The Sisters Literatura y Violencia

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Seminario de Literatura & Violencia 04.11.2014 Sergio Martén (B13907) Prof. Sergio Rojas 2do Ensayo El silencio en The Sisters de James Joyce El texto llamado The Sisters, que abre la serie de cuentos bajo el nombre de Dubliners (publicado en 1914) del escritor irlandés James Joyce, es sobresaliente por el hecho de dejar la mayor parte de la tarea interpretativa al lector mismo. Por medio de muchas frases inacabadas, interrumpidas por tres puntos, y de palabras sospechosas que parecen no tener nada que ver con la trama principal, el narrador parce guiar a quien lee la historia por ciertos caminos que nunca deja verdaderamente claros; nunca confirma si las sospechas del que interpreta se concretan o no. El narrador, por su parte, acompaña al lector en esa misma duda, en esa inseguridad sobre lo que está pasando realmente. Por ello se puede afirmar que, mediante el relleno de los agujeros en el texto, el autor quiera demostrar al lector la configuración del presente de la Irlanda (o Europa en general), y principalmente la visión común del momento sobre la religión Católica, sus ritos y sus funcionarios. Es decir, mediante el silencio que deja Joyce en el cuento, se hace ver a 1

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Análisis del cuento de Joyce

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Seminario de Literatura & Violencia 04.11.2014

Sergio Martén (B13907)

Prof. Sergio Rojas

2do Ensayo

El silencio en The Sisters de James Joyce

El texto llamado The Sisters, que abre la serie de cuentos bajo el nombre de Dubliners

(publicado en 1914) del escritor irlandés James Joyce, es sobresaliente por el hecho de dejar la mayor

parte de la tarea interpretativa al lector mismo. Por medio de muchas frases inacabadas, interrumpidas

por tres puntos, y de palabras sospechosas que parecen no tener nada que ver con la trama principal,

el narrador parce guiar a quien lee la historia por ciertos caminos que nunca deja verdaderamente

claros; nunca confirma si las sospechas del que interpreta se concretan o no.

El narrador, por su parte, acompaña al lector en esa misma duda, en esa inseguridad sobre lo

que está pasando realmente. Por ello se puede afirmar que, mediante el relleno de los agujeros en el

texto, el autor quiera demostrar al lector la configuración del presente de la Irlanda (o Europa en

general), y principalmente la visión común del momento sobre la religión Católica, sus ritos y sus

funcionarios. Es decir, mediante el silencio que deja Joyce en el cuento, se hace ver a quien lee lo que

él mismo piensa por la manera en que él completa el vacío. Es un silencio que intenta evidenciar el

campo en el que la sociedad se mueve, provocando un cambio en él por la simple toma de consciencia

al respecto.

A continuación se intentará argumentar en favor de esta tesis interpretativa de la obra, para lo

cual se ofrecerá en primer lugar un breve resumen del cuento. Luego se hará una interpretación

general del mismo, para terminar con un análisis del texto como modificador de campos sociales tanto

en el tiempo de su publicación, como en cualquier otro momento en que se lea, haciendo énfasis en las

diversas formas de silencio que se presentan en el cuento. Para estos efectos se utilizará un artículo

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interpretativo sobre el cuento, junto con El espacio literario de Maurice Blanchot y una sección de Las

reglas del arte de Pierre Bordieu como apoyo para comprender las tesis por exponer.

1. The Sisters resumido

El cuento es narrado en primera persona por un niño cuyo nombre no es dado, quien está

preocupado por la salud de un hombre de quien después se sabe que era un sacerdote católico

llamado James Flynn. El niño pasa por la casa del hombre todos los días, pues sabe que sufre de

parálisis y que morirá en cualquier momento. Sin embargo no se entera por sí mismo, sino que es el

amigo de su tío (con quien vive), el viejo Cotter, quien trae las noticias de la muerte a su hogar.

Después de un diálogo inquietante con el tío, el niño se enfurece por lo que parecen implicar las

palabras de Cotter. Es allí donde el lector se entera de que el narrador tenía una estrecha relación con

el cura, pues este le enseñaba latín, los oficios de la misa y le hacía resolver casos de la ética. Era

prácticamente su tutor.

Esa noche el niño tiene una pesadilla en la que se encuentra con el paralítico de su amigo, quien

parece querer confesar algo que no se escucha, más allá de simples murmuros, y finalmente siente que

absuelve al reverendo por un “pecado simoníaco” en el sueño. Al despertar se dirige a la casa del

sacerdote y encuentra en la puerta un mensaje en el que se confirma su muerte. De regreso a su hogar

rememora un poco de su vida con el religioso y, al atardecer, su tía lo lleva a velar el cadáver. De nuevo

en casa de Flynn, el niño y su tía son recibidos por sus hermanas: Nannie y Eliza. Ambas son viejas y

una de ellas no dice una sola palabra. La otra entabla un diálogo con la tía del niño sobre la forma en

que murió el padre: una vez, mientras era sacerdote, de alguna manera que no se revela, quebró un

cáliz, después de lo cual se vio psicológicamente afectado. Una noche lo buscaban por un llamado que

lo solicitaba, pero no lo encontraban en ningún lugar. Apareció finalmente en la capilla, dentro del

confesionario, riéndose solo. Con esto termina el diálogo y el cuento.

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2. Interpretación: niño, título y silencio

Este cuento, por su misma estructura, exige una interpretación del lector. Es decir, cualquier

narrativa parece tener esta exigencia, pero hay un nivel en el que no es deber del lector interpretar,

sino que puede tomar la obra por sus propias palabras y verla como completa. Además de que lo que

se interprete puede estar más ligado al camino por el que guía el texto, que a una versión propia del

lector de lo que pasa de fondo. Sin embargo en este cuento el punto mismo es la interpretación que se

le dé, el acto de interpretar mismo, conferir significado a aquello que en apariencia no lo tiene,

encontrar la pieza faltante (porque una pieza falta como se verá) y rellenar así el resto de lo narrado.

Desde casi el comienzo de la historia el niño hace énfasis en tres términos que serán de importancia en

diferentes sentidos:

Every night as I gazed up at the window I said softly to myself the Word paralysis. It had

always sounded strangely in my ears, like the word gnomon in the Euclid and the word simony

in the Catechism. But now it sounded to me like the name of some maleficent and sinful being.

It filled me with fear, and yet I longed to be nearer to it and to look upon its deadly work. (J.

Joyce. The Sisters)

El primer término es parálisis, que hace referencia a la enfermedad, a lo violento y no ordinario,

a lo prohibido. El segundo es simonía, que hace referencia al pecado que cometen los eclesiásticos

cuando venden o intercambian lo espiritual por cosas materiales. Por ejemplo la absolución de

pecados por el pago de cierto monto de dinero, o la compra de un puesto en la Iglesia, etc. La simonía

será una de las mayores guías en la interpretación que el lector debe hacer del texto, por la fuerza que

se le da en la cita revisada y en otro momento de la narrativa, cuando el niño absuelve al sacerdote en

su sueño por cierta simonía. Y en último lugar tenemos el término del que se ocupará ahora: gnomon.

Esta palabra en griego (γνώμων) significa “el que sabe” o “el que busca saber”. Sin embargo en el texto

se hace alusión a la versión del Euclides. Allí se define el gnomon como la parte restante de un

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paralelogramo cuando se le remueve una de las partes que compartan su diagonal. Es decir es una

parte incompleta de un paralelogramo.

El gnomon del que habla el narrador hace referencia a su estado de incompletitud, al hecho de

que no llega a términos con el estado de parálisis, de enfermedad, de ya-no-pertenencia al mundo de

su tutor, por razones que no logra descifrar. Esto en un primer momento, pero luego se verá

incrementado el sentimiento de incomprensión, de que algo falta, en diversos puntos de la narrativa.

Entre los principales de esos puntos se puede ver en el diálogo del viejo Cotter con su tío. Él escucha

que el primero intenta decir cosas, pero no las termina de decir, sino que las deja a la interpretación

del segundo, lo cual hace pensar al lector en algo impudoroso, algo que da vergüenza y hace al viejo

Cotter callar:

“No, I wouldn’t say he was exactly… but there was something queer… there was

something uncanny about him. I’ll tell you my opinion…”

He began to puff at his pipe, no doubt arranging his opinion in his mind. Tiresome old

fool! When we knew him first he used to be rather interesting, talking of faints and worms; but I

soon grew tired of him and his endless stories about the distillery.

“I have my own theory about it,” he said. “I think it was one of those… peculiar cases....

But it’s hard to say….” (J. Joyce. The Sisters)

Para un niño nada de lo que dice el viejo Cotter tiene mucho sentido. Y aun así el narrador se

molesta por que lo traten como uno. Aun sin haber podido encontrar la pieza restante del gnomon que

produce la falta de concreción en las oraciones del adulto. El niño no sabe lo que ocurre detrás de ese

silencio, a diferencia de su tío, que asiente a todo lo que dice Cotter. El silencio es de otro mundo, del

adulto, de quien comprende, de “el que sabe”, el gnomon. Y el niño aun no pertenece a ese mundo.

Incluso llega a decir después del diálogo: “Though I was angry with old Cotter for alluding to me as a

child, I puzzled my head to extract meaning from his unfinished sentences.” (J. Joyce. The Sisters). Sin

embargo es innegable el tono sexual que se le da a muchas secciones del cuento. No sólo los posibles

rellenos de lo que dice Cotter implican cierta sexualidad, cierto taboo o suciedad que no debería estar

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en la mente de un niño, como él mismo lo dice. Pero también el mismo narrador hace referencia a esta

dimensión sin darse cuenta él mismo. Habla en dos ocasiones de la boca del sacerdote, y cualquier

lector que se dejara llevar por los huecos en las expresiones de Cotter, podría ver lo implícito en estas

dos citas:

“It began to confess to me in a murmuring voice and I wondered why it smiled continually and why the

lips were so moist with spittle.” Y “When he smiled he used to uncover his big discoloured teeth and let

his tongue lie upon his lower lip – a habit which had made me feel uneasy in the beginning of our

acquaintance before I knew him well.” Ambos en referencia a Flynn (nombre que, por cierto, en gaélico

significa “el rojo”, color siempre ligado a lo sexual). El niño ve estas imágenes, sabe que hay algo

extraño en ellas y lo dice, pero no sabe por qué le molestan. No sabe qué es exactamente lo que está

mal en ellas.

El otro momento importante en que el niño intenta rellenar los vacíos es en casa del reverendo,

cuando va con su tía a velar el cuerpo. Allí ella y la hermana de Flynn, Eliza, hablan de la forma en que

murió, y de la misma manera en que el viejo Cotter hablaba con su tío, ambas recurren a silencios para

hacerse entender cosas impudorosas, ajenas a la vida cotidiana: “Did he… peacefully?” y “And

everything…?” Ambas haciendo referencia a la muerte. Lo notable es que durante este diálogo, a

diferencia del que tienen Cotter y su tío, el narrador, el niño, se queda en silencio y no opina nada.

Como se veía en la cita anterior, el niño recriminaba a Cotter por ser un viejo aburrido y por tratarlo

como niño. En esta sección del cuento el niño pasa a ser totalmente secundario. Se sienta en una

esquina del cuarto y no aparece de ninguna manera, ni en forma de opinión. Se limita a escuchar la

conversación en silencio. Se puede decir en ese momento que el niño ha empezado a entender. Ha

ingresado en ese mundo del silencio. Pero tal mundo tiene un peligro. Como lo dice David W. Robinson

en su artículo Narration of Reading in Joyce:

The idea of interpretation recalls at every turn the difficulty present in any situation

requiring interpretation: that an interpretation, no matter how definitive and pragmatically

reliable, remains always a creation separate from that to which it is addressed. Rather than

replacing an enigma with a certainty, it may add another enigma. (D. Robinson, 1987)

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Por eso se da el silencio. El niño intenta interpretar la situación, pero al hacerlo da con más

cabos sueltos, con más “enigmas”. No llega a ninguna conclusión cierta, definitiva, por más que

parezca que lo hace. De aquí mismo es que surge el título del cuento. ¿Por qué, cuando el cuento trata

del niño y de su llegada a término con la muerte de su mentor sacerdote, y también de la vida y la

muerte de ese mismo religioso, tiene el nombre de dos personajes que no salen sino hasta el final y

que no parecen ser del todo protagonistas? Según esta interpretación, las hermanas representan los

estados del niño. Tenemos una hermana que no habla, Nannie. Que no dice nada, no afirma nada, que

se comporta muy similar a como se comporta el narrador al final de la historia. Por otro lado tenemos

a la hermana que habla, Eliza. Ella es compasiva y demuestra sus sentimientos, hace afirmaciones y

cuenta lo ocurrido a la tía del niño. Deja conocer sus opiniones, de la misma manera que el narrador lo

hacía al inicio de la historia. Las hermanas representan ambos estados: silencio y discurso.

3. Modificación del campo por su evidenciación

Lo más importante de este cuento, no obstante todo lo dicho, es el hecho de que, justo como el

niño intenta rellenar el gnomon, el lector está haciendo lo mismo en todo momento. Ninguno de los

silencios que dejan en confusión al niño le es explícitamente revelado al lector. Sigue siendo un silencio

que se debe rellenar por uno mismo, con el mismo peligro que se encontraba en la cita de Robinson.

Blanchot, en El espacio literario, dice sobre el silencio:

¿Qué queremos decir cuando en una obra admiramos el tono, cuando somos sensibles

al tono como a lo más auténtico que tiene? No hablamos del estilo, ni del interés y la calidad del

lenguaje, sino precisamente ese silencio, esa fuerza viril por la cual, quien escribe, al haberse

privado de sí, al haber renunciado a sí, mantiene, sin embargo, en esa desaparición, la

autoridad de un poder, la decisión de callarse, para que en ese silencio tome forma, coherencia

y sentido lo que habla sin comienzo ni fin.

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El tono no es la voz del escritor sino la intimidad del silencio que impone a la palabra, lo

que hace ese silencio sea aun el suyo, lo que permanece de sí mismo en la discreción que lo

aparte. El tono hace a los grandes escritores, pero quizá la obra no se preocupe por lo que los

hace grandes. (M. Blanchot, 2002)

Como dice Blanchot en la cita, ese silencio, esa decisión de callar ciertos aspectos en la

narrativa, es lo que hace que se le de forma y sentido a un texto. A que sea el lector en su función de

significador el que forme una masa que viene sin instrucciones de formación. Y en el darse de esa

forma, en esa creación del lector, es que se ve el campo en el que existe. Pues, claro, no formará

aleatoriamente un texto. No le conferirá un significado que no apele a su entorno, a su campo, a su

sociedad, pues no le estaría confiriendo ese significado más que superficialmente. Lo que para el lector

significa el silencio, el espacio en blanco, los “…” del viejo Cotter, no es algo que él inventa

voluntariamente, por placer o por libertad. Es algo que inventa, que crea a partir de lo que tiene a su

alrededor, de cómo se conforman los significados y los significantes en su periodo, en su espacio. Toma

prestadas las formas preestablecidas de ese campo y las aplica a las formas dadas, pero no completas

(gnomon) del texto. Este uso de los significados encontrados en el campo para completar lo vacío lo

trata Bordieu en una sección de su obra Las reglas del arte llamada La ilusión y la “illusio”:

Si plantea el problema de la ficción de la realidad y de la realidad como ficción, lo hace

en una ficción que, sin duda más que ninguna, es propia para producir la ilusión de la realidad. Y

ello porque, como Faulkner, utiliza las estructuras más profundas del mundo social que son al

mismo tiempo las estructuras mentales que el lector involucra en su lectura y que, al ser fruto

de la incorporación de la estructura del mundo real, están en armonía con ese mundo y son

propias para fundamentar la creencia más completa en la ficción que las evoca, como

fundamentan la creencia de la experiencia corriente del mundo. Pero estas estructuras no

resultan despejadas como tales, como en el análisis científico: habitan una historia en la que se

realizan y se ocultan a la vez. (P. Bordieu, 1995)

Las estructuras más profundas del mundo social del lector, son las mismas estructuras mentales

que él involucra en su lectura. El lector forma el texto incompleto, añade la parte que le falta al

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gnomon según la estructura social en la que vive. Es así como se apega un texto al mundo real, como

se le hace pasar por real, como se obtiene la “illusio”. Lo que hace Joyce con el cuento The Sisters es

aprovecharse de esto: dejar gnomons, espacios vacíos para que sea el lector quien los tenga que

rellenar, de manera que ese mismo lector evidencie la estructura social, el campo en el que se

desenvuelve. Es un ejercicio de “darse cuenta de”.

Con eso dicho, se puede analizar históricamente el cuento. En los momentos en los que se

publica (primera edición: 1904, segunda edición y con muchos cambios: 1914) el catolicismo está muy

instaurado en Europa (con algunas excepciones protestantes como Alemania). La vida de muchas

personas se define por ese mismo catolicismo, pero al mismo tiempo empiezan a crecer dudas. El

ateísmo empieza a ganar terreno y la mala praxis de los sacerdotes se empieza a evidenciar junto con

el inicio de la expansión de los medios de comunicación. No hay duda de que, sumado a las muchas

referencias sexuales en la narración, como se señaló más arriba, los espacios serán llenados con eso en

mente. De lo que Cotter habla con el tío del niño se puede inferir pederastia y homosexualidad. Ambas

inscribiéndose en la simonía, pues el sacerdote puede haber dado favores espirituales a cambio de

favores sexuales. El que un lector llegue a estas conclusiones lo hará preguntarse: ¿Por qué pienso

esto? Y se dará cuenta de que es lo que rodea a su sociedad en el momento. Empieza la infamia de los

sacerdotes en todo lo que a sexualidad se refiere. Así se revela un estereotipo, un paradigma que

conforma el campo en el que se desenvuelve la obra. Un ambiente cargado de catolicismo, pero de

dudas hacia ese catolicismo, hacia sus autoridades y su validez. El niño, por ser menor, no ha ingresado

a ese campo al inicio de la historia. No hay por qué creer que los actos simónicos-sexuales del

sacerdote fueron cometidos contra él, pues se hace mención de otro niño en el cuento, a quién Eliza

culpa por la locura de Flynn:

“It was that chalice he broke…. That was the beginning of it. Of course, they say it was all

right, that it contained nothing, I mean. But still…. They say it was the boy’s fault. But poor

James was so nervous, God be merciful to him!”

“And was that it?” said my aunt. “I heard something….” Eliza nodded. (J. Joyce. The

Sisters)

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Una vez más la tía del niño calla lo obvio. Es lo que hizo con el niño, y no el quebrar el cáliz lo

que puso nervioso a Flynn, lo que lo afectó y lo hizo tener que salir del sacerdocio. Pero todo esto tiene

que ser rellenado por el lector. Nunca lo es por el narrador. La estructura social en ese sentido aún se

mantiene parecida, pues interpretaciones como esta sigue siendo la más intuitiva. Aunque cabría

preguntarse si cuentos de los que se sabe pertenecen a otra época son interpretados en función a la

estructura social de esa otra época.

Se ha interpretado entonces la obra desde el punto de vista del valor del silencio tanto para el

niño como para el lector. Se ha mostrado con eso el significado del título de la obra que podría

producir confusiones y por último se ha visto como semejante formación o conferencia de significado

revela el estado de la estructura social del momento en que se lee o del momento en que se publica el

cuento. Después de todo parece que el silencio, como dice Blanchot, puede decir mucho más que

palabras, en el sentido de que comprueba cosas sin afirmarlas.

Bibliografía

Blanchot, M. (2002). El espacio literario. Editorial Nacional, Madrid.

Bordieu, P. (1995). Las reglas del arte. Editorial Anagrama, Barcelona.

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Joyce, J. (1993). Dubliners. Wordsworth Editions,

Robinson W., D. (1987). The Narration of Reading in Joyce’s “The Sisters”, “An Encounter” and “Araby”.

Texas Studies in Literature and Language, 29 (4).

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