Teoria Politica Frente a Los Problemas Del Siglo XXI - Ramon Maiz

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Obra: La teoría política frente a los problemas del siglo XXI / Ángel Valencia, Fernando Fernández-Llebrel Publicación: Granada : Editorial Universidad de Granada, 2004 _________________________________________________________ Contenidos: La Teoría Política en contexto (Páginas 17-26)

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Ramón Maiz

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  • Obra: La teora poltica frente a los problemas del siglo XXI / ngelValencia, Fernando Fernndez-Llebrel

    Publicacin: Granada : Editorial Universidad de Granada, 2004

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    Contenidos: La Teora Poltica en contexto (Pginas 17-26)

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    LA TEORA POLTICA EN CONTEXTORAMN MIZ

    Universidad de Santiago de Compostela

    Rawls could not have been a CanadianJ. Carens

    ... debe hacerse abstraccin, desde el comienzo, de los obstculos actuales, que acaso noprovengan inevitablemente de la naturaleza humana, sino ms bien del descuido de las ideasautnticas de legislacin. Pues nada hay ms pernicioso e indigno de un filsofo que la zafiaapelacin a una presunta experiencia contradictoria, la cual no tendr lugar de haber existido atiempo tales instituciones de acuerdo con ideas, en lugar de burdos conceptos, precisamenteextrados de la experiencia...

    KantCrtica de la Razn Pura

    El sintagma de Teora Poltica conlleva etimolgicamente una contradiccin en lostrminos. Por una parte Teora deriva del griego teora que significa contemplacin, laindagacin de la verdad y las ideas con los ojos de la mente, que caracteriza la autntica vidalibre, el bios teorticos, traducida posteriormente al latn como vita contemplativa. Por otra,Poltica deriva, como es bien sabido, de Polis, y expresa la vida participativa y plural en laciudad que caracteriza al bios politikos, vertido de modo significativo al latn como vita activa.

    Fuertemente marcada por esta tensin inscrita en su propia acta de nacimiento, la teorapoltica como disciplina se ha debatido entre dos extremos, ora la reduccin de la realidad plural,antagnica, relacional y contingente de la poltica a los principios racionalistas de la teora, a lamutua remisin interna de los textos y el debate entre escuelas y pensadores; ora la politizacin dela teora, esto es, su apertura a la contingencia y el conflicto, la asuncin de la naturaleza constitutiva

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    de intereses e identidades, en rigor ontolgica, no meramente expresiva, de la poltica, superandola autorreferencialidad y la mera contemplacin desinteresada y objetivista del mundo (Cavarero2002).

    Esta escisin originaria afectara a la propia narrativa de autocomprensin de la teorapoltica, a la febril procura contempornea de su identidad como disciplina intelectual. As, entrelos aos treinta y cincuenta del siglo XX, la filosofa poltica se reformul como disciplinaacadmica desplazando el peso de sus anlisis hacia la dimensin terica, movida por unadecidida voluntad de sistema y construccin racionalista. La razn para ello fue doble: de un ladola profesionalizacin de la disciplina en cuanto tal, con la consiguiente necesidad de constituciny delimitacin de un objeto de estudio especfico; de otro, la influencia del positivismo, en cuantoperspectiva filosfica que consideraba la explicacin de tipo empirista como definitiva tanto paralas ciencias sociales como para las naturales, traducida en un obsesivo inters por la cuestionesde mtodo en las ciencias sociales (Miller y Siedentop 1983).

    Al hilo de la constitucin cuantitativista y lo que dio en denominarse persuasinconductista (behavioral persuassion) de la ciencia poltica, buena parte de la filosofa polticaredefini en los aos cincuenta, de modo drstico y reductivo, su tarea, orientndola hacia laclarificacin y precisin de los conceptos usados en la construccin de la ciencia positiva. As,en 1953, se publica El Sistema Poltico de David Easton, que postulaba el definitivo reemplazode la teora poltica normativa por una teora sistemtica, en respaldo de la revolucincomportamentalista en curso y subsanadora del endmico dficit terico de sus fases iniciales(Easton 1953). Pues bien, en ese mismo ao A. Cobban publicaba un polmico artculo sobre Eldeclinar de la teora poltica en el Political Science Quarterly (Cobban 1953), y T.D. Weldonel libro The Vocabulary of Politics, en el que se encomendaba a la filosofa poltica la labor declarificacin conceptual que permitiera, por fin, lograr el lenguaje cientfico depurado y libre deembrollos, necesario para el progreso de la ciencia poltica positiva (Weldon 1953).

    Solamente desde este contexto intelectual y acadmico positivista, del nacimiento de laciencia poltica contempornea frente a las teoras jurdica y filosficas clsicas del Estado, quemuy pronto se prolongara en el debate sobre el fin de las ideologas a partir de la obra deDaniel Bell en 1960 pero tambin de las muy influyentes de Aron o Lipset, pueden entenderselos sucesivos epitafios y obituarios dedicados a la filosofa poltica que menudearon duranteaquellos aos, ejemplificados en la contundente frase de P. Laslett, en el prlogo al libroFilosofa, Poltica y Sociedad: Por el momento, en cualquier caso, la filosofa poltica estmuerta (Laslett 1956).

    Este, a todas luces apresurado, rquiem por la teora poltica, desmentido por Isaiah Berlinen su artculo Existe todava la teora Poltica? publicado en 1962 en la revista Philosophy,Politics, and Society (Berlin 1962), y la concepcin positivista-lgica de las relaciones entreciencia y filosofa en el que aqul se inscriba, tendra sin embargo, consecuencias ms serias quela que suele apuntarse habitualmente: el insostenible renacimiento desde sus cenizas de la teorapoltica durante los aos setenta, a raz, sobre todo, de la aparicin de la Teora de la Justicia

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    de John Rawls en 1971. En efecto, tras el tan rico como precipitadamente olvidado debate entorno a la filosofa marxista (Althusser, DellaVolpe, Colletti, Schaff), sera la obra de Rawlsempero la que se alzara como el referente indiscutible de la teora poltica del ltimo tercio delsiglo XX, aqul con quien, uno tras otro, todos los pensadores posteriores necesariamente habrande vrselas y ajustar cuentas tarde o temprano. Pero ello no debe mover a olvido que los aoscincuenta y sesenta del siglo pasado haban resultado ciertamente fecundos en el mbito de lateora poltica en otras direcciones adems de las ya apuntadas: los nombres Arendt, Oakeshott,Berlin, Strauss, Voegelin, Marcuse o MacPherson, entre otros, dejan poco espacio para abrigarduda alguna al respecto (Parekh 2001).

    Pero la herencia positivista pesara adems como una losa, tanto sobre la ciencia polticacomo, podramos que decir que por defecto, sobre la renovada teora poltica de los setenta.Sobre la ciencia poltica en primer lugar, pues convertira a su matriz generadora de hiptesis yconceptos, esto es, a la teora poltica de orientacin emprica, en deudora de un restrictivocampo de estudio, limitado a los escasos temas accesibles a sus mtodos, los cuales, a despechode los grandes problemas polticos contemporneos se convirtieron en los orientadores, sinoautnticos dueos de la agenda de investigacin (Wolin 1969, Shapiro 2002). As, ignorando quetras cada pregunta emprica suele residir una cuestin normativa como evidenciara ellamentable destino de los estudios pluralistas sobre el poder de la comunidad, incapaces dedetectar las graves tensiones sociales, la desigualdad rampante y la crisis estructural del sistemapoltico de los USA, que estallara a finales de los aos sesenta se postulaba como dogmaautoevidente la radical escisin entre ambos rdenes del conocimiento. As, las cuestionesempricas constituiran el dominio por excelencia de la ciencia poltica, mientras que lascuestiones normativas, reducidas a mera cuestin de valor subjetivo, seran el campo residualde la teora poltica (Grant 2002). Esto en el mejor de los casos reduca a la teora poltica a uncometido unilateral, normativo y prescriptivo, al que se exigan los debidos fundamentos, enajenidad a cualquier relacin con la investigacin emprica; en el peor, a retrica huera, pasto dela mera opinin arbitraria. La reaccin contra ese estado de cosas marcara profundamente larenovacin de la teora poltica de los aos setenta, presa, en su negacin, del mbito fijado parasu tarea por la visin objeto de crtica. Renovacin que podemos sintetizar en tres movimientossimultneos.

    En primer lugar, desmarcndose de la historia del pensamiento poltico que, de la manode la escuela Cambridge, haba sacrificado, con voluntad cientfica positiva, la sustantividadde los argumentos y los conceptos de la filosofa poltica clsica al contexto polticointelectual en que se formulaban, en procura de una lectura cannica y definitiva de losclsicos. La teora poltica, por su parte, propugnar un estudio menos devoto de lahistoria de las ideas y su contexto, que el habitual en Pocock o Skinner, pero no por ellomenos atento a los grandes temas que nos acompaan desde los griegos: la justicia, lavirtud o la buena vida... sin por ello incurrir en la ingenuidad de la transparencia herme-nutica de los textos, ni descuidar su indispensable conocimiento de primera mano (Wood2002). La presencia de Kant en Rawls, de Locke en Nozick, de Hegel en Taylor, de Marx en

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    Cohen, de Mill en Gray o Hobbes en Gauthier, constituye elocuente muestra de ello.En segundo lugar, tambin se revisara la concepcin de la filosofa poltica como

    disciplina adjetiva, auxiliar conceptual y lgica de la ciencia poltica. La obra de Rawls resultadecisiva, en este sentido, para la refundacin contempornea de la teora poltica porque, altiempo que subrayaba la relevancia de la teora poltica de orientacin prctica, procedi a tenderpuentes interdisciplinarios, incluso en mayor medida que alguno de sus discpulos, entre la teorapoltica y las ciencias sociales, la economa o la filosofa moral. Ahora bien, a veces sueleafirmarse, que la nueva teora poltica de lo aos setenta, que toma cuerpo con el debateliberalismo-comunitarismo, conoci un desarrollo tan extraordinario que, en su precipitacin, noestaba exento de precariedad (Ball 1995). sta proviene, en buen a medida, de que a fuerza deprofesionalizarse y consolidarse como disciplina acadmica, al hilo de la dignidad que Rawls lehaba restituido, la teora poltica se haba vuelto en exceso autorreferencial, alejada de lasaportaciones de la ciencia poltica emprica, enclaustrada en la torre de marfil de sus recinestrenados estndares de comunidad cientfica, ensimismada en el intenso debate entre susdiversas corrientes. Pero, en no menor medida, los problemas de la refundacin de la teorapoltica han de rastrearse tambin en el hecho de que la reaccin que la ha constituido comodisciplina autnoma, en procura de sus fundamentos, la han sesgado en exceso,imperceptiblemente, hacia su sola vertiente normativa y prescriptiva. En efecto, la teora polticase configur en Rawls y muchos de sus seguidores iniciales como una filosofa prctica, una ticaaplicada, volcada en la provisin y diseo de instituciones, polticas pblicas y prcticasdeseables. Pero con ser ello irrenunciable, se obviaba, empero, la dimensin filosfica no yadescriptiva sino propiamente explicativa de la teora poltica, a saber, el estudio reflexivo quepretende entender la vida social y poltica de nuestro tiempo, analizar las instituciones vigentesy sus deficiencias, las prcticas de poder, los lmites de la ciudadana, esto es, iluminar laespecificidad de los problemas de la poltica contempornea, iluminar la insuficienciademocrtica de las poliarquas. Y todo ello, con muy otra luz, diferente pero complementaria, quela propia de la ciencia poltica, formulando, desde el rigor y la sensibilidad, preguntas que notienen (y quizs no tengan nunca) un mtodo de respuesta consensuado; preguntas que se refierenal marco de la vida poltica ms que a su contenido especfico; preguntas que no puedencontestarse mediante el anlisis emprico de la poltica, porque requieren un estudio de losconceptos dejusticia, poder, libertad etc. (Raphael 1983, Bobbio 2003); preguntas, en fin,que reclaman un examen del lenguaje y los vocabularios que acompaan, constituyen y dotande sentido a las acciones y a las instituciones, habida cuenta que, tampoco en este mbito, espensable un hacer que no comporte un decir. Esta sera precisamente la tarea dereorientacin de la teora poltica que de Taylor a Galston o Walzer, de Gray a Rorty o Connolly,entre muchos otros, viene desarrollando la teora poltica contempornea (OSullivan 2000, Miz2001, Young 2001), entroncando as, por cierto, no en contenido sino en actitud filosfica, conla generacin de los aos cincuenta y sesenta.

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    En tercer lugar, la revisin de la teora poltica contempornea alcanzara, por ltimo, a unaausencia y un peculiar dficit reiteradamente denunciado desde sus comienzos; a saber: lapoltica misma. En efecto, por una parte Rawls, atiende de modo creciente en su obra a lanecesidad de justificabilidad pblica de los principios de Justicia, as como a su coherencia conlas ideas fundamentes implcitas en la cultura poltica de las democracias contemporneas. Pero,por otra, esta lnea argumental se topa con las restricciones impuestas por una estrategianeocontractualista, que presenta los principios de justicia que han de informar las instituciones,como si hubieran sido elegidos por individuos racionales en la posicin original y tras el velode la ignorancia. As, por un lado, se postula la idea del equilibrio reflexivo, a saber, lacoherencia entre los principios justificables y asunciones polticas implcitas en las democraciascontemporneas. Esto abre la puerta no slo al necesario conocimiento emprico de las actitudes,valores y creencias de los ciudadanos; sino a una ampliacin de la poltica como mbito delpluralismo y el desacuerdo, de la participacin y la deliberacin. Pero, por otro lado, y pese a lamayor importancia otorgada en sus escritos ltimos a la idea de que los principios de justiciadeben expresar la razn publica y parcialmente compartida de los ciudadanos, elneocontractualismo de Rawls restringe el mbito de la poltica reduciendo el equilibrio reflexivoa un procedimiento individual, y empobreciendo la esfera publica mediante la delimitacinfundacional de los usos pblicos y no pblicos de la razn.

    Pues bien, buena parte de la teora poltica contempornea ha convertido progresivamenteen problema central de su quehacer la politizacin de la teora, la recuperacin de la poltica enel fulcro de sus anlisis. De hecho, ya desde los inicios de la refundacin, el aislamiento de lasinstituciones reales, intereses y procesos polticos de las democracias sera denunciado pordiversos tericos polticos. As, por ejemplo, Gunnell en Entre Filosofa y Poltica (Gunnell1986) denunciaba que la teora poltica acadmica en los Estados Unidos de Amrica, estabaalienada de la poltica real, por cuanto haba desplazado su atencin hacia las cuestiones demetateora y asumido una creciente dependencia de la filosofa analtica. Para Bonnie Honig, porsu parte, resultaba perceptible en muchos tericos contemporneos una indisimulada hostilidada la disrupcin propia de la poltica, de tal suerte que, trtese de liberales o de comunitaristas,muchos coincidan en una implcita supresin del conflicto y el antagonismo, confinando lapoltica a tareas regulativas de la estabilizacin de lo sujetos morales y polticos, unas vecesmediante la construccin de consensos, otras mediante la consolidacin de identidadescomunitarias (Honig 1993).

    En este orden de cosas, por una parte, la crtica del legalismo liberal, subyacente en lasteoras de la justicia, ha puesto de relieve los lmites de la construccin de la teora poltica entrminos de derechos, por cuanto no solo politiza irremediablemente la practica jurdica, sino quemargina el lugar clave de dimensin plural de las instituciones democrticas: la agregacin depreferencias, la decisin sometida a responsabilidad y la deliberacin poltica, como mbito deldesacuerdo, el conflicto y, eventualmente, el consenso. Por otra, los lmites de los varioscomunitarismos resultan igualmente patentes: incapaces de dar cuenta del inerradicable

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    pluralismo interno de valores y formas de vida, de modo similar a lo que sucede con el sujetoindividual racional y razonable en las teoras liberales de la justicia, la comunidad homognearesulta incapaz de dar cuenta de los conflictos y antagonismos que se multiplican en la vidapblica (Gray 2001).

    Todo ello ha conducido a un creciente retorno de la poltica al seno de la teora, esto es,a la recuperacin de la dimensin constitutiva de la accin, el conflicto y el poder (Mouffe 1993).O, lo que es lo mismo, al abandono del instrumentalismo, de la asuncin de que la poltica sirvea fines que son previos y exgenos a ella misma, de que los intereses y las identidades estndados con anterioridad a la accin y la presin de las instituciones, de que, en fin, elrazonamiento prctico individual es coextensivo con la deliberacin colectiva, abriendo con elloel camino hacia el reencuentro del valor autotlico de la poltica, como actividad valiosa en simisma, y no slo por los eventuales resultados que pueda alcanzar.

    A partir de este doble eje argumental contemporneo que conecta, por una parte, la teorapoltica con la ciencia poltica y la tica; y por otra, con el retorno de la poltica misma en todasu complejidad, las tareas que a esta disciplina competen han devenido ciertamente plurales,configurndose como un saber mestizo, transversal y crtico que podemos sintetizar en las dosdimensiones fundamentales apuntadas en su da por Leo Strauss; a saber: el conocimiento de lanaturaleza de las cosas polticas y el orden poltico justo. Por una parte, desde su vertiente msfilosfica, la teora poltica posee un cometido descriptivo y explicativo, comprensivo ydilucidador de la poltica contempornea. Como en otras reas de la filosofa, el debate (tal ycomo sucede, por ejemplo, en lo que respecta a la discusin de si la mente es reductible alcerebro, o si los juicios morales constituyen hechos) se centra aqu en la evaluacin y laredescripcin de prcticas, principios e instituciones. As, la teora poltica, concebida comofilosofa al servicio de la poltica democrtica (Rorty 1991), atiende a la reconstruccin dellxico para la deliberacin poltica en relacin con las demandas que acceden a la esfera pblicadesde la sociedad civil. De la mano de una nueva modestia, desprovista en buena medida deviejas ilusiones fundacionales y sistematizadoras, la teora poltica de nuestros das, sindesatender la discusin de los principios, resulta menos atenta a la fundamentacin metafsicade la democracia, que a la reformulacin de un diferente vocabulario para repensar los lmitesde nuestras poliarquas. Esto aboca, por una parte, a una reflexin filosfica sobre las prcticasde gobierno vividas como opresoras y objeto de contestacin, as como a la evaluacin crticade los lenguajes y lxicos en que se han venido formulando. Por otra, supone una decisivaaportacin a la formacin del juicio poltico (Wolin 2000) de la ciudadana en sentido fuerte,aunando justificacin terica y aceptacin poltica, de la mano de un dilogo y retroalimentacinreflexiva entre las convicciones y experiencias de los ciudadanos y la tarea crtica delpensamiento (Benhabib 2002).

    Por otra parte, la teora poltica tiene asimismo una indudable dimensinnormativa, vinculada en este caso con la filosofa moral, centrada en el examen ydiseo de instituciones y prcticas polticas apropiadas, as como, sin renunciar a sunecesaria abstraccin, a la discusin y evaluacin crtica de las polticas publicas. En

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    este sentido, se atiende a la justificacin pblica de los principios de Justicia y a losprocedimientos de deliberacin mediante los que sta se sustancia, lo que implica no solamentesu conexin crtica con las ideas fundamentales, implcitas en la cultura poltica de lasdemocracias contemporneas, cuanto su vinculacin al proceso de apoderamiento de laciudadana que resulta menester para su implicacin en la cosa pblica. El objetivo de la teorapoltica consiste en problematizar el mundo, en introducir nuevos problemas tanto en la cienciapoltica como en el juicio pblico de la ciudadana (Strong 1990). De esta suerte la teora polticase ve crecientemente implicada en las demandas y luchas por el reconocimiento, la libertad y laigualdad, contribuyendo a la apertura de nuevos espacios de inclusin en la esfera publica, a lapolitizacin de dimensiones previamente privadas, a la ampliacin, en curso, del mbito de lopoltico (Tully 2002).

    La teora poltica de nuestros das se presenta as, de modo creciente, como una teorapoltica contextualista, esto es, una disciplina destinada a entender, explicar y evaluarnormativamente las normas y prcticas de justicia de los ciudadanos en diversos contextostemporales y sociales. Ahora bien, en cuanto teora de la justicia debe prestar atencin a laevidencia emprica acerca de cmo los ciudadanos entienden la justicia y asimismo, a cmodiferentes normas resultan aplicadas en comunidades asimismo diferentes.

    Michael Walzer ya mostr en su renovador Esferas de Justicia lo que los tericos polticospodran obtener comenzando sus reflexiones con el discurso moral cotidiano sobre los asuntospblicos: los juicios concretos que la gente realiza, los problemas que se reconocen como tales,los lenguajes mediante los que se formulan y constituyen, y en general las intuiciones acerca delos principios que deben guiar la conducta normativamente apropiada (Walzer 1983). No implicaesto en modo alguno la renuncia a la distancia y abstraccin normativa propia de la teorapoltica, sino que previene, por un lado, contra apresuradas universalizaciones de normas que enrealidad resultan deudoras de muy especficos contextos polticos y sociales; por otro, contrasupuestas contradicciones entre principios y prcticas locales, pues un adecuado anlisis de estasltimas las muestra, a menudo, normativamente justificables.

    Una teora poltica contextualista, confrontando lo abstracto con lo concreto, asumiendola tensin entre estos dos polos sin escorarse hacia ninguno de ellos, somete los argumentosterico-normativos (en torno a la libertad, la igualdad, la diferencia, la naturaleza etc.) a loscontextos de las demandas y prcticas tal y como se plantean en la casustica de nuestrotiempo. Carens ha sealado recientemente que este giro contextualista no solo contribuye aclarificar el sentido de las formulaciones abstractas, sino que provee de acceso a aportacionesnormativas encarnadas en prcticas e instituciones diferentes a las nuestras que pueden verseoscurecidas por perspectivas tericas que permanecen desarrolladas en un nivel de principiosgenricos (Carens 2000). Pero adems, el contextualismo permite una mayor concienciaterica de las restricciones a las que sometemos nuestros argumentos cuando se conformanen exclusivamente desde un horizonte de sentido familiar. No resulta plausible un liberalismodoctrinario (Barry 2002), una suerte de liberalismo aplicado a diferentes contextos, sino quelas instituciones y las prcticas en cada caso se encuentran insertas en contextos culturales espe-

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    cficos, sus lenguajes, sus tradiciones, sus normas etc.: la prioridad terica unidireccional de lajusticia sobre el bien se muestra insostenible habida cuenta que lo abstracto y lo concreto, louniversal y lo particular, la comunidad y la autonoma individual se encuentran en inesquivabletensin crtica. Como Hart argument en su da frente a Rawls, los principios liberales y entreellos el principio de libertad como mayor libertad equitativa, padecen de una congnitaindeterminacin que les veta la autosuficiencia que el filsofo de Harvard les confiere; a saber:dependen de la evaluacin que se haga sobre la importancia relativa de los intereses humanos queamparan as diferentes libertades. Como seala Gray, si diferimos en nuestras opiniones a cercade lo que es humanamente valioso, diferiremos asimismo en nuestro juicios sobre que es lo queconstituye la mayor libertad posible. A no ser que sean informados por alguna concepcin de losintereses humanos, en suma, una especfica y contextualizada concepcin de bien, los principiosliberales no se pueden simplemente aplicar(Gray 2001).

    As, sin necesidad de acudir al viejo dictum de los pragmatistas de, abandonando las a sujuicio vanas pretensiones metafsicas, preguntarse por el cash value of philosophical concepts,debemos sin embargo considerar seriamente la evidencia de que, en rigor slo entendemoscabalmente el significado de los principios y teoras una vez se han interpretado y aplicado endiferentes contextos. Pero esto nos conduce a una mayor exigencia, a un ms cuidadosoacercamiento al contexto, a las imprescindibles evidencias empricas disponibles de cmo losdiferentes ciudadanos entienden la justicia. Reclama, en fin, un ms estrecho vnculo entre la teorapoltica y las ciencias sociales. La herencia positivista subyacente a la tesis de que las cuestionesnormativas y las empricas son radicalmente distintas, ha resultado tan negativa como su asuncinde que las cuestiones normativas dependen en ltima instancia de juicios de valor personales yresultan ajenas, por definicin, a cualquier justificacin o discusin racional (Miller 1999).

    As, por una parte la teora poltica presente en las obras de Taylor o Connolly, de Kymlickao Parekh, ayuda a explicar, a entender la poltica de nuestro tiempo, los lmites y problemas de susinstituciones, de sus sistemas polticos, las estrategias e identidades de viejos y nuevos actorescolectivos etc. Por otra, la teora poltica posee una dimensin normativa de capital importancia noslo en razn de su cometido prctico, evaluativo y crtico de las instituciones y prcticas polticas,sino a la hora de la fijacin del propio campo de problemas de la ciencia social emprica en temasde justicia. La categorizacin de la conducta observable, la distincin entre justicia e intersindividual, la relacin entre comunidad e identidad..., requieren una teora poltica normativa desdela que fundamentar las distinciones. Las descripciones y explicaciones resultan inevitablementetheory laden no slo por cuanto eligen una particular narrativa emprica de entre varias posibles(causacin), sino porque descansan en muchas ocasiones una teora normativa (justificacin)que no se explicita y, de esta suerte, no se controla (Shapiro 2002). En este sentido los estudiosempricos de este mbito dependen, por emplear las palabras de Miller en su crtica deJustica Local de Elster, de una teora de la justicia. En definitiva, tan necesario resulta para elsocilogo o politlogo una teora normativa que por una parte explique, y por otra provea de lasasunciones y conceptos necesarios para delimitar un mbito de investigacin, ora institucional,

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    ora comportamental, como referido a la justicia; cuanto los tericos polticos normativosprecisan de sustantiva evidencia y adecuada explicacin emprica de las prcticas, creencias einstituciones de la justicia compartidos por ciudadanos ubicados en diferentes contextos.

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