Thomas Mun. Introducción

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    TROMAS MUN

    L R IQUEZ DE INGL TERR

    por el Comercio Exterior

    DISCURSO ACERCA DEL COMERCIO

    de Inglaterra con las Indias Orientales

    Traduccin de SAll1IDEL

    VASCONCELOS

    Introduccin de

    JESS SILVA HERZOG

    . Con un estudio de E. A.

    J. JOHNSON

    FONDO DE CULTURA. ECONM ICA

    Mxico - Buenos Aires

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    INTRODU IN

    Despus de la ltima Cruzada se aduierte en Europa un des-

    . arrollo econmico sin precedente. La Edad Media se va transo

    formando en algo diferente. Al mercader, a quien se le haba

    negado la entrada al Reino de los Cielos en los siglos VI y VII

    se le abren de par en par las ensanchadas puertas en los aos

    en que Santo Toms de Aquino escriba su

    Suma teolgica.

    Es

    que el mercader es

    ya

    influyente en todas partes gracias a la

    enorme riqueza por l acumulada

    t

    el ejercicio del comercio,

    en la produccin de artculos manufacturados o en el transporte

    de mercancas. Adems, el progreso de la tcnica

    y

    los descu-

    brimientos geogrficos en el curso de los siglos XIV y XV acele-

    ran en todos los campos la marcha hacia adelante de la sociedad

    europea. En el proceso dialctico de la historia, la Edad JlIledia

    se destruye a s misma, al crear dentro de su propia entraa los

    grmenes de su transformacin. El renacimiento econmico

    nuncia a poca distancia el renacimiento intelectual.

    En Grecia y en Roma el capitalismo no logr cuajar en

    plenitud. En la primera por las rivalidades entre las ciudades,

    / ) en la segunda, fundamentalmente, porque el Imperio haba

    agotado su capacidad para descubrir nuevas constelaciones so-

    ciolgicas; mas en el siglo

    xvr

    el capitalismo renace impetuoso

    cual corriente brava, para crecer con el correr de los lustros

    y

    convertirse en ro caudaloso de aguas turbias. Al mismo tiempo,

    Tenace el arte de Roma y Grecia, tanto en las varias formas lite-

    rarias como en las obras de los pintores, escultores

    y

    arquitec-

    tos. Los humanistas recorren las ciudades enseando las len-

    guas clsicas, muchas veces bajo la proteccin generosa de

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    personajes poderosos: prncipes, arzobispos, banqueros y co-

    merciantes acaudalados.

    El hombre del Renacimiento se caracteriza por el deseo

    de alejarse de los prejuicios sombros de los siglos pasados, por

    descubrir frmulas nuevas de convivencia

    y

    por un anhelo

    incontenible de libertad, particularmente en el arte, en la fi

    losofa y en las ciencias. El Renacimiento, distante cuatro si-

    glos de estos aos de angustia en que nosotros vivimos, nos da

    la impresin de haber sido una profunda revolucin social en

    los mbitos geogrficos en que floreci y produjo. sus mejores

    frutos; [u una revolucin social profunda porque cre un.

    hombre distinto al del siglo

    xrr

    al romano, al griego

    y

    al

    oriental, con nuevos conceptos ;obre la vida, el mund o y el

    uruuerso,

    En las dcadas renacentistas se advierten dos tendencias

    opuestas que, sin embargo, coinciden en un momento dado;

    pero como era imposible su desenvolvimiento paralelo, des-

    pus de algunos aos la separacin es definitiva. Por un lado

    el ideal esttico, el amor a la belleza, placer desinteresado y

    finalidad sin fin como dijera el filsofo de Koenigsberg; por

    el otro, el afn de lucro, la pasin por adquirir bienes mate-

    riales, sobre todo lingotes y monedas de metales preciosos que

    a los negociantes de aquella poca les pareca la ms codiciada

    de las riquezas.

    Esta lucha, apenas perceptible, dura aproximadamente

    una centuria. A principios del siglo

    XVII

    se advierte con cla-

    ridad la subordinacin del artista al mercader, como no lo

    haba estado cien aos antes; se advierte la victoria del ca-

    pitalismo moderno, fiebre

    y

    sed de dinero, sobre el arte lumi-

    noso del Renacimiento como meta esencial de la vida. Y a

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    partir de aquel momento histrico, ya ningn profeta se atre-

    ver a arrojar a los mercaderes del templo.

    Pero adems del Renacimiento precisa mencionar tres

    hechos de enorme signiiicacioti que caracterizan la historia

    moderna: el descubrimiento, la conquista y la colonizacin de

    Amrica; la formacin de las grandes naciones como Espaa,

    Inglaterra y Francia, y las reformas religiosas de Lutero, Cal-

    vino y Enrique

    V

    Todos estos hechos o acontecimientos,

    que se desenvuelven en unos ciento cincuenta aos, en unos

    paises primero y en otros despus, con distinta intensidad y

    diferentes matices, transforman la vida social en los dilatados

    territorios de Amrica y en el Occidente europeo.

    El descubrimiento de Amrica trajo la influencia recpro-

    ca de culturas distintas. Las minas de la Nueva Espaa

    y

    del

    Per, explotadas con el sudor y la sangre del nativo, hicieron

    posible que las naciones ms adelantadas de Europa entraran

    de lleno en una economa monetaria; y el trfico de esclavos

    negros, negocio tan lucrativo como inhumano y brutal, aceler

    la marcha ascendente del rgimen capitalista. Inglaterra aven-

    taj a sus rivales en la piratera, factor de importancia en la

    rpida acumulacin de riquezas, base del predominio econ-

    mico

    militar que habra de ejercer en el mundo durante algo

    ms de doscientos aos.

    De manera que, en resumidas cuentas, puede afirmarse

    que las tierras tropicales

    y

    las minas de oro

    y

    plata de Amrica,

    trabajadas por el indio el negro, fueron la causa preponde-

    rante en el progreso econmico de Europa. Cabe agregar, por

    otra parte, que el campo, las aldeas

    y

    las ciudades recin le-

    vantadas en lo que ahora se llama la Amrica Latina, con su

    poblacin de color, indgena, espaola y portuguesa, signifi-

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    caron nuevos mercados abiertos, directa o indirectamente,

    para las mercancas del Viejo Mundo. Al mismo tiempo,

    Amrica encontr por vez primera demanda para algunos de

    sus productos agrcolas lejos de sus costas. Todo ello trajo

    como resultado el fomento del comercio, de la navegacin

    y de las manufacturas, as como tambin el progreso financiero

    de una burguesa nueva por su creciente actividad y desme-

    dida ambicin de poder y riqueza.

    La formacin de las grandes nacionalidades, segn antes

    se apunt, tuvo a su vez singular trascendencia en el des-

    arrollo econmico, social y poltico en la poca que se viene

    estudiando. El rey somete a su autoridad a los orgullosos se-

    ores feudales y se establece casi siempre en la ciudad mayor

    de sus dominios; hace construir hermosos palacios

    y

    poco a

    poco

    se

    organiza la vida cortesana. La mujer, que haba per-

    manecido recluida en los viejos castillos medioevales, aparece

    en las fiestas de la corte y las anima con el prestigio de su

    belleza

    y

    de su ingenio; suaviza con su presencia la rudeza del

    varn y toma galante al caballero de las caceras y de los toro

    neos. La mujer se afana por agradar al hombre y el hombre

    a la mujer, con trajes vistosos y elegantes y maneras refinadas.

    Domina el gusto por los muebles caprichosos, los gobelinos,

    las porcelanas y los grandes espejos. El lujo ~y la frivolidad

    establecen su imperio en los salones de las cortes. Pero la

    frivolidad y el lujo de la nobleza estimulan el adelanto eco-

    nmico. Se fundan industrias nuevas para satisfacer la cre-

    ciente demanda de esas nuevas mercancas, porque los duques,

    marqueses, condes

    y

    barones imitan las costumbres del palacio

    real, J aen la capital del reino, ya en las ciudades de provincia

    cercanas o distantes. De suerte que as prosperan numerosas

    industrias, entre las cuales pueden citarse las de la edifica-

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    ~

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    En consecuencia, las reformas religiosas, especialmente en la

    rama calvinista, prestarn un servicio nada desdeable al ne-

    gociante y al sistema capitalista en pleno proceso de desen-

    volvimiento.

    Los cambios realizados en la sociedad europea en los si-

    glos XVI y XVII exigan un cambio radical en el campo de las

    ideas. Siempre hay una influencia recproca entre la realidad

    y el pensamiento, aun cuando la influencia de aqulla sobre

    ste es siempre mucho ms intensa y decisiva. Por lo tanto, al

    transformarse la organizacin del comercio, del transporte y

    de la industria, al fundarse instituciones de crdito y al adqui-

    rir un rango preponderante los mviles econmicos, era me-

    nester la elaboracin de un sistema de ideas que se ajustara y

    sirviera de estmulo a la nueva realidad. El capitalismo nece-

    sitaba sus doctores y stos bien pronto se presentaron en

    escena. La historia del pensamiento econmico los llama mer-

    cantilistas, y mercantilismo al conjunto de sus opiniones eco-

    nmicas

    o

    de sus ideas en materia de poltica econmica. No

    fundaron una escuela ni elaboraron una teora o doctrina en

    el estricto rigor de los trminos. Este papel qued reservado

    los jisicratas y a Smith y sus discpulos. Aos ms tarde,

    es decir, durante el siglo

    XIX

    y lo que va corriendo del

    XX,

    otros

    fundaron escuelas nuevas e hicieron aportaciones que han con-

    tribuido al progreso de la ciencia econmica.

    Pero volvamos a nuestro tema de la poltica mercantilista.

    Sus principales caractersticas pueden resumirse del modo

    siguiente:

    A. Sobreestimacin de la plata y del oro al considerar-

    los como la ms preciada de todas las riquezas. Un pas era

    ]

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    ms o menos rico segn la cantidad de metales preciosos d

    que pudiera disponer.

    B. Necesidad de tener siempre una balanza comercial

    favorable, de suerte que las exportaciones excedieran en.valor,

    invariablemente, a las importaciones.

    C . Intervencin del Estado en la economa como medio

    para ayudar al desarrollo mercantil.

    D. Fomento de la industria, de la navegacin y del co-

    mercio, con la finalidad, precisamente, de mantener una ba-

    lanza favorable.

    E. Poblacionismo. Al incrementarse el nmero de habi-

    tantes aumentaban los brazos disponibles para el trabajo y la

    nacin se enriqueca.

    F. Lucha en contra de la ociosidad. Todo el mundo de-

    ba trabajar.

    G .

    Impuestos bajos o ningn impuesto a la exportacin

    y gravmenes fiscales elevados a las importaciones.

    H. Subestimacin de la agricultura, hasta cierto punto,

    por la creencia de que no favoreca en el grado deseable la

    balanza comercial.

    Por supuesto que no todos los mercantilistas tenan exa0-

    tamente las mismas ideas en materia de poltica econmica;

    tenan diversos matices los de dos o tres pases diferentes,

    y

    aun dentro de un mismo pas, en un momento histrico dado.

    Unos daban mayor importancia al comercio que a la industria;

    otros consideraban el desarrollo industrial como la cuestin

    sustantiva para el progreso de sus respectivas naciones;

    y

    puede citarse al italiano Juan Botero, quien en su libro titula-

    do La razn de Estado insisti especialmente en el estudio de

    los problemas de la poblacin. Empero las caractersticas

    arriba sealadas son comunes en lo general a todos ellos, al-

    3

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    gunos escritores economistas, entre los cuales estn Juan de

    Mariana, Antonio de.Montchrtien y Guillermo Petty, no pue-

    den a nuestro juicio, en estricto rigor, ser clasificados bajo el

    rubro de mercantilistas. Montchrtien coloca la agricultura en

    el primer plano de la actividad econmica; Mariana se limita

    al estudio de la historia monetaria y de los problemas mone-

    tarios de su tiempo, y Petty, al que Marx llama el verdadero

    fundador de la economa poltica, ms bien debe catalogarse

    como economista preliberal.

    Las opiniones

    e

    ideas de los mercantilistas fueron consi-

    deradas errneas desde Adam Smith en adelante por los eco-

    nomistas liberales; pero en la actualidad, a principios de la

    segunda mitad del siglo xx, estamos viviendo una etapa his-

    trica de neomercantilismo. La intervencin del Estado en la

    economa, digan lo que digan los conservadores de toda laya,

    es necesidad impuesta por la complejidad e interdependen-

    cia de las relaciones econmicas entre los pueblos; la balanza

    de pagos, indudablemente con ideas ms claras y mtodos de

    anlisis ms afinados, equivale a la balanza comercial de T

    0

    ms lIiun, en la que ya adverta la significacin, en aquellos

    aos todava escasa, de las importaciones y exportaciones in-

    visibles; y los economistas contemporneos, aun cuando sean

    simples artesanos de la ciencia, saben bien lo que una balanza

    de pagos favorable o desfavorable significa para el enriqueci-

    miento o la pobreza de un pas, lo mismo que lo saban en forma

    un tanto tosca, rudimentaria y con nombre distinto -balanza

    de comercio- los autores de panfletos econmicos en el si-

    glo XVII.

    Por otra parte, el impulso a la industria no ha dejado de

    ser ni por un momento la base de una buena poltica econmi-

    ca, de manera particular en nuestros das, tratndose de los

    4

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    pases poco desarrollados, cuya meta a conquistar es, precisa-

    mente, su industrializacin-

    La lucha en contra de la ociosidad para aumentar la po-

    blacin activa, el nmero de individuos dedicados a funciones

    productivas, es norma de conducta

    y

    claro propsito de todos

    los gobiernos de hoy, lo mismo que lo fuera en la Inglaterra

    de JltJun, Child y Temple; en la Francia de JltJontchrtien y de

    eolbert ; en la Espaa de Ustriz, Ulloa y Ward, y por supues-

    to durante todo el siglo

    XIX

    y las dcadas posteriores. Pero no

    hay que olvidar que fueron los mercantilistas puros e impuros

    los primeros que llamaron la atencin acerca de tal problema.

    En cuanto a la tesis poblacionista, es obvio que tiene toda-

    va aceptacin en las naciones de escaso nmero de habitantes

    en relacin con su territorio, en tanto que se sigue una poltica

    demogrfica contraria, de estmulos a la emigracin, en los

    pases sobrepoblados.

    En lo que los mercantilistas estuvieron completamente

    equivocados fu en su sobreestimacin de los metales precio-

    sos, en sus opiniones relativas a la agricultura, la ms impor-

    tante y fundamental de todas las industrias, y en sus ideas,

    por regla general esquemticas, demasiado pobres y a veces

    incorrectas, en materia de hacienda pblica. Esto ltimo, cla-

    ro est, analizado a la luz de las corrientes del pensamiento

    contemporneo.

    Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que los mercantilis-

    tas, a quienes se crea definitivamente enterrados hace cien

    aos, han renacido, puesto que algunos de sus principios go-

    zan en nuestros das de sorprendente actualidad. N os halla-

    mos, bueno es repetirlo, en una etapa del desarrollo econmi-

    co mundial que bien puede llamarse, sin forzar los trminos,

    5

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    neo mercantilismo. Y es que las ideas se hunden a veces para

    siempre en el abismo del tiempo; mas en ocasiones reapare-

    cen con nuevo e insospechado vigor

    y

    el prestigio de la nove-

    dad. Alguien podra decir sencillamente que ocurre lo mismo

    que con las modas femeninas.

    Toms Mun fu un hombre de su tiempo. Naci en 1571

    su corazn dej de latir setenta aos ms tarde. Fu un mer-

    cantilista tpico, pero ms inteligente que muchos de sus con-

    gneres. Fu un mercader afortunado; famoso, segn el decir

    de su hijo, entre los comerciantes

    y

    hombres de empresa:

    Piensa M un. que la abundancia

    y

    riqueza de todo reino o

    repblica consiste en la produccin de aquellas cosas que son

    necesarias para la vida urbana. Unas son naturales y proceden

    del territorio mismo; las otras dependen de la laboriosidad y del

    artificio de sus habitantes. Y con optimismo justificado -tiem-

    pos dichosos aquellos- escribe lo siguiente: El reino de In

    glaterra est (alabado sea Dios) felizmente dotado de ambas:

    primero, por tener gran acopio de riquezas naturales, tanto en

    el mar, de pesca, como en tierra, de lana, ganado, trigo, plomo,

    hojalata, hierro y muchas otras cosas para el alimento, el vesti-

    do y las municiones; de suerte que, en extremos estrictos de

    necesidad, este pas puede vivir sin ayuda de ninguna otra na-

    cin .2 Esto era verdad en los comienzos del siglo XVII.

    Nuestro mercantilista coloca al comercio en el plano ms

    alto de la economa. A su parecer el trfico de mercancas

    no es slo la prctica encomiable por la cual se realiza el inter-

    cambio entre las naciones, sino tambin la piedra angular de

    la prosperidad de un reino. Posedo de entusiasmo, dice:

    Considerad, pues, la verdadera forma

    y

    valor del comercio

    Vase

    infra, p.

    51.

    Vase in/m, p. 202.

    6

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    exterior, el cual es: la gran renta del rey, la honra del reino,

    la noble profesin del comerciante, la escuela de nuestros ofi-

    cios, el abastecimiento de nuestras necesidades, el empleo de

    nuestros pobres, el mejoramiento de nuestras tierras, la manu-

    tencin de nuestros marineros, las murallas de los reinos, los

    recursos de nuestro tesoro, el nervio de nuestras guerras, el

    terror de nuestros enemigos . 3 Seguramente que exageraba

    un tanto las ventajas del intercambio comercial entre las n

    ciones; pero es un patriota ingls que quiere con pasin la

    grandeza de su pas, que aspira a contribuir a esa grandeza

    eon.la luz de su experiencia

    y

    de los conocimientos adquiridos

    en los libros, en los viajes

    y

    en la prctica de los negocios. Los

    problemas que discute no los enfoca desde un ngulo indivi-

    dualista, sino con criterio en que predomina el inters social.

    Para Mun es indiscutible la nobleza de la actividad co-

    mercial. Piensa que el comerciante debe tener conocimientos

    en numerosas materias y saber varios idiomas, sin excluir el

    latn; que debe ser una especie de funcionario pblico:

    N

    o

    cree que el lujo sea perjudicial, opinin que no com-

    parten muchos escritores de su tiempo. Expresa que el lujo

    en los edificios, en los vestidos y en otras cosas parecidas en

    la nobleza, en la clase media y en otras personas de posibles,

    no puede empobrecer al reino, si se hace con obras costosas y

    caras, con nuestras materias primas y por nuestra propia gente,

    y mantendr al pobre con la bolsa del rico, que es la mejor

    distribucin de la riqueza comn .

    5

    Advirtase que siempre

    est pensando en el comercio exterior, sin preocuparle gran

    cosa, como a otros mercantilistas, el progreso de las manu-

    facturas.

    s Vase infra, p. 15l.

    5

    Vase infra,

    pp.

    119-120.

    4 Vase infra, pp. 54-56.

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    Cuando Mun observa, con envidia que no puede ocultar,

    la grandeza de Holanda y su poder financiero, as como la labo-

    riosidad y las virtudes de sus habitantes, se vuelve moralista

    para criticar con dureza que parece exagerada los hbitos y

    costumbres de los ingleses. Por ejemplo, escribe: La suma

    de todo esto es que la lepra general de nuestras borracheras,

    de nuestras comilonas, de nuestras fiestas, de nuestras modas

    y todos los gastos indebidos de nuestra poca en ocios y placer

    ( en contra de la ley de Dios y de las costumbres de otras na-

    ciones) nos han hecho afeminados de cuerpo, dbiles de co-

    nocimientos, pobres en tesoros, decadentes en nuestra valenta,

    desafortunados en nuestras empresas

    Y

    despreciados por

    nuestros enemigos .6 Aqu el optimista se transforma en pe-

    simista y nos pinta con negros colores a su pueblo. Por for-

    tuna para Inglaterra, no para otros pases prximos o lejanos,

    el comerciante Toms Mun, inteligente y respetable, no tuvo

    razn.

    Pero aqu es oportuno detenerse porque en el ensayo de

    E. A.

    J

    [ohnsoti, Mun, el estratega , se analiza con detalle

    el pensamiento econmico del autor de este volumen.

    JESS SILVA HERZOG

    6

    Vase

    infra,

    p. 134.

    8