Teresa de Jesús I- La mujer y la Iglesia

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    Mientras tanto, N 14, 1983, pgs. 63-80

    Teresa de Jess l. LA MUJER Y LA IGLESIA

    RoSA Rossr

    a Lucio Lombardo Radice

    Teresa de Jess est destinada a funcionar como papel toma-sol de la polltica eclesistica en los mbitos que ataen a lamujer y a la tradicin catlica espaola. Esa funcin suya sederiva, naturalmente, de la enorme fuerza con la que ellamisma plante esos dos problemas, con los hechos y los escri-tos, en la poca en la cual vivi.tlnico i:nstrumento para comprender y criticar y, dado el caso.contrastar las orientaciones y los virajes de tal polltica, segnel modo como sta se expresa a travs de las sucesivas actitu-des respecto a Teresa de Jess, es, claro est, la comparacinde las posiciones asumidas en cada caso por los pontlfices ylos resultados adquiridos por la investigacin historiogrficay filolgica relativa a las acciones y a los escritos de este gran-dsimo personaje del siglo XVI espaol.Sobre esa base, en el discurso que Juan Pablo 11 pronunci enAvila el t. de noviembre de 1982 ~ clausurar las celebraci-nes del IV Centenario de la muerte de Teresa me ha parecidoadvertir signos de un retroceso general de la polltica papal enlos dos mbitos que indicaba anteriqrmente, un retroceso res-pecto a las posiciones asumidas sobre aquellos dos mbitos porel anterior pontfice, Pablo VI. Y como eso ha acaecido en el Et ne cJ primero de dos artculos en Jos que se hace refcrcnci.a a lafiura de T e . r ~ 3 de A.vUa como piedra de tOQue para oonsiduar problemaspolfticos y tericos contemporneos: las orientaciones pollticas y culturalesde la la).esia, en el primero, )' los instrumentos para la reflexin sobre l::t.condicin femenina, en c:l sq:undo.

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    dores habfan sido objeto .de sospecha, persecucin y marginacin: basta apuntar los nombres de Juan de Avlla y JernimoGraci.n de la Madre de Dios, estrechamente ligados a las circunst.ancias de Teresa.La concesin del Doctorado a Teresa se produjo sobre la basede la distlnc16n entre magisterio carismtico y magisteriojerrquico, dislinc.i6n vi.gente para todos los fieles del estadolaico pero particularmente fundamental. como veremos, en elcaso de una mujer. En la Deelarncl6n del Promotor Generalde la Fe, fray RafaeJ Prez O.S.A., se ]ce.efectivamente, a pro-psito del fiel: .. .puede alcanzar formas eJevadisimas demagisterio sin que por ello deba ascender a1 grado de rnag is-.terlo jerrquico .En lo que atae -a las mujeres la ba.rrera no es empero oontingc.ntc, sino sustandal, esto es, inherente al conjunto del ordensimblico que est en la b a . ~ de la Iglesia Catlica y ms engeneral de la 'cultura', entendida antropolgicamente.' Talbarrera ha hallado expresin en la tradicin de la Iglesia enun clebre pasaje de Pablo (l Cor, 14, 34): cMulieres in Bcclesis taceant, pasaje confirmado por otros del propio Pablo y;sobre todo, por la continuidad con la tradicin judaica, o reve.Jador, ms bien. de la continuidad con la tradicin judaica enese decisivo aspecto del dcsarroUo del erisrio.ni.smo. Proscripcin, pues, de la palabra pblica. potente, dirigente de la mujef, proscripcin que ha sido interpretada de diverso modoy en diversa medida en relacin con el cambio de las sucesivassociedades en las que la Iglesia ha vivido y en relacin tambin con la presin de las mujeres por hallar un espacio distinto, en la Iglesia y fuera de ella. Tales cambios, sin embargo,conviene subrayarlo. han tenido lugo.r siempre, por lo que res-pecta a la Iglesia, dentro del precepto paulino, que estableceen el plano de lo sagrado, y por consiguiente de las funcionesdirigentes en la sociedad eclesistica, una radical diversidadde la mujer.Asf, en el d iscurso solemne pronunciado en San Pedro el 27 deseptiembre de 1970. discurso que debla atenerse, claro est. alresultado de la discusin que haba precedido a aquella pro-J. San.ra Terua d ~ Juti$ Doctora d ~ 1.4 l t /u ia. 0 t.IC'I.I1nctt0$ ofir:ialu,Madrid, Junta NacioMl E

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    clamacin ptbJica, Pablo VI dijo, entre otras cosas: Acasose quebranta ahora el precepto apostlico? Podemos rcsponder coo dardad: no. En r e t : ~ ! l i d a d no se trata de un Ltulo quecomporte funciones jerrquicas de magisterio.'La concesin del Doctorado tena, pues, sin duda, el significadode una . : p r o m o c i n ~ : ~ de la mujer. pero dentro de los estrictoslnltes de la trudicio. Slo. que la fuerm de la personalidadde Teresa consenta y a la vez imponfa que se jnt.erpret.a.S/3 latradicin - e n el mbito de la situacin detenninada por elVaticano 11- en sus tnninos latos, en sentido favorable ala mujer. exactamente como habla sostenido Jernimo Craciinde la Madre de Dios. quien en 1604, en polmica conrra q u i ~nes haban intentado que $e condenaran los escritos de Teresa.sostuvo la capacidad y el derecho de las mujeres a escribirsobre materias c s p i r i t u a l c s ~ apOyndose precisamente en Japosibilidad, admllida en ]a tr.ldicin, de que tambin las mujeres pudieran ser objeto del carisma divino.Se reconoca as a la mujer la posibilidad de ser protagonistade una experiencia reliiosa en Jos di\'trsos grado.s en los quese manifiesta esa experiencia carismtica, desde la oracinmental hasta los \'ariOS grados de la experieJlcia mistica, conjunto de fenmenos religiosos caracterizados todos por el hechode desarrollarse en el interior del alma del fie l y que se desig:nau eo castellano con el trmino 'oracin'. Contextualmente,adem$, si bien con muchas reservas, se admhla la posibilidadde q_ue la mujer pan:icipase en la elaboracin de esa partiCUlar tendencia del pensamiento doctrinal que es la teologa eSpf..ritual, distinta de Ja teolog3 dogmtica y contrapuesta a ella.Teresa, claro est, fue partJcipe de la concepcin dominantede la mujer como ser dbil. instintivo y particularmente desarmado ante el demonio; constantemente. sin embargo, acept ya un tJempo rec-ha7..6 tal concepci6n, al aadir constantemente aquella definicin o.por nattn:'aleza Ja determinacin histrica que seala en la carencia de cletras -es decir, de todocontrol sobre la formacin de la verdad- una de las ItlUtnesde aqueUa debilldad desannada. Y si slo en algn caso, comovertmos. rei\'indic el derecho a ser reconocida en la plenitudde su realidad de persona humana -acallada de inmedlatopor la censura-, siempre rei"indic un modo de ser quefuese harto ms que de mujer. en Jo cual 'mujer' debe entender&e con Jos rasgos seWmicos que se le -atribuan en cJcontexto en el cual Yiva Teresa: dbil, envidiosa y sujeta alos engaos del demonio.J. P40lo VI e {1 C

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    Aunque de modo eplsdlco y marginal, Teresa intent inclusoir ms all de la concepcin dominanle en su poca. Asf, porejemplo, en uno de sus preciosos apuntes - textos escritospora si mjsml. no destinados a lectura ajena- conocidos enJa tradJcln teresina con el nombre de Relaciones o Cuentasde conciencia, o tambin Mercedes. En la Relacin 19 (edid6nAlvaret, 1977), que es probablemente del \'erano de 157l. cuando en las jerarquas de la orden de Jos cannelltas calzados. ala que todava pertenecfa Teresa, se estaban haciendo ms

    f u e r t e . ~ Jas l"e$steoclas a sus iniciativas de fundacin, Teresarazonaba asf:Estando, pocQS df.u despus de esto que digo, pensando si tenian r ~ n los que leJ parecfa mal que yo saliese a fund.ar,y que eslnrfll yo mejor emplendome si-empre en oracin.. cotendi: Mientras se \iY, no estA la ganancia en procurar gom.r-me ms. sioo en hacer mi ,oluniad.Pan:cfamc a mi que, pues san Pabk.l dloe del encerramiento delas mujeres ~ u e me han dicbo poco ha. y aun antes lo hablao i ~ que sta seria la votuatad de Dios. Dfjomc: eDila Queno se sigan por slo una porte de la Escrl tuta, que miren otras.y q,ue !ti podri.n por ventura atarme las manos.

    En ese extraordinario texto Teresa apunta una cdtica a Jainterpretacin eclesistica de la Escritura en d terreno dela funcin de la mujer y una exgesis distinta de los pasajesdel Nutvo Testamento referentes a las mujeres, exgesis i n ~tentada por ella repetidamente en sus obras mayores, sometidas, como es notorio, a una serie agotadora y castrante decensuras y controles; se es, con certeza, el terreno capitalpara criticar la tradicin ec]esislica, en la que aparece ah,ya lo hemos dicho, en ciertos aspectos - por ejemplo en elmbito del derecho a la palabra pblica-, una continuidadcon la tradicin mosaica.Sobre todo, no obstante. Teresa impuso una imagen distintadel lugar de la mujer en la Iglesia por el modo oomo, con tena.cidad, impuso y defendi la supervivencia suya y de su reformaen la historia de Espa.fia y de la Iglesia, imponiendo en loshechos su figura de. 'fundadora', esto es, de dirigente. E.nesa lucha Ten:sa acept compromisos, recurri -a astucias, secontradijo y se entremeti en su tiempo hasta dejarse deformar v contagiar, pero creo que puede decirSe con toda tranquHidad que, en ese plano de la relacin con el contexto histrieo. la diversidad que se adviene a primera vista entre ella4. S o b n ~ ~ pwuo toD ilu..minador lw; pdinas d 6 ocro redeodsimOe nfoa)'O de Ida M4ti. Geste df NflV'rcth. T4bil e trasgru.fiont:, Mii4D, JUl..zoli, 1982.

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    y Juan de la Cruz puede y debe atribuirse no slo a razonesde temperamento y de origen social, o de talla intelectual, quea r n b i ~ n las hay, sino a la condicin de quien, por ser mujer,saba que se arriesgaba ms que Juan de la Cruz a se:r elimi-

    nada de la faz de la historia.El reconocimiento del Doctorado, en suma, en los limites enlos que se )lizo, no agotaba en modo alguno el alcance de losescritos y de la figura de Teresa de Jess, asi como no constituia en ningtln sentido una respuesta v.Uida al gran interrc>gante que el movimiento de las mujeres iba a plantear enaquellos aos a la sociedad entera. y no slo a la institucineclesi.islica, y ello pOrque consista nicamente en una intc rpretacin amplia, en sentido favorable a la mujer. de un ordenque pennanecfa intacto y .que segua basado en la cxcJusinde la mujer de la plenitud y la integridad de su ser p e r s o m ~ . .(Naturalmente, esto no significa en modo alguno que debadesatenderse el signiJlcado del Doctorado en la poltica papalde entonces; aqu estamos 1aquilatando aquella decisin en unplano harto ms general. y sobre todo a lenor de la realidadde la figura de Teresa tal como nos la pueden restituir lalectura critica de sus escrflos y el conocimiento riguroso desus actos.)Con todo, en el discurso que Juan Pablo 1J pronunci en vilael 1.-o de noviembre de 1982 no aparece ningn desarrollo deese tema del Doctorado, ni del l ~ m a del magisterio carismtico de Teresa Es ms, de. la 'oracin' teresiana se vuelve ahablar. 'Pero no por su autonoma de experiencia religiosa, ypOr la aportacin teolgica que puede comportar en cuantoque experiencia autnoma. sino para subrayar, por el contra-rio, su carcter instrwnenuJ. de apoyo, de servicio: ...haabierto nuevas sendas de fidelidad y servicio a la Santa MadreIgle-sia. ~ que ha llegado a1 corazn de Jos obispos y sac::erdo-ces, para renovar en ellos deseos de sabidura y de santidad.para ser 'luz de su iglesja' (L'Osservalure Rmano, 1-2 de no-viembre de 1982, pg. 3). Y cuando se llega 111 tema de la rela-cin entre Teresa y la condicin femenina se hace referencia demodo parcial y tergiversado a un texto de Camino de perfec-cin sobre cuya historia, y sobre el uso que de l hace Karol\Voytila, voh'er ms adelante. De muy distin to modo habiahablado Pablo VI de la inspirado rcJigiosa de Teresa: [ .. ] lamu jer, al entrar a formar parte deJa Iglesia con el Bautismo.participa del sacerdocio oomUn de. Jos ficJcs, que la habilita yla obliga a profesar ante los hombres la fe recibida de Diospor medio de la Igles ia ( .. ]! Por eUo el Concilio ha querido re-conocer la alta colaboracidn con la gracia divina que tstdn tiamadas a ejercer las mujeres (el rubrayndo es mo).

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    En el discurso del papa Momtlnl del 27 de septiembre de 1970haba un elemento de gran interts tambin en la otra vertientepor la cual Teresa, como hemos dicho. funciona como papeltomasol de )as tendencias de la poHtica cultural de los pontffices, es decir, en la veniente de la imagen que la lglcsiatiene-y da de s y de su historia, y e.o particular de la imagende la historia religiosa del s iglo xvx espaol que la Iglesia tratade proponer.As se expres Pablo VI al trazar la trayectoria histrica deTeresa: 41Dentro y fuera de las fronteras patrias se agitabacon "'iolencla la tempestad de la Reforma. oponiendo entre sa los hijos de la Iglesia. Ella, por su amor a la verdad y suintimidad con t.1 Maes.tto, t.uvo que. afrontar amarguras e incomprensiones de tdo tipO Oos subrayados son mios). Conc..us palabras Pablo VI aceptaba y haca propios los resultadosde la investi.gacio his-toriogrfica que desde los aos treintade nuestro siglo demuestra que la iglesia espaola del siglo XVJ:estaba recorrida pOr toda una serie de contradicciones y dl\'i.dida en dos grandes campos. y que toda interpretacin idtlicay monoltica era falsa. La iinvestigacin historiogrfica babiademostrado ampliamente, adems, que en el caropo que habfaresultado total y trgic-amente derrotado en el enfrentamientoabierto en los prbneros decenios del siglo, que desde 1559 sehabfa convertido en guerra sin cuartel. se hallaban las fuerzasms ricas y preadas de futuro del cristianismo espaftol. Esde toda evidencia que Montir ten1a en cuenta las conclusi()ones o as que habfa llegado en ese terreno precisamente Jabistorio,--rafa de orientad6n catiJca: basta pensar c:o la revisin del proceso de carranza - proceso que, como es sabido,se inici con la detencin del arzobispo de Toledo, en 1559,y se prolong durante toda la vida de Teresa-. ya iniciadaen aquellos aos por Juan Ignacio l 'cllcchea Idgoras, o en larehabllitac:in de Jos 'alumbrados' de Toledo, reconocidos porTellechea Jdfgoras y otros estudiosos catlicos y hasta t.'Cie-sisticos como victh:nas de hombres deJ aparato inquisitorialque la investigacin mostraba, no slo profundamente i g n ~rantes, sino incluso incapaces de entender las necesidadesprofundas que emergan en el alma cristiana de su tiempo y,en consecuencia, los ms autnticos intereses de la Iglesia.s. Entre las ' rehablllll:ldO$' estuvo ta.mbl6n M.arln de: cuaua, de cuyop ~ !11: l k & p r ~ que un o cl.c Jo11 c a r J e ~ cr.a e1 d" kt es1a r u tanprountuou. tomau ele predicado,. y e : ~ de doetrioaque $01os bonlbl'(:s &Abios e d.e Otdtn sacn de oficio se c : o n 1 . : ~ d e en

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    Por lo dems, esa d i ~ p o n i b i l i d a d a reconocer la propia ualuraleza de institucin histric:l, aunque vinculad:l a una rt-ferenda estable y trascendente, y como tal ins-titudn histricasujeta a transformaciones y reconsideraciones, y la cons igu1ente disponibilidad a reconsiderar la propia relacin con Jos protesto.ntes. er.-. un..-. de las lineas d i t e c t r i ~ s del Vaticano 11, almenos a partir del momento en el cual los padres conciliaresrechazaron el esquema de documento ya prepar:1do poJ lacuria.Vase, en cambio, cmo se e.xprcsa Juan Pablo Il al seftalarla presencia histrica de TcJ;"CS.a en la Iglesia de Espaa: Sinti profundamenrc la divisin de los cristianos cor:no un desgarro en su propio coraz6n (... ] con la mirada y el coraznfijos en Roma. el centro de la catolicidad. Ya ton la carta delt4 de octubre de 19$1 en la cual Woytlla se justificaba con lajerarqufa espaftola por su ausencia, de la apertura del ao teresiano, ausencia dolorosarocnte obligada, se insista en definir la 'oracin' teresiana c:omo una respuest;t al luteranismo,instrumento de Juc:ha contra quienes, al no aceptar la Iglesiay su magisterio, despreciaban a Crlsoo y su amlstad. La orientacin podrfa hacer pensar incluso en un reavivarse del modorncm:ndcz-pclayista de entender aquella fase de la historia dela Iglesia espafiola y de l::l Iglesia en su conjunto.No nos podremos detener ahora aquf en las evidentes m p Hcacioncs polticas generales de semejante o r i e n ~ c i n en cua.nto que olvido o interrupcin del d i ~ l o g o ecum6nloo; en eseplano nos interesa slo sefa.Jar que a Teresa de Jess le hasido confiado el patrocinio de una de las instituciones de losFocolarini, una de las fuenas de movimiento en las cuo.lesparece pensar Juan Pablo n. como es sabido. para Ja realizacin de su poltic-a. Se trata de un entramado de opciones c u Jturoles y opciones operat ivas que convendra seguir, a mi juicio, con mucha atencin.En lo que me interesa detcnenne aqu es en la r e f l e ~ i nsobre Jo especficamente espafiol de esa opcin dd actual pon-.tifice. Ni uoa alusin. hemos visto, en su d i s c u ~ o que sinembargo debe considerarse de importancia histrica, a losproblemas internos de la Iglesia del s iglo XVI, y nl una alusinal modo c:omo Teresa se situ respecto a aque11os problemas;gran insis tencia, en cambio, en la funcin antluterana -hartodiscutible de por pOr otra parte- y en la posicin de Teresaese pmcew e ~ b l b a trabajudo ('n los ltimot aft09 de u o;(da Giulia Adioolfi, y de su tr.abajo pi'OOC4en oo PQQS de tu ldc.as q ~ o ~ c nU>J traUIIdodi : Clq)Oik'r aqu.

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    como baluarte extemo frente a enemigos externos y respecloa una Iglesia presentada como compacta.SQbre b base de ese disC'urso se tiene la impresin de que ental planteamiento hay algunos elementos comunes oon la utilizacin que se hizo de Te resa en Ja ideologa nacional-catlica,la cual. como bien ubemos, fue t t su vez uno de Jos soportesfwtdamcntalcs del fra.oquismo. Se dio entonces una in,erpretacin de Teresa basada. como veremos. en algunas autnticasfalsedades y en muchas tergiversaciones, interpretacin quetena lejan-as rafees: se remontaba a la elaboracin y manipulacin hecha en la poca barroca de su figura OOll)() e;capitanude J o ~ ejrcitos de su M a j e ~ ; t a d y copatrona de Espaa, comomodelo de suma obedienda y elaboradora de valores ctc.mosy ahistricos de experiencja religiosa contemplativa. Es UD3larga historia que coincide casi con la historia de a ideologadominante en el Estado c..c;.paol desde el siglo xvu hasta hoy.Una historia en la que, desgraciadamente. dominaron siemprefuenas intclec:tuaJes dericales, y que en los pocos aos dela Segunda Repblica no vio, claro est, el cli.m.a adecuadopara que pudiese Iniciarse en Espaa una critica radical deaquella manipulacin. una nueva fundamentacin critica dela concepcin de la figura de Teresa semejante a la que precisamente en aquellos aos estaba elaborando en Franela, enlo relativo a la primera mitad del siglo XVI, Maree} Bataillon.(Durante el franqu.ismo la ma.J1pulaci6n y la utililadn dela figura de Teresa fue delegada totalmente, como es obvio.en los aparatos i d e o 1 g k ~ de la Iglesia, y todavla hoy esmuy poco lo que han hecho Jos aparatos pblicos de la organizacin de la cultura en relacin oon sta que es una de lasms grandes escritoras en ca..o;tellano; hasta falta una edicincrtica nacional de sus o!bras.)Hay que preguntarse, pues, qu relacin trata de establecereste papa con los estudio:sos y especialistas catlicos, e inclusocarmelitas, que en los aos sesenta fueron publicando estudios de los que se desprende de modo incontroverdble que laverdadera opcin de Teresa fue la que la 'io junto a loscristianos espaoles y no slo espaoles decididos a desarrollar y defender una nueva relacin con Dios: una relacininterior, silenciosa. de la que naci una de las directrices deJa moderna libt:-rtad de conciencia, as como. en su vertienteliteraria. tanta literatura .de autoao.lisis que reconoci en la$obras de Teresa de Jess un valioso antecedente. Eso es, sise quiere, un prob)em3 que atafie Jnt\$ directamente a .Josestudiosos catHcos; no obstante, tambin quien se s-ita enorra posicin puede y, a mi juicio, debe colaborar, xnediante

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    la confrontacin de posiciones y el apoyo a la investigacin,en la consecucin de un desarrollo fa,orable de contrastes ysituaciones que no deben ser consideradas nunca rlgidas e i n ~modificables. Dicho de otro modo, hay que guardarse de tenerde la Iglesia la imagen que sus sectores ms retrgrados tratan de damos de ella.Hay, sin embargo, otra implicacin de }3.5 orientaciones papales que inleJ-esa directamente u Ja izquierda. y no slo " JaIzquierda espatlola: se trata de seguir con atencin, ms allde los apretones de mano y del ereconocimiento del resultadoelectoral, qu se cuece all donde se p r e p a l ' ~ n - mediante intervenciones y tomas de posicin que slo pueden parecer nopertinentes y ajenas a quie n tenga una visin verdaderamente.cstreclul de la luclul po!t;ca- las lneas de poltica culturaldestinadas a d ~ r f n . ~ t o en un futuro ms o menos inmediato.

    3He afinnado que la imagen !.radicional de Teresa - la dominante, para entendemos, desde la poca barroca has ta losafios cuarenta, pese a algn timido intento de revisin- sesostena sobre un cmulo de falsedades y de tergiversaciones.Documentar semejante afirmacin resulta verdaderamente f-cil, y basta pensar, por lo que se refiere a las autnticas { asedades, que en 1946 el descubrimiento de las proebas delorigen judo de-Teresa en el archivo de Valladolid hizo caeren el ridculo a la Teres:a castiza, descendiente de cunagalera de obispos, capitanes y s.oldndos. a la cSnnta de JaRal-3, imagen qt1e habia oonsti tuido el pilar de la ]tirnamanipulacin de su figura, Ja utilizada, precisamente. por dnacionalcatolicismo al servicio de la Cruzada y del frapquismo.Aquella colosal mixtificacin se apoyaba a su vez, como esnotorio, en la radical falsedad que estaba en la base de la mentalidad colectiva de los espaoJes del "Siglo de Oro": la ocultacin del componente cristiano nuevo de la so::iedad espaola, en la cual colaborn.ron tt una tanto los COnversos oonaspiraciones a la integracin y al : u c e n . ~ gocial c:omo J o . ~Cristianos viejos, en denodado intento de discriminar y cortar el paso a un grupo soc.al que les resultaba odioso, porqueera fuerte, rico y culto. :Es la diablica trama de m e n t i r a ~que est en la base de tocfa la historia de Espaa a partir deledicto de expulsin de 1492, de l"e$ultas deo) cual. como essabido, en Espaa no hubo ya judfos sino slo conversos,que deban ser controlados por la Inquisicin, inslltuida al72

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    efecto, y rasgos de esa trama pervivieron en la historia espatl.ola incluso hasta la crisis de 1868. Es la trama constituidapor la compra de falsas genealogfas y falsas ejecutort.. dehidalgWa por parte de los cristianos nuevos adinerados,como la que se compr el mercader que era el verdaderoantepasado de Teresa -falsas genealoglas que la hacienda deCarlos V, como ha demost rado Rrunn Cara.nde, era muypropensa -a vender, para cubrir el dficit endmico de lasfinanzas de la Corona-, y por la institucin de Jos Estatutosde limpieza de sangre, con los cuales, mediante la I n ~ducci6n de un elemento abJtnamente racista en el conflicto,los Cristianos viejO.Ii, o incluso los cristianos nuevos. yacompleramente a salvo gracias a ~ a falsificacin del propioorigen atestiguado en documentos oflciales, trataban de evitarel Occ.e$0 de los cristianos nuevos ms dbiJcs a los capftulosde las catedrales, a los Consejos y a las rdenes religiosas dems prestjgio.Teresa, gracias a la faisa genealoga comprada por su abuelo,y en el ll'larco de- ese oo!osal proceso de falsincacin, habfasido tomada como muestra y mode1o de Ja ideologa de laEspafta cristiana por los cuatro costados, hidalga y linajuda.Los papeles de ValladoUd demostraban, por el contrario, inso.mbra de duda, que sus antepasados eran judos, que suabuelo habfa vuelto clandestinamente -al judasmo y que la.suya e1a una familia de mercaderes: 'vida de prestigio social.(En la biografa de T e r e s ~ cuya redaccin acabo de conduirme he valido del origen judaico como de una clave para nterpretar toda la dificil trayectoria de Teresa de Ahu.tnada,de la tormentosa bs:gueda de una idemidad a la pasin porla palabra y la t$Critura. una pasin que tiene en oomn contantos escritores que, sin haber creido nWlca cn el judasroo,se vieron expuestos por el origen judo de sus familias a lalaceracin de no poder presentarse nunca enteros, condicin que tiene en comn, en suma, con Kafka y Benjamin.)E.l descubrimiento de 1946 era como un terremoto, constituauna autntica bomba: Teresa de Jess era de origen judo ycaf.a como un castillo de naipes aquella Vida gr4fica desanta Teresa, fa Sarrta de la rata de Gabriel de Jess, de 1929,que habfa abierto camino a aquella Santa Teresa de Je..slls, sin-tesis sr.tprema de la Raza t!$Crita por el padre Silverlo de santaTeresa, entonces bigrafo oficial de la 'santa' en la ordencarmelita, obra que apareci en Wla fecha fa tdica: 1939.Por lo d e m . ~ . el propio Narciso Alonso Corts, quien haba.descubierto y ledo por primera vez despus de siglos aquellos

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    papeles, al dar noticia de ellos al mundo entero, como honestoinvestigador, en las pgioas del Boletln dt. lo. Real Academio.Espaiiola.sinti la necesidad de escribir las siguientes frases:Los datos que eo l se contienen [ ... ] no deben causar sor-

    p r e s ~ [ . .. ] ni mocho menos conturbacin. P r e c i s t ~ m e n t e ellospatentizan con difana elocuencia hasta qu punto en lo!> ines-crutables d c ~ i g n i o s divinos la gloriosa Santa de Avila era unaelegida. (Expresin racista como tantas otras, por cuanto queinvoca, para compensar el dato otborroroso que salla a la luz,una particular eleccin dEvi.na.)Cuando ms larde. en 1950, apareci la primera edicin deuna nueva biografa escrita por un fraile de la orden del Carmelo, biograffa ms abierta a una historlz.acin de la expe-riencia de T :re$a pero todava viciada por graves errores demtodo en el plano cientCflco. el carmelita Ef:n de la Madrede Dios silenci los datos publicados por Alonso Corts, yhasta la iegunda edicin de la obr;:a. escrita con la c o l a ~racin de otro fraile carmelita, Otger Stegg.ink -m ucho msconsciente., c:vidcntcmcnte, de las exigencias del mtodo cri-t ico-, y en un clima pull!.ioo distinto, no s.e dio constancia deaquel dato; aun as .se mantenan muchos reparos e interpre-tadones paradjicas que no es cosa de referir aqui y se justificaba en nota el anterior silencio pOr la intencin de mltigardefecto moral de la notici.a en muchos lectores sorprendidos.(Es por ello por Jo que .causa cierta preocupacin enterarseahora de que los papeles que contienen los tres pleitos de losCepeda -que Alonso Corts transcribi, sin duda, de modocorrecto, como honrado estudioso que era, pero que quiz notranscribi por entero- han desaparecido deJ archivo de Va-lladoHd..: pili"CCc esunto merecedor de una investigacin.)Desde entonces es mucho el camino recorrido por los estudiosteresianos, en particular en la reconstruccin de la situacinde Teresa, como mujer y COmo fundadora. en la sociednd es-paola de su t iempo. Mucho camino se ha hecho tambin enla relectura de los numerosos pasajes de los escritos de Teresaen los cuales toma ella posicin con vivacjdad sobre cucstiones de honrn y de linaje. Han aparecido los ensayos de Francisco Mrquez Villanueva. y de Daniel Pablo de Maroto, dosque pueden citarse de entr e los muchos que han enriquec:idolos estudios teresianos a partir del descubrimiento de AlonsoCorts, todos acordes, como es obvio. en destruir, al menosen ese plano, la grotesca imagen tradicional. Y se ha llegado as6. E f ~ de lo M.ad.n: de Di

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    a Jos recientes ensayos del profesor vallisoletano TefanesEgido. el cual, en un recientsimo ensayo publicado e:n elnmero de Bphemerides Carmelitica.e dedicado a l IV Cente-nario de la muerte (volumen xxm, a1lo 1982), ha argumentado ampliamente la exigencia de llegar a una ..nueva bio-grafa crtica que no slo se base en el respeto a Jos principios fundamentales del mtodo c rit.ioo sino que se inscribaadems en Jas orienu.cioues de la investjgacin historiogrficacontempornea.

    4Sin embargo, a esa nueva biografa, que no podr resultarms que. de la colttboracin de estudiosos de distintas disci-plinas y competencias, no se llegar, me temo, s i no ~ abreun amplo intercambio de ideas entre estudiosos de distintatendencia sobre los tc.mas que indicaba al principio de estareflexin como puntos criticos de fa presencia de Teresa deJess en la historia: la condicin femenina y su lugar ideal ypOiftico en la igles ia espat\oJa del siglo xvr. Es intil refugiarseen lo 'social': el componente de. Ja detenninacln sexual y elcomponente de las opciones ideales a travs de las cualespuede ponerse en .movimiento una persona pese a su origensocial y contra l - y en consecuencia la posicln de tal per-sona respecto a Jas fuerzas que actan en su momento. quee.sttl vinculadas t a m b i ~ n a las opciones ideales y doctrinalesy se cxpn.'Su.n u travs de ellas- son mucho ms vlidos paradefi.11ir una. per.>ona, c.reo yo, que todos Jos detalles que pue-dan reunirse sobre sus relaciones sociales o sob re la historiade su familia.Esa opinin ma est apoyada, oomo es evidente. por unateorla general del proceso histrico, por el materialismo his-trico. Pero tampoco quien parta de .premisas ca tlicas puededejar de atribuir una importancia fundamental a Ja concrecinde la experiencia personal. taJ como la definen el sexo y lasorientaciones Jdeales.Hay un punto. adems, en el que en la trayectoria teresianael tema de Ja condicin femenina y el tema de lar. opeioneside:lld se cruzan: es el de la escritura, estrechamente vinculado a la temtica religiosa. la coincidencia es doble. pues setrata del derecho de acceso a Ja lectura de Jos HhrM quecuentan, es decir. de la Escritura por antonomasia. y del de-recho a escribir sobre las cosas que cuentan, es decir. paraquien como Teresa viva en la Iglesia cristiana y catlica.sobre Ja relacin con Dios, sobre la oracin.

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    Si bien en tantos puntos Teresa de JesW acept compromisoso retrocedi -pinsese, por ejemplo, en el problema de lafundacin en t'gimen de pobre-a, que, asumido al principiode su actividad de fundadora como cuestin de principio, fuerpidamente abandonado en la prctica de ulteriores fundaclones (y Tct'$a dis...-uti sobre ello una vez en tono muyorhistoricista con el banquero Simn Ruiz.} -, en el plano dela escritura, en cambio, no cedi jams: entre mll dificultadesy sospechas, durante toda su vida continu csc::ribiendo, consciente oomo debn de ser de que slo oonfi.ndolas Q la formaestable y transmisible de la escritura poda fi jar la propiaimagen y las verdades d o c t r i n a l e que haba obtenido de lare.fle.x.i6n sobre su experiencia. Una imagen y unas verdadesque, de otro modo, hubieran sido arrolladas por los mccanis.mos de la manipulacin, que no dejan a salvo ni siqu.iem alos 'santos', y, por el contrario. en el caso de los santos pue.den hacerse incluso ms profundos, debido a la exigencia propia de la institucin que los proclama tales de exaltar Josospectos que oonsidem ejemplares y poner de relieve los aspectos uconformlstas de la personaiJdad elegida para gloriade los altares.Acept censuras y controles pero nunca dej de escribir, detomar apunte$, de emplearse en gneros literarios menores,que se sustraan a aquellos controles, y, a travs de las canas,nunca. dej de recurrir a Ja palabra esc::rira para afrontar losproblemas de la orden, para denunciar injusticias )' para c::onfiar estados de nimo. Nunca dej de proclamar, es cierto, suadhesin a la palabra ritual y repetida de la tradicin, peroskmpre reivindic la importanda de la libre pala.bl'a interiorde la oracin, y siempre mostr ereer en la fuerza de la pa4labra par-d declr lo q_ue se formaba en su mente, adiestradaen la escucha y la atencin. Y si una vez u:ept arrojar a lasllamas un manuscrito suyo ----0.quel que probablemente. le erams querido, precisamente porque se trataba de un c::ome&tario a un texto de la Escritura que amaba mucho, el Cantarde. Tos Cantares- fue pol'

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    latl..,. la vida de la mujer, - la tabulud6n de diversosupeO a un Cl

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    pagado a los usos vigentes. peaje satisfecho para evitar laproscripcin que opona cerradamente a la palabra escrita dela mujer el campo de los conservadores - de Melchor Cano aAlon,so de la F u e n t ~ o para salvar las dudas que. tena alre-specto incluso el moderado Bficz. Tasa a la que Cjtabasometid..'l. Teresa, por ser mujer, y no en cambio, por ejemplo,fray Juan de la Cruz, a quien .afectaban otras limitaciones ycensuras. Signo de sumjsin al que no la obligaban, claro est,los pocos que, como Juan de la Cruz y Juan de Vil

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    lectura iDtegra del Nuevo Testamento, y se vea obligada abuscarlo en los fragmentos o en la biografa de Cristo deLudolfo de Sajonia o en el latn de la misa, arduamente per-cibido por elln, que no saba lat1n. Y que precisamente elderecho de la mujer (y de los idiotas $in letras que es lo ml$-mo, como afirmaba Melchor Cano) habla sido una de lalineas de divisin y de enfrentamiento (y quiz.i la fundamencal) entre quienes. como l()S uovadOTe$ (con Bartolom deCarranza a la cabeza), sostenan en la Espafia del siglo xvxla oportunidad de que la B:iblia fuese tra.duclda a l romat1ce.dando asf a todos la. posibilidad de alimentarse de ella, y el.campo de los conservadore$ (con el Inquisidor General de lapOCa, Femando de Valds, a la cabeza), que sostenfan la ne-cesidad de excluir de la lectura de los textos sagrados a lasmujeres y a los laicos carentes de formacin universitaria.De qu parte estaba Teresa, como mujer y como conversa.es cosa que incluso estas pocas informaciones deberlan permitir al lector ver con claridad. Bueno ser tenerlo presentecuando haya quien trate de inscribirla en otro