Thomas Merton El Zen y Los Pajaros

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    Thomas Merton : EL ZEN Y LOS PJAROS DEL DESEO

    Thomas Merton

    El koan de los championes: Este es el Koan original del Maestro Dogen, yque nos lo cuenta T. Deshimaru. Comienza as: El Maestro haba ido a Chinapara encontrar la verdadera sabidura, para comprender el Zen. Pero nohaba conseguido comprenderlo, a pesar de haber estudiado muchas cosas.La civilizacin buddhista zen estaba por esa poca muy extendida en Chinay l haba recorrido templo tras templo. Sin embargo, no estaba satisfechode la enseanza que le haban dado y quera volver a Japn. Un da lleg aun templo pequeo. Era verano, haca mucho calor. Encontr a un monjemuy anciano que estaba trabajando bajo el sol. Su trabajo consista en secarchampiones. El anciano, a pesar de su edad, bajo un sol abrasador,extenda los championes por el suelo. Al ver esto, el Maestro Dogen le hizo

    la siguiente pregunta: Usted es un monje anciano y superior, por qutrabaja? Hoy hace mucho calor, hgalo otro da.

    Dogen era entonces muy joven. Pero la siguiente contestacin del ancianomonje, muy interesante, se convirti en una respuesta histrica del SotoZen. Y as fue como el Maestro Dogen obtuvo el Satori.Joven, usted havenido del Japn. Es inteligente y comprende el buddhismo, pero nocomprende la esencia del Zen. Si no hago esto, si no trabajo aqu y ahora,quin podra hacerlo? Yo no soy usted, yo no soy los dems. Los dems noson yo. Por eso los dems no pueden experimentarlo.

    Si no trabajo, si no experimento aqu y ahora no podr comprndelo. Si unjoven me ayudara a trabajar, si yo me limitara a mirarle, no podra tener esaexperiencia de secar championes. Si yo dijera: haz esto o aquello, ponloaqu o all, no podra experimentarlo yo mismo. No podra comprender elacto de que est aqu y ahora (...) Yo no soy los dems y los dems no sonyo.

    Dogen se qued muy sorprendido y comprendi. En este momento se dijo:Tengo que quedarme en China. Haba estudiado en los libros hababuscado con su cerebro y pensaba continuamente; pero en ese momento

    comprendi: Si no experimento, no podr comprender el verdadero Zen.An as pregunt: Por qu seca usted hoy los championes? Hgalo otroda. El monje contest: Aqu y ahora es muy importante (...) No puedoestar en lo que otra persona hace. Este es el primer punto. El otro,shinkantaza, solamente sentarse, concentrarse en la prctica del zazen. Nohace falta pensar, solamente hacer sazen.

    Descartes dijo: Pienso, luego existo. Yo digo: No pienso, luego existo.Si se hacen categoras, si se piensa demasiado, nuestra propia concienciaqueda encerrada en los lmites de nuestro pensamiento. Nuestra conciencia

    es profunda como el cosmos, esten relacin con l. Si no se piensa, la conciencia se vuelve eterna, csmica.

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    Pero, se piense o no se piense (dice Deshimaru) se existe. Esta actitud delZen de sentarse y, en silencio, concentrarse a meditar, de algn modo, yocreo que guarda similitud con la siguiente recomendacin del Abad Macario,el egipcio, que se encuentra en Vida y dichos de los padres del desierto:Resulta que despus de celebrar la asamblea en Scitia, Macario deca a los

    monjes: Huid, hermanos! Uno de los ancianos le pregunt: A dndepodemos huir ms lejos de este desierto? El Abad se puso un dedo sobre laboca diciendo: De esto tenis que huir! Cistercium n 228/9.

    Las guerras son incidentes psquicos que tienen su origen en el almahumana. Nos gusta echarle la culpa a nuestro chivo expiatorio de turno,tanto si es el imperialismo, el nacionalismo, el comunismo o el capitalismo,todo lo que se nos antoje. Ninguna de estas cosas ni todas ellas sonrealmente responsables; somos nosotros, personas inofensivas quequeremos pensar que odiamos la guerra y todos sus horrores.

    Tal vez no hemos tenido nada que ver con las aguas fanganosas de lapoltica o de la economa, tal vez ni hemos escrito artculos ni cartas parainflamar pasiones raciales, nacionales o comunitarias, pero todoscompartimos esa responsabilidad.

    Cada sentimiento de ira, odio, envidia o venganza que nos hemos permitidoen el pasado, independientemente de la persona a la que iba dirigido y porms justificado que lo hayamos considerado, ha sido un puado de plvoraarrojado al polvorn que, antes o despus, tiene que estallar.

    Pero no es la persona que encendi la cerilla la responsable de un mundo enllamas, sino nosotros, que hemos ayudado a engrosar el polvorn. PorqueQu es lo que hemos hecho? Los sentimientos de odio, de miedo, etc., quehan entrado en nuestro corazn y que hemos cobijado son, como siempre,invitados intolerables. Queremos expulsarlos en seguida, queremos dejarlospegados, como un poster, en el primer muro que encontremos. Es ciertoque ese muro tena algo en su naturaleza que lo haca apto para ese posteren particular, pero igualmente, el poster lo mandamos nosotros y fuimosnosotros los que lo pegamos all.

    Tanto si consideramos la psicologa de los individuos como de esos grupos

    de individuos que llamamos estados nacionales, el proceso es el mismo. Loque odiamos o tememos en nosotros lo proyectamos en nuestros vecinos.Quienes temen sus propios deseos sexuales detectan la impureza en todoslos que ven; de la misma manera, las naciones que estn llenas de odio, demiedo y de deseos agresivos perciben las imgenes de esas pasionesardiendo horriblemente en los muros de otras naciones, sin darse cuenta deque son ellos quienes las han encendido y colocado all. As surge el mito delas naciones y de los individuos que aman la paz slo porque proyectamosnuestros propios deseos agresivos en nuestros vecinos, engandonos connuestra propia limpieza personal.

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    Esto no quiere decir que la responsabilidad de todas las naciones sea lamisma, ni tampoco la de todos los individuos.

    Algunos de nosotros hemos pecado ms profundamente que otros, perovalorar esta responsabilidad nunca resulta fcil. Es ms importante y

    provechoso recordar que todos los odios, los miedos, las envidias y losdeseos agresivos, por parte de cualquier persona y aunque se produzcan deforma privada, han constituido el combustible que prepar la llama y que lasigue manteniendo.

    Cada vez que sentimos una sensacin de triunfo por la destruccin delenemigo, vamos aadiendo lea al fuego, porque cada vez que esosucede estamos convirtiendo a alguien en un chivo expiatorio del mal quehay en nosotros.

    Y no se trata de filosofas, no; ni siquiera estamos hablando de religin; es

    simplemente un hecho prctico que cualquier psiclogo puede confirmar.

    Ninguno de nosotros, ni el objetor de conciencia ms convencido ni el msneutral de los neutrales, puede evadir la parte que tenemos deresponsabilidad. Realmente, son muchas veces los que no toman parte en lalucha fsica quienes ms contribuyen con sus pensamientos a aumentar elconflicto. Los soldados, despus de unos meses de experiencia,sorprendentemente pierden el odio, mientras que los que estncmodamente sentados lejos del conflicto se dedican con demasiadafrecuencia a alimentar sus instintos y pasiones ms bajas, regocijndose

    con los horrores de los dems, contemplando como si fuera una pelcula lasagonas de los dems, que luchan hasta perder la ltima gota de sangre, yreaniman las llamas de odio y violencia con el viento invisible de sus propiospensamientos y sentimientos.

    Porque en todas las personas existe aquello que disfruta con la guerra; s,que disfruta con ella incluso hasta el punto de querer sufrirla. En casi cadauno de nosotros existen muchas cosas cuya expresin no sera permitidapor las convenciones sociales o religiosas, en tiempos normales. La mayorade nosotros llevamos una bestia enjaulada en el corazn, una bestia cuyasubstancia nos gustara gratificar pero no podemos hacerlo por temor a las

    consecuencias.

    Normalmente esa bestia alimenta su vida subterrnea con los restos defantasa y sueos que se filtran hasta la guarida donde mora, relamindosecon los actos de violencia y crueldad con los que pueda vengarse por suconfinamiento; y cada vez que nos entregamos a soar con odios yvenganzas, esos pensamientos van cayendo all y refuerzan su ferozenerga. A veces podemos sentir la fuerza con la que empuja las rejas de sucelda, pero en tiempos normales, Dios y la polica la tienen encerrada, yslo es ocasionalmente cuando se escapa y escandaliza al mundo con algn

    acto de crueldad atroz. Cuando esto ocurre, la sociedad decide que la jaulade esa persona es demasiado dbil para mantener la bestia y, temiendo que

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    cunda el ejemplo, si la dejan escapar impunemente, se apresuran a destruira los dos, al ser humano y a la bestia.

    Hay que aadir aqu que la bestia no se destruye con la muerte del cuerpoque le serva de jaula. Sigue vagando por ah sin ser vista, libre ya de su

    jaula de carne, libre para entrar en el corazn de todo aqul que le de cobijotemporal y a quien empujar para cometer las fechoras que ama. Si lagente en general fuera consciente del grado en el que esto ocurre, notendra tanta prisa por matar a los que cometen crmenes atroces, ni a susenemigos personales tampoco.

    Esto es lo que pasa en tiempos normales. Pero en pocas de guerra todo esdistinto. Saqueadlo todo y soltad los perros de la guerra no es ningunametfora potica. Las fieras internas quedan sueltas. Todo cuanto seconsideraba antes como algo pecaminoso y prohibido se ve fomentadoahora en servicio del estado. El odio, la violencia, la ferocidad, la crueldad ytodas las variedades de las astucias engaosas se convierten en virtudes sivan dirigidas contra el enemigo. Incluso los que estaban al margen delconflicto se sienten contagiados y, tomando partido, dan rienda suelta a subestia con la imaginacin. As se van sucediendo los perodos de guerra ypaz a lo largo de los siglos.

    No voy a negar que en ciertas circunstancias la violencia abierta y externade la resistencia armada pueda no ser el menor de dos males, porque, en lasituacin actual de la humanidad, la alternativa muchas veces es unaviolencia de pensamiento y sentimiento, una cavilacin obsesiva sobre el

    odio y la venganza que es mucho peor que la lucha externa.

    Pero la violencia nunca acaba con la violencia. Mientras alimentemos labestia que llevamos en el corazn con pensamientos llenos de deseo queson su sangre vital, esta bestia ir apareciendo de vez en cuando y lasguerras peridicas sern inevitables.

    La nica manera de conseguir una paz verdadera es controlando esasbestias internas. Nosotros, que las hemos creado, porque han nacido denuestra propia carne, hemos de debilitarlas dejndolas sin comer, tenemosque reabsorberlas en nuestro yo consciente del cual las hemos desterrado,

    y finalmente hemos de transmutar su substancia con la alquimia delespritu. Y eso es el yoga: slo en el yoga est la paz. El mundo no es sinonuestros pensamientos; por esto cada uno de nosotros deberamoslimpiarlos esmeradamente.

    Somos segn lo que pensamos; este es el secreto eterno (MaitriUpanishad). Los que quieren la paz y odian la guerra tienen que prestar msatencin a sus pensamientos y fantasas que en tiempos normales. Cadapensamiento de gozo ante la noticia de la destruccin del enemigo (comosi los seres humanos tuvieran algn enemigo excepto en su interior), cada

    idea depresiva ante nuestras propias derrotas, cada latido de ms por losactos blicos en general es una traicin a la causa de la humanidad. Los que

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    tienen la suerte de no estar en contacto directo con la lucha tienen lamagnfica oportunidad de cumplir con un deber sagrado. Si no consiguenhacer cumplirlo para producir la paz en esa parte de la psique del mundocon la cual estn en contacto, es decir, en su propio corazn, por encima detodo, si hacen activamente un mal uso de esa oportunidad y dejan suelta a

    su bestia con fantasas solidarias, entonces son unos traidores secretos a lahumanidad.

    Como tales, quedarn atrapados dentro de la red del karma que estntejiendo, una red que, invariablemente, har que, en el siguiente conflictoque se produzca, caiga sobre ellos el pesado fardo del sufrimiento. De todosellos puede decirse que aqul que tome la espada con el pensamiento y lafantasa perecer con la espada verdadera.

    Esta es la gran responsabilidad que cae sobre todos nosotros yespecialmente sobre todos los que, por su distancia de la lucha fsica, tienenla oportunidad de luchar con sus pasiones con cierto grado de desapego,contribuyendo a la disminucin real de las llamas del odio y del mal en estemundo.

    Nadie puede evadirse, porque toda la vida es una. Igual que el dedomeique no escapa a la fiebre que se apodera de todo el cuerpo, tampoconadie puede escapar de la interrelacin que existe en toda la vida. Tanto elobjetor de conciencia, como el pacifista o el sannyasi que renuncia almundo, ninguno de nosotros puede evadir la parte de responsabilidad quenos corresponde en un estado de cosas que nuestros propios pensamientos

    han contribuido a crear; porque ni la distancia geogrfica ni ningn decretogubernamental de neutralidad, ni el rechazo personal a llevar armas puedeaislar una parte del todo en el que esa parte est enraizada.

    Es en los mundos internos del deseo donde se originan las guerras y a partirde esos mundos internos se van manteniendo. Lo que percibimos como unaguerra en el fsico no es sino la sombra de esas luchas internas, unespectculo fantasmagrico de acontecimientos que ya han tenido lugar enel mundo interno, cenizas muertas que sealan el sendero destructivo delincendio del bosque, la estela turbulenta e inalterable de un barco cuyaproa surca los mares hasta lejanos confines.

    Tanto en la guerra como en la paz vivimos en un mundo de sombrasproyectadas por acontecimientos que denominamos futuro, porque no losvemos cuando suceden realmente, y slo los conocemos al encontrarnoscon la estela que dejan en este plano. Las palabras de Sri Krishnapronunciadas antes de la batalla de Kurukshetra por M todos han sido yaderrotados no se refieren a ninguna cruel predestinacin divina, sino a estemismo hecho, y se pueden aplicar tanto a las personas cuyo cuerpoperecer el ao prximo ao como a los que lucharon en la guerra anterior.

    Hasta que no comprendamos y nos enfrentemos a este hecho bsico, lasguerras sern inevitables. Luchando en la estela de las aguas turbulentas

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    que hemos creado, luchando con las sombras que hemos proyectado,continuaremos llorando contra un Destino hostil y malvolo o, de manerams sumisa, rogaremos a Dios para que nos salve.

    Pero los rezos y los llantos son igualmente intiles: Ni es en las regiones

    areas, ni en las profundidades de los ocanos; ni en las cavernas de lasmontaas, ni en ningn punto de la tierra, existe un lugar donde el hombrepueda escapar del fruto de sus malas acciones. En los mundos internoshemos creado la guerra: en esos mismos mundos internos hemos de crearla paz, porque: La mente es la precursora de todas las cosas, y con lamente se hacen todas las cosas. A todo aqul que, con una mente llena dedeseo, piense o acte mal, le seguir el dolor como sigue la rueda al pie delbuey. (Dhammapada).

    Es una realidad digna de ser sea lada el que esa energa extraordinaria a laque damos el nombre de Vida se manifiesta siempre bajo las limitaciones deuna forma, tanto que sta sea sumamente organizada y compleja, comosencilla y rudimentaria. Esto podra

    no ser tan remarcable desde una posicin materialista la cual sostiene lateora tan superficial de que unas determinadas combinaciones demolculas dan origen a la vida. Presentando una objecin, si bien un tantoelemental, a esta hiptesis, podramos preguntar: Cmo puede producirvida la materia puesto que se nos aparece como de categorascompletamente distintas? Podra pensarse quizs que la materia estransmutable en energa tal como lo ensea la actual investigacin

    cientfica. De eso podra deducirse esa otra clase superior de energa que esla vida. Pero es una visin excesivamente simplista; las fuerzas de lamateria actan siempre mecnicamente y en formas fijas. Pero la Vida, queevoluciona a la par con la conciencia demuestra una inteligencia que en elser humano brota y se ramifica de una manera completamente libre quepuede considerarse extraordinaria.

    Puede la accin mecnica de las fuerzas que se dan en el tomo o en lasmolculas dar como resultado algo tan completamente diferente? Puede laconjuncin de esas fuerzas crear una unidad de vida y de conciencia? Slo sia la vida le asignamos una categora independiente del campo de la materiaen el que se manifiesta es cuando podemos empezar a comprender laverdadera naturaleza o la calidad interna del fenmeno que es la muerte yla agona.

    La ruina del cuerpo fsico no slo es el resultado del deterioro que ste vasufriendo. Es un proceso del que no est exenta ninguna estructuramaterial. Esto tiene un significado fundamental dentro de lo catastrfico queparece ser el acontecimiento.

    Sus consecuencias pueden subsistir durante algn tiempo para aquello que

    sobrevive, y son aquellos aspectos del cambio que se precipitan en laentidad que desencarna con la destruccin de su base fsica los que son

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    importantes por tener una relacin con la vida, lo mismo antes que despusde la muerte.

    El hombre vive y es consciente tan slo de ese momento que para l es elpresente, a pesar de lo fugaz que ese momento pueda ser, y no lo es del

    pasado o del futuro, aunque posee una mente que puede recordar elpasado, conservarlo con l como memoria y proyectar tambin un futuro.

    El impacto de la muerte en el hombre como ser consciente, est en laruptura de la continuidad entre el pasado, comprendido todo cuanto a stepertenece y este presente vivo en el que la vida y la conciencia siempreestn concentrados.

    La separacin del pasado, aunque tenga lugar en el plano fsico por ladisolucin de este cuerpo que en ese nivel es la muerte, est muy lejos decompletarse en el hombre como ser psquico. Este proceso de la muerte

    psquica slo empieza en el momento de desencarnar.

    La accin y las experiencias de ese ser en los planos mental y emocional,pueden continuar siendo condicionados por ese pasado incluso despus dela muerte fsica; si bien con una fuerza decreciente por la ausencia de lasinfluencias que condicionan. Tal como sabemos por nuestra experienciafsica, los recuerdos y las asociaciones que tenemos con lo que nos rodeatienden a debilitarse por una larga ausencia, por el alejamiento de losmismos, por la falta de fortalecimiento que se deriva del contacto directo.

    La entidad que se ha ido, inevitablemente, tiene que liberarse de los efectos

    acumulados de las actividades fsicas de otros tiempos, y de todos lospensamientos y sentimientos generados entonces. Pero hasta que esaentidad no haya logrado alcanzar esa libertad, su existencia es, o tiene queestar, oscurecida por ellos. Esa opacidad psquica, semejante a las nubesdel cielo fsico, no se puede disolver en un instante, sino de un modogradual. Esto pasa a travs del trueque de esos factores con y en el medioen el que la entidad se encontr antes. Esos factores consisten,principalmente, en el apego a sensaciones de diversas clases, en ideasarraigadas en experiencias relacionadas con esas sensaciones, lo mismoque en sus afectos personales.

    Cuando esos factores son anulados, la disolucin de la nube tiene quesignificar un cambio en la condicin psquica que tiende hacia la libertad,para que la vida que ah mora ponga de manifiesto su naturaleza esencial,as como el colorido inherente a la conciencia, con la cual la vida siempreest interconectada.

    En nuestras relaciones con los dems seres, hemos de entender ladiferencia que hay entre el apego como tal que en esencia es un procesomecnico y el afecto o amor puro, aunque suelen estar muy mezclados contodo lo nuestro. El apego tiene que ver con las sensaciones de distintasclases, la comodidad y el placer y, por asociacin, con las personas y lascosas de las que se deriva ese sentimiento de agrado.

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    El amor, en su naturaleza pura, no es algo que se busque por s mismo, esdecir, no se trata de adquirir algo para administrar la existencia. Ms biense parece a la luz que posee en s misma todos sus colores inherentes. Elapego, de la clase que sea, implica una resistencia a la renuncia e,inevitablemente, conduce a un proceso de frustracin y de sufrimiento, una

    realidad penosa de entender; mientras que el amor que no espera nadasiempre est asistido por un sentimiento de felicidad y de gozo.

    El apego, que siempre es una sensacin del pasado, una fase del tiempoque se renueva constantemente desde este presente hacia adelante, tieneque llegar necesariamente a un fin. Los cambios provocados por losacontecimientos separan, inevitablemente, ese momento presente en elque existen la vida y la conciencia del pasado al que estamos vinculadospor ese proceso psicolgico.

    En cambio, el amor, cuando no se origina en el recuerdo sino que surge enel presente siempre renovado y fresco, posee una naturaleza que no esafectada por el tiempo. Si llegamos a comprender en su aspecto psicolgicoesa separacin entre el presente y el pasado como constituyendo el factorcentral en ese proceso de morir, entonces semejante separacin puede serposible, incluso aun cuando el hombre est viviendo esta existenciaterrenal. En otras palabras, puede existir un morir para nuestro pasadoincluso viviendo en este mundo. Es una separacin que libera la vida de esepasado que vivimos entre las sombras de ese pasado que nos hechiz consus resentimientos, los complejos de culpa, los

    remordimientos, etc. Ese morir es posible llevarlo a cabo voluntariamentemediante nuestro entendimiento y no necesariamente mediante un procesolento, de causas mecnicas ciegas.

    Desde el punto de vista de la forma o del organismo a travs del cual la vidaacta, la muerte, segn palabras de Eliphas Levi, es: La necesariadisolucin de combinaciones imperfectas. Cada forma, cada estructura, porms admirable que sta sea, es una combinacin que consta de partes oelementos, as como de fuerzas que operan en ella. La vida siempre es unaen la multiplicidad, una en s misma, pero actuando invisiblemente a travsde fuerzas diferentes en muchas direcciones. Es las dos cosas, unanaturaleza de unicidad y una naturaleza de multiplicidad o pluralidad en laaccin. La naturaleza de unicidad se refleja en la sntesis o en lacoordinacin perfecta de esas fuerzas. Pero esa unidad slo es asequible enla conciencia en la que est infundida la vida.

    Ciertamente, esto slo es posible para el hombre y no para ninguna otracriatura menor, cuya conciencia se centra exclusivamente en losmovimientos externos y es totalmente incapaz de entender su propianaturaleza. En los primeros aos, fsicamente, el sistema de rganos yprocesos funciona normalmente bien ajustado y existe un determinado

    grado de armona entre ellos. Esto origina un sentimiento de bienestar y dealegra de vivir. Pero no hay ningn sistema creado en este mundo de

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    abigarrados elementos, tal como existe en su estado actual de evolucin,que sea tan absolutamente perfecto que no pueda dar lugar a desajustes denaturaleza diversa y as ir sufriendo deterioro. Nadie vive en forma tanperfecta que consiga evitar esas condiciones que solemos asociar con elenvejecimiento, y que pueda demorar indefinidamente el fin inevitable.

    Sin embargo, sean cuales fueren las condiciones del cuerpo fsico, en lanaturaleza interna del hombre puede existir un estado de armona perfecta,es decir, como entidad psquica. Pero hay muy pocos individuos en los quese den esas condiciones. Porque as como el proceso del cuerpo fsico sehalla en manos de la Madre Naturaleza y en ella es un organismo que seregula por s mismo, el campo psquico constituye terreno abonado para laspropensiones mecnicas ms variadas y para la existencia de una menteignorante, absolutamente incapaz de entenderse a s misma.

    As, casi desde el principio de la vida humana, empiezan a aparecer y aafirmarse elementos conflictivos y complicados. Al finalizar ciertas vidasraramente existe ese grado de armona y unidad en su naturaleza quepueda evitar a sus diferentes elementos el rompimiento en partes. En otraspalabras, es casi inevitable tambin la disolucin de la entidad que se ha idoformando en los planos del pensamiento y de las emociones.

    Pero el proceso de esta muerte lleva ms tiempo debido a los apegos y a lasexperiencias acumuladas, que pueden ser muy intensos. Entonces, lo quequeda, slo puede ser aquella naturaleza de la Vida que mora en el ser, y ala que podramos llamar correctamente naturaleza espiritual; una

    naturaleza de armona, cada uno de cuyos movimientos pone de manifiestola evidente cualidad de libertad, no de apego mecnico o de constriccin.

    Desde el punto de vista de la forma, la muerte es disolucin, pero desde elpunto de vista de la vida constituye un retiro necesario. Este retiro, en losniveles de funcionamiento psquico, es un retiro de la atencin, como en elsueo; del inters y de una debilitacin de los apegos. En el sueo laconciencia se retira, pero la entidad de conciencia sigue siendo lo que era.Pero en el proceso de la muerte la naturaleza estructurada de esta entidadtambin se quiebra. La muerte es, pues, una partida de algo del pasado,aunque slo por etapas. Pero las races fsicas internas de las tendenciasque dieron lugar a la estructura que luego se disuelve, no mueren sinembargo al mismo tiempo, sino que permanecen y dan nacimiento a unacriatura en la que las condiciones de esa estructura se hacen posibles.

    En otras palabras, como ha dicho el Buddha, el anhelo de sensaciones y deexperiencias es la causa del renacer de las almas. Cada personalidad poseeuna herencia recibida de su predecesora. As, la personalidad nueva tiendea volverse una rplica de la vieja, hasta que las tendencia s arraigadas seextirpan totalmente.

    Nada puede entrar en la substancia de la conciencia que no est formadode aquella verdadera substancia; todos los impedimentos para ello surgen

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    de los moldes en las formas particulares de esa substancia. Todas lasdistorsiones en la apariencia del hombre y en su naturaleza se deben a lamanera en que la energa o las energas de la vida operan en el campo de laconciencia.

    La energa es origen de movimiento, y esta energa asume las formas de lasvariadas fuerzas-motivo que mueven la voluntad, como el deseo, laatraccin, la repulsin, el avanzar, el retirarse, etc. La ruptura de estasfuerzas de la vida, sin coordinacin y movindose en direccionescontradictoras, es lo que produce discordancia y distorsin, mientras que laenerga de la vida como una totalidad en s, constituye una armonizacin delas fuerzas, igual que sucede en un cuerpo humano vivo.

    La conciencia con la cual est asociada la vida que en ella mora puedereflejar esa totalidad y esa armona. La cualidad de la energa que entoncesse manifiesta en ella llega a parecerse a una llama sin humo. Esa llama,como el carcter, florece en formas variadas de expresin y de accin. Elrbol de los trpicos conocido como la Llama del Bosque se recubre enverano de flores doradas y de un esplndido escarlata.

    As tambin, una belleza tan resplandeciente puede manifestarse en losplanos psquico y espiritual. Porque slo muere el cuerpo, lo mismo el fsicoque el de las impresiones y apegos, y la vida sigue inclume semejante auna llama. Cuando ha tenido lugar una muerte as, el amor sigueperdurando porque constituye la esencia del alma espiritual que vive comouna totalidad y no desaparece. En efecto, lo que no se extingue en el

    proceso del morir es el alma. En la verdadera naturaleza del amor puro nohay separacin, no hay posesin. El deseo y el amor comn son algo queimplica anhelo, que brota de las experiencias pasadas, mientras que elamor puro no surge de .lugar alguno, sino que es lo que el mstico llamaralas fuentes ilimitadas del Bien Divino y de la Gracia Divina.

    Mientras que el amor puro se parece a la luz, el deseo es oscuro, cargadocon el recuerdo. Esa luz del amor puro se parece a la que se insina en elnacimiento del alba y sus colores tornasolados, y es una luz que en supureza es una con la vida o la conciencia. El morir para el pasado es, a lavez, enfrentarse al futuro puesto que ello forma parte del avanzar de la viday su renovacin.

    Esto significa la renovacin de la vida individual, desde sus ms recnditosreductos, desde los postreros trasfondos, desde su fuente. La Muerte es unade las fases de ese ciclo del progreso del Espritu individual, igual como elocultarse del sol es parte de la evolucin del da. El ocaso del ser, esseguido, inevitablemente, por su retorno, igual como la tierra se mantienegirando en torno de s misma. Cuando el Ser consciente deja de girar entorno de s mismo, es cuando alcanza su unin esencial con la VidaUniversal, es decir, con todas las partes de ella semejantes al espacio, y del

    cual constituye realmente una parte, aunque, hasta entonces, haya tenido

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    una idea diferente acerca de s mismo, como una cosa aparte con interesesy posiciones separadas.

    Cuando alguien siente profundamente la prdida de un ser querido, y enlugar de pararse a lamentarlo consagra toda su energa para los

    sentimientos del amor hacia el que se fue, todo el poder de su pensamientodesendole todo el bien, toda la paz y las ms bellas realizaciones posibles,encontrar que aligera el propio dolor de su alma. Cuando el amor existe ensu aspecto ms abnegado slo hay unidad y no separacin.

    La Tierra, en su forma, es una esfera resplandeciente por el lado en que laalumbra el sol. Por el otro lado, est en tinieblas. De modo parecido, a unlado de la muerte estn la disolucin, la partida, el dolor, y todo ello se nospresenta como el ms desdichado de los acontecimientos. Sin embargo, porel otro lado, tambin es la ligereza de la libertad y el renovarse de la Vida,resultante del rompimiento de las cadenas.

    Es la reunin espiritual y del amor con todo lo que de dicha infinita puedensignificar esa libertad y esa unin. Tan slo es el Amor el que puede cruzarlas barreras que separan esa cara de la existencia de la otra.

    Conocimiento e inocencia Otro de los captulos profundamente interesantes(todos lo son) de la obra ensayo de Merton, El Zen y los pjaros del deseo,es el que se llama Conocimiento e inocencia. En este caso se trata de unaconversacin del mstico cisterciense con el Dr. Daisetz T. Suzuki. En estesentido, el sabio japons escribe que todos los valores morales y prcticas

    sociales provienen de esta vida de lo que es tal como es, que es laVacuidad (...) Todos somos entes sociales y la tica representa nuestrapreocupacin por la vida social. El hombre zen no puede vivir fuera de lasociedad.

    Tampoco puede ignorar los valores ticos. Lo nico que pretende es limpiarmeticulosamente su corazn de todas las impurezas arraigadas en elconocimiento, que nos fue dado al comer el fruto del rbol prohibido.Cuando en el Jardn del Edn, donde campea la Inocencia, despierta elConocimiento, tiene lugar la diferenciacin del bien y del mal. Del mismomodo, el pensamiento emana misteriosamente del Vaco de la Mente, y all

    est el mundo de las multiplicidades.

    La idea judeo-cristiana de la Inocencia encuentra una correlacin en lanocin bdica de la Vacuidad, de carcter metafsico, mientras que laconcepcin judeo-cristiana del Conocimiento equivale,epistemolgicamente, a la nocin budista de la ignorancia (...) Elconocimiento es el resultado de haber perdido nosotros la inocencia alcomer del fruto prohibido; pero hasta donde yo s contina el Dr. Suzukiningn judo o cristiano ha intentado jams desprenderse del Conocimientopara recuperar el Paraso en el que podra disfrutar de la bendicin de la

    Inocencia con la plenitud que les fue dada a los hombres cuando la Creacin(...).

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    Para el Dr. Suzuki, el bien y el mal juegan papeles antagnicos sobre uncampo que permanece neutral, indiferente, abierto al vaco. Es como lalluvia que tanto cae sobre el justo como empapa al injusto. O como el sol,cuyos rayos calientan igual al bueno que al malo. Pero el hombre, perdidasu Inocencia a cambio del Conocimiento, diferencia a los justos de los

    injustos, el bien del mal, lo cierto de lo equivocado, los amigos de losenemigos. Por lo tanto, ya no es inocente, ni perfecto, sino intensamentemoral.

    Evidentemente, la moral implica la prdida de Inocencia; la adquisicin deConocimiento, en trminos religiosos, no siempre conduce a nuestrafelicidad interior ni a la bendicin divina. La responsabilidad moral puedellevar, eventualmente, a una violacin de las leyes civiles.

    En este punto, el sabio japons ilustra sus tesis con un ejemplo extrado deLa Vida de los Padres del desierto. Aunque l no cita el nombre del eremitaque intervino en el suceso, nosotros sabemos que se trata del AbadPoemen. El relato, tomado de Vida y dichos de los Padres del desierto(Descle de Brouwer, 1994), y que en casi nada difiere del traducido por elDr Suzuki , es como sigue: Haba un gran hesycasta en el monte de Athlibis.Le asaltaron unos bandoleros, el anciano grit; sus vecinos, al orle,cogieron a los ladrones y se los mandaron al gobernador, que los meti enla crcel.

    Los hermanos entonces se entristecieron, y dijeron: Han sido apresadospor nuestra causa. Y fueron a contrselo al Abad Poemen. Y l escribi a

    aquel anciano: Piensa en cmo ha llegado el primer encarcelamiento, yentonces entenders el sentido del segundo; de hecho, si tu no hubierassido prisionero de lo que est dentro de ti, no habras cumplido el segundoencarcelamiento. Al leer la carta del Abad Poemen, hombre renombrado entoda la regin que no sala nunca de su celda, se levant, se fue a la ciudady sac de la crcel a los ladrones, y pblicamente los puso en libertad.

    Si analizamos detenidamente la carta del Abad Poemen, seguramentepodremos apreciar una velada, pero explcita, reconvencin al ancianoeremita: Si no hubieras sido prisionero de lo que est dentro de ti..., enotras palabras, parece que el gran hesycasta del monte Athlibis, estaba msapegado a sus pertenencias de lo que cabra esperar de un eremita de losde aquella poca. Por eso fue a quejarse del expolio o robo de sus cosasmateriales.

    En cierto modo as parece confirmarlo el apotegma que sigue al citadorelato. Dice el Abad Poemen: No es monje el que se lamenta, no es monjeel que devuelve mal por mal, no es monje el que se encoleriza (X.54).

    Por su parte, el Dr. Syzuki saca la conclusin de que la ntima bondad delgran ermitao, que libera a los criminales de su prisin puede producir

    resultados ms bien indeseables (pues altera el orden social). Inocencia yConocimiento requieren un razonable equilibrio. Para esto es necesario que

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    el Conocimiento se someta a una disciplina y que, al mismo tiempo, el valorde la Inocencia sea estimado en adecuada relacin con el Conocimiento(...).

    Vaco y pobreza En el plano econmico, el concepto de vaco resulta muy

    prximo a pobreza o desposesin. Bienaventurados los pobres de espritu,dijo Jess en el sermn de la montaa. Dice el Maestro Eckhart que pobrees aquel hombre que nada desea, nada sabe y nada posee.

    Esto nicamente es posible cuando el hombre se ha vaciado de s mismo yde todas las cosas, completamente purificada su mente de Conocimiento oIgnorancia. En otras palabras, obtener nuevamente la Inocencia: esto esser pobre. Esta comprensin de la pobreza equivale a la pobreza deespritu. Ser pobre no implica empobrecerse, ser pobre implica que desdeel principio no se est en posesin de cosa alguna. Nada que ganar, nadaque perder. Nada que dar, nada que tomar. Y, sin embargo, ser rico eninagotables posibilidades; esto es ser pobre, en el sentido propio ycaracterstico de la palabra, esto es lo que nos dicen todas las experienciasreligiosas.

    Ser absolutamente nada es serlo todo. En otra definicin de la pobreza,Eckhart cuenta que San Pedro dijo: Hemos dejado todas las cosas. DijoSan Diego: Todo lo hemos abandonado. San Juan dijo: Nada nosqueda. En consecuencia (pregunta Eckhart): Cundo dejamos todas lascosas? Cuando abandonamos todo lo concebible, todo lo expresable, todo loaudible o visible, entonces, slo entonces, hemos dejado todas las cosas. Al

    abandonarlo todo, en este sentido, entramos en el campo de la Luz quebrilla con Dios. Por su parte, el Maestro zen, Kiogen Chikan aade: Lapobreza del ltimo ao aun no fue perfecta.

    La pobreza de este ao es absoluta. En la pobreza del ltimo ao habalugar para la cabeza de un alfiler. Tal es la pobreza de este ao que hasta elpropio alfiler ha desaparecido. Por supuesto esto es absolutamentesimblico. Quiere decir que uno ha muerto para s mismo. En este sentido,en uno de los versos que se atribuyen al Buddha (dichos en el momento delsatori o iluminacin) se dice: La Mente march a su disolucin. Losapetitos han llegado a su disolucin.

    Tambin en la mstica cristiana (como medio de llegar a Dios) podemosencontrar experiencias de la pobreza y el vaco de la mente muysemejantes y (a veces hasta coincidentes) como las que sobre el zen nosexplican Merton y el Dr. Suzuki: Sabe que cuanto ms el alma se desnudatanto ms se va adentrando en la interior soledad y tanto ms queda deDios vestida; y cuanto ms el alma queda sola y vaca de s misma tantoms el divino espritu la llena. (Gua Espiritual de Miguel de Molinos. L. III,116).Visin cristiana del zen. Volviendo de nuevo al estudio que desde elpunto de vista cristiano hace Merton del zen, encontramos que el mstico

    escritor cisterciense (con los previos razonamiento propios del asunto) vienea decirnos que, a su entender, el zen tiene mucho que decir no slo al

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    cristiano sino al hombre moderno en general: No es dogmtico, sinoconcreto, directo, existencial y, sobre todo, se ocupa de la vida misma, node ideas sobre la vida, y menos an de plataformas partidarias en terrenopoltico, religioso, cientfico o cualquier otro (...) Ahora bien, el granobstculo para la comprensin mutua de cristianos y budistas reside en la

    tendencia occidental a enfocar, no ya la experiencia bdica, que es esencial,sino su explicacin que es accidental, y que el propio zen considera porcompleto trivial e incluso engaosa.

    http://www.oshogulaab.com/index2.htmhttp://www.oshogulaab.com/ZEN/TEXTOS/LISTADOTITULOSZEN.htm