Teo Del Logos

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Profesor José F. Rubio Patrología II Fr. David Forero Teología del Logos 1 El Término griego “Logos” significa “palabra", pero también “razón, pensamiento" En la teología cristiana ha adquirido una enorme importancia, ya que el prólogo del cuarto evangelio confiesa la encarnación del Logos divino en Jesús de Nazaret 2 , llamado igualmente «Logos de la vida" en 1 Jn 1,1. En la cultura griega y en la tradición judeo-helenística, a partir del filósofo Heráclito (siglo VI a.C.) se atribuyó al Logos la función de principio de realidad y de inteligibilidad de todo lo que existe. Para los estoicos en particular, era el concepto central del pensar y del hablar recto (lógica), la fuerza divina que anima al cosmos (lógos spermatikós), la fuente de las reglas de acción moral (órthos lógos); para el neoplatónico Plotino es el principio - arché -, la forma racional de lo real, la realidad que fluye del – nous -, de la inteligencia raíz de toda la realidad. Esta visión greco-helenista del Logos no es considerada hoy por hoy como la base del Logos de Juan que parece desprenderse más bien en las especulaciones del judaísmo tardío sobre la sabiduría y sobre la Toráh-ley. Efectivamente, este sistema de pensamiento concibe la sabiduría divina (atributo divino personificado, no distinto de Dios) como una realidad que está junto a Dios y gracias a la cual Dios crea el mundo 3 . Ahora 1 Información esencialmente extraída de la página Internet: www.mercaba.org/VocTEO/logos.htm 2 cf Jn 1,1-18 3 cf. Prov 3,19. 8,22-36. Sab 728; 8,5; 9,2; Eclo 1,1-l0; etc.

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Profesor José F. Rubio Patrología II Fr. David Forero

Teología del Logos1

El Término griego “Logos” significa “palabra", pero también “razón, pensamiento"

En la teología cristiana ha adquirido una enorme importancia, ya que el prólogo del

cuarto evangelio confiesa la encarnación del Logos divino en Jesús de Nazaret2,

llamado igualmente «Logos de la vida" en 1 Jn 1,1. En la cultura griega y en la

tradición judeo-helenística, a partir del filósofo Heráclito (siglo VI a.C.) se atribuyó al

Logos la función de principio de realidad y de inteligibilidad de todo lo que existe.

Para los estoicos en particular, era el concepto central del pensar y del hablar recto

(lógica), la fuerza divina que anima al cosmos (lógos spermatikós), la fuente de las

reglas de acción moral (órthos lógos); para el neoplatónico Plotino es el principio -

arché -, la forma racional de lo real, la realidad que fluye del – nous -, de la

inteligencia raíz de toda la realidad.

Esta visión greco-helenista del Logos no es considerada hoy por hoy como la

base del Logos de Juan que parece desprenderse más bien en las especulaciones

del judaísmo tardío sobre la sabiduría y sobre la Toráh-ley. Efectivamente, este

sistema de pensamiento concibe la sabiduría divina (atributo divino personificado, no

distinto de Dios) como una realidad que está junto a Dios y gracias a la cual Dios

crea el mundo3. Ahora bien, reflexionando sobre la relación Dios-mundo sobre el

trasfondo de la visión bíblico-judía de la “palabra" creadora, asume el concepto-

término helenista Logos para indicar al mediador entre Dios, creador trascendente, y

el mundo que llega al ser en virtud de su poder4. Sin embargo, este Logos no es de

naturaleza divina ni parece tener una dimensión personal.

El Logos en la comunidad cristiana, ya antes de la redacción actual del cuarto

evangelio, se había creado el himno en el que se habla del Logos divino mediador de

la creación y hecho carne. Con la asunción de la categoría Logos, la comunidad

cristiana hizo suyo, sin duda alguna, un concepto que había surgido en el contexto

cultural helenista, pero encuadrado ya en una perspectiva filosófico-religiosa por

Filón y cargado de aspectos sapienciales de la especulación religiosa judía: en

1 Información esencialmente extraída de la página Internet: www.mercaba.org/VocTEO/logos.htm2 cf Jn 1,1-183 cf. Prov 3,19. 8,22-36. Sab 728; 8,5; 9,2; Eclo 1,1-l0; etc.4 cf. Op. 20, 24, 139., Spec. leg. 81

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Jesucristo Dios ha dirigido su Palabra definitiva a la humanidad. Sin embargo, al

confesar la dimensión divina del Logos y al afirmar que ha puesto su morada entre

los hombres, dio al concepto un valor substancialmente distinto del que tenía en la

especulación religiosa judía y filosófica filoniana, decididamente antignóstico.

El Logos en la reflexión teológica de la época patrística, siguiendo al cuarto

evangelio, se dedicó a una fuerte y profunda reflexión teológica sobre Jesucristo

Logos de Dios, comenzando por Ignacio de Antioquía5. Globalmente se puede decir

que, para ellos, él es, en cuanto Logos, revelación de Dios, viene del Padre, es

eterno como el Padre, es su consejero en la creación y su instrumento en la

conservación del mundo y en la realización de la redención. La doctrina del Logos

que enseñaban Arrio y el arrianismo puso de manifiesto estas dificultades y motivó la

intervención del concilio de Nicea (325). Arrio concebía al Logos como un ser

intermedio entre la realidad trascendente, incomunicable e inalcanzable de Dios y la

realidad humana-cósmica; en oposición, el concilio de Nicea propuso la doctrina

según la cual el Logos divino, revelado en Cristo, es de la misma substancia que el

Padre6, Logos-Hijo divino, eterno mediador de la creación y encarnado para la

salvación del hombre. Con esta toma de decisión doctrinal, Jesucristo, como Logos

encarnado, era reconocido plenamente como perteneciente a la esfera divina y su

realidad humana con su historia podía ser considerada como verdadera encarnación

y verdadera historia de Dios, más concretamente del Logos-Hijo del Padre.

BIBLIOGRAFÍA

Justo L. González, Historia del pensamiento cristiano, Editorial CLIE,

España, 2010, Pg. 58-62

Justo L. González, Diccionario Manual de Teología, Editorial CLIE,

España, Pg. 174-175

5 cf. Magn. 8, 2; también Rom 8,27; Ef3,26 -Omousios to Patrí- sea consubstancial al Padre