TRABAJAR EN JUSTICIA Y CARIDAD POR EL EVANGELIO - archimadrid.es · Dios como poderoso Superman o...

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1 Cuadernillo 3 TRABAJAR EN JUSTICIA Y CARIDAD POR EL EVANGELIO Agustín Rodríguez Teso Transcripción de la ponencia en las Jornadas Diocesanas de Pastoral del Trabajo de Madrid (03-03-12)

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Cuadernillo 3 TRABAJAR EN JUSTICIA Y CARIDAD

POR EL EVANGELIO

Agustín Rodríguez Teso

Transcripción de la ponencia en las Jornadas Diocesanas de Pastoral del Trabajo de Madrid (03-03-12)

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INTRODUCCIÓN

Nuestra fe corrige una cierta manera de entender a

Dios como poderoso Superman o impasible extraterrestre. Es un Dios que se fija en nosotros, que entra en nuestra historia y camina codo a codo para nuestra salvación; hasta el punto, de que cuanto más seamos capaces de plenificar nuestra propia humanidad, más cerca estaremos de Dios. Como decía San Agustín: Dios está en lo más íntimo mío. Por eso el interés de esta jornada en unir bien “justicia y caridad en el trabajo por el evangelio”. Queremos que Dios dé sentido a todo lo que somos y hacemos.

1.- DIOS NOS AMÓ SIN LÍMITE

La lectura del Génesis nos afirma que Dios ha

tenido a bien regalarnos una posibilidad de plenitud en nuestra vida y también en nuestra historia. Hasta que de repente esa plenitud se ve truncada, porque metimos la pata en el camino que empezamos a desarrollar. Sólo hay una cosa a la que no pueden aspirar el hombre y la mujer ubicados en el paraíso: a ser Dios. Pueden ser a su imagen y

semejanza, pero no pueden ser Dios porque son criaturas. Cuando nosotros profesamos la fe en la Trinidad,

decimos que Dios es relación y que Dios se relaciona con nosotros. Para que cada uno sea quien es, necesita del otro.

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Somos lo que somos en relación con los otros. Nosotros somos blancos porque hay negros, somos europeos porque hay gente que ha nacido en otros sitios. Somos seres en relación.

Y en ese juego de relación de lo que vamos siendo, nosotros vamos descubriendo también ese impulso creador de Dios, donde nosotros hemos sido constituidos hijos suyos. La acción creadora de Dios consiste en que nos ha engendrado por amor. Engendra al Hijo, y en el Hijo nacemos nosotros. Somos hijos en el Hijo, y esa posibilidad de relacionarnos con Él tiene un límite: no podemos aspirar a ser el Padre.

“De todos los árboles que hay en el Paraíso puedes comer, menos de aquél que os identificaría conmigo, porque vosotros no sois Dios, no podéis dar ese salto”. Pero la relación se vicia, y la humanidad cae en la trampa de decir “¿cómo que no? ¿Qué es lo que nos falta? Nosotros somos capaces de generar vida, podemos unirnos y el fruto de nuestra relación es vida: SOMOS DIOS”. Entonces todo se rompe. Porque cuando nosotros intentamos ocupar el lugar de Dios pesa demasiado.

Cuando tenía tres años, yo tuve una experiencia que la recuerdo vagamente, pero que luego me ha enseñado mucho en la vida. En mi casa había una máquina de coser de estas que tienen la forma de mesa y si das la vuelta a la tapa de arriba aparece la maquinaria y se puede coser. ¿Las recordáis, no? Yo no sé muy bien cómo mi madre había dejado tres docenas de huevos encima de la máquina. Entonces, yo metí una estampita entre la tapa y la máquina. Y ¿qué hice? Levantar la tapa para coger la estampa.

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Las tres docenas de huevos se cayeron al suelo y se lió la de San Quintín. Yo sólo recuerdo a mi madre diciendo: “¿Quién ha sido?” Y yo decía: “Yo no”. ¿Por qué decía eso? ¿En el fondo qué es lo que estaba ocurriendo allí? Hombre, pues que yo tenía tres años y no podía hacerme cargo de la realidad tal cual la realidad era. ¿Y qué estaba haciendo? Inventarme otra realidad.

Cuando intentamos ser dioses, no tenemos capacidad para hacernos cargo de la realidad, como Dios puede hacerse cargo de ella. Empezamos a manipularla. Se rompe todo, porque empieza el mundo del miedo, empieza el mundo de la suspicacia, empieza el mundo de la vergüenza, empieza el mundo de desconfianza, desconfiar de nosotros mismos e incluso de Dios.

¿Qué es lo que ocurre cuando yo tengo miedo en la relación? Pues que normalmente intento ponerme lo más firme posible y no entro en diálogo con el otro. Si esa realidad que no soy capaz de controlar se me puede tornar agresiva, me defiendo y le monto una guerra preventiva al otro. Y entonces, si lo tengo que bombardear lo bombardeo, si lo tengo que insultar lo insulto, o si le tengo que mandar una nota se la mando: “Esto va a ser así porque yo soy más fuerte que tú”.

En este contexto Dios nos ofrece “su justicia”. Dios nos demuestra qué tipo de Dios es.

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2.- DIOS NOS HA CONSTITUIDO PUEBLO

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justicia quiere decir “ajustar”, quiere decir “volver a recomponer lo que se ha roto”. Rotas las relaciones entre Dios y sus criaturas, él no se resigna a ese desastre y planea restituirlas, volver a ajustarlas para que nosotros volvamos a ser lo que originariamente somos. Ajustar el momento creador, el momento en el cual nosotros somos lo que Dios quiere para nosotros. Porque en el fondo, toda la vida de Dios (eso lo decían los Santos Padres), se orienta hacia la experiencia de la salvación. Pero ese estado no se puede construir de cualquier forma, sino que supone la presencia de distintos actores en el escenario. Y esos actores, por el mero hecho de estar ahí, van a tener necesariamente que relacionarse. Ya decíamos antes que nosotros somos, a nivel profundo, relación.

Tanto amó Dios al mundo, que lo amó hasta el extremo. Estamos acostumbrados a recibir “PowerPoint” del amor entre rosas y frases bonitas. Pero el amor no son florituras; lo del amor es una realidad mucho más profunda, porque atraviesa absolutamente todo lo que somos, todo lo

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que tiene nuestra vida de bueno y todo lo que tiene de malo; todo lo que tenemos de riqueza y también todo lo que tenemos de miseria. Dios nos ha amado hasta el extremo; nos ha entregado a su Hijo, para que nosotros tengamos un paradigma de la plenitud de lo humano, y para que podamos ir recorriendo ese mismo camino que Jesús recorre.

Lo primero que nos ofrece esta relación, es que la Historia no empieza conmigo, porque yo soy hijo, soy heredero. En el momento en que yo nazco, en mi propio nacimiento se está generando una relación de filiación, se está generando también una identidad de heredero de algo anterior a mí, que yo ahora acojo y me lo apropio como mío. Porque me lo han entregado. Además, formar parte de una relación filial abre necesariamente a una relación de fraternidad, porque hay otros al lado. Yo no soy el primero ni el ombligo del mundo.

Fijaos que esto no es ninguna tontería, porque de hecho, los grandes imperios cuando han intentado imponerse al resto, lo que han hecho ha sido marcar su aparición como el principio de la historia. Llegaba el emperador y decía: “Empieza el calendario” y todos nacíamos en la era del emperador. Antes no existía nada.

Eso para un cristiano es impensable, porque se sabe heredero de Dios, y vinculado también a toda una tradición y a toda una historia de salvación. Lo cual nos descubre fundamentalmente que somos un pueblo. No somos un tipo, más otro tipo, más otro tipo. Hay concepciones antropológicas del mundo, el neoliberalismo fundamentalmente, que nos entiende como individuos. Pero esto es una herejía.

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El individuo empieza y acaba en sí mismo, y yo no puedo ser eso; porque tengo historia vinculada con otros y voy a dejar un legado para el futuro. No soy un individuo. Soy renaciente. Soy persona, Y soy persona porque Dios mismo me constituye como tal.

Por ser persona, soy también pueblo. Yo creo que esto es fundamental que lo entendamos, porque si yo soy pueblo y fundamento vivir mi vida en una relación de fraternidad, con una vocación de comunión, y por tanto de amor, entonces es posible que encuentre ese estado primero donde las cosas estaban ajustadas, donde Dios ha creado un mundo en el que todos cabemos, y en el que tenemos la posibilidad de “vivirnos” unos con otros de una forma absolutamente horizontal, pero a la vez también profunda en lo vertical.

En la tradición bíblica el concepto que Israel tiene de sí mismo y de Dios lo concreta en “Tú serás mi pueblo y yo seré tu Dios”. Un pueblo rescatado de la esclavitud (ya lo dijo González Faus, que de Dios se había sabido a raíz de un conflicto laboral). Y cuando el pueblo traiciona a su propia identidad, tiene la conciencia de que la salvación es imposible.

El profeta Oseas ilustra esta experiencia: sabéis que éste pobre hombre las pasó fatal, porque de repente llega un día Dios y le dice “Oye, que te tienes que casar”. “Y ¿por qué me tengo que casar? yo estoy muy a gusto así como estoy. Pero, veamos: ¿con quién me tengo que casar?” Y Dios le pone de esposa una prostituta. Vaya, hombre, todo sea por Dios. Oseas va, se casa con la prostituta y tiene dos

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hijas (no le pudo tocar, en aquel tiempo patriarcal, un varón, tienen que ser dos hijas).

Y llega Dios y le dice, “¿qué nombre les vas a poner?”. Oseas comienza a decir: “Pues había pensado...”. Pero Dios le corta: “No, a la primera le vas a llamar “Incompadecida” y a la otra la vas a llamar “No-mi-pueblo”, para que todo el mundo entienda que mi “No-pueblo” se agota en sí mismo y no puede encontrar la salvación. Cuando vosotros os abráis de nuevo a la experiencia que os vincula conmigo, entonces vamos a cambiar el nombre a las niñas, y a “No-compadecida” la vamos a llamar “Compadecida”, y a mi “No-pueblo” lo llamaremos ”Hijos de Dios”.

Impresionante. Cuando nosotros nos constituimos como pueblo, no somos solamente algo organizado, sino que entonces damos un salto cualitativo, y mi no-pueblo se convierte en hijos de Dios. Nuestro pueblo es el pueblo de los hijos de Dios, es un pueblo de vocación universal a la que todos hemos sido llamados, pero que podemos no vivir como tales.

3.- LA JUSTICIA DE DIOS PADRE.

¿Recordáis la parábola del hijo pródigo? En la

parábola del hijo pródigo todo este juego de relaciones se ve muy claro, y de una forma muy bonita: un padre tenía dos hijos, y uno de los hijos un buen día, llega y le dice “Oye, padre, que he decidido marcharme”. Cuando el hijo pequeño se marcha de la casa ocurren muchas cosas: que él, siendo

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hijo, deja de vivir como tal. Eso altera la manera de entendernos a nosotros mismos. Yo puedo ser hijo, pero puedo vivirlo como huérfano.

Cuando me vivo a mí mismo como huérfano, se me rompen todos los juegos de relaciones. El que es padre, aunque siga siendo padre, ya no puede vivir como padre porque ha perdido a su

hijo. A mí me parece alucinante: que Dios se atreva a dejar en nosotros la libertad de que Él pierda su cualidad de padre en la manera de vivirse en relación con nosotros. Y cuando este hijo se marcha, la historia del hermano mayor también se ve afectada, porque ha perdido a su hermano, aunque lo tenga, pero lo tiene lejos, no puede vivir la fraternidad, está viviendo un mundo sin hermano.

Es curioso, la reacción del padre ante todo eso es vivir la ausencia en la angustia. Y La relación que establece el hijo mayor es empezar a decir “Bah, pues tampoco están tan mal las cosas. Yo puedo ir organizando mis historias de forma que me vaya bien. Para eso lo que tengo que hacer es defender lo mío”.

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Cuando al hijo que se había marchado se le ocurre volver, el padre se pone todo contento, pero el hermano de casa lo termina viendo como una amenaza. Con la vuelta del hijo que se había declarado huérfano no se han arreglado las relaciones originarias; cuando regresa, el padre vuelve a acoger al pequeño para que las cosas vuelvan a ser como eran (su “justicia”), pero el hermano mayor necesita incluir un elemento distinto a esa “justicia” que Dios quiere. En vez de esa “justicia” introduce el elemento de lo retributivo: yo me gano la vida con mi esfuerzo y este vago no hace nada, pero se va a llevar lo mío. Ahora el hermano va a ser su competidor. Además en la lógica de la retribución, “el que la haga, que la pague”. Y entras en una dinámica perversa. El hijo mayor ve la “JUSTICIA” del padre como amenaza.

Es lo que origina el pecado estructural.

4.- CRITERIOS DE DISCERNIMIENTO DEL AMOR Y LA JUSTICIA

La negativa del hermano mayor a aceptar la

“justicia” del Padre y la decisión de ver a su hermano como competidor, le llevan a no querer entrar en el hogar del Padre. Eso enmaraña las relaciones humanas y con Dios. Si acepto ver la vida fundamentalmente como retribución pierdo la dimensión fundamental de mi identidad filial y fraterna. Esta historia repetida muchas veces acumula la negatividad cuajada en leyes, en cultura y en norma ética. Esto genera celos, miedos, angustias… y entonces la tendencia natural es decir “yo voy a hacer lo mismo que han hecho conmigo”, o

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bien “yo voy a volcar sobre el cauce de la historia toda esa negatividad que ha venido cayendo sobre mí”. Esto retroalimenta la situación de la estructura de pecado: yo devuelvo de nuevo sobre el cauce de la historia la inmundicia recibida. Es un círculo vicioso en una cloaca.

Cuando Jesús irrumpe en la historia, rompe esa dinámica del pecado. Y la rompe de una forma más o menos sorprendente. Jesús vive profundamente el pecado. La dimensión máxima del pecado es el miedo, la angustia, la muerte... Jesús carga con el pecado del mundo. Cuando decimos eso lo que estamos diciendo es que a Jesús estas cosas le afectaban. Jesús sufre las consecuencias del pecado. Lo que no hace Jesús es volver a devolver esa carga de mal al mundo; rompe ahí el círculo vicioso de la cloaca. Él dice: yo no voy a volver de nuevo la mierda a la historia; cargo con ella, y la historia se transforma.

Jesús inicia y establece un nuevo un juego de relaciones. Las grandes estructuras de pecado nos impulsan a devolver el dolor y la miseria al curso de la historia. Pero la miseria tiene un lugar destinado, que es el corazón propio. Coger la miseria del otro y ponerla en nuestro corazón

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(miseri-cordia). Recordáis aquello de “Ser perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto”, que decía Mateo. Y entonces, todos los que piensan en griego, igualan “perfecto”, a “omnipotente, omnipresente, omnisciente, omnis-todo”, y todos nos volcamos a que ser perfectos como si Dios fuese eso. Pero justamente el paralelo del evangelio de Lucas lo corrige con “ser misericordiosos como vuestro Dios es misericordioso”. Esta es la perfección de Dios: la misericordia.

El criterio de discernimiento precisamente del amor va a ser la universalidad y el perdón.

- Universalidad: Como cantaba Victor Manuel “Aquí cabemos todos o no cabe ni Dios”. El otro es mi hermano ¿quién eres tú para hacerte dueño de la mesa del mundo? Jesús rompe la dinámica de la competitividad poniéndose en el lugar de los que sufren las consecuencias y reconstituyendo la justicia del Padre.

- Perdón: En la película “La lista de Schindler” el director nos muestra que el jefe del campo de exterminio nazi, montado sobre un caballo blanco, puede experimentar más poder en perdonar a los condenados que en matarlos con un rifle de mira telescópica. Claro que perdonar no poniéndote por encima del otro, sino situándote a su altura, reconociendo que te has equivocado si has pretendido tratarlo como mercancía o dominarlo como competidor tuyo.

El Padre es quien decide quienes deben sentarse en su mesa. Si no hay misericordia, nuestras relaciones no pueden

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ser de amor. Y si nuestras relaciones no son de amor, veíamos antes que no puede haber justicia

5.- CARIDAD SOCIOPOLÍTICA

Nuestro Dios es un Dios tremendamente libre que

nos rompe toda lógica. Yo siempre he tenido curiosidad en contrastar la parábola de los trabajadores de la hora undécima, porque desde el punto de vista sindical no se entiende. Que un obrero que trabaja una hora cobre lo mismo que otro que trabaja once no se sostiene. A mí solamente se me ocurre que, para ese texto, tenga que olvidar la dinámica del mundo laboral y tenga que pensar en juego de la libertad de Dios para amar, que para eso es Dios. La libertad de Dios es infinita. Y es Él quien decide quién se sienta a la mesa, no eres tú. No vale decir “no, es que este señor ha venido más tarde”, tú, ¿quién eres, para decir eso? “Es que yo no quiero que el hijo pequeño se siente a la mesa”. Pero a ver, ¿Quién te ha preguntado a ti?

Y en este momento en el que nosotros nos encontramos, yo creo que esto se hace especialmente importante. ¿Por qué? Pues yo creo que porque nuestro mundo, nuestro pueblo, o nuestro no-pueblo está sufriendo mucho. Y nuestro juego de relaciones no es neutro; por el

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mero hecho de estar donde estemos cada uno, está influyendo en el resto. Uno puede decir “No, es que yo no me quiero meter en líos”, “Es que yo soy apolítico, asocial, arreligioso y a-todo.” Pues ya es una forma de estar.

Esto lo define muy bien la oración “yo confieso ante Dios todopoderoso…”: que te pilla por todos los lados cuando enumera que “he pecado de pensamiento, de palabra, de obra y, por si no haces nada, de omisión,”. Es que no hay escapatoria. Por el mero hecho de ser, ya estás en juego con otros, por lo tanto dependerá ahora de cómo quieras estar, pero por el mero hecho de estar ahí, no puedes evitar una posición en tu relación.

Este juego de relación de los unos con los otros, es lo que los griegos llamaban lo de la ciudadanía: formamos una “polis”, estamos en una ciudad, y nuestros juegos de relación, necesariamente van a ser políticos.

6.- CRISTIANOS APOLÍTICOS Los cristianos no podemos optar por no entrar en

política, es imposible. Por el mero hecho de pertenecer a la familia del padre con dos hijos: uno que banquetea espléndidamente (el rico Epulón) y otro fuera de la casa, que no se puede llenar ni siquiera de las migajas que caen de la mesa, ya queda implicado en la situación.

Con lo cual, nosotros, por el mero hecho de estar en sociedad, tendremos que empezar a descubrir cómo organizamos y estructuramos nuestros juegos de relación con lo ciudadano. Nuestros juegos de relación en lo ciudadano los

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estructuramos, los organizamos, o no los organizamos y no funcionan de ningún modo. Así se forman las estructuras.

Por lo tanto, tendremos que intentar ir colando en esas estructuras las raíces profundas de lo que nosotros pensamos que es importante: la concienciación social, hacer que la gente piense, que la gente reflexione, que la gente se encuentre, que la gente hable unos con otros, que se hagan cargo unos de los otros... En definitiva, todo aquello que haga pasar del “No-pueblo” al “Pueblo”, porque si no construimos pueblo, es imposible encontrar la salvación de Dios.

Pero no solamente nos podemos quedar en esas estructuras que constituyen pueblo, sino que esas estructuras tendrán también, en la medida de lo posible, que ir pudiendo asumir una dinámica de relación, en la que la comunión sea el principio y fundamento del final de las relaciones, en las que la persona pase de “No-compadecida a “Compadecida”; porque de esa forma podemos encontrar un mundo justo.

7.- RENOVAR EL CORAZÓN

No basta simplemente con reformar las estructuras.

Yo empecé a ver que el movimiento 15-M funcionaba con unas dinámicas de talleres, que yo llamaba talleres de espiritualidad. Necesitamos ir preñando esa posibilidad de cambio en las estructuras de un cambio profundo en el interior nuestro, lo mismo que pretendemos en Cuaresma. La Cuaresma tiene tres elementos que aparecen en el día de la ceniza: la oración, el ayuno y la limosna.

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El ayuno que nos proclama el profeta Isaías suena así: “no te cierres a tu propia carne”. Eso supone considerar al otro como parte de ti. De esta manera saludarás al que te encuentras, como un pueblo africano: “yo estoy bien si tú estás bien”.

La oración cristiana consiste en ver las cosas desde los ojos del padre que tiene dos hijos y desde los ojos de Jesús. No es lo mismo ver al otro como un extraño huérfano que como un hijo de mi mismo padre.

La limosna para los primeros cristianos y los Santos Padres, no consistía en dar de lo que te sobra, sino ofrecer al necesitado tus bienes en señal de la ofrenda de tu persona. Desde luego no significa dar como limosna lo que le corresponde en justicia.

Si algo seguro tenemos nosotros es que nos vamos a morir todos, pobres, ricos o mediopensionistas. Lo importante es ¿qué herencia le vamos a dejar a la historia apasionante del padre con dos hijos? Cuando nos desentendemos de la vida de los otros escupimos al cielo y seguramente que nos cae el escupitajo. Algo de esto nos aclara la crisis.

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1º de Mayo 2012

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