Torrente Ballester, Gonzalo - La Muerte Del Decano

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Gonzalo Torrente Ballester

Gonzalo Torrente BallesterLa Muerte Del Decano

A mis nietos Josefina y Rodrigo; a mi biznieta ClaraINDICEPrimera Parte ...........................................................................................31 ........................................................................................................32 ......................................................................................................193 ......................................................................................................214 ......................................................................................................335 ......................................................................................................356 ......................................................................................................437 ......................................................................................................47Segunda parte ........................................................................................548 ......................................................................................................549 ......................................................................................................6210 ....................................................................................................6411 ....................................................................................................6612 ....................................................................................................7413 ....................................................................................................77Primera Parte1El lego entr arrastrando las sandalias, las manosrecogidas debajo del escapulario, y ste oculto por unmandil, de los de peto. Llevaba la capilla echada y unasgafas de hierro montadas en la nariz.El padre Fulgencio me dice que vendr en seguida. Elpadre Fulgencio est atendiendo a unos frailes jvenes que lehan planteado una cuestin moral, pero vendr en seguida. Elpadre Fulgencio le estaba esperando.Dar una vuelta por el claustro.En el claustro hace mucho fro, y hay partes dondellueve. El seor Decano hara mejor en meterse en mi chiscn,que tengo una estufa encendida, o, en todo caso, pasar a lasala de visitas.No, no. Esperar en el claustro. Vengo bien abrigado.Se subi el cuello y se calz los guantes. Llevaba unparaguas, y lo sostuvo debajo del brazo. Se apoy en l.Descendi por los escalones de piedra y cerr tras s lapuerta de cristales. El lego hizo un gesto de incomprensin yse meti en su cuchitril.Por el claustro corra el viento en rfagas sonorascargadas de gotas gruesas de lluvia. Estaba el aire gris, yla piedra negreaba en los ngulos remotos. El Decano se apoyen el murete que separaba el claustro del jardn. Llovafuerte, la lluvia bata los macizos sin flores, los magnoliosde las esquinas borraban el perfil de los arcos. Chorreabapor la cubierta del templete central, en el que habaninstalado una estatua moderna, cursi, de san Francisco.La lluvia no dejaba ver el gesto pattico y almibaradodel santo.El Decano, sin embargo, no apartaba la vista de l. Nodej de mirarlo hasta que se oyeron las sandalias del padreFulgencio por las losas hmedas. Entonces, el Decano volvila cabeza. El fraile con la capa puesta y la capilla echada,se acercaba rpido: sus pies descalzos aparecan ydesaparecan por debajo del hbito conforme caminaba.Pero, hombre de Dios, cmo se ha venido hasta aqu conla tarde que hace? Hubiera esperado mejor en la sala devisitas.Le cogi del brazo y tir de l hacia la salida.Venga. Usted sabe que all tenemos un radiador que algocalienta. Y fray Manolo nos traer de beber. Venga.El Decano se dej llevar.Entraron en la sala de visitas, vaca. Por una ventanaentraba un poco de luz, pero la habitacin estaba sombra. Elfraile encendi la lmpara central: tres brazos y unabombilla, rodeada de abalorios verdes y rojos, una cenefa deazules. El padre Fulgencio le seal un silln forrado dehule verde oscuro.Acomdese. Voy a pedir que nos traigan el licor.Al lego, que acudi renqueando, le pidi que trajera unabotella de licor y dos copas. Luego se volvi al Decano.No lo hago slo por invitarle, sino por egosmo. Unacopita, con el fro que hace, nunca viene mal.Se sent en una silla. El Decano jugaba con el paraguas.Djeme eso, se lo colgar por ah.Mientras colgaba el paraguas, vuelto de espaldas,aadi:Tambin puede quitarse el abrigo, que estar hmedo.Se volvi, y ayud al Decano.Le sacudi la lluvia y colg el abrigo en una percha.Ah estar mejor. Entrar en calor cuando nos traiganla copa. Me da un pitillo?El Decano sac el paquete del bolsillo, extrajo doscigarrillos y dio uno al fraile. Puso el otro entre loslabios y encendi el mechero. El fraile chup vidamente elcigarrillo. El Decano, mientras, encenda el suyo conparsimonia. Se mezclaron los humos. Se miraron. Se echaron arer.Le pasa algo? Cmo se le ocurri venir esta tarde?Digamos que vengo de despedida.Se va de viaje?No, precisamente. Bueno, segn se mire, lo de hoy puedeser un viaje. Mucha gente considera a la muerte como finaldel viaje, y, otros, como su comienzo. A m me da lo mismo,pero usted puede escoger.Al fraile le haba quedado la mano en el aire, elcigarrillo humeando. Se agrav el tono de su voz.No me dir...A decrselo vengo.Entr el lego sin llamar.Traa una bandeja de peltre con una botella y dos copas.Lo dej todo en una mesilla. El Decano dijo al padreFulgencio:Antes de hablar, srvame la copa.Me han trado coac. No s si le apetecer a estashoras.Un coac siempre viene bien con este tiempo, aunque seade ese malo que ustedes usan.El voto de pobreza no nos permite tenerlo mejor -ledijo el fraile mientras serva la copa y se la tenda. ElDecano carraspeaba.Es un verdadero matarratas, pero en fin, no habiendootra cosa...Ech un sorbo breve y dej la copa en una esquina de lamesa. El fraile prob la suya.No le falta razn. Es verdaderamente fuerte. Rasca lagarganta. Le pedir al prior que compre coac de otra clase.A veces basta con cambiar de marca.Usted, naturalmente, beber del mejor.El Decano, la copa en alto, sonri.Yo no hice voto de pobreza, y mantengo algunas malascostumbres. La del buen coac es de las ms caras.Bebi otro sorbo. Volvieron a mirarse. Lo trivialquedaba dicho.Me tiene usted preocupado.Yo tambin lo estoy.Pues no lo parece. Ha hablado, hace un momento, contoda naturalidad de...De mi muerte inmediata. Esta noche, quiz? No puedosaberlo, pero lo presiento. Lo presiento por ciertosindicios.No ser todo una fantasa? Lo he pensado muchas veces.Yo tambin; pero, en todo caso, es una fantasa que aveces me abruma como la realidad ms evidente. Esta maanadon Enrique estuvo tan amable conmigo, tan carioso... Yo leobservaba, y en su mirada vi la muerte. La ma, por supuesto.En su mirada, en cierto temblor de sus manos. Por buen actorque sea, siempre hay sntomas...Por qu no le hace frente?Con qu pretexto? No ve usted que sera ridculo?Imagnelo. Me dira inmediatamente: Usted se ha vuelto loco.Y tendra que confesarle que s. Si hice de usted miconfidente, fue porque usted es la nica persona que sabe quehablo en serio, que lo comprende.El Decano dej un momento la voz en suspenso y, con lamano, hizo un signo vago.Tengo ciertos principios de conducta, y alguna vez lehe dicho que la muerte no me aterra.Cuando es inevitable. Pero sta...Para m lo es.Puede usted marcharse de viaje. Esta tarde misma.Y qu? Sera aplazarlo unos das, un mes... No puedomarcharme indefinidamente, menos an puedo ir al Rector ydecirle que marcho por miedo a que me envenenen... porque lamuerte que presiento...Mir framente al fraile....para hoy mismo...El padre Fulgencio se levant airado.Para hoy mismo? No le dejar salir del convento. Hayalguna celda cmoda... para cuando vienen a visitarnos losprelados. Tambin puedo encargarle una cena especial.El Decano, tambin de pie, lo empuj hasta el asiento.Luego se sent tambin.Hasta ahora me escuch siempre con serenidad.No estaban las cosas tan graves.Qu ms da? Usted puede seguir pensando que se tratade una fantasa. Yo, sin embargo, creo en el Destino, y enque es intil huirle. Recuerde la historia aquella del que seescap a Samarcanda para esquivar la muerte, cuando la muertele esperaba precisamente en Samarcanda.Los hombres de Oriente tienen otra mentalidad. Losconozco bien. No olvide los aos que pas en Jerusaln. Peronosotros...Ustedes creen que Dios les tiene asignado un momento, yque es intil escaparle. Yo espero ese momento comoinevitable... Esta noche, quizs, segn ciertos indicios. Yase lo dije.Y viene usted...?Vengo a traerle unos papeles para que los guarde juntoa otros que tiene, y a decirle quiz hasta maana.Meti la mano en el bolsillo, sac unos papelesdoblados, se los tendi al fraile.Gurdeselos. Lalos si quiere, pero gurdelos. Mipensamiento sobre la Historia Antigua se interrumpe ah.Dirn que es una obra genial. Yo s hasta dnde llega suvalor. Que est conclusa o inacabada, qu ms da? Aunque esposible que se publique acabada. l la terminar: tiene notasmas y el estilo es fcil de imitar. Entonces, si este librose publica, es cuando usted debe sacar a relucir loscaptulos que guarda y armar el escndalo. Porque se armar,ya lo creo. Pero, por si las cosas salieran mal, hoy hemandado a Madrid mis papeles. No esos que usted guarda, sinolas notas y proyectos de lo que ser mi obra. No se debenabrir esos papeles hasta los veinte aos de mi muerte. Seimagina usted la sorpresa, el susto de quien me ha robado, dequien me ha quitado la vida? Veinte aos: le harn falta paraescribir todo lo que puede sin orme... Pero ya me oybastante como para poder suplantarme, a mi obra, quierodecir. Son unas precauciones a largo plazo, pero tambin unavenganza. Imagina usted lo que es ver cmo se desbarata unacarrera que pareca segura?Pero si l le mata...El Decano se levant, recab su abrigo. Mientras se lopona, dijo:No s con qu cautelas se prepara este crimen, perousted sabe que pocos quedan impunes. Si a l le meten en lacrcel, si lo condenan, le encomiendo a usted el cuidado desu mujer. Vea usted la manera de que le den un trabajo, queno se muera de hambre. Es una criatura delicada e inocente.Ella no participa en la envidia de su marido, ya se lo dijealguna vez. No tiene por qu pagar las consecuencias. Ella,adems, me estima.Y usted la ama.S. Es lo nico que me importa de este mundo queprobablemente voy a dejar... Aunque, quin sabe?, a lo mejores una fantasa, y pasado maana estar otra vez aqu, coneste fro, a entregarle ms papeles y a decirle que el granmomento se ha aplazado...Cogi el paraguas. El fraile se haba levantado y letendi la mano.No quiero insistir en lo que otras veces le dije, peroDios es misericordioso, y con un acto de fe, un acto dearrepentimiento, aunque sea en los estertores...El Decano recibi su mano y la apret con efusin.Gracias. Usted sabe que s a qu atenerme, si llega elcaso, aunque no creo que llegue. No creo, creo... Quinsabe?Rezar por usted toda la tarde.El Decano atraves el zagun de piedra, abri elparaguas y se lanz, pausado, bajo la lluvia. El fraile lecontempl desde la puerta, hasta perderlo de vista. Sesantigu, entr en el convento y cerr tras de s.Al llegar al comienzo de la plaza, el Decano se detuvoante la superficie desierta, golpeada por el viento: se metipor el arco, rode la Catedral y por las callejas lleg a laUniversidad. No haba nadie a la puerta, y en el zagunempezaba a lucir el farol del alumbrado. Lisardo, el bedel,ajetreaba en su zaquizam. Le salud.Buenas tardes, seor Decano. Aunque llamarle buenas...Llueve. Tiene algo de extrao?Aqu, no, desde luego. Pero ya llevamos muchos dasas.Me molesta ms el fro que la lluvia. Ha visto usted adon Enrique?En la biblioteca estaba hace un momento.Voy a verlo. Mientras tanto, encindame la estufa yespere en el decanato a que yo vaya.Ahora mismo, seor Decano.El bedel torci a la izquierda, hacia el decanato. ElDecano dej el paraguas en un rincn, escurriendo, y semarch a la biblioteca. No haba nadie en el claustro, y alfinal rojeaba un farol. Don Enrique lea en un rincn. No sedio cuenta de que el Decano haba entrado hasta que lo tuvocerca. Se levant.No es muy tarde para usted a estas horas?Tengo unos papeles pendientes. Lisardo me dijo queestaba usted aqu, y se me ocurri invitarle a cenar.Don Enrique puso cara de disculpa.No est prevenida Francisca.Tiene usted tiempo de avisarla. Me gustara hablar conusted de alguna cosa. Mire: vyase a casa mientras yodespacho esos papeles, y nos encontraremos... le parece biena las nueve? en casa de Ramallo.En casa de Ramallo?Se me antoja cenar empanada de lamprea...Usted no suele cenar fuerte.Un da es un da. A las nueve, entonces?Don Enrique asinti resignadamente.Aunque tarde un poco no importa. Y procure no mojarse.Sali de la biblioteca. Don Enrique permaneci de pie unrato. Luego, cerr el libro y lo devolvi al anaquel.Lisardo estaba en cuclillas, atizando la estufa.Deje eso ya. Pngase el impermeable. Vaya a lapastelera esa de ah cerca y que le den la mejor caja debombones que tengan.Tendi un billete a Lisardo.Que se la den bien empaquetada, que no se moje. Y me latrae aqu.Lisardo hizo un saludo y sali.Tena buen aspecto, aquel bedel: cara alargada,inteligente, un poco plida, de rasgos nobles, y el aire deun seor venido a menos. Cerr la puerta sin ruido. ElDecano, en cuclillas, abri la puertecilla de la estufa yrecibi la bocanada de calor. Cerr, se quit el sombrero yel abrigo y los colg en el perchero. Luego abri una puertadisimulada en el panel de roble que llegaba casi hasta eltecho, la puerta que esconda un retrete.Ech una meadita breve, forzada, y, antes de cerrar,contempl la taza blanca con melancola. Cerr de golpe.Sobre la mesa haba un montn de papeles: los repas, firmunos cuantos, apart otros, en montones bien delimitados.Encendi un cigarrillo y se sent. Se levant inmediatamente,apag la luz del techo: la estancia qued iluminada con lalmpara de la mesa y el resto envuelto en gris oscuro, elcolor del aire que entraba por la ventana. Vuelto al silln,agot el cigarrillo en chupadas lentas y espaciadas. Loapag, se oyeron golpes en la puerta. Dijo Adelante y entrLisardo con un paquete de buen tamao.Esto es lo mejor que haba segn me dijeron.Pngalo por ah encima. Y, ahora, dme mi cuenta.Todava no acabamos el mes, seor Decano.No importa. Llevo ahora dinero. Maana me abre otracuenta.Como quiera.El Decano le tendi un billete. Lisardo lo cogi, lomir.No tengo cambio. Ya me pagar maana.O maana me da usted la vuelta, no le parece?Lisardo se guard el billete.Como quiera. Sobra ms de la mitad.Vio los papeles ordenados.Esto era la firma para maana.Pues ya est despachada. Llveselo todo y archive loque sea de archivar.Lisardo cogi los papeles, unos encima de otros, perocruzados los montoncitos.Manda algo ms?Que se cuide. Est malo el tiempo.Hago lo que puedo, y, de momento, no creo que me matenni el viento ni la lluvia.Sali sin hacer ruido. El Decano cogi el paquete de losbombones, lo sopes, lo volvi a su lugar. Se sent yencendi otro cigarrillo. Poco a poco, la escasa luz queentraba por la ventana se fue oscureciendo, apag la lmparade sobremesa y qued a oscuras. Se vea ir y venir la puntadel cigarrillo. De repente se levant, encendi la luz deltecho, sac unos papeles del cajn y los quem en la estufa,uno a uno, cuidadosamente.Dej sin quemar dos o tres cuartillas que devolvi alcajn. Despus se puso el abrigo y el sombrero y sali. Alpasar por delante de Lisardo, recogi el paraguas, casi seco.Hasta maana, Lisardo.Hasta maana, seor Decano.Haba cesado el viento, y la lluvia que caa era fina ymansa.Abri el paraguas y se ech a andar, con el paquete delos bombones bajo el brazo. Lleg a la ra y se meti bajolos soportales cuando pasaban dos chicas, estudiantes,metidas en sus impermeables transparentes, con los paraguascerrados. Le saludaron, despus de haber pasado el Decano,una dijo:No hay ms que ver lo guapo que es y la facha quetiene.Y lo bien que viste -dijo la otra.El Decano las oy y sonri, pero era una sonrisa triste.Deambul un buen rato, por esta ra y por la otra, a veces sedetena ante un rincn o ante un reflejo de la luz en laslosas mojadas. Consult la hora un par de veces.Cuando dieron las nueve en el reloj de la catedral,apur el paso y fue hasta la taberna de Ramallo.Don Enrique an no haba llegado.Le recogieron los avos y se puso a leer una revista quesac del bolsillo. Don Enrique tard unos minutos.Estaba viendo ese trabajo de Mndez. Todo lo que diceaqu, como descubierto por l es archisabido.Empuj hacia don Enrique la caja de los bombones.Esto es para Francisca, con mis respetos. Compensacinpor haberle robado el marido un par de horas.Le doy las gracias.Don Enrique dej el impermeable y la gorra encima de unasilla, y se sent en una banqueta, frente al Decano. Haballegado un mozo en mangas de camisa y chaleco oscuro.Esperaba, mudo, con lpiz y papel en la mano. El Decano lepidi, para empezar, una racin de empanada de lamprea;luego, ya vera. Don Enrique se limit a un plato de merluzacon patatas.No se decide usted por la lamprea?La encuentro muy fuerte para la noche. Ya le dije...Y yo le respond que un da es un da. El de hoy lodedico a los excesos. Sabe usted que anoche pas ms de treshoras con una puta?Deba usted casarse.Eso no resuelve nada ms que a los temperamentostranquilos, como el de usted. Los inquietos nunca han halladoremedio en el matrimonio. El primer ao, s, y hasta puedeque alguno ms, depende de muchas cosas. Pero despus renacela inquietud, y le viene a uno ganas de hacer experiencias. Yeso siempre es malo para la mujer propia. Prefiero no hacermal a nadie y resolverlo a mi modo.Haba regresado el camarero con una fuente que colocdelante del Decano: vena en ella media empanada. La merluzatardara un poco ms: haba que cocerla.Y de beber?Pidieron un blanco del pas.De llegada, el Decano se bebi dos tazas: haba comidoya un buen bocado de la empanada.Yo no digo que sea Dios, pero algn espritu superiorjunt estos sabores que tan bien se complementan, no leparece? Claro que usted va a comer esta merluza puritana...No es usted demasiado puritano, don Enrique?En cualquier caso, le aseguro que mi conducta nocontraviene ningn principio. Es espontnea.Ahora se est estudiando la gentica como explicacinde muchas particularidades psicolgicas. Un nuevodeterminismo del que por aqu no se han enterado. Pero yo lohe ledo en alguna parte, en una revista americana, si norecuerdo mal. Los aos que vienen nos reservan muchassorpresas.Y eso, influir en la Historia?Si influye en los individuos, y los individuos hacen laHistoria...Entonces, todo lo que hagamos ahora ser provisional, yhabr que revisarlo. Aunque, como usted sabe, yo no soydeterminista, y puedo pasar de la biologa.De todas maneras, no deje usted de enterarse de lo quepasa. Se lo he dicho ms veces.S, y no lo ech en saco roto.Despus, cuando usted me acompae, podr prestarle esarevista. Es un artculo largo, bien informado. Le ser til,aunque quiz no inmediatamente. No conocemos an elprocedimiento... No conocemos an el procedimiento parainvestigar los genes de Diocleciano. Los hechos estn ah,aunque pueden cambiar las interpretaciones, y no hay quienlos mueva. Ya ve usted: cuando apareci lo de Freud, creamosque iba a cambiar radicalmente nuestra visin de la Historia.Han pasado varios aos, y lo ms que tenemos son algunashiptesis ms o menos divertidas. Lo mismo sucedi con otrasdoctrinas. Cree usted que hemos avanzado mucho sabiendo queInocencio Iii era un resentido?No esper respuesta: se haba liado con el ltimo trozode empanada y daba cuenta de l. Cuando vino el camarero conla merluza de don Enrique, le encarg otra racin igual, yms vino. Don Enrique le recomend moderacin. l repiti:un da es un da, ya se lo dije, el de hoy es especial.Llevaba don Enrique su merluza por la mitad, cuando elDecano volvi a hablar:No crea que eso de que hoy es un da especial se lodigo por decir. Hoy, por ejemplo, he pensado en algo que nosatae.Don Enrique levant la cabeza, con los cubiertos delpescado en el aire.S, no me mire con esa cara. He pensado algo que leatae principalmente a usted. Tiene que ver con susoposiciones.No se sabe nada de ellas?Pero est al caer la convocatoria. Y usted sabe mucho,eso tiene que reconocerlo cualquier tribunal, pero le faltaobra. Y he pensado que ese libro que bamos a firmar amedias, lo firme usted solo. Yo le pondr un prlogo.Don Enrique solt los cubiertos.Pero eso no es justo! Usted...!Yo no escrib ni una sola lnea.Pero el pensamiento...Est usted seguro de que no es tambin suyo? No ledigo que, en el origen, all muy lejos, no haya algo mo,pero eso sucede con lo que piensa el discpulo, y usted lofue mo. No hemos hablado muchas veces de lo que hay deHegel en Marx? Pero ya piensa por su cuenta. Recuerde nuestroconvenio cuando acordamos firmar el libro juntos: se tratabasimplemente de que mi apoyo quedase bien visible. Pero eso selogra tambin con un prlogo, no le parece? Un prlogoextenso, en que el maestro presenta al discpulo y hace elprimer juicio. El que usted se merece, ya lo conoce. Lodejar bien claro.Pero, y su obra? Yo ir siempre a la zaga.Recurdeme despus que le hable de eso. Ahora megustara que me hablase usted del matrimonio. No es quepiense casarme... Dios me libre!, pero siempre convieneconocer la opinin contraria. Y usted tiene la experienciaque yo no tengo y que probablemente no tendr nunca.Yo no puedo generalizar.Usted es un hombre inteligente que puede reflexionarsobre su experiencia... sin que se note que es suya. Yo no lepido que me hable de su matrimonio, sino del matrimonio.Acabo de decirle que eso precisamente es lo que nopuedo.Hay aspectos ntimos en los que ni quiero ni debometerme: eso es lo que puedo imaginar... porque es lo msvulgar, y, a pesar de su intimidad, lo ms conocido. Pero hayotros aspectos... No es lo mismo el matrimonio de un hombrecomo usted que el de un escribiente de Secretara. Usted, porejemplo, lleva diez aos casado y, que yo sepa, no slo no hatenido aventuras, sino que su tiempo se divide entre elestudio y su mujer. Usted no tiene una pea de amigos con losque escape a lo cotidiano, ni juega al chamelo en los altosdel casino. Usted no tiene tiempo libre, no se aburre.Conoce usted a don Eustaquio, el catedrtico de Obstetricia?Ah tiene un caso vulgar. Y cuidado que su mujer es bonita yjoven. A los dos aos de casado empez a escapar de ella.Ahora, es un marido como otro cualquiera: tiene su tertuliaen el casino despus de comer, y, por las tardes, su partidade pker. A ella la tiene preada un ao tras otro, para queno le ponga los cuernos, como la del catedrtico deHistologa, que no duerme con el marido y que anda con uno ycon otro, como todo el mundo sabe.El adulterio como institucin social, est pasado demoda. Si algo lo sostiene, es la literatura, sobre todo lateatral.No lo dir usted por las comedias que vemos.La censura prohbe las comedias de adulterio, pero espor razones morales. Las mas son ms profundas.Podra usted decrmelas?Don Enrique le mir fijamente, con toda seriedad, y elDecano se ech a rer.Tambin en eso es usted puritano?No lo soy en nada. Se trata de una cuestin esttica yun poco tambin de una cuestin histrica. Son ya mil aos dedarle vueltas al tema. Un poco cansado ya, no le parece?Quiz tenga usted razn; pero siempre habr mujeres quese aburran de los maridos, y hombres a quienes les gustepicar en cercado ajeno.Yo lo encuentro frvolo y sin sustancia. Las historias,al menos hoy, se reducen a una sola: mi marido no mecomprende, yo te comprendo perfectamente; en vista de eso,vamos a la cama.El Decano estaba a punto de terminar la segunda racinde empanada, y el plato de don Enrique reluca de limpio. ElDecano habl algo de los postres de la casa, y alab el flany la tarta de almendra.Aunque, claro, la encontrar pesada para estas horas.Le recomiendo el flan, que es ms ligero.l tom la tarta de almendra, y pidi para espuela untrago de aguardiente del pas. Salieron.Haba dejado de llover, pero haca fro. Don Enrique sequej del clima.No es el clima el malo, como dicen los ingleses. Lomalo es el tiempo.Yo no entro en distinciones tan sutiles, pero tengofro. Deb haber cogido una bufanda, como dijo mi mujer.Tiene usted el coche, o vamos a pie?El coche lo tengo frente a la Universidad. Si quiere,vamos andando hasta all.Era un coche pequeo, de importacin. Apenas caban doscmodamente. Don Enrique se puso al volante.A su colegio?El Decano respondi que s.No dijeron palabra hasta salir de la ciudad. Entonces,el Decano dio alguna indicacin acerca del mejor camino.De todas maneras, tenemos que pasar una zona de barro.Como aquello est en obras...!El colegio levantaba su mole y sus luces al final de unaexplanada, llena de zanjas y de mquinas.Hubo que sortearlas.Tendr que andar con cuidado al salir. Usted no vinonunca aqu de noche, verdad?Dejaron el coche en un lugar alumbrado. El Decano abrila puerta con su llavn. El portero les salud:Buenas noches, seor Decano y la compaa.El Decano gui hasta su estudio y encendi la luz: unalmpara pesada de una sola bombilla de gran voltaje. Lahabitacin estaba caliente, aunque, a su cabo una ventanaabierta dejaba pasar el fro.El Decano explic que, sin aquella ventilacin, el calorde la calefaccin haca el lugar insoportable. Entraron:libros, papeles y algn cuadro en desorden esttico.A un lado quedaba, en penumbra, la alcoba.Sintese, pngase cmodo. La gabardina, la puede dejaren cualquier parte. Pondr junto a ella los bombones y estarevista para que no se le olviden. Por ah tengo esospapeles...Don Enrique se haba sentado.El Decano le tendi un puado de holandesas.No es que estn mal. Cmo iban a estarlo? Pero leruego que relea la ltima pgina, slo la ltima. No laencuentro lo suficientemente clara. No es cuestin de cambiarel pensamiento, sino las palabras. Las dichosas palabras...Cree usted que es slo la ltima pgina, o convendrreleer todo el captulo?Eso es cosa de usted. Por cierto que...Don Enrique, asustado, levant la cabeza.Se le ocurre algo ms? Alguna correccin?No, ahora no se trata de eso.El Decano se sent. Don Enrique le miraba, dirase quecon desconfianza.Me va usted a escuchar durante un rato. Siga sentado yno se inquiete. Quiere algo de beber? Puedo ofrecerle coacy whisky. Y un buen cigarro, por supuesto. Tome, hulalo yencindalo. Me los traen de Cuba, de contrabando. Yo fumo doso tres al da.Llamaron a la puerta. El Decano dijo Adelante. Entrun caballero de gafas, mediano de edad, muy espabilado, lacara un poco cnica.Me dijeron que haba usted llegado. Yo tengo que salirdurante un par de horas. Lo dejamos para maana?Vea usted si hay luz en la habitacin. Si la hay,llame.Hasta entonces. Adis, don Enrique.Don Enrique se incorpor y volvi a sentarse cuandodesapareci el visitante.Quin es? -pregunt.No los present porque cre que se conocan. En todocaso, l le conoce a usted. Es el director del Colegio, unladrn de libros confeso. Suele venir por las noches ahacerme compaa y a contarme sus latrocinios. Un tipodivertido. En su cuarto tiene verdaderos tesoros que, a sumuerte, irn a parar a los libreros de viejo, porque l notiene familia que le herede. Tenga usted cuidado, si algnda lo encuentra. No le invite a su casa, porque tiene unarte endiablado para llevarse algo.Y a usted, no le ha robado nunca?No lo s. Supongo que s. Aunque mis tesorosbibliogrficos no son de los que le interesan.Haba encendido una astilla de madera arrancada de unacaja de puros. La acerc a don Enrique, y luego encendi elsuyo, vegueros de buena marca y gran tamao.Por cierto, al nico que le interesan mis libros es austed.Procuro comprar lo que puedo.No lo haga. Pdamelos a m. Y no como hasta ahora, queme los devolvi todos. Entienda que cada libro que le prestees un regalo. Y no me mire con esa sorpresa: es algo quetengo muy pensado, y que entender despus de que le hayahablado. Esccheme y no se mueva ni me interrumpa, pero puedeechar hacia aqu el humo de su cigarro. Lo que tengo quedecirle es muy sencillo: renuncio a la Historia por laLiteratura, es decir, renuncio a mi carrera. Y renuncioporque he encontrado un camino mejor para expresar lo quellevo dentro. Voy a dedicarme a la novela... No ponga esacara, hombre! De momento a la novela histrica. De momento, yquiz para siempre. El pensamiento abstracto no me satisface.Siempre desconocer usted la fascinacin de expresarse porfiguras que hablan y que piensan! Usted conoce mipreocupacin por la naturaleza del poder. Creo haber llegadoa alguna conclusin... insatisfactoria. Ahora estoy pensandoen una serie de novelas, dos o tres, sobre la poca de laTetrarqua y sobre Constantino, que la resolvi...intilmente. La figura de Diocleciano me fascina, aquelhombre que renunci... Por qu renunci? Usted tendr unarespuesta, seguramente, pero esa respuesta no satisfara aShakespeare. Este hombre es mi modelo, no pens en Csar y enMarco Antonio, los hizo hablar, y yo querra hacer en prosanarrativa lo que l hizo en el teatro. No lo mismo, claro,que eso lo hizo l de manera insuperable, pero algo por elestilo. No le ve usted? Diocleciano, Maximiliano, loscsares, el Imperio repartido porque a ninguno de los cuatroles cabe ya en la cabeza... tan extenso, tan complejo... Y laaparicin de Constantino, el ltimo a quien el Imperio cabeen la cabeza... aunque a su modo que ya no es el de antes.Hay un problema, se lo confieso, y es lo que ahora mepreocupa hasta la angustia: hallar el lenguaje adecuado, unverdadero lenguaje novelesco, tan distinto del nuestrohabitual. Cuando usted se retire, empezar la novela porcentsima vez... y romper lo que escriba, lo seguirrompiendo una noche tras otra, hasta que encuentre el tono.Saber no me falta. Lo que tengo que decir est bien pensado yestudiado. Pero, las palabras... todo es cuestin depalabras, de tono.Y la ctedra? Qu va a hacer de la ctedra?De momento, seguir en ella. Ms adelante, Dios dir.Don Enrique buscaba un lugar donde dejar la ceniza delpuro.No haga usted eso. Un cigarro de esta calidad conservala ceniza hasta el final. Fjese en el mo.Y el pulso? Si le tiembla el pulso, qu pasa?El Decano levant en alto el cigarro, cogido con dosdedos.Mi pulso no tiembla jams, aunque tenga que matar a unhombre.El cigarro se mantena inmvil.Don Enrique lo mir fijamente.Luego dijo:Mi pulso temblara, aunque slo fuese para matar a unmosquito. Pseme el cenicero.El Decano empuj hacia l un recipiente de barro,redondo, rojizo, con cuatro o cinco colillas.Don Enrique sacudi la ceniza del puro, un cilindro grisde pocos centmetros de largo.Se rinde usted fcilmente. Si yo fuera como usted,seguira pensando en otras interpretaciones de la Historia.Pero, ya ve, renuncio a ellas, o, al menos, a su expresincientfica. Lo dejo en manos de usted, es decir, en buenasmanos. Cuando usted publique un libro, ser como si yo lohubiera escrito, o, ms bien, un libro que yo hubiera escritode haber seguido mi camino. Pero he encontrado este otro:acaso un da volvamos a coincidir, acaso yo logre decir enuna novela lo que usted dir en su obra maestra. Por qu no?Son dos modos de expresin distintos, el cientfico y elpotico, pero ambos llevan al mismo fin...Don Enrique le interrumpi:La verdad?El Decano se ech a rer.No sea usted ingenuo! Nadie alcanzar jams la verdad.En el fondo, nadie espera hallarla, ni usted mismo loesperar cuando haya estudiado y pensado unos aos ms. Y sicree en la verdad de lo que piensa y de lo que escribe, peorpara usted. Si hablo de que usted y yo volveremos aencontrarnos, es porque espero de su pensamiento la mismaperfeccin a que aspiro con mis novelas. Hoy sabemos queHegel no alcanz la verdad; sin embargo, tanto usted como yoadmiramos su sistema. Por qu no analiza las razones de suadmiracin? Pues eso mismo que hallamos en el pensamiento noverdadero de Hegel es lo que, en el mejor de los casos,alcanzaremos, usted por su camino, yo por el mo.Se detuvo, de pronto. Mir detrs de don Enrique, haciala ventana abierta.Quieto! No se mueva!Se levant rpidamente, se asom, escrut en laoscuridad hacia arriba y hacia abajo.Jurara que alguien nos estaba escuchando. Vi unacabeza rapada y roja, un rostro pecoso.Don Enrique se le acerc, despus de haber sacudido laceniza del cigarro. El Decano mantena el suyo. Don Enriquemir tambin.No veo a nadie.Yo, tampoco. Pero jurara que una cabeza rojiza,pelada, nos estaba escuchando. No tenemos un alumno as? Oes una alumna?Quiere que vaya a mirar? Si haba alguien de esasseas, o me lo tropezar al salir, o lo descubrir.Como usted quiera.Don Enrique sali. El Decano permaneci junto a laventana, el cigarro con la ceniza entera en la mano. Viopasar a don Enrique, hacia arriba y hacia abajo. Sali, pocodespus, de las sombras.No he visto a nadie.Quiz haya sido una ilusin ma. Lo que le estabadiciendo es tan personal! No d la vuelta. Por qu no subepor aqu? Yo puedo ayudarle.Tendi los brazos hacia fuera, don Enrique se agarr asus manos y trep hasta el repecho. Se puso en pie y salt.Gracias por la ayuda. Si lo pienso, no hubiera sidocapaz.Todava soy fuerte para ayudar a un hombre a trepar auna ventana.Tiene usted por ah un papel? Me he embarrado lospies, y le voy a manchar la alfombra.Espere que se lo traigo.Don Enrique no se haba movido. Se limpi los zapatoscon el papel, y lo ech a la papelera.Luego, recobr su asiento.Este incidente estpido -dijo el Decano- ha sopladosobre mi inspiracin y la ha ahuyentado. Ya no me oir ustedms tonteras, y, para tonteras, las del Director delColegio, que estar a punto de llegar. Le ayudo a ponerse elabrigo?Como usted quiera.Se levantaron. Don Enrique apret su cigarro contra elfondo del cenicero y lo abandon all.El Decano apoy el suyo cuidadosamente, con unoscentmetros de ceniza, gris casi blanca. Se adelant a donEnrique, cogi el abrigo y le ayud a ponrselo. Con lagorra, le entreg la caja de bombones y los papeles.No olvide usted esto. Para Francisca, con mis respetos,por haberle retenido a usted ms tiempo del debido. No olvidelos papeles de ese captulo, quiz maana por la maana,despus de clase, pueda usted corregir el ltimo folio. Yo leesperar en el Decanato, como siempre...Le tendi la mano.Don Enrique se haba detenido, la gorra en la mano y elpaquete bajo el brazo, junto a la puerta.El Decano haba cogido una tetera antigua y le echabauna cucharada de t.Al Director le invito a una taza cada noche. No legusta, pero lo encuentra una bebida muy intelectual. Lapreparacin ya la tengo convenida con el camarero.Seguramente espera mi llamada. No hace falta que usted loavise. En cambio... Dnde diablos habrn metido la taza? Lamujer que me arregla el cuarto pone las cosas cada da en unsitio distinto. Ve usted una taza por ah?Don Enrique ech un vistazo: haba una taza en unaesquina vaca del anaquel de los libros. Alarg la mano y lacogi.Aqu est. Al menos, una. En un lugar absurdo.Con una, basta. Yo ya tom caf, si no recuerdo mal, yestoy fumando un puro. Se beber el t l solo, el Director.Pngala aqu, junto a la tetera.El camarero llam a la puerta.El Decano le mand pasar. Le entreg la tetera.Como siempre.S, seor.Se retir el camarero.Ahora vyase usted tambin, don Enrique, no sea que seme ocurra alguna novedad y vuelva a retenerlo.Hasta maana.Los bombones, ya sabe, a Francisca, con mis respetos.Ella le dar personalmente las gracias.Vino el camarero con la tetera, le mand que la dejaseen la bandeja, junto a la taza.Va usted a estar despierto cuando venga el Director?Tengo esa orden.Dgale de mi parte que le espero.El camarero se retir.Don Enrique sali. El Decano abri una alacena, sac unabotella, mediada, de whisky, se sirvi generosamente en unvaso y le ech un poco de agua. Se sent y empez a beber,mientras fumaba cuidadosamente el medio puro que le quedaba,la ceniza inclume. As estuvo un corto rato. Calmosamente:chupada, sorbito. Acab casi al mismo tiempo la bebida y elcigarro. ste lo dej en el cenicero, sin soltar la ceniza.Se desentendi del vaso. Cerr los ojos, pero en seguida losabri sobresaltado. Mir la hora.2Francisca se haba acurrucado en un rincn del sof: unamanta oscura le cubra las piernas.Abri los ojos cuando se oy cerca el motor del balilla,pero no se movi hasta que los pasos de su marido resonaronen la entrada.Entonces, dio un salto y corri hacia la puerta. Enriquese haba quitado el sombrero y lo colg en una percha.Aydame a quitarme el abrigo y toma esto, es de partedel Decano.Bombones? Otra vez bombones?Francisca haba besado a su marido mientras le ayudaba.Ahora, al pasar, encendi una luz y el saln qued iluminado.Frente al sof, el fuego de la chimenea pareca msmortecino. Enrique trajo dos leos secos y los arroj sobrelas brasas. En cuclillas atiz durante un rato, hasta que selevant una llamita leve, que roz los troncos. Franciscahaba abierto la caja de bombones y morda uno.Quieres?Ofreci a su marido el que tena entre los dientes,Enrique se levant y la mir; luego se inclin un poco yrecibi la oferta.Sabes que encontr al Decano un poco raro? Por lopronto me devolvi el trabajo de ayer, con el pretexto de quela ltima pgina est un poco oscura. Lo cual se compaginamal con su decisin de que sea yo solo, y no los dos, quienfirme el libro. No soy as el responsable de cualquieroscuridad?Francisca se haba sentado en el sof, y buscaba en lacartera de Enrique los papeles.Dnde los has metido? Aqu no estn.Quiz en el bolsillo del abrigo. Mira, a ver...Francisca se levant y mir en el abrigo.S, aqu estn.Lo que l encuentra oscuro es la ltima pgina.Enrique se sent en el sof, al lado de ella. Puso unamano encima de los papeles que Francisca ya hojeaba.Deja eso ahora. Te dije que lo encontr raro?S.Se comi l solo dos raciones de lamprea, y termin contarta de almendra. Un disparate, a su edad, por muy buenestmago que tenga; adems, me llev por primera vez a sucasa.Cmo es?Como otra cualquiera del Colegio, lo mismo que la queyo ocup cuando lo de las oposiciones, ya sabes. Un poco mslujosa y con muchos libros. Les ech un vistazo. Cuntos delos que tanto hemos deseado! Me dijo que me regalara todoslos que necesitase. Y muchas cosas ms, bastante raras. Quese va a dedicar a la novela histrica.A estudiarla?A escribirlas, y eso es lo raro.Enrique se levant y se acerc a la chimenea.Me temo que esta noche le coja un entripado y maana nopueda ir a clase. Est explicando Tutankamen en Creta.Menos mal que lo he ledo.Meti la mano en el bolsillo y sac avos de fumar.Francisca le detuvo.No fumes ahora. Mtete en la cama, te llevar una tazade t y fumars despus. Ests un poco fro.S. Hace una humedad condenada.3Se oyeron ruidos y voces de estudiantes que llegabantarde y discutan con el portero. Se oy tambin el ruido deun automvil, que se detuvo un momento y luego par el motor.Voces en tono natural, hacia la entrada del colegio, fuera.Se bati una puerta. Otro rato, breve, de silencio. Llamaron.Seor Decano, seor Decano!El Director abri la puerta, pero no entr. A alguienque le acompaaba, dijo:Espere. Aqu ha pasado algo.Se acerc. Encontr al Decano en el suelo, espatarrado,con los brazos en cruz, un cordn de batn flojamentearrollado al cuello, como si el cuerpo al caer lo hubieraarrastrado consigo.Parece muerto.Volvi a la puerta, la cerr tras de s.Que llamen inmediatamente a la polica y que traigantambin al juez!Le escuchaba el portero, un camarero, una criada.Que nadie entre en el cuarto del seor Decano, hastaque venga la polica. Avseme en cuanto llegue.Le decimos que hay un muerto?S, digan que hay un muerto, que vengan en seguida.El Director subi las escaleras hasta su despacho con lacabeza baja, de circunstancias. La enderez al entrar yencontrarse solo. El telfono al que llam comunicaba: esperun rato, luego llam al Rector. Se puso la criada. Le dijocon quien quera hablar, que era urgentsimo.Soy el Director del Colegio Mayor. Venga en seguida: elDecano de Historia acaba de aparecer muerto en su cuarto. Aprimera vista parece un suicidio, pero, no s por qu, loencuentro algo raro. S, el cordn con el que se ahorc sesolt al caer el cuerpo. Ya est avisada la polica.El Rector le respondi que ira en seguida, en cuantoencontrara un taxi.El Comisario lleg: apenas haba salido de su despachoel Director del Colegio. Vena acompaado de dos inspectoresjvenes que se quedaron a la puerta.El Comisario se identific: era un cuarentn bienconservado, un poco calvo y un poco gris el pelo que lequedaba. Al abrirse el abrigo, se le vio en la solapa unaestrella de alfrez. Vena fumando una pipa muy profesional.Me han ido a buscar a casa por el asunto ste. Menosmal que an no me haba acostado...Estaban en el vestbulo, en crculo: el portero, doscamareros y una camarera huidiza.El Director, es usted?Profesor Vials, de la Facultad de Derecho. Este es elportero de noche, estos dos, camareros de guardia. Puedeusted preguntar lo que quiera.Ante todo, qu ha sucedido? Dnde est el muerto?Iba a hablar un camarero, pero el Director le detuvo conun gesto.El muerto es el Decano de la Facultad de Historia, donFederico Daoz Perales. Quizs le conociera usted...No le conoca, pero he odo hablar de l. Un sabio,no?De eso tena reputacin. Yo puedo aadirle que era ungenio. He hablado mucho con l, casi todas las noches.Solamos tomar juntos una taza de t. Precisamente hoy...El Comisario le interrumpi.Puede usted ensearme el cadver?Muy cerca de aqu en esta misma planta. Como le ibadiciendo...Espere a que yo le pregunte. Dnde est?Aqu, como le deca... Es esta planta. Sgame.El Director del Colegio torci hacia la habitacin delDecano. Le sigui el Comisario. Los dems, mudos, no semovieron. El Director, al salir, les haba dicho:Ustedes, esperen.Abri la puerta de la habitacin. El cuerpo del Decanosegua en el suelo.Ah lo tiene. Nadie ha entrado, ni nadie ha tocadonada. Est como yo le vi cuando abr la puerta.Usted, para qu abri la puerta?Le dije antes que solamos tomar juntos una taza de t.Hoy me haba citado para mi regreso. Estaba muy tranquilo:nadie dira que iba a suicidarse.Por qu supone usted que se suicid?No hay ms que ver, esa cuerda alrededor del cuello. Noparece verosmil que don Enrique se la haya puesto, mecomprende?Don Enrique? Quin es don Enrique?Don Enrique Flrez su auxiliar, un muchacho muydespierto, segn dicen. Estaba con l cuando yo entr adecirle...Todava no le he preguntado por lo que le dijo. Hblemede ese don Enrique.S poco de l. Todo el mundo le tena por su sucesor.Don Enrique va a hacer oposiciones, y el Decano aspiraba auna ctedra de Madrid. Era lgico, un hombre como l...Tampoco le he preguntado lo que era lgico. Para sacarlas consecuencias lgicas estoy yo aqu.El Comisario haba entrado en la habitacin. Inspeccionel cuello del Decano, le abri los ojos, cogi con muchocuidado la taza del t y la dej en el mismo sitio. Despusexamin los objetos de la mesa...Fumaba, el Decano?l, s. Yo, no. Ese puro con toda la ceniza quemada esel suyo. Presuma de no soltar la ceniza hasta arrojar lacolilla. El otro medio puro y la ceniza en varios pedazosdebe de ser de don Enrique. No saba fumar puros, a lo que seve.Y este vaso?No lo s. El Decano, a veces, beba. Un poco de whiskycon agua. Pero hoy no le vi con el vaso.El Comisario cogi el vaso, lo oli y lo devolvi a susitio.Y esa ventana abierta?El Decano sola abrirla: la calefaccin del colegio leresultaba muy fuerte. Aqu, en el Colegio, tenemos muy buenacalefaccin.Viva haca mucho el muerto en este Colegio?Desde que lo destinaron a esta Universidad, el cursopasado, cuando se abrieron los estudios. Vena algo as comocastigado.El Comisario torci el morro.Un rojo?No tanto como rojo, pero tampoco muy adicto al rgimen.Un intermedio de esos, ya sabe usted. Un intelectual de losque no emigraron.Ya.Se volvi hacia el Director.Voy a dar una vuelta por los alrededores. Han avisadoa alguien ms?Al juez, por supuesto, y tambin al Rector, como esnatural.Al juez es natural que se le avise. Al Rector... notiene jurisdiccin penal, lo saba usted?Pero es el Rector, y el muerto era un Decano... ElDecano de Filosofa y Letras, nada menos.El Comisario se pona los guantes y se acomod labufanda.Y cmo hicieron Decano a un rojo?Ya le dije que no lo era del todo. Un desafecto. Nadaindicado para Rector, pero un Decano, qu ms da?El Comisario guard la pipa en el bolsillo del abrigo yse lo abroch. Se puso el sombrero.Por dnde se sale?Quiere que le acompae? Esto est en obras, hay zanjasy montones de barro.Gracias. Llevo mi linterna -respondi el Comisario,secamente.Sali, atraves el grupo del vestbulo, dijo algo a losinspectores que guardaban la puerta y se perdi en laoscuridad. Al primer tropezn, encendi la linterna, iluminel suelo, sigui el camino de unas huellas, pas delante dela ventana abierta del Decano, volvi, examin el alfizar yla pared, hasta el suelo. Tom una muestra del barro pegado ala cal y la guard en un papel de fumar que sac de unbolsillo. Al entrar de nuevo en el Colegio, los inspectoresno se haban movido, pero uno de ellos, sealando un cocheapagado, le dijo que el Juez acababa de llegar, y que elautomvil que se acercaba sera seguramente el del Rector. ElComisario le dio las gracias.Ustedes no se muevan de ah. Identifiquen a todo elmundo.S, seor Comisario.El juez se hallaba reunido con el Director del Colegio ylos dems, en mitad del vestbulo.Hablaba el Director, explicaba las costumbres del Decanomuerto.Y a usted le cogi de sorpresa el suicidio?Seor Juez, hay personas de las que no sorprende nada,ni aun esa determinacin fatal. Pero el Decano no tena, quese sepa, motivos para tomarla. Era un hombre alegre, segurode s mismo. Si me dijeran que haba matado a alguien, locreera. Pero suicidarse...Sin embargo, -dijo el Juez-, usted me dijo que se habasuicidado.Es lo que me pareci a primera vista.Terci el Comisario.Buenas noches, seor Juez. No nos hallamos ante un casode suicidio, sino de asesinato.El Director del Colegio qued con la boca abierta y losojos muy grandes.Un asesinato? Aqu, en mi colegio?El Comisario cogi del brazo al Juez y lo empuj.Venga conmigo, seor Juez.Se dirigi a los dems.Que no se mueva nadie de aqu. Quizs el seor Juezquiera hacer alguna pregunta. Yo, por supuesto, les haralgunas.Entraron en la habitacin del Decano. El aire se habaenfriado. Ninguno de los dos se quit el abrigo.Cierro la puerta? -pregunt el Comisario.A esa gente no puede parecerle mal.Lo digo por si viene el Rector.El Rector poca vela tiene en este entierro.En realidad, seor Juez, lo que se dice vela en elentierro... l llevar la ms grande.La puerta cerrada, el Comisario salt por encima delcadver; el Juez se limit a rodearlo por la parte de lacabeza. No puso atencin, pis el cordn, el Comisario grit:Cuidado! Si hay que sacar fotografas, ese cordn,como usted ver...S.El cordn se haba movido unos milmetros. El Comisariose arrim al anaquel de libros, de espaldas a ellos, mientrasel Juez husmeaba aqu y all.Est claro, -dijo despus de un rato-. Se trata de unsuicidio.Tiene usted mucha prctica en estos casos?No. Mi carrera es corta. Hasta ahora, algunos robos,algunas peleas. Y usted?Yo tampoco tengo mucha prctica pero he ledo novelaspolicacas que son el mejor libro de texto y que suplen laexperiencia. Estn escritas por gente enterada, con msmedios que nosotros, y, sobre todo, con ms experiencia encierta clase de crmenes, diramos complicados. Aqu nopasamos del crimen pasional o de la reyerta entre payos ygitanos. Esos libros ilustran. En el frente, como usted sabe,hubo perodos de calma. Yo los aprovech leyendo.Como quien no quiere la cosa se haba desabrochado elabrigo, y mostraba la estrella de alfrez de su solapa. ElJuez no hizo ningn comentario.Por eso me inclino por la versin del asesinato.Tiene usted algn motivo especial? Hay algo en lo queyo no me haya fijado? El cadver no presenta en el cuelloninguna rozadura, de modo que ese cordn es o parece un lujointil. Este hombre ingiri una cantidad de veneno que lecaus la muerte. La autopsia y el anlisis de ese t nosdarn la respuesta. Todo me parece pensado, muy pensado, muypreparado. Fjese, por ejemplo: si el veneno es de los deefecto inmediato, como parece, el muerto deba haber cadohacia atrs, y la taza que sostena, sa de ah encima,debera haber cado y derramado el resto del t. Es muyprobable, adems, que se hubiera roto pues sin duda es deporcelana fina, incluso de marca. Al aparecer en su sitio, yel cadver cado hacia adelante hay que suponer que elsuicida mantuvo el buche de t en la boca sin tragarlo, hastaque dej la taza en su sitio y l se coloc de espaldas a lamesa. As se explica la posicin en la que se le ha hallado.Es lo que se me ocurre.Y la presencia de una persona?, no ha pensado enello?No.Fjese en ese cenicero. Est claro que dos personasdistintas fumaron sendos puros. Uno estaba tranquilo, dueode s mismo. El otro, nervioso. El primero mantuvo la cenizasin separarla del puro hasta el final. El otro la sacudicuatro o cinco veces, exactamente cinco, fjese usted. Y alfinal restreg la colilla para apagarla, en tanto que elprimero se limit a dejarla en el cenicero, con la cenizaadherida, como lo est an. Se me ocurre que la vctimaestaba tranquila y el asesino inquieto. Un asesinoprincipiante, un chapucero.Tambin pudo haber sido al revs.Eso lo comprobaremos luego, en los interrogatorios. Unhombre que es capaz de fumarse un cigarro grande sin que sele caiga la ceniza, no mantiene oculta su habilidad. Pero hayalgo ms que no tiene usted por qu saber, pero que yo sporque tuve tiempo de inspeccionar el exterior. Hay unaspisadas que van y vienen y que terminan al pie de esaventana. Tambin en la pared hay desconchados, como sialguien hubiera trepado por ella y restos de barro de los quehe tomado muestras -sac del bolsillo un papel doblado y selo ense, abierto, al Juez-. La presencia de una segundapersona explica muchas cosas, adems de ese cordn que nolleg a lastimar el cuello, y que fue puesto por alguien tanignorante que no sabe que, en un caso como ste, la ltimapalabra la tiene siempre la autopsia.Ya tiene usted el nombre de esa segunda persona?Por lo pronto hay alguien que fue el ltimo en estarcon el Decano. Un auxiliar suyo, o ayudante, o cosa as.Habr que interrogarlo, aunque, de momento, no lo tenga en milista de sospechosos. De momento. Pero eso no descarta quepudiera existir una tercera persona. Lo que se dice el primersospechoso incgnito. Y quien dice una tercera, dice unacuarta....y una quinta...Por qu no? Estamos en el momento de las hiptesis. Lanueva ocurrencia corrige la anterior y la sustituye.En este caso...En este caso, usted anunci una hiptesis, y yo lecorreg con la ma. Claro que yo jugaba con ventaja: tenams datos que usted.S. Ya me di cuenta.El Comisario se abroch la gabardina: la estrella dealfrez desapareci bajo las anchas solapas.Entonces, si le parece, yo dara esto por terminado.Hay que interrogar a esa gente de ah fuera; usted tendr quedisponer el levantamiento del cadver, y eso de la autopsia.Yo, por mi parte, tengo trabajo para el laboratorio.El Catedrtico de Medicina Legal le echar una mano, silo necesita. Se me ofreci alguna vez.Esa gente de la Universidad son unos chapuceros. Yo mearreglar con mis medios. Mquina fotogrfica... Se fij enque hay muchas huellas? Escayola para esas pisadas, y unrecipiente inocuo para recoger el t. Me falta algo... algoque tena que estar por aqu y que todava no he encontrado,usted vio por ah un papel de botica, doblado o aplastado? Aver... mirar en el cesto de los papeles, aunque me parecebastante ingenuo tirarlo aqu. Ve usted? -mostr al Juez unpapel doblado, con la marca de una farmacia conocida-. Aquest. Lo que le dije antes, un chapucero.Quin? El boticario?Ya se lo dije, el asesino. Un principiante. En su vidahaba ledo una novela policaca, lo ignora todo de lashuellas dactilares y de los restos que fue dejando. Enrealidad, para saber de quin se trata, bastar que en ellaboratorio descubran en este papel restos de cianuro, y queel farmacutico diga a quin se lo vendi. Estas cosas quedanregistradas, aunque el asesino no lo sepa, pero el boticariono puede haberlo olvidado. Se registran, por mandato legal,de modo que no puede parecerle mal a nadie. Para eso seregistran. Usted no lo saba?S, lo saba, naturalmente...Es que como no vi que se preocupase por el veneno...Cianuro de potasa, estoy seguro. Un veneno de principiantes.Si el asesino hubiera ledo algo...Si no fuera un principiante, nos dara ms quebraderosde cabeza.Tambin tiene usted razn.El Comisario se acerc a la puerta e hizo girar elpicaporte.Pero se detuvo, volvi sobre sus pasos, y de la papelerasac un trozo de peridico arrugado, lo abri, lo examin.Ve usted? La segunda persona, o la tercera, en todocaso el que entr por la ventana, se limpi el barro de lospies con este peridico. Algo del barro habr quedado ahdebajo de la ventana. Lo mandar recoger...Guard el trozo de peridico.Salimos?Usted, s, si quiere. Cierre la puerta. Yo quedar aquun rato, viendo esto. Atienda al Rector, si vino ya o cuandovenga. Y cuidado con la cuerda...El Comisario haba salido y cerr la puerta. El Juezrealiz una nueva inspeccin, demorada.Movi la cabeza dos o tres veces. Por ltimo, salitambin.El Rector, apartado, hablaba con el Director de lascosas del Colegio. El Comisario haba hecho instalar unamesa, se haba sentado detrs de ella, e interrogaba alportero.Falt usted mucho rato de su puesto?Lo que se tarda en ir al retrete.No vio usted salir a nadie?A Don Enrique, un rato despus. Llevaba puesto elabrigo y el sombrero, y debajo del brazo, una caja grande,chata, bien envuelta, y unos papeles. Los papeles, los ibadoblando, como para guardarlos en el bolsillo. Poco despusse oy el ruido de un coche.El de don Enrique?No lo s bien, pero puede que s. No me fij demasiado.El Comisario qued un momento callado.Puedo retirarme?Espere que yo se lo mande.S, seor.El Comisario pareca meditar, o examinar la prximapregunta. El Juez se le acerc.Algo nuevo?Cosas de trmite, nada ms. Hasta ahora, cualquierapuede ser el asesino, incluso este portero. Qu hizo usteddesde que sali don Enrique hasta que se descubri elcadver?El portero se haba aturullado: daba vueltas a los dedosde la mano izquierda con la derecha.Yo, seor Comisario...El Comisario se ech atrs en la silla riendo. Elportero cogi al vuelo el sombrero que caa.Se le caa el sombrero...Gracias. Pngalo ah. Y no pase cuidado, hombre, que,de momento, est usted fuera de toda sospecha. Puede volver asu rincn.Gracias, seor Comisario.El polica se volvi hacia el Juez:Carente de motivos. Todo asesinato tiene un motivo, yhay que buscarlo.En alguna parte he ledo que el crimen perfecto carecede motivos. Y todo crimen acaba descubrindose, aunque muchasveces los autores, o el autor, no lleguen a dominiopblico... por cualesquiera razones.El polica se aproxim al Juez, confidencial.Sabe usted, o sospecha, que podemos hallarnos ante uncaso de crimen poltico?Ni lo saba, ni lo sospecho.El Decano era un rojo conocido. No podemos descartarese detalle. Una cosa sera si le mat uno de los suyos, otrasi le mat uno de los nuestros.Los nuestros? Quines son los nuestros? Para m nohay ms que delincuentes o inocentes. El matiz poltico nohace al caso.Se acercaban el Rector y el Director del Colegio. ElJuez se levant; el Comisario lo hizo tambin, unos segundosdespus. El Director del Colegio los presentaba. El Rectorpareca muy impresionado. El muerto, famoso profesor enEspaa y en el Extranjero, era una de las glorias de laUniversidad que l tena el honor inmerecido de presidir...Aunque el auxiliar del difunto, y su presunto sucesor, donEnrique Flrez, no le fuese a la zaga, pero es todava unapromesa.El Comisario se haba entretenido en cargar la pipa, enencenderla. Ech al aire una buena bocanada.No sabe usted, seor Rector, que ese presunto sucesordel asesinado, es tambin nuestro nico presunto asesino...al menos de momento!El Rector le mir de soslayo, con fingida consternacin.El profesor Flrez! Se refiere usted al profesorFlrez!Le conoce usted?Personalmente, no. Alguna vez le he visto y le he odo,de lejos, en un Claustro. Don Enrique Flrez segn lo que sde l es incapaz de matar un mosquito... si hay por medio unmosquitero o un insecticida. Todas las muertes de que seracapaz don Enrique Flrez son muertes dialcticas.Pues sta habr sido una de ellas.Segn me ha dicho el Di... el seor Director, pareceque hay venenos por medio, y un cordn al cuello del Decano.Lo del cordn no est claro todava. Lo del veneno esms verosmil. Cianuro potsico.De mi farmacia no sali, eso puedo asegurrselo, -dijoel Rector bastante apurado. Y se retir unos pasos atrs,disculpndose con que no quera estorbar los trmites de laJusticia. El Comisario se sent de nuevo, y se puso elsombrero. La pipa continuaba entre sus dientes, y de vez encuando dejaba salir de la boca un humillo perfumado.El seor Juez quiere asistir a mis interrogatorios ose desentiende?Por respuesta, el Juez recab una silla y se sent alcostado de la mesa. El Comisario interrog a dos camareros.En el entretanto, vinieron gentes del laboratorio yfotgrafos, a los que dio instrucciones. El Juez se levantcon el pretexto de inspeccionar el trabajo de lossubalternos. Hizo alguna indicacin acerca de las fotografasque haba que tomar, y desde dnde. Corrigi la prisa del queguardaba en un frasco los restos de t y envolva la taza yel plato.Cuando volvi al vestbulo, el Comisario interrogaba ados estudiantes, alumnos, al parecer, del Decano. Uno sehaba puesto un abrigo por encima del pijama; el otro, degafas muy destacadas, un albornoz rojo fuerte. A ninguno delos dos estudiantes pareca verosmil que el Decano sehubiera suicidado, pero tampoco hallaban muy explicable elasesinato. Como no haya sido por sus ideas polticas...,dijo uno de ellos.Qu quiere usted decir con eso de las ideas polticas?-pregunt, muy a tiro, el Comisario.Lo nico que quiero decir es que el seor Decano noestaba muy de acuerdo con el rgimen. Era monrquico.Y, usted, cmo lo sabe? Lo deca en clase?Esas cosas se notan, aunque no se mencionen.El Comisario hizo un jeribeque en el aire con la pipa yvolvi a dejarla en los labios.Por ausencia o por presencia, no?Usted lo sabr.El Comisario pareci que iba a replicar, pero retir elgesto, se levant de la mesa.Puede retirarse.El Juez medio se levant en el asiento.Yo quisiera hablar con usted -dijo al de los dos quems haba hablado, al del albornoz rojo-. Le importa que lerobe un rato a su sueo?Para lo que voy a dormir...!El Juez le cogi del brazo y lo llev aparte. Lepregunt si a aquellas horas se poda tomar algo.El estudiante dijo que quiz, que toda vez que aquellaseran horas extraordinarias, en una situacin extraordinaria,que s... Se apart del Juez, habl al odo a uno de loscamareros, que dormitaba de pie, el camarero se acerc alJuez y ste pidi dos whiskies.A estas horas es lo menos daino.Pero en el bar no haba whisky, y el camarero sugirique poda servirse del del Director, que total... Elestudiante consult al Juez con una mirada; el Juez lerespondi con un gesto de indiferencia. El estudiante lointerpret como seal de asentimiento, y dijo que s alcamarero. El Director puso su whisky a disposicin de lospresentes, e invit por su cuenta al Rector y al Comisario,pero el Rector no beba, segua hablando de las cosas delColegio.Se oy fuera el ruido de un coche, era una ambulancia.El Juez dirigi las operaciones de levantamiento del cadver,y cuando se lo hubieron llevado, anunci en voz alta que cadacual era libre de ir a dnde fuese. Uno, a uno, fuerondesfilando: el Rector, el Director, los camareros, elComisario y sus inspectores guardianes... Quedaba slo elportero. El Juez orden que se retirase despus de habercerrado, pero el portero era a la vez vigilante nocturno, yaqul era su puesto. Finalmente qued l en su puesto, y, enun rincn, con los vasos de whisky intactos, el Juez y elestudiante del albornoz rojo vivo.Usted era alumno del Decano? Perdone que le llame as,pero no me acostumbro a llamarle el muerto o el difunto.Se llamaba don...S. Creo haberlo odo. Usted, era su alumno?S, este curso por segunda vez. Era un profesorextraordinario. Una de esas personas que atraen y le tienen auno sujeto al banco slo por la fuerza de su palabra. Sabamucho, pero, cmo lo deca... No crea exagerar. Aunque dijeratonteras, daba gusto orle. Llegaba siempre sin abrigo y sinsombrero, seguramente los dejaba en el decanato. Llegaba,digo, se sentaba en una esquina de la mesa, y sentarse es undecir, se apoyaba, se diriga a nosotros, nunca a unodeterminado. Sola encender un pitillo, si no vena fumando.Este curso lo dedicaba a la literatura histrica, novelas ydramas, quiero decir. Habl primero de Shakespeare, despus,de Lope de Vega y de Schiller. Finalmente empez con lasnovelas, las ms conocidas, las que ley todo el mundo:Bulwer Lytton, Merejowsky, Victor Hugo... Una novela deMerejowsky la compar con Ibsen: se vea su simpata porJuliano el Apstata. Y en esto estaba.Y a don Enrique, lo ha escuchado usted?Tambin. Es otra cosa. Si lo comparamos con donFederico, ste saba ms que l, pero don Enrique es msprofundo, ms serio. Don Enrique llegaba a clase comopidiendo perdn, sacaba media docena de fichas, las lea ylas comentaba. La diferencia mayor era cuando uno y otroponan diapositivas. El Decano hablaba a oscuras; don Enriquepermaneca callado, despus de habernos ilustrado sobre losdetalles en que debamos fijarnos. Luego, al hacerse la luz,los comentaba. Siempre como si le diera vergenza. Sola, aveces, preguntar si el Decano haba tratado el mismo tema,aunque fuera de refiln, y si advertamos algn desacuerdo...No recuerdo que lo hubiera ms que una vez: se apresur arectificar su propio pensamiento, pidiendo perdn por eldesliz... Hubo muchos testigos de esto, yo soy uno de ellos,y le aseguro que lo que deca don Enrique de su cosecha, erams profundo, aunque menos brillante...Si se demostrara que don Enrique mat al Decano, ustedlo creera?No, aunque...Aunque, qu...?El estudiante pareci meditar la respuesta. Ech alcoleto un buen trago de whisky, carraspe.Mire, seor Juez: ese mundo de los sabios no es como elnuestro. Se rigen por otras leyes y por otros valores. Poreso, a nadie sorprende que tanto el uno como el otro nofuesen del rgimen. Aunque ms alejado don Enrique que elDecano. Esto no quiere decir que yo crea que lo mat porrazones polticas, no. A nadie le cabr en la cabeza que donEnrique haya matado a alguien, un tipo pusilnime... Sinembargo, hay otra clase de razones. Para nosotros no losern, para ellos, s. Imagine usted que don Enrique tenahecha una idea del Decano, no tanto de lo que era como de loque deba ser, y que un da descubre que el Decano va porotro camino, que l, don Enrique, no encuentra apropiado, olo encuentra peligroso para la figura intelectual de sumaestro..., pongamos por caso, y eso pudiera deducirloperfectamente alguien que le hubiera escuchado durante estecurso, imagine que proyecta abandonar la Filosofa de laHistoria por la novela histrica. No es que el Decano lo hayaanunciado, es un decir. Entonces, su discpulo favorito, suhijo intelectual, al ver que la figura ideal se tuerce, va ylo mata, para que al menos conserve la figura que tuvo hastaahora mismo. Pero tambin pudiera suceder lo contrario,aunque ste no sea el caso, porque el muerto es el Decano ydon Enrique... Se lo digo para que vea cuntas hiptesis sonposibles, aunque yo no crea en ninguna.Ni siquiera en sa que acaba de exponer?Ya le dije que yo no creo que don Enrique haya matado adon Federico.Entonces, cmo se explica...?La muerte del Decano no tiene explicacin a no ser quese trate de un suicidio.Es lo que a m se me ocurri, pero hay tantos detallesen contra... Usted tiene alguna razn especial para creer enel suicidio?Yo, no; pero no existe nadie que alguna vez no hayatenido una razn para suicidarse.Usted, por ejemplo?Yo igual que cualquiera. Se tienen motivos aunque seignoren. No los tiene, por desconocimiento, quien no se miraal interior.Qu edad tiene usted?Veintiocho aos, y, detrs de m, una guerra que hicevalerosamente y en la que no crea.El Juez se levant. Sin decir nada, se puso el abrigo yel sombrero. Tendi la mano al estudiante.Muchas gracias. Es posible que alguna vez le llame paraseguir charlando.Como usted quiera. Ya sabe dnde encontrarme.Se puso tambin de pie. Al alejarse el Juez, encendi uncigarrillo y empez a subir las escaleras. Haba dejado elwhisky sin terminar, volvi sobre sus pasos, apur el vaso yrepiti el ascenso.El Juez busc su coche y se march.4Haca una maana oscura y fra.Haban encendido la luz del zagun y las de lasesquinas; por los ventanales del claustro se vea caer lalluvia sobre los macizos: mansa, pero a veces agitada por unarfaga breve. Los estudiantes rodeaban a otro, mayor queellos, que explicaba la aparicin del Decano, muerto, en suhabitacin del Colegio Mayor. Daba detalles, y a la preguntainevitable de Quin fue?, salida de todos los labios,responda encogindose de hombros o con un No se sabeapenas mascullado. Relataba las pesquisas de la polica, losinterrogatorios del Comisario-jefe, que aquella maana sehaba personado en el Colegio y haba preguntado a todos:estudiantes y camareros, pero tambin a las chicas delservicio y al mismo Director. Apareci Lisardo saliendo de sucuchitril y le preguntaron si vendra don Enrique, ese almenos. Lisardo se encogi de hombros, pero a uno que hablabay aseguraba a los recin llegados que el Decano haba sidoasesinado, le dijo, pasando y sin esperar respuesta: Estoytan seguro de que no lo mat nadie como de que no lo matyo; y se perdi en las tinieblas finales del claustro, haciaDerecho. Nadie dio a sus palabras otro valor que el de unamera opinin. Cuando lleg don Enrique, le rodearon losestudiantes, le acosaron a preguntas. Por fin pudo decir:Saben que soy el nico sospechoso? La polica acaba deestar en mi casa, me han tomado las huellas dactilares y qus yo cuntas cosas ms... Efectivamente, yo soy la ltimapersona que vio al Decano vivo, pero eso no quiere decir quelo haya matado. Por qu, para qu? Ustedes conocen mirespeto por l, todo lo que le debo... Estoy tan desoladocomo ustedes, ms que ustedes, y ustedes lo comprendern...En la cara de don Enrique estaban escritos la sorpresa y elmiedo.Entr en su aula, meti la cabeza entre las manos, losalumnos se fueron acomodando en silencio.Comprendern ustedes que no sepa de qu hablarles... Ala misma hora, los Decanos entraban juntos en el Rectorado:el de Medicina, el de Farmacia, el de Derecho, el deCiencias.El Rector les esperaba, con cara de circunstancias.Estoy desolado. Un escndalo como ste, en laUniversidad, donde jams pas nada semejante!Los decanos se acomodaban en los sillones tapizados deterciopelo rojo. Uno sac tabaco y ofreci.Y no por falta de ganas, puedes creerme. Yo mismo medeshara de buena gana de algn colega...Bueno, hombre! A todo el mundo le estorba alguien!Pero de eso a matar... Hay muchas maneras de deshacerse de unenemigo.Maneras administrativas. Pero alguno estorba aqu y enPekn. Yo, a ms de uno, le deseo la muerte.A ver si has sido t el que mat a don Federico!Ni lo conoca. Por lo que me dijeron de l, no erahombre simptico. Siempre esquiv que me lo presentaran. Lohe visto y lo he odo cuando todos vosotros: en losclaustros. Y no puede decirse que fuera muy elocuente.Tena fama de serlo.En sus clases. A nosotros nos despreciaba...El Rector alz una mano, una mano crispada.Por favor... No os he llamado para esto. Tenis quedaros cuenta... Mi situacin. Yo tengo que presidir elentierro...Lo hars muy bien, con tu acostumbrado empaque. Y sialguno de stos quiere acompaarte... Yo, no, por supuesto.Acabo de coger una gripe...El Decano de Medicina simul un estornudo.Veis? Una gripe oportuna.No se trata de eso. Es que, si no se arregla locontrario, el entierro ser civil. Hay sospechas de quenuestra colega se haya suicidado. Y eso siempre es unengorro. Hay que hablar con el arzobispo, que, a lo mejor, noda el permiso para que lo entierren en sagrado... Unverdadero engorro. A no ser que...Qu? -preguntaron a un tiempo los cuatro Decanos.Que ciertas sospechas se confirmen... Un auxiliar andapor el medio. Recordis? Aquel larguirucho, enlutado, que sesentaba siempre al lado de don Federico... Su propioauxiliar. Y menudo jaleo el que arm para traerlo! Dicen del que es ms que una promesa. Claro que si mat a donFederico... Veinte aos no hay quin se los quite.Por lo menos, veinte, si al Tribunal no le duele elestmago aquel da. El mximo seran treinta, descartada lapena capital, que, yo no s por qu, se pide cada vez menosen delitos de esta clase.Vamos a suponer que no aparecen implicacionespolticas.En este momento son el telfono. El Rector corri a l.Psemelo en seguida -le oyeron decir; y se volvi a losDecanos-. Es el Comisario de Polica. Qued en llamarme. -Tapaba el micrfono con la mano: lo llev a la oreja-. S,diga... Yo soy. Cmo est, seor Comisario?... Yo, esperandosus noticias... S, s... No sabe usted el peso que me quitade encima! S, hgalo cuanto antes... No, a nosotros no nosimporta: es un auxiliar temporal, casi no forma parte de lafamilia universitaria... S, gracias.Colg el aparato y se volvi a los Decanos.Todo resuelto. La Polica presentar ahora mismo en elJuzgado acusacin formal de asesinato contra el auxiliarse...5El padre Fulgencio termin aquella misa que haba dichode prisa, con cierto cargo de conciencia como si se hubierasaltado rbricas y hubiera consagrado sin conviccin.Despach a dos o tres beatas que le esperaban paraconfesarse, las despach con un Esperen o vyanse. Alsalir, tom del perchero un paraguas, que no era el suyohabitual, que quizs le resultase un poco grande, pero ledaba lo mismo. En la calle orvallaba, un orvallo fro que leestremeci hasta los huesos, un momento. En realidad, no erade los das ms fros, sino un poco fresco. Ech a andar, elparaguas abierto, que no le cubra de la lluvia la punta delos dedos. A la derecha le quedaba la facultad de Medicina,con grupos de estudiantes a la puerta, entrantes o salientesde alguna clase temprana.Al llegar a la plaza, una bocanada de aire le arremolinlas faldas del hbito: se arm un pequeo lo, alarreglrselas, porque una de las manos tena que sostener elparaguas abierto. Por fin pudo escapar a la ventolera y subirbajo el arco, donde no llova pero era tan corto de trayectoque no consider imprescindible cerrar el paraguas.Unas calles ms arriba, entr en el Juzgado y pidi veral Juez.Le mandaron esperar y, despus de un rato, un alguacille vino con el recado de que el Juez tena muchas ocupacionesurgentes, y que le rogaba volver al da siguiente.Dgale que tengo algo importante que decirle acerca dela muerte del seor Decano. El alguacil sali con el recadoy volvi pasado un momento con la respuesta. Que espere unoscinco minutos. Fueron pocos. Al cabo de tres o cuatro, elmismo Juez sali a recibirle, le salud y le mand entrar. Eldespacho del Juez era de una tremenda vulgaridad: una mesacomo todas, unas estanteras de pino sin pintar cargadas delegajos, tres o cuatro sillas, jirones de humedad en la paredencalada. El Juez le seal el lugar ms cmodo y le pidique se sentase. Lo que viene usted a decirme, es unadeclaracin o una confidencia? Es una confidencia que puedoconvertir en declaracin, si usted as lo ordena. Empiece.El Juez se sent al otro lado de la mesa y encendi unpitillo, despus de haber ofrecido al fraile y que ste loaceptase...No s cmo empezar, pero hay que empezar de algunamanera. El Decano y yo ramos amigos. No me pregunte ustedpor qu. Nos separaban muchas cosas, pero la simpata, ustedlo sabe, es inexplicable. A m me era simptico, y supongoque yo le era simptico a l. Lo conoc a principios delcurso pasado, y hemos tenido muchas y muy largasconversaciones. l sin salirse de su atesmo yo encastilladoen mi fe. Ni l pretenda convencerme ni yo a l, pero nosescuchbamos. Hablbamos casi siempre de Historia, de lamanera de entenderla. Slo a finales de junio, cuando se ibade vacaciones, me dijo un da: Sabe usted que alguienquiere matarme? No s lo que entonces le contest y novolvi a mencionar el caso. Pero la primera vez que nosvimos, durante este curso, volvi a referirse al peligro enque se encontraba y al riesgo que corra, siempre sin datosconcretos, siempre puras conjeturas y suposiciones. A m nome sorprenda que aquella mente, ms potica e imaginativaque cientfica, hubiera imaginado una historia en la que lmismo creyera. Pero ayer me dej preocupado. Dijo que lemataran esa noche y que vena a despedirse. Tambin meentreg unos papeles, un captulo de una obra que estabaescribiendo y del que, no s por qu, me hizo depositario.Aqu lo traigo.Hizo una pausa, dej encima de la mesa del Juez un buenmontn de folios. El Juez aprovech la pausa parapreguntarle:Y, en tantas ocasiones de conversacin, nunca le dioel nombre del presunto asesino?Si no me lo hubiera dicho, mi testimonio no servira denada. Quizs tampoco sirva as, pero yo cumplo con miconciencia al venir a hablar con usted. La persona de quienel Decano esperaba la muerte era su auxiliar, el profesor...El Juez murmur un apellido.No. l no le llamaba as. l le llamaba don...Enrique?S, eso. Don Enrique, nunca por el apellido, nunca sinel don. Como si le tuviera respeto, o como si la amistadentre ambos no hubiera llegado an a ese momento en que seolvidan los protocolos.Sin embargo, se conocan hace mucho tiempo.Eso, no lo s.Yo lo he averiguado. Don Enrique fue su discpulo en laUniversidad de Barcelona. El decano le dirigi la tesisdoctoral, y sac a oposicin la plaza de auxiliar para quedon Enrique la ocupase. Fue una oposicin reida. La Facultadtena otros candidatos. Don Enrique se impuso por su saber:al final, todo el mundo lo admiti. Y vino a vivir aqu, consu mujer, para seguir preparando su oposicin a ctedrassupervisado por el Decano, que vea en l su continuador.El fraile hizo ademn de interrumpirle, pero esper aque el Juez terminase. Entonces, pregunt:Ha dicho usted con su mujer? Sabe que el Decano, ayertarde, me confes que estaba enamorado de ella? Puede ser unmotivo.El Juez apunt algo en un papel.Enamorado de ella?As me lo dijo, sin que yo se lo preguntase. Me lo dijosin venir a cuento, desde mi punto de vista; pero se conoceque no era lo mismo desde el punto de vista de l. Me dijoque me cuidase de ella si a su marido le metan en la crcel,y aadi que estaba enamorado de ella, aunque ella loignorase.Usted la conoce?No, y usted?Tampoco. Pero, tendr que conocerla. Ella no puedetestificar contra su marido, pero s a su favor. Y, encualquier caso, una entrevista con ella puede serinteresante.El Juez permaneci callado, como meditando, unosinstantes.En todo caso, eso que acaba usted de revelarme cambiabastante el aspecto de las cosas. Un motivo, como usted dijo.Aparece un motivo. Pero an as...Levant la cabeza y mir al fraile fijamente.Le dije que en ningn momento cre en la culpabilidadde don Enrique? Puedo aadirle que, a pesar de todo, sigo sincreerlo... No s. Cuadra tan bien con todos los detalles, sontantas las razones que se acumulan contra don Enrique, que meparecen excesivas.Entonces, usted qu cree?No tengo razones, sino algo tan deleznable como unaintuicin. Pero, a pesar de las pruebas, estoy convencido deque se trata de un suicidio. Y, despus de lo que usted me hadicho, ms.El fraile se haba santiguado, y haba dicho por lobajo: Jess Mara...Uno de los argumentos ms penetrantes del Comisario dePolica es el de que haba dos cigarros en el cenicero. Eluno, con la ceniza intacta; el otro, con la ceniza sacudidaen varias ocasiones. El Comisario de Polica atribuye elsegundo al asesino, cuyo nerviosismo le llevaba a sacudir laceniza constantemente, en tanto que el otro, el muerto,tranquilo e ignorante del peligro, mantuvo los nervioscalmados hasta el final. Pero, segn su declaracin, elDecano esperaba ser asesinado anoche, y precisamente por donEnrique. Es verosmil esa tranquilidad en un hombre quesabe, o al menos teme, ser asesinado?Invierta usted las conjeturas. El que mantuvo losnervios fue el asesino.Ya las invierto, y no descarto su idea. Sin embargo...No le convence?No, y no sabra decirle por qu.El fraile se levant.En ese caso, todo lo que yo pudiera contarle, sobra.Pero no se vaya an.Puedo servirle en algo, o de algo?Usted conoca al Decano; yo, no. Y son muchas laslagunas que sus confidencias pueden cubrir. Mi cabeza slocontiene unas cuantas ideas prendidas con alfileres. Loshechos las contradicen. Espero muy pronto el informe de lapolica con datos objetivos, y aunque ya pueda adivinarlos,su presencia en un papel oficial me obligar... No sabe ustedla fuerza que tienen unas palabras en un papel oficial, conun sello oficial y la firma de alguien preparado y conautoridad. Por eso necesito sus declaraciones.De poco pueden servirle. Yo nunca cre al Decano hombrecapaz de suicidarse. Es ms: si se demostrara que es unsuicida, me costara trabajo creerlo. Sus grandes proyectosintelectuales no eran los del hombre que sabe cundo va amorir. Ms bien los de quien espera, o desea, larga vida.Claro que su pasividad ante la idea del asesinato... Pero noera algo seguro, inevitable, sino una especie de fantasa......que como usted sabe, ms bien se trataba de unaadivinacin.Por eso tom tantas precauciones. l tema que lerobaran sus ideas. Me fue dando las pginas de su libro porsi se lo robaban. Envi a lugar seguro no s qu papeles,pero imagino que sern notas, esquemas, esbozos... Lo que sepuede saber de antemano de una obra en marcha que uno temeque le roben... Yo doy mucha importancia a esos papeles queenvi a la Academia de la Historia.Unos papeles que no se podrn leer hasta que pasenveinte aos. Qu habr sido de nosotros para entonces? Yoespero vivir veinte aos. Y usted, que es ms joven que yo...Cree usted que dentro de veinte aos tendremos elmismo inters que ahora? No le parece a usted mucho tiempo?Veinte aos, ms o menos, ser la condena que caigasobre don Enrique por un crimen no demasiado claro. De otromodo, si l confiesa podrn ser ms.Imagine usted que don Enrique es inocente.Me cuesta trabajo imaginarlo.Haga un esfuerzo. Veinte aos de prisin le habrndestrozado, habrn hecho de l un pingajo humano. Saldr dela crcel con deseos de venganza... contra quin? Contralos jueces que le hayan condenado? No contra m, porsupuesto, que no ser ms que el instructor del sumario, sinocontra... Los jueces que le juzgarn ya habrn muerto, oestarn jubilados... En fin, que el porvenir de don Enrique,inocente o culpable, no es envidiable.Es ese sentimiento lo que le lleva a creerlo inocente?No. La salida de don Enrique de la crcel se me acabade ocurrir ahora.Y modifica en algo su actitud?El fraile meti las manos en las bocamangas y baj lacabeza.Odia el delito y compadece al delincuente.El Juez se levant con energa.Pero antes hay que dejar bien claro que el delincuentelo es.Entr un hombrecillo con manguitos y visera de carey. Nofue a los anaqueles, sino directamente al Juez. Le tendi unsobre grande, que el juez recogi.Esto acaban de traer de la Comisara.Gracias.No me d las gracias, seor Juez. Cumplo, se lo hedicho muchas veces.El hombrecillo sali, renqueando. El Juez pidi permisopara abrir el sobre, sac un montn de folios, les fueechando un vistazo. Luego, se los tendi al fraile.Si le faltan a usted argumentos slidos, ah los tiene.El fraile los rechaz con un movimiento de la mano.Yo no voy a juzgar. Yo no necesito esa clase deargumentos. Y aprovecho para dejarle a usted con ellos.Se levant para marcharse.Cogi el paraguas. El juez se haba levantado tambin yle tenda la mano.Vuelva usted por aqu, padre. A su manera, tambinusted est metido en esto.Tendr que declarar?No lo creo. Espero que el sumario pueda pasarse sin sudeclaracin, que, por otra parte, no aade nada a lo que sedice en estos pliegos. Pero, si usted lo desea...Tendr que consultarlo con mi conciencia. No crea quesu conviccin no me ha afectado.Tanto, por lo menos, como a m la de usted.Se dieron la mano. El Fraile sali. El Juez, vuelto a suasiento, recab el informe de la polica y se enfrasc en sulectura.Haba pasado cosa de media hora. El vejete de losmanguitos entr despus de haber llamado, pero antes de queel Juez le diera permiso.Est aqu el profesor se, don Enrique.Hgalo pasar.Sali el vejete. Apenas tard un minuto en aparecer donEnrique en la puerta, el sombrero en las manos, la caraasustada.Pase. Pase y sintese.Don Enrique entr, pero qued de pie al lado de lasilla.Sintese.No s si debo...Sintese, se lo ruego.Don Enrique, con el abrigo puesto, se sent. Pusocuidadosamente el sombrero encima de las rodillas y mir alJuez.He recibido el papel citndome para esta hora. Hevenido puntual.Sabe para qu lo he llamado?Me lo supongo. Soy la ltima persona que vio vivo alDecano, al menos eso creo, y...Sabe tambin que sobre usted caen las sospechas?Lo tema. Esta maana, muy temprano, estuvo en mi casala polica. Me tomaron las huellas dactilares, sacaron unamuestra del barro de mis zapatos, y los compararon con unosmoldes de pisadas que traan. Naturalmente coincidieron. Yosal al campo, pas por delante de la ventana del Decano,trep por ella...Es cierto que, hace un par de meses, compr usted enuna farmacia muy conocida una cantidad de veneno? Cianuro,concretamente.S. El Decano se quejaba de las visitas nocturnas deuna rata enorme, que le produca miedo y asco. Me pidi quele comprara algo para matarla.Por qu compr cianuro, y no otro veneno menosmelodramtico? Estricnina, por ejemplo. Parece ms adecuadapara matar a una rata.No entiendo de venenos, y el cianuro me sonaba.Saba usted que los farmacuticos estn obligados allevar un registro de todos los venenos que expenden, y aquin?No lo saba, pero lo encuentro razonable.No le extraa, pues, que su nombre figure en eseregistro?Lo encuentro explicable; ms an, natural.Y que constituya una prueba contra usted? El Decano,segn la autopsia, muri por ingestin de cianuro.Don Enrique baj la cabeza.No s qu responder. Yo no mat al Decano.El cual, segn todos los indicios, muri asesinado.Envenenado, exactamente.Insisto en que, a pesar de esos indicios, yo no lomat.Cree usted que un ahorcamiento posterior puede borrarlas causas verdaderas de una muerte?A lo que se me alcanza, una autopsia bien hecha revelacon exactitud las verdaderas causas de una muerte.Cree usted en la precisin de una autopsia verificadaen la Facultad de Medicina en presencia del forense?No tengo motivos para dudar de su veracidad.El juez se desabroch la zamarra y se abanic con unpapel cogido de la mesa.Hace calor, verdad?Al lugar en que yo estoy no llegan los efectos de laestufa. Yo tengo fro.Usted conoca bien al Decano?Nunca se puede decir que se conoce a una persona. Pero,dentro de lo relativo, crea conocerle bastante bien.Se le pas por la cabeza que se haya suicidado?No, en absoluto. No le cre jams un hombre de esos...Por otra parte, careca de motivos. Tena cuarenta aos y conuna buena reputacin en el extranjero. Se le citaba, se leinvitaba a los congresos...Luego, usted cree que fue asesinado?S, por alguien que no se me ocurre quin pueda ser,pero lo bastante listo como para que todo haga creer que elautor fui yo.No ha terminado usted de relatarme sus relaciones conel Decano.Qu quiere que le diga? Le debo todo lo que soy y loque podr ser y hacer. Fue mi maestro y mi amigo.Coincidan ustedes en poltica?l era monrquico.Usted, no?Yo soy diez o doce aos ms joven que l.Debo interpretar esa respuesta como que usted es msafn a los de ahora?Interprtela como que mis ideas polticas diferan delas suyas.Se siente capaz de matar a un enemigo poltico?No.Y a un maestro al que admira y que presenta sntomasde, digamos, traicionarse a s mismo?Cada cual tiene su destino y, a veces, lo que pareceuna traicin es una forma de fidelidad.No me ha respondido usted.Le he dado a entender que respeto la voluntad decualquier hombre por cuanto necesito que respeten la ma.Tena usted una imagen de su maestro que pudiramosllamar ideal?La imagen que tena de l est hecha de realidades, node esperanzas ni de conjeturas.Qu piensa usted que suceder ahora con esa imagen?Por lo que a m respecta, ser mi meta, y en todomomento confesar lo que le debo.Aunque se demostrase que esas pistas que conducen austed como asesino, fueron preparadas por l, y que enrealidad se suicid?Don Enrique se levant y qued rgido. El sombrero lecay de las manos, pero no se agach para recogerlo.Eso no suceder nunca; pero, aunque sucediera, mi deudacon el profesor difunto la he proclamado y seguirproclamndola.El Juez se levant tambin.Hay una acusacin contra usted, y tengo que detenerlo.Ahora llamar al Secretario, que le tomar la declaracinformal. Limtese a responder a lo que le pregunten. Disponeusted de cuatro das para demostrar su inocencia y verselibre de nosotros. Si en ese tiempo no lo hace, el sumarioir a la audiencia, y a usted lo cambiarn de crcel. Puedeusted buscar un abogado que le ayude. Sea con l sincero,pues, de lo contrario, poco podr hacer...6El alguacil de la capa parda y la gorra de plato entrsin llamar en el despacho del Juez.Est ah esa seora.Acompela y qutese la gorra mientras est elladelante.Es que, seor Juez, hace tanto fro...Sali y volvi al cabo de un momento, con la gorraquitada. Se hizo a un lado mientras dejaba pasar a la seora:fea, de ojos azul intenso, muy hermosos; vestida con unabrigo negro. Se qued en la puerta y dijo:Buenos das.El Juez se levant y la mand pasar. Le indicaba lasilla al otro lado de su mesa. Ella adelant unos pasos, perono se sent.Puedo quitarme el abrigo?Seal la estufa.Si usted me da un poco de calor...El Juez, sin responderle, empuj con un pie la estufa,hasta enfocar de pleno la segunda silla.As?Puede que est bien -se sent-. S, est bien, gracias.Me ha mandado usted llamar. Soy la mujer de...S, ya la supongo. Le agradezco que haya venido. Porser usted la esposa legtima del encausado, no tiene ustedobligacin de testificar, y menos en contra. Esto va a seruna conversacin, no una declaracin. Claro que puede ustednegarse...Estoy dispuesta. Me llamo Francisca y soy la esposalegtima de, como usted dice, el encausado. Puede preguntarmelo que quiera.El Juez, desde su asiento, la mir largamente. Alquitarse el abrigo, haba aparecido vestida de un trajesastre, gris, con una blusa camisera y una cinta deterciopelo o de seda mate en lugar de corbata. No eraagradable, y sus ojos vivos, oscuros, miraban con unainsistencia molesta.La primera pregunta que quiero hacerle no se la haradelante de su marido. El Decano, antes de morir, confes aalguien que estaba enamorado de usted.Francisca ri con risa sorda, poco grata.Eso es mentira.Cmo lo sabe?Cree usted que yo soy de esas mujeres de quienes vanenamorndose los hombres? Mreme bien. Adems, una mujer, aunfea como yo, sabe perfectamente cundo un hombre la ama. Noera el caso del Decano. Al Decano, un hombre guapo y bienplantado, le gustaban las jovencitas lindas y, cuanto mstontas, mejor. Yo, ni soy linda, ni soy tonta.El Decano le dej a alguien la encomienda de que si asu marido le metan en la crcel, pudiese usted ganar algndinero.Francisca volvi a rer, esta vez con risa apenasperceptible.Soy rica, aunque no demasiado, pero lo suficiente comopara sostener con mi dinero un hogar modesto y un coche conescaso gasto. El sueldo de mi marido, cuya cuanta usted debeconocer, apenas si nos llegaba para pagar mensualmente loslibros. Aunque pase lo peor, nunca recurrir a nadie paraseguir subsistiendo.A qu llama usted lo peor?A que mi marido sea castigado por un homicidio que nocometi.El Juez le pas por encima de la mesa un cuaderno defolios:Eche un vistazo a eso.Francisca ley, primero por encima, luego con atencin.Devolvi los folios al juez.Asesinato, -dijo-. Est claro: la acusacin es deasesinato.Podra usted decirme algo de todo esto?S, pero slo referente al veneno. Hace bastantetiempo, un par de meses o as. Mi marido me dijo que elDecano le haba encargado hacerse con una sustancia quepudiera acabar con cierta rata... Yo le dije a mi marido queno se metiera en eso, pero, como se ve, no me hizo caso. Eranatural: el Decano tena sobre l ms autoridad que yo. Ahoralo del veneno se vuelve contra l.La declaracin de su marido coincide con lo que ustedme dice, pero no se refiere para nada a usted.Es lgico. Y yo no le guardo rencor por no habermehecho caso. Ha sucedido muchas veces, cuando al lado opuestose hallaba el Decano.Por qu dice usted en el lado opuesto?Es un modo de hablar, pero no caprichoso. El mundo,para mi marido, tena dos partes. La una, la ocupaba elDecano por entero; en la otra estaba yo, y, conmigo, el restodel mundo.Se llevaban ustedes mal?No. Admirablemente. Por otra parte, yo me sientoresponsable de esa aficin de mi marido al Decano. Yo lospuse en relacin, pero nunca cre que Enrique pudieraalcanzar un sometimiento y una ceguera tales. Suidentificacin con el Decano lleg al punto de no darsecuenta de que quien pensaba era l, y no el Decano. El Decanoera hombre agotado desde hace ya tiempo, pero mi marido no sedio cuenta. Uno dej de pensar, pero pensaba el otro.El Juez empuj hacia ella el montn de papeles dejadopor el fraile.Conoce usted eso?A Francisca le bast un vistazo.No slo lo escrib yo materialmente, es decir, no sloest mecanografiado por m, sino que la prosa es ma. Mimarido no sabe escribir; yo, s. l piensa, yo escribo. lgarabatea borradores, yo doy forma a lo que contienen. Lepuedo mostrar a usted los borradores de cada uno de esoscaptulos. Esa obra la est escribiendo mi marido, bueno,quiero decir que la est pensando. Iban a firmarla los dos,pero anoche, precisamente anoche, el Decano le dijo a Enriqueque no, que se publicara slo con su nombre, con el deEnrique, y que l, el Decano, se limitara a ponerle unprlogo. A m me pareci una decisin justa, pero a mi maridono le hizo feliz. l segua creyendo que la sustancia dellibro pertenece al Decano. Pero hay algo ms, o lo hubo. Mimarido me cont tambin que el Decano iba a dedicarse en losucesivo a la novela histrica.Y eso le disgust?Por qu iba a disgustarle? La idea que se tiene de laHistoria puede tambin expresarse por imgenes. Eso pensabami marido. Adems, siendo una decisin de su maestro, jamsse atrevera a discutirla. La verdad es que me lo cont conalborozo. Mira lo que se le ha ocurrido al Decano... Era,segn Enrique, una ocurrencia genial.Y, usted, estaba de acuerdo?Yo esperaba hace tiempo algo parecido. Una ficcin degenialidad no puede prolongarse indefinidamente. Hay quebuscar una salida, y el Decano o la hall, o crey hallarla,o fingi hallarla, en eso de la novela histrica. Nada msque ensayar el oficio de novelista consumira unos aos. Loimagina usted disculpndose? No domino el dilogo, lasdescripciones me salen apelmazadas, vacilo al elegir loverdaderamente significativo... Un cambio en el medio deexpresin tan radical como e