TEXTO ESPA+æA Dentro de la Tierra de Paco Bezerra

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Dentro de la tierra


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Paco Bezerra

Dentro de la tierra

PREMIO NACIONAL DE TEATROCALDERN DE LA BARCA

2007


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Primera edicin: marzo 2008

Francisco Jess Becerra Rodrguez, 2008

De la presente edicin:Centro de Documentacin TeatralTorregalindo, 10. 28016 Madrid

Diseo, maquetacin y preimpresin:Vicente A. Serrano [estilogrfico]

Cubierta: Cristina beda Llorente

Impreso en Espaa - Printed in Spain

A.G. Luis Prez, S.A.Algorta, 33 - 28019 Madrid

Dep. Legal: M. 000000000I.S.B.N.: 0000000000000NIPO: 0000000000000

No se permitir la reproduccin total o parcial de este libro, incluido el diseode la maqueta y la cubierta, su incorporacin a un sistema informtico, ni sutransmisin en cualquier forma o por cualquier medio, sea ste electrnico,

mecnico, por fotocopia, por grabacin u otros medios, sin el permiso previo ypor escrito de los titulares del copyright.


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A Elas Linder Bettschen


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Creo que Paco Bezerra es un dramaturgo de un talen-to fuera de lo comn.Creo que ser recordado comouno de los grandes autores dramticos del primer

tercio del siglo XXI en nuestro pas. Supongo que con estecomienzo dejo clara mi admiracin por este joven autor aquien he tenido el privilegio de ver escribir. Efectivamen-te: he podido seguir su proceso de creacin de esta obra,pero la casualidad me haba llevado a cruzarme con Pacohace ya algunos aos.

Paco sali de su ciudad y casi de la adolescencia paravenirse a Madrid a hacer teatro. Cuando lo conoc, en

2000, era un recin egresado del Laboratorio William Lay-ton, a donde haba llegado con la mayora de edad apenasestrenada; como no se sabe hasta dnde puede llegar estelibro en el tiempo y el espacio, vale decir que el Laborato-

Farida sonre y de su bocasale una estrella que sube hasta el cielo.

PRLOGO


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rio es una antigua y prestigiosa escuela de actores deMadrid, que sigue los mtodos y criterios del maestro nor-teamericano. El actor y director Francisco Vidal, uno de susprofesores ms veteranos, me haba propuesto adaptar lanovela de Valle-Incln El trueno dorado para hacerla conegresados de los ltimos cursos.All estaba Paco, inquieto,

atento. Un cro.Para la poderosa imaginacin de Paco, para su inquie-tud, la interpretacin era una isla pequea; de modo que, alterminar los estudios en el Laboratorio, se matricula enDramaturgia en la RESAD de Madrid. Una triste circuns-tancia, el fallecimiento de mi maestro Miguel Medina, mevuelve a colocar delante de Paco durante unas semanascomo profesor de Teora de la Crtica. La misma miradainquieta pero no impaciente, la misma actitud de no tenerprisa y de observarlo todo.

Al cabo de los aos siguientes nos fuimos encontrando.Me gustaba saber de l. Me gusta estar atento a lo que lepasa por la cabeza a gente ms joven que yo y respeto el

talento y el buen juicio ms que las canas. Estbamos encontacto. As que, en 2004, una invitacin me llev a unstano imposible del edificio de la RESAD. Un lugar exca-vado en la roca, buen comienzo para un milagro. Entre cas-cotes y huecos oscuros, el director Nacho Sevilla haba ins-talado una grada y un pequeo escenario.All se convirti

en escena la obra Ventaquemada.All,Paco Bezerra nos mos-tr por primera vez que nos encontramos ante un autordramtico con un hondo universo propio y una calidadextraordinaria.

10 JOS RAMN FERNNDEZ


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An tena Ventaquemada una muy interesante piezaque, por cierto, creo que se presenta estos das en el Cer-vantes de Miln algo de ejercicio de estilo, de obra muybien hecha en la que la historia siempre oscura nos fascina-ba por un feliz recurso formal. As seran otros intentos dePaco en estos aos: piezas sugerentes, interesantes, oscuras,

muy bien escritas.Mientras tanto, yo tena ya ese privilegio que he men-cionado al inicio de este prlogo: en 2005, el LaboratorioWilliam Layton me haba propuesto ofrecer un curso deescritura dramtica; y all estuvo Paco desde el primer da.Escribiendo y escribiendo, con una insistencia febril quedesmenta su aire tranquilo. Plantendose desafos formalesde enorme dificultad,composiciones en abismo, reflexionesapasionadas curiosa paradoja acerca del propio oficio deescribir.Ya comenzaba a asomar un personaje que se escri-ba a s mismo como ficcin de sus propias pesadillas.

Y Paco se fue a Pars, durante unos meses.Y alguien, en Pars, le pregunt de dnde era.

Y a mi ordenador empezaron a llegar borradores de untexto que desde el primer momento se intua como prodi-gioso. El hbil dramaturgo, preparado, ledo, audaz en laforma, se estaba jugando la piel.

La obra ha llevado a su escritor por un largo camino enel que, insisto, se jugaba la piel. Miraba su mundo y su

memoria, miraba el mundo y lo que pasa a sus huspedescon un amor (eleos, compasin, estamos hablando de eso.)poco comn; con la mirada y la voz de quien se reconocecomo especie humana.

11PRLOGO


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Paco no estaba solo. Iba compartiendo los sucesivosborradores docenas con sus compaeras del LaboratorioLayton: Paca, Miren, Enka, Ester. De cada lectura surgannuevas posibilidades.

El resultado de ese proceso se llam finalmente Dentrode la tierra. Es un texto vivo, que an podra crecer y cam-

biar. Es un texto grande. Es un texto de un escritor que vaa ofrecernos muchas obras sabias y emocionantes en losprximos aos.Tal vez, el primero que asoma la cabeza deuna nueva y brillante generacin de dramaturgos. Es unhonor para m a veces las frmulas son verdades comotemplos presentar a los lectores Dentro de la tierra, PremioCaldern de la Barca 2007.

Jos Ramn Fernndez

Premio Caldern de la Barca 1993.

12 JOS RAMN FERNNDEZ


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DENTRO DE LA TIERRA


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Mi historia no es agradable, no es dulce yarmoniosa como las historias inventadas.Tieneun sabor a disparate y a confusin, a locura ya sueo, como la vida de todos los hombres queya no quieren seguir engandose a s mismos.

Hermann Hesse

Los sueos verdaderamente importantesson los que tienes cuando ests despierto, yaque cuando duermes no los controlas.A m me

gusta sumergirme en un mundo onrico que yohe construido o descubierto; un mundo que elijoyo.

David Lynch

En el momento que sobre algo tengo unaopinin ya casi no puedo escribir (teatro) sobreello. S crnicas, ensayo, un artculo de prensa.Pero no puedo hacer teatro. No se suea sobrelo que se sabe, sino sobre lo que se desea y/o seteme. El teatro es investigacin sobre lo que no

se sabe o no se dice. [...] Slo se puede escribirsobre aquello acerca de lo cual se tiene dudas.

Marco Antonio de la Parra


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No me preguntis por lo verdadero y lofalso, porque la verdad potica es una expre-sin que cambia al mudar su enunciado. [...]La imaginacin es sinnima de aptitud para eldescubrimiento. [...] La imaginacin fija y davida clara a fragmentos de la realidad invisible

donde se mueve el hombre. [...] Pero la imagi-nacin est limitada por la realidad: no sepuede imaginar lo que no existe.

Federico Garca Lorca

Cada recuerdo es una experiencia pasadaque no tiene vigencia, no tiene inmovilidad.No es que sea una estatua, es una pelcula.[...] He roto las fronteras entre la imaginaciny la experiencia. [...] La literatura es lo esen-cial, lo bsico.Todo lo que no sea literatura no

existe. Porque, dnde est la realidad? Unrbol lo es porque uno lo est nombrando.Y alnombrarlo est suscitando la imagen inventadaque tenamos. Pero si no lo nombras, el rbol noexiste.

Francisco Ayala


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El lugar se ubica en La Huerta de Europa, una de tantas ciuda-des espaolas que, por sus caractersticas, es lder mundial en

exportacin de verduras.

Los espacios donde se desarrolla la pieza son el interior y elexterior de un invernadero, un patio, una higuera y el interior y

el exterior de un almacn.

El tiempo en el que transcurre es parecido al del sueo. En elsueo no decidimos ni el momento en el que nos dormimos ni en

el que nos despertamos y, sin embargo, avanzamos.

INDALECIO, el menor de los tres hermanos.

FARIDA, marroqu ilegal que trabaja dentro de los invernaderos.

PADRE, dueo y seor de la tierra.

HIJO,Jos Antonio, el mediano de los tres hermanos, discpulo delas enseanzas agrcolas de su progenitor.

HIJO MAYOR,ngel, el mayor de los tres hermanos, aunque enocasiones, por su comportamiento, se dira que es el menor.Debido a una grave enfermedad de la piel va siempre enfun-dado en un traje protector de color blanco. A veces parece un

apicultor despistado, otras, un astronauta que diese sus prime-ros pasos sobre La Luna.

MERCEDES, amiga y visitadora deIndalecio en el presidio.

LA QUINTA, curandera especialista en sacar el sol de la cabeza.


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La historia contiene los ttulos

Coordenadas

La historia comienza aqu

Mi familia

Esto no es un invernadero

Pars

Rambo

La tierra se divideEl almacn

La hora del bocadillo

En la puerta hay una cruz

Cuando mueras hablarn de ti

Dentro de la cabezaEl proceso

Blgica

Dudas y cansancio

El sabor del tomate

Dentro de la tierra

La historia termina aqu


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INDALECIO.- Nadie sabe quin construy el primero.Ahora nos rodean, como una plaga, hasta que noscubran por completo y nos asfixien. He ledo que silos pusiramos en fila, uno detrs de otro, podramosllegar andando por encima de ellos, y sin tocar ni unavez el suelo

Indalecio salta otra vez.

INDALECIO.- hasta Bruselas. Por lo visto nunca fuecierto que la Gran Muralla China se viese desde elespacio. No. Los astronautas aseguran que, desde allarriba, sta es la nica construccin humana quepuede divisarse sin ningn tipo de problema. Fbri-cas sin humo, sin chimeneas, resplandecientes. Subenbrillando por los montes, ocupan cauces y ramblas,crecen como la maleza y, aunque nada las oculta, locierto es que estn escondidas.

Indalecio salta una vez ms.

INDALECIO.- Como el agua. Exactamente igual.Aquno hay ros. Ni una sola gota llega al mar.Tampocollueve. An as, nunca hemos tenido problemas desequa. Esto est lleno de lagos. Lagos subterrneos.El agua, como la mayora de las cosas que se dan porestas tierras, no suele encontrarse a la vista. O por lo

menosIndalecio salta una ltima vez.

INDALECIO.- a la vista de todos.

20 PACO BEZERRA


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Indalecio saca una llave, se agacha, la introduce en uncandado y, a modo de compuerta, levanta un trozo de pls-tico perteneciente al techo del invernadero.A continuacin secuela por l. Farida, que viste de chndal y esconde sucabello envuelto en un pauelo, est dentro, quieta, casicomo una estatua. Indalecio, al verla, se asusta.

INDALECIO.- Farida?

No hay rplica.

INDALECIO.- Qu ests haciendo aqu dentro?

FARIDA.- Tiestaba isperando.

INDALECIO.- Sabes que no se puede entrar en esteinvernadero.

FARIDA.- Y qu hases t aqu?

Indalecio cierra la compuerta del techo del invernadero.

INDALECIO.- Yo vengo a escribir.Todos los das escri-bo un rato.

FARIDA.- No mihabas dicho.

INDALECIO.- Tampoco hace tanto que nos conoce-mos.

FARIDA.- Cmo es que tiha dado ahora poriscribir?

INDALECIO.- Ahora no. Lo hago desde nio.

Farida se muestra desconfiada.

FARIDA.- Y has iscrito muchas cosas?

INDALECIO.- Algunas. Pero no son fciles de leer.

21DENTRO DE LA TIERRA


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FARIDA.- No sonfsiles?INDALECIO.- No, an no.

Farida no despega la vista deIndalecio.

INDALECIO.- Aqu slo hay tierra y moscas, por todaspartes.T misma lo dijiste.As que no me mires as.

A otros les da por doblar hierros, a m me dio porinventarme historias.

FARIDA.- Y sobre qu iscribes?

No hay rplica.

FARIDA.- No sabes sobre lo que iscribes?

INDALECIO.- Ms que un tema, lo que tengo es unpresentimiento. Algo me dice que la historia en laque ando metido tiene comenzar aqu, justo aqu,debajo de estos plsticos.

La historia comienza aqu

FARIDA.- Mimiras cumo si hubieses visto un fantasma.

INDALECIO.- No es eso.Te miro porque ste no es unsitio seguro.

Farida se re.

INDALECIO.- No s qu te hace tanta gracia.

FARIDA.- No puedo rirme?

INDALECIO.- Supongo que, el da que llegaste, tepusieron al corriente de las normas.

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Silencio.INDALECIO.- O no?

Fuera del invernadero aparecen elPadre y elHijo. ElPadre es una montaa, sus manos parecen palas y su cabe-za una bola de barro. ElHijo es delgado y gil, bajo su

piel puede apreciarse, sin mayor problema, dnde comienzay dnde acaba cada msculo, cada hueso, cada vena.

Mi familia

PADRE.- Siempre lo advertimos.

HIJO.- A todo el mundo.PADRE.- Nada ms llegar.

HIJO.- No queremos tener problemas.

PADRE.- Est prohibido poner un pie dentro de nues-tro invernadero.

HIJO.- As que si te pillamos metiendo las narices encualquiera de nuestros asuntos, una de dos.

PADRE.- O te echamos dentro de uno de esos camio-nes que salen cargados de tomates hacia Blgica

HIJO.- o te denunciamos a la Polica.T eliges.

PADRE.- El camin o lo otro.

HIJO.- Lo otro es la crcel.

PADRE.- Aunque, muchas veces, lo otro es la mejoropcin.



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HIJO.- Las crceles de aqu parecen hoteles, sabes?PADRE.- La verdad es que no s por qu acabis eli-

giendo siempre lo del camin.

ElPadre y elHijo rompen a rer y, juntos, se dirigenhacia el patio. Una vez all, elPadre se sienta presidiendo

la mesa.INDALECIO.- Yo, de ti, tendra ms cuidado.

ElHijo coloca una bandeja delante delPadre y, sobrela bandeja, deja cuidadosamente un tomate.

INDALECIO.- Farida, si te lo digo es porque he vistocmo, de un da para otro, muchas de las personasque han trabajado para nosotros, hoy, ya no estn.

ElHijo dispone sobre la mesa un cuchillo, una aceiteray un salero. Como una especie de paje, elHijopermanecede pie junto a su progenitor.

FARIDA.- A ti no pasa nada por entrar?

ElPadrepone las manos sobre la mesa. ElHijo cogeel cuchillo y, cuidadosamente, parte el tomate por la mitad,desde la marca del tallo hasta sus antpodas.

INDALECIO.- Claro que me pasa.

ElPadre separa las dos mitades del tomate.

INDALECIO.- Pero hay una diferencia entre t y yo.ElPadre coge una mitad del tomate.

INDALECIO.- A m no van a meterme dentro de nin-gn camin.

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ElPadre huele la mitad del tomate.INDALECIO.- A m me hacen otras cosas.

ElPadre cede el tomate a su Hijo y Faridaparece sen-tir un pequeo dolor en el pecho.

FARIDA.- Miduele.

INDALECIO.- La mano?FARIDA.- No.

ElHijo coge la mitad del tomate, la huele y Farida secoloca la palma de la mano a la altura del corazn.

FARIDA.- Miduele aqu.

ElHijo devuelve la mitad del tomate alPadre y lehace un gesto de duda. Indalecio se acerca hasta Farida.

INDALECIO.- Desde cundo?

ElPadre mira, toca y huele la mitad del tomate parti-do. Indalecio coloca su mano junto a la deFarida, a la

altura de su corazn.INDALECIO.- Te duele mucho?

ElPadre se lleva la mitad del tomate a la boca, le daun mordisco y devora el bocado prodigiosamente. Farida nocontesta.

INDALECIO.- De un tiempo a esta parte pasan cosasmuy raras.

Enfundado en un traje protector de color blanco, apare-ce, junto a la higuera, elHijo Mayor. ElHijo Mayor



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est metido en carnes, es peludito y le escuece la piel de suespalda de forma habitual. Intenta rascarse pero siempreresiste el picor. De todas formas, aunque elHijo Mayornose rasque, lleva el dolor tatuado en la frente.

INDALECIO.- Mi hermano el mayor tiene unas heridasen la espalda que, a das, se le abren solas y comien-

zan a sangrarle a chorros.

ElHijo Mayorse agacha y coge, de detrs del troncode la higuera, un par de piedras. Entonces se sita debajodel rbol, agarra una piedra en cada mano y, concentrado, searrodilla mirando al frente.

INDALECIO.- Ha hecho una promesa. Mientras estdebajo de la higuera no se puede rascar la espalda niuna sola vez. No s cunto tiempo tiene que estar as.Est convencido de que, si no se rasca, las heridas ledesaparecern. Se llama ngel.

ElPadre, tras engullir el bocado, devuelve a la duda del

Hijo el mismo gesto dubitativo que ste le haba hecho conanterioridad.

INDALECIO.- La nica manera de que las cosechas nocorran peligro es aumentar la cantidad. El doble.

ElHijo Mayorcontina arrodillado bajo la higuera.

INDALECIO.- Los insectos se inmunizan y crecen hastael triple de su tamao.

Indalecio seala con su dedo en direccin al suelo.

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INDALECIO.- De tan grandes, ya se les diferencian lasfacciones. La boca, los ojos, la nariz A veces, cuan-do todo est en silencio, los oigo respirar.

Silencio.

INDALECIO.- Un da de estos, dentro de no mucho,

sern ms grandes que nosotros.Una rfaga de viento sacude y levanta la tierra, que seestrella contra las ventanas, los plsticos y los muros de lacasa.Todos, extraados, miran a su alrededor. ElPadre cedealHijo la mitad del tomate mordido, ste se lo lleva a laboca y le pega un bocado. ElHijo Mayorsigue arrodilla-

do bajo la higuera, sujetando las piedras.

Esto no es un invernadero

FARIDA.- Por qu micuentas todo esto?

INDALECIO.- Te lo cuento porque tengo miedo.

ElHijo, tras engullir el bocado, mira alPadre y le haceun gesto de negacin. ElHijo Mayor, aguantando estoi-camente y sin soltar las piedras, mueve los hombros, como siesto fuese a calmarle el fuerte escozor. ElHijo agarra elsalero y se lo ofrece alPadre,que comienza a echar sal sobrela otra mitad del tomate.

FARIDA.- Diqu tienes miedo?ElPadre ha terminado de echar sal y separa el salero

unos centmetros de l. ElHijo coge el salero de las manosdelPadre y lo devuelve a la mesa.



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INDALECIO.- De lo que pueda pasarte.ElHijo agarra la aceitera y se la ofrece alPadre.

FARIDA.- Yo no hago nada malo.

ElPadre agarra la aceitera y comienza a verter aceitesobre la otra mitad del tomate.

INDALECIO.- T no, pero yo s.ElPadre endereza la aceitera y la separa de l unos

centmetros.

FARIDA.- No es bueno que pienses tanto.

ElHijo retira la aceitera de la mano delPadre y la

vuelve a dejar sobre la mesa.INDALECIO.- No es eso, Farida.

ElPadre agarra el tomate rociado de sal y aceite y lepega un mordisco. Lo devora.

FARIDA.- Los monstruos no ixisten.

ElPadre mira alHijo y le hace un gesto de duda.INDALECIO.- Yo no lo dira muy alto.

Indalecio contempla con atencin el interior del inver-nadero. Silencio. ElPadre vuelve a cederle alHijo lo queresta de la mitad del tomate mordido por l y elHijo se lolleva a la boca.

FARIDA.- Los monstruos no ixisten.

ElHijo, con el tomate an en la boca, se pronunciadesde el patio.

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HIJO.- No me convencen.PADRE.- A m tampoco.

HIJO.- Qu hacemos?

PADRE.- Al tallo an le falta verde.

HIJO.- Cunto?

PADRE.- Una semana aguantan todava, incluso ms.

HIJO.- S, una semana.

ElHijo, orgulloso, como si fuesen a echarles una foto-grafa, coloca una de sus manos sobre el hombro delPadrey sonre.

HIJO.- Dentro de muy poco, cultivaremos los tomatesms caros del mundo.

INDALECIO.- Tengo la sensacin,Farida, de que estono es un invernadero.

Farida, extraada y un tanto escptica, echa un vistazo

a su alrededor.INDALECIO.- Mira y dime si estos tomates son como

el resto.

Farida mira los tomates.

INDALECIO.- No te parecen ms rojos de lo normal?

Farida mira los tomates. Luego mira a Indalecio.PADRE.- Y no slo eso, tambin saben distinto.

Farida va a echar mano a una de las ramas para arran-car un tomate pero Indalecio la detiene rpidamente.



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INDALECIO.- Ni se te ocurra. Los tienen contados.HIJO.- Incluso el olor.Tienen un olor diferente.

Farida se re.

INDALECIO.- No me crees?

ElPadre se levanta de su asiento.

PADRE.- Cada vez estamos ms cerca.

HIJO.- Dentro de muy poco valdrn ms que el oro.

PADRE.- Y tener un invernadero ser

HIJO.- como ser el dueo de una mina.

El Padre y el Hijo abandonan el patio mientras elHijo Mayorse pronuncia desde la higuera.Indalecio con-tina hablando con Farida.

HIJO MAYOR.- Dicen

INDALECIO.- los que han volado por encima de latierra que, cuando se mira desde all arriba

HIJO MAYOR.- aqu

INDALECIO.- justo en donde estamos nosotros,puede verse un pedazo de cielo

HIJO MAYOR.- un cielo con su luz y sus pjaros,azul y brillante

INDALECIO.- como si las nubes se hubieran pegadoun batacazo contra la tierra

HIJO MAYOR.- o como si Dios hubiera tenido unaccidente.

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Alejandra. En el cine todo es mentira. A ti te gustael cine?

FARIDA.- A m migustas t.

Indalecio se queda pensativo. Luego mira de un ladoal otro del invernadero.

INDALECIO.- Te he contado alguna vez mi sueo?No hay rplica.

INDALECIO.- Estoy dentro de este invernadero, tirado,en el suelo. Al fondo: mi padre y mi hermano JosAntonio se marchan. Tengo las manos sucias y meduele el estmago. Sobre mi cuerpo alguien ha deja-do un pico. Me lo quito de encima, me levanto rpi-damente y salgo del invernadero. Fuera me los vuel-vo a encontrar y, juntos, volvemos a casa. Una vezdentro, comienza a llover. Pero no es agua lo que caedel cielo.

Silencio.INDALECIO.- Es tierra. Los remolinos y las corrientesde aire pasan por los desiertos, la suben hasta el cielo

y la dejan all arriba, atrapada, entre las nubes. Ocu-rre con la tierra pero ocurre con ms cosas. Nuncahas odo que en muchos sitios han llovido sapos?

FARIDA.- Sapos?ElHijo Mayor, que sigue sujetando las piedras arro-

dillado bajo la higuera, vuelve a pronunciarse. Indaleciocontina hablando con Farida dentro del invernadero.

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HIJO MAYOR.- Sapos.INDALECIO.- Ranas.

HIJO MAYOR.- Peces.

INDALECIO.- Araas.

HIJO MAYOR.- Vacas.

INDALECIO.- Caracoles.

HIJO MAYOR.- Mejillones.

INDALECIO.- Escarabajos.

HIJO MAYOR.- Lombrices.

INDALECIO.- Hormigas.

HIJO MAYOR.- Cucarachas.

Farida se acerca hasta Indalecio y lo abraza.

INDALECIO.- Del cielo puede caer cualquier cosa.

Farida saca de su chndal dos placas de hachs de cien

gramos cada una.

Pars

FARIDA.- Yo no miquiero quedar aqu.

Farida le da a Indalecio las dos placas de hachs y

ste, rpidamente, se las esconde.INDALECIO.- Quedamos en que lo haramos siempre

detrs del aljibe.

FARIDA.- Dsilas a Mirsedes. Mi hermano vive in Paris.



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INDALECIO.- FaridaFARIDA.- Iltren es diMadrid, por la noche, hay dipar-

tamentos, dipartamentos con bao. Sola is difsil, mspiligroso porque se tocan a las puertas para rivisarenlas plasas. Alguien tiene qui abrir la puerta para yomientras istar in el bao.

Los ojos deFarida se humedecen.

FARIDA.- Iltren es diMadrid.Tocan a la puerta pero simi iscondo

Farida, nerviosa y afectada por sus propias palabras, nopuede reprimir el llanto.

FARIDA.- Aqu no podemos versejuntos, nunca, t mihas dicho. Mi hermano is bueno.Tu padre tipega.

INDALECIO.- Farida, a m tambin me gusta estar con-tigo, pero

FARIDA.- Yo lo s, porque dises piligroso pero siempre

quedas un rato porque tigusta verme.A m tambinmigusta verte. Vinteconmigo.

Indalecio agacha la cabeza.

INDALECIO.- Me pegan porque les doy miedo.

FARIDA.- A m no midas miedo.

INDALECIO.- Lo hacen para defenderse.FARIDA.- De qu?

INDALECIO.- Me pegan para defenderse de lo queescribo.

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Farida parece no comprender nada y elHijo Mayorvuelve a pronunciarse desde la higuera. Indalecio continahablando con Farida.

HIJO MAYOR.- Al principio eran cuentos, cuentosaparentemente inofensivos.

INDALECIO.- Pero, con el tiempo

HIJO MAYOR.- Con el tiempo fueron resultando, cadavez, ms crebles.

INDALECIO.- Tan crebles que

HIJO MAYOR.- en ocasiones

INDALECIO.- En ocasiones llegaron a coincidir con larealidad.

ElPadre y elHijo, con hambre canina, aparecen denuevo en el patio y se sientan, cada uno en su silla. ElHijo Mayorlevanta sus rodillas del suelo.

RamboHIJO MAYOR.- T pensabas mucho en Rambo.

ElHijo Mayordeja las piedras guardadas tras el tronco.

HIJO MAYOR.- Tu primer cuento se llam como l.

El Hijo Mayor abandona la higuera y se dirige al

patio para sentarse junto a sus familiares.HIJO MAYOR.- Al atardecer, Rambo siempre se te

apareca en el borde de la balsa. Un da, revisando lahistoria, te diste cuenta de algo.



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ElHijo Mayorllega a la mesa y se sienta.HIJO MAYOR.- Ante la duda, te acercaste a nuestro

padre y le dijiste

Indalecio sale corriendo del invernadero en direccin alpatio. Farida, desde el interior del invernadero, contempla

la escena.INDALECIO.- Pap.

El Padre mira a Indalecio, que llega precipitado alpatio. Sus dos hermanos estn sentados a la mesa.

INDALECIO.- Sabes a quin he visto?

PADRE.- A quin?INDALECIO.- A Rambo.Y me ha dado recuerdos para ti.

HIJO.- Eso no es posible.A Rambo hace tiempo que loatropell un coche. Adems, los gatos no hablan.Sintate y vamos a comer, tengo hambre.

INDALECIO.- Lo he visto.

PADRE.- Indalecio, no empieces otra vez.

INDALECIO.- Estoy seguro.Te digo que lo he visto.

PADRE.- Sienta y cllate. No has odo a tu hermano?Vamos a comer.

INDALECIO.- Llevo das que me acerco y juego con l.Lo que digo es verdad.Yo nunca miento.

PADRE.- Y se puede saber en dnde dices que lo hasvisto?

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INDALECIO.- En el borde de la balsa.Silencio. ElPadre y elHijo se miran extraados.

HIJO.- Dnde?

INDALECIO.- En el borde de la balsa. Lo llamo, pero lnunca quiere bajar.

El Hijo Mayor, que contina sentado, se pronunciadesde la mesa.

HIJO MAYOR.- Pap y Jos Antonio se pusieron muynerviosos.

ElPadre y elHijo se levantan y rodean a Indalecio.

HIJO MAYOR.- Entonces te cogieron cada uno de unbrazo.

ElPadre y elHijo comienzan a pegar a Indalecio.Farida se lleva las manos a la cara.

PADRE.- Deja de decir mentiras!

HIJO.- Si sigues soltando tonteras por esa boca!PADRE.- Vamos a tener que tomar medidas!

HIJO.- Ests escuchando?

HIJO MAYOR.- Aquella noche, mientras todos dor-man

ElHijo Mayorse levanta y se acerca hasta el crculohumano que rodea a Indalecio. ElPadre y elHijo cesande pegarle. ElHijo Mayoragarra de un brazo a Indale-cio y se lo lleva con l.



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INDALECIO.- t me abriste la puerta y me sacaste deaquella habitacin. Entonces me lo dijiste.

ElHijo Mayorlo acompaa, de nuevo, hasta el inver-nadero.

HIJO MAYOR.- A Rambo no lo atropell ningn

coche como nos hicieron creer. Yo los vi. Ellos lomataron. Lo metieron en un saco y lo ahogaron den-tro de la balsa.

ElHijo Mayordeja a su hermano junto a Farida ydesaparece.

HIJO.- Padre, tengo que bajar al pueblo. Cojo la moto.

Vuelvo enseguida.ElPadre y el Hijo se retiran, esta vez, cada uno en una direc-

cin. Farida se quita las manos de la cara. Ante ella seencuentra Indalecio.

FARIDA.- Mivas a dijarque lea esas cosas que dises que

iscribes?INDALECIO.- Por ahora no tengo nada en papel.

Farida cree no haber comprendido.

INDALECIO.- Lo tengo aqu, en la cabeza.

FARIDA.- Dnde?

INDALECIO.- Muchos escritores necesitan distancia.Yono tengo ninguna.

Silencio.

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INDALECIO.- Te dije que no eran fciles de leer.Farida contempla dolida a Indalecio.

INDALECIO.- Esta noche, a la hora de siempre, detrsdel aljibe.

FARIDA.- Vers hoy a Mirsedes?

INDALECIO.- No lo s. Pero prefiero no meter el dine-ro en casa.

FARIDA.- Yo hiestado ahurrando, para ti, para que tuvie-ras dinero en prinsipio de estar in Fransia, hasta queincontraramos un trabajo. Pero si no vas a vinir conlo que tengo, para m sola is sufisiente

Farida, molesta, agacha la cabeza y vuelve a llevarse lamano al pecho.

INDALECIO.- Hay un autobs que pasa por los pue-blos. La ltima parada es la del centro. Conozco a unmdico.

Farida levanta la cabeza.INDALECIO.- Farida, es importante que te vea un

mdico.

No hay rplica.

INDALECIO.- Si quieres que hagamos ese viaje, nece-

sito saber que ests en condiciones y que el plan nova a poder con nosotros.

Silencio.



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INDALECIO.- Si lo hacemos, lo hacemos bien.Silencio.

INDALECIO.- Y luego nos largamos de aqu.

Farida sonre y de su boca sale una estrella que subehasta el cielo. Indalecio se acerca hasta ella, lleva una de sus

manos hasta la cintura de su chndal y le desanuda el lazo.INDALECIO.- He soado con esto muchas veces.

Farida se asegura de que no viene nadie. Luego mira sureloj.

INDALECIO.- An quedan diez minutos.

Farida traga saliva.INDALECIO.- La hora del bocadillo no acaba hasta en

punto. Mi padre duerme siempre hasta la una.

Indalecioposa sus rodillas sobre la tierra.

FARIDA.- Qu hases?

INDALECIO.- Tranquila, todo saldr bien.Farida aguanta la respiracin, cierra los ojos y elPadre

aparece en el patio.

La tierra se divide

PADRE.- ngel!

ElHijo Mayor, obedeciendo a la llamada delPadre,aparece en el patio.

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no tienen la misma salida y... bueno Me gustaraser ms generoso con el hijo que, realmente, sea mssincero conmigo. Lo habis entendido?

HIJO.- Quin empieza?

PADRE.- ngel, el mayor de los tres.

HIJO MAYOR.- Yo?Silencio.

HIJO MAYOR.- Yo

Todos lo miran.

HIJO MAYOR.- Yo me acuerdo mucho de cuando era

chico y nos bamos a la vega con la mama, que enpaz descanse, y te acompaaba en el tractorcillo hastala rambla y luego jugbamos con los chiros

ElHijo Mayor, nervioso, como si estuviese avergon-zado de algo, se lleva las manos a la cara y rompe a llorar.

PADRE.- Desde la acequia que linda con Los Palomoshasta el portn de la carretera, con el solar de larampa y la caseta naranja.Tendrs que encargarte delriego y de vigilar la bomba. Si tienes algn proble-ma, se lo dices a tu hermano. La puerta siemprecerrada y la llave bien adentro del bolsillo. Nada dehacer copias. Las copias se pierden y luego llegan amanos de cualquiera.

HIJO MAYOR.- Cmo voy a encargarme de los inver-naderos si no puedo entrar a ninguno?

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PADRE.- Se te quitar.HIJO MAYOR.- Cada maana, nada ms levantarme,

cada medioda y antes de que caiga la noche, mequedo una hora bajo la higuera,quieto, sin moverme.

Yo s que se me quitar.

ElHijo Mayorsonre ingenuo y esperanzado.PADRE.- El mediano de los tres, habla t ahora.

ElHijo da un paso al frente.

HIJO.- Yo no s si soy el que ms cario le tiene pero side algo estoy seguro es de que estoy alerta y deque tengo el piloto encendido.

ElHijo vuelve a dar otro paso al frente.

HIJO.- Las mujeres me rondan. Cuando salgo por losbares, cuando doblo alguna esquina siento que meclavan la mirada. Pero yo no le hago caso ninguno anadie y menos a una mujer en mitad de la calle. Si

quiero hembras, me las pago de mi bolsillo y todoscontentos. Si le hablo de usted es porque me merecetodo el respeto del mundo y porque por m puedequedarse tranquilo.Yo no pienso arriesgar el sudor deusted por un rato de cama.

ElHijo vuelve a dar otro paso al frente.

HIJO.- Yo le aseguro que, de esta casa, nadie va a rascarni el yeso de las paredes porque aqu, el que meta losdedos sale sin ellos.



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PADRE.- Desde el barranco grande hasta el caizo, conel pozo, las siete mquinas y la casa de en medio.

ElHijo vuelve a su sitio.

PADRE.- Y ahora t, el ms pequeo de la casa. Qutienes que decir que merezca un tercio ms rico que

el de tus dos hermanos?Largo silencio.

PADRE.- No vas a decir nada?

Silencio.

PADRE.- Es sta tu respuesta?

INDALECIO.- Sabes que no estoy de acuerdo conmuchas cosas.

PADRE.- Indalecio, ayer so que dejabas de decir tonteras.

INDALECIO.- Y yo que, bajo el plstico, todo el mundollevaba trajes y mascarillas.

PADRE.- Yo nunca he tenido trajes, ni guantes, ni mas-carillas, ni nada de lo que hablas!

INDALECIO.- Y mrate. No crees que te hubiesenhecho falta?

ElPadre le hace un gesto alHijo y ste se acerca hastaIndalecio y le pega un cabezazo que lo estampa contra el suelo.

PADRE.- Todo lo que tengo, todo,me lo he tenido quepagar de mi bolsillo! Nadie me ha dado nunca nada!

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ElHijo mira alPadre y este ltimo le da una especiede aprobacin.ElHijo vuelve rpidamente junto alPadre.Indalecio, en el suelo, se aguanta la cabeza con las manos.

PADRE.- Los moros, Indalecio, no pueden salir de losinvernaderos. La tierra y el plstico, ah es donde tie-nen que estar. se es su sitio y ste es el nuestro.

Indalecio retira las manos de su cabeza y se mira lasyemas de los dedos. Estn llenas de sangre.

INDALECIO.- Djame lo que quieras, pero no me pidasque te regale el odo para conseguir un pedazo msde tierra.

HIJO.- Lo he visto. Quise habrselo dicho nada ms lle-gar pero

ElPadre mira alHijo sin entender nada.

HIJO.- Me acord de que tena que cambiarle una piezaa la bomba de la caseta, as que, al final, no baj al

pueblo. Cuando estaba a punto de llegar o un ruido,dentro del invernadero.

PADRE.- De qu invernadero?

HIJO.- Del nuestro, padre.

Las manos delPadre se convierten en puos.

HIJO.- Tuve que quemar un poco el plstico para ver loque pasaba dentro porque no llevaba las llaves enci-ma As que hice un agujero.

Silencio.



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HIJO.- Estaba con una de esas moras, revolcndose porla tierra. Ella lo tena tumbado en el suelo y l

Silencio.

HIJO.- Hay cosas que no deberan decirse en alto por-que ni siquiera el aire debera saberlas.

ElPadre sigue apretando las manos. Parece que le faltala respiracin.

PADRE.- Le viste bien la cara?

ElHijo hace un gesto afirmativo.

HIJO.- Claramente, padre.

Silencio.HIJO.- Claramente.

Todos desaparecen. Todos menos Indalecio que, alabandonar el patio, se dirige hacia una manta que hay tira-da en el suelo y se sienta junto a ella. Mercedes aparecedentro del oscuro almacn.

El almacn

Mercedes es, lo menos, diez aos mayor queIndale-cio y tiene el vrtigo del tiempo en sus ojos, la cruz mar-cada en la frente de las mujeres que nacen con la vida des-

plazada, la lucidez y la claridad de las santas. De su cue-llo cuelga una medalla con la foto de una nia pequea: suhija.

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MERCEDES.- Hace tiempo que te busco. Siempre medicen lo mismo: que no ests.Yo no me lo creo y lesinsisto, pero me aconsejan que lo mejor que puedohacer es cerrar la boca, dar media vuelta y volver pordonde vine.

INDALECIO.- Tengo una bolsa con galletas, pan y unos

trozos de embutido. Llevo aqu ms de una semana.

MERCEDES.- No s qu habr sido esta vez pero, enestas condiciones, me parece un poco abuso.

INDALECIO.- Ya sabes cmo son.

MERCEDES.- Huele fatal.Apesta.

Mercedes saca un paquete de toallitas hmedas y selas ofrece a Indalecio.

MERCEDES.- Son de la nia. Quieres?

Indalecio se queda mirando las toallitas.

MERCEDES.- Me encontr con tu hermano cuando

suba por la cuesta. Me dijo que estaban muy preo-cupados.

Indalecio agarra el paquete, saca una, se lo devuelve aMercedes y comienza a pasarse la toallita por los brazosy la nuca. Luego se da golpecitos en la herida de la cabeza.

MERCEDES.- Por lo visto han ido a hablar con La Quin-ta, una curandera de un pueblo de por aqu cerca.

INDALECIO.- La Quinta?

MERCEDES.- Esa mujer trae loca a la gente. Se ha



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corrido la voz y vienen almas de todos los sitios atocar a su puerta. Has odo hablar de ella?

INDALECIO.- Algo.

MERCEDES.- Dicen que saca el sol de la cabeza comonadie.Yo la conozco. Le llev una vez a mi nia, casi

recin nacida, pero no quiso rezarle. Me dijo quehaba cosas que ocurran fuera de la tierra y otrasdentro, y que ella slo poda rezar por las que ocu-rran dentro, que todo lo dems sera ponerse enguerra contra el cielo.

Silencio.

MERCEDES.- Dicen que si Dios no quiere, santos nopueden, pero, antes de lo de mi nia, La Quinta meayud a sacarle a mi hermana diecisiete culebrinas dela garganta. La pobre estaba asfixiaca. Una vez dor-mida, puse leche a calentar en un cazo, la dej eltiempo de rezar una oracin que me apunt en un

folio y, luego, se la puse debajo de la cama.Antes deque amaneciese estaban todas dentro del vaso, flotan-do, juntas y muertas. Si esa mujer viene a verte, serporque lo tuyo s que es algo de dentro de la tierra,como lo de las culebrinas.

INDALECIO.- T crees en todas esas cosas?

MERCEDES.- Mi hermana tena el cuello gordo comouna botella y aquellas culebras aparecieron ahogadasen la leche. La llaman La Quinta porque es la quinta

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todas formas, esta vez ha sido diferente. Cmo hasentrado?

Silencio.

MERCEDES.- Me encontr a ngel dando gritos juntoa la higuera. Me mir llorando y me dijo que si le

rascaba la espaldaINDALECIO.- Le rascaste?

Silencio.

MERCEDES.- me dejara verte cinco minutos.

INDALECIO.- No se le puede rascar!

MERCEDES.- No te imaginas cmo lloraba!INDALECIO.- No se le puede rascar!

MERCEDES.- Casi no duermo! Y sabes lo apuradaque estoy! Necesitaba verte!

INDALECIO.- Mercedes, no se le puede rascar.

Mercedes, avergonzada, pega la vista al suelo.MERCEDES.- Lo s.

Silencio.

INDALECIO.- Mercedes

Silencio.

MERCEDES.- Qu?

Silencio.

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INDALECIO.- T piensas que tu hija naci enana por-que Dios lo quiso as?

Mercedes levanta la mirada.

MERCEDES.- Se dice acondroplsica. Es un poco largopero se dice acondroplsica.

Silencio.MERCEDES.- Me han dicho que mientras est en fase

de crecimiento le puede venir bien. La cosa valenta porque hay pocos como ella pero, por lo visto,cada vez estn ms cerca de dar con el medicamen-to.Yo no me quiero quedar sin intentarlo. Sabes que

no soy de mojarme las puntas de los pies y salirpitando. Si me meto, me meto hasta el cuello y nadolo que haga falta.

INDALECIO.- Ve con ojo.

MERCEDES.- No me queda otra. A ver qu voy a

hacer. Lo que Dios no me ha dado, me lo tendr quebuscar yo por mi cuenta.

INDALECIO.- Sabes que hay ayudas para este tipo decosas.

MERCEDES.- Fui al Ayuntamiento pero esa gentecome ms que caga. Me recibi un seor con bigote.

INDALECIO.- Qu te dijo?

MERCEDES.- Nada.



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INDALECIO.- Nada?MERCEDES.- Nada.

INDALECIO.- Y t qu le dijiste?

MERCEDES.- Quien no comprende una mirada tam-poco va a comprender un par de frases. Adems, esa

gente lo nico que sabe hacer son rotondas. Eso oinaugurar parques. Mierda para los parques y mierdapara las rotondas.

Indalecio le da un paquete con algo dentro a Mercedes.

INDALECIO.- No deberas haberle rascado.

MERCEDES.- Lo siento.INDALECIO.- Ve con ojo

MERCEDES.- Tranquilo, no me pillan.

Mercedes empua fuerte la medalla de su cuello.

MERCEDES.- A m no me pillan.

INDALECIO.- Van doscientos, en dos placas.Mercedes comprueba la mercanca, sonre, saca un fajo

de billetes y se lo ofrece a Indalecio.

MERCEDES.- Cuntalos.

Indalecio coge los billetes y los cuenta. De repente, para

y mira fijamente a Mercedes.INDALECIO.- Qu tienes que hacer esta tarde?

MERCEDES.- Colocar esto.Ya junto casi otros seis mil.

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INDALECIO.- Dnde?MERCEDES.- Con unos rusos, en la playa, dentro de

dos horas. Por qu?

INDALECIO.- Dos horas?

MERCEDES.- S, por qu?

INDALECIO.- Has subido alguna vez a la casa de arriba?MERCEDES.- A qu casa?

INDALECIO.- Donde los rabes.

MERCEDES.- Dnde los hombres o donde las mujeres?

INDALECIO.- Donde las mujeres.

MERCEDES.- Nunca.

Silencio.

INDALECIO.- Has visto a Farida?

MERCEDES.- No.

INDALECIO.- Por dnde has venido?MERCEDES.- Por el camino de siempre. Qu pasa?

Silencio.

INDALECIO.- Esta vez no ha sido por contar ningunade mis historias. Estoy aqu por otra cosa.

Silencio.INDALECIO.- Me pillaron, Mercedes. Con Farida. En

el invernadero.



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Indalecio abandona el almacn y se dirige hacia elinvernadero. All est Farida. Mercedes, desde el alma-cn, contempla la escena.

La hora del bocadillo

Indalecio lleva una de sus manos hasta la cintura delchndal deFarida y le desanuda el lazo.

INDALECIO.- He soado con esto muchas veces.

Farida mira a un lado y al otro para asegurarse de queno viene nadie. Luego mira su reloj.

INDALECIO.- An quedan diez minutos.Farida traga saliva.

INDALECIO.- La hora del bocadillo no acaba hasta enpunto. Mi padre duerme siempre hasta la una.

Indalecioposa sus rodillas sobre la tierra.

FARIDA.- Qu hases?INDALECIO.- Tranquila, todo saldr bien.

Farida aguanta la respiracin, cierra los ojos y elHijoaparece fuera del invernadero. Indalecio agarra los elsticosde la cintura del chndal deFarida y tira de ellos haciaabajo. Faridagrita. Indaleciopone la palma de su mano

sobre la boca deFarida y sta parece calmarse.INDALECIO.- Todo saldr bien.

ElHijo cree haber odo algo. Indalecio vuelve a arro-

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dillarse y Faria cierra los ojos. Dentro, la imagen recuerda auna de esas estampas en las que, mientras un nio rezaarrodillado, una Virgen se le aparece. Indalecio acerca sunariz a las braguitas deFarida, aspira fuertemente y Fari-da echa una de sus piernas sobre uno de los hombros deIndalecio. Indalecio la invita a que haga lo mismo con la

otra pierna. Para no caerse, Farida alza sus brazos y seagarra a los alambres del techo del invernadero. ElHijosaca un encendedor de su bolsillo y lo enciende.

MERCEDES.- No hace falta que sigas, Indalecio, me lopuedo imaginar.

Farida baja eIndalecio camina de vuelta al almacn.ElHijo desaparece.

En la puerta hay una cruz

INDALECIO.- Perdname.

MERCEDES.- A m no tienes por qu pedirme perdn.Adems

Indalecio se acerca hasta Mercedes, le arranca de lasmanos el paquete con el hachs, se retira unos pasos y loaprieta contra su pecho.

MERCEDES.- Qu haces?

INDALECIO.- Hay una acequia. Despus de la acequia,una caseta con un perro. Tiene la cadena larga ypuede correr hasta diez metros, pero nunca llega al



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INDALECIO.- Lo hago all detrs. En unas bolsas.Silencio.

INDALECIO.- Sube hasta la casa, toca a la puerta y pre-gunta por Farida. Si te das prisa, en media hora hasido y has vuelto y an te dar tiempo a llegar a la

playa.Silencio.

INDALECIO.- En media hora has ido y has vuelto.

Silencio.

INDALECIO.- Yo no voy a moverme de aqu.

Mercedes mira su reloj. Silencio. Luego mira a Inda-lecio, la alta ventana, el paquete de hachs Mercedessale disparada del almacn. Mercedes corre cuesta arriba,rumbo a la casa de las mujeres. Indalecio vuelve a recos-tarse junto a su manta. ElHijo Mayor, que sostiene entresus manos un pantaln, unos calzoncillos, unos calcetines y

una camiseta, aparece dentro del almacn.

Cuando mueras hablarn de ti

HIJO MAYOR.- Pens que estaras ms sucio.

INDALECIO.- Soy como los gatos, me basta con pasar-

me la lengua por encima.ElHijo Mayorle ofrece a Indalecio la ropa.

HIJO MAYOR.- Es una muda. Est limpia.



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INDALECIO.- Van a rezarme. Habis llamado a esamujer.

HIJO MAYOR.- Lo hacen por tu bien. No se lo pon-gas ms difcil.

El Hijo Mayor extiende sus brazos. Sobre ellos, la

muda. Silencio. Indalecio comienza a quitarse la ropa.HIJO MAYOR.- Por qu no le dijiste nada?

INDALECIO.- A quin?

HIJO MAYOR.- Al pap.

INDALECIO.- Le dije que lo quera a l, pero no sus

tierras.HIJO MAYOR.- Indalecio, sin dinero no se puede

comer.

INDALECIO.- Y qu?

HIJO MAYOR.- Cmo que y qu?

INDALECIO.- ngel, a m no me gusta la tierra.Silencio.

INDALECIO.- Adems mranos. Somos unos desgra-ciados.

HIJO MAYOR.- Por qu vamos a ser unos desgracia-dos?

INDALECIO.- T me lo preguntas?

HIJO MAYOR.- Venga, Indalecio, deja de decir tonteras.

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INDALECIO.- No son tonteras, lo que pasa es quevosotros slo entendis lo que os interesa, por esopensis que estoy loco, porque as es todo mucho mssencillo.

HIJO MAYOR.- Yo no creo que ests loco.

INDALECIO.- Ah, no?HIJO MAYOR.- No.

INDALECIO.- Y, por qu nunca dices nada?

HIJO MAYOR.- Indale

INDALECIO.- No, responde! Por qu nunca dices

nada? Por qu no abres la boca? Por qu no das tuopinin?

Silencio. ElHijo Mayor no puede hablar. Entoncesdirige su mirada en direccin a la higuera y se queda pas-mado.

HIJO MAYOR.- Yo

Silencio.

HIJO MAYOR.- Yo

Silencio.

HIJO MAYOR.- Yo, a veces, me miro y es me miro yes como si detrs de m hubiese otra persona otra

persona que se parece a m y que me mira, pero queno soy yo.

ElHijo Mayorsigue mirando en direccin a la higuera.



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HIJO MAYOR.- A menudo pienso en m y lo hagocomo si yo no estuviese vivo. Cada vez que meacuesto cada vez que me levanto creo que voya morirme.Tengo miedo desde hace mucho tiempo

y no s por qu. A ratos me creo con fuerzas, peroluego me doy cuenta de que estoy perdiendo el

tiempo y de que nunca ser capaz. Se me coge unnudo aqu, en la garganta, como si un demonio measfixiara por dentro y, aunque quiera gritar de miboca no sale ni un ruido ni una gota de airenada. Lo peor de todo

ElHijo Mayorbaja la mirada.

HIJO MAYOR.- Lo peor es que no s por qu mepasan estas cosas.

ElHijo Mayorvuelve a mirar a su hermano Indale-cio.

HIJO MAYOR.- Llevo ms de una semana que no pego

ojo pensando en lo que estars haciendo aqu dentro.Sigues escribiendo, seguro.

ElHijo Mayorse lleva los dedos ndices a sus sienesy comienza a hacer crculos concntricos alrededor de stas.

HIJO MAYOR.- Con el molinillo.

Indalecio sonre.HIJO MAYOR.- Eso tienes que a m me falta.Tu sabes

pasrtelo bien en todas partes. Es como lo deRambo?

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INDALECIO.- Parecido.HIJO MAYOR.- Y cmo se llama?

INDALECIO.- Se llama Dentro de la tierra.

HIJO MAYOR.- Dentro de la tierra suena bien.

INDALECIO.- Me alegro de que te guste.

Silencio.

INDALECIO.- Supongo que habrs estado buscandotus revistas.

ElHijo Mayorpiensa.

INDALECIO.- Las tengo en mi cuarto, en el hueco de

los cajones de mi armario. Pill a Jos Antonio regis-trando en tu dormitorio.As que, antes de que diesecon ellas, las cog. Quise habrtelo dicho pero no medio tiempo.

HIJO MAYOR.- No s de qu revistas me hablas.

Silencio.INDALECIO.- S que escondes esas revistas desde hace

aos.

ngel mira hacia el suelo.

INDALECIO.- ngel, hay das en los que nos sentamosa comer y te veo las marcas de las muecas, como siacabaran de desatarte para que te sientes a comer.

Silencio.

INDALECIO.- Ellos saben que en el mundo existen



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de amar, tu mundo que es el nuestro; ruego bendigase intercedas por nosotros, tus hijos, pobres y peque-os, dbiles y atormentados, intiles como nos pos-tramos ante el gran enigma de la vida; empuja yarranca de Indalecio, de una vez y para siempre,el solde su cabeza, y entra t, Ser Misericordioso, toman-

do posesin de su alma y ordenando las leyes de sucuerpo, apartndolo de las sombras, dirigiendo sucorazn hacia la luz, ofrecindole constancia, clari-dad, fortaleza y pulso ante la mentira, el delito y elpecado, la perdicin y el horror; haciendo, Seor quetodo lo puedes, salga de su cabeza el fuego en el que

viven y respiran sus ideas.PADRE.- En el nombre del Padre

ElHijo Mayorabandona el almacn y se rene con elresto de su familia.

HIJO.- del hijo

HIJO MAYOR.- y del Espritu SantoSilencio.Todos miran a Indalecio.

INDALECIO.- Amn.

Todos pegan la vista a la sartn. Silencio.All no pasanada.

LA QUINTA.- No hierve.PADRE.- Cmo que no hierve?

LA QUINTA.- Los mismos focos tienen ustedes que yo.



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por donde he venido, que todava tengo muchascosas que hacer.

PADRE.- Y mal de ojo? Hay gente que lo echa, inclu-so sin darse cuenta.

LA QUINTA.- Si se les hunde el dedo en la coronilla,

mala cosa, pero si la mollera la tienen dura, entoncesno hay mal de ojo que valga.

ElPadre, elHijo y elHijo Mayorse tocan la coroni-lla intentando hundir sus dedos en la mollera.

LA QUINTA.- El hueso se reblandece y se queda hechoun chicle, pero aqu, el mocico

La Quinta golpea con sus nudillos en la mollera deIndalecio.

LA QUINTA.- Este nio tiene la coronilla ms duraque el mango de esta sartn. Lo siento, pero yo slorezo. Si con eso no se cura no tengo otros reme-

dios.La Quinta se da la media vuelta. ElPadre y elHijola detienen.

El proceso

PADRE.- Nos observa. No sabemos por qu.HIJO.- Y hace cosas raras.

PADRE.- Dice que escribe.



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HIJO.- Que escribe con la cabeza.PADRE.- En la escuela dejaba los controles siempre en

blanco.

HIJO.- Cmo va a ser escritor?

PADRE.- No sabe la vergenza que hemos pasado con

l.INDALECIO.- Por eso me castigan.

HIJO.- Que lo encerramos a oscuras en yo no s cun-tos sitios diferentes, eso dice.

PADRE.- Figrese lo que piensan de nosotros en el

pueblo.HIJO.- Nos miran de reojo cada vez que bajamos.

PADRE.- Esa cruz llevamos encima.

LA QUINTA.- Lo hacen?

PADRE.- Nosotros?

HIJO.- l mismo es quien se encierra.PADRE.- Y apaga la luz.

HIJO.- En el hueco que menos se imagine.

PADRE.- All est l, como si fuese un murcilago.

HIJO.- Siempre tengo que salir a buscarlo, por todos

sitios.PADRE.- Desaparece.

HIJO.- Cuando lo encontramos est como ido.

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INDALECIO.- Hago mis necesidades dentro de unabolsa, luego la ato para que no huela. Mi madremuri por los venenos. Se intoxic. Cuando llega-mos al hospital ya era demasiado tarde. El mdico leha dicho a mi padre que a l tampoco le quedamucho, por eso ha dividido la tierra. Por lo visto, le

van a tener que hacer un agujero en el cuello. Mihermano ngel anda siempre con ese traje protectorporque se le revienta la piel. Se le abren unas heridasen la espalda y comienzan a sangrarle a chorros.

PADRE.- Lo de ngel es una alergia!

ElHijo Mayormira a La Quinta.

HIJO MAYOR.- Y se me va a curar.

INDALECIO.- ngel nunca habla.Y casi no se mueve.

ElHijo Mayorda un paso atrs.

INDALECIO.- Tiene miedo de todo lo que pueda salir

de su cuerpo.ElHijo Mayoragacha la cabeza.

HIJO.- Nos insulta en nuestra cara y se queda tan ancho.

ElHijo Mayorcomienza a ponerse nervioso y pareceque va a echarse a llorar.

PADRE.- ngel no habla porque es tmido!HIJO.- Desde que naci ha estado metido en carnes y

siempre ha tenido un poco de complejo.

INDALECIO.- ngel cree que mi hermano y mi padre



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HIJO.- Y no hablamos de los moros, ni de los negros, nisiquiera de los rumanos, la misma gente de por aqu.

PADRE.- Vienen de otros invernaderos.

HIJO.- Para llevarse material. Pagan a rateros.

PADRE.- Los mismos propietarios de las tierras de aqu

al lado.HIJO.- Esto est lleno de gentuza.

PADRE.- Los del cortijo de all enfrente andan siempremetidos en temas de droga.Ellos se la pasan a los moros,barata, y los moros la distribuyen, es una cadena.

HIJO.- Tenemos miedo.ElHijo mira alPadre. Silencio.

PADRE.- Imagnese que le da por inventarse cualquierhistoria y denunciarnos a la Polica.

LA QUINTA.- Ha intentado hacerlo alguna vez?

INDALECIO.- El ms listo de todos esos polis no sabrani hacer la o con un canuto. Si la gente roba y trafi-ca ser por algo.

PADRE.- Tu primo es polica!

INDALECIO.- S, es polica, pero adems es un bruto,un celoso y un borracho. Se entretiene zumbndole

a su novia. La pobre est medio tarumba de lo porra-zos que lleva encima.Tendra que verla, da pena. Elojo derecho le llega ya casi por la barbilla. As quefigrese.A m no me hace falta ninguna Polica.

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lanza a travs de la alta ventana.La china alcanza la altu-ra de la ventana y cae dentro del almacn. De nuevo, Inda-lecio camina hacia el portn metlico, esta vez sin entu-siasmo.Al otro lado ya est Mercedes.

MERCEDES.- Tu dinero!

ElPadre se lleva la mitad del tomate a la boca, le daun gran mordisco y devora el bocado prodigiosamente.

MERCEDES.- Indalecio, me oyes?

Silencio.

MERCEDES.- Me has vuelto a tirar el dinero que tedi!

ElPadre, satisfecho, devuelve alHijo una sonrisa deoreja a oreja. Indalecio, que est al otro lado del portn,no responde.

MERCEDES.- Indalecio?

Una rfaga de viento sacude y levanta la tierra, que se

estrella contra las ventanas, los plsticos y los muros de lacasa.Todos menos Indalecio, extraados, miran a su alre-dedor. Silencio. Mercedes golpea la puerta del almacn yelPadre le cede alHijo la mitad del tomate mordido paraque ste se lo lleve a la boca. ElHijo le pega un bocado.

MERCEDES.- Indalecio?

ElHijo, con el tomate en la boca, mira alPadre y lehace un gesto afirmativo. Entonces, elHijo agarra el sale-ro, se lo cede a su Padre y ste lo coge y comienza a echar



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INDALECIO.- Me gustara que vinieras.Farida sonre.

INDALECIO.- Te estoy invitando.

Silencio.

INDALECIO.- Vendrs?

Farida hace un gesto afirmativo y se da la media vuelta.

INDALECIO.- Vendrs?

Farida se detiene, gira su cabeza y mira a Indalecio.ElHijo Mayor, que contina sujetando las piedras arro-dillado bajo la higuera, vuelve a pronunciarse.

HIJO MAYOR.- Despus de buscarte durante horas,nuestro hermano te encontr.

ElHijo aparece dentro del invernadero.

HIJO MAYOR.- En tus ojos poda verse el cansancio dequien llevara semanas intentando atravesar la totali-

dad de un desierto. Perdido.HIJO.- sta ser la ltima vez, Indalecio.

Indalecio se da la vuelta. Su hermano Jos Antonio yl se encuentran cara a cara.

HIJO.- Te juro por Dios que ser la ltima.

Indalecio vuelve a girarse para despedirse de Faridapero sta ya no est, ha desaparecido. ElHijo Mayorselevanta, deja las piedras tras el tronco de la higuera y per-manece unos instantes de pie, junto al rbol.



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HIJO MAYOR.- Las palabras no existieron esa noche.Alda siguiente, nadie se acordaba bien de lo sucedido.

ElHijo camina hacia Indalecio, lo coge del brazo y losaca del invernadero de vuelta al patio.All est elPadre,sentado.

HIJO MAYOR.- En la casa se respiraba otro ambiente,un ambiente mucho ms hogareo, quiz debido aque se trataba de un da especial. O quiz ese da nofuese el siguiente, sino otro Las fechas importantestienen eso. Los viajes, los bautizos, las fiestas de aonuevo, siempre acaban confundindose, hasta quetodas terminan mezcladas y convertidas en una sola.

Frente alPadre, sobre la mesa, una bandeja tapada. Indale-cio y elHijo se acomodan, cada uno en una silla. ElHijoMayordesaparece tras el tronco de la higuera.

El sabor del tomate

PADRE.- Hemos pensado que, por tratarse del da de tucumpleaos, y ya que an no tienen nombre seast quien los bautice.

ElPadre destapa la bandeja. Dentro hay tres tomates.

HIJO.- Felicidades.

Indalecio esboza una sonrisa.

PADRE.- Los han tasado esta maana.

HIJO.- Y lo hemos conseguido.

82 PACO BEZERRA


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TTULOS PUBLICADOS

1

Bsame macho, de Pedro Manuel Vllora

Premio Nacional de Teatro Caldern de la Barca 2000

2

Ilusiones rotas, de Fernando Traves Sanz


3

El infierno que cruzas es tu cielo,

de David Martnez Vallejo


4

Lo ms humano posible, de David Abia


5

El sonido de tu boca, de Inmaculada Alvear


6

Sueos de arena, de Antonio Rojano


7

La chica junto al flexo, de Vctor Iriarte


Dentro de la tierra, de Paco Bezerra



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TEXTO ESPA+æA Dentro de la Tierra de Paco Bezerra

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