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TERCERA EPOCA REVISTA HISPANO - AMERICANA - NUM. 248

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fe... si el Estadoes mi pensamiento,

si el Estado

es mi voluntad,

si el Estado

es mi maestro,

doy en el absolutismo

porque el Estado

me roba mi alma."

Emilio Castelar

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SUMARIO

N.o„ 248

CARTAS DE LA COMUNIDAD 5EDITORIAL 6SOCRATES ANTE SU MUERTE 10DEMOSTENES ANTE LA DERROTA DE QUERONEA 12ORACION DE CORT ANTE SU EJERCITO DERROTADO

EPITOME DE LA ELOCUENCIA ESPAÑOLA. Francisco JoséArtiga

EMILIO CASTELAR¿QUIEN MANDA EN EL MUNDO? José Ortega y GassetLA FAMILIA HISPANA EN LA FAMILIA UNIVERSAL. Salva-

dor de MadariagaLOS ARABES. Antonio CondeDEL DIARIO DE GABINETE DE JOSEPHUS DANIELSLA PALABRA HABLADA: EL VASTO MURAL. FM

ROGER VON GUNCATARINA DE SA

E171820

1 361

Flórez ..,,^, ^..54

EN LA MONTANA DE HACAVITZ. Roberto Cabral del HoyoL 55ERMI O ABREU GOMEZ (in memoriam). Carlo AntonioCastro

58ERMILO ABREU GÓMEZ Y EL INCIENSO-DE LAS PAJUELAS.

Margarita Paz ParedesE

59SCRITORES DEL 98. Víctor Maicas 60SOBRE CASTELAR. Angel Pulido 62

GUILLERMO DE TORRE. Joaquim Montezuma de CarvalhoO 66J SE GOROSTIZA (estudio) 70LA FUENTE TURBIA. Amable González 76DOS POEMAS DE SOFIA ACOS-IA 77

TRES POEMAS DE ALFONSO CADALZO RUIZ 78TRES POEMAS DE ALBINO SUARFZ 79PORTADA. Roger Von Gunten

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Publicación bimestral del Fren-te de Afirmación Hispanista, A.C.Lago Ginebra No. 47 C, México17, D.F. Tel.: 541-15-46 . Regis-trada como correspondencia de2a. clase en la Administraciónde Correos No. 1 de México, D.F.el día 14 de junio de 1963.

Fundador: Alfonso CamínMeana.

Miembro de la Cámara Nacionalde la Industria Editorial.

DIRECTOR

Fredo Arias de la Canal, L.A.E.

ASESORES CULTURALES

Leopoldo de SamaniegoMiguel Malo Zozaya

COORDINACION

Daniel García Caballero

DISEÑO GRAFICOJorge Silva Izazaga

SECCION POETICA

Juan Cervera

COLABORADORES: VíctorMaicas, Emilio Marín Pérez,Albino Suárez, Braulio Sán-chez Saez, J o a q u í m Monte-zuma de Carvalho, AgustínContin, Berenice Garmendia,Juan López, Ernesto LehfeldMiller y Cuauhtémoc Resén-diz N.

El contenido de cada artículopublicado en esta revista, esde la exclusiva responsabili-dad de su firmante.

Impresa y encuadernada enlos talleres de IMPRESOS RE-FORMA, S.A., Dr. Andrade 42Tels.: 578-81-85 y 578-67-48,

México 7, D.F.

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de lamunidad

'el envio de lae de las más ¡m-

y primera ende:Vis, derechos de la

ii d . top } grandes escritores. ella, los impor-

I ntonio VarillasN L

recibido los magníficos elem-s ^ de NORTE revista hispano-i`cana ,' verdadera bandera de los

.altos ideales que tantos hombres dehabló, hispana han hecho suyos paralos años por venir.

Veo con agrado que nuestros ver-daderos valores culturales se estánreivindicando para hacer a un ladolos planes exteriores de desorienta-ción cultural masiva a que hemossido sujetos durante 150 años, den-tro del vasto programa a largo al-cance para mantener en un estadode sujeción permanente a la AméricaE.spatlola , a la que se ha reducidopor el axioma "Divide y vencerás"a un grupo de naciones débiles y

trata, la calidadla belleza de las

lo atractivo del dio-tracen más importante

cartascartascartascartascartascartascartas

por lo tanto enfermas que dificilserá que puedan sobrevivir, dentrode la teoría darwinista , a la selección natural del más fuerte en lospróximos siglos. Las grandes poten-cias observan a nuestras naciones dela misma forma en que nosotros lohacemos con nuestros ixtleros yhenequeneros cuya degeneración ra-cial los lleva al exterminio paulatinopero seguro.

Dentro del desolador panoramade nuestro futuro económico, tantopeor cuanto más se burocratice, nosqueda , como hombres hispanos, laresponsabilidad ineludible antela historia de salvar nuestra cultura,única cosa que sobrevivirá cuandohaya muerto nuestra civilización.

Por último, y saliéndome del te-ma, le ruego me aclaren si se hareproducido el libro de la Descrit-tione dalla gran citta e ¡sola Temis-titan.

Femando Bravo

*Este rarísimo libro lo posee don Ma-nuel Porrúa, quien nos hizo el favor defacilitarnos una copia de la carátula, yentendemos que no ha sido traducido nireproducido. Este grabado de la ciudadde Temistitan lo publicamos en nuestrosnúmeros 242 y 245.

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EDITORIAL

LA RETORICA

En homenaje al insigneorador español que fue eldoctor don Félix Martí

Ibáñez.

Si cierto es que lo que más une a un pueblo sonsus glorias o sus tristezas comunes, el enlace espiritualde sus comunes recuerdos no puede ser otra cosa quela lengua que junto con la historia componen los ele-mentos básicos de la nacionalidad, pues lógico es que losgrandes apologistas de la patria tengan por fuerza queser los grandes retóricos, consumados oradores que tie-nen la facultad de amoldar la lengua a los más excelsossentimientos del espíritu, a los conceptos más abne-gados de la humanidad, y a la dinámica vital de todoprogreso; pero que con la demagogia pueden desviarel destino de las gentes hacia los profundos abismosde la guerra y del suicidio.

Egregios oradores han surgido en aquellos pueblosque poseían el concepto ideal de la dignidad, del amorpropio, del buen nombre, del honor, de la vergüenza,pueblos cuyos hombres no concebían la vida cuandose había perdido la honra, y de estos pueblos ha dadodos ejemplos la historia: Grecia la descubridora de Euro-pa y España la descubridora de América. Sólo los griegosy los españoles pudieron parir Horneros, Demóstenes,Camoens y Castelares, porque los oradores de otraslatitudes, aunque poseedores de ingenio, no teníanepopeyas que contar, tales cómo las de estas dos íncli-tas naciones.

Por esta razón nos dice Castelar: "Y todos los pue-blos han adorado a sus oradores, a sus poetas, a susfilósofos, a sus escritores de genio, porque en sus obrastraen y conservan algo más que su ciencia y su arte:traen y conservan el genio nacional". (De su Historiadel movimiento republicano en Europa . T. III).

Recordemos a Demóstenes impugnando a Esquines:La República de Atenas no debía cambiar de conductaa poco que estimase su propia gloria, la gloria de susantepasados y el juicio de la posteridad.

Observemos a Castelar identificarse con la glorianacional : "Yo quiero ser español y sólo español; yoquiero hablar el idioma de Cervantes; quiero recitarlos versos de Calderón ; quiero teñir mi fantasía en losmatices que llevaban disueltos en sus paletas Murilloy Velázquez ; quiero considerar como mis pergaminosde nobleza nacional la historia de Viriato y el Cid ..."(Del Discurso en el Parlamento del 30 de julio de 1873).

Es pues la oratoria un arte en que se nota unaEL DIRECTOR 1 relación psicológica entre el retórico y el público, pues

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éste parece captar las emociones de aquél, ora porconocimiento, ora por intuición. Si sólo se siguieranlas reglas establecidas para la oratoria habría magníficosoradores que no hay. Leamos estos versos de Sor Juana,en su poema "Para quien quisiere oír

Su exordio fue Concepciónlibre de la infausta suerte;su vida la narración,la confirmación su Muertesu epílogo la Asunción.

Exordio, narración, confirmación y epílogo, son sólopartes de la oración, son sólo su estructura, su esque-leto. Leamos a Francisco José Artiga en su " Epítomede la elocuencia española ", cómo define el

exordio:

Por causar benevolenciay docilidad a un tiempoy atención que es lo más gratoque hace al orador discreto.

la narración:

Es un modo de ilustrarcon elegantes conceptosla cuestión, sermón o asuntode embajada, carta o cuento.

la confirmación:

Es una prueba real,donde todo lo propuesto,y narrado lo defiendey prueba con argumentos.

El epílogo es la parteúltima, en donde el discretoorador con más primoresesgrime el valiente acero.

Es un primor, un alarde,un rayo, donde el ingenio,hecho un tahur de elocuenciaarroja en él todo el resto.

Ha de ser la mejor galaporque a los ya dichos textoshas de volver a vertidoscon otros ricos conceptos.

Es el orador un hombre cuyos sentimientos, cuyasemociones y exaltaciones transmite al público, quiendeviene identificado con su sublimación y extasiadocon los bellos conceptos vertidos. Nos dice Angel Pulidoque los oyentes de Castelar se alzaban en masa "contempestades de aplausos y orgasmos frenéticos quesolamente viéndolos se podían concebir".

Esta identificación la plasmó Artiga así:

Y es tanta la simpatíaque entre los hombres tenemosque si vemos reir, reimoslloramos, si llorar vemos.

El orador, para serlo, debe de manejar los afectos,o sea, sus sentimientos, de manera despejada, variada,clara y cuidadosa, pero sobre todo vigorosa. Oigamosa Demóstenes:

Pero no, atenienses , no habeis cometido falta algunaal arriesgaros por la salvación de la libertad de todoslos griegos, lo juro por aquellos de vuestros antepasadosque expusieron su vida en Maratón.

Escuchemos a Cortés:

Nunca hasta aquí se vio en estas Indias y Nuevo-Mundo, que españoles atrás un pie tornasen por miedo,ni aun por hambre ni heridas que tuviesen (...) porquenunca el español dice a la guerra de no , que lo tienepor deshonra y caso de menos valer.

Qué inflamación la de Castelar cuando nos dice:..la patria , cuya historia es nuestra misma historia,

cuya honra es nuestra misma honra , cuyos dolores sonnuestros dolores, cuyas esperanzas son nuestras espe-ranzas, porque en su seno guarda las cenizas de nues-tros padres , las reliquias de todo lo que hemos respe-tado y querido ; porque está amasada con la sangrede nuestros progenitores.

De los afectos nos dice Artiga:

Mas han de ser tan ardientesque en tu voz estén ardiendoporque un carbón apagadonunca da a los otros fuego.

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Quizá no haya una alegoría que mejor representela relación del orador con el escucha que la citada porlosé Carral en la Aprobación que hace al libro de Artigaen el año de 1725.

D. Francisco de Artiga merece llamarse Hércules dela elocuencia española , y que en el templo de la eru-dición y de la fama le pinten del mismo modo que elfamoso jurisperito Andrés . Alciato pintó en un emblemaal Hércules Gálico con unas cadenas de oro , que sa-liendo de su boca, aprisionaban muchos hombres, loscuales estaban gustosamente pendientes de la boca deaquel héroe , bien hallados en la prisión de su elocuen-cia, que no infama , antes acredita la nobleza del albedrío.

Tal parece que el orador al venir sus melodiosassentencias está alimentando con leche y miel a lossedientos oyentes, quienes extasiados de tanta bellezaespiritual prorrumpen en estallidos de agradecimiento.Leamos a Artiga:

En cuyo enriscado monte ( Parnaso)pródiga Heliconda abundatantas fuentes de agudezacomo tropos y figuras.

De las cuales los raudalesde elegancia se apresurana saciar como cristalesla ardiente sed de las musas.

Leamos a Castelar en su discurso sobre la mujer.(Sevilla, abril de 1872):

Beatrice, esparciendo las luminosas estrellas reco-gidas en el cielo sobre el alma del poeta ; en el sigloXIV, Laura trayendo la miel de la inspiración en suslabios.

Y libemos la miel de su discurso de ingreso a laReal Academia de la Lengua:

... se levanta nuestra lengua . De varias y entre-lazadas raíces ; de múltiples y acordes sonidos ; de ono-matopeyas tan músicas que abren el sentir a la adivi-nación de las palabras antes de saberlas.

Observemos que los oradores como los poetas "seven arrastrados por un entusiasmo igual al de las ba-cantes, que en sus movimientos y embriaguez sacande los ríos leche y miel", como nos lo dice Sócratesen el Ion.

Pero como todo buen orador tiene alma de poetaes un Narciso que le agrada mirarse en el espejo desus fuentes estéticas, corriendo el peligro de ahogarsecomo lo hizo el dios mitológico. Todo orador juega conla idea de la muerte y le imbuye a su auditorio unaemoción de temor-placer:

Oigamos a Demóstenes:... aquellos que han librado combate naval, ya en

Artemisa , cuyos cuerpos reposan en las tumbas públi-cas. El estado les concedió a todos los mismos honores,la misma sepultura.

Escuchemos a Cortés:Y porque veais ser esto y todo lo que dicho tengo,

así quiero probarlos y probaros contro los de Tepeacac,que mataron los otros días doce españoles ; y si malnos sucediere la ida, haré lo que pedís , y si bien, haréislo que os ruego.

Leamos a Artiga:

Nada fuimosnada somos , nada hacemosen la nada de las nadasque es la nada del entierro.

Meditemos sobre esta arenga de Castelar:... todos los hombres, todos los pueblos , lo mismo

los cosacos de Moscú , que los atenienses ... todosvuelven hacia esta tierra los ojos, y todos enseñan, mos-trando a los suyos nuestras ruinas humeantes, cómose pelea contra los invasores , y cómo se muere por lalibertad y por la patria . (Discurso del día 3 de noviem-bre de 1870).

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Haciendo un poco de historia de la retórica vemoscómo los griegos la consideraban un arte liberal quede acuerdo con Corgias: "su finalidad principal era lapersuasión", si bien es cierto que ayudada por otrasdos artes liberales: la gramática -arte de escribir yhablar correctamente- y la 'lógica -arté de pensarcorrectamente. Nos dice Aristóteles en su Retórica quela habilidad oratoria consiste en: "( 1) razonar lógica-mente, (2) comprender el carácter y bondad humanosen sus varias formas , y (3) comprender las emociones.. .para saber sus causas y la manera en que éstas seexcitan", con lo que nos da a entender el maestro quela retórica necesita por fuerza de la psicología y de laética. Divide pues Aristóteles la retórica en. tres partes,la primera concerniente a la invención , la segunda a ladisposición u orden del discurso, y la tercera a losproblemas de expresión. La invención persuade, la dis-posición estructura y la expresión estila. Por otro lado,Cicerón le atribuye tres finalidades a la retórica queson: enseñar, deleitar, y conmover, que se reducen alo ya dicho por los griegos.

Madariaga nos dice que así como el hombre depensamiento se debe a la verdad, el hombre políticose debe a la acción. Es por lo tanto la oratoria unarma poderosa de persuasión en manos del político,quien, como todo ser humano, en ocasiones se dejallevar por sus fantasías de omnipotencia y de rescateque ayudadas de alguna creencia dogmática, de hecho,ha llevado a los pueblos a la guerra civil, puesto quela demagogia es un arma mortal que utilizan aquellosque tienen una gran predisposición inconsciente haciala autodestrucción, por lo que irremisiblemente llevana sus pueblos al matadero. Es pues de considerarseseriamente que el demagogo es el enemigo civil nú-mero uno.

Castelar fue un hombre que sufrió el tormento deconocer cuan peligrosa era su palabra, y de las semillasque había plantado su pasión habría de arrepentirseamargamente cuando vio crecer las plantas de la violen-cia. Escuchémoslo:

¿Queréis una democracia demagógica ? ¡Ah, señores!Si yo fuera elocuente , si yo tuviese las lenguas defuego llovidas por el espíritu divino sobre la cabeza delos apóstoles, si yo poseyera esa luz de la inspiración,si yo pudiera recoger el genio de la palabra que vagapor este recinto que tan grandes oradores ha suscitado,y pudiera prenderla a mis labios condensándolo en una

frase, os rogaría rendido y casi de rodillas que no pro-dujerais la reacción , porque trae las revoluciones; quedierais seguridad en el punto de todas las libertadesa la santa madre que llora las insensateces de sushijos, al objeto de nuestro culto, al ídolo de nuestravida, a nuestra he rmosa y desgraciada España. (Discursoen el Parlamento del 17 de noviembre de 1876).

Más tarde habría de defenderse agresivamente Cas-telar ante un reproche que más que de índole exterior,provenía de su propia conciencia, en su discurso enel Parlamento del 28 de febrero de 1878:

Sí, desgraciados , confesad que somos los artíficesúnicos de nuestras desgracias.

El propio biógrafo de Castelar: Angel Pulido resumióen estas palabras la tragedia del más grande orador detodos los tiempos:

Mal calculador entonces de las tremendas e incon-trastables fuerzas que rigen la vida de los pueblos ylas evoluciones de la historia , entregado a la deplorableinexperiencia en que incurren las ardientes imaginacionesde los apasionados políticos, siempre fáciles a la obrade desatar tempestades que luego no pueden reprimir,no acertó a comprender con cuanta exactitud la patriaera un ser real, dotado de carne , sangre y nervios, detemperamento y hábitos , de idiosincrasia y fatalidadesbiológicas hereditarias ..., y que, por esto, violentarlos resortes de su organización y las leyes de su exis-tencia con alteraciones y cambios bruscos , era conde-narla a gravísimas enfermedades y a peligros de muerte.

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En verdad, atenienses, por demasiada impacienciay precipitación vais a cargar con un baldón y dar lugara vuestros envidiosos enemigos a que acusen a la re-pública de haber hecho morir a Sócrates, a este hombresabio porque, para agravar vuestra vergonzosa situación,ellos me llamarán sabio aunque no lo sea. En lugar deque si hubieseis tenido un tanto de paciencia, mi muertevenía de suyo y hubieseis conseguido vuestro objeto,porque ya veis que, en la edad que tengo, estoy biencerca de la muerte. No digo esto por todos los jueces,sino tan sólo por los que me han condenado a muertey a ellos es a quienes me dirijo. ¿Creéis que yo hubierasido condenado si no hubiera reparado en los mediospara defenderme? ¿Creéis que me hubieran faltado pa-labras insinuantes y persuasivas? No son las palabras,atenienses, las que me han faltado; es la impudenciade no haberos dicho cosas que hubierais gustado muchode oír. Hubiera sido para vosotros una gran satisfacciónhaberme visto lamentar, suspirar, llorar, suplicar y co-meter todas las demás bajezas que estáis viendo todoslos días en los acusados. Pero, en medio del peligro,no he creído que debía rebajarme a un hecho tan co-barde y tan vergonzoso y, después de vuestra sentencia,no me arrepiento de no haber cometido esta indignidad,porque quiero más morir después de haberme defendidocomo me he defendido que vivir por haberme arrastradoante vosotros. Ni en los tribunales de justicia ni en mediode la guerra debe el hombre honrado salvar su vida portales medios. Sucede muchas veces, en los combates, quese puede salvar la vida muy fácilmente arrojando lasarmas y pidiendo cuartel al enemigo y lo mismo sucedeen todos los demás peligros; hay mil expedientes paraevitar la muerte cuando está uno en posición de poderdecirlo todo o hacerlo todo. ¡ Ah, atenienses , no es lodifícil evitar la muerte ; lo es mucho más evitar la des-honra , que marcha más ligera que la muerte ! Esta esla razón porque, viejo y pesado como estoy, me hedejado llevar por la más pesada de las dos, la muerte;mientras que la más ligera, el crimen, está adherida amis acusadores, que tienen vigor y ligereza. Yo voya sufrir la muerte, a la que me habéis condenado; peroellos sufrirán la iniquidad y la infamia a que la verdadlos condena. Con respecto a mí, me atengo a mi castigoy ellos se atendrán al suyo. En efecto, quizá las cosashan debido pasar así y, en mi opinión, no han podidopasar de mejor modo.

¡Oh, vosotros que me habéis condenado a muerte,quiero predeciros lo que os sucederá, porque me veoen aquellos momentos cuando la muerte se aproximaen que los hombres son capaces de profetizar el por-venir! Os lo anuncio, vosotros que me hacéis morir:vuestro castigo no tardará cuando yo haya muerto yserá, por Zeus!, más cruel que el que me imponéis.En deshaceros de mí sólo habéis intentado descargarosdel importuno peso de dar cuenta de vuestra vida, peroos sucederá todo lo contrario; yo os lo predigo.

Se levantará contra vosotros y os reprenderá ungran número de personas, que han estado contenidaspor mi presencia, aunque vosotros no lo apercibáis;pero, después de mi muerte, serán tanto más impor-tunos y difíciles de contener, cuanto que son más jó-venes, y más os irritaréis vosotros, porque si creéisque basta matar a uno para impedir que otros os echenen cara que vivís mal, os engañáis. Esta manera delibertarse de sus censores ni es decente ni posible. Laque es a la vez muy decente y muy fácil es no cerrarla boca a los hombres, sino hacerse mejor. Lo dichobasta para los que me han condenado y los entregoa sus propios remordimientos.

Con respecto a los que me habéis absuelto con vues-tros votos, atenienses, conversaré con vosotros con elmayor gusto, mientras que los Once estén ocupados yno se me conduzca al sitio donde deba morir. Conce-dedme, os suplico, un momento de atención, porquenada impide que conversemos juntos, puesto que datiempo. Quiero deciros, como amigos, una cosa queacaba de sucederme y explicaron lo que significa. Si,jueces míos (y llamándoos así no me engaño en elnombre); me ha sucedido hoy una cosa muy maravillosa.La voz divina de mi demonio familiar , que me haciaadvertencias tantas veces y que en las menores oca-siones no dejaba jamás de separarme de todo lo maloque iba a emprender , hoy, que me sucede lo que veis y loque la mayor parte de los hombres tienen por el mayorde todos los males, esta voz no me ha dicho nada , ni estamañana cuando salí de casa, ni cuando he venido al tri-bunal, ni cuando he comenzado a hablaros. Sin embargo,me ha sucedido muchas veces que me ha interrumpido enmedio de mis discursos y hoy a nada se ha opuesto, hayadicho* o hecho yo lo que quisiera . ¿Qué puede significaresto? Voy a decíroslo. Es que hay trazas de que lo que mesucede es un gran bien y nos engañamos todos, sin

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duda , si creemos que la muerte es un mal . Una pruebaevidente de ello es que si yo no hubiese de realizar hoyalgún bien; el dios no hubiera dejado de advertírmelocomo acostumbra.

Profundicemos un tanto la cuestión, para hacer verque es una esperanza muy profunda la de que la muer-te es un bien.

Es preciso de dos cosas una: o la muerte es unabsoluto anonadamiento y una privación de todo sen-timiento o, como se dice, es un tránsito del alma deun lugar a otro. Si es la privación de todo sentimiento,un dormir pacífico que no es turbado por ningún sueño,¿qué mayor ventaja puede presentar la muerte? Porquesi alguno, después de haber pasado una noche muytranquila sin ninguna inquietud, sin ninguna turbación,sin el menor sueño, la comparase con todos los demásdías y con todas las demás noches de su vida y se leobligase a decir, en conciencia, cuántos días y nocheshabía pasado que fuesen más felices que aquella noche,estoy persuadido de que no sólo un simple particular,sino el mismo gran rey, encontraría bien pocos y lesería muy fácil contarlos. Si la muerte es una cosasemejante, la llamo con razón un bien; porque entoncesel tiempo, todo entero, no es más que una larga noche.

Pero si la muerte es un tránsito de un lugar a otroy si, según se dice, allá abajo está el paradero de todoslos que han vivido, ¿qué mayor bien se puede imaginar,jueces míos? Porque si al dejar los jueces prevaricadoresde este mundo, se encuentra en los infiernos a los ver-daderos jueces, que se dice que hacen allí justicia,Minos, Radamanto, Eaco, Triptolemo y todos los demássemidioses que han sido justos durante su vida, ¿no eséste el cambio más dichoso? ¿A qué precio no com-praríais la felicidad de conversar con Orfeo, Museo,Hesíodo y Homero? Para mí, si es esto verdad, moriríagustoso mil veces. ¿Qué transporte de alegría no tendríayo cuando me encontrase con Palamedes, con Ayax, hijode Telamón, y con todos los demás héroes de la anti-güedad que han sido víctimas de la injusticia? ¡Quéplacer el poder comparar mis aventuras con las suyas!Pero aún sería un placer infinitamente más grande paramí pasar allí los días, interrogando y examinando a todosestos personajes, para distinguir los que son verdade-ramente sabios de los que creen serlo y no lo son.¿Hay alguno, jueces míos, que no diese todo lo quetiene en el mundo por examinar al que condujo un

numeroso ejército contra Troya, u Odisea o Sísifo, ytantos otros, hombres y mujeres, cuya conversacióny examen serían una felicidad inexplicable? Estos noharían morir a nadie por este examen, porque, ademásde que son más dichosos que nosotros en todas lascosas, gozan de la inmortalidad, si hemos de creer loque se dice.

Esta es la razón, jueces míos, para que nunca perdáislas esperanzas aun después de la tumba, fundados enesta verdad: que no hay ningún mal para el hombrede bien ni durante su vida ni después de su muerte;y que los dioses tienen siempre cuidado de cuanto tienerelación con él; porque lo que en este momento mesucede a mí no es obra del azar y estoy convencido deque el mejor partido para mí es morir desde luego ylibertarme así de todos los disgustos de esta vida. Heaquí por qué la voz divina nada me ha dicho en estedía. No tengo ningún resentimiento contra mis acusa-dores ni contra los que me han condenado, aun cuandono haya sido su intención hacerme un bien, sino, porel contrario, un mal, lo que sería un motivo para que-¡arme de ellos. Pero sólo una gracia tengo que pedirles.Cuando mis hijos sean mayores , os suplico los hosti-guéis, los atormentéis como yo os he atormentado avosotros, si veis que prefieren las riquezas a la virtudy que se creen algo cuando no son nada; no dejéis desacarlos a la vergüenza si no se aplican a lo que debenaplicarse y creen ser lo que no son; porque así es comoyo he obrado con vosotros. Si me concedéis esta gracia,lo mismo yo que mis hijos no podremos menos dealabar vuestra justicia. Pero ya es tiempo de que nosretiremos de aquí, yo para morir, vosotros para vivir.¿Entre vosotros y yo, quién lleva la mejor parte? Estoes lo que nadie sabe, excepto Dios.

Tomado de Diálogos de Platón . Editorial Porrúa. México 1971.

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Aun cuando el porvenir hubiera sido conocido detodos los atenienses, y todos los atenienses hubieranprevisto que tú, Esquines, hubieses predicho nuestraderrota anunciándola a voz en cuello, tú, que no hasabierto la boca, la República de Atenas no debía cambiarde conducta a poco que estimase su propia gloria, lagloria de sus antepasados y el juicio de la posteridad.Ahora se ve que ha fracasado en una empresa, comopuede ocurrir a todos los hombres, si así place al SerSupremo, pero entonces se la hubiera acusado de haberpretendido mandar a los griegos entregándolos a Filipo,si hubiera desistido de aquella pretensión. Si hubieracedido sin combate esas cosas importantes por las cua-les nuestros padres han desafiado todos los peligros.¿Quién no hubiera sentido el más profundo despreciopor ti, Esquines?; porque este desprecio no hubieracaído ni sobre la República ñi sobre m¡, su ministro.¿Con qué ojos ¡dioses poderosos!, veríamos acudir aquía todos los griegos que hubieran empuñado las armassin nosotros, para oponerse a semejante deshonor, siFilipo hubiera sido nombrado jefe y árbitro de la Grecia?Y esto cuando Atenas en ningún tiempo ha preferidouna seguridad vergonzosa a los riesgos y peligros hon-rosos. ¿Quién de los griegos, quién de los bárbaros ignoraque los tebanos, que los lacedemonios, que tenían elpoder antes que ellos, que el Rey de Persia, nos hubie-ran dejado con gusto todas nuestras posesiones y hastanos hubiesen concedido todas nuestras demandas, sihubiéramos querido recibir la ley, y permitir que otromandase a los griegos? Pero indudablemente esta con-ducta no era soportable para los atenienses; no estabani en sus costumbres ni en su naturaleza ; no, jamásse ha podido persuadir a la República de Atenas a quese sometiera a pueblos poderosos e injustos, ni quecomprase su salvación a costa de su libertad; por elcontrario , en todos los tiempos se ha visto combatirpor la preeminencia y arriesgar por el honor y por lagloria ; y este modo de proceder os parece tan hermoso,tan conforme a vuestro carácter, que colmáis de elo-gios a aquellos de vuestros antepasados que lo hanseguido, y tenéis razón. ¿Quién no admiraría, en efecto,el valor y la resolución de esos grandes hombres, que,abandonando su ciudad y su país, han tripulado susbarcos para evitar el someterse a la voluntad de otros?Temístocles, que les daba este consejo, fue elegido ge-neral; Cyrsilo, que les aconsejaba someterse, fue lapidadopor vosotros y no solamente él, sino que hasta su 0

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mujer fue apedreada por las vuestras; porque los ate-nienses de entonces, no buscaban un orador, ni. ungeneral que les procurase una dichosa esclavitúd; aque-llos altivos republicanos hubieran preferido no vivir avivir esclavos. Cada uno de ellos pensaba que no habíanacido solamente para sus padres y para sus parientes,sino para su patria ante todo.

Si pues, me atreviese a decir que soy yo, Demós-tenes, quien os inspiraba sentimientos dignos de vues-tros antepasados no habría nadie que no tuviese elderecho de reprenderme, pero declaro que vuestrasmagnánimas resoluciones han producido de vosotrosmismos; demuestro que la República pensaba antes queyo con la misma nobleza, al misrdo tibmpo que sostengohaber coadyubado a sus esfuerzos generosos, y el acu-sador al imputármelo todo a mí solo y al animaros con-tra mí, como si yo fuera la causa de vuestros peligrosy de vuestras alarmas, no trata sino de arrebatarmeuna corona en el tiempo presente , pero os robaría avosotros, al mismo tiempo , los. elogios de los siglos queestán por venir . Porque si condenando al autor del de-creto, censuráis mi administración, parecéis haber come-tido una falta y no haber conocido los injustos rigoresde la fortuna. Pero no , atenienses , no habéis come-tido falta alguna al arriesgaros por la salvación dela libertad de todos los griegos ; lo juro por aquellosde vuestros antepasados que expusieron su vida enMaratón, y por aquellos que la ciudad de Platea ha vistoformados en batalla , y por aquellos que han libradocombate naval, ya en Artemisa, cuyos cuerpos reposanen las tumbas públicas. El Estado les concedió a todoslos mismos honores, la misma sepultura; sí, Esquines,a todos, no solamente a aquellos cuyo valor fue secun-dado por la fortuna . Esta conducta era justa; todoshabían cumplido con su deber de valientes, pero susuerte fue la que el soberano Ser destina a cada uno.

Después de esto, calumniador execrable, miserableescribano, a fin de arrebatarme con la corona la esti-mación y la benevolencia de los atenienses: no hasdetallado las bellas acciones , los combates , los trofeosde nuestros antepasados ; ¿ tenía esta causa necesidad detales consideraciones?... en cuanto a mí, orador de laRepública que quería incitarla a combatir por la preemi-nencia ¿qué sentimientos, histrión indigno, debiera ma-nifestar en la tribuna?, ¿los de un hombre capaz deaconsejarle bajezas? La muerte hubiera sido entonces mijusta recompensa.

Por último, atenienses, no se deben juzgar de igualmodo las causas de los particulares y las causas impor-tantes,que interesan al gobierno; lá única ley que sedebe consultar es la gloria de nuestros mayores.

A vista de esto, me preguntas Esquines ¿por quévirtudes pretendo que se me decreten coronas? Puesyo te respondo sin titubear: porque en medio de nues-tros magistrados y de nuestros oradores, generalmentecorrompidos por Filipo y Alejandro, siendo tú el primerode ellos, he sido el único a quien ni las delicadas ycriticas circunstancias, ni las persuaciones , ni las pro-mesas magníficas, ni la esperanza , ni el temor, ni elfavor ni cosa alguna de este mundo me han podidomover a que desista de lo que creía favorable a losderechos e intereses de la patria : porque cuantas veceshe aventurado mi parecer y mis propios consejos, nolo he hecho como tú, cual mercenario, que semejantea una balanza siempre se inclina al lado que recibemás peso; sino que una intención justa y recta ha dirigi-do siempre todos mis pasos; porque en fin, llamado yexaltado más que ninguno otro de mis tiempos a losprimeros empleos, los he servido y desempeñado conuna religiosidad escrupulosa y con una perfecta inte-gridad. Por esto pido que se me decreten coronas.

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wORACION DE CORTESó ANTE SU EJERC I TO DERROTA DOoooL

Yo, señores, haría lo que me rogáis y mandáis, sios cumpliese, porque no hay ninguno de vosotros, cuan-to más todos juntos, por quien no ponga mi hacienday vida si lo há menester, pues a ello me obligan cosasque, si no soy ingrato, jamás las olvidaré. Y no penséisque no haciendo esto que ahincadamente pedís, dismi-nuyo o desprecio vuestra autoridad, pues muy ciertoes que con hacer al contrario la engrandezco y le doymayor reputación; porque yéndonos se acabaría, y que-dando, no sólo se conserva, mas se acrecienta. ¿Quénación de las que mandaron el mundo no fue vencidaalguna vez? ¿Qué capitán, de los famosos digo, se volvióa su casa porque perdiese , una batalla o le echasen dealgún lugar? Ninguno ciertamente; que si, no persevé-rara, no saliera vencedor ni triunfara. El que se retira,huyendo parece que va, y todos le chiflan y persiguen;al que hace rostro , muestra ánimo y está quedo, todosle favorecen o temen . Si nos salimos de aquí pensaránestos nuestros amigos que de cobardes lo hacemos, yno querrán más nuestra amistad; y nuestros enemigos,que de medrosos; y así, no nos temerán, que sería hartomenoscabo de nuestra estimación. ¿Hay algunos de nos-otros que no tuviese por afrenta si le dijesen que huyó?Pues cuantos más somos tanta mayor vergüenza sería.Maravíllome de la grandeza de vuestro invencible co-razón en batallar, que soléis ser codiciosos de guerracuando no la tenéis, y bulliciosos teniéndola; y ahoraque se os ofrece tal y tan justa y tan loable, la rehusáisy teméis; cosa muy ajena de españoles y muy fuerade vuestra condición. ¿Por ventura la dejáis porque aella os llama y convida quien mucho blasona del arnésy nunca se le viste? Nunca hasta aquí se vio en estasIndias y Nuevo-Mundo, que españoles atrás , un pie tor-nasen por miedo , ni aun por hambre ni heridas quetuviesen, y ¿queréis que digan: "Cortés y los suyos setornaron estando seguros, hartos y sin peligro?" NuncaDios tal permita. Las guerras mucho consisten en lafama; pues ¿qué mayor que estar aquí en Tlaxcallan,a despecho de vuestros enemigos, y publicando guerracontra ellos, y que no osen venir a enojaros? Por dondepodéis conocer cómo estáis aquí más seguros y fuertesque fuera de aquí. Por manera que en Tlaxcallan tenéisseguridad, fortaleza y honra; y sin esto, todo buen apa-rejo de medicinas necesarias y convenientes a vuestracura y salud, y otros muchos regalos con que cada díavais de mejoría, que callo, y que donde nacisteis nolos tendríais tales. Yo llamaré a los de Coazacoalco y

Almería, y así seremos muchos españoles; y aunqueno viniesen , somos hartos; que, menos éramos cuandopor esta tierra entramos, y ningún amigo teníamos:y como bien sabéis, no pelea el número , sino el ánimo;no vencen los muchos, sino los valientes . Y yo he vistoque uno de esta compañía ha desbaratado un ejércitoentero como hizo Jonatás , y muchos, que cada uno porsí ha vencido mil y diez mil indios, según David contralos filisteos. Caballos presto me vendrán de las islas;armas y artillería luego traeremos de la Veracruz, quehay harta y está cerca. De las vituallas perded temor ycuidado, que yo proveeré abundantísimamente; cuantomás que siempre sigúen ellas al vencedor y que señoreael campo, como haremos nosotros con los caballos. Porlos de esta ciudad, yo soy fiador que os sean leales,buenos y perpetuos amigos, que así me lo prometeny juran. Y si otra cosa quisiesen, ¿cuándo mejor tiempotendrán que han tenido estos días, que yacíamos do-lientes en su camas y propias casas, solos, mancos y,como decís, podridos; los cuales no solamente os ayu-darán como amigos, empero también os servirán comocriados, que más quieren ser vuestros esclavos que súb-ditos de mexicanos : tanto odio les tienen , y a vosotrostanto amor? Y porque veáis ser esto y todo lo que dichotengo, así quiero probarlos y 'probaros contra los deTepeacac, que mataron los otros días doce españoles;y si mal nos sucediere la ida, haré lo que pedís; y sibien, haréis lo quo os ruego.

Tomado de: Historia de la Conquista de México.Editorial Pedro Robredo. México 1943.

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J UANA INES DE ASBAJE^zwoorro1

Documento preciosísimo , en que vemos suvida y gran espíritu a través del más claroy bello cristal.

Amado Nervo

En esto si confieso que ha sido inexplicable mi tra-bajo; y así no puedo decir lo que con envidia oigo aotros: que no les ha costado afán el saber . ¡ Dichososellos! A mí, no el saber (que aún no sé), sólo el desearsaber me le ha costado tan grande que pudiera decircon mi Padre San Jerónimo (aunque no con su aprove-chamiento): Quid ibi laboris insumpserim, quid susti-nuerim difficultatis , quoties . desperaverim , quotiesquecessaverim ét contentione discendi rursus inceperim;testis est consc ientia, tam mea , quí passus sum, quameorum qui mecum duxrunt vitam . Menos los compañerosy testigos (que aun de ese alivio he carecido), lo demásbien puedo asegurar con verdad. ¡ Y que haya sido talesta mi negra inclinación, que todo lo haya vencido!

Solía sucederme que, como entre otros beneficios,debo a Dios un natural blando y tan afable y las reli-giosas me aman mucho por él (sin reparar, como buenas,en mis faltas) y con esto gustan mucho de mi compa-ñía, conociendo esto y movida del grande amor quelas tengo, con mayor motivo que ellas a mí, gustó másde la suya: así, me solía ir los ratos que a unas y aotras nos sobraban, a consolarlas y recrearme con suconversación. Reparé que en este tiempo hacía falta ami estudio, y hacía voto de no entrar en celda algunasi no me obligase a ello la obediencia o la caridad: por-que, sin este freno tan duro, al de sólo propósito le rom-piera el amor; y este voto (conociendo mi fragilidad) lehacía por un mes o por quince días; y dando cuando secumplía, un día o dos de treguas, lo volvía a renovar,sirviendo este día, no tanto a mi descanso (pues nuncalo ha sido para mí el no estudiar) cuanto a que no metuviesen por áspera, retirada e ingrata al no merecidocariño de mis carísimas hermanas.

Bien se deja en esto conocer cuál es la fuerza de miinclinación . Bendito sea Dios que quiso fuese hacia lasletras y no hacia otro vicio, que fuera en mí casi insupe-rable ; y bien se infiere también cuán contra la corrientehan navegado ( o por mejor decir, han naufragado) mispobres estudios. Pues aún falta por referir lo más arduode las dificultades; que las de hasta aquí sólo han sidoestorbos obligatorios y casuales, que indirectamente loson; y faltan los positivos que directamente han tirado

a estorbar y prohibir el ejercicio. ¿ Quién no creerá,viendo tan generales aplausos, que he nave ado vientoen popa y mar en leche , sobre las palmas de las ecla•maciones comunes? Pues Dios sabe que no ha sido muyasí, porque entre las flores de esas mismas aclamacionesse han levantado y despertado tales áspides de emulacio-nes y persecuciones, cuantas no podré contar, y los quemás nocivos y sensibles para mí han sido , no son aqué-llos que con declarado odio y malevolencia me hanperseguido, sino los que amándome y deseando mi bien(y por ventura , mereciendo mucho con Dios por la bue-na intención ), me han mortificado y atormentando másque los otros, con aquel: No conviene a la santa igno-rancia que deben , este estudio; se ha de perder, se ha dedesvanecer en tanta altura con su misma perspicacia yagudeza. ¿Qué me habrá costado resistir esto? ¡Rara es-pecie de martirio donde yo era el mártir y me era elverdugo!

Pues por la -en mí dos veces infeliz- habilidad dehacer yesos, aunque fuesen sagrados, ¿qué pesadumbresno me han dado o cuáles no me han dejado de dar?Cierto, señora mía, que algunas veces me pongo a con-siderar que el que se señala -o le señala Dios, que esquien sólo lo puede hacer es recibido como enemigocomún, porque parece a algunos que usurpa los aplau-sos que ellos merecen o que hace estanque de las admi-raciones a que aspiraban , y así le persiguen.

Aquella ley políticamente bárbara de Atenas, por lacual salía desterrado de su república el que se señalabaen prendas y virtudes porque no tiranizase con ellas lalibertad pública , todavía dura, todavía se observa ennuestros tiempos, aunque no hay ya aquel motivo delos atenienses; pero hay otro, no menos eficaz aunqueno tan bien fundado, pues parece máxima del impíoMaquiavelo: que es abottecer al que se señala porquedesluce a otros. Así sucede y así sucedió siempre.

Y si no, ¿cuál fue la causa de aquel rabioso odio delos fariseos contra Cristo, habiendo tantas razones paralo contrario? Porque si miramos su presencia, ¿cuálprenda más amable que aquella divina hermosura?¿Cuál más poderosa para arrebatar los corazones? Sicualquiera belleza humana tiene jurisdicción sobre losalbedríos y con blanda y apetecida violencia los sabesujetar, ¿qué haría aquélla con tantas prerrogativas ydotes soberanos? ¿Qué haría, qué movería y qué no ha-ría y qué no movería aquella incomprensible beldad,por cuyo hermoso rostro, como por un terso cristal, se

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estaban transparentando los rayos de la Divinidad?¿Qué no movería aquel semblante , que sobre incompa-rables perfecciones en Ion humano , señalaba iluminacio-nes de divino? Si el de Moisés , de sólo la conversacióncon Dios , era intolerable a la flaqueza de la vista hu-mana, ¿qué sería el del mismo Dios humanado? Pues sivamos a las demás prendas , ¿cuál más amable que aque-lla celestial modestia , que aquella suavidad y blanduraderramando misericordias en todos sus movimientos,aquella profunda humildad y mansedumbre , aquellaspalabras de vida eterna y eterna sabiduría ? Pues ¿cómoes posible que esto no les arrebatara las almas, que nofuesen enamorados y elevados tras él?

Dice la Santa Madre y madre mía Teresa, que des-pués que vio la hermosura de Cristo quedó libre de po-derse inclinar a criatura alguna , porque ninguna cosaveía que no fuese fealdad, comparada con aquella her-mosura . Pues ¿ cómo en los hombres hizo tan contrariosefectos? Y ya que como toscos y viles no tuvieran cono-cimiento ni estimación de sus perfecciones , siquieracomo interesables ¿no les moviera sus propias conve-niencias y utilidades en tantos beneficios como les hacía,sanando los enfermos , resucitando los muertos, curandolos endemoniados ? Pues ¿cómo no le amaban? ¡Ay Dios,que por eso mismo no le amábn , por eso mismo le abo-rrecían ! Así lo testificaron ellos mismos.

Fragmento tomado de la "Respuesta a Sor Filotea".

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EPITOME DE LA SELOCUENCIA ESPAÑOLA°

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DIALOGO 1 A ésta suelta el que es avaro,a ésta la mujer resbala,

Decidme , qué cosa es a ésta se aplaca un motín,ELOCUENCIA? que son tantas a ésta se rinde un Monarca.sus honras y dignidades,cuantas son sus elegancias.

Aunque debiera excusarme,Hijo,, al ver estas distancias,mi ingenio y Libro , chiquitos,la empresa y ciencia tan altas.

No obstante diré en comúnalgo de ciencia tan larga,que es Epítome muy cortoel que ves , para elogiarla.

La ELOCUENCIA Ps un conceptode la Unitrina asonancia,que en tres puntos igual formala causa de tantas causas.

Es una china , es un rayode aquella Unitrina llama,que al que la mira es confusa,pero al que la cree es muy clara.

Es tan eficaz que logralo que no pueden las armas,razón , pleitos ni justicias,pues la Elocuencia lo alcanza.

Porque ésta concilia amigos,ésta un gran furor aplaca,ésta suspende un castigo,ésta humilla una arrogancia.

Y en conclusión de sus fuerzastodo cuanto hay avasalla:sin ella nada se logra,con ella todo se alcanza.

Es tan útil como al mundoson Letras y Armas, pues pasaa ser la Elocuencia en Letras,lo que es destreza en las Armas.

Es tan antigua, que al orbe,ya en sus primeras infancias,ilustró en Adán a todala naturaleza humana.

Es de más poder que el Cielo,pues no solamente alcanzamover los cuerpos, que aún llegaa conmover a las almas.

Tan preciosa es, que con oroni con plata no se alcanza;mas con sola la Elocuencia,honras, pueblos , oro y plata.

Huesca , España. 1725.

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"EMILIO CASTELAR0Zwooo1

Y después de esto, el Sr. Malo resucitaba con supalabra los tiempos antiguos en su discurso de doctrina,porque el de esta noche ha sido un discurso de polé-mica, y pedía con grandes clamores aquellas épocas enque nuestros sabios se llamaban San Isidoro, AlfonsoX, Nebrija, Arias Montano, el Broncense; en Que nues-tros escritores usaban la divina lengua de los Querellas,del Laberinto, del Quijote; en que nuestros poetas pul-saban la robusta lira de Lope, Rioja, Calderón; en quenuestros pintores arrebolaban los cuadros históricosde Velázquez, los penitentes de Rivera, los Cristos deMorales, las Vírgenes de Murillo; en que nuestros teó-logos hablaban en el concilio de Trento, y nuestros lec-tores enseñaban en la Universidad de París; en quenuestros navegantes atravesaban el cabo de las Tormen-tas, descubrían en Asia Filipinas, encontraban una nuevacreación, premio de su arrojo, en el ignorado seno delAtlántico; en aue nuestros soldados escribían con sangrede sus venas el gran poema que comienza en Covadongay concluye en Granada, y oprimían contra su corazón áNápoles, á Palermo, á Milán, y sostenían en el monteTauro, en el Etna, en el Bósforo, con sus robustos bra-zos, el vacilante imperio bizantino, y cubrían con susbanderas sin rival el Mediterráneo, y enterraban la so-berbia media luna en las hirvientes aguas de Lepanto,y vencían á Francia, y amenazaban á Inglaterra, y domi-naban á Flandes, y extendían sus huestes por toda Ale-mania, y salvaban con sus aceros caballerescos toda laHungría, y grababan la idea cristiana en la frente deAfrica y América; aquellas épocas en que nuestro impe-rio era más inmenso que el imperio romano , y nuestrasconquistas más fabulosas que las conquistas de Alejan-dro; aquellas épocas en que el mar era como una alfom-bra arrojada á nuestras triunfales plantas, y el sol comoun diamante engarzado en nuestra inmortal corona.

Me parece, señores, que he sido imparcialísimo alreferir todos los fundamentos de la doctrina absolutista.Me permitirán, pues, que use de la misma imparcialidadal criticarla. Yo voy á decir muy pocas palabras.

Vuestro sentido religioso, al confundir la religióncon la política , hace del santuario, asilo de todos loshombres, la fortaleza de un partido; vuestro criterio fi-losófico , si es sólo la fe , puede aniquilar la ciencia, quenecesita también de la razón ; vuestro criterio político,si es el derecho divino, anula al hombre, porque siempreque Dios se asienta en el trono de la soberanía tempo-ral, el hombre se confunde en el polvo de los insectos; 2

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vuestra solución económica, si es la tasa, mata la liber-tad del crédito , la libertad del trabajo , la libertad de lapropiedad, de que os declaráis defensores; vuestra so-lución social, si es la solución del convento, no seráciertamente el derecho al trabajo, no será el derechoá la asistencia; pero será el derecho a la ociosidad.

Y en verdad, podíamos concluir diciéndoles; vuestrosistema con sus mayorazgos, con su amortización, consus señoríos , con sus alcabalas , con sus diezmos, con susaduanas de provincia á provincia, de pueblo en pueblo,después de ser injusticia absoluta, es el empobrecimientouniversal.

Y en 'verdad, señores, que yo busco ése absolutismotan decantado en nuestra Historia, y no lo encuentro;sí, no lo encuentro en los primitivos tiempos, porqueIndibil y Mandonio, Indortes é Islolacio eran jefes detribu, jefes de familia; y Sagunto, que protestó contraAníbal, y Numancia que protestó contra Escipión, eranciudades democráticas; y un pastor el primer jefe denuestra nacionalidad; y pobres campesinos aquellos as-tures que aterraban á Agripa y á Augusto , entonandocánticos de libertad desde la cima de sus montes, yse arrojaban al Océano por no arrastrar en extranjerasplayas la vil cadena de esclavos; yo no veo el absolu-tismo en el imperio romano, porque lo que veo soncolonias levantadas en el reino de la ciudad eterna,libres municipios levantados en las tradiciones del país;yo no veo el absolutismo en tiempo de los godos, porquelo que veo es una aristrocracia militar en Leovigildo yChindasvinto, una aristrocracia teocrática en Recaredoy en Egica; el puebla haciéndose católico cuando susseñores son arrianos , é idólatra cuando sus señores soncatólicos; yo no veo el absolutismo desde Covadongahasta león, porque lo que veo es un pueblo que buscaun refugio en el universal naufragio, reyes levantados enel escudo de los soldados, esclavos recogiendo las rotasespadas de los godos, jueces que protegen bajo sumanto las nacientes monarquías, condes que arrojan des-de sus trotones de batalla claros fueros á sus pueblos;yo no veo el absolutismo desde león hasta Toledo,porque lo que veo es el nacimiento del municipio cris-tiano en 1020 , fecha que todo buen español debe llevaraquí en el pecho -, la semilla dP nuestro jurado. latransformación del Concilio en Cortes, la idea feudalpenetrando por el Pirineo con Sancho de Navarra, yextendiéndose invasora como toda idea hija de su tiempohasta los llanos de Castilla; no veo el absolutismo desde

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Toledo hasta las Navas, porque lo que veo es nuestralegislación municipal florecer, nuestros Ayuntamientosrobustecerse, nuestras Cortes reunirse al pie de Cuenca,nuestros ejércitos señoriales y feudales salvar la cris-tiandad en las Navas de Tolosa; yo no veo el absolutis-mo desde las Navas al Salado. Porque lo que veo esla Universidad levantarse para educar en la libertad alestado llano, los jurisconsultos forjar la unidad dela justicia, los siervos de la gleba dejar los eslabonesde sus cadenas en los propios de los pueblos. el derechoromano surgir como un nuevo. astro sobre el caos feudalde la Edad Media; yo no veo el absolutismo desde elSalado hasta Granada, porque lo que veo es D. Pedroel Cruel bañarse en sangre de la nobleza, la casa bas-tarda inaugurar una política señorial también bastarda,Juan 1 sellar nuestro movimiento político democrático.D. Alvaro de Luna recoger del polvo la autoridad heridade los reyes, la monarquía enflaquecida é impotente deD. Enrique IV, la gran revolución social concluída enla gran Isabel; yo no veo que fueran educados en elabsolutismo aquellos soldados aragoneses que conquis-taron á Nápoles y Sicilia y sostuvieron á Atenas y Cons-tantinopla , porque aquellos soldados habían sido edu-cados á la sombra del privilegio general; ni que fueranhechuras del absolutismo los descubridores de América,porque todos habían visto nuestras Cortes , habían respi-rado gozosos el viento de nuestras libertades .. Cuandoveo las consecuencias del absolutismo es cuando veonuestras escuadras anegadas en el mar, nuestros ejér-citos rotos en los campos de batalla, la bandera moradade Castilla en el lodo, Lanuza en el cadalso, nuestrasCortes mudas, nuestros municipios destrozados, la amor-tización extendiéndose como una lepra por nuestros cam-pos, el rey de dos mundos, el amo del Perú, convertidoen un mendigo, yendo de puerta en puerta a pedirlimosna; absolutismo extranjero, traído á este suelo porgente extraña ; la misma que hoy atormenta á nuestraraza en Italia; absolutismo sostenido por familias extran-jeras ; absolutismo de que la nación se limpió cuandofue dueña de sí misma en 1812, y que si más tarderestauraron bayonetas extranjeras, fue para demostrará todas las generaciones, para decir á todos los siglossiempre, que el absolutismo ha sido y será un eternoextranjero en nuestra patria.

(Del discurso pronunciado en el Ateneo de Madrid el día 5de Mayo de 1859, sobre « El socialismo»).

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orr9 José Ortega g Gasset

SIDA

«Tener glorias comunes en el pasado , una voluntadcomún en el presente; haber hecho juntos grandes co-sas, querer hacer otras más; he aquí las condicionesesenciales para ser un pueblo ... En el pasado, unaherencia de glorias y remordimientos; en el porvenir,un mismo programa que realizar ... La existencia deuna nación es un plebiscito cotidiano».

Tal es la conocidísima sentencia de Renán. ¿Cómose explica su excepcional fortuna? Sin duda, por la gra-cia de la coletilla. Esa idea de que la nación consisteen un plebiscito cotidiano opera sobre nosotros comouna liberación. Sangre , lengua y pasado comunes sonprincipios estáticos , fatales , rígidos, inertes : son prisio-nes. Si la nación consistiese en eso y en nada más, lanación sería una cosa situada a nuestra espalda, conlo cual no tendríamos nada que hacer. La nación seríaalgo que se es, pero no algo que se hace. Ni siquieratendría sentido defenderla cuando alguien la ataca.

Quiérase o no, la vida humana es constante ocupacióncon algo futuro. Desde el instante actual nos ocupamosdel que sobreviene. Por eso vivir es siempre, siempre,sin pausa ni descanso, hacer. ¿Por qué no se ha reparadoen que hpcer, todo hacer, significa realizar un futuro? In-clusive cuando nos entregamos a recordar. Hacemosmemoria en este segundo para lograr algo en el inme-diato, aunque no sea más que el placer de revivir elpasado. Este modesto placer solitario se nos presentóhace un momento como un futuro deseable; por eso lohacemos . Conste, pues: nada tiene sentido para el hom-bre sino en función del porvenir."'

Si la nación consistiese no más que en pasado ypresente, nadie se ocuparía de defenderla contra unataque. Los que afirman lo contrario son hipócritas omentecatos. Mas acaece que el pasado nacional pro-yecta alicientes -reales o imaginarios- en el futuro.Nos parece desearle un porvenir en el cual nuestranación continúe existiendo. Por eso nos movilizamosen su defensa; no por la sangre, ni el idioma, ni elcomún pasado. Al defender la nación defendemos nues-tro mañana, no nuestro ayer.

Esto es lo que reverbera en la frase de Renán: lanación como excelente programa para mañana. El ple-biscito decide un futuro. Que en este caso el futuroconsista en una perduración del pasado no modificalo más mínimo la cuestión; únicamente revela que tam-bién la definición de Renán es arcaizante.

EN E l N UNDO?

Por lo tanto, el Estado nacional representaría unprincipio estatal más próximo a la pura idea de Estadoque la antigua polis o que la «tribu» de los árabes,circunscrita por la sangre. De hecho, la idea nacionalconserva no poco lastre de adscripción al pasado, alterritorio, a la raza; mas por lo mismo es sorprendentenotar cómo en ella triunfa siempre el puro principiode unificación humana en torno a un incitante programade vida. Es más: yo diría que ese lastre de pretérito yesa relativa limitación dentro de principios materialesno han sido ni son por completo espontáneos en lasalmas de Occidente, sino aue proceden de la interpre-tación erudita dada por el romanticismo a la idea denación. De haber existido en la Edad Media ese conceptodiecinuevesco de nacionalidad, Inglaterra, Francia, Es-paña, Alemania, habrían quedado nonatas.12' Porque esainterpretación confunde lo que impulsa y constituye auna nación con lo que meramente la consolida y con-serva. No es el patriotismo -dígase de una vez- elque ha hecho las naciones . Creer lo contrario es lagedeonada a que ya he aludido y que el propio Renánadmite en su famosa definición. Si para que, exista unanación es preciso que un grupo de hombres cuentecon un pasado común, yo me pregunto cómo llamare-mos a ese mismo grupo de hombres mientras vivía enpresente eso que visto desde hoy es un pasado. Porlo visto era forzoso que esa existencia común feneciese,pasase, para que pudiesen decir, somos una nación.¿No se advierte aquí el vicio gremial del filólogo, delarchivero, su óptica profesional que le impide ver larealidad cuando no es pretérita? El filólogo es quiennecesita para ser filólogo que ante todo exista un pa-sado; pero la nación, antes de poseer un pasado común,tuvo que crear esta comunidad, y antes de crearla tuvoque soñarla, que quererla, que proyectarla. Y basta quetenga el proyecto de sí misma para que la nación exista,aunque no se logre, aunque fracase la ejecución, comoha pasado tantas veces. Hablaríamos en tal caso deuna nación malograda (por ejemplo, Borgoña).

Con los pueblos de Centro y Sudamérica tiene Españaun pasado común , raza común , lenguaje común, y, sinembargo, no forma con ellos una nación . ¿Por qué?Falta sólo una cosa que, por lo visto, es la esencial:el futuro común . España no supo inventar un programade porvenir colectivo que atrajese a esos grupos zooló-gicamente afines. El plebiscito futurista fue adverso aEspaña, y nada valieron entonces los archivos, las me-

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morías, los antepasados, la «patria». Cuando hay aquello,todo esto sirve como fuerzas de consolidación; peronada más.0

Veo, pues, en el Estado nacional una estructura his-tórica de carácter plebiscitario. Todo lo que además deeso parezca ser, tiene un valor transitorio y cambiante,representa el contenido o la forma, o la consolidaciónque en cada momento requiere el plebiscito. Renánencontró la mágica palabra, que revienta de luz. Ellanos permite vislumbrar catódicamente el entresijo esen-cial de una nación, que se compone de estos dos ingre-dientes: primero, un proyecto de convivencia total enuna empresa común ; segundo, la adhesión de los hom-bres a ese proyecto incitativo. Esta adhesión de todosengendra la interna solidez que distingue al Estado na-cional de todos los antiguos, en los cuales la unión seproduce y mantiene por presión externa del Estadosobre los grupos dispares, en tanto que aquí nace elvigor estatal de la cohesión espontánea y profunda entrelos «súbditos». En realidad los súbditos son ya el Es-tado, y no lo pueden sentir -esto es lo nuevo, lomaravilloso, de la nacionalidad- como algo extraño aellos.

Y, sin embargo, Renán anula o poco menos su acierto,dando al plebiscito un contenido retrospectivo que serefiere a una nación ya hecha, cuya perpetuación decide.Yo preferiría cambiarle el signo y hacerle valer para lanación in statu nascendi . Esta es la óptica decisiva.Porque, en verdad, una nación no está nunca hecha.En esto se diferencia de otros tipos de Estado. La na-ción está siempre o haciéndose o deshaciéndose. Tertiumnon datur. 0 está ganando adhesiones o las está per-diendo, según que su Estado represente o no a lafecha una empresa vivaz.

Por eso lo más instructivo fuera reconstruir la seriede empresas unitivas que sucesivamente han inflamadoa los grupos humanos de Occidente. Entonces se veríacómo de ellas han vivido los europeos, no sólo en lopúblico, sino hasta en su existencia más privada; cómose han «entrenado» o se han desmoralizado, según quehubiese o no empresa a la vista.

Otra cosa mostraría claramente ese estudio: las em-presas estatales de los antiguos, por lo mismo que noimplicaban la adhesión de los grupos humanos sobreque se intentaban, por lo mismo que el Estado propia-mente tal quedaba siempre inscrito en una limitaciónfatal -tribu o urbe-, eran prácticamente ilimitadas.

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Un pueblo -el persa, el macedón o el romano- podíansometer a unidad de soberanía cualesquiera porcionesdel paneta. Como la unidad no era auténtica, interna nidefinitiva, no estaba sujeta a otras condiciones que ala eficacia bélica y administrativa del conquistador. Masen Occidente la unificación nacional ha tenido que seguiruna serie inexorable de etapas. Debiera extrañarnos másel hecho de que en Europa no haya sido posible ningúnimperio del tamaño que alcanzaron el persa, el de Ale-jandro o el de Augusto.

El proceso creador de naciones ha llevado siempreen Europa este ritmo: Primer momento . El peculiar ins-tinto occidental, que hace sentir el Estado como fusiónde varios pueblos en una unidad de convivencia políticay moral, comienza a actuar sobre los grupos más pró-ximos geográfica, étnica y lingüísticamente. No porqueesta proximidad funde la nación, sino porque la diver-sidad entre próximos es más fácil de dominar. Segundomomento. Período de consolidación, en que se siente alos otros pueblos más allí del nuevo Estado como ex-traños y más o menos enemigos. Es el período en queel proceso nacional toma un aspecto de exclusivismo, decerrarse hacia dentro del Estado; en suma, lo que hoyllamamos nacionalismo . Pero el hecho es que mientrasse siente* políticamente a los otros como extraños y con-trincantes, se convive económica, intelectual y moral-mente con ellos. Las guerras nacionalistas sirven paranivelar las diferencias de técnica y de espíritu. Los ene-migos habituales se van haciendo históricamente homo-géneos."' Poco a poco se va destacando en el horizontela conciencia de que esos pueblos enemigos pertenecenal mismo círculo humano que el Estado nuestro. Noobstante, se les sigue considerando como extraños yhostiles. Tercer momento. El Estado goza de plenaconsolidación. Entonces surge la nueva empresa: unirsea los pueblos que hasta ayer eran sus enemigos. Crecela convicción de que son afines con el nuestro en morale intereses, y que juntos formamos un círculo nacionalfrente a otros grupos más distantes y aún más extran-jeros. He aquí madura la nueva idea nacional.

Un ejemplo esclarecerá lo que intento decir. Sueleafirmarse que en tiempos del Cid era ya España-Spania- una idea nacional, y para superfetar la tesisse añade que siglos antes ya San Isidro hablaba de la«madre España». A mi juicio, es esto un error craso deperspectiva histórica. En tiempos del Cid se estabaempezando a urdir el Estado León -Castilla , y esta un¡-

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dad leonesacastellana era la idea nacional del tiempo,la idea políticamente eficaz. Spania , en cambio, erauna idea principalmente erudita; en todo caso una detantas ideas fecundas que dejó sembradas en Occi-dente el Imperio romano, los «españoles» se habíanacostumbrado a ser reunidos por Roma en una unidadadministrativa, en una diócesis del Bajo Imperio. Peroesta noción geográficoadministrativa era pura recepción,no íntima inspiración, y en modo alguno aspiración.

Por mucha realidad que se quiera dar a esa idea en elsiglo XI, se reconocerá que no llega siquiera al vigor yprecisión que tiene ya para los griegos del IV la idea dela Hélade. Y, sin embargo, la Hélade no fue nunca ver-dadera idea nacional. La efectiva correspondencia his-tórica sería más bien ésta: Hélade fue para los griegosdel siglo IV, y Spania para los «españoles» del XI yaun del XIV, lo que Europa fue para los «europeos»en el siglo XIX.

Muestra esto cómo las empresas de unidad nacionalvan llegando a su hora del modo que los sones en unamelodía. La mera afinidad de ayer tendrá que esperarhasta mañana para entrar en erupción de inspiracionesnacionales. Pero, en cambio, es casi seguro que le lle-gará su hora.

Ahora llega para los europeos la sazón en que Europapuede convertirse en idea nacional . Y es mucho menosutópico creerlo hoy así que lo hubiera sido vaticinar enel siglo XI la unidad de España y de Francia. El Estadonacional de Occidente, cuanto más fiel permanezca a suauténtica sustancia, más derecho va a depurarse en ungigantesco Estado continental.

(1) Según esto, el ser humano tiene irremediablemente unaconstitución futurista ; es decir, vive ante todo en el futuro y delfuturo: No obstante, he contrapuesto el hombre antiguo al euro-peo, diciendo que aquél es relativamente cerrado al futuro, y éste,relativamente abierto. Hay, pues, aparente contradicción entre unay otra tesis. Surge esa apariencia cuando se olvida que el hombrees un ente de dos pisos; por un lado, es lo que es; por otro,tiene ideas sobre sí mismo que coinciden más o menos con suauténtica realidad. Evidentemente, nuestras ideas, preferencias,deseos, no pueden anular nuestro verdadero ser, pero sí compli-carlo y mudarlo. El antiguo y el europeo están igualmente pre-ocupados del porvenir; pero aquél somete el futuro al régimen

del pasado, en tanto que nosotros dejamos mayor autonomía alporvenir, a lo nuevo como tal. Este antagonismo, no en el ser,sino en el preferir, justifica que califiquemos al europeo de fu-turista y al antiguo de arcaizante. Es revelador que apenas eleuropeo despierta y toma posesión de sí empieza a llamar a suvida «época moderna». Como es sabido, «moderno» quiere decirlo nuevo, lo que niega el uso antiguo. Ya a fines del siglo XIVse empieza a subrayar la modernidad , precisamente en las cues-tiones que más agudamente interesaban al tiempo, y se habla,por ejemplo , de devotio moderna , una especie de vanguardismoen la «mística teología».

(2) El principio de las nacionalidades es, cronológicamente,uno de los primeros síntomas del romanticismo (fines del sigloXVIII).

(3) Ahora vamos a asistir a un ejemplo gigantesco y claro,como de laboratorio; vamos a ver si Inglaterra acierta a manteneren unidad soberana de convivencia las distintas porciones de suimperio, proponiéndoles un programa atractivo.

(4) Si bien esa homogeneidad respeta y no anula la plura-lidad de condiciones originarias.

Tomado de la Rebelión de las Masas. Espasa Calpe, 1966.

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LA FAMILIA HISPANAEN LA FAMILIA UNIVERSAL°

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Si admitimos como punto de partida un hecho ensí evidente: que o no existe la familia hispanoamericanao que si existe en unidad no puede proceder más quede lo hispano, cobra singular importancia para Américaentera la definición y comprensión de lo hispano.

Ahora bien, parece como si contra lo hispano sehubieran coligado las fuerzas más formidables y hete-rogéneas que jamás la historia vio converger en cual-quier dirección. El cuadro de la hispanofobia universalestá todavía por hacer. Todo eso de " la leyenda negra"no es sino tortas y pan pintado al lado de lo que sepodría reunir sobre el tema . Vayan por delante tan sólobreves apuntes, que sirvan para esbozar las grandeslíneas de la conspiración antihispánica.

Primer indicio interesante: la desfiguración o extran-jerización de los nombres españoles. Cuando me hallabayo estudiando a Cristóbal Colón para escribir su Vida,me di cuenta de que en el catálogo de la Biblioteca delMuseo Británico, para dar con lo referente a Colón habíaque ir a Colombo. Cuidado que Colón puso especialhincapié en que lo llamaran a la española: que en últi-mo término vivió y murió español; que hay varios pa-peles suyos firmados Colombo, Colomo y Colón, pero quesu último y definitivo nombre, y también (nos lo dicesu hijo) su nombre original, era Colón. Pues no. Ha deser Colombo, porque (me explicaron en el Museo Bri-tánico) hay que atenerse a su patria de origen . (Nótesepara luego).

Tan absurda es la postura que el Catálogo del Mu-seo Británico tiene que registrar bajo Colombo a losdos hijos del Almirante, Diego y Fernando, que jamásusaron la forma italiana ni se llamaron otra cosa queColón. Y no queda aquí el absurdo; sino que, comosigue habiendo libros que registrar sobre Colones degeneraciones sucesivas, ya el Museo Británico no seatreve a seguir en sus trece y se apea del burro. Apartir de la tercera generación registra bajo Colón.Nótese que en inglés a Colón le llaman Columbus; y que,en rigor, podrían haberlo registrado en el catálogo bajoColumbus, lo que no habría implicado rechazo del nom-bre español; pero no, se registra bajo el nombre italiano.Y ¿no era lógico romper con Colombo precisamente conel Descubridor, al pasar la familia de Italia a España,cuando su nombre cambia deliberadamente y en cir-cunstancias obvias, en vez de aguardar dos generaciones

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y cambiarlo sin ton ni son con los hijos de Diego? ¿Quéhay pues en tan insensata conducta? Pues esto: queno figure un nombre español en la historia universal.

¿No habíamos dicho que hay que atenerse al nombredel país de origen? Eso nos contestaron- para explicarColombo en vez de Colón. Pues ¿qué pasa con Borgia?País de origen, España. Nombre español, Borja. ¿Cómose les llama y cataloga por doquier? Borgia, a la italiana.De modo que, cuando el país de origen es España, seva al país de adopción.

Tercer caso: Espinosa . El judío español que se fir-maba Despinosa o Espinosa es universalmente conocidopor "el judío holandés (de origen portugués ) Spinoza",catalogado en la S. Aquí, como iba en favor de España,no se aplicó la regla del país de origen. Cuarto caso:Domenico Scarlatti. Lo mejor y más granado de suproducción, lo hizo en España; y es española de inspi-ración, quizá más española que la que escribían entoncessus contemporáneos nacidos en España. Domenico Scar-latti firmaba en su apogeo Domingo Escarlate, pero aquí,como iba en contra de España, se aplicó la regla delpaís de origen.

La conspiración es evidente. Claro que tácita, másque tácita, subconsciente. Ya veremos cómo y por qué.Pero sus efectos son evidentes, e idénticos en su causa:un antihispanismo universal. Otros síntomas lo confir-man. He aquí uno pintoresco. La ópera de Beethoven,Fídelio, está basada en un episodio que ocurrió enFrancia durante la Revolución Francesa. Pero, como setrataba de cárcel y de tiranía, pues hala, a España conello, y el libreto lo presenta en nuestro país. Y qué decirdel Don Carlos de Schiller y aun peor de la ópera, consu grotesca caricatura de Felipe II vestido de encarnadoy poco menos que desayunando con hereje asado. Esoen la ópera. ¿Qué será en la historia o lo que por talse cuenta? La malevolencia persiste, y aun en épocareciente en un libro escrito no sin cierta penetraciónpor un periodista inglés, se intenta representar a Españacomo la enemiga permanente del Occidente, tomando,claro es, por Occidente, el ambiente positivo y progre-sivo, la vanguardia, digamos, de la evolución humana.

Sería vano intento en este breve espacio quererabarcar las formas y movimientos de tan persistentemalevolencia para con un pueblo. Sólo cabe comentaralgunos de sus aspectos.

En primer lugar, conste que antes de fines del sigloXV no se ve por ninguna parte ni rastro de tal "enemis-

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tad" entre España y Europa, que entonces lo que hoyllamamos "Occidente" estaba hundido en la ignorancia yla pobreza , y que España fue precisamente el puentey la escuela donde aprendió la filosofía , la matemática ylos baños . Todo iba entonces en la harmonía más per-fecta; caballeros transpirenaicos de todas tierras veníana luchar en la cruzada española contra el Islam, y sabiosde toda Europa estudiaban y traducían en Toledo; mien-tras que tanto los hombres de armas como los 'deciencia de nuestra España servían en sus respectivasprofesiones por toda Europa también. A nadie se lehabía ocurrido entonces esa paparrucha de "la enemigadel Oeste" para descoyuntar a España de un organismoeuropeo que tanto le debía.

¿Cuándo empiezan a cambiar las cosas? la respuestaes sencilla: con el descubrimiento de América. Aquellofue el premio gordo de la mayor lotería que jamásconoció la historia; y lo ganó España. Y ya se sabe loque le pasa al que gana el premio gordo: la envidiade los demás le amarga la existencia . Al pasar de losaños, al sobrevenir las increíbles y esplendorosas con-quistas, los países europeos ya formados, Francia eInglaterra sobre todo, se disponen a aprovecharse porfas o por nefas de la buena fortuna de España. Comienzaentonces para España una época en la que tiene queasumir velis nolis el papel de enemigo obligado de losdos países occidentales; y como había que justificaresta enemistad, comienza la leyenda negra.

Ni qué decir tiene que los españoles la alimentancon sus hechos y aun con las fechorías de algunos deellos. Pero aquí no se trata de aseverar que los espa-ñoles eran santos ni siquiera mejores que otros. Erande su tiempo. En general, como los demás europeos;en algunas cosas, mejores; en otras peores. Todo estoes de Pero Grullo. Lo que hay que destacar es queentonces empieza la falsificación de la historia que aúndura y que le permite a un Arnold Toynbee hablar deldía aciago en que los españoles conquistaron a Méjicosin que estallen de risa hasta las piedras de Teotihuacán.

Como si no bastara este motivo tan poderoso deanimosidad, la musa de la Historia se encapricha enañadir otros a cual más ponzoñosos. Primero, la Inqui-sición y la expulsión de los judíos. España se priva demiles de gentes activas e inteligentes para regalárselasa sus adversarios; y no así en estado neutro y pasivo,sino con el alma enconada por tener que abandonarsus hogares seculares. Esta emigración de españoles 0

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privados violentamente de su españolidad va a dar a losadversarios de España amén de una riqueza técnica deque nuestro país estaba (y sigue) harto necesitado,un plantel de propagandistas del antihispanismo queha trabajado sin cesar durante tres siglos contra el Im-perio Español.

A los pocos años, el rey Carlos 1 de España saleelegido emperador de Alemania. Entre los muchos sar-casmos que le debemos a Clío, los españoles, pocoshabrá tan crueles como el de haber ganado Carlos estaelección sobornando a sus electores con oro del NuevoMundo. Porque esta unión personal con Alemania fue eltercer desastre de España. El primero había sido eldescubrimiento de América , que desvió nuestra expansiónde su terreno histórico natural , el Africa del Norte, desdeMarruecos hasta Tierra Santa ; el segundo fue la expul-sión de los judíos, que nos privó de un plantel valiosí-simo de españoles; el tercero fue la unión personal conAlemania que nos enzarzó en las guerras de religión.El cuarto fue la decisión fatal de Carlos V de dejarle losPaíses Bajos a Felipe 11 en vez de a su hermano Fer-nando. Esta decisión aseguró la existencia de Bélgicay de Holanda como países distintos de Francia y deAlemania, pero, con esa mala suerte histórica que ca-racteriza a España, la aseguró en condiciones talesque no nos lo agradecen los dos países que nos debensu independencia . Antes al contrario, la enemistad per-tinaz de los Países Bajos fue otro de los afluyentesimportantes de la poderosa corriente de opinión quea través de los siglos se forma y crece contra España.

Finalmente viene a engrosar y renovar esta corrienteel enjambre de las guerras de emancipación de losreinos españoles de Ultramar. Esta emancipación era laculminación natural de una evolución histórica lograda;era quizá la vindicación y la justificación más honrosapara España de su etapa imperial, ya que los únicospaíses coloniales que quedan en el Nuevo Mundo noson españoles.

De haber madurado la evolución nacional de losreinos americanos bajo un monarca civilizado comocualquiera de los cuatro Borbones del siglo XVIII, lascosas se habrían roto también por que la época nopermitía todavía concepciones análogas a la federación(como lo prueba la ruptura entre Inglaterra y las trececolonias), pero en un ambiente menos brutal. Por des-gracia, ocupaba el trono español el monarca más vilque ha tenido España, y el más indigno de dirigir sus

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destinos hasta que vino a hacerlo bueno el rey de lafrancachela. Esta circunstancia fortuita vino a reforzarotra más natural. Era, en efecto, psicológicamente in-evitable que las guerras de emancipación manejasentópicos antiespañoles que se perpetuasen después enleyendas nacionales sin otro sustento que aquellas gue-rras. Por este camino, surge pues otro poderoso elementovital que alimenta el antiespañolismo.

Y no termina aquí la historia. Porque el mito delEldorado, que antaño atrajo no sólo a los conquista-dores españoles sino a los piratas europeos, renace hoyen los capitalistas de ambos continentes. En los EstadosUnidos de América (de toda América , ¿eh?) se considerainstintivamente todo el continente como Terra nostracon la misma naturalidad con que los romanos veíana todo el Mediterráneo como Mare nostrum. Y Norte-américa sabe muy bien que no hay más que un elementofuerte en todo el sur, capaz de resistir a la absorcióndel Norte : lo español . Continúa pues en toda suertede formas, unas burdas y otras sutiles, el antiespaño-lismo histórico.

Era menester decir todo esto claro para eliminar lasmonsergas de "España enemiga del Occidente", y abor-dar sin prejuicios lo que de verdad es lo español. Perorecordemos nuestro proverbio : "¿Ladran? Es que ca-balgamos".

Tomado de: Presente y Porvenir de Hispanoamérica . EditorialSudamericana, 1959.

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LOS ARABES0zWoor,rOLi- Antonio Conde

De cosas notables del gobierno del Rey Alhakem,y de su muerte

por Antonio Conde

Procuró el Rey Alhakem Almostansir que su hijoúnico el Príncipe Hixém tuviese los más doctos maestrosque en Oriente y en Occidente se hallasen: entre otrosbuscó á Muhamad ben Alhasan ben Abdala ben Mezhagel Zubeidi, originario de Sevilla y vecino de Córdoba,se apellidaba Abu Becri, había sido discípulo de Casimben Asbag, y de Said ben Fahion y de Ahmed ben Saiden la lengua , y en la poesía de Abu Aly el Bagdadi:era este Zubeidi el hombre más docto que entoncesse conocía en la lengua arábiga y en su gramática;y fue su especial encargo enseñar esto al Príncipe.Escribió varias obras muy curiosas y el compendio' delcélebre diccionario intitulado Ain: le ayudaban en estetrabajo de orden del Rey el capitán de su guardia Mu-hamad ben Abi Husein, y el insigne poeta Abu Alyel Bagdadi: fue el Zubeidi prefecto del juzgado de Cór-doba, y después el Príncipe Hixém le honró con otrosprincipales cargos. Alcasim Aben Asbag de Baena leenseñaba historias tradicionales, y Muhamad ben Cha-téb el Lezdi varia erudición y la métrica, y lo mismoel Tobni de Záb, insigne poeta de este tiempo y WaliXarta del Rey Alhakem.

Era el Rey Almostansir muy amante de la paz, yla procuró conservar aun con los Cristianos á pesarde algunos de sus Walíes de frontera; y cuentan quelos consejos que solía dar á su hijo Hixém concluíansiempre con decirle: no hagas sin necesidad la guerra,mantén la paz para tu felicidad y la de tus pueblos, nosaques tu espada sino contra los injustos: ¿qué placerhay en invadir y destruir pueblos, arruinar estados yllevar los estragos y la muerte á los confines de latierra? ten en paz y en justicia los pueblos, y no tedeslumbren las falsas máximas de la vanidad: sea tujusticia, un lago siempre claro y puro, modera tus ojos,pon freno al ímpetu de tus deseos, confía en Dios,y llegarás con serenidad al aplazado término de tusdías.

Mandó empadronar los pueblos de sus estados, yhabía en España seis ciudades grandes, capitales de lascapitanías, ochenta de mucha población, trescientas detercera clase, y las aldeas, lugares, torres y alqueríaseran innumerables: sólo en las tierras que riega el Gua-

dalquivir había doce mil: dicen algunos que se contabanen Córdoba doscientas mil casas, seiscientas mezquitas,cincuenta hospicios , ochenta escuelas públicas , y nove-cientos baños para el común . Las rentas del estadovalían cada año doce millones de miteales de oro, sincontar las rentas de azaque que se pagaban en frutos.Se beneficiaban muchas minas de oro, plata , y otrosmetales por cuenta del Rey, y otras por particularesen sus posesiones : eran muy ricas las de los montesde Jaen, Bulche y Aroche, y las de los montes del Tajoen Algarbia de España . Había minas de piedras pre-ciosas, dos de jacut rojo, ó de rubíes á la parte deBeja y de Málaga . Se pescaban corales en las costasde Andalucía, y perlas en las de Tarragona. En la largapaz que mantuvo el Rey Alhakem se fomentó la agri-cultura en todas las provincias de España: se labraronazequías de riego en las vegas de Granada, Murcia,Valencia y Aragón: se construyeron albuheras ó lagospara riego, y se hicieron diversas plantaciones de todaespecie como convenía a la calidad y clima de las pro-vincias. En suma este buen Rey mudó las lanzas yespadas en hazadas y rejas de arado, y convirtió losánimos guerreros é inquietos de los Muslimes en pací-ficos labradores y pastores. Los más ilustres caballerosse preciaban de cultivar por sus manos sus huertos, yse holgaban los Cadies y Alfaquíes en la apacible sombrade sus parrales: todos iban al campo y moraban en lasaldeas dejando las ciudades , cuales en la florida pri-mavera, cuales en el otoño y al tiempo de sus vendi-mias. Muchos pueblos siguiendo su natural inclinación2se entregaron á la ganadería , y conservaban la antiguavida de los Bedawis, y trashumaban de unas provinciasá otras, procurando á sus rebaños comodidad de pastosen ambas estaciones.

Jusuf ben Hamud el Sadfi, Cadi de Cebta su patria,informó al Rey Alhakem de la sabiduría y celebridadque tenía en Oriente Abdala ben lbrahim el Omaya deAsila la de Tanja: éste era originario de Sidonia en An-dalucía, y de la más ilustre prosapia: había pasado áCairvan y á Egipto, y estaba en la Iraca y solicitado delCadi de Cebta, y por cartas del Rey Alhakem se vinoá España en este tiempo, y desembarcó en Almería.Hizo el Rey Alhakem muchas obras públicas en las pro-vincias de España: reparó mezquitas y menciles ó po-sadas públicas, entre otras la célebre y antigua deLibia, que se llamaba Menzil Haxemia, construyó fuentesen poblado y en caminos públicos, y reparó puentes y

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acueductos . Encargó el gobierno de Badalyox y de suscomarcas al Persiano Sabur su familiar y camarero,hombre docto y de mucha política . En este tiempo murióMuhamad ben Abdelwahib , gobernador de Jaen , hombrede grande ingenio , que mereció la confianza del ReyAnasir y de su hijo el Rey Alhakem: en su juventudhabía tenido competencias con el Wazir Abdelmelic benGehwar sobre precedencias de asiento con notables lan-ces: este Aben Gehwar fue Wali Bait el Mál ó prefectode la Tesorería , y cuenta Razi que sus composicionespoéticas eran de tanta elegancia que se atribuían áZeidun de Córdoba : sobre todas se celebraba su canciónde las excelencias de la rosa , que algunos decían quese aventajaba á la primavera , y á la descripción de lalluvia de Abdala el hijo de Alhakem el Coreixi.

El Rey Alhakem no sólo era justo apreciador delmérito de los buenos ingenios , sino también muy buenpoeta , pues como en aquel tiempo era la poesía unade las prendas de educación de los caballeros, la enten-día bien y se ejercitó en su juventud en toda especiede metros, y quedan unos versos suyos , que dice Hayanque los hizo á la partida y separación suya de la SultanaSobeiha , madre de Hixém , con ocasión de la jornada deSantistefan de Gormaz, que los repetía Abu Aly el Hasanben Ayúb , y con algunas variantes Muhayer el Dilemi,y son estos:

De tus ojos y los míos en la triste despedidaDe lágrimas los raudales inundaban tus mejillas:Líquidas perlas llorabas, rojos zafires3 vertía,Juntas en tu lindo cuello precioso collar hacían,Estraño, amor, al partir como no perdí la vida:Mi corazón se arrancaba , el alma salir quería,Ojos en llanto anegados , aquellas lágrimas míasSi del corazón salieron en su propia sangre tintas,Este corazón de fuego cómo no se deshacía?Loco de amor preguntaba dónde estás bien de mi vida?Y estaba en mi corazón y con su encanto vivía:A sinrazon me querello de amor que en ansías suspira,Y de los ojos que lloran , y del corazón que hechizas.

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Sería menester dilatarse mucho para referir las vir-tudes y grandeza de ánimo de este sabio Rey, y lamucha prosperidad de España en su tiempo; pero pasa-ron sus días como pasan los agradables sueños, queno dejan sino imperfectos recuerdos de sus ilusiones:pasó á las moradas eternas de la otra vida, en dondehallaría, como todos los hombres, aquellas moradas quelabró antes de su muerte con sus buenas ó malasobras: falleció en Medina Azahra á dos de Safar delaño trescientos sesenta y seis, á los sesenta y tres añosde su edad, y quince años, cinco meses y tres días desu reynado. El féretro del Rey Alhakem fue acompañadode todos los caballeros de la ciudad, y de infinita genteque acudió de la comarca: fue enterrado en su sepul-cro del cementerio de la Rusafa: hizo oración por élsu hijo Hixém, que descendió al sepulcro, y salió deél sin poder contener sus lágrimas.

1 Una antigua copia de este compendio del Zubeidi estáen la Real Biblioteca de Madrid.

2 Desde la más remota antigüedad fueron los Arabes mora-dores del campo, que vagaban pastoreando sus rebaños : Isaíasanunciando la desolación de Babilonia decía, que aquella ciu-dad vendría á ser un yermo espantoso: we lo yahel sam Arabi,we roim lo yarbizu sam: que ni acamparía allí el Arabe, nipastores sestearían allí: como decía Cotaiba no saben vivir sinobuscando pastos á sus ganados, mudando sus ranchos a más omenos distancia, por dar tiempo á que se renueven las yerbas,y para buscar en la mesaifa ó estación de verano las alturasfrescas hacia el Norte ú Oriente, ó volviendo al fin de la esta-ción para la mesta ó invernadero, hacia los campos abrigadosdel Mediodía ó Poniente, imitando á las grullas que, como de-cía Damir, tiene su mesaifa en la Iraca ó Caldea, y su mestaen Egipto y tierras de Poniente. Estos Arabes se llamaban Moe-dinos vagantes ó trashumantes, y es fácil que alterado estenombre de él haya procedio el de nuestros ganados merinos,que conservan esta vida alárabe.

3 Es decir que sus lágrimas eran de sangre , que salían delcorazón.

Tomado de Historia de la dominación de los árabes en España.

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D EL DIA R IO DE GABIN ETEDE JOS EPHU S DA N ELS°

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Sábado, 19 de abril de 1913

Esta mañana llamó el Almirante Southerland,' queestuvo al mando de nuestros navíos en la Costa delPacifico, mientras estuvieron fondeados en puertos me-xicanos, en el curso de los disturrecientes que tuvieronlugar en ese país. El Almirante Southerland indicó que,en la provincia noroeste de México, los rebeldes pare-cían estar ganando terreno rápidamente ; que las tropasfederales no eran numerosas y que, cerca de Guaymas,teníamos una ciudad estadounidense con aproximada-mente 200 mujeres y niños, además de los hombres.Señaló que al pueblo no le agradaba Huerta; pero queestaban dispuestos a unirse todos para alcanzar la paz.Cuando se suponía que iban a llegar a un acuerdoamistoso, llegó uno de los funcionarios del gobierno,tomó posesión del gobernador provisional y su personal,cerca de una de las ciudades costeras y se los llevóa la Ciudad de México, en donde quedaron prisioneros.Este incidente, llevado a cabo bajo la responsabilidadexclusiva del mencionado funcionario, impidió efectiva-mente que tuvieran éxito todas las tentativas ulteriorespara llegar a un acuerdo amistoso. El Almirante Souther-land indica que en México prevalece la opinión gene-ralizada de que un Federal equivale a cinco Insurrectos;pero que el pueblo de esa provincia y el de las adya-centes, durante la administración de Madero , tuvieronel placer de disfrutar de un poco de libertad en dondesiempre antes habían sido gobernados con mano dehierro, y que puesto que habían gozado ya de ese pri-vilegio, nunca volverían a conformarse con algo menosque un gobierno representativo libre. Además, el Almi-rante Southerland señala que cree que tenemos proba-bilidades de entrar en guerra con México, en un plazode veinticuatro horas, en el caso de que las tropas en-tren en la ciudad estadounidense cercana a Guaymasy maten a mujeres y niños. Estima que nuestros barcosdeben permanecer en esa costa o que deben relevarlosotros, con el fin de que sea posible ocupar todos lospuertos. Piensa que el despliegue de fuerzas los ate-morizará y que, en caso de dificultades, las fuerzasde los Estados Unidos, representadas sólo por la Marinaen la Costa Oeste, podrán cortar las comunicaciones,dividir al país en dos partes y lograr el control, enviandomarinos e infantes de marina sobre el ferrocarril localde cada puerto hasta la línea principal. Cree que debe-mos enviar los barcos mayores de regreso a San Fran-

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cisco y Puget Sound, para que se efectúen reparacionesimportantes , con sus oficiales y hombres, y comisionara todos los barcos pequeños para que vuelvan a lospuertos mexicanos. Por otra parte, añade que tieneconfianza en que, si se produjeran dificultades , la Marina,en la Costa Oeste podría terminar la guerra en tresmeses.

En el curso de esa conversación, el Almirante South-erland llamó la atención sobre el hecho de que dos delos cruceros acorazados salieron de los Astilleros de laMarina en Mare Island en malas condiciones, debidoa que estaban descansando sobre las quillas en elfondo, por la falta de profundidad en ese lugar y quela mayor necesidad de la Marina en la Costa Oeste noera contar con otros astilleros, sino con un lugar apro-piado para atracar navíos en la Bahía de San Franciscoy afuera de Mare Island.

' Contralmirante William H.H. Southerland, comandante de laFlota del Pacífico.

Tomado de: The cabinet diaries of Josephus Daniels 1913-1921.Editado por David Cronon. Universidad de Nebraska.

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LA PA LABRA HABLADA :EL VASTO MURAL

woocru- Félix Martí Ibánez

Yo soy un enamorado de la palabra . Para mí nohay concierto de violín, música sinfónica , pintura, nimaravilla arquitectónica que me inspire o conmuevatanto como un elegante discurso literario y, para mí,no hay orquesta sinfónica cuya música arrebate más queuna gran conferencia . la palabra escrita perdura másque ninguna otra obra de arte , pues aun después dedesaparecer los libros que la contienen , esa palabraqueda grabada para siempre en nuestra memoria si ate-sora suficientes quilates de valor espiritual . Mucho des-pués de que los devastadores vendavales del tiempohayan hecho desaparecer el Taj Mahal y la Esfinge, ElEscorial y el Cristo de los Andes , mientras la humanidadsobreviva , seguirán los hombres recordando y recitandocon emoción y entusiasmo el Sermón de la Montaña,los robustos versos de Shakespeare , los sabios deciresde Don Quijote y las humanísimas palabras de lincoln.

las formas de la oratoria

Soy asimismo un enamorado de la palabra hablada.Por lo tanto, en este número de MD dedicado a las aves,cuyo canto ha servido a la humanidad de inspiración ysolaz a través de todos los tiempos, dedico este ensayoa la palabra hablada, la más dinámica y lírica forma deexpresión del hombre.

De todas las modalidades de la palabra hablada -dis-cursos, conferencias, arengas, oratoria política y foren-se- admiro sobre todo la conferencia. La arenga políticaes violento latigazo que espolea las emociones de unamultitud; el sermón es voz sutil que cuchichea en losoídos del alma de cada oyente; la oración fúnebre, mantode pálidas rosas que cubre un cuerpo yerto, cuyo calorsólo perdura en nuestro recuerdo; el discurso jurídico esformación militar de datos y leyes en defensa de un prin-cipio; la comunicación científica, oratoria que, como ungalgo, sólo tiene la frágil osamenta de datos y hechoscomprobados; la conferencia universitaria, hábil exposi-ción plena de deliberadas repeticiones y de fines pura-mente didácticos.

La técnica de la conferencia

La conferencia reúne todas las bellezas de las demásformas de oratoria , además de algunas propias y carac-terísticas . Si un artículo , sobre un tema determinado, seha comparado con una miniatura que no puede ser con-

templada más que por una sola persona a la vez, la con-ferencia es un vasto mural hecho para ser admirado adistancia y por mucha 'gente al mismo tiempo. Para lo-grar ese fin, la conferencia , en su estructura , debe ser deconstrucción arquitectónica , de desarrollo sinfónico en sutécnica , de amplio marco en su horizonte como un grancuadro de museo, de musicalidad en su cadencia comouna rapsodia hablada, de denso lastre en su contenido yde objetivos bien trazados. Debe dejar al oyente no sólomejor informado sobre el tema desarrollado, sino satis-fecho y contento, y con la impresión de que, sin esfuerzoalguno, ha asimilado. lo que le hubiera costado muchashoras de lectura y de concentrada meditación.

Si bien hay disciplinas científicas, como la química,la geometría, la física, la botánica, que sólo puedenenseñarse mediante lecciones -es decir, exposicionesclaras, medidas, sucintas y escuetas de los temas estu.diados, repitiendo los datos cuantas veces sea necesariohasta que se aprendan y comprendan bien, hay otrasdisciplinas que, a mi juicio, no pueden enseñarse en formade lecciones, sino que requieren la amplitud de la con-ferencia. No hay más que un modo de aprender lasleyes de la termodinámica, los principios de la geome-tría euclidiana, las propiedades del carbono, la clasifi-cación de los mamíferos o la estructura de las sola-náceas. Pero hay infinidad de modos de presentar larealidad histórica.

Las conferencias y la historia de la Medicina

La Historia, incluyendo la de la Medicina, puededescribirse, interpretarse o narrarse. Para describir lahistoria puede usarse la lección oral; para interpretarlapuede usarse la disetarción histórica; para narrarla, esdecir, para describir lo que sucedió, dónde y cuándoocurrió, e interpretar el porqué y cómo sucedió, noexiste ningún recurso mejor que la conferencia. Esa con-ferencia , a mi entender, no debe ser una árida exposi-ción de datos, fechas y sucesos unidos por el hilo,siempre tenue, de la cronolgía, sino una presentación,romántica en la forma y realista en el contenido, dela realidad histórica, es decir, si se desea hacer de laHistoria ese "entusiasta ensayo de resurrección" de quehablaba ortega y Gasset . Pues la Historia, para mí, oes romántica epopeya o no es nada.

Creo que una de las causas del estancamiento de lahistoria de la Medicina durante tantos años ha sido el

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modo tan adusto y poco imaginativo de enseñarla. Elloexplica perfectamente por qué los estudiantes de Berlína principios del siglo pasado, alentados por la actitudextrañamente antihistórica de Rudolf Virchow, decidieronque no querían sufrir jamás más exámenes de historiade la Medicina. Como espectador de muchas conferenciassobre la materia, letales en su monotonía y aridez, headmirado siempre, como contraste, la actitud mental dequienes, como Henry Sigerist, hicieron de sus cursos yconferencias sobre la historia de la Medicina algo diná-mico, interesante y, sobre todo, divertido y ameno.

Pues la Historia no necesita tener lo que un "hombrefuerte" de Italia, por fortuna olvidado, describió comocaracterísticas del nefasto sistema político por él creado,"el puño cerrado y la cara seria". Esa ha sido desgra-ciadamente la actitud de tantos autores que aún consi-deran que la ciencia es enemiga de la jovialidad y de laimaginación, y que se horrorizan ante la idea de incluiren sus escritos y lecciones una expresión jovial, un co-mentario humorístico, o una alusión literaria de cual-quier índole. El resultado es que la atención de supúblico se les escapa apenas comienzan a hablar, comose escapan las raudas golondrinas apenas ven acercarseal granjero con la escopeta.

Creó que la conferencia debe ser preparada meticu-losamente , después de muchas semanas de lectura yanotaciones, y con la perspectiva que dan años de estudioy meditación , pero debe ser pronunciada cordial e "im-provisadamente", con esa premeditada improvisaciónque requiere años de preparación, en contraste con ladel político vulgar, que lanza audazmente un aluviónde palabras inflamadas sobre públicos que abren lasventanas de la emoción y cierran las del intelecto.

La improvisación oratoria

Puedo hablar con cierta autoridad sobre la improvi-sación en oratoria. En España, mi país natal, durantemuchos años, y en especial durante los tres años de lamal llamada Guerra Civil, tuve que alternar mi trabajomédico y literario con la oratoria. Pronuncié entoncesmás de mil conferencias , charlas, discursos y arengas,con frecuencia improvisados , y siempre -fiel a la tra-dición oratoria española- sin ayuda de una sola notaescrita. A menudo dirigí la palabra a más de sesentamil personas congregadas en plazas de toros; en unaocasión, mi discurso duró cuatro horas. Y no hay que

olvidar que la oratoria en España -tierra de oradores-requiere que el discurso sea enádito , florido, lírico, arqui-tectónico, sinfónico , emotivo, humorístico, ideológico,inspirado e inflamado. El público, educado en una es-cuela de alta oratoria, así lo exige del orador. Pero sóloel orador sabe las interminables semanas de lectura,escritura, meditación y desvelo que exige cada "impro-visación".

La cortina de papel

La conferencia literaria, lírica o histórica bien prepa-rada no debe ser Iéída, pues la cortina de papel aisla alconferenciante del público, ni tampoco debe ser recitadade memoria, porque entonces pierde su calor y esponta-neidad. Debe estar minuciosamente preparada en cuantoal contenido y a la forma, pero no en cuanto a las pala-bras que se van a emplear. Las ideas, la técnica paraexpresarlas, han de estar esmerada y artísticamente pre-paradas ; pero las palabras deben fluir espontáneamentee ir revistiendo el pensamiento del orador en presenciamisma del público . Este es el único modo de convertirla conferencia en auténtico acto creador, en el cual par-ticipe el público de mico dinámico, al asistir al nobleesfuerzo del conferenciante por ofrecerle ese mágico mo-mento de la creación oratoria en que las ideas, que bro-tan desnuditas y tiritando de su mente, se van ataviando,ante los ojos de todos, con el rico, policromo y cálidoropaje de bellos vocablos, vibrantes de luz'y musicalidad.

Esa conferencia es una obra de arte superior a cual-quier otra del ser humano, porque puede el hombredesarrollarla sin más ayuda que su conocimiento del tema,los matices de su voz y el movimiento de sus manos;palabras y ademanes con los que puede pintar, cincelar,componer una sonata verbal, dirigir el raudo ballet delas palabras que escenifiquen el drama de las ideas enel teatro encantado de la oratoria.

¿Pronunciar una conferencia de memoria o leerla?

Yo considero la conferencia como la suprema formade esclarecimiento y diversión intelectual, ya se trate deuna conferencia lírica, literaria , poética o narrativa; ocomo la más elevada forma de enseñar si se trata de unaconferencia didáctica, pedagógica, destinada a enseñaralgo relativo a las ciencias, la Medicina, las artes, lasletras, la historia, la sociología, u otras ramas del saber.

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En el caso de la conferencia lírica o literaria, lo ideales pronunciarla sin necesidad de leerla. Ello requiere aveces semanas o aun meses de preparación, pensando yorgani árido el material básico sobre el que se va a ha-blar, mas no la forma en que se presentará, que ello leroba toda su espontaneidad y encanto a la conferencia.Las ideas del conferenciante, su tesis, su narración de-ben estar muy bien meditadas, pero la forma en que vaa engalanar su pensamiento ha de fluir a medida quehabla para dar así la oportunidad al público, en primerlugar de asistir al maravilloso proceso de la conversiónespontánea de ideas, conceptos y creencias, en palabras,oraciones y párrafos, y en segundo término para lograruna mayor identificación espiritual entre el orador y eloyente, quien -al unísono con él' orador- traduce ensu mente y con sus propias palabras lo que escucha. Eseoyente es un colaborador del conferenciante, pasivo, sise quiere, pero colaborador al fin, que los buenos orado-res y conferenciantes se guían a menudo por el interésla actitud y los gestos de su público.

En conferencias muy largas y esmaltadas de muchosdatos, citas y aun fechas -pese a .lo enemigo que soy,tanto en mis escritos como en mis conferencias, de darfechas-, el texto puede escribirse de antemano siempreque el conferenciante recuerde que lo que está escri-biendo es para ser leído, y que por lo tanto debe extre-mar su claridad, lucidez, precisión, eufonia y brevedad.Sobre todo, debe mantener un estilo "oral", hacer quelas palabras escritas, leídas con voz y dicción puras yclaras, resuenen como parte del diálogo espiritual soste-nido en la sala entre el conferenciante y cada individuodel público. Los dos oradores más grandes de la Histo-ria han sido asimismo maestros en el arte de la confe-rencia : un estadista y escritor español del siglo pasado,Emilio Castelar, y un conferenciante contemporáneo, es-pañol también , ultramoderno en su técnica y sus enfo-ques líricos , Federico García Sanchiz , cuya obra oratoriaha quedado por desgrácia casi totalmente inédita, puesjamás podría reproducirse por escrito la gracia de susgestos o su magnífica y vibrante elocución.

Sigmund Freud , otro brillante orador , pronunciabasus conferencias sin leerlas y después, en la soledad desu despacho, ornamentado como una salita románticade principios del siglo XIX, las escribía, recordando exac-tamente cuanto había dicho. De ahí la claridad "orato-ria" de sus escritos, su vocabulario "popular" y precisoy su estilo "verbal", que hace que "cuando le leemos,en realidad le estemos escuchando.

La conferencia leida

La oratoria, en cuanto a la conferencia y la políticase refiere, ha sido mucho más elocuente en Europa queen las Américas, con excepción de oradores genialescual José Martí, el poeta, literato y apóstol de la inde-pendencia cubana en el siglo pasado. La tradición deleer los discursos es mucho más anglosajona que latina.En Europa sería inconcebible que un miembro del cuerpolegislativo leyera sus discursos, y los políticos que lohan intentado nunca han sido populares. Se exceptúa aChurchill, quien desarrolló la técnica de subrayar susdiscursos con lápices de colores , y más que leerlos losrecitaba , si bien nunca llegó a alcanzar la elocuencianatural de un De Gaulle o un André Malraux, quienespueden hablar sobre cualquier tema sin necesidad detexto escrito, ni siquiera de notas.

lo que resulta imperdonable es el tipo de conferencialeída y que, en realidad, no es sino un artículo, ensayoo comunicación, para ser publicado y leído en la intimi-dad, no para ser impuesto por el conferenciante a unpúblico cautivo. Para ser dinámica, la -,onferencia escri-ta debe tener una elocuencia especial , y exige del confe-renciante una máxima proyección de su personalidad yuna interpretación de la lectura mediante inflexiones devoz, pausas ( la pausa en la conferencia es tan importan-te como la propia palabra ) y el gesto mesurado quedebe acompañar a toda conferencia leída.

Ideas y metáforas en la conferencia científica

¿Cuántas ideas debe contener una conferencia? Nue-vamente hay que diferenciar la conferencia lírica, filo-sófica o literaria, en la que el número de ideas, concep-tos y descripciones es prácticamente ilimitado, de la con-ferencia científica, en la que lo ideal sería que el oyenteabandonara el salón habiendo aprendido -o confirma-do- al menos una idea, concepto o descubrimiento. Laconferencia lírica o literaria puede, y acaso debe, ser unmosaico policromo de palabras que haga viajar al oyenteen el Pegaso de la fantasía y con las etéreas alas de lapalabra mágica del conferenciante a través del tiempoy del espacio.

Pero las conferencias científicas -estoy hablando deconferencias, no de comunicaciones- deben ceñirse aun soló tema si se desea que sean provechosas, acasodesarrollándolo por métodos diferentes, y desde diversospuntos de vista, presentando la imagen del concepto que

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se desea impartir, como se reproduce la imagen de unabella artista en su camarín mediante muchos espejos ydesde ángulos diferentes que revelan perfiles y facetasdistintos de la misma personalidad.

Pronunciar una conferencia científica no implica queésta tenga que ser árida como una paramera castellanao un desierto africano. La metáfora y la imagen rica encolorido ayudan mucho a aliviar la inevitable aridez ymonotonía de la conferencia científica, como una avedel Paraíso encendería con sus colores el paisaje grisde un desierto.

Algunos conferenciantes no temen incrustar sus con-ferencias científicas con citas y alusiones poéticas y lite-rarias -las trufas del pastel: Recuérdense las conferen-cias de Sir William Osler, para quien las bellezas delpasado literario servían de heraldos de las verdades delpresente científico. El lenguaje de la conferencia cien-tífica debe ser claro, libre de neologismos y siempre lú-cido y humano, despojándose del manto de misteriosaausteridad que por desgracia visten aún las conferenciasen nuestros congresos y reuniones científicas. Muchosconferenciantes aún temen y eluden bordar sobre la ur-dimbre de su tema científico unos pocos adornos litera-rios o poéticos. Ello es un grave error, y si el conferen-ciante está calificado para hacerlo, no debe temer elobsequiar a su público con las golosinas de unas cuantasalusiones poéticas. En Inglaterra las conferencias de SirWalter Langdon-Brown eran modelos de teoría cientí-fica y de ornamentación literaria, y en España las dePedro Laín Entralgo, uno de los más grandes historiado-res de la Medicina en la Europa actual, son modelos deerudición clásica, modernismo en los conceptos y bellezaliteraria.

Mi pasión y reverencia por la palabra hablada se ex-plica acaso porque mi vida fue hasta hace unos añoseminentemente "oral" y también porque me crié en unatradición de grandes oradores y conferenciantes . Sin em-bargo, he comenzado a apreciar en ciertas ocasiones lasvirtudes de la conferencia leída, que sacrificando lo tea-tral y artístico de la conferencia hablada, tiene acasomás belleza, precisión y densidad de concepto, pese a laya mencionada cortina de papel que se interpone entreel conferenciante y el auditorio.

Entreacto personal

Por cierto que mi "más ambicioso" proyecto litera-rio, y en el que vengo trabajando durante muchos años,

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es una novela titulada Gesta , la historia de un joven queposee el don de la palabra, gracias a lo cual llega a con-vertirse en el mayor dirigente político de España en ladécada de 1930-40, sólo para renunciar a su fama, po-der y gloria cuando se percata de que su mensaje idea-lista y romántico no es interpretado como era debido yque las masas quieren convertir en movimiento políticolo que él concibió como dinámico movimiento filosóficoe idealista.

En mi opinión no hay nada más sublime -ni conmo-vedor- que un personaje, ya sea novelesco o real, aquien Dios ha dotado de un pico de oro y una voz ar-gentina, puestos al servicio de una alma, una mente yun corazón púros. Cito, pues, mi novela Gesta solamentepara poner de manifiesto una vez más mi apasionado yperdurable interés en la palabra hablada.

La palabra , creadora de humanidad

Además de servir para impartir conocimientos, tienenlas palabras otra misión importantísima que es la deacercarnos unos a otros y, al hablarnos , trocar nuestrasoledad cósmica en compañía, mediante el mágico actodel diálogo. Esa es acaso la misión más noble de laspalabras, ser vehículo de sincera amistad entre loshombres, pues en el humilde acto de encontrarse doshombres y hermanarse mediante las palabras de un sa-ludo, se cimentan las bases humanas de la Historia,con toda su gloria y grandeza.

(c) Copyright 1969 por el Dr. Félix Martí Ibáñez . Derechosreservados . Reimpreso de MD EN ESPANOL marzo, 1970.

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