Teoria General de La Prueba - Tomo i

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Teoria General de La Prueba - Tomo i derecho

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rt73EXPOSICIÓN COMPARADA DE LO8
PRMCPIOS DE LA PRUEBA EN IUATEllIA CIVIL Y DE SUS DIVERSAS APLICACIONES EN ITALIA, FRANCIA, ALEMANUL, ETC.,
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CARLOS LESSONA, Profeeor de Prooedimiento oivil en le Univereidad de Pise.
- . - Siladucido y anotado con arrerrlo & la. lagislffiiún y jusiriprudencia espaaolrwi
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D. JOSÉ M A R ~ A M A N R E S A Y N A V A R R O Díreotor que fati de Za Re>*.: jta.L.'fz: Y*<;*
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O ~ ~ I Z ~ L B ~ E B , 8, 8;BIffUIDO IZQUIEEDA
1906
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EIaDRID.-&prent. de la ReuGta de úghlación, P cargo [de Bemardo Bonda de &tocha, 15, centro.
Con sintética frase, el sabio autor de las Partidas defi- .ni6 la prueba como el averigzcamz'ento hecho enju2c2o en razdn ,.de aZgzcna cosa dicdosa (l), precisando en tan breves y con- cisos términos, con rara é innegable propiedad, al par que la esencia de la teoria probatoria, el fin de ese elemento judiciario, cuyo objeto, como ha dicho Ricoi (2), es produ- cir en ia conciencia el estado de certesa que determina el pleno convencimiento de la existencia de una cosa.
Y si su fin es el descubrimiento de la verdad, no puede subsistir la menor duda acerca de la importancia que, tanto .en el orden de enjuiciar como en el terreno de la oiencia, ha de merecer siempre la teoria de la prueba.
En la imposibilidad de examinar en conjunto los múl- .tiples y complejos problemas del derecho procesal con la amplitud n wsaria, por la considerable extensión que exi- girfan, la mtiyor parte de los escritores que á ellos oon- .sagraron su atención han preferido ocuparse de los miismoa en tratados espeoiales, siendo una de las materias m8s dig- na de amplio y cuidadoso estudio la relativa á las pruebas
, judicialeij.
(1) Ley l.', tit. 14 de la Partida 8.' (2) Trotado de Zaa powe6liae.
6 INTRODUCCI~N
En lo antiguo, Gandino, Imbert, Matheu, Carpsom y- otros, y en nuestros tiempos Bentham, Philips, Stor-Kie,. Russel, Gennari, Fresquet, Livingstone, Mittermaier, Bon- nier, Gaetani, Ellero, Lessona, Ricci, y muchos otros que. pudiéramos citar, han venido 4 satisfacer una necesidad, por todos sentida, examinando la teorfa de la prueba bajo- todos sus aspectos, tanto en el orden filosófico como en el histórico, y hasta en su aspecto meramente pr8ctico; pero. con ser tantos y tan autorizados los publicistas que sobre. ella han escrito, puede decirse que a h todavía quedan por tratar muchas de las cuestiones que su atenta observación sugiere, porque es esta una de las materias más complejaa y dificiles de la ciencia juridica.
Ya so refiera á los hechos, ya al derecho, pues como, más adelante expondremos, hay casos en que es necesaria. la del derecho; la prueba tiene una importancia capital y decisiva en el juicio, en cuanto ella contribuye & formar la conciencia del juagador, y aun en las legislaciones que- han prescindido del elemento subjetivo, estableciendo la prueba legal preoonstituida, su resultado constituye la. base de la ientencia y de antiguo ha merecido la atenoi6n preferente del legislador.
En nuestro dereoho puede decirse que esa considera- ción ha sido aiin más especial y cuidadosa. En demostra- ción de este aserto, bastaria oitar las diversas prescripcio- nes que se registran en los libros 2.0, 3.0, 5.0 y 12 del Fuero Juzgado; en las leyes del tít. 2.0, libro 3.0, del Fuero. Viejo de Castilla y del libro 2.0 del Fuero Real, así comor en las Partidas 3." y 7.a, que establecieron ya wi sistema completo tanto en materia civil como en la pend; Jae leyes del tit. 10 del Ordenamiento de Aloalti; las 4 4
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tit. 11, libro 3.0 de las Ordenaneae Reales de Castilla, las de' los títs. 23 del libro 2.0 y 6.0 del libro 4.0 de la Nueva Becopilación, y las múltiples leyes de los libros 4.0, 5.0, 11 y 12 de la Novísima Recopilación; la ley de Enjuicia- miento civil de 1855, en sus arts. 257 al 325 ambos inclu- sive; la de 1881, en las secciones 4.a y 5.5 cap. 2.0, tit. 2." de su libro 2.0, y finalmente, los arts. 1214 al 1253 del Código civil, que tratan de la prueba de las obligaciones*
No han faltado expositores y comentaristas, que par- tiendo de la división de las leyes, ideada por Bentham, en sustantivas y adjetivas, hayan oensurado esas disposiciones del Código; y si bien el libro 4.0 del mismo es el que meno% novedades ha introducido y el*que más á salvo ha estado de la critica, como ha dicho el ilustre jurisconsulto don Francisco de Cárdenas (1), ha habido, sin embargo, quien ha considerado como un retroceso la intrusión de nuestras leyes puramente sustantivas en la rituaria y procesal ma- teria de las pruebas.
Cierto es que ésta entra evidentemente en la esfera y en los limites de las ley es adjetivas, en cuanto se contraen á determinar los medios J las reglas m&s conducentes á la consecución 6 al descubrimiento de la verdad, toda vez que en esos problemas jurídicos no se trata de investigar las consecue&ias llegales de los hechos determinados que pueden ser materia de las mismas, sino únicamente de co- nocer los medios de llegar á oonsignar y confirmar su exis- tencia, Pero esto no obstante, nuestro Código oivil, como el proyecto de 1851 y el de 1882, y el Código francés, si- guiendo el sistema adoptado por Pothier, al tratar de las
(1) Introduooión de la obra titulada ~ 0 m e n t ~ ' 0 8 al C6&go civil q & o & por Manresa,
8 INTRODUCCI~N
obligacioneEt, se ha ocupado-de los medios de prueba de las mismas, pesar de aer una legislación esencialmente sutitantiva, porque las reglas sancionadas en sub preceptos respecto 8 ellos son el complemento indispensable de las preacripcion6s establecidas en cuanto al fondo de di- cha materia, 6 sea de las que determinan y regulan los efectos jurfdicos de las obligacionee.
Por eao, al determinar el legislador en la ley de Bases de 11 de Mayo de 1880 las reglas y las doctrinas ti que habia de ajustarse en'sus preceptos dicho Código, tuvo "ben cuidado de consignsr en la decimanovena de las indicadas bases, que en 61 habrían de fijarse los principios generales sobn las de las obligaciones, cuidando de armonizar esa parte del Código oon las diaposioionee de la moderna ley de Enjuiciamiento oivil y respetando los preceptos formales de la legislaoión notarial vigente, en razón al criterio adoptado desde luego para la ansiada obra de la codificación de nuestro derecho oivil.
Y si la prueba en general ha tenido siempre tanta im- portancia en las ciencias juridicas, mayor consideración a6n debe merecer apreciada oomo elemento del iuicio en el orden procssal.
No hemos de ocuparnos de los juioioa criminalles, en que tan importante función desempeña la prueba, pues que sin ella no cabe la acusación en el sistema hoy adop. tado por casi todas las legislaoiones modernas.
Limitado el objeto de la preaente obra Q las pruebas en materia oivil, no puede tampoco desconooerae su influjo notorio en esta clase de litigios, pues si bien en ello8 afecta la prueba al orden del juicio, seg(in expuso con .autorizado criterio y oon evidente exactitud el i luke?
INTRODUCCI~N 9
Conde de la Cañada, ni constituye uno de los elementos precisos del mismo, por ser posible la existencia de casos en los pleitos civiles en que no tenga lugar 6 Fea innece- saria, es lo cierto que en la generalidad de los mismos es la prueba un trámite esencialisirno del proced'imiento, de rigurosa justicia, y el periodo m&s transcendental y so- lemne de las contiendas judiciales.
Por ella se forma la conciencia de los Tribunales, de- purando la certeza y realidad de las cosas y demostrando la existencia de los actos humanos 6 de los aconteciniien- tos naturales de que se derivan los derechos y obligacio- nes controvertidos en el juicio; y aun en algunos casos se llega por su mediación á acreditar la subsistencia del de- recho, pues si bien en el orden natural de la vida, la prue- ba se contrae á los hechos, hay ocasiones, sin embargo, se- g6n hemos dicho antes, en que se hace precisa la del de- recho; y ejemplo de ello tenemos en nuestra legislacibn, en los casos que se refieren las leyes 5." y 6." del tit, 2.0, Partida l."; 15, tit. 14 de la Partida 3."; y 3.a, tit. 2.0, libro 3.0 de la Novfsima Recopilación.
Pero aun reducida al hecho la teoria de la prueba, deja una latitud inmensa & su estudio por los g r a~es problemas que ontraña y lag dificultades que ofrece, especialmente en cuanto á la determinación de los medios probatorios y á l a apreciación de su valor y eficacia, por los errores á que puede darse lugar, ora por las imperfecciones de nues- tros sentidos, esos órganos de comunicación de la conoien- cia con el mundo exterior, ora por los prejuicios que la pasión produce.
Para salvar esos inconvenientes, todas law legislaciones, oon mayor 6 menor aoierto, han proouxado estableoer las
prescripciones más conformes con los principios de la cien- cia para la ordenada y perfectá organiaaci6n del sistema probatorio, determinando las bases fundamentales de la prueba, las formas adecuadas para su admisión y las re- glas que para su apreciaci6n suministran de consuno la lógica y la sana experiencia.
No es nuestro ánimo estudiar en esta introducción los diversos sistemas que dividen las opiniones en el terreno, de la ciencia en materia de pruebas. Unos entienden que para evitar las funestas consecuencias á que podria dar origen el erróneo criterio judicial, debe la ley fijar de an- temano, no sólo los diversos medios de prueba que hayan de Eier utilizados por las partes para la justificación de sus alegaciones, sino que además debe establecer normas in- variables para la apreciación legal de oada uno de dichos medios probatorios, sin que el ju~gador pueda admitir ningifn otro ni dejar de estimar probado lo que así resulte conforme á diohas reglas, aunque sean otros los dictadoa de BU conaiencia, y sin que pueda suplir con su propia coii- vioción la falta de los medios legales de prueba.
Incurriendo, por el contrario, otros en la exageraoión opuesta, mantienen oomo lo más racional y cienttfico el arbitrio judioial, dejando por entero á la libre apreciación del mismo, tanto la determinación de los medios de prue- ba idóneos para cada oaso, oomo la estimación del valor probatorio de los mismos. He aqui el primer problema que sugiere el estudio de esta materia:
¿Debe la ley fijar y determinar Ic priori los medios pro- batorios, iinicos admisibles en juicio, 6 ha de dejarse al
arbitrio de los Tribunales 6 & la voluntad de las partes la adopción de aquellos que se oonsidere más apropiados y eficaces en cada caso?
No es de este lugar la crítica de cada una delas solu- ciones propuestas por las diversas escuelas ,antes citadas. Ambos sistemas, aisladamente considerados, son, 4 mi jui- cio, absurdos y erróneos, pues sólo por la combinación y la armonía de ambos puede llegarse á una perfecta organi- zación de la prueba; pero como en otra ocasión tengo ex- puesto (l), «en mi opinión, la mejor ley de Procedimientos es la que deja menos campo al arbitrio judicial, dadas las circunatancias de la sociedad en que vivimos: de otro modo no serviría de garantia y salvaguardia á los derechos civiles B.
Una doble raz6n) ha dicho Ricci (2)) el interés público de un lado y el interés privado de otro, han inducido al legislador á determinar los medios de prueba y & no dejar esto al arbitrio judicial 6 de las partes. Es de piiblico in- terés que los derechos de cada ciudadano sean ciertos, y esta certeza no se puede tener prácticamente si no son: ciertos los medios con los cuales se puede demostrar isu existencia. Es necesario, en verdad, que quien contrate, para estar seguro de hacer valer el derecho que adquiere, esté cierto de la eficacia del medio de prueba de que esté provisto; y esta certeza no puede tenerse sino merced & la determinacibn de los medios probatorios, hecha por el mismo legislador y no dejada al arbitrio de oualquiera.
A las razones expuestas en las consideraciones prece-
(1) Prólogo de mi obra Comentarios d la ley rlcl E n j u i e i ~ t o civil reformada, tomo 1.O, ptíg. 10.
(2) Trata& de hapmbae, tomo l.", p6gs. 17 y 18.
12 INTRODUCCI~N
dentes por el ilustre profesor de la Universidad de Mace- rata y comentador de los Códigos civil y de procedimiento italianos, podriamos añadir que el legislador, y 13610 este, es el llamado á fijar los medios adecuados para llegar á la posesión de la verdad legal, 6 de la verdad objetiva, como la llamaba Kant, al distinguir la evidencia interna y la ex- terna, y que es base de la declaración del derecho contiro. vertido, no siendo suficiente para dicha determinación la voluntad de las partes.
En efecto, esa voluntad hubiera podido bastar si se tra- tara de cosas que á ellas solas interesase; pero afectando como afectan.las pruebas á terceras personas, siendo de orden pilblico y hallándose por este motivo sobre la vo- luntad de los litigantes la reglamentación de los juicios, y estando encomendada á los Tribunales la apreciación y estimación de las pruebas, forzoso es, para evitar la incer- tidumbre de que habla Ricci, asi como la arbitrariedad en este punto, que el legislador determine la8 pruebas utili- gables y las condiciones que en ellas deban concuriir para ser apreciadas como testimonios de verdad.
Los mismos motivos 'en que se funda la necesidad de la previa determinaoión de los medios de prueba, aconse- jan la amplitud mBs completa en el criterio del legislador al adoptarlos.
E1 Tribunal de Casación de Milb, fundando uno de sus acuerdos (l), acertó á expresar por modo claro y elo- auente la razón de ese criterio en los siguientes t6rminos: .Si por motivos de conveniencia, y para mejor lograr au fin los jueces, el legislador encontró oportuno someter á
(1) DecisiGn de 26 de Enero de 1865.
disposiciones positivas la materia probatoria, distinguien- do sus categorfas, disciplinando el uso, la forma, el pro- cedimiento, y asignando algunas veces hasta ciertas reglas de estimación, ao por eso quiere, sino en cuanto la nece- sidad lo exija, limitar y disminuir la facultad natural 6 inviolable de poner en claro los hechos jurídicos 6 los de- rechos consiguientes, por todos aquellos medios adecuados que no repugnan á la raaóa y la ley no prohibe expresa- mente.~
Pero como han dicho Bentham (1) y Bonnier (2), no deben confundirse los medios probatorios con la prueba, ni puede entenderse por aquellos más que los medios útiles que eficazmente puedan servirnos para llegar á descubrir la verdad.
Todas las legislaciones, al desenvolver en sus precep- tos la teorfa de la prueba, han procurado robustecer el sistema probatorio con todos los elementos de comproba- ción que pueden útilmente esclarecer los hechos objeto de los debates judiciales.
La nota caracteristica en todas ellas es la misma: podrán variar sus accidentes, pero la clasificación es aná- loga; habiéndose adoptado por lo com$n todos los medios de expresión, ya verbal, ya escrita 6 materialmente mani- fiesta. Dentro de estas dos clases 6 categorfaa generales, por decirlo así, son tantos los elementos probatorios como los medios de conocrimiento 6 información, y aun se distin- guen los de una misma clase por SUS peculiares solemni- dades externas.
(1) Prueban jecdádalee. (2 ) Tratado te6rico.~~.&etk0 de Zaspwbas m Derecho civil y en, U ~ c h o ~ a l ,
En esta clasificación coinciden nuestros antiguos Cb. digos, si bien en ellos, y lo mismo en las doctrinas de los tratadistas, confundi6ndose los medios de prueba con SUS
requisitos, se observaba una subdiviGón viciosa, una gra- tdaci6n ficticia de su eficacia, una tasa puramente conven- cional de sus elementos, y una confusión 6 deficiente se- paración entre el arbitrio judicial y el criterio legal, que hacfan que sus preceptos, en ve5 de informar un perfecto sistema probatorio, constituyeran una desordenada colec- ción de probanzas, sobrado nimias en sus detalles, casuis- ticas en sus aplicaciones, inflexibles en su sentido, y a á s adecuadas para llegar al ageriguamiento por miniaterio de la ley que por racional convencimiento del juez.
Las necesidades de la vida moderna han obligado á los legisladores, por lo menos, á, corregir y dar nueva forma Q los preceptos de los antiguos Códigos sobre la manera de probar los actos juridicos y de organizar el de las pruebas en el orden civil.
Hemos indicado ya los defectos de nuestra legislación anterior á la importante reforma introducida en el dere- cho procesal por la ley de Enjuiciamiento civil de 1855, que dando á los procedimie&os juridicos la organización de que hasta entonces careoian, perfeccionó en lo posible las instituoiones, llevando á ellas las modificaciones acoil- sejadas por la ciencia y por la prkctica.
En esas antiguas leyes, sin embargo, y muy especial- mente en las Partidas, encu6ntranse loa materiales, apro* vechados después por las modernas disposiciones, tanto de las leyes de Enjuiciamiento como del Código civil, en las que se presentan ya, con las clasificaciones y subdivisiones oonvenientes, los medios de prueba, precistindose lorr re.
INTRODUCCI~N 15
quisitos determinantes del valor jurfdico de cada uno de ellos, sin coartar la libertad de los Tribunales para esti- mar conforme á la sana critica el que tengan con relación al hecho á que se apliquen,
Otro de los problemas que sugiere el estudio de la teoria de la prueba es el relativo & su admisibilidad, 6 sea á la admisión de los medios articulados por las partes.
Aceptado el criterio de que la ley debe fijar hpriori los medios probatorios que pueden utilizar las partes, ¿debe el juez admitir necesariamente todos los que éstas pro- pongan, siempre que estén comprendidos entre los deter- minados por aquélla, 6 conviene dejar al arbitrio del mis- mo la exclusión de los que oareciereri de utilidad 6 perti- nencia en el caso concreto en que fueren utilizados?
Problema es este de antiguo controvertido, pero que también en nuestras antiguas leyes se encuentra resuelto en los términos aceptados hoy por el mayor nilimero de los tratadiatas,
A pesar de la extensión que las escuelas dieron á la máxima juridica probationes ~ o n , s u ~ t coartafide, en casi todas las legislaciones modernas ha quedado reservada la admisibilidad de la prueba al criterio judicial, el cual habrá de resolver lo procedente con arreglo á las circuns- tancias de cada caso, teniendo en ouenta la importancia 6 el influjo del hecho que trata de probarse y la pertinen- cia del medio propuesto para ello.
Si el legislador, por las razones que antes hemos indi- cado, debe establecer &prior2 por modo expreso y con ab. soldo imperio los medios de prueba admisibles, debe igual-
16 INTRODUCCI~N
mente dejar al libre criterio del juzgador la estimación de su respectiva pertinencia y admisión, asf como el aprecb de su valor y efioacia.
En las contiendas judiciales puede en ocasiones versar la discusión sobre hechos perceptibles por nosotros mis- mos, sin necesidad de elemento intermediario, siendo por lo tanto innecesaria la prueba en dicho caso; puede tam- bién suceder que alguno de los hechos controvertidos en el juicio y cuya prueba trate de hacerse, carezca de influjo para la decisión del…