Toda Esta Larga Noche - Crítica Personal, Por Danilo Rodríguez

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TODA ESTA LARGA NOCHE Crítica personal Por Danilo Rodríguez [email protected] @Cronopiador «Toda esta larga noche», la primera puesta en escena de Utopía Laboratorio Teatral del Gesto y el Movimiento, es una obra necesaria y pertinente, en tanto que enfrenta al espectador a un espejo donde no siempre es fácil —para algunos, imposible— mirarse; es una puesta en escena autosuficiente, como pieza artística y como discurso social y político. Jorge Díaz Gutiérrez, al autor de la obra, es un dramaturgo chileno con más de un centenar de obras escritas y premio nacional de Teatro en 1993. En esta pieza, Díaz Gutiérrez nos relata, con un recurso lingüístico higienizado, elegido con la precisión de un cirujano, una historia basada en hechos reales, en la que cuatro mujeres prácticamente desconocidas entre sí comparten celda en un centro de tortura durante la dictadura militar chilena liderada por Augusto Pinochet. Estas mujeres, al igual que otra cantidad de presos políticos, caen en una especie de “limbo” social, puesto que pierden toda comunicación con el exterior, se violan sus derechos humanos y están condenadas a saberse “desaparecidas” si no actúan rápidamente y de acuerdo a un plan en el que deberán confiar una en la otra. El autor no pierde un espacio para escarbar en el drama personal de las mujeres; es por eso que en éste juegan un papel importante el odio, el amor, la ternura, la desesperación, el asalto sentimental, la miseria y el dolor. Y, aunque pareciera difícil creerlo, la esperanza. El director de la puesta en escena, Miguel Espinoza, chileno por lo demás, conoce al dedillo estas variantes escurridizas del drama y logra unas escenas impactantes, llevando a las cuatro intérpretes bajo su mando a un estado de éxtasis dramático que es sólo posible encontrar desde el naturalismo-realismo con que abordó su montaje. Conocedor y defensor del pensamiento izquierdista, Espinoza sabe sacar partido del texto y resaltar esos efectos casi sutiles que reflejan humanismo y sensibilidad. Igual de importante son la música — original del jovencito Adriano Sang— y el diseño de iluminación, utilizados ambos como un recurso que apoyan el texto y las impecables —y, por qué no, implacables— interpretaciones de Astrid Gómez, Natalia Martínez, Nairelis Ureña y Cristina Rodríguez.

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Crítica (u opinión personal) de la puesta en escena de la obra del laureado dramaturgo chileno Jorge Díaz Gutiérrez, presentada por Utopía Laboratorio Teatro del Gesto y el Movimiento, bajo la dirección de Miguel Espinosa; presentada en Santiago de los Caballeros, República Dominicana, en marzo de 2015.

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TODA ESTA LARGA NOCHE Crítica personal

Por Danilo Rodríguez [email protected]

@Cronopiador

«Toda esta larga noche», la primera puesta en escena de Utopía Laboratorio

Teatral del Gesto y el Movimiento, es una obra necesaria y pertinente, en tanto que

enfrenta al espectador a un espejo donde no siempre es fácil —para algunos, imposible—

mirarse; es una puesta en escena autosuficiente, como pieza artística y como discurso

social y político.

Jorge Díaz Gutiérrez, al autor de la obra, es un dramaturgo chileno con más de un

centenar de obras escritas y premio nacional de Teatro en 1993. En esta pieza, Díaz

Gutiérrez nos relata, con un recurso lingüístico higienizado, elegido con la precisión de un

cirujano, una historia basada en hechos reales, en la que cuatro mujeres prácticamente

desconocidas entre sí comparten celda en un centro de tortura durante la dictadura militar

chilena liderada por Augusto Pinochet. Estas mujeres, al igual que otra cantidad de presos

políticos, caen en una especie de “limbo” social, puesto que pierden toda comunicación

con el exterior, se violan sus derechos humanos y están condenadas a saberse

“desaparecidas” si no actúan rápidamente y de acuerdo a un plan en el que deberán confiar

una en la otra. El autor no pierde un espacio para escarbar en el drama personal de las

mujeres; es por eso que en éste juegan un papel importante el odio, el amor, la ternura, la

desesperación, el asalto sentimental, la miseria y el dolor. Y, aunque pareciera difícil

creerlo, la esperanza.

El director de la puesta en escena, Miguel Espinoza, chileno por lo demás, conoce

al dedillo estas variantes escurridizas del drama y logra unas escenas impactantes, llevando

a las cuatro intérpretes bajo su mando a un estado de éxtasis dramático que es sólo posible

encontrar desde el naturalismo-realismo con que abordó su montaje. Conocedor y defensor

del pensamiento izquierdista, Espinoza sabe sacar partido del texto y resaltar esos efectos

casi sutiles que reflejan humanismo y sensibilidad. Igual de importante son la música —

original del jovencito Adriano Sang— y el diseño de iluminación, utilizados ambos como

un recurso que apoyan el texto y las impecables —y, por qué no, implacables—

interpretaciones de Astrid Gómez, Natalia Martínez, Nairelis Ureña y Cristina Rodríguez.

Estas cuatro mujeres encarnan con gran éxito a una maestra de barrio, una actriz

importante de teatro y televisión, una acomodada mujer “de derechas” y una activista de

izquierdas, respectivamente. Sus matices, la profundidad con que han desarrollado sus

personajes, la elegancia de sus disímiles acentos y tonos, y la verosimilitud de su accionar

sobre la escena, hacen de esta obra un conjunto agradable y bien conceptualizado respecto

de la premisa ideológica que transmite. En su necesidad de libertad, estas cuatro mujeres se

pelean, se defienden, se perdonan, se confían secretos y se vuelven hermanas, como

consecuencia de una fuerza fraguada y fraguante del destino. No menos importante es el

rol del degenerado y sucio guardia de la prisión, encarnado por Edward Peña, así como el

canto y las voces en off de un grupo de jovencillos, liderados por el veterano Nilson Mata,

cuya voz como cantor da a la obra un efecto nostálgico sin par.

En definitiva, «Toda esta larga noche» es una mezcla agridulce en donde la

represión y el maltrato hacen que inevitablemente brote la ternura como una flor de loto

(en el sentido más místico de la expresión). Es un montaje cruel, desgarrador, pero

necesario para un tiempo en el que todos andamos como anestesiados —para usar la

expresión de Gerardo El Cuervo Mercedes— y olvidamos con frecuencia cuánta sangre,

cuánto dolor ha costado nuestra libertad a los hombres y mujeres de Latinoamérica que

asumieron la realidad de su tiempo como un compromiso de vida. Es una obra que hay que

ver, pues es de las pocas cosas en el ámbito teatral de la ciudad que se ven cuidadas y

tomadas en serio. Apoyamos esta iniciativa de Utopía Laboratorio Teatral y celebramos su

éxito en éste su primer —esperamos que de muchos— proyectos teatrales. ¡Enhorabuena!