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1 Teoría de la Dependencia Homenaje a Andre Gunder Frank A mi maestro de la New School for Social Research de Nueva York. Con el nombre de Teoría de la Dependencia se conoce una teoría económica articulada a finales de la década de los sesenta, la cual intenta explicar la pobreza y el subdesarrollo en Latinoamérica a través de factores externos que son el resultado del sistema económico internacional. Entre los más destacados exponentes de esta teoría se incluyen André Gunter Frank, autor de Capitalism and Underdevelopment in Latin América (1967); y Fernando Enrique Cardoso y Enzo Faletto, autores de Dependencia y Subdesarrollo en América Latina (1969). Los defensores de la Teoría de la Dependencia utilizaban con frecuencia términos como “centro” y “periferia” para describir el tipo de relación que predominaba en ese entonces entre los países del “primer mundo” y los países del “tercer mundo”. Su centro de desarrollo y discusión fue la CEPAL (Comisión Económica para América Latina) de las Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile y su aplicación se debió al economista argentino Raúl Prebisch. Inicialmente se dirigieron al entorno latinoamericano aunque posteriormente fueron generalizadas por economistas neo- marxistas entre los que destacó Samir Amin, asociándolo al concepto de desarrollo desigual y combinado, el mas destacado exponente en la actualidad es el brasileño Teotonio Dos Santos. En México su centro de desarrollo fue la Facultad de Economía y el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, sobresaliendo entre otros José Luis Ceceña Gámez, Fernando Carmona, Rodolfo Stavenhagen, Horacio Flores de la Peña, y Pablo González Casanova. La dependencia económica es una situación en la que la producción y riqueza de algunos países está condicionada por el desarrollo y condiciones coyunturales de otros países a los cuales quedan sometidas. El modelo "centro-periferia" describe la relación entre la economía central, autosuficiente y próspera, y las economías periféricas, aisladas entre sí, débiles y poco competitivas. Frente a la idea clásica de que el comercio internacional beneficia a todos los participantes, estos modelos propugnan que sólo las economías centrales son las que se benefician.

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Teoría de la Dependencia Homenaje a Andre Gunder Frank A mi maestro de la New School for Social Research de Nueva York. Con el nombre de Teoría de la Dependencia se conoce una teoría económica articulada a finales de la década de los sesenta, la cual intenta explicar la pobreza y el subdesarrollo en Latinoamérica a través de factores externos que son el resultado del sistema económico internacional. Entre los más destacados exponentes de esta teoría se incluyen André Gunter Frank, autor de Capitalism and Underdevelopment in Latin América (1967); y Fernando Enrique Cardoso y Enzo Faletto, autores de Dependencia y Subdesarrollo en América Latina (1969). Los defensores de la Teoría de la Dependencia utilizaban con frecuencia términos como “centro” y “periferia” para describir el tipo de relación que predominaba en ese entonces entre los países del “primer mundo” y los países del “tercer mundo”. Su centro de desarrollo y discusión fue la CEPAL (Comisión Económica para América Latina) de las Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile y su aplicación se debió al economista argentino Raúl Prebisch. Inicialmente se dirigieron al entorno latinoamericano aunque posteriormente fueron generalizadas por economistas neo-marxistas entre los que destacó Samir Amin, asociándolo al concepto de desarrollo desigual y combinado, el mas destacado exponente en la actualidad es el brasileño Teotonio Dos Santos. En México su centro de desarrollo fue la Facultad de Economía y el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, sobresaliendo entre otros José Luis Ceceña Gámez, Fernando Carmona, Rodolfo Stavenhagen, Horacio Flores de la Peña, y Pablo González Casanova.

La dependencia económica es una situación en la que la producción y riqueza de algunos países está condicionada por el desarrollo y condiciones coyunturales de otros países a los cuales quedan sometidas. El modelo "centro-periferia" describe la relación entre la economía central, autosuficiente y próspera, y las economías periféricas, aisladas entre sí, débiles y poco competitivas. Frente a la idea clásica de que el comercio internacional beneficia a todos los participantes, estos modelos propugnan que sólo las economías centrales son las que se benefician.

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Los mecanismos mediante los que el comercio internacional agrava la pobreza de los países periféricos son diversos: La especialización internacional asigna a las economías periféricas el papel de productores-exportadores de materias primas y productos agrícolas y consumidores-importadores de productos industriales y tecnológicamente avanzados. La monopolización de las economías centrales permite que los desarrollos tecnológicos se traduzcan en aumentos salariales y de precios mientras que en la periferia se traducen en disminuciones de precios. La expansión económica tiene efectos diferentes sobre la demanda de productos industriales y la de productos agrícolas ya que su elasticidad respecto a las rentas es diferente. Cuando los países de la periferia crecen económicamente sus importaciones tienden a aumentar más rápidamente que sus exportaciones. Como consecuencia de estas ideas, los países latinoamericanos aplicaron una estrategia de desarrollo basada en el proteccionismo comercial y la substitución de las importaciones. A la vez, los bancos centrales latinoamericanos se esforzaron sobrevalorar sus propias monedas para abaratar sus importaciones de tecnología. La estrategia funcionó satisfactoriamente durante la década de los setenta en la que se produjo un crecimiento generalizado del precio de las materias primas en los mercados internacionales que influyó muy negativamente en las economías "centrales". Pero finalmente, la contracción de la demanda internacional y el aumento de los tipos de interés desembocó en la década de los ochenta en la crisis de la deuda externa lo que exigió profundas modificaciones en la estrategia de desarrollo. Mecanicismo desde el punto de vista de la dependencia Desde un punto de vista mecánico, la dependencia es visualizada como el proceso forzoso de “el desarrollo del subdesarrollo” (Frank 1969). El capitalismo tiende así esencialmente al estancamiento y a la estanflación (estancamiento con inflación) , a la pauperización de las masas y en Latinoamérica además, a las dictaduras (Lehmann 1990). Este principio fue el fundamento de la práctica revolucionaria, la que entendió el paso del capitalismo hacia el socialismo como la lucha de lo viejo contra lo nuevo. Ambos modelos políticos fueron concebidos dualmente como el basamento de las estructuras político-económicas. La agudización de uno u otro modelo obstruye la mirada del contexto asociado y las acciones para la transformación de las estructuras, es decir coexistían dos economías en el subdesarrollo, un sector atrasado ligado mayormente a la agricultura y un sector desarrollado, ligado al crecimiento urbano, es decir se daba la dualidad y el conflicto entre el desarrollo urbano y el subdesarrollo rural, posteriormente evolucionó a la dialéctica entre la capital de la republica (polo de desarrollo) y el resto del país ( con economías de enclave en donde se extraen las riquezas para beneficio de la Gran Metrópoli nacional a la vez subordinada a los intereses de la Metrópoli extranjera dominante.

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Análisis histórico-estructural: contextualización de la polarización del espacio social El análisis histórico-estructural que fue elaborado en los años 1960 puede verse como una variante reformista de la teoría de la dependencia. (Cardoso, Faletto 1976:21). Trabajó el diseño cada vez más específico, o sea diferenciado en el espacio y el tiempo, del movimiento de las leyes capitalistas mediante un método interdisciplinario. En este sentido avanzó en la dirección de una contextualización de la polarización del espacio social. Lo viejo y lo nuevo se solapan igual que el adentro y el afuera. “Aunque es verdad que el crecimiento económico de los diferentes países latinoamericanos ocurre de modos distintos, condicionado a las estructuras cada vez más específicas, ello no alcanza para reemplazar las interpretaciones económicas del desarrollo a través de la sociología. Cada vez se necesita más de un análisis extendido que permita una respuesta global y diferenciada a la pregunta general sobre las posibilidades de desarrollo de los países latinoamericanos, así como dar respuesta a las preguntas decisivas acerca del significado del desarrollo y sus supuestos sociales y políticos” (Cardoso, Faletto 1976: 14). “Lo nacional fue dialéctico tanto como la concretización “local” de los procesos globales de desarrollo, ello entendido en una interacción constitutiva: "Este principio muestra la contradicción entre la nación –entendida como una relativa unidad social autónoma que siempre debe mediar con el sistema de poder interno- por un lado y el desarrollo –como un proceso preparado para encaminarse o que está en camino para conectarse con las economías centrales, las que son el nuevo modo, pero más aún de acuerdo con los intereses del centro- por el otro” (Cardoso, Faletto 1976: 38).

Resumiendo: Las bases de la teoría de la dependencia surgieron en 1950 como resultado, entre otros, de las investigaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Uno de los autores más representativos fue Raúl Prebish. El punto principal del modelo Prebisch es que para crear condiciones de desarrollo dentro de un país es necesario:

a. Controlar la tasa de cambio monetario, poniendo mayor énfasis en políticas fiscales que en políticas monetarias;

b. Promover un papel gubernamental más eficiente en términos de desarrollo nacional;

c. Crear una plataforma de inversiones, dando prioridad al capital nacional d. Permitir la entrada de capitales externos siguiendo prioridades ya establecidas en

planes de desarrollo nacionales; e. Promover una demanda interna más efectiva en término de mercados internos

como base para consolidar el esfuerzo de industrialización en Latinoamérica en particular y en naciones en desarrollo en general;

f. Generar una mayor demanda interna incrementando los sueldos y salarios de los trabajadores;

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g. Desarrollar un sistema de seguro social más eficiente por parte del gobierno, especialmente para sectores pobres a fin de generar condiciones para que estos sectores puedan llegar a ser más competitivos; y

h. Desarrollar estrategias nacionales que sean coherentes con el modelo substitución de importaciones, protegiendo la producción nacional al imponer cuotas y tarifas a los mercados externos.

La propuesta de Prebisch y de la CEPAL fueron la base de la teoría de la dependencia a principios de los años 50 Sin embargo, algunos autores como Falleto y Dos Santos argumentan que las propuestas de desarrollo de la CEPAL fracasaron y que es en medio de estas condiciones en donde surge, propiamente, la teoría de la dependencia. A finales de la década de los cincuentas y mediados de la década de los sesentas se publicó este modelo teórico más elaborado. Entre los principales autores de la teoría de la dependencia tenemos a: Andre Gunder Frank, Raul Prebisch, Theotonio Dos Santos, Enrique Cardoso, Edelberto Torres-Rivas, y Samir Amin. La teoría de la dependencia combina elementos neo-marxistas con la teoría económica keynesiana (ideas económicas liberales que surgieron en Estados Unidos y Europa como respuesta a la depresión de los años 20). A partir del enfoque económico de Keynes, la teoría de la dependencia está compuesta por 4 puntos fundamentales:

a) desarrollar una considerable demanda interna efectiva en términos de mercados nacionales;

b) reconocer que el sector industrial es importante para alcanzar mejores niveles de desarrollo nacional, especialmente porque este sector generar mayor valor agregado a los productos en comparación con el sector agrícola;

c) incrementar los ingresos de los trabajadores como medio para generar mayor demanda agregada dentro de las condiciones del mercado nacional;

d) promover un papel gubernamental más efectivo para reforzar las condiciones de desarrollo nacional y aumentar los estándares de vida del país.

Foster-Carter (1973) encuentra tres diferencias fundamentales entre el Marxismo ortodoxo clásico y el neo-marxismo, siendo el segundo el que provee una base para la teoría de la dependencia. Primero, el enfoque clásico se centra en el análisis del papel de los monopolios extendidos a escala mundial, mientras que el centro del neo-marxismo es proveer una visión desde las condiciones periféricas. Segundo, el movimiento clásico previó la necesidad de una revolución burguesa en la introducción de procesos de transformación; desde la perspectiva de neo-marxista y basándose en las condiciones actuales de los países del Tercer Mundo, es imperativo "saltar" hacia una revolución social, principalmente porque se percibe que la burguesía nacional se identifica fuertemente con posiciones de élite y de la metrópoli más que con posiciones nacionalistas. El enfoque marxista clásico consideraba que el proletariado industrial tenía la fuerza y estaba llamado a ser la vanguardia para la revolución social; el enfoque neo-marxista insistió en que la clase revolucionaria debía de estar conformada por los campesinos para poder llevar a cabo un conflicto revolucionario.

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Aunque la escuela de la modernización y la escuela de la dependencia difieren en muchas áreas, también presentan algunas similitudes, las principales son: a) el centro de la investigación es el desarrollo de los países del Tercer Mundo, hay que

evaluar que tanto Luis Echeverría Álvarez como José López Portillo, ambos expresidentes de México de 1970 a 1982, ambos estudiaron en la CEPAL y ambos son ejemplos de las políticas económicas que aplicaron, a través del tiempo, fueron mas efectivas que las posteriores políticas neoliberales;

b) una metodología que utiliza un alto nivel de abstracción y se centra en el proceso revolucionario, utilizando estados-naciones como unidad de análisis;

c) el uso de visiones estructurales teóricas polares; en un caso la estructura es tradición versus modernidad (modernización), en el otro en el caso del centro versus la periferia (dependencia).

De acuerdo con la escuela de la dependencia la principales hipótesis referentes al desarrollo en los países del Tercer Mundo son: primero, el desarrollo de los países del Tercer Mundo necesita tener un grado de subordinación al centro en contraste del desarrollo de las naciones centrales cuyo desarrollo fue históricamente y es hoy día independiente. En Latinoamérica podemos observar ejemplos de esta situación, especialmente en aquellos países con un alto grado de industrialización, como Brasil el cual es utilizado por Andre G. Frank como caso de estudio. Segundo, los dependentistas en general consideran que las naciones periféricas experimentan su mayor desarrollo económico cuando sus enlaces con el centro están más débiles. Un ejemplo de esto es el proceso de industrialización que se desarrolló en Latinoamérica durante los años 30s y 40s cuando las naciones del centro estaban concentradas en resolver los problemas, de la Gran Depresión y las potencias occidentales estaban involucradas en la Segunda Guerra Mundial. Una tercera hipótesis indica que cuando los países del centro se recuperan de su crisis y reestablecen sus vínculos comerciales y financieros, incorporan de nuevo al sistema a los países periféricos, y el crecimiento y la industrialización de esto país se tiende a ver subordinada. Frank indica en particular que cuando los países del centro se recuperan de la guerra u otras crisis que han desviado de su atención de la periferia, la balanza de pagos, inflación y estabilidad política de los países del Tercer Mundo se han visto afectadas negativamente. Por último, el cuarto aspecto se refiere al hecho de que las naciones más subdesarrolladas que todavía operan con sistemas tradicionales feudales son las que tuvieron relaciones más cercanas con el centro. Sin embargo, Theotonio Dos Santos afirma que la base de la dependencia de los países subdesarrollados resulta de la producción industrial tecnológica, más que de vínculos financieros a monopolios de los países del centro. Otros autores clásicos de la teoría de la dependencia son: Baran, quien ha estudiado condiciones en India a final de la década de 1950; y Ladsberg, quien ha estudiado los procesos de producción industrial en los países del centro en los setentas. Las principales críticas de la teoría de la dependencia se han centrado en el hecho de que esta escuela no provee evidencia empírica exhaustiva para justificar sus conclusiones. Además, este enfoque utiliza un alto nivel de abstracción en su análisis. Otra crítica es que el análisis de la dependencia considera perjudiciales los vínculos de estos países con las corporaciones transnacionales mientras en verdad estos vínculos pueden ser utilizados como medio de transferencia de tecnología.

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Referente a esto es importante recordar que los Estados Unidos fue una colonia y que este país tuvo la capacidad de romper en círculo vicioso del subdesarrollo. Los nuevos estudios de la teoría de la dependencia incluyen los de Cardoso (1979) y a Falleto (1980). Estos autores toman en cuenta las relaciones de los países en términos de sus niveles sistémicos (externos) y sub-sistemáticos (internos), y cómo estas relaciones pueden ser transformadas en elementos positivos para el desarrollo de las naciones periféricas. O´Donell estudió el caso de la autonomía relativa entre elementos económicos y políticos en el contexto de las condiciones de los países del Tercer Mundo, especialmente los países de Asia Sur-Oriental. Evans estudió las ventajas comparativas que Brasil tiene respecto a sus vecinos en Sur América, y Gold estudió los elementos de dependencia que operaban a principios del proceso mediante el cual Taiwán se convirtió en un país con notable potencial económico. Un punto importante de los nuevos estudios de dependencia es que mientras que la posición ortodoxa de la dependencia no acepta la autonomía relativa del gobierno de las élites poderosas, los nuevos autores de esta escuela reconocen un margen de acción de los gobiernos en el sentido de darles espacio para perseguir su propia agenda. Estos argumentos se incluyen principalmente de los trabajos de Nikos Poulantzas. Para éste científico político los gobiernos del Tercer Mundo tienen un cierto nivel de independencia del eje real de poder dentro del país. Una de las principales críticas actuales de la teoría de la dependencia y de la modernización es que ambas continúan basando sus supuestos en los resultados en los estados-nación. Este es un punto importante que nos permite separar las escuelas antes mencionadas de la perspectiva teórica de los sistemas mundiales o de la teoría de la globalización. Éstos últimos movimientos enfocan su atención principalmente en las vínculos entre países, especialmente aquellos relacionados con el comercio, los sistemas financieros internacionales, la tecnología mundial y la cooperación militar.

El tradicional enfoque estatista en América Latina estuvo muy influido por lo que se conoce como la teoría de la dependencia. Esta racionalizaba el control del estado – altas barreras proteccionistas, una economía cerrada y un menosprecio general por el papel del mercado. Y desde fines de los años 40 hasta los años 80, disfrutó un dominio absoluto. Sus orígenes están en el final ee los años 20 y durante los años 30 y la Gran Depresión cuando el colapso de los precios de las materias primas devastó las economías latinoamericanas orientadas a la exportación. Al mismo tiempo, en consonancia con la época, la “seguridad nacional” se convirtió en una justificación para que los gobiernos se hicieran cargo de los “sectores estratégicos” de la economía con el presunto objetivo de satisfacer las necesidades del país y no las de los inversionistas extranjeros. Esto condujo a la formación de empresas petroleras estatales en un número de países. En Occidente, después de la II Guerra Mundial, el cambio hacia un mayor control estatal se vio impulsado tanto por el desarrollo del estado del bienestar social y el intervencionismo keynesiasno como por el prestigio del marxismo y de la Unión Soviética. Otro factor que también motivó a los economistas latinoamericanos y a sus gobiernos fue el anti-americanismo, la antipatía hacia las grandes empresas norteamericanas que se percibían como explotadoras en América Latina. Los teóricos de la dependencia rechazaban los beneficios del comercio mundial.

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A fines de los años 40, los elementos esenciales de su concepción eran expuestos y promovidos por Comisión Económica Para América Latina (CEPAL) de Naciones Unidas y, muy especialmente, por el economista argentino Raúl Prebisch, que dirigió la comisión de 1948 a 1962. Prebisch empezó su carrera como “un firme creyente en las teorías neo-clásicas”. Pero, según dijo, “la primera gran crisis del capitalismo” – la Gran Depresión – me hizo plantearme serias dudas en relación con esas ideas”. Prebisch y sus colegas de la CEPAL propusieron una versión internacional de la inevitabilidad de la lucha de clases. Alegaron que la economía mundial estaba dividida entre el “centro” industrial – Estados Unidos y Europa Occidental – y la “periferia” productora de materias primas. Los términos de intercambio siempre trabajarían en contra de la periferia, lo que significaba que el centro explotaría constantemente a la periferia. Los ricos se harían más ricos y los pobres más pobres. Según esta concepción (1), el comercio internacional no era una forma de elevar el nivel de vida sino más bien una forma de robo y explotación que las naciones industriales y sus corporaciones multinacionales perpetraban sobre los pueblos en vías de desarrollo. Estas ideas se convirtieron en artículos de fe en las universidades latinoamericanas. ¿Qué hacer? La periferia debía de romper ese ciclo siniestro y tomar su propio camino. En vez de exportar materias primas e importar productos manufacturados, estos países debían de desplazarse lo más rápidamente posible hacia lo que llamó la industrialización de “substitución de importaciones’’ (ISI). Esto se podría lograr rompiendo los vínculos con el comercio mundial mediante altas tarifas y otras formas de proteccionismo. La lógica de la infancia de una industria se convirtió en la lógica de toda la industria. Las monedas fueron sobrevaloradas, lo que abarataba las importaciones de los equipos necesarios para la industrialización. Todas las demás importaciones fueron severamente racionadas mediante permisos y licencias. Las monedas sobrevaloradas también desalentaban las exportaciones agrícolas y de otras materias primas al aumentar sus precios y destruir su competitividad. Los precios nacionales eran controlados y manipulados, y los subsidios se multiplicaron. Muchas industrias y actividades fueron nacionalizadas. Una verdadera jungla de controles y regulaciones proliferó por toda la economía. La forma de hacer dinero era aprender a navegar por el laberinto burocrático y no servir al mercado. En general, lo que guiaba la economía eran las decisiones políticas y burocráticas, y no las señales y el feedback del mercado. Hasta los años 70, este enfoque pareció funcionar. El ingreso real per cápita casi se duplicó entre 1950 y 1970. En el mismo período, el papel del estado siguió ampliándose asi como las empresas estatales. Se subieron las tarifas y otras barreras al comercio. La crítica más popular de la época era que los gobiernos no estaban haciendo lo suficiente, y que se debían de acercar al modelo de una economía centralmente planificada como la de la Unión Soviética y la Europa del este. La profunda debilidad del sistema permanecía fundamentalmente oculta – hasta principios de los años 80.

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Análisis de la Teoría de Gunder Frank. Andre Gunder Frank, fue el mas alto exponente de la Teoria de la Dependencia: Estas fueron sus palabras “El subdesarrollo no es consecuencia de la supervivencia de instituciones arcaicas, de la falta de capitales en las regiones que se han mantenido alejadas del torrente de la historia del mundo, por el contrario, el subdesarrollo ha sido y es aun generado por el mismo proceso histórico que genera también el desarrollo económico del propio capitalismo”. Resumen del libro de ANDRE GUNDER-FRANK: AMÉRICA LATINA: SUBDESARROLLO O REVOLUCIÓN, Editorial ERA, México, 1963. Conjunto de Tesis desarrolladas.

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a) El desarrollo de los países capitalistas origina el subdesarrollo de los países pobres. Las sociedades y economías duales no existen, esa tesis sólo sirve para perpetuar las condiciones de desarrollo. Desde los tiempo de la colonia se ha creado un sistema de extracción-dependencia entre las comunidades rurales y las capitales provinciales (red metrópolis-satélites) que se extendió y aun perdura, hasta convertir a los países mismos en metrópolis-satélites. El desarrollo del subdesarrollo en Chile continúa hoy marcado por la satelización de su economía. Brasil muestra cómo algunas regiones han pasado en diversas épocas por el estado de satelización y éxito, convirtiéndose en zonas pobres después. Desde la Primera, hasta la Segunda Guerra Mundial, Sao Paulo se convirtió en uno de los polos industriales más grandes de América Latina. Su desarrollo no ha traído más riqueza a las otras regiones, sólo las ha convertido en satélites de ellas. 1a Hipótesis. En una estructura metrópoli-satélite las metrópolis tienden a desarrollarse y los satélites a subdesarrollarse. 2a Hipótesis. Los procesos de desarrollo más marcados (de los satélites) se observan cuando las metrópolis pasan por periodos de crisis: España y las guerras Napoleónicas =Independencia de Latinoamérica; Primera Guerra, Crisis del 31, Segunda Guerra Mundial = desarrollo industrial naciente de Latinoamérica; Guerra de Japón y Rusia en 1901 = Gana el Japón no satelizado. Corolario de la segunda hipótesis. Cuando las metrópolis se recuperan, la industrialización y el desarrollo previo de los satélites es estrangulado, para afianzar su condición de tal. 3a Hipótesis. Las regiones actualmente más subdesarrolladas y con mayor aspecto feudal son las que tenían lazos más estrechos en el pasado, con su metrópoli. 4a Hipótesis. El latifundio, no importa cómo se presente hoy, nació como un empresa comercial que creó sus propias instituciones que le permitieron responder al aumento de la demanda en el mercado nacional y mundial. 5a Hipótesis. Los latifundios que hoy están aislados, basados en la subsistencia o semifeudales, vieron declinar la demanda de sus productos y de su capacidad productiva. Estas dos hipótesis contradicen la noción de mucha gente y la opinión de algunos historiadores y otros, de acuerdo con los cuales la raíz histórica y las causas socioeconómicas de los latifundios y de las instituciones de América Latina deben buscarse en las transferencia de las instituciones feudales de Europa y/o en las depresiones económicas.

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Todas las hipótesis y estudios sugieren que la extensión global y la unidad del sistema capitalista, su estructura metropolitana y su desarrollo desigual en el transcurso de la historia y la consiguiente persistencia del capitalismo más bien comercial que industrial en el mundo subdesarrollado (incluyendo sus países más adelantados industrialmente) merecen mucha más atención en el estudio del desarrollo económico y cambio cultural de la que hasta hoy han recibido. BIBLIOGRAFÍA GENERAL EN TEORÍA DE LA DEPENDENCIA Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto, (1969) DEPENDENCIA Y DESARROLLO EN AMERICA LATINA, Siglo XXI, México. Celso Furtado, (1964) DESARROLLO Y SUBDESARROLLO, EUDEBA. F.H. Cardoso, (1973) PROBLEMAS DEL SUBDESARROLLO LATINOAMERICANO, Nuestro Tiempo, México. Vania Bambirra, (1973) CAPITALISMO DEPENDIENTE LATINOAMERICANO., Cuadernos CESO, SANTIAGO. Samir Amin, INTERCAMBIO DESIGUAL, R. Stavenhagen (1966), SIETE TESIS EQUIVOCADAS SOBRE AMERICA LATINA, Revista Desarrollo Indoamericano, Nº 4. Osvaldo Sunkel y P. Paz (1970) EL SUBDESARROLLO LATINOAMERICANO Y LA TEROIA DEL DESARROLLO, Siglo XXI, México. Finalmente lo "ultimo" publicado y recomendable (Esto fue escrito en 1994), en que se analizan las teorías del desarrollo, y en ellas, el papel que jugó la Teoría de la Dependencia (que puede llegar a Chile traducido al castellano en el futuro): Björn Hetne (1990) DEVELOPMENT THEROY AND THE THREE WORLDS (Teorías del Desarollo y los Tres Mundoso). Cristobal Kay, (1989) LATINOAMERICAN THEORIES OF DEVELOMPMENT AND UDERDEVELOPMENT (Teorías Latino-americanas del Desarrollo y el Subdesarrollo). Jorge Larraín (1989) THEORIES OF DEVELOPMENT (Teorías del Desarrollo) David Lehmann (1990), DEMOCRACY AND DEVELOPMENT IN LATINAMERICA (Democracia y Desarrollo en America Latina). ----------------------- LA DÉCADA DE LOS AÑOS 70: IMPORTANCIA PARA LA PLANIFICACIÓN SOCIAL Y LAS TEORÍAS DEL DESARROLLO La década de los años 70 fue un periodo de quiebre para diversos aspectos relacionados con los procesos de desarrollo de los países del Tercer Mundo y para la teoría y la práctica del desarrollo mismo. Siete son los aspectos interrelacionados que deben ser tomados en cuenta: 1. La aparición de las empresas transnacionales como un nuevo actor en el escenario mundial industrial-empresarial.

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Un nuevo actor económico mundial aparece durante la década de los 70, las empresas transnacionales, es decir, que no tienen un solo país de origen sino que están constituidas por gigantes económicos que tienen empresas independientes pero estrechamente relacionadas en torno a un nombre industrial (Shell, Lever, Bata, Philips, Mercedes Benz, etc.) instaladas en diversos países del mundo. Durante la década de los 80 se convierten en una realidad que toma el nombre de "transnacionalización de la economía mundial" llegándose a hablar con propiedad de un "nuevo orden económico mundial" o "sistema mundial económico". El éxito de la transnacionalización de la economía esta ligado al desarrollo de las comunicaciones (fax, telefonía vía satélite, etc.) y de la informática (computación) que le permite operar simultáneamente en diversos países a partir de una información precisa y actualizada al instante. Ver diversos artículos en Revista NUEVA SOCIEDAD, Nº 38, septiembre-octubre 1978, entre otros numerosos artículos de revistas y semanarios. Paul Johnson, TIEMPOS MODERNOS, 1983, (en Biblioteca UT) CEPAL, 1991, BALANCE PRELIMINAR DE LA ECONOMÍA DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE. 2. La irrupción del modelo de economía neoliberal, especialmente en los países de América Latina. 3. La irrupción de los "petrodólares" en el escenario mundial de las inversiones, facilitando la obtención de préstamos internacionales y con ello el surgimiento de "la deuda externa", como fenómeno de los países del Tercer Mundo. Rafael Moreno, 1991, "El Nuevo Orden Internacional y América Latina", (Fotocopia en Biblioteca). Paul Johnson, TIEMPOS MODERNOS, 1983, Cap. X. 4. Desplome de la confianza existente en la planificación como práctica de ingeniería social y en le Planificación centralizada del desarrollo. Este es un fenómeno estrechamente vinculado a dos situaciones que se relacionan en la práctica: Por un lado la caída del edificio teórico metodológico que se había erguido en torno a la sociología estructural funcionalista originada en los trabajos de Talcott Parson, la que permitía creer que la sociología habría llegado a formular una cierta "ingeniería social" para estudiar, analizar y diagnosticar el desarrollo y los problemas de los grandes conglomerados sociales, en la que se apoyarían los planificadores sociales. Por otro lado, el dinamismo mostrado por la explosión demográfica y la creciente urbanización, que traen nuevos y complejos problemas, ante los cuales no hay ingeniería ni teoría social que haya desarrollado metodologías y técnicas adecuadas para tratarlos.

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En parte, estos problemas están reflejados en el libro de Bernardino Arana Aguilar, PLANIFICACIÓN, SOCIEDAD Y UTOPÍA, del Fondo de Cultura Económica, México 1990, y respecto de la idea de ingeniería social operando en el concierto mundial,... 5. El surgimiento de un proceso de profunda reflexión y análisis de la forma y consecuencias en que se estaban dando las relaciones entre los países ricos del Norte y los países pobres del Sur, a través de los encuentros internacionales que fueron llamados El Dialogo Norte-Sur (Alemania) y El Otro Desarrollo (Suecia). Ver NORTE SUR, Informe de la comisión independiente sobre problemas internacionales del desarrollo, Editorial Pluma, Colombia, 1980. Ver también, Eduardo Frei M., "Dialogo Norte-Sur, Hacia un Nuevo Orden internacional", Revista MENSAJE Nº 277, Marzo-Abril 1979. EL OTRO DESARROLLO, El sugestivo trabajo DESARROLLO A ESCALA HUMANA de Max Neef publicado como suplemento por la revista DEVELOPMENT DIALOGUE, número especial de 1986 pertenece a la corriente del Otro Desarrollo. Rafael Moreno, "El Nuevo Orden Internacional y América Latina", 1991. 6. El surgimiento de un fuerte movimiento de organizaciones independientes para el desarrollo participativo de bases a través de las ONG, fenómeno nuevo en el campo del desarrollo. A partir de finales de la década de los años 70, en todo el mundo surgen un tipo de organizaciones nuevas, no conocidas antes, que toman el nombre de Organizaciones No Gubernamentales de desarrollo (ONG). Hasta ese momento prácticamente todos los esfuerzos de educación y transferencia tecnológica habían sido realizados por agencias o instituciones especializadas de gobierno, obedeciendo a Planes Nacionales centralizados. Las ONG en cambio son independientes y concretan sus acciones entre grupos pequeños, con metodologías cualitativas, destinadas a elevar la autosuficiencia lo mismo que la conciencia colectiva sobre el significado de su trabajo sobre el entorno cultural, social y económico de los grupos beneficiarios. Se financian con aportes provenientes de Agencias del mundo desarrollado comprometidas con los pobres del Tercer Mundo, lo que las hace altamente independientes. Al final de la década de los 80 numerosas instituciones internacionales reconocen su aporte al desarrollo hasta el punto que el Banco Mundial exige su participación en sus proyectos. A comienzos de los 90 las ONG, debido a la disminución de la ayuda internacional al ser desviada hacia los países del Este, están sufriendo nuevas y profundas transformaciones adaptativas, cuyas consecuencias aún no se prevén. 7. La caída del Socialismo real en la URSS, al concluir el ciclo de la Unión Soviética y las Teorías de Liberación Nacional, la teoría de la dependencia ha tenido una fuerte crisis ya que la URSS era vista como un paradigma a seguir en la planificación dirigida, mientras la CEPAL buscaba una alternativa en la Planificación Indicativa

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EL DIALOGO NORTE-SUR Esta fue una propuesta de desarrollo originada en las corrientes demócrata cristinas europea, de fines de los años 70, hay casi olvidada. La Comisión Brandt "NORTE SUR: UN PROGRAMA PARA LA SUPERVIVENCIA" estaba explícitamente basado en la interdependencia de los países del mundo. El dialogo N-S, que fue iniciado con mucho esfuerzo por un grupo de connotados políticos europeos con consultas a otros connotados del tercer mundo, pronto llegó a punto muerto, si bien dejó en claro la posibilidad y la necesidad de una conversación seria y en iguales términos entre los países del Norte, los más ricos, y los países del hemisferio Sur, los más pobres. Los países ricos predicaron el tema de la interdependencia y destino común de la humanidad en una serie de encuentros entre países desarrollados y no desarrollados al comienzo de la década de los años 70, produciendo ciertas conclusiones en torno a la nueva situación económica mundial, que fueron conocidas como el Nuevo Orden Económico Mundial (NOEM). La filosofía del NOEM permeaba todo el Informe Brandt. En términos de estrategia de desarrollo el Informe Brandt o "Dialogo N-S" articula una solución keynesiana a la pobreza mundial, proponiendo una transferencia masiva de recursos. De acuerdo con esta teoría, los países pobres del mundo tendrían que funcionar como los desempleados del sistema keynesiano. Es decir, en la medida que ellos hacen uso de los recursos financieros puestos a su disposición por los países ricos (petrodólares en particular), para comprar bienes producidos por los países industrializados (bienes que les sirven a su propia industrialización, se entiende), los problemas económicos de los países pobres se solucionarían también, a la par que los países ricos saldrían del estancamiento económico de esos años 70. Los países ricos y pobres tendrían que avanzar juntos, en vez de tener que darles a los países pobres solamente, beneficiándolos de los países ricos.- Esta respuesta, que paradójicamente fue acusada como una política económica monetaria neo-liberal fue ensayada en el escenario doméstico en varios países del Atlántico Norte, por ejemplo, Gran Bretaña. Acusados de una estrategia de supervivencia del capitalismo y de no comprender las deficiencias institucionales de las crecientes dificultades para elevar la producción mundial de necesidades básicas, los propulsores de estas medidas pronto debieron comprender que el problema de fondo no era el de un simple entendimiento económico, sino que había que hacer frente a problemas de mayor envergadura tales como la creciente deuda externa y a un sistema económico enteramente nuevo y de agresiva penetración mundial, con particulares efectos sobre los países pobres, como fue la transnacionalización de la economía (difusa) del Nuevo Orden Económico Mundial, perdiéndose su ímpetu inicial, para convertirse en una de las tantas conversaciones bien intencionadas del teatro mundial del desarrollo vis a vis la pobreza mundial.

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Actualización de la Teoria de la Dependencia LA TEORÍA DE LA DEPENDENCIA Y EL SISTEMA MUNDIAL Entrevista a Theotonio Dos Santos * El pasado mes de marzo, el doctor Theotonio Dos Santos (TDS) visitó México invitado por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México, que dirige el doctor Pablo González Casanova. En esa ocasión concedió la siguiente entrevista a la politóloga argentina Karina Moreno (KM) y al economista mexicano José Guadalupe Gandarilla Salgado (JG). JG: Desde el paradigma neoliberal se ha tendido a plantear la globalización o mundialización como una etapa histórica sin precedentes, o bien como un conjunto de fuerzas con carácter inexorable. Y consecuentemente se supone para los países o los Estados la obligación de ajustar sus estrategias nacionales al modelo de globalización neoliberal, a través de una serie de medidas económicas (apertura comercial y financiera, privatización o extranjerización del patrimonio público, etc.). ¿Cuál es su opinión sobre esta visión de la globalización? TDS: Yo creo que en este enfoque ideológicamente muy orientado, que predomina en la prensa, existen algunos elementos claves. Primero, la asociación existente entre la globalización y la expansión financiera es un hecho concreto, pero es un hecho localizado. No fue la expansión financiera lo que permitió el avance de la globalización, sino que el período de la expansión económica mundial es el momento en el que el sector financiero pasa a cumplir este rol. Si bien su función es importante, la expansión financiera aparece como fenómeno localizado, para luego entrar (está empezando a entrar) parcialmente en declinación. He intentado sistemáticamente mostrar que no hay un sector financiero aislado, sino que es producto del déficit norteamericano, y es producto de una serie de factores económicos. Existen una serie de fundamentos económicos para la expansión del sector financiero, no es un proceso tan simple como pretende presentarlo un discurso donde aparece "el sector financiero que se expandió", completamente independiente de la producción y del resto del sistema económico. Por el contrario, el sector financiero se expandió a partir de esos fenómenos. Lo que también significa que la caída de los déficit fiscales, por ejemplo, tiene como consecuencia la desestructuración del sector financiero, o que la desestructuración del sector financiero se manifiesta también en una caída del déficit fiscal. Entonces, yo creo que va a ser muy difícil continuar identificando la globalización con el sector financiero solamente. Precisamente, la caída, la crisis del sector financiero es un gran tema. Desde el 1987 para acá tenemos la quiebra de los bancos y el modelo de política económica cambiaria que sirvió a la recuperación de Estados Unidos en la década del los 90 y que se combina con el sector financiero, porque son economías que entraron en déficit comerciales muy grandes y necesitan al sector financiero para cubrir sus déficit comerciales. Pero esta función del sector financiero en la economía mundial es localizada, no es posible pensar en la existencia indefinida de economías en zonas subdesarrolladas y dependientes, basadas en déficit comerciales e integración de capitales, porque podrán

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hacerlo mientras tengan "algo" con qué cubrir dichos déficit. Existe una situación en la cual tu tienes que pagar, ya no pagas con comercio, pero tienes que pagar con alguna otra cosa. ¿Con qué? Con excedentes, reservas disponibles y privatizaciones. Ahora, los medios principales de pagar se han agotado: no existe la posibilidad de procesos de privatización indefinidos. Esto tiene un límite objetivo y concreto. Y si pensamos en las reservas, el panorama es igual. La conclusión es que este no es un modelo permanente, que comienza a mostrar sus inconsistencias a través de las sucesivas crisis: la crisis en Asia fue muy fuerte, y también lo es en el caso del Brasil, del mismo modo en México, etc. Este es un primer aspecto del primer problema. Por otra parte, creo que la cuestión de la globalización tiene que ser vista desde un punto de vista mucho más amplio: desarrollo de las fuerzas productivas, reestructuración de la economía como sistema productivo mundial, con una división del trabajo que entra en una etapa nueva, reestructuración del sector industrial y del lugar del sector de servicios, incluyendo el sector financiero, es claro... Se requiere una visión mucho más amplia del fenómeno de la expansión, o globalización si así quieren llamarla, de la economía mundial. Otra cuestión es que en este proceso no se pone en evidencia el rol de la clase obrera y de los sectores populares en general, de los nuevos movimientos sociales.Y la verdad es que en el proceso de integración europea, por ejemplo, la clase obrera está ganando una dimensión e incidencia creciente, la dimensión social fue introducida sistemáticamente con una serie de acciones políticas y además produciendo cambios políticos internos. Es un elemento esencial a ser integrado en el análisis del proceso de globalización. Y existe toda una temática mundial muy importante. La temática ecológica, la temática de la paz, la temática del género, la temática del pluralismo, que es el respeto a las diferencias, etc. son temáticas de orden mundial. Son temáticas que tienen un contenido global y deben ser recogidas por movimientos globales, movimientos políticos e ideológicos con una perspectiva global. Esto es fundamental señalarlo, porque cuando se habla de globalización no se integran estos elementos debido a que suponen otros agentes sociales, otra subjetividad. En síntesis, el concepto de globalización manejado como se suele hacer de manera superficial, no tiene mucha consistencia. KM: ¿Cuándo surge el planteo del sistema mundial? ¿Desde que se planteara la teoría de la dependencia existen elementos nuevos? ¿Cómo pensar en este contexto a América Latina? TDS: Claro, el concepto del sistema mundial ya existía... En la década de los 60, lo que sucede con este concepto es lo siguiente: primero, una reelaboración del concepto, y segundo, un posicionamiento teórico del concepto más importante que en el pasado. Se precisa el concepto, se lo enriquece con nuevos elementos, y adquiere un rol explicativo más importante. En esa elaboración hay varias fuentes, digamos. Una es el grupo de Immanuel Wallerstein. Este grupo se concentra mucho en la temática de los ciclos largos a la manera de Braudel, con una preocupación braudeliana por la historia del capitalismo, y sobre lo que ellos llaman el capitalismo histórico. No pensar el capitalismo como conceptos abstractos solamente, sino pensarlo sobre todo como proceso histórico y hay una cierta identificación entre el propio concepto de capitalismo y de sistema mundial, a medida que el capitalismo se va convirtiendo en el fundamento del sistema mundial.

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Según la visión de Braudel, existían sistemas-mundo que no ocupaban todo el planeta, el Mediterráneo por ejemplo era un sistema-mundo, pero existía al lado de otros sistemas-mundos... La diferencia que el capitalismo produjo fue, justamente, constituirse como sistema mundial. Claro que se podía discutir, y en la década del setenta se discutía, el rol de la Unión Soviética y del campo socialista: si se trataba de un nuevo sistema o se trataba de una modalidad del sistema. La respuesta de Immanuel Wallerstein y su grupo ha sido siempre que se trataba de un subsistema. No llegaba a ser un contrasistema, sino que cumplía ciertos roles dentro de ese sistema mundial, a través de la Guerra Fría y de acuerdos básicos que se establecieron sobre todo en la Segunda Guerra Mundial. Es una línea de pensamiento con un impacto bastante grande en la academia americana, con una cantidad de estudios muy grande, no sólo del Fernard Braudel Center sino de otros estudiosos de Estados Unidos. Otra línea es la que sigue Samir Amín, desde África, que también desarrolla esa temática pero da más énfasis a los problemas de la evolución no sólo de África sino del Tercer Mundo en general. El libro de Samir sobre la acumulación mundial es parte de este proceso. El otro grupo estaba en el Centro de Estudios Económicos que yo dirigía en Chile, con André Gunder Frank, con Ruy Mauro Marini... Si bien dábamos mucha importancia a los estudios sistemáticos de la economía mundial, quedamos bajo la presión de los acontecimientos. Ruy Mauro intentó dar la visión del capitalismo dependiente con categorías más abstractas. Yo trabajé sobre el imperialismo como sistema mundial. Nuestro programa era estudiar la economía mundial como un todo, un modo de producción capitalista, pero con tres formaciones sociales: la del capitalismo contemporáneo, el socialismo y los países de las economías dependientes, que tenían muchas diferencias entre sí pero servían de base de esta economía mundial. En esa línea trabajábamos. Si bien no lo tratábamos con tanta claridad, también nosotros veíamos el sistema mundial como sistema único, aunque tratábamos en el caso de la Unión Soviética y de los países del campo socialista con más especificidad que Immanuel, le reconocimos más importancia y un contenido transformador más significativo. Pero también veíamos el tipo de socialismo que se produjo como parte de un sistema mundial capitalista. En la década de los 70, los tres grupos, y otros más, confluimos en un conjunto de reuniones internacionales en torno de la discusión del sistema mundial. Esto fue organizado por el Fernand Braudel Center, por la Maison des Sciences de la Universidad de París y el Stand Institute en Alemania y se desplazaba a varios países para dar continuidad al debate y al estudio. La cuestión de América Latina fue muy importante en la primera fase del debate. Luego se fue integrando un debate más amplio, y con los desarrollos de la situación asiática, hay un desplazamiento hacia el debate sobre Asia, sobre la reconcentración asiática, sobre el éxito de los llamados Tigres Asiáticos. La experiencia latinoamericana empieza a perder importancia en el debate más general, amén de lo cual, en ese período, la realidad latinoamericana nos imponía una serie de problemas en los cuales tuvimos que concentrarnos. Primero, la cuestión de la democracia, que pasaba a ser un punto central en América Latina. La cuestión de la deuda externa era otro punto clave, que con excepción de India no se vivía en Asia. En fin, la problemática latinoamericana empezó a girar en torno a problemas como los nuevos movimientos sociales, que ganaban una dimensión muy importante. Entonces, digámoslo así, la reflexión no ha sido muy fuerte en lo que respecta al rol de América Latina en el sistema mundial en esta etapa.

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Hemos bajado un poco el perfil... Pero yo creo que cuando entramos en esta temática de la civilización planetaria y del contenido digamos civilizado de la lucha socialista, América Latina tiene una posición muy especial. Hasta los años 30, en Argentina o en Brasil, por ejemplo, teníamos un movimiento obrero sin mucha conciencia latinoamericana, tenía una formación más europea que latinoamericana. Pero después de los años 30 el movimiento obrero va ganando una dimensión profundamente latinoamericana que fue ignorada y hasta atacada por las formaciones socialistas obreras anteriores, que no comprendieron que la latinoamericaneidad era parte de la afirmación de la clase obrera de esta región, porque tu no puedes afirmarte como clase si no estás dentro de tu nación o de tu realidad social inmediata. Un sector de la izquierda muy grande ha vivido esta enajenación de lo real, de las formas concretas del movimiento histórico, con una visión de una humanidad abstracta, que no tiene contenidos culturales sociales concretos. Yo creo que la latinoamericaneidad es una parte del movimiento que viene de abajo, de la reestructuración de las fuerzas políticas de la región, de las fuerzas de los movimientos sociales de la región, que pasa también por esta afirmación de su cultura propia, por la reivindicación de su fuerza civilizadora, para que la idea de civilización planetaria incluya estos elementos. KM: La explicación de Wallerstein del sistema mundial deja muchas cosas afuera, que no se pueden explicar desde dicha cosmovisión. En la conferencia usted puntualizó algunas cosas en las que estaba de acuerdo y dijo que en muchas otras no. ¿En cuáles no? TDS: En cuáles no... Primero, creo que Wallerstein propone un nuevo marco teórico, en el que el marxismo es parte, pero sin darle la preeminencia que yo pienso que debe tener. Claro que el marxismo debe ser tratado de una manera crítica, evidentemente. Pero pienso que Marx tiene que estar como centro de la reconstrucción del pensamiento, digamos "avanzado" del mundo, y Wallerstein tiene otra visión. Otra cuestión son las interpretaciones sobre la Unión Soviética. Como ya dije, existe una tendencia a considerar a la Unión Soviética como subimperialista, totalmente al servicio de la hegemonía americana y no acuerdo con esto. Sostengo que había y hay en la Unión Soviética diferencias internas muy importantes y fuerzas con políticas diferenciadas, no es correcto interpretar la historia soviética en ese cuadro de sumisión a Estados Unidos. Además, es fundamental rescatar que hubo una cierta rebelión que, mal que mal, aunque en parte terminó fracasando, por otro lado logró desestructurar el aparato burocrático soviético lo que es una conquista, así como derribar también esa ideología, ese socialismo ideológicamente tan atrasado que se había desarrollado ahí, creo que se consiguieron transformaciones significativas e importantes, que van a tener un rol importante en el futuro. No estoy de acuerdo, entonces, con ese punto de vista de una Unión Soviética tan subordinada. Puedo mencionar también que Immanuel trabaja con los ciclos de doscientos años y yo no estoy totalmente convencido de estos ciclos, a pesar de que la argumentación de Arrighi es bastante buena y desde ella me parece bastante correcta la idea de ciclos financieros de más largo plazo. Y por fin, creo que en su reflexión la cuestión de la tecnología y el rol de las fuerzas productivas en la dinámica económica, social y política ha sido bastante subestimada. Es otro punto en el que tenemos diferencias, no porque él esté en contra de que se haga un análisis macroeconómico, sino porque no estuvo en sus prioridades.

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KM: ¿Qué rol, qué aportes debe realizar el pensamiento crítico latinoamericano, luego del largo silencio producto de las dictaduras y del embate neoliberal? ¿Cuáles serían los desafíos? TDS: La derrota que hemos sufrido en América Latina fue muy fuerte. Básicamente en el sur, pero también en México donde hubo un retroceso de la revolución mexicana que es parte de esa derrota. Cierto es que fue una consecuencia de que antes hubo un gran ascenso latinoamericano, entre la década del cincuenta y sesenta. Con la revolución cubana y su triunfo. Con la revolución boliviana que a pesar del fracaso y sus contramarchas dieron un marco. La guatemalteca, que fue realmente aplastada. Hay casos como el venezolano, que tuvieron una salida de compromiso, pero fueron un avance político también. El caso centroamericano, que se va a proyectar incluso hacia la década del setenta... Avanzamos y la respuesta de la derecha fue muy dura, precisamente la ola de golpes de Estado asociados con el capital internacional, que dirigió este proceso, con un sentido de modernización, pero una modernización estrecha, una modernización que no permitió asimilar al conjunto de la población y creó aún más exclusión en la región. Después, en la medida que la derecha fue perdiendo fuerza, en parte porque pierde la confianza del capital internacional por su contenido local y nacionalista, asistimos a un proceso de apertura política, el proceso de democratización, que el capital internacional dirige a través de sus corresponsales liberales en la región, a dirigir. Y a pesar de que hemos roto a veces los límites de la apertura política que querían establecer, hasta ahora ellos tienen la hegemonía de la apertura política. Eso limita mucho nuestra experiencia política y nuestra capacidad política. Porque incluso parte de la gente que podría estar influenciadas por la izquierda se deja influenciar por este proceso de apertura concebido desde un punto de vista de derecha, liberal, que asocia la apertura política con el capital, la propiedad privada y con el libre cambio, etc. Se hizo una ecuación: dictadura = estatización, nacionalismo, antiimperialismo. Y luego viene la democracia y pasa a ser democracia = apertura comercial, libre cambio... Se dice que las economías estaban cerradas. ¿Cómo cerradas? Si todos sabemos que América Latina estuvo siempre en manos del capital internacional, al servicio de él, con liberalismo económico fortísimo y donde los períodos en que se pudo controlar un poco la situación para permitir un desarrollo industrial inicial fueron muy cortos, que no llegaron a establecer una situación económica de cierre. Sin embargo, todos dicen que eso ocurrió y que ahora se abre, cuando en realidad se trata de mantener y dar continuidad al mismo esquema. Esto revela que tenemos una lucha ideológica, y estamos muy mal en la lucha ideológica porque es una tesis típicamente derechista que interpreta nuestra historia desde su punto de vista, conduciendo el contenido y el sentido de la democratización, y hasta ahora no hemos logrado realmente construir una fuerza suficiente para que nuestra interpretación, nuestra visión prepondere. Incluso sectores de izquierda han sido influenciados por este punto de vista. Grandes sectores. Este es un problema muy serio, la derrota ha sido profunda y ha establecido cortes generacionales. La reconstrucción es un proceso largo. Posiblemente en el marco de un proceso internacional más favorable, con una tendencia a formas de centroizquierda, puede abrirse un espacio para que la izquierda recupere capacidad ofensiva en la región. Pienso que para esto habrá que recuperar mucho de los procesos anteriores, de la historia latinoamericana anterior y establecer vínculos de continuidad. También retomar la temática de los movimientos sociales, la cuestión de género, la cuestión étnica, cosas contempladas eventualmente en el período anterior, pero desde una perspectiva en general muy liberal, vale decir: la mujer será igual al hombre, los indios van a ser blancos, etc.

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Pero hoy está claro que los indígenas no quieren ser blancos, las mujeres no quieren ser hombres, la cuestión es otra, de afirmación de su propio movimiento y de su propia identidad en la formación de una nueva sociedad. Esta situación va a ser difícil de asimilar, incluso por el contenido autoritario de la izquierda que correspondía a la propia experiencia de la clase obrera; por ejemplo, la experiencia de organizarse bajo un autoritarismo muy grande, el autoritarismo de la fábrica, de los capitalistas, ante el que no había forma de organizarse sin reproducir gran parte de ese autoritarismo en el propio movimiento obrero. Hoy día, con el avance de la tecnología y la destrucción de gran parte del tipo de organización obrera tradicional, tenemos que observar la cuestión es con una dimensión completamente nueva. Hay necesidad de ampliar los mecanismos de participación, desde debajo de la sociedad. Me parece que la izquierda está empezando a integrar esas experiencias, creo que algo se ha avanzado y que esto va a ser una fuerza de la izquierda si sabe integrar en su experiencia este proceso no sólo de ir hacia abajo, sino también de permitir que desde abajo se creen estructuras de democracias avanzadas, como condición del avance revolucionario. La revolución rusa tuvo su momento de democracia avanzada, que va del 1917 hasta 1926-27 (cuando Stalin consolida la revolución con represión), donde realmente las masas cumplieron un rol dinámico no sólo en el sentido de hacer la revolución, sino también en el sentido de organizarla, de darse un contenido, etc., y que se fue perdiendo, cediendo a la burocracia y otras cuestiones que se fueron consolidando en la estructura política del poder soviético. Esos momentos de gran democracia son fundamentales para el avance realmente revolucionario. Y yo creo que no sólo para el avance revolucionario y la consolidación de la revolución, sino para su funcionamiento posterior. Porque una política de apropiación de la acción popular, de la fuerza popular por tecnócratas y burócratas puede repetirse, pero creo que en la etapa actual será mucho más difícil de lo que fue en el pasado por el desarrollo y la conciencia de la base de poder social. JG: Retomando el tema de la necesidad para la izquierda de plantearse proyectos alternativos. En ese sentido, el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil o de los zapatistas en México, no solamente son movimientos que se desarrollan en el campo y con caracteres étnicos, involucrando grupos étnicos, sino que están desarrollando proyectos de creación de fuerzas políticas, que incluso cuestionan el paradigma de la modernidad europea. TDS: Es más claro eso en el caso de Chiapas, que en el caso de los Sin Tierra... JG: ¿Cómo ve este proceso y el planteo de los zapatistas de una democracia no excluyente y de una sociedad donde todos quepan; una política sobre nuevas bases? ¿Qué ofrece o qué capacidades tiene para formular un proyecto alternativo? TDS: Esto tiene que ver con lo que estábamos discutiendo sobre la integración de temáticas como la étnica o de género dentro de la lucha política. Estos sectores que vienen de abajo, excluidos, son profundamente democráticos, porque uno de los aspectos de exclusión es la exclusión política. Ellos han reivindicado y comprendido que su afirmación étnica y de respeto a sus características e identidad suponen también un profundo sentido democrático. Creo que hay una conciencia creciente de este hecho. Estos sectores sociales no tienen una experiencia de autoritarismo eficaz, quiero decir un autoritarismo eficaz como el de la fábrica, que funciona para resultados económicos, porque en el campo no funciona ese tipo de autoritarismo, se impone a la gente someterse realmente al dominio del señor, entonces

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creo que la comprensión de la relación entre la lucha social y la lucha democrática es muy profunda y va a tener una gran evolución en el siglo próximo. JG: Retomando este problema del autoritarismo y de la eficacia o de la noción de eficacia en el capital, usted rescataba el planteo que ha desarrollado Hinkelammert, su crítica de lo que él llama lo irracional de lo racionalizado, o la racionalización de lo irracional. El destaca la necesidad de retomar o de hacer la crítica de la modernidad, a partir de la criticar esta racionalidad instrumental medio-fin. TDS: Yo creo que en lo fundamental es correcta la crítica, es muy importante, sobre todo para nosotros en los países del Tercer Mundo, pero también en países desarrollados donde hay problemas étnicos significativos. E incluso para países que se desarrollaron fuera de Europa, como Japón, que no encuentra en la cultura europea un lugar para su manera de desarrollar el capitalismo. La crítica al eurocentrismo y a su modelo de racionalidad es muy fuerte y debe ser muy seriamente tomada para producir una identidad más grande entre las fuerzas de izquierda y el movimiento popular en sus formas más profundas: la cuestión de la etnicidad, la cuestión de la mujer, etc. Claro que cuando criticamos la racionalidad, como tu señalas, no es en nombre de un irracionalismo, sino en nombre de una racionalidad superior, una forma superior de razón. Donde no sea el instrumento quien defina a los hombres, sino la adecuación a los hombres de estos objetivos. La expansión de la vida, el fortalecimiento de los vínculos humanos, realmente un humanismo como referencia fundamental para esta racionalidad. Un humanismo que reconozca las identidades, las diferencias, el pluralismo. Creo que tenemos que pensar la izquierda hoy por ahí, no volver a los esquemas de un falso racionalismo, un racionalismo estrecho que arrinconó a la izquierda y no le dio comunicación con las masas. Hay que desarrollar esta comunicación, es fundamental. Identificar a la izquierda con la realidad y las exigencias de estas identidades. Volvamos al caso de Chiapas. En el comienzo mucha gente no lo veía, pensaba que era una cosa medio rara, ¿no? Pero fue muy importante. En México quizá la gente estaba preparada para esto, existía la sensibilidad de un gran sector de la izquierda mexicana para entender que la emergencia de un movimiento indígena bajo la dirección de indígenas tiene la cuestión democrática como fundamental. Creo que fue un gran avance y que va a tener que reproducirse este avance en el resto de América Latina. Vivimos un período de crítica errónea al populismo por parte de los marxistas, inspirada por una cosa medio althuseriana, antihumanista. Nuestra crítica al populismo no debió asumir la forma que asumió hasta pretender casi romper con lo popular. Una cosa es el populismo como manipulación del pueblo y otra cosa es lo popular como fundamento de la organización popular y de la movilización popular, pero hubo una confusión muy grande, una desvalorización incluso de las formas estéticas populares, de las formas de representación de su universo, de sus demandas. Como si nosotros tuviéramos que ser una cosa oscura, sin historia, sin identidad. En fin, hay que romper con esa visión. Es muy importante que la izquierda comprenda esto.

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KM: ¿Podría integrar en la explicación la propuesta de un nuevo modelo civilizador? TDS: Podemos analizar el tema observando más en detalle el fenómeno de la cultura atlántica. Vemos que este fenómeno de la fusión de europeos, indígenas y africanos (sobre todo africanos, no tanto indios), crean en el caso del Atlántico un fenómeno cultural que rebasa el nivel puramente cultural. Tiene una fuerza civilizadora muy grande y seguramente depende mucho de la afirmación histórica con Brasil y África. En el caso de los países andinos, las civilizaciones básicas: Andina, Maya y Azteca, también son experiencias que tienen una unidad próximas a la civilizadora. Cuando se piensa en una civilización planetaria, mucha gente cree que se trata de excluir estos procesos civilizadores. No es así, pues justamente la idea es que el proceso civilizador aparece como una síntesis de civilizaciones, como un proceso pluralista y no como una exclusión de esas civilizaciones. Porque es claro que una de las consecuencias de que el proceso de transformación social se haga o vaya ganando un contenido socialista, socializante, es el hecho que sectores sociales que estuvieran excluidos, las culturas y civilizaciones que estuvieran excluidas de la concepción del mundo dentro del capitalismo, tienen que emerger y esto implica la necesidad de un concepto pluralista del mundo. Esta es una experiencia que estamos viviendo a finales del siglo XX y en el próximo siglo XXI va a ser fundamental. El socialismo, por surgir dentro de un contexto europeo, muchas veces se dejó llevar por la visión iluminista que en su concepción excluía las otras civilizaciones. Es decir, las otras civilizaciones tendrían que transformarse en la civilización europea. Esto es parte del pensamiento liberal que entra en crisis. Creo en eso, y concuerdo con Immanuel Wallerstein que llega a esa conclusión: hay una crisis definitiva del pensamiento liberal a finales del siglo XX, y esta aparición del pluralismo es uno de los elementos claves. Porque en la visión liberal de la cual participaron los comunistas y socialistas, por ejemplo, el problema negro se resolvería en la medida en que los negros se ajustasen al modo de vida occidental. Y lo que nosotros tenemos después de los años 60 es la afirmación de que no se trata simplemente de un problema económico y social, hay también un problema étnico, cultural, los negros no pueden tener una cultura occidental que es blanca, pertenecer a un dios blanco, a ángeles blancos... Todo este mundo, toda su construcción teórica, su percepción del mundo, sus valores, sus signos, sus símbolos, están impregnados de la hegemonía europea que excluye a todas estas otras civilizaciones. Y esto es aún más cierto para China, para la India. Los chinos o los japoneses dicen: mira, tenemos dificultades para conversar con los occidentales, porque se refieren a la historia de Grecia como una referencia fundamental para todo y nosotros no sabemos nada de la historia de Grecia. Entonces, necesitamos no excluirlos de las referencias fundamentales. ¿Por qué no estudiar la historia de Japón? ¿Por qué decir que Grecia era más importante que China? ¿Y por qué faltan estas referencias como marco histórico? Hay toda una cultura, toda una visión del mundo, todo un sistema de interpretación que excluye las cuestiones económicas, culturales, políticas, sociales que fueron las más importantes hasta los siglos XVI o XVIII, por lo menos. Esto es así, el socialismo tiene que romper con esa tradición liberal para acercarse al carácter planetario que está alcanzando la transformación mundial.

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Mas específicamente, en el caso de América Latina, creo que hay que reconocer un contenido civilizador por lo menos en tres direcciones: la de los Incas, los Mayas-Aztecas, y la cosa atlántica afro-blanca/europea, así como el proceso indígena que es bastante menor. Es parte de la afirmación latinoamericana, reivindicar su condición civilizadora propia, para ser parte del proceso de formación de esta civilización planetaria. La alternativa insurgente desde la izquierda debe integrarse más que nunca con esta problemática, para constituirse en un proyecto viable. -------------------------------------------------------------------------------- * Theotonio Dos Santos, diplomado en Sociología y Ciencias Políticas en la Universidad de Minas Gerais en 1961, y de master en Ciencia Política en la Universidad de Brasilia. En ambas universidades fue investigador y profesor. Exiliado, entre 1966 y 1973 se desempeñó en el Centro de Estudios Socioeconómicos de la Universidad de Chile. En este país publicó Socialismo o fascismo: el dilema latinoamericano y El nuevo carácter de la dependencia, que aportaron la "teoría de la dependencia" al debate en las ciencias sociales. En 1974, en el nuevo exilio mexicano, edita Imperialismo y Dependencia. Tras regresar a Brasil, en los primeros años de la transición democrática, aborda el lugar de los elementos científico-técnicos en las transformaciones mundiales con varias obras: Fuerzas productivas y relaciones de Producción; un ensayo introductorio, Revolución científico-técnica y capitalismo contemporáneo y Revolución científico-técnica y acumulación de capital. Aborda específicamente la realidad de su país en La evolución histórica de Brasil y la crisis del milagro económico. En uno de sus últimos libros: La Crisis Internacional del Capitalismo y los nuevos modelos de desarrollo, articula economía ( escribe en el periódico REFORMA), sociología y política desde un enfoque interdisciplinario. Enfoque Neoliberal hacia la Teoría de la Dependencia.

Crecimiento económico e historia económica de América Latina (Una contribución a la crítica de la teoría de la dependencia)

Stephen Haber Universidad de Stanford

Este ensayo forma parte de la introducción del libro How Latin American Fell Behind: Essays on the Economic Historics of Brazil and Mexico, editado por Stephen Haber, Stanford University Press, 1997. Se agradece al autor y a la editorial el permiso para reproducir

parte de la introducción. Los subtítulos son de la redacción. Introducción

La enorme brecha entre los ingresos per capita de las principales economías de América Latina y las economías de los países desarrollados no surgió en el siglo xx. Si bien la distancia proporcional entre los ingresos per capita de América Latina y los de los países de la ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) ha permanecido estable durante los pasados noventa años (véase Maddison, 1989, 15), la brecha existente es producto de los siglos xviii y xix. Durante estos siglos las economías de los países del Atlántico Norte experimentaron un proceso de transformación estructural que dio a su vez lugar a un crecimiento económico sostenido.

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Durante el mismo periodo, las economías de América Latina no siguieron el mismo patrón de crecimiento y se estancaron. De acuerdo con ciertos cálculos, entre 1800 y 1895 el pib (producto interno bruto) per capita solamente creció 44% en Brasil y 24% en México. En cambio, el crecimiento per capita de la economía británica durante el mismo periodo fue de 280%, y de 345% en el caso de Estados Unidos. En 1800, el ingreso per capita en Estados Unidos y Gran Bretaña triplicó al de Brasil y México, y para 1895 la brecha había crecido en una proporción de 8 a 1 (véase Coatsworth, 1978, p. 82). Las consecuencias de este retraso en el desarrollo económico han sido el tema principal en la historia de América Latina desde sus inicios como disciplina académica en la década de los cuarenta. En gran parte, esta historia ha sido escrita como la historia de los movimientos sociales y los conflictos políticos engendrados por la gran pobreza y la desigualdad. Quizá en ningún otro campo de la historia los investigadores han dedicado tanto tiempo al estudio de las ramificaciones sociales, políticas y culturales del cambio económico como lo han hecho los latinoamericanistas. De hecho, una de las grandes virtudes de la historiografía de América Latina ha sido precisamente su hincapié en los aspectos materiales (económicos) de la historia. El volumen al que este ensayo sirve de prólogo busca esclarecer las causas del retraso en el desarrollo económico de América Latina durante el siglo xix. Los ensayos coinciden en tres características compartidas. La primera es el doble centro del análisis: por un lado, el estudio de los obstáculos del crecimiento en las primeras etapas del siglo xix; por otro, el proceso mediante el cual esos obstáculos fueron superados a finales del siglo, cuando las economías latinoamericanas empezaron a crecer rápidamente. La segunda característica común es el interés en las dos economías más grandes de América Latina: Brasil y México. La historia económica de ambos países cuenta con una enorme tradición de investigación empírica sobre el siglo xix. La tercera, y quizá la más importante característica, es que todos los ensayos están influidos por la tradición de la economía del crecimiento. Por lo tanto, el enfoque que se sostiene rompe con la larga tradición dependentista en la historiografía social y económica de América Latina.

I. La tradición de la nueva historia económica Los orígenes de la tradición de la economía del crecimiento se remontan a la década de los años cincuenta, cuando un importante grupo de investigadores inauguró la utilización de técnicas cuantitativas en el estudio del crecimiento económico. Los economistas del crecimiento –entre los cuales encontramos a destacadas personalidades, como Moses Abramowitz y Simon Kuznets– desarrollaron y depuraron un amplio arsenal de herramientas analíticas y de técnicas cuantitativas, incluyendo las cuentas de ingresos nacionales y la medición de la productividad. Se dedicaron a medir sistemáticamente los factores de largo plazo que intervienen en el crecimiento económico a escala mundial. Como resultado, se obtuvo una demostración convincente del poder explicativo de las nuevas técnicas cuantitativas, cuando éstas son aplicadas a grandes cuerpos de datos empíricos con el objetivo de probar hipótesis sobre los orígenes y patrones del cambio económico (véase Kuznets, 1953 y 1966).

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La tradición de investigación de la economía del crecimiento pronto se convirtió en el modelo de investigación para la historia económica de Estados Unidos. Cuatro nociones fueron fundamentales para esta perspectiva teórica: en primer lugar, la noción de que las preguntas sujetas a prueba deben estar establecidas en un lenguaje preciso. En segundo lugar, la noción de que las hipótesis bajo consideración tienen que estar especificadas explícitamente, ser lógicamente congruentes y recusables. En tercer lugar, la idea de que las variables relevantes deben hacerse explícitas y los datos deben ser recolectados y analizados sistemáticamente. Finalmente, la noción de que las hipótesis deben evaluarse a la luz de la evidencia cualitativa y cuantitativa, poniendo especial cuidado en no desviar las pruebas en contra de las hipótesis bajo consideración, para asegurar así que los resultados no sean afectados por los métodos estadísticos.1 Como resultado del uso de estas premisas, la historia económica de Estados Unidos ha experimentado avances sustanciales en las tres décadas recientes y se ha consolidado como una disciplina cohesionada, caracterizada por un debate metodológico, una agenda de investigación común y un continuo autoexamen disciplinario. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con el campo de la historia económica de América Latina. Por lo contrario, los latinoamericanistas han seguido un programa de investigación muy diferente en el cual no sólo se han evitado las premisas teóricas básicas de la economía del crecimiento, sino que además se ha evadido el uso sistemático de datos cuantitativos para probar hipótesis explícitamente establecidas. Para entender cómo y por qué ha sucedido esto, y para poder comprender las consecuencias que en el largo plazo produjo esta divergencia, este ensayo revisa el desarrollo del campo de la historia económica, tanto de América Latina como de Estados Unidos desde los años sesenta. La mayor parte de los economistas del crecimiento dirigió su atención, aunque no exclusivamente, hacia las economías industriales avanzadas. En particular, se centraron en Estados Unidos y utilizaron su historia económica como un laboratorio por medio del cual estudiar las características generales del proceso de crecimiento, para luego de ahí derivar lecciones que pudieran ser aplicables a otros países. La aplicación de nuevos métodos cuantitativos para el estudio del crecimiento económico en Estados Unidos creó una revolución en la historia económica estadounidense, dando origen al auge de una perspectiva conocida indistintamente como cliometría, historia econométrica o nueva historia económica. De hecho, muchos de los pioneros de la nueva historia económica, como Richard Easterlin, Stanley Engerman, Robert Fogel y Robert Gallman, fueron discípulos de Kuznets.2 Para principios de la década de los setenta, la nueva historia económica había desplazado los viejos acercamientos teóricos basados en la historia de empresas y compañías en el estudio de la historia económica estadounidense. Al hacer esto, la nueva historia económica rescribió mucha de la historiografía de Estados Unidos. A partir de la nueva historia económica, la historia del desarrollo económico de Estados Unidos siguió tres programas de investigación interrelacionados. El primero de ellos estaba formado por la medición de los factores de largo plazo del crecimiento económico estadounidense.

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Este programa de investigación tuvo una fuerte orientación hacia las cuentas nacionales, y sus orígenes se remontan al trabajo de Simon Kuznets. Sin embargo, pronto este programa creció e incluyó el estudio de un amplio margen de factores que afectaron el crecimiento de la productividad de los Estados Unidos durante los dos siglos pasados: aspectos como cambios en el mercado de capital, en la fuerza de trabajo, en los salarios, en los niveles de nutrición y educación, y en las tasas de fertilidad y mortalidad. Este programa de investigación también buscó ir más allá de la medición del crecimiento en el nivel nacional por medio del examen sistemático del crecimiento de la productividad en sectores económicos individuales, como transporte, agricultura o manufacturas (véase Engermall y Gallman, 1986; Goldin y Rockoff, 1992). El segundo programa de investigación giraba alrededor del estudio sistemático de la tecnología y de los orígenes institucionales del crecimiento económico. Desde hace tiempo los estudiosos han reconocido que detrás del cambio en las tasas de ahorro, en la colocación de la fuerza de trabajo y en la formación de capital, se encuentran importantes innovaciones organizativas y técnicas. Los historiadores de la economía de Estados Unidos dirigieron sus poderosas herramientas de análisis al estudio del impacto de estas innovaciones en el desarrollo de la economía estadounidense. En sus primeros años, este programa de investigación estuvo dominado por dos temas clave: el impacto de la esclavitud en el desarrollo económico del sur de Estados Unidos y el impacto de la naturaleza especial del sistema financiero estadounidense en la estructura y crecimiento de la economía de ese país. Este interés en las fuentes del crecimiento pronto creció y abarcó un amplio rango de temas, incluyendo las causas y las consecuencias de la actividad inventiva, la difusión de innovaciones técnicas, la proliferación del consumo crediticio, la economía de la discriminación racial y sexual, la dinámica de la migración y la estructura de la propiedad de la tierra (véase Fogel y Engerman, 1971). El tercer programa de investigación incluía la aplicación formal de la teoría económica al entendimiento del cambio institucional. Si, como teóricamente se sostenía, era cierto que el carácter de las instituciones económicas y políticas de Estados Unidos fue un factor importante en su desarrollo económico, entonces, se preguntaron los estudiosos, ¿cómo se desarrollaron y evolucionaron a lo largo del tiempo dichas instituciones? También comenzaron a cuestionarse cómo fue que algunas sociedades desarrollaron ambientes institucionales que favorecieron el crecimiento económico, mientras que otras no lograron hacerlo. A partir del trabajo de Lance Davis y Douglas North, los historiadores económicos comenzaron a teorizar sistemáticamente acerca de cómo el cambio institucional hizo posible la actividad económica mediante la reducción de los costos de transacción y el aumento de la certeza en la economía. Central en esta nueva perspectiva fue el estudio de cómo el establecimiento de derechos de propiedad creó incentivos –o la falta de ellos– a la productividad, ampliando así las inversiones en nuevas tecnologías y técnicas (véase Davis y North, 1971; North, 1990). Esta teorización formal sobre las instituciones y el desarrollo económico pronto se vinculó a la tradición empírica de la cliometría.

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Y esta nueva perspectiva combinada se ha centrado especialmente en la historia financiera de los Estados Unidos y se ha dedicado a analizar la relación entre regulación, el desarrollo de las instituciones, los mercados financieros y el desempeño económico.3 Estos avances analíticos no fueron una conquista fácil; incluyeron considerables controversias y debates.4 Como sucede con todos los programas de investigación científica, las fronteras intelectuales de la disciplina son siempre objeto de una aguerrida competencia. De hecho, en ocasiones incluso se ha llegado al enojo y a la enemistad personal. Pero, a diferencia de lo que sucede en otros campos donde las controversias se resolvían por la elocuencia de sus participantes o por la aceptabilidad ideológica de un argumento, en la nueva historia económica las controversias se han enfocado en la calidad de la evidencia, la aplicación apropiada de métodos y la congruencia lógica de los modelos. De esta manera, aunque existen debates inconclusos acerca de numerosos tópicos decisivos (como los debates actuales acerca de la historia de la discriminación racial y sexual en los mercados laborales estadounidenses), existen reglas bien definidas de evidencia y de argumentación; reglas que estructuran dichos debates. En efecto, los historiadores económicos estadounidenses han llegado a un acuerdo acerca de cómo estar en desacuerdo, lo cual ha sido decisivo para el desarrollo del campo de la historia económica como una disciplina cohesionada y coherente. La revolución que las teorías y métodos experimentaron en la historia económica de Estados Unidos no tuvo lugar en el estudio histórico de las economías de América Latina, lo cual no quiere decir que no hubo académicos que siguieran las tradiciones iniciadas por Abramowitz, Griliches y Kuznets para el estudio de América Latina. Sin embargo, lo cierto es que en el estudio de América Latina las teorías y métodos de la nueva historia económica fueron opacados por un programa contrario de investigación; uno que no subrayaba el planteamiento sistemático y la prueba de hipótesis. El resultado de esto fue que la historia económica de América Latina no se desarrolló como una disciplina cohesionada con un corpus metodológico sólido y factual. De los tres programas de investigación que dominaron el campo de la historia económica de Estados Unidos, quizá el que ha tenido mayor resonancia entre los historiadores económicos de América Latina ha sido el estudio de los factores de largo plazo que influyen en el crecimiento económico. Con todo, incluso en este aspecto, el volumen del trabajo realizado es tan sólo una pequeña porción de lo hecho para el contexto estadounidense. El trabajo ha consistido principalmente en la estimación de los ingresos nacionales de América Latina desde el siglo xix. Algunas de estas investigaciones fueron financiadas por los gobiernos latinoamericanos, mediante sus bancos centrales u organismos de estadística. Pero en gran parte este trabajo también fue hecho por estudiantes latinoamericanos inscritos en doctorados en economía en universidades estadounidenses, en especial en la Universidad de Chicago.5 Algunos de los historiadores económicos de América Latina –siendo los ejemplos más notables Carlos Díaz Alejandro, David Denslow, Clark Reynolds, Markos Mamalakis,

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Nathaniel Leff y William McGreevey– también enmarcaron su trabajo en la tradición de la medición de los factores de largo plazo del crecimiento (véase Denslow, 1974; Díaz Alejandro, 1970; Leff, 1982a; Leff, 1982b; Mamalakis, 1976; McGreevey, 1971; Reynolds, 1970). El avance de este tipo de trabajos disminuyó a partir de los años setenta. El tipo de investigaciones que caracterizaron la historia económica de Estados Unidos –sobre el cambio estructural, las fuentes del crecimiento, la acumulación de capital, las tendencias de largo plazo en la distribución del ingreso y la fuerza de trabajo– no obtuvieron eco en el campo de la historia económica de América Latina. El otro gran programa de investigación de la nueva historia económica –el estudio de las fuentes tecnológicas e institucionales del crecimiento– tuvo aún menos aceptación entre los latinoamericanistas. Desde la década de los cincuenta hasta la de los sesenta, varios investigadores trabajaron siguiendo la tradición kuznetsiana de estudiar el proceso del crecimiento económico moderno mediante el análisis detallado de sectores económicos individuales. Uno de los pioneros de este análisis fue Stanley Stein, quien a finales de los años cincuenta escribió lo que hasta hoy sigue siendo el trabajo clásico sobre la industrialización brasileña (véase Stein, 1957). De hecho, uno de los primeros ensayos de Stein, sobre la historia de la industria textil de Brasil, fue publicado en un volumen coordinado por Kuznets mismo (véase Stein, 1955). A lo largo de los años sesenta y principios de los setenta, se siguió elaborando este tipo de trabajos, en gran parte gracias al apoyo del Yale Economic Growth Center (véase Baer, 1965; Baer, 1969; Leff, 1968a; Leff, 1968b; Mamalakis y Reynolds, 1965). Sin embargo, para mediados de la década de los setenta este programa de investigación comenzó a decaer entre los jóvenes académicos, lo cual no quiere decir que esta tradición haya sido totalmente abandonada.6 Se convirtió en una corriente menor de una disciplina que se encaminaba hacia un programa de investigación muy diferente. El uso de teorías formales para entender cómo las instituciones estructuran el crecimiento económico tuvo aún menos eco entre los latinoamericanistas. Por supuesto, existía una vieja tradición institucionalista entre los historiadores económicos de América Latina, que se remontaba al trabajo de William Glade, The Latin American Economies (1969). Pero el análisis basado en los derechos de propiedad y los costos de operación, que comúnmente se asocia a la obra de Douglas North, tuvo pocos seguidores entre los historiadores de América Latina. El único intento de introducir el acercamiento northiano a los derechos de propiedad para entender cómo el ambiente institucional de América Latina impidió el crecimiento, fue el trabajo clásico de Coastworth sobre el siglo xix mexicano. Dos de sus estudiantes, Robert Holden y David Walker, han adoptado algunos de los conceptos derivados de los derechos de propiedad para estudiar las compañías deslindadoras y la actividad mercantil, respectivamente. Cabe anotar que Coatsworth fue también el único historiador económico, no miembro de un departamento de economía sino de historia, que adoptó los métodos de la cliometría (véase Coatsworth, 1978; Coatsworth, 1981; Holden, 1994; Walker, 1986). En suma, el avance académico que experimentó la historia económica de los Estados Unidos, caracterizado por la autoevaluación disciplinaria, el debate

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de métodos y las agendas de investigación comunes, no ocurrió entre los latinoamericanistas. De hecho, algunos de los más prominentes académicos latinoamericanos y latinoamericanistas que primeramente fueron influenciados por la tradición de la economía del crecimiento, para los años setenta habían abandonado abiertamente esa tradición. Podría decirse que la causa de esta divergencia entre la historiografía latinoamericana y la estadounidense es triple. En primer lugar, si bien se produjeron estupendas tesis de doctorado en historia económica de estudiantes latinoamericanos en universidades de Gran Bretaña y Estados Unidos, estos estudiantes no continuaron desempeñándose como historiadores económicos al regresar a sus países de origen. Los bajos salarios académicos en América Latina se combinaban con atractivas ofertas gubernamentales, y esto constituía un poderoso incentivo para abandonar la universidad. Este hecho contribuyó a la disminución del crecimiento de la disciplina de la nueva historia económica en la mayoría de los países latinoamericanos, dado que los académicos que podían preparar a la siguiente generación de historiadores económicos se encontraba en los ministerios gubernamentales y no en los salones de clase. En segundo lugar, la difusión de la nueva historia económica en los países latinoamericanos fue también obstaculizada por el alto costo que representa el procesamiento de inmensas cantidades de datos cuantitativos. Puesto que Estados Unidos encabezaba al mundo en el uso de la tecnología computacional y poseía universidades relativamente ricas, no debe sorprender que fuera el primer país donde se diera la aplicación masiva de técnicas cuantitativas en historia. En el contexto latinoamericano, el alto costo de las computadoras fue un obstáculo mayor hasta muy recientemente en que la revolución de la computadora personal disminuyó el costo del procesamiento de datos.

II. La dependencia: hacia un programa de investigación rival El tercer factor que impidió la influencia de la nueva historia económica en el contexto latinoamericano fue que ésta sería eclipsada por un programa de investigación rival. En lugar de investigar preguntas acerca de la tasa y estructura del crecimiento económico de América Latina, mediante la aplicación de los métodos de la cliometría, el estudio de América Latina en Estados Unidos adoptó un modelo de investigación que fundamentalmente rechazaba la lógica económica neoclásica, el análisis desapasionado de información cuantitativa recolectada sistemáticamente y el planteamiento de hipótesis comprobables. En parte, el rechazo de la economía del crecimiento provino de una fuerte crítica a la economía neoclásica. Desde fines de la década de los cuarenta, y más acentuadamente a lo largo del decenio de los sesenta, los economistas latinoamericanos comenzaron a evaluar críticamente los principales fundamentos del pensamiento neoclásico que habían sido aplicados a América Latina. Específicamente, pusieron en entredicho dos de las nociones centrales de la economía del crecimiento: por un lado, la noción de que las leyes que rigen las economías desarrolladas eran aplicables también a las economías de los países subdesarrollados; por otro, la de que las relaciones de este orden entre las desarrolladas y subdesarrolladas siempre dan lugar a beneficios mutuos.7

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En lo que respecta al primer principio, los economistas del desarrollo, como Ragnar Nurkse y W. Arthur Lewis, argumentaron que las economías en desarrollo eran diferentes a las economías desarrolladas porque las primeras poseían “ilimitado abastecimiento de fuerza de trabajo”, lo cual significaba que las leyes de crecimiento de las economías subdesarrolladas eran fundamentalmente diferentes de las del mundo desarrollado (véase Hirschman, 1981, pp. 7-10). Además, los economistas del desarrollo también argumentaban que el proceso de industrialización tardía era marcadamente distinto al de la industrialización de las economías avanzadas y que, por tanto, requería de un conjunto de políticas que atendieran estas diferencias. Este punto de vista fue afianzado no sólo por el aparente éxito del modelo de sustitución de importaciones durante las décadas de los cuarenta y cincuenta, sino también por el influyente trabajo de Alexander Gerschenkron sobre la historia industrial de los países europeos (véase Gerschenkron, 1962). En lo que hace al segundo principio de la economía del crecimiento (que afirmaba que el comercio entre economías desarrolladas y subdesarrolladas siempre es mutuamente benéfico), Hans Singer y Raúl Prebisch demostraron cada uno por su cuenta que, al menos durante el periodo de entreguerras, los términos de intercambio de los países latinoamericanos se habían deteriorado. El intercambio, pues, parecía no ser necesariamente un motor de crecimiento.8 En el corto plazo, esta crítica de la economía del crecimiento se tradujo en la aparición de algunas historias económicas de América Latina escritas desde el punto de vista estructuralista (como se le llamó a la escuela de Prebisch). Estos trabajos, como los estudios sobre Brasil de Celso Furtado y sobre Argentina de Aldo Ferrer, intentaron explicar los diferentes caminos de crecimiento de, por una parte, América Latina y, por la otra, de Estados Unidos. Los orígenes intelectuales de sus críticas a la economía neoclásica desafortunadamente dieron lugar a que rechazaran los poderosos métodos analíticos y cuantitativos de la economía del crecimiento. De hecho, Ferrer se las arregló para escribir una historia económica de Argentina sin incluir un solo cuadro estadístico.9 Así explicó Ferrer este tipo de aproximación:

El método seguido en este libro consiste en sistematizar el análisis del proceso formativo de la economía argentina mediante la diferenciación de etapas históricas, dentro de las cuales el sistema económico se desenvuelve y orienta conforme cierto patrón determinable... Los trabajos de Celso Furtado sobre la economía brasileña, me convencieron de la utilidad de este tipo de enfoque del proceso formativo de una economía. Es posible definir, superando el complejo de datos que generalmente agobian a las historias económicas tradicionales, el comportamiento del sistema económico en sus distintas circunstancias históricas.10

En defensa de los historiadores estructuralistas y de otros críticos de la economía del crecimiento, uno podría argüir que sus ideas acerca de la naturaleza sui generis de las economías latinoamericanas fueron propuestas para ser tomadas como hipótesis a comprobar por economistas del desarrollo. Desafortunadamente, estas ideas fueron tomadas como inevitablemente ciertas por amplios sectores de los llamados estudios latinoamericanos, campo que también agrupa a historiadores.

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Como atinadamente lo explicó Albert Hirshman: Algo extraño sucedió cuando se señaló [por los economistas del desarrollo] que la interacción entre los países ricos y pobres podía parecer en ciertas circunstancias casi un juego antagónico de suma cero: muy pronto se volvió, política e intelectualmente, atractivo sostener que ésta era la esencia de la relación y que esta esencia perduraba como una regla de hierro en todas las fases de contacto entre el centro capitalista y la periferia (véase Hirschman, 1981, p. 17).

En suma, muchos latinoamericanistas empezaron a creer, casi siempre como un acto de fe, que el subdesarrollo latinoamericano era un producto del mismísimo capitalismo. Así, la mayoría de los latinoamericanistas rechazaron la tradición neoclásica de análisis económico. Tristemente, la mayoría de los investigadores que siguieron esta veta confundieron las poderosas herramientas analíticas cuantitativas propias del análisis del crecimiento, con una serie de prescripciones políticas. De esta forma, muchos latinoamericanistas renunciaron al análisis sistemático, y teóricamente guiado, de datos relevantes, como un modelo para la investigación del pasado económico de la América Latina. El resultado fue el rápido crecimiento y el predominio de un cuerpo de ideas que acabó por conocerse como la teoría de la dependencia.11 La teoría de la dependencia amalgamó nociones marxistas de análisis de clase con una crítica estructuralista de la teoría del comercio internacional, aunque no era ni estructuralismo ni marxismo.12 La esencia de la teoría de la dependencia consistía en la noción de que los términos de intercambio de los países latinoamericanos se deterioraron a lo largo del tiempo: el precio de las materias primas de exportación de la región invariablemente se redujo en relación con precio de los bienes industriales que la región importaba de las economías desarrolladas. Así, mediante un “intercambio desigual” se daba la explotación económica. De hecho, en sí mismo esto no representaba una nueva tesis: la noción de deterioro constante en los términos de intercambio de América Latina había sido planteada por Prebisch y Singer a finales de los años cuarenta. Pero los dependentistas fueron más allá en sus críticas, y sostuvieron que la protección y subsidio de la industria nacional, propuestos por los estructuralistas de la cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), no eran una solución suficiente. Sostuvieron que las élites latinoamericanas dependían del capital y del apoyo político del extranjero, y que esta dependencia se compensaba con las importantes ganancias privadas que las élites nacionales obtenían gracias al mantenimiento del intercambio desigual. Esto llevó a concluir que la burguesía compradora no podía avanzar y no promovería un proyecto económico desarrollista. Posteriormente, los dependentistas argumentaron que este modelo de crecimiento dio lugar a economías caracterizadas por una distribución del ingreso muy desigual. La naturaleza esencialmente antidemocrática del crecimiento económico de América Latina, a su vez, dio lugar a sistemas políticos autoritarios, dado que la burguesía latinoamericana antinacionalista no podía, por definición, obtener la hegemonía. De acuerdo con los teóricos de la dependencia, lo que América Latina necesitaba era una revolución popular que eliminara como fuerza política a la débil burguesía dependiente, instituyera el socialismo, liberara a la región del

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neocolonialismo y deshiciera los mecanismos de intercambio que mantenían a América Latina en la pobreza.13 La teoría de la dependencia pronto se volvió el marco dominante de los estudios históricos, políticos y sociológicos de y sobre América Latina. Como sostuvo Stanley Stein, en notoria diferencia con sus primeros trabajos influenciados por la economía del crecimiento, lo atractivo de la teoría de la dependencia residía en que:

La nueva escuela de historiadores económicos [los dependentistas] se ha centrado no sólo en la debilidad de las economías nacionales, sino que, a diferencia de sus predecesores, ha rastreado los orígenes de estas debilidades en los impedimentos aparentemente estructurales del sistema capitalista internacional, el cual, se cree, intrínsecamente limita el desarrollo de las economías de América Latina y los beneficios que de ellas se puedan derivar. En algunos casos, el argumento de este grupo de historiadores económicos ha sido desmembrado por subsecuentes revisiones críticas de sus tesis y manipulaciones estadísticas; pero con la perspectiva que el tiempo nos va dando, uno se queda con la convicción de que el tema crucial ha sido localizado. (Subrayado en el original.) (Véase Stein y Cortés, 1977, p. 5.)

La teoría de la dependencia pronto borró la óptica institucional y la visión de la escuela francesa de los Annales, perspectivas que habían prevalecido en la historiografía económica de América Latina desde los años cuarenta.14 Más aún, su atractivo ideológico hizo de la teoría de la dependencia un seguro ganador frente a los métodos de la nueva historia económica. En realidad, la aceptación del modelo de la dependencia fue más allá de los confines de la historia económica. Ningún otro punto de vista impregnó tanto a la historia latinoamericana, ni historizó tanto el campo de los estudios latinoamericanos, como la teoría de la dependencia.15 De hecho la dependencia se volvió –y continúa siendo– el tema organizador dominante de los libros de texto de historia latinoamericana más usados en Estados Unidos.16 La rápida coronación hegemónica de este modelo es quizá entendible en el clima político de finales de los sesenta y principios de los setenta. En realidad, la teoría de la dependencia era tan sólo uno más de los amplios cuestionamientos políticos y filosóficos del poder económico y político de Estados Unidos en el mundo. En el contexto latinoamericano, la expansión de este poder adoptó la forma de apoyo estadounidense a los dictadores militares que gobernaban a lo largo de toda la región. Ciertamente existía una alianza entre las burguesías latinoamericanas, el capital extranjero y los militares estadounidenses y latinoamericanos. Por tanto, es fácil entender cómo fue que muchos investigadores leyeron esta alianza como retroceso en la evidencia histórica y mantuvieron que tal alianza era la responsable de la persistencia del atraso latinoamericano.

III. Problemas del modelo dependentista Sin embargo, existen tres grandes problemas en el modelo de la dependencia. En primer lugar, emplea un razonamiento económico ad hoc. Esto es, lo común en el tipo de pensamiento económico utilizado por los dependentistas fue su visión de cómo la inversión extranjera directa (ied) causaba el subdesarrollo.

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Los dependentistas sostenían que la IED (Inversión Extranjera Directa) “descapitalizaba” a América Latina porque las ganancias repatriadas por compañías extranjeras hacia las metrópolis excedían el valor de su inversión original. Esta visión contiene un conjunto casi extraordinario de supuestos económicos que sostienen que las ganancias privadas de los inversionistas extranjeros siempre exceden las ganancias sociales de la ied en un país receptor. De esta forma, en primer lugar esta visión asume que la ied no genera demanda de bienes de producción interna, lo que, a su vez, quiere decir que la ied no da lugar al surgimiento de nuevas industrias nacionales. En segundo lugar, se asume que la ied no incrementa los salarios de los trabajadores de las empresas de procedencia extranjera, lo que, a su vez, quiere decir que la ied no tiene efectos profundos en el mercado interno. En tercer lugar, también se supone que la ied no produce transferencia de tecnología; esto es, se asume que la ied no influye en el crecimiento de nuevos tipos de industrias que utilicen nuevos procesos tecnológicos. En cuarto lugar, para esta visión no existen procesos que se deriven de la ied. De acuerdo con este enfoque, por ejemplo, una empresa ferrocarrilera extranjera no conecta ni integra los mercados regionales que permiten que las compañías nacionales abarquen economías de escala, lo cual permitiría adoptar tecnologías más eficientes en industrias establecidas o iniciar industrias que anteriormente no existían. Finalmente, este enfoque asume que las empresas extranjeras no contribuyen a la estructura fiscal con el pago de impuestos de exportación y de ganancias. Todas éstas son suposiciones por demás pesadas. De acuerdo con esta línea de pensamiento, pareciera que las únicas inversiones extranjeras que producen ganancias positivas para el desarrollo son las que hacen perder dinero a sus accionistas. De hecho, la lógica económica de esta visión sostendría que los inversionistas británicos en los ferrocarriles estadounidenses generaron subdesarrollo en los Estados Unidos. El segundo problema del modelo de la dependencia consistía en su rechazo a que las ideas estuvieran sujetas a una evaluación científica. Con frecuencia, en lugar de que los dependentistas plantearan hipótesis cuidadosamente especificadas, para luego ser comprobadas vis-a-vis con las evidencias sistemáticamente recolectadas, los seguidores de la dependencia hicieron grandes generalizaciones que no eran apoyadas por la evidencia disponible. Es en este sentido que la teoría de la dependencia tuvo su impacto más negativo –y más duradero– en el campo de la historia económica de América Latina. La tradición de investigación que se desarrolló no se dedicó a la recolección cuidadosa de datos ni a la clara especificación de hipótesis comprobables. Y no es que hacer esto hubiera sido teóricamente imposible, como lo muestra el tratamiento de Rosemary Thorp y Geoffrey Bertram en el caso peruano. Más bien, el problema era que los dependentistas, por razones políticas e ideológicas, frecuentemente estaban orientados a lograr que su teoría apareciera como correcta. De esta forma, la tradición del modelo de la dependencia dio lugar a dudosas reglas de evidencia y argumentación,17 las cuales facilitaron el planteamiento de hipótesis implícitas e incompletas, de razonamientos tautológicos y la presentación selectiva de información.

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El resultado fue que no pudo darse un verdadero debate sobre los métodos, lo cual limitó la habilidad de la historia económica para avanzar en técnicas y perspectivas.18 Asimismo, la falta de una tradición de análisis cuidadoso y presentación de datos significó que no había acuerdo en un cuerpo de conocimiento que pudiera servir de base para examinar nuevas hipótesis, limitando así aún más el avance de la disciplina. El tercer problema del modelo de la dependencia era que sus tesis fundamentales eran incongruentes con los hechos empíricos. Cuando los investigadores tomaban las ideas de esta teoría, las expresaban en forma de hipótesis recusables y examinaban esas hipótesis de acuerdo con la evidencia histórica de las economías más grandes de la región, encontraban que la teoría tenía muy poco poder explicatorio. En gran parte, esta crítica provino de no dependentistas de orientación neoclásica o marxista.19 Pero también en parte esta crítica surgió inadvertidamente de la misma perspectiva dependentista; algunos investigadores dependentistas con frecuencia se sorprendieron de encontrar que sus resultados no correspondían con las predicciones de la teoría (véase Eakin, 1989, capítulo 8). Echemos un vistazo a la manera en que la teoría corresponde a la evidencia empírica actual. El principio central de la teoría de la dependencia era que los términos del intercambio en América Latina invariablemente se deterioraban; por tanto, se afirmaba que el comercio exterior causaba el subdesarrollo del continente. Las bases de esta afirmación eran los cálculos de los términos de intercambio que Prebisch y Singer independientemente habían construido. Sin embargo, cuando otros investigadores llevaron los cálculos de los términos de intercambio hacia el siglo xix, encontraron que por largos periodos los términos de intercambio de hecho mejoraron. El peso de la evidencia se inclina hacia la conclusión de que no hubo un deterioro invariable ni siquiera durante el periodo de “crecimiento exportador”, sino que hubo cambios cíclicos alrededor de una tendencia indeterminada de largo plazo.20 El otro principio fundamental de la teoría de la dependencia era la existencia de una burguesía compradora que controlaba un Estado débil, y que ni podía ni actuaría por el interés nacional. Este principio cae por su propio peso debido a varias razones. Primero, los investigadores de la historia inicial de la industrialización de la región descubrieron que en el siglo xix existía una burguesía con un poder político considerable y una voluntad desarrollista. De hecho, estas élites industriales nacionales fueron capaces de persuadir a sus gobiernos de establecer altas tarifas y barreras arancelarias en contra de manufacturas extranjeras, así como de establecer programas de subsidios para apoyar las industrias jóvenes de América Latina.21 La imagen dependentista de una burguesía débil y dependiente tampoco coincidía con lo descubierto por la investigación de las regulaciones de empresas extranjeras. En efecto, los Estados latinoamericanos no estaban postrados ante el capital extranjero. Incluso, durante el periodo del llamado liberalismo exportador, los gobiernos latinoamericanos estuvieron dispuestos a regular las actividades de los capitalistas extranjeros con fines desarrollistas.22

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En retrospectiva, se podía decir que el pensamiento dependentista sobre el capital extranjero y la soberanía nacional quizá no se equivocó en lo que hace a los países más pequeños de América Latina, como Honduras, Guatemala o Cuba, pero tenía poco poder de explicación para los países más grandes como México, Brasil y Argentina. Finalmente, otro principio fundamental de la teoría de la dependencia era que en tiempos de crisis internacional, cuando los países industriales avanzados estaban muy ocupados librando guerras o sumidos en depresiones como para ejercer el control, los amarres de la dependencia fueron aflojados. Por tanto, se asume que durante estos periodos los países latinoamericanos fueron capaces de desarrollarse autónoma y rápidamente. Este principio de la teoría de la dependencia se basaba en la experiencia de las economías latinoamericanas durante la segunda Guerra Mundial, cuando la producción industrial creció drásticamente en la mayoría de los países. Pero este argumento no sale bien librado de las tres pruebas. En primer lugar, la mayor parte de la expansión industrial a partir de la segunda Guerra Mundial fue el resultado de una infraestructura industrial ya instalada y operando al día. De hecho, la mayor parte de la capacidad instalada de la industria latinoamericana existía antes de la guerra, lo cual indica que ya se había dado el desarrollo industrial antes de la disrupción del intercambio internacional.23 En segundo lugar, si se estudia con cuidado se verá que la Gran Depresión en realidad no significó aquel auge para la industrialización de América Latina que los teóricos de la dependencia pensaban. Si bien es cierto que a fines de los años treinta la industria vio incrementos impresionantes en la inversión y producción industrial en muchos países, los finales de los veinte y principios de los treinta en verdad fueron periodos de contracción industrial.24 Y en tercer lugar, el despegue de la industrialización latinoamericana moderna no sólo coincidió con el periodo de crisis internacional, sino con la era del liberalismo exportador. A diferencia de lo que la teoría de la dependencia sugería, la expansión de los salarios creada por el auge exportador de finales del siglo xix, combinada con la integración de los mercados, hizo posible la construcción de ferrocarriles con capital extranjero, mientras la protección activa de los Estados latinoamericanos dio lugar a un periodo sostenido de crecimiento industrial. De hecho, las áreas que fueron más afectadas por el auge de inversión extranjera a finales del siglo xix fueron las que experimentaron un rápido desarrollo industrial.

IV. Refinamiento de los principios dependentistas Los académicos que suscribían el marco dependentista estaban conscientes de las cada vez más obvias incongruencias entre la teoría que sostenían y la realidad empírica. Su respuesta fue doble: primero, crearon una variedad más complicada de la teoría que llegó a conocerse como desarrollo dependiente asociado (véase Evans, 1979; Cardoso y Falleto, 1969). Esta variedad sostenía que el “desarrollo” podía ocurrir en un contexto de “dependencia”, pero de cualquier forma se mantenía fiel a los principios básicos del modelo de la dependencia. Sin embargo, había un problema fundamental en la cadena de razonamiento de la teoría de desarrollo dependiente asociado.

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Esta teoría aceptaba que los países podían ser “dependientes” y aun así experimentar un rápido desarrollo económico, pero al mismo tiempo mantenía que el subdesarrollo era producto de la dependencia. Para reconciliar estas afirmaciones excluyentes entre sí, el desarrollo dependiente asociado se embarcó en una suerte de razonamiento circular que pudiera ser mejor visto como una argumentación del tipo “heads I win, tails you lose”.25 Como afirma Robert Packenhaum al caracterizar esta variante de la teoría dependentista:

Si los extranjeros invierten en la agricultura, esto promueve dependencia en productos primarios vía el argumento de la caída de los términos de intercambio. Si invierten en industria, esto significa “la nueva estructura de la dependencia”. Si la burguesía nacional es pequeña, se debe a que los extranjeros la “debilitan”; si la burguesía es grande, se debe de cualquier manera a que ésta responde a los intereses externos como agentes internos del neocolonialismo. Si la economía de un país latinoamericano se basa en el uso intensivo de la mano de obra, esto es explotación que reproduce la dependencia; si es una economía basada en el uso intensivo de capital, esto es una forma aún más nueva de dependencia que favorece el desempleo, la marginación y el crecimiento de las desigualdades. Y así sucesivamente (véase Packenhaum, 1992, p. 43).

En suma, las hipótesis no podían ser probadas porque cualquier cambio en la variable independiente, incluyendo una industrialización nacional exitosa, era tomada como evidencia primaria de la existencia de la dependencia. La segunda respuesta al colapso de la teoría de la dependencia fue el intento de reformarla desde dentro. Muchos investigadores influenciados por este modelo estaban preocupados porque dicho enfoque había historizado el estudio del desarrollo, pero también había tornado irrelevante la historia. Como lo explicó un dependentista revisionista: “Lo que existe se transforma en eterno; las relaciones sociales de hoy son proyectadas hacia atrás en el pasado como si siempre hubieran existido; y lo que realmente sucedió en la historia desaparece... Ya no es necesario (o siquiera posible dentro de los confines de la teoría) preguntarse cómo fueron históricamente construidas las relaciones explotadoras de exportación o las relaciones periféricas” (véase Zeitlan, 1984, pp. 16-17; Mallon, 1988, p. 179; Gootenberg, 1989, p.10). Por tanto, los revisionistas buscaron resucitar la teoría de la dependencia al aplicarla a situaciones históricas específicas. Desafortunadamente, la gran disparidad entre los principios fundamentales de la teoría y la evidencia empírica de la historia económica de América Latina, hizo que esta corriente revisionista tuviera que dejar de lado las preguntas sobre el crecimiento económico, y se centró en cambio en temas sociológicos26 y políticos.27 En verdad, para evitar desacreditar totalmente a la teoría de la dependencia, esta aproximación revisionista aceptó sin críticas la economía del “desarrollo dependiente”.28 Si bien el trabajo que surgió del programa revisionista de la teoría de la dependencia ha sido importante y válido en muchos aspectos, tiene poco que aportar sobre el origen del subdesarrollo latinoamericano. El hincapié en las relaciones sociales que presentaba la variante sociológica de la teoría de la dependencia, ha llevado a que los dependentistas ignoren los temas que desde hace mucho han preocupado a los historiadores económicos de Europa y

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Estados Unidos, y que son clave para entender el crecimiento del ingreso per capita en sociedades esencialmente agrícolas; temas como el establecimiento de derechos de propiedad, la transformación de las técnicas agrícolas y el nivel del crecimiento de la productividad agrícola. La escuela de la dependencia tiene aún menos que decir acerca del desarrollo de la industria, el sistema bancario, los transportes y otros modernos sectores económicos. A su vez, el interés en la ideología que sostenía la variante ideológica de la teoría de la dependencia se ha traducido en el hecho de que sus practicantes se han centrado casi exclusivamente en la historia de los debates sobre política económica. Existe, por supuesto, una diferencia fundamental entre el estudio de las ideas económicas y el estudio del desempeño de las economías en el mundo real.29 Las limitaciones reseñadas del programa de investigación influido por la llamada teoría de la dependencia, así como los progresos obtenidos por la aplicación de los métodos de la nueva historia económica en los Estados Unidos y Europa, han conducido finalmente a un cambio en los estudios de historia económica en América Latina. La nueva corriente (de la cual el libro de ensayos coordinado por el autor forma parte) comienza a ofrecer resultados promisorios.

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NOTAS

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3. Al frente de su perspectiva estaba Lance E. Davis, pionero de los modernos estudios de mercados de capitales gracias a sus estudios sobre la teoría del cambio institucional. Para algunos ejemplos de cómo ha crecido este campo en las últimas dos décadas, véase: Davis (1963); Davis (1965); Lamoreaux (1986); Lamoreaux (1991a); Lamoreaux (1991b); Lamoreaux (1994).

4. Probablemente el debate más candente ocurrió en torno a la economía de la esclavitud. Para una introducción a este debate, véase Fogel y Engerman (1974); David et al. (1976); Fogel (1989).

5. Quizá lo más conocido de esta línea de trabajo sea lo hecho por Contador y Haddad. Véase Contador y Haddad (1975); Haddad (1978).

6. Varios investigadores, siendo los más notables Nathaniel Leff y John Coatsworth, continuaron trabajando en esta rama. Véase Leff (1982a); Leff (1982b); Coatsworth (1981). Además, durante los años setenta y ochenta, la investigación sobre las fuentes del crecimiento económico y el estancamiento siguió formando parte de la agenda para varios jóvenes estudiantes latinoamericanos, particularmente en Brasil. Para algunos ejemplos de estos trabajos véase Suzigan (1986); Pélaez y Suzigan (1976); Villanova Villela y Suzigan (1975); Versiani y Mendoca de Barros (1977); Cárdenas (1988).

7. Hirshman (1981, cap. I). Para una crítica de la economía del desarrollo, véase Lal (1985). 8. La mejor explicación de estos temas se encuentra en Hirschman (1981, cap. 1). 9. En general, la misma crítica se le podría hacer a la interpretación estructuralista de la

historia económica del Brasil desarrollada por Celso Furtado. Si bien es cierto que Furtado presentaba información cuantitativa en forma de cuadros y gráficas, lo hacía con el propósito de describir, y no para probar hipótesis de la manera que ya comenzaban a hacerlo los historiadores de la nueva historia económica. Véase Furtado (1968); Furtado (1970); Ferrer (1963).

10. Cómo se determinó la “pauta” de las etapas históricas en éste y otros trabajos históricos estructuralistas era algo así como un misterio, dado el hecho de que Ferrer explícitamente rechazaba la presentación el y análisis sistemático de datos cuantitativos. Véase Ferrer (1963, p. 11).

11. El término “teoría” era más bien un nombre erróneo, dado que los dependentistas no intentaban ni especificar ni probar hipótesis. Como ha señalado Robert Packenhaun, los dependentistas no propusieron preguntas que permitieran ser probadas a la luz de la evidencia empírica. De hecho, el holismo epistemológico de la teoría hizo difícil, sino es

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que imposible, estimar la validez del modelo dependentista sobre bases empíricas. Véase Packenhaun (1992). Para una excelente historia intelectual del desarrollo de la teoría de la dependencia y sus diferencias con las anteriores teorías del desarrollo, véase Klarén (1986).

12. La economía marxista desarrolló su propia tradición para estudiar el subdesarrollo. Véase, por ejemplo, Mandel (1975).

13. Entre los trabajos clásicos que explican esta teoría están Frank (1967); Frank (1972); Cardoso y Faletto (1969).

14. Para ejemplos de estudios que siguen la escuela de los Annales, véase Florescano (1971); Van Young (1981). Para ejemplos de la perspectiva institucional, véase Rosenzweig (1965); Bernstein (1965). Entre los investigadores de la América Latina colonial, la teoría de la dependencia tuvo un impacto menor que entre los estudiosos de los siglos xix y xx. La escuela de los Annales, por lo tanto, continuó siendo la perspectiva dominante entre los colonialistas. Esto se explica en gran parte por la influencia que a la larga tuvieron titanes como Woodrow Borah y Charles Gibson, quienes plantearon las preguntas básicas de investigación y la perspectiva para el campo colonial, antes del advenimiento de la teoría de la dependencia.

15. Lo cual no quiere decir que todos los estudiosos que utilizaron la teoría de la dependencia lo hayan hecho de la misma manera. De hecho, la teoría era tan amorfa que algunos de sus seguidores utilizaron la teoría implícitamente sin siquiera utilizar la palabra dependencia. También hubo numerosas variables del modelo, algunas de las cuales combinaron la dependencia con otras tradiciones intelectuales. Por ejemplo, la escuela Campinas de historia económica se volvió la predominante en Brasil, combinó elementos de dependencia con la noción gerschenkroniana de industrialización tardía, y con el marxismo ortodoxo. Pero lo que sí es necesario acentuar es que el marco de la dependencia fue visto como el modelo más apropiado para estudiar la economía, la política y la sociedad de América Latina. Para una excelente discusión sobre las ideas de dependencia en América Latina y Estados Unidos, véase Packenhaun (1992, capítulos 8 y 10). Una bibliografía completa incluiría cientos de títulos. Algunos ejemplos de trabajos históricos en esta tradición, que podrían ser de interés para los lectores de este ensayo, serían los siguientes: Abel y Lewis (1985); Bernquist (1986); Bonilla (1977); Burns (1980); Cardoso y Faletto (1969); Cardoso de Mello (1982); Chilcote y Edelstein (1974); Cockcroft (1983); Cortés Conde y Hunt (1985); Lakin (1989); Evans (1979); Frank (1967); Friedman (1984); Gentlemen (1984); Gootenberg (1989); Gootenberg (1993); Halperín Donghi (1969); Hamilton (1982); Hart (1987); Joseph (1982); Kofas (1986); Lafeber (1984); Langer (1989); Ruiz (1988); Sanderson (1981); Spalding (1977); Stein y Stein (1970); Thorp y Bertram (1978); Wells (1985); Weaver (1980); White (1978); Zeitlan (1984).

16. Para un excelente análisis de los libros de texto y la teoría de la dependencia, véase Eakin (1988).

17. Esta falta de precisión en las evidencias y en la argumentación fue incluso señalada como una cuestión preocupante por algunos historiadores influenciados por la teoría de la dependencia, porque este tipo de estudios permitía la escritura de una historia whig de tipo positivista al revés. Como ha señalado Paul Gootenberg: “Los viejos villanos de la historia –los conservadores y antiguos bárbaros que habrían obstruido el camino del progreso, incluyendo a los librecambistas– de pronto se han vuelto los nuevos héroes. La rehabilitación por parte de los dependentistas de personajes monstruosos como el Dr. Francia de Paraguay –que se presentan ahora como si hubieran ofrecido el camino más vibrante y adelantado hacia el desarrollo en el siglo xix en América Latina– debe alertarnos hasta dónde el revisionismo dependentista se ha extraviado.” Gootenherg (1989), p. 10.

18. Con esto no se sugiere que no existiesen debates dentro de la tradición de la dependencia. Lo que se busca plantear es que esos debates se referían únicamente a acercamientos conceptuales, no a temas epistemológicos. Así, los dependentistas discutían si la teoría debería ser totalizadora o parcial, dialéctica o no dialéctica, histórica o no histórica. Sin embargo, no tendían a debatir lo más elemental y en última instancia, lo más importante, es decir, lo que constituye o puede considerarse como evidencia y como prueba. Por

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ejemplo, virtualmente no hubo debates acerca de cómo determinar si los movimientos en los términos de intercambio indicaban una tendencia secular o una variación cíclica; ni siquiera debates a un nivel más elemental sobre cómo estimar apropiadamente los términos de intercambio (este tema incluye problemas numéricos de naturaleza nada trivial). De igual forma, entre los dependentistas no existieron debates sobre los métodos cuantitativos apropiados para probar que la inversión extranjera directa descapitalizaba a los países en vías de desarrollo. De hecho, los dependentistas no se enfrascaban en la discusión de cómo estimar adecuadamente la magnitud de la inversión extranjera directa, o sobre los métodos para determinar las utilidades de dichas inversiones. Éstos no son simples temas “técnicos”. En realidad, los métodos influyen en los resultados, y los resultados determinan las interpretaciones.

19. Entre las mejores evaluaciones de la dependencia hechas a la luz de la evidencia empírica, y desde la perspectiva neoliberal, están Leff (1982a); Leff (1982b); Peláez (1976). Y desde la perspectiva marxista ortodoxa, Weeks (1985).

20. Sobre Brasil, véase Leff (1982b, p. 74); Peláez (1976, pp. 284-286). Para el caso mexicano véase: Reynolds (1970, pp. 43n-44n); Salvucci (1993); Beatty (1994). Para Argentina, véase Díaz Alejandro (1970, 3n, pp. 85-89). El estudio clásico sobre los términos de intercambio, que utiliza datos de Europa, es Kindleberger (1956); ver también Spraos (1983); Schneider (1981); Diakosawas y Scandizzo (1991); Atallah (1958), y Díaz (1973).

21. México comenzó una tendencia de tarifas altas en 1890, Brasil en 1900 y Argentina en 1905. De hecho, durante el Porfiriato, México poseía las tarifas más altas del mundo.

Además de las tarifas tan elevadas, los gobiernos de América Latina subsidiaban sus industrias nacionales. Ejemplos de los programas de subsidios pueden encontrarse en México durante 1830, con el establecimiento del Banco de Avío, que luego se extendió por medio del Programa de Industrias Nuevas del gobierno de Porfirio Díaz. De manera similar, el gobierno de Brasil subsidió directamente su industria algodonera y textil durante la década de los noventa del siglo xix, mediante sus Bonos de Ayuda a la Industria, los cuales garantizaban préstamos a la industria de manufacturas. Sobre las tarifas mexicanas, véase Haber (1989, p. 38). Sobre Brasil, véase Leff (1982a, pp. 209-211); Topik (1987, pp. 144-145); Stein (1957, capítulo 7); Villanova Villela y Suzigan (1975, pp. 109-115). Para una discusión más elaborada de los efectos compensatorios de las fluctuaciones en las tasas de intercambio y los cambios en las tasas nominales tarifarias en Brasil, véase Suzigan (1986: 3845). Sobre Argentina, véase Díaz Alejandro (1970: capítulo 5). Sobre el Banco de Avío, véase Potash (1983). Sobre el Programa de Industrias Nuevas, véase Haber (1989, pp. 38; 91-93). La tesis doctoral de Edward Beatty (Stanford University) examina el programa en detalle. Para una discusión de programas similares en Colombia, véase Safford (1988, pp. 51-52). En cuanto al Programa de Ayuda a la Industria en Brasil, véase Topik (1987, pp. 135-138); Stein (1957, capítulo 7); Suzigan (1986, pp. 41).

22. Los estudios de William Summermill y Noel Maurer muestran claramente que los gobiernos de Brasil y México fueron adeptos a regular los negocios extranjeros, y que estas inversiones no brindaron altos beneficios, como pudo haber ocurrido si se hubiesen realizado en el mercado de capitales de Londres. Por ejemplo, en el importante sector de los transportes, los gobiernos de Brasil y México establecieron tasas para los fletes en los ferrocarriles extranjeros. En el caso brasileño, el gobierno creó una estructura de tasas que favoreció los fletes destinados al mercado interno, lo que significó que las ganancias de los ferrocarriles fueran para los agricultores e industriales brasileños, lo cual produjo beneficios al mercado interno, no a los accionistas de las líneas ferroviarias o a las élites que dominaban dicho sector.

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Véase Summerhill (1993); Maurer (1994). Para un excelente estudio de caso sobre una de las grandes empresas británicas en Brasil, que muestra los límites de esta compañía para influenciar la política interna, véase Eakin (1989, capítulo 8).

23. Para un excelente análisis del caso mexicano, véase Reynolds (1970, p. 167). Sobre Brasil, véase Fishlow (1972); Stein (1957).

24. Sobre México véase Haber (1989); Cárdenas (1988). Sobre Brasil, véase Haber (1992). 25. Expresión en inglés que en México equivale a la expresión tramposa en una apuesta con

moneda al aire: “águila, yo gano; sol, tú pierdes” (N. del T.). 26. La variante sociológica de la escuela de la dependencia buscaba narrar la resistencia de

los pueblos tradicionales frente a las relaciones del mercado. Su marco analítico comúnmente desarrolla el siguiente razonamiento: la teoría de la dependencia es un cuerpo de ideas útiles, pero es limitada porque no trata el tema de cómo el desarrollo exportador transformó las economías y los sistemas políticos locales que no estaban directamente vinculados con la economía exportadora. El resultado es que la teoría de la dependencia no trata cómo las clases subalternas resistieron la llegada del “capitalismo inorgánico”, limitando así las posibilidades para que las relaciones capitalistas de producción fueran hegemónicas. Mallon lo explica así: “La articulación (es decir, la teoría dependentista de la articulación de modos de producción) podía ofrecer un contexto en el cual era posible explicar la penetración del capitalismo y al mismo tiempo entender la resistencia múltiple y terca a largo plazo de las formas de dominación social, cultural, económica y política no-capitalistas”, Mallon (1983, p. 6). Véase también Langer (1989).

27. La variante política de la escuela de la dependencia buscaba entender el proceso por medio del cual el libre comercio se volvió hegemónico en la América Latina del siglo xix. Esencialmente se trataba de una revisión mínima de la teoría de la dependencia, que sostenía que los mecanismos por los cuales los países se hicieron política y económicamente subordinados no eran automáticos ni inflexibles. Para algunos ejemplos véase Love y Jacobsen (1988); Gootenberg (1989); Gootenberg (1993).

28. Una de las más claras expresiones de esta visión puede encontrarse en la conclusión de Love y Jacobsen (1988). Como el autor de ese ensayo lo explica: “Los autores (de los ensayos en este volumen) aceptan de manera uniforme las contribuciones generales de la teoría de la dependencia –la cuestión de si el siglo xix constituyó un periodo central en la integración de los países latinoamericanos al mercado capitalista internacional, como parámetro común (sic) no está más en discusión. En cambio, la mayor parte de los ensayos son estudios de caso o instancias específicas en las cuales las políticas e ideales liberales se implementaron en diferentes países de América Latina” Mallon (1988, p. 179). Véase también Gootenberg (1993, p. vii).

29. El volumen editado por Love y Jacobsen es un buen ejemplo de este hincapié en el discurso y la ideología. De los siete autores incluidos en el volumen, sólo uno, Steven Topik, intenta vincular su análisis de la ideología política y del planteamiento de políticas económicas al funcionamiento de las economías reales. Vease Love y Jacobsen (1988). También véase Gootenberg (1989); Gootenberg (1993).

Recopilador : Prof. J. Ramón Jiménez de Léon, Facultad de Contaduría y Administración, División de Posgrado, Materia de Economía, UNAM, 2005. Correo electrónico: [email protected]