Trabajo de historia militar batalla de somme 1916

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA DEFENSA VICEMINISTERIO DE ECUCACION UNIVERSIDAD MILITAR BOLIVARIANA DE VENEZUELA CENTRO DE ESTUDIOS TÁCTICOS, TÉCNICOS Y LOGISTICOS ESCUELA DE ESTUDIOS DE ORDEN INTERNO BATALLA DE SOMME 1916 Y REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE 1917 Integrantes: MAY. RONDON BARBOZA DANIEL, C.I.V- 12.714.354.

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELAMINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA DEFENSA

VICEMINISTERIO DE ECUCACIONUNIVERSIDAD MILITAR BOLIVARIANA DE VENEZUELA

CENTRO DE ESTUDIOS TÁCTICOS, TÉCNICOS Y LOGISTICOSESCUELA DE ESTUDIOS DE ORDEN INTERNO

BATALLA DE SOMME 1916 Y REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE 1917

Integrantes:

MAY. RONDON BARBOZA DANIEL, C.I.V- 12.714.354.CAP. MORALES RINCON ENGELBERT, C.I.V- 12.974.003.

CAP. PICO CABELLO FRANCYS, C.I.V- 11.830.783.

Caricuao, 02 de Octubre de 2015.

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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo es una recopilación histórica de los algunos de los sucesos mas importantes que ocurrieron durante la Primera Guerra Mundial, como lo son la Batalla de Somme en el año de 1916 y la Revolución de Bolchevique, también conocida como la Revolución de Octubre (Según el calendario Juliano vigente en el imperio Ruso durante la esa época). Igualmente se estudiarán los pensamientos militares vigentes durante el desarrollo de la Gran Guerra.

La zona del valle del río Somme, en realidad había surgido entre los planes aliados durante 1915, pues representaría el punto de ataque del frente occidental en una multi-ofensiva desde todos los frentes que acabe con alemanes y austro-húngaros de una vez por todas, por lo pronto era necesario e indispensable, por lo menos, sacarlos de las costas.

En los primeros meses de 1916 los británicos estaban planeando una gran ofensiva en el occidente para terminar con la Primera Guerra Mundial, conflicto que a esas alturas estaba despedazando con toda una generación. Para lograr esta empresa, el Ministro de Guerra, el General Horatio Herbert Kitchener, había formado un nuevo ejército reclutando voluntarios con una fuerte campaña de sensibilización en Gran Bretaña.

Los hombres de Kitchener estaban lejos de ser un ejército realmente preparado para la guerra: muchas tropas estaban compuestos por batallones de amigos, quienes pertenecían a una misma localidad. De éstos, la mayoría eran jóvenes universitarios o soldados retirados y jubilados, que iban a debutar en la guerra en las riberas del río Somme.

El imperio alemán avanza en Verdun, esto obliga al bando aliado a abrir un nuevo frente que desvíe parte de las fuerzas alemanas que presionan a las tropas aliadas en Verdun. Para ello eligen el valle del río Somme, donde la artillería ya esta haciendo su trabajo para allanar el terreno a un inminente ataque, los alemanes corren a prisa para reforzar las defensas, la primera guerra mundial esta llegando a uno de sus puntos clave.

Los partidarios de la ofensiva no ignoraron del todo los problemas creados por las nuevas armas en el campo de batalla, pero asumieron que la voluntad, la energía, la decisión y el coraje de los hombres se sobrepondrían a las dificultades, imponiéndose finalmente en ataque frontal. El impacto de estas ideas fue particularmente acentuado en Francia, y una de sus más extremas expresiones se encuentra en el libro del coronel Ardant Du Pícq titulado Estudios de Batalla, que tuvo gran influencia entre la oficialidad francesa antes de 1914. Du Picq, así como otros promotores de las tácticas ofensivas, comprendía que debido a los problemas creados por el poder de fuego de las nuevas armas se hacía más difícil para los oficiales conducir a sus hombres en batalla abierta. Su conclusión fue que sólo la «energía interna» de un todopoderoso «espíritu ofensivo» podía dar

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movilidad y capacidad de ataque a los ejércitos de masas. El problema de la motivación sicológica del soldado común y corriente ocupa lugar primordial entre las consideraciones de Du Picq, quien sostuvo que un ataque tiene éxito cuando los defensores del bando opuesto se convencen, abrumados por el arrojo y heroísmo de los atacantes, que su fuego no puede detenerlos. La conquista de ese arrojo a toda prueba es entonces requisito indispensable para la victoria.

Con respecto a la revolución rusa, esta fue uno de los acontecimientos clave de la historia del siglo XX. La primera guerra mundial sometió a tensiones brutales a la sociedad rusa y provocó la revolución que acabó con la autocracia zarista. Tras una efímera experiencia liberal, en noviembre de 1917 triunfó la primera revolución comunista de la historia.

Lenin dirigió con mano de hierro al nuevo estado soviético a través de un período de horror y calamidades. La primera guerra mundial, la revolución y la guerra civil golpearon duramente al tejido social ruso.

La sociedad del antiguo imperio ruso zarista nunca volvió a ser la misma. Los cambios emprendidos por la revolución transformaron radicalmente la economía y la sociedad soviéticas

Es algo común afirmar que la revolución rusa es el acontecimiento más importante de este siglo, e incluso para algunos autores, uno de los grandes acontecimientos de la historia de la humanidad.

Hasta los historiadores más críticos reconocen que sin entender este gran acontecimiento que cambió las relaciones sociales en el país más extenso del globo no se podría explicar la evolución del presente siglo.

Pero, la importancia de la revolución rusa no sólo se reduce a este hecho, sino también a qué inauguró una nueva época para la humanidad, la de las revoluciones socialistas, como fueron la revolución china de 1945-49, la revolución cubana, etc.

Todos estos procesos revolucionarios, con mayor o menor éxito, intentaron acabar con la explotación del hombre por el hombre y superar la división de la sociedad humana en clases sociales antagónicas. La revolución rusa fue una revolución social puesto que tranformó las estructuras económicas y sociales, y por añadidura, las políticas e ideológicas.

Las razones que explican las fallas en el pensamiento militar europeo antes de la Primera Guerra Mundial, y el exagerado culto a la ofensiva que se desarrolló en diversos países, hay que buscarlas en la naturaleza expansionista de la política exterior de las potencias de la época y en las exigencias que ella imponía a los establecimientos militares. Las metas expansionistas de las potencias europeas, y particularmente de Alemania, implicaban el diseño de una estrategia ofensiva. Las

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doctrinas militares oficiales tenían que estar en armonía con el carácter de las políticas a las que iban a servir como instrumento. Por otra parte, el exacerbado nacionalismo, pleno de distorsionadas concepciones sobre «superioridad racial» y otros mitos del darwinismo social, influyeron grandemente en las teorías militares, que incorporaron la idea de que «el ataque es la mejor forma de defenderse» y la ofensiva a ultranza la única doctrina de guerra apropiada para una nación consciente de su dignidad.

Durante el siglo XIX se soñó con la posibilidad de terminar con la guerra una vez que todos los Estados nacionales equipararan sus poderíos militares, situación que impondría la disuasión, al menos entre las grandes potencias. Los más optimistas anunciaban esta posibilidad hacia finales del XIX. Los más cautos soñaban con guerras limitadas. Todos los que suscribían estas ideas resistieron a Clausewitz como pensador; especialmente a su definición sobre la guerra como conflicto de grandes intereses que se resuelve por el derramamiento de sangre.

Por una parte, la aparición de formas de combate en relación a nuevas formaciones sociales. Hablamos de experiencias como la guerra independentista norteamericana donde, por ejemplo, los «tiradores libres» resultaron un problema irresoluble para la forma tradicional de combate de entonces.

Por otra parte, el desarrollo de la defensa nacional, la «nación en armas», que generó la resistencia a las invasiones napoleónicas en Vendée, España y Rusia. Pero lo más importante fue el impacto que provocó la Revolución Francesa con la conformación del «ciudadano libre», que permitió la incorporación de una fuerza de masas con la movilización general de la población (levée en masse).

Sobre ese fondo teorizó Clausewitz, estableciendo los pilares de la teoría moderna de la guerra, que supone centralmente el enfrentamiento entre fuerzas regulares profesionales subordinadas a los Estados nacionales, aunque abriendo la puerta a la incorporación de las masas a la actividad bélica.9 Pero cada vez más se iban yuxtaponiendo la guerra regular con la irregular. Ya a mediados del siglo XIX el desenvolvimiento de la lucha revolucionaria en los territorios europeos incorporó definitivamente a la población civil como sujeto del combate, inaugurando —además— el escenario urbano de lucha.

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1.- BATALLA DE SOMME 1916:

La batalla del Somme de 1916 fue una de las más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial, con más de un millón de bajas entre ambos bandos. Las fuerzas británicas y francesas intentaron romper las líneas alemanas a lo largo de un frente de cuarenta kilómetros al norte y al sur del río Somme, en el norte de Francia.

1.1.- PRELUDIO DE LA BATALLA:

La estrategia que llevarían a cabo los aliados durante 1916 se diseñó en la Conferencia de Chantilly (Oise, Francia), entre el 6 y el 8 de diciembre de 1915. En ella se decidió que durante el año siguiente se realizarían tres ofensivas simultáneas contra los Imperios Centrales, con la esperanza de que éstos fuesen incapaces de resistir una guerra en todos los frentes. Los rusos atacarían desde el este, los italianos (recién incorporados a la guerra en el bando de la Triple Entente) lucharían contra los austrohúngaros en los Alpes y los británicos y franceses dirigirían una tercera ofensiva desde el oeste.

A finales de diciembre de 1915, el general Douglas Haig sucedió a John French como comandante en jefe de la Fuerza Expedicionaria Británica (FEB). Haig proyectó entonces una gran ofensiva de las fuerzas británicas sobre Flandes con el fin de expulsar a las fuerzas germanas de la costa belga y dificultar así las acciones de los U-Boot alemanes sobre los barcos de suministros aliados que cubrían la ruta entre Gran Bretaña y Normandía. Para que esta operación diese comienzo era necesario conseguir previamente la autorización del gobierno francés, ya que la ofensiva se realizaría desde su territorio. El visto bueno fue otorgado por el general Joseph Joffre en enero de 1916, pero tras nuevas discusiones durante el mes de febrero, se decidió cambiar la operación inicial por otra conjunta franco-británica en el valle del río Somme, situado en la región francesa de Picardía. El lugar fue escogido por servir de conjunción a las líneas francesas y británicas, cuya unión debería arrollar las líneas alemanas y asestar así un golpe mortal a su ejército. Lo que los aliados no sabían es que el enemigo había construido todo tipo de fortificaciones en la zona, tanto convencionales como subterráneas, lo cual iba a hacer la invasión mucho más difícil de lo esperado inicialmente.

Los planes maestros estaban todavía empezando a tomar forma cuando los alemanes atacaron por sorpresa Verdún el 21 de febrero de 1916. Esto obligó a los franceses a centrar sus esfuerzos en la defensa de la ciudad, disminuyendo el número de tropas que podían aportar al nuevo frente del Somme y cediendo, por tanto, el papel protagonista en éste a los británicos. Conforme se estancaba el cada vez más sangriento frente de Verdún, el propósito del Somme evolucionó hasta convertirse más en una maniobra que distrajera a los alemanes y aliviara su presión sobre Verdún que en realizar un golpe maestro capaz de desbaratar por

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completo la estrategia germana. Los franceses enviarían finalmente al Somme un total de tres divisiones.

El principal propósito de la batalla era distraer a las tropas germanas de la batalla de Verdún; sin embargo, las bajas de la batalla del Somme terminaron siendo superiores a las de esta última.

La batalla es recordada principalmente por su primer día, 1 de julio de 1916, en el que los británicos sufrieron 57 740 bajas, de las cuales 19 240 fueron mortales. Constituye la batalla más sangrienta en la historia del Ejército Británico.

Mapa de la Batalla de Somme 1916.

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1.2.- INICIO DE LA BATALLA.

El primer día de la batalla fue precedido por una semana de bombardeos preliminares con la artillería, en los cuales los británicos dispararon alrededor de un millón y medio de granadas. También se habían cavado diez galerías por debajo de las trincheras y puntos estratégicos del frente alemán, que fueron rellenadas con explosivos; las tres mayores contenían alrededor de 20 toneladas cada una.

El ataque fue iniciado por trece divisiones británicas (once del 4.º Ejército y dos del 3.º) al norte del Somme y seis divisiones del 6.º Ejército Francés al sur del río. A ellas se oponían las tropas del 2.º Ejército Alemán dirigidas por el general Fritz von Below. El eje principal del ataque estuvo centrado en la antigua calzada romana que conectaba Albert (detrás de las líneas aliadas) con Bapaume, situada a 19 km en dirección noreste.

Los primeros combates se produjeron a las 07:30 de la mañana del 1 de julio de 1916. Diez minutos antes de esto, se detonó la carga explosiva de la primera galería y para las 07:28 ya habían explotado todas salvo una. El campo de batalla se silenció entonces súbitamente, mientras la artillería intentaba localizar la próxima línea de objetivos. Entonces, en palabras del poeta John Masefield: “La mano del tiempo descansó sobre la marca de la media hora, y a lo largo de toda la vieja línea del frente de los ingleses vino un silbido y un llanto. Los hombres de la primera oleada escalaron los parapetos, en tumulto, oscuridad, la presencia de la muerte, y habiéndose hecho con todas las cosas agradables, avanzaron sobre la tierra de nadie para comenzar la Batalla del Somme.”

Voladura de la primera galería subterránea bajo el campo de batalla del Somme. 7:20 de la mañana, 1 de julio de 1916.

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La infantería iba cargada con 32 kg de equipo y se la había instruido para que formara en filas uniformes y avanzara a velocidad de paso. En otros casos, las unidades se habían adentrado en la tierra de nadie con la intención de tomar las trincheras alemanas tan pronto como cesara la caída de proyectiles. A pesar del bombardeo masivo, muchos de los defensores alemanes habían sobrevivido en los refugios más protegidos y estaban en perfectas condiciones de infligir un daño considerable a la vulnerable infantería de los asaltantes.

Plan de batalla británico correspondiente al 1 de julio de 1916.

Las únicas operaciones que tuvieron éxito total fueron las de Mametz, Montauban y el lado francés, todas ellas en el extremo sur de la línea de avance.

Al norte de la calzada que unía Albert con Bapaume, el avance fue un completo fracaso desde el mismo comienzo. En unos pocos lugares los atacantes consiguieron penetrar en la primera línea de trincheras del frente alemán e incluso en la segunda de apoyo, pero en todos los casos su número era demasiado bajo como para resistir los contraataques. En cuanto los alemanes abrieron fuego

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sobre la tierra de nadie, tanto la llegada de refuerzos como el movimiento de información sobre el campo de batalla se convirtieron en misiones imposibles.

Esto último se veía agravado porque las comunicaciones eran del todo inadecuadas para un campo de batalla de este tipo, por lo que los oficiales desconocían prácticamente todo lo relacionado con el progreso de la batalla. Un informe erróneo que aseguraba que la 29.ª División había tenido éxito en Beaumont-Hamel provocó que se ordenara marchar en su apoyo a la brigada de reserva, que en este caso era el I Regimiento de Terranova. Éste fue incapaz de alcanzar la primera línea de trincheras, por lo que avanzó desde la trinchera de reserva y fue destrozado con suma facilidad antes de que cruzara la línea de frente. Las bajas ascendieron al 91%, lo que le convirtió en el segundo batallón más dañado en el transcurso del día.

El avance británico sobre la carretera de Albert-Bapaume fue igualmente fallido, a pesar de la detonación de dos galerías en Ovillers-la-Boisselle. Otra acción con resultado trágico fue la de la Brigada Irlandesa de Tyneside, perteneciente a la 34.ª División Británica, que comenzó su avance a 1,5 km de las líneas alemanas de forma perfectamente visible para las ametralladoras de los defensores, lo que le valió ser destruida antes incluso de alcanzar la propia primera línea británica.

Al sur de la carretera, en cambio, los franceses y británicos consiguieron grandes éxitos gracias a que en este lado las defensas alemanas eran relativamente débiles y la artillería francesa contaba con muchos más efectivos y experiencia que la británica. Se lograron todos los objetivos del primer día situados entre Montauban y el Somme y al sur del río incluso se consiguió avanzar más de lo inicialmente previsto.

El primer día en el Somme fue en general un fracaso para las fuerzas atacantes. En menos de 24 horas murieron 19 240 soldados británicos, 35 493 resultaron heridos, 2152 desaparecieron y 585 fueron hechos prisioneros de un total de 57 470 hombres. Las bajas iniciales fueron especialmente altas entre los oficiales, debido a que aún vestían unos uniformes muy diferentes de los de los militares de menor rango en cuyo reconocimiento se había entrenado especialmente a los soldados alemanes.

Por otra parte, es difícil establecer una cifra exacta de bajas alemanas correspondientes al 1 de julio, dado que los alemanes sólo realizaban recuentos cada diez días. Se estima que pudieron ser unas 8.000 en la línea de avance británica, 2200 de las cuales correspondientes a prisioneros de guerra. La mayor diferencia de bajas entre uno y otro bando se produjo en Ovillers, donde los británicos sufrieron 5121 frente a las 280 del 180.º Regimiento Alemán; una relación de 18 a 1.

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A las 22:00 horas, el comandante del 4.º Ejército Británico, teniente general Henry S. Rawlinson, ordenó que se reanudaran los combates. Debido a la confusión generalizada y las pobres comunicaciones, los mandos británicos tardaron algunos días en darse cuenta de la escala del desastre. Haig ordenó entonces al también teniente general Hubert Gough que tomara el mando sobre el sector norte, mientras el 4.º Ejército hacía lo propio con el sur. Gough, sin embargo, se dio cuenta del catastrófico estado de las tropas y rechazó la idea de reanudar inmediatamente las operaciones ofensivas, que no volverían a ponerse en marcha hasta el 3 de julio.

Los mandos británicos ignoraban igualmente las oportunidades que se les brindaban al sur de la carretera de Albert-Bapaume, donde habían conseguido algunos éxitos parciales. Actualmente se sabe que entonces había quedado abierto un agujero considerable en las defensas alemanas desplegadas entre Ovillers (situada junto a la carretera) y Longueval. El 3 de julio, una patrulla de reconocimiento perteneciente a la 18.ª División Oriental Británica incluso se adentró cerca de 3 km en territorio ocupado sin encontrar una resistencia real por parte de los alemanes. Sin embargo, la oportunidad se perdió por la falta de recursos necesarios por parte de los británicos para explotarla, lo que permitió a los alemanes sellar poco tiempo después el pasillo abierto por los explosivos aliados.

El bosque de Mametz se encontraba todavía vacío el 3 de julio y no fue hasta el día siguiente cuando las tropas alemanas lo reocuparon. Seguirían dos intentos infructuosos por parte de los aliados antes de que pudiesen conquistarlo de forma definitiva el día 10. Los bosques de Bazentin y Elville, totalmente vulnerables tras el fin del primer día, costarían un gran número de vidas cuando intentasen tomarse más de un mes después, entre agosto y septiembre.

El 14 de julio (Aniversario de la toma de la Bastilla), el 4.º Ejército se encontró preparado para reanudar la ofensiva en el sector sur. Lo que posteriormente sería conocido como la batalla de Bazentin tenía como propósito la captura de la segunda línea de defensa alemana situada entre Pozières, en la carretera de Albert-Bapaume, y los pueblos de Guillemont y Ginchy. El grueso del ataque se concentró en las poblaciones de Bazentin le Petit, Bazentin le Grand y Longueval, todas ellas junto al bosque de Elville. Más lejos, al otro lado de la línea de colinas, se encontraba el bosque alto de Bazentin.

Existe un gran contraste entre la preparación y ejecución de este ataque y el que tuvo lugar el 1 de julio. La ofensiva de Bazentin fue iniciada por cuatro divisiones que avanzaron a lo largo de un frente de 4,5 km a partir de las 03:25 de la madrugada, después de que la artillería aliada abriera fuego por sorpresa sobre las líneas alemanas y mantuviera el bombardeo durante 5 minutos. La marcha fue encabezada por la 21.ª División, que se dirigió en línea recta hacia Bazentin le Petit a través de la tierra de nadie, pero siempre manteniéndose bajo la protección de la artillería amiga. Ésta, mientras tanto, bombardeaba de forma constante el

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terreno situado justo en el avance de la infantería, formando una cortina de humo y barro que eliminó la escasa visibilidad que se podía encontrar durante la noche y al alba, e impidió que los alemanes pudiesen localizar las tropas contrarias. Esto permitió a la 7.ª División tomar tres complejos de trincheras alemanas junto al bosque de Bazentin le Grand, desde donde se dirigió hacia Bazentin le Petit junto con la 21.ª División. Este pueblo cayó hacia las 9.00 de la mañana.

1.3.- LA GUERRA DE DESGASTE: AGOSTO Y SEPTIEMBRE.

Soldados alemanes muertos en una trinchera destruida junto a Guillemont.

El propio Haig reconocía a principios de agosto que las perspectivas de lograr sobrepasar por completo las líneas alemanas en un plazo corto eran bastante improbables. Los alemanes habían terminado de reorganizarse y ya no serían cogidos de nuevo por sorpresa. En medio de este panorama, los británicos prosiguieron con sus pequeñas acciones deslocalizadas de forma continua, en espera de la próxima ofensiva. El 29 de agosto Erich von Falkenhayn fue cesado como jefe del Estado Mayor alemán y sustituido por Paul von Hindenburg, quien designó al general Erich Ludendorff como su segundo al mando. Hindenburg y Luddendorff, descontentos con la manera en que Falkenhayn había llevado el frente occidental en general, decidieron emplear una estrategia defensiva

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totalmente nueva. El 23 de septiembre dio comienzo la construcción de un vasto complejo defensivo denominado Siegfried Stellung ("Posición de Sigfrido", no confundir con la Línea Sigfrido construida en los años 30 por el régimen de Adolf Hitler), más conocido por el nombre de Línea Hindenburg que le dieron los aliados.Mientras tanto, la lucha proseguía en los bosques del área de Bazentin. El límite entre las líneas francesas y las británicas se encontraba al sureste del bosque de Elville, frente a los pueblos de Guillemont y Ginchy. Éstos permanecían ocupados por los alemanes e imposibilitaban el más mínimo avance de los aliados en la zona, que aquí seguían prácticamente en las mismas posiciones que el 1 de julio. El progreso en este frente pasaba por tanto por la ocupación de ambas localidades.

El primer intento aliado de capturar Guillemont fue realizado por tropas británicas el 8 de agosto, sin éxito. Le siguió otra operación mayor en la que participaron varias divisiones británicas y francesas, que no consiguieron grandes resultados hasta el 3 de septiembre, cuando la plaza fue finalmente rendida. Ginchy cayó 6 días más tarde, siendo ocupada por la 16.ª División Irlandesa. Por su parte, los franceses también progresaron de forma significativa hasta reunirse con sus colegas británicos cerca de Combles, poco después de la ocupación de Ginchy.

El frente se convirtió así en una línea recta desde la granja Mouquet al noroeste hasta Combles al suroeste, facilitando el uso de la artillería de apoyo y permitiendo por tanto a los aliados la realización de un nuevo ataque a gran escala. Lamentablemente, esta ventaja se vio reducida debido al gran número de bajas producidas en el 4.º Ejército: cerca de 82 000 hombres perdidos en 90 acciones de combate (de las que sólo cuatro eran ofensivas generales) a cambio de un progreso de poco más de 900 m. Un resultado aún más catastrófico que el del 1 de julio.

1.4.- LLEGAN LOS TANQUES.

El último gran intento aliado de romper las líneas alemanas se produjo el 15 de septiembre en la batalla de Flers-Courcelette. La ofensiva fue realizada por once divisiones británicas (nueve del 4.º Ejército y dos de la reserva formada por soldados canadienses) a las que se unieron posteriormente cuatro destacamentos franceses.

Flers-Courcelette es recordada hoy en día especialmente por ser el primer combate en que participó la nueva arma secreta británica, el carro de combate (conocido también por el nombre en clave de la época, tanque). Al contrario que los modelos actuales, los primeros tanques eran vehículos extremadamente lentos (3,2 km/h) y armados con dos cañones menores similares a los de la artillería convencional. Más que capacidad ofensiva, lo que se había demandado durante su construcción era protección contra las mortíferas ametralladoras alemanas y movilidad en un terreno plagado de trincheras, alambradas de espino y cráteres de

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impacto. Capacidad, en definitiva, para encabezar el asalto a las líneas enemigas mientras la infantería se protegía detrás de él.

C-15, un Mark I (tanque). Fotografía tomada el 25 de septiembre de 1916

Sin embargo, los tanques no fueron tan fiables como en principio pudiera parecer, ya que seguían siendo vulnerables a la artillería pesada, sufrían constantes fallos mecánicos y quedaban prisioneros de los obstáculos más grandes. De hecho, sólo 21 de los 49 tanques disponibles el 15 de septiembre de 1916 llegaron a entrar en combate, y la decisión de usarlos le valió no pocas críticas a Douglas Haig, a quien se acusó de mostrar el arma secreta demasiado pronto como para elevar su rendimiento hasta límites más aceptables.

A pesar de esto, el impacto (tanto psicológico como real) sobre las filas alemanas y el curso de la guerra fue notorio. La recién llegada 41.ª División, apoyada por el tanque D-17, capturó la población de Flers, mientras que la División Neozelandesa del XV Cuerpo Británico hacía lo propio con las líneas alemanas situadas junto a la ciudad. En el flanco izquierdo, la 2.ª División Canadiense tomó Courcelette tras una dura batalla en la que también participaron tanques. Y finalmente, los carros de combate posibilitaron asimismo la captura definitiva del bosque alto de Bazentin, aunque fuese de forma indirecta: los vehículos no pudieron penetrar entre la densa masa de árboles, pero al cumplir sus objetivos en los laterales del bosque, forzaron a los alemanes a retirarse de él por miedo a quedar acorralados, permitiendo así su ocupación por parte de la 47.ª División Londinense. Tras varios meses empantanados, los soldados aliados

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conseguían en unos pocos días la captura de más de 4 km de la tercera línea alemana, si bien es cierto que no se lograron todos los objetivos planeados. El Cuadrilátero, una posición fortificada al este de Ginchy, fue capturado el 18 de septiembre y el 25 de ese mes cayeron las poblaciones de Gueudecourt, Lesbœufs y Morval, esta vez sin la participación de los carros de combate.

¿Por qué nadie cambió el plan cuando los soldados caían a miles sin ni siquiera alcanzar las trincheras enemigas? John Keegan, el gran historiador militar, lo resume en su estudio clásico sobre esta ofensiva, El rostro de la batalla (Turner): “Primero, por el respeto tradicional de los militares al plan trazado, pero también porque las pérdidas humanas abultadas eran un parámetro integrado en la doctrina militar de la época”. “Los oficiales novatos mueren por decenas, cada minuto”, escribió el autor de El señor de los anillos al partir hacia Francia, según recuerda el periodista John Garth en Tolkien and The Great War (Harper Collins).

Las escenas de destrucción, los pueblos arrasados, llenos de cadáveres o de heridos destrozados por las balas, la metralla o el gas, la tierra negra bajo el aire pesado de la muerte y la pólvora, están reflejados en su obra magna, en la que los hombres son capaces de dejarse llevar por el mal absoluto que además estuvo presente en carne y hueso en el Somme. Un soldado alemán de primera llamado Adolf Hitler resultó alcanzado en una pierna en Bapaume el 7 de octubre de 1916.

Adolf Hitler.   El entonces soldado alemán de   primera resultó herido en una pierna el 7 de octubre de 1916.

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Los avances fueron insignificantes. En la actualidad, la línea del frente está jalonada por carteles en la carretera nacional D929. Apenas pasan cinco minutos desde que se supera el indicador que señala el lugar donde estaba la contienda el 1 de julio hasta que alcanza el que apunta el emplazamiento el 1 de septiembre de 1916, en el pueblo de Pozières. De nuevo hay que recurrir al superlativo: en esta localidad se produjo el mayor desastre militar de la historia de Australia. Veintitrés mil bajas para avanzar unos kilómetros. Peor que Galípoli. Desaparecieron 4.300 soldados. Lo más grave es que toda la batalla fue una inmensa maniobra de distracción para obligar a los alemanes a desplazar tropas desde Verdún hasta este nuevo frente y así aliviar la presión contra los franceses.

Nunca ha sido tan certera la expresión carne de cañón como en aquel combate. Geoff Dyer narra que, en esos libros de condolencias que hay en todos los cementerios militares, se encontró con el siguiente diálogo: “¡Nadie habla de los seis millones de judíos!”. A lo que alguien respondió al lado: “Guerra equivocada, colega”. Fue, sin duda, la batalla equivocada en la guerra equivocada. “Las terribles bajas del Somme supusieron un punto de inflexión para muchos soldados británicos. Se produjo un giro hacia una especie de tenaz cinismo, una falta de fe en que alguna batalla pudiera servir para algo”, escribe Adam Hochschild en Para acabar con todas las guerras (Península).

Douglas Haig reanudó el asalto en este sector entre los días 25 y 27 de septiembre, el cual desencadenó los feroces combates de Morval y el del Cerro Thiepval. El avance británico era muy lento aunque se iba consolidando. Hubo otros combates en los Cerros Transloy y en las Alturas de Ancre que tuvieron lugar entre el 1 y el 20 de octubre. Simultaneamente hubo también algunos ataques esporádicos por parte en el ala sur por parte de algunas unidades francesas.

1.5.- FASE FINAL DE LA BATALLA DE SOMME.

El Ejército de Reserva de Gough lanzó el 26 de septiembre una nueva ofensiva de gran magnitud sobre la fortaleza alemana de Thiepval. La 18.ª División Oriental, que ya había sobresalido en la ofensiva del 1 de julio, se destacó capturando la mayor parte de Thiepval en un sólo día. Mientras la granja Mouquet caía en manos de la 11.ª División Norteña, los canadienses avanzaron alrededor de un kilómetro desde Courcelette.

Siguió entonces un periodo conocido como la batalla de los altos de Ancre que duró desde el 1 de octubre al 11 de noviembre, en el cual no se produjeron avances y la batalla se convirtió nuevamente en una sangrienta guerra de desgaste. A finales de octubre, las tropas de Gough fueron convertidas en el V Ejército Británico.

Mientras tanto, Haig mantenía la ilusión de que el 4.º Ejército iba a romper las líneas alemanas de forma inminente. El 29 de septiembre trazó un nuevo plan, según el cual el 3.er Ejército reanudaría la batalla en torno a Gommecourt y el 4.º

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avanzaría hacia Cambrai. El primer paso requería la captura previa de la Línea Transloy alemana, la cual conectaba el pueblo de Le Transloy al este con Le Sars, situada en la carretera de Albert-Bapaume.

Iniciada el 1 de octubre, la batalla de Le Transloy se ralentizó cuando el tiempo empeoró súbitamente y cayeron fuertes precipitaciones, convirtiendo el castigado campo de batalla en un barrizal. Con la excepción de la captura de Le Sars el 7 de octubre, no hubo progresos apreciables y los combates sólo reportaron un continuo goteo de bajas. El estertor final de la batalla llegó el 5 de noviembre con un ataque fallido en el precipicio de Warlencourt. En lo relativo al 4.º Ejército, las operaciones mayores en el conjunto de la batalla del Somme habían cesado de nuevo.

El último acto de la batalla del Somme fue representado entre el 13 y el 18 de noviembre, a lo largo del río Ancre, que discurre al norte de Thiepval. La decisión de Haig de atacar se debía más a razones políticas que militares, pues con la llegada del invierno la remota posibilidad de romper el frente había desaparecido. En realidad, lo que Haig esperaba era conseguir una victoria (aunque fuese menor) de la que poder presumir ante los mandos franceses, con quienes se iba a reunir de nuevo en Chantilly el 15 de noviembre.

Durante la Batalla del Somme los británicos y franceses lograron avanzar solo 12 km, pero al costo de 650.000 bajas, 450.000 británicas y 200.000 francesas. La guerra de trinchera se acentuaría aún más por dos largos años. La estrategia y la conducta de Douglas Haig causaron gran controversia en Inglaterra. Se decía que el poseía una optica militar inflexible y llena de fallas.

Los primeros movimientos de la batalla de Ancre fueron básicamente una reproducción de los del 1 de julio, incluso con la detonación de dos galerías subterráneas en la cresta de Hawthorn y en Beaumont Hamel. La 31.ª División atacó de nuevo Serre, al igual que lo había hecho cuatro meses y medio antes, y cosechó los mismos resultados negativos. Al sur de Serre, sin embargo, la experiencia de las tropas se tradujo en la consecución de la mayoría de los objetivos. La 51.ª División de Infantería tomó Beaumont Hamel, mientras que a su derecha la 63.ª Real División Naval capturaba Beaucourt (lo que le valió al teniente coronel Bernard Freyberg una Cruz Victoria). Al sur, el II Cuerpo de Ancre realizó también cierto progreso.

Haig se mostró satisfecho con este resultado, pero Gough presionó en favor de un último ataque sobre las trincheras Frankfurt y Múnich y la población de Grandcourt, que comenzó el 18 de noviembre. Noventa hombres de la 16.ª División de Infantería Ligera Highland (la llamada «Brigada de los chicos de Glasgow») atacaron la trinchera Frankfurt, que resistió hasta la rendición de los 45 ocupantes supervivientes (30 de ellos heridos) el 21 de noviembre. Esta acción dio fin a la batalla de Ancre y con ella a la batalla del Somme. Múnich y Grandcourt, sin embargo, permanecerían en manos alemanas.

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Progreso de la batalla del Somme entre el 1 de julio y el 18 de noviembre de 1916.

2.- VIGENCIA DEL PENSAMIENTO DE CLAUSEWITZ Y ARDANT DU PICQ.

2.1.- DOCTRINA MILITAR DE CHARLES ARDANT DU PICQ.

La esencia de su doctrina se expresa en Estudios de Combate 4. Libro comparando "guerra antigua" y "guerra moderna", al comentar sobre el fuego de la infantería y de centros de empresas [del dispositivo], y concluyendo con un conjunto de letras y por los resultados de los cuestionarios que envió a militar.

Su idea principal es demostrar que la batalla se basa principalmente en los seres humanos y en particular sobre su psicología ("Consideremos entonces el hombre en la lucha, ya que es él quien es el real"). De hecho, para él,

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la derrota es fundamentalmente una ruptura psicológica, debido en particular al miedo y genera el caos, la confusión y el pánico. Para luchar contra este miedo y ganar la mano, hay que educar a la fuerza moral de los soldados a través de la disciplina, la confianza y la solidaridad. Por tanto, la victoria se basa en la educación del soldado que debe estar firmemente controlado por oficiales convencido de su papel.

Ardant du Picq piensa deliberadamente en una perspectiva muy diferente de la del pensamiento militar dominante de la época, todavía muy marcada por la época napoleónica y en base a los números y recursos superiores. No duda también para criticar la teoría de "grandes batallones". Su enfoque es a la vez muy científico y muy moderno ya que sus conclusiones extraídas de los cuestionarios se difunde a los oficiales, suboficiales y soldados "que hicieron la guerra."

2.2.- DOCTRINA MILITAR DE VON CLAUSEWITZ. 

La doctrina militar del absolutismo procuraba desarrollar el combate sin sangre. El tipo de guerra deseada buscaba imponer al enemigo condiciones de rendición sin entablar lucha. Para ello, la acción militar quedaba reducida a la participación de los ejércitos profesionales. 

Este tipo de concepción sobre el arte militar, conocido como la guerra de maniobras, fue entrando en crisis por varios factores. Por una parte, la aparición de formas de combate en relación a nuevas formaciones sociales. Hablamos de experiencias como la guerra independentista norteamericana donde, por ejemplo, los «tiradores libres» resultaron un problema irresoluble para la forma tradicional de combate de entonces. Por otra parte, el desarrollo de la defensa nacional, la «nación en armas», que generó la resistencia a las invasiones napoleónicas en Vendée, España y Rusia. Pero lo más importante fue el impacto que provocó la Revolución Francesa con la conformación del «ciudadano libre», que permitió la incorporación de una fuerza de masas con la movilización general de la población.

Sobre ese fondo teorizó Clausewitz, estableciendo los pilares de la teoría moderna de la guerra, que supone centralmente el enfrentamiento entre fuerzas regulares profesionales subordinadas a los Estados nacionales, aunque abriendo la puerta a la incorporación de las masas a la actividad bélica.

Clausewitz pensaba que la guerra moderna es un «acto político», y esta manifestación ponía en juego lo que él consideraba el único elemento racional de la guerra. En su concepción, los otros dos elementos de la guerra son: a) el odio, la enemistad y la violencia primitiva, y b) el juego del azar y las probabilidades.

El primero de estos tres aspectos interesa especialmente al pueblo; el segundo, al comandante en jefe y a su ejército, y el tercero, solamente al gobierno. Las pasiones que deben prender en la guerra tienen que existir ya en los pueblos afectados por ella; el alcance que lograrán el juego del talento y del valor

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en el dominio de las probabilidades del azar dependerá del carácter del comandante en jefe y del ejército; los objetivos políticos, sin embargo, incumbirán solamente al gobierno.

En la teoría de Clausewitz, los elementos del odio, el cálculo y la inteligencia (dicho de otro modo, la pasión, el juego y la política) forman una «trinidad» inseparable. Así pues, Alemania se basó en Clausewitz para unificar la conducción militar y la política durante las dos guerras mundiales del siglo XX. Observada con rigor, su filosofía indica que el cálculo de los militares (la estrategia) y la conducción política tratan de dirigir e instrumentar una tendencia a la violencia y la hostilidad preexistente. Sostenía que, aun cuando un conflicto se iniciara sin esa base emocional, su desarrollo necesariamente influiría en este plano.

Clausewitz concebía la guerra como una empresa política de alto vuelo, sin desconocer la sangre y la brutalidad que implica. Por eso, consideraba que todos los recursos de una nación deben ponerse al servicio de la guerra cuando se decide su ejecución. Y pensaba que la guerra, una vez iniciada, no debe detenerse hasta desarmar y abatir al enemigo.

Su definición de la guerra es: “Constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad.”

2.3.- DOCTRINA MILITAR EMPLEADA EN LA BATALLA DE SOMME. 

La doctrina militar para la época (1916) de la batalla se basa en los siguientes principios:

Utilización de enormes masas de soldados y la guerra es un acto de violencia llevado a sus últimos límites y absurdo era introducir un principio de moderación (según lo pensado por Clausewitz, siglo XIX).

Según Foch, Francia, robustecer la ofensiva con mejoras del armamento y reunir una fuerza superior en un punto concluyente o determinante.

Al empezar en julio de 1914, la ofensiva prevalecía sobre lo demás; posteriormente, en noviembre, los Estados Mayores se sorprendieron al comprobar de que la defensa estratégica moderna preponderaba sobre la ofensiva, que se creía que sería ésta el factor esencial de la victoria.

Algunas estrategias utilizadas:

El éxito de la guerra fundamentalmente dependía de la suerte de las armas en dos frentes:

Frente ruso-alemán.

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Frente franco-belga-alemán.

Palabras del canciller alemán: Estamos ante un caso de legítima necesidad y la necesidad carece de ley. La injusticia trataremos de repararla, tan pronto alcanzemos el fin militar que nos hemos propuesto.

3.- REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE 1917 (REVOLICIÓN DE OCTUBRE).

La Revolución de Octubre, también conocida como Revolución bolchevique, fue la segunda fase de la Revolución rusa de 1917, tras la Revolución de Febrero. La fecha 25 de octubre de 1917 corresponde al calendario juliano vigente en el Imperio ruso, después abolido por el nuevo Gobierno bolchevique. En el resto del mundo, bajo el calendario gregoriano, los sucesos se iniciaron el día 7 de noviembre de 1917.

La insistencia del Gobierno provisional en continuar la guerra —muy impopular— impedía la aplicación de las profundas reformas que exigía la población. La ausencia de estas hizo que el programa bolchevique, reflejado en sus consignas de «Paz, pan y tierra» y «Todo el poder para los sóviets» (consejos), ganase partidarios rápidamente en el otoño de 1917. La crisis económica, que se había agravado desde el verano, la amenaza del frente para los soldados de la capital, la desilusión con la falta de reformas gubernamentales y el respaldo al Gobierno provisional de la mayoría de los partidos favoreció a los bolcheviques, que desencadenaron una intensa campaña de propaganda en la capital, por entonces Petrogrado. Entre las clases más desfavorecidas de Petrogrado el rechazo a los sacrificios para continuar la guerra y a seguir en Gobiernos de coalición con los kadetes después del golpe de Kornílov era general.

A pesar de la debilidad del Gobierno provisional, pocos días antes de la revolución quedó claro que una insurrección armada contra el Gobierno provisional por parte exclusivamente de los bolcheviques, como defendía Vladímir Lenin, sería rechazada por las masas; se aprobó entonces la toma del poder pero siguiendo una estrategia defensiva, dirigida principalmente por Lev Trotski, que consistía en asegurarse el traspaso del poder durante el II Congreso de los Sóviets a punto de celebrarse. Sería el Sóviet de Petrogrado y no el partido el que tomase el poder y cualquier intento de resistencia del Gobierno se presentaría como un ataque contrarrevolucionario. La orden gubernamental de enviar parte de la guarnición al cercano frente desató la revolución.

Inicialmente, a la Revolución de Octubre se la designó Alzamiento de Octubre o Alzamiento del 25 de octubre, como se puede comprobar, por ejemplo, en las primeras ediciones de los trabajos completos de Lenin. Con el tiempo, la Revolución de Octubre fue vista como uno de los acontecimientos más trascendentales del siglo XX, el primero de una serie que plantaría la semilla del épico enfrentamiento entre la Unión Soviética, junto a sus aliados socialistas

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contra los estados capitalistas occidentales, incluyendo los Estados Unidos, conocido como Guerra Fría.

La Gran Revolución Socialista de Octubre fue el nombre oficial de la Revolución de Octubre en la Unión Soviética desde la celebración del 10.º aniversario de la Revolución en 1927. Incluso tras la disolución de la URSS, el Partido Comunista de la Federación Rusa sigue utilizando comúnmente este nombre. La expresión “Octubre Rojo”,  también ha sido atribuida a los acontecimientos de dicho mes.

A pesar de los deseos de Lenin a favor de una inmediata toma del poder por el partido bolchevique, los informes sobre la actitud de obreros y soldados —dispuestos a respaldar una transferencia de poder a los sóviets, pero no a alzarse únicamente por el partido—, hicieron que la dirección bolchevique centrase sus esfuerzos en lograr que el Segundo Congreso de los Sóviets llevase a cabo el traspaso del poder gubernamental a los sóviets. La mayoría de la dirección prefería realizar un traspaso del poder durante el Congreso de los Sóviets (el representante principal de esta opinión era Trotski) e incluso en el Comité central una parte notable, encabezada por Kámenev y Zinóviev, veía con aprensión los llamamientos de Lenin a la insurrección. Esta corriente consideraba que la situación no era propicia para un levantamiento armado y prefería apoyarse en los sóviets y en la futura Asamblea constituyente para hacer avanzar la revolución. Sostenía además que un golpe de mano uniría en contra del nuevo Gobierno a toda la burguesía, sería incapaz de enfrentarse militarmente a Alemania y no podría contar con un apoyo decidido del proletariado mundial. Aunque Lenin acabó por imponer su opinión sobre la necesidad de un alzamiento, no se fijó fecha y el Comité central se mostró muy dividido.

Lenin estaba convencido de la necesidad de no aguardar y de tomar el poder inmediatamente; para justificar tal acción, expuso diversas justificaciones: la inminente firma de una paz entre los contendientes en la Gran Guerra —acuerdo entre potencias imperialistas según su visión—, que Kérenski se preparaba para entregar la capital a los alemanes, que se preparaba otro nuevo golpe de Estado de la derecha como el fracasado de Kornílov o que el triunfo de la revolución rusa y mundial se lograría con escasa lucha. La situación del Gobierno provisional era, en efecto, muy grave y perdía rápidamente autoridad; la situación militar en el frente norte, cercano a la capital, era catastrófico y Kérenski no tenía asegurada la lealtad de la guarnición de la ciudad. La escasez de combustible y alimentos hacía crecer la inflación. La apatía aparente de la población podía tornarse fácilmente en rebeldía y el Gobierno no podía contar con el apoyo efectivo del Comité Ejecutivo Central Panruso (VTsIK), aislado de las masas; el Sóviet de Petrogrado se hallaba ya en manos de los bolcheviques, presidido por Trotski.

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León Trotski, revolucionario ruso y principal organizador de la revolución en   Petrogrado.

El objetivo final de las maniobras del Sóviet de Petrogrado las expuso el propio Trotski: el Congreso de los Sóviets debía arrogarse el poder gubernamental, declarar un armisticio inmediato y entregar la tierra a los campesinos. Para Lenin, sin embargo, la toma del poder debía realizarse antes del Congreso y el papel de este debía limitarse a aceptarla.

La decisión de los socialistas moderados de posponer el Congreso cinco días, por la falta de delegados en la capital, resultó crucial: permitió a los bolcheviques organizarse para tomar el poder e hizo que el intento de Kérenski de desarmar a los radicales se produjese antes de su celebración. En parte el retraso del Congreso se debió también a la evidencia de las disensiones internas en el partido bolchevique, que hizo albergar esperanzas a los socialistas moderados de que el Congreso acabase contando con una mayoría opuesta a la posición de Lenin.

El plan del Comité Militar Revolucionario de Petrogrado encargado de la toma del Palacio de Invierno consistía en la formación de dos anillos concéntricos alrededor del edificio, uno interior para mantener la presión sobre los sitiados —formado principalmente por soldados de los regimientos Pávlovski (al norte) y

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Kexholm (al sur)— y otro exterior para evitar posibles intentos de auxilio de las tropas cosacas o de los cadetes; el cerco incluía la Fortaleza de San Pedro y San Pablo y el Crucero Aurora. Se definió una estructura de mando tan complicada —criticada por el propio Trotski— que retrasó las operaciones. Antónov-Ovséyenko, miembro bolchevique del CMR, comunicó el plan a los comisarios de regimiento: se presentaría un ultimátum al Palacio y, en caso de no ser aceptado a tiempo, la Fortaleza realizaría una señal con un farol rojo para comenzar el bombardeo. Las primeras salvas debían provenir del Aurora y debían ser de fogueo; en caso de continuar la resistencia, tanto el crucero como la fortaleza comenzarían el bombardeo con fuego real.

Alrededor de la 13:00, un grupo de marinos ocupó el Almirantazgo y arrestó al alto mando de la Marina.

Mientras, en el Palacio, tras la marcha en busca de refuerzos de Kérenski a media mañana, el gabinete se reunió presidido por el vicepresidente del Gobierno, Konoválov, para relevar a Polkóvnikov, cuyo mando parecía insatisfactorio, y nombrar al conservador ministro de Bienestar, Kishkin, gobernador general a cargo de la defensa con poderes dictatoriales. Se decidió además mantener la sesión hasta ser socorridos por las tropas que se esperaban del frente o ser arrestados por los insurgentes. El mando efectivo de las tropas del Palacio quedó en manos del viceministro P. I. Palchinski, que se encontró en una situación grave: falto de víveres, sin plan de defensa, con una oficialidad confundida y unas tropas desmoralizadas. Kishkin partió a la cercana sede del Estado Mayor para relevar a Polkóvnikov y nombrar en su lugar el jefe del Estado Mayor de la región militar capitalina, el general Bagratuni, acción que solo logró aumentar la confusión reinante en el lugar.

Fuera, solo hubo un débil intento por parte de las fuerzas gubernamentales de retomar un edificio importante bajo control del CMR: el principal comisario del Ejército, Stankévich, trató de recuperar la central telefónica con un grupo de cadetes, pero fue rechazado después de un breve combate. De vuelta en la sede del Estado Mayor, en la plaza del Palacio, informó al alto mando de la necesidad de refuerzos —que le aseguraron se hallaban de camino— y de la imposibilidad de resistir más de dos días con las escasas fuerzas aún leales al Gobierno.

Durante la tarde, llegaron refuerzos a los sitiadores del Palacio, mientras que parte de las fuerzas que lo defendían se retiraron, sin que les molestasen los que rodeaban el edificio. Un par de escuadrones de cosacos y algunos cadetes lograron llegar al Palacio sin que los sitiadores les estorbasen, lo que volvió a equilibrar la defensa.

Mientras, Lenin incitaba a los responsables del asedio a concluirlo cuanto antes para evitar más retrasos en la apertura del congreso y el nerviosismo de los delegados. Ante esta situación, el comandante de la Fortaleza decidió enviar finalmente el ultimátum previsto a las 18:30 con dos ciclistas que se trasladaron

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hasta la sede del Estado Mayor; el ultimátum expiraba a las 19:10 y exigía la rendición del Gobierno y de sus tropas. Los ministros se volvieron a reunir precipitadamente abandonando su cena para rechazar la exigencia de rendición e ignorar el ultimátum. Expirado este, soldados del Regimiento Pávloski tomaron la sede del Estado Mayor, a pesar de los intentos de los cadetes del Palacio de auxiliar a sus defensores. En aquel momento, el comandante de frente norte, general Cheremísov, se hallaba en comunicación con el personal del edificio para informarse de la situación en la capital cuando las comunicaciones se cortaron por la conquista. Bagratuni, en el Palacio en conversaciones con los ministros, decidió entonces dimitir y los insurgentes le arrestaron poco después.

Lenin, principal dirigente bolchevique, presionó con firmeza al Comité central del partido bolchevique para que derrocase al debilitado Gobierno provisional   antes de

la celebración del II Congreso de los Sóviets.

La lectura de la proclamación que anunciaba la toma del poder redactada por Lenin, que aún no había acudido al congreso, correspondió a Lunacharski. En ella no solo se anunciaba la toma del poder por el congreso, sino también el programa fundamental del nuevo Gobierno:

“El Gobierno soviético propondrá inmediatamente una paz democrática a todas las naciones y el establecimiento de un armisticio inmediato en todos los frentes. Asegurará el traspaso de la tierra de los terratenientes, de la Corona y de los monasterios a los comités campesinos sin compensación; protegerá los derechos de los soldados mediante la introducción de una democracia completa en el Ejército; establecerá el control obrero de la producción; asegurará la convocatoria de la Asamblea Constituyente en la fecha fijada; se encargará de

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abastecer de pan las ciudades y de productos básicos a los pueblos; garantizará a todas las naciones que pueblan Rusia un genuino derecho de autodeterminación.”

El Congreso decreta que todo el poder en las poblaciones pasará a los Sóviets de los diputados de obreros, soldados y campesinos.

Se aprobó el decreto con únicamente dos votos negativos y doce abstenciones. Al amanecer los delegados, agotados, levantaron la sesión para poder dormir brevemente. Mientras, los socialistas que se habían retirado del Congreso y se oponían a la toma del poder formaron un Comité para la Salvación de la Patria y la Revolución, el primer centro de oposición al nuevo Gobierno. El Comité denunció las acciones de los bolcheviques, solicitó el apoyo de la población y anunció su intención de formar un nuevo Gobierno.

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CONCLUSIONES

La guerra es un acto político y se lleva a cabo en todo momento dentro de un contexto político. La política es el factor dominante, el substrato permanente que debe guiar la acción de guerra. Ese elemento político puede manifestarse esencialmente de dos formas: como voluntad de conquista y como voluntad de resistencia. Según Clausewitz, la voluntad de defensa es lo último que perece en la guerra; el defensor establece la dualidad del combate ya que «un conquistador es siempre amigo de la paz... su ideal sería entrar en nuestro Estado sin oposiciónClausewitz, en el que insiste sobre el poder e importancia de la voluntad de defensa: «Ningún Estado debe creer que su destino, su existencia entera depende de una batalla, por decisiva que ésta sea... Siempre hay tiempo para morir... y está dentro del orden natural del mundo moral que un pueblo trate por todos los medios de salvarse cuando se ve precipitado al fondo del abismo. Por más pequeño y débil que sea un Estado con relación a su adversario, no debe nunca eximirse de un esfuerzo supremo, sin el cual habrá que decir que ya no hay alma en él»

No cabe exagerar la relevancia de las reflexiones de Clausewitz. Se trata de una idea crucial, cuya validez práctica ha quedado demostrada muchas veces en la historia moderna de la guerra. Desde la resistencia de los pueblos ruso y español ante Napoleón hasta la lucha de los vietnamitas contra Francia y Estados Unidos, pueden apreciarse los efectos de una misma voluntad política, el empleo del tiempo y del espacio entendidos también como dimensiones políticas, para mantener vivo un ideal y desgastar la voluntad de conquista del enemigo.

Fue una guerra total y supuso una movilización de recursos y de pueblos, así como una creciente centralización gubernamental del poder en cuanto a las vidas de sus ciudadanos. Las libertades civiles, como la libertad de prensa, de palabra, etc. Fueron restringidas en nombre de la seguridad nacional.

La expansión de la autoridad del gobierno en áreas como la educación masiva, la legislación del bienestar social y la conscripción masiva, la Primera Guerra Mundial hizo de la práctica de una autoridad central una forma de vida.

La Gran guerra señaló el fin de la hegemonía europea sobre los asuntos mundiales. En 1917 la Revolución Rusa sentó los fundamentos para la creación de un nuevo poder soviético y además, EEUU ingresó en la guerra.

La batalla de Somme iba a ser la respuesta francesa a Verdún, aunque los franceses quedaron tan debilitados que sólo pudieron aportar 14 de las 40 divisiones previstas. Los británicos pusieron otras 25 y junto a las 10 divisiones alemanas – al principio, luego todos los bandos las aumentarían –, convirtieron las inmediaciones del río Somme en el más sangriento escenario de toda la guerra. Una batalla épica en la que personajes tan dispares como Adolf Hitler, JRR Tolkien, Robert Graves o Ernest Hemingway, compartieron espacio.

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La batalla de Somme pretendía ser la gran ofensiva que cambiara el curso de la guerra y por sus inicios, casi lo fue. Mil cañones franceses y británicos bombardearon durante ocho días las posiciones alemanas. Los aliados pensaban que aquello dejaría el frente alemán expedito pero el primer día de avance sólo entre los británicos contaron 58.000 bajas. Ninguna otra batalla había causado jamás tantas bajas inglesas y no había pasado más que el primer día.

El 15 de septiembre, tras dos meses y medio de ofensivas, los británicos pusieron en liza los primeros carros de combate de la historia y ni aún así pudieron avanzar más de 500 metros. La ofensiva cesó en noviembre, cuando las lluvias convirtieron las trincheras en bañeras y el campo de batalla en un lodazal impracticable. Cinco meses y más de un millón de muertos después, ninguno de los objetivos aliados había sido conseguido. 

La Revolución de 1917 había creado el primer sistema económico socialista basado en la planificación central. Esta alternativa al capitalismo resultó extraordinariamente eficaz para la industrialización acelerada de una economía agraria, como era la de la Rusia zarista.

Desde finales de los años veinte, sin reparar en costes y eliminado cualquier disidencia, el Estado soviético se entregó a la movilización de los ingentes recursos necesarios para modernizar en breve plazo la economía de la URSS. La política de industrialización acelerada había llevado a un rápido crecimiento del sector secundario y nuevas ciudades industriales surgieron a lo largo del país. Los campesinos expulsados de la tierra por la colectivización engrosaban una creciente clase obrera.