Todorov, T. - El Siglo de v. Grossman
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EL SIGLO DE VASSILI GROSSMAN en Memoria del mal, tentacin del bien
Tzvetan Todorov
El siglo de las tinieblas no es sombro de cabo a rabo. Algunos de los
individuos que caminaron por l pueden servirnos de guas en esta travesa del
mal.
Comenzar mi galera de retratos por la figura de Vassili Grossman, uno de los
grandes escritores de este siglo, de origen judo, de lengua rusa, de nacionalidad
sovitica, dos de cuyos libros, publicados varios aos despus de su muerte, Vida
y destino y Todo pasa, contienen un extraordinario anlisis de la sociedad
totalitaria. Es extraordinario porque a pesar de estar hecho en un aislamiento
integral, lejos de cualquier literatura sobre el tema, de cualquier discusin pblica
o incluso privada, accede, s in embargo, a la misma verdad que persiguen los
escritos de los historiadores: la que desvela el sentido profundo de los
acontecimientos.
El destino de Grossman comporta un enigma que podra formularse as: cmo
es posible que sea el nico escritor sovitico conocido por haber sufrido una
conversin radical, pasando de la sumisin a la revuelta, de la ceguera a la
lucidez? El nico en haber sido, primero, un servidor ortodoxo y temeroso del
rgimen, y en haberse atrevido, ms tarde, a enfrentarse con el problema del
Estado totalitario en toda su magnitud? Podramos sentir la tentacin de
compararle con dos autores, Pasternak (al que no aprecia) y Solzhenitsin (al que
admira), dos premios Nobel soviticos. Pero aunque Pasternak sea, desde hace ya
muchos aos, un escritor sovitico de primer plano, su novela El doctor Zivago,
publicada en 1958 en Occidente, no est centrada en el anlisis del fenmeno
totalitario. Solzhenitsin, que, por su parte, habl abiertamente de los campos y del
terror cotidiano, y cuyo primer relato, Un da en la vida de Ivan Denissovich,
apareci en Mosc en 1962, es un debutante en el mundo literario sovitico: en
cierto modo, nada tiene que perder. Grossman es el ejemplo, si no nico, ms
significativo en todo caso, de un escrito r sovitico de primer plano que sufre una
metamorfosis completa: muerte del esclavo y resurreccin del hombre libre.
Cmo se explica un destino tan poco comn?
Recuerdo primero las grandes etapas de su existencia. Vassili Seminovich
Grossman naci en 1905 en Berdichev, una de las capitales judas de Ucrania.
Sus padres procedan de familias acomodadas, aunque ellos mismos no
dispusieran de grandes medios. Se separaron poco despus de su nacimiento y el
nio pas dos aos con su madre, en Ginebra, en 1910-1912; durante toda su vida
utilizar la lengua francesa, que su madre ense ms tarde para ganarse la vida.
Grossman hizo sus estudios en un instituto de Kiev, mantenido por un to mdico,
ms rico; en 1923 estaba en Mosc, matriculado en la universidad para ser
qumico. Termin sus estudios, sin gran entusiasmo, en 1929 y comenz a
trabajar, al ao siguiente, en una mina. Sin embargo, una nueva vocacin se
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afirmaba en l: quera convertirse en escritor. Y todo pareca ir bien, sus primeros
textos se publicaron y fueron apreciados; en 1934, abandon la qumica para
convertirse en escritor profesional.
Durante un primer perodo, entre 1930 y 1941, aspir a afirmarse como un
autor de pleno derecho, a hacerse aceptar por sus colegas. Sus primeros escritos
fueron aprobados por Gorki, lo que le sirvi de gran ayuda; pero tambin por
escritores ms marginales como Bulgakov o Babel. Escribi narraciones, una
novela, ensayos periodsticos (Ocherki). Grossman se defina a s mismo como
marxista, pero sus tendencias humanistas hacan sonrer a sus amigos, que le
trataban de menchevique, es decir, el equivalente de un socialdemcrata; nunca
fue miembro del Partido. Sus personajes son, preferentemente, gente sencilla,
sinceramente apegada a los valores soviticos.
Ser escritor en el mundo comunista era una posicin envidiable y arriesgada al
mismo tiempo. Envidiable por privilegiada: el literato cobraba unos buenos
honorarios; como miembro de la Unin de Escritores, gozaba de numerosos
privilegios (vivienda ms confortable, casas de reposo a orillas del mar), era
conocido y respetado. Pero esos privilegios tenan un precio: por ellos, los
escritores despertaban la envidia y los celos, y estaban, pues, amenazados; al
mismo tiempo, tenan que devolver al Estado, en c ierto modo, su misma moneda,
es decir, unas obras literarias tiles al poder. La interseccin entre lo apropiado
para el Estado y lo que conviene al talento de cada escritor disminua, a veces,
peligrosamente.
Los aos treinta, en la Unin Sovitica, no fueron una poca tranquila. Y
Grossman no poda ignorarlo, pues los golpes caan muy cerca; pero, si deseaba
permanecer indemne, deba evitar manifestarse. En1933 detuvieron a su prima
Nadia, que le haba ayudado mucho en sus primeros pasos como escritor
(trabajaba en la Internacional Sindical) y en cuya casa viva cuando iba a Mosc.
Grossman se encogi de hombros y no emprendi gestin alguna en favor de
Nadia. En 1937 detuvieron y deportaron a dos de sus mejores amigos, novelistas,
vinculados como l al grupo Pereval, una asociacin informal de escritores;
idntico silencio. En 1938, en Berdichev, detuvieron y ejecutaron a su to, aquel
que le haba mantenido en los tiempos del instituto; Grossman sigui
escondindose. En cambio, en 1937 se encuentra su f irma al final de una carta
colectiva publicada en la prensa, pidiendo la pena de muerte para los inculpados
del gran proceso iniciado contra los dirigentes bolcheviques, entre ellos Bujarin,
acusados de traicin. En 1938 intervino, es cierto, para que liberaran de las
crceles del NKVD (el Ministerio del Interior) a su propia mujer, detenida como
ex esposa de un enemigo del pueblo. Su primer marido haba sido un amigo de
Grossman. La intervencin de Grossman ante Ejov, jefe de la polica poltica, se
ve coronada por el xito, su mujer es liberada, pero el antiguo amigo, por quien
Grossman no encontr palabra alguna de apoyo, fue fusilado en prisin.
Ese tipo de incidente era moneda corriente en los medios privilegiados de la
poca, puesto que la delacin y la sumisin servil se haban convertido en un
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modo de supervivencia. Grossman no se siente orgulloso. Podemos hacernos una
idea de su estado de nimo a finales de los aos treinta gracias a algunas
narraciones que permanecan, entonces, inditas (La joven y la vieja, Cuatro
das tristes), narraciones impregnadas de una dolorosa conciencia de la debilidad
humana. Algunos aos antes (en 1931) se produjo otro episodio del que Grossman
slo habl mucho ms tarde: tras una visita familiar a Berdic hev, tuvo que tomar
el tren. Apenas hubo subido vio que, entre los vagones, vagabundeaban unos seres
demacrados, harapientos. Una mujer se acerc a su ventana y suplic con voz
apenas audible: Pan, pan. Grossman no dijo nada.
En 1941 estall la guerra y Grossman pareci lanzarse a ella con alivio:
defendiendo su patria poda, por una vez, ofrecerle lo que le peda sin tener que
mentirse a s mismo. Esta convergencia le dio esperanza. Como dice uno de sus
personajes en Vida y destino:
Senta que, luchando contra los alemanes, luchaba por una vida libre en Rusia,
que la victoria sobre Hitler sera tambin una victoria sobre los campos de la
muerte donde haban perecido su madre, sus hermanas, su padre.
Grossman se convirti en el corresponsal de guerra ms clebre de la Unin
Sovitica. Estuvo en todos los combates, ante Mosc, en Stalingrado, en Ucrania,
en Polonia, y lleg a Berln en 1945; siempre y en todas partes dio pruebas de un
valor ejemplar. Sus crnicas, relatos y reflexiones aparecan en el peridico del
Ejrcito Rojo y se reproducan luego en todas partes (en marzo de 1945, el Partido
Comunista francs public una seleccin consagrada a Stalingrado).
Sus temas favoritos estaban siempre vinculados al destino de la gente ordinaria,
su dignidad, su herosmo. Pero en aquellos aos vivi tambin una profunda
tragedia: supo, en1944, que su propia madre haba sido vctima de los batallones
de exterminio, los Einsatzgruppen, durante la ocupacin de Berdichev, en
1941.Antes de finalizar la guerra, inic i tambin la redaccin de una gran novela,
titulada primero Stalingrado.
La termin en 1949. Entre tanto, se haba convertido en uno de los ms
respetados escritores soviticos. Sin embargo, la publicacin de esta novela choc
con ciertas dificultades: el libro no corresponda por completo a las normas en
vigor. El personaje principal, Strum (volveremos a encontrarlo en
Vida y destino), es judo, algo que no estaba muy bien visto en aquel perodo, y
los hroes son tambin gente del pueblo ms que comisario s portadores del
espritu del Partido. Grossman escribi a Stalin para que se acelerara la
publicacin (inimaginable centralizacin monista del Estado: su jefe decide el
ritmo de publicacin en las distintas revistas!). Gracias a ciertas intervenciones
favorables, la novela apareci en 1952, con el ttulo de Por una justa causa.
Al principio, el libro fue saludado como una gran obra sovitica. No obstante, a
fines de 1952 y comienzos de 1953, algunos crticos especial -mente serviles,
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escritores envidiosos o celosos administradores iniciaron ciertos ataques contra su
autor: se estigmatiz lo que se haba alabado.
Grossman qued abrumado: aunque l aceptaba todas las recomendaciones de
los censores, el trabajo de sus ltimos diez aos no era apre ciado .En aquel
momento concreto se sita el ltimo gesto que, ms tarde, no quiso perdonarse. La
campaa anti cosmopolita (palabra en clave para designar antisemita) est en su
apogeo. La conjura de las batas blancas (mdicos de origen judo que habr an
intentado envenenar a los dirigentes del Estado) acababa de ser descubierta.
Grossman tuvo la desgracia de hallarse en una reunin de Pravda donde se redact
una carta pidiendo el severo castigo de los culpables, para que fueran respetados
los buenos judos. Grossman se haba dicho que, a costa de la muerte de
algunos, podra salvarse ese infeliz pueblo y, con la mayora de los presentes,
estamp su firma. No olvid esa experiencia al escribir Vida y destino, donde la
atribuye a Strum. As concluy el segundo perodo de su vida, 1941-1952.
El punto de ruptura, aqu, es la muerte de Stalin, en marzo de 1953.Slo
podemos intentar adivinar lo que ocurri en el espritu de Gr ossman. Su mejor
amigo, Semion Lipkin, cuenta que Grossman haba hecho suya, por aquel
entonces, una frase de Chjov segn la cual era ya hora, para todos nosotros, de
librarnos del esclavo que llevbamos dentro.
El sistema totalitario no se derrumb, pero el terror se debilit de un modo
significativo; las puertas de los campos se abrieron y salieron por ellas unos
aparecidos que haban pasado all quince o veinticinco aos de su vida. Los
arrestos y las ejecuciones arbitrarios concluyeron; se inici entonces el
deshielo, asociado al nombre de Jruschov. Grossman tom conciencia del hecho
de que el peligro de muerte no penda ya sobre su cabeza y decidi no aceptar
compromiso alguno sobre lo esencial.
La crisis interior que vivi corresponde al ao 1954, del que no hay escrito
alguno. En 1955, en cambio, fue la explosin . Grossman retom y transform lo
que deba ser la segunda parte de su novela sobre Stalingrado; escribi Vida y
destino, tal como hoy la conocemos. Aquel mismo ao esboz la primera versin
de Todo fluye, un libro mucho ms breve, en la frontera del relato y el ensayo, y
tambin un texto corto, La Madona Sixtina, que rene los mismos temas en unas
pocas pginas muy densas (todos los epgrafes del presente libro se han extrado
de l). En 1956, rompiendo con otro espejismo, abandon a su esposa e inici una
nueva vida con la mujer a la que amaba.
Grossman finaliz Vida y destino en 1960 y decidi presentarla para su
publicacin; una decisin que parece, retrospectivamente, tan ingenua como
temeraria: no es posible imaginar semejante libro publicado en la Unin Sovitica
totalitaria, ni siquiera bajo Jruschov. Y lo que deba suceder, sucedi: los
pusilnimes redactores de la revista a la que Grossman envi su manuscrito se
libraron precipitadamente de l hacindolo llegara los rganos del KGB. En
febrero de 1961 se presentaron en su casa los oficiales de la polica poltica; signo
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de los tiempos, no detuvieron al escritor sino que se limitaron a detener el
manuscrito, llevndose todos los borradores y todas las copias, para que el
escritor no pudiera reconstruirlo (no olvidemos que Grossman viv a en una poca
anterior a la fotocopiadora, sin hablar de los ordenadores y dems correos
electrnicos). Bajo Stalin, se detena y se mataba a los escritores; bajo Jruschov,
dejaban los cuerpos libres y se limitaban a encerrar las obras del espritu.
Grossman se siente abrumado pero en absoluto vencido; esa vez no apareci en
l veleidad alguna de arrepentimiento. Muy al contrario: pro test, clam, aunque
sin obtener el menor resultado. En febrero de 1962, escribi una larga carta a
Jruschov solicitando reparaciones; no lamentaba en absoluto lo que haba escrito
en la novela. Jruschov no le respondi directamente pero, en julio de aquel mismo
ao, Grossman fue recibido por Suslov, jefe de la seccin ideolgica del Partido.
ste le trat con paternalismo: no le amenaz con enviarle al campo, pero le ri
y le recomend que volviera a escribir como antes, buenas obras soviticas.
Grossman muri en 1964, de un cncer, sin haber sido detenido n i deportado,
aunque sin saber, tampoco, si sus escritos iban a aparecer algn da. En el
hospital, semanas antes de su muerte, pregunt a una amiga, al despertar: Esta
noche me han interrogado... Dgame, he traicionado a alguien?.
Casi no public nada durante el ltimo perodo. Tras la confiscacin de Vida y
destino, apenas tiene tiempo de redactar una nueva versin de Todo fluye, que no
present a la publicacin, y algunos breves relatos, el ms significativo de los
cuales es Que el bien est con vosotros!, notas de un viaje a Armenia. Sus libros
slo aparecieron, pues, muchos aos despus de su muerte, y primero en el
extranjero: Todo fluye en 1970, Vida y destino en 1980. Las lneas generales de la
biografa de Grossman no nos confan, an, la clave del enigma: Por qu fue l,
ms que otro, capaz de esa metamorfosis? Podemos sentir la tentacin de
responder esta pregunta evocando el despertar de su conciencia juda; otra
mutacin, igualmente in-discutible. Debemos recordar, primero, que Grossman
perteneca a una familia de judos asimilados, que slo hablaba ruso. Al evocar su
medio, en Vida y destino atribuyndolo a la familia Strumhizo decir a la
madre del fsico: Nunca me he sentido juda; desde la infancia he vivido entre
amigas rusas, mis poetas preferidos eran Pushkin y Nekrsov; cuando proponen a
esa mujer que emigre, responde: Nunca abandonar Rusia, antes me colgara.
Lo mismo ocurre con su hijo: Strum no haba reflexionado nunca, antes de la
guerra, en el hecho de que era judo, de que su madre era juda. Estas
declaraciones adquieren todo su sentido si recordamos las sistemticas
persecuciones de las que fueron vctimas los judos en la Rusia zarista, desde el
antisemitismo cotidiano hasta los pogromos. Los Grossman se sentan, por otra
parte, y como muchos otros judos de ciudad asimilados, atrados por la
revolucin y por el nuevo rgimen sovitico: ambos suprimieron su estatuto
anterior de parias en el Imperio Ruso; condenaban el antisemitismo y proclamaban
que todos los hombres son iguales.
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Hitler fue el primero que se encarg de recordar a estos judos asimilados, que
se consideraban ante todo rusos y soviticos, que seran siempre judos. Desde
entonces estuvieron dispuestos a reivindicar esa recuperada identidad, no porque
se preocuparan de sus orgenes sino por solidaridad con los amenazados y los que
sufran.
La madre de Strum escribe, en su carta desde el gueto, redactada pocas horas
antes de su muerte: En estos das terribles, mi corazn se ha llenado de una
ternura maternal hacia el pueblo judo. Y as ocurri con el propio Grossman,
que inmortaliz en su novela el destino de su madre. Todos los judos de
Berdichev fueron fusilados: unos diez mil, el5 de septiembre de 1941, los veinte
mil restantes, el 15 de septiembre del mismo ao; su madre formaba parte del
segundo grupo. A diferencia del personaje de la novela, ella no consigui enviar
carta alguna a su hijo .ste descubri la verdad al llegar la reconquista de
Ucrania, aunque lo tema desde el comienzo. Vivi la prdida tanto ms
dolorosamente cuanto se reprochaba no haber intentado nada para sacar a su
madre de Berdichev, entre el inicio de la guerra y su ocupacin por el ejrcito
alemn, dos semanas ms tarde.
Y eso no es todo. En todos los territorios liberados, Grossman vio huellas de
matanzas en masa. Acompa a las primeras divisiones del Ejrcito Rojo que
llegaron a Polonia y descubri los restos del campo de Treblinka. Investig
durante varios das, interrog a testigos y guardianes encarcelados, y sac a la
luz, poco despus, el primer relato publicado sobre los campos de exterminio,
titulado El infierno de Treblinka.
Entre tanto, el gobierno sovitico haba decidido que poda obtener cierto
beneficio de la simpata universal suscitada por el martirio de los judos. En
agosto de 1941 constituy un Comit Judo Antifascista, incitndolo a apelar a la
solidaridad de los judos en el extranjero y encargando a los dos escritores judos
ms conocidos por aquel entonces, Ilya Ehrenburg y Vassili Grossman, la
constitucin de un Libro negro que reuniera testimonios sobre la persecucin y el
aniquilamiento de los judos soviticos por los nazis. Grossman se consagr con
fervor a esta tarea: encarg y reuni materiales, reescribi ciertos relatos,
investig personalmente.
Sin embargo, las cosas cambiaron, en la Unin Sovitica, despus dela guerra.
No era ya de buen tono insistir en los sufrimientos especialmente graves de los
judos; por aadidura, debido a la guerra fra, la solidaridad internacional de los
judos no estaba bien vista. La publicacin del Libro negro se retras y, luego,
anul; una versin abreviada, para la que Einstein haba redactado, inicialmente,
un prefacio, fue publicada en Estados Unidos. La versin completa slo apareci
en 1980 en Israel.
Puesto que el socialismo nacional, como lo llamaba Grossman, se manifestaba
cada vez ms abiertamente, tambin el antisemitismo hizo su reaparicin. Las
editoriales en yiddish fueron cerradas, disueltos los comits judos antifascistas,
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los personajes de origen judo de ms relieve, detenidos y ejecutados. Se
descubri la supuesta conjura de las batas blancas; se hablaba de deportar a todos
los judos a algn lugar del Asia oriental.
Ante la persecucin de los judos, Grossman no poda olvidar que era judo,
aunque no evitara los pasos en falso, como la carta firmada en1952. Y esos temas
no abandonaron ya sus libros: no slo convirti a Strum, un judo, en el personaje
principal de Por una justa causa y Vida y destino, sino que el genocidio hitleriano
se convirti en uno de los temas principales de la segunda novela. El
antisemitismo ruso y ucraniano no sigui siendo silenciado: Grossman le consagr
significativos desarrollos, tanto en Vida y destino como en Que el bien est con
vosotros! Pero, aunque sea cierto que la dimensin juda de la obra de Grossman
no puede ignorarse si se desea presentar un cuadro fiel de su pensamiento, su
evocacin no basta para explicar la radical conversi n del escritor.
Se advierte, de entrada, en las fechas: entre 1941 y 1945, Grossman recibi la
impresin que le produjo su pertenencia a la poblacin destinada al exterminio
durante la guerra; ahora bien, la reaccin se produjo en1953 -1954. El contenido
del cambio apunta tambin en otra direccin. Hitler hizo descubrir a Grossman su
condicin de judo, pero la estigmatizacin de Hitler era perfectamente lcita en la
Unin Sovitica. La conversin de Grossman concierne a Stalin, no a Hitler:
consisti en tomar conciencia de que Hitler, condenado unnimemente por todos,
no era mucho peor que Stalin, dolo del mundo sovitico. Ahora bien, por mucho
que Stalin fuera, adems, antisemita, la persecucin de los judos no constituye su
mayor fechora. Lo que llev a Grossman a su conversin fueron ciertos
acontecimientos sin vnculo directo con el descubrimiento de su identidad juda:
el rechazo y luego la publicacin de su novela Por una justa causa; las
persecuciones que sufri a causa de esta aparicin; los compromisos a los que
stas le obligaron; finalmente, la muerte de Stalin.
Al propio Grossman no le hubiera gustado que su conducta se explicara por su
particular identidad tnica; siempre quiso ser miembro, slo, de una comunidad, el
gnero humano, siendo el resto, nicamente, el recorrido que cada individuo sigue
para acceder a ella. En las discusiones que rodearon la elaboracin del Libro
negro, tom una posicin bastante distinta a la del otro redactor, Ilya Ehrenburg.
La estenografa de estas reuniones nos demuestra que deseaba evitar la frecuente
repeticin de la palabra judo. Durante las discusiones afirmaba que las
vctimas judas deban ser tratadas como seres huma nos, no como una
nacionalidad aparte. Quera que se las identificara, primero, como judas, pero que
fueran reconocidas luego como personas individuales y miembros del gnero
humano.
Generaliz este propsito en Vida y destino, recuperando los acentos de los
humanistas del siglo xviii Lo esencial es que los hombres son hombres y que
slo luego son obispos, rusos, tenderos, trtaros, obreros.
LucasSello
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Desconfiaba de cualquier nacionalismo, incluso del de los pueblos pequeos,
objeto habitual de la persecucin de los grandes, como explica con respecto al
pueblo armenio en un captulo de su relato Que el bien est con vosotros!:El
nacionalismo de un pueblo pequeo pierde, con insidiosa facilidad, su fundamento
humano y noble.
Por ello, sin olvidar nunca que era judo, Grossman intent desde entonces
hacer que su amarga experiencia beneficiase a l as vctimas de otras persecuciones,
y no slo a los judos: Vida y destino slo es posible gracias a ese paso de lo
particular a lo general y, de ah, a otro particular: puesto que sufri en su carne
las sevicias hitlerianas, Grossman llega a poder comprender el mundo sovitico.
El nazismo deca la verdad del comunismo, la revelacin de los secretos del gulag
se hizo posible gracias al Lager.
Y el movimiento no se detiene ah: cuando cont sus impresiones del viaje a
Armenia, en 1962, relat que un viejo armenio le haba agradecido que, mucho
tiempo antes, hubiera hablado de las persecuciones sufridas por los armenios.
Hablaba de su compasin y su amor por las mujeres y los nios judos que haban
perecido en las cmaras de gas de Auschwitz. [...] Tena ganas de que un hijo del
pueblo mrtir armenio escribiera sobre los judos.
El conocimiento del mal sufrido habr servido, pues, para ayudar a los dems.
Sin duda no es un azar que el judo Grossman se interesara no slo por la
matanza de los armenios y la de los campesinos ucranianos, sino tambin por la de
la poblacin japonesa. sta, sin embargo, fue aniquilada por bombas atmicas
producidas y lanzadas no por un rgimen totalitario sino por un gran pas
democrtico que profesa ideales humanistas. Grossman se inform bien sobre la
fisin nuclear utilizada en la bomba (Strum, en Vida y destino, es un fsico que
hace un descubrimiento comparable; no olvidemos que Grossman era qumico de
formacin). En1953, consagr a la destruccin de Hiroshima un brev e relato,
Abel, en el que imagina el estado de nimo de la tripulacin que lanza la bomba
sobre la ciudad, y tambin el de las vctimas: Ni ese nio de cuatro aos ni su
abuela comprendieron por qu les incumba a ellos, precisamente, pagar las
cuentas de Pearl Harbor y de Auschwitz.
Podemos hallar una explicacin a la metamorfosis de Grossman en la
personalidad que brota de sus propios escritos? Dos rasgos caracterizan, desde el
comienzo, esta obra: el afecto por la gente sencilla y la aficin a la verdad.
Aunque l mismo proceda de una familia culta y tena un oficio intelectual,
Grossman da pruebas en toda su obra de una preferencia por los seres comunes,
prolongando as una vieja tradicin cristiana celebrada tanto por Rousseau
(podemos ser hombres sin ser sabios) como por la Imitacin de Cristo. La
riqueza, la cultura, el propio talento no bastan, a su modo de ver, para asegurar el
valor de un ser humano. Escribi al final de su vida: Entre la gente dotada, con
talento y, a veces, incluso los geniales virtuosos de la frmula matemtica, del
verso potico, de la frase musical, del cincel y del pincel hay muchos que son, en
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su alma, nulos, dbiles, mezquinos, sensuales, glotones, serviles, vidos,
envidiosos, moluscos, babosas, en quienes la irr itante angustia de la conciencia
acompaa el nacimiento de una perla.
Grossman consagr tambin a este contraste uno de sus ltimos relatos,
Fsforo, que cuenta el destino de un grupo de amigos. Todos son brillantes,
ingeniosos, con talento, cada cual en un campo distinto: uno es matemtico, el
otro un msico genial, el tercero lleva a cabo descubrimientos paleontolgicos, el
cuarto dirige una inmensa fbrica, el quinto Grossmanes un escritor conocido.
Uno solo de ellos no es brillante, se llama Krugliak, pero es el que ms atento est
a los dems. Pasan los aos, los antiguos amigos son todos unos triunfadores, cada
cual en su profesin; Krugliak, en cambio, est en un campo, condenado a diez
aos de trabajos forzados. Cuando sale, prosigue su mediocre existencia; es sin
embargo el mejor de todos ellos, el nico que ayuda a quienes lo necesitan.
La aficin de Grossman a la verdad no era menos pronunciada y suscit los
comentarios de sus contemporneos. A comienzos de los aos treinta, provoc una
reveladora reaccin de Gorki. En el informe de lectura dirigido a una editorial,
ste coment as los primeros pasos del joven escritor: El naturalismo no
conviene a la realidad sovitica y no hace ms que deformarla. El autor dice: "He
escrito la verdad". Pero hubiera debido hacerse dos preguntas: qu verdad? Y:
por qu? [...] Tanto la materia examinada como el autor ganaran si el autor se
preguntase:Por qu escribo? Qu verdad estoy confirmando? Qu verdad deseo
ver triunfar?.
Para Gorki, por aquel entonces gran ordenador del realismo socialis ta, dicho de
otro modo, de la literatura de propaganda, decir la verdad no era un principio
suficiente. Haba para l mltiples verdades que no eran, todas, apreciables, algo
que, en el contexto poltico de la poca, slo significaba una cosa: convena slo
decir la verdad si era ventajosa para la sociedad sovitica. O ms incluso: era
verdad lo que era til al Partido. Visiblemente, el joven escritor cuyos escritos
evaluaba se haba dejado guiar por otro precepto.
Cuando, treinta aos ms tarde, Grossman escribi a Jruschov, sigui
reivindicando la verdad. Escrib en mi libro lo que crea y sigo creyendo la
verdad, slo escrib lo que he pensado, sentido, sufrido. Por esta razn, pese a la
confiscacin del manuscrito, Grossman no se retract y no deseaba retirar frase
alguna. Sus detractores, por lo dems, no le acusaron de haber mentido; afirmaban
que semejantes verdades no podan servir bien al Estado sovitico. Y los mtodos
empleados contra lla disimulacin del libroconfirmaban ms an que haba
dicho la verdad: las mentiras, en cambio, son refutadas. Grossman conclua: Sigo
creyendo que he dicho la verdad, que escrib el libro amando a los hombres,
compadecindome de los hombres, conf iando en ellos. Pido la libertad para mi
libro.
No la obtuvo, como hemos visto. La explicacin que Suslov se dign
proporcionarle sigue, por completo, el espritu del comentario deGorki: no todas
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las verdades deben decirse. La sinceridad no es la nica exigencia para la
creacin de una obra literaria contempornea; otra, evidentemente, es la utilidad.
Ahora bien, la verdad de Grossman hara ms dao a la sociedad sovitica que El
doctor Zivago de Pasternak: casi tanto como las bombas atmicas preparadas por
los enemigos de la Unin Sovitica! Ni la verdad ni la libertad tienen valor
autnomo. No entendemos la libertad al modo de los pases capitalistas, como el
derecho a decir todo lo que se quiera, sin preo cuparse por los intereses de la
sociedad. Los escritores soviticos deben producir slo lo que es necesario y til a
la sociedad.
Se reconoce aqu la lgica del no hay que desesperar a los obreros.
sas son las constantes del espritu de Grossman. A partir de ellas estableci
tambin su nueva personalidad. Pero, para que se iniciara la mutacin decisiva,
fue preciso que, poco a poco, en un proceso largo y lento, Grossman consiguiera
dar sentido a aquel trauma excepcional, la muerte de su madre.
Tras la muerte de Grossman, se descubri en sus papeles un sobre que contena
dos fotografas y dos cartas. En la primera fotografa se vea Grossman de nio con
su madre. La segunda es atroz: muestra una zanja llena de cuerpos de mujeres
desnudas; fue tomada por un oficial SS tras una ejecucin de mujeres judas en la
Unin Sovitica. As debi determinar su existencia terrenal la madre de
Grossman. Las dos cartas fueron enviadas por Grossman a su madre, pero sus
fechas son extraas, el 15 de septiembre de 1950 y el 15 de septiembre de 1961,
nueve y veinte aos despus del asesinato; pero Grossman le escribe como si
estuviese viva. En la primera, redactada, pues, en un momento en el que no
lograba publicar el primer volumen de su novela, le habla del descubrimiento de
su muerte (en enero de 1944, aunque tambin, ya, en un sueo adivinatorio, en
septiembre de 1941): entr en una habitacin que saba que era la suya, vio un
silln vaco, un chai que le haba pertenecido, sobre un respaldo. En la carta le
habla de su amor intacto y de su pena, igualmente inmutable; no consigue
imaginar su muerte.
La segunda carta, escrita en la poca en que tena dificultades con la segunda
parte de la novela, Vida y destino, es ms conmovedora an. Sigue dirigindose
directamente a su madre, le asegura que contina viviendo en l y que la ama cada
da ms. Revela que Vida y destino le est dedicada, y que la novela es la
expresin de los sentimientos y los pensamientos que ella le inspir: compasin
por su destino, admiracin por su ejemplo. Qu simbolizaba su madre para l: el
destino de los rusos, el de las mujeres, el de los judos? Para m, eres lo humano
y tu terrible destino es el destino de la humanidad en e stos tiempos inhumanos.
Al mismo tiempo, su madre encarnaba la actitud que l admiraba ante la desgracia
y el mal: supo amar a los dems, con sus imperfecciones y sus debilidades, supo
ser siempre tierna y generosa; el odio del que fue vctima no la hizo odiar. La
matanza de los judos fue, en efecto, el punto departida de la conversin, pero es
un movimiento que llev a Grossman a abrirse a todos, a comprender al mundo y a
amar a los hombres. Haber aprendido el sentido del destino de su madre le dio
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unas fuerzas sorprendentes: No temo nada porque tu amor est conmigo y porque
mi amor est contigo para toda la eternidad.
Su madre se convirti en el testigo interno que le daba fuerza y valor; la
certeza de su amor le haca invulnerable y le permita amar a los dems. Los
libros que escribi posteriormente a esta toma de conciencia fueron su resultado
directo, son slo la traduccin en palabras de un estado de nimo que Grossman
descubri en su madre, proyectndose en ella hasta su tumba. Luego, la muerte de
Stalin le liber del miedo, cierto da despert, pues, como un hombre distinto.
Podemos ahora volvernos hacia el pensamiento de Grossman y,
particularmente, hacia el anlisis al que somete al rgimen totalitario. Cules son
sus rasgos constitutivos? Para el individuo que viva en la Unin Sovitica en los
aos treinta, cuarenta o cincuenta del siglo xx, la respuesta no es evidente . Sufra
cotidianamente por la penuria econmica, la exigidad de las viviendas, la
dificultad de los transportes. Pero sa era slo una consecuencia de los rasgos
estructurales del rgimen. Lo que ms le haca sufrir era el miedo provocado por
los relatos sobre ejecuciones, deportaciones, torturas. O tambin la arrogancia de
los miembros de la nomenklatura, las mentiras de la propaganda, la delacin y el
servilismo erigidos en reglas de conducta cotid iana. Pero stas son caracters ticas
de la vida bajo el comunismo, no la definicin de su principio.
En la base de la sociedad totalitaria se halla, segn Grossman, una exigencia: la
de la sumisin del individuo. El fin al que aspira esta sociedad no es, en efecto, el
bienestar de los hombres que la componen, s ino el desarrollo de una entidad
abstracta que podemos designar como el Estado y que se confunde, tambin, con
el Partido e, incluso, con la polica. Al mismo tiempo, los individuos deben dejar
de percibirse como fuente de su accin, deben renunciar a su autonoma y
obedecer las leyes impersonales de la Historia, formuladas por los poderes
pblicos, y tambin las directrices dictadas, da tras da, por los distintos
servicios. En este sentido podemos decir que el Estado sovitico tena como
principio esencial ser un Estado sin libertad.
La teora marxista, origen ideolgico del rgimen comunista, no deja ya lugar
alguno a la libertad del individuo. Pero el Estado sovitico ex -tendi este
principio a campos insospechados por Marx, superponiendo las coacciones
ejercidas por el poder a las de la historia o la economa. La libertad no slo ha
sido vencida en el campo de la poltica y la actividad pblica. La libertad fue
aplastada en todas partes, ya se tratara de agriculturael derecho a sembrar o a
cosechar libremente , de poesa o de filosofa. Fueras botero, te ocuparas de un
crculo de lectura o desearas cambiar de domicilio, no haba ya libertad alguna.
La ausencia de libertad se extiende a todas las actividades, incluida la
bsqueda de la verdad, lo que tiene como consecuencia transformar la ciencia en
una subseccin del departamento de propaganda: la Rusia sovitica conden, as,
la supuesta teora de la relatividad de Einstein.
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El terror, medio empleado por el Estado para asegurarse de que l a poblacin
siga siendo sumisa, en nada es irracional, pues; por el contrario, es indispensable.
Nos equivocamos de poca y de rgimen cuando vemos slo en l la
manifestacin insensata de un poder sin control y sin lmites ejercido por un
hombre cruel. El terror es necesario para destruir cualquier autonoma de los
individuos. La anti libertad derram esa sangre para vencer a la libertad: se era
el objetivo buscado. La polica de Estado invirti el principio de Tolstoi segn el
cual en el mundo no hay culpables. Nosotros, los chequistas, dice un personaje
de Vida y destino, hemos puesto a punto una tesis superior: no hay en la tierra
gente inocente.
Todos son culpables de querer seguir siendo individuos, actuando en nombre de
su voluntad libre y dando como objetivo, a sus acciones, la fe licidad de otros
individuos. Si se parte de esta tesis, el terror es legtimo. Por eso, los campos de
concentracin se convierten en emblema de este rgimen: la sumisin del
individuo es su nica justificacin. Son, al mismo tiempo, la revelacin de la
verdad oculta de todo el rgimen: Fuera de las alambradas o en el interior de las
alambradas, la vida, en su esencia secreta, era la misma
Dnde hay que buscar el origen de la visin totalitaria del mundo? Sus
actuales enemigos prefieren alejarlo tanto como sea posible de su propia tradicin.
Para el ruso Solzhenitsin, slo puede ser una importacin occidental; para el
alemn Nolte, se trata de una influencia asitica o, en ltimo trmino, francesa.
Grossman, que se siente tan ruso como es posible, heredero de una gran tradicin
literaria, se pregunta primero si no tendr la culpa cierta aficin rusa a la
sumisin, a la esclavitud incluso. Pero debe corregirlo: Los rusos no son los
nicos que conocieron este camino. No son raros los pueblos que, en otros
continentes, conocieron de cerca o de lejos las mismas desgracias. Slo puede
decirse que una condicin que facilita el advenimiento del totalitarismo es la
tendencia, tan presente en Rusia como en otros pases, a separar radicalmente el
cuerpo y el espritu, lo concreto y lo abstracto, lo cotidiano y lo sublime: es ms
fcil aceptar la esclavitud del cuerpo cuando se cree que el alma es independiente.
Lo seguro, en cambio, es que en Rusia, en 1917, naci el pr imer Estado
totalitario; y su partera se llam Lenin. sta es una de las constantes tesis de
Grossman: no es posible aislar a Ejov o Beria, los jefes de la polica poltica, de
Stalin, jefe del Estado, ni separar a Stalin de Lenin. ste fue quien fij los
grandes rasgos del nuevo rgimen. La primera caracterstica de su accin es estar
por completo sometida a un objetivo, la de prevalecer a toda costa. Es un
maquiavelismo llevado al extremo, donde el fin justifica todos los medios y donde
no existe absoluto alguno. Lenin en la discusin no buscaba la verdad, buscaba
la victoria. Parece un cirujano que slo cree en su bistur, en el que evocaba
Kaganovich. Para acceder al objetivo, no vacila en cortar los tejidos vivos. Puesto
que la guerra es la verdad de la vida, no hay razn alguna para abstenerse de
practicarla; y la guerra contra el enemigo interior se llama terror.
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La continuidad entre Lenin y Stalin no implica que Stalin no hubiera innovado;
su contribucin concierne a dos campos principales. En primer lugar, l puso de
relieve, en la Unin Sovitica, la idea de nacin o, ms exactamente, la prioridad
concedida al Estado nacional. El rgimen nacido de la Revolucin de Octubre
nada tena, ya, de universalista, puesto que impona la sumisin, la liquidacin
incluso, de una parte de la humanidad, la de las clases enemigas: La nobleza, la
burguesa industrial y mercantil. Desde el comienzo, tambin , el proyecto
revolucionario se confunda con el destino de un pas nico, Rusia. En este
sentido, escribe Grossman, Lenin, sin saberlo, estaba fundando el gran
nacionalismo del siglo xx. Pero el proyecto quedaba entonces disimulado por la
promocin de la revolucin mundial. Hay que esperar a Stalin para verlo
sistematizado en la prctica e, incluso, in troducido en la teora (el socialismo en
un solo pas).
Se descubre entonces que la verdad del socialismo internacional es ser un
socialismo nacional: no deja de ser un socialismo, pero sus objetivos se confunden
con los de la nacin.
Esta identificacin del rgimen con la nacin permiti la gran reaccin de los
rusos durante la invasin hi tleriana: moderadamente satisfechos con su rgimen,
se levantaron todos contra el invasor y combatieron encarnizadamente para
defender su patria. Fue la gran guerra patritica, durante la que se cant la
gloria de Alexander Nevski y dePedro el Grande, ms que la de Marx y Engels. La
victoria de Stalingrado fue una consecuencia de este nacionalsocialismo
abiertamente asumido. Pero otra de sus consecuencias fue la pe rsecucin
generalizada, durante aquellos mismos aos, de las minoras nacionales que
habitaban el mismo territorio y que, como entonces se recuerda, son los enemigos
hereditarios de los rusos. Se deporta a la glida taiga de Siberia a los calmucos y
los trtaros de Crimea, a los chechenos y los balcnicos, a los blgaros y a los
griegos rusificados. Poco tiempo despus, se comenz a perseguir a otra minora,
la de los judos...
La segunda innovacin que sufri el rgimen comunista bajo Stalin consisti en
que los hombres que haban llegado a sus convicciones por s mismos fueron
sustituidos, en la direccin del Estado, por individuos enteramente sometidos al
poder central. Los unos pertenecan a la primera generacin de bolcheviques, la
que ante todo pensaba en introducir la utopa en la realidad y que, para llegar a
este fin, no vacilaba en imponer el terror. Eran hombres caracterizados por la
energa, el valor, la abnegacin, pero tambin por la brutalidad, la impaciencia, la
ausencia de preocupacin por los destinos individuales. Fueron ellos quienes
aplastaron toda manifestacin de libertad. Pero lleg un momento en que esos
personajes se hicieron molestos y, para librarse de ellos, de un modo
perfectamente racional, Stalin organiz el Gran Terror, que a fect
preferentemente a los cuadros comunistas.
El nuevo equipo que se instal despus de la guerra, en todos los niveles del
poder, no estaba ya constituido por hombres desinteresados, apstoles
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descalzos, sino por aficionados a las buenas dachas, a los coches y a las ventajas
materiales. Su adversario no era la libertad, difunta ya, sino la revolucin. La
utopa inicial, la idea de una sociedad ideal, dej de ser un objetivo y result que
haba sido slo un medio, el que permiti tomar el poder, consolidarlo luego y
reforzarlo, hasta hacerle ocupar el lugar del Estado. Los hombres que crearon ese
Estado crean que sera el medio para realizar estos ideales. Pero fueron sus
sueos y sus ideales los que sirvieron de medio al Estado poderoso y temible . No
haba ya lugar para los idealistas, para aquellos que actuaban en nombre de sus
propias convicciones, por mucho que fueran estrictamente comunistas. Pero, como
no se renuncia a la ideologa inicial, la poca estalinista vio instaurarse, al mismo
tiempo, el reino de la hipocresa: el discurso no sirve para designar el mundo, ni
siquiera para incitar a su transformacin; su funcin fue entonces disimularlo. Se
asisti a una puesta en escena gigantesca, el mundo entero se hizo teatro: los
electores fingan votar, los directores dirigir, los sindicatos imitaban la actuacin
de los verdaderos sindicatos, los escritores afirmaban expresar sus sentimientos,
los campesinos fingan deslomarse trabajando. Slo los espectculos teatrales no
aparentaban ser algo distinto a lo que eran. Para llevar a cabo esa tarea, los
espritus sumisos eran ms adecuados que los espritus independientes.
Esta descripcin del Estado totalitario procede de la observacin dela Rusia
comunista. Muchos de sus rasgos se encuentran, no obstante, en la Alemania nazi.
El fascismo alemn descansaba, a su vez, en la negacin de la libertad individual;
trataba a los hombres como si fueran materia inerte, lo que le emparentaba con los
dems cientificismos contemporneos. El fascismo rechaz el concepto de
individuo, el concepto de hombre, y oper por masas enormes. Como el
comunismo, postulaba que la guerra dice la verdad de las relaciones humanas.
Como el comunismo tambin, pero de modo ms abierto an, combin la idea
socialista (la sumisin del individuo) con la idea nacional (el culto al poder
ilimitado). Llegando despus del comunismo, probablemente se inspir en l.
Los apstoles europeos de las revoluciones nacionales vieron la llama que se
levantaba en el Este. Los italianos, los al emanes luego, se pusieron a desarrollar,
cada uno a su modo, esta idea del socialismo nacional. En fin, el terror les era
comn, lo que permite a Grossman hablar del chirrido combinado de los
alambres de pas de la taiga siberiana y del campo de Auschwitz.
El parecido entre las dos ramas del totalitarismo, comunista y nazi, es el tema
de una gran escena de Vida y destino, aquella donde se enfrentan, un poco como
personajes dostoievskianos, Mostovskoy, un viejo bolchevique, detenido en un
campo alemn, y Liss, un alto oficial de la Gestapo, representante directo de
Himmler. Liss intenta convencer a Mostovskoy de que ambos regmenes son
imgenes especulares el uno del otro. A las caractersticas comunes ya citadas,
aade una estructura econmica menos opuesta de lo que parece: los capitalistas
alemanes no son realmente libres en sus movimientos. Ambos Estados, aade,
tienen los mismos enemigos: Los comunistas alemanes que nosotros
encarcelamos en los campos, fueron tambin encarcelados por vosotros en 1937 .
En cuanto a la persecucin de los judos, Liss se limita a imaginar que maana,
vosotros la emprenderais por vuestra cuenta. Pero la imitacin cambia a veces
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de direccin: En nuestra Noche de los Cuchillos Largos encontr Stalin la idea
de las grandes purgas de 1937. Este parecido no impide el conflicto entre los dos
pases, claro, pero lo hace paradjico: el vencido ve cmo triunfan sus propios
principios. Si perdemos la guerra, la ganaremos, seguiremos desarrollndonos
bajo otra forma, pero conservando nuestra esencia.
Mostovskoy se siente turbado pero no convencido. Es posible mantener la idea
de este parecido si se piensa en la mayor fechora del nazismo, el exterminio de
los judos? Grossman, que nada ignoraba de l puesto que su propia madre haba
sido vctima, se interrog sobre esto con respecto a la terrible matanza provocada
por el poder comunista, la destruccin de los campesinos de Ucrania a comienzos
delos aos treinta. sta se desarroll en tres etapas. La primera fue la
colectivizacin de las tierras y la deskulakizacin concomitante, es decir, la
expropiacin y la marginacin de todos los campesinos cuya renta superaba el
mnimo. Esta marginacin significaba que los kulaks eran detenidos y una parte de
ellosla proporcin vari segn las regionesfueron ejecutados tras un juicio
sumario. La segunda consisti en deportara los kulaks supervivientes,
acompaados por sus familias, a regiones deshabitadas de Siberia. Los vagones
para ganado, atestados, tardaban hasta cincuenta das en llegar al destino final.
Numerosos viajeros murieron en el camino. Descargaban a los unos y los otros en
pleno bosque, sin abrigo, y les arrojaban algunas herramientas rudimentarias;
tenan que construir casas, desbrozar las tierras, sembrar y cosechar. Una
importante proporcin de ellos no sobrevivi a la prueba.
Pero la principal desgracia deba llegar an: no se produjo en Siberia sino en
las frtiles tierras de Ucrania, vaciadas de los ms emprendedores campesinos. Se
puso en marcha un mecanismo infernal: en ausencia de los antiguos propietarios,
las cosechas cayeron brutalmente, aunque los delegados del Partido afirmaran que
todo iba bien. Los campesinos restantes eran incapaces de entregar al Estado las
cantidades de trigo exigidas; el poder envi activistas para arrancarles, por la
fuerza, todas las reservas de alimento. Para castigarlos por su mala voluntad, se
les prohibi aprovisionarse en la ciudad. Los campesinos se comieron primero sus
escasas reservas, luego las semillas, ms tarde las patatas y, por fin, el ganado.
Cuando lleg el invierno, se abalanzaban sobre las bellotas. Una vez devoradas,
consumieron los perros, los gatos, las ratas, las vboras, las hormigas y los
gusanos. A principios de la siguiente primavera, el hambre se generaliz pero,
antes de morir, la gente se volva loca: intentaban huir pero eran rechazados por la
polica; se entregaron a actos de canibalismo. La hambruna era total, actu la
muerte. Primero los nios y los ancianos, luego las personas de mediana edad. Al
comienzo los enterraron, luego dejaron de hacerlo. Haba cadveres por todas
partes, en las calles, en los patios... Quienes fueron los ltimos en morir,
permanecieron acostados en sus isbas. Se hizo el silencio. Toda la aldea muri.
Hoy se estima que ms de seis millones de personas perecieron en estas
condiciones.
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Los dos exterminios, el de los campesinos y el de los judos, tienen muchos
rasgos distintos, pero tienen tambin caractersticas comunes. Es sorprendente,
primero, comprobar que se desarrollaron, por una parte, en las mismas tierras: en
estas mismas regiones de Ucrania hicieron estragos los Einsatzgruppen alemanes,
las unidades mviles de matanza. Existe incluso una relacin ms estrecha, que
Grossman indica sin demorarse en ello: la ejecucin de los judos fue facilitada
por una milicia indgena ucraniana, que custodiaba a las vctimas. Los campesinos
crean tomar as revancha de las sevicias sufridas en manos de los rusos y de los
bolcheviques, asociados a los judos para la ocasin. Observamos, t anto en las
vctimas de los nazis como de los bolcheviques, la misma pasividad, la misma
incapacidad para resistir el poder del Estado totalitario. Unas y otras eran
castigadas por lo que eran, no por lo que hacan. Algo me parece evidentese
dice Strum en Vida y destino, es horrible matar a los judos con el pretexto de
que son judos. Es lo que hizo Hitler. Pero, a fin de cuentas, seguimos el mismo
principio: lo que cuenta es ser o no de origen noble, hijo de kulak o de mercader.
La violencia es semejante, sea cual sea el criterio elegido para la exclusin:
Salta de un continente a otro, se convierte en lucha de clases y de lucha de clases
en lucha de razas.
Para facilitarse la tarea, los verdugos dicen siempre: no son seres humanos,
pertenecen a una especie inferior y por esta razn no merecen vivir. Un personaje
de Todo pasa que ha participado en la deskulakizacin, Anna Sergueievna,
recuerda: Cmo sufri esa gente, cmo la trataron! Pero yo deca: no son seres
humanos, son kulaks. [...] Para matarlos, era preciso declarar: "Los kulaks no son
seres humanos". Al igual que los alemanes decan: "Los judos no son seres
humanos". Es lo que dijeron Lenin y Stalin: "Los kulaks no son seres humanos".
Pero lo son, los unos y los otros; dejan, en cambio, de comportarse como
humanos quienes matan en s mismos cualquier humanidad para decidir el
exterminio de los otros.
Y cuando Grossman evoca la muerte de las vctimas de uno u otro rgimen
totalitario, revela la misma emocin y experimenta la misma compasin. En Vida
y destino, la madre de Strum, Anna Semionovna, es fusi lada por los
Einsatzgruppen, como lo haba sido la madre del propio Grossman; su amiga Sofa
Ossipovna Levinton perece en una cmara de gas. Del otro lado, en Todo pasa, la
dulce Masha se extingue en un campo, separada de su marido y de su hijo, como
perece tambin la familia de Vassili Timofeievich, su mujer Danna, su hijo
Grishka, agotados por el hambre. Una de las muertes es rpida y cruel, la otra
lenta y cruel; sus vctimas merecen del mismo modo ser compadecidas y
recordadas por la memoria de los hombres.
En la guerra, Stalin, aliado con las democracias occidentales, venci a Hitler y
obtuvo de ello un inmenso prestigio; al triunfar sobre el fascismo, consigui hacer
olvidar o, al menos, subestimar sus propias fechoras, los sangrientos aos treinta.
Al modo de ver de algunos, la victoria permite incluso justificar
retrospectivamente el terror: si no hubiera aplastado a todos sus adversarios del
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interior, habra podido vencer al enemigo de fuera? Pero, una vez obtenida la
victoria, la prediccin de Liss comienza a realizarse. A Rusia le toca, entonces,
someter a los pases de la Europa del Este, le toca organizar la deportacin de
poblaciones enteras, le toca abrir de nuevo las puertas de los campos para que
acojan no slo a los prisioneros de guerra alemanes sino tambin a los prisioneros
de guerra soviticos, recin liberados de los campos alemanes. Le toca organizar
una nueva persecucin de los judos y preparar una nueva deportacin, la cual
slo fue suspendida por la muerte del tirano. Ambos totalitarismos no se parecen
en todo, pero son equivalentes.
El pensamiento de Grossman no se detiene en el anlisis crtico del fenmeno
totalitario, aunque encuentre en l su fundamento. De lo que ve como fuente del
mal totalitariola sumisin y la degradacin del in-dividuodeduce su propio
valor supremo, el elogio del individuo a la vez como fuente de la accin
(autonoma del yo) y como su destinatario (finalidad del t), encarnacin
simultnea de la libertad y la bondad. En uno de los pasajes filosficos de Vida y
destino, Grossman escribe: El reflejo del Universo en la conciencia de un hombre
es el fundamento de la fuerza del hombre, pero la vida slo se hace felicidad,
libertad, valor supremo cuando el hombre existe como un mundo que nadie
repetir en el infinito de los tiempos. Slo con esta condicin experimenta el gozo
dela libertad y de la bondad, encontrando en los dems lo que ha encontrado en s
mismo. El valor de la libertad y de la bondad se explica por la unicidad del
individuo. En el libro, estas reflexiones se las inspira al narrador la agona, en la
cmara de gas, de Sofa Ossipovna y un muchachito desconocido, David, que se
agarra desesperadamente a ella hasta el final. "Soy madre", pens. Fue su ltimo
pensamiento.
Grossman es el heredero de los grandes prosistas rusos del siglo xix; sus
personajes entablan debates filosficos como en Los demonios o en Los hermanos
Karamazov de Dostoievski, y Vida y destino imita la estructura global de Guerra y
paz de Tolstoi. Sin embargo, desde el punto de vista ideolgico, el clsico del
que se siente ms prximo, segn su propia confesin, es Chjov, pues ste aport
a la literatura rusa ese nuevo humanismo centrado en las ideas de libertad y de
bondad. La libertad debe entenderse en sentido amplio, como la posibilidad de que
el individuo acte como sujeto autnomo. Antaodice uno de los portavoces de
Grossman, yo pensaba que la libertad era la libertad de palabra, la libertad d e
prensa, la libertad de conciencia. Pero la libertad se extiende a toda la vida de
todos los hombres. La libertad es el derecho a sembrar lo que se quiera, a hacer
zapatos y abrigos, es el derecho del que siembra a hacer pan, a venderlo o a no
venderlo, si lo desea. Es el derecho del cerrajero a fundir acero, el del artista a
vivir y trabajar como desea y no como se le ordena.
El hombre se distingue de la materia inerte e incluso de los dems animales en
que puede elegir su destino, pues dispone de una conciencia; slo al morir
abandona el reino de la libertad para alcanzar el de la necesidad. Por esta razn,
no todo lo real es racional. Si tomamos la palabra no en el sentido de la razn
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instrumental, sino en el de una justificacin ltima: todo lo que, en el mundo,
pone trabas a la libertad es contrario a esa racionalidad.
Que el impulso hacia la libertad forme parte de la vocacin biolgica de la
especie humana puede parecer tranquilizador: eso sugiere que los regmenes que
descansan sobre una supresin sistemtica de las libertades individuales estn
condenados en un plazo ms o menos largo. Ni siquiera los Estados totalitarios
consiguieron provocar una mutacin de la especie para hacerle olvidar el sabor de
la libertad. El hombre condenado a la esclavitud es esclavo por destino y no por
naturaleza. La aspiracin de la naturaleza humana a la libertad es invencible,
puede ser aplastada pero no puede ser aniquilada, escribe Grossman. Esto es algo
que ilustran los acontecimientos del siglo xx, a pesar de l formidable desarrollo de
los medios de presin de que dispone el Estado moderno para someter a sus
sbditos. Pero ello no puede bastar para tranquilizarnos: aunque sta sea la
direccin de la evolucin biolgica (Toda la evolucin del mundo vivo va de u na
libertad mnima a una libertad mxima), nada prueba que sea tambin la
direccin de la historia humana. Eran nuestros antepasados menos libres que
nosotros, que nos hemos dotado de Estados ms poderosos que los suyos? La
libertad es el primer valor humanista; la bondad, el segundo. En efecto, el hombre
solo no es el hombre completo, el individualismo noes la humanidad, los
hombres se hacen el objetivo de su accin y no slo su fuente. Ahora bien, la
cumbre de la relacin con otro es la aparicin de la simple bondad, el gesto que
logra que, por nuestra mediacin, otra persona sea feliz.
Grossman desarrolla su elogio de la bondad oponindola a las doctrinas del
bien. stas tienen todas un defecto insuperable: ponen en lo alto de los valores
una abstraccin, no a los individuos humanos. Ahora bien, los hombres no hacen
el mal por el mal, siempre creen perseguir el bien; sencillamente, resulta que por
el camino se ven llevados a hacer sufrir a los dems. Es la tesis que desarrolla del
modo ms detallado, en Vida y destino, el loco en Dios Ikonnikov, detenido en
un campo de concentracin alemn, y que ha redactado un pequeo tratado sobre
la cuestin. Ni siquiera Herodes derramaba sangre en nombre del mal. La
persecucin del bien, en la propia medida en que olvida a los individuos que
deban ser sus beneficiarios, se confunde con la prctica del mal. Los sufrimientos
de los hombres, incluso, proceden ms a menudo de la persecucin del bien que de
la del mal. All donde se levanta el alba del bien, perecen nios y ancianos, corre
la sangre. Esta regla se aplica tanto a las religiones antiguas como a las
modernas doctrinas de salvacin, como el comunismo. Ms vale, pues, renunciar a
cualquier proyecto global de extirpar el mal de la tierra para que r eine en ella el
bien.
Chjov ensea a Grossman que hay que dejar a un lado las grandes ideas
progresistas y comenzar por abajo: Comencemos por el hombre, mostrmonos
atentos con respecto al hombre, sea cual sea: obispo, mujik, industrial millonario,
forzado de Sajalin, camarero en un restaurante.
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Este recordatorio del carcter irreductible del individuo permite saltarse la
desviacin de la benevolencia hacia el bien. Y es que, como puso de relieve
Levinas interpretando a Grossman, la "pequea bondad" que va de un hombre a
su prjimo se pierde y se deforma en cuanto pretende ser doctrina, tratado de
poltica y de teologa, Partido, Estado e incluso Iglesia.
Los justos no persiguen el bien sino que practican la bondad: ayudan a un
herido aunque sea un enemigo, ocultan a los judos perseguidos, transmiten las
cartas de los presos. Una escena de Vida y destino ilustra su aparicin: una mujer
rusa tiende un pedazo de pan al prisionero alemn, cuando l espera ser linchado.
Esta bondad se encarna de modo emblemtico en el amor materno. As termina la
vida de Sofa Ossipovna, convertida en madre por su gesto de bondad; de este
modo tambin comienza la vida de los hombres: La ternura, la solicitud, la
pasin, el instinto maternal de la mujer son el pan y el a gua de la vida.
Sin embargo no basta con decir que los hombres son impulsados, por su propia
naturaleza, hacia la libertad y la bondad. Y es que, al margen de su naturaleza, los
hombres tienen tambin un destino, una historia, y en Europa, en el siglo xx, esta
historia luce los colores del totalitarismo. Ahora bien, ste niega al individuo y
suprime su libertad; los individuos que viven bajo coaccin dejan de ser buenos.
La persecucin del bien les sirve de excusa para su dureza y su egosmo. El
amable Grishka (en Todo pasa), al que le gusta bailar y cantar por la noche en la
aldea, lanza a la muerte a los campesinos hambrientos. Diez aos ms tarde,
aquellos que sobrevivieron se alegran, a su vez, de ver sufrir a los judos y poder
apoderarse de sus muebles o sus casas. La mala alegra forma parte de la
interaccin humana.
Un captulo inolvidable de Todo pasa establece el retrato de una serie de
Judas: todos se comportaron de un modo innoble con sus contemporneos,
denunciaron, calumniaron, traicionaron y, sin embargo, tienen tambin excusas.
Bajo el totalitarismo, todos son culpables y todos son inocentes se
confunden. Convencidos de que el Estado era, de todos modos, ms poderoso que
ellos, renunciaron al ejercicio de su libertad. Aseguraron as la victoria de ese
Estado. Y sin embargo no dejaron de ser humanos, de amar a su prjimo, de
admirar la msica hermosa y la gran literatura, de hacer que avanzara el
conocimiento. Esos hombres no deseaban mal a nadie, pero haban hecho el mal
toda su vida.
La historia de los hombres no es menos poderosa que su naturaleza, al menos
en un plazo tan breve como el de la vida humana. qu se puede deducir de ello?
Por un lado, Grossman nos lleva hacia una conclusin que l no formula con todas
sus letras. Su contacto con los ms viles verdugos le convenci de una cosa: no es
posible librarse de los malvados considerndolos por completo distintos a
nosotros ni atribuyendo su conducta a su origen o su locura. Al descubrir a los
asesinos de Treblinka, concluye: Lo que debe dar horror son menos esos seres
que el Estado que les sac de sus agujero s, de sus tinieblas, de sus sub terrneos
porque le eran tiles, necesarios, indispensables.
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No son los alemanes o los rusos los malvados, son el nazismo y el
comunismo. Pero, entonces, hay que combatir un rgimen y para eso no basta la
simple bondad. No podemos contar con la virtud de los hombres, demasiado
dbiles; el nico medio de hacer imposible el totalitarismo es oponerle otra
estructura poltica. Tal vez la justicia y el rgimen democrtico nacieron de la
bondad y del amor, pero se han separado de ellos; pero ellos y slo ellos, es decir,
las fuerzas polticas, detienen el totalitarismo, por las armas si es necesario, y
hacen posible el ejercicio de la bondad y de la libertad.
Por lo que se refiere a los individuos, es intil oponer los buenos a los malos.
Todos eran dbiles, tanto justos como pecadores. La diferencia est ms bien en
la imagen que cada cual se hace de su accin, en su buena o mala concie ncia,
segn recuerde preferentemente sus hazaas o sus traiciones. Nada se ha adquirido
de una vez por todas. Cada da, cada hora, ao tras ao, era preciso luchar por el
derecho a ser un hombre, el derecho a ser bueno y puro. Y ese combate no deba
estar acompaado por orgullo alguno, por pretensin alguna, slo deba ser
humildad.
En este combate cotidiano por la libertad y la bondad, la presencia de un
testigo interior, el recuerdo de un ser que encarna el amor, puede resultar de
gran ayuda.
Vassili Grossman supo obtener de l la fuerza para lograr su propia
resurreccin y escribir sus magnficos libros. No es seguro que hubiera podido
encontrar en l descanso y serenidad. Tras haber recorrido las tierras de
Treblinka, da as cuenta de la sensacin q ue le invade: Parece que el corazn va
a dejar de latir, oprimido por tal tristeza, t al pesadumbre, tal angustia que un ser
humano no es capaz de soportarlas. Y ya al final de su vida, cuando acaba de
visitar una encantadora aldea armenia, reconoce: La angustia del alma humana es
terrible, inextinguible, no puede calmarse, no es posible huir de ell a; ante ella son
impotentes, incluso, las apacibles puestas de sol campestres, incluso el chapoteo
del mar eterno, incluso la dulce ciudad de Dilijan.
FIN