Teorías de La Acción y La Cultura y Analisis Del Discurso

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Teorías de la acción y la cultura y análisis de discurso GT. 1. Metodología Autor: Enrique Martín Criado (Universidad Pablo de Olavide) Todo análisis de discurso supone unas hipótesis previas sobre el discurso, la cultura –la parte simbólica de los sistemas de relaciones sociales- y la acción social – cómo se explica el comportamiento de los sujetos-. En esta ponencia, pretendo criticar algunos de los presupuestos más extendidos sobre la cultura y la acción social que subyacen a muchos análisis de discurso. Podemos resumir estos presupuestos en la siguiente fórmula: Los sujetos producen sus prácticas esencialmente a partir de la cultura interiorizada mediante el proceso de socialización. La cultura –valores, actitudes, etc.- guiaría la acción de los sujetos –que estaría más determinada por los valores interiorizados que por las constricciones de la situación-. El analista tendría que reconstruir, a partir del discurso de los sujetos, su cultura –interiorizada en forma de valores, actitudes, habitus, etc.-; esta cultura explicaría sus comportamientos. Estos presupuestos suelen ir unidos a otros: a) la cultura formaría un conjunto integrado, coherente; b) el sistema de personalidad de los individuos también formaría un conjunto integrado: habrían interiorizado mediante la socialización el sistema cultural coherente de su sociedad o grupo social. Tras las diversas prácticas y discursos de los sujetos el analista buscaría una unidad, un sistema: la unidad que asegura el sistema cultural interiorizado en la socialización. Estos presupuestos son compartidos en mayor o menor medida por las corrientes teóricas más variadas. No obstante, denominaré al conjunto de estos presupuestos hipótesis parsoniana porque fue en Parsons donde se desarrollaron plenamente. Comenzaré abordando dos supuestos centrales: a) las culturas forman sistemas integrados; b) los sujetos producen sus acciones a partir de la cultura interiorizada en un sistema de personalidad coherente. A continuación, expondré las consecuencias que la crítica de estos supuestos tiene para el análisis de discurso. 1. El mito de la integración cultural En un notable libro sobre el concepto de cultura y la teoría de la acción, Archer (1996) critica el mito de la integración cultural, que habría dominado las ciencias sociales durante el siglo XX. Este mito supone que todos los componentes de una cultura guardarían entre sí una relación de perfecta coherencia: las culturas serían totalidades integradas, estables y perfectamente discernibles como unidades separadas en la realidad. Esta concepción impera también en la arena política: en las interminables discusiones sobre las culturas de los inmigrantes, la cultura nacional o el multiculturalismo se parte de los mismos supuestos. Nada extraño: precisamente es en el terreno de la delimitación de naciones y etnias donde el término cultura ha adquirido la preeminencia que conocemos en la actualidad. El sentido contemporáneo de cultura viene ligado al desarrollo de los Estados- nación (Elias, 1987; Thiesse, 2001; Cuche, 1996). La cultura remitiría a un fondo de tradiciones y creencias común, a un espíritu común del pueblo (Volksgeist) que amalgamaría la nación. La cultura desempeña así un papel central en la construcción de naciones: éstas, definidas como los descendientes de ancestros comunes, tendrían su cohesión en una serie de realizaciones espirituales, tradiciones y costumbres supuestamente comunes. La base filosófica de esta idea se desarrolló especialmente en Alemania (Elias, 1987), y en ella jugaron un papel central los profesores universitarios de humanidades y filosofía (Ringer, 1995). Este grupo social, que le debía todo su valor 1

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El desarrollo de una perspectiva cultural y práctica en el análisis de discurso.

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  • Teoras de la accin y la cultura y anlisis de discurso GT. 1. MetodologaAutor: Enrique Martn Criado (Universidad Pablo de Olavide)

    Todo anlisis de discurso supone unas hiptesis previas sobre el discurso, la cultura la parte simblica de los sistemas de relaciones sociales- y la accin social cmo se explica el comportamiento de los sujetos-. En esta ponencia, pretendo criticar algunos de los presupuestos ms extendidos sobre la cultura y la accin social que subyacen a muchos anlisis de discurso. Podemos resumir estos presupuestos en la siguiente frmula: Los sujetos producen sus prcticas esencialmente a partir de la cultura interiorizada mediante el proceso de socializacin. La cultura valores, actitudes, etc.- guiara la accin de los sujetos que estara ms determinada por los valores interiorizados que por las constricciones de la situacin-. El analista tendra que reconstruir, a partir del discurso de los sujetos, su cultura interiorizada en forma de valores, actitudes, habitus, etc.-; esta cultura explicara sus comportamientos.

    Estos presupuestos suelen ir unidos a otros: a) la cultura formara un conjunto integrado, coherente; b) el sistema de personalidad de los individuos tambin formara un conjunto integrado: habran interiorizado mediante la socializacin el sistema cultural coherente de su sociedad o grupo social. Tras las diversas prcticas y discursos de los sujetos el analista buscara una unidad, un sistema: la unidad que asegura el sistema cultural interiorizado en la socializacin.

    Estos presupuestos son compartidos en mayor o menor medida por las corrientes tericas ms variadas. No obstante, denominar al conjunto de estos presupuestos hiptesis parsoniana porque fue en Parsons donde se desarrollaron plenamente.

    Comenzar abordando dos supuestos centrales: a) las culturas forman sistemas integrados; b) los sujetos producen sus acciones a partir de la cultura interiorizada en un sistema de personalidad coherente. A continuacin, expondr las consecuencias que la crtica de estos supuestos tiene para el anlisis de discurso.

    1. El mito de la integracin culturalEn un notable libro sobre el concepto de cultura y la teora de la accin, Archer

    (1996) critica el mito de la integracin cultural, que habra dominado las ciencias sociales durante el siglo XX. Este mito supone que todos los componentes de una cultura guardaran entre s una relacin de perfecta coherencia: las culturas seran totalidades integradas, estables y perfectamente discernibles como unidades separadas en la realidad. Esta concepcin impera tambin en la arena poltica: en las interminables discusiones sobre las culturas de los inmigrantes, la cultura nacional o el multiculturalismo se parte de los mismos supuestos. Nada extrao: precisamente es en el terreno de la delimitacin de naciones y etnias donde el trmino cultura ha adquirido la preeminencia que conocemos en la actualidad.

    El sentido contemporneo de cultura viene ligado al desarrollo de los Estados-nacin (Elias, 1987; Thiesse, 2001; Cuche, 1996). La cultura remitira a un fondo de tradiciones y creencias comn, a un espritu comn del pueblo (Volksgeist) que amalgamara la nacin. La cultura desempea as un papel central en la construccin de naciones: stas, definidas como los descendientes de ancestros comunes, tendran su cohesin en una serie de realizaciones espirituales, tradiciones y costumbres supuestamente comunes. La base filosfica de esta idea se desarroll especialmente en Alemania (Elias, 1987), y en ella jugaron un papel central los profesores universitarios de humanidades y filosofa (Ringer, 1995). Este grupo social, que le deba todo su valor

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  • social a una cultura clsica, defini la nacin de acuerdo a presupuestos idealistas: su esencia se hallaba en las realizaciones culturales. Este grupo desarroll una filosofa que le conceda la primaca a lo espiritual: la mente, la idea, los valores mueven y deberan mover el mundo. Esta filosofa se introdujo posteriormente en las ciencias sociales en parte, importada por los exiliados alemanes en Estados Unidos y Gran Bretaa.

    El desarrollo del trmino cultura en ciencias sociales se produjo esencialmente en Estados Unidos (Cuche, 1996; Kuper, 2001; Archer, 1996). Boas lo utiliza para arremeter contra las teoras raciales: la diversidad de grupos humanos no es de origen racial, sino cultural. Boas defendi tambin el trabajo de campo intensivo como principal prctica de investigacin antropolgica. Esta prctica lleva a estudiar cada cultura como una totalidad aislada. No obstante, Boas todava no formula plenamente la hiptesis de que las culturas sean todos integrados. Esta concepcin se instalar plenamente con Sapir y una parte de sus discpulos Ruth Benedict, Margaret Mead- integrados en lo que se conocera como la escuela de cultura y personalidad. La hiptesis central de esta escuela es que cada cultura constituye una totalidad integrada y coherente que determinara mediante la socializacin un estilo de comportamiento comn al conjunto de individuos que participan de ella.

    A partir de aqu, el trmino de cultura cobra cada vez ms centralidad en las ciencias sociales, con la escuela de Chicago que introduce el trmino de subculturas- o autores como Malinowski o Sorokin. Con diversas modulaciones, todos comparten el supuesto de la integracin cultural: cada cultura formara un sistema coherente e integrado, perfectamente delimitado en la realidad. Parsons integra estos supuestos en la explicacin funcionalista, al tiempo que autonomiza la cultura como un mbito que habra que estudiar por separado de las relaciones sociales y econmicas. Las culturas seran elementos simblicos, ideas o creencias, smbolos expresivos o patrones de valores y la antropologa se especializara en el sistema cultural como tal, y no en el sistema social dominio de los socilogos-. La corriente principal de la antropologa americana se dedic a estudiar la cultura como un mbito que poda ser investigado en s mismo -los smbolos slo se podran entender en sus relaciones mutuas dentro de sistemas de smbolos-. A su vez, Lvi-Strauss import esta concepcin de cultura en las ciencias sociales europeas.

    1.1. La delimitacin de culturas como operacin polticaLa concepcin de la cultura como un conjunto perfectamente integrado, con

    fronteras bien definidas, tiene una fuerte relacin con los usos polticos de la nocin. Estos usos polticos se remontan a la construccin de naciones en el siglo XIX: estas naciones se suponan conjuntos integrados, con fronteras bien definidas, que compartiran una cultura intemporal en la que se basara su unidad. Las culturas son productos de operaciones polticas: se dividen grupos y se construyen y seleccionan rasgos que supuestamente constituiran la unidad de estos grupos.

    Thiesse (2001) analiza este proceso en Europa: construir naciones requiri un prolongado trabajo de construccin simblica de un patrimonio cultural comn, supuestamente compartido por todos los incluidos en el grupo y que les diferenciara de otros grupos prximos. Los signos identitarios haban de ser supuestamente tradicionales y distintos a los de otros grupos: de ah que se seleccionaran o inventaran aquellas vestimentas, msicas, usos lingsticos o elaboraciones culinarias que ms podan diferenciar a la nacin de otras prximas y que supuestamente se remontaban a tiempos lejanos de ah que los principales representantes de esta cultura nacional fueran siempre campesinos de las zonas ms alejadas de la industrializacin -. Esta construccin nacional deja numerosas huellas en la metodologa antropolgica: sta

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  • deriva en muchos casos hacia la bsqueda de culturas autnticas en los elementos supuestamente ms tradicionales o intemporales de los grupos analizados, desdeando o atribuyendo a contaminaciones, descomposiciones o prstamos los elementos presuntamente modernos.

    Esta doble operacin trazar fronteras y seleccionar rasgos como los elementos de una cultura integrada- tambin es realizada por la poltica colonial (Amselle, 1999). El poder colonial divide a la poblacin administrada con criterios raciales ms o menos explcitos, construyendo culturas primitivas a las que se ve como intemporales, ancladas en la tradicin. Estas operaciones coloniales sientan las bases para que el antroplogo pueda comparar culturas aisladas de su desarrollo histrico y poltico, consideradas como realidades intemporales, y para que comience a seleccionar elementos de estas culturas, extraerlos de su contexto y del tejido intersocietal en que se insertan- y relacionarlos entre s como componentes de un sistema integrado y coherente. Delimitacin de fronteras, homogeneizacin de los incluidos en cada cultura y negacin de la historia constituyen los aspectos indisociables de esta construccin de culturas. As, se han relacionado culturas con tipos de parentesco, rituales, mitos, religiones: para ello, se han aislado las culturas de sus redes intersocietales y se ha ignorado su desarrollo histrico. Porque si se tienen en cuenta ambos elementos, se ve que muchos de los rasgos de una sociedad religin, parentesco, etc.- cambian con el tiempo, que son compartidos con muchas culturas prximas y que un factor central para entender estas sociedades es su continua relacin con Estados y con la colonizacin europea.

    Las culturas que el antroplogo analiza proceden de operaciones polticas: slo el olvido de esta dimensin permite hablar de culturas separadas. Una vez delimitada una cultura, y descontextualizados sus elementos del tejido intersocietal en que se hallan y de la evolucin histrica, el antroplogo puede buscar los principios que daran coherencia a todo el conjunto: considerar todos los fenmenos que encuentra como manifestaciones de un cdigo cultural subyacente. La hiptesis de la perfecta integracin de la cultura organiza la mirada impidiendo el descubrimiento de inconsistencias culturales o atribuyndolas, cuando son demasiado evidentes, a elementos externos: no habra otra dinmica que la del contacto cultural, el mestizaje o la hibridacin. En el caso del socilogo, que investiga sociedades complejas, el problema de descubrir las claves o los cdigos del sistema cultural, de reducirlo a una serie de principios coherentes, se agudiza. Por ello en muchos casos la cultura comn se reduce a unos principios muy generales y abstractos y variables de un autor a otro-. De ah que los socilogos se hayan centrado en describir culturas sectoriales subculturas juveniles, o de clase, o de oficio-, a las que han tratado en muchos casos de la misma manera que los antroplogos las sociedades primitivas: como totalidades integradas, coherentes, con fronteras bien delimitadas

    1.2. Cultura, conflicto y poderLa concepcin de la cultura como totalidad integrada ha ido unida a una

    minimizacin del papel del conflicto en la gnesis cultural. Esta evacuacin del conflicto es mxima en la teora funcionalista. Los sujetos, interiorizando mediante la socializacin la cultura de la sociedad, terminaran reproduciendo sta de forma armoniosa que, a su vez, sera un organismo perfectamente ajustado donde incluso los conflictos aparentes se explicaran por su funcin de mantenimiento de la totalidad social-. Beltrn (2004: 48-49) nos ofrece un magnfico ejemplo de esta concepcin en el estudio que realiza Pitt Rivers de Un pueblo de la sierra: Grazalema: Pitt Rivers relega en su anlisis la desigualdad entre terratenientes y jornaleros, todo conflicto de clases y

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  • la misma guerra civil, para terminar afirmando la unidad moral del pueblo, la aceptacin de los valores fundamentales de la sociedad andaluza gracias a los cuales los diferentes elementos de la estructura se mantienen unidos.

    Seguir el hilo del conflicto social nos permite abordar la cultura la dimensin simblica de los entramados de relaciones sociales1- de manera muy distinta a la que supone la metodologa que parte del mito de la integracin cultural.

    Un elemento esencial en esta perspectiva es el concepto weberiano de legitimidad. El mbito simblico supone legitimacin o deslegitimacin de posiciones, recursos, prcticas: de relaciones de dominacin. Los sistemas de categoras, las morales, las normas afianzan o socavan las jerarquas y desigualdades sociales: dividen la sociedad en grupos, otorgan o niegan derechos en funcin de la categora a que se pertenezca, justifican o impugnan jerarquas2 Por ello, las representaciones son siempre objeto de luchas y usos estratgicos: las clasificaciones prcticas estn siempre subordinadas a funciones prcticas y orientadas hacia la produccin de efectos sociales (Bourdieu, 1985: 87). En sus anlisis de sociologa de la religin, Weber nos proporciona magnficos anlisis de la cultura en estos trminos: las distintas religiones slo pueden comprenderse en el marco de las luchas entre los distintos especialistas en bienes de salvacin, as como en las relaciones que se establecen entre stos y sus clientelas, as como con los poderes polticos y econmicos. La metodologa weberiana nos muestra que slo a condicin de poner en relacin las producciones simblicas con los entramados de relaciones podemos comprender las dinmicas culturales.

    Desde el momento en que consideramos la legitimidad como algo que ejerce una fuerza propia en el mantenimiento o modificacin de las relaciones sociales, nos hallamos ante la dimensin simblica de toda relacin social como dimensin estratgica. Por ello, las culturas no son totalidades integradas, sino configuraciones inestables y heterogneas, que se transforman continuamente en las luchas entre distintos grupos sociales. Adems, como los elementos culturales de una formacin social provienen de fuentes distintas en el tiempo, el espacio, las posiciones sociales-, jams pueden estar totalmente integrados entre s, dejando margen de juego a los actores. Esto ha llevado a autores como Amselle (1999) o Swidler (1986) a concebir la cultura como un stock de recursos utilizable estratgicamente, como una reserva de recursos que los actores sociales movilizan en funcin de la coyuntura poltica (Amselle, 1999: 13).

    Esta concepcin supone un mtodo muy distinto del que plantea el mito de la integracin cultural.

    En primer lugar, no se consideraran las culturas como entidades perfectamente separadas, sino como redes de significaciones hetergeneas, que varan en las distintas posiciones sociales y en las distintas luchas entre posiciones, organizaciones, grupos

    1 El trmino cultura es utilizado de forma muy diversa por los distintos autores y escuelas. En general, se opone una definicin ideacional la cultura consiste en el mbito simblico de la realidad social: ideas, representaciones, normas- a una definicin mucho ms amplia, que incluira tambin los elementos materiales e incluso podra llegar a confundirse con el sistema de relaciones sociales. Esta ambigedad es heredera de los diversos usos polticos de la nocin, donde puede utilizarse para referirse a las conquistas intelectuales de una nacin, incluyendo o no elementos materiales monumentos, utensilios tpicos, trajes tradicionales-, o para como en el caso de las culturas primitivas- designar a poblaciones diferenciadas. Aqu utilizar el trmino siguiendo la delimitacin parsoniana, ya que es a condicin de no confundir cultura con sociedad (Carabaa, 1993) que podemos tomar como objeto de estudio la relacin entre las representaciones simblicas y los entramados de relaciones sociales.2 As, la divisin de gnero, una propiedad del sistema de relaciones sociales, va siempre acompaada de representaciones simblicas sobre lo masculino y lo femenino. He analizado uno de los esquemas culturales ligados a esta divisin el valor de la madre sacrificada- en Martn Criado, 2004.

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  • En segundo lugar, en vez de considerar los elementos simblicos como un conjunto coherente, se tratara de desagregar los distintos elementos simblicos presentes en una constelacin histrica determinada para seguir sus distintas historias y relaciones. Las culturas no son totalidades integradas debido a su manipulacin estratgica, pero tambin debido a que proceden de fuentes distintas3 en el tiempo, el espacio, las posiciones sociales-: ello obliga al analista a tener en cuenta las dinmicas productoras de representaciones simblicas en los distintos mbitos sociales. Podramos diferenciar dos niveles diferentes en los procesos de cambio o mantenimiento cultural. Por un lado, el nivel constituido por los especialistas en la produccin de bienes simblicos (sacerdotes, especialistas del cuerpo o la psique, de la educacin, productores culturales, cientficos, idelogos polticos, etc.): aqu hallaramos, siguiendo el modelo de la sociologa de la religin weberiana, dinmicas de competencia entre especialistas en el interior de cada campo, as como alianzas o conflictos con grupos externos (poderes polticos, econmicos, etc.), que nos explicaran la dinmica cultural. A su vez, estas elaboraciones culturales sern difundidas a o apropiadas por- distintos grupos de profanos, que las reinterpretarn y modelarn de acuerdo a sus distintas posiciones sociales, condiciones de vida, esquemas simblicos previos, etc., a su vez que las utilizarn estratgicamente en sus propias luchas materiales y simblicas.

    Por ltimo, el anlisis de los elementos culturales habra de considerar stos siempre en su vertiente estratgica, relacionndolos con los conflictos que se producen entre distintas posiciones sociales.

    2. La accin y la cultura interiorizadaUn segundo supuesto de muchos anlisis de discurso y teoras sociolgicas es

    que los comportamientos se explican esencialmente de las culturas interiorizadas por los sujetos. Esto es especialmente claro en la teora de Parsons: la accin social y la cohesin de los sistemas sociales se explican por la interiorizacin, mediante la socializacin, de un sistema de orientaciones normativas, de una cultura compartida. La coordinacin entre los sujetos slo es posible si stos comparten una cultura comn: si existe orden social, es porque los sujetos han sido perfectamente socializados. La teora de la socializacin de Parsons supone la progresiva interiorizacin en el sistema de la personalidad de la cultura de la sociedad: este proceso llega a su fin con la crisis de la adolescencia, en torno a los 16 aos. Resuelta esa crisis el individuo ha interiorizado la cultura en un sistema de personalidad estable e integrado, que ya no se modificara salvo circunstancias excepcionales4.

    Esta concepcin de la socializacin supone: a) los sujetos son socializados en un sistema de influencias convergente, que provoca que su personalidad sea un sistema estable e integrado; b) la personalidad se mantiene estable a lo largo de la vida; salvo en casos extremos de resocializacin, el programa cultural interiorizado persistira. Ambas hiptesis son complementarias: si el programa cultural persiste, es porque la personalidad forma un sistema estable e integrado formado en un entorno socializador coherente; esa integracin de la personalidad la hara poco permeable a modificaciones por los sistemas de relaciones en que se hallara situado el individuo. Y ambas son 3 Ello concede amplio margen de juego a los actores, que pueden optar por construcciones simblicas distintas en funcin de sus apuestas materiales o simblicas: ya no seran simples portadores de culturas o tontos culturales, sino que podran manejar estratgicamente distintos elementos del heterogneo stock o repertorio de recursos culturales disponible en un momento y lugar determinado. He analizado algunas de estas estrategias en las representaciones sobre alimentacin sana en Martn Criado, 2004.4 Estos supuestos, con diversas modulaciones, son compartidos por muchas teoras sociolgicas p. ej., por la teora del habitus de Bourdieu-.

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  • solidarias con la concepcin de la cultura como sistema integrado: si la cultura consistiera en un stock inestable y heterogneo, no sera posible esa socializacin en una cultura integrada.

    2.1. Del sistema de personalidad integrado a los sujetos plurales

    El supuesto de la socializacin en un entorno coherente es poco realista. Ni siquiera la familia suele formar un entorno coherente de socializacin (Lahire, 1995). Las familias cuyos miembros comparten las mismas disposiciones, los mismos objetivos de socializacin y que disponen de los medios intelectuales y materiales para llevar a cabo esta tarea de forma coherente y coordinada constituyen la excepcin, no la regla. Adems, el nio se halla sometido a las influencias socializadoras de los grupos de pares, que suelen ir en sentidos divergentes (Harris, 2003).

    El nio rara vez es el receptor de una cultura coherente e integrada: se halla en un entramado de relaciones con influencias parcialmente divergentes. Por ello, la socializacin no suele producir sujetos con un sistema de personalidad compacto, coherente, sino con conjuntos parcialmente contradictorios de disposiciones que podran activarse de forma diferencial en funcin de las nuevas situaciones a que el sujeto se viera sometido. En la medida en que la sociedad no constituya un medio homogneo, sino un entramado de relaciones y de campos con lgicas distintas, esta experiencia sera la ms habitual. El sistema de personalidad coherente e integrado sera un caso lmite y poco probable- del abanico de posibilidades de constitucin de las disposiciones de los individuos. La socializacin en contextos sociales mltiples y heterogneos producira actores con repertorios diferenciados de esquemas de percepcin y accin (Lahire, 1998).

    A la heterogeneidad de las disposiciones inculcadas en el proceso de socializacin hemos de aadirle el desajuste entre el pasado y el presente: los sujetos rara vez actan en situaciones similares a aquellas en que fueron socializados. En primer lugar, por la propia dinmica del cambio social, que lleva a una continua tensin entre el pasado incorporado y el presente. En segundo lugar, a las discordancias motivadas por rupturas en las trayectorias biogrficas de los individuos (Lahire, 1998: 57-58): desplazamientos de un universo social a otro servicio militar, prisin, emigracin-; rupturas en las trayectorias individuales desclasamiento, jubilacin, paro-; mltiples desajustes dispersos que provocan crisis entre las disposiciones incorporadas y las situaciones nuevas

    Tenemos, as, un doble desajuste: de las disposiciones incorporadas entre s al estar el sujeto sometido a influencias socializadoras divergentes-, entre las condiciones de produccin y de funcionamiento de las disposiciones. Este doble desajuste permite un juego de las socializaciones secundarias que no se reduce a consolidar los esquemas internalizados en la socializacin primaria. En otras palabras, frente a la teora de la accin como determinada por los programas culturales interiorizados, las dinmicas sociales modifican a los sujetos.

    Las distintas posiciones que los sujetos ocupan suponen continuas constricciones sobre su comportamiento, ms all de sus voluntades y conciencias, y terminan modificndolos. Ya Merton (1980:99) mostr que el hecho de ocupar una posicin en una burocracia modifica la personalidad de los individuos. Es lo que expresa el concepto de carrera moral (Becker, 2009; Goffman, 1970): toda posicin modifica lentamente la personalidad del sujeto, sus creencias sobre s mismo y los otros. Latour y Woolgar (1988: 191-220) lo muestran con su ciclo de credibilidad en la produccin cientfica: el reconocimiento cientfico es imprescindible para obtener subvenciones;

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  • stas son necesarias para adquirir instrumental y reclutar colaboradores; stos son necesarios para producir datos y artculos que, a su vez, son necesarios para obtener un reconocimiento cientfico En esta dinmica circular, da igual la motivacin inicial del investigador: el ciclo de credibilidad supone una estructura de coacciones a la que nadie dentro del campo cientfico puede escapar bajo riesgo de quedar fuera de juego.

    En muchos casos, a diferencia de lo que plantea la teora de la accin parsoniana, los cambios en los comportamientos debidos a cambios en los entramados de relaciones- precedan a los cambios culturales. Marvin Harris, basndose en una investigacin de Valerie Oppenheimer (1982), nos ofrece un ejemplo: en Estados Unidos, hasta la dcada de 1970, la concepcin legtima mayoritaria sobre la divisin de gnero estipulaba que la mujer, tras casarse, deba renunciar a trabajar fuera del hogar y centrarse en la familia. Sin embargo, la participacin de las mujeres en el trabajo asalariado comenz a generalizarse en el decenio de 1950, debido al auge del sector de servicios y a la creciente dificultad de las clases medias para mantener un nivel de vida adecuado a su estatus con un solo salario. Las mujeres consideraron inicialmente sus trabajos como medidas temporales de emergencia, pero progresivamente fueron compitiendo por los puestos mejor pagados: nada prueba que estos cambios sustanciales en la participacin de la mujer en la mano de obra fueran motivados por cambios previos en las actitudes con respecto al papel de cada gnero. Por el contrario, vinieron despus que los cambios comportamentales, lo que indica que los cambios en la conducta propiciaron gradualmente cambios en el papel atribuido a los gneros, ms que a la inversa (Oppenheimer, 1982: 30, cit. en Harris, 2004: 25).

    La causalidad entre conciencias y prcticas suele seguir el camino inverso del que pretende la teora de la accin parsoniana. Para sta, las culturas interiorizadas en las conciencias determinan las prcticas. Sin embargo, en muchos casos las prcticas son determinadas por las coacciones de la posicin ocupada y de la situacin; una vez realizadas, las prcticas tienden a legitimarse. Becker (2009b: 85-90) lo seala en sus trucos del oficio. El investigador no debe preguntar por qu hizo usted tal cosa?: recibir como respuesta una justificacin de la accin, un motivo socialmente aprobado. La pregunta pide una razn. Por el contrario, ha de preguntar cmo lleg a hacer tal cosa o a tal situacin? Las acciones no se realizan en muchos casos porque se decidan a partir de valores, sino porque los sucesos se van encadenando, abriendo unas lneas de accin y cerrando otras, y porque en este encadenamiento de sucesos es tan importante lo que hacen los dems como muestra el concepto de interdependencia (Elias)- como lo que hace uno mismo.

    La teora de la disonancia cognitiva nos lleva a conclusiones similares. Beauvois (2008) nos muestra que no debemos confundir las causas que determinan la conducta con las razones que se dan de la misma: aunque las primeras nos sean en muchos casos desconocidas, tendemos siempre a dar razones, para lo que tenemos teoras a mano. Tambin nos muestra que solemos cometer el error fundamental de atribucin: tendemos a atribuir las conductas de las personas a rasgos internos de personalidad, y no a constricciones de la situacin. Es ms, esta norma de internalidad se busca la determinacin de la accin en rasgos internos del individuo- constituye la forma legtima de presentarse: de ah que si preguntamos por qu?, habitualmente obtengamos una respuesta en trminos de razones, motivos, valores o voluntades, y no en trminos de constricciones situacionales.

    La teora de la disonancia cognitiva nos muestra adems que nuestras acciones, determinadas en parte por constricciones situacionales, suelen modificar nuestras representaciones. Un caso particular es el de la sumisin forzada: a una persona se le pone en una situacin en la que resulta difcil negarse a realizar una accin que le

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  • resulta desagradable o contraria a sus creencias. Si se le da apariencia de libertad a su accin mediante una mera frmula verbal: por supuesto, usted elige-, y si la recompensa por realizarla es tan pequea que no puede justificar haber seguido ese curso de accin, el sujeto tender a hallar las buenas razones por las que hizo lo que se vio forzado a hacer. Asimismo, si un individuo se ve forzado por la situacin a manifestarse de forma contraria a sus creencias previas, tender a cambiar stas para reducir la disonancia (Festinger y Aronson, 1982).

    Las situaciones de los experimentos de disonancia cognitiva no son muy distintas de las de la vida cotidiana. Habitualmente emprendemos cursos de accin que no se corresponden con nuestras creencias previas. Ello puede llevar a cambiar las creencias. Aunque en muchas ocasiones tambin podemos seguir actuando en contra de las creencias sin mayores problemas no siempre se tiende al equilibrio cognitivo, como supone la teora de la disonancia, entre otras cosas porque los sujetos son plurales, tienen un stock diverso de esquemas cognitivos aplicables segn la situacin-. Como defiende Swidler (1986: 280), la gente profesa ideales que no sigue, repite tpicos sin examinar su validez o cae en el cinismo o la indiferencia con la seguridad de que el mundo seguir marchando igual.

    3. Configuraciones simblicas y sujetos pluralesRecapitulemos. En lugar de culturas integradas, tenemos configuraciones

    simblicas hetergeneas, stocks de recursos culturales utilizables estratgicamente por los diversos sujetos y grupos sociales en sus tcticas por conseguir recursos, por acceder a posiciones o por legitimar sus prcticas y situaciones. Esta dimensin estratgica produce una continua circulacin de los elementos culturales y la coexistencia de recursos culturales heterogneos, incluso contradictorios.

    Por otro lado, en lugar de sujetos programados por las culturas interiorizadas en las primeras socializaciones, tenemos sujetos plurales, socializados en el seno de influencias divergentes, con un stock heterogneo de disposiciones prestas a activarse de forma diferencial en funcin de la situacin. Las prcticas cotidianas sern funcin, en parte, de los esquemas culturales incorporados en el pasado, pero tambin de las coacciones inmediatas que comporte la situacin. Ello llevar a continuas discordancias entre las prcticas y las creencias y a continuas adaptaciones estratgicas de las creencias para legitimar las prcticas. A su vez, estas estrategias son posibles porque los sujetos son plurales son depositarios de recursos culturales dispares- y porque en cada sociedad existe un stock de recursos culturales variado y contradictorio, que permite un margen de maniobra a las estrategias simblicas de los distintos grupos e individuos. La relacin entre creencias y prcticas funciona en ambos sentidos.

    Esta discordancia entre prcticas y creencias y entre distintos grupos de creencias constituye un hecho bsico de la estructura social. Merton lo sealaba en su ensayo sobre la ambivalencia sociolgica, definida como las expectativas incompatibles que con carcter normativo se asignan a las actitudes, creencias y comportamientos ligados a un estatus (es decir, una posicin social) o a un grupo de estatus en una sociedad (1980:18). En este ensayo, Merton identificaba seis fuentes principales de ambivalencia en la estructura social: a) las expectativas contradictorias que pueden pesar sobre un mismo cometido social; b) el conflicto entre las normas y expectativas que comporta cada una de las distintas posiciones sociales ocupadas por cada persona, que lleva a un comportamiento a base de componendas; c) el conflicto entre los distintos cometidos asociados a un mismo estatus; d) la existencia de valores culturales contradictorios que se espera que mantengan todos los miembros de una sociedad; e) la disyuncin entre las aspiraciones prescritas culturalmente y las

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  • posibilidades estructurales para realizar esas aspiraciones; f) la experiencia de haber vivido en dos o ms sociedades o grupos sociales, con valores que difieren entre s.

    Estas fuentes de ambivalencia son estructurales porque no dependen de las personas, sino de las posiciones. Podemos verlo en el caso de la quinta fuente de ambivalencia. Muchas de las aspiraciones prescritas culturalmente son elaboradas por cuerpos de especialistas, como los expertos en bienes de salvacin en el ms all (religiones de salvacin) o en el ms ac (especialistas en manipulaciones psquicas o corporales que prometen una vida mejor)-. Estos tienen inters en hacer necesarios sus servicios: para ello, una tctica comn es problematizar los comportamientos ms comunes y proponer unas vas de salvacin de difcil acceso que requeriran, al final, el concurso de un experto-. Cuando estos especialistas logran definir la legitimidad de las prcticas del conjunto de la poblacin en su mbito concreto salud, nutricin, sexualidad, educacin, maternidad, etc.-, introducen unas exigencias de salvacin poco accesibles. Ello provoca que la mayora de la poblacin, en sus prcticas cotidianas, se halle bastante lejos de lo que se considera legtimo, esto es, que sus prcticas se hallen continuamente en tensin con sus creencias sobre lo que se debe hacer.

    A estas fuentes de ambivalencia hemos de aadirle la propia dinmica de cambio social, que provoca que las personas habitualmente acten en circunstancias distintas de aquellas en que fueron socializadas. Por ello, los sujetos habitualmente se hallan en tensin entre el pasado incorporado y la situacin presente, tensiones que empujan hacia cambios parciales de los esquemas incorporados, hacia alternancias entre esquemas antiguos y nuevos, hacia sntesis ms o menos contradictorias entre lo heredado del pasado y lo que exige el presente.

    4. Anlisis del discurso y pragmticaLas teoras de la accin y de la cultura que hemos criticado se hallan en la base

    de muchas prcticas corrientes de anlisis de discurso en ciencias sociales. Podemos resumir estas prcticas en las siguientes ideas. En primer lugar, los discursos se toman como expresin de las culturas interiorizadas de los sujetos. El analista busca, tras los enunciados, valores, actitudes, esquemas mentales. En segundo lugar, el analista buscara la coherencia de estos contenidos de conciencia: intentara agruparlos en una cultura coherente e integrada. Por ltimo, se explican los comportamientos como una puesta en prctica de estos contenidos de conciencia: las culturas explicaran las prcticas. De esta manera, se cae en argumentos circulares: de los enunciados sobre los comportamientos se infieren entes mentales culturas, actitudes, etc.- que explicaran los comportamientos.

    Esta prctica de anlisis se materializa, en muchos casos, en el siguiente procedimiento. Primero, se ordena el discurso por temas. Segundo, se agrupan las opiniones de los sujetos entrevistados o del grupo de discusin en conjuntos coherentes: se diferencian a los sujetos analizados por paquetes de opiniones. Por ltimo, se postula que la diferencia de prcticas se explica por la diferencia de los paquetes de opiniones.

    Frente a este tipo de anlisis, el que aqu se propugna es muy distinto. Para presentarlo, recapitular primero las ideas principales que he desarrollado: a) los sujetos no producen sus prcticas nicamente a partir de sus ideas, sino en un espacio de constricciones que les fuerza en mayor o menor medida- a seguir determinados cursos de accin, en muchas ocasiones a pesar de sus creencias, valores, etc.; b) los sujetos no son depositarios de culturas integradas, sino que poseen y pueden movilizar stocks de recursos culturales variados y en muchos casos incoherentes entre s; c) la discordancia

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  • entre prcticas y creencias suele llevar aunque no es necesario- a manipulaciones estratgicas de los elementos culturales para legitimar las prcticas; estas manipulaciones pueden ser diversas en el mismo sujeto, ya que se confronta, en su vida cotidiana, a relaciones sociales muy distintas por lo que puede decir cosas distintas en distintas situaciones, ante distintos interlocutores-.

    Estas ideas se corresponden con un anlisis de discurso que contemple los enunciados, no como expresin de entidades mentales interiorizadas, sino como producto de manipulaciones estratgicas, como jugadas de presentacin de s , de legitimacin de las propias situaciones, posiciones o prcticas a partir del stock de recursos simblicos disponible. Ello no quiere decir que los sujetos sean meros jugadores cnicos y todo discurso mera racionalizacin. Entre ideas y prcticas hay un doble movimiento. Por un lado, las prcticas son en parte funcin de las ideas o creencias previas. Pero, por otro, estas ideas o creencias se alteran en funcin de las prcticas efectivas. El analista debe, as, estar atento a estos vaivenes, dilucidar: a) los esquemas simblicos a partir de los que se intentan producir las prcticas y dar cuenta de ellas; b) las coacciones que pesan sobre los comportamientos, alejndolos de lo que se considera que se debera o querra hacer; c) el manejo estratgico de los esquemas simblicos para legitimar las prcticas efectivas.

    En este tipo de anlisis, se renuncia a ver todo enunciado como simple expresin de la cultura interiorizada. Por el contrario, el problema al que se confronta el analista es distinguir esquemas simblicos generales producto de la historia del sujeto- y manipulaciones estratgicas concretas para legitimar las prcticas-. Para ello, el analista tiene varios medios: a) seguir minuciosamente las estrategias de presentacin de s en el discurso y la evolucin de la censura estructural; b) situar todo discurso en un espacio de discursos; c) tomar como punto de partida las constricciones que pesan sobre la accin; d) centrarse en los vaivenes, incoherencias y contradicciones del discurso; e) situar las opiniones sobre un mbito de las prcticas en el conjunto general de prcticas y discursos del sujeto

    A. Rastrear las estrategias de presentacin de s y la evolucin de la censura estructural.

    Tener en cuenta las manipulaciones estratgicas de los repertorios simblicos nos permite enlazar el anlisis macro con el micro de la situacin en que se produce el discurso. El analista del discurso ha de considerar todo enunciado como una jugada en la interaccin: todo discurso se produce en una situacin, frente a determinados interlocutores, donde hay una censura estructural (Bourdieu, 1985) que pesa sobre lo que se puede y se debe decir (Martn Criado, 1991, 1997, 1998). En funcin de la situacin, los sujetos producirn un tipo de discurso. Ello no debe llevarnos a ver los discursos como simples mscaras: los sujetos adaptan sus discursos, pero tambin el resto de sus prcticas, en funcin de la situacin y el analista ha de reconstruir este juego de acciones y discursos que nos remite a la variedad de esquemas simblicos y de constricciones que encuentran los sujetos en las diversas situaciones. La presentacin en pblico de los sujetos forma parte de su realidad: su manipulacin estratgica de su presentacin de s es un componente particular de su manipulacin estratgica general de los repertorios simblicos disponibles y un aspecto particular de su realidad como sujetos plurales. El anlisis de la negociacin del sentido que se produce en la conversacin y de las estrategias simblicas que ponen en juego los sujetos en la interaccin se revela as como un importante medio de acceso a sus estrategias simblicas y prcticas generales.

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  • Un importante recurso aqu es la descripcin minuciosa de la censura estructural de la situacin en que se produce el discurso. As, los grupos de discusin suelen comenzar con los discursos que todos consideran ms legtimos; progresivamente, se va estableciendo una complicidad entre algunos participantes -no actuamos exactamente as, hay constricciones que nos lo impiden-, y se va redefiniendo lo que se puede y lo que se debe hacer. Estas evoluciones no deben llevarnos a ver el discurso inicial como mera mscara que ocultara al sujeto verdadero: la concepcin de lo que se considera legtimo forma parte de la realidad de estos sujetos y pesa sobre sus prcticas. Por ello, estas evoluciones forman un elemento muy valioso para el anlisis: nos muestran las legitimidades en juego, las constricciones que impiden hacer lo que se considera que se debe hacer, la tensin entre distintas legitimidades, las estrategias simblicas para hacer frente a estas tensiones. B. Situar todo discurso en un espacio de discursos.

    Los discursos, las categoras se juegan en un espacio de acusaciones y defensas: mediante ellos se legitiman y deslegitiman posiciones, situaciones, prcticas. Todo sujeto se encuentra ante un espacio de posibles discursivos y simblicos que definen legitimidades, y ante el que ha de situarse para justificar sus prcticas. Por ello, todo discurso slo puede entenderse como toma de posicin ante otros posicionamientos: as, para comprender lo que dicen las madres en torno a la maternidad o la educacin de los hijos habra que reconstruir el espacio de discursos que definen qu es una buena madre o en qu consiste educar bien. Al situar los discursos en este espacio podemos comenzar a ver su aspecto estratgico: las legitimidades frente a las que se posiciona, su utilizacin de una parte del repertorio simblico disponible, los argumentos a los que contesta. El espacio de diferencias discursivas se nos presenta como un espacio de posibles estratgicos, y cada posicin discursiva cobra sentido por su posicionamiento frente a otros posibles discursivos. Al igual que no se pueden entender los movimientos de un tenista sin tener en cuenta los de su rival, no se pueden comprender las jugadas discursivas de un sujeto sin situarlas en el espacio de posibles discursivos.

    Aunque este espacio de posibles discursivos ha de determinarse en cada investigacin, podemos sealar, en investigaciones mediante entrevistas y grupos de discusin, dos espacios concretos donde el analista puede comenzar a buscar: a) discursos que gozan de legitimidad general; b) discursos de los prximos sociales.

    En primer lugar, en multitud de mbitos, tenemos especialistas que definen las prcticas legtimas: mdicos, psiclogos, pedagogos, etc. En la actualidad, tenemos expertos y discursos legtimos sobre lo que se debe hacer en prcticamente cualquier mbito de actividad. Todo discurso y toda prctica han de situarse frente a estos discursos expertos de legitimidad general: aceptndolos, impugnndolos o adoptndolos adaptndolos a las circunstancias particulares. Esta apropiacin estratgica de los discursos expertos suele verse favorecida por un hecho: el campo de discursos legtimos rara vez forma un conjunto compacto, sino que ofrece por las luchas entre expertos por hacerse con las posiciones dominantes en su campo especfico- un abanico de alternativas, de posibles discursivos.

    En segundo lugar, los sujetos elaboran sus estrategias simblicas en sus espacios de relaciones sociales cotidianas: sus grupos de referencia suelen ser sus prximos sociales, aquellos con quienes viven y discuten cotidianamente. En las redes de relaciones inmediatas, cotidianas, circulan recursos y favores, pero tambin juicios que evalan el valor de cada persona, su conformidad a lo que el grupo considera correcto. Por ello, comparar los discursos de cada sujeto o grupo, o posicin- con los discursos

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  • de las posiciones ms cercanas ofrece siempre importantes elementos para entender frente a qu otros posibles discursivos se posiciona5.

    Otro punto a tener en cuenta en este anlisis: la jerarqua de posiciones suele corresponderse con una jerarqua simblica de legitimidades de los discursos. El analista ha de tener siempre en cuenta la jerarqua de posiciones objetivas para entender la jerarqua de discursos y las estrategias simblicas de cada posicin.

    C. Tomar como punto de partida las constricciones que pesan sobre la accin

    El analista habra de estar muy atento a las constricciones que pesan sobre la accin de los sujetos. Como hemos visto, las acciones no se derivan nicamente de las ideas: tambin se produce el movimiento inverso. Por ello, el analista ha de comenzar preguntndose: qu puede forzar a los sujetos a seguir determinadas lneas de accin? A partir de ah, puede preguntarse en qu medida los argumentos que se manejan, las fronteras que se establecen entre categoras, las legitimidades que se defienden o impugnan sirven como justificaciones de los cursos de accin emprendidos. En otras palabras, la pregunta que ha de mover el anlisis es: por qu le conviene decir esto?, qu defiende al establecer estas distinciones? para qu le sirve este argumento? Con ello no queremos decir que toda argumentacin sea una justificacin cnica. Por un lado, como muestra la teora de la disonancia cognitiva, uno puede creer sinceramente lo que le conviene creer. Por otro, uno puede seguir creyendo cosas que no le conviene creer. Pero hemos de plantear como hiptesis de partida este componente estratgico: para encontrar, hay que buscar.

    Las constricciones que pesan sobre la accin, la ambivalencia de las posiciones que se ocupan prescripciones contradictorias o imposibles de cumplir, etc.- nos ofrecen as un elemento esencial para comprender tanto las prcticas como las estrategias simblicas. Poniendo en relacin estas constricciones y tensiones con las legitimidades percibidas, tenemos los dos principales elementos para comprender cmo se manipulan los repertorios simblicos.

    D. Centrarse en los vaivenes, incoherencias y contradicciones del discurso

    En la perspectiva de la cultura como un conjunto coherente e integrado, el analista busca la coherencia que subyacera a los distintos elementos simblicos. Para este anlisis, no encontrar la coherencia subyacente es un fracaso del analista: de ah que las incoherencias o contradicciones intenten reducirse o anularse. Desde la perspectiva que defendemos, el analista ha de buscar tanto las coherencias entre los distintos elementos simblicos como sus incongruencias y contradicciones: los sujetos pueden partir de esquemas simblicos coherentes, pero tambin toman prestados elementos de distintos paquetes simblicos y hacen componendas ms o menos coherentes la racionalidad prctica no tiene la coherencia lgica de la racionalidad terica (Bourdieu, 1980)-. Adems, en la medida en que las prcticas no se derivan nicamente de las creencias, encontramos incoherencias entre las prcticas y las creencias o entre diversos tipos de creencias, como nos muestran el concepto de ambivalencia sociolgica o la concepcin del sujeto plural.

    5 Ello explica en parte la mayor potencialidad del grupo de discusin frente a la entrevista en profundidad para analizar los esquemas simblicos. Mientras en la entrevista el entrevistado suele presentarse ante el investigador quien, como universitario, suele representar la legitimidad social general-, en el grupo de discusin cada participante ha de presentarse ante el resto del grupo, compuesto por prximos sociales.

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  • Los sujetos suelen hallarse en tensin: entre sus prcticas y sus creencias, entre el pasado incorporado y las constricciones de la situacin presente, entre distintos paquetes simblicos para darle sentido y legitimar sus prcticas. Esta tensin, lejos de ser excepcional, es la situacin ms habitual. Basta pensar en los discursos expertos: como hemos sealado, estos discursos suelen postular unos baremos muy restrictivos de comportamiento correcto, por lo que la mayora de los sujetos encuentran que sus prcticas no se corresponden con lo que consideran legtimo.

    Las oscilaciones, contradicciones e incoherencias del discurso constituyen un elemento esencial del anlisis. Analizando estas oscilaciones segn los interlocutores, las argumentaciones, la evolucin de la censura estructural de la situacin, podemos comprender las tensiones en que se mueven las prcticas cotidianas, los distintos marcos de sentido que se aplican, la ambivalencia entre distintas normas y legitimidades, las estrategias con los repertorios simblicos disponibles6.

    E. Situar las opiniones sobre un mbito concreto en el conjunto general de enunciados y estrategias simblicas

    Este punto se aleja enormemente de lo que se ha convertido en un procedimiento estndar de analizar el discurso: separarlo en paquetes por temas, etc.- para ir viendo las opiniones y tras ellas, actitudes, valores, etc.- sobre cada tema. Este procedimiento, aparte de reducir los enunciados a repertorios de opiniones, tiene un peligro: deja fuera importantes elementos de anlisis al desconectar los distintos mbitos de prcticas. Las estrategias simblicas de presentacin de s se juegan a la vez en diversos tableros: un enunciado sobre la contaminacin de la alimentacin puede ser una jugada en el tablero por definir lo que es una buena madre (Martn Criado, 2004). Por ello, en lugar de emprender el anlisis por parcelas desconectadas, se impone relacionar los enunciados sobre distintos mbitos a partir de su componente estratgica. La pregunta para qu sirve este enunciado o categora? nos lleva a poner en relacin enunciados muy diversos con las apuestas centrales de legitimidad en juego qu es una buena madre, qu es educar bien, etc.-. Ello supone un desplazamiento fundamental en la bsqueda de la coherencia de los discursos: en lugar de buscarla en una cultura integrada, en un sistema simblico coherente, hay que buscarla en la posicin que se ocupa y en las estrategias por defender lo que se es y lo que se hace, en el espacio de constricciones prcticas y de legitimidades que coartan la accin de los sujetos y ante las que stos elaboran estrategias prcticas y simblicas para hacerles frente.

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    6 Un ejemplo de este tipo de anlisis puede verse en Martn Criado, 2010.

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    1. El mito de la integracin cultural1.1. La delimitacin de culturas como operacin poltica1.2. Cultura, conflicto y poder

    2. La accin y la cultura interiorizada2.1. Del sistema de personalidad integrado a los sujetos plurales

    3. Configuraciones simblicas y sujetos plurales4. Anlisis del discurso y pragmticaBibliografa