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TIPOLOGÍA Y FUNCIONES DEL PODER: HACIA UNA APROXIMACIÓN SIMBÓLICA A LA NOVELA LA CASA GRANDE DE ÁLVARO CEPEDA SAMUDIO. EDWIN ALBERTO MENCO CADENA JORGE MARIO NAVARRO SÁENZ UNIVERSIDAD DE CARTAGENA FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS PROGRAMA DE LINGÜÍSTICA Y LITERATURA CARTAGENA 2012

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TIPOLOGÍA Y FUNCIONES DEL PODER: HACIA UNA APROXIMACIÓN

SIMBÓLICA A LA NOVELA LA CASA GRANDE DE ÁLVARO CEPEDA

SAMUDIO.

EDWIN ALBERTO MENCO CADENA

JORGE MARIO NAVARRO SÁENZ

UNIVERSIDAD DE CARTAGENA

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

PROGRAMA DE LINGÜÍSTICA Y LITERATURA

CARTAGENA

2012

2

TIPOLOGÍA Y FUNCIONES DEL PODER: HACIA UNA APROXIMACIÓN

SIMBÓLICA A LA NOVELA LA CASA GRANDE DE ÁLVARO CEPEDA

SAMUDIO.

EDWIN ALBERTO MENCO CADENA

JORGE MARIO NAVARRO SÁENZ

TESIS- TRABAJO DE GRADO

ASESOR.

ROBERTO CORDOBA RUBIO

TÍTULO ACADÉMICO.

PROFESIONAL EN LITERATURA Y LINGÜÍSTICA

UNIVERSIDAD DE CARTAGENA

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

PROGRAMA DE LINGÜÍSTICA Y LITERATURA

CARTAGENA

2012

3

CONTENIDO

pág.

1. Introducción. 4

2. Literatura, Poder y Rebelión. 11

2.1. El poder como tópico literario 16

2.2. El Poder en la Narrativa Colombiana. 30

3. Dimensiones del Poder 32

3.1. Álvaro Cepeda Samudio y La Casa Grande como novela del poder 36

3.2. Tipología y Funciones del Poder 39

3.2.1. El Poder Familiar – Patriarcado 40

3.2.2. Poder Militar, Los Soldados 42

3.2.3. El Poder Político y El Poder Económico 47

3.2.4. El poder disciplinario 49

3.2.5. El padre como representación del biopoder 49

3.2.5.1. La resistencia (el pueblo) versus el biopoder (el padre) 52

3.3. Fuentes y Efectos del Poder 54

4

4. Espacio y poder 55

4.1. Espacio Geográfico 57

4.2. Espacio psicológico y narrativo 60

4.3. Los limites del poder y no limites del biopoder y la resistencia 64

5. Conclusiones 65

6. Bibliografía 74

5

1. Introducción.

A partir del poder como tema literario, se puede ofrecer un acercamiento

panorámico sobre este tópico recurrente en la literatura, primordialmente en su

constitución en eje temático y/o Sistema de Sentido1 de la novela La Casa Grande

del autor barranquillero, Álvaro Cepeda Samudio, llamada por el crítico Germán

Vargas, la novela del poder, pues en la obra el poder en diferentes tipos y

funciones, en relación con el espacio, se configura en un sentido crítico, creando

su mundo ficcional propio como reflexión de la realidad colombiana, más

exactamente, la representación estilística de la Masacre de las Bananeras2 en

1928.

El enfoque sociocrítico establece relaciones entre la obra, su contexto social y

los acontecimientos contemporáneos, para proponer intenciones simbólicas que

develan los efectos que emergen del ejercicio del poder en cada una de las

dimensiones en que se manifiesta al interior de la novela. Esta relación, contexto

social y obra literaria, según Rodríguez (2008), “debe tener presentes las

1 Se entienden por sistema de sentido, a partir de Wolfang Iser (1987). El Acto de Leer (Teoría del Efecto

Estético)., como el material seleccionado de las ideas morales, políticas, científicas, religiosas, filosóficas; los

acontecimientos históricos, naturales; las prácticas artísticas, etc., es decir, de las ideologías, y a partir de este

constituir el sistema de equivalencias del texto que serán descifradas por parte del lector. 2La masacre de las Bananeras fue un suceso histórico ocurrido en el municipio de Ciénaga, Magdalena, el 6

de diciembre de 1928. En dicho evento las Fuerzas Armadas de Colombia dispararon contra un número

indeterminado de personas que protestaban por las pésimas condiciones de trabajo en la empresa bananera

United Fruit Company.

6

circunstancias literarias y extraliterarias contemporáneas a la obra, y

conocimientos de historia política, económica, social y cultural” que permiten el

acercamiento a esa realidad textual sin buscar referencialidades. Se trata a groso

modo de “no dar detalles sobre los hechos, muertes, sobrevivientes, o exponer un

sentido anecdótico y documental, sino de realizar una reflexión crítico-literaria

sobre los acontecimientos que marcaron la vida nacional y exponerlos a varias

conciencias” (Escobar, 2008). En otras palabras, en la novela existe una parte de

la estructura de la vida social que da acceso a estos simbolismos que se crean de

la relación literatura-sociedad para extraer e interpretar las problemáticas sociales

que subyacen en el trasfondo de la obra literaria, no como reflejo de la realidad,

sino como reflexión estética.

Este planteamiento sobre la estructura de la vida social hace que Álvaro

Cepeda Samudio, al igual que otros autores del Caribe colombiano, como Gabriel

García Márquez, Ramón Ilan Bacca, entre otros, explore en su narrativa las

posibilidades de lo simbólico construido a través de la madurez ideológica que

permite ver la realidad y convertirla en un núcleo estético que se suspende en el

tiempo y el espacio, utilizando a la literatura para perdurar, es decir, se transforma

en un tópico literario o eje temático sobre el cual se construye un mundo ficcional

susceptible de ser analizado a partir de las asociaciones que se presenten, como

en este caso, datos históricos que permiten construir a partir de un mundo

“cargado de simbolismos, laberintos de palabras y recovecos de juegos literarios

7

como metáforas y secuencias de imágenes que logran establecer un diálogo

entre fondo y forma” (Guerrero, 2010). Así, La Casa Grande3 es una obra en la

que estos simbolismos se logran ver desde el tema del poder y puede ser

estudiado desde varias perspectivas: sean históricas, lingüísticas o literarias. En

esta ocasión, se aborda el tópico poder en relación con la dimensión espacial,

desde los fundamentos de la sociocrítica, para proponer clasificaciones o

tipologías, así como a las funciones del poder desarrolladas en la narración, es

decir, el interés principal es literario aunque no se desliga de otras disciplinas,

como la historia por ejemplo, para poder construir un sentido más o menos global

y pertinente.

La novela acude a “la estilística para disponer de una pluralidad de intenciones y

métodos, cuyo fin es el de construir un sistema de valores, de significaciones, de

expresiones y percepciones” (Yllera, 1979), es decir, categorías simbólicas que se

encuentran disponibles a la hora de estudiar y ahondar en los temas presentes. A

través de este sistema de valores, en La Casa Grande, se busca obtener un

sentido oportuno acerca del poder para cualificarlo, comprenderlo e interpretarlo y

finalmente percibir las intenciones de su simbología a partir del lineamiento

propuesto hasta aquí. Para ello, es preciso realizar varios acercamientos que

alimenten cada uno de los propósitos que se expone en este trabajo. El primer

objetivo o aproximación, es al autor Álvaro Cepeda Samudio, a su estilo, ideología

3 De aquí en adelante se utilizarán las paginas (p), con su respectivo numero, en la citas tomadas de la novela

La Casa Grande de Álvaro Cepeda Samudio, (Ed. 1977).

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y contexto social para poder construir una idea de su visión de mundo y todo

aquello que influyó en la producción de su novela, apuntando a manera de

esbozo, a la ruptura en la tradición literaria y el paso a la modernidad con su

manera particular de escribir y narrar. Finalmente, observar la ficción para

problematizar el discurso histórico mediante la recreación de los diferentes

imaginarios que se construyen desde la vivencia de hechos, eventos o

acontecimientos que han sido silenciados, dicho de otra manera, “se tienen en

cuenta diversas variables del discurso literario que ponen como eje y centro del

proceso de ficción al llamado discurso histórico, con todas las salvedades y

objeciones que dicha formulación pueda sugerir. Así como los efectos de

confrontar los modos de entramar historia y ficción” (Zadanel, 2000).

Desde esta perspectiva, la obra da voz y un efecto polifónico a su discurso

estético; oponiéndose al oficial, el cual prolonga la postura monológica-histórica

que reduce la verdad y la realidad de los hechos. Cepeda Samudio, conocedor del

discurso homogéneo de la sociedad colombiana, construye su novela para

proponer posturas dialógicas utilizando la multiplicidad de voces, para cuestionar a

la historia oficial y la realidad construida desde está visión. De este modo, la

novela desde el efecto dialógico permite que se escuchen diferentes voces y

testimonios que se apoyan en “una estructura formal que es la toma de turnos y el

contenido que se manifiesta mediante el manejo del tópico (tema), y los

interlocutores que participan” (Jiménez, 2012). Asimismo, la novela a partir del

9

contraste discurso silenciador vs discurso dialógico vislumbra relaciones entre

poderes categorizados según su naturaleza y mecanismo de acción.

Hablar del poder, sus mecanismos y naturaleza, direcciona este trabajo a una

segunda instancia, centrada en el análisis de dicho concepto y en su presencia en

la literatura universal, más exactamente en la narrativa del Caribe colombiano. Del

mismo modo su recurrencia como tópico, aun más en cuestiones políticas, las

cuales pone enérgicamente en entredicho para dar detalles de los recursos

narrativos y estilísticos sobre el funcionamiento del poder social, político y

económico. Así,

la variada naturaleza (política, social, económica, religiosa, de género) de esa

faceta tan peculiar del comportamiento humano que es el ejercicio del poder,

admite que la literatura, frecuentemente, manifiesta una vocación de llamar la

atención sobre diversos aspectos de la realidad, de denunciar determinadas

situaciones o de analizar y profundizar en el conocimiento del ser humano,

notaremos que, al abordar el complejo temático del poder, éste descubre sus

aspectos más negativos, más crueles, que revelan al hombre como un lobo para

sus semejantes. (Maldonado, 2005).

En La Casa Grande, particularmente se observa la complejidad del tema, pero

también varios aspectos de la realidad que se analizan a partir de los modos de

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vida en El Guacamayal y en la hacienda La Gabriela, como aproximación a los

acontecimientos extratextual es para reflexionar sobre ellos, mediante la metáfora

literaria, su plurisignificación y la manera en que propician la multiplicidad de

interpretaciones de los hechos literarios para marcar un precedente de los

mismos. Es decir, referirse retóricamente, “al valor artístico, su origen real y a los

elementos ideológicos contemplados en la novela” (Laguna, 1980), accediendo a

los sistemas de significación inmanentes y a la posición crítica que esta asume

respecto de su realidad extraliteraria, y es ésta relación la que da paso a la

simbología del poder y su respectiva tipología.

En este caso, el concepto de poder, se categoriza, es decir, se realiza una

tipología que asienta la adjudicación de unas funciones y efectos en el ejercicio del

poder. Esta acción ahonda en las dimensiones sociales; y también en la movilidad

dinámica del poder en cuanto al tiempo y al espacio, así como los constructos que

este naturaliza a nivel psicosocial. Estas construcciones psicológicas se observan

en los diferentes personajes y la impresión de estos sobre los acontecimientos.

Cada quién vive y cuenta las cosas a su parecer, pero este abanico de versiones

también deja ver la naturaleza del poder y su funcionamiento.

Es posible hablar de un tercer momento para referirse especialmente a las

tipologías del poder en relación con el espacio, y apuntar de manera detallada a

los efectos resultantes en el ejercicio del poder. En este sentido, los momentos

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postulados previamente, con ayuda del conocimiento histórico, político y literario,

permiten la construcción de apreciaciones sociocríticas, es decir, interpretaciones

simbólicas sobre el mundo propio expuesto por Cepeda Samudio en La Casa

Grande, teniendo en cuenta la multiplicidad de voces y versiones sobre los hechos

que narra para exponer un sentido crítico, pero con un mayor auge, oponerse con

rebeldía a la historia oficial, para llenar los silencios. Finalmente, la apreciación

simbólica del poder permite crear una tipología en función de los hechos

expuestos en la narración. A partir de esta idea del concepto de poder, Maldonado

(2005) recomienda la delimitación de este término, para diferenciarlo en su uso

legítimo y en forma de autoridad legal frente a un uso coercitivo del mismo, cuyo

sometimiento es siempre conflictivo y traumático, tal es el del ejercicio del poder

personal e institucional.

Bajo este parámetro, realizar un acercamiento al poder como tópico literario para

conocer su recurrencia y funcionamiento en la literatura permite aplicar la

categorización expuesta para elaborar una tipología a partir de la narración y la

estética de Cepeda Samudio, configurados en La Casa Grande y un acercamiento

al universo literario que expone la obra para hacer analizadas a partir de

categorías que dan pie a la interpretación simbólica de la narración.

2. Literatura, Poder y Rebelión.

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La relación literatura y sociedad crea un plano de análisis inevitable que apunta a

la dualidad “estructura estética – estructura social”4. La estructura estética se

refiere al mundo ficcional, a las características y al estilo particular para contar los

hechos; mientras que la estructura social hace mención a la relación, no de

referencialidad, que existe entre la obra literaria con la sociedad, más

exactamente, con el contexto social y los fenómenos sociales que pudieron

influenciar al autor en el momento de configurar las problemáticas internas de sus

textos o creaciones artísticas. De esta dualidad, se puede extraer sentidos

alegóricos que ayudan a comprensión de las imágenes expuestas en la narración

y también a:

aquellos aspectos de la vida humana en los que entran en juego la sensibilidad

y la imaginación e implican un acercamiento a la realidad en el que son

predominantes lo tangible, lo sensible, lo sensual, lo visual, lo imaginativo, lo

poético. Son, sin duda, un modo de conocimiento e interpretación de lo real visto

como un horizonte de creaciones simbólicas; es decir, objetos o productos que

pueden ser de carácter utilitario o simbólico. Los fenómenos estéticos comportan,

pues, una dimensión práctica, implican un “hacer”. (De la vega, 2007)

La dualidad analizada es una relación dialógica, puesto que rivalizan para dar

validez a cada uno de los campos a los que hacen referencia; y se unen

4 La dualidad estructura estética – estructura social se refiere a punto crucial del trabajo del autor Edmond

Cross (1986) para analizar un hecho literario como sociológico sin reducir el acto literario al mismo.

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recíprocamente para que el texto literario este inserto en un contexto preciso, tanto

en el plano de las letras como en el social. De esta relación compleja nace una

estructura dinámica, la cual da vivacidad, interna y/o externa, a la realidad literaria,

ofreciéndole mecanismos de movilidad y significación que se prestan a un

sinnúmero de interpretaciones.

Entre la relación estructura estética y estructura social, surgen temas literarios,

cuya funcionalidad, red de tensiones en la que están inmersos unos actantes y

algunas problemáticas psicosociales; se entrelazan para exponer hechos

concretos y una realidad particular. Uno de esos temas a mencionar es el poder.

Hablar de poder es conversar sobre una parte de la sociedad, el cual tiene un

objetivo concreto y una realidad propia en constante movimiento que guarda un

lazo de correlación con esta. Discutir sobre literatura, también es una manera de

poner en escena problemas profundos y naturalizados de la sociedad, los cuales

han sido tomados como temáticas centrales o secundarias de diversos autores,

cuyo fin, se puede resumir en dos palabras “expresión” y “rebeldía”, por lo menos

en lo que se refiere a este tema, para aludir a posibles intenciones de la obra

literaria vistas desde la visión sociocrítica. Por lo tanto, entre literatura, poder y

rebeldía existe un cordón umbilical estilístico, filosófico y social que puede ser

analizado a partir de “la relación de correspondencia parcial con el mundo

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extratextual5” (Saganogo, 2007). No es una tarea fácil, pero tampoco imposible, es

probable mirar a una sociedad en el universo de las novelas, pues el vínculo entre

la realidad y la ficción lo permite, pero también es necesario, aunque

contradictorio, mirar la manera particular en que la novela revela a la sociedad y

su todo; asimismo ver como al expresarla logra cambiarla, al tiempo quela

contradice o la niega. De la sociedad inventa su mundo ficcional y la expresa de

tal manera que quede develada.

Esta mencionada parcialidad, se utiliza para dar el crédito que corresponde a la

realidad artística, al tiempo no dejar de lado su esencia social, pues al observar la

obra literaria como creación estilística concreta y como parte de un contexto social

admite un tipo de análisis que pretende mirar a la sociedad representada en el

texto literario, utilizándolo como una fuente social, filosófica y psicológica que

revela las relaciones que se presumen entre las estructuras literarias y las

sociales, es decir, “no es posible concebir la realización estética desvinculada de

los entornos que la fundamentan y condicionan” (Laguna, 1980). En este contexto,

el poder como práctica social también tiene lugar en la literatura, pero no cualquier

lugar; ocupa uno primordial que lleva a considerarlo como eje central en muchas

obras narrativas. Así, la relación literatura y contexto abren camino a realizar una

5Extratextual se refiere a la realidad exterior al texto. El autor originalmente utiliza el término “real”, pero

por su complejidad e incesante discusión es preferible utilizar el término realidad extratextual, pues la

realidad de los textos literarios también es concreta y posee su propia estructura a analizar.

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tipología o categorización del poder en la novela para proponer interpretaciones y

simbologías a partir de la narración misma.

Analizando un poco la literatura en diferentes épocas, es posible realizar una

reflexión sobre la Literatura y su relación con el poder, y sobre todo su

recurrencia, en muchos casos, en mostrarse estilísticamente rebelde ante el

poder político y el abuso de poder. Situación presente en diversas narraciones

en las que se observa siempre la tensión entre el biopoder y el poder de la

resistencia en cada extremo, pero también la red de poderes que se despliega

en esta relación de tensión entre poderes.

En la literatura griega se puede observar el biopoder en los dioses del Olimpo,

pero también la rebeldía contra el abuso. Prometeo, es un ejemplo vivo de un

acto rebelde contra el dominio divino que castiga por ir en contra de un poder

que ha establecido leyes previamente, pero que sólo rige a unos pocos.

En la literatura europea, el poder se muestra con otro matiz u objetivo. La

plenitud del poder a través del dinero y los lujos. Quien tiene dinero posee

poder, así el roce entre el arte y el poder se vuelve vital para manifestar a través

de las letras la lucha contra el abuso del poder utilizando diversos estilos y

recursos que expresaran la intención del autor.

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2.1. El poder como tópico literario

El tema del poder no es una novedad en los estudios literarios, pues ha estado

presente en la literatura universal como eje central de diversas narraciones,

clásicas y modernas, constituyéndose en el punto de giro de la trama y los

personajes. Hoy es posible observarlo de manera recurrente en los estudios

literarios, con la función de proporcionar tensiones en el mundo ficcional de las

obras literarias en lasque se halla, creando relaciones significativas con su

contexto social. En lo que respecta a La Casa Grande, la novela no sólo se

relaciona con el contexto social inmediato, también con un evento histórico.

La literatura en muchas situaciones puede ser considerada como medio de

expresión, primero artística y luego social. Esta última representa un punto de gran

importancia, ya que a partir de la expresión social se comprenden las formas con

las que el hombre pudo manifestarse en medio de las crisis políticas y sociales

que impedían su libre sentir y pensar en muchos lugares del mundo, en diferentes

épocas o situaciones. No obstante, la expresión literaria estuvo presente para

hacerles compañía y transmitir sus mensajes. Siempre presente, “se postula a la

liberación del oprimido a través del conocimiento de los fenómenos históricos”

(Laguna, 1980).

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En este sentido, es posible pensar en la obra literaria como “elemento de la

superestructura social, aclarando que el valor artístico no tiene un equivalente

sociológico” (Laguna, 1980). No obstante, en las estructuras narrativas existen

elementos, también, “ideológicos que están contenidos en las obras literarias”

(Laguna, 1980). Entonces, al considerar a las obras literarias, también como

medios de expresión social se puede acceder al lazo existente entre literatura-

sociedad, y por consiguiente a los constructos sociales e ideológicos que

funcionan como Sistemas de Sentido en la ficción literaria.

Dentro de los sistemas de sentido está el poder, y su cercanía con la literatura lo

convierte en tópico literario. Esta proximidad, logra que el estudio del tema “poder”

brinde acceso a las dimensiones sociales presentes dentro de la obra literaria, y

cómo el ejercicio de este poder determina muchas acciones y reacciones en la

narración. La Casa Grande de Cepeda Samudio, desde el lente de la sociocrítica,

asiente interpretaciones y acercamientos a la situación sociopolítica de Colombia a

partir de los simbolismos presentes en la novela.

Al referirse a la relación poder y literatura es menester volver a la definición de

poder, específicamente a las esferas en que se manifiesta. Dicha relación

establece nexos teórico-literarios descriptores de la importancia del tópico poder

en la literatura latinoamericana, en especial en Colombia; sus respectivos vínculos

con La Casa Grande como novela del poder y la situación sociopolítica de

Colombia en el contexto social inmediato de la novela.

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En el marco de definición del concepto de poder preexiste un acceso a la creación

de pilares teóricos e inmediatamente a su aplicación dentro de la obra literaria.

Analizar el concepto de poder es, en primera instancia, acercarse a las tensiones

que se producen en la novela. Y en segunda, a partir del análisis, se crea un

puente de reciprocidad con la realidad extratextual. La obra literaria permite que el

lector reflexione sobre la realidad externa a partir de la ficción narrativa, dicho

previamente.

El concepto de poder se aclara a partir de este punto, pues el autor Roland

Barthes en su particular definición, propone que

“el poder [...] es plural como los demonios, y que se extienden por los

ámbitos públicos y privados en la expresión objetiva de los actos y en las zonas de

la subjetividad y de la conciencia […], en las reglamentaciones jurídicas,

expresamente indicadas, en las estrategias políticas; […] silenciosamente en los

hábitos y las costumbres, en el sopor muchas veces inconsciente de lo cotidiano”

(Citado por Bravo, 1997).

En la estructura narrativa de La Casa Grande, la pluralidad del poder de la que

habla Barthes está presente, con la posibilidad de observarse como una red en

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donde cada uno posee una función específica. Pero está red también pone de

manifiesto la relaciones existentes entre cada uno de los tipos de poder

haciéndolo parecer uno solo, un gran “poder indestructible”. Es el caso del

personaje “el Padre” punto de giro sobre el cual el poder toma unas características

precisas:

“El padre está sentado en una silla rústica hecha de madera y de cuero

templado y sin curtir. El Padre tiene sesenta años y es fuerte y duro. Cuando hable

la voz del Padre será áspera, autoritaria, hecha de dar órdenes siempre” (p 44)

Dada dicha transfiguración y presencia del poder en la novela, entonces, es

posible identificar, primeramente, en los espacios intrafamiliares o si se permite

privados, al padre como muestra del poder extendido en las áreas privadas pero

con trascendencia generacional y social; debido al fuerte impacto que produce “en

los actos, conciencias, hábitos y costumbres” (Citado por Bravo, 1997, p. 26) de su

núcleo familiar. Caso evidente se confirma con su llegada a casa, en la humillación

y constante maltrato al que somete a la madre cuando “hace dieciocho años, el

padre le rompió la cara con la hebilla de la espuela que se había quitado en ese

momento” (p 23). Acto seguido, también aquella vez que faltaba el vaso junto a la

botella de leche agria y la servilleta bordada, cuando “sentado en su sillón, el

padre apartó la mesita y comenzó a quitarse las espuelas […] para luego, con un

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movimiento pausado y seguro apartar a la hermana con su brazo y golpear a la

otra hermana en la cara con la espuela” (p 24-25)

Este aparte de la novela nos lleva al hermano, evidencia o representación del

poder extendido en las esferas privadas, “en las zonas de la subjetividad y de la

conciencia”, cuando al enterarse de lo que le pasó a la hermana:

Esa noche su caballo entró resoplando casi hasta el corredor. Y allí se

quedó toda la noche, resoplando. […] Cada uno en nuestros cuartos oyó los pasos

duros del hermano cuando se detuvieron ante la cama de ella. Después su voz

llenó calladamente todas las habitaciones de la casa: maldito padre, maldito padre

(p 25-26)

De la misma manera, de los ámbitos privados, se prosigue a los públicos; en ella

el poder representado en el padre trasciende a las vías jurídicas y políticas. El

gobierno local, la alcaldía municipal faculta a este último para reglamentar, regular,

sancionar dictar sentencia o el macabro destino de la población de la gran zona

Bananera y en especial a los huelguistas. Así,

“durante cuatro días, en la mañana y en la tarde se enfrentó con todos y a

cada uno los acusó hasta que los declararan culpables. […] Cuando ya supieron

que estaban perdidos, que una acusación del padre era suficiente, tuvieron el

valor para hablar con él. […] Oímos decir al padre: esos eran los últimos, hemos

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acabado con ellos (luego a la hermana que lo acompañaba) Y los que quedan, y

los hijos de ellos, y los hijos de los hijos, no volverán a intentar una huelga, no se

atreverán. Esto dijeron al firmar los papeles de la venta de la Gabriela. (p 34)

Esta manifestación plural del poder también aparece en la novela silenciosamente

en el inconsciente cotidiano, constituyéndose cada una de estas manifestaciones,

como se aducía líneas anteriores, en un gran poder que muta y se adapta a las

situaciones sociales, como si fuera una gran peste que enferma a la sociedad del

Guacamayal. En este último espacio, el poder trasciende la hacienda la Gabriela y

la disputa con los huelguistas, para llegar a adaptarse en las actividades,

costumbres y hábitos cotidianos de la sociedad. Tal es el caso de un hombre y

una mujer en una cantina, que se disputan la atención por su hijo:

El hombre le puso la mano sobre la cabeza y le desordenó el cabello. El

niño movió la cabeza y sonrió. La madre lo atrajo hacia ella, casi brutalmente, y le

dijo: - ¿qué quieres?

El hombre habló sin mirar a la madre, golpeando la mesa con el vaso

grueso y corto

-¿No quieres que lo toque?

[…] El hombre tomó un billete del dinero que estaba sobre la mesa, al lado

del vaso ya vacío, y volvió a hablar sin mirar a kan adre, atento al niño:

-La campanita del carro de los helados.

22

La madre le quitó el billete al niño. Ahora el hombre miró a la madre; no con

rabia sino con asombro. Y habló con la voz dura, como dando una orden.

-Déjaselo: deja que compre el helado.

El niño pidió mejor una moneda. El hombre acercó las monedas hasta los

dedos del niño. La madre dejó de buscar y miró al hombre desamparada. (p

60-61)

En esta cita es posible identificar el poder silencioso insertado en la conciencia

social. Un poder patriarcal que domina y vence, al final, desde el capital

económico y un poder que se resiste a salir derrotado pero que en definitiva

sucumbe ante las facultades del primero.

De esta manera, para conocer la naturaleza plural del poder también es necesario

recurrir a Michel Foucault, quien ramifica al poder según su naturaleza y las

dimensiones sociales en las que se manifiesta, logrando obtener características

propias del medio y su objetivo, es decir, “la forma en que el poder se articula

directamente sobre el tiempo y el espacio para garantizar control y expansión, aún

más, si es por medio de la fuerza” (Foucault, 2002). Y es esta fuerza la que le

permite acudir a diferentes recursos, haciendo que las formas de poder se

adapten y logren constituirse en un complejo árbol tipológico en el ejercicio del

poder. Así, esta definición servirá para delimitar y especificar la relación poder-

literatura, o mejor, la presencia del poder en las “letras”, pues la propuesta de

23

Foucault evidencia que esta presencia también es compleja en la literatura, por su

carácter variado. Mismo fenómeno ocurre en las sociedades en donde nacen

dichas obras.

Para Víctor Bravo, esta “esfera máxima de concentración del orden” (1997), –el

ejercicio del poder– expresado en la jerarquía del estado, en el complejo proceso

de legitimidad de la administración y en la coacción de un cuerpo armado, cobra

mayor cristalización en el orden político; y es a partir de este orden que la relación

literatura y poder resulta más evidente en las letras de la literatura universal. En La

Casa Grande, este aspecto se dilucida con la presencia del Padre y la Hija, por

ejemplo, en la Alcaldía municipal, aquel día cuando acusan y condenan en juicio a

los huelguistas al firmar la venta de la Gabriela, desembocando en el decreto que

facultaba a la fuerza pública -los soldados- a acabar con los revoltosos.

“Articulo 3° -los hombres de la fuerza pública quedan facultados para

castigar por las armas a aquellos que se sorprenda en infraganti delito de

incendio, saqueo y ataque a mano armada y en un palabra son los encargados de

cumplir este Decreto.

El Jefe Civil y Militar de la Provincia de Santa Marta. (p 58)

Esto se convierte en la esfera máxima de concentración del poder, o red que

establece una compleja relación entre varios tipos del ejercicio del poder:

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patriarcal, económico, militar, entre otros, propiciando un gran poder, lo que en

Foucault se denomina biopoder6. Esta concepción se refiriere a la dominación

política existente y a una diversidad de matices que tiene el poder. Sin embargo,

es este aspecto el que permanece dominante como eje central de las otras

manifestaciones, logrando que solo sean explícitos dos macro-figuras, dominantes

y dominados. Tal es el caso de la escena representativa del Padre “sentado en su

silla rústica, duro como el guayacán (dominante) ante la madre (dominada) que

“había sido derrotada una vez más. De manera que quedó de pies en la mitad del

corredor, sin saber qué hacer ni hacia dónde dirigirse” (p 24). O como el Padre (de

nuevo figura dominante) “en el saloncito sucio y caluroso de la Alcaldía, acusaba y

se enfrentaba a los huelguistas (dominados), quienes sabían que estaban

perdidos, que una acusación del padre era suficiente para acabarlos” (p34)

Bajo esta perspectiva, Víctor Bravo alude a algunas obras de Europa y de

Latinoamérica para demostrar el carácter político del poder presente en la

literatura. En ella se manifiestan dos tipos de poder: “dos formas […] que siempre

están presentes, donde una domina sobre la otra, caracterizando dos tipos de

sociedades: un poder legitimado por su carácter sagrado; y aquel racional, con

arreglo a valores y a disposiciones legales” (Bravo, 1997). En La Casa Grande,

como novela del poder, estas dos formas están materializadas en dos extremos, el

6Termino utilizado por Michel Foucault en su obra Vigilar y Castigar para referirse al poder dominante y

excluyente y poder diferenciar al poder en ejercicio como consenso y al poder hegemónico como abusivo y

silenciador.

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padre y el pueblo, cada uno posee mecanismos propios en el ejercicio del poder.

Sin embargo, no son las únicas manifestaciones que existen, puesto que de cada

lado coexisten otros tipos de poderes con los cuales se retroalimentan y/o

mantienen relaciones antagónicas. En este contexto, se puede hacer mención al

poder político, económico, militar; al patriarcado o poder familiar por un lado; y el

poder social, sindical y/o resistencia en otro. La mayoría puede presentarse como

consenso entre un grupo de individuos que lo legitima y le genera vía libre para su

ejercicio o como resultado de una imposición que se mantiene por medio del

miedo y del temor. Este es el biopoder o poder dominante.

A hora bien, al hacer la revisión del acápite que aquí se desarrolla, es necesario

referenciar el estudio expuesto por Bravo (1997) sobre “la legitimación del poder

en la escena literaria europea y latinoamericana”7, ya que ilustra de forma general

la presencia del poder en la literatura. Leyendo a este autor, en el caso europeo,

en obras como El Gran Inquisidor de Dostoievski; El Leviathan (1651) de Thomás

Hobbes; El contrato Social de Juan Jacobo Rousseau y El Príncipe (1513) de

Nicolás de Maquiavelo, se referencia la disputa de dos tipos de sociedad, dos

tipos de poder en el que la historia de las letras universales manifiesta la relación

poder-literatura centrada con fines políticos.

7Esta frase que generaliza el estudio es nuestra y no del autor. Es una “lectura” de los acápites legitimación

Divina del Poder y Formas del Poder en la Escena Literaria que esboza de manera interesante la relación

poder y literatura.

26

Esta mencionada relación habla sobre “la grieta de la modernidad, la ruptura del

hilo de la legitimación divina, al romper la fijeza de la verdad, para colocar el

poder, ya no más en manos del poder absoluto-divino sino en los dominios del

hombre, en la exigencia de nuevas formas de legitimación” (Bravo, 1997). Y es en

ese contexto de exigencia donde el hombre teje y desteje el accionar de la línea

política del poder manifestada en las obras citadas, como aquella que, primero:

“justifica las más extremas formas de dominación por la vocación auto destructora

del hombre, y segundo, aquella que parte del poder como acuerdo para la

preservación de los altos valores del bien y la libertad” (Bravo, 1997 ).

En cuanto al caso latinoamericano, se puede afirmar que la definición de poder,

expuesta al inicio de este apartado, se cumple en cada uno de sus puntos. Sin

embargo, a mediados del siglo XX, las grandes obras sobre el poder trazan una

fuerte relación con lo político. Un “dictador” con poder absoluto domina los

destinos de “un pueblo” sumido en la soledad, en el silencio y en el temor, puesto

que “el poder político como tema literario en Latinoamérica se dispone para lanzar

enfoques críticos sobre las políticas latinoamericanas” (Kohut, Paepe et al,

1995).Colocando el lente sobre los personajes de este lado de la tierra, esto se

identifica, por ejemplo, según Víctor Bravo, en los textos de Juan Rulfo (Pedro

Páramo) y en los de García Márquez (El Otoño del Patriarca). No obstante, no

está demás comentar, y si es el caso reiterar, que la tan mencionada relación

poder- literatura entre Europa y Latinoamérica se inclina más hacia el lado del

27

poder absoluto. Es decir, sin caer en esencialismos descontextualizados de tiempo

y espacio culturales, tanto en –algunas, no todas, ya señaladas arriba– las letras

Europeas como en –unas otras– las de Latinoamérica, durante el siglo pasado se

muestran un poder político caracterizado por el dominio absoluto del gobernante

en todos los estamentos.

Por otra parte, en Weber y Foucault se muestran dos tipos de dominación que

caracterizan “nuestras letras”. Una racional, representada por las sociedades

modernas del siglo XIX y XX “fundamentada en un conjunto de reglas abstractas

que crea un orden impersonal por el que orienta sus disposiciones. Poder que se

ejerce mediante un cuadro administrativo burocrático” (Bravo, 1997) que coloca al

hombre en una condición de obediencia e inhumanidad, sin salidas más que la

sujeción al sistema u orden que la exige permanentemente; y otra que, se

desarrollará más adelante y, se denomina, tomando las palabras de Foucault,

como “poder del testigo”, que vendría a ser la resistencia o lo que señala Bravo

(1997) “es para la modernidad el fundamento optimista de la revolución”.

Al dejar en claro esta perspectiva del poder en lo político y en especial, el otro

poder, en la “respuesta de los dominados” ante el orden o poder impuesto,

Foucault subraya como “intransferible y compleja relación entre el hombre y la

verdad, entre el hombre y el poder, […] donde se abre la posibilidad de que la

verdad sin poder pero legitimada en los hechos, la verdad del testigo, enfrente y

28

venza a la verdad sostenida y legitimada por el poder” (citado por Bravo, 1997 p

36). Lo que se traduciría como característica del poder del pueblo presente en las

obras latinoamericanas.

A partir del mismo Michel Foucault (2002) y el estudio de Edipo Rey de Sófocles,

es importante señalar que “el derecho de oponer la fuerza de la verdad del testigo,

[del pueblo o de los dominados] sin poder, a un poder sin verdad […] La

posibilidad de una fuerza que emerja desde lo colectivo y sea capaz de

redimensionar el poder, [es decir, que pertenece a] un complejo movimiento del

poder que se desprende de la soberanía de lo colectivo” (citado por Bravo, 1997),

permite en este punto establecer relaciones complejas entre el análisis de la

dicotomía poder-literatura, o mejor, de la presencia de la topología poder en la

literatura latinoamericana. En La Casa Grande, la verdad del testigo aparece

plural, clara y concisa para dar espacio a una reconstrucción de los hechos.

Incluso en momentos claves y previos, que desembocan en el mayor evento que

expone la novela, “la masacre de las bananeras”.

Lo anterior, devela una de las características que se puede hallar en las letras

latinoamericanas, sobre todo la relación poder-literatura que gira alrededor del

carácter político del poder. Sin embargo, el poder en estas dinámicas sociales, ya

no sólo se desenvuelve hacia el sentido del concepto de dominio político, no hay

solo una relación verticalizada en la que un sujeto dominante se impone sobre otro

29

alternativo/colectivo; desde diversos medios de control, como: el terror, miedo,

silencio, soledad, muerte, violencia, decretos, leyes o el mismo lenguaje; más

bien, en ella se desencadena una relación particular de reciprocidad por el poder

que mostrará su lado “oscuro y terrible”, en pos de la disputa por el poder, de la

lucha entre el hombre y el poder. En suma, interpretando a este autor, estas obras

confirman un sujeto en el ejercicio de poder desmesurado e inhumano sobre un

pueblo que, amparado en el murmullo de su silencio y odio, se levanta poco a

poco, de manera violenta, sobre el abusivo dominador, para a la final transferir y

transformar el poder. De esta manera, las novelas de corte dialógico

se convierten en escenario privilegiado para la reflexividad sobre el poder

[…] novelas de pluralidad de voces y conciencias independientes e inconfundibles,

de estructura polifónica, que profundizan en la compleja relación dialógica entre

los hombres. Yo el supremo presenta de este modo una original estructura

dialógica para la reflexividad, -conciencia crítica de la novela- sobre el poder

(Bravo, 1997).

La relación entre poder-literatura, la presencia del poder en la escena literaria o el

tema del poder en la literatura, se enlaza con un tipo de poder de dos caras. Un

poder absoluto, dictatorial y otro colectivo, el de la resistencia, pero en medio o al

interior de ambos es posible señalar la capacidad de adaptación que tiene el poder

para garantizar unos efectos, planeados unos e inesperados otros.

30

2.2. El Poder en la Narrativa Colombiana.

En el caso de Colombia, la literatura roza de cerca con el poder en distintos

períodos, en el colonial por ejemplo, se dan detalles sobre esta época de luchas y

batallas. Después de la independencia, donde la ilustración pone en escena sus

preceptos, aparece nuevamente la tensión entre poderes, aquel que en algunos

casos fue tomado por la fuerza y en otros como resultado de consenso, y que con

el pasar de los años se hizo cruel, dominante y excluyente. Entonces, surge ese

otro poder que aparentemente duerme, se alimenta y en el momento preciso o

inesperado despierta.

En la literatura del Caribe colombiano, Ramón Illan Bacca con su obra Maracas en

la Ópera(1997), muestra el tópico poder como uno de los ejes de su historia,

mismo que ha construido una historia oficial para no verse en su naturaleza

hegemónica, por el contrario se muestra como heroico y liberador, por ello Illan

Bacca realiza una parodia de la historia oficial, para burlarse del poder político y

manera de construir la historia formal, cuyo fin es el de obtener grandes beneficios

económicos, mismos que le mantendrán como dominante y capaz de acceder a

cualquier lugar y espacio, al lograr una tregua o pacto con otro tipo de biopoder.

Tratando de establecer semejanza o paralelo con La Casa Grande, se puede

hablar del poder militar, cuyo despliegue es capaz de infundir terror y miedo,

31

alimentarse de su propio poderío y mantenerse en el dominio. Illan Bacca invita a

reírse de la historia nacional, del Caribe colombiano, pero a la vez, en su discurso

existe una invitación implícita para comprender los procesos históricos que han

permitido que nuestra política actual siga, en muchos casos, un camino inmoral.

Este es un ejemplo de obras literarias que toman al poder como tema literario, y

sobre el cual se entretejen, no sólo una red de acontecimientos, también una serie

de recursos que facilitan un sinnúmero de interpretaciones.

También podemos referirnos, respecto al tema del poder, a la relación intertextual

que existe, según los planteamientos del investigador Álvaro García Burgos

(2000), entre La Hojarasca de Gabriel García Márquez y Respirando el Verano de

Héctor Rojas Herazo con La Casa Grande de Álvaro Cepeda Samudio, debido a

que las tres novelas se basan en eventos históricos similares, pero sobre todo, se

enfocan en las dificultades sociales y políticas que ocasiona la intolerancia y el

abuso del poder.

En las tres obras, las dimensiones del poder se exponen desde la opresión, el

autoritarismo, el odio, el miedo y la muerte, primero como disciplina y segundo

como libertad.

32

En Latinoamérica se gritó fuerte con los abusos del poder; por ello, cada una

de las obras literarias latinoamericanas representa la lucha plena con el

biopoder en una lucha descarnada. En este sentido, Doña Barbara de

Rómulo Gallegos, La Vorágine de José Eustasio Rivera, entre otras,

muestran al poder mismo, pero también la fuerza que se resiste.

3. Dimensiones del Poder

Después de emprender el recorrido del poder como tópico en la literatura universal

y conocer los recursos estilísticos que ha utilizado para permanecer de forma

recurrente y propicia en las estructuras narrativas en las que está inmerso, de

manera principal o secundaria, y su puesta en escena como reflexión de las

realidades en las que ha estado presente, es necesario realizar un acercamiento

a las dimensiones en las que se manifiesta. Hacer apuntes sobre estas

dimensiones, permite que se vayan develando intenciones críticas de la novela y

facilitaría una interpretación objetiva sobre la tipología del poder que es posible

categorizar en La Casa Grande.

Un primer acercamiento sería a la dimensión estilística, la cual permite que se

tenga propiedad para señalar al poder como tópico literario en la novela, logrando

que esta adquiera un estilo particular para contar sus hechos, colocando como

base al poder y a la manera como se ejerce. De esta forma, el estilo propio de la

33

obra permite que el poder se dimensione en el plano narrativo construyendo unos

acontecimientos, unos hechos determinantes y un espacio-tiempo concluyentes

para ubicarnos en un contexto que permita interpretaciones acertadas sobre los

temas que se presentan en la historia, en este caso, el poder. La estilística

representa “la materialidad misma de la obra, susceptible de un análisis desde el

lenguaje literario” (Yllera, 1979), es decir, que se dice y cómo se dicen las cosas

en la narración y además la utilización de otros recursos, tal es el caso de la

imagen y el signo.

Siguiendo con la dimensión narrativa, los personajes y sus acciones dan

movimiento al poder, también a una tipología, unas funciones y unos efectos que

garantizan una serie de eventos y acontecimientos decisivos, los cuales a su vez

configuran un mundo ficcional que reflexiona significativamente sobre su realidad

extratextual. Esta reflexión permite que la obra literaria se relacione con el

contexto social y sus problemáticas presentes. Entonces, ante la dimensión

sociocrítica, es preciso, para estudiar una obra literaria, dar importancia a esa

realidad textual, ya que a partir de dicha realidad se tiene acceso a los sistemas

de sentido, es decir,

“al material seleccionado de esos sistemas (las ideas morales, políticas,

científicas, religiosas, filosóficas; los acontecimientos históricos, naturales; las

34

prácticas artísticas, etc.), el repertorio, y a partir de este constituir un sistema de

equivalencias del texto por parte del lector”. (Iser, 1987)

En La Casa Grande, los sistemas de sentido se hayan presentes de diversas

maneras y a partir de las ideas planteadas, el objetivo de este trabajo es develar la

estructura social y política, presente en La Casa Grande, y como ésta estructura

social se correlaciona con el contexto en que surge, lo que Borja Rodríguez (2008,

24 de nov.) llama: “un conjunto de elementos que integran un sistema complejo” y

como la obra literaria como tal, “es un sistema dentro de otro sistema más grande

y complejo”, es decir, como a partir de situaciones histórico sociopolíticos la

literatura construye su propio mundo, pero no puede romper su relación con el

contexto social en que surge ni de los fenómenos sociales propios de este.

Otra dimensión presente en la Casa Grande es la semiótica, la cual brinda

conocimientos importantes sobre los signos y la imagen presente en la narración.

Esta merece un mayor y preciso espacio investigativo para tener detalles sobre

dicha dimensión en la que se manifiesta el poder, por ejemplo:

“El Padre está sentado en una silla rústica hecha de madera y de cuero

templado y sin curtir. El Padre tiene sesenta años y es fuerte y duro. Cuando se

35

ponga de pie el Padre será de baja estatura, las espaldas serán anchas, y la nuca

abultada, el pecho poderoso, la cintura delgada y las piernas ligeramente corvas

de haber pasado gran parte de sus sesenta años sobre un caballo. Cuando hable

la voz del Padre será áspera, autoritaria, hecha de dar órdenes siempre….” (p 41).

Esta imagen es digna de un análisis desde la semiótica, al igual que otras que

permiten construir una noción-representación sobre el poder en la obra. Esta

representación atiende amostrar conflictos, acciones, visiones y conciencias que

den testimonio o presten voces a los protagonistas reales de la masacre. A la vez,

somete a juicio y a reflexión “estilística” a la sociedad patriarcal, por medio de los

hechos, acontecimientos, actantes, temas, metáforas que reconstruyen las

funciones sociales, económicas y políticas de los involucrados en el cruel episodio

de las bananeras.

Finalmente, es importante agregar que la esencia misma del poder posee unas

dimensiones sociales en las que “se distinguen tres formas de poder, desde una

perspectiva filosófica: 1) como resultado de una relación de mando y obediencia;

2)como relación de autoridad; y 3) como relación cooperativa o democrática”

(Kohut, Paepe et al, 1995). Si bien las tres están presentes en la novela, también

es cierto que la narración se centra en las dos primeras, puesto que de la relación

cooperativa y democrática surge una contaminación, por decirlo de alguna

36

manera, que transforma al poder y hace que este olvide el consenso y se

trasfigure al biopoder.

3.1. Álvaro Cepeda Samudio y La Casa Grande como novela del poder

A partir de la definición del poder como tópico literario y de las dimensiones que

confluyen en la escena literaria, tan mencionadas en líneas anteriores, es

menester apuntar, de nuevo, a la dimensión estilística. Lo que obliga, a acudir a

los conocimientos, ideologías y visión de mundo del autor para establecer un

acercamiento reflexivo entorno a la creación narrativa.

Así, Cepeda Samudio, con el carácter periodístico, crítico e intelectual que le

caracteriza, realiza dicha comprensión y todo su resultado desemboca en su única

novela, La Casa Grande .Donde con destreza muestra al poder en todo su

esplendor, capacidad de adaptación en el espacio para mantenerse, y las

relaciones entre biopoderes, cuyo propósito acaba en el cruel episodio de la

masacre de las bananeras; la forma de resistencia que siempre lleva a una tensión

entre dos poderes: el que busca liberación y aquel que quiere mantenerse a como

dé lugar.

Su capacidad intelectual proviene de sus estudios periodísticos, de sus

traducciones de Faulkner, Saroyan, Truman Capote, etc., “autores que lo llevaron

a identificarse con mundos efervescentes de hechos descomunales, de vidas

37

sometidas y las incomunicaciones que se vivían en las grandes aglomeraciones

urbanas”(Vargas, 1989)8. Sin embargo, esta influencia no lo absorbe

completamente; por el contrario, le ayuda a crear su propia visión, “su propio

mundo mágico, de soledad y poesía, desde el cual creó a sus personajes”

(Vargas, 1989)9. La influencia de la literatura norteamericana, la historia

colombiana y su constante preparación permiten que Cepeda Samudio tenga sus

propias inquietudes literarias e intelectuales, logrando crear el estilo único que

refleja en sus obras, pues “él, como escritor, es quien articula, su vida personal y

las experiencias vividas, con la historia real que lo vio nacer. Como autor es quien

da al inquietante lenguaje de la ficción sus unidades, sus nudos de coherencia y

su inserción en lo real” (Foucault, 1992).

En 1962 se publica la obra maestra de Álvaro Cepeda Samudio. La Casa Grande

“se trata de la historia de la huelga de las bananeras de 1928 y al mismo tiempo

es la anécdota de una familia que domina en el pueblo y ocupa La Casa Grande”

(Gómez, 1989). Con esta novela se rompe con la tradición de la novela costeña.

Mostrando infinidad de recursos y técnicas de la novela moderna. La Casa Grande

pone de manifiesto las imágenes y voces múltiples, la oralidad como recurso

literario y la repetición de sucesos para resaltar momentos primordiales de la

8 German Vargas, amigo personal de Álvaro Cepeda Samudio, escribe con detalle, entusiasmo y gran

admiración sobre su vida y su obra en el artículo del mismo nombre. Todo como un homenaje póstumo. 9 Los personajes de Cepeda Samudio se caracterizan por tener una visión propia y subjetiva de su entorno y

sus sucesos. Cada personaje vive desde su experiencia. Lo que permite que el lector tenga varias opiniones

sobre un mismo suceso. Tal es el caso de la novela, La Casa Grande.

38

historia. La importancia de La Casa Grande también reside en su carácter histórico

al recrear desde diversas visiones y opiniones, lo que se representa en sus

personajes, la inolvidable “Masacre de las bananeras”.

Cepeda Samudio fue un defensor de la libertad, estuvo en contra del anacronismo

e intentó romper con los constructos sociales que despojaban a otros de sus

derechos y libertad. De esta manera “postula su obra con el firme objetivo y la

fuerte convicción de liberar al oprimido a través del conocimiento de los

fenómenos históricos [...] generando conciencia que llevan al poder comunitario”

(Laguna, 1980). Fue un crítico incansable de la injusticia y la violencia, y fueron

estas convicciones las que configuraron su obra literaria y su trabajo en general.

La casa grande de Álvaro cepeda Samudio, se constituye en una obra con sentido

crítico para con la situación sociopolítica de Colombia. De este contexto extrae un

sinnúmero de elementos que le permite construir un mundo de ficción donde le da

voz a quienes la historia oficial se ha encargado de excluir y silenciar. Estas voces,

desde su visión y experiencia, cuentan la impresión que tienen sobre la masacre

de las bananeras, uno de los peores eventos fratricidas en la historia sociopolítica

Colombiana. Lo curioso de documentar este evento no solo radica en el momento

del suceso, también en la forma en que las fuerzas que emergen de las relaciones

entre poderes, tejen cada movimiento para ejecutarlo.

39

En esta red, se puede observar al poder en diferentes manifestaciones y cómo

cada uno de estas se convierte en un poder específico con una función

determinada. Entonces, a partir de la Casa Grande como novela del poder, se

puede realizar un acercamiento a lo que el autor Michel Foucault, introdujo en su

teoría sobre el poder como tipología. Este concepto, se puede observar en la

novela y su trasfondo sociopolítico, el cual es puesto en jaque por los narradores y

su voz testimonial.

3.2. Tipología y Funciones del Poder

A partir de Foucault (2002) se logra un acercamiento al poder como una

manifestación de naturaleza neutral, es decir, el poder no es bueno ni malo; pero

posee una fuerza de naturaleza adaptable y pierde su carácter neutral cuando el

hombre que lo ejerce da matices de acuerdo a sus propósitos, conocimientos y las

relaciones que tenga con otros tipos de poderes. En este sentido, la libertad que

posee cada ser para ejercer poder va de acuerdo a su visión, lo que logra que

cada manifestación del mismo, tenga unas funciones especificas y al tiempo la

capacidad de adaptarse para poder contener los espacios y situaciones donde se

construye.

En este punto, Antonio Castillo (2008) sostiene que “el poder posee una extensa

gama de formas y naturaleza. Cuando un grupo social o alguien es capaz de

40

apoderarse de los mecanismos que regulan una de dichas manifestaciones […] se

crea, así, un discurso que lo presenta como un hecho “natural” y procura bloquear

las posibilidades de aparición de otros discursos que tengan capacidad

cuestionadora.” […] El Padre más que discurso, crea mecanismos de miedo para

mantener su opresión e impedir que su poder sea afectado, mismo que el poder

militar y político.

3.2.1. El Poder Familiar – Patriarcado

En la novela, el mundo ficticio se configura en una sociedad patriarcal,

autoritaria, excluyente y dominante, que se personifica en el Padre, dueño de la

hacienda bananera “La Gabriela”. El Padre somete a su núcleo familiar y a partir

de este sometimiento el poder de género queda al descubierto, pues él ordena y

dispone sobre las mujeres, que bajo su yugo, permanecen silenciadas. Él hijo, de

su mismo género, es visto como el continuador de su poderío, pues es “la única

manera que tiene para que su apellido perdure” (p 32), para que su riqueza y

sombra autoritaria se inmortalice, es decir para dar acción y continuidad a su

poderío o para que se cumpla el viejo adagio popular “la mujer había sido educada

para que el patriarcado tuviera prolongación a través del tiempo”. De esta manera,

mujer e hijos están coartados en sus acciones e imposibilitados a tomar

decisiones o indagar a causa del temor que los invade.

41

“… cuando llega el padre y la madre se queda de pies, temerosa en la mitad

del corredor sin saber a dónde dirigirse ni que hacer, esperando que lo que iba a

comenzar terminara” (p. 24).

La violencia intrafamiliar, junto al patriarcado y el poder de género, también se

toma las páginas de la novela, pues la narración recrea situaciones de maltrato.

Tal es el caso “de las espuelas que se quita para golpear a la hija en la cara. […]

La segunda vez que lo hizo había sangre humedeciendo el barro seco” (p 24).

Incluso fue “capaz de abusar sexualmente de ella sin ningún escrúpulo” (p 45). De

esta manera el padre trata a su familia, sin contemplación, pues está convencido

de que no harán nada y que su vida les pertenece. Es así comola sociedad

patriarcal representada en el Padre y su familia, se muestra como uno de los

propósitos más importantes de la obra. Asimismo, ahondando en la figura del

Padre, de la familia y la misma casa grande, se llega al centro y origen del

conflicto y cómo este se proyecta e impacta en la huelga y la masacre en dicha

sociedad patriarcal. De esta forma,“el padre crea como un ambiente de negación

total de la armonía familiar desplazando completamente a lo femenino, es decir a

la madre” (Gómez Ocampo, 1989).

Esta tensión del poder que circunda en la violencia intrafamiliar y el poder de

género se resume en dos esferas: unos actantes que provocan los conflictos

42

dentro de la sociedad patriarcal, a saber: El Padre y la Hermana “mala” y otros,

menos visibles: El hermano. Vacilante, educado en Europa pero femenino, débil

como la madre pues no tenía el carácter del Padre; quien con odio silencioso se

opone a las decisiones del poder patricio, al simpatizar con la causa de los

obreros. Representa, si se quiere, “la floreciente” resistencia del Guacamayal.

Por otra parte, El Padre y su forma particular de actuar en “La Gabriela” con sus

trabajadores y su familia no son los únicos conflictos que se generan en la

hacienda. También está el constante enfrentamiento entre las hermanas; entre el

Hermano y la Hermana tirana por la obsesión que tiene esta de perpetuar al

Padre. Esta parte de la novela pone al descubierto el poder patriarcal, el papel que

juega el mordaz odio familiar, la ruina de la hacienda y cómo la invasora muerte

impone cambios decisivos dentro de la familia.

3.2.2. Poder Militar, Los Soldados

En la casa grande, el primer tipo de poder que se pone de manifiesto, es el militar.

Este es el poder en ejercicio, pues ejecuta órdenes de otro tipo superior, el

biopoder.

43

“Todavía no eran la muerte: pero llevaban Ya la muerte en las yemas de los

dedos: marchaban con la muerte pegada a las piernas: la muerte les golpeaba

una nalga a cada trance: les pesaba la muerte sobre la clavícula izquierda; una

muerte de metal y madera que habían limpiado con dedicación” (p 22)

Los soldados son la manifestación radical del biopoder, y la vez el afloramiento de

la resistencia en la propia conciencia de quienes son dominados, manipulados e

impotentes, ya que su ir contra no tiene, aún, la suficiente fuerza para enfrentarse

al poder dominante.

“- claro: y por eso nos mandaron: para acabar con la huelga.”

- Eso es lo que no me gusta. Nosotros no estamos para eso.

- ¿No estamos para qué?

- Para acabar con las huelgas.

- Nosotros estamos para todo. A mi me gusta haber venido. Yo no conozco

la -zona. Y estar en comisión es mejor que estar en el cuartel: no te pasan

revista, no te llaman a relación, no te pueden meter al calabozo.

- Si pueden…”(p4)

En el plano del dialogo entre los soldados al inicio de la novela se pueden

observar algunas características del poder militar. Primeramente, este se presenta

como un consenso aceptado por unos, como la única salida para otros, pero sobre

44

todo como una obligación divina que enceguece. En los soldados esta ceguera es

evidente en uno de ellos, quien se siente parte del sistema y como mandato divino

debe ejecutar la orden del biopoder. En el otro soldado se observa impotencia,

resignación y un breve destello de resistencia que no se manifiesta más allá de su

voz y de su pensamiento, pues es consciente de la dominación que pesa sobre su

voluntad. Sin embargo, en medio de su condición su conciencia despierta para

expresarse:

“¡Qué vaina! Que no tengo miedo, lo que pasa es que no me

gusta eso de ir a acabar con una huelga, Quién sabe si los

huelguistas son los que tienen la razón.

- No tienen derecho.

- ¿Derecho a qué?

- A la huelga.

- Tu qué sabes

- El teniente dijo.

- El teniente no sabe nada” (p 5)

Los soldados también representan a quienes se resisten y se dejan llevar por la

ola de órdenes y mandatos establecidos por la dominación. Finalmente, cabe

anotar que el poder militar, en este caso, también revela la presencia de otro

poder superior. Cuando uno de ellos dice “el teniente no sabe nada” pone en

45

escena hilos dominantes mayores y al tiempo el acompañamiento antagónico que

la resistencia le hace al biopoder, acerco de esto, el autor, Germán Vargas (1989)

basándose en el estudio de Raymond Williams, describe a La Casa Grande como

la novela del poder. “De los soldados como objetos del poder y de su

enfrentamiento con los obreros y huelguistas”

La ejecución de poder que logran los militares a través de las armas, también se

hace previamente a través de decretos que buscan “poner orden”. Estos decretos

que funcionan como advertencia buscan infundir el temor entre los huelguistas que

buscan mejores condiciones laborales.

“El Decreto

Magdalena, diciembre 18 de 1928

Decreto No. 4

Por el cual se declara cuadrilla de malhechores a los

revoltosos de la Zona Bananera

46

El Jefe Civil y Militar de la provincia de Santa Marta en uso

de sus facultades legales y

Considerando:

Que se sabe que los huelguistas amotinados están

cometiendo toda clase de atropellos; que han incendiado

varios edificios de nacionales y extranjeros, que han

saqueado, que han cortado las comunicaciones telegráficas y

telefónicas….” (p 57 y 58)

Los soldados en medio del conflicto, llenos de dudas y algunos simpatizantes de

los jornaleros en huelga, vieron en los obreros su reflejo, su situación e

impotencia, es decir, sus iguales. Ellos mataron y después fueron obligados a

contener y retomar el control de los pueblos bananeros, gracias al miedo que

infunden las armas. Los soldados, independientemente su origen pertenecen a

una institución, a la cual deben obedecer convirtiéndose en los instrumentos de un

poder que utilizó la propaganda difamatoria para transformar una huelga de

jornaleros bananeros en monstruo que debían derrotar, ese monstruo es el

naciente poder social, la resistencia y la lucha por lo justo. Ellos, los soldados,

tuvieron que cargar con el estigma de la muerte que dejó la ejecución de las

órdenes del biopoder.

47

3.2.3. El Poder Político y El Poder Económico

Superior al poder militar se encuentra el poder político y adyacente a este, el

económico. Ambos, dentro de la red jerárquica de tipología del poder, se

desempeñan como generadoras de fuentes para el biopoder.

Al poder político se le observa en La Casa Grande como el gran productor de

discursos, como el origen de las ideas y las órdenes que se ejecutan regularmente

son de naturaleza política, pero con grandes intereses económicos. Por su parte

el poder económico alimenta al poder político y mueve los intereses de los otros

poderes cuando estos son corrompidos por el poder dominante.

El Padre tiene poder económico, representa al patriarcado y además su riqueza le

permite construir nexos de la misma naturaleza económica, de naturaleza política

y este último le permite influenciar en las decisiones militares que se tomaron para

reprimir a los huelguistas. Se observa entonces, el poder disciplinario o social; el

cual funciona como dominador sobre las acciones del pueblo y los jornaleros, este

poder busca imponer el “orden”. Por ello todo escuchan “la voz del padre áspera,

autoritaria, hecha de dar órdenes siempre” (p 44) soportan sus maltratos y la

manera tan cruel como silencia sus voces, pues para él “las preguntas era una

afrenta a sus decisiones indiscutibles, todo poderoso estableció con su sola

existencia la imposibilidad de las preguntas” (p 81). Aun así, sus trabajadores y los

48

habitantes del pueblo se revelan, porque el abuso del padre los mantiene en crisis,

viviendo subyugados e inmersos en la pobreza. El padre les genera miedo, ya la

vez aumenta el odio que sienten por él. En este sentido, es posible observar al

miedo como una fuente de poder, tanto para el Padre como para los dominados.

El Padre como representación del biopoder utiliza infunde temor para controlar y

mantener su autoridad, y el pueblo como la resistencia lo usa para acumular

fuerzas a través de su odio. A partir de esta acumulación continua llega la huelga,

porque todos están cansados de ser maltratados, y con la protesta también se

planea la muerte del Padre, pues todos querían “matar a su opresor, aunque

tengan miedo, por todo el mal que les ha hecho, por haber traído a los soldados

para que los mataran” (p 51). La intención del Padre en su ejercicio de poder es

proteger sus bienes y posición de patrón y para ello utiliza el miedo y el temor a la

muerte para disciplinar a todos. No obstante el gobierno y el Padre encuentran

resistencia lo que provoca una pugna que termina “en el trágico resultado, la

masacre, y este enfrentamiento, como un tipo de violencia promovida por el

gobierno de la época (el poder político) a través de su brazo operativo (los

soldados innominados)” (Williams citado por Vargas, 1989 p 115).

49

3.2.4. El poder disciplinario

Aparece como un propósito del Padre como representación del biopoder, cree

tener lo que el autor, Michel Foucault (2002 p 104) llama “el poder disciplinario,

que en efecto, es un poder que […] tiene como función principal, enderezar

conductas; […] no encadena las fuerzas para reducirlas; lo hace de manera que a

la vez pueda multiplicarlas y usarlas.” Esta multiplicación y expansión de poder se

muestra en la novela cuando el padre por medio de abusos, maltratos e incluso de

masacres, causa terror por cualquier medio. Podemos ver entonces el poder del

padre, en sus diferentes manifestaciones. Este le garantiza mantener su poderío.

No importa el medio que utilice para lograrlo. Lo primordial es cuidar sus intereses

económicos demostrando su influencia política y militar para así seguir

controlando a sus trabajadores y al pueblo; sin dejar de lado que esta disciplina

empieza por su familia.

3.2.5. El padre como representación del biopoder

Uno de los personajes principales de la novela, es el padre, visto no sólo, como

miembro de una familia a la cual domina y maltrata, también como un individuo

que utiliza su poder para violentar vidas e infundir terror. A partir de su figura, se

puede abordar el poder en sus diferentes clasificaciones y funciones que son

desarrolladas en la narración y se relacionan de manera significativa con el

50

contexto social, puesto que esta se constituye como una reflexión crítica de la

realidad. En este sentido, el Padre, puede ser observado como personificación de

la dominación y la exclusión política, social y económica de Colombia que

perfectamente cabe en varios periodos antes, ahora y después, pero sobre todo

con el contexto inmediato a la masacre de las bananeras para referirse al gobierno

y todos los personajes que lo conforman, específicamente, a quienes ejercen el

poder y dan el matiz correspondiente a su ejercicio. Este poder puede ser el

resultado de un consenso grupal o social, o un poder corrompido por el discurso

naturalizado de la exclusión y de la dominación para convertirse en biopoder.

“El Padre está sentado en una silla rústica hecha de madera y de cuero

templado y sin curtir. El Padre tiene sesenta años y es fuerte y duro. Cuando se

ponga de pie el Padre será de baja estatura, las espaldas serán anchas, y la nuca

abultada, el pecho poderoso, la cintura delgada y las piernas ligeramente corvas

de haber pasado gran parte de sus sesenta años sobre un caballo. Cuando hable

la voz del Padre será áspera, autoritaria, hecha de dar órdenes siempre….” (p 41).

El Padre, como la representación del biopoder, genera de odio y violencia,

extiende su autoridad y abusa del poder por el fuerte capital económico que posee

y, la relación cercana con las instituciones políticas y militares, causando

tensiones entre sus abusos y los miedos de quienes se sienten maltratados y

51

humillados. Logrando que “el miedo, el odio, la muerte, el silencio y la familia

sirvan como pilares del poder” (Ballestero, 2003).

El sometimiento del Padre inicia en el núcleo familiar, al interior de la hacienda La

Gabriela, donde ordena y dispone. Pero este poder, y el resultado de su ejercicio,

van más allá de los límites de su casa y llega a los trabajadores de su hacienda.

Se observa entonces, el poder social; poder que funciona como dominador sobre

las acciones del pueblo y los jornaleros. Estos escuchan “la voz del padre áspera,

autoritaria, hecha de dar órdenes siempre” (p 44) soportando sus maltratos y la

manera tan cruel como silencia sus voces, pues para él “las preguntas era una

afrenta a sus decisiones indiscutibles, todo poderoso estableció con su sola

existencia la imposibilidad de las preguntas” (p 81). Aun así, sus trabajadores y los

habitantes del pueblo se revelan, porque el abuso del padre los mantiene en crisis,

viviendo subyugados e inmersos en la pobreza. Pero sus abusos sirven de

alimento al miedo y este a su vez alimenta el odio que sienten por él, por tanto

cansados de los abusos, los huelguistas utilizan su rabia como fuente para

quitarse el temor que les impide reclamar mejor trato y mejores condiciones

laborales, entonces “crece el odio del pueblo y este inunda la casa y todo lugar por

donde pasan” (p 55).

52

De esta manera, el miedo deja imponerles silencio y de acentuar la debilidad, y

finalmente alimenta al odio que los libera del temor y llevan la muerte hasta el

Padre.

3.2.5.1. La resistencia (el pueblo) versus el biopoder (el padre)

“Maldito padre, maldito padre. Y entonces fue cuando oímos por primera vez el

llanto de la Hermana” (p 9)

En esta parte, es necesario señalar al tipo de poder antagónico al biopoder, el

poder social o sindical, cuya fuente para alimentarse es el miedo y el odio.

Previamente fue señalado como resistencia, pues a partir de este nace la huelga

que por decisión del gobierno; la influencia del Padre, como representación del

poder de los acaudalados; y por la mano ejecutora del poder militar, representado

en los soldados, se desencadena la cruel masacre de las bananeras en donde

mueren un número no determinado de personas que protestaban por mejores

condiciones laborales y un mejor trato.

“Entre las 9:30 y las 10:00 de la mañana de hoy, un grupo de bandoleros trató

de asaltar el expendio de tiquetes de la estación del ferrocarril en la población de

Guacamayal. Las fuerzas militares se vieron en la imperiosa necesidad de abrir

53

fuego en contra de los bandoleros. El número de muertos no ha sido determinado

todavía (p. 101)

Los jornaleros, incluidos los trabajadores del Padre, cansados del maltrato y de

sentir temor, utilizan el miedo para alimentar su odio, el mismo miedo que les

ataba e impedía actuar, los impulsa a la lucha, sin miedo a la muerte, para que se

reconozcan sus derechos. Esta resistencia, rebeldía y búsqueda de derechos y

mejor trato pone en riesgo la economía de los poderosos, quienes por cualquier

medio, incluso llevando a la muerte misma, deben proteger sus intereses.

Según la historia oficial, los jornaleros son bandoleros, utiliza su discurso también

“oficial” para legitimar su accionar militar. Primero, para proteger los intereses del

Compañía Bananera extranjera y segundo, los intereses de los acaudalados

dueños de las haciendas bananeras y aliados de la compañía extranjera. La

Masacre de las bananeras, expuesta en La Casa Grande, marca un precedente

sobre la problemática sociopolítica de Colombia tanto en la época inmediata, como

en las similitudes con la actual. Todo apunta a la degeneración, corrupción y

abuso del poder como resultado en la defensa de intereses personales o en el de

unos pocos beneficiados con las decisiones que se toman en nombre de los

intereses nacionales.

54

3.3. Fuentes y Efectos del Poder

La principal fuente de poder que se evidencia en la Casa Grande el miedo. El

temor sirve como pilar para mantener al dominante y paradójicamente funciona de

la misma manera para los dominados. Para estos últimos el miedo es un

generador de odio, y el odio como fuente de poder para la resistencia acumula las

fuerzas necesarias para sublevarse sin importar el precio.

Por otra parte, la muerte aparece como un efecto renovador de cambio por lado; y

por otro como un acto extremo de disciplina. La muerte del Padre y de la Hermana

representa en parte un cambio, el término de un periodo obscuro, lleno de

maltratos y abusos; sin embargo para el Padre, el poder militar y político, la muerte

es un arma de miedo extremo que fue utilizado para disipar la huelga. No

obstante, logró su cometido en algunos también es cierto que ayudó a fortalecer la

idea de liberarse de la injusticia.

A partir del miedo también podemos señalar otros efectos. Por ejemplo, la traición,

el engaño y la clandestinidad como efecto del miedo. Sin embargo, el miedo más

grande se percibe en quienes temen perderlo todo a causa de la huelga. La

protesta como efecto por el abuso y el maltrato surge alimentada por el odio.

55

Entonces la resistencia o poder sindical tiene su fuente en el odio que nace en el

punto máximo del temor y convirtiéndose en fuerza de lucha por sus derechos.

4. Espacio y poder

En la novela el poder se presenta como articulador del espacio en cualquiera de

sus dimensiones, ya sea: narrativa, psicológica y geográfica o físico para

demostrar que el ejercicio del poder no sólo tiene repercusiones en los actos o en

los hechos, también en los espacios mencionados, pues “toda novela está

estrechamente vinculada con el espacio. Incluso si el novelista no lo describe, el

espacio, de forma implícita. Está ya incluido en el relato” (Zubiaurre, 2000 p 15).

Estos son determinados por la recurrencia de unos hechos, unos acuerdos o unas

imposiciones que garantizan la materialización de unos constructos a nivel físico

y/o mental.

El espacio permite movilidad o desplazamiento a nivel geográfico regidos por unos

condicionamientos sociales y psicológicos, pues “el espacio ya no es tratado como

lo muerto, como lo fijo, lo no dialectico, lo inmóvil. Ahora es tratado como el

tiempo: fue rico, fecundo, vivo, dialectico y móvil” (Foucault, 1980 p 70). Estos

preceptos presentes al interior de la obra permiten que se observen unos límites,

una localización o ubicación de unos individuos, de un lugar, de unas instituciones

o sencillamente de una situación en particular.

56

En La Casa Grande, dimensión espacial está regida de manera significativa por el

poder y el biopoder, puesto que establecen unos límites físicos y mentales que

deben ser respetados. Está influencia hace que el espacio narrativa posea unas

características precisas para mostrar los limites y los no limites del poder, y a su

vez de los personajes quienes ejercen el poder o son dominados por él, o

sencillamente la posición privilegiada o desafortunada de los personajes.

La noción del espacio como elemento influyente en la narrativa, es un concepto

polémico que ha trascendido en la crítica literaria. María Teresa Zubiaurre

desarrolla esta acepción, exponiendo la función del espacio dentro de la narrativa

y busca afirmarlo como un recurso general, profundo, amplio y significativo, igual o

mayor que los recursos temporales, para la conformación de la novela. En nuestro

caso, el espacio también se muestra con características temporales que brindan

una línea temporal de los sucesos, ya que el espacio no implica ausencia de

tiempo, pues este ayuda a que el tiempo se materialice” (Zubiaurre, 2003). Así, la

relación espacio poder “permiten la descripción de las cosas arrojadas en este

plano, su acomodo. Al mismo tiempo, esta ordenación es marca, este plano-

espacio-poder es honrado, hundido y atravesado, grabado, y así aparecen los

estratos que se constituyen a partir del saber y como este da acceso al poder y

definitivamente, opera a través del espacio”. (Tirado y Mora, 2002). Este

57

panorama brinda un sinnúmero de visiones acerca de las incidencias del poder en

todas las dimensiones espacios.

4.1. Espacio Geográfico

El Guacamayal en la Zona de las Bananeras, la hacienda La Gabriela, el pueblo, y

el transitar de los soldados ayudan a construir la idea de geografía, la forma del

espacio sin necesidad de que el narrador entre en descripciones exhaustivas

sobre el espacio. Los personajes y el espacio narrativo poseen una movilidad

mutua de tal manera que el andar de cada individuo reconstruya el lugar donde

están o por donde se mueven y el espacio a su vez enfatiza o resalta

características primordiales en los personajes.

“Entraron al caño (los soldados) como a un túnel. Los botes demasiado

anchos, y los buques con los planchones demasiado largos, tropezaban contra las

orillas y forradas de mangle tirándolos unos sobre otros, teniendo que esquivar

constantemente los fusiles verticales para no golpearse”. (p 7)

En este apartado, el movimiento de los personajes y las lanchas dan una idea

clara sobre la zona selvática y húmeda en la que están inmersos los soldados.

58

Esta técnica utilizada por Cepeda Samudio brinda, no sólo dinamismo a la

narración, también reduce las tediosas descripciones para agudizar el andar y el

movimiento de los soldados para realizar una comparación con forzado transitar

de la muerte.

“De la estación al cuartel del pueblo caminaron. Con los fusiles en

bandolera y los morrales sobre el hombre derecho, caminaron sobre calles

cubiertas de barro salitroso y caliente y de charcos llenos de agua salitrosa y

fresca. Algunos se quitaron las botas ya secas y se quedaban en el centro de los

charcos chapoteando el agua espesa. Caminaron lentamente, sin prisa, mirando,

sin entender bien las puertas y ventanas cerradas a lado y lado de las calles”. (p

17)

Esta descripción llena de mucho más dinamismo también se centra en el transitar

y el breve representación de algunos lugares, pero a la vez, de manera implícita,

crea la sensación de desolación, de zona lluviosa y apartada. De esta manera, el

espacio geográfico o físico determina, en primera instancia, una ubicación o

localización, pero también unos espacios de poder característicos.

La hacienda La Gabriela representa el lugar de poderío del Padre, un símbolo de

riqueza y de dependencia, en lo que respecta a los trabajadores; y una cárcel para

quienes sin voz ni voto habitan en ella con el Padre.

59

Los movimientos del Padre no tienen límites, se mueve por donde quiere y cuando

quiere para cuidar sus intereses y su ley.

En este contexto social ficcionalizado, el poder se ejerce desde unos centros de

poder. Estos establecen una división del espacio donde unos tienen paso

restringido y otros no. En la narración, propia de La Casa Grande, los limites son

regidos por el poder y las relaciones espaciales logrando que la relación pueblo-

espacio o hacienda-espacio son vistos, desde la figura del Padre, como centros de

biopoder. En dicho espacio nace una jerarquización que producirá una

dominación geográfica que permite el asentamiento del poder y de unas formas

de dominio que rigen la movilidad.

El poder se sirve de la división del espacio para reproducirse y a la vez

mantenerse, por le menos en el caso del biopoder. En este sentido, la división

espacial pasa a ser un proceso básico desde el cual se establece un poder para

materializar la división a nivel social, estructurando unos espacios sociales

claramente delimitados. Con esta división se hace posible el dominio del espacio.

En La Casa Grande la división social del espacio respecto del poder también se

categoriza en la misma tipología que no ofrece el poder, haciendo que cada tipo

en el ejercicio del poder tenga un espacio determinado como parte de una división

60

que permite una mejor movilidad en el ejercicio del poder; o un mejor dominio en

el caso del biopoder.

4.2. Espacio psicológico y narrativo

A partir de la división social que el poder realiza sobre el espacio, también se

puede pensar en una división a nivel mental o psicológica, ya que dicha división

se empieza a naturalizar en las estructuras sociales, mentales y psicológicas para

garantizar unas normas, unas leyes, unos límites, y en el peor de los casos una

continuidad en el dominio.

El espacio psicológico permite que el espacio narrativo, no sólo se centre en el

geográfico, también en las estructuras mentales para dar cuenta de la realidad

emocional y sobre la profunda complejidad humana que se expresa en el

pensamiento. Esto demuestra “el paso del tiempo sin necesidad de que el

personaje eche a andar, o simplemente se crea un doble movimiento, uno físico y

otro emocional” (Zubiaurre, 2003 p 39). Entonces, se está presente ante un doble

recurso que pone en escena el espacio, logrando por medio de “unas imágenes

espaciales en las que se materializa el proceso temporal” (Zubiaurre, 2003).

Claramente, la estructura psicológica logra que se materialicen unos límites

y espacios reducidos; y unos no límites espaciales. Por su parte, el espacio

61

narrativo con un sentido más amplio, evidencia una serie de recursos estilísticos

que brinda una contextualización precisa, definiendo al espacio no sólo como un

recurso ornamental, sujeto al tiempo, complejo, simultáneo o estático en la novela,

también como “el punto de vista […] de donde se sitúa el narrador para contar su

historia” (Zubiaurre, 2000).

Bajo esta perspectiva, el tema del poder en sus posibles tipologías y funciones no

solo está anclado a la visión de los personajes y sus acciones, también lo está al

espacio, debido a que este se entiende en su “forma más sencilla, como escenario

geográfico y social en donde tiene lugar la acción, no se reduce a una categoría

aislada, […] referente al contenido, ni a un […] mecanismo estilístico […]. Es […]

parte fundamental de la narrativa, elemento dinámico y significante que se halla

en relación con los demás componentes del texto.” (Zubiaurre, 2000). Por

consiguiente, tocar el tópico poder en relación con espacio ayuda a que se tenga

una ubicación de un eje desde donde se impone un régimen o un orden, pero

también la manera en que se expande y se mantiene; al igual que, en la manera

que se resiste. En este sentido, la multiplicidad de voces en la narración de la

Casa Grande permite que se tenga, no solo, diferentes versiones, también varias

nociones de espacio a partir de los diferentes puntos de vista, logrando que el

mismo discurso de los actantes construya el espacio pertinente a su narración

particular.

62

De esta manera, se logra develar unos espacios de poder en donde la red

tipológica de manifiesta y se establece. Así, es posible dar cuenta del espacio del

poder militar. Este, se localiza geográficamente en un cuartel y psicológicamente

se manifiesta por medio de los unos movimientos y gestos característicos que

permiten sea identificados como militares, mismos desplazamientos y signos

imponen respecto y garantizan un espacio de poder dentro y fuera del cuartel. El

poder político (el gobierno), un poco más amplío que el militar, hace gala de un

espacio de poder extenso, capaz de llegar más allá de sus límites políticos

naturales para atraer colectividad e influenciar significativamente. El poder político

posee espacios propios, en donde toma decisiones en nombre de una colectividad

que lo legitima, incluso cuando debe traspasar los límites espaciales que le

corresponden. El biopoder sabe que existen límites, pero no para él, los impone,

los mantiene y los traspasa cuando se ve amenazado. Mismo que la resistencia,

que se mantiene subyugada en un espacio reducido en donde permanece

dominado y excluido; hasta el momento justo en que resurge para reclamar sus

derechos. En novela, se convierte en una huelga que intenta acabar con el

biopoder, el Padre. Analizando el panorama narrativo, a través del Padre, se

puede observar que en él se manifiesta: 1) Las políticas colombianas de la época

que se basaban en la imposición, la fuerza y el temor. 2) El poder de los

acaudalados respecto al dominio del comercio bananero. La forma de ser del

Padre demuestra la protección de sus intereses económicos; de seguir con el

mismo trato y salario para los jornaleros y así garantizar sus ingresos y sus

63

alianzas estratégicas para permanecer en el mismo estatus económicos. Y

finalmente, 3) Como representación del patriarcado nacional, su fuerte machismo

y la posición de la mujer.

En este último punto, el papel de la mujer se materializa al acercarse al

patriarcado como medio de exclusión y dominio, además, establece unos espacios

que deben mantenerse, respetarse y sobre todo transmitirse. Así el espacio

femenino, reducido, se circunscribe a la casa, a los quehaceres, a servir y por

encima de todo, a cumplir con su papel de trasmisora del legado patriarcal, a

respetarlo y vivir sumisa y silenciosa. En La Casa Grande, la madre es la

representación exacta del canon femenino desde el patriarcado y del espacio

femenino que este impone; contrario al espacio masculino que no parece tener

unos límites cuando se poseen los medios económicos, y se tienen las relaciones

políticas, militares y sociales suficientes para tener acceso a cualquier espacio sin

ser visto como intruso. En el caso del biopoder, poder en abuso, lo limites no

existen, pues necesita de otros tipos de poder que le ayuden a garantizar su

estadía en el pedestal de mando, imponiendo miedo, terror y muerte.

Por otra parte, es importante destacar del espacio narrativo y los espacios del

poder, la categoría cronotopo10 digna de un estudio particular y concienzudo para

10 La Teoría del Cronotopo se refiere a una categoría o recurso literario acuñado por Mijaíl Bajtin (1989) en

su obra “Las formas del Tiempo y el Cronotopo en la Novela. Ensayos de Poética Histórica: Teoría y Estética

de la Novela”.

64

acercarnos el tema del viaje, desde los soldados, y poder realizar análisis

intertextuales sobre el viaje – muerte de estos y como se ha presentado este

recurso literario en otras obras y establecer similitudes y diferencias, y al tiempo

observar desde ellos la particular visión del limites y no limites del poder.

4.3. Los limites del poder y no limites del biopoder y la resistencia

Expuestas previamente, las ideas sobre los espacios del poder, nos acercamos

ahora, desde la categoría, tiempo y el espacio para hablar, primero: de los limites

naturales que cada uno de los poderes mencionados posee como resultado de un

consenso previo para encargarse de determinados asuntos desde su particular

centro de poder, y segundo: de como estos límites se constituyen en un espejismo

cuando están ante el biopoder y ante la manipulación sobre factores geo-físicos,

mentales y psicológicos. Al tiempo de su capacidad de apropiación haciendo que

los no limites sean parte de un grupo restringido de la comunidad.

Está restricciones no solo se dan a partir de los abusos del biopoder, también

desde el poder mismo como ente neutral, puesto que no todo el mundo es

apoyado por una colectividad para tener acceso a los espacios de poder

respectivo a cada una de las tipologías expuestas con anterioridad.

65

En este sentido, los limites en los sectores privados y públicos también obedecen

a una jerarquía que está interiorizada en las estructuras mentales,

constituyéndose en constructos sociales que establecen unos límites para la

colectividad y unos no limites para quienes ejercen el poder y sobre todo tienen la

habilidad de negociar en las relaciones entre poderes para lograr mayor

movimiento en el tiempo y el espacio, para apropiarse de discursos y naturalizar

sus formas de poder para así garantizar una relativa perpetuidad y el

mantenimiento de unos intereses que se cuidan con ayuda de otros poderes. Es

decir, con influencias.

5. Conclusiones

La Casa Grande, una obra con una gran riqueza de recursos literarios que le

permitieron convertirse en un compendio de tópicos que le brindan una posición

privilegiada ante modernidad de la narrativa del Caribe colombiano, cuya tradición

literaria rompe con su manera particular de narrar, de utilizar la oralidad, la

multiplicidad de voces, monólogos y técnicas narrativas que facilitan la creación de

situaciones, hechos, imágenes y símbolos que son interpretados a partir de las

significaciones de la novela y las relaciones contextuales internas y externas.

Como reflexión crítica de la realidad, la novela da acceso, más allá de la masacre

de las bananeras, es decir, las situaciones previas y posteriores a este evento

66

histórico que refleja la problemática sociopolítica, pues “como obra escrita tiene

una opacidad de la forma, suponen una problemática del lenguaje y de la

sociedad” (Barthes, 1997), así la novela se enfoca en la situación que vive el país

desde hace muchos años, y que la mayoría de las veces ha desembocado en

violencia, tragedia y muerte. Los más perjudicados, los necesitados, los excluidos,

los dominados. Entonces, se exponen discursos problemáticos con un lenguaje

característico y con unos objetivos precisos para los beneficios del poder;

acentuando las problemáticas sociales.

Si bien la novela habla sobre la violencia social y partidista; su punto de giro y eje

central es el poder y su variedad de expresiones que van desde el patriarcado

hasta el abuso del poder político, logrando que todo se aúne en conflictos sociales

y económicos. La violencia que logra su máximo auge en la masacre, como hecho

histórico se convierte en punto de enfoque para Cepeda Samudio, quien lo utiliza

para entretejer una serie de hechos que dan cuenta sobre la esencia de la

sociedad patriarcal que expone en la novela para ahondar en los por qué o sentido

de una sociedad determinada, en una época determinada.

Las expresiones del poder y su rama tipológica expuestas en la obra, nos muestra

como diferentes sectores de la sociedad patriarcal, descrita en cada acápite de la

narración, participa en una serie de eventos, decisiones y estratégicas sociales,

políticas y económicas basadas en el miedo, y que convergen y desencadenan la

67

desafortunada masacre de jornaleros que enfurecidos reclamaban mejores

condiciones. La masacre también se constituye en un mensaje claro del gobierno

y la clase comerciante de la zona para mantener intereses en común y la alianza

comercial con la United Fruit Company.

Los soldados, brazo ejecutador de la “ley”; el Padre y su autoridad abusiva; la

tiranía de la hija y la ejecución de discursos difamadores que por parte de las

autoridades locales y nacionales representan la máxima expresión del biopoder,

un poder lleno de abusos para favorecer a unos pocos y asimismo. Si bien existe

una tipología de poder expresa, cumpliendo funciones específicas desde unos

centros de poder particulares y característicos a cada uno y con unos espacios

que materializan una jerarquía y unos límites, también es cierto que se presenta

una coexistencia con intereses personales que lo llevan a configurarse en dominio

y exclusión que inevitablemente garantizan unos efectos.

El poder militar tiene como efecto, infundir respeto en la sociedad, su abuso

desemboca en muerte. El poder político, posee el deber de velar por el colectivo,

por los cambios y sobre todo por el bienestar de todos, su abuso lleva a la

dictadura, a la discriminación y al exterminio. El patriarcado provoca silencio al

género femenino, manteniendo el poder en el falo. También induce a defender la

tradición que le alimenta para mantenerse en el mismo pedestal de exclusión. El

poder económico, genera bienestar, pero también ambiciones. Pero su efecto más

68

particular es el de generar hambre de poder a través de las posesiones. Cada

poder posee un espacio donde encuentra una movilidad expresa que le permite

prepararse de diversas formas y siempre estar en posición de ataque-defensa.

No obstante, la tipología del poder que propone La Casa Grande ocupa un lugar

más allá del espacio físico, en las estructuras mentales en donde el poder se

asienta a través de sus discursos, símbolos y formas de ordenar para

materializarse desde el ser del individuo mismo, quien se acostumbra a ver los

abusos como naturales y hasta de carácter divino.

Hablando sobre espacio, movimiento y desplazamiento, en la novela se puede ver

como la problemática social y política se traslada al núcleo familiar,

configurándose en el sistema patriarcal que se impone y relega a la mujer a

segundo plano, condenándola a la sumisión y la obediencia. Tiene prohibido

protestar, reclamar o sugerir. De esta misma manera, el gobierno ve a los

jornaleros y los condena al silencio y estar bajo opresión constante.

Finalmente, se puede observar, a partir de la ficción, como la novela integra

elementos de variado tipo que se relacionan con su contexto social inmediato y

con el contexto que acompaña al suceso histórico, la masacre de las bananeras,

69

demostrando que estas problemáticas sociopolíticas nos acompañan desde hace

muchos años.

Dentro de estas problemáticas sociopolíticas mencionadas surgen, como resultado

de reflexión crítica que la novela realiza al contexto social contemporáneo y al

evento histórico que la caracteriza, las creencias políticas, sociales e ideologías

que “El autor como ser transindividual, inmerso en un grupo social, realiza la

escucha de un rumor polifónico, presente en una sociedad, discursos polivalentes

que selecciona, y tras procesos de textualización y estatización, inserta en su

obra” (Puente, 1997). En este sentido, Cepeda Samudio toma las problemáticas

sociales y políticas, la situación en el país respecto a los hechos de violencia y

junto a la masacre de las bananeras y las repercusiones políticas, morales e

históricas que esta tuvo en todo el país y cada uno de las dimensiones que integra

a nuestra sociedad y todas las esferas de la vida que en ella se mueve.

-En este pueblo se acordarán de nosotros: en este pueblo se acordarán

siempre, somos nosotros los que olvidaremos.

-Sí, es verdad: se acordarán. (1977 p 25)

Cuando los soldados dicen las anteriores palabras, no se equivocan, puesto que

dicho evento, ejecutados por ellos aun en contra de su voluntad; la cual ha sido

70

absorbida por el sistema dominante que ordena detener la huelga; queda en la

memoria nacional, quizás con la intención de evitar la repetición de situaciones tan

lamentables en generaciones futuras, así como la búsqueda del bienestar social y

político para todos.

La Casa Grande de Álvaro Cepeda Samudio busca a partir de su esencia critica,

evidenciar la exclusión y el dominio que existe en la sociedad que se construye en

el texto y en la realidad extratextual misma, para que halla en la sociedad

colombiana y en sus formas de organización, de gobierno y ejercicio de poder

equilibrio social y económico en favor de todos y no de unos pocos. Que los

individuos no sean tratados como desechables. Cabe mencionar, que la obra no

es una apología a la muerte ni a la violencia, puesto que no exhibe muertos, y el

único soldado que recuerda haber matado a alguien "no tiene el uniforme

empapado de sangre sino de mierda [...]”. (Vargas Arango, 2004). Quizás con esta

expresión se muestra el sentimiento de quienes vivieron la época, o la visión del

autor acerca del trato que se le daba a los jornaleros y habitantes de los pueblos y

su vida llena de exclusión y políticas autoritarias que los reprimían a nivel social,

laboral y psicológico.

En fin, Cepeda Samudio configura un mundo ficcional desfragmentado, pues no le

interesa ser fiel a la historia, sin embargo desmiente el discurso oficial sobre el

71

acontecimiento histórico y pone en evidencia las problemáticas sociales y políticas

existentes. “Propone un ocultamiento de la información que exige un nuevo tipo de

lectura a través de diversas voces (ideológicas) que tienen conocimiento acerca

del mismo suceso, con la misma importancia cada una, pero sin ir a tomar partido

por una de ellas” (U. de A., 2004), pues quien debe elegir a quien le cree es lector.

La obra no plantea ninguna respuesta ni soluciones, simplemente cuestiona y

muestra “la condición como seres humanos-históricos-sociales” (U. de A., 2004),

como una manera de apelar a la conciencia de estos y ponerlos de frente ante la

crisis política que los afecta de diferentes maneras.

Bajo este orden de ideas, el poder como tema literario es evidente en la estructura

narrativa de la novela, la cual a partir de un enfoque sociocrítico revela los efectos

que emergen del ejercicio del poder en cada una de sus manifestaciones y

dimensiones de la novela y sobre todo de la realidad extraliteraria. Es así, que la

relación con el contexto social y los acontecimientos contemporáneos se fusionan

de manera pertinente y critica para proponer intenciones críticas que van desde

las formas de gobierno en Colombia. Desde esta perspectiva la Casa Grande trata

de acontecimientos que están acompañados por muchos discursos cuyas

palabras, según Sims (1989) “huelen a un contexto en que han vivido su intensa

vida social; todas las palabras y las formas son pobladas por las intenciones […]

pues no hay palabra o forma sobrante que sea neutral o que no pertenezca a

nadie; resulta que las intenciones penetran y se esparcen por todo el lenguaje”,

72

especialmente en el egoísmo de la clase acaudalada, la exclusión femenina y su

misión impuesta a reproducir el sistema patriarcal que la sume en el silencio.

La Casa Grande, desde las apreciaciones sociocríticas, posee una triple

naturaleza: histórica, lingüística y literaria, para ahondar en su sentido crítico social

más profundo acerca del poder desde los discursos, las imágenes, la historia

reciente y eventos importantes que marcaron la vida nacional, desde los espacios

reducidos para unos y expandidos y no limitados para otros; a partir de los efectos

del poder, devastadores para muchos, beneficiosos para pocos.

Finalmente, el acercamiento al concepto de poder, como categoría, desde la

narrativa del Caribe colombiano, más exactamente, desde la novela La Casa

Grande de Álvaro Cepeda Samudio, como un tópico arquetípico, y desde la teoría

de Michel Foucault y otros autores, muestra una evidente y aguda intención crítica

a los discursos gubernamentales, a los comportamientos de elite, a la falta de

solidaridad nacional, al poco interés sociocultural y económico de la gente

pudiente hacia la clase trabajadora. Estas son las problemáticas sociales que

cuestiona enérgicamente la novela para dar detalles a partir de los recursos

narrativos y estilísticos sobre el funcionamiento del poder social, político y

económico de la sociedad colombiana.

73

Dicho cuestionamiento lo hace a través de los recursos literarios que le permiten,

de mil formas, decir lo que intentan callar, mostrar lo que se intenta ocultar y dudar

de lo que presenta como verdad única y de la historia oficial, pues estas últimas,

con toda su fuerza homogeneizante, tratan de silenciar a todo lo que se les

contrapone y critica. A partir de estos recursos, La Casa Grande se enfoca en el

discurso oficial para decirle que existen vacíos en sus versiones, que la sociedad

homogénea no existe, y que en su afán de mostrar uniformidad social, excluye,

discrimina y oprime, y además crea la falsa ilusión o un espejismo sacral que le

da un carácter divino al poder e implícitamente le da vía libre para hacer y

disponer.

La desfragmentación de la novela es un mensaje claro que dice que la historia

oficial silencia, que solo cuenta lo que le conviene o aquello que no le quite su

carácter sagrado; que el centralismo condena al olvido, que relega y dispone sin

conocimiento de causa; solo respondiente a interés particulares en beneficio de

unos pocos; y es así como los recursos de la modernidad literaria del Caribe

colombiano surgen libertadores para decir lo que no se ha dicho, para dar voz a

los silenciados, para contar la otra versión de los hechos, pero sobre todo a poner

en duda la verdad y la realidad impuesta.

La Casa Grande de Álvaro Cepeda Samudio, una novela con un fuerte enfoque

sociocrítico contra las dimensiones políticas, económicas y sociales del poder,

74

trasmutado a biopoder para gritar a mil voces las fuentes de las problemáticas

sociopolíticas de la sociedad colombiana. Así “los colombianos probablemente

están condenados a repetir este ciclo de odio y de violencia representado en la

realidad y la ficción y los temas de lucha de clases y el orden social injusto,

también” (Brungardt, 1989).

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