-

tiones, acentuando el análisis en los términos teóricos del debate, y en 1961le dedicó una obra,Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo, en la que parte de una admiración crítica hacia la obra Giménez Fer -nández, a quien le dedica toda la introducción46. Allí cuestiona primero que en Las doctrinas populistas... se presenta una tradición ordenada de pensamiento político que no existió nunca de esa manera y que coloca en su apogeo a Fran-cisco Suárez, atribuyéndole incluso nociones de otros autores. También cues-tiona la presentación de una doctrina que pone límites al absolutismo moderno,tanto desde el origen del poder como desde su nalidad, pero evaluando que

Giménez Fernández sobreestima el origen popular del poder (subestimandola limitación por el n) y que de ello hace depender su tesis, ya que entroncaese populismo con la tradición pactista medieval y el contractualismo liberalmoderno, siendo nalmente la justi cación jurídica de las independencias. Sinembargo deja de lado la tradición realista también existente en Espa a, dandocon ello una pobre imagen del pensamiento espa ol47.

Lo que se propone Halperín Donghi es buscar “una imagen de esa que- brada continuidad entre tradición espa ola y revolución hispanoamericana que

la Constitución para la Nación”, enVÍCTOR MÍNGUEZ y MANUEL CHUST (eds.), El imperio su-blevado: Monarquía y Naciones en España e Hispanoamérica, Madrid, Consejo Superior deInvestigaciones Cientí cas, 2004, pp. 225-226); José María Portillo aporta que si en Américase consideró que las provincias debían hacerse cargo de la soberanía después de las abdica-ciones, ello no implicó un cuestionamiento a la vinculación con la monarquía hispánica, sinoun rechazo al sometimiento a la Junta Central (conformada por los peninsulares, no por losamericanos) y que el lenguaje y las justi caciones utilizados se correspondieron a la tradiciónlegal y constitucional, cuando entre 1808-1810 no hubo una crisis constitucional porque lasJuntas no fueron constituyentes. Por esto lo que hubo no fue traslado de la soberanía a las Jun-tas, sino un depósito transitorio de la soberanía en ellas (JOSÉ MARÍA PORTILLO, “La Federación

imposible: Los territorios europeos y americanos ante la crisis de la Monarquía Hispana”, enR ODRÍGUEZ O., E. JAIME (coord.), Revolución, independencia y las nuevas naciones de América,Madrid, MAPFRE, 2005, pp. 112-113).

46 En el prólogo deTULIO HALPERÍN DONGHI, Tradición política española e ideologíarevolucionaria de mayo, Buenos Aires, CEAL, 1985 (primera edición Eudeba, 1961). Esllamativo que este es el único lugar de todas las obras aquí tratadas donde se estudia, atenta ycríticamente Las doctrinas populistas..., cit.

47Por otro lado, Halperín Donghi rescata el audaz esfuerzo de Giménez Fernández pordesentroncar a Espa a de una historia de continuidad autoritaria que desde siglos atrás anun-ciaría y terminaría en Franco, tal como se hacía en la época en que Giménez Fernández publicósu obra, pero ello no impide criticar la colocación de la tradición espa ola en la pre guración

del liberalismo moderno.

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sepa respetar mejor la complejidad (la ambigüedad también) de los hechos”48, para lo cual reconstruye la tradición que va desde Vitoria hasta Suárez y pasaa ver cómo fue abandonada ya desde el mismo siglo XVII, comenzando ladecadencia especulativa, fruto de la mutación sociocultural en la que Espa-

a estaba inmersa; esto generó en la teoría política espa ola un “empirismoacrítico”. Éste ya no se preguntaba por el origen o n del poder, sino que sededicó a extraer experiencias de las obras de gobierno y defender su validez49,la validez de un absolutismo (producto de la mayor necesidad política: mante-ner la paz) que pre gura la monarquía ilustrada del setecientos, lo cual innovóúnicamente en las herramientas continuadoras de las marcas absolutistas de lacenturia anterior, y que culminó en la crisis de la monarquía espa ola, crisisde estructuras y de ideas políticas. Aquella crisis presentó tres salidas posi-

bles, la constitucional, la restauradora y la revolucionaria, y esta última, “esemito del que sería inútil buscar precedentes en la tradición política espa ola,es la solución preferida en el Río de la Plata y –a plazo más largo– en todaHispanoamérica”50.

Otto Carlos Stoetzer comenzó en 1962 con las publicaciones en torno aeste tema, sacando a la luz primero dos artículos, seguidos después por varioslibros. En el primer artículo a rma que fue natural que la base losó co- política de los americanos durante el mencionado período haya sido tanto la

losofía política de los siglos XVI y XVIII, como el pensamiento espa ol del

XVIII, componiéndose la primera de elementos renacentistas y humanistas,y alcanzando su apogeo con la crítica de Francisco Suárez al derecho divinode los reyes; estableciendo (junto a otros autores) que la autoridad política puede ser elegida por el pueblo, el cual es soberano a través de Dios y no pue-de enajenar totalmente esa autoridad51. Así, la autoridad política no puede serdespótica (so pena de legalizar el derecho a la resistencia) y en caso de abdicar,la soberanía recae nuevamente en el pueblo. Estas ideas, “fueron la realidad práctica del Gobierno espa ol en las Indias”52, materializadas en el trato a losindios, en la guerra justa y en los justos títulos de la conquista.

48HALPERÍN DONGHI, op.cit., p. 15.49 Ibidem, p. 47, y para una exposición más detallada véase el capítulo II.50 Ibidem, p. 17. Puede pensarse que esto no rebate la tesis de Giménez Fernández, quien

a rma claramente la in uencia populista para los a os 1808-1810, y no (como pareciera leerloHalperín Donghi) para los a os posteriores de fundación de la libertad. Véase más abajo citade Safford.

51OTTO CARLOS STOETZER , “La in uencia del pensamiento político europeo en la Américaespa ola: el escolasticismo y el período de la ilustración, 1789-1825”, en Revista de Estudios Políticos, Nº 123, mayo-junio de 1962.

52

Ibidem, p. 258.

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Stoetzer se ala que a pesar de las reformas borbónicas y la in uencia dela ilustración, losó camente siguió prevaleciendo el suarismo y su teoríadel pactum traslationis, la cual sólo necesitaba un acontecimiento para ser puesta en práctica y que a la postre sería la invasión napoleónica, aunque tantocomo en la península, la reacción primera fue de resguardo de los legítimosderechos fernandinos. La base escolástica se hizo sentir en los primeros a os,(1808-1810)53, cuando basados en el pactum traslationis y ante la abdicaciónde Fernando VII el pueblo reapareció como “detentador acostumbrado de lasoberanía”54. En los a os siguientes se harían sentir las cuatro vertientes delliberalismo ilustrado55: despotismo ilustrado (principal forma política de lamonarquía hispánica desde el siglo XVIII) constitucionalismo de la mano deLocke y Montesquieu, democracia a través de Rousseau, la revolución francesay Napoleón (como democracia cesarista) y nalmente, el utilitarismo bentha-miano desde los a os veinte del siglo XIX. Todas estas in uencias externas provocaron desarmonía entre los gobernantes y el “pueblo que básicamenteapoyaba aún los viejos conceptos hispánicos”56, situación que produjo des-ajustes que formaron y forman la esencia de la inestabilidad política latinoa-mericana 57.

En 1966 y 1982 Stoetzer publicó dos trabajos en los que profundizó losostenido en los artículos anteriores. El primero de ellos hace una introducciónal pensamiento político tradicional que circuló durante los siglo XVI y XVII

en Espa a y América, y a rma su supervivencia especialmente a través del53A os de “poca in uencia de parte de la losofía política norteamericana o europea”

( Ibid em), p. 260)54 Ibidem, p. 261.55Además de las teorías de la ley natural con Pufendorf a la cabeza, de gran in uencia en

todo el mundo hispánico y sostenedor de un pactum subjectionis, que Stoetzer juzga similaral pactum traslationis.

56 Ibidem, p. 266.57En el otro artículo, “La Constitución de Cádiz en la América espa ola”, Stoetzer estu-

dia la in uencia de aquella Constitución en América y a rma que se debió a que conciliabalas ideas liberales europeas con las ideas tradicionales espa olas, terminando con el antiguolazo de unión entre americanos y peninsulares, proclamando la unión de los espa oles deambos hemisferios. De todas formas la in uencia de la Constitución de Cádiz fue más fuerteallí donde no se habían formado Juntas revolucionarias, es decir, en Nueva Espa a y Perú,y después de detallar cómo impactó en otros lugares, a rma que en términos generales fue,durante las guerras de independencia, una fuerza intelectual mayor que cualquier otra, preci-samente por congeniar lo que las otras (ilustración espa ola, británica, francesa y estadouni-dense, y la escolástica hispánica) ofrecían de manera unitaria. VéaseOTTO CARLOS STOETZER ,“La Constitución de Cádiz en la América espa ola”, en Revista de Estudios Políticos, Nº 126,noviembre-diciembre de 1962. Tanto en este como en el artículo anterior no hace mención de

Manuel Giménez Fernández.

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pensamiento de Suárez, a pesar del combate contra éste que desde el regalis-mo borbónico se hizo durante todo el siglo XVIII. Aquella supervivencia fuemás fuerte en América que en Espa a, a pesar incluso de la expulsión de los jesuitas, pues tanto en las universidades (donde se educaron los próceres dela independencia) como en las bibliotecas particulares, puede corroborarse su presencia, así como en las primeras acciones de las Juntas formadas tras laabdicación de Fernando VII58. Ello marcó las independencias que se apoyaronen la teoría del pactum traslationis que desarrolló Suárez y que era, por tanto, bien conocida en América. A lo largo de los dos volúmenes de este libro Stoet-zer profundiza la tesis que había planteado en su primer artículo, exponiendoen profundidad las presencias y convivencias de las diferentes corrientes de pensamiento político, hecho que considera destacable para evitar visionesmaniqueas que sostengan que sólo hubo populistas o ilustrados.En su próxima obra, sin ahondar en la presencia de otras corrientes másallá de las hispanas, Stoetzer se dedica a buscar la raigambre de esta última y profundiza aún más lo que para él ya era una evidencia: la in uencia del po- pulismo en las revoluciones que comenzaron en 1808, y especialmente desde1810, como “típico asunto y problema de la familia hispánica” que “tiene muy poco que ver con la Ilustración o con la Revolución norteamericana o france-sa”59. En este otro libro profundiza en todos los aspectos relevantes del desa-rrollo del pensamiento espa ol, desde el encuentro con las Indias y la polémica

de los justos títulos, las instituciones políticas como el cabildo, la presencia del pensamiento de los siglos XVI y XVII en las diferentes regiones de América,así como de la Ilustración y las consecuencias de la aplicación de las reformas borbónicas (y las reacciones americanas desde la rebelión de los comuneroshasta la respuesta a las invasiones inglesas). Considera que la independenciase debió a las reacciones posteriores a Bayona en defensa de los derechos deFernando VII, y en todos los casos de la América espa ola se recurrió al sua-reciano pactum traslationis para justi car al titular de la soberanía, siendo encada caso particular de América el uso dependiente de tradiciones históricas y

políticas, pero coincidente en un general rechazo y descontento por las previas

58VéaseOTTO CARLOS STOETZER , El pensamiento político en la América española duranteel período de la emancipación (1789-1825): Las bases hispánicas y las corrientes europeas,Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1966, Volumen I, pp. 67-72. El apartado que le dedicaal pensamiento escolástico lo divide en los mismos tres períodos que subraya Giménez Fer -nández, siendo en la primera (1808-1814) donde se encuentran las raíces escolásticas a travésdel pactum traslationis de las independencias.

59 OTTO CARLOS STOETZER , Las raíces escolásticas de la emancipación de la América

española, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1982, p. XIII.

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reformas borbónicas60. En el énfasis dedicado a analizar la primera fase de laindependencia (1808-1814) destaca que fue en esta etapa cuando los recursosa la escolástica fueron más marcados, y el análisis se detiene en todas lasregiones americanas.En sintonía, Héctor José Tanzi se ala el descubrimiento de Américacomo el inicio del debate al interior de la monarquía hispánica sobre el origeny fundamentos del poder político (colocado en el pueblo y se alando un doblecontractualismo civil y político), así como la creación de la gura del príncipecristiano, en oposición al príncipe político maquiaveliano61. Para ello comienzacon el análisis de la obra de Martín de Azpilcueta, para quien el poder des-ciende de Dios a la comunidad y a través de ella (no enajenándolo sino sólodelegándolo) al gobernante. Esta idea es continuada por su alumno, Diego deCovarrubias, para quien Dios, como creador de todas las cosas, lo es tambiéndel poder civil, el cual transferido al rey no puede ser retomado salvo casode tiranía o de extinción del rey y herederos elegidos para el trono. Tambiénmenciona al magistrado Ibá ez de Faría, Gerónimo Castillo de Bovadilla yFernando Vázquez de Menchaca (éste último mani esta más que nadie que portiranía, falta de idoneidad y por abandono, puede deponerse al príncipe) comocontinuadores de la misma línea. En mención de los problemas políticos delas Indias, Juan de Solórzano Pereyra se destacó por sus argumentos; ademásfue un continuador de la línea populista antes se alada y que encontró en

Juan de Hevia Bola o otro seguidor. Esta teoría debió comenzar a enfrentarsecon aquella que a rmaba el derecho divino de los reyes, y aunque algunosla sostenían recurriendo a las Siete Partidas, no logró a pesar de sus muchosseguidores y teóricos (europeos y fundamentalmente franceses) imponerseen América. Ello así dado que además de las teorías, muchos comentaristasdel derecho positivo castellano lo hacían destacando el origen popular del po-der, y asimismo debido a que después de dos siglos de gobierno de América,estas teorías in uyeron en dicha organización política. Contra la a rmaciónde que estas teorías no tuvieron aplicación en América, se sostiene que el

sistema político americano no fue “una creación original o espontánea, sinoante los esquemas que se viven y ense an por entonces en Espa a y que se

60 Ibidem, p. 259et passim, especialmente p. 288. Para el desarrollo de la doctrina del pactum translationis, véase, Ibidem, pp. 31-64.

61 HÉCTOR JOSÉ TANZI, “La doctrina de los juristas hispanos sobre el poder político ysu in uencia en América”, en Boletín Histórico, Fundación John Boulton, Caracas, Nº 24,septiembre de 1970. Tampoco este autor hace mención aquí de la obra de Manuel Giménez

Fernández.

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desprenden del propio derecho positivo castellano que permite su nacimientoy aplicación”62.

Consciente de la di cultad práctica al se alar la in uencia de esta doctri-

na política en las independencias americanas, Tanzi se ala que la ilustraciónespa ola sustentó otra teoría del poder político, no popular, sino de origendivino y absoluto, y buscó eliminar a su opositora a través de la expulsión desus mayores detentadores, los jesuitas, la prohibición de la ense anza de susdoctrinas y su reemplazo en las universidades por otras teorías del derechonatural y de gentes. La e cacia de estas medidas fue mayor en la penínsulaque en América, donde continuó la vigencia del pactismo popular, como ejem- pli ca Tanzi en el hecho destacable de que con ella se sostuvo la legitimidadde la conformación de las Juntas en ambos hemisferios.

Esta in uencia pactista en las Juntas la desarrolla el mismo autor en otroestudio, donde sostiene que la formación de Juntas en América respondió auna imitación de lo que acontecía en la península (no por afán separatista, sino por defensa) y en ambos casos sostenidos por la tradición política que otorgabaderechos al pueblo para crear gobiernos locales63. Destaca como verdadera lainvocación americana de los derechos de Fernando VII (no como máscara) yello en virtud de que los americanos tenían presente que sus vínculos con lametrópoli se concentraban en la gura del monarca.

Ausente éste quedaban disueltas las relaciones y roto el pacto social, con-vención que ninguna vinculación guarda con la doctrina roussoniana queexpresamente rechaza cualquier pacto político o de sujeción entre gobernantey gobernados. Los doctrinarios de América traían las doctrinas de los teólogosy juristas de la escuela espa ola del Siglo de Oro y del Barroco […]64.

Posición ésta que valió para justi car la separación de la Junta Central, perono para crear el gobierno que reemplazara al preexistente. Para demostrar estocita las declaraciones de las Juntas americanas y tras su examen, concluye que

su origen fue de tradición hispana, ya que Rousseau no concibe que puedaretrovertir al pueblo algo que éste no tiene derecho a trasladar (la soberanía),así como no hay dos pactos en su teoría sino sólo uno, de asociación, al cual nole sigue otro de traslación. Finalmente en Rousseau la soberanía no puede ser

62 Ibidem, p. 342.63 HÉCTOR JOSÉ TANZI, “Fuentes ideológicas de las Juntas de Gobierno Americanas”, en

Boletín Histórico, Fundación John Boulton, Nº 31, enero de 1973, Caracas.64 Ibidem, p. 30. Sin implicar esto, aclara Tanzi, la ignorancia de otras doctrinas pactistas

europeas, sólo que apelaron a las propias.

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representada, tal como a rmaban hacer los juntistas (representarla en ausenciade Fernando VII). El ginebrino sí in uyó en los procesos independentistas poste-riores a las Juntas leales a Fernando VII durante los a os 1808-1810, por lo cuallas Juntas “no a oran teniendo como n la independencia de estos dominios dela Madre Patria, pero constituyen el primer paso que se da en tal sentido”65.

Mirete Navarro se plantea estos temas para demostrar la liación de lasemancipaciones y la losofía espa ola, y su diferencia con los procesos anglo-franceses. Después de repasar los fundamentos centrales del origen del poderespecialmente en la gura de Suárez, y de destacar su presencia en los territo-rios hispanoamericanos (a partir de Stoetzer), a rma que después de Bayona el pueblo no consultado se aprestó a resistir a los franceses aplicando la doctrinasuareciana de “tirano en la posesión del título”66, y que durante el segundomomento emancipador (el período de la reacción absolutista 1814-1820) quie-nes lideraron las Juntas americanas (también in uidos por corrientes liberalesfrancesas e inglesas) no estaban dispuestos a someterse al gobierno absoluto pretendido por Fernando VII, haciendo que una emancipación aún no declara-da totalmente (aunque en buena medida practicada) se hiciera irreversible. Enesta segunda etapa, aporta Mirete Navarro, la tiranía por el régimen descrita por Suárez fue la que justi có la no aceptación del absolutismo que FernandoVII pretendía reintroducir, tras derogar la Constitución de Cádiz67.

Después de estos trabajos no volvemos a encontrar un estudio sistemático

del tema aquí tratado. Estos autores se dedicaron al estudio de la tesis de lain uencia populista desde dos lugar diferentes. De un lado, un rastreo de lasdoctrinas, donde tanto Halperín Donghi como Tanzi profundizan en el pensa-miento político espa ol, mientras que por otro lado, hay un seguimiento que busca las presencias de las teorías populistas, los textos en su contexto, loslibros en bibliotecas, en los estudios de las universidades, en los pan etos, enlos catecismos, en los discursos y en las acciones, y aquí Carlos Stoetzer fuequien realizó la mayor tarea, tanto del rastreo del populismo como su convi-vencia con otras doctrinas. Después de estas obras aparecieron otras que conti-

núan el tema y algunas los trasvasan, como es el caso de dos obras publicadascon motivo del quinto centenario. Ambas, sin embargo, dan comienzo a lo que puede considerarse una nueva postura respecto de las in uencias.

65 Ibidem, p. 41.66 LUIS MIRETE NAVARRO, “La losofía espa ola de los siglos XVI y XVII y el proceso

emancipador hispanoamericano: La gura de Francisco Suárez”, en Anales de Derecho: Re-vista de la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia, Nº 7, 1985, p. 140.

67Este aporte puede salir al cruce de la acusación que Halperín Donghi le hace a GiménezFernández, al destacar que la limitación del poder por el n también jugó su parte importante

en las independencias.

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6. LAS INFLUENCIAS EN SU CONTEXTO. CONVIVENCIAS DOCTRINALES Y COSTUMBRES COMUNES

Este nuevo posicionamiento respecto de la in uencia populista haceénfasis en la convivencia de in uencias, de doctrinas, noticias, saberes, queexiste en toda época68. Así podemos ver en Modernidad e independencias,de François-Xavier Guerra, el análisis de que la centralización borbónica re-currió, para justi carse, no a la tradición hispano-pactista, sino a la novedaddel absolutismo, que si no lo era para la tierra francesa que lo dio a luz, sífue novedoso para la monarquía hispánica, porque allí hasta el siglo XVIII el pactismo “no sólo descansaba en una práctica política todavía efectiva, sinotambién en un imaginario social difuso y muy enraizado, proveniente de los

tiempos medievales”, y además contaba con su sostén en la doctrina de losdoctores de Salamanca que, contrarios al poder absoluto y directamente divinode los monarcas, dominaban las universidades hispanas69. La ruptura habíasido planteada un siglo antes, cuando comenzó el paulatino abandono de lamatriz aristotélico-comunitarista, para fundar la política en esa invención mo-derna que fue el individuo. Así comenzaron a cambiar las prácticas hispanasen el siglo XVIII, cuando avanzaba la consolidación del regalismo, dictandoentre otras medidas el extra amiento jesuítico y prohibiendo las obras deesta orden (lo cual no fue del todo cumplido y menos en América, donde el

pactismo siguió latiendo más que en la península al calor de la oposición a lasreformas borbónicas, fundamentalmente en lo tocante al nuevo status colonialy al sentimiento de rompimiento del pacto por privilegiar a peninsulares enlugar de naturales para ocupar cargos políticos).

Ya para nes del siglo XVIII el regalismo absolutista contaba con su ver -sión espa ola, que si bien no hablaba de estado de naturaleza, sí encontrabaen el pecado original el principio del mal a erradicar por la fuerza soberana70,y ello en convivencia con el pactismo cuya presencia podemos hallarla viva

68

Esta posición no es invención de estos nuevos textos, los cuales sí la traducen en nue-vos conceptos (“espíritu de la época”, “imaginario político”, “cultura política”). Esta posiciónde las convivencias ya la habían analizado Federico Suárez y Stoetzer, entre otros (y no estárechazada en Giménez Fernández).

69FRANÇOIS-XAVIER GUERRA, Modernidad e independencias: ensayos sobre las revolucio-nes hispánicas, México, MAPFRE-FCE, 1993, ppg. 72-73.

70En el pecado, en la naturaleza corrompida, se encontraba el núcleo de la teoría (católico)monarquista dieciochesca sobre el hombre (no considerado a partir de la libertad) que sólo podía a rmarse a través de su no-participación política y sí de la acción de una monarquíacatólica que defendiera la religión (JOSÉ MARÍA PORTILLO VALDÉS, “Monarquía Católica de Es-tado”, en Revolución de nación: Orígenes de la cultura constitucional en España, 1780-1812,

Madrid, Boletín O cial del Estado y Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000).

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en el contexto de las independencias, debido en parte a la supervivencia deldiálogo regio con los diferentes actores sociales71 y en parte a su mencionadasupervivencia doctrinal (a pesar de su prohibición) o a través de su regreso ala península de la mano de lósofos no espa oles que siguieron en mucho alas tesis populistas y que fueron muy conocidos en tierras hispanas. Ello en uncontexto de “hibridación de las ideas y de los imaginarios” que hacía que cir -cularan las ideas (en muchos casos enarboladas para sostener otras contrarias)sin pureza losó ca, lo cual fue el caso de aquellos contextos revolucionarios, por lo cual vale más aprender el “espíritu de una época”72 que la búsqueda dein uencias teóricas73.

Ese espíritu es rescatado enQuince revoluciones y algunas cosas más,de José Andrés-Gallego. Allí el autor recuerda que el sostén de la doctrina del poder indirectamente divino de los reyes (y con ello la responsabilidad realante Dios y los hombres) fue en buena medida obra de pensadores espa oles,los cuales a partir del siglo XVIII fueron prohibidos, pero no olvidados. Enlas prácticas o costumbres seguían vivos, y para destacarlo el autor analiza larelación del despotismo con los fueros, las reformas administrativas borbóni-cas, los cabildos y las sublevaciones del siglo XVIII74. Gallego ahonda en la postura antes mencionada de búsqueda de un espíritu común a una época, ya rma que aunque para las independencias primó el espíritu pactista, “en últi-mo término, [no era] ni Suárez ni Rousseau: fue la pluralidad (y la confusión)

lo distintivo”75

. Así, resalta un elemento fundamental como es la ponderaciónde las costumbres y su defensa como justi cación de revueltas contra el poder

71Así explica Guerra la conocida expresión “‘se acata pero no se cumple’: como una a r -mación tanto del respeto debido a la autoridad real, como de los derechos que ésta no puedeavasallar” (FRANÇOIS-XAVIER GUERRA, Modernidad ..., cit., p. 169).

72 Ibidem, pp. 170-171.73Guerra vuelve a estas ideas once a os después, y rea rma la necesidad de reconstruir

el “lenguaje de la época”, el imaginario, por sobre la búsqueda de in uencias rousseaunianas

o suarecianas en la formación de Juntas (FRANÇOIS

-XAVIER

GUERRA

, “Conocimiento y represen-taciones contemporáneas del proceso de continuidad y ruptura”, enGERMÁN CARRERA DAMAS (dir.) yJOHN V. LOMBARDI (codir.), Historia General de América Latina, La crisis estructural delas sociedades implantadas, Volumen V, Madrid, UNESCO-Trotta, 2003, p. 431). “El discursolegitimador (de las juntas espa olas y sus seguidoras americanas) podía adoptar el lenguajede las neoescolástica espa ola, el del derecho natural o el de la revolucionaria soberanía del pueblo, pero todos remitían más profundamente al imaginario y a las prácticas ‘pactistas’que regían las relaciones entre el rey y sus vasallos, ya fuesen individuos o corporaciones”( Ibidem, p. 432)

74JOSÉ A NDRÉS-GALLEGO, “El pactismo de cada día”, enQuince revoluciones y algunascosas más, Madrid, MAPFRE, 1992.

75

JOSÉ

A NDRÉS

-GALLEGO

, “La pluralidad...”, cit., p. 142.

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124 DAR O DAWYD

real, pues había entre ambos (pueblo y rey) un contractualismo implícito, queya sea expresado en acto o recurriendo a fueros y privilegios, o bien a tradi-ciones jurídicas y doctrinas, en todos los casos respondían al mismo impulso pactista. Así también deberían pensarse las independencias y sus justi cacio-nes, no como inspiradas en libros, teorías o doctrinas, sino indagando en las prácticas. Es en ellas en donde está el pactismo, en las costumbres, y por ellolas reacciones iniciales durante las independencias no deben rastrearse en loslibros, que a la postre sirvieron para justi carlas76.

Los artículos que siguen a estas obras ya incorporan la visión según lacual lo que merece la pena es un rastreo del contexto, del espíritu de la época,de las presencias y las prácticas77. Antonio Annino por un lado sostiene queaunque sin conocerse en profundidad, puede decirse que la tradición políticade los Habsburgos sobrevivió en los agentes colectivos organizados, más queen las élites independentistas, pero no considera que las justi caciones juntis-tas hayan sido neoescolásticas “como si la cultura política americana estuvieraaislada del resto del mundo”78. Por ello a rma que es necesario indagar en eltradicionalismo, pero entendiendo a éste como un conjunto de argumentacio-nes premodernas, no exclusivamente neoescolásticas, exclusividad que tam- poco puede admitirse para la doctrina de la retroversión de la soberanía (parailustrar la cual el autor vuelve a Pufendorf sin destacar ni a Grocio ni a Suárez,en buena medida antecedentes del holandés). Finalmente Annino resalta, como

tantos otros, las presencias, pero en este caso para se alar junto a las tradicio-nales hispanas la de los iusnaturalistas protestantes y de Montesquieu.Esas presencias aparecen también en un estudio donde José Carlos Chia-

ramonte a rma que el fundamento de las doctrinas políticas, en la épocaindependentista, fue iusnaturalista (circulaban las ideas del derecho naturaly de gentes) y a pesar de los intentos borbónicos por imponer la doctrina delderecho divino de los reyes, seguía viva la tradición contractualista79. Rese a

76 Ibidem, pp. 128-131.77

Siguiendo a José Andrés-Gallego, por ejemplo, Roberto Bre a al estudiar el primerliberalismo espa ol, destaca la diversidad de referencias doctrinales, pero este autor lo anali-za menos como in uencias y más como justi caciones de las acciones (R OBERTO BREÑA, “El primer liberalismo espa ol y la emancipación de América”, en Revista de Estudios Políticos: Nueva Época, Nº 121, julio/septiembre 2003), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Cons-titucionales.

78A NTONIO A NNINO, “Soberanías en lucha”, enA. L. A NNINO, CASTRO LEIVA, F.-X. GUERRA, De los Imperios a las Naciones: Iberoamérica, Zaragoza, IberCaja, 1994, pág. 237.

79La reforma universitaria de 1767: “En el terreno de los estudios jurídicos tuvo especialimportancia la creación de las cátedras de derecho patrio, tendiente a estimular la reviviscenciade la tradición jurídica espa ola, y de derecho natural y derecho de gentes, en las que gozaba

de preferencia el iusnaturalismo de Grocio y Pufendorf” (JOSÉ

CARLOS

CHIARAMONTE

, “El pen-

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que para evaluar bien el pensamiento circulante en la época hay que dejar deinterpretar la independencia como resultado de ideas francesas (especialmenteRousseau), y lo mismo para los que vieron in uencias neoescolásticas (espe-

cialmente Suárez), pues la vida intelectual en la península y en América eramuy heterogénea, con verdaderas in uencias de la losofía francesa, inglesae incluso de ilustrados napolitanos que circulaban por libros, prensa, cartasy tertulias.

Waldo Ansaldi menciona como tantos otros que pese a la prohibición, cir -culaban las ideas y los textos ilustrados, tanto que “el principio legitimador delnuevo sistema que abrieron las revoluciones fue el de la voluntad general”80. SiAnsaldi destaca que para él la verdadera in uencia fue del ginebrino, no porello deja de incorporarse a la historiografía de las presencias y convivenciasal se alar las cuatro vertientes teóricas de la época, como la espa ola (tantoneoescolástica como del moderno liberalismo gaditano), la monárquico-constitucional venida de Inglaterra, la francesa, compuesta por Rousseau yla Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, y nalmente lafederal y constitucionalista norteamericana81. Siguiendo al artículo de Anni-no ya citado aquí, reduce estas vertientes a dos: tradiciónversus innovación, pero entendida la primera no como solo neoescolástica, ya que también estabaincluido Pufendorf.

samiento político y la reformulación de los modelos”, enE NRIQUE TANDETER (dir.) eHIDALGO JORGE LEHUEDÉ (codir.), Historia General de América Latina, procesos americanos hacia larede nición colonial , Vol. IV, Madrid, UNESCO-Trotta, 2000, p. 481). El más citado en el augedel regalismo del siglo XVIII fue Bossuet, siempre primero en Espa a y luego en América.Los Borbones prohibieron ense ar las doctrinas populistas por lo cual el derecho de gentesque se estudiaba era protestante, pero las traducciones quitaban lo que podría molestar a loscatólicos y esa circulación tendió a justi car la pretensión borbónica de centralizar la autoridaden la formación de un Estado moderno centralizado, por sobre los antiguos privilegios de lanobleza, clero y ciudades (véase, Ibidem, pp. 477-8).

80“Los ‘primeros principios de la razón’ para las bases del nuevo orden fueron los de-

nidos por Jean-Jacques Rousseau” (WALDO

A NSALDI

, “Unidad y diversidad en el pensamiento político”, enGERMÁN CARRERA DAMAS (dir.) yJOHN V. LOMBARDI (codir.), Historia General de América Latina. La crisis estructural de las sociedades implantadas, Volumen V, Madrid,UNESCO-Trotta, 2003, p. 406). El autor a rma que “la concepción rousseauniana de la sobe-ranía o versiones matizadas de la misma se encuentran por doquier” aunque “la de Rousseauno fue la única doctrina invocada para reconstruir el nuevo orden político. También la deMontesquieu sirvió de base a propuestas muy elaboradas” ( Ibidem, p. 408).

81“A despecho de algunas interpretaciones revisionistas recientes, según las cuales el pro-ceso americano de ruptura del nexo colonial fue un capítulo de las ‘revoluciones hispánicas’, ysu modelo político el liberal espa ol de matriz gaditana o, en otras versiones, alguna variantedel pensamiento neoescolástico, aquí se sostiene [...] la existencia de un pensamiento político

de la emancipación, en consonancia con la dinámica propia de ésta” ( Ibidem, p. 421).

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Suárez Figueroa se ala que la monarquía espa ola (tanto como la portu-guesa y la francesa) se legitimaba en la teoría del poder divino de los reyes ydurante las guerras de independencia (que fueron al mismo tiempo guerrasde legitimidades político-religiosas) esta doctrina se enfrentó y resistió losembates de otra “nueva doctrina, la de la soberanía popular” en la que incluyeindistintamente a “santo Tomás de Aquino, el jesuita Francisco Suárez y hastalos fueros de Aragón, y en otros, Rousseau y suContrato social ”82.

Por otro lado Jaime Rodríguez considera la evolución de la teoría políticaespa ola dentro de Europa y en diálogo con ella, como fuente de teorías de pacto social (así como su base en la soberanía popular) y que a la hora de lasindependencias estuvo en convivencia con otras doctrinas del derecho natural,con ideas francesas, inglesas y escocesas, aún a pesar de cierto olvido en elque cayeron durante el siglo XVIII (época de cuestionamiento de la losofíaescolástica). Los grupos cultos americanos conocían estos debates y noveda-des, y con sus herramientas reinterpretaron “la teoría del pacto de Vázquezde Menchaca y Suárez para ampliar sus intereses”83. De éstos derivaron lasreasunciones de la soberanía tras Bayona. Lo destacable es que Rodríguez,con el concepto “cultura política”, se inscribe entre aquellos que se alan con-vivencias, en este caso haciendo énfasis en las presencias de las ideas y su cir -culación y discusión a través de periódicos, folletos, tertulias, cafés, tabernas,avenidas, parques y universidades, politizándose más durante las elecciones

que en ningún otro momento.Finalmente Mónica Quijada es autora de un artículo donde después delamentar la infravaloración de la tradición hispánica, busca los imaginarios políticos compartidos acerca de la soberanía popular (para lo cual aconsejaabandonar visiones monistas de historiografías nacionales que pretenden cifrarsu origen dentro de la tierra de cada uno, y buscarla como proceso secular yoccidental de recon guración de lo político). El aporte de este trabajo radica enque da cuenta del imaginario que conformó al mundo hispano durante la épocade las independencias y de Cádiz, el cual se compuso de “acciones políticas de

duradera memoria (la revuelta comunera de Castilla de inicios del siglo XVI)82 NAUDY SUÁREZ FIGUEROA, “¿De una ‘república cristiana’ a una ‘república de cristianos’?

Religión y política en el proceso de independencia latinoamericano (1810-1830)”, enGERMÁN CARRERA DAMAS (dir.) yJOHN V. LOMBARDI (codir.), Historia General de América Latina. Lacrisis estructural de las sociedades implantadas, Volumen V, Madrid, UNESCO-Trotta, 2003, p. 485.

83O. R ODRÍGUEZ, E. JAIME, “Una cultura política compartida: Los orígenes del constitu-cionalismo y liberalismo en México”, enVÍCTOR MÍNGUEZ y MANUEL CHUST (eds.), El imperio sublevado: Monarquía y Naciones en España e Hispanoamérica, Madrid, Consejo Superior

de Investigaciones Cientí cas, 2004, p. 202.

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y propuestas teóricas entretejidas en los grandes debates que favorecieron eladvenimiento de la modernidad”84. Es decir, las propuestas neoescolásticasresigni cadas en el contexto del poder monista de los nacientes Estados, delcruce de las dos tradiciones acerca de la soberanía ya sea directamente divinao popular (en ambos casos absoluta) echándose en falta un comentario acercadel propio imaginario político de la soberanía popular, que lejos de ser unívo-co, incluía tradiciones distintas85.

7. CONSIDERACIONES FINALES

En este trabajo se buscó considerar los estudios acerca de las in uenciasen las independencias hispanoamericanas, especialmente de las doctrinas po- pulistas86. Tal empe o indagó de manera inicial en la re exión sobre la obraque originalmente indicó tal in uencia, el trabajo de Giménez Fernández. Esteautor se encontró con un escollo fundamental, porque muchos sintieron quevincular las independencias con las doctrinas populistas presentes en la es-colástica, implicaba a rmar que las independencias no nacieron con el aromade la libertad, sino con olor a incienso. Después, otros estudios incorporaronaquella tesis, y ésta pasó al interior de relatos sobre las revoluciones, agregadaen los más variados estudios y acompa ada en muchos casos con teorizaciones

84MÓNICA QUIJADA, “Las ‘dos tradiciones’. Soberanía popular e imaginarios compartidosen el mundo hispánico en la época de las grandes revoluciones atlánticas”, enO. R ODRÍGUEZ,E. JAIME (coord.), Revolución, independencia y las nuevas naciones de América, Madrid,MAPFRE, 2005, p. 71.

85VéaseJOSÉ A NDRÉS-GALLEGO, “La pluralidad...”, cit.86Un esfuerzo similar puede encontrarse enLEÓN GÓMEZ R IVAS, yÁ NGEL SOTO, “Los orí-

genes escolásticos de la independencia latinoamericana (en el bicentenario de la emancipación:1810-2010)”, en Bicentenario: Revista de Historia de Chile y América, Nº 2, Vol. 4, 2005, San-tiago de Chile, Centro de Estudios Bicentenario (donde pueden hallarse una serie de artículosque siguen la tesis de Giménez Fernández, y una buena selección de artículos que dentro de

esa línea lo hacen para el caso del Virreinato del Río de La Plata y Chile); enMARÍA

SAAVEDRA

I NARAJA, “Escolástica e ilustración en el pensamiento de la emancipación hispanoamericana:consideraciones en torno a algunos de sus textos”, en Aportes: Revista de Historia Contempo-ránea, Nº 55, A o XIX, 2004 (donde busca la in uencia de las ideas ilustradas, la escolásticacon su teoría de la soberanía popular y las ideas difundidas por los jesuitas desde el exilio, yconcluye que las últimas colaboraron para que en el contexto de su a rmación hayan podidorecurrir a las segundas para formar las Juntas que nalmente buscaron justi carse en lasideas ilustradas) y enMIGUEL MOLINA MARTÍNEZ, “Pactismo e Independencia en Iberoamérica,1808-1811”, en Revista de estudios colombinos, Nº 4, 2008 (donde se efectúa el repaso de lasin uencias desde un autor que aclara desde el comienzo su adhesión a la tesis de la in uencia populista, y la rastrea en la formación de Juntas y en la ense anza de esas doctrinas en los

centros educativos del continente).

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128 DAR O DAWYD

y rescates de las doctrinas populistas mismas. En el contexto historiográ coactual, no ya el populismo, sino el tema mismo de las in uencias parecieraquerer abandonarse, o al menos, y esto es uno de los aportes actuales mássigni cativos, no encararlo como una echa unívoca sobre las acciones de loshombres, sino estudiar las prácticas presentes en las costumbres, que confor -maban los imaginarios colectivos.

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La edición de revistas científcas universitariasy la conformación inicial de redes académicasen el exterior. La experiencia de las facultades

rosarinas de la Universidad Nacional del Litoral(1920-1930)

MIGUEL Á NGEL DE MARCO (H)UCA – CONICET / [email protected]

R ESUMEN

El artículo se re ere a la edición de las primeras revistas cientí cas edi-tadas por catedráticos de la amante Universidad Nacional del Litoral en sus primeros diez a os de existencia. Especial empe o se ha puesto en determinarel surgimiento y evolución inicial de la red de camaradería establecida entresus directores, colaboradores y colegas, y en evaluar de qué manera estosemprendimientos contribuyeron al surgimiento de una comunidad cientí ca encreciente vinculación con la producción nacional e internacional. En funciónde esta inquietud fueron relevadas revistas y boletines del período 1920-1930,analizándose además, a través de ellas, el impacto cientí co, cultural y socio- político generado por el establecimiento de la Universidad en el contexto localy regional.

PALABRAS CLAVES

Revistas – Universidad Nacional del Litoral – Comunidad cientí ca

ABSTRACT

This article refers to the early scienti c journals published by members ofthe newly created Universidad Nacional del Litoral during the rst ten years ofexistence. A special center of attention is to determine the origin and evolutionof the network integrated by its directors, writers and colleagues, as well as

T EMAS DE H ISTORIA A RGENTINA Y A MERICANA , XVI (E NERO -J UNIO DE 2010) pp. 129-146

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130 MIGUEL ÁNGEL DE MARCO (H)

how this network contributed to the development of a well connected scienti ccommunity and the Littoral Region.

K EY WORDS

Journals – Universidad Nacional del Litoral – Scienti c community

1. I NTRODUCCIÓN. U NIVERSIDAD E INTEGRACIÓN

Este artículo es una presentación preliminar de un estudio en progreso quese enmarca en investigaciones ejecutadas como parte de un proyecto mayor en

el Consejo Nacional de Investigaciones Cientí cas y Técnicas de la Argentina(CONICET) sobre el impacto de la creación de las facultades rosarinas de laUniversidad Nacional del Litoral (en adelante UNL), antecedente de la actualUniversidad Nacional de Rosario (en adelante UNR), en la integración socialy el desarrollo de la región interprovincial de la ciudad puerto de Rosario.Para eso se ha relevado el pensamiento y la acción de sus primeros decanosy catedráticos acerca de la modernización del Estado, la función pública y launidad nacional.

El siguiente análisis centra su interés en la edición de las primeras revistas

cientí cas publicadas en Rosario coincidentemente con la década inicial de laUNL (1920-1930), una etapa de prosperidad de Rosario como eje del principalcomplejo agro exportador del litoral uvial argentino.

2. LA ENSEÑANZA SUPERIOR EN SU CONTEXTO CULTURAL

La ciudad de Rosario conoció el siglo XX con una sola biblioteca públicay sin universidad. En 1900 ya era un emporio portuario y comercial de 110 milhabitantes que en 1910 pasaron a ser 192 mil y en 1926, 400 mil. La valiosa

Biblioteca Argentina surgió en 1910 como un emprendimiento propio del go- bierno municipal a estímulo de su secretario letrado, el doctor Juan Álvarez.Su inauguración o cial ocurrió el 24 de julio de 1912. Por su parte, la ciudadde Santa Fe, en tiempos de la creación de su Universidad provincial, en 1890,aún cargaba con rémoras alarmantes: siendo la capital de una de las provinciasmás ricas de la república, con sus 25 mil habitantes, no tenía una biblioteca pública1. La misma Universidad no tenía biblioteca, y fue por eso que se creó

1

La Opinión, 20 de marzo de 1891.

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131LA EDICIÓN DE LAS REVISTAS CIENT FICAS UNIVERSITARIAS...

en 1895 una comisión para adquirir las obras de más indispensable consulta.Dos a os más tarde el gobierno jó en el presupuesto provincial el cargo de bibliotecario, el que fue ocupado por el estudiante y futuro novelista GustavoMartínez Zuviría. Hasta 1920, a o de la nacionalización de la Universidad, la biblioteca apenas creció en volúmenes y su función fue muy modesta2.

En Rosario, la elite dirigente participaba de iniciativas fundantes alenta-das por el resultado de movimientos de opinión que, con gran capacidad de penetración periodística y convocatoria, habían logrado aspectos tales comola construcción del puerto moderno de Rosario, el dragado del río Paraná, lacolocación de la piedra basal del Monumento a la Bandera y la construccióndel Hospital Nacional del Centenario. Es en ese contexto que el joven JuanÁlvarez, que por ese entonces, como ya se dijo, había fundado la BibliotecaArgentina (a cuyo abrigo surgirían la Asociación Cultural “El Círculo” y el Co-legio de Abogados, entre otros), y tras haber recibido al frente de su direccióndistintas muestras de adhesión por convertirla en epicentro de la ense anzasuperior, elaboró en 1913 su proyecto de creación de la Universidad de Rosario,el que reunía la experiencia de los presentados anteriormente en el Congreso3.El propio Álvarez corrió la misma suerte de los anteriores, contando ademáscon el rechazo de quienes veían en ello una amenaza contra la Universidad “deSanta Fe” creada por los conservadores. Es que al igual que lo sucedido con elmovimiento reformista que estalló en Córdoba en 1918, la ense anza superior

fue un ámbito más en la lucha entre dos argentinas: la que se resistía a perder privilegios adquiridos en el siglo XIX, y la que reivindicaba un lugar en lanueva Argentina del siglo XX. No se puede deslindar lo ocurrido en materiauniversitaria en Santa Fe con las reivindicaciones regionalistas, el ocaso delrégimen roquista y el nacimiento de un nuevo orden político4.

A partir de 1916, la presidencia de Hipólito Yrigoyen no puso obstáculo para la realización de un gran debate nacional sobre la Universidad, y el refor -mismo encontró un clima favorable. En Santa Fe “la Reforma” tuvo “particularestallido” a partir de 1919. Las agrupaciones estudiantiles lograron que el Po-

der Central, los gobiernos provinciales y el Congreso Nacional, acompa aransus propuestas. Ya en 1912, el gobernador Manuel Menchaca se había puesto alfrente del Movimiento Pro Universidad Nacional del Litoral. Al ser tratado un

2 DOMINGO BUONOCORE, “La biblioteca de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales”,en revistaUniversidad , Nº 6, Segunda Parte, ob. cit., p. 189.

3 JUAN ÁLVAREZ, Universidad Nacional del Rosario, proyecto de ley, 1913, s/e. Rosario.4 MIGUEL Á NGEL DE MARCO (h),Santa Fe en la transformación argentina. El Poder Cen-

tral y los condicionamientos políticos, constitucionales y administrativos en el desarrollo de

la provincia, 1880-1912, Museo Histórico Provincial Dr. Julio Marc, Rosario, 2001, p. 341.

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132 MIGUEL ÁNGEL DE MARCO (H)

nuevo proyecto de Jorge Raúl Rodríguez presentado en mayo de 1919 en la Cá-mara fue el frente regional que involucró a legisladores nacionales, gobierno,instituciones y estudiantes de las principales ciudades de Santa Fe y las pro-

vincias de Entre Ríos y Corrientes el que posibilitó que la nueva Universidadfuera una realidad. Gruning Rosas destacó que se debió al diputado nacionalJuan Luis Ferrarotti la denominación de “Universidad del Litoral”, y que suincumbencia “regional” fue uno de los principales ejes de los debates5.

Por la ley Nº 10.861, la UNL pasó a comprender las siguientes facultades.En Santa Fe: Ciencias Jurídicas y Sociales, y Química Industrial y Agrícola.En Rosario: Ciencias Médicas, Farmacia y Ramos Menores; Ciencias Mate-máticas, Físico Químicas y Naturales; y la Facultad de Ciencias Económicas,Comerciales y Políticas. En Paraná: Ciencias Económicas y Educacionales. EnCorrientes, Agricultura, Ganadería e Industrias A nes.La UNL nació bajo el signo de la reforma universitaria que se alaba el proceso de ascenso de la clase media al poder, a la que el cuerpo de sus pro-fesores, como hijos de inmigrantes, representaban. La reforma, como ya seanticipó, también implicaba un fenómeno social producto de las necesidades particulares de cada ciudad y de cada región; de allí que cobra singular impor -tancia el análisis de casos6. En relación con el presente artículo, cabe destacarque uno de los pilares pedagógicos de la reforma fue el fomento de la investi-gación cientí ca a través de los seminarios y la publicación de sus resultados7,

que en su momento no tuvo la misma exposición pública que el tratamiento dela nacionalización de sus postulados, entre ellos, el elemento más con ictivo:la participación estudiantil en el gobierno de la casa de estudio8.

Al decir de José Babini, “El movimiento del 18 fue síntoma o impulsode una reforma más profunda: de una nueva tónica, de un afán de renovaciónal abrigo del cual la ciencia argentina adquirió nuevos bríos y un renovadovigor”9, cubriendo un gran vacío ya que recién a partir de la década del treinta

5 Creación de la Universidad Nacional del Litoral, Crónica retrospectiva, ob. cit., p. 14.6

Ver deGABRIEL

DEL

MAZO

, La Reforma Universitaria, Buenos Aires, Imprenta FerrariHermanos, 1926;JUAN CARLOS TEDESCO, La Universidad y su reforma y La Universidad encon icto , en la obra Buenos Aires, Historia de Cuatro Siglos, compilada porLUIS Y LUIS AL-BERTO R OMERO, Buenos Aires, Editorial Abril, 1983; deEDUARDO ZIMMERMANN, Los liberalesreformistas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1995;JUAN CARLOS PORTANTIERO y deALBERTO CIRIA y HORACIO SANGUINETTI, Los reformistas y La reforma universitaria, de 1968y 1983, respectivamente.

7 Boletín de la Universidad Nacional del Litoral , Nº 2, 3 y 4, a o I, tomo I, p. 431.8 PABLO BUCHBINDER , Historia de las Universidades Argentinas, Buenos Aires, Editorial

Sudamericana, 2005, p. 98.9 JOSÉ BABINI, La evolución del pensamiento cientí co en la Argentina , Buenos Aires,

ediciones La Fragua, 1954, p. 186.

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133LA EDICIÓN DE LAS REVISTAS CIENT FICAS UNIVERSITARIAS...

el Estado nacional instrumentará una política de aumento de número de becas, bolsas de estudios y premios con un sentido más federal; y surgirán en BuenosAires y el interior del país sociedades privadas que propenderán al desarrollode la investigación cientí ca como el Colegio Libre de Estudios Superiores(1930) y la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (1933), des-tacándose entre una de sus actividades el intercambio cultural internacional,que posibilitó la presencia de los más reconocidos intelectuales de su tiempo.En la propia provincia de Santa Fe, la Sociedad Cientí ca de Santa Fe seconstituyó en 1927, “para elevar el nivel cientí co y cultural [...] mediante elestímulo y difusión de las ciencias duras y aplicadas”10.

3. LAS REVISTAS DE LA ETAPA PRE-UNIVERSITARIALas revistas de investigación que se editaban con anterioridad en la insta-

lación de las facultades rosarinas de la UNL, en 1920, eran tres, y pertenecíana las primeras asociaciones de profesionales liberales conformadas en la urbe:la de Médicos, la de Escribanos y la de Contadores y Calígrafos, en las que participaron futuros profesores de las carreras rosarinas. El Círculo Médico deRosario fue creado en 1910. Sus amantes autoridades, observando que la ciu-dad contaba con cinco hospitales, con no menos de treinta servicios clínicos,y que además se proyectaba la construcción de un policlínico escuela, como paso previo a la instalación de una facultad decidieron publicar una revistacientí ca, denominada Revista Médica del Rosario que recogiera ese caudalde experiencia producto de la observación y el estudio, aspirando, además, aalcanzar un nivel cientí co acorde con la institución superior a crearse. Otra

nalidad, muy entendible en una sociedad de inmigración constante, fue lade contribuir al conocimiento de la labor particular de cada médico posibili-tándole hacerse conocer y difundir sus estudios e investigaciones, en Rosario,el país o el extranjero. En sus comienzos la publicación estuvo dividida en lassiguientes secciones: “Trabajos originales”, “Revistas críticas” y “Análisis bibliográ cos”. La primera de ellas reunía las investigaciones experimentalesen el medio, previamente presentadas en las sesiones del círculo en formade comunicaciones, siendo tres las áreas predominantes: las enfermedadesinfectocontagiosas, la pediatría y las prácticas quirúrgicas. Pronto cumplió sucometido de integración y vinculación cientí ca difundiendo la actividad desociedades, instituciones, seminarios y conferencias. Debido a su reputación,a ella llegaron colaboraciones de distintas provincias argentinas y de ciuda-

10

Ibidem, p. 191.

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des latinoamericanas. Participaron en la dirección de la revista los doctoresClemente Alvarez, Artemio Zeno, Teodoro Fracassi, Pedro Rueda, CamiloMuniagurria y Esteban Manzini, entre otros11.

Estos profesionales, ampliamente reconocidos, fueron artí ces de la futuraFacultad de Ciencias Médicas, la que abrió sus puertas en 1921. A partir de allíquedó explicitado en la Revista Médica que la mayoría de los colaboradoreseran docentes de esa casa, situación que fue especialmente puntualizada enlos encabezados de los artículos, al se alarse departamento, área o cargo decátedra (y su jefes), lo que constituía un sello de pertenencia académica, legi-timidad y prestigio social. La revista aparecía seis veces al a o y su suscrip-ción se pagaba adelantada por a o. Un editorial de marzo del a o 1926 dio aentender que se podía caer en el riesgo de quedar limitada a un mero archivode producción médica local si no se re ejaba además la vida profesional en susmúltiples aspectos, entre ellos la ense anza universitaria, por lo que invitaba alos consocios a escribir también sobre esos temas12. Por su parte los directoresde la revista dieron cabida en sus páginas a la actividad académica de la Fa-cultad, la participación de sus profesores en simposios, encuentros, jornadasy congresos; crónicas de colaciones de grados; las alocuciones dirigidas a losegresados; los concursos para el nombramiento en cargos vacantes, la activi-dad del Centro de Estudiantes de Medicina y la modi cación de los planes deestudio de la carrera13.

El Colegio de Escribanos de Rosario, al igual que el Círculo Médico, na-ció con el centenario de la Revolución de Mayo, en 1910. Tres a os más tardecomenzó a editar la Revista del Foro y Notariado, que incorporó material deinterés práctico para los curiales rosarinos pero al mismo tiempo artículos ju-rídicos14, que de alguna manera continuaban con la tradición local de producirconocimiento jurídico de relevancia15 y de peticionar, infructuosamente, paraque la Facultad de Derecho de Santa Fe de la Universidad de Santa Fe dictara

11 ALEJANDRA R AFFO, “La ‘Revista Médica del Rosario’ como expresión de una nueva

intelectualidad en la región (1910-1920)”, en la Revista Médica de Rosario, Nº 71, pp. 91-97,Rosario, 2005.12 Revista Médica del Rosario, órgano del Círculo Médico, Nº 2, A o XVI, marzo-abril

de 1926.13 Ibidem. Relevamiento de los a os XV al XX.14MIGUEL Á NGEL DE MARCO, Orígenes y evolución del notariado en Rosario, del Colegio

de Escribanos de la provincia de Santa Fe, Rosario, Imprenta Salesiana San José, 1996, p.39.

15MIGUEL Á NGEL DE MARCO (h), La Facultad de Derecho de Rosario y la persistencia deuna tradición jurídica secular vinculada al desarrollo regional , Asociación Cooperadora dela Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, Rosario, Borsellino Impresos,

2007. Acompa ado con un DVD donde se editaron entrevistas realizadas por el autor.

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cursos en Rosario. En 1919 organizó un certamen jurídico notarial y cesó deaparecer en diciembre del a o siguiente16.

En marzo de 1919 se publicó el primer número de la revista Hacienda y Administración, del Centro de Contadores y Calígrafos Públicos, de apariciónmensual. Ésta fue dirigida por Carlos J. Ghirardi. Entre sus propósitos seencontraba el de comprender los cambios internacionales y nacionales provo-cados por la Gran Guerra que acababa de nalizar, y fundamentalmente el detratar aspectos que hacían al perfeccionamiento del sistema contable y de lacontabilidad del Estado, sirviendo de “tribuna” a los asociados, a los estudian-tes de la Escuela Superior de Comercio y de los intelectuales y estudiosos quedesearan cooperar con ese anhelo. En sus páginas escribieron quienes seríanautoridades académicas y profesores de la Facultad de Ciencias Económicas,Comerciales y Políticas de Rosario, y especialistas de distintos puntos del país. Uno de los elementos que rea rmó la directa vinculación de los sociosdel Centro de Contadores y Calígrafos con la futura Facultad fue la prédica afavor de los estudios superiores del comercio, citando la experiencia italianay alemana17. Al cumplir la revista su primer aniversario, un editorial subra-yó la vocación universitaria que alentó sus orígenes: “No respondía nuestraempresa a las solicitaciones del medio sino que fue nuestro intento fundaren la sociedad cartaginesa el espíritu universitario [...] Fue preciso vencer laas xiante indiferencia que caracteriza nuestro medio para publicaciones de

esta índole”18

.En el tiempo que se estableció la Facultad de Ciencias Comerciales, Eco-nómicas y Políticas, la revista atravesaba severos problemas presupuestarios para mantener los contactos logrados con profesionales y casas de estudio deAmérica y Europa, los que llegaron a ser puestos al servicio de la amantecasa de estudio. “Nuestra revista vincula nuestra joven Facultad con lo másrepresentativo del pensamiento en el campo de las Ciencias Económicas”19.

16 Revista del Foro y Notariado, Nº 68-69, mayo, Tomo VI, A o VI, Serie A, Rosario deSanta Fe.

17 Hacienda y Administración, Revista Mensual del Centro de Contadores y Calígrafos públicos, Nº 3, A o 1, mayo de 1919.

18 Ibidem, 1 Nº 8-10, agosto-septiembre de 1919, p. 79.19

Ibidem, p. 80.

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4. LAS PRIMERAS REVISTAS DE INVESTIGACIÓN UNIVERSITARIA EN R OSARIO

Como se dijo, la política reformista en materia de ense anza universita-

ria hizo hincapié en los seminarios universitarios. Bajo esa consigna a partirde 1921 se editó bimestralmente el Boletín del Seminario de la Facultad deCiencias Económicas, Comerciales y Políticas, el que fue compilado en tomosanuales. El director del seminario era el doctor Alejandro Nimo y los encarga-dos de sección, los profesores: Francisco M. Alvarez, Rafael Bielsa, FaustinoInfante e Hiram Calógero, formadores de investigadores en las décadas subsi-guientes. En la introducción al primer tomo se explicó que con la publicaciónde las investigaciones se pretendía devolver al país la inversión que sus ciu-dadanos hacían en el mantenimiento de la facultad, aportando “conclusiones

positivas y tratando de indicar los males que a igen al organismo colectivo, proponer los caminos necesarios a su curación y dar medidas preventivas queeviten la propagación de la miseria humana”20.

En marzo de 1921 se publicó en Rosario el primer número de la Revista Médica del Litoral , mensual, autode nida como “cientí ca, ilustrada y de crí-tica”. Fue dirigida por el doctor Remo M. Copello quien a su vez fue su propie-tario. A sus colegas explicó: “Esta revista viene a llenar un vacío existente enesta ciudad tan progresista en lo mercantil e industrial pero refractaria en laselevadas manifestaciones artísticas y culturales”. Los artículos versaron casi

con exclusividad sobre investigaciones médicas (destacándose la problemáticade la lepra como inquietud central) sin se alar la pertenencia académica de susautores, en su mayoría provenientes del extranjero, apelando con frecuenciaa la “trascripción” de otras publicaciones recibidas por el director y de difícilcirculación en el medio. En tal sentido, la Revista Médica del Litoral , veníaa demostrar las limitaciones de una ciudad sin producción cientí ca univer -sitaria propia. Sus anunciantes en exclusividad fueron hospitales, sanatorios,institutos y laboratorios químicos y biológicos privados de Rosario, pertene-cientes a los mismos profesionales que en la revista escribían, como FernandoRuiz y José B. Abalos, quienes al poco tiempo se convertirían en pilares dela producción cientí ca de la Facultad de Ciencias Médicas. La revista editóuna Guía Médica de Rosario, Santa Fe, Paraná y Corrientes (demostrandoel criterio regional en la materia). Su línea editorial fue favorable al elevar lacalidad de los profesionales a través de los estudios universitarios y contraria

20 Boletín del Seminario de la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas,

(Publicación Bimestral), Tomo 1, Rosario, 1921 y 1924, s/p.

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a la poca inversión del Estado en la salud pública21. En ese mismo a o dio aconocer el plan de estudios de la Facultad de Ciencias Médicas, Farmacia yRamos Menores; las condiciones de ingreso, y las orientaciones y fundamentosde la ense anza universitaria22. Cuando José B. Abalos asumió como primerdecano de esa Facultad, fue especialmente felicitado por la publicación23.

Al cumplir la revista dos a os de vida, en 1922, aseveró que “ocupaba un puesto prominente en el periodismo cientí co nacional”, y que se alineaba enel “reformismo”, manteniendo una uida relación con reputados catedráticostales como Abalos, Ruiz, Soler, Ferreira, Araya, Zeno, Staf eri y Baraldi24.Acompa ó periodísticamente la inauguración de las clases de la Facultad, las primeras elecciones, la conformación de los Consejos y los discursos de los a-mantes funcionarios25. Esta etapa de la revista registró un notorio incrementodel intercambio con revistas médicas universitarias, argentinas (especialmentede Buenos Aires), latinoamericanas, espa olas y francesas.

5. LA EDICIÓN EN MANOS DE LOS ESTUDIANTES DE LA FACULTAD

La Revista del Centro de Estudiantes de Medicina, apareció por prime-ra vez en junio de 1921, y se editó mensualmente. También se de nió como“Cientí ca, literaria y de carácter universitario”. En verdad colmó una nece-sidad prioritariamente estudiantil aunque los directores se empe aron en a r -mar “su índole eminentemente cientí ca”. Como órgano o cial del Centro deEstudiantes de Medicina (a partir de 1928: Centro de Estudiantes de CienciasMédicas, Farmacia y Ramos Menores) mantuvo intercambio con sus simila-res de las Asociaciones Médicas y Estudiantiles del país, siendo conocida enChile, Uruguay, Paraguay, Perú, Brasil, Bolivia y en Europa; a rmándosecomo un bastión del reformismo, y de la crítica a los problemas sociales yuniversitarios de su época. Distintos estudiantes ejercieron la dirección y luegose incorporaron como directores honorarios profesores de gran predicamentoentre el estudiantado, como Frank Soler y Rómulo Barrald. La organizaciónde su equipo de redacción se compuso de un director, secretario de redacción,

21 Revista Médica del Litoral , publicación mensual, cientí ca, ilustrada y de crítica, Nº1, A o 1, marzo de 1921.

22 Ibidem, Nº 6, agosto de 1921.23 Ibidem, Nº 7, septiembre de 1921.24 Ibidem, Nº 13, marzo de 1922.25

Ibidem, Nº 14, abril de 1922.

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secretario administrativo, y redactores especializados en dos secciones: laUniversitaria y la cientí ca26.

En esta última escribieron con frecuencia Tomás Cerruti, Teodoro Fracas-

si, Rómulo Barrald, Alfredo Boden, Artemio y Lelio Zeno, Clemente Alvarez,Pedro Rueda, Jorge Federico Nicolai, Francisco Cignoli, Lanfranco Ciampi,Simón Neuschlosz, Rafael Babbini, Emilio Argonz, Carlos Weskamp, entreotros.

Como se mencionó, Frank Soler era un profesor carismático, considerado“el alma” de esta revista que informalmente apadrinó y dirigió a partir de1924, al mismo tiempo que se encontraba al frente de los Institutos de Fisiolo-gía de las Universidades de La Plata y del Litoral. En este período la publica-ción dio cabida, en una proporción destacable, a trabajos escritos por docentesuniversitarios, directivos de institutos hospitalarios y sociedades cientí cas deBuenos Aires, revelando las vinculaciones de Soler con el ambiente cientí code dicha ciudad, donde en 1925 fue homenajeado por sus Bodas de Plata conla Fisiología. También se publicaron trabajos de investigación presentados para la adscripción de cátedras de la facultad rosarina. El presupuesto que laUniversidad asignó a la revista no corrió a la par de la dimensión nacional einternacional adquirida por la publicación, por lo que Soler solicitó al goberna-dor de la provincia de Santa Fe, el radical Enrique Mosca, un subsidio, que fueotorgado 27. La continuidad de la edición permitió que los jóvenes estudiantes

protagonistas del momento inicial del movimiento reformista ya recibidos publicaran sus primeras investigaciones cientí cas.

6. EL EMPEÑO DE UN SANITARISTA

En octubre de 1925 surgió en Rosario la revistaSanta Fe Médico, unemprendimiento particular de descuidado dise o que no se preocupó por dar aconocer las citas y fuentes utilizadas en la elaboración de los artículos, condi-ciones que la asemejaban más a un boletín informativo. La falta de un explícitoapoyo institucional y de publicidades signi cativas en los números editadosinduce a pensar que se trató de una iniciativa individual sustentada casi conexclusividad en un sistema de suscripción entre los profesionales médicos dela región o en los recursos pecuniarios de su propio director, Pedro Rueda,sanitarista, director de la Casa del Ni o, y autor del proyecto de la cátedra dePuericultura en la Facultad de Ciencias Médicas. En sus páginas escribieron

26 Revista del Centro de Estudiantes de Medicina. Publicación Cientí ca, Literaria y deCrítica Universitaria, Nº 32, A o VII, Rosario, Febrero-Marzo de 1927.

27

Ibidem, Nº 22, julio de 1924.

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docentes de la mencionada casa: Alberto Baraldi, Roque Coulin, José B. Aba-los, Tomás Cerruti, Teodoro Fracassi, entre otros. También se dieron a conocernoticias sobre la actividad académica de la Facultad y la participación de susmiembros en reuniones como la del Congreso Pan Americano de la Tubercu-losis, celebrado en Córdoba en 1927, al que le dedicó un número completo28.Rueda sostuvo una postura crítica acerca de la producción cientí ca de laFacultad, a la que consideraba de “escasa o nula contribución, salvo honrosasexcepciones, observada principalmente en la actuación de algunos profesoresen los congresos cientí cos”. Su polémica declaración tomó estado público yfue refutada de la misma manera. EnSanta Fe Médico, también colaboraroncirujanos y médicos de hospitales rosarinos, como Roberto Landívar, del Hos- pital Italiano y Alberto C. Molina. Allí dio a conocer sus primeras iniciativastendientes a crear una clínica del trabajo el joven funcionario universitario, eldoctor Raimundo Bosch29.

7. “EL CONSTRUCTOR ROSARINO”

También en el a o 1925 se editó el primer número de El Constructor Ro- sarino, en momentos que la ciudad experimentaba unboom de la edi caciónsin antecedentes en su historia. Su inclusión en el presente trabajo se debe aque éste fue editado por la Sociedad de Ingenieros, Arquitectos, Constructoresde Obras y Anexos, conformada en gran parte por docentes de la Facultadde Ciencias Exactas de la Universidad Nacional del Litoral. Fue de apariciónmensual. Su director, José V. Díaz Valentín. Si bien se destinó especialmentea arquitectos fue un espacio que incluyó a investigadores y docentes univer -sitarios de distintas Facultades de la UNL. El hecho de su nalidad prácticadestinada a la construcción le posibilitó contar con la publicidad de proveedo-res de materiales, lo que redundó en la calidad de impresión y de papel de larevista, superior a las otras publicaciones del período. El mismo dinamismode la actividad de la edi cación involucró a profesionales de variadas espe-

cialidades que a su vez brindaron consultorios médicos laborales y legistas,y que también participaron en la gestión académica y de publicación en otrasfacultades; el mencionado Raimundo Bosch (médico legista), Carlos Weskamp(oculista), Emilio Argonz (clínico), al igual que Francisco Sadi Fonso, JoséSgrosso y Angel Invaldi, entre otros. Entre la nómina de socios activos de laSociedad de Ingenieros, Arquitectos y Constructores guraron los siguientes

28 Revista Santa Fe Médico, Nº 5, A o II, Rosario, 1927.29

Ibidem, Nº 6.

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docentes: Juan Caesar, Ermete De Lorenzi, José Gerbino, Valentín Grondona,José A. Michelletti y Tito Micheletti, Carlos Isella, Leopoldo Swarz y variosintegrantes de la familia Taiana. Un ejemplo de la decisión editorial de in-

corporar colaboradores de distintas disciplinas fue la participación de CarlosDieulefait, de la Facultad de Ciencias Comerciales, Económicas y Políticas,quien escribió una nota titulada “La biología de las ciudades”, relacionandola inmigración, la economía y las políticas públicas, y al mismo tiempo com- parándolas con la experiencia de la ciudad de Roma30. Ermete De Lorenzi publicó en sucesivos números el tema “Generalidades arquitectónicas”, quese convirtió en un material obligatorio de cátedra en la Facultad de CienciasExactas. A partir del número de abril de 1929 se otorgó espacio a las crónicasde egresados de la Facultad de Ciencias Matemáticas como arquitectos. Los primeros en hacerlo fueron Francisco Casarrubia, Luis A. Dasso, AméricoBergonzi y Lorenzo Giovannoni31. El primero de los mencionados fue, mesesmás tarde, director de El Constructor Rosarino notándose a partir de su con-ducción mayor impulso a planteos urbanísticos necesarios para la evolución dela ciudad, lo que estaría se alando una etapa inicial de gran trascendencia enla transferencia del conocimiento urbanístico de la Universidad a la sociedady que tomó mayor cuerpo con la elaboración del primer plan integral regula-dor del conglomerado del Gran Rosario32. A partir del a o siguiente la revistaeditó los trabajos prácticos de los estudiantes de la Escuela de Arquitectura,

bosquejos y proyectos33

.

8. LA AMBICIÓN DE LLEGAR HASTA TOKIO

Otra revista con escaso volumen de publicidad pero con una ampliaestructura de suscripción y marcada vocación de vinculación cientí ca con países de la región fue la Revista de Medicina. Publicación Mensual Sudame-ricana, editada en Rosario, y cuyo primer número es de octubre de 1927. Sudirector y propietario fue Francisco Sadi Fonso, quien puso todo su empe o enque cada número apareciera simultáneamente en Argentina (Buenos Aires yRosario), Bolivia (La Paz), Chile (Valparaíso), Paraguay (Asunción) y Uruguay(Montevideo). Por esta razón un editorial a rmó que la Revista de Medicina ocupaba un lugar prominente entre las revistas cientí cas del mundo. “Este es

30 El Constructor Rosarino, de la Sociedad de Ingenieros, Arquitectos, Constructores deObras y Anexos. Aparición mensual. Nº 51, A o III, Rosario, enero de 1928.

31 Ibidem, Nº 66, abril de 1929.32 Ibidem, Nº 72, octubre de 1929.33

Ibidem, Nº 76, febrero de 1930.

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uno de nuestros propósitos en el gesto mancomunado del bienestar de la huma-nidad”, se se alaba. La publicación podía abonarse en moneda nacional, libraesterlina o dólar, según el área internacional en que fuera adquirida, y teníaveinte puntos de venta distribuidos por el globo: Cambridge, Covent Garden,Londres, Roma, Estocolmo, La Haya, París (en cinco librerías), Bruselas (endos librerías), Berlín, Hamburgo, Viena, Madrid, Tokio y Baltimore (EstadosUnidos). Es muy probable que estos contactos internacionales hubieran sidosembrados por Sadi Fonso cuando viajó a Europa como comisionado de losgobiernos de la Nación y Santa Fe para realizar estudios sobre el cáncer (yque luego comparó con el estudio del caso rosarino)34. Sumamente original para ese entonces fue la ilustración de las portadas con la imagen de médicoscientí cos de distintas partes del mundo, lo que rea rmó la vocación de laDirección por crea “un clima” de comunidad internacional del conocimiento.De esta manera no pudo estar ausente el sabio profesor Johannes Fibiger, deCopenhague, quien más había in uido en la formación del director de la re-vista35. Esta impronta también nutrió a la sección de noticias de actualizadainformación del exterior y una completa agenda académica. En el tomo III de1928 la revista ofreció un índice de materia y autores donde podía observarsela preeminencia de autores europeos y americanos, destacándose entre estosúltimos médicos de Montevideo, y en menor medida de otras ciudades latinoa-mericanas, como Sucre, La Habana y Asunción. Hacia 1929, la mayoría de sus

artículos siguieron siendo escritos por profesionales no rosarinos, por lo que La Revista Médica puede ser considerada una vía de adquisición y actualiza-ción de conocimientos provenientes del exterior. Recién en 1932 se observa uncambio en este sentido y se relaciona con la participación de Sadi Fonso en laagremiación docente universitaria, cuando fomentó y presidió el “Círculo deAdscriptos de la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario”36.

9. LA PRIMERA REVISTA EN REPRESENTAR OFICIALMENTE A UNA FACULTAD ROSARINA

En los últimos días de diciembre de 1926 surgió la Revista de la Facultadde Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas de la Universidad Nacionaldel Litoral , la primera en representar propiamente a una casa de estudio y nosólo a uno de los sectores que la conformaban. Por su formato editorial y sucuerpo de colaboradores puede reconocerse como continuadora de la men-cionada revista Hacienda y administración, del Centro de Contadores y Calí-

34 Revista de Medicina, Nº 20, Rosario, marzo de 1928.35 Ibidem, Nº 22, mayo de 1928.36

Ibidem, Nº 60, del a o 1932.

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grafos Públicos, del a o 1919. Su director fue Alejandro Nimo y su secretarioFrancisco Bendicente. Entre sus colaboradores iniciales pueden mencionarse:Federico B. Valdés, Rafael Bielsa, Diógenes Hernández, Alberto Arévalo, J.Daniel Infante y Manuel Nú ez Regueiro. Su único antecedente nacional fuela Revista de Ciencias Económicas, nacida en 1913, conjuntamente con laFacultad de Ciencias Económica de Buenos Aires. Siete a os más tarde nacióla Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas de la UNL, lasegunda dedicada a los estudios económicos en el país, y que desde sus oríge-nes se caracterizó por emprender un vasto y continuo plan de publicaciones: Boletín del seminario de investigación,Trabajos de Seminario y luego la yamencionada Revista de la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas37.

En abril de 1927 asumió el decanato de la Facultad rosarina Rafael Bielsa,lo que implicó un salto cualitativo en el per l cientí co de la casa y por endede la revista, que decidió refundar dando vida a una segunda serie, a partirde abril hasta enero de 192838. Encomendó su dirección a dos profesores desu más directa con anza e integrantes del Consejo Directivo de la Facultad:Ardoino Martini y Juan Luis Ferraroti. La participación de Bielsa con susescritos, colaboraciones, rese as biográ cas y comentarios universitarios fue preponderante, y en un segundo lugar la del resto de las autoridades de la Fa-cultad y plantel docente: Manuel López Varela, Domingo Dall Anese, Natalio

Muratti, Francisco Bendicente, Juan Alvarez, Julio Machado Doncel, SalvadorDana Monta o y Alcides Greca, entre otros.Los temas estuvieron directamente relacionados con problemáticas

vinculadas con cuestiones de candente actualidad abordadas desde distintas perspectivas: el comercio, la legislación, la jurisprudencia, la demografía,la losofía, primando en los primeros a os, por in uencia de Bielsa, el tra-tamiento de temas de derecho público. La revista mantuvo a lo largo de losa os la misma estructura: investigaciones, crónica universitaria y comentarios bibliográ cos, los que re ejaron la intensa labor de la Facultad, preponderando

la decisión de publicar la mayor cantidad de información: actas del ConsejoDirectivo, resoluciones del decano, reformas de los planes de estudios, pro-yectos presentados, bibliografía adquirida por la biblioteca, movimiento deinscripción y exámenes del alumnado, etc. El comentario del contenido delas publicaciones provenientes del exterior ingresadas en la Biblioteca de la

37JOSÉ BABINI, op. cit., p. 226.38 MIGUEL Á NGEL DE MARCO (h), “Rafael Bielsa y la conformación de un nuevo modelo

de formación cientí ca universitaria”, Apartado de la Revista de Historia del Derecho, Nº 35,

Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 2008, pp. 83-171.

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Facultad indica una progresiva inserción de la Facultad en la producción delconocimiento internacional. En el primer número de la revista se rese arontrabajos europeos de reciente aparición (predominantemente bibliografíafrancesa, italiana, alemana y espa ola) y de América, hasta comentarios deldiario Pravda de Moscú, sobre la burocracia y el cooperativismo. La revistatambién publicó tesis y seminarios elaborados por los estudiantes de la casa.En todos los temas se evidencia un criterio independiente y audaz, de signi-

cativa apertura ideológica39. La intervención nacional, en la UNL en 1928,conspiró contra la edición y por eso dejó de aparecer aunque en 1930 volvió ahacerlo como una tercera serie40.

10. LA ANTROPOLOGÍA, UNA FUGAZ EXPERIENCIAUna experiencia muy fugaz tuvo el denominado Boletín del Museo de

Antropología y Anatomía Comparada de la Facultad de Ciencias Médicas,editado en 1928. Su director fue Alfredo Castellanos y su nalidad fue la defomentar los estudios antropológicos, que en nuestros país se encontraban enestado incipiente por la falta de ense anza sistemática.

“Debido a que la medicina era la ciencia aplicada de la antropologíacomo ciencia pura”, explicó el primer editorial, en 1924 Castellano gestionóla creación de un instituto que se concretó durante el decanato de AgustínGatti, y gracias a la intervención de Clemente Alvarez. Así nació el denomi-nado Museo de Antropología y Anatomía Comparada, al cual se le autorizóeditar un boletín que aspiraba al canje internacional, y nombrándose a CarlosDieulefait, de la Facultad de Ciencias Comerciales, Económicas y Políticas,Jefead honorem de la sección Antropología Estadística41.

11. U N QUIEBRE: LA INTERVENCIÓN NACIONAL A LA U NIVERSIDAD EN 1928

La región cerealera, hacia 1929, sumaba cuatro a os de bonanza, lo quese plasmó en distintos órdenes, entre ellos, el más visible: la transformaciónedilicia. En tanto, las facultades de la UNL sufrían los efectos burocráticosde una intervención nacional signada por duras disputas internas en el partido

39 Ibidem.40 Revista de la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas de la Univer-

sidad Nacional del Litoral , Nº 1, 3ª serie, tomo I, 1930.41 Boletín del Museo de Antropología y Anatomía Comparada, Facultad de Ciencias

Médicas, Rosario, Universidad Nacional del Litoral, Vol 1, 1928.

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gobernante. Por otra parte, pocos demostraban en los hechos estar dispuestosa priorizar uno de los nes de la Universidad relacionado con la creacióny propagación de los conocimientos a través de la investigación. BernardoHoussay, en una conferencia que dio en el Instituto Popular de Conferenciasde Buenos Aires, en mayo de 1929, y que fuera transcripta al poco tiempo enmedia docena de revistas especializadas, expresó:

Aunque sea inverosímil, la mayor parte de los hombres de nuestra Universidadno comprenden el papel de la investigación. Esto, que es transitorio, obedecea varias causas: juventud de nuestra cultura y falta de tradición cientí ca;creencia general errónea de que la Universidad es sitio para recitar clases yaprobar exámenes; inercia egoísta de los que saben; descon anza en la ca-

pacidad del país o de sus hombres; corrupción electoral y verbalismo. Pero,sobre todo, obedece a un desconocimiento de la evolución histórica de losconocimientos humanos y de sus direcciones hacia el porvenir. No es que seresista verdaderamente a la investigación, es que no se la aprecia o impulsa, porque no se sabe bien en qué consiste, cuál es su papel y cuáles sus frutos.La prueba de que la Universidad no tuvo a la investigación por esencial, estáen que los institutos cientí cos no tienen dotaciones de trabajo ni sueldos parala dedicación exclusiva42.

Dicho panorama descrito por Houssay, que en el caso rosarino se encon-

traba especialmente signado por la confrontación sostenida entre los sectoresque en la provincia de Santa Fe respondían al personalismo y al antipersona-lismo, (a su vez dividido en distintas corrientes internas), explica en parte porqué en ese a o tres asociaciones profesionales “por fuera de la Universidad”iniciaron la edición de sus publicaciones con el respaldo de catedráticosuniversitarios que por entonces no encontraron el clima propicio en sus res- pectivas casas de estudios para difundir sus investigaciones. El decano de laFacultad de Ciencias Comerciales, Económicas y Políticas, Rafael Bielsa, ase-diado allí por la intervención “yrigoyenista” que quería desplazarlo tanto a élcomo a sus consejeros “por su pasado alvearista”, y sin recursos para editar larevista de su facultad, impulsó desde la presidencia del Colegio de Abogadosde Rosario, la aparición del primer número de la Revista del Colegio de Abo- gados, que se edita hasta la actualidad. Bielsa compartió la dirección con LuisA. Premoli, y dividió la estructura de la publicación en tres partes: artículosde investigación y notas de actualidad, jurisprudencia y legislación, y asuntos

42 ARIEL BARRIOS MEDINA, ALEJANDRO C. PALADINI (comps.), Escritos y discursos del doctor

Bernardo A. Houssay, Buenos Aires, Eudeba, 1989, p. 276.

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propios de la institución y su relación con el medio. En ella escribieron abo-gados, magistrados y también profesores de la referida Facultad. El directoriodel Colegio había aprobado su edición con el objetivo principal de difundirla actividad institucional y además de que fuera una expresión auténtica de“la vida de estudio y la acción colegiada”. El hecho de que las colaboracionesfueranad honorem inspiró dudas sobre su futuro, sin embargo la colaboraciónde los socios demostró todo lo contrario. Su director se preciaba de que en muycorto tiempo la publicación había alcanzado “reconocimiento y elogio” por parte de los juristas, la prensa y las publicaciones análogas del extranjero43.La publicación no se editó en la primera mitad de 1930 pero sí en la segunda,y a partir de allí, con regularidad.

12. OTRAS PUBLICACIONES

En 1929 nació la Revista del Círculo Odontológico de Rosario, dirigida por Mario E. Laurens, su fundador. Se dividía en las siguientes partes: traba- jos originales (investigaciones de especialización, elaboradas por egresados y profesores de la Facultad de Ciencias Médicas), transcripciones y traduccio-nes, resúmenes bibliográ cos (recibía en canje una veintena de publicaciones)y vida institucional y noticias varias. Como demostración de su vertiginosaconsolidación puede se alarse que en los ocho números editados entre me-diados de 1930 y mediados de 1931, se publicaron 22 trabajos originales, 33transcripciones y traducciones, y 36 comentarios bibliográ cos.

Hemos tenido la honda satisfacción de ver transcriptos en revistas extran- jeras similares, varios trabajos de colegas de nuestra ciudad, siendo estouna exteriorización palpable de que se está formando en nuestro medio uncentro cientí co desconocido hasta ya hace pocos a os, que va mereciendo laconsideración de nuestros colegas del exterior y cuya marcha ascendente setraduce en trabajos e investigaciones fruto de una disciplina y un indiscutible

interés por problemas que día a día se ven planteado en nuestra especialidad44

,reconoció Laurens.

Sin la envergadura de estas dos últimas revistas mencionadas y conexpectativas apropiadas a una publicación informativa con pocas páginas,

43 Revista del Colegio de Abogados de Rosario, Nº 2, Tomo I, diciembre de 1929, p.443.

44 Revista del Círculo Odontológico de Rosario, Nº 2, A o III, Rosario, julio de 1931,

p. 234.

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146 MIGUEL ÁNGEL DE MARCO (H)

comenzó a editarse también en 1929 el Boletín del Colegio de Escribanos deRosario”. Sus secciones: Notariado, Legislación, Jurisprudencia y Noti ca-ciones de organismos públicos. Sin embargo, a los nes de este artículo es desubrayar que las autoridades del Colegio de Escribanos y los redactores delBoletín pertenecían al mismo tiempo al plantel docente de otras facultades dela UNL45.

13. CONCLUSIÓN

La creación de las facultades rosarinas de la UNL en 1920 tuvo un efectofundacional y multiplicador en la incipiente conformación inicial de vincu-laciones académicas entre la comunidad profesional y cientí ca rosarina consus pares en el exterior, tendencia en progresivo aumento en la década pos-terior. Un fenómeno operado a la par de la vertiginosa expansión comercialexperimentada por la ciudad puerto de Rosario en esa década y que potenciósu inserción internacional y la capacidad económica de sus instituciones.Asimismo es comprobable que las publicaciones de las amantes asociacio-nes y colegiaciones profesionales y las unidades académicas universitariasinteractuaron en el mismo sentido de fomentar en la sociedad mercantil unaactividad cientí ca estable46.

45 Boletín del Colegio de Escribanos de Rosario, enero, febrero, marzo de 1933, A oIV.

46 MIGUEL Á NGEL DE MARCO; LILIANA M. BREZZO, (eds.), Historias en ciudades puerto. Escenarios, actores, políticas públicas y empresas culturales, Rosario, Instituto de Historiade la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales del Rosario, Ponti cia Universidad Católica

Argentina, Educa, 2009, p. 53.

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Viaje del presidente Frondizi a Canadá y Asia

LEONOR M.DE DEVOTOCentro de Estudios Internacionales y de Educaciónpara la Globalización de la Universidad del CEMA

[email protected] HEBE CARMEN PELOSI

Universidad Católica [email protected]

R ESUMEN

El viaje de Frondizi a Canadá y Asia se integra en los realizados ante-riormente a Estados Unidos y Europa, y forma parte de sus postulados acercade que el mundo de entonces era un todo indivisible. Se imponía ubicar a laArgentina en esa realidad.

El objetivo fue buscar nuevos mercados, en respuesta a la necesidad impe-riosa de la Argentina de comerciar y conseguir inversiones, clave del programade desarrollo y cooperación comercial.

La paz fue uno de los tópicos del viaje y Frondizi también buscó conocerlas culturas de los países visitados para interiorizarse de su situación. Comoresultado se rmaron acuerdos comerciales con Tailandia y Japón, actualmentevigentes.

PALABRAS CLAVES

Frondizi – Política internacional – Canadá – Asia

ABSTRACT

Frondizi’s journey to Canada and Asia has to be understood in connectionwith his previous trips to United States and Europe and derives from his ra-tionale that the world of that time was indivisible. Argentina had to be placedin that context.

T EMAS DE H ISTORIA A RGENTINA Y A MERICANA , XVI (E NERO -J UNIO DE 2010) pp. 147-176

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148 LEONOR M. DE DEVOTO – HEBE CARMEN PELOSI

The objective was to seek new markets, which derived from the vitalArgentine’s need to commerce and atract investments, key to the developmentand economic cooperation program.

Peace was one of the journey’s topics and Frondizi also searched to knowthe cultures of the visited countries to have some insight of their situation.As results commercial treaties were signed with Thailand and Japon, still inforce.

K EY WORDS

Frondizi – International politics – Canada – Asia

I NTRODUCCIÓN

La historia diplomática estudia las iniciativas o las actitudes de los go- biernos, sus decisiones y sus propósitos. Sin embargo este estudio resultainsu ciente si se busca proporcionar los elementos necesarios para una expli-cación. Para comprender la acción diplomática hay que tratar de percibir lasin uencias que orientan su curso, un amplio espectro de temas relacionadoscon los intercambios de productos y servicios, las relaciones culturales, la in-

formación, la opinión pública, las “fuerzas profundas” en lenguaje de PierreRenouvin, el cálculo estratégico, el juego de in uencias recíprocas entre lasformas de civilización y las relaciones entre los Estados1.

Las relaciones internacionales han conocido un gran desarrollo comoresultado de la evolución de las comunicaciones y de la globalización. Noexisten los mundos cerrados, sino que vivimos una era planetaria. El temaque nos proponemos en este artículo es muy extenso para ser encarado enun espacio limitado, por ello hemos privilegiado los aspectos políticos y losactores de esta historia son los Estados, sus dirigentes y las organizacionesgubernamentales.

Frondizi emprendió viaje a varios países de Oriente en diciembre de 1961.Durante el periplo visitó Paraguay, Trinidad, Canadá, Grecia, India, Tailandia,Japón y Honolulu para regresar al país por Estados Unidos, donde mantuvouna reunión con el presidente Kennedy, de la que nos ocuparemos más ade-

1 MAURICE VAÏSSE, Les relations internationales depuis 1945, París, 2002;JEAN-BAPTISTE DUROSELLE, Todo imperio perecerá. Teoría sobre las relaciones internacionales, México,

1998.

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149VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

lante. Los aviones de esa época tenían una capacidad operativa menor que laactual y requerían escalas para aprovisionamiento.

La pregunta que surge es: ¿por qué a esa altura de su presidencia, condi cultades interiores, el presidente emprendió un viaje que le insumió cercade un mes? ¿Qué intereses fundamentales estaban en juego para iniciar dichatravesía? ¿Qué ventajas podía obtener?

Los objetivos de política exterior de Frondizi fueron “mantener una polí-tica de intercambio con todos los países del mundo [...] que es una sólida base para nuestro desarrollo, pues nos permite defender los precios de nuestros productos y vender en cantidades crecientes sin depender de restricciones de países o de zonas”2.

En efecto, Frondizi a rmaba –con un pensamiento pionero– que el mundose internacionalizaba cada vez más y se imponía adaptarse a las nuevas reali-dades. Por ello el Poder Ejecutivo dispuso que se estudiase “el establecimientode relaciones diplomáticas con los nuevos estados soberanos de Asia y Áfricaque obtuvieron su independencia después de nalizada la Segunda GuerraMundial”, ya que se buscaba abrir nuevas fronteras y horizontes culturales ycomerciales.

El nacimiento del Tercer Mundo originaba un nuevo modo de relaciones.A la primera fase de la descolonización asiática sucedía una segunda fase,sobre todo africana. La Conferencia de Bandung en 1955, con ausencia de las

grandes potencias, marcó un hito fundamental en la voluntad de independen-cia de los Estados descolonizados y en 1956, Francia e Inglaterra sufrieron unrevés diplomático frente a un país de Oriente próximo: Egipto.

La visita de Frondizi se dirigía a uno de los grandes mercados potencialesde nuestros productos: el continente asiático, en momentos en que crecíanlas di cultades para nuestras exportaciones en los mercados tradicionaleseuropeos. El fundamento de esta disposición era que “el mundo es un todoindivisible y abrir así nuevas vías además de Europa y Estados Unidos”3.

2 FÉLIX LUNA, Diálogos con Frondizi, ,3º ed., Buenos Aires, 1998, pp. 100-101. Algunossectores objetaron su viaje; según Frondizi “proviene de aquellos que todavía no se han ente-rado del signi cado histórico de la irrupción asiática y africana en el proceso contemporáneo[...] las críticas a mi viaje a la India, Japón y otros países asiáticos demuestra la super cialidadcon que muchos examinan el papel internacional de la Argentina”, pp. 125-126.

3 El Embajador Scilingo al presidente Frondizi, 13-VIII-1959. El presidente recibe infor -mación sobre el estado de las relaciones con Vietnam, Laos y Camboya, Pakistán, FederaciónMalaya, Marruecos, Túnez, Birmania, Ceilán, Sudán, Ghana, Liberia y Libia,BIBLIOTECA NACIONAL ARGENTINA, Archivo Frondizi, (AF) caja 606. El Archivo del Ministerio de Relacio-

nes Exteriores no cuenta con documentación sobre la presidencia de Frondizi, tampoco con

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150 LEONOR M. DE DEVOTO – HEBE CARMEN PELOSI

Se imponía buscar nuevas posibilidades para colocar nuestra producciónen el exterior: “los intereses inmediatos y mediatos argentinos en materia decomercio exterior imponen la obligación a los gobernantes argentinos de mirarhacia ese vasto mercado de mil quinientos millones de almas”. La documen-tación da cuenta del esfuerzo por abrir nuevas embajadas en países de Asiay África; la directiva era que debían hacerlo “sin exigir reciprocidad”. Brasilorientaba su política exterior en el mismo sentido4.

Frondizi explicitó los propósitos de su viaje antes de partir en un discursodirigido al pueblo de la Nación argentina. La situación interna del país eracon ictiva por la huelga ferroviaria que llevaba ya un mes; por otra parte lasituación política de Frondizi era inestable y los planteos militares a sus me-didas políticas formalizaban una oposición continua.

El presidente entendía que este viaje cerraba el periplo iniciado con losrealizados a Europa y países de América, y era el complemento indispensablede la acción que el gobierno estaba ejerciendo en el exterior.

En su visión, Asia era uno de los grandes mercados potenciales para los productos argentinos, ya que el comercio internacional era fundamental parael nanciamiento del desarrollo nacional. El comercio con Asia no sobrepa-saba el 5% del valor de las exportaciones argentinas y las tasas de consumodel continente asiático se encontraban entre las más bajas del mundo. Lademanda crecería con el tiempo y constituiría una ampliación del comercial

internacional.El objetivo del viaje no era sólo económico; estaba acorde con la vocaciónuniversal de la Argentina, ecuménica y fraternal, recibir al mismo tiempoense anzas de pueblos milenarios que libraban una batalla análoga a la deAmérica Latina para subsistir 5.

las Memorias del Ministerio que durante dicha presidencia no se editaron, de acuerdo con lainformación obtenida en el Ministerio de Relaciones Exteriores.

4 Sobre la política exterior argentina cfr:MARÍA LLAIRO y R AIMUNDO SIEPE, Frondizi: un

nuevo modelo de inserción internacional , Buenos Aires, Eudeba, 2003;JALABE

SILVIA

R UTH

(comp.) La política exteriorargentina y sus protagonistas (1880-1995), Buenos Aires, GEL,1996;JUAN JOSÉ CRESTO, Arturo Frondizi. La política internacional a través de sus viajes alexterior , Buenos Aires, Edivérn, 2001;EDUARDO DANIEL OVIEDO, Argentina y el este asiático. La política exterior de 1945-199, Rosario, 2001; Roberto Etchepareborda, “Crónica de tiemposdifíciles”, enR ICARDO DEL BARCO et al, Historia política argentina, 1943-1982, Buenos Aires,1985;GUSTAVO FERRARI, Esquema de política exterior argentina, Buenos Aires, Eudeba, 1981;A. CONIL PAZ y G. FERRARI, Política exterior argentina, 1930-1962, Buenos Aires, 1962,A.CISNEROS y C. ESCUDÉ, Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argen-tina, t. 13, Buenos Aires, Nuevo Hacer, 2000.

5ARTURO FRONDIZI, “Proyección argentina hacia el mundo”, Discurso pronunciado el 26-

XI-1961, Mensajes presidenciales, t. 4, Buenos Aires, 1982.

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151VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

CANADÁ

En Canadá el presidente argentino fue recibido en Ottawa, Toronto y

Montreal durante su estadía desde el 27 hasta el 30 de noviembre de 1961. Erala primera vez que un presidente de América latina visitaba Canadá. No existíaun programa o cial de conversaciones; acompa aba al presidente el ministrode Relaciones Exteriores, Miguel Ángel Cárcano6.

En Ottawa, durante la cena ofrecida por el gobernador general GeorgesVenier, un héroe de la Segunda Guerra Mundial, Frondizi expuso los planesnacionales para alcanzar la estabilización monetaria y el desarrollo económi-co en aquellos sectores básicos de la economía argentina. La Universidad deOttawa lo nombró Doctor Honoris Causa de esa casa de estudios 7. Frondizi,

además, inauguró una nueva línea télex entre Canadá y la Argentina.En Ottawa se rmó un convenio entre la Argentina y Canadá por el cualeste país vendía 70 locomotoras diesel eléctricas, valuadas aproximadamenteen 14 millones de dólares, por la rma Montreal Locomotiva Works Limites.La operación fue posible gracias a que el gobierno canadiense otorgó unaamplia nanciación8.

En las conversaciones con John Diefenbaker, primer ministro, Frondizino pudo convencerlo de que Canadá formara parte de la Organización de losEstados Americanos (OEA). En cuanto al problema de Cuba el presidente

argentino reiteró su postura de acudir a los procedimientos diplomáticos paraencarar el tema, mientras que el representante de Canadá mostró su inclina-

6 También lo acompa aron el jefe de la Casa Militar, brigadier Llerena, el subsecretariode Marina, contraalmirante Vázquez, los edecanes militar, naval y aeronáutico, el secretario dePrensa, Taboada, el senador nacional Benjamín Guzmán, el diputado nacional Juan Pe alva,

Arnaldo T. Musich, el embajador Carlos Ortiz de Rozas, Jacobo Gringaer, Vicente Pataro,Mariano Wainfeld, el teniente coronel Ruiz Huidobro, el vicecomodoro Luis A. Castagnino, elmayor Antonio Ortelli, el comandante Isaac R. Marques, el teniente de navío Jorge Iriberry, elteniente de fragata Mario Vichella y los se ores Eduardo González y Raul Gargione, ademásde 48 empresarios de los sectores agropecuarios, comerciales e industriales.

7SECRETARÍA DE PRENSA DE LA PRESIDENCIA DE LA NACIÓN, Visita o cial del Presidente de la Nación a Canadá, India, Tailandia y Japón. 26 de noviembre-25 de diciembre de 1951, BuenosAires, 1962; “Discurso en la Universidad de Ottawa, 28-XI-1961”, pp. 23-29.

8 El contrato fue rmado por Angel Peluffo, Fernando Taurel, ministro argentino enCanadá, W. F. Lewis, presidente de Montreal Locomotivas Works Limited, H. T. Aikin, presi-dente y manager of The Exports Credits Insurance Corporation.The Ottawa Citizen, Ottawa,

Canada, 27-XI-1961, Argentina Supplement.

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152 LEONOR M. DE DEVOTO – HEBE CARMEN PELOSI

ción por la postura norteamericana. Por no formar parte de la OEA, Canadáintervendría en el tema a través de las Naciones Unidas9.

Con respecto a las cuestiones comerciales conviene recordar que las eco-

nomías argentinas y canadienses eran en su mayor parte paralelas y no surgíaa primera vista una gran posibilidad de intercambio entre países semejantesen extensión geográ ca, en actividades económicas y ubicadas en zonas tem- pladas10.

Argentina: intercambio comercial con Canadá

A os

Exportación

(miles de dólares)

Importación

(miles de dólares)1958 4.266,3 8.397,01959 2.127,4 6.102,01960 2.797,4 16.674,11961 2.458,8 30.357,01962 4.194,5 23.451,1

Fuente: INDEC, Comercio Exterior, 1958-196111

.La posibilidad de unión entre Canadá y la Argentina podía producirse

para enfrentar conjuntamente las barreras comerciales europeas y cualquierintento del Mercado Común Europeo de excluir sus productos por medio de

9 “Dos temas en la conferencia de Ottawa”, El Mundo, 28-XI-1961. En la cena que le ofre-ció el primer ministro canadiense a Frondizi, éste tuvo oportunidad de conversar con RobertoPrebisch, de visita en Canadá. Los diarios que se citan son editados en Buenos Aires, en el

caso de ser editados en el exterior se menciona expresamente la ciudad.10 Cfr. “Situación económica, social, política y cultural de Canadá, preparación del viajedel presidente a Canadá”, AF, caja 597.

11 Ibidem, la Argentina importaba de Canadá: cigarrillos, ginebra, whisky, esencias paratocador, carbón, éteres, fósforo, níquel, medicamentos, papel, chapas y ca os de hierro, helade-ras, repuestos de máquinas de coser, máquinas de escribir, máquinas para acondicionadores deaire, aparatos telegrá cos y telefónicos, aspiradoras y enceradoras eléctricos, aviones, automó-viles y camiones, aluminio, cristales para anteojos, lubricantes, cauchos, fonógrafos, aparatosfotográ cos; las exportaciones eran: carne vacuna conservada, extracto de carne, cueroslanares, de cabra, lanas sucias y lavadas, queso, miel alpiste, manzanas, pomelos, extracto dequebracho, dulces y turrones, yerba, confecciones de lana, acido cólico, medicamentos, arreos

de cuero, carteras, billeteras, artículos de cuero, discos para fonógrafos, animales vivos.

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153VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

aranceles elevados. Frondizi conocía bien el problema como resultado de suviaje europeo realizado el a o anterior. Canadá encabezaba la oposición den-tro de la Commonwealth contra el ingreso de Gran Breta a a dicho mercado, porque redundaría en una merma de exportaciones de Canadá a Inglaterra yEuropa. La Argentina, por su parte, no ocultaba su preocupación por el in-greso británico pues temía perder sus exportaciones de carne vacuna al ReinoUnido12.

También aprovechó Frondizi la oportunidad para reunirse con el embaja-dor argentino en las Naciones Unidas, Mario Amadeo, y con nuestro represen-tante en Washington, Emilio Donato del Carril. El 4 de diciembre se iniciabaen Washington la reunión del Consejo de la OEA para examinar la proposiciónde Colombia sobre Cuba y les informó de su conversación con Adlai Stevensonsostenida en Trinidad 13.Como resultado de las conversaciones entre Frondizi y Diefenbaker se dioa conocer un comunicado conjunto que expresaba las buenas intenciones delas dos partes y hacía consideraciones generales sobre los temas tratados. Lostemas de la entrevista habían versado sobre “problemas internacionales y rela-ciones bilaterales entre los dos países”. Frondizi manifestaba su deseo de queCanadá “contribuya al desarrollo argentino mediante la provisión de asistenciatécnica y créditos a largo plazo”. Examinaron en particular las consecuenciasque podía tener para sus países respectivos, la formación de nuevas agrupa-

ciones económicas regionales a ambos lados del Atlántico. Ambos gobiernosdeclararon establecer una colaboración estrecha para salvar la democracia yel mantenimiento de la paz14.

En Toronto el presidente argentino compartió un almuerzo con empresa-rios15 y dio una conferencia de prensa solicitada por él, en la que manifestó sucomplacencia por las coincidencias obtenidas en el viaje.

La última etapa fue la ciudad de Montreal, de habla francesa, ciudadlatina y una de las más populosas de la América latina. El discurso que el presidente argentino pronunció en el almuerzo ofrecido por la industria, el

comercio y la banca fue una clara expresión del plan económico llevado a caboen la Argentina. Pero el orador fue más allá y manifestó que ese plan estaba“enfrentado al control estatal por parte de países europeos con un serio per -

12 “Primera etapa del viaje presidencial”, El Cronista comercial , 9-XII-1961.13“Finalizó Frondizi su visita a la capital política de Canadá”,Clarín, 28-XI-1961.14Visita o cial…, cit. “Comunicado conjunto, 28-XI-1961”, pp. 57-59.15 Ibidem, “En el almuerzo ofrecido por las fuerzas vivas de Toronto, 29-XI-1961”, pp.

35-40.

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154 LEONOR M. DE DEVOTO – HEBE CARMEN PELOSI

juicio para nuestros productos de exportación, un problema que compartimoscon Canadá y que requiere la más estrecha colaboración”16.

Al nalizar el discurso anunció que Aluminium Ltd. invertiría 11 millo-

nes en su planta de El Palomar para aumentar la producción de aluminio.Estuvo presente en Montreal el problema de Cuba. El embajador argenti-no en esa isla, Julio Amoedo, se hizo presente en la ciudad para conferenciarcon Frondizi. También Cárcano sostuvo una conversación telefónica con elsecretario de Estado, Dean Rusk, en que éste le transmitió la aceptación del presidente John Kennedy acerca de lo hablado en Trinidad entre Frondiziy Stevenson. Se había impuesto la iniciativa de una reunión de cancilleres previa aceptación de una agenda por todas las potencias americanas, posiciónsostenida por Frondizi17.

I NDIA

Frondizi visitó la capital de la India, Nueva Delhi; también estuvo en Agra para conocer la India tradicional y en Calcuta, el mayor puerto del golfo deBengala. La elección de este país respondía a los objetivos generales del viajey por el papel que la India cumplía en Oriente como cabeza de aquellos paísesque iniciaron el proceso de independencia, después de nalizada la SegundaGuerra Mundial. En efecto la India se independizó de Gran Breta a en 1947con Jawaharlal Nehru e hizo su entrada en la escena mundial18.

La conferencia de Bandung, a la que ya nos hemos referido, reunida sin laasistencia de las grandes potencias en 1955, marcó un viraje en la historia de ladescolonización. Sus iniciadores fueron India, Indonesia, Birmania, Ceylan yPakistán. En ella los países participantes tomaron conciencia de su existencia.La condena del colonialismo fue un tema que agrupó a todos los participantes;

16 Ibidem, “En la demostración de los organismos empresarios, 30-XI-1962”, pp. 45-53.17R ENATO CIRUZZI, “Un gran jefe de relaciones públicas”,Clarín, 1-XII-1961. El título del

artículo se debe a la expresión formulada por Arnold Hart, presidente del Bank of Montreal,al nalizar el almuerzo ofrecido en esta ciudad por los industriales: “Frondizi es un gran jefede relaciones públicas de su país que ha encendido en nosotros un fuego entusiasta”.

18 El Indian Council for World Affairs fue creado en 1943 para estudiar los problemasinternacionales; era el símbolo de la entrada del continente en la política mundial. La India sea rmó como gran potencia y quedó con rmada la impresión de que todo retorno ofensivo decualquier potencia colonial contra Asia provocaría la reacción del continente entero. Cfr.CHAR -LES

ZORGBIBE

, Historia de las relaciones internacionales, t. II, Madrid, 1997, pp. 237-238.

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155VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

otro fue la coexistencia pací ca predicada por Nehru. El Tercer Mundo debía buscar una vía nueva entre las grandes potencias19.

Las dos superpotencias –Estados Unidos y Rusia– llevaban a cabo unalucha de in uencias en estos países sin enfrentarse. El encuentro de JosephBroz Tito, Gamal Abdel Nasser y Nehru en 1956 promovió a los que a partir deentonces tomaron el término de “no alineados”. La política de este grupo fuede báscula entre los dos bloques ensayada en el Oriente Próximo. El con ictochino-indio sobre el Tibet fue arreglado por el tratado de abril de 1954 quereconocía a China el control sobre dicha región y permitió que la primera dierauna imagen más pací ca. A la llegada del presidente argentino los problemasentre China e India se habían agudizado.

Frondizi cumplió con los actos protocolares al llegar al aeropuerto de Nueva Delhi. Poco después ofreció una conferencia de prensa en la que a rmólos principios del libre albedrío de los pueblos contra el colonialismo. El prin-cipio de que los problemas podían ser resueltos por negociaciones para evitarla guerra fue proclamado una y otra vez por Frondizi a lo largo de la gira. A la pregunta sobre el con icto respecto de Goa entre la India y Portugal respondióque era un asunto interno del país en que no correspondía inmiscuirse20.

Nehru lo recibió en Red Forte21 y mantuvo una conferencia privada conFrondizi. En ella se insistió en la necesidad de la paz para la prosperidad de lahumanidad. En palabras del mandatario argentino, “la paz es imprescindible

para el desarrollo económico”. Acelerar el proceso de desarrollo económicoera, para el mandatario argentino, la única manera de frenar el avance delcomunismo, tanto en Asia como en América.

Al referirse a América latina, Nehru consideró que su in uencia en elmundo “debe crecer en cooperación estrecha con otros países en la esfera in-ternacional”22. Los dos rindieron tributo a Ghandi, y Frondizi invitó al primerministro indio a visitar la Argentina.

El Parlamento indio en pleno recibió a Frondizi como signo de bienveniday lo llamó “mensajero de paz”. En el discurso, el presidente argentino rese ó

los empe os que había realizado su gobierno para superar su condición de país subdesarrollado; estaba convencido de que el Parlamento comprenderíalos esfuerzos que realizaba la Argentina. Durante el a o que corría el tema

19 ODETTE GUITARD, Bandung et le réveil des peuples colononises, 3º ed., París, PUF,1969, 128 pp.

20 “El presidente hizo declaraciones en Nueva Delhi”, La Nación (LN), 6-XII-1961.21 Fortaleza inglesa, los británicos la utilizaron como un campo militar hasta que la India

se volvió independiente en 1947.22 “‘India will have closer ties with South American countries’, Nehru says”,The Indus-

trian Times, Nueva Delhi, 6-XII-1961.

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156 LEONOR M. DE DEVOTO – HEBE CARMEN PELOSI

encarado había sido el control atómico y el desarme. Ello respondía a la in-equívoca tradición argentina y a la autodeterminación del país para solucionarlos problemas por vías pací cas, coincidiendo con los pueblos que aspiraban avivir en paz y libertad. India fue elogiada por ser ejemplo de paz y a rmaciónnacionales23.

En el banquete que el Jefe de Estado argentino ofreció a las autoridadesindias volvió a estar presente el tema de los esfuerzos que realizaba la Argen-tina para salir de su situación actual y el deseo de incrementar el intercambiocomercial y cultural24.

Argentina: Intercambio comercial con India

A os

Exportación

(miles de dólares)

Importación

(miles de dólares)1958 56,6 19.536,71959 101,0 18.270,51960 401,1 18.960,91961 200,5 5.479,6

1962 150,3 19.962,9Fuente: INDEC, Comercio Exterior, 1958-196125.

No faltó una reunión entre los hombres de negocios que acompa aban aFrondizi en su viaje. Argentina compraba a India productos por 200 millonesde pesos, entre los cuales guraban principalmente el yute y el té, mientrasque la India lo hacía por 50 millones; este tema fue objeto de un debate. Car -los Coll Benegas, futuro ministro de Economía argentino, fue quien insistió

en el desnivel del intercambio, aunque la Argentina se comprometió a seguircomprando por el mismo monto a la India y propuso venderle lanas, leche en polvo, aceites vegetales y carne envasada.

23Visita o cial…, cit., “Discurso en el Parlamento indio”, 6-XII-1961, pp. 79-82.24“Discurso de Frondizi en el banquete o cial”, La Prensa (LP), 5-XII-1961.25 Ibidem, la Argentina importaba de India: nuez moscada, arpillera, aguarrás, opio, hojas

medicinales, raíces, insecticidas, linotipos, cuerdas musicales de acero, películas vírgenes; y

exportaba:corned beef , casuma láctea, extracto de quebracho e insulina.

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157VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

Antes de retirarse de la India, Frondizi y Nehru dieron un comunicadoconjunto en el cual se comprometían a trabajar “en estrecha colaboración paramantener la paz mundial y la prosperidad económica”. Entre los buenos de-

seos, ya que ese es el contenido del comunicado, expresaron también el deseode solicitar a las grandes potencias que detuvieran las pruebas nucleares. Elcomunicado sostenía que los dos mandatarios “apelan a un desarme general ycompleto de gran alcance”26.

En viaje hacia Bangkok, Frondizi envió sendas cartas al presidente Nehruy al vicepresidente Radakrishna en las que les agradecía, en nombre del puebloargentino, el recibimiento del que había sido objeto por parte del pueblo y lasociedad de la India, que revelaban que para la amistad entre dos países noexistían distancias geográ cas. La India y la Argentina compartían los mismosideales de paz, libertad y justicia, y ambos pueblos estaban empe ados en unalucha similar por alcanzar un avanzado grado de progreso y bienestar, me-diante un rápido proceso de desarrollo económico y social. Al mismo tiempollevaba consigo un recuerdo imborrable de hospitalidad y contacto con unacivilización milenaria y la visita había estrechado los vínculos de amistad yconvivencia27.

Si quisiéramos resumir cuáles fueron los temas claves desarrollados porFrondizi durante su visita tendríamos que se alar la paz y el desarme, ya queel presidente argentino insistió en la India como modelo de país pací co y sin

rearme militar. El otro tema insistentemente esgrimido fue que la Argentinano tenía tradición de inmiscuirse en los problemas internos de los países,especialmente a propósito de Goa y del con icto de esos días entre la India yChina. Finalmente el acento estuvo puesto en el intercambio comercial en elque la Argentina podía proveer de varios productos a la India, y el cultural,cuya referencia fue siempre el viaje de Rabindranath Tagore a la Argentina en1924, cuya casa recorrió Frondizi.

TAILANDIA

Frondizi realizó una visita o cial a Tailandia entre el 8 y el 11 de diciem- bre de 1961. Junto a su esposa fueron huéspedes del rey Bhumibol Adulyadejy la reina Sirikit.

Durante la Segunda Guerra Mundial Tailandia entró en una incómodaalianza con Japón y declaró la guerra a las potencias aliadas. Estados Uni-

26 Visita o cial…, cit., “Comunicado conjunto, 8-XII-1961”, pp. 85-88.27

“En sendos mensajes Frondizi agradece la hospitalidad india” (LN), 9-XII-1961.

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dos nunca aceptó esta declaración, considerando que no había sido realizadavoluntariamente. Los resultados tangibles de la participación en la contiendafueron una economía arruinada por la in ación y la recuperación de territorioslimítrofes con Camboya y Malasia que habían sido cedidos a los británicos yfranceses a principios del siglo XX. La derrota japonesa signi có el reemplazodel gobierno y la devolución obligada de aquellos territorios.

Tailandia se alineó con Estados Unidos durante la Guerra Fría, y fue con-siderada el principal sostén de la política occidental en el área. Se incorporóa las Naciones Unidas en 1946 y fue miembro fundador de la SEATO (SouthEast Asia Treaty Organization) en 1954 junto con Estados Unidos, Reino Unido,Francia, Australia, Nueva Zelanda, Filipinas y Pakistán. La organización fueestablecida como parte del tratado de defensa colectiva del Sudeste Asiático con

el n de proteger la región del comunismo. Su sede estaba en Bangkok.28

De esta manera, Tailandia dispuso de sustancial ayuda norteamericana para el fortalecimiento de su economía. En 1957, una reducción de 24 millonesde dólares en esa ayuda amenazó al gobierno tailandés con la bancarrota, y lasmedidas económicas provocaron un golpe de Estado dirigido por el mariscalde campo Sarit Thanarat, quien gobernó aplicando la ley marcial.

Las relaciones diplomáticas entre la Argentina y Tailandia se iniciaronrecién en febrero de 1955. Como puede observarse en el siguiente cuadro, elintercambio comercial no había alcanzado un nivel signi cativo.

Argentina: intercambio comercial con Tailandia

A os

Exportación

(miles de dólares)

Importación

(miles de dólares)1958 117,8 No gura1959 2,4 No gura

1960 0,7 1,71961 2,6 828,5Fuente: INDEC, Comercio Exterior, 1958-196129.

28Se disolvió en 1977. Cfr.LESZEK BUSZYNSKI, SEATO, the failure of an alliance strategy,Singapore, Singapore University Press, 1983; Embajada de la República en Gran Breta a,Informe sobre la SEATO, Londres, noviembre de 1960, Ministerio de Relaciones Exteriores,Sección Tratados.

29 Ibidem, la Argentina exportaba a Tailandia carne conservada, corned beef y carne

porcina conservada e importaba yute.

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159VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

El presidente argentino justi caría su visita en la vocación universal de su país y en la necesidad de incrementar el comercio bilateral.

Los reyes recibieron al presidente argentino en la estación ferroviaria deBangkok, donde el alcalde le entregó las llaves de la ciudad. Frondizi agra-deció el gesto y remarcó que era el primer presidente de su país que visitabaesas regiones. Este hecho era una demostración del interés y afecto del puebloargentino “por todos los pueblos de la tierra”, una prueba de que las distanciasya no existían y de que las aspiraciones de progreso eran comunes a todas lasnaciones. Ambos pueblos estaban unidos por compartir los mismos idealesde paz y libertad. Los argentinos con aban en que el contacto serviría parafortalecer los lazos e intercambiar experiencias30.

El rey concedió a Frondizi la máxima condecoración de Tailandia y el presidente argentino le otorgó el gran collar de la orden del Libertador SanMartín. En la comida de bienvenida ofrecida esa noche en el palacio real, elmonarca reiteró la importancia de la visita por ser la primera de un Jefe deEstado de Latinoamérica, que auguraba venturosamente el continuo desarrollode las amistosas relaciones de Tailandia, “no sólo con la Argentina, sino contoda esa importante región del mundo”. Pese a ser pueblos lejanos, amboscompartían ideales de paz, libertad y progreso. Esas aspiraciones promove-rían una cooperación para el común bene cio. También deseó a Frondizi lacontinuidad del éxito en la conducción del destino de su pueblo, prosperidad

y progreso creciente para la Argentina, y brindó por la perdurable amistad ycooperación entre ambos países31.

VISITA A LA SEDE DE LA SEATOY POSTERIOR ACLARACIÓN

Frondizi visitó la sede de la SEATO, donde fue recibido por Pote Sarasin,secretario general del organismo. Allí se llevó a cabo una sesión especial conlos representantes de los ocho países rmantes del tratado en homenaje al presidente argentino.

Frondizi agradeció la recepción y sostuvo: “Vengo de un país alejado geo-grá camente de esta parte del mundo. La República Argentina quiere la paz para ella y para todo el mundo, porque la paz es indispensable para asegurarel progreso espiritual y material de la humanidad”. Recordó que la Argentina pertenecía a organismos interamericanos y “nos interesa todo lo que se haga

30“Los ideales de paz exaltó el presidente”, LN, 9-XII-1961.31“Con pompa real fue recibido Frondizi al llegar a Tailandia”, LN, 9-XII-1961; Discurso

de S.M. el rey de Tailandia en la comida ofrecida en honor del presidente Frondizi y su comi-

tiva, 8-XII-1961, AF, caja 581.

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160 LEONOR M. DE DEVOTO – HEBE CARMEN PELOSI

por mantener la paz, por eso actuamos en las Naciones Unidas, que es un foro para el mundo entero. Allí deben discutirse todos los problemas mundiales”.Dijo comprender que era “indispensable tomar todas las medidas para la pre-

vención de ataques”, pero expresó que aspiraba a que también se atendiera aldesarrollo económico y social de los pueblos.Las palabras del presidente argentino llamaron la atención por haber sido

pronunciadas en el seno de una organización que no era precisamente neutral,y luego de sus prolongadas entrevistas con el primer ministro de la India32.

Posteriormente, en el curso de una conferencia de prensa, el presidenteargentino deploró la forma en que se había interpretado su discurso en laSEATO, y aclaró: “Argentina no se mantiene en una posición de neutralismo,forma parte de Occidente y desea mantenerse en contacto con todos aquellosque quieren defender la libertad”.El discurso había sido considerado por algunos observadores como detendencia no comprometida, se alando que el presidente argentino no habíahecho ninguna alusión al comunismo ante esa organización, dirigida especial-mente contra su in ltración en el sudeste de Asia. Frondizi se había limitado ahablar de la paz y el deseo de que las naciones se ocuparan más del desarrolloeconómico y social de sus pueblos.

El mandatario argentino desmintió esa interpretación y advirtió a los periodistas que tenían que ser más precisos con lo que transmitían. Su interés

en visitar la sede de la SEATO se había basado en que el organismo estabadestinado a “mantener la paz en esta parte de Asia”.A propósito de la India, donde había conversado largamente con el pri-

mer ministro Nehru, Frondizi dijo: “Es un gran país que hace un gigantescoesfuerzo para desarrollarse económicamente, al mismo tiempo que mantieneel sistema democrático”. Era, por otra parte, un país independiente que teníaderecho de adoptar la posición internacional que considerara mejor. Finalmen-te, el presidente a rmó que su viaje respondía a la decisión de la Argentina detomar contacto directo con Asia.

DISTINCIÓN EN LA U NIVERSIDAD

La Universidad de Thammasat otorgó a Frondizi el título de Doctor Honoris Causa. El rector del establecimiento, que era también viceprimerministro y ministro de Defensa, general Thanom Kittikachorn, expresó que el

32“El Dr. Frondizi visitó la sede de la SEATO en Bangkok”, LN, 10-XII-1961; “La voca-

ción paci sta argentina re rmó Frondizi en Bangkok”, Democracia, 9-XII-1961.

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161VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

título conferido atestiguaba la admiración y el reconocimiento mundiales porla realización del presidente argentino al dirigir a su país a través de tiemposdifíciles hacia el progreso y la prosperidad.

Frondizi destacó la antigua cultura de Tailandia, que había tenido “ex- presión en fecundas realizaciones en los campos de la losofía y las cienciasdel espíritu”. Esta cultura había sabido mantener los rasgos característicos desu personalidad, sin ser impermeable a los aportes que en los últimos siglosfueron de niéndose en otros países de orígenes y hábitos muy diversos.

Entre los hombres responsables de la creación cotidiana de la cultura deeste país, se encontraba “una preocupación coincidente con la que embarga enestos momentos a los hombres de Estado responsables de todos los países dela Tierra”. El presidente argentino hizo llegar el “mensaje de amor, de paz, defraternidad y de comprensión entre todos los pueblos, que es el tema principalde la prédica internacional de nuestro país”33.

La jornada concluyó con un gran banquete en honor de los reyes deTailandia ofrecido por Frondizi y su esposa en el palacio de Borombiman,residencia o cial del mandatario argentino34.

E N LA CÁMARA DE COMERCIO

A bordo del yate real, Frondizi y su esposa realizaron un recorrido porel río Chao Phraya y visitaron el templo del Alba. Asistieron a una misa en laúnica iglesia católica en el mundo de estilo tailandés, donde fueron recibidos por el delegado apostólico en Tailandia y Malasia, monse or John Gordon.

Los huéspedes pudieron contemplar el Suphannahonga, magní ca em- barcación rojo y oro utilizada por el rey de Tailandia para seguir los festivalesacuáticos. Frondizi era el primer invitado o cial a Tailandia a quien se rendíaese honor.

En la Cámara de Comercio recorrieron la exposición permanente de los productos nacionales y participaron de un almuerzo. El presidente de la Cáma-

ra expresó el honor y el agradecimiento por la visita. El largo viaje emprendido por Frondizi contribuiría a acrecentar los sentimientos de amistad entre ambos países. La Argentina y Tailandia tenían muchas cosas en común, entre otras, elamor a su libertad e independencia. Los dos países habían mantenido siemprerelaciones amistosas, aunque la distancia no permitía relaciones comerciales yculturales más frecuentes. De todos modos, esto no sería óbice a la amistad ni

33 “En la Universidad: título honorí co”,Clarín, 10-XII-1961; “La vocación paci staargentina re rmó Frondizi en Bangkok”, Democracia, 9-XII-1961.

34

“Banquete en honor de los reyes de Tailandia”,Clarín, 10-XII-1961.

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a relaciones económicas más extensivas, que se desarrollarían como resultadode la visita. El contacto entre los empresarios redundaría en un incremento deintercambios comerciales bene ciosos para ambos países35.

A su vez, Frondizi sostuvo que muchos de los problemas que enfrentabala Argentina eran semejantes a los de Tailandia. Existían posibilidades derelaciones económicas aún no explotadas en toda su amplitud. La Argentinahabía sido llamada el granero del mundo, y debía continuar siéndolo, pero nose agotaban allí las aspiraciones: el gobierno estaba empe ado en una lucha por la industrialización, porque sin superar esa etapa no se podía alcanzar eldesarrollo económico.

El presidente argentino mencionó los logros de su gobierno: la estabilidadmonetaria y el pleno desarrollo de sectores como petróleo, siderurgia, cons-

trucción de caminos, industrias petroquímicas, cemento, celulosa, química básica y automotriz. Se había restablecido el crédito externo y mejorado elsistema tributario.

La expansión del comercio exterior constituía otra de las preocupacionesdel gobierno argentino. Las políticas restrictivas limitaban el acceso de los productos argentinos a los mercados europeos, que habían sido los adquiren-tes tradicionales. La posibilidad de incorporación de Gran Breta a a la CEEagravaba la situación argentina. De allí el interés del gobierno argentino enincorporar nuevos mercados al comercio exterior. No existía razón para la

declinación observada en el intercambio argentino-tailandés. Tailandia adqui-ría productos lácteos, cereales, maquinaria agrícola, maquinaria de industriaeléctrica, medicamentos, artículos de perfumería, y la Argentina estaba encondiciones de suministrarlos. Por su parte, nuestro país era fuerte compradorade yute y estaba dispuesta a iniciar las negociaciones que fueran menester.

A pesar de la distancia geográ ca, el camino de las relaciones comercialesse hallaba expedito, no sólo por las razones se aladas, sino porque ambos pue- blos y gobiernos compartían ideales de libertad, paz, justicia y progreso. Lasrutas se habían acortado por obra de la técnica y la voluntad de los pueblos,

la solidaridad y el intercambio entre naciones semejantes debían primar sobretoda otra consideración36.

35 “Discurso del presidente de la Cámara de Comercio de Bangkok”, 10-XII-1961, AF,caja 581.

36Visita o cial…, cit. “En el almuerzo con miembros de la Cámara de comercio, 10-XII-

1961”, pp. 99-103.

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163VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

EL TRATADO COMERCIAL

La Argentina y Tailandia rmaron el 10 de diciembre un tratado de co-

mercio en el curso de una breve ceremonia que se celebró en el palacio deSaramron, sede de la cancillería tailandesa. Fue rmado por los cancilleresMiguel Angel Cárcano y Thanat Khoman, y expresaba que ambas partestomarían las medidas necesarias para promover las relaciones económicas ydesarrollar el volumen comercial al máximo nivel posible. En noventa díasse comprometían a suministrar recíprocamente las listas de materias primasy mercaderías a exportar. En cuanto a derechos de aduana e impuestos deexportación e importación se otorgarían un tratamiento favorable y de no dis-criminación. El tratado fue establecido sobre el modelo del tratado comercial

argentino-coreano, rati cado hacía unos meses37

.

COMUNICADO CONJUNTO

El comunicado conjunto dado a conocer al concluir la visita del presidenteargentino repetía un concepto mencionado numerosas veces durante el viaje:se trataba de la primera visita de un Jefe de Estado latinoamericano, lo cualdaba un signi cado histórico a las amistosas relaciones entre América latinay Asia.

La visita había hecho posible contactos personales entre los jefes de Esta-do, así como conversaciones cordiales entre el presidente y el primer ministromariscal Sarit Thanarat, y entre los cancilleres.

Los dos gobiernos compartían puntos de vista sobre muchos de los proble-mas que enfrentaba el mundo y re rmaron su fe en las Naciones Unidas comoinstrumento para mantener la paz y la seguridad internacionales.

Los lazos económicos y culturales habían sido destacados. El tratadocomercial rmado daría bases concretas a la promoción y ampliación delintercambio. La visita acentuaría aún más los lazos de amistad entre los dos

países y sus pueblos38

.

37“Acuerdo de Comercio”, Bangkok, 10-XII-1961, entró en vigor en la misma fecha; “Laindustria, vía esencial para nuestro desarrollo”, Democracia, 11-XII-1961; “Acuerdo comercialentre Argentina y Tailandia”, LP, 11-XII-1961.

38

Visita o cial…, cit. “Comunicado conjunto, 11-XII-1961”, pp. 107-108.

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164 LEONOR M. DE DEVOTO – HEBE CARMEN PELOSI

JAPÓN

Varios a os después de su rendición incondicional en la Segunda Guerra

Mundial, en septiembre de 1951, 48 países rmaron un tratado de paz con Ja- pón, en donde éste aceptaba los cambios territoriales realizados por los aliados. No se imponían restricciones económicas, pero Japón accedía a negociar lasreparaciones con el signatario que lo deseara. Se le reconocía al país el derechonatural a la autodefensa individual o colectiva, y se le autorizaba a alcanzaracuerdos sobre el estacionamiento de tropas extranjeras en su territorio.

El tratado de seguridad rmado en la misma fecha entre Japón y EstadosUnidos permitía el establecimiento de tropas norteamericanas en territorio ja- ponés para defenderlo. La Dieta rati có los tratados y Japón recuperó su sobe-

ranía. El tratado de seguridad fue sustituido en enero de 1960 por uno nuevo,que omitía la cláusula de perturbaciones internas, estipulaba la consulta previa para el uso de la fuerza y tenía una duración de diez a os. Gracias a este trata-do, Japón pudo volcar la mayor parte de sus recursos nancieros al desarrolloeconómico. En esas circunstancias, llegó al poder el primer ministro HayatoIkeda, quien propuso como meta de su gestión el bienestar económico.

En la primera posguerra Japón tuvo di cultad para equilibrar su balanzacomercial debido al alto precio de sus exportaciones, pero esta situación cam- bió cuando estalló la guerra de Corea y los pedidos norteamericanos se dispa-

raron. No obstante, el dé cit comercial generado por el aumento del consumointerno y las importaciones impuso un programa de austeridad, y en 1955Japón pudo lograr un balance comercial favorable, sin depender de la ayudanorteamericana. En estas circunstancias, la industria japonesa modernizó yamplió su capacidad de producción.

Las importaciones volvieron a producir di cultades de balanza de pagosen 1957, pero las inversiones hicieron más competitivo a Japón y cimentaronun resurgimiento económico que duró hasta 1961. En este a o, la producciónera tres veces y media mayor que en 1951. Japón logró ocupar el primer lugaren la construcción de navíos, el cuarto en la producción de aceros, el quinto enla de automóviles y el sexto en la generación de energía eléctrica. Con todo, laexpansión industrial y la libre importación provocaron un agotamiento de lasreservas, que generó nuevas políticas restrictivas39.

Así, el principal objetivo de la política exterior japonesa fue reconstruirla economía rápidamente. A n de conseguir materias primas y alimentos, yvender sus manufacturas, se adoptó “una política exterior básicamente guiada

39ARTHUR E. TIEDEMANN, Breve historia del Japón Moderno, Buenos Aires, El Ateneo,

1965, pp. 113-125.

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165VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

por la distinción o separación de los aspectos económicos y políticos”, que le permitiría estrechar relaciones económicas con cualquier país del mundo40.

El desacuerdo de la política exterior japonesa con la sostenida por EstadosUnidos fue posible debido a que para los norteamericanos el desarrollo econó-mico de Japón era indispensable para mantener la estabilidad y la seguridad enAsia. Si bien en un comienzo Estados Unidos no tenía interés en que Japón de-sarrollara sus industrias, la “guerra fría” y la guerra de Corea hicieron cambiaresos planes, siendo la última sin duda un factor de recuperación económica para Japón. Estados Unidos también adoptó una política comercial permisiva,facilitando su mercado para la introducción de productos japoneses. De estaforma, bajo la “hegemonía benévola” norteamericana, Japón pudo focalizarseen la expansión de su economía41.

Por otra parte, América latina comenzó a generar cierto interés paraJapón por dos motivos. En primer lugar, como posible destino de emigran-tes japoneses al perderse sus tradicionales receptores, como fue el caso deManchuria. En segundo término, a medida que Japón expandió su economía,fue aumentando su interés por realizar inversiones, colocar sus productos yobtener materias primas42.

El presidente Frondizi recibió en enero de 1961 la invitación para realizaruna visita o cial a Japón, la que aceptó complacido, aunque la fecha del viajeestaría condicionada a las disponibilidades de tiempo y oportunidad43.

Con vistas a la visita, la Cancillería argentina elaboró un memorándumsobre la posición internacional de Japón, describiéndola como estrechamenteligada a la del bloque occidental de naciones, con las peculiaridades inherentesa la situación en Asia. Desde el n de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno

40 K EIICHI TSUNEKAWA, “Cambios y continuidad en las relaciones exteriores de Japón ysus implicancias para América Latina”, Revista de la Escuela Nacional de Inteligencia, Nº2, v. VII, segundo trimestre 1998, pp. 245-246. En marzo de 1958, Japón optó por rmar unacuerdo “privado” de comercio con China. Asimismo, mantuvo relaciones económicas amis-

tosas con Cuba comunista, a pesar de que ésta era un enemigo para Estados Unidos. Tambiénmantuvo relaciones económicas con los países bajo regímenes militares de derecha. Ibidem, pp. 246-247.

41 Ibidem, pp. 247-248.42HIROSHI MATSUSHITA, “La diplomacia japonesa hacia América Latina en la época de la

posguerra fría: comparaciones con etapas anteriores”, enTORCUATO S. DI TELLA y AKIO HOSONO (comps.), Japón/América Latina, Buenos Aires, ISEN/GEL, 1998, pp. 146-147. La vanguardiaen esto fueron las empresas privadas, comenzando por las Sogo Sosha (compa ías de comercioexterior) apoyadas por el gobierno, que establecieron plantas en América Latina.

43Masao Tsuda, embajador de Japón en Buenos Aires, al embajador Adolfo Scilingo, ase-sor de la presidencia de la Nación, Buenos Aires, 26-I-1961; Embajador Scilingo al embajador

Tsuda, 30-I-1961, AF, caja 545.

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japonés había procurado desarrollar una política exterior destinada a borrarel antagonismo entre los vencedores, de quienes debía obtener la ayuda nece-saria para la recuperación nacional. Gracias al acercamiento con Occidente y principalmente con Estados Unidos, Japón había logrado acceder al plano de potencia mundial.

La acción exterior de Japón se apoyaba en cuatro puntos básicos: conso-lidación de sus relaciones con Estados Unidos; cooperación con los países nocomunistas; acercamiento con las naciones asiáticas y apoyo a los principiosde la Carta de las Naciones Unidas. Era indudable que Japón representaba el punto de apoyo más importante en Asia para Estados Unidos y, eventualmente, para Occidente, como muro de contención al comunismo chino-soviético.

La acción comunista, proviniera de Moscú o de Pekín, trataba de fortale-

cer la tendencia neutralista y el sentimiento nacionalista en Japón, intentandodebilitar la unión con Estados Unidos. La cancelación del viaje de Eisenhowery su secuela de desórdenes eran signos de esa tendencia. Con todo, las elec-ciones realizadas posteriormente habían demostrado el repudio de la mayoría por la minoría comunista y, en menor grado, socialista que había promovidolas manifestaciones. La fuerza electoral y el amplio apoyo popular obtenidohabían permitido al gobierno suscribir el Tratado de Alianza con EstadosUnidos.

En la reciente gira por países de Europa Occidental, el canciller Zentaro

Kosaka había rati cado la solidaridad de su país con el mundo libre. El puebloy el gobierno japonés consideraban que la única forma de alcanzar una posi-ción de privilegio en Asia era aplicando la política en curso, matizándola conuna mayor exibilidad en su esfera de in uencia44.

La producción industrial y tecnológica y la capacidad nanciera de Japónlo cali caban como un mercado donde la Argentina podía comprar máquinasy materiales para su industria y obtener inversiones. En el momento de viajarFrondizi, las cifras del comercio exterior argentino-japonés eran las siguientes:

44Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Japón, “Posición internacional”, AF, caja

545.

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167VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

Argentina: intercambio comercial con Japón

A os

Exportación

(miles de dólares)

Importación

(miles de dólares)1958 24.840,0 17.725,01959 26.233,7 18.389,71960 40.259,2 27.808,11961 52.387,3 32.753,2

Fuente: INDEC, Comercio exterior, 1958-196245.

El embajador argentino en Tokio, Alejandro Or la, comunicó que la pren-sa había reproducido con particular interés despachos de Buenos Aires quemencionaban la posibilidad de un viaje del presidente Frondizi. En el ambientecomercial y nanciero se pensaba que la visita podía contribuir a consolidarlos planes de expansión económica que la embajada estaba adelantando.

Or la consideraba que la presencia de Frondizi en Tokio debía ser prece-dida de algunas realizaciones, que colocaran a Japón en un lugar más desco-

45 Ibidem, la Argentina exportaba a Japón carne equina congelada,corned beef , cuerosvacunos y lanares, lana, caseína láctica, harina de carne, huesos triturados, guano, pezu as,maíz, alpiste, mijo, afrecho, comino en grano, bra de algodón, extracto de quebracho, cobre,hierro, mica, cuero de lagarto, azúcar de ca a, glicerina cruda, carteras, billeteras, monede-ros, e importaba: seda y confecciones, nylon, cintas de seda, pa uelos, paraguas, tejidos yconfecciones de lana, tejidos de algodón, terciopelos, manteles, servilletas, colchas, encajes, pa uelos, toallas de hilo, aceites, pinturas y barnices, colorantes, nitrato, fosfato de amonio,tinta, alcanfor, alcohol metílico, amoníaco, cloruros, cola, éteres, fósforo, naftalina, potasio,resinas, sacarina, benzol, ores medicinales, papel impreso, facturas, calendarios, alcornoque,muebles de madera, manganeso, hierro, cabos de alambre, ca os de hierros, cadenas de acero,

ca os de hierro, tornillos, armas de fuego, artículos de cocina y menaje, cuchillos, tijeras, ali-cates, barrenas, destornilladores, limas, llaves, martillos, serruchos, sierras, taladros, tijeras,agujas, anzuelos, cojinetes de hierro, muebles de hierro, resortes, válvulas, tanques, calderas dehierro fundido, máquinas de coser, para o cina, para industria láctea, para orde ar, televisores,motores diesel y semidiesel, aparatos telegrá cos, altoparlantes, micrófonos, teléfonos, medi-dores, planchas, aspiradoras, enceradoras, grupos electrógenos, motores eléctricos, máquinasagrícolas, incubadoras, automóviles, bicicletas, metales, relojes, microscopios, aparatos derayos X, teodolitos, vidrios para anteojos, portalámparas, baldosas, cauchos, calzado, fonógra-fos, cuerdas musicales, pilas, lámparas incandescentes, abanicos, álbumes, alhajas, anteojosde teatro, largavistas, prismáticos, aparatos fotográ cos, placas, botones, celuloide, películascinematográ cas, mar l trabajado, material plástico, paja, esterilla, palos de golf, aparatos

para medicina, útiles para escritorio.

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llante entre los mercados de exportación argentinos. El embajador reiterabasus conceptos anteriores referentes a la negociación de un convenio o acuerdode comercio, en el cual se pudieran enmarcar las relaciones económicas y quefuera demostrativo del interés de los dos países en estrechar relaciones. Laeventual rma de ese instrumento debía ser programada en Tokio, con asis-tencia de importantes autoridades argentinas, en un acto o cial de la mayorenvergadura y con “gran impacto publicitario en toda Asia”.

El embajador había iniciado conversaciones a n de aumentar las ex- portaciones argentinas de carne como consecuencia del levantamiento de lasrestricciones sanitarias. Había visitado astilleros y fábricas con el objeto dedespertar su interés por radicarse en la Argentina, conversado con directoresde la industria del acero expresando la necesidad de incrementar la producciónargentina e interesado a las grandes empresas para fabricar sus productos enla Argentina, en sociedad con empresas locales46.

I NSTRUCCIONES DE LA CANCILLERÍA ARGENTINA

La línea de acción a ejecutar en las conversaciones de Frondizi con el primer ministro Hayato Ikeda y el canciller Zentaro Kosaka fue delineada enun memorándum de la Cancillería argentina47. Teniendo en cuenta la posiciónque Japón ocupaba en los asuntos mundiales y sus puntos de vista íntimamentevinculados con los de las potencias occidentales, se consideraba que, en prin-cipio, los temas de conversación política habrían de tener una importancia másreducida que los que versarían sobre cuestiones económicas.

El problema relativo a la prohibición de ensayos nucleares dentro de lacuestión general del desarme convenía mencionarse. La Cancillería argentinahabía recibido con complacencia la rme posición japonesa respecto de la prohibición absoluta de ensayos nucleares.

No existían otros problemas en materia de política internacional sobre loscuales conviniera detenerse, ya que en líneas generales la posición de Japóny de la Argentina en cuestiones por plantearse ante las Naciones Unidas yorganismos internacionales de carácter político eran coincidentes. Interesaba,en cambio, consultar al gobierno japonés en relación con la situación de Chi-na continental y China nacionalista. Era importante conocer la apreciación

46Or la al canciller Diógenes Taboada, Tokio, 24-II-1961, AF, caja 545.47 Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Japón, 1. Coloquios con el Primer Mi-

nistro, se or Hayato Ikeda y el canciller, se or Zentaro Kosaka: línea de acción a ejecutar,

AF, caja 545.

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169VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

respecto de la “expansión china sobre los países del sudeste asiático”, porejemplo, Vietnam meridional y Laos.

Las autoridades japonesas tendrían interés en informarse respecto de laopinión argentina en materia de política latinoamericana y, en especial, en lorelativo al problema de Cuba48. Los resultados de las conversaciones con los presidentes Kennedy y Janio Quadros podían ser guías útiles para exponer algobierno japonés los puntos de vista argentinos.

En lo relativo a los temas económicos, la orientación de los coloquiosdebía apuntar a la necesidad de incrementar las relaciones entre los dos países,con referencia especial a las cuestiones comerciales y a la posibilidad de in-versiones japonesas en la Argentina. En estos temas la Cancillería aconsejabaasumir una posición rme.

La poca signi cación que tenían las importaciones argentinas dentro delcuadro general del comercio exterior japonés debía ser subrayada. La Argen-tina exportaba a Japón menos del 1% de las importaciones totales de ese país.Dentro de las importaciones japonesas ocupaban posición de importanciaciertos rubros que eran signi cativos para el comercio argentino, como loscereales, la semilla de lino, las lanas, los cueros vacunos y ovinos, el sebo,la grasa de cerdo y la caseína. Dado que esos productos estaban incluidos enel “intercambio tradicional”, debía insistirse en que ofrecían “perspectivasrazonables de expansión”.

Las negociaciones para asegurar la colocación de carne argentina eransatisfactorias, pero se estaba lejos de cumplir la esperanza que la Argentinatenía en las posibilidades ofrecidas por la capacidad de compra del pueblo japonés. Debía reiterarse la necesidad de llegar a un de nitivo entendimientorespecto de las objeciones de carácter sanitario que se formulaban contra lasexportaciones argentinas. El gobierno argentino estaba dispuesto a realizartodo lo necesario a n de superar las reiteradas objeciones sanitarias, perodebía insistirse en que las posibilidades de expansión del intercambio argen-tino-japonés estaban basadas “ineludiblemente en la apertura del mercado de

48 Respecto de Cuba, la posición del gobierno argentino se sintetizaría en base a lossiguientes tres puntos: a) consolidar una posición de independencia dentro del continente ycon expreso reconocimiento de los compromisos americanos y de la condición occidental dela Argentina; b) orientar las relaciones con los Estados Unidos en un sentido de estrecha co-laboración y de amistad franca, manteniendo simultáneamente los puntos de vista nacionalesen todas las cuestiones que afectaran el interés argentino, en especial las que desarrollabadentro del continente; y c) se alar el especial énfasis que se intentaba dar a las relaciones conBrasil y Chile, con el objetivo de desterrar las pretensiones tradicionales de liderazgo entre

los países latinoamericanos.

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170 LEONOR M. DE DEVOTO – HEBE CARMEN PELOSI

carnes”. La decisión de importar carne argentina era una decisión de políticacomercial.

La posición quedaba resumida en el precepto siguiente, que debía serenfatizado: “la ineludible necesidad de aumentar las compras argentinas si esque el gobierno del país visitado desea incrementar las ventas japonesas”.

La rma del convenio comercial tenía valor como expresión de la volun-tad de ambos países de incrementar las relaciones comerciales, pero no comomedio de promoverlas efectivamente, “lo que sólo será posible si las autori-dades nacionales adoptan las decisiones de carácter político indispensables aesos efectos”.

En materia de inversiones, la Argentina había recibido con complacencialas expresiones del canciller de Japón, Zentaro Kosaka, en el discurso ante laAsamblea de las Naciones Unidas, cuando sostuvo que su país estaba dispuestoa prestar cooperación económica a los países en vías de desarrollo. Las inver -siones japonesas en la Argentina habían aumentado en los últimos a os, perocontinuaban siendo insigni cantes comparadas con las realizadas en paísesvecinos, como Brasil. En virtud de la capacidad de inversión de la economía japonesa, la Argentina deseaba también resultar bene ciada, estando en condi-ciones de suministrar al capital extranjero rentabilidad y garantías jurídicas.

El capital japonés podía participar en sectores como industria de la pesca,industria naval y obras energéticas. El gobierno argentino estaba dispuesto a

ofrecer condiciones excepcionales para concretar grandes inversiones en laindustria pesquera localizadas en la Patagonia, incluyendo facilidades parala instalación de población japonesa. También estaba preparado para iniciarnegociaciones sobre problemas como la doble imposición y sobre convenios enmateria de garantías de inversiones. Existía interés, asimismo, en contar conuna sostenida cooperación de Japón en materia de ayuda técnica y en llegar aun acuerdo sobre derechos de autor.

La política de los países europeos y el ingreso de Gran Breta a al Mer -cado Común generaban preocupación. El apoyo que pudiera prestar Japón

en defensa de una genuina libertad y multilateralización del comercio era deinterés para los dos países.Por último, se trataría el problema de la inmigración. La inmigración japo-

nesa suministraba posibilidades que la Argentina no podía dejar de aprovechar.La experiencia de países vecinos, como Brasil, demostraba la capacidad detrabajo, seriedad y honestidad de la inmigración japonesa. La negociación delconvenio de inmigración entre los dos países obedecía a una reconsideraciónde la política restrictiva instrumentada en el pasado. No obstante, la inmigra-ción que deseaba la Argentina no era indiscriminada: debía contar con cierta

capacidad técnica y una determinada magnitud de recursos, que facilitaran su

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171VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

instalación y signi caran un aporte a la economía del país. Además, la políticainmigratoria “no era un capítulo aislado”. Para el gobierno argentino, aquellatenía “vinculación íntima con la comercial y con la radicación de capitalesen un todo armónico destinado a consolidar de la manera más estrecha lasrelaciones entre los dos países”.

DESARROLLO DE LA VISITA

Frondizi realizó una visita o cial a Japón entre el 13 y el 21 de diciembrede 1961 en la que conferenció con el primer ministro, Hayato Ikeda.

Ante la Dieta Nacional de Japón, el mandatario argentino explicó las con-diciones en las que había recibido el gobierno y el plan de estabilidad y desa-rrollo adoptados, así como la iniciación simultánea de un proceso de expansión para mitigar el sacri cio del pueblo. Se re rió a la “batalla del petróleo”, quehabía permitido en tres a os alcanzar el autoabastecimiento y liberar al paísde un drenaje de divisas que limitaba su capacidad de exportar.

Las necesidades de la Argentina se orientaban hacia bienes de capital,maquinarias y equipos; a su vez, el país colocaba en el mercado japonés car -nes, lanas, granos, cueros, que el dinamismo de la economía de Japón estabaen condiciones de aceptar cada vez en mayor medida49.

El emperador Hirohito y la emperatriz Nagako ofrecieron un banquete aFrondizi y su esposa. Hirohito se aló que era la primera visita de un presiden-te argentino desde que se habían establecido las relaciones diplomáticas. Eldeseo del emperador era que el presidente argentino pudiera conocer todos losaspectos que ofrecía Japón, tener contacto con los dirigentes de los diversoscírculos, y constatar la simpatía del pueblo japonés por el argentino.

Frondizi respondió que “Japón había sabido dar al mundo el ejemplo in-valorable de que es perfectamente compatible la rápida evolución social y las profundas transformaciones en el orden político, económico y cultural, conel respeto por lo tradicional y por lo mejor de la herencia de las generaciones pasadas”50.El presidente argentino en Kurihama depositó una ofrenda oral anteel busto del general San Martín, donado por la Argentina a la Academia deDefensa de Japón en 1956.

En Yokosuka, Frondizi visitó el acorazado Mikasa, buque insignia delalmirante japonés Togo cuando derrotó a la ota rusa en el Báltico en la gue-

49Visita o cial…, cit., “Ante la Dieta de Japón, 14-XII-1961”, pp. 113-119.50

“Agasajó el Emperador del Japón al Doctor Frondizi”, LP, 15-XII-1961.

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172 LEONOR M. DE DEVOTO – HEBE CARMEN PELOSI

rra ruso-japonesa. Frondizi mencionó que la Argentina había facilitado dos buques de guerra al Japón en 1904, los que habían participado en el triunfoante la ota rusa el a o siguiente51.

En la visita a Nara, Kyoto y Osaka, segunda ciudad comercial e industrialdel país, le fue ofrecida al presidente argentino una comida en su honor por elgobierno de la prefectura de Osaka, la municipalidad y la Cámara de Comer -cio. Frondizi explicó la obra desarrollada por su gobierno en términos seme- jantes a los empleados ante la Dieta. Sostuvo además que la industria japonesaestaba en condiciones de satisfacer muchas de las necesidades argentinas, peroera condición indispensable del comercio internacional que el aumento de lasventas fuera correlativo con un aumento de las compras. Mencionó las garan-tías para el capital extranjero y los rubros en que las inversiones de capitalnipón serían bienvenidas52.En Tokio, el presidente argentino dio una entrevista por televisión, y luegoasistió a un banquete que le ofreció la élite intelectual del Japón (profesoresuniversitarios, editorialistas y economistas), donde pronunció una conferenciasobre el “panorama de la Argentina”53.

Finalmente, Frondizi visitó la Bolsa de Valores de Tokio y mantuvo con-versaciones con el primer ministro Ikeda. Posteriormente presenció la rma por los cancilleres Miguel Angel Cárcano y Zentaro Kosaka de un nuevotratado de amistad, comercio y navegación. Éste establecía “ rme y perpetua

paz” entre los dos países y sus pueblos, y acordaba recíprocamente el trata-miento nacional y de nación más favorecida. Ambas partes se comprometíana expandir el comercio, fortalecer las relaciones económicas y fomentar el in-tercambio de conocimiento cientí co y técnico54. Por canje de notas se acordó,además, que ambas partes tratarían de adecuar su comercio e intercambio a prácticas justas internacionalmente aceptadas y cooperarían para impedir las perjudiciales.

Junto con el tratado se rmaron cuatro convenios. El acuerdo de sanidadanimal establecía la rápida noti cación recíproca del brote, recurrencia y ex-

tensión de enfermedades animales peligrosas para la industria ganadera. Seintercambiarían las reglamentaciones y la información cientí ca en materia

51“Yokohama agasajó al presidente”, LN, 17-XII-1961; “Recibió a Frondizi la ciudad deYokohama, LP, 17-XII-1961.

52“Palabras de Frondizi a comerciantes nipones”, LP, 19-XII-1961; “Discurso de Frondiziante fuerzas vivas japonesas”, El Cronista Comercial , 19-XII-1961.

53“Frondizi hállase otra vez en la ciudad de Tokio”, La Razón, 19-XII-1961.54Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, Tokio, 20-XII-1961. Reemplazó al tratado

rmado en 1898 y entró en vigor en septiembre de 1967.

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173VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

veterinaria. Se permitirían visitas de expertos a n de observar las medidasde control contra enfermedades y condiciones de sanidad55.

Un canje de notas agregado al acuerdo expresaba varios puntos. El gobier -

no de Japón tenía la intención de examinar sus prohibiciones que afectaban laimportación de carne fresca argentina, a la luz de los resultados obtenidos porlas medidas de erradicación de la aftosa. Estudiaría la posibilidad de consumircarne argentina elaborada y facilitar su importación. Trataría de aumentar lademanda interna de forrajes y fomentar su importación. Por su parte, el gobier -no argentino adoptaría las medidas necesarias a n de mejorar la calidad desus forrajes. Promovería la importación de aparatos, instrumentos y productosmedicinales, así como de herramientas, equipos y maquinarias japoneses parala industria ganadera56.

El acuerdo de migración disponía que la inmigración de japoneses a la Ar -gentina se haría según planes elaborados de común acuerdo. Los inmigrantes japoneses recibirían el mismo trato que los de otra nacionalidad, y gozarían dela exención de ciertos derechos aduaneros y tasas cambiarias sobre sus bienesy maquinarias. Tendrían los mismos derechos de que gozaban los nacionalesen lo concerniente a remuneraciones, condiciones de trabajo y seguros socia-les, y estarían sujetos a las mismas condiciones para la obtención de créditosindustriales57.

Los últimos dos acuerdos fueron por canje de notas. Uno, sobre exención

de visado consular de turismo, la otorgaba a aquellos nacionales que no tuvie-ran intención de quedarse más de tres meses en el otro país y que poseyeran pasaportes válidos58. El otro, sobre eliminación de la doble imposición en ma-teria de navegación, eximía recíprocamente de impuestos a los réditos y a lasrentas a personas o empresas dedicadas al negocio de la navegación59.

En la reunión con la prensa extranjera Frondizi pronunció un extenso dis-curso, donde a rmó que en la Argentina no se trataba solamente de transfor -mar un país tradicionalmente productor de materias primas en una nación de

55Acuerdo de Sanidad Animal, Tokio, 20-XII-1961. Entró en vigor en la misma fecha.56Canje de notas a continuación del Acuerdo de Sanidad Animal, Tokio, 20-XII-1961.57Acuerdo de Migración, Tokio, 20-XII-1961. Entró en vigor en mayo de 1963.58Acuerdo por canje de notas sobre exención de visado consular de turismo en pasaportes

de nacionales de ambos países, Tokio, 20-XII-1961. Entró en vigor en enero de 1962.59Acuerdo por canje de notas sobre eliminación de la doble imposición en materia de

navegación, Tokio, 20-XII-1961l. Entró en vigor en la misma fecha, con efecto retroactivo al

a o scal de 1961.

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174 LEONOR M. DE DEVOTO – HEBE CARMEN PELOSI

economía completa, sino que se deseaba poner las resultantes de ese esfuerzoal servicio de todos los pueblos y naciones del orbe60.

COMUNICADO CONJUNTO

El Comunicado Conjunto del presidente Frondizi y el primer ministroIkeda hacía un resumen de los objetivos comunes de los dos países, llamabaa la preservación de la paz mundial e instaba a los países más avanzados aayudar en los procesos nacionales de desarrollo.

Frondizi había elogiado el anuncio del gobierno japonés de colaborar conlos organismos internacionales para prestar su ayuda económica y técnica alos países en vías de desarrollo. El primer ministro Ikeda había expresado suadmiración por la acción desarrollada por el gobierno argentino en los últimostres a os en bien de la prosperidad de su pueblo, así como también por su grancontribución a la causa de la democracia y la paz mundial.

Ambos convinieron en extremar sus esfuerzos para robustecer la amistosacooperación política, económica y cultural, y reconocieron la necesidad deacrecentar el comercio bilateral. Se explicitaban las demandas de cada una delas partes, que eran coincidentes con lo rmado en el tratado y los acuerdos.

El gobierno japonés, dentro de sus posibilidades nancieras, estaba dis- puesto a examinar lo relativo al otorgamiento de créditos y pagos diferidos que permitieran la exportación de productos industriales a la Argentina. Estudiaría,asimismo, los medios de estimular las inversiones japonesas en la Argentina.

La posibilidad de concertar un convenio sobre la cooperación y asistenciatécnica de Japón a la Argentina iba a ser estudiada. El primer ministro Ikeda prometió considerar la sugerencia de Frondizi de establecer un centro japonésde cooperación técnica en la Argentina61.

ISLAS HAWAI

Frondizi llegó a Honolulu después de una parada técnica realizada en laisla Wake. La visita a este territorio fue muy breve.

Recibió el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad y fue objetode un banquete del gobernador William Quinn, que lo agasajó.

60 “Un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación han rmado la Argentina y Japón”, La Razón, 20-XII-1961.

61

Visita o cial…, cit. “Comunicado conjunto, 21-XII-1961”, pp. 139-145.

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175VIAJE DEL PRESIDENTE FRONDIZI A CANADÁ Y ASIA

El presidente argentino visitó Pearl Harbor, lugar de memoria de la Segun-da Guerra Mundial, donde el acorazado Arizona fue hundido, y depositó unacorona de ores en nombre del pueblo argentino. También rindió homenaje alrey Kamehamiba por haber sido el primer Jefe de Estado que había reconocidola independencia argentina.

Emilio Donato del Carril lo esperó en Honolulu, ya que Frondizi había re-cibido un llamado en Japón del presidente Kennedy en el cual solicitaba que alregreso de su viaje tuvieran una entrevista. La trayectoria fue reprogramada yla presencia de del Carril resultaba relevante para el futuro encuentro. Frondizi partió de Honolulu a San Francisco; su estadía había sido de sólo 36 horas.

Al regresar del viaje Frondizi pronunció un mensaje a la nación en el quedio cuenta de los resultados. Uno de los objetivos había sido fortalecer vínculosde amistad con otros pueblos y despertar interés hacia la Argentina.El presidente exaltó el vigor de los pueblos que habían alcanzado un altogrado de desarrollo –Canadá y Japón– y aquellos otros cuyos pueblos hacíanesfuerzos denodados por salir de la pobreza y construir una nación moderna –India y Tailandia–. En la visita a Grecia renovó la pertenencia a Occidentey la fe en los valores de la libertad y fraternidad entre los hombres y los pue- blos.

En la entrevista mantenida con Kennedy, Frondizi manifestó que ambos pasaron revista a la situación mundial y continental y a la ejecución del pro-

grama Alianza para el Progreso, existiendo coincidencia en el examen de losgraves asuntos internacionales. No hay referencia en el discurso de Frondizi al problema de Cuba y las distintas posiciones sostenidas por ambos, las cuales –por su importancia– serán objeto de un análisis posterior.

En el mensaje, Frondizi hizo referencia a la difícil situación del país aliniciar el viaje –la huelga ferroviaria– y no escatimó la mención de las elec-ciones provinciales efectuadas durante su ausencia y las que se avecinaban.Frondizi denotaba clara conciencia de la inestabilidad por la cual pasaba sugobierno, sin embargo propuso para los comicios la paz social, obtener para

el país los grandes objetivos del desarrollo nacional y la unión de todos losargentinos 62.

62 Ibidem, “Presencia de Argentina en el mundo y las perspectivas del desarrollo nacio-nal”, Mensaje pronunciado por radio y televisión a su regreso, Buenos Aires, 2-I-1962, pp.

149-164.

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176 LEONOR M. DE DEVOTO – HEBE CARMEN PELOSI

CONCLUSIONES

El objetivo del viaje de Frondizi, que hemos analizado, fue abrir nuevos

mercados, en virtud de su convicción de que los intereses de la Argentinaresidían en comerciar con todos los países del mundo.Aunque el presidente no ignoraba las presiones internas a las que estaba

sometido en ese momento, decidió llevar a cabo la gira porque vislumbraba loque podía aportar un continente de mil quinientos millones de habitantes parael progreso argentino. Uno de los postulados del presidente argentino era launidad esencial de los problemas mundiales.

A través de la gira insistió en los valores de la paz y la negociación quefueron el motor de los principios propuestos a los líderes con los que se en-

trevistó.La comitiva que lo acompa ó, integrada por sectores agropecuarios,industriales, comerciales y nancieros, manifestó su satisfacción por los lo-gros del conocimiento recíproco y la apertura de nuevas posibilidades para elintercambio económico.

La conjunción del programa o cial del presidente y el privado de lacomisión empresaria había sido la base del éxito que había tenido la misiónargentina en su esfuerzo por prestigiar al país, en opinión de los empresariosque lo acompa aron.

Como resultado del viaje se rmaron acuerdos comerciales con Tailandiay con Japón, analizados en el texto, actualmente vigentes. También redundóen atender aspectos vulnerables de las exportaciones argentinas que incidíanen su menor colocación.

A pesar de la situación inestable de la política interior del país, Frondizisupo avizorar las ventajas que podía proporcionar un viaje hacia un continen-te que, que al evidenciar un avance importante en la dirección del desarrollo podía ser fuente de progreso para la Argentina.

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Los ofciales del Ejército Argentino que secapacitaron en Alemania

entre los años 1900-1914 y sus familias

E NRIQUE R ODOLFO DICK Escuela Superior Técnica y Escuela Superior de Guerra.

Ejército ArgentinoInstituto de Historia Militar Argentina

[email protected]

R ESUMEN

El Ejército Argentino llevó adelante una transformación capital paralograr el pretendido profesionalismo y una doctrina adecuada a los tiempos,a partir de la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, fundador del Co-legio Militar y la Escuela Naval. Sucesivas autoridades nacionales, civiles ymilitares aportaron su impulso e inteligencia en este camino, y ya a partir de1900 se hizo patente la necesidad de capacitación, educación y obtención dearmas, municiones y pertrechos militares en el exterior. En un hecho inéditoy durante 14 a os, casi 200 o ciales argentinos fueron enviados a Alemaniaa prestar servicios en estados mayores, comandos, academias, escuelas y uni-dades de tropa, a asistir a maniobras, ejercicios y cursos de perfeccionamientoy a integrar comisiones de compras de armamentos. El efecto fue enorme y asu regreso, la actividad de cada o cial fue vehemente a la hora de transmitirsus experiencias, sentar doctrina, publicar reglamentos y formar aventajadoso ciales, subo ciales y soldados. La familia de quienes se desempe aron en elejército imperial, de una u otra manera, sintieron el efecto que dejó su impron-ta en las esposas, hijos y nietos —incluso en los mismos jefes de familia—,

para formar, sin quererlo, un grupo homogéneo con estilos y costumbres muy particulares, muchos de ellos heredados de aquellos militares pioneros en busca de un ejército más capacitado.

T EMAS DE H ISTORIA A RGENTINA Y A MERICANA , XVI (E NERO -J UNIO DE 2010) pp. 177-187

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178 ENRIQUE RODOLFO DICK

PALABRAS CLAVE

Ejército Argentino – Imperio alemán – In uencia alemana – Comisiones

de capacitación al exterior – Familia militar– Profesionalización – Sociedad.ABSTRACT

The Argentine Army carried out a major challenge to achieve the desired professionalism and a real doctrine, from the presidency of Domingo FaustinoSarmiento, founder of the Military College and the Naval Academy in 1869.Successive national authorities, civil and military, contribute with all their effortand intellect in this way, and from 1900 it became clear to the Argentine general

staff the need for training, education and procurement of weapons, ammunitionand military supplies outside the country. For 14 years and in an unprecedentedobservable fact, nearly 200 Argentine of cers were sent to Germany to servein high commands, staffs, academies, schools and military units, to assist ma-noeuvres, exercises and training courses and integrate commissions for weapons purchases. The effect was enormous and when they returned, each of cer’s acti-vity was intense at the time to inculcate their experiences, in issuing regulationsand in training of cers and soldiers. The family of these of cers who servedin the Imperial Army, in one way or another, felt the impact that left its traceson women, children and grandchildren —even in the heads of families—, andformed, unintentionally, a homogenous group with very individual styles andcustoms, many of them inherited from Germany and those Argentine military pioneers in search of a more quali ed army.

K EY WORDS

German in uence in the Argentine Army – Military and society – Mili-tary family – Professionalism.

La expansión profesional del Ejército Argentino entre los a os 1890-1914se caracterizó por la re exión inicial y las decisiones de la alta conducción político-militar por la preferencia del modelo prusiano, paradigma éste que se bifurcó en tres grandes ejes de acción: el envío de o ciales argentinos a Ale-mania para su capacitación, la contratación de o ciales alemanes como profe-sores en institutos militares argentinos y la adquisición de armas, municionesy pertrechos militares. El caso particular que nos interesa, el de aquellos o-ciales comisionados a Alemania para perfeccionar sus conocimientos, merece

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179LOS OFICIALES DEL EJÉRCITO ARGENTINO QUE SE CAPACITARON EN ALEMANIA...

un punto de atención, pues este fenómeno ocurrió en un período relativamente breve y con una gran intensidad, ya que el personal destacado excedió comonunca antes ni después en la historia, en su cantidad y calidad. El objetivo alque apunta este estudio es cómo se desarrolló el grupo familiar y qué impli-cancias tuvo este fenómeno en aquel momento y en el futuro inmediato, en ungrupo humano homogéneo, con una formación casi exclusiva y en un medio particular de la sociedad.

PROCEDIMIENTO PARA EL RELEVAMIENTO DE LA INFORMACIÓN

El primer paso fue el de identi car quiénes, cuántos, dónde y en quécondiciones fueron destinados a formarse en Alemania, así como los datosde familia. A partir de una lista inicial de los comisionados en Alemania,relevada por investigadores locales1, y la consulta de los Boletines Militaresconservados en el Archivo General del Ejército donde se registraban los nom- bramientos, se compuso una segunda lista. El siguiente paso fue con rmar,con el análisis de cada legajo personal de los o ciales, su efectiva presencia enAlemania, oportunidad en la que se constató que una cierta cantidad no habíaviajado por razones diversas y que las referencias eran a veces incompletas.Con esa información se veri có, cuando fue posible, en los archivos alemanesdel Ministerio de Relaciones Exteriores en Berlín, en las Actas contenidas endiversos micro lms, la efectiva presencia en el Viejo Continente de aquellosmilitares2. Con la tercera lista, ya depurada, se elaboró una base de datos paracomponer información estadística y extraer las conclusiones.

LAS CIFRAS Y DATOS INICIALES

El cuadro siguiente ilustra con algunos datos, la situación en el períodoen estudio, 1900-19143:

1 GUILLERMO PALOMBO, “Bajo el águila prusiana. La in uencia militar prusiana en elEjército Argentino”, en Anales 2005, La Plata, Universidad Católica de La Plata, Facultadde Ciencias Sociales, 2005, pp. 23-31, yFERNANDO GARCÍA MOLINA, “Apogeo de la in uenciamilitar alemana sobre el ejército argentino (1904-1910)”, enE NRIQUE M. BARBA, In Memoriam. Estudios de Historia dedicados por sus amigos y discípulos, Buenos Aires, 1994.

2 Actas diversas (1901-1913) del Auswärtiges Amt, Sección Política (AA IIIb), Bundes-archiv (BArch), R 901/29037 y 29038.

3ABELARDO FIGUEROA, Promociones egresadas del Colegio Militar de la Nación (1873-

1994), Buenos Aires, Servicio Histórico del Ejército, Ejército Argentino, 1996.

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180 ENRIQUE RODOLFO DICK

Cuadro 1: Datos iniciales para el estudio

Detalle de la información Cantidad Observaciones

Cantidad de o ciales nombra-dos en Boletín Militar 244

Para todos los casos, inclusocomisiones de armamento y

agregados militaresConcurrieron efectivamente a

Alemania 196 dem anterior

No concurrieron 48 Razones diversas, de salud,familiares, etcétera.

Edad promedio de los o cialesal concurrir y grado en ese mo-

mento31 (Capitán)

Promoción del CMN más nu-merosa que destacó o ciales y

cantidad21 (32 of.) A o de egreso: 1896

Cuadro 2: Distribución de ofciales comisionados

Distribución, por a o, del número de o cialesenviados a perfeccionarse a Alemania

A o Cantidad

1900 11901 11902 21903 2

1904 41905 41906 261907 281908 111909 341910 14

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181LOS OFICIALES DEL EJÉRCITO ARGENTINO QUE SE CAPACITARON EN ALEMANIA...

1911 241912 15

1913 141914 10Total 190

La diferencia entre los 196 comisionados del Cuadro 1 y los 190 del Cuadro 2 se debea que hay 6 o ciales que viajaron a Alemania pero se ignora la fecha exacta.

De estos datos, podemos deducir la fuerte in uencia de las comisionesentre 1906 y 1909, la preponderancia de la promoción 21 con un egreso muyalto para la época4 (157 egresados en 1896, contra 47 en 1895 y 38 en 1897)5 y el descenso hacia el a o 1914, inicio de la Primera Guerra Mundial. Esta promoción fue tan numerosa debido a que en 1895 el Poder Ejecutivo, por ley, permitió el ingreso al Colegio Militar como alféreces y subtenientes en comi-sión a aspirantes comprendidos entre los 17 y 23 a os que hubiesen rendidoexamen en el último a o de los colegios nacionales6, lo que no era habitualen esa época. Otro guarismo interesante es que de los 196 comisionados enAlemania, 59 alcanzaron el grado máximo de general y dos de ellos fueronJefes del Estado Mayor: Alberto Noailles y Francisco Vélez.

PROCESAMIENTO DE LA INFORMACIÓN

Se consultaron 292 legajos. De la base de datos confeccionada se obtuvoinicialmente la referencia de los causantes, de donde se extrajo una primeraderivación: una esperanza de vida de los militares de 64,8 a os, que la edaddel más joven al fallecer fue de 27 a os y que el de mayor edad alcanzó los94 a os. Se considera que esa distribución es muy alta para la época. Estose puede atribuir a que ya a principios del siglo XX y a lo largo de la carreramilitar, se prestaba mucha atención a la educación sanitaria, a la prevencióny a los controles periódicos del personal militar. Además, a partir de los a oscuarenta, la calidad de la atención en los hospitales militares era aventajada.

Exploramos seguidamente la edad y la distribución de los o cialesdestacados en Alemania. Este hecho es coherente con las “Instrucciones”

4 FIGUEROA, op. cit., pp. 169-173.5.FIGUEROA, op. cit., pp. 169-173.6

FIGUEROA

, op. cit., p. 20.

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elaboradas en 19057, documento que es un dechado de previsión y prospec-ción, donde se contemplaba la preparación que debían sobrellevar los o cia-les enviados y que en su Punto 2º indicaba que debían ostentar el grado decapitán, a partir de los 27 a os. Los mayores de 34 a os eran comisiones deasistencia a maniobras, por períodos más cortos, para jefes y o ciales supe-riores, donde se incluyen también a los agregados militares, desde grado deteniente coronel en adelante. De esa manera se observa que la edad promedioal viajar fue de 31 a os, que la edad del más joven fue de 18 a os y el de másedad tenía 52 a os.

LA FAMILIA

En cuanto a los grupos familiares, consideramos en primer lugar el por -centual entre casados (133 o ciales) y solteros (48) y el detalle de los o cialescasados, con sus variantes (por divorcio, viudez y un caso que pidió nulidadde matrimonio)8. La primera observación muestra el alto número de o cialescasados, aunque la cantidad de solteros no deja de llamar la atención. Encuanto a matrimonios reincidentes, 8 o ciales contrajeron matrimonio dosveces y uno tres veces (por viudez), Francisco Walter Reynolds, que llegó algrado de general de división y sus dos primeras esposas tenían casualmenteapellido alemán9. En cuestión de distribuciones de los casados, las posicionesde edades y sus promedios se hallan en el Cuadro 3, guarismos consideradosnormales:

Cuadro 3: Edades de los cónyuges, promedio,máxima y mínima al casarse

Ítem Mujeres VaronesPromedio 24 34Más joven 16 18

7 ERCILIO DOMÍNGUEZ, Colección de Leyes y Decretos Militares concernientes al Ejércitoy Armada de la República Argentina, 1810 a 1905, con anotaciones de derogaciones, modi-caciones, etc., y un índice alfabético por materias, Decreto 4094, Capital Federal, 18 de mayode 1905, pp. 514-517.

8 Legajos de los o ciales comisionados, Buenos Aires, Archivo General del Ejército(AGE), Sección Legajos.

9

Legajo personal de Francisco Walter Reynolds, Nº 14.741 cit.

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Edad más tardía 50 55Evaluados 52 de 113 133 de 189

LUGARES GEOGRÁFICOS DE OCURRENCIA

La repartición de los lugares geográ cos de nacimientos de los cónyugesy sus hijos10 así como el lugar de celebración de los matrimonios11 muestra lafuerte in uencia de nacimientos en la Capital y la provincia de Buenos Aires,fruto tanto de la concentración de la población como el número importante delos destinos militares de la época. En el caso de las otras provincias, coincidecon la existencia de las guarniciones militares más numerosas del país enaquellos tiempos12.En cuestión de las ocurrencias en el exterior, se in eren algunas peculia-ridades. De los o ciales, éstos eran hijos de inmigrantes en gran mayoría ytodos nacieron en el país13. Las esposas nacidas en Alemania (6) fueron luegoinmigrantes, ya que los matrimonios se celebraron en la Argentina, exceptoel caso de Silvestre Joly, comisionado ente 1890 y 1918 en Alemania y casadoen Berlín, en 1927, con Martha Antonie Schwese, oriunda de Prusia14. Con-cerniente a los países donde se casaron, salvo el caso citado arriba, ocurrieron por oportunidad y conveniencia, muchos de ellos después de la primera gue-

rra, fuera del marco de este estudio. Una excepción la constituye FranciscoFasola Casta o, casado con la uruguaya Fanny Pouchán en Pau, Francia, en1914, mientras el mencionado o cial, tras pasar unos a os en Alemania, estabadestacado como Agregado Militar en Francia15.

Finalmente, los 23 hijos registrados y nacidos en el Imperio Alemán obe-decen, en todos los casos, a o ciales que viajaron ya casados y coinciden consus destinos. Para ilustrar, tenemos el caso del teniente coronel Basilio Pertiné,Agregado Militar en Berlín, que pasó toda la guerra en Europa y que, desde1910, tuvo tres hijos alemanes nacidos en 1911, 1914 y 1916. José Félix Uriburu

tuvo a Marta Mercedes en Berlín, en 1902. Carlos Alberto Gómez, dos hijas en Neisse (1913 y 1914) y otros tantos en diversas guarniciones germanas, comolas de Celle, Brieg, Breslau, Essen, Koblenz, Worms e Ylaman. La mayor can-

10 Nacieron en la Capital, 68 o ciales, 29 esposas y 168 hijos.11 37 matrimonios en Capital.12 Entre Ríos, Córdoba, Mendoza y Santa Fe.13Legajos de los comisionados, cit.14 Ibidem.15

Ibidem.

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184 ENRIQUE RODOLFO DICK

tidad de nacimientos se produjo en 1909, coincidente con la máxima presenciade o ciales argentinos en Alemania, que fueron 3316.

EDADES AL DAR A LUZ

El próximo cotejo apunta a evaluar las edades de la madre al dar a luza su primer hijo (se destaca la juventud de ellas), las edades extremas y losintervalos de nacimiento los que, si bien el promedio es elevado, constatamosfamilias con alumbramientos muy seguidos. De ello surge que la edad pro-medio al dar a luz por primera vez fue de 25 a os, la más joven tuvo un hijo alos 17 a os, la de mayor edad tenía 38 a os y el intervalo de nacimiento entrehijos (promedio) fue de 32,5 meses, valores que se consideran adecuados aesos tiempos.

LOS HIJOS POR MATRIMONIO

Continuando con el núcleo familiar, evaluamos la cantidad de hijos porcada matrimonio. Advertimos que de un total de 438 hijos consignados, hubo203 varones, 235 mujeres, que las familias fueron 111, con 635 integrantes enfamilia y el tama o medio de la familia fue de 5,7 individuos.

Si comparamos con datos estadísticos de otras fuentes, observamos queel tama o medio de las familias17 en los a os citados es ligeramente menor alobtenido:

Cuadro 4: Familias

Año Nº familias (miles) Nº Individuos en familia (miles)

Tamaño mediode la familia

(miles)1895 673 3.678 5,51914 1.355 7.323 5,4

16 Cf. Cuadro 2.17SUSANA TORRADO, Población y bienestar en la Argentina del primero al segundo cente-

nario: una historia social del siglo XX , Buenos Aires, Edhasa, 2007, p. 213.

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185LOS OFICIALES DEL EJÉRCITO ARGENTINO QUE SE CAPACITARON EN ALEMANIA...

PARIDEZ MEDIA FINAL

Otro guarismo analizado fue el de la Paridez Media Final, que es el

número promedio de hijos al nal de la vida fértil de la mujer. Así podemoscontrastar estos dígitos con valores de tabla, donde se constata que son su- periores a los hallados en nuestra base de datos. Aquellos oscilan entre 4,4en el período de nacimiento de la esposa (1875-1879); 3,7 entre 1890-1894;3,1 en el quinquenio 1905-1909 y 2,9 entre 1910-1914, con propensión adecrecer. En el caso de nuestro estudio, los valores son sensiblemente me-nores, con un promedio general de 2,7 hijos por esposa, aunque también contendencia a caer con el correr de los a os18. Hemos relevado de la base dedatos un grá co de fecundidad, y hemos hallado que 14 mujeres tuvieron

el primer hijo a los 9 meses y la mayor parte entre los 10 y 24 meses. Loscasos menores de 9 meses se tratan de parejas sin casarse, como sucedió yconsta en los legajos.

LA ABSTINENCIA EN PERÍODO DE CUARESMA

En último lugar, con una selección de herramientas donde se integró la base de datos, pudimos extraer que de 383 hijos relevados con fecha de naci-miento comprobadas, hubo con seguridad al menos 33 matrimonios que no

se abstuvieron en época de Cuaresma. Los 350 restantes, o se abstuvieron enese período o concibieron hijos en otra fecha. Efectuando una aproximaciónmás na en las tablas dinámicas, encontramos que en el mes de marzo de losa os en cuestión, fueron concebidos 28 hijos y en abril 19, lo que hace suponerque de los 350 hijos mencionados, no se habrían abstenido por Cuaresma 47 parejas.

OTRAS OBSERVACIONES

La costumbre de dar el nombre del padre o la madre a sus hijos se re ejaen que 48 hijos varones llevan el nombre del padre, en primero o segundo lu-gar, 35 hijas que llevan el nombre de la madre, en primero o segundo puesto yque dos matrimonios tienen un máximo de 7 hijas únicas, los de Justo Dianay de Carlos A. Gómez. Otros casos destacados fueron el del capitán AbelardoArias, quien tuvo 7 hijos, 4 mujeres y 3 varones; éstos últimos llevaron losnombres de Jesús Abelardo, Abelardo Juan y Pedro Abelardo, que el capitán

18

TORRADO

, op. cit., pp. 444-446.

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Gil Sixto Juárez nombra a sus hijos como Gil Segundo y Graciela Sixta, quelos hijos del capitán Enrique Peme se llamaban Enrique y Enriqueta y quehallamos un nombre de mujer fuera de lo común: Amerika (América en ale-

mán).Como última observación, se alamos la posible in uencia de nombresalemanes en las familias para con los hijos; entre ellos: Elina GuillerminaAugusta, Elina Emma, Emma Guillermina, Federico Guillermo (2 casos) yCarlos Fritz19.

CONCLUSIONES

Si bien hemos se alado aquellos aspectos remarcables que sobresalen deeste grupo humano, extraemos algunas conclusiones que sirven para compren-der mejor a aquel conjunto de familias. Algunos de sus integrantes tuvieronla oportunidad de viajar a Europa, con los bene cios e inconvenientes queacarreaba un viaje de semejantes dimensiones, a un territorio poco conocido,idioma y costumbres diferentes y el desafío, amén de las exigencias mismasdel Ejército Argentino, de cumplir acabadamente con la misión encomendada.Hacemos hincapié en el idioma alemán, del cual dicen los alemanes “DeutscheSprache, schwere Sprache” (“Idioma alemán, idioma difícil”), pues consta enlos informes que los jefes militares germanos redactaron y remitieron a laArgentina para cada comisionado, que el principal inconveniente era la co-municación. Si bien este tema es motivo de otro estudio, a pesar de que tantoel Ejército como los alemanes y cada o cial realizaron ingentes esfuerzos, lasdi cultades persistieron. Todo ello habría redundado, sin lugar a dudas, en elgrupo familiar.

Este trabajo muestra asimismo en aquellas familias ocurrieron todo tipode evidencias que uno pueda imaginar en grupos similares y representativos:fallecimientos precoces, divorcios, hijos naturales, matrimonios prematuros,enfermedades (incluso de ni os en Alemania), regresos anticipados (incon-

ductas, trastornos de salud y otros inconvenientes), comisiones destacadas, prolongaciones, etcérea.La in uencia alemana fue contundente y se re ejó no solamente en la Ins-

titución armada, sino en esposas, hijos y nietos, durante muchos a os, comolo muestran otros estudios de referencia.

Finalmente, el conjunto de personas analizado poseía cohesión y caracte-rísticas comunes que lo identi caban. Hoy, en ninguna fuerza armada nacional

19

Legajos de los causantes, cit.

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sería posible efectuar un razonamiento similar, pues simplemente no existencomisiones de semejante magnitud ni hay voluntad política de hacerlo. Queda,sí, rme, la intención de los gobiernos de aquella época de capacitar y profe-

sionalizar a los miembros de su ejército de la manera que imaginó mejor, en particular sin dejar que los alemanes se inmiscuyeran en problemas internos,y menos en su afán de instalar una misión militar cuyos grandes objetivosfueron, siempre, meramente comerciales. Y la familia, sin dudas, acompa óese fenómeno.

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Entre los despojos del peronismo.Esplendor y ocaso del Instituto de Filología de la

Universidad de Buenos Aires (1927-1946)

MIRANDA LIDAUniversidad Católica Argentina

Universidad Torcuato Di Tella -CONICETmlida@ bertel.com.ar

R ESUMEN

Entre 1927 y 1946, el Instituto de Filología de la Universidad de BuenosAires atravesó su época de esplendor, bajo la dirección del espa ol AmadoAlonso. En menos de veinte a os, Alonso le con rió a su instituto no sólo unafuerte presencia en la cultura argentina, sino además un importante prestigiointernacional. El Instituto se había hecho de un lugar reconocido en la culturaargentina; había sabido captar la atención de un nutrido grupo de discípulos;había comenzado a publicar sus propias colecciones de libros; se había puestoen contacto con la vasta gama que ofrecía la industria cultural argentina del período. Este fuerte arraigo en la Argentina le permitió alcanzar un alto puestoen la cultura hispanoamericana de su tiempo. Pero con la llegada del peronis-mo al poder el Instituto se vio sometido a fuertes presiones que llevaron a suvirtual desmantelamiento.

PALABRAS CLAVE

Instituto de Filología - Amado Alonso - Universidad de Buenos Aires- Peronismo

ABTRACT

From 1927 through 1946, the Institute of Philology of Buenos Aires Uni-versity has experienced its golden ages, with Amado Alonso as his director. Inless than twenty years, Alonso made possible that the Institute obtained inter -national and domestic prestige. The Institute gained recognition in argentine

T EMAS DE H ISTORIA A RGENTINA Y A MERICANA , XVI (E NERO -J UNIO DE 2010) pp. 189-217.

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culture; attired numerous disciples; published its own book collections andgot in touch with the most important publishers and collaborated several timeswith them. Nevertheless, peronism made a lot of pressure on the Institute andas a result it became virtually dismantled.

K EY WORDS

Institute of Philology - Amado Alonso - Buenos Aires - University - Pe-ronism

I. Entre 1927 y 1946, el Instituto de Filología de la Universidad de BuenosAires atravesó su época de esplendor, bajo la dirección del espa ol AmadoAlonso1. Había sido fundado con el respaldo del Centro de Estudios Históricosde Madrid, dirigido por Ramón Menéndez Pidal. En menos de veinte a os,Alonso le con rió a su instituto no sólo una fuerte presencia en la culturaargentina, sino además un importante prestigio internacional. El Institutose había hecho de un lugar reconocido en la opinión, en la sociedad y en lacultura argentinas; había sabido captar la atención de un nutrido grupo de dis-cípulos argentinos; había ya comenzado a publicar intensamente sus propiascolecciones de libros; se había puesto en contacto con revistas culturales ytoda la vasta gama que ofrecía la industria cultural argentina del período deentreguerras. Su director, además, participaba intensamente de la rica vidasocial y cultural que ofrecía la ciudad de Buenos Aires en esos a os. Estefuerte arraigo en la Argentina le dio al Instituto —y no gratuitamente, porcierto— las condiciones que permitieron que alcanzara tan alto puesto en lacultura hispanoamericana de su tiempo.

Pero con la llegada del peronismo al poder el Instituto se vio sometidoa fuertes presiones que llevaron a su virtual desmantelamiento. Cuando sudirector, Amado Alonso, que tenía sólidos contactos con las universidadesnorteamericanas, pidió una licencia de tan sólo unos meses para dar cursosen la prestigiosa Universidad de Harvard, se encontró con la decisión insólitade que en su ausencia su Instituto sería intervenido por las autoridadesdefacto de la Universidad. En estas condiciones, su alejamiento del país se tornó

1 Acerca de Alonso y el Instituto de Filología porte o,A NA MARÍA BARRENECHEA, “AmadoAlonso y el Instituto de Filología de la Argentina”,Cauce, Revista de lología y su didáctica , Nº 18-19, 1995-1996, pp. 95-106;JUAN MARÍA LECEA YABAR , “Amado Alonso en Madrid yBuenos Aires”,Cauce, Nº 22-23, 1999-2000, pp. 403-420 y del mismo autor, “Amado Alonso

(1896-1952)”,Cauce, Nº 18-19, 1995-1996, pp. 17-70.

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de nitivo, y lo mismo ocurrió con varios discípulos que él había formado a lolargo de aquellas décadas. Entre ellos se destacan los hermanos María Rosa yRaimundo Lida, que terminaron desarrollando la mayor parte de sus carrerasacadémicas en las universidades norteamericanas.Comenzaremos por describir el contexto en que se estableció en BuenosAires el Instituto de Filología y su signi cación; veremos luego qué sesgo leimprimió Alonso en su gestión como director y el modo en que se las ingenió para hacer de este instituto uno de los más importantes centros de investi-gación en humanidades. Y por último, el modo en que Alonso fue forzado aabandonar la cátedra en el transcurso de 1946. No era lo que el espa ol, que sehabía naturalizado argentino, habría deseado, pero ya no tuvo más opción.

II. A comienzos de siglo la lología era una disciplina casi desconocidaen la Argentina. Cuando en 1900 se publicó en París la obra pionera de LucienAbeille, Idioma nacional de los argentinos, en la que se procuraba demostrarque en la Argentina se hablaba un idioma vernáculo que no coincidía plena-mente con el de Espa a y que, por lo tanto, debía ser denominado —lisa yllanamente—“argentino”, su autor no logró eco su ciente como para inaugurartras de sí una escuela lingüística o lológica en el país. Tanto es así que enlos a os veinte, cuando se fundó el Instituto de Filología de la Universidad deBuenos Aires a instancias de su rector, Ricardo Rojas, el amante director del

nuevo Instituto, el espa ol Américo Castro, hacía referencia al “felizmenteanulado” trabajo de Abeille2. Mientras que Abeille había reivindicado el voseocomo un rasgo típico de aquel idioma argentino que pretendía estudiar, Castrodaba por descontado que ese idioma no podía ser otro que el mismo espa olque se hablaba en Espa a: el voseo, tan común en las calles porte as, tansólo podía ser considerado una desviación poco feliz del “auténtico” espa ol.Américo Castro concebía su misión en la Argentina como una imprescindi- ble obra de puri cación que debía ser llevada a cabo en un país en el que sulengua había llegado a degenerar casi sin límites, sin duda por haber sido un

área marginal en el antiguo imperio espa ol3

. No es pues un dato menor que lalología aterrizara con ímpetu en Buenos Aires de la mano de los intelectualesespa oles. Castro seguía los pasos de José Ortega y Gasset, Adolfo Posada y

2 I NSTITUTO DE FILOLOGÍA, Discursos pronunciados por el Decano don Ricardo Rojas y por el Profesor don Américo Castro en el acto inaugural realizado el día 6 de junio de 1923,Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 1923.

3Sobre sus ideas lingüísticas, véaseAMÉRICO CASTRO, La peculiaridad lingüística riopla-tense y su sentido histórico, Buenos Aires, Losada, 1941. Un comentario crítico se encuentra enJorge Luis Borges, “Las alarmas del doctor Américo Castro”, enJ. L. BORGES y JOSÉ EDMUNDO

CLEMENTE

, El lenguaje de Buenos Aires, Buenos Aires, Emecé, 1998.

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Rafael Altamira, que habían visitado la universidad y la sociedad argentinasdurante la década del Centenario.

El nuevo director, que no permanecería sin embargo más de un a o enBuenos Aires, fue recibido en 1923 con pompa y circunstancias, tal como porentonces se le solía dar la bienvenida a los visitantes extranjeros: fue uno másde los tantos huéspedes que en los a os veinte tuvo la ciudad4. Fue objeto de“demostraciones” y homenajes de todo tipo, mientras su discurso inaugural eradifundido en la prensa y publicado en un libro conmemorativo. Así comenzóa hablarse en Buenos Aires de algo hasta entonces bastante desconocido: la

lología que, gracias a la visita del espa ol, llegó a alcanzar las páginas de losgrandes matutinos porte os. Era una novedad y como tal era capaz de atraerla atención. Y lograría captar todavía mucho más interés en torno de sí en lamedida en que despertara algún tipo de polémica a su alrededor que causararevuelo en la opinión.

El diario La Prensa disparó la primera piedra: publicó una serie de artícu-los polémicos rmados por Arturo Costa Álvarez, profesor de la Universidadde La Plata. Con la intención de desacreditar la labor de Castro, lo acusó dedesconocer por completo la lengua “argentina” y de pretender implantar unadisciplina, una técnica y toda una bibliografía de carácter puramente espa oly, por lo tanto, poco apropiada para el ambiente local. El autor profetizabaque Américo Castro fracasaría por completo. La estocada lanzada por Costa

Álvarez logró que en las columnas de los grandes diarios se hablara acerca dela lología, una materia que, de otro modo, habría permanecido en las manosde los especialistas, sin trascender al público. La polémica llegó, también, a las páginas de la revista Martín Fierro, que intervino en la pulseada, pero en estecaso a favor de Castro5. Lo que se debatía, en pocas palabras, era la pertinenciao no de importar de Espa a una disciplina que implicaba toda una manera de pensar la lengua y la literatura. Se acusó a la lología de ser una disciplinasólo “para espa oles”, puesto que relegaba a un segundo plano la literatura yel “idioma” autóctonos. Se volvía, así, a la discusión que ya había planteado

Abeille de si era pertinente hablar de una lengua plenamente argentina. Y silo era, ¿qué sentido tenía “importar” a los especialistas?La batalla lingüística, que apenas daba sus primeros pasos, no era simple-

mente una polémica entre eruditos. Sacaba a luz las transformaciones que seestaban produciendo en la sociedad y la cultura porte a de entreguerras. Por

4 FRANCIS K ORN, Los huéspedes del 20, Buenos Aires, Sudamericana, 1974. Muchos deestos personajes dejaron huella enVICTORIA OCAMPO, Autobiografía IV. Viraje, Buenos Aires,Sur, 1982.

5

CARLOS

GRÜNBERG

, “Un gramático”, Martín Fierro, 15-IV-1924, pp. 5 y ss.

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un lado, Buenos Aires podía darse el lujo, a través del diario La Nación, decontar entre sus colaboradores asiduos a las más importantes plumas del mun-do hispanoamericano, entre las que se destacó Ortega y Gasset. Por el otro, laciudad era también el escenario en el cual había logrado crecer y desarrollarseun diario como Crítica, que en los a os veinte vivía un éxito editorial trasotro, imponiendo un estilo propio6. Y no sólo en lo periodístico sino además,en un uso del lenguaje, rompiendo con los cánones lingüísticos tradicionales.El diario se vendía, y en grandísimas tiradas: si La Nación continuaba siendoel diario más prestigioso,Crítica era el más leído7. La difusión y expansión dela prensa popular obligaba, pues, a comenzar a pensar en el uso que se hacíadel idioma, en especial, en la cultura de masas. Y también en la literatura: en1926 salía a la luz el Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes, reavivandoel interés por la literatura gauchesca y la idea acerca de una lengua que podíaser pensada como netamente “argentina”.

Que Buenos Aires se preocupara, pues, en los a os veinte por traer deEspa a a lingüistas capaces de llevar adelante la fundación de un Instituto deFilología no es casual. Pero, ¿cabía esperar de los académicos espa oles que seacostumbraran a la informalidad de la lengua coloquial que se hablaba en Bue-nos Aires, y que incluso se escribía en los diarios de circulación masiva más populares? El solo nombre de Espa a sugería la evocación de la tradición y delcasticismo. Al n y al cabo, la lengua propia de la alta cultura en la sociedad

porte a de comienzos del siglo XX era el francés. Para realmente convertir alInstituto de Filología en un polo atractivo era necesario conferirle una orien-tación que lo apartara del casticismo, con plena vocación por abordar los másamplios problemas literarios y lingüísticos. Este era el verdadero desafío queimplicaba la instalación de un Instituto de Filología en Buenos Aires.

Quizá por eso, cuando Américo Castro abandonó Buenos Aires a co-mienzos de 1924, tras un a o de gestión al frente del Instituto, se habló de su“fracaso” —la palabra pertenece al propio Costa Álvarez—. Sucesivamentefueron designados desde Espa a nuevos directores, que no lograron perdurar

más de una temporada. Si el Instituto no lograba encontrar eco en la sociedad,atraer a los jóvenes y entrar en diálogo con los cenáculos literarios y culturalesmás prestigiosos de la ciudad, llevaría una existencia errática, casi moribunda.El academicismo de los lólogos espa oles continuaría despertando críticas,

6 SYLVIA SAÍTTA, “El periodismo popular en los a os 20”, enR ICARDO FALCÓN (dir.), De-mocracia, con icto social y renovación de ideas 1920-1930 , Buenos Aires, 2000; Reguerosde tinta. El diario “Crítica” en la década de 1920, Buenos Aires, 1998.

7 R OBERTO MARIANI, “Martín Fierro y yo”, Martín Fierro, 25-VII-1924, p. 2 y “Sorpresas

de La Nación”, Martín Fierro, 12-XII-1926, p. 3.

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en la medida en que ellos no lograran insertarse cabalmente en la sociedad yla cultura porte a.

Distintas voces se alzaron para reclamar que el Instituto fuera capaz decaptar el pulso de la sociedad local, y conocerla a fondo, incluso su literatura.La más importante fue la de Jorge Luis Borges, a través de su obra El idiomade los argentinos, que alcanzó en 1927 el Segundo Premio Municipal. Allí seaborda de lleno este tema y se discuten dos lecturas acerca del idioma habladoen el Río de la Plata, que Borges dará en rechazar:

Una es la de quienes imaginan que esa habla ya está pre gurada en el arra- balero de los sainetes; otra es la de los casticistas o espa olados que creen enlo cabal del idioma y en la impiedad o inutilidad de su refacción. […] El que

no se aguaranga para escribir y se hace el peón de estancia o el matrero o elvalentón, trata de espa olarse o asume un espa ol gaseoso, abstraído, inter -nacional, sin posibilidad de patria ninguna. Las singulares excepciones querestan […] son de las que nos honran8.

Las dos lecturas que Borges criticaba en su ensayo eran en cierto sentidoigual de puristas, aunque en direcciones a todas luces divergentes. Nos concen-traremos en la segunda, que va dirigida al academicismo de los espa oles máscasticistas y, en última instancia, al propio Instituto de Filología fundado por

Américo Castro, a quien critica abiertamente en varias oportunidades. Borgesdirige su certera pluma directamente contra Castro, a quien considera incapazde adaptarse a su auditorio. Así lo demostró en cada una de las conferenciasque dictara en Buenos Aires. Cuando hablaba en público, Castro utilizabacon frecuencia la palabra “egregio”, se ala Borges, un término que en BuenosAires está completamente en desuso. Y concluye, rotundamente: el lingüistaespa ol “no sabe impresionarnos”9. El lingüista debe ser exible en el usode la lengua, conocer los usos y costumbres locales y hacer un esfuerzo poradaptarse a su auditorio. Este es el error que Borges advierte en los lingüistasespa oles instalados en el Instituto de Filología: son demasiado académicos ycasticistas, y resultan por ello incapaces de acercarse al habla popular del hom- bre de la calle. No se trata de hacer ensayos sobre la literatura gauchesca o lossainetes, puesto que no sería más que un análisis libresco, como si se tratarade un ensayo de laboratorio. El habla popular sólo se encuentra en la calle.

8 JORGE LUIS BORGES, El idioma de los argentinos, Buenos Aires, Editores Pe a-DelGiudice, 1952, p. 13.

9

Ibidem, p. 29.

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O en la así llamada “contra- lología” que surgió en la Argentina en losa os veinte, apuntando sus dardos contra el Instituto de la Universidad deBuenos Aires. Su más neta expresión se encuentra en los escritos de VicenteRossi. Fue el autor de una serie de folletos de aparición irregular en los que prevalecía la burla dirigida contra el Instituto porte o, y cualquier otra ins-titución académica que intentara dome ar la lengua, en especial, la popular.La descarnada crítica al academicismo de los lingüistas espa oles de BuenosAires fue moneda corriente en los “Folletos lenguaraces” que desde Córdoba primero, y luego desde Buenos Aires, editara Rossi desde mediados de ladécada de 1920 hasta principios de los a os cuarenta. Estos folletos ofrecíanun nutrido glosario de la lengua popular y se caracterizaron por la ironíamordaz con respecto a la incapacidad que los lólogos espa oles tenían parainterpretar el lenguaje “argentino”10. Y en este mismo sentido, luego de 1931Rossi habrá de arremeter también contra la amante Academia Argentina deLetras, que acababa de ser fundada. ¡Nada menos! No admitía ninguna auto-ridad académica en el dominio de la lengua.

Contra cualquier vicio de casticismo, Rossi se esforzó por mostrar lasfuertes vinculaciones que la lengua espa ola conservaba con las más varia-das tradiciones culturales, alejadas de lo espa ol, desde ya: desde la culturaafroargentina, hasta los surtidos cocoliches italianos de los inmigrantes, o bienel lenguaje del criollo, del indio o del gaucho. Rossi era, en los propios térmi-

nos de Borges, que leía con voracidad sus folletos y los elogiaba cada vez que podía, un verdadero “montonero”, rebelde a la autoridad espa ola en materialingüística, y un completo díscolo con respecto al Instituto de Filología de laUniversidad de Buenos Aires. A Borges lo atrae Rossi por curiosidad lingüísti-ca; sus glosarios eran ricos en matices y ejemplos muy vívidos. Pero la batallaentre Rossi y Américo Castro es desigual, Borges lo sabe: “se trata de un vis-toso duelo (que no es a muerte) entre un matrero criollo-genovés de vocacióncharrúa y la lenta partida de policianos, adscriptos esta vez a un Instituto deFilología que despacha glosarios y conferencias en la calle Viamonte”11.

No obstante, no deja de se alar los aciertos de este matrero de vocacióncharrúa. El mérito de Rossi —según Borges— reside en haber captado, como

10 Algunos de estos folletos estaban directamente dirigidos a replicar las publicaciones delInstituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires. Así el caso de los folletos números 2y 3, que llevan por título “Recti caciones y ampliaciones a unas notas lexicográ cas”. Ambosfueron publicados en 1927.

11 JORGE LUIS BORGES, “Desagravio al lenguaje de Martín Fierro”, Revista Multicolor delos Sábados (Diario Crítica), 21 de octubre de 1933. Al respecto, véaseIVONNE BORDELOIS yÁ NGELA DI TULLIO, “El idioma de los argentinos: cultura y discriminación”.Ciberletras. Revista

de crítica literaria y de cultura, Nº 6, enero de 2002.

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no podría haberlo hecho ningún lólogo academicista, el habla popular en sutotal naturalidad, más allá del arti cio que la literatura, tanto gauchesca comoarrabalera, construyó a los nes puramente literarios. Borges cree que Rossitiene en buena medida razón cada vez que sugiere que “los lólogos espa oleso hispanizantes tienen que justi car su empleo o cial: han inventado de muymala gana un idioma gauchesco que luego retraducen con apuro al espa olantiguo, y han decretado que su monumento es el Martín Fierro”12. Su irre-verencia contra el academicismo de los lingüistas universitarios, siempre entono de burla, es desmesurada, y Borges lo sabe. De allí que lo de na a Rossicomo un “montonero” que se levanta contra la autoridad enquistada de todosaquellos lólogos librescos que pretenden convertirse en verdaderos inquisi-dores de la lengua.

En cierta medida es legítimo el gesto de rebelión, cree Borges, pero de loque se trata es de promover la formación de una nueva orientación en la for -mación de los lólogos, con el propósito de lograr que estén en contacto con lasociedad y la cultura de su tiempo. Si la iconoclasia de Rossi pudiera servir dealgo, será precisamente para alentar la formación de una nueva lología tantomenos libresca, y al mismo tiempo mucho más en contacto con la sociedad enla que se inscribía. El Instituto de Filología de Buenos Aires no podía evitardarse por aludido y mirar para un costado.

En este marco hizo su arribo a la Argentina Amado Alonso en 1927, el

nuevo director del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires,designado desde Madrid por Ramón Menéndez Pidal. Fue el único capaz de permanecer más de un a o académico en la ciudad; de hecho, su permanenciase extendería por casi dos decenios. No es casual.

Amado Alonso llegó en septiembre, cuando todavía era joven y soltero,además de apuesto; había nacido en 1896, de tal modo que tenía poco másde treinta a os. Aún no había obtenido su doctorado. Otros de los viajerosdel segundo quinquenio de los a os veinte que ya eran ilustres —o lo seríanluego— fueron Albert Einstein, Ernest Ansermet, Le Corbusier, el conde

Keyserling, Waldo Frank, Filippo Marinetti, María de Maeztu, Manuel GarcíaMorente y Lucien Levy-Bruhl. También se encontraba en Buenos Aires PedroHenríquez Ure a, que llegó en 1924 y terminó instalándose en la Argentina por más de dos décadas. Todos estos viajeros notables se encontraron con uncreciente número de personas que acudía a verlos cada vez que estas gurasdaban una conferencia o participaban en algún evento público. En esos a os

12

Jorge Luis Borges, “Desagravio al lenguaje de Martín Fierro”, cit.

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era frecuente —como se aló María Rosa Oliver— “ir conociendo a diario personas distintas”13. E interesantes, cabe agregar.

Claro que Amado Alonso era uno de los más jóvenes y quizás el menoscélebre de todos los visitantes. No había llegado con un contrato para darconferencias, conciertos o exhibiciones por una o dos temporadas, sino parahacerse cargo de la dirección de un Instituto que había sido bastardeado porla opinión y en el que hasta ahora ninguno de sus predecesores había logradosobrevivir más de un a o. Sería necesario remar contra la corriente.

Además, la Universidad contaba con muchísimos menos recursos en suhaber de los que contaban muchas otras iniciativas culturales que se estabandesarrollando en Buenos Aires gracias al subsidio aportado por un pu ado demecenas que alentaron por demás las artes, las letras y la cultura en los a osveinte. En especial, se destaca la gestión llevada adelante por los grandesapellidos porte os que se volcaron a nanciar las visitas de los más reputadosartistas, escritores e intelectuales del extranjero. En los a os veinte, la fortuna privada se dedicó como nunca antes a alentar el fomento cultural en las artes,a través de iniciativas como las de la Sociedad de Amigos del Arte o la Aso-ciación del Profesorado Orquestal, que se dedicaban —respectivamente— a promover artistas plásticos, los grandes directores de orquesta y los músicosque los acompa aban. Y en este mismo sentido se cuenta la Sociedad deConferencias, establecida en 1925 en estrecha relación con Amigos del Arte,

y patrocinada por Elena Sansisena de Elizalde y Victoria Ocampo, que seencargaba de promover las visitas de conferencistas del extranjero. No había, sin embargo, quien estuviera dispuesto a patrocinar a un aca-

démico que venía a investigar y a dar cátedra en un Instituto que hasta ahorano había podido ganarse el visto bueno de la opinión pública. Además, unacosa era invitar a un extranjero a dar un ciclo de conferencias, que duraríaunas semanas, y otra distinta era instalarse en el país, para lo cual se hacíanecesario alcanzar algún puesto estable. Las cátedras universitarias no eran lasmás rentables. Tanto es así que el dominicano Pedro Henríquez Ure a —con

el que la Argentina no fue, según Borges, todo lo generosa que aquel merecía,en buena medida por el solo hecho de ser dominicano14 —, vivía austeramentede sus cátedras en la Universidad Nacional de La Plata, en el Colegio Nacio-nal de La Plata y en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario. Y si elmexicano Alfonso Reyes, arribado en 1927, meses antes que Alonso, podía

13MARÍA R OSA OLIVER , La vida cotidiana, Buenos Aires, Sudamericana, 1969, p. 251.14FERNANDO SORRENTINO, Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, Buenos Aires, El

Ateneo, 2001, pp. 112-113.

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hacerlo de manera tanto más holgada, era porque poseía un cargo diplomáticoen la embajada de su país, que acababa de ser inaugurada en la Argentina.

Amado Alonso se vinculó rápidamente con ellos15. En especial, conAlfonso Reyes, que jugó un papel clave en su inserción en la sociedad local.Celebraba tertulias muy amenas en la sede de la embajada, localizada en unaubicación privilegiada en la calle Arroyo 820, a pocos pasos de Plaza San Mar -tín, que le sirvieron a Alonso como aprendizaje para iniciar su tránsito, pordemás exitoso, a lo largo de los múltiples espacios de la sociabilidad porte a,con sus siempre variados públicos. Muchos de los asistentes a las tertulias deReyes terminarían con uyendo en la revistaSur , de Victoria Ocampo, fundadaen 1931. Amado Alonso se integró bien pronto a este círculo; su relación conReyes databa desde antes de su arribo a Buenos Aires y una vez aquí, desdeluego, se a anzó16. Acerca de aquellas tertulias, María Rosa Oliver escribió:

La Embajada de México […] pronto se convirtió en el lugar donde se reuníanescritores y artistas de todo el país, hasta entonces desvinculados entre sí oque mutuamente se ignoraban, y allí los argentinos tenían la oportunidad decambiar ideas con colegas llegados del resto de América y de Europa en unambiente distenso y cordial: no por diplomático sino porque su ironía le hacíatomarloscum grano salis, Alfonso Reyes era llano y natural en su trato conlos notables de paso: […] “Pues me es tan fácil platicar con un profesor de laSorbona como con un general mexicano”17.

Este estilo en el trato social, que le permitía al académico participar almismo tiempo de los más variados círculos de sociabilidad, fue el mismo enel que, en líneas generales, aprendió a desenvolverse Amado Alonso desde sus primeros días en Buenos Aires. En una sociedad como la porte a de los a osveinte, donde estaban a la orden del día las tertulias, a veces comandadas pordamas —Delia de la Torre, Victoria Ocampo—, la llaneza en el trato social yla ductilidad para alternar con los más variados interlocutores le permitierona Alonso encontrar eco y ganar amigos en ámbitos de lo más variados de lasociedad local. Desde sus primeros días en Buenos Aires se lo encuentra bien

15Sobre la gura de Alonso:A NA MARÍA BARRENECHEA, “Amado Alonso y el Instituto deFilología de la Argentina”,Cauce, Revista de lología y su didáctica , Nº 18-19, 1995-1996, pp. 95-106;JUAN MARÍA LECEA YABAR , “Amado Alonso en Madrid y Buenos Aires”,Cauce, Nº 22-23, 1999-2000, pp. 403-420 y del mismo autor, “Amado Alonso (1896-1952)”,Cauce, Nº 18-19, 1995-1996, pp. 17-70.

16 Así lo re eja la correspondencia entre ambos, transcripta enMARÍA ELENA VENIER (ed.),Crónicas parciales. Cartas de Alfonso Reyes y Amado Alonso, El Colegio de México, 2008.

17

M. R OSA

OLIVER

, La vida cotidiana, cit., pp. 234-235.

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vinculado socialmente. Junto a Henríquez Ure a y a Alfonso Reyes, partici- pó en las reuniones de agasajo, recepción y bienvenida que se solían hacer alos visitantes más o menos ilustres —las así llamadas “demostraciones”—,muchas de ellas comandadas por revistas culturales como Nosotros o Martín Fierro.

Nosotros, a su vez, atendió la recepción a Reyes cuando llegó al país enagosto de 1927. Se organizó una comisión de gente distinguida, que debíaatender todos los detalles a n de que el recién llegado se sintiera a gusto enBuenos Aires. A veces estas comisiones se volvían agobiantes, puesto que nole daban al invitado ni un segundo de respiro. Estemodus operandi, habitualen los a os veinte, aparece retratado con mordaz ironía en la literatura de laépoca: así, la Historia funambulesca del profesor Landormy, de Arturo Can-cela. Impresionado por la acogida que recibió, Reyes declaró en su discursode bienvenida: “no he tenido tiempo de estar triste [en Buenos Aires] puestoque me lleváis como arrebatado de unos brazos a otros, en claro calor de com- pa ía”18. Y Reyes a su vez se encargaría de prepararle la cena de bienvenidaa Amado Alonso, a la que asistieron María Rosa Oliver y Victoria Ocampo,entre otras personas. A diferencia de Américo Castro, Alonso llegó a BuenosAires con el pie derecho.

En este círculo de relaciones construido en torno a las tres guras his- panoamericanas de Reyes, Henríquez Ure a y Alonso, el idioma espa ol

comenzó a ganar prestigio literario e intelectual en los círculos cultos de lasociabilidad porte a. Ya sea a través de la música de Manuel de Falla —comole ocurrió a Victoria Ocampo—, o a través del propio trato social con estasreputadas guras, la lengua espa ola y todo lo que ella traía consigo —lahistoria, la literatura— comenzaron a ganar prestigio en unas élites cultastradicionalmente muy francó las. María Rosa Oliver se ala que, gracias altrato frecuente con ellos, “inicié un mimetismo que después me resultó muyútil: el de suprimir el voseo al hablar con otros latinoamericanos”19. La culturahispanoamericana atraía. Desde su llegada a la Argentina, Henríquez Ure a

había pregonado la reivindicación del americanismo en lengua espa ola, encuanta conferencia tuvo ocasión de dar, desde la Sociedad Amigos del Arte yla Sociedad Kantiana de Buenos Aires, hasta la Universidad de La Plata20.

18ALFONSO R EYES, “Saludo a los amigos de Buenos Aires” (en el banquete ofrecido porla revista Nosotros, el 24 de agosto de 1927),Obras Completas, volumen 8, México, Fondo deCultura Económica, 1996, p. 145.

19M. R OSA OLIVER , La vida cotidiana, cit., p. 236.20 PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA, “El descontento y la promesa”, conferencia pronunciada en

Amigos del Arte, 1926, Obras Completas, Santo Domingo, 1976, tomo 6, pp. 11-27.

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En este marco, la lología ya no será vista como cosa tan extra a y ajena,como le había ocurrido en 1923 a Américo Castro. Consciente de las polémicashabidas en los a os precedentes, Amado Alonso hará un enorme esfuerzo pordiferenciarse de Castro, a quien describe como un hombre que se caracterizaba por “su fuerte personalidad, su fe en Espa a, su visión de los problemas, suafán de in uir en el espíritu ajeno”21. Para evitar recibir las mismas críticas,Alonso tenía que mostrarse capaz de entablar una lología dispuesta a hacerseeco de los problemas de la sociedad argentina, con la que de un modo u otrodebía entrar en diálogo, a n de que no se repitiera la acusación de que la suyaera una “ lología para espa oles”. Así, desde el mismo momento de su llegadaa Buenos Aires, sostuvo la idea de una lología fuertemente enraizada en laArgentina. Supo darle publicidad a esta idea. En las declaraciones que realizóa los periodistas que lo fueron a recibir en el puerto a su llegada, y rodeado porun corro formado por profesores y estudiantes de la Universidad, declaró:

Que se propone en primer término conseguir que se establezca un laboratorioelemental de fonética y luego tratar de levantar un mapa lingüístico del país, acuyo efecto considera urgente recoger los residuos de las lenguas aborígenes,hoy dispersos, así como las voces e in exiones propias del habla corriente delos campos y el interior de la República. Otro que tiene en vista cumplir esla fundación de una «Revista de Dialectología Hispanoamericana» pues creeque Buenos Aires es el lugar más indicado para centralizar esa labor en laAmérica espa ola22.

De todas maneras, Vicente Rossi no lo recibió bien y se burló de Alonso,como se había burlado de todos los anteriores directores del Instituto de Filo-logía: “es decir que un extranjero que por primera vez viene al Plata (será eltercer Adelantado que recibimos) trae ya la misión de hacernos nada menosque un léxico criollo-paisano (gauchesco le dirán nuestros lólogos)”23. Unavez lanzada la provocación, Alonso no pudo eludir la discusión en torno a laexistencia (o no) del “idioma de los argentinos”.

Lo primero que hizo a su llegada fue dedicarse a dar alguna respuesta entorno a esta polémica cuestión. Pero antes que nada era necesario escucharatentamente a los argentinos hablar; había que detenerse a escuchar por la

21 Amado Alonso a Alfonso Reyes, Buenos Aires,circa enero de 1929, transcripta enMARÍA E. VENIER (ed.),Crónicas parciales…, cit., p. 5.

22 “Se encuentra en Buenos Aires el lólogo espa ol Amado Alonso”, La Prensa, 15-IX-1927.

23VICENTE R OSSI, “Más recti caciones y ampliaciones a unas notas lexicográ cas”, Fo-

lletos lenguaraces Nº 3, Río de la Plata, 1927, p. 28.

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calle a la gente común y detectar con sagacidad los más mínimos matices desu pronunciación. Alonso tenía que evitar mostrarse como un espa ol pedanteque venía a denunciar la falta de purismo en la lengua criolla. A diferencia deCastro, corría con la ventaja de contar con un oído entrenado para captar lassutilezas del habla popular: traía de Espa a una vasta preparación en fonética,campo en el cual se había formado con el lingüista Tomás Navarro Tomás. Lafonética era un recurso extraordinario para lograr enraizar a la lología en laArgentina. Así, pues, alentó al por mayor este tipo de estudios que rescata-ran los matices fonéticos del hablar rioplatense. En esta línea, permaneceríade hecho trabajando durante a os su discípula Berta Elena Vidal de Battini,que hizo in nidad de viajes por el interior de la Argentina a n de recabarinformación fonética regional a lo largo de todo el país. Como ejemplo de lacapacidad de Alonso de prestar atención a la palabra hablada de la gente co-mún, sin burlarse de nadie, basten las siguientes líneas que dan cuenta de unobservador que se toma horas y horas para escuchar: “he estado atento muchashoras a las conversaciones de peones y reseros en estancias del Azul y teníaque a nar bien el oído para percibir un conato de rehilamiento en las ll, y deaquellos argentinos”24.

Se interesó por el gaucho y su modo de hacer uso del idioma. Así advierteAlonso que su lenguaje es pobre cuando se re ere a la vegetación de la pampa, pero es mucho más rico, naturalmente, cuando debe describir el pelaje de su

caballo25

. El lingüista se adapta a lo criollo y se interesa por el lenguaje de DonSegundo Sombra. Amado Alonso no era el típico académico que se encerrabaentre libros en la biblioteca e invocaba la autoridad lingüística de la ranciatradición castellana. Por su capacidad de acercarse al habla de la gente comúnserá difícil ver en él a un lólogo puramente libresco, reconcentrado con unaactitud academicista, sin mayor contacto con la sociedad.

Alonso no pudo ignorar las demandas de la sociedad argentina, y ello sere ejó en la respuesta que elaboró cuando le tocó intervenir en la polémicacuestión acerca del “idioma de los argentinos”. Sabía que era éste un tema

sensible. “Que nadie me suponga gratuitamente la intención de zaherir al me-dio intelectual del que formo parte”, advirtió, cuando nalmente se pronunciósobre este punto en 1932. En lugar de mostrarse como un lingüista casticista

24AMADO ALONSO, “El problema argentino de la lengua”,Sur , Nº 6, oto o de 1932, p.164.

25AMADO ALONSO, “Preferencias mentales en el habla del gaucho”,Cursos y Conferen-cias, Nº 10, A o IV, 1935, pp. 1027-1049. Un interesante retrato de Alonso enLUIS EMILIO SOTO, “Amado Alonso, hablista, oidor y corregidor”, Nosotros, Nº 31, octubre de 1938, pp.

326-335.

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a revertir la imagen que en la Argentina había tenido la lología desde lostiempos de Castro, a tal punto que el propio Borges, siempre incisivo, debiócomenzar a moderar sus críticas contra el academicismo del Instituto. Suépoca de esplendor no tardaría en llegar.

III. El Instituto de Filología de Buenos Aires llevó en la década del trein-ta una marcha impetuosa. A poco de andar ya contaba con dos colecciones propias de libros especializados que daban cuenta de su dinamismo y de lacapacidad de trabajo de su director: la prometida Biblioteca de DialectologíaHispanoamericana, por un lado, y la Colección de Estudios Estilísticos, porotro. En la primera, se cuentan, entre sus primeros títulos editados: Problemasde dialectología hispanoamericana (1930) de Aurelio M. Espinosa, con notas

de Amado Alonso y Ángel Rosenblat; Hispanismos en el guaraní (1930) deMarcos Morínigo; La lengua de Martín Fierro (1930) de Eleuterio Tiscornia.Para 1940, esta colección ya había publicado más de diez títulos: eran sietelibros en total, más varios cuadernos de investigación.

La preocupación de Alonso por darle un lugar a la dialectología hispano-americana ya había sido anunciada desde el primer día de su llegada a BuenosAires. Procuraba intentar apaciguar la polémica suscitada en los a os veinte. No obstante ello, los punzantes Folletos Lenguaraces del “montonero” VicenteRossi continuaron apuntando sus dardos contra el Instituto de Filología deBuenos Aires, incluso en la época en que ya lo dirigía Alonso. Rossi, que noadvertía ninguna diferencia entre la época de Alonso y las anteriores, conti-nuará escribiendo en su contra, en la jerga que le era habitual:

En el programa de la antiargentinidá idiomática, es un número interesante elInstituto de Filolojía de la universidá de Buenos Aires, fundado por el “ilus-tre restaurador… nacionalista” Don Ricardo Rojas, cuyo altar ha terminadocon un retablo churrigueresco patinado de mugre ancestral, i en cuya ara elclérigo “de misa y olla” Don Amado Alonso mantiene el fuego sagrado de lacastellanidá […] La publicidad “seria” porte a vio en Don Amado la vuelta del“estandarte real” y lo pasea por “la el i leal villa de los Buenos Aires” cadavez que Don Amado trascendenta, haciéndonos oír la castisa “voz del Sinaí”desde el alminar del Instituto [sic]28.

La crítica de Rossi en tono casi de burla no halló el mismo eco que habíatenido en los a os veinte. Ni siquiera Alonso se tomaría el trabajo de respon-

28 VICENTE R OSSI, “Filolojía y lolorjía. Confabulación antiargentinista”, Folletos Len- guaraces Nº 23, Córdoba, Imprenta Argentina, 1939, pp. 77-78. Se preserva la ortografía del

original.

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derle. No obstante, cuando Borges se alzó también con su crítica contra laBiblioteca de Dialectología, Alonso no pudo ya permanecer callado. EscribióBorges enSur —nada menos que en la prestigiosa revista de Victoria Ocam-

po— indirectamente contra Alonso y su iniciativa dialectológica:

No adolecemos de dialectos, pero sí de institutos dialectológicos. Estas corpo-raciones viven de reprobar las sucesivas jerigonzas que inventan. Han impro-visado el gauchesco, a base de Hernández; el cocoliche, a base de un payasoque trabajó con los Podestá; el vesre, a base de los alumnos de cuarto grado.Poseen fonógrafos: ma ana transcribirán la voz de Catita. En esos detritus seapoyan.

Esta vez Alonso sí se dio se dio por aludido y se ocupó de frenar de llenola estocada de Borges. Inmediatamente, su réplica, minuciosa y contundente,se publicó también enSur . El Instituto de Filología, a rmó, no inventó ninguna jerigonza: ni el gauchesco, ni el cocoliche, ni siquiera el vesre. Y no poseíafonógrafos de ningún tipo para estudiar el habla del célebre personaje de Niní Marshall. Aclaró además que el Instituto no reprobaba ninguna lenguao manera de hablar de tipo popular; simplemente las estudiaba “por cumplircon nuestra vocación y hacer lo más decentemente posible la tarea que nostoca en la comunidad a que pertenecemos”29. Alonso demostró, así, una vez

más su capacidad de defender su terreno frente a la crítica acerba de Borges.Y la legitimidad, así como la autoridad, del Instituto de Filología de Alonsono fueron más cuestionadas. Al menos, no abiertamente. Circularían sinembargo durante muchos a os fuertes rumores contra Alonso. Se decía que“explotaba” a la gente que trabajaba con él, incluso al propio Pedro HenríquezUre a o a los hermanos María Rosa y Raimundo Lida, puesto que el Institutono disponía de recursos para costear sueldos de ayudantes de investigación, ytampoco tenía becarios o investigadores full time. Si bien esto era en realidadimpensable en la Universidad de los a os treinta, estas críticas tendrán más

tarde o más temprano sus consecuencias.Pero volvamos a las primeras publicaciones del Instituto. En la segunda,la colección de Estudios Estilísticos, lo primero que se publicó fue la Intro-ducción a la estilística romance, de Karl Vossler, en 1932. Esta colección res- pondía a una demanda bien diferente de la anterior: se procuraba ofrecer una

29 J. L. BORGES, “Las alarmas del doctor Castro” [1941], El lenguaje de Buenos Aires,Buenos Aires, Emecé, 1998, p. 34, también publicado enSur , Nº 86, noviembre de 1941; Amado Alonso, “A quienes leyeron a Jorge Luis Borges enSur Nº 86”,Sur , Nº 89, febrero de

1942, pp. 79-81.

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serie de estudios literarios y lingüísticos de autores que no habían alcanzadohasta ahora ningún tipo de difusión en lengua espa ola. No tardó en obtenersu reconocimiento: los títulos allí publicados alcanzaron luego reediciones porcasas editoriales más grandes como Losada o Hachette. Alonso trajo a la Ar -gentina una serie de autores centroeuropeos con los que había tenido contactodurante una estadía que había realizado en Alemania a comienzos de los a osveinte y se encargó de hacerlos difundir: entre ellos, los lingüistas Karl Voss-ler, Helmut Hatzfeld, Leo Spitzer, entre los más importantes. Prestigiaba a suInstituto la difusión de bibliografía especializada hasta entonces desconocida.Además, contaba en su Instituto con Raimundo Lida, uno de sus colaborado-res que mejor manejaba el alemán y podía traducir las obras de estos autoresespecializados, de tal modo que le encargó a él la edición de estas obras.

Y para difundir esta nueva bibliografía especializada en teoría literariaAlonso invitó al lingüista Karl Vossler a viajar a la Argentina, para dar confe-rencias en la Universidad de Buenos Aires. Vossler era el autor de una novedo-sa teoría de crítica literaria que se dio en llamar “estilística”, que abogaba porestudiar las marcas de estilo que el autor dejaba en sus obras. Invitarlo era unaapuesta fuerte para Alonso, puesto que redundaría en una mayor visibilidadsocial para su propio Instituto. En una sociedad como la porte a donde lasconferencias tenían siempre un muy abundante público, y más si eran dadas por extranjeros, la visita de un erudito alemán, prácticamente desconocido en

el país, ayudaría a conferirle todavía más prestigio al incipiente Instituto. Ello,claro está, siempre que Vossler fuera capaz de ponerse a tono con el público porte o, respondiendo a sus inquietudes sin petulancia. La prueba fue sor -teada con éxito, nalmente, puesto que se habló de Vossler en las principalesrevistas culturales, incluidaSur . Y en un gesto que fue muy bien recibido porla opinión local, el lingüista alemán tuvo la delicadeza de difundir en Europa,a su regreso, unos versos del Martín Fierro traducidos al alemán con la cola- boración de Raimundo Lida30.

Pero luego de la publicación de los dos primeros volúmenes, casi sucesi-

vos, la colección perdió buena parte de su impulso inicial, y ya no publicaríasino peque os cuadernos con trabajos menores. La preocupación por la estilís-tica se fue desdibujando con el transcurso del tiempo. Tanto es así que el pro- pio Alfonso Reyes le escribía en 1940 a Amado Alonso expresándole fuertesdudas en torno a Vossler. Reyes creía que en el fondo no había nada nuevo eneso que se daba por llamar estilística, es decir, que no difería de los métodosde crítica literaria ya conocidos entre los hombres de letras:

30

“Publicaciones”, Nosotros, Nº 1, segunda serie, abril de 1936, pp. 113-114.

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Conozco estudios de estilística, pero me pregunto si no podría encontrar enalguna parte una de nición concreta de este método crítico. Lo de Vossler por usted publicado y las explicaciones de los prólogos de usted me dan ideas

en el aire. ¿No hay una de nición, acompa ada de enumeración de los prin-cipales problemas considerados? Lo que más me interesa es deslindar bien elconcepto frente a los tradicionales métodos de crítica histórica y de crítica psicológica31.

De todas maneras, y más allá de las discusiones que este método pudierasuscitar, ya para entonces la estilística había dejado de estar en el centro de las preocupaciones de Alonso. Para 1940, eran sólo tres los títulos publicados poresta colección y no estaba claro si se iba a seguir adelante con ella.

Pero el hecho de que la colección de estudios estilísticos perdiera fuerzacon el correr de los a os no es sin embargo un signo de estancamiento enel Instituto de Filología, sino más bien, de todo lo contrario: hablan de unaextraordinaria actividad en una nueva serie de tareas que se fue presentandocon el correr de los a os y que habría sido difícil de imaginar en un principio.A lo largo de la década de 1930, el Instituto había logrado diversi car tantoel campo de su actividad que la colección ya no gravitará con la fuerza quehabía tenido al momento de su lanzamiento, entre 1931 y 1932. A medida quecrecía, el abanico se desplegaba cada vez más, y muchas otras actividadeshabían venido a concitar los esfuerzos del Instituto.

Este crecimiento no fue el producto de una política universitaria quehubiera sido decidida por las autoridades de la Facultad. La Universidad deBuenos Aires en los a os treinta no solía conferirles a sus institutos de inves-tigación un presupuesto generoso. No existía, por otra parte, ningún tipo deagencia estatal dedicada a la promoción cientí ca y la investigación, por mediode subsidios o becas a la investigación. Los recursos eran a primera vista bienmagros, sin empleados permanentes, en especial en los primeros tiempos; noobstante, no faltaron para el Instituto de Filología las oportunidades de conse-guir cada vez más oportunidades de trabajo para todos sus miembros. E inclu-so, lo más importante: obtuvo cada vez más importantes cuotas de prestigio.

Claro que todo ello había que irlo a buscar por fuera de la propia insti-tución universitaria. Amado Alonso, de hecho, participaba de in nidad decírculos sociales ajenos a la Universidad. De hecho, buena parte de la gestióncultural e intelectual de estos a os tuvo sus centros más dinámicos por fuerade la Universidad. Lo más interesante estaba fuera de las aulas: así, por ejem-

31Alonso Reyes a Alonso, México, 16-VIII-1940, enM. E. VENIER , Crónicas parciales…,

cit., p. 129.

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plo, las clases que Pedro Henríquez Ure a daba en su propia casa para un peque o círculo de eles discípulos32. O las largas tertulias que una vez porsemana compartía Henríquez Ure a con Francisco Romero y Alfonso Reyes, para discutir in nidad de temas acerca de la cultura hispanoamericana33. Eldominicano además dictaba cátedra en aquellos legendarios viajes en tren en-tre Buenos Aires y La Plata, que nunca se borrarían de la memoria del círculode jóvenes que lo frecuentaban, como José Luis Romero o Raimundo Lida —todos ellos fueron profesores de la Universidad Nacional de La Plata—. Lacátedra se salía de la solemnidad del claustro y en ello estribaba su éxito.

Y se continuaba en tertulias, veladas, banquetes y cenas. A veces, paraagasajar a un visitante extranjero; otras, para despedir a los que viajaban al ex-terior. O para celebrar el lanzamiento de un libro o una revista. O, simplemen-

te, por el placer de encontrarse a cenar. Luego de la partida de la Argentina deAlfonso Reyes, que había convertido a la Embajada de México en un muy ac-tivo centro de tertulias entre 1927 y 1930, la casa de Victoria Ocampo en SanIsidro pasó a ocupar el corazón de la sociabilidad de los hombres de letras y delos intelectuales, en especial los días domingo. En los días de semana, la casade Amado Alonso o la de Nieves Gonnet de Rinaldini no lo eran menos. Losencuentros entre Henríquez Ure a, Borges, Or la Raynal, José Luis Romero,Ocampo, Alonso solían continuar incluso durante los meses de verano, yasea en Villa Ocampo, en Mar del Plata o en Punta del Este, donde los Alonso

alquilaron una casita de verano en 1945. Recuerda la hija de Henríquez Ure aque en esos a os su casa era muy frecuentada. Vivían en La Plata, otra ciudadque también llegó a convertirse en un verdadero hervidero cultural:

Mis padres recibían con mucha frecuencia y como en ese momento BuenosAires era visitada por multitud de intelectuales de todas partes, muchos fueroninvitados a nuestra casa. […] En el verano de 1943 fuimos a Miramar los con-sabidos tres meses de vacaciones, aunque mi padre vino escasamente quincedías. Otros quince los pasó en la casa de Victoria Ocampo en Mar del Plata,como otras veces. En ese momento me parecía natural34.

Amado Alonso se insertó plenamente en esta red de sociabilidad. De he-cho, el propio Instituto de Filología funcionó por una temporada en una casa

32SONIA HENRÍQUEZ UREÑA DE HLITO, PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA, Apuntes para una biogra- fía, México, Siglo XXI, 1994, p. 114.

33Francisco Romero a Alfonso Reyes, Martínez, mayo de 1955, en Libro jubilar de Alfon- so Reyes, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1956, pp. 363-368.

34SONIA HENRÍQUEZ UREÑA DE HLITO, PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA, Apuntes para una biogra-

fía..., cit., pp. 145-148.

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cedida por Victoria Ocampo, casi en la esquina de Florida y Viamonte (Florida691). Y exactamente a la vuelta de esa casa, en Viamonte 548, se encontrabanlas o cinas deSur , al menos hasta mediados de 1942, cuando estas se mudarona San Martín 689 —buena parte del tiempo, sin embargo, la revista se seguíahaciendo en la casa de Victoria en San Isidro—. A través de estos vínculos,entre otros más, Amado Alonso logrará acercarse a la industria editorial, porentonces pujante. Será gracias a la fuerte relación que logrará trabar con ellaque el Instituto de Filología logró alcanzar su esplendor.

La industria editorial argentina veri có un gran desarrollo en los a osque sucedieron a la Primera Guerra Mundial. Con la aparición en escena delas editoriales Tor y Claridad, de Antonio Zamora y Juan Torrendell, funda-das en 1916 y 1922 respectivamente, el libro barato y popular se había vueltouna realidad harto difundida, que no hará sino a anzarse con el correr de losa os35. Y también habrá de volverse cada vez más so sticada, en especial du-rante los a os treinta. En especial, fue en los a os de la guerra civil espa olaque ingresaron al mercado del libro barato nuevas y todavía más dinámicaseditoriales.

En este sentido se destaca la colección Austral de Espasa-Calpe. Ideadaen Madrid por el editor Gonzalo Losada, se instaló en Buenos Aires en 1937.El desafío al que se enfrentó esta nueva colección de libros baratos era ligera-mente diferente de las anteriores: no se trataba sólo de garantizar que el lector

común tuviera al alcance de su mano libros de bajo costo, sino además de lamás alta calidad. Una de las debilidades más importantes de los libros baratosde Buenos Aires solía ser su escaso nivel de profesionalismo. La colecciónAustral venía a ofrecer un tipo de producto completamente novedoso en estesentido, a tal punto que cabía compararla con Penguin Books, la más presti-giosa editora británica de libros de bolsillo:

El problema de la librería argentina consiste en resolver la conciliación del precio módico con la presentación decorosa. Pues si se ha resuelto por algunas

editoriales el primer aspecto, inundando el mercado de libros baratísimos,desgraciadamente muchos de estos constituyen verdaderos atentados contrala cultura, como que no es fomentarla editar en mal papel, con tipos sucios yrotos, textos mutilados y llenos de erratas, o traducidos en lengua jenízara.[…] Los primeros volúmenes de la biblioteca que bajo el título de colecciónAustral […] son una muy segura promesa de que tendremos los mejores libros

35 LUIS ALBERTO R OMERO, “Una empresa cultural: los libros baratos”, enLEANDRO H.GUTIÉRREZ y LUIS A. R OMERO, Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en la en-

treguerra, Buenos Aires, 1995.

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de nuestra lengua, originales o traducidos, bien presentados, y a un precioconveniente. Esta colección imita en su linda presentación exterior la inglesade Penguin 36.

Y a continuación se sucedieron las diversas colecciones de libros que lan-zó la editorial Losada, con idéntico propósito de intentar conciliar la calidadeditorial con las tiradas voluminosas y económicas. Fundada en 1937 por Gon-zalo Losada, ya en Buenos Aires, impulsó una política editorial dominada porla publicación de colecciones diferenciadas que el lector podía identi car muyfácilmente: una colección de literatura contemporánea; otra denominada “lascien obras maestras de la literatura y del pensamiento universal” dirigida porPedro Henríquez Ure a; otra más que reunía las obras completas de FedericoGarcía Lorca, a cargo de Guillermo de Torre quien también dirigía la serie“La pajarita de papel”, más so sticada; las colecciones de libros destinados ala ense anza en sus diferentes niveles; la colección “Los inmortales”, donde se publicó una edición modernizada de Amadís de Gaula, a cargo de Ángel Ro-senblat (1940), una versión del clásico de la literatura castellana que Raimundoelogió en una rese a que hizo paraSur 37. Losada pudo además incursionar enla publicación de peque os libros de arte destinados a un público de masas,como el Antonio Berni, de Roger Plá, que incluía grabados e ilustraciones(1945). Los libros de arte dejaban de ser un lujo para tan sólo unos pocos.

Cada colección tenía su respectivo director, garante de un producto que pretendía ser de la más alta calidad38. Amado Alonso dirigió una de ellas,concebida desde el vamos para un público no especialista:

La Losada va cobrando mucha importancia. Ahora he organizado una colec-ción de tomitos de unas 150 páginas (o poco más) que se titularán “Vida y obrade…”. […] Son libros destinados a profesores secundarios, alumnos univer -sitarios, periodistas y escritores, etc., los que no se satisfacen con las páginasde Hurtado Palencia [v.g., un clásico manual de literatura espa ola], tampoco pueden entregarse a la lectura de volúmenes y de artículos. Una visión sinté-tica, pues. Al nal, un par de páginas con la bibliografía esencial, haciendoen cada título alguna indicación útil (qué va a encontrar en esa obra el lector).Queremos hacer tomitos baratos, para vender muchos, y por eso proponemos

36“Colección Austral”, Nosotros, Nº 20, noviembre de 1937, p. 353.37R AIMUNDO LIDA, “Amadís de Gaula”,Sur , Nº 77 (1941), pp. 75-77.38

“Una nueva editorial argentina”, Nosotros, Nº 29, agosto de 1938, pp. 99-100.

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de las obras completas de los prestigiosos monse ores Miguel de Andrea yGustavo Franceschi, en varios tomos muy prolijos y cuidados. El esplendor dela industria editorial de Buenos Aires no fue, pues, un hecho excepcional queafectó a algunas pocas casas editoriales.En este marco Amado Alonso no sólo impulsó la publicación de series deobras especializadas, que re ejarían la labor de sus miembros; su in uenciase extendió a impulsar emprendimientos culturales que sacarían provecho delcrecimiento editorial de Buenos Aires, en especial, en la segunda mitad de ladécada de 1930. A través de su contacto con las principales casas editoriales deesos a os, permitió que su Instituto se convirtiera en un semillero de escritorescapaces de prologar obras clásicas, realizar traducciones y ediciones críticasde textos literarios, tanto antiguos como modernos.

Claro que el Instituto también se encargaba muchas veces del trabajoeditorial más pedestre, desde las traducciones hasta la corrección de pruebas.Amado Alonso repartía a sus “ lologuesnos” —así los llamaba a sus discí- pulos— in nidad de tareas editoriales, a veces no las más estimulantes parainvestigadores que deploraban el trabajo técnico, por más que la paga fuera buena. Y no sólo les daba estas verdaderas changas a los estudiantes que ape-nas se estaban iniciando en su formación —esto no sería tan grave—. Sinoque al propio Henríquez Ure a le tocó en suerte lo que para él fue la muy in-digna tarea de revisar la novela La amortajada de María Luisa Bombal. Según

Tulio Halperín Donghi, éste “era uno de los motivos de la depresión en que[Henríquez Ure a] vivía hundido”41. Esto opacó por momentos al Instituto, enespecial, a los ojos de quienes lo conocían muy bien por dentro en su día a díay podían mirarlo con algo de ojo crítico.

El Instituto, pues, no sólo fue un centro dinámico de investigación, de producción erudita y especializada, sino que —lo más notable— logró cons-truir estrechos vínculos con la industria editorial de masas, a la que asesoraba,y más cuando ésta lanzó al mercado sus nuevas colecciones de alta calidad. Ellibro barato de Buenos Aires contaría ahora con una producción editorial de

primer nivel, con títulos, traducciones y prólogos eruditos avalados por uno delos institutos de investigación más prolí cos y reputados de la Universidad.En este contexto se explica por ejemplo que incluso una de las más erudi-

tas investigadoras del Instituto de Filología, la lóloga abocada a las lenguasclásicas María Rosa Lida, alcanzara cierta visibilidad pública. Era todo undesafío intentar convertir enbest-seller a las obras clásicas de Horacio, Vir -gilio, Plutarco, Sófocles y Juan Ruiz; sólo una editorial de la talla de Losadaestuvo dispuesta a arriesgarse a ello. Tanto los prólogos a La Eneida (Losada,

41

Correo electrónico de Tulio Halperín Donghi a la autora, julio de 2009.

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1938), a lasOdas y epodos de Horacio (Losada, 1939) y susSátiras y epístolas(Losada, 1940), como su Introducción al teatro de Sófocles (Losada, 1944) ysu selección del Libro de buen amor (Losada, 1941), todos ellos obra de MaríaRosa, como la edición de lasVidas paralelas de Plutarco (Losada, 1939) acargo de Pedro Henríquez Ure a, pero con algunos fragmentos traducidos porMaría Rosa, fueron muestras cabales del fuerte entrelazamiento que el Institu-to llegó a tener con la industria editorial. El principal mérito de las ediciones populares en las que trabajó María Rosa Lida consistió en alcanzar una meta poco frecuente, en especial, en la publicación de textos de la antigüedad clási-ca: fueron juzgadas igualmente válidas tanto para un lector especializado que podría leerlas con con anza en una edición barata, como para el novato que seaproximaba por primera vez a ellas. Estas ediciones, que en nada se parecen alas de la editorial Gredos, llegaron a Espa a, naturalmente, y fueron elogiadas por Menéndez Pidal. Claro que para el especialista, publicaría además unalarga serie de artículos en revistas especializadas, que comentaban en detalleaspectos presentados apenas someramente en sus prólogos para las ediciones populares. Así, pues, el trabajo quedaba sólidamente articulado, abarcando almismo tiempo al lector novato y al académico.

Este simultáneo esfuerzo por llegar tanto a un público erudito como aotro masivo y no tan cultivado era fruto del tipo de orientación que AmadoAlonso le imprimió a su Instituto y a sus discípulos, y del sesgo especí co que

le daba a su trabajo en la Argentina. Su presencia hoy diríamos mediática, queél no despreciaba por ir destinada al “vulgo” sino que por el contrario la veíacomo una oportunidad sin límites para elevar el nivel cultural de las masas,respondía a una compleja comprensión de las transformaciones sociales quehabía vivido la Argentina en el período de entreguerras, y la centralidad quela lengua y, por consiguiente, los lingüistas tenían (o debían tener) en unasociedad que él comenzó por entonces a de nir como de aluvión. Esta mismaidea, pero desde una perspectiva sociohistórica, fue utilizada más tarde porJosé Luis Romero para explicar las transformaciones sociales del período42.

Ya en 1935 Alonso escribía:El tema del purismo [en la lengua] es aquí de permanente actualidad. Comola lengua de Buenos Aires está empobrecida e insegura, entre otras cosas acausa del monstruoso crecimiento de la ciudad por aluvión, a los preceptores

42JOSÉ LUIS R OMERO, Las ideas políticas en la Argentina, varias ediciones. Sobre su sig-ni cación para la historiografía argentina,CARLOS ALTAMIRANO, “José Luis Romero y la ideade la Argentina aluvial”, Prismas. Revista de historia intelectual , 5 (2001);OMAR ACHA, La

trama profunda. Historia y vida en José Luis Romero, Buenos Aires, 2005.

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les falta a menudo el punto social de referencia para los casos dudosos. Latradición oral de lengua culta está desmenuzada y casi pulverizada entre losdos millones de porte os nuevos43.

La inmigración de masas traía consigo el riesgo de que la lengua cultaquedara erosionada por el habla popular. La rápida transformación socialamenazaba con subvertir —entre otras cosas— los cánones y las jerarquíasdel buen decir. El aluvión inmigratorio, junto con la notable expansión queestaba teniendo la cultura de masas, tornaban necesaria la intervención delos lingüistas a n de imprimirle a la diversidad de las hablas populares unamisma orientación culta. Esta preocupación ya se estaba generalizando entrelos profesores de lengua y los lingüistas que tenían algo de eco en la opinión

pública. Así, por ejemplo, el caso del profesor José Cantarell Dart que, a raízde la publicación de su libro titulado Defendamos nuestro hermoso idioma (Li- brería Jesús Menéndez, 1937), habló en diferentes audiciones de Radio Mitrey Radio Mayo sobre problemas lingüísticos44. La cuestión también encontróeco en la prensa, ya sea a través de la columna editorial de la revistaCrite-rio a cargo de monse or Gustavo Franceschi, a la sazón, miembro fundadorde la Academia Argentina de Letras, como en diversos artículos de AmadoAlonso publicados La Nación, luego compilados en su libro La Argentina y lanivelación del idioma, de 1943. Alonso apelaba a que la Academia Argentinade Letras cumpliera una tarea tutelar que juzgaba imprescindible, y más con-siderando la relevancia que la industria editorial argentina había alcanzado enHispanoamérica.

No desde ó, tampoco, la colaboración con el Estado. Consultado por elMinisterio de Instrucción Pública, participó junto con Henríquez Ure a yGregorio Halperín de una comisión que tendría por tarea la confección delos nuevos programas para la ense anza de la lengua. El resultado de estoscontactos fue que el gobierno de Justo resolvió convertir en texto obligatorio para la ense anza secundaria la gramática de Alonso y Henríquez Ure a45.(Este último ya había intentado intervenir en decisiones públicas en materia

educativa cuando en 1931 regresó a la República Dominicana, convocado atrabajar en el gobierno de Trujillo como Superintendente de Ense anza; no

43AMADO ALONSO, “El problema argentino de la lengua”, en El problema de la lengua en América, Madrid, Espasa-Calpe, 1935, p. 41.

44El libro lo rese ó Roberto Giusti en Nosotros, Nº 23, febrero de 1938, p. 234.45 AMADO ALONSO, “Para la historia de la ense anza del idioma en la Argentina”, La

Argentina y la nivelación del idioma, Buenos Aires, Institución Cultural Espa ola,1943. Alrespecto, véase:GUSTAVO BOMBINI, “Reforma curricular y polémica: Amado Alonso y los programas de nivel secundario en la Argentina”,Cauce. Revista de Filología y su didáctica,

Nº 18-19, 1995-1996, pp. 215-224.

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obstante, su relación con el gobierno se volvió turbia a poco de andar y regresóa la Argentina.)

Había otras opciones que el gobierno argentino hubiera podido elegir enlos a os treinta. La tipográ ca salesiana había publicado en 1931 la primeraedición del libro El habla de mi tierra, del sacerdote Rodolfo Ragucci, un librocon ilustraciones que a partir de 1943, cuando se implementó la ense anza re-ligiosa obligatoria y la Acción Católica ganó crecientes espacios en la políticaeducativa nacional, vio multiplicarse exponencialmente sus ediciones. Raguccicontaba además, ya para nes de los a os treinta, con una columna perma-nente denominada “El buen decir” en El Pueblo, el diario católico de BuenosAires. Claro que la opinión católica solía asociar la corrección lingüística conla virtud moral, ambas ausentes por igual en el seno de la cultura de masas quese quería regenerar, pero nunca llegaría a competir con el prestigio intelectualde Amado Alonso y Henríquez Ure a. De hecho, el gobierno de Justo se incli-nó por la gramática de los lingüistas profesionales: en la decisión prevaleció el profesionalismo de sus autores y no la relación relativamente amigable que elgobierno tenía con la Iglesia Católica. Así, el Instituto de Filología vio trepara las nubes su prestigio.

No sólo la educación o los libros de texto; todas las industrias culturalesargentinas, en especial las de exportación, podían ser objeto de intervención por parte del Instituto de Filología. Era necesario, pues, lograr que las pelícu-

las y los libros argentinos se despojaran de localismos y resultaran fácilmentecomprensibles en todo el continente de habla hispana: de eso se trataba lanecesidad de llevar a cabo una “nivelación” en el idioma, tan pregonada porAlonso. De este modo, la ampliación del mercado podría alcanzar con segu-ridad un vasto público latinoamericano. En 1940 en una serie de artículos pu- blicados en La Nación —y adviértase otra vez la fuerte presencia que Alonsotenía en la opinión pública— escribía:

Podemos aceptar como un hecho de nuestra historia inmediatamente venidera

que la Argentina va a tener la responsabilidad de llegar con su literatura, y conlos libros ajenos escritos para ella, con sus películas y con el lenguaje del aire,a todos los rincones de América y cuando Dios quiera, también a las libreríasespa olas46.

46AMADO ALONSO, “Las academias y la uni cación del idioma” (artículo publicado en La Nación el 18-VIII-1940), en La Argentina y la nivelación del idioma, cit., p. 57. Véase además

el capítulo titulado “El periodismo, la radio y el cinematógrafo”, pp. 47 y ss.

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Al lingüista le tocaba la responsabilidad de asesorar a las crecientes in-dustrias culturales argentinas, para su expansión internacional. Debía para elloser capaz de insertarse plenamente en la sociedad de la que forma parte. Elacadémico debe tener conciencia histórica y social del mundo en el que actúa,y re ejar los múltiples usos de la lengua tal cual ésta es hablada por la gente,más allá de si se ajusta o no al canon establecido:

Al lingüista, como historiador de la lengua, le importa explicarse tanto lasacciones faustas como las infaustas; su límite natural no está en lo que debeser (según las ideas de un legislador del idioma) sino en lo que realmente hasido y es 47.

Estas ideas acerca de la conciencia social e histórica del lingüista y sucompromiso con la sociedad de su tiempo a través de su intervención públi-ca no habrían podido desarrollarse del modo en que lo hicieron sino en esaBuenos Aires tan pujante en lo que a la cultura de masas respecta, gracias alnotable incremento de la producción editorial, del cine y de la radio. La pre-ocupación por la intervención pública del lingüista en pos de una “nivelación”y uni cación en el idioma, necesidad tanto más urgente en tiempos de masi-cación, fue un producto de la impresionante ampliación del mercado cultural.Le ofrecía al lingüista un campo de acción, y a la vez una fuente de trabajo,

que parecía a primera vista sin límites.Fue tanto lo que alcanzó a crecer el Instituto de Filología en los a ostreinta, que consiguió cosechar incluso un fuerte prestigio internacional, y másen una época de notable cerrazón cultural para Europa como es la década de1930. El Instituto vio consolidar su prestigio en el globo. A tal punto que enel a o 1939 lanzó una revista especializada que contó con el nanciamientode instituciones académicas de los Estados Unidos: la Revista de Filología Hispánica. Venía a llenar el hueco que dejó el cese de la Revista de Filología Española, la publicación madrile a que editaba el Centro de Estudios His-

tóricos. Las universidades norteamericanas apoyaron la revista a editarse enBuenos Aires, en un gesto de reconocimiento para con la gestión de Alonso enel Instituto de Filología. Claro que había otras opciones: sin ir más lejos, unaalternativa a considerar era el centro de investigación que Federico de Onísestableció en la Universidad de Columbia de Nueva York, un hombre que sehabía formado en la escuela de Menéndez Pidal. Buenos Aires, sin embargo,ya era para entonces el corazón de la industria cultural en lengua espa ola en

47AMADO ALONSO, “Intereses lológicos e intereses académicos en el estudio de la len-

gua”, La Argentina y la nivelación del idioma, cit., p. 73.

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toda Hispanoamérica, y tuvo todas las de ganar. En ningún otro lugar teníamás sentido contar con un prolí co Instituto de Filología.

Los contactos con las universidades norteamericanas se habían a anzado,mientras tanto. Tuvieron un papel clave en este sentido las visitas de Alfon-so Reyes a Nueva York. Cada vez que el diplomático mexicano regresabade Buenos Aires a México forzosamente debía hacer escala en los EstadosUnidos —no había una línea de barcos que uniera de manera directa ambasciudades— y, de preferencia, elegía la gran ciudad norteamericana, sede de laHispanic Society, importante centro de arte, cultura e investigación en lenguaespa ola. Y a comienzos de 1939, cuando todavía no había estallado la Se-gunda Guerra Mundial, el gobierno de Roosevelt fundó el Departamento deRelaciones Culturales con América Latina, por cuyo intermedio se establecía

un programa de becas para la formación en Estados Unidos de universitarioslatinoamericanos48. Cabe mencionar, además, que las prestigiosas becas Gu-ggenheim, instituidas en 1925, ya habían comenzado a premiar a escritores yensayistas argentinos —Julio Fingerit la obtuvo en 1932—. En este contexto,no resulta, pues, un hecho tan extraordinario y sorprendente que la Universi-dad de Columbia de la ciudad de Nueva York prestara su aval para la publica-ción de una revista especializada editada por el Instituto de Filología dirigido por Amado Alonso.

Los contactos no tardaron en traducirse en gestos de reconocimiento.Amado Alonso fue nombrado miembro de honor de la Modern Language As-

sociation of America; Foreign Honorary Member de la Academy of Arts andSciences de Boston, miembro de la Philosophical Society of America y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Chicago (1941). Además, y al igual quetambién había hecho Pedro Henríquez Ure a entre 1940 y 1941 cuando leconcedieron la cátedra Norton, Amado Alonso fue invitado a Harvard como profesor visitante en septiembre de 1946. Era sin duda el mayor honor que podía alcanzar en los Estados Unidos.

IV. La partida de Alonso, que en principio sería sólo temporaria, se volvió

de nitiva, y lo mismo cabe decir de varios de sus discípulos. La Universidadde Buenos Aires, en pleno gobierno de Perón, le impuso a Alonso condicionesque ya no podía cumplir, debido a sus compromisos en Estados Unidos. UnPerón que había llegado al gobierno, entre otras cosas, gracias a una campa ade propaganda donde se medía con Spruille Braden, no podía sino traerle problemas al Instituto de Filología, que tan fuertes vínculos tenía con las principales universidades y academias norteamericanas.

48 “Un Departamento de Relaciones Culturales en Estados Unidos”, Nosotros, Nº 35,

febrero de 1939, pp. 235-236.

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El fn de la dependencia hispanoamericana 1

EDUARDO MARTIRÉPresidente de la Academia Nacional de la Historia

[email protected]

R ESUMEN

El presente artículo tiene por objeto se alar las causas y cercanas que die-ron nacimiento al movimiento emancipador en Hispanoamérica. En especial se

describe la situación de las Indias durante el gobierno de los Austrias, basadoen un régimen de tolerancia y disimulo consagrado en el derecho indiano y elcambio de política en el siglo XVIII con el advenimiento de la Casa de Bor - bón. Un cerrado absolutismo uni cador y centralizador, que desconoce las particularidades indianas, procura transformar los antiguos reinos en coloniasy, con ello, se da comienzo a una crisis que, cuando la invasión napoleónicaa la Península lo hace posible, termina con la sublevación y la independenciade los dominios de ultramar.

PALABRAS CLAVE

Emancipación - Austrias - derecho indiano - absolutismo

ABTRACT

This article analyses the remote and direct causes which gave birth to theindependence movement in Hispanoamérica. It describes particularly the si-tuation in the Americas during the reign of the Habsburgs, based on toleranceand concealment scheme enshrined in the Indian Law, and the change in the policy during the eighteenth century with the advent of the House of Bour - bon, when a closed unifying and centralizing absolutism, which ignores the particularities of the Americas, tried to transform the ancient kingdoms into

1 El presente trabajo se ha redactado sobre la base de la conferencia pronunciada por elautor en el acto inaugural de la asamblea de la Unión Académica Internacional, celebrada enBuenos Aires, durante el a o 2009.T EMAS DE H ISTORIA A RGENTINA Y A MERICANA , XVI (E NERO -J UNIO DE 2010) pp. 219-225.

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colonies. This attempt produced a crisis that ended up with the uprising andindependence of most of the colonies once Napoleon’s invasion of the IberianPeninsula made it possible.

K EY WORDS

Independence movement - Habsburgs - indian law - absolutism

“... pues de una vez para lo venidero deben saber los súbditos del gran mo-narca que ocupa el trono de España, que nacieron para callar y obedecer, y no

para discurrir ni opinar en los asuntos del gobierno”.(El virrey de Lima, Manuel Amat, re riéndose a las protestas suscitadas por la

expulsión de los jesuitas)

No cabe duda de que uno de los acontecimientos más importantes de -nes del siglo XVIII y comienzos del siguiente ha sido la emancipación de losantiguos dominios de Inglaterra y Espa a en América, como producto de una profunda crisis que si se gestaba desde tiempo atrás, encuentra en esa épocalos hechos que la hacen estallar de manera irreversible.

En cuanto a los territorios americanos de la Corona de Castilla, debemosdecir que la crisis atlántica en que se sumerge la Metrópoli, con motivo –enlo inmediato– de la invasión napoleónica a la Península y la sustitución desus reyes, será aprovechada por los habitantes de estos vastos territorios, paralograr su emancipación. Librados a su propia suerte, ya que parecía haberdesaparecido Espa a en manos de los Bonaparte, encuentran en ello la víaoportuna para deshacerse de una dependencia que se tornaba ya insoportable,y lo más grave, innecesaria y perjudicial para sus propios intereses.

Por lo demás, estaba claro que en el Río de la Plata se había vivido laexperiencia dolorosa y a la vez premonitora de que nada podía esperarse de la“protección” metropolitana, pues cuando los ingleses sorprendieron a sus habi-tantes y ocuparon fugazmente su territorio, fueron expulsados enérgicamente por las fuerzas locales comandadas por Santiago de Liniers (1806/1807), unmilitar francés al servicio de Espa a, sin un solo auxilio peninsular, abrumadacomo estaba la Metrópoli por la ominosa presencia napoleónica en su territorioy expulsada de los mares por Inglaterra.

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bien se ha sostenido, con criterio tal vez más realista– porque las circunstan-cias se lo imponían como inevitable), por el advenimiento de los Borbones, poruna nueva política, autoritaria y duramente metropolitanista, que se acentuarádurante los reinados de Carlos III y Carlos IV5.Los americanos se alzaron contra la monarquía borbónica ante su decisióninquebrantable de poner sobre nueva planta las relaciones de la Metrópoli consus colonias, como fueron considerados por Madrid los antiguos reinos, y que,como colonias, desde ahora habrían de ser puestas al servicio de la Metrópoli,en especial en lo económico- scal, atendiendo principalmente a los interesesy conveniencias peninsulares. Cuando estalló la crisis, más que subversivoso sediciosos, dice Lynch, los americanos buscaban en realidad volver a una“época dorada precarolina en que la centralización burocrática y la opresiónimpositiva eran desconocidas” y a oraban “el sistema de consenso” que habíanlogrado trabajosamente6.

No dudamos que en el siglo XVIII y en especial en su segunda mitad,comenzaron a incubarse los factores que producirían la desmembración dela monarquía hispánica. Hasta entonces se había consagrado una política deacuerdo y tolerancia entre la Metrópoli y América, que suponía la obedien-ciaa un rey lejano y poco exigente, que permitía el desarrollo de sus reinosde ultramar, atendiendo más a sus intereses propios que a los de la distanteMetróploli.

Las causas concomitantes que suelen enunciarse son numerosas, y aunqueninguna acaso haya alcanzado por sí sola la fuerza necesaria para impulsar o producir los hechos que analizamos, en cambio, todas juntas contribuyeron aconformar el clima propicio para producir la “gran revolución” que conmovióa todo el imperio, provocando su derrumbe7 .

Es que las “novedades” impuestas por el absolutismo ministerial borbó-nico de Madrid no fue tan sólo la adaptación del viejo orden a las nuevas yexcepcionales circunstancias que pudieran darse, “sino de proceder a la altera-ción excepcional del orden, adoptando medidas o disponiendo soluciones que

5 Véase la acción duramente voluntarista desarrollada en América durante el reinado deCarlos IV, no más asumir el trono en 1789, a través de la “Junta de forti caciones” o “Junta deGenerales”, criatura de Godoy, enCARLOS A. GARRIGA, “Patrias criollas, plazas militares: sobrela América de Carlos IV”, en E. MARTIRÉ, (Coordinador), La América de Carlos IV, Cuadernosde Investigaciones y documentos, vol. I, pp. 35-130, especialmente pp. 110 y sig.

6 JOHN LYNCH, “Los orígenes de la independencia hispanoamericana”, enLESLIE BETHEL (ed.), Historia de América Latina, 5. La independencia, Barcelona, Cambridge UniversityPress-Editorial Crítica, 1991, p. 32.

7 V. TAU A NZOÁTEGUI, E. MARTIRÉ, Manual de Historia de las Instituciones Argentinas,

Buenos Aires, Librería Histórica, 2005, p. 273.

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La “militarización”12 de la monarquía tenía ese objeto no se trataba yade preparar militares a quienes mandar a la guerra, sino de echar mano a losmilitares para que eles a sus principios de obediencia y sumisión, resultaranóptimos burócratas13, que sirvieran sin desviación y sin “interpretaciones”turbadoras, al cumplimiento de la voluntad del monarca, que eso era “la ley”.Súbditos de un rey y de una ley que se les imponía absolutamente y que ellos asu vez debían hacer realidad en los territorios indianos a que iban destinados,sin interpretaciones ni cautelas.

Está claro que semejante transformación del mundo había de herir a losmultiétnicos grupos sociales americanos sin excepción y a instituciones tradi-cionales como la Iglesia Católica. Blancos, indios, mestizos, zambos, negros,etc., soportarían una cadena de normas que alteraban la situación existente, aveces fruto de pacientes y laboriosas prácticas políticas, sociales y económi-cas. La Iglesia debió ceder sus puestos de privilegio al compás de un regalismocada vez más sofocante, y vio diezmados sus bienes a través de las normas dedesamortización e imposición de vales reales, sin dejar de recordar el terribleimpacto que signi có para ella y para toda América la sorpresiva expulsión delos jesuitas, venerable compa ía de sacerdotes que militaban en la ense anzay la cultura americanas, sin dar razón de semejante medida, seguida de una brutal represión a quienes se opusieran a ella.

El impacto que las “reformas borbónicas” produjo en el mundo andi-

no del Perú derivó en una de las rebeliones más violentas y peligrosas quesoportó la dominación hispánica en América (Túpac-Amaru, 1780-1781), yque mantuvo en vilo a la autoridad espa ola hasta los umbrales mismos de laindependencia14.

1991, y del mismo autor, su importante obraCasuismo y sistema. Indagación histórica sobreel espíritu del Derecho Indiano, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia delDerecho, 1992.

12

Me he ocupado especialmente del tema enE. MARTIRÉ

, “La militarización de la Monar -quía Borbónica (¿Una Monarquía militar?)”, enFELICIANO BARRIOS (coordinador), El Gobiernode un Mundo. Virreinatos y Audiencias en la América Hispánica, Cuenca, Fundación Rafaeldel Pino/Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2004, pp. 447-488.

13 Mariluz Urquijo considera a militares y burócratas “hermanos gemelos”,JOSÉ M.MARILUZ URQUIJO, El agente de la administración pública en Indias, Buenos Aires, InstitutoInternacional de Historia del Derecho Indiano/Instituto de Investigaciones de Historia delDerecho, 1998, pp. 219-220.

14 Puede verseE. MARTIRÉ, “El impacto de las ‘reformas borbónicas’ en el MundoAndino. Consecuencias de la alteración ilustrada de un orden tradicional”, enE. MARTIRÉ (coordinador), La América de Carlos IV, Cuadernos de Investigaciones y documentos, vol. I,

cit. pp. 131-189.

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225EL FIN DE LA DEPENDENCIA HISPANOAMERICANA

No tuvo el ejército de burócratas, que cayó como nube de langosta sobreAmérica, el mismo resultado en todos los casos. En unos debieron ceder antela fuerza de la reacción, en otros aplicaron las reformas a pesar de todo. No eseste el lugar de especi carlos puntualmente, pero son bien conocidos.Con el advenimiento de los Borbones, el tradicional mundo hispanoameri-cano recibió sin solución de continuidad el rosario de normas que articularíanuna transformación que, a la postre, sería funesta para la monarquía “regenera-dora”. Las trazas de su nueva política, tanto para Espa a como para América,aparecieron ya en los primeros a os, con los decretos de nueva planta de FelipeV y con la centralización dada a su administración, donde la aparición de lasSecretarías del Despacho (en detrimento de la competencia tradicional de losConsejos) fue llave maestra.

Oigamos al primer Borbón de nir el poder de sus secretarías, el 21 de julio de 1705, al referirse a la de Guerra y dirigiéndose al Consejo:

porque la ejecución [de mis Reales Ordenes] ha de ser pronta, y si sobre todo, oalgún punto de ella tuvieran que refrendar, lo harán después en derechura a mí, por mano del referido Secretario del Despacho de Guerra, tendrá entendido enel Consejo y Cámara y se darán a este n, luego inmediatamente, tales órdenesy despachos, que estando prevenido a los Corregidores y Justicias, no puedentener ocasión de excusa en obedecer lo que se les mandare, ni de interponerinterpretación de ser caso nuevo el que se les ofreciere15.

Como dirá Lorenzana durante el reinado de su hijo, ahora se trata de“obedecer y callar”.

En este panorama se vienen sumando agravios a los agravios, se imponela legitimación de los nefastos “repartos” de mercaderías de los Corregidoresde Indios, se aplica la centralizadora Ordenanza de Intendentes (que vanamen-te trató de suprimirlos) y se disminuyen o desaparecen las atribuciones de losorganismos especí camente indianos, como la Casa de la Contratación o elConsejo de Indias, reducido prácticamente a un tribunal de justicia, con laconsiguiente elevación de la Secretaría de Indias, que monopolizará todos losasuntos de América. Y como si ello no fuera ya bastante, Carlos IV decretarála desaparición de ésta, para dar paso al desmembramiento de los asuntosde Indias, que pasarían a ser tratados en las demás secretarías del despacho,según su materia, sin atender a si se trataba de asuntos americanos o penin-

15Cit. porJUAN CARLOS DOMÍNGUEZ NAFRÍA, El Real y Supremo Consejo de Guerra (siglos

XVI-XVIII), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2001, pp. 162-165.

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226 EDUARDO MARTIRÉ

sulares. No dudo de que la crisis del régimen encuentra en estos hechos sus primeras y más graves manifestaciones.

La invasión de las tropas francesas a la Península al volverse Napoleón,hasta ayer el más estrecho aliado de Espa a, su principal enemigo, es en ver -dad otro colosal detonante.

En medio de ese caos, la gura del Príncipe de Asturias, elevado al tro-no por el motín de Aranjuez, como Fernando VII, “el deseado”, surge comoatisbo de solución a tantos problemas, en Espa a y aún en América16. Pero elmetropolitanismo de los gobiernos que dicen representarlo, las Juntas provin-ciales, la Junta Central, el Consejo de Regencia y las Cortes de Cádiz con suconstitución de 1812 demostrarán hasta el hastío que América sigue siendo postergada en el mundo espa ol.

Librada a su propia suerte, cuando Espa a parece desaparecida y cuandodesde Brasil, la Infanta Carlota, hermana mayor de Fernando VII, lo certi ca, pretendiendo la regencia o aún la misma soberanía sobre América17, se pro-ducirá el estallido que terminará con el imperio espa ol y la dependencia deAmérica. Se atomizarán los antiguos reinos indianos, para constituirse en otrostantos estados independientes. La inevitable pérdida de los dominios indianos, predicada por la Enciclopedia y los enciclopedistas desde mucho tiempo atrás,encontrará en esa coyuntura el éxito que venía anunciando18.

16 Ver mi trabajo “América, entre la delidad y la revolución”, enCuadernos de Historia,vol.15, Academia Nacional de Derecho de Córdoba, Instituto de Historia del Derecho y de lasIdeas Políticas Roberto I. Pe a, Córdoba (Argentina), 2005, pp. 171-184.

17Ver E. MARTIRÉ, “Carlota, infanta, princesa regenta y reina”, presentado al X Congresode la Asociación Iberoamericana Academias de Historia, Lisboa, 2006 (en prensa).

18 Ver E. MARTIRÉ, “La ineluctable pérdida de los dominios espa oles de América”, en Revista de Historia del Derecho, Nº 23, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho,

Buenos Aires, 1995, pp. 229-270.

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228 MAR A GABRIELA MICHELETTI

behaviors could be conditioned by different political and ideological attach-ments and / or by variants historical circumstances.

K EY WORDS

Immigration – Creole – Customs – Nationalization – Santa Fe

I NTRODUCCIÓN

Los llamados proyectistas de la organización nacional –como Juan B.Alberdi y Domingo F. Sarmiento–, que a mediados del siglo XIX plantearon

la necesidad de fomentar la inmigración europea, lo hicieron, como es sabido,no sólo para poblar el país desierto, sino también a n de generar un cambiode costumbres en la población, a través de una modi cación sustancial en sucomposición. Para Alberdi, la “planta de la civilización” prendía “de gajo”, ydebía ser traída de Europa por medio de la inmigración1. Se trataba, en verdad,de “alterar la estructura demográ ca, social y cultural del país”2, ya que “eranecesario ‘europeizar’ a la población argentina, producir una ‘regeneraciónde razas’”3.

El desprecio por los tipos sociales autóctonos, el gaucho y el indio, generó

el deseo de ver transplantadas a estas tierras las pautas culturales –además delos rasgos raciales– de otros pueblos, considerados más civilizados. Por ello,en ese momento lo “extranjero”, considerado como lo “otro”, lo “inasimilable”,lo “extra o”, lo “bárbaro”, estaba más representado por el gaucho o el indio,que por los llegados a través de la inmigración de ultramar, y que fueron con-siderados portadores de “civilidad” y “civismo”.4

En relación con este marco de ideas, en este trabajo se analizan compor -tamientos puestos de mani esto por las élites políticas e intelectuales de la

1 JUAN BAUTISTA ALBERDI, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, Barcelona, Impr. Henrich, 1914 (1852), pp. 72-75.

2 JOSÉ LUIS R OMERO, “Cambio social, corrientes de opinión y formas de mentalidad, 1852-1930”, Las ideologías de la cultura nacional y otros ensayos, Buenos Aires, Centro Editor deAmérica Latina, 1982, p. 135.

3 GINO GERMANI, “La asimilación de los inmigrantes en la Argentina y el fenómeno delregreso en la inmigración reciente”,Trabajos e Investigaciones del Instituto de Sociología, Nº14, UBA, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Sociología, 1964, pp. 6-7.

4 SUSANA VILLAVICENCIO, “La gura del extranjero en la construcción de la ciudadanía enla Argentina”, Educación y Alteridad , Colección Ensayos y Experiencias, Nº 48, Buenos Aires

– México, Ediciones Novedades Educativas, abril de 2003, p. 67.

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229ENTRE GAUCHOS Y GRINGOS. COSTUMBRES NACIONALES Y EXTRANJERAS...

provincia de Santa Fe en las últimas décadas del siglo XIX, a os en que el go- bierno provincial estuvo en manos del autonomismo en sus distintas versiones(iriondismo, galvismo, leivismo), en tanto que el liberalismo, el civismo y elradicalismo desarrollaron su accionar opositor. El análisis propuesto se orientaa determinar si los clivajes político-ideológicos incidieron de alguna manera enlas actitudes y los comportamientos asumidos por las élites santafesinas conrespecto a las costumbres foráneas y nativas, y a evaluar si dichos comporta-mientos sufrieron modi caciones con el paso de los a os y las consiguientesvariaciones producidas por las circunstancias históricas.

LA REALIZACIÓN DEL SUEÑO ALBERDIANO

A principios de los a os ochenta, aquellos postulados de los proyectistascon respecto a la inmigración eran, cabe destacar, compartidos en la provinciade Santa Fe tanto por integrantes de la élite o cialista que gobernaba desde laciudad capital, como por los miembros de la facción liberal opositora, fuerteen el sur provincial y cuyo bastión se encontraba en la ciudad de Rosario.

Según se advierte, los sectores santafesinos gobernantes, si bien consi-derados tradicionales y conservadores desde la prensa opositora de la época,también adhirieron por entonces con fervor a aquella postura, y destacaron sus bene cios cuando los primeros resultados de la política de fomento inmigra-torio comenzaron a hacerse tangibles. Así, por ejemplo, pudo encontrarse en1878 a un caudillo como Simón de Iriondo, que indicaba en su mensaje comogobernador a la Legislatura que la inmigración y la colonización transforma- ban “la sonomía física de nuestro territorio y la sonomía moral, política ysocial de nuestras poblaciones” y que, en esos momentos, había “un ejército detreinta mil hombres” que combatía “el desierto y la barbarie arrojando al indiode nuestro territorio, conquistado así para el trabajo, la religión, la riqueza yla civilización en sus múltiples manifestaciones”5.

5 Mensaje del gobernador Simón de Iriondo, a las HH.CC. Legislativas, Santa Fe, 25-V-1878, enCOMISIÓN R EDACTORA, Historia de las Instituciones de la provincia de Santa Fe,Tomo VI: Documentos correspondientes al Tomo I, Mensajes del Poder Ejecutivo, Santa Fe,

Imprenta O cial, 1970, pp. 80-81.

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Ciertos intelectuales allegados al gobierno profundizaron esas ideas en susescritos 6. Entre ellos, el galvista7 Gabriel Carrasco –funcionario, estadígrafoy analista de la sociedad santafesina– tomó al respecto una posición de nida,que quedó re ejada en sus diversas obras y en los textos que redactó con losresultados censales8. Siguiendo a Alberdi, Carrasco estaba persuadido de quela radicación del extranjero serviría para la regeneración social y cultural de laArgentina –y pensaba, además, que ella serviría también para la regeneración política del país– 9.

La integración cultural del extranjero en la sociedad argentina, según elentender de Carrasco, se daba fácil y espontáneamente10, de modo que ciertasdi cultades coyunturales –como las que se presentaban, por ejemplo, entre lostrabajadores del sector público de Rosario, a quienes el inspector de Trabajosy Obras Públicas había debido “disciplinar” a causa de su diversidad de “na-cionalidades, costumbres y caracteres”–, no llegaban a enturbiar el panorama,

6 Se utiliza el término “intelectual” con sentido amplio, para designar a un núcleo de productores culturales de nes del siglo XIX –ubicados a mitad de camino entre el letrado yel intelectual propiamente dicho– que no dedicaban sus días al estudio y la producción escrita,sino que alternaban sus actividades profesionales mayoritariamente volcadas a la abogacía ysus nexos con la vida política e institucional provincial y nacional, en las que acostumbrarondesempe ar funciones públicas, con sus intereses intelectuales, que se centraban en los abor -dajes históricos, la labor literaria y los análisis jurídicos, matizados con re exiones motivadas por el presente.

7 El galvismo fue una corriente política provincial que tuvo como referente a José Gálvez,gobernador entre 1886 y 1890.

8 Gabriel Carrasco (1854-1908) dirigió el Censo Provincial de 1887 y el Censo de losDepartamentos Vera y San Cristóbal de 1892, e integró la comisión encargada de realizar elsegundo Censo Nacional de 1895. Además, fue un escritor prolí co. En 1894 editó un opúsculocon el listado de todas sus publicaciones, tanto de libros como de artículos de periódicos: a las

121 consignadas en ese entonces, se agregaron otras en a os posteriores.GABRIEL

CARRASCO

, Bibliografía y trabajos públicos, Buenos Aires, Imprenta, Litografía y Encuadernación deJacobo Peuser, 1894.

9 Aunque Alberdi creía que la nueva cultura que se lograría gracias al aporte de los in-migrantes conduciría al mejoramiento de la capacidad de discernimiento político, no parecía preocupado por acelerar el proceso, permitiéndoles a los extranjeros la participación políticao incentivándolos a naturalizarse –como sí lo haría, en cambio, Carrasco–, y apostaba a unmodelo de “república restrictiva”. NATALIO BOTANA, El orden conservador. La política argen-tina entre 1880 y 1916 , Buenos Aires, Sudamericana, 1994, pp. 43-54.

10 MARÍA GABRIELA MICHELETTI, “Gabriel Carrasco frente al inmigrante: la con anza enla asimilación espontánea del elemento extranjero”, Estudios Migratorios Latinoamericanos,

Nº 57, A o 19, CEMLA, agosto 2005.

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ya que esas costumbres distintas venían en de nitiva a signi car un aporte ala nacionalidad argentina11.

De las virtudes del inmigrante, la más resaltada por Carrasco y por otrosde sus contemporáneos –y la más necesaria, sin duda, para lograr realizarel modelo de país proyectado– era su vocación para el trabajo: los hombresque llegaban a la Argentina eran “trabajadores, acostumbrados a las másactivas labores, y conocedores de un o cio, arte o industria” que los hacía prosperar 12. En este aspecto se encontraban con ventaja por sobre los hijos del país, que a pesar de distinguirse “por su inteligencia precoz, por su vivacidadnatural”, carecían de la “su ciente energía moral y física”; la constancia en eltrabajo y los hábitos de economía, en cambio, bene ciaban al extranjero, quefácilmente se hacía “rico”13. Gabriel Carrasco despreció las pronunciaciones provincianas, encontrando positivo que en Santa Fe se hablase un castellano puro, sin “ninguna clase de acento especial o tonada, como la que tanto fasti-dia al escuchar, por ejemplo, a cordobeses, tucumanos o correntinos [...]”14, yal comentar un viaje realizado por la provincia como ministro de Agricultura,Justicia e Instrucción Pública, re rió positivamente el cambio alcanzado enlos hábitos y costumbres de la campa a, a raíz de la llegada del colonizadoreuropeo. Así, el chiripá estaba “completamente abolido en las colonias y sus-tituido ventajosamente por el pantalón de pana y chaquetón de doble forro”;las plantaciones de árboles habían terminado con el se orío del gaucho que

“no plantaba un árbol que impidiera extender su vista a la distancia”; y el pano los deos, hasta pocos a os antes alimentos prácticamente desconocidosen las pampas, reinaban en los hogares de los colonos. El contraste lo llevó aevocar: “¡No se vaya que hay deos! ¿Quién recuerda, ahora, en la RepúblicaArgentina, aquel antiguo modismo con que se quería explicar, en la campa a,la esplendidez de una comida, en que hasta deos había?”15. Las constatacio-

11 “Memoria de la Sección de Trabajos Públicos, por J. Cabot”, enMUNICIPALIDAD DE R OSARIO, Memoria que presenta el Intendente Municipal Dr. Gabriel Carrasco a la Comisión

Administradora correspondiente al año 1890, s/e, s/f, p. 159, yR ICARDO

FALCÓN

, ALICIA

MEGÍAS

,AGUSTINA PRIETO, BEATRIZ MORALES, “Elite y sectores populares en un período de transición(Rosario, 1870-1900)”, enADRIÁN ASCOLANI (comp.), Historia del sur santafesino. La sociedadtransformada (1850-1930), Rosario, Ed. Platino, 1993, p. 105.

12 Primer Censo General de la Provincia de Santa Fe, 1887, Buenos Aires, Peuser, 1888, p. LII.

13GABRIEL CARRASCO, Descripción geográ ca y estadística de la provincia de Santa Fe,escrita para la exposición continental de Buenos Aires, Rosario, Imprenta de Carrasco, 1882, p. 225.

14 Ibidem.15 GABRIEL CARRASCO, “A través de las colonias. Un montón de cosas interesantes”, El

Economista Argentino, Nº 40, A o I, Buenos Aires, septiembre 3 de 1892.

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232 MAR A GABRIELA MICHELETTI

nes de Carrasco encontraban correspondencia en los escritos de observadoresextranjeros. A os antes del viaje del ministro, en su recorrida por las coloniassantafesinas, el escritor italiano Edmundo De Amicis había creído sentirse enuna aldea del Piamonte al visitar la colonia San Carlos, debido al transplantede rostros, actitudes y vestimentas16.

Ahora bien, aunque los adscriptos al sector o cialista que gobernabadesde la ciudad de Santa Fe –que adherían a un liberalismo moderado o aun conservadorismo progresista– manifestaron a menudo apreciaciones deltenor de las consignadas, fue el liberalismo sure o, como corriente ideológi-ca, el que desarrolló mejor aquellas ideas. Un claro exponente de ellas puedeser encontrado en el rosarino Estanislao Zeballos, quien, como integrantede la generación de liberales positivistas, repudió –en especial en sus a osde juventud– las tradiciones más genuinamente nativas17. Su visión negativadel aborigen americano implicaba la eliminación virtual de su cultura, noobstante su dedicación por la preservación de parte del legado indígena, conun interés más bien museológico antes que abocado a su real pervivencia18.Con respecto al gaucho, su percepción tampoco era favorable y ni siquiera loera con respecto a la raza criolla en su conjunto –incluida la clase patricia– ala que él mismo pertenecía19. De ahí, su decidida posición a favor del arraigo

16 EDMUNDO DE AMICIS, Impresiones sobre la Argentina, Buenos Aires, Emecé, 1944, p.106.

17MARÍA GABRIELA MICHELETTI, “Argentinizando extranjeros. Estanislao Zeballos, inmi-gración e identidad nacional”, Res Gesta, N° 44, Instituto de Historia, Facultad de Derecho yCiencias Sociales del Rosario, UCA, enero-diciembre 2006.

18 Zeballos realizó estudios lingüísticos de las lenguas indígenas, en particular de laaraucana, y estudió otros aspectos de la cultura aborigen, basándose en relatos y en los rastroshallados en sus expediciones. Investigó, por ejemplo, las tumbas indígenas, de las que desente-rró esqueletos enteros y recolectó gran cantidad de utensilios, instrumentos y armas. ExplicóZeballos con respecto a la lengua araucana: “Este idioma es rico en denominaciones para los

objetos físicos desde la tierra al mar y desde el mar a los cielos; pero carece generalmente de palabras que signi quen ideas abstractas, principios losó cos, y entidades metafísicas, bienque esta carencia no es absoluta”.ESTANISLAO ZEBALLOS, Viaje al país de los araucanos, BuenosAires, Librería Hachette, 1960 (1881), pp. 102, 201-203 y 242-245, y La conquista de quincemil leguas: estudio sobre la traslación de la frontera sur de la República al Río Negro, BuenosAires, Librería Hachette, 1958 (1878), pp. 196 y 285-286.

19Con cari o, pero espíritu su ciente, criticando sus supersticiones religiosas, su excesivoapego a la tradición y su descon anza por todo lo nuevo, Zeballos realizó en cierta oportuni-dad una pintoresca semblanza de una vieja conocida de su infancia, Do a Eulogia Llanos,“una de las fundadoras de la ciudad del Rosario”, perteneciente a una familia de estancierosde la zona.ESTANISLAO ZEBALLOS, La región del trigo, Madrid, Hyspamérica, 1984 (1883), pp.

14-22 y 37-38.

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233ENTRE GAUCHOS Y GRINGOS. COSTUMBRES NACIONALES Y EXTRANJERAS...

de un nuevo tipo humano, el inmigrante, en reemplazo de los preexistentes ycomo generador activo de un cambio de costumbres.

También Zeballos, como puede apreciarse, compartía la posición desarro-

llada por Alberdi en sus Bases. En uno de sus escritos explicó:

Brazos había en el territorio, [...] pero [...] carecían de la e cacia de la concen-tración, y eran además mal o de ninguna manera preparados para la larga ycomplicada labor de transformar un país semi-bárbaro en una gran nación. Nuestras poblaciones urbanas, muy reducidas, eran indolentes y una parteholgazana. A las clases superiores, que organizan y dirigen el trabajo en laCivilización, se les había ense ado a tener vergüenza de trabajar, y aún no he-mos salido del todo de esta educación funesta. Las ricas campa as solamentenutrían pastores nómades, ados a la rutina y sin apego al trabajo. Ellos reco-gían incompletamente los frutos de sus galopes y de sus siestas, es cierto. Perola naturaleza, exuberante y generosa, hacía lo demás. ¡Se llamaba frugalidada la vida bárbara!20

Frente a ese compuesto social, fueron los mismos inmigrantes los llama-dos a producir una transformación cultural, según la previsión de los consti-tuyentes de 1853, que los rodearon de toda clase de garantías:

[...] fue menester herir de frente creencias, tradiciones seculares, hábitos inve-terados y explosiones privadas y colectivas, para preparar la transformacióndel facón en azada, del tirador en depósito bancario, del buey en ferrocarril,del caballo en bicicleta, del chasqui en teléfono, de la usura en crédito, de lavaca en lechera, del carnero criollo en vellón precioso, de la grasa en óleo-margarina, del cuero en suela, del bosque en madera, de la mina en riqueza,del indio en hombre, del gaucho en ciudadano y del vanidoso gauchi-rico delas villas y ciudades en elegante europeo.El sue o audaz de 1853 se realiza, y si bien estamos muy lejos de sus perfec-cionamientos nales, la in uencia europea arrolla a los recónditos senos delos desiertos las reliquias del pasado21.

Logrado este objetivo, la población argentina era, según Zeballos, “homo-génea, sobre base europea”. La sangre europea dominó “la sangre primitiva enla fusión de las razas” durante los pasados siglos, desarrollándose en las suce-sivas generaciones notables “aptitudes para la asimilación civilizadora”. Esto,

20 ESTANISLAO ZEBALLOS, “El capital extranjero en la República Argentina”, Revista de Derecho, Historia y Letras, A o 1, Tomo II, Buenos Aires, Peuser, 1898, p. 651.

21

Ibidem, pp. 651-652.

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para el mencionado intelectual de adscripción roquista, era lo que distinguía aArgentina de otros países latinoamericanos, en donde dominaba “el elementoindígena puro, indolente, descon ado, enemigo del blanco, semicivilizado osalvaje todavía”22.En los escritos de Gabriel Carrasco también se percibe con facilidad eseeuropeísmo que llevó a las élites decimonónicas a resaltar y celebrar los rasgosculturales europeos ya existentes en la sociedad argentina:

Los extranjeros, fácilmente adoptan las costumbres del país, que, por otra parte, son muy semejantes a las europeas.La ciudad del Rosario es, indudablemente, la más europea de la República (aexcepción de Buenos Aires) no solamente por sus edi cios y su aspecto, sino

también por su población.Los italianos, espa oles, franceses y suizos, forman un gran núcleo de pobla-ción, y sus gustos y modo de ser, confundidos desde hace un cuarto de siglocon los de los naturales, se han modi cado mutuamente [...]23.

Al igual que Gabriel Carrasco, Estanislao Zeballos celebró la derrota delespíritu criollo, que se había visto obligado a cambiar “el chiripá y el calzon-cillo cribado de Santos Vega y de Calíbar por la bombacha del Oriente, y elchambergo, cuyas alas, quebradas de diferentes maneras, revelaban las tenden-

cias de su carácter, por la roja boyna de los vascos”24

. La realización del sue oalberdiano parecía encontrar en los a os ochenta entusiastas sostenedores, almargen de las simpatías y a nidades políticas.

LA CONDENA DEL CRIOLLISMO

Esta posición sobre la cultura nacional-gauchesca y sobre el tipo criollo –analizada en el apartado anterior a través de la pluma de dos observadores privilegiados de la realidad argentina, de origen rosarino– reunía un consenso

importante y se hizo evidente en diversas expresiones que ha consignado la prensa provincial. Al salir en 1884 el diario mitrista de Rosario, La Capital ,en defensa de la vida comunal autónoma de las colonias agrícolas (pobladas

22 ESTANISLAO ZEBALLOS, La concurrencia universal y la agricultura en ambas Américas, Informe presentado al Exmo. Sr. Ministro de Relaciones Exteriores de la República Argen-tina, Dr. D. Eduardo Costa, Buenos Aires, Imprenta, Litografía y Encuadernación de JacoboPeuser, 1896, pp. 541-542.

23CARRASCO, Descripción geográ ca , cit., p. 224.24

ZEBALLOS

, La región, cit., p. 19.

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con inmigrantes), lo hizo con frases que denotaban el desprecio liberal hacialas costumbres criollas:

Si el chiripá de don Agustín Iriondo o de sus secuaces ha de decidir de lascontiendas eleccionarias en los centros agrícolas, borremos de la constituciónesa promesa y de ese modo el extranjero sabrá que no puede ejercer vida activay que toda su misión se reduce a trabajar para adquirir”25.

El Municipio, por su parte, se quejó en 1888 de que algunos colegas lo-cales, “a guisa de himnos entonados al amor patrio”, estuviesen publicando“artículos impertinentes sobre el criollismo”, porque entendía este diario que,“escritos con buena o con mala fe, su efecto tiene que ser contraproducente para los intereses positivos de la nacionalidad argentina y para la armonía yconcordia que a todos conviene consolidar, entre nacionales y extranjeros”26.A os más tarde, este mismo periódico –enrolado con el civismo– se re rió almate como a una “costumbre de cuartel o comisaría, anti-higiénica y propiade los holgazanes”27.

Esta postura no era exclusiva de los círculos intelectuales. En las clasesmedias y altas de la sociedad, y en las prácticas habituales de éstas, podía ad-vertirse el menosprecio hacia el elemento nativo –y en especial hacia aquel quecomponía los sectores populares–, que hacía preferir a sirvientes y empleados

extranjeros, según lo anunciaban los avisos clasi cados de los periódicos28

.Mientras en los extranjeros se apreciaban sus costumbres proclives al trabajoy la higiene, los elementos nativos de las clases bajas fueron mirados conaprehensión por la élite nacional, y esa percepción se hizo extensiva a quienesdetentaban el poder público. Debido a ello, en 1888, el intendente de RosarioPedro de Larrechea atribuyó a los “hábitos especiales de vida” de la poblacióncriolla, a la que caracterizó por su “abandono” e “indolencia”, el hecho de quefuese más propensa que la población extranjera a sufrir epidemias29.

En otros aspectos de la vida cotidiana también se observa esa preferen-

cia por las costumbres y cultura europea. Las viviendas características del

25 La Capital , Rosario, 29 de agosto de 1884.26 El Municipio, Rosario, 8 de marzo de 1888.27 El Municipio, 15 de abril de 1891.28Vg., La Capital , 19 de junio y 6 de julio de 1887, y 18 de enero, 8 y 21 de febrero y 8 de

abril de 1890, y Nueva Época, Santa Fe, 13 de julio y 8 de diciembre de 1892.29 MUNICIPALIDAD DE R OSARIO, Memoria presentada al Honorable Concejo Deliberante

por la Intendencia Municipal de la ciudad del Rosario de Santa Fe, 1887, Rosario, 1888, pp.

52-53.

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236 MAR A GABRIELA MICHELETTI

período hispánico –al uso andaluz30 – se fueron adaptando gradualmente, demodo que las ciudades del Litoral –y, en particular, Rosario, que por enton-ces de nió, precisamente, “su calidad urbana”– adquirieron una sonomíaitalianizante producto de la in uencia ejercida por ingenieros, arquitectos yobreros italianos31. En los salones de baile, las vidalas y chacareras, los gatosy cielitos, resultaron sustituidos por polkas, habaneras, valses, mazurcas,schotis o valesanas32. Y con motivo de las estas patrias, fueron óperas extran- jeras –“Aída”, “La Bohème”, “Gioconda”, etc.– y no la música de la tradiciónnacional, las elegidas por la élite nativa para las funciones de gala33. Comotambién gozaron de más alta estima y prestigio las obras de teatro europeas,que difundían costumbres foráneas, y que compa ías extranjeras –en especial,italianas– representaban asiduamente en los teatros de las principales ciuda-

des 34. Este desplazamiento en los gustos en torno al género drámatico ya sehabía iniciado luego de la Revolución de Mayo, cuando la representación de lascomedias espa olas, populares hasta entonces, fueron reemplazadas por obrasfrancesas traducidas y adaptadas, y también por las producciones de algunosdramaturgos locales. Este cambio se intensi có durante la segunda mitad delsiglo XIX, momento en que la ópera y la zarzuela fueron las preferidas del pú- blico culto santafesino, y los autores y compa ías locales quedaron excluidosde las salas y teatros más importantes35.

Como contrapartida de este favoritismo hacia las obras dramáticas euro-

peas, a principios de los a os noventa se siguió desde diversos sectores de la élite –y más allá de alguna que otra voz solitaria que se levantó en su defensa36 – una

30LINA BECK -BERNARD, El río Paraná. Cinco años en la Confederación Argentina. 1857-1862, Buenos Aires, Emecé, 2001 (1864), p. 76.

31R AMÓN GUTIÉRREZ, “La inmigración italiana y su impacto en la arquitectura argentina(1850-1910)”, Res Gesta, Nº 4, Instituto de Historia, Facultad de Derecho y Ciencias Socialesdel Rosario, UCA, julio-diciembre de 1978, pp. 1-4.

32 GRACIELA GONZÁLEZ DE WELSCHEN, “Las diversiones y entretenimientos de los santa-fesinos”, Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe, Nº 56, Santa Fe,

1986, p. 195.33 El Municipio, 27 de mayo de 1891, y La Capital, 25 de mayo de 1897.34Vg.,TEATRO MUNICIPAL, Argumento del drama de costumbres sicilianas en tres actos

Malia, Tip. y Enc. Nueva Época, s/f, Archivo del Museo Histórico Provincial de Rosario Dr.Julio Marc (AMHPJM), Caja Nº 15, Documentos impresos clasi cados por fecha, 1873-1891, yPrimer Censo Municipal de la Población con datos sobre edi cación, comercio e industria de laciudad de Rosario de Santa Fe. Levantado el día 19 de octubre de 1900, bajo la administraciónde Luis Lamas, Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1902, pp. 555-556.

35GONZÁLEZ DE WELSCHEN, op. cit., pp. 180-182 y 190-191.36 A nes de 1891 La Capital publicó un artículo de Constantino Arrúa en el que se de-

fendía a los dramas criollos por su referencia a lo nativo y a la legendaria gura del gaucho.

La Capital , 4 de diciembre de 1891.

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seria persecución contra la representación teatral de los dramas criollos, ar -gumentándose que ellos incitaban a la violencia y encendían la imaginaciónde las clases populares y de los ni os, con imágenes de malevos y de cuchi-

lladas. Juan Moreira y Juan Cuello –los gauchos protagonistas de las obrasmás famosas de Eduardo Gutiérrez– no resultaban un modelo apropiado aimitar: “todo lo que contribuya a combatir la ebre de paisanadas que nos hainvadido es útil”, escribió el diario galvista La Opinión de Rosario, que soli-citó la prohibición de esos espectáculos. También contra ellos se manifestó la Revista Escolar –publicación pedagógica dirigida por el inspector de escuelasEudoro Díazª deseosa de proteger a la ni ez de in uencias perniciosas37. Paralos hombres del galvismo, aquellos gauchos eran hombres vulgares, penden-cieros y criminales, que se rebelaban contra la autoridad. La verdadera historiadel personaje de Lobos en el que se había inspirado Gutiérrez para su JuanMoreira “estaba muy lejos de sintetizar el carácter más general y genuino denuestro paisano, de suyo noble, generoso, valiente y hospitalario”; y sólo la“in uencia populachera” había ido “creando entre el vulgo esa mentira his-tórica”. Además, esos dramas, en los que se escuchaba “la mala y defectuosa prosa del lenguaje de nuestro bajo pueblo”, solían ser representados en formacaricaturesca o pantomímica por los circos criollos –uno de los más famososera el de la familia de José “Pepe” Podestá, un uruguayo de origen italiano– y producían “repugnancia” a “la higiene y la estética” de los sectores cultos que

componían la élite, cada vez más alarmados por el éxito de que gozaban entrelas clases bajas38. Porque debe admitirse que los folletines de Gutiérrez –y lasrepresentaciones teatrales inspiradas en ellos– gozaron de gran popularidad,constituyendo un fenómeno literario nunca visto hasta entonces en el país39.En dichos folletines –que constituían para el pueblo “una clave de su acceso alsentimiento ‘de lo nacional’”–, “el hombre rural se moderniza o se transcultura

37 Revista Escolar , Rosario, Nº 18, A o II, 15 de octubre de 1892, y Nº 21, A o III, 15de enero de 1893. Por ese mismo entonces, Juan Moreira, Juan Cuello y Martín Fierro fueron

“responsabilizados” en el informe elaborado en Buenos Aires, con motivo de determinar elgrado de culpabilidad de un ni o italiano de doce a os en una acción delictiva con arma defuego. “Un caso como hay muchos”, La Nueva Escuela, Buenos Aires, N° 15, A o I, febrero15 de 1893, pp. 281-282.

38 La Opinión, 26 de abril, 18 de agosto, 25 y 27 de noviembre y 1 y 6 de diciembre de1892, y Nueva Época, 17 y 19 de agosto, y 1 de diciembre de 1892.

39En su investigación, Adolfo Prieto ha destacado la importancia que revistió la literaturacriollista para las clases populares –en forma paralela a la proliferación en Buenos Aires decentros nativistas–, a pesar de la obstinada negación que de ella quisieron hacer los sectoresde la élite. De este modo, el criollismo habría jugado un notable papel en la modelación de laArgentina como Estado moderno.ADOLFO PRIETO, El discurso criollista en la formación de la

Argentina moderna, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006.

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hacia la modernidad”, a la vez que “el inmigrante se acultura hacia lo tradicio-nal para obtener su carta de ciudadanía en Argentina”. En ellos se mezcla “‘loresidual’ gauchesco con “lo ‘emergente’ (inmigrantes y modernización)”. Y si bien los protagonistas de esta literatura gauchesca reivindicaban “una gurasocialmente muerta”, la del gaucho, ésta, no obstante, mantenía una “fuerzaanti-sistema, anti-social”, que no podía dejar de entusiasmar a las clases bajasy de preocupar a las élites dirigentes40.

A mediados de 1893, en medio de polémicas y cuando los ánimos caldea-dos preanunciaban el pronto estallido de la revolución radical que derrocaríaal gobernador galvista Juan Manuel Cafferata, fueron prohibidos los dramascriollos por la intendencia de la ciudad de Rosario, dado que incitaban al pue- blo –se adujo– a levantarse en contra de las autoridades41.

Aun criticando los dramas criollos, empero, hubo quienes reivindicaronsu faceta “nacional”, con lo que evidenciaron el giro –ya presente a principiosde los noventa– que se estaba produciendo en la evaluación de las costumbresnacionales por un sector de la élite nativa:

Pésimas como son por su tendencia y ense anza en el teatro, las obras deGutiérrez son indudablemente más nacionales y de nen con más acierto yverdad las costumbres y condiciones rurales de nuestro país que las necedadesen prosa o verso que se muestran por docenas en nuestros teatros de secciones

[…].Así escribía en 1892 Ch. Leonardi desde La Opinión, si bien se cuidaba a

la vez de advertir lo nefastas que eran esas expresiones para la formación dela ni ez y juventud42. La élite santafesina más nacionalista, al iniciar la rei-vindicación de la literatura criolla de costumbres, no obstante, buscó dividirlas aguas y en tanto censuró los dramas criollos al estilo de Juan Moreira,Juan Cuello, Hormiga Negra, Pastor Luna, El Tigre del Quequen y aún otros“peores” que llegaron tras de ellos, en los que se hacía “la glori cación de

un criminal”, rescató obras como El Entenao, del uruguayo Elías Regules,una comedia criolla de costumbres gauchas, en la que des laban “gauchosinocentes y traviesos”, “que en el trabajo y en la esta están contentos y joco-

40 CARLOS R ODRÍGUEZ MCGILL, “Los folletines gauchescos de Eduardo Gutiérrez: trans-culturación modernizante gaucha y la aculturación del inmigrante”, Delaware Review of Latin American Studies, Nº 1, Vol. 4, University of Delaware, 15 de febrero de 2003.

41 La Capital , julio de 1893. Una suspensión anterior de la representación de Juan Mo-reira se había veri cado ya en 1888, en Rosario, debido a los desórdenes producidos por losespectadores. El Municipio, 27 de enero de 1888.

42

La Opinión, 26 de abril de 1892.

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sos”, “mostrando que no hay razón para que el gaucho –que es todo nobleza ylealtad– esté en pugna con el pueblo, con el hombre civilizado e instruido”43.Esta visión del gaucho, sumiso, asimilado a la sociedad y a gusto con la nuevarealidad que le había deparado la modernidad, indudablemente resultaba másfuncional a la élite gobernante que la que presentaba Gutiérrez en la gurade gauchos valientes que sufrían las injusticias de los que mandaban, y fue laelegida por el o cialismo galvista que, al tiempo que defendía su autoridad, parecía buscar una vuelta a las raíces nacionales.

En tanto el gaucho se “reciclaba” para adoptar una imagen más dócil ymenos contestataria, también otras costumbres populares nacionales fueroncriticadas por parte de las élites intelectuales, como la del “bicho feo”, silbidoque acostumbraban hacer en son de mofa los ni os en la calle a los transeún-

tes. La mala impresión que tal práctica podía despertar en algún “caballeroextranjero, ignorante de tal moda” y no acostumbrado a ella, fue el argumentoutilizado para condenarla44.

Los juegos criollos tradicionales, a la par, sufrieron la condena de unasociedad que se sentía más “culta” y en la que las sociedades protectoras deanimales, integradas por algunos de los miembros más caracterizados de laélite local, cobraron prestigio y peso social. El Reglamento de policía urbana yrural de la provincia de Santa Fe, originario de la década del sesenta, prohibíael juego del pato y disponía el control de otras diversiones criollas, como las

carreras de caballos, los re ideros de gallos y los bailes y festejos que clausu-raban una actividad estacional de envergadura como la yerra45. A mediadosde la década del ochenta, desde las páginas del recién fundado Nueva Época dirigido por el galvista David Pe a –quien formaba parte de la SociedadArgentina Protectora de Animales– se conceptuó a las ri as de gallos de lasiguiente manera:

En Santa Fe predomina aún, como resto de atraso, la a ción decidida por lasri as de gallos.

Se posterga la apertura de los re ideros para los días patrios y se anuncia conmás entusiasmo que la apertura de una escuela.

43 Nueva Época, 21 de octubre de 1892.44 La Capital , 4 de marzo de 1890. El “Bicho feo” se hizo tan popular que, inclusive, se

editó en Rosario durante algún tiempo un semanario cómico ilustrado con ese nombre. LaCapital , 6 de septiembre de 1890.

45MARTA BONAUDO, “Los parámetros de inclusión y exclusión en el universo ciudadano.Un acercamiento al paradigma liberal decimonónico desde la mirada de los derechos (Santa

Fe 1850-1890)”, Anuario 19, Escuela de Historia, UNR, Rosario, 2002, p. 89.

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[...] El sentimiento moral, de adelanto, de simple conmiseración, rechaza quesea un placer para el espíritu la lucha y la muerte de estos animales, simplesexcusas muchas veces para descamisarse46.

Fue así como una ley de 1889 suprimió en la provincia las ri as de gallosy el tiro a la paloma, considerados juegos crueles y propios de épocas ya supe-radas. Además, en los pueblos rurales, el juego de taba iba siendo reemplazado por la cancha de bochas47. Hay que aclarar que las carreras de caballos y lasri as de gallos eran diversiones típicas de la sociedad santafesina desde laépoca colonial y constituían una costumbre hondamente arraigada en vastossectores 48. Tras el proceso independentista, esos entretenimientos formaron parte sistemáticamente de las celebraciones organizadas para conmemorarlas fechas patrias, y de ellos dejó testimonio Lina Beck-Bernard, al narrar losfestejos patrios que presenció a mediados del siglo XIX en la ciudad capitalde la provincia49. Por ello hay que dudar de la estricta aplicación de la ley de1889 que suprimió las ri as de gallos en la provincia, ya que según diversostestimonios siguieron existiendo re ideros de gallos hasta más allá de 1900.En ese a o, una disposición de la Municipalidad de la capital prohibió el fun-cionamiento de re ideros de gallos en el municipio, lo que demuestra que laaplicación de aquella ley era relativa50. Las carreras de caballos, en tanto, semantuvieron, pero se resigni caron y cobraron nuevo prestigio al crearse el

Jockey Club, a nes del siglo XIX, integrado por conspicuos representantesde la élite santafesina. En el a o 1900, el gobierno de J. Bernardo Iturraspeaprobó un reglamento para regirlas51.

46 Nueva Época, 6 de junio de 1886.47 Ley suprimiendo las ri as de gallos y tiro a la paloma en toda la provincia, 11-VII-

1889, en Registro O cial de la Provincia de Santa Fe , Tomo XVII: 1889, Santa Fe, Imprenta yEncuadernación Nueva Época, 1897, pp. 78-79, y La Capital , 29 de abril de 1897.

48

Ya en las primeras décadas de vida independiente algunos de estos juegos, en los quese generalizaba el vicio, trataron de ser prohibidos con poco éxito.MANUEL CERVERA, Historiade la ciudad y provincia de Santa Fe. 1573-1853, Tomo III, Santa Fe, Universidad Nacionaldel Litoral, 1981 (1907), pp. 174-175.

49BECK -BERNARD, op. cit., p. 86.50Re ideros de gallos, Santa Fe, 29-IX-1900, enMUNICIPALIDAD DE LA CAPITAL, Digesto

de ordenanzas, decretos, reglamentos de la Municipalidad de Santa Fe, Santa Fe, Tipografíay librería La Unión, 1901, p. 475.

51 En la ciudad de Santa Fe se constituyó, en 1888, la Sociedad Anónima Jockey Club;disuelta hacia 1910, tres a os después surgió el Jockey Club Santafesino. Por su parte, el JockeyClub de Rosario fue fundado en el a o 1900.GONZÁLEZ DE WELSCHEN, op. cit., pp. 179, 183 y

188-189, y Jockey Club de Rosario, Centenario, 1900/2000, Rosario, s/e, 2000, p. 19.

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La pampa se fue quedando literalmente “sin gaucho” –al decir de GastónGori52 –, si bien pervivían algunas tradiciones, que a oraban sobre todo en lascelebraciones y estas populares, realizadas generalmente con motivo de lasfechas patrias: en esas ocasiones, el asado con cuero, el juego de pato –quetambién parecía mantenerse al margen de la prohibición–, la corrida de sortija,el palo enjabonado, etc., eran disfrutados no sólo por la población criolla sinotambién por los colonos extranjeros53.

Además, también para celebrar sus propias estas los extranjeros opta-ron muchas veces por las costumbres y los típicos platos criollos: el festejorealizado en 1897 en Rosario por los liberales del Cantón Ticino encontró alos suizos “churrasqueando de lo lindo trozos de carne con cuero y chorizosasados a la criolla”; según La Capital : “Era de ver cómo esos gringos que consus brazos y su inteligencia son la antorcha de nuestro progreso, se engrasabanlos dedos y daban tirones al trozo humeante, con más gracia quizás y con másapetito, seguro, que el mejor de nuestros paisanos”. Lo mismo habían hecholos italianos de Rafaela para el 20 de septiembre de 1892, con un “almuerzo ala criolla, ‘con pelo’”, y harían los de Villa Casilda para un festejo étnico de1900, acompa ando el asado con cuero con buen vino italiano, como así tam- bién los de Alvear y San Genaro, que en el programa de las estas del 20 deseptiembre de 1898 incluyeron carreras de caballo, sortijas y las tradicionales payadas, para citar sólo algunos ejemplos54. A veces, las costumbres criollas

se entremezclaron con las traídas de allende los mares, en propuestas gastro-nómicas que dieron lugar a exóticas combinaciones: la celebración en 1892 por parte de los espa oles de Rosario del aniversario de la caída de Isabel II(ocurrida en 1868), se concretó a través de una comida en la que se alternó elasado con cuero con la paella a la valenciana55.

Porque si bien muchas costumbres europeas se iban imponiendo en las re-giones de la provincia en donde la población de origen inmigratorio abundaba,también los extranjeros iban adoptando algunas costumbres criollas, a veces por necesidad. Cuando los colonos llegaron a establecerse al campo desierto,

la primera vivienda que habitaron fue el precario rancho de adobe, típico de la pampa gaucha, fácil de levantar y barato, y que fue –según Gastón Gori– su

52 GASTÓN GORI, La pampa sin gaucho. In uencia del inmigrante en la transformación delos usos y costumbres en el campo argentino en el siglo XIX , Buenos Aires, Editorial Raigal,1952.

53Vg., La Capital , 5 de octubre de 1884, 16 y 20 de mayo de 1893, 1 de junio de 1894 y 18de mayo de 1898, La Opinión, 25 de mayo de 1892, y Nueva Época, 8 de octubre de 1892.

54 Nueva Época, 24 de septiembre de 1892, y La Capital , 16 de marzo de 1897, 21 y 25 deseptiembre de 1898, y 31 de octubre de 1900.

55

El Municipio, 27 y 29 de septiembre de 1892.

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242 MAR A GABRIELA MICHELETTI

“primer ensayo en el ejercicio de costumbres del país”. Como se ala este autor,a esta costumbre criolla:

No pudieron evitarla, ni procuraron eludirla mientras fueron gentes desarraiga-das. Desaparece ese tipo de vivienda cuando vencen los escollos más gruesos[...]. Los ranchos entonces, cuando ya no cupieron dudas, cuando engranaronen la sociabilidad de las colonias como campesinos, fueron desapareciendo:ladrillos y cal vinieron aparejados con el dominio sobre la tierra56.

Con la radicación en el medio rural, muchos inmigrantes adquirieron,además, el hábito de tomar mate y el de frecuentar las pulperías57. Con pre-ocupación y desdén comentaba ya en 1872 el inspector de Colonias GuillermoWilcken que el colono inmigrante, hombre en general sin demasiada instruc-ción, en contacto “con nuestro gauchaje, acaba por apoderarse como éstos delvicio de la pulpería. Cree el colono que no hay otro recreo para el domingo,que la sociedad de la pulpería, la embriaguez y la pendencia”58 .Este observa-dor también advirtió ciertas diferencias en cuanto a la absorción de las costum- bres nacionales de acuerdo al grupo étnico del cual se tratara, e indicó que erala inmigración vasca –que raramente llegaba a las colonias santafesinas, radi-cándose más bien alrededor de las grandes ciudades– la que “más fácilmenteadopta nuestros trajes y costumbres en lo más nacional de las acepciones. El

vasco está destinado a conservar el chiripá de que se desprenden ya hasta losgauchos más selváticos”59. El uso del caballo se popularizó también en la pam- pa gringa, hasta el extremo de que los hijos de los antiguos aldeanos suizos yalemanes concurrían a la escuela montados: debido a ello, se hizo necesarioen la escuela de la municipalidad de Esperanza construir un corral para quelos ni os dejaran allí los animales mientras asistían a las clases60.

56GORI, op. cit., pp. 23-24.57

Do a Encarnación Samaniego de Batiz al Se or Vice-cónsul de Espa a en el Rosariode Santa Fe, Don Laureano de Albaladejo y Tornel, 11-I-1878, Archivo General de la Provinciade Santa Fe – Archivo del Ministerio de Gobierno (AGPSF-AMG), 60-33-45, y La Capital ,29 de abril de 1897.

58 GUILLERMO WILCKEN, Las colonias. Informe sobre el estado actual de las coloniasagrícolas de la República Argentina presentado a la Comisión Central de Inmigración porel inspector nacional de ellas, 1872, Buenos Aires, Imprenta de la Sociedad Anónima, 1873, p. 307.

59 Ibidem, pp. 312-313. También La Capital caracterizó a vascos y navarros como unainmigración que se destacaba “por su amor al país”. La Capital , 7 de julio de 1887.

60 Resoluciones de la Comisión Municipal, 7-IV-1887, en Municipalidad de Esperanza,

Digesto Municipal, precedido de una historia de las actuaciones de la Corporación Municipal,

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Pero, a la vez que los extranjeros adquirían estas pautas criollas, transfor -maban rápidamente la sonomía de la pampa, y en sus propiedades rurales,subdivididas y alambradas, comenzaron a levantarse casas de ladrillo, a crecerarboledas, a emplearse maquinarias agrícolas y carros, bueyes y arados, y a producirse y consumirse alimentos más variados61. Todos estos cambios fueroncelebrados por la élite dirigente, que se esforzó por consignar cuantitativamen-te, en memorias e informes, el incremento de edi caciones, árboles, animalesy útiles de labranza en la extensa planicie hasta entonces vacía62.

COSTUMBRES FORÁNEAS Y PROPÓSITOS NACIONALIZADORES

Cuando se dice que las élites argentinas buscaron desde nes del sigloXIX nacionalizar a los extranjeros e integrarlos a la cultura nacional63, debetenerse en cuenta, entonces, que se trataba en gran medida de una culturaeuropeizada, modi cada ya por el europeísmo de los sectores dirigentes y porlos mismos inmigrantes a los que se pretendía aculturar. La nacionalizacióncultural del extranjero aludía, en consecuencia, más que nada, a una cuestiónidiomática –lograr generalizar el uso de la lengua castellana como canal de co-municación– y a asumir rasgos patrióticos. Lo deseable para la élite dirigenteera que los inmigrantes fuesen capaces de anexar, a su bagaje cultural europeo –del que no debían desprenderse a riesgo de que los objetivos de Alberdi ylos constituyentes resultasen nulos–, sentimientos de amor y reverencia por laPatria, su historia, sus héroes y sus símbolos. De ahí la importancia que alcan-zó, entre nes del siglo XIX y principios del siguiente, la llamada educación patriótica –que tenía como destinatarios especí cos a los hijos de inmigrantesque poblaban las escuelas del país–, y que otorgó primordial relevancia a la en-se anza de aquellas asignaturas consideradas fuertes en contenidos nacionales:la lengua, la historia y la geografía argentinas, y la instrucción cívica64.

Concejo Deliberante y Departamento Ejecutivo, Tomo I: 1861-1906, Esperanza, EditorialBelgrano, 1955, p. 97.61 GORI, op. cit., pp. 29-30, 33-35, 42-43, 47-48, 53-54, y 58-60.62 WILCKEN, op. cit.,GUILLERMO COELHO, Memoria presentada al Exmo. gobierno de la

provincia de Santa Fe por el Sr. inspector de colonias, Buenos Aires, Juan Kidd y Cía, 1875,y CARRASCO, Descripción geográ ca , op. cit.

63Ver al respecto:LILIA A NA BERTONI, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La cons-trucción de la nacionalidad argentina a nes del siglo XIX , Buenos Aires, Fondo de CulturaEconómica, 2001.

64 Para el caso de Santa Fe:EDGARDO OSANNA et al, “Una aproximación a la educaciónsantafesina de 1885 a 1945”, enADRIANA PUIGGRÓS (dir.), Historia de la Educación en la Ar-

gentina, Tomo IV: La educación en las provincias y territorios nacionales (1885-1945), Buenos

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La nacionalización de los extranjeros implicaba, también, eliminar losrasgos culturales que se habían introducido de “contrabando”, por error o ne-gligencia de las políticas inmigratorias. Porque si resultaba claro que se había procurado una modi cación de la cultura propia a manos de los inmigranteseuropeos, no menos explícita había sido la idea de que ésta no podía realizarseen cualquier sentido sino según el arbitrio de los prohombres argentinos. Des-cubrir que, con frecuencia, los inmigrantes que llegaban eran “viciosos” o no poseían el hábito del trabajo, por ejemplo, causó entonces sorpresa y preocupa-ción a los hombres de la élite dirigente65. En 1891, un artículo de La Opinión deRosario, atribuible al galvista David Pe a, se quejó de que a la inmigración sela había “aceptado siempre sin bene cio de inventario, entrando en el montónlos coléricos del Perseo, los tuberculosos que desbordaban en los hospitales deBuenos Aires y los criminales que aun hoy aterrorizan al Rosario”66. Lo queocurría era que la gura del inmigrante “ideal” había dejado paso al extranjero“real” llegado a la Argentina, que era “un sujeto intermedio entre el ‘extranjerodeseado’ y el ‘otro absoluto’, ‘el bárbaro’”, cuyos exponentes eran el indio y elgaucho 67. Entre los inmigrantes “indeseables” destacaban los pertenecientesa determinados grupos étnicos: los turcos y los gitanos, húngaros, bohemioso zíngaros. El mayor desprecio hacia ellos radicaba en su escasa disposición para los trabajos estables y su tendencia a la vida nómade, y su radicación enel país fue cuestionada por las elites nacionales en su conjunto, más allá de

su color político68

. Tampoco los judíos gozaron de aceptación entre la mayor parte de la élite, que veía en ellos a una nación que tendía a aprovecharse dela sociedad en bene cio exclusivamente propio. Además, se descon ó de lascualidades de los judíos para las labores agrícolas, y se consideró que el judíosería un grupo étnico difícil de integrar por su tendencia a no mezclarse conotros pueblos69.

Aires, Galerna, 1993, yMARÍA GABRIELA MICHELETTI, “Educación y nacionalización en SantaFe a nes del siglo XIX”, XIII Jornadas Argentinas de Historia de la Educación, Buenos Aires,

10-12 de noviembre de 2004, yTendencias de nacionalización de inmigrantes en los orígenesdel sistema educativo santafesino (1882-1890), Separata del Duodécimo Congreso Nacional yRegional de Historia Argentina, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 2003.

65WILCKEN, op. cit., p. 3.66 La Opinión, 18 de febrero de 1891.67VILLAVICENCIO, op. cit., p. 69.68 El Municipio, 31 de julio y 23 de agosto de 1887, La Capital , 10 de enero y 22 de marzo

de 1882, 8 de enero de 1884, 23 de septiembre y 19 de noviembre de 1887, 14 de noviembre de1889, y 18 de enero y 24 de abril de 1890, La Opinión, 25 de octubre de 1890 y 21 de febrerode 1891, y Nueva Época, 22 de octubre de 1892.

69Vg., La Capital , 16 de noviembre y 5 de diciembre de 1890, y 3 y 12 de septiembre de

1891, El Municipio, 31 de octubre, 1 y 4 de noviembre y 20 de diciembre de 1891, La Opinión,

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La distinción que se forjó por entonces entre inmigración “deseable” e“indeseable” trajo consigo el repudio de los rasgos culturales que esta últimasuponía y conllevaba. Por ello, no debe extra ar del todo que El Municipio deDeolindo Mu oz, a la vez que defendía los derechos de los extranjeros y hacíaa éstos mani esta declaración de amistad, publicara en forma de folletín lanovela cargada de xenofobia de Eugenio Cambaceres, En la sangre (1887), enla que se recelaba de ciertas costumbres y características consideradas propiasde algunos sectores inmigrantes, como el materialismo y la falta de escrúpu-los para hacer dinero, y se re ejaba el temor de la élite dirigente a perder suhegemonía social70.

Algunas costumbres concretas de determinados grupos étnicos –inclusivede aquellos mayoritariamente aceptados– resultaron particularmente cues-

tionadas. A nes de 1891, por ejemplo, se produjo en Rosario un con icto araíz del supuesto permiso otorgado por la Municipalidad para la realizaciónde corridas de toros. Éstas eran consideradas un barbarismo de los espa olesque no debía tener cabida en nuestro país y sobre ellas cayó la misma condenaque había pesado sobre los juegos criollos con animales. Populares en la épocacolonial –las corridas se practicaban en la ciudad de Santa Fe desde principiosdel siglo XVII y consistían en uno de los principales entretenimientos de la población con motivo de festividades civiles y religiosas71 –, las ideas liberalesque se impusieron en el país luego de Mayo y Caseros se propusieron terminar

con ellas.Las corridas habían sido ya prohibidas en el municipio de Rosario poruna ordenanza de 1874, tras una petición cursada al gobierno provincial por lasociedad protectora de animales de la ciudad a n de que no se permitiera lainstalación de una plaza de toros72. Con posterioridad, en 1883, había existidoun nuevo intento de instauración de corridas, que no había llegado a concre-tarse y que había interesado en el asunto a Sarmiento, entonces presidente dela Sociedad Argentina Protectora de los Animales. En el noventa y uno, al

14 de febrero de 1892 y Nueva Época, 4 y 29 de octubre de 1892.70 El Municipio, 13, 23 y 24 de septiembre de 1887. Sobre los rasgos xenófobos de la

obra de Cambaceres:GLADYS O NEGA, La inmigración en la literatura argentina (1880-1910),Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1982, pp. 59-74, yTULIO HALPERÍN DONGHI,“¿Para qué la inmigración? Ideología y política inmigratoria en la Argentina (1810-1914)”, en El espejo de la historia. Problemas argentinos y perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires,Sudamericana, 1998, pp. 217-219.

71GONZÁLEZ DE WELSCHEN, op. cit., pp. 173-176.72Sociedad Protectora de Animales, Rosario, solicita no se permita la instalación de una

plaza de toros, 1873, AGPSF-AMG, 38-19, yJUAN ÁLVAREZ, Historia de Rosario (1689-1939),

Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1981, p. 458.

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re otarse el tema, el diario cívico El Municipio realizó una activa campa a para evitar que la práctica se instaurase. Los empresarios (según se denunció,miembros de la élite rosarina, con vinculaciones con el gobierno provincialgalvista), que ya habían hecho llegar a la ciudad 28 toros espa oles, toreros ylas maderas para construir una plaza, vieron peligrar sus planes y, para escapara las prohibiciones, construyeron la plaza fuera de la jurisdicción municipal,en el vecino pueblo de Alberdi. Las corridas de toros se iniciaron, burlando lasdisposiciones municipales y aún la ley nacional Nº 2786 sancionada en el mesde agosto de ese a o, que condenaba el maltrato a los animales. Dieron lugara la intervención de las sociedades protectoras de animales local y argentina, ala del juez correccional, y hasta generaron la injerencia del gobierno nacional.El ministro del Interior se dirigió en nota sobre el asunto al gobernador JuanM. Cafferata, el procurador general de la Nación dio un dictamen a rmando laaplicabilidad de la ley Nº 2786 en la materia, y el presidente Carlos Pellegrinidio un decreto otorgando carácter de resolución a lo concluido por éste; perotodas estas medidas no impidieron la realización de corridas y matanzas detoros, que continuaron aún después de una displicente y tardía prohibición delgobernador al respecto73. No faltó la interpretación de la cuestión en términosnacionales: según el presidente de la Sociedad Argentina Protectora de Ani-males, Ignacio Albarracin, “nadie tiene el derecho de humillarnos [...]. Esta noes cuestión de partidos, cuestión política, es cuestión de honor nacional”74. El

Municipio, por su parte, censuró el que la ley nacional hubiese “sido pisoteada por unos sujetos extranjeros a vista y paciencia de las autoridades”75, y explicósu oposición a las corridas, criticando la costumbre espa ola pero cuidándosede no herir la nacionalidad amiga:

En los asuntos de orden social no deben hacerse distinciones de nacionalidadni deben primar otras consideraciones que aquellas que favorecen a la comu-nidad.

73 Registro Nacional de la República Argentina, 1891, segundo semestre, Tomo cuatri-gésimo, Buenos Aires, Taller Tipográ co de la Penitenciaría Nacional, 1891, pp. 199-200 y863-864, El Municipio, 22, 25 y 28 de octubre, 3, 4, 7, 8, 10-15, 17, 24 y 29 de noviembre, y 4,6, 8, 10 y 27 de diciembre de 1891, y La Capital , 18 de diciembre de 1891.

74 El Municipio, 10 de noviembre de 1891. También en Buenos Aires se había producidoen 1890 una corrida de toros, que dio lugar a una nota del presidente de la Sociedad Protectorade Animales en la que, además de denunciarse el hecho, se dirigían ataques a los espa oles ysu nación. La Capital , 15, 17 y 18 de marzo de 1890.

75

El Municipio, 8 de diciembre de 1891.

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Todos los pueblos tienen sus tradiciones y sus costumbres que se conservancon el respeto y la reciprocidad que un pueblo tiene a otro pueblo, una nacióna otra nación.

Pero sobre esa comunidad de tradiciones y costumbres está el derecho público,la ley y el sentimiento nacional.El Municipio, al pedir que se respeten nuestras leyes y nuestra sociabilidad, nohiere la susceptibilidad de los espa oles, y mucho menos la de la noble naciónque con el brillo de sus glorias ha iluminado nuestra cuna americana76.

Al a o siguiente, David Pe a, adscripto al o cialismo galvista, propició la prohibición legal de las corridas; iniciativa que si bien fue acogida favorable-mente por la Cámara de Diputados de la provincia, no llegó a cristalizar en lasanción de una ley77. Y para el nal del siglo, las veleidades de una sociedadde gustos y principios cambiantes posibilitaron que, sin inconvenientes, seconstruyera en Rosario un coliseo taurino y se practicaran, tanto allí como enla capital provincial, y si bien como “parodia” y “dentro de lo que permiten lasleyes de la república”, corridas de toros que entusiasmaron a la comunidad his- pana residente y en las que no faltaron toros, toreros, banderillas y muletas78.

Otros juegos y diversiones de los extranjeros, como el tiro al blanco delos suizos, el polo de los ingleses, las romerías espa olas y las estas vene-cianas, gozaron en cambio de prestigio y aceptación79. Sólo el tiro al blancosuizo fue objeto de recelo por parte de un sector de la elite nacional duranteun lapso relativamente breve de tiempo, en coincidencia con el estallido enla provincia de las revoluciones radicales de 1893, que contaron con la parti-cipación de hijos de la nación de Guillermo Tell. En dicha oportunidad, lasreuniones de las sociedades de tiro llegaron a ser prohibidas en la provincia por un decreto del gobierno de la Intervención Nacional que se estableció trasla revolución de julio80, y al a o siguiente el diputado nacional electo por SantaFe, José Ignacio Llobet, perteneciente al o cialismo galvi-leivista81, culpó enun discurso que enunció en el Congreso a las “sociedades de tiro suizo con

76 El Municipio, 15 de noviembre de 1891.77 Nueva Época, 27 de julio, y 17 de agosto de 1892.78Parodias taurinas: concesión y Reglamento a que se sujetarán los espectáculos de pa-

rodias taurinas, en Municipalidad de La Capital , op. cit., pp. 545-546, y La Capital , 16 y 25de septiembre, 9 de octubre, y 11 y 28 de noviembre de 1900.

79 La Capital , 22 de junio de 1893, y 8 y 18 de diciembre de 1900.80Decreto prohibiendo la reunión de Sociedades de Tiro en la provincia, Santa Fe, 21-IX-

1893, en Registro O cial de la provincia de Santa Fe , Tomo XXII: 1893, Santa Fe, Imprentay Encuadernación Nueva Época, 1898, pp. 340-341.

81El leivismo, continuador del galvismo, ocupó en la gura de Luciano Leiva la gober -

nación santafesina entre 1894 y 1898.

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batallones perfectamente organizados y disciplinados; con jefes y o ciales,con armas y banderas” que existían en su provincia, de haber “sido la base para los movimientos subversivos operados por los opositores en la provinciade Santa Fe”82. Con sus palabras re ejaba las aprehensiones que al calor delos recientes acontecimientos políticos ciertos grupos extranjeros –y sus cos-tumbres foráneas– empezaban a despertar en el seno de las élites o cialistasque veían así peligrar su poder. Sin embargo, la prohibición establecida por elgobierno de Intervención fue una disposición pasajera, ya que, concluido el proceso revolucionario y normalizada la provincia, pronto se vio de nuevo alas sociedades de tiro suizo desenvolver sus actividades83. Y para el nal delsiglo y ante el peligro del estallido de una guerra entre la Argentina y Chile,las sociedades de tiro adquirieron un fuerte apoyo de los gobiernos nacionaly provincial.En cuanto a la costumbre de la romería, La Capital indicó:

[…] a pesar de ser eminentemente espa ola, ha encontrado en el país decididos partidarios que en unión de los hijos de Espa a aquí radicados la hacen suyay la celebran con verdadero entusiasmo. Quizá han contribuido para que lasromerías sean casi consideradas como una esta nacional esas semejanzas yanalogías que existen en las tendencias de ambos pueblos, como que son delmismo origen 84.

En ellas, las mujeres lucían el tradicional mantón de Manila y el tocadocon ores “a la espa ola”, y eran amenizadas con gaitas, bandurrias y dulzai-nas, con baile amenco y jotas, con partidos de pelotaris vascos y variados jue-gos populares, y rematadas con vino tinto, morrones, chorizos y pescado frito.Pero, junto a las costumbres espa olas, en las romerías también se incluíanmuchas veces bailes y juegos criollos, y la adhesión de los hijos del país fue talque se a rmó que aquellas habían tomado ya “carta de ciudadanía”, debido aque se veían recubiertas de “un colorido nacional que sin querer hacía pensar

en romerías de la tierra del choclo, la mazamorra, el mate y la bombilla”85

.Los deportes practicados, que hasta entonces no eran ni demasiado va-riados ni demasiado difundidos, también recibieron la in uencia extranjera.

82Continuación de la 22ª sesión ordinaria, 27-VIII-1894, en República Argentina, Congre-so Nacional, Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, 1894, Tomo I, Buenos Aires, Imprentadel Congreso, 1894, p. 636.

83 La Capital , agosto de 1894, 17 y 19 de marzo, 7 y 12 de mayo de 1895.84 La Capital , 11 de octubre de 1900.85 La Capital , 13 de septiembre de 1891, 14 de octubre de 1898, y 5, 6, 9, 11, 12 y 18 de

octubre, y 4 de noviembre de 1900.

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En los colegios, los alumnos comenzaron a practicar ellawn-tenis, las ni as,y el foot-ball , los varones86. En la plaza Euzkara, tanto de Rosario como deSanta Fe, los pelotaris vascos desarrollaron su juego frente a públicos nutridos.En los picnics y paseos campestres de los que tomaban parte miembros de lacolonia inglesa, se difundió elcricket , y en Rosario se estableció una plazade polo87. También comenzaron a introducirse tradiciones foráneas que con eltiempo serían plenamente aceptadas y asimiladas a la cultura local. Así, porejemplo, con motivo de una esta celebrada en el Club Francés de Rosario en1890 para el día de Reyes se había decorado un árbol de Navidad, lo que, se-gún la crónica del diario La Capital , “había echado las bases de una tradición popular, hasta hoy desconocida de nosotros: ‘el árbol de Noel’”88. La celebra-ción del A o Nuevo, asimismo, era una práctica desacostumbrada en Santa Feantes de que los extranjeros llegaran masivamente a establecerse. Tanto parala Navidad como para el comienzo del a o, los inmigrantes se esforzaron pormantener sus costumbres, que incluían platos típicos poco acordes con la épo-ca estival en que dichos festejos tenían lugar 89. En el aspecto religioso tambiénse vieron introducir diversas manifestaciones de culto propias de los paísesde donde procedían las colectividades inmigrantes, con la incorporación denuevos santos patronos y la veneración de santos y advocaciones de la Virgen poco difundidos hasta entonces en el país90. Y hasta a la tradicional siestasantafesina se animaron a desa ar algunos extranjeros radicados en la ciudad

capital, según el testimonio de Lina Beck-Bernard.91

En general, todos estos cambios en las costumbres fueron recibidos conaprobación por las élites dirigentes, que –según ya se ha se alado- habían buscado en la inmigración un medio para civilizar al país a través de la mo-di cación de sus hábitos inveterados, y que trataron de sortear de la mejormanera posible los problemas derivados del pluralismo cultural instaurado.Ya que no debe considerarse la cultura europea implantada por los inmigran-tes como un todo unitario y armónico, dado que las divergencias inherentes

86Escuela Normal Mixta de la Colonia Esperanza (Santa Fe), por J. E. Basualdo, 11-II-1901, en República Argentina (RA), Ministerio de Justicia e Instrucción Pública (MJI), Memo-ria presentada al Congreso Nacional de 1901 por el ministro de Justicia e Instrucción Pública,Buenos Aires, Taller Tipográ co de la Penitenciaría Nacional, 1901, Tomo II, p. 249.

87 La Capital , 8 de enero y 20 de agosto de 1881, y El Municipio, 22 de enero de 1888.88 La Capital , 6, 7 y 8 de enero de 1890, y 25 de diciembre de 1900.89GONZÁLEZ DE WELSCHEN, op. cit., pp. 201-202.90 Nueva Época, 19 de julio de 1892, y NÉSTOR TOMÁS AUZA, “La Iglesia Argentina y la

evangelización de la inmigración”, Estudios Migratorios Latinoamericanos, A o 5, Nº 14,CEMLA, abril de 1990, p. 128.

91

BECK

-BERNARD

, op. cit., p. 80.

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a los diversos grupos étnicos también eran notorias. Estaba, por empezar, lamultiplicidad lingüística, que planteó serios obstáculos a la comunicación yque impulsó en buena medida los propósitos de nacionalización de extranjerosanteriormente mencionados. Pero existían, además, otras diferencias en lascostumbres que igualmente generaban di cultades y confusiones de maneracotidiana. Entre ellas, Guillermo Wilcken ha se alado el desorden reinante enla campa a santafesina acerca de las medidas, un aspecto sin duda relevante para la buena marcha de la economía de dicha zona agrícola, y que implicaba para el gobierno un problema extra a la hora de evaluar resultados y plani carmedidas de acción. “Tomando datos sobre siembras y rinde de cosechas, seencuentra con que el suizo calcula por jukarts y poses; el francés e italianocalculan por hectáreas; el alemán calcula pormorgens; el americano e ingléscalcula por acres”, mientras que en Argentina se utilizaba la cuadra cuadradacomo unidad de medida. En cuanto a las medidas de longitud, las leguas yvaras debían ser convertidas a “pies de Suiza”, “pies del Rin”, yardas o me-tros, según el grupo inmigratorio del cual se tratase92. Las élites dirigentes,no obstante, en general buscaron minimizar estos inconvenientes, con mirasal objetivo primario de transplante cultural que perseguían.

EL REDESCUBRIMIENTO DE LO NACIONAL

Al lado de las corrientes más liberales comenzarían a imponerse hacialos noventa, sin embargo, otras posturas que –de la mano en Santa Fe princi- palmente de la élite o cialista– procuraron reivindicar los elementos nativosy sostener las tradiciones criollas frente al avance de la cultura extranjera. Eneste proceso de revalorización de lo propio frente a lo ajeno, el galvista Ze-nón Martínez, en la Convención Constituyente provincial de 1890, se animóa defender al gaucho y a la raza nativa, indicando que ésta era la que debía preponderar en la sociedad. En la misma ocasión, también otro galvista, Da-vid Pe a, se hizo eco de estas nuevas vertientes al a rmar: “De tal modo seva involucrando lo extra o en este país, que corremos el grave riesgo de noconservar como propias ni nuestras más caras tradiciones”93. Con estas frases,lo que los mencionados convencionales buscaban era respaldar la reforma im-

92WILCKEN, op. cit., pp. 272-275.93 Actas de la Convención Constituyente, A o 1890, en Senado de Santa Fe (SSF), Colec-

ción de documentos para la historia de Santa Fe, Edición en homenaje al cuarto centenario dela fundación de Santa Fe, Tomo I, Segunda parte: Actas de las convenciones constituyentes de

los años 1890 y 1900, Santa Fe, Imprenta O cial, 1975, pp. 134-135 y 142-143.

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pulsada desde el gobierno provincial destinada a suprimirle a los extranjerosel derecho de voto en las elecciones comunales.

Poco después, en un artículo aparecido en el galvista La Opinión y fá-cilmente atribuible a la pluma de David Pe a, se hizo un alegato del gauchoen tanto tipo nacional. Según el autor del artículo, era éste “un alma delicaday sensible al in ujo de la naturaleza”, y “el origen y el depositario de las tra-diciones de esta nación, independizada por él”; era el vencedor de Suipacha,Vilcapugio, Chacabuco, Maipú, Lima, El Callao, Junín y Ayacucho, y sunombre nunca podría ser un estigma mientras el país supiese “resistir a lasin uencias del cosmopolitismo”94. Si bien el galvismo se quejaba todavía dealgunos rasgos del carácter del nativo, como su inclinación a la política quelo llevaba a ser utilizado por parte de los caudillos de la oposición (claro queesta facción silenciaba que los criollos también eran manejados –y aún enmayor medida– por los caudillos autonomistas), comenzó a formularse desdeese sector de la élite una defensa del elemento criollo frente a la población deorigen inmigratorio, que llevó a que se lamentara que por aquella tendenciade los hijos del país quedara abandonado “el campo de la producción, quees la verdadera riqueza, al elemento extranjero”. Poniendo en evidencia la preocupación que comenzaba a extenderse entre algunos sectores de la éli-te nativa sobre los riesgos que para la propia nacionalidad podía revestir elaluvión inmigratorio95, sostuvo el diario o cialista santafesino Nueva Época

que “si el criollo sintiera menos ambiciones populares, y no creyera en los provechos fáciles de la política, estos países serían más ricos, formarían máshomogéneamente sus nacionalidades”, lo que indudablemente “enriquecería lanacionalidad argentina.”96 Con el paso de los a os, la inmigración procuradase había ido convirtiendo en cosmopolitismo invasor, una Babel confusa yamorfa, y las atávicas tradiciones otrora despreciadas parecían develar ahorala bra más genuina del ser nacional, ante la mirada menos optimista y más prudente de una élite que de pronto se sentía amenazada.

La élite o cialista fue, entonces, la que encabezó en Santa Fe esta reivindi-

cación de los sectores nativos en los que, por otra parte, poseía sus principales bases de apoyo político. La a nidad de algunos autonomistas por los motivos

94 La Opinión, 14 de febrero de 1891.95Uno de los proyectistas de la organización nacional, Domingo F. Sarmiento, luego de

haber bregado acerca de la necesidad de alentar la inmigración, fue en los a os ochenta delos primeros en dar la voz de alarma, advirtiendo desde la prensa sobre aspectos del procesoque no habían sido previstos y alertando acerca del peligro de llegar a la situación de “unanación sin nacionales”.DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO, Obras completas, vol. 36: Condicióndel extranjero en América, Buenos Aires, Impr. Moreno, 1900.

96

Nueva Época, 5 de agosto de 1892.

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criollos venía de lejos: en 1870, José Gálvez, como alumno del Colegio dela Inmaculada de los jesuitas –tradicional institución educativa en la que seformaba la élite santafesina de la época–, había presentado en un acto literariouna poesía titulada “Un gaucho en la pulpería”, junto a otros temas gauchescosa cargo de sus compa eros97. En los primeros a os de la década del noventa, enmedio de los sentimientos encontrados generados por la presencia masiva deextranjeros y la participación de grupos de éstos en apoyo de los revoluciona-rios radicales de 189398, esa a nidad se hizo más rme y explícita y quedaron parcialmente relegados los coqueteos con los postulados alberdianos.

Al tiempo que se a anzaba la rehabilitación de los tipos y costumbrescriollos por parte del o cialismo santafesino (en sus vertientes galvista yleivista99), como contrapartida, la élite opositora sure a evaluaba a travésde La Capital a aquel elemento como “esa parte de nuestro pueblo que des-graciadamente no puede juzgar de las cosas con recto criterio porque le faltala luz necesaria”. Para el diario liberal mitrista, se trataba de un “gauchajemalo que espía cobardemente la ocasión de asesinar y saquear a los laborio-sos colonos”100. Y al reunirse en 1899 una nueva Convención Constituyente provincial, el convencional Jacinto Fernández –en defensa de un proyecto delliberal Nicasio Oro o que concedía el voto político a los extranjeros– demostróun desprecio similar por el elemento criollo, al referirse a los “peones de susestablecimientos” que “no tienen ni la capacidad, ni la inteligencia, y tal vez ni

la moralidad de esos extranjeros”101

. Los asuntos políticos se entremezclabanasí con las preferencias étnicas en las actitudes y comportamientos de las élitesnacionales, y mientras el o cialismo reivindicaba a los sectores sociales másfácilmente controlables por sus caudillos –es decir, a los criollos–, el liberalis-mo y el radicalismo opositores encontraban en algunos grupos de extranjerosnuevos aliados políticos para engrosar sus las.

Hasta la relegada raza indígena, perseguida hasta poco antes con ardor,mereció el recuerdo por parte de las élites o cialistas y en 1893, poco des- pués de que la rebelión armada de los colonos extranjeros en protesta por un

97GUILLERMO FURLONG, SJ, Historia del Colegio de la Inmaculada de la ciudad de Santa Fe y de sus irradiaciones culturales, espirituales y sociales. 1610-1962, Tomo II: 1862-1884,Edición de la Sociedad de Ex-alumnos, 1962, pp. 342-343.

98 EZEQUIEL GALLO, Colonos en armas. Las revoluciones radicales en la provincia deSanta Fe (1893), Buenos Aires, Editorial del Instituto, 1977.

99Luciano Leiva, caudillo y hombre de acción, como gobernador prestó especial interés por la política de nacionalización de los extranjeros.

100 La Capital , 10 de septiembre y 20 de diciembre de 1893.101

Actas de la Convención Constituyente, A o 1900, en SSF, op. cit., p. 405.

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impuesto a los cereales tuviese lugar 102 , el gobernador Cafferata re exionóque, a pesar de “la importancia de la población inmigratoria europea, no debehacernos ella olvidar el deber que hay en los gobiernos de preocuparse de darhábitos de civilización y trabajo a la propia, que es la indígena”. Para cumplirtal objetivo, el gobierno prestó su cooperación a los misioneros franciscanos,que atendían las reducciones existentes en el norte provincial103. Y para el naldel siglo, Floriano Zapata –un periodista entrerriano asimilado a la sociedadsantafesina de la ciudad capital– reivindicó la pervivencia del “tipo criollo,castizo y tradicional”, que pervivía “a pesar de este mosaico cosmopolita, deeste aluvión y promiscuidad de razas antípodas procedentes de la inmigra-ción”. Aún era posible, pese a la mezcla, “determinar la idiosincrasia y pecu-liaridades características de los naturales de este suelo”:

En lo físico, son los santafesinos, en general, de regular talla y de reciacomplexión; moralmente considerados, obsérvase en ellos calidades nativasexcelentes que no se han borrado aún bajo la acción anónima e invasora dela población extranjera. Sean de la condición que fueren, ya pobres o ricos,ilustrados o ignorantes, conservan en su corazón, sin degeneraciones ni pali-deces, las mismas prendas morales y los mismos geniales impulsos, como lanota característica de su constitución íntima y psicológica. [...] Son urbanosy comedidos en su trato social, francos y abiertos sin per les y ceremonias,valientes en el combate, nobles y generosos en el triunfo [...]104.

De raza que debía ser regenerada a través de la inmigración, la criolla sehabía vuelto ahora una raza a la que se le descubrían un conjunto de cuali-dades, cuya pervivencia a pesar de la in uencia extranjera era celebrada. Se

102 GALLO, op. cit.103Mensaje del gobernador Juan Manuel Cafferata, a las HH. CC. Legislativas, 18-V-1893,

en Comisión Redactora, Tomo VI, op. cit., p. 384. Esta preocupación también fue manifes-

tada –en clave “nacional”– por el gobierno argentino y el ministro Filemón Posse, a pesar desu liberalismo, insistió en la necesidad de apoyar a los misioneros salesianos en su labor deevangelización de los indígenas del sur del país: “La constitución ha querido que los indiossean convertidos al catolicismo y el patriotismo exige que se les ense e el idioma nacional, para que conociendo sus derechos y sus deberes, puedan ser ciudadanos argentinos por elamor a nuestra patria. La comunidad de religión y de lengua es el vínculo más fuerte que ligaa los hombres”. Culto, Misiones, en RA, Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública(MJCI), Memoria presentada al Congreso Nacional de 1888 por el ministro de Justicia,Culto e Instrucción Pública Dr. D. Filemón Posee, Tomo I, Buenos Aires, Taller Tipogr. de laPenitenciaría, 1888, pp. XXIV-XXV.

104FLORIANO ZAPATA, La ciudad de Santa Fe. Sinopsis para la obra del Censo Nacional ,

Santa Fe, Tipografía y Encuadernación Nueva Época, 1899, p. 26.

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trataba, en de nitiva, de un mecanismo de defensa que desarrollaba la élitenativa, de antigua cepa hispanocriolla, frente al rápido ascenso social logrado por algunos sectores inmigratorios.

La distinción entre argentinos “viejos” y argentinos “nuevos”, que no laestablecían las leyes del país pero sí las prácticas sociales, se iba imponiendo,y ante ella protestó el intelectual rosarino Juan Álvarez –hijo él mismo de unextranjero–, quien reprochó “el vago anhelo de que los argentinos con proge-nitores criollos constituyan una especie de aristocracia que prime sobre los procedentes de padres extranjeros” y “la utopía de constituir una nacionalidadargentina, a base de piel morena y antepasados ilustres”105.

Junto con aquel redescubrimiento de las virtudes propias de los elementosnativos, una conceptualización de la “nación”, que adjudicaba al componentede la “tradición” un lugar preponderante, se hizo fuerte en el pensamiento dela élite o cialista santafesina106. La búsqueda en el pasado más genuinamenteargentino, sería la que permitiría de nir el “alma nacional”. Así lo explicitó,en el seno de la Convención Constituyente nacional de 1898, el representante por Santa Fe monse or Gregorio Romero, al fundamentar la labor de dichaasamblea:

La tradición [...] es el alma de las naciones; y si esta asamblea no hiciera otracosa que enriquecer la tradición, enriqueciendo el alma nacional, haría una

obra bastante grande; porque, basándose en la tradición, puede un país avanzarcon pie seguro por los senderos inciertos del porvenir”107.

105JUAN ÁLVAREZ, Ensayo sobre la historia de Santa Fe, Buenos Aires, Malena, 1910, p.397.

106 La importancia adjudicada por los sectores hegemónicos a la tradición ha sido ana-lizada por Eric Hobsbawm y Terence Ranger, quienes utilizan el término de “tradiciones

inventadas” para explicar el proceso por el cual se busca dar respuestas a situaciones nuevas por medio de la referencia a viejas situaciones. Estas tradiciones –que procuran inculcar ciertosvalores y normas de comportamiento por la repetición, lo que implica automáticamente unacontinuidad con el pasado– habrían sido utilizadas por las élites argentinas niseculares paradisciplinar a la sociedad cosmopolita y heterogénea resultante de la inmigración y lograr asísalvaguardar el orden y el tejido social.ERIC HOBSBAWM, TERENCE R ANGER (eds.),The inventionof tradition, Cambridge University Press, 1999, Introducción y pp. 268-269.

107Diario de sesiones de la Convención Nacional, reformadora de la Constitución Nacio-nal, a o 1898, en Asambleas constituyentes argentinas, Tomo V, Instituto de InvestigacionesHistóricas de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Fuentes selec-cionadas, coordinadas y anotadas en cumplimiento de la ley 11.857 por Emilio Ravignani,

Buenos Aires, Peuser, 1938, pp. 781-782.

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Para ese entonces, ya sobre el cambio de siglo, también los sectores libera-les habían comenzado a sopesar la relación entre las costumbres propias y fo-ráneas desde otros ángulos. En estos sectores, si bien la fuerza de la convicciónse reveló mayor y, por eso mismo, más perdurable en el tiempo los postuladosalberdianos, también, con los a os, se fueron modi cando parcialmente lasconvicciones iniciales. Al iniciar en 1898 la publicación de su famosa Revistade Derecho, Historia y Letras, por ejemplo, Estanislao Zeballos incluyó unasección titulada “Cancionero Popular”, cuya presencia justi có en la necesidadde rescatar la tradición argentina, que se estaba perdiendo frente a “la mezclareciente de las razas” y al avance del “positivismo medroso y cosmopolita deldía”. El Cancionero era así “la bra patriótica”, “el alma nacional” impuesta “almercantilismo y a la inmigración”. Zeballos instó: “Hagamos vida argentina.Que los extranjeros se identi quen con el alma de la República, preparándose para el momento futuro y no lejano de su naturalización [...]”108. Estos con-ceptos respondían a un cambio en las ideas que se estaba produciendo en elseno de las élites intelectuales argentinas. En 1899, por ejemplo, José MaríaRamos Mejía esbozó la idea de que sería el medio argentino el que regeneraríaal inmigrante europeo, y no al revés, como se había sostenido hasta entonces; posición que sería reforzada, en torno al Centenario, por los exponentes delnacionalismo cultural argentino109. Y apenas comenzado el siglo XX, el mé-dico y abogado catalán radicado en la Argentina, Juan Bialet Massé, escribió,

por encargo del ministro del Interior Joaquín V. González, su Informe sobre elestado de la clase obrera, en el que se esforzó por demostrar que habían estadoerrados quienes habían sostenido la superioridad del extranjero sobre el ele-mento nativo y que era este último, en realidad, el que resultaba más apropiado –por su fuerza muscular y por su inteligencia, así como por su sobriedad yadaptación al medio– para la realización de una serie de trabajos. Según BialetMassé, las cualidades de los criollos debían ser transmitidas a los inmigrantes:“es preciso recorrer las colonias para darse cuenta del estado de atraso en queviven los colonos y en el que permanecen; el contacto con el hijo del país, más

hábil e inteligente, le daría medios de enriquecerse [...]”110

.108“Cancionero Popular de la Revista de Derecho, Historia y Letras”, Revista de Derecho

Historia y Letras, A o 1, Tomo I, Buenos Aires, Peuser, 1898, pp. 266-267.109FERNANDO DEVOTO, Historia de la inmigración en la Argentina, Buenos Aires, Sud-

americana, 2003, pp. 278-279 y 282-283.110 Juan Bialet Massé arribaba a una serie de conclusiones que signi caban un replanteo

de la política inmigratoria desarrollada hasta entonces: “1º. el error y falta de fundamentodel menosprecio con que se ha mirado al obrero criollo; 2º. el error gravísimo con que se ha procedido y procede en materia de inmigración y colonización, atendiendo exclusivamente

el elemento extranjero, dejando de lado al criollo, mucho más e caz y valioso; sin que esto

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lumbramiento por las virtudes europeas, estipuladas como modelos a imitary adoptar, hasta la reivindicación de las tradiciones autóctonas y la a oranza por los tiempos pasados.

En la provincia de Santa Fe, el entusiasmo a favor de la inmigración –defuerte arraigo durante los a os ochenta– aunó en torno de los postulados al- berdianos a las distintas facciones que dirimían por entonces las contiendas políticas provinciales, más allá de sus inclinaciones ideológicas más o menosa nes al ideario liberal.

En tanto, el giro o vuelta hacia lo tradicional criollo experimentado a principios de los a os noventa fue dado, en primer término y bajo el acicate defactores de orden político (entre los que las revoluciones de 1893 cumplieronun rol destacado), por los sectores de la élite más vinculados al o cialismo quegobernaba desde la ciudad capital de la provincia, exponentes de un libera-lismo moderado matizado con rasgos conservadores. Recién en una segundainstancia y más cerca del nal del siglo, serían seguidos por los liberales su-re os en el redescubrimiento y rescate de las tradiciones y tipos vernáculos.El temor a la pérdida de ascendiente político y de peso social, lo mismo quela evaluación de la realidad resultante, con sus claros y sus oscuros, al cabode a os de inmigración masiva, servirían de clave para explicar el cambiooperado sobre este tema a lo largo de las dos últimas décadas del siglo XIXen los comportamientos de las élites nativas.

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ESTUDIOS Y R ESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

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Una Solución Feliz

(Con motivo de la presentación de Los frutos de la paz: la mediación de su Santidad Juan Pablo II en el diferendo austral entre Argentina y Chiley El Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile. Cómo se gestó y preservó la mediación de Juan Pablo II.)

VICTORIA CARSENUniversidad Católica Argentina

[email protected]

En enero de 1981 Juan Pablo II exhortó a la búsqueda de una “soluciónfeliz”1 para el con icto limítrofe que enfrentaba a Argentina y Chile, dos países separados por un inmenso cordón monta oso y que cuentan con unade las fronteras más extensas del mundo. Gracias a la mediación papal puedea rmarse que en la actualidad ambos se encuentran ligados por relaciones decooperación que se iniciaron en el Tratado de Paz y Amistad de la primaverade 1984. Se intentó escribir desde entonces una historia de integración.

En el mes de noviembre de 2009 la Universidad Católica Argentina ce-lebró el vigésimo quinto aniversario de la rma del Tratado que dejó atrás lacontroversia más prolongada en la historia de los dos pueblos. Se sumó así auna serie de actos realizados en diversas partes del mundo, entre los que seincluyó un homenaje al cardenal Antonio Samoré en el país trasandino y lavisita al Vaticano de las primeras mandatarias de ambos Estados para reunirsecon Su Santidad Benedicto XVI.

En esa oportunidad, y como puede leerse en La Nación, de Argentina,Benedicto XVI aseguró que la rma del Tratado fue una “solución digna,razonable y ecuánime”2 que evitó el con icto entre las dos naciones. A suvez, monse or Faustino Sainz, miembro destacado del equipo que viajó enaquel momento histórico en representación del Vaticano, reconoció ante El Mercurio de Chile que “sin incluir al Papa como mediador, no se llegaba a unacuerdo”3.

1 “Beagle: El Papa pidió una solución feliz”,Clarín, Buenos Aires, 13 de enero de 1981.2 “El Papa recibió a Cristina y dijo que la paz con Chile es ‘parte de la gran historia´”, La

Nación, Buenos Aires, 28 de noviembre de 2009.3 “Sin incluir a Juan Pablo II como mediador, no se llegaba a un acuerdo”, El Mercurio,

Santiago de Chile, 19 de noviembre de 2009.

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Los frutos de la paz4 se hace eco de estas impresiones. Intenta ser un rela-to inédito y pormenorizado de las circunstancias que llevaron a Juan Pablo IIa convertirse en el mediador entre Argentina y Chile. En esta obra colectiva sereunieron diversos estudios y testimonios que abordan la problemática desdela perspectiva política y moral.

El proyecto nació en 2008 cuando la UCA y la Nunciatura ApostólicaArgentina decidieron celebrar la decisión de Juan Pablo II. La UniversidadCatólica de Chile adhirió al proyecto y participó a través de los trabajos pre-sentados por un grupo de profesores de esa casa de estudios.

Comienza con un Prólogo a cargo de monse or Adriano Bernardini, nuncioapostólico en la Argentina, y un mensaje de Benedicto XVI donde se valora laimportancia del diálogo para la conservación de la paz y la armónica conviven-

cia entre los pueblos, postulado que se formula como eje central de toda la obra.Esta misma mirada expresan las notas dirigidas por el Sumo Pontí ce a CristinaFernández y Michelle Bachelet, también publicadas en la obra.

A estas palabras de apertura acompa a el mensaje del ex presidente ar -gentino Raúl Alfonsín, quien rescató el valor de la consulta a la ciudadaníacomo complemento a la acción del Vaticano. Cabe recordar que en 1984 seconvocó a los argentinos a expresar libremente su opinión sobre la cuestión5.Los principales partidos políticos de la época se manifestaron públicamente: laUCR a favor de la rma del tratado, el Partido Justicialista por una abstención

masiva de la población, con excepción de algunos de sus líderes.El libro, al que acompa a un CD sobre el que volveremos más tarde, sedivide en cuatro partes: “Aspectos políticos y jurídicos”. Las colaboracionesde Joaquín Fermandois, Santiago Alles, Rosendo Fraga, Guillermo Moncayo,Susana Ruiz Cerutti y Hortensia Gutiérrez Posse abordan, desde ambos ladosde la Cordillera de los Andes, los aspectos vinculados con el pasado y el pre-sente del con icto limítrofe. Llaman la atención del lector desde la actuaciónde los protagonistas en el proceso de mediación (entendiendo por protagonistasa los Estados y las personas) hasta los mecanismos jurídicos utilizados en este

caso y en otros semejantes.“La Iglesia y la mediación”. Esta sección del libro, menor en extensión, esfundamental para entender el papel de la Santa Sede en la resolución de un con-

icto que amenazaba con desembocar en una guerra entre Argentina y Chile.El escenario en el que se desarrolló esta acción, América Latina, es su-

mamente emblemático, ya que por cultura y tradición cobija a millones de ca-

4MARCELO CAMUSO y LUIS SAGUIER FONROUGE (coords.), Los frutos de la paz: la mediación de SuSantidad Juan Pablo II en el diferendo austral entre Argentina y Chile, Buenos Aires, Educa, 2009.

5

El 81, 32% de la población votó por el acuerdo y el 17,03% en contra.

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263UNA SOLUCIÓN FELIZ

tólicos (tres cuartos de la población total). Esto explica que a la Iglesia le hayatocado desempe arse como mediadora para garantizar resoluciones pací casa lo largo de la historia de la región.

Ariel Busso y Roberto Durán muestran al lector la actuación de la Iglesiacomo mediadora desde el siglo XIX y el éxito de la “diplomacia silenciosa” porella aplicada. Alfonso Santiago, por otra parte, enfoca su análisis en la SantaSede y la historia argentina en tres etapas: colonial (1536-1810), patria (1810-1853) y de organización constitucional (1853 hasta la actualidad).

“Hombres por la paz”. Monse or Carmelo Giaquinta (autor sobre el quevolveremos más adelante) relata las acciones del Episcopado de ambos paísesante la Santa Sede mientras que Norberto Padilla se ocupa de las contribucio-nes de los principales actores en el período que se extiende desde la aceptaciónde la mediación papal hasta el debate parlamentario para la aprobación del Tra-tado y otorga a los protagonistas la cali cación de “constructores de la paz”.

Es de especial interés el relato de monse or Faustino Sainz Mu oz, quienconoció de cerca la tarea del cardenal Samoré por ser su colaborador cercano por aquellos días. A través de recuerdos y cálidas impresiones personalesrememora el carácter austero y prudente del representante de Juan Pablo II.Atribuye a su seria vocación cristiana y a su dominio de las cuestiones diplo-máticas el avance del acuerdo.

Por último, Marco Gallo vincula el concepto de “paz” promovido por Juan

Pablo II con nociones como “desarrollo”, “solidaridad”, “diálogo” y “pobreza”y destaca en este Papa su preocupación por privilegiar el derecho internacionalcomo instrumento principal para la solución de con ictos, en detrimento deldesenlace bélico. El autor brinda numerosos ejemplos del interés del Papa por preservar la paz en escenarios tan diferentes como Polonia, Sarajevo o Irak.

“Los frutos por la paz”. Juan Emilio Cheyre y Adalberto Rodríguez Gia-varini son los autores de los dos capítulos de la última parte del volumen.

En el primer caso, Cheyre brinda un relato sobre las relaciones bilateralesentre Argentina y Chile. El autor se ala que en su dimensión histórica los con-

tactos entre ambos países estuvieron signados por la hostilidad pero atraviesanhoy en día un período de fortalecimiento de la con anza mutua, que se origina justamente en la rma del Tratado de 1984.

El concepto de integración se vuelve más complejo gracias al análisisdel autor, quien aborda este término desde el punto de vista de la integracióneconómica, la complementación minera, la inversión e intercambio comercialentre privados, la integración militar, etcétera.

Rodríguez Giavarini, en el mismo sentido, re exiona sobre el rechazo aluso de la fuerza y la elección de ambos Estados de privilegiar diversos acuer -

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dos de cooperación con el enfoque puesto en las relaciones posteriores a 1984y su impacto en la economía de los dos países.

Los frutos de la paz… es acompa ado por un CD (anexo documental)elaborado por el Grupo de Digitalización de la UCA bajo la dirección de LuisSaguier Fonrouge. Allí puede consultarse el impacto del con icto y la poste-rior resolución pací ca a través de diversos medios periodísticos.

La notable recopilación ofrecida al lector permite un recorrido por la“cuestión del Beagle” desde las páginas de La Nación, Buenos Aires Herald , La Prensa o Clarín. Constituye un excelente complemento de los trabajos deinvestigación antes mencionados ya que el con icto argentino-chileno no fuesolamente preocupación de cancilleres y altos dignatarios sino que produjo unrico debate en los medios de comunicación y en la opinión pública.

El lector interesado en los documentos históricos encontrará también unacompleta recopilación en el trabajo de monse or Carmelo Giaquinta, titulado “ElTratado de paz y amistad entre Argentina y Chile”6, recientemente publicado.

El libro cuenta con un prólogo a cargo del cardenal Jorge Bergoglio,quien otorga al acuerdo de 1984 la condición de hito inicial en una etapa enla que las relaciones internacionales entre Argentina y Chile han tenido comoobjetivo el fomento de “la colaboración e integración de los pueblos” en vezdel enfrentamiento.

También publica variadas fuentes, entre ellas documentos de los Episco-

pados argentino y chileno. Numerosas entrevistas con protagonistas y estu-diosos del tema agregan aún mayor profundidad a este trabajo.Como a rmó el entonces rector de la Universidad Católica Argentina,

monse or Alfredo Zecca, en el discurso de apertura de la jornada académicade 2008 que puso en marcha este ambicioso proyecto, “la mediación hecha por la Iglesia [debe ser recordada] como un instrumento e caz de solución dediferendos entre países” para celebrar “la paz [que] constituye uno de los nes principales de la existencia temporal y sobrenatural de la Iglesia Católica”.

Los trabajos reunidos en ambos volúmenes constituyen un justo homenaje

a Juan Pablo II, al cardenal Samoré y demás “constructores de la paz”. Comoexpresó el rector de la Universidad Católica de Chile, doctor Pedro Pablo Ros-so, son una manifestación de la gratitud hacia los “protagonistas de una de las páginas más edi cantes de nuestras historias patrias”.

6 CARMELO JUAN GIAQUINTA, El Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile. Cómo

se gestó y preservó la mediación de Juan Pablo II , Buenos Aires, Ágape Libros, 2009.

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Reseñas bibliográfcas

IGNACIO K LICH Y CRISTIAN BUCHRUCKER (COMPS.), Argentina y la Europa delnazismo, sus secuelas, Buenos Aires, Siglo XXI Editora Iberoamericana,2009, 424 pp.

El tema del pro nazismo de la Argentina, antes, durante y después de laSegunda Guerra Mundial, las relaciones de Perón con los emigrados alema-nes, los submarinos rendidos en Mar del Plata, los avistamientos de otros quetraían el famoso oro nazi y hasta los jerarcas sobrevivientes del Tercer Reich,es un tema recurrente en la literatura argentina, no tanto de la verdaderamente

histórica –en menor proporción–, como de la literatura fantástica o la historiarevisionista. Es afortunado el hecho de que este trabajo sea una verdadera piedra de toque sobre el tema, tratado con la seriedad que necesita y reúne ungrupo de investigadores nacionales y extranjeros de primer orden, que van másallá de Ultramares y Odessas.

Los compiladores son vastamente conocidos como historiadores deltema, por su producción y por la labor que desarrollaron durante a os, comocoordinador académico el primero e investigador senior el segundo; en la tanvapuleada y criticada CEANA (Comisión de Estudio de las Actividades Nazisen la Argentina), que pese a todo ha cosechado el reconocimiento internacional por su labor y producido los primeros trabajos serios sobre el tema. En estaocasión han congregado un grupo de historiadores, arqueólogos, literatosy pedagogos para analizar el problema y sus alcances –las secuelas–, de laArgentina ante el fenómeno del nazismo, poniendo en su lugar y separandoverdades de mitos, a los que no dudan de cali car como tales.

Dividido en dos partes, un cuerpo de análisis histórico cientí co y unode apéndice documental, el libro no deja ningún tópico por analizar y poneren su justa medida. El prólogo está a cargo de Joseph A. Page, que si bienarranca con un duro enunciado: “La gura de Juan Domingo Perón proyecta suenorme sombra sobre toda la explicación del vínculo entre [la] Argentina y la perniciosa ideología del nazismo”, éste se va explicando en el mismo prólogoy en el libro hasta quedar en su justa medida.

El trabajo arranca con la introducción de los compiladores, que lleva portítulo la meta que ellos se han jado. En ella los compiladores analizan cadatrabajo y sus autores. Podemos sintetizar con sus propias palabras el propósitodel libro, que es encarar la realidad desde diversos ángulos, mostrando un panorama de convergencias y divergencias, avances y retrocesos en el “escla-

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recimiento de una problemática clave para la a rmación de la aludida culturahistórico-política democrática”.

Los capítulos empiezan con el de la Dra. Beatriz Figallo, sobre “Re ejosnazis en el espejo regional. La Argentina, el Cono Sur y la Segunda GuerraMundial”. En él, sintéticamente, analiza las implicancias del con icto sobre laregión, en especial caracterizando y se alando las actitudes de los diferentesgobiernos sudamericanos frente a los posibles planes expansivos de Alemania,algunos para oponerse a ellos y otros con esperanza de subirse al carro de unReich victorioso; así como la actividad de los minúsculos, a veces, grupos políticos pronazis en los distintos países de la región y sus planes a favor delEje, o al menos para entorpecer a los Aliados.

La Dra. Figallo también apunta a que la in uencia de la Segunda GuerraMundial en la región muestra las tramas de discordias, concertaciones regio-nales y acuerdos vecinales y limítrofes, y las percepciones y actitudes de los países de cara al mundo y a sí mismos, ya que a partir de la reunión de canci-lleres en Río de Janeiro, se vio la profundización de tensiones por los posibles propósitos agresivos de las repúblicas del continente, en especial en el ConoSur. La tarea de análisis de todas las implicancias de la II GM en la región esdifícil, pero la autora no la rehuye y propone encararla, según sus palabras,con toda la rigurosidad que sea posible, frente a las simpli caciones a las quenos han acostumbrado otros autores.

El tema, ya casi mítico, de los submarinos alemanes en el Atlántico Sures analizado vastamente. Se inicia su estudio con la inclusión del trabajo deldesaparecido historiador canadiense Ronald C. Newton sobre las actividadesclandestinas de la Marina alemana en aguas argentinas entre 1930 y 1945,en especial en lo referido a los “avistajes”, desembarcos y rendiciones de losU-Boote alemanes a mediados de 1945. El trabajo es el mismo de la CEANAdebido a que el fallecimiento del autor hizo imposible la incorporación deun trabajo nuevo que había preparado al respecto. La seriedad del trabajo de Newton, que en su aparición original no agradó a varios que esperaban reve-

laciones sensacionales, no deja lugar a dudas por la paciente investigación enarchivos nacionales y extranjeros que realizara para sus primeros y excelentestrabajos, que fueron “German Buenos Aires, 1900-1933” (1977) y “Nazi Me-nace in Argentina 1931-1947” (traducido como “El cuarto lado del Triángulo,la amenaza nazi en la Argentina”, Sudamericana 1995). El Dr. Newton ter -mina por destruir la mitología de los submarinos alemanes, las fugas de altos jerarcas y el oro nazi.

En su apoyo llega el trabajo de los arqueólogos subacuáticos en el in-forme de Mónica Valentini y Javier García Cano, sobre la búsqueda de los

submarinos alemanes en aguas argentinas, donde desarrollan las campa as

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267RESEñAS BIBLIOGRÁFICAS

arqueológicas llevadas a cabo especialmente en la Caleta de Los Loros, Gol-fo San Matías; siguiendo relatos orales que se alaban la existencia en susaguas de, al menos, un submarino hundido. El detallado informe técnico delo realizado con tecnología de punta, como son los sonares de barrido lateral,demostraron que la tradición oral no era más que mera fantasía y no existenada en la zona, tal como se ve en las imágenes obtenidas por los aparatos yreproducidas a color en el libro. No obstante los autores del informe dejan una puerta entreabierta para otras posibles campa as al cerrar con el interrogante:“¿Y los submarinos dónde están?”.

El trabajo que sigue se re ere puntualmente al imaginario popular a travésde la literatura de los submarinos alemanes, analizada por Mario Goloboffdesde dos novelas, una vernácula y otra norteamericana, sobre la llegada delos U-Boote a las costas patagónicas. La educación histórica está re ejada enel trabajo de María Isabel Barbieri y Norma Ben Altabef, sobre las alternativasen torno a la Argentina y los criminales de guerra nazis, en especial sobre elimperativo de “No Olvidar”. En el trabajo desarrollan, desde la ense anza dela Historia, la forma de mostrar el tema a n de contribuir a la creación deuna sociedad más democrática y pluralista, a partir del recuerdo histórico delos crímenes de lesa humanidad cometidos en Europa durante la guerra. Lasautoras despliegan cuatro propuestas didácticas y como re exión nal nos di-cen que el encuentro con el pasado ayuda a la construcción de una conciencia

colectiva; además hace a cada uno sentirse protagonista del futuro por hacer,mientras que el pasado debe estar al servicio del presente y la memoria y elolvido deben servir exclusivamente a la justicia.

El trabajo de Heinz Schneppen, diplomático e historiador de la RepúblicaFederal Alemana se centra, siguiendo sus ya conocidas investigaciones, en “Detodas las Odessas, aquella de Perón”, donde analiza las causas, motivos, desa-rrollo y consecuencias de los emigrados y refugiados alemanes y no alemanesde post guerra en la Argentina, entre los que llegaron los criminales de guerra, junto a técnicos y emigrantes comunes sin antecedentes; todos “atraídos” y

“traídos” por la acción del gobierno del general Perón. El autor analiza el temaen forma imparcial tratando de hallar las causas; aún en las propias palabras –tardías sin duda–, del mismo Perón, quien dijo que su intención había sido lade disputar a los aliados el aprovechamiento del enorme esfuerzo tecnológicode guerra hecho por Alemania y traer a “esos alemanes útiles” (es de creer serefería sólo a los técnicos) para ayudar a levantar nuevas fábricas y mejorar lasque ya existían. “Y de paso se ayudaron a ellos mismos”. El autor analiza las pocas expresiones de Perón sobre el tema y las desgrana una a una, para tratarde hallar una explicación histórica al hecho. Por otro lado, no olvida rese ar los

más recientes trabajos argentinos al respecto, como son los de Uki Go i, con

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sus Odessas en las distintas ediciones, norteamericana, argentina y alemana ysus diferencias. Sobre estos trabajos o versiones de uno mismo, se ala el mé-rito del examen de fuentes, pero a la vez marca los errores y simpli cacionesque a su juicio contiene, los que atribuye a las premisas propias de Go i, que pasan según él por enfatizar siempre la información adversa a Perón.

Los compiladores se convierten en autores al tratar el n del Tercer Reichy la conexión argentina en la bibliografía que llaman “revisionista” pero quese alan no es aquella corriente reivindicativa de los fascismos, si no la opues-ta, que ha revitalizado los alegatos, a veces propagandísticos, de los a oscuarenta y cincuenta, para darles nueva vida en la más variada forma. Paraello arrancan desde los trabajos primigenios de Damonte Taborda y SilvanoSantander hasta los actuales, en un camino largo y esclarecedor que titulan“de las leyendas de la posguerra al revisionismo de nuestros días” en un deta-lladísimo análisis temático y bibliográ co.

El libro cierra con un apéndice documental, que consta de un informe dela conferencia de Estrasburgo (1944) entre los más importantes industrialesalemanes sobre qué hacer a partir de la derrota, con la tecnología alemana yuna posible exportación de capitales y tecnología. Continúa luego con otrostestimonios aliados sobre negociaciones con la Argentina, la búsqueda deHitler y el Libro Azul de los EE.UU., y un comentario nal a cargo de LordRalf Dahrendorf, sobre la labor de la CEANA.

En suma el libro rese ado representará de aquí en más, junto a los traba- jos ya realizados de los compiladores y los colaboradores, un punto de partidaimprescindible para quienes, con mentalidad historiográ ca seria, encarenestos temas más allá de la mitología a la que hasta ahora nos han tenido acos-tumbrados otros fabricantes debest sellers.

JULIO M. LUQUI LAGLEYZE

MARISA MUÑOZ Y PATRICE VERMEREN (COMPS.), Repensando el siglo XIX desde América latina y Francia. Homenaje al lósofo Arturo Roig , Buenos Ai-res, Ediciones Colihue, 2009, 815 pp.

Este volumen plantea la pregunta acerca de por qué es necesario repensarel siglo XIX. Se trata de visualizarlo desde la actualidad, es decir desde uncambio en la mirada. También desde dos lugares determinados: América La-tina y Francia, y uno en relación con el otro. Un lugar de acercamiento seríanlas revoluciones que no habían terminado.

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La obra comprende las siguientes partes: I. El siglo XIX como legado.Dialéctica entre el ayer, el hoy y el ma ana; II. La civilización revisada:nuevas ideas y sensibilidades; III. Sarmiento y las relecturas en torno a lo político; IV. Filosofías del siglo XIX; V. Recuperación y vigencia de los pro-yectos emancipatorios; VI. Homenaje al lósofo Arturo Roig, con un total de79 ponencias.

Imposible rese ar un volumen tan extenso, rico y variado; sólo destaca-remos algunas líneas, lo que no signi ca desconocer otras, ya que todas soninnovadoras y profundas.

El abordaje de los discursos en la perspectiva de la historia de las ideasofrece aspectos historiográ cos novedosos. La temática comprende pensadoreslatinoamericanos como José Lastarria y su vinculación con el krausismo (Cris-

tina Hurtado) y Andrés Bello (Florencia Ferreira de Cassone) como tratadistade derecho internacional humanista y americano, quien buscó asegurar paraAmérica una convivencia civilizadora que se apoyara en el orden, la libertady la justicia.

Los lenguajes revolucionarios son abordados a través de “Libelos y pe-riódicos, tertulias y asociaciones. Los espacios de sociabilidad y opinión enTucumán” de Facundo Nanni; “Notas sobre el diarismo en la prensa porte ade la década de 1850”, de Fabio Wasserman; “Dogma y modernidad en el pensamiento de Esteban Echeverría. La impronta de Pierre Leroux”, de María

Carla Galgione.Un capítulo especial merece Domingo F. Sarmiento y las relecturas entorno a lo político.Civilización y barbarie es objeto de análisis a través decategorías, símbolos y mitos, en las claves losó cas de Luis Guerrero, CarlosAstrada y Ricardo Rojas.

Francia y la in uencia de su pensamiento político está presente en la lu-cha emancipadora de Espa a en el continente y es objeto de algunos artículos particulares en “Re exiones en torno al Centenario de 1910 en Le Courrier dela Plata de Viviane Oteiza”, “El pensamiento político revolucionario del siglo

XIX en América latina y Francia: ¿se puede pensar la política?”, de AngelaUzín Olleros. Esta autora distingue entre, al menos, dos tipos de revolución enAmérica Latina: la de la guerra y la de la enciclopedia, y propone repensar el pensamiento político del siglo XIX (la pluma) y el dispositivo revolucionario(la espada) en la posibilidad de un pensamiento y un dispositivo nuevo enAmérica Latina en términos políticos.

Atraviesa todo el volumen la importancia que ha adquirido el estudio dela historia de las ideas de América Latina. En este sentido el aporte de ArturoRoig en su larga vida académica es puesto de mani esto y resaltado por su pa-

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pel de repensar si existe un pensamiento original en el continente. Su búsquedase centra en el siglo XIX y la in uencia recíproca entre los dos continentes.

En tiempos de los Bicentenarios, esta obra se pregunta por una críticade la razón política, sobre los puntos ciegos del pensamiento occidental de lo político, sobre las relaciones de la losofía y la política, sobre los conceptosde nuestra modernidad.

El libro es publicado en colaboración con la Ambassade de France enArgentine, la Fondation Maison des Sciencies de l’Homme y la UniversitéParis 8, y resulta un vademécum indispensable a la hora de investigar sobreel Bicentenario.

HEBE CARMEN PELOSI

TEREZA CRISTINA K IRSCHNER , José da Silva Lisboa, visconde de Cairu. Itinerá-rios de um ilustrado luso-brasileiro, São Paulo / Belo Horizonte, Alameda/ PUC-Minas, 2009, 355 pp.

Hasta ahora, la historiografía brasile a dedicó poca antención a José daSilva Lisboa y sus textos fueron descali cados en virtud de su sesgo conserva-dor. Sin embargo, Tereza Kirschner emprende el desafío de rever su gura con

el doble propósito de, por un lado, acompa ar la trayectoria de Silva Lisboadurante sus más de cincuenta a os como funcionario y, por otro, examinarsus re exiones losó cas en el contexto intelectual de la época, identi candocuáles fueron los principales interlocutores de este representante de la ilustra-ción portuguesa.

No se trata simplemente de una biografía; como dice la autora, constituyeun itinerario en el que cada una de las acciones de Silva Lisboa es contex-tualizada en el marco de un imperio portugués que atravesaba un período de profundas transformaciones. Así, su formación en Coimbra se articula con la

contemporánea reforma de esa universidad, examinándose planes de estudio,doctrinas, autores, cultura del libro, métodos de ense anza y posibilidades deactuación profesional de los formados. Con la vuelta a la colonia, su designa-ción comoouvidor da comarca de Ilhéus adquiere una particular importanciaen el contexto de la problemática del desempe o de la función pública y laexperiencia que al respecto tuvieron otros funcionarios regios egresados de launiversidad reformada. En esa época, la Academia Real das Ciências de Lis- boa aspiraba a que los bachilleres formados en Coimbra y que se encontrabandispersos por el Imperio colaboraran para la formación del Real Museu de

História Natural do Palácio da Ajuda mediante el envío de noticias geográ cas

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y observaciones sobre el pueblo y sus costumbres. Silva Lisboa manifestó unconstante interés por lo que en la época se llamaba losofía natural, lo cuallo llevó a realizar investigaciones sobre especies naturales de la región de sucargo y, más tarde, a elaborar una serie de observaciones relativas a la econo-mía bahiana.

Para 1782, Silva Lisboa fue designado profesor regio de Filosofía racionaly moral, y profesor de lengua griega en Bahía, cargos que ocuparía hasta 1797y 1787, respectivamente. Su desempe o es interpretado a la luz de la situación precaria y desorganizada que la ense anza presentaba en la colonia y el vacío producido luego de la expulsión de los jesuitas en 1759. Durante ese período,Silva Lisboa –usufructuando una licencia– permaneció en Portugal entre1793 y 1797, lapso en el que tomó contacto con las noticias provenientes de laFrancia revolucionaria y conoció a Rodrigo de Souza Coutinho, quien en 1796había asumido la Secretaria de Marinha e Domínios Ultramarinos y al quecomunicó informaciones sobre Brasil. Este encuentro le valió la jubilación delcargo de profesor regio y la obtención del de diputado y secretario de la Mesada Inspeção da Agricultura e Comércio de Bahía. Acreditando experiencia detrabajo en dicha ciudad, conocimientos sobre la economía local, el comercioy los seguros marítimos, y varias investigaciones en historia natural, SilvaLisboa representaba el ideal de funcionario ilustrado que Souza Coutinhodeseaba para actuar en la colonia. A partir de allí se detalla su actuación sin

dejar de considerar la historia del citado organismo, las ideas mercantiles dela época, la expansión experimentada por el comercio portugués y la situaciónlocal en materia de cultivos y relaciones de poder entre los diferentes gruposeconómicos.

En virtud de una nueva licencia volvió a Portugal en 1802 y retornó aBahía un a o después. Para entonces, y coincidiendo con la salida de SouzaCoutinho de la Secretaria de Marinha e Domínios Ultramarinos, la Mesa yano contaba con el mismo apoyo del gobierno de Lisboa y comenzó a recibir unalud de críticas que, curiosamente, convergían con las de Silva Lisboa quien,

aunque cumplía rigurosamente las órdenes regias, tenía sus propias ideasrespecto de la administración de la colonia, al punto de escribir, por ejemplo,sobre la libertad de comercio, uno de los temas considerados subversivos en elcontexto portugués. Justamente, su experiencia en dicho organismo lo puso encontacto con el comercio exportador de Bahía y sus litigios, lo cual le aportóelementos signi cativos para concluir sus Princípios de direito mercantil(Lisboa, 1801). En esta obra, Silva Lisboa se propuso esclarecer al cuerpomercantil sobre materias relacionadas con el seguro marítimo, en una épocaen que la práctica de los seguros en Portugal no contaba con ningún trabajo

que examinara la cuestión desde el punto de vista jurídico. Algo semejante

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ocurrió con su segundo libro, Princípios de economia política (Lisboa, 1804),en el cual se pone de mani esto su conocimiento de la literatura sobre econo-mía política y la importancia que atribuía a la naciente ciencia. En esta obra,verdadera innovación en el medio intelectual portugués en el que todavía predominaban las ideas de Antonio Genovesi, Silva Lisboa defendió abierta-mente la libertad de comercio en oposición a los monopolios y conforme a losargumentos de Adam Smith. En 1808, el príncipe regente promulgaría la cartaregia que liberaría provisoriamente el comercio en los principales puertos deBrasil, determinación en la que Silva Lisboa tuvo activa participación.

En virtud de la invitación que le formulara el príncipe regente, SilvaLisboa había iniciado su estancia en Río de Janeiro en 1808 con la misión deimpartir clases de economía política. Los problemas que enfrentó al respecto –falta de personas preparadas y desinterés por la nueva ciencia– son apenas parte de las características que presentaba la ciudad en ese momento: aunqueera capital de la colonia desde 1763, todavía ofrecía pocas condiciones pararecibir a la Corte y transformarse en el centro político del imperio.

Con la creación de la Impressão Régia en 1808, Silva Lisboa pasó aintegrar primero su directorio y luego, a desempe ar el cargo de censor. Eneste aspecto, su acción es analizada en la dinámica del funcionamiento de lacensura, examinando tanto los mecanismos propios de la actividad como tam- bién las obras y autores autorizados o rechazados, sin dejar de lado la política

editorial del organismo. Asimismo, la autora se ala que desde ese momento puede veri carse el inicio del rápido ascenso de Silva Lisboa en la adminis-tración regia y su inserción en la sociedad de la Corte de la capital del reino,acompa ando de cerca los acontecimientos políticos más relevantes hasta sufallecimiento en 1835.

Asimismo, la autora analiza los escritos de Silva Lisboa, producción quecomprende desde pareceres en la Impressão Régia y en la Junta do Comérciohasta diversas obras sobre economía política y losofía moral, elaboradas conel propósito de formar a los lectores del imperio, informar sobre los principios

de la economía política e informar al público lector sobre las medidas tomadas por el gobierno. Fue justamente en virtud de su pluma y de sus conocimientosque su nombre fue indicado por la Junta do Comércio en 1809 para la elabo-ración de un Código Nacional de Jurisprudencia Marítima, cuya conclusiónfue impedida por los acontecimientos políticos posteriores. A os más tarde,en 1826, Silva Lisboa presentaría un proyecto de Código de Comercio, fruto,según el propio funcionario, de “veintiséis a os en reparticiones de jurisdic-ción comercial” (p. 176). Para esa misma época, el soberano le encargaríauna História do Brasil , centrada particularmente en los eventos posteriores

al 26 de febrero de 1821, cuyas primera y segunda partes fueron publicadas

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entre 1827 y 1830. Fundamentada en una cuidadosa selección de documentos,constituyó la primera interpretación detallada sobre el proceso de separaciónde Portugal.

Silva Lisboa incursionó también en el periodismo, publicando entre 1821y 1828 nueve periódicos y 42 pan etos, en los que manifestó su adhesión a los principios constitucionales, a la práctica de la censura previa de la prensa es- pecialmente en tiempos de turbación, y a la necesidad de unión de los vasallosde allende y aquende el Atlántico. Prácticamente todos los acontecimientosimportantes del período recibieron sus comentarios, y hasta participó de en-cendidas polémicas políticas con otros editores. Su estilo erudito, repleto dereferencias a autores clásicos e iluministas y de citas en latín se destacaba enla prensa uminense, provocando las críticas de sus adversarios que lo consi-

deraban “rebuscado” e incomprensible.En 1822 ocupó el cargo dechanceler da Relação de Bahía; poco mástarde, sería diputado por esa provincia a la Asamblea constituyente y, comotal, tuvo una participación decisiva en los debates sobre la cuestión de laciudadanía, la libertad religiosa, el juicio por jurados y la extinción de lascorporaciones de o cios. Senador del imperio entre 1826 y 1834, continuóescribiendo hasta su muerte, ocurrida en agosto de 1835.

En la segunda parte de la obra, la autora se propone examinar las ideasde Silva Lisboa en el contexto intelectual de la época y, especialmente, en la

modernidad portuguesa, veri cando los fundamentos losó cos de sus ideas para, a partir de allí, intentar interpretar el pensamiento de este ilustrado luso brasile o. Para Kirschner, los acercamientos y diferencias en relación con de-terminadas versiones de la Ilustración europea manifestados por Silva Lisboaen su obra revelan el complejo movimiento de tradiciones que se reactualizan permanentemente y, siguiendo a Hans-Georg Gadamer y Paul Ricoeur, a r -ma que antes de ser un depósito inerte de las ideas del pasado, la tradición essiempre un intercambio dialéctico entre el pasado interpretado y el presenteque interpreta. Aunque se alejó del camino de la revolución francesa, Silva

Lisboa se declaró a favor de una opción cultural y política moderna, o más bien de tradición actualizada en la modernidad.El estudio de Tereza Kirschner presenta, además, el valor agregado de

la precisión terminológica: a lo largo de las páginas de su estudio, precisa elsigni cado que en ese momento tenían conceptos tanto de naturaleza jurídico política –tales como “libertad”, “censura”, “emancipación” e “independencia”,entre otros– y sociológica –civilización y progreso–, como otros propios dela vida social y económica, entre los que se cuentan “negociante”, “fábrica” e“industria”. Además, especi ca el comienzo de la inclusión en la prensa de és-

tos y otros vocablos como “igualdad”, “constitución” y “constitucionalismo”.

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Sólidamente elaborado sobre documentación relevada en el Arquivo His-tórico Ultramarino, los Arquivos Nacionais da Torre do Tombo, el Arquivoda Universidade de Coimbra, el Arquivo da Academia Real das Ciências deLisboa, el Arquivo Nacional do Rio de Janeiro, el Arquivo Público de Bahía yla Biblioteca Nacional de Lisboa, a la que suma numerosas fuentes impresas yuna extensa bibliografía, el estudio de Tereza Kirschner resulta imprescindible para la re exión sobre la compleja transición que atravesó el mundo luso-bra-sile o entre el período colonial y el independiente, acercando además valiososelementos de análisis para quienes estudian la transformación sufrida por elvocabulario político de nales del siglo XVIII y principios del XIX en otrosámbitos europeos y americanos.

SANDRA L. DÍAZ DE ZAPPIA

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POLÍTICA EDITORIAL

Temas de Historia Argentina y Americana es la publicación periódica del Ins-tituto de Historia Argentina y Americana (Departamento de Historia, Facultadde Filosofía y Letras, Universidad Católica Argentina). Se considerarán para su publicación trabajos originales relacionados con la historia argentina y ameri-cana. Esta revista se publica con una frecuencia semestral. Las colaboracionesse reciben para el primer número (Enero–Junio) hasta el 15 de Marzo, y parael segundo número (Julio-Diciembre) hasta el 30 de Agosto de cada a o.

NORMAS SOBRE LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES PARA LAS PUBLICACIONES DEL I NSTITUTO DE HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS PONTIFICIA U NIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA

1. EXTENSIÓN

La extensión máxima del trabajo –incluido el aparato erudito- es de al-rededor de 96.000 caracteres con espacios incluidos. El artículo debe ser pre-sentado con la tipografía Times New Roman, tama o 12, con interlineado de1,5. El margen superior e inferior debe medir 2,5 cm. y el derecho e izquierdodebe ser de 3 cm.

2. SUBTÍTULOS Y CITAS EN EL TEXTO

Los subtítulos serán enVERSALITA.Las citas, si son breves, se incluyen entrecomilladas; si pasan de las tres

líneas, se las separa del cuerpo del texto (en Times New Roman, tama o 10,interlineado 1,5) y se las destaca mediante una sangría de cinco espacios, sin poner comillas.

3. APARATO ERUDITO

3.1 CITAS BIBLIOGRÁFICAS

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a. De libros

Autor (enVERSALITA); título (enbastardilla); edición, desde la segunda en ade-

lante; tomo o volumen si la obra comprende más de uno; lugar, editor y a o deedición; número de página o de las páginas extremas.

R ICARDO LEVENE, Investigaciones acerca de la historia económica delVirreinato del Plata, 2º edición, t.2, Buenos Aires, El Ateneo, 1952, pp.114-116.

b. De artículos

Autor (VERSALITA); título del artículo (entrecomillado); título de la revista odiario (o en bastardilla); número del volumen, a o y otras subdivisiones si lashubiese; lugar, editor y a o efectivo de edición, número de página (s).

JULIO CÉSAR GONZÁLEZ, “La misión Guido-Luzuriaga a Guayaquil (1820)”, Boletín del Instituto de Historia Argentina “Doctor Emilio Ravignani”, 2º se-rie, t.13, a o 13, nº 22-23, 1970, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras,1971, p. 10.

c. Cita segunda y sucesivas de una misma obra

Después de la primera cita, solo se pone el apellido del autor, seguido deop.cit. y del número de página. Si se cita consecutivamente la misma obra, se consig-na Ibidem, seguido del número de página. Si la obra tiene más de un volumen,se consigna también el número de éste.

CARBIA , op.cit., p. 41.

LEVENE, op.cit., t.23, p.120. Ibidem, p. 124.

Si se cita más de una obra del mismo autor, se conservan las primeras palabrasdel título para individualizarla.

LEVENE, Investigaciones, cit., t. 1, p. 24.LEVENE, Historia del Derecho, cit, t. 1, p.99.

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Si hay dos autores del mismo apellido se conserva el nombre de pila.

R ICARDO LEVENE, op.cit , p. 29.GUSTAVO GABRIEL LEVENE, op.cit , p.66.

En el caso de los artículos, se procede de la misma manera.

GONZÁLEZ, op.cit., p.11.

Si hay citadas otras obras del mismo autor, se agrega parcialmente el título.

GONZÁLEZ, “La misión Guido” cit., p. 11.

3.2 CITAS DE DOCUMENTOS

a. Inéditos

Tipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; repositorio y sig-natura topográ ca.

Francisco de Paula Sanz al virrey Loreto, Buenos Aires, 23-VIII-1788,Archivo General de la Nación IX-45-6-6.

b. Editados

Tipo, autor y destinatario –si corresponde-, lugar y fecha; autor (enVERSALITA);título (bastardilla); edición, de la 2ª. en adelante; tomo o volumen si es más deuno; lugar, editor y a o de edición; número de página.

El deán Funes a Daniel Florencio O`Leary, Buenos Aires, 16-X-1824, enBIBLIOTECA NACIONAL, Archivo del doctor Gregorio Funes, t. 3, Buenos Aires,1949, pp. 304-305.

b. Cita segunda y sucesivas de un mismo documento

Se ponen los apellidos del autor y del destinatario y se conserva íntegra lafecha; en caso de ser un documento editado se agrega la página.

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Sanz a Loreto, 23-VIII-1788 cit.Funes a O`Leary, 16-X-1824 cit., p.304.

4.1 ABSTRACT Y PALABRAS CLAVE

Todos los trabajos deberán hallarse acompa ados de un resumen en castella-no y de un abstract en inglés, de no más de diez líneas cada uno, en que seformule con precisión la síntesis del artículo, y de cinco “palabras claves” enambos idiomas, que permitan su utilización informática.

Nota: el no cumplimiento de las normas arriba expresadas implicará ladevolución del artículo remitido para su publicación.

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Julio de 2010

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