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135 Con este artículo no se pretende una exposición teórico-filosófica, un análisis epistemológico profundo o una evolu- ción fáctico-bibliográfico sobre la Geo- grafía crítica o marxista, sino más bien una reflexión personal acerca de varias cuestiones que no han cesado de inquie- tarme tras varios años de observar la rea- lidad a través del prisma de la docencia universitaria y la investigación geográfi- ca. Desde los tiempos de estudiante me abrumaron las dudas acerca del origen, destino y utilidad de la Geografía . De las dudas surgieron infinidad de pregun- tas que pocas veces encontraron respues- ta en la bibliografía al uso y mucho me- nos en los profesores. En los primeros años como docente intenté provocar el debate entre colegas universitarios a la menor ocasión, pero la verdad es que el éxito fue escaso, y si alguno de ellos se prestaba de ves en cuando a la discusión epistemológica era por caridad más que por convencimiento. ¿Tiene sentido actualmente una geografía marxista en la universidad española? José Antonio Segrelles * * Universidad de Alicante (España), Departamento de Geografía Humana Desde muy temprano asumí que no podría considerarme geógrafo mientras no fuera capaz de responder con acierto, entre otras muchas, a las siguientes cues- tiones: ¿Qué es la Geografía? ¿Para qué sirve? ¿Qué utilidad social tiene? ¿La in- vestigación geográfica debe ser teórica o aplicada? ¿Por qué motivo la Geografía ha sido tradicionalmente tan poco res- petada por otros profesionales? ¿Deben estar juntas o separadas la Geografía y la Historia? ¿En qué consiste realmente la síntesis geográfica? ¿Por qué se sacraliza a la región como objeto específico en los estudios geográficos? ¿Qué es lo que se- para y une a la Geografía Física y a la Geografía Humana? ¿Cómo se debe abordar el análisis del espacio? ¿Pueden los enfoques posibilista o neopositivista explicar con eficacia la dinámica espa- cial? ¿Por qué son tantos los geógrafos que se declaran eclécticos respecto a los enfoques y métodos empleados? ¿Por qué razón, en líneas generales, las cuestiones Rev. Geog. Venez. Vol 40(1) 1999, 135-158

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Con este artículo no se pretende unaexposición teórico-filosófica, un análisisepistemológico profundo o una evolu-ción fáctico-bibliográfico sobre la Geo-grafía crítica o marxista, sino más bienuna reflexión personal acerca de variascuestiones que no han cesado de inquie-tarme tras varios años de observar la rea-lidad a través del prisma de la docenciauniversitaria y la investigación geográfi-ca. Desde los tiempos de estudiante meabrumaron las dudas acerca del origen,destino y utilidad de la Geografía . Delas dudas surgieron infinidad de pregun-tas que pocas veces encontraron respues-ta en la bibliografía al uso y mucho me-nos en los profesores. En los primerosaños como docente intenté provocar eldebate entre colegas universitarios a lamenor ocasión, pero la verdad es que eléxito fue escaso, y si alguno de ellos seprestaba de ves en cuando a la discusiónepistemológica era por caridad más quepor convencimiento.

¿Tiene sentido actualmente una geografía marxista en launiversidad española?

José Antonio Segrelles*

* Universidad de Alicante (España), Departamento de Geografía Humana

Desde muy temprano asumí que nopodría considerarme geógrafo mientrasno fuera capaz de responder con acierto,entre otras muchas, a las siguientes cues-tiones: ¿Qué es la Geografía? ¿Para quésirve? ¿Qué utilidad social tiene? ¿La in-vestigación geográfica debe ser teórica oaplicada? ¿Por qué motivo la Geografíaha sido tradicionalmente tan poco res-petada por otros profesionales? ¿Debenestar juntas o separadas la Geografía y laHistoria? ¿En qué consiste realmente lasíntesis geográfica? ¿Por qué se sacralizaa la región como objeto específico en losestudios geográficos? ¿Qué es lo que se-para y une a la Geografía Física y a laGeografía Humana? ¿Cómo se debeabordar el análisis del espacio? ¿Puedenlos enfoques posibilista o neopositivistaexplicar con eficacia la dinámica espa-cial? ¿Por qué son tantos los geógrafosque se declaran eclécticos respecto a losenfoques y métodos empleados? ¿Por quérazón, en líneas generales, las cuestiones

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epistemológicas despiertan tan poco in-terés entre la comunidad de geógrafosespañoles?

Algunas respuestas se intuyeron rá-pidamente. Para la contestación de otrasfueron necesarios varios años de lectu-ras constantes y un ápice de reflexión.Debo confesar sin rubor que las clavespara comprender y explicar mejor laGeografía y para detectar con eficacia laverdadera esencia del origen, evolucióny perspectivas de los hechos geográficoslas encontré, tras el estudio de otros en-foques y obras que han jalonado el de-venir de la Geografía, en la teoría mar-xista, bien a través de los escritos de lospensadores clásicos como K. Marx. F.Engels o V.I. Lenin, bien de los de geó-grafos como E. Reclus, D. Harvey, J.R.Peet, W. Bunge, Y. Lacoste, M. Quaini,H. Capel o Milton Santos.

Es cierto, como señala Y. Lacoste(1976), que K. Marx y F. Engels mani-festaron escaso interés por el espacio yla Geografía, incluso nula consideraciónpor la figura y la obra del geógrafo anar-quista E. Reclus. Sin embargo, ello nodebe constituir motivo para despreciarla enorme utilidad de la metodología ylos esquemas conceptuales marxistas enel análisis de las relaciones de produc-ción y la sociedad del mundo capitalis-ta, que precisamente es el mundo en elque vivimos y trabajamos. En la medidaen que estas relaciones socio-producti-vas se desenvuelven sobre un sustratoespacial no puede servir de argumentodescalificador el hecho de que Marx «ol-vidara» a la Geografía en sus plantea-

mientos teóricos. Además, entre los geó-grafos marxistas, sobre todoanglosajones, lo que prima es la opiniónde que primero se debe abordar el análi-sis de los procesos sociales, dejando ensegundo término las cuestiones espacia-les, es decir, siguiendo un procedimien-to inverso al que imperaba en la Geo-grafía teorético-cuantitativa, toda vezque la consideración de que el espacioes un producto social constituye una delas conceptualizaciones fundamentalesde la Geografía marxista.

¿Es útil el análisis marxista enla geografía actual?

Asumo plenamente que sólo la simplelectura del título de este artículo, y porsupuesto su posterior desarrollo, incite amuchos lectores a pensar que a lo largode estas páginas se intenta la resurrec-ción de un «cadáver» mediante plantea-mientos decimonónicos, trasnochados,pasados de moda o ajenos a la realidadgeográfica de nuestros días. Esta posturaes hasta cierto punto lógica si tenemosen cuenta que el «cadáver» en cuestiónnunca tuvo demasiada vida en la Geo-grafía española, pues la existencia de al-gunos geógrafos marxistas no significaque dicho paradigma haya influido deforma sensible en la ciencia geográficacultivada en España, ni siquiera que sepueda hablar de un cohesionado y dura-dero grupo marxista de geógrafos, al con-trario de lo que ha sucedido, por para-dójico que parezca, en el mundo anglo-

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sajón. Es en Barcelona donde la Geogra-fía crítica y el interés por los aspectosteórico-conceptuales de la ciencia geo-gráfica han tenido un arraigo mayor, so-bre todo debido a la labor de dos revistasque merecen ser destacadas: Geo-Críti-ca, fundada en 1976 por H. Capel en laUniversidad de Barcelona, y Documentsd’Anàlisi Metodològic en Geografia, de laUniversidad Autónoma-Bellaterra. Ade-más de difundir entre los geógrafos es-pañoles las ideas de varios autores críti-cos internacionales, estas publicacionesperiódicas han tratado desde sus iniciostemas que se corresponden con los pro-blemas, necesidades y demandas de lasociedad desde una óptica crítica. Noolvidemos que Geo-Crítica se subtitulaCuadernos Críticos de Geografía Huma-na, lo cual demuestra sus intenciones yobjetivos prioritarios, es decir, una críti-ca de la Geografía y desde la Geografía,según consta en la presentación de lapropia revista.

Asimismo, el dinamismo de variosgeógrafos españoles fue capaz de organi-zar en 1983 una Reunión Científica so-bre Geografía y marxismo, pero esta ini-ciativa no deja de ser un caso aislado queapenas ha influido en grupos amplios deinvestigadores. Una prueba fehacientede dicho aserto es que en la AportaciónEspañola al XXVIIº Congreso de la UniónGeográfica Internacional, celebrado enWashington en 1992, no figura ningúnartículo dedicado a la Geografía marxis-ta, cuando existen colaboraciones diver-sas que tratan sobre la enseñanza de laGeografía, las nuevas técnicas en la in-

vestigación geográfica, la Geografíacuantitativa, la Geografía de la percep-ción, la Geografía histórica, la Geogra-fía regional, las distintas ramas de laGeografía Física y la Geografía Humanae incluso sobre Geografía y literatura.

No son pocos los intelectuales y uni-versitarios (entre los que se encuentranmuchos geógrafos) que bien por acción,bien por omisión, muestran una obsesióndesmedida por enterrar a Marx, cuandono se refieren con sarcasmo y suficien-cia a una doctrina filosófica que elloscatalogan como superada y obsoleta, sintener en cuenta que el marxismo encie-rra un cuerpo teórico poderoso y actualque permite no sólo comprender y trans-formar el mundo que habitamos median-te eficaces instrumentos de análisis, sinotambién explicar aquellos fenómenosque normalmente calificamos como geo-gráficos.

La caída del muro de Berlín (noviem-bre 1989) y el posterior desmembramien-to de la Unión Soviética (diciembre1991) marcó el principio del fin de unosregímenes totalitarios, burocráticos eineficientes, pero no puede sostenerse deforma demagógica que la expiración delsocialismo real equivale al ocaso del pen-samiento marxista. Según puso de ma-nifiesto J. Albarracín en una conferen-cia pronunciada en la Universidad deAlicante en 1994, el marxismo no es unsistema inmutable, dogmático e inerte,pues aprende de la práctica, se ve influi-do por ella y está en continuo desarro-llo. El marxismo está abierto e incorporamuchos de los movimientos que apare-

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cen en la actualidad, como por ejemploel ecologismo, la emancipación de lamujer, la convivencia de los pueblos o laintegración de las minorías étnicas. Enpalabras del filósofo francés J. Derrida(1995), el marxismo sigue siendo nece-sario e indispensable para luchar contrala injusticia y la desigualdad, siempre ycuando se le transforme y adapte a lasnuevas condiciones. La esencia de estasideas ya fueron defendidas en su día porV.I. Lenin cuando señaló que no se pue-de enfocar en absoluto la teoría marxis-ta como algo acabado e intangible, puesMarx y Engels sólo colocaron las piedrasangulares de la ciencia que los marxistasdeben impulsar en todas direcciones, sino quieren quedar rezagados en la vida(BUZUEV y GORODNOV, 1987). Di-cho planteamiento representa un autén-tico reto que debería hacer reflexionar alos geógrafos españoles si pretendemosque la Geografía que cultivamos tengautilidad social o, por lo menos, que estémás cercana a la realidad de los fenóme-nos estudiados.

A pesar de que la Geografía crítica esprácticamente inexistente en la Geogra-fía española actual, la utilidad del análi-sis marxista para explicar un mundo quecamina de manera decidida hacia laglobalización y la total liberalización co-mercial debería quedar fuera de todaduda, pues aparte de su reconocida vali-dez interpretativa de las sociedades ca-pitalistas, qué duda cabe que estas ten-dencias mundiales influirán en la trans-formación acelerada de los espacios me-diante la intensificación de las relacio-

nes productivo-sociales existentes y enel nacimiento de otras de nuevo cuño.

La teoría marxista se encuentra per-fectamente capacitada para detectar yexplicar dichas relaciones, sobre todo sitenemos en cuenta que la economía delos países se basa cada vez más en la es-peculación (economía especulativa) queen la creación de riqueza (economía pro-ductiva). Basten dos datos al respecto:menos del 5% de los intercambios mo-netarios que se producen en el mundocorresponde al comercio de bienes omercancías (ESTEFANIA, 1996), mien-tras que el volumen estimado de movi-mientos de capitales que circulan de for-ma permanente a través de las «autopis-tas de la información» y al capricho delas tasas de intercambio, es decir, ejer-ciendo una especulación financiera sinlímites, asciende a 1’2 billones de dóla-res (PETRELLA, 1996). Esto significaque la economía se está desmate-rializando a pasos agigantados, pues cadavez el poder reside menos en la propie-dad material (tierras, fábricas, recursosnaturales) y más en el control de facto-res inmateriales, como por ejemplo, lainvestigación científica, la alta tecnolo-gía, la publicidad, las finanzas o los me-dios de comunicación (TOFFLER,1992).

La riqueza, centrada en la creaciónde instalaciones fabriles, infraestructurasy equipos, constituye la parte más visi-ble de la realidad espacial, pero no de-bemos olvidar que el espacio geográficono se reduce al paisaje observable, pueslos fenómenos y relaciones menos visi-

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bles también permiten comprender laorganización del espacio, y quizá conmayor intensidad. Este es el caso de lospoderes políticos, sociales y económicos,de las relaciones y conflictos sociales, dela toma de decisiones, de los flujos delcapital, de la difusión de innovaciones,de los mercados o de las economías ex-ternas, factores que tienen una influen-cia decisiva en la transformación del es-pacio y que no suelen contemplarse enlas investigaciones geográficas tradicio-nales, abordadas bajo el prisma de enfo-ques que no disponen del mismo apara-to metodológico que el marxismo.

La mundialización del capital, queescapa por completo al control de losEstados-nación, está acelerando con ra-pidez la globalización del sistema produc-tivo y de las inversiones, al mismo tiem-po que genera la integración de los flu-jos comerciales por grandes regiones.Además, estimula a su vez la mun-dialización de las empresas, estrategias ymercados mediante inversiones directasen el extranjero y deslocalizaciones, fu-siones y alianzas empresariales. Es evi-dente que el capital, en sus vertientesproductiva y financiera, además de creary transformar los espacios, configura yarticula su propio espacio impulsado porsu dinámica interna. Incluso actualmen-te se puede observar en los países desa-rrollados el notable negocio que repre-senta el fomento de los valores ecológicospor parte de los mismos agentes que hancontribuido a su deterioro, así como lagradual transformación de los espaciosrurales, cada vez más sometidos a los dic-

támenes del mercado, en bienes de con-sumo desde su tradicional papel produc-tor. Quizá esa publicidad que intentaimpulsar el turismo verde e interior desdelas más diversas instancias no sea taninocente como aparenta si advertimos elprogresivo agotamiento del modelo tu-rístico litoral de sol y playa.

Por lo tanto, no parece exageradoafirmar que posee más poder de trans-formación del territorio el consejo deadministración de una gran compañía,o una asociación de empresarios, quecualquier legislación reguladora de losusos del suelo o que una legión de geó-grafos y técnicos ejerciendo una Geogra-fía aplicada. No hay que olvidar que ennumerosas ocasiones determinadas em-presas, o los propios poderes públicos,que a veces actúan como correa de trans-misión de esas firmas, encargan proyec-tos a las Universidades con el objeto deque las conclusiones de la investigaciónrespondan a sus intereses.

Pensar que algún día, en el estado decosas actual, se pueda lograr una orga-nización armónica del territorio consti-tuye una actitud candorosa porque pre-cisamente es en el desorden y en la des-organización donde el capital, fiel a suesencia inmanente, se mueve a sus an-chas para generar beneficios. La desar-monía de los elementos espaciales semanifiesta incluso caótica para el profa-no, pero el investigador avisado debesaber que detrás de la simple aparienciaocular se esconde un espacio muy bienorganizado en el que cada elemento, ysus relaciones con los demás factores, tie-

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ne una función específica dentro del sis-tema. Un ejemplo diáfano lo constituyela localidad almeriense de El Ejido, don-de los requisitos del omnipresente y di-námico cultivo en invernadero (v.gr.superficies para las explotaciones, indus-trias y suministradores de medios de pro-ducción, servicios auxiliares, mano deobra abundante, generalmenteinmigrada) ha generado una ciudaddura, inhóspita, contradictoria, donde lascondiciones de vida son alienantes de-bido al intenso tránsito de vehículos, ala alta contaminación ambiental, a laanarquía en la disposición de los edifi-cios, a la ausencia de zonas verdes o lu-gares de ocio y recreo y al surgimientode ciertos brotes de xenofobia hacia lostrabajadores foráneos, sobre todomagrebíes. Sin embargo, aparte de ofre-cer una elevada actividad de médicosespecialistas en el aparato respiratorio yuna tasa de suicidios muy alta, en estelugar encontramos una de las mayoresconcentraciones de entidades bancariaspor habitante de todo el país (?).

La decisiva influencia de los flujos delcapital como creadores y transformado-res del espacio y de los centros de podercomo organizadores del territorio(SANCHEZ, 1981) no suele ser objetode atención en las investigaciones geo-gráficas de corte clásico o regionalista.Aquí es donde verdaderamente sería útiluna auténtica perspectiva global eintegradora en el momento de acometerel estudio de los espacios. Sin embargo,el dominio de la teoría marxista puedeproporcionar respuestas muy valiosas

para comprender la dinámica espacial,entre otras razones porque el marxismoestá desprovisto de la ingenuidad queexhiben, consciente o inconscientemen-te, otros enfoques geográficos. ¿O es quelos millones de parados en España y Eu-ropa, la creciente precarización econó-mica y laboral, los problemas ecológicos,los conflictos urbanos, la destrucción dela agricultura, las oleadas inmigratorias,el rechazo hacia el Estado del bienestar,el desarrollo de las privatizaciones de lasempresas públicas, la progresiva pérdidade protagonismo por parte del Estado, ladivinización del mercado, la liberaliza-ción comercial o la pésima distribuciónde la riqueza no van a tener su corres-pondiente reflejo en el espacio? Anteeste panorama no queda más remedioque pensar que el legado marxista siguevivo como instrumento interpretativo dela realidad y que F. Fukuyama (1992) seha equivocado.

La investigación geográfica

La suavización de la «guerra fría» y lamás libre circulación de ideas, la crisis yla desigualdad crecientes en los paísesdesarrollados, el deterioro de las condi-ciones de vida en las ciudades, los con-flictos sociales, el proceso de descoloni-zación, los grandes problemas de los paí-ses subdesarrollados, los movimientospacifistas, las reivindicaciones estudian-tiles o los problemas ecológicos, fueron,entre otros factores, el principal caldo decultivo para que a finales de los años se-

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senta surgiera un nuevo movimiento crí-tico en las ciencias sociales, sobre todoen la Sociología, la Economía y la Histo-ria, que afectó también a la Geografía(CAPEL, 1981). Desde este momento secuestionan los fundamentos conceptua-les y la eficacia metodológica del enfoqueneopositivista y se resalta su incapacidadpara dar respuesta a dichos problemas.

Fiel a su origen, los principales temasabordados por la Geografía marxista ca-minan en el mismo sentido: la pobreza ylos pobres, los grupos sociales margina-dos, la repercusión espacial de las con-tradicciones de clase entre los países de-sarrollados y subdesarrollados, los proce-sos de acumulación capitalista, la depen-dencia de los mecanismos del mercado,los conflictos sociales, el problema de laaccesibilidad espacial y social a los ser-vicios públicos esenciales, el subdesarro-llo, la dialéctica centro-periferia, losmodelos geográficos del imperialismo, laexplotación del campo por la ciudad ola proletarización del campesinado.

Si bien el mero enunciado de estastemáticas ya produce una clara asocia-ción mental con el tratamiento críticode las mismas, la verdad es que la filoso-fía marxista constituye una forma espe-cial de razonar que la hace válida para lainterpretación y comprensión de cual-quier hecho geográfico. Pese a ello, laGeografía española, salvo casos excep-cionales, nunca asumió este paradigmade forma generalizada, quizá por miedo,quizá por conservadurismo o tal vez poruna serie de prejuicios que hacen malapareja con la ciencia.

No obstante, es justo destacar que enel seno de las últimas corrientes geográ-ficas que han aparecido en España se haproducido una aproximación muy inte-resante entre el marxismo y la vertientefenomenológica de la Geografía huma-nista. Incluso algunos geógrafos de iz-quierda, como D. Ley o M. Quaini, man-tienen viva la esperanza de que un pro-greso teórico de la Geografía humanistapueda llevar al redescubrimiento de unnuevo materialismo histórico que ha sidodenominado humanismo marxiano. Estono significa que ambos enfoques seanfáciles de conciliar, ya que elfenomenológico presenta grandes difi-cultades para concebir la sociedad ex-terna al individuo, no supera la dicoto-mía entre lo objetivo y lo subjetivo y,además, separa lo inseparable, es decir,lo que se halla dialécticamenteinterrelacionado (GARCIA RAMON,1985).

En cualquier caso, se puede afirmarsin gran margen de error que entre losgeógrafos españoles no ha habido nun-ca un abandono sensible de los enfoquesposibilistas heredados de la escuela re-gional francesa hace ya varias décadas.Es más, algunos colectivos de geógrafosen las universidades españolas reivindi-can en la actualidad la recuperación delos conceptos región y paisaje, en ocasio-nes enmascarados detrás de la denomi-nación de lugar (TUAN, 1974), como sialguna vez hubieran dejado realmente deexistir y haciendo vano el largo caminorecorrido hasta ahora por la ciencia geo-gráfica. Esta rehabilitación de los funda-

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mentos vidalianos se lleva a cabo mu-chas veces mediante la combinación delos enfoques regionales clásicos con lasaportaciones más recientes de la Geogra-fía humanista y de la Geografía de la per-cepción, a lo que se debe añadir la intro-ducción más o menos generalizada denuevos elementos teóricos y sobre todoinstrumentales, como la estadística y lainformática. Lo cierto es que esta relativamodernización no es tal, sino que repre-senta en realidad una auténtica cortinade humo que sirve para ocultar, quizá deforma inconsciente, enormes carenciasteóricas y agudas dificultades para apre-hender las relaciones socio-económicasque se producen en un espacio concreto.

La herencia regionalista, grabada afuego en el espíritu de la mayoría de losgeógrafos españoles, ha impregnado detal modo el talante de los investigadoresque sus esquemas y conceptos se repro-ducen casi mecánicamente hasta en elanálisis de temas que en apariencia nadatienen que ver con la síntesis regional.Es decir, la tradicional rigidezmetodológica de las monografías regio-nales españolas (primero el análisis delos diversos componentes del medio físi-co, después el de las actividades huma-nas y, finalmente, las interrelaciones quese establecen), debido en parte a que yano quedan regiones naturales, humanaso culturales por estudiar, se traslada alestudio de temáticas más actuales yatractivas, pero en ellas se aprecia el ní-tido predominio de una abusiva e ino-perante descripción de la informaciónque previamente ha sido recogida, clasi-

ficada, distribuida y cartografiada. Lamayor parte de las veces se trata de unsincretismo basado en una mera yuxta-posición de datos. Lo mismo da que seestudien los sistemas de transporte, elsector agrario, el turismo, el comercio,las ciudades o la población. Casi siem-pre aparecerán indefectiblemente idén-ticos esquemas, ofreciendo una imagensesgada, irreal y parcial de los fenóme-nos analizados y del mundo.

Por supuesto, la utilización de técni-cas más o menos sofisticadas (v.gr. Sis-temas de Información Geográfica, esta-dística, cartografía automática oteledetección) contribuye aún más a va-ciar de contenido la Geografía que secultiva de modo habitual, ya que pocosinvestigadores se plantean que estosmedios técnicos no son un fin en sí mis-mos, sino unas herramientas, eficaces sise quiere, que deben estar al servicio deuna posterior interpretación y explica-ción del espacio.

Asimismo, como señalan Mª.D.García Ramón y J. Nogué (1992), lo fun-damental es la adquisición de una sólidabase teórica, tanto en la enseñanza uni-versitaria como en la investigación, «queasegure una cierta coherencia en la elec-ción y en el uso de estas técnicas». Estasprioridades se encuentran invertidas enla actualidad, pues mientras los nuevosplanes de estudios de Geografía inclu-yen estas materias de tipo técnico, ne-cesarias por otro lado, siguen siendo in-capaces de cubrir el claro déficit en teo-ría social que hasta el momento presen-te ha exhibido la Geografía española.

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A este respecto, el marxismo puedeaportar la base teórico-filosófica impres-cindible para que los estudios geográfi-cos no se limiten a un simple manejo detécnicas novedosas, a un repertorio dedatos, combinados con mayor o menorfortuna, y a comentarios descriptivos delos mismos. El primer paso para lograresta meta iría encaminado a desembara-zarnos de una vez por todas de aquellosprejuicios que impiden ver la realidadbajo el falso estandarte del apoliticismoo de la falta de ideología que esgrimen, aveces con orgullo, muchos geógrafos, yaque, como señala muy bien D. Harvey(1977), la ciencia no es neutral y todapretensión de carecer de ideología esnecesariamente una pretensión ideoló-gica.

No debemos olvidar que tanto laGeografía como la propia Universidadson un reflejo fiel de las tendencias so-ciales. En un mundo dominado por laidea de lo «políticamente correcto» y poruna falsa e interesada visión de la demo-cracia, lo que predomina en la actuali-dad entre los geógrafos, y otros científi-cos, es la tibieza, el consenso y el recha-zo a toda polémica política o intelectual.Nunca entendí por qué el debate des-pierta condenas tan agrias en ciertos in-dividuos. Una vez que las posturas críti-cas pasaron de moda y tuvieron su utili-dad, pues no perdamos de vista que a fi-nales de los años sesenta y comienzos delos setenta la aureola progresista de mu-chos investigadores les impulsó hasta lascátedras, resulta improcedente y de maltono seguir un enfoque marxista en la

Geografía. Por lo tanto, apostar hoy endía por el cultivo de un enfoque geográ-fico crítico no proviene del capricho deuna moda pasajera o de una aguda mio-pía científica, sino de una reflexión hon-rada y del conocimiento previo de lasotras corrientes de las que la Geografíaha hecho acopio en su evolución. Misreticencias hacia otras formas de hacerGeografía no son arbitrarias, sino másbien la consecuencia nítida de una re-acción positiva ante una interpretaciónespacial tradicionalista e irreal que se haintentado inculcar de forma mecánica yhacer pasar por verdadera. De modo quese puede afirmar que el geógrafo críticono nace, sino que se hace, y esto en cual-quier tiempo y lugar. Bien conocida portodos es la evolución intelectual de al-gunos geógrafos radicales como D.Harvey o W. Bunge.

Sí es más frecuente, sin embargo, quelos geógrafos detractores de la filosofíamarxista la rechacen a priori en nume-rosas ocasiones, sin reflexión y sin haberleído ninguna obra clásica al respecto,sólo movidos por prejuicios ancestralesy por el impulso de los sentidos más quepor el pensamiento. Una incongruenciadivertida la encontramos en aquellosgeógrafos que huyen de cualquier razo-namiento crítico, declarándose expresa-mente no marxistas, y utilizan sin saber-lo, de forma inconsciente, muchas de lasbases teórico-filosóficas y prácticas esta-blecidas por Marx y Engels, ya que losanálisis de este completo sistema inte-lectual son tan lógicos y explicativos quehasta los que se oponen a ellos los em-

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plean creyendo que sus planteamientosproceden del sentido común.

Estas situaciones alejadas de la críti-ca, que afectan a todas las ramas de laGeografía, es lo que provoca que cual-quier geógrafo idealista o metafísico, enun afán evidente de no entrar en asun-tos conflictivos, pueda explicar, porejemplo, la generación de una «gota fría»a través de una serie de mecanismos tér-micos y dinámicos, y utilizando ademásdiversos esquemas y fórmulas matemá-ticas, sin ir mucho más allá. No creo queesto tenga demasiado interés para la so-ciedad, ni siquiera para la ciencia, puessiempre habrá un físico o un meteorólogoque analice dichos procesos de maneramás eficaz y con intencionesprospectivas. Por el contrario, un geó-grafo marxista, consciente de que la Geo-grafía carece de sentido si se la aisla delas comunidades y grupos sociales, inten-taría dilucidar la forma en que las preci-pitaciones de fuerte intensidad horaria,tan típicas del litoral mediterráneo es-pañol, afectan a la vida ciudadana enurbes desordenadas, mal planificadas,carentes de las infraestructuras necesa-rias y cuyo crecimiento ha cabalgado alomos de la especulación. Y todo elloatendiendo a las causas profundas, ori-gen y evolución del fenómeno estudia-do mediante la aplicación de un métododialéctico y materialista.

Es evidente que un geógrafo idealis-ta nunca procedería de este modo por-que para él eso no sería Geografía sinopolítica. En su forma de razonar no de-ben mezclarse ambos conceptos. Craso

error, pues resulta palmario que la inves-tigación científica tiene lugar en un mar-co socio-político y expresa y transmite,por lo tanto, ideas y significados socialesy políticos. De todas formas, es cierto quela Geografía y la política son dos activi-dades distintas, pero es falso que no exis-ta relación alguna entre ellas. En estecontexto, y como relevante compara-ción, resulta súmamente ilustrativo elejemplo que utiliza G. Politzer (1985),profesor de la Universidad Obrera deParís entre 1932 y 1939, y que me per-mito incluir aquí, sobre el deportista quedice en todo momento: «El deporte, esel deporte; la política es la política. Yojamás hago política». Según este autor,

«¿Cómo podrá equiparse el depor-tista si su poder adquisitivo dis-minuye, si está condenado a noencontrar trabajo? ¿Y cómo po-drán construirse estadios y pisci-nas si los presupuestos de guerradevoran los créditos para el depor-te? Se ve claramente: el deporteestá subordinado a ciertas condi-ciones que el metafísico ignora,pero que el dialéctico descubre:no hay deportes sin créditos, perono hay créditos sin una política depaz. El deporte no se separa, pues,de la política. El deportista quedesconoce este vínculo, no sólono sirve para la causa del depor-te, sino que también obstruye losmedios de defenderlo. ¿Por qué?Porque, no comprendiendo quetodo se halla en relación, no lucha-

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rá contra la política de guerra; lle-gará el momento en que, habien-do querido el deporte sin realizarsus condiciones, ya no tendrá de-portes en absoluto, sea porque laruina del país haya liquidado elequipo deportivo o porque la gue-rra haya llegado».

Esta postura pasiva, incapaz de interro-garse sobre el alcance de su propia acti-vidad, se halla muy extendida entre cier-tos colectivos de geógrafos, que, aun cre-yendo ceñirse a un estricto espíritu cien-tífico, inocuo y aséptico, adoptan en rea-lidad una actitud anticientífica. Inclu-so, por otro lado, ¿cuántas veces habre-mos oído a muchos geógrafos declararseeclécticos cuando se les interroga acercadel enfoque cultivado en sus investiga-ciones? Semejante actitud, que en oca-siones se ha llegado a defender en losconcursos para la provisión de plazas delos Cuerpos Docentes Universitarios, nosuele suscitar incomodidad de ningúntipo, ni tampoco promover el debate ola discusión. ¿Quién puede contradecira alguien que afirma que su forma deinterpretar los fenómenos geográficosconsiste en utilizar lo mejor de cada unode los enfoques por los que ha evolucio-nado nuestra disciplina?. No faltará des-pués algún colega que sostenga que larespuesta fue «inteligente» y«disuasoria».

Lo más grave de la cuestión es queen estos casos no se trata de un eclecti-cismo reflexivo y meditado con rigor,sino de aquel que actúa como subterfu-

gio de la indefinición, la ausencia decompromiso y la falta de madurez inves-tigadora, o que simplemente busca laanuencia generalizada, el consenso o laprotección intelectual ante la circuns-tancia de adoptar una posición compro-metida para sus intereses particulares.Ciertos geógrafos consideran que laadopción de un enfoque concreto, endetrimento de otros, es una postura ex-tremista y negativa para la Geografía. Sinembargo, por regla general se suele serbastante más condescendiente con losenfoques regional, teorético-cuantitati-vo o humanista que con el marxista ocrítico. ¿Por qué?.

Aunque racionalmente yo no puedaaceptar algunos enfoques arcaicos, des-criptivos y ocultadores de la realidad y,por el contrario, sí otros más eficaces ycompletos desde el punto de vista teóri-co-práctico, creo que de forma indepen-diente a la adopción de un determinadoenfoque, al eclecticismo pasivo o produc-to de la reflexión, al rechazo o adhesióna una acusada especialización geográfi-ca o al trabajo individual o en equiposmultidisciplinares, lo que debe imponer-se de modo ineludible y urgente es labúsqueda de una Geografía comprome-tida, que sea útil para el ser humano, encontacto directo con la sociedad, y aten-ta a las demandas de los ciudadanos, so-bre todo en la medida en que la investi-gación geográfica suele desarrollarse enel seno de la Universidad. Lo que ocurrees que algunos enfoques son incapacesde superar e ir mucho más allá de suspropios prejuicios y ataduras mentales,

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que con frecuencia constituyen el sim-ple reflejo de las cadenas económicas,sociales, políticas, religiosas o culturalesque aprisionan a sus fieles seguidores.

¿Geografía teórica o Geografía aplicada?

El marxismo constituye una teoría cien-tífica y un sistema intelectual completoque sintetiza, como es sabido, la filosofíaclásica alemana (Hegel, Feuerbach), laeconomía política inglesa (Smith, Ricar-do) y el socialismo utópico (Saint-Simon,Fourier, Owen), pero también es un po-tente instrumento de acción a través dela incorporación del método dialécticoal enfoque de los fenómenos investiga-dos. Luego, para un marxista, teoría ypraxis son conceptos íntima eindisolublemente ligados.

Si convenimos en que la Geografíaes una ciencia, resulta lógico que centresus esfuerzos en el «saber por el saber»,es decir, que persiga unos objetivos teó-ricos, puros, de base. Por otro lado, no esmenos cierto que la escasa participaciónde nuestra disciplina en la planificaciónterritorial le ha restado proyección so-cial y consideración frente a otras cien-cias sociales. La veracidad de ambas afir-maciones no implica que la toma de unapostura concreta sea tarea fácil, pues laadhesión categórica a una Geografíapura no puede enmascarar la modestapreparación práctica que los futuros geó-grafos han recibido hasta ahora en lamayor parte de nuestras Universidades,lo mismo que la excesiva ponderaciónde una Geografía aplicada no debe con-

siderarse el remedio absoluto para losproblemas que desde hace varias déca-das soporta la Geografía: falta de consi-deración social, invasión de sus camposde estudio por parte de otras ciencias,escasas perspectivas laborales para losjóvenes licenciados, predominio de laGeografía docente, etc., es decir, rasgosque a menudo llegan a constituir un ver-dadero círculo vicioso.

La dialéctica entre la Geografía teó-rica y la Geografía aplicada es muy anti-gua y ha suscitado diversas polémicas enla comunidad geográfica. Desde finalesdel siglo XIX podemos encontrar tantodefensores acérrimos de uno u otro mo-delo como geógrafos que han intentadoconciliar ambos tipos de objetivos, pu-ros y prácticos, tal como queda de mani-fiesto en el libro de H.F. Gregor tituladoGeografía de la Agricultura (1973).

En este punto merece ser destacadala opinión de P. George al respecto, puesJ. Estébanez (1986) explica que la con-dena de la Geografía aplicada por partedel geógrafo francés, y su rechazo a lasaportaciones científicas provenientes deEstados Unidos, es muy responsable dela tardía introducción y escaso arraigode los postulados neopositivistas en laGeografía francesa. Se debe aclarar quelos principales temores de P. George(1967 y 1972) originados por la aplica-ción práctica del saber geográfico se re-fieren ante todo al peligro de perder laindependencia y objetividad de nuestradisciplina. No obstante, desde el momen-to en que este autor matiza su postura yacepta que el geógrafo participe, sólo o

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con otros profesionales, en un objetivoconcreto que no sea el «saber por el sa-ber» y afirma que el geógrafo es el únicoprofesional capaz de integrar las investi-gaciones de diferentes especialistas, eslógico pensar que su preocupación noreside tanto en la preservación de la pu-reza geográfica como en evitar que laGeografía aplicada esté al servicio de laaprehensión militar, política y económi-ca del territorio.

En esta misma línea se encuentra elpensamiento de Y. Lacoste (1976), quequizá por su contundencia, claridad yvisión descarnada de los hechos no gozade la consideración de muchos geógra-fos españoles. Este autor no sólo criticala llamada Geografía de los profesores, oacadémica, por ineficaz, poco compro-metida, despolitizada, carente de utili-dad práctica y ocultadora inconscientede la verdadera realidad en tanto quesaber político, económico y militar deprimera magnitud, sino también el mer-cado en el que se ha convertido la in-vestigación aplicada, «donde unos yotros intentan situarse y hacerse ver dela mejor manera posible por los dadoresde fondos» (LACOSTE, 1976).

Estas opiniones del geógrafo francésmanifiestan de modo inequívoco que sucensura no se orienta a la Geografía apli-cada en sí misma, pues es indispensableque la Geografía tenga una aplicaciónpráctica, que sus investigaciones benefi-cien al conjunto de la sociedad y que losobjetos de estudio puedan acceder a losresultados obtenidos, sino más bien ha-cia la falta de libertad y dependencia que

«soportan» los geógrafos que cultivanuna Geografía aplicada respecto a lasinstituciones, individuos o grupos, públi-cos y privados, que encargan los proyec-tos mediante contratos. Asimismo, tan-to la Geografía teórica como la prácticao aplicada deben tener siempre presentepara qué sirven y al servicio de qué o dequién están. Ahí reside la verdaderaesencia del problema y no en elegir deforma excluyente entre un tipo de Geo-grafía u otro, ya que ambos enfoques, yla colaboración en equipo con otros pro-fesionales, son perfectamente compati-bles, como ocurre en otras ciencias, siem-pre y cuando se investigue con rigor, in-dependencia y honradez.

Desde hace algunos años, la Geogra-fía española asiste a una auténtica fie-bre aplicada que se materializa en la rea-lización de numerosos proyectos de in-vestigación que son contratados poragentes de diverso signo. Quizá este cre-cimiento de la Geografía aplicada debierair acompañado de una profunda re-flexión teórica y de un debate internoentre los componentes de la comunidadde geógrafos españoles, así como del fo-mento de nuevos valores y métodos en-tre el alumnado que ayuden a culminarlas recientes modificaciones de los pla-nes de estudios. El reconocimiento de lasociedad hacia la Geografía y la utilidadsocial de sus enseñanzas y aplicacioneses algo que no se improvisa, sino que tie-ne que ser objeto de una seria y rigurosaplanificación a largo plazo, puesto quela valoración de esta ciencia debeganarse día a día en los más diversos fo-

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ros y alentando con prioridad la forma-ción de discípulos con iniciativa intelec-tual, críticos, comprometidos e indepen-dientes. Tal vez estos futuros geógrafos,cuando posean una sólida base teórico-práctica, sean los que consigan el respe-to social que la Geografía merece.

Para ello es necesario que se modifi-quen ciertas actitudes y esquemas men-tales heredados en los que ante todo sevalora la anuencia, el consenso genera-lizado y la tradición intelectual. Se con-vierte en perentoria, como ya ha queda-do dicho, la necesidad de fomentar eldebate teórico y la crítica entre el colec-tivo geográfico español, así como el con-tacto estrecho con las tendencias másrecientes de la Geografía internacional.De este modo, nuestra disciplina se con-vertiría en una ciencia más vigorosa, di-námica, permeable y abierta, es decir,características que no pueden más quereportar beneficios científicos y huma-nos.

Partiendo de la base de que las rela-ciones científicas con cualquier país ex-tranjero son positivas por propia defini-ción, mi experiencia personal me dictaque si en España se desea hacer unaGeografía distinta, comprometida y real,el espejo en el que debemos mirarnos noestá tanto en Europa o Estados Unidoscomo en Latinoamérica, continente enel que habita el embrión de una Geogra-fía enriquecedora que anticipa el futu-ro. Esta realidad ya ha sido detectada poralgunos clarividentes geógrafos españo-les cuyos departamentos universitariosiniciaron intercambios fructíferos hace

ya varias décadas. La Geografía que demodo general se realiza, por ejemplo, enlugares recientemente visitados comoItalia o los Países Bajos, no difiere de-masiado de la española, pues las diver-gencias radican más en la forma y las téc-nicas que en el fondo y los esquemas con-ceptuales, bien entendido que en estoslugares, sobre todo en el caso neerlandés,existen investigadores bastante influidospor las geografías anglosajonas. No obs-tante, una reciente estancia científica enArgentina y Uruguay me ha demostra-do que la Geografía española podríaaprender mucho de la latinoamericana,tanto en la vertiente teórica como en lapráctica, ya que su idea del mundo, losfundamentos filosóficos que alberga, susentido crítico, la afinidad cultural, lastemáticas cultivadas, la agudeza de susplanteamientos y el compromiso de susinvestigadores, la convierten en un pun-to de referencia ineludible y vivo paracomprender las nuevas realidades que seavecinan. Aunque sean poco conocidosy estudiados en España, queda fuera detoda duda la solidez intelectual de geó-grafos como Milton Santos, G.Wettstein, A.C. Robert Moraes, W.Messías da Costa o R. Moreira.

Geografía Física, Geografía Humana yGeografía Regional

La acuñación del concepto región comoobjeto específico de los estudios geográ-ficos se debe precisamente al peligro deescisión entre la Geografía Física y laGeografía Humana una vez que se afir-

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ma la separación entre las ciencias na-turales o nomotéticas y las ciencias hu-manas o idiográficas, siguiendo el dua-lismo propugnado por Kant. La unifica-ción de los aspectos físicos y humanosde la Geografía bajo la férulainstitucionalizada del posibilismo perdu-ra hasta mediados de la centuria presen-te, momento a partir del cual brotanmultitud de enfoques distintos que res-ponden a situaciones sociales propiciasy alteran el quehacer geográfico tradi-cional mediante el alejamiento respectoa la síntesis regional y la profundizaciónde las diferencias entre Geografía Físicay Geografía Humana.

En el caso de la Geografía docenteespañola, la Ley de Reforma Universita-ria (Ley Orgánica 11/1983, de 25 deagosto), vigente en la actualidad, es laresponsable de la división geográfica entres áreas de conocimiento distintas quese corresponden con las citadas en elepígrafe superior. Cabe señalar que en lospaíses anglosajones no existe la GeografíaRegional, mientras que la separación en-tre la Geografía Física y la Geografía Hu-mana es un hecho ya tradicional.

En los tiempos más recientes se pro-pugna desde diferentes ámbitos la nece-sidad de volver a unificar las áreas deconocimiento para que la Geografía pue-da adaptarse con eficacia a las nuevasrealidades (UNWIN, 1995). Sin desca-lificar de forma absoluta esta postura,bien merece, a mi juicio, una matizaciónbasada una vez más en la visión marxis-ta de los problemas. Aparte de que seainadmisible propugnar la fusión de las

áreas de conocimiento geográficas enuna sola Geografía por cuestionesméramente «imperialistas» o«caciquiles» que se dan en el seno de lasáreas más fuertes de algunos centrosuniversitarios, es cierto que sólo deberíaexistir una Geografía, pero ésta siempresería por definición HUMANA, sobretodo si tenemos en cuenta las carenciasteóricas y metodológicas del posibilismoy la síntesis regional, así como la escasacarga matemática y de razonamiento ló-gico que en varios países, entre ellos Es-paña, exhibe la Geografía Física.

La dialéctica marxista nos enseña queel territorio no es un conglomerado ca-sual de objetos y fenómenos, desligadosy aislados unos de otros y sin ningunarelación de dependencia entre sí, sinocomo un todo articulado en el que di-chos objetos y fenómenos se hallan or-gánica y recíprocamente vinculados unosa otros, dependen unos de otros y se con-dicionan los unos a los otros. La reali-dad no puede ser fragmentada so penade quedar desnaturalizada. Del mismomodo, la dialéctica no considera la na-turaleza como un ente quieto e inmóvil,estancado e inmutable, sino como algosujeto a continuo movimiento y trans-formación constante, que se renueva ydesarrolla sin cesar y donde hay siemprealgo que nace y evoluciona y algo quemuere y caduca. Todo ello significa queel geógrafo debe inclinarse a un saber in-tegrado y dialéctico, siempre vinculado alos procesos HUMANOS y SOCIALES,más que a un saber sintético, enciclopédi-co, descriptivo e idealista, ajeno a las rela-

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ciones y movimientos profundos que sedan en un espacio determinado.

Por lo tanto, aunque exista ciertacoincidencia con los planteamientos es-grimidos por los neorregionalistas acer-ca de la unidad de la Geografía, es evi-dente que la formación filosófico-políti-ca, los objetos de estudio, los fines per-seguidos y los métodos empleados sonradicalmente opuestos. Resulta palma-rio que el geógrafo que estudie cualquierfenómeno no puede, ni debe, circunscri-birse a los estrechos límites temáticos yespaciales del mismo, como suele suce-der en muchas investigaciones universi-tarias, sino que el conocimiento precisode las diversas ramas de la Geografía leproporcionarán los resortes adecuadospara aprehender los espacios en su tota-lidad y con sus relaciones internas y ex-ternas. Asimismo, y esto es lo más com-plicado y difícil de aceptar por las men-tes clásicas, un geógrafo que no poseauna mínima formación económica, so-ciológica, histórica, jurídica y política,flaco servicio prestará a la Geografía y ala sociedad. En cualquier caso, existenproblemas mucho más graves en la Geo-grafía, ya planteados a lo largo de estaspáginas, que su mera división en áreasde conocimiento, cuya denuncia es enocasiones interesada.

Al hilo de estas cuestiones es impor-tante resaltar también el escaso carácterprospectivo de las investigaciones geo-gráficas que se llevan a cabo en España,ya que la mayor parte de los esfuerzos sededican al estudio de realidades estáti-cas, tanto del presente como del pasado.

Creo que no es necesario insistir en eltrascendente papel que la Historia repre-senta en la teoría marxista, pues su co-nocimiento y comprensión constituye unreferente de primera magnitud para ex-plicar la evolución de los fenómenos,entender el presente y prever el posiblefuturo, aspectos que deberían centrar laspreocupaciones de la Geografía, tantoteórica como aplicada. Sin embargo, esmuy distinto el uso que de la Historiahace el enfoque regional, pues a menu-do el aprendizaje que deriva de los he-chos históricos se ha confundido con elcultivo de temas anclados en el pasadoque, si bien resultan curiosos eincrementan el acervo cultural, no tie-nen aplicación práctica alguna, ni supo-nen aportaciones metodológicas o con-ceptuales de interés.

En este sentido, cuando se aborda,por ejemplo, una investigación de Geo-grafía Urbana, no es lo mismo el estudiodescriptivo de la ciudad en una deter-minada época histórica, la elaboraciónde un catálogo artístico de edificios sin-gulares o la detección de los simples cam-bios que acontecen en su morfología, queproceder al análisis de la influencia ac-tual y futura de la evolución de los pre-cios del suelo, las estrategias de los pro-pietarios del mismo, los costes socialesdel crecimiento de la ciudad o cómo seproduce el espacio urbano. La ventajade los temas referentes a períodos preté-ritos residen sin duda en la inmutabilidadde las fuentes y en la nula polémica quesuelen suscitar, debido a su escaso ca-rácter conflictivo y a la ausencia de pre-

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dicciones, cosa que no ocurre cuando sehace una Geografía viva, comprometi-da, dialéctica y prospectiva, como corres-ponde a una ciencia que es eminente-mente HUMANA y SOCIAL.

Por otro lado, jamás se debe confun-dir la necesaria formación integral delgeógrafo y su amplitud de conocimien-tos humanistas con la dispersión inves-tigadora, tan frecuente en nuestras uni-versidades, pues suele haber equívocoentre lo que representa un investigadorcon sólidos y variados fundamentos cien-tíficos y lo que supone otro que persiguepublicar a toda costa escribiendo sobrecualquier tema que le sea propuesto. Eneste último caso, lo más corriente es re-copilar una serie de datos, que posterior-mente se organizan y distribuyen en ta-blas, gráficos y mapas para, más tarde,describirlos. Con estas premisas resultafácil, aunque superficial, el tratamientode las más variadas temáticas de la Geo-grafía, sin que falten después colegas odiscípulos que alaben el selecto vocabu-lario empleado, la estructura coherentedel trabajo, su perfecta redacción, laamplitud bibliográfica, la vasta docu-mentación, la multitud de datos cuanti-tativos utilizados o la irreprochablegraficación. Sin embargo, el plantea-miento de hipótesis, el desarrollo de unmétodo científico riguroso y la búsque-da de relaciones profundas brillan por suausencia, es decir, el fondo, que es lo queindudablemente interesa, se relega enfavor de la forma.

A este respecto, puede ser muyilustrativa la exposición de dos casos

concretos y reales de una Universidadespañola, que para respetar el anonima-to serán denominados como geógrafo Ay geógrafo B. Según la Memoria de Inves-tigación anual que publica la Universi-dad en cuestión, entre los años 1993,1994, 1995 y 1996 el geógrafo A ha pu-blicado investigaciones sobre seis ramasdiferentes de la Geografía, a saber, Ur-bana (30% del total de publicaciones),Población (25%), Regional (15%), His-tórica (10%), Turismo (10%) y Física(10%). Por su parte, el geógrafo B hahecho lo propio con siete ramas geográ-ficas: Población (27’8%), Rural-Agraria(22’3%), Histórica (22’3%), Urbana(11’1%), Ordenación del Territorio(5’5%), Regional (5’5%) y Transportes(5’5%). Lo peor de la cuestión es queestos dos ejemplos tomados al azar noconstituyen un caso excepcional en laGeografía universitaria de nuestro país.A esto es a lo que muchos geógrafos lla-man «no caer en una anquilosada espe-cialización a ultranza». No debe extra-ñarnos entonces que otros científicosdenominen a los geógrafos «aprendicesde todo y maestros de nada».

Creo que es muy recomendable queel geógrafo, si quiere ser eficaz y que susestudios sirvan para algo más que paraengrosar los curricula y aumentar susemolumentos mensuales, cultive una lí-nea de investigación más o menos cohe-rente, pero contemplada en sus múlti-ples facetas, con una mentalidad abier-ta, que irá enriqueciéndose con el pasodel tiempo. Como la mente humana eslimitada y el espacio muy complejo, se-

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ría conveniente que algunos estudios detipo aplicado, como por ejemplo los deordenación y planificación del territorio,fueran abordados por equipos multidisci-plinares en los que cada miembro cola-borara con aquellos conocimientos y téc-nicas en los que está especializado. Elcreciente carácter pluridisciplinar de al-gunas ramas geográficas constituye, pre-cisamente, uno de los legados más va-liosos del enfoque marxista a la Geogra-fía, según la opinión de Mª.D. GarcíaRamón (1992).

La docencia en geografía

Aun siendo primordial el hecho de quela Universidad deba «enseñar a enseñarGeografía» (PLANS, 1980), porque elloredundará en un claro beneficio paranuestra disciplina a largo plazo, el prin-cipal objetivo de la docencia geográficasuperior no debe centrarse en el adies-tramiento didáctico de los futuros pro-fesores de enseñanza media, aunque éstasea en la actualidad una de las escasassalidas profesionales de los licenciados enGeografía. La inclusión de la didácticade la Geografía como materia obligato-ria en los nuevos planes de estudios debecontribuir ante todo a fomentar de for-ma positiva la atención que los profeso-res universitarios, normalmente más pre-ocupados por la investigación, prestamosa los aspectos docentes, así como la re-flexión sobre nuestra postura ante lapráctica pedagógica cotidiana.

Es imprescindible que la docencia

geográfica superior responda a las críti-cas generalizadas por parte de los estu-diantes, que cuestionan tanto los méto-dos como los contenidos y objetivos delas enseñanzas geográficas que en la ac-tualidad se les imparte, tal como indicaE. Clemente (1982). Este autor señalala falta de concordancia entre el orgulloy optimismo de muchos docentes debi-do al crecimiento cuantitativo de la Geo-grafía en la Universidad española (másalumnos, más departamentos y profeso-res, más asignaturas de especialización,más publicaciones, más tesis doctorales,más revistas especializadas, más proyec-tos de investigación subvencionados,más profesores desempeñando cargospúblicos) y el desencanto manifiesto delos alumnos, convencidos de que la Uni-versidad y la Geografía no responden asus expectativas y que el evidente creci-miento mencionado no va acompañadode un desarrollo cualitativo paralelo,capaz de mejorar el nivel docente ymetodológico y la eficacia social de laciencia que se les enseña.

La insatisfacción de los estudiantesde Geografía españoles, reunidos por pri-mera vez en Barcelona en 1978, va mu-cho más allá, pues incluso denunciaronla excesiva influencia de la escuela re-gional francesa en la mayoría de los de-partamentos universitarios y el exagera-do conservadurismo del cuerpo docente(PEÑA y SANGUIN, 1984). Estas situa-ciones son en gran medida responsablesde que la enseñanza tradicional de laGeografía y los objetivos perseguidoshayan contribuido al papel de nuestra

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disciplina como agente de reproducciónde la sociedad. Siguiendo a J. Huckle(1985), las características que eviden-cian este hecho son las que a continua-ción se relatan:- La Geografía es considerada muchas

veces como un conjunto de hechosno problemáticos que se han de me-morizar.

- El éxito del alumno viene determi-nado generalmente por su capacidadpara reproducir ideas, hábitos y acti-tudes que reproducen el statu quo.

- Se valora más la descripción que laexplicación, y cuando ésta se realizasuele ser determinista y tendente aignorar el papel que los problemassociales, económicos y políticos repre-sentan en la configuración del espa-cio.

- Las habilidades para resolver cuestio-nes y tomar decisiones están orien-tadas a la resolución de problemasque plantea la pluralidad de valoresy propician una visión consensuadade la sociedad, ignorando lo que re-presenta el conflicto y el uso de losdiferentes tipos de poder en la reso-lución de aquellos problemas.

De este modo se comprueba que las de-ficiencias que presenta la docencia geo-gráfica española son idénticas a las queexhibe la investigación, pues ambas ac-tividades están íntimamente relaciona-das y llegan a componer un círculo vi-cioso. Los geógrafos que analizan el es-pacio con criterios clásicos, enfoquesdesfasados, visión parcial de la realidad

y carencia de formación teórico-social,inculcan a sus alumnos unos mismosvalores que éstos reproducirán durantesu vida universitaria y una vez que ob-tengan la licenciatura. Esta reproducciónpuede seguir caminos más complejos yafectar a las generaciones futuras si di-chos discípulos llegan algún día a ser pro-fesores de Geografía, tanto en las ense-ñanzas superiores como en las medias.

La planificación docente de la Geo-grafía no debe circunscribirse a la estric-ta elaboración y cumplimiento del pro-grama de las materias. Los programasconstituyen el núcleo fundamental de loscontenidos que se desean comunicar alalumno, pero los objetivos deben ir mu-cho más allá y buscar la formación inte-gral, el compromiso, el desarrollo inte-lectual y la capacitación profesional delos estudiantes. En la consecución dedichos objetivos el profesorado ha fraca-sado con frecuencia, ya que ha tendidoa transmitir muchos conocimientos ypocas ideas. Es necesario, en este senti-do, estimular a los alumnos a que apren-dan a buscar su propia información geo-gráfica, adoptar una postura crítica antelos hechos y una actitud mental flexi-ble, aprender a reflexionar, huir de losdogmatismos y, en definitiva, ser capa-ces de pensar por sí mismos.

Siendo importante, lo fundamentalno estriba en que el discente acumulemucha información y se ejercite en elempleo de los diferentes recursosinstrumentales de la Geografía, pues an-tes que geógrafo es ciudadano y miem-bro activo de la sociedad. Por ello, flaco

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favor hará el profesor que no consiga ensus alumnos el estímulo hacia la curio-sidad científica, la iniciativa intelec-tual, el autoaprendizaje, las actitudescríticas y la propia autocrítica, el com-promiso ante la realidad socio-econó-mica, cultural y política del entornoinmediato y del mundo o incluso ha-cer ver las ventajas del trabajo en equi-po, tanto interdisciplinar como conotros geógrafos.

Todo esto ayudaría a perfeccionar,en palabras de J. Fien (1992), «la geo-grafía personal» de cada estudiante, yaque el análisis geográfico será de ma-yor calidad si formamos ciudadanos in-formados, responsables, reflexivos y com-prometidos con la sociedad en la que vi-ven. Esta sólida preparación, que actual-mente brilla por su ausencia, les permi-tirá, sin duda alguna, el enfrentamientocon los problemas sociales, económicosy ambientales que irán surgiendo en suvida cotidiana. Es más, de poco serviráel iniciado proyecto de crear un colegioprofesional de geógrafos si la formaciónde los mismos no se centra en el desa-rrollo de los valores mencionados, salvoque nos resignemos a que el geógrafo seaun mero agente reproductor de la estruc-tura social vigente y sirva a los interesesde unos pocos grupos y no al conjuntode la sociedad.

Evidentemente, estas actitudes do-centes no se pueden improvisar, por loque un geógrafo adiestrado en la críticay conocedor de la filosofía marxista tie-ne ya recorrido un gran trecho del cami-no y parte con ventaja en la difícil carre-

ra de la docencia. En este punto es muysignificativa, y extrapolable a la enseñan-za, la opinión de G. Wettstein (1989)cuando indica que los geógrafos debencuestionarse continuamente a sí mismosy a la ciencia que cultivan para ser me-jores y mejorar la Geografía. Asimismo,señala que los geógrafos tienen que as-pirar a ser radicales evolutivos y no con-servadores.

Según este autor, el geógrafo radicalno es dogmático ni estático, proyectahacia el exterior su propia síntesis moraly creativa acerca del mundo tal cual es,nutre su aprendizaje permanente inspi-rándose en la realidad cambiante que lorodea, busca formas de comunicacióncon la gente común, sabe escuchar y noteme expresar su opinión, e incluso adap-ta e inventa periódicamente nuevas yaudaces facetas para definir mejor su pro-pia identidad. Por el contrario, y enoposición a él, un geógrafo conserva-dor es aquel que considera la vidacomo una lucha económica solamen-te, mira hacia el pasado y tiende aestereotipar a las personas, valora elconsenso general y la disciplina, sos-pecha de las personalidades imprevi-sibles, demuestra poca tolerancia parala ambigüedad humana, es decir, portodo ello acaba siendo elitista y jerár-quico. Ante semejante contundenciaargumental huelga cualquier otro co-mentario explicativo por mi parte.

Es indudable que el marxismo, apar-te de proporcionar sólidos fundamentos,también imprime, como hemos visto, uncarácter determinado que se ajusta a las

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nuevas necesidades de la docencia geo-gráfica. Pretender la asepsia docente ola uniformidad de criterios es una ente-lequia que sólo esconde posturas conser-vadoras ante la vida y la Geografía, se-gún dicta mi propia experiencia. Muchosgeógrafos se vanaglorian de ser objeti-vos, pero ¿qué es la objetividad?. Un pro-fesor, o cualquier individuo, no podráser nunca objetivo porque pertenece auna clase social determinada (real o de-seada), percibe por su trabajo una ciertacantidad de dinero todos los meses, po-see unas creencias personales, ha conse-guido una formación intelectual más omenos rica, tiene su ideología política y,por supuesto, intereses concretos quedefender. Este cúmulo de circunstanciasle «obligan» a percibir la realidad de unaforma y no de otra, es decir, subje-tivamente. Entre las obligaciones deldocente no está la objetividad, sino lahonradez y la integridad moral para nocaer en el adoctrinamiento y el proseli-tismo. Es cierto que el profesor debemostrar al estudiante las ventajas e in-convenientes de las diversas corrientesgeográficas, así como transmitir todas lasposibles interpretaciones de cualquierhecho, fenómeno, actuación, circuns-tancia o criterio, pero nunca estará demás que al final exponga con argumen-tos sus propias convicciones y su visiónparticular de la realidad. Amparándomeen el mayor grado de madurez intelec-tual del alumno universitario, creo queesta es la verdadera esencia de la Uni-versidad, un foro donde el estudiantepuede escuchar diferentes discursos y

razonamientos que, además deenriquecerle, le llevarán en el futuro, trasreflexionar, a formar su propia e intrans-ferible opinión. Toda uniformidad decriterios, comportamientos, ideologías yjuicios resulta a la larga funesta, tantoen la Geografía como en cualquier otraciencia.

Conclusión

Parece ser que los tiempos actuales noson propicios para plantear cuestionessimilares a la que da título a este traba-jo. La desaparición del bloque soviéticoha tenido como resultado inmediato eltriunfo del liberalismo, la emergencia deEstados Unidos como potenciahegemónica y la expansión de concep-tos como mercado, competitividad, libre-cambio, mundialización, globalización,concurrencia, privatización o desregu-larización, que configuran un pensa-miento único con tal poder de penetra-ción en las mentes que ahoga cualquierintento de reflexión libre y rechaza todorazonamiento que no se ajuste a la doc-trina imperante. Esta concepciónneoliberal del mundo, al servicio del ca-pital internacional, impregna de su tira-nía económica tanto a la ciencia comoal conjunto de la sociedad. No son po-cos los intelectuales y científicos ador-mecidos por la profusión de unas ideasque bloquean toda capacidad de respues-ta, cuando no colaboran activamente,vendiendo su autoridad de pensamien-to, para lograr el tipo de sociedad pre-

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tendido por los grupos de poder. Y todoello bajo el paraguas protector de afir-maciones como que «se ha llegado al fi-nal de las ideologías» o que «han muer-to las utopías».

A este respecto, la Geografía y laUniversidad no constituyen una ex-cepción a la regla general, pues una yotra reflejan las tendencias socio-eco-nómicas globales y no actúan comoentes aislados. En el caso español nopuede existir un panorama más des-alentador debido a que la nueva situa-ción se encuentra con un terreno abo-nado por la existencia de una Univer-sidad cada vez más conservadora ypasiva, pues hace ya algún tiempo quedejó de ser la avanzadilla de la socie-dad, y de una Geografía que nunca sedesprendió del todo de los enfoquesregionalistas, limitándose a ver, obser-var y anotar la realidad pero sin pasara un análisis más profundo y global enel estudio de los espacios. Este enfo-que inocuo y aséptico, a vecespseudomodernizado con un barniz hu-manista o behaviorista, es el que másinteresa, lógicamente, a los propaga-dores de la buena nueva neoliberal.

Sin embargo, lejos de haber finali-zado la historia y de habitar en unmundo armónico y feliz, los hechos sontozudos y demuestran día a día que si-guen existiendo graves problemas (al-gunos de el los incluso se hanagudizado durante los últimos años) detipo económico, social, étnico, políti-co, cultural y ambiental que merecenuna respuesta y ante los cuales los

científicos, concretamente los geógra-fos, no pueden permanecer impasibles.Por lo tanto, se hace necesaria en Es-paña la regeneración de una Geogra-fía que hasta ahora ha oscilado entredos extremos que en el fondo son lamisma cosa: los enfoques descriptivosclásicos y la inclusión en una meraactividad productiva que resuelvecuestiones parciales a corto plazo me-diante el ejercicio de una supuestaaplicación práctica de la investigación.

En la medida en que el espacio, ob-jeto de estudio específico por parte dela Geografía, es un producto social yexpresa significados sociales, el análi-sis geográfico debería mejorar su ca-pacidad crítica, afrontar los problemasdel mundo con un talante renovado yadquirir una base sólida en teoría so-cial. La recuperación de la filosofíamarxista puede proporcionar, una vezadaptada a las nuevas circunstancias,las claves necesarias para que nuestradisciplina sea más eficaz y asuma elreto que tiene ante sí, pues su meto-dología, sus esquemas conceptuales yla ligazón que efectúa entre teoría ypraxis son recursos perfectamente vá-lidos en la actualidad. En definitiva,la existencia de una Geografía marxis-ta en la Universidad española no sólotiene auténtico sentido, sino que, ade-más, me atrevería a afirmar que es ab-solutamente necesaria si deseamos queesta disciplina SOCIAL y HUMANAtenga utilidad y no quede relegada aun papel marginal dentro de la estruc-tura científica y docente del país.

J. A. Segrelles

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