Toque de Queda

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  • fundadoras:Valery Gismondi Avendao

    Luciana Molina Barragn

    Consejo EditorialLeon Bieber

    Rossana Barragn

    Farit Rojas Tudela

    Salvador Romero Ballivin

    Equipo de trabajoDaniela Acosta Bernal

    Alejandro Arze Alegra

    Nicole Gerke Ascarrunz

    Cristian Len Coronado

    Juan Pablo Neri Pereira

    Valeria Silva Quinaya

    Mariana Zeballos Ibez

    Diseo y Diagramacin Daniel Mauricio Uria Meriles

    Telf. (591) -2- 2916211 / Cel. (591) - 67016098

    Los editores no comparten, necesariamente, las opiniones vertidas por los auto-

    res de los textos. Se autoriza citar o reproducir el contenido de esta publicacin

    siempre y cuando se mencione la fuente y se remita un ejemplar a la Revista.

  • NDICEEDITORIAL

    REFLEXIONES PRELIMINARES SOBRE EL ESTADO PLURINACIONAL Isabella Margerita Radhuber

    CAMPOS DE CONCENTRACINLuis Sergio Ramrez Sahonero

    Anlisis de las reformas electorales en Boli-via Propuestas y sugerencias tras 28 aos de democracia ininterrumpidaMara Eugenia Robles

    Estado Plurinacional: de los saberes encubier-tos al poder constituyente y del poder consti-tuyente a los saberes encubiertosValeria Silva Guzmn Juan Pablo Neri Pereyra

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  • EVOLUCIN TERICA DEL CONCEPTO DE REPRESEN-TACIN POLTICANatalia Peres Martins

    LA PRENSA FRENTE A LA ASAMBLEA CONSTITUYEN-TE DE BOLIVIAClaudia Herbas

    DISCUSIONES DE RAZA EN EL PARADIGMA DE LA MODERNIDADAlvaro Diego Orozco Montero

    77

    89

    113

  • 1EDITORIAL

    La revista Toque de Queda, en su tercer nmero, contina con el objetivo de difundir opiniones, visiones y anlisis que jvenes de di-ferentes carreras de las ciencias sociales poseen sobre los distintos hechos y procesos que acontecen no slo en la sociedad boliviana, sino tambin a nivel internacional.La pluralidad se convierte en el principio gua de la revista, pues

    es en la variedad de temas y perspectivas que transcurren a travs de los textos de ste nmero, que el lector puede comprender y encontrar sentido a la complejidad propia de nuestra realidad. De esa forma, se incluyen artculos que abordan el concepto de repre-sentacin poltica, la delgada lnea que separa el cambio democrti-co del cambio represivo, la influencia de los pequeas transforma-ciones en los sistemas electorales en la distribucin de cuotas de poder, el rol que jugaron los medios de comunicacin en la Asam-blea Constituyente boliviana; todos los cuales demuestran la alta capacidad de jvenes, entre estudiantes y noveles profesionales, para interpretar temas de trascendencia usando recursos propios de la investigacin acadmica. Tambin es importante destacar el sustancial aporte de la investigadora Isabella Radhuber, cuya expe-rimentada mirada al proceso de implementacin del Estado pluri-nacional, sin duda, amplia la utilidad de consulta de ste nmero.Un largo espacio de tiempo separa ste nmero del anterior; tiem-

    po que, podemos animarnos a decir como equipo, trajo consigo la experiencia y conocimiento necesarios para poder llevar adelante la visin que inspir a las fundadoras de Toque de Queda, Luciana Mo-lina y Valery Gismondi, a emprender tan importante labor. Enton-

  • 2ces, los meses no han pasado en vano, permitiendo as la autocrtica y la adopcin de ciertos cambios que esperemos, sean en beneficio de la revista, sus colaboradores y por supuesto, sus lectores.Es necesario reafirmar el compromiso que tenemos de seguir ade-

    lante, sin dejar atrs la historia ni sintindonos vctimas de la misma. Buscamos ampliar el concepto de conocimiento ms all de la mera mirada tcnica o acadmica, sino introducindonos en una dimen-sin ms humana que nos permita aprender de los tiempos que pa-san. De ah el nombre que nos identifica: Toque de queda. Siendo nosotros una generacin que ha nacido y crecido en democracia, sentimos la necesidad de no olvidar aquello que marc esos infaus-tos das que antecedieron a su retorno, inspirndonos as a prorrogar la bsqueda de un mejor futuro para todos.No podemos terminar el editorial sin agradecer a las personas que

    con un apoyo invaluable han hecho posible la realizacin de ste nmero. Por un lado, el Sr. Herbert Muller, quien con gran genero-sidad nos demostr su entusiasmo hacia el proyecto; el Dr. Salvador Romero Ballivin, cuya orientacin y consejo nos alumbr el camino que por un momento cremos perder; al Dr. Javier Murillo de la Ro-cha, Director de la Carrera de Ciencias Polticas de la Universidad Catlica Boliviana, al Dr. Farit Rojasy profesores cuyos desprendi-dos aportes dieron el ltimo empuje a la revista; a nuestro estimado amigo Daniel Uria, quien con gran nimo y solidaridad, se compro-meti con nosotros y aguant cuanto pedido le hicimos; finalmente a los estudiantes de la carrera, por la confianza depositada en noso-tros para llevar adelante semejante labor.

  • 3REFLEXIONES PRELIMINARES SOBRE EL ESTADO PLURINACIONAL1

    1 Agradezco los valiosos comentarios y las correcciones por parte de Valeria Silva y Oscar Vega.

  • 5Isabella Margerita Radhuber2

    Introduccin

    Los trabajos cientficos sobre desarrollos y teora del Estado no surgen en un espacio vaco de poder, sino en contextos especficos, caracterizados por mltiples desequilibrios de poder. Ciertos con-ceptos sobre estatalidad, estatalidad de derecho, derechos huma-nos, democracia y el modelo econmico justo (economa social de mercado) a menudo son trasmitidos como plantilla sobre pases del sur, y desviaciones de estos imaginarios idealtpicos son interpreta-dos como dficits. Boaventura de Sousa Santos habla en este contexto de la so-

    ciologa de las ausencias y la sociologa de las emergencias. De la sociologa de las ausencias, dice que su objeto emprico es imposible desde el punto de vista de las ciencias sociales convencionales. Se trata de transformar objetos imposibles en objetos posibles, objetos ausentes en objetos presentes. La no-existencia es producida siem-pre que una cierta entidad es descalificada y considerada invisible, no-inteligible o desechable (de Sousa Santos 2010: 17). Los cinco modos de produccin de ausencias o invisibilidades son las lgicas de lo ignorante, lo retrasado, lo inferior, lo local o particular y lo impro-ductivo o estril. La sociologa de las emergencias consiste en pro-ceder a una ampliacin simblica de los saberes, prcticas y agentes de modo que se identifiquen en ellos las tendencias de futuro ()

    2 Isabella Margerita Radhuber es investigadora y doctorante en la Universidad de Viena sobre recursos naturales y Estado en Bolivia, becaria del programa democracia y capita-lismo de la Fundacin Rosa Luxemburgo. Ha publicado: Mujeres ciudadoras de las minas en el Sumaj Orcko (Cimagraf, Potos 2005), El poder de la tierra (Plural, La Paz 2009; y su versin en alemn Die Macht des Landes, LIT-Verlag, Wien, 2009 ), y varios ensayos y artculos sobre economa y poltica en Bolivia en diferentes libros y revistas.

  • 6sobre las cuales es posible actuar para maximizar la probabilidad de la esperanza en relacin a la probabilidad de la frustracin. Tal ampliacin simblica es, en el fondo, una forma de imaginacin so-ciolgica que se enfrenta a un doble objetivo: por un lado, conocer mejor las condiciones de posibilidad de la esperanza; por otro definir principios de accin que promueven la realizacin de esas condicio-nes. (Boaventura 2010: 39). Desde la filosofa occidental, recurre a Ernst Bloch, quien revela, que slo lo posible permite revelar la totalidad inagotable del mundo, y en este sentido introdujo dos nue-vas conceptos, que son el No (Nicht) y el Todava No (Noch nicht). El No es la falta de algo y la expresin de la voluntad para superar esa falta, mientras el Todava No se lo puede comprender como latencia, un movimiento latente en el proceso de manifestarse. Lo Todava-No es el modo como el futuro se inscribe en el presente y lo dilata.; por un lado capacidad (potencia, y por otro, posibilidad (potencialidad) (Ibd: 38s.). En este sentido, Rafael Bautista sea-la, que El Estado plurinacional () pretende ser la superacin del Estado-nacin moderno, como reconocimiento jurdico-poltico de aquello que constituye a la humanidad como humanidad. Todas las culturas merecen desarrollarse porque todas manifiestan una posi-bilidad humana. Ninguna agota en s a lo humano y la prdida de la humanidad acotada. (Bautista 2010: 49) La sociologa de las au-sencias y la de las emergencias marcan una distancia en relacin a la tradicin crtica occidental. Y sealan nuevas alternativas, la que Boaventura de Sousa Santos llama una epistemiologa del Sur (de Sousa Santos 2010: 41-55). Con estos antecedentes, en lo siguiente, se pretende redibujar

    el actual debate crtico en Bolivia sobre el Estado plurinacional. Este debate resulta ser bastante reciente, por los cual se recurri-r tambin a literatura escogida bastante reciente de los autores que trabajan este tema actual. Acerca de la relevancia del Estado plurinacional, Ral Prada dice, En plena crisis estructural del ca-pitalismo la condicin plurinacional, la condicin proliferante de lo

  • 7plural, adquiere otra connotacin, convirtindose en una alternati-va al mundo nico, al pensamiento nico. Segn Rafael Bautista, la configuracin del Estado plurinacional tiene que abarcar dos frentes: uno es la histrica, el cual destaca el contexto del aparecer y el modo histrico de su constitucin; mientras el segundo hace una reflexin epistemolgica sobre su constitucin (ver Bautista 2010: 18). En analoga a la sociologa de las ausencias, destaca, que, el principio de la argumentacin se desplegar de modo ne-gativo, mostrando aquello que se est dejando atrs (Ibd: 18), y el horizonte es la superacin de nuestra condicin colonial (Ibd: 19). En este sentido, la constitucin del nuevo Estado significa, a la vez, un proceso de desmontaje de los contenidos estructural-conceptuales de su constitucin colonial (Ibd: 24). La condicin colonial consiste en que se aplica un ideal o un mo-

    delo que no le corresponde a uno, que es ajeno, que no es deducido de las propias contradicciones ni necesidades, lo cual necesariamen-te lleva a tensiones (ver Bautista 2009: 199-2000). Mientras la idea del colonialismo originalmente denunciaba la sumisin bajo la corona espaola del continente americano, hoy en da hay otro significado y otra lnea de interpretacin, que es aquella del colonialismo inter-no. ste se refiere al predominio de una cultura sobre otra, de la supremaca de una racionalidad, una institucionalidad y en general de un sistema social sobre otras racionalidades y sistemas de repro-duccin de la vida social. (Chvez 2009: 9). Ral Prada describe al significado del colonialismo y de la colonialidad en una tradicin de pensamiento crtico latinoamericano de la siguiente manera: Com-prendamos entonces la experiencia del colonialismo y colonialidad, entendiendo por colonialismo la prctica imperial de ocupacin de tierras, sometimiento de las poblaciones, decodificacin cultural, fragmentacin de las sociedades, ocultamiento y desaparicin de las instituciones propias, diseminacin de las lenguas autctonas, ins-cripcin de la historia poltica de la dominacin en la superficie de los cuerpos, induciendo conductas y comportamientos de sometimien-

  • 8to, de domesticacin, de disciplinamiento, de control y de seguridad, sucesivamente. Comprendiendo por colonialidad la configuracin de las identidades societales y la plasmacin de la clasificacin racial, conformndose entonces una realidad histrico-cultural diferencial a escala planetaria y al interior de los pases. (Prada 2010: 6) En este contexto del cuestionamiento de la produccin y valori-

    zacin de saberes, en lo siguiente, se desarrollarn algunos ejes de reflexin: Uno alrededor de lo que es, de lo que significa y de lo que implica la plurinacionalidad en delimitacin al modelo de Estado y concepto de democracia liberal , destacando las articulaciones plurinacionales a travs de la autonoma indgena y el pluralismo ju-rdico. Un segundo eje tematiza la centralidad de la despatriarcali-zacin del Estado en la construccin del Estado plurinacional. Y el tercero abre el campo para una reflexin acerca de la base material del Estado plurinacional en Bolivia, y la centralidad de los asuntos financieros, que debe, por un lado, emerger de la organizacin plu-rinacional en Bolivia y. por otro lado, posibilitar a la misma. Estos son tres ejes que permiten vislumbrar la profundidad y capacidad de las transformaciones. En este marco, se recurre a la hiptesis de Luis Tapia, quien

    sostiene, que en realidad el Pacto de Unidad fue el lugar, des-de donde las organizaciones, que participaron en su elaboracin (CSUTCB3,CIDOB4, CSCB5, FNMCB-BS6, CONAMAQ7,

    3 Confederacin Sindical nica de Trabajadores Campesinos de Bolivia

    4 Confederacin Indgena del Oriente Boliviano

    5 Confederacin Sindical de los Colonizadores de Bolivia

    6 Federacin Nacional de Mujeres Campesinas (Indgenas Originarias) de Bolivia

    7 Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu.

  • 9CPESC8, MST9, APG10, CPEMB11) pensaron y disearon al Esta-do plurinacional, mientras el Movimiento Al Socialismo (MAS) ms bien adapta a estas ideas al formato de un Estado liberal, y con esto, reduce el grado de plurinacionalidad. Los tres momentos principales de esta reduccin son la Ley de Convocatoria a la Asamblea Cons-tituyente (cuando, entre otros, se establece la exclusiva mediacin partidaria), el proceso constituyente (cuando sobre la base de las propuestas entregadas se formula el texto constitucional) y la fase de la implementacin de la Constitucin (ver Tapia 2010b: 7; 18). Adems se entiende a la Constitucin como actual campo de lu-cha, porque en ella se visibilizan varias tendencias, de las que cada una podra llevar a una prctica basada en metas polticas distintas. Dunia Mokrani explicita, que el texto constitucional es parte de un proceso de cambio, de un pacto poltico de transicin, hacia formas ms profundas de la transformacin poltica (Mokrani 2009: 77). En este sentido, la Constitucin hacia el futuro, puede ser un objeto o el ncleo de la polmica, alrededor de la cual se desarrollan las lneas polticas. De hecho, ya se puede percibir esto en la reciente activacin de los conflictos entre el gobierno y las asambleas de los pueblos indgenas, especialmente de tierras bajas. (ver Tapia 2010b: 23) La gran disputa en el futuro entonces ser la interpretacin y aplicacin de la Constitucin en la materialidad jurdica de las leyes y en la materialidad poltica de las instituciones. (ver Boaventura 2010: 82) Oscar Vega tambin aborda la interrogante acerca de la perspectiva, que abarcar la interpretacin del nuevo texto consti-tucional. Dice, que sabemos, que la lucha est en la interpretacin, porque de otro modo, no habra ni siquiera necesidad de la interpre-

    8 Coordinadora de Pueblos tnicos de Santa Cruz

    9 Movimiento Sin Tierra de Bolivia

    10 Asamblea del Pueblo Guaran

    11 Confederacin de Pueblos tnicos Moxeos de Beni

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    tacin, si se podra como si esto fuera posible aplicarla de manera literal. (ver Vega 2010b: 59)

    Los lmites de la Democracia liberal

    Los cambios polticos en Bolivia se basan en las transformaciones de las relaciones entre sociedad y Estado, donde al Estado, en una tra-dicin neo-poulantziana, se lo puede comprender como relacin y conjunto de estructuras, que resultan de luchas polticas. El Estado entonces es entendido como campo de lucha, en el cual diferentes actores batallan, unos por la reproduccin, y otros por la reforma del orden social (ver Tapia 2010a). Se trata de una redefinicin de las relaciones entre sectores sociales, entre diferentes grupos sociales y tnicos, la sociedad en su conjunto y el Estado. En un sentido ms amplio se puede hablar de una transformacin de lo poltico. Oscar Vega caracteriza al Estado como algo abstracto, una estructura de relaciones, que explicita la articulacin estrecha de lo nacional, la sociedad y del Estado. Las diversas formas de configuracin de estas relaciones son objeto de una permanente redefinicin y resignifica-cin. Explica respecto al proceso de construccin estatal boliviano, que el proceso constituyente se caracteriza por la tarea que se ha propuesto la sociedad de hacer Estado y de entender de esta manera al Estado como producto de la sociedad, en anttesis al paradigma de cambio, que prevaleca durante el siglo 20, en el cual el Estado fue el sujeto, y la sociedad el objeto del cambio. (ver Vega 2010a: 140) Tambin Salvador Schavelzon destaca, que en el proceso constitu-yente se trat de pensar la posibilidad de un Estado para la sociedad y una jurisdiccin que no sera hostil para las comunidades, entre otras cosas (ver Schavelzon 2010: 48). Dentro de esta redefinicin de la relacin entre Estado y socie-

    dad, se cuestiona la forma de democracia liberal (y su adecuacin). Bsicamente, se puede destacar, que el modelo de la democracia liberal ha empezado su marcha triumfal despus de la segunda

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    guerra mundial, pero recin despus de la cada de los sistemas socialistas europeos y con esto la formacin de bloques ideolgicos se estableci como ideal explcito, y como norma para democra-cias recientes. De este modo, los caminos y los destinos de los procesos de transicin democrtica en los Estados de la periferia nunca estaban abiertos, sino siempre caracterizados, terico-con-ceptualmente y en la poltica realista (realpolitisch) por condiciones de marcos externos y asimetras de poder entre norte y sur y el oeste y el resto. (ver Ernst 2011: 1)Las ampliaciones conceptuales-tericas de la democracia liberal

    en su mayora fueron formuladas en el marco de esta misma. Tanja Ernst plantea la tesis, de que en Bolivia, actualmente, en la poltica realista (realpolitisch), est en juego una demanda cualitativamente nueva. Ya no se puede tratar simplemente de concesiones liberales (redistribucin) y el otorgamiento de derechos culturales particula-res en el seno del sistema liberal. En vez de extender an ms el para-digma liberal, para integrar mejor a anteriormente excluidos, se pone en la agenda la transformacin de las reglas del juego poltico en la sociedad y el modelo democrtico liberal representativo (Ibd: 2). En este sentido, Patricia Chvez, Dunia Mokrani y Luis Tapia sostienen que el Pacto de Unidad es el principal resultado de una combinacin de elementos de la democracia moderna y elementos comunitarios, en el cual, as como en el texto que result de la Asamblea Consti-tuyente, la idea ms global y sinttica es la del Estado plurinacional. En este caso lo pluri implicara pluralismo de instituciones y sistemas normativos. (ver Chvez, Mokrani, Tapia 2009: 131)Tericos de la democracia liberal parten de que la competencia po-

    ltica y elecciones libres e iguales crean una presin de legitimacin, la cual fomentara a mediano o largo plazo la igualdad social. Sin embargo, la insistencia de tericos de la democracia liberal en libertad e igualdad formal, sin considerar analticamente las interferencias de desigualdad social y las condiciones y dominaciones de la propiedad, equivale a la aceptacin y la estabilizacin de procederes no-democrticos (Ibd: 12)

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    En las luchas sociales as como en sus materializaciones, y la Constitucin vigente , se pone claramente de manifiesto el para-digma de la superacin del modelo liberal. Respecto a la superacin del sistema liberal, en el Pacto de Unidad, se expresa: Bolivia, como los dems Estados de Amrica Latina, ha construido un modelo li-beral caracterizado por la imposicin de la cultura occidental que ha marginado y debilitado nuestras culturas originarias y nuestros sis-temas polticos y jurdicos. (Pacto de Unidad 2006:1) En el prlogo a la Constitucin vigente, se afirma: Dejamos en el pasado el Es-tado colonial, republicano y neoliberal. Asumimos el reto histrico de construir colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, que integra y articula los propsitos de avanzar hacia una Bolivia democrtica, productiva, portadora e ins-piradora de la paz, comprometida con el desarrollo integral y con la libre determinacin de los pueblos. (NCPE 2008: Prlogo) Y en el primer captulo: Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, sobera-no, democrtico, intercultural, descentralizado y con autonomas. (NCPE 2008: Art. 1)En este sentido, Bolivia es un nuevo escenario de una crtica a

    un Estado moderno y liberal. Se trata entonces de encontrar desde Bolivia los elementes de la crtica al Estado moderno, y las diversas perspectivas sobre el mundo, que existen en Bolivia, y que estn en-trelazadas con la lucha por la transformacin del Estado. Porque la llegada a las esferas estatales de formas no modernas, no liberales y republicanas se basa en una valorizacin de saberes tradicionales, re-lacionales, no dicotmicas e individualistas. (ver Schavelzon 2010: 44) Oscar Vega subraya la necesidad y urgencia de escribir y pensar

    desde el Sur, de inventar y encontrar una orientacin propia desde el Sur. Esto significa cuestionar, deconstruir y reinventar todos los parmetros segn los cuales pensamos, nos imaginamos, y actua-mos. Adems indagar qu significa cuando miramos y analizamos y en este sentido aceptamos el reto de comprender el Estado

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    boliviano a partir de los procesos polticos que fueron iniciados por los movimientos sociales y particularmente indgenas. Esto implica cuestionar aquella tradicin de pensar, la que reproduce al Estado de arriba. Con esto, por un lado, se cuestiona las teoras de Estado dominantes su formalizacin, su funcionamiento y su eficacia y por otro lado sus lmites respecto a las formas de saber y de pro-duccin de saber. El imperativo que subyace es repensar el Estado a partir de aquellos que no formaban parte de l, a partir de quienes fueron excluidos. En esta lnea, los movimientos indgenas, cuando plantearon la

    refundacin del Estado, lo hicieron y lo siguen haciendo desde sus propias experiencias de sufrimiento histrico, consecuencias de to-das las caractersticas del Estado moderno. 12 Rafael Bautista seala la necesidad de proyectar el proyecto

    histrico-poltico desde aquello que lo sostiene. El Estado-nacin, segn l, nunca fue una opcin, sino una imposicin, digamos como invencin terica y prctica poltica. Recurriendo a Enrique Dussel afirma, que los Estado-nacin nunca fueron aquello que insina su denominacin, sino ms bien Estados de hegemona o 12 El Estado moderno ha pasado por distintos rdenes constitucionales: Estado liberal, Estado social de derecho, Estado colonial o de ocupacin, Estado soviti-co, Estado Nazi-fascista, Estado burocrtico autoritario, Estado desarrollista, Estado de Apartheid, Estado secular, Estado religioso y, el ms reciente (quizs tambin el ms viejo), Estado de mercado. Lo que es comn a todos ellos es una concepcin monoltica y centralizadora del poder del Estado; la creacin y el control de fronteras; la distincin entre nacionales y extranjeros y, a veces, entre diferentes categoras de nacionales; la universalidad de las leyes a pesar de las exclusiones, discriminaciones y excepciones que ellas mismas sancionan; una cul-tura, una etnia, una religin o una regin privilegiadas; organizacin burocrtica del Estado y de sus relaciones con las masas de ciudadanos; divisin entre los tres poderes de soberana con asimetras entre ellos, tanto originarias (los tribunales no tienen medios para hacer ejecutar sus propias decisiones) como contingentes (la supremaca del Ejecutivo en tiempos recientes); an cuando el Estado no tiene el monopolio de la violencia, su violencia es de un rango superior toda vez que puede usar contra enemigos internos las mismas armas diseadas para combatir a los enemigos externos. (Boaventura 2010: 74)

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    dominacin uninacional (tnico, tribal, etc.) sobre otras naciones (etnias, tribus, etc.)13, por lo cual es un proyecto que conserva la desigualdad humana. Recurriendo a Wallerstein, Ral Prada describe adems el me-

    canismo de exclusin y sometimiento del Estado-nacin sobre la base de las categoras raza, nacin y clase, los cuales son parte de los rasgos estructurales de la economa-mundo. Mientras el con-cepto de clase est ntimamente cruzado con la divisin de trabajo axial de la economa-mundo, la nacin en el sentido liberal, es decir como Estado, es la superestructura poltica del sistema histrico; el concepto de la etnia mientras tanto garantiza la exclusin de amplios reas de produccin del sistema formal de la acumulacin del capital, y el concepto de clase es situado de manera transversal a los recin mencionados otros. (ver Wallerstein/Balibar 1991: 123-124; ver Prada 2010: 9) Adems se puede ver desde otro punto de vista que el Estado-nacin siempre tena una naturaleza exclusi-va, ya que siempre excluy a ciertos imaginarios como l de la(s) comunidad(es) y de la(s) mujer(es). As que el Estado-nacin en Bolivia desde el principio fue una repblica de las minoras, que fue fundada sobre las espaldas de la mayora indgena. (ver Ibd: 11s.) y tambin someti a las mujeres. Si bien la formacin del Estado-Nacin caus una absorcin de la

    nacin por parte del Estado, esto no significa, que la nacin equivale al Estado. (Prada 2010: 7). La principal relacin que se estableci en la teora poltica es aquella entre Estado y nacin, lo que implica un proceso de dos ejes: de unificacin poltica, es decir, la construccin

    13 En su libro Hacia una Filosofa Poltica Crtica (Bilbao, 2001) ejemplifica esta afir-macin con que en Espaa se form una hegemona castellana (a travs de la unidad de Castilla Aragn) que ejerce la dominacin sobre las otras naciones (Catalua, Pas Vasco, Asturias, Galicia, etc.); en Francia una hegemona de Ille de France sobre las naciones bretones, provenzales, etc; en Alemania de Bismarck la hegemona de los pru-sianos sobre los bvaros, francos, etc; y en el Reino Unido la hegemona de Inglaterra sobre Gales, Escocia, Irlanda, etc.

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    de un conjunto de instituciones que forman parte de un solo sistema de gestin del poder poltico y de direccin de un pas (Tapia 2010b: 12) y de una homogenizacin cultural. La idea de lo plurinacional, mientras tanto, es una idea ms reciente, que viene siendo pensada desde la periferia del mundo moderno, y especialmente desde los movimientos indgenas. Durante mucho tiempo, la nacin era sin-nimo para cultura y tambin Estado, lo que viene siendo deconstrui-do. La nacin en este nuevo entendimiento puede ser comprendida como una colectividad [que] no slo comparte una matriz social y cultural ms o menos comn sino sobre todo que tiene o ha desarro-llado estructuras de direccin poltica, es decir, que tiene estructuras de autoridad y de autogobierno o estn en proceso de construccin, esto es, que tiene un proyecto de autonoma poltica (Ibd: 13). En este sentido hay dos conceptos de nacin, el liberal y el etno-

    cultural, y, de acuerdo a ellos, dos tipos de pertenecer a una nacin, es decir como ciudadanos y como pueblos. (Boaventura 2010: 139). Al respecto, la Constitucin vigente afirma en el artculo 3: La na-cin boliviana est conformada por la totalidad de las bolivianas y los bolivianos, las naciones y pueblos indgena originario campesinos, y las comunidades interculturales y afrobolivianas que en conjunto constituyen el pueblo boliviano. (NCPE 2008: Art.3) Y en el pri-mer artculo de la Constitucin: Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, inde-pendiente, soberano, democrtico, intercultural, descentralizado y con autonomas. () (NCPE 2008: Art.1)

    La condicin plurinacional

    En este segundo eje temtico, se indagar en trminos generales qu es, qu significa y qu implica la plurinacionalidad. El Pacto de Unidad destaca, que Lo plurinacional se expre-

    sa en la existencia de naciones y pueblos indgenas originarios y campesinos. (Pacto de Unidad 2006: 10) Tambin la Consti-

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    tucin vigente destaca la existencia precolonial de los pueblos y las naciones indgenas originarias campesinas (ver NCPE 2008: Art. 2). Siguiendo esta lnea, Dunia Mokrani, Patricia Chvez y Luis Tapia parten de que hay una multiculturalidad poltica de facto que produce una complejidad que los modelos simples de la ciencia poltica ya no pueden contener (Mokrani/Chvez/Ta-pia 2009: 119). Partiendo del aporte que hizo Ren Zavaleta, se sugiere pensar que Bolivia es una formacin social abigarrada, es decir, que contiene una diversidad cultural compleja que implica la coexistencia desarticulada y sobrepuesta de varios tipos de so-ciedad. Esto implica varios tipos de estructuras de autoridad y gobierno que no forman parte de una misma unidad poltica, aun-que existan en el mismo territorio pensado como un Estado-na-cin, que resulta siendo aparente porque no corresponde a esta diversidad de relaciones sociales. (Ibd.: 128) En este contexto destacan como caractersticas de la sociedad con estructuras y relaciones comunitarias a: la posesin colectiva, la deliberacin colectiva asamblearia, la rotacin en los cargos y un camino de responsabilidades ascendentes, en el marco de los cuales se orga-niza la vida poltica de varias colectividades que se reproducen y desarrollan en base a estructuras comunitarias (ver Ibd. p. 129-130). Mientras Sousa de Santos precisa, que la idea de plurina-cionalidad no se confunde con la idea de comunidad, an cuando son los grupos sociales donde domina la cultura comunitaria los que demandan la plurinacionalidad. La plurinacionalidad refuer-za la comunidad al mismo tiempo que revela sus lmites. O sea, en la plurinacionalidad no hay comunidad sin inter-comunidad. Para ser viable en tanto cultura poltica, la plurinacionalidad pre-supone la creacin de prcticas intercomunitarias de diferentes tipos. Slo entonces la plurinacin ser la nacin. (Sousa Santos 2010: 22) En este sentido, la plurinacionalidad, que se desarrolla

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    en Bolivia, necesariamente sucumbe a un proceso dinmico de interacciones y flujo de la poblacin, no solamente en un nivel poltico y social, sino tambin respecto a las imaginaciones co-lectivas. (ver Rojas 2010: 19) Tapia tambin afirma el significa-do fundamental simultneo de las comunidades culturales y las articulaciones entre ellas, cuando destaca, que lo plurinacional abarca a dos cosas: primero la voluntad de organizar y ser parte de un gobierno comn, el cual contiene y reconoce no solamen-te a identidades y sujetos, sino tambin a diferentes culturas; y segundo, el establecimiento de relaciones de complementariedad y reciprocidad no slo entre los miembros de una misma cultura sino entre colectividades de diferentes culturas. (Tapia 2010b: 8)Ral Prada nombra la condicin plurinacional en el sentido de

    la emancipacin de los pueblos y naciones indgenas como pri-mera caracterstica del Estado plurinacional (Prada 2010: 33) En la construccin del Estado plurinacional entonces es fundamental el principio del pluralismo, que vendra a ser la aceptacin de los varios otros distintos en el sentido que se complementan y se enriquecen mutuamente (Rojas 2010: 15; ver. Vega 2010b: 1). Segn Farit Ro-jas es necesario entender el concepto de pluralismo que comprende el carcter complejo de interculturalidad, el carcter multicivilizato-rio y plurinacional, y el ncleo comn y la transcrtica, as como la denominada fusin de horizontes.14 (Rojas 2010: 18) El principio de la pluralidad se plasma en la Constitucin, de forma

    ms clara en los artculos uno, dos y tres. Adems se puede decir, que cada una de estas expresiones del pluralismo (poltico y poltico-institucional, econmico, jurdico, cultural y lingstico) puede ser entendida como paradigma de la transformacin estatal en el sen-tido del programa de transicin que establece la Constitucin. (ver Rojas 2010: 39).

    14 En este prrafo Farit Rojas Tudela se basa adems en trabajos de lvaro Garca, Luis Tapia y Ral Prada.

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    El Estado plurinacional

    A la plurinacionalidad subyace la idea del autogobierno (de Sousa Santos 2010: 88), y revisando la Constitucin vigente se encuentra en el artculo dos la siguiente afirmacin: Dada la existencia precolonial de las naciones y pueblos indgena originario campesinos y su dominio ancestral sobre sus territorios, se garantiza su libre determinacin en el marco de la unidad del Estado, que consiste en su derecho a la au-tonoma, al autogobierno, a su cultura, al reconocimiento de sus ins-tituciones y a la consolidacin de sus entidades territoriales, conforme a esta Constitucin y la ley. Segn Boaventura Sousa de Santos, la plurinacionalidad implica a: un nuevo tipo de institucionalidad estatal, una nueva organizacin territorial, la democracia intercultural, el plu-ralismo jurdico, la interculturalidad, polticas pblicas de nuevo tipo (salud, educacin, seguridad social), nuevos criterios de gestin p-blica, de participacin ciudadana, de servicio y de servidores pblicos. Cada una de ellas constituye un desafo a las premisas en que se asien-ta el Estado moderno. (de Sousa Santos 2010: 88) Bautista agrega que lo pluri exige una democratizacin de la toma de decisiones, lo que se refiere al modo cualitativo de ejercer la decisin (Bautista 2010: 28). Ral Prada resalta a seis principales caractersticas del Estado plurinacional: Primero la condicin plurinacional; segundo el carcter comunitario; tercero la participacin y el control social; cuarto el plu-ralismo autnomo consecuente en el contexto de la pluralidad y los pluralismos econmico, social, poltico, jurdico y cultural con esta perspectiva multiple y proliferante, y el cual otorga especial relevancia a la autonoma indgena; quinto la igualdad de gnero y la alternidad; y sexto el modelo econmico plural. El pluralismo poltico o: las articulaciones plurinacionalesEn condiciones de igualdad o de desigualdad?El Estado plurinacional tiene su ncleo en las autonomas indge-

    nas. Varios autores argumentan de que stas son el lugar, desde el cual se lleva a cabo la transformacin del Estado desde abajo, y

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    se construye una nueva institucionalidad. (Tapia 2010b:11; ver. Boa-ventura 2010: 81; Bautista 2010: 37; Paz Patio: s.p.; Prada 2010: 35) Al respecto, el Pacto de Unidad dice que Las autonomas apuntan a romper la verticalidad del actual Estado, su estructura de poder, permitiendo la construccin de un nuevo Estado desde aba-jo, desde las bases. (ver Pacto de Unidad: 10) Tapia dice, que las autonomas indgenas son la forma principal de aterrizaje del Estado plurinacional (ver Tapia 2010b:11), tambin Ral Prada resalta, que stas son la caracterstica ms importante del Estado plurinacional, ya que son el lugar, el espacio y el escenario, en el que el Estado plu-rinacional efectivamente toma forma (Prada 2010: 35). Aparte de desarrollos multiculturales en la sociedad civil, simultnea-

    mente se requerir una articulacin nacional de los pueblos y culturas como naciones. La creacin de un Estado plurinacional de todos modos no implica solamente una reforma de las relaciones entre Estado y so-ciedad civil, y entre ciudadanos y gobierno y estructuras estatales, los que al final pertenecen al mismo tipo de sociedad, sino, se trata de una nueva manera y un nuevo modo de articular las estructuras sociales, que provienen de diferentes matrices societales; entonces poblaciones, que se han desarrollado y socializado en diferentes conjuntos de relacio-nes sociales, cosmovisiones, idiomas, y tambin diferentes estructuras de autoridad, y formas de organizacin poltica (ver Tapia 2010b: 1s.). El Pacto de Unidad afirma: Nuestra decisin de construir el Estado Plu-rinacional basado en las autonomas indgenas, originarias y campesinas, debe ser entendida como un camino hacia nuestra autodeterminacin como naciones y pueblos, para definir nuestras polticas comunitarias, sistemas sociales, econmicos, polticos y jurdicos, y en este marco re-afirmar nuestras estructuras de gobierno, eleccin de autoridades y ad-ministracin de justicia, con respeto a formas de vida diferenciadas en el uso del espacio y el territorio. (Pacto de Unidad 2006: 5)Segn artculo tres y el artculo 30 pargrafo segundo de la Cons-

    titucin se puede deducir, que son solamente los pueblos indgena originario campesinos que tienen el derecho a autodeterminacin,

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    y respecto a ello, se encuentra en el artculo 30 pargrafo segundo su derecho: 4. A la libre determinacin y territorialidad. 5. A que sus instituciones sean parte de la estructura general del Estado, 6. A crear y administrar sistemas () 14. Al ejercicio de sus sistemas polticos, jurdicos y econmicos acorde a su cosmovisin 16. A la participacin en los beneficios de la explotacin de los recursos na-turales en sus territorios 17. () al uso y aprovechamiento exclusivo de los recursos naturales renovables existentes en su territorio () 18. A la participacin en los rganos e instituciones del Estado. En el Pacto de Unidad est fundamentado en este contexto, que

    es de especial importancia nuestro derecho a la tierra y a los recursos naturales (Pacto de Unidad: 5) Respecto a los recursos naturales, el Pacto de Unidad plantea las competencias: Administracin, uso y manejo sustentable de Recursos Naturales renovables de acuerdo a usos y costumbres. Participacin en la toma de decisiones sobre todo el proceso de exploracin, explotacin, industrializacin y comerciali-zacin de los recursos no renovables del pas que se encuentren en sus territorios. Consulta y/o veto frente a la exploracin y explotacin de recursos naturales no renovables (). () Co-administracin y co-gestin de los recursos no renovables con el Estado Unitario Plurina-cional. Participacin en beneficios y control del proceso de explora-cin y explotacin de los recursos naturales no renovables. Asimismo tendrn derecho a () la compensacin, reparacin e indemnizacin () aparte de la participacin transversal e directa en la gestin p-blica, y en la administracin de las instituciones pblicas y las empre-sas (ver Pacto de Unidad 2006: 12.)Tapia sostiene, que la plurinacionalidad en la nueva Constitucin

    se reduce a tres aspectos: el reconocimiento de la diversidad cultu-ral, la forma del autogobierno y la territorialidad, y la autonoma in-dgena. Respecto a la autonoma indgena que se puede considerar de alguna manera como materializacin de los tres aspectos sin embargo, no se hicieron realidad la consultacin vinculante respecto a la exploracin y la explotacin de los recursos naturales y la idea

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    de la toma de decisin conjunta sobre su destinacin, as como la idea respectiva del derecho de veto, por los cual, la idea de la co-administracin de los recursos naturales no fue realizada. En la nue-va Constitucin, se habla ms bien de una consultacin informada. Adems, no se hizo realidad la autonoma indgena como principal forma de organizacin de la vida poltica, tampoco en los territorios donde existe una mayora indgena. En la mayora ms bien existe la forma del municipio, que cuenta con menos facultades en la forma de organizacin del gobierno y del legislativo. Por eso, Luis concluye que el Estado plurinacional, como est consagrado en la Constitu-cin, corresponde ms a una diversidad cultural que a lo plurinacio-nal, en condiciones de igualdad. (ver Tapia 2010b: 17s.)Tanja Ernst relata los requisitos burocrticos y formal-democr-

    ticos que fueron requeridos para el reconocimiento de las autono-mas, y explica, que sin ayuda externa, prcticamente fue imposi-ble de cumplirlos y finalmente, tambin se mostr como obstculo para algunas comunidades. Relata que el problema jurdico ms grande fue la resolucin que se tena que presentar por parte del gobierno comunal. El inters de los gobiernos municipales al res-pecto fue pequeo, ya que con la sucesin de la autonoma indge-na en abril del 2010 ellos seran sustituidos. En 187 de los 327 mu-nicipios en Bolivia, la poblacin se considera en su mayora, y en la mayora por encima de los 80%, como indgena. Sin embargo, slo 19 municipios intentaron cumplir con los requisitos, y 12 lograron presentarlas, mientras 11 aprobaron la autonoma indgena en el referndum autonmico del 6 de diciembre del 2010 y ahora estn encaminando la realizacin de la autonoma indgena. En este sen-tido, Tanja Ernst concluye, que el proyecto de autonoma indgena, aunque hace avances reales en una democratizacin desde abajo, tambin muestra claramente la fragilidad y el carcter procesual as como las polticas a menudo contradictorias en los distintos ni-veles de gobierno y dentro de las organizaciones indgenas. (Ernst/Radhuber 2009: 71)

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    El otro modo, segn el cual se aspira a una mayor diversidad cul-tural dentro de las instituciones polticas, es la representacin di-recta en la Asamblea Legislativa Plurinacional de los pueblos mino-ritarios de Bolivia. Mientras la CIDOB demandaba 18 curules y la CONAMAQ 24, el gobierno propuso 14; cuando la propuesta de Ley pasaba al Senado sin embargo, quedaban solamente tres, que fueron incrementado a siete (de en total 130 curules) despus de las negociaciones posteriores (ver fmbolivia 2009). En la Constitucin vigente se reconocen en el artculo cinco a 36 idiomas oficiales de las naciones y pueblos indgena originario campesinos en Bolivia lo que implica una gran diversidad de sus formas organizacin por lo cual este reglamento no puede permitir una presencia continua de cada pueblo o nacin en el parlamento, porque los pueblos minori-tarios tendrn que turnarse, y algunos prcticamente nunca llegarn al parlamento. A partir de esto, Tapia interpreta que en Bolivia dos tipos de relaciones desiguales persisten en la sociedad y en el Estado: primero la relacin entre una mayora excluida y una minora que controla al Estado; y segundo las relaciones de discriminacin entre pueblos de mayora y pueblos de minora en Bolivia. Otro eje fundamental de la realizacin de una mayor diversidad

    cultural dentro de las instituciones polticas, es el pluralismo jurdico. En el Pacto de Unidad est inscrito, que Para la construccin y consolidacin del Estado Plurinacional son fundamentales los prin-cipios de pluralismo jurdico, unidad, complementariedad, reciproci-dad, equidad, solidaridad y el principio moral y tico de terminar con todo tipo de corrupcin., y, Por pluralismo jurdico entendemos la coexistencia, dentro del Estado Plurinacional, de los sistemas jurdi-cos indgenas originarios y campesinos con el sistema jurdico occi-dental, en un plano de igualdad, respeto y coordinacin (Ibd: 5) En el Pacto de Unidad entonces se demanda, en vez de una homogeni-zacin cultural, una igualdad en la diversidad sin jerarquas o valores superiores una igualdad de condiciones. El pluralismo jurdico pos-nacional nos plantea la tarea de repensar el derecho posnacional, en

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    el marco del fin del paradigma del Estado-nacin. ste debe consistir en el reconocimiento de la existencia de las naciones interculturales, afrobolivianas, indgena originario campesinas, y en que el Estado-nacin ya no ser la nica fuente del derecho, sino una sntesis de la sociedad compleja y plural, en un panorama de interculturalidad e interlegalidad. (ver Rojas 2010: 6; 20-23) Farit Rojas concluye que Los derechos, deberes y garantas establecidos en la Constitucin Poltica del Estado de 2009 conservan en parte la naturaleza indivi-dual y liberal de la tradicin occidental del Constitucionalismo libe-ral, pero a la vez presentan una posibilidad deconstructiva crtica en figuras como el pluralismo jurdico y los derechos de las naciones y pueblos indgena originario campesinos. Mientras Tapia argumenta que la Constitucin, mientras reconoce al pluralismo en su artculo dos, en los siguientes establece una jerarqua institucional y cons-titucional, la cual representa una re-organizacin alrededor de un ncleo neocolonial, es decir alrededor de instituciones eurocntricas del Estado moderno. (Ibd: 17: 21)Se puede ver entonces, que un punto clave en la construccin de la

    plurinacionalidad, en particular las articulaciones plurinacionales entre los pueblos, las culturas y las naciones, as como entre ellos y el Estado, y entre los distintos niveles autnomos, es: si esto se hace en condicio-nes de igualdad o no. La plurinacionalidad por lo tanto puede formarse sobre articulaciones que se basan sobre la desigualdad, o aquellas, que se fundamentan en la igualdad, y ste es el dilema poltico.

    Decolonizacin y despatriarcalizacin

    El feminismo poscolonial y decolonizador es central para una epis-temiologa del Sur, as como para la interculturalidad y plurinaciona-lidad. Se refiere a un grupo de feminismos que 1. contextualizan la discriminacin en un contexto ms amplio del sistema de domina-cin y de desigualdad en las sociedades contemporneas, 2. con el fin de descolonizar a las corrientes feministas eurocntricas 3. y que

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    enfocan crticamente la propia diversidad, cuestionan las multiples formas de discriminacin, bajo las cuales las mujeres sufren en la estructura de los sometidos, y afirman la diversidad en el seno de la diversidad. (de Sousa Santos 2010: 116.)Chantal Mouffe sostiene al respecto, que las feministas que se

    sienten comprometidas con una poltica de una democracia radical y que defienden una lucha por la igualdad, tienen que ver la decons-truccin de las identidades como condicin necesaria para entender de manera adecuada la diversidad de las relaciones sociales (Mouffe 2009: 22). Tania Quiroz tambin pone en duda una identidad fija singular de la mujer y argumenta, que ms bien se ha hecho evi-dente la existencia de mujeres como sujetos polticos con una mul-tiplicidad de relaciones en constante transformacin y multiplicidad de luchas (Quiroz 2009: 53). El objetivo es la construccin de un nosotros de ciudadanos radicales en una diversidad de movimien-tos: mujeres, trabajadores, negros, gays, ecologistas, etc., una identi-dad poltica colectiva articulada en torno al principio de equivalencia democrtica. Por el principio de equivalencia, se crea un tipo de bien comn que no borra la pluralidad y las diferencias y que tolera diversas formas de individualidad. (Mouffe 2010: 20.)Si se pretende construir un Estado plurinacional en igualdad enton-

    ces, es necesario deconstruir las relaciones de desigualdad. En este contexto, Cuando las cuestiones de distribucin o reconocimiento son enmarcadas para, equivocadamente, excluir a personas de su consideracin Nancy Fraser habla de una meta-injusticia, en la cual las cuestiones de justicia de primer orden son injustamente enmarca-das. Para el propsito de conceptualizar la cuestin del marco como cuestin de justicia, me encontr con la necesidad de nombrar aque-llas meta-injusticias, y entonces surgi el trmino mal- enmarcar. (Fraser 2009: 13) Entonces, una decolonizacin no implica necesaria-mente a una despatriarcalizacin, pero ambas son indispensables en un proceso de democratizacin social y estatal. Y los Estados moder-nos representativos no practican igualdad de por s, sino requieren de

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    proceso de democratizacin posteriores a su constitucin (Mokrani 2009: 73). As que, si bien el Estado ha podido pasar por cambios his-tricos y ampliaciones parciales de su estructura, no ha podido tocar los ncleos duros de su exclusin. Por un lado ha podido llevar a cabo democratizaciones parciales y por otro lado democratizaciones apa-rentes, en el sentido de ampliaciones formales pero no reales (Chvez/ Mokrani/ Radhuber/ Quiroz 2010: 4).La desigualdad real se expresa, segn Chvez, de dos mane-

    ras: en primer trmino, bajo la forma de carencia de condiciones materiales de acceso a los instrumentos y mecanismos de partici-pacin poltica como el tiempo libre, los conocimientos escolares y acadmicos, las redes de poder, etc. , y de ejercicio de sus derechos formales. En segundo trmino, bajo la forma de subor-dinacin a una racionalidad poltica cultural y econmica , en la que probablemente se puedan conquistar puestos jerrquicos, pero siempre bajo el formato predominante de la competencia y el mando masculino. (ver Chvez 2009: 15) Si se aspira a una mayor igualdad entonces, necesariamente, se tiene que tratar tambin de un cambio cualitativo en la representacin de las mujeres en las formas de hacer poltica, de una interpenetracin de las esferas so-ciales y polticas existentes, y en este sentido, de una politizacin de la esfera social (ver Mokrani 2009: 74; 76). Dunia Mokrani plantea tres lmites que tienen que ser superados

    de una representacin y participacin de mujeres en la poltica libe-ral: se refieren a: Mujeres e indgenas como mayoras minorizadas, una lgica que tiene que ver con la restringida inclusin formal y cuantitativa de mujeres en la poltica. Un ejemplo sera destacar, que la participacin de mujeres en la Asamblea Constituyente fue de un 34% de los 255 asamblestas, lo que, sin embargo, no llev a un cuestionamiento profundo del Estado patriarcal en el marco de la Asamblea; el segundo lmite es la homogeneizacin despolitizado-ra desde una ciudadanizacin neutra, cuya superacin aspira a un anlisis de las estructuras de sumisin, no solamente sobre la base

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    de individuos y de la composicin social, sino adems fundamentada en grupos y en la complejidad de las relaciones sociales. El tercer lmite se refiere a la despolitizacin del gnero en las polticas neo-liberales (Mokrani 2009: 5), la cual hace referencia a la inclusin de mujeres en la poltica neoliberal, con el objetivo silencioso de su domesticacin, en vez se reconocer su potencial emancipador de transformacin del sistema poltico.

    Algunas reflexiones preliminares acerca de la base material del Estado plurinacional

    Otro punto que es necesario aclarar en este contexto es la re-lacin entre nacionalizacin y Estado plurinacional. No hay una contradiccin necesaria entre los dos caminos en construccin, sino, ms bien es la nacionalizacin la que genera la base ma-terial, y en este sentido es condicin de posibilidad del Estado plurinacional. En otras palabras, no hay necesariamente una contradiccin entre nacionalizacin de los recursos naturales y plurinacionalidad. Al adoptar ambas demandas, el movimiento indgena funda su accin en la idea de que solamente un Estado plurinacional puede hacer nacin ante el extranjero () y, al mismo tiempo, hacer nacin contra el colonialismo interno. La pluralidad de la nacin es el camino para construir la nacin de la plurinacionalidad. (de Sousa Santos 2010: 92) De forma muy contundente: Lo que une a las diversas organizaciones sindica-les campesinas, organizaciones de pueblos indgenas, y tambin movimientos sociales contra la privatizacin del agua, el gas y la tierra, no es una identidad cultural en la que se comparte un mismo origen tnico, sino lo que los une es el proyecto de na-cionalizacin, de control sobre los recursos naturales del pas, como condicin para poder financiar una reforma y redireccin de estado, que recomponga de manera multicultural la presencia

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    ms igualitaria de todos estos sectores y pueblos en el seno de la forma de gobierno del pas. (Tapia 2006: 60)En este contexto entonces se quiere hacer, de manera preliminar,

    unas breves reflexiones sobre la base material del Estado plurinacio-nal. El Estado plurinacional requiere de un nuevo andamiaje institu-cional, el cual no se refiere solamente al nuevo mapa institucional de coordinacin dibujado en la nueva Ley Marco de Autonomas, sino tambin a la creacin de instituciones en los nuevos niveles auton-micos (departamental, municipal, regional e indgena), y fundamen-talmente: la comprensin y el diseo de una nueva institucionalidad intercultural y plurinacional, que incorpore en su funcionamiento desde dentro y su atencin hacia fuera los idiomas, las prcticas culturales y las formas de organizacin y administracin poltica de los pueblos, las culturas y las naciones existentes en Bolivia. Esto implica una nueva exigencia, ya que se requiere de nuevas polticas fiscales y presupuestarias. stas tienen que surgir de la misma prc-tica poltica, y son fundamentales en el sentido de que son ellas, las que pueden posibilitar las transformaciones polticas. En principio entonces, se trata de un uso contrahegemnico de instrumentos he-gemnicos, de los cuales el constitucionalismo transformador es una instancia importante si no la ms decisiva . Esta movilizacin contrahegemnica de las instituciones estatales pero presupone la existencia de un espacio-tiempo externo, fuera de las institucio-nes, donde sea posible alimentar la presin en contra de la hegemo-na. (de Sousa Santos 2010: 87) Por los cual es necesario, luchar en contra de una criminalizacin de las protestas sociales o una contra-revolucin jurdica, y mantener una permanente movilizacin social y poltica, que opera dentro y fuera de las instituciones, y sin la cual el uso contrahegemnico de las instituciones se vaca rpidamente (ver de Sousa Santos 2010: 61). En este sentido, con el proceso y texto constituyente, se ha plan-

    teado el reto de una transformacin de las instituciones estatales.

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    Una transformacin, que, en palabras de Bob Jessop15, debe aspirar a una transformacin de las selectividades estratgicas. Por selecti-vidad estratgica, Bob Jessop entiende la influencia del Estado sobre el acceso a y el control de centros estatales de decisin por parte de diferentes grupos sociales. Es decir, el mecanismo de seleccin estatal, que decide, quin puede entrar al campo estatal y quien no, lo que, por otra parte, lleva a una modificacin y adaptacin de las estrategias de los mismos grupos. (ver Becker 2008: 11) Bob Jessop asevera que la forma del Estado es un conjunto complejo de institu-ciones, caracterizadas por selectividades estratgicas, el cual re-fleja y modifica las fuerzas de clase, sus estrategias, y su potencial de reflexin y de reaccin y respuesta (responsivity). (ver Jessop 2007, S.56-57.) Estas selectividades requieren de especial atencin, para evitar una reproduccin de las anteriormente practicadas selectivi-dades por parte de los aparatos estatales, pero tambin para no caer en una democratizacin y una transformacin de las selectividades desigual, parcial o aparente. Becker aade que si se aspira a travs de cambios transformadores a un orden social ms igualitario, ade-ms de un cambio de la selectividad estratgica del Estado a corto plazo, es necesario un cambio en la insercin en la economa inter-nacional a largo plazo. Adems resalta, que la plurinacionalidad en Bolivia tiene un punto

    de referencia socio-econmico. Esto, porque en la concrecin de las instituciones polticas y jurdicas, los trminos plurinacionales hacen referencia a una estructura comunitaria con connotaciones parcial-mente precapitalistas, a las cuales subyacen varias lgicas econ-micas distintas (ver Becker 2008: 27; 18s.). En este sentido enton-ces, hay una relacin constitutiva entre el pluralismo econmico en Bolivia, y los pluralismos polticos y jurdicos (acerca de las lgicas econmicas en Bolivia, ver Radhuber 2008: 143-149; y para una dis-

    15 Para una publicacin reciente en ingls, ver: Jessop, Bob (2008): State Power. A strate-gic-relational approach. Polity Press, Cambridge (UK)/ Malden (MA, USA).

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    cusin de la pluralidad econmica en el proceso de construccin de Estado en Bolivia, ver Radhuber 2010). Hablando de la formacin social econmica abigarrada, Luis Tapia recurre a una variacin del trmino marxista de formacin social econmica, y explicita, que este trmino en primer lugar hace alusin a la diversidad de las for-mas de produccin. Hay dos tendencias de su interpretacin: una primera, que hace constar una diversidad de formas de produccin con una simultnea dominancia de una, la que refuncionaliza segn la lgica de reproduccin histrica y econmica, a las otras; y una segunda, que tambin tiene el ncleo comn de la idea de la articu-lacin de diferentes formas de produccin, pero adems apunta a la interaccin de una estructura econmica y una superestructura poltica, jurdica e ideolgica. Sin embargo, ambas ostentan a dos elementos comunes y fundamentales, que se refieren a que: Prime-ro, el anlisis es situado en el nivel de las formas de produccin y da aclaraciones sobre la articulacin asimtrica y dominante de una forma de produccin sobre las otras. Y, segundo, hay una mayor di-versidad en el nivel de las formas de produccin que en el nivel po-ltico, donde tiene lugar un mayor grado de fusin. En este sentido, el Estado usa estrategias para unir a los fragmentos, que resultan de una de- y reconstruccin capitalista. Entonces, el trmino de la formacin social econmica, y el concepto de la formacin social econmica abigarrada, mantienen la idea de la diversidad de las for-mas de produccin y permiten analizar el grado de penetracin del capitalismo en estas formas de produccin. Resumiendo, esto signi-fica, que en un pas como Bolivia, por un lado existe una pluralidad de formas de produccin con distintas lgicas, y por otro lado en lo poltico no existen exclusivamente estructuras republicanos y modernos, sino tambin hay una diversidad de otras formas polticas del autogobierno, las cuales no forman parte del monopolio poltico, es decir del Estado. (ver Tapia 2010b: 102.) Y se interpretara, que es justamente ah donde nace la idea y el proyecto de la construccin de un Estado plurinacional.

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    El Pacto de Unidad demanda una Economa mixta bajo la direc-cin del Estado Plurinacional, el cual promueve y dirige los procesos de desarrollo., una Igualdad de oportunidades para pequeos pro-ductores e iniciativas productivas de los pueblos indgenas originarios y campesinos as como Apoyo directo del Estado (financiamiento) hacia los pequeos productores comunidades indgenas originarias y campesinas (Ibd: 18) La Constitucin dice, que La economa plural est constituida por las formas de organizacin econmica comunitaria, estatal, privada y social cooperativa y el Estado tie-ne la obligacin constitucional, a travs de los artculo 307-310, de reconocer, respetar y proteger a la organizacin econmica comuni-taria, privada y cooperativa, pero adems de eso, de promover a la organizacin econmica comunitaria. Mientras El Estado ejercer la direccin integral del desarrollo econmico y sus procesos de pla-nificacin (Ibd: 311.II.1)En este contexto, es importante, no solamente considerar las ten-

    siones y jerarquas que existen y persisten entre la economa capita-lista (con su predominio que se refuerza por la centralidad que tiene para los ingresos que generan excedentes para el pas) y las otras formas econmicas comunitarias y cooperativas, sino tambin es importante considerar en este contexto la dependencia de la renta de los recursos naturales, lo que Becker llama una extraversin pa-siva (es decir dependencia de las exportaciones). Ella cambia funda-

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    mentalmente la base impositiva del Estado, la cual tiene como pilar bsico las rentas de las exportaciones, mientras las contribuciones internas se vuelven comparativamente insignificantes. Como perspectiva, y futuro proyecto de investigacin, se quiere

    mencionar, que respecto a la financiacin del nuevo Estado pluri-nacional, es determinante el Pacto Fiscal que se acordar, y que todava no est desarrollado en la Ley Marco de Autonomas. Por ltimo se quiere plantear, que hay quienes sostienen, que el Estado se basa principalmente en la prctica poltica de la ciencia financiera (Goldscheid: 321), y que el carcter del Estado tiene su condicio-namiento primario financiero. Segn esta argumentacin, hay una interdependencia mutua entre el desarrollo de la sociedad y las fi-nanzas del Estado (Goldscheid 1976: 49; ver tambin Becker 2008 y James OConnor 1974), y en este sentido, las finanzas del Esta-dos, as como sus gastos, son fundamentales para el desempeo de la sociedad vice versa (ver Krtke 2009: 124; OConnor 1982: 42) Este es un tema que queda pendiente por analizar.16 Finalmente, mencionar, que las reflexiones expuestas, son crti-

    cas, porque se cree que solamente sealando las potencialidades, los avances, pero tambin los lmites externos e internos en la cons-truccin del Estado plurinacional, se puede cumplir con la respon-sabilidad de tal proyecto poltico, y un modesto aporte a travs de la reflexin sobre el mismo, como parte de su propia construccin.

    16 Y que forma parte del programa de investigacin de la autora.

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    CAMPOS DE CONCENTRACIN

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    Luis Sergio Ramrez SahoneroINTRODUCCIN

    Corra la dcada de 1950 y en ella se haca presente un aire de cambio llamado Revolucin Nacional. El Movimiento Nacionalista Revolu-cionario (MNR) era el instrumento poltico que tena la intencin de llevar a Bolivia hacia las transformaciones demandadas y prometidas. Vctor Paz Estenssoro era el lder de este movimiento, pero en l y en los altos mandos del partido, habitaba el miedo de ser presa de la contra-revolucin. Es posible que esta paranoia, justificada o no, haya conducido a la ejecucin de medidas barbricas que trataremos du-rante el presente escrito. De esta manera surge un cuestionamiento: a qu costo se debe preservar el proceso de cambio? Para controlar una posible y casi inminente organizacin de gru-

    pos opositores, el gobierno revolucionario decidi implementar m-todos basados en la violencia, represin y persecucin poltica. Di-chos mtodos estaban enmarcados en la promulgacin del Decreto Supremo 02221 del 23 de octubre de 1952, en el cual se estableca la creacin de prisiones bajo custodia militar en Corocoro, Unca, Catavi y Curahuara de Carangas; que luego seran conocidos como los Campos de Concentracin. Los centros de reclusin se ha-llaban en tres de los casos en centros mineros, lo cual permita que exista un control doble: el de los militares que haban jurado proteger a la revolucin y los mineros aliados al MNR. Varios hombres fuer-tes figuraron como los promotores de la puesta en marcha de estas prisiones: el Ministro de Gobierno Federico Fortn, Claudio San Romn, Luis Gayn Contador, Emilio Arze Zapata, Alberto Bloom-field, Ren Gallardo, Juan Peppla, Adhermar Menacho y otros que pertenecan a las milicias del partido revolucionario. Es as que a ttulo de defender la revolucin, se inici una etapa

    oscura para la democracia y la libertad en Bolivia. En ella se hicieron presentes situaciones de abuso y violacin de los derechos humanos, las cuales an no han sido suficientemente estudiadas ni investigadas.

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    CAMPOS DE CONCENTRACIN, CEMENTERIOS DE LA LIBERTAD1.

    Alrededor del sistema represivo de los campos de concentracin se estableci un aparato gubernamental de seguimiento y captura de los supuestos traidores al proceso revolucionario y a los denomi-nados rosqueros2 . Claro ejemplo de ello puede ser observado en el siguiente prrafo extrado de los relatos de Ren Lpez Murillo acerca de los testimonios de soplones en la famosa Oficina de Coor-dinacin y Control Poltico del MNR en La Paz: De las soplonas que han ingresado sta es la mejor coment

    un escribiente-Lo que es, estos opositores y sus revoluciones me hacen rer; no son capaces de imaginar nuestra organizacin. Noso-tros sabemos la vida ntima de la ciudad y el pas (Lpez, 1966: 27)Generalmente todo comenzaba cuando miembros de los carabi-

    neros o militares irrumpan en las moradas de los ciudadanos, en sus fuentes de trabajo, o simplemente en la calle. Dichos efectivos realiza-ban detenciones sin explicar las causas ni tener la menor muestra de delicadeza en el proceso de captura. Los presos eran llevados a dife-rentes oficinas, aunque por lo general visitaban primero la del control poltico; puesto que las detenciones probablemente eran fruto de la informacin obtenida de soplones, que en muchos casos eran amigos personales con diferente tinte poltico o pretensiones, las incgnitas se acortaban. En este tipo de instalaciones los detenidos eran sujeto de interminables y duras cesiones de interrogacin, donde ya se poda percibir el sombro futuro que les esperaba. El siguiente paradero co-mn para los presos sola ser el Panptico Nacional donde permane-can para ms interrogatorios y para seguir sufriendo de las inhumanas condiciones del cautiverio. Luego de la permanencia en instalaciones

    1 En referencia al ttulo del libro de Ren Lpez.

    2 Trmino con el cual los partidarios de la Revolucin Nacional nombraban a personas que estuvieron en situacin privilegiada antes de su llegada al poder.

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    del Panptico Nacional, eran destinados a los diferentes campos de concentracin ya mencionados. Y luego eran rotados en los diferentes campos existentes para que los familiares, amigos o copartidarios de los presos no pudieran dar con su paradero e interferir con la penosa situacin en la que se encontraban.La vida dentro de los campos de concentracin era difcil, llena de

    hambruna, ejercicios como castigos y sobre todo la reprochable tortu-ra fsica y psicolgica; que en muchos casos lleg a ocasionar severos trastornos y traumas a los presos. Las actividades dentro de los Cam-pos, segn Lpez Murillo, tenan al encierro y trabajos forzosos como actores principales. Mientras no se encontraban en trabajos forzosos o tortura, se daban a la tarea de encontrar algo que los aleje de la locura producto del encierro, algunos cosan, otros jugaban ajedrez o lean. Una ancdota muy interesante es la que cuenta el entrevistado Mario Sahonero, del cual hablaremos posteriormente, alega que du-rante su confinamiento se dedic a fabricar un tablero de ajedrez con una maleta que llevaba el da de su captura. Otros presos ensearon a sus compaeros el lenguaje de seas para poder comunicarse sin lla-mar la atencin de sus carceleros, un mensaje dramtico transmitido por esta forma fue: B-i-e-n-v-e-n-i-d-o a-m-i-g-o d-e i-n-f-o-r-t-u-n-i-o a-l c-e-m-e-n-t-e-r-i-o d-e l-o-s v-i-v-o-s (Barriga, 1965: 85). Respecto a la alimentacin, los presos sealan que era muy pobre y siempre que se habla de ella recuerdan al Monumento a la Lata; ya que los envases metlicos servan de platos, ceniceros, anafes, bacini-cas, veladores, mecheros y muchos ms.El trabajo forzado lleg a formar parte de la rutina; cada preso,

    segn su especialidad, era encargado de una tarea. Estos traba-jos ocasionaron muchos daos fsicos a los que tenan las labores ms difciles. Entre algunos que encontramos en los testimonios de Lpez y Loayza fueron: largas caminatas de recoleccin de ar-bustos para combustible, marchas bajo las glidas temperaturas que se registran en el altiplano boliviano con la vestimenta mojada, fabricacin y colocado de losetas, en algunos casos llegaban a ser

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    tareas complejas como la obtencin de concentrados de minerales. Pero sin importar si el trabajo era bueno o malo, siempre estaban sujetos a que los guardias los flagelaran en cualquier momento sin necesidad de un motivo. El siguiente comunicado evidencia una de las prcticas ms comunes: COMUNICADO A LOS PRESOS: Por no ser consecuente con el gran MNR, ha recibido veinte lati-gazos en (), el desgraciado y rastreo () Carlos Raa Lazcano, quien en conformidad, firma al pie (Barriga, 1965: 200). Dentro de los mecanismos de tortura, uno de los ms perturbadores era aquel donde los verdugos insertaban palillos de fsforo entre las uas de las manos y los pies produciendo un dolor indescriptible. Por otro lado, tambin se utilizaba la tortura sicolgica; esta es evidente en el siguiente pasaje narrado por Landivar: Si usted no declara lo que sabe ordenar a mis agentes a que pasen todos sobre su esposa que est en el cuarto del lado (Landivar, 1964: 69), todo era un engao, los gritos que provenan de la habitacin eran fingidos por una barzola3 y ante tal presin el preso intent suicidarse con una botella rota.Es natural que nos preguntemos el por qu de la no intervencin

    de organismos internacionales o de la prensa. Una posible respues-ta es encontrada en los dilogos documentados por los presos: Se armaban obras teatrales (Landivar, 1964: 92) para las visitas de la Cruz Roja y como lo corrobora Barriga en su relato: No se acuerda cuando vino la Cruz Roja y declaramos que nos trata-ban bien, porque nos amenazaron matarnos uno a uno. Esas decla-raciones de buen trato se publican y las recoge la historia (Ba-rriga, 1965: 183). La prensa tambin fue anulada, exista el temor a ser presa de las torturas y condiciones inhumanas a ser denuncia-das, pero tambin el aparato revolucionario compraba periodistas nacionales e internacionales. (Landivar, 1964)Otro factor a resaltar fue la participacin de los sectores indgenas

    3 Eran mujeres que pertenecan a la estructura de seguimiento y espionaje del partido.

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    que eran incitados a la violencia y el odio en contra de los presos. En una ocasin en Curahuara de Carangas, los presos escucharon gran algaraba en el pueblo debido a la llegada del Jefe Regional del MNR, el seor Zenn Barrientos Mamani. El arribo se deba a la posesin del dirigente como Comandante Honorario del Regimiento del Dr. Paz Estenssoro, acto en el cual pronunci las siguientes palabras: Compaeros, -dijo Barrientos Mamani- aqu en este cuartel es-tn nuestros enemigos. Son los que se oponen a la Reforma Agraria y al Voto Universal. Son los que no quieren que ustedes aprendan a leer y a escribir. Son los que quieren que ustedes sean burros de carga. Mientras estn presos no habr contra-revolucin. Si el com-paero Paz Estenssoro los ha enviado aqu es porque los ha escogido a ustedes para que se hagan justicia si estos vende-patrias logran es-capar. Vigilndolos cuidaremos la revolucin. (Lpez, 1966: 117)En estas palabras se puede evidenciar el movimiento de masas

    que era caracterstico de la Revolucin Nacional y por otra parte la justificacin de la barbarie en los campos de concentracin. Todas estas caractersticas dan cuenta de la poltica represiva aplicada por el MNR durante su primer periodo de gobierno.

    UNA HISTORIA VIVA EN CADA CORAZN

    Al leer los testimonios de los presos que plasmaron su experiencia en papel, se pueden observar un sinfn de pequeas ancdotas que dan un panorama desolador al lector. Con estas fojas, an despus de tan-to tiempo, se puede ser testigo de cada una de estas penurias. Si bien fueron pocos los que hicieron pblicas sus experiencias, exponindose a represiones, son de gran ayuda y valor para el anlisis del tema. Para la presente investigacin se pudo contar con la entrevista a

    Mario Sahonero, uno de los presos polticos del Campo de concen-tracin de Curahuara de Carangas. Nacido en Cochabamba en 1923 e Ingeniero de Minas, en 1953 fue Jefe de Laboratorio en el Banco Minero de Bolivia, y en algunas ocasiones colabor con importan-

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    tes propietarios de minas como Alejandro Fricke, Humberto Soria o Csar Miranda. Las mencionadas relaciones sociales, adems de amistades con miembros de la Falange Socialista Boliviana, perso-nas extranjeras, y el no estar de acuerdo con las ideas del MNR, pudieron ser la causa para ser visto como rosquero. Luego de la falsa acusacin de un joven de apellido Mazuelos (como pudieron averiguar sus familiares), quien presuntamente recibi recompensa monetaria por el hecho, Sahonero fue apresado en 1953 mientras se encontraba en la ciudad de Oruro, con un brutal allanamiento militar a su vivienda y ante el llanto desesperado de su esposa, familiares cercanos y sus cuatro hijos que no superaban los cinco aos de vida. Dos autores nos brindan observaciones precisas sobre tal punto: ninguna puerta de casa era respetada (Barriga, 1965: 24), el despliegue de tropa para tomar preso a un hombre solo era im-presionante (Landivar, 1964: 51). Posteriormente, Sahonero fue trasladado a oficinas de Control Poltico de dicha ciudad y luego a oficinas de la misma institucin en la Sede de Gobierno, como lo prueba un artculo del matutino La Patria del da mircoles 18 de noviembre de 1953 en el que se encuentra su nombre. El primer campo de concentracin en el que estuvo cautivo es el de Corocoro, siendo finalmente trasladado al de Curahuara de Carangas. Durante todo el proceso, Sahonero seala que durante los extensos interro-gatorios fue vctima de salvajes torturas. Su estada fue acompaa-da por su improvisado tablero de ajedrez y las charlas que brindaba a los otros presos sobre minera y qumica. Parte del testimonio dado, puede ser reforzado y confirmado por los relatos de su compaero de prisin y autor: Ren Lpez Murillo.Las liberaciones se hacan de manera paulatina en base a amnis-

    tas, fugas y otro tipo de situaciones, las cuales tambin implicaron el olvido de los presos y la impunidad de los opresores. Mario Sahonero fue liberado en 1955 y pudo reencontrarse con su familia despus de su estada en las tinieblas. Sus palabras son de gran valor puesto que fue la primera vez que habl abiertamente del tema despus de su

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    liberacin y es desgarrador observar como a medio siglo de los he-chos, la angustia no ha desaparecido en sus ojos y si bien las heridas fsicas pudieron haber desaparecido, las heridas que viven en el alma nunca cerrarn del todo.

    CONCLUSIONES

    El presente artculo resulta corto para comprender la magnitud del hecho histrico que representa la realidad que vivieron cien-tos de presos polticos en la dcada de los 50, pero es el comienzo de una investigacin personal de varios acontecimientos que son frecuentemente olvidados. No se trat de validar posicin pol-tica alguna, o quitar los logros que se obtuvo en el periodo de la Revolucin Nacional, pero si poner en tela de juicio hechos que han quedado impunes en la justicia ordinaria y militar. No es po-sible que tragedias como sta vivan en el olvido de la sociedad o en el desconocimiento de las generaciones ms jvenes. Llegu a la conclusin de que se tiene que dejar de pensar que

    los libros e investigaciones histricas son solo letras y hojas de papel, ya que en cada hecho se hallan miles o millones de factores que deben ponernos a reflexionar, abstrayndonos de cualquier tipo de fanatismo que vuelva miope a nuestro anlisis. Soy un convencido de que en la historia se encuentran muchas de las preguntas que nos hacemos con relacin al futuro. Debemos re-sistir a las oscuras intenciones de quienes desean eliminar la his-toria y se consideran a ellos mismos como el origen de la historia. En ste sentido coincido con la frase: No somos diez ni cien, somos miles. Todo esto se escribir (Barriga, 1965: 183). Por ltimo cabe sealar que existen similitudes entre el proce-

    so de cambio de 1952 y el actual, entre ellas podemos sealar que ambos plantean medidas que pueden generar una alta aceptacin en un sector de la poblacin, pero un gran rechazo en un sector minoritario pero no inexistente, ni carente de voz. La historia de la

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    humanidad nos ha mostrado que ningn rgimen es eterno, lo que nos lleva a pensar que en algn momento el MAS se enfrentar a una situacin adversa o con nuevos lderes que puedan sustituir a los actuales. Se hablaba de proceso de cambio en 1952 y se habla de uno ahora, y es en ese momento en que los que lideran el cambio debern contestarse la pregunta que nos planteamos anteriormente: A qu costo se debe preservar el proceso de cambio? Despus de la presente investigacin puedo afirmar que la respuesta encontrada es la siguiente: Ni los motivos ni los fines justifican nunca medios depravados (Kogon, 1965: 21). No importa si los torturados son de derecha o de izquierda, opositores o disidentes del propio partido, civiles o militares, no existe motivo para que ningn gobierno futuro pueda caer en el error cometido en el caso de los Campos de Con-centracin. Podrn sentirse eternamente orgullosos los gobernan-tes que preserven la libertad de expresin, la libertad de pensamien-to y por sobre todo la vida y dignidad de sus gobernados.

    Dedicado a Mario Sahonero

    y a todos los presos polticos a lo largo de la historia

  • 47

    BARRIGA ANTELO, Hernn 1965 Laureles de un tirano. Editorial Burillo: La Paz.

    KOGON, Eugen 1966 Sociologa de los campos de concentracin. Taurus: Madrid.

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    PUBLICACIONES PERIDICASDiecisis Detenidos Polticos Fueron Enviados, Ayer, Por la Polica a La Paz. Peridico La Patria, Oruro Bolivia, 18 de noviembre de 1953.

    ENTREVISTAS Entrevista a Mario Sahonero Durn (preso poltico entre 1953 y 1955), en fecha 16 de septiem-bre de 2007.

    ENTREVISTA a familiares y amigos de presos que solicitaron mantenerse en el anonimato.

    BIBLIOGRAFA

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    Anlisis de las reformas electorales en BoliviaPropuestas y sugerencias tras 28 aos de democracia ininterrumpida

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    Mara Eugenia RoblesIntroduccin

    En el ltimo periodo Bolivia entr en una etapa de profundas transformaciones polticas y econmicas, evidenciadas en una serie de reformas que el presidente Evo Morales ha realizado despus de su asenso al poder en enero de 2006 y con l el parti-do de izquierda Movimiento al Socialismo. Como parte de estos cambios efectuados en su gobierno, se ha modificado el siste-ma electoral de una manera sustancial. Este giro es considerado como una consecuencia de la crisis de representatividad de los partidos tradicionales y su sealamiento como responsables de la precaria situacin que viva el pueblo boliviano (VALENCIA, 2008), sobre todo a raz del fracaso que signific en cierta me-dida, la adopcin de un sistema de gobierno neo-liberal, que tras la privatizacin de las empresas nacionales, pierde legitimidad y apoyo por parte del pueblo boliviano, quien encuentra en el MAS una apuesta por el cambio. Los grandes cambios generados a nivel constitucional, pasa-

    rn a dibujar un nuevo panorama en la vida poltica y electoral de Bolivia, cuya efectividad an est por verse. Sin embargo las crticas ya se han hecho presentes y han generado dudas sobre la modificacin de una institucin considerada como una de las ms slidas y transparentes de la estructura estatal: La Corte Nacional Electoral. El presente ensayo busca presentar sugerencias de modifica-

    ciones, que puedan aportar a la mejora del viejo y nuevo sistema electoral boliviano promulgado recientemente en la Nueva Cons-titucin Poltica del Estado creada con el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS).

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    Evolucin del sistema electoral 1985-2010

    La democracia de los ltimos 28 aos, constituye la expresin con-tempornea y de continuidad de la democracia que se comenz a construir en 1952 con la Revolucin Nacional que trae consigo el voto universal y la apertura de la participacin poltica a sectores que jams haban sido considerados antes (clase obrera y campesi-na) (CORDERO,2007)Tras el fin de una oleada de regmenes dictatoriales que se

    suscitaron en los aos 60s y 70s en Latinoamrica, los pases del continente vuelven a instaurarse en un rgimen democrtico que garantiza la libre expresin y participacin en la esfera p-blica a travs de diversos mecanismos. El voto como mecanismo emblemtico de este nuevo periodo va a requerir del diseo de un sistema electoral y partidario, que se adece al contexto y la sociedad que le rodea.En Bolivia se opta por un Presidencialismo parlamentarizado, con

    un sistema de eleccin por Representacin Proporcional. En 1980 con la Ley Electoral se establece que para lograr en-

    trar a la presidencia del gobierno, el partido ganador debe obtener la mayora absoluta de apoyo electoral, en caso de no conseguir este resultado, el Congreso deba elegir entre los tres candidatos ms votados. (TUESTA, 2005). Para esta poca el organismo electoral an no se haba creado de forma permanente, sino que se constitua para cada proceso de elecciones. Para 1987 con las elecciones municipales, es que se decide consolidar su creacin permanente con una Corte Nacional Electoral (CNE) y Cortes departamentales. La CNE tena funciones exclusivamente electo-rales y estaba controlada por los partidos, por tanto la designacin de sus vocales se vea influenciada por un carcter partidista. Bajo este modelo era muy probable que se terminen produciendo des-equilibrios (ROMERO B., 2009)

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    A raz de estas nuevas medidas es que el voto adquiere un nue-vo significado, se convierte en la piedra angular del sistema y en 1991 la CNE pasa a ser la institucin imparcial e independiente encargada de dar el arbitraje pertinente. Para que esto se lleve a cabo con autenticidad, los partidos polticos deciden retirarse del control del organismo electoral, y se lo entregan a jueces impar-ciales. Bajo este nuevo modelo, los vocales de la CNE y las Cor-tes Departamentales pasan a ser elegidos por los votos de 2/3 del Congreso, se buscaba designar el cargo a personas que no tengan ningn vnculo partidario. Se establece el principio de la preclu-sin y se toma a la CNE como el mximo tribunal de justicia electoral de Bolivia, cuyas resoluciones en asuntos electorales son inapelables e irrevisables para evitar que recursos ante otra ju-risdiccin generasen incertidumbre jurdica. (ROMERO B., 2009)En 1991 se crea tambin el padrn electoral informatizado, que

    ayud a controlar un problema bastante comn en las elecciones: las dobles inscripciones y la doble votacin.Se abren campaas de comunicacin, informacin y capacitacin

    para que los votantes puedan tener una mejor educacin electoral.En 1994, introdujo una segunda ola de cambios y trajo consigo el

    mayor cambio introducido en el sistema de Representacin Propor-cional hasta entonces, al establecer con algunas modificaciones, el sistema electoral MMP (Mixed Member Proportional) de Alemania y Nueva Zelanda. En 1996 se restablece la frmula DHondt de Re-presentacin Proporcional y se crea un umbral del 3 % para escaos en la Cmara de Diputados. De