Tertulian, Lukacs y El Estalinismo

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1 Georg Lukács y el estalinismo Nicolas Tertulian. Artículo publicado en la revista “Les Temps Modernes” Pocos son hoy en día los que evocando la lucha de los intelectuales contra los regímenes totalitarios del Este, hagan referencia a alguna otra forma de oposición que no sea la de los disidentes. El mérito de estos hombres de gran coraje, que de Andrei Sajarov a Vaclav Havel y de Leszek Kolakowski a Alexandre Solshenitsin, han adquirido una legítima audiencia, no debe sin embargo, hacer olvidar por un reflejo anticomunista, comprensible pero no obstante simplificador, el hecho de que la contestación comenzó en el interior mismo del sistema, y que intelectuales marxistas como Bertold Brecht, Ernst Bloch o Georg Lukacs han denunciado con vigor las prácticas stalinianas y el “socialismo de cuartel”. El contenido y la finalidad de sus críticas eran evidentemente diferentes de las de los disidentes: deseaban la reforma radical de esas sociedades, su reconstrucción sobre bases auténticamente socialistas y no la restauración del capitalismo. En 1958, Ernst Bloch le confiaba amargamente a su amigo Joachim Schumacher, que él mismo y sus discípulos habían sido objeto de una represión brutal en la RDA. En su carta, remitida por prudencia desde Austria, le explicaba a su interlocutor que su crítica contra la “Satrapen-Misswirtschaft” (desastrosa economía de sátrapa) había sido tolerada durante un cierto tiempo y bien que mal aceptada, pero desde la aparición del movimiento contestatario húngaro, -el círculo Petöfi comienza a reunirse en 1956-, la situación cambió completamente. Vejaciones y prohibiciones se sucedieron. Prohibición de enseñar, prohibición de publicar el tercer volumen del libro “Principio Esperanza”. Bloch describía la situación con una fórmula lapidaria: <Man brauchte einen deutschen Lukács…> (sin traducción en el artículo). Se tenía necesidad de un Lukács alemán en la RDA de Walter Ulbricht, quien temía la posibilidad de que el espíritu del círculo Petöfi, del cual Lukács había sido uno de los animadores, pudiese propagarse. Y en la buena tradición staliniana, había promovido un sonado proceso, destinado a prevenir cualquier veleidad que pusiera en cuestión los métodos del poder establecido. Los principales inculpados de este proceso habían sido Wolfgang Harich y Walter Janka. Gracias a las obras publicadas esos últimos años por Walter Janka, viejo comunista, viejo combatiente de la guerra civil española y, en el momento de su arresto en 1956, director de la gran editorial de Berlín, Aufbau-Verlag, podemos hacernos una idea más clara de las repercusiones que el papel jugado por Lukacs en el levantamiento húngaro, tuvieron sobre el establishment alemán oriental. Durante los acontecimientos de Hungría, en que la confusión reinaba, Johannes Becher, ministro de cultura, había pedido, - por consejo de Anna Seghers -, a Walter Janka que fuese a Budapest para llevar a Lukács a la RDA. Amigo del filósofo, el ministro-poeta temía por su vida. La operación, digna de una película policíaca, fue abortada por Walter Ulbricht, quien no deseaba inmiscuirse en los asuntos de los camaradas soviéticos. En el momento del proceso, Janka, al que no pertenecía la iniciativa del proyecto, se le reprocha la intención de traer a un “agente encubierto del imperialismo…camuflado de comunista”. En el escenario construido por la justicia alemana bajo las órdenes de Ulbricht, el filósofo aparecía como el inspirador ideológico de un complot perpetrado por los acusados para derribar al régimen. El procurador general, Melsheimer, (magistrado en función ya bajo el régimen nazi) se entregó a una verdadera inculpación contra Lukács, cuyas intervenciones en los debates del círculo Petöfi, así como las declaraciones hechas antes y durante los

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    Georg Lukcs y el estalinismo

    Nicolas Tertulian.

    Artculo publicado en la revista Les Temps Modernes Pocos son hoy en da los que evocando la lucha de los intelectuales contra los regmenes totalitarios del Este, hagan referencia a alguna otra forma de oposicin que no sea la de los disidentes. El mrito de estos hombres de gran coraje, que de Andrei Sajarov a Vaclav Havel y de Leszek Kolakowski a Alexandre Solshenitsin, han adquirido una legtima audiencia, no debe sin embargo, hacer olvidar por un reflejo anticomunista, comprensible pero no obstante simplificador, el hecho de que la contestacin comenz en el interior mismo del sistema, y que intelectuales marxistas como Bertold Brecht, Ernst Bloch o Georg Lukacs han denunciado con vigor las prcticas stalinianas y el socialismo de cuartel. El contenido y la finalidad de sus crticas eran evidentemente diferentes de las de los disidentes: deseaban la reforma radical de esas sociedades, su reconstruccin sobre bases autnticamente socialistas y no la restauracin del capitalismo.

    En 1958, Ernst Bloch le confiaba amargamente a su amigo Joachim Schumacher, que l mismo y sus discpulos haban sido objeto de una represin brutal en la RDA. En su carta, remitida por prudencia desde Austria, le explicaba a su interlocutor que su crtica contra la Satrapen-Misswirtschaft (desastrosa economa de strapa) haba sido tolerada durante un cierto tiempo y bien que mal aceptada, pero desde la aparicin del movimiento contestatario hngaro, -el crculo Petfi comienza a reunirse en 1956-, la situacin cambi completamente. Vejaciones y prohibiciones se sucedieron. Prohibicin de ensear, prohibicin de publicar el tercer volumen del libro Principio Esperanza. Bloch describa la situacin con una frmula lapidaria: (sin traduccin en el artculo).

    Se tena necesidad de un Lukcs alemn en la RDA de Walter Ulbricht, quien tema la posibilidad de que el espritu del crculo Petfi, del cual Lukcs haba sido uno de los animadores, pudiese propagarse. Y en la buena tradicin staliniana, haba promovido un sonado proceso, destinado a prevenir cualquier veleidad que pusiera en cuestin los mtodos del poder establecido. Los principales inculpados de este proceso haban sido Wolfgang Harich y Walter Janka.

    Gracias a las obras publicadas esos ltimos aos por Walter Janka, viejo comunista, viejo combatiente de la guerra civil espaola y, en el momento de su arresto en 1956, director de la gran editorial de Berln, Aufbau-Verlag, podemos hacernos una idea ms clara de las repercusiones que el papel jugado por Lukacs en el levantamiento hngaro, tuvieron sobre el establishment alemn oriental.

    Durante los acontecimientos de Hungra, en que la confusin reinaba, Johannes Becher, ministro de cultura, haba pedido, - por consejo de Anna Seghers -, a Walter Janka que fuese a Budapest para llevar a Lukcs a la RDA. Amigo del filsofo, el ministro-poeta tema por su vida. La operacin, digna de una pelcula policaca, fue abortada por Walter Ulbricht, quien no deseaba inmiscuirse en los asuntos de los camaradas soviticos. En el momento del proceso, Janka, al que no perteneca la iniciativa del proyecto, se le reprocha la intencin de traer a un agente encubierto del imperialismocamuflado de comunista. En el escenario construido por la justicia alemana bajo las rdenes de Ulbricht, el filsofo apareca como el inspirador ideolgico de un complot perpetrado por los acusados para derribar al rgimen. El procurador general, Melsheimer, (magistrado en funcin ya bajo el rgimen nazi) se entreg a una verdadera inculpacin contra Lukcs, cuyas intervenciones en los debates del crculo Petfi, as como las declaraciones hechas antes y durante los

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    acontecimientos de 1956, servan como pruebas del delito.1 Una entrevista concedida por Lukcs el 31 de octubre de 1956 a un periodista polaco, Woroszilsky, ampliamente difundida por los medios occidentales, escandalizaba especialmente al procurador general. Si hubieran elecciones libres en Hungra, afirmaba Lukcs, el partido comunista en el poder recogera entre el 5 y el 10% de los votos; eso, segn l, era el resultado de la poltica llevada por el rgimen de Rakosi desde haca aos.2

    No tenemos la intencin de detenernos ms en la historia rocambolesca y trgica del proceso Harich-Janka, que termin con largas penas de prisin. Los excesos del procurador, que en un momento dado haba incluso acusado a Lukcs de haber llamado a las tropas de la OTAN contra el ejrcito sovitico, eran una prctica corriente de la justicia de tipo estaliniano. Una costumbre tambin, las declaraciones hechas durante una conferencia de prensa en febrero de 1957 por Johannes Becher. A la vez que renda tributo al historiador de la literatura Lukcs, el ministro le reprochaba ahora haber llevado a cabo una accin disolvente en el crculo Ptofi, y aportado as su ayuda a la contrarrevolucin. Interrogado sobre la suerte del filsofo, Becher aseguraba a los periodistas que ste se encontraba en su casa de Budapest y que retirado de la vida pblica se consagraba al proyecto de escribir una tica. En el momento en que tena lugar la conferencia de prensa, Imre Nagy con su equipo, uno de ellos Lukcs, ya haba sido deportado a Rumana. Poco tiempo despus, tanto en Hungra como en la RDA, como en todos los pases llamados socialistas, la campaa de prensa contra el revisionista Lukcs iba a causar estragos.

    Este episodio de los aos 1956-57, evocado sucintamente, muestra adecuadamente a que se expona un filsofo marxista que quisiera poner en concordancia sus principios y su accin, y puede servir de introduccin a nuestra discusin.

    Sera arriesgado afirmar que el hundimiento del mundo comunista habra sorprendido a Lukcs. El autor de la Ontologa del ser social consideraba que los regmenes de la Europa del Este, paralizados en su triunfalismo y afectados de una indigencia estructural, tenan fecha de caducidad y era imprescindible proceder urgentemente a su reforma en profundidad para salvar la opcin de un porvenir socialista. Es el sentido mismo del combate librado durante los quince ltimos aos de su vida por el filsofo que permaneci fiel al compromiso tomado en su juventud.

    Para eso, haba que golpear el mal en origen, en otras palabras, atacar la desviacin del ideal de libertad, emancipacin y justicia, por los regmenes que pretendan servirlo. Alimentando la conviccin, en cierto sentido premonitoria, que esta perversin del

    1 Citamos a partir de Walter Janka la conclusin de la requisitoria pronunciada por el procurador; de hecho un texto preparado de antemano, de unas quince pginas, dirigido contra Lukcs, al que consideraba el padre espiritual de la contrarrevolucin hngara: Y Lukcs, ese traidor que siempre ha sido, enmascarado, un agente del imperialismo en las filas del movimiento obrero internacional, ese traidor y enemigo del primer Estado alemn de obreros y campesinos, sentado aqu en el banco de los acusados, el mencionado Janka que como Lukcs, se camuflaba de comunista- quera hacerlo venir a Berln y hacer de l el inspirador espiritual de la contrarrevolucin en la RDA. Anna Seghers que haba tenido la idea de hacer salir a su amigo Lukcs de Hungra, y anim a Becher y Janka a poner en prctica el proyecto, se encontraba en la sala en el momento de la requisitoria, entre el pblico. Habra escuchado cabizbaja, sin elevar la ms mnima protesta. 2 La declaracin de Lukcs es citada por Tibor Meray en su libro Budapest (23 de octubre de 1956): El comunismo est puesto en entredicho en Hungra. Se agruparn, bien es cierto, alrededor del Partido, crculos intelectuales progresistas, escritores, algunos jvenes. La clase obrera seguir ms bien a los socialdemcratas. En las elecciones libres, los comunistas obtendran el 5, como mximo el 10% de los votos. No sern partido de gobierno y pasarn a la oposicinpero el Partido existir, salvar su idea, se convertir en un centro intelectual, y de aqu a algunos aos quin sabe?

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    marxismo que representa el estalinismo, es un peligro mortal para la causa del socialismo, el filsofo se dedic apasionadamente a denunciar el abismo que separaba la teora y la prctica de Stalin del espritu marxiano. La importancia del combate librado por Lukcs en el ltimo perodo de su vida, ha sido hasta ahora ampliamente infravalorada. Y en la actualidad, tras la cada de los regmenes carcomidos que no tenan en comn con el socialismo ms que el nombre, un seguidor de Marx no corre el peligro de ser considerado un modelo de clarividencia. Hay que seguir en sus escritos las trazas de este combate para poder enjuiciar.

    Entre 1956 y 1971, ao de su muerte, volvi tanto en textos puntuales o especialmente consagrados al problema de la democracia como en sus grandes obras tericas, sobre el fenmeno estaliniano, que contaminaba, segn l hasta las races, el movimiento comunista. Se vuelve a encontrar esta preocupacin desde sus intervenciones en los debates del crculo Ptofi, pasando por el post-scriptum a Mi camino hacia Marx, publicado en 1957 en la revista Nuovi Argumenti, por la Carta a Alberto Carocci, publicada en 1962 en la misma revista, por Socialismo y Democracia, opsculo reeditado en 1968, hasta las grandes obras como La esttica y La ontologa del ser social, donde el problema es debatido al nivel de una concepcin de conjunto de la vida social. Esto muestra hasta que punto la apuesta por ese debate era importante a sus ojos. Ni Ernst Bloch, ni Henri Lefebvre, ni Louis Althusser, entre los filsofos marxistas contemporneos, inevitablemente obsesionados por el fantasma del estalinismo, desarrollaron una reflexin tan profunda sobre la naturaleza del fenmeno.

    Dos razones haban decidido a Lukcs a consagrar tanta energa a este problema. La primera, de orden ms general, estaba vinculada al destino del movimiento comunista mundial; la segunda, ms personal, estaba ntimamente ligada a su propia historia.

    En un plano general, Lukcs estaba convencido que lejos de ser un fenmeno histrico pasajero, circunscrito a la vida de aquel que le haba dado nombre, el fenmeno del estalinismo, devenido una forma mentis, iba a causar estragos an durante mucho tiempo en el movimiento comunista internacional. Buscando las motivaciones tericas de ciertas acciones polticas puntuales de Stalin, llega a distinguir una coherencia dentro de su actividad, situada en el polo opuesto del espritu autnticamente dialctico. Dicho de otra forma, se remonta hasta los orgenes filosficos del estalinismo si la denominacin es apropiada para designar una reflexin tan primaria-, e intenta demostrar que ms all de una prctica poltica, ste es un conjunto de puntos de vista tericos y un mtodo para el pensamiento, que ha desnaturalizado durante decenios el sentido original del comunismo.

    En un plano ms personal, Lukcs, vinculado desde haca ms de medio siglo al movimiento comunista, haba sido en cierta medida un actor del periodo estaliniano, y en cualquier caso un testigo privilegiado. Las revelaciones de Kruschev no podan no afectarle. Se situaba en primer lugar la cuestin: Qu relaciones existan entre sus escritos redactados durante el periodo estaliniano ( la mayor parte publicados en Mosc en los aos 30 y los primeros 40) y el clima ideolgico reinante entonces en la Unin Sovitica? A continuacin se planteaba la cuestin: Cmo haba pasado l ese terrible periodo? La formidable mquina de perversin estalinista no dejaba indemnes moralmente a los que no perdan la vida. Crticas y acusaciones no dejaron de ser formuladas en su contra. Se vea obligado a dar explicaciones. Y de hecho, sus anlisis del estalinismo implican respuestas a las preguntas ms personales que se le planteaban. Pero consagra tambin un texto especial a la historia de sus relaciones con Stalin y el estalinismo, donde expone su punto de vista sobre este aspecto importante de su biografa poltica e intelectual.

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    Lukcs es el ejemplo tipo del intelectual comunista de recorrido complicado, cogido a menudo entre dos fuegos. Por un lado era vilipendiado como revisionista, acusado de haber inventado el concepto de estalinismo, una ficcin no cientfica, y de utilizar el combate contra el estalinismo para proceder a una revisin del leninismo y, en las circunstancias de 1956, para aglutinar y desencadenar el ataque de las fuerzas contrarrevolucionarias; por otro lado, se le reprochaba el ser un dcil intrprete de los mandatos estalinianos, interiorizndolos hasta el punto de sublimarlos en su discurso crtico y filosfico ( es el sentido, por ejemplo, del artculo consagrado en 1966 por Isaac Deutscher a los estudios de Lukcs sobre Thomas Mann). Incluso gentes que profesaban admiracin y respeto por su obra consideraban que durante su estancia en la Unin Sovitica, se habra plegado a las exigencias oficiales.

    No carece de inters, nos parece, detenernos primero en las reacciones del propio interesado ante esos reproches.

    En abril de 1961, el editor Frank Benseler le enva el prefacio preparado por Peter Ludz para una seleccin de textos de su obra. Socilogo y politlogo alemn, autor de dos antologas de textos de Lukcs, Ludz afirmaba en el prefacio que el filsofo se haba sacrificado temporalmente, durante su exilio en la Unin Sovitica, a la degradacin del pensamiento terico marxista por Stalin. Lukcs rechaza vivamente esa aseveracin como falsa. Y, hecho bastante significativo, rehusa la periodizacin de su actividad propuesta por Ludz, que distingua un cuarto y un quinto periodo estableciendo una divisin, una oposicin, entre el periodo 1930-55 y el siguiente. No hay ninguna razn, explicaba Lukcs a Frank Benseler, para hacer una distincin de principio entre los escritos de esos dos periodos, que participan del mismo espritu. La nica diferencia era, segn l, que tras el vigsimo Congreso del PCUS en 1956, haba podido expresar abiertamente ideas que antes estaba obligado a transcribir a un lenguaje crptico: Entre el cuarto y el quinto periodo no hay ninguna diferencia de principio, excepto que tras el vigsimo Congreso se podan decir abiertamente cosas de las que no se poda hablar antes salvo haciendo alusiones veladas y agrupndolas hbilmente. (Carta indita del 27 de abril de 1961 a Frank Benseler; consultada en los Archivos Lukcs de Budapest.)

    Contra sus numerosos crticos y adversarios, Lukcs consideraba que sus escritos pertenecientes al periodo incriminado tenan un carcter fundamentalmente antiestalinista. En Cuestiones de mtodo, obra escrita en 1957, ao muy agitado para Lukcs (acababa de pasar seis meses deportado), Sartre afirmaba como una evidencia que el filsofo tena tras de s veinte aos de prctica de un marxismo esclerosado, de tipo estaliniano, y aada irnicamente que sobre este tema l estaba bien situado para hablar de la pseudofilosofa estaliniana como de un idealismo voluntarista. Un ao ms tarde, Adorno reiteraba las mismas crticas en Une rconciliation extorque (Erpresste Vershnung), acusando a Lukcs de haber rebajado su potencia de pensamiento, manifiestamente inalterada, al nivel lamentable del [pensamiento] sovitico, que ha degradado la filosofaa un simple instrumento de dominacin Pero hubo tambin intervenciones, ms raras, bien es cierto, a su favor. En una carta a Benseler del 7 de diciembre de 1963, Lukcs evocaba en ese sentido el estudio de Leo Kofler publicado en Colonia en 1952, en plena guerra fra, Der Fall Lukcs und der Stalinismus. Era la primera tentativa de presentarlo en una relacin antinmica con el poder estaliniano. El autor del estudio haba captado, segn l, lo esencial del problema y se encontraba mucho ms cerca de la realidad.

    En la misma carta, Lukcs haca inventario de los artculos y estudios, publicados durante su periodo moscovita, que iban contra la lnea oficial. l recordaba por ejemplo, su estudio titulado Tribun du peuple ou bureaucrate? (Volkstribun oder Brokrat?), parecido en 1940 y que Leo Kofler haba destacado tambin, como en sustancia un ataque frontal,

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    bien que en lenguaje crptico, contra la burocracia estaliniana en el dominio de la cultura (Georg Lukcs, Carta del 7 de diciembre de 1963 a Frank Benseler).

    En honor de todos los que lo acusaban de haber abrazado todas las sinuosidades de la lnea estaliniana la frmula pertenece a un exgeta reciente, Alain Brossat3, pero este gnero de crtica est muy extendido desde hace mucho tiempo- Lukcs invocaba textos escritos en momentos particularmente sensibles, como por ejemplo Aktualitat und Flucht, aparecido en 1941, en la poca de la confraternizacin germano-sovitica, o ber Preussentum, de 1943, que no haba podido encontrar sitio en ninguna publicacin sovitica. Denunciaba en el primero de los textos, las crticas literarias nazis que exigan una eufrica literatura de guerra; su combate antifascista, sealaba a Benseler, haba proseguido incluso en la poca del pacto. El segundo texto, donde en un destacado anlisis, haca la distincin entre el espritu viejo-prusiano y la barbarie nazi, iba abiertamente contra los eslganes de la propaganda sovitica que la atrocidad de la guerra converta an en ms simplificadores. Redactados a veces en un lenguaje crptico, estos textos no implicaban menos una diferencia respecto a la lnea oficial.

    Admirador del realismo, crtico de la vanguardia y defensor del realismo socialista, Lukcs no poda escapar a la acusacin de conformismo esttico. No solamente como se le ha reprochado a menudo-, haba hecho suyas las orientaciones fundamentales de la crtica sovitica de la poca, sino que haba intentado ennoblecerlas a travs de su anlisis y su argumentacin, que se situaban a un nivel sensiblemente diferente del de los escribas estalinianos.

    Lukcs refutaba esa acusacin por estar basada en un lamentable malentendido. Una distancia inconmensurable separaba a sus ojos, la politizacin forzada de la literatura practicada por la crtica sovitica y su propia esttica del realismo. En la carta mencionada a Benseler, la del 27 de abril de 1961, haca referencia a Jrgen Rhle como ejemplo de discernimiento en la materia. En su libro Literatur und Revolution, publicado en los primeros aos 60, ste haba sealado en efecto que las similitudes entre la posicin de Lukcs y la de los partidarios del realismo socialista, eran perifricas y que en realidad su esttica se situaba en las antpodas de la lnea oficial. Para apoyar esta tesis, el filsofo no careca de argumentos. Recordaba que su segundo libro traducido al ruso, Sur lhistoire du ralisme, publicado en Mosc en 1939, haba levantado una tormenta en la prensa sovitica: no menos de cuarenta artculos hostiles. Aada que diez aos ms tarde, los idelogos de Rakosi deban utilizar contra l, durante el primer affaire Lukcs, organizado aproximadamente a la vez que el proceso Rajk, el mismo tipo de argumentos que las crticas soviticas de los aos 1939-40.

    Juzgados con perspectiva histrica, las tesis expuestas por el filsofo en sus escritos de los aos 30 sobre la victoria del realismo, parecan una defensa subrepticia de la autonoma de la literatura y de la imaginacin creadora contra toda intromisin ideolgica, comprendida 3 Alain Brossat, Brecht et Lukcs, staliniens en situation, LHomme et la socit, n 87, 1988, 1, p. 100. El autor del artculo construye a veces escenarios fantasiosos para justificar su tesis sobre la sancin aportada por Lukcs al estalinismo. Afirma por ejemplo que Lukcs habra sido arrestado por el NKVD en la poca del idilio entre Stalin y Hitler a causa de su actitud a favor del Frente popular antifascista. Brossat se equivoca de fecha; Lukcs fue arrestado en Mosc por la polica secreta de Stalin el 29 de junio de 1941, una semana despus de la invasin de la Unin Sovitica por tropas alemanas. Fue acusado de ser un agente de la polica poltica Horthysta, a la vez que un trotskysta. El oficial del NKVD encargado del interrogatorio, para el cual izquierdismo y trotskysmo eran sinnimos, pensaba que la crtica dirigida por Lenin en 1920 a Lukcs era la prueba de su trotskysmo precozEn efecto, Lenin le haba reprochado su actitud izquierdista concerniente a la cuestin de la participacin de los comunistas en los parlamentos. Georg Lukcs, Pense vcue. Mmoires parles, 1986, LArche, p.137.

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    la discursiva de los escritores mismos. El autor del ensayo Tribun du peuple ou bureaucrate? profesaba la idea de que cada obra literaria se desarrolla a partir de un nudo, de un foco irradiante de carcter necesariamente utpico, a partir del cual los prejuicios ideolgicos y los vnculos empricos de los escritores, en el acto de la creacin, sufren una transformacin radical. se era un desafo dirigido a los burcratas de la literatura, que se empecinaban en hacer del arte un instrumento de propaganda y en prescribirle reglas.4

    Autores como Leszek Kolakowski, o ms recientemente David Pike y Arpad Kadarkay, han llevado su guerra fra contra el estalinismo de Lukcs sin tomar en consideracin lo que distingue su argumentacin de la lnea sovitica oficial, dedicndose nicamente a buscar las similitudes. Ninguno de ellos parece haber ledo los escritos sobre el realismo de los aos treinta a la luz de los anlisis propuestos por el filsofo en su gran Esttica (1963). A pesar de la continuidad entre los dos periodos (que por otro lado elimina toda especulacin coyuntural), tal lectura habra hecho ms difcil la reduccin de la esttica lukacsiana a los esquemas de tipo estaliniano.

    Harold Rosenberg se acuerda en un artculo, por otro lado muy crtico con Lukcs (publicado en ingls en el libro La signification prsente du ralisme critique), de la fuerte impresin que le haba producido en los aos 30, la lectura de ciertos ensayos de filosofa, en particular La physionomie intellectuelle dans la figuration artistique, publicado en 1936 por la revista Internationale Literatur. En ese momento, Harold Rosenberg haba sido impresionado por las consideraciones sobre el difcil problema de las relaciones del intelecto y la intuicin en la creacin de los personajes literarios. Lukcs subrayaba en su ensayo la importancia de la fisionoma intelectual gracias a la cual el escritor puede concretar y amplificar lo vivido y los movimientos puramente intuitivos de los personajes. Se opona vigorosamente a una literatura sujeta a la superficie de lo real y a lo vivido naturalista. La exigencia de intelectualizacin y la defensa de la idea segn la cual las situaciones literarias son por su naturaleza excepcionales, eran una condena implcita de las ilustraciones ideolgicas y de las banalidades naturalistas que hacan estragos en las letras soviticas. Pero su ensayo apuntaba explcitamente a autores como Nicolai Pogodin, F. Panferov, e incluso a Alexander Fadeiev e Ilia Ehrenburg, que no llegaban a fundir la riqueza intuitiva de los personajes y la reflexin en un conjunto esttico. Rosenberg pues, tena buenas razones para apreciar este ensayo: admiro desde hace mucho la teora de la fisionoma intelectual as como a su autor, admiracin confirmada por la resistencia de Lukcs al realismo socialista del periodo estalinista, y por su encarcelamiento a la edad de setenta aos por los rusos, durante la sublevacin hngara.5

    Los testimonios de este gnero, confirmando la actitud estructuralmente antiestalinista de Lukcs en los aos 30, son raros. Para Leszek Kolakowski, David Pike, Arpad Kadarkay, est claro: no slo haba apoyado en el exilio en la Unin Sovitica la lnea poltica de Stalin, sino que haba incorporado a sus escritos la lnea funesta del dictador. Ninguno de estos autores percibe el carcter inconformista de los ensayos sobre el realismo, y todos se oponen a la idea de que existira una continuidad entre el espritu de sus escritos moscovitas y la condena del estalinismo que expresa abiertamente a partir de 1956. Y sin embargo, las aclaraciones aportadas por el filsofo sobre la naturaleza del fenmeno

    4 El escritor ingls John Berger se mostr particularmente sensible a los anlisis lukacsianos consagrados a los diferentes niveles de la espontaneidad y particularmente al punto de Arqumedes de las grandes obras (as es como Lukcs llamaba al foco irradiante de carcter utpico) y a la oposicin tajante entre naturalismo y realismo. Cf. La carta del 6 de abril de 1965 de Berger a Lukcs, en los Archivos-Lukcs. 5 Harold Rosenberg, Georg Lukcs et la troisime dimension. Les Temps Modernes, novembre 1964, p. 918.

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    estalinista permiten mirar bajo otra perspectiva su actividad durante los aos pasados en Mosc.

    En uno de sus ltimos textos consagrados al estalinismo, Lukcs escribe: Creo poder decir con toda tranquilidad que yo era un adversario de los mtodos estalinistas, aunque yo crea an estar a favor de Stalin (Georg Lukcs, Marxismus und Stalinismus). Era pues, un adversario de Stalin incluso en la poca en que l se crea partidario suyo. Esta afirmacin, que puede parecer paradjica, merece ser confrontada con la realidad.

    Lukcs no ocult nunca que tras la muerte de Lenin, l se situ al lado de Stalin en la controversia sobre la posibilidad de construir el socialismo en un solo pas, sto es, en la Unin Sovitica. Contrariamente a la tesis sostenida hoy en da por diferentes historiadores, segn los cuales la Revolucin de Octubre habra sido un putsch organizado por una minora, Lukcs alimentaba la conviccin de que eran las masas populares las que haban llevado a los bolcheviques al poder en 1917. Su victoria se explicara por razones histricas. Queran poner fin a la guerra y dar la tierra a los campesinos, dos reivindicaciones de las masas ms amplias, y que no podan esperar. Bajo la presin de la realidad, Lenin se alej de Marx, el cual prevea la posibilidad de edificar el socialismo solamente a partir de una economa capitalista desarrollada, para emprender la construccin solamente en la Unin Sovitica. Fundndose sobre esta idea de Lenin, Lukcs se haba sumado, con o sin razn, durante los aos 20 a los argumentos de Stalin, contra la opinin de Trotsky y sus partidarios. En su texto Socialismo y democracia (escrito en un momento en que Europa era sacudida por graves acontecimientos, verano-otoo de 1968), Lukcs, aprobando el proyecto de construccin del socialismo en un solo pas, subraya los severos lmites histricos de la accin de Stalin. Analizando el periodo que, tras la muerte de Lenin, haba consagrado la victoria de un personaje tan desptico y astuto con sus adversarios, considera sin embargo que todos, verdugos y futuras vctimas, cometan el mismo error. Obnubilados por las cuestiones econmicas (la acumulacin primitiva socialista a fin de asegurar una base econmica a la futura sociedad), descuidaban los grandes problemas polticos, y en primer lugar la democratizacin del rgimen, condicin sine qua non para detener el proceso de burocratizacin.6

    Si Lukcs ha puesto siempre tanta pasin en defender a Lenin, contra los que remitan hasta l los orgenes de los mtodos empleados por Stalin, es porque distingua una oposicin irreductible entre los principios que haban inspirado la accin del primero y la prctica basada en rudimentos de principios del segundo. Hoy en da, en que la criminalizacin de Lenin se ha convertido en moneda corriente, la empresa de Lukcs, que consideraba urgente establecer esta distincin, puede parecer anacrnica. Nos parece, al contrario, que sus anlisis y argumentos merecen detenerse en ellos.

    Un episodio de su biografa intelectual puede ayudarnos a comprender mejor las relaciones muy particulares del filsofo con Stalin y el espritu de su poltica, consideradas a la luz de su gran simpata por la accin de Lenin, comprendido en el campo de la filosofa.

    A principio de los aos 30 Stalin haba organizado en Mosc un debate filosfico que se haba acabado con la desautorizacin de la escuela de Deborin y de la interpretacin plejanoviana del marxismo. Utilizando la ortodoxia leninista como estandarte, el maestro haba establecido a travs de la interpretacin de una deliberacin aparentemente libre, su influencia sobre la filosofa ( por otro lado l haba intervenido

    6 Cf. El captulo titulado La victoria de Stalin sobre sus rivales en Socialismo y democratizacin. 1989 Messidor/Editions sociales pp- 69-80

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    personalmente en la discusin). Perfectamente consciente del carcter tpicamente estaliniano de ese debate, Lukcs no por ello deja de valorar favorablemente sus resultados. En muchas ocasiones afirmara que las conclusiones extradas en esa ocasin tuvieron un efecto positivo sobre su actividad.

    Esta actitud no le ahorr reproches. Incluso los que no le atribuan la menor responsabilidad en la legitimacin terica del estalinismo, consideran que haba aportado su sancin moral a la instauracin de una ideologa de Estado. Georges Labica escriba a propsito de la canonizacin del marxismo-leninismo en la Unin Sovitica: La singular colusin filosfica entre Stalin y Lukcs, entre el hombre de Estado y el filsofo, es revelador del objetivo mayor de la instauracin del marxismo-leninismo. La categora de universalidad subsume las de absoluto y totalidad. (Georges Labica Le marxisme-leninisme) Desconcertante en efecto la posicin de Lukcs. Su satisfaccin ante ciertas orientaciones imprimidas por el dictador a la filosofa sovitica a principios de los 30 implica aprobacin del estalinismo como doctrina y prctica poltica? Con mirada histrica, seguramente se le puede reprochar el hecho de haber subestimado las consecuencias sobre las actividades del espritu de esta victoria manipulada. Pero siempre con perspectiva histrica, se observa que las conclusiones del debate iban en la direccin de su propia orientacin. El rechazo de la ortodoxia plejanoviana, el hecho de concebir el marxismo como una filosofa radicalmente nueva, con vocacin universal, la consideracin positiva de la aportacin de Lenin, parecan opciones comunes al hombre de Estado y al filsofo, lo que haca que este ltimo se declarase satisfecho. La realidad demostrara que no haban optado por lo mismo.

    Lukcs consideraba que Plejanov sobreestimaba la influencia de Feuerbach sobre el joven Marx que estaba forjando su propia filosofa. Defender la interpretacin de Lenin contra la de Plejanov era para Stalin una manera de manifestar su ortodoxia. Para Lukcs era una manera de recuperar la herencia hegeliana, de subrayar la importancia del gran filsofo (ocultada por un exceso de feuerbachismo) en la gnesis del marxismo ( el enfoque antimecanicista de esta posicin no se le escapa hoy a nadie).

    La lectura de los escritos filosficos del joven Marx ( ms tarde ocultados por los estalinistas) haba determinado en este periodo (1930-31) un verdadero giro en la reflexin de Lukcs. Su nueva interpretacin del pensamiento de Marx le impona tambin un examen crtico de la concepcin de Mehring, simtrica a la de Plejanov. En su autobiografa, Gelebtes Denken, revela la inspiracin comn de sus dos procesos crticos, los dos beneficiarios del debate filosfico de principios de los aos treinta.

    Defendiendo contra Mehring y Plejanov la idea de que el marxismo era algo ms que una simple interpretacin sociolgica de la historia, a la cual haba que unir una psicologa y una teora autnoma de las actividades del espritu ( que el primero buscaba para sus escritos de crtica literaria en Kant y el segundo en los positivistas), Lukcs adelantaba el concepto de la universalidad filosfica del marxismo, que va a revelarse por su carcter antireduccionista, como un enemigo temible de la vulgata estaliniana. Las virtualidades de este concepto eminentemente filosfico del pensamiento de Marx iban a realizarse plenamente en las grandes obras escritas por Lukcs hacia el fin de su vida, la Esttica y la Ontologa del Ser Social, pero los fundamentos de este enfoque aparecen claramente desde principios de los aos treinta.

    La paradoja de la situacin merece ponerse de relieve. Lukcs se sum con conviccin a las conclusiones de la discusin filosfica patrocinada por Stalin, pues la idea de que el pensamiento de Marx tena coherencia y autonoma en relacin a las filosofas anteriores,

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    le pareca justamente exacta. El marxismo no era para l una mezcla de determinismo econmico y de interpretacin sociolgica de las actividades del espritu. Pero es justamente su concepcin sobre la autonoma filosfica del marxismo la que va a conducirle a denunciar el marxismo institucionalizado de la URSS, y (irona de la situacin) la recada agravada en los errores mecanicistas y deterministas de Plejanov.

    Hay una continuidad evidente entre, por ejemplo, el estudio sobre Franz Mehring redactado en 1933, (primer gran texto terico publicado tras su vuelta a la URSS) y las opiniones expresadas en la Esttica y la Ontologa. Dado el carcter eminentemente antiestaliniano de estos ltimos trabajos, esta continuidad constituye la mejor prueba del hecho que, segn propia expresin, Lukcs era un adversario de Stalin incluso en el periodo en que l se crea partidario.

    Si la idea de que el pensamiento de Marx se articula en un conjunto sistemtico de categoras que abarca las diferentes esferas del ser y que tiene vocacin de universalidad, apareca ya en textos datados en 1933 como el citado sobre Mehring, (representa un cambio radical de la filosofa, - eine vollstndinge Umwlzung der Philosophie, escriba Lukcs), pero tambin en un texto anterior de 1931, consagrado al debate de Marx y Engels con Lassalle a propsito de la tragedia Franz von Sickingen , el desarrollo que conocer posteriormente, no har ms que aumentar la distancia que separaba desde el principio, su interpretacin del materialismo dialctico de la escolstica estaliniana.

    Despus de 1956, Lukcs volvi en varias ocasiones sobre la idea de que su actividad durante los aos pasados en Mosc, implicaba una resistencia objetiva a la ideologa oficial, tesis que es vivamente contestada por muchos de sus crticos, de David Pike y Giusseppe Bedeschi a Leszek Kolakowski y Arpad Kadarkay. El filsofo habra idealizado su pasado, reteniendo slo lo que pudiera refrendar su imagen de resistente y borrando los actos de adhesin o complicidad?

    A fin de facilitar un debate que reavivar las pasiones ideolgicas, proponemos, como se habr observado, un acercamiento que tome en consideracin la estructura del pensamiento de Lukcs, la morfologa y la sintaxis de sus ideas, y que indague en los aspectos de continuidad y discontinuidad de su obra.

    En los Prolegmenos a la Ontologa del ser social, su ltimo texto filosfico, escrito en 1970, Lukcs se detiene en el famoso captulo IV de la Historia del PC(b) de la URSS, en que Stalin expone las caractersticas del materialismo dialctico e histrico, y seala la incompatibilidad del catecismo del marxismo-leninismo oficial con el espritu del pensamiento marxista. El historicismo fundamental de Marx, anclado ontolgicamente en la idea de la historicidad del ser y de sus categoras, se compadeca mal con la codificacin en un sistema cerrado de categoras, que se trataba de aplicar sin discriminacin a las diferentes regiones del ser. La fuente misma del dogmatismo estaliniano era as denunciada y ms generalmente una forma mentis. La tesis segn la cual el materialismo histrico no era ms que una extensin y una aplicacin de los principios universales del materialismo dialctico, no tena ninguna relacin con Marx, pues la idea misma de una aplicacin de principios invariantes contradeca la historicidad consustancial de su pensamiento. Por otro lado, Marx mismo no haba empleado jams la expresin materialismo dialctico, haca notar Lukcs, que vea en ello un rechazo a recluirse en un sistema cerrado de categoras, a la manera de la filosofa antigua.

    Estigmatizando el dogmatismo estalinista, Lukcs abra el camino a su propia orientacin filosfica: la interpretacin del pensamiento de Marx como una ontologa. El rechazo del reduccionismo estalinista estaba basado en la idea de que un verdadero pensamiento ontolgico no puede hacer abstraccin de la diferenciacin y la heterogeneidad de las

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    regiones del ser, teniendo cada una sus categora especficas, y que es pues imposible encerrar esta riqueza categorial en un sistema de principios inmutables.

    En el cuerpo mismo de la Ontologa del ser social, Lukcs seala otra cuestin importante a propsito de los errores tericos de Stalin. Se trata de la naturalizacin de la economa, ms precisamente de la tendencia a mirar la actividad econmica como un dominio sometido a un determinismo rgido, gobernado por leyes casi naturales. (En la prctica del estalinismo, las actividades de la vida espiritual, donde tericamente la libertad de eleccin y la flexibilidad eran incomparablemente ms grandes, seran tratadas como simples auxiliares del poder.) El error de haber tratado la economa como una segunda naturaleza, ms exactamente como un campo de fuerzas puramente materiales, donde la conciencia slo juega un papel de agente ejecutivo, era igualmente compartido por los marxistas de la Segunda Internacional y por Plejanov. Tales aproximaciones pueden sorprender, sin embargo Lukcs volvi en ms de una ocasin sobre los puntos comunes entre el dogmatismo de Stalin y la concepcin que se hacan del marxismo personalidades, por otro lado tan diferentes de l, como Plejanov o ciertos representantes de la socialdemocracia de antes de la Primera Guerra Mundial.

    Al igual que las dems actividades humanas, la actividad econmica es guiada por el finalismo de la conciencia. Tiene tambin un carcter ideal y no puramente fsico. Subrayando esta idea, Lukcs pona destacadamente de relieve el carcter teleolgico y la dimensin por excelencia humana y no natural de los actos econmicos. Las crticas formuladas en un artculo de 1925, dirigido a Bujarin, quien en su manual de Materialismo Histrico identificaba abusivamente economa y tcnica, fueron retomadas y amplificadas en la discusin de las tesis estalinianas. Lukcs somete a un anlisis riguroso la tendencia de Stalin a tratar la economa como un puro objeto, donde no hay lugar ms que para el clculo y la manipulacin, y para ocultar los valores que subyacen a la razn econmica (irreductible a la razn tecnolgica) y sobre todo su interaccin con otros tipos de valores, comprendidos los ticos.

    El filsofo se dedicar a demostrar en sus ltimos escritos que la prctica poltica del estalinismo no habra sido posible sin una transmutacin del pensamiento de Marx en un determinismo plano y anquilosado. La visin monoltica de Stalin era poco compatible con una concepcin flexible y pluralista de los complejos sociales que hiciera justicia a su heterogeneidad y a la desigualdad de su desarrollo. Deba necesariamente empobrecer el pensamiento de Marx y vaciarlo de su esencia.

    Uno de los puntos fuertes de su crtica del estalinismo es precisamente el anlisis de las tesis expuestas por Stalin en su ltimo escrito terico, Los problemas econmicos del socialismo en la URSS, publicado en 1952. En Socialismo y democracia, Lukcs seala que negando a la ley del valor una validez universal, Stalin limitaba su accin a la esfera de la produccin de mercancas, lo que no respetaba el pensamiento de Marx, quien pensaba que la ley del valor era decisiva en toda sociedad, comprendida la sociedad socialista. As mismo, discutiendo la legitimidad del concepto de plustrabajo en el cuadro de una economa fundada sobre la socializacin de los medios de produccin, Stalin tergiversaba burdamente el pensamiento de Marx con el fin tctico de validar su concepcin puramente manipuladora de la superioridad del socialismo. La eliminacin por una accin de fuerza terica de la nocin de plustrabajo, llevaba necesariamente al socialismo de cuartel, puesto que la cuestin central de la democracia en el socialismo est directamente ligada al control de los productores asociados sobre el plustrabajo.

    Insistiendo en la idea de que el estalinismo es, ms all de una prctica poltica, un conjunto de puntos de vista tericos y una cierta prctica ideolgica, Lukcs afirmaba que

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    eso era suficiente para asegurarle un lugar de honor en la historia de la desnaturalizacin del marxismo. Llegaba a exigir que se prestase a los errores tericos de Stalin la misma atencin crtica dispensada en el pasado a los de Proudhon o de Lasalle.

    Hemos visto que explorando las races tericas del estalinismo, Lukcs encontraba semejanzas con ciertas visiones de Plejanov o incluso con cierto economista de la Segunda Internacional. Tal como ya hemos mostrado, Lukcs haba defendido ya a principios de los 30 (y despus durante todo el periodo estalinista) otra interpretacin de Marx, diferente de la de Plejanov y Mehring. Haba muchas cosas que reprocharles: una representacin reduccionista de las relaciones entre la economa y los otros complejos sociales; la subestimacin de la herencia hegeliana; una cierta insensibilidad sobre las relaciones indirectas, ms mediatizadas, entre la ideologa y su base socioeconmica; el olvido de la tesis marxista sobre el desarrollo desigual de los diferentes complejos sociales. El periodo estalinista de Lukcs contiene pues in nuce las ideas directrices de su gran obra de sntesis La Ontologa del Ser social, en nombre de las cuales iba a perseguir hasta el fin de su vida al estalinismo, hasta en sus ltimas trincheras.

    Podramos hacer las mismas aclaraciones, mutatis mutandis, a propsito de sus escritos de esttica y de crtica literaria. Reprochaba, por ejemplo, a Mehring y sobre todo a Plejanov, un enfoque demasiado rectilneo de las relaciones entre la base econmica y la ideologa, y por consiguiente entre las concepciones filosficas de los escritores y la estructura de sus obras. Aun y testimoniando una gran estima al marxista alemn Mehring por su valiente actividad, Lukcs encontraba que en el anlisis de las obras de Lessing, Hebbel o Nietzsche, estableca correlaciones demasiado directas. Las mediaciones ms sutiles de la expresin ideolgica se le escapaban. La dialctica interna de las obras no estaba suficientemente puesta de relieve; su especificidad esttica o filosfica relegada en favor de la expresin ideolgica directa; la complejidad de las relaciones entre posicin sociohistrica y sublimacin literaria o filosfica, era sacrificada a veces (en el caso de Hebbel, por ejemplo).

    Por su sentido de la especificidad de los fenmenos literarios y su respeto a las mediaciones, que separan todo producto esttico de la realidad sociohistrica que le sirve de punto de partida, Lukcs se situaba en las antpodas de la politizacin forzada de las artes, cara a Stalin. Durante su exilio moscovita, no ces, como se observa, de elaborar minuciosamente la subversin de las tesis en curso en las publicaciones soviticas. Un ejemplo tomado del campo filosfico, pero que vale tambin para la crtica literaria. Insistiendo en el captulo final de su libro El joven Hegel escrito en Mosc entre 1937 y 1938, sobre la distincin hegeliana entre espritu objetivo y espritu absoluto, lanza inopinadamente un ataque contra la sociologa vulgar. Formas de expresin del espritu absoluto, segn Hegel, la filosofa y el arte exigen, afirmaba l, otro enfoque en relacin a su condicionamiento sociohistrico que la poltica o el derecho. Mientras que la estructura de las instituciones polticas o jurdicas, forjadas para responder a necesidades precisas de la sociedad, aparece claramente en relacin con la realidad sociohistrica, no sucede lo mismo con las obras de arte o los grandes sistemas de pensamiento, cuyo contenido de verdad revela de manera infinitamente ms sutil su punto de anclaje, puesto que la perspectiva de los artistas, de los filsofos, se eleva necesariamente ms all del empirismo y el pragmatismo, stos adoptan un punto de vista que se quiere universal para juzgar su poca y hacen resonar una vox humana que habla en nombre de la humanidad. Apoyndose en la distincin hegeliana entre espritu objetivo y espritu absoluto, Lukcs denunciaba la insuficiencia de un punto de vista estrictamente gentico (el de los intereses de una clase o de un grupo social determinado), en la explicacin de las obras literarias o filosficas y su estructura. Contra lo que l llamaba la sociologa vulgar (y que se puede

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    tranquilamente identificar con la crtica sovitica oficial), Lukcs pona de relieve la especificidad inalienable de las grandes creaciones del espritu, la capacidad de los artistas y los filsofos de trascender prejuicios y opiniones personales para elevarse a travs de la perspectiva de su conciencia creadora a la universalidad.

    En uno de sus ltimos textos, redactado en marzo de 1970, Lukcs recordaba que su punto de vista sobre la socialidad de la literatura se opona frontalmente a la concepcin largamente dominante en el movimiento comunista y particularmente en la poca estalinista: Con seguridad, cuando hablo aqu de lo social en tanto que principio, eso no significa en absoluto, como en la mayor parte de mis contemporneos socialistas, una politizacin directa, ni una obligacin de tomar posicin frente a los acontecimientos polticos del da, sino al contrario, el inicio de una diferenciacin del contenido potico segn trate de representar simplemente al hombre particular o al hombre que trasciende la particularidad, el tipo. (G. Lukcs, Nachwort in Essays uber Realismus. Werke, Band 4, 1971, Luchterhand, p.677.)

    Desde principios de los aos 30, aunque se encontraba en el exilio en Berln, Lukcs tomaba posicin en las pginas de la revista Die Linkskurve contra la literatura proletaria de la poca, celebrada por los medios oficiales del movimiento comunista alemn. Criticaba novelas de Willi Bredel, Ernst Ottwalt, Marchwitza (y insinuadamente, las obras didcticas tipo La decisin, de Bertold Brecht). Lukcs deploraba en esos escritores la ausencia de una conciencia democrtica ms amplia y de sensibilidad para el conjunto de problemas de la sociedad. El sectarismo y la estrechez de su perspectiva daban como resultado, deca Lukcs, un naturalismo proletario, una literatura en que el reportaje y a veces el kitsch reemplazaban la verdadera figuracin. El sentido antidogmtico de estos artculos no pas por alto a los idelogos del marxismo oficial, que condenaron firmemente sus crticas dirigidas a los representantes de la nueva literatura proletaria (por ejemplo los artculos de Hans Koch, portavoz de Walter Ulbricht en el terreno de la cultura, en el volumen Georg Lukcs und der Revisionismus). En el polo opuesto, David Pike, menos perspicaz que los idelogos de Walter Ulbricht, considera que en sus artculos publicados en Die Linkskurve, Lukcs emprende una autoestalinizacin de la literatura. Stalin reconocer a los suyos, pero crticas de este gnero no cesaron de ser dirigidas al filsofo. Recientemente, en la biografa que Arpad Kadarkay le consagra, afirma que Lukcs sacrific lo mejor de s mismo en el altar del totalitarismo estalinista. Segn l, los puntos de vistas estticos de Lukcs habran sufrido una extraa metamorfosis durante su exilio moscovita. Como prueba, la prdida del sentido metafsico del arte que el joven Lukcs habra posedo y el empuje del historicismo que sigui a su reconciliacin con la mala realidad del estalinismo. Esta prueba, Arpad Kadarkay la encuentra comparando dos obras: Entwicklungsgeschcichte des modernen Dramas, publicado en 1911 y Le Roman historique redactado en 1936-37 y publicado por entregas por la revista Literaturnyi Kritik (1937). Mientras que en el primero Lukcs antepona, siguiendo a Coleridge, el carcter no histrico de los personajes y la vocacin metafsica de las obras shakespearianas, en el segundo, habra cedido a una visin puramente historicista, buscando anclar forzadamente la obra del gran isabelino en los conflictos de clase de la poca. La verdad es menos simple. Incluso muy diferente. Lukcs puso, esto es perfectamente exacto, el acento en el segundo trabajo citado por Kadarkay, en el historicismo de los dramas shakespearianos. Luego, incluso, iba a detenerse ms de una vez en la conexin entre la obra de Shakespeare y el espritu del Renacimiento, el pensamiento de Maquiavelo, de Etienne de La Botie el joven amigo de Montaigne, etc Pero analizando en Le Roman historique las obras de madurez de Shakespeare, Lukcs slo tiene una meta: mostrar como el gran dramaturgo llega a liberarse de toda fidelidad a la historia emprica, y a

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    estilizar los conflictos reales, histricos, en el seno de los conflictos morales, para elevarse a una universalidad antropolgica. (Lukcs tomaba apoyo para su demostracin en la advertencia de Otto Ludwig sobre el carcter antropolgico por excelencia de las obras dramticas en relacin a la prosa pica.) El historicismo iba a poner de relieve la dialctica de las pasiones humanas en Shakespeare, a atraer la atencin sobre los conflictos ticos de sus obras, y a mostrar como la materia histrica, despojada de toda contingencia, se eleva hacia la universalidad? Arpad Kadarkay pasa por alto lo esencial de la esttica lukacsiana: el engarce entre el anlisis histrico y la perspectiva esttica. La originalidad del autor del que se ocupa, es la de demostrar cmo el hic et nunc aparece transfigurado, sublimado en conflictos que hacen olvidar su punto de partida real para elevarse a un nivel que concierne al entero gnero humano.7

    Pero Arpad Kadarkay que quiere demostrar a cualquier precio que Lukcs habra practicado un sacrificio del intelecto durante su exilio en la Unin Sovitica, elabora otro argumento sorprendente. Afirma que el autor de Historia y consciencia de clase ocult completamente durante el periodo incriminado la importancia de los Manuscrits conomiques-philosophiques de Marx, que l haba ledo en el Instituto Marx-Engels de Mosc a principios de los aos 30. Escribe: An ms desconcertante: si los Manuscritos de Marx produjeron un impacto duradero sobre Lukcs, por qu su virtual silencio sobre los mismos?...La razn era que los Manuscritos, en los aos 30, cuando Stalin condenaba a los investigadores al ilotismo de la hagiografa, tenan toda la apariencia de una sombra.

    Poco antes, haba afirmado de manera ms general que Marx el humanista y filsofo, en total rebelin contra la alienacin, no se encuentra en ninguna parte como una influencia sobre Lukcs, aunque l lo haba descubierto tempranamente. Gran admirador de Historia y conciencia de clase, que compara con El Prncipe de Maquiavelo, el prolijo bigrafo de Lukcs pretende incluso que Lukcs nunca plante especficamente la cuestin de saber si los Manuscritos de Marx lo llevaron en particular a cambiar sus opiniones concernientes a Historia y conciencia de clase, y en caso afirmativo, de qu manera. Esas afirmaciones son falsas. Lejos de haber silenciado los Manuscritos de Marx y en general de haber ocultado el Marx humanista y filsofo, Lukcs utiliz abundantemente los escritos del joven Marx tanto en los aos 30 como ms tarde. En el estudio mencionado sobre Mehring, redactado en Mosc en 1933, Lukcs reprochaba al marxista alemn su desinters por los escritos de juventud de Marx, y citaba expresamente los Manuscritos de 1844 y La Ideologa Alemana. Mehring, que haba editado los escritos de juventud de Marx haba dejado de lado y no haba comprendido, segn Lukcs, la importancia de La Sagrada Familia. Se encuentran numerosas citas extradas de los escritos de juventud de Marx en la obra sobre los orgenes ideolgicos del fascismo, o en el ensayo Marx und das problem des ideologischen verfalls, publicado en 1938 en Internationale Literatur, donde figura igualmente una referencia directa a la cuestin de la alienacin (ocultada segn Kadarkay por conformismo). Hay todava que recordar lo que nadie ignora, que El joven Hegel terminado en 1938 en Mosc, est trufado de referencias a los Manuscritos , y que la concepcin misma del libro es debida a la mutacin acontecida en el pensamiento del autor tras la lectura de esos Manuscritos? An ms, Arpad Kadarkay quiere hacernos creer que Lukcs nunca se explic sobre las razones de 7 Arpad Kadarkay, Georg Lukcs. Life, Thought and Politics. 1991, Cambridge, Massachussets et Oxford, Basil Blackwell, p. 313. Para los anlisis lukacsianos de la obra de Shakespeare hay que referirse a Der historische Roman, Werke, Band 6, Probleme desR ealismus 111. pp. 184-188, y en Die Eigenart des Asthetischen, vol. I... La continuidad entre los anlisis del Roman historique y los de la Esttica es evidente. Comparando las obras de madurez de Shakespeare con las producciones corrientes del teatro isabelino, Lukcs muestra tambin su enraizamiento en los conflictos socio-histricos de la poca como su trascendencia, su elevacin a la universalidad humana.

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    su cambio tras la lectura de los Manuscritos. Basta con leer el prefacio a la edicin de 1967 de Historia y conciencia de clase para convencerse de lo contrario. Lukcs da las razones del cambio de perspectiva subrayando la importancia del distingo marxiano entre objetivacin y alienacin. Es justamente la asimilacin de esta distincin lo que ha preparado el anlisis del problema de la alienacin en El joven Hegel. Pero Arpad Kadarkay se conforma con repetir como tantos otros, sin examen, la idea de que el filsofo habra renegado de Historia y conciencia de clase por conformismo. Ignora llanamente el proceso de maduracin filosfico de Lukcs. Adems, no se entiende bien como un autor que dedica tres lneas a una obra mayor como La Ontologa del ser social, terminus ad quem de la evolucin del filsofo, podra hacer prueba de una mejor comprensin a este respecto. Afirma perentoriamente que en La Ontologa del ser social, el concepto de autonoma individual es simplemente inexistente. Mientras que basta con hojear el libro para constatar que el florecimiento de la individualidad es la idea central y la finalidad de la obra. Eso muestra que se puede escribir una biografa de 500 pginas sobre un autor sin leer atentamente su obra maestra o sin leerla del todo.

    Una gran obra terica de Lukcs que ha conseguido casi la unanimidad en contra suya es La destruccin de la razn. Adversarios, as como ciertos admiradores del filsofo, se ponen de acuerdo para decir que es un libro tpicamente estaliniano y denuncian el carcter reductor de sus anlisis. Sobre todo el captulo dedicado a Nietzsche, particularmente pugnaz, provoca indignacin. An en fecha reciente, un filsofo hngaro denunciaba este captulo con ocasin de un coloquio, como ejemplo tipo del proceso estaliniano como gran espectculo. (Endre Kiss, Les dbuts de la rception de Nietzsche parmi les intellectuels juifs hongrois de Diner-Denes a Lukcs. 1991)

    Nos parece til, antes de pronunciar un juicio tan severo, reconstruir la historia de este libro. Hoy en da, se puede seguir su gnesis gracias a los Archivos-Lukcs de Budapest, que acaban de publicar las dos versiones anteriores a la redaccin definitiva, acabada en 1952 y publicada en 1954. La primera de esta versiones data de agosto de 1933, y lleva por ttulo Wie ist die faschistische Philosophie in Deutschland entstanden; la segunda, escrita en Tashkent durante el invierno de 1941-42, se titula Wie ist Deutschland zum Zentrum der reaktionaren Ideologie geworden? Lukcs abandon Berln poco despus de la victoria nazi, en abril de 1933. La primera versin del libro fue redactada por lo tanto unos meses despus de su llegada a Mosc. La idea fundamental de La destruccin de la razn est ya presente. La cuestin planteada por Lukcs con notable precocidad, pues en esa poca ningn pensador haba indagado an de manera tan aguda en el pasado alemn, era que lejos de haber surgido ex nihilo, la ideologa nacional-socialista tendra una larga prehistoria. sta sera un condensado, una radicalizacin y una vulgarizacin de ciertas tesis del irracionalismo, cuyo peso filosfico es particularmente fuerte en el pensamiento alemn. El trabajo genealgico emprendido por Lukcs, -una verdadera arqueologa de las ideas- tuvo resultado. Demuestra de manera convincente como ciertos topoi de la Lebensphilosophie ( la crtica de la causalidad, de la legalidad y del progreso, y su reemplazamiento por la tipologa y la morfologa de la historia, la emergencia de la idea de destino y la preeminencia del mito en la historia) pudieron ser asimilados, integrados y radicalizados por la doctrina del nacionalsocialismo. Este trabajo, consistente en detectar en la conciencia filosfica alemana la formacin progresiva de los esquemas ideolgicos aptos para dotar de fundamentos tericos el pensamiento nazi, nos parece perfectamente legtimo. Al mismo tiempo, esta versin de 1933, que es un documento elocuente de las funestas divisiones de la izquierda alemana de la poca, lleva la huella de un fuerte sectarismo. El ensaamiento del autor contra los socialfascistas, muestra que comparta sin reservas la ceguera del partido comunista

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    alemn y la Komintern respecto a la socialdemocracia. En un momento dado, hace referencia incluso a la frmula de Stalin , quien en 1928 haba estigmatizado a los socialdemcratas como hermanos gemelos de los fascistas. La afirmacin hecha treinta aos ms tarde, en 1967, en el prefacio de Geschichte und Klassenbewusstsein, de que ese trmino desafortunado le habra descorazonado, se compadece mal con las convicciones expresadas en el manuscrito de 1933. No teniendo verosmilmente presente en espritu esta primera versin de La destruccin de la razn, olvidada entre sus papeles, anticipaba la posicin antisectaria que se convertir efectivamente en la suya algunos aos ms tarde. Pero en el momento de la redaccin, es decir en agosto de 1933, su visin poltica de Alemania era sin ninguna duda extremadamente sectaria. Cubra de oprobio a todos los partidos que rehusaron cooperar con el partido comunista, para impedir la llegada de Hitler al poder, tachndolos sin distincin de colaboradores del nazismo. La nica opcin posible era, segn l: fascismo o comunismo. Poco tiempo despus, Lukcs iba a desterrar esta visin simplista para convertirse en un defensor ardiente de la poltica de Frente Popular, construida sobre la unidad de las fuerzas antifascistas. Ninguna traza de la condena del socialfascismo pervivir en sus escritos posteriores, comprendida la segunda versin de la obra, consagrada a los orgenes ideolgicos del nazismo.

    El problema que se plantea es el de saber si el sectarismo poltico de 1933, corregido posteriormente, no asoma en otra parte, en los anlisis filosficos por ejemplo de La destruccin de la razn. David Pike que se detiene ampliamente en su libro Lukcs et Brecht, en la versin de 1933, considera que el fanatismo del autor se reencuentra en la dicotoma filosfica: racionalismo versus irracionalismo. Cita en su apoyo la diatriba de Leszek Kolakowski, segn la cual Lukcs por un reflejo tpicamente estalinista, habra echado en La destruccin de la razn, el conjunto de la cultura filosfica alemana posterior al marxismo, al campo del irracionalismo y la reaccin. El conjunto de la cultura filosfica alemana con la excepcin del marxismo es reprobada en bloque como una coleccin de expedientes que hubieran preparado la toma del poder por Hitler en 1933. De una manera u otra, todos allanaron el camino a los nazis. ( L. Kolakowski)

    Antes de entrar en la discusin de La destruccin de la razn, volvamos un instante a la primera versin del libro. Efectivamente hay en el cuadro filosfico esbozado por Lukcs en 1933, excesos y patinazos debidos a sus opiniones polticas. Basta con citar a ttulo de ejemplo, la tendencia a descubrir incluso en filsofos como Nicolai Hartmann o Ernst Cassirer, una inflexin en la direccin de un neohegelianismo teido de filosofa de la vida, mientras que al menos el primero de estos pensadores, absolutamente impermeable tanto a la filosofa de la vida como a la corriente neohegeliana de la poca, representada por Glockner, R. Kroner, etcse orientaba al contrario hacia una ontologa realista. Y la desconfianza de Lukcs respecto al liberalismo iba hasta el punto de relegar a Croce al campo de una pseudooposicin contra el fascismo, cuando la nica verdadera sera la de los comunistas.

    Volviendo a La destruccin de la razn, se hace necesario sealar que la gran empresa de establecer la genealoga de la Weltanschauung nazi no se resiente del sectarismo poltico profesado por el autor en 1933.8 Identificarlo con un proceso de tipo estalinista

    8 Durante su conferencia dada en los Encuentros Internacionales de Genve en 1946, Lukcs haba indicado sin ambigedad el dao causado al combate antifascista por el falso dilema: fascismo o bolchevismo. Las crticas de izquierda a La destruccin de la razn (de Isaac Deutscher a Bela Fogarasi) incluso reprocharon al libro el hecho de haber puesto en el centro de los anlisis el conflicto entre racionalismo e irracionalismo, (y no entre materialismo e idealismo, deca Fogarasi) y de hacer as concesiones indebidas al racionalismo burgus y a su respetabilidad ( I. Deutscher). No pasaron por alto el sealar la conexin entre el combate por el racionalismo y por la democracia en Lukcs y el deplorar la ocultacin del punto de vista de clase

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    vuelve a ignorar su substancia. Los adversarios de La destruccin de la razn, -Kolakowski, Pike, Kadarkay, Bedeschi, sin olvidar a Adorno- no consiguieron resquebrajar los fundamentos filosficos del libro. Peor an, ni siquiera emprendieron un verdadero examen de sus tesis fundamentales. La afirmacin de Kolakowski, segn la cual Lukcs habra expulsado al campo del irracionalismo la totalidad de las corrientes filosficas no marxistas, est en contradiccin con la orientacin misma del libro. Lukcs no atribuye, por ejemplo, en ningn momento al neokantismo de la escuela de Marburg ( el de Cohen o de Cassirer), cuyo idealismo filosfico es patente, una tendencia irracionalista. Corrigiendo su juicio superficial de 1933, no atribuye tampoco a Nicolai Hartmann el menor guio a la Lebensphilosophie. Al contrario, subraya la singularidad de la posicin del filsofo berlins, favorable a la dialctica hegeliana, aunque por otra parte, no olvida criticar su tesis sobre el carcter inasimilable por el aprendizaje de la dialctica. El irracionalismo tampoco es tratado en bloque. Lukcs tiene cuidado de distinguir diferentes tendencias. Separa, por ejemplo, a Husserl de su posteridad, que sufre la influencia de la Lebensphilosophie (de Scheler a Heidegger) y el neokantismo de Rickert y Windelband del que se inclina hacia la misma filosofa de la vida de Simmel.

    Se podra buscar en vano en los adversarios del libro una confrontacin con su argumentacin filosfica. Kolakowski se conforma con afirmar a propsito del concepto de irracionalismo de Lukcs: totalmente confuso, vago a la vez que tomando una extensin fantstica. No opone la menor contraargumentacin plausible a los anlisis de la gnesis y la estructura de uno de los ms potentes movimientos del pensamiento moderno. Lukcs esboz un vasto cuadro histrico del periodo abierto por la Revolucin Francesa, examinando las mutaciones que tuvieron lugar en el interior del idealismo clsico alemn con el paso de Schelling de la primera a la segunda filosofa, con la orientacin de Fichte en su fase tarda hacia el irracionalismo, con la fulminante reaccin de Schopenhauer contra sus predecesores Schelling, Hegel, Fichte-, y la identificacin que se opera entre la cosa en s kantiana y el principio irracional de voluntad, con el surgimiento de Kierkegaard y su polmica contra la dialctica hegeliana, etc. Lukcs propona pues una vasta hermenutica del pensamiento moderno, delimitando la unidad y la especificidad de la corriente irracionalista. Sus adversarios prefirieron liquidar el libro con juicios expeditivos. ( A. Kadarkay se conforma con frmulas del estilo: El libro es un documento histrico sobre los extravos intelectuales de la poca de Stalin, un panfleto estpido estaliniano). Ninguno de ellos se toma la molestia de discutir su argumentacin (cuyos resultados podran revelarse discutibles, pero hay que demostrarlo situando el debate al nivel filosfico de Lukcs y no al nivel de las frmulas polmicas).9

    En Une rconciliation extorque, texto polmico por excelencia, Adorno consagra una pgina despectiva a La destruccin de la razn. Reprocha al autor la ocultacin del hecho que las corrientes irracionalistas expresan frente al idealismo acadmico, la revuelta contra esta reificacin de la existencia y del pensamiento, en cuya crtica consista justamente la empresa de Lukcs. Pero hablando de Simmel o de Heidegger, Lukcs no silencia su crtica de la reificacin. Lo que es de verdad interesante en la filosofa de Heidegger es la descripcin extremadamente detallada de la manera en que el hombre, el sujeto portador de ltre-l, en primer lugar y lo ms frecuentemente se desintegra en esta cotidianidad y se pierde l mismo. La diferencia en relacin a Adorno es que no se

    contra clase. (Isaac Deutscher, Lukcs crtico de Thomas Mann, en Les Temps Modernes, juin 1966, y Bela Fogarasi, Der revisionistische Charakter einiger philosophischen Konzeptionen von Georg Lukcs.) 9 Hemos expuesto ms extensamente nuestro punto de vista a propsito de este libro en el texto La Destruction de la raison trente ans aprs publicado en Rification et utopie. Ernst Bloch et Georg Lukcs un sicle aprs. Actes du colloque Goethe Institut, Paris, 1985.

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    deja seducir por el antiacademicismo y el no conformismo de ciertos pensadores irracionalistas (Nietzsche en particular). Su atencin se concentra en el anlisis de la sublimacin ontolgica de la reificacin, esto es, en el travestimiento metafsico de un fenmeno eminentemente histricosocial. Es en este sentido que Lukcs se detiene en la ambicin de Simmel, continuada segn l por Heidegger, de dar al materialismo histrico un fundamento (psicolgico, ver metafsico) (Georg Simmel, Philosophie des Geldes. 3). La boutade de Adorno segn la cual en La destruccin de la razn se manifestara la destruccin de la razn del mismo Lukcs, puede hacer sonrer si se recuerda que l mismo vinculaba no solamente a Bergson, sino incluso la intuicin de esencia (la famosa Wesensschau) de Husserl al irracionalismo de la sociedad burguesa tarda, y que en sus ataques contra Heidegger no dudaba en establecer la ecuacin: El Ser = el Fhrer.

    Curiosamente, es Sartre quien a pesar de su polmica con Lukcs, parece favorablemente impresionado por La destruccin de la razn. Simone de Beauvoir habiendo enviado Les Mandarins al filsofo, haba recibido el libro a cambio.10 Un eco de la reaccin de Sartre se encuentra en su artculo El reformismo y los fetiches, aparecido en febrero de 1956 en Les Temps Modernes. Hablando de los filsofos marxistas a los que corresponda la misin de dar la vuelta a las ltimas filosofas burguesas, interpretarlas, romper el caparazn, incorporar la sustancia, Sartre citaba con aprobacin dos ejemplos, Tran Duc Thao y Lukcs. A propsito del ltimo, escriba: el nico que intenta en Europa explicar en base a sus causas los movimientos de pensamiento contemporneos, es un comunista hngaro, Lukcs, cuyo ltimo libro no est ni siquiera traducido al francs. No hay duda de que se trata de La Destruction de la raison.

    Los adversarios del libro, repugnados por los signos de la poca guerra fra y caliente-, se equivocan al condenarlo de antemano sobre la nica base del lenguaje, aunque ciertamente tiene su importancia. Hay que dedicar esfuerzo a desbrozar el nudo filosfico de La destruccin de la razn, antes de concluir pura y simplemente que hay una estalinizacin del pensamiento. Los anlisis reductores pueden darse en los dos sentidos.

    Tal como recordbamos ms arriba, Le jeune Hegel, libro escrito aproximadamente en la misma poca que las diversas versiones de La destruccin de la razn, no pudo ver la luz en la Unin Sovitica. Lukcs defenda la tesis segn la cual el pensamiento de Hegel daba una expresin filosfica positiva al periodo histrico inaugurado por la Revolucin Francesa, mientras que los Jdanovistas vean contrariamente en l la reaccin aristocrtica alemana contra esa misma revolucin. (An en 1950 La Enciclopedia Sovitica presentaba a Hegel de esa manera.) La consustancialidad de las dos obras es evidente, as como su distancia en relacin a las tesis en curso en el movimiento comunista internacional. Por otra parte, los ataques orquestados contra el revisionismo de Lukacs tomaban por objeto tanto La Destruccin como El joven Hegel. Es el caso del artculo Der revisionistische Charakter einiger philosophischer Konzeptionen von Georg Lukacs, publicado en 1959 por la revista oficial del Kominform, Problemas de la paz y del socialismo, y reproducido bajo el mismo ttulo en el volumen Georg Lukcs und der Revisionismos. El firmante del artculo es Bela Fogarasi, citado ms arriba, antiguo compaero de lucha de Lukcs, y autor de un tratado marxista de lgica.

    10 Agradecindole el 10 de octubre de 1955 el envo de la novela, Lukcs recordaba a su interlocutora las interesantes conversaciones que haba tenido con ella y Sartre en Helsinki. Nueve aos ms tarde, el 22 de septiembre de 1964, Lukcs iba a escribir a Sartre para agradecerle la publicacin en Les Temps Modernes de uno de sus ensayos. Le propona tambin un texto sobre Solshenitzin, pues apreciaba el apoyo que la revista le daba al escritor ruso. Copias de estas cartas se encentran en los archivos Lukcs de Budapest.

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    Se puede encontrar una reaccin del filsofo a estos ataques (Elemer Balogh entre otros, haba publicado en 1958 una crtica vehemente de La Destruccin, titulada Zur Kritik des Irrationalismus) en una carta de Lukacs a su traductor italiano Renato Solmi: Los sectarios se han mostrado, por supuesto, escandalizados por el hecho de que el dogma de Jdanov sobre la oposicin entre materialismo e idealismo como nico objeto de la historia de la filosofa, -dogma tenido por ellos en olor de santidad- haya sido despreciado y han intentado a travs de las falsificaciones ms groseras de citas-, demostrar el carcter revisionista del libro. Y el filsofo recordaba a guisa de comentario las palabras de Dante a Virgilio: Non ragionam di lor, ma guarda e passa.

    Lukcs no se equivocaba al decir que desde las Tesis Blum no haba cesado de luchar por la democracia en el comunismo. Tras su regreso de la URSS, durante el periodo 1945-48, abog por la causa de una transformacin evolutiva de la sociedad. No prevea la abolicin inmediata del capitalismo y preconizaba una larga transicin orgnica de una forma de sociedad a la otra. El estallido del asunto Lukacs en 1949 -complacencia con la literatura burguesa, cosmopolitismo, subestimacin del realismo socialista sovitico-, coincida con la introduccin de prcticas dictatoriales en gran escala y con el proceso Rajk.

    En junio de 1956, Lukcs preside las sesiones del crculo Petfi realizando intervenciones notables; prosigue sus ataques contra los graves errores doctrinales y contra la perversidad de la prctica poltica del estalinismo en conferencias (su conferencia Le combat entre progrs et reaction dans la culture contemporaine, pronunciado en junio de 1956 en Budapest es reproducido en el nmero de septiembre de la revista Aufbau) y en la prensa. Sostiene que la estrategia del movimiento comunista no debe ser determinada por una traduccin mecnica en la prctica de la oposicin entre socialismo y capitalismo, sino tomando en cuenta las contradicciones especficas de cada periodo histrico. El ascenso del fascismo en los aos 20, por ejemplo, haba hecho aparecer sobre el fondo de la contradiccin fundamental, otra contradiccin ms aguda, acuciante, la oposicin entre fascismo y antifascismo. El desencadenamiento de la guerra fra tras la Segunda Guerra mundial, habra igualmente hecho aparecer en primer plano la contradiccin entre las fuerzas de guerra y las de paz. En los dos casos, el campo del progreso implicaba numerosas fuerzas exteriores al comunismo: militantes socialdemcratas, de la Iglesia, capas de la burguesa. Esas tesis provocaban la clera de las autoridades comunistas y desencadenaban una vasta operacin de represin ideolgica. Una incompatibilidad de fondo se dibuja: el filsofo conceba la democracia popular como un socialismo que nace de la democracia, mientras que los defensores de la doctrina oficial queran instaurar el comunismo por medios dictatoriales. Para stos ltimos, la democracia popular era de entrada una dictadura y de entrada tambin esa especie de socialismo hacia el cual evolucion al da siguiente del asunto Tito.

    Lejos de ser tomas de posicin circunstancial, los ataques de Lukcs contra el estalinismo estaban fundamentados en razones filosficas profundas en las que la herencia hegeliana del marxismo jugaba un gran papel. Apoyndose en las categoras de mediacin, particularidad (campo de determinaciones intermedias entre la singularidad y la universalidad), universal concreto, exige una prctica poltica que rechazando las dicotomas abstractas y los esquemas, se adapte a la complejidad de lo real. Si reconoca a Stalin capacidades de tctico, no cesaba de cuestionar el sometimiento de la reflexin terica a las necesidades inmediatas como uno de sus principales errores. La estrategia del movimiento ya no vena definida por la toma en consideracin de la totalidad del proceso histrico, con sus tendencias principales y con la multiplicidad de contradicciones especficas, sino en funcin de exigencias tcticas, elevadas al rango de universal perentorio. Como ejemplo, Lukcs citaba a menudo la razn terica elaborada por Stalin

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    para justificar el pacto germano-sovitico ( al cual l mismo no negaba una cierta legitimidad tctica). La guerra entre Alemania y la coalicin anglo-francesa era considerada como una guerra entre pases imperialistas, al igual que la Primera Guerra mundial. La consigna deba pues ser idntica: transformar la guerra imperialista en guerra civil. Esta posicin dogmtica y corta de vista tuvo consecuencias desastrosas para el movimiento comunista en los pases afectados.

    En sus conversaciones con Istvan Ersi y Erzsebet Vzer, Lukcs caracterizaba el estalinismo como un hiperracionalismo. Stalin y sus partidarios, que queran encerrar el proceso histrico en un esquema, eliminaban de golpe la multiplicidad de mediaciones. Ignoraban con una suficiencia ciega la desigualdad en el desarrollo de los diferentes complejos sociales y el carcter no rectilneo de la historia, su marcha por definicin abierta, imprevisible y titubeante, que se acomoda mal con el constreimiento y el monolitismo. Durante los quince ltimos aos de su vida, Lukcs se dedic a que los comunistas tomaran conciencia del peligro que representaban las pesadas secuelas del estalinismo. Tras la invasin de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia, declara en una conversacin con Bernie Taft, comunista australiano, que los dirigentes soviticos son unos estpidos aficionados, que estaban desacreditando por mucho tiempo el atractivo del comunismo, y aada sarcsticamente que por su accin, Breznev haba hecho a Nixon presidente de los Estados Unidos.

    Una aseveracin a menudo repetida, quiere que la vinculacin de Lukcs con el marxismo y la imbricacin de su existencia en la historia del comunismo internacional impone necesariamente lmites severos a su crtica del estalinismo. Su implicacin ideolgica y fsica le impedira apreciar en toda su amplitud la catstrofe histrica de las sociedades llamadas de socialismo real. Incluso un comentarista que quiere hacer justicia a la actitud antiestalinista del filsofo, retoma a su vez esta tesis. Aun considerando que Lukcs permaneci siempre ms comprometido con la verdad que con el poder, Detlev Claussen encuentra que su crtica del estalinismo minimiz la ausencia objetiva de razn en el socialismo real. Claussen descubre una tendencia a racionalizar la historia del estalinismo, lo que conduce a una cierta idealizacin de la forma de sociedad que est vinculada al nombre de Stalin.

    Temiendo que una actitud ms radical pudiera poner en duda su propio pasado, atenu Lukcs a sabiendas, la crtica de las sociedades de tipo estaliniano o neo-estaliniano? O antes al contrario, su conocimiento directo del estalinismo, en las redes del cual l mismo haba a veces cado y del que otras veces haba sido la vctima, confiri a su crtica un ensaamiento que no excluye la pertinencia y la lucidez? Intentemos ver un poco ms claro cindonos a los hechos.

    Tomemos el ejemplo de los procesos de Mosc. Persuadido de que la accin de la oposicin pona en peligro la estabilidad de la sociedad sovitica en un momento en que la amenaza hitleriana se perfilaba en el horizonte, Lukcs lejos de desaprobarlos y l no lo niega- los consider en cierto modo como inevitables. Consciente de que se le puede reprochar su obcecacin, -esas siniestras parodias perjudicaban a la izquierda comunista, sobre eso no haba duda para l- exiga que se contextualizara en la poca para juzgar su actitud. Ante las campaas dirigidas por los nazis contra la Unin Sovitica, l pensaba a la manera de otros emigrados refugiados en Mosc, que no se deba emprender nada que pudiera debilitar el poder establecido, el nico a sus ojos capaz de cerrar el paso a Hitler. Es una actitud que por muy injustificada que sea, es pensable. Basta con recordar que espritus tan diferentes como Maurice Merleau-Ponty, Klaus Mann o Isaac Deutscher, cada uno a su manera, apelaron a la situacin internacional del momento para explicar, si no aprobar, la voluntad de Stalin de reprimir la oposicin interna.

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    Por analoga con el proceso de Danton y su grupo, Lukcs pensaba que la amenaza a las conquistas de la revolucin funcionaba como un argumento plausible para disculpar las peores violaciones del derecho: Yo consideraba esos procesos como abominaciones deca a sus interlocutores, Istvan Eorsi y Erzsebet Vezer en 1971- pero me consolaba dicindome que estbamos del lado de Robespierre, cuando as mismo el proceso de Danton, en el mbito de la legalidad, no haba sido mejor que el de Bujarin. Mi otro consuelo, y ste era un factor decisivo, consista en decirme que el problema esencial de la poca era derrotar a Hitler. Y no se poda esperar esa liquidacin de Occidente, sino solamente de los soviticos (en ocasiones posteriores, Lukcs evocara en ese contexto la actitud de Chamberlain y Daladier en Munich, a fin de justificar a posteriori su diagnstico de 1936-37). Y no exista ms potencia antihitleriana que Stalin.

    La publicacin reciente de ciertos documentos como el estenograma de una reunin de escritores antifascistas alemanes miembros del partido, que tuvo lugar en Mosc entre el 4 y el 9 de septiembre de 1936, algunas semanas despus del fin del proceso de Zinoviev y Kamenev, muestra que Lukcs se pleg, al igual que los dems, al ritual estaliniano de las grandes confesiones ideolgicas a continuacin de las acciones represivas del rgimen. Su intervencin est puntuada por llamamientos a la vigilancia revolucionaria (vigilancia complicada pues los enemigos no osaban presentarse a cara descubierta) y a la liquidacin de los dainos (expresin desgraciada), lo que muestra que en el clima de miedo que reinaba tras el veredicto, saba comportarse como un estalinista ortodoxo. Lo era en realidad? Si se encuentran en su discurso ajustes de cuentas con adversarios literarios, prolongando, segn l, la lnea sectaria de la RAPP, si no olvida estigmatizar a Zinoviev (hay que recordar que lo detestaba desde la poca en que ste, Secretario General de la Internacional Comunista, protega a Bela Kun, su antiguo adversario), expresa tambin la preocupacin sincera de coherencia ideolgica en la lnea antifascista del Frente Popular.11

    Otra decisin de Stalin que no fue desaprobada por Lukcs es el pacto germano-sovitico. Lo haba considerado en la poca como una accin hbil, destinada a obligar a las potencias occidentales, contemporizadoras, a hacer frente comn con la Unin Sovitica contra el nazismo. La manera en que se desarrollaron despus los acontecimientos, habra hecho justicia, afirmaba Lukcs, a esa accin de Stalin, aunque, as lo vemos nosotros, no solamente no haba avalado su justificacin ideolgica, sino que lo haba considerado como un ejemplo tipo de manipulacin de la historia con fines puramente tcticos.

    A pesar de una existencia difcil en el interior del movimiento comunista, -ataques en la prensa, prisin, deportacin y affaires Lukacs-, el filsofo slo puso abiertamente en cuestin el estalinismo a partir del verano de 1956, algunos meses despus del XX Congreso del PCUS. Es un hecho. En septiembre de 1946 defenda todava en los Encuentros Internacionales de Ginebra, el espritu de 1941, en otras palabras la alianza de las fuerzas democrticas de la Gran Bretaa, de los Estados Unidos y de la Unin Sovitica- contra el fascismo. Esta actitud se situaba en consecuencia lgica con su credo democrtico, antisectario, que exista en germen en las Tesis Blum de 1928. Pero el desencadenamiento de la guerra fra que enterrara rpidamente el espritu de 1941, iba a empujar tambin a Lukcs en las redes del maniquesmo estaliniano, al que aportar su granito de arena. El postfacio a La Destruccin de la Razn escrito en 1953 es un ejemplo. Lukcs defiende en el mejor estilo de la guerra fra, la poltica de la Unin Sovitica (comprendida la guerra de Corea o el affaire Lyssenko), denuncia la ideologa

    11 Victor Serge que se encontr con Lukcs en Mosc en los aos 30, escribi en sus Memorias de un revolucionario que el filsofo le dio la impresin de alguien que viva valientemente en el miedo.

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    proamericana y celebra el gran movimiento por la paz.12 Se sabe sin embargo, si se creen sus testimonios ulteriores, que el gusano estaba en la fruta. El affaire Lukacs de 1949-50, las presiones y las vejaciones de que era objeto ( se le quera obligar entre otras cosas a una segunda autocrtica), y en particular el proceso de Laszlo Rajk iban a preparar el terreno para una radicalizacin que estallar a plena luz con sus primeras intervenciones en el crculo Petfi en el verano de 1956.

    A partir de 1956 y a pesar de las amenazas que se ciernen sobre l y las vejaciones sufridas, Lukcs multiplica los textos consagrados al anlisis del estalinismo. Estos textos son concernientes tanto a la prctica como a la Weltanschauung estaliniana. Se obstina, como hemos visto, en desvelar los fundamentos ideolgicos de los actos de Stalin. Puede parecer irrisorio. Millones de seres humanos perecieron, vctimas del pequeo padre de los pueblos. Nos interesa de verdad conocer la filosofa del verdugo? Otra cosa sera ignorar la formidable potencia del aparato ideolgico puesto en funcionamiento por Stalin. Slo los que han vivido en la Unin Sovitica o en los pases del Este, conocen la presin moral a la que cada ciudadano era sometido cotidianamente hasta en las acciones ms inocentes. La represin fsica iba a la par con la represin del pensamiento. Stalin cre realmente un hombre nuevo que le sobrevivi. La misin de un filsofo era acometer la forma mentis del estalinismo, y sobre todo la misin de un filsofo que a pesar de su inteligencia, de su erudicin y de su fe sincera en la causa del socialismo, no pudo escapar totalmente a la empresa de esta formidable perversin del pensamiento marxista y del pensamiento en s mismo.

    Por otro parte, no se puede dejar de reconocer a Lukcs una lucidez premonitoria en lo que concierne al socialismo real. En su obra Socialismo y democratizacin redactada en los meses que siguen al aplastamiento de la primavera de Praga, denuncia el carcter artificial y el irrealismo innato de las sociedades levantadas en los pases del Este. Las disfunciones, los absurdos de la planificacin autoritaria, las distorsiones entre los diferentes sectores de la vida social, la apata y la pasividad a la que son reducidas amplias capas de la poblacin, la manipulacin de la opinin pblica, nada qued silenciado. Del mismo tenor, pero en el campo de la crtica literaria, Lukcs consagr dos estudios a Solzhenitsin, el primero en 1964, el segundo en 1969. Sern reunidos en 1970 en un pequeo libro. As se convirti en el primer crtico contemporneo en subrayar el valor histrico y universal del rechazo al estalinismo llevado a la expresin literaria por el gran novelista.

    El muro de Berln no enterr bajo los escombros la obra de Lukcs. Vasta empresa de renovacin del marxismo, en gran parte sobre la base de una experiencia social y poltica que se reclama del autor de El Capital, esta obra, incontestablemente marcada por las convulsiones del movimiento comunista, es una construccin terica demasiado slida para ser despachada con frmulas polmicas y juicios apresurados, se compartan o no sus conclusiones filosficas.

    12 La violencia de ese texto no puede ser comprendida fuera del contexto de la poca. El McCarthysmo intelectual que haca estragos en Estados Unidos, la radicalizacin anticomunista de cierta lite de la inteligencia europea, de Camus a Mauriac y de Jaspers a Denis de Rougemont, empujaron a Lukcs a endurecer simtricamente su posicin. Particularmente sensible a la identificacin sumaria de las realidades del mundo sovitico y de las prcticas estalinistas con el totalitarismo marxista, esto es al cuestionamiento a travs del estalinismo del pensamiento comunista en general, l reaccionaba colocndose sin reservas tras la bandera de su campo, como muestran sus crticas y ataques a todos los niveles contra los idelogos del mundo occidental, de James Burnham y Arthur Koestler a Raymond Aron, y de Malraux a Silote. Las simplificaciones y los excesos de lenguaje de este postfacio, datado en enero de 1953, rinden testimonio del clima de guerra fra de la poca. Slo entre los intelectuales occidentales, gentes como Kart Barth o Jean Paul Sartre le inspiraban simpata. La respuesta de ste ltimo a Camus en la polmica sobre Lhomme revolt tena para Lukcs un valor ejemplar.

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    La ltima gran obra de Lukacs Zur Ontologie des gesellschaftlichen Seins se inspira en la conviccin de que una regeneracin de la praxis socialista pasa inevitablemente por la ruptura con el marxismo esclerosado, que haba avalado por su necesitarismo y su economicismo, tanto el oportunismo de la socialdemocracia antes de la Primera Guerra mundial, como en otro plano, el estalinismo. Lukcs propone restituir a la poltica, al derecho, a la moralidad, a la tica, el lugar que les corresponde en la topografa de la sociedad, demostrando que la densidad y la complejidad del tejido social excluyen toda codificacin a partir de normas abstractas. Gigantesca empresa histrica de reglamentacin autoritaria de la vida social, el estalinismo no es una encarnacin del marxismo, sino su perversin terica y prctica.

    Proyectando coronar su reflexin sobre la sociedad con una tica que se qued desgraciadamente en forma de fichas preparatorias, volva sobre el estalinismo como tentativa de abolir por la fuerza los criterios morales y ticos sometiendo la vida social a una condicin jurdica impuesta desde arriba. Recordaba en ese contexto la visin premonitoria de Hegel. Criticando el carcter abstracto de la moral kantiana, el gran filsofo llamaba la atencin sobre la imposibilidad de deducir la accin moral a partir de criterios puramente lgicos ( el ejemplo kantiano del dpt, analizado en el ensayo sobre derecho natural). Lukcs se apoyaba sobre la famosa demostracin hegeliana para reaccionar contra toda tentativa de homogeneizar artificialmente un tejido por definicin heterogneo y de sacrificar lo concreto sociohistrico a esquemas fabricados para la comprensin abstracta. La ontologa de la vida social en la visin de Lukcs, se traduce in politicis por una mezcla de inflexibilidad y de agilidad. Si la densidad de la historia, sus contradicciones y sus giros, exigen una gran flexibilidad en la elaboracin de la tctica y de la estrategia polticas para poder tomar en cuenta toda la multiplicidad de mediaciones, el horizonte permanente de la accin no puede ser otro que la libre autodeterminacin de los individuos, telos ltimo de la vida social. En el concepto de Gattungsmassigkeir fur sich (la especificidad del gnero humano para s), Lukcs haca converger todas esas aspiraciones hacia la plena autonoma del individuo y hacia el florecimiento de la personalidad, subrayando que nada se puede hacer sin tener en cuenta la especificidad del gnero humano en s, es decir del estado actual de la condicin humana. Realizar el difcil equilibrio entre la heteronoma y la autonoma del sujeto, permaneci hasta el fin como la obsesin y la idea-fuerza de su pensamiento. Un antiutopismo de partida no le impeda creer en la emancipacin del gnero humano.

    Nicolas TERTULIAN