the palermo manifesto. esteban schmidt

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ISBN 978-950-04-3109-5

«Dios, concédeme la serenidad para aceptarlas cosas que no puedo cambiar, el valor pa-ra cambiar las cosas que puedo cambiar y lasabiduría para reconocer la diferencia.»

Schmidt, EstebanThe Palermo manifesto.-1' ed. - Buenos Aires: Emecé Editores,

2008.184 p. ; 23x14 cm.

1. Ciencias Políticas 1.TftuloCDD 320

Reinhold Niebuhr, Plegaria de la Serenidad.

© 2008, Esteban Schmidt

Derechos exclusivos de edición en castellanoreservados para todo el mundo© 2006, Emecé Editores S.A.Independencia 1668, e 1100 ABO, Buenos Aires, Argentinawww.editorialplaneta.com.ar

Diseño de cubierta: Departamento de Arte de Editorial Planetal' edición: octubre de 2006Impreso en Talleres Gráficos Leograf S.R.L.,Rucci 406, Valentín Alsina,en el mes de septiembre de 2006.Oueda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titularesdel "Copyright", bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducciónparcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidosla reprografla y el tratamiento informático.

IMPRESO EN LA ARGENTINA / PRINTED IN ARGENTINAOuudl\ Imoho 01dnpómtn qUIl prnviono In loy 11. 7?II1I1N U'/l1 IJ!'IO04 :110

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Buenas tardes. Queríamos vivir bien cuandonacimos; cuando crecimos, queríamos ser Suiza.Tener nuestra tranquilidad, nuestro aburrimien-to' nuestros electrodomésticos. Un número de-finido de drogadictos, de pedófilos, de indesea-bles, clasificados uno por uno, con sus códigos debarras en los brazos, impresos debajo de los nu-dos eternos de la BCG. También queríamos unsistema de doble oportunidad para los más len-tos y prosperidad para todos. Que nos pusiéra-mos de acuerdo para resolver los problemas, a ve-ces dándote un poco a vos y vos dándome unpoco a mí. Sin puñaladas, paisano. Usando la ca-beza. Sin abusar, sin manipular, sin dejar lloran-do a nadie, porque cuando el dólar está barato so-mos los que nos reímos mucho juntos en unhostel de Berlín.

Ahora, compañeras y compañeros, lo deci-mos en voz alta, lo decimos en esta tribuna y sinrodeos, nos vamos a cobrar este tremendo pija-zo de veinticinco años, y contando, porque no

ponsables de las cosas

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tristes que van a pasarle a la patria. No era la ideaen 10 más mínimo que todo terminara tan mal,tan asquerosamente mal. Es cierto que nos cos-tó mucho tiempo ver esta realidad como un he-cho que estaba consumado en el arranque mismo.Lo que pasa es que la esperanza es un sentimien-to demencial y, como la desilusión no mata, elciclo de ilusión y desencanto puede repetirse alinfinito. Y bueno, aunque sea inaguantable, yacaptamos la idea. Que lo que tenga pasar pase,entonces, y si se puede elegir nos gustaría que lapróxima calamidad tarde en mostrar el látigoporque no tenemos ninguna ansiedad para ladesgracia. Mil disculpas por esta pasividad quelos activistas más jóvenes juzgarán tan mal, pe-ro estamos dispuestos únicamente a sacrificiosque nos mantengan integrados en el mercadodurante los años que califiquemos como compe-titivos, y al solo efecto de evitarnos una vejezmonstruosa.

Nosotros, que nos creemos hermosos y mal-ditos, prácticos, modernos y generosos, sabios ygeniales, porque todos lo dicen, somos cínicos enpúblico pero sólo para no dar tanta ventaja aquienes no les importa absolutamente nada ninadie, pero en la vida cotidiana y privada cum-plimos todavía con las obligaciones laborales yvecinales, cstaqucados por los mandatos mora-les que m<\l11.1mOSen el catecismo de la inf.mchl,

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varios de esos son miedos irracionales que pasanpor moral, y en la adolescencia de Alfonsín, el re-zo laico democrático, el preámbulo de la Consti-tución, sin ir más lejos. Cuando la democracia seatornilló como manera de ver las cosas, nosotrosquisimos, como nunca quisimos nada más, quenos fuera bien a todos.

Ahora somos los que caminamos por las ea-11essin apuro, somos los de las ojotas, los de losHush Puppies, los de las remeras y buzos conmotivos pop y los que así lookeados, sin embar-go, nos presentamos en público con una ligeraturbación, como afectados por la realidad, por elpresente, tipos no del todo satisfechos, no del to-do contentos. Enojados no estamos, no quere-mos engañar a nadie, porque el enojo es un día.No nos vamos a dormir pensando en 10 mal queestá todo, en lo peor que va a terminar. Si no es-tás demasiado mal de la cabeza, cambiás de tema.Merecíamos más. Eso sí. A todo esto llamémos-lo malestar porque no es superficial; superficial-mente parecemos muchachos superficiales. Re-soplamos cada tanto, es verdad, una vez por día,y sin querer, de un modo que nos deja la cara du-ra y tonta, que nos hace sentirnos grandes, vie-jos, un bufido que indica que nos embola la mor-t alidad y la juventud perdida, que nos pone tantristes que no lo podemos ni hablar. Algo así. Ya1'10 SOIllOS (:,111 buenos como él\lI1WS. pero cuan

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to podríamos estirar el trámite de resignación alciclo vital si algo nos tuviera encendidos.

En otros tiempos, compañeras y compañeros,cada vez que quisimos aportar algo, dar nuestropunto de vista para tratar de ayudar, para mejo-rar la cosa, y que la Argentina fuera Canadá, losque controlaban los presupuestos nos empujarona la banquina para optar por la nube de alcahue-tes que los merodeaban y que hicieron la vistagorda tanto, tanto, que alcanzaron la inmortali-dad burocrática, estatal y demócrata e hicierondurante veinticinco años todo mal, todo por lamitad, o todo entero pero despacio y tarde. Gen-te criada para soportar y reproducir una vida sinagendas, de tiempos eternos, de chistes fáciles,de maltrato y abuso de poder, y convencida de lanaturaleza inevitable de algunos modales a losque justifican con todo el dramatismo con el quese puede hablar de política. Hay que estar ahí, vie-jo, es su consigna. Un verso infernal que se com-pra en la oficinas de apuntes de las facultadessociales, mal cortado con palabrería que se apren-dió en la calle, en los paseos infantiles por el Mer-cado Spinetto, para proteger los tronos y a los tro-nadas sentados encima, que no hicieron muchomás que espamento y plata, porque eso es todolo que se ha visto.

Nosotros, con el cmpaquctamicn[uc disponemos para pasar dcsnperclbldns y 1-'''

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guir enganchados en el mercado laboral sin me-ter miedo, sin asustar a nadie, sin que digan, pe-ro vos, ¿no eras contra?, con la facha y el silencioque nos imponemos para no perderlo todo, nosquedamos con la leche por la marginación. ¿Pe-ro cómo es que llegamos acá?

Lasprimeras rondas de rechazo que sufrimosfueron a mediados de los años ochenta, con lasmasas todavía felices por ir a votar, con los pibesen los brazos que querían pasar al cuarto oscuro,porque Buenos Aires fue primavera en WalnutGrave durante dos o tres elecciones, toda gentecatólica y feliz, votando, votándose, sin morboen el ambiente. Elegir superaba los efectos perso-nales que le trajera a cada uno, ese atardecer, untriunfo o una derrota, aunque lo cierto es que unacosa era hacer la cola con la enorme sonrisa de in-feliz demócrata para el sellado del documento yotra que el lunes se abrieran los ministerios paraque opináramos todos.

Nosotros, que estuvimos ahí desde el princi-pio, estábamos verdes. Fueron nuestros prime-ros contactos con el mundo de los adultos, y nosechamos la culpa por la indiferencia de las perso-nalidades electas. Creímos, entonces, no saberorno funcionaban las cosas importantes y que

rcníamos dificultades serias para las relacionespersonales por efecto de una mala cuna, una fa-11.1 de orluen. Nos C,lIH\LlIll1lOS mucho, Nos estu

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diamos. Nos miramos tres generaciones atrás pa-ra ver cómo se había armado nuestra incompe-tencia.

Gobernaban los radicales.Era gente que habíamos visto en simultáneas

de ajedrez en el Parque Rivadavia durante el Pro-ceso y en un recital de Piero en Atlanta, y con sushijos, a fines del '83. Eran los que más se nos pa-recían. Un radical podía entender que el mundoes injusto, salvaje, que está descompuesto, quehay enfermedades espantosas curables perotambién una superabundancia inmoral. El doc-tor podía ver documentales, leer artículos, perono quería asumir al mundo como una esfera des-graciada. Iba a decir qué barbaridad pero no ibaa hacer nada con la barbaridad. Interesado en las

} relaciones personales como si el mundo se in-ventara ante sus ojos y se viera obligado a dialo-gar con todos los sectores, un radical no dejabaque lo desacomodaran con problemas demasia-do grandes. Estebitsn -nos decían-, una cosapor vez.

Un radical podía dormir, pero no recordar lossueños. Muchos problemas para imaginar. Enton-ces no vio venir la telefonía celular. Si lo apretabancon la hipótesis, podía entrever a un hombre conuna vieja antena de televisión enganchada él su co-lumna vertebral, porque no mucho más que esopodía ser 1.\telefonía inal.imbrica,

modo. Le parecía: qué barbaridad. Un radical nopudo ver que las cosas iban a ser cada vez más pe-queñas. Que no iba a hacer falta más espacio; nimás obreros, ni más hierro. Todos esos asuntosmateriales, todas esas materias de un Kennedy,un Stalin o un Mao, provocaban muchísima ma-la sangre y los radicales eran compañeros que setomaban la presión en las farmacias y hacían laClaringrilla. y muy bien. Tenían gran familiari-dad con los asuntos graves y emotivos de todoslos tiempos, como la Guerra del Peloponeso, pe-ro por alguna extraña razón sabían menos del pre-sente y se comprometían menos con los asuntosardientes que les tocaban en vida. Lacultura de unradical se sostenía en un mundo de fascículos. Mi-les de fascículos. Pero ni una llave inglesa. Los ra-dicales no eran hacedores. Un radical no construíauna balsa ni con palitos de helado. Poca fábricaen el cuero de un radical. No había siquiera me-moria familiar de aeromodelismo a los lados delaeroparque. y después esa fuerte tendencia, ra-dical, a ser abogado, a que les crezcan sobretodosdesde los omóplatos, para volar de un lado aotro, pero con papeles y con muy pocos resulta-dos concretos.

En los años noventa, con el país de remate to-tal y la jornada de elecciones convertida en unaut ina dolorosa, con presidentes de mesa en fu-a por todos los pueblos con arroyo del )).\1S, por-

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que nadie quería dedicar todo un día gratis a uncasting de ladrones y vagos, aun con ese pano-rama quisimos dar una mano para frenar la li-quidación. Pensamos también que la plata poropinar o gestionarnos tocaba. Como éramos adul-tos, queríamos contratos para matar el hambrepero mediante el desempeño de alguna tarea queresultara práctica y moral. Queríamos manejarcosas así como la Dirección de Control Sanitariopara que se terminasen los patys contaminadosde la Plaza Miserere. Se puede, dijimos. Se pue-de alejar a los compañeros pobres de las enferme-dades terminales que se cocinan en la zona delvientre.

Todo el mundo gobernante y gobernado se ha-bía vuelto para entonces más o menos del pejotay para no desentonar tanto con esa clase de per-sonas, aflojamos nuestras pretensiones de pun-tualidad y temario para las reuniones, el prusia-nismo totalmente fuera de línea con la chantadamediterránea en la que se crió todo el mundo. Pe-ro tenían gente más idónea para cumplir esas fun-ciones porque tampoco nos prestaron atenciónesa vez. Así que no pudimos. Y tiramos variosaños haciéndonos las víctimas del realismo suda-mericano' sin estrategias nuevas de inserción.Aunque no nos desterramos, lo que habría sidológico, porque cuando te cagan, te venzás o te vas.Iuvirnos que insistir en el merodeo Dar 1MI zonas

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de los presupuestos, asomar la cabeza por ahí, pa-ra no empantanarnos en los suburbios del pique-terismo político y el olor a goma quemada. Esotambién fue lógico. A veces hay dos lógicas y lasdos están bien.

No nos abrieron la barrera cuando volvimos ainsistir yeso que podíamos camuflar muy bien elresentimiento. ¿Qué más querrían? Se ve que al-guna forma de sinceridad cotizaba. Estebitsti, vosno estás muy convencido de esto, vos no me res-petás, mejor lo dejamos. Te hablaban como en te-rapia. Con mucho lo.

La cuarta época en que nos autoconvoca-mos, pasado el 2001, el inolvidable verano del2002, con todo el ambiente destruido, Hiroshi-ma y Nagasaki made in Caballito y Flores, arran-camos con unos amigos para el microcine deUn Gallo para Esculapio, en Costa Rica y Uriar-te, en el barrio de Palermo, a hacer unas reunio-nes frustrantes con un grupo inorgánico de exmilitantes políticos que iban del centro a la iz-quierda, toda gente muy parecida a nosotros,alguna bastante igual, con toda la industriasimbólica bien representada, para ver cómopodíamos hacer para insertarnos o mojar, co-mo se dice en el ambiente, cuando parecía que.11 fin íbamos a poder hacerla. Representar a las111i1!'lílS y poder hacer bicn todo lo que se habíahecho mal.

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Juntamos veinte cabezas. Compañeros contaras de izquierda inviables, compañeros queespeculaban sobre la utilidad personal de laconvocatoria, a ver si les servía, si enganchabanun contrato. Una abogada que estaba en el nego-cio de los derechos humanos, de un tercer grupo,dijo yo podría estar en el gimnasio y, sin embar-go, estoy acá. Laverdad, te lo decimos ahora, es-túpida, es que estabas ahí porque los sábados sondías largos. Días que se pueden poner monocro-máticos, si estás solita.

Nos sentimos enseguida muy frustrados ymuy solos en el intento de reconstruir la patria.Quién lo manda a uno a hacerse el personaje gra-ve con intereses tan magnánimos. Por otra parte,no duró nada el hiato anárquico, porque al pocotiempo se rearmó el elenco estable y captamos entérminos absolutos que los que están a cargo soncompañeros a los que le dieron otra papilla de ne-nes o que armaron Rastis quemados en plena eta-pa formativa. Y que lo que no es para uno, no espara uno. Como en una fábula.

Los Asuntos Públicos son los asuntos del pú-blico de acá, de la gente conocida, de nuestroscompañeros de colegio y de trabajo, de hermanosy padres. Había que sacarle carga moral a nuestrocompromiso para no chocar con la realidad delegoísmo y la maldad de todos ellos. Entonces fueque, sacándolc carga moral, nos dcsmorallz.unos,

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y nos corrimos para descubrir otra forma de lapobreza que es cuando, además de todo lo que sesabe de la pobreza, una persona se vuelve social-mente inútil.

y nos condenamos a los bares, a sobrevivirexiliados de lo que nos importa. A planear la ven-ganza. Los íbamos a pasar por arriba con un Sca-nia por el simple hecho de ser más inteligentes.

Calculamos mal.Cuatrocientos kilos de café después, hilamos

las cuarenta mil palabras de esta tarde, pocas encomparación a los kilómetros de texto de odioque nos monologamos caminando por Callaodesde Rivadavia a Córdoba después de una mar-cha, un acto, después de una reunión. Lo que nospermite sentenciar que las dificultades que tene-mos para concretar nuestros proyectos, por pe-queños, por egoístas, por escandalosos que sean,nos enseñan lo difícil que puede resultar paraotros alcanzar sus propias metas.

Digamos esto en honor de las bandas que fun-dieron el país.

Podríamos, entonces, ser más flexibles, máshumildes, callarnos la boca. Podríamos parar acá.

No nos anulemos tan pronto.ontemos los detalles.uc dejamos de votar. Que se terminó para

SÍl.!111 pro la escena de falsi flcar emociones los do-milHlOs electorales en que al'l\\IH.:.1b.\I110S p.\I'"1.,1'1

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escuelas. Que si estaba nublado, la jornada elec-toral quedó opa eada, pero que si había sol, ah,¡qué lindo día, realmente!, línea directa con e130de octubre. Y hacíamos la cola como hombresejemplares y muy satisfechos con el mundo. To-do nos caía bien. Clavábamos la nariz en el cartónliviano de las cajas de ravioles durante la espera,aspirando el olor de la pasta cruda, gratificantecomo el olor a nafta y tanto más sano, y nos de-teníamos a ver cómo el paso del tiempo afectabael cuerpo de algunos vecinos del barrio. Reflexio-nábamos católicamente sobre eso, sin morbo, sinchanchadas. Nos decíamos: Así es la vida.

Un día la cola resultó demasiado larga y lagente arruinada nos pareció incogible y enferma.Con muchas dudas nos acercamos a la mesa 6451,masculina, y en el camino nos cruzamos con uncompañero de la escuela primaria y secundariaque nos saludó como haciéndonos la gauchada.Ah, qué haeés, nos dijo. Y nos guiñó el ojo y nostoqueteó el brazo, como si fuéramos repositoresde Baggio. ¡Primaria y secundaria juntos! ¿Eso estodo? ¿Qué haeés? ¿No te copás con un abrazo?¿No querés saber nada más? No. Evidentementeno. Nos guiñó de nuevo, dijo algo sobre el caloro sobre el frío y nos toqueteó el otro brazo y mi-ró de arriba abajo a la compañera que estaba connosotros y lo siguiente fue que bajó una escalera.11 trote mientras se llevaba una mano al l"l_'11I1a

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para hablar con algún verdadero contemporáneosuyo. Desmoralizados por el destrato, nos que-damos brotados y de pie, con psicosis reivindica-tiva, viendo pasar a la gente del barrio, a nuestrosvecinos, como si ya estuvieran todos muertos,todos con olor, todos grises, y no llegamos si-quiera a alinearnos para presentar el documentoen la 6451 masculina y entrar al cuarto oscuromasculino iluminado de un aula unisex adorna-da con papeles afiche de colores. Nos volvimos acasa rápido y guardamos el DNI en un cajón de lacómoda. Ahí quedó. Si nos morimos de golpe ylo necesitan para hacer el certificado, ahí está. Loavisamos por este medio. El asunto es que aban-donamos para siempre la vía electoral.

Tratamos desde entonces de no pudrir el es-tómago con frituras y porquerías. Bajamos rece-tas de Internet, calculamos las proporciones deagua y de verduras. ¿Con cuántas porciones debrócoli por semana se le dice no al cáncer y sí a lavida? Pagamos el gimnasio adelantado por todoun año. Quemamos grasa a full y el Body Pump,ompañeras y compañeros, la manera más rápi-

da y efectiva de estar en forma, el Body Pump,que es resultados, resultados, resultados, a purorebote, a pura repetición con sobrepeso, nos tor-neo las piernas como si fuéramos strippcrs.

Dios sabe que, si algo valiera la pena en serio,110 esra 1'Ía1ll0S ~:11lded lcados i\ Il

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Éste no era el plan cuando fuimos a abucheara Alexander Haig a la Plaza de Mayo en el '82.

A desearle la muerte cuando pasó con el heli-cóptero.

Nadamos también. Y tenemos un primer sa-que muy abierto y con mucho efecto que com-pensa la falta de potencia. Le pegamos con top,como cualquier argentino con aspiraciones. So-mos compañeros de la línea de base que juga-mos un tenis defensivo porque es un deporteque no nos pertenece. Por eso lo jugamos conmiedo.

Ah, y no tenemos auto. Los autos usados serompen y los autos nuevos no los podemos pagar.No podemos, entonces, levantarnos y, si se nos dala gana, encarar a leer los diarios en el Seven Ele-ven de San Isidro. O arrancar para Quilmes. Pon-gamos que una mañana querés ir a Quilmes paraver dónde desembarcaron los ingleses el 25 de ju-nio de 1806, por lo que nos perdimos. Hay gentepor el estilo. Porque si tenés los medios, te pue-den dar ganas de muchas cosas nuevas.

Con pena, viajamos en colectivos repletos losdomingos a mediodía para llegar tarde a un asa-do por culpa de la barrera de la calle Mendoza. Esasí. El raquetero gigante marca Head, colorado yblanco, con que impresionamos a la indiada quenos ve subir al zo no alcanza para disimular 10 in-disimulable: que tampoco tenemos para un taxi.

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Que algunos de los mejores argentinos vivos su-frimos una marginación escandalosa.

El consuelo es haber zafado de la vergüenzade darles la razón a quienes no la tienen. Eso tam-bién es cierto. Pese a que nos dejaron afuera lue-go de hacer todos los gestos de interés por lacosa pública. Desear la muerte a militares y nor-teamericanos y cantar se va a acabar y van a tenerque aparecer. Y se acabó, fueron dos marchas,aunque no aparecieron. Un cincuenta por cientode efectividad.

Debíamos liderar esta comunidad. ¿O no?Hoy somos la retaguardia. Vamos al cine en

banda negativa para no cruzarnos con nadie co-nocido. Yusamos gorrita de marca para dar unlook Nueva York, algo cosmopolita, desafectadoy frío. Que a nosotros la calle, la gente de la calle,los problemas de la calle, no nos rozan nuncamás. Para demostrar también que somos una ver-sión actualizada de nosotros mismos. Que so-mos Mercedes Benzes. Que somos el último up-rade, el último update de nosotros. Que somos

una mac rellena de aire, unas Nike con paracaí-das. Que somos la ultra. La minoría dentro de laminoría. Los intelectuales blandos que usamosgorras dri fit. Nada que ver con los intelectualessolemnes. Los intelectuales con curvas, somos,los intelectuales con scrif Los que hacemos de-porll'S pero no estamos en el negocio de parecer

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hinchas de un club. La ultraminoría absoluta, larabia. Que llore la oligarquía que nunca vio algoasí. Que nunca nadie vio ni verá semejante com-portamiento minoritario.

Somos increíbles, si se nos permite. Estamosque nos cogemos encima. ¿Cómo es que vivimostan bien? ¿Cómo es que comprendemos de ma-nera tan profunda el fenómeno de la vida? ¿Có-mo es que fundimos con tanta maestría nuestraclase con nuestra nación y en este territorio? Es-tamos tan excitados que no podemos pensar unarespuesta. Tomamos vinos buenos y caros parapajearnos sobre sábanas de doscientos hilos omás, pero no tomamos vino blanco, ni vino rasé,¡por dios, el vino rasé! Estamos en la estupidezdel vino, pero no nos compramos decantador ninos lo vamos a comprar. Con cosas así somosmuy firmes, ahora. Tenemos dogmatismos nue-vos. No usamos decantador ni cortagota. Eso síque no. Somos la ultra. No tenemos televisor nimiramos televisión, pero somos también losbuenos tipos que no queremos humillar a nadiepor eso. No es que no miramos los programas delas ocho para hacer sentir mal a nuestros parespor sus vidas estandarizadas y tontas, mirá, laverdad es que no sé de qué me hablás PORQUENO MIRO TELEVISIÓN. Porque tampoco lee-mos más diarios, porque ya sabemos todo lo queva a pasar. Si el mundo nos sorprende (011 algo,

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lo miramos por Internet, que es más rápido y máslimpio. No tenemos ningún compromiso con latradición del papel. No tenemos ningún compro-miso con ninguna tradición. Vinimos a inventar,a dejar una huella. Estamos en el negocio de lasvariedades de té, estamos en el negocio de la co-mida étnica, nos caben las religiones, las integra-mos a nuestra creación. Nos cabe hasta Bin La-den. Por lo sacrificial de su gesto, más que nada,su errancia por distintas cuevas de Asia y esaconvicción inalterable de llevar a fondo sus cosasde una manera siempre creativa. Somos tambiénlos que no fumamos pero que alguna vez fuma-mos. No somos de los que nunca fumaron. Y so-mos los que si tenemos que dormir mucho poralguna razón, nos tomamos medio Alplax y noentendemos a los que se escandalizan por cosasasí. A los que miran con cara de ¿estás bien?,cuando contamos nuestras costumbres. Para quenos entendamos, si con esto, si con la Argentina,los incompetentes que controlan las operacioneshicieron algo parecido a África meridional cuan-do LA IDEA ERA OTRA, tenemos que defen-dernos como podemos. Y que nadie rebaje a ra-cismo este comentario. Un abrazo a toda la gentede color presente en este acto ya la que lea la des-zrabación.

Fue muy cansadte veinte ni

y solitalferencía I

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siendo tan invisibles como el que más haya he-cho por evadir las responsabilidades. Hicimospequeñísimas diferencias, ridículas en la escalade la inversión de tiempo y esfuerzo y ligamos elrebote de la persecución. El mundo nunca perci-bió nuestras buenas intenciones. Nos miró siem-pre torcido y cuando los vecinos se acercaron pa-ra hablarnos fue para perdonarnos la vida ydarnos indicaciones sanitarias. Para llamarnos laatención sobre el exceso de conciencia. Que asíno tenés paz, no te dejás llegar por otra persona,ni bailar. Que es tan importante. Una broma quenos hacen siempre dice pará de sufrir. Las ratasllaman sufrir a cualquier cosa.

Como no les queremos dar la razón, les pone-mos carita de sanos, les mostramos los callos deltenis en la mano derecha y les decimos cosas biencapitalistas para que no sospechen. Recitamostodas las marcas de ropa para deportes de invier-no que sabemos, Northlands, Alpine Skate, Co-lumbia, y les enseñamos el carnet del HospitalItaliano, la mejor medicina del mundo en una so-la manzana de Almagro.

Te queríamos beneficiar, queríamos que seasfeliz, anormal, por eso organizábamos asam-bleas. Y porque queríamos calles con nuestronombre, compañeros. iQue las compañeras vio-len la luz roja en Malabia y Estebitanl El drama dealauicn bien educado pero pobre de verdad, ouc

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quiere que los educados de cuatro generacioneslo reconozcan como par, lo inviten a sus quintas,pero que siente culpa por la menor suerte de sushermanos, los trabajadores.

Así estamos, entonces. Apretados entre todolo que no se puede hacer y todo lo que no se pue-de aguantar, sólo nos quedan los deportes y el ar-te. Pero, ¿quién quería ser artista?, compañeros.

Vamos a llamar arte a la venganza. A la actitudde desarrollar únicamente ideales estéticos, a re-novar los personajes que interpretamos, a curio-sear siempre en cosas nuevas y a desconfiar de loque se anuncia como definitivo. Gozamos con lascaídas inevitables. No nos van a pagar nunca an-tigüedad pero no nos importa. Somos la ultra.Somos la más linda de todas las minorías que al-

na vez alumbró la patria. Somos los que vamosa restaurar el espíritu aventurero. Los que no te-nemos más ganas ni tiempo para profundizar.Los compulsivos del cambio, los neurótico s quebuscamos la quinta pata del gato. A nosotros yano nos convencen así nomás de morir por la pa-tría grande de San Martín o Tres de Febrero.

El arte es mejor plan, ahora. Más descansado.Más mediterranée.

Admitamos nuestras miserias. Una vez pordía desde hace veinticinco años nos queremos ir.\ vivir a Buzios o a lugares así, Nos imaginamos

n In rnndruzada del Atlántico camlnnnd

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jada por un empedrado, envueltos en trajes deneoprene rumbo a la playa a tirar redes para pes-car y cantando nace una flor, cómo me pega estesol, mientras una compañera afrobrasileña sequeda en la cocina de la posada que administra-mos con nuestras esposas, preparándonos el de-sayuno como más nos gusta.

Los argentinos descubrimos Buzios.A las guías de turismo les gusta decir que fu

Brigitte Bardot y algunos compatriotas tambiénlo repiten. Suponen que decir que fue Brigitte loprestigia más porque van a su playa. ¡Dios!, 1presencia de ese lote inmenso de boludos qumistifica en contra nuestra es una de las guerrsecretas de la democracia.

IlIt' valemos la pena en este país. Y por el costa-lo. () escondida, una meta no menos legítimamque más patética y personal: zafar. Que al me-ltl se cumpla el sueño del cero kilómetro por el

rerlo de la reproducción técnica y mecánica deI,IS palabras y su traducción en mercancía.Por supuesto que queremos dejar algo, tam-11. Oueremos hacer los deberes que se vulga-1I1l'n el jardín de infantes Amapola, donde los[uiros graban canciones, filman películas y

nr.in tomates en huertas orgánicas. Un jardín1 .In() dos mil para sus padres diseñadores del

1.ls mil. Para papás que vienen con la nove-I de relacionarse técnicamente con sus hijos y

IllIl'IWS vemos las mañanas de los sábados ennr, Racha de Armenia y Costa Rica. Las mo-mirando el horizonte, buscándose, y los pa-

.nt.idos al sol tomando Coca Zero. Dicen'IJls: «Ahora que son las 10 horas y en la ea-

17 grados le ponemos este sombrerito,Ida. pero no tomó ayer la media mamade-Ih:40. entonces, le ponemos también un

n en las bolitas». Y, a la tarde: «Qué con-_ ••dad, vamos a hablar con una amiga psicólo-

p.) p.rrn ver cómo le decimos a bobito queVil dos días a un congreso».

I'\(.~tener hijos pronto para que cazuen aI.lH .) eStOS monstruitos que scuuramcnheruarán.

¡Ah!, pero esto que digo que arme quilomque la pendejada se enganche y salga a tirar pidras, incentivada por la lectura. Pero comvez que dijimos no pasarán ellos pasaron, npongamos tan locos con la política. Ahorsomos grandes usemos racionalmente nutiempo libre. No hacerla es de gente con plAunque admitamos que hay un objetivo poimoderado, cortón, en todo este pequcízo que hacemos esta tarde con ustedes, j 1tedes! Se trata de mantenemos calícnjados entre los dos mil () tres mll tl¡

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En Caballito, donde arrancó nuestro sueño desalvación de la patria, los chicos todavía recogenel Sugus que se les cayó al suelo, sin el papelito, yse lo meten en la boca. Y lo chupan para sacarle to-do el jugo y no se han muerto. No es para tanto to-marun caramelo del piso. No es lo que se dice. Suspadres los toman de las orejas, o los tironean delbrazo para cruzar Rivadavia a14900 por la mitadde cuadra, para entrar recto a las galerías. Y si losnenes piden helado, compañeros, los padres noles compran. Y si la abuela se muere les dicen: ves-tite, la abuela se murió. También hay abrazos enesa zona, con los goles que se hacen los domingosa unos arcos armados con dos remeras en el Par-que Centenario, y cierta productividad culturalde mirar fotos el día que entierran a la abuelita. Asíla queremos recordar, soplando velas, la vieja, conun flashazo en la cara.

En el otro lado de la vida, acá, en los geriátri-cos de Palermo, a los ancianos también los en-ferman de productividad. No es sólo que los po-nen a tejer, los vuelven alfareros a los ochentaaños. Nadie se va de acá sin su cenicero de crea-lina, les dice el de la cochería. En Caballito no.Los viejos miran la calle desde una ventana conherrajes negros, sentados en sillas de mimbredurante mil horas hasta morirse con los labioshúmedos y la barba crecida. En Caballito se mi-ra la calle por última ve •..

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No es por comparar espacios ni épocas. Si ha-cemos Estocolmo contra Buenos Aires nos anu-lamos para siempre. Dijimos Caballito porquenos criamos en Caballito y hablamos de lo quenos da la gana. No por evocar boludamente el pa-sado. No hay nada en el pasado, teléfonos negrosy pesados. Bosta. El cine Moreno, las chicas pin-tadas que fumaban en la entrada del Carlos Pelle-grini falso de la avenida Acoyte, el Charly, dondese regalaban títulos de Perito Mercantil. Y el RíoRhin con sus medianoches de salchichas y chu-crut con el gordo Shuberoff y los chicos del comi-té de Formosa 114.

En 1980, hagamos números redondos, Caba-llito era el Palermo de los años 2000. Y era mu-cho, mucho más que Palermo. Había más plata.Las calles Beauchef, Rosario, frente al Parque Ri-vadavia, todo ese mundo de Toselli y Fuentes eraun mundo extendidamente cheto, con cubiertosde calidad, Plata Lappas, no Tramontina, y para sersocio del Club Italiano, para ir a sus bailes, parasentarse en su restaurante de mantelería blanca ymozos de toda la vida, había que cagar sangre yoro al mismo tiempo. Mirá si vas a bautizar Beau-chef a la calle de un bardo decadente y triste. Aesas calles se las llama Eva Perón, Saadi. Beauchef's de puto.

NuestraV1V

n Avcllancda y Acoyte y en1HCI~()r Vluanó. dueño <.1"

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una maderera, y a la vuelta, por Acoyte, vivían losVil aplana que tenían fábrica de chocolate y dosFord Farlaines. Sus hijos iban al Mariano Acosta,la misma escuela pública donde se entrenaronManuel Sadosky, José Luis Romero y el comen-tarista deportivo Julio Ricardo. A la otra vuelta,por Hidalgo, vivía Hugo Lamónica, que integróel gabinete económico de [oe y que se había mu-dado al primer edificio de Buenos Aires en incor-porar el portero visor. Hugo tenía 3S años. Era jo-ven, era canchero y era del Proceso. Tenía la edadde un Babasónico.

Todo empezó a cambiar con la híper del '89.Primero en las casas. Los azulejos que se parteny que no se cambian, el deterioro, invisible parala compañera y el compañero que pernoctabanahí y luego, de a poco, mostrando la miseria paraafuera. Pero uno de esos años que siguieron a lahíper, el ambiente se modificó de forma abrupta.Si podemos especular, y acá nos damos los gus-tos, el punto de inflexión fue cuando les cambia-ron el vestuario a los mozos de El Coleccionistay el saco té con leche, sobrio y elegante, pasó a serun estampado floreado, tropical o coreano.'

No cambiaron los dueños, como tanta gentecreyó al ver la renovación. No. Esos mismos due-ños creyeron que la forma de asegurar el nczocioera renovar el vestuario. Actualihacer bosta el concepto de hermosura, Un verda

Esteban Schmidt 33

dero disparate, contradictorio con la época, por-que si una compañera era una tabla, bien podía yaen esos años incorporar detalles de terminaciónen su tórax y emparejar con un modelo de yeguainternacional.

Si el público del bar había cambiado para 1996,ra algo que los propietarios sabrían mejor que

uno. Habrán hecho una suma y resta de tostados olicuados de frutilla que pudo haberles dado unaidea de quiénes se sentaban a sus mesas y de quié-nes ya no. Pero en caso de que el público no hu-biera cambiado, sí lograron que el público cam-biara con la renovación de la ropa. En sintonía searmó una coreografía barriallamentable con lainstalación del Bingo sobre la calle Rosario, yeldescascaramiento del Sanatorio Antártida, queacabó mostrando una imagen dramática de hos-pital del conurbano cuando a la vista de los pea-tones bajaban moribundos de las ambulancias.

Hubo más kioscos también, porque las com-pañeras y compañeros obtuvieron indemniza-iones de los trabajos de los que fueron despedi-los, de ENTel, de YPP, de modo que el paisaje deada vereda se empobreció con carteles de mar-

cas de golosinas, y más ·comercios minoristas.Más cartclcria. Y como cuando la cosa viene muymal se compite por precio y vendiendo al mcnu-leo cigarrillos y nspirin.'N" hay que poner cartc-

les urandcs v Vlttl08olll. A"t. hubo PANCH

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la calle Beauchef. Una catamarqueñización de-senfrenada. Un abrazo enorme a todos los com-pañeros de Catamarca, desde luego, ya todos losburritos de la precordillera.

Si nuestra gente es más pobre, come más pe-rros calientes, yuna heladería que en los mejoresaños cerraba todo el invierno, como la GelateriaSilvio de Acoyte y Yerbal, con sus cucharitas demadera y la mezcladora a la vista, terminó ven-diendo cosas calientes, café al paso y churros, elcuadro completo resultó una expulsión violentapara los ilustrados. Una represión en el ParqueLezica pero a delantalazos. Y El Coleccionista,una coqueta confitería perfectamente trasladablea Milán, se había mudado de golpe a Quito. Ha-blemos crueldades, ¿quién carajo quería vivir enQuito?

Todos los de París, entonces. Todos los queoímos hablar de la rive gauche y la rive droite,nos tomamos el 55 en Acoyte para nunca másvolver y nos bajamos en esta esquina de Borgesy Paraguay donde algunos compañeros monta-ron con tanta generosidad este escenario paraque esta tarde digamos algunas verdades, mó-dicas, preparatorias tal vez, de mejores y futu-ras verdades. Un entrenamiento para decir ver-dades y con esta voz.

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Vamos a los detalles de esta vida, de una vezpor todas. Hablemos en voz alta de la Academial'laxo. Es cierto que podríamos ponernos un toa-IIón y atender por el portero eléctrico a una com-pañera que nos tiene las bolas rotas y escribir ap.irtir de esa imagen un relato respetable, legíti-mo, vendible en España, es verdad, es verdad, pe-ro nos calienta mucho más hablar de Flaxo y noIlOS vamos a anular por especular con viajes opremios.

Vayan señores rubios, hablen ustedes de susvidas privadas todo el tiempo, que nosotros com-prendemos muy bien que la mitad de la energíade la vida, la mitad de la vida o más, se va en pro-hlcmas puertas adentro, pero mucho más entre-1 cnido nos resulta a nosotros hablar en voz altade los asuntos comunes. Si hablar como habla-1110S, si escribir supone que algunos te escuchen,por qué no les vamos a caer en la cabeza a nues-1 ros contemporáneos con una tonelada de ladri-llos encima, para ver lo que nos pasa como gru-po, ¿no? Con La Aldea, no con La Andrea. Muybien el amor. Aprobado con diez. Tenemos mu-chas parejas jóvenes aquí esta tarde y nos erno-GÍo!1;\n,nos gusta verlos abrazados, A nosotros,n la ultra, nos ha llevado mucho tiempo dejamosllegar, pero no podemos armar una tribun

fcriu

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mundial de las cosas de la catarsis de los asuntosprivados. No se nos escapa que lo que impidedormir son siempre los problemas domésticos,el cabotaje familiar, porque nadie se da máquinahasta las cinco de la mañana pensando en las ba-tallas que hay que dar para mejorar la distribu-ción del ingreso en Santiago del Estero. Son gus-tos; de todos modos, estamos en democracia ypara eso puso los muertos el peronismo, para queunos hagan terapia en público y otros hagamospúblico el trauma social. Queremos que algo seprenda fuego, ésa es la verdad más grande. Quesepan los rubios que no les va a pasar nada si qui-sieran probar con otra cosa. No los van a lastimarpor decir dos o tres verdades. Nos imaginamos elmiedo que experimentan las personas que no tu-vieron amonestaciones a la edad de las amones-taciones y que se portaron bien toda la vida. Tan-to retaceo de la acción acrecienta el pánico a lasanción. ¿Y sabés que no? ¿Sabés que es casi gra-tis? N o piensen, muchachos, en la valentía quehay que tener para hacerla, si eso los acobarda,piensen en dar un paso adelante a ver qué hayfuera de la casita que les hicieron dibujar en la Es-cuela del Sol.

Nosotros le metemos para adelante y habla-mos de Flaxo, porque si alguien dice Flaxo en loscumples de la calle Guatemala a los que V.lI1lOS,

los otros invitados dicen ¡Ah. 1~1,a"CJ/.V nosouos

I .steban Schmidl 37

pensamos ¿ah qué, mogólico? Cuando escucha-mos algo que suena a oficial encendemos la sie-rra eléctrica. Y queremos sermonearlos dicién-doles que no vayan a esos lugares a hacer el caldogordo, que vayan a hacerles terrorismo. Pero nodecimos nada porque alguien dice antes: Hice unutso en Flaxo, una maestría en Flaxo y lo dice

muy contento, y se acercan otros invitados a la.ocina donde se cuchichea sobre Flaxo a pedirprecisiones de cursillos, y entonces en ese pun-to te callás o te vas. Y en casa, solo, hace más frío.

Compañeros: hay gente que se ha puesto denovia en Flaxo. Primos que viven en Córdoba que[uieren hacer algo en Flaxo. Y mucha gente que

no llegó a anotarse en Flaxo porque no le dabanlos horarios, el presupuesto. Los resentidos porfalta de Flaxo en sus vidas.

¡Qué grande, Flaxo! Eso ya lo dice la gente enbroma.

Todos los ministros y subsecretarios que pu-so Flaxo. [Atención!

El senador Daniel Filmus. Factotum de Flaxo.Subsecretaria tal, cualquiera, que fue a Flaxo.Directora Nacional que alguna vez coordinó

un arca de Flaxo ... ¡Yhay' que coordinar áreas deFlaxol, si nos disculpan la digresión.

La cadena de mails con viejos alumnos, conlo nuc suena bien. El arma-

ulna d

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diantes, toda la cadena de la felicidad y el recono-cimiento asegurado, los cientos de correos quecierran diciendo gracias!, besos!

Oscurecimiento. A las diez y media de la ma-ñana no está nada bien la coordinación de unárea. Está muy gris. No tiene ninguna gracia es-tar encerrada en un cubículo en el papel de mu-jer institucionalizada. No se ha estudiado sociopara armar planillas de Excel, de Flaxo. Sirvesocialmente, eso no se puede discutir. Es unapresentación sólida en el Club de Amigos. Unatarjeta laminada en polipropileno mate con sunombre, su lugar, su dirección. Okay. Y despuésknock out bastante antes del gong. A las once em-pieza a chatear con su mejor amiga de la Facultadque vive en España, que cómo les va a las dos, yhace cuentas la coordinadora. Memoria. Le vamal. En comparación le va como el orto. A las do-ce la oficina no le gusta. Es chica. ¿Es chica? Eschica. El monitor de la pc es viejo. A la una, lacoordinadora se obsesiona. Como merece muchomás, pide chow fan para llenarse. A las dos de latarde la sangre le recorre las tripas y se siente unaloser total preparándose un Cachamai en el offi-ceoSus ilusiones de pantalla plana están intactasa las cuatro de la tarde porque la sobrevida en uncampo de concentración requiere de una espe-ranza demencial. De última, me la compro yo,piensa. Quedan incólumes los d••• o. do cornpl

I stoban Schmidt 39

rar el escritorio con los productos de librería quese venden en el MOMA, los clip s del MOMA, laslapiceras del MOMA. Alguien va a viajar en cual-quier momento. Se retira a las seis con ideales.

Advertimos que no podemos enfrentarnos aproblemas legales, compañeros. No nos recla-mcn, entonces, todos los nombres verdaderos,los de la guía. Esto es lo que hay. Si resultara in-suficiente, de más está decir que se puede aban-donar tanto este acto como la lectura de nuestraspalabras. Pero se trata de material inspirado enhechos reales, si alivia. No tenemos ninguna ima-ginación. Todo lo que existe es todo lo que hay. Y110 nos vamos a apretujar en el subte para ir a ha-rcr trámites con abogados al centro. Por ningunarazón. Somos veteranos de una guerra perdida.Niuna reunión más en nuestras vidas. Esta ven-r.mza módica, yadiós.

Retomemos.laxo en la mitología patria es hermana de Ve-

lox, ambas hijas de Xatanás.Velox fue una financiera que murió apuñala-

d.\ por el Banco Central y que se extraña en la city,por la categoría de compañeras que había en el se-rorariado del nivel zcrcncial, Era un gusto pre-

husmear el capitalis-lujos como almorzar en

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el Clark's de Sarmiento a mediodía y escapar conalguna de esas pibas a hacer una siesta en un bar-co amarrado en CUBA. Esas bancarias ya estarántodas casadas bien, esperamos. Con nuevas ter-minaciones en el tórax y cuentas en el extranje-ro. Qué van a ahorrar acá.

Flaxo sobrevive. Es la financiera académica dela patria.

Un científico social debe matar el hambre, queno lo coman los piojos, y es amigo de un mucha-cho que participó de una ONG medio neoliberaly que terminó de subsecretario de un gobiernopopular y arregla con él una investigación sobreel tema que más le guste o el que le resulte másfácil y se manda a Flaxo a que se la auspicien. Elarreglo es que le ponen el nombre institucional,y él hace el trabajo. Y le deja un diez o un quincepor ciento de su acuerdo comercial con la subse ala institución. Ese porcentaje se dice en inglés:overhead. Decirlo en inglés es como caminar sal-vado por la principal avenida del capitalismo. Escomo ser un banana de la republic. Flaxo, compa-ñeros, cuando no es ese rumor eléctrico quepregna a nuestros amigos profesionales de la cla-se media con inmensas ganas de zafar, es el me-nemóvil.

y su negocio es mantenerse equidistante delas fuerzas en pugna. Es como Barugel y Azulay:un nczocio de baños que no el rAdiCAl, peronlsro

Esteban Schrnidt 41

ni del Frepaso. Igualito a Flaxo. Que al no ser ín-timos de nadie, son buenos amigos de todos yaprovechan la necesidad estatal de cuadros quepuedan decir de manera compleja aquello que losmaestros conocen de manera práctica. Así se ar-ticulan relaciones de poder en el campo de la edu-ación.

Lo ilustramos más fácil para los compañerosque se han acercado a esta esquina desde otros ba-rrios: Flaxo pone a los sociocientíficos por arribam el escalafón jerárquico y salarial porque se su-pone que la ven.

Es verdad que, así como la mayoría de la gen-t e no tiene la menor idea de lo que hace en la rea-lidad diaria de su vida, los maestros tampoco.Como son maestros y enseñan la tabla del cuatro()cosas más difíciles como factoreo, puede pare-

-rnos que ven más pero, en general, no. No tie-non objetivos superiores a la supervivencia yposeen la misma falsa conciencia que cualquiermetalúrgico.

En los barcos a la deriva, en la lenta deriva deun barco, compañeras y compañeros, hablamosId país, hasta el último pasajero llega a tener una

ide.i aproximada de qué pasó, por qué chocamosy contra qué. Si fue un témpano o si lo torpedeóIl\Thntchcr, Pero en la hora final, con el agua fríaorniéndolc las piernas, ni lo piensa. El culpable

lcs lablos blancos y .,,,

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hunde de a poquito haciéndose lugar entre res-tos náuticos para irse al fondo donde no hay na-da de luz.

En las escuelas más o menos lo mismo. Secuelga media hora la maestra detrás del vidrio su-cio de la puerta del aula 7 a mirar el mástil del pa-tio mientras los pibes se matan y se dicen puto,anteojudo, enano, gorda, culón, cuatro ojos, hi-jo de puta, maricón, maricona, tortillera, puto denuevo, y taconea para que bajen la voz, y la bajan,y la suben, y taconea de nuevo, y si se mira tresveces las várices piensa en el fin, que la torpedeóla Thatcher, y pide licencia y capaz que tiene na-da más que 45 años.

En la sociedad del espectáculo, además, losmaestros tienen tanto predicamento como unacajera del Eki porque los arremolinamientos y elrespeto se corresponden siempre con la plata ocon el poder. Nunca se ha cortado el tránsito pa-ra ver pasar a una maestra, excepto en el libro Co-razón, que está tan mal visto. Así, ninguna maes-tra firma la asistencia pensando que esto mejora,más bien lo hacen conscientes de que empeora.No son tan, tan cortas, tampoco. Veinte millonesde pobres en las inmediaciones escolares, un paísque no fabrica nada y depende exclusivamentede un precio internacional que no puede contro-lar de unos granos que no le pertenecen I y los quobicrnan de punta J punta del paf •• v en todo"

INhnn Schmidt 43

" escalafones, son una constelación de estrellasmuertas y viciosas que ya quebraron el Estado almenos tres veces.

Los chicos por supuesto que no saben nada delo que pasa ni de lo que les espera pero los padresironservan la fe en la prosperidad. Van cada tan-

Io.il establecimiento, a los actos, a buscar a los es-e"« ilares, y ven progresos. Pero, papis, los chicos.Iprenden a escribir hasta en escuelas de GuineaIkuatorial. Sépanlo.

Laacademia Flaxo fue partícipe de los últimosve-inticinco años de gobiernos argentinos, [par-u-ci-pel, compañeras y compañeros, y Flaxo norit'ne el escudo del gobierno nacional y las tarje-las laminadas en polipropileno mate de sus coor-di nadores de áreas no vienen con marcas de agua.

-Pero, tío Antifaz, ¿cuántos subsidios, cuán-l.l plata viajó de las cuentas ministeriales a lacuenta de Flaxo?

-Containers, Anteojito.1 Iagamos ahora la pregunta en la que todos los

invitados del cumpleaños al que fuimos anochepiensan:

¿Qué drama hay si esta gente estudia para so-lucionar los problemas de la educación argentinay g.run lo que tiene que ganar un tipo que se so-metió ,11 deber y al estudio incesante?

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Es legítimo. Está perfecto. Nos hace muy feli-ces que se hagan casas a su medida y se comprenuna hectárea a setenta kilómetros del centro pa-ra hacer apicultura o para tener una huertita, queson tan lindas. Es la única vida que tienen. ¿Có-mo no los vamos a entender, licenciados?

Pero si hace veinte años que Flaxo pone fun-cionarios nacionales y municipales de educacióny los alumnos son cada vez más flojos ... Y si,conscientes de eso, los licenciados mandan a suspropios hijos a escuelas privadas, la conclusiónes que fallan en la gestión y diagnostican en suabsoluto beneficio. Ganan la plata para los clubesMed de verano y se percatan de dónde notienenque educar a sus críos para que prosperen en lavida y les paguen la parcela en el Parque Memo-rial en el futuro. Apuestan con información cla-sificada, compañeras y compañeros. Fea actitud.

Podrían retirarse unos años y hacer lo que ha-cemos todos cuando algo nos sale probadamentemal. No hacerla más. Y no es que no queremos quela gente zafe, porque para eso se estudia. Tampo-co es que Flaxo es un terciario de la Secta Moon,pero puede ser más dañino que la Secta Moon dela que se habla tan mal, sin saber bien por qué sele cae con tanta mala onda a un chino.

El querido Daniel Filmus, por ejemplo, no esde la Secta Moon, pero fue funcionario de CarlosAlfredo Grosso y de Carlos Saúl Mcncm, del in

I utnban Schmidt 45

u-ndente destituido Aníbal Ibarra y del matrimo-nio formado por Néstor Carlos y Cristina Elisa-hct Kirchner. Una curva de veinte años asesoran-do en las alturas, decidiendo sobre escuelas,iobre planes, sobre obras, y los alumnos apren-den cada vez menos y son más justitos. Filmus,mcá culpa, loco. Algo hacés mal. No dejás pasaruna. Decí: Yo ya jugué, ya erré todos los penales,.ihoi« que pruebe otro.

Si la patria contratista se define porque unal'mpresa constructora tiene un edificio de oncepisos donde sientan abogados en los primerosd icz e ingenieros con tableros pequeños reciénen el undécimo, captamos la idea de que el nega-r io es llevar y traer papeles y que prorroguen ven-cimientos y estiren plazos y cobren comisionesy que, luego, un par de técnicos finalmente haga.ilgo, para disimular. No hay por qué, entonces,110 hablar de las eminencias de Flaxo en los mis-mos términos. Con el agravante de que Flaxovende diagnósticos. Los diagnósticos no son ca-lles, no son infraestructura ni hospitales. Losd iagnósticos son humo.

En fin, el nacional justicialismo requiere detécnicos para hablar de educación o de salud. Nose juegan todavía a poner al frente de esos asun-tos ,1 la compañera de una básica.

En honor de Pilmus dig.lI11OS quc hizo el sa-lflcio de ser reconocido nor 1,\población civil y

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asomar a la calle su cara de San Bernardo. Es se-nador, fue ministro y por eso merece el respetode quien al menos asume el riesgo de que lo ca-guen a palos a la salida de un cine o terminar ju-gando a la canasta en el Treinta y Tres Orientalescon Papaleo y Lorenzo Miguel.

Pero su amigo Luciano «Manteca» Di Nápoli,compañeros, otro científico social extraordina-rio, como Daniel, ah.

Manteca es de los que sólo se expone en inte-riores.

Manteca Di Nápoli, donde quiera que estés,buenas tardes a vos también y a todos los que teconocen. Llegó la hora de rayarte el auto.

Lo presentamos. Di Nápoli es uruguayo denacimiento, y no perderíamos un segundo di-ciendo de dónde es si no fuera que él mismo su-braya su condición de uruguayo para distinguirsede sus alumnos argentinos, de sus pares socio-lógicos argentinos y de la supuesta arroganciaargentina, tan, tan embromada que se merecetantos chistes por parte de gente de otros paí-ses sudamericanos a los que les ha ido tan, pe-ro tan bien.

Manteca es un muchacho de metro setenta,setenta y cinco kilos bien distribuidos y barba so-cialdemócrata, lo que equivale a decir que es pro

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lija y corta. No de quien necesita una barba porser narigón o pelado, sino como decoración por-que una cara simple, lavada, afeitada, diría mu-cho menos de una persona dedicada a la cienciasocial.

Hablamos de un licenciado de cincuenta añosron una disciplina fenomenal para el encadena-do de funciones sociales trascendentes, todas abuena distancia de las vecinas y los vecinos, demodo de lograr ser tan prestigioso como invisi-ble. Vocal de Citizen Power, director general delSistema Nacional de Consumos Culturales, con-sultor de la OIT, directivo del portal Educ.ar. Unrurriculum que se pone entery no se tilda la má-quina hasta la página 70, que es cuando puedesurgir la idea de que más vale que este hombre.une con locura a la patria donde fijó residencia,porque la preocupación exagerada por la suertede los argentinos, si no, no se entiende.

Es obvio que ser argentino nacido y criado no('S garantía de nada, pero no es lo mismo que te,\rruinen la vida los compatriotas a que te la arrui-ncn los extranjeros. Esto es polémico, y es posi-hlc que sea falso, cada uno puede armar su tribu-nira, escribir su libro, obviamente, pero es otralegitimidad fundir a tus hermanos si sos de la fa-milia que si no lo soso El viejo tema musulmán deqUl' In sangre no CR agu,l. Si nos funde Menem,nos lo canamos. :\l1nC1U~no 10 merezcamos. Ani

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llaco sería nuestra guerra civil perdida. Sus habi-tantes más caracterizados son todo lo especula-dores y ventajeros que se aprende a ser en unpueblo semita acostumbrado a los comerciantesque se transportan en camello y que cambian bol-sas de sal por una palangana para lavarse las pa-tas y que son herederos de esa negociación míti-ca con el camélido que en medio del desierto lepide cosas imposibles a su bereber para seguiradelante.

Si los de Caballito, que somos más, y más cul-tos, perdimos las primarias con los de Anillaco,te exiliás o te la bancás. Y cuando se pierde, hayque ser hombre, hay que aguantar. Con todo elenorme cariño que tenemos por la llanura uru-guaya y por algunos de sus mejores hijos, es in-cómodo que te baje línea alguien que está cultu-ralmente libre de tus derrotas y tus triunfos. Sosde acá o sos de allá. Definamos eso. O elimine-mos los controles aduaneros. Total.

Sentenciemos ahora. Asesores, asesorados ytécnicos, gente activa y enérgica de todos estosaños libres y electorales, enfermos de importan-cia los sábados en el Club de Amigos, padres con-sultores disfrazados de granaderos y madres sub-secretarias encarnando a damas mendocinas cada17 de agosto en las escuelas de sus 1

lntoban Schmidt 49

·1origen que tengan, tienen que soportar algúnbochorno público para compensar la desgracia de\111 país que lo tiene todo pero que no da paramas. Que paguen los traidores.

Veinte años presentando diagnósticos, infor-mes de coyuntura, ¡todo anillado!, diapositivasron el power point para enloquecer con tecnolo-gla a las burocracias y, sin embargo, comproban-(lo en cada oportunidad, en cada presentación enlos microcines, en los auditorios estatales, que elesfuerzo es en vano porque no importa, no im-porta nada de nada lo que hayan pensado y dicholos compañeros licenciados. Su trabajo mental.iscsor ha sido y es, por sobre todas las cosas, apo-

psicológico disfrazado de ciencia para hom-brcs de todas las variantes del pejota que apren-dieron a sobrevivir y a ascender sin entender lasr.izones profundas del desastre pero que sonmuy prácticos con las consecuencias; aprovecha-dores natos de las calamidades.

Los consultores informan sobre el deterioro(le la patria pero nunca mencionan su propia res-ponsabilidad en la materia. No se disculpan yamedida que meten la pata agigantan su presenta-ción respetable. Son de bronce en su imagina-

ión , pero hay que verlos aprovechar las liquida-dones en el Zara cada cambio de estación, dondehacen trabajo de campo en los probadores y su-\:\11 en una oiorl'\l1dotrAl de 1:\cortina.

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Di Nápoli y su señora componen un matri-monio muy lindo, muy serio, con nene y nena.Una familia redonda, cuadrilátera, que vive enuna casa de ocho metros con sesenta y seis cen-tímetros de frente por cincuenta metros de fon-do en la calle Gurruchaga del barrio de Palermo,el barrio salvado, diseñada por ellos mismos conel apoyo técnico de un arquitecto, para durar co-mo matrimonio, como familia y para que la casadure como creación y legado. Algo para siempre.Abaj o el living, el garaj e, y un jardín de fondo concañas de la India definiendo el perímetro, repo-seras y parrilla con brasero. Arriba, los cuartos yun baño súper con hidro y ducha en box y todaslas fantasías de Barugel y Azulay: venecitas so-bre cemento alisado, duchador manual, kilos deespuma en grano, un frasco de vidrio lleno de es-camas de jabones de colores y un ventanal que daa la calle, en cuyo borde acomodan perfumes im-portados para que se vea desde la vereda de en-frente la fila de botellitas adquiridas en las tras-noches de los free shops.

Los Di Nápoli son globales, que es tan impor-tante. Vidas internacionales que juegan a fondoen el]umbo, donde embolsan rarezas para las pi-cadas como aceitunas negras rellena. d. "tlI1116n.Lo de todos los días, 10 que se venc •. lo rotlr,lI1 del

I stoban Schmidt 51

iúper Cordial de Borges y Costa Rica, donde loscruzamos siempre. Sorry la casualidad. Manteca-stá muy a mano desde que la Buenos Aires que't' puede transitar y vivir sin deprimirse se redu-

jO a cuarenta manzanas.Tanto en las góndolas grandes como en las

rhicas, el matrimonio se muestra como gentepráctica, solvente y sobria. Tal vez triste. Con unIuerte sentido de la vergüenza y culto a la ubica-ción.

Los fines de semana tienen sus rutinas del 1ub, la horita de tenis, la horita de sol con losojos cerrados, los veinte minutos para leer el li-IIra que sacó Edgardo y que es una tremenda gar-rha, con cuadros estadísticos, y reprimido hastal'11 los agradecimientos. La media hora consagra-<1.\ a conocer gente nueva, porque nunca se saberomo terminan esas historias que empiezan en(11 frontón, sus derivaciones contractuales, y los,11 ardeceres refrescando anécdotas, regando laplanta de las amistades más viejas y su continua-( ión en las comidas preparadas con dedicación.Los risottos que llevan tiempo, unas verduritas,d wok, con algo, con croquetas de polenta, todas.utividadcs recreativas que precalientan para una

nnana de trabajo donde se hará un fuerte cultotl crecimiento de la cuenta bancaria y a la propor-ción de ladrillos propios, y cada uno de esos días-spcculundo acerca de l~ mejor manera de "pro

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vechar l~s sábados, los domingos y los feriados,porque los días laborales, aunque se sacrifiquena una magnífica ventura económica, son una tor-tura. Y así, compañeras y compañeros, por todolo que dura una vida. ¿Qué tal?

Durante la semana, Manteca y señora se le-vantan al mismo tiempo. Se miran cuando seenciende el radio despertador con la voz de la fa-mosa locutora Magdalena y se dicen ya. Eso esmuy lindo. Y no se separan hasta el centro. De-jan a los nenes en el Lycée Francais y encaran pa-ra las oficinas del asesoramiento donde, de auno, caminan como hechizados por los largos,fríos y, más que nada, turbios pasillos de los mi-nisterios. Los Di Nápoli, que son gente perfu-mada y bien vestida, serpentean por una crudaescenografía de azulejos manchados de tóner, democos viejos y anuncios de la UPCN pegadoscon cinta scotch que avisan de reuniones dondehabla Miguel, el delegado, y Marta, Mirtha, Sil-via y Jorge escuchan, y fuman Le Mans largos yrevuelven monedas y clip s en los bolsillos de susdelantales, como laboratoristas de Europa delEste. Postales humeantes de pobreza y resenti-miento que regalan estas plantillas que preparancafé para los empleados jerarquizados y que pa-san trapos a los escritorios. Y hay baños, en esospasillos, cada cien metros, y hav que adivinarcuáles son las puertas que l

Esteban Schmidt53

den ser morgues rumanas los baños ministeria-les, mantenidos como si hubiera un pacto secre-to de los empleados de maestranza para ir decuerpo en sus casas. Acá no caganadie que no sequiera morir. Inodoros con tablas negras man-hadas de Odex y mingitorio s cariados por el sa-

rro, y más y más azulejos celestes y opacos yquebrados y, fuera del baño, donde puede unoreconciliarse con lo vivo, las esquinas abando-nadas con bollos de papel de alfajor y capucho-nes mordidos de birome esperando la aspirado-1'.1 de la próxima madrugada.

Con este panorama, un consultor, un asesor,l\ 11 licenciado, se manejan mucho a la distancia yv.m de cuerpo siempre en su casa. Una gran ven-I.tj.l de la que se habla muy poco en la Argentina,(,(lmpañeros.

Todo es tan feo que Manteca se acostumbró.\ no ver. ¿Qué le vamos a reprochar? No se leen

1\1 inicntos libros, mil libros, toda la culturamusical que tiene Manteca, los viajes que hizopor el mundo, para comerse el garrón de la po-bl'l~z,\ y el odio de los trabajadores estatales.

ouric, Luciano Di Nápoli, de todos modos,\IMHlo se cruza con uno de éstos, les clava unmoucón. como hacen los ministros, o como si1\(,",\:\ robar y requiriera naturalidad con el am-

hl('IHC para que nadie sospechar,l. Ilusionismomo (.) de los nugoH '1\1(,' hablan y hahlnn y S"

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perdió en el aire el movimiento de las manos, yte cagó, me cagaste, mago.

Estos compañeros licenciados encadenaroncontratos durante veinticinco años. Por eso lescaemos encima, y porque el país está tres vecespeor. Si fueran ganapanes, ¡qué sé io! No nos to-maríamos este trabajo. Va un cuarto de siglo, ycontando, sin dejar pasar, sin deprimirse, unatemporada para pensar que el mundo este invier-no es rojo y la tierra es triangular y por eso mejorparar, para ver qué está pasando, que es lo mejorque puede hacer un intelectual con su instru-mento y por su instrumento. O porque a lo me-jor no les gusta más vivir en un mundo deforma-do y se quieren escapar.

Todos los argentinos han visto peregrinar aManteca por los edificios estatales desde el prin-cipio de los tiempos y se preguntaron quién eracuando sobresalió con su vestimenta sobria, supañuelo de seda al cuello y su actitud de duque,de conde, de cinco tenedores, y se preguntaronquién se cree que es, un interrogante nacional de-finitivo, y les tocó escuchar cómo a él también loafecta el promedio ambiente. Cómo se le deshi-lacha el personaje cuando le dicen: El C011l fa to noestá, no pasó por personal, 11

P,18Ó por tcsorctia, cst.unos

steban Schmidt 55

Todas las respuestas estándar que brinda elpelotón de inútiles que subgobierna desde lasáreas administrativas nacionales y municipales,pero que Manteca soporta porque sienta el eno-jo en otro sillón, una clave de la supervivencia, ycuando no hay que comerse humillaciones, in-siste en la simulación de un alto rango mundial,una cruza de Mandela con Favaloro, en las recep-ciones de los ministerios, de las secretarías deI~stado,en los sillones de cuerina, hundido, leyen-do un libro en inglés o subrayando Amor Líqui-(lo, depende la época, algo de divulgación quepueda recomendarle al ministro, para que el otropueda hacerle una devolución sin que la ignoran-cla lo humille.

¡Ah!, así vegetan con aires de importancia y( 111gran habilidad para señalar que el problemadI' los problemas, las causas de los desastres sonh-mpre los demás, los llamados mogólicos y los

l.ulrones. Los que sólo piensan en robar. Ylos in-l'1l1l0S que nunca roban. La gente con problemas

p.lr,\ el realismo. Y los que se quedaron en el pa-ado. Los que creen que esto es Suecia. Y los quercen que esto es Bolivia o Paraguay. Son culpa-

bles, todos los que creen en algo. Una capacidadnonumcntal, beneficiada por el vocabulario, pa-

no quedar pegados. No menos funcional resul-Iolvido para los detalles que tiene nuestra co-

unidad, Iaclluado pur el hecho de que los

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consultores viven detrás de escena. El que da lacara gana más plata y le toca la historia, si le vabien. Puede haber choques en Rivadavia y Fil-mus. Pero si enganchan a Daniel en una tragadagrande, está muerto. Le vaya como le vaya al queestá en el escalafón superior, los genios del diag-nóstico zafan siempre.

Se encerrarán los fines de semana que haganfalta para hacer nuevos análisis que produzcanmás carpetas anilladas para entregar los lunes yque ayuden a comprender por qué pasó lo que pa-só. Le hubiera venido bien a la patria que se pu-sieran a la sombra un año, aguantando hasta quesuene el celular, lo que hicimos todos. Esas cosasque se aprenden de chico. A dejar pasar a otro pri-mero cuando para el colectivo, aunque no se tra-te de una mujer embarazada o de un anciano. Adejar pasar a otro, a un par, porque sí. O a decirsimplemente no sé. En las escuelas felicitan a Jai-mito cuando es honesto, ¿o no?

Habría sido una contribución extraordinariaa la felicidad del pueblo y a la grandeza de la pa-tria. Ahora es tarde, Manteca. Tardísimo.

Sigamos, ahora, ¡total! Los argentinos que-remos soluciones, ¿no es cierto>, es lo que nosenseñó el platense Ricardo Balbín. Pero tcnc-mas alauna pregunta, bastante mUQ.a uo lOS P"

Esteban Schmidt 57

los, que queremos plantear esta tarde: ¿Cómoes que terminamos comiendo pescado de río enpleno Palermo Hollywood? Cómo es que estospersonajes de gorro blanco alto, como boinasblancas infladas, que son propietarios de come-dores, cocinan ahora albóndigas de pacú cuan-do comercializaron sushi con denuedo, cuandoles pidieron sushi por teléfono durante diezaños, desenfrenadamente: cinco rolls, ocho ni-zuiris, diecinu.eve californias, que qué me reco-mendás para mi novia que no le gusta el pesca-do, y cuya matriz son los criaderos de salmónen el Atuel y el Limay, propiedad de otros corn-pañeros que jugaron al rugby en Hindú Club,«n Alumni, y a quienes les quedó ese reflejo deromprarse jeans Wrangler y ningún otro, y queosquiaron en Aspen alguna vez, y pueden decir.on autoridad que no les gustó, que Davos esmucho mejor porque no se hace barro en la ba-'(', y que tienen este emprendimiento de salmó-Il idos en ríos finitos y translúcidos del sur, adonde se presentan con todo el equipo North-l.inds a bancarse la helada. ¿Alguno de los pre-

intcs sabe lo que es tener un wind stopper?,lo que es estar adentro de uno de esos chalecosntibalas de frío? No te morís nunca. La protec-

In infinita del ncoprcne cumple las normasram y además brinda el control total de lo tér-

mico nor ancuns cien d61

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Cómo llegan estos resta uranteursa promoverahora en sus menús pescados pescados en botesde madera en el río Uruguay por tipos que nun-ca leyeron la Aire y 5/01,por pescadores que tiranla línea de fondo con el acompañamiento musi-cal de los Hermanos Cuesta, que serían los entre-rrianos más famosos del mundo, si es que algo asíes posible, y los pescadores que son inconformis-tas piden más, y mandan mensajes de texto a lasradios desde sus botes porque no les resultó su-ficiente escuchar los silbidos anticlimáticos queese dúo familiar y desdichado emite para cerraren fade canciones que cuando se escuchan y seidentifica el lamento mestizo de negro y gringoenamorado y sufrido, se tiene la sensación muyviva de que en esta área del globo no se sale másde pobre.

Así y todo, acá en Palermo, en el mismisirnodowntown de la contrarrevolución, los pescadosde río han despertado una pasión desconocidapor la Mesopotamia, al punto que las chicas quetienen su primera salida a Jangada, a ese comedorsofisticado de la calle Bonpland, quedan boquia-biertas porque ese muchacho las quiere impre-sionar con algo que no son fideos, porque iba apescar con el padre a un brazo del Paraná en SanAntonio de Areco y está habituado a ese gusto derío en el cuero de los pescados y la culero conrno-ver por el lado de la memoria 01

Esteban Schmidt 59

quiere parecer una persona buena, la gente es másbien mala, para acompañar el gesto de clase, la de-mostración material de pagar una cuenta abulta-da, tal vez con un medio de pago electrónico quedemuestre que una institución prestigiosa comoun banco confía en él para darle crédito, y la jo-vencita, boquiabierta, le cuenta a su madre adón-de la llevó a comer el ejecutivo de cuentas juniorde la agencia 5nackel viernes a la noche y esa ma-dre queda también boquiabierta porque la hijasale a comedores de Palermo Hollywood con mu-hachas solventes que tienen Peugeot, y la escu-

cha con los codos apoyados sobre el mantel chi-no de la mesa de la cocina. La mira, la estudia enHU esplendor físico juvenil, la envidia y la ama, yl'spera de la hija que en dosis parejas caliente a losvarones y se cuide de ellos, que no la lastimen,que no la caguen y que no la embaracen. Que es1..111importante no tener hijos antes de estar muy,muy, muy, pero muy preparada.

Pero quien dice comamos pescado de río en1.lIlg.1daya está diciendo río Uruguay y en dos pa-lild.1S pensaste en Fray Bentos, en Paysandú, enI;\s tardes del café Montevideo y en Uruguay mis-1110, en el paisito de los policías honestos. Pues-tON de pie cuando decimos Uruguay, no pensa-

lS tanto en héroes futbolísticos de la infancia1110 Antonio Alzamcndl, 1lI

llvnba bandcr

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lata se le iba larga, pero que era muy respetuosode las jerarquías en el fútbol, de las trayectorias,todo el civismo que se mama en Canelones, co-mo sí pensamos muy violentamente en MantecaDi Nápoli, el oriental más influyente de la Argen-tina, de lo que ha quedado.

Es así: podríamos pensar en cosas lindas y po-sitivas y no, pensamos en cosas feas que nos ha-cen enchufar la sierra eléctrica.

Un presidente uruguayo, Jorge Batlle, de ma-dre argentina, nos había dicho algunas cosas im-portantes que nos calaron hondo y nos hicieronpensar: Los argentinos son ladrones del primeroal último, y Julio María Sanguinetti, Julio María,nos educa siempre o, más que eso, deja nuestrascabezas como flamboyanes, los árboles de floresrojas que estallan en primavera y parecen pren-didos de fuego. Eso provoca en los argentinoslectores de artículos de fondo, Julio María, desdela sección de opinión de La Nación, el diario conalgún tipo de relación culposa con el Uruguayporque ningún viejo dignatario de ningún otropaís sudamericano y limítrofe encuentra ese es-pacio en medio alguno para ejercer didactismocon los argentinos.

Pero la enorme deuda con el Uruguay se volviórealmente impagable el día de febrero de 1978 enque Manteca lleg6 en una carabela. De la ctap:oriental del asesor tenemos muy DOCll iJ

Esteban Schmidt 61

ción: leyendas de alumno aplicado, uno de los pri-meros en usar con propiedad el transportador ydesinteresado en los juegos de manos en los re-creos. Tampoco lo vimos descender del NicolásMihanovich por el puentecito de madera. Nos per-dimos el saludo de los mercantes y verlo con suspantalones, su bolsito marinero y escuchar el red-tado de sus primeros golpes de nostalgia caminan-do con el padre por la avenida Córdoba cuando re-cordaba a los vagos que se quedaron escupiendofinito en alguna esquina de la calle Durazno.

Una elipsis de diez años: Manteca marchaapurado por los pasillos de la Facultad, fina es-tampa, convencido de la sociología, de los pro-medios y los abstracts. Ahí sí lo vimos. Un muybuen profesor entregado a fichar libros en tarje-ti tas de cartón rectangulares en el área silenciosale la biblioteca, yeso nos ponía muy contentos,

porque no todo el mundo era chanta en ese am-biente. Manteca para todo el mundo. Un tipo quegeneraba unanimidades siempre favorables. Pe-1<> a poco de andar en el sociologismo más socio-lógico, en lo más social, en lo más podrido, en esa-scribanía de la pobreza que es la sociología,Manteca empezó a conectar cada vez más firmeon el negocio de las declaraciones que hacen los-spccialistas a los medios.

Ocurría, y ocurre, que los diarios, las radios y1.\televisión necesitan todos los días autoridades

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que jU~tifiquen las ideas que tienen los periodis-tas para contribuir a que sus lectores y oyentes sequeden contentos o, al menos, se queden mosca,y Manteca, con la despensa llena de razones, deintuiciones y, cuándo no, de sentimientos, queson tan importantes en Sudamérica, se puso avender esas galletitas conformistas. En esos ca-sos, si Manteca no dice yo pienso que, dice yosiento que. Y, como dicho por radio es lo mismo,todos contentos. ¿El efecto de una de esas tera-pias que formatean egos derivó a Manteca a unasociología más práctica y rentística? Es una hipó-tesis fuerte. Lo cierto es que para la época en queel alfonsinismo agonizaba, la vida sociológica deManteca empezó a asentarse en el análisis de ca-sos como los de los gauchos correntinos queachuran a sus familias y que después se prendenfuego. Cuando pasan cosas así, los locutores deRadio Mitre dejan el mate a un costado y llamanalarmados a alguien que nos pueda explicar unpoquito esto. En línea, entonces, el licenciado DiNápoli. Buenos días, Di Nápoli. ¿Cuál es su reac-ción? Y el licenciado envuelve el caso hablandode la sociedad que lo hizo posible. Las presionesdel mundo moderno son impresionantes, les ex-plica Manteca. Mucho más en Corrientes. La pro-ductora del programa advierte que con ese hom-bre se puede contar. Le piden, por supuesrse quede por línea privada y para

Esteban Schmidt 63

privada con la producción de una radio, compa-ñeros, hay que hacer algunos ajustes definitivosen la forma y en el fondo.

Di Nápoli fue desde entonces un feroz aplau-didor de la cultura de masas. Pero antes de lucir-se como singlista en los medios formó un granequipo con los sociólogos cafieristas Oscar Lan-ding y Alberto Quebredo. Juntos fueron dina-mita social, el trío eléctrico de Marcelo T. DiNápoli, Quebredo y Landing puso un gravísimonfasis durante el pasaje de los años ochenta a los

noventa en sobredimensionar al cómico rosari-no Alberto Olmedo, de quien dijeron que al mo-ver el decorado durante las grabaciones de sussketches de televisión rompía las condiciones delectura. Una persona inteligente puede descom-Iionerse viendo televisión, sufrir un derrame ce-rebral y, por su bien, apagada; o veda y sacarle unmango, la opción de esta superbanda. Una aviva-d,\ científica para salir de pobres y conseguir me-jores rutinas de fin de semana.

Así se hicieron ciencias sociales durante mu-chos años. Decodificando todo lo que había de-IrJS de un chiste de Olmedo o revisando las con-llcioncs de recepción de cantantes de bailanta en

pueblos reventados de la Mesopotamia. Acá seiprobaron materias de una universidad que pu-

.mios Nobel pegando entrevistas a comen-le fútbol como Enrique Macaya Márquez

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64 The Palermo Manifl fl Schmidt

en un trabajo práctico. ¿Esto está reventadocasualidad? Acá se fue a los archivos de la fíde Uruguay-Brasil en el mundial de fútbol1950, algo bien enterrado, para decir una candad de cosas indemostrable s e innecesarias sobla construcción del relato del héroe en el capitalismo tardío. Los alumnos titulaban sus mongrafías los de afuera son de palo, el famoso gritde guerra de Obdulio Varela, líder de aquel equi-po uruguayo, que en algún cuatrimestre de loaños noventa, y de haber mediado la presión dla popular, se habría invitado a patear cornersen la sede de Marcelo T. para que cinco mil estu-diantes saltaran a cabecear conmovidos.

Uruguay siempre estuvo a mano para la refle-xión droga da de populismo. ¿Se habría habladoen un aula de Semiótica 1de aquel gol de cabezadel Beto Alonso con la pelota naranja, el dos a ce-ro en la bombonera en el '86, después de un cen-tro de Alfaro? Todos los hinchas de Boca Iuniorsse habrían mancomunado para bajarle el precio alejemplo. Para Alonso un consolador, 0000 y sehabrían podido decir cosas importantes, sin em-bargo, se habría podido plantear la situación dealta complejidad lingüística que implicaba el usoaberrante del color naranja en un balón. Pero eloriental que avanza con una pelota y la pone enel círculo central para empezar la historia de IlU"

vo, para no dar por perdido n

p.rró! Se la cuentan a unos argentinos de vein-rnos y les queman la cabeza, los alucinan, por-

nuestros chicos ven la escena, ven a Obdulion 1.1 pelota debajo del brazo, y acá cuando se ve1.\ metáfora, se compra, es un pueblo afecto apostales. Mirad a Evita con el pelo al viento. Si

IfII ucho hacía cien mil copias de la foto de lah.\llderada con Francisco Franco en Madrid, to-lo:: los muertos los ponía la izquierda.

para darle marco a toda esa mitología, la pa-1'1;\ latinoamericana. A la vuelta de los exilios,

111I1(l1osuruguayos vinieron a cantar a Obras,11111110no!, y el lote cantor que llegó fue de lo me-111que tenían porque no cayeron los candombe-11111sino los juglares, sufridos como un gauchohlit'· rfano y rengo, eso sí. Vino don Alfredo Zita-IION,l, Mi corazón está mejor sitiado que mi ca-.r. .. mi casa, más cercada que mi barrio ... mi be-

t uo, cercado por mi Pueblo ... ¡aplaudamos al1111IIpañero Zitarrosa!, ¡gugleenló! ¡Bájense Gui-1,/1 /,,1 Negra! Y Viglietti también hizo la enormeuuchada de venir, con su gesta del Chueca Ma-Il·1 que era ladrón, pero bueno, los chorros siern-

pl'l' están bien vistos por los artistas. Todos can-1.lIllOS como locos, emocionados, y haciendo quellorábamos, para eso se tienen dieciséis años, pa-1',\conmovcrsc o semi conmoverse por cualquier

,1 IC; en Libertador, oesuecracular en 1.1 avenida, y

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adentro del estadio era el infierno más temido, yla vuelta del exilio daba calor, la verdad.

Acá llegó también el panameño Rubén Bladesy dio un reportaje a Badía en la FM donde expli-có que Latinoamérica era una misma casa conmuchas habitaciones y uno pensaba en la imagentrasladada al propio hogar y nos turbaba cederlela cocina de casa a Ecuador, el propio cuarto a losperuanos. ¿Qué mierda tengo que hacer yo conun peruano en la pieza? ¡Fuimos la quinta poten-cia mundial, Rubencito!, pensábamos a los gri-tos. Pero ese tipo de argumentación contra la queno se podía ir sin estar loco, sin ser acusado de co-sas horribles, de norteamericano, era el estupe-faciente oficial en esos recitales que duraron co-mo diez años, porque acá se volvió del exiliocomo diez años seguidos, y algunos habían esta-do exiliados tres años nada más, entre el77 y el80. Un negocio redondo. Si a algunos de nosotrosla crisis del 2001 nos tomó por la espalda y tuvi-mos que comer arroz con huevo hasta el 2004,

podríamos haber vivido de víctimas hasta el2014, pero bueno, no pudo ser.

En esos años se hablaba maravillas también dlos políticos uruguayos, se elogiaba al FrentAmplio, una asociación de partidos de izquierdabastante bien llevada, ya ese gran militar llama-do Líber Seregni que nada que ver con los oficiales y suboficiales asesinos y ladrones del cjércit

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1.1 .irmada argentina, incluso más jugado, el granlx-r, que los retirados del Centro de Militares

M.I la Democracia Argentina, que nunca se mu-l.uon de la zona de Luis María Campos y Dorre-íl. Lascátedras de Socio y de Ciencia Política tra-

h.lj.lron científicamente el asunto de la Suiza deudamérica, como después lo harían con el casoh ilcno, y estuvieron varias temporadas desci-

Irnndo el hecho de que todos los uruguayos sepn'ocuparan por la política, tan distintos a nues-II11 gente. Había que verlos en la sala silenciosa deMarcclo T. con los mates y los cigarrillos, la épo-.\ (In que se podía fumar.

Algún complejo culposo con el Uruguay ger-111¡nó en Sociales, evidentemente, parecido al de1I I~lobesos mórbidos reprimidos de La Nación

rirados con Sanguinetti, pero más jugadanuestra intelectualidad obvia a destacar el costa-do gentil y valeroso de los orientales por sobre11\ ingratitud argentina y el arrugue de barreral' It, hacemos en la adversidad. ¿Cómo es que de-'.lInos ser uruguayos? Seguramente, el comple-

o dl' Icnerlo todo, pero no tener ganas de hacerh.!f1 ron eso. Entonces arrancabas a lumpenear11 v.icaciones a esos pueblitos sin luz, con vela-lores. con un frío terrorífico de noche y hacías

l., .unisrad con minas que vendían panes con unnnst o y 1.1 piba se te hacfól I~ uruguaya media

l hilHtJ ClUC no 8Q :aauantlba I'n~" v le contaba

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que era egresada del Santa Unión, que había he-cho la confirmación con Jimena Hernández, ydespués entre el vino y el porro repetiste lo mis-mo durante diez años, diez veraneos iguales enla ventosa costa uruguaya, y te pasaste todo elaño armando las vacaciones, y entraste por untubo en el circo de Obdulio Varela en la Facultady participaste de los panegíricos a Olmedo yfuiste al Rojas a la tarde a estudiar timbales, a ha-cer danza africana, y es increíble que este paístenga aduana todavía, con tanto lumpenaje tany tan extendido y ya cuarentón. Porque el futu-ro de la patria ya es grupo de riesgo en los hos-pitales.

Diez años después, el mexicaneo se ha perfec-cionado. La inseguridad sociológica es gigante.Hoy, cada vez que a un ciudadano lo sorprendaalgo intrascendente, porque así es la vida, alguiencamina por la calle Güemes y ve un cartel que di-ce Taller de Alfarería, el tipo de carteles que haya determinadas alturas de la calle Güemes, y unose acuerda automáticamente de la escuela prima-ria, y de los diaguitas que desarrollaron la alfare-ría y es uno de esos casos en que uno dice ah, mi-rá: alfarería, y después dice bueh, alfarería ... ,porque no es para tanto. Pero los capitanes delasesoramiento hacen un paper sobre estos alfa-reros y consiguen diez lucas del PNUD y rentanres estudiantes obedientes y armaron banda

Esteban Schmidt 69

el PNUD por este tipo de cosas es un sentimien-to que no se puede parar.

Entonces, una imbecilidad atómica, yenfati-cemos, atómica, hagamos un hongo nuclear conla estupidez de la que vamos a hablar, como eléxito de una telenovela llamada Montecristo, aManteca le va a resultar un tema perfectamenteconversable. Se va a ir a dormir con una hipóte-sis y a la mañana va a estar listo para tirar dos otres puntas si lo llaman de un suplemento de es-pectáculos, periodistas que saben tres nombrespropios de especialistas en medios y de especia-listas en niñez y de psicólogos que hablan y aquienes no les importa que los malinterpreten,que les tomen nota mal, que donde el profesio-nal diga psicótico el cronista publique psicópa-a y Di Nápoli dirá -ante aquello que nos puede

llamar la atención sólo durante un segundo yque no importa, no importa en absoluto- quehay una larga tradición en América latina de uti-lización de una novela para tratar problemas fa-miliares.

Di Nápoli, no esperemos más para decirlo, fueuno de los cráneos detrás de los primeros Granl Icrrnano. Tiró ideas hacia adentro de la produc-ción. mientras que hacia fuera blanqueó el showon 1.1 indiada más pensante de la patria subra-

yando los efectos positivos del fenómeno globalonslstcntc en encerrar desdlchaclos por tres m"

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ses, y consagrarIo como actividad culturallegíti-ma que nos permite entender lo que nos pasa co-mo sociedad y proyectarnos hacia el futuro. ElCanal no pedía tanto pero Manteca precisabaamortiguar en su currículo los saltos de Hobbesy Rousseau al desmonte masivo de cerebros.

Ideotas para los diarios y revistas, provistaspor el científico que piensa lo mediático, Mante-ca sirvió miles en tiempos de Gran Hermano.Pesquemos la más relevante del gugleo: la tevéconstruye lazos con los otros. Es la más relevan-te. El lazo en la frase revela al sociólogo que viveen Manteca. Es el equivalente al lo de los psicó-logos. Una hemorragia conceptual.

Entonces, ahí llegamos. Si se ha hecho cum-bre en el Tupungato, ¿no se aspira al Aconcagua?Manteca paso seguido fue por la cumbre más al-ta: la Patria. Ésta. Su táctica: el panasesoramien-to. Decir acá y contradecir allá uniendo todos sustalentos para aconsejar sobre cualquier cosa queinvolucre signos. O sea, todo.

Manteca hizo luego su aporte a la carrera deChupete De la Rúa cuando, desde la Municipali-dad de la Ciudad de Buenos Aires, la vieja MCBA,el abogado radical enfilaba a la candidatura pn .•sidencial. Hablándole al oído a Chupete fue quDi Nápoli hizo su casa. Diciéndole: Usted ticn

l.uloban Schmidt 71

todo el aspecto de un líder europeo, usted es lasrrcnided de la sierra para un país que quiere unliclerazgo amable.

Cierto que es más fácil imaginarIo a Mantecaen el rincón del Frepaso, tirando ideas en reunio-IH'S con el Chacha en el living del departamento(It, Paraguay y Canning donde se discutieron co-.IStan importantes, porque el Frente por un País

.iolitario parecía el brazo legislativo de la corpo-r.ición académica científica social, por el pasadoIl1.lS que nada, por los setenta, por México, por las(,Iledras nacionales. Pero Manteca entendió que:11 cambio lo hacía más viable De la Rúa. Hay quen-conocerle a este hombre el tremendo olfato pa-1.1 los caballos ganadores, la nariz que tiene deonólogo electoral, y ese gran ojo para pescarquién es el que puede viabilizar mejor los cam-hios que necesita la Argentina.

Ojalá Manteca, en la hora final-esto es unrlcsco, compañeros, permítasenos desear, ver es-I rcllas fugaces, cerrar los ojos y pedir-, con el pi-l.una puesto en el geriátrico, enérgico como cual-quier viejo que ha tenido algo de poder, e inútillomo cualquier anciano en pantuflas que ya noI() tiene, dicte sus memorias, cuente sobre ese pe-nodo de su vida, para dejar testimonio, para con-t.ir qué es lo que aprcnd ió sobre la vida comuni-I ;\I'i.,. llarnérnosla así, y ver de qué se pueden valer

lo SiU,lll en el camino del

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Que cuente en sus mémoires sobre el armadodel sueño del cambio con Chupete. Esos prime-ros programas de televisión a los que lo acompa-ñó y en que lo energizaba antes de salir al aire conpalabritas al oído. Diga, Fernando: Vaya ser elcandidato y golpee la mesa con el puño. Va a verque los convence.

y que cuente que no abandonó los otros pues-tos de la feria. Que le dijo sí a la política, tan aso-ciada a la historia grande, y sí al business acadé-mico, tan prestigioso e inocuo, y sí también a lacultura popular con la que se hacen tantos ami-gos y se mejoran tanto los ingresos.

Después pasaron todas las cosas difíciles quepasaron y de las que ya hablaremos después, to-dos vimos las fotos, los documentales, las esta-dísticas, y haciendo otra elipsis violenta, variosmuertos después, tantos pobres después, y tan-tos nuevos burros escolares agregados a las cuen-tas nacionales, Manteca se puso al hombro unanueva campaña electoral, la de Daniel Filmus pa-ra intendente de la Ciudad en 2007, pero acá nose guardó nada, acá asumió también la vocería desu candidatura el día del cierre de la primera vuel-ta. El hombre de las bambalinas, del asesora-miento en las sombras, se transformó en el por-te psrole ante la prensa. Ante cincuenta cámaras,

Esteban Schmidt 73

en el escenario del Hotel Panamericano, paradosobre esas alfombras que se hunden como arenablanda, exaltado, dijo, con una gran sonrisa: Es-tamos muy contentos y desató los aplausos y elgriterío de una muchedumbre vividora. Estamos.Primera persona del plural. ¿Estamos quiénes,Butter, Los Chalchaleros o Los Olimareños?

Porque una vez le pidieron su impresión so-bre aquella historia tremenda del avión urugua-yo caído en la cordillera y de los 16 muchachoslue se comieron a sus amigos para matar el ham-bre. Todos habríamos hecho lo mismo pero lestocó a los uruguayos experimentar costillas degaucho, lo que permite sentenciar que en mate-ria de asado los uruguayos efectivamente sabenmás, porque llevaron a fondo la experiencia de lascarnes rojas. Te regalo sacar la pajita más larga,pero la cosa es que Manteca había sido convoca-do por el diario Clarín para opinar como sociólo-go, y como oriental, en el treinta aniversario del.iccidente. Manteca no pudo decir que no y tiróuna punta. Dijo Di Nápoli que los tugbiers, al serricos, no pudieron ser tomados por uruguayosIslcnsrncn te por el resto de los uruguayos.

Sabrá dios si es verdad, pero parece importan-Ie el análisis. Porque es como hablar al revés. Se-rla: esta esquina de Paraguay y Borgcs no es una

[uin«, es una encrucijada. [Claro] Manteca el1l'111" el luuar común PUl' al CUJI todos nodrín

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mas creer que los uruguayos están orgullosos desus muchachos del avión, por la proeza y por larepercusión internacional y concluye con que los16 sobrevivientes merecen un lugar mejor en lamemoria de nosotros, los uruguayos.

Manteca dijo nosotros los uruguayos. Y esimportante que señalemos que esto no es Garba-rino donde el nosotros se emplea para formatearempleados y que se convenzan de ponerse la ca-miseta, que sientan la presión de laburar en Gar-barino, el orgullo de electro domesticar a las com-pañeras y compañeros, pero en donde un díacualquiera de enero renuncian porque le compra-ron el pase los de Grupo Márquez, precio y pres-tigio, sin ir más lejos, y reinventan el nosotroscon otros patrones. La Argentina no es un quin-cho, Lucianito. La Argentina no es el Grupo Már-quez, aunque contiene al Grupo Márquez. ¡Ay!Les pido a las compañeras que no me agarren,que me dejen decir esto también: que bastantecompañeros murieron en las guerras de la Inde-pendencia para tener que dejar pasar el agravidel camuflaje y el cambio súbito de nacionalidad.Mucho pudor si los disfraces de Isidoro y Patoruzú te van a servir para conseguir contratos y convertirte en un partisano ilegítimo que quiaplastar a unos pobres infelices que mucho mgenuinamente que él pueden decirse nosot

ruullosa y sinceramente. nosot ros.

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Es hermoso igual que la gente salte de territorioen territorio y es conmovedor cuando alguien na-rido en otro país llega a Ezeiza y conecta con nues-t ras hermosas costumbres y se hace argentino y lamayoría ya se ha muerto pero esos italianos que sa-111m en la televisión y hablaban bien de la Argenti-11,\ y se ponían a llorar con Pinky y está bien, donViltorio, llore que hace bien, eran prueba contun-dc·nte, evidencia de desprendimiento y entrega.I\SOS herreros y zapa teros se despidieron un día deliS parientes, de sus hermanos en Calabria, salu-

dllroO con un pañuelo blanco a la familia a la quenunca más iban a ver, y ese lienzo lo lloraron hastaq 111' se hicieron lunares de honguitos grises y pe-ll.in permiso para decir nosotros. La diversidad es

Ifl mejor de la Argentina. Ah, no.Otra cosa es que te usen el país de tela. Eso es

nuilcrable.L.IS cosas como son: este hombre avanzó so-

hre nuestra soberanía nacional, ya nadie le im-pOli (')en lo más mínimo en ese salón de ese ho-1l,1 porque esto ya no importa más. Acá hicimos1.'1 Vuelta de Obligado, compañeras y compañe-

• ,'11 Ircntamos las invasiones inglesas, lo quethl.uuo» recién, ¿y hoy no le podés pedir a un

uuua que se comporte. a un ñato que habla tu11:\. que te puede entender lo que le decís,

ndo estás cnrcrrnndo tI tu país. porque gentil

10.\ }MloÑ y tiene 1;'1 cxpo

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tativa de seguir sacándole leche hasta el retiro?No que se vaya, ¿eh?, que se quede, que se que-de, que se queden todos, y que laburen, eso nosgusta, pero comportensé, muchachos. Pero co-mo no se los piden quienes los emplean, enton-ces los muchachos no se comportan, y algunostenemos que hacernos cargo de estos discursos yenfrentar consiguiente mente la persecución.

A todos nos consta el odio de los uruguayos.Quién no ha soñado alguna vez, compañeras ycompañeros, con un uruguayo entregándonos alos nazis, y que después de vendernos vienen ahacerse los amigos porque quieren hablar con al-guien en su lengua materna en el pabellón deAuschwitz, porque no entienden un porongo loque hablan los muchachos de la SS y porque ex-trañan a la madre.

En Uruguay se contribuye mucho a nuestraeducación cívica internacional cuando en el Ae-ropuerto de Carrasca nos palpan de pies a cabe-za para ver si llevamos en los bolsillos o engan-chados en las medias los Alfajores Portezuela,masacotes de harina que son un orgullo orientaly que con denuedo quieren que compremos ape-lando a estrategias de márketing que se valen desas jactancias tristes, provincianas, acerca de qufabricar alfajorcs es una expresión de 1., cruza el

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lo maternal con lo gaucho, con lo familiar, con lafelicidad del recreo o el fin de la cosecha, siempreun paisano, siempre una vaca flaca en las publi-cidades, pero después no te los dejan pasar por laaduana porque está prohibido el tráfico interna-cional y privado de harinas, veinte minutos deavión, hijo de puta, les decimos los argentinosdesubicados, agrandados, y se los abollamos enla cara, se los pisamos, para que no se los comanellos, que es lo que querían, cuando nos dan suclase oriental de modales. Los uruguayos creenque tienen que temer a los argentinos y odiarlospor agrandados, por cancheros, cosas así, pero es-ta gente es cortona, porque no ha visto nunca uncroata, evidentemente. ¿Sabés, uruguayo, desdedónde habla un croata? Desde un cohete, loco.Están completamente dados vuelta de ego. Seconsideran superbananas y, que sepamos, loscroatas no llegaron a la luna, no descubrieron lavacuna contra la polio. Quien entre a Wikipediay escriba Croacia en el search, verá que el sistemale devuelve: quilombo, quilombo, quilombo. Nohay ninguna razón para la soberbia en los Balca-nos. Tampoco en el Río de la Plata.

La torcida amistad rioplatense entre argentinosy uruguayos tiene sus escenarios operísticos en las.1'.lrrilla8 uruguaY,18 de Buenos Aires que se distin-iuen por los platos típicos 11fl1l-!uayo8y por la dife-rencla en el asado, que en 1.\antluua B,md.1 Oricn

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tal se hace con leña o muerte y que, por eso, es mu-chísimo mejor. El parrillerismo uruguayo se ex-tiende por toda la ciudad para atender a la coloniade uruguayos y a todos los porteños que creen quequeda bien ir a un restaurante de esa colectividad.y en Palermo por supuesto que hay parrillas uru-guayastambién, ¡cómo no va a haber], para probarel ancho de banda que tiene el internacionalismogastronómico que desarrollamos en los años quegobernó Menem. Yeso que Uruguay tiene una gas-tronomía bastante extraña. Una gastronomía dis-cutible porque «elChivito», que es laTour Eiffel delUruguay, es un sándwich nomás.

En una parrilla uruguaya comen todos los sa-tisfechos y también comen todos los tristes, to-dos los que odian a la Argentina, aunque sean ar-gentinos. En una parrilla uruguaya come, sin irmás lejos, algún viejo columnista de Péginsr'iz,uno con antigüedad, sufrido y populista, uno queseguramente está en el negocio de parecer hinchade fútbol, para no dar la nota de ser solamente deizquierda, para no parecer un Pepe Soriano de LaPatagonia Rebelde, tan torturado, tan que ni vi-no, ni pasiones, sólo la lucha, cruel y tanta.

La Celeste -así se llama el restaurant urugua-yo de Palermo, el color de la bandera en el nom-bre, un país que salió machito pero no agresivo,y nadie que use remeras celestes va al psicólogoes uno de los comedores posibles para ese colum

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nista, joven en los setenta y adulto reventado enlos noventa, siempre obligado al acento justicie-ro en sus intervenciones, cuando lo único a loque aspira en serio es a hacerle justicia a un asa-do con leña, para maternizarse en un comedor yconfirmar con el estómago lleno, con la felicidaddel provecho, la panza redondeada y el meteoris-mo de los chivitos, una vez más, una noche más,que: Uruguay es lo que está bien y que la Argen-tina es lo que está mal. Que los argentinos somosmierda y que los uruguayos cosen disfraces parael tablado y pegan lentejuelas en antifaces de trescolores, con lo que haya mano, orillando la nos-talgia sin caer en el precipicio de la repetición, co-mo hacemos los argentinos. Los uruguayos ha-cen sentir a los argentinos del tamaño al que handecidido reducirse. Que ser uruguayo preparamejor a la sociedad para lidiar con sus limitacio-nes y para encontrar al mismo tiempo los recur-sos para hacerse otra. Alegre carnaval quierelecir cosas muy distintas a uno y otro lado delmanchón de agua. Desorden e irresponsabilidaddel argentino, mirada agridulce, desencantadapero despierta en la otra. Si los militares argenti-IlOS inventaron la maldad, los militares urugua-yos siguieron una moda. Como que no les quedóotr.i. Y, claro, cuando se trata de cosas buenas, elJruguay las inventa y los argentinos ni siquiera

1.\1'1 pueden imir

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El Pégins /rz, después de su primera etapa hu-morística, irresponsable, de niño con disritmiacerebral e hiperactivo, en estado de burla per-manente a nuestra gente, a nuestros diputados ya nuestros curas, y que armaba dicotomía s queeran viejísimas para cuando las hacían, a finalesde los ochenta, entre norteamericanos y france-ses, o entre el cine y la televisión, se salteó la ado-lescencia, la madurez, toda la cosa productiva delos cuarenta años para volverse uruguayo y tris-tísimo. Pégine/iz se celestizó y se puso un trajenegro como los de Don Alfredo y largó una pa-yada inacabable, de novenas y rosarios. A sufrirsiempre por los mismos sufrimientos, nunca unsufrimiento nuevo, los nuevos no valen, y cuan-do quieren festejar algo, ponerse contentos, ce-lebrar la vida, festejan corners en sus primerasplanas cuando gana un frente, todo tipo de fren-te, cualquier cosa que contribuya a la metáfora, ala alegoría de lo que pudo haber sido esto si la Ar-gentina fuera, en fin, como es el Uruguay y comoson los uruguayos.

El columnista reventado del Página, encorva-do, se junta con sus hijos a comer en La Celesteporque Uruguay, además de todo, es familia, noes cabaret, y habla íntimamente con ellos. Es delos columnistas que no se privan de destacar lalección que los uruguayos dan siempre a los ar-gentinos, porque los argentinos son mierda y tin

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uruguayo está habilitado para decirlo y enseñar-nos. Obdulio, Julio María, Manteca. Y ha escritosobre todo 10 que tenemos que aprender de Uru-guay, de su izquierda, de su derecha, de sus tam-beros y de su policía caminera. Todo lo que es in-discutible dentro de su triste círculo de confianza.y el subrayado que hacen a la gran importanciaque los uruguayos dan a la política, como si todolo trascendente se jugara en una votación.

Con el desprecio a su propia patria, manifes-tado entre otras cosas en la mistificación, en laexaltación no dialéctica de los vecinos macanu-dos, leen el menú del restaurante para terminarencargando otro platillo uruguayo, que es casotestigo en congresos de gastroenterología: el cho-to. Pobres países. Los niños se matan de risa cuan-do el padre le dice al mozo dame choto y admiranal padre por algo completamente lateral. ¡Cómo espapá! Y este momento que es mágico en la edu-ación de los pibes, donde se pasa amor de una

generación a otra, con pocas palabras, comiendo,y callando cuando llega el garcon, es un crimen,pensamos nosotros esta tarde, desplegarlo porran poca cosa, por un jueguito simple de palabrasque contribuye además a la mistificación culina-ria del Uruguay.

Los chicos del columnista aprendieron a co-11H.'1' de todo, también variedades uruguayas.

lcmncrneute que ríencn que dar L!.1'.1

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\

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cias a dios todos los días porque no hicieron na-da aún para tener esa vida acomodada, y merecer-la. Que estos chicos no sientan q~e se les debe,¡por favor!, como sus padres sienten que la patriales debe, y por eso es que se ensañan tanto, encuanto se da la más mínima oportunidad, y poreso medran también, merodean la AFIP, el Con-greso, para ligar un contrato para la señora, por-que esto no sólo no importa más, sino que nun-ca importó. No odien a la patria, chicos. Noaprendan eso de papá. Están sentados en un res-taurante y están muy bien, tienen buen color, po-drían dejar la Coca por la mitad, si quisieran, opedir dos y pedir postre y después no comerlo.¿Saben cuántos chicos van a restaurantes?

En La Celeste, el odio está servido. La mani-festación más desgraciada en el comedor es elcuadro con la estampa sonriente de Carlos Gar-del, el cantante, enmarcada y colgada de una pa-red que divide el salón al que los patrones le pu-sieron una chapa de madera debajo con lasentencia: «Elrincón de la polémica».

y no. No se puede ser tan loser.El tedioso pleito uruguayo para lograr qu

Gardelles pertenezca es mucho más doloroque la celebración de un córner, es como ser felipor haber visto de lejos un auto caro, es de pdedor grosso, de pibe con anteojos hundido en 1miseria de un hogar con padres alcohólicos.

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Esa pared de la polémica sería como el espa-cio para el diálogo internacional que tiene el res-taurante, el guiño a los que van a comer que sonargentinos en su mayoría, toda la inmensa mi-noría uruguayista, compañeros argentinos queodian a la Argentina, nietos fallados y resentidosde inmigrantes. Pero es un diálogo mediante elabuso de confianza y la violencia psicológica.

Porque aunque es cierto que hay una inmen-sa cantidad de familias forras que se dan vueltaen el comedor cuando ven la frase debajo del cua-dro del cantor y ríen, la verdad es que hay que ha-cerse mucho el distraído para no ofenderse. Elrincón de la polémica fue creado para que todo elrío de la plata ría al mismo tiempo pero la falta ala verdad es grosera. Es puro titeo, puro teite decómo te [arreo si entrás a mi casa.Pero así no esel amor. Se le puede decir maricón a un hermanon los almuerzos familiares, pero a tu hermano

no le gusta que le digas maricón delante de nin-ún primo. Es una agresión mínima pero a tu

hermano le alcanza y le sobra para sentirse mal,y entonces no lo hagas, porque es abuso de po-der, amparado en que tu hermano no reaccionasi hay visitas. No es una manifestación amorosa.Amen en serio, uruguayos. No verdugueen a susvecinos, a sus hermanos. Digan que Cardel esII~mcé,"l,que es lo que está probado. Y acepten queanl.\b.\ 11 M i lsucnos AireN querido ''. Lo de 1,,\1',1

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<,

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red es un chiste muy corto que no aguanta ni enprovincias. Pusimos cuatro premios Nobel, losargentinos, dueños de La Celeste, Borges era ar-gentino, descubrimos Buzios, descubrimos aBergman. ¿Por qué la envidia, muchachos?

En fin. Algo así no termina bien. Todos lo sa-bemos y casi todos lo callan. Nosotros, aunquesea tarde, tendremos nuestra semana de home-naje. Porque la verdad paga en algún momento,rubios. Pero requiere de una paciencia desco-munal.

Compañeros, ustedes los que tienen televisor,los que consumen noticias en serie, saben queentre una primera y segunda vuelta electoral seviven semanas intensas, como las previas a unmundial de fútbol, como las semanas previas alos sports de los colegios bilingües. Son esas se-manas en que se instalan los movileros en laspuertas de los hoteles, llamados bunker s electo-rales, y entran y salen los candidatos cada vez qutienen que decir algo o cada vez que sólo tienenque entrar y salir. Que de repente llega un autnegro con un ministro, que de repente llega undelegación de turistas chinos, que de repente 1rece que baja el candidato, pero el que baja en realidad es el masajista oficial del spa del hotel. y,era el masajista y se vuelve a estudios centrales,

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Algunos de los jornalistas de los diarios vivenesos días la enorme distinción de trabajar en unmedio importante e ingresan al hotel como sifueran gente notable que no tiene que comerse elenorme bochorno de hacer puerta con los movi-leros. Y, pobres, estos periodistas gráficos que in-gresan creen que pasan al Hyatt, al Caesar, al Hil-ton, como consecuencia de su posición de clasey de su habilidad para pelear una entrevista, unoff the record, un esfuerzo imaginario que nece-sitan sobreactuar ante sus jefes para obtener fran-cos yviajes, aunque la más grande verdad de la vi-da y de sus vidas es que el noventa por ciento dela información que reciben y de las entrevistasque logran fueron todas fríamente calculadas porquienes las sirven.

Así, como producto de un cálculo publici-tario, fue que la periodista Camila Infante deldiario La Nación consiguió una entrevista im-portante. Y entró al hotel como si fuera unapersona que puede pagar un hotel internacio-nal, muy, muy orgullosa, y a paso de yegua se-gura, ninguneando a los botones. Compañeros,

.amila Infante ingresó al Hotel Panamericanapara encontrarse en el café del lobby con Man-leca Di N 5.poli y haccrle un reportaje cuyo re-ult.ado puede ir a los anales del blanqueo de

ircs. Escribió la crouistn:

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Manteca Di Nápoli es sociólogo y director deFlaxo. Trabaja ad honórem en la campaña de Fil-mus y es su asesor de confianza, su amigo. No espolítico ni tiene aspiraciones de serio, pero está adisposición del ministro cada vez que lo necesi-ta.¿Qué hace?, se pregunta el artículo. Se respon-de: Va al despacho de Filmus en el Ministerio deEducación, le prepara mate y (do saca de la cam-paña», (¡essa!) Esto es: lo distrae con conversacio-nes ajenas a la política. Entre ellos dos, despuésde que Filmus entró en el ballotage, salió la ideadel eslogan «Nada es imposible», con el que elcandidato busca aún posicionarse en lapelea porla segunda vuelta.

y escribió también:

Ambos tienen muchas cosas en común. Losdos son sociólogos, los dos pasaron por Flaxo, losdos son hinchas de San Lorenzo. «Nuestra amis-tad trasciende la coyuntura política», sostienen.Los servicios de Di Nápoli al lado del ministro seremontan al gobierno de lbsrte en la ciudad. Allícolaboró en la gestión de Filmus en la Secretaríade Educación porteña. Buscó darle «visibilidadpública» a la administración. Su especialidad fusiempre ayudar a Filmus a comunicar, algo quelos allegados al ministro reconocen que le cuestamás de la cuenta. Di Nápoli s610 sC' 8111116.11.1 I!L'S

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tión pública con un cargo que depende del Mi-nisterio de Educación de la Nación, como direc-tor del portal Educ.ar. Ese puesto, por el que nocobra, 10 obliga apresentar todos los años su de-claración jurada de bienes. «Hasta ahí llego. Noquiero cargos ni nada que se le parezca. Yo mequedo fuera del gobierno», se ataja Di Nápoli.

Bueno. ¿Se llega a ver el dramón que es parael país que estas cosas se publiquen y que esta

gente exista?Camilita es una piba bárbara. Buena hija, bue-

na nieta, llora en los velorios. Una chica con susideas sobre cómo hay que vivir y con sus mistifi-caciones bien asentadas, como todo el mundo.Egresada de la Universidad de Palermo, pudo te-ner la escena de los birretes al aire, que la univer-sidad pública retacea, el día de su graduación co-mo periodista, y al regreso de la ceremonia decolación, los papás le prepararon una fiesta en elhogar familiar de Villa Devoto con catering deAlfredo Schuster. Al terminar el secundario, a to-dos en la casa de Camila les pareció que la UBAira muy desorganizada y que el CBC es un añoperdido. Punto sobre el que Camila no pudo de--ir ni que sí ni que no. Y se anotó en la UP. Sepresentó una mañana en el edificio de la calleMario Bravo, crUZÓ los molinctes y dijo al gUl1r-

lln: C/u/t'do 8c.' " llccliC)cJ/.e¡t.l, .Jdóndl.· L'S? Y si en

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una universidad privada pagás las cuotas, se teconceden casi todos los deseos. Un día los argen-tinos van a tener que hablar de esto, si queda al-guien con quien hablar.

Es una piba mona, Camila, eso no se puedenegar, aunque sin entrar en la categoría vedetteporque sus partes se alargan más de lo que se re-dondean. Es alta, pero no un fenómeno de circode alta, y linda. Guapa, según parámetros inter-nacionales. Bonita. Como fue bonita Graciela Bor-ges, como fue bonita Anne Baxter. ¿Se entendió?Todos los dientes. Se pinta los labios de maneracontundente y se delinea los ojos para ir a traba-jar. En contra, mucho hueso en la cara, que le ha-ce una quijada como de rugbier, yuna sérieusetremenda que le quita sensualidad cuando hacecafés con la gente a la que llama fuentes en los ba-res de los hoteles internacionales y a quienes lesmarca la distancia sexual porque ella ya tiene unnovio que se llama Marcos.

y registra en su memoria los cuentos que lehacen las fuentes para que ella escriba. Camilitacompone, en esas instancias, el perfil más profe-sional que puede que es aquel donde ya se pres-cinde de anotador y se habla con los políticos co-mo si fueran pares, como si ambos fueran gentde negocios. Cuando les dice tengo que volver aldiario, Camila conmueve porque le añade a su juventud el componente de gesta que cree que ti"

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ne su trabajo. Y quiere que volver al diario, suequivalente a volver al cuartel general duranteuna guerra, regresar al quirófano a intercambiarun corazón, ayude a dignificar la terrible luca ymedia que gana, que no alcanza ni para las pintu-ritas ni las cremas que hay que tener para mante-nerse en el mercado, presentable, y así retener aMarcos, o ir por algo mejor, un Juan Marcos.

En el artículo que compartimos, Camilita di-ce que la historia de Manteca con Filmus se re-monta al gobierno de Ibarra. ¡Se remonta y ve-terinaria! Se conocían de mucho antes. Estosseñores ya le habían vendido humo al padre La-dislao durante la administración de Juan Manuelde Rosas. Le dijeron en el confesionario: no pa-rezcas tan enamorado, gallego, te van a hacer bo-leta. Y dice Camila, en otra parte del artículo queManteca no quiere, ni cerca, que le ofrezcan uncargo en el futuro gobierno porteño, omitiendo,compañeros, que no querer lo que no le van a po-der ofrecer porque no van a ganar no es una ne-

ativa tan macha como no querer lo que van aquerer que quiera si ganan. Ojalá Camila haya po-iido seguir la secuencia. Es mucho menos heroi-

co, mucho menos desinteresado, si es ésa la ideaque Manteca quiso dar y que ella tradujo comorevelación. Tampoco presentó el hecho extrañole que haya hombres que prefieran la trastiendale la hlstori.; siendo que l,nMLl~lIltanto su interés

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por los asuntos públicos y que se rehúsen luegoa asumir responsabilidades de Estado. Los cere-bros de los cronistas no tienen cien gigas de rampara componer tantos escenarios, siempre hayproblemas de espacio en los diarios, además, yManteca no llamó cuando vio el diario impresopara advertirles a los editores sobre estas faltas enel artículo.

Llamó por otra cosa: para aclarar que él no ha-bía sido director de Flaxo. Ah, eso no. Leemos,compañeros, en el diario del día siguiente:

Luciano Di Nápoli, asesor del candidato Da-niel Filmus, aclaró ayer 10 siguiente a raíz de unanota publicada en La Nación: «No soy, ni fuinunca, director de Flaxo. La directora de nuestrainstitución, desde hace muchos años, es la licen-ciada Daniela Lusqui. Yo ocupo el cargo de coor-dinador del proyecto Comunicación de la insti-tución».

Menos mal que lo aclaró. Una suerte, además,que escribieran institución dos veces en el mis-mo párrafo del comunicado, porque si no nadiecreía que era una institución. Pobre Camila co-miéndose el garrón de rectificar algo que pudohaber chequeado y qué escalofrío cuando se leproyecto Comunicación, sin la preposición y conla mayúscula.

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La última mano inocente que Camila le dio aManteca, tan mal pagada por ese llamado aclara-torio a sus jefes, fue cuando dijo algo que él lecontó pero que la periodista puso con sus propiaspalabras, porque seguramente a ella le gusta es-cribir, porque están las chicas que se anotan paraperiodistas porque les gusta escribir. Camila es-

cribió:

Hoy Di Nápoli se divierte viendo una y otravez la disputa televisiva francesa y dice que lospolíticos argentinos son civilizados al lado de loseuropeos.

Los que no son de aquí ni de allá la pasan bár-baro con lo de todos lados.

Pero, ay, con todas estas ventajas que el profe-sor ya tenía sobre la prensa, traducidas en notas tanfavorables, sintió de todos modos el impulso dehumillar a Camila con ese llamado aclaratorio, co-mo otro día sintió la necesidad de hacerse el gua-po con integrantes del cuerpo de movileros, la sec-

ión más plebeya de periodistilandia. Mantecaintuyó un día que había margen para levantar elperfil. abandonar el escondite, y que eso le saliera

atís. Fue entonces que se presentó como vocero[ucll ircn t 0.'1 y,

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días antes de la segunda vuelta, se puso loco cuan-do el muchacho de una radio interrogó a Filmussobre qué le parecía que unos militantes de Que-bracho escracharan el hotel donde el filmusismohabía armado su carpa.

A Filmus, la demostración de Quebrachoprimero le pareció una barbaridad, después lepareció que estamos en democracia y despuésno le pareció nada de nada. Todo en un minuto.Pero a Manteca, ¡para qué! Le dijo a Daniel aho-ra te alcanzo, y cuando se desarmó la montone-rita de reporteros y se apagaron los micrófonos,le preguntó al movilero que había hablado si es-taba loco, que si no se daba cuenta, y le pregun-tó, además, si tenía idea. Manteca se había trans-formado en un retirado de la prefectura navalargentina que acosa a un chico que no es suyopor escupir sobre el sendero de una plaza. ¿Tedas cuenta que está fuera de lugar tu pregunta?En este país te retan con preguntas. Y te retacualquiera. Manteca le habló de profesionalidad,también. Y de ubicación.

Quebracho, que lo sepa la posteridad, es unaagrupación de muchachos infiltrados por la po-licía que rompen vidrieras dos o tres veces poaño para asegurarle a la propia policía la retenciónde divisiones de defensa de la democracia quimplican mucha plata y viajes para capacítaciór •.Una cadena de la felicidad que a Di Nápoli le d

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be recontra sonar. Y se puso loco, Manteca, de unamanera innecesaria, pero que se ha hecho comúnentre los personajes que viven en estos medioscaminos entre la academia y la política. Piratas delasfalto democrático. Empujó al movilero. ¿Te dascuenta? Cargado el acento de das. Como si le di-jera te das cuenta que sos un mogólico, un pobreinfeliz de traje barato trabajando para patronesque acuerdan cosas millonarias con los míos, 10-ser, tremendo loser, tipito arruinado, perdido.¿No querés darte una vuelta por el dentista a quete haga una limpieza?

Qué novedad, Manteca, que los periodistasson ignorantes. Que este país está destruido tam-bién en ese ambiente. Pero es un poco fuerte quecientíficos sociales que degluten penes de cual-quier animal del pejota al que le tocó la caram-bola de gobernar este país, científicos que van areuniones imposibles, que se ríen de chistes re-tardados, que se ven forzados a compartir intimi-dades para las que no estaban ni avisados, ni dis-puestos, como un pase, o el prólogo de un garchede un diputado nacional del pejota con una dipu-Iada provincial del pejota, se la pasen burlando alos periodistas de las radios. Pobrecitos los mo-vilcros. Con sus trajes viejos. Los mismos queusaron para casarse diez años antes y que siguenusando porque nunca más pudieron ahorrar pa-1';\ otro porque algulen, Manteca, fundió el país.

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y esas pibas que no tienen trajes pero tienen go-mas redondas, jóvenes y un registro exageradode su capacidad de seducción, que sacan los pe-chos de gira a esos acontecimientos en represen-tación de una radio de Quilmes y ponen toda laesperanza en que la monitoree el gerente de no-ticias de un canal de cable para que le dé la opor-tunidad de poder un día hablar frente a cámara,sobre el clima o sobre nada.

Manteca jugó una bola más cuando se hizo elguapo. Abandonó su cueva del asesoramiento yse exhibió para cagar a pedos a esta generación demovileros que ya no serán sus clientes en Flaxo yen ninguno de los otros ocho sellos de goma enlos que arma su cifra mensual. Como sí podíanserIo diez años antes cuando los movileros com-praban sus trajes en Modart. Los pibes éstos sonflojos. No sólo los trajes gastados. ¿Les han vistolos ojitos tristes cuando ponen en punta el graba-dor para salir al aire? Son compañeros comunica-dores recluta dos en estratos cada vez menos am-biciosos de la comunidad y con la escolaridad endecadencia. Otro cuadro que le debe recontraso-nar a Manteca. Y también a Daniel. Además, ¿tuvida cómo es? A la piba de La Nación le dijiste pa-ra hacerte el simpático y el antipolítico que a Filmus le ibas a cebar mate y lo sacabas de la camña, siguiendo la línea: hablar de política es malo yhablar de fútbol es bueno. No tenés derecho,

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Un caso dramático de criminalización del pe-riodismo ya se había dado en los inicios del Fre-paso cuando habían sido reclutados para cambiarel país tipos como Tomasito Blód, miembro de lasegunda línea del mantequismo. El licenciadoBlod y la señora de Blod, una joven psicóloga demodales locos que había establecido un toque dequeda en su casa, un límite nocturno para recibirllamados, tipo pensionado marcial, una de las ex-travagancias que adquirieron los argentinos queviajaron al exterior en los años noventa y que pa-saron algún tiempo haciendo fellowships en paí-ses anglosajones con ese tipo de costumbres,habían enganchado respectivos contratos en la

ámara de Diputados y de Senadores. Y los dos,junto a su línea de negocios académica, fuerte ybien renta da por el boom de los posgrados, arma-ron otra línea de asesoramiento a legisladores delFrepaso que los ayudó a vivir bien, vestir en Baby.otton a los gordos y no en el Once, y a disfrutar

de las enormes ventajas que tienen estos trabajos.iscsores, que son sin horarios y que al encarar deuna u otra manera asuntos importantes de la hu-manidad les permiten ir por ahí, moralizando.M irado con el mejor espíritu, con la mayor dis-t ancia, con el mayor grado de hu ma 11idad d ispo-nlblc, no se puede entender la concentraclón aje

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drecística que Tomás le puso a una causa lidera-da por ese compañero solitario, inconsistente yanal llamado Chacha Álvarez. El tipo estudiómucho, le puso cara de ojete a cientos de estu-diantes y publicó sus libros. Obviamente la Ar-gentina no debería perdérselo si quiere conseguirel investment grade, pero Blod no debería perderla lectura fina de aquellas escenas que pasamos aproyectar, a proyectarte, Tomasito, a recordarte,si es que aún vivís en territorio nacional, porqueun pueblo que olvida su pasado puede repetirlo.

Tomasito se sentaba en una oficina de la exCaja de Ahorro que tenía habilitada la senadoraMeijide, que era la esperanza, la fija, para que laArgentina retornara el curso de la Revolución deMayo pero en 1998, y bajaba línea a periodistasque querían chimentos internos del Frepaso, queera el partido de moda, lo que se entiende técni-camente como una noticia según parámetros in-ternacionales, y que más que Partido era un Es-pacio, un flash party, todas esas cosas se decían,y tanta novedad en el léxico periodístico políticoimplicaba una duplicación en el esfuerzo de loscronistas.

El trato que les daban a los chicos de los dia-rios a los que sentaban y les daban clase de cons-titución de las identidades políticas partía de labase de que eran débiles mentales, y que no ibana entender del todo bien 10 que se les hablaba,

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que obviamente implicaba doscientos años deteoría política. Les daban un café, como cuandoen el Día Nacional del Preso el oficial peniten-ciario tiene que ser amable con el penado, por-que tampoco es que la entrevista con Tomás erauna actividad social con reglas de etiqueta esta-blecidas. Hacía mucho ruido la taza cuando la se-cretaria la apoyaba sobre la mesa con desdén, condescuido. Porque hablar con Blod era hablar conPatton en una carpa del norte de África. Y losimbéciles no se daban cuenta. Todo tenía la ló-gica de la trascendencia y de lo urgente. Y Toma-sito se iba a tomar el tiempo con los imbécilespero dando a entender, con cara de orto, con lasrespuestas largas pero secas, que él no teníamucho tiempo porque en Estados Unidos lasffice hours de los teachers son con una agen-

la muy precisa, y porque mantener seriedad enun país donde se respetad semáforo sólo por ca-sualidad le había llevado treinta años de produc-ción y porque si las cosas se extienden, además,si se salen de agenda, la conciencia también pue-de salirse de agenda, y el inconsciente puedeque ordene hacer un paneo por las gomas de lasredactoras, por los dientes podridos de los co-lumnistas, hasta puede, el inconsciente, llegar aordenar que Blod cuente una historia de su vidapriv.ula de asesor y ahí chau, .lhí se va a arrepen-tir toda la vida de no h¡¡b~rN~ quedado apretado

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en un formato, que es como se sobrevive. Sinabrirse, sin mostrar debilidades.

Una vez asegurada la expresión grave, Tomásles contaba con absoluta solemnidad todo lo quehabía aprendido en la Facultad, más todo lo queél mismo ya había resuelto científicamente sobrela historia argentina. La violenta decepción parael jung Blod es que después de la clase los mon-guis le preguntaban si el flaco Rodil iba a ser elprimer diputado en provincia, y Tomasito, y to-dos los Tomasitos de entonces, se ponían locospor esa tendencia de los periodistas a hacer banalalgo que era, sin dudas, sensacional, que era ELFREPASO, EL CHACHO, ESA MUJER, a ponertodo en los términos circunstanciales de una can-didatura. Quiso ser un business muy emotivo elFrepaso con su pretensión salvadora de la patria.Lástima la realidad.

Los Tomasitos tampoco escribieron sobre suexperiencia. Manteca hizo verdadera escuela,también por eso hay que rayarle el auto, por co-merse la experiencia, por no contar la propia his-toria para que le sirva a quienes lo siguen en el ca-mino de la vida, como dicen los paredones delCementerio de la Chacarita. El periodista, en susrazonamientos binarios, a la larga la vio mejor,¡no era tan difícil!, pero los vivos del asesoramiento creen que la destrucción de lodo ha tcnido más que ver con 10 que 101 oarludlNlMi hiele

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ron a fuerza de malas interpretaciones que con supropia imbecilidad técnica y con los cuidados quepusieron para mantenerse flotando en las inme-diaciones del pejota, aunque se tratara, en este ca-so, de espacios o de partidos espaciales tan, taninteresantes como el Frepaso. El jornalista dejahuellas con sus artículos, pero los consultores no.Hacen un libro cada tres años, que sin duda es al-go más sólido, una investigación sobre el pasado,pero siempre sobre algo donde ellos no tuvieronnada que ver. Sobre lo que hicieron no dicen na-da. Se alistan para perseguir y aniquilar a quienespongan en riesgo sus comodidades, marcandomuy bien la cancha para quedar del lado correc-to, donde no te comen los piojos. La sacan bara-ta, compañeros. Nadie les da un bife bien dado,excepto, modestamente, nosotros, esta tarde. Loschicos de los diarios, en cambio, podían perder elempleo y ser la nada misma en cuanto se gasta-ran la indemnización, podían terminar vendien-do ensaladas de frutas o cobrando casa por casalas cuotas del ACA. Digámoslo en honor de lostristes trabajadores de prensa.

El esquema macartista sobre la prensa sobre-vivió. El cuidado que los asesores tienen sobre supropia base material determina la superestructu-ra idcolózica. Lo de siempre. Una de las tareas dia-

s la injuria aguda y sistemática,ílcu ~poli l ÍC'a, " 1''''

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periodistas que escucharon en la radio esa maña-na, a los que leyeron en los diarios también esamañana, por servir discursos en los medios decomunicación que no contribuyen,~ especial-mente irritante, para ellos, es aquel discurso ge-neralista cuyo resumen es que los políticos sonladrones y que emplean más tiempo en hacer ne-gocios que en hacer el trabajo que la comunidadles encargó. Naturalmente, compañeros, lo delrobo es verdad, y naturalmente que los periodis-tas no tienen la menor idea de lo que hablan cuan-do señalan eso. No pueden llegar a imaginar la es-cena exacta en que se concreta el llamado robo,repiten sobre la base de una generalización públi-ca, pero, eso sí, con fuerte asiento en la verdad dela vida, con fuerte anclaje en las postales que en-tregan los hombres que un día tuvieron un Ci-troén 3CV y que dos años después tuvieron unaFuego. Los hombres que un día manejaban unDuna blanco y cuatro años después se subieron auna Pathfinder negra propia y pusieron los cam-bios de alta, siendo que la lotería la ganan pocos,que nadie escuchó el estruendo de los corchos enel departamento del legislador, del director nacio-nal, del subsecretario el día que zafó, porque nganó la lotería, al menos no la de los números, 1del gordo de Navidad, pero se sacaron la lotería,se la sacaron, porque acá el ascenso social se tminó en 1975, ¿no que se terminó, Manteca? 1

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soldaditos de la prensa se encargan de la repro-ducción del lugar común con fuerte asiento en laverdad, pero rara vez lo integran en el procesoglobal de la política, en la big picture, como se di-ce en América. El denuncismo periodístico escualunque, no sirve para entender nada, no sirvepara enmendar, para mejorar, sólo ha servido pa-ra dar ideas de cómo perpetuar el saqueo, ha sidouna tarea de media training para los funcionarios,pero negar el robo también es cualunque. Negarel afano, el saqueo generalizado, es cualquier co-sa. Por eso es que atrapados entre la tentación dela denuncia y la participación en el coro negadorno sabemos adónde ir y entonces vamos por to-dos, Harry Chinaski. Tienen razón los consulto-res: en determinados niveles de responsabilidadpública hay que cuidarse mucho de no desalentaral público respecto de la importancia de la demo-cracia. Sí. El locutor de una radio tiene que sermuy medido para no darles herramientas a los1()lpistas. Sí. En caso de que haya uno vivo y con

.iirc. No hay. Los antipolíticos subrayan el robo.Sí. Pero no hablan de los temas estructurales. No.Porque no todos los conflictos de la vida públicatienen que ver con que si los tipos roban. Seguro.

Nuestra patria asesora defiende las institu-ioncs, [cómo no 1.15 va a defender! Y sobre el

tsunt» de los robos. de IJ llamada corrupción,¡lIC es para

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todo público y niega que los funcionarios y re-presentantes delincan como si fu'€-raun com-portamiento estructural, generalizado, aunqueconceden que una minoría es chorra. Y una res-puesta triple x, para los connaisseurs del oficio,donde se justifica el afano en razones secretísi-mas de la ciencia política, que son seguidas porauditorios reducidos de excitados estudiantesavanzados de esa especialidad, encantados porlo complicado y denso que es el mundo de lopúblico al que acceden con sus conocimientosy por su vecindad social con los dirigentes. Yque los distinguen de las masas, que es tan re-confortante, que por cierto no entienden un po-rango de qué se trata todo, que sólo sufren losmundos complicados y densos y nada más. Ylos profesores subrayan con miradas intrigan-tes: ¿no, que es denso? Algunas cosas ... , ni lasquerrían saber ... ¡Pero los estudiantes de poli-cienciología quieren saber, profesores! Quierenestar parados donde están ustedes. Viendo cho-rear y esperando a que caiga una moneda, paratentarse, aunque más no sea.

Estos cientistas educados en los años ochen-ta, estos mantequistas auténticos, ortodoxos, noestuvieron en la guerrilla, ni en la ESMA, no hayen ellos una recuperación del tiempo o el dincrperdido en la cárcel o en el exilio mexicano, phuele a vcnaanza su brutalidad capitalista, su 11.1

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cer guita a costa de la verdad de las cosas. De suspadres heredaron sólo el elitismo que ejercen deuna manera aberrante, no para marcar un desti-no, un curso próspero para toda la comunidad,sino para dejar en claro lo de uno, lo de ellos. Di-cen la mía para hablar de la plata y hacer guita pa-ra hablar de un trabajo. Son los más serios de to-dos. Menos mal que son ellos y no otros los quefirman los contratos. Una fuerte necesidad decontención por la tierra, por la Pachamama tie-nen, y ni un solo día de aventura, ni uno. Asímarchan lentamente al Parque Memorial traccio-nadas por sus esposas con toques de queda, conlas que casualmente se casaron, para cumplir unameta casi de salvación, bautismal, de borramien-to del pecado original que fue alguna entrega vi-tal de los padres a una experiencia colectiva y fa-llida. Y el tema de la plata, ah, tan robada de loslibritos de autoayuda que formatean egos y queestablecen la cadena garche, plata, remo y golf co-mo reveladores de salud mental y calidad de vi-la. ¡Qué cultos son los asesores!

Pero cómo llegamos a que estos compañerosde la intelectualidad se nos desvíen tanto, corn-pañeros. Peor: ¿Cómo llegamos a comer pescadode río pobre cuando comíamos bien cortaditos ycrudos pescados de ríos copados del sur? Eso esun misterio sudamericano, el misterio de la Ar-

ntina oue fue del salmó» .\1 surubí.

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y puede empeorar, todavía. Mirá si dios exis-te. Mirá si dios existe y es un tremendo turro quete tira una repetición de la plaga egipcia de los sa-pitos pero sobre la avenida Córdoba, y de un sa-que, en una sola lluvia, arroja esta vez cien milenanito s verdes del Frente Grande, la precueladel Frepaso, que empiezan a destrozar capots, te-chos, los paragüitas amarillos de los escolares, ydespués a patear las calles de la ciudad, y a trabar,por deporte, por costumbre, todas las puertas deemergencia de todos los locales bailables, a ha-blar en lenguas sobre cambiar la política, y se su-ben a colectivos en el Once, y se ponen pelucascon rulos y te dicen que otro país es posible, y lollevan en andas al Chacha Álvarez, que remontaen las encuestas ... , ahhh. Y vuelven a la actividadoficial con la misma esperanza de hacer un fan-gote de plata pero sin poner el cuerpo, no a loMenem, más de caté, aunque con el mismo ham-bre de futones y toallones robados en los hotelesde la Isla Margarita. Pueden hacer falta más so-ciopolitólogos para entender, para entendernos,¡y enfermeras! No olvidemos a las enfermeraque vamos a necesitar para los lastimados, parlos ahogados por el humo. La próxima generación de enfermeras, para la próxima gcncracide cnaníros verdes, tienen que ser de las 10

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enfermeras sin horario reclutadas por un santo,veinticinco horas de vocación asistente. Y van ahacer falta escritores y muralistas para la catarsiscolectiva. Nunca más no fue nunca más.

Tomás Blód, un hombre de bien que ha dadotantas clases en la universidad pública, que haorina do en sus baños horrendos, no tiene tantaculpa como sus contratistas. Digamosló. En sutiempo quiso hacer algo con su tiempo, y perdióel tiempo, que es lo más seguro que le puede pa-sar a cualquiera.

Hablemos de cosas más amables, ahora. No secrean que no cansa esta oratoria, como no noscreemos ni ahí que no canse escuchada. Por esoe les propuso que vinieran con reposeras y gra-

cias al cielo hicieron caso, la mayoría está bienacomodada. Vemos gente que va al baño pero quevuelve. No hay uno de esos desagotes lentos depúblico que deprimen tanto mientras uno avan-",,1 con su discurso.

Vamos a hablar de zonas cálidas en la memo-ri.i. De la caída libre del 2002, por ejemplo. Cuan-do el que tenía media pata agarrada de una pro-piedad, de una base de operaciones para aguantarl.:UI1 arroz y huevo, puede decir hoy que ése fue1111 tiempo dificil pero hermoso. Complicado de

pllcar, nero cstuvlmos .lht Con todo destruí

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do, nadie esperaba nada de nosotros y nosotrostampoco, ni de nosotros ni de nadie. Vivimos enel grado cero de la mala sangre. Rematamos unClío y con la plata tiramos un año y medio sinperder la cordura ni hacer cualquier cosa paraaguantar, porque una crisis te puede volver loco.Fueron días extraordinarios de menús ejecutivosa nueve pesos con cincuenta por lo que dabanuna sopa de entrada, un ojo de bife con ensaladay un postre vigilante espolvoreado con azúcarimpalpable. Con toda la decoración y el emplata-miento. Los mejores aprendizajes de la décadadel noventa. Y café, que en este país nunca se leha negado a nadie, y en jarrita, que quedaba tanbien, y que se volvió la más grande ilusión ópti-ca del mundo para los clientes de bar que paganmás por la misma dosis porque nuestra genteasumió el jarrita como ascenso social. Los com-pañeros se agarran de donde pueden.

Para el 2002, Manteca visitaba la Librería delMármol ubicada en el primer piso de Un Gallopara Esculapio en Costa Rica y Uriarte, el bar re-presentativo de lo que esperábamos que fuera Pa-lermo cuando se empezó a armar el ghetto de losque se salvaron en una zona de la ciudad bastan-te arbolada, con casas bajas y talleres mecánicos.Este Palermo al que las parejas jóvenes de otrbarrios de la ciudad visitan los sábados para conrar los dominaos en los almuerzos Iarnillare» qu

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ayer fuimos a Palermo, y que es donde todos máso menos quieren vivir a fin de cuentas, no poridiotas, sino porque luce próspero y seguro,cuando pocas cosas lucen prósperas y seguras,con tan bajo Índice de siniestralidad en las calles,y donde hay tantos locales comerciales bonitos.El barrio donde la ilusión del dinero empuja a lasvecinas y los vecinos a los dentistas a corregir de-formaciones, a los gimnasios a corregir deforma-ciones y a los psicólogos a corregir deformacio-nes, para estar bien preparados para ganar más ygastar mejor.

Sobre cómo debe ser un ghetto, uno tambiéntiene sus ideas. Uno puede pensarlo todo, si sepone a pensar. A nosotros, a la ultra, nos gustanlos ghetto s sobrios, con madera, con sillones, conlibros y con luz de lámparas de pie con tulipas detela blanca. Un poco de recato por todo lo que seperdió. No nos gusta el Bar Seis. El Bar Seis es ladictadura. No nos gustan los ghetto s que son tanimpenetrables y desconfiados como el Batallón

1. En el Seis sobre la calle Armenia hay que re-servar y hay que tolerar a una yegua en la puertaque te dice buenas tardes o buenas noches. Obuenas tardes o buenas noches, pero con sorna,.ii te intuye demasiado ratón. Demasiado pobre.BlIel1.1S P,UJ. vos, conchuda, yo vengo a un bar, nolo compliques con di~I()~()s rctontos de CÚI110 les

1(,' cuántos son. SOnlON todo» los que pOd.l

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mas, la puta que te parió. Todos los que nos po-damos amar al mismo tiempo. Y nos va como elorto porque no tenemos ni para auto ni para ta-xi, pero no nos va tan mal como a vos que tenésque laburar de portera. No te vamos a engañar.

El Gallo, en cambio, fue el alfonsinismo. Elpaís que se quiso abrazar con Olof Palme. Al-guien podría decir que fue el Frepaso porque ibanmuchos psicólogos. Pero no. No. De esto sabe-mos un montón. El Frepaso fue y es El Taller, elbar pionero de la placita Serrano, que sobrevivecon su ubicación única y cuya característica cen-tral es el desinterés de los dueños por la higienedel local. Un bar famoso que no tuvo nunca ja-bón en los baños. Una pulpería donde los propie-tarios no pudieron, en veinte años, reflexionarsobre las ventajas de enjabonarse antes de comer.El Taller es la posdictadura, es la vuelta de Méxi-co. Si yo estuve preso o si yo me banqué el olor ahumedad de los monoblocs del DF vos te jodés.La vocación enferma de los que agarraron la ma-nija vitalicia por adherir de jóvenes a alguna or-ganización político-militar, aunque sólo hayanestado cuatro minutos y medio en una reuniondonde sólo se encendieron cigarrillos.

El Gallo exageró un poco con el nombre pacomplacer a la audiencia palermitana que cree tner una cultura superior a la mcd ia nacionalla media mundial. Pero no había un manual <.1••

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márketing gastronómico dirigiendo la operacióndel restaurante. Las formas resultaron bastantecaseras, sacrificiales, a golpes de celular a los pro-veedores. Una psicóloga judía y su marido gita-no ganaron muchísimo dinero con el Malas Ar-tes de Honduras y Serrano, frente al Taller, unespacio con dispenser de jabón líquido en el toi-lette, una clara ideología antibacterial y profilác-tica que, aquí se prueba, puede ir acompañada delamor a la renta. En el exterior cemento alisado yen el interior, ladrillos a la vista y muebles decampo; atendiendo las mesas, las mozas de Kievy la primera generación de mozas madres solte-ras y hippies chics, lo que convertía a los patro-nes casi en padres fundadores del Palermo delque se habla con tanto entusiasmo en los diarios.Así, parados en un éxito de público y ventas,fueron por el reciclado de una esquina gigante, apocas cuadras, donde en mejores tiempos de lapatria hubo una fábrica, a la que quisieron trans-formar en un bar y restaurante más lindo que Ma-las Artes. Más distinguido y con chef. Y lo logra-ron. Lo llamaron Un Gallo para Esculapio poraquella anécdota que dice que Sócrates minutos.mtes de morir le dijo a Critón «No te olvides dedar un gallo a Esculapio». Esculapio era el dios delas curaciones y se le ofrecía ordinariamente unallo en gratitud cuando un en formo se sanaba.

Elasunto es que Sócrares mudó de todos modos,

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por lo tanto se considera que esa frase tiene unmetamensaje, como aquella de los de afuera sonde palo. En fin, lograron la distinción pero les fuemal. Las dos cosas.

Al año empezó una rotación loca de accionis-tas. Fue un partido de damas en cámara rápida laevolución de la sociedad comercial hasta que unmuchacho que arrancó de mozo a los dieciséisaños y que pegó el salto a la patronal antes de lostreinta, un autodidacta de la renta con cejas tu-pidas, se hizo cargo. Este patrón miraba el cieloun domingo a las doce y le decía a sus empleadoscuántas milanesas de menús infantiles iban aembocar, y siempre acertaba. Huevo más, huevomenos. Pero el asunto es que Palermo no era Ciu-dad del Este, un pueblo de tránsito con elenco srotativos. Una vez que se arma un activo de clien-tes, relacionado con un activo inmodificable devecinos, éstos terminan definiendo lo que podésesperar como clientela de tu bar. No se puedecambiar demasiado a los habitués una vez queacostumbraste a la audiencia a determinada ima-gen. Porque los que quieras echar van a tardaren abandonarte, en captar el mensaje. Y los quequieras atraer, van a demorar en distinguir queles estás hablando a ellos. Y en esa transición tepodés comer tres meses pésimos de facturación.Un muy mal año el 2002 para esos experimen-tos. Mucho más si invertiste en dólares y b temas

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que recuperar en moneda nacional. Por llamarlade alguna manera. Tampoco se podía modificardemasiado la apariencia del negocio, en el quepredominaban elementos nobles como la made-

ra y el hierro.Con el nuevo patrón mejoró mucho la aten-

ción. Un mismo público, que no iba a gastar mu-cho más, fue mejor servido por un batallón demozos metedores reclutados en restaurantes dela zona de Tribunales. Una recepcionista con su-plementos de siliconas en el tórax te recibíaabriéndote limpiamente la puerta y te conducía ala mesa. Pero cuando captaba que alguien era uncliente ya tradicional de la casa, suspendía el ex-ceso de amabilidad porque pasar de cliente reco-nocido a desconocido total en un bar puede seruno de los más grandes golpes que reciba unhombre. y ella captaba esas sutilezas.

El filósofo esloveno Slavoj Zizek, que vio lasobvias ventajas de vivir en la capital de un impe-rio que nunca fue, con la moneda destruida,mientras cobraba regalías europeas de su obra,hizo en el Esculapio sus primeras salidas con unaesposa argentina que tuvo Y que era periodista ymodelo y rubia y todo eso, y pidió Heinekens enlas mesas redonditas del bistró que supervisabanDaniel y Claudio. los viejos dueños del Bárbarode Tres Sargento». Con la p1.lt.ade su viejo ncgo-

ompraron nronledade« Cilla Vl'ntos.l cos

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ta argentina y con el otro pedazo guardado seproletarizaron en Un Gallo para seguir haciendolo de toda la vida pero liberados del esfuerzo pa-tronal. Conscientes además de que el canuto deplata los liberaba de los horribles pensamientosque tiene un gil trabajador. Cobraban un sueldo,y usaban todavía sus chombas de patrones y re-lojeaban las mesas desde lejos y educaban conmucha tranquilidad a las generaciones de mozosque hicieron grande a Palermo, los reclutados enTribunales, por sobre todo, que trabajaban por-que había algo importante para mantener en ca-sa, hijos o padres incapacitados. Mozos entrena-dos para la locura, para la guerra, que ya habíanservido tantas mesas tantos mediodías que po-dían dar de comer o preparar una huida de Sai-gón. Con la misma frialdad. En una hora. Desta-

. quemos a estos abnegados, porque sus ingresossufrían la erosión del ejército de reserva consti-tuido por los artistas que empezaron a dejar suscurriculums a los encargados de los restós, de losbistrós, y que eran los que se pusieron a trabajarcon una bandeja para costear estudios de timba-les, de acrobacia y más que nada de fotografía, yque lo hicieron todo el tiempo mal. Recostadassobre la barra, las chicas que también estudiabanacrobacia y circo se miraban las uñas y maldecíanal que pedía leche dcscrcmada. Y lo fueron ha-ciendo peor a medida que se despcjab., dl\ pcste ..

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el horizonte argentino y veían más cercana laoportunidad de un trainee en agencias de publi-cidad o chances laborales en la Legislatura bonae-rense. No dieron a tiempo de irse ofendidos aBarcelona porque en las aduanas europeas se pu-sieron cada vez más botones. Lástima para todos.

Luis del Mármol, el librero alto y de barba, ellibrero vestido íntegramente de negro que tieneBuenos Aires, negras también las botas que usahasta en verano, había construido en la planta al-ta de Un Gallo unas bibliotecas preciosas para sulibrería, que ocupaban tres paredes largas, todaspintadas con Venier de caoba, un barniz que de-cora tan dignamente todo lo que se refiere al pa-norama cultural. Había que ver al malogrado ElioRossi, un cordobés con tiradores y periodista de-portivo, preocupadísimo en general por casi to-do lo que se refiere a las jugadas de pelota para-da, que llevaba a sus conquistas a mirar libros,¡cómo revoleaba los ojos!, ¡cómo se le ponían loshombros duritos y el pecho se le iba hacia arribade su metro sesenta! Incrédulo como un peón ru-ral ante la inmensidad de la cultura. La culturaque es como el Morumbí, les comentaba a susnovias de Deportea. Y que antes de ir a comer aLa Cantina de David y cruzarse con tipos sensa-ionales como el árbitro internacional Juan Bava

y confundirse con él en un abrazo, no dejaba deunprarse un par de IibWH. N.ul.\ de Font.marro

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sa, porque El Negro, que era un copado, UN TI-PAZO, Del Mármol te lo vende, te dice que estádisponible, pero también te dice: flaco, ¿no leís-te a Gombrowicz?, el Ferdydurke, ahhh, ahhhh-hh. Por lo tanto, Elio se compraba algo más a mi-tad de camino, como Sostiene Pereira, paracomplacer a Luis y complacerse y complacerla.¡Qué escritura! Sostiene acá, sostiene allá, sostie-ne siempre. ¡Cómo son estos tan os!

Se ha visto también al periodista económicoMarcelo Bonelli en trámites similares, pero ajus-tando sus compras a sus posibilidades reales o asu idea de si. Nunca un libro amarillo de Anagra-ma. Compraba más que nada novedades en laLibrería del Mármol, la librería que aborrece lasnovedades y el márketing editorial, y era, a lomejor, la distancia con el famoso lo que inhibíaa Luis de dar más consejos. O directamente creíaque no valía la pena, porque para Luisito el no-venta por ciento de la humanidad, aun la que en-tra a una librería, es irrecuperable. Como sea, pa-ra tipos como Bonelli, con diez horas diarias deexposición en cable y radio, la notoriedad es lasalvación durante la semana y un inconvenien-te los findes, y un domingo, como lo vimos a Bo-nelli, porque fue un domingo de vuelta de lacancha, con su camiseta de Racing debajo de lacampera, ¿iba él ir el señor Boncllí a Cúspide delVillauc Rccolcr.i ti que lo cholu lcon P, ¿.\ que )

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pregunten si un día vamos a poder pagar la deu-da externa? No, papá. Un Gallo para Esculapiofue el agujero negro de la fama, porque ahí todosfuimos famosos alguna vez y nadie fastidiaba anadie, ni te miraban de más. En cuanto se reco-noce al famoso se lo niega y el segundo extra queduró el reconocimiento y que el famoso detec-tó, se lo compensa dedicando, a la vista de todos,un segundo igual a mirar al repartidor de Cocaque entró por la puerta de servicio, para que elfamoso vea que vos mirás así y que no lo reco-nocés una mierda, porque sería admitir que mi-rás televisión y que tenés una idea formada so-bre él, y mirar televisión es una desgracia. Todoslo sabemos.

y entre todos los clientes notables, claro,Manteca, que en el 2002 podía darse el lujo demirar en los catálogos españoles que Del Már-mol, especializado en las ciencias sociales im-presas en España, el librero más completo de to-los los que trabajaron en Gandhi, ¡qué grandeiandhil, ponía a disposición para que los pu-

dientes miraran, y encargaran, y Luisito aguan-LIra un poco más en su posición delicada de li-brero independiente. Manteca podía comprar,pese <113 él 1, libros caros, y los que aguantábamostoda 1.1tarde en Un c;,1110 con un café 10 veíamos,

01110 se ve desde ),1 colcctura de Panamcr icana, los qlll' t icncn c.uníoncta y van pOI' 1.\vi.i r.ipi-

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da. El país se desangraba, no había ni plata, se co-merciaba con cartones de Bingo bautizados connombres de colectividades indígenas. No tenía-mos precio. Los techos de las casas de nuestrosvecinos de Remedios de Escalada presentabanescoriaciones que no van a poder arreglar hastael año 2108 y Manteca de Gran Hermano, de Fla-xo, de Grosso, de Ibarra, de De la Rúa, de Filmus,de Kirchner, de San Martín, de Rosas y de todoslos que saquen número, miraba terrenos, pro-piedades. Y miraba libros. Propiedades y libros.Catálogos y clasificados. Esos días son como unsueño en nuestra memoria porque no habremosdado dos vueltas en bicicleta alrededor de lamanzana que el consultor oriental ya había le-vantado su fortificación en la cuadra soñada dela manzana ideal de Palermo.

y es obvio que todos quisiéramos tener unacasa dibujada por nosotros, con parrilla con bra-sero, para hacer los carbones con leña, porque elasado es con leña o será un asado argentino, ma-lo. ¡Cómo no! Quisiéramos. Leeríamos duranteun mes las revistas Livingy House and Organs ycontrataríamos a pibas lindas e inteligentes dzona norte que sepan de colores y que se sepanqué va con qué, y dónde, y nos digan cuántousando la palabra honorarios.

Esteban Schmidt 117

Terminada la crisis del 2001, en el 2004, loque siguió en el Estanciero nacional fue que laeconomía volvió a crecer, que aumentó el em-pleo, nos hizo felices la vuelta de media porqueno hay nada peor que estar en la lona muchotiempo y no hay nada mejor que levantarse dela lona y saber que el que te volteó se las picó. Pe-ro se puso mucho más difícil que antes el temade los mozos, por obsesionarnos con un oficio,con el oficio con el que más horas interactuamosdesde que nos condenamos a los bares, a vivircxiliados de lo que nos importa. Los mozos pro-fesionales continuaron trabajando muy bien enrestaurantes tradicionales y los chicos que estu-diaban foto o timbales pasaron a conseguir pa-santias en diarios, revistas y productoras de pu-blicidad, por lo tanto hubo que raspar duro en el

ran Buenos Aires para armar la nueva nóminade gastronómicos amateurs para los comedoresde Palermo. Y resultaron más abnegados que suspredecesores, hay que decirlo, nada creídos en elsentido de esto no es lo mío, lo mío es el trabajo('11 el taller de Kartún, pero el déficit de la escue-L\ de la democracia produjo que vinieran conproblemas de retención, de memoria bah, aun-que memoria está muy relacionada a los milita-res por lo que digamos que este colectivo de rno-os no retiene. y par.\ 1.1 dcsui .•icla de ellos S"

mulilplícaron los P¡¡Ü

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común o Cachamai, ahora es un festival de sa-quitos y no se acuerdan, loco, no se acuerdan.Les dijiste jengibre,jengibre, la concha de tu ma-dre. No es tan difícil, tres sílabas, como manza-na, como Unexco.

.Que vengan a reprimir, compañeros.Somos tan curiosos, somos tan habladores,

pensamos tan mal de todo que no 10 podemosparar. En todos estos años dando vueltas a lasmismas manzanas del mismo barrio desde nues-tro retiro de los asuntos graves hemos visto mu-chas cosas que nos han irritado pero pocas comoel Festival Good Mourning, una de las pocas ac-tividades sobre las que Flaxo y Manteca no sonresponsables y cuyo verdadero führer no pasópor Flaxo ni por la puerta, y no siente tampoco lafalta de Flaxo en su vida. Hablamos de un jovenmuy delgado llamado Lisandro, que todos losaños organiza con fanatismo emprendedor unshow consistente en la conexión eléctrica de sin-tetizadores y la exhibición de disfraces en carpasde campaña alrededor de una plaza.

Con cosas así, los compañeros nos pregunta-mos qué hay detrás y quiénes están detrás. Por-que no nacimos ayer y sabemos que el mundoestá lleno de culpables. La respuesta <JlI~ les podemos dar i1csr.i hOJ",l es qlle NADl E. I./foMnd/'o"

I.steban Schmidt 119

un autopropulsado, un hijo de su propio Big Banu.El misterio de una persona más en la Tierra quresolvió ser de una manera y no de otra. Los sie-le superagentes del mal con los que nuestra ima-zinación se va a dormir muerta de miedo no sereunieron en el Sheraton para ver cómo discipli-nar mejor el mercado de jovencitos. Los guaso-nes se juntan menos de lo que uno cree. Lo quehubo fue la inmaculada concepción de un pibelánguido, musical, de un Jesús de Levi's de vein-tidós años, que vino con los evangelios escritos yuna altísima fidelidad con la época. Todo de fá-brica. Lisandro no se especializó en domestica-ción de corazones jóvenes. No subrayó apuntescon resalta dar en las bibliotecas nacionales. Porlo tanto no hubo progresión formativa, un ladri-llo sobre un ladrillo sobre un ladrillo que dieracomo resultado este éxito anual. Lo sintió, her-manos. Lisandro fue invadido por el deseo de or-zanizar eventos. Sintió todos estos años un lla-mado a cortar las calles Armenia y Costa Rica con,1pOyO policial para una gran exhibición de reme-ras y collares con música electrónica de fondo.

Lisandro es delgado. Lisandro mide como unabanqueta alta de bar. Lisandro tiene una cara conángulos y piel aceitunada, como se dice de la pielle los COI11¡Xü'Icros del medio de Oriente. Su ac-ión está complot arncnte por delante de su cucr-

torna en CUCI'll.l HU dimensión cuandopu.N

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120The Palermo Manita

se lo escucha vender el producto festival durate todo el año que le lleva producirlo. Cuandosienta con los de Bensimon para que sean sponsors principales y caguen a Levi's, o con los de Lvi's para que caguen a Bensimon. O con los delrestaurante vietnamita para que caguen al restaurante tailandés, y que los del Vietcong colo-quen cuatro anafes, con cuatro woks, con ochpalitos y veinte cañas secas para decorar la carpajunto a todos los ideogramas que hagan falta enel toldo para convencer sobre lo profundamen-te asiático del emprendimiento, ahhh, y el acei-te de soya para fritar tronquitos de verduras e in-vadir el ambiente con un olor intolerable. Casino se lo recuerda a Lisandro para un identikít, talla confianza con la que habla. Te pasó por arribo.como la hormiga atómica. Cualquier persona quehable como habla él, con su desmesura, con sudesenfreno, sería desterrado o degollado pero es-te loco, que se realiza como emprendedor y so-brevive, logra que, en un mismo día, un jefe depolicía, un intendente y veinte mil pibes haganlo que él dice.

Su padre, egresado de una ENET con el oficide carpintero, créase o no, ya era un hombre delcomercio que fabricaba y vendía cosas que no ha-cen falta, siempre presente lo dinástico en losemprendedores. Pero no había llegado tan lejos.Era un fabricante contenido en su luzar de 1.\ ea

r IIloban Schmidt

dona de distribución mientras que t,ll1'1capitalismo con forma de circo, por l., f I('NI

quera de la compra y venta, la feria de ,11\'f~I'Il¡H

vidades, el acontecimiento textil y musical.La experiencia es una tortura para cualquier

.ilrna sensible y cómo dimensionar, queridosrompañeros, el perjuicio en la sensibilidad y en(" talante de fans de bandas llamadas Mar, Fan-Iasmagoria, Victoria Mil, que prueban con soni-dos un festival, un barrio, una época, que revien-Ia de personas, que dan vueltas pop alrededor de1.\ plaza, con escalas en cada carpa con espejos pa-ra probarse casitas.

Nosotros pasamos por ahí cada año, también,¿cómo no vamos a pasar? Si el ruidito mercantil ylas comidas regionales de Palermo ya son como laleche de mamá. Quién, en su sano juicio y encon-Irándose tan cerca como estamos nosotros hoy, enla esquina del bar El Pingüino, en diagonal con lacasa de Pipo Pescador, ¿remember a Pipo?, que se.icaba de asomar a su balcón y nos hace, ahora mis-mo, el gesto del volante, con su inmensa sonrisa,un abrazo Pipo, gracias por sumarte ... Quién, en-tonces, no se daría una vuelta a mirar bien de cer-C.l aquello que luce próspero, que no se parece a unpiquete, a la pobreza o a la muerte.

Sin embargo, el infinito dolor en el pecho quenos produce el crnprcndlmicnto de I.isandro.

POI' qué. Soi

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122 The Palermo Manifesto

Uno odia a los que son más jóvenes. A la gen-te que te va a sobrevivir. Algo por dentro pasa, al-go que no tiene nombre te deja helado mirandouna pared. Castiguémonos, si el malestar es cul-pa nuestra. También digamos que la manera enque nuestra pendejada, nuestros sobrevivientes,se regalan a la lógica mercantil es enfermante.Que no se les ocurre nunca nada en relación aservir al prójimo al mismo tiempo que se com-placen. Que no 10 decimos católicamente. Habla-mos nomás de ser gauchos con los que tienenmenos. No queremos que estén enojados ni queprendan fuego gomas en Malabia y Cabrera, queafea el ambiente y espanta minas.

¿Y por qué no lo organizan ustedes?, nos pre-guntaría Lisandro si viniera a polemizar esta tar-de, a darnos la batalla conceptual.

Porque estamos retirados, Lisa. La puesta enescena militante ya la hicimos.

Me preguntan a mis espaldas por el nivel dlas hembras del Good Mourning. «Hablá de lasminas, pastan, me dicen. ¡Frívolos! Muchos spreguntan eso y, okay, vamos a satisfacer la de-manda. Informamos a los compañeros que hay,cada año, un promedio de compañeras que po-demos clavar en 7,80, por tirar un número.básico de convenio para un acontecimiento aupiciado por Levi's y Asatej, Pibas con mucho 1yccto de viaje a Cabo Polonio conversado a 1

Esteban Schmidt 123

apuradas en [anio, o a Punta del Diablo, con muybuenos culos de bailar, más que del Body Pump,gomas propias, y excelentes dentaduras. Ya va allegar la hora del homenaje público a institucio-nes pasadas a retiro como Sanidad Escolar, ¡enSaavedra 15!,que en los años del Proceso y de Al-fonsín funcionó bien, excelente, porque hubomucha y muy buena medicina preventiva en lasescuelas y en los jardines de infantes de la 6ª, 7ª,li, 18ª, 19ª y 20ª, las parroquias o secciones elec-torales (para los que no son radicales y nunca co-nocieron auno) donde se armó el grueso de lamasa que asiste al Good Mourning.

Cada año, los ecos del Festival llegan hasta laaltura de este palco, en Paraguay y Borges, dondelos tachas de basura desbordan por culpa de nues-t ra juventud que se sobrehidrata para depurarse,para cumplir la fantasía mineral de ser tan clarosy fríos como un río de deshielo. Para ser acuama-nos licuados, mojados, hombres paridas el día de1,\ creación por un renacuajo mujer, y vestidos conremeras, lo más trascendente del circo de Lisan-dro, porque buen culo también tenía Cleopatra yhoy son cuatro huesos polvorientos.

Las remeras tienen estampados con significa-clón y en caso de que el estampado no sea gracio-'O, chistoso, será de izquierda, pero para vestir a.iluuicn que sostiene su vida gracia» a la televisión

tal o nrnblcntcs h.ll\~lde: cdlllc.uucs, I l.iy

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124 The Palermo Manifeslo

remeras con la cara de Kitano, el japonés, tan bienvisto, remeras con seis caritas cosidas del enanoArnold, remeras con el mapa estampado de esegol famoso a los ingleses en el pecho, el dibujo dela cancha vista desde arriba y el recorrido repre-sentado con línea de puntos que hizo el padre deDiego Sinagra hasta meterla, si se nos permite, yprovocar el relato del barrilete cósmico, que seencuentra estampado, precisamente, en letracursiva, en la espalda de la remera.

Se descubre en la rotación anual por el GoodMourning, la aparición de marcas alternativas co-mo Vida de Perros que tiene una tipografía queelude a lo veterinario comercial, un rubro tan in-fluido por las formas de huesos y de salchichas.Se trata más bien de una Vida de Onda. Que nodeja de ser una vida guau, pero bastante más porel lado de lo esotérico. Y casi todos los que bor-dean la plaza en cada Good Mourning atiendensus percheros con los ojitos caídos de la tristezaque da saber que se es mortal, en el negocio Tade la plaza Serrano y Cortázar, un lugar donde lasmesas de pool fueron cubiertas de collares, ani-llitos y aros y adonde se puede ir cada fin de se-mana a frotarse en los pasillos con gente que snos parece tanto.

Nada es sagrado mucho tiempo. Ayer fuisrun dictador respetado, hoy estas preso por gencidio; hoy sos el héroe que recita el preámbulo en

Esteban Schmidl 125

los discursos de las plazas, mañana mendigásamor en comités salteños. Decimos esto porquehubo un tiempo, los años ochenta, donde en laplanta superior de la confitería Kalif de Rivada-via e Hidalgo se veneraban las mesas de billar.Eran templos sin tiempo, esos salones, y uno pa-saba el dedo por la felpa y la felpa verde inglés an-tes de la invasión de mesas de pool, de la corea-nización del billar, elevaba la condición de ratónde cualquiera que probara carambolas, y cedíanobleza a quien llevara un apellido de mitad detabla. Y todo a cuatro cuadras de tu casa, a cienmetros de la estación Acoyte del subte A, y lo po-días pagar. Podías quedarte toda la tarde, un díade lluvia, en esas alturas.

Queremos dar un ejemplo: la cancha de Ferrotuvo el mejor césped de toda la historia del fút-bol argentino, de Alumni para acá, donde sea queestemos, y Horacio García Blanco, compañeras yompañeros -nuestro recuerdo para él, un tipo

que murió de tristeza por toda la mosca que lequedó atrapada en el corralito-, fue quien dijotina vez sobre esa cancha, por Radio Rivadavia ypara todo el país, José María, este campo es un bi-llar. Ése es el ejemplo.

Estos agravios a 10 mejor de la humanidad secometen en Tazz pero también en Fábrica de Ba-n.11lJS, un Espacio, como se llama en Palcrrno alas COMaS lncxpllcables, IY ,,1 Jll'cp.'Rol, que en

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tiempos previos al Mercado Central era un maduradero de bananas. Que no es un espacio tanoble como una mesa de billar, pero un maduradero también fue algo imponente y respetabl •..,En tiempos mejores, los compañeros podíamoasomar la cabeza y ver cien mil bananas verdecolgando, en espera del verde amarelo, que ladejara listas para el corretaje por las fruterías dla patria. Ahora cuelgan de esos percheros reme-ras con dibujitos de Mao. Un compañero dicta-dor, compañeros textiles, aunque un dictadovistoso, no se les va a negar.

Los diseños son más y más re1ecturas de la in-dustria del entretenimiento, igual que las marcaspoderosas que se asientan en los shoppings, só-lo que la muchachada de Airborn no arriesgaplotteando una remera con la imagen de Kitanoporque la mayoría de compañeras y compañerosque pasean por el Alto Palermo no entienden suspelículas, pero a quienes se les puede vender al-guna con la estampa ganadora, violenta y canche-ra de Tarantino. Que se entiende mucho más. Ungrande, Quentin, verdaderamente, todos esoschistes con ametralladoras.

Cientos de miles.ds remeras con mensaje enel maduradero y en Tazz. Con un significado im-portante para los superhéroes palermitanos. Superhéroes sensibles, integrados, deportistasmusicales y que cada tanto pintal

I sleban Schmidt 127

Que un párrafo emotivo ya escribieron y que'cuando están tristes se van a L'Eclipse du Livre at ipear poemas porque un día alguien los va a ha-cer canciones, a grabar, a samplear, a pinchar o ahacer de goma.

¡Ah, L'EclipselCuando los argentinos escolarizados piensan,

lila de las cosas lindas en las que piensan es en.scribir, yo tendría que escribir, dicen muchos ar- 'entinos, y piensan que cuando van a las librerías

que tienen bares, escribir allí puede ser una bue-na combinación. O claramente una mersada, sino se tiene tendencia a pensar en cosas lindas.Depende de qué se escriba, además. Levanta el ar-~entino la vista de la computadora y mira las gón-lolas de libros, ese horizonte de estantes con lo-mos multicolores, la escena ambientada de lamisma materia que lo ocupa. Eso está bien. No-sotros no vamos a decir que nos imaginamos elparaíso bajo la forma de una biblioteca porque ala ultra nos gustan mucho más las series de tevéque los libros y, además, porque el motorcitoperno que tenemos encendido nos hace pedirpcndcjas a los gritos para que nos acompañen enualquicr paraíso que se oferte. Y que vengan sin

libros. Pero no está mal un espacio rodeado convolúmenes do lodo tipo. libros de cocina, de jar-

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dines interiores y novelas. Un lugar donde sepueda escribir, leer y hacer la amistad. Trabajar,no. Dios libre y guarde a gente como nosotros desemejante cosa. Bajo las circunstancias de viviren un país reventado, algo así es un paraíso.

Si te desconcentrás de lo que estás leyendo,si perdés el hilo de lo que estás escribiendo tepodés acercar a las mesas de novedades a sola-pear, a mirar las fotitos de los escritores, a leer lapágina de los agradecimientos. Un mundo per-fecto. La desgracia, compañeras y compañeros,es que nadie va a sentirse cómodo haciéndolo enla librería L'Eclipse de la calle Bonpland. La so-ciedad comercial que la gobierna se va a indis-poner si presiente que los clientes quieren hacercuatro cosas en una misma sesión. Escribir, leer,tomar café y mirar novedades. Estebitan, unacosa por vez.

La sociedad de la librería conformada por Na-talio Green y Amanda Frutigrán, la señoraAmanda, tiene una gran unidad filosófica en ladesconfianza hacia los clientes, muy parecida a laque tienen los chinos de los autoservicios conaquellos a quienes no conocen. Pese a la falta dcordialidad, los chinos no venden nada más qulo que venden, no se hacen los chinos poetas nilos sensibles mandarines. Si sonríen, gastan ener-gía y muy pocas veces agradecen la compra. Rzulan la pasión. Y los paquetes de a

Esteban Schmidt 12

nen con frases estampadas, no hay fotos de SaraFacio a vendedores de dulce de leche metiendo lacuchara con satisfacción de inmigrante en las in-mediaciones de las cajas. Los chinos son compa-ñeros prácticos y muy seguros respecto de lo queesperan del negocio. Por eso no perdonan loscentavos. Demuestran que el tremendo sacrifi-cio de la migración y el horario animal de aten-ción valen cada moneda, ni una menos.

Muy distinto al espectáculo sentimental quese monta en L'Eclipse para estimular la compra,que encuentra en sus patrones el matiz contra-dictorio del profundo malestar que les generanlos clientes que miran libros y dudan, escriben ydudan. Ninguna manifestación del accionar pa-tronallibrero en L'Eclipse tiene la delicadeza o lapasión del que gusta de algo en serio. Seteadospor su educación a la prolijidad, al orden de lasuentas, a la conversación liviana en los cócteles

anuales de las editoriales, nada que los embarre,logran que el negocio prospere, aunque prospe-re sin amor. Quedan a salvo en el lugar común deloficio noble, ¡libreros!, que unta de humanidad1.1 crudeza de los vínculos permanentes que esta-blecen y que encubre la inevitable tristeza queprovoca el velo mercantil aplicado sobre cual-quier materia. En L'Eclipsc, los libros.

!\ las compañeras y .l los compañeros nos gus-1(\ 1.\iclc.•, de que hl1yalibrl'ros y de que existan ofi

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cios, cuando todo lo viejo deja de existir y todolo nuevo prescinde de la gestión humana y de lassubjetividades. Obvio. Pero un mito así, se aco-moda bien con otro, que presenta al robo de li-bros como una bella arte, comportamiento sobreel que siempre se hacen artículos celebratorios enlos suplementos culturales. Así, el personal deL'Eclipse considera ladrón a cualquiera que ingre-se al local. Se parte de la base de que los van a ro-bar. Los propietarios y sus seis empleados niños,jovencitos de veinte, blanquitos, perfumados,hermafroditas, apostados cada cuatro metros so-bre el salón, miran con una ventanita del ojo pe-ro miran, evocan a su Mengele imaginario, si noles gustás, y se ponen pendientes de la mochilade los compañeros visitantes. Es imposible adi-vinar quiénes les gustan, quienes pasan el filtropsicológico que les permite decir, en este mun-do de culpables, que ese no nos va a robar.

Son muy especiales los dueños y sus niñoscantores: venden libros, podrían influir en laprosa de una época, pero coleccionan estampi-llas en sus corazones. Son el silencio de la fila-telia, son la prolijidad en el uso de la pincita pa-ra retirar el Franco de una peseta de adentro deuna taza con agua. Shh, chicos mirando sellosen el otro cuarto. Qué bien que se portan. En laultra pensamos que hay libros que gritan, quehay gente nerviosa que ha escrito. como lo

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cosas que mueven la estantería y estos autosu-ficientes con su sangre fría de pato, de pato degranja inmaculado que no sirve ni para alimen-tar a sacrificados peones rurales en una navidad,patos cobardes, obedientes, en hilera, siguien-do a la pata mayor, a la señora Amanda, el cisnepolvoriento que comanda con su mirada anti-gua de siete generaciones de odio el bunker,pierden el tiempo en una colección mental desellos antiguos. Pobre país.

Cuando se cruza el arco que le hace pi pi pi alos ladrones y se entra al salón, se huele el odioen el cerebro de la señora Amanda y su miradanos sigue de una punta a la otra del negocio y to-do parece indicar que dice, ah, me usás de ofici-na. Pero ... ¿sabés que no, frutillitas? ¿Sabés queda la casualidad de que hay gente que hace lo quele gusta? Un visitante esporádico de la librería re-cibe el filo de las miradas policíacas de los propie-tarios y quien va todos los días también es vícti-ma de la paranoia porque puede tratarse de unenemigo consolidado, encubierto en la repeti-ción. Son patrones sin paz, consagrados a la fac-turación ya formatear un ambiente literario sa-tisfecho, cuyo altar es un enorme libro de visitasllamado Los Visitantes Ilustres donde los habi-tués caracterizados dejan escritas oraciones zon-""S. Un libro spccisl, cxtro lsrg», de sesenta por

ta centímetro. forrado de l~na gris tejida y

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con botones minúsculos, como de scarpines,blancos pero brillantes como lentejuelas, queconforman las letras del título y dan pasto paralos contreras que lo llaman Los Visitantes Boto-nes o Los Botones Ilustres, y que es exhibido so-bre la parte superior de un monolito de cedromacizo tallado y lustrado de un metro de altura,y protegido por una campana de vidrio y, abier-to, obvio, siempre abierto en una página distin-ta, a un costado del patio andaluz de L'Eclipse,afectado por una potente luz cenital. Escritoresy cómicos de la televisión, en su mayoría, son for-zados por Green para que, en un minuto, ya conun pie fuera del negocio, escriban algo inspiradoren la página en blanco, ¡esssa!, de Los VisitantesIlustres sobre su paso por L'Eclipse, estaciónobligada del calvario cultural porteño. Y claro, laceremonia nerviosa de levantar la campana, el yoafectado de Frutigrán siguiendo la operación des-de la caja y Green reclamando cuidado, cuidado,cuidado, mi emorrir, a los hermafroditas, quesueñan con la campana, que ya han llevado elproblema de la campana al psicólogo, con que seastilla, con que se rompe para siempre, con ladesgracia de los clientes registrando las imperfoc-ciones del servicio y con que Green los cuelga dlas bolas del techo. Y el techo es alto, doctor.

La mayoría de esos saludos escritos a los apuroncs, para complacer, parten el alma, No los v

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mas a reproducir para salvar a las futuras genera-ciones -que apenas cuenten con este manifestopara acercarse al pasado- de la estupidez lisa yllana. Sólo vamos a recuperar algunos nombrespropios de ese enjambre, para entendernos aho-ra. El del comediante de la televisión, MáximoDominicani, que juega con el nombre del negociode una manera muy original: un Eclipse que no esde luna. Y el del Premio Nacional de Literatura Po-pular, y residente permanente en la Ciudad de Vi-lla Gesell, Carlitos Azabache, que pegotéo arenacon plasticola en el libro, algo que sorprendió aGreen, que lo molestó, digamosló, que lo irritó,pero que luego lo alegró, jeje, cuando cambió laperspectiva, cuando Green se puso otro sombre-ro para pensar, y pudo celebrar el cambio de tex-tura en una de las páginas del altar de la patria delos escritores y comediantes. Al libro, uno lo po-ne en un monolito y después ya no es más deuno, les dijo Green a los hermafroditas cuandoreunidos por Frutigrán para hacer el balance dela jornada, cinco minutos después de cerrar, ha-en la oración final alrededor de la caja, circuns-

tancia rutinaria en que también se revisan lospcndings, como llama Amanda a lo que hay quehacer el lunes ni bien abramos. Compañeros,Az.ibache definió una Iornadita con una biro-me sobre la página en blanco del libro monumcn-tal v untó plastlccla dentro y luego espolvoreó

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la arena que sacó de uno de los bolsillos de su ca-zadora, como el Sai Baba, encima del pegote y lue-go sí, su marca de autor, la que esperaba Green, alredactar tres palabras simples, ¡pero qué palabras!,desde la vills ... , con los puntos suspensivos quenos dan tanta intriga a los escolarizados. Bús-quenlo, lo encontrarán, compañeras y compañe-ros, página 73 de Los Visitantes Ilustres, la atrac-ción de la calle Bonpland, y nos entenderemostodavía más, porque ese fue el punto, el mojónexacto en que las bolas de este orador dijeron bas-ta y pidieron que no se las recargue más, y que selas apoye sobre una tabla de silicona enfriada, por-que a la ultra, a esta minoría que sólo es leal con elfuturo, le cuesta, nos cuesta, mucho entender es-ta jactancia de la vida artística en Villa Gesell, enlos médanos, como les gusta decir a sus apólogospara estetizar, para fundir lo geológico con lo poé-tico. Como quien dice montaña de mocos. Paraprecisar: si un compañero dice yo escribo, bueno,está bien, no pasa nada, vos también vas a tenernovia, querido, quedate tranquilo, pasamos a escompañero al vastísimo padrón de compañeroscon los que tenemos que compartir incómoda-mente este mundo y ya está. Ahora el que va a es-

cribir a tallado ... ¡Bueno! Atención. ¡Y si dondvas a escribir es a Gesell ... !

Si la muchachada que te hace reportajes quire destacar que estás en la Vill

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por cuestiones de salud, porque necesitás aisla-miento para tus redacciones, porque estás loco oporque vos la ves, todo bien. Los periodistas sonmás o menos fronterizos, como ya se ha dicho, yse agarran de lo que pueden para darle forma a unartículo, pero la jactancia geselina nos parte almedio. Callateló. Practiquemos un poco:

-¿Dónde estuviste, Carlitos?-Por ahí.Eso es una respuesta sobria.Nos va la vida en contradecir sandeces, com-

pañeros. Por eso insistimos: creerse la última Co-ca Cola del desierto porque tomás un café en elBar Nostalgias de la avenida 3, en temporada ba-ja, con Serrar como fondo musical, es decadentey peligroso para la Nación. Con cien gestos simi-lares que hagan otros actores importantes de lavida argentina, cerremos el país antes que lleguela noche, clausuremos esta epopeya torcida, pon-gamos las banderitas de remate de Kanmar en lospuestos fronterizos.

Ojalá nos equivoquemos y este hermanitoperdido de la costa atlántica nos mate con susideas y su prosa, embriagadora, pongámosle quesea, pero mientras tanto coloquemos las balizas,l,\1 como indican las normas, antes y después delPolo Crear ivo Gescll donde hay un viento dramá-tico en 1,\ playa, un viento del demonio, un vien-to que arrnsn v nnllllstlol. v boliches sobre la ,W"

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nida tres, que son más tristes que la derrota enMalvinas, si es que hubo algo más triste.

Tánger está a cuatro horas de avión de París,muchachos. Eso hace Tánger a Tánger. Y porquehace diez mil años que está ahí y porque tienencomidas típicas. Lo mejor de Gesell es cuando nohay un alma en la calle y parece un pueblo desier-to. Lo mejor, en realidad, es cuando no existe.Salvemos a la patria de la mentira de los méda-nos, compañeros queridos. La arena se pegoteaen las bananas, en los sándwiches. No le hace biena nadie.

En el libro de visitas, apenas se salvan los di-bujantes, con la reproducción de sus personajesreconocibles que, si lo pensamos, deben resultar-les tan fáciles de hacer como poner el pulgar continta en un papel secante. Salen mejor paradosque los escritores, obligados a improvisar y no areproducir sus mejores frases, pero un día tam-bién caerá la furia sobre estos sinvergüenzas dellápiz y la tinta china.

Uno es más permeable a la ilusión de los dibu-jantes porque no sabe dibujar. Quedás embaraza-do del artista, y además muchos de ellos tienen esgesto del silencio y la timidez, que potencian almáximo para no decir nada que los deje como ta-rados. Pero qué pasaría si uno aprende a dibujar, sresulta que una vez que tenés el molde, dibujar ti"ne la complejidad de desmontar un flan.

Esteban Schmidt 137

Como se ve, nada de donde agarrarse en casode angustia en L'Eclipse. La frialdad patronal, lagelidez de los psiquiátricos, la calidad de la mú-sica ambiente, siempre PERFE)lTA, y el libro devisitas cubierto de falsedades. Un campo de con-centración también es así, sepamosló. El alambrede púa es invisible pero uno es habitado por ma-nifestaciones que no ayudan a la memoria ni ahacer historia. Una librería también puede seruna fábrica de soledad y desconexión. Merecía-mos más. Tal vez Green no sea un negado o unatormentado como un primer sobrevuelo a su ac-ción y expresión pudiera hacer suponer y hayahecho cursos de management de librerías con losnazis de esta época y tenga el goce loco del dine-ro y todo el resto, lo cultural, el soy librero, sea lapuesta en escena del comerciante convencido delcomercio, y no un desajuste. Veremos. O no ve-remos, porque tuvimos que abandonar esa Var-sovia aria cuando un día sacamos la computa-dora del bolso y al agacharnos para enchufarlavimos una cinta marrón que tapaba los agujeri-tos de la corriente alterna con una oración pega-ta arriba dirigida al global market: do not use.

Es que más allá de la angustia que les provoca\1 posible robo de volúmenes, hubo un día, algo,que los propietarios de L'Eclipsc no pudieroncomprender y con lo que no supieron qué hacer.No cstuvleron prcparadoe pM.l el wi n y para I

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las mesas podían ser zonas liberadas al propio cri-terio' a la inteligencia y a la libertad. No te jodía na-die ni perdías plata pero no te pudiste aguantar eldesafío al verosímil mercantil de tu local. Y lo hi-ciste' demostraste autoridad y lo arruinaste. Pusis-te cinta adhesiva arriba de los enchufes. Eso fue.Do not use, nos dijiste a todos en un cartel escritoa mano con marcador negro y en inglés, porque sialgo te pone orgulloso es que haya tantos turistasque visiten tu local. Pedí ahora que te dejen pasara los reservados de Cocodrilo para completar elcombo del vaquero conservador.

Compañeras, para que lo puedan ver, el libre-ro se agachó y personalmente cortó con sus dien-tes la dura cinta de embalar para tapiar los 220

voltios que no se le niegan a nadie, porque la ge-neración de energía está subsidiada por todo elpueblo argentino que no lee ni escribe. Desde en-tonces, sólo pudieron sobrevivir en L'Eclipse losque tienen computadora s blancas, extranjeroscon baterías de larga duración, y gente rica insos-pechada de subversión. Los que tenemos com-pus negras, y aportábamos un poco de densidadal lugar con las baterías que recalientan, debimospartir. Lástima, una librería tan moderna, tan quesale en los diarios.

Taclcada nuestra vlas malas moza

l.

Esteban Schmidt 139

luntad, les preguntamos a, por oué el cambio de

N

voracidad inalámbrica de las masas palermitanas.Cuando muchos compañeros llegamos con nues-tras máquinas a trabajar a la tarde, casi toda gen-te de bien, más que nada compañeros que estánen el negocio de los medios, plebeyos que escri-ben artículos sencillos, llenos de chistes y golpesbajos, y otros más importantes que laburan en latele, que hacen guiones, y también los turistasque se acercaron con su modestia visitante, aun-que en Palermo son la primera minoría. Y se hi-zo rutina, como todo se hace rutina si funciona.Ir, sentarse y enchufar las computadoras. Uno slevanta a la mañana y a la hora de trabajar decís:un día más en la tierra. Y elegís el territorio quconecte con tus mejores tradiciones.

Con esa disposición, muchísimas tardes, sarmó una onda artística en la librería, un ritmo dtipeo articulado entre todas las mesas, gente con-centrada leyendo y escribiendo, dándose el go-ce de llenar aquello que está vacío y sintiéndosacompañados por el eco. El paraíso posible en elbarrio salvado del país destruido. Pero qué bárba-ro, Green, vos mismo habilitaste el sistema en tunegocio, te sentiste tremendamente poronga instalando el router, lo tech que soy contemplando 1,hileiits de luces verdes que tintinean, librero ti

¿qué más puedo darle a mi época? Y tuviste qudemostrar mando cuando los clientes se indepdizaron mínimarncnte. Cuando resolvieron ou

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los cables. Una frase que nos conmocionó y nostaponó el cerebro de cera. La hilera de palabras, laoración «a Natalio ... » empezó a darnos vueltascomo un cometa por dentro de la cabeza, un car-naval carioca del sinsentido que rebotaba contralos parietales y la corteza de la nuca, y no la pasa-mos bien ese rato, el ruido infernal de una reso-nancia magnética, la confusión infinita, el miedoa la desconocido, al soldado amenazante con unKalashnikov y que nos habla en sueños en unidioma que no podemos comprender, a Nataliono le gustan los cables, ¡ah!, la sentencia puso atrabajar en doble turno a la fábrica de cerumen queprotege nuestras orejas de lo peor del mundo ex-terior. Es una librería, 50S librero, Creen, tenés unárea para talleres de expresión, presentás librossentado en banquetas altas alrededor de mesas dbistró, y la frase para sacarte gente de encima esque no te gustan los cables ... Si nos decís, Green,que no te gustan las personas, te entendemomejor. Te creemos. Que a tu socia, que a la seño-ra Amanda Frutigrán le gustan menos que a vostambién te creemos. Nos habíamos dado cuenta.Es obvio que a los dueños no le gustan varias esas empezando por las palabras fuertes y las psonalidades marcadas, los clientes que quierenmás que clientes, porque son mucho más que esDe ahí el éxito de la librería, ala mayoría dcompradores tampoco les zustan.

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Dejamos de ir a L'Eclipse, entonces, en cuantolos cables empezaron a molestar a Natalio Greeny quedamos a salvo, justo a tiempo, porque enla ciudad florecieron los espacios con wi fi, enespera del wi fi universal, libre y obligatorio.Nos quedó clarísimo que las próximas guerrasciviles van a ser por los enchufes y que vamos atirar tiros para el lado de los que quieren ponery no sacar. Lo de siempre, compañeras y com-pañeros.

Fuimos entonces por calor y amor a otro lado,y por seguridad. Porque lo único que nos retenía,en ese lugar siniestro, donde la nobleza y el pres-tigio de los libros encubre la cría del proceso y elindividualismo pesado, la persecución del dife-rente y la impronta mercantil que excede pormucho los términos de la renta para ser una for-ma de relacionarse con los demás, era la distan-ia de la puerta de calle en que nos ubicábamos,

lo cual hacía imposible que nos robaran la compu-t adora personal. Como en tantos países, la agen-la y la geografía personal termina dibujada porlos ladrones de todo tipo. Por otra parte, las mo-z.ts, empleados y propietarios maleducados nosel icron la medida de lo que puede esperarse dedeterminados ambientes.

Nuestro exilio de L'Eclipse tuvo también laat.isfacción de no habcrlcs comprado nunca un

le parados y rzrtl

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tis, y fulminamos cada día a los propietarios conla misma expresión de qué pobre mogólico que50S, con que ellos nos querían espantar a noso-tros. Pagamos, eso no lo pudimos evitar, miles decafés a un López que tiene la concesión del bar dela librería y que extendió sus dominios gastronó-micos al buffet de una torre country pero quenunca supo cómo despedir al trío de mozas de-mentes que le espantaban clientes en L'Eclipse yque quedaron liberadas con nuestra partida deprestar un servicio que tiene el requerimientouniversal de la amabilidad y el respeto. Con esasideas nunca pudieron encajar.

APLAUSOS PARA MÍ

Es que hay cosas que son pura ubicación,compañeros, ubicación catastral. Un peluque-ro retardado pone su negocio de tres metrocuadrados sobre la calle Borges y le pone de nom-bre Palermo Crines y pasa a ser un peluquerpalermitano. Catastro y lengua. Y si le pegás utiro en la frente al peluquero, por forro, va a sel mismo cadáver en la morgue que el de cualquier mono al que maten en Ciudadela parabarle la bici. Y el tipo sintiéndose un bananala calle Borges, hojeando la revista de Falabclly tratando de embocarte una crema para ello en medio del

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márketing de coiffeurs donde les enseñan amultiplicar la facturación con tarritos de gelespara turritas y giles.

Por eso, o a cuenta de nada, queremos apro-vechar esta tarde para reivindicar a la ucranianaque atiende el kiosco de golosinas de esta esqui-na de Paraguay y Borges y que mira cada tanto aver qué estamos haciendo, de qué se trata estamanifestación, y no sabe bien, aunque ha vistocosas más confusas en las playas de Odessa, enlas orillas del Mar Negro, y a quien le compramoslos caramelos ácidos antes de salir a dar la peleacada día. El suyo es un kiosco sin nombre, quepese a la extraordinaria ubicación cambia cons-tantemente de locatario porque a nadie le ter-mina yendo como corresponde. Ridículo. Unkiosco enyetado en pleno centro de la contrarre-volución. Le fue mal a diez comerciantes, todosamateurs, y, entre ellos, a la inolvidable Chuchidel programa de televisión Petardos.

Nos gustaría decirles esta tarde el nombrepropio de la Chuchi para que la gugleen y sepande qué estamos hablando, pero la gugliamos no-sotros toda la mañana, pusimos Chuchi + Petar-losy otras opciones, y no saltó su nombre ni sufoto, y es como si la Chuchi no hubiera existi-do, como si fuera Juana Morcira, y es sorpren-dente lo poco que hay escrito en Internet sobre

1meior show tclevlslvo do toda lit historin J

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gentina. Y cuando la Chuchi estuvo a cargo delcomando del kiosco, cuando la Chuchi nos pi-dió una tarde de niebla muy baja si podíamoscambiarle monedas y nosotros corrimos comochita s para conseguirle novecientas monedas ymedia, era el año dos mil, el año de la serenidadde la sierra prometida por Manteca a Chupete,el año en que el elenco completo de Petardos vi-no a fumar a esta cuadra, la tarde de la inaugu-ración, a hacerle el aguante a la Chuchi. No losvamos a olvidar.

Con un lomo más vencido que el de aquellapredecesora, desarraigada por culpa de Cher-nobyl, de los comunistas y de las mafias, ucrania-na estoica de tempranas cincuenta que nos miray ahora mismo nos sonríe trata de hacer funcio-nar la máquina de un mísero kiosco sudamerica-no. y la mañana que siguió al último Good Mour-ning, la encontró al pie de su cañón vendiendo aun ritmo de pueblo chico, pintada grotescamen-te con sombra azul para sus ojos verdes, los labiosbien rojos, un domingo a las diez lookeada compara un casamiento, sólo para vender, con toda 1dignidad posible, cigarrillos y caramelos Fuma-dor. Le pone huevo, litros de huevos rotos de dael vuelto, y siempre firme para pedir cambio, dara y amable para agradecer, interesada en cl lunfardo de los taxistas, orgullosa de su csfumandamos un abrazo desde esta tribun

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por el kiosco después, llévense algo qUl' 11"

ten, que la ucraniana sienta esta tribuna y nuotra presencia de esta tarde, en esta esquina, comouna bendición y no como una amenaza. Estos in-migrantes rubios, inesperados, del siglo XXI, ha-cen la entrega grande, el sacrificio, ya sus nietosse encargarán de dilapidarIo, si les va bien. Haría-mos bien en testimoniarle nuestra gratitud.

Un sentimiento que es tan contradictorio con elque nos inspira don Luciano Di Nápoli, a quien pa-recía que sí, pero la realidad es que no, que no lohabíamos olvidado. Lo habíamos puesto a descan-sar. y ahora sí, tal vez exageremos al decir que suvínculo, tu vínculo, Luciano, querido Manteca, conla televisión es el más grande ejemplo de lealtad yconsagración a un objeto de trabajo que hoy porhoy esté disponible en el mercado tras la desapari-ción física del último luthier. Será, entre ustedes,hombre y máquina, hasta que la muerte los separe,aunque un entierro conjunto, merecidamente ofi-ciado por Jimmy Swaggart, redondearía con justi-cia tu existencia, Manteca, y quién te dice un deu-lo no recite en la inhumación unitaria:

De 1.1 tole nazca Ull rosal blanco,le Msntcc« UI1 osnino olbor;

.,'" •• , 111

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los dos se van a juntar;las ramitas que se alcanzan,fuertes abrazos se dan,y las que no se alcanzaban,no dejan de suspirar ...

o un barroco superbeautiful.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,venas que humor a tanto fuego han dado,medulas que han gloriosamente ardido:su cuerpo dejarán no su cuidado;serán ceniza, mas tendrán sentido;polvo serán, mas polvo enamorado.

¡Había que verlos juntos, posteridadl, comolos vimos nosotros a Manteca y al Señor Televi-sor en el piso 16 del Panamericano el mismísimodomingo de invierno de la segunda vuelta elec-toral de una elección que consagró un intenden-te más para la ciudad de Buenos Aires. Había ungran alboroto alrededor de Di Nápoli, imaginaos,un cierre de jornada comicial, todo el reverb épi-co de esos días en los modales de las compañerasy los compañeros, todos más franeleros que nun-ca, más amables que nunca, contagiados de la épi-ca electoral desde la mañana en que se toparoncon la policía más simpática del mundo que habilitaba dobles filas en las proximidades de las es

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cuelas, el show de las ancianas en los lugares devotación que no pueden subir las escaleras y en-tonces los fiscales les bajan las urnas a la plantabaja y les arman una cortinita humana para quelas compañeras ancianas elijan libremente, sufra-guen secretamente, y aplaudamos todos conmo-vidos por la ancianidad, por el mariage de vejez yvotos, y bueno, ese reverb sesga todos los domin-gos de elecciones, todos los ambientes en los quese mueven las personas afectadas por el amor a lacomunidad, las que vieron El acorazado Potem-kin y la entendieron.

Pero vida pública, compañeros, hubo siem-pre, y esto es vida pública diez mil años despuésde que le dieron la palabra a Bu-Bu para que di-jera lo que pensaba sobre la calefacción y sobrela humedad de cimiento en la cueva en la quevivían cuatrocientos maloliente s sin depilar.Basta de reverb. Mariconeemos la próxima vezque pase algo importante, cuando expropie-mos, cuando la riqueza deje de heredarse. Diezmil años después un hombre perfumado y debarba prolijísima se encontraba sentado a la vis-ta de todos en un hotel internacional al cierrede una jornada de elecciones y el detalle del in-significante hecho público es que ese hombre,que ese cuerpo, no descansó, no paró un minu-to de la interpretación del signo televisivo. Man-teca Di Nápoli era el horno sapicns que sabe por

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qué te reís, por qué te reís de verdad, que sabequé hay detrás de todo lo que está adelante, quesabe sobre la polifuncionalidad de las palabras,sobre cómo fue que el payaso Firulete expresódurante los setenta, pongámosle, el legado delos disparates que se hablaban en el living deMariquita Sánchez de Thompson, de aquel sol-dado ebrio que hizo por primera vez en aquelsalón una de las preguntas más importantes dela histeria argentina: ¿Qué pasó? Estirando lao corno un papa frita, parado en una silla. ¿Quépachóoooooo?

Manteca frente a la tele esa tardecita era Lalección de Anatomía de Rembrandt, era El jar-dín de las delicias de El Basca, cielo, infierno ytodo el puterío que hay en el medio de ese tríp-tico, y era también como uno de esos médicosdel SAME que auscultan a un caído en el comba-te de la calle y a cielo abierto bajo el control delos peatones. El zumbido del electrodomésticomás conmovedor competía con el murmullo deun ambiente cargado de compañeros dirigentesnacionales y municipales esperando la nada, por-que el resultado ya estaba puesto, esperando es-perar, esperando seguir esperando, que es en lque consisten esas tardecitas de domingos el, .••cionarios. En el piso donde operaba Manttambién estaba Danielito Filrnus, el candidaralojado en uno de los cuartos, recibiendo los el

tos de una boca de urna que indicaba que en Vi-lla Pueyrredón había sido muy votado por jubi-lados y Filmus no sabía si eso era bueno o malopara su vida o para la vida de sus hijos, porque pa-ra la vida de esos viejos era técnicamente igual.Sin hacer trabajo de campo y a ojo, Filmus podíaestimar que lo habían votado con la misma ex-pectativa con la que se cambia de canal de televi-sión después de los ochenta años, a ver si te mo-rís mirando el trece o mirando el once, y asomabacada tanto Danielito su cabeza contenta y despei-nada, porque nunca hace tanto tiempo del viajede egresados a Bariloche, a ver el ambiente.

Pero resulta que el ballotage lo ganó Macri yque el televisor proyectaba un festejo que se ha-cía en otro salón, por un triunfo que le pertenecíaentero a otros consultores. Los consejos de Man-teca no fueron suficientes, o no sirvieron para na-da. Era una conclusión posible. Trabajador prác-tico al fin, reprimió la incomodidad de la derrotapara que no se le transparentara en la cara, y con-tinuó el trámite de permanecer entre sus capita-listas, empleadores y amigos, desempeñando elpapel del científico abnegado, o del médico deambulancias, y permaneció sentado en una sillaestilo Luis XV de almohadones forrados en panabordó, como los del subte O, con el culo asesorbien para atrás, como se enseña en las clases de

" serie

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pantalón escocés y lucir tan prolijo, tan próspe-ro, tan golfista, con el semblante en paz, comodopado, sin las marcas de excitación propias delreverb, que sí dominaban las expresiones de losfuncionarios y de los compañeros dirigentes ypresidentes de básicas, aquellos más dedicadospropiamente a la política, al business de la repre-sentación, y que tienen todos los huevos puestosen una sola canasta. Con su pelo bien cortado ysu barba como una jota que lo presentaba tan ele-gante a Manteca, tan sobrio, era un verdaderocuadro. Una pintura digna de esos compañerosplásticos que se pasaron la vida bocetando a losmonarcas en otros siglos.

Desde esa tarde, una derrota quedaba asen-tada en su resumen vital, por lo que su accióndebió concentrarse en la sobrevida como consul-tor de una paliza y en la realización del trámitlingüístico para convertirla en empate o triunfo.Ya lo suyo, entonces, a la meditación sobre elfestejo macrista. Estábamos ahí, compañero ....,atención. Pasamos todos los controles de segu-ridad del hotel diciendo guten nacht a los críados de sombrerito alto apostados en el ingrdesde la calle, los granaderos de los cinco estllas, y buenas noches y buen provecho, a los cutodios peronistas que nos palpaban de aspal descender en el piso dieciséis. Mirarnchas películas, así que emcrgimos del

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vestidos con una campera de polar cerrada has-ta el cuello y un solo auricular del mp3 en la ore-ja derecha y hablándole al aire como hombres deseguridad, diciendo me copiás porque yo, que-rido, no te copié. Ese piso tapiado de guardaes-paldas y códigos digitales resultó tan infiltrablecomo el Movimiento Todos por la Patria. Podía-mos haberle puesto cianuro en el juguito a todoslos presentes de esa noche justicialista y no pa-saba nada, nos acostábamos escuchando las no-ticias del misterioso envenenamiento pero, enfin, no lo hicimos, somos valientes pero no te-merarios y, más importante que eso, estamos enel negocio de convencer sin intoxicar a nadie.¿Haremos bien?

Luego de saludar con énfasis a compañerosque no pensaban saludarnos porque objetiva-mente no nos conocen pero que al ser saludadoscon énfasis nos devolvieron un saludo enfáticopor las dudas, nos sentamos al lado de Mantecaen otra silla Luis XV, como un compañero justi-cialista más, como el compañero justicialista quetodos tenemos dentro, y vimos junto a él la tele-visión. Dicho con más justeza: estudiamos la te-levisión. Porque un televidente común, que noestudia la televisión, habría dicho que los macris-ras quc aparecieron en la telc saltando, cantando,icndo y mirando a cámara estaban felices, con-

pictóricos. porque cuando se ~,\Il,l, se fos-

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teja y se mira a cámara, como cuando se pierde sehace todo el papelería que exige la Dirección Na-cional Electoral pero sin sobreactuar, sin mirar acámara, sirviendo unos gracias muy amables a losmovileros y retirándose con el espíritu de la vidatiene tantas cosas más. Nosotros, los que estamosen la ultra-ultraminoría, podíamos ver más queun televidente ordinario, obviamente. Tanto queManteca nos estudió de reojo, cuidando muchola forma de no te estoy mirando porque acá el mi-rada soy yo. Yo miro la tele, ustedes me miran amí que miro la tele y yo no miro a nadie. Perosentimos, Butter, tus ojos hundiéndose en nues-tras sienes, y no te devolvimos la mirada en esemomento y tampoco te explicamos nada. No avi-vamos giles, compañeros. Nosotros vimos so-breactuación absoluta en el macrismo, una des-compostura adolescente por un triunfo que noera para tanto, que no era inverosímil, como loquisieron presentar. Porque la gente rica y de de-recha no festeja tanto. Brindan con una sonrisa,unas palmadas, for he's ajolly good fellow, com-pañeros. Es gente que gana todos los días. Ganares el tipo de cosas que les suelen pasar. Lo que sveía era un disparate absoluto: treinta chetos ha-ciendo un pago descontrolado sobre un escenario, como de fiesta de casamiento en el salón Vitoria Aguirre del CASI, donde los ricos o cuasiricos simulan, cada fin de semana de ritual J

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trimonial, algo del orden del carnaval de los po-bres, la fiesta que compensa el yugo. Y en el casode esta tarde electoral, por haberle ganado a unostipos que en términos materialistas históricoshan sido y serán siempre sus empleados. No da.No se festeja ganarle a la servidumbre. Pero par-te de la experiencia mundial es que todas las per-sonas quieren sentirse pares de los demás si lossientan en el mismo living porque así la pinta, laguita y el triunfo resaltan mejor. En este festejoelectoral, los muchachos en camisa bien abiertay húmeda, con el jefe rico en el centro, saltandosobre el hit Arde la ciudad, conjugaban tambiéncon esos espectáculos en los que se despide al no-vio de la libertad de la soltería. Algo bien exage-rado que sólo puede darse por bueno en esas fies-tas, si no se es demasiado cínico. Lo cual es muydifícil.

Y, a más festejo en el CASI imaginario, másconcentración de Manteca en su Panamericanareal. En cierto momento puso cara de quinta afondo y fue por el apaggeamiento, como decía[acques Cousteau, con el televisor. Habría de verprofundo y lejos con sus ojos clavados en la teley el torso adelantado hacia el aparato. Nos inte-rrogamos silenciosamente: ¿Por dónde andarías,Manteca? ¿Qué teoría nueva se cocinaba en esa

rheza cornunicóloza? NI nosotros.uuc te sczui-

m

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bamos tan cerca, pudimos adivinarte la elucu-bración. Mirá cómo construye lazos Macri. Upa,ahí se le hizo pelota uno. Se te escapaban algu-nas intuiciones pQr los ojos como las tiritas detélex que enloquecían al general Perón en sucuarto de máquinas de Puerta de Hierro. Erascomo un sismólogo pegado a un sismómetro un24 de diciembre, o un 24 de marzo, que tambiénes feriado. Todos de jada, y vos controlando quelos volcanes o las usinas nucleares de movilerosno arruinen la fiesta. No eras cualquier ratón quemira televisión, uno de los que al mirarla npiensa en nada, porque la misma naturaleza delmedio, el mantra más efectivo del mundo, anula la. .smapsis.

Compañeros, ya hablamos del pantalón escocés, de la vocación de golfista implicada en elpantalón escocés de Manteca, hablemos de su COl

misa de algodón y seda blanca también y, mque nada, de aquello que lo abrigaba, de la campera azul de J. Cabot, esa marca que evoca elpíritu náutico que tenemos todos los argentinnacidos o por opción, y que cuando vemos uvelerito que sirve de símbolo para una pilcha dmas como un hecho, cuando caminamos por 1shoppings, que nos dirigen la palabra. Scñríor, usted, el de /.1 pii« (.'11

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prueba la campera a ver cómo le queda ?Todos losargentinos nos merecemos un barco, todos soña-mos con el timón de madera de roble lustrado ha-ciendo la travesía Punta- Floripa, o vestidos deblanco con dos tremendas putas en la cubierta.Todos queremos lo mismo, y sólo cien tipos lopueden tener. La puta que los parió a esos cien.

Lo náutico, entonces, en Manteca y en tantasotras eminencias, muy universalizado, como sihubiera una regata a la salida de estos hoteles, ylas prendas Lacoste en el Canca Gullo, en Patri-cia Vaca Narvaja, dos ex montos importantes.Nadie se pone inocentemente una chomba concocodrilito verde. Nunca jamás. Menos que me-nos un ex monto que la va a vestir en tanto exmonto. ¿Qué les quieren decir a sus contempo-ráneos? No se sabe bien, pero no es bueno segu-ro. Si se la ponen en el club, mantienen un statusen la confitería. Es como parecer sano, un socioactivo que no es leproso, que no perdió, que nose lo están comiendo los piojos y que todavía pa-a con la Gold. Pero en el Hotel Panamericana, alierre de una jornada electoral con toda esa mu-hachada reunida que vive de lo mismo que vos,'5 un gesto que dice no sólo que sos sano, sinoque los podés enfermar a todos.

¡Pipo! Miren a Pipo, compañeros. ¡Qué mons-lruo! Abre los brazos. ahora. v me sonríe a la

UI'.lC1WUJ, pero 1'-'

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estás yendo a la mierda, Estebitan. Y me pasanun papelito con la pregunta: pero che, ¿cómoquerés que se vistan? No, no tenemos propues-tas, no tenemos soluciones. Y no es gracioso.Mil perdones. Nosotros ya fuimos, Pipo, agarráel volante de nuevo. Por nosotros que no se vis-tan, que no salgan de la casa nunca más, que sehagan nebulizaciones con Raid líquido. Si tu-viéramos propuestas no estaríamos acá reuni-dos dándonos calor, no habríamos cortado eltránsito de prepo, habríamos pedido los permi-sos a la municipalidad y a la comisaría. Estaría-mos haciendo guita con lo poco que sabemos ousando con mucho mejor criterio el tiempo li-bre. Nos estamos haciendo el aguante sin verunmango. En fin, suponemos que lo primero quelos tipos del pejota piensan es que no hay quellamar la atención con el outfit. Entonces nocaen de jogging, ni le dejan la bici a los del valetparking para subir al salón de los festejos mos-trando la cara encendida por el esfuerzo del pe-daleo. Se entiende. Se esmeran en manteneuna facha promedio, partiendo de la base de Le-gacy o Kevingston como piso sanitario textil.Pero el que quiere la manija en serio, el que es-tá jugando en serio, se tiene que disfrazar pro-medio + 1, promedio + 2. O más. Lacoste es prmedio + 1. Una variante de ropa tilingafuerte respaldo entre nuestra indiada 1

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francés. René Lacoste y Francia no suenan tan,tan jodidos como Estados Unidos y Banana Re-publico Lacoste tiene un outlet en la calle Loyo-la, además. No nos engañemos con eso. Aunquelas marcas son importantes, compañeros, por-que son atributos de poder: no sos un pendejo,no sos un loser, no sos una gorda que va a la bá-sica por el plato de lentejas. Marca la cancha. Yome visto con Tommy Hilfiger y vos con mierdadel Once.

Pero no todos los escenarios de la política sontan fifís. Los encuentros innecesarios entre diri-gencia y masa, los llamados actos, piden muchomenos. Esos encierros en Parque Norte ¡con ce-nal, con trompetas y discursos, abrazos y mano-tazos, calor, sudor y la cortina de humo de losBenson apenas exigen ellookeode los gatos cua-rentones sentados en las mesas cercanas al esce-nario que se enfundan en jeans de marca con ta-lle de señora o en jeans de Ricky Sarkany -unamarca creada por un titán de la zapatería pero quees impropia para actividades de espera como ladel Panamericano- en los que se embute, porejemplo, la señora esposa del campeón de boxeoJorge Locomotora Castro, el arquetipo de hem-bra fan de grandes valores justicialistas, como Fil-mus ahora o López Rega antes. Tienen que decirson ch.'Ricky, si les preguntan, compañeros, ésa

nda, de Rickv v va OJ.ll~. va se entendió to

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do. Pero ésos son actos grandes, están los actoschicos, los actos peronistas organizados por laspequeñas porongas justicialistas. ¿Hablamos deun Pacha Velasco? Hablemos, por qué no. El Pa-cha, ¡lo hemos vistol, jean y camisa Levi's, la Le-vi's blanca, compañeros, diciendo compañeras ycompañeros, a cientos de compañeras desdenta-das y compañeros descamisados y rentados en latribuna de Castro Barros 75, la Federación deBox, vestidos con lo que les sobra a los patrones,los compañeros comparsa que socializan y se en-novian en las infernales e infinitas horas de mi-cra justicialistas, durante esas esperas revelado-ras del drama de la pobreza en donde no se tienel menor control del propio cuerpo, del propideseo, donde las cosas son como se den ese día,y ese día es el acto, y la elite dirigencial se acomo-da parada y adelante, de perfil al escenario, con laropa de venir del ministerio o de venir de casadespués de una siesta.

En el hotel, los empleadores de Manteca ad ..•más de cancheros y navales resolvieron que dbían presentarse con alegría pese a la derrota. Ldoctrina oficial fue que un ballotage es como jugar un cabeza. Y que perder seis a cuatro, ncomo perder ocho a dos. Seis a cuatro es un )tido de playa parejo. Un partido de watcrpol

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la pileta antes que te llamen a comer. Algo que nose puede tener en cuenta. Que no se puede hablarde derrotas con esos guarismos, en esos contex-tos. Encarado con buena voluntad comparativa,una derrota así es digerible. Cuando tenés tiem-po y plata, además, digerís todo. Si algún gestodecepcionado se desprendió esa noche de la carade algún compañero dirigente nacional o muni-cipal fue siempre compensado por el abrazo dequienes le reconocían haberlo intentado. El am-biente además facilita determinadas lecturas. Enun hotel cinco estrellas, ganás siempre. Por esolos eligen.

El Panamericana es muy caro pero no es unacosa de locos. Digámoslo. Es un edificio simplo-te, básico en su arquitectura, todo recto y paraarriba, ubicado en el centro de Buenos Aires, auna cuadra del Obelisco, cuando ya nadie másquiere ir al centro de ninguna ciudad del mundo,excepto los centros de París o de Londres, porquetodos los otros centros del mundo están compro-metidos de basura, de pobres y de putas. Pero conel verso infernal del Teatro Colón, la Plaza de Ma-yo y su proximidad con La Boca y Caminito, queson dos cuadras chotas con chapas de colores, di-

amosló también porque un día los argentinosvamos a tener que hablar de esto, ya le aseguras-te un día no perdido a los turistas que leen guías

rnormoncs que erran por el mundo

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como castigo y que terminan en complejos habi-tacionales como ése. No se les ocurre una idea alos turistas, pero tampoco a los dueños del hotel,que tiene el mismo olor a limpio de cualquier ho-tel del mundo. A su favor, sólo el penthouse su-pervidriado que da a la Avenida 9 de julio, que esla avenida, de lo poco mostrable de la ciudad enlos folletos turísticos con planos aéreos, porqueel resto de Buenos Aires es demasiado local, de-masiado pobretón. Andá a sacar una foto de Naz-ca, de Boyacá. A ver quién viene a conocer. En lasalturas, en la cumbre más alta del Panamericana,se yergue una de esas piscinas interiores, tanusuales en las películas porno de buen presu-puesto, con una barra de tragos y de sushi aten-dida por dos compañeros que se hacen los quetrabajan en otro planeta. Que no deberían estarahí. Los pasajeros también hacen que son de otroplaneta. Embajadores de la galaxia Orión, quehoy les toca en esa pileta, y mañana en una de Ve-necia. Todos, tristemente, son de esta pequeñaroca. Hay que mandarles un mensajito de textocon las coordenadas reales.

De regreso al piso justicialista, la misma posintergaláctica de los turistas pero en los compañeros dirigentes. Aunque el mito originario delpejota son los pobres metiendo la pata en la fuen-te de la Plaza de Mayo, los muchachos pcronistaon aspiraciones tratan de observar los modal

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del Jockey Club cuando circunvalan la manijagrande, que es casi siempre. Se portan bien, cui-dan los modales. En el Panamericana, los besosentre los hombres fueron tal vez el mayor exce-so de esa noche sin excesos aunque la práctica yaesté tan legitimada. Por el lado de las chicas, losgestos varoniles dieron la nota. Ay, esa forma enque las mujeres cierran los celulares con tapita,como si cada llamada que terminan bruscamen-te les hubiera sobrado. Y el siguiente llamadotambién les sobra. Si las mirás durante una hora,les sobran todos los llamados. Las tapitas, las cas-tañuelas, se escuchan desde cien metros. Las chi-cas dirigentas tienen la vista poniendo proa,siempre. Una mujer en esos ambientes no duda.No agacha la cabeza con melancolía. No mira pa-ra atrás ni para los costados. No usa pollera. Noparece de levante, ni muestra ninguna debilidadde mujer. No histeriquea para que se la ponganun poquito, sino para que no se la pongan ni unpoquito. No se aparta para fumar un pucho sola,no aparece pintada grotescamente, pero tampo-co con la cara lavada para regalarle sus imperfec-ciones al enemigo. Tampoco establece diálogosinútiles con el personal doméstico del hotel, conbotones. Esos gastos de energía que los cornpa-ncros hombres se pueden permitir porque no pa-.,,1 nada. no pierden rinda, y capaz que aprendenun montón

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Ninguna autoridad nacional ni municipal sepegó tampoco a la barra de agua, coca y juguito.En honor de nuestra dirigencia, hay que decirque el alcohol se guarda en la parte inferior delmueble. Acá nadie se hace el macho del tequila.Nadie va a hacer el papel embarazoso, vergon-zoso, de parecer borracho. Se puede sostenercualquier deshonor menos el de hacer papelo-nes, por trastabillar o patinar con la lengua. Enla política, el pedo es algo privado y una de lasconsecuencias de esta represión es que todosquieren terminar las reuniones rápido para sa-lir a comer.

Manteca, que pidió Tangpara mantenerse en-chufado al medio masivo, concentrado toda lanoche, no se levantó ni a mear, una clave para so-brevivir, en estado de captación de los mensajessecretoS escondidos en los diálogos dramáticosque sostenían los movileros con los locutores lla-mados de piso, que sonaban tan parecidos a losque sostienen cuando hay un incendio, o cuan-do hay una toma de rehenes o cuando hay lluviasbíblicas. Ah, las lluvias torrenciales que inundanBuenos Aires, Palermo, Belgrano y las villas, delas que se habla tan poco cuando llueve, del ba-rro, de las neumonías de nuestros queridos des-camisados, de los pozos negros que rcbalsan y ellas moscas y de los mosquitos del día después, delas cucarachas de todos los ,U;\S, dé lilH ratas de l

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da la vida, de la muerte que llega tan rápido, quesorprende a los descamisados camino al hospital,y luego durito y frío ocho días el compañeromuerto en la heladera del nosocomio porque na-die encuentra el documento, porque no estaba enla cómoda, y no estaba en la mesa de luz, porqueen la casa de mierda en la que tiene que vivir undescamisado no hay cómodas ni mesas de luz yya no está este muerto para buscar el documen-to que prueba que era una persona.

Manteca decodificaba. ¿Qué decodificaríasdicotiledón, dinosaurio del siglo digital? A lasnueve de la noche, con los codos en las rodillas,Di Nápoli era el pensador de Rodin, la cara másdura que el óleo untado en bastidores. Todos losvotos se habían contado dos veces, era una derro-ta clara, pero el tipo seguía regalando su imagenabnegada para que todos registren que Di Nápo-li le saca a la tele toda la leche que resulte benefi-ciosa para el business. Y que los gordos del peje-ta piensen, cuando lo ven, que Manteca si no esun genio es, al menos, un actorazo. Alcón, el hi-jo de puta.

Es que los del pejota han visto en los hogaresde su niñez muchas escenas torcidas, mucha co-sa podrida, mucha madre paseándose en corpi-ño por 01 living, y velorios laruos rcz.ulo» con

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anís. Lo han vivido pero no lo han pensado a fon-do. El componente bruto que los ha enmarcado,el encierro antiintelectual en esos hogares, por-que el peronismo no se trata sólo de ser pobre,compañeros, el desconocimiento acerca de quéy cómo es pensar, qué y cómo es trabajar de pen-sar, los predispone a pagarles a estos muchachosdel asesoramiento, sin mayores auditorías nicontroles de calidad. Piensan que el doctor la sa-be lunga, que el doctor tiene la medicina, las cu-ritas y hasta la habilidad para hacer los sándwi-ches que hacen falta para pasar un día de campo;saben también que el doctor no gana una guerra,no desembarca en Normandía, no maneja unjeep por un camino de arena, saben que a lo me-jor es puto, que a lo mejor un montón de cosas,pero que sigue siendo el doctor. En esos hogaresdonde se armó este grueso dirigencial que nosconduce al horno, su presencia de doctor da con-fianza. Entonces, por el interno dicen: GarpaleSusana.

y Manteca tiene que hacerse el Favaloro conSusana para pasar dignamente los cinco minu-tos que Susana se toma, mientras se le enfría elté de jazmín, para anotar los datos que inicien eltrámite administrativo del cobro, y no quedaigualado con los motoqueros que llevan y traenpaquetes y que se someten a la misma noria.Manteca revisa la palrn, dibuja con cl lapicito di

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gital estrellas de cinco puntas sobro el mlnlwordde seis puntas, dibuja paralelogramos y p.II';\I(\1

pípedos, triángulos, que hay tanta variedad, d\l

rante el tiempo que la secretaria Susana confirmael pago con su patrón por el interno, realizandola pregunta ¿le pago a Di Nápoli?, y luego con elpersonal administrativo de tesorería, a quienesles dice te mando a Di Nápoli, y Di Nápoli se in-comoda, le da cáncer en un minuto, golpea con ellapicito la pantallita, se siente un pelotudito, por-que no es un paquetito ni un mandadito, es uncientífico de la putísima madre que lo parió a él ya nadie más que a él. Y de Flaxo, Susanita, no dela UP, no de la UB.

Susanita: ¿cuántos genios viste revisandoPalms mientras les hacés la gauchada del cobro?¿A cuántos viste sacar la Mont Blanc y darle lavueltita a la corona y hacer dibujitos de Popeyeen la Citanova?

Susana es de las compañeras que dice sé conlos bueyes que aro. No porque sepa aquello quedesmiente la ciencia del tipo al que debe gestio-nade el cheque, sino porque ve pasar cinco, diez,veinte lucas y piensa que la hija de su hermanaMarta, que le faltan tres materias en la Univer-sidad Intcrarnericana, que sabe mucho de compu-tación, también te hace un power point, y bueh ...Es muy triste todo Ella es tan leal. .. , se ha he-ho tanto 1.\boluda Tallto ... Manteca no quin

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re saber nada, hace cuentas regresivas y practicarombos, octaedros, puntos suspensivos. Ladoc-torea a Susana. y si Manteca, como pudo haber-lo hecho Lisandro, viniera esta tarde a darnos labatalla conceptual, capaz que nos diría: Mirá, sime enseñás la fórmula para aguantar ese tiempomuerto, te la compro. La respuesta es que lo va-mos a pensar, Manteiga. y hasta que te la venda-mos, aguantá el odio sordo de la mina que garpay después hacete el frío chequeando el depósitopor Internet, que te sale tan bien.

Di Nápoli tampoco se cruza de andarivel. Noopina de política, aunque entienda. Manteca seesfuerza a fondo en ciertas ocasiones para no ha-blar de más. Como esas concentraciones menta-les que hacemos los cristianos para no acabar de-masiado pronto. En el caso de Manteca, para nodecir nunca la verdad. ¿Nunca la verdad, Mante-ca? Y para no cuestionar decisiones. Para estoscuadros del asesoramiento, el límite es Ausch-witz, y ahora nadie te arma un Auschwitz, asíque es infinito el campo de lo políticamente to-lerable. Es cuestión de no calentarse. De tener fir-me la agenda privada y el ojo en las futuras pose-siones que los liberen en algún momento de estarunfla que gobierna, que se parece tanto a la .111

tcriory tanto a la próxima. Mientras, esperan, 1\

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cuchan y sonríen. Agachan la cabeza con pena ola suben con alegría, depende lo que les pidan. Es-tamos tan contentos ... Es importante que sus pa-trones no los vean como competencia sino comouna asistencia imprescindible. Y los imitan todolo que haga falta para complacerlos. Y no escati-man afecto porque cuando las cosas son tan es-pectaculares como lo es el peronismo, algo tanemotivo, tan soleado, cuando son tantas las ex-pectativas, compañeras y compañeros, los abra-zos aunque sean sin saltitos, sin grititos, son muycálidos. En la Facultad, nadie se abraza como en-demoniado cuando aprueba un examen, y fue unlogro tremendo aprobar psicopato o sociologíasistemática, pero después de una elección dondesaliste segundo, y perdiste con Macri, te abrazás.y te abrazás porque al menos lo intentaste. En lapolítica te abrazás mucho.

Manteca, si estás escuchando esta tarde, si al-guien te mandó un mensajito de texto y vinistea chusmear, aunque sea camuflado, vamos a con-tar que te abrazaste con Tito Bacman, loco. Es-tábamos ahí. Escuchamos el abrazo. ¡Con TitoBacman! Un consultor totalmente eacoliche,que ni la caretea diez minutos por el lado de laciencia. Anteojos montados al aire, bigotito dejoyero, un molar bañado en oro que se le ve

uando cacarea las risas que él tampoco le niega11 nadie, y J. quien desde diez kilómetros se le .1<.1-

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neceremos con las rodillas pegadas al pecho mi-rando las olas, como hacen las chicas rubias y ri-cas en los atardeceres de Punta con las que no es-taría nada mal hacer una alianza táctica.

Los que van a fracasar pronto, los que a lo me-jor van a morir pronto, los que se ríen de lo mis-mo que nosotros pero no lloran por lo mismoque nosotros, nos van a saludar desde los colec-tivos y nosotros les vamos a mover las manitascomo hacen las Reinas de la Vendimia, un poqui-to para allá y un poquito para acá, lentísimo, y conesa sonrisa pava tan tradicional. Les vamos a ha-cer la V de la derrota también. Pobre gente, fo-rreados de nuevo por los que tuvieron mejoresoportunidades.

Cómo nos gustaría despedirnos esta tarde di-ciéndoles que un día vamos a hacer una escaleracon los huesos de todos estos personajes, los ase-sores y sus asesorados, para bajar del cielo a to-dos los que se comieron el garrón de haber sidogobernados por gente así. Diciéndoles, compa-ñeros, ¡qué escalerita que vamos a hacer! Quetiemblen los flaxos, los asesores, que pidan asi-los, corran, putas. Pero de los dos mil o tres miltipos que hacemos diferencia en este país, con t.. -da la furia somos sólo doscientos los que pod ..-mas arriesgarlo todo. Ésa es la verdad. Y hay qutener mucha convicción, lo cual es imposible. Noes posible tener mucha convicción. Lásti uy

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fuera de nuestras posibilidades la organizaciónde la cadena de la felicidad obrero-estudiantil quepare el despelote. No nos manden los mails quepidan sacrificios. Vamos a ser buena gente con lasvíctimas, como siempre lo fuimos, pero la salva-ción nacional se la dejamos a los más chicos. Queno sabrán qué hacer con eso, pero al menos tie-nen más tiempo para perder.

Nos vamos ahora, no digan que no. Pipo es-tá cansado, bajó los brazos. Soltaste el volante,Pipo. Si el país choca es tu culpa. Pipo Pescadorestrelló a la Argentina. ¡Qué me decís! Las com-pañeras me quieren llevar a casa, vamos, gordo,vamos, Estebitan, me dicen, y yo estoy fundi-do, que es lo más determinante, porque soy el fo-rro que se expone, que se arriesga por la gloria opor el campo de concentración. No teman uste-des a las sanciones por haber participado de estacharla abierta. Ahora se puede pasar por curiosoy que te crean.

Piquenselá, también. A sus casas o a Buzios.y un día la seguimos allá. O acá mismo, si nos vabien, lo cual es difícil.

Si uno piensa en Buzios una vez por día para,1 retiro, compañeras y compañeros, es porque,lIgo profundo detectamos sobre nucst re>territo-rio madre que luce que nuestra Imneiu.iclóu no"

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vierte la picardía, su misión todo servicio, sucondición de hombre para propósitos generales.Y, sin embargo, abrazaste a Tito como si fueraPierre Bourdieu, como si fuera Habermas perocon tetas y con el labio leporino operado. Él tam-bién te abrazó como si te quisiera, y esperandoconcretamente que no te mueras nunca. Y losdos se burlaron de Miguel Ángel Toma. Ahhhh,suspiraron indignados. Faltó que se llevaran lamanito a la boca como dos viejas tortas reprimi-das cuando vieron a Miguel Ángel hacer decla-raciones triunfales en el festejo de Macri. ¿Vis-te? Pobre país, ¿no? Sí, sí. Qué cagada que noganaste vos, Tito. ¡Lo que nos espera, Manteca!¡Y qué te va a esperar, Tito l, más que escucharesa voz interior que llegará, que llegará y diga:¡camouflagem! Y pegar el salto, bien ornamen-tal, empujado por esa voz y por algún cambio deparadigma a mano que te justifique.

Ahora, si podemos salvar del fuego un abra-zo de esa noche de derrota dulce, hagámoslo conel abrazo que se dieron Manteca y MercedesMarcó del Pont, una economista de eterna son-risa infantil, como de haberse hecho caca a lostres años y que, desde entonces, no pudo pararde sonreír para empaquetar a los adultos y queno la revoleen por los aires por sucia, por bebaasquerosa. Mercedes y Manteca se abrazaron durante dos sczundos. Y qué intensidad asesora,

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Mecha y su sonrisa inyectada en la cara con p.,ralizante, Di Nápoli, su cara de smiley. Un abra-zo de quienes no se garchan ni se garcharán. De-jemos eso claro, en su honor, y a los efectos desus resúmenes vitales. Un abrazo de quienesdescargan su sexualidad en la consultaría, don-de duele mucho menos todo. Un abrazo de vol-vimos del exilio en el '84. Yo pensé que vos ... Y

ese abrazo largo.Pero era Filmus contra Macri, compañeros, en

un país reventado. ¡Veinticinco años después delproceso, loco! ¡O processo acabou, porra! ¡No erapara tanto! Bájenle un cambio a la intensidad. Pe-ro ésos eran sus sentimientos. Hay que respetartodos los sentimientos con todo lo que nos cos-tó la democracia. Por otra parte, estos profesio-nales exitosos en un día triunfal, ¿qué iban a ha-cer?, más que complacerse por estar ahí. Almenos por conseguir la victoria módica de haber-lo intentado. ¡Ahh! Esos días que luchamos con-tra Macri ... ¡Qué días en la memoria ... ! Los díasen que sirvieron sus libras de carne mental a unacausa justa y correcta. Pero bueno, digamos unaverdad más, ¡justo y correcto no es lo mismo!Una banana en el culo te queda justa, Merceditas,pero no es correcto ni ahí. Sabelo. Mándenle un

mail, compañeras.

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Relatadas todas estas circunstancias, y admi-tiendo que hay muchas más que quedarán paraotra tarde, porque hay para mil y una tardes,compañeras y compañeros, siempre nos pregun-tamos si habrá otras formas de tener una casahermosa con una hamaca en el fondo colgandode dos manzanos, el cero kilómetro, y viajar, ypasar por los free shops, sin regalarnos a causasque cuando no son estúpidas, son innobles. To-mando en cuenta, además, que éste no es un paísmeritocrático como el Uruguay.

Manteca resolvió el problema haciendo la op-ción histórica por la cultura de masas y el nego-cio de hablarle a la gente del pejota y de los cana-les en las orejas, aunque sin renunciar a lo que esen el otro fondo de sí, un buen profesor, en el po-co tiempo libre que le queda cuando no asesora.Porque las personas no son unidimensionales. Niél, ni nosotros, y por eso perdonémosle un pocola vida también, porque a lo mejor lo que más nosirrita de los demás es lo que menos podemos veren nosotros mismos.

Por eso es que pensamos mucho antes de su-birnos a este escenario con nuestros apuntes, so-bre el sentido profundo de brindar un discursocáustico y doloroso que no da esperanzas, tanamparados, tan cómodos en la legitimidad públi-ca del prestigio que otorga hacerse el vivo. Pen-samos mucho, pero resolvimos no rcprimirno ..,

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compañeros, porque da cáncer y dolor de cabeza.y porque quedarse clavado en el dilema de hacero no, decir o no, te convierte en un hombre sinfunción, sin misión, en un hombre castrado yquieto, útil finalmente a los miserables que nosexigen que seamos más cuidadosos con lo quedecimos. Para los compañeros adocenados, talvez para muchos de ustedes, compañeros, es unaexigencia muy difícil cumplir la meta de dar lapropia visión del mundo, aquello de entrar, con-tar la historia y salir, como decía Céline, un abra-zo a Céline, porque si a los empleos generalmen-te espantosos que tienen, que son para producirnada, se agrega el tiempo que consumen en el su-permercado, las horas frente a la televisión, Yto-dos los cuidados preventivos implicados en la sa-lud, el deporte y la alimentación, les quedan diezminutos por día para algo extra, para algo pro-ductivo y gratuito, para dar la visión y contar lahistoria. Menos mal que si llegan a viejos, si norevientan antes y viven en los barrios correctoscuentan con esos repechajes productivos en los

asilos.Como vimos ese cuadro, nos alentamos a

pensar en ¿por qué no? ¿Por qué no hacerla? yahora que ya está hecho, nos podemos dar el lu-jo de ser piadosos, que no cuesta nada y que estan justo como ser impiadoso cuando se 10 es ennombre de p.ll.,hl'aj.¡ mavorcs corno [us: ir ia ,

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igualdad, verdad. Ésas. Por piedad con Manteca,con Lisandro, con Tomasito, con Camilita, conDanielito, con la Coordinadora de Área de Flaxo,prisionera sin nombre en un cárcel sin número,y con el millón y medio de reventados a los querepresentan en nuestra pobre imaginación, diga-mos algunas verdades sobre nosotros para resti-tuirnos al campo de los mortales, para hacerlesnotar además que desde ahí hablamos, desde eldepartamento de al lado.

Confesemos entonces que si Nicole Neu-mann le debiera una fortuna a la AFIP, la cogería-mos mucho, mucho, mucho, mucho, mucho,mucho, mucho. Que arrancaríamos a las diez dela mañana untándola íntegramente con aceite degarchar y le haríamos veintitrés agujeritos comoa José Ignacio Rucci, dios lo tenga en su gloria,hasta acabarle en el orto a las diez de la noche, conla pija morada y el SAME en la puerta de casa.Sorry. Dígannos machistas, dígannos enfermi-tos, pero no podemos mentir sobre esto. La re-contragarcharíamos aunque Nicole sea mala per-sona, aunque tenga esclavos o aunque sea nazi.

Entonces, si no decimos Muerte a Nicole, encaso que la piba tenga un malentendido tributa-rio o cualquier tipo de confusión ideológica, nodigamos Muerte a Manteca, por las arbitraricda-des de las que somos capaces los machos competitivos, o por alguna falla de origen que nos fucr

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za a inventarnos padres con los que pelear. Nonos pongamos tan fundamentalistas con un mu-chacho que tuVOel proyecto de salir de pobre enUruguay Y se rajó a la primera Nueva York quetuvo a la vista el día de claridad que se calzó loscatalejos Y avistó el Kavannagh desde una playa

de Montevideo.Si es por ponernos botones, Perón estuvo die-

ciocho años sin trabajar Y no decimos nada. Másque eso, hoy, en pleno siglo XXI, en pleno Paler-rno, nos metemos en labañera caliente cuando vol-vemos del club y hacemos una inmersión con sa-les y gotitas de melisa y nos acompañamos con lavoz cascada del ex secretario de Trabajo Y Previ-sión que sale de los parlantes de la notebook a laque apoyamos en la tapa del inodoro. Nada deColdplay ni mariconadas así. Las compañeras queaparecen repentinamente a enjabonarnos no loentienden. Les parece raro. ¡Estebitan, qué per-sonaje que 50S! Prefieren música y velas de colo-res sobre la tapa blanca, porque la música es algomás clásico para echarse al agua a recibir un bau-tismo cálido y un enjabonamiento. Concedemossiempre con la vela. Pero no entregamos al Gene-ral. Una vez más: Perón o muerte.

El primer trabajador nos habla en el baño os-uro anaranjado por el pabilo encendido m ien-

eras liquidamos a sorbos un vaso de Chivas nenale hlelo .'llOy.1l1o en 1.1j.1honcr,1. Cierto1 ve'/.. una

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nochecita en el agua caliente después de una cla-se muy fuerte de Body Pump donde se hizo par-ticular énfasis en el trabajo de cuadríceps y geme-los, mientras las compañeras nos preparaban lacomida y el general hablaba de la importanciade la persuasión desde la compu, pensamos:Estuviste dieciocho años sin lsburet, Pocho. Nolimpiaste casas en Suecia, no 1umpeneaste encomplejos habitaciona1esdel DF, como otros com-pañeros exilisdos. Dieciocho años viviendo detus ahorros de coronel, de los huevos de las dosgallinas que te dejó tu mamá en Lobos antes demorir. Y, sin embargo, no nos importa nada. Es-cuchamos su voz, sus lecciones cancheras y nohay reproches de ningún tipo con él. ¡Y fundó laTriple Al

Y machaquemos con que no somos tan mora-les con nosotros mismos. Jugamos al tenis ochohoras por semana, corremos durante tres, nada-mos durante dos, hacemos Pump los sábados ytodavía nos queda tiempo para masajes y para pa-seos por el Jumbo a embolsar delicatessen. Y nosechamos colonia y buscamos por todo BuenosAires las tiritas que se compraban en el gobiernode Menem para quitarnos de un tirón los puntosnegros de la nariz. No nos pongamos, entonces,tan estrictos con un intelectual que hace veinti-cinco años que sobrevive hablando gansadas pa-ra complacer.

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Es verdad que uno espera más de las pcr« m"y, por eso, todo este malestar y la reunión l\" ..ta tarde, incluso la atención inesperada de Pipo,nuestras palabras, de quien por prejuicio ospcrá-bamos menos. Tenemos un estándar muy alto.Muy demente. Recibimos muy buena educaciónpero para desarrollarnos en el país equivocado, alque por otra parte no podemos dejar de amar. Ésaes nuestra tesis. En un contexto, además, dondehay compañeros que no esperan nada de otroscompañeros. Que no esperan más que la simple-za, superficialidad Y traición con la que se presen-tan al mundo. Los que siempre dicen: Green, unfenómeno. Manteca, un fenómeno. y nunca ex-plican por qué. ¡Pónganle texto a las consignas,muchachos! y para que alguien les parezca unidiota, un tipo que gasta oxígeno sin compensara la humanidad, ¡uuuu!, lo que tiene que pasar, lo

que tienen que haberles hecho.

y todavía falta una cagada grande, ¿no?, oustedes no escuchan unos ruiditos amenazan-tes fuera de campo, una pava que silba, un ex-traño que llama y no dice ni hola ni nada, querespira agitado, ¡no es paranoia!, algo grande ea-rninJ hacia nosotroS y mueve las baldosas, unamcnaz-i psicológica a la paz. que nos dice jeje,

~UIl"IIIU~lrá. No hemos visto nada, tod,wía. '1'0

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dos lo sabemos. Ésta es la teología del quilom-bo: Oscurece, dios pone play y se va a Pachá.Deja de futuro un viento fanático que levantapolvo, que levanta papeles de alfajores y los ha-ce girar locos en el aire.

Ya van a ver, compañeros, cuando haya rnisi-les en las villas. Cuando los alambres de púa delos campos nos quemen como un segelín. Cuan-do no alcance la bailanta para parar el quilombo.Cuando el chancho que transmite cumbia por te-levisión y que maneja cinco palabras menos portrimestre se clave en doscientas. Andá a enten-derte. Las nenitas del tercer cordón candidatas astrippers del país del bicentenario bailarán bajolas bombitas de luz que cuelgan de los techos delos cuartos pobres y de repente la que va a bailares la tierra y van a enloquecer las cintas de losgimnasios, que dirán que los Compañeros noquemaron ninguna caloría. Va a ser tremendo.

Es fácil hacerse el apocalíptico pero digamosen nuestro honor que no dan los números. Sumenlos pobres, sumen los egoísmos y la fatalidad geo-política. Un entierro lento pero eterno, sin pau-sas. Los valores de las propiedades de la zona nor-te se van a hundir también y los resentidos deFlores y Barracas van a abrir sus botellas de Dude Saint Remy para festejar el final de un mundoal que no saltaron a tiempo, le van a guiñar el ojo alcuadríto de San Jorge que tienen en la cocina y VJn

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a apagar la tele, la van a apagar, quién diría, y van .,saltar sobre la cama, sobre los colchones Iibcr.ido:en las piezas, como si fuera la caminata lunar ti"la felicidad más grande del mundo. Así será el findel mundo. Palermo cubierto de bosta y celebra-ciones en el postergado sur.

Nosotros, la ultra, la más hermosa de todaslas minorías que alguna vez dio este país, la máspostergada, la más raleada, vamos a salir a la ca-lle al primer murmullo inesperado, con el celu-lar cargado a full, para comentar los infortunio scon quienes queden dentro del área de alcancey con un rompevientos que si les digo la marcase mueren. K Way, el que se hace bollito, shhh.Nos vamos a sentar contemplativos, como uncompañero con Alzheimer, sobre una reposerataiwanesa y verde del Easy que tiene el agujeropara enchufar la botellita de agua mineral, cui-dando que nuestros dedos no toquen la veredaescupida y servida por los Goldens que paseanpor la calle Paraguay, los perros oficiales del ba-rrio, y aspirando el olor a pasto mojado de unalluvia lejana que trae siempre el viento del Apo-calipsis.

Vamos a mirar pasar el caos, lookeados comopara una batalla campal, con una remera blanca:lealgodón -lo que se llama un básico- debajole la campera, zapatillas para correr y bcrrnudas,

11.1-1

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invada los sueños con deseos de errancia. Si unoes tan apegado a lo intuitivo para las cosas priva-das, por qué no con esto. Querer borrarse a Bu-zios, a echar la lona en la Ioáo Fernandes parasiempre, no es sólo una tilinguería. ¡Andá a en-vejecer en Nazca y Rivadavia! No se puede espe-rar a ser totalmente sabio, a que te cuelguen laspieles del pecho para definir el entorno ideal don-de desplegar todas las condiciones, todas nues-tras posibilidades como hombres.

Nos vamos. Me voy. Si puedo elegir, prefieroque no me esperen para decirme cosas persona-les cuando baje los escalones, ni para dejarme te-léfonos ni direcciones de mail. No me agradez-can nada. Veo alguna gente conmovida que memira, como si me debiera algo. Veo a compañe-ros que me quieren acercar a sus hijos para quelos bese. No sigan hombres, compañeros, siganideas. No me niego a que dejen una moneda, siles parece bien, si consideran justo que el compa-ñero orador se dé una buena cena con las compa-ñeras después de este esfuerzo.

Aprovechemos, entonces, que esta tarde citatiene un viento suave y cálido para perdernos.

El autor agradece a: Santiago Llach, MercedesGüiraldes, Mariana Cesario, Sol Prieto, MartínSivak, Amalia Sanz, Huili Raffo, Ernesto Se-mán, Sergio Criscolo, Gabriel Puricelli, Paola Lu-cantis, Victoria Melián, Ignacio Usandivaras.