Teresa Escritora de Cartas
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Relectura de las cartas de Santa Teresa
Vida y Espiritualidad para tiempos recios
Teresa, escritora de cartas
Tema 1
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TERESA, ESCRITORA DE CARTASTERESA, ESCRITORA DE CARTASTERESA, ESCRITORA DE CARTASTERESA, ESCRITORA DE CARTAS
Equipo Proyecto NudoEquipo Proyecto NudoEquipo Proyecto NudoEquipo Proyecto Nudo
A VOCACIN LITERARIA DE TERESA DE JESS
B EL LENGUAJE Y EL ESTILO TERESIANO
C LA ESCRITURA TERESIANA
D TERESA ESCRITORA DE CARTAS
1. Introduccin 2. Materia, Forma y Contenidos
Papel, tinta y plumas
Estructura de la carta
a) Encabezamiento,
b) Invocacin y saludo.
c) El tratamiento
d) Contenido
e) Conclusin
f) Sobrescrito
3. El recurso a los amanuenses. 4. El sistema postal en tiempos de Santa Teresa
- Los correos reales - los arrieros, recueros y carreteros - Mensajeros propios y ocasionales: - Redistribuidores - Comunicaciones - Cunto tardaba una carta? - Escribir cartas, un lujo costoso?
5. Destinatarios 6. Autgrafos, copias y ediciones
- La dispersin - Los principales depsitos - Copias y copistas - Historia editorial
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A VOCACIN LITERARIA DE TERESA DE JESS
Teresa escribe por obediencia y por voluntad de Dios pero tambin escribe POR VOLUNTAD PROPIA.
Lcida intelectual consciente y responsable ante el complejo y conflictivo s. XVI europeo y espaol, escritora de
primer orden As es descrita Teresa por algunos de sus estudiosos. Estudios actuales sobre la obra teresiana
desde el punto de vista literario, revelan esta vocacin y habilidad nada espontnea, sino bien compleja y
rica. Teresa tiene habilidad, arte a la hora de tomar la pluma. Tiene estrategias y tiene intencionalidad. Lejos
de interpretaciones dadas durante muchos siglos como la que a continuacin leemos:
Nunca quiso sentar plaza de sabia, ni sinti afn alguno de orden intelectual o esttico, que podra estar
reido con su profunda humildad. Son especialmente simpticas y expresivas algunas frases que denotan
su bajo concepto de s misma y la dificultad experimentada al tomar la pluma: "Para qu quieren que
escriba? Escriban los letrados que han estudiado, que yo soy una tonta y no sabr lo que digo; pondr un
vocablo por otro, con que har dao..."
A. MARCOS, El estilo y la postura de la crtica literaria ante la Santa de vila
La lectura atenta de las obras de Teresa deja bien claro la voluntad de escribir de Teresa. Adems tambin
pone de manifiesto que Teresa de Jess es una escritora de sutil irona que no siempre puede ser tomada al pie
de la letra. Teresa no era una escritora sincera o espontnea y sus escritos no eran difanos. Esto se
desprende del reconocimiento de sus estrategias como escritora, que no hacen ms que evidenciar el
significado de tenaz esfuerzo de escritura por parte de Teresa.
A partir de 1560 se despierta su autntica vocacin de escritora. Santa Teresa gozaba del placer de crear como
una verdadera adiccin. Necesita comunicar su experiencia e invitar a otros a vivirla. Son hasta los mdicos
quienes han de frenarla en su afn de escribir: Me ha mandado el doctor que no escriba jams sino hasta las
doce y algunas veces no de mi letra (Carta a Lorenzo178, I). Sus monjas la ven escribir a altas horas de la noche
en una actitud muy de acuerdo con sus profundas convicciones ya que, sin duda armonizaba lo divino y lo
humano, lo sobrenatural y el puro placer esttico.1 No es fcil adentrarse en el interior de Teresa de Jess
como para saber exactamente qu pasaba en lo profundo mientras escriba. Pero su legado habla por s solo.
Como contina afirmando Mrquez Villanueva: libros de esta densidad de pensamiento no se encargan ni se
improvisan.
B EL LENGUAJE Y EL ESTILO TERESIANO.
Para aproximarnos al lenguaje teresiano, tomaremos las palabras de Cristina Kauffmann:
1 MRQUEZ VILLANUEVA, Francisco, La vocacin literaria de Santa Teresa Nueva Revista de Filologa Hispnica, Mxico,
1983, p.358.
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Relectura de las cartas de Santa Teresa
Vida y Espiritualidad para tiempos recios
Teresa, escritora de cartas
Tema 1
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El lenguaje de Teresa amalgama la compleja herencia cultural castellana del s. XVI con su historia
personal. Su vida entera es lenguaje mstico porque destila siempre la presencia del divino misterio. No se
puede separar fcilmente la palabra de la obra. Hay que atender a su existencia para introducirnos en su
lenguaje.
Parece que lo que sabe o aprende en contacto con letrados y confesores lo pone al servicio de la
formulacin de su experiencia como un servicio a los dems. As escribe: ... y este amor (a sus hermanas),
junto con los aos y experiencia que tengo de algunos monasterios, podr ser aproveche para atinar... No
dir cosa que en m, o por verla en otras, no la tenga por experiencia (cf. Prol. 3). Sus escritos brotan de la
pasin por Dios. No es prisionera de las bellas palabras sino que se lanza siempre a transmitir lo que le
acontece con Dios y de lo que ella es a la luz de Dios. Teresa intenta hablar siempre desde el punto de
contacto de lo que vive y del misterio que la circunda.
Teresa es una persona con una excepcional capacidad de relacin. Siempre escribe para alguien, nunca
para s misma o para el papel. El amor en su forma de amistad le hace vivir la comunin, la armona y la
fecundidad, la unidad esencial de la experiencia de Dios en la oracin, la convivencia y la misin, como hilo
conductor que lo conduce todo hacia Dios. Leyendo a Teresa me parece comprender que es incapaz de
experimentar nada que no sea Dios o la lleve hacia l.
Cristina Kauffmann: El lenguaje de los msticos: Teresa de Jess
Si algo caracteriza a la escritora Teresa de Jess es su libertad. Con su estilo personal, con sus recursos, con su
espontaneidad expresiva que no tiene nada que ver con los libros muy concertados inaugura un estilo
conversacional sin precedentes. Escribe para ser escuchada, y para ello se vale de todos los recursos posibles.
Vamos a mencionar algunas de sus estrategias ms importantes:
Retrica de la incertidumbre teresiana: caracterizada por expresiones como parceme, podr ser que, ser as Le permita evitar acusaciones de presuntuosa al transfigurar sus afirmaciones en opiniones. Tiene as cuidado de no declararse favorecida de Dios. Mediante estas afirmaciones de inseguridad, Teresa lanza su defensa an antes de que la hayan calumniado.
Retrica de la autodeprecacin. Tcnica por medio de la cual Teresa aminora su propio valor e inteligencia para parecer menos presumida, pendenciera y heterodoxa ante las autoridades. Las constantes referencias a s misma como ruin o miserable sirven para refutar la aparente inmodestia de una mujer que se atreve a opinar sobre temas tan serios como la oracin. Esta es la estrategia para lograr la captatio benevolentiae. Aun teniendo esto en cuenta, algunos autores consideran que la persistencia con la cual Teresa recurre a las frmulas de humildad es algo completamente novedoso. Weber concluye que Teresa, como mujer y exttica, estaba en una posicin tan precaria que necesitaba pedir continuamente la cooperacin benvola de su pblico y, al mismo tiempo, impugnar sus capacidades y favores. Recurrir a la captatio benevolentiae es una necesidad para Teresa, pero, al refutar su autoridad para escribir, afirma esa misma autoridad. Al insistir tanto en su propia simpleza y ruindad, hace relucir la importancia de los favores que Dios le ha otorgado y de propia experiencia espiritual.
Subraya que escribe slo porque se lo han mandado, que escribe bajo condiciones difciles y no puede producir un texto pulido, que sus escritos requieren la enmendacin de personas capacitadas
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Teresa asimil las tcnicas que desarrollaron los conversos. El converso tuvo que aprender a observarse siempre desde el punto de vista ajeno y a pensar autobiogrficamente. Se observaban incesantemente, desarrollando una hiperconsciencia de su propia identidad. Teresa lo manifiesta, por ejemplo, en sus continuos titubeos y muestras de humildad. Pero para Teresa, la situacin es ms compleja, no se trata solo de la defensa personal, sino sobre todo de la defensa de la Reforma carmelita.
Estrategia de subordinacin. Le sirve para situarse en el conflicto que se est produciendo en su momento entre letrados y espirituales. Una de las maneras de llevar a cabo esta estrategia fue la de adoptar la posicin escptica de la Iglesia con respecto a las visiones, locuciones y otras formas de intervencin divina. Ella subordina su experiencia al magisterio de la Iglesia. Teresa juzga con escepticismo no solo las visiones en general, sino tambin las suyas propias, las que somete al mismo escrutinio que las ajenas.
C LA ESCRITURA TERESIANA
En los numerosos autgrafos teresianos que se
conservan (ms de 2000 pginas) podemos reconocer
una escritura firme, sin titubeos, se trata de una escritura
muy segura y muy personal que en nada se parece a la
del resto de sus familiares.
A modo de curiosidad reproducimos la grafa teresiana
del alfabeto as como algunas de las numerosas
abreviaturas que utilizaba en sus escritos:
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Teresa, escritora de cartas
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D TERESA ESCRITORA DE CARTAS.
1. Introduccin Las cartas constituyen casi la mitad de la obra escrita de Santa Teresa, y eso que slo se ha conservado el
epistolario en su mnima expresin. Pero al margen de lo cuantitativo, nos encontramos aqu con escritos
cortos, espontneos, maravillosos en su gnero2.
Teresa 3no nos ha dejado carta alguna de su periodo juvenil, vivido en la paterna casa abulense hasta los veinte
aos, con frecuentes idas y venidas a Gotarrendura o quizs al santuario de Guadalupe. Tampoco nos ha
dejado cartas del segundo largo perodo de su vida en la Encarnacin, desde los 20 de edad hasta los 47. Todo
su carteo pertenece a los 20/21 aos finales de su vida, sus aos de andariega, mstica y fundadora. Lo cual nos
permite entrever el contexto y la originalidad del correo epistolar teresiano.
Para Teresa, todo cambia cuando inicia su misin de fundadora. Su primera carta, la escribe en las Navidades
de 1561, y le cuenta a su hermano Lorenzo el proyecto en ciernes de fundar un nuevo Carmelo, y le cursa esa
misiva allende el ocano, en el corazn del imperio del Per. Y a partir de esa primera fundacin comienza y
crece el fenmeno del correo teresiano. Teresa escribe cartas a cada nuevo Carmelo que funda, a Medina, a
Toledo, a Salamanca, a Sevilla. Escribe a cuantos colaboran ocasionalmente en su obra fundacional: a su obispo
Don lvaro, al Rey don Felipe, al cardenal Quiroga, a los mercaderes de Toledo, a sus amigas Da Luisa, a Da
Mara de Mendoza, a la Duquesa de Alba. Cartas a Roma, a Lisboa, a Madrid, a Sevilla...
Poco a poco, la humilde celda de Teresa se convierte en una especie de mini-agencia de comunicaciones.
Frecuentemente escribe en la calma y silencio de la noche, hasta ms all de las doce. Tiene a su disposicin
una o ms hermanas que en caso de apuro o de propia enfermedad le sirven de amanuenses, a quienes ella
dicta el mensaje. Aparte el indispensable ajuar de su modestsima escribana, tiene a mano el veln de lacre
para sellar el sobre (el envoltorio de la carta, dice ella). Dispone para ello de uno o ms sellos de mano con que
timbrar el lacre de cierre, el ms frecuente el que lleva inscrito el anagrama Jhs. "Venga mi sello -reclama-, que
no puedo sufrir sellar con esta muerte", es decir, con esta calavera, que era su otro sello de ocasin en Toledo.
Frecuentemente, a la puerta del carmelo abulense espera paciente -o impaciente- el arriero portador de la
misiva. Y para ms seguridad, cuando su correspondencia corre el peligro de los fisgones, ella se gana la
simpata de los correos mayores de Madrid o de Toledo (Roque de Huerta, o Figueredo, o casademonte), o bien
ella misma recurre a un mensajero "propio" -bien pagado y bien servido- para cursar una carta de urgencia o de
importancia a destino seguro. -Eran los recursos de su mini-agencia epistolar-.
Podemos sorprenderla escribiendo cartas y cartas, por ejemplo, en su celda de Toledo. Es uno de los
momentos ms turbulentos de su vida de fundadora: febrero de 1577. Escribe una extensa carta al carmelita
italiano Ambrosio Mariano, residente en Madrid. En ella, Teresa cuenta de paso que lleva escritas esa noche
media docena de misivas: al Obispo de Cartagena, a don lvaro de Mendoza, a telogos abulenses sus amigos,
2 Ofrecemos aqu un resumen de RODGUEZ-EGIDO Epistolario en Introduccin a la lectura de Santa Teresa, EDE, Madrid,
20022
, pp. 611-667.
3 lvarez. T. Comentarios a las Cartas de Santa Teresa Monte Carmelo, 2012
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a Juan Daz, a la madre de Gracin Juana Dantisco, al Carmelo de Caravaca... "Estuve escribiendo-confiesa ella-
hasta las dos" de la madrugada.
No siempre ser tan intenso el acoso epistolar, pero el presente caso es buen botn de muestra. En la carta
siguiente (10. 2.1577) recordar: "me ha mandado el doctor [el mdico] que no escriba jams sino hasta las
doce [de la noche], y algunas veces no de mi letra" .
Cuntas cartas escribira la Santa en esos 20 postreros aos de su vida? Difcil calcularlo. Entre los editores de
su epistolario es corriente la cifra aproximativa de "ms de 10.000 cartas". Hay quien eleva esa cifra hasta las
15.000. Desafortunadamente, lo que cuenta para el lector de hoy es el exiguo nmero que ha llegado hasta
nosotros: solas, unas 460, ms una veintena de fragmentos. En su original autgrafo, unas 268. No siempre
ntegras.
Por qu tan pocas? En su prdida -o en su extravo a lo largo de cuatro siglos- influyen dos factores: ante todo,
el retraso de su primer conato de edicin, ya promediado el siglo XVII (1658), como si se temiera que el carteo
de la Santa y la bajura de lo cotidiano deslustrase o ensombreciese el esplendor de sus escritos msticos. Y, en
segundo lugar, un cierto frenes devoto a lo largo de los siglos barrocos, que redujo numerosas cartas
teresianas a pequeas reliquias para uso y consumo del portador devoto. An quedan abundantes huellas de
ese saqueo y troceo piadoso (o despiadado).
Quizs se deba a este ltimo factor el hecho de que los originales autgrafos del epistolario teresiano se hallen
hoy diseminados por numerosas ciudades espaolas, por al menos siete naciones europeas y por otras tantas
naciones hispanoamericanas. Baste, como mero indicador, apuntar que en Espaa hay autgrafos epistolares
de la santa en Catedrales como el Pilar de Zaragoza, Salamanca, Palencia, Crdoba, Cdiz, Guadix y Las Palmas
de Gran canaria. Quedan igualmente autgrafos de sus misivas en altos centros representativos de nuestro
patrimonio cultural, por ejemplo, en la Biblioteca Nacional de Madrid, en el Archivo Histrico Nacional, en el
Palacio Real, en el Instituto de Valencia de Don Juan, en la Biblioteca regia del Escorial...
Sin embargo, lo ms importante e interesante es que en ese carteo de hace ms de cuatro siglos se trasluce y
hace presente al lector de hoy el alma misma de su Autora, la altura de sus ideales humanos, su sentido de
Dios, su manera sencilla de andar por la calle y relacionarse con el interlocutor de su tiempo, al igual que con el
lector de hoy.
Nos hallamos ante una secuencia ininterrumpida y muy rica de documentos que desvelan, a golpe de
confidencias y espontaneidad, la historia personal de la Santa, hasta los ltimos repliegues de su alma. La gesta
de su obra fundacional es imposible de comprender en sus momentos decisivos y en su afianzamiento, sin el
recurso a la correspondencia ntima y personal de quien la dio a luz. Igual que en Las Fundaciones, en las cartas
corre la vida de la Iglesia espaola en los instantes prolongados de su mayor vivacidad e inters; personajes
protagonistas de la historia de la Espaa de Felipe II, jefes de partidos encontrados, el propio monarca, la vida
social y econmica, correos, caminos, etc.
2. Materia, Forma y Contenidos
Para Santa Teresa, escribir cartas, fuesen del talante que fuesen, era un rito, con todo un ceremonial al que
deba ajustarse por el respeto que le merece el destinatario.
Papel, tinta y plumas: La carta teresiana es generosa. Refleja gran respeto por los destinatarios. Generalmente
usa papel de calidad. Si por despiste comienza a escribir en papel que no le satisface deja la vuelta vaca
advirtiendo al lector pase vuestra merced esotra plana, que tom mal papel (carta 45,6). El formato de la
pgina es mayor: 31 x 21 cm. Amplios mrgenes superior y lateral izquierdo. Cuando de ella depende, sobre
todo, si se trata de misivas a distancia y tiempos largos, como las que enviaba a Amrica, pone especial esmero
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en las tintas: Harto he puesto en que sea buena la tinta (2,22). Con las plumas llega a exasperarse, a
cambiarlas y recambiarlas en la misma carta, a pedir excusas, aunque sea a personas muy allegadas por los
percances que le causan las plumas, y hasta llega a pedir a su sobrino que de vila enve unas buenas plumas
cortadas, que ac (en Toledo) no las hay buenas y me hacen disgusto y trabajo (carta 182, 1.21).
La impresin de tranquilidad que producen los autgrafos existentes, no refleja las ocupaciones,
preocupaciones, disgustos, o altas horas de la noche en que las escriba. Y menos la presin a que la sometan
las prisas porque el mensajero esperaba impaciente la contestacin para regresarse con ella, porque ya se
parta el correo, el recuero o el arriero, o porque el portador era don lvaro de Mendoza que no permita
demoras. Ni tiempo tena para releer las cartas, aunque esto poco se nota en su presentacin externa (carta
173, 16). Todos los destinatarios reciban la impresin de que al momento de escribir su respectiva carta no
tena ms que hacer, y de que la haba redactado con autntico placer.
Estructura de la carta: Sigue rgidamente los imperativos del cdigo epistolar de su poca:
a) Encabezamiento, es el inevitable anagrama Jhs.
b) Invocacin y saludo: se atiene a dos frmulas invariablemente alternantes: La gracia del Espritu Santo (el
Espritu Santo)... Jhs sea... El nombre del destinatario se relega al sobrescrito, y el saludo puede prolongarse
bien sea a tono con el ciclo litrgico o con la situacin concreta del destinatario: felicitacin pascual,
congratulacin, condolencia, agradecimiento... o bien da paso inmediato al asunto de la carta.
c) El tratamiento: lo introduce en la invocacin inicial y lo repite en el desarrollo: Vuestra merced.... Seora...
Paternidad, etc. Cada persona recibe su tratamiento adecuado. Aunque ha escrito con irona que an para
ttulos de cartas es ya menester haya ctedra adonde se lea cmo se ha de hacer (V 37,10), es muy difcil
sorprenderla en ningn descuido.
d) Contenido: Por su propia naturaleza las cartas son ocasionales. El contenido es inabarcable. Hay espacio
para lamentar la muerte del mtico rey portugus don Sebastin y no calla su enojo ante los que le dejaron ir a
meter en tan gran peligro de su aventura africana, as como para descubrir que la salida secreta de don Juan
de Austria (el hroe popular del momento) para sofocar la rebelin de los Pases Bajos era cosa conocida en
Castilla hasta en sus ms mnimos detalles. Cuando se trata de cartas personales, llega a todos los rincones del
interlocutor, o las intimidades femeninas, como sucede con Mara de San Jos.
Ocasionales o personales, hay ciertas constantes a lo largo del epistolario:
Los problemas de su obra fundacional, donde va presentando la trama de gozos y conflictos, da
instrucciones, corrige e infunde nimos, mostrando en cada carta su preocupacin por todas las fundaciones,
por sus religiosas y religiosos, hijas e hijos que no cesan de darle alegras y disgustos.
Cartas familiares. Las que ms se conservan son las enviadas a Lorenzo y Juana. Modelo de cario, pero
tambin donde se reflejan los problemas de honra, los ocasionados por suegras bullidoras, la preocupacin por
su sobrinos...
Y, finalmente, atenciones para el cuerpo, donde aparece aconsejando recurrir al mdico, pero tambin
su ferviente entusiasmo por la medicina popular hasta el punto de que algunos tramos de su epistolario simula
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a veces un recetario variado y extrao, avalado casi siempre por la previa experiencia personal. Junto a todo lo
cual no deja de recomendar buena alimentacin, no excederse en los esfuerzos y cuidar el tiempo de sueo.
d) Conclusin: La parte final de la carta, casi invariablemente sigue el orden exigido por la etiqueta: Se inicia
con la splica que es una oracin en favor del destinatario y sus allegados. Sigue con las encomiendas, a tono
con la familiaridad y estilo del destinatario. La fecha: en cartas de riguroso protocolo o en las que enva a las
Indias, que supone van a tardar mucho, expresa todos su elementos: lugar, da, ao. Lo comn es indicar slo
el da de la semana o del mes o la relacin a una festividad religiosa. El cumplimento es reiterativo dentro de las
posibilidades y de las exigencias sociales: Indigna sierva, sierva, hija... Y para cerrarse (tericamente) la carta
con la firma: Teresa de ahumada (slo dos veces en todo el epistolario), agrega Carmelita, especialmente en
primeros contactos, con seglares y dignidades (se har cada vez ms raro en la medida en que avanza el
epistolario). Y como se suelen olvidar u ocurrir muchas cosas, para eso estn las omnipresentes posdatas que
coloca en cualquier espacio libre del pliego y no perdonan ni al mismo monarca.
f) Sobrescrito: Firmada y posdatada la carta, comenzaba la tarea de plegarse en dos sobre la primera pgina del
pliego; despus se replegaba por la mitad de arriba abajo y una tercera operacin de izquierda a derecha.
Quedaba en blanco un sector, que haca las veces de nuestros sobres actuales, y sobre este espacio se escriba
el nombre del destinatario con sus respectivos ttulos y la direccin ms o menos detallada. Era lo primero que
lea el receptor y haba que producirle buena impresin con el tratamiento dado. Cuando no est segura del
ttulo o tratamiento, deja el espacio en blanco, y pide ayuda: Mande poner ese sobrescrito al Nuncio, que por
no errar no le pongo; una de esas seoras le pondr, la que ms parezca a mi letra (carta 246,2).
Rellenado el sobrescrito, cuando las cartas van por el correo oficial, se franqueaba con el importe que lo
pagara, a su recepcin, el destinatario. Luego se sujetaba todo con una tirilla de papel resistente, se pegan sus
extremos con engrudo o lacra, y sobre este se estampa el sello. La Madre tena el suyo propio del anagrama de
Jhs. A veces se le olvida y lo pide con urgencia porque no le gustan los sellos de calavera: Venga mi sello, que
no puedo sufrir sellar con esta muerte, sino con quien quera que lo estuviese en mi corazn como el de San
Ignacio.
3. El recurso a los amanuenses.
Para la madre Teresa la carta es cosa personal. Como la palabra. Se produce en clima de intimidad o de
inmediatez. Lo normal es que todas sus cartas sean autgrafas. Cmo ceder a otro la pluma o la palabra?
La traiciona su frgil salud. Cuando sus achaques la llevan al extremo de no poder ms, recurre a la mano ajena
para no renunciar al carteo y con l a la comunicacin. As comparecen en el epistolario las secretarias de la
madre Teresa. Ella misma les ha dado ese nombre. "Todava estoy tan flaca de cabeza, que no s cundo podr
escribir de mi letra, mas la secretaria es tal que podr fiar lo que de m: la secretaria es Ana de s. Bartolom.
En realidad son sencillas amanuenses. Escriben al dictado. No parece que hayan redactado por encargo,
escribiendo por propia cuenta.
La presencia de la amanuense sirve de pista para seguir los altibajos de salud o los grandes cansancios de la
santa. Recurre a ellas por primera vez al comienzo de las fundaciones, tras la grave enfermedad contrada en
Ro de Olmos (Valladolid), a fines de 1568: ni lugar ni fuerza tengo para escribir mucho, porque a pocas
personas escribo ahora de mi letra
Otro tanto le ocurre dos aos ms tarde en Toledo, en vsperas de emprender el viaje de vuelta a vila: La
mano ajena suplico a vuestra merced perdone, que me tienen las sangras flaca y no est la cabeza para ms.
Alguna vez inicia ella la carta, prosigue la secretaria y la concluye de nuevo la santa.
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Pero el recurso a la amanuense se hace normal y frecuente a partir de la gravsima crisis de salud provocada
por el trabajo nocturno a prime- ros de febrero de 1577 en Toledo. Sepa, mi padre, que han parado las
muchas cartas y ocupaciones mas -tan a solas- en darme un ruido y flaqueza ele cabeza, y mndanme que si no
fuere muy necesario no escriba de mi letra (28.2.1577). Es el ruido y cansancio de cabeza que persistir hasta
las fechas en que redacte las Moradas (verano del mismo ao). Los sntomas de agotamiento nervioso debieron
ser alarmantes: Cierto, ha sido el trabajo excesivo este invierno; y tengo harta culpa, que por no me estorbar
la maana, lo pagaba el dormir Mire -advierte a Lorenzo su hermano- que es menester los que hemos ya
edad llevar estos cuerpos para que no derruequen el espritu, que es terrible trabajo. No puede creer el
disgusto que me da (el cuerpo) estos das, que ni oso rezar ni leer, aunque como digo estoy ya mejor; mas
quedar escarmentada, yo se lo digo Est la cabeza cual/a mala ventura, haba escrito poco antes. La crisis
haba ocurrido en la noche del 5 al 6 de febrero. A partir de ese percance, el recurso espordico a la mano
ajena perdurar hasta las ltimas jornadas de 1582.
En el servicio se turnan al menos cuatro carmelitas. Aqu, en Toledo, su sobrina Beatriz de Jess. En vila, la
clebre flamenca Ana de san Pedro (Wasteels) y otra sobrina de la santa, Isabel de san Pablo. Y en los viajes de
los ltimos aos, la dulce enfermera Ana de san Bartolom. La promocin de esta ltima a categora de
secretaria fue un episodio interesante. Lo cuenta esta misma a los jueces en el proceso de beatificacin de la
santa (vila,1595):
Estando un da la Madre en Salamanca..., hallndose la santa madre Teresa de Jess fatigada por tener
muchas cartas a que responder, la dijo a esta declarante: -Si t supieras escribir, ayudrasme a responder a
estas cartas. Y ella le dijo: dme vuestra reverencia materia por donde deprenda. Diola una carta de buena
letra de una religiosa descalza, y djola que de all aprendiese. Y esta testigo la replic que le pareca a ella que
mejor sacara de su letra y que a imitacin de ella escribira. Y la santa madre luego escribi dos renglones de
su mano y diselos; y a imitacin de ellos escribi una carta esta testigo aquella tarde a las hermanas de san
Jos de vila. Y desde aquel da la escribi y ayud a responder las cartas que la Madre escriba, sin haber -
como dicho tiene- tenido maestro ni aprendido a escribir de persona alguna, ni haberlo aprendido jams, y sin
saber leer ms de un poco de romance, y con dificultad conoca las letras de cartas (BMC 18, 173).
Poco despus comentar la Santa: Ana de san Bartolom no cesa de escribir. Harto me ayuda En alguna
ocasin escribirn las dos de mancomn. La Santa firmar la carta, y Ana la posdata.
El servicio de la amanuense, sin embargo, no llega a tener estabilidad. Son pocas las cartas de la santa escritas
enteramente de mano de la secretaria. Alguna vez sta es incapaz de seguir el dictado de la Santa, y pierde el
hilo de lo que va escribiendo. En otras ocasiones, la Santa recurre a ella en ltima instancia, cuando el
cansancio fsico no le deja concluir el escrito. Hay cartas en que alternan los estratos autgrafos de la Madre
con los de la secretaria. Generalmente aqulla se reserva ciertos temas delicados, por lo personales o por
secretos: ...escribo de mano ajena, si no es cosa secreta o forzosas cartas
Ms de una vez la secretaria aprovecha una pausa de la Madre, para intercalar un recado de propia cosecha, si
la carta va dirigida a otro carmelo. Por ejemplo, cuando la Santa desde vila da recuerdos a la priora de Sevilla
para la joven hermana que en esta ciudad le ha prestado servicios de enfermera: Al prior de las cuevas un
gran recaudo de mi parte, que es mucho lo que quiero a ese santo... y a la mi Gabriela -que por cierto con una
cosa la llama nuestra Madre SU Gabriela que anas pondra envidia... Evidentemente, la santa ha reledo
con regusto el entrefilete de la amanuense, y de nuevo le cede la pluma tras firmar, para que aada su
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posdata: Es la secretaria Isabel de san Pablo, sierva de vuestra reverencia y de toda esa casa. Madre ma,
ahora se me acuerda que he odo decir que hay ah unas imgenes de papel grandes y muy buenas...; dceme
nuestra Madre que pida a vuestra reverencia un san Pablo...; me le enve vuestra reverencia que sea muy
lindo... Ha de ser cosa que me huelgue de mirarle.
En alguna otra ocasin, tras haber dictado todo el texto, la Santa se olvida de firmar y se limita a aadir de
propia mano la posdata. A veces el dictar la cansa, quizs tanto como el escribir: aun de notar (dictar) me
canso!, confiesa a la priora de Sevilla.
De la amanuense se sirve tambin para obtener un duplicado de la carta, ya sea cuando decide enviarla por dos
o ms vas, ya cuando quiere conservar copia o enviarla a Gracin. Son relativamente frecuentes los casos en
que opta por el duplicado, aunque poqusimos han llegado hasta nosotros.
Entre las amanuenses excepcionales hay que contar tambin a Teresita la sobrina de la Santa, hija de don
Lorenzo. Ms de una vez, la Madre le cede la pluma para que complete la carta con una posdata de propia
mano. Ello dar pie a una nueva posdata de aqulla: En gracia me ha cado el recado de Teresa. Ahora creo
que no hay mejor reme- dio que el amor. Dios nos le d con su Majestad!
4. El sistema postal en tiempos de Santa Teresa
Acuciada por la necesidad, por los problemas crecientes de su obra fundacional, por su generosidad, por las
urgencias de cuidados de familiares o de amistad, por el ineludible envo y recibo de dineros, papeles,
ejecutorias, objetos, noticias, al menos desde 1568, la vida de la Santa se vio precisada a recurrir sin cesar a
toda la gama de los correos y a estar siempre pendiente de las postas, de sus velocidades y de su seguridad.
Los correos reales, adquieren en tiempos de Felipe II una organizacin precoz, sin par en Europa. Las postas
reales, ordinarias y extraordinarias, cubran desigualmente el suelo de Espaa, los grandes espacios
americanos, y las vas ms neurlgicas de Europa. En tiempos de Santa Teresa era ya un servicio abierto al
pblico. Y la Santa aprovech ampliamente esta posibilidad. El sistema era vlido para correspondencia
normal... Funcionaba bien, especialmente entre ciudades bien comunicadas. Pero resultaba inapropiado para
tantos otros efectos como tenan que enviarse, como cuando se trataba de asuntos delicados o el envo de
dineros.
Para estos casos no se cansa la Santa de recomendar el recurso a los arrieros, recueros y carreteros,
precisamente por su garanta de seguridad, porque, adems llenaban espacios no cubiertos por el correo
ordinario, y en carretas o mulas podan transportarse muchos objetos. Los portes eran ms elevados, y a veces
tardaban bastante. Los carreteros fueron muy familiares para Santa Teresa. A ellos tuvo que acogerse para sus
andanzas fundacionales y a ellos confi buena parte de su correspondencia. Era el mejor organizado, pero
corrientemente no circulaban sino entre ciudades comunicadas por buenos caminos y poco circulaban en
invierno. Para suplir estas deficiencias estaban los arrieros y recueros, que podan transitar en cualquier
estacin por los caminos difciles de mulas, y realizaban tambin el servicio a lugares no cubiertos por el correo
oficial. Fueron portadores lentos, pero seguros de sus cartas.
Mensajeros propios y ocasionales. En progresin ascendente de seguridad y frecuencia habra que sealar los
emisarios propios que la Santa o sus corresponsales pagaban para los asuntos urgentes y delicados que no
podan exponerse al retraso ni a la incertidumbre. A veces hacan el camino de ida y vuelta, aunque no exentos
de rodeos. Son recursos excepcionales por su alto costo. A veces coinciden con los criados conventuales. Estos
propios solucionaron problemas incontables a al Madre. Pero, a juzgar por los datos que se desprenden del
epistolario, y por los hbitos del tiempo, los correos mejor aprovechados fueron los ocasionales, que no
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condicionaban el porte, ni el peso, ni metan tantas prisas: Son los viajeros amigos que se dirigen a algn lugar
donde hay una fundacin, monjas que se trasladan, frailes amigos, parientes que viajan, sacerdotes, etc.
Redistribuidores. Si bien buen nmero de cartas y mensajes llegaban directamente al destinatario, muchos de
ellos llegaban indirectamente a travs de distribuidores de todos los talantes, pero siempre de confianza. Santa
Teresa supo y pudo crear toda una estrategia de distribuidores: en el envoltorio a ellos dirigido se adjuntaban
cartas para otras personas a quienes se hacan llegar sin necesidad de pagar portes, ni multiplicar las
ocupaciones de los mensajeros. Las mejores redistribuidoras son las prioras de los conventos, junto a
incondicionales de la Santa que ejercieron esta funcin de manera estable: Su hermano Lorenzo, en vila; don
Hernando de Pantoja, en Sevilla, el mercader Alonso Ramrez, en Toledo; Simn Ruiz, en Medina; Roque de
Huerta, guarda mayor de los bosques del rey, en Madrid, quien, adems de distribuidor se convirti en
confidente y en autntico agente de negocios en la Corte, cuando la obra y los ojos de la Madre miraban ms a
Madrid que a Roma, a la espera de solucionar conflictos jurisdiccionales.
Comunicaciones. En el libro de las Fundaciones podemos encontrar el peso que las comunicaciones ejercieron
en el programa fundacional teresiano. Es frecuente la expresin de resistencia de la Santa a asentar conventos
en lugares alejados de las principales y escasas rutas camineras. De esta informacin podemos deducir
conclusiones que concuerdan con otras fuentes histricas: Que Toledo es el lugar mejor comunicado de
Espaa. Es el ncleo de encuentro y de partida de todas las comunicaciones. En ella se dan cita carretas, recuas,
mensajeros. Es el lugar desde donde ms cartas escribe Santa Teresa y se alegra del buen aparejo que all tiene
para escribir. Le siguen Medina y Burgos. Tambin hay buena posibilidad de comunicaciones con Valladolid,
vila, Almodvar, Madrid y Alba de Tormes.
Como es natural, en aquella Castilla obsesionada con las Indias, todos los caminos comienzan y terminan en
Sevilla. La ruta primaria es la de Sevilla-Toledo-Madrid, conforme al eje econmico. Tambin encontr la Santa
buenas posibilidades de comunicacin con Salamanca, a travs de Medina. Por el contrario, sufri lo indecible
para comunicarse con Beas, Caravaca, Malagn, Villanueva de la Jara y Soria: Dios me libre de los rodeos que
son menester para enviar una carta.
Cunto tardaba una carta? Al estar sometida a portadores tan variados, es casi imposible saberlo. Del
epistolario de la Santa pueden desprenderse algunos datos: Lo comn para toda suerte de correspondencia es
la lentitud. En recorridos cortos y bien comunicados, se puede cumplir el viaje epistolar de ida y vuelta con
relativa velocidad, como se puede ver por algunos ejemplos: El recorrido vila-Madrid-vila tarda de tres a
cinco das; Un propio llega de vila a Alba de Tormes en una jornada. El recorrido Toledo-Sevilla se cubre
entre ocho y diecisis das; de Sevilla a Segovia en trece das; veinticuatro das de Sevilla a Malagn; de Mlaga
a Toledo en quince das.
Otra cosa habr que decir del correo de Indias y de otras partes de Europa, como Italia. El correo para Amrica
dependa del itinerario de la Armada. Siempre era inseguro. Y lo que ms utiliz la Santa fueron los mensajeros
ocasionales, generalmente mercaderes, por su fidelidad y la seguridad que ofrecan.
Aunque en la circunstancia histrica en que se dio, la obra fundacional teresiana dependi ms del Rey de
Espaa que de Roma, su historia primera estuvo inevitablemente enlazada con Roma: desde los envos al Papa
por los breves y rescriptos necesarios para la ereccin cannica de San Jos hasta las cartas intercambiadas con
el P. Rubeo en momentos de ruptura involuntaria.
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En la correspondencia con Roma, la burocracia es la que impone los ritmos. Pero en las comunicaciones
privadas, la Santa acude al correo oficial cuando se trata de Breves pontificios, o a portadores privados en los
dems asuntos. El recorrido Madrid-Venecia est entre 23 y 85 das. Pero la experiencia de la Santa es peor: las
dos cartas que recibe del P. Rubeo, en 1575 desde Italia, no eran de tan fresco tiempo como yo quisiera, y
apunta con cierto desencanto que la hubiera deseado ms puntuales: la una tard cincuenta das y la otra
trescientos sesenta y cuatro!
Esto por lo que se refiere a las cartas que llegaron; que hubo otras muchas que no alcanzaron su destino. Por
eso, tanto para Amrica como para Roma, se impona tomar las mximas medidas de seguridad, incluyendo
escribir y mandar duplicados, triplicados y cuadruplicados por todas las vas que se ofrecieren.
Escribir cartas, un lujo costoso?. Domnguez Ortiz establece una relacin directa entre el hecho de que en el
siglo XVI los pobres casi nunca escriban cartas y el elevado coste de la correspondencia. Aunque esta
apreciacin puede ser cierta, es necesario considerar tambin el analfabetismo casi universal de aquella poca.
Fuese por lo que fuese, lo cierto es que la correspondencia era un lujo muy caro. Santa Teresa lo dice
expresamente, refirindose a los portes: Oh, qu trabajo estos atamientos de la pobreza, o cuando confa a la
priora del necesitado convento de San Jos de vila que para la pobreza de vuestra reverencia no viene bien
pagar tantos portes.
No toda la correspondencia ni todos los correos cobran lo mismo. El oficial era el ms barato y el nico con
tarifas determinadas. Un envoltorio con 1-4 pliegos costaba medio real. Si stos aumentan, aumenta el precio.
Lo que se cobra no es la distancia sino el volumen. Por eso cuesta lo mismo la correspondencia de vila a
Madrid que de Toledo o Burgos a Sevilla. Otra cosa sucede con los arrieros, recueros, carreteros y correos
propios, en cuyo caso las tarifas eran discrecionales y ajustadas por contrato en cada caso, y segn el volumen
de los envos. En una ocasin la Santa se ajusta con un propio para que haga el trayecto vila-Alba-vila por
siete reales; por el envo de Sevilla a Toledo, doce y en alguna ocasin tuvo que pagar hasta veinte
Para tener una aproximacin, medio real equivala al 21-28% de un da de salario de un pen de albailera. De
donde podemos deducir que los portes de los envos por convenio particular resultaban prohibitivos y no slo
para los pobres, pues el importe medio, unos doce reales, supone el salario de seis das.
Sabemos que la Santa, pese a las ataduras de la extrema pobreza de sus carmelos no escatimaba dinero para
enviar un propio. As lo afirma Gracin: Acaeca, para hacer alguna diligencia de alguna fundacin gastar
muchos dineros en hacer correo propio. Dicindole yo: Busquemos quien lleve estas cartas porque no gastemos
tanto. Responda: Si por negocios importantes se hace un correo propio, qu ms importante que hacer una
iglesia ms, donde se adore el Santsimo Sacramento. Ande, Padre, a trueque de que no perdamos una
coyuntura, qu hace al caso doce, ni veinte ducados?
Quiz en lo que ms se diferencien el sistema postal de hoy con el del siglo XVI en Espaa, sea en la forma de
abonar los portes. El franqueo, entonces, deba ser pagado por el destinatario. En un margen del sobrescrito
apareca la cantidad convenida y que deba ser pagada en el momento de recibir la carta. Era una medida de
precaucin para asegurarse de que lo enviado llegara completo a su destino. Hacer lo contrario era poner en
peligro la correspondencia: cuando no, ya sabe lo que suelen hacer, que es poner en peligro las cartas; porque
nunca lo haga se lo digo. A Mara de San Jos, empeada en aliviar de este gasto a la Madre, se lo advierte en
ms de una ocasin: No sea boba en dejar de poner los portes y lo que le digo, que tanto se perdern, y es
bobera (cartas 125,19; 145,12). Tambin era peligroso incluir dineros en los envoltorios con el nimo de ser
delicados con el destinatario y cubrir as los gastos, pues si el portador sospechaba que iban ah cuatro reales
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no las dar (carta 110, 10). Por otra parte, cuando se trata de asuntos importantes, la Madre rogaba a los
destinatarios que pongan buen porte, pues ella los pagaba, y se le daba as seguridad a la correspondencia.
5 Destinatarios
En general, todos los rdenes sociales aparecen en el epistolario teresiano, aunque sea por motivos muy
diferentes: burgueses, como el bien conocido hombre de negocios Simn Ruiz de Medina del Campo;
mercaderes hacendados como Alonso lvarez o Diego Ortiz de Toledo; Hidalgos venidos a menos, como
Teresa Layz y Antonio Gaitn, vecinos de Alba de Tormes; aristcratas tan cualificados como los duques de
Alba, doa Mara de Mendoza, doa Luisa de la Cerda; miembros del alto clero como don lvaro de Mendoza,
don Teutonio de Braganza, o el inquisidor general don Gaspar de Quiroga, arzobispo de Toledo; caballeros
urbanos y rurales, cannigos, y el mismo rey Felipe II; familiares, frailes, monjas y el General de la Orden. Todos
son ejemplos que evidencian el abanico social con el que la Madre contact epistolarmente, ya fuese por
negocios, por amistad o por necesidad. El anlisis de esta correspondencia deja en claro que no aparecen los
sectores nfimos o pobres de la sociedad. Esto se explica: Su obra fundacional es de inspiracin burguesa, y con
la que poco o casi nada tuvieron que ver los pobres, a no ser las monjas pobres que sola recibir sin dote: Las
pobres me dilataban el espritu, y daban un gozo tan grande, que me haca llorar de alegra (F 27,13), en la
actividad fundacional la excepcin ms sonada es la del mancebo Andrada, harto pobre (F 15,13), en Toledo.
Con tan alto porcentaje de analfabetismo, muy pocos seran los pobres que saban leer, y debido a sus
escassimos ingresos, difcilmente tendran para pagar los portes.
Fijndonos slo en los ms favorecidos, constatamos tambin esta variedad: Gracin; Mara de San Jos; su
hermano Lorenzo, y tambin Mara Bautista; Mariano de San Benito, Juana de Ahumada y Roque de Huerta...
Hay un destinatario de excepcin, cuya importancia se percibe en las formalidades adoptadas desde los
detalles mnimos de redaccin hasta las del sobrescrito. Es el rey Felipe II, al que se dirigi epistolarmente al
menos en cuatro ocasiones. El rey fue decidido protector de la obra fundacional de Teresa, y ella saba lo que
se poda esperar de l. El gesto posterior de Felipe II, al intentar coleccionar en su mimada biblioteca de El
Escorial los principales escritos de la Madre, es todo un smbolo de que supo captar la vala de la Fundadora y
de su obra.
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6 Autgrafos, copias y ediciones
Hasta la fecha se han identificado unos 230 autgrafos que salieron de su pluma. El resto de correspondencia
se ha conservado en copias fidedignas de un material que o no existe ya, o se ha mostrado esquivo a la
investigacin.
La dispersin: Dada la naturaleza ocasional de las cartas, y lo poco que se valoraban, casi la totalidad de los ejemplares que no se haban perdido antes, se extraviaron despus de la muerte de la Santa, en una dispersin imposible de seguir. Muchos autgrafos se han perdido. Menos mal que al menos las carmelitas descalzas, ya a mediados del siglo XVII se haban sensibilizado ante la importancia de las cartas de la Madre y lograron copiar con todo rigor parte de la coleccin de cuatro dedos de alto de las enviadas al P. Gracin. Por ventura, hubo tambin personas conscientes de su vala, que mimaron las cartas que tenan, como sucedi con Mara de San Jos.
Esta dispersin tiene varias explicaciones: regalo de ejemplares a bienhechores y superiores; envo de
ejemplares a nuevas fundaciones; destruccin de cartas para hacer escritos apcrifos con avisos y mensajes
atribuidos a la Madre; el furor barroco, ms interesado en reliquias que en el mensaje y persona de los santos,
y el ya mencionado carcter ocasional de las cartas.
Los principales depsitos son el de las Carmelitas Descalzas de Valladolid, que en 1634 tena 57 ejemplares. Hoy cuenta con 40 cartas, siendo el depsito ms interesante y rico, recientemente restaurado con todas las garantas de conservacin. Menos homogneos y fecundo son otros depsitos de autgrafos:
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* El de Sevilla, formado principalmente por la hermana del P. Gracin, Juliana de la Madre de Dios, la
ms solcita buscadora de estos documentos a principios del siglo XVII. Lleg a reunir 20 ejemplares. Hoy
cuenta slo con 8.
* El de Alcal de Henares (Carmelitas Descalzas de Corpus Christi), con 11 originales, el mejor ncleo de
la correspondencia con Gracin.
* Madrid (Carmelitas Descalzas de Santa Ana), herederas, por parentesco de su priora, Beatriz de Jess,
sobrina de la Santa, de las cartas ms interesantes dirigidas a su hermano Lorenzo.
Siguen un sinfn de propietarios, dispersos por Europa y Amrica, cuya referencia aparece al frente de cada
carta en las principales ediciones.
Copias y copistas: El doctor Francisco sobrino, ms tarde, obispo de Valladolid, fue el depositario de Las Fundaciones y el Modo de visitar los conventos, antes de ir a El Escorial. Tambin fue depositario indirecto de muchas cartas, especialmente de las escritas a Mara de San Jos. En el acta de donacin a las Carmelitas de Valladolid, escribe: Todas estas cartas, aunque no contienen cosa de particular importancia de doctrina ni de historia, por slo ser todas firmadas de le Madre Teresa y todas escritas de su propia mano y letra, si no son dos o tres que son de mano ajena, y por la veneracin que se debe a todas sus cosas, se recogieron aqu en este libro. Este fue el criterio general con que se manejaron al principio las cartas de la Santa. Es natural que slo las apreciasen en su justo valor personas muy allegadas a la Santa y con cierta capacidad de superar la mentalidad reinante.
En el siglo XVII se hara una seleccin instintiva de las cartas doctrinales y las polmicas, minusvalorando las
ltimas, lo mismo que las de negocios o asuntos caseros, y explotando al mximo las que contuvieran
enseanzas que avalaran o justificaran tantas actitudes como se debatan en la crisis postfundacional. En el
siglo XVIII el espritu ilustrado, esencialmente crtico, influy en el talante de las copias de estos autgrafos, con
criterios muy distintos a los anteriores y muy semejantes a los de hoy.
La copia ms antigua codificada, es de 1640 y est en la Biblioteca Nacional de Madrid (manuscrito 12.763). El
copista hace su seleccin sobre el ncleo de cartas ms doctrinales, pero tiene la virtud de operar sobre
autgrafos, muchos de ellos en colecciones hoy desaparecidas (como las de las Jernimas de Madrid), y de
ofrecer la trascripcin fiel del documento ntegro, indicando las ocasiones excepcionales en que se suprime
algo. Es un cdice muy apreciado por las ediciones crticas.
Pero los primeros lectores de las cartas de la Santa slo pudieron disfrutar de parte de lo que contiene el
cdice 12.764 de la misma biblioteca, que es hecho con los criterios dominantes en 1654, mutilado y
seleccionado, buscando slo doctrinas divinas y celestiales, y que sirvi de base a la primera edicin hecha
por el obispo de Osma, Palafox y Mendoza. Otra cosa muy distinta sucede con las copias hechas en el siglo
XVIII, cuando se extrema la tarea crtica de los copistas, que dominan la tcnica paleogrfica y diplomtica, y
producen cdices de probada autoridad, aunque se le introduzcan algunos apcrifos.
Historia editorial: Las cartas de la Santa tardaron mucho en editarse, a pesar de los buenos propsitos de Gracin. Haba muchos intereses de por medio. Para las mentalidades del momento, no convenan al
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concepto de la Mstica Madre, vivan muchas personas aludidas por Santa Teresa en sus cartas, y el material estaba muy disperso.
Fue mucho tiempo despus, muerta ya la primera generacin de Descalzos, cuando los superiores intentaron lo
que antes haba sido imposible. Recogido el material se entreg al obispo Palafox y Mendoza que public dos
volmenes, con 65 cartas en 1658, con amplios comentarios edificantes del editor, conteniendo cartas
autnticas, apcrifas y mutiladas, con tal xito que en ocho aos tuvo cuatro ediciones. En 1674 apareci el
tomo segundo, conteniendo 107 cartas, no comentado por Palafox, ya fallecido, sino por el P. Pedro de la
Anunciacin, con ms rigor crtico y notas escuetas, y que tuvo poca aceptacin. Con los mismos criterios
barrocos se publicaron los restantes tomos, el tercero en 1771, con 82 cartas; el cuarto en 1778, con 162, y la
reedicin completa en 1793, calco de las anteriores, a despecho del magnfico material puesto a punto por
Manuel de Santa Mara y Toms de Aquino, y en perfecto divorcio de criterios entre copistas y editores. Se
sucedieron varias ediciones en Francia (Paris: 1840, 1861, 1900) y en la Biblioteca de Autores Espaoles
(1862), todas con algunos logros para mejorar las anteriores, pero todava deficientes.
El perodo de depuracin y fijacin se localiza cronolgicamente en el siglo XX, con la gigantesca obra del P.
Silverio de Santa Teresa, que supuso un paso decisivo: da otro tono a la introduccin, matiza la cronologa, con
notas crticas que aclaran el contexto, sin apcrifos ni manipulaciones, con cuidadosa lectura de autgrafos y
originales. Santa Teresa aparece en toda su hondura humana y en su contorno. Se public en la BMC en 1922-
1924, y de ella se hicieron traducciones al alemn, ingls, holands, italiano y francs.
En 1959 public la BAC la edicin preparada por el P. Efrn de la Madre de Dios y Otger Steggink, que operando
sobre los logros del P. Silverio, sali enriquecida cuantitativa y cualitativamente: presentacin cronolgica ms
matizada, trascripcin paleogrfica ms trabajada, mejor seleccin de copias, incluyen cotejos con ediciones
anteriores, repertorio biogrfico, y buenos apuntes lxicos.
Las ediciones posteriores, como las de El Monte Carmelo, BAC, Sgueme en 1997, o la de EDE, 2000, han
incluido las nuevas cartas que se han descubierto desde 1959 (entre otras, las cartas 20, 48, 164, 200). Todas
estas ediciones crticas se han apoyado en los trabajos del P. Silverio (1924) y de Efrn-Steggink (1959), sin
privarse de revisar pausadamente los autgrafos e introducir algunas variantes de lectura, quedando abierta la
posibilidad de nuevas y mejores ediciones, y de encontrar todava nuevas cartas autgrafas o copias no
conocidas.