Tic iluminadas familia y cambio social mara villanueva 2013

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TIC iluminadas Las TIC son herramientas propias de la culturad digital en la que vivimos pero a la vez son generadoras de espacios de co-existencia en los cuales las personas se vinculan, se comunican y se manifiestan. Como toda herramienta han de ser comprendidas como medios para el logro de un fin que en tanto bien, humaniza a la persona. El planteo del presente documento intentará iluminar estas dualidades herramienta/mundo virtual, medio-fin a la luz de algunos conceptos de la antropología trascendental, focalizando la atención en la importancia de la familia como educadora protagónica para el logro de la co-existencia virtuosa en los mundos virtuales y el uso prudente de las TIC. DOCTORADO EN EDUCACIÓN Complemento de Formación: Familia y Cambio Social Profesores: Dr. Alfredo Sedano Dra. Aurora Bernal Mag. Mara Villanueva [email protected]

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TIC iluminadas

Las TIC son herramientas propias de la culturad digital en la que vivimos pero a la

vez son generadoras de espacios de co-existencia en los cuales las personas se

vinculan, se comunican y se manifiestan. Como toda herramienta han de ser

comprendidas como medios para el logro de un fin que en tanto bien, humaniza a

la persona. El planteo del presente documento intentará iluminar estas dualidades

herramienta/mundo virtual, medio-fin a la luz de algunos conceptos de la

antropología trascendental, focalizando la atención en la importancia de la familia

como educadora protagónica para el logro de la co-existencia virtuosa en los

mundos virtuales y el uso prudente de las TIC.

DOCTORADO EN EDUCACIÓN

Complemento de

Formación:

Familia y Cambio Social

Profesores:

Dr. Alfredo Sedano

Dra. Aurora Bernal

Mag. Mara Villanueva

[email protected]

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Palabras clave

TIC como herramientas; Cultura Digital, Tecnología, neutralidad tecnológica. Uso prudente

de las TIC. Educación familiar para el uso racional de las TIC.

Resumen

En este escrito nos proponemos reflexionar acerca de las Tecnologías de la Información y la

Comunicación (TIC), entendidas como herramientas tecnológicas propias de la cultura digital,

puestas al servicio de la persona, las cuales están generando cambios significativos (positivos

y negativos) en las manifestaciones humanas, tanto personales como sociales.

De este lineamiento se desprende la necesidad de analizar críticamente si el uso adecuado de

dichas herramientas favorece o perjudica el desarrollo personal.

Por otra parte, y en tanto herramientas de uso cotidiano que generan modificaciones en las

pautas conductuales de las personas desde muy temprana edad y en diversos ámbitos de

desarrollo personal, resulta necesario verificar cuál es el rol educador que posee la institución

familiar para promover un uso racional, y el aprovechamiento crítico y creativo de dichas

herramientas, de manera que no se subvierta su condición de “herramientas al servicio de”.

En el mismo sentido, intentaremos humildemente identificar algunos elementos de la

antropología trascendental a fin de procurar iluminar la tendencia tecnológica imperante en la

actualidad, tema que en apariencia puede parecer superficial y mundano, pero que hace

anclaje e intercepta con las manifestaciones personales, muchas veces sin que percibamos la

influencia que dichas tecnologías tienen en nosotros o adoptándolas sin el necesario

cuestionamiento reflexivo.

Índice

I. Las tecnologías de la información y la comunicación como herramientas al servicio

de la persona.

II. Neutralidad moral de las tecnologías. Ni tecnofóbicos ni tecnofílicos.

III. Ejercicio de la virtud en los entornos virtuales. ¿Es posible? La polis cibernética.

IV. La institución familiar: ámbito propicio para el aprendizaje del buen uso de las

herramientas digitales. El ámbito en donde se diferencia el náufrago del

navegante.

V. Bibliografía

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“El verdadero acto del descubrimiento no consiste

en salir a buscar nuevas tierras, sino en aprender a

ver la vieja tierra con nuevos ojos”.

Marcel Proust

I. Las tecnologías de la información y la comunicación como herramientas al servicio

de la persona.

Entenderemos el concepto de tecnología1 como el conjunto de teorías, técnicas,

procedimientos e instrumentos que, aplicados de forma lógica y ordenada, le permiten al ser

humano intervenir en entornos materiales o virtuales de forma mediada, a la vez que

posibilitan la planificación, diseño, construcción y modificación de dichos entornos.

Esta doble vertiente de la conceptualización del término tecnología, conlleva también una

doble participación de la personas. Ambas etapas requieren de su intervención -libre e

inteligente- en un doble proceso de selección y ejecución.

La persona, guiada por la virtud de la prudencia, con su doble mirada que le permite, por un

lado darse cuenta de lo que está sucediendo, y por el otro lado tomar decisiones correctas ante

la emergencia de los sucesos, y en función de la finalidad a alcanzar, es capaz de hacer una

elección adecuada de las alternativas tecnológicas disponibles. La facultad de la inteligencia

le permite accionar por medio de una ejecución precisa que estará mediada por el dispositivo

tecnológico seleccionado.

En este sentido, la doble concepción del término tecnología que proponemos implica la

necesidad de saber elegir y saber utilizar alternativas adecuadas para la concreción de una

finalidad.

Las personas, desde nuestros orígenes, hemos diseñado y aprovechado múltiples tecnologías.

El fuego, la rueda, la imprenta, el microscopio, los medicamentos, el papel, las computadoras,

el automóvil, son algunas de las innumerables tecnologías que el hombre ha creado y

aprendido a utilizar.

Sin embargo, no todas las tecnologías han generado el mismo impacto transformador en el

Ser Humano. Podríamos decir que algunas tecnologías pasan más desapercibidas en el curso

de la historia, mientras que otras nos modifican sustancialmente.

En este sentido, cabe reflexionar, lo acontecido con la persona a partir de que aprendimos a

manejar intencionalmente la tecnología para la generación del fuego. Desde ese momento no

1 Palabra compuesta cuya etimología proviene del griego τεχνολογος, formado por las palabras techne (τεχνη, “arte, técnica u oficio”) y

logos (λογος, “conjunto de saberes”)

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somos los mismos y los cambios generados por este aprendizaje nos modificaron para

siempre. El manejo de esta técnica cambió drásticamente nuestra alimentación y con ello

nuestra estructura buco-maxilar, nuestra capacidad neuronal y nuestra sobre-vida; pero

también generó nuevas posibilidades sociales y culturales a partir de su utilización en diversas

prácticas de mejora de la vida cotidiana tales como la cerámica cocida, propia del neolítico, la

pintura con tinturas de ferrite, el templado de los metales y otras tantas modificaciones que

pueden parecer menores, pero que implican cambios en nuestra forma de manifestarnos en el

mundo y de inter-vincularnos..

Si pensamos en la tecnología de la escritura, también podremos observar las modificaciones

que implicó para el Ser Humano comenzar a simbolizar sus ideas a través de un código

lingüístico compartido como mediatizador del pensamiento. Hasta tal punto este tipo de

tecnologías se han vuelto naturales e invisibles que nos cuesta pensar en una sociedad pre-

literaria o desposeída de fuego y tal vez, nos costaría más aún que pensarlas, vivir en ellas.2

En contrapartida, otras tecnologías pueden resultar de menor significatividad porque si bien responden

al condicionante inicial planteado, en tanto herramientas para la intervención en contextos y para la

creación de dichos contextos, no conllevan en sí mismas los mismos impactos generalizados ni

profundos de nuestra forma de ser en el mundo, ni en la relación de coexistencia que establecemos con

otras personas ni con las demás criaturas.

Cada época histórica genera sus tecnologías que a su vez contribuyen a definir ese momento

histórico y los cambios derivados de dichas implantaciones. Desde un paradigma relacional, tal

como nos propone Donati, (1993:46) el cambio se interpretará como el accionar de grupos sociales (o

redes) dotados de su «subjetividad»relacional, que han producido el cambio como fruto de

interacciones micro, meso y macrosociales.

En la época actual, denominada por algunos autores como la sociedad de la información

(Wiener,1950; Touraine, 1969; Bell, 1973; Masuda, 1981; Bangemann, 1994; Castells, 1997),

sociedad del conocimiento (Drucker,1966; Willke, 1998; Stichweh ,1998; Stehr, 1990;) o

cyber-cultura o cultura digital (Barandarian, 2003; Lara, 2008; Jenkins, 2008; Ripani, 2011;

Alsina, 2010) , surgen con ímpetu arrollador y masificante, tal vez con una velocidad nunca

antes experimentada a lo largo de la historia biográfica de la civilización, las tecnologías de la

información y la comunicación (TIC).

Estas herramientas resultan las tecnologías preponderantes y propias de la cultura digital en

la que las personas participamos en la actualidad con diversas modalidades e intensidades.

Parafraseando a González, Gisbert et al., (1996, pág. 413), entenderemos por TIC tanto al

conjunto de herramientas, soportes y canales para el tratamiento y acceso a la información

como a los nuevos modos de expresión, que suponen nuevas formas de acceso y nuevos

2 Aunque cabe también pensar que así como nuestra inteligencia y voluntad nos han enseñado a vivir con determinadas tecnologías, también podríamos, a la larga, habituarnos a vivir sin ellas, aunque de seguro con sustanciales modificaciones en nuestras formas de comprensión e inter-relación personal.

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modelos de participación y recreación cultural. En ambos casos los postulados comparten el

hecho de la utilización de soportes o canales digitales.

Lo particular que parecieran ofrecer estas TIC a diferencia de otras tecnologías que ha

utilizado el ser humano, y tal vez por ello su proliferación y el encanto (encantamiento) que

suelen producir, se debe no sólo a que facilitan el quehacer en nuestra vida cotidiana sino que

apelan y motivan particularmente la interacción entre las personas proponiendo espacios y

dinámicas alternativos para la co-existencia.

Tal como sostiene Balaguer Prestes (2009),

Las tecnologías actuales no son sólo meros aparatos, sino que son objetos culturales al

servicio de la comunicación, la expresión, la exploración y la

coexistencia en mundos paralelos. Son tecnologías de comunicación e interactividad que

permiten ampliar en forma considerable las capacidades humanas de procesamiento de

la información y de multipresencia.

En la definición que acabamos de presentar nótese que se percibe a las TIC como objetos

culturales, lo cual es efectivamente cierto dado que han sido creados por personas que se

manifiestan en una determinada cultura y en un tiempo histórico preciso pero por otra parte,

se las considera al servicio de la comunicación, la expresión y la interactividad. Nos

permitimos discrepar con el prestigioso autor dado que en realidad las TIC están al servicio de

personas que se comunican y se expresan de manera interactiva.

Esta disquisición que parece menor, no lo es si se considera que la postura del autor hace

referencia a un uso funcionalista en el que se posiciona a las TIC por encima de la persona y

se las coloca al servicio de procesos cuando por lo que hemos afirmado al comienzo de este

apartado, el buen uso de las TIC debe partir siempre de la persona que hace uso de la

tecnología con criterio prudente y ético y luego de un proceso de selección adecuado de la

mejor tecnología para la mejor solución de la situación que se le plantea.

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II. Neutralidad moral de las tecnologías. Ni tecnofóbicos ni tecnofílicos.

Desde un punto de vista moral o ético, las tecnologías de la información y la comunicación

son neutras. Desde un punto de vista sociológico y tal como lo expone Pérez Tapia (2006),

las tecnologías imperantes en una época no son neutras.

En este apartado nos detendremos a analizar la primera postura, circunscribiendo nuestro

análisis a la neutralidad moral de las tecnologías de la información y la comunicación en tanto

herramientas al servicio de la persona, proceso durante el cual intentaremos mantener la

concentración atencional en lo real.

Más allá de la real utilidad y de la generalización en el uso de las TIC en la cultura digital de

la que formamos parte, debemos estar atentos para descubrir aquellas posturas teóricas que

colocan a las TIC por encima de otro tipo de tecnologías o que las presentan como soluciones

prioritarias y generalizadas frente a otras alternativas o que incluso, consideran que son fines

en sí mismas.

En el primer caso corremos el riesgo de entronizarlas desde una visión tecnicista que no

posibilite la real dimensión de análisis y selección prudente que debemos llevar adelante a la

hora de elegir una herramienta tecnológica. No siempre la mejor decisión implica utilizar una

herramienta TIC e incluso no siempre la tecnología facilita o mejora las situaciones

problemáticas que con ellas intentamos solucionar. Una vez más, recordemos que son medios

y no fines y que por ende, debemos adaptar el medio al fin buscando aquel que sea más

adecuado y prudente.

La segunda postura que promueve un uso generalizado de las TIC en diversos ámbitos y

contextos, se encuentra íntimamente ligado con la postura tecnicista anterior. Pensar en las

TIC como soluciones únicas o prioritarias podría generar un proceso paralizante que impida

su progreso y desarrollo, dado que si las consideramos como la panacea universal para la

solución de todos los problemas humanos estaríamos impidiendo que surjan nuevas

tecnologías, tal vez más útiles y eficaces.

Cabe aclarar que en el caso de las TIC el interés del mercado por la colocación de nuevas

tecnologías, recambio fundamentado en la obsolecencia programada3, evitaría esta inclinación

a la paralización del desarrollo de nuevas alternativas. Sin embargo, en esta trampa del

marketing, el surgimiento de nuevas tecnologías que reemplacen a las anteriores no está dado

por la conciencia genuina que busca el bien desarrollando nuevos productos para una mejor

tramitación de las situaciones cotidianas, sino en el afán empresario de lograr mayores réditos

3 Ver Benito Muros (2012) “Todos los aparatos tecnológicos están programados para morir” http://www.lavanguardia.com/lacontra/20120412/54283677770/benito-muros-todos-los-aparatos-electronicos-estan-programados-para-morir.html

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económicos creando necesidades ficticias que se traducen en demandas vacías de sentido. Tal

es así que “quiero lo último” aunque no sepa bien para qué ni por qué, y en definitiva sin

necesitarlo.

Para evitar este disloque no deben perder de vista el planteo inicial que hemos propuesto de

considerarlas las TIC como herramientas puestas al servicio de la persona y no a la inversa.

En tercer lugar, un planteo en el cual la importancia de las TIC se coloque por encima de la

utilidad que ellas generan para la persona, implicaría confundir los medios con los fines. Paco

Corma4, desde una perspectiva meramente mercantilista sostiene que esta confusión lleva a la

frustración. Nosotros sostenemos, intentando una visión superadora, que caer en dicha

trampa es aún más grave porque conduce no sólo a la frustración sino a la despersonalización

o mejor dicho, al despersonalizarnos por el uso inadecuado de la tecnología nos sentimos

frustrados porque no logramos manifestarnos en función de aquello para lo cual realmente

hemos sido hechos.

La distancia entre nuestro sentido trascendente y lo que manifestativamente mostramos

cuando nos negamos a mirar a la intimidad del ser personal, es lo que genera la frustración

dado que no alcanzamos la plenificación que conlleva el ser personal. Lo que equivaldría a

decir que nuestro ethos está devaluado o atrapado, porque cuando nuestras acciones no son

libres, en este caso porque han sido cohartadas por el ensimismamiento tecnológico,

sobreviene el desánimo. Es allí cuando nos “cosificamos” porque dejamos de ser alguien para

transformarnos en alguien al servicio de algo.

Hacer un uso prudente y crítico de las Tic, reconociendo su justo valor como herramientas a

nuestras disposición, es decir ubicándolas como medios facilitadores para el mejor logro de

un fin, nos permite evitar caer en una visión mitificadora que acaba por transformarnos,

como señala Jordi Adell (1997), en un producto de nuestras propias criaturas originados en

una tecnología que acaba siendo una ideología tecnocrática.

Tal vez allí radique uno de los riesgos potenciales del mal uso de las tecnologías. Teniendo en

cuenta que toda tecnología bien utilizada y que persigue un fin bueno será útil y por lo tanto,

podrá ser considerada un bien, aquella que no sea seleccionada de manera adecuada y sea

utilizada, alejada de un fin bueno, nos aleja de la consideración de bien.

En este sentido resulta interesante recordar algo de por sí obvio y es que las tecnologías no

son portadoras de virtud. El potencial peligro que acarra su uso no está implícito en la

herramienta en sí misma, sino en el usuario que las utilice, dado que quien hará un uso

virtuoso o vicioso de las mismas es la persona.

4 http://blog.directivosygerentes.com/innovar-diferenciar-entre-fines-y-medios-por-paco-corma/

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Y tal como afirmamos al comienzo, el uso virtuoso estará de la mano de la capacidad que

tenga la persona de actuar con prudencia en la justa elección y con inteligencia en la correcta

acción.

El uso ético que hagamos de las Tic resulta una consideración fundamental a tener en cuenta

dado que, como señaláramos antes, estas tecnologías se intrincan especialmente en la inter-

vinculación personal. Por lo tanto, un mal uso que yo haga de las TIC no sólo afecta mí ser

personal sino también al de aquellas personas que han sido impactadas de una u otra manera

por el uso que yo le haya dado a la tecnología. El uso de las TIC en la actualidad reporta, no

sólo una elección personal vinculada a mi libertad, sino que comporta una responsabilidad

para aquellos con los que co-existo.

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III. Ejercicio de la virtud en los entornos virtuales. ¿Es posible? La polis cibernética

Una de las potencialidades distintivas que posibilita el uso de las TIC es la generación de

espacios virtuales, nuevos entornos comunicacionales y representacionales en los que

participamos, nos manifestamos y nos inter-vinculamos con otras personas.

En tanto nuevos espacios de manifestación personal podemos hacer en ellos una inserción

reflexiva y voluntaria guiada por la virtud, que no es lo mismo, tal como afirma Pérez Tapia

(2006) que una inmersión pasiva, desprovista del faro de los buenos hábitos.

En este sentido acordamos con Sellés (2000: pág.12) quien afirma que lo importante no es

hacer (actividad pragmática) sino tener más humanidad (hábitos y virtudes en el hacer.

Cabe preguntarse entonces, si es posible un -bien hacer5- en esos espacios que nosotros

mismos diseñamos y construimos, de tal manera que se adquieran más y mejores hábitos y

virtudes y de esa manera, humanizarlos y humanizarnos más.

Podríamos pensar que en los vínculos que se establecen en el cyber-espacio con otras

personas bien se aplica la idea de hombre como perfeccionador perfectible que al entrar en

co-existencia con los objetos del Universo, es capaz de perfeccionarlos y en esa labor se

perfecciona, de la misma manera que al co-existir con los demás, logra satisfacer sus

necesidades humanas, pero al mismo tiempo la relación es perfeccionadora recíprocamente.

Podemos inferir que si nuestro hacer-participante6, busca no sólo el propio bien sino el bien

del otro, entonces será no sólo posible tener más humanidad sino que la humanización será

condición necesaria para que el espacio virtual pueda transformarse en un espacio virtuoso.

Si junto con Llano (1999) afirmamos que -sin virtud vivida prácticamente a nivel cívico la

sociedad se descompone- y si lo cívico se refiere a la polis, ¿por qué no pensar en una polis

cibernética en la cual los ciudadanos virtuales deban colegir las consecuencias de sus acciones

y procurar el bien de aquellos con quienes comparten el espacio con el afán de construir un

verdadero ámbito de co-existencia que trasciende la presencia de lo físico, pero en el que

pueda darse, a partir de un genuino interés que se interesa, un interés desinteresado?

Esta dimensión ética de la praxis explicaría tal vez el porqué las personas insisten en

compartir en Internet sin aparente finalidad alguna sus conocimientos con otras personas a las

que no conocen, costumbre muy habitual en la red, dinámica facilitada por la WEB 2.0 que

5 Acuñamos el término bien-hacer para referirnos a una acción superadora del hacer bien dado que no alcanza con hacer bien sino que hay

que hacer bien mirando al bien. Para distinguir el simple hacer bien que se vincularía más a un criterio de eficacia y eficiencia (acción

lograda, bien hecha) preferimos anteponer el calificativo “bien” para indicar la direccionalidad o sentido del hacer.

6 y lo denominamos así dado que como afirmamos anteriormente, en entornos virtuales nunca hacemos para nosotros mismos, sino en co-

vinculación con otros, por lo tanto, hacemos, pero en el hacer, participamos y hacemos partícipes a otros de nuestro hacer siempre que ese

hacer mire al ser personal, y en consideración del otro con quien participo.

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propone la colaboración y la entrega desinteresada de lo que sé y conozco con otras personas

a las que no conozco pero a las cuales comienzo a conocer partir del hecho de compartir.

¿Esto no revelaría entonces el amor de amistad que persigue el bien del amigo para el amigo?

¿No están aquí presentes el bien, la reciprocidad y la comunicación?

Este -interés que se interesa por-, también explicaría el porqué se generan hábitos virtuosos

en los espacios digitales en los cuales podría reinar el caos dado que, en apariencias no hay

reglas a seguir o las reglas son las que cada uno dicte. Sin embargo, los cyber-navegantes de

continuo asistimos a espacios en los cuales surgen intervenciones espontáneas que obviando

la estructura, promueven el buen comportamiento y el -hacer bien- de los participantes en

dicho ámbito. Esto no implica normativizar la participación en el ciberespacio porque no se

impone como regla masificadora sino como posibilidad de acción, en general no punitiva,

para facilitar la co-existencia, lo cual, revela a nuestro entender, un genuino interés por la

persona como tal y en su totalidad, más allá de no poder, por las limitaciones prácticas que

impone la tecnología, participar en el ser físico de la persona aunque sí de sus aportaciones y

sus obras.

Pero como en toda sociedad y en tanto la sociedad es manifestación de la persona, así como

hay virtud, también no es menos cierto que hay vicio. La sociedad digital que se constituye en

los espacios virtuales no escapa a esta lógica en la cual también queda de manifiesto la crisis

personal. Sin embargo, la tecnología no genera la crisis personal sino que la re-transmite por

pantallas y monitores. En todo caso, la magnífica y la hace pública.

De la misma manera que un profesor no será mejor o peor profesor por utilizar ordenadores

en el aula, sino que la virtud de sus manifestaciones dependerán de que tenga o no en claro el

sentido trascendental de su ser personal y el encargo que se le ha encomendado, la selección

tecnológica que hagamos para concretar nuestras acciones y la forma de participación que

ejerzamos en los ambientes virtuales será consecuente con la persona en tanto ser dual y no

será la cyber-cultura la que modifique a la persona sino la persona la que modifique la cyber-

cultura..

Si consideramos a la polis griega como el ámbito en el que se crece con los demás y en el que

se puede crecer en virtud, y tal como afirma Sellés (1999:44) la voluntad crece más al entrar

en contacto con personas, puesto que éstas son más que ella, y además son distintas y un

tesoro ingente respecto de ella, y dado que lo mejor no es aislarse, sino personalizar el ser

social que el hombre es por naturaleza, cabe preguntarse si la vinculación inter-personal que

se produce en la red permite el crecimiento de la voluntad como sucede en la polis griega a

partir de la co-existencia o si dicha vinculación tiene un valor menor sólo por estar ausente la

corporeidad real de la persona, ya que lo que observamos en la pantalla es una

representación/actualización de la misma y no la persona en sí.

En la terminología cibernética decimos que la co-existencia se establece a partir de vínculos

en red o en la red, palabra de variadas acepciones. Creo adecuado pensar en esta red no como

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un dispositivo que atrapa y entrampa, sino como un espacio que contiene e intercomunica

pero con “orificios” en el entramado lo suficientemente flexibles como para permitir la

manifestación libre y responsable de la co-existencia que en tanto tal, se interesa por el otro y

resulta, en este sentido, solidaria. Tal vez la diferencia en el ciberespacio entre la red que caza

y la red que libera, esté dada no por el factor tecnológico en sí, sino como hemos planteado

desde el principio, por la potencialidad que cada persona que participa en ella tiene de

manifestativamente transformar el espacio en un espacio virtual y virtuoso dado que las

acciones humanas no son indiferentes, sea que se den en el mundo físico como en el mundo

virtual, pero los objetos tecnológicos que crean la virtualidad sí lo son.

En concordancia con lo expuesto, si estas tecnologías han de servirnos, lo será para ayudarnos

a ser mejores personas capaces de hacer mundos mejores. Si las herramientas digitales no

sirven a esos fines, pues entonces, no nos sirven.

Pasar de esta conceptualización de la red constrictiva interesada en la que la persona es sólo

búsqueda a la red comunicativa de co-existencia en la cual la persona comparte (da y acepta)

implica pasar de un paradigma reduccionista tecnocrático-informacional a un paradigma

colaborativo-comunicacional en el cual se gesten los espacios adecuados para que el

conocimiento sea posible. La cuestión entonces parece dirigirse hacia la necesidad de pensar

cómo dimensionar adecuadamente los espacios de la red para que la persona quede contenida

pero no atrapada de manera que pueda transitarla libremente y en ese tránsito crecer y ayudar

a crecer. Pero esta cuestión no se vincula con la arquitectura informacional propia de la

técnica sino con el criterio antropológico que piensa y se interesa por quien participa y se

sumerge en la red.

En este sentido, logar que nuestra participación se de en una red de co-existencia libre que -se

interesa por- y por ende, comunica, y no en una red que se circunscriba a la mera búsqueda

interesada, requiere de un aprendizaje no sólo de las virtudes necesarias para navegar en ella

sin transformarse en un náufrago digital (Balaguer Prestes, 2009), sino que requiere también

de la comprensión y el aprendizaje de las características propias de los espacios virtuales para

participar en ellos como ciudadanos digitales racionales.

Este bien-hacer requiere, como en el caso de todas las tecnologías, tiempo, esfuerzo y criterio

y el necesario aprendizaje para poder utilizar las TIC adecuadamente de manera crítica,

responsable y creativa.

¿Y dónde puede y debe darse este aprendizaje para saber navegar con prudencia en los cyber-

mundos? Indudablemente y en primer lugar, en la familia de la misma manera que los

procesos de sociabilidad primarios se dan en el seno del hogar y el aprendizaje de las primeras

herramientas tecnológicas también se da en ese contexto.

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IV. La institución familiar: ámbito propicio para el aprendizaje del buen uso de las

herramientas digitales. El ámbito en donde se diferencia el náufrago del navegante.

Si educar es ayudar a crecer, dicho crecimiento resultará manifestación de la persona en los

diversos ámbitos en los que esta se desenvuelva.

Las virtudes, hábitos y costumbres adquiridas en la relación familiar tríadica nos acompañan y

forman parte de nuestro ser personal en todos los espacios en los que participamos. Es así que

las virtudes son parte esencial de nuestra intimidad personal y no las abandonamos según el

espacio en el que nos manifestemos.

Es así que la dualidad de la persona, resulta unificadora e integradora. Somos ser esencial y

yo manifestativo en esencia y en eso radica el ser persona.

Por lo tanto entendemos que las virtudes se manifiestan en la esencia pero se imbrican en el

ser personal y por ende, surgen en la co-existencia con las personas de manera estable, tal es

así que no somos veraces en el trabajo y engañadores en la universidad, o prudentes en la

familia e imprudentes en la vía pública.

Cabe suponer que esta –transversalidad de la virtud- es decir este ejercicio coherente de la

virtud se da siempre que nos manifestamos y en esa manifestación co-existimos con personas

que se interesan por nosotros y por las cuales nos interesamos.

Es en la relación amorosa de la familia donde aprendemos a co-existir y modelizamos las

formas de interés. Por tanto, es allí donde deberíamos aprender a ser-con en el mundo físico y

a ser-con en el mundo virtual.

La dificultad actual radica en el hecho de que en este momento transicional en el cual las TIC

aún pueden ser consideradas innovaciones, dado que como tecnologías masivas tienes poco

menos de dos décadas, y tal vez de manera inédita en la historia de la humanidad, los

pequeños y los jóvenes, es decir los hijos, parecen saber más de esa tecnología que los propios

padres.

Sin embargo, lo que saben los hijos es el manejo instrumental y muchas veces intuitivo del

dispositivo digital y de los entornos a los que estos permiten acceder; saben apretar teclas e

intervenir en la lógica de la virtualidad. Sin embargo, lo que han de aprender en la familia, y

en esto no hay subsidiariedad que valga, es a co-existir en la red.

Lo ideal sería que los padres conocieran y supieran -bien hacer- con la herramienta digitales,

pero en definitiva, lo prioritario es saber enseñar el sentido en tanto medio del uso de las

mismas. Y en esto, los padres siguen teniendo un protagonismo indiscutible el cual que no

puede ser reemplazado por programas de alfabetización digital.

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Así como la co-existencia en los espacios físicos se aprende en la familia, la co-existencia en

los entornos virtuales, los modos de participación adecuada en la cultura digital y el sentido

responsable del uso de la tecnología propia de una época es responsabilidad de familiar.

Sin embargo, ciertas corrientes han barrido con esa responsabilidad adjudicando a la familia

un rol secundario en la educación digital de los hijos, disculpándolos, en cierto sentido, con el

paradigma reduccionista7 de los nativos y los inmigrantes digitales.

Este dualismo acuñado por Prensky (2001) si bien es descriptivo de una fenomenología que

no podemos obviar en tanto los niños y jóvenes tienen una habilidad diferente y al parecer

más espontánea que la de sus mayores en el uso, comprensión y adopción de herramientas

tecnológicas, también permite caer en el determinismo de pensar que los niños pueden y

saben y los adultos se resignan a observar cómo ellos accionan, dado que el límite de la

validad de la intervención en la cultura digital estaría dado por un único factor tan general

como la fecha de nacimiento.

Como bien descubre Balaguer Prestes, Wikipedia dice que: “A digital native is a person

who has grown up with digital technology such as computers, the Internet, mobile phones

andMP3“.Wikipedia dice con qué ha crecido esta generación y no con quién, y esto no es

un dato menor a la hora del análisis de qué queremos decir cuando hablamos de nativos

digitales.

De esta manera se dejarían de lado los modos de co-existencia que se aprenden en la familia y

que en definitiva son los que se ejercitan a la hora de la co-existencia con la herramienta

digital y con las personas en los ambientes virtuales.

Y son esos modos de vinculación aprendidos, esas virtudes ejercitadas en diversos ámbitos,

esa forma de amar y de ser amados que debemos aprender en la familia los recursos que nos

permitirán ser navegantes y no naúfragos sin mapa (sentido trascendente) y sin brújula (razón)

perdidos en el ciberespacio.

Refiriéndose a los niños y jóvenes que no cuentan con la necesaria intervención amorosa de

sus padres en sus vidas digitales, Balaguer (2009) continúa su analogía y nos previene de la

importancia radical de la familia en la educación para participar en una culturad digital con

sentido:

7 Ver la alternativa que propone David White para salir de la dicotomía nativo-inmigrante con su teoría sobre visitantes-residentes digitales: http://luissanchezfenollar.blogspot.com.es/2012/11/nativos-e-inmigrantes-digitales-vs.html

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(…) son la Generación del Naufragio. Nos han dicho que parece ser que la

modernidad se hundió y con ella han perecido ideales, referencias, buques insignia

y…capitanes. Estos jóvenes han aprendido a navegar solos porque han quedado solos, porque

los hemos dejado solos (náufragos tecno-dependientes), mientras naturalizamos

cómodamente su relación con las computadoras y nos abstenemos de influir en sus vidas.

Son nativos digitales que se han echado a la mar sin rumbo, ni capitán, con sus

rudimentarias herramientas como guías para el océano infotoxicado, en buena medida

porque la generación anterior se ha abstenido de participar y eso ha generado una

relación con la tecnología muy cercana

Por eso se puede ser náufrago joven o viejo. No es la fecha de nacimiento, ni el contexto

digital, sino el contexto vincular (con los otros y con las máquinas) lo que determinará la

“natividad digital”.

¿Podemos afirmar que en el cyber espacio se dan relaciones interpersonales? Consideramos

que sí en todos aquellos casos propios de la web 2.0 en los que no solamente hay

intencionalidad, sino que se genera un vínculo reciproco entre los cyber-navegantes.

Y si se dan relaciones interpersonales, entonces la familia debe ser la primera promotora de

que esos vínculos sean adecuados. Internet no es mundo de jóvenes, es un mundo de personas

y por ende, también han de tener cabida los padres, los maestros, los colegas.

Resulta fundamental entonces que asumamos de manera comprometida el hecho de que en la

familia se forja la identidad personal de manera de no caer en la identificación que se da en

vínculos masificantes, desprovistos de sentido.

Es esa identidad personal la que debe prevalecer en la manifestación en el mundo virtual. Si

esa identidad se ha forjado a partir del vínculo amoroso que se da en la familia, habrá mayores

posibilidades de que los rasgos comunitarios sustentados en los trascendentales personales (co-

existencia, libertad, conocer y amar) sean manifestativamente vívidos en el entorno virtual y en

el uso prudente de las TIC.

En la educación para la co-existencia en los mundos virtuales los padres han de lograr ejercer

una autoridad política y no una autoridad despótica que se limite a imponer una normativa

técnica sino que invite a la reflexión dialógica. Esto contribuye a la generación y

conservación de un vínculo de co-existencia basado en la confianza, donde el otro es

percibido como alguien que me ama y porque me ama, me cuida y no como un mero ojo

censor que por temor o desconocimiento, prohíbe. En este sentido González (2000) afirma

que confiar en las personas es la condición básica para hacerlas responsables. Podemos

agregar que en realidad el amor es la condición para que se dé un vínculo de confianza y por

el amor, la persona se abre y es libre y este ejercicio del amor libre es lo que nos hace

responsables.

Si no se genera este vínculo amoroso que educa, entonces la crisis personal que se deriva de

esa carencia de amor se manifestará tanto en la co-existencia en mundos físicos como en los

mundos virtuales, tal vez con más intensidad en estos últimos dado que la estructuración

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propia del funcionamiento social del mundo físico tiende a enmascarar con más astucia el

origen de la crisis que en los mundos virtuales se evidencia de manera descarnada, justamente

por la propia desestructuración del medio.

La dependencia y la filiación en tanto rasgos que nos caracterizan implica sabernos hijos y

como tal, amados. Sin embargo, no basta con el don; el amor nos lleva a querer lo mejor para

ese don y por ende, nos interpela a querer lo mejor para él y ese amar que se interesa por nos

empuja a educar para que el don llegue de sí a su crecimiento.

Educar responsablemente a quien se ama implica acompañarlo y ayudarlo a crecer en todos los

ámbitos posibles. Los espacios virtuales no son una excepción aunque sí se presentan como

entornos inéditos de cambio social. Si como sostiene Donati (1993:48) comprender el cambio

social significa entonces (…) captar la íntima relacionalidad de lo social, y a vivir la co-existencia de la

relación se aprende en el seno de la familia, queda claro el papel protagónico que esta tiene para

enseñar a con-vivir-con.

Si como familia enseñamos a co-existir en estos ambientes emergentes, así como enseñamos a

co-existir en los ambientes tradicionales, entonces evitaremos el riesgo potencial propio de los

ambientes virtuales que se da cuando, la falta de sentido y prudencia coloniza la red y acaba

cosificando a las personas que en ella participan.

Como esperamos que quede en evidencia, la participación en la cultura digital como meros

usuarios recolectores o como constructores de nuevos mundos no es un problema tecnológico

sino una cuestión antropológica como sucede en definitiva en todas aquellas situaciones en las

que la persona, inédita y abierta, hace su aparición protagónica.

Si caemos en la trampa de pensar esta temática sólo como una cuestión tecnológica entonces

recrearemos las problemáticas del mundo real en el mundo virtual ya que el nuevo mundo será

fagocitado por la lógica de la estructura que ve en la red de redes una organización funcional.

Si nos atrevemos a considerar la nueva cultura digital y sus herramientas, ambas creaciones de

la persona, como una oportunidad, tal vez encontremos al crear y habitar plenamente nuevos

mundos virtuales y virtuosos en los que las personas puedan dar lo mejor de sí, la posibilidad

de que esta creación y su dinámica impacten positivamente en el mundo físico, evitando que se

transforme en una mera replicación de la sociedad despersonalizada, entonces el martillo será

ético y estético y tanto él como la obra que con él se realice serán buenas para la persona y ya

no serán armas que aporten a la destrucción de su propio creador.

De nosotros depende.

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