Tiempos Convulsos

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El Tiempos de los Asesinos. Una aproximación a los desagarrados territorios neoliberalizados del México de la “guerra contra el narco” y la Centroamérica “marera” desde una lectura de Achile Membe y el Giro De-colonial. Mauro Tlacaelel Pureco Lara Universidad Autónoma Metropolitana – Azcapotzalco [email protected] Resumen Indudablemente son tiempos violentos en México y el Triangulo Norte Centroamericano. Esta violencia epidémica no surgió de la nada, tiene una explicación conectada con la historia global desde hace 500 años, esta anudada al nacimiento del capitalismo y la colonización/dominación del orbe por parte de Europa. Los proyectos biopolíticos siempre han tenido por objeto las poblaciones de indeseables, en la América colonial fueron los indios y los pobres, en el periodo “post” colonial se hizo extensivo a todos los subalternos que debían ser educados, higienizados o exterminados. Durante el siglo XX neocolonial aparece un nuevo sujeto y el proyecto se reordena para la eliminación del subversivo ese que encarnó un proyecto alternativo de modernidad no-capitalista. Esta mediación violenta con el otro es determinante para explicar la necropolitica/necropoder una forma brutal de gestión del cuerpo, el trabajo, la vida y los arreglos institucionales que desemboca en la guerra difusa que tiene por fin el despojo de los recursos de las comunidades. Palabras clave: Necropoder/necropolítica, gestión de población, colonialidad, capitalismo gore, desechabilidad México y Centroamérica en la matriz colonial del Poder del Sistema-Mundo Moderno/Colonial. Es sumamente reduccionista decir que el desencadenamiento de los acontecimientos históricos que unieran de forma trágica a

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El Tiempos de los Asesinos. Una aproximación a los desagarrados territorios neoliberalizados del México de la “guerra contra el narco” y la Centroamérica “marera” desde una lectura de Achile Membe y el Giro De-colonial.

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El Tiempos de los Asesinos. Una aproximación a los desagarrados territorios neoliberalizados del México de la “guerra contra el narco” y la Centroamérica “marera” desde una lectura de Achile Membe y el Giro De-colonial.

Mauro Tlacaelel Pureco LaraUniversidad Autónoma Metropolitana – Azcapotzalco

[email protected]

Resumen

Indudablemente son tiempos violentos en México y el Triangulo Norte Centroamericano. Esta violencia epidémica no surgió de la nada, tiene una explicación conectada con la historia global desde hace 500 años, esta anudada al nacimiento del capitalismo y la colonización/dominación del orbe por parte de Europa. Los proyectos biopolíticos siempre han tenido por objeto las poblaciones de indeseables, en la América colonial fueron los indios y los pobres, en el periodo “post” colonial se hizo extensivo a todos los subalternos que debían ser educados, higienizados o exterminados. Durante el siglo XX neocolonial aparece un nuevo sujeto y el proyecto se reordena para la eliminación del subversivo ese que encarnó un proyecto alternativo de modernidad no-capitalista. Esta mediación violenta con el otro es determinante para explicar la necropolitica/necropoder una forma brutal de gestión del cuerpo, el trabajo, la vida y los arreglos institucionales que desemboca en la guerra difusa que tiene por fin el despojo de los recursos de las comunidades.

Palabras clave:

Necropoder/necropolítica, gestión de población, colonialidad, capitalismo gore, desechabilidad

México y Centroamérica en la matriz colonial del Poder del Sistema-Mundo Moderno/Colonial.

Es sumamente reduccionista decir que el desencadenamiento de los acontecimientos históricos que unieran de forma trágica a América/Abya Yala con las tierras de Sem, Cam y Jafet1 fue a causa de una construcción humana abstracta e intangible cuyo fluyo material se encontraba “cortado” por así decirlo. Culpar a los mercados es absurdo. Sin embargo, desde la caída de Constantinopla los circuitos comerciales globales de Asia – Europa – África se vieron inestabilizados, siendo el Europeo el principal afectado debido a que los circuitos que desembocaban en la capital Bizantina (Ruta de la Seda, del Mar Rojo, Egipcio – Oeste de la India y el de Medio Oriente) perdieron su conexión con el circuito Génova – Brujas - Troyes.

Walter Mignolo usando las contribuciones de Janet Abu – Lughod explica que después del fracaso de las cruzadas en el siglo XIII los circuitos comerciales Europeos (mediterráneo y continental – Gran Bretaña) quedaron en los márgenes del poderoso mundo unipolar del Imperio Chino que interconectaba con los demás circuitos: de Pekín a Bali, Adén, Palembang y Karakorum. No por

1 En génesis 5:32 establece la división del mundo en razas según el linaje de los tres hijos de Noé cada uno representando a uno de los continentes.

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nada Tome Pires dijo: “Quienquiera que sea el señor de Malaca oprime con sus manos el cuello de Venecia.” (Hobson, 2006).

No obstante había dos circuitos más que estaban “ocultos” el del Anáhuac (abarcando de Arizona/Nuevo México a Costa Rica/Panamá) y el del Tinwantisuyo (que cubría la enorme zona de Perú/Ecuador/Colombia al norte, Bolivia/Paraguay y la costa sur brasileña al este, así como franjas de Uruguay y el norte chileno/argentino). (Mignolo, 2000) 1492 significó el trazado de una nueva geografía “que surge” ante los ojos de Europa, esta terra incognita serviría de impulso (en base a la expoliación sistemática de sus recursos) para la hegemonía de Occidente, un nuevo ciclo de larga duración estaba iniciando y con este una nueva narrativa de las cosas.

¿Quién descubrió a quien? El sociólogo luso Boaventura de Sousa Santos dice que el “descubrimiento” es una relación Poder-Saber y quien logra desplegar de mejor forma sus recursos seria el descubridor; la noción imperial del descubrimiento no solo establece una jerarquía en la relación sino que depende de legitimar y profundizar la inferioridad del descubierto. Boaventura narra que occidente no ha carecido de imaginación en sus estrategias de inferiorización del otro: “la guerra, la esclavitud, el genocidio, el racismo, la descalificación, la transformación del otro en objeto o recurso natural y una vasta sucesión de mecanismos de imposición económica (tributos, colonialismo, neocolonialismo y por último globalización neoliberal), de imposición política (cruzadas, imperio, estado colonial, dictadura y por último democracia) y de imposición cultural (epistemicidio, misiones, asimilación y finalmente industrias culturales y cultura de masas)”.

Las brutales políticas de diferenciación (y exterminio) del Otro las podemos encontrar de forma práctica unas décadas antes del arribo a las Antillas del navegante genovés: en el genocidio/episteicidio de Al-Ándaluz, último reducto del poder político musulmán en la península ibérica. Señala Ramón Grosfoguel: “la «empresa de las Indias» fue propuesto por Cristóbal Colón a los reyes católicos por primera vez, la respuesta de los reyes fue aceptarlo y posponerlo hasta después de conquistado todo el territorio de Al-Ándalus.”. La destrucción del reino musulmán pasó por el proyecto de categorización de su población según la “pureza de sangre”, las políticas raciales habían comenzado.

El “largo siglo” XVI trajo consigo la integración de los mercados y una nueva organización del mundo, el centro del Sistema- Mundo comenzó a girar de oriente a occidente. Pero, en el nuevo Centro se generó una jerarquía interna que sigue vigente: los países ibéricos se convirtieron en acreedores de los países del norte: Inglaterra y los Países Bajos. Los recursos del continente allende el atlántico se usaron para pagar los intereses de los créditos usados para sostener las guerras intra-europeas. La historia es paradojante, construye paradojas: el pago de los créditos impulso la industrialización de países como Inglaterra, lo que ralentizó el desarrollo capitalista de los reinos iberos. Muchos de los banqueros neerlandeses eran descendientes de los judíos expulsados de la península, el dinero hace caso omiso de las leyes de “pureza de sangre”.

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Las poblaciones originarias del “nuevo” mundo se vieron en el centro de una discusión que “preocupaba” a los doctos hombres europeos; ¿tenían alma los recién subyugados? Es decir ¿eran humanos? La Diferencia ya se había establecido con el otro judeo – musulmán con las nociones de que seguían religiones equivocadas o estaban influidos por Satán; estos discursos generaban la Diferencia (Mignolo, 2010), pero esta diferencia sería llevada al límite de la “racionalidad” al negar la condición humana de los habitantes de América Latina y África; no solo eran los Debates de Valladolid donde se confrontaba el Humanismo Cristiano de Fray Bartolomé de Las Casas y el teologicismo racializado de Ginés Sepúlveda, aunque nos parezca extraño hoy día ese debate era el pensamiento corriente los intelectuales: “Porque así como existe el cuerpo sin alma, también existe el alma sin cuerpo” (Baruch Spinoza y Hugo Boxel, 2012). Las Casas horrorizado por los abusos que cometían los conquistadores defendía la humanidad de los “indios”, al tener alma no podía ser esclavizados, sus almas eran territorio inmaterial de misión cristiana.

Detrás de las implicaciones éticas-morales de la discusión se encontraban las implicaciones económico-políticas: “el argumento moderno capitalista de que los «indios» no tienen sentido de la propiedad privada ni noción de los mercados, porque producen bajo formas colectivas y distribuyen la riqueza con reciprocidad.” (Grosfoguel, 2013). La esclavitud de africanos y americanos no fue un accidente de la economía moderna “sino su parte integral, que ayudó en el desarrollo de varios campos, desde la medicina hasta seguros, finanzas y bienes raíces. Aunque el impacto de la esclavitud llegó más allá del trabajo no remunerado, fue precisamente la plusvalía extraída de él lo que generó la riqueza que corría por las venas de los circuitos comerciales mundiales.” (Wisniewski, 2014). El esclavo africano y el indígena americano de la encomienda experimentaron la peor de las alienaciones, una alienación total al ser expulsados del concepto de Humanidad. Un siglo después en el XVII otro gran sujeto alienado de la Modernidad, el proletariado le fue arrebatado el fruto de su trabajo, perdió su autonomía frente a un patrón, a pesar de ser inferiorizado y de que fue el centro de las nacientes biopolíticas nadie dudó de su humanidad2.

Mientras se saldaba la discusión del Alma, miles murieron en las plantaciones y minas. La función del Estado-virreinal fue la de gestionar a la población-fuerza de trabajo y encauzar sus fuerzas hacia la extracción de recursos y materias primas.

Foucault en su curso "Seguridad, territorio, población" definió a la población como: “un conjunto de elementos que por un lado se inscriben en el régimen general de los seres vivos, y por otro ofrecen una superficie de agarre a transformaciones meditadas y calculadas.”. En el marco de la historia que estamos cartografiando, estas transformaciones meditadas y calculadas se hibridan entre la racionalidad moderna-capitalista y el mercantilismo teológico, generando una forma de economía particular: la “economía de hacienda”.

La poca conocida historia de los esclavos africanos que laboraron en las haciendas del valle de Toluca en el siglo XVIII nos permite avisar dos cosas 1) el aumento exponencial y sostenido del uso

2 Se debe recordar que tras revueltas independentistas contra la corona británica cientos de irlandeses fueron vendidos como esclavos en las colonias caribeñas.

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de mano de obra esclava que se disparó a partir del siglo XVII en las colonias “coincidente” con el último coletazo del proceso de acumulación originaria del capital, justo antes de los inicios de la industrialización masiva del siglo XIX y 2) la existencia de dos tiempos sociales bien diferenciados entre el Centro y la Periferia del Sistema – Mundo: mientras que en las centralidades se discutía la noción de “igualdad entre seres humanos” se seguía explotando como recurso a la humanidad otra esa que biopolíticamente3 hablando debía ser higienizada o si seguía obstaculizando el progreso civilizatorio exterminada4.

Esta economía está cimentada en la cosificación de la humanidad vencida, en un Estado de Emergencia permanente donde el terror es la norma. Suena exagerado, sin embargo no debemos dejar de señalar que nuestras fuentes historiográficas son las de los criollos ilustrados, a indígenas y africanos se les negó toda forma de registrar sus vivencias5, eso es el epistemicidio: la negación/destrucción de la razón del Otro, se prohibió “que pensaran, rezaran o practicaran sus cosmologías, conocimientos y visiones de mundo.” (Grosfoguel, 2013). No podemos percibir la totalidad de la crueldad de las plantaciones o las minas debido a la configuración de las memorias que sufrieron las penurias como memorias sin archivo.

La plantación, la mina, el obraje fueron territorios de excepción y de nuda vida, en la terminología de Giorgio Agamben (2006), quizás no había una dimensión total del terror, los castigos físicos, la extenuación y el hambre desde las tertulias literarias donde nuestros libertadores criollos (portadores y promotores de una memoria con archivo) se quejaban de estar excluidos en la gestión política… no así desde el interior de una mina en el potosí. Para el filósofo africano Achille Mbembe (2011) el régimen de la plantación visto desde la subalteridad nos muestra el lado más cruel de Occidente, el nazismo no fue un “error excepcional”, durante siglos fue (a sido) la norma para las poblaciones orilleras del Sistema – Mundo: “resulta interesante constatar que es en las colonias y bajo el régimen del apartheid que hace su aparición un terror particular. La característica más original de esta formación de terror es la concatenación del biopoder, del estado de excepción y del estado de sitio.” (Mbembe, 2011).

A pesar de que Foucault (2001) expida el certificado de nacimiento de la biopolítica/biopoder en Europa y “olvide” la periferia colonial debemos acercarnos un poco más, la dupla biopoder/biopolítica debe ser entendida como una relación de poder-saber, una gestión política/pedagógica/sanitaria de la vida es pos de un muy abstracto “bienestar”, efectivamente el ejemplo más claro de biopolítica/biopoder fue el Estado nazi: las instituciones clásicas de la racionalidad instrumental moderna escuela, fabrica, hospital, cárcel y cuartel al servicio del proyecto del asesinato higienizador, como explica Mbembe líneas arriba en las plantaciones (y

3 Según Foucault es en el siglo XVII cuando se da el giro biopolítico para la gestión de las poblaciones en Europa: “el hacer vivir, dejar morir” que se traduce ya no en la capacidad del gobernante en asesinar a su población sino en gestionar la vida de la población mediante mecanismos que hoy nos son sumamente conocidos: hospitales, manicomios, asilos, censos o brigadas sanitarias.4 Recordemos que a mediados del siglo XIX el gobierno argentino llevo a cabo su civilizatoria campaña del desierto que exterminó a la población indígena, el gestor del genocidio fue nada menos que el Pedagogo de América: Faustino Domingo Sarmiento, autor de Civilización o Barbarie, el elocuente titulo lo explica todo. 5 La gran excepción fue el tratado escrito por Waman Puma.

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minas y obrajes y astilleros) la biopolítica ya se aplicaba con técnicas eugeneicistas en sintonía con la economía de hacienda a la cual también podríamos denominar “extractivista-biopolítica”. Este subsistema económico sólo emerge al conectarse violentamente los circuitos comerciales de Anáhuac – Tinwantisuyo al europeo y ser así catalizador del proceso de acumulación originaria del capital, en Europa.

En la América post-colonial las ideas biopolíticas no se desterraron, siempre se mantuvo latente o explicito el proyecto, el deseo de educar, higienizar, conducir y moldear a las poblaciones recién independientes, pero pobladas de elementos indeseables: indios, maleantes, borrachos, gauchos, rotos. El proyecto biopolítico es necesariamente racista y clasista.

Soberanía y estado de excepción: de las guerras populares de liberación a la guerra contra el narco/delincuencia.

Los territorios independizados de la corona española se vieron obligados a construir narrativas para poder hacer subjetividades nuevas, sabemos que dos proyectos se confrontaron a nivel continental por la construcción de esas subjetividades nuevas. Se desplegarían una amplia gama de tecnologías para construir estas subjetividades nacionales.

A grandes rasgos para los liberales6 el obstáculo era ese pueblo “idiotizado” por la iglesia oscurantista, y para los conservadores el problema recaía en la ausencia de valores del pueblo-chusma de rotos y pelados iletrados. La narrativa neocolonial es un intento de anular las subjetividades rebeldes del pueblo-siempre-violento.

Las narrativas de los “proyectos culturales de una nación” son construcciones sociales que se reproducen con la interacción, con la fuerza de los medios de información/comunicación convencionales (prensa escrita, televisión, radio, cine, etc.), la educación (libros de texto gratuito como en el caso mexicano) y la literatura e incluso la música, ésta narrativa buscaría erigirse como el relato hegemónico de la supuesta idiosincrasia nacional. Dentro del contexto “post”colonial la construcción de la narrativa nacional era necesaria para el Poder debido a la inestabilidad, a la sociedad en efervescencia y los posibles desgarros territoriales.

Mbembe escribe en sintonía con lo analizado que “la colonia representa el lugar en el que Ia soberanía consiste fundamentalmente en el ejercicio de un poder al margen de la ley (ab legibus solutus) y donde la “paz” suele tener el rostro de una “guerra sin fin”. Dentro del imaginario colonial y neocolonial de las elites gobernantes en México y Centroamérica los territorios eran tierras de rebelión y revuelta, solo un poder fuerte, central, con ubicuidad podía servir de dique a la barbarie.

El politólogo filo-fascista Carl Schmitt entendía la soberanía7 como el poder de decretar estado de excepción. La “excepción” hace referencia a la “indeterminación de la ley”, a la ausencia de 6 Es pertinente puntualizar que esta idea era de los liberales más radicales, “puros” o “rojos”. Para los liberales moderados el problema con la iglesia consistía en su influencia en el aparato estatal, sin embargo ambos grupos coincidían en que la educación debía pasar a manos del Estado y dejar de ser asunto de las parroquias.

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libertades individuales, lo que permite al Soberano ejercer violencia irrestricta sobre individuos, colectivos o poblaciones. La soberanía llanamente es el derecho de matar cimentado jurídicamente en la ausencia de un marco jurídico, eso significa la “excepción”.

Para que se llegue, según Schmitt, al extremo punto de suspender los derechos debía haber una catástrofe. La arqueología de esta noción la encontramos en la Paz de Westfalia, tratados firmados en 1648 poniendo fin a la carnicería europea de la “guerra de los 30 años”, este tratado es de los acontecimientos inaugurales de la modernidad, de lo que se trató fue de civilizar la guerra, según Mbembe gira en torno a ciertos principios: la igualdad de los Estados, por tanto la nulidad de acciones extra-territoriales y la demarcación concreta de estos territorios.

Lo que tenemos después de Westfalia es a ejércitos de Estados Civilizados que se destrozan después de una declaración de guerra. Pero, el resto del planeta está bajo formas no-estatales, o de “estados incorrectos”, bajo religiones equivocadas; el resto del planeta es territorio salvaje ahí donde las “guerras no se dan entre ejércitos regulares. No implican Ia movilización de los sujetos soberanos (ciudadanos) que se respetan mutuamente en tanto que enemigos. No establecen distinción entre combatientes y no combatientes.” (Mbembe, 2011) Retomando una idea de líneas arriba, la espectacularidad del genocidio nazi recae en el quiebre de lo “reservado” para el otro periférico8 al hacer uso de toda esa mortífera parafernalia des-humanizadora con los propios europeos. Tras Autchswitz siguió Vietnam, Argelia, Irak, Gaza o Guantánamo.

O nuestro subcontinente, siempre. El Salvador, pequeño país de herencia nahua gobernado desde siempre por una oligarquía de unas cuantas familias. En el siglo XIX Centroamérica se había convertido en un paramo verde9, las empresas agrícolas extranjeras habían transformado las tierras de cultivo en enormes latifundios de monocultivo ya fuera de café o de plátanos donde los campesino a veces acasillados servían de jornaleros. Mientras sus vecinos eran utilizados de campos bananeros El Salvador exportaba café, el 85% de su economía dependía del grano, con la crisis del 29 se derrumbaron los precios del café las de por sí precarias condiciones de vida de la población empeoraron. Para 1930 se había fundado el Partido Comunista Salvadoreño, comandado por Agustín Farabundo Martí. Gobernaba como dictador el siniestro general-brujo Maximiliano López Hernández.

Tras intentar participar en las, fraudulentas, elecciones municipales y legislativas de 1932 el PCS comienza a tramar una insurrección, en forma paralela los líderes campesinos10, cercanos o

7 La soberanía acontece como situación que se desarrolla en el seno, delimitado por las fronteras, del Estado-Nación y que es mediada por aparatos institucionales que son operados por el Estado por encima de la población. La idea de soberanía está profundamente enlazada con la de Edo.-Nación por eso a lo largo de la historia ha sido utilizada como mecansmo de movilización de masas al producirse o inducirse la confusión de términos. 8 Debemos anotar que gitanos y judíos representan ese borde interno dentro de Europa.9 En 1886 mediante decreto desapareció la propiedad comunal de la tierra, lo que provocó que las 14 familias se convirtieran en la oligarquía terrateniente dueña del país. 10 Existe un debate historiográfico sobre la “causalidad” de la insurrección, después de los acontecimientos un velo de silencio cayó sobre la memoria, los documentos del PC fueron destruidos; aparte de la “causalidad comunista” se propone la hipótesis de que el levantamiento tuvo un carácter étnico y por lo

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militantes del PC, como “Chico” Sánchez deciden sumarse al levantamiento. La insurrección inicio el 22 de enero; el 18 el gobierno militar había detenido a Farabundo. A pesar del revés inició la hora de la cólera sin tridentes/ en el soleado país de los volcanes. No es una licencia poética de Roque Dalton, como si hubieran esperado 400 años varios volcanes del occidente salvadoreño entraron en erupción, junto con ellos ardieron haciendas, cuarteles, oficinas de gobierno y casas de adinerados hacendados. Los alzados cegaron cerca de 50 vidas, todas de representantes del Poder.

Los campesinos armados con machetes no pudieron hacerle frente al ejército. Tras el levantamiento comenzó La Matanza. Los oligarcas asustados ordenaron a su presidente que fuera implacable, el ejército masacró a cerca de 30,000 personas la mayoría campesinos indígena nahuas, pero también a militantes del PCS, sindicalistas y universitarios. Con la muerte de miles de hombres y mujeres de todas las edades inició un periodo de gobiernos militares ininterrumpidos, hasta 1979, una vorágine de autoritarismo político-económico cimentado en una campaña de terror protagonizada por fuerzas estatales y paraestatales en contra de cualquier disidencia.

La cicatriz que dejó “el 33” en la memoria de la polarizada sociedad salvadoreña se tradujo en que la coalición de las cinco fuerzas guerrilleras (Fuerzas Populares de Liberación, Resistencia Nacional, Ejercito Revolucionario Popular, las milicias del PCS y el Partido Revolucionario de los Trabajadores Salvadoreños) se nombrara Farabundo Martí para la Liberación Nacional y uno de los principales grupos paramilitares se autonombró Brigada General Maximiliano López Hernández. La matanza fue vista en ese momento y a posteriori por la oligarquía como una campaña de higiene contra el “atavismo indio”. Lo indio desapareció de la identidad salvadoreña. Sobre el etnocidio creció la resistencia. Ningún ideal justifica el acto de matar sin embargo la situación de extremos constituyo a los movimientos insurgentes cuyos programas eran mínimos: nuestro deseo de que termine la injusticia, nuestro anhelo de construir un mundo de paz, libertad y felicidad para todos los hombres(Carpio, 1979). Deseos pequeños que implicaban una revolución que necesariamente trastocaría la matriz colonial del poder.

La guerrilla en México y en Centroamérica fue resultado de un ejercicio del poder de forma oligárquico, despótico y subordinado a los designios del centro del Sistema – Mundo capitalista, teniendo como catalizador (internacional) el triunfo de la Revolución Cubana. En México la experiencia comenzó con el asalto al Cuartel Madera en el norteño estado de Chihuahua en 1965 y se viralizó tras las violentas masacres que buscaron apagar el movimiento estudiantil, a pesar de tener inicios rurales tras la eliminación de los comandantes Lucio Cabañas y Genaro Vázquez los dispersos núcleos de guerrilla urbana formados por universitarios se unifican, en su mayoría, en la Liga Comunista 23 de septiembre.

El gobierno mexicano reacciona operando una campaña contrainsurgente molecular con la formación de la Brigada Blanca organismo de excepción que consolida una operación burocrática

tanto habría sido una revuelta campesina motivada por la tenencia de la tierra, un horizonte más similar a lo sucedido en México que a la revolución bolchevique.

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de exterminio de la disidencia, al igual que en el caso centroamericano este despliegue represivo tuvo cooperación y auxilio estadounidense.

Tras la victoria sandinista en 1979 se esperaba que un “efecto dómino” cayera sobre Centroamérica. La guerra en Guatemala la iniciaron los norteamericanos tras el derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz, ese “comunista” que tocó a las bananeras. Variopintas organizaciones guerrilleras11 resistieron a uno de los gobiernos más sanguinarios del subcontinente, ese que casi acaba con la población indígena.

Las narrativas neocoloniales de la patria son metaficciones al igual que lo es la del territorio salvaje, Roland Barthes nos dijo que las ficciones son cosas serias porque pueden cimentar verdades agreguemos además que son peligrosas debido a que crean la ilusión de lo real (Mbembe, 2011).

Pero hay momentos donde debemos utilizar la ilusión para materializar lo real. Para el gobierno guatemalteco, a pesar de trabajar a todo gas en ello, no existía genocidio alguno de los pueblos mayas, no estaban “quitándole el agua/pueblo al pez/guerrilla”, no había tal tierra arrasada.

Aníbal López, el ciudadano A-1 53167, no fue “simplemente” el artista contemporáneo más controvertido y provocador de Guatemala, es un reflejo de la sociedad superviviente a la guerra civil y a la nueva guerra contra la delincuencia, esa sociedad que está en dialéctica tensión autodestructiva: uno de sus hermanos murió en un destartalado hospital público, su hermano menor un pequeño narcomenudista fue descuartizado. El 30 de junio se “conmemora” el día del ejército, la madrugada del 29 de junio del 2000 Aníbal esparció por la Sexta avenida diez sacos de carbón molido: un recordatorio de las poblaciones convertidas en “carboneras”. Aunque los trabajadores de limpia intentaron quitar los restos vegetales quemados los militares terminaron marchando sobre el carbón y manchando sus uniformes verde olivo de negro.

La política de tierra arrasada, la masacre sistemática orquestada desde el Estado (masacre y burocracia, que bien concatenan) de cerca de 250,000 personas, en su mayoría indígenas, no fue un “exceso de los militares” es el resultado de una lógica de la gestión poblacional que comenzó en la colonia. La derrota de las fuerzas populares insurgentes en Centroamérica y México truncó las posibilidades de construir alternativas a la modernidad capitalista. En democracia o en dictadura desde México y el triangulo norte centroamericano seguiremos viendo el duro rostro del horror en el siglo XXI.

Resuena Walter Benjamin: “La tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de excepción” en que ahora vivimos es en verdad la regla.”. Sobre el charco de sangre de la derrota de las fuerzas insurgentes el panorama detrás de los aleccionadores anuncios de modernidad triunfante para el siglo XXI se intuía un continuum de catástrofes: La catástrofe es el progreso, el progreso es la catástrofe.

El sicariato como continuación de la política por otras vías (despojo y violencia)

11 Desde militares devenidos en guerrilleros hasta cristianos de la teología de la liberación.

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Cuerpos decapitados, cuerpos que se mecen en puentes peatonales, rostros desollados, toque de queda, desplazamiento forzoso, tiroteos, desconfianza generalizada, población vigilada por el Panóptico dual Estatal/Paraestatal del Halcón/C4. Las relaciones sociales han sido empujadas hacia formas de representación, de acción y de sentir que si no son del todo inéditas si son más desesperadas por la acción racional a ratos silente a ratos estruendosa de las necesidades del Capitalismo Mundial Integrado, del cual no debemos perder de vista, somos su periferia.

La Teoría de la Dependencia desarrollada, durante la década de los sesenta, en los territorios gestionados por los estados latinoamericanos “en vías de modernizarse” giró en torno a la relación binaria de parasitismo/necesidad entre los países del centro del Sistema – Mundo (primer mundo/mundo desarrollado) y la periferia expoliada que nunca se desarrollaría al nivel del centro debido a las oligarquías “lumpenburguesas” que en su función de aseguradoras y policías abrían las puertas a la creación de economías de enclave que no significaban otra cosa que fuga de recursos con una mísera retribución, para muestra las miles de hectáreas de “desiertos bananeros” en América Central, o los ferrocarriles de Porfirio Díaz que no conectaban poblaciones entre sí sino que conectaban a las minas con la frontera. De esta forma se replica la situación global a nivel local: colonialismo interno. Grandes masas poblacionales abandonadas a su suerte, al margen de los proyectos de desarrollo que llevarían a América Latina a la Modernidad.

Los dependentistas no erraron en el análisis ni en su solución, erraron en su interpretación al economizar todos los factores que operan en el conflictivo campo social y al redundar el “problema” del sujeto como cuestión de clase. El despojo colonial produjo subjetividades e imaginario(s), invisibilizadas al perderse en la búsqueda de encuadrar lo existente al tipo ideal del proletariado sin observar o minimizando la existencia de una enorme y heterogénea “constelación de los oprimidos” (y sus particulares resistencias).

La irrupción del Neoliberalismo en México a fines de los ochentas y principios de los noventas significo una verdadera ruptura con los modos societales del capitalismo interventor, lo que se tradujo en un empobrecimiento de las clases medias urbanas, una mayor precarización entre los pobres urbanos y una masiva marginación que forzó a los pobres del campo a migrar. Mientras tanto una pequeña minoría político-empresarial se enriquecía, a su sombra el narcotráfico se arraigaba en ese terreno social desolador.

Históricamente la modernidad burguesa re-compuso la forma de circular las ideas en el espacio público, el quiebre epistémico permitió discutir sobre la esfera del poder, lo que generó una paulatina inclusión de los subalternos, en el caso clásico la inclusión de la burguesía. Con la discusión pública de lo concerniente a la esfera del poder se crea una búsqueda de los consensos que dirime la diferencia política y sirve de cimiente a una democracia. Pero en la periferia – como señala Guha – la esfera de lo público es muy reducida, José Antonio Figueroa (2007) (siguiendo a Gramsci) concluye que en la periferia neocolonial los poderes prefieren usar la violencia al consenso, la violencia, de hecho es una estructura firme que se enraíza en las sociedades periféricas, anidando tanto en los espacios públicos como en los privados.

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La irrupción del neoliberalismo en la esfera de lo cotidiano (en términos marxianos desde el capitalismo del welfare state el capitalismo ya había “colonizado” la llamada esfera de la reproducción12) deprimió la calidad de vida, una consecuencia de la flexibilidad laboral fue la flexibilización de la vida. La vida comienza, al existir una ruptura con los imaginarios del Estado del Bienestar, a ser experimentada como una larga carrera de resistencia sin un fin concreto, a diferencia del tiempo pasado, donde se podía aspirar a un cierto status social, a la estabilidad laboral o simplemente experimentar la estabilidad que puede causar una pensión al fin de la vida laboral. Sin embargo, en las zonas fronterizas el sueño del Bienestar se perdió entre la arena del desierto y la luz mortecina de la maquila.

La violencia epidémica que se experimenta en Centroamérica y México es el reflujo de siglos de violencias: “la emergencia de estas prácticas atroces y su espectacularidad, rebasan el contexto del combate al tráfico de sustancias ilegales, y que se encuentran difuminadas en otros ámbitos y con otros actores. Se puede afirmar que estas prácticas preexisten al fenómeno desatado por la "Guerra contra el Narcotráfico'', y que, más bien, esta se anidó en una sensibilidad de alta tolerancia a la violencia previamente establecida y difuminada en espacios íntimos” (Díaz, 2012)

Las violentas pandillas conocidas como maras son una consecuencia de la guerra civil centroamericana que causo el desplazamiento forzoso de millones de hombres y mujeres “al norte”, recordemos que las maras surgen en los suburbios chicanos del este de Los Ángeles como fenómeno de imitación a las pandillas chicanas (los vatos locos) la pandilla es una institución que genera cohesión e identidad para los jóvenes inmigrantes, que nacieron con la guerra o vivieron la guerra, y en el nuevo territorio experimentaban de forma radical lo que Abdelmayek Sayed13 denominó “la doble ausencia”, la falta de arraigo “allá” y “acá”.

Y a su vez, las maras, son también consecuencia derrota de las fuerzas revolucionarias al triunfar la derecha conservadora neoliberalizante. Sin un proyecto social que atendiera a las poblaciones que habían sufrido la guerra. Inmediatamente después de la guerra comenzó “la terapia de choque” neoliberal. La investigación de Díaz aporta un dato que es revelador: “Mientras que para 2001 la cantidad de personas asesinadas entre 20 y 24 años fue de 585, para 2006 fue de 924 (incremento de un tercio). Por otro parte, el número de personas asesinadas entre los 15 y 19 años pasó de 309 en 2001 a 598 en 2006 (incremento duplicado).” Estos alarmantes datos adquieren un nuevo carácter cuando se diseccionan los 20 años de gobiernos de la ultraderecha neoliberal de ARENA: 14 “privatizó la banca y todas las empresas públicas, suprimió impuestos a las rentas altas y creó nuevas tasas para las rentas bajas, abrió las fronteras para la importación de productos agropecuarios, firmó el TLC con Estados Unidos, adoptó el dólar como moneda oficial y creó

12 Para una mayor exploración del tema se pueden consultar los aportes de la Internacional Situcionista al debate.13 La doble ausencia: De las ilusiones del emigrado, a los padecimientos del inmigrado. Abdelmalek Sayad, 2010, Barcelona, Anthropos14 Alianza Republicana Nacionalista, partido de extrema derecha fundao en 1980 por el siniestro Roberto d’Aubuisson quien tenía por alma mater la Escuela de las Américas y por vocación desaparecer y torturar “rojos”.

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diecisiete zonas francas, un limbo de legislación laboral de excepción, abusos y bajos salarios en las maquilas.” (Cúneo & Gascó, 2013).

Las maras no reconstruyeron (ni reconstruyen) el tejido social roto por la guerra, junto con las políticas estatales encaminadas a “armar los cimientos de un Estado neoliberal perfecto” profundizan su ruptura. Socialmente hablando las maras construyen identidades para todos esos “niños perdidos” que están al margen de las instituciones públicas o privadas, estas maras construyen “familia” no Comunidad15. El “abandono” y el habitar forzosamente los márgenes de las empobrecidas sociedades centroamericanas genera formas extremas de interacción con la sociedad y el Otro mediadas por la violencia territorial, al respecto es pertinente citar nuevamente a Díaz (2012) (quien se basa en una investigación de Zúñiga): “Para estos sectores de jóvenes, la violencia es una parte normalizada de las relaciones sociales, que atraviesa desde la propia corporalidad (el marcaje por tatuajes) hasta la eliminación del contrincante como única mediación con el Otro”. De la pandilla-familia al negocio transnacional del narco: “organizado desde la clica, la célula que controla un territorio, pero pronto fue evolucionando a grupos criminales relacionados con los cárteles de la droga de México.” La respuesta del ¿Cómo sucedió? No debería impresionarnos: “el crimen organizado ese que se arropa con el poder político y el poder económico, recorra este país con total tranquilidad —denuncia Guillén—. Aquí no hay una Fiscalía fuerte que investigue. La impunidad del pasado se está reproduciendo día a día en la impunidad del presente”. (Cúneo & Gascó, 2013).

No debemos dejar de lado que el enramado de opresiones que se inserta sobre cuerpos y colectivos periféricos es un proceso además de ser histórico/de larga duración es interseccional: mediación violenta con el Otro y la violenta cultura patriarcal que exacerba la violencia en México y Centroamérica son consecuencia de la matriz colonial de dominación que históricamente discriminó/violentó a “indios” y “mujeres”.

Franz Fannon teorizó que el mundo está dividido por una línea imaginaria construida desde el siglo XVI, esta línea marca la división entre la Zona del Ser y la Zona del No-Ser, las zonas de lo humano y las de los sub-humano, esta construcción imaginara se materializó con la expansión de los Imperios Coloniales y hasta nuestros días genera una división entre quienes gozan de “acceso a derechos humanos/ciudadanos/civiles/laborales.” (Grosfoguel, 2012) Y quienes día a día sortean las balas, el estado de excepción, la precariedad, la ausencia de derechos y son permeados por la desechabilidad.

Los procesos de larga duración que generaron intersección de opresiones actualmente se despliegan de forma más brutal, esta brutalidad del capitalismo gore se nota mejor en las estribaciones fronterizas ahí donde los pliegues de las Zonas del Ser y del No-Ser chocan, ahí donde se visualiza el capitalismo gore. Para Sayak Valencia el término gore no es una excentricidad académica sino que hace referencia “al altísimo porcentaje de vísceras y desmembramientos,

15 Un contraejemplo lo podemos encontrar en las mafias clericales chiitas que controlan los suburbios de Bagdad y al margen del Estado construyeron redes de asistencia y garantizan los servicios más básicos a la par del matoneo y la extorsión.

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frecuentemente mezclados con la precarización económica, el crimen organizado, la construcción binaria del género y los usos predatorios de los cuerpos, todo esto por medio de la violencia más explícita como herramienta de “necroempoderamiento”. El desdén por la vida del Otro es como se exploró líneas arriba un remanente acrecentado de la dominación colonial y del ejercicio del poder político de forma dictatorial, despótica y corrupta.

En el ámbito estrictamente económico se produce la categoría que Valencia denomina “Trabajo Distópico”, En los Grundrisse, Marx afirmó que “el valor de uso que el obrero tiene para ofrecer (en el intercambio con el capitalista) no se materializa en un producto, no existe fuera de él, ni siquiera existe en la realidad sino sólo en tanto posible, o sea como capacidad” es esta capacidad inmanente al trabajo la que valoriza al valor. En los terribles tiempos del trabajo distópico se traduce en el cuerpo mismo como mercancía, ya no como capacidad que se merca. Y sin retribución. El coltán de nuestros celulares y computadoras viene de minas controladas por milicias que hacen uso de mano de obra esclava, las redes transnacionales de trata de mujeres y niños como la red de Tenancingo, Tlaxcala (México) o los casos repartidos por toda la geografía mexicana de uso de mano de obra esclava en la siembra, cosecha y “empaquetado” de enervantes, casi siempre son migrantes centroamericanos secuestrados quienes son usados una temporada como esclavos por los carteles, casi un curso propedéutico antes de ejecutar las mismas labores en los campos agro-tecnológicos de Estados Unidos. El capitalismo financiero compra los conocimientos: ahí está el capitalismo cognitivo con el Silicon Valley y su reverso en Bombay. El capitalismo gore también incorpora al mercado el conocimiento, no por nada los ejércitos del narco se iniciaron con la contratación de Kaibiles, exmiembros del Batallón Atlacatl o de los GAFES que combatieron el levantamiento zapatista.

Mbembe (2011) habla sobre la relación entre estos grupos y la depredación de los recursos, principalmente los mineros, tres ejemplos rápidos en Michoacán (México, costa del pacifico) los cárteles locales controlan la producción agrícola y hacen extracciones no reguladas de mineral de hierro el cual es embarcado a China desde el puerto de Lázaro Cárdenas. En el vecino estado de Guerrero es un secreto a voces que la minera canadiense Goldcorp decidió armar a los sicarios del cártel guerreros unidos para que exterminaran a los ejidatarios opositores al proyecto de minería a cielo abierto en Carrizalillo. En Honduras los latifundistas de la palma aceitera hacen mano del sicariato para acabar con los siempre intransigentes campesinos. En el sicariato coinciden los intereses de facciones del Estado, multinacionales y los grupos armados criminales siempre en vías de despojar a comunidades de sus recursos.

La masacre se convierte en una forma cotidiana de regular la fuerza de trabajo desechable. Leyendo con atención el capítulo I del libro primero del Capital podemos entender también porque no se les/nos puede matar a todos. La necropolítica es también una gestión del trabajo.

La seguridad se convierte en ideología estatal, el 9/11 catapultó al contraterrorismo para volverlo una forma de gestión de lo político, ¿pero que sucede en lugares donde la fuerza estatal juega del lado de quienes debería combatir? ¿Qué sucede cuando los delincuentes salieron de las filas de los cuerpos de elite del ejército y la policía? ¿Qué hacer cuando la población civil queda a dos fuegos

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entre las legislaciones de “excepción” y antiterroristas de los Estados y la violenta extorsión del sicario?

La guerra contra el narco se acrecentó debido a la interacción entre distintas facciones del capital sucio, la operación “para erradicarlos” del gobierno federal y por las propias fracciones de las estructuras del estado que fungen como reguladoras de lo ilegal aliándose con estos grupos, “los agentes del Estado en la regulación del ilegalismo” en palabras de Antonio Fuentes Díaz. No es una simple coincidencia que la Brigada Blanca ese organismo estatal de excepcionalidad que persiguió, desapareció y asesinó a los disidentes entre los años setenta y ochenta haya sido el embrión del narco-negocio en los noventas.

El narco es una actor político que influye en (y puede llegar a detentar) la toma de decisiones. De la simbiosis con la clase política corrupta se produce ese fenómeno mortal del sicariato como continuación de la política por otras vías, la utilización de estos escuadrones de la muerte para disciplinar poblaciones rebeldes, dar “advertencias”, desaparecer o asesinar opositores políticos es la arista más cruel de la necropolítica. En Los Condenados de la Tierra Fannon esboza y desnuda las formas coloniales de gobernar entre la coerción y la simulación, el policía y el cuartel. En un ambiente necropolítico la gestión gobierno-población-territorio se modifica: “Las tecnologías de destrucción son ahora más táctiles, mas anatómicas y sensoriales (…) la generalización de la inseguridad ha acrecentado la distinción entre aquellos que llevan armas y aquellos que no las llevan” (Mbembe, 2011).

La dominación violenta genera respuestas sociales violentas, el vasto desierto ideológico (quizás deseado/amado solo por Fukuyama) crea respuestas brutales y a-politizadas, generando horizontes distópicos; a diferencia de la guerrilla social del siglo pasado que a través de las armas intentó materializar un horizonte utópico comunitario. Actualmente experimentamos el reverso distópico: El narco como guerrilla asocial que más que enfrentar se mueve a través del Estado gracias a su capacidad monetaria para corromper y cooptar, además de sus increíbles arsenales16.

El que existan diversos grupos que ejercen las atribuciones estatales del “monopolio exclusivo del uso de la fuerza” y ejerzan las atribuciones de soberanía solo se puede dar porque se ha roto “La afirmación de una autoridad suprema en un espacio político particular (…) en lugar de esto, se dibuja un patchwork de derechos de gobierno incompletos que se solapan, se encabalgan, donde abundan las distintas instancias jurídicas de facto geográficamente entrelazadas, las diversas obligaciones de fidelidad, las soberanfas asimetricas y los enclaves.” (Mbembe, 2011).

Al respecto de esta modalidad de guerra dice Mbembe (2011) “la guerra no tiene lugar entre los ejércitos de dos Estados soberanos, sino entre grupos armados que actúan bajo la máscara del Estado, contra grupos armados sin Estado pero que controlan territorios bien delimitados; ambos bandos tienen como principal objetivo la población civil, que no está armada ni organizada en milicias.” La población civil muere cuando la mara rocía un camión de transporte urbano con gasolina porque el chofer no pagó su cuota, civiles mueren cuando sicarios rafaguean un bar que

16 Basta con mirar cualquier operativo para dar cuenta de esto.

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no pago derecho de piso, civiles mueren cuando militares disparan contra su vehículo “por no detenerse”.

Esta guerrilla a-social podría definirse, Mbembe lo hace, como una máquina de guerra. Para Deleuze/Guattari (1996) las maquinas de guerra implicaban el agenciamiento entre espacio, hombres (armados puntualiza Mbembe), tecnología y la capacidad de territorializarse/desterritorializarse. Para Tiqqun (2014) una máquina de guerra es siempre una sociedad, es decir se escinde de la sociedad total para configurarse aparte, es en esa separación donde las maquinas de guerra ganan la capacidad de depredar a la parte de la que se escindieron.

Toda máquina de guerra tiene un elemento cultural oculto o latente. El narco es no solo un negocio multimillonario, es una fábrica de imaginario(s) El narcocorrido, el rap malandro son vehículos de difusión de estos imaginarios. Las actividades delictivas para las poblaciones abandonadas por las políticas públicas son una vía rápida para conseguir dinero, elevar la capacidad de consumo, obtener prestigio social y un lugar dentro del imaginario popular. Citando al Comité Invisible: “Los que han encontrado en las vías criminales menos humillación y más beneficios que en la limpieza de suelos no entregarán sus armas, y la prisión no les inculcará el amor a la sociedad.” (Comité Invisible, 2009)

El conflicto permea la individualidad. Los cuerpos mutilados son mensajes insertados, a la fuerza, en un circuito comunicacional “normal”, es decir sobre el plano del desenvolvimiento de la vida cotidiana, por eso el puente peatonal, la avenida central; el fin es dejar un mensaje de desechabilidad que es leído por los demás cuerpos. Actualmente miles socializan entre la idea de su propia desechabilidad y el relumbre de la opulenta vida narca.

(in)Conslusiones

En los países neoliberalizados analizados lo único que ha contenido el estallido social ha sido la inclusión de amplias franjas de la población en la economía gris o negra (Valencia, 2010) morir por no pagar una cuota se ha convertido en lo “racionalmente” aceptable. La respuesta no está en simplemente en mirar hacia otro lado y pensar que estamos tratando con pueblos idiotas, porque precisamente hace 500 años las cosas comenzaron así… la construcción de subjetividades dóciles al poder, la violencia cotidiana que permea en todos los espacios debido a la ausencia de una de-colonización de las formas de socializar/convivir/vivir.

¿Cómo vamos a resistir y trascender esta situación? El Estado mexicano (y el guatemalteco, el hondureño y el salvadoreño) es una amalgama de facciones corrompidas que no podrá detener la catástrofe, porque esta germinó en él. La puesta en escena de una “solución militar” da cuenta de ello. La necropolitica es una coalición entre “delincuentes, oligarcas y burócratas”, sin enunciarlos sabemos quiénes fueron los que enviaron a esos jovencísimos sicarios que torturaron y asesinaron a Don Trini por organizar a los nahuas para que re-tomaran sus expoliados territorios (con yacimientos mineros) que habían sido apropiados por un diputado de cierto tricolor partido. Sabemos quienes saben donde están los 43, y porque asesinaron a mientras recogía flores y semillas horas antes del congreso. Sabemos quién ordeno la masacre de la Narvarte. No solo las

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muertes de los activistas duelen. En este país-tumba todas las muertes que ha generado esta necropolitica duelen.

Mi respuesta está en las palabras del Comité Invisible: “Ante la evidencia de la catástrofe, están los que se indignan y los que actúan, los que denuncian y los que se organizan. Nosotros estamos del lado de los que se organizan”. Es una perspectiva de trabajo arduo desmontar las intersecciones de opresión del sistema-mundo capitalista/patriarcal/occidentalocéntrico/moderno/colonial. Señales aparentemente inconexas comienzan a aparecer con mayor frecuencia por el orbe, se impugna lo establecido, advertimos que no creemos en determinismos históricos, no necesariamente vendrán tiempos mejores. Pero no claudicaremos ante las necropolíticas.

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