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El sujeto autónomo y la responsabilidad

Gabriela Z. Salomone

¿Qué necesidad interior satisface el hecho de decir que en alguna parte tiene que existir

un autonomous ego?

JACQUES LACAN, 1954 Este libro se propone analizar los puntos de encuentro y desencuentro entre la dimensión clínica y el marco normativo de nuestra práctica, invitando a la reflexión sobre la posición a adoptar en esa encrucijada. En esta tarea, uno de los puntos centrales a considerar es el de las consecuencias que la confrontación de discursos acarrea. El emparentamiento entre el discurso deontológico y el discurso jurídico —señalado anteriormente respecto de la filiación de las normativas deontológicas a la ley social—, nos permite considerar allí al discurso deontológico-jurídico como una unidad que se diferencia del discurso de la subjetividad. Cada uno de estos campos —el deontológico-jurídico, por una parte y la dimensión del sujeto, por otra—, solidariamente a la lógica que los organiza, conlleva diferentes nociones conceptuales tales como la noción de sujeto, la noción de ley, y fundamentalmente, la noción de responsabilidad.

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La responsabilidad jurídica En 1925 Freud nos alertaba sobre la diferencia entre la responsabilidad entendida en términos jurídicos y aquella que compromete al sujeto del inconsciente: "El médico dejará al jurista la tarea de instituir una responsabilidad artificialmente limitada al yo metapsicológico."1

Se trata entonces de establecer la diferencia entre el concepto de responsabilidad que se configura en el campo normativo y la noción de responsabilidad subjetiva2. Vale aclarar, por una parte, que tal distinción es fundamentalmente conceptual (diferentes modos de pensar la responsabilidad, diferentes nociones de sujeto), pero también es preciso adelantar que se trata de dos modos distintos para el sujeto de confrontarse al campo de la responsabilidad. Es en este punto donde la perspectiva ética nos interpela. La noción de responsabilidad de la que se trate estará directamente vinculada a una determinada noción de sujeto: mientras que la responsabilidad subjetiva interpela al sujeto más allá de las fronteras del yo, asentándose en la noción de sujeto del inconsciente3, la responsabilidad jurídica se plantea en función de la noción de sujeto autónomo4, la cual restringe la responsabilidad al terreno de la conciencia, al ámbito de la intencionalidad conciente. El término autonomía, del griego autos que significa "mismo" y nomos que significa "regla", "gobierno", "ley"5, hace referencia a la capacidad para autogobernarse, para decidir libre y voluntariamente sobre la propia vida. Es decir, se trata de la condición de ser responsable, y responsable de sí mismo. El sujeto autónomo entonces, es el sujeto de la voluntad y la intención. Veamos de qué forma se articula la noción de sujeto autónomo en los fundamentos del discurso jurídico. El artículo 30 del Código Civil de la República Argentina define a la persona jurídica de la siguiente manera: Son personas todos los entes susceptibles de adquirir derechos, o contraer obligaciones. Es decir, que para el Derecho, la persona jurídica, o simplemente la persona, es aquella entidad a la que se le reconoce derechos y obligaciones. Así se configura la noción de Sujeto de Derecho. El término Sujeto de Derecho connota a aquél sobre el cual el derecho habla. Frank Chaumon, psicoanalista francés, en su libro

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La ley, el sujeto y el goce. Lacan y el campo jurídico ensaya una definición de sujeto de derecho: "El sujeto de derecho es el que es puesto en función por el texto del derecho; es, de alguna manera, el producto del texto jurídico."6 En términos similares, Jorge Degano, psicoanalista argentino, en su libro El sujeto y la ley, y otros temas psicológico forenses plantea la cuestión de la siguiente manera: "...lo que se llama Sujeto de Derecho, por parte de los juristas, son en realidad esos individuos en tanto y en cuanto a ellos las normas se refieren, y nada más que en ese sentido. Es decir, Sujeto de Derecho es un conjunto de derechos, obligaciones, y eventualmente responsabilidades por el no cumplimiento de las obligacio-nes o el mal uso, el mal ejercicio de los derechos. "7 En estos términos, el sujeto de derecho es el sujeto considerado autónomo; aquél capaz de hacerse responsable, no sólo por sus acciones sino también por sus elecciones y decisiones. En razón de esta noción, cuando la persona no muestra estar en dominio de sus facultades mentales por razones afectivas y/o intelectuales, pierde su cualidad de autónomo, y así se considera que no está en condiciones de gozar de la libertad de manifestar una intención voluntaria. Por ello, se entiende que su responsabilidad ha quedado restringida o anulada. "Los hechos que fueren ejecutados sin discernimiento, intención y libertad, no producen por sí obligación alguna. "8 El sujeto ya no considerado autónomo es eximido de su responsabilidad jurídica. Es decir entonces que el sujeto de derecho, entendido en tanto sujeto autónomo, es el sujeto imputable por definición: es aquél capaz de responder por sus actos. De allí que la responsabilidad en el discurso jurídico se dirima en términos de imputabilidad-inimputabilidad (en el ámbito penal) o de la capacidad-incapacidad jurídica (ámbito civil). La imputabilidad es la cualidad de aquél a quien se le puede atribuir la responsabilidad de un hecho reprobable. Para que se le pueda atribuir la comisión de un delito, una persona deberá gozar al momento del hecho de las condiciones que le permitan comprender la criminalidad del acto que realiza así como dirigir sus acciones. De este modo el sujeto será considerado imputable, es decir, se le reprochará el hecho y se le aplicará una pena. El artículo 34 del Código Penal Argentino establece en el inciso 1º causas de inimputabilidad 9, las cuales se organizan en dos grandes grupos.

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Causas psiquiátricas de inimputabilidad: la insuficiencia de las facultades mentales (defectos en el desarrollo o perturbaciones profundas), sus alteraciones morbosas y los estados de inconsciencia. Causas psicológicas: la no comprensión de la criminalidad del acto y el no dirigir sus acciones. La presencia de cualquiera de estas dos causales es motivo suficiente para la declaración de inimputabilidad. Es decir entonces que la imputabilidad estará vinculada al estado de conciencia que la persona tenga durante la comisión de un hecho ilícito. Se lo considerará imputable si tal estado de conciencia le permite comprender y dirigir sus acciones al momento de ejecutar el acto; de lo contrario, se lo exime de responsabilidad penal. El artículo 34 del Código Penal establece asimismo causas de justificación (incisos 2º al 7º) que también serán fundamento para la exención de responsabilidades. El derecho contempla situaciones, excepcionalmente, en las que declara no punible al que realice una acción tipificada como delito, es decir, una acción que lesiona un bien jurídico. Estas situaciones excepcionales funcionan como causa de justificación, y obedecen al principio de que, en el conflicto entre dos bienes jurídicos, debe resguardarse el bien que el derecho positivo entienda como preponderante. Están contempladas en su mayoría —aunque no todas ellas— en el mencionado artículo. Se trata, por ejemplo, de los casos de defensa propia, estado de necesidad, etc. La defensa propia está contemplada en el inciso 6º del artículo 34: 6°. el que obrare en defensa propia o de sus derechos, siempre que concurrieren las siguientes circunstancias:

a) agresión ilegítima;

b) necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla

c) falta de provocación suficiente por parte del que se

defiende. (...)

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Como se ve, para que la defensa propia constituya una legítima defensa debe configurarse una situación que, en términos del inc. 6º, provoque una defensa necesaria. Necesaria, en términos de necesidad lógica. Es decir, se entiende que tales circunstancias fueron la causa que, inevitable e infaliblemente, llevaron a tal modo de obrar. Se configura así una situación de determinación absoluta. El inciso 3 del artículo 34 se refiere a una situación específica que la doctrina califica como estado de necesidad. Su redacción es la siguiente: "el que causare un mal por evitar otro mayor inminente a que ha sido extraño". Para que resulte exitosa la defensa en virtud del argumento del estado de necesidad como causa de justificación, se deberá demostrar que han concurrido todos los requisitos que configuran tal estado de necesidad (siempre en el sentido de la necesidad lógica): 1. el mal mayor a ser evitado debe presentarse como inminente (se presenta cierta urgencia que condiciona al actor); 2. el mal causado (tipificado como delito) debe configurar la única forma de evitar el mal mayor (con lo cual el mal causado es calificado de inevitable, necesario, persiguiendo el objetivo de evitar el mal mayor); 3. el mal mayor efectivamente se puede evitar cometiendo el mal menor (es decir, que en virtud de las circunstancias, la causación del mal menor es entendida como el medio adecuado para evitar el mal mayor); y por último, 4. el mal evitado es mayor que el causado. Adrede, y por introducir una vía de análisis que excede los objetivos de este trabajo, dejaremos de lado el cuarto punto10. Sin embargo, si tornamos los primeros tres requisitos ubicamos al actor claramente en una situación extrema donde la acción que cometió se torna inevitable, es decir, necesaria. Se trata de una situación determinada tácticamente: son los hechos, los elementos de la realidad, los que determinan la acción. Por lo tanto, estos tres primeros requisitos, configuran una situación de determinación absoluta que justifica la acción cometida, restándole al actor la responsabilidad penal por considerarse que las posibilidades de autodeterminación estuvieron en extremo acotadas. Retomemos entonces las nociones de causa de inimputabilidad y causa de justificación. La diferencia entre ambos tipos de motivos para librar de responsabilidad radica en que, mientras que las causas de justificación se refieren a motivaciones de la acción externas al sujeto, las causas de

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inimputabilidad radican en el sujeto (diagnóstico de insania, emoción violenta, etc.). Pero, curiosamente, la inimputabilidad también conlleva la idea de un "fuera de sí", se asienta en motivos que exceden la égida de la conciencia. En ambos casos, —causas de inimputabilidad y causas de justificación— se supone una acción determinada por condiciones ajenas a la persona; motivo por el cual funcionan como eximentes de responsabilidad. Si bien por definición el sujeto de derecho es responsable, en tanto es aquél capaz de asumir deberes y obligaciones, será considerado responsable en la medida que el orden jurídico le otorgue el derecho de ser considerado sujeto de derecho. Es decir, en términos jurídicos, la responsabilidad no es inmanente al sujeto; por lo mismo, tampoco lo es la cualidad de ser sujeto de derecho. En el discurso jurídico, la responsabilidad es sí inmanente a un sujeto autónomo; pero la cualidad de autónomo también debe ser concedida. Por lo tanto, la reflexión ética no podrá obviar el análisis de las consecuencias, para el sujeto, de las categorías que eximen de responsabilidad, no sólo atendiendo a la dimensión subjetiva propiamente dicha sino también en relación a su cualidad de sujeto de derecho. Recapitulemos los puntos conflictivos de la noción de autonomía y responsabilidad en el seno mismo del campo normativo. Un punto a hacer notar es que tal autonomía es entendida como un derecho. Pero, el orden jurídico tutela ese derecho sólo para aquellos que gozan de hecho de tal capacidad. Lo mismo ocurre con la responsabilidad sobre los actos. La paradoja es que el campo normativo sustenta la idea de un sujeto autónomo, dueño de su voluntad e intención; pero, al mismo tiempo, a ese sujeto considerado autónomo se le otorga el derecho de responsabilizarse o se le quita. Las causas de inimputabilidad y justificación establecen los límites a la autonomía del sujeto, admitiendo una serie de circunstancias que se supone restringen su voluntad e intención, operando como determinación absoluta de la acción. De allí la exención de responsabilidades. ¿Cuál es la lógica de la acción y el sujeto entonces? La idea es que se configura una situación tal que tanto la acción como la situación misma le son ajenas al sujeto, cuyo discernimiento, libertad, voluntad e intención han sido obstaculizados. Circunstancias adversas y externas al sujeto (incluso las referidas a motivos psiquiátricos y psicológicos); y el sujeto externo a la situación, enajenado de su propia acción. En otro terreno, la historia familiar,

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los avatares de una infancia difícil, el determinismo social, entre otros, pueden funcionar como eximentes de responsabilidad, a condición de que se los piense como campo de determinación absoluta. En cambio, lejos de plantear un cierto determinismo como fundamento de la desresponsabilización (lo cual, como vimos, es sí comprobable en la noción jurídica de responsabilidad), el Psicoanálisis plantea un determinismo inconsciente que hace al sujeto responsable por definición.

"En 1901 publiqué una obra donde sostenía que toda una serie de acciones que se consideraban inmotivadas están, sin embargo, sujetas a un rígido determinismo; así contribuía a restringir el campo del libre albedrío psíquico [...] y las desenmascaré como unas «acciones sintomáticas" que se vinculan con un sentido escondido y están destinadas a procurarle una expresión inadvertida. Y llegué al resultado de que ni siquiera es posible que a uno se le ocurra al azar un nombre propio, pues se verificará siempre que su ocurrencia estuvo comandada por un poderoso complejo de representación; más aún, cifras que uno escoja supuestamente al azar se reconducen a uno de estos complejos escondidos. "11

Se abre aquí entonces el campo de la responsabilidad subjetiva. El campo de la responsabilidad subjetiva confronta al sujeto con aquello que perteneciéndole le es ajeno. Ajenidad que, en términos freudianos, no es causa de inimputabilidad. En este campo, el sujeto es siempre imputable; pero ya no en términos morales o jurídicos, sino éticos. En sentido jurídico, la imputabilidad es la cualidad de aquél a quien se le puede atribuir responsabilidad, es decir que imputable es aquél que es capaz de responder por sus actos. Pero también vimos que los motivos de la acción pueden funcionar como atenuantes —circunstancia que disminuye la responsabilidad—, o eximentes en tanto libran de responsabilidad. En cambio, en el campo de la responsabilidad subjetiva, los motivos de la acción responsabilizan al sujeto. En este sentido, diremos entonces que la categoría de inimputable —al relevar de la obligación de responder—

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fomenta el desconocimiento del sujeto sobre las motivaciones inconscientes de la acción, propiciando su desresponsabilización sobre aquello que le pertenece. Los efectos de desimplicación en el acto son en general de alto costo subjetivo. Freud responsabiliza al sujeto de aquello que desconoce de sí mismo, aquello de lo que el sujeto considerado autónomo no puede dar cuenta. Sin embargo, no imputa al sujeto en el campo moral por aquello que se juega en lo inconsciente12. Este aspecto es crucial en lo atinente a distinguir los diferentes tipos de responsabilidad. No debemos confundir la responsabilidad moral, social o jurídica con la responsabilidad subjetiva. En todo case, la responsabilidad jurídica conllevará una dimensión de responsabilidad subjetiva, y será desde una posición ética que el sujeto esté dispuesto a confrontarse a ella. Pero no toda responsabilidad subjetiva es judiciable. Responder por los actos: su carácter ético y jurídico La distinción de términos y conceptos que analizamos persigue el objetivo de ahondar en los avatares de la confrontación de discursos. Así distinguimos la noción de responsabilidad en sentido jurídico de aquella otra responsabilidad que no se restringe a las posibilidades de respuesta del sujeto autónomo. Sin embargo, nos interesa señalar que tal distinción, y algunos reparos que presentamos respecto de la responsabilidad entendida en términos jurídicos, no intentan menospreciar el valor simbólico que la escena jurídica imprime sobre la subjetividad. Habrá situaciones en las que el sujeto deba confrontar sus actos al orden de la legalidad y responder socialmente por ellos13. El modo en que Freud aborda la relación entre la legalidad simbólica y la ley jurídica nos orienta en ese sentido. Un breve hilván de términos y conceptos nos permitirá ubicar esa doble expresión de la ley y la relación del sujeto con respecto a ella. Partamos del

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mito de los orígenes14. Nos interesa situar qué es lo que expresa alegóricamente el mito y deducir entonces aquello que determinó para Freud, en sentido estricto, el comienzo de la historia de la humanidad15. Metodológicamente, nos orienta la advertencia de Jacques Lacan: "¿Qué es un mito? […] Es un contenido manifiesto [...] Al contenido manifiesto, hay que ponerlo a prueba. Al hacerlo veremos que no es tan manifiesto como parece” 16 El análisis realizado por Freud de la historia del padre primordial y su asesinato nos permite situar una fundación simultánea del orden subjetivo, el orden social y la Cultura. Se comprueba en el relato freudiano de esa historia primordial que la operación fundante obra con eficacia simultánea en tres órdenes imbricados: la cultura, lo social y lo singular. La aparición del registro de la Ley, como acto fundacional de los tres órdenes, da cuenta de la diferencia, el pasaje, entre el capricho del protopadre —que nombra la ausencia de Ley en sentido estricto— y, la función del padre en tanto representación de la ley. Con el parricidio se erige el totemismo "... sistema que en los pueblos primitivos [...] hace las veces de una religión y proporciona la base de la organización social "17. A modo de reparación, los hombres se someterán a la ley que el tótem representa: la prohibición de matar al tótem y comer su carne (ley que representa la prohibición de matar al padre), y la efectivización de la ley de prohibición del incesto (prohibición de tomar las mujeres del padre) que previene el comercio sexual entre los miembros del mismo tótem. Desde esta perspectiva, consideramos —en primera instancia— que la historia del padre primordial y su asesinato muestra que el acto fundante —y original— de la cultura es la instauración del registro de la Ley que conlleva la limitación pulsional en un doble aspecto. Por una parte, la ley de prohibición del incesto viene a regular la relación entre los sexos estableciendo, consecuentemente, una organización en el intercambio de las mujeres mediante la ley de exogamia. Por otra parte, el mito explica el origen de la cultura erigiéndose ésta en contra de la agresividad originaria del hombre18. La limitación pulsional es el resultado de la eficacia de la ley que instaura entonces una imposibilidad. Pero tal imposibilidad no sólo alcanza el goce del padre sino — fundamentalmente— su lugar19.

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“Cada quien renunciaba al ideal de conquistar para sí la posición del padre, y a la posesión de madre y hermanas” 20

Esa imposibilidad instaura una lógica del no-todo estructural a la condición humana que contrasta cabalmente con la pretendida completud que conlleva la noción de sujeto autónomo. Nos interesa subrayar que Freud se valió de este mito para situar el origen de la cultura, y que ubicó, en el mismo punto, al origen de la organización social y el Derecho. Es decir, la inauguración simultánea del orden simbólico y del orden histórico; el primero se manifiesta en el segundo a la vez que es su fundamento. En esta línea, el sistema jurídico en el marco de un orden social dado, es un modo legítimo de expresión de la legalidad simbólica fundante de la cultura. De este modo, la ley establece lo permitido y lo prohibido como fundamento del lazo social, a la vez que es campo de la constitución subjetiva. Asimismo, es en ese mismo acto inaugural, signado por la inscripción de una prohibición fundante, donde Freud ubica también el origen de la ética. Recorrer el tratamiento que Freud hace de la ética a lo largo de su obra no es tarea sencilla. Algunos problemas acarreados por las traducciones establecidas, sumado a lugares donde claramente ética y moral aparecen como sinónimos, generan una complejidad cuyo estudio excede el propósito de este texto. Sin embargo, es posible ubicar una línea de desarrollos que nos orienta inexorablemente siempre en el mismo sentido. La ética aparece en la obra en términos de renuncia pulsional; en la renuncia de lo pulsional se funda la ética". No al revés. Es decir entonces que la ética queda así ligada a la Ley, la cual obra con una radical función de límite.22

Es en ese acto fundacional —de la cultura, el orden social y el sujeto— donde Freud ubica el origen de la ética en términos de limitación pulsional. El sistema normativo tendrá entonces por función la garantía de la limitación ética23. Siguiendo a Freud, entonces, responder por los actos tiene un carácter ético y jurídico a la vez. "Ético es quien reacciona ya frente a la tentación interiormente sentida, sin ceder a ella. Pero quien alternativamente peca, y luego, en su arrepentimiento, formula elevados reclamos éticos, se expone

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al reproche de que arregla las cosas de manera harto cómoda. No ha realizado lo esencial de la eticidad, la renuncia, pues la vida ética es un interés de la humanidad".24

En este sentido, el sujeto está compelido a responder por sus actos tanto en relación al Otro social como en relación al Otro de la Ley. "El psicoanálisis nos enseña no sólo lo que podemos soportar sino también lo que debemos evitar. Nos dice qué es lo que debe ser exterminado. La tolerancia del mal no es de ningún modo un corolario del conocimiento ".25

Nuestra responsabilidad profesional, en este punto, se centrará en propiciar un más allá de la responsabilidad jurídica. Se trata de impedir que la sanción social, el castigo, le permita al sujeto parapetarse en el campo de la responsabilidad moral únicamente, y le sirva de refugio para sustraerse a la responsabilidad subjetiva, la cual lo confronta al campo de la verdad que lo determina26. El sujeto autónomo en el campo deontológico Ahora bien, varios temas relativos a la ética profesional muestran la relación conflictiva entre el concepto jurídico de responsabilidad y el concepto de responsabilidad subjetiva. La cuestión del consentimiento informado y su fundamento en la noción de sujeto autónomo nos permite reflexionar también sobre la cuestión de la responsabilidad pero desde un ángulo diferente. El consentimiento informado se asienta fundamentalmente en el principio de autonomía y vela por el derecho de las personas de someterse a un tratamiento sólo bajo su aceptación libre y voluntaria. Tal derecho de autonomía no sólo se aplica en relación ala decisión de iniciar o no un tratamiento, sino también a aceptar las condiciones de su desarrollo y finalización. Las tendencias actuales en materia de consentimiento informado incluyen entre sus requerimientos la conformidad

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respecto de diversos elementos que configuran las pautas contractuales del encuadre; tal el caso de los honorarios, los límites de la confidencialidad, la involucración eventual de terceras partes (por ejemplo el supervisor del terapeuta). además de los elementos más tradicionales tales como la naturaleza, duración, objetivos, métodos, alternativas posibles y riesgos potenciales del tratamiento. La enunciación de tales condiciones de encuadre al inicio de la relación no sólo resguarda al profesional en cuanto a posibles afrentas legales sino que, fundamentalmente, resguarda al paciente de arbitrariedades sobre su persona que puedan producirse propiciadas por la asimetría natural del vínculo27. Transcribimos a continuación parte de la normativa sobre consentimiento informado del código de la Federación de Psicólogos de la República Argentina, el cual presenta la cuestión en los siguientes términos:

"Los psicólogos deben obtener consentimiento válido tanto de las personas que participan como sujetos voluntarios en proyectos de investigación como de aquellas con las que trabajan en su práctica profesional. La obligación de obtener el consentimiento da sustento al respeto por la autonomía de las personas, entendiendo que dicho consentimiento es válido cuando la persona que lo brinda lo hace voluntariamente y con capacidad para comprender los alcances de su acto; lo que implica capacidad legal para consentir, libertad de decisión e información suficiente sobre la práctica de la que participará, incluyendo datos sobre naturaleza, duración, objetivos, métodos, alternativas posibles y riesgos potenciales de tal participación. Se entiende que dicho consentimiento podrá ser retirado si considera que median razones para hacerlo".

¿Cuáles son las posibilidades reales de un sujeto de evaluar el daño que la participación en un procedimiento psicológico pueda causarle? En este punto, el Consentimiento informado aparece como una condición necesaria

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pero no suficiente. En esta línea es muy interesante la siguiente normativa del mismo código:

"La obligación y la responsabilidad de evaluar las condiciones en las cuales el sujeto da su consentimiento incumben al psicólogo responsable de la práctica de que se trate. Esta obligación y esta responsabilidad no son delegables. "28

Si bien el consentimiento informado se funda en la noción de sujeto autónomo, tal concepción es por lo menos compleja en relación a las prácticas psicológicas. Es así que resulta de suma importancia que recaiga sobre el profesional la evaluación de las condiciones del paciente para consentir al momento de evaluar los riesgos que un procedimiento dado pueda conllevar para él. Sin embargo, debemos señalar también que tal necesidad de intervención del profesional muestra la complejidad de la noción de sujeto autónomo que sustenta la normativa de Consentimiento informado. El Consentimiento informado aplicado ala investigación en psicología presenta otro de los puntos conflictivos en lo referente a la utilización de consignas engañosas. En términos deontológicos la cuestión se presenta bajo el título de Engaño en la investigación. Vamos a detenernos en este punto. Por una parte, se comprende que recurrir al engaño resulta necesario en algunas prácticas de la psicología. En algunos casos, brindar información sobre la actividad a realizar tornaría inoperante la práctica misma (por ejemplo, técnicas psicodiagnósticas, protocolos de investigación, etc.). La utilización de consignas engañosas no es tratada en los códigos deontológicos en tanto caso de excepción al Consentimiento informado. Sin embargo, si bien la utilización del engaño no significa la abolición del Consentimiento informado, por lo menos lo relativiza. La tendencia actual es minimizar lo más posible los efectos que tal relativización tiene sobre el sujeto de experimentación. El código de Fepra lo plantea en los siguientes términos:

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"...De cualquier modo, el psicólogo no incurrirá en omisión de información ni recurrirá a técnicas de engaño sin asegurarse previamente de que: a) no existan procedimientos alternativos que no impliquen engaño y b) el uso esté justificado por el valor científico o profesional de la investigación proyectada." 29

Otro punto a considerar. Las normativas de excepción al con sentimiento informado, se asientan fundamentalmente en la cuestión de su validez. Cuando las personas no se encuentran en condiciones legales, intelectuales o emocionales de brindar tal consentimiento, se indica al profesional requerir el consentimiento de los responsables legales del paciente, ya que se considera que su consentimiento carece de validez. Tal filiación del consentimiento informado al principio de autonomía conlleva, paradójicamente, dos efectos opuestos. Por una parte, significa que protege el derecho de autonomía de las personas, adjudicándoles responsabilidad sobre sus decisiones. Pero, por otra, tal derecho de autonomía sólo rige para aquellos que gozan de hecho de tal capacidad. Aquellos que no se encuentran en condiciones legales, intelectuales o emocionales de consentir no serán beneficiarios de la tutela de ese derecho. Se va dibujando así el problema —no sólo teórico sino también clínico—, que resulta en el centro de la noción de autonomía: la cuestión de la responsabilidad. El tratamiento de la responsabilidad en el marco del consentimiento informado es absolutamente coincidente con la noción de responsabilidad en sentido jurídico. Se trata de una responsabilidad restringida a la conciencia, íntimamente asociada a la noción de intencionalidad conciente. Es este mismo modo de entender la responsabilidad el que, como fundamento de la inimputabilidad, imprime efectos de desubjetivación al enajenar al sujeto de la responsabilidad que lo interpela más allá de las fronteras del yo. El campo normativo sustenta la idea de un sujeto autónomo, dueño de su voluntad e intención; pero, paradójicamente, a ese sujeto considerado autónomo se le otorga el derecho de responsabilizarse o se le quita. Para decirlo claramente, la responsabilidad siempre le es ajena.

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Hasta aquí, puntos conflictivos en el seno mismo del campo deontológico. Pasemos ahora a considerar el encuentro entre el campo deontológico y la dimensión clínica. Un hombre de 45 años acude a una primera entrevista de psicoterapia en el ámbito hospitalario. Se muestra francamente contrariado, casi enojado. La terapeuta aguarda varios minutos, confiando en que expresará los motivos de la consulta. Finalmente, le pregunta: —"Qué lo trae por acá?". La pregunta desencadena una reacción furiosa y verborrágica. — "Yo no quiero hacer terapia. Nunca fui al psicólogo, y no creo necesitarlo... Bueno, una sola vez, de chico. Me llevó mi madre. Pero ni siquiera recuerdo por qué fui. En suma, si me pregunta por qué vengo... no tengo motivos". —"Usted vino personalmente hace una semana a pedir el turno; y ahora acude a esta primera entrevista...", interviene la terapeuta. El hombre parece calmarse y baja el tono de voz: —"Sí, ya sé. Lo que sucede es que no vengo por mi cuenta. Mi mujer me manda. Hace tiempo que no andamos bien y...". — "Ah! Su mujer lo manda", subraya la terapeuta. No nos detendremos a analizar los aspectos clínicos de esta breve viñeta; nos interesa en esta ocasión reflexionar sobre el consentimiento informado, especialmente su vinculación a la noción de autonomía en tanto bien protegido por la norma. Desde el punto de vista deontológico, en el caso planteado se cumplen los requisitos exigibles al consentimiento informado. Más allá de la íntima contrariedad a la que se enfrenta, la persona acudió "voluntariamente" y "sin influencias indebidas" a pedir un tratamiento, y asistió ala primera entrevista corroborando así su consentimiento para iniciar la terapia. Pero, es justamente ese más allá el que complejiza al campo normativo: mientras que desde la perspectiva deontológica esta persona es considerada un sujeto autónomo y, por lo tanto, está en condiciones de dar su consentimiento para el tratamiento, por otra parte, desde la perspectiva clínica, claramente vemos que tal decisión no es ni tan libre ni tan voluntaria. Cuestionamiento a la mentada autonomía. Evidentemente, la intencionalidad que excede las fronteras de la conciencia es desconocida por el campo normativo. La experiencia clínica nos obliga a relativizar la

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idea de sujeto autónomo. No está en cuestión en este caso la validez del consentimiento en términos legales. Sino que lo que nos interpela es la confrontación de discursos configurados sobre lógicas diferentes. Vemos en la viñeta que es el mismo paciente quien se presenta a sí mismo corno un sujeto no autónomo, diciendo que no ha dado su consentimiento en forma libre y voluntaria, y hasta podríamos suponer que se queja de las "influencias indebidas". Donde la noción de sujeto autónomo nos llevaría a desresponsabilizar al sujeto, la experiencia clínica nos guiará a confrontarlo con una responsabilidad inalienable (aún contra su voluntad, aún cuando el mismo sujeto la pretenda ajena). Se trata, por supuesto, de un sujeto no autónomo (nociones tales como sentimiento inconsciente de culpa, masoquismo, pulsión de muerte, sólo por nombrar algunas, nos orientan claramente en este sentido), pero responsable por definición.

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Texto: “La transmisión de la ética clínica y deontología” Aut.: Gabriela Z. Salomone

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Citas:

1- Freud, S.: (1925) Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto. Obras completas. Amorrortu editores, Buenos Aires.

2- En diferentes lugares de este libro se hace referencia a la

responsabilidad subjetiva. Si bien el adjetivo "subjetiva" semánticamente se asocia con el sustantivo "sujeto", reservamos el término responsabilidad subjetiva para referirnos a una noción de sujeto específica, proveniente del corpus teórico psicoanalítico.

3- Cf. El sujeto dividido y la responsabilidad, en este volumen. 4- Ver también la noción de sujeto-joya, trabajada en D'Amore, O.:

Responsabilidad subjetiva y culpa, en este volumen. 5- Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española.

Autonomía: Condición de quien, para ciertas cosas, no depende de nadie.

6- Chaumon, Frank: (2005) La ley, el sujeto y el goce. Lacan y el

campo jurídico. Ediciones Nueva Visión, Buenos aires. 7- Degano, Jorge: (1993) El sujeto y la ley, y otros temas psicológico

forenses.Homo Sapiens, Rosario. 8- Artículo 900 del Código Civil Argentino. Cabe aclarar que

discernimiento, intención y libertad configuran la categoría de voluntad; en los términos del artículo 897 del Código Civil: "Los hechos humanos son voluntarios o involuntarios. Los hechos se juzgan voluntarios, si son ejecutados con discernimiento, intención y libertad.

9- El inciso 1 del artículo 34 del Código Penal dispone: "no son

punibles: el que no haya podido en el momento del hecho, ya sea por insuficiencia de sus facultades, por alteraciones morbosas de

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las mismas o por su estado de inconsciencia, error o ignorancia de hecho no imputable, comprenderla criminalidad del acto o dirigir sus acciones".

10- La relación comparativa "mayor que", establecida entre ambos

males, nos pone en la pista de que el estado de necesidad como causa de justificación encuentra su fundamento en una jerarquización de los bienes jurídicos. Es importante tener en cuenta que la referencia a un "mal" indica el daño producido sobre un bien tutelado jurídicamente, con lo cual, la jerarquización de los bienes jurídicos conlleva a su vez una jerarquización de los males. Por lo demás, se nos presenta la evidencia de que la jerarquización de los bienes tutelados jurídicamente es inherente al sistema normativo; lo comprobamos, por ejemplo, en las diferencias establecidas entre las penas fijadas para las acciones que dañan diversos bienes jurídicos. Sin embargo, nos interesa subrayar que la jerarquización de los bienes jurídicos nos orienta en el sentido de una jerarquización de los derechos humanos en el marco del Estado de Derecho. Cf. Franz Hinkelammert, Democracia y Totalitarismo, 1987.

11- Freud, S.: (1906) La indagatoria forense y el psicoanálisis. Obras

Completas. Tomo VI. Amorrortu editores, Buenos Aires. 12- Esta cuestión en particular y la noción de responsabilidad

subjetiva son trabajados en detalle en El sujeto dividido y la responsabilidad, en este volumen.

13- Se retorna esta cuestión en Consideraciones sobre la Ética

profesional: Dimensión clínica y campo deontológico-jurídico, apartado Consideraciones sobre la posición ética, en este volumen.

14- El siguiente desarrollo, con mayor detalle, fue trabajado en

Salomone, G.: El padre en función. Función paterna, fantasía y mito. En Fariña, J.; Gutiérrez, C. (comp.): (2000) La encrucijada de la filiación. Apropiación de niños y tecnologías reproductivas. Editorial Lumen, Buenos Aires.

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15- Recordemos que Freud nombra al período anterior -que con mayor precisión podríamos nombrar como lógicamente anterior- como la prehistoria de la humanidad.

16- Lacan, J.: (1988) El reverso del psicoanálisis (1969-1970),

Ediciones Paidós, Buenos Aires. 17- Freud, S.: (1913) Tótem y Tabú, T. XIII, p. 103. Amorrortu

editores, Buenos Aires. 18- Tengamos en cuenta que, en términos freudianos, la inclinación

de los hombres a agredirse unos a otros es una disposición pulsional constitucional del ser humano, subrogado de la pulsión de muerte y el obstáculo más poderoso de la cultura. (Freud, S.: (1930 [1929]) El malestar en la cultura, T. XXI, p.117. Amorrortu editores, Buenos Aires.

19- Siendo el lugar del padre el signo de la imposibilidad, sólo hay

posibilidad de ejercer su función: ser agente de transmisión de la ley y de la imposibilidad misma.

20- Freud, S.: (1939 [1934-38]) Moisés y la religión monoteísta,

T.XXIII, p. 79. Amorrortu editores, Buenos Aires. 21- Freud, S. (1924) "El problema económico del masoquismo". En

Obras completas. Amorrortu editores, Buenos Aires. 22- Kozicki, Enrique. (2004) Hamlet, el padre y la ley. Editorial Gorla.

Buenos Aires. 23- Está claro que esta función, sustentada en el Estado, no es

cumplida siempre de la misma manera. Sin embargo, creemos pertinente señalar la eficacia simbólica que, por definición, la instancia de la ley imprime sobre lo social y el sujeto. Justamente, es sosteniendo esta idea que la reflexión ética no conducirá a analizar las consecuencias de que el Estado se sustraiga a esa función de garante de la legalidad.

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24- Freud, S.: (1928 [1927)) Dostoievski y el parricidio. Amorrortu editores, Buenos Aires.

25- Entrevista a Sigmund Freud de G. Silvestre Vereck, en Conjetural

31. (1995) Ediciones Sitio, Buenos Aires. 26- Este aspecto es analizado con mayor detalle en El sujeto dividido

y la responsabilidad, en este volumen. 27- Este segundo aspecto es de suma importancia, no sólo desde la

perspectiva deontológica sino también clínica. 28- Código de Ética de la Federación de Psicólogos de la República

Argentina, abril 1999. 29- FePRA. Parte 4. / 4.5 Investigación