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TRABAJO DE PROYECTO DE VIDA
SINTESIS DEL LIBRO
“UN TAL BERNABE BERNAL”
DIEGO FERNANDO LEON ALVAREZ
PROFESORA
NOHORA HELENA ROJAS LOSADA
COORPORACION UNIFICADA NACIONAL
CUN
PROGRAMA DE ADMINISTRACION DE EMPRESAS
NEIVA-HUILA
UN TAL BERNABÉ BERNAL
Autor del libro: Álvaro Salom Becerra
Este libro fue escrito por un conocedor de las costumbres capitalinas. Don Álvaro
salom becerra, excelente novelista frente a las situaciones de desigualdad,
pobreza, corrupción, politiquería, burocracia y bipartidismo que ha vivido nuestro
país. El autor, con un tono irónico y de altura, relata la vida de un pintoresco
personaje llamado Bernabé Bernal, quien desde joven fue atrapado por las garras
de la burocracia al no poder trascender más allá de un ridículo círculo laboral; y es
que el mediocre y movido mundo en el que le tuvo que vivir no le ofreció jamás
algo distinto que esclavitud y ataduras.
Bernabé podría caracterizarse con el adjetivo pendejo, ya que toda su vida
transcurrió tras las sombras de otros más afortunados. Él nació para sufrir, pero no
como en los dramas existencialistas, sino de la manera en que sufren todos los
pendejos del mundo. ¿Cómo? Pues desde su infancia dominado por la tiranía de
su padre y hermanos mayores; luego, en su juventud, siendo el 'verraco' para las
cuestiones académicas, por los más malos estudiantes que lo matoneaban y le
obligaban a hacerles sus tareas y evaluaciones; y en su adultez, por la total
esclavitud de la burocracia colombiana.
Bernabé fue un hombre honesto, pero su falta de visión lo obligó a ser sumiso
antes sus padres, jefes, esposa e hijos; su cobardía, con todo, le hizo temer
siempre los cambios violentos. Por otra parte, esta novela es una
excelente oportunidad para analizar con ojo crítico la política colombiana en donde
elegantes sujetos de corbata asisten con exclusividad a cobrar sus sueldos y
firmar las respectivas nóminas, pero cuando deben reunirse a discutir, la
inasistencia es asombrosa, y las temáticas de las que hablan giran en torno a
propuestas pocas productivas.
La novela inicia con el protagonista contando su autobiografía. En esta época de
su vida, los días cinco de cada mes, Bernabé tiene que sufrir el calvario de
recorrer largas filas para el pago de sus pensiones mensuales que han logrado
después de una extensa carrera laboral. Al cobrar su paga, junto a unos de
amigos, Bernabé se dirige a compartir unas cuantas copas, celebrando el
reencuentro. Al final de la amena jornada, Bernabé se siente fatal, al saber que en
casa lo espera su esposa, una mujer irascible que controla su pensión, y que va a
regañarle por gastar dinero bebiendo con sus amigos.
Ahora bien, la niñez y juventud de Bernabé transcurrieron en el seno de una
familia conservadora, ya entonces era tímido, miedoso y apasionado por la
literatura. En el colegio fue explotado por sus compañeros, quienes lo obligaban a
hacer sus trabajos. Fermín Salgar, su amigo y protector en la escuela, es el único
recuerdo positivo de esta época; incluso, fue él quien quitó los ojos de inocencia a
Bernabé, pues con él aprendió algunos vicios mundanos. Por otra parte, en su
vida afectiva juvenil intentó a través de la poesía conquistar a una linda chica por
la que fue vilmente rechazado. Cuando Bernabé cumplió 22 años murió su padre,
alguien con quien no mantenía vínculos afectivos. A esa misma edad asistió a la
Facultad de Derecho junto a Fermín, sin embargo, su falta de recursos lo llevó a
retirarse. Ya era adulto y tenía que responder en su casa por los gastos, pero
como sólo sabía de literatura, se sentía un inútil más en el país. Bernabé se
encontraba desolado, hacía sacrificios supremos para poder sobrevivir, como
vender su mayor tesoro: los libros. En este apartado, el amor por la literatura
refleja, tanto en el protagonista como en el autor, una evidente relación de amor,
placer y refugio espiritual del hombre con las letras:
“Yo tenía un tesoro de valor inapreciable. Eran mis libros. Mis únicos hermanos y
amigos. Los únicos que no me habían golpeado ni escarnecido. Los únicos que
me habían sonreído y acariciado. Los únicos juguetes que habían alegrado mi
infancia y los únicos aromas que habían perfumado mi juventud. Los que me
habían llevado de la mano para enseñarme un mundo insospechablemente
hermoso. Los que me habían servido de aguijón psicológico y de freno moral. De
antídoto para el tedio y de bálsamo para las heridas que me había infligido la
vida…” (Págs. 53 - 54)
El dilema en que se enfrascó este amante de los libros es definitivo para su vida:
anteponer el alimento físico al espiritual es una dolorosa decisión. Quien lo
ayudaría luego a encontrar otra forma de llevar su vida es Dámaso Bernal, el tío
paterno del protagonista, el cual lo introduce al mundo de la burocracia. La
sentencia de enquistamiento en este mundo es proferida por Dámaso, sin piedad
alguna, al decir: “En este país una persona como usted, que no sepa hacer
absolutamente nada, tiene que ser empleado público”.
En 1930, año en el que Enrique Olaya Herrera asumió el poder, nuestro hombre
ingresó al mundo laboral de la burocracia, instado, ante todo, por la
responsabilidad de cuidar a su madre, toda vez que sus hermanos mayores ya
habían organizado sus vidas en matrimonios. Su primer jefe inmediato fue
Jeremías Mondragón, un prominente político del liberalismo, quien con promesas
politiqueras andaba por el mundo haciéndose a riquezas y propiedades. A
Bernabé lo tuvo en la lista de espera para acceder a su trabajo por un largo
tiempo, exactamente hasta el día en que el joven redactó un discurso sobre
Atanasio Girardot para Mondragón, quien preparaba una campaña especial por la
región. Fue una genialidad oratoria, aunque no tuvo reconocimiento por ella; sin
embargo, la contundencia e impecabilidad de su escrito hizo que fuese designado
en un cargo fijo como ayudante de investigaciones en la Prefectura: tenía que
lidiar con el mundo oscuro del hampa. Se le entregó un revólver “Colt” calibre 38, y
lleno de miedo, fue asignado a misiones de arresto de las que no salió bien
librado, tanto así que pronto sus fracasos lo llevaron a batir el récord mundial de la
estupidez.
Luego del fracaso como agente de seguridad, Mondragón le permitió a Bernabé
hacer parte de los funcionarios del parlamento. Su trabajo pasó a ser el de
lugarteniente político y agente electoral. Su función era básicamente promocionar
las campañas políticas de su jefe, viajando como delegado a diversas
poblaciones. En estos trasegares fue testigo de la desvergüenza y el impudor de
los funcionarios públicos, artífices de clientelismo, despilfarro y corrupción. Él
mismo no pudo dejar de calificarse como “testaferro de un politicastro”. En esta
época se consolidó la “sociedad Mondragón-Bernal” que consistía en que Bernabé
diseñara y concretara todos los logros de su jefe a costa de sudor y lágrimas,
mientras que el otro los disfrutaba.
Pasado un tiempo, ocurrió la muerte de su madre y, junto a ello, llegaría otra
desgracia: el conocer a la enfermera Bonifacia Recaman. Ella asistía a su madre
antes de morir y, también, de algún modo, enamoraba al joven. Cuando finalmente
la mujer murió, el vacío corazón de Bernabé halló alivio en Bonifacia, una situación
que lo llevaría a cometer el más grande error de su vida porque, después de un
tiempo el amor que ella le profesó en su noviazgo se sustituyó por ira e
imponencia. Con esta mujer él tuvo tres hijos: León, Genoveva y Juan Jacobo,
nombres puestos en honor a grades figuras intelectuales.
Entretanto, el jefe Mondragón, por compromisos políticos, abandonó el país,
dejando al joven Bernabé desempleado, mas, por recomendación de Mondragón,
el señor Lázaro María Velandia lo reclutó. La vida burocrática continuaba con
empleos como revisor de autos interlocutorios y sentencias dictadas por Jueces
Superiores, de las cuales debía analizar su legalidad. Este trabajo le tomaba hasta
catorce horas diarias y evidenciaba lo peor de la miseria humana como, por
ejemplo, hijos que mataban a sus padres, asesinatos de hermanos, estafas, cobro
de seguros, etcétera. El repugnante trabajo enquistó a Bernabé en una sórdida
oficina, donde revisaba tan infames casos.
La desvergüenza mayor venía cuando, de su sueldo, debía destinar una parte
para homenajear a su jefe con viandas y licores. Corrupción e inmoralidad por
doquier. Bernabé debía desistir a ofrecimientos corruptos y sobornos para ocultar
verdades y favorecer a victimarios. La honestidad del hombre ante el juego de
poderes y dinero que estaban por encima de la nobleza y la justicia, sólo le sirvió
para ganarse su destitución por allá en la época en que fue asesinado Jorge
Eliécer Gaitán, iniciándose una época violenta en Colombia. Para poder seguir
trabajando, debía estar afiliado a un partido político. Como antes era simpatizante
del liberalismo y comenzaba una época de violencia política, debió ocultar tal
postura. Leovigildo Meneses, un conservador, hizo renunciar a Bernabé de sus
ideas liberales para contratarlo en un puesto de la Contraloría. De su sueldo, una
tercera parte debía destinarse al partido. En el empleo, servía de copartidario del
Conservatismo, para el cual debía infundir –de forma violenta- la doctrina a todo
paisano liberal que conociera. Al ver este escenario, Bernabé desertó, quedando
desempleado y de nuevo en una situación desesperada.
En la década de los cincuentas llegó el gobierno militar de Gustavo Rojas Pinilla,
por lo tanto, Bernabé debió simpatizar con los militares para sobrevivir. El Coronel
Cerbeleón Villate “Billete” le dio un trabajo en el que seguirían desfilando la
corrupción y la falta de justicia. También en este empleo lo intentaron sobornar,
aunque evitó caer en trampas de ese tipo. Lastimosamente, cuando acabó el
gobierno militar, para dar paso al frente Nacional, Bernabé fue apresado por
corrupción, pese a que en su vida se había mantenido intachable. Fue llevado a la
cárcel y, si bien en un principio le pareció un infierno, luego se decía a sí mismo
que aquel lugar era “un espectáculo ética y estéticamente superior” al que había
conocido en su vida burocrática anterior. En prisión sirvió de apóstol, ayudó a
presos necesitados e infundió ánimo entre los reclusos y guardias. Es curioso,
pero su época de encarcelamiento le pareció la parte en que se sintió más libre,
sobre todo, de la desfachatez política y burocrática del exterior y, también, de su
esposa y familia, quienes no querían saber de él; sólo su hijo Juan Jacobo lo
visitaba ocasionalmente para llevarle libros y cigarros.
En la época que inició el Frente Nacional, Bernabé volvería a la libertad y con ello
a la necesidad de sostener a su familia a través de un empleo público. A los 44
años, Bernabé tuvo que sobornar a un funcionario público para limpiar su pasado
judicial y unirse de nuevo al liberalismo para conseguir trabajo. Sería Plutarco
Bolaños, otro político de la región, quien le ayudaría en este asunto bajo la
condición de destinarle por ello el 20% de su sueldo mensual.
Don Juan Carlos de Cordobés, un aristócrata bogotano, le daría su siguiente plaza
burocrática: supervigilar a las alcaldías e inspecciones de policía y tramitar otras
gestiones. Cumpliendo este empleo evidenció cómo la embriaguez de la
politiquería encara melaba a la gente, mientras las promesas después no se
cumplían. En esta época un nuevo soborno le fue ofrecido al honesto Bernabé,
quien al rechazarla, debió afrontar las calumnias y la persecución. De otra parte,
intentó ganar algo de dinero en un concurso literario, escribiendo una novela bajo
el seudónimo de “Fidel Narrador”, pero fue menospreciado y excluido por parecer
comunista. Después de esperar algún tiempo, su último trabajo sería en el mundo
de la estadística, adaptando los datos a las necesidades y conveniencias de los
usuarios y el gobierno. Bajo el mando del doctor Gerardino Estupiñan [1], el
protagonista vio cómo de forma acomodaticia se presentaba a la gente una
versión desfigurada de la realidad respecto a temas como la salud, la educación,
la criminalidad o el trabajo. Por ejemplo, Bernabé descubrió que el índice de
criminalidad y la inacción de los jueces había aumentado en un 80% de un año a
otro; pero como ese tipo de cosas no debían ser publicadas, la investigación fue
archivada y Bernabé destituido por traicionar a sus jefes. En 28 años de servicio
tuvo que reconocer que las dos grandes claves del éxito burocrático son callar y
omitir.
En 1966 cuando Carlos Lleras Restrepo subió al poder, por fin nuestro “héroe”
llegaría a pensionarse; un hombre que no conoció gloria, ni dinero ni amor, todo
por ser pusilánime. En síntesis Bernabé podría resumir su vida con lo siguiente:
“Yo como buen idiota, era un buen trabajador. Pertenecía a esa legión infinita de
imbéciles que creen sinceramente que el trabajo dignifica. Y me enfrasqué en el
mío con pasión y el ardor que habrían motivado a un hombre codicioso a
enriquecerse” (Pág. 114). “Ciento treinta individuos componían la Cámara y
cobraban las dietas con anglosajona puntualidad. Pero apenas cuarenta o
cincuenta concurrían a las sesiones y sólo diez o quince intervenían en los
debates. La asistencia era total únicamente cuando en el orden del día figuraba un
proyecto de aumento de sus asignaciones o la elección del Contralor General de
la República, en la que todos tenían interés personal, ya que el funcionario elegido
debía pagar cada uno de los votos depositados en su favor con veinte empleos
para otros tantos parientes y amigos de los electores. Todos los Representantes,
sin embargo, se calificaban recíprocamente de ‘honorables’” (Pág. 89)
Muchas veces en la política colombiana de hoy se escuchan noticias de sillas
vacías y, sin embargo, el presupuesto del Estado debe destinarse a discusiones
bizantinas y otras nimiedades que poco aportan al progreso social. Nosotros
mismos vemos esto cuando los políticos tachan de “perfumar bollos” a algunos
departamentos marginados que necesitan dinero, o cuando se quejan de que sus
sueldos no les alcanzan para la gasolina de sus autos. Como se dijo, para poder
ingresar a un empleo, se debía ser partidario por conveniencia, y en algunos
casos sobornar para eliminar pasados judiciales, dar parte de los salarios por los
favores recibidos, ser ubicado de acuerdo al grado de amistad con el político en
poder, cambiar datos estadísticos y acomodar la información en beneficio de las
élites gobernantes.
"Los principales titulares eran los siguientes: 'Alzas en todos los artículos de
primera necesidad', 'El costo de vida ha sido frenado, declara el Ministro de
fomento', 'Treinta millones de peculados en diferentes entidades oficiales', ‘Le
hemos puesto una valla infranqueable a la inmoralidad administrativa, dice el
Procurador General’, ‘Descubierta cocaína por valor de diez millones en poder de
distinguida dama’, ‘Padre desesperado por la pobreza da muerte a su mujer y
cuatro hijos y se suicida’, ‘Ocho militares muertos en emboscada’, ‘La subversión
ha sido aplastada definitivamente, afirma el Ministro de Defensa’, ‘Rico industrial
secuestrado en Medellín’, ‘Este será el año de la seguridad, sostiene el jefe de
Das’ (…)" (Pág. 27)
En Colombia: titulares de hace más de treinta años se mantienen tan vigentes que
preocupa que la situación del país no cambie nunca. Estamos llenos de
corrupción, burocracia inefectiva, pobreza, politiquería, falsas promesas e
información poco veraz que resulta frustrante ver lo mismo todos los días. Son
pocas las noticias en materia de investigación científica, desarrollo educativo,
cultural, como para tomar un rumbo diferente. También podemos ver el modo en el
que Bogotá, pasada la mitad del siglo XX, ya había cambiado sus maneras en el
idioma: