Tiempo de sufrir, tiempo de morirbarullo y de-sorden más grandes que se pueden imagi-nar». De...

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Los españoles pusieron apodo a sus carceleros: a uno de los ka- pos, al que llamaban el Tigre, lo consideraba Rico «un as en la matanza». «Siempre se distin- guió por su ferocidad. Llegó a veces a hacer apuestas con otros kapos para ver quién era capaz de liquidar más presos en la jorna- da». Otro de los kapos era espa- ñol y la cantera que “dirigía” se conocía como “la del Asturias”, en relación con el origen del guardián, tan sanguinario que in- cluso recibía felicitaciones de la SS por la alta mortandad de su grupo. Los presos iban y venían a pie, atravesando zonas pobladas. Pero todo el mundo cerraba los ojos al paso de aquella procesión de fan- tasmas famélicos azotados por sus verdugos: «Todos los días, durante meses, y hasta más de dos años, estas poblaciones vie- ron desfilar ante ellas estos corte- jos de moribundos que se renova- ban constantemente. ¡Que nunca digan que desconocían los críme- nes hitlerianos!». Los apresados en Gusen recibían como alimen- tos una nauseabunda papilla de espinacas, pan moreno y 25 gra- mos diarios de embutido que, una vez a la semana, eran cambiados por mantequilla. El peso medio de aquellos hombres no superaba los 40 kilos. Se sobrevivía al límite. Los es- pañoles, distinguidos con el triángulo azul, terminaron por evitar a los judíos, que eran el epicentro en el que se ensañaba la brutalidad nazi. Fue a raíz de una jornada en la que un grupo de españoles coincidió con otro de judíos en la cantera. Estos últi- mos fueron obligados a cargar piedras grandes en las esparigüe- las y «al bajar la pendiente de la cantera, la piedra rodaba cayendo sobre la cabeza de uno de los de- lanteros. A este hombre herido en el suelo lo acababan de matar a palos y culatazos. A veces levan- tando la piedra y dejándola caer sobre la cabeza. También obliga- ban a sus propios compañeros a hacer esta misma operación». Son innumerables las escenas horrendas que describe Ricardo Rico, pero hubo una que recorda- ba como «el espectáculo que más me impresionó de toda mi estan- cia en el campo». En un viaje a la cantera, los presos tuvieron que parar al paso de un tren «com- puesto por unos treinta vagonci- llos, llenos de niños, que decían que eran judíos. Había unos vein- te o más en cada vagón. Estaban extremadamente delgados y la mayor parte lloraban, pues eran chiquillos de entre 8 y 14 años. Los habían tenido unos dos me- ses en lo que llamaban la “qua- rentena” y en ese momento los llevaban hacia las cámaras de gas del campo de Mauthausen, pues el Krematorio del campo no po- día seguir el ritmo». Rico dice llegar a comprender que en aquella «tarea de extermi- nio que estaban llevando a cabo nos consideraran a todas las per- sonas mayores como enemigos suyos y por consiguiente nos eli- minaran. Pero lo que, a nuestro juicio, sobrepasaba los límites, eran estas escenas de extermina- ción de seres inocentes». La ino- cencia, en aquellos años, también parecía haberse extinguido. Los prisioneros descansaban como máximo unas seis horas al día. Pero ni siquiera la noche era sinónimo de tregua: era el mo- mento elegido para palizas y para las “duchas heladas” que hicieron tristemente famoso a Gusen. Los presos en peores condiciones eran llevados a ducharse con agua helada, rodeados de guar- dianes armados con estacas y go- mas rellenas de arena. Los con- ductos de evacuación estaban ta- ponados intencionadamente. Cuando el agua alcanzaba una al- tura de 70 centímetros «los kapos dieron las voces de “¡cuerpo a tierra!”», mientras golpeaban con sus botas las cabezas que asoma- ban: «la sangre coloreaba el agua». Para el zamorano, «lo más te- rrible de estas escenas era la cer- teza de que no existía ningún me- dio de poder intervenir para evi- tarlas». En Mauthausen se erigió un monumento a los españoles allí asesinados. Rico concibió la pu- blicación de su relato «como una forma de honrar su memoria, pa- ra que llegara a las familias de tantas víctimas y también para conocimiento de las nuevas gene- raciones. (…) ¡Qué tales críme- nes nunca más puedan ser posi- bles!», escribió. Así sea. 13 ZAMORA Domingo, 13 de marzo de 2005 Tiempo de sufrir, tiempo de morir 60 ANIVERSARIO DE LA LIBERACION DE LOS CAMPOS DE EXTERMINIO NAZIS (II) «A diario, camino de la cantera, atravesábamos pueblos, que nunca digan que desconocían los crímenes hitlerianos» (Viene de la pág. anterior) Isabelle Godio, hija de Ricardo Rico, sólo guarda buenos recuerdos de su padre, «un hombre sencillo, callado, un poco triste, unido a su familia, amigo de sus amigos, dispuesto a todo por ellos». La alegría que le robaron en el campo de concentración de Austria la recuperaba ocasionalmente, como en Navidad: «nos reíamos por todo, éramos felices por estar juntos». Fue obrero de la construcción y le gustaba trabajar con las manos, «siempre hacía cosas para casa». Su familia no conoce Villalpando, donde nació un 19 de enero de 1915. Sus padres eran Ricardo Rico, empleado, de Fuentes de Ropel, y Benigna Palencia, hija de una de las familias más acaudaladas de la villa, pero la vida de Ricardo no fue la de un niño rico. De pequeño marchó a Madrid, donde estudió. Cuando estalló la guerra trabajaba en el Ayuntamiento. Se exilió en Francia. Tras salir de Gusen se casó con Heléne, su viuda, que reside todavía en el pueblo de Beçiers. Tuvo dos hijos que vereran su memoria como un tesoro. Falleció en 1989. Sus restos fueron incinerados. EL HOMBRE CALLADO A la izquierda, Ricardo Rico, en una foto cedida por la familia; sobre estas líneas, portada del suplemento que editó sus memorias. Abajo, un plano de Gusen trazado por el zamorano Arriba, Ricardo Rico (por la izquierda junto al cartel) al lado de Juliette Serrano (centro) y Patricio Serrano «Vi un tren lleno de niños que lloraban. Estaban extremadamente delgados y los llevaban a la cámara de gas» Agradecimientos: Javier Alfaya, Be- nito Bermejo, Helene Rico, Isabel Godio, Agapito Modroño CATEDRA FORMACION INTEGRAL CATEDRA FORMACION INTEGRAL

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Page 1: Tiempo de sufrir, tiempo de morirbarullo y de-sorden más grandes que se pueden imagi-nar». De todos aquellos gru-pos, el más «si-niestro de to-dos ellos era un gran “komando”

Los españoles pusieron apodoa sus carceleros: a uno de los ka-pos, al que llamaban el Tigre, loconsideraba Rico «un as en lamatanza». «Siempre se distin-guió por su ferocidad. Llegó aveces a hacer apuestas con otroskapos para ver quién era capaz deliquidar más presos en la jorna-da». Otro de los kapos era espa-ñol y la cantera que “dirigía” seconocía como “la del Asturias”,en relación con el origen delguardián, tan sanguinario que in-cluso recibía felicitaciones de laSS por la alta mortandad de sugrupo.

Los presos iban y venían a pie,atravesando zonas pobladas. Perotodo el mundo cerraba los ojos alpaso de aquella procesión de fan-tasmas famélicos azotados porsus verdugos: «Todos los días,durante meses, y hasta más dedos años, estas poblaciones vie-ron desfilar ante ellas estos corte-jos de moribundos que se renova-ban constantemente. ¡Que nuncadigan que desconocían los críme-nes hitlerianos!». Los apresadosen Gusen recibían como alimen-tos una nauseabunda papilla deespinacas, pan moreno y 25 gra-mos diarios de embutido que, una

vez a la semana, eran cambiadospor mantequilla. El peso mediode aquellos hombres no superabalos 40 kilos.

Se sobrevivía al límite. Los es-pañoles, distinguidos con eltriángulo azul, terminaron porevitar a los judíos, que eran elepicentro en el que se ensañabala brutalidad nazi. Fue a raíz deuna jornada en la que un grupode españoles coincidió con otrode judíos en la cantera. Estos últi-mos fueron obligados a cargarpiedras grandes en las esparigüe-las y «al bajar la pendiente de lacantera, la piedra rodaba cayendosobre la cabeza de uno de los de-lanteros. A este hombre herido enel suelo lo acababan de matar apalos y culatazos. A veces levan-tando la piedra y dejándola caersobre la cabeza. También obliga-ban a sus propios compañeros ahacer esta misma operación».

Son innumerables las escenashorrendas que describe RicardoRico, pero hubo una que recorda-ba como «el espectáculo que másme impresionó de toda mi estan-cia en el campo». En un viaje a lacantera, los presos tuvieron queparar al paso de un tren «com-puesto por unos treinta vagonci-llos, llenos de niños, que decíanque eran judíos. Había unos vein-te o más en cada vagón. Estabanextremadamente delgados y lamayor parte lloraban, pues eranchiquillos de entre 8 y 14 años.Los habían tenido unos dos me-ses en lo que llamaban la “qua-

rentena” y en ese momento losllevaban hacia las cámaras de gasdel campo de Mauthausen, puesel Krematorio del campo no po-día seguir el ritmo».

Rico dice llegar a comprenderque en aquella «tarea de extermi-

nio que estaban llevando a cabonos consideraran a todas las per-sonas mayores como enemigossuyos y por consiguiente nos eli-minaran. Pero lo que, a nuestrojuicio, sobrepasaba los límites,eran estas escenas de extermina-

ción de seres inocentes». La ino-cencia, en aquellos años, tambiénparecía haberse extinguido.

Los prisioneros descansabancomo máximo unas seis horas aldía. Pero ni siquiera la noche erasinónimo de tregua: era el mo-

mento elegido para palizas y paralas “duchas heladas” que hicierontristemente famoso a Gusen. Lospresos en peores condicioneseran llevados a ducharse conagua helada, rodeados de guar-dianes armados con estacas y go-mas rellenas de arena. Los con-ductos de evacuación estaban ta-ponados intencionadamente.Cuando el agua alcanzaba una al-tura de 70 centímetros «los kaposdieron las voces de “¡cuerpo atierra!”», mientras golpeaban consus botas las cabezas que asoma-ban: «la sangre coloreaba elagua».

Para el zamorano, «lo más te-rrible de estas escenas era la cer-teza de que no existía ningún me-dio de poder intervenir para evi-tarlas».

En Mauthausen se erigió unmonumento a los españoles allíasesinados. Rico concibió la pu-blicación de su relato «como unaforma de honrar su memoria, pa-ra que llegara a las familias detantas víctimas y también paraconocimiento de las nuevas gene-raciones. (…) ¡Qué tales críme-nes nunca más puedan ser posi-bles!», escribió. Así sea.

13ZAMORADomingo, 13 de marzo de 2005

Tiempo de sufrir, tiempo de morir

60 ANIVERSARIO DE LA LIBERACION DE LOS CAMPOS DE EXTERMINIO NAZIS (II)

●«A diario, camino de la cantera, atravesábamos pueblos, que

nunca digan que desconocían los crímenes hitlerianos»

(Viene de la pág. anterior)

Isabelle Godio, hija de Ricardo Rico, sólo guarda buenosrecuerdos de su padre, «un hombre sencillo, callado, un poco

triste, unido a su familia, amigo de sus amigos, dispuesto atodo por ellos». La alegría que le robaron en el campo de

concentración de Austria la recuperaba ocasionalmente, comoen Navidad: «nos reíamos por todo, éramos felices por estar

juntos». Fue obrero de la construcción y le gustaba trabajar conlas manos, «siempre hacía cosas para casa». Su familia no conoceVillalpando, donde nació un 19 de enero de 1915. Sus padres eran

Ricardo Rico, empleado, de Fuentes de Ropel, y BenignaPalencia, hija de una de las familias más acaudaladas de la

villa, pero la vida de Ricardo no fue la de un niño rico. Depequeño marchó a Madrid, donde estudió. Cuando

estalló la guerra trabajaba en el Ayuntamiento. Se exilióen Francia. Tras salir de Gusen se casó con Heléne, su

viuda, que reside todavía en el pueblo de Beçiers.Tuvo dos hijos que vereran su memoria como un

tesoro. Falleció en 1989. Sus restos fueronincinerados.

EL HOMBRE CALLADO

A la izquierda, Ricardo Rico, en una

foto cedida por la familia; sobre

estas líneas, portada del

suplemento que editó sus

memorias. Abajo, un plano de

Gusen trazado por el zamorano

Arriba, Ricardo Rico (por la izquierda junto al cartel) al lado de Juliette Serrano (centro) y Patricio Serrano

«Vi un tren lleno de

niños que lloraban.

Estaban

extremadamente

delgados y los llevaban

a la cámara de gas»

Agradecimientos: Javier Alfaya, Be-

nito Bermejo, Helene Rico, Isabel

Godio, Agapito Modroño

C A T E D R A

F O R M A C I O N I N T E G R A L C A T E D R A

F O R M A C I O N I N T E G R A L

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MARISOL LOPEZ

Una forja especial, la del supervi-viente, o simplemente azar. Los re-publicanos españoles que alcanza-ron a salir por las puertas del Infier-no tras la liberación de Gusen en1945 mantuvieron esa alianza queles ayudó a superar las penalidadesen la guerra, en el exilio o en el cam-po de concentración. En 1969, el in-vestigador Javier Alfaya realizabauno de los primeros trabajos sobrelos republicanos españoles y se citócon un grupo de veteranos en casade uno de ellos, a las afueras de Pa-rís. «Eran ya mayores, algunos deellos jubilados, obreros. Gente ad-mirable, modesta, solidaria», quehabía tenido el coraje suficiente co-mo para combatir a la potencia béli-ca alemana y sobrevivir a su sofisti-cada maquinaria de exterminio. En-tre ellos estaba Ricardo Rico, nacidoen Villalpando y que por entoncescontaba con unos 54 años. Alfayamantiene todavía la impresión que lecausó el zamorano. Le recuerda co-mo «un hombre muy callado» que,en un momento determinado le pusoen la mano un documento de incal-culable valor: «”por si le interesa”,me dijo». Aquellos folios componí-an su estremecedor relato, «sobrio,sin retórica», sobre lo acontecido enGusen entre 1941 y 1942, los peoresaños en el averno construido por losalemanes en Austria durante 1939.

Si Mauthausen tenía aspecto defortaleza de granito, edificada sobrela sangre de miles de personas, entreellas muchos españoles, el cercanocomplejo de Gusen parecía un pe-queño chalet a cuyas puertas llegó aretratarse el propio jefe de las SS,Himmler, como si de una residenciaveraniega se tratara. Gusen era unode los "komandos", complejos de-pendientes de Mauthausen que llegóa estar compuesto por tres campos yalbergar en él a miles de prisioneros.Sólo las muertes oficialmente cifra-das hasta la liberación, al término dela Guerra, suman 69.083 personas.Dependía directamente de Mauthau-sen y de su comandante jefe, el san-guinario Ziereiss, y como su “casa

matriz” no era inicialmente un cam-po de exterminio como Auschwitz,sino de trabajo. “El trabajo os harálibres” rezaba el cartel instalado enel campo central, un lema que res-pondía a la mentalidad irónicamentemoralista de losnazis. Pero lashorrendas condi-ciones lo conver-tían, de facto, enun exponente deaquel aparato derepresión brutalplanificado conuna precisiónaterradora.

Los prisione-ros trabajan, enaquellos prime-ros años, en tres canteras y una fá-brica de ladrillos. La distribuciónde los hombres en diferentes gru-pos de trabajo, tras la formación dela mañana, daba lugar al primer ca-

pítulo de espanto de una larga jor-nada. Rico la recuerda como «unade las escenas que no se borrará ja-más de nuestra memoria». A ungrito del oficial, «en el espacio deunos segundos, los miles de hom-

bres que está-bamos forma-dos pasábamosde la inmovili-dad absoluta dela formación albarullo y de-sorden másgrandes que sepueden imagi-nar». De todosaquellos gru-pos, el más «si-niestro de to-

dos ellos era un gran “komando”(grupo) llamado por los españoles“el Pozo”. Su trabajo consistía enlas excavaciones de tierra para loscimientos del futuro edificio del

Molino de la cantera de Kastelho-fen». Los presos españoles conocí-an «los komandos en los cualesexistían posibilidades de sobrevivircierto tiempo y los peores grupos,donde una sola jornada podía serfatal». De entrar a formar parte deunos o de otros dependía «entrarpor la tarde por su pie o cargado enlos remolques». Así, pues, «la lu-cha era desesperada por incorporar-se a las formaciones de trabajo con-sideradas como mejores, dejandovacías las canteras y sobre todo, “elPozo”. Para impedir esto estabanallí los kapos y los SS. Con estacas,gomas llenas de arena, mangos depicos y otros artefactos, “cortaban”aquellos racimos humanos que seaferraban como náufragos a una ta-bla a estas formaciones donde creí-an salvarse». Los que no lo logra-ban «eran incorporados a fuerza depalos y golpes, a los peores koman-dos. Los deportados que habían si-

do cogidos para “el Pozo” salían delas filas escapándose en un intentosupremo por salvar su vida, y des-pués de ser perseguidos por un en-jambre de kapos y salvajementegolpeados, quedaban muchos deellos tendidos por tierra para sermás tarde eliminados en el interiordel campo, otros salían ya al trabajoen una situación física desastrosa».

“El Pozo” era un agujero de unos15 metros de profundidad, excava-dos a pico y pala por los internos.Los prisioneros debían sacar en “es-parigüelas” (especie de cajones demadera) la tierra que se removía ytrepar y volver a bajar por la pen-diente. Cuando los SS iniciaban tor-turas sistemáticas contra un grupo,los presos españoles hablaban de«ofensiva». En las laderas se colo-caban los carceleros armados conestacas, formando una especie depasillo. Los hombres «tenían quepasar por entre estas dos filas deasesinos, que descargaban sobreellos golpes a voluntad. Bajabanapresuradamente, resbalando y ca-yendo, la pendiente. Al llegar a laplataforma del fondo, los equiposde carga les llenaban las esparigüe-las, mantenidas siempre en las ma-nos. Una vez cargados, tenían quesubir la rápida pendiente, lo cualexigía un enorme esfuerzo, pues ha-bía que evitar a toda costa que latierra cayera, lo cual daba motivo apalizas especiales».

Rico fue una vez al Pozo junto asu amigo al que llama en el relatoPastor. Afortunadamente, pudieronmezclarse con otro comando en unode los viajes a la excavación y esoles salvó de una muerte casi segura,aunque el amigo del zamorano fuemás tarde «salvajemente extermina-do».

La brutalidad era la norma entrela S.S y más aún entre los kapos,presos favorecidos, ávidos de “con-graciarse” con sus captores: «sóloexistieron algunos casos aislados enlos cuales, el ser humano hacía cor-tas apariciones», escribió el villal-pandino.

Memorial del espanto

(Pasa a la pág. siguiente)

«De entrar en un

grupo de trabajo o

en otro dependía

regresar por su pie

o cargado en los

remolques»

60 ANIVERSARIO DE LA LIBERACION DE LOS CAMPOS DE EXTERMINIO NAZIS (II)

12 ZAMORADomingo, 13 de marzo de 2005

● El villalpandino Ricardo Rico describió en un manuscrito el sufrimiento diario en Gusen,

donde murieron 69.083 personas a lo largo de los cinco años de Guerra Mundial

Cuando Ricardo Rico dejó atrás el Infierno se impuso como primer mandamiento no olvidar. Convivirdiariamente con la desolación y el espanto dejó huella en su memoria, una herida a la que el silencio no

ayudaba a cicatrizar. El hombre sencillo y callado decidió hablar para que, como él, nadie más olvidara lalarga noche de Gusen.

CONSORCIO DEL CENTRO DE IDIOMASZAMORA

CENTRO DE IDIOMAS. EXAMENES LIBRES. CONVOCATORIA

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Se comunica a los interesados que el plazo de matrícula, para laconvocatoria de junio, permanecerá abierto hasta el día 23 demarzo para todos los exámenes excepto los de KET y PET quefinalizará el 29 de abril.

Para más información pueden dirigirse a la secretaría del Centro,en horario de 16:45 a 20:00 de la tarde (lunes a jueves) o de17:00 a 19:00 (viernes), o bien llamar al teléfono 980 531561.