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Trabajo productivo e improductivo en el pensamiento clásico * Profesor investigador del Departamento de Economía de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. IZTAPALAPA 44 julio-diciembre de 1998 pp. 29-52 Claudio Bagú* A l comparar las ideas de Adam Smith, David Ri- cardo, Carlos Marx y John Stuart Mill, no deja de sorprender el alto grado de cohesión entre estos autores respecto a numerosos temas funda- mentales. Uno de estos temas es el de la naturaleza productiva del trabajo: habiendo coincidencia en cuanto a que el trabajo humano —y no la tierra, como postularon los fisiócratas franceses— es la fuente del valor de la producción, surge la necesidad de discri- minar entre los diversos tipos y calidades de trabajo. Se plantea así el problema de la distinción entre tra- bajo productivo e improductivo. Los historiadores del pensamiento económico con frecuencia agrupan a los autores mencionados en un mismo conjunto, al lado de otros más, como Thomas R. Malthus, Jeremy Bentham, Jean Baptiste Say, Nassau W. Senior y James Mill —padre de John Stuart y promotor de Ricardo y de Bentham—, haciendo notar que cada uno de ellos mantuvo, no obstante, su sello particular. Destaca, sin duda, el caso de Marx quien, sea por su crítica radical, sea por el hecho de no haber

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Trabajo productivo e improductivo

en el pensamiento clásico

* Profesor investigador del Departamento de Economía dela Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.

IZTAPALAPA 44julio-diciembre de 1998

pp. 29-52

Claudio Bagú*

Al comparar las ideas de Adam Smith, David Ri-cardo, Carlos Marx y John Stuart Mill, no dejade sorprender el alto grado de cohesión entre

estos autores respecto a numerosos temas funda-mentales. Uno de estos temas es el de la naturalezaproductiva del trabajo: habiendo coincidencia encuanto a que el trabajo humano —y no la tierra, comopostularon los fisiócratas franceses— es la fuente delvalor de la producción, surge la necesidad de discri-minar entre los diversos tipos y calidades de trabajo.Se plantea así el problema de la distinción entre tra-bajo productivo e improductivo.

Los historiadores del pensamiento económico confrecuencia agrupan a los autores mencionados en unmismo conjunto, al lado de otros más, como ThomasR. Malthus, Jeremy Bentham, Jean Baptiste Say,Nassau W. Senior y James Mill —padre de John Stuarty promotor de Ricardo y de Bentham—, haciendo notarque cada uno de ellos mantuvo, no obstante, su selloparticular. Destaca, sin duda, el caso de Marx quien,sea por su crítica radical, sea por el hecho de no haber

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participado de los circuitos académi-cos europeos, fue menos difundido eincluso ignorado por muchos de sus con-temporáneos y aun por autores poste-riores, como John M. Keynes, quienapenas lo menciona marginalmente.

ADAM SMITH

Adam Smith establece, antes quenada, que trabajo productivo es aquélque queda incorporado en una mer-cancía, por lo cual su aportación a laacumulación de capital —lo que Marxdenominará plusvalor— puede ser re-cuperado por el vendedor de la mismamas adelante.

En Smith, es claro que sólo es pro-ductivo el obrero que es remuneradocon capital, en tanto que aquellos tra-bajadores o funcionarios de la Corona—hasta el mismo rey— cuya retri-bución depende de la existencia derentas o de ganancias extraordinariasdel capital, son trabajadores impro-ductivos. El método y el lenguaje deSmith son transparentes: el obreromanufacturero es productivo porquesu salario es un adelanto de capital y sutrabajo debe reponer, con una ganan-cia, dicho capital. Al ser intercambiadopor capital, su trabajo es productivo.En cambio, los sirvientes domésticos,la corte y hasta el soberano, son im-productivos en la medida en que susingresos dependen de rentas o ganan-cias previamente generadas. Es decir,desde el punto de vista del capitalista,

éste, al pagar salarios, invierte. En cam-bio, al gastar el mismo monto en ser-vicios personales o en impuestos —dedonde se financiará la corte— consume.

Por lo tanto, el primero es un gastodestinado a la producción, esto es, alincremento del capital adelantado, entanto el segundo no lo es.

El soberano, por ejemplo, con todos los

funcionarios o ministros de justicia que

sirven bajo su mando, los del ejército y

de la marina, son en aquel sentido tra-

bajadores improductivos (Smith, 1981:

300).

Como era de esperarse, este párrafoy otros similares causaron gran polé-mica después de la publicación de La

riqueza de las naciones. La corte, el reyy los militares resultaban unos ociososque vivían a expensas de la riquezagenerada por las manos productivas.Como es obvio, esta visión de Smithcoincide con su postura general de ata-que al Estado y defensa de la mano in-

visible que mueve mágicamente losmercados.

Smith, en esta parte, no sólo tienela intención de defender al régimen deiniciativa privada y criticar la injeren-cia gubernamental en la economía sinoque, además, confunde las funcionesdel gobierno y de la administración engeneral con la conducta personal “im-productiva” de quienes las ejercen yque despierta la cólera del contribu-yente. También es obvio que Smith noconsidera el caso de empresas estatales

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productoras de bienes indispensablespara la producción material —como PEMEX

en México, CODELCO en Chile o BritishTelecomm antes de su privatización—,por la sencilla razón que no existían yeran virtualmente impensables en el en-torno de Smith. Existieron, sí, empre-sas de la Corona, como el famoso casode las joyas de la Reina Isabel de Cas-tilla, que contribuyeron a financiar laexpedición de Colón. Pero en este casono se trató de una empresa que produ-jera insumos para la producción, aun-que abrió el camino para otras empre-sas que sí lo hicieron siglos más tarde.En estas empresas estatales, los obrerospueden ser tan productivos —siguiendola definición de Smith— como en lasempresas privadas y su producto se in-corpora como insumo —generalmenteindispensable— de numerosos proce-sos productivos.

Tampoco debe verse necesariamenteen la actitud de Smith una tendenciarepublicana en contra del régimen mo-nárquico, sino más bien recordar queSmith era escocés y protestante, mien-tras la Corona era inglesa y anglica-na, es decir, la variante insular del cato-licismo creada por Enrique VIII, en 1532,como respuesta a la prohibición papalde que continuara decapitando a susesposas.

La conclusión de Smith es inme-diata: estos funcionarios públicos sonsirvientes improductivos y, por ende,ociosos. Por lo tanto, su número debereducirse al mínimo indispensable paraderivar los fondos sociales hacia inver-

siones productivas que, obviamente,estarán controladas por los capitalesprivados.

Siendo, además, un moralista, Smithda el paso final al vincular el trabajoproductivo con la virtud y el improduc-tivo con la ociosidad. Al hablar de larelación entre los montos que se des-tinan a remunerar uno u otro tipo detrabajo, concluye:

La proporción que existe entre estos

diferentes caudales determina, necesa-

riamente, en cualquier país, el carácter

general de sus habitantes, por lo que

respecta a su actividad o a su ociosidad.

Y agrega:

La ociosidad de los que se mantienen

con cargo a las rentas que se gastan, co-

rrompe la laboriosidad de quienes de-

bieran mantenerse con el empleo de

capital. (...) La proporción entre capital

y renta es la que regula en todas partes

la relación que existe entre ociosidad e

industria. Donde predomina el capital,

prevalece la actividad económica; donde

prevalece la renta, predomina la ocio-

sidad. (...) Los capitales aumentan con

la sobriedad y la parsimonia y disminu-

yen con la prodigalidad y la disipación

(Smith, 1981: 304-305).

Sin embargo, contundente como es,la crítica moralista de Smith no acabaallí. Es clara su defensa del capital ysu ataque al Estado y a los rentistas.El enemigo a vencer, según Smith, es

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la clase rentista, a quienes identificacon el orden feudal en vías de extincióny con el Estado recaudador de impues-tos heredado de dicho régimen. Perola suya no es un teoría del Estado sinode la riqueza, misma que se identificasimultáneamente con prosperidad ycon moralidad —una visión por demáscalvinista (Smith era protestante)—.Por ello es que señala que no importatanto la forma material de la riquezacuanto el carácter de quienes la pro-ducen:

Cualquiera que sea la manera como la

gente se imagine que es la riqueza real

de un país y su ingreso, bien consista en

el producto anual de su tierra y de su

trabajo, como dicta la misma razón natu-

ral, o en la cantidad de metales precio-

sos que circulan en él, como supone la

preocupación vulgar, siempre resultará

que todo pródigo es un enemigo de la

sociedad y todo hombre sobrio un bene-

factor de la misma (Smith, 1981: 308).

Esta riqueza material, por otra parte,sólo puede incrementarse mediante elincremento de la productividad de laeconomía, esto es, la acumulación decapital.

El producto anual de la tierra y del

trabajo de un país no puede aumentar

su valor como no sea aumentando el

número de trabajadores productivos, o

las aptitudes productivas de los opera-

rios que ya existen (Smith, 1981: 310).

Por otra parte, desde el título mismodel capítulo que dedica al tema, AdamSmith señala que existe un estrechovínculo entre el trabajo productivo y lacapacidad de acumular capital (Smith,1981). En efecto, el capítulo III del LibroSegundo de La riqueza de las naciones

se denomina De la acumulación del ca-

pital, o del trabajo productivo e impro-

ductivo. Según se desprende de su lec-tura, lo que Smith quiso resaltar coneste título es que no cualquier trabajosino sólo el trabajo productivo permiteacumular capital. Y trabajo productivo

es aquél “que añade valor al objeto aque se incorpora”. Tan fuerte resultóeste señalamiento de Smith, que la ideapermaneció a lo largo de mucho tiempo,y la encontramos aún en Alfred Mar-shall, a quien se suele ubicar ya enlos inicios de una nueva fase del pen-samiento teórico en economía:

Siempre que usemos la palabra produc-

tivo, deberá interpretarse en el sentido

de productivo en medios de producción

o en fuentes duraderas de goce [cursi-

vas en el original] (Marshall, 1957).

DAVID RICARDO

En Ricardo, la productividad es unavariable continua que pondera tanto eltrabajo humano realizado como las ca-racterísticas productivas de la tierra,mientras que para Adam Smith, CarlosMarx y John Stuart Mill, el carácterde productivo es un condicionante abso-

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luto —es decir, una variable dicotómica

con sólo dos valores posibles: cero yuno— que depende tanto del origen dela remuneración salarial como deldestino de lo producido: el trabajo seráproductivo si se paga con capital ade-lantado con fines de producción deplusvalor o, de lo contrario, será im-productivo si se paga con renta confines de consumo no productivo. Enotros términos, en tanto que para Ri-cardo la productividad de los mediosde producción puede ponderarse enuna escala continua desde los menosproductivos hasta los más producti-vos, en los demás autores clásicos men-cionados la productividad simplementeexiste o no existe, es o no es.

Sin embargo, Ricardo no distingueentre producción para el mercado yproducción para el consumo final o, loque es lo mismo, entre consumo produc-tivo y consumo reproductivo. Tomandoen cuenta esta última distinción, esfácil ver que, en tanto Smith, Marx yMill distinguen entre trabajo produc-tivo e improductivo en términos abso-lutos, Ricardo construye una escala deponderación en dos dimensiones (unaintensiva y otra extensiva) aplicablesólo al primer tipo de consumo y omi-te la consideración del segundo (o, loque es lo mismo, le asigna un valorcero). Es necesario destacar que la pon-deración ricardiana se aplica a losmedios de producción —si reempla-zamos el concepto de tierra por el debienes de capital, el razonamientoricardiano no pierde coherencia— y noa la fuerza laboral que los utiliza.

Es decir, en Ricardo la productivi-dad no es un atributo de los trabajado-res sino de las condiciones técnicas deproducción. Más aún, con una ligeraampliación de este último concepto, esfácil incluir también ciertas condi-ciones sociales —existencia de mono-polios, trabas burocráticas, guerras,prejuicios, modas, etcétera.— sin vio-lentar el espíritu del londinense. De loanterior se desprende que las diferen-tes productividades de los medios deproducción no alterarán el valor pro-ducido —que, en Ricardo como en todala escuela clásica, depende de la can-tidad de trabajo incorporado— sino ladistribución de las utilidades entre be-neficios y rentas, dado que el preciode mercado se fija por las condicionestécnicas (y sociales) más desfavora-bles: el productor que esté más lejosdel mercado o que produzca en lascondiciones más atrasadas, fijará unprecio tentativo que será sólo sufi-ciente para reponer su inversión másun margen de beneficio (plusvalor enMarx) y arriesgará perder todo o partede este último si el precio de mercado—que se fija por oferta y demanda—resulta inferior a lo esperado. En cam-bio, los productores que posean pro-ductividades superiores tendrán laposibilidad de obtener ganancias ex-

traordinarias, es decir, rentas del capi-tal, lo que les permitirá bajar sus preciossin arriesgar su margen de plusvalory aun ofrecer a sus trabajadores mejo-res condiciones salariales, disminu-yendo la tasa de explotación de la fuerza

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laboral que emplean directamente. Esclaro que, aplicando el análisis de Marx,lo que sucede es que las empresas conuna mayor productividad se apropiande parte del plusvalor generado en lasempresas con productividad más baja.Es decir, las ganancias rentísticas delcapital son un fenómeno individual,pero desaparecen al considerar alobrero colectivo.

Así, el trabajo improductivo —segúnse desprende de este análisis del textoricardiano— no es una condición ex

ante que dependa del trabajo realizadoo del tipo de remuneración que reciba(distinción esta última virtualmenteimposible de establecer en la práctica,dado que el capitalista deposita en lamisma cuenta tanto las utilidades nor-males como las extraordinarias), sinouna consecuencia ex post de las condi-ciones técnicas y sociales de producción.

En otras palabras, con una tierraextraordinariamente fértil y ubicada enel corazón del mercado que atiende, elasalariado rural deja de ser agricul-tor para convertirse en jardinero. Elobrero no es productivo o improductivoen función del origen de su remune-ración o del destino de su trabajo, sinoque se convierte en tal en función dela productividad relativa de los mediosde trabajo que emplea. Los sirvientesy otros empleados del sector serviciosse vuelven improductivos dado que laproductividad de las casas, los car-ruajes, los jardines —hoy deberíamosagregar los enseres electrodomésticos,el teléfono y el Internet— es lo suficien-

temente alta como para brindar condi-ciones de autosuficiencia a sus propie-tarios. Si éstos no las aprovechan serápor comodidad o porque efectúan untrueque entre un tiempo de menor valorpor otro de mayor valor relativo: quienpuede pagar a un sirviente domésticodispone de más tiempo libre, ya seapara el ocio o para un trabajo mejorpagado.

CARLOS MARX

La crítica radical de Marx contrastacon la visión apologética y semibucó-lica de Smith. Las condiciones sociales,el movimiento comercial y la actividadindustrial que rodearon a ambos au-tores fueron diametralmente opuestas:en tanto Smith fue profesor de filosofía—profesión en la que coincidía conMarx— en Glasgow y en Edimburgo ytutor de aristócratas en su natal y aúnpastoril Escocia, Marx fue un revolu-cionario y un exiliado que vivió y murióen la pobreza. Más determinante aún,Smith no conoció la Revolución Indus-trial que se desata, precisamente, coin-cidiendo con los años finales de su viday, por lo mismo, después de la publi-cación de La riqueza de las naciones.

Marx, en cambio, vive y sufre directa-mente las consecuencias de este pro-ceso —que ya había conocido a travésde las páginas de dos trabajos de Fede-rico Engels y que incidieron profunda-mente en su pensamiento: el artículodenominado Esbozo de una crítica de

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la economía política, publicado en losAnales Franco-Alemanes en 1844 y Lasituación de la clase obrera en Inglaterra,

publicado en 1845—. Marx es, además,activo participante en los movimientosde protesta de 1848 y sus secuelas.

Sin embargo, Marx no sólo aceptaen lo fundamental la teoría del valortrabajo, que fue el sello distintivo de todala escuela clásica, sino que la convierteen el núcleo mismo de todo su pensa-miento, dedicándose a demostrar cómoesa misma teoría permitía poner demanifiesto la profunda desigualdad ylas injusticias que se generan con elcapitalismo y cómo la confrontaciónsocial entre clases se volvía un elementocentral para explicar la evolución delas sociedades, particularmente de laseuropeas. Así, la teoría del valor tra-bajo, continuación casi natural de lateoría del valor tierra de los fisiócratas,se convierte en manos de Marx no sóloen el instrumento central de su críticaal idealismo hegeliano y al modo capita-lista de producción sino también en eleje de su crítica de la economía política.

En el afán por fundamentar su crí-tica a la filosofía hegeliana y a sus epígo-nos desde una óptica materialista,Carlos Marx buscó entre los autoresclásicos de la economía política el sus-tento de una área relativamente nuevade la filosofía que prometía ser la cien-cia del mundo material. Al revisar di-versos textos, fue apuntando simultá-neamente en condensada mezcla tan-to su versión sintética de los mismos—Smith, Ricardo, Malthus y otros—

como sus propios comentarios margi-nales e ideas, con lo que el lector de losborradores recopilados bajo el título deTeorías sobre la plusvalía (Marx, 1974)se encuentra, ante todo, con la dificul-tad de distinguir la paternidad originalde las afirmaciones allí vertidas.

A pesar de las críticas que les for-mula, es claro que Marx encuentra enAdam Smith y en David Ricardo unaguía fundamental, al punto que no re-sulta difícil rastrear e identificar lasideas de los economistas clásicos queMarx hace suyas. Esta afinidad evi-dente es la que le permite a Joseph A.Schumpeter, años después, incluir aMarx entre los autores de la economíapolítica clásica, aun tomando en cuen-ta su posición crítica con respecto alos autores mencionados (Schumpeter,1971).

No deja de llamar la atención quelas ideas que Marx hace suyas sobreel tema del trabajo productivo e impro-ductivo, fueron originalmente incluidasy luego expurgadas de El capital porél mismo (Arico, 1974). Según el tra-ductor italiano Bruno Maffi, esto pudodeberse “a que le hubiera sido imposi-ble a Marx conseguir un editor burguésque aceptara sacar al libro con esefinal políticamente tan compromete-dor’’ (Arico, 1974). Resulta difícil coin-cidir con Maffi, al menos por dos ra-zones: en primer lugar, porque en elprimer libro de El capital —texto queel propio Marx alcanzó a revisar y edi-tar en vida—, hay capítulos enteros queagreden mucho más la sensibilidad

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burguesa que el texto removido y, ensegundo término, porque las ideascontenidas —aunque no necesariamentela forma de expresarlas— pertenecenen esencia a Adam Smith, a la sazónel ideólogo más difundido y respetadode la burguesía europea a quien, ade-más, Marx dedicara un comentario muyelogioso respecto al tema en cuestión:

Adam Smith llegó en este punto al co-

razón mismo de la materia [el análisis

del trabajo productivo e improductivo].

Éste es uno de sus mayores méritos

científicos (como muy bien lo hizo ob-

servar Malthus, esta diferenciación

crítica entre el trabajo productivo e im-

productivo sigue siendo la base de toda

la economía política burguesa), ya que

define el trabajo productivo como traba-

jo que se intercambia directamente por

capital (Marx, 1974: 133).

¿Por qué, si entre 1862 y 1863 —fe-chas en que se asume fueron escritosestos borradores— Marx asignaba tantaimportancia a esta diferenciación in-troducida por Smith, el tema en su con-junto fue eliminado tanto de la versiónfinal del primer tomo de El Capital

como de los borradores revisados porEngels y publicados por éste años des-pués del fallecimiento de Marx? La razónultima de la remoción del Capítulo VI

(inédito) del Libro I de El Capital pormano del propio Marx permanecerá enel misterio, pero no puede dejar de no-tarse que David Ricardo, en sus Princi-

pios de economía política y tributación,

tampoco le dedica capítulo especial al-guno al tema de la distinción entre tra-bajo productivo e improductivo aunque,por otra parte, la noción de producti-vidad es central en su pensamiento,al menos en dos momentos: primero,cuando establece los tipos de produc-tividad marginal de la tierra por efectosde las distancias relativas al mercadoo por efectos de las diferentes fertili-dades y, segundo, cuando critica elconcepto de valor comandado en AdamSmith (Ricardo, 1973).

El razonamiento de Marx, aunqueclaramente inspirado en Smith, es per-fectamente compatible con el de Ricardo.En efecto, si la cantante de ópera a quehace alusión el alemán en su famosoejemplo de los Grundrisse, canta en unsalón privado para deleite de algún bur-gués y sus invitados, será remuneradacon parte de la renta de su contratantey su trabajo será considerado social-mente improductivo. En cambio, si lamisma cantante canta la misma óperaen el mismo salón y contratada por elmismo burgués para deleite del mismopúblico, pero ahora éste cobra la en-trada a los asistentes, el trabajo de laprima donna se habrá vuelto produc-tivo y será remunerada con un salarioque habrá servido para generar unautilidad a su patrón. Lo único que hacambiado es que el salón privado seha vuelto público —la invitación personalse ha convertido en un boleto imperso-nal— y se ha transformado, de hecho,en un medio de producción, tal comoahora se estila convertir antiguas man-

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siones en restaurantes. La chequeradel empresario sigue siendo la misma yposiblemente hasta el contrato firma-do con la artista también. Pero ahorael medio de producción tiene la capaci-dad de ser evaluado según algún ponde-rador de productividad que resuma elatractivo del local, su buena ubicación,la comodidad de sus instalaciones, elprestigio que otorga asistir a él, la cali-dad de los programas que ofrece, etcétera.

Las Teorías sobre la plusvalía fue-ron escritas probablemente entre 1862y 1863, pero fueron anticipadas por losGrundrisse alrededor de 1857-1858(Marx, 1973). En éstos pueden leerselos siguientes comentarios de Marx:

Del análisis de los diversos aspectos del

capital mismo, tiene que desprenderse

qué cosa es trabajo productivo o no, un

punto en torno al cual se ha disputado

hasta el cansancio desde que Adam Smith

hizo esta distinción. Trabajo productivo

es únicamente aquél que produce capi-

tal (...) Sólo es productivo el trabajo si

produce su propio contrario. (...) “Produc-

tive labourer he that directly augments

his master’s wealth”, dice por ello, con

toda razón, Malthus. (...) Productive

labourer he that directly augments

capital [Cursivas en el original] (Marx,

1973: I, 245-246).

Así, pues, Marx adopta literalmen-te las ideas de Smith y de Malthus sobrela distinción entre el trabajo produc-tivo e improductivo, pero no las incluyeen la parte de El capital que alcanzó apublicar en vida, tal vez por considerar

Ilustración de la Memoria de la Tercera Convención de la Liga de Comunidades Agrarias

y Sindicatos Campesinos del Estado de Tamaulipas, Diego Rivera (1928). Tomadode Diego Rivera Ilustrador, SEP, México, 1986.

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que este tema debería ser incluido entrelos que quedaron pendientes de correc-ción, según se desprende de las pro-puestas de índice que elaborara el propioMarx en diversos momentos de sutrabajo.

Como vimos, Marx se adhiere sinreservas a la distinción formulada porSmith, pero su énfasis se dirige al temaque le preocupa: la evolución de lasluchas sociales en Europa continentaly, especialmente, las que tienen lugaren Alemania después de 1848. ParaMarx, estos movimientos son resultadodirecto de las consecuencias socialesde la acumulación desigual del capital.La distinción entre trabajo productivoe improductivo se vuelve así un ele-mento clave, en la medida que sóloel primero favorece el proceso. Pero elprecio es demasiado alto: el obrero pro-ductivo produce con su trabajo no sóloel enriquecimiento de su patrón, comodice Malthus, sino que agrava las condi-ciones de supervivencia del proleta-riado, al acentuar el empobrecimientorelativo de sus pares y aumentar laconcurrencia entre los mismos.

Al adherir a la postura de Smith,Marx asume —al igual que los otrosclásicos— que la distinción entre tra-bajo productivo e improductivo presu-pone la existencia del modo capitalistade producción. Pero en tanto los otrosautores asumen explícita o implícita-mente un principio de evolución con-

tinua en el desarrollo histórico de lassociedades humanas, Marx ha discri-minado ya etapas evolutivas en el de-

sarrollo social y productivo de la hu-manidad (Marx y Engels, 1972; Marx,1980). Con ello, introduce involunta-riamente un problema adicional quedeja sin resolver: si trabajo productivoes aquél que se remunera con capital,

y éste sólo existe en cierta etapa de laevolución humana, luego la diferenciaentre trabajo productivo e improduc-tivo sólo es posible establecerla en elmodo capitalista de producción. Fuerade este período histórico particular, talconceptualización carece de sentido,a menos que se recurra al segundo as-pecto mencionado por Smith: la ma-terialización de un incremento de valorde uso en alguna forma concreta. Peroeste segundo aspecto es, precisamente,el que Marx denomina la “definiciónincorrecta” proporcionada por Smith,ya que prescinde de la utilización delconcepto de plusvalor y, por ende, dela consideración de relaciones socialesde producción.

En efecto, Marx observa que, eneste caso,

...el trabajo productivo e improductivo

se conciben desde el punto de vista del

poseedor del dinero, desde el punto de

vista del capitalista, no desde el del obre-

ro (Marx, 1974).

...de donde se sigue rápidamenteque el problema no estriba en distinguirsi lo que se produce es valor de uso ovalor de cambio, o mejor dicho, en lasupuesta utilidad del valor de usoproducido, sea o no portador de un

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cierto valor de cambio. Es decir, sóloimporta si produce plusvalor, indepen-dientemente de su finalidad:

El valor de uso de la mercancía en que

se encarna el trabajo de un obrero pro-

ductivo puede ser del tipo más inútil.

(...) La forma material determinada del

trabajo y, por consiguiente, de su pro-

ducto, nada tiene que ver en sí misma

con esta distinción entre trabajo pro-

ductivo e improductivo (Marx, 1974).

Según Marx, no importa qué “formamaterial” adquiere el trabajo un vezrealizado: lo que importa es en quémodo establece o participa de las re-laciones sociales de producción. Laexpresión “material” de que dicho tra-bajo es, en efecto, productivo, no estarádada por una mercancía específica oun servicio, sino por el plusvalor quedicho trabajo engendra en beneficio delcapitalista.

Del hecho que sólo el trabajo pro-ductivo se intercambia por capital, entanto que el improductivo lo hace porrenta, se deduce que el primero produ-ce valores de uso que son esencialmenteportadores de valores de cambio, entanto que el segundo sólo produce va-lores de uso que se consumen en el actode su realización. Por lo tanto, el traba-jador improductivo es básicamenteaquél que produce servicios persona-les, concepto que, como vimos, Smithextiende al soberano mismo y a todoel Estado.

En la medida que el capital conquista

al conjunto de la producción y por lo

tanto desaparece la forma de industria

casera y de pequeña industria —en una

palabra, la industria destinada al con-

sumo individual, que no produce mer-

cancías—, resulta claro que los traba-

jadores improductivos, aquéllos cuyos

servicios se cambian de manera directa

por renta, ejecutarán, en su mayor parte,

nada más que servicios personales y

sólo una porción muy pequeña de ellos

(como los cocineros, las costureras, los

sastres a domicilio, etcétera) producirán

valores de uso materiales.

Aunque Marx no desarrolla el con-cepto de servicios más que en el senti-do de servicios personales, esto se debeal hecho histórico de que la ampliaciónen gran escala de los servicios técnicosy profesionales se produce hasta elpresente siglo. No obstante, consideralos servicios de gobierno, de las fuerzasarmadas, etcétera, pero éstos son ser-vicios sociales, de utilidad pública, queno son prestados directamente a uncapitalista particular, sino al conjuntode la clase capitalista.

En las tres fuentes dejadas por Marxdonde analiza el tema que nos ocupa,deja sin resolver el punto que mencio-namos más arriba, respecto al carácterhistórico de la distinción entre trabajoproductivo e improductivo, quizás unmotivo más para haber suspendido suinclusión en El Capital. Dijimos que enSmith no se presenta este problema,por cuanto su visión del mundo —es

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decir, Escocia e Inglaterra y sólo par-cialmente el resto de Europa— no discri-mina entre grandes etapas evolutivas,sino que asume implícitamente un de-venir continuo y modulado, mismo quefue particularmente estable en la épo-ca y el ambiente en que escribió La ri-queza de las naciones. El mundo deSmith es el mejor de los mundos posi-bles y no tiene motivos para conside-rarlo como una etapa de transición.Marx, en cambio, vive en un contexto deturbulencia social y su propia vida esbastante azarosa, como es de sobraconocido. Las revueltas sociales de1848 en las principales ciudades euro-peas no podían sino presagiar unatransformación radical de la sociedad,no sólo de Europa sino del mundo, enla medida en que todos los autores se-ñalados comparten una clara posicióneurocentrista.

Esta relatividad histórica quedó plas-mada en varios de sus escritos, princi-palmente en el Manifiesto del Partido

Comunista —que redactara conjun-tamente con Federico Engels— y en elprólogo a la Contribución a la crítica

de la economía política. Pero la obra deMarx se concentra en el modo de pro-ducción capitalista y, dentro de éste,sólo en el capitalismo europeo —par-ticularmente el inglés—, a la sazón elcapitalismo más evolucionado entrelos conocidos. De este modo, deja pen-diente la cuestión de definir los concep-tos de trabajo productivo e improducti-vo en contextos históricos diferentes,en donde resulta obvio que el trabajo,

sea productivo o no, no puede ser in-tercambiado por capital.

Una consecuencia secundaria detodo el análisis anterior es que se creauna opción para el capitalista, que serefiere a la distribución de su gasto:

Cuanto mayor [es] la parte de la renta

(salarios y ganancias) que se gasta en

mercancías producidas por el capital,

menor [es] la porción que se puede in-

vertir en los servicios de trabajadores

improductivos y a la inversa (Marx,

1974).

Resulta evidente que, desde su puntode vista, esto no constituye más queun problema de optimización según sunivel de ingresos, que tratará de satis-facer en la medida en que pueda dispo-ner de una renta mayor.

El hecho de que un trabajador seaclasificado como productivo o comoimproductivo no le quita su carácterasalariado y de que, por lo tanto, debavender su fuerza de trabajo como mer-cancía. En términos del capitalista quelo emplea, éste le pagará según el costosocial de su reproducción y no segúnel valor que haya generado con su tra-bajo, para lo cual el carácter de produc-tivo o improductivo carece de significa-ción. Aquí Marx coincide y retoma elpensamiento de Adam Smith. DiceCarlos Marx:

Esto [el intercambio de servicios impro-

ductivos por renta] no impide, como se-

ñala Adam Smith, que el valor de los

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Trabajo productivo e improductivo en el pensamiento clásico

servicios de estos trabajadores impro-

ductivos se determine y sea determina-

ble en la misma forma (u otra análoga)

que la de los trabajadores productivos:

es decir, por los costos de producción

involucrados en mantenerlos o (re)pro-

ducirlos (Marx, 1974).

Como corolario, pues, se deduceque:

Es característico del trabajadorimproductivo que no produzca mer-cancías para su comprador sino que,en realidad, las reciba de él (Marx,1974).

Generalmente la mercancía querecibe es dinero o, en su defecto, algúnotro valor de cambio. Puede darse elcaso de un intercambio de serviciosimproductivos, pero en esta situaciónnos ubicaríamos en un plano que nocorresponde a relaciones capitalistasde producción.

Al analizar la segunda definición deSmith —o el segundo componente enla versión de Mill— respecto del trabajoproductivo e improductivo, Marx ob-serva que el concepto de productor de

mercancías debe abarcar

...no sólo al obrero que trabaja direc-

tamente con las manos o con una má-

quina, sino al cuidador, el ingeniero, el

administrador, el empleado, etc.; en

una palabra, el trabajo de todo el per-

sonal necesario en determinada esfera

de la producción material para crear

cierta mercancía, cuyo trabajo conjunto

(cooperación) hace falta para la produc-

ción de mercancías (Marx, 1974. Cursi-

vas nuestras).

Aquí Marx simplemente traza loslímites de lo que debe entenderse bajola denominación de “trabajador queproduce mercancías”, es decir, un valorde uso portador de un valor de cambiocon un determinado costo de produccióny en que están materializadas ciertasrelaciones sociales específicas de pro-ducción. Así, intervienen, sin ningunaduda, no sólo el obrero o el mecánicoque generan el producto material mis-mo, sino también todo el conjunto delos asalariados que forman parte delobrero colectivo, lo cual no los clasificacomo productivos o improductivos, yaque toda la argumentación está desti-nada a demostrar, precisamente, queel carácter de productividad se deter-mina según genere o no plusvalor parael capitalista, independientemente desu representación material.

El mismo trabajo que un asalariadorealiza para un cliente, puede ser pro-ductivo para éste pero improductivosi lo realiza para sí mismo. Caso típico:el pintor de paredes que un domingose dedica a pintar su propia casa. Eltrabajo productivo, se ve aquí con cla-ridad, depende exclusivamente de re-laciones sociales de producción y nodel carácter mismo del trabajo. Ni, porlo tanto, de la forma en que se materializa.

De la situación anterior extrae Marxuna interesante conclusión. Dado que

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Claudio Bagú

la remuneración que percibe un asa-lariado está determinada por el costosocial de su reproducción, y que unavez consumida por el trabajador éstenecesita volver a vender su fuerza detrabajo para mantener el flujo de in-gresos, se sigue que el trabajador tieneun límite para trabajar improductiva-mente para sí mismo.

Este trabajo improductivo jamás le per-

mite repetirlo por segunda vez, a menos

que antes haya trabajado de manera

productiva (Marx, 1974).

Es evidente que se refiere a canti-dades de trabajo productivo que gene-ren ciertos valores de cambio (dineroen primer lugar) que puedan ser con-sumidos improductivamente por losasalariados en algo que no representeestrictamente la reposición de su fuerzade trabajo.

Resulta interesante descubrir cómolos argumentos que se utilizaron en lapolémica sobre trabajo productivo eimproductivo generaron ideas que nosólo se siguen usando, sino que, in-cluso, su paternidad se suele atribuira autores más recientes. Al leer loscomentarios de Marx a ciertos críticosde Smith, nos parece estar presen-ciando un debate mucho más contem-poráneo:

La mayoría de los escritores que discu-

tieron el punto de vista de Smith sobre

el trabajo productivo e improductivo

consideran el CONSUMO COMO UN ACICATE

NECESARIO PARA LA PRODUCCIÓN. Por esa

razón entienden que los asalariados que

viven de la renta los trabajadores im-

productivos cuya contratación no pro-

duce riqueza, pero es en sí misma un

nuevo consumo de riqueza —son tan

productivos, inclusive de riqueza mate-

rial, como los productivos, ya que AM-

PLÍAN EL CAMPO DE CONSUMO MATERIA Y POR LO

TANTO, EL DE LA PRODUCCIÓN. (...) Pues estos

“trabajadores improductivos” —cuyos

servicios figuran en las inversiones

de los ricos ociosos— tienen todos en

común el hecho de que, si bien produ-

cen productos inmateriales, consumen

productos materiales, es decir, produc-

tos de los trabajadores productivos. (...)

Otros economistas, como Malthus,

admiten la distinción entre trabajado-

res productivos e improductivos, pero

demuestran al capitalista industrial

que estos últimos le son tan necesarios

como los primeros, inclusive para la

producción de riqueza material [Cursi-

vas en el original; versalitas nuestras]

(Marx, 1974).

Es posible encontrar y transcribirmás párrafos en el mismo tenor y con-vencerse de que Marx, en realidad, es-taba criticando las conocidas tesis deJohn M. Keynes: que el trabajo impro-ductivo es necesario para ampliar elmercado de productos de los trabaja-dores productivos. Dada la imposibi-lidad histórica, lo que parece evidentedel análisis del párrafo mencionadoy de otros similares, es que las ideasque Keynes haría suyas eran bien co-

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Trabajo productivo e improductivo en el pensamiento clásico

nocidas por los clásicos un siglo antes,en especial por Thomas R. Malthus yCarlos Marx.

Es claro que, retomando a AdamSmith, un trabajador improductivo nose convierte en productivo porque ge-nere consumo que, a su vez, significael empleo de uno o más trabajadoresproductivos y la reposición de su propiafuerza de trabajo para convertirseeventualmente en otro trabajador pro-ductivo más. El carácter improductivo

de su trabajo no cambia sencillamente

porque no genera plusvalor con ese tra-

bajo para ningún capitalista. Tan sólofacilita la realización de mercancíasproducidas por otros trabajadores enbeneficio de otros capitalistas, peroesto se da en la esfera de la circulacióny no puede, por lo tanto, establecer elcarácter productivo o improductivo deun proceso que se determina en la es-fera de la producción.

JOHN STUART MILL

Será John Stuart Mill quien, prag-máticamente, proponga una salidaelegante mediante una definición sin-tética —es decir, no sólo breve sino quepermite resolver la oposición entre tesisy antítesis— del siguiente tenor:

El trabajo productivo es aquél que pro-

duce utilidades que toman cuerpo en ob-

jetos materiales (Mill, 1985. Cursivas

nuestras).

Mill escribe su texto clásico Princi-

pios de economía política en pleno pe-ríodo de revueltas sociales en Europa(fueron publicados inicialmente en 1848),pero le añade importantes correccionesen las sucesivas ediciones posteriores,hasta 1871. Coincide en lo fundamen-tal con Smith en que:

Ilustración de la Memoria de la Tercera Convención de la Liga de Comunidades Agrarias

y Sindicatos Campesinos del Estado de Tamaulipas, Diego Rivera (1928). Tomadode Diego Rivera Ilustrador, SEP, México, 1986.

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Claudio Bagú

El trabajo no crea objetos, sino utilida-

des. (...) Trabajo productivo quiere decir

trabajo que crea riqueza (Mill, 1985).

...que será también la posiciónadoptada posteriormente por Marshall,como ya se indicó. Pero en lo que serefiere especificamente a los funcio-narios públicos, señala:

El trabajo de los funcionarios del Go-

bierno que dan la protección indispen-

sable para la prosperidad de la indus-

tria, debe clasificarse como productor

de riqueza material, pues sin él ésta

no podría existir con una profusión como

la actual. Puede decirse que la produc-

tividad de ese trabajo es indirecta o me-

diata, por oposición a la del labrador y

el hilandero, que es inmediata. Todos

se asemejan en esto: dejan a la comu-

nidad más rica en productos materiales

de lo que la encontraron; aumentan, o

tienden a aumentar, la riqueza material

(Mill, 1985).

¿Puntillismo académico o precau-ción política? Mientras para Smith elEstado debe reducirse a su mínima ex-presión, Mill encuentra un camino porel cual el trabajo de los funcionariospúblicos puede considerarse indirecta-

mente productivo, en la medida en queprepara, mantiene y favorece las con-diciones generales del proceso de re-producción ampliada del capital. Yaapuntamos antes que Marx tambiénreconoce la importancia del trabajoindirectamente productivo, aunque no

hace mención específica a los funcio-narios del gobierno, sino que está pen-sando en el personal auxiliar de lasempresas. Esta precisión no se contra-dice en absoluto con la idea de trabajoproductivo en el sentido de Smith —yde Marx—, ya que Mill también de-fiende que:

Entiendo por riqueza sólo la llamada

riqueza material y por trabajo produc-

tivo sólo aquellas clases de esfuerzo que

producen utilidades incorporadas en

objetos materiales (Mill, 1985).

Sin embargo, Mill es un pragmáticodotado de un fuerte espíritu científico,a diferencia de Smith, para quien elseñalamiento moral es el objetivo cen-tral de su análisis. Por ende, mientraspara Smith la diferencia entre traba-jo productivo e improductivo es una dis-tinción que permite trazar una claralínea divisoria entre virtud y ociosidad,Mill advierte que:

El trabajo improductivo puede ser tan

útil como el productivo. [Y agrega:] Si

bien el trabajo improductivo no enri-

quece a la sociedad, puede enriquecer

a los individuos.

Lo cual lo lleva a la siguiente ob-servación:

No obstante, una comunidad puede au-

mentar su riqueza mediante el trabajo

improductivo, a expensas de otras co-

munidades, de la misma manera que

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Trabajo productivo e improductivo en el pensamiento clásico

un particular puede aumentar la suya

a expensas de la de otros particulares.

Las ganancias de los cantantes de ópera

italianos, de las institutrices alemanas,

de los bailarines franceses, etc. son una

fuente de riqueza para sus respectivos

países, si retornan a ellos. Los peque-

ños estados griegos, especialmente los

más rudos y atrasados, eran viveros de

soldados que se alquilaban a los prín-

cipes y sátrapas del Oriente para llevar

a cabo guerras inútiles y destructoras,

y volvían con sus ahorros para pasar el

resto de su vida en su propio país; eran

trabajadores improductivos, y la paga

que recibían, juntamente con el botín que

tomaban, era un desembolso sin retor-

no para los países que se los proporcio-

naban; pero si bien esto no represen-

taba una ganancia para el mundo, para

Grecia sí lo era. En un período posterior

este mismo país y sus colonias prove-

yeron al Imperio Romano de otra clase

de aventureros, los cuales, bajo el nom-

bre de filósofos y retóricos, enseñaban

a la juventud de las clases más elevadas

lo que se estimaba como conocimientos

muy valiosos; eran, en su mayor parte,

trabajadores improductivos, pero su

amplia recompensa era una fuente de

riqueza para su propio país (Mill, 1985.

Cursivas nuestras).

Lo mismo se podría decir, por cierto,del carácter productivo del “trabajo”realizado por sir Francis Drake y sir

Henry Morgan en tierras americanas,en épocas mucho más próximas al autor,sólo que éstos no se alquilaron a sá-

trapas extranjeros sino a la Corona desu propio país.

Por otra parte,

El trabajo productivo puede empobre-

cer a una nación, si la riqueza que pro-

duce, esto es, el aumento que ocasiona

en la cantidad de cosas útiles o agrada-

bles, es una clase que no se necesita

de momento, como cuando una mer-

cancía no es vendible porque se ha pro-

ducido en cantidad mayor que la ne-

cesaria, o cuando los especuladores

construyen muelles y almacenes antes

de que exista ningún tráfico. (...) El tra-

bajo que se invierte con la esperanza

de un rendimiento remoto, cuando las

mayores exigencias o los recursos limi-

tados de la comunidad requieren que

el producto sea inmediato, puede dejar

entretanto al país no sólo más pobre

por todo aquello que los trabajadores

consumen, sino finalmente menos rico

que si se hubieran buscado en primer

lugar los rendimientos inmediatos y se

hubieran aplazado las empresas que

buscaban rendimientos remotos (Mill,

1985).

En otras palabras, según Mill, eltrabajo improductivo puede ser útil yaun generar riqueza para una comu-nidad, en ciertas condiciones, en tantoque el trabajo productivo puede ge-nerar pobreza, si no está sincroniza-do con las necesidades reales en uncierto lugar y tiempo. Es decir, el con-cepto de productividad del trabajo, enMill, no es un atributo absoluto que

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Claudio Bagú

se pueda medir u observar indepen-dientemente de las condiciones espe-cíficas del contexto en que se da. Con-secuentemente, la discusión misma setorna un ejercicio inútil en la medi-da en que no permite arribar a ningu-na conclusión definitiva y absoluta o,como lo plantea el propio Mill al iniciodel capítulo en que trata el tema:

Ha habido no poca controversia entre

los economistas políticos sobre qué

clases de trabajo deben considerarse

improductivos, y no siempre han per-

cibido que en realidad no había motivo

de disputa (Mill, 1985).

Para Mill, se trata de una falsa dis-cusión que esconde el verdadero trasfon-do: el problema de la distribución dela riqueza:

Lo que es de lamentar, y puede reme-

diarse, es la prodigiosa desigualdad con

que se distribuye este excedente, el

poco valor de los objetos a que se dedica

la mayor parte de él y la gran porción

del mismo que es disfrutada por perso-

nas que no rinden servicio alguno (Mill,

1985).

IDEAS POSLIMINARES

Ahora bien, retomando un punto yaplanteado más arriba, podemos abor-dar la siguiente cuestión: ¿un traba-jador que libera fuerza de trabajo deotro trabajador —éste productivo—, es

productivo o improductivo? Sería elcaso, por ejemplo, del personal de lim-pieza de ciertas fábricas o el personalauxiliar que no es directamente pro-ductivo, pero que facilita la labor a lostrabajadores productivos, desde telefo-nistas, secretarias y personal de vigi-lancia hasta supervisores y directores.La respuesta a tal pregunta parecesencilla, pero en realidad no lo es: siel personal de limpieza es directamentecontratado por la empresa —digamos,manufacturera— entonces, de acuerdoal razonamiento de Adam Smith, setrataría de trabajadores improductivosque no generan plusvalor sino queconsumen renta (utilidades) de la em-presa; si, en cambio, se trata de per-sonal subcontratado a través de unaempresa especializada en labores deaseo, serían trabajadores productivosrespecto a esta última. O sea que, paradistinguir entre uno y otro caso, tene-mos que recurrir a un concepto nuevo:el grado y tipo de institucionalización

del trabajo contratado. Los ejemplosabundan ahora, pero la situación entiempos en que los clásicos discutieroneste problema, era otra, aunque JohnS. Mill, como ya se vio, defendió el ca-rácter productivo de los funcionariospúblicos considerándolos indirecta-

mente productivos y también Marxconsideró este caso.

Hacemos notar, además, que entodos los casos se mantiene un espí-ritu optimista: se supone de antemanoque las secretarias, las telefonistas, loschoferes, los gerentes y los directores

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Trabajo productivo e improductivo en el pensamiento clásico

facilitan el trabajo de los obreros pro-ductivos. Pero no se dice nada respectoal caso, harto frecuente en el mundoreal, en que dichos trabajadores obs-

truyen dicho trabajo, sea en forma vo-luntaria o no. Tenemos, pues, que elgrado de improductividad tiene, ade-más, un signo, que puede ser positivoo negativo, según se trate de un traba-jo que facilite u obstruya otro trabajo,éste de naturaleza productiva.

Por lo tanto, para responder a unapregunta aparentemente sencilla, he-mos generado otras dos: para saberen qué grado es o no productivo untrabajador supuestamente improducti-vo según el razonamiento clásico, de-bemos conocer previamente el grado

de institucionalización de su trabajo,así como medir su grado de improduc-

tividad. Al llegar a este punto, comen-zamos a sospechar que el enfoquerelativista de Ricardo pudiera ser másadecuado, ya que las dificultades an-teriores se derivan, evidentemente, delhecho de partir de caracterizacionesabsolutas, como ya señalamos.

Por otra parte, podemos afirmar queel personal de limpieza directamente

contratado es improductivo desde unpunto de vista individual, ya que sutrabajo inmediato no genera plusvalorpara la empresa, sino en la medida enque libera tiempo a un segundo tra-bajador para que éste sí genere plus-valor, finalmente. Pero el primero sípuede considerarse como productivosi se toma en cuenta el obrero colecti-

vo —el conjunto de los trabajadores—

con distintos grados de productividadcada uno, en una misma unidad de pro-

ducción, lo cual se encuadra en el pun-to de vista de Marx y de Mill, según vi-mos, aunque no en la de Smith.

Es decir, al tomar como referenciala productividad promedio resultante,se vuelve a colocar el análisis en la visióndel empresario, que es quien contrata,en definitiva, al conjunto de dichos tra-bajadores. El empresario podrá consi-derar la contratación de trabajadoresadicionales en la medida que ello au-mente la productividad promedio delconjunto, salvo por consideraciones deotro tipo, tales como una mayor con-flictividad sindical o limitaciones fí-sicas u otras. La inclusión de personalimproductivo, en primera instancia,parece reducir las rentas del empresa-rio, pero si se toma en cuenta el obre-

ro colectivo, el criterio es si aumenta ono el plusvalor socialmente generado porel conjunto del personal empleado enla empresa.

Tal, una vez más, la idea del ahorro de

trabajo de Garnier, Lauderdale y Ganilh.

Según esto, los trabajadores improduc-

tivos sólo serían productivos en la me-

dida en que ahorran trabajo y dejan

más tiempo para el propio trabajo de

una persona, ya se trate de un capita-

lista industrial o de un trabajador pro-

ductivo, quien puede ejecutar un traba-

jo más valioso gracias a esa reposición

por un trabajo menos valioso. (...) Los

servicios personales verdaderamente

ahorrativos de trabajo sólo serían pro-

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Claudio Bagú

ductivos en la medida en que su consu-

midor sea un productor (Marx, 1974).

Es decir, que para poder estimartal trabajo como productivo, debencumplirse las dos condiciones siguien-tes: primero, el receptor de tal beneficiodebe ser un trabajador productivo yno un empresario o funcionario ocioso,para quien ese ahorro de trabajo nosignifica invertir una cantidad equi-valente de tiempo en actividades pro-ductivas; segundo, el tiempo de trabajoimproductivo que ahorre trabajo pro-ductivo debe resultar menos costosoque el tiempo que ahorra. Además,como ya dijimos, es necesario conside-rar el obrero colectivo y la producti-vidad promedio para decidir, desde unenfoque empresarial, si ese trabajo im-productivo en especial resulta produc-tivo para el conjunto.

De lo anterior se desprende que elcaso del ahorro de trabajo no es, enrealidad, un problema de las producti-vidades individuales, sino un asuntode división del trabajo, ya que desdeel punto de vista del conjunto es, sinduda, trabajo productivo. Más aún, a-gregamos, al tomar en cuenta al obrerocolectivo y la productividad promedioresultante, desaparece la distinción entretrabajo productivo e improductivo y elproblema del empresario —o de la so-ciedad, según cuál sea la unidad de ob-servación— es maximizar la producti-vidad social. Es decir, no es lo mismohablar de obreros improductivos que deobreros mal empleados (o desempleados).

Al respecto, señala Marx:

Lo correcto de este asunto es: la división

del trabajo. (...) La distinción misma

[entre trabajo productivo e improductivo]

aparece como resultado de la división

del trabajo, y de tal manera impulsa la

productividad general de los trabajadores

al hacer del trabajo improductivo la fun-

ción exclusiva de un sector de los traba-

jadores, y del trabajo productivo función

exclusiva de otro sector (Marx, 1974).

Del sucinto análisis expuesto resul-ta claro que, para los clásicos, el incre-mento en el valor agregado conjuntode la producción es un problema deasignación de tareas al obrero colectivo.

En otras palabras, y sacando conclu-siones en términos del debate contem-poráneo, podemos afirmar que, frenteal dilema de cómo incrementar la ri-queza nacional, la alternativa keyne-siana no resuelve el problema, porcuanto si bien incrementa la demandaefectiva y permite dar salida a inven-tarios acumulados y reanudar el cicloproductivo, ello no implica volver pro-ductivos a los desempleados; en otraspalabras, la productividad social no sealtera, sólo se restablece la circulaciónde mercancías, al costo de un mayor nivelde circulante monetario y mediante unimpulso que dura sólo un ciclo, con locual el problema del desempleo no sesoluciona sino que sólo se posterga.Es decir, se propicia inflación, sin ge-nerar valor adicional y sin resolverrealmente el problema del desempleo.

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Trabajo productivo e improductivo en el pensamiento clásico

La alternativa neoclásica u ortodoxa,por su parte, no incluye el desempleocomo variable en el universo del pro-blema: su enfoque se limita a encon-trar las condiciones de equilibrio ex-clusivamente en el ámbito de la parteproductiva de la sociedad, es decir,en el subconjunto social constituidopor la suma de las empresas activasy, por lo mismo, no toma en cuenta alos individuos que no pertenecen a nin-guna empresa por hallarse desem-pleados. La única alternativa queofrece esta corriente es considerar eldesempleo exclusivamente como vo-luntario, aduciendo que si los obrerosaccedieran a reducir lo suficiente sussalarios, podrían ser absorbidos porla planta productiva existente. Los uni-versos clásico y neoclásico son, pues,radicalmente distintos y sólo coincidi-rían en la hipotética situación de plenoempleo. Por lo tanto, el problema deincrementar la riqueza nacional parala corriente neoclásica —y sus deri-vaciones posteriores— se reduce alproblema de incrementar la producti-vidad de la parte empleada de la so-ciedad; el recurso humano es, paraesta corriente, el recurso prescindible.Para la escuela clásica, en cambio, elconjunto social es irreductible y cons-tituye una limitación física objetiva. Porlo tanto, incrementar la riqueza socialimplica incrementar la productividadde toda la sociedad considerada comoun solo obrero colectivo, para lo cualla solución del problema se puede sub-dividir en dos opciones que se comple-

mentan entre sí: optimizar la divisiónsocial del trabajo con los recursos exis-tentes o bien introducir nuevos recur-sos para emplear mejor a la parte menosproductiva de la sociedad.

La alternativa única que se despren-de del enfoque clásico es el aumento dela productividad conjunta de toda laeconomía —incluyendo en ésta el cos-to de la desocupación, objetivo quesólo sería posible lograr —en términoscontemporáneos— mediante uno dedos caminos: o bien expropiando lasempresas existentes e incorporando atoda la población económicamenteactiva a la producción a través de éstas,o bien propiciando la creación de tan-tas nuevas empresas como sean ne-cesarias para abatir el desempleo. Am-bas alternativas fueron entrevistas porlos autores clásicos: Marx, quien re-coge las propuestas socializadoras deOwen y Saint-Simon —”de cada quiensegún su capacidad y a cada quien se-gún su necesidad”—, se pronuncia porla socialización de los medios de pro-ducción; John Suart Mill, en cambio,afirma:

El principio de la propiedad privada

nunca se ha practicado fielmente en

ningún país, y menos, tal vez, en éste

[Inglaterra]. El orden social en la Euro-

pa moderna comenzó con una distri-

bución de la propiedad que no fue el

resultado de un reparto equitativo o de

la adquisición mediante la actividad,

sino de la conquista y la violencia (Mill,

1985).

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Claudio Bagú

Considerando la precedencia histó-rica del texto de Mill, vemos que la ideade la “acumulación originaria” es tam-bién otro rasgo importante que Marxcomparte con los clásicos. Y agrega:

Las leyes de la propiedad jamás se han

ajustado hasta ahora a los principios

en que descansa la justificación de la

propiedad privada. Han creado la pro-

piedad de cosas que nunca debieron ser

propiedad, y la propiedad absoluta allí

donde sólo debería existir la propiedad

condicionada (Mill, 1985).

Por lo anterior, este autor concluye:

Aún sabemos demasiado poco sobre lo

que el sistema individual llevado a su

mayor perfección, o el socialismo en la

mejor de sus formas, pueden realizar,

para poder decidir cuál de los dos será

la forma final de la sociedad humana.

(...) La elección final dependerá pro-

bablemente y de manera principal de

la siguiente consideración: cuál de los

dos sistemas es compatible con la mayor

suma de libertad y espontaneidad hu-

mana (Mill, 1985).

A diferencia de Adam Smith, la vi-sión que John S. Mill tiene del régimende propiedad privada no es apologética,sino profundamente crítica, luego deobservar las terribles consecuencias aque condujo su implantación en las eco-nomías europeas y que fueron el motivosubyacente en los movimientos socialesde 1848, época en que Mill publica laprimera versión de su trabajo:

Las restricciones del comunismo serían

libertad en comparación con la situa-

ción actual de la mayoría de la raza hu-

mana La generalidad de los trabajadores

en este país y en casi todos los demás

tiene tan poca libertad para escoger su

ocupación o para trasladarse de un si-

tio a otro, depende en la práctica en tal

forma de reglas fijas y de la voluntad

de los demás, como en cualquier otro

sistema poco diferente de la absoluta

esclavitud; y eso sin mencionar la com-

pleta sujeción doméstica de la mitad de

la especie, a la que cabe el honor tanto

al owenismo como a casi todas las otras

formas del socialismo de asignarle

iguales derechos, por todos respectos,

que el sexo que hasta ahora ha sido el

dominante (Mill, 1985).

No obstante, la posición final de Milles la de no descartar las posibilidadesde un régimen de “verdadera” propiedadprivada, supervisada y limitada por elinterés común de la sociedad.

Durante mucho tiempo aún, el econo-

mista político se interesará sobre todo

en las condiciones de existencia y de

progreso inherentes a una sociedad ba-

sada en la propiedad privada y en la

rivalidad personal; y que en el estado

actual del perfeccionamiento humano,

el fin principal a perseguir no es la sub-

versión del sistema de la propiedad indi-

vidual, sino su mejoramiento y la completa

participación de todos los miembros de

la comunidad en las ganancias que del

mismo se deriven (Mill, 1985).

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Trabajo productivo e improductivo en el pensamiento clásico

Parece evidente que ambas alterna-tivas —socialización de los medios deproducción o profundización del mo-delo competitivo— implican la nece-sidad de una activa conducción esta-tal de la economía, contrariamente alos deseos de Adam Smith. Con la se-gunda opción, sin embargo, no desapa-recería la sociedad capitalista basadaen la explotación del trabajo humanosino que se profundizaría su desarro-llo, lo cual —con la excepción de Marx—está perfectamente dentro de la pers-pectiva de la escuela clásica.

El enfoque clásico implica asumirque un empresario puede despedir a unobrero improductivo, si así conviene asus intereses, pero que la sociedad nopuede hacer lo mismo, a menos queexpulse al sujeto fuera del país. Elempresario, al actuar de este modo,sólo transfiere el problema del nivel in-dividual al colectivo. El costo del de-sempleo, visto de esta manera, se tornainevitable e irreductible, y se debe afron-tar de una u otra forma. En la práctica,particularmente en países sin segurode desempleo, el costo recae sobre losmismos desempleados o sobre sus fa-milias y, por extensión, en el sector demenores ingresos de la sociedad, conlo cual se convierte en un agravantemás de la ya de por sí desigual distri-bución del ingreso. Un paliativo paralas sociedades que se encuentran enesta última situación es fomentar o to-lerar la emigración de sus desocupa-dos. Así ocurrió con Irlanda, España,Italia y Portugal frente a la opción de

emigrar al continente americano, y asíocurre actualmente con países comoMéxico, El Salvador, Haití, Turquía,Pakistán, India, Bangladesh, Argelia,Túnez y tantos otros, que al no poderofrecer una suficiente generación deempleos productivos en sus territoriosven cómo se incrementa cotidiana-mente la emigración de sus hijos.

El análisis del pensamiento clási-co permite no sólo elaborar una críticasino también entrever distintas alter-nativas frente a la opción neoclásicade moda en los tiempos que corren,referente al tema del trabajo humano,su empleo adecuado y su capacidadde incrementar la riqueza nacional.La propuesta del marginalismo con-temporáneo consiste en abaratar loscostos laborales —mediante la supre-sión de la seguridad en el trabajo yel aumento efectivo del desempleo queactúa como depresor salarial—, conlo cual genera una ilusión tan falsacomo peligrosa: que el incremento apa-rente en la productividad de algunos

trabajadores implique un incrementogeneralizado en la productividad social.Por el contrario, adoptando la posturaclásica en la materia, puede afirmarseque tanto el costo económico como lasconsecuencias sociales de las políticasde desocupación deliberada se consti-tuyen en problemas más graves, pro-fundos y permanentes que los que su-puestamente ayudan a resolver.

El pensamiento clásico se basa enlo que podemos denominar el enfoque

de productividad social, al considerar

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Claudio Bagú

a la economía como un fenómeno quese explica a partir del universo socialy de sus múltiples interrelaciones. Lapobreza, la desigualdad y el desempleoson consecuencias del devenir colec-tivo y no atributos de la personalidadde los individuos. Así, el problema decómo generar y repartir riqueza es unproblema colectivo que debe ser re-suelto colectivamente. Si ello implicao no un modelo democrático en la esfe-ra política es materia de discusión querebasa los límites de este trabajo. Perolo que sí se desprende del análisis efec-tuado es que los clásicos —en especialCarlos Marx y John Stuart Mill—señalaron dos de las opciones compati-bles con esta interpretación: la solu-ción radical, que consiste en la socia-lización de los medios de producción,y la solución reformista, que consisti-ría en un mayor control social del pro-ceso productivo, pero manteniendo elprincipio de la propiedad privada. Aunla segunda opción implicaría un gradoimportante de participación activa delEstado, sobre cuyas características ylímites no podemos extendernos en esteensayo, pero que bien valdría la penaexplorar.

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